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EL MUNDO NO 

CONOCIÓ ESTA LUZ

“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le


conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.
Juan 1:10-11

                Es increíble pensar que esta Luz verdadera fue la que dio vida a
todo el mundo conocido, incluyéndonos, y antes de que esta luz viniera a
nuestras vidas estábamos en total tinieblas por causa de nuestros pecados,
pero lamentablemente los hombres no reconocieron esta luz que vino a
ellos: En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no
le conoció. Desde el mismo comienzo de la humanidad Dios se dio a
conocer a los hombres a través de la misma creación para que el hombre al
considerar la grandeza de la creación creyera en un Creador: “Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”,
(Salmo 19:1). El mismo apóstol Pablo nos dice que su gran gloria fue
revelada a través de toda la creación: “Porque lo que de Dios se conoce les
es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él,
su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que
no tienen excusa”, (Romanos 1:19-20). Tristemente el corazón del hombre
está lleno de tinieblas y en lugar de rendir culto a Dios terminaron
adorando a la creación: “Pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en
sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser
sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en
semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de
reptiles”, (Romanos 1:21-23). A través de las Escrituras Dios les testifico a
los judíos que un día vendría su enviado, el Mesías, la Luz verdadera y es a
través de Él que ahora se revela a todo el mundo: “Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien
constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”,
(Hebreos 1:1-2). Un día hace más de 2000 años esta Luz se revelo a los
hombres pero muchos no lo aceptaron: A lo suyo vino, y los suyos no le
recibieron.  Los suyos son su pueblo, Israel, ya que la mayoría lo rechazo y
lo crucificaron, pero todo esto estaba en sus planes eternos.
LA OBRA COMPLETA DE LA LUZ VERDADERA
“Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios;  los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Juan 1:12-13

                      Jesús la luz verdadera se revelo a este mundo con un


propósito específico: el reconciliar al hombre con Dios. Aunque muchos le
rechazaron lo cierto es que a todos los que reciban esta luz, sea judío o
griego, y crean en su nombre les da la potestad de ser hechos hijos de Dios,
esto en sí constituye el mayor de todos los privilegios que alguien puede
llegar a tener. La condición para este título de salvación es “creer en su
nombre”. Juan deja claro que es a través de creer, es decir, por medio de la
fe en el nombre de Jesús que alguien puede llegar a tener la potestad de ser
hijo de Dios. No olvidemos que el mismo nombre de Jesús
(Ἰησοῦς) significa “El Señor es Salvación”. La palabra que se traduce
como potestad proviene del griego exousía (ἐξουσία) que denota la
autoridad y capacidad de ser acreedor de algo. Es solo a través de Jesús que
un ser humano puede llegar a ser hecho un hijo de Dios, no por medio del
esfuerzo humano o por medio de la religión, sino por medio de la
intervención divina: los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.  Hoy en día
podemos convertirnos en verdaderos hijos de Dios y salvar nuestra alma
creyendo en Jesús, pero lo triste es que muchos no lo hacen así ya que
aman más las tinieblas: “Y esta es la condenación: que la luz vino al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas”, (Juan 3:17). Debemos abandonar las tinieblas y
volvernos a la luz verdadera para que nuestra alma sea salva aquel día.

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