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• Y también de una cierta “banalización” de los productos. Los productos no valen nada,
lo que afecta además a la imagen.
El mejor antídoto contra las Guerras de Precios es generar una marca potente y bien
posicionada a corto y a largo plazo que diferencie los Productos y que permita fijar precios más
elevados que los competidores sin que el Cliente castigue a las empresas.
No podemos olvidar que el Cliente que nos compra por Precio nos abandonará también por la
misma causa.
• La Unión Europea impone multas a los productores de leche por pactar sus precios
• Flexibilidad de criterios
• Concentración de fuerzas
• Economía de esfuerzos
• Prescindir de lo prescindible
• Alter revoluciona las ventas de potitos en farmacias con una bajada de un 33 %. Los
farmacéuticos amenazan a Nestlé.
El control de precios es una herramienta del Estado para estabilizar la economía en casos de
desequilibrio en el sistema de mercado del país, pero también es una herramienta que se utiliza
para la protección del ciudadano que, por tamaño y fuerza, está en inferioridad de condiciones
frente a las empresas. Éstas pueden, como de hecho hacen muchas veces, elevar
artificialmente los precios, a través de acuerdos entre ellas, de manera que se altere de forma
teledirigida el funcionamiento de una economía de mercado. Generalmente se llega a acuerdos
sobre el establecimiento de un precio concreto de un determinado producto, con lo que se crea
una situación de pseudomonopolio ya que, de hecho, el consumidor no puede acceder a
diferentes ofertas pues todos los competidores del mercado han establecido un mismo precio.
Se trata de defender el funcionamiento competitivo de los mercados.
Este tipo de prácticas está duramente castigado por la ley. En España, es la Ley de Defensa de
la Competencia (1989) la legislación aplicable a través de un Tribunal especial, el Tribunal de
Defensa de la Competencia. La propia ley señala en su exposición de motivos lo siguiente: "la
competencia, como principio rector de toda economía de mercado, representa un elemento
consustancial al modelo de organización económica de nuestra Sociedad y constituye, en el
plano de las libertades individuales, la primera y más importante forma en que se manifiesta el
ejercicio de la libertad de empresa. La defensa de la competencia, por tanto, de acuerdo con
las exigencias de la economía general (...) ha de concebirse como un mandato a los poderes
públicos que entronca directamente con el artículo 38 de la Constitución".
Como ejemplo reciente, cabe señalar el expediente existente (abierto en octubre pasado por el
Servicio de Defensa de la Competencia, dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda)
contra las tres principales líneas aéreas españolas (Iberia, Air Europa y Spanair) por un posible
pacto de precios con las agencias en las tarifas de emisión de billetes. La denuncia ha llegado
al Tribunal ya que se ha considerado probado que la "identidad en los precios por cargo de
emisión de billetes de avión ha sido posible por acuerdos entre Iberia, Spanair y Air Europa y
las agencias de viajes encuadradas en la patronal CAAVE". Las tres compañías de vuelo y las
agencias de viajes implicadas se exponen a una sanción que podría alcanzar el 10% de su
facturación (de acuerdo con el límite máximo establecido por la ley) La sanción obligaría, a su
vez, a que dejaran de realizar esas prácticas de concertación de precios.
Iberia, Spanair, Air Europa y la patronal del sector de agencias de viajes pactaron un nuevo
sistema retributivo, vigente desde el día 1 de enero de 2004, que contempla la reducción
progresiva de la comisión que las aerolíneas abonan a las por agencias por la venta de sus
billetes, así como el cobro por ambas partes de cargos emisión de billetes al cliente final.
Aerolíneas y agencias empezaron a aplicar entonces recargos que oscilaban entre los 10 y los
70 euros según los distintos destinos y tipos de tarifa.
16.2. La venta bajo costes: dumping
El dumping es una práctica ilegal en la mayoría de los países de nuestro entorno. Se trata de
una práctica que consiste en la venta consciente de un producto a un precio inferior al de coste
de producción (con lo que, en realidad, por cada unidad que se vende se está perdiendo
dinero) con el fin de eliminar competidores, dar salida a excedente de producción o controlar un
mercado concreto. Es una práctica habitual cuando se entra en mercados extranjeros.
Por ejemplo, la Asociación de Internautas (AI) presentó una demanda contra Telefónica ante el
Tribunal de Defensa de la Competencia por dumping en el caso de la implantación del ADSL.
El que entonces era ministro de Fomento, Rafael arias Salgado, afirmó que actuaría contra
Telefónica si continuaba obstaculizando la implantación del ADSL en España mediante el
lanzamiento del producto a precios por debajo de los costes estimados de producción por el
resto de los operadores.
Tras la implantación del Euro como moneda única, en la Unión Europea se hace más fácil
identificar una discriminación en precio, ejerciendo esto una mayor presión sobre las empresas
para que impongan precios más homogéneos. Estas diferencias son aún más notables cuando
se trata de productos similares y con poca capacidad de diferenciación. Sumado a esto, los
adelantos tecnológicos y unos medios de comunicación más eficientes, inmediatos y
económicos, ponen al consumidor en una mejor situación para reconocer las diferencias o
similitudes de los precios en los mercados internacionales. Esto podría empujar a que las
empresas opten por la estandarización de los precios a nivel internacional, pero será la cultura
empresarial y los estilos de dirección, los que jugarán un papel fundamental en la
estandarización de los precios. En las empresas donde las decisiones son centralizadas (desde
la casa matriz), se les hará más fácil tomar la decisión de estandarizar los precios. De otro lado,
en las empresas donde se le da autonomía a sus empresas satélites, tendrán mayor dificultad
para establecer dicha estandarización, en la medida en que cada una de ellas tendrá discreción
para la determinación.
Desde nuestro punto de vista, existen dos opciones básicas para manejar el precio a nivel
internacional:
Tzocos (2000), establece que desde el punto de vista estratégico, existen unos elementos que
afectan las decisiones de las empresas en su fijación de precio a nivel internacional y que
influyen en la decisión de adoptar un precio global o uno individualizado:
El proceso de discriminación o diferenciación de los precios, permite que las empresas lleguen
a la personalización de éstos. Estas políticas de diferenciación en los precios evitan la perdida
de beneficios para las empresas, al proveer una gama de alternativas en precios, de acuerdo a
la sensibilidad de cada mercado y de cada consumidor. La diferenciación de precios se puede
dar entre clientes de diferentes mercados, entre clientes dentro de un mismo mercado e
inclusive es posible que se logre para un mismo cliente dependiendo de la ocasión. Para esto
es fundamental la información que se tenga de cada uno de ellos. Las líneas aéreas son
expertas en la discriminación de precios. Partiendo de unas tarifas que eran prácticamente
uniformes, han logrado establecer tarifas que varían de acuerdo a la: época, ciudades, rutas,
distancias, horarios, meses, semanas, días, el tiempo de anticipación con que se compre el
boleto, frecuencia de viajes, edades y tipo de servicios, entre otros.
Aun cuando un gran número de clientes no esté de acuerdo con el precio, la solución no
necesariamente es bajar los precios en primera instancia, pues otro número significativo de
clientes puede pensar que el precio sí está justificado. Es fundamental que se establezcan las
barreras y se mantengan claros los criterios bajo los cuales se determinan los precios, para que
los mercados que pagan un precio mayor después de haber realizado una mayor valorización,
puedan aceptar esa discriminación en precio, sin percibir que son perjudicados, ni puedan a su
vez acceder a precios más bajos.
Hernann Simon (1995), presenta el concepto de personalización de precios, basado en
conocer el valor que cada cliente le da al producto y que éste pague en función de su
valorización. En términos generales, las empresas suelen ser conscientes de que las
valorizaciones son individuales, pero aún así son pocas las empresas que establecen precios
personalizados. La personalización de los precios puede producir beneficios adicionales a las
empresas, que van desde un 20% hasta un 50%, si se realiza la búsqueda de información
adecuada para la toma de decisiones (Simon & Dolan, 2000). Es necesario agrupar a los
consumidores en segmentos, utilizando como criterio su percepción de valor y después
mantener separados los diferentes segmentos, para impedir que tengan acceso a precios más
bajos al que se determinó para cada segmento (Simon & Butscher, 2001).
Martín, Marrero & Pérez (1998) establecen que para que haya discriminación en precio deben
darse al menos las siguientes cuatro condiciones:
Que los compradores finales que tengan acceso a precios bajos no puedan revender el
producto.
Que los segmentos a los que se vende a precio alto no tengan acceso a los precios
bajos.
De acuerdo Martín, Marrero & Pérez (1998) existen varias formas para establecer las
discriminaciones en precio en los mercados internacionales:
Por áreas geográficas o localización: Esta discriminación está respaldada por las
diferencias en los costes de transporte y accesibilidad, aunque también puede estar
sustentada por las dinámicas competitivas de cada región. Depende también del
mecanismo de distribución del producto, que podría comenzar por el tipo de:
establecimiento, áreas metropolitanas o suburbios, regiones, áreas geográficas, países
o bloques comerciales. Finalmente, se puede dar la discriminación por una localización
que dispone de un público cautivo.
Las bases para la segmentación pueden ser geográficas, competitivas y/o por valoración
individual de los consumidores, pero si al establecer las bases para la segmentación la
empresa encuentra que todos los clientes son iguales, deberá establecer un precio único. Si,
por el contrario, dentro de sus mercados nacionales e internacionales existen diferencias, un
precio único hará perder un beneficio potencial.
1. dejar de ganar dinero de aquellas personas que están dispuestos a pagar más
2. dejar la mitad del mercado insatisfecha porque entienden que los precios son
muy altos y no pueden adquirir el producto.
El siguiente gráfico nos muestra las deficiencias de la política de un precio único para todos los
consumidores.
El desafío para las empresas está en cómo pasar del rectángulo de beneficio con el precio
único, al triangulo bajo la curva de demanda con una política de discriminación en precio. Pero
otro desafío igualmente complejo está en cómo lograr ese triángulo sin dañar la imagen del
producto, el posicionamiento y sin crear problemas entre los posibles consumidores que
comprarán a distintos precios.
19. PRECIO DE TRANSFERENCIA
Según Solera (1995), los precios de transferencia se originan a partir del fenómeno de
la internacionalización6
de la economía. Estos son manejados por las empresas con la
intención de proyectarse como empresas más eficientes y poder reducir los precios en los
mercados más competitivos, cuando así lo amerite. Los precios de transferencia pueden dar la
impresión de tener rendimientos sumamente altos o bajos, dependiendo de la forma en que se
manejen en función de las tasas impositivas de los distintos países. Cuando las empresas
asignan precios de transferencia bajos a una filial, con el propósito de aprovecharse de las
tasas impositivas, se debe ser consciente de que el aparente alto rendimiento que reflejará esa
filial, se debe precisamente al manejo de los precios de transferencia y no a su ejecución. Sin
embargo, el objetivo final de los precios de transferencia es aumentar las ganancias de la
corporación y no de una filial en específico.
El enfoque de Adams, L. & Drtina, R. (2008), es un totalmente diferente pues analizan los
precios de transferencia desde la perspectiva de la maximización de los presupuestos de
capital de cada subsidiaria. ¿Cuál es la lógica de que un gerencial logre una venta, pero no
logre una maximización de sus ganancias? En conclusión, establecen que cualquier precio
interno por debajo de lo establecido en el mercado, afectará las ganancias de largo plazo de la
empresa, aunque refleje ganancias en el corto plazo.
La filial mexicana vende el artículo a otra filial en EE.UU. por 200 euros.
Este manejo está siendo utilizado por las empresas multinacionales en detrimento de
los intereses de los países huéspedes. Un 77% de las empresas utilizan dos tipos de precios
de transferencia, uno para propósitos gerenciales internos y otro para propósitos de impuestos
Hyde, C. & Choe, C. (2007). Todo esto ante la realidad de que más de la mitad del comercio
entre las naciones avanzadas, se da por medio de transacciones entre filiales (Mosqueda,
2000).
Lo lógico para las empresas es fijar precios de transferencia altos, a las filiales que enfrentan
una tasa tributaria mayor y precios de transferencia bajos a las filiales que enfrentan bajas
tasas tributarias. Presentaremos un resumen del manejo de los precios desde la perspectiva de
mejorar la situación de las filiales:
Tanto Keegan (1997), como Mosqueda (2001), clasifican las fijaciones de los
precios de las empresas multinacionales de tres formas:
2. Policéntrica - Permite que cada filial establezca sus precios. Esto puede dar paso
a desacuerdos en términos de cuál debe ser el precio óptimo. En el caso de los
precios de transferencia, puede que las luchas de poder permitan que las unidades
más influyentes salgan victoriosas, aún en perjuicio de las unidades menos
influyentes.
Para evitar todas estas diferencias entre filiales y sobre todo cuando los gobiernos se
ven afectados por el pago incorrecto de las contribuciones de las empresas, la opción es
comparar los precios de transferencia determinados entre las filiales contra los precios de
transferencia de mercado. Los precios de transferencia de mercado son los precios fijados
entre dos empresas que no tienen ningún tipo de vínculo o pertenencia (Cooper, R. &
Slagmulder, R. 2001 & Casero Barrón, 1997). La ley 43 del código legal español del 27 de
diciembre de 1995, establece que la administración valorará a precios de mercado las
operaciones entre personas o empresas vinculadas, cuando la valoración convenida entre las
partes, haya determinado una tributación inferior a la que hubiese correspondido con un valor
normal del mercado (González, 1999). La OECD (Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico) establece en el Artículo 9 del Modelo de Convención de Impuestos,
que la valorización de las transacciones, se establecerá tomando en consideración lo que
pasaría entre dos partes no relacionadas (Hyde, C. & Choe, C., 2007) Esta situación es
analizada por López Rodríguez (1996), de la misma forma que se analiza a nivel
internacional, pero bajo el término de “arm`s lenght”. El problema se agrava cuando se trata
de productos en fases de producción intermedias, para los cuales no hay marco de
comparación en el mercado.
Por otro lado, están los pagos de transferencia que se tienen que hacer entre la empresa
matriz y las filiales y entre las filiales mismas. De acuerdo a Cooper, R. & Slagmulder, R.
(2001), debe haber un departamento financiero central para que esos precios y pagos de
transferencia sean exactos, imparciales y aceptados por todos. Además, se debe compartir
información de los precios de unidades externas, para que se realice un esfuerzo y se mejore
la eficiencia.
En Estados Unidos el beneficio derivado del precio de transferencia, debe reflejar
adecuadamente el beneficio obtenido por la parte que recibe el servicio, con el propósito de
evitar transacciones ficticias. Los precios de transferencias deben ser iguales a los precios que
se determinan bajo una transacción arm’s-length. De acuerdo a Burnett, S. & Pulliam, D.
(2008) y Drtina, R. & Reimers, J. (2009) el precio arm’s-length se determina usando uno de
los siguientes métodos:
La empresa debe probar que: el servicio se prestó, el coste es real, hay un beneficio
real y tener la debida documentación para probarlo. No obstante, las empresas entienden que
debe haber algún margen de ganancia, pues en condiciones normales ninguna empresa presta
sus servicios a un precio, que sólo le permite recobrar el coste.
De lo dicho en la introducción al presente artículo, resulta claro que precios sombra son
aquellos precios cuya adopción llevaría a la asignación óptima de recursos, entendiendo por tal
aquella asignación que maximiza una determinada función de bienestar social. La anterior
cuestión puede plantearse desde un punto de vista ligeramente distinto: dada una función de
bienestar social que tiene como argumentos ciertos procesos,6 podemos hallar en qué medida
tales procesos deben ser acometidos en orden a maximizar tal función sujeta a un
determinado número de condiciones; en estas circunstancias, el conjunto de precios implícito
en este programa óptimo será precisamente el conjunto de precios sombra.
o, simplificando la notación:
Max W = Σ piXi
Sujeta a 1) Σ aiXi – rj ≤ 0
(j=1, ..., m)
Los únicos precios usados hasta el momento son los componentes del conjunto pi (/== 1, ..., m)
en la función objetivo. Tales precios no son todavía los precios sombra y tampoco deberían ser
necesariamente interpretados como precios de mercado. Si los elementos del conjunto x¡ (i =
1, ..., m) son interpretados como procesos para cuya producción se necesitan recursos
(distintos tipos de consumo, inversión, etc.), entonces el conjunto pi es el conjunto de
ponderaciones que la función de bienestar social atribuye a cada uno de los distintos procesos.
Tales ponderaciones pueden resultar de la articulación social de preferencias individuales o
pueden representar la opinión del planificador; su determinación, pues, corresponde a la
estrategia económica global del país. A primera vista podría parecer extraño que un ejercicio
basado en datos semejantes a los usados por las distintas unidades participantes en el
mercado y fundamentado en la maximización como método de solución —a imagen del
comportamiento supuesto para tales unidades—, llegue a una solución óptima y que el
mercado falle en la obtención de tal objetivo. Antes de proseguir con la presentación completa
del problema de programación es interesante dedicar unas líneas a esta cuestión.
Primeramente, relajemos un tanto nuestros requerimientos: en lugar de un resultado óptimo,
establezcamos que la solución perseguida sea simplemente un resultado eficiente. En términos
del problema de programación, permitamos que las ponderaciones de la función objetivo sean
precisamente aquellas que de jacto son usadas en el mercado. Es decir, permitamos que
ambos problemas de maximización (programación y mercado) usen exactamente los mismos
datos (ponderaciones incluidas). La pregunta entonces es: ¿llegarán ambos métodos a una
solución eficiente? La respuesta es clara: el ejercicio de programación llegará ciertamente a tal
solución, mientras que el mercado llegará, casi ciertamente, a una solución no eficiente.
¿Dónde, pues, reside la diferencia esencial entre estos dos métodos de maximización? Una vez
más la respuesta es obvia: la diferencia reside en la satisfacción o no de la serie de supuestos
enumerados en la sección anterior. El mercado resultará en una solución eficiente si los cuatro
primeros supuestos son satisfechos; en la medida en que existan externalidades,
desequilibrios, etc., la solución obtenida será no-eficiente. El problema de programación, en
cambio, nos guiará a la solución eficiente porque, además de simular las decisiones de las
unidades económicas participantes en el mercado —decisiones consistentes con un
comportamiento maximizado— toma en consideración los supuestos que el mercado viola. En
efecto, tal ejercicio posee un conocimiento completo de los recursos disponibles y del estado
de la tecnología (se supone que el problema está completamente especificado); permite un
ajuste perfecto de todas las variables y llega a un equilibrio estable (se supone la existencia de
una solución única); y finalmente, internaliza todas las externalidades (la simultaneidad del
sistema asegura que todas las interacciones son tenidas en cuenta; es decir, presenta el
ejercicio de maximización como si fuera operado por una sola unidad económica que imputase
cada coste y beneficio resultante de su actividad). El argumento podría llevarse todavía más
lejos. En el caso en que el mercado respetara los cuatro primeros supuestos, pero no el quinto,
la solución por él obtenida sería eficiente, aunque no óptima; el ejercicio de programación, en
cambio, llevaría a una solución óptima porque, al especificar las ponderaciones de la función
de objetivos de acuerdo con el supuesto 5 (o, para el caso, de acuerdo con algún otro juicio de
valor), la distribución deseada del producto sería también tenida en cuenta en el resultado. El
problema, en la forma hasta ahora expuesto, puede resolver la asignación de recursos que
maximizará la función objetivo. Ahora bien, asignación de recursos y fijación de precios son
dos aspectos del mismo problema. Por ello es de esperar que, asociado al problema para
encontrar la asignación óptima de recursos, exista otro para encontrar los precios implícitos de
estos recursos óptimamente asignados. Éste es el problema «dual» y estos precios implícitos
son los precios sombra de los correspondientes recursos.7 El problema «original» maximizaba
el bienestar a través del hallazgo del nivel óptimo de procesos sujeto a la existencia de un
conjunto limitado de recursos. Similarmente, el «dual» minimiza el valor total imputado a este
conjunto de recursos (coste de oportunidad de tales recursos) con respecto al conjunto de
precios de los mismos, sujeto a la restricción de que el coste de cada proceso no sea menor
que la valoración a él imputada por la función de bienestar.
En el 1938 se establece en EEUU la Ley de Salario Mínimo que estipula el salario mínimo que
deben pagar las empresas a sus empleados, de acuerdo al tipo de trabajo (Samuelson, 1999).
Para el año 2008 el salario mínimo es de $6.55 por hora con una propuesta de aumentarlo a
$7.25 por hora para julio de 2009. Existen ciertas excepciones como el sector turístico y el
sector agrícola entre otros, donde no se tiene que honrar esa cifra. Este tipo de requerimiento
mínimo, tiene un efecto sobre los costes operacionales de las empresas, que repercuten en los
precios de los productos. En las industrias donde el salario máximo es precisamente el salario
mínimo determinado por el gobierno, como el caso de la industria de comidas rápidas, los
aumentos en los salarios al trabajador se traducen inmediatamente en aumentos en los precios
al consumidor. El establecer precios máximos por parte del gobierno puede desalentar a las
empresas en su empeño de producir, lo que eventualmente puede terminar en una escasez de
bienes y servicios. Estas condiciones son propicias para la creación de mercados negros,
donde las personas estarían dispuestas a pagar un precio mayor al estipulado, con tal de tener
acceso a los productos. De otro lado, el gobierno puede establecer precios mínimos para las
empresas (tópico relacionado directamente a los subsidios gubernamentales) buscando
fomentar la producción y el consumo. El gobierno también puede garantizar precios mínimos al
convertirse en cliente de posibles excedentes de producción, lo que podría bajar los precios.
Veamos algunos ejemplos internacionales de intervención gubernamental sobre la
determinación de los precios. En el caso de la industria petrolera en España los precios fueron
regulados por el gobierno entre 1927 y 1993, bajo la administración de CAMPSA la empresa
encargada de gestionar el monopolio, hasta culminar en el 1998 con la completa liberalización
de los precios de la gasolina (Contín, Huerta & Correlje, 1998). Antes del proceso de
liberalización hacia una economía de mercado, el gobierno de China controlaba todo lo
relacionado con la determinación de los precios y los márgenes de ganancia de las empresas
que componían el canal de distribución (Greaves, 1995). Ante este escenario las empresas que
exportan hacia China más que prestar atención a los márgenes de ganancia, deben enfocar en
aumentar su participación en el mercado basándose en atributos como: servicios,
abastecimientos, empaques y otros. De otra lado, la remoción del gobierno británico del
negocio del gas, ha demostrado que la introducción de la competencia tras la privatización, ha
permitido mayor flexibilidad y eficiencia en el suministro del gas, con precios significativamente
inferiores de $2.90 a $1.45 por millones de BTU’s (Heren, 1999). Otra forma de intervención
gubernamental además de establecer los aranceles e impuestos, crear legislación de
protección ambiental, protección de los consumidores, protección de los trabajadores y relación
entre las empresas, es cuando funcionan como monopolios o monopsonios, siendo los únicos
que venden o que compran, afectando definitivamente la determinación de precio y eliminando
el efecto de la competencia. Los gobiernos pueden llegar a controlar: los precios, los niveles de
ganancias, los niveles competitivos y los accesos a los mercados, afectando directamente la
política de precios de las empresas. Naturalmente, esto le quita de las manos a las empresas,
la determinación estratégica de los precios. Es imprescindible conocer sobre la existencia de
este tipo de intervención gubernamental en la fijación de precios, de manera que no se creen
expectativas, que luego sean afectadas por dichas intervenciones. En países como EEUU y el
bloque europeo, los gobiernos ponen mayor atención en regular y controlar el diseño y
desarrollo del producto, así como las promociones, mientras que en países en vías de
desarrollo se pone más énfasis en el control de precios (Kublin, 1990).