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Doris Lessing

Canopus en Argos
Archivos

SHIKASTA

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mi nota uro
Título original:
Canopus in A?gW: Archives
Re: Coúmised Planet 5
Shikasta

Traducción de Matilde Horne

Diseño e ilustración de la sobrecubierta: Enrie !borra


A mi padre
que se sentaba hora tras hora
a la puerta de nuestra casa,
en África, a mirar las estrellas.
<<Bueno», decía, <<Si alguna vez
destruimos el mundo,
¡hay muchos más de donde venimos!»

Primera edición en esta colección: marzo de 2003

© Doris Lessing, 1979


© Ediciones Minotauro, 1986
Avda. Diagonal, 662-664, 6• planta. 08034 Barcelona
www.edicionesminotauro.com

ISBN: 84-450-7449-0
Depósito Legal: M. 3.430-2003

Impreso por Brosmac, S.L.


Poi. In. Arroyomolinos no 1 calle e no 31
Móstoles. 28938 Madrid

Impreso ·n E ·paña
Prinl�rl ir1 Spniu
NOTA PRELIMINAR
SHIKASTA es la primera novela de una serie
que lleva el título general de Canopus en Atgns: Archivos.
Empecé a escribir Shikasta creyendo que sería un volu­
La segunda es: Los matrimonios entre las Zonas llis,
Cuatro y Cinco. men único e independiente, y que cuando la terminase

La tercera: Los experimentos sirianos. habría agotado el tema. Pero a medida que escribía me
La cuarta: La formación del representante iban invadiendo ideas nuevas, ideas para otras novelas,
para el planeta 8. otras historias, y la alegría de sentir que se me abrían ho­
y la quinta: Los agentes sentimentales en el Imperio rizontes más vastos, más pródigos en posibilidades y
de Voylen. asuntos. Había inventado -o descubierto- un mundo
nuevo para mí, un reino donde los fútiles des tinos de los
planetas, y aún más los de los individúos, no son sino las
fases sucesivas de una evolución cósmica, que se mani­
fiesta en las rivalidades e interdependencias de los gran­
des imperios galácticos: Canopus, Sirius, y el enemigo de
ambos, el Imperio Puttiora junto con Shammat, el pla­
neta criminal. Me siento con libertad para ser tan experi­
mental y tan tradicional a la vez como quiera serlo: el se­
gundo volumen de la serie, Los matrimonios entre las Zonas
Tres, Cuatro y Cinco, pese a haber resultado una fábula, un
mito, es también, por extraño que parezca, una novela
más realista.
Es hoy un lugar común decir que los escritores están
rompiendo en todas p artes los moldes de la novela rea­
lista, porqu e todo lo que vemos alrededor es cada día más
extravagante, más fantástico, más inverosímil. En tiem­
pos no lejanos cabía acusar a los novelistas de caer en la
exageración, de abusar de la coinc idenc ia y lo poco pro­
bable; en nuestros días es frecuente oír a los propios no­
velistas quejarse de que los hechos rivalizan con las inven­
ciones más descabelladas.

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En mi novela Memorias de un sobreviviente, por ejemplo,
narrado corno nadie lo que ahora está aconteciendo, y
«inventé» un animal que era mitad gato y mitad perro, y
han descrito hace tiempo nuestro horrible presente,
algún tiempo después leí que los científicos estaban expe·
cuando todavía era el futuro y los portavoces oficiales de
rirnentando con ese híbrido.
la ciencia proclamaban la imposibilidad de todas las cosas
Tengo, sí, la profunda convicción de que es posible -y
que hoy ocurren. Han tenido que desempeñar el indis­
no sólo para los novelistas- «conectan> con una supra­
pensable y {por lo menos al comienzo) ingrat? papel del
mente, con un espíritu-Ur, el inconsciente o corno queráis
hijo bastardo y menospreciado, capaz de decir verdades
llamarlo, y que esto explica las tan frecuentes improbabi­
que los otros, los legítimos y respetables no se atreve� �
lidades y «coincidencias». :
revelar o, más probablemente, que su misma respetabili­
La vieja novela «realista» se transforma, a su vez, bajo
dad no les permite ver. Han explorado las literaturas sa­
la influencia de ese género que se ha dado en llamar, sin
gradas del mundo con la misma audacia con que han lle­
demasiado rigor, ficción del espacio. Hay quienes lamen­
vado hasta sus lógicas conclusiones las hipótesis científi­
tan esta influencia. Estaba yo en los Estados Unidos
cas y sociales, para que podamos examinarlas. ¡Qué gran
dando una charla cuando la catedrática que presidía la se­
deuda tenernos con ellos!
sión -cuyo único defecto bien podía ser el haberse atibo­
El punto de partida de Shikasta, como de tantas otras
rrado de cánones académicos- me intemunpió: «Si estu·
obras parecidas, es el Antiguo Testamento. Es frecuente
viese usted en mi clase, nunca aprobaría con lo que acaba
que desdeñemos todo el Antiguo Testamento por el he­
de decir.>> (No a todo el mundo, claro está, le haría esto
cho de que Jehovah, o Jahvé, no piense ni se comporte
gracia.) Lo que yo acababa de decir era que la ficción del
corno un asistente social. H. G. Wells decía que cuando
espacio constituye, junto con la ciencia ficción, la rama
un hombre eleva a Dios la mezquina súplica de «dame,
más original de la literatura contemporánea; que es ima­
dame, dame» se parece al lebrato que busca el calor del
ginativa e ingeniosa; que ha revitalizado ya todos los carn·
león en la oscuridad de la noche. O algo por el estilo.
pos de la palabra crita; y que los académicos y pontífi·
es
En las literaturas sagradas de todas las razas y países
ces de las letras hacen mal en desdeñada o ignorarla,
hay mucho en común. Hasta se diría que son el producto
aunque, claro está, siendo corno son, no quepa esperar de
de un único entendimiento. Me terno que cometemos un
ellos otra cosa. Este punto de vista parece estar convir·
error cuando las desecharnos corno fósiles exóticos de un
tiéndase en la materia misma de la ortodoxia.
tiempo periclitado. .
Pienso sinceramente que colocar en un estante una no­ .

Dejando de lado el Popol Vuh, las tradiciones religiosas


vela «seria» y en otro distinto Los primeros y los últimos hom­
de los dogones, la epopeya de Gilgamesh y tantos otros
bres, por ejemplo, implica una actitud muy equivocada.
textos hoy accesibles (a veces me pregunto si los jóvenes
Qué acontecimiento, la eclosión de esos géneros, naci­
se darán cuenta de cuán extraordinaria y quizás efímera
dos no se sabe de dónde y de repente, por supuesto,
es la época que nos ha tocado vivir, en la que es posible
corno cada vez que el entendimiento humano se ve obli­
encontrar en la librería más próxima cualquier libro irna·
gado a ampliar sus fronteras: hoy hacia las estrellas y las
ginable) y, ateniéndonos a nuestro patrimonio y tradicio­
galaxias, mañana quién sabe a dónde. Esos visionarios
nes propias, pienso que sería un ejercicio saludable y no
nos han trazado el mapa del mundo, de los mundos, han
carente de interés emprender la lectura del Antiguo Tes-

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tamento -que incluye, por supuesto, la Torah de los Ju·
díos- y de los Apócrifos, así como de las demás obras de CANOPUS EN ARGOS: ARCHIVOS
este tipo que estén a nuestro alcance y que en distintos lu­ PLANETA COLONIZADO 5
gares y épocas fueron anatemizadas, prohibidas o nega·
das; y a continuación, el Nuevo Testamento, y luego el
Corán. Hasta hay quienes piensan que nunca hubo más
que un solo Libro en el Oriente Medio. SHIKASTA

DORIS LESSING
7 de noviembre de 19 7 8
Documentos personales
psicológicos e históricos
relativos a la visita de JOHOR
(George Sherban)

Emisario Categoría 9
87° del Período de los Últimos Días
En esta compilación de documentos JOHOR informa:
donde se presenta una visión general
de la vida en Shikasta, He sido enviado en misión a las colonias de muchos
y que está destinada a los estudiantes de primer año planetas. Estoy acostumbrado a toda clase de crisis. Me
de la administración Colonial Canopiana, he visto envuelto en situaciones que amenazaban la su­
se ha elegido a]OHOR como exponente representativo pervivencia de una especie, o de programas específicos
de nuestros emisarios a ese planeta, cuidadosamente elaborados. He sabido más de una vez lo
que fueron muchos y cumpliewn múltiples funciones. que significa aceptar el fracaso, total e irreversible, de
una iniciativa o de un experimento que afectaba a criatu­
ras capaces de alcanzar el grado de evolución soñado y
planeado... y de pronto, finis, ¡nada! El redoble de los
tambores transmutándose en silencio.
Pero la capacidad de cortar por lo sano tiene poca rela­
ción con la tozuda paciencia que se necesita para resistir
el desgaste, la lenta e insidiosa pérdida de sustancia a lo
largo de siglos y milenios, cuando la luz que se vislumbra
al final del camino es débil e incierta.
El desaliento tiene sus gradaciones y caracteristicas. Yo
diria que no siempre es inútil. No carece de interés con­
signar los estados de ánimo de un funcionario.
Soy un modesto miembro de las fuerzas operativas y,
como tal, estoy obligado a hacer lo que se me ordena. No
quiero decir que no tenga, como todos los demás, el dere·
cho de decir ¡basta! Pero un conjunto de normas invisi­
bles, un código tácito, nos lo impide: un código de Amor,
lo llamarla yo. Así lo siento, en todo caso, y como yo mu­
chos otros. Hay en nuestro Servicio Colonial quienes
piensan de otra manera, todos lo sabemos. Al anotar aquí
algunas reflexiones que quizá parezcan innecesarias, me
propongo entre otras cosas justificar el sentimiento que

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al fm y al cabo prevalece aún en Canopus: que Shikasta que informase sobre los resultados de una atrofia tan
merece sin lugar a dudas el tiempo y los esfuerzos que le lenta y prolongada, me cuidé de que mis reflexiones no
dedicarnos. rebasaran los límites de mi cometido.
En estas notas procuraré ser claro. Otros vendrán des­ Y ahora, al volver otra vez al cabo del tiempo -¿habrán
pués que yo y estudiarán este testimonio corno yo he es· transcurrido en verdad tantos milenios?-� me he pro·
tudiado tantas veces los testimonios de quienes me prece­ puesto revivir mis recuerdos, recre arlos e incluirlos en mi
dieron. Uno no siempre sabe, cuando describe en un testimonio cuando parezca conveniente.
informe un acontecimiento o un estado de ánimo, la irn·
presión que causará a otra persona al cabo de diez mil
años. NOTAS sobre el PLANETA SHIKASTA
Las cosas cambian. Es lo único de que podernos estar para GUÍA de los FUNCIONARIOS COLONIALES
seguros.
De todas mis embajadas, aquella primera en Shikasta De todos los planetas que hemos colonizado por completo
fue la peor. Puedo decir con sinceridad que casi no he o en parte, éste es el más rico. Es decir, el de mayor poten·
vuelto a recordarla. No he querido. Instalarse en una des· cial en cuanto a variedad, diversidad y abundancia de for·
gracia irreparable •.. , no, no conduce a nada. mas de vida. Y siempre ha sido así, a lo largo de las múltiples
Éste es -ha sido siempre-t un universo catastrófico: un transformaciones que ese planeta -la expresión es exacta,
universo sujeto a bruscas metamorfosis, conmociones y por desgracia- ha sufrido. Shikasta tiende en todo a los ex·
cataclismos, sin otra alegría que la cantinela de la mate· tremos. Ha conocido, por ejemplo, períodos de desmesura:
ria, constantemente obligada a adoptar formas nuevas, formas de vida gigantescas y de una diversidad casi invero·
apariencias distintas. Pero sobre Shikasta... no, nunca símil. También ha conocido períodos de infmita pequeñez.
quise pensar en ella más de lo imprescindible. Nunca me En ocasiones, estas fases han coexistido. Más de una vez la
preocupé por conocer a los otros emisarios del Servicio población de Shikasta ha incluido criaturas tan voluminosas
Colonial (y hubo miles y miles, sin embargo� enviados a que una sola era capaz de consumir el alimento y el espacio
Shikasta una y otra vez, porque nadie puede decir que Ca· vital de centenares de seres coetáneos. Este ejemplo perte·
nopus ha desdeñado a ese desventurado pl ane ta, nadie nece al plano de lo visible (hasta de lo dramático, se podría
puede suponer que hayamos querido eludir responsabili· decir), ya que la economía del planeta es tal que allí cada es·
dades), que partían y regresaban, y que corno todos re· pecie vive a expensas de otra, y ésta a su vez a expensas de
dactaban sus informes. Shikasta siempre ha estado y está una tercera, y así sucesivamente hasta el nivel más ínfimo, el
presente en nuestro calendario de trabajo� el calendario subatómico. De esta forma de rapiña eslabonada, no siem·
cósmico. No es un sitio que uno pueda olvidar del todo, pre tienen conciencia las criaturas mismas, pues obsesiona·
pues con frecuencia aparece en las noticias. Pero yo, per· das como están por lo que consumen, tienden a olvidar lo
sonalmente, no «me mantuve en contacto», «infor· que a su vez las consume.
rnado». Tan pronto corno pn�s enté mi propio informe, Una y otra vez, una convulsión súbita o un debilita·
no quise saber más. Y cuando me enviaron por segunda miento del precario equilibrio característico del planeta
vez, en el Tiempo de la Destrucción de las Ciudades, para han desencadenado un cataclismo y Shikasta ha quedado,

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virtualmente, sin vestigios de vida. Una y otra vez ha vuelto ¡Al fin y al cabo� un hecho que no carece de precedentes!
a transformarse en un hervidero de organismos vivos de las Por ejemplo. Tendréis que adaptaros a los distintos nive­
más variadas especies, cuya proliferación ha enfermado al les de existencias que se extienden en capas concéntricas al­
planeta. rededor del planeta, seis en total. Ninguna os exigirá un es­
Shikasta es, sobre todo, un planeta de contrastes y con­ fuerzo excesivo, pues las atravesaréis muy de prisa.
tradicciones, a causa de sus compulsiones endémicas. El es­ Ninguna excepto la última Capa, o Círculo, o Zona, la Zona
tado de tensión es el rasgo esencial de Shikasta, su fuerza y Seis, que estudiaréis en detalle, pues pasaréis allí mucho
su debilidad. tiempo cumpliendo las tareas previstas, las que sólo pueden
Los enviados han de recordar en todo momento que no llevarse a cabo en esa Zona, la Zona Seis. Es una zona hostil,
encontrarán en Shikasta las mismas cosas a que se han acos­ llena de peligros, aunque fáciles de superar, como lo prueba
tumbrado en otras partes de nuestros dominios, y con las el que nunca hayamos perdido a ninguno de los centenares
que, en consecuencia, pretenden contar: largos períodos de de emisarios que hemos enviado, ni siquiera los más bisoños
estasis, eras de equilibrio armonioso y casi inmutable. e inexpertos. La Zona Seis puede intimidar al desprevenido
Los enviados han de someterse a una preparación com­ con toda suerte de trabas, dilaciones y fatigas. Lo cual se
pleta. Los ajustes mentales que sean necesarios dependerán debe al carácter mismo del lugar, que consiste en una emo­
de ellos mismos de acuerdo con el material que encontrarán ción intensa; ellos le dicen ��nostalgia,,, que significa el an­
en la Sección Quinta del Edificio de Demostraciones Plane­ helo de lo que nunca ha existido, o al menos no con el as­
tarias. pecto y la forma que se imagina. Es un mundo de quimeras
Por ejemplo. Quizá quieran detenerse frente a la Ma­ y fantasmas, el reino de lo inconcluso y lo frustrado; pero si
queta de Shikasta, escala 3, que reproduce las proporciones uno está prevenido y se mantiene alerta, no habrá ningún
actuales. El diámetro de esa esfera, que podréis ver como la problema insalvable.
ven ellos en mapas y dispositivos cartográficos, es el de la ta­ Por ejemplo. Se aconseja irse familiarizando poco a poco
lla media de la especie predominante. Observaréis que la con las distintas perspectivas en que se pueden observar las
mayor parte de la esfera está cubierta por un magma lí­ criaturas de Shikasta. Todas las dimensiones posibles en
quido. De esa película líquida depende la profusa vida de Shikasta se encuentran en las salas 1-100 de la Sección 31,
Shikasta. (El planeta no sabe nada de esa espuma de vida desde el electrón hasta el Animal Dominante. La fascinación
que hay en su superficie; tiene, como sabemos, una idea dis­ que ejercen esas perspectivas múltiples son un verdadero
tinta de sí mismo. Pero de esto no nos ocuparemos ahora.) peligro. A escala del electrón, Shikasta aparece como un es­
La finalidad del ejercicio es la siguiente: comprender que la pacio vacío donde vibran casi imperceptiblemente unas for­
proliferación de posibilidades orgánicas, esa exuberante co­ mas neblinosas, frotis mínimos de materia, impulsos infini­
secha en potencia que es Shikasta, depende, desde cierto tesimales separados entre sí por vastos espacios. (El edificio
punto de vista, de una porción de líquido tan exigua que más monumental de Shikasta se desmoronaría si se supri­
cualquier estrella vagabunda podría bebérsela en un ins­ mieran los espacios entre los distintos electrones, y queda­
tante, y un cometa que pasara por las inmediaciones la des­ ría reducido a una sustancia minúscula, como la uña de un
prendería lo mismo que se desprende la costra de barro de shikastiano.) La gama de sonidos shikastiana es una expe­
la pelota de un niño durante un juego. riencia a la que también es necesario acostumbrarse. En

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cuanto al color de Shikasta, es de una virulencia para la que estoy muy seguro de mí mismo. Taufiq y yo hemos sido
hay que estar preparado. considerados más de una vez muy semejantes, no idénti·
En suma, en ninguno de los planetas conocidos hay nive­ cos, eso nunca; pero a menudo hemos aparecido los dos a
les de vibración tan informes y violentos como los de Shi­ la cabeza de una corta lista, somos amigos desde . ¡Cuán·
. .

kast� y una exposición demasiado prolongada a esas vibra­ tas veces, y en cuántos planetas habremos trabajado jun·
ciones puede perturbar y corromper el juicio. tos! Y si tanto nos parecemos, si somos hermanos, com·
pañeros en la vida y aun en la muerte, amigos tan
entrañables que nada se ocultan, y nada hay en uno que
JOHOR informa: disguste al otro; si nos parecemos tanto y él está ahora
perdido para nuestra causa, no definitivamente, desde
Cuando me encomendaron esta misión, mi tercera, no luego, pero de todos modos perdido y alistado en las filas
se esperaba que pasase mucho tiempo en la Zona Seis, enemigas, ¿qué no he de esperar de mí mismo? Mientras
sino que la atravesara deteniéndome sólo el tiempo nece­ me preparo para este viaje, uno de cuyos objetivos pri·
sario para cumplir un par de tareas. Pero se ignoraba to· mordiales es hacerme cargo de los trabajos inconclusos
davía que Taufiq había sido capturado y que alguien -yo de Taufiq, consumo muchas unidades de energía tra­
en concreto- tendría que sustituirlo. Y con urgencia, es tando de fortalecer mi resolución. No, no (me digo), ja·
decir sin tiempo para encarnarme y alcanzar la edad más seguiré los pasos de Taufiq, mi hermano. O bien: yo
adulta antes de enfrentar los problemas que desenca· sabré resistirme a lo que hay que resistirse... Por eso reac­
denó la desventura de Taufiq. Nuestro personal en Shi· cioné de mala manera cuando supe que pasaría mucho
kasta trabaja día y noche y no hay nadie capaz de reem· tiempo en la Zona Seis. Sé demasiado bien, desde la úl­
plazar a Taufiq. A veces no se entiende que los funciona· tima vez que estuve, que ese sitio debilita, carcome, nos
rios no somos simples piezas de repuesto. Nuestras asalta con ensueños y molicie, con apetitos que esperába­
experiencias, unas elegidas, otras involuntarias no nos mos -¡uno no deja de esperar!- haber dejado atrás para
hacen madurar del mismo modo. Quizá todos hemos co· siempre. Pero vernos así, expuestos una y otra vez a los
menzado por un planeta, y algunos incluso por Shikasta, azares, peligrós y tentaciones, ésa es nuestra suerte, nues­
y es posible también que al principio no hubiera entre no· tro deber. No hay más remedio. Pero no quiero volver a
sotros más diferencias que entre los cachorros de una ver la Zona Seis. Ya estuve allí dos veces, la primera como
misma camada, pero luego de unos cuantos siglos -por subalterno, con las Fuerzas de la Primera Época, más
no decir milenios- nos moldeamos, reordenamos y cris­ tarde como Emisario, en la Penúltima Época. Habrá cam­
talizamos en formas tan distintas como los copos de biado sin duda, como ha cambiado Shikasta.
nieve. La decisión de que uno de nosotros «baje)) a Shi· Atravesé las cinco primeras Zonas con todos mis recep­
kasta, o a cualquier otro planeta, se estudia siempre pre· tores en mínimo. Las había visitado otras veces; son para­
viamente: Johor es ideal para tal o cual tarea, Nasar para jes fértiles y por lo general plácidos, pues quienes los ha­
esta otra, y Taufiq p ara una concreta y difícil misión a bitan han conseguido abrirse paso y escapar a la
largo plazo que, en apariencia., él y sólo él podría cumplir. absorbente atracción de Shikasta, y ahora están a salvo
(Confieso entre paréntesis, y sin falsa modestia, que no de los miasmas de la Zona Seis. Pero no son esas otras zo-

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nas lo que me interesa ahora; al atravesarlas sólo advertí tragos de la desesperación, a cuántos no habría conocido
unos cambios súbitos en las sensaciones y las formas, ya en la Primera Época, todos animales espléndidos, sa­
cambios de temperatura y también gran regocijo. Pronto nos y fuertes, confiados y capaces. Entre ellos vi a mi viejo
supe, sin que nada me lo anunciara, sólo por lo que sen­ amigo Ben, descendiente de David y de Sais, hija de Da­
tia, que estaba en los alrededores de la Zona Seis, y hu· vid, y tanto notó mi presencia que se acercó y se quedó de
hiera podido decir: ¡Ah, Shikasta, ya estás aquí otra vez!, pie junto a mí, con el rostro bañado en lágrimas y las ma­
al tiempo que sofocaba un suspiro y reunía fuerzas. nos extendidas como esperando las mías. Me manifesté
Un crepúsculo de dolor, una bruma de deseos insatisfe· en la forma en que él me había visto la última vez y puse
chos, el remolino de todas las emociones: yo avanzaba mis manos en las suyas; y él se echó en mis brazos, llo­
con esfuerzo, paso a paso, como si unas manos invisibles rando. -¡Por fin! ¡Por fm! -decía, entre sollozos-. ¿Has ve·
me sujetaran los tobillos, como agobiado bajo el peso de nido a buscarme? ¿Podré ir esta vez? -Y todos los demás
unos seres invisibles. Salí al fm de las brumas, y allí donde se apiñaron a nuestro alrededor, apretándose y atrope·
la vez anterior viera huertos, ríos, ganado pastoreando, liándose y casi me perdí en el abismo de tantos deseos.
sólo había ahora una planicie inmensa y yerma. Dos gran­ Me sentí vacilar y sentí que me arrebataban mi ser más ín­
des piedras negras y planas marcaban la Puerta del Este, y timo; retrocedí un paso, obligándolos a que me soltasen,
allí se congregaba una multitud de pobres almas, deste· y hasta Ben apartó las manos, aunque permaneció a mi
rradas todas de Shikasta, y que se extendía hasta más allá lado, gimiendo: -Ha pasado tanto, tanto tiempo ...
de las sabanas polvorientas de la Zona Seis. Adivinando -Decidme por qué todavía estáis aquí -les pregunté, y
mi presencia, pues aún no podían verme, se acercaron en mientras Ben hablaba todos guardaron silencio. Pero era
tropel, buscándome a ciegas, volviendo la cabeza a uno y lo mismo que me había dicho otras veces y, cuando ter­
otro lado, y como yo aún no deseaba mostrarme, entona­ minó de hablar, mientras los démás, uno tras otro, repe·
ron una doliente melopea, una especie de himno, que yo tían llorando sus historias, supe que yo estaba atrapado,
recordaba haber oído en la Zona Seis miles de a:ños atrás. atado por los infortunios de la Zona Seis; y todo mi ser
hervía de impaciencia y hasta de miedo, pues el trabajo
Sálvame, oh Dios, me esperaba, me reclamaba . y yo no podía soltarme. Lo
. .

sálvame, Señor. que contaban era siempre lo mismo, con las palabras de
Yo te amo, siempre, y yo me preguntaba si recordarían que ya otra
tú me amas. vez, en ese mismo lugar, habían dicho las mismas cosas, y
que al fin se habían resignado a alejarse de aquella
Ojo de Dios, puerta, a dejarla atrás, a cruzar la llanura y entrar en Shi­
que me ves, kasta -unos en épocas recientes, otros hacía siglos o mile­
paga mi rescate nios-, y que todos habían sucumbido a las tentaciones de
y libérame... Shikasta, todos habían pecado por indecisión o falta de
voluntad; y que después de ser expulsados habían vuelto
Mis ojos escrutaban aquellos rostros. Cuántos de ellos a congregarse aquí, en grandes multitudes, alrededor de
me ran familiares, siempre los mismos a pesar de los es- la Puerta del Este. Algunos, que habían vuelto a inten-

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tarlo, habían sucumbido de nuevo, y de nuevo estaban catarlo. Hasta que yo viniera... Y se aferraba a mí y no que·
aquí, y así una y otra vez; mientras que otros habían ría soltarme.
abandonado la esperanza de llegar a ser fuertes y vol·
ver a Shik.asta y aguantar y ganar el premio, que consis·
tía en liberarse de ella para siempre y se
, arrastraban,

flotaban como hojas a la deriva, espectros miserables y


escuálidos, ansiando y suspirando porque «Ellos>> vinie·
ran y se los llevaran por los aires, lej os de aquel sitio te·
rrible, como una gata que pone la camada a salvo. La Un gran clamor de desesperación se alzó a mi aire·
idea de rescate, de salvamento, estaba s�mpre pre· dedor.
sente junto a aquella Puerta, con una intensidad que yo -Pero ahora es peor, dicen -gritaba Ben-. Cada vez
no había sentido en ninguna otra parte, tan opresiva, está peor y más difícil. Si antes siempre fracasé, ¿por qué
tan sofocante que me enloquecía. voy a triunfar ahora? No puedo...
-Ben -le dijo, hablando para todos-, Ben, tienes que -Es necesario -re spondí, y traté de pasar entre la mu·
volver a intentarlo, no queda más remedio. chedumbre.
Pero Ben no dejaba de llorar, y se aferraba a mí, im· Ben estalló en una carcajada ronca, acusadora: -Ahí
plorando como un mendigo. Yo estaba en medio de vas tú -chilló-, tienes suerte, puedes entrar y salir cuando
una tempestad de suspiros y lágrimas. se te ocurra. ¿Pero y nosotros?
Ben no se había dado por vencido; de eso no podía Yo había conseguido abrirme paso. A una distancia
acusarlo. Cuántas, cuántas veces había rondado, espe· prudente, me volví. La multitud lloraba y gemía, tamba·
rando siempre a las «puertas» de Shik.asta y, cuando le leándose bajo el peso de la desgracia. Ben se separó del
llegaba el turno, entraba decidido, pensando que esta grupo y dio un paso al frente. Y otro. Yo le señ.alé la lla·
vez al fin... Pero luego, sólo cuando volvía a encon· nura, y vi que hada un esfuerzo y adelantaba otro paso.
trarse allí, en la Zona Seis, otra vez fuera de Shik.asta, Iba a intentarlo otra vez. Ya avanzaba por la planicie in·
sólo entonces se acordaba de lo que había pensado ha· mensa y yerma.
cer. Había entrado decidido a salvarse gracias a los te· En el momento en que reanudaba la marcha, oí que
rrores y peligros de Shik.asta, a cristalizar en una sus· volvían a cantar:
tanda capaz de resistir y sobrevivir. Mas cuando volvía
en sí comprendía que, una vez más, había derrochado su Ojo de Dios,
vida en el desenfreno y la molicie, ahogándola poco a que me ves,
poco en el olvido. Tantas veces, tantas, que el lugar ya paga mi rescate
le parecía abominable y no se resignaba a la idea de es· y libérame.
perar a las puertas de Shik.asta, junto con la muche· Heme tu¡uí,
dumbre, la ocasión de un posible renacimiento. No, él aquí espero.
había renunciado. Estaba condenado, como todos los Sálvame, oh Dios,
demás, a esperar, a esperar a que «Ellos>> vinieran a res· sálvame, Señor. ..

24 25
qué cualidades ocultaba, prisioneras de la desesperación.
Debilitado por la tristeza, la más estéril de las emocio­
No me miraba. Había vuelto la cabeza y contemplaba la
nes, me alejé por la llanura polvorienta y blanda. Recor­
planicie brumosa por donde iba Ben.
d�ba los prados, la maleza y los ríos de mi visita anterior,
rmentras cruzaba canales sin agua y caminaba por los le· Me alejé.
Me había extraviado. Los recuerdos .de la vez anterior
chos s:cos de los ríos. El canto de los grillos y las cigarras,
_ _ no me �yudaban a orientarme, puesto que todo había
la lummos1dad mcandescente de las rocas... La región se­
cambiado. Necesitaba dar con la morada de los Gigantes.
ría muy pronto un desierto. Y pensaba en lo que encon­
No es que quisiera verlos, conociendo la degeneración en
traría cuando al fin consiguiera entrar en Shik.asta.
que habían caído, pero eran el camino más corto para lle­
De pronto, sentada en una roca que afloraba un poco
gar a Taufiq. El cautiverio de Taufiq, en manos del Ene­
de la tierra, vi una figura familiar. Me acerqué; era una
migo, no podía tener otra explicación que un exceso de


u er n un e tado de tan honda tristeza y abandono que
� � . amor propio, de orgullo y estupidez.. Los defectos equiva­
ru s1qwera qwso mirarme. Me detuve junto a ella y reco­
lentes de los Gigantes me servirían para contactar con
nocí a Rilla, que en mi última visita estaba con la multitud
Taufiq. Por lo tanto, los Gigantes... ¡qué remedio!
en la Puerta del Este.
A lo lejos, al otro lado del desierto, había unas enormes
La saludé y ella alzó su rostro petrificado, de una tris­
crestas rocosas, desnudas y negras, como racimos de pu·
teza obstinada y reseca.
ños alzados contra el cielo sanguinolento. Nubes púrpu·
-Sé lo que vas a decir -dijo.
ras, inmóviles, densas, impenetrables. Debajo, torbelli·
-Ben está probando otra vez -le dije; pero cuando miré
nos de arena revoloteando por el aire como mangas de
hacia atrás, no vi a Ben sino sólo una nube de polvo rojizo
langostas. Un mundo inerte, agonizante. Mi sombra larga
q�e flotaba en el aire y los pastos secos y pisoteados. Ella
y escuálida se extendía detrás de mí, casi hasta el hori·
rmró también, con indiferencia.
zonte, siguiéndome negra y amenazadora, como una ene­
-Viene por allí -le dije-. Créeme.
miga. Las sombras de los picos oscurecían las arenas y lle­
-Es inútil -dijo-. Lo he intentado tantas veces.
gaban a mis pies. Sombras espesas, inquietantes, carga­
-¿Vas a quedarte aquí sentada hasta el fm de los
das de recuerdos... Una de ellas creció de pronto, se
tiempos?
separó de las otras ... Una tropa de Gigantes avanzaba ha­
�o me respondió, y se sentó como antes, con los ojos
cia mí, y lo primero que sentí al verlos fue ese ahogo, ese
ba.JOS y el cuerpo inmóvil, inerte, vacío; para mí, era una
desfallecimiento del corazón que llamamos tristeza.
espe�ie de vorágine amenazadora. Me vi descamado y
¿Era aquello la magnificencia que yo recordaba?
med1o transparente, sentí que vacilaba e iba a volcarme...
Eran altos y algo conservaban de las formas de antaño,
sobre la mujer, sobre sus pasiones secretas.
pero habían perdido fuerza y sustancia. Una horda de de­
-Rilla -le dije-, tengo tareas que cumplir.
sesperados macilentos y tambaleantes, de movimientos
-Claro -cUjo-. ¿No es ésa tu eterna canción?
torpes y rostros inexpresivos y cavernosos: avanzaban
-Ve a reunirte con Ben -le dije.
hacia mí entre la arena que ellos mismos levantaban alre­
Seguí mi camino. Al cabo de un trecho miré alrededor.
dedor, que los ocultaba y se alzaba en remolinos detrás de
�o me había atrevido antes, pues temía ceder y correr ha­
ellos. Luego los Gigantes reaparecían contra un cielo sú-
Cia ella. Sí, la conocía, la había conocido muy bien. Sabía

27
26
bitamente oscurecido, un cielo gris negruzco sobre un te· les y tronos, en los que se instalaron. Al menos todavía
lón rojo, de un gris q ue enturbiaba el púrpma de las nu­ conservaban algún recuerdo de que habían sido una co­
bes, un gris borroso y espeso, como una bruma que les munidad igualitaria de seres libres. Sentados en actitu·
naciera de los pies. Se arrastraban hacia mí, envueltos en des que significaban «poder» y envueltos en gruesos ro­
torbellinos de arena, espectros, sombras ... Ésta era la no­ pajes que significaban «pompa» exhibían toda clase de
ble raza que yo había venido a instruir en mi primera vi­ chucherías y juguetes: coronas y diademas, cetros, espa·
sita, a instruir y a defender y .. Pero fue inútil, en vano
.
das y esferas. ¿De dónde habrían sacado esas baratijas?
traté de contenerlo: un grito de dolor me brotó de la gar­ ¡Tenían que haberlas conseguido en Shikasta!
ganta, al que ellos respondiet'{)n con otro, pero el suyo Miré aquellas sombras y una vez más me atormentó el
era un grito de guerra o al menos así lo entendían. El grito
natural impulso de llorar el esplendor de los Primeros
era triste y fúnebre, y todos gesticulaban y se movían Tiempos, pero recordé la necesidad de conservar mis
como envarados en una grotesca arrogancia; una legión
·energías: no podía pe rmitirme dar rienda suelta a mis
de espectros engreídos por el recuerdo de épocas quimé· emociones.
ricas. Me hubieran derribado con sus manos y brazos Alzando ante ellos la Signatura, les pregunté qué les ha­
huesudos de no haberles mostrado la Signatura. La reco­ bía ocurrido desde la última vez. Silencio y sorpresa; las
nocieron. No al instante ni sin vacilaciones; pero se detu· grandes caras cavernosas se miraron en la penumbra de
vieron al verla y se quedaron inmóviles sobre la rena, a
la sala... Noté que me costaba distinguirlos y los examiné
frente a mí, unos doscient os indecisos, recordando vaga·
,
con atención. Rostros oscuros y relucientes, distintos to·
mente, mirándome y mirándose entre ellos, observando nos de pardo, amarillo, crema, marfil.. Pero costaba ver­
.

la Cosa brillante, refulgente, que yo les ponía ante los los. Más de cien habían entrado conmigo en la sala y ha·
ojos .. Miré uno por uno aquellos semblantes
. desdibuja· bían ocupado los sillones y tronos, pero ahora parecía
dos y enflaquecidos y sí, reconocí a las soberbias criatu·
,
que fuesen menos. Eché un vistazo alrededor y asientos
ras de antaño.
que antes estaban ocupados ahora se veían vados, como
Al rato, como si no se les ocurriera otra cosa hicieron
,
las formas que se desvanecen a la caída de la noche. Sólo
un corro me encerraron dentro y echaron a andar, unos
,
la Signatura tenía luz y vida; los Gigantes parecían tenues
,

con arrogancia y otros arrastrando los pies, hacia las grises y desvaídos, casi transparentes; sí, un simple cam­
grandes rocas, donde habían construido un remedo de bio de postura y un hombre gigante de tez cetrina, ata­
castillo, unas cuantas torres. Estas torpes estructuras no viado con una túnica de colores chillones, se transfor­
guardaban ninguna relación con las que los Gigantes edi­ maba de pronto en un manto doblado sobre el respaldo
ficaran en los Primeros Tiempos; no eran más que expre­ de un trono; el fulgor de unos ojos penetrantes que me es­
siones de una patética grandilocuencia. Tuve ganas de de­ cudriñaban el rostro buscando las claves de unos recuer­
cirles: «¿Os imagináis, por ventura, que este lugar dos no del todo olvidados, se transformaba de pronto en
inhóspito tiene algo que ver con las moradas que cons­ el brillo e spurio de unas gemas de OFOpel, en una tiara
truisteis cuando aún erais vosotros mismos?» rota que colgaba del respaldo de un asiento Se desdibuja·
.

Me hicieron entrar en un largo recinto de piedra tosca ­


han y desaparecían delante de mis ojos.
mente acab ado Alrededor de la sala había grandes sitia-
.
-¿No queréis probar suerte en Shikasta? -les dije-. ¿No

28
29
os interesa buscar allí la salvación? -Pero un siseo malé­ rios centenares de mundos. Una larga historia de muta·
volo respondió a mis palabras; movieron las cabezas y los dones súbitas, evoluciones rápidas, bruscas decadencias
miembros, reprimieron unos gestos agresivos, y sólo la y períodos de estancamiento, pareda anunciar un pla­
Signatura impidió que me matasen. neta prometedor. Cabía esperar cualquier cosa. Hubo,
-Shikasta, Shikasta, Shikasta... -decía el murmullo de sin embargo, un período de estancamiento de varios mi·
todas las voces que me rodeaban, y yo lo oía como el sil­ lenios, cuando, a consecuencia de la explosión de una es­
bido de una serpiente, odiosa, repulsiva... y terrorífica. trella en Andar, el planeta estuvo sometido a una radia·
Viendo la Signatura, recordaban vagamente lo que ha­ ción prolongada. Entonces Canopus envió una misión de
bían sido. No mucho, por cierto, pero sí algo maravilloso reconocimiento. El suelo del planeta era fértil y panta·
y feliz. Y comprendían la decadencia en que habían caído. noso. Había vegetación, pero era toda del mismo tipo y
Eso era lo que expresaban sus rostros: bastaba la palabra estable. En los pantanos habitaban numerosas varieda·
Shikasta para que reaccionaran, sensibles a la suciedad y des de saurios; y pequeños roedores, marsupiales y si·
la inmundicia. mios en las raras regiones de tierras secas. El inconve­
-Necesito quedarme con vosotros -les dije- el tiempo niente de este planeta era la corta vida de las especies.
que tarde en preparar mi visita a Shikasta. Cuando Sirius, nuestro rival, llevó a cabo el experimento
De nuevo se removieron y recularon como caballos de trasplantar a Shikasta algunas especies nativas, éstas
asustados. no se extinguieron, pero casi en seguida la duración nor·
Aun sabiendo que no iban a escucharme (no porque no mal de la vida -varios milenios- se redujo a un corto nú·
pudieran, pues en ese caso no hubiese desperdiciado mis mero de años. (Hablo en unidades de tiempo shikastia·
fuerzas debilitadas), les dije, como era mi deber: -Venid nas.) Los especialistas de Canopus y Sirius se reunieron
conmigo y os ayudaré. con objeto de estimar las posibilidades de unos organis­
Pero ellos, aquella hueste semiespectral, seguían petri· mos tan efímeros y decidir si valía la pena repartirnos el
ficados, incapaces de moverse. territorio. Una vez concluida la Gran Guerra entre Cano·
-Muy bien -.dije-. Entonces quedaos aquí hasta mi pus y Sirius, que fue la última de todas nuestras guerras,
vuelta. Gracias a vosotros emprendo este viaje. continuamos reuniéndonos, para evitar interferencias y
Y rodeado por aquellos huéspedes de los muertos, duplicaciones en nuestros respectivos experimentos.
apoyándome en la terrible arrogancia de los Gigantes, Esta práctica se ha mantenido hasta nuestros días.
pude dispersar las brumas que me separaban de las reali­ La conferencia no llegó a ninguna conclusión. Se igno·
dades de Shikasta e ir en busca de mi amigo Taufiq. raba qué repercusiones tendría la explosión radiactiva.
Antes anotaré los recuerdos que conservo de mi visita Sirius y Canopus acordaron un compás de espera. Entre
a Shikasta, entonces Rohanda, en los Primeros Tiempos, tanto, también Shammat había explorado aquel mundo,
la época en que esa raza era la gloria y la esperanza de Ca· pero eso no lo supimos hasta más tarde.
nopus. Recurriré además a los informes sobre otras visi­ Casi inmediatamente nuestros enviados descubrieron
tas a Shikasta en el Tiempo de los Gigantes. mutaciones asombrosas en las especies del planeta. Los
Durante millones de años, Shikasta perteneció a la ca­ vastos territorios pantanosos, humeantes y fértiles, eran
t:tgoría de planetas en observación, que comprendía va- un hervidero de metamorfosis. Los simios, en particular,

30 31
engendraban toda clase de mutantes, monstruos mu· cósmica.) La expectativa de vida se multiplicaba, y se
chos de ellos; pero también surgían variantes especta· consideró que éste era el factor más importante.
culares,verdaderas promesas. Lo mismo ocurría con Canopus resolvió impulsar decisivamente a Rohanda,
todas las formas vivas: vegetación, insectos, peces. recurriendo al Plan de Evolución Acelerada, máxima
Compnrndimos que la fecundidad del planeta pronto prioridad. Entre otras razones, se arguyó que a otra de
excepcional, y fue entonces cuando le pusimos el
sería planeta tan inestable como Rohanda, le
las colonias, un
nombre de Rohanda, que significaba fértil, próspero. quedaba muy poca vida: transcurridos veinte milenios,
De momento, era aún un mundo de brumas y ciéna· un cometa lo desviaría de su órbita. El accidente per·
gas, pantosamente húmedo. (No hay sitio más depri·
es turbaría el equilibrio del Sistema, mantenido con tan·
mente que esos planet as en los que todo es aguas tem· tos desvelos. (Véanse Mapas y Cartogramas N.05• 67M a
piadas, nubes, marismas, lodos y humed ad ; nadie 93M, Área 703, Edificio de Demostraciones Planeta·
quiere visitarlos.) Pero también el clima había empe· rias.) No obstante, si en ese intervalo Rohanda alean·
zado a cambiar. El agua de los pantanos se evaporaba, zaba el adecuado nivel de eficacia, podría sustituir, en
flotaba en espesos nubarrones. Y aparecían nuevas tie· nuestro proyecto cósmico, a ese planeta desventurado,
rras, aunque desde fuera del planeta sólo se veía una cuyo destino se cumplió tal como estaba previsto: de·
masa de nubes encrespadas y humeantes. Hubo una se · sestabilizado, la vida se extinguió en él rápidamente y
gunda e imprevista explosión radiactiva, y los polos se hoy es un mundo muerto.
congelaron reteniendo inmensas masas de hielo. Ro­ Lo que necesitábamos, para ser precisos, era conse·
handa, con espaciosas extensiones de tierra y aguas guir que Rohanda llegase al nivel adecuado no en cin·
acumuladas en zonas bien definidas, o fluyendo por cuenta mil, sino en veinte mil años.
ríos y canales, estaba convirtiéndose en un planeta real· Como era habitual, solicitamos voluntarios en todas
mente atractivo. las colonias y escogimos una especie de la Colonia 1 O,
Mucho antes de lo previsto, Sirius y Canopus cele­ excepcionalmente dotada para el desarrollo simbiótico.
braron una nueva conferencia. Sirius quería el hemisfe­ Ahora bien, para que una especie esté dispuesta al
rio sur, para completar ciertos experimen tos iniciados menos a considerar una proposición s emej ante , ha de
en las regione s templadas y meridionales de otra colo· tener una mentalidad peculiar; digamos espíritu aven·
nia. A nosotros nos interesaba el hemisferio norte, turero. Pues aunque se conozcan las grandes líneas de
pues allí se había establecido, y prosperaba, un sub­ la prob able evolución nadie puede prever qué ocurrirá
grupo de los «simios» primitivos. En esa época tenían exactamente en una simbiosis de dos especies: hay mu·
ya una talla tres o cuatro veces mayor que las especies chos factores imponderables. No se ocultó a los volun·
originarias. Tendían a caminar en posición erecta y el tarios que Rohanda era por naturaleza un planeta im·
desarrollo de la inteligencia era constante y rápido. previsible, suj eto, más que cualquim' otro, a azaFes y
Nuestros especialistas aseguraban que la evolución se cambios bruscos. Se ignoraba, ante todo, cómo se con·
aceleraría, y que quizá en cincuenta mil años alcanza· ciliarían en la simbiosis las tan dispares esperanzas de
ran al Grado A de la escala. (Siempre y cuando, desde vida: si en un sentido ne gativo , es decir, si provaiecie·
luego, no ocurriesen nuevos accidentes de n atur
aleza sen las pautas normales en el planeta, entonces el expe·

82 33
rimento vendría a ser algo así como el suicidio de una
Vivían en pequeños grupos muy diseminados, con esca­
raza.
sos contactos entre ellos. No luchaban unos contra otros.
Baste decir que en aquella fase evolutiva y en aquel mo­
La esperanza de vida era de unos ciento cincuenta años.
mento, la especie elegida era sana y vigorosa, vivaz e inte­
Del primer grupo de voluntarios de la Colonia 1 O, mu­
lectualmente adaptable, y que conservaba en su memoria
chos murieron a una edad temprana, como era previsi­
genética el recuerdo de otros experimentos parecidos.
ble. Nunca hay una explicación para ese tipo de muerte.
En pequeños grupos, los voluntarios de la Colonia 1 O
Los hijos tenían la estatura de los padres desde antes de
fueron implantados en diversos puntos del hemisferio
llegar a la adolescencia: crecían tanto que casi desde el co­
norte de Rohanda. Eran mil en total, machos y hembras, mienzo se denominaban a sí mismos los Gigantes. Esto
y casi en seguida -es decir, en menos de quinientos años­ los inquietaba de algún modo: ninguna especie puede oh·
se supo que el experimento sería un éxito rotundo.
servar en sí misma un cambio tan acelerado sin cierto re­
La integración de las dos especies fue admirable y be·
celo. Habían sido desde un principio grandes y vigorosos,
nefició a ambas. No se advirtieron instintos agresivos, de­ pero un milenio en Rohanda los había hecho tres veces
rivados de incompatibilidades genéticas. En Canopus nos
más altos. Eran bien proporcionados; la tez cetrina o ne­
felicitábamos. gra, de un sano brillo aterciopelado particularmente
Mucho antes de que transcurrieran los veinte mil años, atractivo. No tenían vello en el cuerpo, ni mucho pelo en
la raza más joven, la de ex-simios, alcanzaría el nivel re­ la cabeza. Las uñas de las manos y los pies eran rudimen­
querido; y los de la Colonia 1 O, una raza en plena y acele­
tarias, meros engrosamientos de la piel en la punta de los
rada evolución, habrían avanzado hasta una fase muy dedos. Todavía era pronto para saber si Rohanda les
adelantada, dando un paso que en condiciones normales acortaría o alargaría la vida. Parte de los individuos tras­
les hubiera llevado diez veces más tiempo. plantados al planeta estaban aún en la flor de la edad; y
Describiré ahora la situación en que se encontraba Ro­ en cuanto a los más jóvenes, sólo el tiempo podría de­
banda unos mil años después de la introducción de la cirlo. La Colonia 1 O tiene un clima benigno, con pocas
nueva especie. fluctuaciones. Los habitantes nunca usan ropas, excepto
En primer lugar, la raza indígena. Nada digno de men­ por motivos ceremoniales. Pero en Rohanda, los Gigan­
ción: nada que no hubiéramos visto antes, en otros mu· tes necesitaron vestirse, lo que resolvieron en seguida con
chos planetas. cortezas de árbol y otras plantas nativas, prescindiendo
Ahora las criaturas se mantenían erguidas; los brazos y muy pronto de los suministros de Canopus.
manos se habían adaptado a una gran gama de activida­ Habían establecido con los Nativos una relación tute­
des y eran capaces de manejar herramientas. Tenían una lar, estimulante y satisfactoria para ambas especies. Fue­
conciencia clara de su propio valor, es decir, de que eran ron ellos, los Gigantes, quienes enseñaron a los Nativos
criaturas capaces de manipular el entorno y sobrevivir. los rudimentos de la agricultura. También les enseñaron
Cazaban, y se iniciaban en la agricultura. La talla, poco a servirse de los animales sin dañar las especies. Y fomen­
más o menos la del shikastiano medio actual, aumentaba taban el desarrollo del lenguaje. Hasta entonces, los Gi­
rápidamente. En la cabeza, la melena era abundante, y te· gantes se habían limitado a sembrar talentos -artísticos y
nían el cuerpo cubierto por una pelambre corta y tupida. científicos-, pues aún no había llegado la hora de la

84 35
Alianza entre Canopus y Rohanda, que iniciaría la Fase de CAPACIDAD INTELECTUAL: En general, ha mejorado con la
Evolución Acelerada. simbiosis. El nivel deinteligencia práctica no difiere del
Las continuaban siendo satisfactorias, y
condiciones de la Colonia 1 O, pero en los niveles superiores la esti­
unos siete mil años después de la simb iosis , Canopils en· mulación ha sido extraordinaria, y en esto consiste el
vió una misión especial para ver si era el momento de ins· éxito indiscutible del experimento.
taurar la Alianza.
Loque sigue es un extracto del informe de dicha mi· LOS NATIVOS

sión. (N. 1.300, Rohanda.}


0
DURACIÓN DE LAVIDA: En aumento. Pero no tan de prisa
como entre los Gigantes. Salvo a�cide�tes, viven unos
L OS GI GAN TES quinientos años. Al igual que los yigari
tes, mu�r:n �ta­
_
cados por organismos �croscóp1cos� tanto ongmanos
DURACIÓN DE LA VIDA: En la Colonia 10 vivían por lo gene·
del planeta, como procedén.'tes del espacio� No hay sín­
ral hasta los doce o quince mil añ.os. El temor de que la
tomas de Enfermedad Degenerativa.
atmósfera rohandiana pudiera reducir drásticamente
TALLA: la talla de los Gigantes, unos dos metros
Mitad de
la duración de la vida demostró estar justificado. Al co·
y medio. Se han refinado notablemente. Ha �ismi­
mienzo descendió hasta alrededor de los dos mil añ.os. nuido mucho la vellosidad. La melena, en camb1o, es
Casi inmediatamente la situación mejoró, y en la actua·
abundante, y las cejas son espesas y muy marcadas. La
lidad viven hasta los cuatro o cinc o mil años. La ten·
complexión es vigorosa. las facciones definidas y el as­
dencia es a aumentar. Observamos las anomalías habi·
pecto general saludable. Conservan muy marcado s al­
.

tuales. Una minoría muere, sin causa aparente, en


gunos rasgos de origen animal. La mayoría uene !os
plena juventud, aunque no pertenezca al tipo que po·
ojos castaños. Estas criaturas �penas �resentan dJfe­
dría calificarse de degenerado (véase el apartado si·
rencias en los distintos asentamJentos d1spersos por el
guiente, Talla}• es decir los débiles y endeblest que en
hemisferio norte.
realidad viven tanto como los robustos. Y nada per·
COLOR: Oscila entre canela y crema, pero la mayoría es de
mite prever quiénes morirán a los doscientos o a los color pardo. claro y cálido. .
quinientos años.
CAPACIDAD INTELECTUAL: Ningún indicio de Facultades Su­
TALLA: La talla actual es dos veces mayor que la que te­
periores, pero la evolución de la inteligencia práctica
nían en la Colonia 1 O. Son robustos, de buena constitu­
ha superado todas las expectativas, lo que ayudará a
ción y de una gran resistencia física. Los hay muy del­
nuestros planes cuando establezcamos la Alianza.
gados desgarbados y de movimientos torpes; y muy
,

c orpulent os y extraordinariamente fuertes. Viéndolos


OBSERVACIONES GENERALES
juntos, podría pensarse que estos ejemplares extremos
pertenecen a especies diferentes. Hay buenas relaciones entre Gigant�s y Nativos: Los
COLOR: La coloración de la piel, antes color canela oscuro contactos son constantes pero no íntunos. Los Gigan­
o casi negra, se ha aclarado hasta el pardo e incluso el tes sólo visitan a los Nativos cuando parece que éstos
crema. necesitan consejo o ayuda. Nunca habitan a más de

36 37
cien kilómetros de los Nativos. Los asentamientos, La misión opina : condiciones ideales para concertar la
aunque cómodos, son provisionales, de carácter expe­ Alianza. Los Gigantes la esperan con impaciencia. No
rimental, con vistas a las fases futuras. Es decir, todos se quejan nunca ni pretenden ir demasiado de prisa,
los edificios, plantaciones y redes de irrigación son ex­ pero se sienten excluidos de los cont actos generales de
perimentales, en previsión de los reordenamientos la galaxia. Aunque ninguno de ellos recuerda personal­
cósmicos que seguirán a la Alianza. Esta misión se com­ mente ningún contacto real -la libre circulación del
place en señalar que no hay indicios de Enfermedad pensamiento, las ideas y la información, el mutuo enri­
Degenerativa. En ninguna parte se ven construcciones quecimiento de los planetas de la galaxia-, no hace mu­
ni actividades que obedezcan a otra razón que la de cho que han muerto los inmigrantes más longevos de
preparar el terreno para la inminente concertación de la Colonia 10, y, en cualquier caso, su memoria gené­
la Alianza. La distribución de los poblados, dentro tica es fuerte y activa. Están preparados para la defmi­
de lo posible en esta etapa, responde, por supuesto, a tiva concertación de la Alianza.
factores geofísicos.
A DVERTENCIA
Las aldeas de los Nativos son mucho más primitivas, de
Hay rumores persistentes -recogidos sobre todo en las
acuerdo con los criterios cósmicos, aunque desde el
canciones y leyendas de los Nativos, que en las partidas
punto de vista material algunas viviendas son hermo­
de caza y otras expediciones intercambian noticias con
sas y no se limitan a satisfacer las necesidades de calor
gran celeridad- de que « allá en el Sur» habitan unas ra­
y comodidad. Más que cualquier otro, este factor nos
zas terriblemente belicosas y hostiles. Los Gigantes
lleva a la conclusión de que ha llegado el momento de
han enviado expediciones a los dos principales terri·
concertar la Alianza. En algunas viviendas hay dibujos
torios y han encontrado que allí sólo florecen las espe·
y tracerías que decoran las paredes y los techos, y tam­
bién en las telas, los utensilios y la cerámica. Gracias a
cíes implantadas p or Sirius. (A ellas nos referiremos
en un sub informe. ) Es evidente que son los instructo·
la influencia tutelar de los Gigantes, estos elementos
-

res sirianos quienes han difundido tales rumores,


decorativos corresponden a las necesidades de la fase
actual, pero pronto el desequilibrio será inevitable.
sin duda para impedir que los sujetos de nuestros ex·
perimentos se aventuren en su terreno. Los Gigan·
La caza ha dejado de ser la fuente principal de subsis­ tes, que así lo han comprendido, han inventado otras
tencia. La agricultura está en pleno desarrollo: cereales sagas y ley enda s, y hacen todo lo posible por propagar
de todo tipo, frutas y verduras. Hay actividad agrope­ una actitud mental favorable a nuestro pacto con
cuaria y una cierta economía ganadera. El riego no es Sirius.
por ahora una necesidad imperiosa; las redes Aidrográ­
fica s naturales son todavía suficientes, pero los Gigan­ Nada de todo esto era imprevisible, pero hay algo más.

tes proponen que se instalen sistemas de irrigación en Rumores persistentes acerca de la existencia de « es·

las regiones centrales más cálidas. pías», no sólo entre los Nativos sino también entre los
Gigantes. Esos espías no se atreven a entrar en el terri·
La misión dictamina: éxito. torio de los Gigantes, p ero aparecen con frecuencia

88 39
entre los Nativos, por todo el hemisferio norte. En un donan en el informe de la misión parecían haberse esfu­
principio, los Gigantes pensaron que procedían de Si­ mado. Se pensó en Canopus que la súbita concertación de
rius, en misiones de reconocimiento, pero ahora están la Alianza los había aniquilado, que no habían sobrevi ­
convencidos de que también ha y espías de algún otro vido al brusco cambio de las vibraciones, más intensas y
imperio. Son cautos, no comprometen ninguna opi­ sutile s. Aunque también era posible que esas criaturas de
nión, pero dicen que el rasgo distintivo de esas criatu­ Shammat no hubiesen desaparecido, sino evolucionado,
ras no es el aspecto físico sino el comportamiento. En y quizá en una dirección que acrecentaría la profusión y
poca s palabras , todos tienen los síntomas de la Enfer­ diversidad de especies presentes en Rohanda.
medad D egenerativa. En nuestra opinión, cuanto he­ Hoy, nuestro punto de vista es bastante diferente. No
mos oído no hace más que confirmar la presencia de se trata, en suma, de buscar culpables -una medida inútil,
Shammat. pues tiende a desviar la atención de lo e senci al-, sino de
saber qué errores se cometieron, para evitarlos en otros
NUESTRAS C ONC L USI ONES planetas. Pero la causa principal de los desastres fue pre ­

cisamente lo que la palabra mi sma indica: desastres, de los


l. Puede instaurarse la Alianza. Las condiciones son astros. Eso no podíamos preverlo, sólo hasta reconocer
óptimas. que de Rohanda cabía esperar cualquier cosa. Sin ese
2. No hemos de olvidar que este planeta está expuesto brusco cambio en la alineación de los astros, poco hu­
a cambios súbitos y profundos. biese importado lo que hicieran o tramaran los agentes
3. Habrá que preguntar a Sirius si han aparecido es­ de Shammat.
pías de Shammat en sus territorios. Mas ¿cómo no supimos que ya est aban allí?
4. Se procurará descubrir cuáles son las intenciones de La culpa, en parte , fue nuestra, de Canopus. En cuanto
Shammat. No parece que haya espacio para Sham­ a Sirius, nuestras relaciones seguían siendo formalmente
mat en este planeta. correctas: se mantuvo el intercambio de información en­
tre los servicios coloniales de los planetas-madre. Desde
Poco después se instauró la Alianza; fue todo un éxito, elpunto de vista local, rohandiano o shikastiano, el com­
Y. ya no tuvimos que enviar misiones ni emba ja das espe­ portamiento de Sirius no era peor de lo previsto, te ­

ciales. La mente de los Gigantes -o para decirlo con más niendo en cuenta el bajo nivel de este Imperio. Pero esa
exactitud, con más realidad, la mente Gigante- se fundió misma inferioridad es la clave de este y de otros proble ­
con la mente del Sistema Canopi ano al principio sólo en
, mas de RohandajShikasta; y ahora la entiendo de modo
parte y con mil precauciones; pero la corriente sensibili­ muy distinto. No olvidemos que los servidores de Cano­
zadora iba en constante aumento. De Rohanda sólo nos pus también evolucionamos, y que nuestra comprensión
llegaban buenas noticias. Enterarse a fondo del conte­ (Véase His­
de las situaciones cambia junto con nosotros.
nido de las cintas y grabac iones de ese período, que duró toria del Imperio Siriano.)
casi diez mil años, es pa rticipar en una obra bien lo grada . En suma, no prestábamos mucha atención a Shammat.
En muy poca s colonias se han cumplido tan plenamente Es fácil decir ahora que nos equivocábamos. Puttiora es­
nuestros planes y expec tativ as. Los « espías » que se men- ta ba decidido -o así parecía - a no entrometerse en nues-

40 41
tros asuntos: la alianza entre los Imperios de Sirius y Ca­ destrucción. La Colonia 1 O había sido siempre un lugar
nopus no se podía tomar a la ligera. Ningún planeta se lo de colaboración fructífera, con habitantes, como ya he di­
tomó a la ligera. En nuestro sector de la galaxia, todo era cho, especialmente aptos para vivir en armoniosa simbio­
paz y desarrollo. Nadie nos amenazaba. ¿Q!.té motivos po· sis con otras especies. En Rohanda no habían conocido
día haber? Pocas veces ha conocido la galaxia una eclo­ reveses ni amenazas. Ahora pensamos que es un error
si ón y un florecimiento semejantes, un período de paz tan permitir la prosperidad excesiva, y el progreso sin trabas;
perfecta y duradera. en ninguna de nuestras colonias hemos vuelto a facilitar
Quizá el defecto de las especies que prosperan en una el desarrollo desmesurado. Siempre introducimos una
atmósfera de paz y solidaridad, y que sólo aspiran a acre­ cuota de tensión, de peligro.
centar lo que ya tienen, sea olvidarse de que más allá de Pero supongamos que nunca hubiese habido d�sastres.
las fronteras hay seres de mentalidad diferente, movidos Nadie, probablemente, hubiera sabido jamás que Sham·
por otros apetitos. No diré que Canopus no se protegiera mat estaba en Rohanda... porque Shammat sólo puede
de las maléficas emanaciones de Puttiora, que no estuvié­ prosperar en un ambiente de desequilibrio, nocivo y de­
ramos al tanto de las actividades de ese imperio abyecto, salentador.
más perturbadoras porque nos recordaban los primeros La crisis nos sorprendió. No había motivos para espe·
estadios, poco felices, de nuestra historia. No, no hemos rarla. Pero de pronto algo alteró el equilibrio de Canopus
sido negligentes. Pero Puttiora no nos amenazaba en nin­ y del Sistema. Teníamos que descubrir qué funcionaba
guna otra parte; sólo en Rohanda. ¿Por qué? mal, y muy pronto. Lo descubrimos: era Rohanda. Es­
Así pues, no dimos bastante importancia a Shammat. taba fuera de fase y la situación empeoraba rápidamente.
Que Puttiora se p�rmitiese un puesto de avanzada en un La Alianza se debilitaba. Dentro de Rohanda había quie·
planeta que sólo era roca y desiertos, siempre nos había bras en el equilibrio de fuerzas. Lo cual respondía -y tuvi­
parecido incomprensible, pese a los rumores de que mos entonces que mirar hacia fuera, lejos de Rohanda- a
Shammat había sido colonizado por criminales fugitivos una alteración del equilibrio de poderes en alguna otra
de Puttiora, a los que Puttiora había ignorado hasta que parte, entre los astros que nos unían a los planetas coloni­
fue demasiado tarde. No teníamos la más remota idea de zados mediante una red de influencias mutuas. Rohanda,
cómo Shammat se alimentaba allí donde estaba ahora, ni sensible por naturaleza, había sido la primera en advertir
de cómo había prosperado: un ladrón que se ceba en su el cambio de órbitas. Rohanda estaba en peligro, Ro­
botín. Cuando Shammat era ya un floreciente estado pi· handa necesitaba ayuda urgente, ser ajustada, reali­
rata, continuábamos considerándolo un apéndice, opro­ neada. Ésta fue nuestra primera reacción.
bioso pero minúsculo, del por fortuna distante aunque te· Pero pronto se vio que Rohanda no podía mantenerse
mible imperio Puttiora. dentro del Sistema. No se trataba tanto de librarnos no­
¿Y los Gigantes, esas criaturas sagaces e inteligentes sotros de ella como de que ella se librase de sí misma.
que lo gobernaban todo en Rohanda? En fm: nosotros podíamos protegerla y mantenerla... y
Una vez más, creemos, nos encontramos con el mismo así lo decidimos en la segunda etapa.
problema: seres pacíficos y tutelares, incapaces de creer Rohanda estaba condenada a un largo período de es­
en la realidad de unas mentes nacidas para el pillaje y la tancamiento, aunque entonces ignorábamos cuánto du-

42 43
raria. En todo caso, procuraríamos que no olvidara por gros y el más fácil. Y no olvidemos que Rohanda estaba
completo lo que había llevado a cabo, y la ayudaríamos destinada a ocupar el lugar del desdichado planeta que
hasta que las fuerzas cósmicas se reordenaran, como muy pronto desaparecería y que ya para entonces estába­
tarde o temprano tendría que ocurrir. mos evacuando, trasladando a los habitantes a donde pu­
Pero pronto tuvimos que afrontar algo peor. No lográ­ diesen crecer y progresar.
bamos que nuestras informaciones coincidieran con las En qué estado de crisis se debatía Canopus, a mi par­
ondas que nos llegaban de Rohanda. Eran ondas confu­ tida, en qué huracán de inquietudes e indecisiones, órde­
sas, entrecortadas, estridentes... No cabía duda de que es­ nes y contraórdenes: proyectos acariciados durante mile­
taban interceptándolas. Antes, en la época del apogeo de nios, en los que habíamos puesto tantas esperanzas ahora
la Alianza, estas prácticas clandestinas hubieran sido im­ eran arrojados por la borda, modificados, sustituidos ...
posibles, pero ahora no había otra explicación. En medio de esa vorágine salía yo hacia Shikasta, la infor­
Luego, los acontecimientos se precipitaron. Informa­ tunada.
ciones de Sirius acerca de Puttiora, de pronto más pode· Al menos tenemos el consuelo de que esa perfección
rosa y orgullosa que nunca. Informaciones de nuestros ha existido. Quizás en otros lugares y en otros tiempos
espías en el Imperio Puttiora, en particular referentes a vuelva a prosperar el bien.. En las horas de oprobio y des­
.

Sh �at. Sh�t era como un borracho que se pavo­ trucción, esta fe nos ayuda.
_ En el momento del desastre aún no había en Rohanda
nea, msolente, JactanciOso. . . Shammat recurría a la fuerza
una y otra vez. Sh ammat se aprovechaba de la reciente más que sesenta mil Gigantes y alrededor de un millón de
debilidad de Rohanda, desamparada, vulnerable, víctima Nativos, repartidos por todo el hemisferio norte. El pla­
propiciatoria. ¿Significaba eso que Shammat había es­ neta era asombrosamente fértil y agradable. Las aguas,
�ado al acecho, emboscada en Rohanda... sabiendo lo que que al licuarse volverían a formar marjales y pantanos, es­
tba a suceder? No, era imposible; porque nosotros, con taban todavía concentradas en los hielos de los polos, y
toda nuestra tecnología, muchísimo más avanzada que la no creíamos que esto fuese a cambiar.
de Shammat, no lo sabíamos. En los grandes bosques de las zonas templadas septen­
El problema no era cuidar de Rohanda durante un trionales abundaban los animales de todas las especies,
largo período de inercia, sino mucho peor. distintos de los que he visto en mis posteriores visitas, so­
Había que enviar un emisario, y en seguida. bre todo por el tamaño. No atacaban a los pobladores.
Describiré ahora Rohanda tal como la conocí e:p. mi pri­ Había colonias en el norte, incluso en climas extremos,
mera misión. pero la mayor parte de la población estaba afincada más
Pero ya en aquel entonces era Shikasta: la castigada, la al sur, en las regiones centrales, donde los cielos eran lu­
herida, la sacrificada Shikasta. Ya había cambiado de minosos, el clima seco y tonificante.
nombre. Las ciudades estaban construidas sobre los trazados se­
¿Diré que escribo sobre ella «con placen? Esta emo­ ñalados con piedras -según los requisitos del proyecto­
ción es retrospectiva, muy anterior a las malas noticias de que seguían las líneas de fuerza terrestres de aquel enton­
que yo era portador. Rohanda nos había dado a todos ces. La estructura -las líneas, los círculos, la distribución
tantas satisfacciones; había sido el mayor de nuestros lo- de las partes- no difería de las que estábamos acostum-

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brados a ver en otros planetas y era la base del sistema de Lo que se enseñaba a los Nativos era la ciencia de man­
transmisión de la Alianza entre Canopus y Rohanda. . . la tenerse en contacto permanente con Canopus, con la Ma­
ahora infeliz Shikasta. dre, la Amiga Bienhechora y Tutelar, y con lo que ellos
La colocación de las piedras fue en un principio obra llamaban Diosa, la Divinidad. Si aprendían a manej ar las
exclusiva de los Gigantes, que tenían la talla y la fuerza piedras a alinearlas y moverlas de acuerdo con las fluc­
,

adecuadas para esos trabajos. Pero en aquel entonces ha­ tuaciones de los poderes, ora crecientes, ora menguantes,
bía un cierto entendimiento entre las distintas razas. Los y a que las ciudades funcionaran según las leyes de la Ne­
Nativos deseaban ayudar a los Gigantes, pues esas obras cesidad, los humildes habitantes de Rohanda -que fueran
-como repetían en cantos, cuentos y leyendas- eran el antaño monos asustadizos y semiarborícolas, animales
vínculo que los unía a los Dioses, a la Divinidad. que tenían muy poca relación con la raza canopiana- lle­
Para los Nativos, los Gigantes no eran Dioses. Habían garían a convertirse en hombres y a sentirse responsables
superado esas ideas; habían alcanzado un nivel intelec­ de ellos mismos y del mundo; y ese mismo día, concluida
tual muy próximo al de los Gigantes cuando concerta­ la simbiosis, los Gigantes abandonarían el planeta.
mos la Alianza. Cada ciudad tenía sus características propias, en fun.
Las ciudades se trazaron sobre las líneas descubiertas ción de la topografía, las corrientes y las fuerzas del sitio
en repetidos experimentos durante la larga fase anterior donde estaba emplazada. Las había en las vastas llanuras,
a la Alianza. en las orillas de los ríos y en las riberas marítimas, en las
Eran todas de piedra, y estaban inte gradas en el diseño montañas y en las mesetas. Otras se alzaban en regiones
de piedras, como un elemento más del sistema de trans­ de nieves y glaciares, o en las zonas tórridas, pero todas
misiones. eran perfectas y exactas, trazadas siempre según las leyes
Las ciudades, los poblados y caseríos de barro , madera de la Necesidad. Cada una era una figura y un símbolo
o cualll{Uier otra materia vegetal no perturban las trans­ matemático. Los jóvenes aprendían matemáticas via·
misiones ni causan vibraciones molestas. Por esta misma jando a las distintas ciudades. Un maestro llevaba a un
razón, los Gigantes desecharon al principi� el uso de la grupo de alumnos a la Ciudad Cuadrada, por ejemplo, y
piedra en sus edificaciones, y vivían en casas construidas allí los jóvenes absorbían por ósmosis todo lo que podía
con los materiales orgánicos más idóneos y accesibles. conocerse sobre el cuadrado. O sobre el rombo o sobre el
Cuando se instauró la Alianza, y las estructuras de piedra triángulo.
· estuvieron colocadas y en funcionamiento, las ciudades La forma geométrica de las ciudades era tan precisa en
se reconstruyeron en piedra, y se adiestró a los Nativos la alzada como en la planta, pues la idea de círculo, o de
en este arte, que tan pronto se borraría para siempre de la hexágono, o de cuatro, o de cinco, se expresaba tanto en
memoria de Shikasta. De acuerdo con nuestros planes, en las partes elevadas como en los cimientos de piedras hun­
cuanto los Nativos alcanzaran el nivel adecuado; los Gi­ didos en la tierra.
gantes se irían a otro sitio, a cumplir nuevas tareas. Tam­ Las corrientes de agua que rodeaban y atravesaban los
bién ellos habían evolucionado más allá de todo lo que poblados respondían a las leyes de la Necesidad, y lo
habían previsto los primeros emigrantes de la Colonia 1 O, mismo el emplazamiento del fue go Otra cosa era la cale­
.

hacía tantísimos milenios. facción que se obtenía por medio de vapor y agua ca·

46 47
liente, pero hasta el propio fuego, al que los Nativos atri· causa de los rigores del clima, era ralo y corto, en con·
huían un origen Divino, se at enía a la Nec esidad. traste con la abundante y rizada cabellera de los Nativos.
Cada ciudad era, pues, un mecanismo perfecto donde , Los Gigantes de ojos azules eran a veces de pelo casi
todo es tab a estudiado. Junto con sus habitantes. se la blanco o rubio claro, pero esta particularidad se conside·
consideraba una unid ad funcional. Se había observado rab a una desgracia�
que algunos temperamentos se acomod aban y trabaja· La sexualidad se manifestaba de manera distinta en
han mejor en una Ciudad Redonda, o Triangular, o de la cada especie Los Gigantes, que vivían entre cuatro y
.

forma que fuese. E incluso había una ciencia que permitía cinco mil años, procreaban una o dos veces, o ninguna.
conocer desde la infancia el sitio donde un determinado (Los periodos de gestación eran largos, de cuatro a cinco
individuo tenía que vivir. Ésta era la causa de e s a «infelici­ años.) Cuando no es taban ocupadas en amamantar o cui­
dad» que azotaba en mayor o menor grado a todos los ha· dar los hijos, lo que quiere decir que durante la mayor
bitantes de la galaxia; que no siempre los distintos miem· parte del tiempo� las mujeres trabajaban junto con los
bros de una familia se adaptaban a vivir en la misma hombres. El trabajo era sobre todo intelectual: la cons·
comunidad. Hasta los amant es -.si puedo dar este nom · tante y devota tarea de mantener en orden la comunic a ·

bre a una relación que no reconocerían los shik.astianos ción entre el planeta y Canopus. Para los Gigantes el sexo
de hoy- teman que separarse a veces; y así lo hacían, por· no era un impulso poderoso; como lo entendían los Nati·
que la existencia misma de todos ellos dependía de la su· vos. La pulsión sexual, las atracciones y rechazos, el flujo
misión voluntaria al gran Todo, una sumisión, una obe· y el reflujo de las emociones , los transmutaban en ener·
diencia, que no significaba s ervidumbre ni esclavitud gías superiores; excepto cuando las utilizab an para pro·
(situaciones que no habían existido en el planeta y de l as pagarse.
que nada sabían) sino bienestar prosperidad y progreso.
, Entre los Nativos, cambio� se fomentaba la procrea·
en

Por entonces, las dos razas vivían juntas, sin ninguna ción; Ahora vivían alrededor de mil años, pero el planeta
clase de fronteras, aunque sin mestizaje, que era física· podía alimentar con facilidad a una población más nume­
mente imposible. La talla de los Gigantes no había rosa. Nunca se pensó en más de veinte millones, cifra que
aumentado desde la última misión: medían unos cinco se iría alcanzando mediante un c recimiento paulatino; en
metros. Los apenas Nativos les llegaban a la cintura. el curso de los siguientes milenios; no e s taba prevista nin­
Pero, en ese mismo intermedio, los Gigantes se habían di· guna expansión brusca. Se procedería a la edificación
versificado extraordinariamente en cuanto al color de la progresiva y cuidado sa de nuevas ciudades debidamente
piel, facciones y aspec to corporal Algunos eran negros, situadas en los nada escasos emplazamientos que cum·
de una tez tan oscura y reluciente como la de los primiti­ plían las leyes de la Necesid ad Los Nativos que lo de s ea
. ­

vos inmigrantes. En otros se encontraba toda la gama de ban, si eran considerados aptos por la opinión genera4
la canela. Los había de tez muy pálid a y a veces con ojos podían procrear varias veces en los cien primeros años de
azules, lo que inquietó y hasta asustó en los primeros ca­ vida. Lue go, aunque la ac tividad sexual continuaba,
sos. También el color de los nativos era muy variado, con como placer y factor de equilibrio, los mecanismos de re ·

c ab ello s de todos los matices entre el castaño y el negro. producción dejaban de funcionar y los Nativos entraban
El pelo que les había salido a lo s Gigantes, sin dud a a en un largo, vigoroso y dinámico período de madurez. La

48 49
Enfermedad Degenerativa, como hemos dado en lla­ nave exploraba la región, aunque con cautela, porque no
marla, no existía aún; las enfermedades degenerativas de queríamos atemorizar a nadie; y si llegaban a vernos ha­
naturaleza física, que más tarde serían comunes, tam­ bría complicaciones, pues seguramente pensarían que
poco habían aparecido. Tanto los Gigantes como los Na­ unos seres extraños habían capturado a un Nativo. No
tivos morían, por supuesto, en accidentes, o bien víctimas era fácil determinar con exactitud la naturaleza y la mag·
de las excepcionales infecciones de virus contra las que nitud del cambio, pero decidí que la más conveniente era
no tenían defensas. Los programas reproductivos se mo­ la Ciudad Cuadrada: la habíamos visto desde el aire; es­
dificaban cada vez que era necesario. taba a unos siete días de marcha de la costa, tiempo sufi­
Viajé a Rohanda en una de nuestras naves más rápidas, ciente para acostumbrarme al planeta. Ya había dicho a
sin pasar por la Zona Seis. Yo deseaba inspeccionar la mis compañeros que la nave podía regresar, cuando noté
Zona Seis, pero no antes de haber estudiado la situación que el aire había cambiado. Y de repente. Rehice mis me­
en el planeta, donde tenía que estar muy pronto y encar­ diciones. La Ciudad Cuadrada no me convenía. Di nuevas
nado. Se había decidido que esta vez me encamaría en un órdenes y despegamos otra vez, sin volar sobre las mis­
Nativo, no en un Gigante, pues iba a quedarme ayudando mas ciudades, sino más al sur, por encima de las Grandes
a los Nativos cuando los Gigantes se fuesen. Esta decisión Montañas, donde tenía que estar la estación transmisora
era acertada. Las demás parecían discutibles. Entendí de Shammat: yo ya la sentía. Me depositaron al este de la
más tarde que hubiera debido sacrificar otras considera­ región de los grandes mares interiores. Repetí mis medi­
ciones, y ponerme en seguida a trabajar. Pero necesitaba ciones y volvió a ocurrir lo mismo. Había elegido la Ciu­
aclimatarme. No podía aparecer en ninguna de las ciuda­ dad Oval, al norte del mar interior más cercano al polo,
des, cada una con sus vibraciones específicas, sin graves cuando una vez más cambió la atmósfera. Pero ya había
consecuencias. La diferencia entre Canopus y Rohanda ordenado a la nave que partiera. Para llegar a la Ciudad
era enorme, y ninguno de nosotros prescindió de un pe­ Redonda, mi nuevo destino, tendría que caminar varias
ríodo previo de aclimatación. Pero la situación era ya pe­ semanas. Y eso era demasiado tiempo.
ligrosa, y se agravaba demasiado de prisa. La Ciudad Redonda estaba emplazada en las altas me­
La nave se acercó por el noroeste, descendió hacia las setas, al sur de los grandes mares interiores. No era un
estribaciones de la masa continental, y sobrevoló las centro administrativo ni de poder, porque no había esa
montañas, las mesetas, y las llanuras fértiles y boscosas clase de lugares en Rohanda. Sin embargo, no sólo con­
· que más tarde se convertirían en inmensos desiertos de taba con el tipo de vibraciones adecuado, sino también
miles y miles de kilómetros cuadrados. Divisamos algu­ con una situación geográfica privilegiada, lo que facilita­
nas ciudades y tratamos de imaginarnos qué pensarían ría la rápida propagación de mis noticias. Además, gra­
los Nativos que al alzar casualmente los ojos vieran la es­ cias a la altitud y pureza del aire, sobreviviría a otras ciu­
fera cristalina que surcaba el cielo como un relám:pago, y dades cuando ocurriera lá catástrofe inminente. O eso
qué les contarían a quienes no nos hubieran visto. esperaba yo. Y esperaba también que no hubiese cambios
En aquel momento, yo no sabía por qué ciudad empe­ en la órbita del planeta que pudieran convertir la Ciudad
zar. Hice mis mediciones en el extremo oriental del conti­ Redonda en un sitio inhabitable para mí.
nente, no en las islas. Mientras tanto la tripulación de la Ante todo, tenía que resolver el problema del tiempo.

50 51
·.

Me acerqué a unos caballos que pacían en una ladera, y pero nunca excesivo, -era antes de los Acontecimientos
me detuve junto a ellos, clavándoles los ojos en una sú­ que lo alejaron un poco-, una luna por aque l entonces
plica silenciosa. Parecían nerviosos e indecisos, pero de más cerc ana y luminosa, brisas nuevas, frutas y nueces en
pronto uno de ellos se acercó a mí, como expectante. abundancia, arroyos frescos y claros. Así era el paraíso
Monté a horcajadas; le indiqué la dirección; y partimos al que atravesé durante días y noches, bienvenido en todas
trote hacia el sur. La. piara nos siguió. Recorrimos kilóme­ parteS; un amigo entre amigos. Hoy no es más que rocas
tros y kilómetros y yo empezaba a preocuparme por los y desierto, arenas y pizarras, con la contrahecha vegeta·
potrillas y los caballos jóvenes que nos acompañaban; y ción de la sequía y el calor calcinante. Sólo ruinas, allí
que al parecer disfrutaban de la aventura, pues echaban donde cada puñado de arena sustentó ciudades cuyos
chispas con los cascos, relinchaban y competían en velo� nombres nunca han oído los shikastianos de hoy y cuya
cidad, cuando no muy lejos divis é otra manada. El que en· existencia ni siquiera sospechan. La. Ciudad Redonda, en·
c abez ab a la cabalgata se ac ercó a los nuevos. Desmonté. tre tantas otras, se hundiría muy poco después en la dis­
Mi montura le explicó la situación a un caballo robusto y cordia y la nada.
vigoroso. El animal vino hacia mí y esperó; lo monté y Yo iba en todo momento vigilante, inspeccionando y
volvimos a partir. El relevo se repitió en varias ocasiones. escuchando; pero la influencia de Shammat era aún casi
Descansé muy poco, aunque alguna vez le pedí a mi cabal­ imperceptible, aunque ya empezaba a seritir, bajo las pro·
gadura que se detuviera; y dormí, con la cabeza apoyada fundas armonías de Rohanda, las discordancias de los
en el flanco de la bestia, a la sombra de un árbol. Así pasó días futuros.
una semana y comprobé que mis problemas habían desa­ Hubiera deseado que el camino no acabara jamás. �é
·
parecido. Era el momento de recurrir a mis piernas y mundo maravilloso era la antigua Rohanda. Nunca, en
avanzar más despacio. Agradecí a mis acomp añantes el ninguno de mis viajes y visitas, he recorrido una tierra tan
eficaz sistema de relevos, y ellos, luego de refregarme los agradable, tan acogedora, tan cautivante, con un encanto
hocicos por la cara, dieron media vuelta y se alejaron y una seducción naturales a los que uno tenía que sucum­
como un huracán hacia sus praderas. bir, como se sucumbe al hechizo inefable de una sonrisa,
Y luego� días y días de incesante caminar hacia el sur, o una risa, que parece decimos: «¿Te sorprende? Sí, soy
atravesando llanos :mcantadores, con árboles airo sos, ar­ única, un don superfluo, una prueba de la secreta genero­
bustos aromáticos y pastos resec os de color oro p álido y sidad de todo cuanto existe. >> Sin embargo, toda esa ma­
pájaros por todas partes, bandadas que son una sola enti­ ravilla pronto habría desaparecido para siempre, y cada
dad, con mente y alma, como los hombres, pese a estar uno de mis pasos por el suelo crujiente y tibio, y c ada uno
compuestas de muchas unidades. Animales por todas de mis ratos a la sombra de un propicio follaje, eran una
partes; fraternales y curiosos, que acudían a saludarme o despedida: adiós, Rohanda, adiós.
a prestarme ayuda"; a indicarme el camino o un sitio Oí la Ciudad Redonda antes de verla. Las armonías de
donde descansar. Más de una vez pasé un tórrido medio­ la redondez matemática se expresaban en un canto, una
día, o una noche, en conípañía de una familia de ciervos, leve melodía., una música que era la esencia misma de
al amparo de unos matorrales, o echado junto a unos ti· aquella ciudad. Fascinado, la sentí como una bienvenida;
gres, sobre rocas iluminadas por la luna. Un sol ardiente la mala influencia de Shammat aún no pasaba de ser una

52 53
vibración inquietante. Los animales, atraídos y retenidos minaban en el río ancho y tranquilo cuyos dos ramales
por la música, se habían congregado alrededor de la ciu· rodeaban la ciudad hasta confluir en el lago situadp en la
dad. Pastando, o echados bajo las frondas, parecían escu · cara sur, donde se separaban, uno hacia el este y el otro
char, maravillados y felices. Me senté a descansar a la hacia el oeste. Amarradas a las orillas, había toda clase de
sombra de un gran árbol, con la espalda apoyada contra embarcaciones pequeñas, esquifes y piraguas, para quien
el tronco, contemplando los claros y las alamedas a tra· necesitara utilizarlas; crucé el río y, al llegar a la margen
vés del encaje de las ramas; esperaba que algunos anima· opuesta, advertí que la música de las Piedras había cesado
les vinieran a mí, porque aquélla sería la última vez. Y vi­ y que ahora había silencio. Un silencio tan profundo que
nieron: una familia de leones no tardó en acercarse con absorbía el ruido de los pasos sobre la piedra, de las he­
pasos sigilosos, tres adultos y varios cachorros, y se echa­ rramientas de los artesanos y de las voces.
ron a mis pies. Por el tam3ño yo podría haber sido uno de Frente a la muralla curva, baja y blanca de los primeros
los cachorros, pues eran muy grandes. Los adultos des­ edificios, una gran franja de huertos rodeaba la ciudad.
cansaban con la cabeza sobre las patas delanteras y me Había allí hortelanos, hombres y mujeres, pero no les
miraban con ojos de ámbar mientras las crías corretea­ llamé la atención, pues de aspecto yo era como ellos. To­
ban y jugaban a mi alrededor. Me quedé dormido, y dos eran bien p arecidos, de rostros y miembros vigorosos
cuando reanudé la marcha, dos de los cachorros me y curtidos que las ropas, cortas y ligeras, casi todas azules,
acompañaron, forcejeando y revolcándose, hasta que no acababan de cubrir. El azul era el color más usado en la
una llamada de los adultos los obligó a volver. ciudad para las ropas, las colgaduras y los ornamentos, y
Los árboles empezaban a ralear. Separándolos de los reflejaba el color del cielo casi siempre despej ado de la
aledaños de la ciudad se alineaban las piedras. En mis mu­ meseta.
chos días a pie no había visto ninguna piedra; en cambio, No había en la Ciudad Redonda nada que no fuese
ahora se ordenaban en círculos y calles, piedras solitarias curvo. Era un círculo perfecto sin posibilidades de expan·
y grupos de piedras. Alrededor de las otras ciudades que sión, de límites inamovibles. El contorno de los muros de
había atravesado o circundado, había visto entre las pie­ los edificios exteriores formaba una circunferencia y los
dras los animales que se apiñaban a escuchar las armo­ muros laterales, como pude comprobar cuando me in­
nías, pero aquí, en los alrededores de la Ciudad Redonda, terné por un camino en arco, eran ligeramente curvos.
no había animales. La música, si se puede dar este nom­ No había techos planos; sólo cúpulas o bóvedas de delica­
bre a la profunda armonía que emanaba de las piedras, dos tonos de pastel -crema, rosa pálido, azul, amarillo y
era demasiado fuerte. Al mirar hacia atrás, vi que las ma· verde claro- que resplandecían a la luz del sol. Cuando
nadas de bestias estaban como contenidas por la invisible entré en la ciudad, me encontré en una calle flanqueada
barrera de las Piedras. Los pájaros, al parecer todavía no de árboles y jardines, que era también una circunferencia
afectados, me acompañaban en bandadas, sumándo sus perfecta No había muchos transeúntes. Vi un grupo de
.

trinos y silbidos a la sinfonía. gentes conversando en un jardín, y de nuevo me parecie­


No era agradable atravesar las Piedras y empecé a sen­ ron fuertes, sanas y despiertas. No eran menos robustos
tirme enfermo. Pero no había modo de eludirlas, puesto que quienes trabajaban el campo, lo cual sugería que no
que circundaban por completo la Ciudad Redonda. Ter· había escisión entre lo manual y lo intelectual. Pasé cerca

54 55
de ellos, los saludé y me saludaron. Admiré la tersura de Yo no estaba aún lo bastante aclimatado para empren•
aquellos rostros de piel atezada y brillante, y los grandes der mi ardua tarea, sentía una tristeza indomeñable. Me
ojos, casi siempre castaños, vivaces. Las mujeres tenían el senté un rato en el borde de un estanque con una fuente
pelo largo, entre moreno y aoba, y se lo peinaban de va·
c en el centro y miré a los niños, que jugaban confiados en­
rias maneras, adornándolo con hojas y flores. Todos ves­ tre los edificios, los corrillos de mujeres ociosas, los de
tían holgados pantalones y túnicas de colores azulados, hombres solos, los grupos donde conversaban hombres y
con algún to que blanco. mujeres, sentados, andando, yendo y viniendo . . Todo .

Atravesé un segmento de la ciudad y desemboqué en bañado en la luminosidad de la meseta, atemperada por


otra arteria curva, más transitada, flanqueada de tiendas, la profusión de manantiales, árboles y flores. Se respiraba
quioscos y tenderetes, que describía una circunferencia esa serena e intensa atmósfera de firmeza con que siem·
completa en el interior de la calle periférica, y era, del pre se me ha manifestado en todas partes -ciudades,
principio al fin, un mercado; y como todos los mercados granjas y comunidades de todos los planetas.. la ley de la
que yo había conocido, rebosaba de ajetreo y animación. Necesidad, el flujo y reflujo de las vibraciones de la
Otra hilera circular de edificios y otra calle, flanqueada Alianza.
por cafés, restaurantes y jardines. Todo un hervidero, la Y no obstante estaba allí, ínfima, apenas perceptiblé, la
multitud más sana y comunicativa que yo haya visto en disonancia: el principio del fin
mi vida. El buen humor contagioso, la afabilidad, pero sin Aún no había visto a los Gigantes; pero en alguna parte
gritos ni excesos, era la nota dominante. Pese al bullicio tenían que estar. No quería preguntar por ellos; para no
natural de toda muchedumbre, nada turbaba el silencio revelar mi condición de extranjero y alarmarlos prematu·
profundo que era el alma del lugar, su música interior, la ramente. Hacía rato que vagaba sin rumbo, cuando divisé
música que envolvía la ciudad entera en armonías. Nue­ a dos al fmal de una avenida. Me encaminé hacia ellos.
vos anillos de calles y edificios: me acercaba ahora al cen­ Eran dos machos de tez renegrida y lustrosa. Los dos ves­
tro, donde temía encontrar pompa y ostentación, los in­ tíanlas mismas prendas, holgadas y azules, que los Nati­
dicios infalibles de la Enfermedad Degenerativa. Pero vos, yparecían: concentrados en alguna tarea. Provistos
nada de eso: cuando alcancé la plaza central de la ciudad, de un instrumento desconocido para mí, hecho de ma­
donde se alzaban los edificios públicos, todos de piedra de� y un metal rojizo, medían las vibraciones de una co­
color oro pardo, sólo vi armonía y mesura. Imposible que lumna de piedra negra y pulida, en la intersección de dos
el niño a quien sus padres llevaran a conocer los palacios calles. La presencia de esa piedra negra; en medio de tan­
y las torres, el principal patrimonio de aquella ciudad, se tas de color oro oscuro como se veían por doquier, cau·
sintiese abrumado y anonadado, o se considerara a sí saba extrañeza pero no recelo, pues la superfiCie brillante
mismo una pobre criatura aterrorizada que ha de obede· reflejaba el azul de las ropas y los rostros negros y bruñi­
cer y respetar a la Autoridad. Una experiencia larga y do­ do s de los Gigantes que se movían alrededor.
lorosa me inclinaba a temerlo. Pero ocurría todo lo con­ He de confesar que en aquel momento yo estaba un
trario: nadie que recorriera aquellos edificios acogedores, poco preocupado por cómo me recibirían: en apariencia
de colores cálidos, advertiría otra cosa que intimidad y ar­ yo era un Nativo, y en las relaciones entre maestros y
monía entre las personas y el entorno. alumnos me atenía a las normas de la prudencia, y ade·

56 57
más mi oficio me obliga a menudo a ser desconfiado y es­ sar que verdaderamente me oprimía, a causa d e lo que
tar atento a los síntomas de la Enfermedad. Me detuve en tenía que decirles. Además, no me encontraba bien.
silencio a pocos pasos de ellos y me quedé mirando a las Había tenido que pasar algún tiempo en la Zona Seis,
dos criaturas gigantescas: me doblaban en altura y tenían hasta adaptarme. De pronto, me sentí desfallecer y los
los hombros dos veces más anchos. Cuando concluyeron Gigantes lo advirtieron. Antes de que me levantaran,
el trabajo, dieron media vuelta para marcharse y me vie· cosa que estaban a punto de hacer y que yo quería evi­
ron. Me saludaron con una inclinación de cabeza y una tar a cualquier precio, porque no hubiera hecho sino
sonrisa, dispuestos a seguir su camino, dando a entender despertar al niño tanto tiempo olvidado que había den­
que no creían que yo pudiera tener necesidad de ellos ni tro de mí, me senté en el zócalo de la columna, y desde
ellos de mí. ese punto de vista aún más bajo, miré las caras de
Cuando estuve seguro de que los Gigantes no me trata­ aquellos dos colosos, que parecían altos como árboles,
ban con condescendencia por ser un Nativo, les dije que y me obligué a decir: -Traigo noticias para vosotros.
era Johor, de Canopus . Malas noticias. -Nos anunciaron tu venida -me respon­
Ellos se quedaron mirándome. dieron.
No vi en sus rostros el encanto ni la calidez espontánea Reflexioné sobre lo que me decían, justificando ese
de las gentes que había encontrado en mi camino hacia el silencio con mi debilidad.
centro de la urbe. Sé que no es fácil sentirse cómodo con ¿De qué expectativas les habrían hablado? ¿Hasta
un ser de otra especie: hace falta un período de adapta­ qué punto los había informado Canopus?
ción, dejar atrás la sorpresa e incredulidad de un princi· Porque no todo cuanto p asaba por la mente de Ca­
pio. Pero era mucho más que eso. Los Gigantes, aunque nopus era inmediatamente transferido a la mente de
identificados con el espíritu canopiano, hacía muchos mi­ los Gigantes, ni viceversa. El sistema era a la vez más
lenios que no veían a un ciudadano de Canopus, ya que preciso y más e specífico .
nosotros confiábamos plenamente en los informes de La fase de Rohanda anterior a la Alianza había te­
aquellos escrupulosos administradores. Y de pronto se nido por objeto desarrollar en el planeta ciertas ener­
presentaba C ano pus en carne y hueso, hablando por gías -a falta de palabra mejor- mediante la simbiosis
boca de un Nativo. Al mismo tiempo, descubrí, para mi de Gigantes y Nativos, de tal modo que Rohanda, es
sorpresa, que no me sentía como un niño. El hecho de te­ decir la entidad física que era el planeta mismo, pu­
ner que levantar la cabeza para mirar a aquellas criaturas diera integrarse al Sistema Canopiano gracias a la com­
colosales reavivaba en los arcanos de la memoria ciertos binación Gigantes/Nativos. Durante dicha fase, que
impulsos olvidados . Quería que me tomaran de la mano y fue inesperadamente corta, hubo poco intercambio
me la retuviesen, que me protegieran, que me alzaran mental entre Canopus y Rohanda; los contactos ocasio­
hasta aquellos rostros bondadosos, y que me dieran nales y los momentos de comunicación nunca fueron
afecto y consuelo, sabiendo, ·por otra parte, que yo no ne­ seguros y fidedignos ni merecedores de mayor aten­
cesitaba ninguna de esas cosas . . . Así que sentí vergüenz a ción y elaboración.
y hasta indignación. Y aquel conflicto entre los distintos Cuando se instauró la Alianza, las energías, las vibra­
estratos de mi memoria no hacía más que ahondar el pe· ciones (como se las quiere llamar, ya que todas las pala-

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bras son aproximaciones inexactas) de Rohanda se fusio· tica, pues crecía y se modificaba de acuerdo con las fluc·
naron con las de Canopus, y a través de Canopus con to· tuaciones de la irradiación. Si un individuo deseaba en­
dos los astros filiales, planetas y estrellas. trar en contacto con otro, se procedía a una escrupulos a y
Pero esto no quiere decir que en el mismo momento de perfecta «sintonización», tras lo cual se comunicaba exac·
establecerse la Alianz a la mente delos Gigantes se fusio­ tamente lo que se había decidido comunicar, nada más y
nara de manera instantánea, total y permanente c on Cano· nada menos. Por consiguiente, si bien los Gigantes eran
pus. A partir de entonces, Rohanda pasó a ser un ele· un elemento de la cemente» de Canopus, nunca sabrían
mento del Sistema Canopiano, pero no se trataba de una nada que Canopus no quisiera que supiesen. Por otra
situación definitiva, de un hecho consumado. La supervi­ parte, las condiciones no siempre convenían al intercam·
vencia de la Alianza dependía de trabajos y cuidados con­ bio de <<pensamientos». Hubo, por ejemplo, un período
tinuos. De la colocación y la vigilancia de las Piedras, en de más de c ien años durante el que no fue posible inter­
primer lugar, porque era necesario hacer correcciones cambiar informaciones específicas, a causa de las interfe­
constantes, pequeñas, pero numerosas en una tarea ar· rencias de un sistema solar próximo. El intercambio de
dua y absorbente. Luego, la construcción de las ciudades. estímulos prosiguió, pero se prohibieron las corrientes
Cada vez que se creaba y mantenía una nueva entidad más sutiles hasta que la estrella de marras volviera a su si·
matemática, la Alianza se consolidaba; pero teníamos tio en la rueda del firmamento.
que vigilar y ajustar todas las ciudades, s iempre con el -¿Teníais algún motivo para medir las vibraciones de
auxilio de los Nativos, a quienes se enseñaba cuanto era la columna? -pregunté al fin.
necesario, tan pronto como estaban en condiciones de -Sí.
aprender. Y se les enseñaba, sobre todo; a observar la -¿Habéis notado alguna anomalía?
evolución de la propia especie, a impulsarla y corregirla -Sí.
de continuo, de modo que siempre estuviese en armonía, -¿Y tenéis alguna idea de cuál puede ser la causa?
en fase, con Canopus, con las <<vibraciones>> de Canopus. -Como se comprenderá, yo estaba impaciente por nom-
Rohanda recibía en todo momento la irradiación de brar a Shammat, pues de lo que me contasen depende­
energía canopiana e irradiaba a su vez, hacia Canopus. rían en gran parte nuestros planes para el futuro. Sin em­
energías nuevas y cada vez más fuertes . Con este inter· bargo, mientras buscaba la forma de abordar el tema, me
cambio de emanaciones, preciso y controlado, se favore­ di cuenta de que ese problema era todavía remoto y se·
cía el je tivo primordial de la galaxia:
ob la generación de cundario. Atenazado una vez más por una sensación de
Hijos e Hijas del Gran Proyecto. urgencia, vencí mi flaqueza, me levanté a duras penas y
Pero estos sustanciales intercambios eran infinita· los miré de frente.
mente variados y variables. Que Rohanda y Canopus -Nos anunciaron la venida del Emisario Johor y nos di­
compartieran una «mente » no significaba que cada pen ­ jeron que mientras tanto nos preparásemos para afron·
samiento que apareciese en una cabeza se convirtiera al tar una crisis.
instante en propiedad de todos. Lo que se compartía era -¿Nada más que eso?
una disposición, una base, una trama, una red o matriz, -Nada más.
una pauta de propiedad común; y que tampoco era está· -Lo que quiere decir que en Canopus están más alar·

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mados que antes por la presencia de enemigos que inter­ -¿Necesitas tal vez descansar? -me preguntó uno de
ceptan nuestras transmisiones -dije. Hablé con vehemen­ ellos.
cia y hasta con desesperación, mirando primero a uno y -No, no, no -exclamé, tratando una vez más de co­
luego a otro. municarles el sentimiento de urgencia que me domina­
No se inmutaron. La palabra «enemigo» pasó de largo, ba-. No, necesito hablar con vosotros. Os explicaré de
inadvertida. Y eso era una debilidad, una debilidad de la qué se trata y vosotros informaréis a los demás. '1 '
que nosotros, Canopus, éramos responsables. Noté que por fm empezaban a comprender que ocu­
Pero al denunciar un defecto, y un defecto grave, tam­ rría algo terrible. Una vez más vi cómo se ensimisma­
bién he de hacer constar, en nombre de la verdad y en ban, juntando fuerzas. Había entre ellos un entendi­
justo recuerdo a todos los implicados, cuán extraordina­ miento perfecto, sin que necesitaran recurrir a adema­
ria era esta especie, la de los Gigantes, que muy pronto nes, o intercambiar miradas o gestos significativos.
dej aría de existir, al menos en aquella forma. Pero no era Delante de nosotros la avenida arbolada se prolon­
extraordinaria por la belleza física, la estatura ni la fuerza. gaba en una curva y descendía hasta un grupo de altos
Yo había trabajado otras veces con razas de grandes di­ edificios blancos.
mensiones y no siempre la talla va acompañada de ciertas -Será mejor que convoquemos una asamblea de Diez
cualidades. Los Gigantes eran distintos, de una largueza, -dijo uno, y sin más echó a andar a trancos largos y en
una magnanimidad, una amplitud de miras y una clarivi­ un momento estaba ya al final de la avenida; la figura
dencia muy superiores a las de la mayoría de las otras es­ inmensa no desentonaba con los edificios a que iba
pecies protegidas. acercándose.
La sensibilidad de estas criaturas, contenida y pro­ -Me llamo Jarsum -dijo mi compañero y echamos a
funda, era como el silencio profundo de la atmósfera de andar. Jarsum iba despacio y se detenía y me esperaba,
aquella ciudad. Tenían toda la fuerza vital, serena y ca­ mientras yo lo s eguía a todo lo que me daban las pier­
llada, propia de una función que consistía y consiste en nas, pero él no caminaba con paso forzado, y com­
dar lo mejor de uno mismo. También los ojos, grandes, prendí que los Gigantes y los Nativos estaban acostum­
de mirada vivaz, penetrante y a la vez pensativa, expresa­ brados a andar juntos y se habían adaptado, unos y
ban ese vínculo, esa comunicación con poderes muy su­ otros, a esa forma de coexistencia amistosa.
periores, inaccesibles e inimaginables para la mayoría de Vistos de cerca, los edificios de los Gigantes eran sin
las criaturas. No quiero decir que los Nativos no fuesen, a duda altos, pero no opresivos; sin embargo, cuando en­
su modo, seres notables; también ellos eran observadores tramos en uno de ellos sentí que se me encogía el cora­
y reflexivos, y sobre todo mostraban un buen humor cá­ zón, pues el cilindro parecía elevarse hasta el infmito
lido y espontáneo. Pero en los Gigantes había muchas por encima de mi cabeza, y las sillas y asientos eran
más cosas y mucho más sutiles . Volví a escrutar aquellos casi de mi altura. Jarsum se dio cuenta, y por medio de
rostros espléndidos, con reconocimiento: de aquellos un instrumento ordenó que trajesen una silla, una
hombres emanaba la misma vibración, la misma nota, mesa y una cama para Nativos y las instalasen en una
que de los mejores de Canopus. Y supe que de tales criatu­ habitación especial, más pequeña. Aun así, cuando fui
ras sólo cabía esperar Justicia y Verdad. Así de simple. a ocuparla y vi los muebles en aque lla estancia de pro·

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porciones gigantescas, el efecto me pareció casi cómico. Y para los Nativos ni siquiera había mensaje de espe·
El gran salón donde estábamos era la sala de reuniones ranza, a menos que llamemos así al anuncio de que en un
de los Gigantes. Poco después ya había diez Gigantes. Re· futuro remoto habría una remisión: la evolución volvería
nunciando a sus asientos de costumbre, se instalaron en a comenzar... al cabo de siglos y milenios.
el suelo y a mí me acomodaron sobre un montón de man· La razón de ser, la función, la utilidad de los Gigantes
tas dobladas, de manera que nuestros rostros estuviesen era ayudar a que los Nativos evolucionasen. Pero los Nati·
a la misma altura. Luego esperaron a que yo hablase. Pa· vos, hermanos de los Gigantes, de la misma hechura, es·
recían preocupados, pero nada más. Mientras veía a mi taban condenados a degenerar... Los Gigantes eran el
alrededor a aquellas criaturas soberbias e imponentes, mellizo sano, el más vigoroso, el que se salvaría en una
pensé que nadie, por muy pertrechado que esté contra operación que mataría al otro.
los golpes inesperados, deja de sentirlos cuando llegan. Y Todo eso tenía que decirles.
que tenía que proceder con prudencia, paso a paso, in· Lo dije.
cluso con semejantes criaturas. Y esperé a que lo asimilaran.
Tenía que decirles que la historia de los Gigantes había Recuerdo mi situación, ridículamente encaramado so·
terminado. Ya no tenía sentido que se quedaran en el pla· bre la pila de mantas, sintiéndome un pigmeo, mientras
neta. Que la larga evolución que tan magníficamente ha· les miraba las caras y en especial la de J arsum. Ahora que
bían encauzado -y que según ellos acababa de empezar­ nuestros rostros estaban a la misma altura, veía que él era
había tocado a su fm. Como individuos, había un futuro, distinto de los otros. Era un hombre de facciones enérgi·
para ellos, pues serían trasladados a otros planetas. Pero cas, de pómulos protuberantes y bien formados, y ojos
no tendrían la misma existencia ni desempeñarían el pa· oscuros y luminosos bajo el arco en relieve de las cejas.
pel que se les había enseñado. Era un hombre de inagotables energías, físicas y menta·
A la gente se le puede anunciar que van a morir, y lo les. Pero se debilitaba a ojos vistas. Como todos los de·
aceptarán. Porque saben que la especie seguirá exis· más. No porque les faltase entereza, no; todavía eran in·
tiendo. Los individuos podrán morir, incluso por razones capaces de semejante desobediencia a las leyes que nos
absurdas y arbitrarias; la especie perdurará. Pero que gobernaban. Pero mientras repasaba sus rostros, uno tras
toda una especie, una raza, tenga que desaparecer o so· otro, con admiración y temor, los veía empequeñecerse
portar un cambio decisivo, eso no es comprensible, no casi imperceptiblemente. Estaban perdiendo fuerzas. Me
puede admitirse ni aceptarse sin una conmoción total del pregunté si estarían captando ese momento en Canopus
yo más profundo. y sabrían que yo había cumplido m! misión. Sólo en
Reconocerse a sí mismo como individuo, es la esencia parte; pero al menos lo peor ya había pasado.
misma de la Enfermedad Degenerativa; de ahí que el Im· Esperé. Había que darles tiempo para que digirieran lo
perio Canopiano nos enseñe a que estemos en armonía que yo acababa de anunciarles. Y el tiempo pasaba,
con el plan, con las fases de nuestra propia evolución. Lo pasaba...
que yo tenía que decirles iba a herirlos en lo que a todos Nadie decía una palabra. Al principio achaqué el silen·
nos es más caro, pues no encontrarían ningún consuelo cio al dolor que les causaba la noticia, pero no tardé en
en mis palabras: En cuanto individuos sobreviviréis. comprender que aguardaban a que sus pensamientos lle·

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garan a las mentes de todos los Gigantes de la Ciudad Re· ojos eran prodigiosos, de un azul vivísimo y resplande·
donda, y desde allí -más atenuados desde luego, más va· dente, el azul del cielo de Rohanda. Como todos los Gi·
gos, quizá reducidos a una impresión de alarma, de ma· gantes, tenía muy poco pelo, pero el suyo parecía un leví·
lestar, de peligro- a las mentes de los Gigantes de las simo vellón de oro claro. De las yemas de los dedos le
otras Ciudades Matemáticas. Aquel cilindro vertical nacían unas largas excrecencias córneas, como las de los
donde estábamos, era una cámara de transmisión, Nativos, que antaño habían tenido garras y zarpas. Me
proyectada para emitir las vibraciones de entre diez y asaltaron unas inquietantes reflexiones genéticas; pero
doce Gigantes. Podían ser diez cualesquiera, hombres o ¡qué no sentiría ella! Era un ser tan exótico en medio de
mujeres, pero tenían que estar adiestrados, por lo que aquellos hombres de tez parda o renegrida y ojos casta·
esta labor no era encomendada a los muy jóvenes. ños o grisáceos. Tenía que sentirse excluida, una extraña.
El modo en que se llevaban a cabo estos trabajos de Y además era de una apariencia demasiado endeble, que
transmisión parecía una réplica de los intercambios entre no podía ser efecto de lo embarazoso y penoso del trance,
Canopus y Rohanda. sino parte natural de ella misma. No tenía, de ningún
Un entramado, o base, permitía la transmisión de noti· Ill()do, la vitalidad desbordante, siempre a flor de piel, de
cias precisas, pero esto necesitaba de una preparación, un los Gigantes. No, para ella todo suponía sin duda un es·
reordenamiento de los materiales. Pero no todo lo que fuerzo. Advertí que sólo ella entre todos los presentes pa·
ocurría en la mente de uno o diez individuos deliberada· recía realmente afectada por lo que yo acababa de decir.
mente juntos alcanzaba en seguida de modo automático Miraba inquieta en torno, suspiraba de continuo, y se
las mentes de los otros Gigantes de la misma ciudad y de mordía los finos labios rojos. Y aquellos labios eran algo
las otras ciudades. como yo no había visto en mi vida: parecían una herida.
Mientras estábamos allí reunidos, observamos los dis­ Pero hizo un esfuerzo y se recobró; irguió el torso, se
tintos efectos. En primer lugar, en el plano de las emocio· apoyó contra la pared y se alisó con la mano la suave tela
nes, si es ésta la palabra adecuada para designar unos sen· azul de los pantalones. Extendió los dedos, largos y deli·
timientos mucho más elevados que lo que más tarde se cados, sobre las rodillas, y pareció que se resignaba.
entendería en Shikasta por emoción. Luego, una vez prepa· Cuando consideré que el ambiente era favorable, pro­
rado el terreno, se ampliarían las noticias. seguí diciendo que la causa de la crisis era una inesperada
En tanto, yo era todo ojos... Entre aquellas diez perso· desarmonía de los astros que sostenían a Canopus. Noté
nas me había llamado la atención una mujer que, según una reacción de inquietud, reprimida, y de protesta, tam·
los habituales cánones canopianos, habría sido y seguía bién reprimida.
siendo una anomalía genética. Medía un palmo largo (de Todos somos hijos de las estrellas y de las fuerzas que
los suyos) más que los otros y la carne se le hundía entre las mueven; las estrellas forman parte de nosotros y noso·
los huesos largos y frágiles. La piel, fría y de una palidez tros de ellas; juntos nos movemos en una rueda de la que
mortal, tenía reflejos grisáceos y azulados. Nunca, en nin· nunca y por ninguna razón podremos sentirnos al mar·
guno de mis viajes, había visto yo una tez de esa colora· gen. No obstante, cuando los Dioses hacen explosión, se
ción; al primer momento me resultó repulsiva y luego fas· descarrían, se disuelven en volátiles nubes de gas, se con·
cinante, sin acertar a saber si me repelía o me atraía. Los traen, se dilatan o bien se someten a cualquier otro avatar

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que el destino les imponga. Entonces las pequeñas partí­ nos ánimo unos a otros, mientras pensábamos en el fu.
culas que constituyen su sustancia, minúsculas como son, turo. Los ruidos de la ciudad parecían distantes, como
pueden, no diré protestar, lo que sería impropio de la po· ahogados por el silencio y las proporciones del edificio.
sición que ocupan en el universo, pero sí dar a entender Durante un rato, dos niños Gigantes estuvieron jugando
que conocen la ironía; sí, a veces pueden permitirse en el patio soleado, llamándose a gritos y riendo, con una
-siempre con respeto- una mínima mueca de ironía. alegría que contrastaba dolorosamente con nuestro es­
A los Nativos hasta eso les estaba vedado, pues no eran tado de ánimo; pero pronto la Giganta blanca y frágil les
capaces de interpretar esos acontecimientos, y no podían hizo una señal y se fueron.
actuar y pensar como los Gigantes. No, las principales Por último Jarsum dijo que había oído bastante ese día y
víctimas de aquel desliz celeste, de aquella calamidad im­ que era pteferible dejar el resto para mañana. Discutirían
prevista, de la alteración de las órbitas de los astros, no lo entre ellos sobre el mejor modo de hablar con los Nativos,
entenderían, ni siquiera para menéar la cabeza con resig­ si había que decirles algo. Mientras tanto, allí estaba mi ha­
nación, morderse los labios y murmurar: «¡Claro, a ellos bitación, amueblada, esperaban todos, para que me sin­
les viene bien, me imagino!» 0: «¡Ya empezamos de tiera en ella lo más cómodo posible. Podía, si lo deseaba, sa­
nuevo! ¡Pero nosotros no tenemos derecho ni a quejamos!» lir de paseo, o hacer lo que se me antojase. Y la comida se
No es justo que a los Señores de la Galaxia -ellos que se servía a tal hora ... Ah, y todos los cumplidos, los más ama­
desplazan en ondas astrales, por el tiempo astral, sobre bles y corteses. Pero yo tenía el corazón destrozado. No
perspectivas planetarias- les sorprenda la leve sonrisa puedo dejar de decirlo, a pesar de la trivialidad de estas pa·
irónica de sus protegidos, un suspiro ante el contraste en­ labras. Porque eso era lo que sentía: desolación, vaciedad,
tre los eones de esfuerzo, la ardua lucha cuesta arriba que y un desconsuelo inexpresable; y esas emociones me ve­
la vida puede llegar a parecer, por no hablar de la larga nían de los Gigantes, que sentían todo eso y más.
evolución de una cultura, y la exclamación casi desen­ A la mañana siguiente me convocaron a otra reunión
vuelta, en apariencia al menos: «¡Pero nosotros no había­ en la sala de transmisiones. Allí me esperaban diez Gigan­
mos previsto esta explosión radiactiva, esta colisión pla­ tes, y aunque no eran los mismos de la víspera, no tuve
netaria!» O bien: «Pero si nosotros, comparados con las una impresión de extrañeza.
Majestades superiores en las que estamos incluidos, Ahora, cuando los Gigantes se fuesen, ¿cómo afectaría
como vosotros estáis incluidos en nosotros, sólo somos el hecho a las expectativas de los Nativos, con tanto celo
criaturas insignificantes, obligados, al igual que vosotros, estimuladas y orientadas? ¿En qué aberraciones y perver­
a sometemos...» siones podrían caer? ¿Y qué sería de los animales del pla­
Dije al comienzo de este informe que hasta ese se­ neta, de los que hasta no hacía tanto tiempo los propios
gundo viaje yo no había vuelto a pensar en mi primera vi· Nativos sólo eran una variedad? Según habíamos pla­
sita. Cada vez que el recuerdo me rondaba, tratando de neado, los Nativos se encargarían de ellos y los cuidarían,
revelarse, yo le cerraba el paso. Jamás en mi larga carrera velando por que las aptitudes y cualidades de cada espe­
en el Servicio Colonial he tenido que hacer nada peor. cie concordaran y armonizaran con las necesidades de la
No recuerdo cuánto tiempo estuvimos, si medio día o Alianza. ¿Con qué ojos verían ahora a esos animales?
un día, todos allí sentados, mirándonos, queriendo dar- ¿Cómo los tratarían?

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Y mientras estas reflexiones se abrian paso en noso­ Estaba presente Jarsum, pero, una vez más, no conocía
tros, yo sentía la necesidad, de pronto imperiosa, de men­ a los otros. Nos instalamos como en las sesiones prece­
cionar a Sh ammat. Tan fuerte era el impulso, que me ex­ dentes; yo estaba decidido a sacar el tema de Shammat y
trañaba que ellos no abordaran el tema de Shammat. Y lo hice, en seguida, con estas palabras: -Tengo algo más
creo que la atmósfera de incomodidad y tensión, y hasta que deciros, algo mucho peor; peor desde el punto de
de recelo, que empezaba a invadimos era un indicio de vista de los Nativos, si no para vosotros. Este planeta
que el tema estaba a punto de aflorar. Pero no. De mo­ tiene un enemigo. ¿No lo sabíais?
mento yo tenía que dejarme guiar por ellos, atenerme a Silencio. Una vez más la palabra «enemigo)) pareció
lo que me indicaran y decidieran. Pronto levantaron la se­ resbalar sobre ellos, desvanecerse en la atmósfera de la
sión y de nuevo me despidieron con mil cortesías. sala. Se diria, simplemente, que no encontraba donde po·
Esta vez acepté la invitación de pasear a mi antojo y sarse. Era desconcertante, para alguien que ha pensado
volví a los sectores de la Ciudad Redonda donde esperaba siempre en términos de equilibrios de fuerzas, de triunfos
encontrar a algunos Nativos. Allí todo parecía floreciente tácticos, de tratados y transacciones en relación con los
y normal. Yo iba de grupo en grupo y conversaba con malvados de la galaxia, encontrarse de pronto entre gen­
todo el que tenía tiempo para hablar conmigo. Al princi­ tes que nunca han pensado en términos de hostilidad, y
pio dije que venía de la Ciudad de la Medialuna, pero menos aún de perversidad.
pronto descubri que los viajes entre las dos ciudades eran Recurri al humor: -¡Pero tenéis que saber, al menos,
frecuentes, y no quise exponerme. Me enteré luego de que los enemigos existen! ¡Y que a veces aparecen! En rea·
que había una ciudad ovoide en el norte, tan distante que lidad, sierp.pre están activos. En nuestra galaxia hay fuer­
la visitaban rara vez, y de la que hablaban como nosotros zas malignas muy poderosas ...
podemos hacerlo de los confines de la galaxia; dije enton­ Por primera vez, noté que se miraban unos a otros, re·
ces que venía de allí e inventé historias fascinantes de gla­ flejo instintivo que es siempre síntoma de debilidad. Cada
ciares y tormentas de nieve. De este modo pude unirme uno de ellos trataba de leer en el rostro de los demás qué
naturalmente a las conversaciones. Q!Jeria saber si estas podía significar la palabra «enemigo)). Y sin embargo, los
gentes se daban cuenta de la presencia de Shammat, si ha­ primeros informes, al menos en los comienzos de nues·
bían oído historias sobre acontecimientos aciagos, si no tros experimentos en Rohanda, hablan de rumores sobre
se sentían enfermos o al menos más débiles. No descubri la presencia de «espías)), y quien dice «espía)) dice «ene·
nada significativo hasta que una mujer, sentada en un migo)), aun entre gente ingenua.
banco de la plaza principal con dos niños pequeños, refi· Comprendí que los Gigantes pertenecían a una especie
riéndose a lo mucho que se peleaban, dijo que estaban que, por alguna razón, no podía entender la palabra «ene·
<<muy quisquillosos estos días)). Tampoco era un gran in· migo)). Y me costaba creerlo. Nunca, en ningún otro pla­
dicio. Me sentía deprimido e irritable, pero no me falta­ neta, había tenido una experiencia semejante.
ban motivos, así que volví a mi habitación de muros colo­ -Cuando me dijiste, Jarsum, que estabais vigilando esa
sales, a cuyos pies se acurrucaban, diminutas, mi cama y colonia, que sospechabais que algo andaba mal, ¿a qué te
mi silla; y casi en seguida me llamaron a la sala de trans­ referias?
misiones. -Las corrientes eran irregulares -me respondió al ins-

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tante, con toda la seriedad y la lucidez de que era capaz-. conservarse como hasta entonces. De todos modos,
Lo notamos hace algunos días. Siempre, claro está, hay li· cierta cantidad de energía canopiana -muy exigua, pre­
geras variaciones, y a veces hasta interferencias. Pero nin­ caria- continuaría fluyendo hacia Shikasta; el planeta no
guno de nosotros recordaba haber visto antes este tipo de moriría del todo. Pero hasta ese hilo de energía estaba
variación. Un tipo nuevo. Tú nos lo has explicado. agotándose. Sí, por obra de Shammat. No, no sabíamos
-Pero es que hay más, algo que aún no os he dicho. cómo, y necesitábamos descubrirlo en seguida.
De nuevo hubo un revuelo de inquietud general, ape· Creíamos que un mantenimiento mínimo sería posible
nas perceptible, cambios de postura, y ligeros suspiros. y que el «jardín» no desaparecería por completo. Pero,
Luchando contra esa resistencia, les resumí breve· para hacer planes y emprender algo, necesitábamos sa­
mente la historia del Imperio Puttiora y de su colonia ber todo cuanto fuera posible sobre la naturaleza de nues­
Shammat. tro enemigo.
No es que no me escucharan, sino que parecían incapa­ Ninguna respuesta. Por lo menos, ninguna que me sir­
ces de escuchar. viera.
Repetí la historia e insistí. Shammat, les dije, tenía, -Ante todo -insistí-, cuanto más degeneren los Nati­
desde hace algún tiempo, agentes en este planeta. ¿No vos, cuanto más se debiliten y pierdan entidad, tanto me­
habían oído hablar de la presencia de seres extraños? ¿Ni jor para Shammat. ¿Os dais cuenta? Cuanto más se dete·
de actividades sospechosas? riore el intercambio entre Canopus y Shikasta, tanto
Los ojos dejarsum se pasearon por el recinto. Encon­ mejor para Sh ammat. ¡Viene a ser lo mismo! Shammat
traron los míos. Se desviaron. no soporta lo noble, lo puro, lo bello. Para Shammat son
-Jarsum -le dije-, ¿ninguno de vosotros recuerda que veneno. En el pasado, el nivel de la Alianza fue demasiado
vuestros antepasados, incluso vuestros padres. creían en elevado para Shammat. Pero ellos están al acecho, aguar­
la posible existencia de elementos hostiles en el planeta? dan un momento propicio, preparados para que la
-Los territorios del sur cooperan con nosotros desde abyecta naturaleza shammatiana hinque los dientes en
hace muchos años. la sustancia de la Alianza. Ya nos están robando energías,
-No, no me refiero a los territorios sirianos. nutriéndose con ellas, cebándose y ensoberbeciéndose.
Otra vez suspiros y agitación. Pero esto no es nada comparado con lo que ocurrirá si no
Procuré ser lo más breve posible. hacemos algo. ¿Comprendéis?
Dije que el planeta, bajo la influencia nueva de ciertas Pero ellos no comprendían. No podían comprenderlo.
estrellas, iba a quedar de improviso, por así decir, sin No eran capaces de entender ideas de robo y de parasi­
combustible. Sí, sí, ya sabía que les había dicho todo eso. tismo. <zyizás había habido una falla en la estructura ge·
Pero Shammat se había enterado y estaba interceptando nética; en verdad nadie podía explicarse semejante cam­
las fuerzas y corrientes. bio. De todos modos, comprendí que era inútil que yo les
Rohanda, la actual Shikasta, la quebrantada, la herida, hablara. Al menos, de esta cuestión. Y tendría que reno­
era como un jardín maravilloso, alimentado por las aguas var mis esfuerzos.
de un manantial inagotable. Pero pronto se descubrió Lo primero que hice fue dedicar un tiempo a Jarsum,
que esas aguas no eran inagotables. El jardín no podría una vez levantada la sesión, tratando de convencerlo. Oh·

72 73
tuve de él toda clase de ayuda e información, excepto so­ debajo de mi túnica, atada a la parte alta del brazo.
bre un tema. Luego se me aclararon las ideas, y comprendí que, en
Las sesiones de transmisión continuaban. Eran siem­ efecto, había cambiado sin enterarme. Me daba cuenta
pre iguales. Se proponía un tema, sobre el que pensaban de que muy pronto sería el único en Shikasta capaz de
todos los participantes, y luego seguía una breve discu­ pensar y actuar racionalmente.
sión o bien un ininterrumpido silencio. El tema, a medida ¡Y sin embargo los Gigantes ignoraban lo que ocurría
que se traducía a ideas e imágenes en la mente de cada Gi­ y mandaban en todo!
gante, iba perfeccionándose y enriqueciéndose, y ese Observé que no todos los Gigantes estaban afectados
complejo de pensamientos era lo que se irradiaba a los Gi­ por igual: algunos se conservaban aún lúcidos y respon­
gantes de las otras ciudades. sables. Jarsum, por desgracia, no era uno de éstos. Había
Yo no dejaba de insistir en la urgente necesidad de en­ sucumbido casi de golpe. Yo no sabía explicármelo ni
viar mensajeros que confirmaran y completasen las noti­ tampoco lo intenté. Me ocupaba de las cuestiones prácti­
cias que se transmitían. ¿Cómo podíamos saber si la cas y no me cansaba de pedirles que entraran conmigo
fuerza de las corrientes se·guía siendo la misma? Quería en la cámara de transmisión, donde parecían más lúci­
que enviasen a los individuos más rápidos y que corrieran dos. En una de esas sesiones me di cuenta de hasta qué
durante todo el trayecto. Pero me topaba con una especie punto el cambio había sido dr;ístico y verdadero. Las se­
de muro, una barrera inexpugnable. Jamás habían tenido siones se desarrollaban como antes, pero el desasosiego
que hacer las cosas de esa manera, decían. era mayor, y había momentos en que todos parecían ex­
-Sí, pero ahora las cosas han cambiado. traviados, con la mirada vidriosa y errática, hablando
No, ellos preferían esperar. sin ton ni son. Luego, una mañana, uno de los Gigantes
Y yo no conseguía que me atendieran. anunció de repente en tono provocador que él, al me­
Entonces recibimos de Canopus la noticia de que la nos, había decidido quedarse en el planeta, y no partir
nave espacial que se llevaría a los Gigantes no tardaría en con los demás. Hizo todo un alegato, como si estuviera
llegar, en fechas y lugares precisos, a las cercanías de las en un debate, lo que extrañó tanto a los Gigantes que de
grandes ciudades. pronto todos recuperaron el juicio. Mi amigo J arsum,
-Jarsum, tenemos que damos prisa. No podemos se­ por ejemplo, se recobró bruscamente, y vi que volvía a
guir esperando.. . ser el de antes, detrás de los magníficos ojos que había
Pero Jarsum se había vuelto obstinado y hasta suspicaz. tenido siempre. Otro Gigante tomó la palabra contradi­
Supe entonces que el mal había comenzado. Los Gigan­ ciendo al primero, más por la satisfacción de oponerse
tes estaban afectados. Ya no eran los de antes. que por defender el abandono del planeta. El primero
Y si ellos lo padecían, era muy probable que también replicó a voz en cuello que era «más que evidente» que
yo.. . Y en verdad, a ratos sentía vértigos. Sí, y a veces me sería estúpido marcharse. Jarsum se debatía, en una lu­
parecía despertar después de un intervalo de confusión y cha interior, tratando de devolver a la asamblea una ol­
oscuridad mental. vidada solemnidad. Otra voz entró en liza. Yo veía en el
No contaba con tener que hacerlo tan pronto, pero sa­ rostro tenso de Jarsum y en su mirada atormentada que
qué la Signatura de donde estaba escondida y la oculté aquello era demasiado para él; y de pronto cedió y sumó

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su voz a las de los otros en una algarabía de balbuceos dis· Les dije que la Desobediencia al Gran Proyecto era
cordantes. siempre, y en todas partes, el primer signo de la Enferme·
Y de esta forma, literalmente «de un momento a otro», dad Degenerativa... y busqué a mi alrededor los rostros
sobrevino el derrumbamiento de Shikasta. Del exterior nobles y los ojos comprensivos, que ya no lo eran, pues
.
llegaban voces airadas, discusiones, gritos de niños que los rostros sólo reflejaban terquedad y presnnción, y los
reñían, una batahola de disputas y discordias. Dentro, ojos sólo incertidumbre.
todo era agitación y tumulto. Con los torsos inclinados Los días siguientes hubo luchas constantes entre las
hacia adelante, tratando de captar la mirada de los otros, facciones, disputas y gritos airados.
los Gigantes gesticulaban y se interrumpían� Había dos Yo procuraba estar en todas partes, con mi Signatura
bandos, un grupo que con expresión descompuesta toda· escondida. Recurriendo a todas mis energías, conseguí
vía se empeñaba en conservar la dignidad, y los otros, los transmitir a la nave canopiana que no esperasen deseen·
que habían sucumbido, con Jarsum a la cabeza, quien der y encontrar a los Gigantes listos para embarcarse y
ahora gritaba, como un niño, que «ya podían mandar to· partir: la situación había tomado un cariz muy diferente.
das las naves espaciales que les diera la gana, que a él, a Tendrían que venir dispuestos a entrar en cada ciudad, a
Jarsum, no se lo llevarían de allí». Y poco después tam· discutir y persuadir, y a capturar por la fuerza, si era nece·
bién sucumbía el grupo que se había mantenido firme. sario. Los Gigantes se oponían de tal modo a mis transmi·
Entonces intervine. Cerré el puño sobre la Signatura y siones que temí que nada pudiera llegar con nitidez. Más
a ella me remití. Les dije que quienes se negaran a partir tarde supe que habían captado lo más importante. Y en la
incurrirían en Desobediencia. Por primera vez en su his· mayor parte de las ciudades, especialmente en las de la
toria desacatarían la Ley Canopiana. región central, se habían dado cuenta al menos de que ha·
Ellos me interrumpieron con los argumentos y la ló· bía una crisis y de que una nave espacial se aproximaba al
gica de una mentalidad corrompida. planeta. La evacuación no tuvo nada que ver con la ope·
Dijeron, entre otras cosas, que si se quedaban en el pla· ración tranquila y simple que teníamos prevista. En todas
neta favorecerían sin duda a los Nativos, porque ellos, los las ciudades hubo oposición y negativas a irse, más que
Gigantes, «conocían las condiciones locales de vida», atolondrada sumisión. Y eso, en el mejor de los casos; en
mientras que no así los intrusos. Y dijeron que si Canopus otros, las tropas canopianas tuvieron que recurrir a la
pensaba traicionar a los Nativos, ellos, los Gigantes, no fuerza.
querían ser cómplices. En aquellos momentos yo no me enteré de lo que suce·
Les expliqué que si los Gigantes se quedaban, aunque día y tuve que reconstruir el cuadro con la información
fuese unos pocos, los nuevos planes de Canopus estarían recogida posteriormente.
en peligro, y que los Gigantes ya no servían para «guiar y Mientras, en la Ciudad Redonda, Jarsum acaudillaba
orientan> a los Nativos, como ellos seguían sosteniendo, un grupo que se negaba rotundamente a obedecer. Q}le·
porque también ellos se debilitarían, ya estaban debilita· darse era un noble sacrificio. Sabía que sus compañeros y
dos, ¿o no advertían que ya había empezado la decaden· él mismo, los Gigantes rebeldes, arriesgaban la vida, el
cia? Pero no, habían olvidado lo que habían sido y la dis· alma; a pesar de lo cual no se irían. La Giganta alta y
cordia y la hostilidad les resultaban ahora naturales. blanca, de belleza extravagante y turbadora, también ha·

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bía decidido quedarse, y con ella otros, su progenie, to­ Los Gigantes se encargaron de la tarea. Porque les co­
dos mutantes con las más insólitas combinaciones de ca­ rrespondía. Los Nativos los consideraban sus mentores
racteres físicos. Se consideraba un fenómeno genético y y no podían, de la noche a la mañana, verlos con otros
decía que no había lugar para ella en el planeta a donde ojos.
llevarían a los Gigantes. Pero los Gigantes se irían del planeta, decían las can­
¿Cómo lo sabía?, le pregunté, recordándole que la gala· ciones.
xia albergaba una variedad de criaturas que ella no era ca­
paz de imaginar. Pero «ella lo sabía». Ya era bastante des­ Volando por los cielos
gracia haber tenido que pasar la vida entre gentes se han ido los Grandes,
diferentes, siendo siempre una extraña, para tener ahora protectores y amigos,
que empezar otra vez desde el principio. hacía mundos lejanos.
Esto ocurría mientras esperábamos la llegada de la Y a nosotros, hijos desamparados,
nave espacial. sólo nos queda lamentarnos.
Al tiempo, proseguían las discusiones acerca de qué de­
cir a los Nativos. Y otras cosas por el estilo. No eran las palabras que yo .
Los Gigantes se mostraban ahora protectores, tiernos, hubiese elegido, pero expresaban muy bien la indigna­
y hasta apasionados con las criaturas que habían cuidado ción de los propios Gigantes, transpuesta al nivel de los
hasta entonces, actitud que contrastaba con la entereza y Nativos.
la confianza de antaño. A cada instante me enfrentaba Entre tanto, yo me ponía en contacto con los Nativos,
con los ojos acusadores y la expresión trágica deJarsum o poco a poco, con extrema cautela, tanteando a un indi­
cualquiera de sus compañeros. ¡Cómo puedes tratar así a viduo tras otro. Es interesante notar que al principio los
esas infelices criaturas!, era lo que querían hacerme sen­ Gigantes fueran las primeras víctimas y los más afecta­
tir. Y todas las reuniones de orden práctico se veían inte­ dos, mientras que los Nativos se mantuvieran relativa­
rrumpidas por hondos suspiros, miradas de reproche, mente normales durante más tiempo. Los organismos su­
murmullos que deploraban nuestra crueldad y falta de periores, los mejor acrisolados, tenían que ser los
sentimientos. Pese a todo, conseguí que se compusieran primeros en sucumbir. Eso me dio tiempo a comunicar
algunos cuentos y canciones, y que los individuos mejor lo que yo sabía. Pero las dificultades y contradicciones
dotados los difundieran entre los Nativos, de ciudad en intrínsecas de esta tarea son evidentes: tenía que anun­
ciudad, comunicándoles de este modo al menos lo esen­ ciar a aquellos desdichados que por circunstancias aje­
cial de la nueva situación. nas, de las que no eran en modo alguno responsables, se
Y a esos mensajeros se les encomendó que buscaran en iban a convertir en menos que sombras de lo que habían
cada ciudad un grupo pequeño pero representativo de sido. ¿Cómo iban a comprender? ¡No habían sido pro­
Nativos, y que les anunciaran que se preparasen para una gramados para el fracaso, para el desastre! Estaban me­
crisis, un período de penurias y privaciones, y que aguar­ nos defendidos aún que los Gigantes para las malas noti­
dasen las instrucciones de otros emisarios, que llegarían cias. Y cuanto más minuciosa y concreta fuera la
más tarde. información, más podía tener yo la certeza de que sería

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desvirtuada. El fondo del problema. era la naturaleza de de los Gigantes, apropiándoselos, lo que era contrario a
esas inteligencias, que tergiversarían mis palabras, y que las normas estrictas de la Ciudad Redonda. Y lo dije. Ellos
las cambiarían y reelaborarían. me habían aceptado como alguien que tenía cierta autori­
Parecía que me hubiesen encomendado la tarea de dad, aunque desde luego no comparable a la de los Gigan·
anunciar a alguien en perfecto estado de salud que tes; pero a estas alturas la mayoría era incapaz de atender
pronto se volvería imbécil, pero que tendría que hacer lo a razones. A las palabras juiciosas y a la franqueza, ya sólo
posible por no olvidar ciertas cosas útiles, que eran: a... respondían con miradas vagas y ausentes, o con esos ges­
b... c... tos belicosos que son los primeros síntomas de la Degene­
Una mañana descubrí que un buen tercio de los Gigan­ ración.
tes había desaparecido. Nadie sabía dónde estaban. Los Un poeta y juglar, llamado David, se había hecho
restantes esperaban en actitud sumisa, cerca de la plata­ amigo mío, o al menos parecía aceptarme. Hasta cierto
forma de aterrizaje donde se posaría la nave espacial, que punto, estaba aún en sus cabales. Le pedí que observara
llegó poco después. Descendieron tres de nuestras mayo­ lo que ocurría por allí y me lo contase a la vuelta de mi
res naves y se llevaron a varios miles de Gigantes. De viaje a la ciudad vecina. Ésta -la Ciudad Medialuna- es­
pronto, no más Gigantes, ni uno solo. taba junto a un río caudaloso, cerca de un mar interior
Los Nativos presenciaron el descenso de la flotilla espa­ con mareas casi imperceptibles. También el río rodeaba
cial, y vieron cómo los Gigantes subían en tropel a las na­ esta ciudad, pero sólo por un lado. Por el otro lado, co­
ves y las grandes máquinas resplandecientes ascendían, rrían calles y jardines paralelos que la atravesaban como
perdiéndose entre las nubes como relámpagos. las cuerdas de una lira. Y como la de la lira era allí la mú­
sica; pero yo aún no había entrado en la ciudad cuando oí
Volando hacia los cielos las disonancias, las estridencias que me anunciaban lo
se han ido los Grandes... que encontraría dentro.
Era hermosísima, toda de piedra blanca y ocre, y con
repetían los cantos, y durante días y días los Nativos si­ aceras, muros y techos muy adornados. En las ropas pre­
guieron api:ftándose en los alrededores de la plataforma dominaban el gris y el color herrumbre, que se destaca­
espacial, y cantaban elevando los ojos al cielo. Ellos ban vivamente contra el verde del follaje y la luminosidad
creían, claro está, que los Gigantes volverían. Esos rumo­ azul del cielo. Los Nativos se parecían físicamente a los de
res cundieron muy pronto y hubo canciones apropiadas: la Ciudad Redonda, pero tenían la piel amarilla, y todos
sin excepción el pelo muy negro. Nunca los conocí como
Cuando ellos, los Grandes, regresen, en realidad eran, pues cuando llegué a la ciudad el pro·
verán que no hemos defraudado... ceso degenerativo estaba bastante avanzado. Una vez
más busqué a alguien que pareciera más consciente que
No pude averiguar dónde se habían escondido los Gi­ los demás de la situación. Los cuentos y canciones se ha­
gantes rebeldes. bían propagado hasta allí; y también los Nativos de esta
Ahora, los Nativos entraban en todos los altos edificios ciudad habían visto partir a los Gigantes en aquellas enor­
que antes fueran las viviendas y los centros de actividad mes naves de cristal que ya empezaban a parecerse a un

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sueño... Pedí a mi nuevo amigo que reuniera a otros y les En la Ciudad Redonda, bullían por todas partes los gru­
dijese que fueran pacientes, que no tomaran decisiones pos de Nativos que se abrían paso a codazos y se dispersa­
apresuradas, que no se dejaran vencer por el pánico ni la ban y volvían a juntar. En aquel ir y venir incesante, pare­
cobardía. Y mientras hablaba, me daba cuenta muy bien cía que buscasen algo; iban de una calle a otra, de huerta
de lo absurdo que era lo que yo estaba diciendo. a huerta, de los aleñados al centro; y una vez en la plaza;
Decidí regresar a la Ciudad Redonda. Si los cuentos y después de recorrerla y escudriñarla, ansiosos, se dete­
cánticos habían llegado hasta la Ciudad Medialuna, se ha· nían y miraban en tomo, desconcertados e inquietos,
brían extendido también a todas las demás, y eso era ya moviendo continuamente los ojos, en los que dominaba
un principio. Al tiempo me dominaba cada vez más una ahora el extravío y la desazón, siempre vigilantes, siem­
sensación de urgencia, de peligro: sabía que tenía que vol· pre insatisfechos. Indiferentes unos a otros, los grupos se
ver cuanto antes a la Ciudad Redonda. Sabía eso, pero empujaban sin miramientos, como extraños, e incluso
sólo cuando estuve cerca supe por qué. como enemigos. Presencié riñas y altercados, vi niños
Me acerqué esta vez a la ciudad desde el lado opuesto. . agrediéndose, queriendo lastimarse, y oí voces iracundas.
De nuevo atravesé un bosque de árboles esbeltos y claros Las piedras doradas de los muros estaban ahora sucias
abundantes. A medida que me iba acercando a las Pie· con mugre y garabatos. Sueltos, a pares y en grupos, los
dras, aparecían almendros y nogales, albaricoqueros y niños se acercaban a las paredes y las embadurnaban con
granados. Y había animales, pero parecían temerosos y el barro de los arriates de flores, con tanto empeño y vio-
miraban todos hacia la ciudad. Sacudían las cabezas, lencia como si quisieran... ¿qué? Si se les interrumpía, rea-
como si ahuyentaran algún ruido molesto. Ellos ya oían nudaban en seguida la... la tarea, porque eso era sin duda
lo que yo no alcancé a oír hasta poco después, al llegar al lo que creían hacer: una tarea. Pero también ellos busca­
punto donde comenzaban las Piedras. Entonces, en me­ ban, buscaban algo, y ése era el móvil de toda aquella ac­
dio de las armonías de la ciudad, surgió un chirrido que tividad. Si había bastante gente yendo y viniendo, co­
me hirió los tímpanos. Empezó a dolerme la cabeza y en rriendo de un lado a otro; si los niños, y algunos adultos,
cuanto me interné entre las Piedras sentí náuseas. La at­ ensuciaban de barro las tracerías de los muros todavía re­
mósfera me parecía siniestra, amenazante. Yo no sabía si lucientes; si dos grupos se topaban de frente, y empuján­
las Piedras, como consecuencia de las perturbaciones as­ dose daban vueltas unos alrededor de otros, y luego se
trales, habían dejado de responder a las necesidades de miraban a la cara con furia; si llevaban a cabo todas estas
Canopus, o si las armonías de la ciudad se habían que· actividades bastante a menudo, ¡acabarían por encontrar
brado luego de que los Gigantes partieran y sus moradas lo que habían perdido! Ésa era mi impresión, como ex­
fueran invadidas por quienes no estaban destinados a tranjero, mientras me aferraba a la Signatura temiendo
ocuparlas. Fuese cual fuese la razón, cuando estuve den­ por mi vida.
tro los ruidos se hicieron aún más dolorosos; y al levantar Pero aquellas desdichadas criaturas ya no sabían qué
la cabeza vi que los pájaros, que iban hacia las Piedras, habían perdido.
desviaban de pronto el vuelo para evitar lo que subía ha· Para entonces, la pérdida de sustancia, el agotamiento,
cia un cielo cuyo azul profundo parecía emponzoñado, era profundo: a juzgar por los resultados, no podía ser de
hostil. otro modo.

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¿No habria ni uno solo indemne? ¿Ni uno solo dis­ y me lo contaras a mi regreso. He viajado a la Ciudad Me­
puesto a escuchar? dialuna.
Yo escrutaba los rostros buscando algún destello de David mostró los dientes blancos, con una sonrisa am­
razón, entablaba conversaciones, pero aquellos ojos cas­ plia, tan cálida y encantadora como la de antes, pero me
taños, ofuscados, que poco antes eran tan francos y afa­ miró sin reconocerme.
bles, miraban siempre a otro lado, como si no me hubie­ -Tú y yo somos amigos -dije, y seguí durante un rato
sen visto, como si no me oyeran. Busqué a los rapsodas con él. Pero él se levantó y echó a andar sin rumbo, olvi­
y narradores, a los que se había dado toda la informa­ dándose de mí.
ción que eran capaces de entender. Encontré a uno y Yo por mi parte me quedé donde estaba, contem­
luego a otro; me miraron, perplejos, y cuando les pre­ plando el tumultuoso ir y venir de las gentes y reflexio­
gunté si sus canciones habían gustado, vi que titubeaban nando. Era indiscutible que las cosas empeoraban más de
y parecían sorprendidos, como si hubieran recordado lo que se había previsto. Yo mismo, aun contando con la
algo. Después vi a David sentado en el reborde de piedra ayuda de la Signatura, había perdido todo contacto con
de una fuente ya sucia; hablaba y cantaba a la vez, entre Canopus. Tenía que tomar decisiones por mi cuenta y sin
dientes: -Escuchadme, escuchad esta historia de tiem­ suficiente información. Ignoraba, por ejemplo, lo que
pos lejanos, de cuando los Grandes estaban entre noso­ acontecía en los territorios sirianos. ¿Dónde se habiian
tros, enseñándonos todo cuanto hoy sabemos. Escu­ metido los Gigantes rebeldes? No tenía modo de saberlo.
chadme y os contaré de la sabiduria de los días de gloria. ¿Era total y definitiva la degradación de los Nativos, o se
-Pero esos remotos acontecimientos de que hablaba ha­ recuperarían en parte? ¿Cuál seria la situación en todas
bían ocurrido en realidad hacía un mes. las demás ciudades?
Al oírlo, algunos grupos interrumpían aquella bús­ Durante varias horas no tomé ninguna determinación,
queda frenética y escuchaban un instante, como si algo limitándome a observar el ajetreo general, que cada vez
resonara dentro de ellos y fuese a despertar. Y entonces era más desatinado. Luego me mezclé al tumulto de aque·
me puse junto a David, y utilizándolo para llamar la llos pobres seres embrutecidos y advertí que las vibracio­
atención de los otros grité: -Amigos, amigos míos, tengo nes, ya muy fuertes, de la ciudad y las Piedras que la cir­
algo que deciros... ¿Os acordáis de mí? Soy Johor, el cundaban, provocaban ahora verdaderos sufrimientos
Emisario de Canopus ... -Me miraron con curiosidad. físicos. Los Nativos coman sujetándose la cabeza entre
Luego se alejaron. Y no es que fuesen hostiles; sencilla­ las manos, o lanzaban gritos y aullidos de dolor, pero a la
mente eran incapaces de entender mis palabras. vez todos ponían cara de incredulidad y de asombro; por­
Me senté al lado de David, el narrador, ahora callado que hasta entonces apenas habían conocido el sufri­
e inmóvil; con los vigorosos brazos morenos enlazados miento. En realidad, la mayor parte ni siquiera lo cono­
alrededor de las rodillas, estaba ensimismado, pen­ cía. De vez en cuando, alguno se quebraba un brazo o una
sativo. pierna, o se declaraba una epidemia insólita; pero esas co­
-¿Tú te acuerdas de mí, David? -le pregunté-. He ha­ sas acaecían tan de tarde en tarde que se las consideraba
blado contigo muchas veces, no hace ni un mes. Te pedí meramente fortuitas. Los dolores de cabeza o de muelas,
que observaras lo que ocurria aquí durante mi ausencia las náuseas, el reumatismo, la artritis, las afecciones de

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los ojos y los oídos, la funesta lista de dolencias que la De· se dejaban caer en cualquier parte, y gemían. Les supli·
generación infligía... nada sabían de todo eso. Y ahora los qué que abandonaran la ciudad, que se marcharan en se­
veía vacilar, apretarse la cabeza entre las manos crispadas guida, antes de que las vibraciones los matasen. Les dije
y gemir; o llevarse las manos al estómago, o al corazón; y que si se alejaban de las nefastas emanaciones de la ciu­
siempre con el mismo gesto de desconcierto, como si se dad y se refugiaban en los bosques y sabanas de alrede­
preguntaran: ¿Pero qué es esto? ¿Q.ué me está pasando? dor, los dolores desaparecerían. Pero tendrían que cruzar
Tenía que alejarlos de allí. Tenía que decirles algo que el circuito de las Piedras a todo correr; y antes de partir,
les parecería increíble y ridículo, tenían que abandonar la cada uno de ellos avisaría al mayor número posible de
ciudad, la hermosa ciudad donde habían nacido, de per· amigos, por la seguridad y el futuro de todos.
fectas simetrías, de jardines sincronizados y de un sutil Todo esto en medio de exclamaciones de incredulidad
trazado arquitectónico que reflejaba el movimiento de las y repulsa, rodeado de gentes que se resistían, protesta·
estrellas; tenían que abandonar todo eso, y cuanto antes, han, lloraban. Ahora eran miles los Nativos que iban de
si no querían volverse locos. ¡Pero ellos ni siquiera sabían un lado a otro tambaleándose, o que se arrastraban por
qué era la locura! Y sin embargo algunos ya estaban lo­ los suelos.
cos. Había gente que sacudía sin cesar la cabeza atormen­ De pronto, el primer grupo de los que yo había exhor·
tada por el dolor y se la estrujaba entre las manos con un tado echó a correr, huyendo de aquel lugar mortífero a
gesto que significaba: «¿Q.ué es lo que me pasa? ¡Esto no través de huertos abandonados, hacia el circuito de las
es posible!», y se lanzaba a una carrera ciega, desenfre· Piedras, donde el dolor se hizo tan intenso que algunos re·
nada, gritando de dolor, como si pudiese huir del sufri­ trocedieron y se lanzaron a las aguas del río, ahogándose
miento. Otros descubrían un rincón o un edificio donde voluntariamente. Otros, en cambio, sacando fuerzas de
el dolor era menor, donde sentían un relativo alivio, ya flaqueza, siguieron adelante, apretándose la cabeza o el
que las discordancias no son iguales en todas partes, y se vientre, corriendo agachados casi a ras del suelo, como si
quedaban allí, negándose a moverse. la proximidad de la tierra los ayudara, y una vez fuera del
En cuanto a mí, no me había sentido tan mal desde que maléfico círculo de las radiaciones, se dejaron caer entre
estuviera en un lugar afectado por la misma desgracia, en los primeros árboles del bosque y lloraron de alivio. Pues
la desventurada colonia que habíamos esperado sustituir el dolor había cesado.
con este planeta. Y llamaban a gritos a los que habían quedado atrás. Al·
Encontré a David. Estaba tendido boca abajo en una gunos, al oírlos, los seguían. Yo iba de uno a otro, dicién·
acera, tapándose los oídos con las manos. Lo obligué a le· doles que muchos de sus compañeros habían escapado y
vantarse y le dije lo que había que hacer. Sin mucho em· estaban a salvo. Y poco después cruzaban todos. Dejaban
peño ni entusiasmo, reunió al fin a unos amigos, su mu· detrás casas, muebles, alimentos y vestidos, cultura y civi·
jer, sus hijos adultos y los hijos de éstos. Le hablé lización, todo cuanto ellos mismos habían creado. La pe·
entonces a un grupo de unas cincuenta personas, y míen· queña multitud que se había congregado entre los árbo·
tras yo hablaba, David iba convirtiendo mis palabras en les y las hierbas, se vio rodeada de animales que los
cantos. Todos los rostros mostraban muecas de dolor y miraban con ojos asombrados e inteligentes. Despojados
malestar; trastabillando, se apoyaban contra los muros o de todo, tan desvalidos como muchos milenios atrás,

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cuando eran sólo unas pobres bestias que intentaban er­ tido los nuevos dolores. Luego, al verse acechados y per­
guirse sobre las patas traseras. seguidos, manadas y bandadas y rebaños enteros de he!"·
Algunos, una vez recobrados del horror al que acaba- masas bestias, de una variedad y una adaptación al me·
. ban de escapar, regresaban corriendo entre las Piedras a dio como nunca se vería otra vez en Shikasta, emprendie­
los huertos de la periferia, a recoger frutos, legumbres y ron una rápida huida. Se oía un retumbar de patas y
granos, trabajando con frenético afán hasta que los dolo­ pezuñas, y comprendíamos que había escapado otra
res volvían y se hacían insoportables. Unos pocos, los más parte de la población animal.
intrépidos, se atrevieron a entrar en la ciudad, donde, vo­ Mientras tanto, yo tenía que hacer lo posible por visi­
mitando y gritando de dolor, iban tambaleándose de casa tar las otras ciudades, donde quizá el instinto había
en casa, sacando a rastras utensilios de toda especie, man­ ayudado a los habitantes a huir y ponerse a salvo. Quizás
tas y ropas. De este modo se procuraban lo indispensable aún quedara la suficiente comunicación mental para que
para alimentarse y abrigarse. Pero esas incursiones a la las gentes de las demás ciudades comprendieran lo que
ciudad también tenían, como se verá, consecuencias ne­ estaba ocurriendo en la Ciudad Redonda. Junto con Da­
gativas: desde el primer momento noté que parte de los vid y algunos otros, fui en primer lugar a la Ciudad de la
que se habían sometido a las emanaciones de las Piedr�s Medialuna, donde encontramos grupos de Nativos
parecían ansiosos por sentirlas otra vez. errando por los campos fértiles del gran delta del río. Nos
En el bosque se fueron construyendo refugios, hechos dijeron que la ciudad estaba ((repleta de demonios», pero
de ramas, haces de hierbas secas e incluso tierra apiso­ que buena parte de la población seguía dentro, porque
nada. El fuego, que habían traído de la ciudad en una va­ ((nadie les había dicho que se fueran y esperaban, ade­
sija de terracota y mantenían encendido día y noche en más, el regreso de los Gigantes>>. Los que habían esca­
una gran hoguera, era el verdadero centro de aquel cam­ pado estaban construyendo chozas de caña y ya habían
pamento de... salvajes. Habían señalado los límites del desbrozado el suelo para los cultivos de primavera. Los
campamento y removían la tierra preparando nuevos animales habían huido. En la ida, nos habíamos cruzado
cultivos. Hubo intentos de reproducir los talleres y fábri­ con manadas de todas las especies, fugitivas no sólo de los
cas de las ciudades, pero ya no recordaban los antigu�s efluvios mortíferos de la Ciudad de la Medialuna, sino
oficios, que de todos modos estaban fundados en el ta­ también de las criaturas que caminaban sobre las patas
lento y la tecnología de los Gigantes. traseras, y que ahora eran enemigos.
Los animales habían empezado a alejarse. Los prime­ Resumiendo esta parte de mi relato: Fuimos de ciudad
ros cazadores se acercaban con cuidado blandiendo un en ciudad, dividiéndonos en varios grupos, de la Ciudad
cuchillo y mataban a aquellas criaturas pacíficas e inteli­ Cuadrada a la Ciudad Triangular, de la Ciudad Romboi­
gentes que jamás habían conocido el miedo en los Tiem­ dal a la Octogonal, de la Ciudad Oval a la Rectangular, y
pos de los Gigantes. Así llamaban a la época que acababa así sucesivamente. Nuestro peregrinaje duró toda una
de concluir, así se refería todo el mundo a lo que había vuelta de Shikasta alrededor de su sol. Los grupos no se
perdido. Pero ahora los animales tenían miedo y se aleja· mantuvieron intactos hasta el fm: algunos de nuestros
han, al principio consternados, con el mismo aire de ex­ compañeros decidieron instalarse en los nuevos villo­
trañeza e incredulidad de los Nativos cuando habían sen- rrios; otros enfermaron y murieron, y hubo quienes, se-

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ducidos por la belleza singular de un bosque o un río, se muy jóvenes o en la flor de la edad, y también morían
quedaron allí para siempre. Pese a todo, unos cien, poco muchos recién nacidos.
más o menos, contando los reclutados por el camino, Tal era, un año después del descalabro de la Alianza, la
movidos todos por el deseo de ayudar, o impulsados por situación dominante en toda Shikasta.
la nueva inquietud que era la característica más típica de Pero al menos, lejos de las antiguas ciudades, vivía
esta Shikasta, viajamos sin cesar durante todo un año y gente suficiente como para que la especie continuara. Y
en todas partes encontramos la misma situación; Todas aunque yo sabía que durante un tiempo las ciudades se·
las ciudades estaban desiertas. No quedaba ninguna que rían lugares cada vez más peligrosos, al cabo de trescien·
no fuese ya una trampa mortal o un manicomio. Quie­ tos o cuatrocientos años (la escasez de información no
nes no habían salido de las ciudades, o se suicidaban o se permitía hacer una estimación más precisa), cuando las
volvían idiotas. lluvias, los vientos y la vegetación hubieran destruido edi­
Alrededor de cada ciudad se alzaban los nuevos asen· ficios y piedras, las antiguas Urbes, reducidas a escom­
tamientos de los Nativos, que ahora vivían en chozas, se bros y cenizas, no tendrían ya ningún poder, ni para bien
alimentaban de carne de caza, se vestían con pieles de ni para mal.
animales y cultivaban huertos y campos de cereal. Las Uego ahora a la fase fmal de mi misión.
prendas de vestir de la antigua vida urbana las guarda­ Antes que nada, tenía que dar con el paradero de los
ban como tesoros, pues ahora tenían para ellos un signi· Gigantes rebeldes. Creía saber dónde estaban, porque
ficado ritual. Los rapsodas y poetas cantaban a los dio· durante mi visita a la Ciudad Hexagonal, al norte de las
ses que les habían enseñado todo cuanto sabían y que Grandes Montañas, había vislumbrado desde muy lejos
volverían alguna vez. (Porque tal era el mensaje que unos edificios que yo no esperaba ver allí, y corrían rumo·
desde el principio inspirara los cantos.) res sobre la presencia de fantasmas y demonios «altos
Cuando regresamos a la Ciudad Redonda, circun­ como árboles».
dando las Piedras, las vibraciones eran tan maléficas que Una vez más elegí a David para que me acompañase.
tuvimos que dar un gran rodeo. No encontramos rastros Si digo que David comprendía lo que pasaba, digo la ver·
de vida en muchas leguas a la redonda. Los animales y . dad. Y si digo que no comprendía nada... también es
las aves habían desaparecido y la vegetación se secaba. verdad. Yo me sentaba frente a él y se lo explicaba, una
Los asentamientos de los Nativos estaban lejos de la y otra vez. Él me escuchaba, con los ojos clavados en mí,
ciudad. y movía los labios como si repitiese en silencio mis pala­
La novedad más llamativa era que nacían muchos bras. Y asentía: ¡sí, había entendido! Pero a los pocos mi·
más niños que antes. Ahora no sabían cómo evitarlo, ni nutos, cuando yo seguía hablándole, se mostraba ame·
nadie decía quiénes eran aptos para procrear y quiénes nazado, incómodo. ¿Por qué le decía esto o aquello? Me
servían para padres. La verdadera utilidad y finalidad miraba, azorado, indagándome con los ojos: ¿qué había
del sexo había caído en el olvido. Y si bien en el pasado querido decir? A juzgar por sus preguntas, era como si
era una desgracia que un individuo muriese antes de los yo nunca le hubiese enseñado nada. Era como si estu·
mil años, ahora no cabía duda de que en la duración de viese bajo los efectos de alguna droga o de una conmo·
la vida había fluctuaciones. Algunos ya habían muerto, ción profunda. No obstante, parecía retener alguna in·

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formación, pues a veces hablaba como si compartiéra· La nave espacial en que llegué al planeta me dejó muy
mos ciertos conocimientos, como si una parte de él recor· al norte de las Grandes Montañ.as, en la parte este del
clase cuanto yo le había explicado; pero las demás partes continente central. Desde allí había andado y cabalgado
no habían oído una sola palabra. Nunca, antes ni des­ hacia el oeste. Ahora, regresábamos al este, pero esta vez
pués, he estado con una persona sabiendo en todo mo· al sur de las Grandes Montañ.as, que descuellan sobre
mento, con absoluta certeza, que una parte de ella está todo el resto del planeta. Estas estribaciones eran caracte·
ahí, presente y viva, atenta y real, comunicándose con­ rísticas de Shikasta y más altas que las mayores montañ.as
migo, pero que a la vez, la mayor parte de cuanto uno de los continentes meridionales, y tuvimos que subir y su·
dice no encuentra eco en ese ser silencioso e invisible, y bir. No una cordillera, sino toda una serie de sucesivas e
que lo que él dice no procede las más de las veces de la inte�ables cadenas y cumbres, un mundo de monta·
parte verdadera. Parecía que estuviese atado y amorda­ ñ.as rodeaba los picos y las mesetas centrales por el norte
zado, y que un mediocre imitador hablara en su lugar. y el sur, por el este y el oeste. Desde aquellas alturas impo·
Cuando le pedí que volviera a acompañ.arm� en mis nentes divisábamos los restos de la Ciudad Hexagonal,
viajes, me dijo que no quería dejar sola a su hija menor. rodeada por caseríos invisibles a aquella distancia. Sin
Jamás me había hablado de esa hija. ¿Dónde estaba? embargo, vi algo absolutamente inesperado. Muy abajo,
Con... amigos, creía. Pero ¿no la veía? ¿No cuidaba de en el claro de una ladera, se alzaba una columna, una es­
ella? Como si quisiera congraciarse conmigo, asintió viva· pecie de torre; una estructura que resplandecía como si
mente con la cabeza y hasta farfulló algunas frases, dando fuera de metal, y muy alta, aunque pareciese tan pequeñ.a
a entender que era una buena chica, capaz de valerse por en la lejanía. Supuse que tendría alguna relación con
sí sola. Fui testigo por vez primera de algo que con el Shammat. Además, incluso allí arriba, mientras respiraba
tiempo sería un rasgo típico de Shikasta: la indiferencia aquel aire maravilloso y tonificante, sentí que unos eflu·
hacia la prole. vios maléficos subían hacia mí. No quería exponer a Da·
La hija, Sais, era una muchacha robusta, morena clara, vid y Sais a esas emanaciones; estudié los alrededores con
con una espesa mata de ensortijados cabellos cobrizos. el propósito de volver solo.
Toda ella respiraba salud y vitalidad. Era aún poco más­ Continuamos la marcha, siempre cuesta abajo y aleján·
que una niña, pero sabía valerse por sí sola: no le había donos de aquella presencia shammantiana, y poco des·
quedado más remedio. Al parecer, no se acordaba de su pués, desde la ladera de una montañ.a de poca altura,
infancia en la Ciudad Redonda ni de cuando vivía con sus mientras examinaba las llanuras interminables, vi lo que
padres. Hablaba de su madre como si hubiese desapare­ esperaba ver. A nuestros pies, se alzaba el poblado más
cido hacía muchos añ.os, pero descubrí que había muerto estrafalario que mis ojos hayan contemplado jamás. No
hacía poco durante una partida de caza. Dos tigres la ha­ lo habían construido para brindar albergue o calor, ni
bían atacado y le habían dado muerte a zarpazos. Sais ig· para satisfacer ninguna de las necesidades habituales; era
noraba que apenas un añ.o antes un incidente de este tipo la obra de una memoria deteriorada.
habría sido inconcebible. ¡Para ella los tigres eran enemi· Era un cilindro alto, sin techo y cubierto por un par de
gos de los Nativos y siempre lo habían sido! ramas atravesadas. Otra estructura, cuadrada, sostenía
Ella se avino a acompañ.amos. un cobertizo pentagonal con un boquete irregular a un

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costado. Todas las formas y dimensiones arquitectónicas blemente. Nada era más patético que la manera en que
estaban representadas allí, pero inconclusas. Los mate· se miraban a hurtadillas, gesticulando y esperando des·
riales procedían de la Ciudad Hexagonal. Transportar pertar la admiración de los demás. Tanto Jarsum como
grandes piedras a lo largo de muchas millas era un juego la GigC11lta exhibieron toda una colección de muecas y
de niños para los Gigantes. ademanes de ridícula arrogancia, sacudiendo la cabeza,
Pero ¿qué habrían pensado ellos? ¿Q.ué recuerdos ten· alzando las cejas, echándonos miradas desdeñosas.
drían de las antiguas ciudades? ¿Cómo se explicarían las Noté que David y su hija estaban desconcertados, pues
funestas radiaciones que habían tenido que soportar y jamás habían visto nada semejante.
cómo habrían sido afectados? Dije a Jarsum que era Johor, un viejo amigo, y él se
Mientras continuábamos nuestro lento descenso por inclinó hacía mí frunciendo el ceño, escrutándome
los flancos boscosos de los contrafuertes, hablé con Da· como quien se topa de improviso con un acertijo inso­
vid y Sais de los Gigantes. Pronto encontraríamos unas luble. Le expliqué que mis compañeros eran David y
criaturas muy altas y fornidas, pero no, no eran los Gran· Sais, oriundos de la que fuera antaño la Ciudad Re·
des de que hablaban las baladas y leyendas. Tendríamos donda. Pero él no se acordaba. Interrogó con los ojos a
que ser cautos y estar siempre en guardia. Tal vez intenta· la Giganta blanca, despatarrada junto a él en actitud in­
ran hacemos daño. solente, y luego a los otros Gigantes, que estaban de
Trataba de prepararlos para afrontar lo que temía. pie junto a los muros, como criados. Pero nadie recor·
Pero ¿cómo explicar la esclavitud y la servidumbre a quie· daba la Ciudad Redonda. Más tarde descubrí que no
nes nunca habían conocido nada semejante, a quienes todos aquellos Gigantes eran de la Ciudad Redonda, y
nunca habían oído hablar de esas cosas? Ellos no podían que algunos habían venido de distintas ciudades, guia­
ni siquiera imaginar el desprecio con qÚe una raza dege· dos al parecer por los vestigios de una antigua intui·
nerada y estéril es capaz de tratar a otra diferente. ción. Con aquellos disparates arquitectónicos habían
Uegamos por fm a la llanura y nos encaminamos al es· tratado de recrear el pasado.
trafalario poblado. Todos los Gigantes estaban dentro de La Giganta blanca, que no dejaba de mirar al vigo·
los edificios. Cuando estuvimos cerca, los saludamos a roso David y a su hermosa hija, cuchicheó algo a Jar·
gritos y ellos salieron con caras asustadas. Luego, al ver sum. Jarsum nos examinó y vio a tres criaturas que no
que no parecíamos peligrosos y que éramos tan peque· le llegaban a la cintura pero que eran de la misma espe­
ños, uno nos miró con una expresión indignada, obser­ cie, con facciones y color de piel un poco distintos.
vando el efecto que causaba en los otros; y en seguida to· Nos anunció que se nos permitiría quedamos y tra­
dos lo imitaron, como si nuestra visita fuese una bajar para ellos.
impertinencia. Nos llevaron a una especie de establo, tan Entonces pronuncié el nombre de Canopus. Tuve
mal construido que la luz se filtraba por los intersticios de que hacerlo.
las piedras. Allí estaba Jarsum. Era un jefe o un cacique. Ese nombre les recordaba algo. Jarsum y la Giganta
No me reconoció. Junto a él, con los aires de una reina, es­ se miraron, interrogándose con los ojos, y en seguida,
taba sentada su consorte, la extraña Giganta blanca. La no encontrando respuesta, se inclinaron y observaron a
mujer nos miró de hito en hito y luego bostezó, ostensi- los otros Gigantes.

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Sí, Canopus, repetí, Canopus, y de nuevo esperé a que animales en las inmediaciones del poblado, o sea que los
la palabra despertara algún eco en ellos. rebaños tenían que haber huido hacia las llanuras.
Ellos no podían contravenir las leyes de Canopus, les Nos tendimos a descansar bajo unos árboles cercanos
dije, ninguno de nosotros podía hacerlo, y la primera Ley y yo permanecí despierto mientras los otros dormían.
de Canopus prohibía que convirtiéramos a otros seres en Era muy tarde y había miles de estrellas en la negrura del
nuestros esclavos y sirvientes. cielo cuando una gran sombra encorvada salió del re­
Esta vez hubo un eco. cinto circular: erajarsum, que avanzaba a grandes tran­
Les pedí albergue para pasar la noche. cos hacia nosotros. A un par de pasos de distancia -de los
Me respondieron que no tenían ningún edificio deso­ suyos, que serían muchos de los nuestros- se detuvo y es­
cupado; pero en realidad querían que nos fuésemos, pues cudriñó la oscuridad con cara de desconcierto, pero no al­
éramos para ellos una prueba demasiado difícil. canzó a vernos bajo las ramas; luego siguió acercándose,
Yo dije que pasaríamos la noche en las afueras del po· doblándose todavía más. Al ver que yo no dormía, son­
blado, bajo los árboles, y por la mañana volveríamos a rió. Una sonrisa de embarazo. Y en seguida se alejó, ha­
hablar. ciendo crujir las piedras y las ramas secas bajo sus enor­
Me di cuenta de que iban a exigimos que nos marchá­ mes pies, ahora calzados con pieles.
semos, y que quizá nos expulsasen. Por la mañana, mis dos compañeros y yo recorrimos
Les dije que Canopus mandaba dar asilo y comida a los las millas que nos separaban de la Ciudad Hexagonal y las
viajeros. Que ésa era una Ley que nos obligaba a todos. hileras de piedras. Las vibraciones maléficas no parecían
Les costó trabajo entenderme. Había hostilidad en ser tan fuertes como las de otros sitios, ya fuese porque se
ellos pero no se atrevieron a matarnos. En cuanto a noso­ habían debilitado con el tiempo o porque los Gigantes ha­
tros, allí estábamos los tres, a la expectativa; yo repri· bían retirado demasiadas piedras, debilitando la estruc­
miendo mis temores, pues conocía bien la magnitud del tura, o por otros motivos, que se me escapaban.
peligro que nos amenazaba, pero David y Sais se mostra­ Pero presenciamos un espectáculo insólito. La media
ban serenos y hasta animosos; no tenían la menor idea de docena de Gigantes que nos había seguido desde el la­
lo que ocurría. Una vez más comprobé que los Nativos,· mentable caserío, aunque sin prestarnos la menor aten­
habiendo vivido en contacto más íntimo con las piedras, ción, marchó resueltamente hacia el centro mismo de las
la tierra, los animales y las plantas, habían salido mejor piedras; allí se detuvieron y se pusieron a girar sobre sí
parados que los Gigantes; contaban con una fuerza inte­ mismos, alzando los bra:zos, inclinándose y haciendo re­
rior que los Gigantes desconocían. Estos Gigantes. Otro verencias. Era evidente que disfrutaban, pero esas prácti­
era el caso de los que habían ido a vivir en la atmósfera y cas sólo podían entontecerlos todavía más.
el clima de los planetas elegidos para ellos. Lo& ojos vi­ Al cabo de un rato de estos ejercicios, se alejaron de las
driosos y en el fondo asustados de estos Gigantes me de­ piedras con extrañas convulsiones de cabezas, brazos y
cían que estaban físicamente en peligro y que no vivirían piernas, como si estuvieran realmente enfermos, y así,
mucho. danzando y zigzagueando, regresaron al campamento.
Nos dieron de comer carne de animales, de modo que Noté que David y Sais tenían ganas de «probar», por­
ahora practicaban la caza. Nosotros no habíamos visto que habían olvidado -o eso parecía- los efectos de las vi-

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braciones discordantes. No, no, no debían hacerlo, les dras. Era una orden. E hice que la Signatura relampa­
dije, y los guié al poblado de los Gigantes. guease.
Allí estaban en pleno festm, con montañas de carne Les dije que Canopus les prohibía utilizar como sirvien­
asada, danzas y cantos. Comprendí que los Gigantes ha­ tes a seres de su misma especie y a otras criaturas del pla­
bían ido a las Pi�dras a recoger la energía de las discor­ neta, a menos que esos sirvientes fuesen tratados como se
dancias, que utilizaban como si fuera alcohol para animar trataban entre ellos, de igual a igual en todo momento.
la fiesta. Les dije que Canopus les prohibía matar animales, ex­
Les hice notar nuestra presencia y les pedí frutas. cepto para comerlos, y aun en ese caso tenían que hacerlo
Rogué a Jarsum que viniese a hablar con nosotros, a so­ con discernimiento y sin crueldad. Era necesario que
las, a la sombra de los árboles. Y vino, pero estaba como sembraran cereales y recolectaran fiutos y nueces.
ebrio o adormilado. Les dije que no tenían derecho a despilfarrar los frutos
Una vez más le hablé de Canopus. de la tierra, que cada uno debía tomar lo indispensable y
Aceptó escucharme. Pero era muy poco lo que traspa­ nada más.
saba las brumas y la necedad de su pobre cerebro. Q.ue no debían emplear la violencia con sus seme­
Saqué entonces la Signatura y se la mostré. No había jantes.
querido hacerlo antes, porque había notado que el poder Sobre todo, por encima de todas esas prohibiciones, es­
de la Signatura tenía ahora efectos inesperados y a veces taba la primera: nunca, jamás, volverían a las antiguas
contradictorios. ciudades ni usarían las piedras para construir otras casas;
Sí, la recordaba. Algo recordaba. Los ojos ofuscados y ni se intoxicarían, como hacían ahora, si alguna vez en­
enrojecidos deJarsum, con las pupilas contraídas como si contraban parajes u objetos intoxicantes. Se estaban des­
estuviese bebido, escudriñaron la Signatura, y las grandes truyendo con estos hábitos, y Canopus lo desaprobaba.
manos temblorosas se adelantaron a tocarla. E hizo algo Luego guardé la Signatura, y me acerqué aJarsum, que
que yo jamás había visto en ese noble planeta, algo que seguía postrado y tembloroso junto a la Giganta blanca, y
no hubiera podido suceder en Rohanda: se agachó y se le dije: -Adiós. Volveré a visitarte. Hasta entonces, re­
postró en el suelo y se cubrió la cabeza con arena. David y cuerda las Leyes de Canopus.
Sais lo imitaron con entusiasmo, encantados de haber David, Sais y yo nos alejamos sin volver la cabeza. Les
aprendido algo tan novedoso y divertido. prohibí que lo hicieran para no debilitar un efecto que ya
Los conduje otra vez al poblado y pedí ajarsum que re­ era en sí demasiado débil, y cuando estuvimos en la espe·
uniese a todos.Jarsum obedeció, pero más de la mitad ha­ sura de los bosques que cubrían las estribaciones, pedí a
bía ido a danzar entre las Piedras y tuvimos que esperar a mis dos compañeros que me contaran lo que habían
que regresaran. visto.
Luego, plantándome ante ellos en un claro entre aque­ Callaron. Estaban atemorizados.
llos construidos a medias, les mostré la Signatura, alzán­ Insistí y David dijo que yo conocía una cosa llamada
dola para que brillase y centellease, para que iluminara Canopus.
todos los ojos y todos los rostros. ¿Y Sais? ¿Tendría más suerte con ella?
Les dije que Canopus les prohibía acercarse a las Pie- Hice una prueba. Esperé mientras atravesábamos unas

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estribaciones montaftosas y descendíamos a un valle en el Muerte, utilizándola para despertar en aquellas criaturas
que había muchos arroyos tranquilos y plantas verdes, y la tristeza y la inquietud que desconocían hasta entonces.
una vez allí volví a preguntarles si entendían lo que había Respetuosamente, Sais se metió la Signatura bajo el
pasado con los Gigantes. cinturón, protegiéndola con la mano. De pie ante mí, mi·
David tenía esa expresión que yo ya conocía tan bien, rándome a la cara, me escuchaba.
el gesto malhumorado de quien cree que le están ha· Cada vez que llegaran a un poblado, le dije, ella habla­
ciendo demasiadas preguntas. Apartó los ojos y fmgió ría ante todo de Canopus, y si el nombre bastaba para
que observaba un pájaro posado en una rama. despertar viejos recuerdos y experiencias y que las gentes
Sais me miraba atentamente. la escucharan, entonces ella transmitiría el mensaje. Sólo
-¿Q.ué sabes de Canopus? -le pregunté. cuando nadie quisiera escucharla, o cuando pareciera
Me respondió que Canopus era un hombre colérico que ella y su padre corrían algún peligro, mostraría la Sig­
que no quería que se bailara en los sitios de las Piedras. natura. Y cuando hubiesen recorrido toda Shikasta y ha­
Q.ue no quería alimentarse. Q.ue no quería... blado con todos, hasta con las partidas de cazadores, los
En fm, Sais no se había olvidado de nada y decidí con· labriegos y pescadores solitarios que encontrasen en los
centrar en ella todos mis esfuerzos. Mientras andábamos, bosques o en las orillas de los ríos, tendrían que devol­
le enseñaba cosas y más cosas, en tanto David iba tan verme la Signatura.
tranquilo, cantando a ratos para entretenerse, porque A continuación le expliqué, despacio y con minuciosi­
nuestra seriedad lo aburría, o escuchándonos y soltando dad, el concepto de tarea ...algo que se debe hacer-, pues
alguna que otra frase como «Canopus no quiere. ... ». temía que lo hubiera olvidado. Este viaje, le dije, el solo
Y así fuimos recorriendo, durante días, las estribado· hecho de emprenderlo como portadora y depositaria de
nes y los valles de las Grandes Montaftas, hasta que sentí la Signatura, la ennoblecerla, sacaría a la luz cosas que
cómo crecía la presencia de Shammat, y supe que había ahora estaban enterradas y ocultas dentro de ella. Y
llegado el momento de alejar a mis dos compafteros. cuando yo partiera, agregué -revelándoles por primera
Di a la ocasión un carácter solemne y terrible. Empren·. vez que me marcharía de Shikasta-, sería ella la encar­
derían una misión de la mayor importancia... para mí, gada de propagar las Leyes y de hacerlas respetar. Me mi­
pero sobre todo para Canopus. Recorrerían Shikasta raron con pánico, pero les dije que al cabo de unos pocos
palmo a palmo, deteniéndose en todos los lugares donde meses comprobarían que eran capaces de sobrevivir y ha­
hubiera poblados, y repetirían cuanto yo les había dicho. cer respetar las Leyes sin mi ayuda. Luego nos despedí·
Sais haría de portavoz y David la protegería. Entregué mos y miré cómo se alejaban. Mi voluntad iba con ella:
a Sais la Signatura, diciéndole que tenía que ser para ella Puedes hacerlo, puedes, puedes, murmuré al principio,
más importante que... ¿qué?, ¿la vida? No sabía,n lo que repitiéndolo en voz alta, y por último a gritos, cuando ya
esto significaba, no sentían la muerte como una amenaza estaban fuera del alcance de mi vista y de mi voz, entre los
permanente. Les dije que la Signatura prooedía de Cano­ árboles enormes de aquel bosque maravilloso. No los vol·
pus, que era la sustancia, la esencia misma de Canopus, y vería a ver, por lo menos hasta que Shikasta diera una
que tenían que velar por ella en todo momento, aunque vuelta alrededor de su sol.
les costara la vida. Esgrimí ante ellos la imagen de la Y ahora, al transmisor de Shammat.

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Si alguna vez he conocido un paraíso, era aquél. Ni los muecas y señas, logré explicarle que buscaba una cosa in­
Nativos ni los Gigantes habían habitado jamás en aquella sólita que había aparecido de pronto en las Grandes Mon­
región. Los bosques se conservaban intactos, había árbo­ tañas. Creo que me comprendió desde el primer mo­
les milenarios y flores y arroyuelos por doquier. Las aves mento, y cuando ·le expliqué que era una cosa mala,
y las bestias, que aún no habían aprendido a temer a este maléfica, mostró temor, pero se dominó, y me levantó
nuevo animal, se acercaban tranquilas a husmearme y se del suelo, solícito, y me pareció que por tener una talla y
echaban a mis pies, buscando mi compañía. Esa noche una fuerza superiores a las mías se sentía obligado a pro­
descansé a la orilla de un arroyo, entre los animales que tegerme y ayudarme en todo momento. Juntos nos pusi­
bajaban a abrevar allí, y mi mayor temor era que algún mos en camino.
ciervo grande me pisara en la oscuridad. Los tigres y leo­ El artefacto estaba más lejos de lo que yo suponía. Tre­
nes no veían en mí una presa. Las manadas de elefantes pamos interminablemente. En algunos picos alcanzába­
me saludaban con las trompas y seguían caminando. mos las crestas nevadas, las cruzábamos y volvíamos a ha·
Si me demoré allí, respirando el aliento puro de los ár­ jar, dejando atrás las nieves perpetuas. Yo tiritaba de frío,
boles y viviendo en comunión con los animales, fue con pero a él lo abrigaba su tupida pelambre. Se preocupaba
un propósito deliberado. Ahora no llevaba conmigo la por mí, me construía pequeños refugios de ramas, y de
Signatura y tenía que enfrentarme al poder de Shammat. noche se echaba a mi lado para calentarme con su
Pero no sabía cómo ni dónde encontrar el transmisor. cuerpo. Me traía frutas y nueces, e incluso hojas, aunque
Las vibraciones parecían venir de todas partes. Muy por comprendió que yo no podía comerlas, y juntos celebrá­
encima de mí, contra el cielo más azul que ye> recuerde, se bamos pequeños festines.
alzaba el pico desde donde había visto el claro con la co­ Pero yo me sentía mortalmente enfermo y temía no
lumna resplandeciente. ¿Sería necesario repetir la penosa poder llevar a cabo mi tarea. Y él también empezaba a
ascensión? No me decidía a hacerlo, de lo que deduje que sentirse enfermo y con temblores. Quería que yo desis­
estaba seriamente afectado, y me tendí a descansar a la tiese. Le ctxpliqué que era imposible; que se quedase él y
sombra de un gran árbol cuyas flores blancas esparcían me esperara. Todavía me acompañó un trecho. Luego
una fragancia vivificante. Cuando desperté, una criatura tuvo miedo y corrió aterrorizado entre unos árboles que,
peluda estaba inclinada sobre mí. Era del tamaño de los observé, habían sido destrozados y saqueados. Alguien
Nativos, pero con el cuerpo cubierto de pelambre, y com­ había lanzado piedras aquí y allí sin ninguna razón, y ha­
prendí en seguida que descendía de algún individuo que bía arrancado los árboles de raíz. Y sobre todo había un
tiempo atrás se había alejado de sus semejantes y era re­ olor nauseabundo. A cada paso tropezábamos con hue­
sultado de otra evolución. No parecía hostil, sino curioso. sos de animales, cadáveres pestilentes, y pájaros muertos;
Sonreía y en los ojos castaños y vivaces le brillaba algo así y toda aquella matanza y devastación se había hecho por
como la luz de la conciencia. Me trajo fruta, la comparti­ nada, por gusto de matar. ¡Oh, sí, ésa era la mano de
mos, y al rato éramos capaces de comunicamos. Hablaba Shammat!
un lenguaje rudimentario, superior a los ladridos y gruñi­ Ordené entonces a mi amigo que se quedara donde es­
dos comunes. En los gestos y la mímica se parecía a los taba y me esperase. No le gustó la idea de verme partir y
Nativos. Un poco por medio de sonidos y otro poco por quiso retenerme con sus manos velludas, pero yo me

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volví para no verlo, para no caer en la tentación, y seguí Canopus, el effiuon 3, y por esa razón no esperaba encon·
mi c;pnino. trármela allí. Y no, no era posible que la hubiese proclu·
No tardé en llegar a un promontorio, a cuyos pies se ciclo Puttiora, con una tecnología tan retrasada con res­
extendía un valle rodeado de grandes picos sobre los que pecto a la nuestra. Y Shammat, por supuesto que no. Por
brillaba y resplandecía la nieve. Las vibraciones de Sham­ lo tanto, tenían que haberla robado de Canopus.
mat eran ya muy intensas. El effiuon 3 tenía la propiedad de atraer e irradiar cier­
En aquel valle todo estaba roto y despedazado. Reco· tas energías, de acuerdo con los programas y necesida·
nocí el claro que divisara desde la cumbre, pero no veía la des. Era el más sensible y a la vez el más poderoso de los
columna. Y sin embargo estaba aquí, pues la sentía. Las conductores, y para obtenerlo no se necesitaba ninguna
ondas, las pulsaciones shammatianas me sacudían y ha­ maquinaria, pues nacía de una adecuada concentración
cían que me tambalease, y me aferré a un árbol joven mental. Lo que Shammat o Puttiora habían tenido que ro­
cuyo tronco caído no era más alto que yo. Pero no veía la bamos no era una cosa, sino una técnica. Pero esa cues­
columna. Yo miraba y miraba sabiendo que estaba allí. tión era demasiado ardua para mí, sintiéndome como me
Sin embargo, el centro del valle, el lugar donde la había sentía, a punto de perder el conocimiento; y además ha­
visto se extendía a menos de doscientos pasos. Y mien­ bía un problema mucho más urgente. El effiuon 3, a dife­
tras tanto las vibraciones no cesaban, estremecedoras, fu. rencia del effiuon 1 y del 2, tenía una vida efímera: era un
nestas, acuciantes. Dirigí mis pensamientos hacia Cano­ potenciador, y nada más.
pus, pidiendo socorro. Socorredme, socorredme, cla­ Desde arriba yo había visto una columna de metal, un
maba en silencio, éste es el peligro más terrible que jamás objeto sólido y duradero, porque eso era lo que esperaba
he afrontado, un peligro demasiado grande para mí. Y encontrar. Pero lo que en realidad había allí era algo que
mientras mantenía mis pensamientos vueltos hacia Ca­ por su naturaleza misma no tardaría en desvanecerse. Y
nopus, como un puente, pronto sentí descender sobre mí sin embargo, era poco posible que Shammat se hubiese
un hilo de ayuda. Y al recobrar las fuerzas, por un instante tomado tanto trabajo -exponiéndose a nuestras represa·
vi al fin la columna: un chorro, o un fmo surtidor, que lias así como a las de Sirius (y tal vez a las de Puttiora, si se
aparecía y desaparecía y volvía a aparecer. Era como si el trataba, como bien podía ocurrir, de una provocación)­
aire mismo se hubiese espesado hasta convertirse en un por una ventaja tan momentánea.
líquido ligero y sutil, en un agua cristalina que ascendía Sin embargo, no cabía error por mi parte. Un colega de
en un chorro y recaía sobre sí misma. Pero ahora sabía lo Canopus había ideado el artificio, y yo conocía los distin­
que era y comprendí por qué no la había reconocido an­ tos estados de aquellas columnas evanescentes de aire
tes. Estaba muy lejos de mis pensamientos. ¡Vaya si cono· compacto. Si era effiuon 3 -y no podía ser otra cosa-,
cía yo esa sustancia! Recurrí a todas mis fuerzas y avancé dentro de un año allí no habría nada.
hacia el lugar donde estaba, no estaba y volvía a estar Advertí de pronto que había caído de rodillas y me
aquella columna centelleante. bamboleaba a pocos pasos de aquella cosa horrible -que,
Me detuve a unos pasos. No podía acercarme más: me desde luego, en un lugar distinto y en otras circunstan·
rechazaba. das, podía tener una influencia saludable y benéfica-,
Era una sustancia recién inventada o descubierta en pero yo tenía la cabeza cada vez más embotada, como si

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estuviese hundiéndome en una marea gris, y un chirrido ojos fijos y saltones. Unas manos que parecían bocas se
brutal me taladrase el cráneo, y sentí que la sangre que adelantaban ávidas, codiciosas, y entonces el planeta se
manaba de mis atormentados oídos me corría por el cue· estremecía, la música cambiaba. Las manos arrancaban
llo. Las cwnbres nevadas. las laderas iluminadas del valle, trozos del planeta y se los llevaban a la boca, que los sor­
los árboles quebrados y despedazados, el chorro apenas bía y los engullía sin nunca saciarse. Luego, aquella cria·
visible de aquella sustancia reluciente, todo temblaba y se tura voraz se desvanecía en el chorro traslúcido del trans­
borraba, y entonces caí en coma. misor, que devoraba todo lo bueno; y entonces, en el
No estuve así mucho tiempo, y habría muerto sin duda momento en que la columna cesaba, yo me inclinaba en
si mi nuevo amigo no hubiera estado vigilándome desde sueftos, con desesperación, y me enteraba de lo que todo
una loma, apoyado en un árbol y temiendo perder el jui· aquello significaba o podía significar... y veía que los habi­
cío, pues las emanaciones lo habían afectado tanto como tantes de Shikasta habían cambiado y se parecían ahora a
a mí. Vio que las piernas me flaqueaban, que se me dobla­ la columna insaciable: Shammat había invadido la natu·
ban las rodillas y que caía de bruces al suelo. Bajó de la raleza de los shikastianos, que eran ahora el transmisor
loma arrastrándose, avanzando a duras penas, hasta que que alimentaba a Shammat.
pudo tomarme por los tobillos. Me puso boca arriba para Éste fue mi suefto y yo entendí por qué Shammat nece­
que no me lastimase la cara, y me alejó a rastras de aquel sitaba su transmisor sólo durante un tiempo.
lugar; luego me levantó y me llevó en brazos. Cuando re­ Me quedé con mi amigo varios días, recobrando fuer­
cobré el conocimiento, en la otra vertiente de la loma, él zas. Ahora comprendía buena parte de lo que él sabía e in­
yacía a mi lado, desvanecido. Ahora me tocaba a mí tentaba contarme. Asustado y tembloroso, me dijo que
ayudarlo, y le froté con todas mis fuerzas las manos pelu· una Cosa enorme había descendido del cielo y se había
das y los hombros, pero era difícil creer que tan exiguos posado sobre la ladera del valle; y luego habían aparecido
cuidados bastasen para reanimar a una criatura tan cor­ unas criaturas espantosas -no podía hablar de ellas sin es­
pulenta. En cuanto volvió en sí y estuvimos los dos en tremecerse y esconder la cara, como huyendo del recuer­
condiciones de sostenemos en pie, nos pusimos en mar­ do- que mataban y arrasaban todo. Encendieron hogue·
cha, y apoyándonos uno en otro nos alejamos montafta ras y dejaron que se extendiesen por las laderas de las
arriba de las horribles emanaciones. Mi amigo vivía en montaftas, destruyendo y matando. Mataban a mansalva
una caverna abrigada, revestida de hojas secas, y guar­ por placer. Habían capturado y torturado animales... A
daba grandes reservas de frutos y nueces. Además, sabía mi lado, con la mirada perdida en las llamas de nuestra
hacer fuego y pronto estuvimos calientes y cómodos. hoguera, aquella pobre criatura gemía entre dientes y las
Pero durante mi desmayo yo había tenido un suefto o lágrimas le corrían por las grandes mejillas velludas.
visión y ahora conocía el secreto de la columna de Sham· ¿Y cuántos eran?
mat. Había visto la antigua Rohanda, hermosa y resplan­ Me enseftó las manos con los dedos abiertos, una vez y
deciente, irradiando armonías, casi como se la ve en la luego otra, y luego con torpeza, porque estos pensamien­
Sala de Planetas. Entre Rohanda y Canopus colgaba el tos no eran naturales en él, una tercera vez. Eran treinta.
cordón plateado de nuestro amor. Pero una sombra caía ¿Y cuánto tiempo se habían quedado?
sobre él, una cara horrible, lívida y picada de viruela, de Oh, mucho, muchísimo tiempo... Pero se cubrió los

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ojos con las zarpas, o con las manos, y se quedó donde es­ no lo sabía. Fuimos juntos, él arrastrando los pies, su­
taba, estremeciéndose y dejando escapar unos gruñidos biendo y bajando montaña tras montaña, hasta dejarlas
de dolor. Sí, lo habían capturado y encerrado en una jaula atrás y descender, siempre descender, dando la espalda a
de troncos; y se habían reído de él y le habían clavado las nieves, y atravesar maravillosas selvas vírgenes y se­
unas ramas puntiagudas ... Apartó el pelo que le cubría los guir descendiendo por regiones cubiertas de arbustos flo·
costados para mostrarme las cicatrices. Pero él había ridos y fragantes. Allí, ante nuestros ojos, se extendían las
huido, después de abrir las jaulas de muchos otros anima­ húmedas junglas meridionales, y más allá, pero todavía
les y pájaros. Todos los animales y los pájaros habían es· lejos, el mar. ¿Conocía el mar? No entendió nada cuando
capado también, y como ya me habría dado cuenta, no intenté explicarle lo que era el mar.
habían vuelto. Ahora no quedaba en las cercanías del va­ Lo que yo tenía que hacer era regresar a los poblados
lle ni una sola de las criaturas del bosque. Él había regre· de los Nativos que habían huido de la Ciudad Redonda,
sado, arrastrándose, en una noche oscura; subió en silen­ pues allí me reuniría con Sais y su padre. Quería conven­
cio a la cima del promontorio y escudriñ.ó el valle; no vio cer a la desdichada criatura de que viniese conmigo,
nada, pero las emanaciones de la columna lo enfermaron creyendo que los Nativos la tratarían con afecto, al me­
y desde entonces sabía que había algo. .. pero ni siquiera nos Sais. Pero desde que llegamos a las últimas estribado·
ahora sabía lo que era, porque no lo veía, sólo lo notaba. nes montañosas, tras las que se extendía la jungla, la cria­
¿Y la Cosa grande en que habían venido aquellos seres tura se volvió silenciosa y esquiva, y evitaba mirarme,
horribles? ¿La había visto o tocado? como si yo estuviese alejándome de ella, y de pronto se
No, estaba demasiado asustado para acercarse. Nunca me acercó corriendo, tambaleándose, y me aferró los
había visto nada parecido ni sabía que esas cosas existie­ brazos y me sujetó las manos con tanta fuerza que yo no
ran. Era redonda, e hizo un círculo con los brazos; era podía soltarme. Unas grandes lágrimas le brotaban de los
enorme, y los extendió como si quisiera abarcar todo el bondadosos ojos castaños, desaparecían en la pelambre
interior de aquella gran caverna. Y era -dijo, gimiendo y de las mejillas y le chorreaban por el pecho. Gimió y
tambaleándose- espantosa. luego aulló de dolor. Retrocedió a todo correr, cayendo y
No conseguí averiguar más. volviéndose a levantar, hasta refugiarse entre los árboles.
Tampoco lo necesitaba. De pie contra las estribaciones de la montaña, mirán­
Le anuncié que tendría que irme muy lejos. No enten­ dome y espiando todos mis movimientos, me gritaba
dió el «muy lejos». Me acompañaíia, dijo, y así fue. Pero a adioses que eran una súplica: ¡vuelve, vuelve! Aún corrió
medida que pasab� los días, se iba volviendo silencioso y un corto trecho detrás de mí, pero de nuevo retrocedió.
aprensivo, porque se alejaba de las montañas que cono­ Lo estuve saludando con la mano hasta que fue sólo un
cía. Comprendí que se sentía solo. �Acaso no sabía desde punto bajo los árboles, que desde tan lejos me parecían
antes que estaba solo? ¿Había otros como él? ¡Sí, los hubo minúsculos. Pero yo tenía que seguir. Y lo abandoné,
en otro tiempo! ¿Muchos? De nuevo recurrió a las manos: pues, a su soledad.
las abrió una vez, dos veces, y otra vez, y otra ... Eran mu­ Había estado ausente medio año cuando llegué al po·
chos, pero todos habían muerto, quizá de una epidemia, y blado. Me preocupaban Sais y David, pero nadie sabía
ahora sólo quedaba él. Si había otros por las montañas, él nada de ellos. Incluso me pareció que los habían olvi·

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dado. Me construí una choza de barro y ramas, y esperé. De dos lugares los habían echado y amenazado de
Mientras, traté de enseñar a los Nativos que aún parecían muerte si regresaban.
inteligentes todo lo posible sobre Canopus y sobre cómo Los dos hablaban de los muertos que habían visto en
tenían que vivir para atenuar la nefasta influencia de los poblados. No advertí en ellos expresiones de miedo,
Shammat. Pero no me entendían. tristeza o pesadumbre. Así como Sais no se había sentido
Sin embargo, parecían dispuestos a aprender cuanto triste a la muerte de su madre, pero sí intrigada, las prue­
pudiera enseñarles acerca de las artes prácticas, que esta­ bas de la cercanía de la muerte, como un cadáver inse­
ban a punto de olvidar. Les enseñé -les re-enseñé- horti­ pulto encontrado en el bosque o un grupo de hombres
cultura y ganaderia. Les enseñé a domesticar a unos ani­ transportando un muerto en parihuelas, despertaban en
males parecidos a cabras que les darian leche, y cómo ellos el deseo de comprender. Mis esfuerzos por mostrar­
hacer mantequilla y queso. Les enseñé a reconocer cier­ les la realidad de la muerte, relacionándola con la Signa­
tas plantas fibrosas, a preparar las fibras, y a tejerlas y a tura, habían fracasado. No podían creer en su propia
teñirlas. Les enseñé a hacer ladrillos con la tierra y a co­ muerte porque aquellos cuerpos robustos sabían que aún
cerlos. Todas estas técnicas las estaba transmitiendo a les quedaban centenares de añ.os por vivir, y la sabiduría
criaturas que las habían conocido durante milenios y las de los cuerpos era más fuerte que unas flacas ideas. Me
habían olvidado en unos meses. A veces, me costaba contaron como algo extraordinario, en realidad conven­
creer que no se burlaban cuando, después de obser­ cidos de que yo no lo creerla, que algunos de aquellos
varme, mostraban un<.t :xpresión de asombro y deleite al muertos habían perdido la vida peleando. ¡Sí, se mataban
ver el queso, las vasijas de barro cocido o los cueros bien unos a otros! ¡Se mataban! ¡No cabía la menor duda!
curtidos y flexibles. En numerosos poblados muchos Nativos, si no la
Sais y David llegaron dos añ.os después de nuestra sepa­ mayoría, sobre todo los ancianos que no conseguían
ración. En cuanto los vi entrar en el poblado supe que ha­ adaptarse a la nueva situación, acostumbraban a hacer
bían pasado por duras pruebas. Se mostraban cautos y re­ excursiones a las Piedras, donde se abandonaban a aque­
celosos, prestos a defenderse; y casi tuvieron que hacerlo, · llas sensaciones en un principio consideradas horripilan­
pues sus amigos,. y hasta su familia, los habían olvidado. tes y luego placenteras, o al menos irresistibles.
Estaban flacos y muy quemados por el sol. Sais había cre­ No obstante, la repetición de mis mandatos había mo­
cido durante el viaje, pero seguía siendo mucho más baja dificado la situación. En casi todos los poblados habían
que su padre y el común de los Nativos. Era muy proba­ aprendido de memoria las palabras que les enseñaran
ble que la estatura de la especie estuviese disminuyendo. aquellos dos extrañ.os, y las repetían una y otra vez, para
Habían visitado la mayor parte de los poblados, des­ sí y unos a otros: Canopus dice que no debemos convertir
plazándose a pie, a lomo de animales, en canoas y otras en sirvientes a nuestros semejantes, Canopus dice..., Ca­
embarcaciones. Nunca se habían detenido más de un día nopus ordena...
en ningún sitio. Habían cumplido mis órdenes al pie de la Sí, una y otra vez, en cien lugares diferentes, Sais había
letra: hablaban de Canopus, observaban cómo reacciona­ dicho, o salmodiado, porque las frases se habían conver­
ban los Nativos y nunca recurrían a la Signatura a menos tido en un cántico, en una melopea:
que fuese absolutamente necesario.

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Canopus dice que no debemos derrochar ni saquear, raban tales pruebas, un camino tan largo e incierto, tan
Canopus dice que no hagamos mal a los demás. sembrado de emboscadas y peligros ... y estaban tan lejos
de empezar a comprender.
Al partir habían oído que las gentes musitaban, decían Esperé un tiempo a que se recobrasen de las fatigas del
o cantaban esas mismas palabras. viaje y luego nos reunimos en un claro entre las cabañas,
En aquellos dos años Sais se había desarrollado en to­ cerca de donde ardía el fuego permanente. Puse la Signa­
dos los sentidos. El padre seguía siendo el hombre cordial tura en el suelo, entre los tres, y los acostumbré a la idea
y risueño de siempre, incapaz de retener en la cabeza una de escuchar para aprender. Al cabo de unos días, cuando
sola idea, pero había protegido a la hija en todas partes y ya otros nos habían visto y algunos se paraban a escuchar
en todo momento, porque «Canopus lo ordenaba». Y si desde cierta distancia, curiosos y hasta interesados, pedí
bien Sais estaba muy lejos de la maravillosa agilidad men­ a todos los habitantes del pueblo, excepto los que esta­
tal y la inteligencia de «antes de la Catástrofe>> -como de­ ban de caza o de guardia, u ocupados en una u otra de las
cían ahora las leyendas y los cantos-, era ahora una per­ tareas esenciales para la supervivencia de la tribu -por­
sona más estable, más lúcida, más apta para captar y que eso eran ahora-, que se reunieran con nosotros todos
retener, y esto porque había sido la portadora de la Signa­ los días, durante una o dos horas, y escuchasen. Tenían
tura y la había conservado. Era una muchacha valiente que aprender otra vez a escuchar, y comprender que de
-eso yo lo sabía antes de confiarle la misión- y fuerte. ese modo se enterarían de muchas cosas. No recordaban
Pero ahora podía sentarme junto a ella y hablar, tener en absoluto cómo los habían educado los Gigantes y sólo
con ella verdaderas conversaciones, intercambiar ideas, comprendían lo que veían con sus propios ojos, como
pues Sais sabía escuchar. Era una operación lenta, porque cuando yo curtía con una piedra la piel de un animal, o
aquel cerebro . deteriorado se desconectaba a cada mo­ batía la leche agria para hacer mantequilla. Pero por las
mento, y los ojos se le quedaban en blanco; pero se reco­ noches escuchaban los cantos de David sobre <dos días de
braba de pronto, y se sacudía dispuesta a escuchar y com- antaño» y también ellos cantaban...
prender. . Pronto, todos los días a la hora de la puesta del sol, des­
Un día, sin que yo se la hubiera pedido, me devolvió la pués de la comida vespertina, yo hablaba y ellos me escu­
Signatura. Estaba contenta de haber sabido cuidarla y le chaban; y a veces hasta me respondían con palabras del
costaba separarse de ella. Yo la acepté, aunque por un pasado, en un fugaz destello de la memoria, aunque en se­
tiempo, pero eso ella no lo sabía, y le dije que lo más im­ guida desviaban los ojos y miraban a otra parte. De re­
portante de lo que tenía que aprender y hacer apenas ha­ pente, ya no estaban allí. ¿Cómo podría describirlo? ¡Sólo
bía comenzado. Pues muy pronto tendría que irme de con gran dificultad, sobre todo a canopianos!
Shikasta, a Canopus, y ella se quedaría allí como deposita· He aquí lo que les decía a aquellos hombres de Shi­
ria de la verdad sobre Shikasta, esa verdad que ella debía kasta:
conocer, conservar y transmitir a todo aquel que la escu­ Antes de la Catástrofe, en los Tiempos de los Gigantes,
chase. que habían sido sus amigos y mentores y les habían ense­
Sais lloró. Y también su padre, David. Yo mismo tenía ñado todas las cosas, Shikasta era un mundo apacible
ganas de llorar. A aquellas desdichadas criaturas les espe- donde no había peligros ni amenazas. Canopus le propor-

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donaba una atmósfera rica y vivificante, que mantenía a sar en Canopus, al recuerdo de la sustancia de la unanimi·
todos los habitantes del planeta sanos y protegidos, y que, dad en el sentir, que era el único bien que poseían.
sobre todo, hacía que se amaran unos a otros. Pero a causa Pero había algo más y aún peor. En Shikasta había ene­
.
de un accidente esa sustancia de vida no llegaba a Shíkasta migos, gentes malvadas, enemigos de Canopus, que les
como en el pasado, sólo en cantidades ínfimas. Ese aire pu­ robaban la SUS. Esos enemigos esclavizaban a los shikas·
rísimo tenía un nombre. Se llamaba SUS: sustancia de la tianos, cada vez que se les presentaba la ocasión. Lo ha­
unanimidad en el sentir. He de confesar que me costó cían fomentando en los shikastianos todos aquellos ras­
tiempo y esfuerzo encontrar una sílaba que fuese fácil de gos que Canopus aborrecía. Prosperaban viendo cómo
recordar. Ese hilillo de SUS que recibía el planeta era un los shikastianos se peljudicaban unos a otros y explota·
precioso tesoro y evitaría que recayesen en la animalidad. han a sus semejantes; disfrutaban cuando advertían que
Les dije que entre ellos y los demás animales de Shíkasta la sustancia de la unanimidad en el sentir faltaba en Shi·
había un abismo, y que ellos eran superiores porque cono­ kasta. Para burlar al enemigo, los shikastianos debían
cían la SUS. La SUS los protegería y conservaría la especie. amarse los unos a los otros, ayudarse entre ellos, vivir
Pero ellos tenían que venerarla. siempre en perfecta igualdad y no apropiarse jamás de
Pues podían también derrocharla, malgastarla o utili· los bienes ni de la sustancia de los demás. Esto era lo que
zarla mal. Por esta razón debían evitar las ruinas corrup· yo les explicaba, día tras día, con la Signatura cente·
toras de las antiguas ciudades y los bailes entre las Pie· lleando a mis pies, mientras la luz se extinguía en el cielo
dras. Y por la misma razón, si alguna vez se encontraban del crepúsculo y el resplandor de las llamas se avivaba a
en esas fuentes de emanaciones ponzoñosas, no debían medida que caía la noche.
ceder a la tentación de embriagarse. Pero un hilillo de esa Durante todo ese tiempo, Sais fue mi más abnegada co·
sustancia fluía de Canopus a Shikasta, un hilillo constante laboradora. Mediante las facultades que parecían renacer
que nunca dejaría de fluir. Éste era el compromiso que en ella, elegía los individuos que consideraba más promi·
Canopus tenía con Shik.asta. A su debido tiempo -¡no dije sorios y les repetía estas lecciones, una vez tras otra, infi·
milenios y milenios!- ese hilillo se transformaría en un �o­ nitas veces. Ella las decía y cantaba, y David componía
rrente y los Nativos que vendrían después podrían ba­ nuevas historias y canciones.
ñarse en la SUS como se bañaban ellos ahora en los ríos Cuando un cierto número de gentes del poblado hubie·
cristalinos. Pero no habría más Nativos si no se cuidaban, ran asimilado estas enseñanzas, les dije, tendrían que re·
si no velaban por su supervivencia. Si ellos, los que ahora correr toda Shikasta, hasta los últimos confines, y difun·
estaban a mi alrededor escuchando estas preciosas reve­ dir lo que ellos sabían. Tenían que estar seguros de que
laciones, no cuidaban de sí mismos, se volverían peores no quedaba nadie sin oír el mensaje, y de que todos lo re·
que las bestias. Si consumían cantidades excesivas de la cordaban.
sustancia de Shik.asta, pronto la corrupción alcanzaría a Y llegó mi hora de partir, de regresar a la Zona Seis. En
todos. Y tenían que evitar otras sustancias y no abando­ presencia de todos, puse la Signatura en manos de Sais y
narse si no querían convertirse en animales que sólo vi­ dije que en adelante ella sería la deposita�a.
vían para comer y dormir y volver a comer; no, una parte No les dije que así se mantendría la corriente SUS entre
de la vida de todos ellos tenía que estar consagrada a pen· Canopus y Shikasta, pero estaba convencido de que no

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tardarían en darse cuenta. Tenía que dejar a Sais algo que ford, y los padres que había elegido eran personas sanas y
la fortaleciese. honestas, situadas ni demasiado arriba ni demasiado
Les dije entonces que iba a regresar a Canopus y que al· abajo en la escala social. Esto, en una sociedad aquejada
gún día volvería. por la más aberrante división en clases y castas, siempre
Dejé la tribu temprano una mañana, cuando el sol salía recelosas unas de otras, era una decisión importante, re­
sobre el claro del bosque. Escuché el parloteo de los pája· sultado de una escrupulosa reflexión.
ros en los árboles seculares y acaricié una cabrita domes· Para llevar a cabo la tarea que se le había encomen­
ticada que me seguía trotando. La mandé de regreso y fui dado, Taufiq tenía que llegar a ser un experto conocedor
hacia la parte ancha del río, para que las aguas profundas de las reglas que en un mundo en lucha constante, real o
y turbulentas me arrastraran lejos del poblado y nadie verbal, guiaban a los individuos. Y lo había logrado. Ha­
encontrase mi cuerpo. Me zambullí y nadé hacia el centro bía aprovechado con inteligencia sus años de aprendizaje,
de la corriente. y ya desde muy joven era un profesional destacado. Así
como en las esferas más altas de la sociedad los jóvenes
Vuelvo ahora a mi visita de los Últimos Días. promisorios son observados por gentes de las que ellos
Era necesario que al menos esta vez Taufiq decidiera nada saben, aunque sospechen o adivinen que existen, en
renacer en una raza minoritaria del planeta, los pueblos los sectores activos más modestos hay posibilidades re·
de piel blanca o clara de las regiones septentrionales. La servadas para quienes demuestran tener talento; y John
ciudad elegida no se alzaba en el emplazamiento de las fue observado desde la niñez por «gentes de influencia>>,
Ciudades Matemáticas de la Gran Época, aunque había como suele decirse en Shikasta. ¡Pero no todas las «in­
por entonces ciudades erigidas en esos mismos sitios, sin fluencias>> eran de la misma clase!
que nadie sospechase, huelga decirlo, las energías poten· En aquella época corrupta y espantosa, el joven no
cial�s que allí había. El lugar nunca fue muy atractivo. Du· pudo evitar las presiones que lo incitaban a apartarse de
rante una gran parte de la historia reciente, mientras el la senda adecuada, y muy pronto -no tenía más de veinti·
clima se mantuvo húmedo, aquellas tierras bajas habían cinco años- sucumbió a las tentaciones. Él sabía, por otra
sido pantanosas. El suelo estaba siempre mojado y. era de­ parte, que actuaba mal. Los jóvenes suelen tener momen·
bilitante. Nada había habido nunca en ese sitio que propi­ tos de lucidez, momentos que con la edad se hacen menos
ciara el desarrollo de energías superiores, aunque en cier­ frecuentes y claros. En alguna parte de John vivía aún la
tas circunstancias y con determinados fines, nosotros idea de que estaba destinado a algo importante, algo
mismos lo habíamos utilizado, pero sólo provisional· quizá hermoso y noble, pero que le parecía -cada vez con
mente. Era la ciudad principal de una isla pequeña, de na­ más fuerza y más a menudo conforme pasaban los años­
turaleza combativa y codiciosa, y había invadido y domi­ de naturaleza «poco práctica». Que era muy consciente
nado una gran parte del globo, aunque en los últimos de lo que hacía, lo demostraba una cierta tendencia a reír­
tiempos había soportado algunos reveses. se en algunos momentos, con una risa azorada, como
Taufiq era john, nombre que había adoptado con fre­ quien se disculpa, y a explicar que <mo había podido resis­
cuencia a lo largo de su carrera: Jan, Jon, John, Sean, tir la tentación». Aunque esas palabras tuvieran poco que
Yahya, Khan, Yvan, etcétera. Era ahora John Brent-Ox- ver, en apariencia, con la moral social manifiesta y reco-

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nocida, y fuese esa contradicción lo que mostraba la risa. época: la política. En realidad; no era que John ambicio­
La risa era el homenaje que rendía a los gustos y costum· nase el poder por el poder, la autoridad por la autoridad
bres de la época. Me pongo en ridículo, decía la risa... y misma; se imaginaba «influyendo en las cosas para bien
sin embargo nunca se sentía seguro de lo que estaba ha­ de todos ». Era un idealista, como se definía a las gentes
ciendo ni de los caminos que había elegido. bien intencionadas que no pensaban siempre en sus pro·
Era indispensable que en un momento determinado pios intereses.
estuviese en cierto lugar, donde desempeñaría un papel He de aclarar entre paréntesis que este sentiniiento era
fundamental dentro de los planes de Canopus para hacer sincero en muchos de nuestros ciudadanos -para em·
frente a la crisis de Shikasta. Tenía que aspirar a un plear un vocablo shikastiano- de la época. Se desviaban
puesto, no sólo en el sistema legal de su país, sino a un de la buena senda y tomaban caminos equivocados
puesto clave en el conjunto de los países que unificaban, o creyéndose mejores que quienes defendían francamente
intentaban unificar, esa parte del hemisferio norte que sus propios intereses: mejores, porque ellos, y sólo ellos,
no hacía mucho había conquistado y saqueado vastas re­ sabían cómo manejar los asuntos prácticos del planeta.
giones del planeta; los mismos países que hasta poco an­ Una simple reacción emocional ante los sufrimientos de
tes habían estado siempre en guerra. Tenía que llegar a Shikasta les parecía prueba suficiente de que ellos serían
ser un individuo serio y honesto en este dominio. En una capaces de remediarlos.
época de corrupción, pública y privada, John tenía que Las actitudes que se exponen brevemente en este pá·
ganarse una reputación de hombre incorruptible, inso­ rrafo ilustran claramente lo que era la «política>>, los «par·
bornable, franco y desinteresado. tidos políticos» y los «programas políticos». Casi ningún
Acababa de abandonar los claustros del último insti· político era capaz de pensar en términos de interacción,
tuto de enseñanza -dedicado a preparar dirigentes­ de interdependencia, y de concebir las distintas sectas
cuando dio un paso en falso. En lugar de aceptar un como un conjunto y los «partidos» y los grupos de nado·
puesto subalterno en los Consejos del bloque de países nes como una unidad. No: una actitud regida por las nor·
septentrionales ya mencionado, como estaba previsto en mas de la «política» implicaba una parcialidad estéril, en·
nuestros planes (y por supuesto en los de él como Taufi.q), negrecida por la «justicia>> de un determinado punto de
entró a trabajar en un famoso despacho jurídico cuyos vista. Y cuando uno de esos «partidos» o sectas accedía al
miembros se dedicaban casi todos a la política. poder, se comportaba casi siempre como si el punto de
La segunda guerra mundial -según la tenninología shi­ vista que ellos propugnaban fuese el único correcto. El
kastiana- acababa de concluir. [Véase Historia de Shi­ único bueno.
kasta, vols. 2.955-3.0 1 5, El Siglo de la Destrucción.] ]ohn John se adhirió a una secta, y se creyó impulsado por
había combatido en ella y había visto tanta ferocidad, las ideas e ideales más altos. Se veía como una especie de
tanto exterminio y tanto sufrimiento que tenía ahora redentor y se imaginaba a la cabeza de la nación. Desde el
otra concepción del mundo; y él mismo había cambiado momento en que entró a trabajar con el grupo de aboga·
profundamente. Se veía desempeñando un papel desco­ dos, rara vez se encontraba con personas que tuviesen
llante -como de hecho estaba previsto-, pero se había de· otras ideas. En varias ocasiones los funcionarios de nues·
jado seducir por una de las falacias más irresistibles de la tro servicio intentaron influir en él, hacerle recordar -in·

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directamente, por supuesto-, pero sin ningún éxito. Lo incapacitados para el futuro que les aguardaba. Las dos
que era y lo que había pensado al cruzar las fronteras de mujeres vivían dedicadas a estimularlo y alentarlo. Las
Shikasta estaba tan escondido dentro de él que sólo aflo­ dos sentían por él lo mismo que todos aquellos que lo tra­
raba de tarde en tarde, en sueños o en ciertos accesos de taban de cerca. Era uno de esos seres que siempre des­
pánico y temor, cuyas verdaderas causas él nunca llegaba piertan en los demás simpatías o antipatías excesivas. In·
a reconocer. fluía en la gente. Para bien o para mal, les alteraba la vida.
Por el momento lo habíamos descalificado. Si algún Una indomable fuerza interior (de valor indudable, pero
motivo -se pensaba en Canopus- lo hacía «volver a sus en él, por así decirlo, descarriada) había hecho que su
cabales» -abundaban en Shikasta las expresiones revela­ existencia -y tampoco era éste un fenómeno insólito en
doras como ésta, y era común que personas que dábamos aquellos años- se pareciera a un bosque arrasado por un
por perdidas, al menos temporalmente, «volvieran a sus incendio súbito: la tierra ennegrecida, la flora y la fauna
cabales», <<vieran la luz», etc. , a menudo a raíz de una te­ exterminadas; y de pronto, una nueva vegetación, más
rrible conmoción o trauma en que tan pródigo era el pla­ brillante y lujuriosa, una mutación de las estructuras ge·
neta-, entonces y sólo entonces nos preocuparíamos por néticas, toda clase de posibilidades.
él. Tan apremiados estábamos, tan pocos éramos y tan Físicamente, era un hombre vulgar: moreno con ojos
desesperada nos parecía la situación de Shikasta. castaños, en los que me complacía imaginar rastros de
Una de mis tareas consistía en observarlo, juzgar d es­ sus antepasados remotos, los Gigantes. La piel clara le ve­
tado en que se encontraba, y en lo posible llamarlo al nía quizá de alguna mutación genética entre los Gigantes.
orden. El cuerpo, recio y vigoroso, me recordaba al de los Nati­
Había pasado los cincuenta años, es decir, más de la vos. Aunque, desde luego, en ese entonces ya se habían
mitad de la vida lamentablemente breve a que los shikas­ producido muchas mezclas a causa de los experimentos
tianos podían ahora aspirar. No obstante se lo había pro­ sirianos, la presencia de los espías de Shammat, etc.
gramado para una vida más larga: la última misión con­ Como todos los hombres públicos de aquel perio4lo, te·
sistía en representar a los ancianos a los setenta y cinco nía una personalidad oficial y otra privada. Esto era así
años de edad. Sería un hombre respetable, aunque de mo­ porque ninguno de ellos podía decir nunca la verdad a la
mento esto parecía difícil de creer. gente que supuestamente representaba. Una cierta dosis
Residía en un barrio próspero de la ciudad y llevaba de agresividad era indispensable: poder de persuasión,
una vida que él habría considerado moderada y nada fas­ fuerza de carácter, encanto. Y era menester recurrir a mé­
tuosa comparada con lo que por entonces era habitual en todos que en otros tiempos, en otros lugares y en otros
aquella zona geográfica, pero que según los criterios que planetas habrían sido considerados engañosos. falaces y
se impondrían poco tiempo más tarde -hablo aquí de un delictivos. Las cualidades de los «funcionarios públicos�>
tiempo en escala universal- era en realidad una vida de más apreciadas en Shikasta eran, casi sin excepción, las
ignominia, despilfarro y libertinaje. Tenía dos familias. más superficiales e irrelevantes que quepa imaginar, sólo
Una primera esposa, que le había dado cuatro hijos, vivía aceptables en una época de degradación y falsedad casi
en otro sector de la ciudad. Con la esposa actual tenía dos absolutas. Así ocurría en todas las sectas, facciones y
hijos. Todos los hijos habían sido mimados, consentidos e «partioos>>: pues lo más sorprendente de aquel período

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era la profunda semejanza que había entre unos y otros, Segunda Fase Aguda de la Guerra del Siglo XX), su facción
pese a que todos dedicaban la mayor parte de sus ener· había accedido varias veces al gobierno y no era eso lo
gías a señalar y denigrar las imaginarias diferencias. que lo atormentaba. Algo le empujaba -por nuestro in·
John era una figura nacional ya a los cuarenta_ añ.os, termedio- a que volviese a trabajar exclusivamente en el
cuando empezó a ocupar ciertas posiciones, en determi· despacho jurídico y se ganara así una reputación lo más
nados lugares; y no porque tuviera talentos extraordina­ sólida posible: la que se tiene entre las personas que tra·
rios ni una clarividencia fuera de lo común para los asun­ bajan en una misma esfera. Si lo hacía, todavía estaba a
tos de Estado.. . desde el punto de vista nacional, por tiempo de hacerse cargo de una serie de procesos en
supuesto. Había en él valores profundos, reprimidos, y se curso, y resolverlos con eficacia. La alternativa era ocu·
sentía decepcionado por ser lo que era, limitado por sus par un puesto en los Consejos del bloque de países sep·
propias contradicciones. Sabía que tenía grandes cualida­ tentrionales. Pero se trataba de un puesto de responsabi·
des, pero las ignoraba. Esta desazón lo había llevado a be­ lidad, para el que no tenía las cualidades requeridas, y
ber demasiado y a caer en excesos de autocrítica y ci­ que no era el más adecuado para defender a las razas
nismo. No había ninguna razón fundamental para que lo blancas en el momento en que estuvieran amenazadas de
respetasen, y él lo sabía. Sólo era uno de los cientos, de los exterminio. Desde nuestro punto de vista, cometía un
miles de políticos del globo de los que nadie esperaba mu­ grave error si aceptaba ese puesto.
cho, no por cierto las gentes que ellos representaban. Su segunda esposa pensaba de la misma manera. Sos·
Esas gentes, en efecto, luego de haber trabajado, comba­ pechaba lo que podría ocurrir. No estaba unida a él por
tido y hasta matado para llevar a «sus» representantes al un fanatismo ciego. Tampoco su primera esposa. En rea·
poder, cuando lo habían conseguido, ya no se considera­ lidad tanto una como otra se habían casado con él atraí·
ban responsables. Porque un rasgo -quizás el predomi· das por aquellas energías ocultas o latentes, esas prome·
nante- de los shikastianos de esa época era que sus men­ sas que luego él no había realizado; y ésa era en verdad la
tes ofuscadas les permitían sostener y defender, con razón por la que se sentían insatisfechas, aunque no se
denuedo y hasta con violencia, ideologías y opiniones dieran cuenta, y la causa de tantas amarguras y frustra­
que poco tiempo después -años, meses y aún minutos ciones. El segundo matrimonio estaba a punto de fraca·
después- repudiaban por completo. sar. Todo lo cual lo había arrastrado a una crisis nerviosa.
En la época en que descubrí dónde vivía Taufiq y me Vivía en un torbellino de emociones y conflictos. [Véase
aposté (cómodamente, por supuesto, en la Zona Seis) en Historia de Shikasta, vol. 3. O 12, cap. 1, Inestabilidad Men­
un sitio en el que podía recoger toda la información nece­ tal durante el Siglo de la Destrucción. Sección 5. Persona­
saria para luego tomar mis decisiones e influir en él si era lidades Públicas.] Ya había tenido otras crisis antes y se
posible, Taufiq mismo pasaba por un período de intensa había sometido a largos tratamientos. En realidad, casi
actividad emocional. todos los políticos de la época necesitaban asistencia psi·
Estaba en una encrucijada. En su fuero interno, sabía quiátrica a causa de la naturaleza de sus preocupaciones:
que se trataba de una nueva crisis. La facción política que el carácter irreal de todo lo que decidían, pensaban y
representaba acababa de perder el poder. Desde la se­ hacían.
gunda guerra mundial (o, como decimos nosotros, la Lo estuve observando varios días. Estaba en una habi-

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tación espaciosa del último piso de su casa, un cuarto en el parlamento local, se sentiría más inútil y frustrado
que reservaba para trabajar y al que su familia no tenía que nunca; eso ni siquiera era para él una alternativa.
acceso. Como estaba solo, no recurría al encanto Y de pronto, saltaba del lecho de aquella habitación en
aby«to de su personalidad pública. Iba y venía por la desorden, o se tiraba al suelo, o se balanceaba de ade­
habitación desgreñado (el peinado era importante en lante para atrás, y consideraba la otra posibilidad, rein·
aquella época), los ojos enrojecidos e incapaces de fi. corporarse al despacho jurídico y esperar la oportunidad
jarse en nada. Durante las últimas semanas no había de dedicarse a ciertas actividades de atrayentes perspecti·
dejado de beber. Mientras iba de un lado a otro, gruñía vas, pero que no le ofrecían nada que pudiera alimentar
y murmuraba, se encorvaba y se erguía, como para ali­ su propia ambición... Y además tendría que dejar el esce­
viar un dolor interior; se sentaba cruzando los brazos nario, renunciar a las candilejas y a la fascinación de hori·
sobre el pecho y agarrándose los hombros con las ma­ zontes aun más amplios. Y sin embargo... , sin embargo ...
nos, o se dejaba caer en el sofá y dormitaba unos ins­ no podía dejar de sentirse atraído por lo que estaba
tantes, para levantarse y reanudar aquel agitado ir y proyectado para él, y por él, desde antes de que llegara a
venir. Había decidido aceptar el cargo en el bloque de Shikasta.
países septentrionales. Sabía ;-.y a la vez no lo sabía­ Entonces intervine yo.
que era un error. Su yo racional, la parte de su persona En plena noche. En aquella calle apacible todo estaba
en que confiaba -y realmente tenía una inteligencia lú­ en calma. El estrépito habitual de las máquinas había
cida, reflexiva, penetrante-, sólo veía. la oportunidad cesado.
de cumplir con una ambición. .. que él llamaba «pro­ Ningún ruido en la casa. Una sola luz encendida, en un
greso», <�usticia» y cosas por el estilo. Suponía que ese rincón del cuarto.
bloque septentrional sería cada vez más poderoso, más John miró una y otra vez la lámpara. Parecía adormi·
eficaz, más satisfactorio para todas las partes interesa­ lado por la fatiga y el alcohol.
das. Y sin embargo, el derrumbe del orden mundial era -Taufiq -le dije-. Taufiq.. . ¡recuerda! ¡Trata de re·
ya evidente en todo el mundo. A la vez era evidente cordar!
que los problemas no se solucionarían con los plantea­ Le hablaba a su mente, por supuesto. No se movió,
mientos de los partidos poüticos: determinadas mino­ pero se irguió, y pareció recobrarse, y se quttdó escu·
rías, algunas de ellas influyentes, proponían altemati· chanclo. En aquellos ojos negros, y profundos, ahora pen·
vas que no podían menos que seducir a John... o a sativos y atentos, reconocí a mi amigo, a mi hermano.
Taufiq. Pero él se había comprometido con ciertas -Taufiq -le dije-, lo que estás pensando ahora es lo co·
ideas, y no podía dejarlas de lado mientras fuese un po­ rrecto. Insiste. Persevera. No es demasiado tarde. Diste
lítico. Y no quería deshacer su matrimonio. Ni decep­ un mal paso, cometiste un grave error metiéndote en po·
cionar a sus dos hijos, como había decepcionado a los ütica. ¡Eso no era para ti! No empeores las cosas.
del matrimonio anterior: temía a su progenie, como Él seguía inmóvil. Pero escuchaba con todos los áto·
era habitual entre los padres de la épóca. Pero de esto mos de su ser. Volvió con cautela la cabeza y comprendí
hablaremos más adelante. que se preguntaba si vería a alguien, o algo, en la penum·
No obstante, si se resignaba a conservar su escaño bra de la habitación. Me recordaba oscuramente. Pero
por más que volvía la cabeza a un lado y otro, y escudri­ pito, todo de una belleza fascinante, pero que -visto de
ñaba los rincones y recovecos oscuros del cuarto, no veía cerca- era un desierto. Las ciudades estaban muertas,
nada. No estaba asustado. aniquiladas, reducidas a unas arenas deletéreas. El
Pero parecía anonadado. La intrusión de mis palabras hambre, la enfermedad y la muerte habían asolado
en el estado de semidemencia y agitación en que se en­ aquellas funestas llanuras. La belleza del sitio exhalaba
contraba era demasiado para él. De repente se levantó, se un hálito de muerte, y sin embargo, también había allí
tiró al suelo y al instante se quedó dormido. nostalgias, anhelos, afanes ilusorios, que venían todos
Y soñó. Yo le proporcioné la materia de sus sueños. de la Zona Seis y engendraban esta pesadilla. Taufiq
Estábamos los dos en Canopus, en la sala de proyeccio­ despenó sobresaltado, balbuciendo y gimiendo; tenía
nes del Edificio de Demostraciones Planetarias. mucha sed. Bebió vaso tras vaso, se echó agua por la
Veíamos escenas de Shikasta, escenas recientes, con cara y reanudó sus idas y venidas. Mientras afuera el
millones y millones de seres pululantes, miserables salva­ cielo palidecía y la noche se retiraba, él iba y venía por
jes de vida efímera, obligados a compartir entre tantos la el cuarto, iba y venía. Ahora estaba sobrio, pero muy,
preciosa sustancia de la unanimidad en el sentir, una gota muy enfermo.
de sustancia; y todos estábamos trastornados por la Había que tomar una decisión. Y pronto, si no esa
suerte de los shikastianos, incapaces de ayudarse a sí mis­ tensión lo mataría.
mos, y que, casi muertos de hambre, peleaban entre ellos, No salía en todo el día de aquella habitación de la úl­
se odiaban y robaban unos a otros. Los dos habíamos co­ tima planta de la casa. Su mujer le llevó comida y él se
nocido Shikasta en épocas muy distintas, él muchas más lo agradeció, pero con un aire tan distraído y ausente
veces y en tiempos más recientes. Estábamos allí, juntos, que en ese mismo momento, ella decidió pedir el divor·
en la sala de proyecciones porque acababan de encomen­ cio. Ni siquiera tocó la comida. Tenía los ojos apaga­
darle que hiciera este viaje y se encargara de esta misión. dos, enfebrecidos, la mirada perdida. Se tiró al suelo, a
Era imposible que la rechazara. Nosotros nunca recha­ dormir, y luego volvió a incorporarse de un salto. Te­
zábamos esa clase de misiones. O por lo menos algunos nía miedo. Temía encontrarse conmigo, su amigo, que
de nosotros. [Véase Historia de Canopus, vol. 1.752.357, había sido su alter ego, su hermano.
Discrepancias sobre la Política de Shikasta, ex-Rohanda, Canopus, su tierra natal, su ser más profundo, lo ate­
capítulo sinóptico.] Era como si le hubiesen ordenado que rrorizaba hasta la locura.
aceptara la locura, la demencia, la alienación, para luego Cuando al fin se durmió; porque no aguantaba se­
encerrarlo en una madriguera de salvajes sanguinarios. guir despierto, hice que soñara con nosotros, un grupo
Aceptó inmediatamente. Como acepté yo, poco después, de compañeros, sus verdaderos camaradas. Sonrió dor­
cuando supimos que él había fracasado. mido. Luego lloró y las lágrimas le corrieron por la
Yacía inmóvil en su sofá. Bajo los efectos del sueño se cara mientras paseaba y conversaba en sueños con no­
agitó, pareció que despertaba, y volvió a dormirse, sotros, consigo mismo.
agotado. Se despertó sonriendo y bajó a anunciar a su esposa
Soñó con un paisaje de tierras altas y baldías, rodeado que se había decidido. Iba a aceptar el nuevo puesto, el
de montañas coloreadas y con un cielo luminoso e inhós- nuevo cargo de tanta responsabilidad. Le habló como

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el hombre público que es a veces, con un aire de amabili­ cunstancias: una era de naturaleza geográfica; otra el hecho
dad falsa. de que a lo largo de casi toda su historia la religión había
Pero yo sabía que lo que le había comunicado mientras sido un instrumento de las clases acomodadas; y una ter­
él estaba dormido seguiría allí dentro y lo transformaría. cera, que se hubieran alejado, aun más que otras religiones,
Veía con precisión -pues la imagen estaba clara en mi de las enseñanzas de su fundador. (Véanse vols. 998 y
mente- que más tarde, en los tiempos terribles que se 2.041, Las Reli.gi.one&, Instrumentos de las Castas Domi­
avecinaban, yo, un hombre joven, me enfrentaría a él nantes.] Por estas causas, entre otras, poco o nada hacían
para decirle ciertas palabras decisivas. Entonces él recor­ los creyentes por mitigar la crueldad, la ignorancia y la es­
daría. El enemigo -pues eso iba a ser durante un tiempo.­ tupidez de los habitantes de la región. Por el contrario, a
se convertiría otra vez en amigo, volvería a ser él mismo. menudo eran ellos los más culpables. Así, durante por lo
menos dos siglos, un rasgo destacado de la escena shikas­
tiana fue el hecho de que una casta arrogante y ególatra,
Historia de Shikasta, VOL. 3.012, El Siglo una minoría dentro de la minoritaria raza blanca, dominase
de la Destrucción casi todo el planeta, y mandase sobre una multitud de razas,
EXTRACTO DEL CAPÍTULO SINÓPTICO culturas y religiones diversas, superiores por lo general a
las de los opresores. Esa minoría blanca de las franjas del
Durante los dos siglos anteriores, las estrechas franjas de noroeste no era menos aficionada a los saqueos y el pillaje
tierra situadas en el noroeste del principal continente de que la mayoría de los conquistadores de la historia, pero te­
Shikasta alcanzaron una superioridad técnica sobre el resto nía como ninguno la capacidad de convencerse de que lo
del globo que les permitió conquistar materialmente o do­ que hacían era ••por el bien.. de los países conquistados: y de
minar por otros medios numerosas culturas y civilizaciones. esto el principal responsable era la mencionada religión.
Los pueblos de esta zona se caracterizaban por una peculiar La primera guerra mundial -para emplear la terminolo­
insensibilidad a los méritos de las demás culturas, una · in­ gía shikastiana (o sea la Primera Fase Aguda de la Guerra
sensibilidad sin precedentes en la historia anterior, y pro­ del Siglo XX)- comenzó como un conflicto entre los pueblos
ducto de una desafortunada conjunción de circunstancias. del noroeste por el reparto del botín colonial. Se caracterizó
( 1) Los pueblos que habitaban en esos territorios acababan por una ferocidad sin precedentes aun entre los bárbaros
de emerger de la barbarie. (2) Aunque las clases altas vivían más atrasados. Y asimismo por la estupidez: a nosotros, es­
en la opulencia, jamás habían sentido la menor responsabi­ pectadores, el derroche de vidas humanas y de recursos na­
lidad por la suerte de las clases inferiores; de modo que, si turales nos parecía sencillamente inverosímil, aun dentro
bien la región era en conjunto infinitamente más rica que de las costumbres shikastianas. Y por último, por la incapa­
casi todo el resto del globo, abundaban en ella los contrastes cidad total de las masas para comprender lo que estaba ocu­
entre extremos de riqueza y pobreza. Señalemos la excep­ rriendo: por primera vez se ensayó la propaganda a gran es­
ción de un breve período entre las Fases 11 y 111 de la Gue­ cala, utilizando métodos de adoctrinamiento basados en las
rra del Siglo XX. (Véase vol. 3.009, Economía de la Abun­ nuevas tecnologías, y dio resultado. Lo que se decía a los in­
dancia.] (3) La religión local era materialista. Esto se felices que iban a sacrificar en esa guerra vidas y bienes -o,
atribuía también a una desafortunada conjunción de cir- en el mejor de los casos, la salud- no tenía la menor relación

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con la realidad de los hechos; y si bien es cierto que toda co­ sas guerras pequeñas, algunas sin otro objetivo que probar

lectividad o cultura en guerra piensa siempre que actúa de las armas que muy pronto serían empleadas en la destruc­

acuerdo con sus propios intereses, jamás en la historia de ción de pueblos enteros. A causa de los sufrimientos y pena­

Shikasta, ni de ningún otro planeta -excepto los del grupo lidades impuestas por los vencedores a una de las naciones

Puttiora-, se ha utilizado el engaño en esa escala. derrotadas en la primera guerra mundial, surgió una Dicta­

La guerra duró casi cinco años shikastianos. Concluyó dura, como era previsible. El Continente Septentrional Ais­

con una epidemia en la que hubo seis veces más muertos lado, conquistado en una época todavía cercana por emi­

que en los campos de batalla. En esta guerra se sacrificó, so­ grantes de las franjas del noroeste, y con la abominable

bre todo en las franjas del noroeste, a toda una generación brutalidad habitual, estaba en vías de convertirse en una

de los mejores hombres jóvenes. En cambio -potencial­ gran potencia, en tanto que las naciones de las franjas del

mente la consecuencia más catastrófica- fortaleció la posi­ noroeste, debilitadas por la guerra, marchaban a la zaga. La

ción de las industrias de guerra (mecánica, química y psico­ frenética explotación de los territorios colonizados, en par­

lógica) hasta el punto de que desde entonces hubo que ticular el Continente Meridional 1, se intensificó con el fin
reconocer que esas industrias dominaban la economía y, de reparar los daños ocasionados por la guerra. Y como

por ende, los gobiernos de las naciones beligerantes. Por consecuencia, las poblaciones nativas, atrozmente explota­

encima de todo, la guerra rebajó todavía más el nivel de una das y oprimida., organizaron movimientos de resistencia de

moralidad ya corrompida en lo que se llamaba entonces ��el toda clase.

mundo civilizado,, es decir, los territorios del noroeste. Dos grandes dictaduras se impusieron implacablemente.

Esta guerra, o esta fase de la Guerra del Siglo XX, preparó Las dos predicaban el exterminio y la opresión de todas las

el terreno para la próxima. En muchos sitios, exacerbados sectas que tuvieran opiniones, religiones y culturas diferen­

por los sufrimientos de la guerra, estallaron revoluciones, tes. Las dos utilizaban la tortura en gran escala. Las dos te­

entre otras en un vastísimo territorio que se extendía a lo nían seguidores en todas partes del mundo, y cada una de

largo de miles y miles de millas, desde la franja norocciden­ ellas veía en la otra un enemigo de ideas antagónicas, per­

tal hasta el mar oriental. En ese mismo período aparece una verso y despreciable, aunque las dos actuaban de la misma

nueva forma de juzgar a los gobiernos, que se consideran manera.

��buenos, o ��malos,, no por cómo actúan, sino por una eti­ El intervalo entre el fin de la primera guerra mundial y el

queta, un nombre. La razón principal fue la decadencia comienzo de la segunda fue de veinte años.

causada por la guerra: nadie puede pasar años y años some­ Hemos de subrayar aquí que la mayor parte de los habi­

tido a una propaganda falaz y mentirosa sin que se le dete­ tantes de Shikasta ignoraban que vivían en una época que

rioren las facultades mentales. (Lo que ha sido corroborado más tarde sería considerada una guerra de cien años, el si­

por todos nuestros enviados a Shikasta.) glo en que asistiríamos a una destrucción casi total del pla­

La capacidad intelectual de los shikastianos, que por ra­ neta. Hacemos hincapié en este punto porque es casi impo­

zones ajenas a ellos mismos nunca había sido muy notable, sible para individuos sanos y cuerdos -los que hemos tenido

degeneraba rápidamente, mal empleada. la suerte (y no hemos de olvidar jamás que hemos tenido esa

El período comprendido entre el fin de la primera guerra suerte) de vivir protegidos por la bienhechora sustancia de

mundial y el comienzo de la Segunda Fase conoció numero- la unanimidad en el sentir-, es casi imposible, repito, com-

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1 30
prender las lucubraciones de los shikastianos. Mientras tec­ agua de una charca, que claro está sabía a petróleo, y
·

nologías nefastas destruían las civilizaciones del mundo, de pensar luego: ccBueno, al fin y al cabo, las cosas no andan
uno a otro confín, mientras se desencadenaban guerras por tan mal... ��
doquier, y se exterminaba deliberadamente a poblaciones La segunda guerra mundial duró cinco años y fue incom­
enteras, para beneficio de las castas dirigentes; mientras las parablemente más sanguinaria, en todos los sentidos. Todos
riquezas de todas las naciones se destinaban casi por com­ los elementos de la primera se repitieron, multiplicados. El
pleto a la guerra, a preparativos de guerra, a investigacio­ despilfarro de vidas humanas se extendió esta vez al exter­
nes sobre la guerra; mientras la decencia y la honestidad de­ minio en masa de la población civil. Las ciudades fueron re­
saparecían a ojos vista e imperaba la corrupción, en esa ducidas a escombros. Se arrasaron enormes extensiones de
atmósfera, viviendo en una pesadilla de aniquilación total, tierras cultivadas. De nuevo crecieron las fábricas de ar­
¿era verdaderamente posible -cabe preguntarse- que mas, consolidándose como el auténtico poder en todas las
aquellas infelices criaturas creyesen que ccen conjunto�� Zonas del planeta. Pero los daños más graves fueron los in­
todo iba bien? fligidos al espíritu mismo de las gentes. En todas partes, la
Respondo: sí. Sobre todo, por supuesto, para quienes ya propaganda de los distintos grupos fue inescrupulosa, viru·
poseían riquezas o bienestar: una minoría; pero aun para lenta y falaz, y a la larga contraproducente, porque con el
los millones, los miles de millones cada vez más numerosos ... tiempo ya nadie podíft creer la verdad, ni aun cuando la te­
también para ellos era posible vivir día a día, entre una y nía delante de los ojos. Las Dictaduras, la mentira y la pro­
otra comida escasa, entre un instante de calor y el siguiente. paganda eran el gobierno. En los territorios colonizados, el
Los que sentían el deseo de cchacer algo�•, de buscar un re­ imperialismo se perpetuaba por medio de la mentira y la
medio, no podían escapar a las redes de una de aquellas propaganda -mucho más eficaces, más contundentes que la
ideologías, todas iguales en los hechos, aunque se presenta­ fuerza física-, y la venganza de los oprimidos, cuando les
ran a sí mismas como muy diferentes. Éstos, los ccactivistas��, llegó la hora, también recurrió a las mentiras y la propa­
corrían de un lado a otro, como mi infortunado amigo Tau­ ganda, como habían aprendido de los opresores. Esta gue­
fiq, pronunciando discursos, perorando, atareados en pre­ rra abarcó y afectó al mundo entero; la primera guerra, o
parativos interminables, en reuniones donde unos pocos in­ primera fase de la guerra, sólo había afectado a una parte
dividuos sentados alrededor de una mesa intercambiaban del globo: al concluir la segunda, no quedaba en Shikasta un
noticias y emitían declaraciones de buena voluntad, siem­ rincón que no hubiese sido invadido por la mentira, la im­
pre en nombre de las masas, de las poblaciones desespera­ postura y la propaganda.
das, enloquecidas de terror, que sabían que todo andaba Esta guerra conoció, además, el empleo de armas capaces
mal pero creían que, de algún modo, en algún momento, las de provocar la destrucción total del planeta, mientras los di­
cosas se arreglarían. rigentes coreaban, huelga decirlo, palabras como democra­
No es exagerado decir que en un país devastado por la cia, libertad y progreso económico.
guerra, convertido en ruinas, emponzoñado, en un paisaje La degeneración de las criaturas ya degeneradas no hizo
ennegrecido y carbonizado, bajo un cielo cargado de humo, más que acelerarse.
el shikastiano era capaz de construirse un albergue con la­ Al final de la segunda guerra, una de las grandes Dicta­
drillos rotos y trozos de metal, guisarse una rata y beber el duras -en la región que había tenido la peor derrota en la

132 1 33
primera guerra- fue aplastada. La Dictadura que ocupaba lo fueran los teólogos. Los principios fundamentales, los
una gran parte de las tierras centrales quedó tan debilitada prejuicios de la ciencia gobernaban el mundo entero. Así
que estuvo casi a punto de desaparecer, pero sobrevivió, y como antes los individuos que compartían nuestras aficio­
poco a poco, se recuperó, trabajosamente. Otra vasta región nes y nuestro amor a la verdad -nuestros Hciudadanos••­
de las tierras centrales, al este de esa Dictadura, puso tér­ habían tenido que vivir bajo el poder y la amenaza de reli­
mino a medio siglo de conflictos internos, guerras civiles y giones dispuestas a recurrir a cualquier brutalidad en de­
sufrimientos, y a más de un siglo de explotación y de inva­ fensa de los dogmas, quienes ahora tenían inclinaciones y
siones por parte de las naciones de las franjas del noroeste, necesidades distintas de las toleradas por la ciencia se veían
constituyéndose en Dictadura. El Continente Septentrional obligados a llevar una vida prudente y discreta, cuidándose
Aislado, fortalecido por la guerra, era ahora la mayor po­ de no soliviantar los fanatismos de la clase científica domi­
tencia mundial. Las franjas del noroeste habían quedado, nante (al servicio de los gobiernos nacionales, y por ende de
en general, muy debilitadas. Obligadas a renunciar a sus co­ la guerra), una casta invisible, aliada incondicional de los
lonias, empobrecidas y brutalizadas -pese a ser, formal­ hacedores de la guerra. No era fácil atacar a los fabricantes
mente, las vencedoraa-, ya no eran potencias mundiales. Al de armas, los ejércitos y los científicos que trabajaban con
retirarse de las colonias dejaron atrás la tecnología (es de­ ellos, puesto que la versión oficial de cómo se manejaban los
cir, una concepción de la sociedad que se basaba exclusiva­ asuntos del planeta excluía esta realidad. Nunca, en nin­
mente en el bienestar, las satisfacciones materiales y la acu­ guna parte, ha existido una casta dominante tan autocrá­
mulación de bienes) en manos de pueblos que hasta tica, tan omnipotente y tan temible: y sin embargo los ciu­
encontrarse con los devastadores de las franjas del noroeste dadanos de Shikasta casi no se daban cuenta, repetían las
habían vivido infinitamente más en armonía con Canopus consignas, esperaban a que llegara el holocausto. Ignoraron
que cualquiera de los invasores, en cualquier tiempo o lo que hacían HSUsn gobernantes hasta el mismísimo final.
lugar. Las comunidades nacionales desarrollaban industrias, ar­
Este período puede denominarse -según algunos de mas, monstruosidades de toda suerte, a escondidas del pue­
nuestros historiadores- La Era de la Ideología. [Sobre este blo. Y si alguien descubría por azar esos arsenales, los go­
particular, véase vol. 3.0 1 1, capítulo sinóptico.] biernos negaban que existieran. [Véase Historia de Shi­
Los grupos políticos estaban todos atrincherados en las kasta, vols. 3.0 1 3, 3.014 y capítulo 9 de este volumen,
ideologías que defendían encarnizadamente. ccUtilización de la Luna como Base Militarn.] Había sondas
Las diferentes religiones sobrevivían, divididas y subdivi­ espaciales, armas espaciales; se exploraban los planetas, se
didas hasta el infinito, atrincherada cada cual en su propia los explotaba; se discutía encarnizadamente, por la pose­
ideología. sión de la luna, y todo esto a espaldas de la población.
La ciencia era la ideología más reciente. La guerra le ha­ Es necesario decir, ahora, cuánto mejores, cuánto más
bía dado un impulso extraordinario. Los planteamientos de sanas de espíritu eran las masas de estas poblaciones, el in­
la ciencia, flexibles al principio, se habían endurecido, como dividuo medio, que aquellas castas que las gobernaban. La
era inevitable en Shikasta, y los científicos en general -ex­ mayoría de los ciudadanos se hubieran horrorizado con lo
cluimos los casos individuales, en esta esfera como en todas que hacían c(susn representantes. Puede afirmarse con cer­
las otras- eran tan impermeables a la experiencia real como teza que si se hubieran enterado se habrían producido le-

1 84 1 35
vantamientos en masa en todo el globo� matanzas de gober­ Después de la segunda guerra mundial, tanto en las fran­
nantes� motines... Por desgracia� los pueblos desampara­ jas del noroeste como en el Continente Septentrional Ais­
dos� traicionados y engañados no disponen de otras armas lado, la corrupción y la degradación de la vida pública se hi­
que las (inútiles) de la algarada, el pillaje, la invectiva y el cieron evidentes. Las dos guerras ((menores)) emprendidas
asesinato. por el Continente Septentrional Aislado arrastraron a los
Durante los años que siguieron a la conclusión de la se­ órganos del estado, incluso los visibles y abiertos a la fiscali­
gunda guerra mundial, hubo numerosas guerras ((peque­ zación popular, al escándalo público. Varias figuras promi­
ñas))' algunas tan crueles y tan largas como las llamadas nentes fueron asesinadas. El soborno, el pillaje, el robo eran
grandes guerras del pasado inmediato. Las necesidades de la norma, desde la cúspide hasta la base de la pirámide del
las industrias bélicas dictaminaban, tanto como la ideología, poder. Se enseñaba a la gente a vivir para el progreso perso­
el carácter y la intensidad de dichas guerras. Durante este nal y la adquisición de bienes materiales. El consumo de ali­
período tuvo lugar el salvaje exterminio de los pueblos hasta mentos, de bebidas, de cualquier producto posible, pasó a
entonces autónomos, llamados ((primitivos)), en particular ser parte de la estructura económica de toda sociedad. [Vol.
en el Continente Meridional Aislado (también conocido 3.009, Economía de la Abundancia.] Y sin embargo, nadie
como Continente Sur 11). Durante este período, las grandes veía en estos repulsivos síntomas de degradación una conse­
potencias se sirvieron de las sublevaciones coloniales para cuencia directa de las guerras que arrasaban el planeta.
alcanzar sus propios fines. Durante este período, los méto­ A lo largo del SiglQ de la Destrucción hubo muchos cam­
dos de guerra psicológica y de control de la población civil bios inopinados: pactos entre naciones que habían estado en
alcanzaron una difusión y una sutileza jamás imaginadas. guerra y que de pronto se volvían juntas contra los aliados
Ahora hemos de intentar aquí otra característica que de ayer; tratados secretos entre naciones en guerra; enemi­
puede parecer inexplicable para quienes piensan como no­ gos y aliados que cambiaban constantemente de bando,
sotros. mostrando que el factor decisivo era la necesidad de la gue­
Cada vez que concluía una guerra, o una fase de una gue­ rra como tal. Durante este período todas las grandes ciuda­
rra, con su inevitable secuela de barbarie, salvajismo y envi­ des del hemisferio norte vivieron bajo el terror: desde saté­
lecimiento, se operaba en la casi totalidad de los shikastia­ lites artificiales apostados en el cielo, desde naves submari­
nos una especie de reajuste psicológico que les permitía nas que patrullaban sin cesar los océanos, desde bases
((olvidar)), Lo cual no significaba que las guerras no fuesen terrestres situadas a veces en otro hemisferio, apuntaban a
ídolos y objetos de toda clase de cultos devotos. Los actos de cada ciudad no menos de treinta ingenios destructivos, ca­
heroísmo, las evasiones, las hazañas de orden local y limita­ paces cada uno de reducirlas a cenizas, junto con sus habi­
das, elevadas al rango de cuestiones de interés nacional, tantes, en contados segundos. Esas armas mortíferas eran
eran en el fondo formas de religión. Pero esto no sólo no los gobernadas por máquinas que -todo el mundo lo sabía- no
ayudaba, al contrario les impedía darse cuenta de hasta qué eran infalibles� y nadie ignoraba que más de una vez ciuda­
punto había sido afectada y lesionada la estructura básica des y regiones enteras se habían salvado de la destrucción
de la cultura. Después de cada guerra, había una nueva y ((por milagro)), Pero a la población se le ocultaba la frecuen­
notoria caída en el abismo de la barbarie, mas al parecer los cia de estos ((milagros)), es decir, accidentes casi fatales en­
shikastianos no veían ninguna relación de causa a efecto. tre aparatos en los cielos, colisiones entre aparatos submari-

1 86 137
nos, armas detenidas justo a tiempo cuando ya iban a despe­ comed más, consumid más, despilfarrad más, como en un
gar. Visto desde fuera, el planeta parecía habitado por una delirio, como una obsesión. Eran seres enloquecidos, y las
raza completamente enloquecida. débiles voces que protestaban no bastaban para detener el
En grandes zonas del hemisferio septentrional el nivel de proceso desencadenado y sustentado por la codicia. Por la
vida era el que hasta hacía poco había estado reservado para falta de sustancia de la unanimidad en el sentir.
los emperadores y su corte. En el Continente Septentrional Pero las inmensas riquezas del hemisferio norte no esta­
Aislado, sobre todo, la riqueza era escandalosa, incluso a los ban equitativamente distribuidas, y las clases menos favore­
ojos de muchos de sus propios ciudadanos. Los pobres vi­ cidas se mostraban cada vez más rebeldes. La población del
vían allí como habían vivido los ricos en épocas pretéritas. Continente Septentrional Aislado y de las franjas del no­
En el continente se amontonaban los residuos, los desechos, roeste incluía también mucha gente de piel oscura, impor­
los despojos del resto del mundo. Alrededor de cada ciudad, tada en un principio como mano de obra barata, para llevar
de cada pueblo y hasta del más insignificante villorrio del a cabo los trabajos menospreciados por los blancos: y aun­
desierto, había inmensos basureros de objetos y alimentos que esta parte de la población participaba en cierta medida
desechados que en otras regiones menos favorecidas del de la abundancia general, en conjunto puede decirse que en
globo hubieran salvado de la muerte a millones de seres hu­ Shikasta los blancos prosperaban y que los de tez oscura ve­
manos. Los viajeros que visitaban el continente se maravi­ getaban.
llaban, es cierto, pero de las cosas que la gente creía poder Y los de tez oscura, que odiaban a los explotadores blan-
tener por derecho propio. cos como quizá nunca se haya odiado a ningún conquista­
Esta cultura dominante daba el tono y era el modelo de dor, lo decían en voz más alta cada vez.
casi toda Shikasta. Porque, a pesar de las etiquetas ideológi­ Dentro del territorio de cada nación, el descontento cre­
cas que distinguían a cada nación, todos compartían el prin­ cía por todas partes, al norte, al sur, al este y al oeste. No
cipio de que la tecnología era la clave de la felicidad, y de sólo como consecuencia del abismo que había entre pobres Y
que la felicidad consistía en el eterno progreso material, en ricos, sino también porque aquel modo de vivir, fundado en
la acumulación de bienes, placeres y comodidades. Los ver­ el criterio único de un aumento creciente del consumo, en­
daderos fines de la existencia, pervertidos desde hacía tanto tristecía y deprimía sus verdaderas naturalezas, sus natura­
tiempo, y a duras penas y a qué precio preservados por no­ lezas ocultas, que eran desdeñadas, despojadas, engañadas
sotros, habían caído en el olvido, reducidos a parodias por por todas las instituciones y todas las autoridades a quienes
quienes alguna vez los conocieron, pues las religiones sólo tendrían qu"e respetar -les habían dicho-, pero que ya no
conservaban atisbos desnaturalizados de la verdad. Y du­ respetaban.
rante todo ese tiempo el planeta era saqueado. Se arranca­ Los dos grandes continentes se desgarraban en guerras y
ban los minerales de sus entrañas, se despilfarraban los disturbios: unas veces eran guerras civiles entre negros y los
combustibles, se empobrecían los suelos, explotándolos sin restos de la antigua opresión blanca; y también entre sectas,
tener en cuenta el futuro, se exterminaba la fauna y la flora, camarillas y grupos rivales. En todas partes proliferaban los
se llenaban los mares de veneno e inmundicia, se corrompía dictadores. Arrancaron bosques y selvas, destruyeron espe­
la atmósfera; constantemente, a todas horas, la maquinaria cies animales, exterminaron o dispersaron tribus enteras...
de la propaganda machacaba, más, más, más, bebed más, Guerra. Guerra Civil. Asesinato. Tortura. Explotación.

188 1 39
Opresión y exterminio. Y siempre mentiras, mentiras y Había comenzado la era de las epidemias y las enferme­
mentiras. Siempre en nombre del progreso y la igualdad, dades, la época del hambre y las muertes en masa.
del desarrollo y la democracia. En el continente principal, dos grandes Potencias se opo­
La ideología que prevalecía en toda Shikasta era ahora nían en un combate mortal. El conflicto entre la Dictadura
una colección de variaciones sobre el tema del desarrollo nacida al concluir la primera guerra en los territorios del
económico, la justicia, la igualdad y la democracia. centro y la que se había impuesto en las regiones orientales
No era la primera vez, en la desdichada historia de aquel implicaba directa o indirectamente a casi toda Shikasta. La
siglo terrible, que esta particular ideología -justicia econó­ Dictadura más joven era la más fuerte. La más antigua ya
mica, igualdad, democracia y todo lo demás- tomaba el po­ estaba en decadencia; el imperio que se desmembraba, la
der en el momento en que la economía de una región se de­ población cada vez más rebelde o perezosa y la clase domi­
rrumbaba: bajo los gobiernos ��de izquierda,, las naciones nante cada vez más alejada del pueblo (los procesos de flore­
de las franjas noroccidentales se hundían en la miseria y el cimiento y decadencia, que en otros tiempos se arrastraban
caos. a lo largo de dos o tres siglos, duraban ahora unos pocos de­
Las regiones del mundo antes explotadas veían con rego­ cenios). Esta Dictadura no pudo resistir los avances de la
cijo la caída de sus antiguos perseguidores y opresores, la Dictadura del este cuya población desbordaba las fronteras,
raza que los redujera a la esclavitud y la servidumbre, que hasta que al fin invadió gran parte de los territorios de la
los había expoliado, y que, sobre todo, los había menospre­ Dictadura más antigua, y luego también las franjas al no­
ciado porque eran gente de color; la misma raza que se ha­ roeste, en nombre de una ideología superior, que en reali­
bía burlado de las culturas indígenas, que ahora, por fm, dad no era sino una variedad de la ideología predominante.
empezaban a ser comprendidas y apreciadas •.. demasiado Los nuevos amos eran perspicaces, hábiles e inteligentes,
tarde, ay, pues la raza blanca y su tecnología las habían ani­ pretendían conquisbrr todo el continente principal de Shi­
quilado. kasta, para ellos mismos y sus descendientes.
Nadie acudió en auxilio de las franjas del noroeste Pero mientras tanto las armas se acumulaban, se multi­
cuando cayeron en manos de dictaduras dogmáticas, que plicaban...
aparecían con una asombrosa regularidad, incapaces siem­ La guerra comenzó por error. Falló un mecanismo y
pre de resolver los problemas heredados. El principal y más grandes ciudades quedaron reducidas a polvo. Que algo así
grave era el de los imperios que habían enriquecido a los tenía que ocurrir tarde o temprano, lo habían pronosticado
países de la franja, y que ahora se habían desmoronado, muchísimas veces los técnicos de todas las naciones. . . pero
pero dejando una herencia de ideas falsas sobre la natura­ la influencia de Shammat era demasiado fuerte.
leza e importancia que ellos mismos tenían en términos pla­ En poco tiempo, la casi totalidad del hemisferio norte es­
netarios. La venganza desempeñaba un papel, y nada des­ tuvo cubierta de ruinas. Unas ruinas éstas muy distintas de
preciable, en lo que estaba ocurriendo. las de la segunda.guerra, sobre las que había sido posible re­
El caos imperaba. El caos económico, mental y espiritual construir en seguida las mismas ciudades. No, las nuevas
-empleo la palabra en su sentido exacto, en el sentido cano­ ruinas eran inhabitables porque la tierra de alrededor es­
piano- triunfaba en todas partes, mientras la propaganda taba envenenada.
rugía y atronaba por los altavoces, la radio y la televisión. Las armas guardadas hasta entonces en secreto llenaban

1 40 141
ahora los cielos, y los supervivientes, moribundos, se tamba­ emisarios de Sirius, tanto residentes como viajeros.
leaban, llorando y vomitando entre las ruinas, alzaban los Nos hemos encontrado también con agentes de
ojos para ver las titánicas batallas, y junto con el último sus­ Shammat, aunque ellos no lo saben.
piro, susurraban algo sobre <<Diosesn, ((Demonios�), <<Ánge­ 2. Confirmamos la información de nuestros agentes,
lesn e Hlnfierno��. tanto indígenas como visitantes, de que se ha produ­
Había refugios subterráneos a prueba de radiaciones, de cido un cambio inesperado. En todo el hemisferio
venenos, de agentes químicos, de las mortíferas vibraciones norte ha aparecido una raza de «gente pequeña»,
sonoras y de los rayos de la muerte. Habían sido construidos como les dicen en todas partes. Los análisis histológi·
para las clases dominantes. Allí sobrevivieron unas pocas cos, óseos y de sangre indican un posible origen si·
personas. riano, y los representantes sirianos confirman que
En las regiones apartadas, en islas y algunos lugares pro­ son el resultado de experimentos realizados por Si·
tegidos por la suerte, también hubo supervivientes. rius allá por la época de la visita de johor en los días
La población de todos los continentes e islas meridiona­ del Desalienamiento. Una gran parte del hemisferio
les, afectada por la peste, las radiaciones y la contamina­ norte se ha cubierto de hielo. Este fenómeno, al rete·
ción del suelo y del agua, quedó considerablemente dismi­ ner mayor cantidad de agua, ha provocado deseen·
nuida. sos en el nivel de los mares y los ríos y la aparición de
En menos de un par de décadas, de los miles de millones tierras donde antes no las había, tendiendo puentes
de habitantes de Shikasta quedó tal vez un uno por ciento. entre los continentes y las islas que facilitan el despla·
La sustancia de la unanimidad en el sentir, que antes se re­ zamiento de la «gente pequeña». Sirius confirma la
partía entre inmensas multitudes, bastaba ahora para man­ proliferación de esta especie en los dos grandes conti·
tener a todos cuerdos y sanos. nentes meridionales, así como en el menor. Esta
Habiendo recuperado su verdadera naturaleza, los habi­ «gente pequeña» no mide por lo general más de un
tantes de Shikasta miraban incrédulos alrededor, y se pre­ palmo de estatura y los más altos nunca pasan de
guntaban por qué habían estado locos. cuatro. Los hay de varios tipos, desde el achaparrado
y macizo, dotado de una gran fuerza física, hasta el
grácil y delicado, de una belleza exquisita incluso
Informe de los Emisarios TAUFI� NASAR para los cánones de Canopus. Los primeros tienden a
y RAWSTI, MIEMBROS de la COMISIÓN vivir bajo tierra, en cavernas, grutas y toda clase de
ESPECIAL enviada a SHIKASTA recovecos subterráneos, a veces tan profundOB que,
para estudiar la situación del planeta casi nunca, o nunca, ven la superficie de la tierra. Son
en la PENÚLTIMA ÉPOCA. RESUMEN. [Pri· diestros en la minería, la fundición de metales y la
mera misión enviada al planeta desde la visita agrimensura. Extraen y utilizan el hierro, el cobre, el
de Johor en los Días de la Catástrofe.] bronce, el oro y la plata. Los de tipo más delicado vi·
ven en estrecho contacto con la vegetación y saben
l . Hemos procedido a un reconocimiento exhaustivo cómo utilizar las plantas; o se han adaptado al agua y
del hemisferio norte y nos hemos reunido con los sus propied;;tdes, o bien son criaturas del fuego. To·

142 143
dos evitan a la gente grande que vive en Shikasta, tarse a climas extremados, de sobrevivir con cual·
hasta el punto de que en ciertas regiones se han quier dieta, de resistir los cambios súbitos y drásti·
convertido ya en tema de mitos y leyendas. Pero en cos. Por ejemplo, viven sin dificultad en los límites
ciertas regiones se ha establecido y mantenido un del casquete polar. No son superiores en inteligen·
vínculo que incluye el intercambio de información y cia a los Gigantes ni a los Nativos, pero son ingenio·
mercancías. En nuestra opinión, estas razas no tie­ sos y -una vez más- muy adaptables., dentro de las
nen muchas posibilidades de desarrollarse. Dismi­ limitaciones que impone, claro está, la exigua canti·
nuyen de tamaiio y en número, y en buena parte dad de SUS que recibe el planeta.
han emigrado ya, no a la Zona Seis, donde no se Las nuevas razas híbridas viven entre los Nativos
sentirían a gusto, sino a las Zonas Uno y Dos. o cerca de ellos, pero los Gigantes son menos socia·
3. A causa de la presión de las masas del hielo polar en bies. Por supuesto, hay desavenencias, y cada vez
una zona tan meridional, se han producido impar· más frecuentes, tanto personales como de grupo,
tantes deplazamientos de las dos razas que nos inte· pero no existen indicios por ahora de que puedan
resan. Los Gigantes, que en un principio se afinca­ desembocar en una guerra, ni tampoco la conside·
ron sobre todo en las mesetas y regiones montaña· ran inevitable o deseable. Por el contrario, los «Pre·
sas del continente principal, se han extendido hacia ceptos» de Johor tienen aún bastante fuerza como
el este y han emigrado en gran número al Conti· para que todas las especies se sientan a disgusto
nente Septentrional Aislado, a través de los nuevos cuando se dejan arrastrar por un humor belicoso,
puentes de hielo. Allí habitan y prosperan. En la ac­ aunque sea un momento, y los antagonismos son
tualidad sólo miden dos tercios de su antigua talla. siempre locales y de corta duración.
Viven alrededor de doscientos años. Tanto la dura­ Estas tres especies -porque los Híbridos han de
ción de la vida como la estatura disminuyen rápida­ considerarse una nueva especie- crían toda clase de
mente. animales, que utilizan para alimentarse, como me·
Los Nativos, antes asentados al sur y al norte de dio de transporte y en las faenas agrícolas. El uso de
los Gigantes, se han trasladado y concentrado en las los metales es poco conocido, aunque los rumores
regiones evacuadas por los Gigantes o escasamente sobre las artes de la «gente pequeña» sugieren toda
pobladas; han emigrado asimismo hacia el sur, lle­ clase de ensayos y experimentos. Hemos aconsejado
gando incluso a las zonas septentrionales del Conti· a los individuos de todas las latitudes de Shikasta
neme Sur l. También ellos están perdiendo estatura, que se acerquen a la «gente pequefla» y aprendan
reducida a dos tercios de la que tenían cuando Jo· de ellos cuanto puedan, en particular sobre los me·
hor los visitó. Viven alrededor de ochocientos años. tales.
Como en el caso de los Gigantes, la duración de la 5. Las «Leyes de Canopus», como las llamara Johor,
vida y la talla decrecen rápidamente. han arraigado, hasta cierto punto, no sólo en las dis·
4 . En la actualidad hay acoplamientos entre estas dos tintas estructuras éticas, sino también en las genéti·
razas, y el resultado es una especie físicamente supe· cas. Las transgresiones provocan un malestar que es
rior, robusta y sana, pero sobre todo capaz de adap· necesario compensar por medios a veces d�plora·

1 44 1 45
bles e improductivos. Pero hemos de señalar que tal mares interiores, donde el clima es menos riguroso, y en
como estaba previsto estas Leyes pierden con rapi· las islas del océano que separa el Continente Septentrio·
dez vigencia y eficacia. Una de las causas, y no la nal Aislado del gran territorio del centro. (Estas islas son
menos importante, es la intervención de Shammat, inestables.) Es decir, entre los 20 y los 40 grados de latitud
cuyos agentes trabajan sin descanso. El malestar psi· norte (mediciones shikastianas). Los Htbridos de Gigante
cológico que engendran las «transgresiones» es te· Nativo son, como se preveía, los más resistentes. Los Gi·
rreno propicio para las necesidades de Shammat. gantes y los Nativos de pura cepa, hoy en minoría, tien·
Por ejemplo, se han impuesto los sacrificios huma· den a vivir aislados. Los nuevos Híbridos que en cada ge·
nos como modo de «contentar a los Dioses>>. Esta neración pierden estatura y corpulencia, pero son sanos y
práctica gana adeptos en todas partes. Shammat robustos, ven a unos y otros como e<Gigant�S». La capad�
trata por todos los medios de que los shikastianos dad intelectual de estos Híbridos es bastante escasa, in·
caigan en el bestialismo. Como esto no es distinto cluso dentro de los límites impuestos por los estragos de
de lo que ya hemos visto hacer a Puttiora y Sham· Shammat. Son pendencieros y codiciosos.
mat en otros planetas, no entraremos en deta· Las riquezas y hasta las tierras se acumulan en manos
Hes. de unos pocos, en detrimento de la mayoría, a menudo
reducida a la condición de esclavos y sirvientes. Luego del
retroceso de los hielos, algunos huyen hacia el norte,
N UESTRAS RECO M E ND A C I O N E S : donde se instalan a pesar de las inclemencias. Hacen fre·
cuentes incursiones al sur, a saquear los graneros y robar
a. Inoculación de genes canopianos en el nuevo Hí· ganado. Hoy las refriegas y el pillaje cunden por todas
brido, en nuestra opinión, la especie de mayor po· partes.
tendal evolutivo, pues tiende a las mutaciones fre· Poco o nada queda de las enseñanzas dejadas por el
cuentes y variadas. Emisario Johor y los viajeros posteriores.
b. Visitas más frecuentes de nuestros emisarios. Sabe· Un sistema de tabúes refuerza el orden de los objetos,
mos que no hay forma de impedir que Shammat los artefactos y los animales. Los sacrificios humanos y de
robe la SUS, pero es posible oponerse a que embru­ animales son oficiados en general por «Sacerdotel>> que�
tezca la raza. se llaman a sí mismos guardianes de lo ccDivino».

M I S RECO M ENDACIONES:
ENVIADO 99, TAUFI� informa:
a. Ratifico las recomendaciones de la Comisión que
He recorrido e inspeccionado las áreas señaladas. El aconseja un estimulante genético. Hay quienes dicen
hielo polar empieza a retroceder. Las aguas de los océa· que hay en Shikasta demasiadas especies. Contra este
nos casi han recuperado el nivel anterior. argumento, insisto en mi convicción de que el Híbrido
La población se concentra sobre todo en los grandes Gigante/Nativo no tardará en ser la especie domi·

146 147
nante. Especie dominante. Es imprescindible frenar la habrá que poner en práctica las recomendaciones de mi
violencia y la rapacidad características de estos Híbri­ informe.
dos. De lo contrario, no quedará ninguna otra especie.
Por ejemplo: la «gente pequeña» está casi extinguida,
excepto en ciertas regiones, sobre todo septentriona· ENVIADO 1 05, TAUFI� informa:
les, donde los protege la severidad del clima. Los persi­
guen y matan por placer. No necesito decir nada más He seleccionado cinco machos del Sector Oriental de
para subrayar mi afirmación de que las influencias de Canopus, cinco del Planeta 1 9 y cinco del Planeta 2 7.
Shammat son casi aplastantes. QJ.tedan pocos rastros de las catástrofes recientes, pero
b. Se ha recomendado a nuestros agentes que pasen la densidad de población es todavía baja.
inadvertidos todo lo posible. Lo importante es que ob­ Los machos fueron divididos en cinco grupos y se dis­
serven y vigilen. Tendríamos que adoptar una nueva tribuyeron así: Inmediatamente al norte de las Grandes
política de firme intervención. Será preciso operar den­ Montañas. Inmediatamente al sur de las mismas. En el
tro del marco de las estructuras y tendencias mentales extremo norte del Continente Sur l. Dos grupos al sur de
existentes. Esto supondrá la utilización de las <<religio­ los Grandes Mares, uno de ellos acompañado por mí. To­
nes» actuales y quizá la introducción de otras nuevas. dos pasaron unos días aclimatándose antes de dejarse ver
por los indígenas.
El grupo de tres que yo acompañaba se instaló en una
montaña próxima al terreno llano donde se había posado
ENVIADO 1 02, TAUFI� informa:
nuestra nave. Ese llano tenía connotaciones sagradas en
la región.
Habrá que aplazar nuestros planes. La inestabilidad de Nuestro problema: sólo las hembras elegidas tenían
este planeta se confirma una vez más. Por un tiempo el que procrear.
eje de rotación de Shikasta ha cambiado de posición. He Hablé con los descendientes de la antigua casta daví­
dispuesto que los expertos determinen la causa. Ha ha­ dica, naturalmente superiores y que ocupan puestos im­
bido inundaciones, tempestades, terremotos. Algunas is­ portantes. Les dije, por separado y «en secreto», que unos
las se han sumergido. Sobrevendrán cambios de clima. «seres sagrados» habían descendido de las «altas regio­
Shikasta se ha alejado ligeramente del sol. Los efectos so­ nes» atraídos por la belleza de esta raza. Las mujeres esco­
bre la luna son todavía inciertos. Hubo grandes pérdidas gidas fueron llevadas a los machos y tuvo lugar el acopla­
de vidas, más numerosas en el hemisferio norte que en el miento. Eran alrededor de cincuenta, y al principio cada
sur. Varias culturas prometedoras, cuidadosamente vigi­ una de ellas se creía la única.
ladas por nosotros, han desaparecido. Una de ellas, Ada­ Nuestro plan era que las escogidas lo contaran a otras
lanterlandia. El agente Nasar, ahora establecido en Shi­ personas «como confidencia». Nos proponíamos así ase­
kasta con carácter permanente, enviará un informe. No gurar la propagación de rumores acerca de la presencia
obstante, estos sucesos no modifican la situación general, de dioses, etc. Pero no queríamos que los acoplamientos
y cuando los efectos perturbadores se hayan mitigado, se generalizaran.

148 149
Al poco tiempo, el encumbrado refugio donde se ha· mulación genética -Planetas 19, 2 7 y Canopus oriental­
bían instalado nuestros voluntarios estaba asediado por parecen satisfactorios. La decadencia general ha cesado.
hembras ávidas y machos recelosos. Los cuatro nos enea· Los descendientes son una casta superior. Los demás, en
minamos con la mayor discreción posible a la nave pero cambio, están cayendo en un estado lamentable. Como
dos de las mujeres nos siguieron y aunque insistí en que es lógico el proyecto de estimular estos productos de
no habían sido elegidas, hubo acoplamientos. Opino que nuestra experiencia genética ha sido suspendido; pero
Planeta 2 7 no es apto para este trabajo. El Planeta 1 9 es propongo que se lleve adelante tan pronto como Shikasta
menos impetuoso. se haya recobrado de este nuevo revés.
Nos aseguramos de que las dos mujeres vieran despe· La inminencia de un diluvio celeste era evidente. La
gar nuestro vehículo, para que luego hablaran de carros masa nubosa crecía día a día, densa y pesada.
celestiales. Hablé con el jefe de la nueva casta (davídica mejorada)
y le dije que se dispusiera a partir hacia terrenos más al·
tos, junto con su familia y los animales necesarios para la
ENVIADO 1 1 1, TAUFIQ, informa: perpetuación de las especies. Comprendió que yo venía
((de otra parte», como él decía. La leyenda de los ((Dioses»
Me había preparado para llevar a cabo nuestro primer está bien arraigada. Una prueba de la inteligencia de la
plan. Según ese plan, yo tenía que descender por la Zona nueva casta es la forma en que reaccionan ant.e este tipo
Seis y encarnarme y hacerme visible en la persona de un de información. Le dij e que previniera a todos los habi·
mentor. Los informes de nuestros agentes sobre condi­ tantes de la comarca. A los que aceptaran escuchar, se los
ciones imprevistas en Shik.asta malograron este plan. incitaría a prepararse para sobrevivir. Pero pocos hicie·
Una vez más, por lo tanto, llegué al planeta en una nave ron caso; sus estructuras genéticas lo impedían. En ver·
espacial. Los informes de nuestros agentes pronto se con· dad, esta nueva emergencia nos proporcionó un medio
firmaron. Los casquetes polares se estaban fundiendo imprevisto pero eficaz de separar a los seres superiol'leS de
con una rapidez inesperada. El fenómeno era tanto más los demás. Me interesaría discutirlo con los enviados que
imprevisible porque durante un cierto período los hielos operan en otras regiones amenazadas de Shikasta. En mi
habían ganado terreno reconquistando parte del territo· opinión, esas conversaciones, que nos ayudarian de veras
rio abandonado antes. Esta súbita inversión ha anegado a entender la mentalidad de la nueva casta shikastiana,
otra vez todas las costas. Ha cubierto los cielos shik.astia· serán el tema de otro informe. La tribu davídica se encon·
nos de nubes que nunca se disipan. El aire penumbroso traba a salvo en una montaña mucho antes de que CO·
ha alterado el temperamento de los shik.astianos. Son me· menzara la inundación. Por lo que he deducido de las
nos volubles que antes, taciturnos, suspicaces y de reac· charlas informales entre nuestros enviados, el diluvio co·
dones más lentas. menzó al mismo tiempo en toda Shikasta. En la zona de
Recorrí las regiones indicadas. Hice este reconocí· que se ocupa este informe, llovió sin interrupción du·
miento en el menor tiempo posible, pues suponía que era rante dos meses. Excepto las cumbres de las montañas,
urgente. todo quedó inundado. El diluvio se desencadenó tan de
He aquí lo que he encontrado. Los resultados de la esti· improviso que los animales, tanto los superiores como los

150 151
inferiores, no tuvieron tim1.po de escapar a las tierras al· franjas del noroeste, la parte norte del Continente Sur 1 y
tas. Nada sobrevivió. Y por supuesto, al desembocar las el Continente Septentrional Aislado.
aguas en el mar, los océanos subieron de nivel. Los gran· El estilo de vida es lujoso, despilfarrador; los ideales
des mares interiores se desbordaron y en adelante serán han sido olvidados, salvo por unos pocos.
mucho mayores. Ha habido cruzamientos con los productos de las prue·
El estado psicológico de la casta sobreviviente era has llevadas a cabo en los dos continentes meridionales.
digno de lástima. Fue necesario «pactar» con ellos, pro· Las ventajas, los inconvenientes y las características gene·
meterles que la prueba a que los habían sometido los Dio· rales de estos cruces se describen en el Informe adjunto,
ses no volvería a repetirse. Por su parte, ellos comprende· preparado por los Analistas de la Misión.
rían que el diluvio era un castigo por la iniquidad y las De los factores adversos, el más peijudicial es que haya
prácticas perversas. Tenían que estar siempre dispuestos habido acoplamientos con especímenes shammatianos,
a seguir los mandatos que recibirían de nosotros, sus ami· como consecuencia de la política adoptada por Shammat
gos. Estos mandatos les llegarían cuando fuese necesario. para contrarrestar las consecuciones de la corrección ge·
·

Una vez seca la tierra, se les ordenó regresar a los anti· nética anterior a la inundación.
guos territorios. Uevarían allí una vida sobria y mode· Shammat no sólo se empeña en inculcar sus costum·
rada, sin esclavizarse unos a otros, y cuidarían de los ani­ bres a los shikastianos, ahora asegura a esos infelices que
males, a los que no deberían maltratar ni oprimir. «los Dioses» los explotan y engañan, para despojarles de
Podrían sacrificar a los Dioses algún animal -jamás seres su legítimo patrimonio, y que si adoptan ciertas prácticas
humanos-, pero evitando· la crueldad innecesaria. (Por los shikastianos serán cccomo Dioses».
desgracia hubo que hacer esta concesión: la nefasta in· Esta creencia se ha popularizado por todo el planeta.
fluencia de Shammat es demasiado fuerte. ) Antes de par· Se traman rebeliones contra nosotros que se presentarán
tir, les entregué varios artefactos, tal como se me había disfrazadas de intentos colectivos de «superación», por
ordenado. Les dije que esos objetos servirían para fortale· medio de las prácticas que los espías de Shammat han su·
cer los vínculos entre ellos y el «más allá». gerido. Se reúnen para entregarse todos juntos a esas
Concluyo este informe con un ruego personal. Preferi· «prácticas elevadas», cuyas vibraciones llegan a Sham·
ría, en la medida de lo posible, que no se me destinara de mat. Masacran animales como parte de un rito. También
nuevo a Shikasta. practiam versiones espurias del Arte de las Piedras, pro·
puestas por Shammat.
Me adhiero a la recomendación de los Enviados 1 5 3,
EMISARIO 1 59, TAUFIQ, informa: 1 54 y 1 55, de desmantelar esos centros de reunión.
Representantes de todas las regiones de Shikasta habi·
Desde mi visita anterior se han fundado veintiuna ciu· tadas por otras gentes proyectan reunirse en la Región de
dades en las zonas antes inundadas. Cinco son grandes, las Ciudades a fin de deliberar sobre la forma de cctrans·
por lo menos de un cuarto de millón de habitantes. Hay formarse en Dioses ». Sin que ellos lo sepan, Shammat
entre las ciudades un comercio próspero, que se extiende presidirá las sesiones.
hasta las regiones orientales del continente principal, las

1 52 153
ENVIADO 1 60, TAUFI� informa: que ya nada podemos esperar de allí. He examinado a
fondo tres de estas ciudades y no he encontrado más de
Una vez más, la urgencia de la situación ha requerido el un centenar de individuos capaces de respoQ.der en al·
uso de naves espaciales. Los seis asistimos a la conferen· guna medida a las vibraciones canopianu.
cia, haciéndonos pasar por delegados de los confmes de Vuestro emisario hace notar -como han señalado en·
la franja del noroeste. Como la concurrencia era de lo viados anteriores- que las razas sometidas a estímulos,
más variada, no hubo ninguna dificultad. Las técnicas re· aunque en general más eficaces, y más capaces de estable·
comendadas fueron eficaces; en consecuencia, fallaron cer algún contacto con Canopus, son también más fáciles
los sistemas de comunicación y ahora hay en Shikasta de corromper.
ocho lenguas principales. Que se convertirán en centena­ Sin embargo, puesto que los contactos con las franju
res, en millares de lenguas y dialectos, en virtud de la ine­ del noroeste y del extremo oriental se interrumpirán den·
xorable ley shik.astiana de la división y subdivisión. tro de novecientos cincuenta años (shikastianos), se reco·
Reitero mi solicitud de que se me traslade de Shikasta a mienda intentar otro reforzamiento genético en la Re·
cualquier otro destino del Servicio Colonial. gión de las Ciudades dentro de unos cuatrocientos años.
Habrá tiempo así de que se desarrolle una nueva casta an·
tes de que Shammat pueda corromperla. Esto, claro está,
ENVIADO 1 92, TAUFI� informa: . según nuestros habituales pronósticos optimistas. Tiene-n
la palabra los expertos en eugenesia.
Teniendo en cuenta la opinión de nuestros agentes lo­
cales, según la cual las áreas de las ciudades no son apro­
piadas para nuestros objetivos, hemos investigado las ENVIADOS 2 7 6 y 2 7 7, TAUFIQ. Y JOHOR,
franjas del noroeste y del noreste. Las franjas del no­ informan:
roeste están escasamente pog1adas a causa de los rigores (Misión conju.nta. )
del clima y el empobrecimiento del territorio después de
los hielos. Hemos apostado agentes en la región que se
encargarán de crear y mantener las estructuras de pie· TAUFIQ;
dras que puedan ayudamos a estabilizar nuestras corrien­
tes. Y lo mismo en el extremo oriental. Pero allí las condi· He visitado las franjas del noroeste. Nuestros agente: ,
dones climáticas son propicias, el suelo es rico y la luego de emplazar las piedras e instruir a los lugareftoa •n
población va en aumento. Hemos edificado aquí varias el Arte de las Piedras, se han ido casi todos al Planeta 85,
ciudades pequeñas según el modelo canopiano, y luego como se les había encomendado. Unos pocos se han tras·
de seleccionar a los indígenas más aptos para habitarlas, ladado a la Región de las Ciudades, a enseñar a los candi·
hemos colocado en los lugares adecuados las estructuras datos elegidos a mantener el contacto.
de piedras y los árboles. En las franjas del noroeste hay una población indigena
He visitado personalmente la Región de las Ciudades y estable pero escasa. Practican la agricultura y la ganadt·
confirmo que la influencia de Shammat es tan poderosa ría, aunque en urt nivel bastante primitivo. Nuestro per·

1 55
1 54
sonal ha rechazado la idea de imponerles una instrucción zada. Hemos iniciado a ciertos individuos en el arte del
superior, que en el pasado ha conducido tantas veces a re­ contacto. Todos son comerciantes y campesinos; ningún
sultados opuestos a los que se buscaban: excesiva acumu­ miembro de la debilitada clase gobernante tenía las con­
lación de riquezas y opresión del prójimo. (Véanse más diciones requeridas. Se han tomado medidas para que los
adelante las observaciones acerca de las franjas del ex­ iniciados no estén presentes cuando se produzca la inva­
tremo oriental.) La unidad básica es la tribu. El entorno sión y para que después regresen a desempeiiar las fun.
natural es todavía yermo e inhóspito. Entre los indígenas dones que les han sido asignadas.
y los miembros de nuestro personal ha habido algún aco­ Un reciente terremoto ha devastado por completo la
plamiento ocasional, no programado. Las mujeres son isla más importante de la franja oriental. Nada ha sobre­
atractivas, de constitución robusta. Cabe esperar que la vivido de las ciudades. En cambio, lo que queda de la agri·
progenie mejore la raza de un modo imprevisible. Los in­ cultura permitiría reiniciar una civilización rudimentaria.
dígenas son pequeiios, delgados pero vigorosos, y de ca­ Me he entrevistado con los representantes de Sirius.
bellos oscuros. Los nuevos genes producen tipos más al­ Dicen que sus experimentos han tenido éxito. El Conti·
tos, de tez muy clara, y ojos azules o grises. (Planeta 1 4.) nente Sur 11 les ha sido particularmente útil. Los animales
He visitado los territorios del extremo oriental. De introducidos allí en el último experimento han tenido
acuerdo con las órdene� los poblados-acumuladores han una evolución rápida y satisfactoria; y han sido devueltos
sido abandonados y pronto estarán en ruinas. Algunos al Planeta 3, todos juntos, en el elevador espacial.
individuos visitaban en secreto estos parajes, por «moti­ Informan que hubo acoplamientos ocasionales no pro­
vos sagrados»; la historia se repite. Nuestro enviado resi­ gramados entre los representantes y esos animales.
dente ha tenido que recurrir a promesas y amenazas. Las . ¿Puede vuestro enviado aprovechar esta oportunidad
prácticas ya les habían deteriorado el cerebro. Estas ob­ para sugerir a los eugenistas canopianos que cuando ha­
servaciones se refieren a las zonas inmediatamente adya­ gan planes para Shik.asta no olviden las tendencias sexua·
centes a los poblados-acumuladores. les de los habitantes del planeta? Siempre he pensado -y
Por lo demás, estamos en presencia de una civilización lo he dicho más de una vez- que quizá se exageraba un
importante, que ya ha alcanzado el nivel G. Sigue desarro­ poco al acentuar la sexualidad, con el fin de asegurar la
llándose y no deja de anexar territorios, incluso algunas supervivencia de la especie. Vuestro enviado ha discutido
islas de las franjas del sudeste. La agricultura es estable y este asunto con los representantes sirianos. Y ellos, que
próspera. Las ciudades son mucho más que simples cen­ han vivido mucho tiempo en Shikasta, comparten mi opi·
tros comerciales. La clase dominante, antaiio activa y nión. Le han planteado el mismo problema a los eugenis­
consciente de sus obligaciones, hoy vive en el lujo y la de· tas. QJ.risiera seiialar que hay pocos ejemplos, en la histo·
cadencia. Toda esta civilización no tardará en ser avasa­ ria canopiana o siriana, de individuos o razas introduci·
llada por una cultura vigorosa y más primitivá, oriunda dos en Shikasta, a veces durante períodos muy breves, sin
del norte, el noroeste y los desiertos donde nada queda que se produzcan acoplamientos no programados.
de nuestras antiguas Ciudades Matemáticas, ni de las ciu­ ¿Puedo permitirme aprovechar la ocasión y pedir que
dades más recientes que florecieron antes de la edad de se envíe a Shik.asta una delegación de eugenistas, para
los glaciares. Así pues, la cultura decadente será revitali· que ellos mismos comprueben cómo están las cosas?

1 56 157
JOHOR: acosados por una sed de otra cosa, una sed que ninguno
de ellos sabría definir. Y esa sed domina sus breves exis­
Han transcurrido treinta mil años desde que estuve en tencias, y todos ellos son súbditos de un rey, de un reino
Shikasta: 3 1 . 505, para ser exacto. invisible, aun cuando reverencian a Shammat, que les
¡Qué oscuridad hay aquí! Qué penoso es moverse sin· apaga esa sed con ilusiones.
tiendo la atracción de la tierra, aplastado, agobiado. He estado en la Región de las Ciudades, donde antes
El aire que se respira es tan escaso e insustancial, las re· pasaba la mayor parte del tiempo. Allí donde se alzaban
servas de SUS tan exiguas. . . la Ciudad Redonda, la Ciudad Cuadrada, la Ciudad Me­
Al internarme en Shikasta -y en mi memoria- todo me dialuna y todas las demás maravillas, han surgido y desa·
parece más pequeño. ¿Es posible que éstos sean de ver· parecido ciudades, han resurgido y vuelto a desaparecer,
dad los descendientes de aquellos imponentes Gigantes, una y otra vez. Las aguas del deshielo, las plataformas
de la magnífica raza de Nativos? Así me parecen ahora, heladas, habían invadido las tierras, demoliendo y des­
cuando vuelvo los ojos al pasado desde esta época mez· truyendo todo. Y sin embargo la tierra vuelve a ser
quina, en medio de estas criaturas casi enclenques; que vi­ verde y fértil, excepto donde crecen los desiertos. Hay
ven apenas ochocientos años en una carrera enloquecida, bosques, llanuras verdes y rebaños de animales... Re·
precipitada, frenética, reducida a unos pocos resuellos cuerdo las grandes bestias de Rohanda, los asombrosos
ansiosos. Apenas nacen y en seguida son adultos, y en se· antepasados de estos animalitos, de estos leones en mi­
guida viejos, y en seguida mueren. niatura, de estos ciervos minúsculos, de estos elefantes
Aquí los nuestros encuentran tantas dificultades para reducidos a la mitad de lo que eran, y que tan enormes
mantenerse con vida, que todos tienen al cabo de un les parecen a esta gente empequeñecida; y sin embargo,
tiempo un aire de sufrimiento resignado, que se trans· para quienes conocieron las bestias grandes y sabias de
forma en horror cuando los contrastes se hacen dema· antaño, son enternecedores, como juguetes de niños.
siado grandes. Y sólo con gran esfuerzo conseguimos no Los niños mismos son patéticos. En otros tiempos, los
aferramos a cada sensación que parezca tener algún sen· hijos de los Gigantes y de los Nativos nacían siempre
tido o utilidad, tal como hacen estas criaturas privadas de después de una escrupulosa y madura reflexión: cada
sustancia, que corren en pos de sombras, en pos de cual· niño era elegido por padres considerados idóneos. .. y le
quier cosa que parezca recordarles -porque el recuerdo esperaba una vida larga, tiempo de crecer, tiempo de ju­
persiste, perdido dentro de ellas- la verdad canopiana. gar, tiempo de pensar, tiempo de madurar y de llegar a
Miran el sol como si quisieran atraerlo hacia ellos y se pa· ser realmente ellos mismos. Ahora, estas encantadoras
sean a la luz de la luna mucho más lejana que cuando yo la criaturas nacen al azar, de un acoplamiento cualquiera,
vi por última vez, y esperanzados y nostálgicos alzan los y son bien o mal tratados, según lo que la suerte les de­
brazos hacia el sol y quieren bañarse en los rayos de la pare. Mueren con la misma facilidad con que nacen, y
luna, o beberlos. Los reflejos de la luz en un árbol, o en el en cualquier caso muy poco después de haber nacido. Y
agua, la efímera y desgarradora belleza de sus hijos pe· sin embargo, todos y cada uno de los niños cuentan con
queños, todo eso los atormenta, y no saben por qué, o lo las máximas posibilidades, sí, todavía ahora, de da.r un
saben a medias, y escriben cuentos y canciones, siempre salto y pasar de una miserable condición subhumana a

158 1 59
que al­
son diferentes, y saben
la de hombre verdadero. ¡Todos tienen esa posibilidad y Sin embargo, algunos gar á.
la salvación lle
hay tan pocos capaces de dar el salto! gún día, de una u otra manera, o en
o donde me había sentad
No me gusta ocuparme de estos pequeños, de estos ni· Me senté en el mismo siti qu e esc u·
y los demás, el día en
ños: es demasiado triste. otro tiempo con jarsum handa. Allí
y la sentencia de Ro
Y las mujeres, que dan a luz tantas posibilidades, y lo charon su sentencia s de
ificio rodeado por hilera
p�e·
donde se alzaba aquel ed
·

saben apenas, o no lo saben. herm osa ctu·


s y brillantes de la
Y antes de que acabemos con la larga y triste historia dras y los colores cálido de baro r ,
l juela bordeada de casas
e
de Shikasta, cuántas cosas más han de ocurrir, y aún más dad, hay ahora Wla cal es, por
vi me parecieron deform
atroces. y todos los rostros que
Y llegará un tiempo en el que aun estas vidas tan cortas dentro o por fuera. ue za,
.
sm te·
s de mir ar co n franq
par�erán una leyenda; un tiempo en el que una vida de No hay allí ojos capace nte.
za, rec onociendo a un semeja
dosc�entos años parecerá un prodigio. mor ni desconfian en que
Y nuestros enviados dic
SoiS �enerosos al permitir que vuestros enviados digan Es una ciudad terrible. empeña­
dades son iguales, todas
lo que ste ten. Pero hay en nú un dolor tal que tendríais todas estas grandes ciu otras, fir.
estafar, robarse unas a

que ser �as que generosos para no considerarlo una queja. das en hacer la guerra, las gentes
capturar y esclavizar a
A los hijos de la fatalidad no les está permitido quejarse, mar y romper tratados,
_
rmentras los grandes astros se muevan en sus órbitas... de otras ciudades.
unos pocos, por la otra
��-
Yo, johor, desde este lugar de tinieblas, desde la casti­ Por una parte hay ricos, _ s y utili·
lavos y siervos, sometido
gada Shikasta, alzo la voz no para quejarme sino para llo­ merables legiones de esc
rar, como esas pobres criaturas lloran a sus muertos zados. les pa·
de su belleza y los hijos
cuyas vidas an sido �an br�ves, tan insustanciales que Las mujeres son esclavas de los
ntes que la admiración

aun una oveja o un c1ervo viven más plenamente, más recen menos importa
años, y respiran con mayor libertad. hombres. la be·
mujeres de acuerdo con
Hoy me paseado por las calles de la ciudad que se Los hombres tratan a las
tuna que
hijos según la fama y for
��
alza en el sttlo donde antes estuvo la Ciudad Redonda lleza que tengan, y a los
una agl�merac ón de callejuelas, edificios y mercado puedan ganar. .
� � desvirtu ada, pcrvertd t a: la desespe·
La sexuali da d está
constrwdos no unporta cómo, no importa dónde, sin nin· el naci·
sueño que empieza en
talento, sin ninguna simetría ni técnica, sin la menor ración ante ese breve deseo.
erte, inflama y atiza el

1dea de la ciencia de edificar ciudades. He estado obser­ miento y acaba en la mu
vando las casas de los comerciantes, los porteros de los ¿Qpé hacer con ellos?
burdeles, los agentes de bolsa, y he visto cómo esas gen· . se puede hacer?
¿Q.ué .
que hac er tan tas vec es con las cnaturas
tes se tratan entre sí; parecen creer que el destino les da Sólo lo que hubo
m t, de la corrompida y
corruptora Shamtma .
derech� a �ngañar, mentir, a ver en cualquier transeúnte de shama no·
de viaje a las franjas del
_
una pos1bilidad de lucro, a vivir como si cada uno de ellos Mi amigo Taufiq se ha ido lo que
e estar aquí y volver a ver
se encontrase aislado y en territorio enemigo, sin espe· roeste; dice que no quier
ranza de salvación. ya ha visto.
161
Vuestro agente permanente Jussel y yo nos alejamos cendientes estarían siempre cerca de los Dioses, si perse· ,
de las ciudades y estuvimos con los pastores de las lla­ veraban en el buen camino.
nuras. Fuimos de rebaño en rebaño, de tribu en tribu. Hicimos que engendrase dos hijos, los dos irradiados
Son gentes sencillas y tienen la franqueza de quienes con vibraciones canopianas.
conocen de cerca las necesidades naturales. Encontré Y volvimos a las ciudades, buscando alguna bastante
descendientes de la casta davídica, que se mostraron poblada como para poder redimirla. No había ninguna.
honestos y hospitalarios, y sobre todo sedientos de Sólo unas pocas gentes nos escucharon, y a ésos les diji·
algo diferente. mos que abandonaran inmediatamente el lugar con
En una tribu con estas características, nos quedamos cuantos quisieran ir con ellos.
como simples viajeros, y cuando las gentes del lugar nos Regresamos a ver a nuestro anciano, el de los rebaños.
aceptaron al fin, mostrándose confiados y deseando que · Sus hijos ya habían nacido, y le anunciamos que con ex·
permaneciéramos con ellos, les revelamos que veníamos cepción de él, su familia, su tribu y algunos más, pronto
de «otra parte>>, con una misión. Nos llamaban Señores, no quedaría nadie con vida, pues las ciudades serían des·
Dioses, Amos. Estas palabras se encuentran aún en can­ truidas a causa de la iniquidad que se había apoderado de
tos y leyendas. ellas. Habían caído víctimas de los enemigos del Señor
Les dijimos que si estaban dispuestos a observar es­ que sin descanso maquinaban contra Él para adueñarse
trictamente ciertas prácticas, que se modificarían de del corazón y el alma de nuestras criaturas.
acuerdo con la situación, y a mantener viva entre ellos, Nos suplicó que tuviésemos piedad.
su tribu y sus descendientes la creencia de que esas Algunas otras de las pocas almas nobles que habíamos
prácticas las exigían los Señores, los Dioses, se salvarían encontrado en las ciudades nos pidieron clemencia.
de la degeneración de las ciudades (que ellos temen y Prefiero no seguir escribiendo sobre este episodio.
aborrecen) y tendrían hijos sanos y fuertes, y nQ se Cuando estuvimos seguros de que los elegidos estaban
convertirían en ladrones, mentirosos o asesinos. Esa a salvo, enviamos las señales a la flota espacial y todas las
fuerza, esa salud, el vínculo con las fuentes de la sabi­ ciudades desaparecieron a la vez y para siempre.
duría de los Dioses, perduraría en ellos mientras acce­ Donde se levantaron esas ciudades, ahora sólo hay de·
diesen a nuestros deseos. siertos.
Reiteramos nuestras instrucciones sobre cómo llevar Las tierras ricas, fértiles, pululantes de vida, con sus
una vida sana y sabia en Shikasta: moderación, rechazo ciudades populosas y corruptas... son ahora desiertos que
del lujo, costumbres sencillas, amor al prójimo, a quien refulgen y crepitan bajo el calor del sol, porque no hay un
nunca explotarían ni oprimirían, amor a los animales y a árbol, una hierba ni una planta.
la tierra, y, sobre todo, una serena observancia de lo que Y una vez más he visto a los animales que huyen despa·
más necesitamos: obediencia. Estar prontos a acatar voridos, en grandes rebaños, al galope, la cabeza echada
nuestros deseos. hacia atrás, dando grandes gritos, lejos de las moradas de
Y al miembro más respetado de la tribu, un hombre ya los hombres.
anciano -según los criterios de entonces-, le dijimos que
llevaba en sus venas «sangre de los Dioses», y que sus des·

1 62 1 68
Historia de Shikasta, VOL. 997, Período de los Conse­ riores (según los criterios canopianos), para luego permitir
jeros Públicos. que se hundieran y desaparecieran hundidas en la corrup­
EXTRACTOS DEL CAPÍTULO SINÓPTICO. ción, o bien destruirlas premeditadamente porque eran
una amenaza para el resto de Shikasta, para nosotros o para
Aunque podríamos indicar en qué época concluyó este otras colonias canopianas; cuando se ha llegado a este es­
período, con aproximación de un año, no es tan fácil saber tado de cosas, y en gran escala, en la mayor parte de los te­
cuándo comenzó. Por ejemplo, ¿hemos de clasificar a Tau­ rritorios del continente central, entonces hay que conside­
fiq y Johor entre los consejeros públicos? En cada una de rar que la situación es diferente en naturaleza y grado del
sus visitas, aconsejaban -o quizá fuera mejor decir exhorta­ caso en que las poblaciones son escasas y dispersas, a veces
ban- a cuantos querían escuchar. Las diversas visitas se su­ apenas independientes en el plano económico, y en el que
cedieron sin interrupción casi desde el período en que re­ una sola ciudad dedicada al comercio -y no un grupo de
trocedieron los hielos, y si bien esas visitas eran casi todas ciudades reunidas en un imperio- representa ella sola una
usecretas•• -o sea que los individuos elegidos ignoraban que zona o varias zonas donde uno o dos de nuestros agentes
cierta persona que convivía con ellos procedía de otro sis­ pueden llegar sin esfuerzo a visitar a todos los habitantes de
tema planetario-, siempre hubo en algún lugar de Shikasta gran parte de Shikasta, en una estancia corta.
un emisario o agente de cierta categoría o importancia dedi­ A lo largo de los miles y miles de años que duró el Período
cado abiertamente a explicar, a exhortar y despertar la me­ de los Exhortadores o Consejeros observamos la repetición
moria. Puede decirse, en consecuencia, que siempre hubo constante de la misma serie de acontecimientos.
en Shikasta consejeros públicos, salvo en una brevísima Observábamos -o leíamos en los informes- que el vínculo
época del final: unos mil quinientos años shikastianos. entre Canopus y Shikasta se debilitaba hasta un punto alar­
Pero este volumen abarca el período que comienza unos mante.
mil años antes de la primera destrucción -la inundación­ Poco después nos enterábamos de que una cultura, una
de las ciudades de la zona favorecida y privilegiada que se ciudad, una tribu o un grupo de individuos de importancia
extiende alrededor y al sur de los Grandes Mares, y con­ vital para nosotros se apartaba de lo establecido en el
cluye mil quinientos años antes del fin. Una lectura atenta vínculo.
de los diversos textos disponibles permitirá comprender Era necesario reforzar urgentemente el vínculo, el en­
por qué pensamos que durante este período convenía que lace, reencauzar a los individuos elegidos a una vida sana,
no interrumpiésemos el envío de emisarios. No se puede de­ adecuada, y de este modo regenerar y revitalizar regiones,
cir que haya habido un cambio en nuestra política con res­ culturas o ciudades.
pecto a Shikasta; ni lo ha habido ni lo habrá nunca; nuestra Enviábamos un técnico al planeta, o dos, o varios. A veces
política a largo plazo es permanente. Tampoco puede de­ todos, excepto uno o dos, trabajaban en secreto, sin darse a
cirse que la degeneración de la especie o las especies shikas­ conocer.
tianas fuera imprevisible. La diferencia entre este período y Ese técnico tenía que nacer de padres apropiados a tra­
otros es sobre todo de intensidad, de escala. Cuando ha ha­ vés de la Zona Seis, y ser criado y educado como un hijo nor­
bido que tolerar hasta límites extremos una civilización tras mal, para que cuanto él dijese -como era el procedimiento
otra, una cultura tras otra, precisamente porque eran infe- de costumbre- tuviera efecto.

1 64 1 65
Un inciso sobre la elección de sexo. Como se sabe, entre de mantener una vinculación activa y constantemente reno­
nosotros los individuos adultos son andróginos, para usar la vada con nosotros, con Canopus. En las ciudades donde la
palabra shikastiana más aproximada: no tenemos caracte· mayoría de la población había caído en el egoísmo más ce- ,
rísticas afectivas, físicas ni psicológicas que se consideren rrado, uno o dos de nuestros enlaces luchaban desesperados
propias de un determinado sexo, como es habitual en los por la supervivencia. A veces nos encontrábamos con civili­
planetas más atrasados. Muchos de nuestros enviados se zaciones enteras que no tenían, que nunca habían tenido ni
manifestaron con apariencia de ccmujer••, pero desde la siquiera uno de esos ccfermentosn, y ocurría que cuando
época de la suspensión de la Alianza -hasta entonces ma­ nuestros esfuerzos habían logrado fructificar en algunos in­
chos y hembras eran iguales en toda Shikasta y ninguno de dividuos, éstos eran expulsados o aniquilados, o morían
los dos sexos explotaba al otro- las mujeres han vivido so­ aplastados por las presiones a que estaban sometidos. A ve­
metidas, y esta situación ha traído problemas que nuestros ces, sólo conseguían sobrevivir en los manicomios, o como
emisarios consideran en general una dificultad superflua parias en los desiertos. Ha ocurrido también que algunos de
que viene a sumarse a las tareas de la misión, ya bastante ar­ nuestros emisarios -sólo unos pocos- han sucumbido a es­
duas. (Véase Capítulo 9 de este volumen: ccEncarnaciones tas personas, unos durante cierto tiempo y otros irremisi­
femeninas en misiones culturales localesn. ) blemente. En este último caso, cuando volvían a Canopus
A medida que nuestro enviado o representante crecía y pasaban por largos períodos de rehabilitación o eran envia­
llegaba a la edad adulta en el seno de la civilización elegida, dos a alguna colonia apropiada.
él -o ella- se destacaba de los demás por una cierta capaci­ A lo largo de la época que nos ocupa proliferan toda clase
dad qe percepción y clarividencia, por una conducta que de religiones. Las que aquí más nos interesan son las que tu·
contrastaba casi siempre con las ideas y costumbres locales. vieron su origen en la vida o las prédicas de nuestros envia­
Aquellos individuos que simpatizaban con nuestro en­ dos. Esto era lo que sucedía las más de las veces: cada uno de
viado, o que como era a menudo el caso se sentían atraídos nuestros consejeros, y mucha gente anónima, ha dejado de­
por un antagonismo inicial que se transformaba luego en trás una religión, o un culto.
comprensión y simpatía, formaban una célula o núcleo que Esas religiones tenían dos aspectos principales. El posi­
fortalecía y mantenía el vínculo, el lazo de unión. tivo, en el mejor de los casos: una estabilización de la cul­
En los primeros tiempos, esos individuos eran con fre­ tura, y la supresión de los peores excesos de brutalidad, ex­
cuencia numerosos, y a veces llegaban a crear y consolidar plotación y codicia. El negativo: una casta sacerdotal que
suhculturas propias. Otras, se dispersaban entre la pobla­ manipulaba los preceptos y las normas con una inflexibili­
ción y eran un fermento tan activo que inclinaban a las ma­ dad represiva, permitiendo a veces, o exacerbando, los ex­
sas hacia un modo de vivir sano y honrado, en conformidad cesos de brutalidad, explotación y codicia. Esas castas sa­
con las necesidades generales de Canopus. Luego, a medida cerdotales deformaron las enseñanzas de nuestros envia­
que pasaba el tiempo y aumentaba la población, lo que re­ dos, lo poco que habían entendido, y crearon un cuerpo
ducía la sustancia que podía corresponderle a cada indivi­ inamovible e imperecedero de individuos plenamente iden­
duo -y como consecuencia del poder siempre creciente de tificados con la moral, los principios y las creencias que ellos
Shammat- había cada vez menos gente capaz de reaccionar, mismos habían inventado y que han sido siempre los peores
o que habiendo reaccionado en un principio fuesen capaces enemigos de nuestros agentes.

1 66 167
Estas religiones fueron a lo largo de los siglos el mayor sus enseñanzas se volatilizaban en el mundo de la imagina­
obstáculo en que tropezaron nuestros esfuerzos por mante­ ción, si no cristalizaban en dogmas inflexibles: todos sabían
ner a Shikasta dentro del sistema. que el método recién acuñado, por muy dúctil que fuera y
A menudo se han prestado a actuar como agentes de adecuado a una determinada fase, acabaría antes de que se
Shammat. viese algún resultado en manos de la Ley Shikastiana, con­
En ningún momento a lo largo de todo este período, pu­ vertido en una rutina mecánica e inútil. Él -o ella- tendría
dieron nuestros enviados llegar a algún lugar de Shikasta que luchar no sólo contra miles de nociones arcaicas y fosili­
sin tener que burlar, esquivar o neutralizar, de una u otra zadas, sino contra sus propias nociones .•. Uno de nuestros
manera, a esos representantes de ccDios••, de celos Diosesn o enviados lo describía con estas palabras: era como si co­
de la que fuese la fórmula vigente en ese momento. Más de rriese una carrera desenfrenada tratando de mantener la
una vez nuestros emisarios han sido perseguidos y asesina­ ínfima ventaja que llevaba a sus propias palabras y actos, y
dos, o víctimas de crímenes aún más abyectos, y todo el con­ de pronto viera que éstos se alzaban detrás de él transfor­
tenido de las enseñanzas, vital e indispens8hle en ese tiempo mados en enemigos; todo cuanto pocos minutos antes vivía
y lugar, era deliberadamente tergiversado. Con frecuencia, y operaba, era ahora letra muerta al servicio de los muertos.
el dominio que una ccreligión•• ejercía sobre una cultura, y Por obra de los agentes y los esclavos de Shammat, que en
hasta sobre un continente, era tan absoluto que nadie pres­ aquella época alcanzó la cima de la bestialidad y de la agresi­
taba atención a nuestros agentes, que tenían que marcharse vidad destructiva, casi exclusivamente a expensas de las
a otras zonas de Shikasta donde la situación fuera menos energías que desviaba de Shikasta. Siempre había en Shi­
monolítica y aún -según los criterios en uso- más primitiva. kasta representantes de Shammat, junto con los nuestros.
Muchas veces a lo largo de la historia de Shikasta nuestro Shammat conquistaba culturas, civilizaciones enteras, con
vínculo se ha mantenido merced a una cultura o subcultura el único propósito de sustraerlas a la influencia de Canopus.
despreciable a los ojos del poder, compuesto casi siempre Desde el punto de vista de Shammat, la colonización de Shi­
por el ejército y la religión: los militares utilizaban a los sa­ kasta fue un éxito rotundo. Pero nunca total, nunca defini­
cerdotes o los sacerdotes a los militares. tivo. Eso era imposible.
Podríamos resumir así la situación que prevaleció en Shi­ Todas las grandes religiones de los últimos días fueron
kasta durante largos períodos: en tal o cual lugar un cente­ fundadas por emisarios de la Categoría l. La última de esas
nar de individuos, o tan sólo un puñado de ellos, superando religiones se mantuvo un poco menos dividida y sectaria
inmensas dificultades, conseguían adaptarse a las exigen­ que las otras. Era, en el plano popular, una religión simple,
cias de Canopus, salvando así el futuro del planeta. sentimental, fundada en unas escrituras que en el nivel de
Cuanto más se prolongaba este sistema, tanto más difícil comprensión más bajo, y en el que esta religión se estable­
era para nuestros agentes abrirse paso· por la intrincada ció, no era más que amenazas y promesas: lo único que pro­
maraña de fórmulas intelectuales y sentimentales en que se vocaba alguna reacción en los shikastianos. Por entonces
habían transformado las prédicas de los emisarios. Shikasta muy pocos parecían capaces de interesarse en otra cosa que
era una olla podrida de cultos, creencias, religiones, credos las ganancias y pérdidas personales. Y si mediante un con­
y supersticiones; nunca cambiaba, y cada emisario, él o ella, tacto prolongado y laborioso se les hacía comprender, al fin,
tenía siempre en cuenta que aún antes de morir vería que que lo que se quería de ellos, y de ellas, no concernía al

1 68 1 69
plano de las ganancias o pérdidas, eso ocurría por fuerza en
¡Cuánto ha costado Shikasta a Canopus!
una etapa ulterior, porque las primeras fases de permeabili­
Cuántos de nuestros enviados regresaban, al término de
dad a las influencias canopianas eran consideradas siempre
una misión en Shikasta, horrorizados de lo que habían des­
como en Shikasta se consideraban entonces todas las cosas:
cubierto, estupefactos al ver en qué se apoyaba el vínculo.
como una dádiva, o un regalo.
Ha de señalarse que más de una vez se ha discutido si Shi­
Porque en los últimos tiempos la noción de Deber había
kasta merecía tanto esfuerzo. El problema se debatió en una
sido olvidada. No se sabía qué era el Deber. Que ellos debie­
conferencia plenaria con la participación de todo Canopus.
ran algo era para los shikastianos una idea inconcebible que
Una tendencia -minoritaria- se pronunció por el abandono
no podían entender ni retener. Ellos sólo vivían para tomar
de Shikasta. Ésta es la causa de que Shikasta ocupe una po­
o recibir. Eran bocas abiertas y manos tendidas. Sólo codi­
sición única entre los planetas colonizados: el servicio es vo­
cia y avidez... ¡Ah, Shammat, Shammat!
luntario, excepto para los individuos que han intervenido
En los tiempos que siguieron al desastre, a veces bastaba
desde un principio.
con que uno de nosotros entrase en un poblado, una aldea,
y se pusiera a hablarles del pasado, de lo que habían sido y
de lo que un día llegarían a ser, aunque sólo si se esforzaban
y perseveraban; de que tenían una deuda con Canopus, que JOHOR informa:
les había dado la vida, los ayudaría a sobrevivir a la larga
prueba y los protegía ya de las nefastas influencias de Sham- ·
He aquí el informe solicitado sobre los individuos que,
mat; de que dentro de ellos había una sustancia no shikas­ de no haber caído Taufiq en poder del enemigo, habrían
tiana, una sustancia que un día los redimiría. .. A menudo corrido una suerte muy distinta; lo mismo digo de ciertos
bastaba con explicarles estas cosas para que procuraran acontecimientos. No comentaré en todos los casos -y en
adaptarse a las necesidades del momento. algunos ni siquiera lo mencionaré- el papel que John
Pero a medida que pasaba el tiempo estos resultados eran Brent·Oxford hubiera podido desempeñar.

más raros. Hacia el fmal, nuestros agentes comenzaban la Para este nuevo encuentro, entré en Shikasta desde va·
tarea a sabiendas de que estabilizar a unos pocos indivi­ rios plintos de la Zona Seis, aunque utilizando, en la
duos, devolverles la capacidad de escuchar, no les llevaría mayoría de los casos, el hábitat de los Gigantes.
un día, un mes ni un año, sino quizá toda una vida.
Los documentos, informes y memorias de nuestros envia­ INDIVIDUO UNO

dos dan cuenta de esfuerzos cada vez más penosos y cada


Aunque nacida en un país de cielos abiertos y de esce·
vez menos recompensados.
narios despejados, sintió desde sus primeros años que vi·
Unos cuantos shikastianos rescatados del mundo del ol­
vía encerrada. Le parecía a veces que hubiera podido en·
vido, eran toda la cosecha de la esforzada labor de decenas
contrar en ella misma recuerdos de experiencias más
de misioneros, de muchas clases y categorías, y con las más
vastas, de cielos más profundos. Pero no tenía esos re·
variadas experiencias en una docena de planetas. Esos pu­
cuerdos. La sociedad que la rodeaba le parecía mezquina,
ñados, esos pocos bastaban para mantener el vínculo, la
de una frivolidad a veces grotesca. De niña, no podía
unión. Pero ¡a qué precio!
creer que los adultos se tomaran en serio los juegos que

1 70
171
practicaban. Todo cuanto decían y hacían le parecía una sin encontrar gente nueva, diferente. Comprendió que
repetición, como si fuesen marionetas que representaran estaba presa en una red o dentro de un molde invisible,
una y otra vez la misma comedia. Aquejada de una grave que en los momentos de humor negro se imaginaba
claustrofobia, rechazó todas las posibilidades que se le como una enorme telaraña donde gentes y acontecimien­
ofrecían, y en cuanto tuvo cierta independencia econó­ tos estaban ligados unos con otros, y de la que era imposi·
mica, se alejó de su familia y de esa sociedad. La forma en ble liberarse. Y nunca le hablaba a nadie de lo que sentía
que se ganaría la vida no le importaba. Se trasladó a otra porque no la comprenderían. Lo que ella veía, los demás
ciudad del mismo continente, pero también allí todo era no lo veían. Lo que ella oía, los demás no lo oían.
parecido. La gente no sólo pensaba y se comportaba del Estaba en cierto país de la franja del noroeste. De
mismo modo; a menudo resultaban ser amigos o parien­ pronto se le ocurrió que la mudanza a ese país que había
tes de aquellos que ella había abandonado. Se marchó a elegido con tanto cuidado, no la había decidido ella en
otra ciudad, a una tercera, y luego a otro continente. Y verdad, sino su padre. Él siempre había deseado vivir en
aunque allí creyó encontrarse con una verdadera conspi­ aquella ciudad -ahora lo recordaba- y de una cierta ma­
ración, empeñada en demostrar que esta cultura era dife· nera. Y si bien ella no reprodujo la manera de vivir que él
rente (por lo que había merecido millones de libros, de había ambicionado -había quedado anticuada-, llevaba
política, psicología, economía, sociología, religión), para una vida bastante parecida. Poco después de este descu·
ella era como la anterior. Un idioma o idiomas diferentes. brimiento, un día, yendo al médico, se encontró delante
Un poco más generosa, tal vez, en algún aspecto, el trato de una puerta, en una calle donde nunca había estado, y
a las mujeres, por ejemplo. Peor en otros: maltrataban a recordó que era la dirección de una tía que en un tiempo
los niños. Los animales eran respetados aquí pero allí no, había vivido allí: le había escrito a esa dirección desde su
y así sucesivamente. Sin embargo, las formas de la servi­ país natal.
dumbre humana -así era como ella lo veía- no variaban Volvió a irse, ahora al extremo norte del Continente
demasiado. Nunca encontraba gente nueva. Si conocía a Septentrional Aislado. Vivió en una ciudad pequeña que
un hombre en las circunstancias más imprevisibles -por durante la mayor parte del año estaba cubierta de nieve.
casualidad en una lavandería o en la parada de un auto· Allí nadie iba por placer. Era una ciudad obrera y ella tra­
bús-, resultaba ser pariente de alguien a quien ella ha­ bajaba en una tienda que abastecía a los tramperos y a los
bía tratado en otra ciudad, o amigo de una familia que pocos indios sobrevivientes. No podía haberse buscado
había conocido de niña. Volvió a cambiar de país, eli­ una ocupación más reñida con lo que sus padres habían
giendo una sociedad «antigua» -así la veían los shikastia­ soñado para ella. Un día entró en la tienda un hombre
nos-, más compleja, más matizada y variada que las socie· que conocía. Era un médico a quien había visto hacía
dades donde había vivido hasta entonces. También allí quince años, en su ciudad natal. Habían estado ligados
proclamaban diferencias que para ella eran semejanzas. Se durante un tiempo por una de esas historias breves e im·
ganaba la vida como podía, siempre sin atarse a nada; no personales típicas de entonces.
quiso casarse y tuvo tres abortos, porque ningún hombre Huyó de nuevo a las franjas del noroeste. Estaba en el
le parecía un ejemplar de la raza humana lo bastante ori· centro de una ciudad, informe y tentacular, de varios mi·
ginal para que su progenie fuese digna de nacer. Y seguía llones de habitantes, cuando al bajar de un autobús, si·

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guiendo un impulso, y entrar en un pequeño restaurante das las unidades domésticas y de trabajo, así se tratase de
a tomar una taza de té, tuvo la sensación de que algo le una persona, una familia o una institución, y a todo lo an­
era familiar. La recibió la chica. que trabajaba allí de ca­ cho del país. Estos programas eran siempre estereotipa­
marera: era la hermana del médico. dos, sobre todo los destinados a los niños. En el mejor de
Al fin el mundo se había cerrado alrededor de ella los casos reforzaban una moral mínima -no maltratar a
como unas esposas. Gritó, se levantó de un salto, rompió los animales, por ejemplo-, pero lo más grave era el he­
platos y derribó mesas. cho de la repetición infinita.
Acudió la policía. La llevaron al hospital. Sobre si es­ El ventrilocuismo estaba de moda. Un individuo en
taba loca o no, los médicos no se pusieron de acuerdo; y apariencia normal y corriente revelaba de pronto una se­
el restaurante la querelló por daños y petjuicios. Pero si el gunda personalidad y la exhibía como el muñeco de un
abogado idóneo para defenderla no hubiese estado ventrílocuo. Ese otro yo podía ser de la misma especie o
ausente, el caso habría tenido mayores repercusiones, in­ alguna variante del reino animal. Uno de los más popula­
fluyendo en la gente y en los acontecimientos ... res era una criatura de raza canina, un perro de aspecto
La retuvieron en el hospital demasiado tiempo, pen­ encantador, experto en toda clase de trapacerías. En los
saba ella; todo se alargaba, se eternizaba. Por último el tri· distintos episodios de su historia, este animal robaba,
bunal le impuso una multa, que un alma caritativa pagó mentía, trampeaba, fingía, adulaba, manipulaba y fanfa­
por ella. Y cuando quedó en libertad, sintió que estaba en rroneaba, y si fracasaba alguna vez, siempre se las inge­
una cárcel mucho más terrible que las inventadas por los niaba para salir indemne. Además era de una voracidad
hombres. desorbitada. Esta criatura no era un criminal ni un mons­
Si John (o Taufiq) la hubiera defendido, habría podido truo de primera magnitud, sino un pequeño estafador, y
convencerla de que dejara de correr. de un lado a otro y si se aceptaban las premisas del caso, el espectáculo lle­
tratara de averiguar por qué se sentía prisionera. gaba a ser divertido. Aunque desde luego sólo una época
Le busqué una alternativa: un ataque de parálisis tem­ de corrupción general podía encontrarlo divertido.
poral, diagnosticado como de origen histérico. Los niños se identificaban con esos personajes «irrea­
Imposibilitada de huir, se debatió interiormente un les», considerados siempre meras marionetas, o muñe­
tiempo, y luego, como un halcón que no puede escapar y cos, y que era cómodo aceptar como una segunda perso­
se encoge bajo el plumaje erizado, con las alas torpe· nalidad, pues no se les exigía el grado de autocrítica que
mente desplegadas, clavando en el agresor unos ojos cen­ se esperaba de las personas «reales» como ellos.
telleantes, aprendió, ella también, a mirar sin pestañear Un grupo de niños descuidados por sus padres, que es­
lo que más temía. taban casi siempre solos, se crearon un mundo en el que
todos eran este muñeco, el perro joven de nombre hala­
güeño y encantador: Cuco Collie. Estos niños vivían cada
INDIVIDUO DOS
vez más metidos en el mundo que habían inventado, to·
Los estereotipos intelectuales y emocionales habían mando del modelo el hábito de pequeñas fechorías, frau­
llegado a límites extremos. El instrumento principal era des y embustes, motivados y estructurados de continuo,
un aparato que impartía el mismo adoctrinamiento en to· pues bastaba que por las tardes apretasen un botón para

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ver un programa hecho a la medida para esa segunda per· La banda fue juzgada, de una manera poco común
sonalidad. Luego, cayeron en delitos más complicados. en esta época, a modo de escarmiento, dado que la de·
Pronto tuvieron un cabecilla. Era una niña, una chiquilla lincuencia juvenil era tan habitual que la gente temía a
de once años inteligente y despierta. Ella era quien man· los niños más que a los adultos.
tenía la cohesión del grupo, ella quien se aseguraba de La situación de la chica era distinta, como jefe con·
que todos vieran cada tarde el nuevo episodio de las an· feso -o reivindicado- pues estaba orgullosa de ser la
danzas del ventrílocuo, ella quien traducía a hechos los madre del grupo.
mensajes de Cuco Collie. Así siguieron durante tres años, Si Taufiq hubiera estado donde tenía que estar, ha·
mientras los niños se convertían en pequeños adultos de bría defendido a esos niños como víctimas del adoc·
trece, catorce, quince años. Los delitos mismos, en una trinarniento. Que ese adoctrinamiento fuese deliberado
época en que casi todo el mundo se dedicaba a una forma por parte de las autoridades, o consecuencia de la igno·
u otra del engaño o el robo, no tenían nada de extraordi­ rancia -hubiera alegado-, eso no coacernía a los niños
nario. Robaban en las tiendas, asaltaban las casas, y que habían padecido las consecuencias. En otras pala·
nunca les faltaba el dinero. Después de cada hazaña la bras, Taufiq:John habría promovido una campaña para
pandilla se reunía a representar lo que acababan de ha· revelar a una opinión extraordinariamente apática e in·
cer, de acuerdo con un ritual esquemátito para cada acti· diferente dónde, cuándo y cómo eran aplicados los mé·
vidad. todos de adoctrinamiento más sutiles que jamás se hu·
En una ocasión, durante el asalto a una casa, cometie· hieran inventado a una población que vivía cautiva de
ron un asesinato, casi por accidente. ellos.
Los detuvieron y los detalles del culto salieron a la luz. Además, si Taufiq hubiese podido intervenir, su pe·
Las fotografías de los jóvenes criminales y de la habita· culiar personalidad habría influido en esos adolescentes
ción que utilizaban -en una casa deshabitada, decorada como él y sólo él podía hacerlo. Habían vivido en el de·
con láminas y muñecos de Cuco Collie- fueron reprodu· samparo, y ningwto había tenido un modelo auténtico
ciclas en todas partes. Cuando los médicos y psiquiatras con el que identificarse. Taufiq hubiera podido orlen·
examinaron a los adolescentes, descubrieron que la iden· tarlos para que a la larga alcanzaran una verdadera li­
tificación con la marioneta sólo los afectaba la mitad del bertad interior y eligieran luego qué querían hacer en
tiempo, pues cada uno de ellos tenía una personalidad la vida.
normal, con aspiraciones, creencias y criterios muy dis· Pero ahora, lo que hubiera podido ser obra de un
tintos de los de la otra, la personalidad del grupo. solo individuo, tenía que repartirse entre varios. Me
Fue la chica quien reveló que sólo un mes antes Cuco ocupé de que un grupo de abogados que nunca habían
Collie había aparecido en un episodio atormentando y sentido la atracción de los cargos públicos se encargara
torturando a una vieja loca, antes de derribarla y abando­ del caso; de ellos cabía esperar que hicieran al menos
narla, al parecer desvanecida, con la desaprobación ma· lo indispensable. Y en cuanto a la influencia que necesi·
nifiesta, claro está, del creador, el otro yo, encarnación taban los adolescentes, procuré que entraran en con·
de una conciencia inoperante, testigo siempre de las atro· tacto con quienes, hasta cierto punto, podrían ayudar·
cidades -o proezas-. de la segunda personalidad. los: un funcionario de los servicios de socorro a la

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infancia con determinadas características, un guardián rientes más próximos. El rencor y la fatiga habían consu·
de la cárcel -tres de ellos fueron enviados a prisión-, un mido a su madre, muerta antes de cumplir los treinta
médico, y asistentes sociales... años.
La atención a estos jóvenes me llevó mucho tiempo, Desde el momento en que tuvo conciencia de su situa­
más de lo que yo esperaba, y no fue la más brillante de ción, a una edad muy temprana, vivió en un estado de in·
mis intervenciones. La chica nunca se sobrepuso a la ex­ credulidad y angustia ante la miseria de alrededor. El
periencia de la cárcel, inventada exclusivamente para en· niño enclenque vagabundeaba por las calles y se defendía
durecer y deformar. Cuando salió era una criminal autén· del hambre, del frío y de la amarga injusticia con visiones
tica, y mediante una transferencia afectiva entró en una y ensueños. A sus ojos, cada hombre, cada mujer, cada
de las sectas políticas extremistas que proliferaban en ese niño raquítico que se le cruzaba en el camino tenía un do·
entonces y murió en una acción que se podría calificar en ble, otra existencia paralela: lo que podría ser, lo que
parte de terrorista y en parte lucrativa. Aún no había pudo haber sido. .. Se exaltaba contemplando uno de
cumplido los veinte años. El trabajo de rehabilitación fue aquellos rostros y le decía sin palabras: «Eres un desecho
aplazado hasta el momento en que ella llegara a la Zona humano y podrías ser otra cosa, pero no tienes la
Seis. culpa... » Miraba a su hermana, una joven consumida por
la anemia que había trabajado desde los catorce años, sin
otra esperanza que un futuro tan mezquino como el de su
1ND 1V1 DUO TRES (Dirigente sindical)
madre, y le decía en silencio: «Tú no sabes lo que eres, lo
Tipo común durante el Siglo de la Destrucción en to· que podrías sern; y era como si envolviera en un abrazo
das las latitudes de Shikasta, aunque la variante objeto no sólo a su hermana sino a todos los pobres y deshereda­
del presente informe era un producto de las franjas del dos del mundo. Acariciaba con la mirada los cuerpos con·
noroeste y tenía un papel clave dentro de la estructura so· trahechos y deformes, a los hambrientos y desesperados,
cial. Un papel estabilizador, lo que según muchos era una y les susurraba: «Ueváis dentro de vosotros, en potencia,
amarga paradoja, pues en los orígenes ideológicos de es­ todas las maravillas. Sí, sois criaturas maravillosas, prodi­
tas gentes había casi siempre la idea de un cambio rápido, giosas, y no lo sabéis.» Y hacía promesas, votos fervien·
profundo y radical de la sociedad en una especie de pa· tes, por él y por los demás.
raíso, con algunas influencias de la literatura «sagrada» No podía entender, sencillamente, que esas terribles
propia de la región. privaciones fueran posibles en un país -veía el problema
Este individuo había nacido en medio del caos agra· dentro de los límites de su propio país, de la ciudad, pues
vado por la primera guerra mundial. Una pequeña clase «el mundo» no era para él más que palabras en los perló·
social vivía en la opulencia, pero el grueso de la población dicos- que se decía rico y estaba a la cabeza de un imperio
arrastraba una existencia miserable. Pasó la primera in· de dimensiones mundiales. La trabajosa existencia ape·
fancia, la niñez, la adolescencia y los años juveniles entre nas le dejaba tiempo y energías, pero estaba mejor ente·
gentes que siempre tenían hambre, pasaban frío, se haci­ rado que otros, pues su padre era delegado obrero. Guar­
naban en viviendas insalubres y a menudo no conseguían daba en casa libros e ideas que no sólo trataban de la
trabajo. La desnutrición había matado a tres de sus pa· alimentación y la vestimenta de la familia.

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Pasó cinco años en el ejército, durante la segunda gue· mismo paradójica, que desmoralizó profundamente a la
rra mundial. Y allí perdió el asombro y la incredulidad población ya desmoralizada y carente de ideales.
con que había reaccionado hasta entonces cuando com­ El sistema económico se apoyaba en el consumo de
probaba que los seres humanos eran capaces de hacer su­ toda clase de bienes imaginables: artículos superfluos, ali­
frir a otros hombres. Ya no era incrédulo: como soldado, mentos, bebidas, prendas de vestir, artefactos, máqui·
viajó mucho y en todas partes encontró las mismas condi· nas. . . Todos los habitantes de las franjas del noroeste -y
ciones de vida de su infancia. La guerra le enseñó a ver a del Continente Septentrional Aislado- estaban sometí·
Shikasta como un todo, a pensar en función de fuerzas in­ dos, a lo largo de todo el día, a una propaganda más ac­
terdependientes, al menos en cierta medida, pues era aún tiva que nunca, concebida para despertar la necesidad de
incapaz, por ejemplo, de compadecer a las razas de color, comprar, consumir, gastar, destruir y tirar. Todo en un
de superar las influencias de una educación que le había tiempo en que el conjunto del globo comenzaba a que·
enseñado a considerarse superior. Y como todo el darse sin recursos, y la mayoría de los habitantes de Shi·
mundo, dentro o fuera del ejército, padeció los efectos kasta morían de hambre.
embrutecedores e insensibilizadores de la guerra. Ahora El individuo que nos ocupa era a los cuarenta años un
aceptaba como «inherentes a la naturaleza humana» co· personaje influyente dentro de una organización obrera.
sas que en la infancia habría rechazado con horror. Pero La función de este individuo consistía en evitar que los
tenía muchos proyectos, soñaba con volver a su patria obreros cobrasen menos de lo indispensable para vivir
para alentar a los demás con esperanzas de salvación, decentemente (objetivo mínimo); luego, obtener para
para ayudarlos y protegerlos de una realidad que, aunque ellos una parte de la tarta tan grande como fuese posible1
intolerable para ellos, él podría soportar. y por último {pero a este objetivo había renunciado hacía
Cuando la guerra concluyó, pasó a ser un activo mili­ tiempo) derrocar el sistema económico y sustituirlo por
tante de «la clase obrera», como se decía entonces, y no un gobierno obrero. A menudo comparaba la visión que
tardó en sobresalir. ahora tenía de las cosas con la que había tenido de niño,
El período que siguió a la segunda guerra mundial fue cuando en las calles y en los barrios de su infancia, y tam­
amargo, gris, sombrío, de indigencia. Las naciones de la bién en ciudades enteras, había hambre y privaciones.
franja del noroeste se habían aniquilado, física y moral­ Aquella ola de prosperidad súbita, espuria e infundada,
mente. (Véase Historia de Shikasta, vol. 3.014, Periodo que tan pronto habría de acabar, era embriagadora. De
entre la Segunda y la Tercera Guerra Mundial. Capítulo repente, todo parecía posible. Ponía al alcance de la
sinóptico.] El Continente Septentrional Aislado se había mano experiencias y formas de vida que él jamás hubiera
fortalecido y ayudaba a las naciones de la franja noroeste creído accesibles a gentes de su condición. Ya no se tra·
con la condición de que fueran aliados dóciles dentro del taba de tener «un salario decente» -esa consigna le pare·
bloque militar que él dominaba. La riqueza afluía del blo­ cía ahora mezquina y cobarde-, sino de sacar todo lo po·
que militar hacía las franjas del noroeste, y unos quince sible. Y esa actitud era constantemente estimulada por
años después de concluida la segunda guerra, hubo un re· todo cuanto observaba alrededor. Ciertamente, los tra·
pentino y breve período de prosperidad en toda esta bajadores no tenían nada de todo aquello de que disfruta·
zona. Fue una especie de paradoja, en una época asi- han los ricos, pero millones de individuos recibían ahora

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lo que en otro tiempo no hubiese sido posible obtener sin queño y a lo que se negaba rotundamente. Además, lo ha·
un cambio social violento, sin una revolución. . . en aquella cía todo el mundo. ¿Q.ué hacía? ¡No gran cosa! Recoger
atmósfera donde parecía no haber un límite a las expec· migajas sueltas, de aquí y de allá, del gran pastel. ¿Q.ué te·
tativas y ambiciones, donde tampoco parecía haber nin· nía de malo? Para empezar, se podía decir que esas ccgan·
guna razón para que los trabajadores del país no exigie· gas» no le estaban destinadas, lejos de eso, sino que eran
ran la retribución que les correspondía por la pobreza de un premio a la labor que realizaba, y por lo tanto a los tra·
sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos, e incluso por las bajadores. Pero por dentro cavilaba sobre la corrupción,
humillaciones de su propia infancia. La venganza era un sobre dónde empezaba y dónde terminaba. Parecía pa·
móvil, y muy clara para todos. sarse las horas perdido en definiciones, enjuiciándose a sí
Pero no estaba en la naturaleza de las cosas que la Era mismo, dudando.
de la Abundancia durase mucho tiempo. La razón había Tenía casi cincuenta años, había dejado atrás dos terce·
que buscarla no a escala local sino mundial. Hasta aquí ras partes de su vida y sus hijos ya eran adultos. Y lo cons·
nuestro amigo comprendía la situación. Examinaba los ternaban. Sólo les importaba sentirse bien, tener place·
acontecimientos en una perspectiva más amplia que la de res, posesiones, comodidades en la vida. Si los criticaba,
los otros. Era un hombre solitario. Lo llamaban ceel pájaro se decía a sí mismo que eso era lo que todos los padres ha·
raro». Allí donde hay grupos de individuos muy unidos, bían hecho siempre con sus hijos. (Con toda razón, mur·
que se defienden juntos contra fuerzas enemigas, la idio­ muraba obstinadamente para sus adentros, pero no se lo
sincrasia de los individuos mismos es apreciada, reveren· decía a su mujer, que lo encontraba irritable y difícil.) Al
ciada. mismo tiempo estaba orgulloso de ellos porque, en virtud
La gente lo admiraba porque defendía puntos de vista de un proceso inevitable que él comprendía perfecta·
minoritarios. Porque era sereno, observador, reflexivo y mente, habían accedido a un peldaño más alto de la es·
a menudo crítico. cala social, dentro de una sociedad atomizada en infinitas
Ése era su papel. clases; y del mismo modo sus nietos, los hijos de sus hijos,
Era un hombre íntegro. podrían instalarse en un peldaño todavía más alto. Pero
Y se sentía orgulloso, sí, todavía se sentía orgulloso, una parte de él mismo despreciaba este orgullo . Había en
pero ya empezaba a comprender que esas palabras pue· él sentimientos contradictorios: se sentía feliz, porque sus
den convertirse en armas de doble filo. Veía que la gente hijos exigían de la vida cosas a las que él ni siquiera ahora
estaba siempre predispuesta a alabar su integridad. Se ha­ creía tener derecho, y desgraciado por que el precio fuese
bía dado cuenta de que la gente está siempre deseando un ascenso en una sociedad que despreciaba ahora tanto
halagar a los demás tal como los demás desean ser hala· como antes.
gados, y que se trataba de una lisonj a obligatoria. Por ser Pero al criticar a sus hijos, criticaba a la vez a los miem­
íntegro aventajaba a los otros. Pero no sólo por eso. El he· bros más jóvenes de su sindicato, a toda una generación.
cho de ser representante de los trabajadores, le daba tam· Y eso era peligroso, porque la traición y la deslealtad esta·
bién ciertas ventajas. ¿Y por qué no? Al fin y al cabo, no ban siempre al acecho. La incredulidad, el sentimiento
eran nada comparadas con los privilegios de ((SUS superio· que había dominado su infancia, volvía, transformada.
res>>, como se esperaba que los llamase cuando era pe· Cómo era posible que la gente olvidara hasta ese punto,

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que se apropiara de todo cuanto caía a su alcance como si lebles, siempre renovados por cuanto veía alrededor. Un
tuviera derecho: ladrones que robaban todo lo que po­ primo suyo había vendido verduras por las calles con una
dían en cuanto podían (y eso lo sabía todo el mundo, in­ carretilla. La espantosa lucha por la subsistencia lo había
cluso ellos mismos), pero que incluso se vanagloriaban de agotado muy pronto. Pasaba en pie todas las horas del
hacerlo, como si el saqueo y la rapiña fuesen prueba día y la noche, siempre a la intemperie, tosiendo y tiri­
de ingenio e inteligencia, una forma de dominar el tando de frío, sobreviviendo a duras penas. Pero la ima­
mundo. Todos eran irreflexivos, irresponsables, frivolos, gen que tenía grabada en la memoria era su propia ima­
incapaces de comprender que estos tiempos de bienestar, gen: la del escolar que ha sido derribado tantas veces por
incluso de riqueza, eran una coyuntura pasajera en las los bravucones que sabe que en cuanto consiga ponerse
maquinaciones del sistema económico internacional. Sin en pie volverán a derribarlo. Una imagen desafiante, fan­
embargo, eran los hijos y las hijas de unas gentes tan des­ farrona, todos y cada uno de cuyos gestos decían: No po­
heredadas que la mayoria de las noches se habían acos­ dréis conmigo, soy un hombre hecho y derecho, un hom­
tado con el estómago vacío, y tan enclenques que, viendo bre fuerte, voy a ganar, pase lo que pase. . . Así fanfarro­
a una muchedumbre de obreros, era fácil distinguir a los neaba él, la pobre víctima. Pero a los ojos del niño que lo
abuelos y hasta a los padres, a menudo enanos en compa­ contemplaba, el espectáculo era terrible; y ahora él veía
ración con su progenie. La historia de las clases bajas lo mismo, los mismos gestos, la misma actitud fanfarrona
de ese país siempre había estado marcada por una po· en todos los que lo rodeaban, y como entonces, se sentía
breza y una indigencia abrumadoras. ¿Lo habían olvi­ horrorizado.
dado? ¿Cómo era posible? Pero llegaron los días de bienestar, de «opulencia».
Mientras tanto, estaba siempre activo, se multiplicaba: De joven, siempre había sabido reconocer a sus adver­
en sesiones de comité, discutiendo con los patrones, via­ sarios, al «enemigo de clase». Se caracterizaban por no
jando y pronunciando discursos, asistiendo a confe­ decir nunca la verdad. Mentían. Engañaban. Para defen­
rencias. der su posición, sus posesiones, eran capaces de recurrir a
¿Qué era exactamente lo que hacía? cualquier argucia, a cualquier bajeza. Cuando se enfrenta­
Si comparaba el presente con sus propios sueñ.os del fi. ban unos a otros, los representantes de las «clases diri·
nal de la guerra, ¿qué había logrado? gentes» y los que hablaban en nombre de los millones de
A veces, en reuniones o congresos, se encontraba con desposeídos, siempre mostraban la compostura y la dis­
hombres y mujeres que había conocido en su infancia. plicencia de embusteros consumados, orgullosos de su
Los observaba a hurtadillas y se sentía cada vez más ale­ pericia. De joven, se había visto a sí mismo como un gue­
jado de ellos. rrero que luchaba, con las armas de la verdad y la reali­
Durante toda su vida había cultivado y perfeccionado dad, contra hordas de mentirosos y ladrones.
una costumbre: la de conservar siempre frescos, intactos, ¿Y ahora? Veía a un hombre jovial, afable, sonriente
ciertos recuerdos de la infancia que, a modo de concien­ que exponía un asunto y recordaba...
cia, eran la norma con que juzgaba los acontecimientos No, él y los de su clase no eran de ningún modo los ven­
del presente. Después de la guerra, cuando empezó a par­ cedores, seguían siendo los vencidos, porque se habían
ticipar en los comités, los recuerdos parecían vivos e inde· vuelto como sus «superiores>>. Él y los de su clase ha-

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Pero ella seguía ganando dinero y llenaba la casa de
bían caído en las redes de todo cuanto debían odiar, de
muebles que a él le parecían ostentosos. Y no dejaba de
todo cuanto habían odiado pero habían olvidado odiar. Al
c mprar ropa y cambiar las cortinas, y acumular provi·
principio de su historia, habían escrutado los rostros de ?
s1o?es congeladas para alimentar a varias familias.
sus opresores, los jactanciosos. los farsantes y ladrones; y
El daba largo paseos solitarios y visitó a viejos amigos,
se habían sentido superiores. porque ellos eran honrados . �
a qwenes no ve1a desde hacía años. -Le pareció que esta·
y se atenían a la verdad. Pero ahora también ellos engaña·
han poseídos por un espíritu maléfico, como en los cuen·
han, mentían y robaban... como todo el mundo, por su·
puesto. ¿Quién no? ¿Quién no mentía, no robaba, no se

tos e h das, porque no encontró en ellos nada de lo que

hah1an s1do. ¿O de lo que él había pensado que eran?
apropiaba de todo lo que le caía a mano? Entonces, ¿en
Yendo de un lado a otro, a solas y sin rumbo, le volvían
qué eran diferentes?
a la memoria imágenes de la infancia, de los tiempos en
Estas ideas le parecían una traición.
A fuerza de pensar así, de no querer pensar así, de aver·
!
que as gentes le parecían una sombra de lo que hubieran
podido ser, pues él veía claramente lo que era posible en
gonzarse de sí mismo y de decirse luego que tenía razón y
ellos, lo que hubieran debido ser, quizá lo que hubieran
no iba a renunciar a sus convicciones, cayó en una crisis
sid si... Quizá todo había sido producto de su imagi·
nerviosa. Preocupados por él, y aliviados, sus colegas le �
,
naaon.
concedieron un año de permiso. Desde hacía meses asis·
Fue a visitar a una de sus hermanas; no a la que de niño
tía en silencio a deliberaciones de una u otra índole para
había cuidado y consolado en silencio, pues ésta había
salir de buenas a primeras con algo así como: «¿No ten·
muerto de tuberculosis, sino a otra mucho más joven que
dríamos que volver a nuestros primeros principios?»; o
él. Se encontró con una mujer cansada. Eso era lo pri·
«¿Por qué toleramos tanto robo y tanta deshonestidad?»;
mero que se veía en ella. Vivía dedicada a su marido, un
o «Sí, pero eso no es cierto, ¿no?», y siempre con el rostro
hombre de buen carácter, callado y también con cara de
demacrado y los ojos resecos y enrojecidos por el in·
cansancio, que no parecía hacer mucho caso de su mujer
somnio.
excepto cuando ella lo atendía. Los dos se acostaban tem·
Volvía a casa con su mujer, que trabajaba fuera todo el
prano. La hermana hablaba mucho de sus gastos. La hij a
día en tareas que él consideraba superfluas y degradan· , marchado a Australia con su familia. Se ator­
se hab1a
tes. Según ella, trabajaba porque no le alcanzaba el di·
mentaba a propósito de una moqueta que según ella ha·
nero, pero él le dijo que ganaba lo suficiente para llevar
bía que cambiar; pero no se decidía a encarar el pro­
una vida que los respectivos padres de ellos hubiesen con·
blema, con todo el desorden consiguiente; habría que
siderado lujosa. ¿Por qué no se dedicaba a algo, a alguna
desembarazarse de la moqueta vieja y los obreros esta·
cosa seria?
rían siempre saliendo y entrando. Casi no hablaba de
¿A qué, por ejemplo?
otra cosa. Excepto de la guerra, de la que se acordaba � on
Bueno, podría seguir unos cursos nocturnos. O apren·
ternura, pues «todos eran muy amables».
der algún oficio.
Al volver de una de aquellas largas caminatas, anunció
¿Cómo cuál? ¿Y para qué?
a su mujer que iba a denunciarse.
O podía organizar una asociación para mejorar la situa·
-¿Vas a qué?
ción de las mujeres.

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-Voy a ponerme un pleito. que nada se podía hacer sino mediante los buenos oficios
-Te has vuelto loco, eso es lo que te pasa -dijo ella, y de los grupos de presión; el gobierno y la administración
con toda razón. Y fue a contar a los amigos y colegas que -que no tenían ninguna iniciativa- obedecían a estos gru­
su marido no se había curado de la obsesión que «lo es­ pos, siempre cambiantes. Pero todos ellos, a veces con
taba consumiendo». buenos propósitos, estaban atados por ideologías y com­
El hombre se presentó de pronto en una asamblea del promisos, y ninguno parecía dispuesto a encargarse de
sindicato e informó a sus camaradas que iba a pedir que un caso tan raro y estrafalario; ni siquiera veían al joven
se le procesara, «en nombre de todos nosotros», y les pi­ íntegro e incorruptible como lo veía él. Lo trataron con
dió ayuda. condescendencia. Pero, en varias ocasiones, él mismo
Lo complacieron. comprendió que corría el peligro de encontrarse en una
Pero no encontró nadie que quisiera hacerse cargo de tribuna defendiendo causas partidistas. Yendo de grupo
su caso. en grupo, se enfrascaba en discusiones, controversias y
Por entonces los juicios ejemplares no eran raros. Ocu· explicaciones interminables, y casi siempre amargas. Al
rría a menudo que un grupo de individuos denunciaba a principio trataba de ver en la acritud un signo de fuerza
la justicia un procedimiento o institución que les parecía interior, de «integridad», pero sólo al principio. Se pre·
ineficaz o deshonesto. guntó si lo que admiraba en sí mismo, en su juventud, no
Lo que nuestro amigo pretendía era un juicio en el que sería otra cosa que la intolerancia, esa fuerza que nace de
su yo adolescente acusara a su yo adulto, preguntándole la identificación con un objetivo limitado.
qué había sido de aquellos ideales, de aquella concepción Al poco tiempo sufrió un ataque cardíaco, luego otro, y
del mundo, cuando la perfección a la que podía llegar murió.
cualquier individuo le parecía infinita, de aquel odio a la Si Taufiq hubiese estado allí, el caso le hubiera corres­
mezquindad y la cobardía, y por encima de todo a la men­ pondido, pues era de su competencia.
tira y la duplicidad, a la hipocresía de las mesas de confe­ Taufiq no habría permitido que el «proceso» fuese gro·
rencias y los comités, declaraciones oficiales, y mascara­ tesco, estrafalario, o mera propaganda. Por el contrario,
das oficiales. hubiera interesado a toda una generación, esclareciendo
�ería que aquel joven maravilloso, ardiente, impulsivo problemas y dudas profundas; y por encima de todo, hu­
y apasionado, se presentara ante el tribunal para denun­ biera dado a los jóvenes una comprensión más a fondo de
ciar y hacer pedazos el abominable instrumento, el fanto· los rápidos cambios y conmociones del pasado reciente,
che deshonesto y meloso en que se había convertido. que a ellos les parecía tan lejano.
Consultó a abogados, uno tras otro. Luego a organiza­
ciones. Había mil agrupamientos políticos, cada uno con
sus propios objetivos o, al menos, con sus propias fór· 1N D1V1DUO CUATRO (Terrorista tipo .J)
mulas. [Una lista completa de los diferentes tipos de terroristas
Los grandes partidos políticos, los grandes sindicatos, surgidos durante este período véase en Historia de Shi­
todos los organismos del gobierno, se habían vuelto tan kasta, vol. 3.014, Período entre la Segunda y la Tercera
enormes, tan engorrosos y tan recargados de burocracia Guerra Mundial.]

188 1 89
Durante un breve momento de celebridad, esta m'-Yer eslóganes políticos, por lo general de izquierdas, más la
joven fue conocida por sus colegas y el mundo entero con jerga carcelaria y de los campos de concentración. En esa
el nombre de La Marca. etapa de su vida no se veía con un futuro definido. No te·
Había pasado la infancia en el campo de concentra­ nía domicilio y se mudaba constantemente de un aparta·
ción donde habían muerto sus padres. Si aún quedaban mento a otro en una docena de ciudades de la franja del
sobrevivientes en su familia, nunca trató de averiguar noroeste. Estos apartamentos eran de gente como ella,
qué había sido de ellos. Con los padres adoptivos que que trabajaban en empleos normales o ganaban dinero
le dieron un hogar siempre había sido obediente y co­ ilegalmente, de una u otra forma. A ella el dinero no le in·
rrecta: una sombra. Para ella, no existían. Para ella sólo teresaba. Vestía siempre pantalones y camisa o suéter; y
quienes habían estado en los campos eran seres reales. si estas prendas no tenían la marca estampada, la llevaba
Se mantenía en contacto con ellos. Eran sus amigos en un brazalete de plata.
porque conocían, como ella, cda realidad del mundo». Era una chica rechoncha y vulgar, sin ningún atractivo;
Era en parte judía, pero no se reconocía especialmente pero la gente no podía dejar de mirarla, turbada por esa
como tal. En cuanto se hizo mayor, empezaron a pre­ presencia vigilante y fría. Siempre dueña de sí misma,
sionarla, exhortándola a que llevara una vida normal. hostil, excepto cuando estaba entre sus iguales, los pro­
Respondió a esas presiones adoptando el nombre de La ductos de los campos; con ellos era afectuosa, aunque de
Marca. No había querido que le quitaran el tatuaje de una manera desmañada y pueril. Pero sólo una persona
los campos. Ahora llevaba camisas y suéteres con la conocía todos los pormenores de sus hazañas en los cam­
marca estampada en negro. Cuando estaba en la cama pos y las prisiones. Era un hombre llamado «X». .
con sus «amantes» -desafiando al mundo con un e�tilo · Cuando los grupos terroristas empezaron a prolif«ar
frío e indiferente- tomaba los dedos del hombre o de en todas partes, compuestos casi siempre por gente más
la mujer (era bisexual) y sonreía poniéndolos sobre la joven que La Marca, ella era poco menos que una
marca que tenía en el antebrazo. leyenda. Esta gente veía en ella un peligro -«exhibicionia.
Buscaba cada vez más la compañía de personas que hu· mo»- y trataba de evitarla; pero en aquella red de apartf.·
biesen estado en campos de concentración, en campos de mentos y casas por donde se movían, ella siempre aca·
refugiados o en prisiones. Varias veces cruzó fronteras baba de irse o estaba a punto de llegar, o la conocía
clandestinamente para entrar en campos y prisiones; ha­ alguien o había ayudado a alguien. Un hombre, respe­
zañas que eran «imposibles». Intentando lo «imposible» tado entre ellos, que estaba a punto de organizar, en serio
se sentía más viva que de ninguna otra manera. Planeaba y formalmente, un grupo del que sería el «líder» -aunque
proezas aún más difíciles. Incluso pasó un añ.o intemada la palabra tenía entre ellos un significado diferente- se
en un correccional de un país de la franja del noroeste. negaba a hablar de ella, pero daba a entender que era la
Las otras reclusas suponían que estaba implicada en a}: criatura más hábil y valiente que había conocido. E insis·
guna actividad política, pero en realidad se estaba po· tió en que la invitasen a formar parte del grupo: contra
niendo a prueba. ¿Para qué? El «papel histórico» que de· quienes se oponían.
sempeftaría aún no había sido «acuftado por la historia»; Les había dicho que era una artista del disfraz.
su vocabulario consistía exclusivamente en consignas o Una tarde llegó a un apartamento de una ciudad indus·

1 90 191
trial del norte de la franja del noroeste. Era un día de frío iban a parar a las arcas de las organizaciones de refugia·
glacial; nevaba y soplaba un viento helado. Cuatro perso· dos, a fugitivos de las prisiones, a militantes clandestinos
nas de poco más de veinte años, dos hombres y dos muje· o a la ccred». Jóvenes internados en campos de refugiados
res, vieron entrar a una mujer: rubia, bronceada, algo so­ se veían de pronto misteriosamente favorecidos con he·
brealimentada, con un abrigo de pieles caro y vulgar, y la cas universitarias o para una escuela de aprendizaje. Mon·
sonrisa jovial y afable de los mimados y privilegiados de taban casas y apartamentos en distintos países, a veces al
este mundo. Esta dama de clase media se sentó con mu· otro lado del mundo, para uso de la ccred». Ayudaban a
chos aspavientos, vigilando su bolso, caro pero gastado, organizaciones similares que atravesaban momentos difí·
como es común entre las gentes que cuidan mucho sus ciles. También extorsionaban y secuestraban para averi·
cosas. Los espectadores soltaron la carcajada. Fue pronto guar algo. Querían saber cómo funcionaba tal o cual em­
para ellos la hermana mayor, una camarada inteligente presa, las vinculaciones y ramificaciones de tal o cual
que siempre conseguía llevar a cabo -con éxito- lo que multinacional. Buscaban y obtenían información sobre
ninguno de ellos se hubiera atrevido a soñar. Aquel instalaciones militares secretas. Compraban materiales
círculo de proscritos era su familia y tendría que serlo para fabricar distintos tipos de bombas y armas, y los
hasta la muerte; porque nadie quería volver a la vida nor­ cómpartían con otros grupos. Si les hubieran preguntado
mal: ninguno de ellos lo deseaba ni lo concebía. Contó sus a uno de esos jóvenes por qué no empleaba esos talentos
proezas, las pruebas que se había frnpuesto� y los otros las «para el bien común>J, la respuesta hubiese sido: «¡Pero si
discutieron y extrajeron toda suerte de enseñanzas prác­ es lo que estoy haciendo!» Se veían a sí mismos como la
ticas. encamación de un futuro gobierno mundial.
Fue uno de los grupos terroristas más eficaces. Actuó Cayeron en manos de la justicia por casualidad, pao
durante más de diez años hasta que La Marca fue dete­ no corresponde contar aquí de qué manera.
nida,junto con otros ocho. Los objetivos eran siempre los La Marca y sus socios fueron a parar a la cárcel, acusa­
mismos: empresas difíciles y peligrosas para las que se re­ dos de muchos delitos. Habían matado, pero no por el
quería habilidad, valor y astucia a raudales. Todos eran placer de matar. El placer -.si se puede emplear esta pala·
individuos que necesitaban el peligro para sentirse vivos. bra para describir el exaltado, sublime y fugaz estremeci­
Todos eran de algún modo socialistas «de izquierda». miento que ellos perseguían, o que se fabricaban- no na­
Pero las discusiones sobre la «línea», sobre las distintas cía del hecho brutal de torturar a alguien, sino del
tendencias del dogma, no les interesaban. Hablaban con conjunto de la empresa, su -concepción, su preparación,
el vocabulario de la izquierda internacional, pero sin la tensión que iban acumulando poco a poco, el escrupu­
pasión. loso cuidado de mil detalles.
No buscaban ni ambicionaban publicidad, pero la utili·
zaban.
INDIVIDUO CINCO (Terrorysta Tipo 12)
La mayor parte de sus empresas temerarias eran anó·
nimas, sin eco en los periódicos ni en la televisión. X era hijo de padres ricos, de comerciantes que habían
A menudo extorsionaban a una gran empresa interna­ hecho fortuna en la industria de armamentos y otras acti­
cional o a un individuo, por dinero. Sumas importantes vidades relacionadas con la guerra: la primera guerra

1 93
mundial puso las bases de esa fortuna. El padre y la ma· Primero fue aquel hombre a quien conociera por ca·
dre se habían casado varias veces; él nunca había cono· sualidad, cuyas despiadadas afirmaciones le habían pare·
cido la vida en familia y desde muy pequeño tuvo una cido la quintaesencia de la sabiduría. Después, La Marca.
vida afectiva independiente. Hablaba varios idiomas y Cuando tuvieron relaciones sexuales -casi desde el pri·
podía considerarse ciudadano de varios países. ¿Era ita· mer momento, porque para ella el sexo era un apetito
liano, alemán, judío, armenio, egipcio? Una cosa u .otra, que había que saciar y nada más-, encontró en ella la ré·
según le conviniera. plica de su ser más íntimo: la fría eficacia funcional, siem·
Inteligente y hombre de recursos, hubiera podido ser pre rayana en la perversión, le pareció la esencia misma
un engranaje eficaz de la maquinaria bélica que había he· de la vida.
redada; pero no quería ser, no podía ser, el heredero de Nunca había sentido afecto por ningún ser humano,
nadie. sólo admiración, un implacable afán de reconocer la ex·
A los quince años llevó a cabo con éxito una serie de celencia, como él decía.
chantajes -malabarismos emocionales- en diversas em· No deseaba ni pretendía la atención del público, de la
presas de su numerosa familia. Mostró entonces una gran prensa ni de ningún otro instrumento de propaganda:
capacidad de análisis, una fría clarividencia y una indife· para él el mundo era despreciable. No obstante, cada vez
renda total a los sentimientos. Como otros muchos, no que, dentro o fuera de la «red» (a menudo trabajaba solo,
era capaz de distinguir entre un individuo y su circunstan· o con La Marca), daba un golpe magistral, siempre contra
cia. El hombre que era su verdadero padre (aunque él no el imperio de alguna de sus familias, dejaba su marca, una
lo consideraba como tal y llamaba «padre» a un hombre X de analfabeto, para que supieran a quién tenían que
que había visto apenas media docena de veces, casi por darle las gracias.
casualidad, y cuyas palabras le habían cambiado la vida), Cuando se acostaba con La Marca, le dibujaba a me·
un personaje vulgar, atormentado, ansioso, que murió re· nudo una X en el antebrazo, sobre los números en relieve
lativamente joven de un ataque al corazón, uno de los del campo de concentración, sobre todo en el momento
hombres más ricos del mundo, le parecía un monstruo a del orgasmo.
causa del ambiente en que había nacido. X nunca había Nunca fue detenido. Más tarde, ingresó en las fuerzas
puesto en duda esta actitud: no podía. Para él, un hombre de policía internacional que ayudaron a gobernar Shi·
o una mujer era sus circunstandas, sus actos. Por lo tanto, kasta durante los últimos días.
no había culpa para él; «culpa» era una palabra que no
comprendía, ni aun con un esfuerzo de imaginación.
Nunca había intentado entender a las gentes de su misma
1ND 1V1DUO S E1S (Terrorista Tipo 8)
clase social: todas eran malvadas, estaban podridas. Su Los padres de este individuo estuvieron toda la se·
verdadero ambiente, su familia, era la «red». gunda guerra mundial en distintas clases de campos. El
Conocer a La Marca fue importante. Era doce años me· padre erajudío. El solo hecho de que hubiera sobrevivido
nor que ella. Estudió las hazañas de La Marca con la parecía «imposible». Existen miles de documentos que
misma atención que otros dedican a «Dios» o a algún ah· dan fe de esas supervivencias «imposibles», y cada una de
soluto. ellas es un ejemplo de voluntad de sobrevivir, una histo·

1 94 1 95
ria de vitalidad, de ingenio, de coraje ... y de suerte. Estos servando las privaciones en que vivía la gente y dicién·
dos, que habían pasado los últimos añ.os de la guerra en dose: ¡Cómo es posible? ¡No lo puedo creer! Lo cual, por una
un campo de trabajos forzados (en la parte oriental de la parte, quería decir: ¿Por qué lo soportan? Pero también:
franja del noroeste), no salieron del universo concentra­ ¿Los seres humanos pueden tratar así a sus semejante�?
donarlo hasta casi cinco años después de concluido el ¡No, no lo creo!
conflicto. No había sitio para ellos en ninguna parte. Para La incredulidad del Individuo N.0 6 iba mucho más le·
entonces ya había nacido el individuo que nos ocupa, en jos que la del Individuo N.0 3: que veía alrededor calles,
las condiciones más atroces de hambre y de frío: en con­ una ciudad, y le costaba imaginar las franjas del noroeste,
diciones imposibles. Aunque era poca cosa y lo pasó mal, y más aun el continente y el mundo. Necesitó los añ.os de
resistió. No tuvo hermanos: la vitalidad de los padres se guerra para que sus horizontes se ampliaran.
agotó en el esfuerzo de instalarse (con la ayuda de institu· Peoo el Individuo N.0 6 sentía que él era la guerra y que
dones oficiales de beneficencia) en una ciudad pequeña la guerra había sido un acontecimiento global: había sido
donde el padre se convirtió en obrero industrial. Eran fru. marcado con una visión en la que el mundo era una inte·
gales, prudentes, cautos, ahorrativos: esa clase de gente rrelación de procesos interdependientes.
que, por encima de todo, sabe lo que cuestan las cosas, lo Desde la época en que empezó a pensar por sí mismo,
que cuesta la vida. El amor que sentían por el hijo era una le fue imposible ver el curso de los acontecimientos como
especie de gratitud a la vida que continuaba, un amor los había visto la generación anterior. No había «naciones
nada irreflexivo, animal ni espontáneo. El hijo era para culpables-», como tampoco naciones vencedoras o venci·
ellos algo que habían salvado -contra toda verdad- del das, pues los grupos de naciones eran un todo y actuaban
desastre. como un todo. La región geográfica llamada ((Alemania>>
Los padres no hacían amigos con facilidad: el sufri­ -el nombre se había convertido en sinónimo de maldad­
miento los había separado de la gente, pues si bien todo el no podía ser la única responsable de las atrocidades y ase­
mundo había estado a punto de perecer como conse­ sinatos en masa que había perpetrado: ¿cómo podía ser
cuencia de la guerra, pocos habían conocido los campos. así, cuando bastaba pasar un día en una biblioteca para
Los padres no hablaban mucho de aquellos años de confi­ comprender que la «segunda guerra mundial» había te·
namiento, pero cuando lo hacían daban al niño la impre· nido muchas causas, era obra de todas las naciones de la
sión de otra realidad. ¿Q.ué relación había entre esas dos franja del noroeste y consecuencia de la «primera guerra
habitaciones, pobres pero calientes y resguardadas, y la mundial»? Cómo era posible que la gente vieja viese las co·
pesadilla que ellos describían? A veces en ese tiempo en sas de un modo tan fragmentario, tan parcial, propio de
que los jóvenes pasan p<)r trastornos glandulares, el re· niños, ¡de idiotas! Eran ingenuos. ¡Eran estúpidos! Peor
sentimiento contra los padres cristaliza con violencia, y aún: no parecfan darse cuenta de lo que eran en realtdad.
dura toda la vida. A los quince años se impuso un régimen de vida que
Este muchacho miraba a sus padres con horror. ¡Cómo consternó a sus padres. No había en la casa un cuarto
era posible?, pensaba. para él; sólo una cama plegable en la cocina, y él la cubría
Recordaré aquí la incredulidad mencionada en mi in­ con lo único que le hal?ían dado en los campos: una
forme sobre el Individuo N. 0 3, que pasó tantos añ.os ob- manta delgada y sucia. Se rasuró la cabeza, y la conservó

1 96 197
rasurada. Un día a la semana comía lo que habían servido El muchacho endureció su propia disciplina vistiendo
en los campos durante los últimos tiempos de la guerra: ciertos días de la semana harapos y andrajos mugrientos.
agua caliente y grasosa, mondas de patatas, restos de los Había cubierto las paredes de la cocina, que al fm y al
cubos de basura. Preparaba ccsus viandas» con una meti­ cabo era la única habitación que podía considerar suya,
culosidad obsesiva, y a las horas de costumbre ponía so­ con cientos de imágenes de campos de concentración, y
bre la mesa la infame pitanza y la comía en actitud reve­ no sólo de las franjas del noroeste; pronto todas las pare·
rente: un sacramento. Mientras tanto los padres comían des ilustraron las atrocidades infligidas al hombre por el
unos platos frugales; sus estómagos estropeados no po­ hombre.
dían digerir una comida normal. Él les leía pasajes de bio­ Sentado a la mesa, impasible, observaba a sus padres,
grafías, descripciones sobre las condiciones de vida en los que apuraban de prisa la comida frugal, en un silencio
campos, sobre las negociaciones o falta de negociaciones que era una súplica: «No vuelvas a empezar»; y entonces
que habían conducido a la «segunda guerra mundial», ha­ él volvía a empezar, a recitar hechos y cifras, letanías de
ciendo siempre hincapié en las múltiples causas y sus con­ destrucción, de muertes por malos tratos y torturas, en
secuencias: si tal nación no hubiera hecho esto, no habría los países comunistas, en los países no comunistas, en
sucedido aquello. Si se hubiese atendido a tal o cual ad­ cualquier parte, no importaba dónde.
vertencia... , si se hubiese tomada esta medida... , si aquel [Véase Historia de Shikasta, vol. 3.0 1 1., La Era de la
estadista hubiese escuchado... Ideología, ••Autorretratos de las Naciones,. Zonas geo­
Para estos infelices era como si la pesadilla de la que gráficas o alianzas temporarias con fines defensivos o
sólo por milagro habían escapado cayera de nuevo sobre agresivos. Entidades que se creen diferentes, mejores y
ellos. Se habían procurado un pequeño refugio, donde umás civilizadas)) cuando en realidad, desde un punto de
pensaban que estaban a salvo, porque la maldad era pa­ vista imparcial, ninguna es mejor ni peor que otra. Y vol.
trimonio de otro lugar, de otra nación; la crueldad perte­ 3. O 1 O, Psicología de las Masas, ((Mecanismos de Autode­
necía al pasado, a la historia; el terror podía volver, pero, fensa)),]
gracias a Dios, eso sería en el futuro, y en ese entonces, Por toda una serie de casualidades, a este adolescente
con un poco de suerte, ellos estarían muertos y enterra­ le era imposible identificarse con los mitos nacionales y la
dos .. Y de pronto el refugio era allanado, no por la «his­
. autocomplacencia general. Tampoco entendía que otros
toria», no por el «futuro», sino por el hijo querido, lo pudieran hacerlo. Para él, todos eran impostores, o co­
único que habían podido salvar del holocausto. bardes a sabiendas. Pertenecía a esa generación -a una
El padre le suplicaba que se fuera con sus verdades a parte de esa generación- que en los periódicos sólo veía
otra parte. una pantalla de mentiras; que automáticamente traducía
-Pero, ¿es cierto o no es cierto? -replicaba el mucha- cualquier noticiario o documental de televisión a lo que
cho, desafiante. probablemente era la verdad; que recelaba de continuo,
-Sí..., no. . . , me da igual. ¡Por el amor de Dios! como recela el religioso de las estratagemas del demonio,
-¡Te da igual! de lo que se contaba al mundo o a la nación sobre cual­
-Tú... no sabes lo que ha pasado tu madre, ¡ten piedad quier acontecimiento, porque toda noticia sólo era, por
de ella! defmición, una ínfima parte de la información real; por-

198 1 99
que, como es sabido, nunca se dice la verdad a la pobla­ Los profesores lo temían, y también la mayoría de los
ción de un país: la realidad de los hechos penetra lenta­ alumnos, aunque algunos lo admiraban. En aquella
mente en la conciencia de los pueblos, gota a gota, mu­ época en que toda clase de grupos extremistas atormen­
cho después, y a veces nunca. taban a las autoridades, y la «juventud» constituía por de­
Todo eso estaba bien, era un paso para liberarse de los finición una amenaza, aún no tenía diecisiete aftos
miasmas de Shikasta. cuando ya era conocido por la policía; el director de la es­
Pero para él era inútil, porque no tenía ninguna cuela lo había mencionado con el aire de quien quiere po­
bondad. nerse a salvo de futuras responsabilidades.
Sus padres no podían soportarlo. La madre, una mujer Fue a la deriva por distintos grupos, al principio de de­
relativamente joven, se sentía vieja, y cayó enferma y rechas o sin afiliación a un partido, y luego encontró a un
tuvo una crisis cardíaca. El padre protestaba, imploraba, grupo de la izquierda revolucionaria. Pero éste tenía leal­
recurría a palabras como: La estás matando, nos estás tades muy específicas: tal país era bueno, tal otro malo,
matando. este credo era aberrante, aquél «correcto». Una vez más,
Pero el ángel vengador y justiciero seguía estando en él decía: «Pero no podéis desconocer que. . . ¿Es que no ha­
las exiguas habitaciones de la familia, hostigando a los pa­ béis leído... ? ¿No sabéis que... ?» Era evidente que tendría
dres con una inexorable mirada de incrédula aversión: que formar su propio grupo, pero no le corría prisa. Para
¡Cómo es posible que seáis así! sobrevivir robaba y colaboró en diversos delitos de poca
Por último, el padre le dij o que si no era capaz de tratar monta. No le importaban los medios para conseguir un
a su madre -¡Sí, y también a mí, lo confieso!- con más ca­ apartamento por un par de meses, comer gratis durante
riño, era preferible que se fuera de casa. una semana o procurarse una mujer. Era de una amorali­
El muchacho tenía dieciséis aftos. ¡Me están echando!, dad total, casi conmovedora. Si alguien lo acusaba de
se regocijó, pues le confirmaba cuanto ya sabía. mentir o robar, se permitía una sonrisa de profundo des­
Consiguió un cuarto en la casa de un compaftero de es­ dén. Aún no tenía una reputación firme entre los grupos
tudios y nunca volvió a ver a sus padres. políticos, pero en general lo consideraban inteligente y
En la escuela se complacía en perturbar a la gente. Era hábil, capaz de luchar por la subsistencia con procedi­
una escuela de pueblo como tantas, que no brindaba nada mientos sin duda admirables, aunque imprudentes.
extraordinario a los alumnos, ni en materia de maestros ni Cuando al fm un grupo se concretó, con una docena de
de enseñanza. Él se sentaba al fondo del aula e irradiaba al­ hombres y mujeres jóvenes, no representaba ninguna
rededor una aversión reconcentrada, vengativa. Cruzado ideología particular. Todos ellos habían sido formados
de brazos, con las piernas estiradas de costado, clavaba los por aftos de privaciones afectivas o físicas, directamente
ojos en un blanco, luego en otro. O se ponía de pie, no sin afectados por la guerra. No sabían hacer otra cosa que
haber levantado antes la mano para pedir permiso, y de· mirar al mundo con oj� fríos y rencorosos; Así es como

cía: «¿No es cierto que.;.? ¿Acaso no sabe usted que . .? Us-


. tres. No soñaban con utopías futuras: a diferencia de los
ted conocerá sin duda el informe oficial N.0 XYZ . Su• .. revolucionarios y los místicos anteriores, no ponían sus
pongo que tal o cual libro será parte del programa de esperanzas en ningún futuro. No pensaban: «el año que
estudios de esta materia. ¿No? ¿Cómo es posible?)) viene, la década que viene, el siglo que viene crearemos

200 20 1
un paraíso sobre la tierra... », sino sólo: «Así es como Eran nueve, tres de ellos mujeres.
eres.» Cuando se erradicara aquel sistema hipócrita y Una de ellas decía que era la mujer de nuestro hombre,
mentiroso, miserable y estúpido, entonces el mundo pero él negaba esa vinculación. A veces se libraban a
comprendería... prácticas sexuales colectivas de toda especie, violentas,
La misión consistía en desenmascarar el sistema y mos­ ingeniosas, y recurrían a drogas y objetos variados. Ba ·

trarlo tal como era. rras de gelenita, por ejemplo. Cuatro miembros del
Tenían convicciones, pero no programa. Tenían la ver­ grupo volaron por los aires durante una de estas orgías.
dad, pero no sabían qué hacer con ella. Tenían un voca­ No reclutó a otros.
bulario, pero no un lenguaje. Los cuatro restantes notaron que la resonancia pública
Seguían de cerca las hazañas de los guerrilleros, los gol­ del asunto lo habían puesto contento. Se empeñó en or­
pes maestros de los terroristas. ganizar un «servicio fi.ínebre», una forma de llamar la
Al fm llegaron a una conclusión: había que sacar a la luz atención y de provocar a la policía, que ignoraba cuál de
hechos y situaciones. los grupos había sido responsable de la pequeña masacre.
Prepararon el secuestro de cierto político involucrado En el almacén donde celebraron el «réquiem socialista»
en una transacción para ellos reprobable y exigieron la li­ dejaron una elegía por los muertos, poemas y dibujos de
bertad de un preso que consideraban inocente. Expusie­ carácter heroico.
ron las razones por las que el preso era inocente, y Los demás ya se habían dado cuenta de que estaba
cuando vieron que no lo liberaban, ejecutaron al rehén y loco, pero era demasiado tarde para abandonar el grupo.
lo abandonaron en la plaza principal de la ciudad. Así es Prepararon un nuevo secuestro, temerario, que rayaba
como eres, pensando no en el hombre asesinado sino en el en la petulancia. Fueron detenidos y procesados. Aquel
mundo. juicio minó la moral del país, tan grande era el desprecio
El asesinato no había sido premeditado. Habían discu· por la ley y los procedimientos jurídicos que mostraban
tido minuciosamente todos los pormenores del secues­ los acusados.
tro, pero no habían imaginado que matarían al político, Por aquella época, casi todos los habitantes de los paí·
convencidos de que las autoridades dejarían en libertad ses de las franjas del noroeste consideraban que los tribu­
al «inocente». Había habido algo de imprudencia, de im· nales eran una débil -muy débil- barrera entre ellos y la
proVisación en todo este asunto y varios miembros del anarquía absoluta y brutal.
grupo exigieron un planteamiento más serio, y el análisis Nadie ignoraba que la «civilización» descansaba sobre
y reconsideración de los hechos. cimientos de una extrema endeblez. La visión que los
Nuestro Individuo N.0 6los escuchó con su eterna son­ adultos tenían del mundo no era menos pavorosa, a su
risa de indiferencia, pero con un resplandor siniestro en modo, que la de los jóvenes comÓ nuestro Individuo N. 0
los ojos negros. «Desde luegor qué otra cosa cabe esperar 6, o la de otros terroristas; pero de efectos contrarios. Los
de gente como vosotros», parecía decir. adultos sabían que la más mínima presión, incluso un ac­
Dos de los disconformes tuvieron <<accidentes» en los cidente o un acto involuntario, podría provocar el desmo­
días inmediatos y el grupo dejó de considerarlo «impru· ronamiento de todo el edificio: y ahí estaban esos locos,
dente», al menos no como antes. esos jóvenes imbéciles dispuestos a arriesgarlo todo; más

202 203
aún, decididos a desmantelar, deseosos de demoler y cordial de «no vengas a molestarme ahora», pasó de
aniquilar. Si las gentes. como el Individuo N.0 6 «no po· largo.
dían creerlo», tampoco los ciudadanos normales «podían Esperaba a que cuando volvieran a detenerlo, lo que
creerlo»: no lo comprendían. era inevitable, tendría la misma publicidad que en el
Cuando los llevaron al banquillo de los acusados, enea. primer proceso. Esperaba con impaciencia el momento
denados y puestos entre rejas, los cinco sintieron que por en que se encontrara encadenado como un perro de·
fm habían alcanzado la cima, el pináculo del éxito. trás de las rejas. Pero cuando lo detuvieron, lo devol·
«Así es como eres -le decían al mundo-. Estas cadenas vieron a la cárcel a terminar de cumplir la condena.
brutales, estas rejas, el que ahora nos sentencien a vivir La exaltación y la locura -que había crecido y ere·
entre rejas..., ¡así es como eres! ¡Mírate en el es�jo, mí· ciclo desde el instante en que había comprendido la na·
rate en nosotros!>> turaleza del mundo- lo abandonaron de pronto y se
En la cárcel y en la sala de audiencias, estaban locos de suicidó.
alegría, cantando y riendo como en una fiesta.
Alrededor de un año después de la sentencia, el Invidi· 1 N D 1 V 1 DUO S 1 E TE (Terrorista Tipo 5)
duo N.0 6 y otros dos se evadieron. Cada uno siguió su ca·
mino. El Individuo N.0 6 engordó, se puso una peluca y Ésta era hija de padres acaudalados, fabricantes de
tomó la apariencia de un correcto burócrata. No volvió a un producto mundialmente famoso y perfectamente
entrar en contacto con los otros fugitivos del grupo ni inútil que sólo servía para satisfacer el imperativo eco·
con los que permanecían en la cárcel. Casi nunca pensaba nómico: consumirás.
en ellos: ¡eso pertenecía al pasado! Tenía un hermano, pero como iban a escuelas dife·
Buscaba voluntariamente el peligro. Hablaba con los rentes y no se consideraba importante que estuviesen
policías en la calle. Iba a las comisarías a denunciar deli· juntos, hubo entre ellos muy pocos contactos físicos y
tos de poca monta, como el robo de una bicicleta. En una afectivos después de la primera infancia.
ocasión lo detuvieron por exceso de velocidad. Hasta Se sentía desdichada, desatendida, sin saber qué era
compareció ante un tribunal. Todo, con un desprecio so· lo que iba mal. Cuando llegó a la adolescencia vio que
terrado y fervoroso: así es como eres, necio, incompe· no había en la familia un núcleo central, un núcleo res·
tente... ponsable: ni el padre, ni la madre, ni el hermano -cuyo
Volvió a la ciudad donde había crecido, tomó un tra· único destino era ser el heredero- se oponían alguna
bajo fácil y llevó una vida sin disimulos, excepto el cam· vez al mundo. Eran pasivos frente a los acontecimien·
bio de nombre y de aspecto. Las gentes lo reconocían y tos, las ideas, las modas, las normas de conducta.
hablaban de él. Cuando lo supo, se sintió feliz. Cuando se dio cuenta -y no podía creer que hubiese
El padre estaba ahora en un asilo de ancianos e imposi· tardado tanto en comprenderlo-, vio también que ella
...
bilitado; la madre había muerto. Al enterarse de que su era la única de la familia que pensaba de ese modo. A
hijo vivía en la ciudad, iba y venía por las calles, con la es· ninguno se le ocurría jamás la posibilidad de decir
peranza de encontrarlo. Lo encontró, pero el Individuo «no». Pensó que ella misma y su familia eran como tro·
N.0 6, agitando la mano con un saludo entre divertido y citos de papel que el viento arrastraba por las calles.

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No los odiaba. No los despreciaba. Los consideraba in· parecía original, y pocos días después ya tenían una filo­
significantes. sofía, un código ético, una lista de enemigos y aliados, na­
Estuvo tres años en la universidad. Disfrutó entonces cionales e internacionales. Durante semanas, meses, y
de la doble vida de los jóvenes de su clase: la democrática aun años, estos jóvenes vivían encerrados en un capullo
y frugal de la universidad, y la lujosa de una minoría privi· de ideas puras, pues todo aquello tenía un sentido: ellos
legiada para la que todo era posible, en casa. detentaban la verdad. Luego el grupo se subdividía,
No le interesaba el estudio, sólo la gente. Fue miembro como se ramifica un tronco, se desdobla un relámpago, o
sucesivamente de varias sectas políticas, todas de izquier· se dividen las células. Pero la identificación emocional
das. En todas utilizaba el mismo vocabulario culto, obli· con el grupo vedaba todo posible análisis de los mecanis­
gatorio en esos grupos, aunque a veces fuesen enemigos. mos que lo regían. Y aunque los estudios de los psicólo­
Lo que todos tenían en común era la idea de que «el sis· gos, de los investigadores de toda índole, de los analistas
tema» estaba condenado. Y que sería reemplazado por de la mecánica social, eran cada vez más penetrantes,
gente como ellos, que eran distintos. más esclarecedores, más certeros, las conclusiones no se
Estos grupos, de los que había centenares en las franjas aplicaban jamás a los grupos políticos (como nunca había
del noroeste -no nos referimos por ahora a otras partes sido posible, bajo las dictaduras de los devotos, examinar
del mundo-, elaboraban programas y esquemas ideológi­ racionalmente el comportamiento religioso, o que los
cos a su gusto y antojo, sin prestar atención a la realidad grupos religiosos se aplicasen a sí mismos de estas ideas).
objetiva. (Esta joven nunca se dio cuenta, por ejemplo, de La política había entrado en el dominio de lo sagrado, era
que durante los años que pasó en estos grupos fue tan pa· tabú. El más somero examen de la historia demostraba
siva como siempre lo había sido dentro de la familia.) que el destino de todos los grupos, sin excepción, como el
(Véase Historia deShikasta, vol. 3.011, La Era de la Ideo­ de las amebas, era dividirse y subdividirse, y que eso era
logía, ((Patología de los Grupos Políticos,,] inevitable aunque, cada vez que ocurría, se oían los mis·
Cuando las grandes religiones se debilitaron, no sólo mos gritos e improperios: «traición >>, «sedición>>, y otras
en las franjas del noroeste sino en toda Shik.asta, se ob· insensateces por el estilo. Si algún miembro de cualquiera
servó entre los jóvenes un fenómeno recurrente: apenas de esos grupos insinuaba que las leyes válidas en otros
salidos de la adolescencia, miraban a sus mayores con campos podían convenirles, era calificado de traidor y ex·
una fría hostilidad, resultado del descenso de la cultura y pulsado sin contemplaciones, como antaño hacían las re·
la nueva barbarie; y muchos de ellos, al descubrir por pri­ ligiones y agrupaciones religiosas, con anatemas, acusa­
mera vez la «verdad», renegaban de todo lo que veían y dones acerbas y truculentas, sin hablar de torturas o de
buscaban la solución de sus problemas en ideologías polí· ejecuciones. Así pues, dentro de aquella sociedad infinita­
ticas que creían haber inventado. (Desde el punto de vista mente fraccionada, donde coexistían -al menos durante
emocional, la reacción era idéntica, desde luego, a la de largos períodos- las ideologías más dispares sin afectarse
los grupos que se formaban y reformaban constante­ ... mutuamente, los mecanismos como parlamentos, ayun­
mente en los tiempos del despotismo religioso.) tamientos, partidos políticos y grupos que propugnaban
Estos grupos nacían de la noche a la mañana, inspira· ideas minoritarias podían mantenerse al margen de todo
dos por una fulgurante visión del mundo que a ellos les análisis crítico, inaccesibles al estudio frío y racional,

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mientras en otros campos de la sociedad los psicólogos y grupo. La joven sintió una admiración total y sin reser·
sociólogos ganaban premios y fama por investigaciones vas, y aquella misma noche, antes de volver a su casa, se
que, si se hubiesen aplicado a la política, habrían echado acostó con él. A él, ella le era indiferente.
por tierra toda la estructura. Entonces ella se propuso conquistarlo. �ería ser «su
Cuando la joven caracterizada como Individuo N. 0 7 sa­ mujer». Él se sintió halagado cuando descubrió que la
lió de la universidad, nada de lo que había aprendido te· muchacha era la hija de una de las familias más ricas de la
nía sentido para ella. La familia esperaba que se casara ciudad y de las franjas del noroeste. Pero era duro con
con un hombre como su padre o su hermano, o que se ella, hasta brutal, exigiéndole como prueba de su devo·
buscara un trabajo sin complicaciones. Pero de pronto ción a la causa (y a él, porque él y la causa eran indivisi­
ella sintió que no era nadie y que la vida no le depararía bles) que se embarcara en actividades cada vez más peli­
nada interesante. grosas, aunque poco serias y mal planeadas, sin ninguna
Era una época en que las «manifestaciones» estaban a relación con los atentados que organizaban los terroristas
la orden del día. En las calles había siempre multitudes, de los tipos 12 o 3. Le exigía que estuviera jtmto a él, a la
proclamando las consignas del momento. cabeza de las manifestaciones, y que arremetiera contra
En la universidad, la joven había tomado parte en ma­ las filas de la policía, que vociferara y gritara más que las
nifestaciones, y cuando evocaba esas horas, tenía la im· otras chicas, que luchara aun en manos de los policías,
presión de que nunca se había sentido tan viva, nunca ha­ que en el fondo disfrutaban con aquellas histéricas. En
bía vibrado con tanta emoción como cuando se confun­ realidad, lo que le exigía era una degradación voluntaria
día con la muchedumbre, corría y coreaba consignas, y creciente.
gritaba y cantaba. Ella disfrutaba. Tenía cada vez más conflictos con la
Tomó la costumbre de escabullirse fuera de su casa policía. Como él siempre terminaba arrestado, se pasaba
cuando había manifestaciones, para gozar durante algu· los días visitando comisarías, pagando fianzas, acompa·
nas horas de aquel estado de embriaguez. La ocasión o el i'lándolo en los coches celulares, o repartiendo panfletos
motivo no tenían mayor importancia. Un día, por casuali· sobre él y sus socios. Estas actividades llegaron a oídos de
dad, se encontró en la primera fila de una multitud que sus padres, quienes, después de consultar con otros pa·
luchaba con la policía, y pronto se vio envuelta en una pe· dres, se consolaron con el dicho: cosas de jóvenes. Esta
lea mano a mano con un guardia, un hombre joven que la actitud la puso furiosa: no la tomaban en serio. Su
sujetó, la insultó y la empujó como si fuera un montón de amante sí que la tomaba en serio. Y también la policía.
trapos viejos a los brazos de otro policía, y éste la volvió a Hizo cuanto pudo por que la arrestaran y pasó varios días
echar en los brazos del primero. Mientras gritaba y se de­ en la cárcel. Una vez, dos, tres veces. Sus padres se empe·
batía, alguien la sacó a la rastra como un trofeo, y se en· i'laban en pagar la fianza y siempre terminaba por dejar a
contró de pronto en compañía de un joven de quien ella «su hombre» y a los demás camaradas en la cárcel, mien�
sabía que era un jefe. • tras un chófer la devolvía al hogar en alguno de los auto·
Era un tipo de hombre normal en esa época: estrecho móviles de la familia.
de miras, inculto, dogmático, sin sentido del humor; un Cambió de nombre y se fue de la casa paterna, empe·
fanático que sólo sabía desenvolverse dentro de un flada en que debía vivir con su amante. Lo que quería de·

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cir: un grupo de unos doce jóvenes. Estaba dispuesta a teriorizaba en actitudes humildes. Siempre hacía las co­
cualquier cosa, a vivir en una casucha infecta, abando­ sas que nadie quería hacer. Las tareas repugnantes y
nada, en ruinas desde hacia años. La incomodidad y la los castigos eran para ella miel sobre hojuelas. Las pre­
sordidez la fascinaban. Cocinaba, limpiaba y atendía a su sas, asqueadas, la llamaban la Santa, pero para ella era
hombre y los cofrades. Lo cual, sabiendo quién era, les un cumplimiento. «Estoy tratando de ser digna de...», y
hacía cierta gracia, pero ella creía que la tomaban en serio daba el nombre de su grupo político. <<Para llegar a ser
e incluso que la perdonaban. socialista de verdad, hay que sufrir y quererlo.»
Los padres dieron con ella y fueron a buscarla, pero Cuando salió a la calle, su hombre vivía con otra mu­
ella los echó a la calle. Insistían en abrirle cuentas banca­ jer. Aceptó la situación: por supuesto, ella no era bas­
rias, en enviarle dinero, alimentos, artefactos de toda tante buena. Trabajó para ellos, como una criada. Se
clase, ropas. Le daban lo que siempre le habían dado: echaba en el suelo como un perro, delante de la puerta
cosas. de la habitación donde se abrazaban él y la mujer, y se
Sentado a horcajadas en una silla dura, con los brazos solazaba con su propia degradación y musitaba como si
cruzados sobre el respaldo, su amante la observaba con fuera el rosario: ccUegaré a merecerlo, me superaré, les
una sonrisa fría y sarcástica, esperando a ver qué hacía. demostraré...»
Ella no daba ningún valor a lo que le enviaban, lo dedi­ A la siguiente «manÍ» se llevó un cuchillo de cocina,
caba todo a la «causa», junto con el dinero. sin fijarse siquiera si estaba afilado: empuñarlo ya era
Él permanecía indiferente. Preocuparse por la comida, suficiente. Embriagada, fuera de sí misma, luchó y pe­
la buena ropa, la comodidad y el calor, le parecía algo leó como una valquiria, con la sucia melena rubia al
despreciable. Hablaba de ella con sus compinches, du­ viento, los ojos azules inyectados en sangre y una son­
rante largas horas, de la clase social a que pertenecía, de risa congelada y siniestra. (En su familia se había cele·
su situación económica, de su psicología, barajando la brado cela gracia y la dulzura de su cara».) Atacó a los
jerga, las frases y las citas de los manuales izquierdistas. policías con los puños y luego sacó el cuchillo (que no
Oyéndolos, ella sentía que era indigna, pero que la toma­ tenía filo) y acometió a ciegas. Pero no se la llevaron.
ban en serio. Arrestaron a otros. La desproporción entre el am­
El hombre le ordenó que en la próxima «manÍ» atacara biente, y los objetivos de la manifestación y el aspecto
a un policía. Obedeció sin vacilar: nunca en su vida se ha­ y el frenesí de aquella muchacha, desconcertó a la poli­
bía sentido tan colmada. Pasó tres meses en la cárcel, cía. Un oficial dio la orden de que no la detuviesen: era
donde él la visitó sólo una vez. Iba más a menudo a visitar a todas luces una desequilibrada. En un nuevo arrebato
a otros. ¿Por qué?, se preguntaba ella con humildad. No de furor, gritó y blandió el cuchillo, pero se dio cuenta
todos pertenecían a la clase de los pobres e ignorantes. de que la manifestación se estaba acabando y la gente
Uno de sus cofrades era, en realidad, un hombre pu· se dispersaba. No la habían tomado en serio. Como una
diente y con estudios. Pero ella era muy rica, sí, tenía que niña excluida de una fiesta, con el cuchillo en la mano
ser eso. Todos se lo merecían más que ella. En la cárcel, como si fuera a cortar la carne o las verduras, se quedó
entre las demás presas, casi todas comunes, ella predi· mirando cómo cargaban a los detenidos en los fur­
caba sus convicciones con una sonrisa inalterable y las ex- gones.

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Un grupo de individuos se había fijado en ella: no sólo La joven se adaptó inmediatamente. A.w"K¡ue había pa·
aquel día sino en manifestaciones anteriores. sado muchos días echada junto al cuarto del amante y de
La joven que estaba de pie en el bordillo de la acera, su nueva mujer, regodeándose en su propio infortunio,
como una estatua heroica, el cuchillo en la mano, la cabe· ahora casi no pe11Baba en aquella vida donde no habían sa­
llera sucia y deshecha sobre el rostro hinchado y enroje· bido oprtciarlfl.. Al principio, no comprendió lo que que·
cido, llorando lágrimas de decepción y cólera, vio de rían de ella, pero fue paci�nte, dócil y amable, y se ocupó
pronto, frente a ella, a un hombre que esperaba a que ella de cuanto se le iba ocurriendo.
lo mirase. Tenía una sonrisa que a ella le pareció bonda­ Los nuevos camaradas estaban prep<trando un golpe,
dosa. Los ojos eran «duros» y «penetrantes»: había reco· pero ella no sabía cuál. Poco después la trasladaron a un
nocido muy bien el tipo emocional al que ella p�eneda. apartamento donde nunca había estado y le eJq>licaron
-Creo que tendrías que venir conmigo -le propuso. que tendría que desnudar y examinar a una joven que ha·
-¿Por qué? -replicó ella, en un desplante agresivo que bían llevado allí para «interrogarla». En realidad, la chica
traicionaba el deseo de obedecer. era una cómplice, pero a ella, al ir a iniciar el examen, le
-Pol-que puedes ser útil. dijeron que era «un caso especialmente difícil», y que «no
Automáticamente, dio un paso hacia el hombre, pero había por qué tratarla con guante blancO>> .
se detuvo, confusa. A solas con su víctima, que parecía azorada y desmora·
-¿Para qué? lizada, nuestra joven sintió la misma aftoranza y exalta­
-Puedes ser útil al socialismo. ción que había vivido enfrentando a la policía.. en los mo­
Durante un instante el rostro de la chica mostró esa ex· mentos de peligro. «Examinó>> a la prisionera, que
presión que significaba: «¡No me atraparás tan fácil­ parecía presentar todas las características de la estupidez
mente!»; y mientras tanto palabras y frases del vocabulario y la corrupción más repugnantes. Lo que hizo no distaba
se le arremolinaban en la cabeza. mucho de la tortura, y la causó plater.
-Necesitamos precisamente gente como tú, y que Aquel grupo de revolucionarios jóvenes, responsables,
tenga tus cualidades. serios y rigurosos -así se calificaban ellos-, la felicitó por

Se fue con él. su trabajo. Pero todavía no les había oído definir un
El grupo habitaba en un piso grande y ruinoso de los credo, una doctrina. Y en verdad nunca llegaría a cono·
arrabales de la ciudad: el hogar de un obrero, uno de los cerlos.
tantos refugios de aquella docena de hombres y mujeres Le dijeron que no saliera, que se escondiese: era dema­
cuyo jefe era el hombre que la había abordado en la calle. siado valiosa para que corrieran el riesgo de perderla.
Si, para sus ex-camaradas, las circunstancias -la exalta· Cuando el grupo se mudaba de casa, siempre la traslada­
ción de la pobreza llevada hasta sus últimas consecuen· ban con los ojos vendados. Ella lo aceptaba con gozosa
cias- eran un elemento emocional necesario para que el humildad: sin duda era necesario.
grupo se definiese, a éstos en cambio les era indiferente la Al secuestro de personajes ricos o famosos, este grupo
forma de vivir, de modo que pasaban de la·opulencia a la agregaba un toque de refinamiento, que consistía en se­
escasez, de la escasez a la comodidad burguesa, en un cuestrar y torturar, o amenazar con la tortura, a personas
mismo día, si era preciso, sin pararse a mirar alrededor. allegadas a esos individuos: amantes, hermanas, esposas,

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hijas. Siempre mujeres. A nuestra joven le encomenda· duo siguiente a través de los Gigantes o por otro medio si·
ron la tarea de torturar, al principio con prudencia y milar. Mientras yo buscaba en Shik�sta el ejemplar que
luego sin limitaciones, a una mujer tras otra. necesitaba, me encontré con una vieja amiga, Ranee, en
Ella esperaba las sesiones con impaciencia. Había acep· los lindes de la Zona Seis, donde se forman las filas de los
tado su situación. Acallaba cualquier escrúpulo dicién· que aún tienen la esperanza de volver a entrar. Le había
dose: Ellos tienen más experiencia y son mejores que yo, dicho que muy pronto tendría que pasar algún tiempo
por lo tanto tiene que ser necesario. con ella y le había explicado la razón. Pero luego, yendo
Si se paraba a pensar que aún no conocía el credo poli· de un lado a otro sin encontrarla, me di cuenta de que las
tico del grupo, se consolaba con las frases que se sabía de colas eran más cortas y menos apretadas. Supe que se ha·
memoria desde que había madurado políticamente, biaba de una catástrofe, un peligro terrible, en la Zona
como a ella le gustaba decir. Seis, y que todos los que estaban en condiciones de com·
A veces, cuando el placer era tan intenso que se encon· prender habían ido a ayudar a la gente. Las almas que es·
traba como poseída, ya fuese porque salía de una sesión o peraban en las filas, obsesionadas por volve¡ a entrar,
porque la esperaba otra, se sentía tan viva, tan alerta, tan sólo tenían ojos para las puertas, y cada vez que se abrían
llena de energía que se preguntaba si no estaría drogada, se precipitaban dentro en tropel, de modo que yo no
si sus nuevos amigos no le administrarían estimulantes. pude averiguar nada más.
El grupo operó durante tres años antes de que la poli· Los dejé allí y a la luz del atardecer continué mi marcha
cía lo capturara, y la joven se suicidó cuando comprendió solitaria entre los matorrales y las hierbas ralas del alti·
que la detendrían en cualquier momento. El suicidio fue plano. Me sentía inquieto, y al principio lo atribuí al peli·
la culminación del mandato que le prohibía tener una gro de que me habían hablado, pero pronto esta impre·
existencia visible: salir, dejarse ver y hasta saber dónde sión de amenaza fue tan fuerte que me alejé de los
estaba. Sabía que si la t�rturaban -porque ahora vivía en matorrales y trepé a oscuras por las rocas hasta un pe·
un mundo imaginario donde la tortura no sólo era posi· queño promontorio. Apoyé la espalda contra un risco y
ble sino inevitable- «los traicionaría». El suicidio fue, volví el rostro hacia donde esperaba ver las luces de la
pues, para ella, un acto heroico, una autoinmolación en aurora. Todo parecía en silencio. Pero llegaba a oírse un
nombre del socialismo. leve murmullo, como el ruido del mar ... donde no había
mar, donde era imposible que hubiese mar. Las estrellas
Se habrá observado que ninguno de los individuos pre· se multiplicaban, profusas y brillantes, iluminando con
sentados aquí fue víctima de una injusticia particular: nin· su tenue resplandor los matorrales y los afloramientos ro·
guno sufrió en manos de un régimen arbitrario y despc?· cosos. Nada que explicase aquel susurro que yo no recor·
tico, ninguno fue expulsado de su país ni perseguido por daba haber oído antes. Y sin embargo, murmuraba: ((peli·
pertenecer a una raza menospreciada; ninguno, en fin, gro, peligro... >> Permanecí donde estaba, volviéndome a
había sido condenado a la pobreza por individuos irres· un lado y otro, escrutando la oscuridad como un animal
ponsables, egoístas y crueles. atento a un peligro que no comprende. Cuando el cielo se
iluminó y desaparecieron las estrellas, el ruido conti·
Me fue imposible ponerme en contacto con el indivi· nuaba, ahora más fuerte. Bajé del cerro y seguí andando

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hasta el borde del desierto, que era donde oía aquel zum­ rando el nacimiento -porque ahora sabía que era eso lo
bido constante. Sin etnbargo, ningún viento removía la que ocurría- del remolino de arena más próximo. Lenta­
arena. Todo estaba en calma y el rocío me salpicaba los mente, con chirridos, con interrupciones súbitas y nue­
pies. Seguí andando, cada paso más lento que el anterior. vos arranques, se iba formando el vórtiCe, y alrededor la
Todos mis sentidos me advertían del peligro. Avancé bor­ arena temblaba y se aquietaba, y otra vez se movía...
deando la cornisa que me había abrigado por la noche. Se Luego, la zona central iniciaba un movimiento giratorio
extendía ante mí hasta unirse allá, en la lejanía, a unos pi· lento y regular, y los granos de arena, despedtdos hacia
cos negros y dentados, sombríos, y hasta siniestros a la arriba y hacia un lado centelleaban al caer. ¿Había sa­
luz gris y fría del amanecer. La voz susurrante de las are­ lido ya el sol? ¿Era eso? Miré y vi el cielo de un rojo vio­
nas pareció elevarse, y vi en el aire unas volutas de polvo lento, infernal, que bañaba las arenas pálidas en un res­
que en seguida desaparecieron. ¡Y ni un soplo de viento! plandor purpúreo.
Las nubes bajas flotaban oscuras e inmóviles, y las más al­ El torbellino se extendió a las arenas de alrededor; en
tas, teñidas por la aurora, se agrupaban en una masa todos los sitios donde yo había notado pequeños movi­
compacta, también inmóvil. Un paisaje sin viento y un mientos, la arena giraba ahora, ahuecándose, y luego se
cielo pétreo; pero el susurro llegaba de todas partes. De alzaba junto con unos torbellinos secundarios. Vi que la
pronto, una pequeña mancha lejana se agrandó y la llanura estaba toda cubierta de torbellinos de arena y
arena tembló a mis pies. Trepé de nuevo al promontorio que encima flotaba una polvareda inmóvil, pues no ha­
y volví a mirar. Al principio, nada; luego, casi en el mismo bía viento. Entonces, haciendo un esfuerzo, aparté los
lugar por donde iba, vi que la arena se movía un instante. ojos de esta llanura terrible y pérfida y miré a la dere­
Pero no me lo había imaginado. En varios puntos de la lla­ cha. Allí continuaba el desierto, hasta perderse de vista;
nura que discurría a la izquierda del promontorio, había nada se movía. Las extensiones desérticas estaban en si­
aún polvared�. Todavía no había mirado a la derecha lencio, quietas, inflamadas por el rojo infernal del cielo;
del promontorio. pues no me atrevía a apartar los ojos sin embargo, un zorro del desierto asomó de pronto
del lugar por donde había venido y me parecía que algo ante mí, con la piel amarilla brillante al sol. Trotó hasta
iba a abalanzarse sobre mí, como un animal, en cuanto la cornisa rocosa y desapareció. Apareció otro zorro. Y
desviara la mirada. Era una sensación irracional, pero te· vi entonces toda una manada de animales que huían de
nía que seguir con los ojos fijos, clavados... en el sitio algún peligro. Un peligro lejano, porque no había nin­
donde se habían movido las arenas. Temblaron de gún movimiento en las arenas de este lado de la loma,
nuevo. Se movían, claramente, y luego se aquietaban. mientras que al otro la llanura entera se estremecía y
Como barridas por una enorme escoba invisible... El leve temblaba entre los torbellinos. Muy lejos, más allá de la
silbido me entraba en los oídos y no me dejaba oír otra llanura tranquila, vi que en el cielo luminoso y azul de
cosa. Esperé. La escoba invisible batió ahora una exten· la mañana clara donde el púrpura y el rosa se desvane­
sión de arena no más grande que el largo de mis brazos, cían rápidamente, flotaba una bruma baja, que en se­
con el movimiento lento, vacilante, de un remolino que guida reconocí.
se apaga. Más allá, como a media milla, me pareció ver Había comprendido lo que pasaba, lo que iba a pasar,
algo que giraba debajo de una nube. Pero continué mi· y eché a correr a lo largo de la comisa, pensando o espe-

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rando que la roca sólida no cedería a los movimientos de zaba la vista, vi una masa de animales que corrían, salta·
la arena. han o volaban. Ninguno miraba atrás, ninguno parecía
Busqué con la mirada a los fugitivos de esos torbellinos dominado por el pánico, enloquecido ni desorientado;
terribles: tal vez habían encontrado refugio en las alturas, por el contrario, todos se abrían camino, con decisión y
o quizás en las montañas distantes. Luego vi un grupo de cautela, entre las dunas y las hondonadas, hacia el pro·
cuatro individuos compuesto por una mujer, un hombre montorio, cruzando las rocas, tratando de llegar a la alti.
y dos adolescentes, todos tan aturdidos, tan alelados por planicie por donde yo había venido. Pero más allá de un
los peligros a que habían sobrevivido, que ni siquiera me cierto punto, ya no había animales: yo estaba viendo la
vieron. Los acompañaba otra mujer, cuyo rostro yo re· última oleada de fugitivos; detrás de ellos se extendía el
cardaba haber visto en las filas de la frontera. La detuve y desierto inmóvil. En el horizonte, las nubes de arena su·
le pregunté qué sucedía. Date prisa, me dijo, aún hay bían en el azul cobalto del cielo matutino.
gente en el desierto; pero tienes que darte prisa; y echó a Estaba indeciso, sin saber qué hacer. Hacía tiempo que
caminar por el promontorio, gritando a sus protegidos no me cruzaba con grupos de refugiados. Tal vez todos es·
que se apresuraran . Ellos se habían detenido, boquiabier· tuvieran a salvo. ¿O quedaría alguno? Avancé, cuesta
tos, con los ojos fijos en las arenas que temblaban y se arriba y hacia la derecha, por la ladera agrietada y pedre·
arremolinaban en la llanura -para mí de la izquierda, gosa, y al llegar a un pequeño saliente de rocas resquebra·
para ellos de la derecha-, y parecía que no oían nada. La jadas y matorrales resecos, con la llanura a mis pies, vi de
mujer tuvo que sacudirlos y empujarlos. Yo reanudé mi repente que allí mismo se iniciaba la agitación y nacían
penosa carrera, gateando a ratos y cayéndome sobre las los remolinos de arena. Y a la vez vi un afloramiento de
rocas, y varias veces me crucé con pequeños grupos, rocas negras sobre el que había dos figuras. Me daban la
siempre guiados por alguien que yo había visto en las filas espalda y miraban hacia la lejanía, hacia el fondo de la lla·
de los que esperaban. Los rescatados avanzaban vacilan· nura. Me pareció reconocerlos. Bajé corriendo hacia
tes y temblorosos, mirando como hipnotizados aquel de· ellos, asaltado por mil pensamientos. Uno, que un sín·
sierto que parecía un mar, y el guía tenía que advertirles a toma de la conmoción sufrida por aquellas víctimas era
cada rato que no se detuvieran y mirasen adelante. que estuviesen como paralizadas, incapaces de hacer otra
Cuando por fm llegué a las estribaciones de las monta· cosa que mirar, hipnotizadas y sin poder moverse. Otro,
ñas que se alzaban abruptamente en medio de la arena, aun en el caso de que yo llegara a tiempo, ¿podría sacar­
no me quedaba tiempo que perder, porque había com· las de allí? Y también pensaba que eran mi viejo amigo
prendido que si el inmenso desierto que se extendía a mi Ben y mi vieja amiga Rilla, juntos y al menos a salvo, aun­
<:lerecha se ponía en movimiento, como el del otro lado, que no sabían cómo escapar.
el promontorio no resistiría y se hundiría. Una vez en las Al alcanzar el suelo llano del desierto y correr hacia
montañas, me volví y vi que a un lado del promontorio ellos sentí que las arenas temblaban bajo mis pies. Avan­
no quedaba ya ningún sitio firme: el desierto entero tem· zaba tambaleándome, gritando y llamándolos, pero ellos
biaba, se arremolinaba, se deshacía. Al otro lado, de mo· no me oían o, si me oían, no podían responderme.
mento, todo parecía tranquilo. Sin embargo, mirando Cuando llegué al afloramiento de piedra donde ellos esta­
más allá de las inmensas extensiones, hasta donde alean· ban, se acercaba un torbellino. Salté a la roca y grité: ¡Ri-

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lla! ¡Ben! De pie, ellos tiritaban como perros mojados y cada vez más, hasta desaparecer. Una especie de necesi­
transidos de frío, con los ojos clavados en el desierto que dad aterradora estaba devorando y sorbiendo aquel de­
se disolvía en remolinos. Volví a gritar y entonces me sierto, alimentándose de sus energías, de las fuerzas de·
echaron una mirada ausente: no me reconocí�. Los sencadenantes, y yo no podía apartar los ojos: era como
tomé por los hombros y los sacudí, sin que se resistieran. si también mis ojos fueran absorbidos, como si se me
Los abofeteé, siempre gritando, y me pareció ver en sus fuera la cabeza, por el remolino del sumidero ... Fue en­
ojos, vueltos hacia mí, una sombra de indignación: ¿Por tonces cuando un águila negra se dejó caer del cielo, y nos
qué haces esto? Pero ya habían vuelto la cabeza y mira· advirtió chillando: Hu ..• i... d... Hu... i...d... Mu...i. ..d... , y el
han otra vez a lo lejos, petrificados. estruendo de las alas sobre mi cabeza me volvió a la reali­
Trepé dando un rodeo para ponerme frente a ellos. dad. Hasta había dejado caer la Signatura; y la busqué a
Soy Johor, les dije, vuestro amigo. Ben pareció despertar gatas alrededor: brillaba bajo unas rocas. Tuve que sacu­
un momento pero en seguida torció la cabeza para mirar dir y abofetear a Ben y Rilla para despertarlos, y poner de
la arena a mis espaldas. Rilla, al parecer, no me había nuevo la Signatura ante sus ojos para librarlos de la fasci­
visto. Saqué la Signatura y la alcé. Los ojos hipnotizados nación de la arena. En lo alto, el águila que nos había sal­
se clavaron en la Signatura mientras yo descendía, y ellos vado volaba en grandes círculos y vigilaba, observando si
me siguieron. Me siguieron, sí, pero como sonámbulos. estábamos bien despiertos, y luego, viendo que lo estába·
Alzando la Signatura y siempre andando de espaldas, mi­ mos, se volvió hacia el este, hacia la zona donde el suelo
rándolos, llegué al suelo del desierto, que ahora temblaba pedregoso, cubierto de matorrales y hierbas, se alzaba
con un silbido zumbante. Me detuve y les grité: ¡Ahora se­ por encima del nivel de la arena, lejos de la planicie fu.
guidme! ¡Seguidme!, sin dejar de sacudir la Signatura nesta de la que teníamos que alejarnos cuanto antes. Ben
para que brillara y centelleara. Iba tan de prisa como po· y Rilla me seguían pasivos, casi como imbéciles, mientras
día, al principio de espaldas y, luego, viendo cómo brota· yo los conducía guiado por el águila. No intenté hablar
han alrededor los peligrosos torbellinos, medio de cos· con ellos; me preguntaba qué haríamos ahora, pues está·
tado. Ellos tropezaban y se caían, y parecían sentir la bamos alejados de las fronteras de la Zona Seis con Shi·
constante e imperiosa necesidad de volver la cabeza, pero kasta, que era adonde todos teníamos que ir. Pero seguí al
yo los hacía avanzar gracias al poder de la Signatura, y águila, no podía hacer otra cosa. Me había sacado de mi
por último pisamos las laderas firmes de la montaña. Allí, trance, y tenía que confiar en ella. Y al cabo de largas ho­
agarrados el uno al otro, se volvieron en seguida a mirar. ras de marcha penosa y vacilante junto a mis dos atonta·
Y yo con ellos, porque también yo sentía ahora la fascina­ dos compañeros, la gran ave llamó mi atención con un
ción de aquel espectáculo horripilante. Y el lugar a donde grito y se desvió hacia la izquierda, en un arco amplio y
habíamos llegado, tambaleándonos, en busca de refugio, majestuoso, y comprendí que hacia allí teníamos que ir.
también se movía, se sacudía. Y allí seguíamos nosotros, Anduvimos todo el día hasta el anochecer, confiando en
inmóviles los tres, porque yo estaba perdido como ellos, el ave, porque yo no sabía dónde estábamos. Ahora Ben y
contemplando sin parpadear el inmenso torbellino. La Rilla hablaban un poco, pero sólo frases torpes, entrecor­
llanura entera se había convertido en una gigantesca cen· tadas, y palabras sueltas. Era de noche cuando encontra­
trifugadora, que giraba y giraba, y cuyo centro se hundía mos un lugar resguardado e hice que se sentaran a des-

220 221
cansar en silencio. Una vez que se durmieron, me levanté, que planeaba y giraba en el cielo guiándolos adelante,
trepé a un altozano y volví la vista atrás, hacia los mato· siempre adelante.
rrales de la meseta que se extendía hasta el desierto. A la Encontré a Ranee, con un grupo que había salvado de
luz de las estrellas, vi un único vórtice inmenso que lo los torbellinos no lejos de la frontera. Le pregunté si po·
abarcaba todo: aquella especie de espinazo que era el pro· día viajar con ella, para que mi contacto fuese el previsto,
montorio rocoso había desaparecido por completo. No y asintió. Así pues, seguimos juntos. Los protegidos de
quedaba nada, excepto el remolino, que ahora rugía de Ranee parecían tan embotados y estupefactos como los
horizonte a horizonte, y hacía temblar la tierra bajo mis pobres Ben y Rilla. Pero mejoraban poco a poco; mien­
pies. Me arrastré otra vez a tientas en la oscuridad, hacia tras, Ranee les hablaba con voz persuasiva y ecuánime, la
donde descansaban mis amigos, y junto a ellos esperé voz tranquilizadora y sensata con que las madres hablan a
hasta que amaneció. Entonces el águila, posada en un pe· los niiios que despiertan de una pesadilla.
iiasco, me saludó con un grito que me pareció una adver­
tencia y comprendí que teníamos que ponernos en mar·
INDIVIDUO OCHO
cha. Desperté a Ben y Rilla, y durante todo aquel día
seguimos al ave por las tierras altas que circundaban la El tipo y la condición de esta mujer eran endémicos en
llanura de arena. No alcanzábamos a verla, pero oíamos Shik.asta y venían repitiéndose desde que aparecieran las
en todo momento el rugido de la tierra violentada, fu. primeras desigualdades y posibilidades sociales. Las mu­
riosa. Hacia el anochecer reconocí el paraje donde está­ jeres, por el hecho de correr ciertos riesgos, de necesitar
bamos. Yo pensaba en las tareas pendientes en Shikasta, ayuda mientras los hijos son pequeiios (repito las razones
y en la urgencia y necesidad de atenderlas. Pero todavía obvias, que son las que más fácilmente se dejan de lado),
no podía confiar en Ben y Rilla hasta el punto de dejarlos por el hecho, pues, de esta dependencia, se han encon­
solos. Mientras caminaban, volvían la cabeza constante­ trado a menudo y en todos los tiempos en situaciones que
mente para oír aquel rugido lejano, semejante al de un no les dejan otra alternativa que ser sirvientas.
mar que rompía una y otra vez contra una orilla que se es· Una palabra noble.
tremecía y temblaba; y yo sabía que si los abandonaba Una noble condición.
volverían de nuevo al desierto. Imposible dejarles la Sig­ En Shik.asta, la raza dominante en una época puede ser
natura: eran irresponsables. Yo mismo, que comparado la sometida en la siguiente. Una raza o un pueblo sorne·
con ellos seguía siendo dueiio de mis actos, había estado a tido a la esclavitud en una época o lugar determinados,
punto de perderla. A gritos, pedí ayuda al águila, que puede, al cabo de pocas décadas, convertirse en amo y se­
guiara aBen y Rilla. Les enseñé una vez más la Signatur-a y iior de otros pueblos. Los papeles femeninos se han ido
les dije que el águila era un servidor de la Signatura y que adaptando a estos cambios, y cada vez que un pueblo,
le debían obediencia. También les dije que nos veríamos una raza, un país se hunde, las mujeres doblemente escla­
en la frontera de Shikasta y que no desesperaran. Así, ex­ vizadas, trabajan de sirvientas en las viviendas de las cla­
hortándolos e implorándoles, les expliqué cuanto pude, y ses entonces dominantes.
proseguí mi camino solo y de prisa. Al rato me volví y los Estas mujeres, en detrimento de sus propios hijos, a
vi avanzar lentos, vacilantes, con los ojos fijos en el águila, quienes a veces tienen que abandonar, son con frecuen·

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cia el puntal, el cimiento, el sostén principal de una fami· cía. Se fueron de la casa y de la isla, a otros p�es. Los pa·
lía, y quizá durante toda una vida. De una vida útil, por­ dres, ahora ancianos, vivían en una casa grande, cada vez
que a una sirvienta se la puede despedir cuando llega a la más destartalada, sin nada en común salvo el recuerdo de
vejez sin que se lleve más de lo que traía al entrar. Y sin una familia que ya no existía. Decidieron emigrar. Una
embargo, quizá haya sido el vínculo que mantenía unida a noche comunicaron a la sirvienta, que había trabajado
toda la familia. con ellos durante cincuenta años, que ya no la necesi·
Una criatura ignorada si no despreciada, alguien en taban.
todo caso a quien se considera inferior, a quien se ve más Se marcharon, dejándole el trabajo de limpiar y cerrar
como una función que como una persona: una sirvienta; la casa, que pensaban vender. Ella volvió andando a la al­
sin embargo esa mujer es en realidad el eje de la familia, dea natal donde no le quedaba otro pariente que una her·
su centro de gravedad Una situación que se reproduce, mana viuda, que de mala gana aceptó alojarla. La sir·
una y otra vez, en todas las épocas, en todas las culturas, vienta no tenía nada, excepto sus ropas, desechos casi
en todo lugar... todas, regalo de la familia.
El ejemplo que me interesa aquí se encuentra en una Tardó meses en comprender lo que le había pasado.
isla del extremo occidental de las franjas del noroeste, un Nunca se había sentido explotada ni tratada injusta·
lugar desolado, muy explotado desde hacía siglos por mente. Había querido a la familia, a todos y a cada uno; la
otros países. vida de ellos había sido la de ella. Ellos nunca la habían
Una familia orgullosa de su «sangre», pero sin mucho querido, pero ella creía que sí, «a su manera». A menudo
dinero, empleaba a una pobre muchacha de la aldea. Da· le habían parecido desapegados, indiferentes: pero la en·
das las condiciones económicas, nunca fue fácil casarse gatusaban, ¡la seducían! Un beso de una de las pequeñas,
en la isla, pero si esta muchacha no se casó, si nunca con· una sonrisa de «la señora» y tln «¡no sé qué haríamos sin
sideró siquiera la posibilidad de hacerlo, fue porque ti!», era suficiente.
desde que tenía quince años estuvo afectivamente identi· Se sentía aturdida, desmorali�ada, siempre con ganas
ficada con las necesidades de esa familia. Limpiaba la de llorar, «no sabía a santo de qué».
casa, que era grande, cocinaba, se ocupaba de los niños a La hermana contaba con indignación cómo la había
medida que iban naciendo. Trabajaba más que una es· tratado aquella familia. Una joven de la aldea que quería
clava y aceptaba salarios mínimos, porque sabía que la fa­ dedicarse al periodismo escribió la historia; publicada en
milia no tenía dinero, porque no le habían enseñado a es­ un periódico local, fue luego reproducida en un impor·
perar mucho... y porque los quería. Era capaz de gastar el tante rotativo de la isla vecina.
salario de un mes en un juguete para uno de los niños o Estos hechos desmoralizaron todavía más a la sir·
un vestido para una niñita que adoraba. vienta. Temía que la familia la considerase ingrata.
El padre y la madre se pelearon y separaron varias ve­ Recibió una carta de reproche de los padres. Vivían
ces; entonces ella cuidaba de los niños y mantenía una ahora en una isla con mucho sol donde, a causa de las
apariencia de hogar hasta que los padres volvían a recon­ condiciones económicas, abundaban las sirvientas. Toda
ciliarse. la aldea se enteró de la triste situación de la mujer. La jo·
Los.hijos -eran cinco- crecieron mientras ella enveje· ven que había escrito el artículo, temiendo que su Q.il��

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tedora carrera pudiera quedar interrumpida, consultó a mana no satisfacía a ninguna de las dos. Murió poco
un abogado. La hermana, al saberlo, fue. a ver a su pro­ después.
pio abogado: la isla era famosa por su afición a los plei­ La puse al cuidado de Ranee, en la Zona Seis, pues ya
tos, como es norma en todas las regiones explotadas por estaba en condiciones de entrar otra vez en Shikasta, para
otros y reducidas a la pobreza. «una nueva tentativa>> .
La sirvienta acabó siendo objeto de reclamaciones y Mientras me ocupaba de estas tareas, cada vez me
disputas, mientras ella permanecía pasiva, sin saber qué preocupaba más que mis informes reflejaran la realidad:
había sucedido ni cómo. habiendo sido recientemente consejero de voluntarios
Escribió una carta incoherente a sus antiguos señores, que prestarían servicio en Shikasta durante la última y te­
llena de disculpas: «¡Yo no sabía nada de todo eso!» «¡Lo rrible fase, me era fácil comparar las esperanzas e ideas
hicieron a mis espaldas!» que tenían acerca de Shikasta con la realidad misma. Es
Ellos consultaron también a un abogado. Hubiera te· fácil describir hechos, pero no las atmósferas o las emana­
nido que ser Taufiq, ya que el asunto, bien llevado, ha­ dones de ciertas estructuras mentales. Yo sabía que mis
bría sacado a la luz muchos casos de explotación. Taufiq notas e informes eran leídos por gente muy alejada de la
habría puntualizado, por ejemplo, que esta situación, la realidad shikastiana. Se me ocurrió, pues, añadir ciertos
de una mujer que después de haber trabajado durante escritos suplementarios.
largos años al servicio de una familia es despedida sin
consideración, como si fuera un animal -o algo peor, en ILUSTRACIONES: La situación shikastiana
ciertos casos-, era cosa corriente en la época; hubiera [A su regreso de Shikasta, Johor entregó a los archivos al­
podido citar una docena de países, y aportar el testimo­ gunos apuntes y notas irrelevantes para su misión. Creía,
nio de varias razas y culturas. como ya se ha mencionado, que a quienes estudian ese
Hubo un juicio de todos modos, pero de esos que sólo desdichado planeta, les ayudaría conocer ejemplos de
traen disgusto y malestar, un conflicto falaz y egoísta, conductas extremas provocadas por una tan ínfima con­
mal enfocado y sin trascendencia. centración de SUS. El emisario Johor casi pretendía dis­
Mi responsabilidad se limitaba a la sirvienta (una vieja culparse por esos apuntes que, como él mismo reconocía,
amiga, aunque ella nunca lo supo, desde luego) y dos de había escrito a veces para su uso personal, para clarificar
las hijas de la familia, que sentían remordimientos por lo sus ideas, y también para ayudar a otros. Por nuestra
que había pasado. Desde que dejaran la casa, nunca ha· parte, queremos puntualizar -y lo hacemos con la plena
bían pensado en la vieja sirvienta, excepto en términos autorización del Emisario Johor- que cuando Johor re­
sentimentales, pero el artículo periodístico y las lacrimo­ dactó estos apuntes, llevaba ya bastante tiempo expuesto
sas cartas de sus padres las obligaron a reflexionar. Las a las influencias shikastianas, y estas influencias condu­
dos estaban abiertas a las buenas influencias, que yo me cen inexorablemente al sentimentalismo. Los Archi­
encargué de ejercer organizando así la vida de las dos se· viltw.]
gún lo previsto. En la isla del extremo occidental de las franjas del no­
En cuanto a la sirvienta estaba muy disgustada. Se roeste (ya mencionada en el caso del Individuo N. o 8) que,
sentía maltratada y culpable. La convivencia con su her· romo se ha dicho, soportó toda clase de conquistas, colo-

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nizaciones e invasiones, durante muchos siglos y a ma· siempre con esta frase: «Aquí, no tienes más que estirar el
nos de muchos pueblos diferentes, hubo un periodo de pie para que los negrQs te lustren las botas.>>
pobreza que se agravó hasta el hambre, devastando la En cada país, cada ciudad por donde pasaba -que sólo
economía, y obligando a millones de individuos a emi· conocía de nombre antes de llegar..., aprovechaba cual­
grar, lo que provocó aún más miseria. Cierto adoles· quier ocasión para sentarse en una silla en algún lugar pú·
cente se encontró sin trabajo ni recursos. Excepto uno. blico y extender una pierna, y luego la otra, con una son·
Aunque había crecido en la miseria urbana, los abue­ risa fatua, arrogante y condescendiente, mientras un
los, que aún vivían de la tierra, suministraban a la fami· hombre ensombrecido por la miseria, arrodillado de·
lia patatas y leche, y con el correr de los años se convir· lante de él, le lustraba las botas negras.
tió en un muchacho alto, ancho de espaldas y fuerte. Y En compañía de un camarada -dos hombres gigantes·
estúpido. Ni siquiera tuvo la inteligencia de emigrar y cos, dos veces más altos que los nativos, vestidos con uni·
emprender una nueva vida. Fue reclutado por el ejér· formes rojos tachonados de galones y medallas-, se pavo·
cito de los últimos conquistadores de la isla y le pro· neaba vigilando los barrios urbanos; y en un país tras
porcionaron un uniforme vistoso, comidas regulares y otro, esa cara roja de sonrisa fatua, que vociferaba órde·
posibilidades de viajar. En ese ejército, como en todos nes e insultos, con el desprecio y la aversión pintados en
los de la franja del noroeste, abundaban las jerarquías un rostro de bárbaro, se convertía en símbolo del impe·
y lo mandaban oficiales arrogantes y presuntuosos. Él rio. Y cuando el imperio sucumbió, en parte a causa del
estaba en el escalón más bajo y sin ninguna esperanza odio de los conquistados a los conquistadores, esa rubi­
de recibir nunca mejor trato que los animales domésti· cunda cara bovina quedó grabada en la memoria de mi·
cos de la casta dominante. Durante veinte años fue en· llones: la viva imagen del odio y del miedo.
viada de una zona a otra de Shikasta, todas parte de un En cuanto a él, el clima de los territorios donde había
imperio que no tardaria en desmoronarse, pero que en comido y bebido en exceso durante dos décadas, le pro­
ese momento estaba en el cenit. La función de esta víc· vocó al fm un derrame cerebral cuando no tenía más de
tima consistía en hacer de policía entre una multitud cuarenta aftas. Lo devolvieron a su isla natal, más empo·
de víctimas. Desde el extremo este del continente cen· brecida ahora que cuando se marchara y a punto de esta·
tral hasta el norte del Continente Sur 1, el pobre diablo llar en sublevaciones y guerras civiles. Decidió instalarse
se encargaba de tiranizar a pueblos pertenecientes a en el país de los conquistadores y trabajó de recadero en
culturas y civilizaciones más antiguas, más complejas y un mercado de carne. Se casó con una campesina que ha·
más humanitarias que la suya. Vivía en un estado per· bía sido niñera: dieciocho horas por día, seis días y medio
manente de semiembriaguez; bebía con exceso desde la a la semana, por la comida, un techo y un sueldo misera·
infancia, para olvidar la brutalidad de la existencia. Te· ble. Nunca había tenido otra perspectiva de escapar que
nía la cara rojiza, siempre perlada de sudor, y la expre· el matrimonio, y casarse con aquel soldado robusoo, que
sión obcecada de un hombre que ha decidido no pen· le llevaba más de medio metro de altura, se contoneaba
sar nunca por sí mismo. Cada vez que lo había inten· en su uniforme rojo y no tardaría en cobrar una pensión,
tado, había sido castigado al instante. De vez en fue un alivio para ella.
cuando dictaba a un oficial una carta para su familia, Esa pensión irrisoria significaba seguridad, protección;

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en verdad la salvó de la pobreza extrema, exacerbada por han la música: cantar, bailar, construir y tocar innumera·
el alcoholismo del marido. bies instrumentos musicales era la razón misma de la exis·
De siete hijos que nacieron, sobrevivieron cuatro.
tencia. Vivían en armonía con el entorno, del que nunca
Por las noches la mujer y los hijos lo esperaban en la
tomaban más de lo que podían devolverle. La «religión))
casa miserable, hasta oírlo tropezar y tambalearse escale·
expresaba también esa consonancia en que vivían con la
ras arriba y esperaban que todo saliera lo mejor posible,
tierra; la medicina era una rama y una expresión de la re·
es decir que el hombre no se pusiera a gritar, furioso,
ligión; y había sabios -hombres y mujeres- que sabían cu·
amenazando con pegarles, para luego echarse a llorar y,
rar las enfermedades del espíritu. Ese admirable estado
por último, dormirse en una silla entre sollozos; sino que,
de cosas no venía de muy antiguo: todo el Continente Sur
por el contrario, regresara de buen humor y se sentara a
1 había sido durante siglos víctima de las incursiones de
la cabecera de la mesa, como jefe de familia, estirara las
otros pueblos en busca de esclavos, pero últimamente el
piernas, y con una mueca de suficiencia en la cara enroje·
tráfico se había int errumpido y hubo un período sin inva·
cida y abotargada, les dijera: «En aquellos países, no tenía
siones ni guerras intestinas.
más que estirar la pierna para que los negros se pelearan
Hasta esta tribu habían llegado rumores del sur sobre
por lustrarme las botas.» Y: «En cuanto asomábamos la
la existencia de unos conquistadores blancos, que esclavi·
cara, aquellos negros maricas salían disparados.»
zaban y robaban las tierras: había habido exploradores y
Murió en un hospital de caridad. Se sentó apoyado
viajeros de toda laya, algunos de ellos «religiosos». Los
contra las almohadas, las medallas prendidas al pijama, la
hombres y mujeres doctos de la tribu, los videntes y augu·
gran cara a punto de estallar de apoplejía, los ojillos azu·
res, habían pronosticado que también esa región sería vi·
les asomando entre los repliegues de carne amoratada, y
sitada por los blancos, y que tendrían que luchar para so·
pronunció sus últimas palabras: «En cuanto asomábamos
brevivir. Pero estas tribus no eran aprensivas y pensaban
la cara, aquellos negros pordioseros huían disparados.»
poco en el futuro.
Un día apareció una larga caravana de hombres blan·
ILUSTRACIONES: La situación shiltastiana
cos, unos a caballo y otros en carretas. El aspecto estrafa·
Este episodio particular ocurrió en la parte meridional lario de los invasores, y de los caballos, asombró a los ne·
del Continente Sur 1, pero se repitió de mil maneras du­ gros. Uno soltó una carcajada. Al cabo de un momento
rante la época en que las franjas del noroeste aprovecha· todos reían a mandíbula batiente. Todo en ellos les pare·
ron su superioridad tecnológica para conquistar otras re· cía cómico. En primer lugar, la tez, tan pálida y enfermiza.
giones de Shikasta y arrebatarles sus materias primas, su Luego, la vestimenta: ellos, los negros, llevaban encima
mano de obra y sus tierras. Esta zona geográfica era una poca cosa, a causa del clima. Pero los intrusos iban carga·
región privilegiada, de tierras altas, con agua y arbolado dos con todo tipo de bultos, excrecencias y protuberan·
abundantes, y un clima seco y sano. El suelo era fértil y la cias, además de unos objetos rarísimos sobre la cabeza. E
fauna muy variada. La habitaba una tribu no demasiado iban tiesos y solemnes, desgarbados. No sabían moverse. Ja·
numerosa de carácter singularmente afable; eran gentes más hasta ese momento los negros habían pensado que
pacíficas, alegres, divertidas, narradores natos y hábiles tenían atributos y talentos personales, pero ahora se mi·
artesanos. Todos los habitantes del Continente Sur 1 ama· raron unos a otros y vieron lo bien plantados que eran, la

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281
soltura con que se movían, cómo se sentaban y bailaban. desdén que los aplastaba como los «primitivos» de otras
Esos gestos y movimientos reflejaban las cadencias cam­ latitudes contra las enfermedades que les llevaban los
biantes del paisaje de que eran parte, y en cambio aque­ hombres blancos.
llos extranjeros que les provocaban tanta hilaridad y des­ Los sabios de la tribu, hombres y mujeres, no se ponían
concierto no sabían estirar un brazo ni dar un paso: eran de acuerdo; no sabían qué hacer ni qué curso seguirían
torpes, como si les hubieran echado un mal de ojo. ¡Y el los acontecimientos. Q.ue tendrían que luchar por lo que
equipaje! ¿Q.ué clase de gente era aquella que no podía les habían robado, parecía evidente. Era como si la inva­
viajar sin semejante cargamento, sin tantas carretas tira­ sión de aquellos intrusos hubiese apagado la espontanei­
das por tantos bueyes? ¿Para qué necesitaban todo eso? dad de los indígenas, paralizándoles el instinto y la intui­
¿Q.ué hacían con todas esas cosas? ción. ¿Cómo lucharían? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y sobre todo
Estaban intrigados, perplejos. Y cuando llegó la noche ¡por qué? El país era muy grande y había mucho espacio.
vieron que aquellos bastones humanos, entorpecidos por Pero los invasores parecían estar ya en todas partes.
los pesados atuendos, de pie, tiesos, con los brazos caídos Viendo que muy pronto no les quedaría absoluta­
a lo largo del cuerpo, emitían sonidos... Pero ¿qué soni­ mente nada, las tribus sometidas se sublevaron. Los in·
dos eran aquéllos, sin melodía ni ritmo, como aullidos de trusos, que venían de una civilización tecnológica, aplas­
hienas? taron la sublevación con una crueldad y una brutalidad
Y encima, los caballos. Excepto de oídas, la tribu no co­ implacables.
nocía los caballos. Esas bestias parecidas a los «ciervos» Es preciso describir la fría aversión, la repugnancia,
que tiraban de las carretas los intrigaban; veían cómo los que sentían los blancos por los negros y que siguieron
montaban los forasteros y deseaban imitarlos. Y los fusi­ mostrando hasta el día -poco después, pero no antes de
les, que mataban a distancia. Al principio, todó fue risas, que la cultura local fuese destruida; aniquilada- en que
luego extrañeza; sólo más tarde sintieron miedo. fueron expulsados. Nada más asombroso que esa carac­
Cuando los emisarios de la columna invasora les pidie­ terística aversión despectiva, tantas veces descrita por los
ron permiso para utilizar aquellas tierras, no titubearon. conquistados y también por muchos de los conquistado·
El concepto de propiedad de la tierra era desconocido res; porque no todos los blancos despreciaban a los ne­
para ellos: la tierra no pertenecía a nadie, era dueñ.a de sí gros, algunos los querían y admiraban, pero éstos eran te­
misma, la sustancia de los hombres y animales que vivían nidos por hipócritas y traidores.
de ella, y en ella moraba el Gran Espíritu que era la fuente Tal vez encontremos una explicación de este fenó­
de toda vida. meno en la obra de un especialista shikastiano, Marcel
Y antes de que transcurrieran dos años, los blancos los Proust, sociólogo y antropólogo. A la criada de una fami­
despojaron de sus tierras y sus territorios de caza tradicio­ lia rica le ordenan preparar un ave para la cena. La mujer
nales, y los persiguieron como alimañas. Pero, sobre persigue al ave por el corral, mientras farfulla: bestia in­
todo, no entendían por qué los trataban con tanta frial­ munda, alimaña repugnante y otras imprecaciones por el
dad y tanto desprecio; nunca habían conocido nada se­ estilo; al fin atrapa el ave y la mata.
mejante; y el buen humor de aquel pueblo dócil y gene· Esto mismo le o5=urre al torturador bisoño que tiene
roso empezó a ceder. Tenían tan pocas defensas contra el que infligir dolor y humillación a una persona de la que

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nada sabe excepto que es el enemigo: la tiene delante, a él devotos, de una honradez a toda prueba y capaces -por
o a ella, sentada, de pie o caída, una criatura perpleja y no decir sedientos- de sacrificarse por los demás. El he­
aterrorizada, lo mismo que él, pero hay un remedio: el cho de que también ellos fuesen víctimas de la religión más
torturador se pondrá a la altura de su función insultando hipócrita que Shikasta haya conocido, no es ningún con·
a la víctima con todas las atrocidades que se le antojen. suelo para el cronista.
Pronto ese individuo, exactamente igual que él, se con­ Pero, cualesquiera que fuesen las razones, motivos,
vierte en una alimaiia repugnante, en una bestia in· pretextos y justificaciones, el rasgo dominante de esos
munda, y el trabajo puede empezar. Se podría decir que conquistadores era esa armadura de fariseísmo, la convic­
este proceso nace del sentimiento de unanimidad en el ción de que ellos tenían razón. En nombre del imperio. En
sentir (SUS) en quienes aún no están completamel\te en­ nombre de la religión.
vilecidos. Treinta aiios después de la conquista, el panorama era
E idéntico es el caso de los conquistadores de un país, el siguiente: el territorio de un pueblo que no había de­
convencidos de que las gentes cuyas tierras se disponen a jado en la tierra ninguna marca, ninguna señal de depre­
saquear son indecentes, primitivas, crueles, comunistas, dación, estaba repartido en parcelas entre los agriculto­
fascistas, capitalistas, amigos de los negros, chusma res blancos, en condiciones que favorecían la fmalidad
blanca... o lo que les venga a la cabeza. especifica de hacerla inaccesible a los negros, y éstos ha­
Por eso, rara vez en la historia de Shik.asta una raza o un bían sido trasladados, a punta de fusil y látigo, a reservas
pueblo ha conquistado a una raza de gente amable, cortés especiales en las tierras más pobres, que tenían prohibido
y civilizada, perfectamente capaz de gobernarse a sí abandonar, excepto para buscar trabajo. Inmensas fincas
misma. de muchos centenares de acres, a veces en manos de una
Los blancos que invadieron el Continente Sur I, utili­ sola familia, ya casi no tenían árboles, pues la madera se
zando sin escrúpulos la astucia, la mentira, la brutalidad, utilizaba como combustible en los hornos de las minas, y
la barbarie, la crueldad y la codicia para apoderarse de estaban marcadas por las cicatrices de la explotación y la
cuanto veían, nunca pudieron hablarle a un negro sin ese prospección, amenazadas por la erosión y arrasadas por
tono de frío e hiriente desprecio que él o ella se merecían incendios.
por atrasados e ignorantes. En todas las fincas había «recintos)) de braceros ne­
La religión de los blancos favorece aún más esta insen­ gros, que a causa de los impuestos estaban obligados a
sibilidad. De todas las grandes religiones, la más hipó· trabajar en el exterior. Los negros sólo podían ser joma·
crita, la más inflexible, la menos capaz de examinarse a sí leras o sirvientes. ·

misma, esa religión de las franjas del noroeste -tantas ve· Los propietarios, oriundos de los países de las franjas
ces impuesta por la fuerza a pueblos que vivían en per· del noroeste, eran tipos extremos. Eran a menudo los
fecta armonía con ellos mismos y las creencias de que más emprendedores, los que no habían podido emplear
eran hijos del Gran Espíritu- estaba representada por in· sus talentos y sus energías en medio de una población en
dividuos que nunca ponían en duda su competencia y sus aumento constante. O delincuentes que esperaban pasar
derechos. Como para acrecentar la confusión y el daño inadvertidos, o individuos de tendencias criminales que
que causaban, estos individuos eran a menudo valientes y buscaban un lugar apropiado para desarrollarlas. O bien

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gentes demasiado estúpidas o incompetentes para las llamas le flamea sobre el rostro, de expresión feliz y di­

abrirse camino entre iguales. Y todos ellos, buenos y ma­ vertida: entretiene a la gente. Es tradicional que en la fa·

los, capaces e incapaces, disfrutaban de un nivel de vida milla del anciano haya muchos narradores jóvenes que

que jamás hubieran alcanzado en el país de origen, y mu­ escuchan y se ríen.

chos tenían grandes fortunas. El anciano está pasando revista a la cultura blanca,

Espiemos por un momento una escena especialmente desde abajo, con la mirada penetrante del esclavo.

esclarecedora de la situación de los sojuzgados. Está enumerando las granjas de los blancos y los blan­

Estamos en la finca de un blanco, en el «recinto» de los cos que son sus dueños.

negros. Es una masa informe de chozas de barro y paja, Esto sucedía unos cinco años después de acabada la

destartaladas, sórdidas y en las que entra el agua: un paté­ primera guerra mundial que según les habían dicho a
aquellos negros había tenido como objeto salvaguardar
tico remedo de las antiguas aldeas indígenas.
Una gran hoguera arde en el centro del «recinto», la civilización. La media docena de granjeros también ins­

como es costumbre en las aldeas, pero hay además otros talados allí y que habían combatido en el otro bando, de­

fuegos, más pequeños, y no sólo destinados a guisar: por· cían que ellos habían luchado asimismo por esas virtudes

que aquí no hay una sino varias tribus, y los trabajadores fundamentales.

proceden de una zona muy extensa donde viven numero­ -En la granja del otro lado de la colina, el hombre que

sas tribus. La función natural de este recinto, como la al· tiene un solo brazo...

dea misma, es mantener unida a la gente; allí se oye ha· -Sí, sí, es verdad, tiene un solo brazo.

blar una docena de lenguas y hay distintas facciones, a -Y en la granja del otro lado del río, el hombre que

veces hostiles. Cerca de una de las hogueras menores, un tiene una sola pierna...

grupo de jóvenes en cuclillas escucha a un anciano que -Sí, una sola pierna, una sola.

antes de la llegada de los blancos era un jefe. Junto al -Y en el camino de la estación, el hombre que se sos-

grupo, un joven toca flojamente el tambor; en otros Iuga· tiene los intestinos con una placa de metal.

res del recinto resuenan otros tambores. De los matorra· -S4 qué cosa, que un hombre tenga que sostenerse los

les de alrededor llegan los ruidos de insectos y a veces de intestinos con un pedazo de hierro.

animales, pero el proceso que pronto despojará a la re­ -Y en la granja donde buscan oro, el hombre que tiene

gión de su fauna natural está ya muy avanzado, con todas un pedazo de metal en el cráneo.

las especies en vías de extinción. -Ah, sí, es verdad, si no se le desparramarían los sesos.

Esta tarde ha habido una pelea entre dos jóvenes de di· -Y en la granja donde confluyen los dos ríos, el gran·
ferentes tribus. Motivo: la frustración. jero que tiene un solo ojo.

Luego, el granjero blanco ha sermoneado a los dos por -Verdad, verdad, un solo ojo.
-Y aquí, en esta granja, donde la tierra no es nuestra
su espíritu belicoso y sus reacciones primitivas. Pelearse,
les ha dicho, es de gente atrasada y salvaje. Los blancos sino de él, el granjero también tiene una sola pierna.

están aquí para quitar a los pobres negros atrasados esa -'Ay, ay, qué barbaridad; tantos blancos y todos estro­

belicosidad con un ejemplo civilizado y civilizador. peados.


El anciano está sentado muy erguido; el resplandor de -Y en la granja...

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Se habían ofrecido ventajas especiales a los ex-comba· frente a la vida con una sola pierna. Se desenvolvía bien.
tientes que quisieran emigrar y explotar estas tierras. Y Cuando se levantaba por la mañana, ap�taba los labios
por eso, a los ojos de los negros, los blancos eran un ejér· con una expresión a la que su familia ya estaba habi­
cito de mutilados: como el ejército de langostas que al tuada, de paciente determinación. Se arrastraba hasta el
cabo de unas pocas horas en el suelo han perdido las pa · borde de la cama, levantaba el muñón en el aire y lo en·
tas, las alas -docenas y docenas- y no pueden volar volvía con una, dos, tres y hasta diez muñoneras, según el
cuando la nube principal parte otra vez. Langostas que se peso que tuviera que cargar. Encajaba en el muñón la pe·
lo comen todo, que lo ensucian todo, que pululan por do­ sada bota de madera y se enderezaba apoyándose en el
quier... borde de la mesa. Una vez en pie, se abrochaba las co­
-Las langostas se han comido nuestra comida. rreas alrededor de la cintura y por encima del hombro.
-Sí, sí, se han comido nuestra comida. Ya podía comenzar la jornada. Andaba. Conducía. Ba­
-Las langostas arrasan nuestros campos. jaba a las minas. Pasaba en vela noches enteras vigilando
-Arrasan nuestros campos con bocas voraces. la temperatura en los secaderos de tabaco. Iba cojeando
-Los ejércitos de langostas llegan y llegan, llegan del por los campos, por acequias y terraplenes, se balanceaba
norte, y nos comen la vida hasta las raíces. y tambaleaba al atravesar los sembrados, y avanzaba a
Así decía una canción popular de los «recintos». trompicones entre los terrones recientes. Pasaba muchas
Y una y otra vez, a lo largo de esa noche, estallaron las horas de pie, junto a los sacos y trojes de granos, repar·
carcajadas escuchando al anciano que juntaba en un tiendo las raciones.
mismo relato a los mutilados blancos de la región, el so· Era un hombre que luchaba contra la pobreza. A su
lemne sermón del granjero tullido y la escena de los dos manera.
negros, jóvenes y sanos, trabados en breve lucha por los Por la noche, se quitaba la pierna de metal y madera, se
suelos. Reían y reían, se retorcían de risa, se caían de risa, dejaba caer en la cama y cerraba los ojos con un gran
lloraban de risa... suspiro.
Mientras tanto, esa misma noche, en una colina, donde -Dios mío -murmuraba-. Dios mío, ya hemos cum·
estaba la casa del granjero, el hombre que tenía una sola plido por hoy.
pierna se preparaba para acostarse. Le habían amputado Y se quedaba dormido escuchando los temblores del
la pierna por la mitad del muslo. Y esa herida lo había sal· recinto negro.
vado de la muerte: toda su compañía había sido aniqui· -Supongo que estarán bailando -se decía-. Bailando.
lada en una gran batalla dos semanas después de que un Bailan a cada triquitraque. Tienen un don. La música.
obús providencial le destrozara la pierna. A menudo se Otro don. Hoy han bailado en la trilla. Bailan mientras
preguntaba, desde luego, si no hubiera sido mejor morir trabajan y se inventan una canción para acompañarse.
con el resto de la compañía. Había estado gravemente en·
fermo y a punto de perder la razón. Antes era un indivi· ILUSTRACIONES: La .situación .shika.stiana
duo muy activo, que bailaba, jugaba al fútbol y al crick.-et, [Este informe de Johor es, a nuestro juicio, un valioso
salía de caza con las gentes del lugar, paseaba y montaba complemento de )as ilustraciones. Los Archivistas.]
a caballo. Y ese hombre animoso había tenido que hacer Ciertas regiones de las franjas del noroeste se han man·

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terúdo relativamente inmunes a la tecnología, y la vida de Los «servicios» eclesiásticos se suceden durante toda
sus habitantes (en el momento en que escribo) no es muy la mañana, mientras se van sucediendo las hornadas de
distinta de la que han llevado durante siglos. Hay una al­ fieles, porque el templo es demasiado pequeño para
dea de una pobreza extremada, pero se trata de un caso contenerlos a todos a la vez.
aparte, porque allí se celebra todos los años la Fiesta del Exactamente al mediodía, una falange de sacerddtes,
Niño. Esta fiesta ha atraído siempre a las gentes del lugar ataviados con toda clase de galas y ornamentos, abre el
y ahora, en la era del turismo, también a los turistas. En la cerrojo de la puerta trasera de la iglesia, para dar paso
aldea nunca hubo rú siquiera una posada para los visitan· al Niño: una estatua charra, sin pretensiones de rea·
tes, que se alojaban en las casas de parientes, pero ahora lismo, de ojos saltones, el pelo y la cara pintados de co·
hay un terreno para acampar, subvencionado por el es· lores vivos, ahogada entre tules, encajes y cintas de
tado, y comercios ambulantes durante el tiempo que du­ toda especie. Esta imagen, instalada sobre una pequeña
ran las fiestas. Una ciudad cercana saca provecho de la litera cubierta de flores y ramas, la saca de la iglesia un
ocasión, abasteciendo a la aldea de mercancías de toda grupo de niños elegido por los sacerdotes. Da tres vuel·
clase. tas alrededor de la plaza (que no es más que un pe·
La iglesia es el centro de la festividad, pero toda la al· queño espacio polvoriento bordeado por unos pocos
dea se cubre de adornos: los comercios, el café, la plaza árboles) llevada a hombros por los niños vestidos con
del mercado. Y hasta las casas de los aldeanos, que nunca ropas no menos extravagantes que la imagen, mientras
han renunciado a sus derechos sobre la fiesta. los demás, los aldeanos y los sacerdotes, entonan cánti·
Desde el último informe del Agente 9, ha habido nove· cos y salmos. Ponen la estatua sobre una plataforma en
dades. La noche anterior al magno acontecimiento hay el pórtico de la iglesia, custodiada por los sacerdotes,
fuegos artificiales y bailes en la plaza y en las calles que allí y los cánticos continúan toda la tarde hasta la puesta
desembocan. Los turistas siempre llegan a tiempo para del sol.
esta parte de la fiesta, para ellos la más interesante. Las Durante ese tiempo, todos los niños de la aldea, in·
ropas de buena calidad de estas gentes y la avidez que los cluso los portadores de la litera, alienados por sus pa·
caracteriza llaman la atención entre los lugareños, que dres de acuerdo con las indicaciones de los sacerdotes,
observan a sus ricos visitantes con buen humor y una van avanzando de dos en dos y pasan frente a la esta·
pizca de ironía. tua, mientras los sacerdotes los «bendicen>>. Cuando la
La velada de baile y bebidas las auspician las autorida· ceremorúa termina, se los premia con un banquete de
des seculares, pero los sacerdotes tienen dominada la dulces y refrescos, los mejores que puedan encontrarse
fiesta mediante unos aparatos que destilan un humo dul· en esta aldea miserable.
zón y unos cánticos solemnes que entonan a la caída del Aunque hasta hace muy pocos años la fiesta estaba
sol en el atrio de la iglesia. Casi todo el mundo pasa la no· exclusivamente dedicada a los niños, la presión econó·
che en vela, bailando y cantando, pero se supone que con mica del turismo ha hecho que ahora también haya di·
las primeras luces del día estarán en la iglesia, contritos y versión, comida y bebida para los adultos. Este año es·
serviles, dispuestos a que los sacerdotes los increpen y tuvo por prime¡a vez la televisión, de ahí que todo
amenacen. fuese más esmerado que de costumbre. Una vez de·

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vuelta la estatua a la iglesia y depositada en la hornacina, varias semanas. Enseñaban cosas útiles, como la necesi·
recomienza el baile, que se prolonga hasta medianoche. dad de lavarse para prevenir las enfermedades, de dispo·
Es una fiesta simpática, una saludable distensión para ner de agua limpia, el cuidado de los enfermos, nociones
gentes que llevan una vida muy dura. de medicina, asuntos todos de los que aquellas pobres
No ha cambiado demasiado desde el informe del Emi· gentes sabían poco o nada. Cuando los más inteligentes
sario 7 6, de hace cuatrocientos años. Pero es de prever fueron capaces de transmitir estas enseñanzas a otros, co­
que, mientras dure el turismo, cada año habrá nuevas e menzaron con las clases prácticas, como la destilación, el
imaginativas atracciones. arte de teñir, la conservación de los alimentos, preví·
Opinamos que esta fiesta no cumple ya ninguna fun. niendo períodos de hambre o escasez, y algunas técnicas
ción útil. agrícolas y ganaderas desconocidas para los lugareños.
Mientras contemplaba esas escenas tan animadas »Y luego, con palabras sencillas, a veces en forma de
(pero tan bien manejadas), no pude menos que pregun· cuentos, leyendas o canciones, los forasteros empezaron
tarme qué pasaría si de pronto me adelantara y les rela­ a narrar a los aldeanos su propia historia, a explicarles lo
tara el verdadero origen de aquella fiesta. que esa historia significaba, qué eran y qué podían llegar
a ser.
-Hace más de mil años, llegó un viejo a esta aldea. Las >>Aquellas gentes, habituadas a consumir todas sus
franjas del noroeste eran en ese entonces primitivas, con· energías en la tarea de procurarse alimentos, vestidos y
sideradas salvajes por otras regiones más desarrolladas, techo, los escuchaban sin reticencias, lo cual ya era mu·
como las de la orilla oriental del gran mar interior que lla· cho, porque quienes soportan una vida de penurias tan
máis el Mediterráneo. Esas culturas avanzadas enviaban extremas a menudo se niegan a escuchar: aun una buena
gente al norte y bajo diferentes disfraces iban de un sitio a nueva, un mensaje de esperanza son a veces insoporta·
otro divulgando técnicas e ideas que pudiesen aliviar las bies para ellos.
atroces condiciones de vida de los habitantes. Este viajero >>Al anochecer, cuando caía el sol y los aldeanos regre·
llegó en compañía de tres discípulos jóvenes, que estaban saban del trabajo en los campos, a comer y descansar,
aprendiendo de él el arte de inculcar ideas modernas en nuestros forasteros se sentaban aquí, en esta plaza, que
las regiones atrasadas. Al llegar a esta aldea miserable, no ha cambiado mucho desde entonces, y hablaban, con·
descubrieron que aquí no había ninguna autoridad mo· taban historias y cantaban.
deradora, absolutamente ninguna en leguas y leguas, con >>El humo se elevaba sobre las casas y cabañas. Los ni·
excepción de unos monjes que vivían apartados de las hu· ños jugaban por los suelos. Los perros, raquíticos y ham·
mildes preocupaciones de los aldeanos. brientos, se rascaban y restregaban. Unos cuantos asnos
>>El ambiente de la aldea era propicio y los habitantes esqueléticos remoloneaban por los alrededores.
estaban dispuestos a escuchar historias de civilizaciones »Los aldeanos estaban quietos y callados en la penum·
que en realidad les resultaban ilocalizables, pues tanto sa­ bra. Las mujeres tenían niños pequeños en brazos.
bían de geografía como de sus propios orígenes... o de su nUna mujer, sentada sobre una piedra, canturreaba y
propio futuro. mecía a su bebé.
>>Los forasteros se quedaron discretamente en la aldea nEl mayor de los forasteros le pidió permiso para te·

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nerlo un rato y ella asintió. El hombre se sentó al bebé so· hado) les habían traído. Todos se daban cuenta de que es·
bre las rodillas. La criatura tenía sueño y se le cerraban taban oyendo cosas extraordinarias y maravillosas, pero
los ojos; el hombre bajó la voz para no despertarla y los al­ tan complicadas, tan difíciles de entender... Cuando los lí·
deanos tuvieron que inclinarse para oír. Les pidió que mi· mites de la imaginación eran los pueblos vecinos, cómo
rasen al niño, a aquel niño que todos conocían, que en creer que había otros muchos como ésos, y ciudades mil
nada se distinguiría de los demás niños, que era un niño veces más grandes...
como cualquier otro y cuya vida sería igual a la de todos »En el mundo había ciudades... con tanta gente como
ellos, sí, igual que la de todos, como lo sería la de sus hijos estrellas en el cielo. Gentes como ángeles pues no tenían
y la de los hijos de sus hijos... por qué creer que hubiera alguna diferencia entre ellos y
»Al oír esto la mujer adelantó el cuerpo y dijo, discul· los viajeros .

pándose, que su hijo era una niña. »Los aldeanos escuchaban, atentos.
»Pero ese bebé, continuó el forastero, no era lo que pa· »Había ciudades en el mundo donde las gentes podían
recía ser; no, no importaba en absoluto que fuese una comer cuanto quisieran y más. Tenían ropas suficientes
niña, porque una niña no era para él ni más ni menos que para estar siempre abrigados y secos. Vivían en casas va·
una hermana... Sin preocuparse por la ligera inquietud rias veces más grandes que las de aquí, las de esta aldea.
que esas palabras provocaron, prosiguió: Esta criatura, Sí, todo eso era verdad. Pero lo más importante era que
niño o niña, no era lo que parecía. No, lo que importaba en la vida de esas gentes extraordinarias había lugar y
era que ella -o él- era igual a cualquier otra persona de la tiempo para aprender miles de cosas, no sólo cómo hacer
aldea, o de cualquiera de las aldeas vecinas, o incluso el queso y curar a las vacas. No, la gente tenía tiempo
como cualquier habitante de la gran ciudad (que pocos de también para estudiar, para pensar y soñar. Sabían toda
ellos habían visto) o de las ciudades de allende los mares clase de cosas extraordinarias y verdaderas; sí, verdade·
(cuya existencia conocían por un muchacho de la aldea ras, todo cuanto estaban oyendo esa noche era verdad.
que había sido marino y al volver había cont�do historias >>Aquellas gentes aprendían, por ejemplo, a observar
fabulosas e inverosímiles que ellos, en la duda, habían los movimientos de las estrellas, que no estaban tan lejos
preferido no creer), o como cualquiera, sí, como cual· como se creía aquí, en esta aldea, o en otras aldeas po·
quier persona de cualquier lugar. Ellos no lo sabían, pero bres. No, cada estrella del cielo era un mundo, sí, cada
esa aldea, que les parecía tan grande, que cobijaba sus vi· una, y estaba hecha de sustancias que la gente de aquí co·
das y todo cuanto conocían, sólo era una parte minúscula nocía tan bien como la palma de su mano, como sus pies
de un mundo inmenso. Tenían que multiplicar la aldea o sus cabellos. Esas estrellas de allí arriba estaban hechas
tantas veces como granos de trigo había en ese campo, y de tierra como esta tierra, y de rocas como esas rocas. Y
las grandes ciudades tantas veces como piedras había en de agua. Y de fuego, sí, de remolinos y torbellinos de
aquella colina. Ya era casi de noche, estaba saliendo la fuego.
luna y las piedras blancas resplandecían. Los aldeanos es· >>Y a la noche siguiente, y a la siguiente, noche tras no·
cuchaban en silencio, escuchaban ... Ahora confiaban en che, nuestros forasteros se sentaban y pedían que les
esos hombres que habían aparecido entre ellos «como án· prestaran un niño, cual$Juier niño, insistiendo en que no
geles» y que tantas cosas útiles (ya lo habían compro· importaba de quién fuese hijo, ni si era niña o varón, ni

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qué edad tenía, y mostrándolo a los aldeanos repetían la sustancia del campo de que se ha nutrido, así esa
que a ese niño, si se lo llevaran de la aldea �no, no, nadie niña contenía el grano de todas las siegas d� la huma·
tenía esa intención (porque de pronto la muchedumbre nidad.
se agitaba y murmuraba), el niño estaba allí, sentado so· »Esas palabras y esas ideas, que en nada se parecían
bre las rodillas de los forasteros, y sólo querían hacerles a lo que aquellas gentes hubiéran oído ni imaginado ja·
entender una idea-, si a ese u otro niño cualquiera se lo más, les llegaban noche tras noche� en reuniones que
llevaran de la aldea y lo educaran en una de esas ciuda· siempre presidía un niño.
des fabulosas donde las gentes no tenían que trabajar »Recordad, recordad, que dentro de mucho, mucho
sin descanso toda la vida, donde tenían tiempo de estu· tiempo, no en vuestra vida ni en la de vuestros hijos, ni
diar y aprender, entonces ese niño sería igual que ellos. siquiera en la de vuestros nietos, pero llegará, un día,
¿Y si lo llevaran a visitar, pongamos, esa estrella peque· llegará, en que vuestros afanci, vuestras miserias, el
ñita...? ¿Esa de allí arriba? ¡Sí! ¡Ésa! ¡O aquélla! En· agobio que es vuestra vida, todo será redimido y dará
tonces... frutos, y los niños de esta aldea y del mundo serán lo
»Los aldeanos alzaban los ojos y se reían mientras que pueden llegar a ser... Acordaos, acordaos de esto...
contemplaban boquiabiertos el firmamento, que esa no· Será como si de esa estrella pequeñita, esa que titila
che estaba lechoso, cuajado de estrellas. por encima de las copas negras de esos árboles, sí, ¡de
»Sí, aquélla. Si este bebé que ahora duerme en mis ésa!, descendieran unos hombres, y colmaran de
brazos fuese llevado a esa estrella, sería un bebé estelar, pronto de cosas buenas y de esperanza a esta aldea tan
o tal vez se convirtiera en un gigante, ¿quién sabe? O le agobiada por fatigas y penurias. Este niño, recordadlo,
saldrían alas y plumas, ¿por qué no? no es lo que parece, es más, es todo; lleva dentro todo
»Y ellos reían. Estallaban en grandes carcajadas. Pero el pasado y todo el futuro... Recordadlo.
eran risas confiadas, maravilladas. »Una mañana, muy temprano, una muchacha llegó
»0 se transformaría en una criatura capaz de vivir en_ corriendo a la cabaña en que dormían los cuatro hom·
el agua, ¡o quizá, en el fuego! bres y llamó con fuertes golpes a la puerta, diciendo
»Y eso era lo importante, eso era lo que siempre te· sin aliento que trabajaba de sirvienta en la cocina del
nían que recordar: que todo niño puede llegar a ser cual· monasterio y que los monjes, enterados de la presencia
quier cosa. ¡Un niño era un prodigio, un milagro! Un de los fom.steros, habían enviado un emisario «al pro·
niño contenía toda la historia de la humanidad, una bis· pio rey» y venían los soldados. . Sí, ya estaban en
toria que se remontaba a tiempos lejanos, muy lejanos, camino...
tan lejanos que eran inimaginables. Sí, la pequeña Otilia, »Cuando llegaron los soldados, no había forasteros
por ejemplo: en ella, en la sustancia de su cuerpo, de sus en la aldea; habían escapado a través del bosque som·
pensamientos, estaba contenido cuando había aconte· brío, dejando unas hileras de piedras en la colina, un
ciclo a lo largo de todos los tiempos a todos los seres hu· collar en el cuello de un niiio y algunos dibujos, traza·
manos. Así como una hogaza de pan contiene toda la dos con arcilla de colores y tierra, en. los muros del
sustancia de todos los granos de trigo con que ha sido único edificio de piedra de la aldea, un almacén. Los al·
amasada, una mezcla de todos los granos de la cosecha y deanos dijeron que era un rumor falso, habladurías de

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una moza tonta que había querido darse importancia, »Los hijos de los niñ.os que fueron alzados delante de
pues, por supuesto, fue la propia chica quien lo co­ los aldeanos reunidos en la plaza, también retuvieron
mentó en la cocina del monasterio y luego se asustó de algo.
las consecuencias. »Sin embargo, ya no recordaban con exactitud lo
»Ya idos los soldados, ·llegó un puñado de monjes. que habían dicho, o hecho, y quiénes eran: ¿ángeles,
»Nunca iban a la aldea más de una vez al año. Des­ acaso?
preciaban a los aldeanos, aunque no los aventajaban en »Una noche, después de un día de verano bochor­
mucho; eran casi igual de pobres y no menos ignoran­ noso y polvoriento, los aldeanos conversaban sentados
tes. Había entonces hombres y mujeres que con el en los portales de las casas, mientras los niños corretea­
nombre de monjes o monjas se congregaban en distin­ ban, los perros se rascaban y los esqueléticos asnos bus­
tas clases de refugios para protegerse de la barbarie de caban hierbas tiernas donde no las habría hasta varias
la época. semanas después. Y decían: ¿Te acuerdas?... No, no era
»Los monjes habían recibido orden de los soldados, así... Sí, mi madre me contaba que... Pero no fue eso lo
en nombre del rey, de vigilar que no se diera albergue que... Hasta que un hombre, hijo de una de las niñas
en las aldeas a vagabundos indeseables. que había estado en brazos de los forasteros, alzó a su
»Una vez que previnieron a los aldeanos, los monjes hijo y sentándolo sobre sus rodillas, bien a la vista de
regresaron a sus madrigueras de piedra del otro lado todos, dijo: A ver, probemos a recordar qué fue exacta­
de la montaña. mente lo que dijeron, y luego lo repetiremos, de vez en
»Los aldeanos asintieron a cuanto se les dijo. cuando, para que nunca se nos olvide.
»Pero en realidad se sentían como si las estrellas mis­ »Año tras año, aquel hombre alzaba a su hijo delante
mas hubiesen descendido del cielo, para habitar en las de todos, y cada uno repetía a los demás lo que recor­
casas de la región, y vivir junto con ellos, y luego, de daba, y contemplaban el firmamento, riendo y cabe­
pronto, hubiesen desaparecido. Guardaron celosa­ ceando: ¡Esa estrella! ¡No, ésta! ¡Personas hechas de
mente el secreto de lo que había pasado, y conserva­ fuego! ¡O de plumas!
ron, como un tesoro, las artes aprendidas, que no tar­ »La ceremonia, como tantas cosas que ocultaban a
daron en propagarse por las aldeas próximas, y más los monjes y soldados, se mantuvo en secreto, pero con
aún las cosas que los forasteros les habían dicho. el tiempo, claro está, todos se ·enteraron. Al principio,
»A veces, alguno tomaba un niño en brazos, lo mos· los monjes la prohibieron y castigaron a la gente de la
traba a los demás, y se repetían unos a otros lo que re­ aldea, pero eso no cambió las cosas. Cierta noche de
cordaban. cada año, elegían a un niñ.o y lo alzaban mientras repe­
»De los que vivían entonces en la aldea, ninguno lo tían las frases que habían decidido no olvidar.
olvidó. Los niños que los forasteros habían alzado en »Pero ahora las palabras se parecían bastante a los
brazos quedaron señalados de por vida. Les había ocu­ discursos envidiosos con que los pobres hablan de los
rrido algo realmente maravilloso y todos ellos lo sa· ricos en cualquier lugar de Shikasta, o en cualquier
bían, y pronto se supo, también, en las aldeas circun· parte del universo.
dantes. »Yo valgo tanto como él, mi hijo vale tanto como el

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hijo del rico, vestidme con las ropas que lleva ella y yo neta no necesita ni reclama simpatías o empatías parcia­
también seré una dama elegante. les e inmediatas. No obstante, quien vive en Shikasta (dos
>>Aparecieron los monjes y los soldados, se llevaron a de los Archivistas responsables de esta nota han pasado
varios aldeanos y los condenaron a muerte, por rebelión, por la experiencia shikastiana) no puede evitar fuertes
por conspirar contra el rey y por desobedecer a los emociones de las que ha de desembarazarse al partir. So­
monjes. metemos a los interesados este documento y el siguiente,
»Luego, por orden de los superiores, los monjes insti­ persuadidos de que les será útil en más de un sentido. Los
tuyeron la Ceremonia del Niño, que se celebraba todos Archivistas.]
los años y que ellos mismos encabezaban. Se construyó
una pequeña iglesia en la aldea, donde nunca la había ha­
bido, y que sería reformada y reconstruida numerosas ve· INFORMACIÓN SUPLEMENTARIA. 1
ces. El Niño era el Niño Jesús, decían los monjes, pero la
ceremonia nunca perdió sus raíces, que se remontaban a El Conflicto Generacional: Para emplear una expresión
los lejanos tiempos de aquella visita, porque aún conser­ shikastiana muy en boga en esta época, utilizada por todo
vaba la fuerza suficiente para que los aldeanos se aferra· tipo de ccespecialistas•• y en los contextos más diversos.

sen con obstinación a la certeza de que elles, y no los mon­ Este fenómeno, conocido en todas las especies animales,
jes, habían sido bendecidos, de que a ellos, y no a los se ha exagerado y tergiversado en Shikasta durante estos úl­
monjes, les había sido mostrado el Niño. Sí, pero ¿por timos tiempos. Siempre hay un momento en que la hembra
quién? ¿Por hombres de las estrellas? No, no, eso era im­ rechaza al cachorro demasiado crecido para mamar, en que
posible. ¿Hombres de la luna? ¡Q.ué disparate! Pero hubo el ave empuja fuera del nido al polluelo. Ese momento en
uno, o varios, y habían estado allí y habían prometido co­ que el niño pasa a ser adulto, ha dado lugar en todas las cul­

sas, y luego los habían echado... turas a distintas ceremonias, públicas o privadas: desde este

»Y un día volverían, y sería el fm de nuestras fatigas y punto de vista, el ••conflicto generacional•• ha de ser consi­

sufrimientos; de esta miseria terrible que nos tiene a to­ derado un fenómeno sociológico innato o, cuando no se ma­
dos aplastados en el polvo y nos impide levantamos . ..
nifiesta en un rito, un fenómeno psicológico también

»Y éste, buenas gentes, forasteros y sacerdotes, turis· innato.

tas, asentados en campamentos, habitantes de las aldeas Ha habido en Shikasta civilizaciones estables que dura­

vecinas, éste es el origen de la fiesta que celebráis todos ron siglos e incluso milenios: estables, desde luego, dentro

los años. Así ocurrió. Y ahora pondré mi vida a salvo... de las limitaciones impuestas por las guerras, las epidemias
y las calamidades naturales que son el sino de Shikasta. La

(En esta etapa de su embajada, las transmisiones de Jo· mayoría de esas civilizaciones corresponden al período en

hor contenían crónicas de hechos verídicos que no le ha­ que los shikastianos tenían una vida mucho más larga, diez

bíamos solicitado. Johor creía (y no le faltaba razón) que o veinte veces más larga que la actual, aunque la duración

nuestro Servicio Colonial no tiene siempre una idea clara de la vida siempre ha ido decreciendo, con mayor o menor

de cuáles son las dificultades locales. La perspectiva a rapidez. Cuando el joven llegaba al umbral de la edad

largo plazo de la operatividad y la evolución de un pla· adulta, sabía siempre en qué momento tenía que empezar a

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luchar por su independencia psicológica y personaL Esto culmina en la edad madura, alrededor del quinto decenio.
implicaba a veces un breve período de inseguridad, y a ve­ Antes habrá conocido el estado de gracia de ccviviré mil
ces los padres mismos tenían que adaptarse a la nueva situa­ años••; pero de pronto, como si un velo se desgarrara, no
ción. Pero lo normal era que los hijos pasaran parte de la tarda en comprender que hasta entonces ha vivido en una
vida adulta junto a sus padres. La infancia era un corto pe­ ilusión.
ríodo de preparación para la vida. Los padres, que echaban El individuo de edad madura ha dejado atrás la mitad de
al mundo el número de hijos previsto -uno, dos, tres-, no la vida, la mitad del cctiempo que le toca vivin•, y ahora, des­
hacían más que añadir a la población ciertos individuos con pués de tantas esperanzas de eternidad, le parece que la
los que esperaban mantener unos lazos afectivos particula­ vida pasada es un sueño, que todo cuanto puede esperar es
res, quizá durante cientos de años. otro sueño ilusorio y breve. Y sabe que cuando esté a punto
Y cuando la duración de la vida decreció de manera tan de morir -que será muy pronto- evocará momentos y expe­
trágica y espectacular, subsistieron sin embargo, en lo que riencias tan irreales como las que antes recordaba cada ma­
los shikastianos llaman la umemoria genética••, las mismas ñana, al despertar: experiencias emocionantes, placenteras
expectativas que en los tiempos en que sus antepasados vi­ o aterradoras, ya desvanecidas, o casi olvidadas.
vían milenios, a veces los dos o tres mil años de la especie Los shikastianos se vuelven esperanzados hacia sus hijos,
originaria: los Híbridos. Toda persona joven cree tener por la descendencia, la posteridad; pero ellos, los herederos, los
delante una vida interminable. El fin aparece tan remoto miran con decepción, o peor aún.
que en realidad muy pocos creen realmente que morirán. Una de las razones de esta actitud es que los hijos identifi­
Un individuo destinado a vivir, con mucha suerte, ochenta can a los progenitores con la horrible situación de Shikasta:
años, lleva en los huesos y en la sangre la convicción de que la vieja generación encarna el caos y el terror visibles por
vivirá ochocientos. O quizá tres mil. doquier. Y no es un fenómeno de naturaleza intelectual
Esta longevidad de antaño que los shikastianos no sospe­ sino afectiva, porque la mayoría de los jóvenes, si se les pre­
chan, pues la han relegado a los dominios del mito, es la gunta algo así como: ¿Crees de verdad que tus padres son
causa de muchos de sus desequilibrios psicológicos. Aquí personalmente responsables del Siglo de la Destrucción?,
me limitaré a analizar uno de ellos, el efecto que produce en responderán: ¡Desde luego que no! Pero lo que a menudo
la relación entre generaciones. sienten es aversión y hostilidad, pues los padres han permi­
Los shikastianos saben que el cctiempo•• no pasa del tido que todo eso ocurriera.
mismo modo para los jóvenes que para los viejos. En la Otra de las razones es que a los shikastianos de hoy, hijos
apreciación subjetiva del niño, el cctiempo•• es lento, inter­ como son de esta era de la tecnología, del materialismo, les
minable, casi eterno. Un niño apenas distingue si el día co­ ha sido inculcada la idea de que tienen derecho a todo, que
mienza o acaba; la memoria genética de la antigua longevi­ pueden y deben tenerlo todo. Y el joven -hablo de la gran
dad es más fuerte entonces. mayoría, no de las raras excepciones- se enfrenta a sus pa­
Así pues, la unidad de cctiempo•• es distinta para el niño y dres con animadversión porque se le ha prometido todo y
para el joven, y distinta también para la gente madura y pronto comprende que no será así; y siente este desengaño,
para los ancianos. Se puede decir, en términos generalee, esta decepción, como una promesa rota, que se suma a los
que la vida actual del shikastiano describe una curva que otros reproches.

252 253
No conocen su propia historia, la de su especie, ni las ver­ gas eso, ten cuidado, hay tan poco tiempo por delante... , si
daderas razones de la situación en que se encuentran: no sa­ lo haces, ya verás como pasa esto, eso y lo de más allá. ••
ben nada, no entienden nada, pero están convencidos -pues Pero los jóvenes cctienen que aprender por sí mismosu. Es
han sido educados en la arrogancia- de que son los herede­ su derecho pues sólo así encontrarán su identidad, y lo sien­
ros de todos los conocimientos y la sabiduría del mundo. Sin ten como una necesidad imperiosa. (Como lo fue antes para
embargo, la cultura ha degenerado, y los jóvenes la aborre­ sus padres, que saben que es inútil decirles que pueden es­
cen. En verdad la repudian y a la vez se aferran a ella, le exi­ tar equivocados.) Renunciar a un desarrollo personal, a ex­
gen, le sacan todo lo que pueden. Y a causa de este odio lle­ presarse y descubrirse, significaría para ellos sucumbir a
gan a repudiar lo que queda de bueno y sano en los valores presiones que consideran intolerables, corruptas, falaces.
tradicionales. De modo que el joven se encuentra de pronto Los viejos observan a los jóvenes con ansiedad, con tris­
afrontando la vida como si estuviera solo, sin normas, sin teza, con temor. Lo que ellos han aprendido es, sobre todo,
leyes, sin nada que lo guíe. ¿Cómo podría haber algo bueno lo que cuestan las cosas, lo que hay que pagar, las conse­
en esa brutal anarquía que ven alrededor? Sin embargo, tie­ cuencias y los resultados de lo que se hace. Pero sus vidas
nen cierto discernimiento y son capaces de actuar con inte­ habrán sido en vano, porque nada de todo cuanto han
ligencia; es lo que se les ha enseñado. Están preparados aprendido se puede transmitir. ¿Para qué haber aprendido
para ser independientes y tomar sus propias decisiones, y se tantas cosas, con tanto esfuerzo, a un precio tan alto para
empeñan en delimitar sus territorios afectivos con la impla­ ellos y para otros (a menudo los propios hijos) si la genera­
cable crueldad y el egoísmo que caracterizaban a las franjas ción siguiente no puede recibir nada de ellos, aceptar nada
del noroeste cuando esas bestias dominaban el mundo, sa­ como ccdado••, como sabido, como ya comprendido?
queando y destruyendo; pero ahora no son sólo los habitan­ Y esos viejos que han pasado por muchas experiencias sa­
tes de las franjas del noroeste, son todos y en todas partes. ben demasiado bien que todos los horrores son posibles y en
Tienen por delante una vida larga, ilimitada... , ya habrá realidad inevitables, pero los jóvenes piensan que, bueno,
tiempo de enmendar errores, de tomar nuevos rumbos, de tal vez sea para bien.
trocar lo malo en bueno... Los viejos viven esperando, anhelando, que los jóvenes
Y los adultos los miran, desesperados. recuperen la razón y comprendan que les queda muy poco
Nada de cuanto digan los adultos será escuchado por esos tiempo, y muy poco también al planeta: �c¡Por amor de Dios!
niños de pecho que deambulan entre las brumas irisadas de No hay tiempo, ni para vosotros ni para nosotros, y lo per­
sus ilusiones. déis en pavoneos y jueguecitos. .. ••
Casi todos los adultos, en especial los del hemisferio norte Pero los jóvenes no cejan y siguen con sus hordas, sus
y los de las clases acomodadas de cualquier país, han vivido pandillas, sus grupos, sus cultos, sus partidos políticos, sus
con la convicción de que no habrá que rendir cuentas, y sectas, vociferando consignas, infinitamente divididos, en­
mientras tanto viven en pleno naufragio, arrojados a playas frentados unos a otros, siempre cargados de razón, empu­
inhóspitas, soportando las consecuencias de las pirateríu jando para estar entre los primeros. Y ahí están: son el fu­
juveniles. La mayoría quisiera deshacer lo que ha hecho; ��lo turo, un futuro que se ha condenado a sí mismo.
haría todo diferente si volviera a ser joven••· Desean trans­ Los viejos no tienen futuro porque, sobre todo en el caso
mitir este sentimiento a sus hijos. ��Por amor de Dios, no ha- de criaturas que han de morir casi antes de recobrar la ra-

254 255
duos y penosos derroteros, y en la que algunos ven un
zón, son los jóvenes los que representan el futuro. Los viejos
((suía•• o ((timonel interior.., no tiene en cuenta la ((felici­
recuerdan el pasado como una breve bruma irisada y dicen:
dad.. ni el ((bienestar.. cuando trata de encauzar a un in­
((Yo no he vivido. •• Y es verdad. Pero miran a sus hijos... y
dividuo hacia un mejor conocimiento de sí mismo, hacia
comprenden que tampoco ellos vivirán.
una mayor comprensión.
En Shikasta, aquí y ahora, ésta es una de las grandes fuer­
En general, no es necesario encaminar a un individuo
zas. En medio de las innumerables divisiones y subdivisio­
hacia tal o cual relación o situación: los componentes de
nes (pueblos, razas, sub-razas, ideas, credos, religiones) hay
su personalidad, ciertos aspectos de los que acaso no ten­
una que opera en todas partes, en todas las áreas geográfi­
gan ninguna conciencia, lo empujarán, en virtud de las
cas: el abismo que separa a los jóvenes de los viejos.
leyes de la atracción y la repulsión, a los lugares y perso­
nas que le serán beneficiosos. Tales encuentros forzosos
y benéficos entre dos personas, o todo un grupo de perso­
JOHOR informa:
nas, se producen a menudo, aunque quienes los ven
desde fuera pensarían que se trata de un ((milagro•• o de
He aquí una lista de los individuos cuya vigilancia me
una ((gracia de la providencia••· A veces, los miembros de
encomendaron. No he incluido aquellos cuya situación es
la pareja -o del grupo- han sido atraídos el uno hacia el
satisfaCtoria y que evolucionan de acuerdo con nuestros
otro a través de los mares, teniendo que vencer, hasta en­
planes. En qunbio, he agregado otros que, según nues·
contrarse, los peligros más ((inverosímiles••, porque se
tros agentes, podían estar en dificultades y cuyos nom·
necesitan, porque necesitan aprender el uno del otro. No
bres -pues su situación no era aún conocida en Canopus­
obstante, para el espectador desavisado, este proceso
no figuraban en la lista original. Se los ha incluido en
tiene muchas veces la apariencia de una lucha o una pará­
otras listas que las de aquellos shikastianos que yo tenía
lisis infructuosa y sin sentido, e incluso perjudicial.
que encontrar y ayudar a causa de la desaparición de
Y sin duda, de hecho, a veces estos encuentros son
Taufiq.
erróneos, infructuosos y nefastos. ¿Acaso podría ser de
otro modo en la situación extrema de la pobre Shikasta,
[Los shikastianos pierden buena parte del tiempo en
al final del largo proceso que la ha llevado a tan vergon­
asombrarse del comportamiento ajeno y en comentarlo.
zoso estado?
Esto se debe, en cierto modo, a que sus conocimientos en
Pero, una vez más, no siempre es así, y los protagonis­
el campo que ellos denominan ((psicológico» son insufi­
tas podrán decirse un día, el uno al otro, al evocar aque­
cientes, y si los tienen no los aplican.
llas horas que vivieron como penosas, como dolorosas
La sorpresa, agradable o no, que ellos sienten ante un
hasta el límite de lo insoportable, o como erróneas:
hecho cualquiera, se produce casi siempre cuando una
¡Cuántas cosas aprendí entonces! ¡No cambiaría esa ex­
pulsión interior trata de manifestarse en encuentros o
periencia por nada en el mundo! Los Archivistas.]
conflictos personales. La sabiduría popular resume esta
evidencia diciendo que muchas gentes se sienten atraídas
por quienes las harán sufrir. Y es verdad que la fuerza o 33. La ocupación de esta mujer consistía en adminis·

dinámica oculta que impulsa a Shikasta a avanzar por ar-


trar una cuantiosa fortuna familiar de la que era la única

256 257
heredera. No la seducía la riqueza, a la que en principio otros ancianos y ancianas del barrio. Ha vuelto a ser la
era indiferente, sino los hombres a quienes su fortuna persona de antes, capaz y optimista.
atraía. Se casó varias veces, sin ningún beneficio perso­
nal, aunque uno de sus maridos aprovechó la experiencia 2 1 . Este hombre, que pertenece a la raza negra opri·
para desarrollar al máximo cierto aspecto de su propia mida en el Continente Sur 1 (zona meridional), se había
personalidad; y así luego pudo perfeccionar otro. Ella, en propuesto luchar contra la opresión, en favor de sus se­
cambio, nunca pudo sustraerse al eterno ciclo de «ena­ mejantes. Pronto se volcó en la actividad política, tal
moramientos» y decepciones. Discutido su caso con el como nosotros temamos previsto · y decidido; en esa
Agente 15, se decidió acrecentar su fortuna en proporcio· época y en esa región la independencia mental y la propia
nes desmesuradas e incluso grotescas, hasta extremos dignidad sólo podían manifestarse en la política. A resul·
que ella nunca había imaginado, a fin de que tuviera con­ tas de la cárcel y la tortura, quedó lisiado. Y en ese mo­
ciencia de sus responsabilidades. Es probable que a raíz mento perdió pie, se dejó ganar por el rencor y el desa­
de este choque inesperado recobre su sentido del deber. liento. Encerrado en sí mismo y solitario, lo llamaban el
El Agente 15, a quien se le ha confiado esta misión, provo­ Huraño. De haber continuado así pronto habría sucum­
cará además un encuentro con 44 , quien aún continúa en bido a una muerte prematura. Se ganaba la vida ven­
el mismo marasmo, y cuya influencia será para ella, cree­ diendo legumbres en un municipio <megro», donde de
mos, constructiva. nuevo fue detenido durante unos disturbios e injusta­
mente encarcelado. Eso acrecentó su rabia. En la cárcel,
44. Si el encuentro no lo beneficia, el Agente 1 5 se ocu­ todo el mundo veía claro que no aguantaría mucho, por·
pará de trasladarlo a otra situación. La actual no puede que atacaba a la autoridad y a sus compañeros de todas
ser peor, de modo que es preciso correr el riesgo de una las formas posibles. Hice que lo pusieran en la misma
recaída como consecuencia de la relación, aunque sólo celda que un hombre tan lisiado como él, y tan injusta­
sea comercial, con una mujer tan infantil. mente tratado como él, pero que aceptaba su suerte con
el consuelo de uno de los múltiples cultos locales. Los dos
1 4 . La ocupación de esta mujer consistía en cuidar a su hombres se hicieron amigos y cumplieron juntos sus con­
madre viuda, inválida y autoritaria. Verua haciéndolo denas. Hoy, en libertad, siguen siendo amigos y ayudan a
desde que tenía treinta años. Tuvo fuerzas para llevar a mejorar las condiciones de vida de los numerosos niños
cabo esta tarea hasta que llegó al umbral de la vejez y pa· inválidos y lisiados del municipio «negro».
deció una enfermedad que la dejó muy débil. Incapaz de
salir por sus propios medios de la depresión consiguiente, 4 2. El propósito era que llevase una vida tan orde­
pensaba en el suicidio e incluso en recluir a la madre, ya nada, sana y normal como fuera posible en una época de
senil, en una institución. Yo agravé el peso de su carga, horrores, y recordar a otros, a quienes la guerra, la indi·
obligándola a que cuidara de una tía tan incapacitada gencia o los azares de la política hubiesen conducido a si·
como la madre pero de carácter fuerte, cáustico y alegre. tuaciones extremas, la posibilidad de una sencilla vida en
1 4 no se hundió, sino que por el contrario reaccionó, y familia, y sobre tbdo mostrarle cómo los padres pueden
bajo el estímulo del golpe «se dedicó>> a visitar y atender a cuidar y guiar a sus hijos. Fue educado por una madre a

258 259
quien sorprendió una viudez inesperada y buscó consuelo que se había dispuesto: 42 perdería repentinamente
todo
en la comida: incapaz de privarse de nada, inculcó a su medio de subsistencia y tendría la posibilidad de hacers
e
hijo la misma incontinencia. Vivía obsesionado por la co· cargo de un restaurante. Nuestra intención era darle una
mida. Esto no tiene nada de raro: la comida ha adquirido perspectiva más objetiva sobre los procesos de prepar

una importancia que a todos los que visitamos Shikasta ción y consumo de los alimentos. Pero la mujer, los niños,
nos llena de perplejidad. Varios factores han contribuido ella misma y algunas amistades empezaron a obsesio·
a crear este estado de cosas. En primer lugar, mucha narse con la idea de administrar un restaurante célebr
e
gente no come lo bastante, y por eso mismo la comida los no sólo en el país sino también en otros sitios. No podían
obsesiona; y si consiguen salir de la indigencia, la comida desprenderse de la idea de la comida, y era obvio que las
sigue siendo para ellos algo más que una necesidad. En se· cosas emp¡coraban. He arbitrado los medios para que una
gundo lugar, las guerras han impuesto a vastas regiones agencia internacional, informada de los grandes conoci
·
de Shikasta periodos de hambre tremenda en los que mientas de este hombre en materia de nutrición, lo nom·
para todo el mundo la comida es un sueño, un anhelo; y bre consej ero de un programa de alimentos destinado
a
cuando vuelve a haber alimentos, esos hábitos no desapa· ciertas regiones muy pobres del Continente Sur 1. Creo
recen. En tercer lugar, como ya se ha dichG, la economía que él y su mujer aceptarán la invitación, y que ese con·
de gran parte de Shikasta se apoya en el consumo, de tacto íntimo, cotidiano y permanente con el hambre ex·
modo que los individuos son constantemente incitados a trema puede quitarles del todo esa aberración. Queda sin
pensar en comer y beber, y muy pocos consiguen resist:Ur resolver el problema de los hijos, y he pedido al Agent
e
esas presiones. Y además, por supuesto, está Shammat, la 20 que intenrenga.
insaciable Shammat, cuya ponzoña corroe noche y día el
cuerpo y la mente de los shikastianos. La situación es tan 1 7 . Esta mujer decidió arriesgar su salud mental -en
aberrante que en un mundo en el que la mayoría de la una época en que cada día hay más gentes que se vuelve
n
gente muere de hambre o poco menos, a nadie le sor· locas, o viven al borde de la lócura, o pasan necesaria·
prende que unos individuos viajen de una ciudad a otra, mente por varias «crisis» a lo largo de la existencia- con
de un país a otro, y hasta de un continente a otro, para el propósito de explorar y codificar esos diversos domi·
disfiutar de una buena comida, atraídos por la excelente nios en beneficio de los demás. Pero la tarea la superó. La
cocina de determinados lugares. Cuando se describen los prematura pérdida de su madre hizo que las presio
nes
atractivos de una ciudad, se mencionan en primer lugu � eran más numerosas y graves de lo que habíamos pre·
los manjares que se sirven y hasta los detalles de su prepa· v1sto. Algunos individuos próximos a esta mujer han
ración. aprendido de ella las posibilidades, riesgos y enseñanzas
Cuando 4 2 se casó, eligió una mujer que, como casi to· del desequilibrio mental, pero ella misma no ha podido
das las que conocía, pensaba en la comida más que en conservar la razón. Ha pasado gran parte de la vida
en
cualquier otra cosa. En su casa, la preocupación princip� hospitales psiquiátricos, o en casas de descanso, siempr
e
era la comida: comprarla, cocinarla, comerla. Educaron a a expensas de otros, tanto afectiva como fmanciera·
sus hijos inculcándoles la incomparable importancia de la mente. Un informe previo que describía su estado, y pro·
comida. El Agente 9, en el informe anterior, explicaba. lo ponía una intervención, no es concluyente. Fui al hospital

260 261
psiquiátrico donde ella misma había querido internarse, sadilla de culpa. Tomé las disposiciones necesarias para
y la encontré obstinada y recalcitrante. Para sobrevivir� que conociera, en un congreso internacional sobre otras
aunque sea con esos atisbos fugaces de lucidez que toda· cuestiones, a un hombre que trabaja en su mismo campo
vía tiene, necesita ser obstinada y suspicaz; la han tratado en un país «enemigo». (Pongo la palabra entre comillas
con estupidez y brutalidad demasiado a menudo. He to· porque los países enemigos se convierten a veces en alia·
mado disposiciones para que cierto médico, de una pers· dos de la noche a la mañana, o bien están aliados en se­
picacia poco común en este dominio y que ejerce su pro· creto en ciertos planos mientras guerrean en otros.) Los
fesión en discreto y abnegado silencio, se ponga en dos hombres, abrumados bajo el terrible peso de la infor·
contacto con ella y la trate y le sugiera cómo describir lo mación que poseían, se reconocieron rápidamente, y se
que siente, para así ayudar a otros. Este contacto será sintieron atraídos el uno hacia el otro, pues compartían
provechoso para ambos, pero no me hago muchas ilu­ las mismas preocupaciones. Han decidido permitir que se
siones. filtren algunas de las cosas que saben, las más espeluman·
tes, para que sus efectos sean menos nefastos e inmedia·
NOTA: Estaba en un error. Véase material suplementario tos. Este hombre ha retomado, pues, el camino que había
adjunto, Lynda Coldridge. elegido. Dedicará cada vez más tiempo a difundir infor·
maciones secretas, hasta que sea arrestado y encar­
4. En una época en que se supone que la información celado.
que concierne a los descubrimientos científicos ha de ser
accesible a todos, aunque haya grandes campos de inves­ Siguen ahora los individuos que según se señaló necesi·
tigación -sobre todo, pero no exclusivamente, de utili· tan ayuda. Los numero de acuerdo con el Sistema 3.
dad militar- que permanecen secretos, de modo que la
gente sólo conoce una parte de los horrores que la ame· 1 (5). El rasgo dominante de este individuo era un sen·
nazan, este hombre eligió trabajar en un laboratorio cien· tido crítico, preciso y agudo. Diversas influencias, du·
tífico de investigaciones militares. Era un profesional ex· rante su infancia, contribuyeron a fortalecer esta capad·
celente en su campo y pronto llegó a ser una eminencia, dad: cualquiera que fuese la situación en que se encon·
aunque nadie lo conociese fuera del pequeño círculo de traba, inmediatamente «se daba cuenta». Se alejó muy
sus colegas. Pero ocupaba, y todavía ocupa, un puesto pronto de su medio, rebelándose contra una situación fa·
clave. Poco a poco se fue obsesionando con la horrible na· miliar en la que sólo había hipocresía, y se casó joven.
turaleza de las cosas que hacía. Esto lo llevó a la neurosis: Tuvo tres hijos, y al sentir que se hundía en <da mediocri·
la imposibilidad de conciliar lealtades contrapuestas (con dad y la hipocresía», mantuvo varias relaciones informa·
«el país»; con <da ciencia», con «la familia», etc.) fue la les con mujeres, de las que tuvo tres hijos ilegítimos. Se
causa de su enfermedad. Sufrió en secreto durante años; volvió a casar, tuvo otros dos hijos, pero el matrimonio
no tenía a nadie con quien hablar de su situación. Aunqut no duró. De nuevo se casó y se divorció, con un hijo. A los
conserva su aptitud para el trabajo y hasta ha aportado cincuenta años estaba solo, muy envejecido e intelectual·
nuevos descubrimientos en un campo que cada día le pa­ mente paralizado por la culpa. Siempre se ha ganado la
rece más criminal, vive en una secreta y permanente pe- vida en las fronteras de las artes, a menudo como crítico y

262 263
escritor satírico. Pero ese sentido del ridículo que nunca 1 ( 1 3). Este hombre, después de haber luchado en la
le ha permitido abandonarse por entero a ninguna situa· infancia y la adolescencia contra la pobreza y la falta de
ción, ha estado siempre en conflicto con un corazón educación, se hizo periodista. Durante muchos años fue
tierno y generoso, rasgo que, fortalecido por los remordí· mal mirado por las autoridades, pues -dotado de una ca·
mientos, lo hace fluctuar constantemente entre el cmo» y pacidad crítica y analítica bastante semejante a la de
el CCSÍ». 1 (5)-� se empeñaba en dar al público una imagen obje·
Después de discutir su caso con el Agente 20, dispusi· tiva de los acontecimientos, muy distinta de la visión de la
mos las cosas de manera que una de sus hijas acudiera a él mayoría. Esto, desde un punto de vista apolítico, pese a
en busca de ayuda. Otros hijos, al enterarse, le pidieron que lo tildaran de socialista en una época en que el socia·
refugio. En estos tiempos en que tantos hijos huyen de lismo no estaba de moda. Como suele suceder en Shi­
sus padres, como si permanecer con ellos significase per• kasta, las opiniones que él había sostenido durante tres
petuar en sí mismos todos los vicios de Shikasta, no es décadas, y que había compartido con una minoría de
raro que los adolescentes abandonen el hogar y busquen hombres y mujeres, que como él lo pasaron mal, de
padres adoptivos: en este caso, él era el padre adoptivo, pronto se convirtieron en opiniones mayoritarias, y casi
porque no había visto a ninguno de sus hijos desde hacía de la noche a la mañana se transformó en un héroe, sobre
muchos años. Asaltado de pronto por niños, adolescen• todo entre los jóvenes. Hay zonas de Shikasta donde quie·
tes y jóvenes con problemas diversos, se ha mudado a nes critican a léi sociedad son acosados y perseguidos
una casa grande, en el campo. Conocido por su oposición toda la vida. En otras, el sistema los absorbe. Una y otra
a las ccataduras», los ccdeberes», los ccconvencionalismos>>, vez se ha visto que ciertas gentes, siempre alertas en el
las ccfalsas lealtades>> y las cchipocresías>>, se ha convertido plano de las ideas, siempre obligados a defender y afir­
en todo un ejemplo. M.ucho más que cualquier padre co· mar su percepción de los hechos, se encuentran de
rriente y convencional, cuyos hijos se habrán marchado pronto bombardeados por los aparatos de la publicidad,
del hogar antes de que él entre en la cincuentena, este transformados en héroes nacionales, en verdad inmovili­
hombre está sobrecargado de responsabilidades anacró· zados en una pose oficial. Día tras día se neutraliza así a
nicas. Una antigua amante, que ha caído enferma, se ha gente de valor, se los convierte a menudo en person�es
refugiado en su casa. Otra, con una crisis nerviosa, la ha cómicos, que ya no tienen dinamismo ni fuerza. El hom­
seguido. El marido de una ex-esposa, que pasa por dificul· bre que nos ocupa cayó en esta trampa, sin darse cuenta
tades económicas, cuenta con él. Este hombre es hoy res· de que no hacía sino repetir y repetir actitudes vetustas.
ponsable, de uno u otro modo, de una veintena de perso­ He tomado disposiciones para que conozca a una mujer
nas, y se ha curado de su malsana apatía. Lo que es más, oriunda del Continente Sur 1; esta mujer, que durante
su sentido crítico le es ahora muy útil para diagnosticalt toda su vida ha tenido que luchar de firme aun para so­
los males y las necesidades de sus protegidos. Como su brevivir, tiene energías suficientes para dos. Se casará con
carga es sH:t duda pesada, he tomado medidas para que el ella y, revitalizado, se sentirá obligado a abandonar sus
Agente 20 lo siga de cerca, con autorización para interv�· esquemas mentales. Cabe esperar que los hijos sean indi­
nir si es necesario. viduos notables y he tomado medidas para que el Agente
20 los siga de cerca.

264 265
1 (9). Esta mujer ha sido siempre hipersensible a toda O que Martha. Y hasta más de lo que supieron Sandra y
clase de influencias, y carece de entereza y personalidad. Dorothy. El doctor Hebert dice que es importante que él
Primero estuvo bajo la protección de una familia autori· me conozca. Dice que he pasado por todos los tratamien·
taria y luego de un marido enérgico. Cuando éste murió, tos conocidos en los hospitales psiquiátricos. Y dice que
cayó muy pronto en la depresión y la melancolía, estados he sobrevivido. En eso se equivoca. No he sobrevivido. Le
que se hicieron crónicos. Esta situación atrajo a unos cuento cómo era de niña. Estaba loca entonces. Para ellos,
vampiros especialmente virulentos y tenaces de la Zona según sus ideas. Y luego le cuento cómo era estar loca de
Seis. Era evidente que no viviría mucho tiempo y que la manera en que yo estaba loca cuando empezaron a tra·
quienes la esperaban en la Zona Seis no eran almas bené· tarme e internarme en hospitales. Porque son dos clases
ficas. Yo no sabía si le convendría o no un nuevo matri· de locura distintas, no la misma. ¿Entiende esto, doctor
monio, cuando apareció otra mujer, dotada de una gran Hebert? (Usted me dice que tengo que llamarle John,
fuerza de carácter y una entereza capaz de ahuyentar to· pero yo no veo por qué. Que le llame John no cambiará
das las influencias miasmáticas y debilitantes. Esta mujer las cosas, no será usted el loco y yo la cuerda.) Cuando yo
se encontraba en un momento en que no sabía qué hacer era chica me pasaban por la cabeza toda clase de cosas y
con su vida. Ahora viven juntas y la energía resultante las ahora sé que eso es estar loca. Porque me lo ha dicho mu·
ha ayudado a rechazar las malignas criaturas de la Zona chísima gente. Pero era maravilloso. Muchas veces lo
Seis. pienso. Nunca me han vuelto a pasar. (Aunque a veces sí,
tengo como chispazos, pero de eso escribiré más ade·
D O C U M ENTO LYN DA COLDRIDGE
lante. Si llego.) Y cuando ellos empezaron con las máqui·

(N o 1 7 de este Informe) nas y las inyecciones y todos esos horrores, lo que había en
mi cabeza no era lo de antes. Pero ellos no entendían. ¿Y
Escribo esto para el doctor Hebert. No dejo de repe­ usted, doctor Hebert? ¿Y usted? Se lo estoy diciendo. Con
tirle que no sé escribir, que nunca, jamás, he escrito. Pero palabras. Palabras, pero en un papel. Voy a empezar de
él dice que es necesario. Así que escribo. Dice que nuevo. Me he embrollado. Había una cosa que quería de·
ayudará a quienes me lean. Pero la razón por la cual él cir primero que todo.
quiere que escriba es que me ayudará a mí. Eso es lo que él
piensa. Bueno él será el primero en leerlo y sabrá lo que yo El doctor Hebert tiene toda clase de ideas. Algunas son
pienso. Aunque yo no hago más que decírselo. Es bueno buenas. Yo las aplaudo. Le aplaudo, doctor Hebert. Pal·
el doctor Hebert. (¡Q!..té bueno es usted!) Pero usted no es· mas. Estoy en uno de mis días aniñados. El doctor Hebert
cucha. Todos los doctores son así. (No sólo los doctores. ) dice que me siento inútil. (Pero es que lo soy. Cualquiera
A menudo hablo horas y horas con el doctor Hebert. se daría cuenta en seguida.) Dice que puedo ser útil a las
Pero él quiere que ponga por escrito mis pensamiento& personas que acaban de volverse locas y no entienden lo
Eso me parece raro. Cosas de loco. Pero la que está loca que les pasa. Dice que yo tendría que ir a verlas y decirles:
soy yo, no el doctor Hebert. El doctor Hebert sabe todo lo Esto es lo que te está pasando. Dice que eso les ayudaría a
que me ha pasado. Sabe más de mí que cualquier otro sentirse mejor. Y que yo también me sentiré mejor si ellos
doctor. Más que Mark. Bueno, eso no hay ni que decirlo se sienten mejor. Pero lo que él no entiende es que lo que

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hará que se sientan mejor es que se sientan mejor. Es de· tos por ciento, créame. Lo único que uno quiere es que
cir, todo cesa, desaparece, ya no están locos. Dice que le desapar�can. Y siempre que se ven monstruos y cosas
diga a una pobre loca, que no para de temblar y llorar, de horribles, lo que uno quiere es que se vayan. ¿Los va a
oír voces, que a veces salen de las paredes, o de ver cosas alegrar eso? Q1riero decir, ¿saber que nosotros (la gente
horribles que no existen (¡pero quizás existen!), que le y, que yo sepa, también los perros) estamos preparados
diga. . . otra frase. Mira, tengo que decirle: no tengas para ver sólo a la tía Fanny y al gato y la calle, porque
miedo, es así, te das cuenta. (Ahora le estoy hablando a .fuera de eso todo es horrible? (Doctor Hebert ¿por qué
esa pobre loca.) Tenemos unos sentidos que reciben sólo está usted tan seguro de que los horrores no existen? A
una pequefta gama de imágenes y sonidos. Los sonidos ver, ¡por qué! De verdad, quiero saberlo. Q.uiero decir,
llegan sin cesar de todas partes, como una cascada. Pero ¿en qué mundo vive usted, doctor Hebert? Porque me
nosotros somos máquinas preparadas para recibir, diga· parece que no es el mismo que el mío. Bueno, eso es na­
mos, sólo un cin(:o por ciento. Si la máquina se descom· tural, porque usted no está loco y yo sí.) Volveré a empe­
pone oímos más de lo necesario. Vemos más de lo necesa­ zar. Se equivoca cuando dice que la gente se va a sentir
rio. Lo que pasa es que tu máquina se ha descompuesto. Y mejor si usted o yo les decimos cosas como ésas. Porque
en vez de ver el día y la noche, a tu prima Fanny y el gato, a casi todos les han enseftado a creer que el cinco por
y a tu amantísimo esposo, que es lo que necesitas para vi· ciento es todo lo que existe. �e ese cinco por ciento es
vir, ves mucho más, ves todos esos horrores, y colores y todo el universo. Y si piensan otra cosa, son raros. Y si la
visiones y cosas raras. La razón de que sean horrores y no máquina se descompone y deja pasar, digamos, un diez
cosas buenas es que tu máquina deforma lo que hay aquí. por ciento, entonces, además de estar aterrorizados por
que en realidad es bueno. (Eso dice el doctor Hebert, pero las voces que salen del codo de alguien, o del picaporte,
el doctor Hebert es bueno. Usted es bueno doctor He· y por lo que esas voces dicen, que casi siempre son ton­
bert, pero ¿cómo lo sabe?) Y en vez de oír a tu marido1 terías, entonces pensarán que son malos. Perversos. Por­
que te dice que te quiere, o a tu mujer o un autobús que que no es posible cambiar las ideas de la gente. No así
pasa, oyes lo que tu marido está pensando en realidad. como así. De buenas a primeras. Tal como son las cosas,
Como que eres un vejestorio espantoso. O lo que piensan los pobres locos tienen que enfrentarse con esas voces
tus hijos. O el perro. (Yo oigo lo que piensa el perro del tontas, que ellos saben que son tontas, y que, por si eso
guardián. Lo quiero más que a la mayoría de la gente. ¿Y fuera poco, dicen que ellos son malvados y asquerosos.
él me quiere a mí más que a la mayoría de los perror Se Casi siempre. Y encima tienen que recordar que no es­
lo preguntaré. Si la gente supiera lo que piensan los pe' tán preparados para recibir más del. cinco por ciento, lo
rros se sorprendería. Aunque da lo mismo, en realidad.) cual es malo por definición. Casi seguro que cuando eran
Bueno, si les pigo todas esas cosas, los pobres chiflados se pequeños veían y oían toda clase de cosas, más del cinco
reanimarán y se sentirán mejor. Dice el doctor Hebert. por ciento, como si tuvieran amigos que ellos podían ver
Comprender es perdonar. Pero yo le digo al doctor He· y los otros no, y cuando lo contaban los padres les de­
bert que no es así. Q.ue si tienes voces que a veces se te cían que eran mentirosos, que eran malos. Empiezo a
amontonan y te machacan la cabeza, no te importa saber ponerme nerviosa. Voy a parar.
por qué. Se puede vivir muy bien sin esas ideas sobre tan·

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Anoche trajeron a una pobre loca. Estaba aterrorizada. nueva para ella. Y yo hubiera dicho alma, no caja china.
El doctor Hebert me pidió que le .hiciera compañía. Me Pero de todos modos la mayoría de la gente que es reli­
quedé con ella. Es una esquizofrénica. Bueno, eso se so­ giosa piensa en la menos importante de las cajas chinas y
breentiende, supongo. Estaba enamorada de un amigo y en cómo enterrarla o acicalarla y en cómo estará en la
se iban a casar esta semana. Él la plantó. Q!Jedó trastor­ tumba o en incinerarla o yo qué sé. De modo que si son
nada. No comía. No dormía. Uoraba mucho. Ayer iba así, ni siquiera el alma serviría de mucho, y no digamos
cruzando a pie el puente de Waterloo y de repente se en­ las cajas chinas. Palabras. Muñeca china mala. Alma
contró a seis metros de altura, viéndose a sí misma cruzar buena. Si es cristiana. A veces entra un pobre loco y charlo
el puente. A mí me pasa a menudo. La explicación es ésta: con él. O con ella. Con un niño es mejor. Q.uiero decir que
cada uno somos varios, unos metidos dentro de otros. casi nunca se asustan cuando se ven andar delante de
Como cajas chinas. El cuerpo es la caja exterior. O la inte· ellos mismos y cosas así. Para algunos es una segunda na­
rior, como prefieras. Si recibes una impresión fuerte, turaleza. Un juego. Pero tienen que callar. Eso hacía yo de
como por ejemplo que tu mejor amigo te diga no, no me niña. Mis padres reñían. Cuando empezaban, yo me lle­
caso contigo, me voy a casar con tu amiga Arabella, en­ vaba a mí misma fuera del cuarto. Ellos pensaban, claro,
tonces puede pasar cualquier cosa. A mí me gusta obser­ que yo estaba allí con ellos, pero no estaba. Me quedaba
varme desde fuera. Hace que este vivir y vivir y vivir pa­ allí sentada y quieta, con una sonrisa estúpida, pero es­
rezca no tener ninguna importancia. Me miro, miro a este taba fuera, pensando en otras cosas. Ahora paro.
vejestorio, este saco de huesos, porque eso es lo que soy
(el doctor Hebert dice que tengo que ponerme mis vestí· Anne está muy mal. He estado acompañándola. Más
dos más bonitos y maquillarme). Pero él no se da cuenta; que nada lo que tiene es miedo. Oye las voces de siempre,
usted no se da cuenta, doctor Hebert, que a la caja china que le dicen que es mala y perversa y todo lo demás. Tam­
que está fuera y mira el pobre montón de huesos que es bién ve constantemente a su amigo que se va a casar con
Lynda, le importa un bledo. Lo que yo soy en realidad no Arabella. Los ve conversando. Haciendo el amor. Me lo
es ese pobre esqueleto de Lynda, puro hueso tiritón y ha dicho. Tiene miedo de decírselo al doctor Hebert. Le
temblón. La miro desde fuera y pienso: Bueno, llora si tie­ dije que no se lo dijera al doctor Hebert. Yo se lo estoy di­
nes ganas, ¿por qué no? No me importa. Pero esa pobre ciendo al doctor Hebert ahora. El doctor Hebert es una
loca de anoche. Se llama Anne. Supongo, doctor Hebert, cosa, pero aquí hay otros doctores. Así el doctor Hebert
que usted piensa que ella se sentirá mejor si yo le digo: lo lo sabrá, pero no los otros doctores. Le dije a Anne que lo
que tú eres es un juego de cajas chinas, y ayer cuando cru· que pasa es que ve con un ((Sexto sentido», que habrá
zabas el puente de Waterloo enferma y miserable se sepa· oído hablar de eso. Le dije que mucha gente tenía ese
raron un instante, y una de ellas se puso a mirar a las don. Le pregunté si veía cosas cuando era pequeña. Dijo
otras allá abajo, o a otra. Porque cuesta acostumbrarse, que sí. Le dije que era lo mismo que tocar el piano o mon­
doctor Hebert. No basta con decirlo, como quien da una tar en bicicleta. Se perfecciona con la práctica. Le dije
buena noticia. Si ella es religiosa, tal vez sí. Por el alma. todo ese tipo de cosas. Cosas sensatas. El sexto sentido,
Pero esta Anne no es religiosa, se lo he preguntado. Si ¡nada más que eso! Te ves andando abajo, desde seis me­
fuese religiosa estaría asustada, pero no sería una idea tros de altura, ¡como si tal! Pues no la alivió en absoluto. ·

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Porque cuando esas cosas pasan con tanta fuerza que en· ron loca porque conté lo que sabía. Si no hubiera abierto
ferman a la gente, es porque el seis por ciento de lo que la boca habría vivido en paz. Con Mark. Pobre Mark. Ay
sea es una longitud de onda. Un voltaje. Son mil voltios en Mark, pobre. Está en África del Norte con Rita. Me es·
vez de uno. No es sólo que uno es el mismo de siempre y cribe. Me ama. Ama a Rita. Ama a Martha. Amor amor
de pronto se está viendo desde fuera y oyendo voces, lo amor amor amor. Si cuando me baboseaba de arriba
que puede ocurrir como una especie de deslizamiento la· abajo y me metía sus manos y cosas, me hubiera gustado,
teral o vertical, sin que aumente el voltaje. Pero en otros eso, supongo, hubiese querido decir que lo amaba. Así lo
momentos y con otra gente el voltaje sube de golpe y uno veía él.
tiene la sensación de que va a estallar. Ese cinco por
ciento de visión, audición, etc., es energía. Ése es el pro· Mis conversaciones con el doctor Hebert se parecen a
blema. Tanto voltaje de visión, de audición. Y si sube un las que tenía con Martha. No tan largas, no días y noches
poco más la máquina vuela hecha pedazos. Ése es el pro· enteros, porque el doctor Hebert trabaja, trabaj� mucho.
blema. Ése es el problema, doctor Hebert. Arme quiere Tiene que ocuparse de todo. Pero hablamos de las mis·
que pare. No puede soportarlo. mas cosas. El doctor Hebert dice que he aprendido mu­
chas cosas pero no las utilizo. Dice que para qué Martha y
Anoche el doctor Hebert y yo tuvimos una de nuestras yo estudiamos tanto, si no hacemos nada. ¿Hacer que?
sesiones. Después de que apagaran las luces. En su despa� ¿Escribir una carta a The Times? (Es Mark el que habla.)
cho. Estaba de guardia. Ha leído todo esto. Ha tenido una ¿Perorar desde una tribuna? (Arthur Phoebe.) Le he di­
idea inteligente. Ésta. Cuando alguien, digamos una se· cho que cuando Martha vuelva a escribirme le pediré que
ñora escocesa de las Highlands, como una vieja niñera venga y también él y Martha podrán hablar. Martha vive
que tuve en un tiempo, tiene ese sexto sentido y dice: un en la comuna. Fui allí una vez a visitar a Francis. Está bien,
extranjero alto y moreno se cruzará en tu camino, y pasa; supongo. Pero ¿por qué la gente tiene que apiñarse en un
o alguien morirá esta semana, y pasa, esa persona no solo lugar y vivir todos juntos? Como cachorros acurruca.
vuela hecha pedazos porque el voltaje sea demasiado dos en una cesta lamiéndose unos a otros. Lame que te
alto. O los niños que miran desde la rama de un árbol y se lame. Quienes se parecen se juntan. Eso es lo que yo creo.
ven abajo sentados en el suelo, jugando con la tierra. No No tienen necesidad de lamerse y lamerse.
se hacen pedazos. No tiemblan ni lloran ni gritan ni de·
sean que pare. Al contrario, les parece lo más natural del El doctor Hebert quiere ir conmigo a visitar a Martha y
mundo. Francis y hablar toda la noche. A mí me es igual.

La respuesta es que algunas personas han nacido para El doctor Hebert quiere que yo ejercite todos los días
recibir no el cinco por ciento sino tal vez el seis. O el siete. mis «facultades». Yo le digo (se lo estoy diciendo ahora)
O más. Pero si una es una persona del cinco por ciento y que unas veces mis «facultades» son fuertes y otras no, y
de pronto una impresión violenta te hace pasar de cinco a además qué es eso de «todos los díasn como si fuera un
seis, entonces una está «loca». Estoy segura de que yo trabajo de oficina. Pero él está muy interesado en que sea
nací con el seis por ciento y no loca. Pero ellos me volviet de nueve a cinco, o bien de dos a cuatro. ¿De lunes a vier·

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nes? ¿Tendré los sábados y domingos libres? Dice que la pesado terrón de miseria retenido por las cadenas de la
gente que ingresa aquí y no está demasiado angustiada gravedad, sí la gravedad, ese terrón tan pestvio y tan denso.
tendría que participar. ¿Participar en qué? Siente una Supongamos que ese otro mundo se desprenda de éste
gran curiosidad por «las cosas que yo sé». ¿Y si esas cosas como si fuera un guante y se da vuelta para mirar el in·
que yo sé no fuesen muy agradables? Supongamos que fiemo y se encoge de hombros. Y otro mundo, y otro. Ca·
yo sepa lo que va a pasar, pero que preferiría mil veces no jas chinas redondas. ¿Le hace gracia? Noto una sonrisa en
saberlo. Para el doctor Hebert es muy fácil hablar de sa· su cara así que supongo que es gracioso.
'
ber esto o aquello. Yo le pregunto (se lo vuelvo a pregun.
tar, doctor Hebert) ¿por qué supone usted que todos o Algunas veces Martha y yo nos reíamos y reíamos. A
casi todos estamos preparados para un cinco por ciento y veces Dorothy se reía. Aunque no muchas. Sandra nunca
unos pocos para un seis y menos aún para un siete o un se reía, nunca. Pero Dorothy se suicidó y Sandra mejoró.
ocho? (Pero de ésos no sabríamos ni que existen ¿no? Se· Nadie quería a Sandra. Porque decían que era vulgar. Y sí,
rían como dioses, me imagino. Desde nuestro punto de era vulgar. Habiéndome arrastrado por tantos hospita·
vista.) ¿Le parece que el motivo podría ser que quien· les, eso ya no me importa. Hace años y años. Lo que
quiera que sea el que nos prepara, pobres maquinitas, cuenta es que cuando una dice algo la comprendan. Mark
sabe muy bien hasta dónde podemos soportarlo? Porque era mi marido. Ya no, porque le dije que tenía que divor·
yo, doctor Hebert, yo no puedo soportarlo, y trato con ciarse de mí para que Rita pudiera tener hijos como es de·
todas mis fuerzas de no pensar en lo que sé. bido. Mark me amaba. Me amaba. Me volví loca con su
amor. Me decía cuánto me amaba y yo lo escuchaba.
Cuando escribí todo esto me olvidé de poner algo im· Quería envolverse las manos con mi pelo sucio, grasiento
portante. Si una persona es un juego de cajas chinas, una y maloliente. Amor. Lynda adorada, te amo. Pero nunca
dentro de otra, entonces ¿el mundo también es así? Lo es· entendía nada de lo que yo le decía. Al mismo tiempo
cribo porque es importante. Cuando me miro desde amaba a Martha. Pues que tengan suerte. Eso pensaba yo
fuera me doy risa. Veo al vejestorio de Lynda, puro hueso entonces y todavía lo pienso. Luego apareció Rita. Besos,
con los dedos sanguinolentos. Pero la persona que mira besos, lamidos y gluglú gluglú: Rita nunca entendía una
no es así. Lo que importa no es el vejestorio con ese ves· sola palabra de lo que decía Mark. Pero qué importa eso,
tido poco elegante. (Tampoco hoy pude entrar en el cuando Rita y Mark se quedaban en la casa, se estaba
cuarto de planchar, se había perdido la llave, doctor He· bien, no era la casa de antes. De eso deduzco que es inútil
bert, si usted cree de veras que hay que cuidar la aparie!l!­ que trate de entender las cosas del sexo. El amor, como
cia, por uno mismo. ) Así que quizás hay otro mundo que dicen. Es una pérdida de tiempo. No estoy preparada,
mira este mundo nuestro, este lugar horrible. Este in- salta a la vista.
fiemo. ¿Usted sabía que esto era el infierno, doctor He·
bert? ¿Lo sabe? Cuando lo dije, usted sonrió. Es su enfer· El doctor Hebert ha entendido lo que dije del horario
medad, pensó. Pero esto es el infierno, doctor Hebert. de oficina, de nueve a cinco. Quiere que vaya a verlo
Pero supongamos que lo que yo pienso sea verdad, que cuando se me antoje, así yo no pierdo nada y él puede ha·
hay otro mundo, una especie de réplica más ligera de este cer experimentos conmigo. Él no dijo experimentos por·

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que cree que me dan miedo esas cosas. Doctor Hebert, us­ acordado de esa voz amiga y me preguntaba dónde se
ted no escucha cuando yo hablo. No puedo volver a tener habría metido. Desde que empecé con los doctores sólo
miedo, porque si pasan cosas malas, salgo tranquila· he oído voces que me decían que era mala, horrible,
mente de mi cuerpo y me voy a otra parte. No me mo­ cruel. Pero ahora vuelve. Porque el doctor Hebert es
lesta que usted quiera hacer experimentos. Pero eso no bueno. Bueno de verdad, quiero decir, no sólo de pala­
cambiará nada. ¿Quiere convencer a sus colegas? ¿Es eso bra. Las palabras no son nada. Lo que vale, lo que hay
lo que se propone? No voy a hacer de conejito de indias de bueno en una persona o en un lugar es ese calor. Una
en conferencias o reuniones de doctores. Eso no. Lo que especie de tibieza e intimidad. No hago más que repe·
usted no comprende es que la gente nunca cree en estas tirle al doctor Hebert que esas voces que atormentan a
cosas. Hasta que las vive. Y entonces, cuando las vive, se los pobrecitos locos, que les dicen eres horrible y todo lo
convierte en gente a la que la otra gente no cree. Mala demás, te castigaré, bien podrían decir soy tu amiga, ten
suerte. Martha y Francis dicen que el ejército investiga confianza en mí.
este tipo de cosas y las usa. ¿Por qué no pregunta a los mi·
litares? Ellos nunca le dicen la verdad a la gente común. ILUSTRACIONES: La situación shikastiana
La muerte es más importante. Esto ocurrió en una parte de Shikasta dominada por
una religión oscurantista que imponía su fanatismo y su
Al doctor Hebert lo van a trasladar a otro hospital. ignorancia a todos los aspectos de la vida, y que afirmaba,
Dice que puedo ir con él. Iré con él. QJ.úero seguir en el como una verdad absoluta, que « Dios» había creado la
hospital. Ellos dicen que podría salir y llevar una vida nor­ humanidad en una fecha determinada, hacía cuatro mil
mal, pero estoy mal, demasiado estropeada y me aga• años. Profesar cualquier otra creencia era exponerse a re­
rraré a eso. Podría vivir en esa comuna pero tendría que presalias: el ostracismo social, la imposibilidad de ga­
comportarme bien a todas horas. Lamer lamer lamer. Me narse la vida, la reputación de «sacrílego» y perverso. La
iré de aquí la semana que viene con el doctor Hebert. Lo reacción contra este dogmatismo intolerante, pocas ve­
mismo da un hospital que otro. El doctor Hebert dice que ces igualado en la misma Shikasta, encontró voz en cier­
quiere seguir experimentando conmigo. tos intelectuales que trabajaban en historia, biología y la
evolución del género humano y que defendieron la posi­
Desde que apareció el doctor Hebert, a veces estoy, bilidad de que los pueblos que habitaban el planeta fue­
sólo a ratos, como cuando era joven. Antes de que me sen el resultado de una lenta transformación, a lo largo
echaran el guante y me encerraran en los hospitales. En de muchos milenios, de especies animales; y habían atri·
mi niñez las voces eran amigas. Eran amigos que me ha· buido a ciertos tipos de monos el papel de antepasados de
blaban. Me decían: Sí, Lynda, está bien, haz eso. Lynda. todos los shikastianos. La religión reaccionó con violen·
Lynda, no estés triste. No seas desdichada. Y una vez que da y la autoridad civil, que en aquella época casi no se dis­
yo lloraba y lloraba porque mis padres se peleaban a to· tinguía de la religiosa, se mostró horrorizada, colérica, re­
das horas, la voz saltó en medio del alboroto que yo es· presiva, arbitraria.
taba armando: ¡Q.uépasa, Lynda? Como si dijera, tanto al· Ese puñado de individuos resistió con valor y bríos,
boroto por nada. En todos estos años siempre me he oporiiendo a la <<superstición» las ideas de «raciona·

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lismm>, «libre pensamiento» y «ciencia». De un modo u la pobreza, sostenido siempre por la convicción de tener
otro, todos fueron perseguidos. razón, de que el futuro lo absolvería, y de haber «defen­
Presento aquí la historia de uno de ellos, ccun modesto dido la verdad».
soldado de la causa del libre examen», como él mismo se Esa resistencia tenaz, de él y de otros pocos espíritus
definía. No procedía de una familia rica, sino que, por el osados y abiertos a las corrientes y descubrimientos de la
contrario, era pobre y un maestro excelente, cuya pasión época (genuinos y muy valiosos algunos, pero en general
siempre había sido -y seguía siendo- orientar a los jóve· ridiculizados por el populacho burlón con frases como:
nes hacia una vida fructífera, libres de las tiranías de la ig­ «El que quiera ser mono que lo sea, nadie se lo impide))),
norancia y decididos a investigar todos losfenómenos, cua­ fue el embrión de un vasto y triunfante movimiento con­
lesquiera que fuesen las consecuencias. tra el dominio que aquella perniciosa religión ejercía so­
Vivía en una ciudad pequeña, donde la opinión pública bre grandes zonas de Shikasta, que en algunos países era
estaba completamente sometida a la religión. Empezó a una tiranía absoluta desde hacía siglos.
enseñar a los niños confiados a su tutela el nuevo cesaber»: En su vejez, este hombre no podía entrar en una tienda
que toda la humanidad descendía de los animales, y o sentarse en un banco al sol sin ser asediado por niños, y
luego de varias amonestaciones, perdió el empleo. La a veces adultos, que vociferaban: «¡Mono! ¡Mono!
muchacha con quien pensaba casarse prometió defen• ¡Mono!>> Pero él los miraba y les sonreía, con la espalda
derlo, pero sucumbió a las presiones familiares. Soste· bien erguida y la cabeza alta, sin miedo, sostenido por la
nido por su propia conciencia, se hizo carpintero y así -no Verdad.
sin grandes dificultades, pues casi toda la población lo
evitaba- se ganaba un precario sustento. Más tarde, hasta
de eso lo privaron los sacerdotes. Tuvo que abandonar el , JOHOR: El Agente 20� a quien le fue solicitado
pueblo natal y se trasladó a una gran ciudad donde nadi�7; un informe� escribió lo que sigue:
lo conocía. Allí consiguió trabajo como carpintero. Poco
a poco reunió una biblioteca dedicada al ccnuevo saber»: Estoy en una gran ciudad del Continente Norte Ais­
obras sobre todos los aspectos del libre pensamiento, Ji. lado, donde conviven la pobreza y la riqueza. Es una zona
bros científicos y algunos sobre genética, campo en el que urbana de edificios altos que alojan a toda una multitud.
se avanzaba por entonces a pasos agigantados. La biblio· Todos los hombres, y numerosas mujeres, salen durante
teca estaba a disposición de las almas afines, y sobre todo el día a trabajar. Aquí la miseria no es extrema, nadie
de los jóvenes, mucho más numerosos allí que en una ciu· tiene que luchar por la subsistencia y el abrigo, pero la po­
dad pequeña <<donde todo el mundo se conoce». La bi· breza es de un tipo común en las zonas ricas de Shikasta:
blioteca, las opiniones y la osadía de las conversaciones todos se esfuerzan en mantener un cierto nivel de vida
de este hombre con cuantos quisieran escucharlo provo­ dictado arbitrariamente por los dictados del sistema eco­
caron más de una vez la intempestiva visita de las autori• nómico. La familia está en crisis. Las parejas rara vez du­
dades religiosas. En una ocasión, la biblioteca fue incen• ran mucho tiempo. Los hijos, abandonados y teniendo
diada por los fanáticos de la localidad. Tuvo que mudarse que v�erse por sí mismos desde una edad temprana, fal­
de casa dos veces. No se casó. Vivió sesenta años solo y en tos de afectos, se agrupan en pandillas y pronto se hacen

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delincuentes. Los especialistas estudian el problema y tas mujeres, sabe encontrar motivos de placer e interés
afirman que podría subsanarse mediante una mayor en las cosas mínimas.
atención de los padres a los jóvenes. Hay constantes Una gata que recogió una noche de mucho frío ha pa·
exhortaciones en este sentido, por parte de figuras rido cuatro gatitos. Regaló tres. La gata, ya vieja, murió.
prestigiosas, pero con escasos resultados. Q!Jedó un solo gatito, una hembra blanca y negra, bo·
Un aspecto interesante de este fenómeno es que en nita y graciosa, pero estúpida. Yo creo que era débil
los distintos medios de propaganda aparecen a me­ mental. Dormía día y noche, era muy miedosa y nunca
nudo historias de familias idealizadas, propias de una salía a la calle. Cuando llegó a la época del celo, se aco·
época pretérita y que tienen poca relación con el mo· pió con un gran gato negro que había hecho saber clara·
mento actual. Y sin embargo son muy populares. El mente a los gatos de la vecindad que este jardín era su
contraste entre los adultos afectuosos y responsables territorio. La mujer suponía que tendría casa, pero le
que protagonizan esos cuentos y los que se ven en la daba de comer cuando pareda hambriento. No lo de·
vida diaria acrecienta el cinismo y el desapego de los jaba entrar en su cuarto, pero cuando la gata tuvo la pri·
jóvenes. mera camada, un macho atigrado y una hembra negra,
Es inútil pretender acercarse a esas bandas de niños, el padre insistió tanto que al fm ella cedió. El gato se
que muy pronto, claro está, serán adultos. Mis posibili· quedaba sentado junto a la cesta que alojaba a la familia,
dades son limitadas. llamaba a la gata y de vez en cuando lamía a los recién
Las relaciones con los adultos, con las madres en nacidos. Intrigada por ese comportamiento paternal, la
particular, dan mejores resultados, pero con frecuencia mujer me llamó para que yo lo viera. Dedamos que la
es demasiado tarde. hembra era «la esposa», sonriendo; pero a veces la mu·
Me he preguntado a veces si entre los miles de fami· jer parecía confundida y se reía como si tuviera ver·
lias que viven amontonadas en esos edificios gigantes· güenza de la raza humana.
cos, no habrá una con suficiente fuerza moral, o al me· La gata negra y blanca era una buena madre, ama·
nos con la convicción necesaria para educar a sus hijos mantaba a los gatitos y los tenía limpios. Sin embargo,
tan bien como los animales. parecía incapaz de enseñarles a utilizar el cajón para que
Y no me refiero a la crueldad disfrazada, física y hicieran sus necesidades. De eso se encargó el gato. Los
mental, de que son víctimas incluso los niños de pecho, llevaba al cajón, los sentaba dentro, y los recompcmsaba
sino a la indiferencia, al desinterés. con una versión masculina del «arrullo» con que la gata
Vivo en una habitación en una casa vieja, en una ca· hembra alienta a la prole. Emitía un ronroneo bronco,
. lle adyacente a las hectáreas de asfalto yermo donde se que nos parecía divertido, y luego lamía a los gatitos.
amontonan los edificios gigantescos. Es raro encontrar No era un gato precisamente hermoso. Nosotros su·
jardines o árboles, pero mi cuarto, en la planta baja, da poníamos que era muy viejo, porque estaba en los hue·
a una parcela de tierra con algunas flores. Y dos árbo· sos, tenía las orejas raídas y la pelambre rala y sin brillo,
les, uno bastante pequeño y otro bien desarrollado. a pesar de la buena comida que recibía en el nuevo ho­
La mujer del cuarto de enfrente, al otro lado del pa· gar. f'J'o era molesto ni glotón. Cuando salíamos, lo en·
sillo, cuida las flores y se ocupa de los gatos. Como tan· contrábamos esperando en la puerta, y mirándonos de

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igual a igual con sus ojos amarillos, nos daba a entender Arriba, encima de él, con todas las garras clavadas en el
que quería entrar. tronco y la piel erizada, los gatitos seguían maullando,
En cuanto a la comida, esperaba tranquibunente junto quejosos y aterrorizados.
a su «esposa» mientras ella comía, nunca demasiado, El gato les indicó cómo descender sin peligro, pero los
pero sin ocuparse de los gatitos, como si no se diera gatitos estaban demasiado aturdidos para escuchar.
cuenta de que también ellos se amontonaban sobre el Trepó al árbol y bajó a uno; volvió a subir y bajó al se­
plato. Cuando estaba satisfecha, volvía en seguida a la gundo.
cesta. El gato esperaba a que los gatitos terminaran, y Con bufidos broncos y zarpazos en las orejas, los acusó
luego se acercaba y comía. A menudo no le quedaba mu­ de imprudentes.
cho, pero nunca pedía más. Lamía el plato hasta dejarlo En seguida fue hasta el árbol pequeño, llamó a la prole,
limpio y se sentaba junto a los gatitos, o miraba cómo se y trepó poco a poco, volviéndose a cada paso y esperán­
apelotonaban en montón y se echaba a un lado, vigilante. dolos. El primero en seguirlo fue el más fornido, el ati­
Cuando llegó el momento de llevar los gatitos al jardín, grado; luego la linda gatita negra. Cuando el árbol em­
para que lo conocieran, la madre no se dio por enterada. pezó a bambolearse, el gato padre gruñó, para que
No hizo nada por sacarlos. Unos escalones llevaban al jar· levantaran la cabeza y lo mirasen, y luego bajó lenta­
dín. El gato se sentó al pie del último escalón y llamó a los mente, retrocediendo. Los gatitos lo imitaron, no sin
gatitos con un bronco ronroneo; los pequeños acudieron. maullidos y gritos de miedo. Ya cerca del suelo saltaron y
Los llevó alrededor del jardín, despacio, mientras ellos ju· echaron a correr persiguiéndose por el jardín, contentos
gueteaban, provocándolo y provocándose unos a otros, y de que la lección hubiese terminado sin accidentes. Pero
les enseñó todo, rincón por rincón; luego les enseñó a en­ él los volvió a llamar y esta vez trepó al árbol grande. En la
terrar los excrementos. mitad se detuvo, abrazado al tronco con las cuatro patas,
La mujer contemplaba esta escena desde su ventana y mirando hacia abajo e invitando a los gatitos a que lo si­
yo desde la mía. guieran. Pero no hoy. Al día siguiente la clase continuó y
Había otro gato joven en una casa vecina, un equili� pronto los gatitos subían y bajaban por el árbol grande.
brista nato. Siempre estaba encaramado en la copa de un El gato se pasaba el día en el jardín, vigilándolos, y
árbol o deslizándose con pasos cautelosos, adelantando cuando entraban a ver a la madre, se tumbaba en el muro
las patas una a una por el caballete de algún tejado. o los seguía. Dentro, se echaba junto a la «esposa», que
Los gatitos, al ver a ese héroe intrépido en la copa del descansaba tranquila y abrigada en la cesta, y la miraba.
árbol grande, subieron tras él, pero luego no pudieron Parecía que quisiera entenderla. Aquel animal tan joven
bajar. El gato, sin hacerles ningún caso, saltó hasta las ra· parecía una mujer vieja, sin más energía que la indispen­
mas del árbol más pequeño, y de allí al suelo... y desapa· sable para satisfacer sus necesidades vitales, o una joven
reció. que padece una depresión después de una grave enferme­
Los gatitos, asustados, maullaban y lloraban. dad. No tenía nada de esa fuerza alegre y posesiva común
El gato negro, que había presenciado la escena desde el en las gatas jóvenes mientras crían. A veces él acercaba la
escalón donde estaba sentado, se acercó al pie del árbol cabe�a vieja y decrépita a la cabeza de la gata, y la olía, e
grande, se sentó y alzó la cabeza, estudiando la situación. incluso la lamía, pero la gata no reaccionaba.

9R2 283
Los gatitos crecieron y se marcharon a otros ámbitos. soltaba luego poco a poco, mientras sus ojos amarillos me
Uegó el otofto. Un bravo cazador disparó al gato ne· miraban como diciendo: No lo puedca evitar.
gro con una escopeta de aire comprimido y le hizo una Pensé un momento que la pobre bestia tal vez temiera
herida que tardó mucho en curar y lo dejó cojo. De to­ que yo la echase a la nieve, si me molestaba; pero pronto
dos modos nunca había sido ágil, cosa que nosotros atri· comprendí que no era miedo sino el esfuerzo de una cria­
huíamos a la edad. tura noble que soportaba el dolor con entereza.
Cuando llegó el invierno, hizo algo raro. Se sentaba en En mi cuarto, fue siempre una presencia silenciosa, fra­
la escalera y miraba la ventana de la mujer o la mía, ternal; y si me acercaba muy despacio -porque sabía que
maullando en silencio. Si la mujer lo dejaba entrar, se los movimientos bruscos y repentinos lo asustaban- y lo
detenía un momento junto a la gata, y como ella no le acariciaba, soltaba un corto gruñido de gratitud y recono­
hacía caso, acababa echándose en un rincón. Pero en cimiento.
realidad la mujer no lo quería en el cuarto y era a mí a Su estado no mejoraba. Lo envolví en una manta y lo
quien llamaba en silencio. En mi habitación, esperaba a llevé al veterinario, que diagnosticó un cáncer.
que le extendiera una manta cerca de la estufa, y allí Me dijo, además, que no era viejo sino joven, un gato
dormía; y por la maftana esperaba a que yo abriera la extraviado y sin hogar, que había tenido que valérselas
puerta, me daba las gracias con un bufido bronco, me solo y había enfermado de reumatismo a fuerza de dor­
abrazaba afectuosamente las piernas, y se marchaba. mir a la intemperie, expuesto a la humedad y el frío.
Fue un invierno muy malo. A veces, a duras penas si po·
día arrastrarse hasta la puerta; entonces se quedaba en
el cuarto, sobre la manta. De vez en cuando, salía unos JOHOR:
minutos al jardín; a hacer sus necesidades. Esto parecía
ocurrir cada vez más a menudo. Puse un cajón en el INFORMACIONES SUPLEMENTARIAS 11
cuarto, porque fuera había mucha nieve. Lo utilizaba [En cierto sentido, este documento ha de considerarse
poco. Se le habrán enfriado los riftones, pensé. En fin; una continuación de las Informaciones Suplementarias l.
estaba viejo. Hablando con la mujer decidimos que no Los Archivistas.]
tenía sentido atormentarlo con veterinarios ni empe·
ftarse en mantenerlo vivo a toda costa. Sin embargo le Ha pasado mucho tiempo desde los días en que los shikas­
dimos algunas medicinas. tianos podían soportar la existencia sin la ayuda de una .
Estaba terriblemente flaco y había dejado de comer. droga cualquiera. Vuelvo los ojos al pasado, al pasado re­
Un par de veces fue a visitar a su « esposa», que pare• moto, y veo que casi desde el momento en que se les recortó
cía muy contenta de verlo. Pero se volvía a mi cuarto y el suministro de SUS han tenido que buscar la manera de
ella no pareda darse cuenta. atenuar sus sufrimientos. Desde luego, siempre hay indivi­
Tenía dolores, eso era evidente. Cuando se instalaba duos, los menos, que no son así.
en la manta, lo hacía con mucho cuidado, músculo por El alcohol y los alucinógenos, los derivados del opio, el ca­
músculo, reprimiendo los quejidos. cao y el tabaco, ciertas sustancias químicas, la cafeína, ¿en
A veces, al cambiar de postura, retenía el aliento y lo qué éj:,oca no se han utilizado? ¿Por quiénes? Comienzo por

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las más obvias� las panaceas de siempre� los edulcorantes de . quimera. Y si en épocas todavía recientes, no hace más
la realidad. Pero no es necesario que invada campos ya es­ de una o dos generaciones� era posible que un shikastiano
tudiados a fondo por otros colegas y sobre los cuales hay viviera toda su existencia sin otros horizontes que los de
abundante información en los archivos. la ccaldea•• o la ccciudad••, casi incapaz de concebir la ccna­
La lista de estas muletas emocionales sería intermi­ ción.•, hoy la noción de mundo, como conglomerado de
nable... fuerzas interdependientes� es tan poderosa y devoradora
Pero ahora� en esta época� pocas cosas tienen aún sustan­ como la de ccnación... Morir por la patria no es ya tan
cia y solidez. Me explico: en esta visita a Shikasta podría convincente como antaño. Hasta hace poco, cincuenta o
describir con las mismas palabra& -por ejemplo- una reli­ cien años� los ciudadanos de una nación podían creer que
gión; pero quedaría excluido un elemento fundamental: ese pedacito de suelo shikastiano era mejor que todos los
una cierta sensación� una atmósfera. demás� más noble, más libre y más generoso. Pero en los
No hay menos religiones en Shikasta� aunque han per­ últimos tiempos� hasta la más ensimismada y ególatra de
dido el poder de tiranizar: proliferan las nuevas sectas� y so­ las naciones ha tenido que reconocer que es igual a las
bre todo las sectas extasógenas. Pues los shikastianos envían demás� que todas mienten� torturan, engañan al pueblo y
hombres a la luna y máquinas a los planetas hermanos� y la lo desangran para beneficio de las clases dominantes. .. y
mayor parte de la gente cree que los visitan naves de otros se van desmoronando� como es inevitable en estos terri­
planetas. Las palabras y el lenguaje de las religiones -y toda bles días postreros.
religión se apoya en palabras que generan imágenes y ape­ La política y los partidos políticos, que alumbran las
lan a los sentimientos- se han vuelto más opresivos y omino­ mismas pasiones y emociones que las religiones de ayer y
sos, a la vez que más escurridizos y transparentes. Cuando de hoy, que las naciones de ayer y de hoy� generan día a
un shikastiano dice Estrella� Galaxia� Universo� Cielo� Fir­ día nuevos credos. No hace mucho, los miembros de una
mamento� utiliza las mismas palabras que sus abuelos de secta política podían creer en la pureza, el altruismo y la
hace apenas un siglo� pero no se refiere a las mismas cosas. superioridad de sus ideales, pero ha habido tantas traicio­
Se ha perdido certeza, solidez. La religión� que siempre ha nes, desengaño� mentiras y desviaciones, tanta matanza,
sido el narcótico más potente contra la realidad� se ha que­ tortura y demencia, que aun los partidarios más acérri­
dado sin certezas. No hace tanto tiempo� un centenar de mos han conocido momentos de incertidumbre.
años, los fieles de una cierta fe creían que su religión era La ciencia, la religión más reciente, tan sectaria e infle­
mejor que todas las demás y que ellos eran los únicos en xible como las demás, ha creado un estilo de vida, una
todo el planeta con posibilidades de ccsalvarse••· En nuestros tecnología y unas actitudes mentales cada vez más sospe­
días� esa creencia sólo sobrevive entre quienes no quieren chosas y aborrecibles. No hace mucho� los cccientíficos•• sa­
enterarse de su propia historia. bían que eran la lumbrera y la cúspide de todo el pensa­
Los nacionalismos de Shikasta� ese credo nuevo y perni· miento� el saber y el progreso de la humanidad� y se
cioso que hoy acapara gran parte de las energías antes mo­ comportaban con la arrogancia consiguiente. Hoy empie­
nopolizadas por las religiones, son fuertes, y cada día nacen zan a reconocer su propia insignificancia, y la misma tie­
naciones nuevas. Y con cada una� entra en escena toda una rra, profanada y estragada, se yergue contra ellos como
generación de hombres y mujeres dispuestos a morir por la testigo de cargo.

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Las ideas� las estructuras mentales� las creencias que du­ Hasta el más humilde, el más oprimido y miserable de los
rante siglos han sostenido a los hombres� se deshacen, se di­ shikastianos, sonríe al ver cómo el viento mueve una planta;
suelven� desaparecen. cuando siembra una semilla, la mira crecer, y se detiene a
¿Y qué queda? Cierto que los shikastianos cuentan con contemplar las nubes. O, plácidamente acostado en un lu­
innumerables recursos para reparar las grietas en los mu­ gar oscuro, despierto en la oscuridad, escucha los ·rugidos
ros de sus certidumbres. La existencia vulnerable y dolo­ del vendaval que -por esta vez- no le hará ningún daño.
rosa, expuesta a miríadas de peligros inaccesibles a la in­ Ése es el origen de la fuerza que nunca ha cesado de fluir,
fluencia o el poder de los shikastianos, la impotencia con incontenible� por todos y cada uno de los shikastianos.
que soportan las tempestades cósmicas� la violencia y las Obligados a replegarse cada vez más sobre sí mismos, pri·
discordancias de sus mentes enfermas, todo esto es para vados de consuelos y certidumbres, quizá sin haber cono­
ellos insoportable. Entonces cierran los ojos y rezan, o in­ cido otra cosa que el hambre y el frío, perdida la fe en la ••pa­
ventan nuevas fórmulas en sus laboratorios. tria», la •creligióm• y el •cprogreso••, no hay shikastiano que al
Cada una de estas alianzas entre un individuo y un con­ posar la mirada en un pedazo de tierra, tal vez nada más
junto más grande que é� de estas identificaciones de un in­ que una parcela infecta y maloliente entre dos edificios de
dividuo con una estructura mental más grande que la suya un suburbio miserable, no piense: Sí, pero todo esto revi­
no eran más que drogas� muletas, chupetes para dormir a virá, porque hay energía suficiente para acabar con este ho­
los niños. Eran más fuertes que el alcohol, el opio y las otras rror y remediar nuestra fealdad; un par de estaciones, y
drogas. Sin embargo, ahí están, desmenuzándose, disolvién­ todo volverá a la vida. .. Y en la guerra, el soldado que ve
dose, y las batallas insensatas y furiosas, fanáticas y desespe­ asomar sobre la trinchera el tanque que le caerá encima, al
radas que se libran en nombre de tal o cual credo o creencia, morir verá la hierba, los árboles, un pájaro que surca los
y la furia misma, no son más que una droga para acallar la cielos� y conocerá la inmortalidad.
incertidumbre, para aplacar el terror del aislamiento. Y en esto, precisamente, quiero insistir.
¿A qué otros medios han recurrido los shikastianos para De momento sólo se dan cuenta unas pocas criaturas de
evitar enterarse de una situación que sin cesar, sin tregua, Shikasta, las de mirada más firme, las de nervios más tem­
amenaza con emerger de los abismos de la conciencia y plados. Pero son más cada día, y pronto serán multitudes.
abrumarlos? ¿A qué otra cosa pueden aferrarse, como a una De lo que una vez fue el punto de apoyo más constante, más
manta en el frío de la noche? seguro, hoy no queda nada; es el semillero de la vida lo que
Están los distintos placeres, implantados en ellos para está emponzoñado, las semillas de la vida, los manantiales
asegurar la supervivencia de la raza, como la necesidad de que alimentan la fuente.
comida y sexo, que ahora, al estar amenazada la especie en­ Perdidos en parte los viejos puntos de apoyo -a veces to­
tera, se enardecen instintivamente, tratando de preservar y dog.o., el hombre extiende la mano para aferrarse a un borde
salvar. de piedra calentado por el sol; la mano le transmite un men­
Y también hay otra cosa, más fuerte que todo el resto: la saje de solidez, pero el cerebro le habla de destrucción, por­
fuerza siempre bienhechora y renovadora de la naturaleaa, que esa sustancia viva, hecha de tierra, será muy pronto una
la que cicatriza y regenera: la sensación de estar unido a to• danza �e átomos y él lo sabe, la inteligencia se lo dice:
das las criaturas, y a la tierra y las plantas. pronto habrá una guerra, y él está en medio de esa guerra,
_

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en un lugar que se convertirá en un baldío, en un montón llones de otras -lo ha sabido hace poco aturdido por su
de escombros, y esa materia sólida, hecha de tierra, en una propia soledad, que esas ideas son demaaiado elevadas para
capa de polvo sobre las ruinas. él; siente la necesidad de abrazar a su mujer, y de que ella lo
Ella tiende la mano al niño que juega sobre la alfombra, y abrace, pero cuando se vuelven el uno hacia el otro hay una
al sentir contra ella la tibieza del rostro infantil, sabe que acusación, un temor, pues ese abrazo puede engendrar
está destinado al holocausto, y que si por milagro escapase, monstruos.
la sustancia misma de su posteridad está ya amenazada, Ella está allí, igual. a sí misma desde hace milenios, cor­
ahora, mientras los dos están allí, juntos, apretades, y entre tando el pan, disponiendo las legumbres troceadas sobre
ellos, al ritmo de la risa infantil, palpita el calor de sus vidas una fuente, junto a una botella de vino, y piensa que nada es
efímeras. puro en esta comida, que los venenos de la civilización están
Él mira al niño y piensa en la naturaleza, ese fuego crea­ en cada bocado y que van a llenarles la boca con todo tipo de
dor que engendra formas nuevas con cada latido. Lo piensa muertes. En un gesto instintivo de renovado optimismo, le
porque sabe que las especies disminuyen en toda Shikasta, tiende al niño un pedazo de pan, pero lo hace sin convic­
que las reservas de estructuras genéticas están siendo des­ ción, porque ¿qué le estará dando?
truidas, irreversiblemente destruidas... Pero no puede es­ Cuando él está en el trabajo -si lo tiene, porque tal vez
tar mucho tiempo pensando en el gran creador y la natura­ sea uno de los que apenas sobreviven, inútiles que no pro­
leza, de modo que contempla por la ventana un paisaje que gresan ni retroceden- se siente reconfortado, una y otra
ya ha visto mil veces, con mil ropajes diferentes, pero que vez, porque la necesidad viene de lejos, y piensa que lo que
ahora parece diluirse y desaparecer. Piensa: Vaya, los hie­ hace es útil para los demás, y lo relaciona con los otros, que
los llegaban aquí, y no hace tanto tiempo, unos diez mil él mismo es parte de la red fecunda y viva de todos los traba­
años, y ahora todo ha renacido. Pero una era glacial no es jadores de la tierra... Pero la idea se apaga dentro de él, se
nada, unos pocos milenios ... El hielo viene y se va. Destruye siente amargado y furioso, y luego hastiado e incrédulo. Él
y mata, pero no contamina ni corrompe la esencia de la no sabe por qué, ella no sabe por qué, pero es como si estu­
vida. vieran arrojando a la nada lo mejor de sí mismos.
Ella piensa: pero están los animales, los nobles y pacien· Ella y él, poniendo orden en la casa, ocupados en la lim­
tes animales, con lenguajes incomprensibles para nosotros, pieza y el arreglo del hogar, los dos juntos, en medio de
bondadosos entre ellos y amigos de los hombres; y extiende montones de envases de vidrio y de plástico, de papeles, bo­
la mano para sentir el calor vivo de la gata, pero sabe que en tes y recipientes: la basura de esta civilización que, lo saben,
este mismo instante los están matando, aniquilando, exter­ es la tierra de cultivo, es el pan y el trabajo de hombres y
minando, y por simple locura, por estupidez, por codicia, mujeres. Basura, basura, inmensas montañas de basura que
oh sí, una codicia sin límites. Las ideas habituales sobre las irán a depositarse sobre las que ya cubren la tierra, las que
grandes reservas de la naturaleza no la tranquilizan, y ya contaminan las aguas. Con una irritación y un asco cre­
cuando la gata está pariendo, ella se inclina sobre la cesta y cientes y casi invencibles, limpian de todo eso los cuartos de
mira, buscando mutaciones que, como ella sabe, ya están la casa. Tiran uri recipiente que ha contenido alimentos,
operando, y no tardarán en manifestarse. aunque en muchas partes de Shikasta lo guardarían como
Él piensa, de pie bajo las estrellas, una especie entre mi- un tesoro y lo aprovecharían. Mas, por lo que parece, no

9QO 291
hay nada que hacer. Así están las cosas, y así siguen, como si Acodados los dos en sus ventanas, ven pasar una bandada
nada pudiera detenerlas. Y la rabia, la frustración, la re­ de pájaros y se sienten como si les estuvieran diciendo adiós,
pugnancia que sienten por sí mismos y por esta sociedad es­ un adiós silencioso, culpable, atormentado, una disculpa en
tallan al fin: entre ellos, contra los vecinos, contra el niño. nombre de la especie a que pertenecen: destrucción es lo
Nada de cuanto tocan, ven o manipulan los ayuda; en nin­ que ellos han traído a estas criaturas, destrucción y veneno
guna parte encuentran la protección del sencillo sentido co­ ha sido la ofrenda de los hombres; y los vuelos y revoloteos
mún. Él vio una vez una calabacera que desplegaba los de las aves ya no los deleitan ni los sosiegan; es un espec­
grandes pámpanos, las flores amarillas y los suntuosos glo .. táculo del que han aprendido también a apartar tristemente
bos dorados sobre un enorme montón de basura envuelto los ojos.
en una nube de moscardones zumbantes; entonces casi no Esta mujer, este hombre, inquietos, irritables, atormen­
prestó aiención a la escena, pero ahora es una imagen a la tados, que duermen en exceso para olvidar o no pueden
que acude en busca de consuelo y tranquilidad. Ella mira a dormirse, que buscan por todas partes algo sano e intacto,
una vecina que intenta quemar unos plásticos, y mientras algo que no se eche atrás cuando le tiendan la mano, que no
los gases de la combustión se dispersan y envenenan la at­ se pierda en reproches o en la nada; uno de ellos recoge una
mósfera, cierra los ojos y ve, junto a la puerta trasera de una hoja de la acera, se la lleva a casa y la contempla maravi­
casa de pueblo, los fragmentos de una vasija de barro que se llado. Ahí la tiene, en la palma de la mano, de color dorado
desmenuzan poco a poco y se reintegran a la tierra. brillante, un objeto curvo, abarquillado, esculpido, leve
Todo a lo largo de su historia, el hombre se ha sentido como una pluma, listo para flotar y planear; ahí está posada,
bien mirando las hojas otoñales que se hunden en la tierra tan ligera que basta un soplo para moverla sobre esa mano
con la que se unirán, o mirando un muro en ruinas alum­ humana abierta y un poco húmeda; y la mente meditativa
brado por el sol, o unos huesos blanqueados a orillas de que la contempla ve las grandes nervaduras, las miríadas de
un río. venas en que se ramifican y subdividen, los capilares, las mi­
Y he aquí a estos dos, ella y él, encaramados en una cima núsculas zonas carnosas que no son -como al pensativo ojo
más allá de la ciudad, la mirada vuelta hacia las máquina humano le parece- fragmentos de sustancias indiferencia­
destructoras que van y vienen ruidosamente por los aires, das entre las diminutas venas y arterias nutridas, sino, si se
por la tierra y bajo tierra... y de pronto la respiración de los los pudiera ver, mundos maravillosamente estl'ucturados,
dos es entrecortada y se les alteran los pensamientos cuando los veneros de una microscópica vida celular y química, de
piensan que el aire que respiran significa corrosión y des• virus y bacterias; pues hay un universo en cada ápice de la
trucción. hoja. Y mientras reposa ahí, cautiva, una forma tan perfecta
Abren grifos y llaves y el agua fluye en abundancia, pero como la vela de un navío henchida por el viento o como la
cuando se inclinan para beberla o lavarse la rechazan por concha de un caracol, está siendo arrastrada hacia la tierra.
instinto. El agua es insulsa y algo pútrida, ha pasado ya do­ Pero lo que el ojo observa no es esa curva de una perfección
cenas de veces por tripas y vejiga� y saben que llegará un exquisita, pues un levísimo cambio del ángulo visual le hace
día en que no podrán beberla y que si recogen agua de llu­ ver que la forma material se deshace, se desmenuza, atacada
via, tampoco podrán beberla, porque contendrá los vene­ por las mil fuerzas del crecimiento y de la muerte. Y esto es
nos químicos de la atmósfera. lo qué vería el ojo que la enfocase desde una perspectiva dis-

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tinta, sólo un poco distinta, al mirar desde la ventana ese �r­ El hombre y la mujer, humildemente sentados en un rin­
bol que ha dejado caer esa hoja en la acera -porque es otoño cón de la casa, contemplan absortos esa cosa de una perfec­
y el árbol necesita conservar todas sus energías para el in­ ción indescriptible, esa hoja de castaño que el otoño ha do­
vierno que se acerca-, no un árbol, no, sino una masa bulli­ rado y que acaba de caer revoloteando del árbol; y quizás
ciosa de materia que lucha entre grandes tensiones, entre el hagan uno cualquiera de los gestos que les nacen de dentro,
crecimiento y la destrucción, miriadas de especies cada vez irreprimibles, y que no sabrían justificar, defender ni con­
más pequeñas que se alimentan unas de otras, siempre unas denar; tal vez se limiten a cerrar la mano sobre la hoja, re­
de otras; eso es este árbol en realidad, y el hombre y la mu­ duciéndola a un polvillo que arrojarán por la ventana, si­
jer que se inclinan ansiosos sobre la hoja perciben la natura­ guiendo con la mirada la lenta caída de ese polvo por el aire
leza como una gran hoguera creadora y rugiente, en cuyo hasta el pavimento, porque es reconfortante pensar que las
crisol nacen y mueren y renacen a cada instante distintas próximas lluvias llevarán ese polvo de la hoja al interior de
especies... con cada vida... cada cultura... cada mundo... y el la tierra, hasta las raíces del árbol, y el año que viene al me­
entendimiento, brutalmente arrancado de la tranquilidad nos brillará una vez más en el aire. O quizá la mujer ponga
de los ciclos visibles del crecimiento, la renovación y la deca­ la hoja, delicadamente, en un plato azul, lo coloque sobre
dencia, de la simplicidad del nacimiento y la muerte, se ve una mesa, y hasta se incline ante ella con una reverencia iró­
obligado a retroceder y a replegarse cada vez más en sí nica, con esa especie de disculpa tan habitual en las actitu­
mismo, buscando sosiego -a tientas y sin esperanzas­ des y las ideas de los shikastianos actuales, y quizá piense
donde no puede haberlo, en el pensamiento de que siempre, que las leyes que han creado esa forma tienen que ser, han
en todo tiempo, ha habido especies, criaturas y nuevas for­ de ser, son sin duda más poderosas que las otras, las que
mas de vida que componen armoniosos conjuntos de ele­ desfiguran y pervierten la sustancia de la vida. O el hombre,
mentos interdependientes, pero conjuntos que de pronto, asomándose a la ventana y obligándose a ver la otra verdad
una y otra vez, ¡son arrastrados por la marea! Y allá van los del árbol, la del combate feroz y furioso de comer y ser co­
imperios y las civilizaciones, y las futuras explosiones devas­ mido, tal vez atisbe de pronto un instante -tan fugitivo que
tarán los mares y los océanos, las islas y ciudades, y trocarán ya ha pasado cuando se vuelve y llama a su mujer: ¡Ven a
en desiertos deletéreos lo que fue el asiento de la vida imagi­ ver, pronto!-, detrás del bullicio y la lucha y la voracidad,
nativa, múltiple y populosa, y el lugar donde el espíritu y el que es la verdad primera, y detrás del simple árbol otoñal,
corazón se sosegaban; pero ya no podrán seguir haciéndolo, que es la otra verdad, una tercera: un árbol de luz pura, de
sino que como la paloma de Noé, tendrán que ir más y más luz directa y trémula, un haz de sol. Un mundo, otro
allá, hasta que por fin, al cabo de largas idas y venidas, vean mundo, otra verdad.
a lo lejos la cima de una montaña, emergiendo entre piéla­ Y cuando cae la noche y él alza los ojos al cielo y ve la pe­
gos de aguas corrompidas, y allí tendrán que asentarse sin queña mancha luminosa de una galaxia que ha estallado
ver nada alrededor, absolutamente nada, sólo inmensos hace millones de años, esa angustia que le oprimía el cora­
yermos de muerte y destrucción, y tampoco allí encontra­ zón desaparece y él ríe, llama a su mujer y le dice: Mira, eso
rán sosiego, pues saben que mañana, dentro de una semana que ahora vemos dejó de existir hace millones de años; y
o de mil años, también esta cima se desmoronará, a causa ella, viendo exactamente lo mismo, ríe con él.
.
del paso de un cometa o la caída de un meteorito. Éste es, hoy, el estado de los shikastianos, el de unos po-

294 295
cos por ahora, pero cada vez serán más y pronto •.. multi­
JOHOR informa:
tudes.
No hay mucho q�e elegir entre las dos parejas.
Como nada de cuanto ven y tocan tiene sustancia, ali­
mentan la imaginación pensando en el caos, sacan fuerzas
La primera pareja. El es agricultor y técnico agrícola, y
en ningún momento le faltará trabajo. Ella ejerce la
de las posibilidades de una destrucción creadora. Lo han
misma profesión. Ya hay dos hijos. Es una pareja sana, .in·
perdido todo, excepto la certeza de que el universo es el
teligente, con sentido práctico y una actitud responsable
gran fuego creador, ese fuego del que ellos sólo son manifes­
hacia los hijos. La posibilidad de separación es remota.
taciones pasajeras.
Una única desventaja: los dos proceden de cierta isla de
Criaturas degradadas, disminuidas, separadas de sus orí·
las franjas del noroeste y padecen la característica aver·
genes, degeneradas, prácticamente anonadadas, animales
sión o incapacidad para adaptarse a otras razas o pueblos.
que arrastran una vida muy inferior a la que se había
No he tenido en cuenta, como es obvio, las tareas urgen·
proyectado para ellos. .. ahí están desposeídas, alejadas de
tes que me esperan, y no me queda otro remedio que ele­
todo lo que tenían hasta entonces; no encuentran lugar sino
gir unos padres de raza blanca; al menos en parte, el pro·
en los marasmos ignobles de la paciencia... una paciencia
blema ha de ser circunscrito. Mediante, se me ocurre:
irónica y humilde, que sabe mirar una hoja, la perfección de
La segundapareja. Reúnen entre los dos condiciones ade·
un día, y ver ahí la explosión de una galaxia y el campo de
cuadas y útiles. Los padres del marido emigraron del conti·
batalla de las especies. En este final horrible y abyecto,
nente central durante la segunda guerra y él se ha criado
mientras se enzarzan y se revuelven y luchan como locos en­
hablando varios idiomas. Dotados de esa energía común
tre artefactos sórdidos y deteriorados, los shikastianos tra­
�ntre emigrantes y refugiados, también el hijo la tiene. Es
tan de alcanzar, mentalmente, las cimas del heroísmo y de... .
. médico, administrador y músico. La madre de ella nació
Aquí escribiré la palabra fe. Después de ,pensarlo. Con pru·
en las islas del extremo occidental de las franjas del no·
dencia. Con ponderado y esperanzado respeto.
roes te: siendo de «clase trabajadora» tuvo muchos proble·
mas en el seno de una sociedad clasista, aunque en cierta
medida pudo superarlos con tenacidad e inteligencia.
JOHOR continúa:
Tuvo cuidado de que su hija recibiera la mejor educación
posible. El padre es un mestizo, lo que quizá significa una
Se nos ha advertido que un nuevo retraso puede tener
ventaja. Esta mujer puede haber heredado tanta energía y
peligrosas consecuencias. Antes de entrar en Shikasta en
capacidad como el marido. Ha estudiado medicina y socio·
el nivel adecuado, haré un cotejo final de las dos posible&
logía, y ha escrito obras didácticas. No parece probable
parejas de padres propuestas por el Agente 1 9. Es aún
que esta pareja se divorcie; gracias a sus antecedentes cos·
más difícil decidir sobre las circunstancias que me permi•
mopolitas están preparados para ver el mundo con conoci· .
tan evolucionar con rapidez, y a la larga llegar a ser inde­
miento de causa y sin partidismos nacionalistas. Sanos,
pendiente, sin daños que me intapaciten.
equilibrados, serán sin duda buenos padres. No tienen hi·
jos de momento. Viajan por gusto y profesión.
Esta pareja me parece adecuada.

296 297
JOHOR informa:
Me alejé de aquel paraje y me encaminé hacia las fron·
t ras de Shikasta. Ignoré la oportunidad de entrar en
Había tomado tanta fuerza de los Gigantes que no es­
>tras Zonas, las Zonas Cuatro y Cinco Tentado por el re­
peraba encontrar ningún vestigio de aquella triste mo­
.

c:uerdo de las alegrías que había presenciado o compar­


rada ni de sus desdichados habitantes. Mientras avan­
tido en visitas anteriores, tuve que hacer verdaderos es­
zaba, tan de prisa como me era posible, entre las
fuerzos para seguir mi camino.
�emovidas arenas, veía el desierto cada vez más grande e Además, en la Zona Seis tendría que atravesar una re­
msond�ble, de rocas más desnudas y más negras, sin una
sola bnma de verdor, sin vida; lo mismo que en Shikasta,
gión pavorosa, que no me atraía.
Alrededor de las fronteras de Shikasta,. en un determi­
donde los desiertos se extienden en los sitios en que se
nado nivel, pululan los fantasmas ávidos, y todos los evi·
han talado los bosques, o alguna peste los ha matado. Los
tamos.
palacios de los Gigantes, las torres irisadas, las almenas,
Son almas que no pudieron romper los vínculos con
�?s patios -y los muros agrietados, eran como un espe· Shikasta. Muy a menudo, ni siquiera saben que no están
JISmo -todo fantasmas, todo quimeras- y yo los atrave­
allí. Son como peces de colores que de pronto se encuen­
saba como pompas de jabón. En la gran sala, los tronos,
tran fuera de la pecera y la añoran, pero no saben cómo
los estrados, los pendones, los cetros y las coronas reful·
salieron ni cómo podrán volver. O como hambrientos en
gieron, visibles un instante, para desvanecerse en seguida
un banquete donde los manjares y la celebración son rea­
en la nada, y yo pasé de un sueño ilusorio de castillos y
_
, c1pes, les, pero ellos no; ellos son sueños en un mundo real. Esos
pnn en el �ue buscaba a Jarsum o a cualquiera que
_ _ pobres espectros revolotean como enjambres de abejas
hub1ese sobreVIVIdo en aquel lugar, a las arenas desiertas
alrededor de toda Shikasta. Determinados ambientes, lu·
?
que se levanta an y se posaban alrededor de mis pies con
gares y situaciones tienen una atracción irresistible sobre
� breve susprro susurrante. Cuando apareció la escena,
ellos. Se agolpan alrededor de los orgullosos y los ávidos
VI los espectros transparentes de mis viejos amigos, Jar·
de poder, anhelando tener una parte de lo que codician,
sum entre ellos. Pero de pronto la imagen de Jarsum se
_ porque en vida fueron poderosos y arrogantes, y no pue­
deshizo y yo esperé a que reapareciera, para intentar al
den dejar de suspirar por los alimentos celestes, o porque
menos tomarle la mano. Y cuando reapareció, yo estaba
han sido oprimidos y humillados y ahora desean desqui·
en el sitio de antes esperándolo, y él me clavó la mirada
tarse. ¡Ah, los vampiros vengativos y rencorosos que acu­
terrible y anhelante de sus ojos enormes, pero era como
den en tropel atraídos por el poder y la pompa de Shi·
un r flejo en el agua... Jarsum, Jarsum, le dije, le grité,
_ � kasta! ¡Cuántas escenas de sadismo, de crueldad de
qwza no lo sepas, pero tú y tus compañeros nos habéis
'
.

muerte! Por allí pululan los que antaño se solazaron abis-


sido útiles, nos habéis ayudado, hasta vuestro final. Me
mándose en los efluvios del dolor padecido o infligido, y
habéis guiado y animado a cumplir mis tareas. . Y eso fue
los que jamás se saciaron de dolor, y los que desean sen·
.



tod_o. Com s el manantial se hubiese agotado y desapa·
tirio o administrarlo... El sexo: ahí se atropellan y se
rec1do, las ulumas emanaciones de aquella fuerza que los
aplastan, porque jamás tienen bastante, es su naturaleza
sustentara durante milenios se debilitaron y desvanecie·
misma, y la mayoría de los que por allí merodean ham­
ron, y ya no había nada. Y nunca lo habría.
brientos son los que en vida vivían de y para el sexo. Co-

298
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mida: alrededor de las cocinas y los comederos pululan Pasando, por ejemplo, delante de un sabio que estudia la
los glotones, los que vivían para comer o pensando en co­ naturaleza de las estrellas y las fuerzas astrales, o una mu­
mer. Los que vivían para exaltar su propia belleza, o la su­ jer absorta en componer una historia capaz quizá de
perioridad de su familia, de su raza o país, los que... Cada ayudar a otros a ver con más claridad una situación o una
una de esas pasiones desgastadoras tiene allí su legión de pasión, yo reconocía a gente amiga entre las hambrientas
cortejantes, que rondan invisibles pero viéndolo todo, legiones. Pobres fantasmas. -Avanzad, avanzad -los ex­
hambrientos, insatisfechos, insaciables ... hortaba-, no os quedéis aquí, pegados a estos escapara·
' tes, seguid vuestro camino... Liberaos. Buscad algo útil
Y están los que aspiran a satisfacciones más sutiles,
porque, desde luego, no todos estos insatisfechos corren que hacer en las otras Zonas o regrflad a Shikasta por el

en pos de lo excitante y lo violento, de lo obsceno y lo camino arduo. Ésas son vuestras opciones. Aquí sólo po·

feo. dréis vegetar, consumiros y languidecer durante siglos,


Alrededor de esos lechos en los que yacen los amantes sin conocer más que la frustración, el vacío y la espera...
obsesos, hay seres que deambulan saboreando cada cari­ Pero no me oyen, estas criaturas hechizadas que ambulan

cia, cada mirada de amor, cada beso... De todas las'· dro­ con los ojos fijos en esas escenas que tanto los atraen, ol­
gas,'ésta es la más poderosa; y estos fantasmas no son ni vidados de todo lo que supieron alguna vez.
salvajes ni brutales - no desean sufrir dolor ni infligirlo, Pasé entre las multitudes de almas que conocían las
no tienen panzas satisfechas ni cómodos lechos-; son pruebas terribles que amenazaban a Shikasta,y atormen­
quizá las almas más refinadas y sensibles, las más cerca­ tadas por la suerte de sus hijos, amigos, amantes, suspira­
nas a Canopus, pero cayeron en las redes shikastianas y ban y languidecían alrededor de las salas de asamblea
no supieron liberarse antes de morir. Entre las fascinadas donde los poderosos peroran y deciden -o creen decidir­
muchedumbres hay criaturas más horrendas, los íncubos los destinos de Shikasta, y encontré entre ellos a muchos

y los súcubos, los vampiros en todas sus variedades, los de mis viejos amigos. Algunos me reconocían. «Johor

que han aprendido a alimentarse de las energías de Shi­ -gritaban-, Johor, escucha, déjame entrar, déjame que

kasta. les explique, déjame a mí, a mí, a mí...>> Y claman y se la­


Alrededor de los que pudieron salir adelante, de las mentan, pero siguen allí, escuchando las riñas pueriles
gentes con talento, de aquellos que llegaron a ser artistas, que se suceden en las mesas de conferencias, los torneos

con facilidad o gracias a felices circunstancias, narrado· de fuerza contra fuerza, de poder contra poder, mientras
res, músicos, creadores de imágenes o de películas, estas se avecina el fin, la destrucción que nada dejará con vida

almas errantes son las más dignas de lástima. Pues ellas en ningún continente, excepto algún animal enfermo o
sabían lo que era nutrir las necesidades de la desdichada algún niño enloquecido. -Johor,Johor -me gritaban, y se

humanidad con los alimentos del arte (incompletos como aferraban a mí, reteniéndome-. Déjame entrar, déjame

son, sólo sombras de lo que hubieran podido ser), pero pasar, deja que pase ahora, que me presente ante ellos y
por alguna razón derivada de los agobios y azares que son les diga; los prevenga...
la esencia misma de Shikasta, que tanta vitalidad crea· -Marchaos -les dije-. Marchaos, alejaos de estas fron­

dora ahoga y destruye, no pudieron desempeñar ese pa· teras . Ya habéis cumplido vuestro papel, ese papel que no
. .
pel. Estas no son almas temibles, ni que convenga rehuir. elegisteis
... Y si no lo habéis hecho tan bien como hubie-

300 301
rais debido, volved la espalda a lo que ya no podéis cam­ Y ahora ¿qué iba a hacer? Aunque retrasado y sintién­
biar. O si queréis estar entre los que pueden cambiar, en­ dome débil, tenía que buscarlos.
tonces no os apiñéis aquí, como niños pequeños que no No fue necesario que me internase demasiado por la
saben hacer otra cosa que imaginarse en un futuro que no maleza. Vi desde lejos unas burbujas o globos de colores
depende de ellos, y que no es nada salvo en la imagina­ que flotaban y jugueteaban en el aire, y me di cuenta de
ción. No podéis ayudar a vuestras familias ni a vuestros que yo estaba inmóvil, mirando, maravillado. Era como
amigos. De esta manera no. Volved a Shik.asta, pero por si aquellos globos irisados tuviesen vida propia, y hasta
el camino arduo ... voluntad, y se gobernaran a sí mismos. Como si jugaran
Pero ellos no me oyen, sólo oyen lo que quieren oír. Si­ entre ellos, provocándose, escapándose, persiguiéndose
guen lamentándose alrededor de las mesas de conferen­ y chocando sin violencia, y después remontando el vuelo.
cias y en las salas de juntas. Comprendí que llevaba rato contemplándolos, absorto.
Oh, sí, qué terribles son las fronteras de Shikasta; no es­ Hice un esfuerzo y reanudé la marcha. No tardé en dar
tán hechas para gentes que pierdan la cabeza o se asusten con Ben y Rilla: estaban sentados entre unos matorrales,
con facilidad. Muchos han flaqueado allí, tan preocupa­ sobre la arena blanca y tibia, ajenos a cuanto los rodeaba,
dos por lo que han hecho que no distinguen lo que tienen mirando al cielo y riéndose maravillados.. -¡Rilla, Ben!
que hacer. Yo mismo, abriéndome,paso a través de la -los llamé y volví a llamarlos. Pasó un tiempo antes de.
multitud, me siento desfallecer y me quedo sin fuerzas en­ conseguir que apartaran los ojos de aquellos globos,
tre esos espectros irritados y famélicos... como antes, por aquellas burbujas fascinantes que huían y se perseguían,
supuesto, pero el hecho de ser capaz de identificar mis y que ahora, vistos de cerca y desde abajo, eran como
sensaciones me ha ayudado, aunque esta visita haya sido pompas de jabón dotadas de vida propia, unos glóbulos
más enredada que la anterior. La situación ha empeorado irisados y transparentes. O que parecían serlo, porque en
mucho, pobre Shikasta; ¡el drama se representa en seme­ el momento en que uno se puso sobre mi cabeza -¿para
jante escenario y ante semejante público! observarme ?, me pregunté- vi detrás de la superficie
Me alejé de esa región y me acerqué a las entradas transparente un movimiento continuo y cambiante de
donde aguardaban las fllas. Busqué a Ranee, que una vez destellos y chispas. Sabía que Ben y Rilla volverían a olvi­
más, después de perder el tumo por acudir al lugar de la darse de mí en cualquier momento, de modo que les or­
catástrofe, estaba de nuevo en la mitad de la flla, sola. A dené a voces que se levantaran y me siguieran. No me
Rilla y Ben, no los veía. Le pregunté por ellos y me dijo obedecieron, al menos no inmediatamente. Miraban a
que los había acompañado hasta la zona de las fllas, los los lados, arriba, abajo, a todas partes menos a mí. Noté
había dejado juntos y había regresado. Me quedé un rato que Rilla escondía algo y oí, o percibí, una ligera palpita·
con ella, buscándolos con la mirada por todas partes. ción de malestar o temor. Me acerqué a ella, le alcé el
Luego fui de un lado a otro, preguntando. Por último puño cerrado y la obligué a abrirlo. Había apresado una
supe que una pareja que respondía a mi descripción había de aquellas lucecitas o burbujas; y ésta, encerrada en la
estado un tiempo al final de una larga flla, pero que se ale­ mano, había perdido su iridiscencia y vitalidad, y era una
jaron, atraídos por· alguna cosa, y nadie los había visto cosa apagada y descolorida que latía febrilmente, como si
desde entonces. intentara recuperar el aliento. Sosteniendo con mi mano

302 303
la mano de Rilla, levanté las dos a la altura de nuestros ojos, oportunidades para todos. A algunos de los que espera­
con la criatura lastimada, que iba recuperándose poco a ban los había visto yo en las filas de la Zona Seis en
poco y volvía a la vida. De repente echó a volar y reanudó esta misma visita: entre tanto habían entrado en Shi­
sus juegos. Una vez más me sorprendí inmóvil, contern· kasta, sucumbiendo en uno de los tantos azares -enfer­
plándolas tan extasiado corno Rilla y Ben, porque en ver­ medades, guerras, accidentes-, y de nuevo estaban
dad nunca había visto nada tan bonito, tan encantador, aquí. Cuántos rostros resueltos, llenos de buenas inten·
corno el juego de aquellas luces o burbujas cristalinas. Con dones, vi entonces -aferrado a Ben, y él a mí-, mien­
un brazo en los hombros de Ben y el otro en los de Rilla, los tras avanzábamos hacia los remolinos de las nieblas iri­
alejé de aquel lugar, pese a que ellos remoloneaban, se re· discentes. Las muchedumbres de almas anhelantes que­
zagaban y volvían la cabeza sin cesar, tal corno hicieran en daban atrás, perdidas en la oscuridad nebulosa. Ben y
el episodio de las arenas movedizas. Y luego, cuando había­ yo, juntos los dos, habíamos entrado en la bruma opa­
mos dejado atrás el lugar hechizado, Rilla empezó a rega­ lescente. Oíamos el susurro del silencio, una quietud
ñarme: -¡Por qué has tardado tanto! ¡Yo esperaba que vi· que palpitaba, palpitaba...
nieras a buscarme antes! -No pude menos que echarme a En aquel momento era más necesario que nunca estar
reír, de tan absurdo que era, y hasta Ben se rió, pero no por tranquilo. Salvo la impronta de la Signatura, que emerge
cierto Rilla, que aún protestaba cuando llegamos a las lar· corno un estigma de la carne, y que sólo aparece bajo los
gas filas de los que esperaban. efectos del calor o la presión, nada nos sostenía. Era
Encontré a Ranee y dejé a Rilla a su cuidado, con corno si hubiésemos elegido disolvemos deliberada­
instrucciones precisas, pues calculaba que cuando Ra­ mente, confiando en una cosa intangible en la que no nos
nee llegase a las puertas sería el momento de que en­ quedaba otro remedio que confiar.
trara Rilla. Éramos como esas almas esforzadas de Shikasta que,
Entonces, tornando a Ben de la mano y sujetándolo creyendo estar de parte del bien y la justicia, eligen desa·
con fuerza -mientras Rilla se quejaba, por supuesto� de fiar a los gobernantes perversos y crimin�s, a sabiendas
que la estaba abandonando y favoreciendo a Ben-, de que el castigo que les espera, a manos de médicos co­
avancé con él y pasarnos del otro lado de las filas. Ben rruptos, será la lenta destrucción de la mente y la con·
comprendió de pronto que había llegado la hora y tuvo ciencia por medio de drogas, torturas psicológicas, lesio­
miedo, y yo sentí su indecisión. Y le dije: -Ben, tienes que nes cerebrales, mutilaciones. Pero, en lo más profundo de
hacerlo. Ahora. Confía en mí. ellos mismos, confían en que conseguirán soportarlo
Ben suspiró, cerró los ojos y se aferró a mi antebrazo todo. Era como si saltáramos dentro de un foso poblado
con ambas manos. de sombras ponzoñosas, confiando en que algo detendrá ·

A nuestras espaldas, las filas de los que ·esperaban se nuestra caída...


extendían, serpenteando hasta perderse en lontananza. En medio de una oscuridad atronadora vimos, uno
No se veía el fmal. En otros tiempos hubiéramos visto una junto a otro; dos cuajarones de una sustancia en plena
docena o una veintena de almas. Pero las guerras de Shi­ efervescencia; yo me introduje en uno, abandonando
kasta, el hambre de Shikasta y las enfermedades de Shi­ momentáneamente mi identidad, y Ben en el otro, y
kasta habían exterminado la población, y ahora había agúardamos, dos almas palpitando en silencio dentro de

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una carne que retoñaba rápidamente. El espíritu, el ser dres. Él, en la administración. Ella era médica. Pero decidieron
de cada uno, estaba despierto y consciente, pero nuestros marcharse de Inglaterra y consiguieron trabajo en América. Por­
recuerdos ya se habían disuelto, volatilizado. que Inglaterra era demasiado burocrática y esclerosada. Por eso
He de reconocer -no puedo hacer otra cosa- que son no decían que se marchaban de Inglaterra para no volver, ni que
momentos de atroz desaliento. Incluso de pánico. Los te· iban a trabajar. De América nos fuimoJ a Nigeria, y de allí a Ke­
rribles miasmas de Shikasta se amontonan a mi alrededor nya, y de allí a Marruecos, que es donde estamos ahora. General­
y envío este informe con mi último impulso consciente. mente nuestros padres trabajan juntos en hospitales o proyectos.
Nosotros siempre estamos enterados de en qué trabajan. Nos expli­
can lo que hacen y por qué lo hacen. Se toman la molestia de con­
tárnoslo. Ahora que lo pienso, mientras escribo: para otros niños es
diferente. A veces mi madre, Oiga, tiene que ir a algún lado a tra­
DOCUMENTOS RELATIVOS a bajar, ella sola. Yo voy con ella. Siempre, hasta cuando era peque­
GEORGE SHERBAN UOHOR) ñita. Es curioso que me lo tomara como la cosa más natural.
Tengo que preguntarle por qué me llevaba tanto con ella. Se lo he
preguntado. Me dijo: los paí.ses donde no hay aún mucha burocra­
DIARIO DE RACHEL SHERBAN
cia son más indulgentes. Luego agregó: en todo caso, aquí quieren
Veo que tendré que decidirme. Cuanto más lo pienso, más difí­ a los niños, esto no es Inglaterra.
cil me parece. Hay que atenerse a los hechos. Le conté a George Nuestros padres critican muchas cosas de Inglaterra. Y sin em­
que había empewdo a escribirlo y él me dijo: Ante todo comprueba bargo nos han mandado allí varias veces.
tus datos. Yo he aprendido toda clase de cosas pero nunca he ido sistemá­
Tengo dos hermanos, George y Benjamín, dos años mayores ticamente a la escuela. Sé francés, ruso, árabe, español. E inglés,
que yo. Son mellizos. Pero no mellizos de verdad. Yo soy Rachel. claro. Mi padre me ha enseñado matemáticas. Mi madre me dice
Tengo catorce años. qué libros tengo que leer. Y sé mucho de música, porque ellos ha­
Nuestro padre es Simon. Nuestra madre es Oiga. Nuestro ape· cen música a toda hora.
llido es Sherban, pero antes era Scherbansky. Nuestro abuelo lo A veces mis hermanos acompañaban a mi madre, pero en los
modificó cuando emigraron de Polonia a Inglaterra durante la últimos tiempos están mucho más con Simon. Cuando él iba a los
última guerra (segunda guerra mundial). Nuestros abuelos se seminarios para dar cursos o conferencia$, siempre los llevaba. A
ríen cuando cuentan que nadie podía pronunciar Scherbansky. veces nuestros padres nos ponían un año o dos en una escuela.
Yo me enfurecía cuando decía eso. No encuentro graciosos a los in­ Eso pasó en Kenya. Acabo de darme cuenta. El director era
gleses. Son estúpidos. Mi abuelo es judío. Mi abuela no. amigo nuestro. No hacía más que cambiarnos de clase, con el pre­
Me doy cuenta de que nuestra educación no ha sido nada co­ texto de que no estábamos en la clase apropiada, o que nos había­
mún. Me estoy dando cuenta por primera vez. de muchas cosas mos adelantado, o lo que fuese. Pero lo que hacía en realidad era
mientras pienso qué escribir. Bueno, claro, de eso se trata, su­ darnos la oportunidad de aprender un montón de cosas distintas.
pongo. Hacía lo mismo con otros niños extranjeros y con algunos niños
Primero. Cuando nacimos nosotros tres la familia vivía en In­ negros. Es un kikuyu. Allí aprendimos mucha geografía histórica y
glaterra. Nuestros padres trabajaban en un gran hospital de Lon- geogrOfía económica. Además, siempre hemos tenido preceptores.

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Una de las ventajas de esta educación loca es que una nunca se mento pequeño, y nosotros tres, los niños, dormíamos en el mismo
aburre. Pero si he de decir la verdad, má.s de una vez he deseado cuarto. Una noche me desperté y vi a George de pie; mirando por
quedarme en un sitio y tener amigos durante muchos años. Tene­ la ventana. Era un piso alto, el duodécimo. Me pareció que ha­
mos cantidad de amigos, ya lo sé, pero casi todos están en otros paí­ blaba con alguien. Supuse que estaría jugando y quise participar.
ses la mayor parte del tiempo. Hizo que me callt:ira.
A nosotros, los niños, nos han mandado tres veces de vacaciones A la mañana sigvimte, durante el desayuno, dije que George
a Inglaterra. Pasamos una temporada en Londres y luego vamos a había estado en la ventana esa noche. Noté que mamá se prerr
Gales, a casa de una familia. Son agricultores. Allí aprendemos a cu¡Jaha.
criar animales y un poco de todo sobre cultivos y cosechas. Mi her­ Má.s tarde George me dijo: Rachel, no les digas; no les digas.
mano George pasó allí un año entero, de diciembre a diciembre, Cuando mamá o papá me preguntaron, les dije que había sido
estudiando el ciclo de las estaciones. A Benjamín no le pareció una broma.
bien que Georgefuese y él no, aunque hubiera podido. Estaba por Pero muchas veces me despertaba y veía a George despierto.
entonces en una mala época. ¡Peor que de costumbre, quiero Casi siempre estaba jUnto a la ventana. Yo no me hacía la dor­
decir! mida. Sabía que él no se iba a enfadar. Una vez le pregunté: ¡con
Yo lamenté que George se marchara y no verlo durante todo quiln hablas? Me dijo que no lo sabía. Un amigo, dijo. Parecía
un año. preocupado. Pero no triste.
Es necesario también ahora que diga la verdad. He sido siem­ Aunque a veces estaba triste. No como Benjamín. Cuando Ben­
pre muy celosa. Cuando era pequeña tenía celos de los mellizos. jamín estaba de mal humor, todos teníamos que hacerle caso y po­
Siempre estaban juntos. Y cuando estaban juntos casi nunca me nernos nerviosos como él.
hacían caso. No tanto George como Benjamín. George callaba y se metía en un rincón. Fingía leer un libro.
Cuando era pequeño Benjamín quería estar siempre con Pero yo me daba cuenta de que había llorado o tenía ganas de llo­
George. La gente creÚl que Benjamín era menor que George. Son rar. Él sabw que yo lo sabía, como sabw que yo sabía que pasaba
muy diferentes. Benjamín no es alegre y confiado como Georg� mucho tiempo despierto por la noche. Me rechataba con un muvi­
George no paraba de decirle: s� puedes hacer esto, s� puedes hacer miento de cabeza. Nada má.s. No como Benjamín. Benjamín se
aquello. A veces Benjamín se enfurruñaba y se iba solo. Pero peleaba conmigo y a veces me pegaba.
cuando volvía trataba de que George le hiciera caso. Una vez, en Nigeria, ocurrió algo. Los mellizos tenían un
Y George siempre le hacía caso. Por eso yo tenía celos. cuarto para ellos y yo otro para mí sola. Yo estaba muy enfadada:
Y por eso los tengo todavw. echaba de menos a George. Cuando compartÚlmos el cuarto, es­
Cuando George pasó fuera de casa todo un año, yo pensl que taba cerca de él, y ahora no. Una noche entró en mi cuarto. Yo es­
Benjamín me haría caso. Pero no, me equivoqué. En realidad no taba dormida pero me desperté. Lo vi sentado en el suelo, sobre
me importó, porque quien quiero que me haga caso es Georgt. una estera de paja, apoyado contra mi mosquitero. Saqué la ca­
Ahora escribiré los hechos que recuerdo de cuando éramos beza Juera del mosquitero. La luz de la luna 1e reflejaba en el
chicos. suelo de la habitación y vi que George tenía la cara brillante, por­
Escribiré lo que pienso ahora de las cosas que ocurrieron. Na lo que habw estado llorando. Me dijo: Rachel, éste es un lugar terri­
que pensaba entonces. ble, un lugar terrible, un lugar... La voz se le ahogó y al principio
Cuando estábamos en Nueva York vivíamos en un aparta· no comprendí. Traté de consolarlo, diciendo bueno, que pronto

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nos iríamos. Nuestros padres habían dicho que nos iríamos a Ke­ bíamos sido la única familia blanca, pero no recuerdo que eso
nya. Él no contestó. Más adelante comprendí que no hablaba de me importara mucho.
Nigtria. Ahora veo quefue a mi cuarto porque se sentía solo, pero Era una fiesta, se celebraba algo. Los niños habíamos
yo no lo ayudé. ayudado a servir las bebidas, la comida y esas cosas. Lo hacía­
Ahora me doy cuenta de que se sentía muy solo. Sé que Benja­ mos para contentar a nuestros padres. A Benjamín no le gus­
mín no comprendía muchas de las cosas que él decía. Y yo sólo taba. Decía que teníamos sirvientes y que por qué no lo hacían
ahora comprendo algunas. ellos.
Acabo de comprender que Benjamín era tan irritable yftJnja­ Durante la reunión George adivinó lo que yo estaba pen­
rrón porque sabía que George quería hacerle entender lo que él no sando y me miró con esa sonrisa tan suya que quería decir: sí,
era capaz. de entender. lo sé y estoy de acuerdo. Yo estaba pensand'O en lo tontos que
Yo tenía ocho años cuando nos fuimos de Kenya. eran los adultos, que se pavoneaban dándose importancia,
George dormía al aire libre, en la galería de la casa. El clima como hacen todos los adultos.
era sano, no como el de Nigeria. A George le encantaba pasar las Por la noche, sentados en el muro a la luz. de la luna,
noches bajo el cielo estrellado. Yo sabía que estaba despierto casi George dijo: había treinta personas.
toda la noche y que no quería que nuestros padres lo supieran. A Yo ya sabía por el tono de voz. lo que quería decir.
veces saltaba por la ventana de mi cuarto a la galería y allí me lo Y pensaba, como tantas veces, que yo sabía exactamente lo
encontraba, siempre sentado en el parapeto, mirando la lejanía. que George quería decir, y Benjamín casi nunca. Pero casi en
Vivíamos en unas colinas de las afueras de Nairobi y desde nuestra seguida dijo algo que no me esperaba. Me acuerdo de esa noche
casa se veía el campo. Era hermoso. A veces nos pasábamos mucho porque lloré mucho. Por dos raz.ones. Una, que yo no sabía lo
tiempo sentados en el muro, a menudo con luna llena o media que él pensaba, no más que Benjamín. La otra, que George se
luna. Una noche, pasó por allí un africano muy silencioso, nos vio sentía sin duda muy solo para tener esa clase de pensamientos.
y se quedó mirando. Luego dijo: ¡eh, pequeños!, qué hacéis ah� son George dijo: todo el tiempo sirviendo taz.as de té y vasos de
horas de dormir. Y se alejó riendo. A George le gustó. Cuando yo licor y diciendo por favor y gracias...
me caía de sueño, George me bajaba del parapeto. Se tambaleaba, Yo me re� pues entendí muy bien lo que quería decir.
como si yo pesara mucho, pero en realidad él no creía que yo pe­ Pero en seguida dijo: treinta vejigas repletaJ de orina y
sara demasiado. Conmigo en brazos, cruzaba tambaleándose toda treinta culos repletos de mierda, y treinta narices repletas de
la galería y nos ahogábamos conteniendo la risa. Luego me moco, y millones de poros exudando grasa...
ayudaba a volver a mi cuarto por la ventana. Yo erafeliz. en esos Yo me asusté, porque hablaba con voz. áspera, irritada. Y
momentos que pasaba con George, aunque casi nunca hablábamos siempre que oía esa voz., creía que era yo quien lo irritaba.
mucho. A veces nos pasábamos un largo rato sin decir una pa· Siguió hablando: una sala repleta de mierda y de orina, de
labra. mocos y de sudor. Y de cánceres y ataques cardíacos y bronqut­
Pero una vez. me dijo una cosa de la que me acuerdo. Aquell4 tis y neumonías. Y de ciento cincuenta litros de sangre. Y por
tarde nuestros padres habían tenido invitados. Todos personas con favor y gracias y sí señora Amaldi, y no señor Volbaclt, y porfa­
cargos importantes en Kenya. Había negros, blancos y pardos. A vor señora Sherban, y por Dios Ministro Mobote, y yo soy más
mí esas cosas no me preocupaban porque era pequeña y estaba importante que usted, Señor Doctor '(itular Decano en Jefe.
acostumbrada a ver toda clase de gente. En algunos lugares ha- Me da�a cuenta de que es�aba indignado. Y nervioso, adt-

810 811
más, como se ponía a veces, con el cuerpo contraído. Y las piernas en todo momento llamar la atención de George. No creo que mis
enroscadas una alrededor de la otra. padres sepan hasta quépunto. Y no porque estén demasiado ocu­
Estaba furioso. Se echó a llorar. pados para darse cuenta. Bueno, a veces sí están demasiado ocu­
Dijo: es un lugar terrible, terrible. pados. Piensan mucho en nosotros y en cómo darnos la mejor
Eso no me gustó, me acosté y estuve llorando en cama. educación. Pero una hermana ve cosas que los padres no ven. Se
Al día siguiente él estaba muy simpático yjugó mucho conmigo, les olvidan, supongo. A mí me parece que se acuerdan de lo im­
pero yo no sabía si tenía que alegrarme, porque me trataba como a portante, pero no de las menudencias de la vida diaria. Ahora
un bebé. comprendo que una de las razones por las que querían que
George saliera de casa era para que Benjamin se independizara
Todavía no he escrito nada sobre nuestro aspecto. Somos todos de George. Aparte de que George aprendiese el ciclo de las esta­
distintos. Por la meula de genes, dicen nuestros padres. ciones. Pero eso, tal como yo lo veo, empeoró las cosas. Benjamín
Primero George. Es delgado y alto. Tiene los ojos negros y el sentía que a George le daban más que a él. Sin embargo, él no
pelo negro y lacio. Es de piel blanca, pero no como los blancos de quiso ir a Gales y despreciaba a George p()rque trabajaba como
Europa. Es de color marfil. En Egipto y aquí en Marruecos hay peón de granja. Benjamin es un poco esnob.
mucha gente parecida. Nuestro abuelo indio reaparece en él. Veo que hay una cantidad de hechos en los que antes no me
Ahora Benjamín. Ha salido a Simon. Es algo grueso. Engorda habíafijado para nada. Me pregunto si hay que pasarse la vida
confacilidad. Tiene el pelo castaño y rizado y los !!Jos de color gris­ entera comprendiendo de pronto lo que hasta entonces nos pare­
azul. Siempre está moreno por el sol y un poco encarnado. ció evidente.
Ahora yo. Me parezco más a George. Pero no estoy delgada, por A su regreso, George me preguntó varias veces: ¡qué ha pa­
desgracia. Tengo el pelo negro y los ojos castaños, como los de sado? Cuéntame todo lo que haya pasado. Y yo le conté lo del es­
mamá. Y la piel de color aceituna, aunque no tome sol. En Ingla­ pañol y el francés, y toqué para él la guitarra.
terra no llamo la atención, no resulto rara. Me toman por espa­ Él estaba impaciente, pero no quería que se notase. Me dijo:
ñola o portuguesa. Tampoco aquí llamo la atención, no soy rara. rio, no me refiero sólo a ti. Entonces le conté lo de Benjamin,
El que siempre llama la atención es Benjamin. aunque él ya estaba enterado, porque pasaba mucho tiempo con
Lo que nos cambió la vida a los niñosfue el año que George pasó Benjamin, y cuando se quedó callado y me di cuenta de que no
en la granja de Gales. Oiga y Simon decían que estaba muy mal me preguntaba eso, le dije que mamá había estado organizando
que me �consumiera» pensando en George. Y me hicieron estu­ el gran hospital nuevo y que papá la ayudaba. Por ese lado iba
diar un montón de cosas aquel año, dos idiomas, francés y espa­ mejor, pero tampoco era eso. Porque me dijo: Rachel, nuestrafa­
ñol, y clases de guitarra. Yo no me consumía. Me sentía sola. Y milia no es todo, no somos tan importantes. Entonces sentí pá­
cuando George volvió seguí sintiéndome sola. George tenía trece nico. Me pasa cuando veo que lo decepciono. Seguí parloteando
años cuandofue a Gales y catorce cuando volvió. Era mayor. En­ sobre mamá y papá, y sobre las cosas que habían dicho, pero él no
tonces yo no lo comprendía, pero ahora sí lo comprendo. me escuchaba. George siguió siendo amable conmigo, coondo te­
Durante todo aquel año Benjamin estuvo difícil. Le iba mal en nía tiempo. Pero precisamente entonces estaba muy intranquüo.
la escuela. Estaba muy desanimado. Al volver, George se empeñó No paraba ni un instante. Iba mucho con un grupo de mucha­
en ganarse a Benjamin y a la larga lo consiguió. Pero ahora veo chos del colegio, que eran tan escandalosos y bullangueros que yo
que George había madurado y no Benjamín. Benjamin intentaba no podía creer que aquél fuese el mismo George. Pero me daba

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cuenta de que hablaban de cosas que a mí entonces no me intere­

nero ne esario. Mamá dice que si a � Le permitiera 1 ntrar
fue gr� a contactos especiales. Y o q ue todos somos r gt
saban.

ses. Q.ute�o decir que visitas st; aunque con d!ftcultades, pero viv r
Empecé a prestar atención cuando mis padres hablaban de la
allt, un ano entero era poco menos que impostble. He subrayadtJ los
situación del mundo y me matriculé en los cursos sobre Actualida­
contactos eJjJeciales porque cada vez. me doy más cuenta de lo im­
des que daban en la escuela, y otá cantidad de programas infor-­
portantes que son.
mativos y noticias.
América Olga y Simon dicen que es tan rü:a que de todos mo­
Veo que en este aspecto nuestrafamilia es muy distinta de las
dos la crisis allí no se notaba. Pero yo me acuerd!J de haber visto
demás. A cualquier parte que vayamos, totbJ el mundo defiende
gente que hacía cola para conseguir comida. y Olga dice que era
apasionadamente un partido u otro. Ofingen defenderlo. Esfácil
igual, lo mismo que en Inglaterra, los desocupados alborotando
darse cuenta cuando la gentefinge. Nuestros padres suelen decir
por las calles, �rma�do tumultos y destrozando cosas, y que luego,
que no es reprobable que la gentefinja. Lo hacen para sobrevivir,
cuando todavta estabamos allt; aparecieron los campos y los uni-
que es más importante que desplegar banderas. A veces, cuan®
formes ! disciplina militar. En Nigeria era distinto, porque allí la
dicen eso, la gente se escandaliza. Pero yo sé que ellos piensan que . pobre. Tal vez. sea mejor
g�nte stempr� ha sido que haber sido muy
la política es un error. Piensan que la gente que hace política va
rtco y después ser pobre. Es una idea que se me acaba de ocurrir.
por mal camino. A ellos, lo que les interesa es hacer cosas, como or­
En Ni�eria ve{am�s gente hambrienta y enferma. Esofue cuando
ganizar hospitales y ocuparse de que las cosasfuncionen. No lo di­
empece a acompanar a mi madre a todas partes. A los hospitales y
cen confrecuencia, salvo a nosotros o a amigos íntimos. En reali�
a los campo� de refugiados. Había una epidemia. Mi primera epi­
dad, no lo dicen mucho, pero lo que no dicen hace que la cosa salte . Yo tba con mi madre. Yo estaba
demta. vacunada contra todo
a la vista. Aunque la política es terriblemente importante en todas
partes y ahora entiendo que tiene que haber sido un gran pro�
claro. Pero no se sabía con certeza qué enfermedad era. Todav �
hoy mamá dice que en realidad no se sabe qué era. Ahora veo lo
blema para ellos. Como en la Edad Media cuando alguien se de�
valiente que tenía que ser para llevarme a todas partes. Ella dice,
claraba ateo.
cuando se lo pre�nté (ahora mismo), que tengo que estar prepa­
Hechos. Inglaterra Las dos primeras veces que estuvimos allí rada para los pelzgros y las emergencias. Y así se explica que nues­
nosotros, los ni' ños, era antes de la Dictadura y no pasaba nada ex­ tros padres nos hayan llevado a los tres a tantos sitios, incluso a
traordinario, excepto que todo funcionaba mal. Pero la tercera campos infectados de enfermedades, asolados por las epidemias y
vez., los alimentos escaseaban, hasta en la granja, y el señor y la se� el hambre. En Nigeria no había tantos desocupad!Js porque la
ñora jones estaban preocupados. Les he preguntado a Simon y mayor !arte de la gente, de una manera u otra, seguía viviendo
Olga, y ellos dicen que habtá mucha gente en la cárcel, y que se de­ de la tterra. Y Kenya no era muy diferente; pobreza y toda clase
tenía a la gente de improviso y luego desaparecían. Pero eso no es de e�fermedades. Oiga y Simon, con un gran equipo, estuvieron
nada nuevo. y los que no encontraban trabajo, sobre todo los jóvlf' .
aststtendo durante seis meses a gentes que se habían salvado de un
nes, armaban terribles alborotos. Esofue antes de que los recluta­ �
ham re atroz.. Higienizando los campos. Había cantidad dejóve­
ran y los metieran en campos. En Gales y en Escocia pasaba lo nes sm tr�bO:!o . y también a éstos les pusieron uniformes.
Qué
mismo, y eso que eran independientes. La Dictadura pretendfo. .
grandes e;ercitos ttenen ahora todos los países. Yo nunca lo había
que todos.fueran ingleses, y no hubiese tantos extranjeros. Cuando pensado cor:z o ahora. Y todo porque no hay trabajo. En Egipto era
Georgefue a pasar el año en la granja, nofuefácil arreglarlo. Con un poco diferente: son muy, muy pobres. Y hay enfermedades
la Dictadura, era complicado viajar, y además, nadie ten{a el di-
315
también. Oiga y Simon como siempre, en campos y casas de soco­ ahora y no como pensaba entonces, pero es difú:il potque no paro
rro. Me acuerdo de cuando veía a los chicos por las calles, haciendo de recaer en esa otra forma de pensar.
destrozos, gritando. e incendiando. Yo tenía miedo de que incen­ Lo primero en que tengo que pensar es en Rasan. Poco después
diaran nuestra casa, el edificio donde estaba nuestro aparta­ de que George volviera de aquel año en la granja, apareció RaJan
mento. Ya habían incendiado dos en nuestra calle. La ciudad es­ por la casa y empezó a estar muchas horas con George. Si se piensa,
taba llena de edificios en llamas. ¡Más ejércitos! ¡Más uniformes! es curioso cómo pasó. Porque parecía que no pasaba nada. Rasan
Y ahora Marruecos. Bueno, también esto es diferente, pero no era una visita como tantas, uno de los miembros de la Asociación
tanto, pensárulobJ bien. Palabras diferentes, pero las mismas co­ Médica. Pero desde el primer momentofue amigo de George. Y a
sas. Pobreza. Ejércitos. Y no hay nada que comer. nosotros no nos llamó la atención. Corrijo, a mí no me llamó la
Veo que me he desviado de la política. Me proponía escribir so­ atención, porque eso pasaba siempre.
bre todos los partidos políticos. Los gobiernos. Esas cosas. Pero me La primera vez., .fue en Nueva York. George no tenía más de
parece que en todos los países en que hemos vivido ha pasado lo siete años. Había una mujer que venía mucho a casa y a menudo
mismo. Y está pasando. Sin embargo América es una Democracia. sacaba a George a la calle a ver y hacer cosas. Benjamín también
Gran Bretaña es Socialista. Nigeria es una Dictadura Benevo­ fue con ellos un par de veces, pero no le gustaba la mujer. Le pre­
lente. (Acabo de preguntarle a Oiga, y eso es lo que me ha contes­ gunté a George qué hacían y me dijo: hablamos de cosas. Entonces
tado.) Kenya es un país Libre y en Vías de Desarrollo. (Una Oli­ no le di mucha importancia, pero ahora sí. Y luego, cuando las va­
garquía Benevolente, dice mamá.) Marruecos es Islámico, Libre, caciones en Gales de los tres. Había un hombre de Escocia. Noso­
Socialista y en Vías de Desarrollo. No sé si ésta es la clase de he· tros creíamos que era un especialista en cuestiones agropecuari.tJ.s.
chos sobre los que tengo que extenderme. No puedo creer que sean A lo mejor lo era. Pero ahora no estoy tan segura. Una vezfue con
importantes. Bueno, todo el mundo parece pensar que sí. A mi en­ George de campamento y también salían a pescar. Y a otraJ cosas.
tender, eso demuestra que nuestra educación ha sido, como mí· Pero no recuerdo cuáles. Yo no ponía mucha atencUfn, y ahora me
nimo, muy especial. Casi todo el mundo se apasiona por un par­ arrepiento. Benjamín fue una vez de campamento. No le gustó
tido político sea el que sea. Cuando tenemos visitas, siempre
,
demasiado. Siempre lo encontraba todo aburrido. Era su estilo.
tienen cosas que decir, y las dicen, una detrás de la otra. Muchas Ahora veo que no era tanto lo que opinaba como su stilo. Para
veces George y yo aguantamos la risa. Y hasta salimos de la sala. Y protegerse. Me he quedado pensando, preguntándome si alguna
esto pasa en cualquier país, tenga el gobierno que tenga. Desde vez me invitaron a aquellas salidas. ¡Por qué no iba también yo!
luego, ni papá ni mamá participan nunca en cosas de política, Pero lo que sí recuerdo es que me encantaba tanto la granja qu
pero alfin y al cabo son Expertos contratados por el Gobierno. Lo nunca quería alejarme ni un paso y que por más que me invitasen
cual significa, para quien está acostumbrado a pensar as� que tie­ a hacer cualquier cosa yo no habría querido separarme de la e­
nen que ser partidarios de ese gobierno. O que podrían serlo. Y eso ñorajones. Pero me acuerdo, también, de un paseo con George y
signiftea que las visitas tienen que decir ciertas cosaJ en considera-. ese hombre. Me acuerdo de que tenía algo. Algo que ahora reco­
ción a papá y mamá y a las otras visitas. Es aburridísimo. Bueno, nocería. Se llamaba Martín. George lo apreciaba. Y luego pasó lo
no diré nada más sobre eso. de Nigeria. Cuando se declaró la epidemia, nuestros padres traba­
Contactos especiales. Veo que esto es importante. Veo que siem· jaban tanto que nosotros no siempre estábamos con ellos. Fue en-
P!!fue importante y que yo no me daba cuenta. Porque desde que tonces cuando empezamos a tener profesores. Uno de ellos venía
escribo no paro de ver cosaJ. Procuro escribirlo todo como pienso de Kano y nos enseñaba matemáticas, historia y árabe. Y a obser-

317
vario todo. Insistía mucho en eso. Era profesor de los tres, pero porque hay gente de todas las raz.as. Papá trabajo muchísimo.
ahora me doy cuenta de que George salía mucho con él. Y en Ke­ Bueno, eso ni qué decir tiene.
nya teníamos prcifesores, además de la escuela. Y allí pasaba lo Hay varias viviendas pequeñas alrededor de un patio interior.
mismo. Siempre a George, quiero decir, ahora me doy cuenta. Las habitaciones tienen el suelo de tierra. No es el tipo de casa en
Le he preguntado a mamá por qué pasaba eso. (Acabo de prer el que vive tgente como nosotros». Algunos blancos dicen que so­
guntárselo). Ella comprendió exactamente lo que quería mos texcéntricos». Yo prefiero ser excéntrica y dormir en el te­
preguntarle en cuanto dije la primera palabra Estaba se­ rrado, mirando las estrellas y la luna.
gura de que algún día se lo preguntaría y tenía pensado cómo En este instante mamá está en elpatio, redactando un informe
responderme. De eso me di cuenta tan pronto como hice la pre­ para la OMS. El patio no es sólo nuestro sino de varias familias.
gunta. Se había preparado para responder una por una todas Hay mucho ruido. Ella trabaja en medio de todo eso, de los niños
mis preguntas. Siempre es paciente con las preguntas. Eso lo sé quejuegan, etc. Hay unos lirios en una gran vasija de terracota y
porque me he fijado en cómo contestan otras madres a las pre­ un pequeño estanque turbio y polvoriento, pero que es mejor que
guntas de sus hijos. Cuando le hacemos alguna pregunta, mamá nada.
siempre deja sentado que le parece importante y que ella nos Mamá está sentada en un cojín al borde del estanque y escribe.
toma muy en serio. Yo también me he puesto junto al estanque.
Le dije que estaba escribiendo esto. Pero ya Lo sabía. Le dije No tuve que insistir/e después de que dijera: no lo sé, Rache/;
que los hechos tenían que ser exactos. Y luego le conté que al es­ me quedé sentada y esperé. Pensé que tal vez. no diría nada. Yo la
cribir iba comprendiendo muchas cosas. Eso no la sorprendió en comprendo en estos casos. Pasamos tanto tiempojuntas que sabe­
absoluto. Me habló mucho de Martín. Q.uién era y todo eso. Y de mos lo que piensa la otra. Yo sabía que mamá sabía que yo estaba
Los profesores y la mujer de Nueva York. Pero cuando terminó de en uno de esos momentos en que se entiende todo, de repente.
decir que era asíy asá y que trabajaban en esto o lo otro, me dij� Fue ella la que me dijo a mí: ¡y tú que piensas?
como si yo le hubiera hecho una pregunta concreta: no lo sé, Me sorprendió, lo confr.eso. Lo dijo en voz. baja, no asustada, no,
Rachel. La manera en que ella me respondió me aclaró la prt­ pero como si no supiera qué decir, y como si pensara de verdad que
gunta que yo no había hecho. yo pudiera decir algo que a ella no se le había ocurrido.
Voy a describir dónde pasa todo esto. Estamos en una casa pe-­ Mira, Oiga, le dije, a mí me parece que hay algo muy raro en
queña, de terra do plano. Nos gusta más que el gran bloque de todo esto.
apartamentos en que vivíamos al principio. En el barrio casi to­ S� dijo ella. Sí.
dos los habitantes son lugareños, es decir, Nativos. Así los lla­ Estuvimos calladas largo rato. No parecía un buen momento
man. Son gente adorable, la mayor parte, y tenemos amigos en­ para hablar de cosas importantes. Por los niños, quiero decir. El
tre ellos. Amigos de verdad, quiero decir. De noche, muchas veces bebé de la casa de enfrente, por ejemplo, se hubiera caído al estan­
dormimos en el terrado. Es maravilloso. Nos acostamos en los col­ que si yo no lo sostengo.
chones, mirando el cielo, y conversamos. Es para todos el mejor Dije: de pronto he tenido la impresión de que siempre ha habido
momento. Yo no quepo en mí defelicidad. ¡Porfin toda lafami­ algo raro.
Lia junta! Porque eso no es frecuente. Papá, por ejemplo, ahora S� desde muy pronto. George tenía siete años.
mismo estáJuera, organiz.ando hospitales con un equipo· de mé­ S� con la mujer, en Nueva York.
dicos. Los médicos tTodo PeltJde», llama Benjamín a esos equipos, Miriam.

319
JI

¿Era judía? Ahora que lo pienso me acuerdo de que, en todas partes, cuando
Sí. yo le preguntaba por esa gente, él siempre me decía: hablamos, eso
Lo que fueran nunca ha importado, �"Verdad.1 es todo. O bien: me cuenta cosas.
No. Benjamín rechazó los contactos especiales desde el princi­
Entonces, en el mismo tono de voz en que ella me había ha­ pio. Desde los siete años en Nueva York, cuando Miriam no le
blado, en voz bfJda, aunque en mi caso la razón era que yo tenía gustó. Así fue realmente. Siempre tuvo una oportunidad, lo
un poco de miedo, le dije: ¿George es especial? mismo que George, pero siempre la rechazó. Eso da que pensar. No
S� tiene que ser eso. puedo dejar de pensarlo y hay ahí algo tan tremendo que no sé
¿Qyé piensa Simon? qué hacer conmigo misma, porque, claro está, lo que pienso es: ¿Y
Fue el primero en notarlo. Hubo un momento en que me sentí yo, qué he rechauuio yo? A mí también me lo propusieron, pero yo
aterrorizada, Rachel. Pero él me tranquilizó. Me dijo que reflexio­ siempre encontraba una razón para decir que no. Como que que­
nara. Y reflexioné. Nunca en mi vida he pensado tanto. Creo que ría tanto a la señorajones que prefería quedarme con ella en la
desde entonces no he pensado en otra cosa. S� eso diría yo, Rachel. casa, cocinando y dando de comer a las gallinas.
Esofue todo, por el momento. Le he llevado el bebé a su madre. Benjamín. Las cosas siempre han sido así. Él ha querido siem­
Vale la pena vivir como vivimos. Nadie puede decir que no partic� pre, desde el principio, un poco más de lo que le ofrecían. Q.uería
pemos íntimamente de la vida marroquí. que lo invitaran a él, sólo a él, Miriam o Rasan o quien fuera.
Hace un rato que estoy sentada aqu� pensando. Este cuarto es Apuesto a que si Miriam lo hubiese invitado a él solo, no la habría
mi dormitorio. Aunque más parece un cuchitril. Pero me gusta. Es encontrado aburrida. Y cuando teníamos preceptores y George sa­
muyfresco. Todo de barro. Huele a tierra. A tierra mojada, porr lía con alguno de elles, Benjamín nunca quería acompañarlos.
que le echo agua por la mañana, antes de que empiece a calentar Una vez dijo: ¡Ese negro estúpido! Y lo curioso es que en realidad
el sol. Y echo agua, mañana y tarde, delante de la puerta, para no lo piensa. Q.uiero decir que no cree que los negros sean estúpidos
asentar el polvo, y el olor es maravilloso. ni nada parecido. Dice esas cosas porque son parte de su estilo. Y
Cando me asomo a la puerta veo el cielo azul. Y nada más. eso es lo terrible, si uno se pone a pensarlo. Qyiero decir que cual­
Cielo azul. Calor. quiera puede representar una comedia, pero luego no puede salir
Dos cosas que me intrigan en este momento. de la comedia. Es como el cuento del mimo que no podía quitarse
Una es Benjamín. Una de las razones de que Benjamín sea tan la máscara. Hay algo terrible en todo esto. La verdad es que a
difícil y tan insoportable y tenga tan mal humor, y busque pelea Benjamín no le gusta vivir aquí. Gasta bromas sobre el �barrio de
con George, es porque está celoso de que George pase tanto tiempo los nativos�. Sin embargo le encanta dormir en el terrado, se hace
con Rasan. Sin embargo Rasan lo ha invitado más de una vez al amigo de todos los chicos del lugar y es cariñoso con los más peque­
café y a otras cosas, pero Benjamín nunca quiere. Porque piema ños. Y es sincero, además. Pero le gustaría vivir en un aparta­
que pretenden confo rmar/o con un café o un paseo nocturno. Yo lo mento moderno, distinguido y aburrido, en un barrio moderno,
sé porque, por desgracia, para saberlo no tengo más que mirarme. distinguido y aburrido, con vecinos distinguidos y aburridos. Lo
Creo que George y Hasan comparten toda clase de experiencias que yo creo, ahora que lo pienso, es que Benjamín dice esas cosas
profundas, no sé cuáles, y que el café es lo de menos. Le he pregun­ porque a él no lo tratan como si fuera especial. Pero tampoco a
tado a George varias veces, de noche, cuando estamos acostados en George lo han tratado así. George siempre se ha contentado con lo
la azotea, y él contesta: hablamos, eso es todo. que había. Porque· él veía las cosas y Benjamín no.

3 20 32 1
Sin embargo nunca pasaba mucho. O ésa era la impresión que a mamá. Cuando George vuelve a casa, procuro hablar con él,
una tenía entonces. pero a menudo no me sale. No es que no sea cariñoso. No bromea
Hasta se podría decir que nunca ha pasado nada. Porque, ¡qui conmigo como antes, cuando no era mayor.
era lo que pasaba'! George hacía excursiones, iba de campamento, Me gustaría volver a ese tiempo en que George no era mayor.
alguien, uno u otro, lo llevaba a merendar, o a un museo, o a Yo no quiero hacerme mayor. Quiero seguir siendo pequeña. Es­
dondeJuera. O un preceptor le decía: vayamos al parque. O a la cribo esto porque se trata de decir la verdad. Y ésa es la verdad. A
mezquita, o lo quefuese. O a charlar, simplemente, a la sombra de veces (últimamente) mefijo en Simon y Olga, en cómo viven, esa
un árbol, sentados en el bordillo de la acera. Una vez. lo vi con vida siempre tan dura que llevan, y me doy cuenta de que no sólo
Ibrahim, los dos sentados en el suelo, debajo de un árbol. Tendría es dura porque trabajan tanto; en verdad acabo de comprender
George unos nueve años. O diez.. Fue en Nigeria. Estaban ha� que la vida que llevan es una carga. Ésta � la palabrajusta. Por
blando. Sólo conversando. Los vi y me hubiera gustado estar con una vez.. Y veo a George en esta época y sé que también para él es
ellos. Pero creo que cuando me invitaron dije que no. No lo re­ dura.
cuerdo, pero creo que fue así. Yo diría que piensafuriosamente. De todo lo que pasa, esto me
¡Qyiénes son esas gentes'! Ése es el problema. Cuando llevan al- parece lo más importante. A veces tiene una expresión que yo noto
gún tiempo viniendo por casa, me digo: Ya ha empezado otra vez.. en mí misma cuando me paso aquí las horas pensando Y pen­
S� pero ¡qué'! sando. Como si las cosas se acumularan con tanta rapidez. que uno
Ése es el problema. tiene miedo de no poder captarlas todas. Que uno sabe que no,
Bueno, ésa es la otra cosa que me preocupa, qué hace esa gente. que no las captas todas.
Se aísla mucho. A veces sale al patio, donde estan todos los nmos
. N

Hasan me gustó desde el primer momento, aunque me parecÚJ


,

viejo. Supongo que no lo es. Mamá dice que puede tener unos cua­ de la casa y también los niños de las casas vecinas.juega con ellos Y
renta y cinco años. Más o menos la edad de Simon. les cuenta cuentos, pero está pensando. ¡Está tan inquieto! A veces
Hasan habla mucho con George. Pasa con George más tiempo se sienta y ni bien se sienta se levanta y va y viene como si tuviera
que cualquiera de los otros �contactos especiales». alfileres en el cuerpo. En cuanto se pone el sol, ya está arriba, en el
George ve a Hasan casi todos los días. Yfue con él a la Ciudad terrado. Se olvida de comer. A veces yo le subo un plato de algo. A
Santa, a pasar toda una semana. Ahora lo estoy pensando. Fue menudo se lo da a los chicos. Qye por supuesto casi siempre están
el mes pasado. Cuando George volvió, noté que nuestros padres no hambrientos. Con la espalda contra un saliente del terrado, una
le preguntaban por lo que habían hecho allí. Los dos tratan a � f!
pierna extendida y los brazos alrededor e la otra r� dilla exio­
George como si.fuera un adulto. Tiene dieciséis años. ¡Es miedo lo nada, mira por encima de los tejados, stempre hacta el aelo. Y
que tienen.1 No, é s a no es la palabra justa Hay una palabra, piensa. A veces me despierto a media noche y veo que está senta o, �
pero yo no sé cuál es. despierto, mirando el cielo. También nuestros padres se despter�
st
Lo que quiero decir es lo siguiente: Cuanto más se piensa en tan, pero en seguida se vuelven a dormir. Y ahora me pre�nto
todo esto, más sorprendente resulta. Pero no es que parezca mara­ han sabido siempre que George se pasaba muchas noches sm dor­
villoso, como cuando uno dice: ¡qué sorpresa! Lo que pasa es que mir cuando tenía cuatro o cinco años, por no hablar de cuando te�
uno no para de darle vueltas y va ahondando y ahondando. nía siete, quefue cuando apareció M iriam. ¡Sabrían todo eso'! He
Cada día hay más en quépensar. (Escribo todos los días a ratos intentado abordar el tema con mamá, pero por lo que veo no le
sueltos.) Y entre una y otra vez. pienso mucho y le hago preguntas gusta hablar de estas cosas. Creo que lo ha sabido siempre, pero ha

322 323
que estemos así. Y Benjamín se porNl como un niño pequeño y
tardado en darse cuenta de lo que ella misma pensaba, igual que
grita y ríe demasiado fuerte, pero es porque también él se siente
me ha pasado a mí. Lo que de por sí es yafastidioso. Una carga
aliviado. A mí, me temo, me pasa lo mismo.
Porque si lo que pensamos ahora es diferente de lo que pensábamos
Espero no ser una carga tan pesada como Benjamín para Si­
entonces, también tendrá que ser distinto lo que pensemos dentro
mon y Olga.
de un año. O incluso dentro de un mes, a la velocidad que cam­
He cerrado los ojos para recordar la cara de papá y mamá
bian mis pensamientos en este momento. Si en algo no se puede
cuando miran a Benjamín. Es una e�presión paciente y casi ri­
confiar, es en los propios pensamientos.
sueña. A George lo miran con ternura y alegría. Es la palabra
Sin embargo, a pesar de todo, hay algo en lo que se puede con­
justa. Me encanta mirar la cara que ponen cuando George está
fiar. Más allá de los pensamientos.
A pesar de lo que está pasando ahora, esa cosa extraña que no si
así, dicharachero y tierno. Es como si acabaran de recibir un re­
galo maravilloso. No creo que Benjamín y yo seamos para ellos re­
lo que es, nuestra vida familiiJr es perfectamente normal: hasta
galos maravillosos. A juzgar por las caras, no.
Benjamín es normal, supongo. Hay otras familias con hijos car­
gantes. Eso dice papá de Benjamín cuando se exaspera con él, que Veo que en toda esta parte no hablo más que de George. Cuando
es �muy cargante». empecé, no sabía qué iba a pasar.
Benjamín es de veras muy insoportable. Pero yo sé que lo que lo Fue Hasan quien me dijo que escribiera este diario.
pone así es no saber qué ha hecho mal. Sabe sin duda que él dijo En realidad, no me había olvidado de que.fue Hasan, pero te­
«no» a lo que ahora hace George. Seguro que lo piensa. Benjamín nía el recuerdo en un rincón de la memoria. No me sorprendería
será �cargante», pero no es idiota. que algún día se me olvidase por c()mplew.
George lo vuelve loco. Y Benjamín piensa siempre en él. Es tan raro, las cosas que uno recuerda y las que elige no re­
Cuando George volvió de aquella semana en la Ciudad Santa, cordar.
Benjamín no le preguntó absolutamente nada, pero no se apar­ Ocurrió lo siguiente.
Acababa de ponerse el sol. Estaba saliendo la luna, pero toda­
taba de il, y lo rondaba con aire amenazador. George siempre es
vía no había estrellas. Todo era hermosísimo. Siempre es maravi­
cariñoso con Benjamín. Bueno, casi siempre. Como conmigo. Pero
lloso el anochecer después de un día de calor. La tierra recién re­
lo veo a menudo demasiado abstraído para darse cuenta de que es­
gada tenía un olorfuerte y dulce. Y las voces y los gritos que suben
tamos ahí. Y a lo mejor preferiría que no estuviéramos. Yo tam­
de la ciudad son misteriosos. Y además, la Llamada a la Oración,
bién doy vueltas alrededor de él. Vivo pendiente de una palabra o
que me encanta. Odio la idea de irnos de aquí. Espero que no ten­
una mirada de George. Por no decir de una sonrisa. Cuando toda­
gamos que irnos hasta dentro de mucho tiempo. Pero supongo que
vía era niño, tenía una sonrisa maravillosa. Una sonrisa cálida,
no duraremos. Y el aroma de las especias cuando preparan la co­
cordial. Pero en estos tiempos sonríe menos. Va y viene por la casa
mida. Todo esto me emborracha por las tardes cuando se pone
todo encorvado. Como si llevara sobre los hombros un pesR invisible
el sol.
Y luchara contra las ganas de quitárselo de encima. A veces tiene
George había subido solo al terrado. Yo no pude contenerme y
cara de sufrimiento.
también subí. Él me sonrió al verme, pero siguió sentado, muy
Y luego, de pronto, por lo general cuando toda lafamilia está
reunida, en la mesa o en el terrado, se pone animado y alegre, y se
quieto, como si yo no estuviera. Me sentí muy desgraciada, porque
no me hacía ningún caso. Poco después subió Hasan. George no
presta a toda clase de bromas yjuegos, y es muy aftcMJ.oso con noso­
tros. Yo observo a mamá y a papá y los veo aliviados. Les encanta
pareció sorprendido. Hasan se sentó en otra esquina de la azotea.

324
Durante un rato no dijo nada. La tierra del techo desprendía un hablar, sin que George estuviera delante, no me habría enfadado
calor que me entraba por la e¡palda y los pies. No me acuerdo ni enfurecido. ¡Todo lo contrario!
cómo empezó la conversación. Ahora que recapacito y ato cabos, y Y comprendí que él comprendía exactamente.
pienso en esa vez y en otras veces que yo estaba con George y Ha­ Luego me hizo un pequeño gesto con la cabeza, como diciendo:
san, me doy cuenta de que a menudo no me enteraba del co­ no hay prisa, no te preocupes.
mienzo de las conversaciones. George y Hasan hablaban, sobre Luego siguió hablando con George, de esa manera que me su­
todo Hasan, y George lo escuchaba con profundo interés. De vez peraba.
en cuando asentía o sonreía como sonríe cuando algo le com­ Yo quería que me hablase de nuevo, que me hiciera preguntas.
place. Esa noche, comprendí. Comprendí que estaba com· Me moría de ganas de que me dijera otra vez que quería que escri­
prendiendo. Hubiera podidfJ comprender antes que cuando biese algo para él. Se me ocurrieron mil ideas. Escribiría sobre
George está con Hasan y Hasan habla, George oye cosas que es­ cuando estuve con Oiga en la epidemia vírica y ayudé a cuidar a
tán completamentejuera de mi alcance: Cos as que yo soy in· los enfermos durante todo un mes. Q.uería que me viera como una
capaz de oír. Me daba cuenta, por la cara de George, de que en persona sensata y responsable. Oiga dijo que me había portado es­
las cosas normales y corrientes de que hablaban había muchísimo tupendamente durante la epidemia y que se podía confiar en que
más. Y que yo, simplemente, era incapaz. de captarlo. Era dema­ yo haría lo que había dicho que haría. Yo no cabía en mí de orgullo
siado rápido para mí. Me superaba. En apariencia la conversa­ cuando Olga me lo dijo, pero ahora quería que Hasan me viera
ción no trataba nada importante. Yo pensaba con una especie de así. Y como ellos no me hacían caso, empecé a pensar cosas tontas y
desesperación que no hablaban de cosas importantes ni ex­ vulgares como: si creéis que soy una niña tonta, insulsa y del mon­
traordinarias. Y sin embargo a George se le iba iluminando la tón, muy bien, lo seré. Y me quedé all� mostrando mi desdén
cara a medida que comprendía. (como Benjamín), diciéndome que escribiría una de esas historias
Me sentía tan desgraciada, tan frustrada que estaba a punto ttstúpidas que me mandaban hacer en algunas escuelas: cómo pasé
de llorar. las vacaciones.
Hasan lo notó y me observó de soslayo, mientras seguía ha­ Mientras pensaba en todo eso no presté la menor atención a lo
blando con George. Luego se volvió hacia m� mirándome a la que hablaban George y Hasan, y ahora daría cualquier cosa por
cara, y empezó a hablarme, no de la misma manera, sino de una tener de nuevo esa oportunidad: estar con ellos y oír. Nunca ha­
manera más sencilla. Me preguntó si escribía un diario o algo bía tenido una oportunidad como ésa: estar a solas con George y
así. Yo le dije que s� que llevaba un pequeño diario donde apun­ 11asan mientras ellos hablaban. ¡ Ypor qué iban a darme otra vez
taba cosas como que había tenido clases de árabe o de guitarra, o 11sa oportunidad, si yo misma la había desperdiciado cuando la
que iba al colegio. Dijo que le gustaría que yo contara mi in­ tuve.1 Ahora veo que aquellofue premeditado. Yo me moría de
fanCia. ganas de estar con George y Hasan, y de hacer todas las cosas emo­
Ahora tengo que confesar una cosa. La verdad. CUando lo cionantes -no sabía cuáles- que me imaginaba que ellos hacían . . .
dijo, como sin darle importancia, me puse hecha una furia. ¡Él Pero resulta que todo lo que pasa es que Hasan habla de esa ma­
no era mi profesor ni nada parecido.' ¡A qué venía decirme, como nera tan normal y a la vez tan especial, y George escucha. Está
si tuviera el menor derecho, que él quería que yo hiciese esto o lo pendiente de todo lo que él dice. Está tan absorto que yo creo que
de más allá! Pero en medio del enfado yo pensaba que si me hu­ no se daría cuenta si le echaran encima un cubo de agua.
biera preguntado si quería pasar con él todas las tardes, oylndo/4 Pero cuando a mí me dieron esa oportunidad, no supe escu-

326 327
char, me deji dominar por mis emociones y me quedé allísentada, La vaca caminaba tambaleándose y a l.fin s e desplomó. Nunca
hecha unafuria y muriéndome de ganas de que me mirasen y me e volverá a levantar. Ahí morirá.
hablaran, como una niña pequeña. El sol cae arrasador.
Ahora comprendo que lo habían hecho a propósito para que yo Para protegerla del sol, el viejo ha construido un pequeño co­
me diera cuenta -que tuviera que darme cuenta- de lo inaccesi­ bertizo. Unas cuantas cañas sostenidas por cuatro palos. Da una
bles que eran para mí las lecciones de Hasan. sombra muy tenue.
En todo caso, ya que estoy diciendo la verdad, he aquí lo que Esa vaca es su amiga.
hice. Bajé corriendo del terrado yfui a buscar lo que había escrito El viejo está sentadojunto a la vaca. Ella está a la sombra lis­
para la clase de composición inglesa. Yo estaba orgullosa de esa tada de las cañas, pero él está a pleno sol. El polvo vuela sobre
historia. Había sacado una buena nota. Pero ahora dudo. La ellos.
transcribiré. No es larga. Yo querúl dar la impresión de que mis No hay suficiente agua para todos.
nobles sentimientos me cierran la boca, o algo parecido. El viejo tiene un poco de agua en un tazón de lata. De vez. en
cuando la vacajadea y la lengua le cuelga y el viejo le echa unas
E L V 1 EJ O Y LA VACA MOR1B UNDA gotas de agua sobre la lengua y también él traga algunas gotas.
Ahí están los dos. Él se quedará con la vaca hasta que muera.
Anoche vi en la televisión algo que me ha impresionado y trans­ La vaca sabe que se va a morir. ..
formado para siempre. La vaca piensa que durante toda su vida ha pertenecido a ese
El televisor estaba en la plaw pública y había mucha gente mi­ hombre y a su familia. Pero la mujer y los hijos han muerto. La
rando, toda gente pobre, de esa que nunca tiene bastante comida. vaca se pregunta por qué está ahí echada sin poder levantarse,
Era un programa sobre el hambre en el Sahel. En realidad, so­ .;unto al viejo, y por qué hay polvo por todas partes, y por qué no
bre varias hambres, pues habían tomado imágenes de diferentes hay lluvia ni pastos ni agua.
programas para hacer un informe general. La vaca no comprende.
Una de las imágenes se me ha quedado grabada. El viejo no comprende. Pero dice que es la Voluntad de Alá.
Un viejo sentado junto a una vaca. Yo no creo que sea la Voluntad de Alá.
El viejo estáJlaquísimo. Se le pueden contar las costillas. Las Pienso que es algo horroroso y que Alá nos castigará a todos por
clavículas y los antebrazos son esqueléticos. dejar que el viejo se muera ahíy que su pobr-e vaca se muera en el
. Pero tiene una expresión paciente y sabia, y ojos pensativos. Y polvo ardiente.
una gran dignidad. ¡Por qué, oh Dios.1
La vaca está tanflaca que sólo es un pellejo estirado sobre el cos­ ¡Por qué, oh Alá?
tillar, y le sobresalen los huesos de la pelvis. Ya se puede ver qué as­
pecto tendrá cuando se muera, dentro de pocos días. Regresé al terrado con esto en la mano, decidida a dárselo a
Pero mira hacia la cámara y los ojos son pacientes y sabios. Hasan. Estaba hablando con George y no parecía quefuera a ocu­
No hay más que polvo y polvo en muchos kilómetros a la re­ parse de mí. Volví a sentarme.
donda. Cerca hay una parcela de tierra de tallos secos. Es el mijo El cielo ya estaba lleno de estrellas brillantes y era la hora en
que habían plantado para comer durante el año. Pero la sequía lo que todo el mundo come. Yo sabía que pronto también nuestra
ha matado. cena estarfa lista.

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En seguida avisó Olga: la cena. prendido una cosa y yo otra. Parece inevitable en este tipo de con­
Hasan terminó lo que estaba diciendo y se puso de pie. Lle­ versaciones.
vaba la túnica blanca de siempre y parecía muy alto y un poco El segundo es que George ha hecho algo que ni en mil años lo
fantasmal. Yo sentía una congoja. Una horrible congoja. No sa­ hubiera esperado de él. Se ha convertido en el jefe de toda una
bía qué hacer. Estaba desesperada. pandilla de muchachos del colegio. Son tan tontos y alborota·
George se había levantado y estaba junto a Hasan. Me sor­ dores y brutos como todas esas pandillas. No hacen más que co­
prendió ver que era casi tan alto como Hasan. rrer de un lado a otro, soltando discursos y dándose importancia.
Los dos me miraban, altos, inmóviles y fantasmales, rodeados Y George está con ellos.
de estrellas. Para m( es tremendo.
Hasan sonrió. Yo le tendí mi historia pero él no la tomó. Claro Sé que a mamá no le gusta, ni a papá.
que no. ¡Si él no me la había pedido! En cuanto a Benjamín, pues, claro, se lo está pasando como
Entonces se lo dije todo de golpe, atropellándome: quiero ha­ nunca en la vida, feliz. de poder despreeiar a George.
cerlo, haré el diario, de verdad que voy a hacerlo. Pero George sigue viendo a Hasan. Y yo no sé qué pensar.
Bien, fue todo lo que él dijo.
Y créase o no, me sentí mal otra vez., porque a él no le había Hace tiempo que no escribo. Meses.
interesado mi preciosa historia. O porque hubiera tenido quefeli­ George ha estado en la India, viendo a lafamilia del abuelo.
citarme o brincar de contento o no sé qué cuando le dije que es­ Está aún más mayor que antes, si es posible, pero sigue siendo el
cribiría el diario. jefe de esa pandilla horrible y pasa mucho más tiempo con Hasan
Fui la primera en bajar por las escaleras exteriores de la casa. que con nosotros.
George me siguió. Y luego Hasan. Me moría de ganas de que
Hasan se quedase a cenar. Otras veces se había quedado.
Pero al llegar al pie de la escalera dijo buenas noches, y Historias de Shikasta, vol. 3 . 0 1 4, Período entre la Se­
George respondió buenas noches, y as( acabó la cosa. gunda y la Tercera Guerra Mundial. Ejércitos: Distin­
Benjamín no vino a cenar, gracias a Dios. tos tipos de: Los Ejércitos de la Juventud.
Por eso he escrito todo esto.
Y ahora sé por qué Hasan quería que lo escribiera. ceLas nubes presagian tormenta. H Nunca ha sido tan per­
tinente este dicho shikastiano como en aquella época en que
Esta parte la estoy escribiendo varias semanas después. Nueve los acontecimientos se sucedían a un ritmo vertiginoso. Los
para ser exacta. pequeños indicios que anunciaban profundos cambios so­
Dos hechos. Uno, que varias veces me he encontrado -lo ciales no se notaron con uno o dos siglos de antelación, sino
digo así porque siempre parece ocurrir por casualidad- con Ha­ pocos años antes, incluso sólo meses antes. Jamás hubo en
san y George hablando. O, mejor dicho, con Hasan hablando y Shikasta una época en la que fuera más fácil predecir lo que
George escuchando. Al menos ahora no me dejo llevar por la iba a suceder; ninguna en la que para los shikastianos hu­
emoción ni me martirizo por dentro. Y escucho. A veces hasta biera podido ser más fácil comprender la elemental verdad
tengo una vaga idea de lo que dicen. Pero la verdad es que des­ de que ellos no eran responsables de lo que les pasaba.
pués de una de esas conversaciones, yo sé que George ha com- Las consecuencias del desempleo generalizado, sobre

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todo entre los jóvenes, preocupaban ya desde la octava dé­ -teléfonos, transportes públicos, parques, edificios admi­
cada, a menudo en secreto y con temor, a todos los gobier­ nistrativos- podían ser destruidas en cualquier momento,
nos de Shikasta. Ya nadie dudaba de que las nuevas tecnolo­ estropeadas o inutilizadas temporalmente. Las ciudades
gías (con frecuencia inesperadas) conducirían inevitable­ eran peligrosas por las noches cuando esas bandas robaban,
mente al desempleo multitudinario en todo el planeta, atacaban, asesinaban, siempre de un modo impulsivo, sin
-incluso con independencia de la crisis económica, imputa­ odio, casi como por juego.
ble en buena parte al incesante derroche de las riquezas y El remedio -una mayor vigilancia policial, es decir, una
los recursos naturales en guerras y preparativos para la mayor militarización- reveló claramente la naturaleza
guerra- aunque la población no continuara aumentando misma del problema. El efecto fue de bola de nieve: el
como en el pasado reciente. (Las hambres, las epidemias y aumento de la vigilancia policial, sentencias judiciales más
las catástrofes naturales -estas últimas enormemente favo­ pesadas y el crecimiento continuo de la población peniten­
recidas por las presiones cósmicas- sólo más adelante llega­ ciaria tuvieron como consecuencia inevitable un mayor po­
ron a influir sobre la explosión demográfica.) der policial, penas todavía más pesadas, y una intensifica­
En aquella época, los conocimientos sobre psicología co­ ción de las crueldades impuestas a los delincuentes. Pero
lectiva, manejo de las masas y psicología de los ejércitos ha­ todo esto no fue más que el principio del problema, los pri­
bían alcanzado un notable desarrollo, dentro de los límites meros balbuceos. Las hordas de jóvenes -en esa época casi
que Shikasta se había impuesto. [Véase SUB-SECCIÓN 3, todos eran varones- que cometían actos vandálicos en oca­
((Cambios de Criterios y Normas en los Dominios científica­ siones especiales, tales como espectáculos artísticos o de­
mente "Respetables" y Permitidos. Análisis Comparativct portivos, y la violencia ocasional, esporádica y aparente­
del Dogmatismo Científico y el Dogmatismo Político y Reli­ mente gratuita de los pequeños grupos, sólo fueron
gioso en distintas Culturas. •• Vol. 3. 0 1 0, Capítulo 9, ((Re­ entonces una leve sombra sintomática de lo por venir, un
sultados de las Investigaciones Secretas en Instituciones presagio. pese a que la vida pública de las ciudades ya había
Científicas Militares e Impacto sobre la Ciencia en el sector cambiado mucho, y la gente de más edad lloraba la pérdida
Civil y en el Revelado. ,] de las comodidades y servicios de la vida urbana; porque no
Todos los gobiernos eran conscientes de los dilemas que ha de olvidarse que aunque reconozcamos que en este siglo
se les planteaban y casi todos, en mayor o menor grado, te­ la barbarie y el horror crecían de continuo, la familia que
nían largas discusiones con los expertos en problemas de­ quisiera vivir sin sobresaltos ni dramas, aún podía encon­
mográficos. trar con facilidad una calle tranquila, y ((paz••, siempre y
A finales de la década nadie ignoraba lo que podía ocu­ cuando tuviera la suerte de habitar en una región geográ­
rrir con esas masas de jóvenes en paro permanente. Las ciu­ fica relativamente protegida y favorecida, y fuera capaz de
dades ya no podían defenderse de la violencia desenfrenada desentenderse de la guerra -y sus consecuencias-, como de
y sin objeto que caracterizaba a los grupos de jóvenes algo que ocurría en otra parte y que a ellos no les afectaba; o
-hombres y mujeres- que destruían, a ciegas y ((sin ninguna que les había ocurrido a ellos, pero entre tales y cuales fe­
razón••, todo cuanto encontraban delante. chas, y ya había terminado.
Las instalaciones que daban a las grandes ciudades de Durante toda esa época de guerra casi permanente,
Shikasta al menos una apariencia de bienestar y comodidad cuando la riqueza de Shikasta se volcaba a raudales en la

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guerra, cuando las noticias sobre la guerra y los preparatiM res y los mantiene acuartelados y sujetos a disciplina, sabe
vos para la guerra desbordaban los medios de información, que a esa masa no se la puede dejar inactiva, y es necesario
todavía fue posible en numerosas ciudades, durante breves cuidar de que sus energías estén convenientemente canali­
períodos y mediante constantes recomposiciones mentales, zadas: aunque pocos shikastianos entendieron esto como
vivir en un estado de casi apacible ilusión. hubieran podido y debido entenderlo. Las masas de indivi­
Pero los que no podían vivir en esta ilusión eran los goM duos militarizados dejan de ser individuos: obedecen a otras
hiernos, que habían de enfrentar el problema de las multiM leyes, y abandonadas al ocio se pondrían a incendiar, sa­
tudes de jóvenes que no tenían posibilidad de tr�ajar, que quear, destruir y violar, por la sencilla razón de que tal es la
nunca habían trabajado, y cuya educación sólo los había lógica de las distintas tendencias acumuladas.
preparado para el ocio. Los remedios no fueron numerosos y tampoco eficaces,
En algún momento, el número de estos jóvenes aumenta­ no al menos a largo plazo. Uno consistió en crear, en vez de
ría hasta tal extremo que cabría esperar algo mucho más un solo ejército que obedeciera a una consigna, un solo jefe
grave que algún acto de violencia aislado y arbitrario, mu­ o una sola idea, tantos ejércitos como fuera posible, con
cho más grave que el vandalismo ocasional. Como obede­ otros tantos uniformes. En cada región del planeta había
ciendo a una consigna, aunque para ellos sería ccpor pura docenas de sub-ejércitos diferentes, y se los animaba a que
casualidad))' las masas invadirían las ciudades en tropel, se consideraran distintos de todos los demás y compitieran
destrozándolo todo y matando -al azar y sin ninguna ra­ entre sí de todas las formas imaginables: deportes, juegos,
zón- a quienes encontraran por las calles; y una vez con­ simulacros de batallas, pedestrismo, excursionismo, monta­
cluida la orgía destructiva, se retirarían a sus casas, tacitur­ ftismo, maratones. . . Toda Shikasta estaba invadida por le­
nos y perplejos. Las hordas, los pequeños ejércitos, las giones de jóvenes atléticos, vestidos con mil uniformes dife­
bandas y hasta grupos reducidos, asolarían los campos, ma­ rentes, que competían afanosos y vociferantes, en activida­
tando a los animales, volcando las máquinas de labor, que­ des que sólo la estricta vigilancia oficial hacía inofensivas.
mando las cosechas, saqueándolo todo. Pero el número de millones seguía aumentando.
Lo que había que hacer era claro. Y se hizo. Gran nú­ Y cada vez se derrochaban más las riquezas del planeta
mero de esos incendiarios y depredadores en potencia fueM en la guerra, en la esterilidad.
ron enviados a diversos organismos militares, disimulados Estos ejércitos eran alimentados, albergados, cuidados,
bajo denominaciones civiles; en realidad se hizo lo que siem­ pero la población civil se alimentaba cada vez peor y los re­
pre se ha hecho en Shikasta con este tipo de disturbios: que cursos del planeta se agotaban día a día. Aterrorizados por
el ladrón persiga al ladrón, que los depredadores uniforma­ sus ccprotectores))' supeditados por completo a la buena vo­
dos y convertidos en funcionarios públicos vigilen a los de­ luntad de las masas uniformadas, los civiles, los no organiza­
predadores. dos, militarizados, ni institucionalizados, se hundían poco a
Pero serían cada vez más, más y más. . . y fueron más y poco en la insignificancia y la impotencia.
más: millones. Y millones. La distancia entre los jóvenes -en uniforme o que espera­
Los ejércitos tienen una dinámica, una lógica, una vida ban el uniforme- y los viejos, e incluso los adultos, era casi
propia. abismal. Los mayores se volvían cada vez más invisibles
Y todo gobierno que viste de uniforme a hombres o muje• para los jóvenes.

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En la cúspide de esta estructura estaba la clase privile­ necesariamente más exactos, más cercanos a la realidad,

giada de los técnicos, organizadores y manipuladores, uni­ que los que habían aprendido sus padres y sus abuelos. Un

formados o no. Como casta internacional de tecnócratas ' ejemplo: la precisión y la complejidad de los datos, conteni­

planificadores y organizadores, mantenida y alojada por los dos en los mapas geográficos producidos en serie que se uti­

estados, viajaban sin cesar, de congreso en congreso y eran lizaban en las aulas sobrepasaba los sueños más audaces de

una verdadera red de expertos y administradores que se ex­ los geógrafos de hacía tan sólo dos o tres decenios. Y, aun­
tendía por todos los países y cuya conciencia de la desespe· que la mayoría de los shikastianos ni siquiera lo sospechaba,

rada situación de los shikastianos hacía que las barreras na­ la geografía es la clave para comprender las cosas esenciales

cionales e ideológicas significaran para ellos menos que de la vida. Hasta el menos cultivado y más ignorante de los

nada, mientras que en los estamentos inferiores de la socie­ jóvenes conocía al dedillo datos que de una manera u otra,

dad esas barreras se consolidaban y fortalecían. Porque las manifiesta o implícitamente, contradecían la propaganda a

gentes que vivían hacinadas, unas sobre otras, respiraban que estaban sometidos.

día y noche junto con el aire toda clase de consignas e ideo­ Y lo que en un período anterior del Siglo de la Destruc­
logías de las que no había modo de librarse. ción los shikastianos llamaban el ••sobrentendido.. se convir­

Esas miriadas de ejércitos juveniles, con uniformes abi­ tió muy pronto en un hábito general. Por una parte emplea­

garrados o, por lo menos, con banderas e insignias, sólo ban y con destreza, por natural instinto de conservación,

eran uno de los muchos ejércitos que había en Shikasta. los vocabularios y dialectos del adoctrinamiento; pero em­

En cada país había además pequeños ejércitos especiali­ pleaban también, y al mismo tiempo, las ideas y vocabula­

zados, cuyo adiestramiento nada tenía que ver con el de los rios reales, los métodos útiles y los conocimientos prácticos.

jóvenes. Eran los ejércitos destinados a combatir. Los avan­ Inevitablemente, cuando un desarrollo de orden práctico

ces tecnológicos habían hecho superfluos los grandes ejérci­ invalida los dialectos y vocabularios de una cultura, éstos se

tos de otro tiempo. El cuerpo principal de estos ejércitos es­ convierten en fórmulas redundantes, estereotipadas y gro­

taba constituido por mercenarios, es decir, individuos tescas. Las expresiones, las palabras, las frases se suceden

reclutados entre voluntarios con habilidad para matar, con automáticamente, sin ningún efecto; han perdido todo po­

experiencia en guerras anteriores o que buscaban un pre­ der, toda energía.

texto para dar rienda suelta a sus instintos. No tardó en ocurrir lo que todos los gobiernos habían

Aunque la mayor parte de los reclutas juveniles no ha­ previsto y habían querido impedir, aterrorizados; los ejér­

bían recibido más que una modesta educación, y de todas citos juveniles empezaron a producir jefes propios, distin­

maneras sin relación con los problemas que tenían que tos de los designados por la autoridad. Porque pese a los

afrontar, esto no significaba que no hubiesen sido cuidado­ constantes esfuerzos de los gobiernos por mantenerlos en la

samente adoctrinados, en especial sobre las virtudes del ignorancia, los jóvenes reclutas -hombres y mujeres- ha­

conformismo. No obstante, las diversas formas de adoctri­ bían llegado a comprender, gracias a la información todavía

namiento no siempre coincidían con lo que se les inculcaba accesible, los mecanismos de las organizaciones a que perte­

en los ejércitos. Ha de recordarse que aun los datos más necían, los métodos que se empleaban para vigilarlos, y en

simples y elementales que se enseñaban a un joven shikas­ realidad para someterlos. Y eso era lo que los nuevos jefes
tiano en las últimas décadas del Siglo de la Destrucción eran explicaban a las masas.

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Muy pronto las masas juveniles organizaron lo que en Esta vez, sin embargo, la rebelión era mundial. Los gobi
este contexto no era ni más ni menos que su propia educa­ nos y las bandas de expertos técnicos y militares trataron de
ción. Los habían preparado para que rivalizaran entre hacer creer que nada ocurría, quizá con la esperanza de
ellos, como enemigos; no estaban autorizados, o por lo me­ que algún milagro -quién sabe, quizá algún nuevo descu­
nos no se los estimulaba a que se relacionaran unos con brimiento técnico- viniera a socorrerlos.
otros. Se les había enseñado a ver en los uniformes y divisas Los ejércitos cubrían toda la superficie de Shikasta. Du­
distintos de los propios, la marca de lo extraño, de lo que ha­ rante ese tiempo las enfermedades hicieron estragos entre
bía que temer. La existencia misma de estos jóvenes hacía los hombres y lo que restaba de la población animal y la
que los gobiernos temblasen; la vida que llevaban, cada mo­ flora. Durante ese tiempo, los millones que poblaban el pla­
mento de esa vida, probaba que en verdad eran inútiles y neta comenzaron a disminuir a causa del hambre. Durante
superfluos, pues no intervenían en la elaboración de rique­ ese tiempo el aire y el agua se llenaron de venenos y mias­
zas y carecían de todo valor a los ojos de la sociedad. . . Todo mas, y no quedó ningún lugar protegido. Durante ese
esto, se lo enseñaron a ellos mismos. tiempo, en fm, toda suerte de desequilibrios creados por
Pero el hecho de que hubieran tomado conciencia de la una huhris demencial engendraron toda suerte de desastres
situación no bastaba para mejorarla. naturales.
Tenían la desgracia de ser jóvenes en un mundo donde Entre las multitudes operaban nuestros agentes y servi­
multitudes siempre crecientes se disputaban los escasos ali­ dores, en silencio y casi siempre invisibles; algunas veces,
mentos disponibles, donde la única posibilidad de mejorar aunque raras, públicamente. Canopos, como siempre, pre­
pasaba por la muerte de muchos, donde la guerra era una paraba planes de salvamento y reforma.
certidumbre. Pero también circulaban por allí los agentes de Shammat.
Los representantes de los ejércitos juveniles, los repre­ Y los de Sirios. Y de los Tres Planetas. Todos perseguían in­
sentantes autónomos, recorrieron toda Shikasta, país por tereses particulares, desconocidos y las más de las veces le·
país, celebrando congresos, dando explicaciones y mon­ jos de las miradas de los shikastianos, que no sabían cómo
tando organizaciones y alianzas que socavaban o se oponían considerar a esa gente extraña, si como amigos o n mi
de plano a los decretos y ordenanzas de los estratos dirigen·
tes, los expertos y administradores; y pareció que desde to­
dos los rincones del planeta se alzaba un inmenso clamor de DIARIO DE RACHEL SHERBAN
desesperación.
Porque ¿qué se podía hacer para cambiar el mundo que Nuestra familia ocupa los cuatro cuartos pequeños de la e -

los jóvenes habían heredado? quina de esta casa de adobe, si es que puedtn llamarse casa unas
Cada vez más empecinados en un aborrecimiento tosco y pequeñas habitaciones con puertas que dan a la calle y puertas in­
desesperanzado -pues consideraban que los mayores eran teriores que dan a un patio central. No me imagi n o esta casa habi­
totalmente culpables- empezaron a dar órdenes a los supe­ tada por una solafamilia, a menos quejuera como esas de las no­
riores y a los gobiernos, los dirigentes de Shikasta. Como velas rusas, de decenas de personas. Quiere decir que el edificio se
había ocurrido muchas veces en este planeta los soldados construyópara alojar a variasfam üias pobres. Encima de las habi­
eran demasiado fuertes para un Estado débil y corrompido. taciones está nuestro terrado, separado de los otros por muretes

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que ocultan a quien esté sentado o acostado, pero no a quien estl rece que tuviera cuarenta años. Naseem vuelve cansado del tra­
de pie. Mamá y papá tienen un cuarto minúsculo. Benjamín y bajo y entonces discuten y gritan. Ella chilla. Él le pega y luego
George comparten otro. Yo tengo mi cubículo. Además, el cuarto llora. Shireen llora con él y lo consuela. Los niños lloran. Tienen
que hace de comedor y sala, cuando no estamos en el terrado. La hambre. Fatima corre de un lado a otro, imprecando e invocando
cocina está juera. Es una especie de horno de adobe. a Alá. Dice que Naseem es un demonio. Luego dice que Shireen.
Nos llevamos bien con todas lasfamüias, pero Shireen y Naseem Pero en seguida los besa y todos lloran un rato más. Es la po­
son nuestros amigos pem()nales. Shireen adora a Oiga. Y Fatima, breza Ninguno de ellos ha tenido nunca suficiente comida.
la hermana de Shireen, me adora a mí. Nunca han contado con asistencia médica adecuada. Cuando ha­
Naseemfue a la escuela y era un buen alumno. Es inteligente. blo de asistencia médica, no entienden lo que quiero decir. Creen
Q!terlá serfoico. Sus padres se privaron de todo para que pudiera que significa el gran hospital nuevo, tan mal organizado que es
ir a la universidad, pero no le impidieron que se casara, así que te· peor que un matadero, y que los traten como a idiotas. Ellos ni lo
nú.z esposa e hijo antes de los veinte años. Ésta es laforma occickn� pisan. Cuando están enfermos, recurren a viejos remedios caseros.
tal de ver las cosas. Para mantener la casa trabaja en una ofzcina. Es demasiado caro que los atienda un médico de verdad. Shireen
Dice que tuvo suerte en conseguir ese empleo. Por lo menos es esta­ está otra vez. embarazada. Ellos parecen contentos. Una vez.
ble. Yo me pregunto a menudo quépensará él de todo eso, de tra­ acabada la pelea, los oigo reír. Luego sigue una especie de buen
bajar en una oficina, de siete de la mañana a siete de la tarde, y humor provocativo y lúbrico. Eso quiere decir que van a hacer el
tener mujer y cinco hijos a los veinticuatro años. amor. He visto a Shireen con señales en las mejillas y en el cuello,
Paso mucho tiempo con Shireen y Fatima: Cuando Naseem sale porque ha estado haciendo el amor, y entonces Fatima, la her­
a trabajar y todos los hombres, menos los viejos, se van del edificio, mana soltera, se ruboriza, y las demás mujeres casadas le gastan
las mujeres vienen y van de casa en casa y es como si los bebés y los bromas a Shireen. Y ella está orgullosa Aunque siempre le duele
niñosfueron de todas. Las mujeres cotillean, se ríen, se pelean y se la espalda y está cansada, es alegre y maravillosa con los niños.
reconcilian. Todo como en famüia. A veces me parece horrible, Salvo algunas veces, cuando está tan agotada que se sienta y se es­
como una escuela ck niñas. Cuando se juntan, las mujeres ríen tremece, llorando y gimiendo. Entonces Fatima le canturrea y la
constantemente, sin ton ni son, se aniñan y se hacen platos espe.. mima, y trabaja más que de costumbre, aunque siempre trabaja
ciales unas a otras. En Oriente y en Occidente. Cuando Shireen mucho para ayudar a Shireen. Y Naseem la acaricia y maldice y se
sólo tiene en casa dos o tres tomates, un par de cebollas y un pu­ enfurece de verla siempre tan extenuada. Y otra vez. empiezan las
ñado de lentejas, y no sabe qui dar de comer a sufamilia ese dlá, provocaciones y las risas mutuas. Es misterioso, esteflujo y rtjlujo.
igual hace una empanadilla de lentejas para una determinada Quiero decir que es una especie de misterio. Yo no entiendo. Los
amiga que vive enfrente, al otro lado del patio. Y la amiga espol· observo y trato de entender. Hay respeto entre ellos. Y ternura.
vorea con azúcar un poquito de yogur y se lo da a Shireen. Siem­ Pero tienen una vida muy difícil, terrible, y él nunca seráfísico,
pre es unafiesta, hasta con una cucharada de yogur y siete granos nunca será más que un modesto empleado. A menudo se enfurece
ck azúcar. Se miman unas a otras, se acarician, se hacen pequeños cuando lo piensa. Y ella a los cuarenta será una. anciana. Y algu­
regalos. Y no tienen nada. Es encantador. ¡Es ésta la palabra1 nos de los hijos habrán muerto. Mamá dice que dos son débiles y no
Probablemente no. vivirán. Como ninguno de los niños ha estado bien alimentado, es
Shireen siempre está cansada. Tiene en un pecho una llaga que posible que tengan lesiones cerebrales, dice mamá.
cicatriza y se vuelve a abrir. Y el útero caído: Los dlás malos pa- A veces, cuando veo a una anciana, pienso que tendrá setenta

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años por lo menos; luego me entero de que tiene cuarenta, que ha Shireen está contentísima porque espera un hijo, aunque no
engendrado diez. hijoJ, cuatro de ellos muertos, y que es viuda. tiene fuerzas ni para arrastrarse y eso significará menos comida
No puedo soportar estas cosas. No las entiendo . aún. Y anda muy preocupada porque ha llegado la hora de que
Soy occidental y creo en la igualdad de las mujeres. Así es como Fatima se case.
yo pienso. Y Oiga también. Pero cuando Oiga está con Shireen y Fatima es muy delgada y no es bonita, pero es llamativa. Sabe
Fatima, es igual que ellas. Se ríe, está alegre y es como de lafami­ cómo parecer atractiva. Usa kohl, henna y colorete. Tiene dos ves­
lia. Estas mujeres se divierten locamente. Se ríen y diifrutan con tidos. Los lava y los cuida. Benjamín dice que están como para
cualquier cosa. Yo las envidio. Aunque parezca mentira. Se su­ una caridad. Qyé va a decir él. No soporto ver a Benjamín cerca
pone que son desgraciadas y que las oprimen. Y es verdad. La esco­ de esta gente. Son todos muy esbeltos y elegantes. Muy ágiles de
ria de la escoria. Y los maridos también. Cuando comparo esta movimientos. Como el aire. Porque nunca han tenido bastante co­
vida de privaciones con lo que recuerdo demasiado bien de Amé­ mida. ¡Y Benjamín! Un oso pardo enorme y peludo. George se en­
rica, me dan ganas de vomitar. Lafatua vulgaridad de aquella tiende con ellos. Se parece a ellos. Es delgado y ágil.
vida. Cuando estas mujeres pillan una vieja revista americana, Benjamín sabe que estáJuera de lugar y que ellos lo encuen­
una de esas revistasfemeninas, se amontonan alrededor, se ríen y tran raro, y guarda las distancias.
disfrutan como locas. Una de esas revistas viejas y rotas que uno Shireen quiere que Fatima se case con un amigo de Naseem que
hojea en la sala de espera del dentista y piensa n;aya porqueríl.u, trabaja en la misma oficina. Naseem cree que ese hombre se casará
ellas la tratan con gran respeto. Cada uno de esos anuncios asque­ con ella. Hacen bromas sobre el casamiento. Naseem dice: Ten
rosos les da motivo de diversión para varios días. Miran uno de compas ión, o cosas por el estilo, para qué quieres casarlo al pobre y
esos anuncios y van y se plantan delante del único espejo que hay cargarlo con toda esta miseria. Señala a Shireen y a los cinco chi­
en todo el edificio. Es un espejo viejo y cuarteado y a la dueña le cos. Y se ríe. Shireen se ríe. Fatima se ríe. Si estoy con ellas y no me
parece muy natural que todo el mundo lo use. Le ponen a una de río, todos me miran y se burlan de m� diciéndome lo solemne y
ellas un vestido barato, la comparan con la modelo del anuncio y aburrida que parezco, hasta que me echo a reír.
se echan a reír. Y de pronto hay como una repentina oleada de negra amar­
Yo las miro y pienso en todo lo que tiramos: nada es bastante gura. Algo horrible. Naseem y Shireen se irritan, se enojan y se
bueno para nosotros. odian. Los niños lloran y gimotean. Los dos cuartos parecen llenos
A veces dicen que van a aprender idiomas como yo, que soy tan de vómitos y caca de niños, y cosas peores. Moscas. Restos de co­
inteligente, y se ponen a mi alrededor y yo empiet.o con elfrancll mida. Es horrible, sórdido, espantoso.
o el español. Y ellas escuchan, con los niños amontonados alrede­ Naseem dice en broma que quizá su amigo Yusufme prefiera a
dor y pidiendo que les hagan caso. Luego una tiene que irse y otra Fatima, que al menos yo soy instruida y podría darle una vida.
la sigue. Yyo estoy ahísentada, ofreCiendo milfrases maravillosas, Ante lo cual Fatima me lleva al cuchitril que comparte con los tres
que ellas repiten. Pero a la clase siguiente vienen menos, y en la niños de mayor edad y de un gancho que hay en la pared de adobe
siguiente sólo hay una o dos. Fatima está aprendiendo españ6l descuelga su mejor vestido. Es un vestido azul marino de una tela
conmigo. Dice que podría conseguir un trabajo mejor que el que suave, muy usado. Huele a Fatima y a su perfume, lánguido y
tiene. Es mujer de limpieza. Si se puede llamar as( a una chica de fuerte. Tiene hermosos bordados multicolores. Fatima se ha hecho
diecisiete años. Las clases de idiomas no adelantaron mucho, ptro ella misma el vestido y lo ha bordado. El vestido ocupa un lugar
fueron una distracción para ellas. muy importante en su vida. Me pone en las orejas unos pendien-

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tes de oro, largos, que me rozan los hombros, y luego cientos de nosotros. Era un budín de yogur y frutas. Shireen cuidó de que
brazaletes. De oro, de vidrio, de bronce, de cobre, de plástico. los niños no se acostaran sin comer un poco de budín después
Amarülos, rojos, azules, verdes, rosados. Las pulseras y los pen· del guiso. No quiso que perdiesen la oportunidad de echarse al
dientes de oro son lafortuna de Fatima, son su dote. Pero me los estómago un poco de verdadera comida.
pone y es feliz.. Y allí estaba yo, toda emperifollada, el cordero del sacrificio.
Esto ha pasado varias veces. Le encanta hacerlo. Ella admira Fue una cena maravillosa. Me encantó. Pero todo el tiempo es·
que yo sea tan instruida y que pueda hacer lo que se me antoje. tuve furiosa. No contra ellos. Contra el horror de tanta po­
Eso es lo que ella piensa. Piensa que soy maravillosa. Mi vida le breza. Contra Alá. Contra todo. Además, aquello era ridículo,
parece increíble, fascinante. porque Yusuf y Fatima bien podían estar ya casados. Hay en­
Ayer por la tarde me puso todas esas cosas y luego me maquilló tre ellos un sentimiento poderoso, un antagonismo. Se pelean
los ojos. Los labios me los pintó de un rojo oscuro y sensual, como como si estuvieran casados, seguros el uno del otro.
de puta. Me llevó al cuarto de la vecina y me plantó delante del Después de la comida, la atmósfera festiva se disipó. Los ni­
espejo cuarteado, y todas las mujeres acudieron a verme. Todas ños estaban alborotados e insoportables. Todo estaba en desor­
se alborotaron y divirtieron. Luego, en casa de su hermana, me den. Naseem y Yusuf se fueron al café. Shireen acostó a los chi­
sentó a esperar la cena. Iba a venir Yusuj. Yo le dije que estaba cos. Fatima limpió y ordenó. Luego se sentó a mi lado y me
loca. Pero fue una torpeza, y tardé en reconocerlo. A ella le im· dijo: ¡te gusta Yusuf, Rachel! Absolutamente en serio, pero
portaba. Mientras tanto Shireen lucía una sonrisa de mujer al riéndose. Yo dije: ¡s� me gusta y será para mí! Ah, ¡te vas a
cabo de la calle. Naseem volvió extenuado del trabajo. Flaco casar con él, entonces.' S� me voy a casar con él, le respondí.
como un palo, porque nunca come lo poco que le toca; siempre se Ella se echó a reír, pero con cara de preocupación> como si hu­
lo da a los niños. Se ríe al verme. Al rato llega Yusvf. Es guapo, biera una remota posibilidad de que yo hablase en serio. En­
con ojos oscuros y brillantes. Un jeque de Arabia. Se ríe. Hace tonces la besé, para que comprendiera que yo no me iba a casar
como que yo soy su novia. Es una escena cómica y simpática. con su Yusuf Y durante totúJ ese rato tuve ganas de gritar y
Como si todos estuvieran pertúJnando algo a todos los demás. llorar. Sin embargo, después de pensarlo, creo que soy yo la in­
Irritada, digo que todo esto es ridículo, que no tengo ninguna in· fantil y no ellos.
tención de casarme. Pero hago mal en decirlo, porque es una es· Luego Fatima me llevó al patio.
pecie dejuego. Están imaginándose algo que podría ser. Llevan Había luna, anoche.
una vida tan rutinaria. Tienen muy poco de todo. Y ahí está La gente estaba sentada en la penumbra del patio. Nosotras
Rachel, una joven occidental mimada por la vida. Aunque ellos nos pusimos al borde del estanque. Es un estanque rectangular,
la quieren de veras. Pero sienten la necesidad de manejarla. Al muy pequeño. Las azucenas del tiesto de barro exhalaban un
fin y al cabo, podría casarse con Yusuf, ¡quién sabe.' ¡Pasan tan· olor fuerte. También estaba Oiga, callada y quieta en la oscu­
tas cosas increz'bles! Yusufpodría enamorarse de Rachel. ¡Un ro· ridad. Con un bebé dormido en el regazo. No sé dónde anda­
1
manee! Ninguno se lo cree, claro está, ni por un momento. En el ban George y Benjamín. Olga sabía que yo estaba con Shireen,
fontúJ, no es más que la escenificación de una posibilidad, sin
ninguna malicia. Fue un verdaderofestín. Verduras guisadas y
Naseem y Fatima, porque le había pedido permiso para llevar
el budín. Estaba al tanto de lo de Yusuf. Temía que yo no me
hubiese portado bien. No le habría gustado que yo los hubiese
1
albóndigas de carne. Ellos que apenas probaban la carne. Yo
insistí en llevar un budín que mamá había hecho para ofendido.

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Cuando salí y me senté con Fatima junto al estanque, noté


limpianf.ÚJ el agua y Fatima también pasaba la mano y lim­
que me miraba para ver si me había portado bien. Y yo la miré
a mi vez. como diciendo: Sí, me he portado bien.
piaba el agua. Y yo estaba allí en medio, toda em JN,rifollada.
Al fin el estanque quedó limpio. Un pequeño rectangulo de
La luna estaba muy alta en el cielo. Tendría que haberse
agua oscura con un gajo de luna reluciente.
reflejado en el estanque. Pero el agua estaba cubierta de polvo.
Entonces se acercaron a m� Fatima con una sonrisa de feli­
Y de ramitas. Y de troz.os de papel. El agua nunca está limpia.
cidad, y Shireen con una sonrisa de placer, una por cada lado,
Cuando los niños se ensucian, las madres los llevan al estanque
y me inclinaron hacia delante para que me viese en el agua.
y los lavan. Y se refrescan la cara con el agua del estanque,
Yo no quería. Me sentía ridícula. Pero no pude evitarlo. Y
cuando hace calor. Al principio Oiga intentó que no lo hicie­
allí estaba Naseem, sentado en cuclillas, atento, mirándonos,
ran, pero ha desistido. Dice que a estas alturas tienen que estar
sonriendo, muy guapo.
inmuniz.ados contra todos los gérmen es. Fatima se inclinó sobre
Tuve que mirarme. Estaba bellísima. Gracias a ellas. Pare­
el agua y se puso a recoger el polvo y las basuras. Al rato salió
cía mucho mayor, no de quince años. Era una auténtica mu­
Shireen al patio, se sentó al lado de Fatima y también se puso
jer, un poco al estilo de ellas. Y tof.ÚJ aquello me parecía odioso.
a recoger la basura. Ella sabía por qué lo hacía Fatima, pero yo
Tenía la sensación de que Shireen y Fatima me habían tendido
no. Oiga tampoco. Pero en algo andaban, eso saltaba a la
una celada y me estaban metiendo en una trampa espantosa.
vista. Siguieron así durante un rato. La gente, quieta y en si·
Pero yo las adoraba. Me fascinaba aquel entendimiento físico,
lencio, cansada después del día de calor, miraba cómo las her­
tan fuerte, entre Naseem y Shireen. Q!tería compartirlo o, por
manas limpiaban el agua con el canto de la mano y se pregun­
lo menos, saber lo que era. Porque no era sólo sexo, ¡eso sí
taba qué iría a pasar.
que no!
Poco después Naseem volvió del café. Sólo había estado fuera .
Las hermanas contemplaban mi imagen entre exclamacwnes
una hora. Se sentía cansado y no hacía más que bostez.ar. Se
y palmaditas; hicieron que Naseem se inclinara sobre el agua Y
quedó un momento de pie, apoyado contra un muro, obser­
él también batió palmas, a medias burlón y a medias sincero.
vanf.ÚJ a las hermanas. Luego se sentó junto a su mujer, pero
y la demás gente que había alrededor del estanque sonreía.
no demasiado cerca, pues se comportan dignamente en público.
Yo tenía mief.ÚJ de que volviera George y viese la mascarada.
Estaba cerca porque era lo que quería. Con la pierna y el muslo
Porque él no había asistido a los pasos previos. Noté que se me
a no menos de veinte centímetros de la pierna recogida de Shi­
habían saltado las lágrimas y no quería que me viesen llorar.
reen, pero yo sentía el calor que iba de uno a otro. Sentía ese
Pero Shireen y Fatima se dieron cuenta, claro. Apenadas, me
entendimiento que hay entre ellos, tan carnal. Cada uno era
besaron y me quitaban las lágrimas de las mejillas con sus ma­
consciente del otro hasta el último poro aunque no se mirasen y
nos todavía húmedas, diciénf.ÚJme que estaba preciosa, be-
Shireen siguiera Aimpianf.ÚJ el agua. Yo estaba fascinada por lo
llísima.
que hay entre ellos. Por lo fuerte que es, quiero decir. Si al me­
Mientras tanto Oiga, con el bebé f.ÚJrmido en la falda, nos
nos pudiera compre nderlo. Los dos están ahí sentados, en la pe­
observaba. No si si sonreía o no dejaba de sonreír.
numbra, al borde del estanque, a la luz. de la luna. . . sin im­
Oiga, lo anoto aquí porque es un hecho, no es hermosa. Está
portarles que los demás estemos ahí o no. No sé cómo decirlo.
siempre cansada y nunca tiene tiempo. De aspecto, parece in­
Yo no podía dejar de mirarlos.
glesa, a pesar del padre indio. Tiene ese aspecto contunde.nte Y
Y mientras tanto Shireen seguía pasanf.ÚJ la mano y sólido. Se tiñe el pelo de rubio, pero el color no siempre es pa-

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rejo. Tiene ojos oscuros, inteligentes y rejlextvos. En realidad, tnclinarme, n o viese a la bella y exótica señorita Sherban, Ra­
está demasiado gorda. A veces se olvida de comer durante todo chel, la virgen núbil.
un día y luego, muerta de hambre, va a la alacena y se atibfJ­ Oiga me observaba. Sin decir una paiabra.
rra, sin darse cuenta, de pan o de lo que encuentre. Lo mismo Me incliné sobre el estanque para estar segura de que no po­
le da. O devora kilos defruta y dulces, en vez de comida sana, día verme, que el agua sólo reflejaba el contorno borroso de la
cuando está preparando un informe. luna, brillante entre las estrellas.
Tiene buena ropa, que compra toda de golpe para sacarse el En el caso de que a Shireen y Fatima se les ocurriese venir a
problema de encima, pero luego no se acuerda de cuidarla. mirar por la mañana, pensarían que se había levantado viento
Allí estaba, quieta, mirando a esa hija suya, tan hermosa y y que un poco de polvo había caído en el estanque.
tan exótica. Oiga se incorporó y llevó al niño con sus padres. Al volver
Allí estaba, interesada en lo que ocurría. Yo sabía que ella me pasó un brazo por los hombros y dijo: anda, vamos a la
pensaba que todo aquello me haría bien. Q.ue era educativo. cama. Y me llevó a nuestras habitaciones. Me abrazó, y me
Por lo mismo que a los míos nos conviene vivir en esta casa pfJ­ besó. Rachel, dijo, no es tan terrible como crees.
bre de este barrio pobre de la ciudad. Sí que lo es, dije yo.
Yo no podía parar de llorar. Y eso turbaba a mis amigas. De Ella fue a acostarse.
pronto no entendían absolutamente nada. En seguida Naseem Yo atravesé la casa hasta mi pequeño cuarto de adobe. Me
las hizo entrar en la casa con él, pero antes Shireen y Fatima senté en el umbral de la puerta, con los pies en la tierra del
me abrazaron y me besaron, con ternura y preocupación, y yo patio, y contemplé la noche. Todavía llevaba el hermoso vestido
tenía más ganas de gritar que nunca. de Fatima y sus preciosas piezas de oro. Estar dentro de ese ves­
Me quedé. al borde del estanque. Oiga también. Luego los tido que ella había usado miles de veces era una sensación que
otro.s se fueron a dormir. Todos tenían que madrugar y con la no puedo describir. Si hay una palabra, yo no la conozco. La
mala vida que llevan siempre están cansados. tela del vestido estaba llena de Fatima. Pero no era eso. Olía a
Nos quedamos solas Olga y yo. Yo me incliné y contemplé ella, a su piel y a su perfume. Era como si me hubiese puesto la
largo rato mi luminosa belleza. Este año último he adelgaZAdo. piel de Fatima sobre la mía. Ninguno de los vestidos que he te­
A veces me miro desnuda. No tengo nada que envidiar a la nido en mi vida hubiera podido darme esa sensación. Ninguno
Reina de Saba. Pechos y lirios y cálices y ombligo y todo lo de­ podrá ser tan importante. Si viera un trocito de esa tela, en
más. Pero no quiero. Cómo voy a querer ser mayor y estar ca­ cualquier parte del mundo en que estuviese, si me lo encon­
sada con seis chicos y saber que se van a morir de hambre o que trara en un cajón o una caja, inmediatamente diría: Fatima.
nunca tendrán suficiente comida. El contacto de aquella tela cálida y suave me quemaba
Cuando no hubo nadie en el patio más que Olga y yo, y era la piel.
improbable que volvieran a salir, hice algo que estaba deseando Ahora comprendo la vieja historia de la mujer que se desga­
hacer. No había podido hacerlo cuando estaban Shireen y Fa­ rraba los pechos con las uñas. Si no hubiera tenido puesto el
tima. Las quiero demasiado. vestido más hermoso de Fatima, el que ella tendría que usar en
Saqué un puñado de arena del tiesto de las azucenas y la la boda, me habría arañado los pechos a través del vestido. Me
esparcí poco a poco sobre la reluciente superficie del agua. Con habría arañado las mejülas con las uñas, pero la sangre hu­
delicadeza. No demasiada. La suficiente para que si yo volv(o. a biera estropeado el vestido de Fatima.

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Estuve allí toda la noche hasta que la claridad empezó a nos augurios, y regresaron, complacidos, a tres distintas y leja­
agrisarse. Unos perr()S trotaban de un lado a otro a la luz de la nas regiones de Marruecos.
luna. Perros muy jlac6s. Tres, de raza indefinida. Tan flacos Yo acompañé a George sólo porque él se empeñó, y a nuestra
que sólo eran costillas, sin estómago. Me pareció que estaban llegada nos instalaron en la casa de un tal profesor Ishak. Las
hambrientos. Viviendo en este país, siempre tendrán un ardor interminables reuniones de siempre se sucedieron desde el atar­
en el estómago: el hambre que siente casi todo el mundo cons­ decer hasta pasada la medianoche, y me pareció que George
tantemente, a todas horas, hasta durmiendo. necesitaba otra vez mi apoyo. Si no, me hubiese acostado.
Y luego me siento a la mesa con la familia y como, porque Nunca me han seducido las cuchipandas pre -yfo post- colo­
sería ridículo no comer. Pero cada bocado me parece dema­ quios.
siado, una indigestión, y me acuerdo de los que pasan ham­ Más de mil delegados de todas partes del mundo estaban re­
bre. Sé que aunque viva en un país donde todo el mundo unidos en el Palacio de las Bendiciones de Alá, que es enorme,
tenga suficiente comida, y aunque viva allí mil años, siempre moderno, climatizado, y rodeado de bares, cafés y restaurantes
sentiré este fuego en el estómago. que tanto gustan en el este como en el oeste, en el norte como
Anoche no me acosté. Cuando salió el sol me quité el her­ en el sur, y todo de lo mejor. Desde el primer momento todos a
moso vestido de Fatima, lo doblé y lo dejéjunto a los pendten­ una se abalanzaron sobre las golosinas, pero en particular los
tes y los montones de pulseras. Más tarde se lo devolveré todo. delegados de Europa Occidental, y más en particular los de las
Un día no lejano, espero, Shireen y yo la ayudaremos a que se Islas Británicas, que parecen decididos a no desperdiciar nin­
ponga este vestido para casarse con Yusuf. guna oportunidad de echarse algo al estómago.
A las nueve de la mañana, discursos de apertura. Uno a
Carta . de BEN]AMIN SHERBAN cargo de Geotge. Todo para todos. Y para todas, se sobren­
a un amigo de la universidad tiende. La mitad de los delegados son hembras, y de buen ver,
incluso para mi ojo avezado. Había casi tantos uniformes dife­
Querido Siri: rentes como delegados, de todos los colores imaginables: era
Aquí va la prometida crónica del circo. como estar en la sala de muestras de una fábrica de tintes. Las
La tarde antes de partir, George �recibió» -no hay otra pa­ medallas centelleaban. Los galones rutilaban. ¡Sería posible
labra, me temo- a los delegados de las tres organizaciones que que tanto valor, tanta inteligencia, perfección y devoción a to­
iba a representar. Los Protectores judíos de los Pobres. (Hem­ das las concepciones posibles del deber se hubiesen reunido así
bra, negra.) La Federación juvenil Islámica para la Defensa en un mismo lugar y al mismo tiempo?
de las Ciudades. (Macho, un tipo con muchas ínfulas, que une Tu pobre amigo no estaba entre los uniformados. Llevaba mi
a un socialismo marxista de cuño absolutamente personal algo túnica post-Mao y las insignias de nuestra universidad. George
así como otras cuatro tendencias, más una ilustre prosapia que vestía un traje de algodón que no podía chocar a nadie, con
él se encarga muy bien de divulgar.) La Federación Cristiana tres insignias: los Protectores judías de los Pobres, la Federación
Unificada de jóvenes Funcionarios para la Defensa Civil. .Juvenil Islámica para la Defe nsa de las Ciudades, y la Federa­
(Hembra, parda.) ción Cristiana Unificada de jóvenes Funcionarios para la De­
Los tres confiaron a su delegado cantidades inverosímiles de fensa Civil. De este modo, sin siquiera proponérselo se ponía por
mensajes, instrucciones, recomendaciones, admoniciones y bue· encima y más allá de cualquier interés local. Por supuesto, es-

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taba tan hermoso como el lucero vespertino (como le oí susurrar as, la fatua fanfarronería de los insolventes defensores de un
a una deliciosa muñeca) y no hubo nadie, macho ni hembra, istema económico antediluviano.
que se quedara impasible ante aquella fip;ura masculina, mo­ ¡Blasfemos contra las verdades absolutas y eternas santifica-
desta y seductora. das en el Corán!
Como el tema de la conferencia era la fraternidad universo.l ¡opresores desenfrenados!
y la cooperación, el libre intercambio de información, el amor, ¡Invectivas nauseabundas!
y la buena voluntad (etcétera, etcétera) entre las Organiz.acia+ ¡'Corruptores del patrimonio genuino, del manantial espiri­
nes Mundiales de lajuventud, en primer lugar y antes de des­ tual inagotable que alimenta a las masas trabajadoras!
cender a las peligrosas arenas de la unanimidad fue menester Este asombroso debate fue interrumpido por la juventud No­
delimitar fronteras, disipar malentendidos y reivindicar dere­ ruega contra la Contaminación de la Atmásfera -las rubias
chos. Inmediatamente comenzaron las consabidas agresion�J trenzas en revuelo y los pechos palpitantes- clamando que todo
verbales (bostez.o, bostezo). aquello era humo de pajas disfrazado de libertad de pensa­
Rompió lanzas la Federación juvenil Comunista (Rama miento y tolerancia, lo cual no le extrañaba, pues no esperaba
Europea, Sección 44) para el Deporte y la Salud, con las alu­ otra cosa de aquellos machos prisioneros de sus propias doctrinas
siones de rigor a las jaurías del capitalismo, las hienas fascista� decadentes.
y los llamados demócratas. Pero intervino entonces la plenipotenciaria de Los Ejércitos
Una apertura convencional, en realidad moderada. de la juventud Británica Femenina para la Protección de la
La réplica la dio la Sección juvenil Escandinava de la Liga Infancia, discrepando con Noruega, por cuanto, opinó, los De­
para la Defensa de las Costas, increpando a los opresores tiráni­ legados 1 y 5 habían hablado con razón, pero no desde luego
cos, a los carceleros del· pensamiento libre y a los depravadoJ los Delegados J y 7, y ella, por su parte, no veía nada más que
que desvían el curso verdadero e incontenible de la evolución racismo en todas aquellas memeces humanistas y pr6juicios fla­
humana hacia los fosos burbujeantes de la retórica repetitiva. grantes hasta la insolencia en los glotones que habitan las pocil­
Entró en lid la juventud Soviética al Servicio del Mundo gas del sibaritismo postimperialista.
(Sub-sección 1 5), los oportunistas del revisionismo y los coprófa­ Así llegamos al primer descanso, y salimos en tropel todos,
gos de los Tesoros de la teoría marxista. hermanos y hermanas, riendo y bromeando, intercambiando
¡Iban a callarse, acaso, los delegados de la Federación Islá­ direcciones y nombres de hoteles y números de habitaciones, y
mica Social-Demócrata de África del Norte.1 Herederos degent" los que cinco minutos antes se estaban insultando parecían
rados de la corrupta ética revolucionaria que han pervertido los ahora unidos por la amistad más indisoluble.
genuinos ideales del patrimonio socialista en complicidad con Media hora después estábamos de nuevo en la brecha.
quienes se creen dueños del dogma. . . fue lo mínimo . que di­ No quiero aburrirte con los nombres y estilos de los proveedo­
jeron. res de insultos clásicos; me limitaré a transcribir alp;unas de mis
¡Y qué contestarían los Representantes de las juventudes observaciones, y ésta es la primera que me viene a la cabeza: la
Chinas por la Paz., la Independencia y la Verdadera Libertad! absoluta necesidad de que el reino animal (lo que de él nos
Te lo prep;untas, ¡no? Con fervorosa devoción por las definicio­ han legado nuestros mayores) nos proporcione la ocasión de
nes exactas, he aquí lo que denunciaron: la utilización de dog­ proezas intelectuales más audaces.
mas religiosos arcaicos y supersticiones para esclavizar a las ma- Perros ti'ñosos y hienas ya habíamos encontrado con anterio-

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ridad, pero no tardaron en aparecer los gatos cebados y los cerdos nutridas ésta era la primera.fiesta lfde verdad�, es decir, la pri­
-ante la indignación de semitas, árabes y judÚJs-, las arrullado� era vez. que trataban con gentes de otra especie o claseJ y que
ras palomas de la hipocresía, las serpientes (viscosas y de otra espe­ unca habían conocido más que reformadores socialistas, pensa­
cie), los mariscos envenenados en las playas de la contaminación dores neo-islámicos y cosas así. Y se divertían como locos, deslum­
mental, los cocodrilos y rinocerontes que atacan a ciegas a través brados por la riqueza intelectual de este mundo prolffico, lfoh, ma­
de las sutilezas de la revelación marxista. ravilloso mundo nuevo en el que existen criaturas como éstas».
Y losfenómenos naturales, ¡es que tbamos a pasarlos por alto.1 enían que ser protegidos de su propia inexperiencia por almas
Después del almueno, quefue copioso y cordial, y que una vez. buenas y vigilantes, yo entre ellas (George me lo pidió}, porque, si
más nos ayudó a muchos de nosotros a saciar el hambre atrasada, bien no había nada en contra de que despertaran en lechos que
volvimos al salón de sesiones, unidos todos en radiante confrate'T'nb llos mismos habían elegido, tratábamos de evitar que despertaran
dad, y anoté: el rodo del alba quefecunda con la refrescante vükz tristemente al amanecer en braz.os de perfectos desconocidos.
del Islam las arenas desiertas de la impiedad religiosa. Las Flores Y ahora a dormir. (Solo.) George pasó la noche en pie, hablando,
del Pensamiento de Nuestro Maestro. (¡El Maestro de quién? Lo he como de costumbre.
olvidado.) Los tsunamis del oscurantismo ignorante. Los bancos de A la mañana siguiente había en el aire una cierta sensación de
arena de la tosca tergiversación. Los efluvios viciados de los espíritus urgencia, pues el platofuerte del orden del día aún no había sido
ponzoñosos. Las aguas estancadas del dogma. (Tampoco recuerdo presentado. ¡Pero aún estábamos en los preliminares!
qué aguas. ¡Las del marxismo, las del islamismo, las del cristianiJ­ Reinaba un espíritu militar. La identificación del objetivo os­
mo.1 ¡Ya quién le importa.1 1:A. ellos, por supuesto que no!} Los tor­ curecida por una retórica vacía. . . invectivas automatizadas . . .
bellinos de la con.fusión. Los embalses secos de las teorías insolven· Precisión de tiro calibrada sobre elfrente sociológico. . . manteni­
tes. Los yermos donde sólo crecen los cardales de los credos mori­ miento de las posiciones enemigas en el punto de mira de la luci­
bundos. Los desiertos de la disensión destructora. Las nubes de la dez. social revolucionaria. . . identificación del objetivo oscurecido
fraternidad superficial. El Rey Canuto tratando de contener la por instrumentos de análisis defectuosos. . . vigilancia de las inesta­
ola incesante de inspiración marxista. Pies de barro. Cabezas polr blesfronteras del cambio social. . . trampas caz.a-bobos en el sector
vorientas pero en alto. Neuronas oxidadas. Las arenas movedizas acial. . . batallones invencibles de la dialéctica. . . bombardeo en
de. . . , los ríos desbordados de. . . , las ramas mohosas de. . . profundidad de nuestros bastiones intelectuales. . . penetraciónfa­
Y as íllegamos a la cena, donde pudo verse que algunos devora· talmente a baja altura en las bases teóricas . . . camuflaje inútil de
ban todo lo que les ponían delante; se hubiera dicho que era la pri­ una posición ideológica ya derrumbada. . . demolición de. . . des­
mera vez. que comían en muchos años. ¡Y luego el baile! Allí está­ trucción de. . . caída en barrena. . . altimetría . . . telemetría. . .
bamos todos, hombres y mujeres, un multicolor jardín de ¡Piensas que as í tenía que acabar? Pues casi, porque llegamos
uniformes; algunas chicas se habían puestoflores en el pelo e in­ al descanso de la media mañana y sólo nos quedaba el resto del día
cluso una o dos llevaban vestidos, ¡vestidos de verdad! Estas últt· para discutir nuestros verdaderos problemas.
mas estaban tan solicitadas que una doncella ofendida observó Aún se oían los últimos refunfuñas de la tormenta que se ale­
que aquello era un lfasalto sexual», pero fue la única voz. disco1'­ jaba: comunistas burgueses. . . socialistas burgueses. . . tecnócratas
dante de una perfecta.fiesta de amor y armonía. En mis acostum­ burgueses . . . seudo.filósofos burgueses. . . pesimistas burgueses. . . op­
bradas indagaciones, y en mi habitual papel de encuestador soli­ topolímatas burgueses. . . burócratas burgueses . . . y racistas burgue­
tario, descubrí que para muchas de aquellas pobres almas ses y sexistas burgueses.

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Con una hora para almorr.ar y lajauría del tiempo pisándonos de l grupo, hay que reconocerlo. No está tan mal, alfin y al cabo,
los talones, que no paraban, nos pusimos manos a la obra, y como mi sacrosanto hermano. Pero ¡qué pintaba allí?
entonces estábamos ya unidos y de acuerda, se aprobaron sin de­
bate resoluciones sobre la unUúul, la.frotemitúui, la cooperación,
etcétera: los principios a cuyo servicio estamos todos. DIARIO DE RACHEL SHERBAN
Y después del almuerzo decidimos, de prisa y sin discusiones,
que era urgente y necesario crear ejércitos, campos y organiz.acio­ Hace tiempo que no escribo nada. Dieciocho meses para ser
nes subsidiarias para los innumerables niños de todo el mundo sin exacta. Ahora estamos en Túnez. Un edificio moderno. Por des­
padres y sin hogar. Con este fin se designó un subcomité donde, gracia. Yo digo por desgracia. Yo estaba contenta en aquella co­
para mi desconcierto, pues no me lo esperaba, descubrí que .f',p­ nejera de adobe. Me encantaba vivir allí. Benjamín se alegró
raba yo. Creo que George se lo encomendó a Alí, pero no tengo cuando nos fuimos. En cuanto entró en este apartamento sin
pruebas y además no me importa; en todo caso es útil. En reali­ alma se sintió a sus anchas. Aquí se lo ve respirar a gusto. Son­
dad, necesario y urgente. riente y satisfecho. No he sabido nada de Shireen y Naseem. Fa­
En menos tiempo del que tardo en escribirlo, se crearon una ttma se casó con Yusuf inmediatamente después de mi partida.
multitud de comités encargados todos de tareas muy distintas y en Viven en una habitaciónjunto a las de Shireen y Naseem. Pronto,
general necesarias, como la organización de cursos acelerados so­ upongo, Fatima tendrá cinco hijos. ¡Qyién ayudará entonces a
bre diferencias nacionales y regionales reales (te aclaro que los hireen a atender a los pequeños.1 Yo, si estuviera allí. Para mí
melindres de los retóricos que se oponían quedaron limpiamen� eran mifamilia tanto como ésta. Los quiero. Hoy aquí, mañana
solventados con esta simple palabrita inocua, comprendida y allá. En este bloque de apartamentos no se puede dormir en el te­
aceptada por todos los presentes con anchas sonrisas de satisjQ/11- rrada. Q.ue es lo mejor que he conocida en mi vida.
ción), y sobre la supervivencia, y el intercambio de grupos repre­ Bueno, aquí al menos no nos tratan de excéntricos.
sentativos entre los países. Etcétera La raz.ón por la que me fuerzo a escribir es que no entiendo
El congreso concluyóprecipitadamente y las bandas tocaron de r�ada de nada. Sobre todo a George. Aborrezco toda esa historia
prisa -tan atrasados estábamos- un sinnúmero de himnos nacio­ del movimientojuvenil. Me parece cosa de niños. Sencillamen te,
nales y de las organizaciones, y músicas marciales de toda especit, n o concibo que nadie se lo tome en serio. Hasta el menos inteli·

tipo y estüo. Gracias al cielo los delegados iban ya camino de la sa­ nte sabe por qué se afilian los muchachos. Porque de lo contra­
lida, hacia los autocares, muchos llorando a lágrima viva por las rio no tendrían ningún privilegio. Eso me parece despreciable.
amistades y los amores truncados, planeando improbables reen­ Y George está metido hasta las orejas. Claro que muchos de ellos
'cuentros, besándose, abrazándose, agitando las manos en un in­ t i nen que apuntarse a algo. Es la ley.
terminable adiós. Nunca he presenciaáo una escena de tanta. . .
La última vez que escribí cosas, comprendí lo que estaba pa­
traición (¡no es eso.1j, porque aquellos enemigos se habían pegadQ ando. Por eso vuelvo a probar.
unos a otros como caramelos en un día húmeda, y no habíaforma Hasanfue quien me dijo la última vez que tenía que hacerlo.
de separarlos. ¡Dónde está Hasan? Ha desaparecido de nuestra vida. Y
Y así terminó el coloquio. George dejó Marruecos sin pena, al parecer. Al parecer, porque
George estaba contento. Estuvo de un humor radiante durante ¿quién sabe lo que siente.' Pero no creo que haya visto a Hasan,
el viaje de vuelta, cantando y jugando a lo quefuese. Es el alma aunque en Marrakesh lo veía todas los días. Le he preguntado si

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echaba de menos a Hasan; puso cara de preocupación y luego sus­ por primera vez., a ti y a mamá, que George tenía que estudiar de
piró. Por mi culpa, claro. Se lo volvía preguntar y me dijo: Rachel, a manera.
haces que las cosas parezcan peores de lo que son. Me respondió: la primera vez. que nos lo propusieronfue en
Desde que estamos aqu� George ha hecho otro viaje a la India. Nueva York.
Volvió y no contó nada. Oiga y Simon no le han preguntado. Yo ¡Miriam'!
tampoco. Benjamín sí. Pero en tono sarcástico. Cuando está as� Él dijo: s� eso es. Y luego, los otros.
George no le contesta. En todo caso, lo invitaron a ir y no quiso. De pronto, tuve una idea muy clara de cómo había sido. Había
Pero George pasa mucho tiempo con Benjamín. Por la noche sue­ ido igual que aquellos momentos en que Hasan hablaba y yo, de
len ir al café. Yo no voy casi nunca. Estoy preparando mis exáme­ E!'Onto, comprendía algo, aunque en apariencia no se hubiera
nes. Estudio geografía política, geografía económica y geografía dicho gran cosa. Eso era lo que les había pasado a papá y mamá.
histórica. Claro como el agua. Miriam y delpuis alguno de los projeS8res,
o quienfuese, decían cosas triviales y como por casualidad que de­
Me he dado cuenta de una cosa. Yo me preparo para los exáme­ jaban una huella en la cabeza de Oiga y Simon, que luego, poco a
nes. Benjamín se prepara para los exámenes. George no se pre·
poco, comprendían.
para para los exámenes. Esto es lo que hace. Dondequiera que es­
temos, asiste a una escuela superior, una universidad o algo así. O Escribir esto me hace sentir la necesidad de conocer mejor a
vienen profesores a casa. O acompaña a papá y mamá en viajes a Olga y Simon. ¡Por qué son como son'! ¿Por qué les ha sido tanfá­
distintos lugares, aunque ahora casi nunca; eso ocurría cuando cil comprender? O quizá nojuerafácil. Pero de todos modos com­
era más pequeño. Ahora viaja con gente como Hasan. Pero no da pnmdieron. No conozco otros padres, entre los de mis amigos,
exámenes. Y sin embargo sabe tanto como nosotros. Mucho más. quiero decir, que sean como ellos. Ahora que reflexiono sobre el
Lo que le pasa es que al mes de estar en una clase o con un profesor conjunto de nuestra educación, todas las cosas raras, los profesores
particular ya conoce a fondo la materia Mamá y papá nunca particulares y los cursos especiales, y Oiga y Simon que iban a toda
lo han obligado a examinarse. A nosotros sí. Pero tratan de que clase de lugares insólitos y a veces peligrosos, y que George se edu­
aprenda toda clase de cosas, Mamá estáfuera, en el sur, por la epi­ rase de esa manera, veo lo distintos que son de los otros padres.
demia, así que le preguntaré a papá. Para empewr, y ante todo, se desviven por nosotros. La mayoría
Ya está. Es evidente que estaba esperando la pregunta. Lo que de los padres no se toman tantas molestias.
me dijofue: Acabo de ir a preguntárselo a papá. Está trabajando con unos
Daba la sensación de que George no necesitaba exámenes.
papeles en el escritorio de su cuarto. Llaméy entré y él me dijo: es­
Daba la sensación. Al principio no me di cuenta de lo que había
pera un minuto, Rachel. Terminó de hacer unos cálculos. Luego
dicho. Luego le pregunté: ¡Quién tenía esa sensación? Me puse dijo: ¡qué hay?
enfadada y un poquito sarcástica. (Al estilo de Benjamín.) Papá Me senté en la cama, desde donde le veía la cara a la luz.. Yo es�
estuvo muy paciente y afectuoso, pero visiblemente en guardia. taba completamente decidida, pero no sabía qui preguntar.
Aunque sin evasivas. Él volvió la silla para mirarme defrente. Papá se está haciendo
Dijo: tú tienes que haber comprendido la situación, Rachel. viejo. Tiene el pelo gris y se le ve demasiado flaco. En este mo­
Eso me frenó. Porque creo que la comprendo, claro. mento está muy cansado. Comprendí que hubiera preferido que
Le dije: s� creo que sí. Pero lo que quiero saber es quién os dijo no me presentase en ese instante. La luz. de la ventana se reflejaba

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en sus gafas y yo quería verle los ojos. justo cuando lo pensaba, se Muy bien, sigamos. En Marrakesh, George estuvo exactamente
quitó las gafas. Pensé que eso era muy de él. De pronto sentí una 1edio trimestre en la clase de Mahmoud Banaki. Cuando la dejó,
gran ternura, y balbuceando, entré en materia. Le dije: quiero conocía perfectamente la historia de las religiones del Oriente Me­
hacerte una pregunta difícil. Pues adelante. Quiero saber por qul dto, desde Adán por lo menos, si no antes. iDe acuerdo.'!
mamá y tú sois la clase de padres que sois. iPor qué ? De acuerdo.
No parecía sorprendido. Me entendió en seguida. Pero se es­ Pero iquién os aconsejó que mandarais a George a esa clase en
tuvo pensando la respuesta. Tenía las piernas estiradas, casi hasta quel momento?
la cama donde yo me había sentado. Balanceaba las gafas de un Hasan.
lado a otro. Esto siempre saca de quicio a mamá. Con lo que Q.uieres decir que una tarde se presentó de buenas a primeras y
cuesta conseguir unas gafas, y no digamos repararlas. xclamó: ¡señor Sherban!, ¡señora Sherban! M e llamo Hasan y es­
Dijo: por extraño que parezca. . . Siempre comienza así cuando toy tnteresado por George, ese chico de ustedes que tanto promete,
tiene que decir algo que le resulta difícil. Con humor. Por extraño y me gustaría que etc., etc. Y vosotros dijisteis: ¡desde luego! Y di­
que parezca, esa idea no es nueva ni para tu madre ni para mí. cho y hecho.
Por extraño que parezca, no me sorprende oírlo. Como de cos­ Ahora él se puso visiblemente en guardia, pero sin perder lapa­
tumbre, supongo, has estado esperando este momento de la verdad ctencia.
y tienes pensadas las palabras. Te olvidas, Rachel, de que Hasan apareció-después de un buen
Eso fue más o menos lo que me dijo, balanceando las gafas. número de gente de esa clase.
Mamá te va a matar si vuelves a romper las gafas. Dijo de esa clase en un tono que signifu:aba que yo tenía que
Perdón. Las puso sobre el escritorio. Mira, Rachel, yo creo que aceptar esas palabras y todo lo que hubiera pensado sobre el
tú entiendes todo esto tan bien como nosotros. asunto.
¡Ah, no!, le dije, de verasfuriosa. Pensé que iba a escaparse por Es verdad, le dije.
la tangente. Ah, no, le dije, eso sí que no. ¡Escúchame! Ahí estáis Seguía sentado, balanceándose sobre las patas traseras de la si­
vosotros, tú y mamá, y los tres niños, mamaíta y papaíto con los Lla, y me miraba. Y yo lo miraba a él.
tres adorados chiquitines, en Nueva York, y dispuestos, desde Y entonces dijo lo que durante todo el tiempo había estado espe­
luego, a hacer cualquier cosa por ellos. Y de pronto aparece una rando que dijese.
mujer absolutamente vulgár llamada Miriam Rabkin, que com­ Tienes que comprender, Rache/, que siendo los padres de
pra helados de crema para todos los chiquitines, y dice: bah, no George teníamos que ver las cosas de otra manera.
vale la pena que mandéis a George a una escuela normal, dejad Sí.
que aprenda las cosas como pueda, a su aire, es muchísimo mejor, Hemos tenido que aprender a ver las cosas de otra manera. iTe
y ya que estoy aqu� lo llevaré a dar un paseíto por el Museo del das cuenta.'!
Hombre Moderno. Y vosotros decís: Desde luego que s� señora S(.
Rabkin, qué buena idea, eso es lo que haremos. Al principio, cuando esto empezó, tu madre y yo llegamos a
Silencio. Los dosfrente afrente. Él con una sonrisa afectuosa. p ensar más de una vez que estábamos locos. O algo parecido.
Y yo con una sonrisa de desesperación. Estoy muy angustiada S(.
estos días. Ésa es la verdad. Pero nos hicimos a la idea. Nos hicimos a � idea y todo salió
Fue algo as� dijo él. bi n.

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S� dije yo. horrible. Mamá es muy paciente con ella, y papá hace muchas bro­
Luego dijo: ahora vete, Rachel, tengo que terminar esto, de ver­ mas. Es una chica cursi, vulgar, estúpida y chabacana. Está loca
dad. ¡Necesitas que te ayude a hacer tus deberes? Después de la por George. Pero las chicas locas por George son incontables como
cena tendré tiempo. las arenas de la playa. ¡Por qui Suwnnah, entonces.'
No, le dije, puedo arreglarme sola.
Le he preguntado a mamá. (Ha vuelto de la epidemia, pero se
Me he dado cuenta de una cosa. Durante el trimestre en que marcha a la z.ona del hambre la.semana que viene.) Me ha dicho:
George estudiaba historia de las religiones del Oriente Medio en la ;e.orge tiene diecisiete años y medio. Dijo que George tenía dieci­
Madrasa, también iba a clase con un cristiano y un judío. En stete años por lo menos die1. veces en media hora. Fue casi todo lo
otras palabras, al mismo tiempo que aprendía el programa. que se le ocurrió decirme. Y mientras yo me daba cuenta de que
aprendía también ciertos puntos de vista que no estaban incluidos estaba deseando que no insistiese, que no ladrase como un perrito.
en el programa. Aparte de lo que aprendía con Hasan; Dios sa­ Yo misma me oía. Le pregunté a papá. Me dijo: Suwnnah esfísi­
brá qué. Eso significa que no podía examinarse, porque lo que él camente muy atractiva. Eso no lo puedo soportar. Además, no creo
había aprendido nunca había sido tema de examen. Aunque es que George se acueste con ella. A Benjamín, que estaba haciendo
bien capa1. de adaptarse a los temas y resumirlo tod,Q, que alfin y cantidad de comentarios groseros, le dije: seguro que George no se
al cabo es lo que Benjamín y yo tenemos que hacer todo el tiempo. acuesta con Suwnnah. Y él me dijo: mi querida hermanita, ¡qué
Pero no es ésa la cuestión. George está siendo educado para crees que hacen durante estas largas noches estrelladas? Le dije
algo diferente. que era un estúpido y que no entendía a George.

¡Por quién.1 Le pregunté a George: ¡te acuestas con Suwnnah.', y él dijo: sí.

¡Para qué.1 Cuand,Q me lo dijofue como si me hubiera golpeado. Lloré mu­


cho. Si George podía acostarse con Su1.annah, entonces ya nada
Por el momento es una figura importante en los movimientos importaba. ¡Cómo puede? Es un insulto. Quiero decir, para las
juveniles locales. Esto me enferma. Benjamín dice que George ne­ chicas que son serias. Siento como si tod,Q estuviera estropeado. Y
cesita lucirse. Y yo misma no puedo evitar pensarlo. Aunque co­ Benjamín dice la verdad, me temo. Dice que George es un se­
noi.co a Benjamín y casi siempre se equivoca. Eso le pasa porque diento de poder, y tiene ra1.ón. Eso es lo que es.
está celoso. Como yo. Yo por lo menos sé que tengo celos, pero Ben­
jamin no parece darse cuenta. En todo caso, cada ve1. estoy más Escribí el último pasaje hace varias semanas. Ha sido una
convencida de que lo que pienso no vale nada. Cada ve1. m ;-:;;;¿ �.rpoca difícil de mi vida. Benjamín se ha vuelto de pronto muy ca­
más parecida a una bolsa repleta de emociones. Reventando por riñoso conmigo y salimos muchojuntos. Varias veces, por pura ca­
todas partes. Estoyfuriosa. No sépor qué. Me muero defuria. A sualidad, · aunque sé que nuestros padres no lo creen, Benjamín y
veces me qued,Q mirando cómo pasan por mí esas emociones. yo hemos estado en cafés donde George estaba con Suwnnah.
¡Hola, furia! ¡Hola, celos! ¡Hola, todas! ¡Rachel os saluda! uand,Q George está con Suwnnah no se comporta como cuando
e tá en casa con nosotros. Es muy divertido. Se ríe mucho. Como
Tengo que escribir lo que siento por Su1.annah. Yo la encuentro i nada le importara. Luciéndose. Yo sólo tenía ganas de vomi-

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tar. Pero de pronto también Benjamín empezó a pavonearse y das. O vives una vida que equivale al suicidio. Y en ese caso, hay
más de una vez. hizo bromas mirando hacia la mesa de George y pruebas -aquí recurrió al humor de papá, lo ha aprendido de él-,
Suz.annah. Yo quería morirme. Después de eso, dije que no saldría hay pruebas de que eso se paga con el infierno. Literalmente. Pero,
más con Benjamín. Me quedaba en casa. Tenía problemas en la de todos modos, nosotras no nos suicidamos. Y esto lo dijo de
escuela. Y entonces mamá me habló. Estaba decepcionada con­ unaforma que no se parecía a nada de lo que yo le había oído decir
migo. Yo sé que ella y papá habían hablado. No soy estúpida. alguna vez., con orgullo. Terrible. Fue como si me hubiera dado
Vino a mi cuarto una noche. Yo estaba llorando. Le dije en se­ una bofetada o me hubiese echado un cubo de aguafría. De pronto
guida: ya sé, papá y túpensáis que estoy celosa de George. Ella me la vi a una luz. muy diferente. La vi como una persona. No como
respondió: no se trata de nada de eso. Le dije: bueno, entonces, mi madre. Oiga había pensado en eso afondo. Había querido sui­
¡de qué se trata?, porque ya vislumbraba otra posibilidad. Ella me cidarse. Nunca se suicidaría. Aquella noche me hice mayor. O eso
dijo: George no es un santo, no es ningún dechado de virtudes. El quisiera creer.
problema es que todavía no tiene dieciocho años.
Todo eso me parece repugnante, le dije. He estado pensando en la vida de Oiga. Trato de ponerme en
Ella dijo, con todo el humor del mundo: Rachel, ¡gué es lo re­ su lugar, siempre en campos llenos de refugiados, de moribundos,
pugnante.' de hambrientos, de gentes que mueren de enfermedades, de niños
Yo le dije: Oiga, cuando George está en una reunión de treinta que mueren. Cuando la acompañé a la epidemia, aquella vez., la
personas, piensa que hay treinta intestinos llenos de mier� vi llorar ante una sala llena de niños moribundos. No había nadie
treinta vejigas llenas de orina, treinta narices llenas de mocos y más. Estaba muy cansada, por eso lloraba. Desde que tengo me­
ciento cincuenta litros de sangre. Asíque supongo que cuando está moria, mi madre ha estado siempre trabajando con gente que se
en un cofé con Suz.annah, con esas tetas gordas que le cuelgan, moría por alguna raz.ón. Siempre está en sitios que son un verda­
piensa: dos intestinos llenos de mierda, dos vejigas llenas de orina, dero infierno. Siempre. Y eso también le ocurre a mi padre. Me
dos narices llenas de mocos, dos cuerpos llenos de sudor y diez. litros doy cuenta de que soy muy infantil.
de sangre. Sin hablar de setecientos millones de espermatozoides y
un óvulo. Y una erección y una vagina. Lo que ahora escribo sucedió hace tres noches. No he podido es­
Oiga se sienta. Enciende un cigarrillo. Se apoya en el respaldo . cribirlo antes, era demasiado difícil. Ahora he reflexionado. Muy
del asiento. Cruza los braz.os. Suspira. ¡Cuándo ha dicho cosas tarde, oí llegar a George. Eran las cuatro de la mañana. Hacía
como ésas?, pregunta, yendo directamente al grano. mucho calor. Era esa hora en que todavía está ahí la noche, pero
Cuando tenía. . . hace mucho tiempo. también la mañana, aunque no se la ve, sólo se la siente. Afuera,
Me imagino que desde entonces habrá añadido un par más de en la calle, había ese süencio tan especial. Podría reconocer cual­
cosas. quiera de las ciudades en que he vivido por el silencio de las calles
Pues yo no puedo soportarlo, le digo. No soporto la vida. Ésa es a las cuatro de la mañana. George acababa de llegar. Lo oía en su
la verdad. cuarto. Fui a su puerta y llamé. No respondió. Entré. En ese mo­
Yo pensaba vagamente que Olga me abrazaría, consolándome. mento se estaba quitando el pantalón y lo vi. Nuestra familia
Yo lo había deseado antes de que ella llegara, pero ahora que es­ nunca ha tenido problemas con la desnudez., pero yo pensé: Eso
taba conmigo me hubiera dado vergüenza que lo hiciera. ha estado dentro de esa vaca horrenda. Él se dio vuelta para po­
Me dijo: no tienes alternativa, Rachel. O la soportas o te suici- nerse elpijama y le vi las nalgas y la espalda. Luego se metió en la

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cama y se estiró con los braz.os detrás de la cabez.a. George es muy tanto en este año. Suz.annah viene a cenar a casa con frecuen­
hermoso. Pero sifuesefeo, sería igual. Estaba muy cansado. Hu­ cia. Se desvive por ser simpática. No le quita los ojos de encima
biera preferido que yo no estuviese allí. ldéntico a mis padres, a George. Me da pena. No me había dado cuenta hasta ahora.
afectuoso y paciente. Me dijo: Rachel, no está bien lo que haces. Yo abe que no se merece a George. Quiere casarse con él. Antes
esperaba que dijera no es correcto. Cuando nosotros usamos pa­ la hubiera tomado por loca. Pero si George se acuesta con Su­
labras como correcto, Oiga y Simon siempre se ríen y dicen que z.annah, bien puede casarse con ella. Le dije a George: ¡piensas
no hemos dejado de ser ingleses y niños. Pero él dijo no está bien. e arte con Suz.annah.'l Me respondió: ¡mi querida hermanita.'
Asíque yo le dije: no me importa, George. Yo no entiendo. Enton­ No soporto ese trato, que es como me dice Benjamín, y al .fin y
ces él me dijo: mira, Rachel, yo no puedo hacer nada. ai cabo ya he cumplido los dieciséis. Pero y Suz.annah ¡qué.'l, le
Allí estaba yo, en la puerta, y él en la cama, con los ojos entor­ dije. Tiene veintitrés años, me respondió. Me dolió hasta la
nados. édula oírle decir eso. En primer lugar, que Suz.annah sea
Dijo: Rachel, ¡qué es lo que quieres! tan mayor. Y además, que él pensara que eso es tan impor­
Al oírlo, fue como si me abofetearan otra vez.. Porque, claro tante. Luego dijo: ella sabe muy bien que el matrimonio no .fi­
está, yo hubiese querido que dijera: detesto a Suz.annah, es una ura en mis planes. Lo que me volvió a molestar. Qye yo re­
idiota ordinaria y sin gracia. Pero él nunca diría una cosa así. cuerde, George nunca había sido estúpido. Le dije: George,
Siéntate, me dijo. uz.a nnah quiere casarse contigo. No piensa en otra cosa, noche
Me senté a los pies de la cama. día. Y él me dijo: hermanita, has nacido para ser mi tor­
Yo esperaba alguna palabra reveladora, ahora me doy cuenta, mento, mi cilicio. Y me tomó en sus braz.os y me hiz.o bailar por
pero a él se le seguían cerrando los ojos. todo el cuarto.
Estaba muy guapo. Pero muy cansado. Me puse a pensar en su Estábamos en la sala de estar. En aquel momento entró
vida. Nunca ha dormido más de. tres o cuatro horas por noche. Ber�:Jamin. Y quiso participar. Desde el momento en que apare­
Me pareció que se había dormido. Entonces me puse a hablar. t� las cosas cambiaron; quiero decir que el baile con George se
Le hablaba a George. Le dije: es insufrible, todo esto, es espantoso, transformó en algo diferente, hostil y agresivo, nada amistoso.
horrible y repugnante, y la vida es insoportable. omo había sido antes. Sentí que George se movía más lenta­
Supecho subía y boJaba, subía y boJaba. Yo hubiera querido p9- mente porque también él se daba cuenta del cambio. Benjamín
ner mi cabez.a encima y dormirme. quiso sumarse al baile como si yo fuese un premio que había
De pronto dijo, con los ojos cerrados: st: Rachel. . . te estoy escu­
q ue ganar. George me puso contra la pared y se quedófrente a
chando. Y se durmió otra vez., al instante. Profundamente. Me mí. Benjamín seguía dando vueltas delante de George porque
quedé unos minutos, pensando que quiz.á volvería a despertar. quería que yo saltara y girara. Yo lloraba de rabia. Al mismo
Pero por la ventana entró la luz. del amanecer. Las palmeras pol­ tiempo le estaba agradecida a George.
vorientas bordeaban las calles. El olor a polvo. El calor. George Al cabo de un momento, Benjamín se sintió ridículo y fue a
dormía y dormía. Furiosa y avergonzada, volví a mi cama. sentarse. Entonces George también se sentó.
Rachel cree que no tendría que acostarme con Suz.annah, le
He estado pensando en Suz.annah. Hace casi un año que Su­ dijo a Benjamín. Me pareció que hablaba muy en serio. Me ha­
z.annah ha entrado en la vida de George. Es mucho tiempo. Miro b(a tomado en serio.
hacia atrás y me parece que siempre ha estado ahí. He cambiado Claro que tienes que acostarte con ella. Móntalas a todas,
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qué caramba, dijo Benjamín. Ni bien lo dijo, nos dimos cuenta de Eso nos detuvo, a Benjamín y a mí, por razones distintas.
que estaba arrepentido. Parecía avergonzado. Hubo un largo silencio.
Benjamín estaba sentado en una silla. Era gordo, peludo y mo­ Es que de veras quiero saberlo, dijo George. Hay centenares de
reno. Como un campesino. Y George, delgado, ágil y elegante. Los prostt'bulos, en esta ciudad y en cualquier otra. Y también está la
dos avergonzados. Yo no me mov( de mi sitio, porque tem(a que castidad, desde luego. Montones de chicas quieren acostarse con­
Benjamín me persiguiera. migo. Suzannah es una de ellas.
Entonces, hermanita, dijo Benjamín, ¡tú crees que George no Todo eso parec(a tan jueta de lugar que me costaba creer lo
tendr(a que acostarse con Suzannah? ¡Por qué no? que estaba oyendo.

Yo dije: acuéstate con quien te déla gana. ¡A quién le importa1 ¡Y cuando hayas terminado con ella?, dije. ¡Qy,é hará ella
A m( no. Yo pensaba que ten(a importancia, pero ya veo que no cuando tú te cases?
tiene ninguna. Bendito sea Dios, dijo Benjamín, ¡oyes eso.1 Estaba represen­
Lloraba tanto que mis lágrimas salpicaban el suelo, literaJ... tando el papel de la estupefacción resignada. El eterno feme­
mente. nino. Lo absoluto absoluto, el ultimátum último.
George me miraba. No hac(a más que mirarme. Era evidente Bueno, continúa, hermanita, dijo George. Qy,iero saberlo.
que sufrra. Y yo sent(a que hab(a triunfado, porque él suftio... Ella te quiere, le dije.
George dijo: a ver, hermanita, ¡con quién tendna que acos­ Ella te quiere, le dijo Benjamín a George, en el mismo tono.
tarme? Claro que sí, dije. Es curioso que no te des cuenta. ¡Por qué.1
A lo cual Benjamín respondió: con Rachel, por supuesto. ¡Por qué, de repente, te has vuelto estúpido? Eres para ella lo
Luego, durante un rato, no pasó nada. George parecfa molesto más importante que haya podido pasarle.

y divertido. Las dos cosas. Benjamín estaba de nuevo aver­ Eso s( que es verdad, dijo Benjamín. La falsa modestia no te
gonzado. Llevará a nada.
Fue uno de esos momentos cada vez más claros para m(: mo­ Porque George hab(a adoptado un aire burlón.
mentos en que una vejunto con lo que pasa lo que podr(a pasar. Yo dije: tú podrás casarte con cincuenta mujeres diferentes y
Me veía con toda claridad abalanzándome sobre Benjamín desde ella podrá casarse con un polrtico gordo, estúpido y charlatán, y
el otro extremo de la habitación, decidida a arrancarle los ojos. convertirse en una gran dama que vaya de un lado a otro ves­
Entonces George se levantaba, me separaba de Benjamín y me tida de uniforme y pronunciando discursos, y de todos modos tú

sentaba. erás lo más importante que le habrá pasado y que le pasará en el

Ésa era la escena de Benjamín. La atmósfera que él creaba. resto de su vida.


Pero a causa de la presencia de George, la escena era imposible. George estaba azorado. Estaba rojo. Yo nunca lo había vis-
Y como George estaba all� mirando, me aparté de la pared y to as(.

fui a sentarme un poco más lejos, sola. Benjamín, por una vez, parecía muy sensato y hasta adulto.
Ésta es una conversación seria, le dijo George a Benjamin, y Benjamín le dijo a George: ella tiene razón.
Benjamín se quedó callado. George dijo: Y entonces, ¡qué tengo que hacer.'!
Bueno, ¡con quién tendr(a que acostarme.1, me preguntó. Soy Benjamín dijo con aire teatral: ¡estás atrapado!
un hombre normal. No tengo intención de casarme en los próxi­
mos cinco años. He estado pensando.

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He llegado a la siguiente conclusión. No se puede comprender dos los demás. Como Oiga y Simon. Y como Benjamín. Q.ue no
una cosa antes de ver los resultados. dice una palabra. Luego puede burlarse todo lo que quiere, y a ve­
Lo que me ha hecho pensar en esto es el Congreso de lajuven­ ces no tiene ni idea de lo que pasa, pero escucha, como todos. Así
tud. Cuando George dijo que iría, mepuse enferma. Más tarde me que-:como de costumbre, esto es lo que tengo que decir: siento
enteré de que era el delegado de unos musulmanes, unosjudíos y una cosa. Pero pienso otra muy diferente. En cuanto a lo que �
unos cristianos. Y eso no podría hacerlo nadie más. Yo no sé cómo entiendo cuando George habla, eso . . . Pero es evidente que hablar
se las arregla. También hubiera podido representar a grupos so­ no sirve de nada.
cialistas, marxistas y profesionales. Se lo habían pedido.
Yo no pude ir al Congreso. No me invitaron. ¡Cómo iban a in­
vitarme si no frecuento ningún grupo'! De TAFTA, SEÑOR SUPRE MO de SHIKASTA,
AT.
a ZARLE M , SUPRA -SUPRE MO SEÑOR de SHAMM
Benjamínfue. Primero dijo que no iría ni muerto, perofue, por ¡Salve!
supuesto.
Yo me enteré de todo lo que pasó. Por Benjamín. Pero cuando ¡Sumisión al Grande entre los Grandes!

terminó de contarme, interpreté lo que me había dicho a mi ma­


¡El mandato se ha cumpl ido!
nera, desde mi propio punto de vista.
Benjamín dice que George tuvo mucho éxito yfue el centro de Los cuatro Territorios Nacionales han sido puestos a prueba.
la.fiesta, y me insinuó mucho que había pasado la noche con una
mujer. Suzannah no estaba. Podría preguntarle y él me lo diría, Jefe de Gobierno Número Uno: Cuando se le ordenó que dijera a sus
pero eso sí que no. súbditos la verdad exacta y sin ambages, anunció a su consejo de minis­

Desde su regreso, llegan mensajes todo el día y de todas partes. tros que tal era su intención, porque «se le había ocurrido esa idea)). Fue
recluido inmediatamente en una prisión para enfermos mentales y se co­
No enumeraré los países porque sería cosa de nunca acabar. Como
municó a los súbditos que había dimitido por razones de salud.
George estuvo en ese coloquio e hiz.o ese papeL ahora puede via-
jar a todas partes y siempre será bien recibido. Y han venido pof'. ser <<ele­
Jefe de Gobierno Número Dos: Este hombre , que acababa de
esta casa gentes que han hablado de George y de lo que dijo en el (una aparició n en
gido gobern ante» , aprovechó la primera oportun idad
coloquio. Cómo habló, dicen. Todos insisten en lo mismo. Ben­ televisió n) para i nformar a sus súbd itos que la situació
n era mucho más
jamín dice que tperoró» toda la noche. Si estuvo perorando, ¡cómo grave de lo que había i magina do antes de asumir el poder
y entrar en po­
amente a los jefes
pudo estar con una mujer.� Se lo he dicho a Benjamín y me ha con­ sesión de ciertas informaciones reservadas exclusiv
eraba que tenía el deber de comuni car esta informa ­
testado que él nunca insinuó que George hubiese hecho otra cosa de gobiern o. Consid
en secreto . Sólo para sobrevi vir, era necesa­
que hablar. ción , en vez de manten erla
. Al acabar el program a, se enteró de que la
rio que afrontaran la verdad . .
le retiraba su apoyo. Tuvo que di-
fltcción que lo había <<llevado al poder»
No dejan de deifilarpor aquí blancos, negros, morenos, cobrizos
mitir.
y oliváceos, de día y de noche, día tras día, y está claro como el
agua que vienen a oír hablar a George. Me he dado cuenta de Jote de Gobierno Número Tres: Este hombre, decidido (por nuestros dic­
una cosa. George habla como Hasan. George ha aprendido de Ha­ tados) a revelar a los habitantes de su territorio geográfico ciertos he­
san. De eso me he dado cuenta. Y yo me siento y escucho como to- chos que se les habían ocultado, fue asesinado por los militares antes

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de que pudiera hacerlo. Los servicios de espionaje habían descubierto a
por un funcionario chino. Hemos escogido este docu­
tiempo las intenciones del presidente.
mento con el fin de ilustrar la extraordinaria eficacia de
Jefe de Gobierno Número Cuatro: E n medio de una crisis más grave que los nuevos señores. Por supuesto, estos tres ejemplos re­
de costumbre, hizo públicos ciertos hechos hasta entonces secretos y presentativos fueron seleccionados por nosotros. Ni el
se encontró con que nadie le creía: había un abismo demasiado g rande funcionario chino ni el británico los consideraban de es­
entre lo que siempre se había dicho a la gente y lo que él decía ahora.
pecial interés, insistiendo ambos en que había otros
Víctima de u n desequilibrio emocional , al comprobar que todos sus es­
ejemplos más importantes. Los Archivistas.]
fuerzos por difundir la verdad eran inútiles, falleció a consecuencia de u n
ataque card iaco.
Benjamin Sherban. N. o 24. ¿Qué decir de este filisteo decadente cuya in­
Estas pruebas han demostrado que el planeta es inmune a la verdad . mundicia contamina la g loriosa lucha que está transformando la propie­
dad de los medios de producción en beneficio de todos los trabajadores
Por lo tanto , nada se opone ya a nuestras actividades . de la h u manidad? La lección de estos degenerados es que nos queda
aún mucho cam ino por delante antes de alcanzar la victoria total en los
¡Excelsior! ¡Gloria para nosotros! ¡Hemos triunfado! frentes político e ideológ ico. Te nemos que prepararnos para li brar una
lucha prolongada y siempre al acecho contra los reaccionarios esclavi­
¡Sumisión al Grande entre los Grandes! zados por la resaca de las influencias capitalistas de un pasado co­
rrupto , a fin de escalar así las cimas de una auténtica realidad socialista.
Este enemigo del pueblo ha tenido la in solencia de erigirse en líder de
FEDE RACIÓN PANE UROPEA de la DICTADURA DEL PROLETARIADO los Movimientos I nfantiles de África del Norte (Sección 11), desafiando
SOCIALISTA y DEMOCRÁTICO-COMUNISTA para la PRESERVACIÓN descaradamente la voluntad de los auténticos dirigentes populares .
DE LA PAZ . Con el falso pretexto, a todas l uces transparente, de hablar en nombre

SERVICIOS PANEUROPEOS INTEGRADOS para la SUPERVISIÓN de de los n iños (entre ocho y doce años) de d ichos territorios , ha infiltrado
los ENEMIGOS del PUEBLO y la PREVENCIÓN de los CRÍMENES CON­ en esas mentes indefensas el vómito de sus patrañas subjetivistas , con­
TRA la VOLUNTAD POPULAR . trarias a las conclusiones alcanzadas por las vías de la disciplina frater­
SECCIÓN 1 5 (GRAN BRETAÑA) . NIVEL MÁXIMO SECRETO . nal e i nterna del Partido. Se recomienda que sea arrestado en nom bre
de la Voluntad del Pueblo cuando el próximo otoño asista al Congreso
¡Salud a n uestro G ran Líder! Toda nuestra gratitud a Aquel cuya Vida nos Pan-Juvenil . Si esto fuese i mposible , dadas las contradicciones de la si­
�rotege a todos con su i nfal ible clarividencia al Servicio de u n progreso tuación existencial, habrá que desen mascararlo sin contemplaciones .
Incesante. Nuestro homenaje a Aquel que se alza como un baluarte en­
tre nosotros y las fuerzas de la degeneración . Nos faltan palabras George Sherban. N.0 1 9. Esta h iena es hermano del anterior. Mediante
cuando recordamos Sus sacrificios a la Sagrada Causa. métodos oportun istas , de una bajeza y una deslealtad vergonzosas ,
como nu nca se ha visto en la h istoria de la gloriosa lucha de clases, se ha
impuesto como representante de varias facciones en nombre de una su­
[Informe sobre setenta y cuatro líderes provenientes puesta Justicia, sin sospechar que sus miserables contorsiones en el
de los movimientos juveniles o que han conservado su an­ polvo del subjetivismo histórico nunca han engañado a las masas clarivi­
terior influencia, es decir, no designados por la burocra­ dentes en glorioso ascenso hacia las cumbres de la Verdad . E n los dos
cia dirigente. Datos suministrados por agentes y espías, e últimos años ha visitado varios países de nuestra gloriosa Federación ,

iniciado horas antes de que los chinos ocuparan Europa· enlodándolo todo allí donde lo llevaron sus innobles ambiciones . ¿Qué

el informe fue concluido, y en algunos casos reescrito : podemos decir de estos criminales i nfames y desaprensivos q ue arras­
tran tras de si el polvo contaminado e infeccioso de un pasado muerto?

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planeta-madre está afectado; corno lo revela también el las puertas abiertas y todo el mundo yendo y viniendo. Esto sig­
hecho de que los agentes de Sharnrnat acaten una or· nifica que quiere que también nosotros estemos preuntes. Y yo
den obviamente insensata. me quedo siempre que puedo. Y Olga y Simon también. Y Ben­
A nuestro parecer, este estado de Shamrnat y sus jamín, cuando está en casa.
agentes agravará la destructividad espontánea y caótica Vienen de todos los países. La mayoría tien¿ nuestra edad.
que cabe esperar en estos momentos de Shikasta. Pero a veces también hay viejos. George conoció a esta gente du­
¡Corno si necesitáramos más problemas! rante una visita a los Ejércitos Paneuropeos. Casi todos lo cono­
Nuestro Servicio de Inteligencia nos indica que estás cieron personalmente o le oyeron decir algo que les abrió los ojos.
resistiendo bastante bien la crisis shikastiana. No nos Habían despertado y no podían creerlo, y vienen a ver si es
sorprende. Si todo sigue bien, ¿cuándo podernos espe· verdad. Yo lo sé por experiencia. Me pasa muchas veces. No, me
rar una visita? Siempre es un placer verte. digo, no es posible, pero sí que lo es. Para algunos, venir hasta
OIJUÍ era imposible. Pero de uno u otro modo, vienen. Si no con­
siguen apoyo o/icial, y Dios sabe lo difícil que es en estos momen­
DIARIO DE RACHEL SHERBAN tos, viajan clandestinamente y hasta disfrazados. Más de una
vez ha llegado alguien estando yo en la sala. Y esa persona,
hombre o mujer, se ha quitado el uniforme, la peluca, la barba o
Ya veo que me voy a poner a escribir de nuevo sobre lo que las gafas, o ha cambiado de sexo, y de pronto he visto que todo
está pasando. Y esta vez porque ya no sé dónde estoy. Pasan era un disfraz. Bueno, la verdad es que todos parecen ir disfra­
tantas cosas a cada momento que muchas se me escapan. zados. Y no vuelven a sus casas o a sus organizaciones si George
George dice que haga un eifueno en vez de desconectarme. les dice que no lo hagan. Casi siempre los manda a otro lugar.
Dice que yo me desconecto. Siempre a un lugar preciso, donde tienen que quedarse durante
Ahora la casa está siempre llena de gente. Vienen a ver a un tiempo antes de volver a partir.
George. Es un apartamento grande; no es ése el problema.
Además Benjamín no está casi nunca; vive dedicado a sus George me ha estado provocando. Dice que tengo que pensar
Campamentos Infantiles. Y Oiga y Simon faltan casi siempre, más. Dice que para qué me sirve lo que he aprendido, la educa­
a causa de una u otra catástrofe. Pero Benjamín y yo, los dos, ción que me han dado. Tienes que empez.ar a ser útil, me dice.
suponíamos que George se buscaría un despacho o algo así para No pretenderás, supongo, que me convierta en una administra­
recibir a toda esa gente. Pero no. Benjamín, muy sarcástic8, dora, que dirija cosas, le dije. Estaba verdaderamente espan­
dijo que el apartamento se estaba convirtiendo en un seminario tada. ¡Por qué no!, respondió; Mira a Oiga y Simon, es lo que
público. Oiga y Simon no dicen nada; esperan. Y yo obseroo ellos hacen y lo hacen bien. Yo le dije: dirigir cosas ¡para qué!
cómo esperan y miran. Esperan por lo mismo que yo espero. Me dijo: ¡hay que saber bailar al son que tocan! Ah, muy gra­
Para comprender una cosa hay que observar lo que ocurre. Los cioso. George me dice: Rachel, eres demasiado blanda, tienes que
resultados son la explicación. Esto significa que hay que ser pa­ endurecerte. Endurecerme, ¡para qué.1
ciente. Lo que pasa es que cuando la gente viene, deseando ver Entonces George puso esa cara de risueña paciencia que veo a
a George, él ni siquiera los hace entrar en su cuarto. Q.ue es menudo en Olga y Simon. 11
bastante espacioso. No, se sienta a hablar en la sala, con M e doy cuenta de que esta conversación la he mantenido
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toda mi vida, de una manera u otra, conmigo misma, o con George les explicaba a dónde tenían que ir y que no ir, qué hacer y
Olga yjo Simon, o con George. qué no hacer. En eso entró Benjamín. Está muy cambiado desde
Pues muy bien. Las novedades del día son: (1) Prohibición que es tan importante. No está bien que yo diga eso. Desde gue
de comer pescado en cualquier lugar de las costas. Pescadores es tan útil Mejor así. Pero es un Rey de la comedia, Benjamín.
en vías de extinción. Las grandes potencias rivalizan en los Lleva un uniforme que él mismo ha inventado: pantalón vaquero,
océanos por la pesca de altura. Síntomas de envenenamiento camisa verde de camuflaje y ke.ffiyeh. Por lo general se sienta y es­
en los peces de los mares antárticos. (2) El nivel de alimentos cucha pero hoy tiene que haberle pasado algo muy bueno porque
en las Islas Británicas es hoy inferior al mínimo mundial. Lr>s estaba que no cabía en síy no hacía más que interrumpir y hablar.
países del Tercer Mundo declaran que no tienen escrúpulos en Los chinos esperaban a que callara. Pero él seguía. George se limi­
dejar morir de hambre a los europeos que siempre los han tra· taba a esperar. Pero Benjamín parecía demasiado grande para el
tado como basura. Se están tomando la revancha. Encantador. cuarto: tan corpulento, y los otros tan pequeños, y bien educados y
(3) Hay cuatro millones de personas en las cárceles y en los corteses. De pronto, Oiga se echó a llorar. De agotamiento. Vi con
campos penitenciarios de Europa. No saldrán de allí con vida. toda claridad que los años y años de Benjamín la abrumaban, de
Casi todos son viejos. (4) EnftrmtdadeJ del ganado vacuno. repente. No paraba de llorar. Basta, Benjamín, basta. Él se vino
Enfermedades del ganado bovino. Enfermedades del ganado abajo, deshecho. George me hiz.o una seña, y yo me llevé a Oiga de
porcino. (5) Los árboles mueren. Los gobiernos dicen que no es la sala y de nuevo la metí en la cama. Un minuto después Benja­
la polución propiamente dicha. (6) Los Ejércitos de la juven· mín vino a su cuarto y pidió permiso para entrar. Ella seguía llo­
tud están en marcha.
·
rando. Él lloraba. Yo lloraba.
¡Bravo!
Sufu:iente para un solo día. Simon ha regresado hoy a su Hospital Ambulante. Ha estado
trabajando veinte horas al día durante varias semanas. Oiga y él
Olga volvió ayer de la hambruna. Tenía un aspecto que se sientan en la sala y se pasan las horas como dos espectros. Casi no
daba miedo. Le preparé un baño caliente y la metí dentro. Me hablan. Yo comprendo que no necesiten hablar. Comprendo que
sentí como si yo fuera su madre. Le hice comer unos empareda­ pasarse las horas en la sala y sin hablar es un hábito de lafamüia.
dos. La acosté. Estaba completamente aturdida, deshecha. Yo George también se ha pasado las horas sentado con Olga y Simon
me sentéjunto a su cama. Apagué la luz. cuando me lo pidió, sin decir una palabra. Estando con ellos. Benjamín hiz.o su en­
porque quería ver el cielo estrellado a través de los cristales. trada triunfal y le preguntó a Simon por su viaje. Simon ya se ha­
Sentada junto a ella comprendí que no va a vivir mucho bía recuperado un poco. Dijo que esto y que lo otro, y luego: gracias
tiempo. Está agotada. Más que eso. Está muy lejos de mí. De a Dios, eran chinos. Se refería a los jefes (los Representantes del
todos nosotros. Cuando está con nosotros, se diría, si uno no la Pueblo). Los jefes del sitio donde él había estado. He notado que
conociera, que está distraída. Olga nunca está distraída, por· Simon y Olga dicen a menudo A Dios gracias, era chino, o china.
que siempre se interesa por todo lo que ocurre. La verdad es Pero lo que yo me pregunto de pronto es: ¿por gué chinos? Q.uiero
que vive ensimismada. decir que por qué, por todas partes, dondequiera que uno vaya,
hay chinos. Siempre tan eficientes y serviciales, es verdad. El tacto
Hoy, George estaba en la sala con un grupo de gente, casi todos personificado. El sentido común en persona, dicen Simon y Olga.
chinos, pero no del gobierno. Mamá estaba sentada con nosotros. EL mes pasado, cuando estuvo en la hambruna, Oiga secuestró

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prácticamente a una china que trabf#aba en no sé qué departa.. Raymond Watts, pero él temblaba y transpiraba. Desde el pasillo
mento y se la llevó consigo, porque esa gente vale en oro lo que llegaban voces alteradas, coléricas. Comprendí que querían matar
pesa. En sentido común. Hay seis médicos chinos en el Hospital a Raymond Watts y que George les decía que no. Luego se mar­
Ambulante de Simon. charon. George volvió, me hiz.o una seña con la cabeza y yo mefui.
Más tarde le dije a George: ¡lo van a matar.1 George dijo: no, les he
La tarde de hoy ha sido muy especial. George volvió de la Uni­ dicho que Raymond va a cambiar. Yo reflexioné un momento y
versidad a las tres. Da unos cursos sobre Sistemas jurídicos. Dice empecé a entender algunas cosas. Dije: ah, esto ha pasado otras ve­
que es importante recordar a la gente que puede existir una cosa ces. George sonrió. Comprendí que s� había pasado antes. ¡Mu­
como el Derecho. Lo esperaba un grupo. Yo les había servido té de chas veces? George dijo: en estos tiempos, hay tantos espías como no
menta y pastel. Luego noté que todos estaban hambrientos y les di espías. Y me miraba. Yo adiviné lo que iba a venir, otro sermón so­
lo que teníamos para la cena. Había dos alemanes, tres rusos, una bre que tenía que endurecerme. George dijo: en primer lugar, la
francesa, un chino y un británico. En cuanto entró George, los sa­ gente necesita comer. Y además, para muchos, ser espía o algo por
ludó y se sentó, algo se hizo diferente. La atmóifera. Por lo gene­ el estilo es una cosa natural. No han tenido otra opción. ¡Entien­
ral, se charla un rato de esto y aquello, de las cosas que ocurren, y des.1 No, le dije, no lo entiendo. Y entonces él dijo: Rache/, tienes
de pronto George empieza a hablar a su manera A veces uno lo que tratar de ser más .fuerte. Has tenido una vida protegida en
nota en el momento mismo en que empieza. Pero otras veces em­ muchos aspectos. Eso me indignó. Le dije: ¡qué ha tenido de prote­
pieza antes de que uno lo note. QJ.tienes lo conocen están atentos. gida? Me dijo: ante todo, nunca te has sentido tentada de hacer
Pero los que no, siguen hablando sin ton ni son y lo echan todo a algo reprensible porque alguien a quien querías tuviera hambre
perder. Hasta que se dan cuenta. Todas las personas de esta tarde niporque tú tuvieras hambre. Y en segundo lugar, siempre has vi­
-lo vi en seguida- lo habían tratado antes, en uno u otro de sus vido entre privüegiados.
viajes. Había una atmóifera expectante. Pero también había algo Le dije: como Naseem y Shireen, por ejemplo. ¡Son privilegia­
que andaba mal. Había alguien que ponía una nota falsa. dos.1 S� los educaron para ser decentes. Eran buenas personas.
¡QJ.tién.� me preguntaba yo. Alguien peligroso. Y me di cuenta de Hoy a la mayoría no se la educa para que sea decente, sino todo lo
que era Raymond Watts, el británico. Una vez. que lo supe me pa­ contrario, y ellos no tenían la culpa.
reció incomprensible que hubiera tardado tanto en darme cuenta. Tardé un rato en oír lo que había dicho. Le dije: entonces han
Evidentemente era un espía. Noté que los que habían llegado con muerto. George dijo: Naseem murió hace un mes, de una infec­
él no se daban cuenta, pero sabían que algo andaba mal. Poco a ción. Por el.frW. Dije: quieres decir que murióporque nunca tuvo
poco, uno tras otro, sejueron dando cuenta. Fue horrible. Mo­ suficiente comida. Así es, dijo él. Y Shireen murió de parto en el
mentos después todos miraban a Raymond Watts. Qye tenía un hospital.
aire incómodo y falso. Aterrorizado. Y con toda razón. Yo espe­ ¡ Y qué ha sido de los niños?
raba que George dijese algo. O que hiciera algo. Pero él sonre(a Me dijo que dos han muerto de disentería y que Fatima se
como de costumbre. Entonces los otros, empezando por los rusos, se ocupa del que le costó la vida a Shireen. A los otros tres los han lle­
levantaron y dijeron que se marchaban. Yo veía que estaba pa­ vado a un Campo Infantü.
sando algo terrible. Los demás siguieron a los rusos. Raymond Yo me había prometido no llorar, pero ya estaba llorando.
Watts no. George me miró. Yo me quedé donde estaba. Él salió al George me dijo: Rache/, si no puedes soportarlo, tendrás que
pasillo con los otros y estuvo allí un rato. Yo traté de hablar con volver atrás y empezar otra vez a partir de cero. Piénsatelo.

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Estuve tratando de pensar. metros de la ciudad. L o bastante lejos, según él, para evitar que
Ojalá estuviera con Naseem y Shireen, muerta. ciertas incursiones nocturnas lo destrozaran todo. Eso lo dijo refi­
riéndose a los más pequeños, y es exactamente lo mismo que dicen
Tengo que reconocer que George no está tan guapo como hace los viejos y la gente normal de losjóvenes: que lo �destrozan todo».
El partge no es muy atractivo. Una llanura polvorienta rodeada
un par de años. A veces cuando está cansado me parece realmen­
de colinas bajas. De pronto llegamos a un cerco de alambre de
te feo.
espino. Electrifzcado. Benjamín · dice que el cerco es indispen­
sable. Tanto para impedir que la gente entre como que los chicos
Me he dado cuenta de que a Simon no le queda mucho tiempo salgan. Abro comillas, cierro comilLOJ. Hay cinco mil niños, todos
de vida. Igual que Oiga, está muy lejos de nosotros. George pasa varones, en el campo de Benjamín. Los cobertizos son de ladrillos
con ellos todo el tiempo que puede. Yo también los acompaño, peNJ livianos, a razón de cincuenta chicos por cobertizo, cinco cober­
en seguida me voy, porque me dan ganas de llorar, y ellos no están tizos por grupo y veinte grupos. Hay una torre de distribución
llorando, sino muy serenos. de agua para cada cinco cobertizos, y un bloque de duchas y re­
tretes. Hay rffzcinas y edificios centrales. El campo tiene forma
Geoige dice que quiere que ayude a Benjamín en los Cam­ de rueda, con los cobertizos como radios, dos grupos de coberti­
pamentos Infantiles. No podía creérmelo. Me dijo: sí; Ifachel, zos por radio.
eso es lo que tú tienes que hacer. Yo le dije: ¡no, no y no.' Y él Hay una media docena de palmeras. Algunas matas de hibisco
y belesa. El campo es un hervidero de niños, pero siempre enfila y
dijo: ¡s� sí y sí!
en pelotones. Nunca en desorden. Un altavoz. los despierta a las
cinco y media de la mañana. Como en los cobertizos el calor es so­
Entró Benjamín, ese gran patán tostado por el sol, y no pude. focante, están contentos de salir. Hacen ejercicios físicos con un
George no estaba. Yo sabía peifectamente que George había dis­ profesor de gimnasia. Hay un espacio con piso de cemento y techo
puesto las cosas para que me encontrara a solas con Benjamín. de hc!)as de palmera donde comen sentados sobre esteras, en turnos
Benjamín no hacía más que preguntar dónde está George, dónde de quinientos. Cada turno de comida dura veinte minutos. El de­
está mamá, dónde estápapá. Simon había ido a trabajar al hospi­ sayuno consiste en pottge y yogur. Este comedor está casi constan­
tal y Oiga estaba en su cuarto, descansando. Vi que Benjamín se temente en servicio. Después del desayuno tienen clases y depor­
sentía abandonado. Al.fin hice un esfoeno y le pregunté si podía tes. Las clases son para grupos de cien, las más de las veces. No hay
ir a ayudarlo en los Campamentos Infantiles. ¡La cara que puso! un aula especial, así que las clases se dan en cualquier parte, in­
Yo me sentía contenta de habérselo preguntado. Veo que cuando cluso en el cobertizo comedor, cuando está libre. La enseñanza se
Benjamín vuelve a casa tiene una enorme necesidad de afecto. imparte a gritos, a veces por medio de altavoces, y los niños corean
Pero ahora que realmente voy a tener que decidirme, no me siento a los profesores. Cuando se dan algo así como cincuenta clases dife­
capaz.. George no está aqu� se ha ido a visitar uno de los Ejércitos rentes todas al mismo tiempo, el campo parece extraño: aquíse co­
de la juventud en Egipto. rean lOJ capitales del mundo; a unos cien metros de distancia, los
Fui a los Campamentos con Benjamín, en un camión del ejér­ nombres de los héroes de ltJ historia; al lado, los principios de la hi­
cito. Paró en el Café de La Paz. y recogimos a diecisiete personOJ giene; un poco más lejos, las obligaciones hacia los adultos; y más
que iban a los Campamentos. Los de Benjamín están a veinte kiló- allá las tablas de sumar y de multiplicar, con ayuda de un piz.a-

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rrón del tamaño de una casa, todo al mismo tiempo; y de pronto, como hay y tan escasos medios, nadafuncwnar(a s i alguien n o pu-
en la otra punta del campoJ se oye un grupo que salmodia el Corán íera un poco de orden. Benjamín está tratando de conseguir va­
0 que ejecuta una danza. Bueno, si de algo no van a sufrir estos rios cobertizos más como el del comedor, para las clases. No es muy
chicos es de.fragmentación mental. Almuerz.an temprano. Verdu­ optimista. Dice que lo que más le preocupa día y noche, es que
ras y legumbres. Descansan. Luego los hacinan en el comeder� haya una epidemia.
sentados prácticamente unos encima de otros, y les dan una clase Benjamín pronuncw uno de esos discursos edificantes. El ser­
de historia y de cuestiones de actualidad. Adoctrinamiento. A con­ món, en realidad. No me dijo antes que iba a hacerlo porque sé
tinuación las clases sobre el Corán, Mahoma y el Islam. Los cristia­ que se sentía intimidado. En el momento en que lo vi all� de pie,
nos yjudíos, que son los menos, se quedan en los cobertizos de dor­ listo para empezar, pensé: ¡no te atrevas a imitar a George! Pero
mir. Después, gracias a Dios, empieza a refrescar y hay másjuegos fue muy distinto, más bien como las charlas sobre moral que nos
y la cena. Luego las Oraciones, y una especie de sermón, que es daban en la escuela. Todos para uno y uno para todos, todos somos
muy emotivo y edificante. En seguida a la cama, a paso redo­ hermanos y hemos de ayudamos unos a otros para que Dios nos
blado. Nunca están solos. Ni un segundo, en ningún momento del ayude. Dios y Alá, yo diría un setenta por ciento de Alá y un
día ni de la noche. No hacen nada por propia iniciativa. Como los treinta por ciento de Dios, teniendo en cuenta a todos los presen­
habitantes de las grandes ciudades, siempre están pendientes de tes. Pero estuvo bien. ¡Q.ué otra cosapodía hacer Benjamin? ¡Qy,é
sus pasos y de dónde ponen los pies para no tropezar o pisarse unos otra cosa se puede hacer?
a otros. Son muy educados y disciplinados. Tienen grandes ojos Cuando los chicos se acostaron, me llevó de vuelta a casa. Fui­
brillantes que miran fijos y atentos. Sin embargo, de pronto un mos en el camión, con varios de los auxiliares del campo. A lo largo
grupo rompefilas, y los chicos echan a correr, enloquecidos y deli­ del camino recogimos a otros jóvenesJ y alfin el camión iba tan
rantes, agitando los brazos, gritando y atacándose a puñetaztJS cargado que apenas se movía. Benjamín dijo dos cosas durante el
unos a otros. Losjóvenes que los vigilan se apresuran a separarlos y tliaje de regreso. Una: que yo tendría que tener novio. Sé que lo
a restablecer el orden. Estosjóvenes son voluntarios del Campo de que quiso decir es que mi actitud con George es mals�na. Le dije:
jóvenes que hay a ocho kilómetros. no te preocupes, ya sé que te refieres a George. Pero estás muy
Le dije a Benjamín que psicológicamente. estos niños tienen equivocado sobre mis sentimientos. Entonces él dijo: lo entiendo
que ser completamente diferentes de quienes se educan en una perfectamente bien. No soy idiota. Pero si esperas a que aparezca
familia normal, y que cuando crezcan serán adultos distintos. Y alguien tan maravilloso como George, seguirás siendo virgen toda
él me respondió: s� así es. ¡ Tendría que preferir que estuviera-n tu vida. Después de esto estuvimos callados los dos. Un buen rato.
muertos! Yo estabafuriosa, ni qué decir tiene, pero al mismo tiempo sentía
Me pregunto qué será de los tres hijos de Naseem y ShireenJ que era injusta, porque me daba cuenta de que él no había tenido
ahora que están en un campo. Todos estos niños han quedot./4 mala intención, y que no había hablado en el tono habitual. Dijo:
huérfanos en una de las últimas crisis. al fin y al cabo, los dos vamos a tener probkmas por culpa de
Benjamín traquetea por el campo, sonriente y servicial, accesi­ George, ¡no te parece.1 Lo pensé un rato. Luego le dije: no tengo
ble a todos. Los chicos lo quieren. Los guardias lo quieren. Y él intención de engrosar la población de los Campos Infantiles. A lo
quiere a todos. Me doy cuenta de que he subestimado a Benjamín. cual respondió: sólo he conocido otra chica que haya elegido tan re­
Si no lo compararan siempre con George, la gente lo admiraría. sueltamente como tú vivir en otro siglo. ¡Me permites regalarte un
Es muy eficiente. Lo organiza todo muy bien. Con tantos niños manual elemental de control de la natalidad.' Y yo le dije a mi

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vez.: no sépor quépiensas que soy idiota. He p�nsado en todo eso. rados. No obstante, una vez. a la semana llevan a los hermanos y
No me interesa el tipo de relación que tienen hoy las parejas, sin hermanas a un lugar neutral del Campo de los jáoenes y pasan
hijos y sin hogar. Tanto daría no casarme. ¡Para qué se toman el unas horasjuntos. Es mejor que nada, supongo. No dije una pala­
trabajo.1 Bueno, dijo Benjamín, con humor, está esa cosa que bra, porque había resuelto no hacerlo, pero Benjamín dijo: a ver,
llaman el sexo. Bueno, dije yo, te pediré a ti que me busques un ¡tú qué propones.1, como si yo hubiera criticado algo.
compañero simpático y sano cuando no pueda más y me sienta in­ El Campo es idéntico al de los chicos. Chicas y chicos usan la
capaz. de encontrarlo por mi cuenta. Y lo dos soltamos la carca­ misma ropa, una especie de traje de algodón liviano, blanco o
jada. No recuerdo haber pasado nunca con Benjamín un buen az.ul; un pantalón y una túnica de manga corta. Los chicos llevan
rato como éste. Nunca. Es la primera vez. en mi vida que Benjar k�tfiyeh. Las chicas, un gorro ajustado encima del ligero velo de
min me gusta. muselina. Hoy el viento levantabapolvo y arena por todas partes y
Pero luego él me dijo que quiere que me thaga cargo» del campo lo único que se veía eran los ojos oscuros por encima de los velos, su­
de niñas, que es la contrapartida del suyo. Le dije que no, claro, jetos alrededor de bocas y narices. También a mí me hubiera gus-
que no podía, que no era capaz. de tdirigir». ¡Por qué no.1, dijo él. tado tener un velo.
Yo tampoco sabía, hasta que empecé. Y de todos modos, no soy yo Los auxiliares son en su mayoría tunecinos, y algunos chinos,
quien tdirige» el campo. Son los auxiliares. por supuesto. A todos les gusta ocuparse de los niños. Hay largas
Después de eso tuvimos una discusión, pero nofue desagradtz� Listas de espera en los Campos de jáoenes para trabajar en los
ble. Los auxiliares son del Campo de j6venes, todos más o menos Campos Infantües.
de nuestra edad, dieciocho o diecinueve años. Siempre son los más La jornada fue igual que la del Campo de varones.
jáoenes de cada Campojuvenil los que se ocupan de los niños. No Por la tarde, yo estaba en el cobertizo donde se sirven las comi­
hay mujeres en los campos de varones, y discutimos sobre eso. Él das cuando varios grupos de niñas pequeñas salieron furtiva­
dijo: estamos en un país musulmán. Yo dije que no me importaiHJ mente de los otros cobertizos, donde tendrían que estar descan­
si estábamos en un país musulmán o en el planeta Marte, que era sando, y se pusieron a mi alrededor, mirándome. Yo era una cara
una crueldad que todos esos niños ni siquiera viesen a una mujef'. nueva. Y no iba de uniforme. Llevaba un corto vestido rojo sobre
Él me preguntó qué proponía yo, ¡unafigura materna para cada un pantalón az.ul celeste. El vestido era de manga corta. Estaba
cobertizo de cincuenta chicos.1 Le dije, eso no, pero la mitad de los de lo más correcta. Pero a los ojos de ellas, era muy rara. Exótica.
auxiliares tendrían que ser chicas. Santo Dios, dijo él como si los No por mi aspecto. En realidad, me parezco a ellas. Hola, les dije,
mulahs le pisaran los talones, si hubiese chicas de día y de noche en tono amistoso, pero ellas se quedaron serias y calladas. Y no de­
con los muchachos, las Autoridades se volverían locas. Le dije que jaban de mirarme y cada vez. había más. Yo me sentía muy rara
eran una sarta de asquerosos mal pensados. Él dijo que yo hablaba en medio de tantos rostros atentos y serios; y aquíhay miles y mües.
como una occidental y que mefaltaba conocimiento de causa. Le ¡Cómo serán cuando sean grandes.1 Pero, con esa expresión en la
dije que todo eso me importaba un bledo, que lo lógico y natural cara y esos ojos de miradafija y cautelosa, ya parecen adultas. Me
era que hubiese alguna mujer. senté sobre la estera, esperando que se sentaran conmigo. Se acer­
caron, apiñándose todavía más a mi alrededor, mirándome siem­
Fui con Benjamín al campo de niñas. No hay ningún contacto pre. Las invité a sentarse y a que hablaran conmigo. Primero se
entre los dos campos, a pesar de que están a sólo ocho kilómetros de sentó una, lentamente, y luego todas las demás, al mismo tiempo.
distancia y hay cantidad de hermanos y hermanas que viven sepa- Estaban muy cerca de m� observándome sin decir una palabra.

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Luego se acercóBenjamin a grandes zancadas y todas escaparon a Yo estaba en la sala. Entró George y s e sentó. Con todas las
la vez., sin una sola mirada atrás. puertas abiertas. Cualquiera puede entrar en cualquier momento
Benjamin me dijo: ven conmigo al barracón de las oficinas. Lo y de eso se trata. Pero estábamos solos, para variar. Le dije: bueno,
dijo porque estábamos creando una atmósfera de intranquilidad, ya he visto los campos.
él y yo, los dosjuntos, en un campo que era exclusivamente para Él aguardó.
niñas. Lo seguí. Era un barracón de oficinas como otro cual­ Como yo no decía nada, me preguntó: ¡se lo has dicho a Benja­
quiera. min! Le dije que sí y él dijo en seguida, muy preocupado, pero
Me dijo: bueno, ¡quieres hacerlo.� Le dije: pero ¡qué es lo que aceptando la situación: entonces estará contrariado.
tengo que hacer! Le dije que s� que lo estaba. Él seguía allísentado, como si espe­
Estar aqu� respondió en tono vehemente, apremiante, y en­ rase algo, y entonces le dije: he estado pensando en cómo nos han
tonces comprendí cómo veía él lo que estaba haciendo. Tienes que educado. Él dijo: ¡bravo! Y se me ha ocurrido una cosa que creo
estar aqu� siempre a disposición de todos, en todo momento, y ocu­ que te va a gustar. . . Él sonreía ahora, muy afectuoso. Dije: ¡cuán­
parte de que las cosas estén en orden. tas gentes del mundo han sido educadas como nosotros.�
Le dije que lo pensaría. Él asintió con la cabez.a.
Después de la cena pronunció otro sermón, igual, casi palabrd Campos y más campos, cada vez. más, escuelas enormes, y todo
por palabra, al de la noche anterior. Todo el mundo quedófa.sci; el mundo llevado y traído como ganado, consignas, altavoces, ins­
nado. Amor y buena voluntad por todas partes. Supongo que yo tituciones.
podría aprender a dar sermones, se ve que no es difícil, puesto que Volvió a asentir.
todo el mundo se pasa el tiempo haciendo discursos políticos o ser­ Yo seguí hablando en el mismo tono. Luego dije: pero siempre
mones, tanto da. hay unos cuantos que se salvan. Bueno, creo que no es lo mío.
Era casi de noche cuando nos marchamos. Las niñas en grupos Se apoyó en el respaldo de la silla, suspiró, cruz.ó una y otra vez.
de cincuenta, con dos chicas de mi edad, una a la cabez.a y otra a las piernas. . . Hiz.o una serie de pequeños movimientos rápidos,
la retaguardia de cada contingente, daban vueltas y vueltas alre­ como cuando se pone impaciente y cree tener raz.ón.
dedor del campo, a modo de ejercicio, marcando el paso y can­ Luego dijo: Rache/, si te pones a llorar, me levanto y me voy.
tando sin parar. La luna estaba saliendo. Nunca me había hablado así.
Pero yo no iba a ceder. Tenía la absoluta certeza de estar en mi
Dije que lo pensaría y eso es lo que hago. derecho.
Luego dijo: esos dos niños, quiero que te ocupes de ellos.
Hoy había decidido no aceptar la dirección del campo de niñas. Ah, dije yo, ¡no se trata entonces de Benjamin, ni de los
Ni bien tomé esa decisión, regresó George. Ha traído dos niños, un campos.�
varón y una niña. Uno para cada campo, supongo. Kass im y No. Son de una familia como la nuestra. Kassim tiene diez.
Leila. Los padres han muerto de cólera. Están aqu� en el aparta­ años y Leila nueve. Sería mejor que nofueran a los campos. Si es
mento. Son muy callados. Se portan bien. Se van a la habitación posible.
de George, cuando él no está, y cierran la puerta. Para llorar, su­ Yo pensl en todo lo que eso supondría. En nuestros padres, en
pongo. cómo nos habían educado. ¡Podría no hacer algo parecido! Pero
dije: está bien, lo voy a intentar.

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De acuerdo, dijo él, y se levantó para marcharse. Paz aprueban de buen grado la Benevolente Tutela de los Glorio­
Le dije: si yo hubiese aceptado trabajar en el campo, no habría sos Hermanos Chinos. Bueno, ¡para quépreocuparse'! ¡Q.uéfarsa!
.PodUúJ ocuparme de Kassim y Leila. ¡A quién se lo habrías pedida,
entonces'! Pero cuando George lo oyó por la radio se puso muy serio. Le
Él titubeó y dijo: a Suzannah. dije: pero tú sabías que eso iba a suceder, ¡o no'! Él dijo: s� pero no
Eso me cortó de verdad, literalmente, la respiración. Me tan pronto. Le mandó un mensaje a Benjamín con alguien que
quedé inmrfuil. salía hacia el campo desde el Café de La Paz (porque el teléfono no
Suzannah es buena, dijo él. No era un reproche contra m� sino funciona otra vez), pidiéndole que viniese lo antes posible. Ahora
una opinión sobre Suzannah. Asintió con la cabeza, me sonrió y pasa mucho tiempo con Benjamín. Todas las tardes. Va a los cam­
se fue. pos, está un rato con los niños y luego cena en el café con Benja­
mín. Benjamín ha recibido una invitación de los chinos para ir a
Hoy George entró en mi cuarto y me dijo que se va otra vez de Europa. Se siente halagado. Y avergonzado de sentirse halagado.
viaje. A todas partes, a todos los Ejércitos de Europa y luego a la
India y a China. Le ocupará un año o quiui más. Todas las mañanas, muy temprano, antes del desayuno, llevo a
No me lo podía creer. Me parecía que acababa de regresar, y Kassim y Leila a mi habitación y les enseño geografía y español. E
que ni siquiera habíamos tenido tiempo de hablar como es debido. historia moderna, política y de las religiones. Es lo que George dice
George dijo: Rachel, éste va a ser mi último viaje. que tienen que aprender. Por la tarde, cuando vuelvo de lafacul­
Al principio ere( que me decía que lo iban a matar, pero luego tad, les enseño portugués y geografía histórica. El resto del tiemp()
comprendí que no era eso. Lo que quería decir era que después no están con George. Oiga y Simon apenas si han notado la presencia
sería posible continuar viajando como ahora. de los niños. Es demasiadopara ellos. Oiga ha vuelto a trabajar en
Me di:Jo que vendría mucha gente a casa y que me dejaría ins- el hospital. Está librando una batalla contra la burocracia. ¡Nada
trucciones sobre lo que tenía que decir. nuevo.' Simon se ha tomado una semana de vacaciones porque
¡Y a Simon y Oiga, no'!, le pregunté, y él me dijo: no. acaba de tener un leve ataque cardíaco. George lo ha obligado.
Yo sabía, por supuesto, lo que quería decir. Hablan mucho, o pasan mucho tiempo juntru, callados. El otro
Luego, cuando precisamente estaba pensando que Benjamín, día Oiga djo: i tengo la sensación de haber cumplido mi tarea.
ahora tan amable conmigo, me ayudaría, George dijo: Benjamín Yo le dije: Oiga, ¡quieres decir que ya no tienes preocupaciones,
me acompañará. Era más de lo que yo podía soportar. George se­ ahora que los tres somos mayores'! Oiga dijo: algo así. Yo le dije:
guía sentado, tranquilo, mirándome, preocupado pero esperando pero es que yo no creo ser mayor. Estuvo muy afectuosa y me dijo:
que yo me mostrase .fuerte. Yo no me sentía capaz. enfin, pues vamos bien. Y nos echamos a reír. Así marchan las co­
George me dijo: Rachel, tienes que hacerlo. sas por casa en este momento.
Mefaltaba el aliento y no dije una palabra. George dijo: no me
iré antes de un mes, y salió. Esta noche George y Benjamin estaban en la sala con una de­
Yo me fui a echarme en la cama. cena de personas que habían venido a ver a George. Una de ellas,
una india, habló de una chica llamada Sharma, y por la reacción
Hoy han anunciado que las Gloriosas Dictaduras Comunistas, de Benjamín me di cuenta de que era alguien que le interesaba a
Socialistas y Democráticas Paneuropeas para la Preservación de la George. Había un paquete de cartas de esa chica para George.

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Cuando las visitas se marcharon, y George se fue con Kass im y Ya te habrás dado cuenta, Rachel, de que ninguno de nosotros
Leila a no sé dónde, me quedé sola con Benjamín. Le pregunté: va a tener las cosas que quiere.
¡quién es esa chica.1 Eso lo sé.
Me daba cuenta de que si no tenía cuidado recaeríamos en Muy bien.
nuestras horribles peleas de antes. No has nombrado a Suzannah, le dije.
Parece que George se ha prendado de ella, dijo Benjamín. Era No sabía que hablabas de Suzannah.
él quien mantenía entre nosotros el tono afable, sensato y paci- Yo no repliqué.
fu:e, y yo le estaba agradecida. Y él dijo: Rachel, quiero que me escuches con toda atención.
Le pregunté: ¡es serio? Pero si siempre lo hago.
Pensé que ibas a decir: pero ¡y Suzannah.' Bien. Escúchame ahora. Cuando Benjamín y yo nos vayamos,
En realidad, yo estaba pensando en Suzannah. quiero que te quedes aqu� en este apartamento, y que te ocupes
En ese momento vi que si no me iba inmediatamente de la de Kassim y Leüa. No quiero que te vayas de aquí. Quiero que
sala, me pondría a gritarle a Benjamín, y hubiera sido injusto, recuerdes que yo te lo he pedido.
porque él no había hecho nada. Así que me levanté y me fui. Oyéndolo, sentí que me hundía en un torbellino. En las tinie­
blas. Era horrible. Sabía que pasaban cosas espantosas. Quería
No he dormido casi, pensando en esa chica y en George. Tuve entender lo que estaba pasando. Tenía la sensación de que había
un sueño horrible. Me lo quitaban todo. Sé que no me muestro algo que yo tenía que entender y no entendía.
fuerte. Esta tarde George entró en mi cuarto cuando les estaba Estaba a punto de desmayarme y se me nublaban los ojos,
dando clase de portugués a los niños y comprendí que era port¡tu pero le oía decir: Rachel, acuérdate, por favor, acuérdate . . .
sabía que yo quería hablar con él de esa chica. Hizo una seña con Cuando salí de mi desmayo, George no estaba. Mandó de
la cabeza y los niños se.foeran. Luego se sentó en una sillafrentr vuelta a los niños y yo seguí con la clase.
a m� se inclinó hacia adelante y me miró cara a cara.
Me dijo: Rachel, ¡qué es lo que quieres que te diga! He estado esperando que George vuelva a hablar conmigo, a
Quiero que me digas que estás enamorado de esa chica, que es solas, pero aunque a menudo me siento con él y sus visitantes,
la muchacha más maravillosa del mundo, que es hermosa y sen­ nunca me habla a solas.
sible e inteligente y única.
Muy bien, dijo él. Dicho está. ¡Y ahora, Rachel! Hoy hemos sabido que Simon ha muerto en Sudán. De uno de
Ni qué decir tiene que, como de costumbre, me sentí una los nuevos virus. George telefoneó desde lafacultad, gracias a un
tonta, y me quedé hecha un torbellino de emociones, inútil para permiso especial, pero Simon ya estaba enterrado. George, Ben­
todos. jamín y yo estuvimos los tres en la sala, completamente solos. Sin
Yo no podía hablar y al cabo él dijo: no es difícü amar a visitantes. Hace mucho calor esta noche. Estuvimos esperando a
alguien cuando te atraen sus posibilidades, lo que puede lle­ Oiga, que ha vuelto tarde, pero ya lo sabía. Y allí nos quedamos
gar a ser. los cuatro. Olga está tan agotada que dudo que haya sentido
¡Quieres decir que son esas cualidades las que tú necesitas!, le algo. Me di cuenta por su cara de que no era que no pudiese re­
pregunté. Mis palabras tuvieron un dejo de sarcasmo, pero no signarse, sino que se había resignado hacía mucho tiempo. Allí
era ésa mi intención. Tampoco él se las tomó así. seguimos los cuatro, en silencio, hasta que Olga dijo: pronto será

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de día. Yfue a acostarse. George y Benjamín siguen sentados en la cuarto pequeño que da a una de sus propias salas. Había muchas
sala. luces brillantes, médicos y enfermeras. Ella le dijo al médico-Jefe:
George y Benjamín se han ido hoy a Europa. Con un contin­ por favor, no. . . Q.uená decir que no le diesen drogas. Normal­
gente de veinticuatro, todos delegados de diferentes regiones de mente, él trabaja a las órdenes de ella. Él tomó la mano, sonrió Y,
África. Oiga y yo estamos aqu� con los dos niños. Oiga casi invisi­ asintió; e hiz.o una señal a los otros médicos y a las enfermeras y to­
ble, va comoflotando. Acude al hospital, pero vuelve al anochecer dos salieron y me dejaron sola con Olga. Se la veía muy cansada.
y se acuesta. Por la mañana está un poco más viva, se sienta en la Tenía la cara gris. Los labios blancos. Hiz.o un movimiento con la
cocina con Kassim y Leila y les cuenta cosas de George, de cuando mano y yo se la apreté. Me miraba desde muy lejos. Vi que le cos­
era niño y de cuando se hacía mayor. Si no recuerda algo, me taba horrores respirar. De repente, dijo en voz. alta: Rachel. Yo es­
mira y yo lo completo. Veo que quiere que lo sepan todo sobre peré, y esperé, y esperé. Las luces brillantes caían a plomo. Luego
George. Yo me siento y la escucho, y lo que cuenta es muy distinto sonrió, con una sonrisa de verdad, y supe que se iba a morir en se­
de lo que yo recuerdo. Qyiero decir, que como ,está tan cansada e guida. Dijo: Bueno, Rachel. . . en un tono de voz. como amistoso. Y
ida, dice cosas entrecortadas e insustanciales. A veces no puedo dejó de respirar. Al cabo de un momento le cerré los ojos. Antes me
creer que esté hablando de George. Y me pregunto si las cosas que estaba mirando. O parecía mirarme. Me quedé con ella hasta que
yo he escrito sobre George serán también tan sosas. A veces cuenta empez.ó a enfriarse. No sentí ninguna pena porque me pareció que
cosas que parecen sacadas de un libro viejo y polvoriento. Repite no era lo indicado. De todos modos, no creo en la muerte. Y de to­
anécdotas. Les cuenta cosas de George que ella sabe y yo no. Ha­ dos modos, hubiera querido estar con ella. Luego llamé a una en­
bla, habla y habla de George. fermera y le dije que si había quefirmar documentos losfirmaría
Leila y Kassim atienden. Son dos niños muy guapos. Delgados, yo, porque era el único miembro de la familia allí presente. Me
a causa de la mala alimentación, nerviosos, de rostros morenos y trajeron una taz.a de café y un impreso parafirmar. Luego volví a
vivaces, cabellos negros y lacios, y ojos oscuros de mirada dulce. Los casa a pie. Ya había luz.. Suz.annah dormía en el sofá de la sala.
comparo con los niños de los campos y me parecen preciosos. Soy Me gustó ese gesto suyo, pues había seis camas vacías donde hu­
injusta, ya lo sé, con los niños de los campos. Todos tienen necesi­ biera podido acostarse. No hiz.o escenas ni dijo tonterías, me pre­
dad de alguien que los quiera. Todos. paró café, despertó a los niños y les puso el desayuno. Nos sentamos
Suz.annah viene todas las noches a la hora de cenar. Está muy todos en la cocina y les dije a los niños que Oiga había muerto y
callada y humilde. Como un perro que espera que no lo echen. que yo cuidaría de ellos. ¡Y Suz.annah también.1, preguntaron. Y
Aunque cuando viene, todos somos amables con ella. Espectal­ por supuesto, les dije que sí. Me pareció que era exactamente lo
mente Olga. Se sientajunto a los niños en la mesa. Es tierna con que había que decir.
ellos, espontánea y discreta. Ellos la quieren. Yo la miro, con esa Ahora comprendo que George se casará con Suz.annah. ¡Cómo
blusa llamativa y elegante, la cara vulgar y el pelo siempre ondu­ no me he dado cuenta antes? Suz.annah es ya de lafamilia. Desde
lado, y sencillamente no lo puedo creer. hace mucho tiempo.

Olga me despertópor la noche y me pidió que la llevara al hos­ Como George y Benjamín están de viaje, y mamá y papá han
pital. Llamé por telifono a Suz.annah, que llegó en su coche del muerto, sobra espacio en casa. He puesto a Kassim en el cuarto de
ejército. Llevamos a Olga al hospital y le pedí a Suz.annah que vol­ George y a Leila en el de Benjamín. Esto signifua mucho para
viese a casa y se quedara con los niños. Han puesto a Olga en un ellos. Antes se sentían como rifugiados. Pero ahora se nota que se

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sienten parte de lafamilia. Les he asignado algunas tareas, como Mientras ayudaba a los niños a acostarse, Kassim me dijo: Rachel,
ordenar la casa y hacer la compra, y los dos, Leila y Kassim, saben ¡está.s tratando de protegernos, a míy a Leila, de lo que ya hemos
cocinar un poco. Todavía no los he mandado a la escuela. No si padecido? No sigran cosa de ellos. Yo no les pregunto, pues podría
adónde ni cómo. Hasta he pensado en buscar a Hasan para pe.. ser doloroso para ellos, y si George me dijo algo, no lo escuché. A lo
dirle consejo. Tal vez estos niños sean importantes, como lo fue mejor ellos quieren hablar y yo no los dejo. Ya hablaremos, en el
George. Por lo que sé, Hasan ha muerto. Siempre pasa lo mismo, momento adecuado.
piensas en alguien a quien no has visto hace mucho y entonces te
enteras: ha muerto. George no me ha dejado instrucciones, ex­ Siempre hay gente que viene a preguntar por George, pero mu­
cepto que debía ocuparme de los niños. Yo en verdad no puedo en­ cha menos que antes. Como el agua de un río que de pronto ha
señarles todo lo que necesitan saber. menguado. Y eso me da que pensar. Porque todo parecía siempre
tan azaroso, la gente que venía y la forma en que venían, tan
Anoche Suzannah vino a la hora de cenar, como hace siempre, complicada. Pero ahora que él no está, sólo vienen unos pocos. Es­
pidiendo con los ojos que la inviten, pero dispuesta a marcharse toy atenta. Benjamín dijo que tuviera cuidado con los posibles de­
al momento en caso contrario. Hablando en la mesa, salió el tema latores y espÚJJ. ¡Cómo puedo saber si alguien es un espía? Me han
de la escuela. Suzannah es buena en matemáticas, así que les dejado responsabilidades que me superan. Estoy convencida de
dará clases. Luego dijo que de vez en cuando los llevaría con ella que cometo grandes errores.
al sitio donde trabajaba. Es profesora de cultura física, higiene,
dietética y ese tipo de cosas en uno de los Camposjuveniles. Le dije Ayer vino Raymond Watts. No confío en él, por supuesto. Pero
que no: quiero mantenerlos al margen de esas influencias. Noté ¡por qué sigue aqu{? George siempre le decía a la gente que.fiura a
que Leila y Kassim nos miraban divertidos, sin dejar de parecer un sitio u otro, pero nunca le dijo a nadie que se quedase. A última
niños bien educados. Suzannah dijo: no hay que sobreprotegerlos, hora de la noche aparecieron unos muchachos holandeses. Como
ya sabes. Me enfurezco, dentro de mí, cuando dice algo. Por la de costumbre, llegaron aquí con aire alocado, a la buena de Dios.
forma de decirlo. Todo lo que.dice tiene el mismo tono. Punzante. Suzannah estaba conmigo. Me indicó que saliera. Ellos se dieron
No me interesa averiguar por qué, pues no le tengo simpatía. Es cuenta, claro. Ella pensaba que no. Me �cuchicheó» que tuviera
energía lo que la hace insistir. Insiste y se pone pesada a causa de cuidado con ellos. La oyeron, sin duda, porque en seguida se mar­
sus experiencias. Las desgracias consabidas. Ha tenido que luchar charon. Le pregunté a Suzannah cómo lo sabía. Me dijo: cuando
por todo. Así que sigue luchando. Es una refugiada. Ni siquiera has pasado por ciertas experiencias esas cosas las hueles. Entonces
sabe cómo se llama realmente. La dirección del campo le puso Su­ le pregunté quépensaba de Raymond Watts. Dijo: oh, ahora está
zannah. No tiene otro nombre. Estuvo seis años en un campo de bien.
niñas. Allíaprendió de todo, ella sola. Consiguió que los auxiliares
que sabían matemáticas, higiene, dietética, etcétera, le dieran Raymond Watts ha venido otra vez. Veo que está enamorado
clases. Tuvo que luchar para abrirse camino. de mí. Enfin, si quiere perder el tiempo, allá él. Hablando de una
Suzannah tenía que ir a trába.Jar por la mañana y hubiera sido cosa y otra, dijo que en Inglaterra era maestro de escuela. Le pre­
lógico que la invitase a pasar la noche con nosotros. No lo hice. Hu­ gunté cuánto tiempo pensaba quedarse. Dijo que seis meses, a me­
biera querido, pero no pude. Me sentía manejada por ella. Así que nos que los hados lefueran propicios, refiriéndose a m{, supongo; le
sefue a su casa, justo antes del toque de queda. Me sentí culpable. pedí, pues, que dé clases a Leila y Kassim.

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Anoche Suzannah estaba en casa porque había llevado a los ni­ Carta de S H A R M A PATEL
ños al campo, e hizo que la ayudaran, y luego les dio clase de ma­ a GEORGE SHERBAN
temáticas y cenó con nosotros. Yo me eiforcé y le dije que se que­ Querido Camarada:
dara a dormir. La puse en el cuarto de papá y mamá. Estaba Sólo anoche me enteré de que el portador se encontrará contigo
trastornada de emoción. Bueno, yo también. Vive en un cuartu­ en algún lugar, de modo que esta carta, la última (tt he escrito
cho minúsculo, en un arrabal de la ciudad donde la arena se cada vez que tenía un minuto libre, lo cual no es mucho decir),
amontonajunto a las puertas y hay perrosfamélicos merodeando tendrá que ser breve.
día y noche. Hace demasiado calor en el cuarto para pasarse allí ¡Cuándo vienes? Lo prometiste. Luis dice que vendrás en otro
las tardes. Es muy parecido al cuartito de adobe que yo quería de tus grandes viajes, aunque la India sólo sea una escala. Te es­
tanto, pero la casa no tiene patio ni estarn¡ue, ni terrado donde pero, ya sabes con cuánta impaciencia.
dormir a la luz de las estrellas. Esta mañana le dije que lo mejor Pero tengo algo concreto que proponer. En el próximo Congreso
sería que viniera a vivir con nosotros. No se lo dije muy amable­ Paneuropeo de los Ejércitos de las juventudes, es probable que la
mente, me temo, pero lo hice, y ya es algo, supongo. Sé que va a in­ India sea designada Coordinadora. Es lo que todo el mundo es­
vadir la casa, aunque sin ninguna malicia, y de todos modos yo pera. Lo cual convertirá a tu Sharma en dueña y señora de toda
nada puedo hacer, y sé que no tiene importancia. Europa durante ese año. (Por supuesto, lo digo en broma, como
sabes.) Pero lo cierto es que me interesa, aparte de laposibilidad de
Cuando instalé a Kassim en el cuarto de George, le dije que va­ vioJar a todos los países. Le he hablado a Luis de mi idea. Le he pe­
ciaría los armarios. Hoy lo he hecho. He llevado a mi cuarto las co­ dido que la considere seriamente. Le dije que sí tú estuvieras
sas de George. Nunca ha tenido demasiada ropa, así que la que dispuesto a presentar tu candidatura, tendrías todas las posi­
quedaba la he puesto con la mía. Y, claro, no pude evitar las lágri
.. bilidades de representar a África del Norte. ¡Estás dispuesto a pre­
mas. Lo echo tanto de menos que sufro día y noche. También echo sentarte.'? No parecías muy entusiasmado cuando lo discutimos.
de menos a Benjamín, aunque parezca raro. No a Olga y Simon. ¡Haces mal.' No está bien vacilar y echarse atrás cuando uno es la
Será porque en los últimos tiempru estaban muy lejos. Lo que s( persona indicada para un puesto determinado. La ambición
echo de menos es lo que recuerdo de ellos cuando yo era niña. Pero egoísta es una cosa. No es lo que yo preconizo. No creo que ni mis
es estúpido. Y cuando recuerdo lo cansados que estaban, me dan peores enemigos puedan acusarme por ese lado. Pero negarte a
ganas de llorar. Pero ellos no lo apreciarían. Bueno, yo tampoco. asumir responsabilidades para las que estás hecho no es prueba de
He renunciado a que estas puerilidades me atormen ten. He guar­ modestia. Y tú eres la persona ideal para el puesto. Y lo mereces.
dado en cajas los papeles de George. Y he encontrado unas cartas. Tu estilo de traboJo y tus éxitos son bien conocidos. ¡Y tampoco se
No sé si hice mal en leerlas, pero las he leído. Una es de su gran desconoce tu progenie hindú! Oigo por todas partes la elevada opi­
amor de la India. Lo único que puedo decir es que no compren­ nión que se tiene de ti. Espero, pues, que me escribas diciéndome
de mucho a George. Y también una carta de George para ella, que has emjirendido el camino que en este momento se te ofrece.
que no mandó. Ella no la ha leído y yo sí. Así que tengo la impre­ Lo cual me lleva una vez más a mi proyecto. He aquí lo que le he
sión, a juzgar por los resultados, de que esta carta me estaba propuesto a Luis: Sería un paso adelante en el camino hacia la ne­
destinada, a mí más que a ella. Reconozco que no está bien lo cesaria unión de Europa y África. En este momento los vínculos
que hago. son tenues e intermitentes. Habría que remediar tal situación.
Propongo que tú, como representante de África del Norte (porque
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aceptarás, ¡tienes que aceptar!), seas elegido conmigo Co-L(­ había ricos y pobres, pero no diferencias abismales. Y además era
der de los Ejércitos durante el año. Año que bien puede convertirse equilibrada: comercio, agricultura y minerales se complementa­
en dos o en más, como suele ocurrir. ¡Me imagino tu adorada son­ ban entre sí. La gente vivía mucho tiempo. Mil años quizás. O
risa.' Te oigo decir que este plan mío depende de tres incógn itas. quinientos. No importa cuántos, muchos. Hoy menospreciamos el
Pero tengo una corazonada. Tengo el presentimiento de que las pasado y suponemos que la mayoría de los niños estaban condena­
cosas van a salir: He acertado más de una vez., ¡recon ócelo.' Asíque dos a morir, a causa de la ignorancia de la gente. Pero estas gentes
aquí estoy, trabajando por este proyecto. Podríamos viajarjunt& no eran ignorantes. Sabían cómo no tener demasiados hijos y vi­
_
por toda Europa y 4frica del Norte. No necesito decirte lo que eso vían en paz. con la tierra y los vecinos.
signifuaría para mí. Y para ti, lo sé. Nuestras vidas y nuestro iTe imaginas, Sharma, lo que habrá sido un casamiento en
amor se confundirán con la marcha ascendente de la humanidtul, aquellos tiempos! Sin angustia ni frenes� sin ese miedo a la
la marcha que encabeza la juventud incorrupta del mundo. muerte que nos acosa a todos y que nos precipita a apareamos y ca­
¡Me muero de impaciencia por volver a verte.' Pero he estado samos, ávidos de poseer y atesorar, porque sabemos que de pronto
tan atareada todo el día y la mitad de la noche, como de costum­ podemos perderlo todo.
bre, que no he tenido tiempo de ponerme triste. Sé que esto es lo Y al haber una larga vida por delante, eljoven, cuyos padres
que te gustaría que dijera, cuando nos encontremos. pueden tener doscientos años, piensa en esto, Sharma, en la expe­
Pero me concedo una pequeña indulgencia. . . Me acuerdo -itl riencia y el criterio que ellos muestran, ve lafuerz.a y el sentido de
acuerdas tú.?- de aquella noche maravillosa después de la Confe-r esa unión, y sabe que él quiere lo mismo. Y hay unajoven en esas
rencia de Simia. . . Algún día noches semejantes serán patrim onio mismas condiciones. Es posible que se conozcan de toda la vida. O
de toda la humanidad; par eso no me siento egoísta cuando pie que hayan oído hablar el uno del otro, porque hay tiempo de sobra
nso
en aquella noche maravillosa. Ay, George, ¡cuándo te volveré a para oír hablar de éste y de aquél, para prestar atención a quien
ver.? El portador pasará por aquí antes de seguir viaje a Pekín y crece cerca de uno y para preguntarse: iestaremos hechos el uno
me traerá tu carta. La cual, espero y confío, me dirá que aceptas para el otro! Pero no hay ninguna prisa, ni precipitación, ni an­
mi proyecto. siedad. Detrás de ellos se extiende una civilización, y los sabios, los
Tu Sharma historiadores y los narradores se la explican, delante tienen el
mundo que les pertenece, y que se perpetuará durante siglos y
GEORGE SHERBAN a SHARMA PATEL siglos . . .
He leído tu carta con gran atención. Iré a verte durante mi vi­ No obstante, s e casan jóvenes, claro, porque ésa es la época de
sita a la India y te dirépor qué no estoy dispuesto a presentar mi casarse. Poco a poco, sopesándose, lasfamilias se acercan. A todos
candidatura, como tú propones. Aunque ya te lo dije, Sharma, ya los mueve el deseo de prolongar en elfUturo lo que consideran la
te lo he explicado todo. quintaesencia de una cultura y de una raza. Se consideran y se
He tenido un sueño. ¡Te gustaría que te lo cuente! sienten portadores de una cultura. S� discuten las características
Hubo en un tiempo una civilización. ¡Dónde! No importa familiares: es una buenafamilia, la madre es buena y equilibrada
dónde. En Oriente Medio, quizá, o en China, o en la India. . . y bastante hermosa; y también el padre tiene esas cualidades lo
Duró muchísimo tiempo. Miles de años. Ahora n o pensamos en mismo que sus ascendientes. Cuando losj6venes se enteran de que
esos términos: continuidad, culturas que se prolongan sin dema­ los mayores discuten estas cosas, no lo sienten como una afrenta
siados cambios, generación tras generación. Era una civilización; personal, que es lo que sentiríamos nosotros, hoy, si nos supusiéra-
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mos oi!Jeto de una discusión, no sobre nuestras preciosas y maravi­ amigos en las aguas limpias y refrescantes. Y visitarse unos a otros,
llosas personas, sino sobre nuestra importancia como exponentes entre amigos. ¡Te imaginas lo que pudo ser la amistad en aquellos
de una cultura. Y cuando se encuentran, no sienten pánico ni tiempos ? Ahora nuestros amigos están casi siempre en otro conti­
avidez. Conversan, se visitan, esperan, estrechan lazos con lafa­ nente o se van al extranjero la semana próxima. Me gusta imagi­
milia del otro, todo lo cual puede durar mucho tiempo, años, po,.. nar cómo tuvo que ser la amistad por entonces.
que no les corre -ni{lguna prisa. Y saben que si a la larga deciden Y veo a esta pareja con sus hijos pequeñ os, disfrutando de ellos,
no casarse serán de todos modos amigos, amigos para toda la vida. de cada minuto, porque no están sometidos a las presiones que no­
Mientras tanto se quieren, desde luego, y deciden cómo vivirán, y sotros conocemos. Y observando cómo crecen los hijos y presentan
en dónde, y si él trabajará en esto o aquello, y lo mismo ella, y en este rasgo o aquel, la marca del pasado que llevan hacia el por-
todo cuanto dicen, hacen o piensan están implícitos los hijos, po� venir.
que saben en verdad cómo perpetuar, sana y vigorosa, la civiliza­ Y los veo, todavía jóvenes, muy jóvenes, de cien o doscientos
ción a que pertenecen. años, vigorosos y llenos de vida; y sus hijos, ya crecidos, se ganan el
¡Podremos nosotros, con esta impaciencia febril que nos con­ sustento, pero no huyen del hogar, como nosotros consideramos
sume, llegar a imaginar cómo pasaban ellos los días y los años, len­ natural que suceda. ¡Te imaginas las relacion es entre hijos y pa­
tos y plenos! dres que tal vez se han tratado durante centenares de años.'! Me
Se casan, cuando llega el momento. ¡Qué es él.'! Quizá sea mer­ pregunto qué lazos existirían entre ellos. Imagínate que una per­
cader, y ella lo acompañará en sus viajes y le ayudará en el tra­ sona tarde trescien tos años o más en alcanzar la madurez. Lo
bajo. O agricultor. O son artesanos los dos, y harán baldosas, vasi- piensas, lo repiensas y no se comprende, es demasiado difícil para
jas de uso doméstico, toda clase de objetos nobles y agradables. O nosotros. El matrim onio en toda su nobleza. Verdaderos matrimo­
elegirán vivir en una casa próxima a la panadería o la tienda de nios. Los hubo en una época, de eso estoy seguro.
artículos de cuero que poseen; o bien él es carpintero, o trabaja los i Te gusta este sueño, Sharma? M e pregunto. . .
metales. Lo que hacen con las manos les procura satisfacción, pla­ Y si n o te gusta, ¡qué te parece este otro.'! Remon témonos en el
cer; todo momento ha de ser útil y necesario. No hay prisas, no hay tiempo a una época remota, muy remota. . . La gente es física·
temores. La gente muere, claro está, pero después de una larga mente distinta de la que acabo de describirte, y distinta de noso­
vida. Además, hay accidentes, e incluso guerra.S algunas veces, tros, por supuesto, con muchas enfermedades, nuestros órganos en
pero que son sólo escaramuzas en lasfronteras de dos civilizaciones proceso de degeneración y nuestras vidas efímeras, miserables.
igualmente espléndidas y antiguas. Entre esas dos culturas, hay Era una época en que esta tierra estaba muy ligada a las estre­
respeto, matrimonios frecuentes, y mucho comercio. llas y las .fuerzas astrales. . . ¡ Te irrita esto, Sharma ? ¡Te parece
Esta pareja tiene hijos y los educa; y esos hijos son absorbidos por inútil? Eres una muchacha práctica y yo te admiro por eso. De
la corriente de un patrimonio que los lleva como un río. Me ima­ cualquier situación que se te plantee, y prevés cómo se proyec­
gino a esos dos jóvenes -como nosotros, Sharma- enamorados y tará, aprehendes en seguida lo esencial y sabes cómo se desarro­
amándose, pero no al servicio de una «causa» ni aferrándose al llará en el.futuro. Esa capacidad nace de las raíces más prcifundas
amor como a un escudo contra los horrores de la existencia. Que de tu ser; tú valoras esa capacidad pero no las raíces de donde
es lo que nosotros estamos haciendo, Sharma Ellos son nace. Si yo te dijera qué cosas valoro en ti, ninguna te complace­
buenos, son espontáneos . . . Los veo haciendo cosas simples y agra­ ría. ¡Lo sabes! ¡No es extraño ? Tú crees que lo que cuenta para mí
dables, como pasear a la orilla de un río y nadar desnudos con los es lo que tú valoras en ti misma: tu inteligencia práctica, tu habili-

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dadpara manejar las situaciones, tus discursos brillantes y lógicos, ellos- la unión era un sacramento, en el sentido de que todo con­
tu rapidez y concisión en los debates. Hasta tu humanidad. . . Te tribuía a la armonía. Y cuando se apareaban, era otro sacra­
enfadarías, sabes, si te dijera lo que adoro en ti. . . es esa maravi­ mento, en el sentido genuino y verdadero, utilizado consciente­
llosa aprehensión de la realidad, esa intuición, ese don, ese ins· mente y con precisión para regular las fuerzas y las corrientes,
tinto. Te veo tomar un tazón de arroz y veo que tus manos se ex­ alimentarlas, incremen tarlas, moderarlas. Y lo mismo ocurría
presan en un lenguaje inteligente. Alzas la mano para ajustarte con lo que comían. Y con las ropas que llevaban. No podía haber
el sari: podría pasarme la vida contemplando ese movimiento. discordancias, porque ellos eran la armonía misma. Todo, pensa­
Hay en él mucha seguridad, mucha sabiduría. Uno de los niños mientos y movimientos, estaba suspendido sobre esta tierra, entre
corre a tus brazos, y no es lo que dices, sino cómo lo tocas y lo tomas. la tierra y el cielo, y a través de ellosfluía la vida de las estrellas, y
Es un milagro, esa cosa que hay en ti. Es algo de lo que nunca jJOf a través de ellos la sustancia de la tierrafluía hacia las estrellas. . .
dré cansarme. Miro cómo posas el pie en el suelo, con absoluta per- Así era el matrim onio en ese entonces, Sharma. M e imagino tu
fección, cada paso, y el movimiento de tu cabeza cuando la vuelves cara cuando leas esto.
para escuchar. Te digo, Sharma, que hay algo que . . . ¡no tengo pa• Tengo que terminar ya. Mi vida personal ha sido triste última­
labras! Sólo puedo rendirle homenaje. mente. Mi padre y mi madre han muerto. Eran personOJ maravi­
En los tiempos de ese otro sueño mío, el más antiguo, la tierra llosas. Hay problemas familiares.
estaba poco poblada. La gente de entonces sabía para qué vivía. Hasta pronto.
Nosotros no lo sabemos, no tenemos la menor idea. Existían para
mantener la vida en este planeta. Eran ellos quienes regulaban.
las fuerzas, los poderes, las corrientes cósmicas, tan numerosas y DIARIO DE RACHEL SHERBAN
tan diversas, todas con flujos, cadencias y ritmos diferentes. La
vida estaba regida, en cada minuto, por el saber de esas gentes. La nueva guerra nos ha traído una legión de refugiados; hemos
Pero no con esa regularidad mecánica, de relojería. que hoy go­ tenido no menos de veinte instalados en casa. Ahora se han ido a
bierna nuestras reflexiones y emociones, sino con un movimiento un campo. Sobrevivientes. Sobreviviendo. No comprendo por qué
que acompañaba y atravesaba elflujo siempre cambiante de esas se empeñan de ese modo. Cada uno, una historia de peripecias y
corrientes. f ugas prodigiosas.
Cuando un hombre y una mujer se casaban, no era �para tener Hubo un millón de muertos la semana pasada. ¡Qy,é sentido
hijos» ni para ifundar unafamilia», no necesariamente, aunque tiene, entonces, que Rachel Sherban continúe con vida? Eso es lo
por supuesto nacían niños, pero en el momento preciso y por elec­ que quisiera saber. No sé a quién preguntárselo. Ha de haber una
ción. No, esos dos eran elegidos, o se elegían el uno al otro, porque respuesta. Si George estuviera aqu� lo que él hiciese sería la res­
nacían con el conocimiento de cómo hacerlo, porque eran com­ puesta. Está siempre en lo mismo, salvando gente. De una ma­
plementarios, y esto se determinaba siempre de acuerdo con la po-­ nera u otra. Me pregunto si algunos de los individuos que salva se­
sición que ocupaban en el cosmos, con respecto a las estrellas, los ríanfelices sabiendo que tienen un valor genético. Genéticamente
planetas, la danza de los cielos, las Juenas de la tierra, la luna, útil, me dijo George cuando una vez le pregunté por alguien.
nuestro sol. De modo que en verdad no se elegían, sino que eran Un millón de muertos. Trato de imaginarlos. Los que estuvie­
elegidos por ser lo que eran, por el lugar que ocupaban. Cuando ron aqu' apretujados en casa, están vivos. Los que no tuvieron
trse casaban» -y no podemos ni siquiera sospechar qué era esto para s uerte están muertos. ¡Por qué unos vivos y otros muertos ? Para

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m� no tiene sentido. De noche, en las calles, todos esos distur
bios y Suz.annah es muy fuerte. Cuando estoy sentada cerca de ella,
tiroteos y de pronto un muerto en la acera. Bien podría
ser yo. siento latir el calor que exhala. No, no el calor, lafuerza. Siento
Anoche salí. Con o sin toque de quedo., salí a pasear por la
ciudad. que me quema, literalmente. Pero cuando voy a sentarme cerca de
Toda la noche. Soldados. Camiones. Disparos. Ni siquiera
me tapé ella a propósito, para sentir esafuerza, porque pienso que me va a
la cara. Nadie me vio. Volví a casa esta mañana peifectam
enú dar calor, me siento como triturada, como hierba seca dispersada
viva, gracias. A ver, que me lo explique alguien,
quien­ por el viento. Anoche me abraz.ó y me estrechó contra ella. Me
quiera gue sea. Suz.annah estaba enloquecida. Qy.ier
es matarte, acunó. Exactamente como una gata madre que lame brusca­
gritaba.
mente a un gatito que tiene frío o está asustado, de modo que el
He comprendido algo. Me asombra no haberlo comprendido
gatito trastabilla, si no pierde el equilibf'W. Para hacerle circular
antes. Hay alguien, algo que necesita esta matan za, este
sufri• La sangre. Para que el gatito reaccione, recupere el sentido. Estas
miento, esta muerte, muerte, muerte. Sangre y más sangr
e. Al­ palabras, recupere el sentido, son exactas. Vivas. Tienen resona� ­
guien ha de aspirar elfétido olor a sangre que exhala este
planeta. cias. Yo las percibo. A medida que escribo, algunas palabras estan
Alguien. Algo. No hay nada que no tenga una función.
Todo vivas, las siento latir, pero otras están bien muertas. Como Reali­
cuanto sucede responde a un plan. Algo lo necesita Suced
e po-r. dad. Suz.annah me apretaba sin delicadeza, me sacudía, por puro
que hay una situación de necesidad. No hay nada que suceda
por­ instinto, como una gata madre.
que sí. Hay alguien, algo que necesita de toda esta barba
rie, toda Pero yo era una nada. Una brizna seca, una sombrafría entre
esta sangre.
los grandes brazos de Suzannah.
El Diablo, supongo.
Sin embargo, apoyé la cabeza en su hombro. En parte porque a
Tengo la impresión de encontrarme, de pronto, con una
llave ella le iba a gustar. Hasta me dormí.
en la mano.
Ya no estoy.
He leído que la mayor astucia del Diablo es que nadie
cree en A noche me desperté y vi a Olga sentada en mi cama. Sonreía.
él, en ella, en eso. La verdad, hemos sido muy estúpidos.
A l instante advertí que no era Olga, sino la luz. de la luna, y las
cortinas que se movían. Pero lo que sentí durante ese ugt�-ndo en
Me siento muy rara. Como si no estuviera aquí. Como si no
exis­ que creí ver a Olgafue ternura, añoranza. Me dio miedo, porque
tiera. El viento sopla a través de mí. Lo siento soplar a través
de nunca sentí por Oiga nada semejante mientras estuvo viva.
mis grietas y hendiduras. Siempre tengo frío.
Tengo la sensación de que algo muy poderoso me atrae, me as­
Voy y vengo por la casa y siento quefloto en la irrealidad
. Es pira, me arrastra, y yo quiero dejarme llevar. Cerca, no sé dónde,
una palabra. Observo la palabra y no es nada. Una vez.
más, no hay una cosa dulce, fuerte, que tira de mí.
hay palabras. Ayer en mi cuarto me sentía tan lejos de todo
que me Suzannah me sigue por todas partes y me mira. Me quiere. Por-
di w.elta para descubrir si podía verme sentada junto a
la ven­ que soy la hermana de George.
tana. Porque donde estaba, de piejunto a la puerta, no me
sentía. Yo la miro, es muyfotrte. Y muyfea. Se estaba lavando la ca-
Cuando la casa estaba llena de refugiado,s no me pasab
a esto, beza. Se va a peinar otra vez., pensé, con esas crestas y esos rizos
porque tenía ocupado cada minuto, buscando algo para ellos, ha­
que le quedan tan mal. Cuando tuvo el pelo mojadofui, tomé el
ciendo algo. Pero también entonces me sentía sin peso.
Porosa. pe ine se lo partí en dos con una raya y se lo peiné liso, tirant�.
,

Suz.annah estápreocupada. No me saca los ojos de encima y


ex­ Ella sabfa lo que yo estaba haciendo. Me dejaba hacer con una lt­
clama oh. . . ay. . .
gera sonrisa. Una sonrisa paciente. Es muy buena, Suz.annah.

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407
Cuando terminé de peinarla la miré, y lo que vi fue una mujer Con qué derecho me dice Suz.annah lo que tengo que hacer. La
vulgar, cuarentona. Una cara de sirvienta. Ella sabía lo que yo es­ odiaba, no podía menos, viéndola allí, sentada, inclinada hacia
taba viendo. Tenía lágrimas en los ojos. Pensaba: Rache[ es her­ adelante, con esa mirada solemne, con sus grandes tetas, dicién­
mosa. Suzannah no me envidia. En elfondo no es celosa ni mali· dome: haz. esto, haz. aquello. Dice que tengo que quedarme.
ciosa ni rencorosa, como yo. Ésta es tu casa, Rachel, éste es tu sitio. Y tienes que estar con
Le di el peine y ella se volvió al espejo y con cuidado se arreg/,Q Kassim y Leila, que te necesitan. Una y otra vez., hasta el can­
de nuevo el cabello, como de costumbre, levantándolo y rizándolo. sancio.
Luego el kohl, y el lápiz. de labios. Era otra vez. la de siempre. Te­ ¡Por qué me necesitan.'? ¡Es a ella a quien necesitan! ¡Por qué
nía una expresión obstinada. Se aferra a lo que tiene. Cenam� va a necesitar el mundo una Rache[ Sherban, si tiene una Su-
Suz.annah, los niños y yo. Yo la miraba y me preguntaba de dónde z.annah! .
sacará tanta.fuerza. Puse mi mano en la de ella y ella me lafrot6, Más que encantada estaría de quedarse aquí, con el piso para
largamente. Sabía por qué yo necesitaba que me retuviera la ella sola y dueña de los niños. Ella está aquí. Ha ocupado la habi­
mano. Sabe esas cosas. Me dice: pobrecita, pobre Rachel. tación de mis p!Jdres. No podría estar en mejor posición para
La verdad, no sé qué hacer ni qué decir. No existo. Hay una cuando George vuelva. Si vuelve.
transparencia alrededor de m� como un velo que no puedo apar­ Todo lo que acabo de escribir sobre Suz.annah, no lo pienso en
tar. Una especie de arco iris pálido. realidad.
Ella dice y dice y dice que George no quiere que me precipite de­
Ha venido Raymond Watts y dijo que alguien recién llegado de trás de él. ¡Cómo lo sabe? Sí, es verdad, George dijo que yo tenía
allá traía noticias para mí. Ese alguien esperaba encontrar a que quedarme aquí, pero ¡sabía él que iba a venir este hombre?
George en casa. Pero eso suena extraño. ¡Por qué esperaba? Le Tengo que irme, pronto, y ya sé lo que voy a hacer, he estado pen­
dije a Raymond que trajese a casa a ese talguien». sándolo. Suz.annah me dijo: no puedes ir, Rache[, aunque sólo sea
por la simple raz.ón de que tyo soy tan princesa» y a tellos» -refi­
Tengo que partir, en seguida. El talguien» dijo testar ente­ riéndose a los miembros del Ejército de lajuventud- no les gusta­
rado» de que a George lo van a asesinar los jefes. No sabía que rán mis modales. Supongo que te das cuenta, Rachel, dijo. Sin la
George ya no estaba aquí. Es alguien de la Administración. Lo menor maldad, lo piensa, y luego lo dice.
cual significa que las juventudeJ no confiarían en él. Raymond Cuando le anuncié que estaba decidida, me dijo: déjame al me­
Watts confía en él porque dice que tha cambiado para mab, a los nos que le avise a alguien que podrá ayudarte. Con el transporte y
ojos de la Administración. el disfraz., quería decir. Ese tal menos» me sacó de quicio. Es raro
Tengo que decírselo a George. Prevenirlo. Tal vez. no lo sepa. cómo me saca de quicio, Suz.annah. Siempre a contrapelo. Esta
.frase, por ejemplo, está viva Cada palabra. Le dije que me encon­
Suzannah no me ha dejado en paz. en toda la noche. Dije que se traría con cualquiera y haría cualquier cosa, que todo lo que que-
me subiría a la cabeza, y lo ha hecho. ¡Cómo es posible? Hace un ría era llegar en seguida a Europa y prevenir a George.
·
año Oiga y Simon estaban vivos y eran mis padres, y George es­
taba aquí, y Benjamín, y ahora estoy sola, con Suzannah y dos ni­ Me disfrazaré para que me confundan con él. Nos parecemos
ños que un año atrás, en esta época, ni siquiera había visto; y ésta mucho, todos lo dicen. Y me matarán a míy no a él. Esfácil. Esos
es ahora mi familia. miles de uniformes y vestimentas diferentes hacen que sea fácil.

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Estoy lista para partir. Suzannah me persigue diciendo: no abandonaran en un desierto a solas con Kassim y Leila, a miles de
vayas, Rache!, no vayas. La mitad del tiempo, es un mar de lágri' kilómetros de todo, diría: y bien Kass im, y bien Leila, he aquí lo
mas. No hace más que decir: te equivocas, Rachel. Pronuncia mi que tenemos que hacer, escuchadme bien. Tenemos que ser sen­
nombre con gravedad, con pasión. El Ra-chel judío. Me gusttJ satos y. . .
mi nombre dicho así. Siempre me ha encantado que la gente me Me marcho mañana.
llame Ra-chel. Pero cuando ella lo dice, es como si me invadiera.
Por medio de mi nombre. No hago más que pensar y pensar, su­
pongamos que George supiera que intentarán matarlo y que �al­ CAMARADA CHEN LUI, a PEKÍN
guien» vendría aquíy que yo querría correr a ponerlo en guarditJ. Asunto: GEORGE SHERBAN
Sfempre sabe cosas antes de que sucedan. Pero iY si no lo supiera' Varios intentos de quitar de en medio a este peligroso
Ese es el punto importante. A ratos pienso una cosa, a ratos otra. individuo se han visto malogrados. La causa del fracaso
Trato de parecer serena, pero lloro todo el tiempo. SuzannaA no está clara. Una mujer que se hacía pasar por él (más
llora. Se estruja las manos. Yo no sabía que eso de estrujarse las t arde descubrimos que era su hermana) se apareció en
manos era algo que realmente se hacía. Pero ella lo hace. ¡Muy de distintos lugares, pero no en aquellos en que a él se lo es·
ella! En ella todo es muy puro. Me acusa: Rachel, estás equivo­ p(�raba, ya que nunca se ha molestado en ocultar sus mo·
cada, muy, muy equivocada! Los ojos le relampaguean, se le cua­ vimientos. Esa mujer, que partió de Túnez y llegó a Es·
jan de lágrimas. Acusación ¡Cómo puedes, Ra-chel! ¡Está mal, paña vistiendo el uniforme de las Organizaciones juveni·
oh nunca lo habría creído de ti! Reproche. Comete algún error les de África del Norte, Sección 3, con la ayuda de las
insignificante, cuando cocina por ejemplo y desperdicia una nada redes de las Juventudes consiguió viajar en varios vehícu­
de algo. ¡Oh, cómo he podido hacer una cosa as� cómo he podido! los militares . En el sur de Francia se puso unas ropas pare·
Remordimiento. Abre grandes los ojos y mira con fijeza, como idas a las que viste habitualmente el mentado George
ante un acusador vengativo, los cabellos se le erizan, litera/menú. Sherban, y logró hacerse pasar por él, aunque sólo du­
Y ahora somos dos, dos mujeres llorando, estrujándonos las ma­ rante unos días. A raíz de esas apariciones intempestivas
nos. Yo nos observo. •n distintas ciudades y campamentos y de la forma extra·
Aquí estamos las dos, con dos niños, unajamüia. Ella me sobre­ vagante en que se comportaba, se corrió la voz de que
protege, me prepara tazones de sopa, me cede sus raciones y dice: (muestro hombre )) estaba mentalmente trastornado.
tienes que comer, Ra-chel, tienes que dormir, Ra-chel. Ha cam­ Mientras tanto el verdadero George Sherban se encon·
biado de sitio los muebles en la alcoba de mamá y papá. iQ.ué ra­ t raba en Bruselas. Ese período de menos de una semana
zón podía haberpara que no lo hiciera? Yo la he observado: se que· bastó para que naciera el rumor de que el <<santo)) -pues
daba inmóvil en la puerta y sonreía mirando la habitación, como omo tal lo ven en ciertos medios- posee el don de la ubi­
si hubiera recibido un regalo envuelto en un papel bonito y no se uidad. Estos rumores, que cundieron con rapidez, morti­
atreviera a desempaquetarlo por miedo a estropear el papel. f icaban al parecer al verdadero George Sherban. En todo
Cuando vi eso,fui y la besé. Ese gesto me hizo quererla. Me gus­ aso, en Amsterdam arengó a una multitud histérica ne·

taría poder darle todo envuelto en papeles bonitos, para com­ gando que poseyera ese don, pero el fervor de la muche·
pensarla por las cosas terribles que le han pasado y que ha sabido dumbre era tal que se vio obligado a huir. Se trasladó a Es­
superar. Pienso que nada podría derrotar a Suzannah. Si la t ocolmo, donde nuestros agentes le perdieron la pista

411
410
durante unos días. En el ínterin, Rachel Sherban, que se­ sabilidad, que inspiran respeto, o tareas sin ningún valor
cívico.
·

guía confundiendo a los nuestros, estuvo implicada en


dos graves incidentes en las afueras de París, y en ambos Teniendo en cuenta estos factores, sugiero que George
casos logró salvarse con heridas leves. Tenemos la impre· Sherban no sea eliminado por el momento, hasta tanto
sión de que George Sherban estaba tratando de reunirse hayamos descubierto cuáles son sus objetivos.
con ella o de hacerle llegar algún tipo de mensaje. Por úl­ En nueve intentos de eliminarlo hemos perdido a cinco
timo, siguiendo nuestras instrucciones, fue detenida en de nuestros agentes.
París por la Policía del Pueblo, pero se quitó la vida antes Su hermano Benjamín Sherban está en Checoslova­
de que fuera posible interrogarla. quia, en el Campo 1 6, sometido a Tratamiento de Primer
Esta serie de sucesos espectaculares no es el único Orden, Nivel Élite. Es temprano todavía para evaluar los
punto oscuro de la situación. Por ejemplo, estábamos resultados. George Sherban, que según nuestros informa­
convencidos de que George Sherban aspiraba a represen� dores está en viaje a la India, pasó un día con Benjamín
tar a la totalidad de África del Norte, y según nuestros in· Sherban. Esta visita fue típica en todo sentido. No hubo
forman tes, lo habría conseguido. Sin embargo, no ha pre· nada que pudiera considerarse ilegal, ni en su llegada ni
sentado su candidatura ni ha intentado hacerlo. En estos en su permanencia en el Campo 1 6. Sin embargo, ningún
momentos está de viaje, poniéndose en contacto con la otro se ha atrevido a intentar este viaje, y nosotros creía­
red de las juventudes como representante de muy distin· mos que nadie lo intentaría: parece inútil. Pero está fuera
tas organizaciones, algunas influyentes, otras de una in­ de nuestra jurisdicción, a menos que decidamos sustituir
significancia que raya en lo ridículo. Lo único que puedo nuestro Régimen benevolente por una reglamentación
conjeturar es que sus ambiciones apuntan más alto. No más estricta y agresiva.
puedo imaginar qué es lo que se propone. No es ésta la
primera vez que desprecia la ocasión de satisfacer una
ambición aparente. Hubo otras, que le fueron ofrecidas en B E NJ A M I N S H E R B AN, CA M P O 1 6,
bandeja de plata y que también despreció. C H E C O S L O V A Q. U I A, a GEORGE S H E R B A N

Nuestros agentes, buscando factores comunes en su en S I M LA

actividad de delegado de tantas y tan diversas organiza· ¡Tengo cosas que contarte, hermanito! Pero cómo es
ciones juveniles, sólo pueden ofrecer unos pocos hechos otro cantar. Una cosa tras otra, te oigo decir. Bien, co­
más o menos coherentes. Se da la circunstancia, por mencemos. Tú estabas aquí la víspera del día en que em­
ejemplo, de que en todos los sitios en que se ha presen· pezaría el Seminario sobre la Amistad. Nosotros no sabía­
tado, hay siempre un grupo de individuos que .abandona mos qué pensar. Yo, por mi parte, imaginaba lujo y
los puestos que ocupan y parten hacia otro destino. No opulencia, dentro de la fastuosa tradición barroca de Kar­
hemos encontrado ningún denominador común entre es· lovy Vary, consuelo de la dura existencia de la Burguesía,
tos individuos, que pertenecen a razas y naciones diferen­ y consuelo también de la dura existencia de los Jefes del
tes, y son de uno y otro sexo. Ni en los sitios adonde via· Partido. Pues no, nada de eso. En una cáscara esplen­
jan ni en aquellos de donde proceden. Ni en las tareas de dente, puro oropel y cupidos y toda suerte de esplendo­
que se ocupan al llegar. Pueden ser funciones de respon· res de pacotilla; celdas funcionales para nosotros, los es-

412 413
tudiantes, y salas comunes que sólo inspiran pensamien­ nueva estructura que abarca las mentadas poblacio
tos espartanos. Doscientos de los nuestros: la flor y nata. En otras palabras, llegamos a la conclusión (y lo pen.
Todos menores de veinticinco, inclusive los chinos, nues­ mas todavía) que los estratos superiores de los Ejércit os
tros mentores. Igual número de hombres que de mujeres. de la Juventud van a ser incorporados a la Administra·
Y una austeridad perfecta, sin privilegios para nadie, ni si· ción de los Jefes. Siguiendo, por supuesto, una antigua y
quiera para los chinos. honrosa tradición. Pero yo me pregunto: si no siempre ha
Los otros tres de los nuestros llegaron al fin, pero tarde: sido eficaz ¿por qué honrosa? En otras p alabras , veíamos
habían tenido dificultades. Yo me presenté a ellos. Se im· que nos enfrentábamos a una total pérdid a de autonomía
partieron las instrucciones. por parte de los Ejércitos de la Juventud -la que ha existi·
Los distintos artefactos se instalaron de acuerdo con lo do-; pero se nos dice que no nos preocupemos por eso: al
indicado. contrario, tenemos que aceptar que nos engullan de un
Las comidas se servían en el antiguo comedor del ho­ bocado, y sin protestar.
tel, de un lujo rayano en la lubricidad, pero por lo general ¡No creas que me quejo! Puesto que tiene que suceder,
consistían en patatas·y·gracia.s-que-las-había. en un momento u otro, y todos lo sabemos, yo, ellos, to·
Los chinos, en número de diez, se mezclaron con noso­ dos, estoy, están, estamos rendidos de admiración, como
tros desde el comienzo, muy correctos pero afables. Nos de costumbre, ante el fmo tacto de nuestras Benevolencias
dieron a entender que durante los primeros días no ha· Chinas, un cambio tan favorable comparado con quienes
bría nada organizado. La orden del día: conocernos los tú sabes, y lástima que se consideren demasiado perfec ·

unos a los otros. El calendario de actividades, ante nues­ tos para aprender algunas lecciones útiles de nuestros B e ·

tra insistencia: discusiones informales sobre los proble­ néficos Gobernantes.


mas que enfrentamos. Bien. Esto en cuanto al marco, que no constituye la su ·

¿Qué son? tanda de mi información, sólo el escenario.


Las relaciones entre los Ejércitos de la Juventud y la Las «discusiones informales» prosiguierau, día y
masas europeas sometidas, las actitudes correctas hacia che, auspiciadas por el alcohol (moderado) el sexo (d
,

dichas masas sometidas. Lo cual no tenía nada que ver roso), y juramentos de eterna amistad entre ala k . i n y
con lo que se esperaba: o sea, por supuesto, excursione brasileños, isleños de los Mares del Sur e irlandes , rn
turísticas aquí y allá, entrevistas con los Jefes, hacerse fo· zas oriundas del Cabo de las Tormentas y habi t ' t t:
tografiar junto a los monumentos culturales y probable· Cabo de Buena Esperanza, todo como de costumbr .
mente un año en una ciudad china como invitados de ho· Todo exactamente como de co stumbre y, como ra d
nor y toda esa bazofia. esperar, todo de acuerdo con el hecho evidente de que
Con semejante «calendario de actividades», hubo, t nuestras Benevolencias querían librarse de nosot ros 1·
imaginarás, discusiones informales. A las que los chino tes de que comenzaran las discusiones serias: «Jamás ag ·

no asomaron ni la nariz. Las dejaron por nuestra cuent . chará la cabeza. . » «Prefiero morir antes que . . . » « ¿Cr n
.

De lo cual inferimos que los premios a nuestra buena con · que pueden comprar. . . ?», etcétera, y así sucesivam nt
ducta y «cooperación>> no van a ser tan inocente s c om hasta la náusea. Pero al cabo de algunas horas la atmósfera
los que esperábamos sino puestos y cargos diversos n l cambiaba, y es en esto en lo que cuento con tu interpretación. Si n

414 415
olvidar que durante toda esta fase nuestros mentores se Yo siempre estaba con grupos distint
mantenían discretamente al margen, apareciendo sólo a azar en el momento en que iba a iniciarse u _

la hora de la comida, el encanto, la amabilidad y la amis, informal». A menudo en salas diferentes. Per os
tad personificados. los grupos pasaba lo mismo. Nuestros tres amigo
La atmósfera que termino de describirte. Tardé cierto nales lo confirman: discutíamos, sí, un poco, pero no por­
tiempo en c<!lmprender lo que pasaba, y luego en creer lo que Juera necesario. Sucedía cada vez con mayor frecuen·
que pasaba. En esa primerísima mañ.ana yo estaba con cia que al cabo de un rato de esa discusión transparente
otras veinte personas, reunidas al azar en una antigua sala nos quedábamos sentados y en silencio durante diez,
de billares transformada por arte de magia en un escena· quince, veinte minutos. Y más: una v z, toda una hora.
rio para <<no nos moverán de aqui». Todos sentados sin Sin decir nada. Sin sentir la necesidad d d cir una pa·
orden ni concierto, cómodos, discutiendo sobre el tema labra.
((Si·se·imaginan·que-nos-pueden-comprar)) cuando se me Y en los momentos en que hablábamos, los dos nive·
ocurrió de pronto que todo cuanto estábamos diciendo les eran nítidos, inconfundibles, tan fáciles de descifrar
podía ser interpretado de otra manera. En un plano dis· que parecía como si de pronto hubiésemos aprendido
tinto. Esa idea me pareció tan descabellada que la atribui otro idioma.
al hecho de haber pasado la noche en vela, hasta las cua· Bueno, mientras proseguían las discusiones libres e in­ )1
tro de la madrugada, con Su Gracia de Abisinia. (No, formales, todos nos reuníamos, por supuesto, en el gran
charlando. ) Después del almuerzo, nabos-y-suerte-qua­ salón comedor a la hora de las comidas. Todos en esa at·
los-tenemos, me uní a otro grupo de unas veinte persa. mósfera de elevado recogimiento que nos transformaba
nas, en otra sala. Estábamos discutiendo las posibilidadet en una sola alma. Y los chinos sin darse cuenta. Seguían
de cooperación con las Grandes Benevolencias, cuando iniciando sus discusiones, proponiendo temas, pero al
advertí que me sucedía de nuevo, y esta vez me quedé con cabo de un minuto el debate moría de muerte natural. 11
la idea, no la deseché con un (( jbah, es imposible! ». Había Nos dimos cuenta de que pensaban que habíamos to·
una atmósfera muy particular: clara, calma son las pala· mado drogas o algo así. Y se veía que también ellos em·
bras que se me ocurren. Todos teníamos la mente ági4 pezaban a sentirse afectados. No les gustaba lo que es·
alerta, captábamos la situación en todos sus matices; la taba ocurriendo. Sabíamos que se reunían entre ellos
miradas decían a voces lo que callaban las palabras. No para discutir esta situación. Mientras tanto, disfrutamos
sólo yo, todo el mundo se daba cuenta de que sucedía de otros dos días a solas, entre nosotros. Hubo una se·
algo extraordinario. Al fm y al cabo, yo les llevaba la ven· sión en la que nosotros -el grupo siempre formado al
taja de haber estado contigo en ocasiones análogas. Pero azar- entramos en una de las salas, nos sentamos, y na·
todo el mundo sabía. Cada uno de nosotros. Y sin em· die abrió la boca en toda la mañ.ana. No necesitábamos
bargo, de haber estado presentes las Benevolencias, ha· hablar. Pero las Benevolencias cambiaron de táctica y a
brían podido escuchamos de cabo a rabo sin oír una sola partir de entonces hubo un mentor en cada grupo de «li­
palabra subversiva. bre discusión». Lo cual no cambió para nada las cosas.
Lo mismo ocurrió durante los tres días subsiguient e . Cuando hablábamos, no había en lo que ellos podían oír
Tú no necesitas que te cuente todos los pormenor nada que en un determinado nivel no fuera perfecta·

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mente « sensato». Pero un par de veces, cuando comenzó ¿Me sigues?
el largo silencio, ellos lo rompieron; no podían sopor· Y allí estábamos todos, tratando de volver a elevarnos
tarlo. como cometas y desplomándonos sobre la colina de la
Bien.
decepción y la inepcia.
Fin de las buenas nuevas.
Antes del almuerzo hice mis rondas y descubrí, tal
Comienzo de las malas.
como suponía, que todos los artefactos que me diste ha­
Así estábamos, el sexto día, todos tan alejados de nues­ bían desaparecido.
tros tontos yoes habituales que de sólo recordarlos sen­ En el comedor, durante el almuerzo, el clima general
tíamos náuseas. Y hete aquí que durante el desayuno apa· era de irritación, de pocas pulgas. Como en el desayuno,
rece un individuo, sin presentarse, y se sienta como si tal. el Imperturbable estaba sentado aparte.
Tampoco los chinos lo conocían. Eso era más que evi­ Una vez más era evidente que esta presencia inquie­
dente. Aunque después de la primera sorpresa pretendie· taba a los chinos, aunque fingieran lo contrario. Pero el
ran que no era una sorpresa. Al menos algunos. Lo que sentimiento que emanaba de todos ellos era: esto-es-in­
nos salvó, como de costumbre, fue el hecho de que es ab· correcto·y-en-buen-brete·me·veré�si·no-estoy-en-guardia;
solutamente imposible lavar todos los cerebros al mismo inconfundible, aunque más no sea porque uno mismo
tiempo y en la misma medida. Algunos de nuestros men­ tantas veces ha sentido lo mismo.
tores, no todos, se las ingeniaron para poner al mal Después del almuerzo no permanecí en una de las sa­
tiempo buena cara y presentar un frente más o menos las: iba de grupo en grupo. El Risueño estaba en un grupo
unido. Así fue como supimos que esta Benevolencia les distinto del que honrara por la mañana.
era desconocida. ¿La atmósfera? Había desaparecido por completo. Dre­
Pero qué reptil. Tipo tecnócrata internacional, con eso nada. ¿No es la palabra justa? ¿Aspirada?
lo digo todo. Al Imperturbable no lo volvimos a ver. O sea que
El Hombre Imperturbable se introdujo inmediata· honró con su presencia nuestros debates un día, ni más ni
mente en uno de nuestros grupos de discusión, precisa­ menos. A nuestras preguntas, los chinos se limitaban a
mente en el que yo estaba. Uegó sonriendo. Se sentó son· responder: Oh, todo está en regla, era un Camarada Visi­
riendo. Y te diré una cosa: hace tiempo que he llegado al tante.
punto en que cuando veo Cierta Sonrisa, tengo ganas de Al día siguiente, nuestras «discusiones libres» habían
sacar el revólver. vuelto a la normalidad, el alboroto habitual atiborrado
La atmósfera. . . no era la misma. de idioteces y frases hechas.
Se había vuelto espesa. Todos seguíamos proponiendAD Nuestros tres amigos personales han desaparecido por
temas, y dentro del espíritu de los últimos días, pero las completo. No están aquí.' ¿Los habrán desmaterializado
palabras caían en el vacío. Literalmente. Eso era, tal como las Malevolencias? No he podido averiguarlo. Los chinos
suena, lo que ocurría. Las palabras lanzadas a volar aseguran que «harán indagaciones». Están absoluta­
como cometas al aire de la esperanza, guiadas por los bra· mente trastornados por todo este asunto.
mantes de la concordia caían plop hechas añicos. Como Mientras tanto, es evidente que nadie recuerda lo que
heridas por un perdigón. sucedió durante esos cinco días. Digo esto en un sentido

418 419
preciso y absoluto. Cada vez que trato de recordarlos, veo asegurar con una corrección más que excesiva que l a vi·
esa mirada que conozco tan bien, la mirada vacía y vi· sita estaba en regla y aprob ada.
driosa. Ah, pero por quién, ésa es la cuestión.
Yo mismo siento más de una vez que la mente se me Bueno, ¿qué quieres que haga ahora?
embota cuando trato de recordar exactamente aquella
atmósfera, o al menos de saber si todo eso sucedió. CAMARADA C H EN LI U, a PEKÍN,
Pero sí, sucedió. C O M I T É de D I R E C C I Ó N P Ú B L I C A
Sucedió. y COORDINACIÓN GENERAL
¿Qué fue lo que sucedió? Una vez más me veo en la necesidad de denunciar las
Al menos se sabe lo que es posible. insuficientes cuotas de alimentos asignadas al sector
He recordado lo que me dijiste esa mañana antes de europeo. Los gravámenes aplicados a los productos agrí·
partir: ¡Bueno, no puedes ganarles a todos! colas han provocado entre los agricultores de toda esta
¡Ah, qué insensibilidad! ¡Qué displicencia! región del globo la resistencia pasiva que habíamos pre·
Hay una pregunta, en todo caso, que no supondrás, me visto. El excesivo celo de la Administración Local por sa·
imagino, que no nos hayamos planteado ni siquiera vaga· tisfacer las loables y legítimas exigencias del Centro es
mente: ¿Para qué tanto esfuerzo si se sabe por anticipado contraproducente. Desde Irlanda hasta los Urales, desde
que es un caso perdido? ¿Una posibilidad entre mil, a lo Escandinavia hasta el Mediterráneo (re gión de la que
sumo? tengo el honor de ser responsable), la población sufre
No, no te molestes en contestar. hambre. En mi último Informe me he tomado la libertad
Como dijiste cuando te conté lo de Rachel. Bueno, la de señalar que, en mi opinión, la actitud inflexible hacia
próxima vez tendremos más suerte. la Región Paneuropea obedece a un secreto deseo de ven­
De acuerdo, de acuerdo, hablo en broma. ganza luego de siglos de opresión colonial. Y me permitía
Pero apenas. rogar humildemente que el Consejo considere la posibili­
Hablo por hablar. Es inevitable. Perdóname. dad de enviar representantes a los Comités Alineados
para que las Naciones Emergentes examinen en profun·
No he encontrado a nadie que pudiera llevarte antes didad los resultados de la poütica actual. Si lo que se de­
esta carta. Estamos llegando al fin del Mes de Estudio y sea es exterminar a las poblaciones paneuropeas, enton­
Amistad, que es tedioso más allá de todo lo imaginable. ces que lo digan y que se arbitren las medidas necesarias
Las interminables discusiones absurdas de siempre sobre para la ej ecución de este plan. Según el emisario que os he
cosas que nunca ocurrirán. La Dirección de los Ejércitos enviado mis palabras sobre este tema han sido considera·
de la Juventud ha aprobado una resolución en el sentido das como una ofensa. Espero que mi hoja de Servicios
de «tratar de adaptar sus actividades a las de la Adminis· prestados al Pueblo hablará en mi favor. El infligir sufri­
tración Paneuropea». mientos en gran escala a las naciones que hemos tomado
Me he dado el gusto de mencionar varias veces la visit a bajo nuestra Benevolente Tutela jamás ha sido parte de
de la Malignidad, aunque sólo sea porque me divierte ver nuestra política. Nuestro objetivo ha sido siempre reedu­
cómo nuestros Benefactores se turban y se apresuran a car, dentro de lo posible , incluso a aquellos sectores recal·

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citrantes de la población que muestran pocos signos de Aquí, en las colonias, n o e s fácil, desde lue go, mantenerse
comprensión. Me he tomado por lo tanto la libertad -y informado. Pero yo hago lo que puedo: por ejemplo, un
vuelvo a hacerlo en este Informe- de preguntar si la poli· análisis de las innumerables reuniones, conferencias,
tica adoptada por nuestro Consejo es de prestar apoyo a consejos de los últimos doce meses en todo el hemisferio
los Comités Alineados de los Países Emergentes. Si se sur, revela que hubo más de cien discursos sobre el tema
tiene, en verdad, la intención de vaciar Europa para colo· de la venganza, y ni una sola (ninguna que conste, en todo
nizarla con poblaciones oriundas del Sur. Si tal es, en rea· caso) expresión de moderación, o que revele al menos la
lidad, el propósito, entonces me siento obligado a protes· inteligente intención de utilizar y explotar los recursos
tar, y por razones de pura conveniencia. Cualquier cosa humanos y todos los otros, en vez de destruirlos.
que acontezca en Europa, será atribuida a nuestra Guía Mi viejo amigo, me encuentro en un estado de con·
Benefactora. Todas las miradas están fijas en nosotros. El flicto mental y emocional que me quita el sueño por las
hecho de que los representantes locales hayan abando· noches y el placer de trabajar por nuestro Gran Pueblo.
nado toda resistencia, gracias a nuestra reeducación, más Cuando tú me anunciaste que me habías designado supe·
o menos severa según los casos, y que en su mayoria rintendente de los territorios paneuropeos, te advertí que
hayan sido reemplazados, (la más peso al argumento de acaso no fuera yo la persona más indicada. Me respon·
que la política seguida por los Comités Alineados para las diste que un hombre consciente de los riesgos y los pro·
Naciones Emergentes ha de acrecentar nuestra reputa· blemas emocionales sería más apto que muchos otros.
ción de auténtico Hermano Mayor de los Pueblos Deshe· ¡Q.uién sabe! Trabajo día tras día, hora tras hora, con
redados del Mundo. nuestros funcionarios, hombres y mujeres del más alto
calibre, y ninguno de ellos parece padec er ninguna inde·
Carta adjun ta a este Informe, dirigida a K u Y u A N G, cisión. Y sin embargo, lo repito, estos últimos meses este
Presidente del Consejo, amigo de e H E N L 1 u trabajo no ha sido -¿espero?- el resultado de decisiones
No he tenido noticias de ti. ¿Eso quiere decir que no tomadas por nosotros, el Centro.
has recibido mi última carta? O que sí. . . No sé cuál de las Odio con toda el alma a los pueblos de tez blanca. Me
dos posibilidades es la peor. repelen físicamente. Tienen un olor que me resulta ofen·
Si la recibiste, no será necesario que leas ésta. sivo. La avidez y la codicia de estos pueblos siempre me
Te suplico que hagas todo cuanto puedas. Hasta en los han repugnado. Son torpes, física y mentalmente, sin su­
campos y comunas de los Ejércitos de la Juventud, que al tileza, arrogantes. La superioridad de que se jactan es la
menos son abastecidos con regularidad, aunque en canti· del palurdo, el gran hombre de la pequeña aldea que
dades insuficientes, hay penuria. El sufrimiento general cuando va a la ciudad no se da cuenta de que los ciudada­
es agudo y oprobioso. ¿Acaso nuestro Consejo se inclina nos refmados se ríen de sus fanfarronadas y torpezas.
ahora ante las Naciones Emergentes? Son de un salvajismo que me espanta. La fría alevosía
¿Estará el Centro dominado por los miembros? ¿Ha· ron que impusieron el opio, la crueldad con que han des·
.. brá que interpretarlo no como debilidad sino como polí­ t ruido o saqueado nuestro patrimonio cultural, la inferio·
tica? ¿Será que ya no nos sentimos ni siquiera capaces de ridad. . . pero no vale la pena que siga, ya lo hemos discu­
expresar una opinión? ¿O protestamos, pero en secreto? t ido muchas veces. Vivo en medio de una raza que

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aborrezco desde las raíces más profundas de mi ser. In­ decir exterminar las poblaciones de Pan-Europa, no
cluso ahora, en plena decadencia y sujeción, algunos de tengo nada que agregar al respecto, salvo exponer una de
ellos, muchos, se comportan como si hubiesen sido des. las consecuencias.
pojados de una sinecura, y hasta los hay que adoptan Hasta ahora los Ejércitos de las Juventudes habían per·
aires de reyes destronados que aguantan a la chusma con manecido relativamente al margen de las divisiones rada·
valerosa resignación. les. Ésta ha sido la política oficial de los jóvenes, que iden·
Imagina mi situación, entonces, obligado a respaldu tificaban al racismo con la vieja generación, con el
una política que mis emociones aplauden, que halaga mis pasado. Mientras los inmigrantes llegaban a Europa
instintos más bajos, que a mí mismo me devuelve a la bar· desde la India, las regiones áridas del África, las Indias
barie. Mi viejo amigo, escribo al impulso de sentimientos Occidentales y el Oriente Medio, y se afincaban allí
que sin duda tú comprenderás, y me leerás con indulgea­ donde encontraban tierras o viviendas disponibles (a me­
cia. Creo en verdad que la alegría y el entusiasmo con que nudo porque los habitantes habían perecido víctimas del
trabajan aquí nuestros cuadros es tan sincero como lo pa­ hambre o las enfermedades), los Ejércitos de la Juventud
rece. Esa alegría sólo puede deberse a que aplauden la po· han respetado en general los derechos y las políticas re·
lítica de las Naciones Emergentes y están de acuerdo con gionales con respecto a la tierra, la integridad territorial.
lo que ven y lo que tienen que hacer, o que no compren­ Si algunos Sectores de la Juventud han confiscado aldeas
den lo que ven, no comprenden lo que significa para no· deshabitadas o tierras sin dueño, lo han hecho a su ma ·

sotros la práctica de esta política, porque sin duda no nera, siempre prudente y escrupulosa, sin excederse, al
puede ser nuestra política, nuestra Voluntad. Yo los oh· menos nominalmente. A veces, desde luego, con el
servo y me pregunto si es posible que nuestro Gran Pue· Jecto, calculado o no, de impertinencia. Pero las priva·
blo pueda aceptar con tanta complacencia un genocidio dones han empezado a minar, pura y simplemente, la
deliberado, o si son capaces de convencerse de que lo que verdadera fuerza de estos Ejércitos. Por ejemplo, el nú·
está ocurriendo es otra cosa. mero de participantes de una Conferencia Paneuropea
¿O será que en realidad no nos importa que se nos que tendría lugar este mes en Suiza ha sido reducido a me­
compare con Genghis Khan? nos de la mitad a causa de la falta de transporte, la escasez
Sé que todos hemos renunciado, en interés del bien co· de combustibles y de alimentos. La conferencia, poster·
mún, a las licencias que nos corresponden, pero me gus· gada para el verano próximo, porque faltan ropas apro­
taría hablar contigo. ¿Es verdad que en el otoño hará piadas para el frío, se celebrará en Grecia, donde el ac·
una gira por el hemisferio sur? Si así fuera, yo podría ceso es más fácil.
quizá solicitar una licencia y reunirme contigo en alguná En general, las actividades de los Ejércitos de la Juven­
parte. tud están consagradas a su propia subsistencia. No ig­
noro que nuestra política ha sido deplorar la existencia
e H E N L 1 U informa al e O N S E J O, en P E K f N misma de los Ejércitos de la Juventud, y a esta altura de
Con referencia a mi Informe de un año atrás. Dado qu las circunstancias no voy a poner este punto en tela de jui·
la política oficial de las Naciones Emergentes consist , io. Pero me parece que nuestro empeño en denigrados
�ir de la Conferencia de Kampala, en diezmar, por n h a sido en gran parte una quizá necesaria retórica. P.---.

J 24
que en más de un aspecto los Ejércitos han constituido vigilancia d e l a Federación Paneuropea d e las D. P.C. S. y
una valiosa, y a menudo única, fuerza de policía. D. para la P. de la P. , va a hacer las veces de Fiscal de la
Por primera vez se oyen voces de la Juventud exigiendo Acusación. El hombre que se hará cargo de la defensa es
que los delegados europeos sean relegados a segundo tér· John Brent·Oxford, un antiguo miembro del ala iz·
mino con respecto a los de las antiguas colonias, en razón quierda del Partido Laborista británico, con una larga
de esa inferioridad racial demostrada por las barbaries hoja de servicios en varios campos, a menudo como re·
cometidas en el pasado. presentante de Gran Bretaña en Europa. Fue encarcelado
Me remito a mis Informes anteriores. en tiempos de la Federación Paneuropea, y más tarde
puesto en libertad por orden mía, y nombrado en un
e HEN L1U a SU am igo KU Y UANG cargo menor en la Jerarquía Supervisora de la Juventud
No he sabido nada de ti. Sin embargo, no puedo creer de Bristol, Inglaterra. No tiene buena salud. Era miembro
que no hayas recibido ninguna de mis otras cartas persa. de un conocido despacho de abogados londinense, pero
nales. la actividad política lo alejó de los tribunales. Le sobra ta·
¿Deseamos ver a esos millones de jóvenes, algunos por lento, sin embargo, para desempeñar una tarea que re·
supuesto con ideas políticas totalmente equivoca� querirá más oratoria que conocimientos de derecho con·
pero susceptibles, lo hemos comprobado, de reeduca· suetudinario o experiencia legal. La elección de estos dos
ción, esos millones que han creado a lo largo y a lo ancho hombres es desconcertante. George Sherban es hijo de
del mundo sus propias organizaciones, estilos de trabajo, padr�s británicos, con un solo abuelo indio. No obstante,
órganos protectores, métodos de autodisciplina, desea­ los Ejércitos de la Juventud le reconocen el carácter de In·
mos que se vuelvan unos contra otros? No puedo creer dio Honorario. John Brent-Oxford tiene más de sesenta
que sea esto lo que tú deseas, ni que apruebes los méto· años. Sería demasiado simple suponer que la elección de
dos políticos vigentes en Europa. un miembro de la tan menospreciada vieja generación no

tiene otra finalidad que la de agregar un prejuicio emo·


e HEN LlU informa al e O N S EJ O, en PEKÍN cional en contra del acusado: sé positivamente que es
Una novedad, dentro del estado de cosas a que me re· muy querido por la Juventud, entre los que han trabajado
feria en mi último Informe: un Simulacro de Juicio se ce· con él. Se la podría describir, por lo tanto, como una elec·
lebrará en los niveles más altos de los Ejércitos Unificados ción cínica, o en todo caso arbitraria.
de las Juventudes Mundiales. El Acusado será la Raza El hermano de George Sherban, de nombre Benjamín,
Blanca, el acusador, las Razas de Color. Tendrá lugar este un personaje que no tiene ni con mucho el carisma del
verano, en Grecia. Este Simulacro de Juicio es, para los otro, hará las veces de «consej ero» de John Brent·Oxford,
Ejércitos de la Juventud de todo el planeta, un asunto de o sea que actuará en el bando opuesto. Ha ·sido, reciente·
suprema importancia. Por mucho que diga, nunca insis· mente, sometido a Reeducación de Máximo Nivel, sin re·
tiré demasiado en la importancia de este encuentro. sultados aparentes.
Un individuo, George Sherban, un hombre a quien he· No ha de subestimarse la significación de este «Juicio».
mos observado de cerca desde la instauración de nuestra Ya llegan pedidos a torrentes, de todos los países, soliCi­
Tutela Benefactora, y que estuvo anteriormente bajo la t ando medios de transporte. Es de vital importancia, en

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mi opinión, que se les proporcione comida y se les auto· Ante todo, George Sherban, el Acusador Principal,
rice a instalar tiendas de campaña. El talante de los Ejérci­ viajó a Zimbabwe por la vía lenta: en automóvil, coche,
tos de la Juventud, como creo haberlo dicho sin ambages, camión, tren e incluso a veces a pie, en representación de
dista de ser el que era. Se ha vuelto explosivo, voluble, cí­ diferentes Ejércitos de la Juventud. Esta travesía fue peli·
nico: peligroso. He arbitrado ya los medios necesarios grosa en más de una ocasión. Las guerras castigan la re·
para que haya tropas fácilmente accesibles, y en gran gión y nada sucede de acuerdo con lo previsto. Los Ejérci·
escala. tos de la Juventud son gente desorganizada, anárquica, a
veces simples bandas de saqueadores e incendiarios. El
eH EN L 1Ua SU amigo K U Y U A N G grupo de viajeros tuvo que atravesar varias zonas de gue·
Te ruego que intervengas. Mis órdenes de poner a rra. George Sherban llevaba plenos poderes del Consejo
nuestra disposición dos regimientos durante la celebra­ de Coordinación de los Ejércitos Mundiales de la Juven·
ción del «Juicio»: revocadas. Mis órdenes de asignar a las tud. Y los necesitó. En dos ocasiones, estuvo a punto de
Juventudes cuotas especiales de víveres: revocadas. Mis ser capturado, pero gracias a sus poderes de persuasión
órdenes de que se les permita contar con espacio sufi· logró salir del trance. Su hermano Benj amin lo acompa·
ciente para levantar tiendas de campaña, de que se insta· ñaba. Este hombre ha sido sometido a varios procesos de
len torres de distribución de agua, de que se acordone la reeducación de Máximo Nivel. Y he de decirlo, con un ro·
Zona para separar a los asistentes de la población local: tundo fracaso. Pero un fracaso de una variedad intere·
revocadas, revocadas. Todo esto sin ninguna explicación. sante. No ha habido enfrentamientos de ningún tipo, ni
Yo no la he pedido. faltas de cortesía, ni resistencia a los cursos estipulados.
Dentro de dos meses varios miles de delegados de los Al contrario, rara vez hemos tratado a un sujeto tan inteli­
Ejércitos de la Juventud del Mundo estarán congregado�. gente, tan dispuesto a cooperar. En apariencia, aceptó de
en Grecia. ¿Ha reflexionado el Consejo sobre las posibles buen grado nuestra Tutela Benevolente. Sin embargo
repercusiones, en escala mundial, si este asunto se nos es· acompañó a su hermano en ese largo viaje, en contra de
capara de las manos? nuestros deseos expresos. Por supuesto, si hubiera estado
Escribo en un estado de ánimo que en los días de nues· en uno de los territorios en que ejercemos un dominio
tra vieja amistad no necesitaría explicarte. a�ierto, habría sido castigado, pero la posición que ocupa
en los Ejércitos de la Juventud es demasiado elevada para
eH EN L 1U a SU amigo K U Y U A N G que corramos el riesgo de provocar posibles desconten·
He recibido tu mensaje. Comprendo tu situación. El tos. Hasta cuando nos comunicó que intentaría hacer
agente que te lleva ésta es, pienso, digno de confianza. Él este viaje, se mostró dispuesto a colaborar en cualquier
te explicará mi situación. No te puedo expresar el alivio cosa que nosotros pudiéramos sugerir. . . ¡salvo desistir del
con que he recibido un mensaje personal, aunque las noti· viaje!
cias no sean muy esperanzadoras. Te relataré ahora lo En Zimbabwe tuvo lugar una Conferencia multitudina·
que ha acontecido durante el «Juicio», como tú me lo pi· ria, en Bulawayo, en el sitio en que Lobengula tenía su
des, independientemente del Informe que será enviado al corte. El Lobengula moderno estuvo presente, y liberó
Consejo por la vía habitual. varios miles de prisioneros para celebrar el aconteci·

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miento. Fue allí, en el corazón del que fuera antaño el Y a s e les había informado que n o habría protección mi·
Continente Negro, donde George Sherban aceptó que litar, ni raciones suplementarias, ni cooperación de parte
lo designaran representante de las Razas de Color en el de las autoridades.
Juicio inminente, del que todo el mundo hablaba como si Me han dicho que sus preparativos cumplen con todos
se tratase de un auténtico Juicio. Se diría que son incap�· los requisitos que nosotros pudiéramos desear.
ces de comprender el concepto, o quizá la utilidad, de un Yo no podía asistir personalmente al «Juicio» ya que mi
Juicio que no sea otra cosa que propaganda. Es muy pro· presencia en el anfiteatro hubiera delatado de nuestra
bable, por lo demás, que a ellos mismos los sorprendiera parte una preocupación demasiado evidente. Pero he
la situación, como sorprendió a los representantes -muy contado con la ayuda de numerosos observadores, algu·
numerosos - de las distintas razas de color (la nuestra in· nos oficiales (miembros de nuestra propia delegación
clusive) que de algún modo se las ingeniaron para asistir que, por supuesto, me tienen al tanto de lo que ocurre) y
al Congreso. Fue un acontecimiento sin precedentes, de otros clandestinos, repartidos entre las distintas delega·
una audacia, una imaginación y un éxito nunca vistos. ciones. Compilo pues, este informe, con los datos que me
Este hombre, casi de pura raza blanca, fue aceptado con han aportado todos estos diversos observadores.
entusiasmo por los negros como su representante, y lo Los cinco mil delegados ofrecían un triste espectáculo
que es más, como indio, como si la secular aversión en to· comparado con lo que ha sido la norma hasta el presente.
das las latitudes del África por todo cuanto tuviera que Nos habíamos acostumbrado a ver en estas reuniones
ver con la India hubiese caído en el olvido. Mis informan· una demostración del relativo bienestar de los Ejércitos
tes me dicen que fue también un acontecimiento sin pre• de la Juventud. En esta ocasión estaban desnutridos, de­
cedentes por su vigor, su fuerza emotiva, su vitalidad. Yo sarrapados, y algunos visiblemente enfermos. La con­
hubiera dado cualquier cosa por estar presente. Benja· fianza que siempre los animaba, la seguridad de poder
min Sherban se mantuvo en un discreto segundo plano, ofrecer un futuro viable, ha desaparecido. Son gente som-
actitud que, si fuera a creer todo cuanto se ha dicho de su bría, cínica.
carácter fatuo y petulante, jamás habría esperado de él. Trasladarse hasta allí ha sido difícil para todos ellos,
Fue, pura y simplemente, uno de los números auxiliares pese a que yo había dado instrucciones -que no estaba se·
de George Sherban, el único de raza blanca. Cuenta con la guro de que fueran acatadas- de que se les permitiera via ·

ventaja de representar a los sectores infantiles de la Ju· jar sin impedimentos. Muchos han recorrido largas dis·
ventud -los de ocho a catorce años- y esto significa don­ tandas a pie: éste fue sobre todo el caso de los europeos.
dequiera que sea un poderoso impacto emocional. El pillaje y el saqueo comenzaron con la llegada de los
El grupo permaneció en Zimbabwe varias semanas. Hi· delegados, pero cesaron inmediatamente, apenas se ha­
cieron una excursión ilícita al Transvaal, poniendo en bló de responsabilidad. Sin embargo, ya el mal estaba he·
juego -según mis informantes- una notable combinación cho, y es preciso imaginarse a la población lugareña, al
de audacia e ingenio. De allí volaron a Grecia, después de enterarse de que se les confería el «honor» de este aconte·
ser bendecidos (es la palabra que emplea Benjamín Sher· cimiento: una multitud silenciosa, en acecho, siempre
han en una carta personal en la que narra el acont eci· presente alrededor del campamento, a veces en grupos
miento) por el Lobengula moderno. d(� varios centenares.

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Los organizadores habían previsto guardias, centine­ He dedicado varias horas a releer los informes de
las, todo lo necesario para la seguridad, la cual, sin em­ mis agentes y he llegado a la conclusión de que he de
bargo, desde un principio y en todo momento, fue nece­ reconsiderar mis puntos de vista. El que estos jóvenes
sariamente precaria, más a causa de tensiones internas sean brillantes organizadores no es para nosotros nin­
que externas. Se había dispuesto que las razas estuvieran guna novedad: en realidad, tendríamos mucho que
uniformemente distribuidas por el campo, pero casi aprender de ellos. Pero en este caso el sentido común y
desde el comienzo la causa «enjuiciada» se impuso ais­ la sincronización fueron más que excepcionales.
lando a la raza blanca en una minoría, un campo dentro Quiero recordarte que este «JuiciO>> comenzó en
de otro campo, cada uno con guardias y centinelas pro· cierto modo como una broma; eso era lo que sugerían
pios. Desde el principio circularon bromas, por lo general las primeras noticias. «Otra vez los chicos quieren reír­
bien intencionadas, sobre el hecho de que el Acusadoc se de nosotros>>, o algo por el estilo. Parecía de mal
Principal fuese en realidad blanco. Desde el primer día un gusto, y, huelga decirlo, sin objeto, teniendo en cuenta
estribillo se popularizó en todos los sectores, el negro, el la innegable violencia y las profundas pasiones- que des­
canela, el dorado, el jade y el blanco: «Yo tengo una piertan en todas partes los problemas raciales. Y de
abuela india» con las inevitables variantes, de las cuales pronto, los informes ponen en evidencia la seriedad
«Yo tengo una abuela blanca>> era la favorita. Hubo mo­ con que lo están tomando todos ellos. Y hay <JUe consi­
mentos en que el campo entero coreaba «Yo tengo una derar, además, los preliminares: la visita a Africa del
abuela. . . blanca, negra, canela, irlandesa, africana, esqui· Sur, por ejemplo, organizada y seguida con interés por
mal», al mismo tiempo y a pleno pulmón, expresando el las Juventudes del mundo. Y por último, la participa·
estado de ánimo que fue la característica del encuentro: ción de las Jerarquías más altas de los Ejércitos, y la
un nihilismo sardónico, burlón, no desprovisto de cierto presencia, en el fragor de todos los peligros, de George
buen humor. Sherban, quien siempre parece estar a mano en los mo­
¿Quién compone todas esas canciones? ¿De dónde vie­ mentos críticos. Dicho sea de paso, se había aconsejado
nen? ¡Grande es en verdad la fuerza del Pueblo! que se lo eliminase, pero la orden fue cancelada dán­
El calor, bochornoso, fue el hecho dominante de todo dole tiempo para que mostrara sus cartas. Y creo que
ese mes. Las tiendas amplias y espaciosas en que se servía lo ha hecho.
el rancho se levantaban, en parte, a la sombra de algunos Continúo. ¿Por qué Grecia? Hubo al principio abun­
olivos añosos, pero la mayoría de las restantes estaban dantes rumores de que el «JuiciO>> se celebraría en una
expuestas a los rayos del sol. El campamento entero era plaza de toros española, pero se anunció, con una pro­
un horno, una olla en plena ebullición, día tras día. Esca­ paganda más que inteligente, que «sería perjudicial
seaba el agua. Los servicios sanitarios eran a duras penas para los resultados, ya que las plazas de toros son sitios
suficientes. En los últimos días, el campamento se había de crueldad sanguinaria». Sin comentarios. ¿Los anfi­
convertido en un sitio nauseabundo. A no ser por unos teatros griegos? Para los europeos significan civiliza·
chaparrones ocasionales, habría sido inhabitable antes ción, cultura. Los antiguos griegos, un pueblo que
del fm de la primera semana. nunca se distinguió por su amor a la paz, por su estabi­
lidad ni por su democracia -eran esclavistas, desprecia-

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han a las mujeres, admiraban la homosexualidad- han nadas de resina. Cuando brillaba l a luz d e l a luna, l a arena
sido venerados por la «tradición occidental». Sin comen· era visible. Sin luna, el efecto era de claroscuro.
tarios. Imaginemos las gradas emergiendo de la arena, al res·
Los anfiteatros son espacios circulares abiertos, rodea­ plandor de la luna o las estrellas, sin otra luz y allá abajo
dos de piedras dispuestas en gradas que hacen las veces los contendientes, iluminados por la luna o la lumbre es·
de bancos. El clima es extremadamente frío o caluroso. casa de las antorchas. La escena impresionó a todos mis
¿Habrá cambiado, o acaso los antiguos griegos eran in· informantes y no es de extrañar que las sesiones noctur·
sensibles al frío y al calor? nas del «Juicio», con esa iluminación tan insólita, fuesen
Los organizadores del «Juicio» resolvieron este pro­ las más emotivas y las más difíciles de controlar.
blema trocando el día en noche. Los guardias ocupaban las gradas superiores y eran re·
Había una sesión cada día a las cinco de la tarde, des­ levados en cada sesión, y elegidos de manera que nin·
pués de las horas de intenso calor, que se prolongaba guna de las razas pudiera considerarse privilegiada. Ha·
hasta la medianoche. A esa hora se servía una comida bía una doble hilera de guardias, una mirando de frente a
consistente en ensalada, cereales y pan. A las cuatro de la las multitudes que ocupaban las graderías inferiores, otra
madrugada el «JuiciO>> se reanudaba y proseguía hasta las mirando hacia el exterior, a causa de los aldeanos que se
ocho. Se servía pan y frutas. Entre las doce y las cuatro, acercaban tanto como podían. A medida que transcurría
todas las noches, había discusiones y debates animadost el mes, estos visitantes que no habían sido invitados, cada
siempre informales. En un comienzo se pidió a todos los vez más numerosos, agravaban los problemas de organi·
participantes que durmieran o descansaran de nueve de zación y de higiene. Eran casi todos personas de edad, e
la mañana a cuatro de la tarde. Pero esto resultó impracti­ incluso muy viejas, o niños pequeños. Todos en mal es·
cable. El calor en las tiendas era excesivo, y no había som­ tado de salud, a causa de las privaciones. El hecho de que
bra suficiente. Algunos trataban de dormir en refugios los jóvenes no estuvieran mucho mejor que ellos parecía
improvisados o en las tiendas que servían de refectorio, apaciguarlos, y hasta favorecía cierta fraternización.
pero en realidad fue muy poco lo que se durmió durante No he conocido nunca, ni siquiera de oídas, una situa·
todo ese mes. ción con tantas oportunidades de violencia, tumultos y
Se había rogado a los participantes que no llevasen aleo· hostilidad que no llegaron a manifestarse.
hol al campamento, a causa de los musulmanes, y porque Uego ahora a lo que los «espectadores» -aunque la pa·
era difícil mantener el orden. Esta norma fue respetada. labra no es la adecuada para describir a participantes tan
al menos al principio. apasionados.., veían allá abajo en aquel escenario.
Nos habíamos negado a autorizar el empleo de reflec· Desde el comienzo mismo, el espectáculo fue prodi·
tores y toda clase de corriente eléctrica. Esto tuvo conse· gioso. El «Juicio>> no era nada menos que una provoca­
cuencias interesantes. En verdad, aparte del calor, la ilu· ción visual. . . seguramente no por casualidad.
minación fue el factor más importante del «Juicio>>. No había en la arena ningún decorado, ningún cartel,
La arena misma estaba iluminada por antorchas dis· ni banderas ni pendones, a causa del peligro de incendio.
puestas regularmente alrededor de la periferia. Estas an· No había nada más que antorchas, en número de treinta,
torchas eran del tipo común: cañas comprimidas impreg· <:ada una con dos asistentes.

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Éstos pertenecían al contingente infantil de Benjamin mente enfermo, tenía que permanecer sentado, en tanto
Sherban, niños de alrededor de diez años, d e uno u otro los demás estaban de pie o caminaban de un lado a otro.
sexo, y la mayoría, pero no todos, de tez morena o negra. No podía, por lo tanto, recurrir a los gestos propios de la
La escena central estaba por lo tanto rodeada de niños, elocuencia, el ademán imprevisto, el movimiento que se
encargados de vigilar y reemplazar las antorchas, que se interrumpe a causa de una idea súbita, o los brazos echa·
consumían al cabo de una hora. Incidentalmente, bien dos hacia atrás, ofreciendo el pecho a los azares del des·
hubieran podido utilizar otras antorchas, de tres o cuatro tino: todos los pequeños trucos cuya eficacia, mi querido
horas de duración, pero no fueron ésas las elegidas. En amigo, tan bien conocemos.
verdad, los niños controlaban un aspecto importante de No era más que una débil presencia, y una voz, tam·
las sesiones, dándoles un clima peculiar desde el mo· bién débil, pero al menos firme y mesurada.
mento mismo en que los «espectadores» ocupaban las Durante las sesiones del <<juicio», y por supuesto todos
gradas. Sentados en las tribunas, los «jóvenes», los «mu· se dieron cuenta, contó con la asistencia de dos niños del
chachos>>, los «herederos» no podían dejar de pensar que contingente de Benjamin Sherban, uno blanco y otro ne·
muy pronto ellos mismos serían desplazados por los nue· gro azabache, británico de nacionalidad y oriundo de Li·
vos «herederos». verpool. No tardó en saberse que los niños tenían una re·
A cada lado de la arena, una mesa pequeña y una do· ladón personal con john .Srent·Oxford, pues él los había
cena de sillas. Y nada más. El tono, la disposición, la at· protegido cuando ellos perdieran a sus padres. Era, en
mósfera: todo informal, del principio al fin. una palabra, una especie de padre adoptivo.
Del lado de la acusación, George Sherban · represen· Benjamin Sherban, en tanto que responsable de los ni·
taba a las Razas de Color. Tiene piel de marfil, como cier· ños, estaba apostado casi siempre detrás de la silla del
tos mestizos, pero los cabellos y los ojos negros bien po­ viejo blanco. Nadie olvidaba que era un dirigente de los
drían ser de indio, o de árabe. A la vista, sin embargo, es Campos Infantiles.
un blanco. Alrededor de él se ve un grupo cambiante, de A todos mis informantes, sin excepción, los maravilló
todos los colores de piel posibles e imaginables. la disposición de la arena, el hecho de que no hubiera nin·
El aspecto visual, del lado de la defensa, no era menos gún blanco preciso, inequívoco, con el que pudieran in·
provocativo. Siempre, entre los blancos, algunas personas dignarse. He de señalar que no todos los informes recibí·
de tez oscura o negra. dos sobre este <<juicio» son meramente tediosos. Ojalá
Los grupos de asistentes, tanto del lado de la acusación puclielra decir lo mismo con mayor frecuencia.
como de la defensa, cambiaban en cada sesión, e incluso Uego ahora a lo que se oyó. Y he aquí un punto intere·
durante las sesiones había un incesante ir y venir entre la sante. Todas mis órdenes -tropas, raciones suplementa·
arena y las gradas, lo que parecía subrayar la informali· rias, torres de distribución de agua, alumbrado- fueron
dad del procedimiento. La única persona de edad avan· revocadas, con una sola excepción: la de facilitarles alta·
zada era el defensor, John Brent-Oxford. Como he suge· voces. Sin embargo, no los utilizaron en ningún mo·
rido antes, esto podría interpretarse como un intento mento.
deliberado de señalar la debilidad de la raza blanca incri­ ¿Por qué se autorizaron los altavoces? ¡Un descuido, tal
minada. De cabellos blancos, aspecto frágil y visible· vez! No exagero al decir que gran parte del tiempo de los

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administradores se pierde en tratar de descubrir el posi· a través de los ojos d e Tsi Kwang), tenía que ser sirnp ,
ble significado secreto de hechos que no son, en realidad, porque había que decirlo a gritos. Y esto contribuía al ca·
sino simple incompetencia. rácter provocativo del espectáculo, ya que todo el resto
¿Por qué los organizadores del «Juicio» prefirieron no se desarrollaba sin ninguna solemnidad. Todo era impro·
utilizarlos? visado, casual. (Excepto, claro está, las guardias. ) Pero las
El efecto fue negativo, pues aumentó las tensiones y la cosas que se decían no eran mucho más que consignas, o
irritación. Apiñados en las gradas de piedra desde las al menos simples declaraciones o preguntas, pues desde
cinco de la tarde hasta la medianoche, aguzando el oído; las gradas, a media altura, nadie hubiera podido oír argu·
amontonados sobre las duras y ásperas superficies desde mentas complejos, sutilezas legales.
las cuatro de la madrugada, al calor creciente del alb� Todos los presentes -y cada uno traía su bagaje de ren·
hasta las ocho de la mañana, aguzando el oído: no era una cores históricos, recuerdos de opresión y malos tratos su·
situación que mitigase las condiciones generales, ya pe· fridos por ellos mismos, sus padres o sus abuelos .... todos
nosas. sentían la ardiente necesidad de escuchar alfin (en las pa·
Uno de mis agentes, Tsi Kwang (nieta de uno de los hé· labras de la Agente Tsi Kwang) La Verdad.
roes de la Larga Marcha); se sentó en la última grada del El «JuiciO>> se inició inmediatamente, la primera noche.
anfiteatro, para poder observarlo todo. Cuenta que al Los delegacios seguían llegando, exhaustos y a veces fa·
principio, cuando se percató de que tendría que aguzar el mélicos. Entre los árboles dispersos, sobre los pastos rese·
oído todo el tiempo, se enfureció. Los murmullos y pro� cos, había mesas improvisadas, con cántaros de agua y
testas cundían por el anfiteatro. Se oyeron gritos. ¿Dónde cestas de pan campesino. Estas provisiones desaparecie·
están los micrófonos? Pero los gritos no tuvieron eco, y ron en un abrir y cerrar de ojos, y los síntomas de la parsi·
los cinco mil delegados sólo pudieron llegar a la conclu­ monia que esperaba a todos se hicieron visibles. Las tien·
sión de que «las Autoridades» (implícitamente y en los he· das ocuparon una extensión de varias hectáreas. Los
chos, en esta ocasión) no sólo les habían negado las racio· actos de pillaje del comienzo habían cesado. Miles de jó·
nes suplementarias y todo lo demás, sino «hasta» los venes iban y venían por el campamento. A algunos, los
micrófonos. llegados de los confines boreales, los islandeses, los escan·
Tsi Kwang cuenta que a esa altura «era como estar dinavos, el calor los extenuaba. Nuestra Agente Tsi
viendo, allá abajo, pequeñas marionetas>>. «El efecto era Kwang (que es de la Provincia septentrional) comenta, en
perturbador. >> Ella tuvo la impresión de una «afrenta a la particular, la intensa luminosidad de los cielos profun·
importancia del acontecimiento>>. (Todos nuestros agen· dos, incandescentes. El coro de las cigarras era ensorde·
tes compartían, por supuesto, los sentimientos del bando cedor. Los perros de siempre, llegados no se sabe de
antiblanco, y esperaban que el «Juicio» probaría que lo dónde, husmeaban aquí y allá, en busca de un bocado
blancos eran los verdaderos villanos. Cosa que demostró, ocasional. A las cuatro en punto se corrió la voz de que el
desde luego, hasta cierto punto. ¿Cómo hubiera podido ccjuicim> daría comienzo al instante. Y mientras los delega·
no demostrarlo?) dos todavía hambrientos, fatigados por el viaje, se amon·
Sin micrófonos, todo cuanto se dijera allá abajo, e tonaban en las recalentadas gradas de piedra bajo aquel
aquel pequeño espacio (lo estoy viendo, mientras escribo, cielo calcinante, los dos grupos en litigio, sin prelimina·

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res, se encaminaron a la arena y ocuparon sus sitios res· de ver las cosas concretamente desde un punto de vista
pectivos. Las antorchas, por supuesto, no estaban encen· de clase. Mas es triste, en verdad, nuestra situación hu·
didas todavía, pero ya los niños las custodiaban, dos por mana, y esos cinco mil elegidos, «la flor y nata» de la ju·
cada antorcha. ventud del mundo, congregados allí, en aquella atmós·
Sobre las pequeñas mesas de madera no había libros, fera, sentados frente a frente, acosados por el hambre y
ni papeles, ni notas: nada. la desesperación, macilentos y desarrapados, no podían
De un lado, en el que pronto caería la noche, George dejar de ver ciertos hechos evidentes.
Sherban de pie, con su grupo, junto a la mesa. Del otro, Media hora apenas se les había concedido para que se
sentado a pleno sol, el frágil anciano, el pérfido blanco instalaran y absorbieran lo que veían �lo que se les obli­
cuya historia todos conocían, pues el rumor público es el gaba a ver- cuando (;eorge Sherban, alejándose dos pasos
medio más rápido, si no el más exacto, para transmitir in· de la mesa, abrió el «Proceso» diciendo:
formación. Todos los jóvenes que ocupaban las gradas -He sido elegido representante en este «Proceso» de
habían oído hablar de John Brent·Oxford y sabían que el las razas no blancas por. . . -y recitó una lista de unos cua·
traidor había pertenecido a la antigua izquierda británica. renta grupos, organizaciones, ejércitos. Se hizo un silen·
que había estado en la cárcel por crímenes contra el pue­ cio profundo, dice la Agente Tsi Kwang, pues el ajetreo,
blo, y había sido rehabilitado y traído aquí por los Ejércit los murmullos y las toses cesaron casi al instante cuando
tos de la Juventud para defender una causa perdida. todos comprendieron que si querían oír algo era impres·
Era una muchedumbre inquieta. Iban y venían de una cindible que permanecieran quietos y callados. Y enton·
a otra de las duras gradas de piedra, protestando por el ces fue cuando tuvieron la primera oportunidad de regís·
calor, por la falta de micrófonos, por el hecho de que el trar el impacto carismático de aquel hombre.
«Proceso» se hubiese iniciado antes de la llegada de nu· Sin una lista en la mano, sin una ayuda-memoria, reci·
merosos delegados. Había saludos de reconocimiento en· taba los nombres, algunos largos, otros absurdamente
tre personas que se habían visto por última vez hacía me· burocráticos (y al hacer este comentario no dejo de tener
ses o años, quizás en algún Congreso en el otro confín del en cuenta la necesaria absurdidad de ciertas formas de
planeta. Y en todos, un sentimiento subyacente de angus· organización). De pie allí, en la arena, dice la Agente Tsi
tia y desesperación, que no tenía relación con la escena Kwang, era una figura serena, tranquila, sonriente.
que estaban presenciando sino con la preocupación co· Retrocedió dos pasos y esperó.
mún a todos nosotros: la inminencia de una guerra. Y aun El viejo blanco tomó entonces la palabra, sentado en su
antes de que la acusación y la defensa hubiesen intercam· silla. Tenía una voz aun más débil que la de George Sher·
biado una sola palabra, fue quizá ya evidente para todos han, pero clara, y el silencio era absoluto. Yo diría que ese
que el «Proceso» no resolvería los problemas reales de la silencio expresaba algo más que odio o desprecio, pues
humanidad, que no bastaría con achacar a una raza, a una hasta la propia Tsi Kwang, nuestra Agente, comenta que
clase, a una nación todos los crímenes de la historia. Y al era «una presencia que movía a la reflexión». Creo, en
decir esto, cuento con tu comprensión, pues no quisiera primer lugar, que la mayoría de los jóvenes no ve a los
que se piense que mi largo exilio (al menos para mí) en es· mayores, o a los ancianos, sino como criaturas anacróni·
tas provincias retrógradas ha enmohecido mi capacidad cas que los eluden por temor, o como esqueletos vestidos

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que yacen en las calles esperando el Escuadrón Juntaca· generosos d e l a tierra d e Norte a Sur y d e Este a Oeste.
dáveres; o quizá también como visiones fugaces, hacina· Las razas blancas han tratado siempre con arrogancia,
dos en los asilos, listos para morir de hambre o de sole· desprecio y crueldad a las otras razas, y, sobre todo, han
dad. La juventud no ve a los viejos. No está programada sido culpables del supremo crimen de estupidez, y deben
para verlos, porque los ha negado, suprimido, borrado, ahora aceptar, en tanto que asesinos, ladrones y depreda·
«excluido de los honrosos anales de la historia>>, como dores, la responsabilidad que les toca por la terrible situa·
dice, en una frase tan feliz, la Agente Tsi Kwang. Le era ción en que hoy nos encontramos.
imposible, dice, dejar de mirar a aquel «viejo elemento Ni un solo ruido se oyó durante la arenga pero cuando,
criminal». Verlo despertaba en ella «un odio correcto y al terminar, George Sherban dio un paso atrás, un rumor
concretO>>. Hubiera querido que desapareciese allí mismo sibilante se elevó de la vasta multitud, «más pavoroso que
de la faz de la tierra «como un vil insectO>>. Y otras obser· si hubiésemos maldecido a los villanos, o que si los hubié·
vaciones similares, razonables por cierto en aquellas cir· semos insultado a gritos». Éste es el comentario de otro
cunstancias. Habrás notado que si cito a esta Agente con de nuestros agentes, no Tsi Kwang, quien se limitó a de·
tanta frecuencia -y me propongo hacerlo a lo largo de cir: «Hasta las piedras se levantaron a acusar a los crimi·
este relato- es un homenaje a lo que definiría como la co· nales ante el tribunal de la historia. >> Otro comentario es
rrección clásica de su punto de vista. Sus comentarios son parte de una carta escrita por Benjamin Sherban que no·
siempre fidedignos y perfectamente justos. Los otros sotros interceptamos. « Siempre he disfrutado de la farsa,
agentes, ninguno superior a ella, me han servido para po• pero te juro que de no haberme alimentado durante
ner en mi descripción las luces y sombras apropiadas. tanto tiempo, y hasta la saciedad, del abominable espec·
El viejo espectro dijo que representaba a las razas blan· táculo de la locura desenfrenada, de tal modo que ya no
cas --y esto no suscitó burlas ni abucheos, sólo silencio- y me causa ninguna reacción, habría caído muerto allí
que había sido designado por. .. y aquí no citó una larga mismo, fulminado de terror, al oír aquel siseo de odio. >>
lista de organizaciones de todos los confines del planeta. Cito estas palabras que contrastan con las siempre admi·
sino simplemente «el Comité Unificado de Coordinación rabies y fidedignas de Tsi Kwang. (Has de recordar que
de los Ejércitos de la Juventud>>. Benjamin Sherban estaba de pie, detrás del acusado. )
Calló, y aguardó en su silla, en tanto George Sherban No cabe duda de que el contingente blanco se encon·
se adelantaba otra vez, y con voz fuerte y clara pronun· traba en un trance difícil: mirando al frente, delante de
ciaba las palabras siguientes, haciendo pausas entre una ellos, y no a la furiosa multitud de rostros morenos, ne·
frase y otra, y mirando de hito en hito a la concurrencia: gros y dorados de sus adversarios, permanecían quietos
-Abro este Juicio con una d enuncia. Una acusación. sólo gracias a un esfuerzo de voluntad. Hubo un silencio
Digo que las razas blancas de este mundo lo han des· prolongado, tenso. El viejo blanco no se movió. Los dos
truido y lo han corrompido; digo que las razas blancas niños que flanqueaban su silla levantaron las cabezas, y
provocaron las guerras que han arruinado el mundo, que con un movimiento lento, deliberado, escudriñaron los
hicieron posible la guerra que todos tememos, que han rostros que alrededor, y por encima de ellos, llenaban las
envenenado los mares, las aguas y el aire, robado y acapa· gradas. Benjamin Sherban, por lo que parece, conservaba
rado todos los recursos naturales, dilapidando los done la postura habitual en él, de indolencia casi displicente.

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Ya el sol desaparecía del horizonte, dejando en la som­ concluyó (y esto lo ratificarían después casi todos los tes­
bra al grupo de George Sherban, y había llegado la noche: tigos) con las siguientes palabras: « . . . y han sido siempre
una noche bochornosa, agobiante, polvorienta. culpables de un desprecio insultante e inhumano, y de es­
-Uamaré ahora a mi primer testigo -gritó George tupidez, y de un total desconocimiento del pueblo chino y
Sherban, y no dijo nada más hasta varios días desp� de nuestra gloriosa historia. >>
No se ausentó en ningún momento durante el <<Proceso», Eran casi las siete y la arena se ahondaba en un pozo de
pero se mantuvo en una discreta penumbra, oculto entre oscuridad. Las gradas estaban en la penumbra. Nuestra
las gentes de la acusación. delegada terminó de hablar y volvió a reunirse con los
La elección del primer testigo fue sin duda brillante. otros, en las sombras, mientras de las gradas se elevaban
(Desde cierto punto de vista. ) Era una delegada de la Pro­ los aplausos y las ovaciones. No fue, sin embargo, el
vincia de Shansi, una joven de unos veinte años. Bien ali­ aplauso tumultuoso que cabía esperar para el primer tes­
mentada, y, desde luego, bien vestida, irradiaba tanta sa­ tigo, y que sin duda habría estallado (y hago este comen­
lud que la atmósfera se distendió instantáneamente. tario con un espíritu desapasionado) si ese primer testigo
Nosotros, los chinos, no somos muy populares. ¡Es el pre• hubiera sido, por ejemplo, un indio americano. No, la
cio de nuestra superioridad! (Cuento con nuestra invete• temperatura emocional había descendido, y ésta es la
rada comprensión de las sutiles y necesarias, y a menudo conclusión ineludible a que he llegado después de estu­
irónicas, fluctuaciones de la historia. ) No se trata de que diar los informes de los distintos agentes. Además, quien
nuestra Juventud China se comporte de forma inco· escribe es el organizador -no del todo inepto, espero- de
rrecta. Por el contrario, en todo momento y dondequiera mil acontecimientos públicos.
que se encuentre, se la exhorta a atenerse a las reglas. A esa hora encendieron las antorchas, cuatro grandes
Pero es cierto que disfrutan de algunos privilegios, por la antorchas llameantes descendieron desde lo alto de las
naturaleza misma de nuestra Autoridad Benefactora, y cuatro escalinatas que atravesaban las gradas, y debajo
-abreviando- no es igual para los europeos desfavorecí· de las antorchas aparecieron unas figuras apenas discer­
dos y los representantes de las Naciones Nacientes identi· nibles que pertenecían a razas de diferentes colores como
ficarse con nuestros jóvenes. La Agente Tsi Kwang co· luego pudo verse: dorada, morena, negra y blanca. Evo­
menta que el hecho de que el primer testigo fuese chino la cando inevitablemente el recuerdo de los Juegos Olímpi­
alegró, pero también <da angustió», pues tuvo la sensa­ cos y de otros emotivos encuentros internacionales de
ción de que era «impertinente en un sentido que ella épocas pretéritas, corrieron con las antorchas a través de
misma, sin un análisis más profundo, no podía expli• la arena y las entregaron a los niños que las esperaban.
carse». El comentario del infortunado Benjamín Sherban Los niños, que vestían los uniformes de las distintas orga­
fue: « ¡Q.ué cosa horripilante es una multitud! Un congl� nizaciones, se irguieron de puntillas -este detalle, que
merado de elementos inestables, ¿no es eso? Si el Diablo consta en todos los informes, parece haber causado
puede permitirse citar las Escrituras . . . » cierta impresión- para encender los haces de cañas plan­
La testigo enumeró, en no más de un cuarto de hora, tados alrededor de la arena. Una después de otra, las an­
con voz lenta y clara -el estilo impuesto a todos- los crí­ torchas se encendieron, iluminando la arena. Esta pe­
menes cometidos por las razas blancas contra China, y queña ceremonia fue observada por todos con gran

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expectativa. Hubo murmullos de satisfacción. Nuestros un carácter informal había quedado claro desde e l co·
agentes interpretan de maneras distintas el significado de mienzo, y luego confirmado, y vuelto a confirmar. Ya
esos murmullos. algunas personas se habían retirado de estos grupos
La ceremonia de encendido de las antorchas se alargó para volver a sentarse en las gradas, y otras las habían
bastante, y, por ser la primera, no transcurrió sin tropier reemplazado: un incesante ir y venir. La primer « tes·
zos. Una de las antorchas se cayó de su soporte, y mien· tigo» había vuelto a reunirse con la Delegación China,
tras los dos niños se apartaban atemorizados, una niña la cual, dicho sea de paso, había sido instalada bien a la
algo mayor bajó de un salto desde las gradas superiores, vista, en bloque, y en el mejor lugar, en las gradas más
levantó la antorcha, e insertándola con gran destreza -y bajas y a mitad de camino entre los dos grupos. Era el
peligro- en el candelabro, ayudó a los niños a encen· único grupo nacional al que le habían asignado un sitio
derla, utilizando los restos de una de las que habían sido determinado, señalado por un estandarte; el único, en
traídas desde lo alto del anfiteatro: todo, por supues� otras palabras, preparado para atraer la atención de to·
improvisado y espontáneo, como convenía a la atmós· dos durante el desarrollo del «Proceso)).
fera de naturalidad característica del encuentro. Otra an· Al cabo de unos minutos más de silenciosa contem·
torcha, que ardía con llamas demasiado altas y lanzaba pl_ación de las estrellas, de la luna que se elevaba por el
lenguas de fuego hacia las gentes sentadas en la fila de cielo, y, naturalmente, de los niños encantadores que
arriba, tuvo que ser retirada, apagada, y cambiada por con tanta entereza y seriedad custodiaban las antor·
una nueva. Cuando estos menesteres concluyeron la ten· chas, uno del grupo, que no era George Sherban, fue a
sión se había aflojado, los delegados conversaban entre hablar con el acusado, y luego esa misma persona, una
ellos, y ya era noche cerrada. Una noche calurosa y polvo· muchacha, gritó que los protagonistas del debate da·
rienta, de una oscuridad que la luz de las estrellas no al· han por abierto el «Proceso», que todo el mundo es·
canzaba a mitigar. Abajo, en la arena, se enfrentaban los taba al tanto de la situación, y que la gente debía de es·
dos grupos litigantes. Y bien visible, a la luz intensa y fluc · tar cansada y hambrienta, y que acaso sería una buena
tuante de las antorchas, flanqueado por dos niños, uno idea, sólo por esa noche, terminar temprano. ¿Todo el
negro y uno blanco, inmóvil en su silla, estaba el viejo mundo estaba de acuerdo?
blanco. Nadie discrepó.
De un banco de nubes bajas salió la luna. Yo juraría qu En ese caso, gritó, la comida se serviría a las nueve,
se trató de una puesta en escena. Era una media luna sólo por esa noche, y no a las doce, como en las noches
pero luminosa, y cerca de ella brillaba Venus. Un deco· venideras. Acto seguido esbozó el plan de las sesiones,
rada perfecto para una Marcha de Antorchas, un Desfil pidió tolerancia, ya que no había sido fácil conseguir '
de Estandartes o una Danza del Dragón. alimentos y se repartirían en cantidades limitadas, y les
Durante unos pocos minutos, no ocurrió nada. Todo dijo además que estuviesen alertas contra posibles ac·
mundo había enmudecido ante la belleza del escenari , tos de pillaje, y que tratasen a los lugareños con res·
ante el drama que allí se representaba. Luego pudo obs r· peto; y subrayó la necesidad de que «apelaran a todas
varse que los miembros del grupo de la acusación conv r· las reservas de buena voluntad y comprensión frater·
saban entre ellos. Una charla informal. QJle todo tendrí nal, ya que durante el mes que se iniciaba la paciencia

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y la tolerancia de todos serían sometidas a una dura día caluroso y polvoriento se dirigieron una vez más a las
prueba>). tiendas-refectorio donde se les serviría pan y fruta,
El hecho de que esa muchacha fuese una delegada co· oyeron allí un relato de segunda mano de lo que había
mún y no una de las «estrellas», y que la mayoría no su· ocurrido. Habían declarado dos <<testigos>>, ambos muy
piese quién era, causó una excelente impresión. esperados, y de un enorme peso emocional. Primero el
Las gracias se vaciaron rápidamente, mientras los dele· representante de las tribus indígenas de América del
gados se abrían paso en la penumbra. En el campament� Norte y luego el testigo de la India.
la iluminación era mínima: quinqués en el interior y a la Un hombre joven perteneciente a la tribu Hopi del su­
entrada de las tiendas-refectorio, así como a la entrada de doeste de los Estados Unidos, solo, de pie en el centro de
las letrinas, que eran tiendas instaladas sobre terrenos ex· la arena, se dirigió a gritos a las gradas a medias vacías, gi·
cavados. rando lentamente sobre sí mismo para que todos pudie·
De algún modo, todos consiguieron alimentarse en las ran ver y oír, con las palmas extendidas ante él «como si
atestadas tiendas-refectorio. en las manos abiertas nos estuviese ofreciendo, pobre
Así transcurrió el primer día del «Proceso». Un prodi· desdichado, su persona y su causa». (Benjamin Sherban.)
gio, a mi modo de ver, en el arte de.manejar multitudes. Cuando comenzó era aún plena noche, bajo un cielo ta·
Después de esta primera comida nocturna, la mayor chonado de estrellas, que se fueron extinguiendo míen·
parte durmió, vencida de cansancio. Muchos se queda· tras él hablaba.
han dormidos allí mismo, en las tiendas-refectorio, en Europa había sido un hervidero de--criaturas misera­
tanto los que servían pasaban por encima de ellos con sus bles y hambrientas, a causa de la codicia de las clases diri·
fuentes. Otros durmieron fuera de las tiendas; dentro, de gentes. Cuando esos oprimidos protestaban, los perse·
todos modos, hacía demasiado calor. Era una escena de guían y los ahorcaban hasta por el simple delito de haber
aparente desorden. No obstante, los blancos se retiraron robado un huevo o un pedazo de pan, o los azotaban y ha·
al gueto que ellos mismos habían organizado, y aposta· cinaban en las prisiones ... y los instaban a abandonar la
ron guardias. tierra natal para ir a América del Norte, donde de manera
A la mañ.ana siguiente, a las cuatro, cuando los dos gru· sistemática se ponían a robar las posesiones de las tribus
pos litigantes se encontraron en la arena a la luz de las an· indígenas que vivían en armonía con la tierra y la natura­
torchas otra vez encendidas y custodiadas por los niño leza. No hubo astucia, crueldad ni brutalidad que esos la·
soñolientos, el anfiteatro estaba a medias vacío, y así per· drones blancos no practicaran. Cuando hubieron inva·
maneció durante toda aquella sesión, ya que muchos d dido las tierras de costa a costa, exterminado a los
los delegados estaban demasiado fatigados para levan· animales y destruido los árboles y el suelo, confinaron a
tarse. los indios en reservas que eran como prisiones y los mal·
Esa dramática sesión del alba transcurrió, pues, a m . trataron. Esos hombres, que se encontraban en los in·
dia marcha, y cuando a las ocho de la mañ.ana llegaro mensos territorios de los indios sólo por la codicia y la
tambaleantes los remolones a reunirse con los que desd crueldad de gentes de su propia raza, olvidaron muy
hacía cuatro horas ocupaban los duros asientos de pi .
pronto la historia reciente y se volvieron también crueles
dra, y a la luz purpúrea de un amanecer que anunciaba y codiciosos. Muy pronto los ladrones blancos estuvieron

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divididos en ricos y pobres, y los ricos eran tan crueles, más que un recuerdo, un recuerdo d e horror y vergüenza.
tiránicos e insensibles a los sufrimientos de los demás Todas estas palabras fueron declamadas, gritadas casi,
como todos los tiranos de la historia. Gracias a la expl� frase a frase, pausadamente, mientras el joven, siempre
tación del trabajo de los po bres, los nuevos amos se hi· con las manos extendidas y abiertas, alzaba los oj os al
cieron muy podero sos , y explo taron no sólo la América cielo. Cuando concluyó, el cielo palidecía. El viejo blanco
del Norte sino otras regiones del mundo. Importaron es· seguía sentado, inmóvil y silencioso.
clavos de África, siempre con métodos de una crueldad Silencio absoluto. Nadie se movía.
y una brutalidad inauditas, para que trabajasen por ellos Las antorchas humeaban y los niños las apagaron,
y los sirvieran. Esa gran nación, antaiio habitada por ayudados por George Sherban. Empezó a oírse el canto
pueblos que no conocían las p alabras pobre, rico, tener de las cigarras .
y poseer, que vivían en comunión con el Gran Espíritu Durante esta intervención, unos cuantos rezagados ha­
que gobierna el mundo, y obedeciéndole (cito, por su· bían descendido a ocupar sus asientos. El gran anfiteatro
puesto, los informes de nuestros agentes), ese p aís rico y estaba aún semivacío cuando una mujer joven, oriunda
hermoso fue despojado, envenenado, convertido en un del norte de la India, líder de los Ejérc itos de la Juven·
depósito de armas. Y de una costa a la otra, de norte a tud, Sharma Patel, supuesta amante de George Sherban,
sur, se obligó a todos a venerar no al Gran Espíritu, que avanzó hasta el centro de la arena.
era el alma de toda criatura humana, sino la acumula· Es hermosa, e impresionó a todos. La Agente Tsi Kwang
ción de riquezas. Dinero. Mercancías. Objetos . Alimen­ la describe como «cautivante, y aventaj ada en muchos
tos. Poder. El más pobre de los blancos era rico compa· asuntos».
rado con los indios avasallados. Los más des poseídos y -Para Europa, y en particular para Gran Bretaiia, pero
explo tados de los pobres eran privilegiados ante la ley también para otros países, la India fue siempre un territo·
comp arados con los habitantes naturales de esa tierra. rio destinado a la conquista, la explotación, el usufructo.
Esos Estados Unidos -escupió las palabras con despre• A lo largo de dos siglos y medio la India ha soportado un
do- eran un lugar de oprobio, maldad, vicio y corrup• continuo saqueo. -Siguieron veinte minutos de estadísti·
ción. Y todos esos crímenes habían sido cometidos en cas. Esta parte de la intervención de la joven no tuvo muy
nombre del «progreso»; escupió la palabra. Todo con un buena acogida: un material y un lenguaj e más apropiado
espíritu de arrogancia y autocomplac encia. para un seminario que para ese anfiteatro inmenso en el
Y luego, para concluir, la incriminación: que era preciso aguzar el oído si se quería oír algo. Antes
-La raíz de este comportamiento criminal es el odio, incluso de que concluyera con esta enumeración, el pú·
el desprecio a aquellos que son distintos de vosotros, la blico, aunque bien dispues to, se mostró impaciente. Los
arrogancia que hasta os impidió tratar de conocer la ver· ejércitos y la policía habían ocupado la India por su bien,
dadera naturaleza de los pueblos que habéis expoliado y claro está, de acuerdo con la hipócrita terminolo gía euro­
tratado como inferiores, la falta de humildad, y de esa pea, y los habitantes del continente, con su intrincada his­
curiosidad que nace de la humildad. Se os acusa de arro· toria inmemorial, sus numerosas religiones complemen·
gancia, ignoranc ia y estupid ez . Y Dios os c astigará. Ya 1 tarias, sus diversas culturas, habían sido tratados como
Gran E spíritu os está castigando y pronto no seréis nad¡ gente inferior. La dominación de la India por Gran Bre·

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taña fue llevada a cabo y mantenida por las armas y el lá· sus efectos. Y George Sherban, s u hermano y las otras
tigo. Ellos -la gente que lo hizo- eran los bárbaros. Eran. . . «estrellas» estaban en todas partes, participando en las
Y siguió la incriminación habitual: -Eran arrogantes. Ue· discusiones y en los conciertos. También el viejo blanco
varan a cabo la explotación de la India en nombre del estaba allí, relativamente bien recibido por todos, y con
progreso, y de su propia superioridad. ¡Superiores! ¡Ese frecuencia centro de interés de los grupos.
pueblo de gente fea y desmañada, torpe de cuerpo y de La mayoría de los delegados blancos -unos setecientos
espíritu! ¡Superiores ellos, que ni siquiera fueron capaces en total- permanecieron todo ese día en el enclave de sus
de aprender las lenguas del pueblo que habían subyu· tiendas, y cuando salían, en busca de alimentos o por
gado! Jamás conocieron nuestras costumbres, nuestra otros motivos, procuraban no llamar la atención, evi­
historia, nuestro modo de pensar. Nunca fueron otra tando las miradas; y si los desafiaban, sonreían y se mos·
cosa que imbéciles, imbéciles, ignorantes y fatuos. traban mansos y corteses. Se comportaban, en realidad,
Estas dos intervenciones duraron hasta las ocho. como siempre habían tenido que hacerlo los pueblos que
Los dormilones rezagados se enteraron de las dos pri· ellos avasallaban: trataban de hacerse invisibles.
meras «incriminaciones» por boca de los que iban a bus· Ese día, y después de la sesión de aquella noche, y du·
car el desayuno. « Sí, de acuerdo, pero todo eso ya lo sabe· rante el día siguiente, los blancos corrieron verdadero pe·
mas», era el comentario frecuente. Como si esperasen ligro, pero luego la tensión emocional empezó a ceder.
algo más, u otra cosa. Pero ¿qué? Porque fue un sentí· Nuestros agentes fueron asiduos. Es evidente que en
miento constante, que persistió desde el comienzo y cierta medida se dejaron engañar, por un muy loable
hasta el final del «Proceso». He meditado largamente so· amor a la justicia. Hablaban de «una victoria total» sobre
bre esto, y todavía es un enigma para mí. las razas blancas. Pero ¿qué querían decir con eso? Imagi·
Durante todo ese día, hasta las cinco y la sesión vespel'­ naban, al parecer, no sólo un «veredicto favorable», sino
tina, el intenso calor hizo que las actividades del campa· alguna forma de justicia sumaria. Pero ¿administrada de
mento se convirtieran para todos en una rutina penosa e qué manera y contra quién? ¿La persona de John Brent·
insoportable. Ya todos veían a las claras que no se trataba Oxford? ¿Los camaradas delegados? La única conclusión
de una temporada de recreo. Eran demasiados. Esca· que puedo extraer de esos informes enfervorizados (aun­
seaba el agua. Ya había quienes organizaban excursiones que perfectamente comprensibles, desde luego) es que la
en busca de agua y alimentos. El polvo flotaba por toda atmósfera y las pasiones alcanzaron allí un nivel borras·
partes. Era la hora de dormir, pero ¿dónde? Y ya habían coso, más allá de lo racional.
llegado los aldeanos, que cada vez más numerosos se de· Me intrigó en aquel momento, y todavía me intriga, la
tenían a observar a los miles de jóvenes que iban y venían diferencia de tono entre los primeros informes de nues·
en busca de comida, de un poco de sombra, de un sitio tros agentes y los últimos. Por supuesto, lo que ellos opi·
donde dormir. Y al fin, resignados, se sentaban en grupo nan de ciertas situaciones nos parece necesariamente
a tocar algún instrumento y cantar, a conversar o discutí erróneo, pero ¿supondremos por eso que se equivocan
sobre la situación de sus respectivos países. Esas reunía· cada vez que emiten cualquier juicio?
nes de los jóvenes -siempre lo he sostenido- no son muy Para la segunda sesión vespertina, los blancos, en blo·
distintas de una sesión legislativa. Al menos en cuanto que, llegaron al anfiteatro escoltados por guardias. Entre

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esos guardias, que habían sido designados por los organi­ La irrupción d e Europa e n América del Sur. L a con­
zadores, se contaban los dos Sherban, Shanna Patel y quista de civilizaciones brillantes mediante la rapacidad,
otras «estrellas». Durante esa sesión los delegados blan· la codicia, la superchería, la astucia. La barbarie del cris­
cos permanecieron todos juntos, ubicados justo enfrente tianismo. El sometimiento de los indios. La introducción
del sitio reservado para nuestro grupo, los chinos. Lo que de los negros traídos de África, el comercio de esclavos.
hizo pensar en una confrontación pues, como he dicho, La devastación del continente, de sus recursos, de su
ningún otro grupo de delegados tenía un sitio propio de belleza, de sus riquezas.
acuerdo con el origen nacional o racial. La matanza, porque sí, o deliberada, de tribus indias,
Es evidente que la confrontación, blancos versus chi­ para robarles las tierras; la aniquilación de los aborígenes
nos (porque eso era lo que parecfa), no fue del gusto de por enfermedades nuevas, por el hambre y el pillaje -crí­
nuestros delegados, ya que según ellos un honor {y un ho­ menes que todavía hoy no han cesado, porque aún que­
nor merecido, justificado y apreciado , conferido a nues­ dan algunas aisladas plantaciones boscosas, y todo el
tra Autoridad Benefactora) quedaba ahora denigrado y mundo sabe que allí donde haya algo que pueda dar be­
hasta escarnecido por el hecho de que los despreciados y neficios, habrá explotación-. La destrucción de los ani­
aborrecidos blancos estuviesen, como ellos, ubicados males, de los bosques, las aguas y el suelo.
aparte, y justo enfrente. Aunque fuese por muy distintas Uno después de otro, los indios se adelantaron y habla­
razones. ron -o más bien gritaron, declamaron frases acusadoras,
Una vez más se asistió al enfrentamiento entre los para que los miles de escuchas atentos pudieran oír-. Los
«acusadores», encabezados por un silencioso George blancos, y en particular los españoles, inmóviles en las
Sherban, y su grupo, y el «acusado», el viejo blanco y su gradas, rodeados por guardias, se sentían directamente
grupo. incriminados, acusados, culpables, cosechando el odio de
Una vez más, el atardecer que se trocaba lentamente esa multitud de jóvenes, verdaderos representantes en
en noche, la ceremonia de las antorchas, los niños encan­ más de un sentido, porque ahora, esta vez, ellos mismos
tadores, el constante ir y venir entre el estrado de la arena eran los asesinos y destructores a quienes -como grupo y
y las gradas, entre el campamento y el anfiteatro lleno de como individuos- nunca habían dejado de condenar.
bote en bote, atestado, colmado de gente. Pero ahora hasta se hubiera podido lincharlos. . y el viejo
.

Toda esta segunda sesión nocturna estuvo acaparada blanco había sido olvidado porque todos los ojos estaban
por los representantes de América del Sur, hombres y en otra parte.
mujeres de las tribus indias. Treinta en total. Varios de Cuando los indios concluyeron su alegato, o más bien
ellos consumidos por enfermedades. Cuesta imagina.J! su acusación, dos de los españoles, escapando a la custo·
cómo algunos pudieron viajar hasta allí. dia de los guardias, descendieron corriendo a la arena y
No voy a entrar en detalles. se detuvieron frente al viejo blanco, alzando al cielo los
La incrimfuación; en este caso, tuvo más fuerza aún brazos extendidos, como el Cristo crucificado, sometién·
que en el de los indios de los Estados Unidos, porque los dose a sus pares.
hechos en cuestión eran más recientes. Algunas de las VÍC· Y una vez más se elevó aquel rumor profundo, sibi­
timas estaban allí, delante de nosotros . . . lante, escalofriante.

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Justo enfrente de los españoles se encontraba el pe· Pueblo, y de consagrar los últimos días de su vida a la
queño grupo de indios, algunos tan enfermos o debili­ Causa de los Trabajadores.
tados que los compañeros tenían que sostenerlos. Los A las cuatro de la mañana, ante un anfiteatro repleto,
dos grupos estaban allí, visibles a la intensa luz de las los blancos llegaron otra vez escoltados hasta las gradas,
antorchas, mientras de las gradas continuaba eleván­ enfrente de la delega!=ión china, pero una vez allí, luego
dose el rumor sibilante. De pronto, a una señal del sec· de consultarse brevemente, despidieron a los guardias y
tor de la acusación, los niños empezaron a apagar las se dispersaron, yendo a sentarse al azar, entre los otros.
antorchas. Pronto el inmenso anfiteatro quedó a oscu­ Esta actitud provocó la indignación de algunas personas,
ras, iluminado sólo por las estrellas y la luna creciente. entre ellas la Agente Tsi Kwang, a quien le pareció un in·
Y la multitud, encrespada como una ola, empezó a le­ sulto al Correcto Proceso de las Masas. Pero en general,
vantarse y a dispersarse. fue bien recibido. El punto culminante del rencor ya ha·
Todos nuestros agentes dicen que suponían que los bía pasado, alejando el peligro de agresiones violentas, o
dos españoles aparecerían muertos, asesinados en la os­ algo peor. Pronto los blancos se mezclaron con toda liber­
curidad, pero no fue así. tad al resto de la concurrencia, aunque algunos continua­
Ésa fue la primera noche normal. A medianoche, to· ban retirándose a sus tiendas para descansar. Cosa que al
dos se arremolinaron alrededor de las tiendas-refecto· poco tiempo dejaron de hacer.
rio, en busca de algo que comer. El contingente de Ese día hubo un cambio de tono, para disgusto y de­
blancos pidió a los guardias que se retirasen, gesto que cepción de todos nuestros agentes, que esperaban que
causó una buena impresión. Los dos españoles se ha· «algo concreto» surgiera de la crisis emocional de la no­
bían unido a ellos, y, según parece, poco después hubo che pasada. Esperaban, sin duda, una aceleración, una
una especie de seminario improvisado sobre la situa· culminación de los sentimientos de odio.
ción del continente sudamericano, con la destacada Pero las pasiones raciales ya se habían apaciguado, y lo
presencia de los españoles y los dos Sherban. También que siguió fueron unos «testimonios» que daban cuenta
el viejo blanco era popular. En realidad, durante cada de los efectos de los preparativos militares, de la carrera
noche de ese mes, a partir de la medianoche y hasta las armamentista, de la guerra submarina, potencial y real, y
cuatro de la madrugada y el comienzo de la sesión ma· por sobre todo, de los instrumentos que patrullan los cie­
tutina, se los veía, a todos ellos, en todas partes, y prin· los y que en cualquier momento podrían destruir conti·
cipalmente a George Sherban, con frecuencia centro de nentes enteros.
atracción de grupos atentos. Seminarios. Grupos de es· La sesión nocturna estuvo dedicada a una serie de testi­
tudio. Cursillos. Éstas son las palabras empleadas por monios, o relatos que sonaban como melopeas -dado el
todos nuestros agentes. El viejo blanco era muy bus· ritmo necesariamente lento, cadencioso, repetitivo, de
cado porque los jóvenes, supongo, querían que les ha· frases simples, concisas-, acerca de guerras pasadas: la
blase de los últimos días de la «democracia británica» y primera guerra mundial, una guerra eúropea, cuya bar­
del Partido Laborista, para ellos historia antigua. Ade­ barie se ensañó contra las razas no europeas que fueron
más, lo veían como una figura redimida por la volun· obligadas a combatir, a ceder materias primas; colonias
tad de reconocerse culpable delante del Tribunal dd <<perdidas», trocadas o reconquistadas; colonias utiliza-

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das como campos de batalla en conflictos que les eran aje· ces, que cocinaban y consumían en la orilla, aunque sa·
nos. La segunda guerra mundial, en la que se vio envuelto bían perfectamente bien que era peligroso comer la
casi todo el planeta, con sus terribles devastaciones, una pesca de ese mar. Nadaban, descansaban, hacían el
guerra que enfrentaba, una vez más, sólo a las razas blan­ amor. . . y a las cinco de la tarde estaban de regreso. Sin ta·
cas, pero que utilizó a las otras razas, siempre que pudo o les escapadas, la vida en el campamento habría sido aún
necesitó hacerlo, y la salvaje culminación: el bombardeo más insoportable. El malestar ya era extremo, sobre todo
atómico perpetrado por los blancos sobre Hiroshima y a causa de la falta de agua, el mal olor, la suciedad y el cre­
Nagasaki. Y luego la guerra de Corea, de una barbarie to­ ciente asedio de los curiosos aldeanos, que en ningún mo­
tal, una absoluta falta de lógica, y el fortalecimiento del mento dejaban de observar a los visitantes y una y otra
poder de los Estados Unidos, y la consiguiente corrup· vez trataban de escabullirse hasta las gradas para disfru­
ción de esa nación. Los franceses en Vietnam. Los Esta· tar de lo que sin duda consideraban un entretenimiento
dos Unidos en Vietnam. África y sus esfuerzos por libe­ gratuito.
rarse de Europa. Si pretendo ser realista y objetivo he de Se hubiera dicho que George Sherban no dormía
mencionar, a esta altura, que hubo ciertas referencias ve­ nunca. Estaba casi siempre en el campamento, dispuesto
ladas que podrían interpretarse como una crítica contra a escuchar a quien quisiera hablarle. A menudo se lo veía
nosotros, y también contra la Unión Soviética, por nues­ con el viejo blanco. Su hermano Benjamin estaba muy
tras actividades en África. ocupado en la vigilancia de un contingente de niños, cada
Esta letanía, o réquiem, o lamento sobre el tema de la día más turbulentos e indisciplinados, que amenazaban
guerra, prosiguió durante tres días. Mientras tanto, la cla­ transformarse en cualquier momento en una de esas pan·
ridad lunar iba en aumento. Las sesiones nocturnas eran dillas juveniles del tipo que por desgracia conocemos de·
presididas por una luna brillante, casi llena, que atenuaba masiado bien. Las energías de numerosos delegados,
el resplandor de las antorchas, y empequeñecía la arena y hombres y mujeres, estaban consagradas a contener los
a los antagonistas. impulsos de esos niños.
Desde el quinto día se estableció una rutina. Y una La quinta noche, un chaparrón, breve pero intenso,
autodisciplina, cuya necesidad reconocían todos. asentó el polvo, refrescó la atmósfera, lavó las gradas del
Esta norma se refería sobre todo al alcohol, a causa de anfiteatro y alivió tensiones. Se aprovechó la oportuni·
algunos desdichados incidentes. Una vez más se aconsejQ dad para llenar los fosos de las letrinas, y cavar otros nue·
que no se llevara alcohol al campamento. Mientras tanto, vos. Esto mejoró un poco la situación.
los lugareños pululaban noche y día alrededor del campa· Después de las sesiones sobre la guerra, hubo cuatro
mento, más que dispuestos a vender o trocar alcohol, y jornadas consagradas al África. Los «testigos» procedían
hasta un poco de comida. Ya los jóvenes habían empe· de todos los rincones del África, y una vez más provoca­
zado a abandonar el campamento inmediatamente des­ ron un cambio manifiesto en la atmósfera. ¿Cómo puedo
pués del «desayuno» (los agentes se quejaban de que las describirla? Aunque distintos, todos ellos, de tipo y as·
comidas se volvían «invisibles») para encaminarse hacia pecto, los testigos daban en conjunto una impresión tal
el mar, a pocos kilómetros de distancia. Allí bebían vino, de vitalidad y exuberancia, de fuerza y de indomable viri­
comían lo que podían mendigar o robar, y atrapab� pe· lidad, de aguerrida autosuficiencia. . . No hay que olvidar

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desde luego que en ciertas regiones de ese continente ha pie junto a ella, y recitando de acuerdo con ella toda clase
habido gobiernos que aunque a muchos de nosotros nos de datos y cifras al cielo del alba, causó una impresión in­
hayan parecido menos que ineptos, se ensañaron de tal sólita e incluso a los ojos de algunos impacientes, real­
modo contra aquellos de la población que les molesta­ mente ridícula.
ban, que sólo han sobrevivido los más belicosos. Sea El filo de la acusación no fue el que se preveía: que los
como fuere -me limito, por supuesto, a recomponer el bárbaros blancos hubiesen conquistado por las armas a
cuadro tal como aparece a los ojos de nuestros agentes­ un pueblo hospitalario e indefenso, que nunc a pensó que
este centenar de delegados impresionó a todo el mundo: los invasores los engañaran o traicionaran, y que por el
eran diferentes del resto. Un ejemplo: aunque quizá con contrario les habían abierto sin reticencias y de buena vo·
más motivos para quejarse de los blancos que los otros luntad las puertas del país para descubrir más tarde que
continentes, insistían en enjuiciar la intervención de sólo se proponían asesinarlos, masacrarlos y luego escla·
otras razas, no siempre blancas. vizarlos. No: el aspecto que insistió en poner de relieve
Paso ahora a los pormenores: era el siguiente (y el hecho de que hubiera sido preferible
El primer «testigo)) fue una camarada joven y hermosa presentarlo en un escenario más modesto, propicio para
oriunda de Zimbabwe. ese tipo de moderadas reflexiones, no tiene por qué im­
El alegato de esta camarada .fue recibido con profunda pedimos, en verdad, imaginarlo en una atmósfera más
atención; no se oyó el rumor sibilante tantas veces men­ modesta).
tado por nuestros informadores. Y fue el primer síntoma En ese inmenso territorio en 1 924, la madre patria,
de un cambio de actitud, cambio explicable si se tiene en Gran Bretaña, había otorgado a los blancos «autono­
cuenta la situación actual del África: conflictos, guerras mía)), salvo en dos aspectos: el de la Defensa, que no les
civiles, caos económico. Lo que la joven narraba parecía incumbía, y el de los «Asuntos Indígenas», que el go­
historia antigua, ya que el punto de partida, la conquista bierno británico se reservaba por la razón expresa y espe­
de Matabele y Mashonda por los rhodos y sus secuaces cífica de que ellos, la nación británica, tenían que prote­
no hace más de cien años -hecho que se apresuró a recor­ ger a las poblaciones nativas conquistadas, velar por que
dar al auditorio- fue en sí mismo desconcertante. Nues­ sus derechos no fuesen violados, cuidar de que no sufrie­
tra Agente Tsi Kwang, por ejemplo, llega a escribir que sen privaciones bajo la «tutela)) de los blancos. Porque,
esto la hizo reflexionar. huelga decir, según los blancos la autoridad que ejercían
Los hechos denunciados, considerados por cierto era educativa y benevolente. (Escribo esta segunda pala­
como un caso ejemplar, quizá porque se habían produ­ bra con reticencia, contando con tu comprensión, y el
cido en un lapso de tiempo tan breve -cien años son ape­ convencimiento de que una palabra puede tener toda
nas un instante en el transcurso de los siglos y más aún de una gama de matices según las circunstancias.) Desde el
los milenios-, encontraron el apoyo incondicional de al­ momento mismo en que se otorgó a los blancos la «auto­
gunos delegados y fueron expuestos en un alegato que se nomía de gobierno>), despojaron a los negros de sus tie­
prolongó desde las cuatro hasta las ocho de la mañana rras, derechos y libertades, y los convirtieron en esclavos
del sexto día, pero durante la última hora la joven contó y sirvientes, utilizando para ello todos los medios de
con el respaldo de un testigo blanco, un abogado que de fuerza e intimidación, el desprecio y el engaño. Gran Bre-

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tafia, sin embargo, no protestó jamás. Nunca, ni una sola blancos continuasen actuando a su manera. Y más aún,
vez, alzó la voz, pese a que a lo largo de todo ese período cuando los negros empezaron a devolver golpe por golpe
de malos tratos infligidos por la minoría blanca, los pue· bajo el gobierno del tristemente famoso Smith, y el go·
blos negros esperaban ser «socorridos» por el gobierno biemo británico se vio al fin obligado a tomar ciertas acti·
«protector» de ultramar, y creían que si esa liberación no tudes de responsabilidad, incluso entonces nadie parecía
llegaba era porque sus amigos blancos de allende los ma· recordar que el culpable no era Smith, ni tampoco sus
res ignoraban la verdadera situación. No porque desistie· predecesores, sino la propia Gran Bretaiia, que había trai·
sen de enviar toda clase de protestas a la Reina y al Parla· cionado a los negros, a quienes supuestamente tenía que
mento y por intermediarios de toda clase. Pero ¿por qué proteger y defender de los blancos. Porque era ella, Gran
ni un solo gobernador británico se percató jamás de lo Bretaiia , la que había hecho la vista gorda, consentido y,
que estaba aconteciendo, informó o elevó una protesta con su pasiva indiferencia, alentado a los blancos a actuar
denunciando al gobierno central que la cláusula principal como quisieran. Y durante las últimas etapas de esta trá·
del famoso acuerdo que otorgaba autonomía a los blan· gica lucha, el gobierno británico, en todo momento, ha·
cos no era respetada? ¿Por qué jamás prestaron ayuda al bló, actuó, y hasta pareció persuadido, de que no era él
pueblo traicionado y esclavizado de lo que era entonces sino los blancos de Rhodesia los responsables de la situa·
Rhodesia del Sur? Por una razón muy sencilla. Porque ción, como si lo que acontecía fuese algo extraiio e inau·
Bretaiia, el pueblo de Gran Bretaiia, no recordaba, no se ha· dito; que los blancos hubieran despojado a los negros de
bía tomado jamás la molestia de reflexionar en un hecho sus tierras y sus derechos era sorprendente, pero no tenía
clave y fi.mdamental: que la autonomía había sido otor· nada que ver con el gobierno británico. Todo esto dio lu·
gada a la minoría blanca con la condición expresa de que gar a uno de los capítulos más grotescos, más abyectos de
los negros no fuesen maltratados, y que el deber de ellos la reciente historia colonial británica: que Rhodesia pu­
era intervenir. Y si lo habían olvidado, y ni siquiera lo to· diera estar en la primera plana de los periódicos durante
maron en cuenta, fue a causa del desprecio innato -e in· aiio s, día y noche, que la causa de los negros, tan tardía·
culeado- que sentían por los pueblos que eran distintos. mente abrazada por miles de corazones generosos, fuese
Pero aún no había ocurrido lo peor. Cuando el África em· comentada sin cesar por miles de profesion_ales, sin que
pezó a sacudir sus cadenas (frase que complaf:e sobrema· una sola vez, durante todo ese tiempo, se mencionase que
nera a la Agente Tsi Kwang), cuando un pequeño grupo Gran Bretaiia había sido la primera responsable.
de blancos «liberales» comenzaron a protestar en Gran ¿Y cómo fue posible ese extraordinario estado de
Bretaiia por el tratamiento infligido a los negros traído· cosas?
nados, ni ellos mismos sabían al parecer que durante -Os lo diré -clamó la joven militante hacia el sol de la
todo ese tiempo el gobierno británico tenía el derecho le· maiiana que brillaba en lo alto del anfiteatro-. Fue por·
gal de intervenir en cualquier momento. No parecían ha· que el pueblo y el gobierno de Gran Bretaiia nos miraban
ber comprendido el hecho de que durante varias déca· sin vemos; nosotros, los negros, no contábamos. Si hubié·
das, en cuyo transcurso los negros habían sido saqueados semos sido perros o gatos nos habrían visto, pero éramos
y despojados, Gran Bretaña había tenido la responsabilidad le­ negros. Durante la Guerra de Liberación esos filántropos
gal y moral de intervenir e impedir por la fuerza que los lloraban cuando mataban a un blanco, pero si los muer·

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tos eran cincuenta negros, e incluso niñ.os, no notaban Brutalidad, sí. Ignorancia, sí. Sí, sí, sí. Pero nada de todo
nada. Para ellos no existíamos. ¿Por qué iban a preocu· esto es nuevo en la historia. Sin embargo, pudo ocurrir,
parse por promesas incumplidas? en el Imperio Británico, que una vasta región del África
Describo esto quizá con excesivo detalle sobre todo fuese físicamente conquistada, puesta al cuidado de un
para ti, que siempre te has interesado por el África y que centenar de miles de blancos -nunca llegaron a más de
en tu juventud pasaste dos años en Mozambique con las medio millón- y luego, olvidada. Oh, enviaron gobema·
fuerzas de la Resistencia. Y lo hago porque la extraordina· dores, sí, del tipo que tan bien conocemos. No pongo en
ria persistencia de ciertos fenómenos en ciertas áreas duda que de tanto en tanto los financieros hayan recor­
geográficas ha llegado a preocuparme. (En nombre de dado al gobierno británico la existencia, en esos territo·
nuestra antigua amistad, espero que perdonarás cierta rios, de intereses que era necesario salvaguardar, pero
falta de rigor en las ideas o la fraseología, e incluso que todo quedó en aguas de borraja. No fue tanto que los
parezca dejar de lado los problemas genuinos y reales de hombres de negocios se echaran atrás, que se renegara de
la Liberación de los Pueblos, pero son casi las cuatro de la las promesas y obligaciones contraídas; lo que hubo, so·
mañana y puedo oír fuera del edificio del Estado Mayor bre todo, fue desinterés. A tal punto que la crisis rhode·
el ruido de las patrullas de soldados -lo5 nuestros, en ver· siana, cuando estalló por fin, pudo ser discutida durante
dad-, aunque ¿quién puede confiar en la permanencia de años y años sin que en ningún momento se mencionara
alguna cosa en estos tiempos turbulentos?) este hecho clave.
A esa persistencia, o reiteración, volveré a referirme Y ahora mi teoría acerca de la perpetuación de una ten­
dentro de poco. Mientras tanto, una pausa para comen· dencia, una modalidad, un factor en una región determi­
tar que la intervención de esa joven negra fue la más ra· nada, en un pueblo determinado.
cional de todas las denuncias. No quiero decir que haya Este «Procesm> -desde el punto de vista de los partici­
sido la más correcta. No se trata de eso. pantes- fue convocado con una única fmalidad: exteriori­
Las acusaciones contra el hombre blanco son de nunca zar quej as y reproches contra los antiguos opresores colo­
acabar. Digo esto y me parece suficiente: basta con men· niales. Los Imperialismos. Ésa era la función del «Pro­
donar cualquier país, y ya los hechos y las cifras saltan a cesm>. La joven habló durante cuatro horas, apelando a la
los ojos en toda su desnuda brutalidad. ¡NQsotros no te· ayuda de su jurista blanco, y fue escuchada con profunda
níamos necesidad de un «Proceso»! atención. Y sin embargo no convenció al público. Había
Pero esa joven desarrollaba un argumento que los en verdad -se decía la gente- tanto que escuchar, tantas
otros no habían tocado. «Estupidez», «ignorancia>� cosas que dilucidar, en condiciones tan desfavorables. El
«arrogancia», la vulgar fatuidad, hemos repetido muchas argumento de que un gran imperio fuese capaz de con­
veces esas palabras: son una misma cosa, y con ellas u quistar y luego olvidar -o desinteresarse de- un territorio
otras parecidas concluía cada uno de los «alegatos)). Pero de la magnitud de Honan no fue comprendido por el
lo que ella decía era algo más. ¿Cómo era posible que un te· auditorio. ¿No es inverosímil? En realidad, lo que pasaba era
rritorio tan vasto como la Provincia de Honan fuese con· lo que siempre había pasado allí. Sin embargo, a unos pocos
quistado por un puñado de aventureros, y luego olvidado centenares de kilómetros, en Rhodesia del Norte -que
por el Imperio? Porque era eso lo que había sucedido. pronto sería Zambia- hubo rebeliones, levantamientos

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triunfales de los negros contra los blancos, y el factor las en beneficio de la industria y la agricultura oc id nta·
clave, el factor emocional fue precisamente que el pueblo les; la utilización del Pacífico para pruebas nuclear
británico, encarnado en la Reina Victoria, había hecho como si el océano perteneciese a Europa. Se denunció
promesas que no fueron cumplidas. Argumento positivo igualmente la dominación europea de los pueblos del
aquí. ¿Por qué no en Rhodesia? Oriente Medio, las inconciliables promesas hechas a ára­
Pues bien, a mí me interesa este problema. En toda bes y judíos, la arrogancia de siempre... desprecio, arro­
área geográfica hay un cierto aroma que permanece, y gancia, estupidez, ignorancia.
que se manifiesta en todos los acontecimientos, el deve· Hago un paréntesis para señalar que estos enemigos
nir, la historia del área. Cito como ejemplo el triste caso tan recientes, árabes y judíos, actuaron como una unidad
de la Unión Soviética, donde los acontecimientos sobre· indivisible, o recordándonos en todo momento que te·
vienen y se repiten una y otra vez, siempre los mismos, nían un mismo origen, la semejanza de sus religiones, la
aunque el inmenso país se llame Rusia o Unión Soviéti· compatibilidad de sus culturas, y la esperanza -o el de­
ca, aunque la ideología dominante sea ésta, aquélla o seo- de un armonioso futuro común.
cualquier otra. Y hay, desde luego, otros ejemplos. El «ProcesO>> se ocupó luego del hombre blanco en
Me pregunto a veces si no convendría inculcar esta Australia, el hombre blanco en Nueva Zelandia, el hom­
idea a los niños al empezar las «clases de geografia». ¿O bre blanco en Canadá, el hombre blanco en el Antártico.
sería «historia»? Si te parece que me estoy perdiendo en Notarás que apenas si he mencionado a los rusos. Una
divagaciones, atribúyelo a la larga e inquieta noche de razón es que no hubo delegados rusos, aunque sí los de las
vela. Ya empieza a amanecer y aún no me ha llegado la colonias rusas tales como Polonia, Bulgaria, Hungría,
hora del reposo: quiero antes terminar esta larga carta Checoslovaquia, Rumania, Cuba, Afganistán, ciertas re­
para ti: el correo parte esta noche. giones del Oriente Medio.
Vuelvo ahora al anfiteatro: durante variasjornadas fue A esta altura los delegados, en largas filas, esperaban
África el tema del día. turno en las escalinatas. Ahora se relevaban cada diez mi­
En el campamento, mientras tanto, era evidente que la nutos: cada uno recitaba o vociferaba una denuncia, y
organización se deterioraba. volvía a las gradas.
Todo el mundo sufría a causa del hambre, la falta de Uegamos así a la mitad del «ProceSO>>, al decimoquinto
sueño, el calor, el polvo. Y ya entonces, la mayoría de la día. Al releer los informes de los agentes, me sorprende el
gente escapaba a la costa, a las horas del mediodía, y sentimiento de frustración que reflejan, de fastidio. No
como es lógico, regresaban más fatigados que nunca. olvides que son todos miembros activos de nuestras orga­
Había ahora una impresión de urgencia. La luna ilumi· nizacidnes representativas, nunca disidentes u ocasiona­
naba las gradas y permitía a los miles de espectadores les camaradas de ruta. Las más de las veces colaboran con
verse perfectamente unos a otros haciendo casi innecesa­ nosotros sin retribución, como prueba de gratitud por
rias las antorchas. Los distintos antagonistas citaron de nuestra Tutela Benevolente. Son, en cuanto a sentimien­
prisa el deterioro del Pacífico, la introducción de formas tos, parte de los Ejércitos de la Juventud, y hemos de re­
de vida extrañas en sociedades antiguas y pacíficas, el cordar que comparten, y no pueden menos que registrar,
cristianismo impuesto a la fuerza, la destrucción de las is- · ¡a forma o las formas de sentir del momento.

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Me pregunto ahora, una vez más: ¿�é era lo que to· trando en los poblados y las aldeas para tratar de resolver
dos aquellos jóvenes esperaban encontrar, y no encontra· y organizar el suministro de víveres, mientras otros vaga·
ron? Porque en apariencia estaban consiguiendo exacta· bundeaban a solas; porque en tales situaciones de ex·
mente lo que habían ido a buscar. trema tensión siempre hay individuos que se alejan y dis­
Cito a Tsi Kwang: «Hay aquí una actitud incorrecta. persan, como al influjo de una fuerza centrífuga. Caían, o
Los responsables no se atreven a enfrentar las dificulta· amenazaban caer, en estados depresivos, lloraban, se
des de la situación. Hay titubeos y numerosos errores. No quejaban de que nadie los quena, hablaban de suicidio, y
hay una voluntad clara de encarar con valentía las desvia· se enamoraban perdidamente de delegados o delegadas
ciones burguesas que desvirtúan necesariamente las ex· a quienes nunca más volverían a ver.
periencias genuinas de esta juventud sincera. » Y así a lo Todo esto no quiere decir que no concurriesen asidua­
largo de varias páginas. mente a las sesiones. El anfiteatro estaba siempre col­
Todos nuestros agentes, durante aquellos días, envia­ mado, atento, siguiendo con profundo interés lo que su­
ron informes en el mismo tono. cedía en la arena, de cuatro a ocho de la mañana, y desde
El egregio Benjamin Sherban: «El centro no resiste las cinco de la tarde hasta la medianoche. Pero ahora era
más, la anarquía ha invadido el mundo. » Me han dicho una audiencia menos silenciosa, que interrumpía a me·
que estas palabras son de una antigua balada popular. nudo los «alegatos» para intercalar comentarios, hechos,
(Me gustaría oír el resto, que quizá podría orientamos en cifras. Había una participación total entre el público y ...
estos tiempos difíciles.) casi digo los actores.
Es evidente que la resistencia de los delegados había No había en apariencia ninguna razón para que la
llegado al límite, y que el «Juicio» pudo continuar sólo afluencia de «testigos» cesara alguna vez, la gente ya em­
gracias a la ductilidad y tolerancia de los organizadores. pezaba a preguntarse cuándo el viejo blanco, que seguía
Por un lado, ahora entraba alcohol en el campamento, sentado en la silla, en silencio, hora tras hora, día tras día,
' «iba a defenderse». Aunque entre tanto, por supuesto,
petjudicando el orden y la disciplina. Por otro, el comer. ''
cio sexual, practicado hasta entonces con discreción y había conversado con todos los que querían hacerlo, hos­
dentro de los límites de la prudencia, era ahora escanda· tiles o no, durante las horas de descanso, si se puede lla­
loso, no sólo entre los delegados sino también entre ellos mar así a semejante frenesí de agitación. En suma, no lo
y los lugareños. sentían como enertügo, y los epítetos utilizados (correcta·
La atmósfera general era de desazón, de descontento, mente desde luego) por nuestros informantes, parecían
un movimiento continuo alrededor de las tiendas, de los re· no tener el fervor del principio.
fugios improvisados, de las tiendas-refectorio, donde al Se decía sin rodeos que el «Proceso» no podría prolon­
parecer se sucedían interminablemente debates y «semi· garse durante todo un mes; la situación se estaba vol·
narios», y tanto en el campamento como en la costa. Y viendo insostenible.
para entonces ya habían echado mano a algunos asnos y Fue entonces cuando hubo una novedad. Aparecieron
habían localizado y reparado camiones militares abando· aviones, con el propósito evidente de vigilar lo que pa·
nados (de la gasolina, claro está, se incautaban por la saba. La primera vez ocurrió durante la luna llena: un he·
fuerza), y grupos de delegados recorrían las costas, en· li.cóptero sobrevoló el anfiteatro durante varios minutos

468 4 69
y hubo que suspender la sesión hasta que decidiera mar­ De todos modos, se esperaba un resumen pero é l se
charse. Este aparato de observación no identificado causó contentó con decir: -Doy por concluida mi actuación en
una profunda conmoción: nuestros agentes hablan de fu. nombre de la parte demandante e intimo a John Brent­
ria, exasperación, una rabia contenida. Hubo «bromas», Oxford a tornar la palabra.
insinuaciones de que eran los rusos los que vigilaban. O Al principio hubo entre el público una reacción vio­
nosotros. (Me limito a informar, sin comentarios. ) A la lenta. Luego la decepción se trocó en beneplácito; los jó­
noche siguiente, fue un aparato de otro tipo el que apare­ venes se decían unos a otros que el procedimiento, aun­
ció, también anónimo, y permaneció en el cielo del anfi­ que audaz, era correcto.
teatro hasta que lo registró todo. Hubo una nueva reac­ Se hizo un profundo silencio. El viejo blanco no se le­
ción de furia, de rabia casi histérica. ¿Es posible que no se vantó. Nadie esperaba que lo hiciera: todos sabían que su
den cuenta, en ciertos medios, del odio y el horror que los salud era precaria. Sentado en su silla, de la que no se ha·
productos del ingenio humano y del progreso tecnoló­ bía movido durante todas las sesiones, dijo claramente,
gico despiertan en mucha gente? A partir de entonces pero sin tratar de elevar la voz:
continuaron apareciendo en los cielos aparatos de dife­ -Me declaro culpable de todo cuanto se me ha acu­
rentes tipos y modelos, a toda hora del día y de la noche, sado. ¿Q.ué otra cosa puedo hacer?
algunos a muy escasa altura, otros casi invisibles, la De nuevo silencio.
mayoría desconocidos para los jóvenes -muy expertos­ No dijo nada más. Hubo murmullos, risas iracundas,
que los observaban. Se habló en «broma» de visitantes luego agitación, indignación.
del espacio, de platos voladores, de fuerzas policíacas in· La tensión se aflojó cuando alguien gritó en el tono
ternacionales, de flotillas aéreas de vigilancia, de satélites burlón pero jovial que era el estilo o la tónica del
espías teledirigidos. «Proceso>> :
Y la guerra inminente pasó a ser, de improviso, el terna -¿Qué hacernos con él, entonces? ¿ Lo linchamos?
principal. Si eso era lo que pretendían los aparatos de vi­ Risas. Algunos de nuestros agentes declararon que no
gilancia, lo habían conseguido. encontraron divertida la escena. No había en ella, pro­
Ahora la luna en menguante aparecía un poco más testa Tsi Kwang, ningún respeto por « los saludables vere­
tarde cada noche, y una vez más las antorchas hacían sen­ dictos de la historia>>.
tir su poderoso impacto emocional. La atmósfera era de gran confusión, y de cólera.
Inopinadamente, en la noche del noveno día, George
Sherban, que durante las sesiones no había dicho casi
Al cabo de algunos minutos el viejo blanco alzó la
mano pidiendo silencio y volvió a hablar:
:1
nada, se adelantó a la arena para declarar, en un tono in­ -Quisiera preguntaros a todos vosotros, aquí presen­
formal que irritó a algunos de nuestros agentes, que se­ tes: ¿Cómo es .que vosotros, los acusadores, podéis imitar
gún él «había llegado el momento de poner fin a los alega­ con tanta energía y eficiencia las actitudes que siempre
tos de la acusación>>. Nadie esperaba eso, o por lo menos habéis condenado? Algunos de vosotros, lo sé, no habéis
no todavía. Sin embargo, ni bien lo hubo dicho, todo 1 tenido alternativa. Me refiero a los indios de América del
mundo sintió que tenía razón; ¿qué podía añadirse a la Norte y América del Sur, por ejemplo. Pero otros han te­
denuncias ya oídas? nido la posibilidad de elegir. ¿Por qué entonces tantos de

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vosotros, sin que las circunstancias os obligaran, habéis dormidos allí mismo, en parte porque el descenso de tem·
elegido imitar el materialismo, la codicia, la rapacidad de peratura había aliviado las tensiones, pero también a
la sociedad tecnológica del hombre blanco? causa del sentimiento general de decepción.
Dijo esto y se quedó callado. Cuando se despertaron, las conversaciones y debates
Hubo indignación, y unos murmullos airados que ere· se reanudaron, prolongándose durante toda la mañana y
cieron hasta convertirse en un clamor. las primeras horas de la tarde, pero en un tono más bajo,
Entonces George Sherban gritó: -Puesto que es casi más serio y menos risueño. No obstante, el espíritu gene­
medianoche, sugiero que suspendamos la sesión y la rea­ ral era de jovialidad.
nudemos a las cuatro de la mañana, como de costumbre. Ahora, al leer los informes, resulta claro que el «Pro·
Las gradas se vaciaron rápidamente. Hubo pocas sali­ ceso», de hecho, había terminado. En el momento, sin
das esa noche. En el campamento, convertido en un her­ embargo, había aún cierta impaciencia por saber lo que
videro, reinaba un espíritu que, luego de un detenido es­ iba a pasar.
tudio de los informes, me atreveré a calificar de festivo. Fue una suerte que lloviera, pero tengo la impresión de
Las cuatro horas transcurrieron en discusiones anima­ que aun sin esa lluvia, los acontecimientos se habrían pre·
das. Todo el mundo aventuraba conjeturas sobre la de­ cipitado del mismo modo.
fensa que irían a escuchar. Se decía, en tono de broma, que A las cinco el anfiteatro estaba seco, y los delegados
el hombre blanco, que por supuesto estaba en su dere­ apiñados en las gradas.
cho, los acusaría. . . Acusaría sobre todo a las naciones de Las miradas de todos se volvían al viejo blanco, y co­
razas no blancas que habían tomado con éxito el camino rrían múltiples conjeturas irónicas acerca de la línea de
de la industria y la tecnología -y entre las cuales, me com· defensa que iría a adoptar; pero fue George Sherban
plazco en decirlo, nos contamos nosotros-, las acusaría quien avanzó al centro de la arena, levantó los brazos
de muchos de los crímenes de los que él había sido acu· para imponer silencio, y habló así:
sado. Con un humor a medias burlesco, a medias colé· -Ayer, el acusado hizo una contra-acusación. Una acu­
rico, en centenares de conversaciones, en parejas, gru· sación que desde entonces, lo sé, ha provocado reflexio­
pos, o «seminarios», se bosquejaban y elaboraban esas nes y polémicas. Hoy, quisiera presentar una autocrítica
acusaciones probables, y hasta se las ofrecían al viejo que, a mi parecer, y espero contar con un asentimiento
blanco para que él las utilizara. unánime, no contradice el espíritu de esta nuestra
Todos nuestros agentes se mostraron indignados ante asamblea.
el cariz que tomaban los acontecimientos, al que califican Era una salida inesperada. Ni un murmullo entre los es­
de frívolo e insultante. pectadores. La mujer llamada Sharma Patel se acercó a la
Hacia el amanecer empezó a llover: otro aguacero. En arena y se detuvo junto a él.
el preciso instante en que se iniciaba un movimiento ha· -Durante días y días hemos oído denuncias de los ma­
cia el anfiteatro con el fin de encender las antorchas, llo· los tratos infligidos por las razas blancas a las Razas de Co­
vió otra vez. Fue un amanecer húmedo y frío. Se corrió la lor, a las cuales, como sabéis, para los fmes de este ccPro­
voz de que la sesión sería suspendida hasta que el anfit ea· ceso» tengo el honor de pertenecer. . .
tro se secara. Muchos de los participantes se quedaron Estas palabras fueron recibidas con un estallido d e car-

472 4 73
('
cajadas sardónicas, y desde varios sectores de la vasta tican parecen ciegos al horror y la abyección de sus pro·
asamblea llegaron los estribillos: -Yo tengo un abuelo in· pios actos.
dio, yo tengo una abuela judía. Dicho esto se hizo a un lado y Sharma Patel ocupó su
George Sherban alzó la mano y los ruidos cesaron. -En lugar.
realidad -acotó-, un abuelo judío, natural de Polonia. Y -Yo, india por nacimiento y crianza, me adhiero a lo que
al menos parece posible que este antepasado mio des· acaba de decirnuestro camarada. Yo no soy una Intocable.
ciencia de los Khazares y no de los hebreos oriundos de ls· Si lo fuera, no estaría aquí. Porque no lo soy, puedo estar
rael o los alrededores, de modo que dos de mis cuatro ahora ante vosotros para deciros que ninguna de las tantas
abuelos serían no-europeos. Pero por lo demás soy, desde acusaciones que hemos oído durante estos días puede
luego, un ejemplar de esa mezcla común, irlando-esco· compararse a lo que yo conozco, a lo que todos conoce·
cesa, de dos razas sometidas. mos: el tratamiento que los i?dios infligen a los indios. Han
Otro estallido de carcajadas. Por un momento amena· transcurrido miles y miles de años, y todavía hoy parece
zaron recomenzar los cantos, pero Sherban los silenció. que no pudiéramos poner fm a esa injusticia monstruosa.
-QJ.liero hacer una sola observación: desde hace tres En cambio, venimos aquí a criticar a otros.
mil aftos la India ha perseguido y maltratado a una parte Dicho lo cual volvió a reunirse con su grupo y George
de su propia población. Me refiero, por supuesto, a los In· Sherban la siguió.
tocables. Al tratamiento incalificable infligido a esos des· Un largo silencio. Nadie dijo nada. Luego comenzaron
dichados, bárbaro, cruel, insensato. . . -Estas tres palabras los murmullos, los movimientos que siempre anuncian
fueron lanzadas una tras de otra, con pausas intermedias, que una multitud va a expresarse, de una manera u otra.
como desafíos, hacia las gradas, mientras giraba lenta· John Brent-Oxford alzó entonces la voz, pero no lo bas­
mente para enfrentar a los distintos sectores del audito· tante, y todos tuvieron que callar para poder oír.
rio. - Un tratamiento de una crueldad incalificable cuya -Todos sabemos hoy, ahora, que hay naciones, nacio­
bajeza no ha sido igualada por nada de cuanto hicieran ja· nes no blancas que dominan y subyugan por medio de la
más las razas blancas. Ahora mismo millones y millones fuerza a otras naciones, algunas también no blancas, pero
de seres humanos en el subcontinente de la India son tra· otras de raza blanca.
tados peor que los negros sudafricanos a manos de los Silencio otra vez.
blancos, con una crueldad que ningún opresor blanco Luego: -¿Queréis que os recuerde los numerosos ejem­
empleó jamás contra un hombre o una mujer de raza ne· plos de la historia en que naciones de raza negra, y parda,
gra. Y aquí no se trata de un año de opresión, de una dé· y morena, y dorada o marfil trataron con crueldad a su
cada de persecuciones, de un siglo de malos tratos, no es propio pueblo, y a los de otras naciones?
el resultado de un régimen efímero y fracasado como el Silencio.
del Imperio Británico, ni de una eclosión de barbarie de -Por ejemplo, no es una novedad para ninguno de no­
diez años como el hitlerismo en Europa, ni de cincuenta sotros que el tráfico de esclavos en el África fue en gran
años de barbarie como el comunismo ruso, sino de alg parte organizado por los árabes, con la cooperación com­
inherente a una religión y a una forma de vida, a un a cul· placiente de los negros.
tura, y tan profundamente arraigado que quienes lo prac· En aquel momento un rezagado que descendía co-

4 74 475
rriendo por una de las escalinatas del anfiteatro, gritó: George Sherban dio por terminada la sesión. En ese
-Parece que estamos asistiendo a un seminario sobre la preciso momento un helicóptero apareció justo encima
crueldad del hombre para con el hombre. -Varias perso­ del anfiteatro, a muy escasa altura. Un aparato grande,
nas que se encontraban cerca de él lo pusieron al tanto de ruidoso, con luces de colores.
las alternativas de la sesión, y el hombre se disculpó en En un instante todo el mundo estuvo de pie, gritando a
voz alta. Durante este pequeño incidente se advirtió que voz en cuello y agitando los puños. Ya era casi noche ce­
el público había empezado a abandonar el estadio. rrada y resplandecían las antorchas: una escena de confu·
De pronto una muchacha se levantó y gritó: -Estoy sión y rabia impotente.
harta de la crueldad del hombre para con el hombre. Y de Todos se precipitaron de regreso al campamento. Ya
todos modos, ¿para qué sirve todo esto? nadie dudaba de que el ((Proceso» había terminado. La
Era alemana. Una joven polaca se puso de pie del otro gente hablaba de volver a sus respectivos países. Tenían
lado del anfiteatro y vociferó: -No me extraña que estés calor, estaban sucios, cansados, irritables y hambrientos.
harta. Puedes irte, si quieres, pero no antes de que hables Toda esa noche hubo un constante ir y venir de máquinas
y hagas tu autocrítica, como los demás. Q.uiero que nos aéreas, que les impedía dormir y hasta descansar. A las
hables de los crímenes cometidos por los alemanes en la primeras luces, hubo una fuga general hacia la costa ma­
segunda guerra mundial. rina, al paso, al trote, al galope.
-¡Oh, no! ¡Oh, por amor de Dios! Salgamos de aquí -se No todos abandonaron el campamento. A eso de las
oía clamar por todas partes. siete de la mañana apareció un aparato aéreo, solitario,
El viejo blanco estaba tratando de hacerse oír. Otros volando a media altura, y soltó una sola bomba sobre el
gritaban que quienquiera que deseara presentar argu­ anfiteatro, que quedó totalmente destnüdo. Algunos es­
mentos similares descendiera al estrado y lo hiciera con combros cayeron entre las tiendas. Un trozo de piedra
propiedad, claridad y corrección. cayó sobre el viejo blanco, que estaba sentado a solas no
La muchacha alemana, con las trenzas en revuelo, ba­ lejos del anfiteatro, matándolo inmediatamente. No
jaba corriendo hacia la arena para enfrentar a su adversa­ hubo otras víctimas.
ria la polaca, que ya estaba allí: una joven corpulenta ves­ Cuando miles de jóvenes volvieron en tropel al campa­
tida con ropas que todos nuestros agentes encontraron mento se encontraron con una escena de desolación. Al­
((repugnantes>>: un pantalón corto, blanco pero sucio, y gunos partieron en seguida, a pie, hacia las ciudades y al­
un sostén. Pero a esa altura del ((Proceso» la indumenta­ deas de la costa desde donde podrían emprender el largo
ria era un asunto puramente personal, y cada uno se ves­ y peligroso viaje de regreso.
tía como quería, a menudo con ropas muy someras. Hacia el anochecer, eran muy pocos los que quedaban.
Buena parte de la concurrencia se levantaba ahora y El campamento había sido desmantelado, las malolientes
gritaba que no habían venido para asistir a ((riñas perso­ letrinas estaban repletas, y los lugareños habían partido.
nales». Nuestros delegados chinos fueron transportados en
Esto dio lugar a nuevas intervenciones, verbales y de vehículos especiales.
las otras y hubo algunos altercados. En un instante, no Hubo estallidos de cólera y resentimiento cuando se
hubo más que disputas y desorden. advirtió que habíamos conseguido comida y que nuestros

476 477
'

delegados estaban ya comiendo y bebiendo en los menos (no a causa del tema, me apresuro a aclararlo), es
coches. en estos momentos comentado en todas partes. Y ello
Al día siguiente, por la mañana, no quedaba nada, a no pese a que no autorizamos la asistencia de los medios de
ser los famélicos perros de siempre, husmeando en busca difusión. Hubo, por supuesto, reseñas incompletas e ine·
de un bocado. vitablemente tergiversadas que se infiltraron en los perió·
Esto es todo, en lo que al «Proceso» se refiere. dicos de todo el mundo, inclusive en los órganos oficiales
Entre tanto me habían llegado noticias -rumores insis· de la Voluntad del Pueblo. Pero siempre en un tono me·
tentes y persistentes- sobre todo de la India y de África, nor y circunspecto. No hubo televisión y casi no se lo
acerca de planes de «traslados en masa de poblaciones>> mencionó en las radioemisoras oficiales.
hacia todas las regiones de Europa, que incluían -se so· La cuestión George Sherban. Este «Proceso» ha tenido
brentendía- pogroms y masacres y la anexión compul· la virtud de consagrarlo como líder y portavoz indiscu·
siva de territorios. Las razones alegadas para estas inva· tido aun cuando no haya pronunciado, en total, más de
siones eran siempre variantes sobre el tema de la veinte frases. ¿Q}.té esperaba conseguir sin siquiera la
culpabilidad del hombre blanco, que había sido decla· ayuda de ciertos cargos que, si hubiera querido, habría
rado «inepto para desempeñar su papel en la fraternidad podido ocupar, si así lo hubiese querido?
de las naciones». Sólo puedo informar que contrariamente a lo que hu·
Se esperaba, se daba por sentado, que nuestra actitud se· hiera podido esperarse, lo cierto es que desapareció ni
ría de comprensiva no ingerencia. bien concluyó el «Proceso». Al parecer, nadie sabe dónde
Poco después de que los delegados dejaran Grecia para está, y sin embargo las organizaciones juveniles y los Ej ér·
diseminarse por todos los confines del mundo, cesaron citos de cincuenta países claman por su presencia y sus
los rumores. «enseñanzas».
¿Hemos de suponer, entonces, que las «acusaciones», También han desaparecido muchos de los delegados al
exageradamente retóricas y esquemáticas (aunque desde «Proceso», así como las personas con quienes estuvieron
luego correctas en esencia), habían permitido liberar una en contacto.
cierta carga de cólera y un cierto deseo de venganza? ¿O ¿Cuáles fueron los temas de conversación durante esos
que el balance con que esos jóvenes se retiraron, el resu· días y noches en que Sherban estaba siempre a la vista en
men de los argumentos y contra·argumentos había te· el campamento, hablando, discutiendo, «organizando se·
nido la virtud de apagar ciertos fuegos? minarios»?
No encuentro ninguna explicación racional. Pero, El estudio de los informes de mis agentes no me lleva a
coincidencia o no, el hecho es que los planes de matanzas ninguna conclusión.
deliberadas, el exterminio organizado del remanente de Es un conversador fluido y brillante, aunque nunca so·
las poblaciones europeas estuvieron sobre el tapete, y bre un tema determinado. Causa una profunda irnpre·
fueron activamente respaldados, aunque ahora no se ha· sión, pero no parece que dejara en las gentes el recuerdo
ble de ellos. de opiniones realmente acendradas. No toma partido
Ese acontecimiento menor, insólito y sospechoso que por ninguna ideología política, nunca ha defendido a una
fue el «Proceso», y que comenzó con una broma o po o clase ni ha adoptado posturas que permitan defmirlo, Y

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magnitud de los posibles peligros. Las alannas, aunque fre­
sin embargo, cuenta con la confianza de los cuadros jóve­
nes para quienes la política lo es todo. cuentes, sólo respondían a un aspecto parcial de la situa­
Nuestra Agente, cuando refiere conversaciones que sin ción: a una circunstancia que, si bien los preocupaba por al­
duda la fascinaron, ya que menciona una y otra vez que gún tiempo, era olvidada cuando sobrevenía una nueva
ha estado con él, dice: «El delegado George Sherban no crisis que parecía ser más grave. Sin embargo, en el planeta,
satisface las elevadas aspiraciones de la gloriosa militan· y en todos los países, muchos shikastianos comprendían
cia del Pueblo. No tiene envergadura revolucionaria. No perfectamente bien lo que estaba ocurriendo.
actúa de acuerdo con los supremos intereses de las ma­ Había pues, en todos los países, shikastianos que, como
sas. Padece de un idealismo vago, de un vago entusiasmo insectos que ven amenazado el nido por una brecha que es
por las ideas humanísticas que nada tienen que ver con necesario reparar, vivían en agitadas idas y venidas. Y,
las necesidades concretas. Los individuos de juicio es­ como es lógico, hablaban sin cesar, a toda hora y en todas
caso, de insuficiente formación doctrinaria, encuentran partes; había concilios y conferencias, asambleas y debates
fascinantes todas sus proposiciones. Habria que desen­ en todos los rincones del planeta, muchas veces con la su­
mascararlo y reeducarlo. » puesta intención de actuar en nombre y por el bien de todos
los shikastianos; pero los partidismos y sectarismos eran ya
Una vez más, he ordenado que lo eliminen.
un hábito demasiado arraigado para que se pudiera llegar a
Recibe, camarada, mi saludo fraterno. Las reminiscen­ 1

alguna conclusión saludable.


cias, los recuerdos de nuestra vieja amistad son uno de los
Lo que nadie, o muy pocos, comprendía era la naturaleza
raros placeres de mi exilio.
del singular interés con que los observaban, al parecer,
(Este Dirigente fue relevado poco después, cuando su ciertos vecinos de la galaxia.
amigo Ku Yuang ya había sido depuesto por una facción Se sospechaba en verdad que a algunos ((seres venidos del
opositora. Fueron confinados y sometidos los dos, hasta espacio•• les interesaba nuestro planeta, y casi todos pensa­
su muerte, a un ((correctivo saludable.. . Los archivista&. ] ban que los jefes de estado y los gobiernos tenían un conoci­
miento cabal y concreto de las visitas -con intenciones pací­
ficas o lo que fueren- de criaturas venidas de otras regiones

Historia de Shikasta, VOL. 3. O 1 4, Periodo intermedio


de la galaxia. Conocimiento que, se suponía, los manda­
entre la segunda y la tercera guerras mundiales. Capí­ tarios y sus subalternos negaban, por temor a las posibles
tulo sinóptico. reacciones de los shikastianos quienes, por haber tenido
innumerables ((apariciones•• y ((experiencias•• de máquinas
Fue un tiempo de frenética actividad. espaciales desconocidas, creían en esos ((visitantes del espa­
Ya en vísperas de la breve pero intensa fase final de la cio••, aunque de un modo vago y casi mítico, como creían en
larga orgía de destrucción mutua, los shikastianos, aunque arquetipos religiosos o seres ultraterrenales, de naturaleza
empeñados en aniquilarse los unos a los otros, no dejaban angélica o demoníaca. Porque no había ni una sola región
de tener cierta conciencia de la situación en que se encon­ de Shikasta en cuyos mitos y leyendas no se aludiera a esas
traban. Los presentimientos aciagos eran el pan de cada día, visitas de criaturas superiores.
pero difusos y nunca en concordancia con la verdadera Mientras tanto, ocurrían cosas reales, se libraban verda-

481
480
os desdi­
deras batallas y bajo las propias narices de aquell cuenta. Nunca dejó de enviar, e n todo caso, naves espaciales
chados. de observación de gran calidad y magnitud, la flor y nata de
y proble-
Ante todo, allí estaba nuestro antiguo enemigo la flota. Lo hacía, en parte, para demostrarnos -a nosotros,
mático aliado: Sirius. antiguos rivales- que renunciaban deliberadamente al po­
de Shi-
Varias veces, durante el largo proceso evolutivo der, en parte con el propósito de intimidar a Shammat,
animales en
kasta, los sirianos habían experimentado con cuyos desvaríos y aberraciones nos aterrorizaban a todos.
nosotros.
ciertas áreas del hemisferio sur, autorizados por Porque a la sazón Shammat de Puttiora era el planeta
er�do s a�t�s
En algunos casos, los animales no eran consid más poderoso de ese complejo, y Puttiora, aunque centro
deJ� Vl;n­
para los planes sirianos de largo alcanc�, y los aparente del imperio, por razones que convenían a Sham­
cacio­
y evolucionar según sus propias leyes, sm otras modifi mat, era su títere. Shammat no ignoraba que la desgraciada
eran satis­
nes ni interferencias. Otras veces los resultados anomalía cósmica, que al obligarnos a reducir la provisión
factorios o prometedores, y más de una vez, por
lo tanto,� de fluido SUS nos había arrastrado a una larga decadencia�
una espec1e
flotas sirianas habían venido en busca de toda no podía durar eternamente, y que tarde o temprano Shi­
oscilar entre
-cuyo número, al cabo de un lapso que podía kasta volvería a ocupar su sitio en la gran configuración que
ios, �en día a ve­
quinientos y mil años, y hasta varios milen hacía de Canopus y sus planetas un conjunto independiente
de trans­
ces a muchos miles de criaturas- con el propósito y armonioso. En algún momento, la influencia de Shammat
medio,
ferirlas a otras colonias siri�, y allí, en el nuevo tocaría a su rm.
ios y planes
hacerlas evolucionar de acuerdo con criter Pero ¿cuándo? Eso era lo que Shammat no sabía. No sos­
io, según las
preestablecidos, o ponerlas en seguida en servic pechaba hasta qué punto sería total y defmitiva su caída. Ig­
de cada una.
características físicas y el desarrollo intelectual noraba cuáles eran nuestros planes.
tes, su­
La relativa facilidad de los viajes, en épocas recien La inepcia de Shammat ha permanecido siempre invaria­
fuera accesi­
mada al hecho de que cada región de Shikasta ble, y se la puede definir con un dicho popular shikastiano:
profusión
ble a todas las demás, había provocado una gran ••Quien no se conoce a sí mismo no conoce a los demás. •• Un
de mezclas raciales. ínfimo nivel dtf inteligencia que le ha impedido siempre
entos cul-
Sirius no se vio muy envuelto en los acontecimi comprender la naturaleza de nuestros intereses e inten­
de las razon es de
minantes de la historia de Shikasta, y una ciones.
esa �ezcla
que se mantuviera al margen fue, precisamente, La naturaleza de Shammat ha sido siempre la de un ex­
de razas: tan pronto como los avances de la tecno
log¡a con­ plotador, un vampiro, un parásito. Jamás ha comprendido
Sirius puso
virtieron los viajes en un hecho casi cotidiano, que otros imperios puedan fundarse en principios más ele­
más volvió a
punto final a ciertos experimentos y nunca vados.
,
mantema
contar para ellos con Shikasta. No obstante, nos A partir de su rápido ascenso a una posición clave en el
a sus planes,
permanentemente informados con respecto Imperio Puttiora, Shammat se ha convertido en una sede de
comunicándonos el momento preciso en que suspe
ndería su poder, en una verdadera fortaleza, siempre en guerra,
las distintas
participación activa y facilitándonos detalles de cuyos ciudadanos, todos de una misma cepa racial, ex-Put­
cuyos resultados
experiencias que había llevado a cabo, y tiora, se consideran superiores, y exigen el pago de un tri­
s tomar en
hubiéramos tenido que supervisar, o al meno buto a todas las otras partes de la galaxia que llegan a con-

482 4 83
tiempos en que la observábamos, cuando anticipábamos
quistar o dominar. Aposentado en el centro del complejo,
con absoluta precisión el debilitamiento de los lazos entre
Shammat es una boca siempre abierta. Shammat es, ha sido
Ca_nopus Y Shikasta, y lo que ese debilitamiento podía bene­
siempre, una amenaza para el desarrollo global de la ga­
ficl� a Shammat. �er� Shammat había caído en la degene­
laxia.
rac�ón. La larga histona de una oprobiosa dependencia, el
Inmenso, el más grande de los planetas conocidos, es es­
e�?umo con �u� trataban a los vecinos de la galaxia, el para­
téril, seco, sin recursos. Todo tiene que ser importado. Y
Sitismo, la lujuna y el debilitamiento de la fibra moral: todo
por la posición que ocupa en la organización cósmica, le fal­
había contribuido a la ruina de Shammat. Hasta las emana­
tan por completo las fuerzas y corrientes que necesita para
su equilibrio. Ni Puttiora intentaría explotar ese astro ho­ �iones de la propia Shikasta, que en la fase final eran ponzo­
nosas. El proceso que Shammat había desencadenado -al
rrible. Y sin embargo, una desgraciada conjunción de cir­
cunstancias quiso que algunos criminales llegaran al pla­
!li
r�ducir, deb tar y esclavizar a una gran parte de las pobla­
ciOnes de Shikasta- había reducido y debilitado a Shammat'
neta, y adueiiándose de él, utilizaran su propia abyección
atomizándola y arrastrándola a la guerra civil.
para arrogarse el poder en detrimento de otros.
Había batallas en esa época, que se libraban en los cielos
Durante un breve lapso (en escala cósmica) Shammat fue
de Shikasta, y que no tenían ninguna relación con Shikasta.
el planeta más floreciente de la galaxia. Rebosaba de rique­
Era Shammat que combatía contra Shammat en una gue­
zas y lujos, productos todos de un centenar de culturas in­
. . •

rra salvaje, insensata, suicida.


ventivas e industriosas. Los habitantes llevaban una vida de
Los cielos de Shikasta, en cualquier caso, estaban invadi­
sibaritismo y bestialidad nunca igualados, ni aun en Shi­
dos por toda suerte de artefactos mecánicos y técnicos, esta­
kasta, en las épocas de mayor corrupción.
La energía de Shikasta ha sido siempre el alimento prin­
.
Clones ?
de obser:aci n, estaciones meteorológicas, equipos
.
de radio-co��cac1ones, algunos al servicio del progreso,
cipal de Shammat; Shammat nunca ha sido capaz de encon­
otros al serviCIO de la guerra; había armas de toda especie y
trar algo con que reemplazarla. A medida que pasaba el
de todos los grados de poder destructor, que también rivali­
tiempo, más energía quitaba a Shikasta. Shammat lo robaba
zaban entre ellas, sin que los habitantes de Shikasta tuvie­
todo, si podía. Pero no comprendía, ni por asomo, lo que es­
ran la más remota idea de cómo ni por qué. Shikasta estaba
taba pasando. No tenía ninguna posibilidad de descubrirlo,
envuelta en un verdadero caparazón de metal que giraba al­
y se agitaba frenética, a ciegas y a locas, emprendiendo toda
rededor de ella. Que esto contribuía a debilitar las redes y
suerte de planes nefastos, con la esperanza de que ccalgo re­
e�nes de las corrientes cósmicas, no era algo que pu­
sultaría para bien,.. Sabía que nosotros, Canopus, hemos
diera preocupar a Shikasta, ya que sus técnicos, incluso al
sido, somos y seremos siempre su implacable enemigo: sabía
fmal, cuando ya ciertos hechos saltaban a la vista, no habían
que estábamos siempre presentes, y que éramos poderosos
llegado aún a comprender la naturaleza de esas fuerzas; du­
e incorruptibles; pero, incapaz de reconocernos en nues­
rante varios siglos las ciencias habían seguido un cauce re­
tros innumerables disfraces, no sabía qué esperar.
trógrado Y oscurantista, que impedía toda reflexión lúcida 0
Shammat creyó hasta el fin que por obra y gracia de un
útil en es� dirección. (Jamás sospecharon, por ejemplo, que
milagro no perdería a Shikasta, cede uno u otro modo••·
algunas Ciudades, o ciertos edificios, estaban construidos de
ccAlgo tiene que pasar. •• ccTodo saldrá bien. •• Esta cegtiera
tal modo que era inevitable que llevaran a sus habitantes a
desesperada no era lo que caracterizaba a Shammat en los

4 85
484
l

la locura, o al menos al desequilibrio mental.) Todo alrede­


una sola región del globo que no fuese visitada por aparatos
dor del caparazón metálico que envolvía a Shikasta se libra­
originarios de Shikasta misma.
ban batallas. Y otros observaban esas batallas. Más de una
Shammat tampoco comprendía la naturaleza y el poder
vez naves-maestras sirianas, en el curso de una travesía ru­
de todas esas máquinas diferentes, de todos esos visitantes.
tinaria de reconocimiento, habían puesto en fuga las máqui­
Tantas cosas que Shammat no comprendía, y tanto daño
nas de Shammat que encontraban trabadas en lucha en los
que causó: tanta destrucción, tanto saqueo y pillaje.
cielos de Shikasta. Más de una vez, las grandes naves siria­
Por ejemplo, en su ignorancia, los agentes de Shammat
nas, y las nuestras, habían patrullado esos cielos como alia­
exterminaban a menudo a grandes números de individuos
dos protectores, ahuyentando los horribles aparatos de
cuyo término en Shikasta no se había cumplido aún, y cuya
Shammat, cuya beligerancia casi automática no hacía sino
destrucción no beneficiaba a Shammat. Nosotros los remi­
agravar las presiones que pesaban sobre Shikasta. Y la luna
tíamos a la Zona Seis y los volvíamos a introducir en Shi­
de los shikastianos era motivo de violentas disputas.
kasta para que reanudaran su servicio, tan pronto como
También visitaban Shikasta naves de los Tres Planetas.
aprendían a caminar y hablar.
La caída de Shikasta en la barbarie había afectado, tiempo
Otro ejemplo: la preocupación principal de Shammat ha
atrás, el armónico equilibrio de estos tres planetas dentro
sido siempre la de debilitar y desgastar la fibra moral de sus
de la estructura de las fuerzas cósmicas, y desde entonces
habitantes. Nuestros esfuerzos han estado siempre encami­
les costaba mantenerse en buen estado. La Guerra del Si­
nados en sentido contrario. Pero no siempre Shammat -y
glo XX, con sus emanaciones maléficas y deletéreas, sólo
cada vez menos hacia el fin- fue capaz de medir sus propios
provechosas para Shammat, había afectado a estos planetas.
esfuerzos, y de observar y comprender los nuestros.
Las naves visitantes venían en misión de reconocimiento Y
Un ejemplo más: los agentes de Shammat merodeaban y
observación. En todo tiempo nuestros funcionarios han
acechaban, alimentando insidias, odios, antagonismos, dis­
mantenido con ellos excelentes relaciones, prestándoles
cordias: nosotros hacíamos siempre todo lo contrario, pero
toda clase de ayuda y asistencia. También ellos esperaban,
ellos nunca fueron capaces de examinar, y menos aún de
como todos nosotros, el momento en que la larga noche de
comprender, las técnicas empleadas contra ellos, lo que
Shikasta llegara a su fin, y diera paso a un lento retorno ha-
conducía a veces a situaciones grotescas, en las que Sham­
cia la luz.
mat, sin saberlo, trabajaba contra ella misma.
Como puede verse, una gran parte de la labor llevada a
Y otro: los agentes de Shammat, confiados en los lazos
cabo por los visitantes de Shikasta era de vigilancia y obser­
que unían a Shikasta y Shammat, a menudo veían este
vación, y no amenazaba al desdichado planeta: todo lo con­
vínculo donde no existía, o donde nosotros ya lo habíamos
trario. Pero lo que los habitantes ignoraban era que hubiese
destruido, o lo habíamos debilitado: Gentes que se habían
tantos visitantes distintos, y tantos tipos de naves distintas.
mantenido ajenas a la influencia shammatiana y que perma­
Ya hemos mencionado que cada una de las grandes poten­
necían fieles a nosotros, comprendiendo -quizás apenas un
cias tenía armas de guerra ccsecretas>>, que ocultaban no sólo
atisbo al principio, la sombra de una idea- que la salvación
a los ojos de sus vecinos o rivales, sino sobre todo del popu­
estaba en nosotros, gentes que en realidad estaban a nues­
lacho, y como desde el punto de vista de armas tan podero­ tro servicio, a menudo sin saberlo, gozaban de la confianza
sas, los cielos de Shikasta eran en verdad exiguos, no había
de Shammat, que no era capaz de entender la situación.

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487
Por toda Shikasta, en aquellos días postreros, iban y ve­ valiosos con otros indeseables. Sirius y sus colonias, Cano­
nían nuestros agentes, nuestros servidores, nuestros ami­ pus y sus colonias, Shammat y otros- todos éramos ahora
-

gos, y con ellos iba la Signatura, impresa en ellos, en su sus­ herederos de Shikasta. Y los efectos crecientes de las radia­
tancia, así como la maligna depravación shammatiana ciones locales y externas sobre la raza shikastiana, la atmós­
estaba grabada en los que en cuerpo y alma pertenecían a fera cada vez más contaminada y alterada, los alimentos
Shammat. Y todos aquellos que conservaban, dondequiera mismos, estropeados por toda clase de productos químicos y
que estuviesen, siquiera un vestigio de la sombra de la Sig­ radiaciones y, sobre todo, la grave y profunda conciencia de
natura, sentían nuestra presencia, alzaban los ojos, y ha­ su propia responsabilidad: todos estos factores contribuye­
biéndonos reconocido, nos seguían. O trataban de hacerlo. ron a modificar más aún el material genético, produciendo
No digo, no, que nuestra lucha no fuera denodada, cruel, toda clase de mutantes. Algunos de ellos eran -y todavía
terrible. Hubo muchas víctimas, numerosos fracasos. No son- valiosos, promisorios. Mas no todos, por desgracia.
obstante, mientras en los últimos días, en la fase postrera, Mencionaremos, a título de ejemplo, un peligro que pudo
los agentes de Shammat cubrían la faz de Shikasta de horror ser superado, gracias a nuestras previsiones y planificacio­
y terror, de vergüenza y destrucción, la Sombra de la Signa­ nes a largo, larguísimo plazo. Si lo mencionamos, es porque
tura despertaba la memoria de todos aquellos que aún guar­ forma parte de la historia contenida en este volumen, y no
daban algún recuerdo... y así, en esos días últimos, terri­ porque haya sido más o menos importante que otras de
bles, hubo una atmósfera de bonanza, de alivio, de nuestras preocupaciones.
optimismo y de fe en el mañana. Se preve� desde hacía largo tiempo, una violenta reac­
ción contra las razas blancas, cuya tecnología había arrui­
nado gran parte del globo y había matado a muchos de sus
Notas agregadas al texto que antecede por habitantes. El peligro era real. Si las pasiones se exacerba­
JOHOR, TAUFIQ, USELL y otros ban todavía más, podía producirse una grave reducción del
material genético. La raza, o las ccrazas blancas•• eran el
Una de nuestras preocupaciones, ante la certeza de una fruto de una mezcla genética muy variada. Algunas partes
inminente y total devastación de vastas áreas del planeta, del globo, incluso en los últimos días, eran todavía relativa­
era, como es lógico, la de preservar cierta cantidad de mate­ mente homogéneas, virtualmente puras: pero las áreas cen­
rial genético representativo. Lo logramos, en parte, me­ tral y occidental del continente principal, y en particular las
diante presiones específicas y adecuadas en individuos o franjas del noroeste, habían absorbido tantas cepas diferen­
grupos de individuos capaces de dejar de lado sus intereses tes, originarias de otras regiones de Shikasta y de fuera de
personales en aras del proyecto global. Porque cuando se Shikasta, que era importante que esa ••raza)• no desapare­
los enviara a refugios temporaria o relativamente ••seguros•• ciera.
no siempre sería en beneficio de la supervivencia indivi­ Empeñamos toda clase de esfuerzos -incluso algunos
dual. Ciertos tipos de shikastianos respondían muy bien a aparentemente extravagantes- en asegurar la superviven­
nuestras presiones: en realidad, esa misma capacidad de cia de un número suficiente de criaturas que pudiesen
respuesta nos inducía a elegirlos. No teníamos en este caso transmitir sus genes a futuras generaciones: esos esfuerzos
otro problema que aquella mezcla de rasgos admirables y fueron continuos y vigorosos en todo el hemisferio norte.

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O en casi todo: el Continente Norte Aislado, en un principio Ninguno de estos dos puntos de vista tomaba en cuenta la
uniformemente poblado por una cepa genética bastante ho­ estrecha interdependencia de todas las cosas, la apretada
mogénea, indígena, adaptada al medio, fue invadido por red de los acontecimientos, la reciprocidad de las necesida­
conquistadores que venían sobre todo de las franjas del no­ des, aptitudes y capacidades. Las <<razas blancas••, someti­
roeste y el continente central, que no tenían nada, en mate­ das, insultadas, desposeídas, hambrientas, con una enorme
ria de genes, que no hubiésemos estudiado antes. masa de población deportada como mano de obra barata a
En términos generales, la moral de la raza blanca del he­ � regiones renacientes del planeta, sin nada de la antigua
misferio norte no facilitó nuestros esfuerzos. La sujeción a nqueza, de aquella cultura, continuaban siendo incapaces
las razas ccamarillas• •, las privaciones constantes y sistemáti­ de verse a sí mismas como parte de un todo. La mente divi­
cas que les impusieran las razas cede colo�· en el período an­ �da en comp�imientos reinaba en Shikasta, y nadie la po­
terior a esta invasión, la necesidad típicamente shikastiana �a en cuestion, excepto nuestros agentes y servidores,
(o shammatiana) de vengarse de las humillaciones y priva­ siempre empeñados en restablecer equilibrios, en remediar
ciones sufridas en el pasado, la lenta aceptación de la opi­ esas penosas carencias de inteligencia imaginativa.
nión que de ellos tenía el resto del globo, y que los obligó a
una brusca y dolorosa readaptación, la renuncia al senti­
miento de superioridad que los había sustentado durante si­ De TAFTA, SE Ñ OR SUPREMO de SHIKASTA

glos: todo ello contribuyó a debilitar a tal punto el tono vi­ a ZARLEM, senor SUPRASUPR EMO de SHA � MAT.
¡Salve!
tal, el vigor, principalmente en las franjas del noroeste, que
no sólo afectó el instinto de conservación de la raza sino
¡Salve a la Autoridad U niversal de SHAMMAT!
también las emanaciones de esas áreas; y nosotros, si que­
ríamos evitar sufrimientos innecesarios e inútiles derrama­ ¡Obediencia!
mientos de sangre, necesitábamos contar con emanaciones
sanas, vigorosas. La desmoralización llegó a tal extremo que ¡Obediencia a Puttiora!

en un gran número de jóvenes, al principio, y luego en la


¡Todo obedece a Puttiora, la Omni-Magnífica!
gente de más edad, no quedó vestigio alguno de orgullo del
pasado. Todo cuanto habían logrado en materia de progre­
¡Shikasta espera bajo tu pie que dictes tu voluntad!
sos técnicos, en la experimentación vigorosa de modelos de
sociedad y de justicia -excelentes en teoría aunque no siem­ De Zona a Zona, de Polo a Polo, de uno a otro
confín , Shikasta es tu
.
s1erva.
pre en la práctica- todas esas conquistas les parecían ahora
nimias, inútiles; y se sentían humillados, o caían en un me­
lancólico abatimiento. En realidad esa reacción emocional, ¡Cuán bella Y profunda la servidumbre de Shikasta a Shammat ' sierva
de Puttiora!
que los llevaba a verse a sí mismos como criminales, los de­
predadores del globo (imagen fortalecida en todo momento
¡De uno a otro confín, se retuercen y contorsionan las bestias rastre­
por mil medios exteriores de propaganda), era tan estrecha ras, bajo nuestra omnipresente mirada!
y tan egocéntrica como la anterior, cuando se consideraban
instrumentos de Dios, y benefactores del resto de Shikasta. En cada comarca, las envilecidas alimañas pelean, matan y sufren ,

490 49 1
mientras los efl uvios del dolor y la sangre se elevan como h umaredas ro­
¡Por doquier vienen y van nuestras criaturas magníficas, siempre aler­
jas hacia los cielos de Shikasta, un aroma delicioso para el olfato de l a
tas, siempre vigilantes, siempre cuidando de lo nuestro!
gloriosa Shammat.

¡En todas partes están , n uestros Ojos y Oídos, y nada escapa a n ues­
¡Cuán fecunda la corriente n utricia que fluye de Shikasta a Shammat,
tra vigilancia!
más fecundo cada día el fluido que alimenta a Shammat, siempre más
fecunda esa milenaria corriente que conduce de Shi kasta a Shammat el
Observamos los lastimosos altibajos de tus intentos de rebelión, los
poder que es nuestro derecho, el precio de n uestra tutela, n uestra Su­
notamos ¡y aplastamos!
premacía y nuestra Superioridad en las Escalas de la Galaxia!

Hemos espiado los movimientos y maquinaciones de n uestros enemi­


¡Oh, Shikasta, animalejo sangrante, cuánto te alabamos por tu abyec­
gos en Shikasta, y los hemos desbaratado: ¡malditas sean sus artimañas
ción voluntariamente consentida, cuánto aplaudimos tu servilismo,
h i pócritas, malditos sean sus manejos políticos, ojalá se retuerzan con
cuánto te socorremos , a ti, a n uestro alter ego, nuestro manantial de san­
horribles dolores, sufran y mueran!
gre fresca, nuestra fuente de vida!

Nosotros, Shammat, Sham mat de Puttiora la Gloriosa, confirmamos


¡Día y noche, y a cada i nstante, deposita a nuestros pies tu tributo, oh
que la Corriente persiste , que la Corriente es más fuerte que n unca, que
Shikasta, esclava nuestra, las Vibraciones de odio y de discordia nos
la Corriente es eterna e imperecedera, que la Corriente es y será, por
sustentan , nos sostienen , nos engrandecen, a nosotros , Sham mat la
siempre, Nuestro sustento y N uestro alimento, nosotros, Señores de la
Omnipotente!
Galaxia, Señores de los Mundos . . .

¡Noche y día, oh corrupta, envilecida, nos proporcionas n uestro ali­


mento: el fragor de las armas , los alaridos de los guerreros, el trueno de
NOTA ANEXA a l documento que precede:
las máquinas bélicas!

¡Oye, Zarl!
Día y noche, oh planeta más abyecto que la Abyección , tiemblas y te Neces ito una l icencia por enfermedad . Hay un
maldito virus nuevo
estremeces bajo nuestra Tutela, la de Shammat la Gloriosa, hija de Put­ que anda suelto por aquí. Nos estamos murien do
como mosca s en este
tiora la Gloriosa, m ientras nos ofreces tu riqueza y tu sustancia, los per­ conden ado planeta . O si no es un virus, entonces
es Traició n. ¿Por qué
fumes de tu angustia, los aromas de tus crueldades, tu repulsión . no estoy en el n uevo Gobier no? ¿Qué mierda
de gratitu d es ésta? Hay
cosas que cambia r. Los herviré en su propia sangre
inmund a, ya verás
Cuán abyecta es Shikasta, el gusano que se retuerce en el polvo , si no.
montones y fosas pululantes de gusanos en descomposición , todo, to­
dos nos alimentan, a nosotros, Shammat , y a Puttiora. En tus cielos, Shi­
kasta, el brillo rutilante de tus discordias, tus horrendas i nvenciones,
todo nos alimenta con el fuego de tus odios. Bajo tus mares , Shikasta,
LYNDA COLDRIDGE a B E NJ A M I N S H E R B A N
los chirridos y el estruendo y las vibraciones de tus máquinas, todo nos (N. 0 1 7. �Individuos varios.:.)
alimenta y embalsama, a nosotros, Shammat. E n tu espíritu enfermo, Su hermano me ha pedido que le escriba. Le ha infor­
Shikasta, en las mentes pervertidas de tus animales ignorantes y retar­ mado, me dice. que está en contacto conmigo. Espero
dados que han tenido al menos la buena suerte de atraer nuestra tutela que lo haya hecho. De otro modo no habría motivos para
benevolente, arden las animosidades que nos nutren, a nosotros,
que usted confiara en mí. Confianza, cosa difícil de pedir
Shammat .
en estos tiempos. Pero es preciso que confíe en mí, por el
bien de las gentes que acudan a usted. De lo contrario

492
49 8
morirán. Uno piensa que las cosas no pueden ir peor, fugio, admitiremos a más personas que las previstas.
pero pueden. Todo lo que está sucediendo yo lo sabía Porque yo no viviré mucho tiempo. Y el doctor Hebert
desde hace mucho. Pero igual nos sorprende, cuando tampoco. Y hay otras dos personas de edad. El doctor
llega. George dice que esas gentes necesitan de usted. Hebert será el único doctor que irá con nosotros, aparte
Dice que usted vive en Marsella. No ha de ser fácil. Estas de uno joven, que no ha terminado la carrera. Podrá ins·
gentes son dignas de confianza. Todas vienen de los hos· truir a otros. También él tiene grandes Aptitudes. Yo sé
pitales en los que yo he estado. Casi todos son pacientes. cuándo nos vamos a morir, el doctor Hebert y yo. Para
Pero algunos son médicos y enfermeros. De modo que le ese entonces todos los demás habrán desarrollado sus
serán útiles. No le mandamos los que han estado dema· Aptitudes. Y todos vivirán hasta que lleguen los equipos
siado enfermos y podrían crear problemas. El doctor He· de socorro e Inglaterra esté otra vez abierta. No sé si
bert me ha ayudado a elegirlos. El conoce muy bien todas George se lo ha dicho. George se limita a decir esto o
estas cosas. El doctor Hebert y yo hemos trabajado jun· aquello, sólo lo que es necesario. Luego desconecta.
tos. Ya no recuerdo desde cuándo. Yo quiero que él vaya �ero decir que nunca tenemos verdaderas conversa·
a verlo a usted con los otros pero no irá. Dice que es viejo, dones. Ni siquiera una charla. De lo que deduzco que ha
que pronto se va a morir. Yo no estoy de acuerdo. Sabe de estar muy ocupado. Bueno, no me extraña. La pri·
tantas cosas útiles, y él no está Loco, no es como yo. Es· mera vez que entré en contacto con él, fue por acci·
pero que usted entienda lo que quiero decir cuando digo dente. Yo creí que era mi propia mente la que me ha·
Cosas Útiles. He consultado a su hermano a propósito del biaba. No sé si lo que digo tiene sentido para usted. Tal
doctor Hebert. Dice que el doctor Hebert debe hacer lo vez sí. Yo sé que la mente de uno puede decir toda clase
que le parezca correcto. La conciencia. El individuo. Los de cosas. Uno cree que es otro, pero no, es uno mismo.
derechos del individuo. Yo me quedo. Yo también soy ¿Entiende? Estoy escribiendo demasiado. Pero es raro
vieja. Su hermano quiere que me quede. Me lo ha pedido. eso de trabajar años y años en salvar a la gente y no sa·
Dice que será útil. �e habrá sobrevivientes a pesar de lo ber siquiera si se es capaz. A veces era muy difícil. Al
terrible de la situación. Serán pocos. Hay refugios subte· principio, nadie nos creía, ni a mí ni al doctor Hebert.
rráneos. La mayor p arte para gente de alto copete. Cier· Nos llevó mucho tiempo. Y luego, por último, uno los
tos amigo.s nuestros han construido un refugio subterrá· manda a ver a alguien que nunca han conocido. ¡En
neo. Nadie lo sabe, salvo unos pocos. Para unas veinte Marsella! Será un viaje terrible. Hemos conseguido los
personas. Casi todas con Aptitudes de contacto. George documentos falsos. Y los uniformes. Todo. Pero no
dice que usted las tiene, a veces. Yo he intentado entrar puedo dejar de preocuparme. De cualquier modo, he·
en contacto con usted, pero no pude. ¡Tal vez no estemos mos hecho lo que planeamos. Dijimos que salvaríamos a
en la misma longitud de onda! Ja, ja. alguna gente y lo hemos hecho. Allá van. En adelante no
Las veinte personas son de todas las edades. Algunas volveremos a tener ningún contacto. A menos que las
son niños. Todas dispuestas a soportar lo que se avecina. Aptitudes de usted mejoren. Adiós, entonces. Si este
La Ira. A veces pienso que no lo estarían si supieran lo que mensaje llega a sus manos, querrá decir que la gente ha
se avecina. Dispuestas, quiero decir. Yo quisiera que pa· llegado bien. Es raro, ¿no?, tener que confiar en alguien
sara de una vez, y que pudiéramos sobrellevarlo. En el re· de este modo. �ero decir, a causa de la calidad par·

4 94 495
creerme, hablo con conocimiento de causa. Cuando des­
ticular de una instrucción <<traída por el aire». Buena
c�brí en mí mismo ciertas Aptitudes, mi primera reac­
suerte. Lynda Coldridge. . fue la de un hombre que tropieza con un enemigo
clon
dentro de su propia casa. Porque hasta que conocí a la se­
D O C T O R H E B E R T a B E NJ A M I N S H E R B A N
ñ�ra Coldridge, hasta que llegué a comprender su men­
Le envío junto con esta carta una lista de todas las gen­
saje, además de su larga y dolorosa historia, yo no tenía
tes que emprenderán ese viaje peligroso y difícil que los
paciencia con mis propios tumbos y bamboleos en un
conducirá hasta usted. La señora Coldridge piensa que le
ámbito tan nuevo para mí que llegué a creer, al principio,
convendría tener una somera descripción de cada uno, y
que estaba pisando territorio hostil. Le aclaro pues que
estoy de acuerdo. Hemos reseñado brevemente la espe·
cialización y competencia de los profesionales, así como

to as estas gentes están preparadas para soportar cual­
qwer carga, responsabilidades, faenas, dificultades, dila.
la historia clínica de los que estuvieron internados en los
dones, la pérdida de toda esperanza. Y éste, como sabe­
hospitales en que la señora Coldridge y yo hemos tra­
mos, es el equipo indispensable en los tiempos que
bajado juntos. En cada uno de esos hospitales hemos en­ _
corren. Escnbo y no puedo menos que deplorar la insufi­
contrado individuos con diversas Aptitudes en estado
ciencia del lenguaje. Lo que nos toca vivir es más terrible
embrionario o potencial, y como los fenómenos que ex-
que cuanto hayamos podido vislumbrar en nuestras peo­
·

perimentaban eran incomprensibles, habían sido de­


res pesadillas. Sin embargo lo sobrellevamos, y algunos,
clarados enfermos y recluidos temporaria o definitiva­
unos pocos, habrán de sobrevivir. Y eso es lo que noso­
mente, aunque gracias a la buena suerte, o a una constitu­
tros, la raza humana, más necesitamos. Así hay que en­
ción más robusta que la habitual, soportaron bien los tra­
frentar la vida. Qpiero decirle algo que considero como
tamientos. Por supuesto, nada pudo ni puede hacerse por
un testamento, un acto de fe: Si los seres humanos pue­
las víctimas de tratamientos más draconianos o prolonga·
dos. No ha sido tarea fácil hablarles con corrección de sus
�en soportar toda una vida el tipo de experiencia subje­
tiva que le fue deparada a la señora Coldridge, si saben
propias posibilidades, ya que nuestros argumentos caían
como ella sufrir con entereza y paciencia los embates con­
en oídos condicionados, que los catalogaban como anti·
tra su� bastion�s _más íntimos, si somos capaces de sopor·
científicos o tan ((descabellados» que ni siquiera los oían. , tras día, en lo que la mayor parte
tar la 1dea de V1Vlr, día
Pero la paciencia ha obrado milagros, y he aquí el resul­
de la gente llamaría «el infierno», y llegar a la otra orilla
tado de largos años de esfuerzos, siempre a espaldas de
relativamente a salvo, incluso dañados -y la señora Col­
las autoridades hospitalarias, en condiciones difíciles y al­
dridge sería la primera en reconocerlo-, si nosotros, la
gunas veces hasta peligrosas. Los hospitáles nunca han
raza humana, somos tan resistentes y pacientes, ¿qué no
sido los sitios más seguros, en ninguna parte. Todas estas
gentes, además, están acostumbradas a resistir las priva·
�amos �c�zar? La señora Coldridge ha sido la inspi·
raCló� de rm VIda. Cuando la encontré por primera vez,
dones, la incomprensión y la incertidumbre, y son capa·
una piltrafa humana, un mero esqueleto con unos ojos
ces de alcanzar una suspensión temporal del juicio,
azules enormes y aterrados que vagaba por los corredo­
proeza inevitable luego de haberse visto obligados a no
res del Hospital Lomax en un suburbio sórdido de una de
enjuiciar durante años el funcionamiento de su propia
nuestras ciudades más horribles, no era más que otro de
mente. ¡Las cualidades más preciosas! Tiene usted que

497
496
los innumerables despojos entre los que yo había pasado aún con vida. Resistiéndome a la tentación de echar esta
tantos años de mi vida. Yo nunca, jamás, había imagi· carta en una botella sellada al próximo reflujo de la ma ·

nado que de ellos pudiera llegarme alguna revelación, al· rea, la envío por canoa, luego por carguero y finalmente
guna enseñanza; y sin embargo, esa loca, porque eso era por aire hasta Samoa. Seguiré mandándote informes
cuando la encontré por primera vez, es quien me ha ense· mientras contemos con estas facilidades. Ah, civilización,
ñado cuánto coraje,.cuánta tenacidad puede haber en un pensar que siempre nos quejábamos de ti, que deploráha·
ser humano, y por lo tanto en todos nosotros. ¿Q!..té nos mos cada uno de tus inmundos pequeños artificios ... Ten
queda aún, fuera del coraje? Y quizá con esta palabra nos en todo momento la certeza de que sigo siendo tu obe·
referimos en verdad a nuestra voluntad de continuar vi· diente y humilde servidor. Benjamin. Sabrás, supongo,
viendo. Hago votos por el éxito de su empresa, espe· que Suzannah está en el Campo 7 , en los Andes, con Kas·
rando que este montón de frases trilladas pueda transmi· sim y Leila.
tirle lo que en realidad siento. Y le confío a estas personas
que ... ¿qué puedo decir? Me separo de ellas con el mismo GEORGE SHERBAN a SHARMA PATEL
ánimo con que un niño arroja una hoja muerta en las Q.ueridísima Sharma:
aguas turbulentas de un arroyo. Oraré por usted y por Ante todo, ¡saludos! En el estilo que más te guste. No,
ellos. Esto sólo en lo que a mí me toca, porque la señora no me burlo de ti, te lo aseguro. Te escribo estas líneas de
Coldridge, me temo, se burla de la religión. Teniendo en prisa, en plena noche, porque tengo la impresión muy
cuenta la vida que ha llevado, me parece perdonable. clara de que has cambiado de planes. Sí, recuerdo cómo
te ríes de mí cuando digo estas cosas. Y estoy triste por·
B E NJ A M I N S H E R B A N a G E O R G E S H E R B A N que tengo que decirte algo importante y temo que no me
Y bien, hermanito, henos aquí, todos presentes y co· escuches. Aunque quizá sí, quizá lo hagas, sólo esta vez, y
rrectos. Quinientos. El Pacífico es formidable, pese a por eso te lo digo: Te ruego, por lo que más quieras, que te
todo; excusa mi frivolidad en estos tiempos difíciles. atengas a tus planes, que partas cuando pensabas ha·
Yendo a las cosas importantes: el agua, tierra adentro, es cerio. No vayas, te lo ruego, al Campo n.0 8. Te lo suplico. Y
limpia -bueno, más o menos-, la comida abundante, y no si estás dispuesta, por una vez, a confiar en mí, créeme,
hay indígenas, ya que fueron evacuados veinte años atrás lleva contigo a todos los miembros de tu personal que
cuando despejaron el área para las pruebas de la Bomba quieran acompañarte. No te quedes donde estás ni bajes
H. ¿Q!..tiénes eran ellos para protestar? En todo caso, es al Campo n. 0 8. ¿Q.ué puedo hacer para que me escuches?
una desgracia con suerte, porque ahora tenemos aquí si· ¿Para convencerte? ¿Tienes idea de lo que significa cono·
tio de sobra. Por el momento no ha habido bajas. Muy po· cer a alguien como yo te conozco, oírte decir te amo con
cas enfermedades, y de todos modos no nos faltan médi· tanta sinceridad, con un sentimiento tan profimdo, y sa·
cos y medicamentos. Ya hemos levantado una pequeña ber sin embargo que, diga lo que diga, no me creerás? No
ciudad, con todas las comodidades, aunque no sean las harás lo que te pido, lo sé. Pero de todos modos lo in·
comodidades modernas. Es el Paraíso terrenal. Pero ¿por tento, es preciso.
cuánto tiempo? Ah, ése es el quid. Si te parezco maníaco, Sharma, ¿qué puedo hacer para conseguir que me es·
es porque no puedo creer que ninguno de nosotros esté cuches? Cree en mí, por esta vez. Si te dijera: renuncia a tu

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puesto a la cabeza de tu Ejército, renuncia a tus honores y nada en pie. Tienen montones de historias que contar,
tus responsabilidades, tú me replicarías con un sermón, pero les he dicho que no quería oírlas. No veo para qué.
me reprocharías que no entiendo que tú eres mi igual, Me parece morboso. Lo pasado, pisado. Así que entré en
que no sé nada de las mujeres ni de lo que ellas son capa· nuestra cabaña y los dejé con la palabra en la boca. Sería
ces; pero de pronto, sorprendiéndote a ti misma, lo aban­ bueno que pudieras conseguir ropas de abrigo para todos
donarías todo, tu poder, tu posición, y como si te hubie­ los niños. Tenemos ahora cerca de mil doscientos. He he­
ran hipnotizado, como una sonámbula, te aparecen� cho lo que me dij iste, y he encargado a Juanita que cuide
ante mí con una sonrisa que diría: Heme aquí. Y a parur de los niños; Juanita le ha pedido al marido que trabaje
de ese momento nunca más estarías de acuerdo conmigo, con ella. Forman un buen equipo. Todos los niños los
no aprobarías ninguno de mis deseos, nunca más confia· quieren. Hoy ha llegado un grupo de Norteamérica. No­
rías en mí. Tu vida sería la prueba tangible de lo mal que venta y cuatro. QJ.rieren quedarse aquí pero les he dicho
te he tratado. ¿Sabes esto, Sharma? ¿No es extraordina· que la capacidad de este campo está colmada. Y es la ver­
rio? Tal vez no estés de acuerdo y pienses que no, que no dad. ¿Cómo vamos a hacer para alimentar a todos? Eso es
es eso lo que va a pasar. Y no, yo no estoy diciendo que lo que me preocupa. Les he dicho que podían quedarse
quiero que hagas esas cosas, no, no. Te suplico sola­ aquí unos días para descansar, pero que luego tendrán
mente, sí, te suplico, escúchame, y no bajes al Campo 8. que ir al Campo 4. Está a sólo trescientos kilómetros de
Sharma, amor mío, ¿me escucharás?, por favor, escú· aquí. Las personas débiles y los niños podrían quedarse.
chame . . (Esta carta nunca fue enviada.)
.

Dicen que hay problemas a montones en Norteamérica,


pero les he dicho que no quería saber nada más. Tengo
trabajo que hacer. ¿Podrías tratar de conseguir calzado
[Véase Historia de Shikasta, VOL. 3.0 1 5 , El Siglo de la para los niños? Creo que sería bueno organizar otros cam­
Destrucción, Guerra del Siglo XX: tercera y última fa8e. pos, si la corriente de refugiados no se interrumpe. No
Capítulo sinóptico.] me imagino lo que puede quedar allá. Pero no quiero pen­
sarlo. Kassim dice que quiere ir y estar contigo. Le he di­
cho que es demasiado joven, pero en realidad tiene
De S U Z A N N A H , en C A M P O 7 , L O S A N D E S ,
quince años. También Leila quiere ir. Le he dicho que no,
a GEORGE SHERBAN rotundamente. Dije que te consultaría acerca de Kassim.
<zyerido mío: Y tendrán que obedecer. Ése es un problema.
Hace mucho frío esta noche. No es fácil aclimatarse a Cuando pienso que el invierno se acerca en el Norte,
esta altitud. Kassim y Leila están bien, y eso es lo princi· me digo que es bueno para las epidemias, pero terrible
pal. A muchos la vida aquí les parece dura. Tenemos mu· para la gente que se queda. Pero no quiero tener pensa­
chos problemas pulmonar�s. mientos enfermizos.
Nuestros médicos trabajan sin cesar. Por suerte, esta· Philip acaba de llegar y dice que te ha visto y que estás
mos bien provistos de medicamentos. Pero me pregunto trabajando mucho. Dice que vendrás la semana próxima.
por cuánto tiempo. Han llegado sesenta y tres personas Cuando vengas tendremos que casamos, porque estoy
:
Escaparon de Francia. Dicen que de Europa no queda cas1 embarazada. Hasta hoy no éstaba segura. Ya sé lo que di-

500 50 1
cen los jóvenes, que esas cosas no tienen importancia Bueno, mi querido, hasta la semana próxima, si Dios
en estos días, pero a mí me parece que nosotros ten­ quiere.
dríamos que dar el ejemplo. Tu Suzannah
Estoy embarazada de dos meses y dos días.
Me gustaría que fuese varón, pero con mi suerte su­ De K A S S I M S H E R B A N
pongo que será niña. No lo pienso de verdad, sólo un Q}lerida Leila y querida Suzannah. Hola a Pedro y Phi­
poco. lip y Anqui y Q!ritlan y Shoshona.
He puesto a Pedro a reparar el techo de esta cabaña. Y un gran beso para la pequeña Rachel, que es, por su­
Pedro es muy bueno y me gustaría proponerte que lo puesto, la más importante. Decídselo, y decidle también
adoptásemos, cuando vengas. Tú me entiendes, ten­ que tengo para ella un bonito pájaro amarillo.
dríamos que decirle que lo consideramos como nuestro Hola, hola y hola. Sé que tú, Suzannah, esperas que te
hijo. Se siente inseguro. Siempre me doy cuenta de esas diga algo de George, porque, adivina qué, cuando di con
cosas. No es bueno para un chico de ocho años no te­ él, iba rumbo al norte, y me dijo que tendría que arreglár­
ner padres ni nada en el mundo. Creo que haría falta melas solo; y me dio cosas para hacer y me despidió. Pero
una pequeña ceremonia. Ya inventaremos algo. ¡Me me contó tus novedades, Suzannah, y es maravilloso, y
imagino que al final tendremos una docena o más, si esta vez será un varón, estoy seguro.
esto sigue así! Con frecuencia las bromas se hacen rea­ Ésta es una ciudad completamente nueva. llegué aquí
lidad. la semana pasada. Es una extraña ciudad. Por supuesto,
No le diré a Pedro que puede ser nuestro hijo hasta es toda de madera y piedra y papel laqueado, pero lo
que sepa si tú estás de acuerdo. inaudito son las formas; todavía no tengo una idea clara
Han encendido una gran hoguera en el centro del del conjunto. Venía bajando una colina, cuando llegué a
campo esta noche, y hay un hermoso claro de luna. To­ la ciudad, y fue como un sueño. Y lo peor es que me
dos cuentan cómo escaparon de distintos lugares. Pasa asusté. Al fin y al cabo soy joven y eso, pese a todos mis
así: alguien se acerca al fuego, todo el mundo calla, y la esfuerzos, no lo puedo ocultar, y todavía llevo el viejo uni­
persona cuenta su historia. Luego vuelve a sentarse y forme del Ejército de la Juventud, porque no he podido
otro se levanta. O alguien canta una canción. Algunas conseguir ninguna otra cosa, y después de todo, antes de
de las canciones son muy tristes. Otras son románticas. la tercera guerra mundial echaban de las ciudades a los
Pronto nacerán muchos bebés. Tendremos que alimen­ miembros de los Ejércitos de la juventud, y hasta los ma­
tarlos. Los médicos vigilan de cerca a los bebés. taban. Los cazadores cazados. ¿Te acuerdas de la
Todo se está haciendo de acuerdo con tus instruc­ canción?
ciones.
Me siento muy sola sin ti; sé que no te gusta que te Los cazadores cazados,
diga estas cosas. vueltas las armas,
Sé que es inútil que te pregunte si te sientes solo sin los cazadores cazados,
mí, porque supongo que te limitarás a sonreír, como el mundo en llamas ...
siempre.

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Eso es todo lo que recuerdo. No quiero acordarme, su· sonas que venían de paso, y que para aprender no necesi­
pongo. No había ningún lugar seguro donde esconderse taban cursos regulares ni horarios. Sigo conociendo
cuando lo oías. ¿Cómo hemos sobrevivido, me pre­ gente, y todos parecen saber quién soy, qué decimie, y a
gunto? . . . Pero no quisiera empezar otra vez con todo eso. qué sitios llevarme. Es muy extraño. Algo muy extraño
No hago más que prometerme no volver a pensar, pero está ocurriendo, pero no sé qué.
mi mente vuelve y vuelve, y no para. Tomemos una cosa tan simple como la forma de esta
De cualquier modo, entré en esta ciudad muerto de ciudad. No hubo planos. No hubo arquitectos. Y sin em­
miedo. No sabía qué pensar. En el mejor de los casos, bargo se ha ido extendiendo simétricamente, como una
pensaba, tendría que mostrarle a la gente que yo era ino­ estrella de seis puntas. No había advertido que era una es­
fensivo. Pero no fue necesario. La ciudad tiene una plaza trella hasta que al escalar las colinas de la ciudad una ma­
central con una fuente. Es toda de piedra. Había gente en ñana muy temprano y mirar desde lo alto para ver si divi­
la plaza, y cuando llegué, temblando de aprensión, fue de saba algo diferente, descubrí la forma de estrella. Pero
lo más extraño, porque me aceptaron en seguida. Nadie por más que pregunto, nadie sabe nada de posibles pla­
pensaba que yo pudiera ser peligroso. ¿Te das cuenta? nos, o proyectos, ni de nada semejante. Y hay algo más.
Hay un albergue para forasteros y a cada uno que llega Uegué a esta ciudad convencido, absolutamente, de que en­
le dan de comer durante una semana, no mucho, es claro; contraría facciones distintas, gobernantes, ejércitos, y po­
y luego si hay algún trabajo que pueda hacer, empieza a licía, y que tendría que andar con pies de plomo y hablar
ganarse el sustento, y si no, se marcha a otra parte. Yo no con prudencia. ¿Te das cuenta de que eso es lo que siem­
quise ponerme a trabajar porque estaba en «gira de inves­ pre hemos tenido que hacer? ¿Te das cuenta? No me re­
tigación», eso dijo George. Eso dijo él, y si tienes que reco­ fiero, es claro, a los más chicos, como la pequeña Rachel,
ger datos, necesitas hacer preguntas. ¿Y dónde mejor que pero hasta Philip y Pedro. Siempre con pies de plomo. Es
en el albergue, en el café, la tienda y otra vez en la plaza? algo que nos han inculcado. Pero al cabo de uno o dos
Porque ya me había dado cuenta de que era a la gente a días sentí que el cuerpo se me distendía como cuando
quien tenía que conocer, que era ésa la finalidad de la bostezas o te desperezas, y comprendí de pronto que ya
gira. La gente, en la plaza y en todas partes, respondía a no tenía miedo de cometer un error e ir a parar a la cárcel
mis preguntas. Hechos. Hoy en día hay menos hechos en o a la mesa de mármol de una carnicería. Todavía no
el mundo que antes del cataclismo. Una mujer del norte, puedo creerlo. No he visto .peleas. No he presenciado un
una argentina, me llevó a su casa y me contó lo que había solo tumulto ni he visto a nadie que derribe muros o
pasado allí, y de qué modo la guerra había afectado la re­ arroje piedras, ni personas llevadas a la rastra en medio
gión, y me presentó a otros. Fue entonces cuando em­ de alaridos. . . nada, nada de todo eso. Hay un indio muy
pezó a hacerse la luz en mí. . . había un recuerdo que me viejo aquí, y cuando le conté cosas como las que te estoy
rondaba, todo el tiempo, y no sabía exactamente qué, y escribiendo, me dijo: tú eres hij o de un terrible infortunio
pasaba en vela noche tras noche, tratando de recordar; y y ahora tienes que aprender a vivir de otro modo. ¿Sabías
ni siquiera ahora puedo decir gran cosa, pero era algo pa· que cuando llegaron los primeros exploradores, hace mu­
reciclo a lo que la otra Rachel, y Oiga, y Simon solían con­ cho tiempo, aquí vivían unos gigantes? El viejo indio me
tarme: que los tres niños habían sido instruidos por per· lo ha contado, y él lo aprendió en lo que llama la Escuela

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Blanca -¿te trae recuerdos esto?- pero que era verdad extrañas. Son de lo más insólitas y descabelladas, pero las
porque su abuelo y su bisabuela lo sabían muy bien. pienso y estoy decidido a defenderlas. Mañana sigo viaje
Bueno, no me gustaría que me preguntasen qué he sa­ con la muchacha árabe y la anciana de Noruega. No han
cado en limpio aquí, en cuanto a hechos, pero parto ma­ conseguido trabajo. Amén de un nuevo compañero de
ñana. Tenía la esperanza de que la gente de esta ciudad, viaje, un jaguar que entró anoche en el albergue y se echó
que ha sido tan buena conmigo, me dijese que en la pró­ a nuestros pies y esta mañana estaba todavía con noso­
xima ciudad buscase a tal o cual. Pero no lo han hecho. tros. Pensamos que era domesticado, pero nadie lo co­
Me marcho junto con otros cuatro. Un viejo israelí, un noce. Le dimos un poco de potaje y leche agria y suponía­
científico de Tel-Aviv, una joven de los antiguos Emiratos mos que los rechazaría, pero no fue así. Aparte del jaguar,
Árabes Unidos, una anciana de Noruega -de algún modo está el pájaro amarillo de la pequeña Rachel, que no es un
consiguió venir hasta aquí- y otra mujer con dos niños de pájaro de verdad, está hecho con hierbas secas, y un pe·
los Urales. Todos querían quedarse aquí y conseguir tra­ rro muy hermoso de raza indefinida que se ha prendado
bajo, pero no lo hay; y se dice que en otra ciudad nueva, a de mí, y el jaguar y él brincan alrededor de nosotros
unos cuarenta kilómetros de aquí, necesitan gente. mientras caminamos.
Escribo una semana más tarde. Cuando descendía por Una semana más tarde.
la colina hacia esta ciudad traté de ver si tenía una forma, Esta vez la ciudad a la que hemos llegado trepando por la
¡y vaya si la tenía! Es muy hermosa, un círculo pero de colina es octogonal, pero de eso no nos dimos cuenta
contornos ondulados. Esas orillas onduladas son jardi­ hasta que estuvimos en la ciudad misma. El octágono está
nes. La estructura es igu� a la que ya te he descrito: la formado por seis hexágonos unidos entre sí. Los hexágo·
misma plaza central, un círculo, y una hermosa fuente y nos son los jardines. La red que los une son los edificios.
una pila redonda, de piedra del país, de un ocre rosado. También aquí la edificación es sorprendente, si conside­
La pila no es profunda, unos cinco centúnetros, y el hilo
ramos lo que estamos acostumbrados a ver, de ladrillo y
de agua cae dentro dibujando figuras, y hay dibujos tam­ adobe, y mamparas de hierba seca y papel laqueado.
bién en la piedra que brilla bajo el agua, y en los tejados, y Todo es ligero, aéreo. La plaza central es una estrella, y
en las baldosas del suelo, y en todas partes. Es el lugar tiene una fuente, y los dibujos del agua se repiten en la
más hermoso que recuerdo haber visto. Y aquí tampoco piedra. Hay dibujos en los muros y en los suelos -distin­
nadie sabe nada de planos ni de arquitectos; la ciudad tos de los dibujos de la ciudad anterior-. La anciana no·
brotó de la nada, se diría. Otra vez estoy en un albergue. ruega ha conseguido trabajo en la cocina del albergue. La
Continuamos juntos, pero la mujer con los niños consi· joven de los Emiratos Árabes Unidos está con un hombre
guió trabajo en los campos y en el laboratorio, y el cientí· que conoció en la fuente. Me he quedado solo con el ja­
fico también. En cuanto a los otros, no han tenido suerte guar y el perro. He hablado con mucha gente en esta ciu­
por ahora. dad. Ahora tendré que decírtelo. Pienses lo que pienses.
También aquí la gente habla conmigo y me cuenta co· En esto he estado pensando desde que ando por estos
sas. Voy de uno a otro. Sé todo de esta región y de esta senderos. Nosotros siempre hemos creído que George
ciudad, quiénes viven en ella, qué hacen y qué hacían an­ era un ser muy especial; no, no digo que no lo sea. Ni que
tes de la guerra, qué piensan. Se me ocurren las ideas más yo lo haya pensado demasiado. Lo veía como algo natu·

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ral. Pero hay muchos como George. ¿Os disteis cuenta. . . digo Suzannah, porque eres muy buena y no lo tomarás a
tú, Suzannah, y todos los demás? Las gentes que encuen· mal. He notado una cosa. A veces, mientras recorro estos
tro sin cesar en las ciudades y las que andan por los cami­ caminos, estoy solo con mi jaguar y mi perro fieles, pero a
nos nos acompañan un trecho, y luego se vuelven a per· veces con otros, y cuando surge el tema del horror, es
der en las pampas o los bosques, y parece que esperasen como si la gente no oyera. No que no escuchen. No oyen.
encontrarnos y tuvieran algo que decirnos, bueno, son Te miran como si no te vieran, con los ojos en blanco. Sa·
todas gente-como-George. Es así. Sé que es imposible, bes a qué me refiero. No lo puedm creer. Yo mismo, a veces,
pero ésta es la conclusión a que he llegado. Hay cada vez pienso en ese pasado tan reciente y no lo puedo creer. Es
más gente-como-George. como si todo el horror sucediera en otra parte. No sé
En esta ciudad es igual que en las otras y que en todas cómo decirlo. Cuando pasan esas cosas terribles, incluso
partes. Empiezo a habituarme, ahora, a entrar en una ciu· de la magnitud de las que nosotros hemos presenciado,
dad tranquilo y sin un nudo en el estómago, y no siempre nuestra mente no las registra. Hay un abismo entre el he·
en guardia por si algo me salta encima desde algún rin· cho de decir hola, bébete un vaso de agua y el de ver
eón, sin tener que buscar algún campamento, ni morirme cómo las bombas o los rayos láser reducen el mundo a ce·
de miedo cada vez que veo un grupo de jóvenes, como nizas. Es por eso, creo, que nadie pudo impedir el horror.
nos pasaba a todos. Sí, claro, tampoco yo era viejo, justa· No creían en él.
mente. ¿Te parece que habrá sido así, en otros tiempos, la He comprendido que la mirada vaga y vacía pertenece
vida en las ciudades? La gente sin tensiones, quiero decir, al pasado. No tiene nada que ver con lo que somos ahora.
tranquila, y que las cosas marcharan bien sin leyes ni re· ¿No te parece que lo que pasa no es tanto que olvidemos las
glamentaciones ni órdenes ni ejércitos. Ni cárceles, cárce· cosas horribles, sino que nunca creímos que pudieran su·
les, cárceles. ¿Te parece posible? Ya sé, es una idea desca­ ceder?
bellada, pero ¿y si fuera verdad? ¿Pero has notado que todo el mundo es distinto ahora?
Han pasado cuatro meses. He estado en otras cuatro Estamos mucho más vivos y alertas y no necesitamos dor·
ciudades, todas nuevas, un triángulo, un cuadrado, otro mir todo el tiempo; y somos todos de una sola pieza y no
círculo, un hexágono. ¿Sabes una cosa? La gente aban· un cúmulo de contradicciones. ¿Te das cuenta de lo que
dona las ciudades viejas cuando puede hacerlo y cons· quiero decir?
truye otras, en sitios distintos, y en este nuevo estilo. ¿No He perdido a mi fiel jaguar. Iba trepando y trepando
te obliga a pensar de otra manera? La gente habla de las por un sendero angosto y escarpado, rodeado de pastu·
viejas urbes y ciudades como si fuesen el infierno. Si son ras, cuando apareció un pastor, a la antigua usanza, con
como eran nuestras viejas ciudades entonces sí, son el un perro y un asno. Temí por el jaguar, porque al perro
infierno. podía dominarlo, pero al jaguar no. El pastor, un hombre
He tenido unos cuantos compañeros de viaje diferen· joven que vive con su mujer y dos niños pequeños en una
tes y he oído toda suerte de historias. De todas partes del encantadora casita en la ladera de la colina, también es·
mundo. Suzannah, creo que haces bien en no querer oír taba preocupado. Mi perrazo hizo buenas migas con el pe·
hablar de lo que pasa en Europa, etc. Antes, me parecía rro de él. Y el jaguar fue a echarse un poco más lejos, sepa·
que no estaba bien, y hasta te despreciaba por eso. Te lo rado de los perros. La mujer salió de la casa con un

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cuenco de leche para el jaguar. Pasé la noche allí, y luego se sentía bien. Durante todo el día sigui t

seguí mi camino a solas porque mi jaguar había decidido sin rumbo por toda la ciudad. La gente r p
quedarse con el pastor y su mujer, y mientras me alejaba George, querían hablar con él. Y él hablaba con ello .

lo vi ayudando al pastor a reunir las ovejas dispersas, limitaban a seguirlo. Todos parecían tan desesp r

junto con los dos perros. tan desamparados.


Así que anduve completamente solo por espacio de Esa noche, apenas salimos de la ciudad, ya nos seguían
unos treinta kilómetros, o más. Y de pronto vi a alguien unas trescientas personas, aunque él no le había dicho a
que marchaba delante de mí y pensé: Vaya, si parece nadie que nos acompai\ara. La noche era fría, húmeda y
George. Y era George. brumosa y todos nos sentíamos bastante abatidos, pero
Me dijo que has tenido un bebé, Suzannah, me alegro, caminábamos con George resueltamente, sin que inter­
y que es un varón. George dijo que se llamará Benjamin, cambiáramos una sola palabra.
así que supongo que nuestro Benjamin ha muerto. Benja· Cuando salió el sol hacía frío, frío, frío, y teníamos
min y Rachel. hambre.
Desde hace mucho tiempo, en los albergues y en mis George se había detenido en la ladera de un cerro, es·
peregrinaciones solitarias he estado pensando cosas que carpado y rocoso; más arriba había una meseta. Los pája·
quería preguntarle a George, y lo primero que le pre­ ros describían grandes círculos en lo alto a medida que el
gunté fue sobre las ciudades, y por qué son así, y él me sol subía y resplandecían a la luz. Nunca en mi vida he te·
dijo que son funcionales. nido tanto frío.
Me dijo que vosotros, allá, estáis edificando una ciudad George comentó, en un tono de voz perfectamente nor·
y es como la antigua Estrella de David. Le pregunté cómo mal, que seria una buena idea construir allí una ciudad.
se sabía qué forma tenía que tener y el sitio en que tenía La gente decía: ¿Dónde? ¿Por dónde empezariamo ?
que estar. Espera un poco y verás, me respondió. No respondió. Entre tanto, todos nos moríamo
Ante todo me llevó a una vieja ciudad, no muy grande, hambre. Entonces apareció un rebai\o de ov jas,
sobre un afluente del Río Negro. Fue horrible, me sentí otro pastor, y compramos algunos corderos e hi im
mal y tuve náuseas desde el momento mismo en que puse fuego y asamos y comimos un poco de cam .

allí los pies. Y es una ciudad moribunda. La gente la está Luego paseamos al azar por la ladera y la
abandonando. Los edificios se derrumban por todas par· veinte de nosotros. De improviso, vimos
tes sin que nadie los reconstruya. El centro estaba total­ cidez dónde tenía que estar la ciudad.
mente desierto. mismo tiempo. Y luego descubrimos un u ..,u .utJ. & � j U J

¿Por qué?, pregunté. centro mismo. Así nació esta ciudad. S


Las nuevas ciudades son funcionales, dijo. trella, de cinco puntas.
Vi que no me lo iba a explicar, que yo mismo tendría Encontramos en las cercanías tie
que darme cuenta. cer ladrillos y adobe. Hay todo cu
Pasamos la noche en un hotel ruinoso. Fue horrendo. tar. Ya hemos comenzado con lo · !t ,.F'I i n,,•
En esos sitios la gente todavía tiene miedo, es desean· Algunos de nosotros vamos a 1 i
fiada. Yo me sentía enfermo y noté que tampoco George dos los días en busca de pan y ív

.1'\ 1 0
Ya están en pie las primeras casas; hemos pavimentado No dejo de pensar en ellos, nuestros antepasados, esos
la redonda plaza central, el agua brota en la pila de la desgraciados hombres-bestias, siempre asesinando y des­
fuente. A medida que trabajamos, unos dibujos maravi­ truyendo porque no sabían cómo impedirlo.
llosos nos brotan de las manos, como si algo misterioso Y así seguiremos, nosotros, como si una brisa leve y ar­
las moviera. moniosa nos fuera levantando lentamente, y nos nutriera
Este sitio es alto, muy alto, y en el cielo altísimo, de un y lavara y purificase nuestras tristes almas enlodadas y
azul pálido y cristalino, vuelan en círculo las grandes aves. nos protegiese y curase y alimentase con enseñ.anzas que
George se marchó al cabo de unos días. Yo lo acom­ jamás habíamos imaginado.
pañé, un corto trecho. Le pregunté: ¿Q}lé pasa? ¿Por qué Y aquí estamos, todos juntos, aquí estamos . . .
han cambiado tanto las cosas?
Entonces me explicó.
Me ha dicho que se marchaba a Europa con un equipo. S e sugiere a los estudiantes consultar los siguientes
Dice que tú sabías, pero no que iba a ser ahora, y que yo textos:
tendría que decirte que este trabajo en Europa será e� úl­ Historia abreviada de Canopus
timo que haga. Yo no comprendí hasta después de que se Relaciones entre Canopus y Sirius
hubiera ido. Q.uería decir que iba a morirse y que no vol­ l . La guerra. 2. La paz
veríamos a verlo nunca más. Historia del Imperio Siriano
Eso es todo. Historia de Puttiora
Te escribo sentado en un muro blanco decorado con Shammat la Escandalosa
dibujos. Alrededor de mí la gente va y viene, ocupada en Memorias de Taufiq
una cosa o la otra. Por el momento nos alojamos en tien­ Nasar, Ussell, Taufiq, Johor: Extractos
das, todo es provisorio y hasta incómodo, pero no se lo Los experimentos sirianos en Shikasta
siente, ya que todo ocurre de un modo nuevo, y ya no es La Penúltima Época
necesario argumentar y discutir y disentir y consultar, Shikasta antes de la Catástrofe
acusar, pelear, y por último matar. Todo eso ha quedado La Gente Pequeña: Comercio, Artes, Metalurgia
atrás, es el pasado, ha muerto. Enviados de los Últimos Días. Historia sumaria
¿Cómo hemos podido vivir de esa manera? ¿Cómo lo Cuentos de los Tres Planetas
hemos soportado? Íbamos tropezando por una tiniebla La Alianza Canopiana (en Shikasta: ccSUS .. ) ; propieda­
espesa, una oscuridad profunda, horrible y sofocante, des, densidades, efectos varios según las diferentes espe­
que ocultaba enemigos y peligros. Íbamos como ciegos cies, ausencia completa de. (Shammat) (Sección Física)
abrumados por el peso insoportable de mil sospechas,
dudas y temores.
Pobres, pobres criaturas del pasado, tantas, tantísimas
viviendo miles y miles de años en la ignorancia, a ciegas y
.A'\'.ii. fi'i�"'- tientas, aspirando a algo diferente y sin saber qué les ha-
_J .rr �,.. "> pasado ni a qué aspiraban.
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