Está en la página 1de 5

Programa de Liderazgo

Grupo de Excelencia Académica UPC

Módulo III: Liderazgo trascendente


Sesión 3: Principios éticos de la vida social

Introducción
El líder, cuando obra desde motivaciones trascendentales, con valores y en servicio a los demás,
se realiza a sí mismo, perfecciona a los demás e incide favorablemente en pro del desarrollo
social y cultural. El bien común es el horizonte hacia el cual aspiran las acciones del líder y sus
colaboradores: las metas en común son alcanzadas con su liderazgo. Hace de su relación con
sus colaboradores un modelo de sociedad, donde el sentido comunitario, la participación activa
y la comunicación fluida y asertiva disponen un clima favorable para sus miembros y una sana
proyección solidaria hacia afuera.

Líderes con proyección social


Como punto de partida, es necesario refrendar algo que hasta ahora quizás ya sea evidente: no
basta un liderazgo meramente teórico, agotado en palabras o ideales. El líder es,
eminentemente, un hombre de acción. El líder sienta las bases de un futuro promisorio cuando
apuesta por el hombre de ayer, hoy y siempre. Reconoce que, al plasmar los valores
fundamentales de su vida a través de un comportamiento virtuoso, esto es, a través de pequeñas
acciones que se consolidan en grandes hábitos, está siendo protagonista de un cambio a gran
escala. Al hacerlo, claro está, no solo está perfeccionando su propia existencia, sino atrayendo
y congregando a muchos en torno a un ideal común.

No solo las personas con capacidades excepcionales, de capacidad intelectual muy alta, buenos
oradores o de personalidad carismática están llamados a liderar. “No se trata de aprender a
manejar determinadas teorías, ideologías o técnicas persuasivas. Es más bien el despliegue de
un potencial interior que uno mismo descubre o lo descubren otros en nosotros y nos ayudan a
desarrollarlo. Se trata de una actitud, un estilo de vida, una responsabilidad, una vocación de
servicio y compromiso”1.

Caben muchas maneras de ser líder, según las personas, las situaciones y la conformación y
orientación de los grupos y sociedades. Serlo, sea cual sea el modo, no es nunca un privilegio
o una predestinación: es una responsabilidad que se asume entre determinadas circunstancias.
“Es una manera de responder a los retos para que una sociedad cambie de rumbo y crezca. Por

1 YARCÉ, Jorge (2014). Liderazgo trascendente. Bogotá, Colombia: Panamericana Editorial.


Programa de Liderazgo
Grupo de Excelencia Académica UPC

eso el liderazgo implica movilizar los recursos de una nación para encontrar solución a sus
problemas”2.

Ciertamente, quien desee poner por obra un liderazgo trascendente, buscará con su acción no
solo satisfacer necesidades propias, sino sobre todo ajenas. Se trata de un liderazgo que
conduce a transformar una sociedad con base en el trabajo bien hecho, la búsqueda de la
excelencia personal, el afán de mejorar constantemente, el aprender (necesidad ineludible hoy
para individuos y organizaciones), el guiar las acciones por valores éticos y el servir trabajando
por un bien común.

Principios éticos de la vida social


Llegados a este punto, es indispensable plantearnos una serie de preguntas, que permitirán
profundizar en los alcances del compromiso que deseamos asumir con los demás. La vivencia
de un liderazgo trascendente, tal como hemos referido, tiene una necesaria proyección social e
incide profundamente sobre la cultura, buscando perfeccionar al hombre y transformarla así
desde sus raíces. Esto, sin embargo, ¿es algo verdaderamente necesario o es solo un añadido
más, que podríamos dejar de lado? ¿Por qué y en qué sentido haría falta que nos hagamos
responsables de la vida de otros? ¿Cuál sería la mejor manera de ayudar a los demás de manera
sostenible y profunda? ¿Cuál es no solo el bien de cada individuo, sino el bien de la sociedad
toda? ¿Qué criterios deben tener en cuenta el líder y sus colaboradores al emprender tal tarea?

La sociedad se apoya para el cumplimiento de su fin, que es la perfección de la persona, en una


serie de principios nacidos de la naturaleza humana, que son exigencias ineludibles para su
perfección. Todos esos principios son expresión de la fraternidad del género humano. Pensados
para que cada uno sea la posibilidad de la perfección de otros, sintiéndose corresponsable de la
meta del tú. La sociedad es la ocasión para la puesta en marcha y culminación de las actividades
que logran la realización de la persona y el cuidado de toda la naturaleza. Es necesario, pues,
que se organice de tal manera que sea una ayuda para esas acciones y no un estorbo. Los
principios o razones esenciales en los que se inspira y sustenta la ética social son, además de la
dignidad de la persona y el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, la participación y la
autoridad, entre otros3.

El bien común
“El bien común de la sociedad política no es solamente el conjunto de bienes o servicios de
utilidad pública o de interés nacional (caminos, puertos, escuelas, etc.) que supone la
organización de la vida común, ni las buenas finanzas del Estado, ni su pujanza militar; no es

2Ibídem.
3Los contenidos referentes a los principios de solidaridad, subsidiariedad, participación y autoridad se fundamentan en los
aportes de la obra: PÉREZ SÁNCHEZ, P.; PRIETO CELI, F. y DEXTRE UZÁTEGUI, J. (1999). Ética para el desarrollo
personal y social. Bases para la formación moral de la persona (1º ed.) Lima, Perú: Pro Educación.
Programa de Liderazgo
Grupo de Excelencia Académica UPC

solamente el conjunto de leyes justas, de buenas costumbres y de sanas instituciones que dan
su estructura a la nación, ni la herencia de sus gloriosos recuerdos históricos, de sus símbolos
y de sus glorias, de sus tradiciones y de sus tesoros de cultura… El bien común comprende, sin
duda, todas estas cosas, pero con más razón otras muchas (…) la integración sociológica de
todo lo que supone conciencia cívica, de las virtudes políticas y del sentido del derecho y de la
libertad, y de todo lo que hay de actividad, de prosperidad material y de tesoros espirituales, de
sabiduría tradicional inconscientemente vivida, de rectitud moral, de justicia, de amistad, de
felicidad, de virtud y de heroísmo, en la vida individual de los miembros de la comunidad, en
cuanto que todo esto es comunicable, y se distribuye y es participado, en cierta medida, por
cada uno de los individuos, ayudándoles así a perfecciona su vida y su libertad de persona.
Todas estas cosas son las que constituyen la buena vida humana de la multitud”4.

El bien común no es un bien único, sino que lo forma un entramado de bienes de diverso ámbito
y nivel, unos orientados a otros. Es la integración armónica de todos los elementos
anteriormente mencionados en un todo integrado, donde todos aportan y todos reciben. El bien
común nunca se opone al bien particular; todo lo contrario: cuanto más se realice, más se llevará
a plenitud el bien particular de cada individuo en la sociedad.

No es un proyecto institucional preciso, o el resultado de una valoración objetiva


predeterminada de lo que es bueno para la naturaleza humana. Es el resultado de la acción
autónoma de individuos libres dentro de unas estructuras sociales y políticas que lo hacen
posible. Cabe acotar que corresponderá siempre al Estado hacer posible y promover este bien
común, aunque no definirlo.

Cada comunidad, en cada momento histórico, debe encontrar su bien común. Esto no quiere
decir, sin embargo, que este sea algo subjetivo y contingente, sujeto a las preferencias de la
comunidad. Tampoco significa que no exista un bien común universal, porque todas las
personas y todas las comunidades menores forman parte de comunidades mayores, hasta
alcanzar el conjunto de la humanidad en el tiempo y en el espacio.

La solidaridad
Solidaridad proviene del latín sodalitas y solidus¸ que significa, por un lado, camaradería y
familiaridad; por el otro, macizo, consistente. Así, tiene una doble connotación de apoyo y
adhesión a los puntos de vista y a los intereses de los demás. La solidaridad, al fin de cuentas,
es una necesidad social, un hecho empírico de las sociedades humanas y una obligación basada
en la importancia que tiene toda vida humana, digna por sobre todas las cosas.

El principio de la solidaridad se basa en el sentido de la fraternidad universal del género


humano, por participar de la misma naturaleza en el plano personal y social. Este se expresa en
la tendencia personal a practicar virtudes, cultivar valores y gozar las alegrías de la vida
humana, compartiendo la felicidad con las demás personas, así como sus preocupaciones y

4 ARGAÑONDA, Antonio (2011). El bien común. Pamplona, España: IESE Businees School – Universidad de Navarra.
Programa de Liderazgo
Grupo de Excelencia Académica UPC

tristezas, con el fin de que nadie sufra soledad e indiferencia haciendo más amable el camino
de la humanidad en la tierra.

Así también, la solidaridad se concreta en el hecho de que quienes tienen bienes en abundancia
se inclinen a compartir sus bienes privados generosa y diligentemente con los más necesitados,
partiendo de la premisa de que todos los bienes de la tierra deberían ser para el provecho de
toda la humanidad. Es un remedio contra las consecuencias sociales negativas, fruto del
egoísmo humano. No es, por tanto, superflua, ni mucho menos un pretexto para abusar en
provecho propio de la generosidad de la gente.

La subsidiariedad
La palabra subsidiariedad proviene del latín subsidium, que significa ayuda desde la reserva,
desde una instancia que no es directamente responsable de lo que ocurre. Hace referencia a la
ayuda que el Estado debe precisar a los particulares cuando estos no son capaces de cubrir sus
necesidades, pero sin suplantarlos. El principio de subsidiaridad queda expresado en el
tradicional adagio: “Tanta sociedad como sea posible y solamente tanto Estado como sea
necesario”.

El Estado –estructura política soberana regida por un ordenamiento jurídico que tiene sentido
en cuanto es medio para la promoción social del bien común– no debe nunca suplantar lo hecho
por las instituciones o sociedades intermedias, así como estas, a su vez, tampoco pueden
suplantar lo que los particulares hagan. De este modo, se salvaguarda la libertad responsable y
la iniciativa privada de los miembros de la sociedad.

La participación
El principio de participación de las personas en la vida social se basa en que, siendo todos los
hombres y mujeres de la misma naturaleza y dignidad, libres y con igualdad de derechos y
oportunidades, deben de tener acceso a todas las formas de intervención en las actividades de
la sociedad. De esta forma, la participación permite hacer factible el hecho de que cada persona
sea protagonista real en la historia de la humanidad, en la medida de sus posibilidades concretas
y de su orientación profesional individual.

La participación activa de los hombres y mujeres en la vida social enriquece a la persona,


porque les abre la posibilidad de hacer realidad su legítimo afán de ser instrumento de su propio
perfeccionamiento individual. Este principio también permite a la persona ser sujeto dinámico
del bien común, del desarrollo y progreso de los pueblos y, por tanto, ser solidaria con sus
semejantes en compartir la tarea de construir la civilización humana.
Programa de Liderazgo
Grupo de Excelencia Académica UPC

La autoridad
El principio de la autoridad se origina en el derecho natural, ya que la propia naturaleza del
hombre y de la mujer requiere de una estructura social con un principio ordenador que elabore,
regule y exija el cumplimiento de un estado de derecho. A la autoridad le corresponde estimular
y coordinar los esfuerzos ciudadanos para el logro del bien común, en el respeto a la libertad
responsable de las personas y de los grupos sociales intermedios.

La autoridad debe fomentar –para que se cumpla el principio de subsidiaridad en la acción de


los ciudadanos– el recto y efectivo sentido de solidaridad social, el subsidio social de los más
fuertes a los más débiles por los cauces adecuados, y la ayuda y protección social a las
iniciativas ciudadanas. Las personas investidas de autoridad son elegidas o designadas
libremente por los hombres y mujeres, aptos para elegir, según los más diversos sistemas
instaurados en el estado de derecho.

Conclusión
Hace falta líderes comprometidos con el cambio de la sociedad. Es necesario personas
empeñadas por afianzar y hacer realidad una visión más completa del futuro, donde la persona
y su dignidad sean el centro, donde sean promovidos el bien común y sean respetados los
principios éticos que sustentan la vida social. Los líderes están llamados a ser constructores del
futuro desde un compromiso radical con la sociedad de hoy.

También podría gustarte