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Esclavitud económica y

explotación laboral (parte 1


de 2)
3 abril, 2019

En el artículo anterior señalé que vivimos en un doble


régimen de esclavitud: tanto política como económica. Y,
como ya estuvimos hablando entonces sobre el ámbito
político, pasemos, si te parece, a analizar el la esclavitud
económica en la que nos hallamos inmersas e inmersos la
mayoría de las personas. No me detendré en esta
ocasión, por resultar demasiado obvias, a analizar
nuestras ataduras económicas con los gobiernos, por
medio de los impuestos, ni las que buena parte de la
población sufre de manos de las entidades financieras, a
causa de préstamos y otras trampas similares. Me
centraré, sobre todo, en la relación existente entre el
capitalismo y la esclavitud laboral, aunque haciendo
alguna referencia al consumismo, otra forma de
esclavitud que merecería un artículo aparte para ser
analizada.

Entremos entonces en materia. La mayoría de las


sociedades humanas actuales funcionan bajo un sistema
económico que conocemos como capitalismo. Pero ¿qué
es el capitalismo? Quizá lo mejor sea empezar a analizar
lo que este término significa.
El capitalismo es un sistema económico por el cual el
capital se convierte en el principal motor de la economía.
Los factores que sostienen un sistema capitalista son el
dinero, los bienes de producción y el trabajo asalariado.
Éste último, el trabajo asalariado, es quizás el principal
sustento del capitalismo. Sin él, los medios de
producción y el dinero no servirían absolutamente para
nada, ya que la fuerza de trabajo es el motor que lo
mueve todo.

Ya, ya sé lo que estás pensando. «Hasta aquí la cosa es


perfectamente normal, ¿no? Todas y todos tenemos que
trabajar. En caso contrario, ¿de qué nos alimentaríamos?
¿Cómo nos vestiríamos? ¿Quién construiría nuestras
casas?» Sí, de acuerdo, puedo darte la razón hasta cierto
punto. Todas y todos tenemos que trabajar. Pero piensa
en lo que voy a decirte, ¿de acuerdo? Cuando trabajas
por cuenta ajena, es decir, contratada o contratado por
otra persona, ¿qué porcentaje de la riqueza que tú
produces va a parar a sus bolsillos? ¿Un quince, un
treinta, un cincuenta por ciento? Aunque sólo fuese un
uno por ciento, para el caso daría lo mismo. El fruto de tu
esfuerzo, tu sudor, tu salud, las horas perdidas de tu vida
en una actividad que probablemente aborrezcas están
sirviendo para que otra persona se enriquezca. Y eso
tiene un nombre: explotación laboral.
Desde el mismo instante en que una parte de la riqueza
que produces pasa a ser propiedad de otra persona, te
conviertes en un bien más a explotar, no muy diferente de
la materia prima, de un campo de cultivo o de la
maquinaria de una fábrica. Bajo la lógica laboral y de
mercado, existimos para que otra persona se lucre con
nuestro esfuerzo, por la mera razón de que ella posee la
propiedad del medio de producción y el capital para
invertir en él. Y, por otra parte, piénsalo: ¿qué legitimidad
tiene esa persona para poseer un capital que fue
generado por trabajadoras y trabajadores o para ostentar
la propiedad de unas tierras, que deberían pertenecer a
quienes las habitan o cultivan, o de una fábrica, edificada
también con el trabajo de obreras y obreros?

Además, no sé si te habrás parado a pensarlo alguna vez,


pero, de las veinticuatro horas que tiene un día, ocho las
pasamos durmiendo, otras tantas en el puesto de trabajo
(al menos quienes tienen la fortuna de tener un horario
dentro de lo que hoy día se considera «decente») y el
resto de horas conformarían lo que se denomina «tiempo
libre», el cual tal vez incluya una hora para prepararnos
por las mañanas y otras dos para ir y volver de nuestro
centro de trabajo. A lo que podríamos añadir entre una y
tres horas para comer, en el caso de que nos
encontremos en régimen de jornada partida.

Hecho este recuento, ¿qué nos queda entonces?


¿Cuántas horas diarias se nos concede para dedicarlas a
lo que realmente queremos, para vivir en definitiva?
¿Tres? ¿Cuatro horas? Un poco más adelante,
analizaremos si realmente sabemos aprovecharlas o no,
si somos libres en realidad durante ese supuesto periodo
de liberación.

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