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Conquista de América
De izquierda a derecha: Los Trece de la Fama; Francisco Pizarro en su segundo viaje al Perú;
captura de Atahualpa; asesinato de Huáscar; acumulación de oro y plata en el cuarto del
rescate tras el acuerdo hispano-inca de no agresión; ejecución y conversión de Atahualpa; Sitio
del Cuzco; saqueo y destrucción del Templo del Sol; batalla de Tiocajas durante la invasión a
Quito.
Casus belli Rechazo al Derecho natural europeo y el Requerimiento del emperador Carlos I
de España que motivó la Captura de Atahualpa
Consecuencias
• Expansión española hacia los antiguos suyos incaicos de los actuales Argentina, Bolivia y
Chile.
Beligerantes
Apoyados por:
Huancas
Chankas
Cañaris
Chachapoyas
Incas huascaristas
Tlaxcaltecas1
Comandantes
Francisco Pizarro
Diego de Almagro
Hernando Pizarro
Juan Pizarro†
Gonzalo Pizarro
Hernando de Soto
Túpac Hualpa†
Atahualpa (P.D.G.)
Chalcuchímac (P.D.G.)
Quizquiz†
Rumiñahui†
Sayri Túpac
Titu Cusi Yupanqui
Fuerzas en combate
1535: +3 000 soldados españoles (probablemente miles más) y decenas de miles de guerreros
aliados indígenas (Yanaconas)4
Bajas
Cantidad indeterminada de soldados y civiles españoles muertos durante las guerras civiles
entre los conquistadores
25 0003 - 50 000 7 españoles muertos por los Jíbaros hasta 1599 7 700 000 víctimas
autóctonas de 1533 a 1572 por epidemias de tifus y viruela (sobreviven 600.000)3
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1537-1548
La conquista del Tahuantinsuyo, también conocida como conquista del Perú8910 o también
periodo transicional, se refiere al proceso histórico que comienza con la caída del Imperio
incaico, sigue con la creación de las gobernaciones provisionales de Nueva Castilla y Nueva
Toledo, que provoca el colapso de la resistencia de Vilcabamba y termina con la estabilización
del Virreinato del Perú como parte del Imperio Español.
Se inició por la empresa de Pizarro y Almagro, oficialmente llamada "Armada del Levante", que
consigue tomar contacto a poco de haber finalizado la guerra civil por el trono incaico entre los
dos hermanos Huáscar y Atahualpa (hijos del inca Huayna Cápac), con las acciones del 16 de
noviembre de 1532 cuando el vencedor de la guerra y nuevo inca, Atahualpa, se reunió en
Cajamarca con los conquistadores españoles encabezados por Francisco Pizarro. En dicho
encuentro Atahualpa, su comitiva y su ejército fueron emboscados y este tomado preso por los
españoles y meses después ejecutado, el 26 de julio de 1533. Posteriormente los españoles,
forjaron una alianza con las panacas o linaje Inca de Huáscar, además de Cañaris, Chachapoyas
y otras etnias anteriormente sometidas por los incas, que marcharon al Cuzco, la capital del
Tawantinsuyu, donde ingresaron el 14 de noviembre de 1533 y proclamaron como nuevo inca
a Manco Inca, con la intención de convertirlo en un rey títere. Pero Manco Inca, relegado a
vasallo de la corona española, les traicionó y al mando de un ejército encabezó una guerra
para restaurar el incanato que inició el 6 de mayo de 1536 con el sitio del Cuzco, donde se
encontraba la mayor fuerza española comandada por Hernando Pizarro. Aunque causaron
grandes bajas a los españoles,4 las fuerzas de Manco Inca no lograron tomar el Cuzco por la
permanencia de muchos de sus hermanos (como Paullu Inca) y de varios pueblos del
Tawantinsuyu apoyando al bando español. Finalmente, Manco Inca tuvo que disolver a su
ejército y retirarse a las agrestes montañas de Vilcabamba, donde instaló la sede de la
monarquía incaica (1538), mientras que el resto del territorio fue ocupado por los españoles,
quienes tras un periodo de guerra civil entre españoles llevaron adelante el proceso de
asentamiento y colonización del Perú. El reinado de los incas de Vilcabamba duraría hasta
1572, cuando el virrey Francisco de Toledo ejecutó al último Inca: Túpac Amaru I. La conquista
de Vilcabamba prolongó la del Tahuantinsuyo pues, en propiedad, cuarenta años (1532-1572).
Índice
1 Antecedentes
2 Exploración y descubrimiento
5 Véase también
6 Notas
7 Referencias
8 Bibliografía
Antecedentes
Grabado imaginario del supuesto encuentro entre el inca Huayna Cápac y el conquistador
español Pedro de Candía, según el cronista Guaman Poma de Ayala.
Felipe Guamán Poma de Ayala, cronista mestizo (inicios del siglo XVII), afirma que el inca
Huayna Cápac tuvo un encuentro en el Cuzco con el conquistador Pedro de Candía (griego al
servicio de España), lo cual sería el primer contacto directo de los europeos con el Imperio
inca. Ello debió ocurrir no antes de 1526. Se dice que la entrevista fue utilizando señas, según
la cual el Inca interpretó que Candía comía oro, por lo que le brindó oro en polvo[cita
requerida] y luego le permitió marcharse. Pedro de Candía se llevó consigo a un indio
huancavilca a España y lo presentó al rey, siendo luego traído de vuelta al Tahuantinsuyo para
que hiciera de intérprete. Este indio sería conocido luego como Felipillo. El informe de Candía,
según Guamán Poma, alentó a numerosos aventureros españoles a marchar hacia el Nuevo
Mundo.11 Sin embargo, se considera que la crónica de Guamán Poma contiene datos erróneos
y que este encuentro entre Candía y Huayna Cápac no es sino una leyenda.12
Un autor moderno, José Antonio del Busto, refiere que el primer encuentro de los europeos
con el imperio incaico se habría producido en realidad entre 1524 y 1526, cuando el portugués
Alejo García, junto con un grupo de sus compatriotas atraídos por la leyenda del “Rey blanco”
o Reino de la plata, avanzó desde el Brasil recorriendo los actuales territorios de Paraguay y
Bolivia, hasta internarse en suelo del Tawantinsuyu. Incluso, Alejo García habría comandando
una fuerza de 2000 indios chiriguanas y guarayos, que asaltaron la fortaleza incaica de
Cuscotuyo y aniquilaron su guarnición. Dicha fortaleza marcaba el límite oriental del imperio
incaico, protegiendo la provincia de Charcas (en el Collasuyo) de los avances de las tribus de
los chiriguanas. El cronista Pedro Sarmiento de Gamboa, cuenta, efectivamente, que durante
el reinado de Huayna Cápac los chiriguanas asaltaron dicha fortaleza, por lo que el inca mandó
tropas al mando del general Yasca, que lograron repeler a los invasores, aunque no menciona
la presencia de Alejo García. Este emprendió luego el retorno, cargado de un rico botín e
incluso informó a Martín Alfonso de Sousa, gobernador de San Vicente de Brasil, hoy Santos,
sobre la existencia de un opulento reino hacia el oeste de su gobernación. Pero el portugués y
sus compañeros acabaron siendo asesinados por sus propios aliados indios, en la orilla
izquierda del río Paraguay, desapareciendo también su botín y las pruebas de la existencia del
imperio incaico.13
Situación del Imperio incaico
Mapa del Tahuantinsuyo antes de la conquista española, conformadas con sus suyos (regiones)
y wamanis (provincias).
En 1527, cuando los españoles se hallaban explorando las costas norteñas del imperio incaico,
el inca Huayna Cápac y su heredero Ninan Cuyuchi murieron a causa de una rara
enfermedad,14 que algunos autores atribuyen a la viruela traída con los europeos, aunque
también se ha sugerido que Huayna Cápac fue envenenado por un curaca chachapoya.15
Tras la anarquía posterior al deceso del Inca, Huáscar asumió el gobierno por orden de los
orejones (nobles) del Cuzco, quienes creían que su experiencia como vice-gobernante era
suficiente para asumir el mando. Huáscar, preocupado por el excesivo poder que tenía su
hermano Atahualpa en la región de Quito, donde era apoyado por los generales Quizquiz,
Rumiñahui y Chalcuchímac, ordenó a Atahualpa que le rindiera vasallaje. Pero este reaccionó
organizando un ejército y declarándole la guerra. El enfrentamiento, que habría de durar tres
años, finalizó con la victoria de Atahualpa y la captura y posterior muerte de Huáscar.1617
Situación de España
Mapa del mundo que representa a los imperios español (amarillo) y la inca (rojo) a inicios del
siglo XVI.
En 1479 se produjo la unidad de los reinos más importantes de la península ibérica: Castilla y
Aragón, a través del matrimonio de sus reyes: Isabel I y Fernando II, más conocidos como los
Reyes Católicos. La nobleza dejó de ser señorial y se hizo cortesana, al servicio del rey. La
unidad de España se complementó con la conquista del reino moro de Granada, en 1492. Ese
mismo año ocurrió el descubrimiento de América, que amplió el horizonte territorial al
naciente Estado. En el plano económico, España entró en un periodo de paulatina decadencia,
debido a los siguientes factores:
La tierra recuperada de los moros pasaron, en su mayor parte, a manos de la Iglesia, de los
señores feudales, órdenes de caballería, etc., que carecieron de interés por mejorar la
producción de abono.
En el aspecto social, había profundas diferencias. Existían nobles y plebeyos y dentro de cada
clase social una serie de categorías menores. En cuanto a la mentalidad, los españoles que
pasaron al América, estaban influidos por las ideas medievales y renacentistas. De credo
católico, creían a pie firme que Dios los había destinado a conquistar y evangelizar a los
habitantes de las tierras descubiertas en ultramar.
Exploración y descubrimiento
Tras los viajes descubridores de Cristóbal Colón, los españoles se fueron asentando en las islas
de las Antillas y se dedicaron a explorar las costas septentrionales de América Central y
América del Sur, territorio al que llamaron Tierra Firme.18
En 1508 la corona española dividió a Tierra Firme en dos circunscripciones, con miras a su
colonización, teniendo como eje el golfo de Urabá:19
Veragua, futura Castilla de Oro, que comprendía el territorio al oeste del golfo de Urabá hasta
el Cabo Gracias a Dios (en la frontera entre los actuales estados de Honduras y Nicaragua). Es
decir las actuales costas de Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Fue concedida a Diego de Nicuesa.
Nueva Andalucía, llamada también Urabá, que comprendía el territorio al este del golfo de
Urabá hasta el Cabo de la Vela, en la península de la Guajira, es decir la actual costa atlántica
de Colombia. Fue concedida al capitán Alonso de Ojeda.
Ambos conquistadores, Nicuesa y Ojeda, partieron hacia sus provincias desde la isla de La
Española (Santo Domingo), que por entonces era el centro de las operaciones de los españoles
en el Nuevo Mundo.20
Nicuesa tomó posesión de su gobernación en 1511, donde fundó Nombre de Dios, pero hubo
de enfrentar lo agreste del territorio y la hostilidad de los indígenas.
Por su parte, Ojeda desembarcó en la actual Cartagena de Indias y tras soportar un recio
combate con los indígenas, fundó el fuerte de San Sebastián. Herido gravemente, Ojeda
retornó a La Española, dejando al mando del fuerte a un entonces oscuro soldado llamado
Francisco Pizarro.21 Desde La Española, Ojeda envió refuerzos al mando del bachiller Martín
Fernández de Enciso, que partió al mando de una armadilla en la que viajaba de polizón Vasco
Núñez de Balboa, que pronto habría de tener figuración en la empresa conquistadora. Estando
en alta mar, Enciso se tropezó con un bergantín, en donde iban Pizarro y unos cuantos
sobrevivientes de la expedición de Ojeda, que habían decidido abandonar el fuerte de San
Sebastián y retornar a La Española. Pizarro, contra su voluntad, se unió a las huestes de Enciso
y juntos retornaron a Tierra Firme.22
Adentrándose más al oeste del golfo de Urabá, en territorio que legalmente pertenecía a
Nicuesa, Enciso fundó la villa de Santa María la Antigua del Darién (o simplemente La Antigua),
el primer asentamiento estable del continente americano (1510).23 Enciso, convertido en
alcalde, se hizo pronto odioso por su despotismo. Balboa se perfiló entonces como caudillo de
los descontentos y pregonó que al estar el nuevo poblado situado en territorio de Nicuesa,
Enciso no era sino un usurpador. La autoridad de Enciso mermó aún más cuando los colonos
nombraron como alcaldes a Balboa y a Martín de Zamudio. Enciso fue remitido preso a España,
donde llegó en 1512.
Por su parte, Nicuesa, enterado de estos sucesos, partió desde Nombre de Dios hacia La
Antigua, pero a la semana de su arribo fue arrestado y desposeído del mando por Balboa.
Contra su voluntad fue embarcado en 1511, rumbo a La Española, pero no se supo más de él.
Debió de morir durante el trayecto en el mar.24
Vasco Núñez de Balboa fue el primer europeo en divisar el océano Pacífico ("Mar del Sur"
como lo llamó).
Fue así como Balboa se convirtió en el único caudillo de los colonos de Tierra Firme. Fue
también el primero en recibir noticias de un fabuloso imperio situado más al sur, por el lado
donde se abría un inmenso mar. Las crónicas cuentan que, en una ocasión, estando un grupo
de españoles riñendo por una pequeña cantidad de oro, se alzó la voz de Panquiaco, el hijo del
cacique Comagre, quien les increpó:
«¿Qué es esto cristianos? ¿Por tan poca cosa reñís? Si tanta gana tenéis de oro... yo os
mostraré provincia donde podáis cumplir vuestro deseo; pero es menester para esto que seáis
más en número de los que sois, porque habéis de tener pendencia con grandes reyes, que con
mucho esfuerzo y rigor defienden sus tierras».
Y al decir esto señaló hacia el sur, añadiendo que allí había un mar
«donde navegan otras gentes con navíos o barcos... con velas y remos». (Bartolomé de las
Casas, Historia de las Indias, libro III, cap. XLI).25
Balboa tomó muy en serio la información y organizó una expedición que partió de La Antigua
con dirección al oeste. Tras cruzar el istmo en medio de una penosa travesía, el 25 de
septiembre de 1513 avistó un gran mar, al que denominó Mar del Sur, que no era otro que el
Océano Pacífico. Fue este un momento crucial para la historia de la conquista del Perú, pues a
partir de entonces la meta de los españoles fue avanzar más hacia las costas meridionales, en
busca del imperio rico en oro mencionado por Panquiaco.26
Fue así como el istmo de Panamá quedó convertido de hecho en el nudo de la conquista y
colonización de América del Sur. Balboa fue nombrado Adelantado de la Mar del Sur (1514)27
y planeó una expedición destinada a avanzar por las costas del Mar de Sur. Para tal efecto
empezó a construir una flota. Pero no llegó a cristalizar este proyecto pues sucumbió ante las
intrigas que urdieron contra él sus enemigos desde España. En efecto, el depuesto bachiller
Enciso, al arribar a España presentó su queja ante el rey, sosteniendo que Balboa no había
tenido facultad para deponerlo como alcalde. La Corona, haciéndose eco de los reclamos de
Enciso, nombró a Pedro Arias Dávila o Pedrarias como gobernador de las nuevas tierras
conquistadas. Este arribó al mando de una expedición de más de 2000 hombres, la más
numerosa y completa que había salido de España para el Nuevo Mundo.28
Pedrarias dedujo la gran importancia que tendría la Mar del Sur u Océano Pacífico para los
futuros descubrimientos y conquistas, y decidió trasladar la sede de su gobernación a Panamá,
que fundó para tal efecto el 15 de agosto de 1519. A partir de entonces, esta villa, que obtuvo
el título real de ciudad en 1521, vino a ser la llave de comunicaciones con el Pacífico y la puerta
por donde se entraría al Perú.30 Nombre de Dios fue el puerto destinado a ponerlo en
comunicación con el Atlántico.
Las noticias de la existencia de un imperio con enormes riquezas en oro y plata, influyó sin
duda en el ánimo de los aventureros españoles y aportó el ingrediente decisivo para la
preparación de expediciones hacia esos rumbos. En 1522 Pascual de Andagoya fue el primero
en intentar realizar esta empresa, pero su expedición terminó en un estrepitoso fracaso.31
Fue precisamente a partir de Andagoya que las tierras situadas más al sur del Golfo de San
Miguel (sureste de Panamá) se denominaron Birú (palabra que después se convertiría en
Perú).32 Se desconoce el origen de este vocablo; posiblemente se trataba del nombre de un
cacique que gobernaba una pequeña comarca en la actual costa pacífica colombiana, nombre
que los soldados españoles, en el habla coloquial, harían paulatinamente extensivo a todo el
Levante, como también se conocía a esa región (este último término es de uso geográfico).
Hacia 1523, el conquistador extremeño Francisco Pizarro radicaba en Panamá como un vecino
más o menos acomodado, como todos los residentes españoles en Panamá. Empezó a
entenderse con su más cercano amigo, el capitán Diego de Almagro, sobre la posibilidad de
organizar una expedición hacia el tan mentado Birú. Ambos eran rudos y curtidos soldados con
experiencia en la conquista de Tierra Firme. La sociedad se concretó en 1524, sumándose un
tercer socio, el cura Hernando de Luque, quien debía aportar el dinero necesario para la
empresa. Se repartieron las responsabilidades de la expedición: Pizarro la comandaría,
Almagro se encargaría del abastecimiento militar y de alimentos y Luque se encargaría de las
finanzas y de la provisión de ayuda. Se convino en que todas las utilidades se dividirían en tres
partes iguales para cada socio o sus herederos, y que ninguno tendría más ventaja que otro.33
34
El análisis histórico se inclina a creer que Pizarro poseía una fortuna modesta, porque para
emprender la aventura, él y Almagro tuvieron que asociarse con un cura influyente, Hernando
de Luque, que a la sazón era párroco de Panamá. Se menciona a un cuarto "socio oculto": el
licenciado Gaspar de Espinosa, que no quiso figurar públicamente, pero que fue el verdadero
financista de las expediciones, usando como testaferro a Luque y aportando 20.000 pesos.35
Ello debió ser así, por cuanto nunca uno solo de los socios decidía de manera unilateral las
acciones. Solo posteriormente, iniciada ya la conquista física del Perú, Pizarro tomaría
decisiones de campaña o sobre acciones militares y administrativas, prerrogativas de su cargo
de gobernador de Nueva Castilla, concedido por la corona española a través de la Capitulación
de Toledo, firmada en 1529.
El conquistador Diego de Almagro, natural de la villa de Almagro, uno de los tres socios de la
conquista del Perú.
Pizarro llegó a las islas Perlas, bordeó las costas de Chochama o Chicamá, llegando hasta
Puerto Piñas y Puerto del Hambre (costa pacífica de la actual Colombia);36 prosiguió viaje,
luego de una serie de padecimientos y falta de víveres, hasta Pueblo Quemado (también
llamado Puerto de las Piedras o Río de la Espera), donde sostuvo un recio combate con los
indígenas, con el resultado de dos españoles muertos y veinte heridos (según Cieza) o cinco
muertos y diecisiete heridos (según Jerez). El mismo Pizarro sufrió siete heridas.37
Almagro decidió continuar más al sur, llegando hasta el río San Juan, pero no halló a su socio y
decidió regresar a la isla de Perlas, donde se enteró de los trajines de Pizarro. Partió entonces a
encontrarse con su socio en Chochama. Pizarro, interesado en continuar con la empresa,
ordenó a Almagro que dejara allí a sus soldados y que retornara él solo a Panamá para reparar
los dos navíos y juntar más gente.38
Antes de emprender un segundo viaje, los tres socios formalizaron su sociedad ante un notario
de Panamá, en las mismas condiciones en que verbalmente la habían conformado. A este
acuerdo escrito se conoce como el Contrato de Panamá, que se suscribió el 10 de marzo de
1526. Sin embargo, hay discrepancias en cuanto a la fecha, pues por entonces, Pizarro todavía
no regresaba a Panamá.40
En diciembre de 1525, Almagro partió de Panamá, llevando dos navíos, el Santiago y el San
Cristóbal, a bordo de los cuales iban 110 soldados, entre ellos dos grandes adquisiciones: el
piloto Bartolomé Ruiz y el artillero griego Pedro de Candía.41 Almagro se dirigió a Chochama,
al encuentro de Pizarro y sus hombres. Estos habían quedado reducidos a 50; reunidos con los
hombres traídos por Almagro, llegaron a 160.42
A principios de 1526, Pizarro y Almagro, junto con sus 160 hombres, se hicieron nuevamente a
la mar. Siguieron la ruta anterior hasta llegar al río San Juan, donde fue enviado Almagro de
regreso a Panamá en busca de refuerzos y provisiones; de otro lado, el piloto Bartolomé Ruiz
fue enviado hacia el sur a fin de que explorase esas regiones.43
Ruiz avistó la isla del Gallo, la bahía de San Mateo, Atacames y Coaque; a la altura de esta
última se tropezó con una balsa de indios tumbesinos que iban a comerciar, según parece, a
Panamá. Ruiz tomó algunas de las mercaderías: objetos de oro y plata, tejidos de algodón,
frutas y víveres, y retuvo a tres muchachos indios, que los llevó consigo para prepararlos como
intérpretes. Luego enrumbó al norte, de vuelta al río San Juan, donde le esperaba Pizarro.44
Bartolomé Ruiz fue el primer navegante europeo que traspasó la línea ecuatorial en el Océano
Pacífico, de norte a sur (Magallanes también lo había hecho en 1521, pero de sur a norte),45
descendiendo uno o dos grados de la línea equinoccial (1527).43
Mientras que Almagro estaba en Panamá y Ruiz navegaba el océano, Pizarro se dedicó a
explorar el río San Juan, sus brazos y afluentes. Muchos de sus hombres murieron a
consecuencia de las enfermedades y otros fueron devorados por los caimanes.46 Cuando
regresó Ruiz, Pizarro prometió a sus hombres que, no bien llegado Almagro, partirían hacia el
sur, a la tierra donde decían venir los muchachos indios que había traído el piloto. Cuando
finalmente arribó Almagro, con 30 hombres y seis cabalgaduras, todos se embarcaron y
enrumbaron hacia el sur.47
Pasaron por la isla del Gallo y luego por la boca del río Santiago. A continuación, se adentraron
en la bahía de San Mateo. Viendo que la costa era muy segura y sin manglares, saltaron todos
a tierra, incluyendo los caballos y se dedicaron a explorar la región. Habían arribado a la boca
del río Esmeraldas, donde vieron ocho canoas grandes, tripuladas por indígenas.48
Calmados los ánimos, los expedicionarios retrocedieron hasta el río Santiago, que los nativos
llamaban Tempulla. Mientras tanto, continuaban las penalidades entre los soldados,
traducidas en enfermedades y muertes. Finalmente, buscando un lugar más propicio, Pizarro y
Almagro decidieron pasar a la isla del Gallo, donde llegaron en mayo de 1527. Se acordó que,
nuevamente, Almagro debería volver con un navío a Panamá a traer nuevos contingentes.51
Pizarro y Almagro solían tener mucho cuidado de que no llegaran a Panamá las cartas que los
soldados enviaban a sus familiares, para evitar que las quejas de estos fueran conocidas por las
autoridades. En Panamá, Almagro tuvo sin embargo dificultades pues en un ovillo de lana que
había sido enviado como obsequio a Catalina de Saavedra (la esposa del nuevo gobernador,
Pedro de los Ríos, sucesor de Pedrarias), un soldado descontento había remitido escondida la
siguiente copla:5253
Ciertamente, el descontento entre los soldados de Pizarro era muy grande, pues llevaban
mucho tiempo pasando calamidades. Habían transcurrido dos años y medio de viajes hacia el
sur afrontando toda clase de peligros y calamidades, sin conseguir ningún resultado. Pizarro
intentó convencer a sus hombres para que siguieran adelante, sin embargo la mayoría de ellos
quería desertar y regresar a Panamá. Eran en total 80 los hombres que se hallaban en la isla
del Gallo, todos flacos y macilentos, de los cuales 20 ni podían ya mantenerse en pie.55
Los 13 de la Isla del Gallo. Óleo de Juan B. Lepiani, que representa a Francisco Pizarro en la isla
del Gallo, invitando a sus soldados a cruzar la línea trazada en el suelo.
Tafur llegó a la isla del Gallo en agosto de 1527, en medio de la alegría de los hombres de
Pizarro, que veían así finalizado sus sufrimientos. Fue en ese momento cuando se produjo la
acción épica de Pizarro, de trazar con su espada una raya en las arenas de la isla exhortando a
sus hombres a decidir entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la
línea trece hombres. Estos "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del Gallo", fueron:56
Pedro de Halcón
Alonso Briceño
Pedro de Candía
Antón de Carrión
Francisco de Cuéllar
García de Jarén
Alonso de Molina
Cristóbal de Peralta
Domingo de Soraluce
Juan de la Torre
Martín de Paz
Gonzalo Martín de Trujillo (que falleció poco después en la isla Gorgona, por lo que su puesto
fue ocupado por el piloto Bartolomé Ruiz, que pese a ser también uno de los que cruzaron la
raya, por orden de Pizarro debió regresar a Panamá, con la misión de traer refuerzos).57
Sobre la escena que se vivió en la Isla del Gallo, luego que Juan Tafur le trasmitiera a Pizarro la
orden del gobernador Pedro de los Ríos, cuenta el historiador José Antonio del Busto:
"El trujillano [Pizarro] no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con
ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una
arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el
arma una raya sobre la arena: Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al
Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere. Un silencio
de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se
sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en
número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, "no poco se alegró,
dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada". Sus
nombres han quedado en la Historia".
Pizarro y los Trece de la Fama esperaron cinco meses por los refuerzos, los cuales llegaron de
Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando de Bartolomé Ruiz
(enero de 1528)59. El navío encontró a Pizarro y los suyos en la isla Gorgona, (situada más al
norte de la isla del Gallo), hambrientos y acosados por los indios.60 Ese mismo día, Pizarro
ordenó zarpar hacia el sur, dejando en la Gorgona a tres de los “Trece” que se hallaban
enfermos: Cristóbal de Peralta, Gonzalo Martín de Trujillo y Martín de Paz. Estos quedaron al
cuidado de unos indios de servicio.61
Grabado que representa a Pedro de Candía disparando con un arcabuz de mecha, con el
propósito de mostrar y sorprender a los nativos de Tumbes.
El tesón indoblegable de Pizarro daría sus frutos. Los expedicionarios llegaron hasta las playas
de Tumbes (extremo norte del actual Perú), la primera ciudad incaica que divisaban. Allí, un
orejón o noble inca se les acercó en una balsa, siendo recibido cortésmente por Pizarro. El
noble invitó a Pizarro a que desembarcase para que visitara a Chilimasa, el cacique tallán de la
ciudad de Tumbes, que era tributario del Imperio Inca. Pizarro ordenó a Alonso de Molina que
desembarcara con un esclavo negro y llevara como obsequios para el cacique un par de
puercos y unas gallinas, todo lo cual causó gran impresión entre los indígenas.62 Luego fue
enviado el griego Pedro de Candía, para que con su arcabuz demostrara a los indios el poder
de las armas españolas. Los indios acogieron hospitalariamente a Candía, dejándole que
visitara los principales edificios de la ciudad: el Templo del Sol, el Acllahuasi o casa de las
escogidas y la Pucara o fortaleza, donde el griego apreció los ricos ornamentos de oro y plata.
Luego, sobre un paño Candía trazó el plano de la ciudad, y posteriormente escribió una
relación, hoy perdida. De vuelta donde sus compañeros, relató su experiencia, afirmando que
Tumbes era una gran ciudad construida a base de piedra, todo lo cual causó asombro y alentó
más a continuar en la empresa conquistadora.6364
Pizarro navegando por la costas que actualmente son peruanas. Grabado que aparece en la
edición española de la obra de William H. Prescott, 1851.
Pizarro ordenó continuar la exploración más hacia el sur, recorriendo las costas de los actuales
departamentos peruanos de Piura, Lambayeque y La Libertad, hasta la desembocadura del río
Santa (13 de mayo de 1528). En algún punto de la costa piurana (posiblemente en Sechura), se
entrevistó con la cacica lugareña, de la etnia de los tallanes, a la que los españoles dieron el
nombre de Capullana, por la forma de su vestido. Durante el banquete con el que le agasajó la
Capullana, Pizarro aprovechó para tomar posesión del lugar a nombre de la Corona de Castilla.
Se dice que uno de los Trece de la Fama, Pedro de Halcón, se enamoró locamente de la
Capullana y quiso quedarse en tierra, pero sus compañeros lo subieron a la fuerza al navío y
zarparon todos.65
Capitulación de Toledo
Grabado que representa al conquistador español Francisco Pizarro exponiendo ante el rey
Carlos I de España las pruebas del descubrimiento del fabuloso Imperio de los incas.
Ante la negativa del gobernador De los Ríos de otorgar permiso para un nuevo viaje, los socios
Pizarro, Almagro y Luque acordaron gestionar este permiso ante la misma corte. De mutuo
acuerdo designaron a Pizarro como el procurador o mensajero que expusiera la petición
directamente al rey Carlos I de España.70 Esa elección, entre otras razones, se debió a que,
pese a ser iletrado, Pizarro tenía porte y fluidez de palabra. Almagro no quiso acompañar a
Pizarro, ya que creía que su falta de modales y el hecho de ser tuerto podrían de alguna
manera afectar negativamente al éxito de las negociaciones, decisión de la que se arrepentiría
posteriormente, ya que Pizarro lograría grandes ventajas para sí mismo, en desmedro de sus
socios, pese a que antes de partir prometió velar por los intereses de cada uno de ellos.71
Pizarro salió de Panamá en septiembre de 1528, cruzó el istmo y llegó a Nombre de Dios, en
donde se embarcó rumbo a España, haciendo una escala en Santo Domingo (isla de La
Española). Le acompañaban el griego Pedro de Candía y el vasco Domingo de Soraluce, así
como algunos indígenas tallanes de Tumbes (entre ellos el intérprete Felipillo); llevaba
también consigo camélidos sudamericanos, primorosos tejidos de lana, objetos de oro y plata
y otras cosas que había recogido en sus viajes, para mostrarlas al soberano español, como
pruebas del descubrimiento de un gran imperio.72
Pizarro, junto con sus acompañantes, partió hacia Toledo para entrevistarse con el monarca.
Allí se encontró con su pariente, el conquistador Hernán Cortés, ya prestigiado por la conquista
de México y próximo a recibir su título de Marqués del Valle de Oaxaca, quien se dice que lo
ayudó a vincularse con la Corte. Pizarro fue recibido por Carlos I en Toledo, pero este monarca,
que estaba a punto de partir a Italia, dejó el asunto en manos del Consejo de Indias.7475
Fue así como Francisco Pizarro terminó negociando con el Consejo de Indias, presidido
entonces por el conde de Osorno, García Fernández Manrique. Tanto Pizarro como el griego
Candía expusieron ante los consejeros sus razones para que el rey diera la autorización para la
conquista y población de la provincia del Perú; Candía exhibió su paño donde había dibujado el
plano de la ciudad de Tumbes.76
Terminada la larga negociación, los consejeros redactaron las cláusulas del contrato entre la
Corona y Pizarro, que la historia conoce como la Capitulación de Toledo. Ante la ausencia del
rey Carlos I, la reina consorte Isabel de Portugal firmó el documento el 26 de julio de 1529.
Estos fueron los principales acuerdos de esta Capitulación:77
Se dio a Pizarro los títulos de Gobernador y Capitán General de la provincia del Perú, así como
los de Alguacil Mayor y Adelantado, todos ellos de por vida, con un sueldo anual de 725.000
maravedíes.
Hernando de Luque recibió el Obispado de Tumbes y el título de “Protector de los Indios”, con
1000 ducados de sueldo al año.
A los Trece de la Isla del Gallo se los elevó a la categoría de hidalgos de solar conocido, y a los
que ya lo eran, se les concedió el título de “Caballeros de la Espuela Dorada”.
Bartolomé Ruiz fue nombrado “Piloto Mayor de la Mar del Sur”, con 75.000 maravedíes de
salario anual.
Pedro de Candía fue nombrado “Artillero Mayor del Perú” y Regidor de Tumbes.
Pizarro debía salir a los seis meses a partir de la fecha del documento, y desde Panamá tenía
otros seis meses para seguir a las tierras del Perú. Se le autorizaba a llevar 150 peninsulares,
100 que podían reclutar en América, así como 50 esclavos negros, oficiales de la Real
Hacienda, eclesiásticos y religiosos.
Como se puede ver, el gran beneficiado por esta Capitulación fue Francisco Pizarro, en
desmedro de sus socios Almagro y Luque. En el caso de Almagro, Pizarro arguyó en su defensa
que fue el rey en persona quien se opuso a que el mando se dividiera entre ambos socios;7879
fue así que Pizarro concentró en su persona los títulos de Gobernador, Capitán General,
Alguacil Mayor y Adelantado, mientras que a Almagro solo se le dio la gobernación de Tumbes.
"Los españoles transportados en una balsa a la isla de Puná" (en Historia de la conquista del
Perú, de William Prescott, edición en español. 1851).
Pizarro aprovechó su estancia en la península ibérica para visitar Trujillo, su ciudad natal,
donde se reunió con sus hermanos Gonzalo, Hernando y Juan, a quienes convenció para que se
sumaran a la empresa conquistadora.8081 Con ellos preparó su tercer y definitivo viaje por la
conquista del Perú. Reunió cuatro naves: tres galeones y una zabra destinada a capitana, pero
le fue difícil reunir los 150 hombres que le exigía una de las cláusulas de la capitulación. Sin
embargo, Pizarro logró burlar los controles de las autoridades y el 26 de enero de 1530, último
día de plazo, se adelantó a bordo de la capitana, zarpando de Sanlúcar. Los otros navíos, al
mando de su hermano Hernando, le siguieron después, convenciendo al factor (inspector) de
la Casa Contratación de Sevilla que llevaban más de 150 hombres. En realidad llevaban menos
de esa cantidad.82
Tras un viaje sin contratiempos, Pizarro arribó a Nombre de Dios, donde se encontró con su
socio Almagro que, como era de esperarse, recibió con desagrado la noticia de las pocas
prerrogativas conseguidas para él en la capitulación, en comparación a los títulos y poderes
otorgados a Pizarro. A este disgusto se sumó la actitud prepotente de Hernando Pizarro, el más
temperamental de los hermanos Pizarro. Almagro pensó incluso a separarse de la sociedad,
pero Luque logró, una vez más, reconciliar a los dos socios.838479
De Nombre de Dios, los tres socios y sus hombres pasaron a la ciudad de Panamá. Empezaron
los preparativos. Durante ocho meses, de abril a diciembre de 1530, los soldados reclutados
realizaron su adiestramiento militar.85 Pizarro logró reunir tres naves a las que proveyó con
todo lo necesario para realizar la “entrada” definitiva al Perú.84
Pizarro partió finalmente de Panamá el 20 de enero de 1531, con dos navíos, dejando el otro
barco en el puerto al mando del capitán Cristóbal de Mena, con el encargo de seguirle
después. Como en anteriores ocasiones, Almagro se quedó en Panamá para proveer de todo lo
necesario para la expedición.86 Después de 13 días de navegación (dato de Jerez), Pizarro llegó
a la bahía de San Mateo, donde decidió avanzar por tierra.87 Los expedicionarios caminaron
bajo las inclemencias del clima tropical, la creciente de los ríos, el hambre y las enfermedades
tropicales. Encontraron algunos pueblos indios abandonados, y en uno de ellos, Coaque,
permanecieron varios meses, hallando oro, plata y esmeraldas, en algunas cantidades
apreciables. Pizarro despachó a los tres navíos con dichas riquezas para que sirvieran de
aliciente a los españoles: dos de ellos rumbo a Panamá y uno a Nicaragua. La táctica hizo
efecto: los navíos regresaron de Panamá con treinta infantes y veintiséis jinetes, mientras que
en Nicaragua el capitán Hernando de Soto, entusiasmado al ver las muestras de oro, empezó a
reclutar gente para partir rumbo al Perú. El botín hallado en Coaque fue, pues, el comienzo de
la tentación por llegar al Perú.88
Pizarro partió de Coaque en octubre de 1531. Siguiendo al sur, empezó a recorrer la actual
costa de Ecuador. Pasó el cabo de Pasao o Pasado, habitada por indios belicosos y caníbales.91
Recorrió luego la bahía de Caráquez, donde embarcaron a toda la gente enferma, continuado
el resto por tierra. A toda esa región los cronistas llaman Puerto Viejo o Portoviejo.92 Pasaron
luego por Tocagua, Charapotó y Mataglan; en esta última se encontraron con Sebastián de
Belalcázar, venido de Nicaragua y que estaba al mando de 30 hombres bien armados, con doce
cabalgaduras, todos los cuales se sumaron a la expedición de Pizarro (noviembre de 1531).93
Pasaron después por Picuaza, Marchan, Manta, la Punta de Santa Elena, Odón, hasta la
entrada del golfo de Guayaquil.94 El hambre y la sed siguieron castigando a los
expedicionarios, pero se hallaban ya cerca de las puertas del imperio incaico.95
La conquista
Mapa que muestra la ruta de la expedición encabezada por Pizarro durante la conquista del
Perú, desde el inicio de su Tercer Viaje, hasta la llegada al Cuzco, la capital de los incas.
Pasando por el golfo de Guayaquil, Pizarro y sus expedicionarios avistaron la gran isla de Puná,
separada de tierra firme por un delgado brazo de mar, llamado «el paso de Huayna Cápac». El
curaca o cacique de la isla, llamado Tumbalá, invitó a los españoles a que cruzaran el paso y
visitaran sus dominios. Pizarro aceptó, pese al peligro de una emboscada, pues planeaba usar
la isla como cabeza de puente para el desembarco en Tumbes.9690
En Puná, Pizarro se enteró del violento fin que tuvo Alonso de Molina y otros soldados
españoles que se habían quedado entre los indios en el curso de su segundo viaje. Se dice que
los españoles hallaron en la isla un lugar que tenía una cruz alta y una casa con un crucifijo
pintado en una puerta y una campanilla colgada y que luego salieron de dicha casa más de
treinta chiquillos de ambos sexos, diciendo en coro «Loado sea Jesucristo, Molina, Molina».
Los indios contaron entonces que Molina había llegado a Puná huyendo de los tumbesinos y
que se había dedicado a adoctrinar a los niños en la fe cristiana: luego, los isleños lo
convirtieron en su caudillo durante la guerra librada contra los chonos, peleando en varios
combates, hasta que, en cierta ocasión, hallándose de pesca a bordo de una balsa, fue
sorprendido y ultimado por los chonos.97
Tumbalá entró en tratos con Pizarro, ofreciéndole su ayuda en su proyectado avance hacia
Tumbes.98 Y es que entre Puná y Tumbes existía una continua guerra; incluso, en la isla había
unos 600 prisioneros tumbesinos, esclavizados por los puneños. Los españoles recibieron
regalos e instrumentos musicales por parte de Tumbalá, como símbolo de la alianza.
Llegó por entonces a Puná el curaca Chilimasa de Tumbes, que se entrevistó secretamente con
Pizarro; este hizo que Chilimasa y Tumbalá se amistaran e hicieran las paces. Lo que ignoraba
el español era que ambos curacas ya no peleaban entre sí, sino que se hallaban sometidos a la
voluntad del inca Atahualpa, a través de un noble quechua que ejercía como gobernador de
Tumbes y Puná. Ambos guardaban también un secreto plan para exterminar a los españoles,
siguiendo las directivas del Sapa Inca.99
Grabado que representa a Hernando Pizarro herido, durante la lucha contra los indios de Puná.
Pizarro, para ganarse el apoyo de los tumbesinos, les entregó a algunos de los jefes de Puná
que habían sido tomados prisioneros y puso en libertad a los seiscientos tumbesinos
esclavizados que se hallaban en la isla. Como señal de agradecimiento, Chilimasa aceptó
prestar sus balsas para que los españoles pudieran trasladar en ellas sus fardajes. Pero detrás
de esas muestras de amistad, Chilimasa mantenía su plan secreto de exterminar a los
españoles, siguiendo las directiva que le había dado Atahualpa.101
Pizarro permaneció en Puná hasta abril de 1532, cuando emprendió el avance hacia la costa
tumbesina.102
Desembarco en Tumbes
La navegación de los españoles hacia Tumbes duró tres días. Estando todavía en alta mar,
Pizarro ordenó que se adelantaran las cuatro balsas que Chilimasa le había cedido para
transportar los equipajes, en las cuales iban tripulantes indios y tres españoles en cada una de
ellas. Fue entonces cuando los indios procedieron a realizar la estratagema destinada a
exterminar a los españoles. La primera balsa que llegó a tierra fue rodeada por los indios y los
tres españoles que en ella iban fueron atacados y arrastrados hasta un bosquecillo, donde
fueron descuartizados y echados sus pedazos en grandes ollas con agua hirviente. La misma
suerte iban a correr otros dos españoles que llegaban en la segunda balsa, pero los voces de
auxilio gritadas a tiempo hicieron efecto, ya que Hernando Pizarro, con un grupo de españoles
a caballo, arremetió contra los indios. Muchos de estos murieron a manos de los españoles y
otros huyeron a los bosques.103
Con los datos proporcionados por los cronistas españoles, se puede reconstruir el contexto en
que ocurrió la destrucción de Tumbes, tal como la hallaron los españoles: este poblado había
sido arrasado por orden del inca Atahualpa, en castigo por haber apoyado a Huáscar, en plena
guerra civil incaica. Es posible también que una epidemia diezmara a sus pobladores, tal vez la
viruela traída por los españoles, la misma que acabara con la vida del inca Huayna Cápac. Los
tumbesinos fueron obligados a rendir vasallaje a Atahualpa, quien ordenó a su curaca
Chilimasa realizar una comisión especial, para demostrar su lealtad: ganarse la confianza de los
españoles, para luego, una vez en pleno desembarco, matarlos a todos. Sin embargo, parece
ser que quien llevó a cabo el plan fue el capitán incaico dejado en Tumbes por el mismo
Atahualpa, con el apoyo de algunos jefes de Chilimasa, mientras que este se mantuvo al
margen. De todos modos, el plan fracasó.106
Fue en Tumbes donde Pizarro se enteró de la existencia de la ciudad del Cusco, a través de una
conversación que sostuvo con un indio tumbesino, según se relata en la crónica de Pedro
Pizarro:
«...pues preguntando al indio qué era, el dijo que era un pueblo grande donde residía el Señor
de todos ellos, y que había mucha tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas
chapeadas con planchas de oro...».
Se informó también sobre la existencia de valles más fértiles. Todos estos informes
entusiasmaron a Pizarro, quien quedó muy alentado para continuar con la conquista.107
Cabe contar también que hubo un conato de rebelión entre los españoles, específicamente en
la persona de Hernando de Soto. Este, durante la correría que hizo al interior persiguiendo a
los tumbesinos rebeldes, quedó maravillado al ver el majestuoso camino inca (el Qhapaq Ñan)
que iba hacia el norte, a la provincia de Quito. Quiso entonces Soto, que comandaba una
nutrida hueste, independizarse de Pizarro y dirigir por su cuenta una expedición a ese
territorio, pero varios de sus hombres no quisieron seguirle, y algunos fueron a contarle a
Pizarro, por lo que el motín debió frustrarse. Pizarro hizo como que no se enteró, pero a partir
de entonces vigiló rigurosamente a Soto.108
El 16 de mayo de 1532 Pizarro abandonó Tumbes, donde dejó una guarnición española al
mando de los oficiales reales.109
Las huestes de Pizarro, que sumaban unos 200 hombres, avanzaron con dirección a Poechos,
divididos en dos grupos. La vanguardia estaba al mando del mismo Francisco Pizarro,
acompañado por Hernando de Soto. La retaguardia, que constituía el grueso de las tropas, y
que estaba al mando de Hernando Pizarro, salió de Tumbes poco después, avanzando
lentamente porque en sus filas había enfermos.110
El 25 de mayo de 1532 los españoles llegaron a Poechos,111 que era una localidad habitada
por indios tallanes y gobernaba por el curaca Maizavilca, un indio rechoncho y muy astuto.
Este recibió cordialmente a los españoles y para ganarse más la voluntad de Pizarro, le regaló a
su sobrino, un muchacho que fue bautizado como Martinillo y que se convirtió en
intérprete.112
Poco después, llegó a Poechos la retaguardia de conquistadores que venía con Hernando
Pizarro. Francisco Pizarro mandó a sus hombres a explorar la región: a Juan Pizarro y a
Sebastián de Belalcázar envió a las provincias adyacentes a Poechos; y a Hernando de Soto le
comisionó recorrer las márgenes del río Chira. Soto halló poblaciones numerosas, con curacas
o caciques muy revoltosos, a los cuales capturó y llevó a Poechos, donde fueron obligados a
jurar vasallaje al rey de España.113
Fue en Poechos donde los españoles supieron de la existencia de un gran monarca que
dominaba todo un vasto imperio, el inca Atahualpa, el cual se estaba desplazando de Quito a
Cajamarca. Además, tuvieron detalles de la guerra que aquel rey sostuvo con su hermano
Huáscar, el cual, tras ser derrotado, se hallaba cautivo. Preocupado por la guarnición dejada en
Tumbes, Francisco comisionó a Hernando Pizarro a que volviera allá y trajera consigo a todos
sus hombres.114
Hernando Pizarro regresó por tierra, pero algunos españoles lo hicieron por mar. Por entonces
se habían levantado los curacas de la Chira y de Amotape, obligando a los españoles de
Hernando Pizarro, a atrincherarse en la huaca Chira y enviar un mensaje a Francisco Pizarro en
demanda de ayuda. Este, al mando de 50 jinetes, se dirigió a auxiliar a sus compañeros de
armas, logrando salvarlos. Pizarro castigó severamente a los curacas: luego de someterlos a
tormento para que confesaran su conjura, trece de ellos fueron estrangulados y quemados sus
cuerpos, según lo cuenta Pedro Pizarro en su crónica.115
El orejón espía
Enterado Maizavilca que Pizarro planeaba fundar una ciudad de cristianos cerca de su
territorio, se incomodó y se puso de acuerdo con los demás curacas tallanes sobre la manera
de deshacerse de los españoles. Enviaron mensajeros al inca Atahualpa, que se encontraba
entonces en Huamachuco celebrando su triunfo sobre Huáscar, para informarle de la
presencia en Tumbes y Piura de gente extraña, de tez blanca y con barba, salidos del mar, que
según ellos podían ser los dioses viracochas, aludiendo a una antigua leyenda que vaticinaba la
llegada de seres divinos con esas características. Querían de esa manera que el inca se
interesara y que invitara a los españoles a su encuentro.116
En efecto, Atahualpa se interesó en el asunto y envió un espía a Poechos. Pedro Pizarro, que
había quedado con Hernando Pizarro en Poechos, describe al espía como un orejón o noble
inca, al que llama Apo (que en realidad es un título, que significa “señor”). Cristóbal de Mena lo
llama simplemente “capitán del Inca” y Juan de Betanzos afirma que se llamaba Ciquinchara y
que era un orejón natural de Jaquijahuana.117
Retrato de la fundación de San Miguel de Tangarará por parte de Pizarro, primera ciudad
española en el Perú.
Luego de apaciguar a Chira, Pizarro se dirigió a Tangarará o Tangarala, a orillas del río Chira, en
donde se propuso fundar una villa. Se encomendó la exploración de la región al fraile dominico
Vicente de Valverde.
La villa de San Miguel de Tangarará, fue fundada el 15 de agosto de 1532 (según el cálculo
hecho por el historiador José Antonio del Busto).119n 1 Se eligió ese lugar pues era muy fértil y
se hallaba regularmente poblada de indios; estaba a la margen derecha del río Chira, a unas 6
leguas de un lugar llamado Amotape y a 40 km del mar.120 Luego de la ceremonia se
inscribieron como vecinos 46 conquistadores. Como su teniente de gobernador fue nombrado
el contador Antonio Navarro y como alcaldes ordinarios al asturiano Gonzalo Farfán de los
Godos y al castellano Blas de Atienza. Francisco Pizarro hizo el primer reparto de tierras y
siervos indios entre los españoles que quisieron afincarse en la villa. Este primer reparto
incluyó además de Piura, Tumbes, el más codiciado repartimiento, que le fue concedido a
Hernando de Soto.121
San Miguel de Tangarará, actual ciudad de Piura, fue la primera ciudad española fundada en el
Perú y en todo el hemisferio sur. Tiempo después, en 1588, su sede fue trasladada a donde se
halla actualmente, en Tacalá, en el valle del río Piura.122
Los españoles siguieron recibiendo noticias sobre la riqueza y la inmensidad del imperio
incaico. Así, supieron de la existencia, más al sur, en la costa, de Chincha, gran emporio
comercial, marítimo y terrestre; y de la fabulosa ciudad del Cuzco, que se hallaba más adentro,
en la sierra, capital del imperio. Sabían también que el inca Atahualpa, luego de vencer a su
hermano Huáscar, se hallaba en Cajamarca, a doce o quince jornadas de San Miguel, a donde
se llegaba cruzando una inmensa cordillera. El miedo cundió en algunos españoles, que
querían regresar a Panamá. Cierto día se halló en la puerta de la iglesia de San Miguel un papel
clavado donde estaba escrita una copla contra Pizarro. Se acusó de ser su autor a Juan de la
Torre, uno de los trece de la fama, quien, sometido a tortura, confesó su responsabilidad,
siendo condenado a muerte. Pero Pizarro le conmutó la pena y lo desterró, siendo embarcado
en un navío mercante. Algunos años después se comprobó su inocencia y retornó al Perú.123
La marcha a Cajamarca
Hernando de Soto, fue uno de los embajadores españoles que se entrevistaron con el inca
Atahualpa en Pultumarca o los Baños del Inca, cerca de Cajamarca.
El cronista Jerez dice que Pizarro salió de San Miguel el 24 de septiembre de 1532. Pizarro
cruzó el río Chira y luego de tres días de marcha, llegó al fértil valle del río Piura, donde se
detuvo diez días. Descontando algunos que regresaron a San Miguel (a solicitud del teniente
de gobernador de esa villa), la hueste de Pizarro quedó conformada por 62 jinetes y 102
infantes.124125
Pizarro partió de Piura el 8 de octubre de 1532. Ese mismo día envió una avanzada de 50 a 60
soldados, al mando de Hernando de Soto, hacia el pueblo de Caxas o Cajas (actualmente
desaparecido), donde se decía que estaba el ejército de Atahualpa; de paso, Soto debía
conseguir el vasallaje de los nativos.126 Soto llegó a Caxas el 10 de octubre, encontrando el
poblado destruido y casi despoblado, enterándose que todo ello era obra de los atahualpistas,
que castigaron así al curaca del pueblo por ser huascarista. No obstante, los españoles hallaron
depósitos de alimentos y ropas, y un acllahuasi con más de 500 acllas o vírgenes del Sol, que
Soto repartió entre sus hombres. Fue entonces cuando apareció Ciquinchara, el espía inca
enviado a Poechos, quien recriminó a Soto por su osadía; luego se presentó como embajador
de Atahualpa, con la misión de ir a invitar a Pizarro para que fuese al encuentro con el Sapa
Inca. Ciquinchara llevaba unos curiosos presentes para Pizarro: unos patos desollados y unas
fortalecillas de piedra.127
Mientras tanto, Pizarro llegó al pueblo de Pavur, en la orilla derecha del río Piura. Luego,
pasando a la margen opuesta, el 10 de octubre llegó al pueblo o fortaleza de Zarán o Serrán,
donde acampó para esperar a Soto, quien llegó el 16 de octubre.129 Ciquinchara se entrevistó
con Pizarro para hacerle saber que el Inca «tiene la voluntad de ser su amigo, y esperalle en
paz en Caxamarca». Luego de esto el embajador retornó donde Atahualpa llevando consigo
unos regalos que enviaba con él Francisco Pizarro (una camisa blanca y muy fina, cuchillos,
tijeras, peines y espejos de España) y para informarle que el jefe español «se apresuraría en
llegar a Caxamarca y ser amigo del Inca».130
Tras descansar ocho días en Serrán, Pizarro partió el 19 de octubre de 1532, continuando su
marcha hacia Cajamarca. Pasó por los pueblos de Copis, Motupe, Jayanca y Túcume, en tierra
de los lambayeque. El 30 de octubre llegó al pueblo de Cinto, cuyo curaca informó a Pizarro de
que Atahualpa había estado en Huamachuco y de que se dirigía a Cajamarca con cincuenta mil
hombres de guerra. Desde Cinto, Pizarro envió a un jefe tallán, de nombre Guachapuro, como
su mensajero para hablar con Atahualpa, con algunos presentes (una copa de cristal de
Venecia, borceguíes, camisas de Holanda, cuenta de vidrio y perlas).131 Cinto, unida
posteriormente a Collique, sería el origen de la ciudad de Chiclayo.132
El 4 de noviembre Pizarro prosiguió su marcha, pasando por Reque, Mocupe y Saña, esta
última una población grande y con mucha comida, al pie de la sierra. 133 Allí los españoles
encontraron una bifurcación del camino. Uno de ellos llevaba a Chincha y el otro a Cajamarca.
Algunos españoles opinaban que sería mejor ir a Chincha y postergar el encuentro con
Atahualpa. Sin embargo, Pizarro decidió continuar hacia Cajamarca, aduciendo que ya el Sapa
Inca sabía que había partido de San Miguel y que iba a su encuentro, habiéndole incluso
enviado mensajes en ese sentido; cambiar la ruta haría creer a Atahualpa de que los españoles
rehuían por cobardía.134 Asimismo, Pizarro quería capturar al principal líder indígena,
siguiendo las recomendaciones de Hernán Cortés: "lo primero que hay que hacer es
apoderarse del jefe, lo consideran como su dios y tienen poder absoluto. Con ello, los demás
no saben qué hacer". Él mismo ya lo había experimentado en Coaque, la Puná y Túmbes, y
sabía que apresando un curaca y teniéndolo como rehén se ganaba mucho. En cambio, suelto,
el curaca se convertía en enemigo peligroso.135
El 9 de noviembre de 1532 Pizarro acampó en medio del frío de la sierra, donde recibió una
embajada de Atahualpa, con diez llamas que el Inca había enviado como regalo y avisándole
que este se hallaba hacía cinco días en Cajamarca. El 10 de diciembre Pizarro prosiguió su
camino y acampó en un lugar que podría ser la actual población de Pallaques.137 Aquí recibió
otra embajada del Inca, encabezada nuevamente por Ciquinchara, que traía otro obsequio de
diez llamas, y ratificaba los informes de la anterior embajada, en el sentido de que Atahualpa
se hallaba en Cajamarca, donde esperaba en son de paz a los españoles. Ciquinchara
acompañó a Pizarro durante todo el camino a Cajamarca.138
Pizarro continuó el viaje, llegando el 11 de noviembre a un lugar que posiblemente es la actual
Llapa, donde descansó todo el día 12. El camino era muy fatigoso, por ser muy áspero, lleno de
riscales y abismos.137
El 13 de noviembre de 1532 regresó Guachapuro, el mensajero tallán que envió Pizarro ante
Atahualpa. Cuenta Jerez que Guachapuro, viendo al embajador del Sapa Inca (Ciquinchara),
arremetió contra él y lo cogió de las orejas, siendo separado por Pizarro, que le preguntó la
razón de su agresión. Guachapuro dio las siguientes explicaciones: que el enviado del Sapa Inca
era un mentiroso, que Atahualpa no estaba en Cajamarca sino en el campo (Baños del Inca) y
tenía mucha gente de guerra acampadas en innumerables tiendas; que a él lo habían querido
matar, pero se había salvado porque amenazó con que los embajadores de Atahualpa serían
ajusticiados por Pizarro; que no permitieron que hablara directamente con el Inca, porque
estaba ayunando, y se entrevistó, por fin, con un tío de Atahualpa, quien le requirió por los
cristianos, siendo esta su respuesta:
«Y yo les dije que son valientes hombres y muy guerreros; que traen caballos que corren como
viento y los que van en ellos, llevan unas lanzas largas, y con ellas matan a cuantos hallan,
porque luego en dos saltos los alcanzan, y los caballos con los pies y bocas matan muchos. Los
cristianos que andan a pie dije son muy sueltos, y traen en el brazo una rodela de madera con
que se defienden y jubones fuertes colchados de algodón y unas espadas muy agudas que
cortan por ambas partes, de cada golpe, un hombre por medio, y a una oveja (nota: llama)
llevan la cabeza, y con ella cortan todas las armas que los indios tienen; y otras traen ballestas
que tiran de lejos, que de cada saeteada matan un hombre y tiros de pólvora que tiran pelotas
de fuego, que matan mucha gente».139
Por su parte, Ciquinchara, un tanto asombrado de escuchar que un indio tallán hablara con
tanto atrevimiento, replicó así: que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque sus casas
habían sido reservadas para aposentar a los cristianos; que Atahualpa se hallaba en el campo
porque esa era su costumbre desde que estaba en guerra con Huáscar; que cuando el Sapa
Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino con su padre el Inti. Muy
diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión, dando a entender que no tenía por qué dudar
de la intención pacífica de Atahualpa.140
"El valle de Caxamalca". Grabado que aparece en la edición española de la obra de William H.
Prescott, 1851.
El Inca Garcilaso de la Vega y Miguel de Estete aseguran que los españoles encontraron en
Cajamarca «gente popular y algunos de la gente de guerra» de Atahualpa. Además, que fueron
bien recibidos. Otros cronistas, como Jerez, aseguran que los españoles no encontraron gente
en el poblado. Antonio de Herrera y Tordesillas dice que «sólo se veían en un extremo de la
plaza unas mujeres que lloraban la suerte que el destino reservaba a los españoles que habían
provocado la cólera del emperador indio»143
Y eran tantas las tiendas... que cierto nos puso harto espanto; porque no pensamos que indios
pudieran tener tan soberbia estancia, ni tantas tiendas, ni tan a punto; lo cual hasta allí en las
Indias nunca se vio; que nos causó a todos los españoles harta confusión y temor…
Entrados en Cajamarca, Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con veinte jinetes y el
intérprete Felipillo, como embajada para decirle a Atahualpa «que él venía de parte de Dios y
del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que se viniese a
ver con él.» Soto se hallaba ya a medio camino, cuando Pizarro, viendo desde lo alto de una de
las “torres” de Cajamarca el impresionante campamento del Inca, temió que sus hombres
pudieran sufrir una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte
encabalgados más y el intérprete Martinillo.144
Tras cruzar el campamento inca, Soto primero, y luego Hernando Pizarro, llegaron ante el
palacete del Sapa Inca, situada en medio de un pradillo, custodiado por unos 400 guerreros
incas. A través de los intérpretes, los españoles inquirieron la presencia del Inca, pero este
demoró en salir, a tal punto que inquietó a Hernando, quien ofuscado, ordenó a Martinillo:
«¡Decidle al perro que salga...!»145
Tras el exabrupto de Hernando Pizarro, un orejón o noble inca salió del palacete a observar la
situación y luego tornó al interior, informando a Atahualpa que se hallaba afuera el mismo
español irascible que lo había golpeado en Poechos, sede del curacazgo de Maizavilca. En
efecto, dicho orejón era Ciquinchara, el espía que había sido enviado por el Sapa Inca para que
observara a los españoles, cuando estos todavía se hallaban en Poechos (en el actual
departamento de Piura), ocasión en la que sufrió la ira de Hernando Pizarro. Atahualpa se
animó entonces a salir, caminando hacia la puerta del palacete y procediendo a sentarse sobre
un banco colorado, siempre tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta.
Atahualpa miró muy particularmente al osado que lo había llamado «perro», pero se dirigió a
Soto, diciéndole que avisara a su jefe que al día siguiente iría a verlo en Cajamarca y que ahí
deberían pagarle todo lo que tomaron durante su estancia en sus tierras.
Hernando Pizarro, sintiéndose desplazado, le dijo a Martinillo que le comunicara al Sapa Inca
que entre él y el capitán Soto no había diferencia, porque ambos eran capitanes de Su
Majestad española. Pero Atahualpa no se inmutó, mientras cogía dos vasos de oro, llenos de
chicha o licor de maíz, que le alcanzaron algunas mujeres. Soto le comentó al Inca que su
compañero era hermano del Gobernador. El Inca siguió mostrándose indiferente ante
Hernando Pizarro, pero finalmente se dirigió a él, diciéndole que su capitán Maizavilca le había
informado sobre la manera en que había humillado a varios caciques encadenándolos, y que,
de otro lado, el mismo Maizavilca se vanagloriaba de haber matado a tres cristianos y a un
caballo; a lo que el impulsivo Hernando contestó que Maizavilca era un bellaco y que él y todos
los indios no podrían nunca matar cristianos ni caballos porque eran todos unas gallinas, y que
si quería comprobarlo, que él mismo le acompañara en la guerra contra sus enemigos, para
que viera cómo se batían los españoles.
Luego, el Sapa Inca ofreció a los españoles los vasos de licor, pero aquellos, temerosos de que
la bebida estuviera envenenada, se excusaron de tomarla, diciendo que estaban en ayuno. A lo
que el Inca replicó diciendo que él también estaba ayunando y que el licor de ningún modo
hacía romper el ayuno. Para que se disipara cualquier temor, el Inca probó un sorbo de cada
uno de los vasos, lo que tranquilizó a los españoles, que bebieron entonces el licor. Soto,
montado en su caballo, quiso enseguida lucirse y comenzó a galopar, haciendo cabriolas ante
el Sapa Inca; de repente avanzó sobre el monarca como queriendo atropellarle, pero paró en
seco. Soto quedó asombrado al ver que el Inca había permanecido inmutable, sin hacer el
menor gesto de miedo. Algunos de los servidores del Inca mostraron temor y por ello fueron
castigados. Atahualpa ordenó luego traer más bebida y todos bebieron. Finalizó la entrevista
con la promesa de Atahualpa de ir al día siguiente a encontrarse con Francisco Pizarro.147
El Sapa Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales
se apostasen en las afueras de Cajamarca, para capturar a los españoles: estaba seguro que al
ver tanta gente, los españoles se rendirían. Atahualpa ideó un plan para capturar a los
españoles poniendo a cargo a Rumiñahui para que lo ejecutara. Sin embargo, Rumiñahui huyó
cuando se produjo la captura de Atahualpa.148
Captura de Atahualpa
Era inevitable que en la noche del 15 de noviembre de 1532, previa al encuentro con el Sapa
Inca, cundiera el miedo entre la tropa española.151 Pedro Pizarro dice: «Pues estando así los
españoles, fue la noticia a Atahualpa, de indios que tenía espiando, que los españoles estaban
metidos en un galpón, llenos de miedo, y que ninguno aparecía por la plaza. Y a la verdad el
indio la decía porque yo oí a muchos españoles que sin sentirlo se orinaban de puro
temor».152 Los conquistadores a las órdenes de Pizarro velaron armas durante la noche,
Francisco Pizarro sobre la base de los largos relatos que le hacía Hernán Cortés sobre la
conquista de los mexicas, tenía en mente capturar al Inca imitando a Cortés en México.
Pizarro dispuso que el griego Pedro de Candía se colocase en lo más alto de la fortalecilla o
tambo real, en el centro de la plaza, con dos o tres infantes y dos falconetes o cañones
pequeños, adjuntándoles además dos trompetas. A los de caballo los dividió en dos fracciones,
al mando de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, respectivamente. La infantería también
fue dividida en dos fracciones, una al mando de Francisco Pizarro y la otra al mando de Juan
Pizarro. Todos debían estar escondidos en los edificios que rodeaban la plaza, esperando la
llegada del Inca y hasta escuchar la señal de ataque. Esta sería un arcabuzazo disparado por
uno de los que estaban con Pizarro, y el sonoro grito de ¡Santiago!. Si por alguna razón el
disparo no fuera oído por Candia, se agitaría un pañuelo blanco como señal para que el griego
disparara su falconete e hiciera sonar las trompetas (los trompeteros eran Juan de Segovia y
Pedro de Alconchel). La orden era causar estragos entre los indios y capturar al Sapa Inca.153
Tened todos ánimo y valor para hacer lo que espero de vosotros y lo que deben hacer todos
los buenos españoles y no os alarméis por la multitud que dicen tiene el enemigo, ni por el
número reducido en que estamos los cristianos. Que aunque fuésemos menos y el enemigo
contrario fuese más numeroso, la ayuda de Dios es mayor todavía, y en la hora de la necesidad
Él ayuda y favorece a los suyos para desconcertar y humillar el orgullo de los infieles y atraerles
al conocimiento de nuestra Santa Fe.
Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresó a la plaza de
Cajamarca, pensado que su ejército de 20.000 hombres sería suficiente para que los españoles
se retiraran sin luchar, sus hombres no estaban armados. Miguel de Estete dice: «A la hora de
las cuatro comienzan a caminar por su calzada delante, derecho a donde nosotros estábamos;
y a las cinco o poco más, llegó a la puerta de la ciudad». El Inca comenzó su entrada en
Cajamarca, antecedida por su vanguardia de cuatrocientos hombres, ingresó a la plaza con
toda su gente, en una «litera muy rica, los cabos de los maderos cubiertos de plata...; la cual
traían ochenta señores en hombros; todos vestidos de una librea azul muy rica; y él vestido su
persona muy ricamente con su corona en la cabeza y al cuello un collar de esmeraldas grandes;
y sentado en la litera en una silla muy pequeña con un cojín muy rico». Por su parte, Jerez
señala: «Entre estos venía Atahualpa en una litera aforrada de plumas de papagayos de
muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata». Detrás del Sapa Inca venían otras dos
literas, donde iban dos personajes importantes del Imperio: uno de ellos era el Chinchay
Cápac, el gran señor de Chincha, y el otro probablemente era el Chimú Cápac o gran señor de
los chimúes (otros dicen que era el señor de Cajamarca). Los guerreros incas que ingresaron al
recinto se calcula en número de 6.000 a 7.000 y ocupaban media plaza.155
Francisco Pizarro envió ante el Sapa Inca al fraile dominico, fray Vicente de Valverde, al
soldado Hernando de Aldana y al intérprete Martinillo. Ante el Inca, el fraile Valverde hizo el
requerimiento formal a Atahualpa de abrazar la fe católica y someterse al dominio del rey de
España, al mismo tiempo que le entregaba un breviario o un Evangelio de la Biblia. El diálogo
que siguió es narrado de forma diferente por los testigos. Según algunos cronistas, la reacción
del Sapa Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y desdén. Atahualpa abrió y revisó el
evangelio minuciosamente. Al no encontrarle significado alguno, lo tiró al suelo, mostrando
singular desprecio. La reacción posterior de Atahualpa fue decirle a Valverde que los españoles
devolviesen todo lo que habían tomado de sus tierras sin su consentimiento, reclamándoles en
especial las ropas que habían tomado de sus almacenes; que nadie tenía autoridad para
decirle al Hijo del Sol lo que tenía que hacer y que él haría su voluntad; y finalmente, que los
extranjeros «se fuesen por bellacos y ladrones»; en caso contrario los mataría.156
Lleno de miedo, el fraile Valverde corrió donde Pizarro, seguido de Aldana y el indio intérprete,
al tiempo que gritaba al jefe español: «¡Qué hace vuestra merced, que Atabalipa está hecho un
Lucifer!». Luego, Valverde le contó que el “perro” (idólatra) había arrojado el evangelio a
tierra, por lo que prometió la absolución a todo aquel que saliera a combatirlo.157
Pintura que recrea la entrada sorpresiva de los españoles en la ciudad inca de Cajamarca.
A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado. Candía disparó su falconete,
tocaron las trompetas y salieron los jinetes al mando de Hernando de Soto y de Hernando
Pizarro. Los caballos fueron los que causaron más pánico a los indígenas, que no atinaron a
defenderse y solo pensaron en huir de la plaza; tal era la desesperación, que formaron
pirámides humanas para llegar a lo alto del muro que circundaba la plaza, muriendo muchos
asfixiados por la aglomeración. Hasta que finalmente, debido a la tremenda presión, el muro
se derrumbó, y por encima de los muertos aplastados, los sobrevivientes huyeron por la
campiña. Tras ellos se lanzaron los jinetes españoles, dando alcance y matando a todos los que
pudieron.158
Mientras tanto, en la plaza de Cajamarca, Francisco Pizarro buscaba el anda del Sapa Inca,
mientras que Juan Pizarro y los suyos cercaban al Señor de Chincha y lo mataban en su
litera.155 Los españoles arremetieron especialmente contra los nobles y curacas, que se
distinguían por sus libreas (uniformes) con escaques de color morado.159 «Otros capitanes
murieron, que por ser gran número no se hace caso de ellos, porque todos los que venían en
guarda de Atahualpa eran grandes señores.» (Jerez). Entre esos capitanes del Inca que cayeron
ese día figuraba Ciquinchara, el mismo que había oficiado de embajador ante los españoles
durante el trayecto entre Piura y Cajamarca.160
Igual suerte hubiera corrido Atahualpa, de no ser por la intervención de Francisco Pizarro.
Sucedía que los españoles no podían derribar la litera del Sapa Inca, a pesar de que mataban a
los portadores, pues cuando estos caían, otros cargadores de refresco se apresuraban a
reemplazarlos. Así estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca de un
cuchillazo, pero Pizarro se interpuso a tiempo, gritando que «nadie hiera al indio so pena de la
vida... »; se dice que en ese forcejeo, el mismo Pizarro sufrió una herida en la mano. Al fin cayó
el anda y el Sapa Inca fue capturado, siendo llevado preso a un edificio, llamado Amaru
Huasi.161
Jerez calcula en 2000 los muertos en Cajamarca, todos nativos, quienes durante la media hora
que duró la masacre no se defendieron (muchos murieron aplastados por sus compañeros en
el intento de huida), por lo que a dicha carnicería es equivocado llamarla “batalla”.162
Los metales preciosos llegaron a sumar ochenta mil pesos en oro y siete mil marcos en plata;
también encontraron catorce esmeraldas.163 A su vez, Francisco López de Gomara señala que
«ningún soldado se enriqueció tanto en tan poco tiempo y sin riesgo» aunque agrega «nunca
se jugó de esa manera, pues hubo muchos que perdieron su parte a los dados.»
Era tanto el botín, que los españoles, al volver a Cajamarca, decidieron solo llevarse las piezas
de oro y plata, dejando todo lo demás. Para tal fin, comenzaron a tomar prisioneros entre los
indios, pero, ante su asombro, vieron que estos se ofrecían voluntariamente para realizar la
labor de cargueros, llevando a sumar miles. Todos ellos se reunieron en la plaza de Cajamarca;
allí, Francisco Pizarro les habló por medio de un intérprete, diciéndoles que el Sapa Inca se
hallaba vivo, pero que era su prisionero. Luego, viendo que los indios eran pacíficos, ordenó
que los liberaran. Sucedía que todos esos indios eran huascaristas, partidarios de Huáscar, y
por lo tanto, enemigos de Atahualpa, y como tales, se hallaban agradecidos con los españoles,
a quienes veían como aliados. De entre ellos Pizarro escogió a los más fuertes para que
sirvieran de cargadores; también separó a las indias más jóvenes y bellas, destinadas a ser las
sirvientas de los españoles.164
Estando en prisión Atahualpa, recibía en visita a los curacas que le traían obsequios, en oro y
plata. El Sapa Inca se dio cuenta entonces de que esos metales preciosos tenían para los
españoles otro valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y se
convenció que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y así
lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro que le daría, a cambio de su libertad, una sala llena,
hasta donde alcanzaba su mano alzada, con diversas piezas de oro: cántaros, ollas, tejuelos,
etc.; y dos veces la misma sala llena de objetos de plata. La sala, conocida ahora como el
Cuarto del Rescate, medía 22 pies de largo y 17 de ancho (datos de Jerez). Atahualpa prometió
que cumpliría en reunir toda esa cantidad de metales preciosos en un plazo de dos meses.
Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta ante escribano.165
Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca, con
obras civiles, en las cuales trabajaron «muchos indios huascaristas». La vigilancia se hizo
permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo, durante el día y gran parte de la noche.
Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo, amén de los espías, informantes y vigías de
pie; indios y españoles.135
El primer cargamento de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del
Inca, «trájole unas hermanas y mujeres de Atahualpa, y trajo muchas vasillas de oro; cántaros
y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que como es tan larga
la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína; que cada día entrará más
oro y plata de los que quedan más atrás». «Y así, entran algunos días veinte mil, y otras veces
treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil pesos de oro en cántaros y ollas grandes de
tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas grandes de plata y otras muchas vasijas». Pizarro iba
acumulando esas piezas en uno de los aposentos donde estaba Atahualpa, «hasta que cumpla
su promesa».
Sin embargo, los soldados españoles comenzaron a murmurar que, al ritmo que iba la
recolección, no se llenarían los cuartos o galpones en el plazo fijado. Al darse cuenta de esos
comentarios, Atahualpa propuso a Pizarro que, para agilizar el acarreo del oro y la plata,
enviara a sus soldados, tanto al santuario de Pachacámac, que se encontraba a «diez jornadas
al sur», como a la ciudad del Cuzco, capital del Imperio, lugares que estaban repletos de esas
riquezas. Pizarro aceptó la propuesta.166
El avance de Almagro
Mientras ocurrían los sucesos de Cajamarca, arribaron al puerto de Manta (actual Ecuador)
seis navíos. El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde San Miguel de
Tangarará, avisándole de tal arribo. Tres de las naves mayores venían de Panamá, al mando de
Diego de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas llegaron de Nicaragua, con 30
hombres más. En total desembarcaron 150 hombres, además de 84 caballos, refuerzo
apreciable para la empresa de la conquista. El cacique de Tumbes entró en rebeldía, mas no
levantó a su gente.
Se iniciaba una nueva etapa de la conquista, que fue más de consolidación del triunfo que
habían tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A Francisco
Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del oro y la plata,
sino la presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y Nicaragua para el pago de
los fletes y demás pertrechos, para demostrar el éxito de su empresa y poder así reclutar más
gente para la empresa, gente que por otro lado debía necesitar con suma urgencia, dada la
escasez de hombres con que contaban.135
Expedición a Pachacámac
Siguiendo el consejo de Atahualpa para apresurar la recolecta del oro y la plata, Pizarro envió a
un grupo de españoles a Pachacámac, en la costa del valle de Lima; se trataba de un célebre
santuario de origen preinca, sede de un oráculo de prestigio, donde iban en peregrinación los
indios.167 La expedición a Pachacámac estuvo al mando de Hernando Pizarro; lo conformaban
14 jinetes, 9 infantes y un número indeterminado de cargueros indígenas. Entre los
expedicionarios se hallaba Miguel de Estete, quien escribiría una Relación de este viaje. Para
que les sirvieran de guías, Atahualpa entregó a los españoles al gran sacerdote de Pachacámac
y otros cuatro sacerdotes menores; también fueron en la expedición cuatro orejones o nobles
incaicos.168 Atahualpa no sentía ningún respeto por el dios Pachacámac, pues, en una
ocasión, no acertó en uno de sus oráculos consultados con respecto a su persona, durante la
guerra contra Huáscar.169
La expedición partió de Cajamarca el 5 de enero de 1533 y siguió el camino real o Qhapaq Ñan.
La primera escala importante fue Huamachuco. Luego siguieron por el Callejón de Huaylas,
Huaylas, Huaraz y Recuay, bajando a la costa. Pasaron luego por la fortaleza de Paramonga,
Barranca y Chancay, y entrando al valle de Lima, se detuvieron en el pueblo de Surco, antes de
llegar a Pachacámac, el 2 de febrero de 1533.170
Llegado ante el templo principal de Pachacámac (llamado Templo del Sol), que era una
pirámide escalonada, Hernando exigió a los servidores del templo que le entregaran todo el
oro que guardaban. Estos le dieron una pequeña cantidad, que no contentó al español, quien
ingresó al recinto sagrado y subió hasta la cima, donde se hallaba, dentro de una bóveda
pequeña, el ídolo del dios Pachacámac, tallado en madera. Viéndolo como cosa de idolatría,
Hernando sacó la imagen y lo quemó, aprovechando la ocasión para adoctrinar a los indios en
la fe cristiana.171 La profanación conmovió a los nativos, quienes temieron una catástrofe
como castigo; sin embargo, nada ocurrió.
Como encontró poco metal precioso en Pachacámac, en los siguientes días, Hernando mandó
mensajeros a los curacazgos aledaños, ordenándoles que trajeran todo el oro posible. Llegaron
cargamentos de distintas zonas, como de Chincha, Yauyos y Huarochirí. Los españoles
reunieron un botín valorado en 90.000 pesos.172 Según Cieza «es público entre los indios que
los principales y los sacerdotes del templo [de Pachacámac] habían sacado [de este] más de
400 cargas de oro, lo cual no ha aparecido ni los indios que hoy son vivos saben donde
está».167
La misión al Cusco
Mientras tanto, el 21 de enero de 1533, ingresó a Cajamarca otro cargamento de oro y plata,
traídos por un hermano de Atahualpa. Fueron «trescientas cargas de oro y plata en cántaros y
ollas grandes y otras diversas piezas».
Cuzco en una lámina de Civitates orbis terrarum (segunda mitad del siglo xvi).
Los tres españoles llegaron a Jauja, continuando a Vilcashuamán, y finalmente, tras dos
semanas de viaje, avistaron la gran ciudad del Cuzco, de la que sin duda quedaron
impresionados. Fueron los primeros europeos en ver la capital de los incas. Allí se hallaba
acantonado el general atahualpista Quizquiz, con tropas quiteñas que sumaban unos 30 000
hombres. Este acogió amigablemente a los españoles, pues iban acompañados del orejón o
noble inca, por lo que les dejó en plena libertad de actuar. Los españoles procedieron a
saquear la ciudad todo lo que pudieron, llegando a deschapar las planchas de oro del templo
de Coricancha. Al descubrir el acllahuasi o casa de las vírgenes del sol, se dedicaron a violar a
las doncellas.178
Los tres españoles retornaron a Cajamarca llevando unas 600 arrobas de oro, no pudiendo
llevar el cargamento de plata, por ser excesivo, dejándolo al cuidado de Quizquiz, que
prometió guardarlo hasta la llegada de Francisco Pizarro. Uno de esos españoles, Juan de
Zárate, que era escribano, informó a Pizarro que «se había tomado posesión en nombre de su
majestad en aquella ciudad del Cuzco», entre otras cosas, como el número y descripción de las
ciudades existentes entre Cajamarca y el Cuzco, de la cantidad de oro y plata recogidas. Un
dato importante que informaron a Pizarro fue la presencia en el Cuzco del general Quízquiz
con «treinta mil hombres de guarnición.» (marzo de 1533).179
La muerte de Huáscar
Grabado que representa la muerte del inca Huáscar, arrojado a un río desde un precipicio, por
orden de su hermano Atahualpa (en Historia de la conquista del Perú, de William Prescott,
edición en español. 1851).
Atahualpa recibía todas las noches la visita de Francisco Pizarro. Ambos cenaban y
conversaban a través de un intérprete. En una de esas conversaciones, el español se enteró
que Huáscar, el hermano y rival de Atahualpa, estaba vivo y prisionero de los atahualpistas, en
las cercanías del Cusco. Pizarro hizo prometer a Atahualpa que no mataría a su propio
hermano y que lo trajese a Cajamarca sano y salvo.181
En efecto, Huáscar fue trasladado con dirección a Cajamarca, a través de los caminos de la
cordillera, con los hombros horadados con las cuerdas que arrastraban sus custodios. En algún
momento Huáscar, ya enterado de la prisión de Atahualpa a manos de extrañas gentes, se
enteró que aquel había ofrecido un enorme tesoro en oro y plata por su libertad. Se dice que
en ese momento, Huáscar dijo en voz alta que él era el verdadero dueño de todos esos
metales, y que se los entregaría a los españoles para salvarse y sería Atahualpa el que fuera
muerto. Al parecer, ello llegó a oídos de Atahualpa, quien decidió entonces eliminar a Huáscar
antes que se encontrara con los españoles, enviando un mensajero con el encargo. Los
atahualpistas cumplieron la misión: arrojaron a Huáscar desde un acantilado al río Andamarca
(en la sierra de Áncash).182 Asimismo, la mujer y la madre de Huáscar, que le acompañaban
en su cautiverio, fueron asesinadas. Ello debió ocurrir por el mes de febrero de 1533.183
La llegada de Almagro
El 25 de marzo de 1533, poco antes del retorno de Hernando Pizarro de Pachacámac, arribó
Diego de Almagro a Cajamarca. Traía 120 hombres de Tierra Firme y 84 caballos, más los 30
soldados procedentes de Nicaragua que se le sumaron en la bahía de San Mateo. En total, 150
hombres. Entre ellos estaban el tesorero Alonso de Riquelme, y dos de los Trece de la Fama,
Nicolás de Ribera el viejo y Martín de Paz. También estaban Nicolás de Heredia, Juan de
Saavedra, entre otros.184
Grabado de Theodor de Bry, siglo XVI, que representa el acarreo de oro y plata para el rescate
del inca Atahualpa en Cajamarca.
Pizarro y los suyos, ansiosos por repartirse el rescate, no esperaron a que se llenaran las
habitaciones y dispusieron el inicio de la tarea del reparto. El 13 de mayo de 1533, se
empezaron a fundir las piezas de oro y plata, labor que realizaron metalistas indígenas, de
acuerdo con su método. Los tomó un mes entero en realizar la labor.186 Comúnmente se
fundían cada día cincuenta o sesenta mil pesos. No entró en la fundición el trono o sitial que el
Inca usaba cuando entró en andas en la plaza de Cajamarca, el cual era una pieza de gran
valor, pues era oro de 11 kilates y pesaba 83 kilos. Esta pieza quedó en poder de Francisco
Pizarro.187
El reparto del tesoro
El 17 de junio de 1533, culminada la fundición, Francisco Pizarro ordenó por bando el reparto
del botín. Al día siguiente presidió dicho reparto.188 La suma total del oro alcanzó «un millón y
trescientos veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de oro» (1.326.539 pesos de oro). El
total de plata fundida se valorizó en «cincuenta y un mil seiscientos diez marcos.» (51.610
marcos de plata). Para dar una idea de la magnitud del valor del oro, Prescott dice que
«teniendo presente el mayor valor de la moneda en el siglo XVI, vendría a equivaler en el
actual (siglo XIX) a cerca de tres millones y medio de libras esterlinas o poco menos de quince
millones y medio de duros… La historia no ofrece ejemplos de semejante botín, todo en metal
precioso y reducible como era a dinero constante.»189n 3
Luego de pagar los derechos del fundidor español (1% del total, que da 13.421 pesos), se
separó el quinto real para la Corona española, que fue de 262.259 pesos de oro de alta pureza.
En cuanto a la plata, a la Corona le tocó 10.121 marcos.
Pizarro, según su criterio, premió a unos con más y a otros les quitó algo. A continuación,
reseñamos algunos datos tomados del acta de repartición del rescate de Atahualpa levantada
por el escribano Pedro Sánchez de la Hoz. Para el obispado de Tumbes se separó 2220 pesos
de oro y 90 marcos de plata. A Pizarro, el Gobernador, se le otorgaron 57.220 pesos de oro y
2350 marcos de plata. A Hernando Pizarro le correspondió 31.080 pesos y 1267 marcos; a
Hernando de Soto, 1.740 pesos y 724 marcos; a Juan Pizarro, 11.100 pesos y 407,2 marcos; a
Pedro de Candía, 9.909 pesos y 407,2 marcos; a Sebastián de Benalcázar, 9.909 pesos y 407.2
marcos… Los de a caballo recibieron en total 610.131 pesos de oro y 25.798,60 marcos de
plata, lo que da un promedio individual de 8880 pesos de oro y 362 marcos de plata. Los de
infantería recibieron en total 360.994 pesos de oro y 15.061,70 marcos de plata, lo que da un
promedio individual de 4.440 pesos de oro y 181 marcos de plata. Algunos más o algunos
menos; se trata solo de promedios.190
También se entregó unos 15.000 pesos de oro a los vecinos que quedaron en San Miguel. A
pesar de que a Diego de Almagro y su hueste no le correspondía nada del rescate, Pizarro
quiso mostrarse algo generoso y les otorgó 20.000 pesos de oro para que se repartieran entre
todos ellos (150 hombres), es decir, a cada uno les correspondió muchísimo menos que a los
caballeros e infantes que intervinieron directamente en la captura de Atahualpa (si tenemos
en cuenta que a cada uno de estos se les dio una cifra que va de 4.000 a 8.000 pesos).190
Almagro había pedido que a él y a sus compañeros les tocase la mitad que a los de Cajamarca.
Como no se pusieron de acuerdo, fue otro motivo para que ambos socios se distanciasen más,
arrastrando en sus diferencias a los soldados que estaban bajo el mando de cada uno de ellos.
Pablo Macera nos da cifras calculando el peso del oro y la plata en kilogramos: «El Rescate de
Atahualpa consistió en 6,087 kilogramos de oro y 11,793 kilogramos de plata. A cada soldado a
caballo le tocaba 40 kilogramos de oro y 80 kilogramos de plata. A los peones, la mitad. A los
soldados con perros más que a los peones. A Pizarro 7 veces lo que a un jinete de caballo,
además del trono de Atahualpa que pesaba 83 kilogramos de oro. Los sacerdotes recibieron la
mitad de un peón.»
Lámina gruesa de oro que revestía un muro inca. Museo del oro. Lima-Perú.
Muchos españoles decidieron entonces retornar a España, con miras a disfrutar en su patria de
las riquezas que habían conseguido; y así fue que unos treinta de los que participaron en la
captura del Inca, colmados de oro y plata, arribaron a principios de 1535 a Sevilla. Sin
embargo, no habían podido enterarse que, por orden de Carlos I, todos sus bienes les serían
confiscados apenas al desembarcar, ya que el emperador estaba reuniendo fondos para
costear sus empresas de conquista en el norte de África.191Dice el cronista Jerez, uno de los
que abandonó la conquista, que era tanta la abundancia de dinero que hizo que aumentara
enormemente el valor de las cosas. Se ha dicho que fue la primera inflación de la historia del
Perú.n 4 Este fenómeno se produjo también en España, cuando llegaron a Sevilla los tesoros
procedentes del Perú.187
Los conquistadores pudieron hacer todo ello gracias a la cooperación prestada por los
indígenas y a la tranquilidad que reinaba en el Imperio. Nada turbó la paz de los españoles:
ninguno de los generales de Atahualpa, ni Rumiñahui en el norte, ni Chalcuchímac en el centro,
ni Quizquiz en el sur, movilizaron sus ejércitos, posiblemente en acatamiento de lo ordenado
por el Sapa Inca que esperaba confiado su libertad. Ya vimos que incluso Chalcuchímac fue
traído a Cajamarca por Hernando Pizarro, donde quedó vigilado;192 incluso, fue torturado con
fuego para que revelara el lugar donde ocultaba el tesoro del rescate proveniente del Cusco. El
general atahualpista se limitó a responder que todo el oro lo guardaba Quizquiz en dicha
ciudad. Sufrió quemaduras en las piernas y quedó bajo la custodia de Hernando Pizarro.193
Desembarcó con 153.000 pesos de oro y 5.048 marcos de plata. Todo lo traído de Perú, fue
depositado en la Casa de Contratación de Sevilla; de ahí fue trasladado al aposento del rey de
España. Finalmente, el 3 de junio de 1534, llegaron las otras dos naos, en donde estaban
embarcados Francisco de Jerez, primer secretario del gobernador Francisco Pizarro y Francisco
Rodríguez, en una y otra nao; se desembarcó de estas naos, 146.518 pesos de oro y 30.511
marcos de plata. Villanueva dice que el total desembarcado por las cuatro naos «… fue
valorizado en 708.580 pesos. El peso y el castellano eran monedas equivalentes; pero cada uno
era igual a 450 maravedíes. Sólo el oro fundido (convertido en barras y otros pedazos) se
valorizó en 318.861.000 maravedíes. La plata fundida valió 180.307.680 maravedíes».
El proceso de Atahualpa
Grabado de Guamán Poma de Ayala, que representa a Atahualpa prisionero y custodiado por
un soldado español.
Uno de los acontecimientos de la conquista del Perú del cual se carece de documentación
fidedigna es el proceso que se le siguió al Inca Atahualpa. Todo indica que Pizarro nunca tuvo
la intención de dejar libre al Sapa Inca. Cuando terminó el reparto del rescate, la situación de
los españoles en Cajamarca se tornó espinosa para Pizarro. Especialmente por la gente que
había llegado con Almagro, que estaban ansiosos por entrar en acción y marchar al sur, hacia
los territorios aún desconocidos.196
El carácter del Inca y su digno comportamiento, hicieron que muchos de los capitanes de
Pizarro tomaran partido por su persona. De entre ellos sobresalen Hernando de Soto y
Hernando Pizarro, que se opusieron tenazmente a la muerte del Atahualpa. En especial, se
resalta la amistad que trabó Hernando Pizarro con el Inca. En cuanto a Soto, se dice que quería
que Atahualpa fuera llevado a España. Pero otros, los más, deseaban la eliminación del Inca,
entre los que se contaban Almagro y los suyos (quienes querían de una vez salir de Cajamarca
y continuar con la conquista), el cura Valverde (que se escandalizaba por los “pecados” del
Inca), el tesorero Riquelme y otros más.197
También es de mencionar el papel desempeñado por el intérprete Felipillo, que puso sus ojos
en una de las jóvenes prometidas de Atahualpa, Cuxirimay Ocllo,n 6 lo que le atrajo la ira del
Sapa Inca. Tuvo que intervenir el mismo Pizarro para obligar a Felipillo a desistir de sus
pretensiones. El intérprete se vengó del Inca transmitiendo noticias alarmantes a los
españoles, fingiendo que aquel preparaba su fuga en connivencia con sus generales y planeaba
la muerte de todos los cristianos.198
Francisco Pizarro utilizó una vez más la astucia, urdiendo todo un esquema para deshacerse de
Atahualpa. Su hermano Hernando ya estaba lejos, comisionado para llevar el Quinto Real a
España. Solo quedaba Hernando de Soto como único opositor prominente de la muerte del
Inca. Pizarro, aprovechando las denuncias formuladas contra el Inca, en el sentido de que
estaba en secretas connivencias con sus capitanes para atacar a los españoles por sorpresa,
despachó a Hernando de Soto con una fuerte dotación hacia Huamachuco, a fin de comprobar
y batir si era preciso a los indios que se hallaran en pie de guerra. Apartado así Soto, Pizarro
hizo abrir un proceso al Inca con la finalidad de justificar la sentencia de muerte que le tenía
reservada.199
El tribunal que juzgó a Atahualpa fue un consejo de guerra. Lo presidió el mismo Francisco
Pizarro. Lo integraba un “doctor” (no identificado) y un escribano (posiblemente Pedro Sancho
de la Hoz). También es probable que lo conformasen el tesorero Alonso de Riquelme, el alcalde
mayor Juan de Porras, el fraile Vicente de Valverde y algunos capitanes como Diego de
Almagro, Pedro de Candía, Juan Pizarro y Cristóbal de Mena. También se nombraron un fiscal,
un defensor del reo y se citaron diez testigos. El juicio fue sumario y se realizó en Cajamarca,
iniciándose el 25 de julio de 1533, y culminando al amanecer siguiente.200 Se dice que las
respuestas del Inca, como las declaraciones de los testigos debieron ser amañadas y
modificadas por el intérprete Felipillo, quien así remataba su venganza contra el Inca.201199
Vargas Ugarte dice que sobre el proceso, «no conocemos ni ha llegado a nuestras manos y por
lo tanto, sobre el mismo no existen sino conjeturas». Agrega que las famosas preguntas del
proceso mencionadas en la Historia General del Perú (Libro 1, capítulo 37) del Inca Garcilaso
de la Vega, «o fueron un amaño del Inca Historiador, bastante propenso a tejer estas marañas,
o bien, se las sugirió a él, o a alguno de los cronistas de entonces los partidos del Cuzco que, en
el hermano de Huáscar no veían sino un usurpador sanguinario».199 Sin embargo, el
historiador Del Busto considera que esas preguntas bien pueden merecer alguna
credibilidad.202 Las preguntas que transcribe Garcilaso fueron las siguientes:
¿Qué mujeres había tenido Huayna Cápac? ¿Si Huáscar era hijo legítimo y Atahualpa bastardo?
¿Si Huayna Cápac había tenido otros hijos fuera de los citados? ¿Cómo había llegado
Atahualpa a adueñarse del Imperio? ¿Fue Huáscar declarado heredero de su padre o lo
destituyó éste? ¿Cuándo y cómo tuvo lugar la muerte de Huáscar? ¿Atahualpa forzaba a sus
súbditos a sacrificar a sus dioses mujeres y niños? ¿Habían sido justas las guerras que movió
Atahualpa, pereciendo en ellas mucha gente? ¿Habían derrochado las riquezas del Imperio?
¿Favoreció a sus parientes en estos derroches? ¿Hallándose preso, dio órdenes para que se
diese muerte a los españoles?199
Atahualpa fue hallado culpable de idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e
incesto y fue condenado a morir quemado en la hoguera. La sentencia se dio el 26 de julio de
1533 y para ese mismo día se programó la ejecución de la misma. Atahualpa rechazó todas las
acusaciones y solicitó hablar en privado con Pizarro, pero este se negó.203
La ejecución de Atahualpa
A las 7 de la noche Atahualpa fue sacado de su celda y llevado al centro de la plaza, donde se
hallaba clavado un tronco. Allí, rodeado de los soldados españoles que portaban antorchas y
del cura Valverde, fue puesto de espaldas al tronco y luego atado fuertemente, mientras que a
sus pies eran arrimados leños. Un español se acercó con una tea encendida. Viendo que iba a
ser quemado, Atahualpa entabló un diálogo con Valverde. Preocupado por el hecho de que su
cuerpo fuera consumido por las llamas y no conservado como se estilaba entre los incas,
aceptó la oferta que Valverde le hizo, es decir, bautizarse como cristiano para de esa manera
cambiar la pena de hoguera por la del garrote (ahorcamiento); de esa manera su cuerpo sería
enterrado.n 7 Fue bautizado allí mismo y le pusieron de nombre Francisco (no Juan, como
algunas versiones dicen). Luego se le enrolló una soga al cuello ajustándola al tronco, y
aplicando un torniquete, se procedió a su estrangulamiento (26 de julio de 1533).204
«…parece lógico suponer que la muerte del Atahualpa ocurriera después del 8 de junio y antes
del 29 de julio de 1533. Los españoles se quedaron aún unos días en Cajamarca preparando la
partida que tuvo lugar hacia mediados de agosto. El día 26 [de agosto] ya estaban en
Andamarca y el dos de septiembre en Huaylas. Es importante aclarar la fecha de la muerte de
Atahualpa y rectificar que no tuvo lugar el 29 de agosto como ha sido sugerido sin fundamento
alguno».206
Fue el historiador peruano Rafael Loredo quien fijó la fecha en el 26 de julio, basándose en un
documento que halló en el Archivo de Indias de Sevilla en 1954,207 donde se dice lo siguiente:
“Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los
dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas
labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después
de la muerte de dicho Atahualpa cinco días”.
Lo que, haciendo cuentas, nos da la fecha de 26 de julio de 1533. El historiador Del Busto
apoya esta fecha.207
Los funerales de Atahualpa, pintura de Luis Montero que representa a Atahualpa muerto.
Muerto Atahualpa, terminó la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio más grande de
la América precolombina (aunque Atahualpa no fuera reconocido por las panacas reales
cusqueñas, los españoles si lo consideraron Sapa Inca). Para guardar las apariencias, y tener un
seguro hasta la toma del Cuzco, Francisco Pizarro, decidió nombrar otro Inca, título que recayó
en otro de los hijos del inca Huayna Cápac: Túpac Hualpa, que los cronistas españoles nombran
como Toparpa, un gobernante títere, que reconoció vasallaje al rey de España.
A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio incaico, de tener de rehenes a varios
curacas y haber asesinado al Inca y contar con el apoyo de muchos indios huascaristas y de las
diversas etnias o naciones esperanzadas en ser liberadas del yugo inca, los españoles aún no
habían consolidado la conquista. Sabían los españoles que el camino que iba al Cuzco, la
capital del Tahuantinsuyo, estaba amenazado por las tropas atahualpistas, cuyo caudillo era
Quizquiz.
Pizarro decidió partir de Cajamarca, rumbo al sur, con dirección al Cuzco. Previamente, envió
una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer
navío procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él
en el trayecto.
La hueste española salió de Cajamarca el lunes 11 de agosto de 1533, muy de mañana. Eran
aproximadamente 400 españoles y un número desconocido pero grande de guerreros indios
aliados de los españoles, así como cargueros nativos, mayormente indios cajamarcas, que
transportaban el oro y la plata. Iba también, como prisionero, el general atahualpista
Chalcuchímac, todavía con las secuelas de las torturas que había sufrido en Cajamarca, pero
que aún era temido por su calidad de caudillo militar.
En la vanguardia iba Túpac Hualpa o Toparpa, el Sapa Inca coronado por los españoles,
acompañado por un gran séquito de cortesanos, todos alegres porque iban a recuperar el
Cuzco. Detrás avanzaban los infantes españoles, luego seguían los cargueros indios, vigilados
por los negros esclavos y los indios nicaraguas; al final iban los jinetes españoles.208
En el primer día de viaje, luego de avanzar algunas leguas, acamparon cerca del río Cajamarca.
Fue allí donde se enteraron de la muerte de Huari Tito, hermano de Túpac Hualpa, quien había
salido a verificar el buen estado de los puentes y caminos. Los autores del crimen fueron los
atahualpistas.209
Grabado de Guamán Poma de Ayala, que representa a Diego de Almagro en lado izquierdo y a
Francisco Pizarro en el derecho.
El 8 de septiembre, los españoles continuaron la marcha al sur a través del llamado callejón de
Huaylas. Pasaron por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz y Recuay.
El 1 de octubre los españoles llegaron a Cajatambo. Ahí, Pizarro reforzó su vanguardia y
retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, preocupándole el
hecho de que los pueblos por donde pasaban siempre estaban abandonados.
El 2 de octubre los españoles partieron de Cajatambo, llegando al día siguiente a Oyón, a 4.890
msnm. El 4 de octubre continuaron la marcha, virando hacia el camino que cruza la cordillera
de Huayhuash. Avistaron la laguna de Chinchaycocha, bordeándola por su lado occidental y
avistaron el río Mantaro.212 En el camino, Francisco Pizarro se enteró, por informantes, que
los generales atahualpistas Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían reclutando gente de
guerra en Bombón (Pumpu); y que conocían los movimientos de los españoles por noticias
enviadas por Chalcuchímac. Pizarro ordenó entonces que se vigilara rigurosamente a este.213
El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de los atahualpistas era que «querían guerra
con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los españoles y querían gobernarla ellos».
Los españoles prosiguieron a Bombón, pueblo que ocuparon el 7 de octubre. Pizarro redobló la
vigilancia, pues temió un ataque de los atahualpistas. Por la noche se enteró que a cinco leguas
de Jauja se habían reunido los quiteños y otros indios de guerra, cuyo plan era replegarse al
Cuzco y unirse a Quizquiz, no sin antes dejar arrasada toda la localidad jaujina para que los
españoles no encontraran nada para aprovisionarse. Pizarro no quiso perder tiempo y se
adelantó rumbo a Jauja (9 de octubre). Llevaba a Chalcuchímac encadenado, tal vez con el
propósito de usarlo como rehén.213
Los españoles llegaron a Chacamarca, donde hallaron 70.000 pesos en oro, parte del rescate
de Atahualpa, que se había quedado allí tras la muerte del Inca. Pizarro dejó el oro al cuidado
de dos jinetes y continuó su marcha. Todo el paisaje era silencioso. No se veían ni espías. Al
atardecer del 10 de octubre los españoles arribaron a Tarma, sin encontrar resistencia. Allí
pasaron la noche, padeciendo hambre, sed, lluvia y granizo. Al amanecer reemprendieron la
marcha hacia Jauja.214
A dos leguas de Jauja, Pizarro dividió su ejército. Ya cerca, se dio cuenta de que el pueblo
estaba íntegro; más aún, tuvieron un recibimiento cordial de parte de los indígenas,
«celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les tenía
gente extranjera». El valle de Jauja era tan hermoso, que los españoles no pudieron reprimir su
admiración.215
Pero Pizarro no solo encontró en Jauja a gente amistosa, sino también a las tropas
atahualpistas de los generales Yurac Huallpa e Ihua Paru, en pie de guerra. El enfrentamiento
resultó una atroz matanza de indios; los españoles y los indios auxiliares, emboscaron a las
tropas atahualpistas, haciendo una gran matanza. Los mismos lugareños, enemigos de los
quiteños, ayudaron a los españoles a exterminar a estos, indicándoles donde se escondían. A
este encuentro bélico se le conoce como la batalla de Jauja o de Huaripampa.216
Esas tropas quiteñas habían sido enviadas por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay,
que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Jauja y en permanente contacto
con el ejército de Quizquiz, que se hallaba acantonado en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro,
envió a un grupo de sus soldados para hacerles frente, más los atahualpistas los hicieron
retroceder. Pizarro, ante esto, pretendió atacarlos por sorpresa; pero fue engañado y cuando
quiso continuar hacia el Cusco, se dio cuenta de que los puentes estratégicos habían sido
cortados.
En Jauja murió misteriosamente Túpac Hualpa. Se dice que ya se hallaba enfermo desde la
partida de Cajamarca y que en Jauja empeoró: de pronto perdió el conocimiento y cayó
desvanecido. El rumor que corrió fue que Chalcuchímac lo había envenenado, dándole un
bebebizo de acción letal retardada en Cajamarca. Pero por lo pronto Pizarro obvió esta
sospecha y convocó a Chalcuchímac y otros nobles incas colaboracionistas que viajaban con él,
para que propusieran un nuevo Sapa Inca. En esta reunión y frente al enemigo común,
nuevamente se notaron las diferencias entre huascaristas y atahualpistas, lo que fue explotado
hábilmente por Francisco Pizarro. Chalcuchímac, propuso a Aticoc, hijo quiteño de Atahualpa,
mientras que los nobles cuzqueños propusieron a un hermano del Sapa Inca muerto, pero de
origen cuzqueño. Como estaban cerca del Cusco, Pizarro, hábilmente, se decidió por el Inca de
origen cuzqueño.
Mientras los nobles incas buscaban a ese Sapa Inca cusqueño, Pizarro enviaba expediciones a
la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y
esperando los resultados, se quedó en Jauja. Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al
Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados.
Pizarro se percató que se había alejado mucho de San Miguel de Tangarará, la primera ciudad
que fundara en el Perú, sin dejar en el camino acantonamientos para conservar lo ganado.
Atraído por la comarca en que ahora se hallaba, que era abundante de mantenimientos y muy
poblada de nativos amistosos (los huancas), decidió hacer en ella la segunda población de
españoles. Fue en ese entonces cuando se originó la frase “país de Jauja”, para indicar un lugar
pródigo en riquezas. Se entiende que los huancas se mostraran demasiado serviciales con los
españoles, pues los vieron como aliados para luchar contra los incas, sus jurados enemigos.
Pizarro informó a su gente de su proyecto, recibiendo buena acogida. Unos ochenta españoles
pidieron ser admitidos como vecinos y se ofrecieron a guardar el oro y la plata de sus
compañeros, mientras estos continuaban su marcha al Cusco. Se empezaban a realizar los
preparativos para la fundación, cuando Pizarro recibió noticias alarmantes de parte de sus
aliados huancas: los atahualpistas asolaban los campos, destruían sus cosechas y cada vez eran
más numerosos. De modo que pospuso la fundación y decidió continuar la marcha.
Dejando una pequeña guarnición al mando del tesorero Alonso de Riquelme, Pizarro partió
con el resto de su ejército, continuado el viaje al Cusco. Era el 27 de octubre de 1533; había
permanecido 15 días en Jauja. El capitán Hernando de Soto se le había adelantado, al mando
de una avanzada de jinetes.217
Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro, continuaron recibiendo el apoyo de
los huancas, alianza que sería de vital importancia para la conquista. Llegaron al pueblo de
Panarai (Paucaray) el 30 de octubre de 1533, encontrándolo destruido, aunque pudieron hallar
algo de comida. Continuando el viaje, el 31 de octubre de 1533 llegaron al pueblo de Tarcos
(Parcos), donde los recibió un cacique que les agasajó con comida y bebida, y les informó
acerca del paso de Hernando de Soto, que se preparaba para luchar contra los atahualpistas
atrincherados en las cercanías. Continuando la marcha, Pizarro llegó a un pueblo
semidestruido (posiblemente el actual Tambillo de Illahuasi), donde recibió una carta de
Hernando de Soto, que le refería el combate que sostuvo en Vilcas, cinco leguas más adelante.
Era el 3 de noviembre.218
Efectivamente, Hernando de Soto, que iba de avanzada con un grupo de jinetes españoles y un
nutrido ejército de indios jaujas y huancas aliados, había llegado a Vilcas (hoy Vilcashuamán),
sede de una imponente ciudadela incaica, guarnecida por los soldados atahualpistas al mando
de Apo Maila, pero que en ese momento se hallaban en el campo, dedicados a un gran chaku o
cacería. Solo se hallaban en Vilcas las mujeres, que fueron tomadas cautivas por Soto.
Enterado Apo Maila de la presencia de los españoles, retornó apresuradamente a defender la
fortaleza. Se trabó entonces un recio combate, entre el 27 y 28 de octubre de 1533. Los
españoles y sus aliados indígenas se vieron rodeados por fuerzas numerosas, pero pudieron
resistir firmemente. Apo Maila cayó en la lucha y sus tropas, desmoralizadas, se retiraron,
perseguidos por los jinetes españoles. No obstante, las fuerzas quiteñas se rehicieron y
contraatacaron. Para apaciguar a los sitiadores, Soto entabló negociaciones y entregó a las
mujeres que había capturado en la ciudadela. Poco después, Quizquiz ordenó a sus tropas
retirarse más al sur, ya que el grueso de las tropas españolas, con Pizarro a la cabeza, se
acercaba a Vilcas. Los españoles tuvieron varios heridos y un caballo muerto.219
Algo que también contribuyó a debilitar los ataques de los atahualpistas, en este tramo del
viaje hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran los españoles como rehén al general
Chalcuchímac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de Pizarro y la muerte
del valiente general atahualpista.
Continúa la marcha española
El Qhapaq Ñan (red vial del Tahuantinsuyo) fue uno de los factores que facilitó la conquista
española.
Pizarro llegó a Vilcas el 4 de noviembre y se cercioró que Soto había partido de allí hacía dos
días. Al día siguiente, Pizarro prosiguió la marcha. A la altura de Curamba notó que había
galgas o piedras grandes acomodadas en lo alto de los cerros, con claro propósito bélico, lo
que le dio un mal presentimiento. Temiendo que Soto hubiera sido atacado nuevamente,
envió a Diego de Almagro en su auxilio, con treinta jinetes.220
El 6 de noviembre, Pizarro entró en Andahuaylas (Andabailla, para los españoles), sin ser
molestado, donde pasó la noche. Al día siguiente continuaron hasta Airamba, en donde
encontraron dos caballos muertos, lo que preocupó a Pizarro sobre la suerte de Hernando de
Soto y su gente. Pero enseguida recibió otra carta de Soto, donde este le informaba que se
encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado, pero que no había tropas indias
enemigas y que los caballos habían muerto de «tanto calentarse y enfriarse». No mencionaba
a Almagro, señal que no se habían encontrado todavía.221
Abandonando Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje pasando por Curahuasi y estando cerca
de un gran río (el Apurímac), recibió una tercera carta de Soto, con la noticia de que se hallaba
acorralado en Vilcaconga por un crecido número de indios guerreros. La carta se interrumpía
bruscamente y el mensajero indio no supo dar noticia de lo que había ocurrido con posteridad,
pues salió a traer el mensaje muy entrada la noche. Esto hizo temer a Pizarro que Soto y su
tropa habían sido ya exterminados.221
Batalla de Vilcaconga
Grabado que representa a la hueste española de Pizarro viajando por la agreste cordillera de
los Andes.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto y su gente quisieron adelantarse en llegar al
Cusco, para apoderarse de sus riquezas y no compartir con el resto de los españoles. Pero
luego de vadear un río, al que había cortado los puentes, se encontró con tropas atahualpistas,
que le trabaron batalla en la empinada cuesta de Vilcaconga (8 de noviembre de 1533). Estas
tropas pertenecían al ejército de Quizquiz, y tenían como aliados a los indios tarmas; su jefe
era Yurac Huallpa.222 Los tarmas estaban aliados con Quizquiz debido a que anteriormente
habían sufrido una grave afrenta de parte de Soto: sus embajadores a los que enviaron para
solicitar alianza con los españoles fueron mutilados, pues Soto no confió en ellos y temió un
engaño.223224
Los atahualpistas se habían dado cuenta de que ya los españoles estaban cansados, de igual
manera que sus caballos y perros, por lo que, de propia voluntad, a veces sin órdenes de
Quizquiz, atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la
cuesta, fueron atacados por los quiteños, que presionaron con tanta fuerza que mataron a
cinco jinetes españoles. «A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó
tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de
sus caballos…»; «les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras». Los cinco
españoles muertos eran: Hernando de Toro (de Trujillo); Francisco Martín, el narigudo; el
sastre Rodas; el vasco Gaspar de Marquina y Miguel Ruiz.225
Luego de este ataque, los atahualpistas se fueron a una colina cercana, esperando el
enfrentamiento franco, «casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso», costumbre
de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto recurría al engaño, al fingir que se
refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa imperial, los
perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de
las tropas quiteñas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el
grueso del ejército atahualpista vio esto, se retiró, pero acamparon muy cerca los dos
ejércitos, que se oían las voces.
Muerte de Chalcuchímac
El capitán Chalcuchímac luchando contra las etnias del norte, según un dibujo de Guaman
Poma.
Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco
Pizarro sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que Chalcuchímac era el que
enviaba dichos informes a las tropas atahualpistas. Continuando el camino y estando ya cerca
del Cuzco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y continuaron hasta
donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día a Jaquijahuana
(Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533).223
En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos cañaris, con su caudillo
Chilche, ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron. Esta etnia,
procedente del actual territorio de Ecuador, habían formado parte de las huestes de Quizquiz,
pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron en masa a los españoles.227
Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los ataques
de los atahualpistas en Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la «infidencia de
Chalcuchímac», pues de otro modo no se entendía que el enemigo conociera el movimiento de
los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había sido la indisciplina de Soto la que
había propiciado la muerte de los españoles en Vilcaconga, al querer adelantarse a tomar el
Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de una numerosa hueste y no convenía en esos
instantes crear divisionismo entre ellos.228229
Los jefes españoles acordaron condenar a Chalcuchímac a morir en la hoguera. Por intermedio
de un intérprete, el cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que se hiciera
cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y creían en Jesucristo iban a la gloria del
paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Chalcuchímac se negó a ser cristiano,
diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su dios Pachacámac para
que, por intermedio del capitán Quizquiz, viniera a socorrerlo.230
Batalla de Anta
Las tropas de Quizquiz se enfrentaron al ejército combinado de Manco Inca y Pizarro. Pintura
de Juan Bravo para la municipalidad del Cuzco.
La adhesión de Manco Inca a los españoles, adicionó más tropas cuzqueñas al lado de
Francisco Pizarro; este inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al
Cuzco. Ya cerca de la ciudad imperial, se toparon con las huestes de Quizquiz, a las que
presentaron batalla en Anta. Los atahualpistas atacaron y lograron matar a 3 caballos y a herir
a muchos más; muchos españoles resultaron también heridos (se salvaban más que nada por
estar protegidos con corazas y cascos de metal), y llegaron incluso a retroceder varios grupos
de jinetes. Pero finalmente, viendo que era improbable ganar la batalla, los hombres de
Quizquiz se retiraron; tampoco quisieron defender el Cuzco, pues vieron lo difícil que sería
defender la ciudad imperial calle por calle.234 Cansados de una larga campaña llevada tan
lejos de su tierra, muchos de ellos querían solo volver a Quito.235
Restauración digital de lo que probablemente fue la ciudad del Cusco en la época incaica. Se
puede apreciar en la imagen, la plaza central dividida por el río Saphy en dos sectores, la
Huacaypata (lugar del llanto) y la Cusipata (lugar del regocijo).
Sin obstáculos, Pizarro entró al Cusco, junto con Manco Inca, la hueste española y los aliados
incas (huascaristas o cusqueños).
«De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cusco sin otra
resistencia ni batalla, el viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre
del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y Redentor Jesucristo MDXXXIII [año 1533].»
Representación de las cuatro divisiones del Imperio incaico (o Tahuantinsuyu), que partían del
Cuzco, la ciudad capital con forma de puma.
No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser tomada
por los españoles, mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque allí se
encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para los ejércitos
incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que
nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos
leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y
aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...
Pizarro llegó con su gente hasta la gran plaza cuadrada y, después de escudriñar sus edificios,
mandó a algunos peones para que los visitasen. Como no encontraron nada que los llevase a
desconfiar el gobernador tomó para sí el palacio de Casana, morada que fue del inca Huayna
Cápac. Almagro se apropió de otro palacio que daba a la plaza ubicado junto al de su
compañero. Gonzalo Pizarro hizo lo propio con el de Cora-Cora, mansión edificada por el inca
Túpac Yupanqui.236Según explica el historiador José Antonio del Busto; parece que a
continuación los soldados pidieron permiso para saquear la ciudad y el gobernador les
concedió la gracia; por lo que los españoles entraron en los edificios de piedra, algunos de los
cuales habían sido incendiados por los atahualpistas pero la mayoría se encontraba en buen
estado. Dentro no hallaron tanto oro como quisieron encontrar pero recogieron, en cambio,
muchísima cantidad de plata y piedras preciosas, chaquira reluciente, topos artísticos, cántaros
metálicos y plumería multicolor. Después visitaron los depósitos de ropa fina siguiendo por los
depósitos de comida, de calzado, de sogas de todos los tamaños, de armas ofensivas y
defensivas, de barretas de cobre, los depósitos de coca y de ají; encontraron, también, los
depósitos de cuerpos desollados usados para fabricar tambores de guerra.236
El saqueo de Coricancha (Templo del Sol del Cuzco), por parte de los conquistadores
españoles. Cuadro del pintor peruano Teófilo Castillo.
Los españoles prosiguieron el saqueo hacia los barrios sacerdotales. Primero enrumbaron al
Acllahuasi o Casa de las Vírgenes, con la intención de violar a las vírgenes del Sol, pero los
atahualpistas se las habían llevado para librarlas de ser profanadas junto con el oro y la plata
del recinto. Enfadados y llenos de indignación, prosiguieron al Coricancha esperando hallar allí
"más oro que en todo el Cuzco junto". Se cuenta que los soldados iban corriendo por las calles
de muros pétreos rumbo al Templo del Sol cuando salió de aquel el Víllac Umu o sumo
sacerdote "lleno de santa ira" quien, tratando de cerrarles el paso, les advirtió que para entrar
al recinto sagrado se debía ayunar un año, además de estar descalzo y con un carga sobre los
hombros. Los españoles se detuvieron un instante y alguien tradujo sus palabras. Al entender
estas ideas, lanzaron una carcajada y se precipitaron al interior del templo.237
El oro y plata recolectados fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de «buen oro». El
quinto real representó 116.460 pesos de oro; además la plata representó 25.000 marcos:
170.000 «eran de plata buena en vajilla y planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba
en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se sacaba de la mina.»
Proclamación de Manco Inca
Dibujo de Guamán Poma de Ayala, que representa al inca Manco Inca Yupanqui sentado en su
trono o usno.
Francisco Pizarro se apresuró en nombrar Sapa Inca a Manco Inca, por las razones que nos
explica Villanueva Sotomayor:
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cuzco su alojamiento, porque tenía que venir
a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Sapa Inca, a las fiestas (principalmente, al Inti
Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el «Ombligo del mundo». Pero, además,
el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba en el Cusco, disfrutando de
los favores de la corte del Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo entre el Estado
cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén. Si Pizarro no optaba por darle el
mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban en esos momentos en el
Cuzco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las
tropas rebeldes de Quizquiz u organizar de otro modo la resistencia.
Los nobles del Cusco no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro estaba manipulando el
gobierno del Imperio al nombrar como Sapa Inca primero a Túpac Hualpa y luego a Manco
Inca, manteniéndolos como rehenes, incluso. Para organizar mejor la resistencia inca, bien
pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Inca de entre las panacas reales y
manejar el gobierno con más independencia, pero la guerra civil ya había llegado a la capital
del imperio. Lo cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas lo hicieron, con lo que se perdió la
oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles una resistencia más
organizada y efectiva.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia sería el modo de combatir de ambos
ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los españoles
apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla.
Manco Inca fue proclamado Sapa Inca, pero a la vez vasallo de la corona española. Los
españoles lo llamaron Manco II, pues se enteraron que el primer Inca se llamaba también
Manco (Manco Cápac). Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje de Manco Inca un día
domingo saliendo de misa a la que había asistido junto con él. Los hizo salir a la plaza al Sapa
Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la «demanda y requerimiento.»
Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco
Inca y este retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
Batalla de Capi
Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con
gente de Manco Inca que logró reunir «cinco mil guerreros». Pizarro ordenó a Hernando de
Soto, que apoyara a dicha tropa indígena con 50 de a caballo, saliendo del Cuzco para
presentar batalla a Quizquiz a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento. En la
localidad de Capi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa
combinada de Manco Inca y los españoles, pero sin poder redondear su triunfo. Luego de esta
batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca,
persiguió al ejército de Quizquiz, siendo derrotados en esa persecución; en el Cuzco se recibió
la noticia «que les habían muerto mil indios». Entre tanto Manco Inca solicitó a los curacas
«gente de guerra», y en menos de diez días, tenía en el Cuzco un ejército de 10 mil guerreros.
Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra las
tropas de Quizquiz. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca, que a la sazón contaba con
25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en movimiento,
persiguiendo al general atahualpista, por la ruta de Vilcashuamán. Llegando a Vilcashuamán, el
ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército de Quizquiz
marchaba sobre Jauja. Esto preocupó sobremanera a la tropa española, porque en Jauja, se
encontraba la guarnición que había dejado Pizarro, durante su avance sobre el Cuzco. No
pudiendo cruzar el río Pampas en balsas, demoraron 20 días en rehacer el puente destruido
por los atahualpistas.
Mientras tanto, en Jauja se producía una cruenta batalla, entre el capitán Gabriel de Rojas y
Córdova y el general Quizquiz. El primero tenía a su mando 40 españoles, 20 de ellos jinetes, y
estaba apoyado por 3000 huancas, especialmente jaujinos, enemigos mortales de los
atahualpistas. Los españoles alinearon también en su bando a los indios yanaconas, que por
primera vez participaban como soldados. La alianza indo-española surtió efecto y las tropas de
Quizquiz tuvieron que retirarse sin lograr tomar Jauja.238
Por su parte, los jinetes de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca,
se apresuraron a ir en auxilio de los españoles de Jauja. Manco Inca y el resto de su ejército,
regresó al Cuzco.
El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realiza la fundación española de la ciudad del Cuzco
con el título de «La Muy Noble y Gran Ciudad de Cuzco». Se hizo el acta de fundación,
extendida por el escribano Pedro Sancho de la Hoz, que firmaron Diego de Almagro, Hernando
de Soto, Juan Pizarro y el capitán Gabriel de Rojas y Córdova. Al día siguiente se formó el
primer Cabildo: como alcaldes ordinarios figuraban Francisco Beltrán de Castro y Pedro de
Candía; y como regidores, Juan Pizarro, Rodrigo Orgóñez, Gonzalo Pizarro, Pedro del Barco,
Juan de Valdivieso, Gonzalo de los Nidos, Francisco Mexía y Diego Bazán.239 Como en toda
ciudad española, se escogió la Plaza Mayor, el sitio de la iglesia, y se procedió a hacerse el
reparto de solares, tierras e indios, entre los 40 españoles que decidieron instalarse como
vecinos.
Bajo el pretexto de «los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica», se
entregó a los españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro
favoreció a sus amigos en el reparto de solares, tierras y nativos. Ello disminuyó la ya frágil
cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los resentimientos entre ellos.
Por ese tiempo llegó la noticia de que Pedro de Alvarado, el conquistador que actuó en México
y Guatemala, se hallaba proyectando un expedición al Perú, reuniendo barcos y gente, con el
evidente propósito de arrebatarle a Pizarro y a sus hombres la conquista del imperio incaico.
Esa fue una de las razones que impulsó a Pizarro la fundación del Cuzco, a fin de que Alvarado
no arguyera que la tierra carecía de dueño y que podía reclamar derechos sobre ella. Pizarro
envió también a Diego de Almagro a que bajara a la costa y la tomara en posesión del rey de
España. Luego, como ya vimos, envió a Hernando de Soto con una partida de jinetes e indios
aliados en persecución de Quizquiz. Por su parte, Pizarro se alistó para regresar a Jauja, donde
dejara una guarnición al mando de Alonso de Riquelme; se proponía fundar allí una ciudad
destinada a ser la capital de su gobernación.240
El 25 de abril de 1534, Pizarro fundó la nueva ciudad española de Jauja, con el propósito de
convertirla en la capital de su gobernación. Se realizó el reparto de solares y demás actos
protocolares de la ocasión. En este ínterin llegaron los refuerzos del Cuzco, consistente en
otros 2000 indígenas, que se sumaron a los españoles.
Batalla de Maracaylla
Hernando de Soto y Paullu Inca, al frente de 20 españoles de a caballo y 3000 guerreros incas,
fueron en búsqueda de Quizquiz, alcanzándolo en Maracaylla, en donde se produjo el
enfrentamiento (posiblemente a fines de mayo de 1534). Villanueva, dice que el
enfrentamiento fue duro, aunque no de «cuerpo a cuerpo», ya que un ejército se encontraba
en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta
batalla, fueron la ballesta, flechas y «arcos como de piedra». Los españoles, decidieron cruzar
el río, mientras las tropas atahualpistas iniciaron la retirada del lugar, siendo perseguidas por
las tropas de Paullu Inca «hasta hacerlas ocultar en un monte». Como no salían de él, las
tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas comarcanos y miles
de las tropas de Quizquiz, que se retiraron, siendo perseguidos por Paullu Inca, «tres leguas».
Maracaylla significó la derrota definitiva de Quizquiz.
Conquista de Quito
Grabado de la historia de Prescott que representa una de las batallas libradas en Riobamba
entre españoles y nativos.
Por su parte, Diego de Almagro recorría la costa. Cerca de la antigua ciudad chimú de Chan
Chan realizó la primera fundación de la ciudad de Trujillo.
Siguiendo más al norte, Almagro llegó a San Miguel de Tangarará (Piura), donde se enteró que
el capitán Sebastián de Belalcázar (que había quedado allí al frente de la guarnición española),
había partido rumbo a Quito, al frente de 200 hombres, atraído por las inmensas riquezas que,
según se decía, poseía esa región.
Belalcázar emprendió así, por su cuenta la conquista de Quito, donde se hallaba en pie de
guerra el general atahualpista Rumiñahui, que había levantado un numeroso y aguerrido
ejército de quiteños. Los cañaris, que hasta entonces formaban parte de la confederación
quiteña, se aliaron con los españoles, y juntos marcharon contra Rumiñahui. Se libró la
sangrienta batalla de Tiocajas o Teocaxas. En ella se revelaron los cañaris como excelentes
guerreros, convirtiéndose así en valiosos auxiliares de los españoles. Las tropas hispano-
cañaris lograron romper el cerco de los quiteños y maniobrando con la caballería, atacaron al
enemigo por la retaguardia, derrotándole. Rumiñahui se fortificó en Riobamba, donde los
españoles y cañaris le atacaron; aunque estos en un primer momento fueron rechazados,
luego contraatacaron dando un rodeo y capturaron la ciudad. Otra victoria española se
produjo en Pancallo, cerca de Ambato.242
Es muy célebre un episodio de esta guerra, que cuenta que, estando Rumiñahui a punto de
ganar a las tropas españolas y cañaris, erupcionó el volcán Tungurahua (julio de 1534), lo que
causó que parte de su ejército, temiendo la ira divina, se desmoralizara y se retirara, pudiendo
así los españoles contraatacar y hacerse del triunfo.243244
Los quiteños se retiraron más hacia el norte. Rumiñahui, viendo que era imposible defender la
ciudad de Quito, la abandonó, llevándose sus riquezas y matando a las acllas o vírgenes del sol,
para evitar que cayeran en poder de los hispanos. Belalcázar ingresó a Quito, encontrándola
incendiada.245246
Rumiñahui, con los últimos restos de sus diezmadas tropas, puso todavía alguna resistencia en
Yurbo, hasta que se adentró en la selva y no se supo de él por algún tiempo.245
Poco después de la firma del pacto con Alvarado, Almagro fundó la villa de San Francisco de
Quito, el 28 de agosto de 1534. Esta fundación se realizó en la llanura de Cicalpa, en el mismo
sitio donde poco antes fundara la ciudad de Santiago de Quito. Sentó el acta respectiva el
escribano Gonzalo Díaz. Se nombró a los funcionarios del cabildo y se designó a Sebastián de
Benalcázar como teniente de gobernador. Sin embargo, se trataba solo de disposiciones
nominales, ya que la conquista aún no se había definido.255
Benalcázar se quedó en Quito, mientras que Diego de Almagro y Pedro de Alvarado, iniciaron
su marcha hacia el sur, rumbo al Perú, al encuentro de Pizarro.256
Mientras que Almagro y Alvarado avanzaban al sur, Quizquiz, que había escapado de la
persecución de Hernando de Soto y Manco Inca, reorganizaba sus fuerzas y marchaba hacia la
región de Quito. Planeaba recuperar esta ciudad. Actuando con habilidad, el general
atahualpista logró separar a las fuerzas de Almagro y Alvarado, y se abalanzó sobre este
último. Pero Alvarado, hábil militar fogueado en la conquista de México, pasó a la ofensiva y
capturó al general Socta Urco, jefe de la vanguardia de Quizquiz.258
Envalentonado, Alvarado prosiguió su avance hacia el sur, sin esperar a Almagro, que se había
quedado rezagado. En una pelea que entabló con Quizquiz perdió a 14 españoles. Por su parte,
Almagro enfrentaba a un lugarteniente atahualpista, Huayna Palcón (un noble de sangre inca),
sin lograr desalojarlo de las posiciones que ocupaba.258
En otro ocasión, Quizquiz atacó a los españoles cuando subían por una cuesta luego de cruzar
un río, logrando matar a 53 de ellos y a un buen número de caballos. Fue la primera batalla en
la que murieron un número crecido de españoles, si se compara con el número total de la
hueste hispana. Sin embargo, unos 4.000 hombres atahualpistas desertaron y se pasaron al
bando español (posiblemente eran los cargadores, reclutados a la fuerza). A partir de
entonces, Quizquiz sufrió grandes derrotas, hasta que finalmente, los últimos restos de sus
tropas fueron desechas por Benalcázar en la segunda batalla de Riobamba.259
Muerte de Quizquiz
Quizquiz, junto con Huayna Palcón, se replegó hacia la selva para planear la estrategia a seguir
en la lucha contra los invasores hispanos. Quizquiz quería desarrollar una lucha de guerrillas
hasta rehacer sus fuerzas, a lo que Huayna Palcón se opuso. Este, al parecer, deseaba un
entendimiento con los españoles. En medio de la acalorada discusión que se desató, Huayna
Palcón cogió una lanza y atravesó el pecho de Quizquiz, matándolo.254
Así terminó la vida el indómito general de Atahualpa que en todo momento se mantuvo fiel a
su señor. Se sabe que, al igual que Chalcuchímac, era cuzqueño, de origen plebeyo, y que por
sus hazañas militares mereció su ascenso a la nobleza de privilegio. Su nombre quechua
significa “langosta” y dícese que lo adoptó pues al igual que el sonido de las langostas
atemorizaba a sus enemigos. Cabe señalar que del famoso trío de generales atahualpistas –
Rumiñahui, Quisquis y Chalcuchímac–, solo el primero era quiteño; sin embargo, hay que
destacar que todos ellos condujeron tropas quiteñas en apoyo de Atahualpa, enfrentando al
bando cusqueño u huascarista, durante la guerra civil incaica.
El fin de Rumiñahui
Representación del jefe militar inca Rumiñahui, óleo sobre lienzo del artista quiteño José
Yépez.
Rumiñahui intentó reorganizar la resistencia indígena y recuperar Quito, pero fracasó ante la
poderosa alianza forjada entre españoles e indios. Si bien los españoles eran solo unos cientos,
sus aliados indígenas eran miles; estos últimos fueron sin duda los que inclinaron la balanza a
favor de los invasores europeos. No solo eran los cañaris los que apoyaban a los españoles,
sino también los cuzqueños, traídos por Almagro, que clamaban venganza contra los quiteños
por las masacres que estos habían cometido en el Cuzco durante la guerra civil incaica. Los
cuzqueños pensaban que los españoles les ayudaban a recuperar la comarca de Quito; pronto
se darían cuenta de su error. El indómito Rumiñahui fue finalmente reducido y capturado junto
con algunos de sus capitanes, siendo ejecutado en Quito, en junio de 1535. Posiblemente fue
ahorcado,244 aunque una leyenda muy popular dice que fue quemado vivo en la actual Plaza
Grande de Quito.
Con la muerte de Quizquiz y Rumiñahui, se cerró todo un ciclo de la conquista española del
Tahuantinsuyo. En resumen, esta etapa se vio marcada por la resistencia que los atahualpistas,
al mando de Quizquiz y Rumiñahui, dieron a los españoles, mientras que estos eran apoyados
por los cusqueños o huascaristas, así como por diversas etnias del imperio incaico, como los
cañaris y los huancas. En la siguiente etapa, serían los incas propiamente dicho, es decir, los de
la etnia del Cuzco, quienes, al mando de Manco Inca, emprenderían una guerra de
Reconquista, enfrentando a los españoles y a sus aliados indígenas.
Con la entrada de los españoles en la ciudad del Cuzco en noviembre de 1533, concluyó la
conquista militar del Tahuantinsuyo llevada a cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo el
desarrollo del asentamiento español en el área dominada hasta ese momento por el Imperio
inca. La corona española nombró a Pizarro gobernador de las tierras que había
conquistado,260 éste emprendió la búsqueda de un lugar adecuado para establecer su capital.
Su primera elección fue la ciudad de Jauja, sin embargo, esta ubicación fue considerada
inconveniente por su altitud y su lejanía del mar al estar situada en medio de los Andes.261
Exploradores españoles dieron cuenta de un mejor lugar en el valle del Rímac, cerca del
océano Pacífico, con abundantes provisiones de agua y madera, extensos campos de cultivo y
un buen clima. Se trataba del pueblo de Rimac (pronunciado por los Yungas como Limac),
habitado aproximadamente por 20.000 habitantes262 y ubicado en territorios del curaca de
Rímac, Taulichusco.
En la que sería la Plaza Mayor de Lima, Pizarro, como era costumbre entre los conquistadores
españoles, fundó su nueva capital sobre una ciudad ya existente, el 18 de enero de 1535 con el
nombre de "Ciudad de los Reyes", denominada de esta forma en honor a la epifanía.263 Con
todo, al igual que había sucedido con la región, en un principio llamada Nueva Castilla y
después Perú, la Ciudad de los Reyes perdió pronto su nombre en favor de "Lima".264 Pizarro,
con la colaboración de Nicolás de Ribera, Diego de Agüero y Francisco Quintero trazaron
personalmente la Plaza de Armas y el resto de la cuadrícula de la ciudad, construyendo el
Palacio Virreinal (hoy día transformado en el Palacio de Gobierno del Perú, que de ahí
conserva el nombre tradicional de "Casa de Pizarro") y la Catedral, cuya primera piedra puso
Pizarro con sus propias manos.265
En agosto de 1536, la floreciente ciudad fue sitiada por las tropas de Manco Inca, pero los
españoles y sus aliados indígenas consiguieron derrotarlas.266 En los siguientes años Lima
ganó prestigio al ser designada capital del Virreinato del Perú y sede de una Real Audiencia en
1543.267
Reforzada el dominio español por el norte del Tahuantinsuyo, Almagro inició los preparativos
de su expedición al Collasuyo con buenos auspicios. Le llegaron noticias de los incas de que la
región al sur del Cuzco estaba poblada de oro, por lo que juntó fácilmente 500 españoles para
la expedición, muchos de los cuales no lo habían acompañado al Perú. Iban también en la
expedición unos 100 esclavos negros y unos 1500 yanaconas para el transporte de las armas,
ropas y víveres.
Las noticias que les llegaban del valle de Chile eran absolutamente falsas, pues los incas
planeaban una rebelión contra sus dominadores y deseaban que aquel grupo tan numeroso de
españoles se alejara del Perú, sabiendo que al sur solo encontrarían indígenas hostiles. Para
convencerlos, Almagro le pidió a Manco Inca que les preparara el camino junto a tres soldados
españoles, el Inca les entregó a Vila Oma (sumo sacerdote inca) y a su hermano Paullu Inca
como guías.
Almagro encomendó a Juan de Saavedra que se adelantase con una columna de 100 soldados
para que, a la distancia de unas 130 leguas, fundase un pueblo y lo esperase con los alimentos
e indios de relevo que pudiera reunir en aquellas comarcas.
Terminada los preparativos, el conquistador español salió del Cuzco el 3 de julio de 1535 con
50 hombres y se detuvo en Moina (a 5 leguas al oeste del Cuzco) hasta el 20 de ese mes,
detenido por el inesperado arresto de Manco Inca por Juan Pizarro, acción que le dio
problemas. En el Cuzco Almagro dejó a Rodrigo Orgóñez reclutando soldados para unirse a la
expedición, cumpliendo Juan de Rada la misma comisión en la Ciudad de los Reyes.
Dejada atrás Moina, Almagro se encaminó por el Qhapaq Ñan recorriendo el área occidental
del lago Titicaca. Cruzó el río Desaguadero y se encontró con Saavedra en Paria (Bolivia) a
principios de agosto, quien había reunido a sus fuerzas a 50 españoles más, que pertenecían al
grupo del capitán Gabriel de Rojas, y que decidieron abandonar a su jefe y dirigirse a Chile.
En Tupiza, Paullu Inca y Vila Oma habían recolectado oro de los tributos de la región. Los tres
españoles que los acompañaban, mientras esperaban a Almagro, se habían dedicado al pillaje
y continuaron el viaje sin esperarlo. Una caravana que supuestamente provenía de Chile con
90 000 pesos de oro fino de los tributos al Inca fue entregada a Almagro. En dicha ciudad, el
conquistador se informó de los dos caminos posibles para llegar a Chile, desechando el del
inhóspito desierto de Atacama.
Antes de que Almagro llegara a Tupiza, Vila Oma se escapó de la expedición con todos los
porteadores y volvió al norte con planes de aprovechar la división de las fuerzas españolas.
Pero Almagro y sus hombres siguieron adelante, ya que aún contaban con Paullu Inca como
aliado.
En el otoño austral de 1536 llegaron al pie de la cordillera de los Andes, Almagro inició la
transmontada con aproximadamente 2.500 hombres entre españoles, yanaconas y esclavos
negros. En su avance por la cordillera, los expedicionarios sufrieron muchas penalidades, ya
que caminaban agotados por el frío y el congelamiento de sus manos y pies, y además las
penurias aumentaron al internarse por ese paisaje helado, inhóspito y silencioso, llegando
incluso a detener el avance por falta de ánimos.
Manco Inca liderando la rebelión, detalle de pintura de Juan Bravo, en la municipalidad del
Cuzco.
Finalizada la guerra contra los que acabaron con su panaca, se esperaría que existiese una
armonía entre Manco Inca y los españoles, sin embargo la realidad fue diferente. Pronto el
nuevo monarca se dio cuenta del craso error de confiar en los peninsulares por la serie de
razones siguientes:
Veía múltiples abusos que cometían los españoles contra las mujeres de la nobleza, pueblo y
vírgenes del sol.
Era, desde el principio, un rehén de los conquistadores, llegando a ser en dos ocasiones un
vilipendiado prisionero.
Por estas y otras razones planeó sacudirse de la influencia española. No obstante, sus planes
fueron descubiertos y fue hecho prisionero a mediados del año 1535.
Mientras seguía prisionero Manco Inca, llegó a la capital imperial el conquistador Hernando
Pizarro, incipiente teniente de gobernador general del Cuzco, quien prontamente lo puso en
libertad en febrero de 1536, aunque sin que pudiera salir de la ciudad de Cuzco.
Hernando Pizarro, tras darse cuenta de su error, encabezó una expedición contra el ejército
inca, que se había reunido en el cercano valle de Yucay. Este ataque fue un fracaso debido a
que los españoles subestimaron gravemente el tamaño del ejército de Manco Inca. Éste, sin
embargo, no atacó Cusco directamente sino que esperó hasta que reunió a todo su ejército, de
entre 100.000 y 200.000 soldados con los que el 3 de mayo de 1536, de acuerdo con la
cronología establecida por el historiador José Antonio del Busto,270 inició el cerco del Cusco
contra las tropas españolas compuestas por 190 españoles (80 de ellos a caballo) y algunos
miles de auxiliares indios.271
Pintura colonial sobre el cerco del Cusco; se puede ver la ciudad en la parte de al fondo.
Manco Inca dividió su ejército en cuatro cuerpos: las tropas del Chinchaysuyo eran conducidas
por los generales Coyllas, Osca, Curi Atao y Taype; las del Collasuyo, las más numerosas, eran
conducidas por el general Lliclli; las del Contisuyo, por los generales Sarandaman, Huaman
Quilcana y Curi Huallpa; y las del Antisuyo, mayormente flecheros y cerbataneros, por los
generales Rampa Yupanqui y Anta Allca.
El ejército inca lanzó un ataque a gran escala contra la plaza principal de la ciudad,
conquistando gran parte de esta. Los 190 conquistadores comandados por Hernando, Juan y
Gonzalo Pizarro, junto con esclavos negros, nicaraguas, guatemalas, chachapoyas, cañaris,
huascaristas y miles de indios auxiliares a su servicio, se hicieron fuertes en dos grandes
edificios cercanos a la plaza central, desde donde consiguieron rechazar los ataques incas y
lanzaron frecuentes contraataques.272
La estrategia inicial de los españoles fue resistir el ataque perpetrado en los edificios. Ello
generó burlas por parte del ejército de Manco Inca, quienes desde sus posiciones avanzaron
sobre la ciudad, logrando incendiar los tejados de las casas. Los españoles, presas del pánico,
creyeron ver al Apóstol Santiago el Mayor luchando contra los incas y a la Virgen María
apagando los incendios.