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ROLANDO MORALES ANAYA

La formación social
boliviana en transición
Las élites tradicionales sienten desdén por el reposicionamiento
social, político y económico de la población nativa o mestiza y odian
al MAS porque piensan que es el instigador de ese proceso. Esta
observación no debe ser interpretada en el sentido de que el desdén
o el odio son las únicas razones para oponerse al MAS, pues puede
haber también otras razones.
Hasta comienzos del siglo XX, Bolivia ignoró la presencia de los
indígenas a pesar de constituir la mayor parte de la población. En las
primeras décadas de ese siglo, desde diferentes tendencias,
empiezan a preocuparse por ellos. Desde el lado más retrógrada,
quisieron demostrar que los indígenas no tenían el mismo nivel de
inteligencia de los que no lo eran y para hacerlo hicieron venir
misiones de Europa para medir el tamaño del cráneo de indios y
mestizos. Entre los entusiastas por esta tarea estaban las élites del
partido liberal y el famoso profesor Georges Rouma, fundador de la
Normal de Sucre. Pero, hubo también importantes intelectuales y
políticos bolivianos que abogaron por la igualdad de capacidades
entre indios y no-indios, entre ellos estaban los líderes de los
partidos de izquierda, de los anarquistas y de los movimientistas.
Pero, hubo que esperar la revolución de 1952 para que muchas
ideas que se dieron entonces se convirtieron en políticas públicas.
Entre las más importantes están la devolución de las tierras
usurpadas a los campesinos a fines del siglo XIX y el inicio de la
escolarización de los niños y jóvenes indígenas que pronto sería
masivo.
Hoy en día, casi la totalidad de niños y jóvenes entre siete y 15 años
de edad están escolarizados. La administración pública ha captado
un número significativamente grande de empleados entre las
familias cuyos miembros se beneficiaron de las reformas de la
década del 50. Esto molesta mucho a las antiguas élites, que piensan
que esos puestos están reservados para ellos. Pero, hay también
razones más nobles de descontento. Resulta que muchos de los
jóvenes contratados en las últimas décadas por la administración
pública no tienen aún buenos niveles profesionales porque la
masificación del proceso educativo se hizo sacrificando la calidad.
Parte de la élite tradicional perdió la oportunidad de lograr niveles
académicos aceptables, por modorra y por falta de espíritu
competitivo. En una perspectiva histórica, como grupo social, es el
responsable de la gran cantidad de malas decisiones tomadas en el
pasado y que explican, parcialmente, el atraso de Bolivia.
Actualmente, por ahorrar esfuerzos en estudios y en el trabajo, esta
élite no manifiesta ideas para apoyar el progreso de Bolivia; sólo se
limita a criticar al gobierno impulsada por su descontento de ver
disminuida su influencia en las decisiones nacionales.
Luego, en lo cultural y político, Bolivia está en un proceso de
transición, en el que las élites tradicionales están perdiendo espacio
beneficiando a las poblaciones relegadas. En el campo económico,
el proceso es aún más importante debido al vigoroso desarrollo de
una burguesía aymara y de miles de emprendedores en el comercio
y en la industria. Estos grupos están desplazando a la burguesía
tradicional creada bajo el ala de las antiguas élites y el Estado.
Esta descripción es válida para el occidente del país. En Santa Cruz y
Beni, el proceso es bastante diferente. Allá, se ve con gran recelo la
transición en el occidente, pero el progreso económico enfría
posibles conflictos entre grupos sociales emergentes de la
desigualdad de oportunidades y de acceso a recursos productivos,
especialmente, la tierra. Allá, no se vislumbra un proceso de
transición cultural, político o económico. Los conflictos existentes
por la posesión de la tierra son imputados a los campesinos
migrantes del occidente con el aval del gobierno del MAS. El conflicto
es de carácter territorial y feudal: miles de migrantes buscan
mejores condiciones de vida, empresarios hacendados que se les
oponen y una autoridad, el INRA, que brilla por su falta de definición
sobre la propiedad de la tierra y que lleva el estigma de corrupción
en beneficio de los grandes empresarios. Cabe insistir con que el
conflicto por la posesión de las tierras en el oriente del país es muy
grave y corre el peligro de agravarse en los próximos meses.
Rolando Morales Anaya es economista
CARLOS HUGO MOLINA

¿Cuántas Bolivias hay en


Bolivia?
Cada vez me convenzo más, que muchas. Cada una con su
peculiaridad, su especificidad y su diferencia, sin que ello tenga que
significar confrontación.
El intento de unificarnos a la fuerza ha sido el error político más
grave. Si aceptamos las diferencias de geografía, temperatura,
humedad, lengua, comida, vestimenta, formas de divertirnos, de
despedir la muerte y recibir la vida, de bailar… ninguna de esas
cualidades son tragedia, son, simplemente, evidencias de la realidad
que nos obligan a ser más tolerantes respetando la diversidad.
Hemos ido aceptando progresivamente las manifestaciones que se
viste de cotidiano. Tenemos dos sedes de los poderes públicos, dos
banderas, somos república y Estado plurinacional, hablamos 37
lenguas, tenemos dos formas de justicia, nos movemos entre los
6.542 msnm del Sajama en el departamento de Oruro y los 70 msnm
del río Paraguay en el departamento de Santa Cruz… y puedo seguir
con un lista festiva y provocadora.
Existimos unidos por una decisión inicial de ser parte de algo nuevo
y distinto. El Cerro Rico de Potosí, la Audiencia de Charcas, la
separación entre Manso y Ñuflo de Chávez, la fundación de Santa
Cruz de la Sierra y la creación de los territorios libres de Moxos y
Chiquitos definieron el territorio. Aquí ya estaban desde siempre los
Uru Chipayas, la cultura Wari, los señoríos aymaras, el imperio colla,
los llanos de Guelgorigota, los Ava Guaraní, los Chanés y otros
Arawaks, chapacuras, otuquis y samucos esparcidos en la tierra
colorada de lo que ahora es la Nación de los Indios Chiquitos, con la
musicalidad de los Piñocas, Quibiquias, Tubasis, Penoquís, Tobicas,
Curucones, Borasíes, Sarabes, Penotos, Subericas, Simiquíes,
Taucas…
Y cuando fuimos Bolivia, fuimos descubriendo con batallas y guerras
la razón de nuestra existencia. Quizá la última, la de la Guerra del
Chaco, nos terminó de marcar. Y la Revolución del 9 de Abril cerró el
círculo de nuestro imaginario. Después de ellas, de la guerra y la
revolución, ya fue imposible detener el crecimiento de la patria que
ascendía todos los días desde el oriente.
Los combatientes que fueron al Chaco, volvieron ciudadanos
comprometidos exigiendo ciudadanía, democracia, regalías,
progreso, pavimento, luz y agua. Y aprendieron a vivir en poblados,
ciudades y ahora en metrópolis. En esta historia, trabajamos donde
nacimos y migramos donde había esperanzas. Desencantamos la
tierra y aprendimos a vivir con el Duende y el Ajayu.
Cada nueva etapa es una ruptura y un aprendizaje y aquí seguimos
porque así lo queremos, aunque a veces cuesta. No nos gusta que
nos digan cuales son las condiciones para ser bolivianos. La rebeldía
cultivada por Lanza, Méndez, Pagador, Warnes, Cañoto, Ascencio y
Doña Juana, es la misma que nos enseñaron para compartir respeto
y libertad.
Y en medio de esa construcción tan complicada y afectuosa, algunos
miembros del Estado boliviano no comprenden todavía que el mejor
instrumento para superar la crisis se llama Santa Cruz, y al pretender
negarlo, desconocen la opción para compartir la experiencia con los
otros ocho departamentos. Bolivia ya está en Santa Cruz. Como en
los otros departamentos.

Habrá que recordarles que los enojos gubernamentales no


modifican una secuencia de 70 años. Ni el utilizar la fuerza en contra,
cuando lo inteligente sería sumarlas.
Y los que aquí estamos, porque aquí nacimos, nos vinimos o viven
nuestros parientes, tampoco debemos caer en la provocación o en
la soberbia. Es un tema de tiempo, y los caminos están marcados.
Que el abrazo de todas las Bolivias vuelva a florecer en septiembre.

Carlos Hugo Molina es abogado y ciudadano en ejercicio.


ANTÓNIO GUTERRES

Glasgow: una prueba


para el clima
La Conferencia sobre el clima de las Naciones Unidas que se celebra
en Glasgow, conocida como COP 26, pondrá a prueba a los
dirigentes del mundo y reflejará la importancia que conceden a la
lucha contra esta emergencia planetaria.
Las señales de alerta están por todas partes. El aumento de las
temperaturas convertirá amplias regiones del planeta en zonas
muertas para la humanidad antes de que acabe el siglo.
A pesar de la fuerza con la que repican las campanas de alarma, las
acciones adoptadas hasta ahora por los Gobiernos no bastan para
lograr lo que tan urgentemente se necesita.
Los recientes nuevos anuncios en materia de acción climática son
bienvenidos, pero el mundo se dirige, aún así, hacia un aumento
catastrófico de la temperatura global muy por encima de los 2 °C.
Esta situación se aleja mucho del objetivo de 1,5 °C que se impuso
el mundo en el Acuerdo de París, un objetivo que, según la ciencia,
es la única opción sostenible para el planeta.
Se puede lograr ese objetivo.
A condición de reducir un 45 % las emisiones mundiales en este
decenio respecto de los niveles de 2010.
A condición de alcanzar unas emisiones netas de valor cero a nivel
mundial para 2050.
Y a condición de que los dirigentes acudan a Glasgow con metas
ambiciosas y verificables para 2030 y políticas concretas para invertir
la marcha de este desastre.
Ya no es tiempo de sutilezas diplomáticas.
Si los gobiernos, en especial los gobiernos del G20, no lideran este
esfuerzo, la humanidad se dirige hacia un sufrimiento terrible.
Todos los países deben entender, no obstante, que el antiguo
modelo de desarrollo basado en la quema de combustibles fósiles
es una sentencia de muerte para su economía y el planeta.
Debemos descarbonizar ya todos los sectores, derivar las
subvenciones de los combustibles fósiles a las energías renovables
y gravar la contaminación, no a la población. Debemos poner un
precio al carbono y redirigir ese dinero hacia infraestructuras y
empleos resilientes. Y debemos prescindir progresivamente del
carbón: para 2030 en el caso de los países de la OCDE y 2040 para
todos los demás.
Los pueblos esperan, con razón, que los Gobiernos tomen la
iniciativa. Pero todos somos responsables de proteger nuestro
futuro colectivo.
Las empresas deben reducir su impacto ambiental y adaptar
plenamente sus operaciones y flujos financieros de forma creíble
para alcanzar un futuro con emisiones netas de valor cero. Se
acabaron las excusas; basta de falso ecologismo. Los inversionistas,
públicos y privados, deben hacer lo mismo.
En todas las sociedades, las personas deben tomar decisiones más
responsables sobre lo que comen, cómo viajan y qué compran.
Y los jóvenes, y los activistas del clima, deben seguir haciendo lo que
hacen: pedir a sus dirigentes que actúen y que asuman
responsabilidades.
Se necesita una solidaridad mundial en todos los ámbitos para
ayudar a todos los países a lograr este cambio. Los países en
desarrollo están luchando contra varias crisis de deuda y de liquidez.
Necesitan apoyo.
Los bancos públicos y multilaterales de desarrollo deben aumentar
de forma considerable sus carteras relacionadas con el clima y
ayudar a los países a realizar la transición a economías de emisiones
netas de valor cero y resilientes. El mundo desarrollado debe
cumplir urgentemente su promesa de destinar al menos 100 mil
millones de dólares anuales a la financiación relacionada con el
clima para los países en desarrollo.
Los donantes y los bancos multilaterales de desarrollo deben
destinar al menos el 50% de su financiación relacionada con el clima
a la adaptación y la resiliencia.
Las Naciones Unidas se fundaron hace 76 años con objeto de
generar consenso para actuar frente a los mayores retos de la
humanidad. Pocas veces hemos asistido a una crisis existencial
como esta, que nos amenaza a nosotros y a las generaciones
futuras. Sólo hay una forma de avanzar. Un futuro limitado a 1,5 °C
es el único futuro viable para la humanidad.
Los dirigentes deben continuar con su labor en Glasgow antes de
que sea demasiado tarde.

António Guterres es el Secretario General de las Naciones Unidas.


15 de octubre de 2021 / 01:13

Ética y Papeles de Pandora


Hace tan solo unas semanas se dio a conocer la investigación internacional
denominada Los Papeles de Pandora (Pandora Papers), un estudio del
Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) que pone al
descubierto un entramado de turbias operaciones en paraísos fiscales que
permite mantener fortunas en secreto a más de 300 personalidades del mundo
público, entre ellos presidentes, monarcas, ministros y políticos vinculados a
sectores conservadores, así como empresarios, artistas, futbolistas y modelos.
Más de 11,9 millones de documentos confidenciales han salido a la luz y
destapado los negocios offshore de algunas de las personas más ricas y
poderosas del mundo. Aunque no hay certeza de las fortunas que se ocultan
bajo este mecanismo, el FMI estima que cada año hay una merma de $us
600.000 millones de impuestos perdidos por los gobiernos de todo el planeta.
Este tipo de sociedades, radicadas en países distintos del domicilio fiscal de sus
administradores, son legales siempre que el propietario las declare allí donde
resida. El problema comienza cuando lo que se busca es anonimato y nula
tributación. Las consecuencias de los paraísos fiscales se traducen en que las
personas más ricas, aproximadamente el 1%, tienen la posibilidad de elegir
dónde pagar sus impuestos; cuando los pagan, eso significa que terminan
pagando menos impuestos e inclusive evaden la tributación. Este hecho no es
reciente, menos único, según especialistas en el tema tienden a convertirse en
acciones recurrentes.

Lo extraño es que, pese a las magnitudes de los montos y las consecuencias


identificadas, autoridades, opinión pública y medios de comunicación social,
entre otros, no le dan el tratamiento suficiente y adecuado. Siendo un asunto
que no solo compromete los ingresos de los países, sino que también se
convierte en un accionar carente de ética de precisamente personalidades del
mundo público que están llamadas a convertirse en referentes de la sociedad. La
ética no solo es cuestión de lecciones de moral, es fundamentalmente
una praxis de conciencia propia de las y los seres humanos. Lo que significa la
existencia de elementos éticos que en la práctica, en la vida diaria, también se
hacen públicos, como parte inmanente de toda persona que se precie como tal.

Ocultar la posesión de ingentes recursos financieros, recurriendo a operaciones


de dudoso mecanismo, no es ético, todo lo contrario, ratifica un accionar carente
de principios, valores, coherencia entre lo que se dice, piensa y hace, y
fundamentalmente evidencia la intencionalidad de encubrir información con
fines personales. Tampoco contribuye a la construcción de una cultura de
transparencia y disminuye credibilidad. Para los Estados, estas acciones con
paraísos fiscales expresan las conductas que tienen sus contribuyentes, así como
el conocimiento de las estrategias que utilizan para no pagar impuestos.

Recurrir a negocios offshore en países distintos a los de origen de los recursos


financieros con fines de anonimato y buscar una nula tributación, no contribuye
al bien común. No pagar tributos como corresponde, no permite el desarrollo de
políticas económicas y sociales para beneficio del conjunto de la población.
Tampoco es patriota, como suelen manifestar precisamente las personas
vinculadas al mundo público, mucho más de aquellas que repiten con
frecuencia su supuesto “amor por la patria”, es una acción para servir a sus
intereses y no para el bienestar de la patria.

Quedan muchas acciones por hacer, las más dependen de la ética y coherencia
de vida de las personas involucradas con los paraísos fiscales, pero también de
normas que generen una cultura de ética y transparencia. Habrá que promover
la continuidad de investigaciones, como las realizadas por el ICIJ, definir normas
que contribuyan a una mayor transparencia, la creación de una comisión
internacional para regular estas acciones, ya que el capital se moviliza de
manera global. Urge reformar las reglas impositivas internacionales,
garantizando que los países se involucren en su elaboración y aplicación. Como
dice Dereje Alemayehu, presidente de la Alianza Global para la Justicia Fiscal,
corresponde “Encontrar una solución global a la evasión y la elusión impositiva
global será sin duda un proceso difícil, desordenado y prolongado. Pero la
transparencia y el compromiso de todos los países son fundamentales, como así
también el compromiso de la ONU”.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de


Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.
Transformación de los sistemas
agroalimentarios
14 de octubre de 2021 / 01:06

En el Día Mundial de la Alimentación de este año nos encontramos en


un momento crítico. La pandemia de la enfermedad por coronavirus
(COVID-19) sigue planteando un desafío a nivel mundial que provoca
pérdidas y sufrimiento incalculables. Los efectos de la crisis climática
se ciernen sobre nosotros por doquier. Cultivos que han sido pasto de
las llamas. Hogares que han sido arrastrados por las aguas. Vidas y
medios de sustento que se han visto sumidos en el caos debido a
conflictos y otras emergencias humanitarias. Los desafíos para la
seguridad alimentaria mundial no habían sido tan graves en años.

Sin embargo, en medio de todo esto, hay un nuevo ímpetu alentador


por replantear la forma en que se producen, almacenan, distribuyen y
consumen nuestros alimentos. En la Cumbre de las Naciones Unidas
sobre los Sistemas Alimentarios del mes pasado, convocada por el
secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, se
establecieron las líneas generales del modo en que debe avanzar el
mundo para transformar los sistemas agroalimentarios.

En la FAO ya nos hemos remangado y nos hemos puesto a trabajar en


las tareas prácticas para dirigir la aplicación e impulsar la
transformación.

Incluso antes de que el COVID-19 pusiera al descubierto la


vulnerabilidad de los sistemas agroalimentarios mundiales, cientos de
millones de personas en el mundo padecían hambre, y ese número ha
aumentado en el último año hasta 811 millones. Pese a que el mundo
produce alimentos suficientes para darnos de comer a todos. Esto es
inconcebible e inaceptable.

Al mismo tiempo, el 14 % de los alimentos que producimos se pierde y


un 17 % se desperdicia. Sumemos a esto otros factores de estrés —
como las plagas y enfermedades, los desastres naturales, la pérdida de
biodiversidad y destrucción de hábitats, y los conflictos— y podrán
apreciar la magnitud del desafío que afrontamos a fin de cubrir las
crecientes necesidades de alimentos del mundo y reducir
simultáneamente los efectos ambientales y climáticos de nuestros
sistemas agroalimentarios.

La FAO, como principal organismo que se ocupa de la alimentación y


la agricultura, ha elaborado un conjunto de instrumentos que
estamos seguros de que nos permitirán lograr efectos en muchos de
estos complejos problemas sistémicos. Tenemos una idea clara de
nuestra meta, enmarcada en los objetivos de una mejor producción,
una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor. La
FAO calcula que es necesario invertir anualmente entre $us 40.000 y
50.000 millones en intervenciones específicas para acabar con el
hambre de aquí a 2030. Hay muchos proyectos de bajo costo y
grandes repercusiones que pueden ayudar a centenares de millones
de personas a cubrir mejor sus necesidades alimentarias.

Por ejemplo, iniciativas de investigación y desarrollo para hallar


soluciones más avanzadas tecnológicamente en el sector de la
agricultura, la innovación en la agricultura digital y la mejora de las
tasas de alfabetización de las mujeres pueden contribuir en gran
medida a reducir el hambre. Pero también hay otros elementos
esenciales, como la mejora de los datos, la gobernanza y las
instituciones, que deben añadirse a la ecuación.

Además, nuestro planteamiento solo puede ser eficaz si se basa


firmemente en la colaboración con los gobiernos y otros asociados
clave. También tenemos que darnos cuenta de que los científicos y
burócratas e incluso los productores y distribuidores de alimentos
nunca podrán lograr por sí solos estos cambios.

La transformación puede y debe comenzar con la adopción de


medidas pragmáticas y concretas por los consumidores ordinarios y
con las decisiones que tomamos. Las decisiones que tomamos cada
día sobre qué alimentos consumimos, dónde los compramos, cómo
están envasados o cuánta comida tiramos, repercuten en nuestros
sistemas agroalimentarios y en el futuro de este planeta.

Todos nosotros tenemos el potencial para ser héroes de la


alimentación. Nuestras acciones son nuestro futuro. El proceso de
transformación de nuestros sistemas agroalimentarios empieza
contigo y conmigo.
Pero no termina con nosotros. Como reza el antiguo adagio: “Somos lo
que comemos”. Es igualmente cierto que la forma en que nuestros
hijos y nietos se desarrollen también se verá influenciada por lo que
comemos. Está en nuestras manos preservar la esperanza.

QU Dongyu es director general de la Organización de las Naciones


Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

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¿Quién controla el oro del noreste?
11 de junio de 2021 / 01:46
Hablar de oro es siempre alucinante y como anotaba en uno de mis
escritos el brillo de este metal fue “la primera locura del hombre”
(Plinio el Viejo en Naturalis, 79 d.C.), inspiró las más arriesgadas
expediciones y es el metal más buscado desde tiempos inmemoriales.
Por otra parte, hay un dicho popular que circula entre los
exploradores: “el oro no es del que lo busca, sino del que lo encuentra”;
siempre hay un halo de misterio en todo lo que se refiere a este metal.
¿Por qué vuelvo a citar estas frases en esta columna? En el país hay un
debate sobre los yacimientos aluviales de oro del noreste del país, su
manejo arbitrario para decir lo menos, sobre el contrabando,
informalidad e ilegalidad que campean en las faenas mineras y en la
cadena de comercialización del metal; aspectos que he tocado desde
años atrás en esta columna y en otros escritos y como geólogo, desde
los albores de la exploración moderna de los años 70 y 80 en la que
participé, especialmente aquella de los años 80 cuando como director
de Exploraciones de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) dirigí,
entre otros, un proyecto de exploración de oro en el noreste que tenía
la ayuda del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y
que se frustró alrededor de 1985 cuando la inestabilidad política
instaló en el país un gobierno de tinte “neoliberal” que terminó con
éste y con otros programas estatales de exploración minera y abrió el
país y la corporación al capital privado nacional y transnacional. Al
margen de afinidades políticas o juicios de valor al respecto, la nueva
etapa, como todas en el vaivén de políticas contradictorias a lo largo
de la historia del país, generó resultados positivos y también negativos,
que no son tema de esta columna. Lo que quiero “remarcar” es el
efecto negativo de este vaivén, cuando de desarrollar proyectos
mineros se trata.

El proyecto aludido determinó varias áreas que podían ser explotadas


racionalmente y delimitó en los ríos Madre de Dios y Beni las
concesiones San Antonio del Río y Madre de Dios que totalizaban
600.000 hectáreas para la Comibol. En los primeros años 90 se trató
de interesar al capital extranjero para un joint venture, varias
empresas tenían interés y se llegó a un acuerdo con Downer Mining/
Autspac Gold para seguir la exploración de áreas seleccionadas y
llegar a una factibilidad (DFS) que garantizaría una operación rentable.
Paralelamente empezó una campaña de cooperativas, pequeñas
unidades artesanales y garimpeiros que pugnaban por operar en el
área que para entonces ya tenía un potencial muy interesante. La
zona se llenó de dragalinas (balsas con equipo de succión y lavado de
gravas mineralizadas). Esto, acompañado del difícil acceso, falta de
infraestructura y sobre todo la inestabilidad política que vivió el país,
lograron, sin prisa pero sin pausa, abortar el joint venture y pasados los
años, la caducidad de las concesiones de la Comibol. El Estado
anulando concesiones mineras de la estatal minera. ¿Qué tal? El resto
es historia conocida y llegamos al presente, con el vaivén político en el
otro extremo y con la minería informal, en algunos casos, ilegal,
campeando en toda el área.

Así las cosas no marchan ni lo harán en el futuro. Acabo con una


reflexión que hacía en esta columna hace muchos años (22/02/2013):
”el oro es hoy el más estratégico de los metales que produce el país, el
control de la cadena de producción y comercialización debería ser una
prioridad nacional. Un adecuado fortalecimiento institucional y una
clara política sectorial pueden convertir la minería artesanal y/o
informal que produce para invisibles reyes chiquitos, en una minería
fuerte y moderna que beneficie a la región y al país”.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y


Metalurgia.

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COP26: Arce denuncia
‘colonialismo del carbono’ y pide
dejar el ‘capitalismo verde’
El Presidente afirmó que la solución a la crisis climática no se va a lograr
con más “capitalismo verde”, sino por el cambio del modelo de la
civilización.

1 de noviembre de 2021 / 13:19


El presidente Luis Arce, durante su intervención en la Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que se realiza
en la ciudad escocesa de Glasgow, denunció este lunes que los países
desarrollados promueven un nuevo proceso de recolonización
mundial, que llamó “colonialismo del carbono”, e instó a dejar el
“capitalismo verde”.

“Tenemos que estar conscientes de que los países desarrollados están


promoviendo un nuevo proceso de recolonización mundial, que lo
podemos denominar como el nuevo colonialismo del carbono, porque
están tratando de imponer sus propias reglas del juego en las
negociaciones climáticas para seguir alimentando el nuevo sistema
capitalista verde, y promoviendo que los países en desarrollo
tengamos que asumir estas reglas de juego sin opción alguna”, dijo.

Indicó que el sistema mundial capitalista, basado en un consumismo


sin límites y explotación irracional de la naturaleza y del espacio
atmosférico, “no puede solucionar la crisis climática a no ser que exista
un fuerte cambio de timón en su sistema económico y social”.

“Percibimos que los países desarrollados están simplemente ganando


tiempo sin ningún sentido de responsabilidad con la humanidad y la
Madre Tierra y su credibilidad está en riesgo”, añadió.

También consideró que desde los países desarrollados se están


construyendo discursos en los que aparecen “como los campeones de
la lucha contra la crisis climática con el discurso de balance neutral de
emisiones al 2050, pero eso está muy lejos de la verdad”.

“Si los países desarrollados quieren ser líderes en la lucha contra la


crisis climática, tienen que promover una distribución del espacio
atmosférico basado en la equidad con responsabilidades comunes,
pero diferenciadas”, afirmó.

En ese contexto, el Jefe del Estado aseguró que la solución a la crisis


climática no se va a lograr con más “capitalismo verde”. “La solución
pasa por cambiar el modelo de civilización y avanzar hacia un modelo
alternativo al capitalismo, que es el horizonte civilizatorio del vivir bien
en armonía con la Madre Tierra”, remarcó.

Bolivia

La autoridad indicó que Bolivia está concluyendo la preparación de


una “contribución nacionalmente determinada” hacia el 2030, que
ratifica su compromiso nacional contra la crisis climática en los
sectores agropecuario, agua, energía y bosques.

“Esperamos facilitar acuerdos para avanzar en la provisión de


financiamiento y otros medios de implementación para impulsar a
una mayor escala los esfuerzos nacionales para lograr las metas de
mitigación, adaptación y desarrollo integral de nuestro país”, sostuvo.

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