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U N V A L I..

E
(Mapa mudo)

POR

AZORIN

NOÍÍS ne peignons jamáis asses clmr...


DAUEIGNY.

Desde esta elevada terraza cumbre plana de una mon-


taña, a mil ciento once metros sobre el Mediterráneo, abar-
co todo el valle. Veo olivares, viñedos, almendros, sembra-
dos, huertas, tierras de regadío, tierras de secano. Diviso
varias fábricas, cuatro o seis estaciones del ferrocarril, cua-
tro o seis pueblos, cuatro castillos, casas de labor, casas de
placer, caminos viejos, carreteras provinciales. Oteo el traba-
j a r en la tierra, el trajinar de los vehículos y caminantes.
Rayan el fondo del valle la línea de la vía férrea, la carrete-
ra general, el estrecho y torcido río. Al final hay una man-
cha azul; el mar. En los colores que registro predomina el
gris; conviene al gris el azul desvaído del cielo. Con el gris
se asocian el verde de los sembrados y viñedos, el rosa de las
torrenteras, el pardo de los rastrojos. Acá y allá resaltan un
arenal dorado, un macizo de flores, un olmo solitario ante
la fachada blanca de una casita. Lo que no alcanza la vista
lo alcanzan los prismáticos. Forzosamente rompo la mudez
del mapa con pruritos irreprimibles: he de aclarar que esta
ermita que veo a la salida de un pueblo es la de San Bonifa-
cio; que la otra que domina un pueblo es la de Santa Bárba-
ra; que una tercera, en un cerro, junto a un castillo con una
torre triangular, es la de Santa María Magdalena; que la
cuarta, replegada en la falda de la montaña, es la de San
Pascual; a ella acuden el 17 de mayo, fiesta del Santo, en ru-
morosa romería, gentes de los contornos. Los demás días del
año queda silenciosa. ¿Qué es lo que detiene más mi vista?

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¿Un remanso en el río? ¿Un alfalfar en que unos olivos
dejan caer sus grises alabes sobre el verdor azulino de la al-
falfa? ¿Un molino caduco? Ya las poderosas "fábricas de
harinas" han convertido en antiguallas esos seculares mo-
linos, con su caz, sus pétreas muelas, su vigilante citóla, "por.
demás si el molinero es sordo". Evocamos dos molinos de
Lope, el gran molinero poético: uno en el poema Isidro, otro
en la comedia El Molino. Decididamente, la vista se atarda
en la ermita de San Pascual. Alguien habrá, entre todos los
romeros, que cuente su vida por la fecha del 17 de mayo,
; Volverá a ver ese cualquiera otro 17 de mayo ? ¿ No será éste
el último que vea? No sé que nubes armonizan más con el
valle, Los redondos cúmulos son frecuentes, pero los finos y
alargados estratos son los que conciertan más con los colo-
res mitigados. Generalmente, el cielo está limpio, radiante,
esplendoroso. No sopla ni la más leve aura; las flámulas de
las cañas permanecen quietas; una columnita de humo ascien-
de recta y se disipa suavemente. Eí punto de mediodía, la
luz ciega el valle; casi desaparece eí color. Por la tarde, van
surgiendo y alargándose las sombras. Al cerrar la noche
distinguiremos: los puntitos brillantes en los pueblos, los fo-
cos de un automóvil, el resplandor súbito del hogar que se
abre en una locomotora, la fogata de unos pastores, una lu-
cecita perdida en la negrura.

Azorín.
Zorrilla, 21,
MADRID

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