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REFLEXIÓN SOBRE LA GLOBALIZACIÓN1

En las últimas tres décadas ha ocurrido un cambio fundamental en la economía del mundo. Quedaron lejos
los años en que las economías nacionales eran entidades relativamente autónomas, aisladas entre sí por
barreras al comercio y a la inversión internacional, por distancias, husos horarios e idiomas, así como por
diferencias nacionales en cuanto a normas gubernamentales, cultura y sistemas comerciales. Nos dirigimos
a una época en la que caerán las barreras internacionales al comercio y la inversión; las distancias se
acortarán gracias a los avances en la tecnología del transporte y de las telecomunicaciones; en que las
culturas materiales comenzarán a asemejarse en todo el mundo, y las economías nacionales se fundirán en
un sistema económico mundial integrado e interdependiente. El proceso que ha originado todo lo anterior
se llama globalización.
En la economía mundial interdependiente de hoy, una persona puede ir a su trabajo manejando un auto
diseñado en Alemania y armado en México por Ford, con componentes fabricados en Estados Unidos y
Japón a partir de acero coreano y plásticos malasios. Quizá llene el tanque en una gasolinera de British
Petroleum (BP), propiedad de una multinacional inglesa. Tal vez la gasolina se refine de petróleo extraído
de un pozo en la costa occidental de África por una petrolera francesa que lo transportó a Estados Unidos
en un barco de una naviera griega. En su camino al trabajo, posiblemente esta persona hable con su
corredor de bolsa por medio de un celular Nokia diseñado en Finlandia y armado en Texas con microcircuitos
producidos en Taiwán y diseñados por ingenieros indios empleados de Texas Instruments. Quizá le diga a
su asesor financiero que comprará acciones de Deutsche Telekom, una empresa alemana de
telecomunicaciones, que de ser un monopolio paraestatal, se transformó en una compañía global gracias a
un enérgico director ejecutivo israelí. Tal vez encienda la radio, del auto, hecha en Malasia por una compañía
japonesa, para oír una canción popular de hip hop compuesta por un sueco y cantada en inglés por un grupo
de Dinamarca que firmó un contrato de grabación con una disquera francesa para promover su disco en el
extranjero. Nuestra persona podría pasar por una cafetería, de servicio a automovilistas, administrada por
un inmigrante coreano y ordenar un latte con leche desgrasada y panecillos cubiertos de chocolate. Los
granos del café vendrían del Eje Cafetero Colombiano y el chocolate de Perú, mientras que los panecillos
se habrían horneado en el lugar, según una antigua receta italiana. Cuando terminara la canción, un locutor
informaría al público que las protestas globalifóbicas en una reunión de jefes de Estado en Davos, Suiza,
terminaron en violencia. Una activista murió. El locutor pasaría a la siguiente nota, una noticia sobre cómo
la crisis financiera que comenzó en el sector bancario de Estados Unidos desencadenó una recesión global
al generar la caída de los mercados de valores en todo el mundo.
En este mundo vivimos. Es un mundo en el que el volumen de bienes, servicios e inversiones que cruza las
fronteras nacionales se expande con más rapidez que la producción mundial, de manera constante desde
hace más de medio siglo. Es un mundo en el que todos los días se llevan a cabo transacciones
internacionales con un valor mayor a 4 000 trillones* de dólares, en el que 15 trillones en bienes y 3.7 trillones
en servicios se venden fuera de Estados Unidos. Es un mundo en el que las instituciones internacionales,
como la Organización Mundial del Comercio (OMC), en reuniones de los gobiernos de las economías más
poderosas del mundo piden que se reduzcan todavía más las barreras internacionales al comercio y a la
inversión. Es un mundo en el que los símbolos de la cultura material y popular son cada vez más universales:
de Coca-Cola y Starbucks, a PlayStation de Sony, celulares de Nokia, programas de MTV, películas de
Disney, tiendas IKEA, iPods y iPhones de Apple. Es un mundo en el que los productos están hechos con
insumos que provienen de todas las regiones del planeta. Es un mundo en el que una crisis económica en
América puede originar una recesión económica mundial, que es exactamente lo que ocurrió en 2008 y
2009. Es también un mundo en el que grupos vigorosos y expresivos protestan en contra de la globalización,
a la que culpan de un cúmulo de males: desde el desempleo en las naciones desarrolladas hasta la

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Está reflexión fue tomada del libro Negocios Internacionales Competencia en el Mercado Global. Autor: HILL CHARLES.
Editorial: MC GRAW HILL.
degradación ambiental y la estadounización de la cultura popular. Y, en efecto, estas protestas han
desembocado ocasionalmente en violencia.
Para las empresas, estos acontecimientos han traído muchas oportunidades, pues acrecientan sus ingresos
debido a que venden en todo el mundo y reducen sus costos en razón de que producen en las naciones
donde son baratos los principales insumos, entre ellos la mano de obra. La expansión global de las empresas
se ha facilitado por las tendencias políticas y económicas favorables. Desde la caída del comunismo, a
finales de la década de 1980, el péndulo de las políticas públicas de nación tras nación oscila hacia el
extremo del espectro económico que corresponde al libre mercado. Desaparecieron las barreras normativas
y administrativas que obstaculizaban los negocios en el extranjero, al tiempo que muchas naciones
transformaron su economía: privatizaron empresas paraestatales, desregularon mercados, aumentaron la
competencia y aceptaron la inversión de empresas extranjeras. Con esto, compañías grandes y pequeñas,
de naciones tanto adelantadas como en desarrollo, pudieron expandirse internacionalmente.
Lo que ha comenzado a ocurrir en la industria de la atención de la salud ejemplifica los cambios que están
surgiendo (vea el “Caso inicial”). Durante mucho tiempo se pensó que el cuidado de la salud era inmune a
los efectos de la globalización, pero esta visión ha cambiado. El turismo médico ha dado los primeros pasos
para convertirse en un negocio importante, en particular con ciudadanos estadounidenses que viajan a
lugares como la India y Singapur para someterse a procedimientos quirúrgicos, porque los costos son
menores y la calidad en la atención es comparable a lo que recibirían en su país de origen. Evidentemente,
este fenómeno crea oportunidades para que los proveedores de servicios de salud en la India y Singapur
hagan crecer sus negocios; para que las compañías aseguradoras reduzcan sus costos y acepten pagar
por tratamientos en hospitales acreditados en el exterior; y para que los corredores de los servicios médicos
ganen dinero al arreglar que los ciudadanos de un país sean atendidos en otros. Claramente, la tendencia
beneficia también a algunos consumidores de la atención médica.
A la vez, la globalización presenta nuevos peligros para las empresas acostumbradas a dominar sus
mercados nacionales. Han ingresado compañías extranjeras en muchos sectores económicos que antes
eran protegidos por las naciones en desarrollo, con lo que ha aumentado la competencia y bajado los
precios. Durante tres décadas, las compañías automovilísticas estadounidenses combatieron a las
empresas extranjeras de Japón, Europa y últimamente Corea, que ahora les han quitado contribuciones
importantes del negocio. La participación de mercado de General Motors pasó de 50 a alrededor de 20%,
mientras que la japonesa Toyota rebasó primero a Ford y ahora a GM, para convertirse en la empresa
automovilística más grande del mundo.
A medida que la globalización se expande, transforma sectores económicos y genera ansiedad en quienes
creían que su trabajo estaba protegido de la competencia foránea. Históricamente, los obreros de los
sectores fabriles siempre se han preocupado por las secuelas de la competencia externa, en tanto que los
empleados de servicios se sentían más seguros. Ahora, este panorama también ha cambiado. Los adelantos
tecnológicos, la disminución de los costos de transporte y el surgimiento de trabajadores calificados en
países en desarrollo implican que muchos servicios ya no tienen que prepararse en el lugar donde se
prestan, como claramente lo ilustra el ejemplo de la atención médica (vea el “Caso inicial”). Por ejemplo,
Estados Unidos exporta a la India trabajo de contabilidad. En 2005, más o menos se calcularon 400 000
declaraciones de impuestos en este último país. Los contadores indios, ilustrados en las reglas fiscales
estadounidenses, trabajan para empresas contables de Estados Unidos. Bajan declaraciones de impuestos
individuales, guardadas en computadoras de Estados Unidos; después, realizan cálculos de rutina y guardan
el trabajo para que lo revise un contador local, quien luego factura a sus clientes. Como dijo hace poco el
exitoso autor Thomas Friedman, el mundo se vuelve plano. Los habitantes de países desarrollados ya no
tienen el campo de juego inclinado a su favor. Cada vez más empresarios de la India, China o Brasil tienen
las mismas oportunidades de mejorar que quienes viven en Europa occidental, Estados Unidos o Canadá.

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