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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la Educación Universitaria


Ministerio del poder popular para la Cultura
Universidad de las Artes UNEARTE
Formación Sociocrìtica para las Artes y la Cultura
Profesora: Marisol Meléndez Nieves

MAESTROS DE ÁMERICA(ANÁLISIS)

ESTUDIANTE:Willimar Mijares
CI:V-28.126.808

Caracas, 10 de Noviembre del 2021


MAESTROS DE ÁMERICA
Empecemos hablando de Olga Cossettini quien fue una maestra y
pedagoga.Dedicó su vida, junto a su hermana Leticia, a transformar la escuela
tradicional.
Originaria de Argentina nacida el 18 de Agosto de 1898 en la ciudad de San Jorge,
Santa Fe. Era hija de dos maestros, Alpina Bodello y Antonio Cossettini. Tenía una
hermana, Leticia, nacida en mayo de 1904. Ella sería su gran compañera y con
quien pondría en marcha su propuesta pedagógica para modificar la educación
tradicional en la cual había sido educada. Se recibió de Maestra en la Escuela
Normal de Coronda, en 1914. Inició su carrera docente en Sunchales. En 1921,
adhirió a la primera huelga de maestros de la provincia.
En 1930, mientras se desempeñaba como regente de la Escuela Normal
“Domingo de Oro” (Rafaela), puso en marcha su iniciativa educativa e innovadora:
La Escuela Serena. Por otro lado, en 1940, Olga fue becada por la Fundación
“Guggenheim” de Estados Unidos.En 1949 dictó cursos de actualización en la
“Escuela de Verano” de Chile. Si bien en 1950 fue declarada cesante y alejada de
su cargo por “aplicar ideas educativas contrarias al gobierno”, nunca se alejó
verdaderamente de la educación.

La Escuela Serena: otra forma de pensar y practicar la educación

Conocida como Escuela Serena o Escuela Activa, las hermanas Olga y Leticia
Cossettini llevaron a cabo la iniciativa en la Escuela Normal “Domingo de Oro”.
Entre 1935 y 1950, se desarrolló la misma experiencia en la Escuela Nº69, Dr.
Gabriel Carrasco (Rosario), mientras Olga era directora. Pero ¿por qué la Escuela
Serena es tan importante para la educación nacional? La gran innovación fue la de
considerar a los niños como sujetos activos y protagonistas de sus aprendizajes,
no como solo destinatarios. De esta forma, el estudiante es el centro de la práctica
pedagógica y, como tal, debía estudiarse todos los aspectos de su
personalidad.Asi mismo, la Escuela Activa ponía el foco en el valor de la
solidaridad. Este debía ser practicado entre todos los actores de la comunidad
educativa, sin distinción de autoridad.A diferencia de la corriente tradicional, las
hermanas Cossettini defendían la importancia de la educación en la naturaleza.
Para ellas, el acto educativo de enseñanza-aprendizaje era un hecho social y
tenían la fuerte convicción de que solo se aprende lo que se vive. Por lo tanto, las
salidas de la escuela y los paseos diarios por el barrio eran el escenario adecuado
para ver, enseñar y aprender. Era una verdadera escuela de puertas abiertas que
tenía un vínculo constante con la comunidad en la cual estaba inserta. Además, en
la escuela de Olga y Leticia, no se hacían filas ni había rígidos horarios. No
existían timbres ni campanas que anunciaran el inicio o fin de los recreos. Estos
eran marcados por música. De este modo, la relación del niño con el estímulo
sonoro era totalmente distinto.

Había clases de teatro y danzas. Los alumnos aprendían oficios, debatían en


asambleas y tenían su propio periódico escolar. El arte, en todas sus expresiones,
formaba parte de la vida diaria de la escuela. Los niños aprendían a través de
diversas actividades éticas y estéticas. Su Escuela Serena era reconocida en todo
el mundo. Esto le valió la visita de grandes personalidades de la cultura nacional e
internacional como Alfonsina Storni, Javier Villafañe, Gabriela Mistral, Ezequiel
Martínez Estrada, entre otros.

Podemos decir que Olga nos dejó su herencia en las obras que escribió: Escuela
Serena (1935), El niño y su expresión (1940), Escuela viva (1942) y El lenguaje y
la lectura en primer grado (1946). En todas ellas plasma su experiencia y deja por
escrito sus teorías para el porvenir. También podemos conocer la obra de Olga a
través de los registros fílmicos, como es el caso del documental La escuela de la
Señorita Olga, dirigido por Mario Piazza. Sin embargo, el verdadero legado de
Olga está en las prácticas educativas y pedagógicas que impulsó. Aquellos que la
conocieron pueden decir que Olga era muy crítica con el sistema educativo. Se
preocupaba por la influencia directa de este en el quehacer docente y en
consecuencia, sobre el proceso de enseñanza – aprendizaje.

Olga Cossettini fue una adelantada para su época en muchos aspectos. Lejos de
lo que marcaba la norma educativa, Olga impulsaba la concepción de la educación
como un hecho social. Concilió la relación entre la escuela y la comunidad,
haciéndolas partícipes una de la vida de la otra. Durante sus diversos cargos
docentes, Olga rechazó cualquier tipo de discriminación hacia el estudiantado. De
este modo, llevó la teoría a la acción: aceptó la pluralidad intelectual, económica,
social y política. Gracias a ella, la educación se volvió más inclusiva, equitativa e
igualitaria y demostró su responsabilidad para con la formación de ciudadanos
justos. Tal como observamos, no podríamos haber elegido otra personalidad para
celebrar el Día Internacional de la Educación. Muchos años antes de que esta
jornada se instaurase, Olga ya ponía en práctica y defendía sus principio hasta
que abandonó este mundo el 23 de mayo de 1987.

Concluiremos con José María Arguedas originario de Perú nacido el 18 de Enero


de 1911,fue autor de novelas y cuentos que lo han llevado a ser considerado
como uno de los grandes representantes de la literatura indigenista en el Perú.1

Introdujo en la literatura una visión interior más rica e incisiva del mundo indígena.
La cuestión fundamental que se plantea en sus obras es la de un país dividido en
dos culturas (la andina de origen quechua y la occidental, traída por los
españoles), que deben convivir. Los grandes dilemas, angustias y esperanzas que
ese proyecto plantea son el núcleo de su visión.

Su labor como antropólogo e investigador social se da en paralelo a su


importancia y a la influencia que tuvo en su trabajo literario. Se debe destacar su
estudio sobre el folklore peruano, en particular de la música andina; al respecto
tuvo un contacto estrechísimo con cantantes, músicos, danzantes de tijeras y
diversos bailarines de todas las regiones del Perú. Su contribución a la
revalorización del arte indígena, reflejada especialmente en el huayno y la danza,
ha sido muy importante.

Fue además traductor y difusor de la literatura quechua, antigua y moderna,


ocupaciones todas que compartió con sus cargos de funcionario público y
maestro. Entre sus novelas están Los ríos profundos, Todas las sangres y El zorro
de arriba y el zorro de abajo.

En marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore en el Ministerio


de Educación, para posteriormente ser promovido a Jefe de la Sección Folklore,
Bellas Artes y Despacho del mismo ministerio (1950-52). En 1953 fue nombrado
Jefe del Instituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana, y el
mismo año comenzó a publicar la revista Folklore Americano (órgano del Comité
Interamericano de Folklore, del que era secretario), la cual dirigió durante diez
años.

A este cargo sucedieron el de director de la Casa de la Cultura del Perú (1963-


1964) y director del Museo Nacional de Historia (1964-1966), desde los cuales
editaría las revistas Cultura y Pueblo e Historia y Cultura. También fue profesor de
etnología y quechua en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (1950-53),
catedrático del Departamento de Etnología de la Universidad de San Marcos
(1958-68) y profesor en la Universidad Nacional Agraria de la Molina desde 1964
hasta su muerte, ocurrida a consecuencia de un balazo que se disparó en la sien y
que ocasionaría su fallecimiento cuatro días después. Fue galardonado con el
Premio Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias Sociales (1958) y Literatura
(1959, 1962) y con el Premio Inca Garcilaso de la Vega (1968).

La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende, además


de obras de ficción, diversos trabajos, ensayos y artículos sobre el idioma
quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros
aspectos de la cultura peruana. La circunstancia especial de haberse educado
dentro de dos tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una
delicada sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro
intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de
una manera desgarradora.Arguedas vivió un conflicto profundo entre su amor a la
cultura indígena, que deseaba se mantuviera en un estado "puro", y su deseo de
redimir al indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la
añoranza a las formas tradicionales de la vida andina hizo que postulara un
estatismo social, en abierta contradicción con su adhesión al socialismo. Su obra
revela el profundo amor del escritor por la cultura andina peruana, a la que debió
su más temprana formación, y representa, sin duda, la cumbre del indigenismo:
fue al mismo tiempo un continuador de la mejor narrativa indigenista (Alcides
Arguedas, Jorge Icaza y su compatriota Ciro Alegría) y su más profundo
renovador, como también lo fueron, aunque desde otros enfoques, Miguel Ángel
Asturias, Alejo Carpenter o Juan Rulfo.

Dos circunstancias ayudan a explicar la estrecha relación de Arguedas con el


mundo campesino. En primer término, que naciera en una zona de los Andes que
no tenía mayor roce con los estratos occidentalizados; en segundo lugar, que su
madrastra lo obligara a permanecer entre los indios tras la muerte de su madre.
De esa manera asimiló la lengua quechua, y lo mismo sucedió con las costumbres
y los valores éticos y culturales del poblador andino.

Esta precoz experiencia, vivida primero y simbolizada en su escritura por la


oposición indios/señores, se vería más tarde reforzada con los estudios
antropológicos. Como resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió
entre dos mundos no sólo distintos, sino además en contienda. De allí surgió su
voraz voluntad de interpretar la realidad peruana, la permanente corrección de sus
ideas sobre el país y la definición de su obra como la búsqueda de una imagen
válida de éste.

En 1969, el escritor, antropólogo y etnólogo José María Arguedas se suicidó,


luego de padecer muchos años de una grave depresión, que se inició en sus años
de juventud, probablemente a los 32 años. Según las descripciones que él mismo
hace en los diarios de us obra póstuma. El zorro de arriba y el zorro de abajo, y en
las cartas suyas publicadas posteriormente, Arguedas presentó al parecer
múltiples episodios depresivos, catacterizadas principalmente por decaimiento,
cansancio, falta de concentración, insomnio, ansiedad y una ideación suicida
recurrente que lo llevó a un primer intento frustro en 1966 y a un segundo que
acabó con su vida, pese a los múltiples tratamientos farmacológicos y
psicoterapéuticos que recibió. Se han planteado muchas ideas para comprender la
depresión y suicidio del autor de Yawar fiesta, Los ríos profundos, El sexto, Todas
las sangres, y amor mundo la pérdida temprana de la madre, el supuesto maltrato
de parte de su madrasta y hermanastro, la repetida ausencia del padre viajero, el
fracaso de su matrimonio, el no poder tener hijos, la sensación de marginalidad
entre el mundo indígena y el mundo de los mistis sin pertenecer realmente a
ninguno, el supuesto fracaso de sus tesis integradoras; todo ello quizás influyó
sobre una una predisposición biológica a la depresión. Cabe preguntarse en qué
medida sus síntomas depresivos contribuyeron a forjar su obra, marcada por la
nostalgia, la marginalidad y la ambivalencia, al punto de preguntarnos si habría
Arguedas pasado a la historia de la literatura de no haber padecido depresión.

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