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Briandi Altagracia Gomez Andujar

• El problema de Dios.
El tema de Dios ha sido, en la historia de la filosofía, un
problema por cuanto no se ha podido aportar ninguna
prueba racional de su existencia o de su ausencia que
no haya sido razonablemente refutada. Además, lo más
apropiado para nuestra época actual parece ser la
evitación de este problema a pesar de ser el de mayor
trascendencia para cualquier ser humano.
Se elude hablar de esta cuestión, acorde al pragmatismo y funcionalismo de nuestra era
tecnológica, o bien porque se le considera irresoluble; o bien por nuestra asunción del
certificado nietzscheano de defunción de la idea de Dios; o bien porque, a la manera
budista, no creemos imprescindible su resolución para procurarnos la felicidad.
A lo largo de la historia de la cultura ha habido muchos intentos racionales de demostrar
la existencia de Dios. Kant los catalogó, sintetizó y clasificó magistralmente para, luego,
mostrar que ninguno de ellos es susceptible de decisión lógica. En efecto, todas las
pruebas racionales aducidas para la existencia de un Ser supremo se reducen, de un
modo u otro, a tres tipos de argumentos.
• El argumento ontológico
Que afirma que un Ser cuya grandeza sea de tal magnitud que no pueda pensarse ningún
otro ser por encima de él debe, necesariamente, existir, pues de no existir podría
pensarse en otro Ser superior a él por cuanto ese otro Ser, además de ser pensado,
tendría una propiedad más: la existencia.
Empero, gracias a Kant sabemos que este argumento tiene una falla lógica fundamental.
En efecto, si Dios existe debe ser, ciertamente, el creador de la realidad (su causa
primera; no necesariamente como antecedente temporal, pero sí como causa eficiente).
En consecuencia, debe ser omnisciente y omnipotente. Pero, esta necesidad (que la
causa primera debe ser omnisapiente, omnipotente, suprema) no implica su existencia;
de la definición del ser necesario no se puede deducir la existencia de un ser necesario.
La existencia no es un predicado lógico (aunque sí gramatical). Si decimos que Dios,
además de omnipotente, omnisciente y bondadoso, es existente no estamos añadiendo
un nuevo atributo (la existencia) a la noción de Dios, pues la existencia (o inexistencia)
del objeto de una idea no es una cualidad de esa idea.
• El argumento cosmológico.
Que enuncia la existencia de Dios por el hecho de que la contingencia (no necesidad) de
todos los demás seres del mundo prueba la existencia de un Ser necesario. De nuevo,
estamos infiriendo la existencia extramental de un concepto de la propia necesidad de
tal concepto. De la imposibilidad de una serie infinita de causas hacia atrás queremos
deducir la existencia de una causa primera; pero la imposibilidad de la regresión infinita
es un principio del pensar, un axioma lógico necesario para poder argumentar; no una
característica de lo real.
• La prueba físico-teológica.
Que quiere deducir la existencia de un ordenador y diseñador inteligente para el mundo
en virtud del orden y regularidad que la ciencia descubre en éste. Nuevamente, ello
puede legitimarnos a pensar que, en caso de que existiera un Creador, éste sería,
ciertamente, sabio y ordenado, pero no nos prueba su existencia. En suma, la noción de
la necesidad solo reside en el pensamiento; es una condición formal de nuestro pensar.
Todas las pruebas de la existencia de Dios incurren en la ilusión dialéctica de extrapolar
el concepto y la noción de necesidad e hipostasiarla como una condición material del
mundo real.
• ¿Cuál puede ser, entonces, una solución al problema de Dios?
Es verdad que las referidas pruebas filosóficas han demostrado que la idea de un ser
supremo, de una causa primera o de la unidad de los fenómenos en un único Todo es
una idea que se nos revela lógica y racionalmente necesaria, inexorable; pero de la
necesidad de una idea no se puede deducir la existencia de su referente fuera del
pensamiento. Empero sí podemos y debemos postular esa existencia del siguiente
modo: Karl Popper y otros han demostrado que todo nuestro conocimiento científico
descansa, entre otras cosas, sobre el principio de razón suficiente (a saber, todo lo que
ocurre tiene, al menos, una explicación suficiente, aunque la desconozcamos). Y bien,
sólo cabe un único tipo de razón suficiente para la referida necesidad racional de la idea
de Dios; esa razón suficiente es que postulemos la existencia de Dios también fuera de
nuestro pensamiento. En otras palabras, el hecho de que, en virtud de los argumentos
de arriba, nuestra razón no pueda, desde el punto de vista lógico, sustraerse de la idea
de un Ser supremo nos obliga a aceptar el axioma de que ese Ser existe. Tal idea es un
principio regulativo de nuestra racionalidad, es decir, aquello que nos permite mirar las
cosas como si procedieran de una causa necesaria, algo imprescindible para nuestra
experiencia epistemológica y moral.
• Bibliografía.

• San Agustín. Obras.- Doctrina.- Fuentes de la verdad.- El alma.- Dios


• Boecio. Dios y el ser
• Escoto Erígena, Juan. La razón y la fe.- Naturaleza y Dios
• San Anselmo de Canterbury. Dios no puede no existir
• Al-Farabí. Dios, como unidad absoluta.- Las emanaciones de Dios
• Avicena. Orientación ideológica.- Dios, como el ser necesario.- Las irradiaciones
de Dios
• Algazel. Emisión vivificante de lo divino
• Averroes. La fe no desplaza a la razón.- La filosofía prueba la existencia de Dios

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