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Presente y futuro
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Presente y futuro
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1. Prólogo, por Carlos López Cortiñas
4. La formación del profesorado: una respuesta adecuada a los nuevos tiempos, por
Antonio Moreno González
12. 1. Mesa redonda sobre La imagen del profesorado en nuestra sociedad. Intervienen
Julián Moreira (profesor), Adrián Martínez Pacín (alumno) y Maite Alzola (madre)
13. II. Mesa redonda con intervención de Luis Horrillo Sánchez (profesor) sobre
¿Educación pública o privada?, Juana Nieda (inspectora) sobre Los problemas de los
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profesores y los problemas con los profesores, y Alfredo Liébana Collado (profesor)
sobre Papel de las Comunidades Autónomas en la construcción de un sistema nacional
de educación o en su deconstrucción (Anexo: los cuerpos de profesorado en el Estado
autonómico)
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CARLOS LÓPEZ CORTIÑAS Secretario General de FETE-UGT
En esta ocasión el tema elegido para el séptimo seminario ha sido «El profesorado,
presente y futuro». Me parece un acierto haber elegido esta cuestión ya que es un tema
de absoluta actualidad. La profesión docente está actualmente inmersa en una
transformación profunda en aspectos como la formación inicial, la evaluación del
desempeño docente o la promoción profesional. Todos estos asuntos son abordados en
esta publicación.
Los cambios experimentados en los últimos años por la sociedad española, y por el
propio sistema educativo, han influido en el funcionamiento de los centros docentes, en
los alumnos y en las familias. En resumen, han influido en la actitud de unos y otros
frente a las enseñanzas. Fruto de estos cambios, son muchas las demandas que la
sociedad exige a los docentes y que afectan de forma directa a su trabajo. El profesorado
siente que estas nuevas obligaciones implican un esfuerzo adicional en su dedicación
docente, sin que todo ello se vea compensado con el reconocimiento y valoración social
que les corresponde.
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Los estudios internacionales insisten en la importancia de atraer a la enseñanza a
profesionales bien preparados y motivados, en realizar una buena selección y en
convertir la docencia en una carrera atractiva.
A la hora de buscar soluciones reales, podemos analizar lo que ocurre en países que
tienen buenos resultados académicos, como es el caso de Finlandia. En este país - que ha
atraído la mirada del mundo educativo a raíz de los magníficos resultados obtenidos en
los últimos informes de PISA - la piedra angular del sistema educativo es el profesor. El
extraordinario proceso de su selección y su buena formación técnica y humana
garantizan unos excelentes resultados. Pero, además, en la cultura finlandesa el profesor
es visto como uno de los profesionales más importantes de la sociedad.
Igualmente, resulta hoy en día muy necesaria una buena formación permanente, dada
la complejidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje y los retos de una sociedad en
cambio permanente. Una formación que debe entenderse como un proceso continuo,
sistemático y organizado que abarque toda la carrera docente.
Además de una buena formación, los docentes han de contar con una carrera
profesional, acompañada de una retribución adecuada, que suponga un estímulo para los
maestros y profesores que reivindican el reconocimiento del trabajo bien hecho en el
aula.
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Docente no Universitario, que ha de ser consensuado con las organizaciones sindicales.
El Estatuto Docente, que ha de proporcionar al profesorado una norma básica sobre sus
funciones, sus perfiles profesionales, su carrera profesional, etc., es imprescindible para
asegurar una mejora permanente de nuestro sistema educativo, dando respuesta a las
necesidades de la parte más decisiva del proceso educativo, el profesorado. Sin él, sin su
compromiso y dedicación, sin su complicidad en el proyecto que representa la LOE, no
es posible conseguir los objetivos que nuestra educación debe alcanzar.
El maestro era, para Llopis, «el alma de la escuela» y una pieza esencial en el proceso
de reforma educativa, pues sin buenos maestros todo lo que se hiciera en beneficio de la
escuela resultaría estéril.
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MANUEL DE PUELLES BENÍTEZ Coordinador del seminario
El VII Seminario del Colectivo Lorenzo Luzuriaga, desarrollado a lo largo del curso
2006-2007, se centró en los problemas del profesorado. Como es habitual, participaron
como ponentes diversos especialistas y se hicieron varias mesas redondas en las que
intervinieron los miembros de la comunidad escolar - madres y padres, alumnas y
alumnos, profesoras y profesores.
Estudia Viñao a fondo el modelo de formación docente para la escuela primaria, cuyo
éxito estuvo en la combinación de una selección profesional a corto plazo - los
cursillistas de 1931 - con un plan de reforma de las escuelas normales a medio y largo
plazo - el «plan profesional»-, en íntima ligazón con la creación de la Sección de
Pedagogía en la Universidad. Por otra parte, la formación de profesores de educación
secundaria se inspiró en la práctica de la Institución Libre de Enseñanza y la extensión
de la figura del «aspirantado», aplicando el modelo del famoso Instituto-Escuela. Todo
ello le permite a Viñao acabar su ponencia con unas sugerentes reflexiones sobre la
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formación inicial y permanente del profesorado en nuestro contexto actual.
Sobre las bases citadas, el trabajo de Moreno, ex director del Instituto Superior de
Formación del Profesorado del MEC, abarca una minuciosa descripción del nuevo marco
de referencia que supone el Espacio Europeo de Educación Superior y su incidencia
sobre la nueva carrera de grado de los maestros y sobre el máster de formación del
profesorado de educación secundaria y formación profesional, analizando el proceso de
desarrollo habido en España en los últimos años y utilizando para ello de manera
exhaustiva las fuentes documentales existentes hasta el momento. El trabajo termina con
una reflexión del autor sobre las expectativas suscitadas y los nuevos requerimientos a
los que intenta hacer frente la política de formación del profesorado derivada de la
aplicación de la nueva Ley Orgánica de Educación de 2006 (LOE).
No se busca, pues, una formación sólida del alumnado en saberes básicos, no se busca
la formación de personas con autonomía crítica, no se busca transmitir una concepción
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del mundo; las destrezas ocupan el lugar preeminente. En el fondo, no se aprecia el valor
del conocimiento disciplinar, la condición que tienen los conocimientos de constituir
saberes relacionales, causales y sistemáticos. Se olvida que el conocimiento puede ser en
nuestra cultura un factor de emancipación personal, aunque puntualiza que se trata del
conocimiento relevante (no del conocimiento «enlatado» del que nos hablaba Freire).
Surgen entonces las preguntas claves: ¿se formará al profesorado en esta concepción
«competencial»?, ¿se renunciará a rescatar el valor del conocimiento en nuestras
sociedades de mercado, tanto en la formación del profesorado como en la del
alumnado?, ¿es ésta la nueva meta a la que se encamina la profesionalidad docente?
Sobre esta base experimental, el autor reflexiona y somete a revisión los resultados
producidos por esta experiencia, así como el conocimiento que se ha ido creando sobre
ello, elaborando de este modo un marco teórico sobre la formación en los centros. Los
centros docentes se convierten así en comunidades profesionales de aprendizaje,
comunidad de profesionales que aprenden juntos, activando dinámicas de cooperación
docente.
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Como ha sucedido ya en otras ponencias, Mariano Fernández Enguita, sociólogo de la
educación, pone de relieve igualmente la ausencia de debate público en la sociedad
española sobre un problema can dente del sistema educativo, como es la situación real
del docente. Hay, dice Fernández Enguita, una excesiva retórica en todo lo que concierne
al profesorado, desde apelar al sacerdocio de los profesores (éstos son profesionales su¡
generis, pero profesionales al fin y al cabo) hasta hablar de trabajadores de la enseñanza
(la escuela no es una fábrica).
Tampoco se acierta con la carrera docente: plana o inexistente. Los docentes son una
fuente de riqueza para la educación, pero este activo no se utiliza adecuadamente. Siendo
el profesorado el principal haber del sistema educativo, se despilfarra este recurso:
demasiadas vacaciones al año, jornadas reducidas, centros cerrados por la tarde...
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presentan una notable disparidad, siendo el resultado desolador al no haberse tenido una
política constante y sostenida de formación del magisterio; más desoladora aún resulta la
política de formación de profesores de educación secundaria, que reciben una buena
formación académica en la Universidad, pero nula formación pedagógica. La
Universidad transmite conocimientos y el alumno los adquiere, pero no aprende cómo
transmitirlos en los centros docentes. Por otra parte, ocurre que los egresados de la
Univer sidad saben, por ejemplo, demasiada Historia para la ESO (muchos se consideran
historiadores, no profesores de Historia; filólogos, no profesores de Lengua, etc.).
Después del análisis crítico, el autor expone sus propuestas. Es interesante resaltar
aquí las sugerencias que Esteve presenta para tener buenos maestros: a) atraer candidatos
valiosos, lo que significa ofrecer mejores salarios, restringir la oferta de plazas, articular
pruebas exigentes para el acceso a la carrera, fomentar el ingreso directo en condiciones
de excelencia; b) elevar el nivel de conocimientos en la formación inicial, simultaneando
la formación académica con la práctica escolar.
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centros de formación y luego encamine al alumno hacia el aprendizaje relevante. Lo
importante aquí es presentar críticamente la ciencia, el pensamiento y el arte,
enfrentándolo con la propia experiencia del alumno. ¿Cómo? Interrelacionando el
conocimiento académico básico con la práctica escolar diaria, reconstruyendo el
conocimiento relevante para el alumno, asumiendo la propia experiencia del alumnado e
integrando ambos (saberes y experiencia).
La propuesta del autor es que hay que transformar los centros universitarios de
formación del profesorado en comunidades de aprendizaje donde se vinculen teoría y
práctica. Hay que establecer la coordinación y la cooperación entre los centros de
formación inicial de profesores y los de formación continua; aquéllos deben apoyar a
éstos con sus recursos cognitivos y didácticos, estableciéndose un plan de conexión entre
ambos centros. Los centros de formación continua, por su parte, se deben centrar en los
problemas de la práctica escolar, constituyéndose en centros de intercambio de
experiencias, de debate y de reflexión colectiva.
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La última ponencia, la de Inmaculada Egido, profesora de Teoría e Historia de la
Educación en su vertiente comparada, nos proporciona una información muy completa
sobre los diferente tipos, modelos y políticas de formación docente en la Unión Europea,
analizando las reformas de la profesión docente en los últimos años y, sobre todo, los
diferentes sistemas de formación inicial, centrados en la doble tradición existente,
normalista para los profesores de primaria y universitaria para los de secundaria,
analizando la convergencia actual de esa tradición dual y los problemas que plantea en
los diferentes países.
Dentro de las reformas iniciadas, Egido destaca que de los dos modelos de formación
- simultáneo y consecutivo - en los países de la Unión el proceso actual se va decantando
hacia la simultaneidad de la formación académica y la formación pedagógica. También
ocupa un lugar preferente en su ponencia el análisis de las condiciones de trabajo del
profesorado en la Unión Europea, así como el estudio de los grandes modelos
representativos, situando junto a los tradicionales, francés e inglés, el modelo finlandés.
Junto a las ponencias se celebraron varias mesas redondas. De ellas, una se dedicó a
conocer la opinión de los miembros de la comunidad escolar, representados en este caso
por un alumno, una madre de alumno y un profesor, cuya intervención se reproduce aquí
gracias al acta que levantó un miembro del colectivo Lorenzo Luzuriaga que actuó como
moderador. De las otras dos mesas, dedicadas fundamentalmente al profesorado, se
incluyen aquí las intervenciones remitidas por los participantes, una sobre la experiencia
que supuso para un profesor trabajar sucesivamente en la red pública y en la privada,
otra las reflexiones que le suscitan a una inspectora los problemas del profesorado y con
el profesorado, y, por último, una tercera de un profesor sobre los cuerpos docentes en
las comunidades autónomas.
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ANTONIO VIÑAO Universidad de Murcia
¿Tiene algún sentido mirar por el espejo retrovisor del tiempo para ver lo que sucedió
en otro momento sobre un tema o cuestión cuando nuestro interés y preocupación están
centrados en lo que sucede con ese mismo tema o cuestión en el presente? Quien esto
escribe se mostró siempre reacio, como historiador, a tratar el pasado como un
contenedor del que extraer recetas o soluciones para resolver los problemas del presente.
Ese no debería ser, aunque en muchas ocasiones lo sea, el motivo por el que volvemos la
vista atrás. El pasado, mejor dicho, el presente del pasado, tiene interés por sí mismo,
está presente en nosotros con independencia de su utilidad práctica como un espacio o
lugar que contenga, o no, remedios y soluciones. Quien se interese por el pasado con
dicha finalidad, lo más probable es que lo distorsione. Cometerá además el error de creer
que va a encontrar en él, de forma directa y sin más reflexiones, criterios claros y
definitivos para actuar en el presente. Nada más lejos de la realidad ¿Qué sentido tiene,
pues, el estudio del pasado? Por de pronto, nuestro pasado está ahí, en nosotros, aunque
no seamos conscientes de ello. Hay que desvelar, por tanto, cuál es esa parte del pasado
que permanece en nuestro presente. Por otra parte, los seres humanos siempre estamos
haciendo uso del pasado. Lo construimos y reconstruimos constantemente. Es más,
tendemos a fabular y construir mitos y leyendas sobre el mismo. De ahí que tengamos
que revisar, también constantemente, lo que haya de invención, leyenda, fabulación o
mitificación en la reconstrucción individual y social del pasado. Por último, esa revisión,
desde un presente determinado y en un contexto y circunstancias asimismo determina
das, nos hace reflexionar y pensar. Para eso sirve, entre otras cosas, el estudio del
pasado. Para hacernos reflexionar y pensar. Para mostrarnos, desde otra perspectiva, el
presente. Con ese objetivo se escriben las páginas que siguen sobre una parte de nuestro
pasado educativo: la formación inicial (con algunas incursiones en el posterior) del
magisterio primario y secundario durante la Segunda República.
Para ello, realizaré primero una serie de consideraciones generales sobre las
relaciones entre las reformas educativas y la formación de profesores. Después, analizaré
los diferentes modelos de formación de profesores configurados y aplicados durante la
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Segunda República. Por último, llevaré a cabo algunas reflexiones, desde el presente,
sobre dichos modelos y la situación y problemas actuales de la formación inicial y
permanente del profesorado.
Hay tres afirmaciones que suscribiría hoy la mayoría, por no decir la práctica
totalidad, de los estudiosos de la educación:
a)Que todas las reformas educativas fracasan en mayor o menor medida (o, visto desde
otro ángulo, que su éxito es siempre parcial y relativo y, por lo general, escaso),
debiéndose en buena parte dicho fracaso a que ignoran y se oponen a lo que se ha
dado en llamar unas veces la gramática de la escuela (o de la escolarización) y otras
las culturas escolares, en especial a las culturas académicas de aquellos que tienen que
llevarlas a la práctica, es decir, de los profesores y maestros'.
b)Que el éxito o el fracaso de las reformas educativas guarda una estrecha relación, por
tanto, con la formación de los profesores y, en relación con dicha formación, con la
identificación o no de un cierto número de ellos con dichas reformas.
c)Esta identificación se ve dificultada cada vez más, en los dos últimos siglos, por la
configuración de la pedagogía como un campo disciplinar y de investigación
universitario y el sucesivo tejer y destejer de las reformas educativas, causa, en parte,
del creciente desencuentro entre la cultura (intereses, léxico, lecturas, maneras de ver
la educación, etc.) «científica» de la educación (el estudio «científico» de la misma),
la de los reformadores y gestores de la educación y la cultura profesional de los
profesores y maestros (la práctica del oficio docente)2.
¿Qué relación tiene todo esto con la educación republicana y con el proyecto
educativo de la Segunda República? La relación deriva de tres hechos:
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cumpliera la función social que le estaba encomendada, pero urgía más formar al
maestro para que se convirtiera en sacerdote de esta función; urgía elevar la
jerarquía de la escuela, pero urgía igualmente dar al maestro de la nueva sociedad
democrática la jerarquía que merece y merecerá haciéndole merecedor de ella».
b)Dicha formación ofrece dos modelos diferenciados según que nos refiramos a la
enseñanza primaria o a la secundaria, así como, en lo que a la escuela y el magisterio
primario se refiere, una doble acción de formación inicial y permanente. Además, la
formación inicial del magisterio primario revestiría dos modalidades: una a corto
plazo, los cursillos de selección, y otra a medio y largo plazo, el plan profesional de
1931.
No digo nada nuevo si afirmo que el primer objetivo del proyecto educativo de la
Segunda República fue el de formar un nuevo maestro. Tomando como modelo o
referencia el ejemplo de la Tercera República francesa, se pensaba, y con razón, que un
nuevo orden o régimen político precisaba una nueva escuela y un nuevo maestro3. Éste
sería, como se llamarían después a sí mismos muchos de los que formarían parte de este
ideal, el maestro republicano4. La dignificación del magisterio primario podía
conseguirse en parte, como se hizo, mediante el aumento de sus retribuciones' y la
construcción de edificios escolares que fueran los templos de la república en los que
oficiara ese nuevo «sacerdote», como se le llamaba en el ya citado preámbulo del
Decreto de 29 de septiembre de 1931 de reforma de las escuelas normales. Para ello
podía contarse, desde luego, con un cierto número de maestros y maestras imbuidos de
los nuevos ideales, que leían, entre otras, la Revista de Pedagogía creada en 1922 y
dirigida por Lorenzo Luzuriaga, y sus publicaciones como editorial6; que se reunían en
«conversas», «conferencias», «semanas» y «jornadas» pedagógicas; que innovaban en
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sus escuelas e intercambiaban experiencias; que, financiados por la Junta para
Ampliación de Estudios y algunos ayuntamientos, habían viajado al extranjero para
estudiar y conocer escuelas de otros países; y que, bajo la influencia y con el apoyo de
algunos inspectores y profesores de escuelas normales formados en la Escuela de
Estudios Superiores del Magisterio, creada en 1909, estaban al tanto de las principales
corrientes e innovaciones pedagógicas que estaban teniendo lugar en otros países y en el
nuestro. Una minoría si se quiere, pero una minoría activa y creciente'. Hacía falta, sin
embargo, algo más. Y este algo más sería un nuevo modelo de formación y selección del
magisterio primario: el conocido con el nombre de «plan profesional» implantado con la
reforma de las escuelas normales aprobada por el ya mencionado Decreto de 29 de
septiembre de 1931 y, desde la perspectiva a corto plazo, los cursillos de selección
convocados ya en agosto de ese mismo año.
Los cursillos de «selección profesional» nacieron con una doble finalidad. Por un
lado, para resolver el problema planteado por los maestros y maestras que, habiendo
realizado todos los ejercicios de las controvertidas oposiciones de 1928, no las habían
aprobado. Por otro, como un procedimiento de selección que, dejando a un lado el
tradicional sistema de oposiciones, permitiera contar con los maestros y maestras
necesarios hasta que salieran, en 1935, las primeras promociones del plan profesional
aprobado en 19318. Dichos cursillos duraban tres meses, estaban abiertos a los
licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias que hubieren cursado las asignaturas de
Pedagogía e Historia de la Pedagogía en una Escuela Normal, y constaban de tres partes,
cada una de ellas selectiva: a) clases de Pedagogía, Letras, Ciencias, Enseñanzas
auxiliares y de Organización y Metodología a impartir en las escuelas normales y
primarias; b) Prácticas de enseñanza; y c) Lecciones de orientación cultural y
pedagógica. De hecho, este sería el sistema utilizado durante la Segunda República como
solución de emergencia para hacer frente a las necesidades planteadas por el programa
de creación de escuelas iniciado en junio de 1931. Un ambicioso plan quinquenal,
limitado después en su realización, que, al menos en su formulación inicial, preveía crear
27.000 unidades escolares (7.000 el primer año y 5.000 en los cuatro restantes) en un
país en el que el número total de las «escuelas nacionales» era de 35.7169.
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cursos de formación «profesional» y uno más de práctica docente) para centrarme en lo
que a mi juicio constituía la principal innovación de dicha reforma: la unión o conexión
establecida entre la formación y la selección con la consiguiente supresión del sistema de
oposiciones. Dicha innovación tenía, por supuesto, sus antecedentes en otros ámbitos
cercanos. Este había sido el sistema establecido, y con éxito, para la formación y
selección de los profesores de escuelas normales e inspectores de enseñanza primaria en
1909 con la creación de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio (como lo había
sido, y seguía siéndolo, en las escuelas de ingenieros y en las academias militares).
Ahora de lo que se trataba era de trasladarla a un cuerpo docente más numeroso. Ello
suponía, primero, establecer un sistema de «numerus clausus» en función de las
necesidades previstas de maestros y maestras y, después, introducir un examen de
ingreso para acceder a las escuelas normales. Es decir, establecer un nuevo sistema
formativo sólo para aquellos que en el futuro fueran a ejercer la docencia en la enseñanza
primaria. Al asegurarse, salvo contadas excepciones, el ingreso directo en el magisterio
primario una vez que se accedía a una escuela normal, a la vez que se elevaban las
exigencias académicas (título de bachiller) y culturales para el ingreso en las mismas y la
retribución posterior (ya percibida en el curso de prácticas), no tiene nada de extraño que
hoy pueda seguir afirmándose que el «plan profesional» del magisterio produjo la
generación de maestros y maestras mejor formadas de nuestra historia. Y ello (no está de
más recordarlo en estos momentos) por, entre otras causas, adoptar un modelo de
formación inicial que al ligar dicha formación a la selección e ingreso en la docencia
permitía, al restringir el número de personas a formar, no sólo suprimir el sistema de
oposiciones sino asegurar una buena formación cultural, profesional y práctica.
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el de magisterio10 y que confería tres títulos:
a)El certificado de estudios pedagógicos para aquellos licenciados que desearen realizar
las oposiciones a cátedras de bachillerato o de escuelas normales con excepción de las
de contenido pedagógico.
c)El doctorado en pedagogía para poder opositar a las cátedras de este nuevo ámbito
académico universitario.
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en 1852 la Escuela Normal de Filosofía, creada pocos años antes, en 184613 nunca
existió un sistema o modelo oficial que asegurara la formación pedagógica del
profesorado de enseñanza secundaria, y ello pese a que, ya desde el siglo xix, en más de
un reglamento de oposición a cátedras se pedía la presentación de lo que hoy
llamaríamos una memoria o proyecto docente donde se especificara la metodología
utilizada en la enseñanza de la asignatura. Eso no quiere decir, sin embargo, que durante
la II República no hubiera un modelo de formación del profesorado de segunda
enseñanza. Lo hubo, sólo que su existencia no fue establecida por norma alguna sino que
fue el resultado de propuestas y disposiciones anteriores, así como de la aplicación de un
modelo de formación de inspiración y control institucionista14 que, sin suprimir el
sistema de oposiciones, hubiera supuesto, de no haber tenido lugar la guerra civil, la
sustitución a medio plazo de buena parte del profesorado de este nivel educativo por
profesores formados de acuerdo con el mismo. Veamos cómo y por qué.
La historia arranca de lejos, nada más y nada menos que del sexenio democrático
(1868-1874)15. La breve experiencia reformista «desde arriba» intentada, en estos años,
por Giner de los Ríos, Fernando de Castro y Juan Uña, entre otros, en relación con la
segunda enseñanza y la universidad, y el fracaso de la misma a causa, entre otras
razones, de la oposición mayoritaria de los profesores y los padres, les convenció de la
inutilidad e inoperancia de este tipo de reformas. Esta experiencia y su fracaso fueron el
nicho y el germen en el que anidó y creció, tras la creación en 1876 de la Institución
Libre de Enseñanza, su concepción posterior sobre la segunda enseñanza y el modelo de
reforma educativa institucionista. Los rasgos fundamentales de dicho modelo serían: a)
la gradualidad (una reforma a largo plazo); b) su independencia o no supeditación a los
vaivenes políticos; c) la renuncia a imponer reforma alguna desde la Gaceta; y d) sobre
todo, la formación de profesores. Como una y otra vez dirían los institucionistas, y en
especial Cossío, la reforma de la segunda enseñanza sólo debía emprenderse cuando se
dispusiera de profesores formados e identificados con las ideas de la misma, y sólo debía
llevarse a la práctica en aquellos Institutos de segunda enseñanza donde se contara con
profesores debidamente formados y con un amplio apoyo social. Su programa formativo
cubría tanto la formación teórica o cultural como el «enseñar, el ver enseñar y el juicio
crítico acerca de la enseñanza hecha», así como los viajes al extranjero y, dada las
dificultades o imposibilidad de crear una escuela normal para la formación de los
profesores de dicho nivel educativo, la creación de al menos un centro docente
especialmente dedicado a este fin16. Este centro sería el Instituto-escuela creado en
Madrid en 1918, al que seguirían, en dicha función formativa, los creados durante la II
República en Barcelona (1931), Valencia (1932), Sevilla (1933), Málaga y Gijón (1933)
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aunque estos dos últimos no llegaran a funcionar.
a)Prácticas de enseñanza durante dos años, en régimen de media jornada, asistiendo a las
clases y encargándose directamente de la enseñanza bajo la dirección del catedrático
correspondiente.
b)El estudio de dos lenguas modernas a elegir entre francés, inglés y alemán, en clases
de dos o tres horas semanales a cargo de profesores nativos.
e)El envío al extranjero, becados por la Junta para Ampliación de Estudios, de «algunos
de los mejores» aspirantes al, como se decía desde la Revista de Pedagogía,
«Magisterio secundario»18.
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primario), uno puede estar tentado a pensar que la virtualidad de este modelo debió de
ser escasa o nula. Nada más lejos de la realidad. El Instituto-Escuela madrileño, a través
de la fórmula del «aspirantado» fue en realidad una excelente «academia» oficial de
preparación de oposiciones. Una «academia» que en muy pocos años llevó a cabo una
labor formativa que, por su calidad y nivel, hubiera renovado la segunda enseñanza en
España si no se hubiera producido la guerra civil, en especial si a dicha labor se hubiera
sumado la de los Institutos-Escuela de Barcelona, Valencia y Sevilla creados durante la
Segunda República. Unas simples cifras y un testimonio bastarán para atestiguarlo.
Desde 1918 a 1934, sumando los licenciados en formación de cada año, se obtiene un
total de 668 «aspirantes» 19. Si se tiene en cuenta que la estancia de un buen número de
ellos en el Instituto-Escuela llegó a los dos años, dicha cifra debe ser reducida, para
calcular el número de «aspirantes» que pasaron por dicha institución, a unos 300.
Desconocemos cuantos de ellos se integraron como profesores, tras las correspondientes
oposiciones, en la segunda enseñanza. Lo que sí sabemos es que el total de catedráticos
de este nivel educativo era de 487 según el escalafón de 1925 y de 717 en el de 193620,
y que, desde su fundación en 1918 hasta 1925, el número total de «aspirantes» formados
en el Instituto-Escuela fue de 87, habiendo obtenido «muchos de ellos» cátedras por
oposición21. Un hecho no extraño si se tiene en cuenta la mejor preparación con la que,
en general, concurrirían a las oposiciones a cátedras o, ya en la II República, a los cursos
de selección para nombrar «encargados de curso» que tendrían lugar en el verano de
1933, quienes se habían formado como «aspirantes» en el Instituto-Escuela. El simple
hecho de acreditar esta circunstancia constituía ya un aval de su valía. Un hecho,
además, que confirman investigaciones más concretas sobre un campo disciplinar o
materia. Como ha mostrado José Damián López, en relación con el profesorado de Física
y Química, entre los «aspirantes» de esta disciplina es posible hallar no sólo a un buen
número de futuros catedráticos de la misma, sino también a muchos de los más
prestigiosos y, nada es casual, a más de un exiliado o sancionado tras su depuración por
la dictadura franquista 22.
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sus principios, fue [un] excelente centro formativo de profesorado de enseñanza
media (...). Los que terminaban en aquellos años la licenciatura en Ciencias
aspiraban al privilegio de ser ayudantes en el Instituto-Escuela como garantía de
una buena formación 23
Una vez que esta minoría, o algunos de sus componentes, alcanza el poder político
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con la llegada de la República y pretende llevar a cabo una serie de reformas acordes con
el nuevo régimen y necesarias para su afianzamiento, el problema que se le plantea, y al
que debe hacer frente en un contexto y relación de fuerzas sociales y políticas
determinado, es el mismo de todas las reformas educativas: integrar a los profesores y
maestros en la misma, ganarlos para la «causa reformista». No quiero con ello decir que
éste sea el problema básico o el único de toda reforma, ni que lo fuera en el caso de la
reforma republicana. Contar con los recursos necesarios y con amplios apoyos políticos
y sociales sería otro de los problemas a considerar, en especial en una situación de crisis
económica mundial y con una fuerte oposición a dichas reformas por parte de los
partidos políticos que ganaron las elecciones de 1933, así como de grupos e instituciones
sociales tan poderosos como la Iglesia católica. Incluso podrían señalarse otros
problemas no menos relevantes. Pero en este momento la cuestión que me interesa tratar
es la de la necesidad que tenía la reforma republicana (como toda reforma educativa) de
contar con un profesorado de mentalidad y formación acorde con la misma o, al menos,
identificado profesionalmente con ella, y la relación que ello tenía con la formación
inicial y posterior del profesorado.
¿Hasta qué punto las reformas republicanas contaron con un profesorado y unos
gestores y administradores comprometidos e identificados con ellas? ¿Qué peso
cuantitativo y cualitativo tuvieron dichos profesores y gestores? ¿Qué grupos pueden
distinguirse entre quienes apoyaron o promovieron dichas reformas? ¿Puede hablarse,
como en ocasiones se hace, de un magisterio republicano? ¿Qué papel desempeñó en
todo ello la formación inicial y posterior del magisterio?
De hacer caso a lo que decía en 1937 el jefe del Servicio de Enseñanza Superior y
Media del gobierno rebelde, José Pemartín, «tal vez un 75 por ciento del personal oficial
enseñante» había «traicionado - unos abiertamente, otros solapadamente, que son los
más peligrosos - a la Causa Nacional» lo que hacía inevitable, a su juicio, la depuración
del mismo24. Ni ello parece cierto, salvo que Pemartín considerara «traidores» a todos
los no afectos al golpe de Estado y al bando rebelde (lo que es posible), ni nos da base
para pensar que dicho 75 por ciento pudiera considerarse identificado con los ideales de
alguna de las versiones del proyecto educativo republicano o, menos aún, con la versión
gubernamental de dicho proyecto del primer bienio. Al iniciarse la República, la
asociación más numerosa del magisterio primario era la Asociación Nacional del
Magisterio con cerca de 20.000 socios, la mitad del total de los maestros y maestras del
sector público. Junto a esta asociación de índole gremial, que no ideológica, también
existía la Confederación Nacional de Maestros, asimismo de orientación gremial, con
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unos 7.000 asociados. La Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza (FETE),
creada en los años 1931-1932 por transformación de la Asociación General de Maestros
fundada en 1912, contaría en principio con unos 1.100 miembros, que rápidamente
ascenderían a 6.000 en 1934. Cuando se funda el Frente único del Magisterio, en 1934,
sobre la base de las tres organizaciones indicadas, la cifra total de afiliados en dicho
Frente era de unos 34.000 sobre un total de 52.000 que prestaban sus servicios en el
magisterio público, lo que supone un 66 por ciento del total. Durante la guerra civil, en
un período de afiliación obligatoria, la FETE llegaría a tener entre 30.000 y 40.000
afiliados y la CNT (Sindicato único de Enseñantes) unos 23.00025. Dentro de la
organización sindical que en principio se puede pensar que estaría más identificada con
el proyecto gubernativo republicano, la FETE, surgirían dos posiciones claramente
enfrentadas ya en su II congreso de 1933: una reformista, que apoyaba la política
educativa del primer bienio, y otra radical y revolucionaria, más cercana al modelo
soviético. En síntesis, como ha señalado Francisco de Luis, en la FETE hubo maestros y
maestras socialistas, comunistas, republicanos sin más adjetivos y otros sin filiación
política26. Es decir, diferentes versiones acerca de lo que debía ser el proyecto educativo
republicano, a las que habría que añadir, para obtener un panorama más completo, la de
los maestros y maestras de orientación liberal, la de los republicanos católicos, que los
hubo, y, sobre todo (por su dinamismo e influencia durante la guerra civil), la versión
republicana de los maestros y maestras anarquistas.
No hubo pues una única versión del proyecto educativo republicano, sino varias,
predominando unas u otras según los momentos y la evolución de los acontecimientos
políticos y bélicos. Ello dificulta precisar los apoyos políticos, sociales, asociativos y
académicos (entre los profesores y maestros) que tuvo dicho proyecto. No obstante, sí
puede resultar útil analizar el alcance y orientación de la política de perfeccionamiento
del magisterio primario llevada a cabo entre 1931 y 1936 (la primera política pública y
estatal de formación posterior del magisterio de nuestra historia educativa), con el objeto
de determinar hasta qué punto dicha política promovió la identificación profesional e
ideológica (dos aspectos inseparables) con el proyecto educativo republicano del primer
bienio.
29
fin, entre otros, de formar a este colectivo para que pudiera aplicar en sus aulas dicho
proyecto educativo, se desprende que durante los años 1931 y 1932 predominaron las
Semanas Pedagógicas y las Asambleas de maestros con o sin apoyo oficial, de base
voluntarista y en cierto modo asamblearia cuando no propagandística, y que sería a partir
de 1933, bajo el ministerio de Fernando de los Ríos, cuando se iniciaría un proceso de
oficialización, normalización, burocratización y formalización del perfeccionamiento del
magisterio primario que no sólo ahogaría toda iniciativa no oficial sino que se basaría en
un modelo jerárquico (el de los Centros de Colaboración Pedagógica y los Boletines de
Educación), en el que el protagonismo y la dirección se ponía en manos de la Inspección
de Enseñanza Primaria. Una Inspección en la que, todo hay que decirlo, se hallaban
buena parte de los promotores y defensores de dicho proyecto, como Antonio Ballesteros
o Fernando Sáinz, por citar a dos de sus más significados protagonistas, pero en la que
otra buena parte de sus componentes no comulgaba con el proyecto educativo
republicano (por ejemplo, Alfonso Iniesta y Josefina Álvarez Cánovas, por citar a dos de
los conspicuos representantes de lo que después sería la educación nacional-católica del
franquismo), y otra buena parte no iba más allá de los planteamientos gremiales
favorables o desfavorables a toda medida en función de que incrementara o disminuyera
el poder y prestigio del cuerpo de Inspección.
30
inspectores, profesores de escuelas normales y directores de escuelas graduadas que
impartían conferencias y «lecciones modelo» a los maestros y maestras asistentes, no
debieron impedir, en todo caso, que el ambiente o clima creado en estas semanas,
jornadas y cursillos contribuyera a crear entre el magisterio primario, junto con otros
aspectos ya mencionados, una cierta identidad profesional e identificación con el
proyecto republicano del primer bienio. Una identidad y una identificación que, en todo
caso, serían más evidentes e intensas en quienes accedieron al magisterio primario a
través de los cursillos de selección convocados en 1931 y del plan profesional aprobado
en ese mismo año. De hecho, y esto sí es más relevante para conocer la difusión real del
proyecto republicano, fueron sancionados, tras los expedientes depuración, sobre el 25 o
30 por ciento del magisterio primario (en este cómputo no se incluyen los maestros
fusilados por los rebeldes o muertos combatiendo en el bando republicano ni los
maestros de escuelas privadas laicas o racionalistas) y cerca del 40 por ciento de los
inspectores de enseñanza primaria. No todos, desde luego, tenían el mismo proyecto
educativo en sus mentes pero lo que sí es evidente es que su proyecto cabía y podía ser
defendido en el marco político y legal de la República y no en el de la dictadura
franquista.
No resulta fácil establecer cuál hubiera sido el impacto, a medio y largo plazo, de la
reforma y del proyecto educativo republicano del primer bienio, por tratarse de una
reforma y de un proyecto inacabado a causa de la guerra civil. Si es fácil, por el
contrario, advertir el papel fundamental que en dicha reforma y proyecto desempeñaba la
formación inicial y permanente del profesorado con vistas, en especial en el magisterio
primario, a provocar su identificación profesional, y a ser posible ideológica, con el
nuevo régimen político.
La primera reflexión que suscita el análisis de dicha experiencia podría ser ésta: todo
cambio o reforma debe promoverse y apoyarse en principio en una minoría activa de
profesores pero, si desea extenderse, debe basar dicha extensión en la formación del
resto o de una importante mayoría de los profesores en activo y, sobre todo, de los que
vayan a serlo en el futuro. De un modo u otro ha de contar con ambos soportes: un grupo
o grupos de profesores lo más amplio posible que, por lo usual, en principio será
minoritario, y un sistema de formación inicial y permanente al servicio de la reforma o
cambio que pretende introducirse.
31
La segunda reflexión es que, aceptado lo anterior, pueden aplicarse y coexistir
diferentes modelos en una misma reforma educativa. De hecho, durante la Segunda
República se adoptaron cuatro modelos de formación: tres en la enseñanza primaria (el
punto fuerte de la reforma: dos modelos de formación inicial y uno, el primero de
nuestra historia, de formación permanente) y uno, sólo de formación inicial, en la
educación secundaria.
32
formación teórico-práctica, suprimiendo a la vez el sistema de oposiciones, parece, hoy
en día, una medida de difícil aplicación por varias razones. Lo impiden o dificultan:
a) El peso e importancia del sector privado, ya que este sector querría y podría disponer
de su propia e independiente red de formación de profesores y maestros sin límite o
control en cuanto al número de los que se formaran en ella.
La necesidad, sin embargo, de asegurar unas buenas prácticas (un aspecto que se
pretende que sea fundamental tanto en los grados de Magisterio como en el máster de
Formación del Profesorado de Secundaria) exige reducir el número de alumnos en
ambos casos. Así lo deja entrever con toda lógica, en una reciente entrevista, el actual
Director del Instituto Superior de Formación del Profesorado al afirmar, en relación con
el mencionado máster, que
Con todo, dicha probabilidad es más que dudosa y, desde luego, no parece que deba
dejarse al azar o voluntad de quienes decidan inscribirse en dicho máster el que se
cumpla o no lo que al Director del Instituto de Formación de Profesorado le parece
deseable y probable y a otros asimismo deseable pero improbable. Los únicos elementos
33
disuasorios con los que se cuenta, excluido el «numerus clausus», son la duración del
máster (dos años) e, imagino, el precio o matrícula del mismo (que, todo hay que decirlo,
requerirá en más de un caso, por razones de equidad, ayudas o préstamos). Ninguno de
los dos elementos nos parece que tenga la suficiente entidad como para terminar con una
situación, la actual, en la que en los cursos para la obtención del Certificado de Aptitud
Pedagógica que habilita a los licenciados para poder presentarse a las oposiciones de
profesor de enseñanza secundaria son realizados por un número de licenciados diez o
más veces superior al de las necesidades de profesores del sistema en detrimento, como
es obvio, tanto de su formación teórica como de su formación práctica (en la actualidad
un mero trámite formal que en muchas ocasiones ni se cumple). Ello nos lleva a formular
una pregunta extensible tanto a la formación inicial del profesorado de educación
secundaria como del magisterio primario, donde, por otras vías, también se produce esta
situación: ¿qué sentido tiene, si es que tiene alguno, formar para profesores a quienes en
su gran mayoría se sabe, con toda certeza, que no van a serlo?
34
programa de acción dilatado en el tiempo y a la vez urgente. Urgente, entre otras cosas,
porque en los próximos diez años tendrá que atenderse a la renovación, por jubilación,
de al menos el 30% del mismo. Y dilatado porque sólo puede asentarse en la
configuración de redes de profesores y centros docentes con vocación de educación
ideológicamente pública, y en la paralela organización de un sistema de formación
propio de dichas redes que participe en la formación inicial y que disponga de su propio
sistema de formación permanente. Un sistema que colabore con los programas públicos
de dicha formación pero independiente, en su organización y actividades, de los mismos,
evitando, de este modo, su oficialización y absorción por los poderes públicos, es decir,
por el partido o partidos políticos que los ocupen en cada caso y momento.
35
ANTONIO MORENO GONZÁLEZ Universidad Complutense de Madrid
En aquel documento quedaban esbozados los principios sobre los que se asientan las
directrices de la formación inicial y permanente del profesorado que el MEC ha puesto
en marcha:
36
enseñanza. Fruto de ello, son muchas las demandas que afectan de forma directa
al trabajo de los profesores y profesoras, que han visto modificarse sus tareas y
que se ven obligados a abordarlas con unas habilidades profesionales más
amplias.
37
enseñanza como mera instrucción; hoy no existen soluciones únicas ni idénticas
para todos. Abordar la enseñanza desde la pluralidad, desde una educación total y
desde la situación de cada centro escolar, exige del profesorado un mayor
esfuerzo, más dedicación y una mejor formación, pero también una mayor
comprensión hacia su trabajo.
Este es el ámbito en que la LOE ha propuesto la reforma del sistema educativo con
una visión muy real de la situación de la escuela y de la sociedad. A la vista de estas
consideraciones, me gustaría retrotraerme en el tiempo y hacer algo de historia sobre
algunos precedentes en disposiciones, o intenciones, sobre la formación del profesorado
en el sistema educativo español.
¿Cómo pretendía aquel ministro afrontar tan «magna reforma»? Pues por donde ha de
acometerse de manera natural: por la formación de los maestros. Recuerda Jimeno que, a
pesar de los cambios de planes de estudio implantados en los Escuelas Normales en los
últimos años, «no se ha podido variar sustancialmente la médula del régimen secular». Y
continúa proponiendo acciones, muchas de ellas llevadas a la práctica por él y sus
sucesores, entre las que cabe destacar la creación del Instituto-Escuela para formar
38
maestros, inspectores y prole sores de Escuelas Normales, por RD de 1918, durante el
ministerio del republicano Santiago Alba, de quien también es paradigmático el discurso
de inauguración del curso 1912-13 en la Universidad de Valladolid, donde hace un
análisis y una propuesta de soluciones sobre lo que para él era «el problema español»: un
problema pedagógico.
Un intento de recuperar algunos contenidos del «plan profesional del 31» fue el
llamado plan de «acceso directo» de 1967: dos cursos de formación teórica en la Normal
y otro, retribuido, de prácticas en escuelas primarias. Duró poco más de una promoción,
sustituido por el plan de 1971: tres años de duración con períodos intermitentes de
prácticas escolares, menos duraderas y no retribuidas, manteniendo, no obstante, la
posibilidad de acceso directo a los titulados más sobresalientes.
39
adicional duodécima de la Ley Orgánica 1/1990, de 3 de octubre, de Ordenación General
del Sistema Educativo (LOGSE), adicional incluida expresamente durante el trámite
parlamentario de la LOGSE con el propósito de facilitar la reforma de las Escuelas
Normales, y por el Real Decreto 1457/1991, de 27 de septiembre, refrendado por Juan
Carlos Rey, siendo ministro de Educación y Ciencia, Javier Solana Madariaga. En este
RD se creó la Facultad de Educación-Centro de Formación del Profesorado de la
Universidad Complutense de Madrid, la primera de un proceso de sucesivas creaciones
que ha supuesto la práctica desaparición de las Escuelas Normales en España. La nueva
facultad se constituía con la integración de dos instituciones educativas complutenses: la
Sección de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la
Educación y la Escuela Universitaria de Profesorado de Educación General Básica
«María Díaz Jiménez». La otra escuela universitaria complutense del profesorado, la
«Pablo Montesino», reticente a incorporarse al proceso en sus inicios, se integró
definitivamente meses más tarde.
40
Cada época demanda sus maestros. De ahí que se advierta en el proceso
histórico de la preparación profesional del Magisterio toda una serie de etapas. Lo
que se exige a los maestros es índice y exponente de lo que es una nación y de la
estimación que irradia la escuela y el maestro.
La reforma será lo que deba ser. A ello contribuirán los profesores y los
alumnos. Y ofrecerán a la República un nuevo plantel de maestros formados con
una nueva concepción del problema pedagógico, de la escuela, del niño y de
España.
Pero que nadie se sienta plenamente satisfecho. Esta reforma no es sino una
etapa. Dentro de diez o quince años habrá que transformar los estudios docentes.
Quizá se supriman las Normales. España tendrá todas las escuelas necesarias. El
mercado estará saturado de maestros. Se habrá unificado la formación de todo el
personal docente. Sólo habrá grados. Cada grado tendrá su función
correspondiente, pero todos tendrán una formación común. El maestro
universitario o el universitario a quien atraen o interesan las cuestiones de la
primera enseñanza será el maestro del porvenir. A prepararse.
Pues bien, aquel momento ha llegado, lo estamos viviendo: las Normales han
desaparecido, la titulación de los maestros es de grado, la duración de los estudios son
cuatro años y, aunque por hoy no sea todavía posible, quizá no falte mucho tiempo para
la unificación administrativa de todo el personal docente de la educación infantil al
bachillerato y resto de enseñanzas reguladas en la LOE.
41
2. LOS NUEVOS MARCOS DE REFERENCIA UNIVERSITARIOS: LA LOU Y EL
ESPACIO EUROPEO DE EDUCACIÓN SUPERIOR
Los cambios estructurales de las enseñanzas obedecen a las directrices que están
configurando el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), tarea en la que están
implicados todos los países comunitarios. En sus inicios el EEES fue iniciativa de
Francia, Reino Unido, Italia y Alemania, firmantes de la denominada «Declaración de la
Sorbona» en 1989. Pero creció rápidamente, y en la «Declaración de Bolonia» de 1999
ya eran 30 los países, comunitarios y no comunitarios, que suscribían el texto
fundacional de aquella embrionaria comunidad educativa; actualmente son 45 los países
integrantes del EEES. La construcción de este nuevo espacio educativo «se percibe
como la oportunidad perfecta para impulsar una reforma que no debe quedarse en una
mera reconversión de la estructura y contenidos de los estudios, sino que debe alcanzar
al meollo de la actividad universitaria, que radica en la interacción profesores-
estudiantes para la generación de aprendizaje», se dice en el «Resumen ejecutivo» de
Propuestas para la Renovación de las Metodologías Educativas en la Universidad,
publicado en 2006 por la Secretaría General Técnica del MEC, tras un proceso de
elaboración en el que participaron la práctica totalidad de las universidades españolas,
expertos internacionales y la Comisión creada al efecto por la Secretaría de Estado de
Universidades e Investigación y el Consejo de Coordinación Universitaria, contando con
la colaboración de la Cátedra UNESCO de la Universidad Politécnica de Madrid. Esta
Comisión, creada en 2005, pretende apoyar al profesorado universitario en su necesaria
adaptación al EEES, mediante la realización de seminarios, jornadas y publicaciones que
sirvan de orientación para los cambios precisos, específicamente, en el ejercicio de la
actividad docente; la actividad investigadora es objeto de otras medidas.
42
son alentadoras, a juzgar por los principios de que se parte respecto a la profesión
docente:
queesté basada en la colaboración entre profesores, y entre los centros docentes y los
organismos sociales locales, provinciales, estatales y comunitarios con
competencias educativas y culturales.
43
en contenidos y horas lectivas. Se debe hacer énfasis en los métodos de
aprendizaje de dichas competencias así como en los procedimientos para evaluar
su adquisición. Se proponen los ECTS, tal y como se definen en el Real Decreto
1125/2003, de 5 de septiembre, como unidad de medida que refleja los resultados
del aprendizaje y volumen de trabajo realizado por el estudiante para alcanzar los
objetivos establecidos en el plan de estudios, poniendo en valor la motivación y el
esfuerzo del estudiante para aprender.
Esta nueva unidad de medida docente acarrea necesariamente la revisión del proceso
de enseñanza y aprendizaje que obliga a ir más allá de la actividad en el aula, centrada, la
mayoría de los casos, en la impartición de clases magistrales. Para orientar al
profesorado universitario en el cambio metodológico exigido por la nueva orientación de
los estudios, trabaja la referida Comisión para la Renovación de las Metodologías
Educativas en la Universidad y las universidades que por propia iniciativa, conscientes
de los cambios necesarios que han de afrontarse, han puesto en marcha cursos,
seminarios y reuniones de reflexión metodológica.
44
acreditaran la titulación de licenciado.
Finalmente, y para concluir con las referencias legislativas que afectan a la formación
de maestros y profesores así como al resto de titulaciones, las Universidades estarán
obligadas a presentar una «Memoria para la solicitud de la verificación de Títulos
Oficiales», en la que hagan constar la descripción y justificación del título, los objetivos,
el acceso y admisión de estudiantes, la planificación de las enseñanzas en la que figure
las materias con los créditos, competencias, contenidos, actividades formativas y sistema
de evaluación de las mismas, personal académico y recursos materiales, resultados
previstos, la propuesta de un sistema de garantía de la calidad y el calendario de
implantación. La verificación de los títulos correrá a cargo del Consejo de
Universidades, previo informe evaluador de la Agencia Nacional de Evaluación de la
Calidad y Acreditación (ANECA), que establecerá los protocolos de verificación y
acreditación necesarios conforme al RD 1393/2007 citado.
Teniendo en cuenta que en dicho RD se dispone que cuando se trate de títulos que
habiliten para actividades profesionales reguladas en España, el Gobierno establecerá las
condiciones a las que deberán adecuarse los correspondientes planes de estudio, el MEC,
mediante las respectivas órdenes Ministeriales, ha determinado los requisitos para la
verificación de los títulos de Maestro de Educación Infantil y de Educación Primaria y
de Profesor de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, de Formación
Profesional y de Enseñanzas de Idiomas.
El tiempo transcurrido desde entonces hacía necesaria una reforma sustancial de los
estudios y, en consecuencia, de las directrices correspondientes. Necesidad de
renovación en la formación disciplinar y metodológica demandada por los cambios
sociales que se están produciendo y, en lo sucesivo, se acrecentarán, por los resultados
de la investigación educativa y, ahora, además, por las obligaciones inherentes, a la
45
pertenencia de España al EEES.
No sólo la revisión de la formación inicial de los maestros era ya una tarea ineludible;
repensar, a su vez, la escuela era un asunto necesario al que la LOE ha dedicado buena
parte de su contenido legislativo. La ligereza con que se le atribuye a la escuela, al
sistema educativo en su conjunto, la condición de remediadora, y en consecuencia
responsable, de la formación personal en los diversos ámbitos del saber, de la cultura,
incluso del ocio, así como la responsabilidad ante conductas individuales y colectivas
insatisfactorias, incluso delictivas, debe ser motivo de reflexión por parte de todos los
estamentos sociales. Desde la drogadicción hasta los saberes culinarios, pasando por
otras muchas atribuciones a las que supuestamente la escuela debe responder, son
demasiadas cargas que el sistema educativo no puede asumir por sí solo. Hay que
redistribuir la responsabilidad sobre la marcha de la sociedad en su conjunto, y clarificar
hasta dónde llegan las posibilidades de respuesta específicas del ámbito estrictamente
escolar y cuáles son las que pueden y deben acometerse en cooperación con el entorno,
con el resto de la sociedad inmediata en que la escuela está ubicada, porque la
responsabilidad educativa es global: nadie, ya sea desde su propia individualidad o como
partícipe de cualquier colectivo privado o público, escapa a la obligación del ejercicio
responsable y, por tanto, educativo, de sus cometidos. Educar es tarea de todos y eso
debe decirse con claridad para que todos la ejerzamos debidamente desde nuestras
respectivas posiciones.
46
consonancia con esa escuela que la LOE propugna ha de estar la formación de los
maestros. La acumulación de achaques sobre la escuela ha producido un desgaste
excesivo y desde luego injusto en los maestros que, por dignidad y ética profesional, y
desde luego superando deficiencias formativas de base, se han esforzado - una inmensa
mayoría - por hacer frente a enseñanzas, comportamientos y situaciones con las que no
se contaba, superando en ocasiones un ambiente hostil, que si bien no es tan
generalizado como puede desprenderse del tratamiento que le dan los medios de
comunicación, sí existe y es, por tanto, un objetivo prioritario a combatir. Sin duda que
la escuela es, ante todo, un espacio social donde se convive mucho tiempo y de donde,
en consecuencia, han de adquirirse las claves para convivir en otros espacios, con otras
gentes y en todas las circunstancias, pero para alcanzar estos objetivos los maestros
necesitan comprensión, apoyo social y desde luego preparación para el ejercicio
profesional, dando por supuestas la honradez y dedicación exigibles a todos los oficios.
Por otra parte, el MEC adoptó como principio básico para la formación de los
jóvenes, en la propuesta de enseñanzas mínimas de los currículos del período de
enseñanza básica - Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria-, la
adquisición de «los conocimientos y las competencias básicas que resultan necesarias en
la sociedad actual, que les permita desarrollar los valores que sustentan la práctica de la
47
ciudadanía democrática, la vida en común y la cohesión social, que estimule en ellos y
ellas el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de aprender por sí mismos». La
Dirección General de Educación y Cultura de la Comisión Europea publicó, en Marzo de
2002, The key competencies in a knowledge-based economy: a first sep towards
selection, definition and description, documento en el que sugería a los países miembros
de la Unión Europea las competencias clave de dicho período formativo, que el MEC
concretó en las siguientes «competencias básicas»: comunicación lingüística,
matemática, conocimiento e interacción con el mundo físico, tratamiento de la
información y competencia digital, social y ciudadana, cultural y artística, aprender a
aprender y autonomía e iniciativa personal. Competencias que han de impregnar todas
las áreas y materias de la educación básica. Iniciativa que por novedosa requiere de una
especial atención en la formación metodológica, inicial y continua, de maestros y
profesores.
48
como así ha sido, afortunadamente para el futuro de la escuela y del sistema educativo en
su conjunto.
49
vigentes, en particular: «Sociedad, familia y escuela», «Infancia, salud y alimentación»,
«Observación sistemática y análisis de contextos» y «La escuela de educación infantil».
Enunciados y competencias asociadas que tratan de fortalecer la preparación del maestro
en las necesidades más requeridas por la infancia, que podrán o no convertirse en
nombres de asignaturas, según planifiquen las universidades, pero que necesariamente
habrán de ser incluidos en los planes de estudio.
Para ambos títulos de Maestro, es una novedad que los graduados, al finalizar los
estudios, hayan adquirido un nivel BI en alguna lengua extranjera, de acuerdo con el
Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas. Preparación que, además de
contribuir a remediar la secular deficiencia en idiomas extranjeros de la población
española, facilitará la movilidad de maestros en la Unión Europea, que es una de las
recomendaciones del EEES.
4. EL MÁSTER EN PROFESORADO
50
en nuestro sistema educativo que, entre otras exigencias, obliga a replantear la formación
inicial del profesorado de secundaria.
Viene siendo opinión generalizada desde hace años que la formación del profesorado
de secundaria debía ser revisada, enmarcándola más decididamente en las enseñanzas
regladas universitarias, con una mayor duración de los estudios y, sobre todo, vincularla
cuanto más tiempo mejor a las prácticas tuteladas en los centros docentes.
Requerimientos que la LOE obliga a atender porque dispone que la formación
pedagógica y didáctica del profesorado de secundaria y del resto de las enseñanzas
reguladas en la Ley, formación profesional, enseñanza de idiomas, enseñanzas artísticas
y enseñanzas deportivas, sea de nivel de posgrado, es decir, una formación plenamente
universitaria. Si bien para los profesores de secundaria era obligatorio el CAP desde el
año 1970, no lo era para el resto de las enseñanzas enumeradas; esta es una novedad
incorporada a la LOE con el propósito de hacer extensiva a todos los profesores la
necesidad de una formación pedagógica y didáctica. Exigencia que, como hemos visto,
incluso puede llegar a ampliarse al profesorado universitario, lo que sin duda sería
beneficioso para la práctica docente de este profesorado y para los estudiantes.
51
Educación Infantil y Graduado en Educación Primaria, que habilitan para el ejercicio de
las profesiones de Maestro en dichas enseñanzas, y los requisitos para la verificación del
título oficial de Máster Universitario en Profesorado que habilita para el ejercicio de
Profesor de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y
Enseñanzas de Idiomas. Los trabajos iniciales abarcaban también las Enseñanzas
Artísticas y Enseñanzas Deportivas porque, en principio, la norma reguladora del Máster
pretendía ser un Real Decreto, pero no siendo así, y dado que en la LOE los artículos 96
y 98, que, respectivamente, afectan al profesorado de tales enseñanzas, no determinan
expresamente que la formación pedagógica y didáctica de dichos profesores haya de ser
la misma que el resto del profesorado, aunque lo deja sugerido al remitir dicha
formación al artículo 100 de dicha Ley, no era posible su inclusión en las órdenes
ministeriales dimanadas del acuerdo del Consejo de Ministros de 14 de diciembre. Habrá
de ser en un próximo real decreto relativo a las especialidades docentes donde se
explicite que el Máster en Profesorado también afecta a las enseñanzas artísticas y
deportivas.
El grupo de trabajo tomó como punto de partida las conclusiones de los seminarios
monográficos iniciados en el curso 2004-05 citados en el párrafo anterior y cuantas
referencias nacionales e internacionales fueron posibles obtener, incluidas
necesariamente las procedentes de las recomendaciones hechas en el marco del EEES.
En síntesis, los principios sobre los que debe basarse la adquisición de las competencias
profesionales necesarias para estas etapas educativas fueron los siguientes:
-Un profesorado que conecta la educación con el medio, cooperando con las familias
y la comunidad.
52
Esta titulación, como las de Graduado en Educación Infantil y en Educación Primaria,
fue sometida a consulta, además del ahora denominado Consejo de Coordinación
Universitaria, de la Comisión General de Educación de la Conferencia de Educación,
integrada por representantes del MEC y de todas las Comunidades Autónomas, y de la
Comisión Permanente del Consejo Escolar del Estado, donde si bien no es preceptivo
hacerlo para las titulaciones universitarias, el MEC consideró pertinente pasar este
trámite por la incidencia que tienen estas titulaciones en las enseñanzas reguladas en la
LOE.
Por último, un comentario sobre el proceso de verificación de los tres títulos. A partir
de la publicación de las órdenes, las universidades pueden hacer sus propuestas de planes
de estudio al Consejo de Coordinación Universitaria que estudiará la adecuación de los
mismos a los protocolos establecidos por la ANECA, a donde pasarán las propuestas de
planes recibidas en el Consejo para su evaluación. El informe de evaluación será enviado
al Consejo que, una vez comprobado que la denominación del título propuesto es
admisible y que el plan de estudios cuenta con la evaluación favorable, enviará la
resolución de verificación al MEC, a la Comunidad Autónoma interesada y a la
53
Universidad. Los títulos verificados y acreditados serán sometidos a evaluación a los seis
años de su implantación, para renovar o no la acreditación.
5. EXPECTATIVAS
Conciencia social: que facilite la consideración del centro escolar como parte
activa del territorio educativo, amplio y diverso, en el que aquél está inmerso,
implicándose e implicando recíprocamente a familias, municipios, barrios,
distritos, asociaciones de vecinos, organizaciones sociales...
54
obviarse que las mejoras educativas cuestan - dinero, esfuerzo, dedicación, trabajo - pero
la ignorancia, a la larga, sale mucho más cara y sobre todo perjudicial para el bienestar
de las personas y de los pueblos.
55
escuela como suya», que dice quien fuera Director General de Primera Enseñanza en la
Segunda República, en su magnífico libro La revolución en la escuela. A la vez que hay
que escolarizar la sociedad, hacerla corresponsable de la educación de todos los
miembros que la integran, cualquiera que sea su procedencia y condición, implicarla en
procesos formativos diseñados conjuntamente con los claustros de los centros,
optimizando recursos municipales y esfuerzos personales en tareas educadoras.
Los diseños curriculares primarios y secundarios, así como los planes de estudio para
las titulaciones de maestros y profesores son un primer paso, necesario y muy
trascendente, pero no es suficiente ni definitivo. El profesorado, formado inicialmente en
la, esperemos, mejor de las orientaciones profesionales, tiene que asumir la obligación
de reflexionar sobre lo que hace y los resultados que acarrea, estar pendiente de la
adecuación de su ejercicio profesional a las demandas sociales. La formación
permanente es un proceso continuado a lo largo de la vida que el profesorado habría de
asumir como una obligación.
56
Incluso se apunta que en los casos de formación continua obligatoria no puede
asegurarse que sea un indicador de mejora real de la formación. Pensemos, por ejemplo,
en el caso español, donde no siendo obligatoria la formación permanente del
profesorado, la inversión por parte del MEC es del orden de siete millones de euros, a los
que hay que añadir otras tantas y cuantiosas inversiones llevada a cabo desde las
Comunidades Autónomas. Sin embargo, la optimización de este capital, en cuanto a la
repercusión real en la mejora de la actividad docente en las aulas, que es el objetivo
primero y fundamental, más allá de la acumulación de créditos de formación, no puede
decirse que sea la deseable.
En este proceso de reformas del sistema educativo, las facultades de educación están
llamadas a desempeñar un papel destacado. Ahora tenemos la coyuntura de la
convergencia europea, si no fuera así también habría que plantearse qué hacer. Si hasta
ahora estas facultades, con poco más de quince años de vida, han tenido que ocupar
buena parte de estos años en organizarse, definirse a sí mismas y respecto del resto de la
comunidad universitaria y educativa en general, ya es el momento de avanzar un poco
más, en coordinación, en configurarse como una institución académica y social con el
compromiso de formar maestros y profesores de secundaria competentes para hacer
frente a los retos sociales que tenemos por delante.
57
SARA MORGENSTERN UNED
1. INTRODUCCIÓN
Resulta paradójico que cuanto más se exalta el valor estratégico del conocimiento, la
profesión más directamente implicada en su transmisión social esté crecientemente
devaluada. Aunque los estudiosos señalan que el declive de las profesiones es una
tendencia relativamente generalizada por la confluencia de una serie de circunstancias
como el creciente control que ejercen las burocracias y las empresas, la expansión del
número de titulados, o la disminución del carácter esotérico del conocimiento
profesional por el mayor acceso público a la información, en el caso de los docentes se
agrega, además, una sensación de fracaso frente a las expectativas sociales respecto a las
funciones que debe cumplir la educación.
En modo alguno pensamos que esas expectativas sean realistas, pero ahí están y, pese
a las contradicciones que encierran, no puede negarse su existencia social. Tampoco los
docentes han hecho mucho por clarificar qué es lo que realmente pueden hacer en este
mundo cada vez más injusto e inseguro. ¿Hasta qué punto, por ejemplo, la escuela puede
contrarrestar la cultura de la violencia con que nos bombardea la televisión o reivindicar
el valor ético y educativo del trabajo, que siempre fue consustancial al movimiento
obrero, cuando la especulación financiera es tan eficaz para un enriquecimiento rápido?;
no olvidemos la admiración que sentían nuestros jóvenes por un personaje como Mario
Conde. En el mismo sentido, ¿cuáles son las estrategias para desarrollar la solidaridad
social y el respeto a lo público cuando todo apuntala el individualismo posesivo y lo
público se desmantela y desacredita como está ocurriendo desvergonzadamente en
Madrid y otras comunidades gobernadas por el Partido Popular?1
Es evidente que frente a éstas y otras difíciles demandas, como integrar la inmigración
o proporcionar un marco de estabilidad que morigere la desintegración familiar, no
puede garantizarse el éxito de la acción escolar. A este ya de por sí dífícil contexto se
suma ahora una nueva presión sobre los docentes, esto es, reconvertir su profesionalidad
para formar a las futuras generaciones en la Sociedad del Conocimiento. Permítanme
58
que no entre en todos los matices que harían falta para no caer, tanto en la retórica de la
Sociedad del Conocimiento como en la retórica de la profesionalidad, aunque sean
precisas unas breves aclaraciones.
Las matizaciones que hemos apuntado no implican desconocer que estamos en una
etapa en la que el conocimiento es cada vez más el principal factor dinamizador de la
acumulación de capital pero, justamente por ello, es al mismo tiempo un medio
59
altamente eficaz para potenciar el poder del trabajador, un objetivo que debería ser
estratégico para los sindicatos, especialmente en épocas de tanta inestabilidad laboral.
Desde luego no lo es menos para la educación pública y los profesionales que trabajan
en ella, lo cual nos exige redefinir en estas circunstancias qué es un profesional de la
docencia, un tema del cual nos ocuparemos a continuación.
A estas problemáticas actuales, que nos parecen mucho más útiles que las discusiones
bizantinas a que hacíamos referencia, se llegó después de muchas teorizaciones
contrapuestas. Pero lo curioso es que a pesar de la dura controversia, casi todos los
autores que se dedicaron a a analizar las profesiones reconocían su antecedente y fuente
de inspiración en Max Weber. Por una parte, los análisis funcionalistas idealizaban a los
profesionales como gestores de la modernidad, destacando su superior preparación, la
especialización funcional, la pertenencia a una organización de tipo colegial, la actuación
de acuerdo con un códi go deontológico y, por supuesto, un ethos de servicio altruista.
Como es fácil deducir, tal tipo de profesionalidad reproducía las connotaciones que
señalara Weber para la jerarquías de la organización burocrática y cuyo cometido era
precisamente plasmar su superioridad técnica sobre cualquier otro tipo de organización.
A pesar de que los rasgos o atributos del funcionario burocrático están presentes en la
mayor parte de los análisis funcionalistas de las profesiones, no faltaron voces disidentes
que tenían como arquetipo al modelo del profesional liberal independiente, aunque se
60
tratase de una figura en extinción, incluso entre las profesiones clásicas2.
Como es fácil deducir, los docentes no se ajustan en sentido estricto a ninguno de los
dos grandes agrupamientos en los enfoques de las profesiones que hemos presentado
esquemáticamente. Por una parte no tienen el aura, o la organización que exigían los
enfoques funcionalistas y, frente al dilema de cómo clasificarlos, algunos autores
optaron por una etiqueta tan difusa como inútil caracterizándolos como una «semi-
profesión», al igual que el caso de las enfermeras y de los asistentes sociales, no por
casualidad carreras preponderantemente femeninas (Etzioni, 1969; Simpson and
Simpson, 1969).
Por otra parte, tampoco los docentes no universitarios encajan en los modelos que han
definido a las profesiones consagradas, tal como las presentan los enfoques críticos. No
se han caracterizado por defender un profesionalismo excluyente mediante el control de
los mecanismos de reclutamiento, acreditación o licencias; tampoco protagonizaron
proyectos colectivos de movilidad ascendente para asegurarse el control de segmentos
protegidos del mercado o de la burocracia, como lo hicieron históricamente los abogados
o los médicos (Larson, 1977). Si ésta es la tendencia general, también pueden citarse
contraejemplos, algunos muy cercanos en España, como la incomprensible defensa
sindical de la antigüedad en relación con otros méritos en los baremos de oposiciones
que, lógicamente, beneficia desmedidamente a los interinos y, de forma muy destacada,
la alianza entre el profesorado universitario y algunas organizaciones colegiales de
ingenieros, notarios y farmacéuticos, entre otros, para restringir el acceso a las
respectivas carreras.
61
Podría concluirse que, puesto que las trayectorias de los profesores de la enseñanza no
universitaria divergen de los modelos clásicos de profesionalización, se trata de un caso
atípico o, en todo caso, de que no constituyen una profesión en toda regla. Ninguna de
estas conclusiones nos parece sólida y no sólo porque los modelos no representen
adecuadamente a los docentes u otras profesiones nuevas, cuya legitimidad no depende
de la exclusión o de la clausura de oportunidades para otros sino del dominio del
conocimiento experto (como ocurre por ejemplo en el campo de la informática o del
diseño), sino porque su base teórica no es lo suficientemente consistente. No se trata de
caer en la casuística para clasificar quién es o no profesional, sino de revisar las teorías
existentes y cambiar el foco de análisis para detectar lo que significa el profesionalismo
en la división social del trabajo, es decir, explicar qué hacen los profesionales
efectivamente en su práctica laboral.
En este propósito creemos que, una vez más, Weber nos puede prestar una valiosa
ayuda, aunque las argumentaciones que a continuación exponemos, están en fase de
elaboración (Morgenstern y Finkel, 2005). El Weber que en este caso nos inspira es un
autor en cierto sentido resucitado luego de las incontables vicisitudes por las que
atravesó su obra, en parte derivadas de su propia biografía personal y, en parte, por las
distorsiones de su interpretación3. En lo que concierne a nuestro tema, intentamos
rescatar lo que algunos estudiosos liderados por Wilhelm Hennis (1998) consideran su
problema central, que no es otro que detectar cómo los distintos órdenes sociales
conforman determinadas conductas de vida y dan lugar a diferentes tipos humanos. Cada
orden social tiene su propia regularidad, impone demandas específicas y, lo que es más
importante, establece los límites y posibilidades del trabajo que se realiza en ese ámbito,
construyendo lo que Weber llamó el destino profesional (Berufsschicksal)4.
Esta perspectiva nos permite cambiar el foco de análisis. Más que los profesionales
como tales, interesa conocer las condiciones, posibilidades y límites que proporcionan
los distintos órdenes sociales al trabajo profesional y, sobre todo, nos permite superar el
esencialismo que se viene arrastrando en la conceptualización de las profesiones como
entidades homogéneas. La interpretación que ofrece Hennis permite inferir que, tanto
conceptual como empíricamente, Weber las consideraría como categorías que están
internamente segmentadas, de acuerdo con los diferentes tipos humanos (y
profesionales) que se generan en cada orden social. Ello tiene importantes consecuencias
en tanto implica que no pueden minimizarse las diferencias que existen, por ejemplo,
entre el trabajo de un docente en una escuela pública, en un centro privado elitista, en un
instituto de investigación universitario o en un colectivo de educación popular. Cada uno
62
de estos órdenes sociales, sea el de la burocracia, la ciencia, la empresa, o el de una
ONG, supone la conformación caracterológica de determinados tipos profesionales que
son dominantes en ese ámbito y, a la vez, neutraliza otros que no le son afines. Por otra
parte, estos tipos profesionales no surgen en un vacío social ni pueden comprenderse si
sólo se los compara de forma transversal. La evolución de las profesiones, tal como las
conocemos hoy, es el resultado de procesos históricos singulares, que no se dieron de
forma análoga, ni al mismo tiempo, en los distintos países y continentes5.
Todas estas cuestiones exigen mucho más rigor del que estamos habituados,
especialmente si se aspira a sacar conclusiones empíricas fiables sobre la profesión
docente en general. Puesto que no existe un prototipo, es necesario concretar el sector
(público o privado), el nivel y tipo de enseñanza y, por supuesto, las diferentes
circunstancias históricas y regionales en que se desarrolla el trabajo de los profesores.
63
Conscientes de ello, sabemos que las reflexiones que aquí hacemos exigen muchas
correcciones y matizaciones porque, aunque las centraremos prioritariamente en el nivel
secundario de la enseñanza pública, la composición interna del profesorado es muy
heterogénea en cuanto a sus trayectorias de formación, socialización y tipo de alumnado
que reciben''.
3. EL CONOCIMIENTO Y LA PROFESIONALIDAD
Sin embargo, la cuestión está planteada con cierta unilateralidad porque, sin negar que
detrás de la lucha por el monopolio del conocimiento existen intereses particularistas,
también es cierto que con ello no se agota el análisis. Por una parte, es necesario matizar
que la estrategia de competencia en el mercado es más afín al mundo anglosajón y, por
ello, no representa acabadamente las profesiones que se conformaron en estrecha
relación con el Estado, como ocurrió en la mayor parte de los países europeos. Por otra
parte, el profesionalismo no consiste sólo en la preservación de ventajas egoístas, sino
que también es una garantía de que existe un saber y un saber hacer en el que podemos
confiar; en caso contrario nadie acudiría a un hospital ni dejaría sus hijos en una escuela.
Desde esta última perspectiva, no es casual que la confianza sea un tema estrella en
los estudios actuales sobre las profesiones. Pero, ¿por qué cobra actualidad una
problemática que se relegó durante tanto tiempo? Desde luego, tal preocupación tiene
que ver en general con el declive de las profesiones pero, en particular, con el desgaste
del viejo profesionalismo como consecuencia de las políticas neoliberales que extienden
los principios del mercado a toda la vida social. En este sentido cobra importancia el
último libro de Freidson (2001). Más allá de algunos desacuerdos, es forzoso reconocer
el valor de revisar su obra, tratándose precisamente de un autor que introdujo hace más
de 40 años la crítica al poder profesional. Ahora, consciente de los peligros, su análisis
64
es más matizado y reivindica la necesidad de que sean los propios profesionales quienes
controlen su conocimiento, porque en ello y nada más consiste «el alma del
profesionalismo», un valor irrenunciable que no puede estar supeditado ni a la lógica del
mercado ni a la lógica de la burocracia.
4. LA DES-INTELECTUALIZACIÓN DE LA ESCUELA
El mensaje de Freidson nos alerta de que la relación entre el control del conocimiento
y la profesionalidad no es una cuestión trivial, en vista de la forma en que todas las
actividades que antes quedaban fuera de la especulación mercantilista se asimilan cada
vez más al modelo empresarial. Eficacia, productividad, reingeniería, calidad, costes,
excelencia, conforman un discurso general, que no tiene referencia ni significado
intrínseco en un sector concreto como la educación o la salud pero que, sin embargo, se
moviliza para construir imágenes de modernidad y, de paso, deslegitimar los saberes
profesionales que no encajen en las nuevas formas de gestión.
Así como antes se consideraba un buen docente a quien sabía enseñar y lograba
motivar el interés por aprender los contenidos de un campo disciplinar, hoy no parece
prioritario destacar su preparación científica o si impulsa a los alumnos a embarcarse en
la aventura del saber. Si se analizan las propuestas iniciadas por el Banco Mundial y
proseguidas por los organismos internacionales, es evidente que ya no interesa el saber
en sí, sino cómo se gestiona. Como estamos viendo, esa gestión tiene poco que ver con
el valor inmanente del conocimiento; por el contrario, apunta cada vez más a desarrollar
una formación instrumental, cuya productividad se mide pura y exclusivamente en el
éxito para conseguir empleo.
65
Como es obvio, la inserción laboral es una meta deseable para nuestros alumnos, pero
no es la única ni la más importante en los años formativos. Pero lo peor es que el éxito
laboral no se presenta como consecuencia del esfuerzo por lograr una formación sólida,
sino como preparación práctica para la «empleabilidad», basada ésta en el de sarrollo de
competencias generales que no están necesariamente relacionadas y van más allá del
contenido instructivo de la enseñanza. Curiosamente, este enfoque se originó en los
cursos ocupacionales dirigidos a desempleados y jóvenes que habían abandonado la
escuela, organizados por la Manpower Services Commission durante la Administración
Thatcher, en los que, a propuesta de los empresarios, más que conocimientos técnicos se
promovía el desarrollo de habilidades genéricas que presuntamente los convertiría en
«trabajadores flexibles». Pese a que el esquema fracasó en términos de permitir el acceso
a empleos decentes, la exigencia de esas habilidades genéricas, también denominadas
«soft skills» o competencias, se extendió más allá de la enseñanza vocacional y
profesional, alcanzando hoy incluso a programas de maestrías y doctorados.
66
de trabajo.
La lista de competencias varía según los enfoques pero en general subyacen dos
principios rectores. Por un lado, se asume que hay que adaptar el sistema educativo al
mercado de trabajo. El problema es que, con algunas contadas excepciones, el mercado
de trabajo no requiere el pensamiento intelectual que busca explicaciones o principios, y
como posiblemente ello constituye un demérito para una fuerza de trabajo que se
pretende dócil, flexible y adaptable, ya no se insiste en la solidez de la formación sino en
las competencias que conforman una suerte de inteligencia emocional para un
desempeño eficaz. Aparentemente ello entraría en contradicción con la tan publicitada
preparación de la fuerza de trabajo para la sociedad del conocimiento. Sin embargo, lo
cierto es que este capitalismo global, hegemonizado por el capital financiero, no necesita
masas de gente educada para funcionar en los lugares estratégicos de la economía.
Precisamente en aquellos sectores que son su fuerza dinámica bastan unos pocos pero
con una formación de altísimo nivel en ciencia y tecnología punta. En los sectores no
estratégicos se necesita obviamente gente preparada, pero cuyo trabajo real no se
aproxima en nada a lo que se espera de un «trabajador del conocimiento». Para el resto,
bastan las habilidades instrumentales de siempre.
67
resolver problemas, tomar decisiones o actuar creativamente, para mencionar algunas de
las más citadas.
Así y todo, se argumenta que más que los conocimientos de la enseñanza tradicional,
el desarrollo de las competencias es el que permitirá preparar para el mundo del trabajo
real. También en este punto tenemos muchas reservas, porque en la medida en que se
trata de destrezas que no están respaldadas por saberes, se desarma a los jóvenes para
comprender y tomar sus propias posturas críticas. La opacidad política de todo el
68
planteamiento se hace evidente precisamente en el silencio sintomático respecto a la
organización social del trabajo, la acumulación de riqueza, las diferencias insultantes de
ingresos e, incluso, al difícil acceso a empleos decentes que espera a los jóvenes. Ése es
el mundo real.
69
tratar cuestiones relativamente abstractas y complejas y, por otra, que no resulta fácil
acertar en la selección y organización de los contenidos de la enseñanza secundaria, dado
el crecimiento exponencial de los conocimientos en el último siglo y la continua
creación de nuevos campos del saber, por lo que, en este punto, la controversia siempre
estará abierta.
Frente a tales dilemas, los gobiernos neoliberales del mundo anglosajón optaron desde
los años 80 por el pragmatismo de corto plazo y tomaron debida cuenta de que, dada la
masificación y la cantidad de fracasos, la inversión en educación no resultaba rentable, a
menos que se cambiase radicalmente la concepción de lo que debía transmitirse como
conocimiento, primero en el nivel medio y después en la universidad. Así, en lugar del
tradicional currículum basado en las asignaturas disciplinares que, además de ineficiente
se lo etiquetó de elitista, se puso en práctica una organización modular de carácter
transdisci plinar, otorgando prioridad a los contenidos de carácter aplicado y a la
integración de los conocimientos generales con los conocimientos y competencias que
demanda el mercado de trabajo (Wheelahan, 2007; Moore y Young, 2001). Como se
sabe, esta propuesta traspasó en mucho sus acotados orígenes en la formación
ocupacional hasta convertirse en el núcleo de la filosofía educativa de los organismos
internacionales, cuyo discurso, dicho sea de paso, se parece cada vez más al de los
consultores en recursos humanos.
Sin embargo, ese pragmatismo no resulta tan eficaz a mediano y largo plazo en la
medida en que el conocimiento que perdura y se acrecienta no es la mera información, ni
un contenido aislado ni la aplicación coyuntural de un saber descontextualizado. De allí
que autores de la talla de Bernstein hayan advertido que desechar sin más las tan
denostadas asignaturas constituye, como poco, una ligereza irresponsable. Muchas
razones avalan esta posición pero queremos destacar que, aparte de una ordenación
lógica de los contenidos de acuerdo con la psicología de cada etapa, es el conocimiento
disciplinar el que permite al alumno acceder a los mecanismos causales y a las
conexiones relacionales dentro y con otros campo de estudio, lo cual exige sin duda el
esfuerzo de aprender paulatinamente un estilo sistemático de razonamiento, que en modo
alguno es producto de la experiencia directa. Por supuesto que ello no significa invalidar
la necesidad de desarrollar interdisciplinariamente diversas temáticas del currículum,
pero a condición de que no se diseñen como una yuxtaposición de contenidos sino que,
por el contrario, constituyan ejemplos vivos del carácter relacional del conocimiento.
70
casos se trata de un proceso lento del pensamiento, siempre presidido por el rigor y la
honestidad intelectual. Nos imaginamos que todo ello conforma una parte esencial del
perfil escolar del futuro trabajador del conocimiento; de otro modo el saber auténtico
será fácilmente sustituido por sucedáneos que posiblemente permitan insertarse en un
empleo, pero sin ninguna proyección personal ni social. Si la innovación tecnológica y
científica requiere mentes creativas, las infraestructuras escolares y académicas deben
tratar de forjar un tipo de pensamiento que no madura en dos días por lo que, incluso por
sus propios intereses, la política de la producción y transmisión del conocimiento no la
pueden dictar los empresarios aunque, lógicamente, no pueden desconocerse sus
necesidades.
Esta temática toca muy de cerca al trabajo de los docentes que es donde tenemos que
auscultar las vicisitudes de la profesión. Los efectos de la des-intelectualización no son
perceptibles de forma inmediata y no siempre se toma conciencia de ellos; después de
todo, la gente sigue enseñando matemáticas, lengua o historia, aunque los niveles de
frustración profesional sean crecientes'. Pero los mecanismos que devalúan estos
contenidos, no por sutiles dejan de ser menos efectivos, y los propios profesores se
preguntan muchas veces hasta qué punto los conocimientos que enseñan son relevantes a
la hora de conseguir un empleo, especialmente cuando desde las administraciones se
pone tanto énfasis en las competencias genéricas.
Los dilemas por los que atraviesan muchos profesores del nivel secundario son un
síntoma importante de la erosión de su sentido profesional. Podría objetarse que no está
claro qué es lo que se «erosiona» puesto que su formación inicial no los preparó para
ejercer esta profesión y, ciertamente, ningún curso ad-hoc de cualificación pedagógica
pudo compensar ese fallo. Admitiendo esto, también es cierto que el déficit pedagógico
no tiene por qué ser necesariamente definitivo y que, al mismo tiempo, la vida escolar
puede inducir a un compromiso más vocacional de lo que en un principio fue sólo la
búsqueda de una salida ocupacional a través de la enseñanza. Así y todo es forzoso
reconocer que en España y muchos otros países, estos docentes conforman su identidad a
través del aprendizaje de una disciplina académica, un proceso que necesariamente los
socializa dentro de un ethos, que aunque no coincida con el ideal de una buena
preparación pedagógica, no impide que esa otra parte, la del contenido disciplinar, crease
una relación valiosa de respeto hacia el conocimiento a transmitir.
En esta línea, Beck y Young (2005) destacan la perspicacia del reconocido sociólogo
británico Basil Bernstein (1998), quien advirtió que la recontextualización gerencial de
las instituciones educativas, que siempre fue un campo relativamente protegido de los
71
criterios de mercado, va mucho más allá de imponer regulaciones externas sobre el
desempeño docente. Lo que para él está en juego es algo muy profundo, porque se trata
nada menos que del deterioro de una relación de interioridad con el conocimiento,
atesorada durante siglos y que está en el origen mismo de las profesiones. Coincidiendo
con la misma preocupación de Freidson, Bernstein nos advierte,
Posiblemente Bernstein nos ofrezca una visión idealizada del viejo profesionalismo
sin tomar en cuenta que la clasificación disciplinar no está exenta de arbitrariedad y que,
al mismo tiempo, singulariza los corporativismos en detrimento de un proyecto colectivo
en la escuela. A la vez es quizás demasiado pesimista en cuanto al presente, pero la
tendencia del cambio está ahí y no tiene sentido ignorarla, teniendo en cuenta que en la
vida corriente de las aulas los profesores están inmersos en un contexto contradictorio,
en el que al mismo tiempo que el dominio del conocimiento ha perdido protagonismo, se
sienten cada vez más controlados por los resultados de las evaluaciones de sus alumnos.
Aunque parezca un contrasentido, esta «cultura de la auditoría» es perfectamente
compatible con la degradación del contenido instructivo de la escuela, porque lo que se
mide no es el esfuerzo del docente por hacer inteligible un patrimonio cultural, sino
conocimientos aislados y descontextualizados, muchas veces irrelevantes.
Sin embargo, ese contexto contradictorio no afecta de la misma forma ni con los
mismos alcances a todos los docentes. Ya señalábamos al principio que todas las
profesiones están internamente segmentadas y, en el caso de los docentes, falta mucha
investigación para conocer las distintas identidades, más allá de las divisiones obvias
entre niveles o disciplinas. Si bien es imprescindible conocer cómo se configuran esas
identidades, mucho más importante es conocer cómo se proyectan y, desde esta
perspectiva, podemos encontrar distintas reacciones, porque no cabe descartar que habrá
un sector claramente cooptado para difundir la nueva ola del currículum por
competencias o para gestionar la «cultura de la auditoría» en la medida en que encuentre
ventajas de promoción en su carrera profesional; otros, que por razones de edad no
vivieron las luchas por la escuela pública y democrática, posiblemente encuentren
distintas formas de acomodación individualista bajo un profesionalismo apolítico,
mientras que otros preservarán los espacios factibles de autonomía y creatividad en los
72
centros.
Posiblemente la tesis que preside esta exposición suene a música celestial y, desde
luego, soy consciente de que puede suscitar muchas objeciones justificadas, si se tienen
en cuenta a los alumnos y profesores reales con los que hay que contar. Algunos se
preguntarán cómo se puede aspirar a llegar a los fundamentos del conocimiento cuando
muchos de los alumnos de secundaria no están motivados y/o carecen de las habilidades
cognitivas esenciales, para no hablar de los que son directamente objetores escolares.
73
conocimiento es la única base seria para su emancipación personal y, a la vez, para
construir una hegemonía alternativa. Obviamente, no me refiero al conocimiento trivial
sino a una instrucción que permita comprender los principios y relaciones del mundo
social, técnico y científico, lo cual está en los antípodas de tanto despropósito
posmoderno o populista que actualmente está tan de moda.
Anticipando otra posible objeción, hay que decir que ese trabajo intelectualmente
duro, es decir, crítico y reflexivo, no se puede hacer si los programas son enciclopédicos.
Tanto el horario escolar como la capacidad de aprendizaje del alumno son finitos. De lo
que se trata, pues, es de jerarquizar el tiempo y el esfuerzo en aquellos contenidos cuya
relevancia sea indiscutida y poner el énfasis en lo que es la base para aprendizajes
ulteriores. En esa perspectiva, no cabe duda de que una persona con carencias
lingüísticas y matemáticas, difícilmente podrá continuar sus estudios o tener un empleo
decente.
74
Lamentablemente, muchos docentes han interiorizado que ser profesional de la
enseñanza significa preocuparse por el «cómo», no por el «qué», aceptando
implícitamente que el «qué», o sea los contenidos, los deciden, producen e investigan
otros, cada vez más las editoriales de los libros de textos y, en el mejor de los casos, los
expertos de la universidad.
75
los problemas abiertos, en suma, que motive? Sinceramente pienso que sí, incluso sin
saltamos los aprendizajes áridos y necesariamente memorísticos, como pueden ser el
conocimiento de los músculos y huesos del cuerpo humano. Y ya que estamos con el
cuerpo humano, cabe preguntarse si continuaremos enseñándolo en su pura anatomía y
fisiología, ahora que sabemos que nuestro genoma coincide en un 96% con el del
chimpancé. Y si estamos tan próximos al chimpancé y está demostrado que la variación
genética entre los diferentes grupos étnicos es insignificante, ¿no se nos abren nuevas
avenidas que nos conducen a otros conocimientos y desafíos que sirvan para desmontar
el racismo, rechazar el maltrato a los animales, en cuyo sufrimiento rara vez meditamos,
o captar el retroceso reaccionario que supone introducir en las clases de biología los
disparates del fundamentalismo creacionista como está ocurriendo en algunos estados de
los EEUU?
Cada uno de esos temas y muchos otros que hoy están en la investigación punta en las
ciencias naturales o sociales no son fácilmente accesibles, pero si el docente no tiene la
curiosidad por conocer cuáles son las fronteras del conocimiento en el propio campo que
enseña, difícilmente podrá motivar a sus alumnos. Pero aún más preocupante es que, en
la medida en que no se tenga un convencimiento real respecto de la importancia de los
contenidos intelectuales, tampoco se valorará el esfuerzo por conquistarlos y hacerlos
parte del pensamiento reflexivo que necesita un ciudadano libre. Sin ese
convencimiento, es muy fácil caer en lo que hemos caracterizado como «pedagogía
light», es decir, un aprendizaje que prioriza lo lúdico, sin disciplina interior y que tiene
como contrapartida una enseñanza permisiva e indulgente.
Posiblemente los profesores crean que es muy difícil estar al día porque no son
investigadores en sentido estricto y, si normalmente no pasan su jornada laboral en
laboratorios, archivos o bibliotecas, ¿cómo van a renovar, profundizar, relacionar sus
conocimientos? Dominar el conocimiento no significa que los docentes se conviertan en
científicos en las disciplinas que enseñan, sino la necesidad casi imperiosa de estar al
tanto de cuáles son los debates y problemas abiertos que hoy se plantean en todos los
campos. Y aquí sí que tenemos que hacer una reflexión importante porque, a diferencia
de otros países, en España se ha trabajado muy poco en esa importante tarea que es la
divulgación científica y tecnológica específicamente dirigida a la enseñanza, sin duda
uno de los problemas que deberían encarar tanto las editoriales como los organismos
oficiales.
76
profesional y, al mismo tiempo, evitar la des-intelectualización de la escuela pública,
deben saber que el viejo corporativismo ya no funciona; no se trata ya de defender el
espacio individualista de su asignatura sino de dar un nuevo sentido a la profesionalidad
con una perspectiva abierta y no excluyente. Ésa es la fuerza potencial que como
colectivo deberían construir los docentes porque, si la llamada sociedad del
conocimiento tiene un contenido sustantivo, desde luego que éste no se forja en el
mercado sino en las aulas.
REFERENCIAS BIBIOGRÁFICAS
(1988) [1979], La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus.
-(1989), La noblesse d Grandes écoles et esprit de corps, París, Les Éditions de Minuit.
77
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de acceso: 22/ oct/2005
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Gerratana ed., págs. 1511-1551, Turín, Einaudi Editore. La edición crítica en
castellano de los Cuadernos de la Cárcel es de la Editorial Era, México.
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Capitalism. 1930 to the Present, Ann Arbor, Michigan, Yale University Press.
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Discourse of Employability: a Critical Analysis», Journal of Education and Work, 19
(4), págs. 305-324.
PATON, S. (2005), «In Search of the Knowledge Worker», Labour Process Conference,
2005. Strathclyde University. UK, 31 págs. Documento electrónico: http://www.htm-
79
strath.ac.uk.ILPC/2005/papers/paton.pdf. Fecha de acceso: 20/agosto/2005.
80
JUAN MANUEL ESCUDERO Universidad de Murcia
81
recibió un cierto respaldo oficial, de manera que, sucesivamente, un buen número de los
centros de profesores llegaron a incluirla dentro de la oferta de modalidades ofrecidas y
reconocidas para la formación docente, habiéndose realizado múltiples proyectos y
experiencias de formación en centros. Formalmente al menos, todavía puede apreciarse
su presencia dentro del amplio abanico de opciones de formación continua que sigue
ofreciéndose.
82
preciso hacer balance e ir separando, en lo posible, el trigo de la paja. A lo largo del
tiempo en que la formación en los centros ha estado entre nosotros, hay material teórico
y experiencias sobre las que reflexionar. Aunque representa una contribución fundada e
importante a la formación continuada del profesorado, es evidente que no puede
desconectarse de otros muchos frentes que hoy están abiertos en relación con la
profesión docente y su formación, su desarrollo profesional y personal a lo largo de la
carrera. Algunos de ellos son tratados en este mismo libro y sería deseable que el lector
se interrogue acerca de las relaciones e implicaciones que la formación docente en
general, y ésta en particular, sostiene con todos ellos. Un solo árbol no permite
comprender el bosque, ni tampoco es suficiente para «repoblarlo». Desde luego, hay que
contextualizar la formación en centros, relacionarla con una tupida red de condiciones,
factores y dinámicas que influyen en su sentido, posibilidades y limitaciones dentro de
los sistemas escolares, centros y aulas.
83
hemos propuesto de la formación en centros Escudero y García (2007, pág. 39):
... puede entenderse y llevarse a cabo como una serie de relaciones y actividades,
dentro de las organizaciones escolares, encaminadas a ir construyéndolas como
comunidades de profesionales que aprenden, colaborando estrechamente.
En todo caso, aunque el foco de la propuesta parece claro a primera vista - potenciar
el trabajo de colaboración por parte del profesorado en sus respectivos centros, con el
propósito explícito de mejorar la enseñanza y el aprendizaje, revisando, analizando y
comprendiendo la práctica y activando dinámicas renovadoras - tanto las ideas como las
prácticas en esta materia no están exentas de controversias, ni resultan fáciles de llevar a
cabo de manera que contribuyan al logro razonable de los propósitos declarados. Tanto
la formación en los centros como las comunidades de docentes proponen el desarrollo de
un abanico de actividades formativas en los centros. Pero, con toda seguridad, sus
propuestas metodológicas están lejos de ser simples recetas para la acción. Dependen de
contextos y sujetos particulares, de sus historias, tradiciones y esquemas de
interpretación, de voluntades y compromisos, así como de un conjunto de diversas
condiciones estructurales, organizativas y culturales dentro y fuera de los centros. De ahí
la misma diversidad de significados y prácticas que existen bajo las mismas definiciones.
Aquí no vamos a exponer ninguna ortodoxia particular, sino tan sólo una determinada
manera de entender la formación del profesorado en los centros, lo que puede significar
y exigir el desarrollo de proyectos encaminados a hacer de los centros comunidades de
personas que concentren sus ideas y energías en garantizar a todos los estudiantes una
mejor educación. En el texto se irá pasando revista a diversos aspectos. Algunos de ellos
se refieren a ciertas aproximaciones teóricas en las que se describen características de la
formación en los centros y las comunidades de aprendizaje. Tras presentar algunas de
ellas, procuraremos ofrecer una visión de síntesis destacando lo que nos parecen sus
valores, principios y aspectos más relevantes. Dedicaremos algún punto a exponer,
aunque sólo sea de forma ilustrativa, algunos principios de actuación y posibles
actividades, así como también, antes de terminar, dejaremos constancia explícita de
algunos cambios y condiciones internas y externas a los centros que son necesarios para
hacer posible la creación y el mantenimiento de dinámicas de trabajo como las
consideradas.
84
Como ya dijimos, más allá de matices terminológicos y acaso conceptuales, en esas
dos expresiones converge una serie de elementos comunes. Sostienen una serie de
presupuestos sobre la mejora de la educación. Sin desconocer que en tal empeño
participan factores y políticas muy diversas que habrían de implicar a muchos actores en
múltiples niveles de los sistemas escolares, se presume que la potenciación del trabajo en
colaboración de los docentes en sus centros es un camino inexcusable para mejorar la
educación. El modo de hacerlo es a base de análisis, reflexión y escrutinio público de las
concepciones y prácticas pedagógicas sobre el currículo, la enseñanza y el aprendizaje de
los alumnos y alumnas, así como su revisión, valoración y reconstrucción sucesiva. Al
intentar recorrerlo, no sólo habrá que procurar la mejora, sino también deliberar,
clarificar conjuntamente y asumir la sustancia de la mejora digna de ser perseguida. Es
preciso sostener un foco simultáneo sobre contenidos y sobre procesos, sobre los ideales
a lograr y el modo de intentar realizarlos, los destinos que efectivamente se vayan o no
alcanzando y las decisiones sucesivas que proceda ir tomando.
Aceptando incluso este tipo de acotación, estas propuestas dan lugar a significados
diferentes y prácticas que pueden llegar a ser bastante discrepantes. Así ha sucedido con
la formación en los centros (Escudero y Bolívar, 1994; Escudero, 1997) y, en el contexto
anglosajón, con las comunidades de profesionales que aprenden juntos (DuFour, 2004;
Hargreaves, 2007). Vamos a exponer, por lo tanto, una determinada concepción de las
propuestas en cuestión, sin entender, como es fácil de suponer, que no pueda haber otras
diferentes. Y, desde luego, queremos dejar constancia explícita de que hay otras muchas
expresiones y formas de articular experiencias centradas en la mejora y renovación
pedagógica. Hacia este horizonte se ha encaminado, antes y ahora, un amplio abanico de
iniciativas, algunas de las cuales podrían ser hasta escépticas y críticas respecto a
algunos de los presupuestos teóricos y propuestas metodológicas que aquí se van a
exponer. En realidad, no sólo se trata de una entre otras muchas posibles y legítimas,
sino de una hipótesis que tiene ciertos avales, pero que sigue abierta a una permanente
revisión y contraste. Queda mucho que hacer para ir componiendo sus presupuestos
conceptuales, orquestar mejor sus procesos y condiciones, así como documentar su
incidencia en la vida de los centros, en el desarrollo del profesorado y la mejora de la
educación. Tomando como referencia nuestra propia experiencia, vamos a seguir el hilo
representado por los primeros tanteos de la formación en los centros y su reelaboración,
pasando después a una caracterización de las comunidades de profesionales que
aprenden.
85
contexto
El proyecto de formación en los centros tal como se fue planteando desde ADEME e
impulsado por los Centros de Profesores, ha ido generando un buen número de estudios
y publicaciones. Algunos de ellos pueden encontrarse en Escudero, 1992 y 2002;
González, 1993; García, Gómez, Moreno y Torrego, 1996; García, Moreno y Torrego, J.
C., 1996; Arencibia y Guarro, 1999; Bolívar, 1999 y 2007; Escudero y García, 2007.
Permiten apreciar tanto el desarrollo de dinámicas de colaboración y renovación
pedagógica centradas en el currículo y la enseñanza, como su utilización para abordar
asuntos más específicos como la convivencia en los centros o la orientación.
El modelo de formación en los centros al que nos estamos refiriendo ha ido perdiendo
una parte de la proyección que tuvo en sus inicios. Todavía se pueden apreciar algunos
de sus presupuestos y metodologías en algunos proyectos como Atlántida
(http://www.proyectoatlantida.org). En su desarrollo más reciente se precisó mejor la
idea del currículo democrático (Guarro, 2002), así como otras cuestiones relativas a la
organización de los centros y el profesorado, tal como puede consultarse en la obra
citada. Más allá de eso, este proyecto ha abierto la red de innovación que está
impulsando diversos temas emergentes como la convivencia, la interculturalidad, las
86
relaciones de los centros con las familias, la comunidad, la educación para la ciudadanía
o las actuales competencias básicas, estableciendo al tiempo conexiones con otras redes
innovadoras, como es el caso de las comunidades de aprendizaje que vienen siendo
impulsadas desde CREA (http://comunidadesaprendizaje.net). De ese modo se ha
ampliado notablemente el modelo original al que aquí nos vamos a referir, seguramente
en algunos sentidos para mejor y en otros, desdibujando quizás algunas de sus ideas
centrales y procesos de trabajo. Estos dos exponentes, a su vez, son tan sólo algunos
dentro de una lista impresionante de redes y recursos que están aprovechando las
posibilidades actuales de las nuevas tecnologías. Para una muestra panorámica véase
Martínez Domínguez (2006), que se ocupó de ilustrar nuevas formas y posibilidades del
asesoramiento y formación en un número monográfico sobre el tema de la Revista de
Educación.
La formación en los centros de la que estoy hablando giró en torno a tres ejes
relativamente sencillos y, en principio, poco ambiciosos: a) fortalecer las relaciones de
colaboración docente en sus propios centros; b) promover una metodología de proceso,
de resolución de problemas; c) generar ámbitos de trabajo y mejora sobre los que centrar
la formación y acometer proyectos específicos de enseñanza y aprendizaje. Con el
propósito de apoyar el trabajo con los centros y el profesorado, se diseñaron diversos
materiales (Escudero, 1991). Incluyeron aspectos tales como el contacto inicial con los
centros, la revisión y análisis de la realidad, la generación de ámbitos de mejora, el
desarrollo de actividades de formación, la planificación, desarrollo, seguimiento y
evaluación de las experiencias.
87
comprensión y problematización de la situación consistía en revisar y valorar qué es lo
que estaba pasando (en aulas, currículo, centro), qué aspectos eran razonablemente
satisfactorios y cuáles merecían ser mejorados, por qué y cómo habrían de priorizarse,
procurando trazar una agenda de desarrollo con plazos cortos, medios y largos, así como
hacer posible una comprensión detallada y profunda de los temas más urgentes y
seleccionados como ámbitos de mejora y formación a través de la participación y
análisis del profesorado implicado. De ese modo se pretendía enraizar las actividades y
contenidos de formación en una revisión y valoración de la realidad en curso,
principalmente en relación con la enseñanza y el aprendizaje, realizarlas con el propósito
explícito de elaborar proyectos conjuntos de mejora destinados a ser experimentados en
las aulas. El seguimiento de los mismos, el análisis de problemas y la documentación de
prácticas y resultados, fueron procesos destinados a estimular la reflexión compartida
sobre la práctica, buscando ahondar la comprensión, expandir las capacidades docentes,
ir documentando las prácticas con materiales y apoyos contrastados y hacer de la
práctica un contenido sustantivo de formación y de ésta, un proceso orientado a mejorar
la enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes.
88
El proyecto en cuestión pretendía implicar a centros enteros. Como es fácil de
entender, no siempre fue fácil de lograr una implicación formal de todo el profesorado.
En los casos en que se logró una aprobación por parte de los claustros, en ocasiones la
implicación y participación activa de todo el profesorado fue razonablemente
satisfactoria, pero en otras no llegó a serlo. Teóricamente, el objetivo de implicar a todo
el centro estaba más que justificado, pues lo que se pretendía no sólo era que algunos
profesores aislados se implicaran en dinámicas de renovación, sino que, en aras de
garantizar una educación mejor a todo el alumnado, los contenidos y procesos llevados a
cabo pudieran tener mayor incidencia y cobertura, concretamente aunando ideas,
energías y compromisos (Escudero, 1992). La evaluación de las experiencias en tiempos
más largos, por ejemplo un curso, debía servir para revisar y comprender por qué y cómo
habían ido las cosas, así como para tomar decisiones sucesivas destinadas a mantener o
todavía mejorar los temas tratados, o también a iniciar el trabajo sobre otros que
pudieran merecerlo.
89
preocupada por suturar algunos frentes teóricos del modelo que por seguir
contrastándolo con la práctica. Creció, asimismo, una conciencia mayor de que son
precisas ciertas condiciones y culturas dentro del sistema y los centros para que la
formación en ellos pudiera prosperar. El panorama de mediados de los noventa y años
sucesivos no representó, desde luego, el clima más idóneo (Escudero, 2002).
En una relación de aspectos positivos, habría que anotar en ese período el hecho de
haber contribuido a replantear ideas y propuestas sobre la formación del profesorado,
abriendo algunas opciones diferentes al cursillismo dominante. También se pusieron en
circulación ciertas ideas y métodos de trabajo para conectar la formación docente con el
desarrollo de los centros, con el análisis y la reflexión compartida sobre la práctica,
además de invitaciones a considerar y ejercer desde esos registros algunos papeles dentro
de los centros como, por ejemplo, la dirección y coordinación. Como pudimos
comprobar, y aunque no siempre le dedicamos tiempo a documentarlo mejor, el proyecto
contribuyó también a poner en circulación ideas y modelos sobre y para el asesoramiento
pedagógico. El libro coordinado por Jesús Domingo (2001), ya en fechas posteriores,
ofreció una serie de aportaciones sobre el particular, pasando revista a concepciones y
propuestas dignas de atención.
90
modelo de enseñanza y aprendizaje, qué evaluación o qué relaciones pedagógicas en las
aulas) con el desarrollo de procesos como la revisión, el análisis y la reflexión, la
elaboración de proyectos? Se trata de una tensión perenne en este tipo de enfoques.
91
trillado en la literatura de las últimas décadas (Bolívar, 1999 y 2000; Arencibia y Guarro,
1999; Escudero, 2002). A pesar de todo, un reto siempre pendiente.
Los otros seis componentes del modelo permiten apreciar algunas de las
implicaciones y derroteros en los que proyectar ese eje nuclear y con los que contribuir,
al mismo tiempo, a su despliegue. En la columna vertical se hace mención a dos asuntos
particulares. El inferior central se refiere expresamente al currículo, la enseñanza y el
aprendizaje; el superior, a los valores, concepciones y modos de hacer que debieran ser
institucionalmente generados y compartidos. Con ello se quería hacer todavía más
explícito que el currículo y la enseñanza y aprendizaje habían de constituir el foco
fundamental y que, al trabajar sobre el mismo todo el centro, era preciso activar
deliberación, discusión, concertación y compromisos compartidos. Al menos en teoría,
era una vía por la que progresar en orden a articular lo mejor posible los contenidos y los
procesos.
92
Puntualizando todavía más algún otro aspecto, eso significa no sólo articular la
formación sobre las tareas esenciales de los centros y el profesorado, sino hacerlo con
una perspectiva más global e integradora. Los ámbitos específicos de mejora (recuérdese
el planteamiento inicial mencionado más arriba) pueden tener el valor de centrar la
formación y la mejora en asuntos concretos y claramente vinculados al trabajo de aula,
pero pueden perder una visión más amplia, global e integradora del currículo del centro,
de la enseñanza y de los aprendizajes de los estudiantes. El foco propiamente pedagógico
y una perspectiva global, relacionando las actuaciones concretas con las visiones más
amplias, la búsqueda y construcción de proyectos que sean lo más integrales po sible y
sin perder de vista las tareas a realizar para proyectarlos sobre el trabajo de aula, parece
bien justificado. En ese sentido de la totalidad se abunda al hacer explícito el propósito
de que todo el profesorado de un centro se aglutine, a través de procesos de deliberación,
justificación y consenso, al menos de mínimos, en la creación, asunción y compromisos
respecto a un determinado tipo de valores, concepciones y modos de hacer, justamente
sobre el currículo, la enseñanza y el aprendizaje. A fin de cuentas, la formación en los
centros vendría a ser una forma de activar proyectos de centro bien armados,
93
justificados, articulados, concertados y asumidos. No proyectos de centros como
documentos inertes.
94
dirección indicada y abordando las tareas correspondientes, es preciso constituir tiempos
específicos para ello y procurar aprovecharlos bien, así como determinar qué otros
recursos podrían requerirse, por ejemplo apoyos, relaciones con las familias y la
comunidad, y contar con los avales y coberturas convenientes por parte de la
administración, en particular de la inspección educativa.
95
quienes, partir de diversas experiencias de trabajo con centros y formación del
profesorado, identifican una serie de características. Como puede observarse en la figura
2, se identifican algunos componentes prácticamente idénticos a los que mencionamos
más arriba, apareciendo de forma explícita otros que se enuncian con nuevos términos: el
diálogo reflexivo y la desprivatización de la práctica.
96
sostenerse en las organizaciones escolares públicas. Por su parte, la desprivatización de
la práctica, precisando todavía más el carácter de una comunidad de prácticos al servicio
de intereses comunes y públicos, alude a un principio de procedimiento según el cual el
desempeño de la enseñanza en el aula ha de abrirse al escrutinio público en lugar de
mantenerlo bajo la estricta privacidad de los criterios y actuaciones particulares. Su
propósito fundamental es compartir la práctica docente para contrastar, valorar y sacar
las consecuencias procedentes de cara a la acción, en un clima de trabajo basado en el
respeto y la crítica constructiva, el apoyo y la exigencia recíproca entre los miembros, la
participación auténtica y la democracia organizativa y profesional.
Con ligeras variaciones sobre el mismo tema, Bolam y otros (2005, pág. 8) redundan
en características como: a) generación de visiones y valores compartidos sobre la
educación de los estudiantes, b) responsabilidad colectiva en relación con los
aprendizajes de todos los estudiantes, sosteniendo compromisos y presión, con criterios
y mecanismos explícitos de rendición de cuentas, c) indagación reflexiva por parte del
profesorado, usando nuevos conocimientos, desprivatizando la práctica, analizando y
observando situaciones de trabajo en las aulas, poniendo sobre la mesa conocimientos
tácitos y procurando convertirlos en conocimientos compartidos, explorando y
desarrollando nuevos métodos y relaciones educativas para hacer frente a las necesidades
de los estudiantes; d) colaboración, implicación del profesorado en actividades de
formación y desarrollo de proyectos que lleguen a tener incidencia en las clases y sirvan
para la revisión de procesos y resultados, dialogando sobre lo que ha de ser una buena
enseñanza, resolviendo discrepancias y poderes explícitos o soterrados (micropolíticas),
de forma que se concierten planes de mejora que armonicen la deseable flexibilidad y
discrecionalidad individual con la contribución al proyecto conjunto de garantizar a los
alumnos los aprendizajes debidos.
97
Sin pretender agotar una relación que podría ser mucho más amplia, terminaremos
haciendo mención a otra propuesta (DuFour, 2004) quien, además de suscribir todos los
aspectos referidos, define una comunidad profesional de aprendizaje con tres matices
dignos de aten ción. El primero de ellos dirige la atención hacia la indagación y creación
de una enseñanza que asegure el aprendizaje de los estudiantes. Podría decirse, pues, que
una comunidad de docentes asume y realiza un proyecto de indagación conjunta en el
que habría que responder a tres preguntas esenciales: ¿Qué queremos que aprendan los
alumnos? ¿Cómo conoceremos si cada alumno lo ha aprendido? ¿Cómo habremos de
responder cuando alguno esté experimentando dificultades en el aprendizaje?
Hay que precisar que, en este caso, la idea genérica de elaborar valoraciones,
concepciones y prácticas compartidas en relación con el currículo y la enseñanza se
alinea expresamente con los estándares o competencias del currículo nacional.
Igualmente, los rendimientos respecto a los cuales se propone valorar la eficacia de una
comunidad docente no debieran reducirse a las evaluaciones personales de cada profesor,
sino a los aprendizajes concertados y a evidencias debidamente documentadas que
muestren el éxito escolar en pruebas referidas a los estándares, locales y nacionales.
En el último punto del texto haremos un balance general de los elementos comunes de
la formación en los centros o comunidades de profesionales que aprenden, pues hay
diversos aspectos que merecen aclaraciones adicionales. De momento, con la idea de
ofrecer una visión más completa del planteamiento, vamos a referirnos a algunos de los
procesos y actividades a través de las que pueden desarrollarse.
98
Para bien o para mal, cada uno de los componentes señalados y sus relaciones (la
creación de valores, visiones y modos de acción compartidos sobre el currículo, la
enseñanza, el aprendizaje y la organización de los centros, el fortalecimiento de la
colaboración docente, como una filosofía y contexto de trabajo para la realización de
procesos destinados a relacionar aspiraciones, teorías y prácticas, así como el liderazgo
que ha de disponerse para que las cosas se hagan y las condiciones que hay que facilitar
para que puedan hacerse) representan tan sólo un conjunto de líneas generales de
actuación. En ningún caso pueden considerarse ni aplicarse como una tecnología de
gestión de los centros o de la formación del profesorado en los mismos.
Tanto en el caso de la formación en los centros (véase en las fuentes citadas), como en
el de las comunidades de profesionales que aprenden juntos, se describe un abanico
amplio de posibles tareas a realizar y actividades para poder llevarlas a cabo. En
realidad, cada uno de los componentes señalados puede tomarse como un principio de
actuación. Así, por ejemplo, la construcción de visiones y formas de hacer compartidas
sobre el currículo y la enseñanza puede tomarse como una referencia para, de un lado,
precisar el contenido de ciertas actividades y, de otro, como un criterio para valorar si las
que se hagan contribuyen o no de modo efectivo a que la realidad del currículo, la
enseñanza y el aprendizaje corriente en el centro sea analizada y cuestionada a partir de
concepciones defendibles, o si se prefiere, tomando en consideración teorías pedagógicas
relevantes. Al sostener un diálogo entre la teoría y la práctica, entre lo que habría de
ocurrir y lo que está sucediendo, pueden generarse proyectos o planes de acción,
encaminados a la mejora de la formación docente, de la enseñanza y del aprendizaje de
los estudiantes.
99
3.1. Análisis y reflexión sobre la práctica entre profesores
Como hemos venido reiterando en las páginas anteriores, uno de los propósitos más
citados ha sido la estimulación de análisis y reflexión entre el profesorado sobre sus
prácticas de aula; es una forma singular de hacerlas trasparentes, someterlas a escrutinio
público y utilizarla como un contexto y un texto para la reflexión e interrogación acerca
de en qué y cómo podría mejorarse. Escudero y García (2007) hemos compuesto un
esquema como el siguiente, inspirado en una amplia producción sobre la observación
entre iguales. Se señala en qué puede consistir y cómo llevarse a cabo.
El criterio fundamental es que exista confianza mutua, de modo que la relación sea lo
más cordial y amistosa, al tiempo que reflexiva y crítica sin ser amenazante.
Cadauno de los dos `colegas', una vez acordado el tema general sobre el que habría de
recaer la observación, podría identificar y hacer una lista de cuáles serían los
aspectos que debieran ser observados de modo particular.
Posteriormentese acuerda entre ambos cuáles serían los aspectos concretos que
podrían ser objeto particular de atención.
100
entre los pares y, en su momento, quizás el grupo más amplio.
Cada uno de los dos compañeros deberá llevar a cabo una autoevaluación en la que
trate de describirse a sí mismo y valorar su propia práctica, con respecto a los criterios
establecidos.
A partir de los criterios que se han establecido para la observación, o tal vez sólo en
relación con aquellos que se estimen pertinentes, podría elaborarse algún instrumento,
por ejemplo un breve cuestionario, con el objeto de poder recabar la opinión y la
valoración de los alumnos con respecto a cómo perciben y valoran la enseñanza.
Si se han llevado a cabo los pasos anteriores, en estos momentos se podrá disponer de
tres fuentes de datos con respecto a la enseñanza de uno y otro de los profesores
implicados en la observación mutua: datos provenientes de la autoevaluación que cada
uno de ellos haya realizado sobre su enseñanza, datos de los alumnos y datos derivados
de la observación de cada uno de ellos con respecto al otro. El proceso y la finalidad
fundamental es estimular un tipo de reflexión compartida que permita comprender qué
está ocurriendo y por qué, qué va razonablemente bien y que merecería mejorarse.
Una vez que los «amigos críticos» han realizado las actividades anteriores, analizada
y mejor comprendida la situación y considerados qué aspectos podrían ser susceptibles
101
de mejora, se puede acometer la planificación de actuaciones sucesivas, contemplando
aquellas hipótesis de trabajo que se consideren mejor fundadas para esperar la mejora
pretendida. El proceso puede quedar abierto a ciclos sucesivos de análisis y reflexión
sobre procesos y resultados que se vayan logrando.
8°. Compartir el proceso y los resultados con los otros compañeros del grupo.
En el caso de que las circunstancias del centro no hicieran posible otra cosa, los
elementos más representativos de la propuesta pueden servir a profesores particulares
que quieran analizar y compartir su enseñanza con la idea de investigar cómo está siendo
y en qué podría mejorarse. Si, como se indica expresamente, esa actividad ocurre en el
contexto de una dinámica más amplia, tanto sus contenidos y tareas como sus resultados,
pueden ser devueltos y analizados a un grupo de profesores, un ciclo, departamento o
incluso todo el centro. Con las singularidades de cada uno de esos contextos, puede ser
una buena manera de hablar de prácticas, no sólo de intenciones o planes escritos. Y,
desde luego, si en ese proceso se incorpora la voz de los estudiantes, las posibilidades
pueden llegar a ser todavía más estimulantes.
Al mismo tiempo que un centro apuesta por propiciar encuentros entre el profesorado
específicamente centrados en la enseñanza y el aprendizaje como se sugiere en la
actividad anterior, puede ser pertinente y necesario abrir algo más el foco de atención,
movilizar marcos de referencia, procesos y actividades para ello, así como construir la
mejora desde un punto de vista más global y de mayor alcance, en el sentido de implicar
a más personas en el análisis, reflexión y toma de decisiones correspondientes. El
esquema que se describe a continuación, que ha de tomarse tan sólo como una
ilustración entre otras muchas posibles, pudiera servir para acometer ciertos procesos en
unidades superiores, como en ciclos o departamentos, e incluso, si se crean las
condiciones adecuadas y se adoptan las decisiones necesarias, en el centro (Escudero y
García, 2007).
102
Cuatro grandes tareas se identifican en el esquema. La primera de ellas se refiere a
poner sobre la mesa una conversación y discusión públicas y reflexivas acerca de los
contenidos que se indican:
-Interrogarse acerca de las consecuencias que ese análisis y valoración debiera tener
de cara al futuro.
Las tareas y actividades precedentes podrían ser proyectadas sobre el diseño del
currículo y la enseñanza, de la formación y el desarrollo del profesorado y del centro,
103
intentando crear capacidades y compromisos institucionales y docentes para la
elaboración de proyectos de mejora, quizás con una perspectiva estratégica que permita
ir abordando sucesivamente diversos aspectos sin perder de vista la visión de conjunto.
El desarrollo de los proyectos diseñados y acordados en las aulas, el seguimiento y la
valoración de los procesos y los resultados, constituiría el camino sistemático y
sostenido en el tiempo con el que ir alcanzado sucesivos hitos en la mejora de la
educación. Sólo por limitaciones de la representación propuesta, el esquema podría
sugerir una propuesta lineal de procesos y actividades. En realidad, no es esa la idea ni la
intención. Esta bien justificado sostener que procesos como ésos han de ser más bien
cíclicos, dependiendo del sano juicio y de la sensibilidad contextual de sus actores la
determinación de qué hacer primero, qué cosas acometer simultáneamente y cuáles
abordar en un momento posterior.
104
organizaciones educativas y aulas tiene una buena parte de influencia en lo que los
estudiantes aprenden, en cómo se les ayuda o no para que aprendan, en cómo se logra
implicarles en sus propios aprendizajes y, por supuesto, también en los criterios y
exigencias que se manejan en la evaluación mediante la cual se construyen el éxito y el
fracaso escolar. No es una invitación ingenua a caer en más responsabilidades escolares
que las razonables, pero sí a trabajar y asumir las propias.
105
propuestas que quieren hacer efectivo el lema de una buena educación para todos los
estudiantes.
Finalmente, el esquema propuesto quiere indicar que los procesos a los que nos
estamos refiriendo estarían llamados a representar un proyecto de largo alcance, no un
acontecimiento esporádico ni una experiencia ocasional. Siempre habrá algo que
mejorar, que conocer y someter a reflexión para poner en relación lo que debe ser una
buena educación, lo que se está logrando y falta por conseguir y lo que ha de irse
apuntalando progresivamente. No es de esperar, por lo tanto, que la formación en centros
o las comunidades de aprendizaje sean una receta mágica para ponerlo todo patas arriba
y de golpe. Un camino largo se hace a través de pequeñas etapas, no perdiendo de visto
el horizonte lejano, pero yendo poco a poco. Por ello, su concreción en plazos de tiempo
cortos y medios habría de ir permitiendo mejoras parciales de aquello que se determine
como más relevante y urgente en cada momento, aunque sin perder de vista el horizonte
final, o sea, el propósito y el compromiso de garantizar una buena educación a todo el
alumnado de un centro. A ello se quiere aludir en el último elemento incluido en el
esquema. Implica, por lo tanto, asumir que seguramente cada centro se encuentre en una
106
determinada etapa del camino (Bolam y otros, 2005), en razón de diversos factores,
condiciones, historia, contexto y energías aplicadas a ese empeño. En realidad, si pudiera
afirmarse que una determinada organización educativa estuviera haciendo grandes
dejaciones respecto al aprendizaje de todos los estudiantes en un determinado momento
de su historia, cabría valorarse, no ya que ni siquiera ha iniciado el trayecto hacia una
comunidad de aprendizaje, sino que tampoco es una organización educativa responsable.
Estas hipótesis de trabajo, por el momento, son eso, ideas y procesos con los que
operar, con los que caminar hacia objetivos legítimos y justos. Aunque existen algunas
evidencias de que ciertos proyectos inspi rados en ellos guardan algún tipo de relación
con el aprendizaje de los profesores y de los estudiantes (Louise y Kruse, 1995; Bolam y
otros, 2005), se sigue reclamando la necesidad de documentar mejor el desarrollo de
iniciativas de esta naturaleza y sus conexiones efectivas con los aprendizajes del
alumnado. Casi sería algo milagroso lo contrario. En general, toda la formación del
profesorado tiene pendiente, todavía, no sólo articular mejor sus contenidos y
metodologías, sino también el tema perenne de su incidencia en los aprendizajes
docentes y, por extensión, en los de los estudiantes con los que trabajan los profesores
107
implicados en determinadas acciones de formación y de desarrollo profesional (Cochram
Smith, 2001). Además de que sea conveniente disponer de datos empíricos en ese
sentido, pues ello podría contribuir a ampliar y profundizar en el conocimiento sobre la
mejora, la formación docente y el desarrollo de los centros, procede realizar algunas
consideraciones finales sobre las diversas cuestiones abordadas.
Ahora bien, ninguna de esas dos valoraciones tendría que ir en contra, por principio,
de la urgencia de seguir peleando por someter a prueba determinadas propuestas
encaminadas a reducir la brecha entre lo que pasa y lo que debiera suceder. Es más, el
ideal de una buena educación para todos los estudiantes tiene y tendrá plena vigencia
mientras un derecho como ése, en cuyo favor cada vez contamos con mayores
argumentos sociales, culturales y éticos, siga sin ser razonablemente satisfecho. Las
propuestas consideradas no son complejas tan sólo por su distancia en relación con los
hechos corrientes. También porque, seguramente, no nos hemos atrevido a poner sobre
la mesa, con todas las consecuencias, las claves e imperativos éticos que deben
impulsarlas. En muchos casos, propuestas como las comentadas u otras similares han
sido presentadas como mejores formas de hacer las cosas. Es preciso, además,
enraizarlas con lo que ha de hacerse, resaltar su carácter y motivación ética, tanto para
los centros como para quienes en ellos trabajamos. En otro momento he argumentado
por qué la profesión docente ha de ponerse al servicio de una buena educación para todo
el mundo - lo que lleva a entender la profesión y la formación en claves éticas - y he
señalado cuáles son algunas de las implicaciones en que eso habría de irse traduciendo,
en lo que concierne a la responsabilidad de los centros y docentes y en lo que también
les toca a otros agentes desde una perspectiva de responsabilidades compartidas
(Escudero, 2006a; 2006b). Sería interesante, por lo tanto, articular este tipo de iniciativas
por imperativos de justicia y equidad, tal como también lo ha planteado Hargreaves
(2007). Por esas razones, no sólo hay que constatar la distancia entre los hechos y los
ideales, sino urgir a que se vaya reduciendo, concentrando las fuerzas intelectuales y los
108
poderes que se requieran, por razones de responsabilidad, éticas a fin de cuentas. No
sería bueno seguir durante más tiempo lamentándose inútilmente por las múltiples caras
y factores del malestar docente (García, 2006), sino que es preciso encararlo con ideas,
aspiraciones y capacidades que vayan más allá de actitudes de postración, de impotencia
y miradas hacia otros lados, esperando que sean otros quienes tomen la iniciativa de
crear las condiciones favorables. El único flanco débil de la formación en los centros o
de las comunidades de profesores no se refiere sólo a la dificultad de llevar a cabo lo que
proponen; quizás, y esto más serio, radica mayormente en la incapacidad de tocar los
registros éticos, tanto institucionales como docentes, para acometer esas exigencias. Un
planteamiento como el que ha realizado Furman (2004), vertebrando la organización y
gestión de los centros sobre una ética de la justicia, de la crítica, del cuidado y de la
profesionalidad docente, desde los principios y valores de una comunidad crítica y
democrática, ofrece, tal como he desarrollado en otro momento (Escudero, 2006b), una
vía interesante para argumentar a favor de estas propuestas como imperativos éticos.
109
conocimiento que circule por ellas, las voluntades y compromisos que se asuman. Pero
es del todo cierto, desde luego, que sin esos tiempos explícitos y bien organizados para
persistir en la mejora de la educación, ésta no podrá ocurrir.
Tal como apuntamos más arriba al relatar algunas de las lagunas de nuestras
experiencias de formación en centros, y tal y como hemos visto ratificado por el modelo
actual de desarrollo de comunidades de profesionales que aprenden juntos de una
institución reconocida, The Annenberg Institute (2004), hay que vigilar para que los
contenidos y los procesos vayan de la mano, para que la discrecionalidad razonable de
cada docente no sirva para poner la libertad de cátedra por encima de cualquier otro
valor o principio, así como para explorar expresamente el significado y las implicaciones
que la equidad ha de tener en este tipo de proyectos en centros que no sólo sean
nominalmente públicos, sino efectivamente democráticos en la educación que piensen y
garanticen.
Y, desde luego, el futuro de la mejora desde los centros escolares ha de activar nuevas
ideas y modos de ejercer el liderazgo pedagógico, tanto en el interior de las
organizaciones escolares, como en sus «alrededores». En ese sentido, por ejemplo,
Hopkins (2007) habla de liderazgo sistémico, y el mismo Instituto americano que se
acaba de citar reclama la necesidad de superponer comunidades de profesionales que
aprenden juntos en diferentes niveles de la educación, centros y profesorado, inspección,
asesores y formadores, comunidad. Ello significa poner todavía más alto el listón. Pero
estamos suficientemente advertidos de que un objetivo tan ambicioso como mejorar la
educación para todos, personalizando mucho más el aprendizaje, los apoyos y las redes
sociales que participan en la formación de los niños y jóvenes, exige que la mirada no se
ponga sólo en los centros, sino también en otros actores y responsables de que la
educación vaya a mejor.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
110
-(2000), Los centros educativos como organizaciones que aprenden. Promesa y
realidades, Madrid, La Muralla.
-(2006a), «La formación del profesorado y la garantía de buena educación para todos»,
en J.M.Escudero y L.Alberto (coords.), Formación del profesorado y calidad de la
educación para todos, Barcelona, Octaedro.
111
-(2006b), «Compartir propósitos y responsabilidades para una mejora democrática de la
educación», Revista de Educación, núm. 39, enero-abril, págs. 19-41
HOPKINS, D. (2007), Every School a Great Schoo: realizing the potencial of system
112
leadership, Londres, Open University Press.
113
MARIANO FERNÁNDEZ ENGUITA Dpto. de Sociología. Universidad de Salamanca
114
totales, tratan de modelar de forma absoluta la conducta, como sucede con los campos de
concentración, los monasterios, las prisiones o los hospitales psiquiátricos; otras, que
podemos denominar instituciones administrativas, apenas pretenden controlar aspectos
muy parciales de la misma, como es el caso de la policía de tráfico, la oficina de
hacienda o la inspección de trabajo; en algún lugar intermedio, las que podemos llamar
instituciones tutelares, como la escuela, modelan aspectos sustanciales de la conducta
pero sin agotarla. En todas estas instituciones, un estamento superior (guardianes,
médicos, profesores), la plantilla, formado por los profesionales, dotado de autoridad,
poder y tal vez cualificación, trabaja de manera regular sobre otro inferior, los
institucionalizados. Por eso son el recurso fundamental de la organización, para bien y
para mal.
Una profesión no es una ocupación más, sino un tipo muy especial de ocupación. Es
una ocupación en cuyo desempeño el trabajador maneja un conocimiento relativamente
esotérico (fuera del alcance del cliente o que, al menos, así lo parece) y goza de una
notable autonomía. En contra de lo que suele pensarse, el valor de ese conocimiento y de
su acreditación no procede de que la labor en sí sea difícil de desempeñar, sino de que
son inciertos su objeto y su contexto y difíciles de evaluar sus resultados (al menos para
el público). Un buen vino puede ser muy difícil de conseguir, pero no importa si lo
produce un genio o un torrezno, un doctor o un analfabeto (o importa al productor, pero
no al consumidor), pues basta con probarlo. En contraste, cuando vamos al médico
queremos estar seguros de que sabe lo que hace, precisamente porque no podemos estar
seguros del resultado, pues casi nunca es posible saber si una curación tiene lugar a pesar
de un pésimo diagnóstico o un desenlace fatal a pesar de un tratamiento óptimo, y
buscamos esa seguridad en pruebas sobre su acreditación, más que posibles signos de su
inteligencia. Por eso lo que se persigue no son los malos resultados, sino las malas
prácticas (de ahí el dicho: la operación fue un éxito, pero el paciente murió). La mayoría
de los procesos institucionales son, por la complejidad de su objeto (las personas) y su
objetivo (la formación de la conducta), lo bastante inciertos para que deban ser confiados
a una profesión, es decir, a un cuerpo de trabajadores cualificados cuyo desempeño
pueda inspirar cierta confianza con independencia de sus resultados.
La escuela es, sin duda, una institución y, la docencia, una profesión, ambas en el
sentido aquí descrito. Como institución, la escuela se sitúa por sí misma en algún lugar
entre la omnipotencia de las instituciones totales y la autolimitación de las instituciones
administrativas. Un calendario y un horario limitados, la proximidad de las familias, la
amplia regulación de derechos y garantías para los alumnos y las retóricas
115
postrousseaunianas de la educación liberadora, activa, no directiva, etc. parecerían
situarla muy lejos del despotismo de las instituciones totales, pero la asimetría
fundamental entre el adulto y el niño, el que habla en nombre de la sociedad y el que ni
siquiera puede hablar en nombre propio, el que administra las credenciales y el que
aspira a ellas, el que tiene poder disciplinario y el que está sometido a él, en el contexto
del carácter compulsivo de la escolaridad y de la experiencia social sistemática y
prolongada que comporta, hace que se aproxime a ellas mucho más de lo que
imaginamos. El médico o el abogado, con todo y con ser el paradigma por excelencia de
las profesiones, tienen ante sí a un cliente adulto, que puede contestar en cualquier
momento sus diagnósticos y propuestas de tratamiento y, en última instancia, hacer oídos
sordos o recurrir a otro profesional. El alumno, por el contrario, se encuentra fuertemente
sometido al poder material y la influencia moral del profesor.
116
discusión ciertas reivindicaciones de un colectivo. Oculta que las escuelas son en gran
medida lo que los profesores - individual y colectivamente, actual e históricamente,
como educadores y como autoridades educativashacen de ellas, y no al revés - lo mismo
que para cualquier otro par institución/profesión-. Y oculta que las condiciones de
trabajo de los profesores - en particular las de los profesores españoles - son bastante
buenas, algo que se puede comprobar con sólo compararlas con las de otras ocupaciones,
en vez de suponer una explotación eterna; es decir, si nos atenemos a la realidad en vez
de inventarla.
117
colectiva del profesor en el desorden escolar, los malos resultados académicos, la
contracultura adolescente o la decadencia de la escuela pública se enfrentará en seguida a
su descalificación como argumento neoliberal o privatizador, ataque contra la escuela
pública, generalización injustificada, desviación respecto de los verdaderos problemas...
y así hasta mil banalidades. Lo que siempre resulta bien recibido es cualquier
pseudoinvestigación pseudoempírica (por ejemplo, basada en una encuesta a los
profesores) sobre el burnout, cualquier teorización especulativa sin fundamento sobre la
intensificación del trabajo docente o la última teoría paranoica sobre los planes del
capital o el Estado de acabar con la institución o con la profesión; en cambio, son tabúes
inviolables, imposibles de investigar, el absentismo de los profesores, el tiempo de
trabajo real, la disparidad entre las calificaciones de los centros y las de los exámenes de
selectividad o la cualificación real del trabajo docente. Los denostados poderes
económico y político, al fin y al cabo, están lejos, pero es imposible dejar de sentir el
aliento de los compañeros, siempre presentes, en guardia y a menudo bien dispuestos a
señalar, aislar, marginar, estigmatizar y lapidar moralmente a quienquiera que se aparte
del rebaño.
¿Son malas las condiciones de trabajo de los profesores españoles? Si juzgásemos por
algunas de sus manifestaciones de contento o descontento se diría que pésimas, pero la
realidad habla sin equívocos en contra de este diagnóstico. Primero, muy poca gente deja
la profesión, sin duda menos que en cualquier otra (incluso menos que en la
Universidad). La Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo 2003, por ejemplo, sitúa a
los trabajadores del sector educacional, entre dieciséis sectores de actividad laboral,
como los que presentan un mayor nivel medio de satisfacción (7,92), un mayor nivel de
participación en las decisiones (7,64) y un más alto orgullo profesional por su trabajo
(8,64), aunque también un mayor nivel de estrés (5,92).
118
máximo; en el ISCED 3 (secundaria superior), el tercero mínimo y el sexto máximo.
Quinto, gozan de una amplia autonomía en las horas de trabajo regulado (lectivas,
lectivas o computadas por cometidos diversos o simplemente presenciales). Un profesor
puede indistintamente explicar una lección en clase o hacer que la lean los alumnos,
desarrollar un proyecto pedagógico elaborado o comentar superficialmente las noticias
del día, utilizar materiales cuidadosamente seleccionados o colgarse lisa y llanamente del
libro de texto: entre un extremo y otro sólo actúa de árbitro su conciencia profesional,
119
pues ni la inspección educativa, ni la dirección del centro, ni la jefatura del departamento
ni los compañeros de profesión van a entrar en cómo se maneja cada cual con sus clases,
sus alumnos o su materia.
Sexto, last but not least, a esto hay que añadir la estabilidad, impunidad y casi
inamovilidad ligadas a su condición funcionarial, cuya sombra se extiende en gran
medida a los no funcionarios (tanto a los interinos de la escuela pública, en algunos
casos ya estabilizados en condiciones que algunos funcionarios envidian, como a los
contratados de la escuela privada), el bien más preciado en una sociedad caracterizada
por la flexibilidad y la precariedad del trabajo. La mejor prueba de esto es la
imposibilidad de expulsar al profesor incompetente. Los que hacen un trabajo malo o
pésimo pueden seguir haciéndolo de forma indefinida, pues ninguna instancia
organizativa, directiva ni administrativa se interpondrá en su camino. Sólo
excepcionalmente, cuando alguna conducta indefendible (por ejemplo, escándalo o
maltrato, físico o psíquico) provoca un conflicto irresoluble con los padres, se recurre
como la salida más socorrida (a menudo tras la minimización del problema) a algún tipo
de baja convenida (pero pagada) por depresión o con alguna otra alegación de contenido
evanescente. Por definición, un profesor sólo puede hacer mal su trabajo por una grave
enfermedad: no es incompetente, sino que está quemado; no es vago, sino que está
deprimido, etc.
120
(secundaria superior). No obstante, incluso esta baja ratio debe relativizarse, pues la
transición individual del salario mínimo al máximo se produce casi enteramente por
antigüedad o por méritos tan elementales y burocratizados que requiere más es fuerzo e
ingenio no tenerlos que tenerlos (por ejemplo, por la patulea de cursos y cursitos de
formación en los que no hay evaluación alguna del desempeño individual).
Pero el despilfarro no termina ahí. Puesto que los profesores se van de vacaciones, los
centros tienen que cerrarse a cal y canto dos meses en verano y un tercero en menor
medida; puesto que suspiran por la jornada matinal y terminan por conseguirla, los
centros tienen que cerrarse por la tarde; puesto que nada les fuerza realmente a utilizar su
tiempo no reglamentado en la preparación de las actividades docentes o en su
actualización profesional, es más probable que los nuevos recursos técnicos de los
centros resulten subutilizados, mal utilizados o simplemente no utilizados.
121
jornada continua (matinal), pero otro tanto podría decirse de las tutorías en bachillerato,
la vigilancia de los recreos, las salidas extraescolares, el calendario académico y otras
cuestiones. Donde quiera que directa o indirectamente entre en juego la carga de trabajo
del profesorado veremos los intereses laborales (legítimos o ilegítimos, tanto da)
disfrazados de grandes o de no tan grandes ideas pedagógicas; o quedarán directamente
excluidas, como innombrables, las opciones más elementales (por ejemplo, la
posibilidad de ofrecer más días o más horas de clase a alumnos con déficit de
aprendizaje o con necesidades especiales).
122
allá de lo exigido; pero que, también, para otros, son el librillo de su vida profesional y
que, para todos, son la señal de que el sistema no va a distinguir entre el buen y el mal
trabajo. La caída hacia la corrupción es visible, peligrosa, y requiere un acto de voluntad,
una ruptura con la moral a la que la generalidad de las personas no están dispuestas; los
pequeños e insensibles deslizamientos por la corruptela, en cambio, apenas demandan
una pizca de laxitud, luego otra, y otra..., hasta que, a fuerza de no actuar como se piensa
(o como se cree que se piensa), se termina por pensar como se actúa.
123
calendario y el horario, el largo paréntesis del verano... ¿cómo no iban a afectar al
prestigio de la profesión?
Imagínese una de esas peceras de ciertos restaurantes en las que puede verse nadar a
toda una colección de materias primas para el segundo plato. En algún momento, un
besugo de cierto tamaño desciende en diagonal para comer algo que se encuentra en la
esquina inferior izquierda y, para que se vea mejor, delantera. Entreciérrense los ojos
hasta quedarse solamente con los contornos y se obtendrá casi una representación
gráfica, o algebraica, del problema escolar. Las aristas vertical izquierda y horizontal
inferior de la pared delantera de la pecera son ahora unos ejes de ordenadas que se juntan
en el origen. El pez se alinea con la diagonal, su boca se confunde con el origen, y el
contorno curvo de su panza asciende despegándose poco a poco de la horizontal pero
124
cada vez con más fuerza: matemáticamente, se trata de una curva o función creciente,
convexa hacia el origen, así como de pendiente o derivada positivas y crecientes (la
segunda derivada es también positiva); la curva del lomo discurre al contrario, creciendo
con un ímpetu inicial que se va apagando poco a poco: en términos matemáticos, una
curva o función también creciente, pero cóncava hacia el origen, de pendiente o derivada
positivas pero ahora decrecientes (la segunda derivada es negativa); las dos curvas o
contornos empiezan juntas, se separan progresivamente alcanzando su máxima distancia
más o menos a la mitad del cuerpo del pez y vuelven a acercarse hasta encontrarse de
nuevo, cruzarse y dar lugar a la cola, cuyo contorno in ferior es la prolongación del lomo
y el superior la de la panza. Ya está. Ya se ha visto el problema... de la masificación de
la enseñanza.
125
Pero quienes se quejan sin matices de la masificación de la enseñanza (de las reformas
comprehensivas, de la retención de los objetores escolares, de la prolongación del tronco
común, etc.) olvidan que la masificación del alumnado es sólo una cara del fenómeno: la
otra es la masificación del profesorado. No sólo es que no pueda concebirse la una sin la
otra, sino que la otra (la del profesorado) ha sido notablemente más espectacular que la
una (la del alumnado). Es un olvido chocante, pues no hay duda de que buena parte de
los que se lamentan nunca habrían podido convertirse en profesores si no hubiese
crecido el sistema por la base. Pero lo verdaderamente interesante es que la masificación
del profesorado conlleva otra lógica. Supongamos que hacemos con los profesores lo
mismo que ya hicimos con los alumnos: ordenarlos en el eje de las abscisas, del primero
al último, por orden vocacional, es decir, empezando por los que querían ser profesores
por encima de todo y lo habrían sido en cualquier circunstancia, continuando por los que
podían haber sido eso u otra cosa pero acabaron siendo eso y terminando por los que
querían ser cualquier cosa menos profesores, pero no les quedó otro remedio
(obtendríamos un resultado similar, aunque las personas no se situaran necesariamente
en la misma secuencia, si los ordenásemos por sus currícula, o por sus resultados en las
oposiciones, de mejor a peor). En el eje vertical de las ordenadas tenemos ahora lo que
cada uno de ellos aporta: los primeros, los más vocacionales y/o competentes, serían
capaces de obtener los mejores resultados en las peores circunstancias, de hacer milagros
con cualquier alumno, mientras que los últimos no añaden nada a nadie salvo frustración
(¿o es que alguien pensaba que, siendo los alumnos tan desiguales, los profesores iban a
ser iguales?). La curva de su aportación es, pues, positiva (asumiremos que siempre
añaden algo, aunque algunos poco más que nada) pero de pendiente decreciente o
derivada negativa: cada docente aporta menos que el anterior en ese ya mencionado
orden vocacional (no temporal). Este es también un tipo de curva familiar en economía:
una función de rendimientos decrecientes, como la que resultaría, por ejemplo, de añadir
más y más trabajo agrícola a una cantidad fija de tierra cultivable.
126
nacimiento a la cola (o, si se prefiere, las curvas se cortan, intersectan), de modo que lo
que los profesores ofrecen o dan es ya mucho menos que lo que los alumnos piden o
necesitan y, donde antes había un superávit, aparece ahora un déficit. Se acabó la gloria.
La vieja cantinela de que las reformas deben venir acompañadas por aumentos de los
recursos se revela así como una verdad de Perogrullo y una demanda justificada (los
nuevos alumnos necesitan más), pero también como una manera de desentenderse y un
reconocimiento de la impotencia (los nuevos profesores ofrecen menos). Así las cosas,
una salida es, efectivamente, aumentar más y más los recursos, fundamentalmente los
recursos personales, profesionales: en el límite, podríamos inventarnos alguna cifra
mágica: en vez de veintiocho alumnos por profesor, como rezaba el mantra de los
setenta, que atribuía la recomendación a la UNESCO (no la hemos visto nunca, ni
conocemos a nadie que lo haya hecho, pero el rumor funcionó, fue performativo), ahora
podrían ser veintiocho profesores por alumno. Sin embargo, cualquier inteligencia
sensata ha de reparar en que no se puede aumentar en progresión geométrica el número
de profesores a medida que lo hace en progresión aritmética el de los alumnos. Más
dinero para la educación es algo que siempre suena bien (los niños, el futuro, la sociedad
del conocimiento...), pero no puede ser una demanda incondicional. Puede incluso que la
sociedad haya de considerar otras prioridades, por ejemplo si tiene una proporción
creciente de viejos pero decreciente de niños. En todo caso, estos son los mimbres que
tenemos y con ellos hay que construir el cesto, pero lo que significa esencialmente es
que las escuelas (los centros de enseñanza en general) ya no pueden funcionar solas, ni
de cualquier manera, ni abandonadas a las prácticas profesionales aisladas de sus
integrantes.
127
neoliberales quienes confunden la escuela con una empresa, sino más bien el propio
gremio. Pero no lo hace al contemplar los términos del intercambio de trabajo (el trabajo
como valor de cambio), pues en ese punto siempre ha tenido claro que ser profesor da o
debería dar derecho a ganar más y trabajar menos, sino al fijarse en su contenido (el
trabajo como valor de uso). ¿Por qué digo esto? Porque sólo desde la analogía abusiva
con la empresa, o más exactamente con la fábrica, se puede seguir pensando que el
profesorado es inocente de todos los problemas escolares; que todos los problemas de los
alumnos derivan o de sí mismos o de la sociedad, pero nunca de la institución (salvo por
la eterna y socorrida presunta escasez de recursos) ni mucho menos de la profesión. Sin
embargo son hechos evidentes por sí mismos, al menos, los siguientes: primero, que el
principal factor de ese proceso productivo que es la educación es, aparte del propio
alumno, el profesor; segundo, que la efectividad de este factor (entendiendo por tal tanto
su eficacia, o sea su capacidad de conseguir unos resultados, como su eficiencia, o sea su
capacidad de conseguir más o mejores resultados con medios limitados) consiste en
cosas tan simples y obvias, pero tan cruciales, como conocer a fondo lo que tiene que
enseñar, saber estructurarlo y explicarlo, poder mostrar su sentido y su utilidad, ser capaz
de organizar una situación o un proceso de enseñanza y/o aprendizaje y lograr una
mínima empatía con el alumno; tercero, que el profesor cuenta para ello no sólo con
unos medios o un entorno dados, sino con una notable autonomía individual tanto en su
propia actuación como a la hora de movilizar esos y otros recursos; cuarto, que distintos
profesores llevarán a obtener resultados muy distintos a un mismo alumno (igual que
distintos alumnos obtendrán resultados muy distintos con un mismo profesor). Esta es,
ahora sí, la gran diferencia entre una institución y una empresa, entre una profesión y
una ocupación no cualificada: que el profesional, en este caso el profesor cuenta, y
cuenta mucho.
Pero, si el profesor cuenta, habrá también que pedirle cuentas. Y aquí es donde la
profesionalización se bifurca, digamos que entre la profesionalidad y el profesionalismo
(por darles un nombre que no discutiré aquí). De hecho, un núcleo creciente de la
investigación sobre el rendimiento académico (como quiera que este se mire o se llene
de contenido: resultados en las evaluaciones, promoción, actitudes, convivencia...) lo
está poniendo en relación con la efectividad del profesor (por ejemplo, autores como
Dean y Mayeski; Rowan, Correnti y Millar; Mendro y otros; Goldhaber y Brewer,
Kuppermintz, etc., o, entre nosotros, Villar Angulo, y Casal, García y Planas).
Estadísticamente es fácil comprobar no sólo que se producen importantes diferencias
intragrupo entre alumnos que aprenden en condiciones reputadamente similares, que
cabe por tanto atribuir a los individuos, sino también que se producen no menos
128
importantes diferencias intergrupos entre alumnos de características individuales
similares (incluido su entorno extraescolar), que cabe por tanto atribuir a las condiciones,
vale decir a centros y aulas o, para no cosificar el diagnóstico, a las organizaciones
humanas y los actores institucionales que actúan en ellas. Ante esto, el profesorado
manifiesta tener dos almas (unos tienen una, otros otra y no pocos ambas): por un lado
están los que perciben que su trabajo se puede hacer mejor o peor y afrontan ese reto con
su responsabilidad personal, procurando formación, etc.; por otro están los que pretenden
que sencillamente se les suponga que lo hacen bien (como se les suponía el valor a los
soldados en el servicio militar obligatorio en tiempos de paz); estas dos actitudes son
parte de lo que llamo, respectivamente, profesionalidad y profesionalismo.
Y esto se torna más importante cuando consideramos otro elemento común a los dos
informes: la atención a la dicotomía, según la forma de contratación del profesorado,
entre sistemas basados en la carrera y basados en el puesto, en la terminología de la
OCDE, o centralizados y descentralizados, en la de Eurydice; aquí podríamos
denominarlos, en una jerga más local, funcionariales y contractuales, en el sentido que
tienen, respectivamente, en los centros escolares estatales y no estatales o en que
coexisten en los centros universitarios. Aunque luego puedan existir múltiples variantes
de cada uno, en el modelo funcionarial se recluta al profesor al inicio de su carrera para
un cuerpo nacional (o regional, como ya sucede en la práctica, pero tanto da: en todo
caso supracentros) y luego se le asigna mediante distintos procedimientos a un puesto;
en el modelo contractual se recluta al profesor para un puesto determinado, sin la
promesa de continuidad en caso de que éste desaparezca o cambie.
129
de países como Holanda o el Reino Unido para encontrar aspirantes cualificados,
pongamos por caso, para las plazas de matemáticas o informática: eso sucede allí por tan
buenos motivos como no sucede ni sucederá aquí, porque aquellos son modelos
contractuales y éste un modelo funcionarial, y dejaría de suceder allí con sólo ofrecerles
las condiciones de carrera de aquí (con lo cual se trasladarían también los problemas,
claro está). En definitiva, un modelo tiende a concentrar las dificultades en lograr la
cantidad adecuada de profesores, mientras que otro choca con el problema de lograr la
calidad; uno confronta a los centros con la dificultad de encontrar las personas adecuadas
para las funciones existentes; otro condena al sistema y a los centros a buscar o a
resignarse a las funciones oportunas para las personas disponibles.
130
siempre sujeta a revisión. (En España se ha ido más lejos, inventando un modelo mixto
que combina la facilidad de entrada del competitivo con la permanencia blindada del
patrocinado: los interinos y sus oposiciones restringidas).
Ahora bien, ¿no serán trasladables al reclutamiento del profesorado los argumentos
que en su día llevaron a cambiar radicalmente el modelo de reclutamiento del alumnado?
El gran argumento a favor de la comprehensividad en una sociedad no igualitaria, en el
mejor de los casos meritocrática, es que la selección temprana impide una asignación
eficaz de las distintas personas a las posiciones sociales más relevantes, un despilfarro de
las capacidades intelectuales del conjunto de la sociedad. Pero lo mismo puede
argumentarse sobre la carrera docente: el carácter definitivo de la selección temprana
impide que sea una selección adecuada, pues los talentos y las opciones digamos tardíos
no tendrán una nueva oportunidad, mientras que las opciones y admisiones desacertadas
serán irremediables. En realidad es imposible medir con un examen la idoneidad de un
educador, pues lo más que aquél puede decir sobre éste es que reúne algunos de los
requisitos necesarios; será en la práctica cuando se sepa si también reúne el resto (o si
llega a reunirlos, o también si deja de reunir los que en su día reunió), pero el sistema
funcionarial hace que esta comprobación resulte extemporánea e inútil (y el sistema de
asignación de los interinos hace que nadie la tome en serio, ya que el profesor no seguirá
ahí).
Son muchos los que piensan que el sistema educativo, en particular la escuela pública,
ya no tiene remedio; que los derechos adquiridos del profesorado han alcanzado tales
dimensiones que no puede haber vuelta atrás; que cualquier intento de introducir
controles o incentivos está abocado a provocar un conflicto de elevados costes y, en
última instancia, al fracaso; en definitiva, que la situación sólo puede empeorar. Hasta
cierto punto, estoy de acuerdo: la gran mayoría de las pequeñas batallas de las
administraciones, de los padres y de los sectores más comprometidos del profesorado
con el grueso de la corporación se han saldado en derrotas para aquéllos. Creo que toda
pequeña escaramuza está llamada a terminar con una reducción de la carga de trabajo y
las responsabilidades precisamente porque no va a lo esencial, cuando lo que se necesita
es reformular de forma radical el estatuto del profesorado. No entraré en unos detalles
para los que no me siento conocedor ni capacitado, pero sí quiero señalar unas líneas
generales para la reforma. No incluiré entre ellas, por obvias, aquellas cuya necesidad
genérica - otra cosa es su plasmación específica - todo el mundo suscribiría, como es el
caso de la reforma de la formación inicial.
131
1. Invertir los términos. Hemos llegado a la absurda situación de que maestros que no
tienen jornada continua se sienten discriminados, profesores de secundaria que tienen
huecos entre sus clases se sienten maltratados, la realización de tareas no reglamentadas
es considerada por muchos puramente vocacional, es decir, potestativa, y así ad
infinitum.
Sería más racional al revés. Toda la jornada (35 o 371/2 horas, según) y todo el
calendario (11 meses, salvo las fiestas) de maestros y profesores deben tener su
escenario, por defecto, en el centro. Se trata de que, en vez de marcharse uno en cuanto
puede, se quede salvo fuerza mayor o mejor motivo. Todas las facilidades del mundo
para acudir a bibliotecas, centros de recursos, actividades de formación, encuentros y
reuniones profesionales fuera del centro, etc.; pero, antes y después, en el centro. Así
funcionan, por ejemplo, los directivos y los altos profesionales de las empresas y las
administraciones: salen cuanto haga falta pero, si no hace falta, se quedan, y si hace
falta, cuando terminan vuelven. Requeriría apenas una modesta inversión en
equipamiento para mejorar las condiciones de trabajo personal de los profesores en el
centro, pero resultaría más que rentable. Esto no sólo favorecería un mejor trabajo
individual de la mayoría, sino que también potenciaría enormemente el trabajo
preparatorio, la coordinación, la tutela y otras funciones hoy descuidadas.
2. Separación estricta del tiempo del alumno y del tiempo del profesor. Este es un
lema que, en realidad, ha sido pervertido. No se trata de que el profesor pueda continuar
reduciendo o remodelando a su gusto su tiempo... y ya se ocuparán otros, si acaso, del
tiempo del alumno (profesores adicionales, monitores, etc.), como ha terminado por
argumentarse en el viciado debate sobre la jornada; se trata de que el profesorado pierda
cualquier voz, y con mayor motivo cualquier autoridad o derecho de voto, sobre el
tiempo global del alumno, lo que implica que lo pierda también sobre el tiempo escolar.
Esto requiere dos condiciones. Primera, que, pase lo que pase con el tiempo del
alumno, el profesor siga cumpliendo el mismo horario y el mismo calendario totales.
Segunda, que los cambios en el tiempo del alumno no puedan tener efecto alguno sobre
la carga de trabajo diaria, semanal ni anual del profesor, ni mover su horario o su
calendario fuera de ciertos límites. La autonomía del profesor debe limitarse, en el plano
individual, a la organización temporal interna de su programa de trabajo y, a través del
gobierno colegiado del centro, a la eventual organización de un trabajo conjunto (por
ejemplo, a romper la estructura de unidades horarias, como algunos centros hacen) y a
los intervalos de discrecionalidad autorizados por la normativa general (por ejemplo,
empezar y terminar el curso antes o después).
132
3. Carrera profesional más discriminante. Es preciso acabar con el carácter plano de la
carrera docente, desburocratizando y ampliando los incentivos, positivos y negativos,
para estimular el trabajo, el compromiso, la formación, la asunción de responsabilidades
y, en general, el desempeño que no puede ser directamente regulado. A la vez, debería
ponerse más imaginación en la búsqueda de tales incentivos, que pueden ser económicos
y promocionales, pero también formativos (elegibilidad para estudios académicos y
profesionales, períodos sabáticos, etc.), honoríficos (menciones, distinciones...) o de otro
tipo.
Pero no sólo hay que discriminar entre los profesionales, sino también entre las
distintas fases de una misma trayectoria profesional. Aunque una parte de los incentivos
sean consolidables (definitivos), no tienen por qué serlo todos ellos, pudiendo otros ser
reversibles, o condicionales, o tener simplemente fecha de caducidad. En otras palabras,
hay que acabar con la poltrona funcionarial, en particular con esos mecanismos
perversos que hacen que, a mitad de su carrera profesional, tantos docentes puedan entrar
en dique seco. No deja de ser una paradoja española que, mientras la profesión militar,
antiguo bastión de la antigüedad, se ha vuelto más meritocrática, la profesión docente,
teórico baluarte de la meritocracia, se haya vuelto enteramente burocrática.
133
predeterminados, la distribución de esa carga a lo largo de su particular trayectoria
laboral, hasta un punto como parte de un derecho incondicional y más allá del mismo
como una modificación pactada de las cláusulas del contrato, con la consiguiente
renuncia a contrapartidas. Después de todo, el mejor árbitro de las propias posibilidades
es siempre uno mismo, supuesto que no se le permita ser un árbitro interesado.
Aunque no puedo aportar pruebas de esto, creo que los sistemas basados en el
reclutamiento, la contratación y la gestión de personal locales - como puede ser el caso
de los Estados Unidos o de Finlandia, de maneras muy distintas - obtienen una lealtad
muy superior de sus profesores - el control de la autoridad está más cerca-, a la vez que
hacen de la profesión una opción más atractiva - el reconocimiento de la comunidad
también.
134
JosÉ M.ESTEVE ZARAZAGA Universidad de Málaga
Desde mi experiencia personal sobre el tema (mi primera publicación sobre profesores
es de 1979), avanzo una idea clave a modo de introducción para enmarcar un diagnóstico
general sobre la formación de profesores: ningún Ministerio de Educación en los últimos
treinta años ha considerado la formación de profesores como un tema prioritario, y en
consecuencia, en ningún momento se ha hecho un planteamiento global ni una inversión
adecuada para afrontar un tema clave, de gran importancia estratégica; desde mi punto
135
de vista el tema clave, para mejorar la calidad de nuestro sistema educativo.
Las razones que me han ido dando desde diferentes instancias políticas (Secretarios de
Estado de Educación - de dos gobiernos distintos-, Subsecretario del Ministerio de
Educación y Ciencia, Director General de Innovación Educativa y Subdirectores
generales de Formación de Profesores y luego directores del Instituto de Formación del
Profesorado) para no afrontar en serio una reforma profunda de la formación de
profesores durante todo este período se resumen en las siguientes excusas:
2. La formación inicial de los profesores es una cuestión muy secundaria para mejorar
la calidad de la educación (el responsable político hablaba a principios de los años 90).
Ahora la prioridad es la formación permanente, ya que los cuerpos de profesores apenas
si van a incorporar nuevos efectivos. (Tras tan inspirado oráculo, se han incorporado,
según datos del CIDE, 20.489 nuevos profesores desde 1993 hasta el 2000. En el
momento actual, 2007, pueden acercarse a 40.000 nuevos efectivos). Sin embargo, este
136
argumento debería retomarse y discutirse seriamente, con la misma lógica pero desde el
punto de vista contrario, ya que la edad media de los cuerpos de profesores nos avisa de
que un tercio de los docentes en ejercicio tiene más de 50 años, y en una década el
reclutamiento y la formación inicial de sus sustitutos planteará serios problemas a
nuestro sistema educativo.
3. La formación inicial de los profesores de secundaria, tal como está ahora, tiene un
coste cero para la Administración. No existe voluntad política para invertir recursos en
este apartado. Cualquier reforma de la formación inicial de profesores supondría un alto
coste económico que nadie está dispuesto a financiar.
Al hilo de los argumentos expuestos hemos visto muy tímidos intentos de reforma de
la formación inicial de profesores que, en el ámbito de la educación primaria, queda en
manos de las antiguas Escuelas Normales de Magisterio, algunas de ellas reconvertidas
nominalmente en Facultades de Ciencias de la Educación, y alguna aun con el título de
Centro Superior de Formación de Profesores. Desde el Ministerio se ha intentado hacer
un seguimiento de las modificaciones introducidas en los Planes de Estudio de las
Diplomaturas de Magisterio; aunque apenas se ha publicado nada al respecto. En
palabras de un antiguo director del Instituto de Formación de Profesores, el estudio
comparativo de dichos Planes de Estudio arroja un balance desolador, ya que apenas hay
acuerdos en las materias que se imparten en los distintos centros, las diferencias entre los
diferentes Planes de Estudio son notables, y la presencia de materias extrañas, difíciles
de justificar en un currículo de formación de maestros, apunta hacia una fuerte influencia
de los intereses personales o gremiales de los colectivos de profesores que en cada
Universidad detentan el poder. La formación inicial de nuestros profesores de primaria
en el marco de una licenciatura universitaria es una medida que acaba de proponerse, aún
no llevada a la práctica, y que se justifica por una serie de razones que confluyen todas
ellas en el mismo tipo de solución. En efecto, la progresiva complejidad y sofisticación
de nuestros sistemas educativos exige un aumento de la formación que reciben nuestros
futuros profesores, de tal forma que muchos países europeos ya han comprendido que la
137
mejora de la calidad de la enseñanza pasa necesariamente por un aumento de la
formación inicial que los profesores reciben. En la sociedad actual, la creciente
complejidad de las tareas que encomendamos a nuestros profesores de primaria exige ese
aumento de formación, ya que, en las actuales expectativas sociales sobre el sistema
educativo, no se considera que la tarea del profesor pueda reducirse al ámbito de la
formación intelectual y la simple transmisión del conocimiento, sino que nuestra
sociedad exige de nuestros profesores que atiendan campos tan dispares como la
educación vial, la educación moral, la educación para la salud, la educación intercultural,
la prevención de drogodependencias, y un largo etcétera, tan largo como lo sea el total
de los problemas sociales pendientes en la época que nos toca vivir. Por último, el
aumento del nivel cultural general de la población es otra razón de peso para aumentar el
nivel de formación de nuestros profesores de primaria en el marco de una licenciatura
universitaria. De hecho, una buena parte de nuestros profesores de primaria se ha ido
adelantando a los acontecimientos y, por diversas razones, entre ellas la necesidad de un
mayor nivel de formación personal, muchos han ido ya cursando los estudios
correspondientes a diversas licenciaturas. La tendencia alcanza ya un porcentaje muy
significativo en el interior de este colectivo, y una medida práctica que influiría sobre el
prestigio y la valoración de los profesores preocupados por su formación sería la de
reconocer en la percepción de salarios la titulación universitaria de los maestros con
título de licenciados (paso del nivel B al nivel A).
138
debe atenerse. El CAP, el TED, o las fórmulas propias de cada Comunidad Autónoma
ofrecen un panorama con muy escasos puntos comunes. De forma generalizada no se
cumple la legislación en lo que respecta al número de horas de formación, ni a las
prácticas previas; en muchos casos no hace falta asistir a clases presenciales, y lo que es
peor, las prácticas docentes previas sólo se cumplen, en cantidad y calidad, en muy
pocos de los variopintos centros que ahora se ocupan de emitir los certificados de aptitud
pedagógica (CAP) o los títulos de especialización didáctica (TED); ya que ni siquiera
ahora hay un modelo definido de formación o de titulación. Para ejemplificar hasta qué
punto la legislación no se cumple, puedo contar una anécdota de mi trabajo en la
Comisión de Eurydice que elaboró el informe europeo sobre La profesión docente en
Europa. En un momento dado me preguntaron si en España los profesores de secundaria
tenían un período de prácticas (stage) en el puesto de trabajo, previo al ejercicio pleno de
la docencia (prise de fonction). Mis interlocutores se quedaron muy perplejos cuando
hube de responder que esa pregunta tenía tres respuestas. En efecto, según la legislación,
el primer año de trabajo en el centro después de sacar las oposiciones tiene la
consideración de período de prácticas, por tanto, desde el punto de vista legal sí existe tal
período de formación práctica. Sin embargo, cuando investigamos en los centros el
cumplimiento de la norma, descubrimos que, en la mayoría de los centros, apenas se
pasa de la formalidad de nombrar un tutor nominal (generalmente el director del
Departamento) que a fin de curso copia un informe estereotipado del disco duro de su
ordenador, al que se limita a cambiarle el nombre; pues en muy pocos de los centros
investigados hay una tutela efectiva y una ayuda real para el profesor debutante. Por
tanto, hay un stage legal, pero se reduce a un trámite formal. Cuando investigamos las
condiciones de trabajo de los profesores debutantes en su primer año como docentes
descubrimos una tercera versión, absolutamente contradictoria con el espíritu de la ley.
En efecto, al llegar a los centros de secundaria los profesores noveles descubren que los
horarios, el reparto de materias y de los grupos de alumnos se hace por riguroso turno de
antigüedad, y como consecuencia, los novatos se estrenan con los grupos más difíciles,
con los alumnos más conflictivos, con las materias que nadie quiere (frecuentemente con
varias materias distintas) y con los horarios más descompensados. Este ejemplo puede
servir para ilustrar cómo la elaboración de una normativa legal puede llevar en la
práctica a una situación que constituye un auténtico fraude de ley, contraria al espíritu y
a la intención del legislador.
139
difícil. Los trabajos sobre la identidad profesional de nuestros profesores de secundaria
ilustran con datos contundentes la falta de adecuación de una formación universitaria de
cinco años en la que se les forma como químicos, físicos, historiadores o lingüistas,
pensando luego que en un cursillo acelerado de pocos meses se va a reconvertir su
mentalidad haciéndoles profesores de Química, de Física, de Historia o de Lengua. Tras
haberse labrado una identidad profesional como químicos durante cinco años, los
mismos candidatos consideran una degradación descender a dar clases a un grupo
heterogéneo de treinta chavales en unos niveles científicos muy elementales; y ésta va a
ser la base de su identidad y de su cultura profesional a lo largo de toda su carrera: su
compromiso básico se centra en cultivar los contenidos científicos, y no en transmitirlos.
Además, su escaso conocimiento de los condicionantes que afectan a su trabajo en el
aula les hace fracasar en el intento de organizar la clase, establecer un mínimo de
disciplina sin el cual el trabajo es improductivo y, sobre todo, en la reorganización de sus
excelsos conocimientos universitarios para hacerlos asequibles e interesantes a un grupo
de chicos y chicas de quince años. En consecuencia, el profesor sufre por la
inadecuación de su formación respecto al trabajo que la sociedad le pide desarrollar, y
sufre el alumno durante el período de adaptación de quien se define como investigador
especialista y se empeña durante años en explicar su tesina en un centro de secundaria.
El problema no tiene más salida que establecer títulos profesionales de profesor de
Química, profesor de Historia, etc., en los que, en el marco de las Facultades respectivas
de Letras y Ciencias, se alternen la formación científica y la formación profesional para
el trabajo que luego van a desempeñar. En los países de nuestro entorno se han
establecido modelos de este tipo a lo largo de la última década, como se verá más
adelante.
140
contenidos que ellos dominan (sean o no los demandados por el nuevo perfil de
formación o por las nuevas exigencias sociales o profesionales). Por poner un ejemplo
muy claro, conozco una Diplomatura de Maestros en la que muchos de los estudiantes de
tercer curso, a punto de salir al mercado profesional, presentan sus Memorias de
Prácticas con más de diez faltas de ortografía. No han cursado en ningún momento una
asignatura de lectoescritura (pese a que una de las más claras responsabilidades de un
maestro es enseñar a leer y escribir a los niños), y cuando preguntamos a los profesores
del Departamento de Didáctica de la Lengua, descubrimos que no consideran como una
responsabilidad suya asegurar que los futuros maestros escriban sin faltas de ortografía,
ya que habiéndose formado ellos mismos en las Facultades de Filología dedican su
tiempo a enseñar Gramática Estructural y Fonética y Fonología. Como resultado,
nuestros futuros maestros distinguen una fricativa de una bilabial, pero se expresan así:
«Para terminar la memoria, realizaremos una conclusión o valoración personal de la
experiencia vivida, diciendo lo que nos a (sic) parecido»..., «una investigación que nos
permita comprender e interpretar porque (sic) ocurren unos determinados
acontecimientos»..., «cuando lo lea pueda saber lo que allí a (sic) ocurrido»..., «a (sic)
tenido muy buena acojida (sic) entre los niños»..., «la mayoría de los alumnos es de raza
blanca, excepto dos de ellos (un chico y una chica) que son jitanos (sic) y un chico
árabe»..., «la homosexualidad (masculina y femenina por igual), es considerada por
algunos como averrante» (sic).
141
valía.
En la misma línea de los estudios realizados para reclutar maestros de valía en el New
Teacher Project2 propondría para adaptar estas estrategias a nuestro sistema educativo
las siguientes medidas:
142
desvirtúe en manos de unos Departamentos Universitarios más interesados en
defender sus intereses corporativos que en ofrecer la formación que los profesores
necesitan. La existencia de una prueba general de reválida (estatal o autonómica)
evitaría en buena medida las deficiencias que hemos denunciado, y obligaría a las
Universidades a plantear planes de estudio más razonables que los actuales. Todos
los estudiantes que aprobaran dicha prueba, ordenados por sus calificaciones,
igual que en la selectividad, quedarían a disposición de las autoridades educativas
para cubrir las plazas vacantes sin más requisito.
143
profesionales destinadas específicamente a la formación de profesores, y en las
que el candidato estudia materias científicas con la intención de dedicarse luego a
enseñarlas. La formación académica ha de ser simultánea con la formación
profesional de carácter psicopedagógico y con las prácticas de enseñanza. Los
estudios realizados sobre las diferencias en la cultura docente de los profesores
formados en programas de estudio simultáneos y sucesivos, no deja lugar a dudas
sobre la diferente identidad profesional que se forja en los futuros profesores si
primero estudian para ser historiadores o químicos, y luego deben reconvertirse en
profesores de Química o profesores de Historias. Los planes de estudios sucesivos
(actualmente vigentes en España) son aquellos en los que primero se realizan los
estudios correspondientes a una titulación que ofrece formación científica o
humanista, y después se estudia un añadido de formación profesional
psicopedagógica. Este modelo de formación plantea importantes limitaciones: a)
Los mejores estudiantes se dedican al ejercicio profesional de la Química (o de la
carrera realizada); y sólo se dedican a la enseñanza quienes no encuentran trabajo
como químicos, con el agravante de que necesitan estudiar uno o dos años más
para obtener un trabajo con condiciones salariales y de trabajo inferiores. b) El
exceso de exigencias académicas elitistas en determinadas titulaciones
universitarias (como es el caso de Matemáticas) nos está dejando sin profesores de
algunas materias, pues se exigen unos niveles de especialización muy por encima
del nivel científico que necesita un profesor de secundaria y se queman candidatos
en un esfuerzo acadé mico desmesurado para el trabajo posterior como profesor.
c) Se crea una identidad profesional falsa, pues la persona que se ha preparado
para ser historiador o químico se considera frecuentemente devaluada al tener que
dedicarse a enseñar Historia o Química. d) El esfuerzo dedicado a la formación en
materias instrumentales y propedéuticas se considera inútil, ya que la Paleografía,
la Epigrafía, la Numismática, el Latín y el Árabe son imprescindibles para un
historiador medievalista, pero no para un profesor de Historia. De la misma forma,
la utilización de un microscopio electrónico puede ser imprescindible para la
investigación química, pero es discutible para un profesor de química. e) Todas las
evidencias disponibles avalan la idea de que los programas de formación
sucesivos forman un tipo de profesor que se siente más identificado
profesionalmente con el cultivo personal de la materia de enseñanza que con su
transmisión a los alumnos. Por todas estas razones, considero que volverá a
fracasar el actual proyecto de formación inicial de profesores en el marco de un
postgrado. Los estudiantes considerarán que lo importante es aprobar el grado, y
considerarán el postgrado como un incómodo trámite a cubrir, a ratos perdidos,
144
mientras se busca trabajo en el ámbito de la titulación adquirida, y se contempla la
enseñanza como una segunda opción fastidiosa a la que habrá que recurrir sólo si
no hay más remedio. Al mismo tiempo, la escasa exigencia que ya hay en los
actuales cursos del CAP o del TED contagiará a la nueva titulación por falta de
profesorado permanente y bien preparado para plantear una enseñanza de calidad
y una razonable exigencia.
2.Al igual que se planteaba para la formación de los profesores de primaria, las
materias de carácter científico o humanista se cursarían en las respectivas
Facultades de Ciencias y Letras, hasta cubrir un número determinado de créditos
con los que el estudiante debe formarse (aquí obligatoriamente) un currículo
especializado en una materia o grupo de materias, pero en este caso la formación
general se plantearía sólo en el ámbito de uno o dos enfoques científicos
específicos (Matemáticas y Física; Física y Química; Literatura y Lengua;
Geografía e Historia, etc.). La idea central de este planteamiento es que el mismo
estudiante decida su perfil de formación y de especialización en función de sus
intereses. Los créditos correspondientes a las materias de carácter
psicopedagógico se impartirían en las Facultades de Ciencias de la Educación, que
igualmente sería la responsable de organizar tres períodos de prácticas diferentes,
que se cursarían de forma simultánea a la formación científica en las
especialidades elegidas: a) Prácticas de observación en el primer año, destinadas a
la toma de contacto con la realidad de los cen tros de enseñanza, su organización,
formas de trabajo y estructuras de gobierno y funcionamiento. b) Prácticas de
simulación, en el segundo año, destinadas a desarrollar estrategias docentes,
aprender destrezas sociales de comunicación e interacción en el aula y sistemas de
organización y funcionamiento en el interior del aula. c) Prácticas de intervención
en centros docentes, de una duración mínima de tres meses y con
responsabilidades docentes limitadas bajo la supervisión de un profesor tutor que
evaluaría la capacidad docente del estudiante de cara a las pruebas de acceso a la
docencia.
3.El acceso a las plazas docentes de los egresados en estas titulaciones profesionales
de «profesor de...» se realizaría por concurso abierto tanto a los profesores de
primaria como a candidatos externos, convocando las plazas por especialidades
científicas que exigirían la realización de un número mínimo de créditos en la
respectiva Facultad universitaria, lo cual abriría la puerta a una carrera docente
con movilidad ascendente. Tras la incorporación a una plaza docente, y un año de
145
trabajo en prácticas en las mismas condiciones especificadas para los profesores
de primaria, los profesores podrían solicitar igualmente plazas docentes en los
niveles de primaria. Se consideran, por tanto, dos tipos de accesos que generarían
dos perfiles de profesor, sin que por ello se predetermine para siempre el nivel en
el que van a trabajar los profesores.
Los profundos cambios sociales registrados en las tres últimas décadas han
conducido, como ya dijimos, a una profunda remodelación del papel del profesor, y
consecuentemente a la necesidad de adaptar los contenidos curriculares de la formación
de profesores a las nuevas demandas de unos sistemas educativos que reciben el encargo
social de preparar a sus alumnos para trabajar en una sociedad del futuro, cuyos
contornos se dibujan, se borran y se vuelven a diseñar en períodos de tiempo cada vez
más cortos. En este marco, se observa una tendencia a conceder mayor autonomía
curricular en la formación de profesores, y esto por dos razones: para permitir al
candidato una amplia autonomía en el diseño y organización del currículo, y por la
necesidad de que las instituciones de formación puedan responder con más flexibilidad a
las demandas de un mercado laboral en continuo cambio.
La mayoría de los países europeos tiene una normativa básica que regula la formación
inicial del profesorado para garantizar una homogeneidad mínima en las titulaciones que
se obtienen, y luego, las instituciones universitarias gozan de una cierta autonomía en el
desarrollo de esa normativa básica. Dicha autonomía tiene muy distintos grados, desde
una regulación con muy pocos márgenes para una gestión flexible de los contenidos
curriculares y del tiempo de formación, tal como ocurre en Alemania, hasta una
autonomía casi absoluta en ambas cuestiones, como es el caso de Holanda, Bélgica
(comunidad flamenca), Islandia, República Checa y Malta. Las prescripciones de
contenidos suelen estipular dos aspectos: el conocimiento de las materias a impartir y las
habilidades profesionales del docente, mientras que las prescripciones mínimas de
tiempo suelen centrarse en una definición del período de prácticas docentes que se
considera necesario.
De la misma forma, la mayor parte de los países europeos establecen los requisitos
mínimos del contenido curricular designando unas materias obligatorias, mientras que
otros prescriben el cumplimiento de unos objetivos específicos.
146
obligatoria de al menos las siguientes áreas: pedagogía, teoría de la educación,
psicología, conocimiento de la materia, enseñanza de la materia y práctica
docente.
Los países que definen objetivos, en lugar de materias, señalan unos niveles mínimos
a alcanzar por los docentes al finalizar la formación inicial, y se centran, generalmente,
en dos aspectos: el conocimiento de la materia y la habilidad docente.
Respecto del contenido del currículo a tratar en la formación inicial de profesores hay
que reseñar la existencia de programas específicos de formación en muchos países
europeos para que los futuros profesores dominen las nuevas responsabilidades que la
sociedad plantea a nuestros sistemas educativos: dominio básico de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación, adquisición de habilidades de gestión y
administración de los centros educativos, capacidad de integrar a los alumnos con
necesidades educativas especiales en los centros ordinarios, dominio de la integración de
alumnos con diversos orígenes culturales y adquisición de las destrezas sociales
necesarias para afrontar con éxito la gestión de la convivencia con alumnos difíciles.
147
directrices específicas sobre las competencias básicas que se van a exigir como parte
inexcusable de la formación inicial. Frente a declaraciones genéricas, como las de que
los centros de formación de profesores «deben formar a futuros profesores para el uso de
las TIC, anticipando las destrezas que tendrán que aplicar en el futuro, para incorporarlas
a partir de ahora en los diferentes aspectos de la formación del profesorado» (Francia,
decreto ministerial sobre el uso de las TIC en los IUFM), se plantea la necesidad de
desarrollar directrices específicas en las que se elabore un currículo detallado de los
aspectos que van a asumirse en los centros de formación de profesores para el uso de las
TIC en la enseñanza. La misma Francia, Países Bajos, Reino Unido, Luxemburgo,
Bulgaria y Chipre han desarrollado directrices detalladas sobre los aspectos a cubrir.
Las nuevas situaciones que deben afrontar nuestros sistemas educativos exigen una
mayor flexibilidad y autonomía en la gestión de los centros. Sin embargo, sólo unos
pocos países tienen una preocupación específica por la formación en cuestiones básicas
relacionadas con la gestión, de tal forma que la improvisación es la tónica dominante en
la organización de muchos centros educativos. Así, personas que se han formado para
impartir enseñanza en las aulas deben reconvertirse apresuradamente en gestores y
administradores temporales, que acaban responsabilizándose, sin formación específica,
de aspectos cada vez más importantes para el buen funcionamiento de las instituciones
educativas. Una formación específica respecto a la gestión se revela tanto más
importante, cuanto mayor es la autonomía organizativa de los centros, por ello no puede
extrañarnos que los países con mayor autonomía como Reino Unido, Luxemburgo,
Holanda, Estonia y Dinamarca hayan desarrollado programas específicos de formación
centrados en las siguientes competencias: gestión financiera, habilidades organizativas,
gestión del horario, destrezas para la comunicación y relaciones públicas.
148
formación práctica para el funcionamiento de un aula integrada quede destinada a los
especialistas. En líneas generales se observa una carencia de formación sobre este tema
en la mayoría de los países europeos, especialmente en lo que respecta a la formación
práctica para el trabajo en el aula. Luxemburgo, Reino Unido, y Estonia, seguidos por
Alemania, destacan por la elaboración de directrices específicas en este tema que van
más allá de las declaraciones generales.
149
problemas prácticos que plantea dificultades a un número creciente de profesores. De
nuevo aquí, las directrices apenas rebasan el ámbito de las recomendaciones generales,
destacando la importancia de una buena gestión del comportamiento de los alumnos y de
una adecuada disciplina escolar; pero, más allá de considerar importante el dominio de
las situaciones de conflicto en el aula, apenas se desarrollan metodologías específicas.
El enfoque de este tema desde la perspectiva del desarrollo de destrezas sociales para
gestionar la interacción y la comunicación en el aula aparece como el más adecuado para
enfrentar la organización del clima de clase y la convivencia en el centro escolar en su
conjunto. En efecto, la incorporación a las aulas del cien por cien de nuestros niños,
eliminando los filtros selectivos de antaño, supone integrar en nuestros centros
educativos al cien por cien de los niños más conflictivos y más difíciles, haciendo que el
trabajo práctico en el aula sea más difícil de lo que ha sido en ninguna época anterior. La
extensión de la educación obligatoria supone mantener en nuestras aulas a alumnos muy
difíciles sin poder recurrir al único tratamiento pedagógico con el que siempre se había
solucionado este problema: expulsar a los alumnos más conflictivos. Diversas
investigaciones y experiencias prácticas (López y Zafra, 2003)' destacan la mayor
efectividad de los planteamientos pre ventivos sobre las actuaciones reactivas, en las que
sólo se pretende intervenir en este tema cuando la situación de conflicto sale a la
superficie. El desarrollo de destrezas sociales para enfrentar sistemáticamente
situaciones potencialmente conflictivas en las aulas, reducir el estrés y permitir una
conducta del profesor que no incurra ni en la indefensión ni en las reacciones agresivas
tiene ya el suficiente aval científico y la suficiente experiencia contrastada como para
proceder a su generalización en los programas de formación del profesorado (Esteve,
1986, 1987, 1989, 1997)8.
150
trabajo y proyectos de innovación, en los que trabajan grupos de profesores de la misma
materia a medio y largo plazo con el objetivo específico de aprender a mejorar su
práctica docente mediante la comunicación entre profesores en ejercicio que pueden
compartir sus problemas de aula, intercambiar y elaborar nuevos materiales, compartir
estrategias didácticas, reflexionar sobre problemas y nuevas soluciones. Este
planteamiento genera una nueva cultura de trabajo en equipo para analizar y evaluar la
práctica docente que rompe la cultura del aislamiento y el individualismo que
actualmente preside la práctica docente.
151
Una primera cuestión a tener presente es que los IUFM son un tipo de centros que
acogen toda la formación del profesorado de educación infantil, primaria y secundaria.
Ello no significa, sin embargo, la creación de un cuerpo único de profesores - el sistema
continúa teniendo una carrera docente claramente jerarquizada y diferenciada en grados
según niveles de enseñanza. Tan sólo supone considerar que hay ámbitos de la
formación que son comunes a todos los docentes que trabajan en el sistema educativo, y
que por tanto es más adecuado que se formen en el mismo lugar aunque con itinerarios
formativos diferentes.
Estos centros de formación están ubicados en cada una de las Académies, ámbitos
territoriales en que se estructura la enseñanza secun daria y universitaria. Ello supone
una clara dependencia del sector universitario, tal y como su propia denominación
indica.
Una tercera cuestión a contemplar es que esta nueva modalidad de formación fue
creada por el anterior gobierno socialista en 1989 y que ha sido mantenida hasta la
actualidad con gobiernos de ideología diferente. Se trata, por tanto, de una iniciativa de
izquierdas - de acuerdo también a una determinada visión sobre lo que debe ser la
formación del profesorado - que por conveniencia o convicción no se ha alterado con
gobiernos de derechas. Desde 1992 todos los professeurs des écoles (que incluye a los
profesores de preescolar y primaria) son contratados de entre los que obtienen este tipo
de formación.
El acceso a un IUFM supone además superar otros criterios aparte del requisito de
titulación mínima conseguida con anterioridad. En concreto, y dada la superioridad de la
demanda sobre la oferta de plazas existentes en la actualidad, se acostumbra a emplear
como criterio de selección el historial académico del estudiante y, en ocasiones, una
entrevista con el responsable académico del centro. En todo caso cabe tener en cuenta
que la política de admisión es elaborada en cada IUFM por parte del director del centro y
152
de acuerdo con una comisión nombrada al efecto.
153
Existen diversas vías formativas para acceder a la cualificación que permite ejercer la
enseñanza en Inglaterra y que se denomina Quali f ied Teacher Status (QTS). Esta
cualificación es aplicable tanto a los profesores de enseñanza primaria y secundaria de
primer ciclo (5-16 años) como a aquellos que ejercen en el nivel preescolar (2-5 años).
Los requisitos para conseguir esta cualificación se definieron en una circular legislativa
del año 1997 y se refieren a: adquisición y comprensión de los contenidos, planificación,
enseñanza y gestión de un aula; y seguimiento, evaluación y responsabilidad ante los
resultados. Además, desde principios del curso académico 1998-99, los profesores con el
QTS deben demostrar unos conocimientos de informática equivalentes al nivel 8 del
currículo nacional que se imparte a los alumnos.
De todas las modalidades existentes en la actualidad, dos son las que han tenido una
mayor implantación y, al mismo tiempo, han sido ejemplo del modelo de formación del
profesorado para muchos otros países: el concurrent model y el consecutive model. La
diferencia básica entre los dos modelos es la secuencia temporal con que se vinculan los
contenidos de carácter más pedagógico con los contenidos propios de la especialización.
Por lo que hace referencia al concurrent model, los estudiantes siguen una formación
de cuatro años de duración al final de la cual obtienen el titulo de Bachelor of Education
(conocido por Bed), el Bachelor oí' Arts in Education BA (Ed), o el Bachelor of Science
BSc (QTS). En este tipo de formación se combinan las clases teóricas con las prácticas
en centros escolares. Éstas últimas deben tener una duración mínima de 32 semanas.
Durante estos cuatro años los estudiantes se especializan, bien en la enseñanza primaria
básica (incluyendo preescolar), bien en la enseñanza primaria superior. Igualmente se
pueden especializar en determinadas materias de este nivel de enseñanza. Los contenidos
hacen referencia tanto a las materias a impartir como a la formación pedagógica y
curricular de carácter más general.
Por el contrario, el consecutive model implica una concepción diferente sobre el tipo
de formación a recibir por los futuros profesores. En este modelo, los estudiantes
obtienen en primer lugar un título universitario de una materia o especialización concreta
no necesariamente vinculada al ámbito pedagógico (first degree); para ello necesitan
154
entre tres y cuatro años de estudios. Con esta titulación pueden continuar estudiando en
su ámbito de estudio, ejercer una profesión, o bien dedicarse a la enseñanza. En este
último caso deben obtener el Post Graduate Certificate of Education (PGCE), para lo que
necesitan un año más de estudios (en concreto 38 semanas para el profesorado de
primaria). Durante este período de formación pedagógica se combinan clases teóricas
sobre materias del currículo nacional y formación pedagógica general con prácticas en
un centro escolar (los profesores de primaria deben hacer un mínimo de 18 semanas).
Esta titulación pedagógica es la misma que deben poseer los futuros profesores de
secundaria.
Es importante, igualmente, tener presente que dado que existe una gran libertad de
contratación del profesorado, tanto en el sector público como en el sector privado, no
existe la obligación de que impartan determinadas materias los que están en posesión de
la especialización correspondiente. Así cualquier profesor que tenga el QTS puede
ejercer la docencia en todos los niveles.
Por lo que hace referencia a la formación del profesorado de preescolar, éste se forma
155
en las Fachschulen f ür Sozialpddagogik, que como su nombre indica centran su atención
en el ámbito de la educación social. La duración de los estudios es de tres años. Los dos
primeros se llevan cabo a jornada completa en estos centros, mientras que el tercero
consiste en el período de prácticas que es supervisado por la Fachschule. Con el fin de
comprender el carácter asistencial de los centros de preescolar un dato puede ser
ilustrativo: los profesionales que trabajan en estos centros no son profesores propiamente
dichos sino Erzieher, es decir, educadores dedicados al cuidado de la infancia. Para
acceder a este tipo de estudios los aspirantes deben tener una experiencia profesional
previa de dos años.
La primera fase de formación - de carácter más bien teórico - incluye los siguientes
aspectos:
En los últimos años los Lánder han llegado a una serie de acuerdos con el fin de
156
unificar determinados criterios de organización pedagógica de los estudios de formación
del profesorado de primaria. De esta forma han consensuado la duración de esta primera
fase y el número de horas de formación por semana que reciben los estudiantes durante
cada semestre.
Por lo que hace referencia al primer examen estatal que sirve para culminar esta fase
de formación del profesorado de primaria, su diseño es aprobado por las autoridades
educativas de cada Land, aunque existe una intervención directa de los centros de
formación del profesorado. No obstante, y a pesar de las diferencias existentes entre cada
uno de los territorios, se pueden señalar algunos rasgos comunes a este primer examen
estatal:
Cabe resaltar que, dado que este examen es el que realmente les habilita para ejercer
la enseñanza en este territorio, los comités de evaluación están compuestos tanto por
profesores universitarios como por personal representante de la administración educativa
157
del Land correspondiente.
A pesar de las diferencias existentes dentro del territorio alemán, se puede afirmar que
por lo general este segundo examen de estado consta de cuatro partes:
Por último, se debe recordar que el acceso a los centros de formación del profesorado
de primaria se realiza una vez se ha obtenido el título de finalización de la enseñanza de
secundaria (el Hochschulreife) que es, al mismo tiempo, requisito imprescindible para
acceder a cualquier centro de enseñanza universitaria9.
158
ÁNGEL I.PÉREZ GÓMEZ Universidad de Málaga
159
La sociedad de la información y del conocimiento dirige a la educación demandas
distintas de las tradicionales, claramente relacionadas con el desarrollo en todos los
ciudadanos de la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida. Dicho de otro modo,
el problema no es ya la cantidad de información que los niños y jóvenes reciben, sino la
calidad de la misma: la capacidad para entenderla, procesarla, seleccionarla, organizarla
y transformarla en conocimiento; así como la capacidad de aplicarla a las diferentes
situaciones y contextos en virtud de los valores e intenciones de los propios proyectos
personales o sociales.
Los sistemas educativos afrontan, en las democracias actuales, dos grandes retos que
están íntimamente relacionados: por un lado, consolidar una escuela comprensiva que
permita el máximo desarrollo de las capacidades de cada persona, respetando la
diversidad y asegurando la equidad de acceso a la educación y compensando las
desigualdades; por otro, favorecer la formación de sujetos autónomos, capaces de tomar
decisiones informadas sobre su propia vida y de participar de manera relativamente
autónoma en la vida profesional y social.
160
A pesar de la extensión de la escolaridad a todos los individuos de una cohorte de
población, la variable estadísticamente más significativa para explicar las diferencias en
los resultados y en el rendimiento académico sigue siendo el origen sociocultural de los
estudiantes (Coleman, 1966, Karabel y Halsey, 1977; Fernández de Castro, 1986;
Fernández Enguita, 2003).
Desde posiciones más extremas o más moderadas parece evidente que la escuela
contemporánea manifiesta grietas y desajustes importantes en los países más diversos y
en los contextos culturales más diferentes. Los desajustes, conflictos y fracasos parecen
inevitables si, como afirma Hargreaves (2000), la estructura y funcionamiento de la
escuela son premodernos, los docentes en su mayoría han sido formados en la
racionalidad moderna, y los estudiantes manifiestan conceptos, intereses, expectativas y
comportamientos claramente postmodernos.
Como consecuencia de tales desafíos, a lo largo de la última década del siglo pasado y
la primera de este se intensifica la preocupación internacional por la reforma de los
sistemas educativos, por la búsqueda de nuevas formas de concebir el currículum,
nuevos modos de entender los procesos de enseñanza y aprendizaje y en definitiva
nuevos modelos de escolarización, como puede comprobarse en los múltiples
161
documentos elaborados por la UNESCO y la OCDE (CERI)2. Uno de estos documentos
germinales es el denominado DeSeCo (Definición y Selección de Competencias), cuya
primera versión aparece en el año 2000 y cuya versión definitiva se difunde en el año
2003. A partir de éste, la mayoría de los países de la OCDE, entre ellos la Unión
Europea y España, han comenzado a reformular el currículo escolar en torno al
controvertido, complejo y poderoso concepto de competencias. Convertir el desarrollo
de competencias personales en el eje vertebrador del currículo escolar implica
modificaciones sustantivas en todos los componentes de la escuela actual e incluso en la
misma concepción del escenario escolar: obviamente, en el diseño y desarrollo del
currículo de todas las etapas, y, en consecuencia, en la organización del espacio y del
tiempo, las relaciones sociales y la función y actividad de todos los agentes implicados.
162
cometido la escuela en los últimos siglos es tratar a todos los niños como si fuesen
variantes clónicas de un mismo individuo y así justificar la enseñanza de las mismas
cosas, de la misma manera y al mismo ritmo a todos los estudiantes.
163
adecuadas para provocar aprendizaje relevante.
164
La función del profesor será facilitar la aparición del contexto de comprensión común
y aportar instrumentos procedentes de la ciencia, el pensamiento y las artes para
enriquecer dicho espacio de conoci miento compartido, pero nunca sustituir el proceso
de construcción dialéctica de dicho espacio, imponiendo sus propias representaciones,
generando rutinas y estereotipos o cercenando las posibilidades de negociación abierta
de todos y cada uno de los elementos que componen el contexto de comprensión común.
Pues bien, crear el espacio de comprensión común requiere un compromiso de
participación por parte de los alumnos y profesores en un proceso abierto de
comunicación. Y cuando los individuos y los grupos se implican en procesos vivos de
comunicación, los resultados y orientaciones son siempre, en cierta medida,
impredecibles. Los alumnos deben participar en el aula aportando tanto sus
conocimientos y concepciones como sus intereses, propósitos, preocupaciones y deseos,
implicados en un proceso vivo donde el juego de interacciones, conquistas y concesiones
provoque, como en cualquier otro ámbito de la vida, el enriquecimiento mutuo. De este
modo, el aprendizaje se configura como un proceso de enculturación, de inmersión en la
cultura del conocimiento crítico, puesto que se van adquiriendo las herramientas de la
cultura al mismo tiempo que el sentido práctico de la misma cultura. Se adquieren los
conceptos al ser utilizados en la práctica dentro de un contexto significativo, como
herramientas relevantes para la interpretación y la intervención en contextos complejos
cargados de posibilidades y de incertidumbre, donde la búsqueda, la propuesta y debate
de alternativas, la experimentación conjunta y la corrección de errores son la vía normal
de actuación racional (Brown, Collins y Duguid, 1989).
En este sentido cabe destacar la propuesta que la OCDE (2003) hace para que las
finalidades del currículo escolar sean definidas en torno a las competencias clave que los
ciudadanos contemporáneos tienen que desarrollar si quieren incorporarse de manera
adecuada y creativa en el complejo contexto de las sociedades de la información.
Para hacer operativo este cambio tan sustantivo parece imprescindible entender la
complejidad del concepto de competencias en torno al cual gira la transformación del
currículo y de la escuela.
165
El proyecto de la OCDE denominado Definición y Selección de Competencias
(DeSeCo) define la competencia como:
166
habilidades y la formación de actitudes... (Tom 1984, 1985).
Por otra parte, las variables que entran en juego en todo proceso educativo son de
carácter cambiante, incierto, polémico y creador. A diferencia de otras actividades
profesionales, con un reconocimiento social indudablemente más elevado, que trabajan
con variables de naturaleza física, química o biológica, cuyo comportamiento es en gran
medida explicable y previsible, el profesor interviene siempre en fenómenos humanos de
carácter individual o social en cuyo desarrollo los componentes más relevantes y
significativos son la autonomía, la polisemia, la imprevisibilidad y la creación.
167
conjunto de conocimientos, actitudes, capacidades y valores requeridos para su
intervención autónoma y eficaz en el aula. Así pues, el profesor debe ser capaz de
responder a las exigencias del conocimiento disciplinar y, en su caso, interdisciplinar que
enseña, a la necesidades de diagnosticar la situación de aprendizaje del individuo y del
grupo, de concretar y acomodar las propuestas curriculares genéricas a las situaciones
peculiares y cambiantes del aula y del centro, de formular y experimentar estrategias
metodológicas de enseñanza y de evaluación adecuadas a la diversidad de los
estudiantes, de diseñar y desarrollar instrumentos, técnicas y materiales didácticos, de
organizar el espacio y el tiempo..., en definitiva, el profesor debe estar preparado para
diseñar, desarrollar, analizar y evaluar racionalmente su propia práctica.
Así pues, el carácter singular, incierto y creador de la vida del aula y de la propia
práctica docente, y la necesidad no sólo de comprender e interpretar la realidad sino de
intervenir sobre ella, requieren el desarrollo de un tipo de conocimiento profesional
peculiar, en la intersección de la teoría y la práctica, de la técnica y el arte. Es éste un
conocimiento complejo, de saber, saber hacer y querer hacer, que requiere la elaboración
y depuración de los componentes teóricos que se muestran eficaces en la práctica y
surgen de ella.
168
alumno, mediante el contraste, el conflicto cognitivo entre los esquemas empíricos
adquiridos en la experiencia cotidiana y el conocimiento público que se le ofrece de
manera organizada y sistemática en la institución escolar. Del mismo modo, la
formación del docente, de su pensamiento y de su conducta, supone el desarrollo eficaz,
complejo y enriquecedor de los procesos de interacción teoría-práctica. Es obvio que
para entender el pensamiento y la actuación del profesor, no basta con identificar los
procesos formales y las estrategias de procesamiento de información o toma de
decisiones, es necesario calar en la red ideológica de teorías y creencias (Pozo 2003), la
mayoría de las veces implícitas, que determinan el modo como el profesor da sentido a
su mundo en general y a su práctica docente en particular (Contreras, 1985).
169
las diferentes interpretaciones, sino modificándolos y depurándolos como consecuencia
del contraste abierto de pareceres, evidencias e interpretaciones reflexivas.
Seha construido en los intercambios espontáneos, y por exigencias vitales, por tanto
es un conocimiento experiencial.
170
-Como todo conocimiento experiencial, adaptativo y funcional se resiste al cambio y
difícilmente puede ser transformado por la mera clarificación cognitiva.
171
competencias del maestro, son las ejemplificaciones privilegiadas de esta concepción.
172
sensibilidad ante las diferencias individuales y de su preocupación por adquirir y
proporcionar información adecuada a cada contexto y situación. Como resultado de la
vivencia de la cultura escolar que presiona y enfatiza el orden, el control y la
consecución de los objetivos instrumentales inmediatos, el período de prácticas produce
en los alumnos, por lo general, una perspectiva pedagógica más autoritaria, rígida,
impersonal, burocrática y paternalista, que la que han adquirido en los cursos
universitarios de formación pedagógica. Las prácticas parecen suponer el retorno de la
ideología pedagógica vulgar y el asentamiento de la mediocridad.
De esta forma, las prácticas por sí mismas, tal y como se desarrollan habitualmente,
tampoco sirven como espacio de experimentación y reflexión, sino más bien como
instancia de reproducción, induciendo un modo de concebir la escuela y la enseñanza en
detrimento de otros modos y concepciones alternativas. La inmersión acrítica del futuro
docente en el clima profesional de la escuela, potencia el desarrollo y proliferación de
prácticas uniformes, rutinarias y estereotipadas, exigidas, de alguna manera, para la
permanencia y reproducción del statu quo. Sin el apoyo conceptual y teórico de la
investigación sistemática y rigurosa, el proceso de socialización del profesor, a través de
estas prácticas, fácilmente reproduce los vicios, prejuicios, mitos y obstáculos
epistemológicos acumulados en la tradición empírica.
En este sentido es oportuno traer a colación los resultados de una amplia investigación
realizada en la Universidad de Málaga, con una muestra de mas de 3000 sujetos de
diferentes universidades y centros escolares, sobre la evolución del pensamiento de los
profesores desde su etapa de iniciación académica hasta una época profesional con más
de quince años de experiencia (Gimeno y Pérez 1987; Pérez y Gimeno, 1992; Pérez y
Barquín 1990). Paradójicamente, a primera vista, el pensamiento pedagógico más
conservador y más similar entre sí lo manifiestan los grupos de la muestra que se sitúan
en los extremos de la carrera profesional, es decir, los que comienzan sus estudios en las
Escuelas de Magisterio, y los profesionales con más de 15 años de experiencia.
Por el contrario, tanto los alumnos que acaban la carrera de Magisterio, como aquellos
que concluyen los estudios de licenciatura en Pedagogía, manifiestan un pensamiento
pedagógico mucho más elaborado, diversificado y progresista en la mayoría de las
dimensiones estudiadas (selección y organización de los contenidos, métodos y
procedimientos de enseñanza, concepción de las relaciones profesoralumno, estrategias
de evaluación, problemas de control y disciplina, relaciones sociedad-escuela, naturaleza
educativa del hombre...). No obstante, el carácter efímero de este pensamiento elaborado
y progresista, que se desvanece ante los intercambios de la experiencia y con los influjos
173
de la práctica, en los primeros años de vida profesional, hace suponer o que su
adquisición académica es débil e inconsistente o que es de todos modos insuficiente para
formar el pensamiento práctico que es el que realmente se utiliza no sólo en las
declaraciones teóricas sino al intervenir en las situaciones complejas y conflictivas del
aula.
Parece, por tanto, que una ideología pedagógica de carácter conservador, generada en
la experiencia cotidiana de la vida institucional de la escuela, se impone en el
pensamiento del estudiante en sus años de infancia y juventud y vuelve a restablecerse
en el pensamiento del profesional veterano, después de un período más o menos largo e
intenso de modificación del pensamiento pedagógico en un sentido más innovador, como
consecuencia de la etapa de formación académica. Parece, pues, plausible aventurar la
hipótesis de que las alteraciones innovadoras en el pensamiento docente, provocadas por
la exposición a las teorías académicas, y al posible intercambio, deliberación y contraste
de pareceres que lleva consigo el proceso de formación teórica, en las instituciones
universitarias, no son lo suficientemente consistentes, ni se arraigan significativamente
en los esquemas de pensamiento y actuación de los docentes.
Por otra parte, sin embargo, parece claro que la vida cotidiana de cualquier
profesional práctico depende precisamente del conocimiento tácito que activa y elabora
durante su propia intervención y no de las prescripciones teóricas que aprendió en la
universidad. Más que las teorías científicas sobre los procesos de aprendizaje o sobre los
métodos didácticos o sobre el diseño y desarrollo del currículum, aprendidas
académicamente en la universidad, el pensamiento práctico se forma en estos tácitos,
oscuros, a la vez que sencillos, intercambios de significados en el contexto escolar. El
profesor, bajo la presión de las múltiples y simultáneas demandas de la vida del aula,
activa sus recursos intelectuales en el más amplio sentido de la palabra (conceptos,
teorías, creencias, datos, procedimientos y técnicas) para elaborar un diagnóstico rápido
de la misma, valorar sus componentes, diseñar estrategias alternativas y prever, en lo
posible, el curso futuro de los acontecimientos. La mayoría de estos recursos
intelectuales que se activan en la acción son de carácter tácito, implícito, y
frecuentemente inconsciente (Zeichner 1987, 2007, Clandinin y Connelly 1986, Pozo
2002, Kennedy 2006, Darlin Hamon 2006, Cochram Smith, 2005).
Por ello, uno los problemas más sustantivos del campo pedagógico hace referencia a
las complejas y siempre indeterminadas relaciones entre la teoría y la práctica. La
construcción del pensamiento práctico, aquél que orienta y gobierna la interpretación y
los modos de intervenir sobre la realidad es el verdadero objetivo de la intervención
174
educativa y no puede considerarse un proceso isomórfico al que conduce a la
elaboración del conocimiento teórico, ni una simple y directa aplicación del mismo. Por
otra parte, es también una opinión generalizada entre los especialistas que el carácter
efímero del conocimiento académico que los futuros docentes adquieren en la institución
universitaria, es la consecuencia, entre otras razones, de su escasa relevancia para
contribuir a formar el pensamiento práctico del profesional de la docencia.
Ahora bien, como afirman Connelly y Clandinin (1988) y Schón (1983, 1987, 1988),
la formación de un pensamiento profesional consistente y relevante debe apoyarse en
aquel conocimiento experiencial, cargado de imágenes más o menos correctas, pero
determinantes en la forma de interpretar y dar sentido a las situaciones que vive el
docente y a las peculiaridades de su propia práctica. Provocar su reconstrucción no
implica ni su ignorancia ni su desprecio.
El problema pues se define mejor cuando consideramos que los prácticos también se
gobiernan por teorías mejor o peor organizadas, más o menos explícitas y conscientes,
175
pero que en todo caso son formulaciones teóricas sobre la realidad social y sobre la
realidad educativa. La formación del pensamiento práctico debe plantearse, así pues,
como una confrontación entre teorías implícitas, individuales, y habitualmente
desorganizadas, y teorías publicas, desarrolladas a través del debate, del contraste de
pareceres, de la reflexión y la experimentación con la realidad (Griffiths y Tann, 1992).
176
Al investigar en la práctica y al experimentar innovaciones no sólo se descubren las
posibilidades insólitas de la realidad social y humana de la escuela, sino que se detectan
los obstáculos y resistencias externas, así como los límites y contradicciones de los
propios planteamientos, creencias y hábitos, incluso encubiertos e inconscientes, que
influyen en el comportamiento explícito. El profesor se enfrenta necesariamente a la
tarea de generar nuevo conocimiento para interpretar y comprender la específica
situación en que se mueve.
177
compartida, de modo que quienes participan en la comunidad de aprendizaje se sientan
miembros activos de una interesante tarea propia y colectiva. La participación y la
optatividad son dos aspectos claves en el proceso de implicación de los alumnos en su
propio proyecto de formación profesional. Es una sarcástica paradoja pretender formar
docentes investigadores, críticos, independientes, creativos y autónomos mediante un
currículum cerrado que no permite a los futuros profesores sino escasas oportunidades de
decidir, buscar, reflexionar y rectificar.
178
ellas y las universidades.
Si la escuela debe cambiar para poder cumplir la función educativa, mayor y más
profunda transformación requieren los centros universitarios de formación de docentes.
Y en este sentido mi propuesta supone la continuidad lógica con la definición de aquella
función educativa que deben fomentar. La formación de docentes debe orientarse a
provocar la reconstrucción del conocimiento pedagógico que los futuros profesores han
adquirido en su vida social y escolar precedente, de modo que las teorías y experiencias
pedagógicas se utilicen como herramientas para contrastar, enriquecer y en su caso
transformar el pensamiento vulgar y la conducta pedagógica empírica adquiridas de
modo poco reflexivo. Para que el conocimiento que se trabaja en los centros de
formación sea realmente relevante y no mero y efímero adorno retórico, la actividad
teórico-práctica de los programas de formación ha de concebirse también como un
proceso de recreación de la cultura. Si no se consigue formar una comunidad de
aprendizaje donde se estimule y fomente la vivencia y disfrute de la creación cultural,
difícilmente se podrán formar intelectuales enamorados de la ciencia, el arte y la cultura
que estimulen a su vez a las nuevas generaciones en la aventura del conocimiento. Un
proyecto de esta magnitud exige tanto la integración de la teoría y la práctica, como un
clima de cooperación y búsqueda compartida de nuevas y más fecundas alternativas de
creación cultural y relación social.
179
enseñanza, del alumno y de la sociedad (Connelly y Clandinin, 1988). Desde esta
perspectiva, y sin olvidar la pluralidad de fórmulas que pueden considerarse
aceptables e incluso necesarias para el desarrollo flexible de programas de
perfeccionamiento del profesorado en ejercicio, conviene enfatizar la importancia
de aquellos modelos que acercan las actividades a los escenarios de la práctica
cotidiana y que facilitan con ello la continuidad del perfeccionamiento. El modelo
de perfeccionamiento centrado en la experimentación curricular en la escuela
estimula la formación de equipos de trabajo que faciliten la reflexión compartida y
la formulación y desarrollo de iniciativas que requieren la cooperación, la
experimentación, la evaluación y la reformulación. El perfeccionamiento del
docente se expresa de esta manera más como una forma de reflexionar e innovar su
práctica profesional que como un conjunto de actividades puntuales que
esporádicamente estimulan la actualización de sus conocimientos.
Portodo ello, la separación radical entre el sistema de formación inicial y las redes de
perfeccionamiento sólo puede explicarse como un despropósito histórico que urge
corregir. El sistema de formación inicial tiene inevitablemente que concebirse
también como un cúmulo de recursos para el perfeccionamiento. Si bien la red de
perfeccionamiento necesita y permite la participación de distintos tipos de recursos
institucionales y personales, debe articularse en conexión con el sistema de
formación inicial, de modo que los recursos de éste puedan utilizarse en la
formación permanente, al tiempo que la experiencia de los años de ejercicio sirvan
de catalizador para orientar los programas y estrategias de la formación inicial.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BEYER, L. E. (1988), Knowing and Acting: Inquiry, Ideology and Educational Studies,
Londres, Falmer Press.
180
Culture of Learning», Educational Researcher, vol. 18, núm. 1, págs. 32-42.
-(1985), «¿El pensamiento o el conocimiento del profesor? Una crítica a los postulados
181
de las investigaciones sobre el pensamiento del profesor y sus implicaciones para la
formación del profesorado», Revista de Educación, 277, págs. 5-28.
182
HIPKINS, R. (2006), The Nature of Key Competencies. A Background Paper, New
Zealand Council of Educational Research.
183
pensamiento práctico», Infancia y Aprendizaje, 42, págs. 37-63.
184
PERE DARDER Profesor emérito de Pedagogía
Las emociones no son de segundo orden, ni tampoco inamovibles, como las considera
nuestra cultura, sino necesarias e indispensables y podemos educarlas, incidir sobre ellas
y re-orientarlas.
La formación del individuo - que le prepara para manejar su propia vida, a través de la
integración de pensar, sentir y actuar - le permite disponer de las bases personales para
dar sentido a la realidad.
Por otra parte, los cambios acelerados y profundos en las formas de vida y de trabajo,
junto al progreso científico y tecnológico configuran una sociedad abierta y compleja
185
que presiona fuertemente sobre las personas y genera inseguridad, malestar, desajustes
psicológicos y conflictividad en las relaciones.
Las aportaciones científicas sobre las emociones, realizadas a partir de finales del
siglo pasado, representan, tal como hemos anunciado, un cambio profundo en la
consideración de las mismas.
186
2. LAS EMOCIONES
3. EDUCACIÓN INTEGRADA
187
Ya Piaget, en el curso de la Sorbona sobre Inteligencia y afectividad del año 1954,
afirmaba que en toda actividad humana coexisten las dimensiones racionales y las
emocionales.
Para ayudar a los niños y a los jóvenes es indispensable que el profesor se ponga en
camino para educar sus propias emociones. El profesor influye emocionalmente siempre
para bien o para mal. La educación emocional determina que la orientación del
aprendizaje y las relaciones profesor-alumno tengan un signo positivo.
¡La singularidad hace que cada uno viva las suyas! De ahí que es indispensable que
188
partamos de las que experimentamos personalmente. Reducirlas a contenidos
conceptuales hace que perdamos su singularidad y su fuerza para la acción. Se corre el
peligro de desnaturalizarlas.
Con frecuencia generan culpa porque no diferenciamos entre tener una emoción - se
tienen, se sienten - y, por otro lado, actuar o no según ellas. Se nos ha inculcado que nos
arrastran a la acción antes de darnos cuenta de su existencia.
Conocer las causas, los hechos que las originan, las sensibilidades que despiertan, los
procesos que desencadenan, a parte de enriquecer nuestra vida, es indispensable para
descubrir nuestras reacciones primarias.
Conocer las causas nos conduce al descubrimiento de las necesidades vitales básicas o
de las expectativas de futuro. Reacciono en función de una necesidad que debo satisfacer
(defensa, afecto, comunicación...) o en función de expectativas que deseo realizar
progresivamente (proyecto personal, competencias deseadas...).
189
configuramos la realidad para actuar y, en consecuencia, hacerlos congruentes con mi
proyecto vital.
Regular significa introducir una pausa entre el sentir y el hacer, para recuperar la
calma y la serenidad y reorientarlas. La neurobiologia certifica la posibilidad creciente
de actuar en este sentido a partir de la educación de uno mismo.
Vivir, conocer, regular, integrar y gestionar nuestras emociones nos lleva a descubrir
nuevas orientaciones, perspectivas y aplicaciones de nuestro potencial personal. Abrir
nuevos horizontes, replantear correlaciones existentes o posibles se nos ofrecerá como
190
un camino para superar nuevos retos.
191
La eclosión y el ejercicio habitual de estas competencias ponen de manifiesto el valor
esencial de la empatía. Permite llevarla hasta sus últimas consecuencias, en cuanto a la
acogida, comprensión y solidaridad con los otros.
Por otra parte, nos descubre las infinitas posibilidades que nos ofrece la relación
profesor-alumno-grupo y, en general, el ejercicio de la profesión (desde la enseñanza-
aprendizaje, hasta las relaciones en el claustro, con las familias, con el entorno.)
5. AUTOESTIMA Y EMPATÍA
192
Finalizada la exposición del contenido de los cuatro puntos, es indispensable
profundizar en dos de las dimensiones (intra e interpersonales) de la Inteligencia
Emocional a que no hemos referido: la autoestima y la empatía.
Las hemos tratado por separado pero forman parte de un todo. Entre ellas existe
interdependencia, no solo en su desarrollo, sino también en su ejercicio, dado que entre
yo y el otro (<otro yo», humano, persona como yo) hay complementariedad e
interdependencia. Necesitamos del otro para construir nuestra identidad, para
consolidarnos como persona, para amar y ser amados, para vivir plenamente la vida. La
vivencia de que, siendo autónomos, somos interdependientes es la base de la ética
solidaria que nos conecta a todos los humanos.
A la vez esta dependencia es el camino para conjugar los intereses propios y los
colectivos. Por ella me siento disponible para los demás y comprometido y solidario con
ellos. Con frecuencia se habla de las dificultades de relación en el aula, pero pocas veces
se recuerda la función de la autoestima - por poca confianza en uno mismo, en este
casoen las posiciones defensivas y agresivas que imposibilitan cualquier relación.
193
el profesor y los alumnos y entre los alumnos a partir del debate organizado o del
trabajo en grupo sobre temas propuestos o proyectos vehicula la reflexión y la expresión,
el contraste y la responsabilidad individual y colectiva.
La diversidad nos indica que hay diferencias en cuanto al pensar, al sentir y al actuar y
que reconocerlas e impulsarlas favorece el desarrollo y el rendimiento y permite
canalizar los sentimientos respecto de la tarea a realizar.
Se trata de fomentar una autoestima sana que aspira a ser competente al máximo y que
se manifiesta en una constante empatía y solidaridad con los demás, de acuerdo con la
singularidad propia de cada uno.
194
pérdida...) que adquiere la forma de desorientación, apatía, falta de motivación,
agresividad...
La superación del conflicto para acceder a un nuevo equilibrio más acorde con las
necesidades propias y del entorno es indispensable para el desarrollo individual y social,
para la justicia y la solidaridad. En definitiva, para elaborar, desde la interdependencia,
un proyecto vital compartido más energético y creativo (Bach, Darder, 2002).
195
La influencia o el contagio emocional de la actuación del profesor conduce al alumno
a priorizar valores y estilos de comportamiento (el rendimiento, la obediencia, la
participación, el respeto, la convivencia, la desconfianza...) que acaban siendo los
motores reales de la posición de los individuos y del grupo ante las demandas del
currículum y del profesor. Todos conocemos el desajuste que supone para los alumnos
que el profesor exija comportamientos que él desmiente con su actuación.
Para avanzar en la dirección propuesta son muchos los profesionales y claustros que
participan, desde la formación permanente, en cursos y seminarios. También centros y
grupos de familias solicitan asesoramiento para incorporar el cambio de óptica sobre las
196
emociones y enriquecer la identidad docente.
6.3. Des-educación
A lo largo de nuestra vida en contacto con nuestro contexto cultural hemos generado
opiniones-creencias y formas de respuesta ante situaciones adversas que a veces
resuelven el presente, o lo enmascaran, pero que no han representado un incremento de
la madurez humana que nos une a los otros y promueve la dignidad de todos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BACH, E. y DARDER, P. (2002), Sedúcete para seducir. Vivir y educar las emociones,
Barcelona, Paidós.
197
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i experiéncies per educar en valors étics, ICE, UAB.
MORIN, E. (1999), Les sept savoirs nécessaries í l'éducation du futur, París, Unesco.
199
SANTOS GUERRA, M. A. (2005), Arqueología de los sentimientos en la organización
escolar, Madrid, Proyecto Atlántida.
200
INMACULADA EGIDO GÁLVEZ Universidad Autónoma de Madrid
Junto a esos cambios compartidos con el resto del mundo occidental, en el marco
europeo hay que tener también en cuenta de forma más específica las orientaciones
estratégicas de la Unión Europea (UE). La meta declarada de convertir Europa en una
economía competitiva basada en el conocimiento, la definición de un conjunto de
objetivos precisos para los sistemas educativos europeos que deben lograrse en 2010 y el
proceso de convergencia iniciado con el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES)
perfilan también otros rasgos del entorno en el que se sitúa la labor docente en estos
países.
Pero, además de estos factores contextuales, que aparecen detallados en buena parte
de la bibliografía, habría que considerar otros que, aunque menos explícitos en
ocasiones, no son menos trascendentes para el tema. Entre ellos se encuentra la
hegemonía de la ideología neoliberal, la denominada «crisis del Estado» y las dudas
sobre la eficiencia, eficacia y tamaño de los servicios públicos, entre los cuales se sitúa
claramente la propia actividad del profesorado. La presión para el recorte del gasto
público, la sospecha que recae sobre todo aquello que no pueda evaluarse en términos
cuantitativos o la consideración de la educación como instrumento al servicio de las
201
políticas económicas son también rasgos presentes en muchos de los países europeos que
influyen en las condiciones en las que se desarrolla el trabajo de los profesores.
Todos los factores anteriores han conducido a un cambio profundo en los sistemas
educativos que, paradójicamente, son considerados como entes estáticos, incapaces de
adaptarse a la nueva realidad. Se argumenta que el modelo tradicional de formación
escolar ha quedado obsoleto en nuestros días y se plantea la necesidad de modificarlo de
acuerdo con principios como la «búsqueda de la calidad» y la «rendición de cuentas».
Nadie niega, en relación con ello, que la función de la escuela es cada vez más compleja
y que las aulas actuales, más aún en la enseñanza secundaria, tienen poco que ver con las
del pasado. En estas condiciones, el trabajo actual de los profesores se percibe, sin duda,
como algo mucho más difícil que en épocas atrás.
En este contexto, las autoridades educativas se enfrentan a un triple desafío, que desde
la Unión Europea se define del siguiente modo2:
202
proporcione el abanico de habilidades requeridas para la consecución de
estándares de calidad, en segundo lugar; y, en tercero, ofrecer condiciones de
trabajo lo suficientemente «competitivas» como para mantener la motivación del
profesorado durante toda su carrera (Eurydice, 2004, pág. XI).
Seha incrementado la duración de los estudios para los profesores de primaria, que se
sitúa en un mínimo de 3 años, con 4 como la duración mayoritaria en Europa. De
igual modo, han aumentado los períodos de estudio para los docentes de
secundaria, que en todos los países ocupan al menos 4 ó 5 años.
203
Seha aumentado extraordinariamente el peso de la formación permanente, que ha
llegado a ser obligatoria en la mayoría de los países de la UE y necesaria para
alcanzar incentivos en muchos otros3.
La formación inicial del profesorado es, con mucho, el tema más trabajado desde una
perspectiva comparativa y también aquel en el que pueden encontrarse más tipologías,
generalmente centradas en aspectos «fáciles» de obtener, como la duración o la
estructura de los es tudios. Lo cierto es que aún sabemos poco sobre otras dimensiones
de dicha formación, como los contenidos o su organización (Pedró, 2006). Cabe pensar a
este respecto que la diversidad de la que tanto se habla puede ser en muchos casos más
aparente que real, ya que los currículos impartidos en las instituciones de formación
pueden ser en la práctica relativamente similares.
Las clasificaciones más usuales sobre los sistemas de formación diferencian dos tipos
de modelos: concurrentes y consecutivos. Los modelos concurrentes o simultáneos son
los que proporcionan a los futuros profesores la formación en las materias académicas y
204
en las materias pedagógicas de manera paralela. Los modelos consecutivos o sucesivos
son aquellos en los que la preparación pedagógica es posterior a la finalización de los
estudios sobre materias académicas. Esta clasificación es la que utilizan la Unión
Europea y otros organismos internacionales, aunque es preciso indicar que en ocasiones
resulta simplista, ya que en muchos países conviven diferentes modelos de formación
(Tabla 1).
Más seguro que lo anterior es afirmar que la segmentación de los sistemas educativos
que se produjo a finales del siglo xix y principios del xx tuvo su reflejo en la existencia
de diferentes modelos de formación del profesorado, según la etapa educativa en la que
éstos trabajaran. Esos modelos, que responden a dos tradiciones bien distintas, la
«normalista» para los profesores de primaria y la «universitaria» para los de secundaria,
representan lo que Judge llama el «cisma» histórico europeo entre las escuelas primarias
y secundarias y los profesores que trabajan en ellas (Buchberger, 1994).
El centro de la tradición normalista fue durante años una formación práctica, en la que
se devaluaba tanto la importancia de la teoría de la educación como la del conocimiento
científico o académico. Categorías como la «personalidad del profesor» formaban el
aspecto central de esta tradición, desarrollada en unos ambientes de aprendizaje bas tante
rígidos, en los que se pretendía «modelar» al profesor y dotarle de ciertas habilidades
básicas. A nivel organizativo esta tradición correlaciona con el modelo concurrente y fue
históricamente la propia del profesorado de infantil y primaria.
205
de los saberes científico-teóricos. Los profesores debían adquirir conocimiento sobre las
materias de enseñanza, asumiendo que ese conocimiento y las actitudes relacionadas con
el mismo serían suficientes para que éstos desempeñaran su tarea adecuadamente. La
importancia de la teoría educacional, la metodología y la práctica docente era
subestimada o negada. Esta tradición ha sido en Europa la propia de la preparación de
los docentes de secundaria.
Este modelo dual, que establece una clara diferencia entre la preparación de los
docentes de primaria y de secundaria ha sido, por tanto, la tónica tradicional en los
206
países de Europa a lo largo de la historia. Sin embargo, con la implantación de la
enseñanza secundaria comprensiva a partir de los años 60 y 70, algunos países
comenzaron a romper con esa diferenciación, sobre todo para la preparación de los
profesores de secundaria inferior, que empezó a unificarse con la del profesorado de
enseñanza primaria. Este fue el caso de los países nórdicos, Bélgica o el Reino Unido,
hasta cierto punto, así como de Francia, que, más recientemente, ha unificado el modelo
de formación para todo el profesorado, desde el preescolar hasta la secundaria superior.
Es éste un cambio de tendencia que conviene señalar, ya que permite establecer una
nueva tipología adicional a la clásica que distingue entre modelos consecutivos o
simultáneos. En ella podría hablarse de modelos unificados, que serían los que ofrecen el
mismo tipo de formación para todos los profesores que trabajan en la enseñanza
obligatoria, aunque puedan existir especializaciones en función de la edad de los
alumnos; y de modelos segregados, que serían los que forman al profesorado en
instituciones diferentes según el nivel educativo o el tipo de escuela en el que vayan a
trabajar.
207
sabe que se prepara para ser un intermediario entre la ciencia que intenta dominar y el
alumnado al que habrá de enseñarla. Otra razón que avala la sustitución de los enfoques
consecutivos por enfoques simultáneos parte de la idea de que cuando se estudia una
disciplina científica con la mentalidad de enseñarla, se van elaborando estrategias
didácticas al mismo tiempo que se asimilan los contenidos científicos (AAVV, 2006).
Por otra parte, parece un rasgo común a las reformas el hecho de que en los currículos
del profesorado de primaria se hayan introducido componentes más específicos sobre
materias académicas. En el caso de la secundaria, se han estrechado las relaciones entre
los programas de formación y los contenidos del curriculum en las escuelas,
especialmente en los países más descentralizados. De igual modo, para esta etapa,
muchos programas de formación de profesorado contienen ahora más elementos
profesionales, es decir, más estudios en ciencias de la educación y más prácticas. Ello ha
conducido a que en muchos países la segmentación entre los diferentes tipos de
profesores y de instituciones de formación se haya ido reduciendo, incrementándose la
permeabilidad entre los niveles, aunque aún persisten problemas en este sentido.
Las condiciones laborales son, sin duda, un aspecto fundamental a la hora de analizar
la situación de la profesión docente. Sin embargo, se trata de un conjunto de variables de
naturaleza muy diversa (seguridad en el empleo, carga laboral, salarios, funciones,
incentivos, etc.) que, como indica el informe de Eurydice (2003), constituye un puzzle
que debería ser valorado de manera global. Dado que existen numerosos estudios
detallados de las distintas condiciones laborales del profesorado en Europa4, se ofrecen a
continuación únicamente algunos comentarios sobre dos aspectos relevantes de las
mismas: el estatus profesional y las remuneraciones.
208
3.2.1. «Estatus profesional»
Una primera cuestión que merece considerarse al tratar las condiciones laborales del
profesorado es la del estatus profesional de los docentes, que se encuentra estrechamente
ligado al sistema de acceso al puesto de trabajo y al ámbito al que pertenece el
empleador. Se habla así de modelos «funcionariales» o «contractuales», que se reparten
de forma casi equivalente en Europa (tabla 2). No obstante, es preciso puntualizar que no
en todos los países en los que los profesores son funcionarios éstos tienen un
nombramiento vitalicio como funcionarios de carreras.
209
base mínimo del profesorado que trabaja con contrato suele ser inferior al PIB per cápita.
En los países donde el profesorado tiene el estatus de funcionario, se observa una mayor
variedad en relación con los salarios.
Por otra parte, los países que experimentan un claro problema de escasez de
profesorado suelen tener un método de contratación descentralizado. Los países en los
que la responsabilidad se sitúa en el ámbito central tienen, por el contrario, más
problemas de excedente de profesores.
Las consecuencias de ambos sistemas han sido analizadas en otros lugares (AAVV,
2006). Mientras el primer modelo asegura profesorado en cantidad suficiente, no
garantiza la adecuación de los profesores a las necesidades de los puestos de trabajo
concretos. La consecuencia del segundo es que resulta difícil reclutar profesionales
cualificados, particularmente en las especialidades cuyas salidas ocupacionales no se
limitan a la enseñanza. El modelo funcionarial selecciona al profesor mediante procesos
relativamente difíciles de superar, como la oposición, pero después le exime de
demostrar su competencia en el trabajo. En el modelo contractual, las exigencias de
entrada pueden ser menores, pero la permanencia en el puesto está siempre sujeta a
revisión.
3.2.2. «Salarios»
En relación con las retribuciones del profesorado, resulta complejo establecer rasgos
comunes para todo el panorama europeo. En función de cada caso nacional, la estructura
salarial es diversa y pueden encontrarse diferencias considerables entre los países en el
salario de entrada y en el de los últimos años de vida laboral, en la cuantía y el tipo de
incentivos, en las escalas retributivas o en el sistema de promoción profesional, por citar
sólo algunos factores.
No obstante lo anterior, lo cierto es que tanto la Unión Europea como la OCDE han
realizado estudios exhaustivos sobre esta cuestión. Según los datos ofrecidos por este
último organismo, puede afirmarse, en líneas generales, que la diferencia en el salario
medio de los profesores de una misma etapa entre países es muy amplia. En concreto, en
relación con el PIB per cápita, los mejor pagados en la enseñanza primaria son los
portugueses, alemanes, escoceses y españoles, mientras los peor retribuidos serían los de
los países del Este europeo. Las diferencias hacen que algunos dupliquen prácticamente
a otros. En la enseñanza secundaria Alemania y Holanda estarían en las mejores
posiciones, mientras Polonia y Suecia tendrían las peores (Gráfico 1).
210
Por lo que se refiere a España, a pesar del optimismo que puedan despertar los datos
del gráfico, es necesario hacer dos puntualizaciones importantes. La primera es que
mientras los salarios de los profesores al inicio y a los quince años de profesión son altos
en términos comparativos, el incremento que experimentan con el paso de los años de
trabajo es inferior al de la media de los países de la OCDE. Así, en el inicio de la carrera
profesional, los salarios españoles se encuentran alrededor de un 25% por encima de la
media del resto de los países. Esta ventaja se mantiene tras 15 años de ejercicio
profesional, aunque en menor medida. Pero en lo más alto de la escala salarial la
situación cambia, ya que los ingresos de los profesores son similares a los de otros países
de la OCDE. Además, en España son necesarios muchos más años para alcanzar el
salario máximo que en otros países (39 años, que contrastan con la media de la OCDE de
24 años) (OECD, 2006b).
La conclusión a este respecto es que las escalas salariales del profesorado en España
211
son muy planas. Si la motivación y la retención de los docentes se ve influida, al menos
en parte, por el tamaño y la frecuencia de los incrementos salariales, en España pueden
surgir dificultades en este sentido, al ser los cambios menores y más lentos que en otros
países (OCDE, 2006b).
La segunda puntualización es aún más preocupante, ya que los datos muestran que en
el caso español los ingresos del profesorado han descendido en términos reales en los
años pasados. Así, el estudio de Eurydice deja constancia de que hacia el final de los 90
sólo dos países fueron contrarios a la tendencia general de un aumento de los salarios en
toda la UE. Uno de ellos fue Holanda, donde se tomaron medidas de reducción salarial
entre 1975 y 1985, con el fin de recortar el gasto público. El otro fue España, que llevó a
cabo una política similar, en la que los salarios de los funcionarios públicos no se
incluyeron en un índice en función de las subidas del coste de la vida en 1994 y 1997,
con lo cual se produjo una disminución de los salarios reales del profesorado en esas
fechas (Eurydice, 2004).
El estudio de la OCDE analiza el período que va de 1996 a 2004. De nuevo, tan solo
en España y en la Comunidad francesa de Bélgica los salarios de los profesores cayeron
en términos reales. En el caso español esta caída se constata tanto para primaria como
para secundaria y tanto al inicio de la vida profesional como a la mitad y al final de la
carrera. El descenso fue mayor para los profesores de secundaria con niveles salariales
más altos, donde llegó a alcanzar el 5% entre los años 1996 y 2004 (OECD, 2006b).
Si en lugar de los salarios totales se analizan las retribuciones por hora de enseñanza,
las conclusiones comentadas anteriormente son bien distintas (gráfico 2). En este caso,
los profesores españoles del nivel de primaria no se encontrarían entre los mejor pagados
de Europa, sino algo por debajo de la media. Los profesores de secundaria, por el
contrario, continúan estando bien retribuidos, sólo por detrás de los daneses, finlandeses
y holandeses, y al mismo nivel que alemanes y belgas. Esto nos da otro rasgo peculiar de
nuestro sistema, que está entre los que establecen mayores diferencias entre los
profesores de primaria y secundaria: la ratio de diferencia en España es de 1,78, siendo la
media de la UE 1,47. Sólo en Holanda se encuentra una diferencia mayor.
GRÁFICO 2. Salario por hora de enseñanza tras 16 años de ejercicio (2004) (Dólares,
PPA)
212
Fuente: OECD (2006a).
También en relación con las remuneraciones, es importante constatar que cada vez en
un mayor número de países el profesorado cuenta con incentivos salariales asociados a
su rendimiento. A pesar de que este concepto no siempre está claro, el propósito general
es ofrecer beneficios económicos a los docentes cuyo trabajo se considera especialmente
bueno. Este tipo de reajuste salarial está relativamente extendido en Europa, aunque se
observan algunas diferencias en su aplicación. Los únicos países que no ofrecen este tipo
de aumento son: Austria, Bélgica, República Checa, Escocia, España, Finlandia,
Islandia, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Lituania y Luxemburgo (Eurydice, 2004).
213
formativas según el momento histórico concreto.
Todo este sistema se vio profundamente modificado con la ley de 1989, que creó los
IUFM (Institutos Universitarios de Formación de Maestros), que empezaron a funcionar
en 1991 y que abolieron tanto las Escuelas Normales como la separación tradicional de
los cuerpos docentes. A partir de ese momento, los IUFM son responsables de la
formación de los profesores de educación preescolar, de primaria, de educación
secundaria (bachillerato, formación profesional y oficios) y de los tutores orientadores.
Los maestros de preescolar y primaria pasaron a ser denominados Profesores de Escuela
como consecuencia de esta transformación.
La creación de los IUFM fue una iniciativa muy contestada, sobre todo desde el
214
ámbito universitario, y aún hoy hay sectores muy críticos con su funcionamiento6. Una
de las razones de las críticas fue la precipitación con la que estos centros se pusieron en
práctica, con escasos recursos materiales y, sobre todo, personales. Sin embargo, tras
quince años de funcionamiento, no parece que el modelo vaya a ser modificado, a pesar
de quienes consideran que ha conducido a un descenso en el nivel de la preparación
científica del profesorado. A este respecto son clásicas las críticas de instituciones como
la Academia de Ciencias, secundadas por las asociaciones de profesores de secundaria,
sobre todo de las escalas más altas, como los Agregados.
Otros sectores, por el contrario, consideran innecesario que el nivel de selección para
el acceso a estos estudios sea tan alto, especialmente para los profesores de preescolar y
primaria. Desde este punto de vista, se argumenta que la formación universitaria
disciplinar que se exige a todo el profesorado y la cultura que en ella prevalece hace que
los docentes den preferencia al ámbito de las materias académicas y a su didáctica, lo
que conduce al abandono de otras funciones igualmente importantes en la escuela
obligatoria (Gauthier, 2005).
Uno de los primeros pasos de la reforma fue la creación, en 1984, de una agencia
externa encargada de la acreditación y el control de la calidad de la formación del
profesorado', la TTA (Teacher Training Agency). Ese mismo año se publicaron unas
orientaciones curriculares comunes para la formación de los profesores y se estableció
215
que los profesores universitarios encargados de la misma debían acreditar experiencia
docente en la escuela. Desde el punto de vista legal fue una orden revolucionaria, ya que
por primera vez el Secretario de Estado se atribuía potestades de este tipo en la
enseñanza universitaria.
La TTA ha ido tomando cada vez con más fuerza el control de la formación de
profesores y es actualmente la encargada de acreditar a las instituciones de formación del
profesorado y de manejar el presupuesto destinado a la formación. Un principio
relevante para esta Agencia es que las escuelas deben tener un papel primordial en la
formación del profesorado.
En el momento actual todos los profesores que quieran ejercer en una escuela
financiada con fondos públicos en Inglaterra y Gales, tienen que obtener el denominado
Qualified Teacher Status (QTS), que puede conseguirse a través de distintas vías de
formación, ya que un criterio explícito de las reformas es que debe existir una variedad
de rutas para llegar a ser profesor. Por tanto, el panorama de la formación inicial de
profesores es complejo, ya que conviven simultáneamente diferentes sistemas'. Lo más
común es que los profesores de primaria cursen estudios en las Facultades de Educación
durante tres o cuatro años de acuerdo con el modelo concurrente y que los profesores de
secundaria, tras tres o cuatro años de estudios universitarios que conducen a un título de
graduado, realicen un año de formación para la docencia. Sin embargo, existen también
modelos concurrentes para profesores de secundaria y modelos sucesivos para los de
primaria. Hay, además, programas específicos para la preparación de profesores en
aquellas materias en las que se encuentra una mayor escasez de docentes (ciencias,
matemáticas, tecnología, idiomas), que en muchos casos están subvencionados para los
alumnos. A ellos habría que añadir los sistemas conocidos como ftist track o de vía
rápida y los programas de formación basada en el empleo. Estos últimos programas, que
han existido desde 1990 con diferentes denominaciones, tienen como rasgo común el
protagonismo de las escuelas en la formación del profesorado, protagonismo que en
ocasiones se traduce en que son los centros los principales responsables de la formación
y quienes deciden si es o no necesaria la colaboración de las universidades en la tarea.
Sea cual sea la vía de formación seguida, todos los candidatos a obtener el status de
profesor deben superar una serie de pruebas sobre algunas materias del curriculum.
Existen una serie de estándares nacionales para alcanzar el estatus de profesor
cualificado definidos a nivel central en términos de resultados. Dichos estándares o
competencias hacen referencia en este momento a tres ámbitos: valores y práctica
profesional; conocimiento y comprensión; y enseñanza.
216
Estas reformas han encontrado una fuerte resistencia por parte de diversos sectores,
especialmente las universidades, hasta el punto que puede considerarse que el tema de la
formación del profesorado se ha convertido en un importante locos de conflicto político
en los últimos años (Romero y Luis, 2006). Muchos formadores las consideran como el
paso de una formación de profesores de carácter amplio y «liberal» a un concepto mucho
más estrecho y restringido, basado en competencias instrumentales. El dilema central se
refleja en el cambio de nombre que ha supuesto pasar de la Teacher Education a la
Teacher Training (Hargreaves, 2000).
Con un fracaso escolar muy bajo, altos índices de equidad y muy buenos resultados en
los estudios internacionales de rendimiento, Finlandia se considera en estos momentos
como un ejemplo del camino a seguir y como exportadora de buenas prácticas en el
ámbito de la edu cación. A este respecto, son diversos los organismos y autores que
consideran que la gran diferencia de Finlandia respecto a otros países está en su
extraordinario modelo de selección y formación de docentes9.
El master que cursan los profesores de clase, que enseñan en preescolar y en los seis
primeros cursos de las escuelas comprensivas, ocupa unas 6.400 horas de formación y
estudio y se imparte en las Facultades de Educación. Aunque generalmente en los
primeros cursos de la escuela comprensiva un mismo maestro enseña todas las materias,
los estudiantes pueden especializarse en una o varias asignaturas como sus materias
secundarias de estudio, lo que les capacita para impartirlas hasta el noveno grado de
enseñanza. La mayoría de los actuales graduados tiene las dos cualificaciones. Tras
obtener este master los profesores pueden cursar estudios adicionales que les preparan
como profesores de educación especial o como orientadores.
Los profesores de materias enseñan una o más asignaturas en los grados superiores de
217
la escuela comprensiva, en la enseñanza secundaria superior, en la educación vocacional
y en la enseñanza de adultos. Sus estudios tienen una duración generalmente algo mayor
que la de los profesores de clase y cubren tanto la formación en materias académicas
como la preparación pedagógica. Generalmente los estudiantes acuden primero a las
Facultades respectivas para estudiar sus asignaturas durante uno o dos años y
posteriormente solicitan su admisión en las Facultades o Departamentos de formación de
profesorado. No obstante, en algunas universidades los estudiantes entran directamente a
las Facultades de Educación. En esos casos, la formación se imparte de forma
coordinada entre los dos tipos de Facultades y se desarrolla paralelamente.
El acceso a los estudios de profesor de clase es muy competitivo, ya que hay muchos
más solicitantes de los que se pueden admitir. Una posible razón para explicar una
demanda tan alta es que la profesión docente está muy bien considerada en el país, y no
precisamente por los salarios, sino porque existe la visión de que los profesores son
personas muy importantes dentro de la sociedad. Por ejemplo, según los datos de una
encuesta reciente, en Finlandia los profesores son los profesionales más valorados, por
encima de médicos, ingenieros o abogados (Vaillant, 2006).
Hace ya veinte años que la UE se viene ocupando del profesorado, sobre todo en lo
que se refiere a su formación inicial y permanente10 En este ámbito, dentro del
Programa Sócrates existe una red temática dedicada específicamente a la formación del
profesorado (TNTE: Thematic Network on Teacher Education), que ha publicado
algunos documentos importantes sobre el tema (Buchberger y cols., 2000). De igual
modo, la red de información sobre la educación en Europa, Eurydice, ha prestado una
atención preferente a las cuestiones relacionadas con la profesión docente en sus
estudios, especialmente en lo que se refiere al profesorado de la enseñanza secundaria
inferior. Este interés por el profesorado se ha incrementado de forma notable en el
218
pasado más reciente y es evidente que será también un objeto importante de atención en
el futuro, entre otras razones porque la puesta en práctica del EEES conlleva cambios
profundos en la formación del profesorado en muchos países.
Uno de los principales retos a los que habrán de enfrentarse los sistemas de
educación y formación en los próximos diez años es el de mejorar la educación y
la formación iniciales y durante el servicio de los profesores y los formadores, de
manera que sus conocimientos y capacidades respondan a los cambios y a las
expectativas de la socie dad, y se adapten a la variedad de grupos que ellos
educan y forman (Consejo de la Unión Europea, 2001).
219
Fuente: European Commission (2004b).
220
Unaprofesión basada en asociaciones.
1.2. Los profesores deben ser graduados en una institución superior o equivalente.
1.3. Los programas de formación deben ofrecerse en todos y cada uno de los tres
ciclos de la enseñanza superior (grado, master y doctorado) con el fin de asegurar
su lugar en el EEES e incrementar las oportunidades de progreso y de movilidad
del profesorado dentro de la profesión.
3.1. Deben facilitarse y reconocerse los proyectos de movilidad para profesores como
parte integral de los programas de formación inicial y continua.
3.2. Dichos programas deben asegurar que los profesores tienen el conocimiento y la
experiencia de la cooperación europea para hacerles capaces de valorar y respetar
la diversidad cultural y para educar a los aprendices de manera que lleguen a ser
ciudadanos europeos y globalmente responsables.
221
3.3. Deben garantizarse oportunidades para aprender idiomas europeos, incluyendo el
vocabulario relativo a las materias de enseñanza, tanto durante la formación inicial
como durante la continua.
Partiendo de estos principios comunes, se definen las competencias clave que los
profesores deben adquirir. Dichas competencias son las siguientes:
222
participar en los procesos y sistemas de aseguramiento de la calidad.
Eltrabajo de los profesores en todas estas áreas debe estar inmerso en un continuo
profesional de aprendizaje permanente, que incluye la formación inicial, la
iniciación y el desarrollo profesional continuo, ya que no puede esperarse que todas
las competencias se adquieran en el período de formación inicial.
A este respecto, aunque haya opiniones diversas, no parece arriesgado afirmar que las
recomendaciones formuladas hasta el momento desde la Comisión Europea se inspiran
en gran medida en un modelo de formación del profesorado de procedencia anglo-
americana. De hecho, la red Europea TNTE, antes mencionada, ha subrayado en varios
de sus informes que la Comisión Nacional para la Enseñanza y el futuro de América
223
(creada en Estados Unidos en 1994, como un consorcio con la Fundaciones Rockefeller
y Carnegie) puede ser un ejemplo para Europa, ya que dicha Comisión ha llevado a cabo
una aproximación sistémica al tema de la formación del profesorado (Buchberger, 2000;
Buchberger y cols., 2000).
Los informes publicados por la red Eurydice (2004 y 2005) se decantan claramente
hacia la implantación de esa diversidad de rutas para el acceso a la docencia. No se
tienen en cuenta, a este respecto, las opiniones críticas de los expertos que consideran
que algunas de las vías utilizadas en ese tipo de formación (y en especial las que se
desarrollan en el puesto de trabajo) pueden ser muy pobres desde el punto de vista
profesional. Tampoco se plantea que en la mayor parte de los casos la diversidad de los
sistemas de acceso a la profesión docente se implantó como una medida destinada a
paliar el problema de escasez de profesorado que existía en esos países, escasez a la que,
por otra parte, no parecen ser ajenas las restricciones presupuestarias que se traducen en
pérdidas salariales para los profesores (Eurydice, 2005).
224
posible objetivar y definir las competencias necesarias y que los futuros profesores
pueden alcanzarlas mediante la formación. Es decir, se considera la enseñanza como una
colección de habilidades susceptibles de ser objetivadas y entrenadas.
En este sentido, habría que plantearse que una posible consecuencia del modelo de
competencias puede ser el empobrecimiento de la formación del profesorado,
especialmente cuando éste se vincula a los sistemas institucionales «basados en la
escuela» o de «formación en los centros de enseñanza». En esos casos, todo el esfuerzo
se dirige a la preparación directa e instrumental en habilidades orientadas a la práctica
docente, pero no se procuran otros elementos clave para la profesionalización del
profesor. La docencia no es una técnica, sino una actividad que combina conocimiento,
reflexión, compromiso y competencia práctica. Su preparación debe plantearse también
desde una cierta distancia de las necesidades prácticas, distancia que es necesaria para la
reflexión.
Por esta razón, la implantación de un nivel de Grado para los estudios de maestro de
Infantil y Primaria, que es en sí un avance importante en nuestro sistema educativo,
puede quedar reducida a un cambio real muy escaso en la preparación de los profesores
si únicamente se limita a extender los contenidos de ciertas materias o la fase de
225
prácticas, sin reformar el resto de los aspectos implicados en la formación.
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seguir?», Boletín GDT-PREAL, 14. En http://www.preal.org/Biblioteca.asp?Id_
Carpeta=146&Camino=831GT% 20Profesión%20Docente/146IBoletin%20 virtual
230
La imagen del profesorado en nuestra sociedad
Esta mesa se celebró el día 1 de marzo de 2007 y en ella participaron: Julián Moreira,
profesor del IES Ciudad de los Poetas de Madrid; Maite Alzola, miembro de la
Asociación de Madres y Padres de Alumnos del CP La Paloma de Madrid; Adrián
Martínez Pacín, de la Federación Autónoma de Asociaciones de Estudiantes de la
Comunidad de Madrid (FADAE). Estuvo coordinada por Helena Ma Juárez, profesora
de Educación Secundaria y miembro del Colectivo Lorenzo Luzuriaga.
231
educador de las nuevas generaciones? ¿Cuáles son las oportunidades favorables y los
impedimentos que se oponen a que realice ese papel?
De entrada hay que decir que los tiempos actuales, complejos y difíciles, en que
enseñar no resulta una actividad cómoda, son, por eso mismo, especialmente adecuados
para ejercer como educadores de las jóvenes generaciones. Si educar tiene algún sentido,
nunca lo tendrá más que cuando ha de hacerse, como ahora, con tantos factores en
contra: dudas, incertidumbres, falta de conexiones entre la escuela y la sociedad,
diversidad a veces dramática de intereses entre el mundo académico y la realidad de los
adolescentes... Es probable que estemos viviendo una de las etapas más complejas y, por
eso, más excitantes, para enfrentarse a la formación de los jóvenes.
Soy consciente de que lo dicho no es compartido por una parte del profesorado, cuyo
razonable malestar se alimenta a diario desde todas las instancias, con un paternalismo
molesto en unos casos (me refiero a intervenciones públicas, entrevistas o artículos de
escritores, intelectuales o profesores de prestigio, que tienden a mostrar una innecesaria
indulgencia, a veces hipócrita, con los profesores, de quienes raramente se denuncia la
responsabilidad que tienen en algunos de los males de la enseñanza) y con un afán
sensacionalista en otros: nunca hubiera creído que viendo un telediario se pudiera tener
la impresión de que los profesores van a la guerra cuando entran en el instituto. Creo que
ese coro de voces orquestadas por los tópicos tienen un efecto negativo en los claustros,
pues alimenta el victimismo que se ha extendido desde hace unos años entre el
profesorado. Sobre esto volveré después.
La tarea de los educadores (palabra ésta que, dicho sea de paso, levanta ronchas en
algunos profesores que ven en ella una rebaja profesional) está en crisis. Entre otras
cosas por el azaroso y en ocasiones enigmático proceso de reformas educativas que se
han sucedido y que amenazan con prolongarse indefinidamente. Percibo un hecho
contradictorio y paradójico: creo que en el terreno educativo la máxima ignaciana de no
hacer mudanza en tiempos de tribulación no solamente no es válida, sino que resulta
contraproducente; y sin embargo, entregado el profesor al intento de hacer compatibles
los cambios sociales con los currículos y con los prejuicios ideológicos de los
gobernantes de turno, nota que se le siega la hierba bajo los pies y reacciona, quizá
comprensiblemente, enrocándose, es decir, optando por no hacer mudanza, una actitud
inadecuada, aunque consoladora.
232
Si se me permite un dictamen, simple pero expresivo, diré que hemos llegado a un
punto en que los profesores, aferrados a convicciones adquiridas durante años (somos
mayoría en los claustros quienes acumulamos trienios), buscamos y añoramos a unos
alumnos que ya no existen, mientras que ellos necesitan un tipo de profesor del que
todavía no se dispone, al menos en número significativo. Así las cosas, mi diagnóstico
de la situación es el de un escéptico que se resiste al pesimismo. A los profesores nos ha
cambiado el trabajo, se espera de nosotros un tipo de tarea que no pensamos nunca que
desempeñaríamos, y vivimos desconcertados; pese a ello, en los últimos quince o veinte
años se viene produciendo un cambio apreciable, aunque insuficiente, y son muchos los
profesores que, con más o menos dosis de entusiasmo, con más o menos dosis de
resignación, encaran su trabajo diario con los pies en el suelo, conocedores del paño y
del material humano que tienen enfrente, en el que la pasión por aprender no parece
virtud al uso. Somos bastantes (confío en que seamos mayoría) los que sabemos qué nos
piden los nuevos tiempos y procuramos ser coherentes con la demanda; si todavía no
estamos a la altura de las circunstancias (que no lo estamos), es porque nadie, ni el
legislador divino, previó que un día hubiera que enseñar no solo al que no sabe, sino
también al que no quiere.
Quería empezar por una pequeña digresión histórica, por el pasado y presente
simbólico de los profesores y las profesoras. La educación, como ya sabemos, es una
pieza angular de todo sistema político, y en nuestro país hemos pasado por tres
regímenes con tres paradigmas distintos que han afectado de manera capital a la función
del profesorado.
Desde la Transición democrática el profesorado vive una suerte de anomia, por la cual
ocupa voluntariamente cada día más un papel secundario; persigue conseguir el mismo
perfil del funcionario; intenta anual y sistemáticamente volcar unos conocimientos sobre
el alumnado, mientras procura generarse los menos problemas posibles.
233
Creo que estos pensamientos guían hoy la visión que tiene la sociedad del profesorado
y, aunque no esté basada en hechos muy firmes y no obedezca más que a
generalizaciones, sí es algo que habita, creo, en el imaginario colectivo. Ahondando más
en la visión actual del profesorado, y si me hago eco de una impresión social bastante
extendida, en la que se presenta al profesor y a la profesora como profesionales con
muchos problemas, y ciertamente, como una profesión no muy deseable, se tiene la
visión de que muchos maestros y licenciados han acabado siendo docentes por no
encontrar otra salida.
La sociedad hoy, además, no se solidariza con esta profesión, pese a esta visión
malograda, porque se considera al profesorado como un funcionario privilegiado. Veo
que cada día el alumnado y, en general, la comunidad educativa se aleja del profesorado,
no solo por la ruptura generacional, que se va agravando con el paso de los años, si no
porque también se ha producido un cambio de valores, de roles e incluso de lenguaje, en
el que el profesorado no ha entrado.
Considero que el papel del educador es siempre difícil, aunque contemos con las
mejores condiciones: alumnado, espacios, medios, recursos, etc. Al final, es la persona la
que tiene que transmitir, ser vehículo o medio de transmisión del aprendizaje, es parte
activa del proceso enseñanza-aprendizaje y tiene que motivar, seducir y activar a la otra
parte, en este caso al alumnado, para que se integre e incorpore a ese proceso y forme
parte de ese engranaje. Esa es la gran dificultad del educador. Además, en un aula hay 25
alumnos y alumnas, cada uno diferente al resto en cultura, educación, experiencia,
carácter, temperamento, personalidad, etc.
Más difícil es la tarea si estamos hablando de los niños y jóvenes de este tiempo
(nuestros hijos no son nuestros, sino hijos de su tiempo). En el momento social y cultural
actual domina la cultura del consumo, la cultura del ocio, con el sector de la imagen a la
cabeza (TV, play, gameboy, ds, etc.), el exceso de información, el conseguir resultados
rápidamente, el acceso a la información rápida sin contrastar, etc.
234
Los impedimentos que tiene la escuela actual para educar en esos valores son de
varios tipos. La falta de recursos, apoyos y presupuesto de la administración. La falta de
formación del profesorado: actitudes, habilidades y conocimientos necesarios para un
buen ejercicio de la tarea educadora. La falta de facilidades para la formación del
profesorado. En algunos casos, los impedimentos personales: desmotivación, la no
participación en la construcción de una escuela pública de calidad, el arraigo de la propia
educación de la que no se pueden desprender, la creencia de que se está capacitado para
realizar en el aula cualquier cosa y que uno no se puede equivocar, etc.
Hacerse una idea cabal de uno mismo es una de las habilidades menos comunes. Son
muchos más quienes se sobrevaloran o desconfían de sus capacidades hasta más allá de
lo razonable que quienes tienen una imagen ajustada de cómo son. Una manera de
contrarrestar esa carencia consiste en refugiarse en el tópico, en la imagen generalmente
aceptada, en el estereotipo. Esto sucede hoy, a mi entender, con los profesores:
aceptamos el tono condescendiente con que se suele hablar en público de nosotros, como
dije antes, asumimos que el mundo se ha puesto en nuestra contra y añoramos tiempos
mejores.
No me cabe ninguna duda acerca de que la tarea del profesor es una de las más nobles
de cuantas pueden desempeñarse en una sociedad evolucionada. Me temo, sin embargo,
que no es una creencia demasiado extendida en la profesión. Una serie de circunstancias
se aúnan para explicarlo. Mencionaré tres que considero relevantes. En primer lugar,
resulta cada día más abismal la distancia que media entre los valores, o contravalores,
extendidos en la sociedad y aquellos que defiende la escuela o, si se prefiere, aquellos
que justifican la existencia misma de la escuela. En segundo lugar, suscita muchas dudas
la eficacia de una tarea que sólo a largo plazo, y casi siempre sin que el interesado pueda
tener noticia de ello, deja la constancia de su huella en los alumnos. En fin, incomoda
bastante - por decirlo suavemente - que el intento de formar a quienes por naturaleza son
reacios a toda disciplina, tropiece con un cierto relajo familiar en la administración de la
misma.
Sin pretender agotar un catálogo que es bastante extenso, son razones suficientes para
entender por qué un buen número de profesores de secundaria se siente hoy (a despecho
235
de las encuestas, que no parecen confirmar ese sentimiento) poco valorados, dejados,
incluso, de la mano de las autoridades educativas, persuadidos de su indefensión ante la
falta de respeto o la agresividad de los alumnos, y seguros de ser unos incomprendidos
en una sociedad permisiva para la que resulta tabú admitir que educación y represión son
conceptos que viajan juntos.
Pero también es verdad - ya lo dije antes - que hay un clara propensión al victimismo.
A veces pienso que ir de profesor amargado queda bien, mientras que mostrarse
moderadamente satisfecho con lo que uno hace cotiza poco en las conversaciones. Nos
está faltando cintura para adecuarnos a la nueva realidad. La dificultad, a veces patética,
para adaptarse (que no creo que sea un mal exclusivo de este gremio) produce malestar,
cuando no infelicidad, y no ayuda precisamente a valorar el trabajo.
Hay otro dato que evidencia la desconfianza que tiene el profesor en sus propias
capacidades. Se insiste mucho ahora en reclamar mayor poder de los directores para
hacer frente a las faltas de disciplina y a las actitudes violentas de los alumnos, como si
el mantenimiento de un clima de paz escolar pudiera depender de la eficacia
sancionadora, cosa que dudo mucho. Pero me interesa señalar que esa demanda creciente
pone de relieve una cierta falta de confianza por parte del profesorado. Uno de los
elementos que hacen posible y eficaz la actividad docente es la autoridad moral e
intelectual del profesor, que los estudiantes reconocen de manera natural, hoy como
siempre; de ahí que resulte devastadora por sus consecuencias, hoy como siempre, la
falta de convicción en los efectos positivos de esa autoridad, aprovechada por los
alumnos más problemáticos para descargar sus frustraciones o hacer valer sus
aspiraciones de conseguir un precario estatuto de líder. Puede que sea oportuno aumentar
la rapidez y la contundencia de las sanciones, pero eso no puede compensar la pérdida de
fe en el ascendiente que el profesor tiene sobre los alumnos. Y temo que ha empezado a
perderse.
Concluyo: creo que los profesores tienen una imagen poco estimulante de sí mismos.
Se ven sobrepasados por las circunstancias, están convencidos de que no se les valora y
parecen haber perdido la confianza en su autoridad. Mejorar tal situación no es fácil,
pero pasa por que los profesores asumamos que no toda la culpa de nuestros males la
tienen la administración, los alumnos y las familias. En los claustros se nos va
demasiado tiempo en lamentos y cunde con facilidad la idea, mantenida por los más
pesimistas, de que tenemos muy poco espacio para actuar. No lo creo: nunca como hoy
tiene más sentido la autonomía de los centros, pero a los profesores, un tanto desnortados
en el momento presente, nos falta confianza para reclamarla y ejercerla.
236
ADRIÁN MARTÍNEZ PACÍN (alumno):
Esta situación mejoraría si se ofreciera al profesorado una formación inicial seria, que
fuera reforzada con una formación continua importante y se acabara con el
corporativismo que impide que aquellos profesores y profesoras que hacen dejación de
sus funciones puedan ser retirados.
Creo que es una profesión que infunde un profundo respeto, genera confianza, da por
hecho que esa persona es poseedora de la sabiduría (ecuanimidad, tolerancia, paciencia,
respeto, responsabilidad, etc.). De hecho, en ocasiones me he visto en la circunstancia de
que alguien ha pensado que yo era maestra y siempre me he sentido halagada.
237
JULIÁN MOREIRA (profesor):
Desde que hace ya casi veinte años se generalizó en los institutos la jornada
continuada, la mayoría de ellos apenas son algo más que edificios con aulas, donde se
desarrolla monótonamente la jornada escolar. Entre 1975 y 1985, más o menos, los
entonces institutos de bachillerato vivieron una época dorada en lo que a participación de
padres, alumnos y profesores se refiere, y también en cuanto al peso que llegaron a tener
en el entorno. Seguramente todo ello fue producto de una época que las condiciones
políticas hicieron irrepetible: la vitalidad de que hablo puede predicarse igualmente de
otros ámbitos de la realidad. Sea ello como fuere, lo cierto es que la jornada continuada,
y la aparición de una amplia oferta de actividades culturales y deportivas más allá de los
centros, nos han abocado a una situación muy diferente. Hoy por hoy, con las
excepciones lógicas, los institutos carecen de pulso entre el timbre que marca el final de
la mañana y el que señala el comienzo de la nueva jornada.
Esta realidad es, a mi juicio, lamentable. Por muy diferentes que sean las cosas a
como lo fueron hace veinte o treinta años, un centro de enseñanza debería ser algo más
que un edificio con aulas. Pero hace tiempo que no se habla de esto, si no es por parte de
las asociaciones de padres que, de vez en cuando, demandan la apertura de los centros
para que estos atiendan a sus hijos adolescentes, parte de los cuales pasan mucho tiempo
en casa solos. Y es tanto más lamentable cuanto que no se atisban perspectivas de
cambio: los alumnos no suelen acudir en número significativo a las pocas actividades
que se organizan por las tardes; y si hablamos de los profesores, la situación no es
diferente. La participación del profesorado en las tareas que exijan una dedicación ajena
al estricto horario escolar es, me parece, irrelevante. De hecho, la molestia que supone
tener que emplear alguna tarde en acudir a las reuniones es la causa esgrimida por
algunos para no presentarse como candidatos al Consejo Escolar.
238
incluso aceptamos a regañadientes las pocas normas didácticas impuestas por las
programaciones de los departamentos. La energía que desperdiciamos por esa falta de
trabajo conjunto es enorme y tiene consecuencias diversas en la vida diaria de los
centros. En el aspecto que ahora nos ocupa, el de la participación y la dinamización de
las participaciones ajenas, las repercusiones son muy negativas.
Hubo un momento en que las cosas pudieron haber tomado un rumbo distinto; al
menos, yo llegué a esperarlo así. Fue cuando, hace unos años, llegaron los orientadores a
los institutos. Sin embargo, contaron con el recelo inicial de los profesores, que los veían
como un cuerpo extraño, y, creo que con pocas excepciones, han terminado por
encargarse de apagar fuegos entre el alumnado más conflictivo, convencidos de que su
improbable papel de aglutinador de planteamientos y estrategias se ha vuelto imposible.
Probablemente esta situación sea una muestra más de la escasez de referencias con
que cuenta nuestra sociedad, lo que resulta especialmente lamentable para sus miembros
en formación. Pero mal de muchos, consuelo de tontos: a los profesores nos cabe una
buena cuota de responsabilidad en la falta de aliento que aqueja a los centros educa tivos.
Y, sin embargo, me temo que muchos dirán que bastante tienen con sobrellevar las
dificultades diarias que se les presentan en clase como para tener que asumir, además, el
reto de ser promotores de la participación, un rol que, o mucho me equivoco, ni se toma
en serio ni se desea ejercer. No sé si alguien cree en nuestros días que un profesor es o
puede ser «un líder social y cultural, comprometido con su trabajo y valorado por la
comunidad como un instrumento que facilita o dificulta la integración y la promoción
social», pero los interesados, muchos de los interesados, no.
239
La participación debe mejorarse convirtiéndose en una participación real de todos los
sectores, alejándose de la estamentalización. En mi opinión, no ha de esperarse que el
profesorado promueva la participación de los estudiantes, sino que se pueden buscar
otras figuras profesionales que se ocupen de dinamizar nuestra participación.
240
¿Educación pública o privada?
Sigue nuestra enseñanza el impulso de las ideas reinante. Según éstas, se halla
concebida, organizada y desempeñada como una mera función intelectual, o sea
que atiende a la inteligencia del alumno tan sólo, no a la integridad de su
naturaleza, ni a despertar las energías radicales de su ser, ni a dirigir la formación
de sus sentimientos, de su voluntad, de su ideal, de sus aspiraciones, de su
moralidad y de su carácter.
1. EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN
Lo cierto es que son pocas las voces que nos sitúan en este problema de forma
concreta. El problema no es el bullying, de hecho este es un síntoma de la falta de
valores instalada en nuestra sociedad. El problema tampoco es la televisión «violenta»,
porque siempre se puede elegir qué televisión ver. El problema tampoco es Internet,
porque siempre se puede seleccionar la información a la que queremos acceder.
Tampoco son el problema los videojuegos, porque hay una enorme variedad de
videojuegos y no siempre hay que elegir aquellos que son violentos o sexistas. ¿Dónde
está el problema?
241
En esta sociedad sin cultura del esfuerzo y sin valores no hay límites, lo máximo es el
ocio compulsivo y llegar a lo más alto sin ningún tipo de esfuerzo. Sin embargo, si no
hay límites en las casas de nuestra sociedad, es difícil establecerlos en el sistema
educativo.
2.1. La dirección
242
conozcas por qué un alumno de tu tutoría ha sido expulsado del centro por la dirección.
Aunque la anécdota es ilustradora no vamos a pensar que siempre ocurra así.
Existen reuniones entre tutores de un nivel (por ejemplo 1 E.S.O) con el departamento
de orientación, pero son necesarias reuniones entre todos los profesores de un mismo
grupo. Las reuniones entre los profesores de un mismo grupo se producen sólo en las
evaluaciones (tres veces en el curso), esta información es escasa y no permite establecer
estrategias comunes para resolver los problemas.
243
2.3. Los alumnos
El alumno, en los centros públicos, tiene un mayor respeto hacia la figura del
profesor, aunque pueda parecer extraño. El alumno es consciente de que el profesor ha
obtenido su puesto por méritos propios, no porque le haya contratado una dirección. Por
otro lado, los alumnos se aprovechan de la falta de coordinación y permisividad, cuando
en el fondo reclaman límites por parte del profesorado. Un profesor no puede pretender
que sus alumnos lleguen puntuales a clase, si él mismo llega quince minutos tarde todos
los días.
Además, parece que la solución única para los alumnos problemáticos es la expulsión
temporal del centro educativo. Esta medida es una medida disciplinaria más, pero nunca
la única solución. Cuando un alumno es problemático hay que estudiar las causas, puede
ser el entorno, la situación familiar, porque no se adapta a la vida educativa, porque se
aburre o por una combinación de varias. Hay veces que la solución simplemente está en
un cambio de clase. Otras veces la solución está en que el alumno trabaje durante un
tiempo con trabajadores sociales, sobre todo si su entorno familiar no es el más
adecuado. Sin embargo, si pensamos que la única solución es la expulsión del alumno,
no estamos siendo profesionales, estamos aparcando el problema, no solucionándolo.
Hoy en día tenemos «objetores escolares» que cursan los estudios como obligación
hasta los 16 años. Además, según Javier Urra, los medios de comunicación tampoco
ayudan porque maleducan a los alum nos. Los ponen en contra de los profesores con
series irreales donde el respeto al profesor brilla por su ausencia, y muy pocas veces
244
aparecen como los expertos que en realidad son.
Esta situación expuesta brillantemente por Javier Urra, no debe servir de excusa. Los
padres tienen que transmitir el respeto hacia la figura del profesor, tienen que estar en
continuo contacto con ellos, escuchar los argumentos de sus hijos, de los profesores y
sancionar a sus hijos si se lo merecen.
Los padres no pueden ser complacientes con sus hijos, es necesario escucharlos, pero
también al profesor. Desde luego es un error proyectar el éxito personal de los padres en
sus hijos durante su etapa escolar. Si un padre, ante la presencia de su hijo, desacredita al
profesor, es lógico que ese hijo desacredite al profesor delante de sus compañeros.
En los centros privados el seguimiento que hay entre padres y profesores ayuda a un
mejor rendimiento del alumno. En los centros públicos los padres no tienen ninguna
influencia porque no participan del sistema educativo. Además, la comunicación con los
padres es más difícil; cuando la comunicación entre padres y profesores es fluida mejora
sin duda el rendimiento del alumno.
2.5. La disciplina
2.6. La pedagogía
245
Internet. Hoy en día es necesaria la utilización en el aula de las nuevas tecnologías; sin
embargo, los contenidos de estas nuevas tecnologías no son todos de calidad. El profesor
tiene que ser el guía de trabajo del alumno, para que aprenda a diferenciar los contenidos
de calidad de los que no lo son.
Algunos padres critican a los profesores por no motivar a los alumnos y los alumnos
exigen que se les motive. Los profesores tienen que motivar a los alumnos con su
trabajo, y los padres tienen que exigir a sus hijos realizar las tareas escolares todos los
días. Por mucha motivación que transmita el profesor, si el alumno no se esfuerza, no es
posible tener éxito durante la vida escolar.
En los centros públicos existe una mayor preocupación por la pedagogía, existe más
tiempo para elaborar materiales didácticos para que los alumnos aprendan más. No hay
que olvidar que si el alumno aprende más, la motivación es mayor y no abandona el
sistema educativo.
A la vez existe una ligera tendencia a prescindir del desarrollo de la memoria en los
centros públicos. Según Kant, si la memoria está vacía, la inteligencia no puede
funcionar. Es decir, no se puede reflexionar sobre la relación entre dos acontecimientos
históricos si no se sabe el orden en que se produjeron. No se puede relacionar el clima de
dos lugares geográficos si no se sabe situarlos en el mapa.
Es muy positivo, tanto en los centros públicos como en los privados, utilizar y sacar
provecho de la evaluación inicial de los alumnos. Este recurso es necesario para formar
grupos de un mismo nivel. Si el nivel de los alumnos de un grupo es dispar, es muy
difícil atender a la diversidad del grupo.
Por último es necesario que los centros públicos y los privados se doten de medios
audiovisuales, porque los alumnos del siglo xxi están familiarizados con ellos en su vida
cotidiana y la sociedad les está exigiendo su dominio. Además, estos medios les ayudan
a una mayor comprensión y motivación por los temas.
246
solución al problema de la educación. Los profesores, padres y alumnos del siglo xxi
tienen ante si un reto, conseguirlo significará aumentar la calidad de nuestro sistema
educativo.
247
JUANA NIEDA
Inspectora
i De esta intervención sólo disponemos del guión que nos remitió su autora, que,
como ella nos indicó, es un listado de problemas sobre los que versó la exposición y el
posterior debate. Con la salvedad de que se trata sólo de un listado de problemas, hemos
decidido su inserción porque el guión presenta un conjunto de cuestiones sobre las que
debería haber un debate público en el seno de la comunidad escolar.
248
13.Las guardias.
3.Poco interés por los cargos directivos. Desconfianza endémica de los directivos.
249
toma de decisiones.
15.Dificultades para concretar las reglas del juego en la evaluación de los alumnos,
pero exigencia máxima de concreción en su propia evaluación.
16.Comportamiento gremial.
250
ALFREDO LIÉBANA COLLADO Profesor de Educación Secundaria
Las CCAA han asumido las competencias plenas (que no absolutas) en Educación por
mandato constitucional y por acuerdo político en su desarrollo. Este proceso ha estado
plagado de desconfianzas y de falta de información significativa en su desarrollo. La
política de descentralización administrativa se ha traducido en autonómica, pero sin una
evaluación general del proceso. Se empezó reconociendo la situación de las
autodenominadas autonomías históricas: Estatutos Catalán, Vasco y Gallego (con
peculiaridades lingüísticas propias) que tenían un antecedente en las estructuras
republicanas en distinto grado de desarrollo. Posteriormente se incluyeron por diversas
circunstancias la Canaria, Comunidad Valenciana y Andalucía, junto con la especial
situación de Navarra. El reconocimiento de nuevas situaciones lingüísticas ha
complicado el análisis. Se pasó al denominado café para todos en Educación en un
proceso que ha culminado en el 2000, quedando de exclusiva responsabilidad del MEC
Ceuta, Melilla y los centros del exterior. Ninguno de los modelos lingüísticos es igual a
otro, requieren por lo tanto un estudio especial.
Por otra parte el proceso de aplicación de las leyes educativas ha sido muy lento, lo
que ha provocado que los sistemas de acceso se hayan modificado varias veces, pero se
han mantenido los cuerpos de profesorado definidos en la LOGSE, a excepción del
cuerpo de catedráticos que ha tenido una situación particular.
251
Los aspectos del Sistema que se van a evaluar aquí parten de un importante problema
existente actualmente: el alto grado de provisionalidad y sobre todo de interinos en
muchas especialidades y cuerpos de profesorado, que se mantienen en dicha situación
desde hace tiempo. ¿Cuáles son las principales causas? No son únicas, pero cabe
destacar las siguientes:
-Bisoñez en la gestión del sistema de muchas autonomías que han querido tener las
competencias antes de haber rodado las estructuras administrativas lo suficiente.
Retraso significativo y en muchos casos insuficiente oferta de empleo público.
Faltade unas oposiciones estatales reguladoras de los flecos del sistema que hubieran
ayudado a evitar muchas distorsiones, sobre todo en autonomías pequeñas.
Laspresiones nacionalistas (de los partidos con dicha ideología y de muchos gestores
por interés propio o confusión ideológica) por convertir el Sistema Nacional en 17
Sistemas y la sorprendente debilidad del Estado que ha permitido un proceso que se
podría denominar de deconstrucción, se mantiene la esencia pero el envoltorio es lo
más diferente que se pueda, se ponen las máximas dificultades para la movilidad
geográfica exigiendo requisi tos propios para favorecer con ventaja a posibles
votantes. A la larga será muy difícil evitar 17 sistemas. Lo positivo de muchas de
las experimentaciones realizadas se transforman en problema al generalizarse sin
252
ningún criterio.
La clave en la estabilidad del Sistema se basa en unos funcionarios con claridad en sus
objetivos y funciones, y con plenitud de derechos de movilidad geográfica. La ausencia
de reajustes en el Sistema de descentralización (fuera de los aceptados por consenso) y el
tener que recurrir a la judicialización ante la discrepancia, al no existir una vía
administrativa sencilla, bloqueando ante la necesidad de mayorías parlamentarias por el
Gobierno del Estado la constante negociación a la baja de las mismas, por no decir al
olvido por su ineficacia, convirtiéndose una herramienta de imposible uso sin acuerdo
entre las dos fuerzas políticas mayoritarias (algo impensable en el actual panorama
político).
Por otra parte el Sistema de Cuerpos Docentes adolece de una cierta rigidez en sus
especialidades, debiendo favorecerse la polivalencia y no dificultándose, la obtención de
nuevas especialidades es un proceso que se ve ampliamente dificultado por intereses
corporativistas y no digamos el de cambio de cuerpo. Las variaciones en la estructura del
Sistema deberían haber favorecido este proceso, pero no ha sido así.
253
buscar fórmulas para adaptar funcionarios. Si se diera la posibilidad de una adscripción
de profesorado temporal a una determinada especialidad por méritos, sin ocupar plaza
definitiva, se ayudaría a una carrera docente en diversas direcciones y no necesariamente
hacia la Universidad.
Todas las fórmulas anteriores requieren un papel activo del MEC para evitar las
acciones endogámicas de las Autonomías y de los diversos Cuerpos y Especialidades y
actuar en defensa de la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.
ANEXO
254
255
Estadísticas del MEC 2004
256
Datos oficiales de las oposiciones elaborados y ordenados por el autor
257
Se pueden observar para el análisis 7 bloques en las CCAA por su tamaño, el primero
supone la quinta parte del total, los dos primeros suponen más del 50 % del conjunto.
258
259
CONCLUSIONES
-La ausencia de un poder moderador real del MEC permite situaciones de fuertes
oscilaciones en el Sistema, causa de posibles conflictos o de pérdida de credibilidad
del sistema de oposiciones.
-Un análisis por especialidades indicaría un problema mucho mayor en las más
pequeñas, provocando interinidades eternas y falta de oportunidades libres.
-Las condiciones de las oposiciones con requisitos privilegiados rompen la unidad del
sistema.
260
El VII Seminario del Colectivo Lorenzo Luzuriaga, realizado a lo largo del curso
2006-2007, se centró en los problemas del profesorado. Como es habitual, participaron
diversos especialistas como ponentes y se hicieron varias mesas redondas en las que
intervinieron los miembros de la comunidad escolar - madres y padres, alumnas y
alumnos, profesoras y profesores.
Elprofesorado, principal activo del sistema, es hoy un recurso mal administrado y con
escasa motivación. Ha habido una gestión rutinaria, rígida y en ocasiones muy
deficiente, por las administraciones educativas. Por otra parte, las administraciones
educativas no han conseguido que el profesorado se sienta estimulado, protegido y
respaldado por ellas.
261
Noha existido, ni existe hasta el momento, una carrera docente basada en el mérito, la
exigencia y la responsabilidad.
Sedetecta que la ausencia de una firme política del profesorado ha producido una
pérdida de valores en la profesión docente.
Sedebe precisar y regular el papel del profesor en la educación ante los profundos
cambios habidos en la sociedad actual, en la que tanto papel juegan el
conocimiento y la información y en la que se exige al profesorado
responsabilidades muy amplias y muy diversas.
-Se debe regular la formación del profesorado en función de los estudiantes que
tenemos - fruto de nuestra propia sociedad - y de los requerimientos que ésta
formula. La sociedad de la información y la comunicación obliga al profesorado a
conocer y utilizar los nuevos recursos que los tiempos actuales ofrecen, pero la
formación de profesoras y profesores debe estar siempre al servicio de sus alumnos,
enseñándoles a pensar, a reflexionar críticamente y a seleccionar y procesar la
abundante información que a través de tantos medios reciben.
262
cambio, a centros y profesores la transmisión de saberes y competencias básicos
que superen una visión academicista de la enseñanza y faciliten a niños y
adolescente un aprendizaje relevante, ofreciendo al mismo tiempo una educación
en valores constitucionales y de convivencia, un modelo de ciudadanía que
contrapese el individualismo feroz y las pulsiones de la sociedad de consumo.
Lascondiciones de trabajo de los docentes deben ser una variante más de la política
del profesorado, pero éstas deben dignificarse (departamentos bien dotados,
recursos didácticos, descarga de tareas burocráticas rutinarias, coordinación
horizontal del profesorado y refuerzo de la función tutorial).
-Dentro de este marco, y al lado de los derechos, debe exigirse que los profesores
realicen su jornada laboral en el centro docente - horario lectivo y no lectivo-, pero
la formación de los profesores debe estar vinculada a las necesidades de los centros
y, por tanto, realizarse dentro de ese horario. En todo caso, los horarios deben
establecerse en función de las necesidades educativas del alumnado y no de las
conveniencias del profesorado. Es preciso que las obligaciones estén bien
delimitadas y que exista una exigencia rigurosa del cumplimiento de las mismas.
Unapolítica que atienda a la situación real del profesorado debería de incluir los
aspectos señalados, algunos de ellos de urgente realización.
263
-La formación docente no puede ser academicista: tiene que centrarse en la
adquisición de saberes y competencias básicos, pero la política de formación inicial
del profesorado tiene que vincular la teoría con la práctica.
Hayque vincular la formación del profesorado con las necesidades de los centros
docentes y con los proyectos de mejora de las escuelas.
-Los planes de formación deben adaptarse a los tiempos y a las necesidades actuales,
vinculando la formación en servicio al centro en que se enseña.
-Para todo ello es preciso reforzar la autonomía organizativa de los centros docentes a
fin de que se pueden adecuar a las nuevas necesidades (asignación racional del
profesorado a los grupos de alumnos, utilización de las habilidades singulares de
264
los docentes del centro, horarios que hagan posible el trabajo en equipo, etc.).
Sólouna mayor autonomía organizativa puede remover los obstáculos que ofrece la
actual organización de los centros y la distribución del poder en los mismos, a fin
de poder capitalizar a sus profesores y adaptar la enseñanza a las necesidades de los
alumnos y de los centros.
4. LA CARRERA DOCENTE
Esurgente establecer una carrera docente digna de este nombre, una carrera que el
profesorado nunca ha tenido en España.
Lacarrera docente supone una concepción del profesor como educador y como
mediador del proceso de aprendizaje, lo que supone una profesionalidad específica
para cada nivel educativo.
Lacarrera docente debe ser voluntaria, pero ello no impide que el profesorado asuma
unos mínimos en cada etapa, nivel o ciclo, que deben ser exigibles en todo caso.
Noviembre de 2008
265
TÍTULOS PUBLICADOS
266
SANTOS GóMEZ, Marcos, La educación como búsqueda. Filosofía y pedagogía.
267
1995, págs. 7-45.
"No creo que esté de más transcribir las pruebas finales, escritas y orales, que se
establecieron para la obtención de la licenciatura en Pedagogía y del Certificado de
Estudios Pedagógicos (Anuario de la Universidad de Madrid, 1932-33, Madrid, Gráfica
268
Universal, 1933, pág. 108):
1. Licenciatura en Pedagogía.
a) Pruebas escritas.
b) Pruebas orales.
a) Pruebas escritas.
b) Pruebas orales.
269
-Comentarios sobre el texto de un autor clásico de la Pedagogía con las explicaciones
que solicite el Tribunal.
16 Los dos textos básicos de Manuel B.Cossío al respecto fueron «La segunda
enseñanza y su reforma (Informe presentado a la Comisión del Consejo de Instrucción
Pública por la ILE)», en J.Seage, E.Guerrero Salom y D.Quintana Uña, Una pedagogía
de la libertad. La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Edicusa, 1977, págs. 218-228
(texto redactado en 1919), y «Reforma de la segunda enseñanza», en Manuel B.Cossío,
De su jornada (fragmentos), Madrid, Imprenta de Blass S. A., 1929, págs. 199-210. La
cita entrecomillada se halla en la pág. 208 de este último texto.
15 En este punto sintetizo lo dicho con más amplitud y detalle en Antonio Viñao, "Un
270
modelo de reforma educativa: los Institutos-escuela (1918-1936)", Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza, II época, 39, 2000, págs. 63-88.
271
24 José Pemartín, Qué es «lo nuevo»... Consideraciones sobre el momento español
presente, Sevilla, Tip. Álvarez y Zambrano, 1937, pág. 177.
272
sólo al sector público, entre el 7 y el 14%, como mucho, del profesorado existente en
aquel momento. En otras palabras, una amplia mayoría del mismo permaneció al margen
o no se implicó en estos movimientos. De todas formas, si esta minoría no hubiera
abandonado la docencia para integrarse - como sucedió en muchos casos - en la
inspección, en la universidad o en el sistema formativo oficial de los centros de
profesores, y hubiera creado instituciones formativas como, por poner un ejemplo
paradigmático, «Rosa Sensat», su evolución posterior e incidencia renovadora hubieran
sido muy diferentes.
'No puedo dejar de señalar que, contra toda lógica, en los violentos disturbios que
protagonizaron los jóvenes franceses en los barrios de inmigrantes a fines de 2005, uno
de sus principales blancos fueron los centros escolares y comunitarios. Un comentarista
inteligente señaló en esos días que estos jóvenes habían aprendido perfectamente la
lección de sus gobernantes: atacar lo público.
2 Parsons (1969, págs. 54 y 58-60), por ejemplo, sostuvo que Weber tenía un punto
ciego respecto a las peculiaridades de las profesiones modernas al no diferenciarlas de
las jerarquías administrativas y que, al asimilar a los profesionales con los burócratas,
obviaba el hecho de que la autoridad de estos últimos derivaba de su posición jerárquica
y de la obediencia a las normas y procedimientos, mientras que la autoridad de los
profesionales, como la del médico, reposa en el reconocimiento de su conocimiento
experto. Obviamente quien tenía «un punto ciego» era Parsons porque ya en su época los
médicos, como el resto de los profesionales, trabajaban mayoritariamente en contextos
burocráticos, tanto públicos como privados. En el caso de los docentes, el nexo entre la
profesión y la organización es aún mayor. Raf Vanderstraeten (2007) señala que la
existencia social del profesorado resulta inimaginable fuera de la organización
burocrática del sistema educativo, entre otras cosas porque su profesionalización está
íntimamente vinculada con la expansión de la escolarización en los siglos xix y xx.
4 Es preciso aclarar que en éste y otros casos, en Weber la palabra profesión (Beruf)
tiene la acepción de vocación o, en inglés, «calling» (llamada), y su significado no es
necesariamente distinto del de ocupación.
273
Algunos trabajos recientes en Europa (Krause, 1996, Olgiati, Orzack y Sacks, 1998)
se orientan precisamente en esta línea y, mediante el análisis histórico comparativo de
casos relevantes, ya es posible cuestionar las generalizaciones universales que imprimió
la sociología americana de las profesiones.
274
de descontento profesional que refleja el documento de la OIT-UNESCO (2007) que
trata la situación docente a nivel internacional.
"La encuesta fue realizada a los profesores del último curso de la ESO en el año 2000.
3 Una propuesta muy similar está en la base del prestigio de los cuerpos docentes de
Finlandia que frecuentemente se toman como modelo tras los éxitos de sus alumnos en
las pruebas del Programa PISA. Se ofrece un ANEXO al final de esta ponencia en el que
pueden observarse muchas de las medidas que se proponen, y que ya están en marcha en
275
varios países europeos.
'En 1996 la Comisión Europea dejó constancia en sus estadísticas de que los ingresos
relativos del profesorado habían bajado en la mayoría de los países europeos al
compararlas con los ingresos de otras profesiones (Buchberger, 2000, pág. 19). Además,
«en la mayoría de los países europeos [...] las intenciones expresadas no siempre se
suceden de la acción apropiada» (ibíd., págs. 14-15).
2 El título del principal proyecto desarrollado por la OCDE sobre el tema refleja de
manera más sintética este triple desafio: atraer, formar y retener profesores eficaces.
OECD (2004), Teachers Matter: Attracting, Developing and Retaining Effective
276
Teachers, París, OECD.
4 Pueden consultarse a este respecto los trabajos citados de la OCDE (2004 y 2006a),
la base de datos sobre salarios del profesorado de Eurydice (http://www.eurydice.org) o
el informe publicado sobre condiciones de trabajo del profesorado de este mismo
organismo (Eurydice, 2003). Asimismo, puede encontrarse un análisis de estos
documentos en el número monográfico que la Revista de Educación dedicó al tema
(Pedró, 2006, y AAW, 2006).
6 Ejemplos concretos de las críticas realizadas a los IUFM pueden encontrarse en:
http://www.evaluation-iufm.net/pages/accueil.html
7 El llamado CATE (Council for the Accreditation of Teacher Education), que años
más tarde fue reestructurado y que en 1994 cambió su nombre por el de TTA.
'o Los primeros documentos oficiales sobre el tema datan del año 1987 (Valle, 2006).
277
Índice
1. Prólogo, por Carlos López Cortiñas 6
2. Presentación, por Manuel de Puelles Benítez 9
3. La formación del profesorado en la Segunda República: una
16
revisión/reflexión desde el presente, p
4. La formación del profesorado: una respuesta adecuada a los
35
nuevos tiempos, por Antonio Moreno Gon
5. Rescatar el valor del conocimiento, dar un nuevo sentido a la
57
profesionalidad docente, por Sara M
6. Formación en los centros y comunidades docentes de
80
aprendizaje: teoría y práctica, por Juan Manue
7. La profesión docente en España: reflexiones y sugerencias, por
113
Mariano Fernández Enguita
8. Políticas de formación inicial y continua (maestros y secundaria).
134
Crítica y propuestas, por José
9. La función docente en la era de la información. Aprender a
158
enseñar para enseñar a aprender en la
10. La función indispensable de las emociones en la formación
184
personal y en la educación, por Pere D
11. La profesión docente en la Unión Europea: tipologías, modelos,
200
políticas, por Inmaculada Egido G
12. 1. Mesa redonda sobre La imagen del profesorado en nuestra
230
sociedad. Intervienen Julián Moreira
13. II. Mesa redonda con intervención de Luis Horrillo Sánchez
240
(profesor) sobre ¿Educación pública o
14. Conclusiones del Colectivo Lorenzo Luzuriaga 260
a)Que todas las reformas educativas fracasan en mayor o menor
267
medida (o, visto desde otro ángulo, qu
de la misma), la de los reformadores y gestores de la educación y la
267
cultura profesional de los prof
No digo nada nuevo si afirmo que el primer objetivo del proyecto
267
educativo de la Segunda República f
278
Éste sería, como se llamarían después a sí mismos muchos de los
267
que formarían parte de este ideal,
La dignificación del magisterio primario podía conseguirse en
268
parte, como se hizo, mediante el aum
y la construcción de edificios escolares que fueran los templos de la
267
república en los que oficiar
que, bajo la influencia y con el apoyo de algunos inspectores y
268
profesores de escuelas normales form
Los cursillos de «selección profesional» nacieron con una doble
268
finalidad. Por un lado, para resolve
plan quinquenal, limitado después en su realización, que, al menos
268
en su formulación inicial, preveí
Para comprender el alcance de la reforma relativa a la formación
268
del magisterio primario hay que pon
b)La licenciatura en pedagogía para aspirar a las cátedras de la
268
especialidad de las escuelas normal
La relación entre ambas reformas, la de la formación del magisterio
270
primario y la de la formación de
La reforma efectiva de la segunda enseñanza (dejando ahora a un
270
lado la cuestión de la sustitución d
nunca existió un sistema o modelo oficial que asegurara la
270
formación pedagógica del profesorado d
La historia arranca de lejos, nada más y nada menos que del
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sexenio democrático (1868-1874)15.
posterior sobre la segunda enseñanza y el modelo de reforma
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educativa institucionista. Los rasgos fu
El Instituto-Escuela madrileño fue creado, como se decía en el Real
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Decreto fundacional de 10 de may
e)El envío al extranjero, becados por la Junta para Ampliación de
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Estudios, de «algunos de los mejor
Dado que el acceso a este modelo formativo no aseguraba el
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ingreso posterior en el profesorado de se
de ellos se integraron como profesores, tras las correspondientes
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oposiciones, en la segunda enseñan 271
y que, desde su fundación en 1918 hasta 1925, el número total de
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«aspirantes» formados en el Insti
Un hecho no extraño si se tiene en cuenta la mejor preparación con
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la que, en general, concurriría
Tengo para mí que se mantuvo el buen estilo docente en la
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enseñanza media durante el primer tercio d
De hacer caso a lo que decía en 1937 el jefe del Servicio de
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Enseñanza Superior y Media del gobierno
servicios en el magisterio público, lo que supone un 66 por ciento
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del total. Durante la guerra civi
Dentro de la organización sindical que en principio se puede pensar
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que estaría más identificada c
Es muy difícil conocer el alcance cuantitativo de las 35 semanas,
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cursos y jornadas pedagógicas cele
de dichas titulaciones, de la casi totalidad de los sindicatos, de los
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mismos profesores universitar
Es probable que, afortunadamente, se apunten al máster sólo los
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licenciados que quieren ser de verda
En relación con la formación permanente, los grupos de profesores
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implicados en la reforma o en tare
modo de adoctrinamiento ideológico31 272
todo apuntala el individualismo posesivo y lo público se desmantela
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y desacredita como está ocurrien
go deontológico y, por supuesto, un ethos de servicio altruista.
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Como es fácil deducir, tal tipo de
En este propósito creemos que, una vez más, Weber nos puede
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prestar una valiosa ayuda, aunque las ar
que detectar cómo los distintos órdenes sociales conforman
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determinadas conductas de vida y dan luga
Esta perspectiva nos permite cambiar el foco de análisis. Más que
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los profesionales como tales, inte
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