Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
m
SK^O
ventiLíXJ
edttores
MEXICO
ESPAÑA
ARQBfflNA
CCXOkWA
m
siglo veintiuno editores, sa
C E I W O DEL AGUA, 248 04310 MEXICO. O F.
cultura Libre
Primera edición en español, febrero de 1974
Segunda edición en español, diciembre de 1978
Tercera edición en español, diciembre de 1990
en «sedición con
Págs.
Prefacio 1
3. ANTROPOLOGÍA E HISTORIA 44
T
MARROU, H. I., De la Connaissance Histarique, 1954, p. 161.
A
CASSIRER, E.P An Essay on Man, 1 9 4 4 , p. 1 9 5 .
48 E. E. Evans-Pritchard
bre los cuales basa sus propias teorías. Una precaución ele-
mental aplicable también a nuestras monografías de campo,
que admitimos frecuentemente con demasiada confianza.
Estoy seguro que pocos de nosotros podrían satisfacer las
exigencias de aquellos severos —y algo faltos de imagina-
ción— árbitros del método histórico: Langlois y Seigno-
bos 8 . Se olvida algunas veces que el antropólogo social sólo
confía en la observación directa cuando actúa como etnó-
grafo, y que cuando inicia los estudios comparativos se atie-
ne a los documentos exactamente igual que hace el histo-
riador. Es razonable añadir que la importancia de las téc-
nicas de crítica histórica ha sido reconocida por algunos
de los etnólogos con mayor conciencia historicista, escrito-
res alemanes en particular, pero muchos antropólogos pa-
recen desmemoriados al respecto.
2. Los antropólogos raramente han hecho serios es-
fuerzos para reconstruir con documentos históricos y la
tradición oral el pasado del pueblo que estudiaban. Se ha
sostenido que éste era un interés de «anticuario», y que
estaba f u e r a de lugar en u n estudio funcional de las insti-
tuciones en orden a conocer cómo habían cambiado. Es
obvio ahora, sin embargo, que, en el caso de las sociedades
más primitivas, si el antropólogo desea comprender la na-
turaleza de sus instituciones indígenas, solamente puede ha-
cerlo con la ayuda de documentos y de recopilaciones ver-
bales, Incluso un observador tan antiguo como Roscoe nos
presenta, hacia 1880, una reconstrucción, a partir de relatos
verbales, del funcionamiento de la corte y de la adminis-
tración de los reyes b a g a n d a T e n g o conocimiento de que
en los últimos años los antropólogos han prestado más
atención a las historias de los pueblos primitivos, pero ra-
ramente han ido más allá de lo que se llama a veces un
bosquejo de los antecedentes históricos. Me atrevo a decir
que no hemos aprendido todavía a t r a t a r sociológicamente
el material histórico. (Añadiría el ruego de que en lo posible
las tradiciones orales sean registradas en forma de textos
que permitan a las fuentes hablar por sí mismas, en su pro-
9
LANGLOIS, C H . V . , y SETCNOBOS, C H . , Introduction aux Études ffista-
riques, 1898, pass'nt.
10
ROSCOE, J „ The Baganda, 1911.
50 E. E. Evans-Pritchard
13
CASSIRER, E - , ib id., p . 178,
14
COLLINGWOOD, R. G . , An Autobiography, 1939, p, 114,
w COORÍNGTON, R. H., The Meíanesians, 1891, p. 47,
S O U T H A L L , A. W., Alur
Society, 1 9 5 3 , p. 5 .
17
MALINOWSKI, B . , Myth in Pñmitive Psychotogy, 1926, passim.
18
CALONNE-BEAUFAICT, A. DE, A zande, 1921, pp. 8-9.
19
LAGUNA, F. DE, The Story of a Tlingit Communiiy, 1960, pp. 16 ss.
52 E. E. Evans-Pritchard
20
MALINOWSKI, B„ ibid., passtm.
Antropología e historia 53
3
60 E. E. Evans-Pritchard.
M
SAUSSURE, F. DE, Cours de Linguistique Générale, 1949, pp. 127 ss.
64 E. E. Evans-Pritchard.
" POPPER, K. R., The Open Society and Its Enemies, vol. II, 1945,
página 306.
Antropología e historia 65
26
BARNES, J. A., «History in a Changing Society», Rhodes-Livingstone
Journal, núm. 11, 1951.
27
C U N N I S O N , I., «History on the Luapula», Rhodes-Livingstone Papers,
número 21, 1951.
66 E. E. Evans-Pritchard.
M
DUMONT, L., ibid., p. 7.
Antropología e historia 67
29
MAITLAND, F. W., Selected Essays, 1936, p. 249.
M
MAITLAND, F . W „ ibid., p. 247.
31
LÉVI-STRAUSS, C., ibid,, p. 3 1 .
TRADUCCION DE LOS TEXTOS QUE SE CITAN EN LA OBRA
(Cita de W. Hofmayr)
... «Con el acceso al trono, el rey se convierte en señor del país, del
que puede disponer a su antojo, e incluso en señor de los bienes de
sus subditos.»
(Citas de 0. Antmori)
... «Tombo era un hombre en plena virilidad, un individuo alto y esbel-
to, altivo, pero sin que pareciese brutal. Su cabellera, abundante y en-
sortijada, se adornaba con plumas de varios colores, caprichosamente
dispuestas. Sus miembros eran robustos; la piel, de color aceitunado; se
cubría con una corteza curada, de color rojizo, que mantenía sujeta a
los costados mediante un cinturón. Se presentó ante Piaggia con tres
lanzas en la mano derecha, mientras que en la izquierda sostenía una
especie de arpa que ellos llaman kondi.»
... «Ei jefe de estas tribus, a quien el mercader y el cazador árabe
llaman Sultán, se distingue de sus subordinados por el numeroso tropel
de adeptos que le siguen, por su paso majestuoso y grave y por su
manera de vestir. También se cubre con una amplia corteza que, al estar
curada, adquiere un notable parecido a la tela, y que desde la rodilla se
pliega entre los muslos hacia arriba y se anuda en los costados mediante
un cinturón. Sobre la cabeza, caprichosamente dispuestas, se ajustan gran
número de plumas de brillantes colores, y a menudo destacan las alas
azules y rojas del verde cuco de blanco penacho (Corythayx leucolop/ias)
que aprecia mucho. Algunos de ellos añaden brazaletes de hierro y de
cobre para adornar los brazos y las corvas, y también ensartan duras
semillas de frutas o dientes de animales carnívoros o de grandes sierpes
o peces, para adornar el cuello.»
... «Con el fin de infundir temor a sus subditos, los jefes fingen a
veces que son presa de agitación o de delirio. Cuando están en tal es-
tado, clavan feroces miradas en los individuos que les rodean y hacen
como que buscan, distraídos, alguna víctima, y con cualquier infausto
pretexto descargan los furores de su simulada ira y llegan incluso a dar
muerte a alguno. Es presumible que tal actitud la adopten con el fin
de que sus subditos les teman y respeten. Piaggia nos cuenta cómo el
jefe Tombo dio muchas veces semejante espectáculo.»
(Cita de I. miz)
... «Es un hombre de unos cuarenta años, de mediana estatura y bas-
tante corpulento, dotado de una fisonomía muy inteligente. Su aspecto
recuerda al de los funcionarios del gobierno egipcio. Hay una gran dis-
tinción en su actitud.»
Traducción de tos textos 263
(Cita de G. Gustin)
... «En 1891, Semio representaba unos cincuenta años. No sabía leer
ni escribir, pero tenía un escriba árabe o katip (katib). Semio no era un
pedigüeño, sino, por el contrario, de una generosidad verdaderamente
desinteresada. A los blancos a los que no conocía suficientemente, les
saludaba a la usanza árabe; tomaba entre sus manos aquella que le
tendían, la llevaba luego a sus labios, después a su frente y por último
a su pecho, pronunciando con unción el saludo árabe. En cuanto a aque-
llos que conocía mejor, estrechaba calurosamente su mano, mientras
que su rostro se distendía en una amplia sonrisa.»
(Citas de J. Milz)
... «Un tropel de gente desembocó frente a nuestro puesto; luego la
muchedumbre se apartó para dar paso a una masa animada que, apoya-
da en un inmenso bastón, se dejó caer a plomo en una silla que alguien
se apresuró a colocar tras ella.»
... «Del guerrero grande y fuerte sólo quedaba un voluminoso paquete
de carne vieja, oculta por una camisa de kaniki hecha jirones, y corona-
da por una cabeza de cabellos cenicientos rodeada de una banda de
tela de una blancura más que dudosa. Aunque sus ojos hundidos en la
carne parecían carecer de expresión, a intervalos podía sorprenderse una
mirada que se iluminaba con una llama viva e inteligente. Sus dientes,
cosa curiosa, estaban todos en su sitio, blancos y en perfecto estado de
conservación. Sus manos eran muy gruesas y sus dedos, bastante afila-
dos, terminaban por unas uñas de luto de dos o tres centímetros de
largas. Signo de raza, dicen los Avongara.»
(Citas de G. Gustin)
«Por deferencia hacia el viejo jefe vongara, Semio no quiso sentarse
en una silla igual a la que utilizaba Wando; se contentó con un sencillo
taburete, mientras que los hijos de Wando se sentaban sobre pieles de
leopardo. En tanto que el Inspector elaboraba el tratado a firmar con
Wando, éste, muy animado, se arremangaba la amplia túnica azul para
rascarse la rodilla. Semio se mostraba molesto ante la falta de modales
del viejo Sultán y bajaba discretamente la túnica cada vez que la alzaba
la mano culpable de Wando.»
... «Tan untuoso como brutal y colérico era Mbit tima.»
(Citas de L. N. Chaltin)
... «La entrada es triunfal; redoblan los tambores, rugen los olifantes,
se agitan los cascabeles, dejan oír otros instrumentos los sonidos de
maderas entrechocadas, disparan los soldados sus fusiles. La masa rebu-
lle; Mopoie va en cabeza, rodeado de su corte, una corte que obedece y
hace todo lo que le dice. Pero precediendo el cortejo caminan los infe-
lices akaris (los antiguos poseedores de la tierra que ocupan los azande),
armados de lanzas con puntas de marfil y flanqueados por fusileros, ar-
queros y lanceros... Mopoie avanza, pues, seguido de toda su gente. Está
radiante, orgulloso; su paso es seguro. Saluda ceremoniosamente a De-
venyns (comandante de puesto), que ha ido a su encuentro. La orquesta
salvaje da de sí todo lo que puede a la entrada de la estación; el es-
truendo es ensordecedor, enloquecedor, Mopoie dispara seis tiros de
264 Traducción de los textos
(Cita de C. V. Vliet)
... «Borongo tiene casi la misma esatura que Suronga {,..), pero es
más corpulento y mejor configurado. Su mirada inspira confianza.»
(Citas de G. Gustin)
... «Alto, esbelto, bien proporcionado; de labios finos, nariz recta, bi-
gote rizado, sin barba.»
... «Gendo (Bendo) viste a la usanza árabe; lleva cartuchera sudanesa.
Un boy de su séquito lleva su fusil, regalo de Ponthier. Es el hijo pre-
dilecto de Galia, del que es presunto heredero.»
Traducción de los textos 265
(Cita de A. Hutereau)
... «Ciertos difuntos se convierten en Bati o Engese Ingisí, recorren
las llanuras o los bosques de noche y atacan a las personas aisladas.
Según los indígenas, el Bali es visible durante un momento para la per-
sona a la que acecha, tiene aspecto de ser humano recubierto de una
piel de pez.»
(Citas de M. Lagae)
... «La cuestión estriba en si los azande asimilan Mboli a Tule. Todos
los que han aprendido a conocer a los azande deben saber que existe,
con respecto a Tule, toda una serie de leyendas que constituyen, con
las fábulas y los cuentos de animales, el folklore zande. Estos sangbwa
Tule, cuentos o dicho de Tule, se narran de noche en torno al fuego,
para regocijo de los asistentes. Este es ya un hecho importante. Porque,
nadie se llame a engaño, Tule no está rodeado de ningún respeto, como
tampoco lo está Eulenspiegel en nuestros propios cuentos. Tule aparece
en las diferentes leyendas como un personaje que presume de ser más
inteligente y más astuto que sus semejantes, pero que a menudo es des-
hancado por otro más ladino que él.»
... «En realidad, las mentiras y los robos de Tule que se mencionan
en las leyendas son innumerables, Pero ningún zande toma en serio las
hazañas y los desatinos de Tule. Estas cosas se cuentan, uno se ríe
de ellas y el tiempo pasa agradablemente. No hay que temer represalias.
Tule no es más que un personaje legendario.»
... «Qué contraste con el respeto que muestran a Mboli, el verdadero
Ser supremo que rige sus destinos. No induzcamos, pues, al error y no
impongamos a los azande unas ideas que les son totalmente ajenas.
¿Acaso no dicen ellos de Tute: es ira sawtya nga kü, que podría traducirse
en lenguaje europeo', es un tipo que hace el tonto? Están lejos de darle
la más leve sombra de culto o de elevarle la menor oración.»