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Habermas y la racionalidad comunicativa

como herramienta política

Teoría de la Comunicación
Profesor: Marcos Chilet Bustamante
Fecha: Julio de 2021
Nombre(s):
Total de palabras: 1485
Habermas y la racionalidad comunicativa como herramienta política.

La idea de racionalidad comunicativa de Jürgen Habermas nos presenta un modelo que busca
establecer canales comunicativos efectivos entre los participantes de las sociedades
democráticas. En su obra se encuentra una progresión teórica que apela a enfoques
filosóficos, sociológicos, lingüísticos y antropológicos. Habermas es sucesor de la filosofía
alemana prerromántica, crítico de La Ilustración y del positivismo, para ello recurre a la
crítica a la razón de la filosofía kantiana y a la idea de razón práctica asociada al principio de
autonomía (Schiller, 1990, p. 15). El enfoque teórico de la Escuela de Frankfurt influenció su
concepto de racionalidad comunicativa, entendido como “la tentativa de reconstruir
racionalmente las reglas universales y los presupuestos necesarios de los actos de habla
orientados al entendimiento, recurriendo para ello a la semántica formal, a la teoría de los
actos de habla y a otros planteamientos de pragmática del lenguaje” (Habermas, 1984, p.
192).

Habermas parte de algunos principios de la Escuela de Frankfurt, como la crítica a la noción


de razón instrumentalizada, al “afán del hombre de dominar la naturaleza” (Horkheimer,
1973, p. 184) y la universalización de esta, reconociendo su filiación con las dinámicas del
poder en detrimento del hombre y su libertad (Horkheimer y Adorno, 1998, p. 83). En
Dialéctica de la Ilustración, se presenta la idea de que: “El origen particular del pensamiento
y su perspectiva universal han sido desde siempre inseparables. Hoy, con la transformación
del mundo en industria, la perspectiva de lo universal, la realización social del pensamiento,
está de tal modo abierta, que por su causa el pensamiento es negado incluso por los que
dominan como pura ideología” (Horkheimer y Adorno, 1998, p. 90). De este trasfondo,
pensamos que surge la actualización conceptual teórico-pragmático de la noción de esfera
pública y racionalidad comunicativa de Habermas.

Entendemos por esfera pública el espacio social participativo estructurado a partir de las
acciones comunicativas. Habermas se opone a la idea de una esfera pública normativa, a la
idea de un espacio comunicativo prescriptivista que mueva a las masas a un objetivo. En
lugar de ello, la esfera pública de Habermas es descrita como ese espacio de la vida social
cotidiana, abierto, libre de coacción en el que se garantiza el acceso a todos los ciudadanos,
del que provendría la “opinión pública”, y que no estaría mediado por intenciones utilitaristas
ni restringiría la libertad de expresión de sus participantes (Habermas, 1974, p. 49).

En Habermas (1984) la racionalidad comunicativa sería una herramienta social que permitiría
la discusión de ideas, opiniones, los cuestionamientos y llegar al entendimiento de los
miembros de la sociedad. Las bases de este modelo se encuentran en el hecho de que los
actores sociales puedan argumentar y pedir explicaciones, para así poder encontrar la relación
con el otro en un marco común de información. En el fondo, la motivación tras la acción
comunicativa sería la búsqueda de consensos.

Habermas describe dos formas de acción claves: la acción racional de acuerdo a fines,
definida como aquellas en que “existen estándares de enjuiciamiento que tanto el agente
como su intérprete aceptan como válidos, es decir, como criterios de enjuiciamiento objetivo
e imparcial” (Habermas, 1984, p. 149), donde los participantes intentan llegar acuerdos en
base a funciones o expectativas específicas, contrapuesto a la idea de acción comunicativa,
sobre lo que Habermas señala lo siguiente: “En la acción comunicativa, incluso el inicio de la
interacción se hace depender de que los participantes puedan ponerse de acuerdo en un
enjuiciamiento intersubjetivamente válida de sus relaciones con el mundo” (Habermas, 1984,
p. 152). En esta, las intencionalidades son el entendimiento mutuo y el deseo de contribuir
con la formación de una esfera pública que permita interacciones comunicativas que
favorezcan las dinámicas sociales.

Estas dos formas de acción podrán conectarse con dos paradigmas: la idea de “sistema” como
estructura orientada a fines y la del “mundo de la vida”, construida por las experiencias
intersubjetivas de los participantes de la sociedad. En relación a este último, Habermas
presenta una visión sociolingüística, asociada a la idea de que el lenguaje y el conocimiento
están interconectados intrínsecamente al señalar lo siguiente: “El mundo de la vida sólo se
abre a un sujeto que haga uso de su competencia lingüística y de su competencia de acción.
El sujeto sólo puede tener acceso a él participando, al menos virtualmente, en las
comunicaciones de sus miembros y por tanto convirtiéndose a sí mismo en un miembro por
lo menos potencial” (Habermas, 1984, p. 160).

Para Habermas, la acción comunicativa está mediada por tres factores: Expresar el mundo
interno del actor, establecer una relación comunicativa con el oyente y plantear una
perspectiva del mundo exterior o la realidad compartida por ambos, es decir, por las
dimensiones cognitiva, moral y psicológica respectivamente. Habermas agrega que: “El buen
suceso de la acción comunicativa depende, como hemos visto, de un proceso de
interpretación en el que los participantes llegan, en el sistema de referencia de los tres
mundos, a una definición común de la situación” (Habermas, 1984, p. 167).

La teoría de acción comunicativa de Habermas se basa en la premisa de que los participantes


de las acciones comunicativas están en una condición de igualdad, es decir, que “hay que
suponer que los sujetos que actúan comunicativamente son capaces de criticarse
recíprocamente” (Habermas, 1984, p. 168). Las propuestas planteadas por Habermas apelan
a las funciones transformadoras de los actos de habla, al hecho de que construimos una
realidad política a través del conocimiento y que, así como se reemplazó un sistema político
durante La Ilustración, las teorizaciones y proyecciones para repensar la sociedad solo se
producirán a través de la creación y difusión de nuevas ideas.

En contraste, Dahlberg (2004) señala que sus teorías subestiman la penetración de las
estructuras de poder en el ámbito de interacción comunicativa diaria (p. 26) y que no tiene en
cuenta ni las asimetrías ni las jerarquías sociales, o el hecho de que muchos no pueden
expresarse en la esfera pública (p. 35). Por esto, se podrá pensar que la racionalización de la
acción comunicativa es muy idealista, ya que, al querer construir una sociedad en base a la
idea de racionalidad, se podrían generar espacios de exclusión, tal como lo señalan los
filósofos de la Escuela de Frankfurt en su crítica a La Ilustración (Horkheimer y Adorno,
1998). Por otro lado, en el universalismo romántico hay principios de imposición,
disparidades que se harían evidentes en el hecho de que la racionalidad comunicativa requiere
una concreción específica de “deber ser” o de concordancia ideológica entre todos los
participantes del cuerpo social, es decir: “La razón no proporciona otra cosa que la idea de
unidad sistemática, los elementos formales de una sólida interconexión conceptual”
(Horkheimer y Adorno, 1998, p. 130). Bourdieu (1998) explica que el capital cultural define
ciertas características en los sujetos, como su posición en la sociedad, condicionados por el
acceso a ciertos “mercados” o prácticas culturales u opiniones aferentes que están
interconectadas con el capital escolar, el origen social y el peso que estos traen consigo en el
sistema explicativo de prácticas y preferencias que se legitiman a través de ellos (p. 11).
Bourdieu señala que: “Por lo que respecta a las clases populares, no tienen, sin duda, ninguna
otra función en el sistema de posturas estéticas que la de contraste, de punto de referencia
negativo con respecto al cual se definen, de negación en negación, todas las estéticas”
(Bourdieu, 1998, p. 55), con lo que se podrá pensar que la ideas de Habermas idealizan el
contexto en el que se enuncian.

A partir de estos planteamientos, nuestras reflexiones en relación a la teoría comunicativa de


Habermas nos llevan a pensar en que este modelo nos invita a pensar en nuevas formas de
interacción social, a la búsqueda del entendimiento mutuo para generar espacios de inclusión
desde la democracia como sistema político, a pesar de que las condiciones sociales actuales
no están dadas para su implementación inmediata, debido a las diferencias y el desbalance de
información entre distintos grupos sociales. Como estudiantes de diseño, podemos ver su
propuesta como una búsqueda de soluciones a problemas puntuales, como un intento de
responder a una problemática y contribuir con el bienestar de la sociedad. Desde nuestra
opinión, el diseño como disciplina se encarga de esto, de idear y crear productos, servicios,
estrategias y modelos a usuarios finales, por lo que pensamos que la teoría de la racionalidad
comunicativa de Habermas se podrá describir como el diseño una herramienta social con la
que podría generarse un cambio en la forma en que actuamos dentro del modelo político de
las sociedades democráticas. Como estudiantes de diseño, entendemos que la construcción de
un canal comunicativo eficaz es clave, tanto para poder entender las necesidades del usuario
final, como para poder trabajar en pos de ofrecer una solución ajustada a sus demandas, en
este caso, orientada a estrategias y modelos políticos y sociales.
Bibliografía:

Bourdieu, P. (1998). La distinción: Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.

Dahlberg, L. (2014). The Habermasian Public Sphere and Exclusion: An Engagement with
Poststructuralist-Influence Critics. Brisbane: International Communication Association.

Habermas, J. (1984). Teoría de la acción comunicativa, I. Madrid: Editorial Taurus.

Habermas, J., Lennox, S., & Lennox, F. (1974). The Public Sphere: An Encyclopedia Article
(1964). New German Critique, (3), 49-55. doi:10.2307/487737

Horkheimer, M. (1973) Crítica a la razón instrumental. Buenos Aires: Editorial Sur.

Horkheimer, M. y Adorno, T. (1998) Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. 3a.


Edición. Madrid: Editorial Trotta.

Schiller, F. (1990) Cartas sobre la educación estética del hombre. Madrid: Anthropos.

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