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KORSTANJE, Maximiliano1
Abstract: The tendency to study and compare the Roman leisure like the base of the
modern tourism is an error which does not need further explanations. Nevertheless, it is
necessary to return for one minute to the fact that is observed in the modern in echoing
the life of Rome and Greece like archetypal model. The objective of this work is to
describe the leisure forms in the Rome Imperial from centuries I AC to I DC.
Introducción
Por algún motivo, existe una fuerte atracción por parte de algunos turismólogos
de recurrir constantemente a la historia del ocio y del tiempo libre en la antigua Roma,
como elemento comparativo a la época actual. En ocasiones, sin distinción alguna del
tema, varias obras comienzan haciendo una breve introducción histórica sobre la forma
que los antiguos romanos o griegos concebían al ocio. Si bien, este tipo de
introducciones pueden ser (en parte) ilustrativas; por lo general carecen de profundidad,
claridad o relación con en el tema que se estudia.
El siguiente artículo intenta, en primera instancia recopilar y criticar aquellos
trabajos que se han publicado hasta el momento, mientras que en una segunda etapa, se
intentará describir cuales han sido las prácticas de ocio más comunes al pueblo romano
y la relación que éstas tenían con las construcciones arquitectónicas, los banquetes
(gastronomía), los baños y los viajes. La metodología utilizada es cualitativa con arreglo
a consulta en fuentes bibliográficas. Aun cuando, el presente trabajo se encuentre
Norval en el año 1935. (NORVAL, 1935). Otros exponentes como Osvaldo Getino
explican que en Grecia antigua existían dos tipos de estratos sociales: los aristócratas y
los esclavos. A los primeros les estaba reservado el Scholé o también conocido como el
ocio, a los segundos su negación a-scholé. Análogamente a Grecia, en Roma los
ciudadanos también tendrían la posibilidad de practicar el otium (ocio) mientras los
esclavos el neg-otium (negación del ocio, negocio) (GENTINO, 2002).
Considera Norrild (2005) que
De este modo (al igual que Norval), Getino da un salto conceptual enorme y
presenta a las prácticas de los antiguos griegos y romanos como las formas elementales
del turismo moderno. En esta línea, el autor olvida (tal vez) que el Imperio ha recibido
aportes culturales de diferentes pueblos tales como celtas, egipcios, germanos, eslavos y
otros (KORSTAJE, 2007b). Por ende, trazar una línea directa entre Roma y Occidente
parece una hipótesis que requiere ciertos reparos. (GRIMAL, 2002)
Por otro lado, el investigador Cioce Sampaio considera que la civilización griega
fue un hito en la historia de la humanidad debido a su recontextualización y diseño de
fenómenos estéticos y naturales expresados en la filosofía moral y espiritual (resaltando
la solidaridad humana al bienestar individual). Aún con un desprecio manifiesto por los
extranjeros, el autor sostiene que Grecia es al intento de unidad humana como Roma lo
es al legado del Derecho. (CIOCE SAMPAIO, 2005, p. 293)
El problema que surge de esta interpretación es que (en primer lugar) hablar de
Grecia es referirse a varias ligas que incluso después de la muerte de Alejandro (323
AC) estuvieron enfrentadas durante largo tiempo. Desde este punto de vista, los griegos
no parecían ser tan unidos como sugiere el profesor Sampaio. Por otro lado, el concepto
de privación de derechos hacia los extranjeros sugiere una explicación más profunda y
extensa.
En realidad, no es que los griegos supusieran que los extranjeros (barbaroi) no
tenían derechos por sólo serlo, sino que era “el entendimiento” aquel elemento cultural
que marcaba la diferencia. Es decir, fue gracias a la influencia estoica que ordenaba el
mundo de acuerdo a la razón que quienes se pensaban “no poseedores de esa facultad”
eran considerados de menor jerarquía. No obstante, esto no nos autoriza a afirmar que la
civilización griega consideraba en forma discriminatoria a los extranjeros. Así, existían
tribus que daban indicios de la razón y otros que no. Para este época y esta forma de
pensamiento cuyo máximo exponente fue Zenón de Citio, la única diferencia entre los
hombres es aquella que existe entre que hace uso o no de la razón (y del alma), la
ciudadanía por lo tanto era abierta a todos los pueblos.
En sus comienzos, esas tribus de Lacio (romanos) significaban también una tribu
bárbara para las ligas griegas. No obstante, el espíritu helénico (occidental) alcanza
paulatinamente un nivel de transculturación influyendo en la construcción del imperio
romano gracias a la interacción económica y cultural entre ambas civilizaciones.
(GRIMAL, 2002) 2
Desde nuestro punto de vista, uno de los problemas principales que la mayoría
de estos trabajos no pueden resolver es el hecho de concebir ciertas prácticas
occidentales como producto exclusivo derivado de la antigüedad. Si bien esto, podría
explicar algunas cuestiones de base que hacen al turismo como hoy lo conocemos, esta
actividad mantiene una distancia considerable con respecto a la forma de ocio que
practicaban los romanos. En este sentido, concebir a las sociedades modernas como las
continuadoras de Roma no sólo se convierte en una tesis falsa sino también
ideológicamente sesgada (WOLF, 1993).
Esto trajo aparejado la siguiente pregunta: ¿Cómo se practicaba y cuales eran las
formas de ocio más comunes en la Roma de los emperadores?.
Precisamente, para responder a esta pregunta nos hemos servido del libro Vida
cotidiana en la Antigua Roma, publicado en 2007 por el profesor Ugo Enrico Paoli en
Editorial Terramar. En este trabajo, hemos recolectado, seleccionado y analizado las
diferentes formas de ocio que se daban dentro de la cotidianeidad del Imperio Romano.
Cabe aclarar, que por un tema de tiempo y espacio nuestro enfoque sólo se basa
en lo que los eruditos han denominado Alto Imperio, hasta la regencia o muerte del
Emperador Domiciano en el 96 DC.
Paoli sostiene que Roma comenzó a construirse por la unión de pueblos vecinos
y paulatinamente, a medida que se iba construyendo el Imperio acorde a nuevas
políticas de urbanización. Como ya es sabido, gran parte de la construcción y la
urbanización se llevaron a cabo en tiempos de Augusto. Confirma de esta forma, Paoli
(2007, p. 10)
llegaba hasta el mismo río Tiber. Si bien su aspecto fue cambiado en varias ocasiones,
el Foro fue el núcleo de la vida pública romana (además de funcionar como un gran
mercado -macellum).
Al respecto, Paoli (2007, p. 14) explica “El Foro se transformó; fue adquiriendo
cada vez más la magnificencia monumental que demuestran hasta hoy importantes
reliquias. El mayor esplendor del Foro empezó con César”. Luego, cada regente
contribuía a aumentar y embellecer este monumento. La calle principal era llamada via
Sacra, la cual partía del Sacellum Streniae pasando por la Velia hasta llegar al Foro.
La vida pública en el Foro terminaba a la hora quinta. Desde la salida del sol a la
hora décima ya el paso de vehículos estaba restringido. El profesor Paoli, nos explica,
que la cantidad de personas que se congregaban en el lugar era “enorme”. Asuntos
públicos, empresas privadas, cambistas, prestamistas, abogados, pompas fúnebres y
causas de Estado se fundían en lo que indudablemente fue el corazón de la ciudad
durante todo el Alto y el Bajo imperio.
Este pasaje es de suma importancia, pues por un lado revela el apego cultural e
identitario que el romano libre tenía hacia su ciudad mientras que por el otro, también
refleja una necesidad de distensión con arreglo a un no muy lejano desplazamiento
territorial. Una función muy similar (salvando las distancias) que en las ciudades
modernas cumplen hoy las plazas públicas.
Los negocios o mejor dicho tiendas, daban mucho dinero y eran muy rentables.
Éstas se identificaban, con un epígrafe que simbolizaba la actividad en cuestión y
ayudaba a potencial comprador a identificar la mercadería. Así, los cuchilleros
mostraban en sus relieves sus herramientas de trabajo, los vinateros, tazas y jarros; los
polleros, gallos y gallinas y las tabernas figuras de bebedores etc. Asimismo, en ciertas
horas la ciudad prohibía la circulación de los sillares, si alguno dejaba estacionado por
error, este elemento de transporte, era remolcado por infractor excepto a aquellos carros
que transportaban elementos destinados a la construcción.
La noche traía consigo un paisaje del que algunos temían pero otros ansiaban.
En ocasiones, si alguien quería salir debía hacerse acompañar por un esclavo con
antorchas; no era extraño encontrarse con ricos totalmente borrachos, vagabundos,
legionarios que salían de las tabernas o los prostíbulos, y gentes que volvían de los
banquetes. La noche parecía también estar destinada para todos aquellos que
abandonaban a escondidas su residencia para entregarse a los más denigrantes excesos.
En efecto, el Capítulo I de la presente obra, describe en forma elocuente los
diferentes emplazamientos arquitectónicos y la vida social que se levantaba en torno a
ellos; como así también no deja de mencionar los diferentes contrastes que existían
entre los sectores privilegiados y los no privilegiados en los primeros pasos del Imperio.
Por una cuestión de orden metodológico y espacio, sólo nos vamos a ocupar de
comentar aquellos capítulos destinados al ocio y a la recreación como ser el seis (el
banquete), diecinueve (los baños) y veinte (los viajes).
Por encontrarse fuera de los círculos urbanos y sobre todo de Roma (donde se
focaliza nuestra reseña), hemos decido prescindir de abordar los capítulos tres y doce
escritos con referencia a las casas de campo y la Villa de Pompeya respectivamente. En
otras palabras, sólo nos ocuparemos en esta ocasión del ocio urbano.
El banquete
de las mesas, que eran los muebles más hermosos de la casa, y de las
cuales se mostraban los hombres tan ambiciosos como las mujeres de
las joyas … La mesa que servía a los comensales cómodamente
echados en los lechos triclinares, era redonda; en ella eran puestos los
manjares y un recipiente con el vino (lagoena): los comensales se
podían servir a su voluntad. También el salero (salium) quedaba
siempre a su disposición, y la botella del vinagre (acetabulum). Para
sostener los platos con los manjares, se usaba un mueble especial
llamado repositorium ... los comensales comían echados de través con
el codo del brazo izquierdo apoyado en un cojín y los pies vueltos
hacia la derecha.
Por último, cabe mencionar que durante la cena, se recitaban poemas, cuentos
(comentados por esclavos, poetas, moriones o bufones) y otros menesteres que
entretenían (en ocasiones) a los comensales, aunque también existen testimonios que
nos hablan de lo aburridas que podían llegar a ser estas reuniones. Todo dependía del
contexto, el momento, y la unión entre el anfitrión y el huésped.
Durante ciertas regencias (sobre todo la Claudia), estuvo de moda organizar
batallas de gladiadores durante las cenas, aunque esto no era aprobado por todos, y con
el devenir del tiempo cayó en desuso. Es de suponer que durante la era imperial, esta
clase de eventos aumentaron significativamente acorde también aumentaba el poder, la
riqueza y el prestigio de Roma. Esta forma de rituales, posiblemente hicieron más
asimétricas las distancias sociales entre los grupos que conformaban la sociedad, sobre
todo amos y esclavos.
Los Baños.
Los tipos de baños iban desde los más restringidos hasta los populares, de todos
los tamaños y colores. Los primeros, estaban orientados hacia una parte de la sociedad
romana que no deseaba el bullicio sino una tranquilidad más privada. Por el contrario, el
baño público era un lugar de concurrencia masiva en donde se paseaban tenderos, o
posaderos ofreciendo sus mercaderías.
Las Therma e o baños públicos eran parte del Estado, pero éste las cedía en
arriendo a un empresario (conductor), quien exigía una módica suma de dinero por el
Los Viajes
Tema muy diferente a los baños, eran los viajes en la antigua roma. El autor, en
el capítulo veinte, se encarga de analizar por separado la forma en que se realizaban
estos desplazamientos y los vehículos utilizados para tal fin.
Las familias patricias tenían como costumbre enviar a sus hijos a Grecia para
recibir clases retórica y filosofía. Sin embargo, las razones que impulsaban un vieja no
eran sólo por educación. Los romanos “viajaban para ir a la sede de sus estudios, para
ejercer cargos en provincias, por razones militares o de comercio, para visitar los
monumentos más famosos o sencillamente para sacudir el aburrimiento.” (PAOLI,
2007, p. 333)
En este sentido, el canal marítimo era siempre el más preferido, por las
comodidades y la rapidez en comparación con el desplazamiento terrestre. Un
obstáculo, muy interesante de la época era el mal equipamiento, la atención o la falta de
posadas en territorios que se ubicaban fuera de las áreas urbanas. Como detalle, Paoli
afirma “los antiguos ignoraban la industria de los grandes hospedajes, que es
verdaderamente una conquista moderna”. (Ibid., p. 333)
Si bien la toga era la vestimenta que llevaban los viajeros oficiales, en la
mayoría de los desplazamientos de ocio, el romano vestía una túnica sobre la cual se
colocaban una capucha llamada paenula. La túnica también se colocaba de una manera
especial para no ser un obstáculo para el movimiento; ésta podía ir sujeta en la cintura o
en una bolsa.
Finalizando el capítulo, Paoli describe los vehículos que se utilizaban para realizar los
viajes. Estos podían ir desde el currus, o vehículo de ceremonias, los cuales estaban
destinados a las entradas de triunfo o en los circos, hasta los carros gaélicos
propiamente dichos. Asimismo, las literas eran las formas de desplazamientos urbanas
más comunes y una de las pocas (sino la única) permitida por ley.
Nuestro autor nos sugiere
Conclusiones
La obra del profesor Ugo Enrico Paoli la vida cotidiana de la antigua roma, es
un trabajo ya clásico y literatura obligada para todos aquellos antropólogos,
turismologos, historiadores y arqueólogos que intenten estudiar las formas de ocio en la
Roma Imperial. La facilidad de redacción y la sencillez de sus comentarios, ofrecen al
lector una de las descripciones mejor narradas de la vida cotidiana en roma.
REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS
PAOLI, Ugo Enrico. La vida cotidiana en la Antigua Roma. Buenos Aires: Terramar
Ediciones, 2007.
SAMPAIO, Carlos Alberto Cioce. “El turismo como fenómeno histórico”. In.: Estudios
y Perspectivas en Turismo. Vol. 13. n. 3 y 4. p. 290-302, 2005.
WOLF, Eric. Europa y la gente sin historia. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 1993.
1
Licenciado en Turismo por la Universidad de Morón (Argentina) y candidato a Doctor en
Psicología Social por la Universidad John F. Kennedy (Argentina). En la actualidad se
desempeña como profesor del Executive MBA in Internacional Hotel Management de la École
Supérieure VATEL (Escuela Internacional en Administración Hotelera y Turística).
2
Hecho que obviamente no sucedió (por varios motivos) con Cartago.