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Espíritu, Persona y Sociedad

Heidy Yelisa Vergara Naranjo 1

En el presente texto, se menciona que; el individuo como objeto para sí, en cuanto
composición social que nace a partir de la vivencia social, sus interacciones y las actitudes
de la sociedad, internalizando estas últimas por medio de la comunicación significante y de
esta forma hacer la diferencia entre la sociedad, denominado el “otro generalizado” y el
individuo, por medio del proceso interno diferenciado entre el papel de “yo” y “mi”.
Explica los periodos del desarrollo del individuo, capaz de convertirse en un ente solitaria,
empero jamás concebido como surgido fuera de la vivencia social.

La base de todo se fundamenta en una plática de gestos donde el enunciado de uno


genere una actitud, una reacción, una contestación a causa de la sociedad estructurada que
uno es capaz de internalizar. Por medio de la charla de gestos la sociedad lo modificada a
uno y uno, por medio de las actitudes organizadas internalizadas modifica a la sociedad, y
es en esta dinámica constante es que se crea el desarrollo del individuo.

En el texto se muestra el ejemplo de un juego de béisbol, donde cada jugador tiene


un papel exclusivo y primordial para conseguir el propósito propuesto, y aun cuando el
infante puede tomar, de vez en cuando, cualquier papel, el que se le ha asignado fue en
funcionalidad de lo cual requiere, de lo cual es capaz de hacer el infante y la sociedad que
lo circunda, y no puede abandonarlo en cualquier instante, pues la meta es además suya. El
infante adopta las actitudes de la sociedad ante sí, y además adopta actitudes de él mismo
ante la sociedad, se vuelve el deporte entonces un caso muestra de cómo se forma la
personalidad estructurada.

Esto no pasa cuando pasa a la etapa del deporte, pone el ejemplo de un juego de
béisbol, donde cada jugador tiene un papel único y elemental para lograr el objetivo
planteado, y aunque el infante puede tomar, ocasionalmente, cualquier papel, el que se le ha

1
Estudiante de segundo semestre de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
Pedagógica y Tecnológica de Colombia UPTC, sede Tunja – Boyacá.
asignado ha sido en funcionalidad de lo que necesita, de lo que es capaz de hacer el infante
y la sociedad que lo rodea, y no puede abandonarlo en cualquier momento, puesto que la
meta es además suya.

En el ejemplo del deporte, el mí es la actitud de la sociedad que espera que la


persona corra a conseguir la pelota, el mi examina el caso, examina las secuelas y la mejor
elección, es capaz de adoptar las series de actitudes de manera estructurada de la sociedad,
empero no realiza la actitud, esta es elaborada por el yo, y pese a que el mi sepa lo cual se
tiene que hacer, y que el yo posiblemente realice esto, jamás se conoce exactamente que va
a pasar.

Es por esta característica del yo que el individuo es capaz de cambiar su ámbito, la


creatividad, por consiguiente, estaría radicada en la actitud del yo. El artista o el poeta
huirían un poco de lo cual el mi les exige que realice aun cuando no constantemente en
otros términos de esta forma. El jefe sin embargo, podría ser el que la actitud del yo es la
que mejor representa la actitud de mí, el jefe realizaría exactamente, o más fielmente lo
cual la sociedad desea que realice, y aun cuando en los gigantes hitos de la historia se
identifican gigantes personajes como dirigentes, los cambios en la sociedad se conducen a
cabo por períodos más largos de tiempo y por medio de cambios imperceptibles, las
reacciones o actitudes de cada persona y su yo ante pequeñas actitudes del otro
generalizado, la sociedad o la organización que ha realizado esta sociedad por juntar las
exigencias de la mayor parte.

El yo otorga la sensación de independencia, de novedad, ya que recuerdo, ni el mí ni


el yo saben cómo se va a reaccionar frente a la actitud de la sociedad, que le muestra
constantes retos, que permanecen adoptadas en una secuencia de actitudes organizadas
internalizadas en el mí.

Ambos, el mí y el yo, trabajan por separado en el proceso sin embargo dependen uno
del otro, reaccionan uno al otro, constituyendo una personalidad de la misma forma que
surge en la vivencia social. El individuo, como hemos dicho inicialmente, en un proceso,
una vivencia social, que es hecha por estas dos etapas distinguibles que conforman la
personalidad.

Las actitudes organizadas que ha internalizado el sujeto en su proceso de desarrollo a


través de la experiencia social, son conocidas como actitudes sociales, que son más que los
papeles, que de forma lúdica, interpretaba el niño sin una real internalización.
Somos, por consiguiente, causantes de la sociedad que habitamos y ocupamos el lenguaje
como instrumento para realizar nuestras propias actitudes, que adquieren sentido en una
plática de gestos.

En la práctica supone que uno podría asesinar a un animal pues este no posee
derecho. No posee personalidad capaz de reaccionar frente a un problema que se le
muestra. Lo que pasa es que el individuo le asigna personalidad al animal al hablarle,
ejemplificando, le asigna personalidad al objeto inanimado al enfurecerle con él, por ello se
defiende al animal u objeto inanimado, se le atribuye una personalidad, que de acuerdo con
el planeamiento, no tendría.

Rememorando el juego de papeles de los chicos en la fase previamente del deporte,


una vez que el infante juega a ser policía y comienza a guiar el tránsito, entonces levanta la
mano. Empero una vez que el policía de maduro, a lo largo de la calle levanta la mano y
para el tránsito, el comportamiento deja de ser un juego para convertirse en lo “subjetivo”
del proceso social. Levantar la mano realmente no significa nada, sino hasta que la sociedad
le da un signo y le da a una de las instituciones creadas por ella la capacidad de llevarla a
cabo.

El hecho de que un grupo de personas se haya formado dentro de las mismas


experiencias sociales, que todas sean reflejo de la comunidad, de las actitudes sociales
adoptadas, no significa en ningún momento que sean todas iguales. Cada estructura de la
persona representa un punto de vista distinto de abordar las relaciones sociales, existe una
pauta de cada individuo que forma la estructura con la cual reacciona de manera única ante
las actitudes sociales presentadas.
Al tener actitudes distintas van emergiendo distintas necesidades, como la de
sobresalir dentro de la comunidad, siempre con el denominador de que el reconocimiento es
parte importante al ser seres surgidos del proceso social. Cuando las reales posibilidades del
yo son insuficientes para cumplir objetivos ocurre el sentimiento de inferioridad. El
sentimiento de superioridad en cambio, se da cuando se reconoce la labor, la reacción del
sujeto en la comunidad, hay que cuidarse sí de vanagloriarse de ésta situación porque
podría suceder el efecto contrario. Un ejemplo, cuando alguien se cae existe una tendencia
inmediata a sorprendernos con lo que acaba de suceder, uno se puede compadecer de la
persona pero estará pensando “por suerte no fui yo”, y la risa afloraría como liberador de la
tensión que nos provoca el tratar de ayudar y “sentir su dolor” sin vanagloriarse del
sentimiento de superioridad que provoca el que la otra persona se haya caído y no uno.

Finalmente, la idea de que la persona es un desarrollo, se forma como tal dentro de


una comunidad social, basado en las experiencias sociales que es capaz de desarrollar a
través de su personalidad, definida como los mecanismos del mí y el yo, implica,
necesariamente, la existencia de una sociedad antes que el individuo, en contraste con otras
teorías que posicionan a la persona como primero. Basados en todos los argumentos
expuestos, la persona se forma conciencia de sí en contraste con lo que es capaz de ver, de
internalizar sobre las actitudes de los otro.
Referencias

Mead, G. (1982). Espíritu, persona y sociedad. Ediciones Paidós Básica.

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