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Diócesis de Tlaxcala
Comisión Diocesana para la Pastoral Litúrgica
Portada
La Salvación nos viene de Cristo
Óleo sobre tela
Parroquia de Santa Inés Mártir, Zacatelco.
Fotografía de Luis Enrique Moreno P.
Contraportada
Niños mártires de Tlaxcala , acrílico sobre tela
Fray Gabriel Chavéz de la Mora, osb
Arq. Jaime Domínguez Montes
Diseño
Comisión Diocesana
para la Pastoral de la Comunicación Social
Diócesis de Tlaxcala
Catequesis sobre el
Sacramento de la Eucaristía
Año Jubilar Eucarístico
I ntroducción
Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entrega-
do, instituyo el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para
perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y
confiar así a su esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte
y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de
amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se lle-
na de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura1.Con estas
palabras podemos afirmar que la eucaristía es un regalo hermoso
y sublime que Jesús nos dejó, es fuente y cima de toda la comuni-
dad cristiana2, y así lo entendió la comunidad desde sus orígenes.
Y así lo ha vivido la Iglesia a través de los siglos.
Según cuenta Bernal Díaz del Castillo que los españoles en-
traron a la ciudad de Tlaxcala en septiembre de 1519. Ahí fueron
recibidos por los cuatro Caciques tlaxcaltecas y por toda la po-
blación, y, ante ellos, el Padre Juan Díaz celebró la primera Euca-
ristía en Tlaxcala3.
Este acontecimiento es el motivo por el cual la Diócesis de
Tlaxcala está celebrando el “Año Jubilar Eucarístico”, pues en
septiembre de 2019 se cumplirán los 500 años de dicha cele-
bración, que marcaría el comienzo de una nueva etapa en la vida
de nuestros pueblos. En efecto, la predicación testimonial del
Evangelio, la celebración dignísima de los sacramentos y la vida
de caridad de los primeros evangelizadores, fueron los medios
por los cuales el Espíritu Santo convertiría a Tlaxcala en morada
del Hijo de Dios hecho Carne.
Los católicos tlaxcaltecas vemos el Año Jubilar como un momen-
to oportuno para procurarnos y procurar al pueblo de Dios una me-
jor comprensión y participación en el sacramento de la Eucaristía.
1
SC 47.
2
LG 11.
3
B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España
(México 2005) cap. LXXVI, p. 131.
5
Año Jubilar Eucarístico
I. Aspecto bíblico teológico
del S acramento de la E ucaristía
Objetivo:
Como fieles católicos, a la luz de la Sagrada Escritura, queremos
redescubrir la centralidad de la Eucaristía como el acontecimiento
- memorial de nuestra redención, para darle su lugar primordial en
la catequesis, en la liturgia y en la vida cristiana.
1.- ¿Qué es la Eucaristía?
Desde el punto de vista bíblico, la Eucaristía es, ante todo, la entrega
del don del Cuerpo y la Sangre de Jesús a sus discípulos, como me-
morial de su entrega por la humanidad (cf. Lc, 22,19; Mc 14,24), que
él mismo ordenó a sus Apóstoles celebrar hasta su retorno (cf. 1Co
11,26) y con el cual también los constituyó sacerdotes del Nuevo
Testamento diciéndoles: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19).
Por lo tanto, la celebración de la Eucaristía es el banquete festi-
vo de los creyentes. Es la mesa donde Jesús Resucitado nos reúne
como sus amigos, nos escucha y nos instruye como nuestro Pastor,
nos sana de las heridas del pecado, se entrega como Pan de Vida
eterna y nos envía a buscar a la oveja perdida: Ite Missa est.
2.- ¿Qué relación existe entre la cena de Pascua y la Eucaristía?
La relación se da porque Jesús escogió la Cena de Pascua judía
(cf. Mc, 14, 12-21; Mt 26,17-25; Lc 22,7-23) como contexto para
entregar a sus discípulos el don de su Cuerpo y de su Sangre, de
acuerdo con lo anticipado en la Sinagoga de Cafarnaúm: “Y el pan
que yo daré es mi carne. Yo la doy para vida del mundo” (Jn 6,51).
Ciertamente, para los judíos la máxima experiencia de sal-
vación tuvo lugar en la cena de Pascua. Esta comida anticipó su
liberación de la esclavitud de Egipto y su conducción por el desi-
erto, donde sería alimentado con el maná del cielo (cf. Ex 16,14),
7
Año Jubilar Eucarístico hasta la entrega de la tierra de promisión, que mana leche y miel,
y que sellará la Alianza de Dios con su pueblo: “Ahora… si guardáis
mi Alianza (berit), vosotros seréis mi propiedad personal… seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,5-6).
En tiempos posteriores, la narración de la salida de Egipto (hag-
gadá), junto con la manducación de los panes ázimos (mazzot) y
del cordero pascual (bekor), constituían el núcleo de la conmem-
oración pascual. Ahora bien, Jesús se sirvió de estos elementos al
instituir la Eucaristía, pero les dio un significado totalmente nue-
vo: el pan entregado será su Cuerpo y el vino será la Sangre de
la Alianza nueva y eterna, pues Cristo mismo es nuestro Cordero
Pascual (cf. 1Co 5,7).
3.- ¿Cómo se desarrollaba la cena de Pascua?
Para los judíos la fiesta de Pascua no es solo un recuerdo lejano de
su liberación de Egipto, sino que es un verdadero memorial. Los
comensales de la fiesta se convierten en coetáneos de la historia
salvífica conmemorada, pues “en cada época, todos están obliga-
dos a verse a sí mismos como si personalmente hubiesen salido de
Egipto” (Pes 10,5bc).
En tiempos de Jesús, ésta fiesta era preparada con cuidadosas
rúbricas. Entre sus momentos centrales destacamos los siguientes:
a) La fiesta tiene lugar el día 14 de Nisan (Jn 19,31).
b) Cada familia prepara un cordero pascual desde al
menos cuatro días antes (Ex 12,3).
c) El padre de familia, o su representante, sacrifica el
cordero pascual en el Templo, por degollación (para
desangrarlo), un día antes (hacía las 14:30 hrs.).
d) El banquete pascual es precedido por un breve ayuno
que comienza hacia las 15:00 hrs. Todos debían llegar
con un poco de hambre a la cena pascual.
e) La cena inicia cuando comenzaba el día, después de las
18:00 hrs.
f) La fiesta tiene lugar en una sala o en una tienda en las
afueras de Jerusalén
8
g) Los comensales se recuestan en el piso
9
Año Jubilar Eucarístico o) Como preparación al banquete-memorial simbólico se
lavan las manos recitando una alabanza a Dios.
p) El padre de familia toma el pan y lo bendice diciendo:
“Bendito seas tú, Señor, dios nuestro, Rey del mundo,
que haces brotar el pan de la tierra”. Los comensales
respondían “Amén”. Entonces el padre rompe el pan y
lo reparte a los presentes.
q) En este momento Jesús tomó el pan, lo repartió y dijo:
“Esto es mi Cuerpo” (cf. Mc 14,22; Mt 26, 26 ).
r) Aquí tuvo lugar el mandato: “Hagan esto en memoria
mía” (Lc 22,19)
s) Sigue la bendición sobre la carne del cordero pascual:
“Bendito seas tú, Señor, Dios nuestro, rey del mundo,
que nos santificas con tus mandamientos y nos man-
das comer la pascua”. Entonces se come el cordero
sacrificado (zebah) con el pan ázimo. De nuevo se la-
van las manos y no comen hasta el día siguiente.
t) La conclusión del banquete comienza con la invitación:
“Alabad a nuestro Dios, a él pertenece lo que hemos
disfrutado”. Luego el mayordomo llena una tercera
copa de vino (de berakáh = bendición) y la bendice dic-
iendo: “Bendito seas tú, Señor, Dios nuestro, Rey del
mundo, que mantienes a todo el mundo con tu bondad,
favor y misericordia”. Los comensales respondían con
un “Amén”, y enseguida todos bebían de ella. Esta copa
debía contener tres cuartas partes de agua y solo una
de vino.
u) Con la tercera copa Jesús pronunció las palabras: “Ésta
es mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna” (cf.
Mt 26,30; Mc 14,26; Lc 22,20).
v) Se recita la segunda parte del Hallel (Sal 115-116)
w) Se sirve una cuarta copa (de Hallel = alabanza) y se
bebe acompañada de un himno (cf. Mt 26,30).
Para los judíos la celebración de este memorial no solo
10
hace presente el pasado y lo proyecta hacia el futuro, sino
11
Año Jubilar Eucarístico • roció al pueblo con la otra mitad de la sangre, al ti-
empo que dijo: “Ésta es la sangre de la alianza, que
Yahvé ha concluido con vosotros” (Ex 24,8) y,
• tras el pacto, Moisés y los ancianos pudieron ver a
Dios en el monte “y comieron y bebieron” (Ex 24,11).
c) El mandato de perpetuar el memorial de su sacrificio
y la institución del sacerdocio. Después de entregar
el don de su Cuerpo Jesús ordenó a su discípulos:
“Hagan esto en conmemoración mía” (Lc 22,19). La
Iglesia así lo entendió, pues en las comunidades pau-
linas encontramos a los Apóstoles haciendo lo que el
Señor había les mandado (cf. 1Co 11,24-25).
5.- ¿Por qué Jesús se hizo comida para sus discípulos?
En la acción de comer y beber el hombre constata que la fuente
de su vida no está en sí mismo y que recibir el alimento es una
condición fundamental de su existencia. En el pueblo de Israel la
invitación y aceptación en la propia mesa supone una declaración
de amistad y de respeto, de paz y fraternidad, en definitiva, una
alianza de vida.
Por esta razón, los tratados de paz y las alianzas quedan sella-
dos con un banquete (cf. Gen 14,18; 26,30; 31,54; Ex 18,12). La
raíz del término alianza (berit) indica “ligar”, y entre los pueblos
semitas se hacía mediante un pacto de sangre y una comida (cf. Ex
24, 5-11).
De este modo, durante la Última Cena Jesús se entregó como
comida y bebida para sus discípulos con la finalidad de partici-
parles de su sobreabundante Vida Divina y de establecer con ellos
una alianza de vida. Consecuentemente, los comensales del Cuer-
po y la Sangre de Cristo en la Santa Misa no solo reciben la semilla
de la inmortalidad (cf. Jn 6,51) sino que también renuevan la Alian-
za nueva de su pertenencia al pueblo de Dios.
12
6.- ¿La Biblia atestigua que los Apóstoles celebraban la Santa
4
S. Justino, apol I, 65-67, txt. cit. en CatIC 1345.
13
Año Jubilar Eucarístico 9.- ¿En qué consiste la presencia de Cristo en la Eucaristía?
Quiero insistir que la presencia de Cristo en la Eucaristía no es un
mero “estar ahí” escondido, sino que es la disponibilidad de Cristo
para atender a su Iglesia y cuidar de ella, como lo expresa San Pab-
lo en Ef 5,29. Este concepto también incluye la aceptación de ese
cuidado por parte de la Iglesia. En fin, la presencia real de Cristo
en la Eucaristía posee tres dimensiones:
a) Es presencia espiritual y personal de Cristo glorifica-
do como agente principal de la realización del sacramento.
b) Es presencia memorial de su obra de salvación, y
c) Es presencia corporal sustancial de la persona de Cris-
to bajo las especies de pan y vino, que se da por la con-
versión de la sustancia del pan en Cuerpo de Cristo y
de la sustancia del vino en Sangre de Cristo, permane-
ciendo los accidentes o la apariencia. A esta explicación
la Iglesia le ha llamado transubstanciación.
Cuánta razón tiene el pueblo de Dios cuando celebra la
Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, entonando:
14
Año Jubilar Eucarístico
II. La Eucaristía:
pasajes eucarísticos
en los padres de la I glesia .
Objetivo:
Mostrar algunos pasajes patrísticos sobre el sacramento de la
Eucaristía, utilizando la metodología pregunta-respuesta con un
texto patrístico, siguiendo el esquema que ahora marca el misal
romano.
1.- ¿Qué dice la Didaché sobre el sacramento de la Eucaristía?
Acto penitencial: «Reunidos cada día del Señor, romped el pan y
dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de
que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel que tenga contienda
con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se
hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio»5.
2.- Según San Justino Mártir ¿Qué textos se leen en la liturgia de
la palabra?
Liturgia de la palabra: «El día que se llama del sol se celebra
una reunión de todos los que moran en las ciudades o en
los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite,
los recuerdos de los Apóstoles (evangelios) o los escritos
de los profetas»6.
Homilía: «Luego, cuando el lector termina, el presidente
de palabra hace una exhortación e invitación a que
imitemos estos bellos ejemplos»7.
Preces; San Justino Mártir8, nos dice:
5
Didaché 14.
6
Justino Mártir, Primera Apología 66.
7
Ibid.
8
Nacido en Flavia de Neápolis de Samaria a principios del siglo II, fue un gran re-
torico y maestro. Alrededor del 135 enseñaba filosofía en Asia menor cuando se
convirtió al cristianismo. En roma fundo la primera escuela catequética de la cual
fue nombrado maestro.
15
Año Jubilar Eucarístico «Nosotros, después de así lavado el que ha creído y se ha ad-
herido a nosotros, le llevamos a los que se llaman hermanos,
allí donde están reunidos, con el fin de elevar fervorosa-
mente oraciones en común»9.
«Seguidamente (después de la exhortación) nos
levantamos todos a una y elevamos nuestras preces»10
3.- ¿Por qué se ponía el rito de la paz antes de la presentación de
las ofrendas?
Parece indicar que el rito de la paz que ahora tenemos después de
rezar el Padrenuestro, en los orígenes se ubicaba momentos an-
tes de la presentación de los dones. El texto del evangelio de San
Mateo nos dice “deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve a rec-
onciliarte primero con tu hermano, y después ven y presenta tu
ofrenda” (Mt 5, 24). Es concorde tratar de poner las cosas en paz
con Dios y con los hermanos antes de iniciar la liturgia eucarística.
Además el testimonio de San Justino nos confirma:
«Terminadas las oraciones nos damos mutuamente ósculo de paz»11.
4.- ¿En qué documento patrístico encontramos el ejemplo de un
prefacio eucarístico?
San Hipólito de Roma aproximadamente en el año 215 reunió
normas de la Iglesia que se pasaban de viva voz, bajo el título de
Tradición Apostólica. Tal vez sea el primer testimonio de como ini-
cia el prefacio: son las mismas palabras que conservamos.
«En seguida los diáconos le presenten la oblación (al
Obispo) y él, imponiendo sobre ellas las manos, junto
con todo el presbiterio, diga en acción de gracias12; «El
Señor este con vosotros».
Y todos respondan: «Y con tu espíritu».
Diga el Obispo: «Arriba los corazones».
Responda el pueblo: «Los tenemos hacia el
Señor».
El celebrante diga: «Demos gracias al Señor
9
Justino Mártir, Primera Apología 65.
10
Ibid, 67.
11
Ibid, 65.
12
Hipólito de Roma, Tradición Apostólica
16 4.
Nuestro Dios».
17 IGNACIO GONZALES C., Bendijo el pan y lo partió (Mc 6,41), México 1999, p.
141.
18 Un texto más completo es el número 66 de la misma apología: “Este alimento se
llama entre nosotros «eucaristía», de la que a nadie es lícito participar, sino al que
cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remis-
ión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a
la manera que Jesucristo, nuestro salvador, hecho carne por virtud del Verbo de
Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por
virtud de la oración al Verbo que de Dios procede, el alimento sobre que fue dicha
la acción de gracias –alimento de que, por transformación, se nutre nuestra sangre
y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado. Y es así
que los apóstoles en los recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos
transmitieron que así les fue a ellos mandado”.
19 Irineo nació en Esmirna aproximadamente en el 130/135. Emigró a Lyon
donde era presbítero por el año 177, fue enviado por el clero de su ciudad a Roma
para consultar al Papa Eleuterio, acerca de las falsas doctrinas, al regresar a Lyon
halló la comunidad muy dividida. Los textos que presento son de su obra contra
las herejías.
18
«Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias
20 Debemos recordar que los gnósticos negaban que la carne fuera buena, apli-
caban a la sustancia material la corruptibilidad. Por lo tanto Irineo dice: Son en-
teramente vanos quienes desprecian toda la economía de Dios, cuando niegan la
salvación de la carne y menosprecian su regeneración, diciendo que no es capaz
de hacerse incorruptible. Si esta carne no es salvada, entonces el Señor no nos ha
redimido con su sangre, ni la copa de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni
el pan que partimos es comunión con su cuerpo .Porque la sangre no puede salir
si no de las venas, de la carne, de todo el resto de la sustancia humana, en todo
esto se convirtió el Verbo de Dios, que nos ha redimido con su sangre. Como dice
el apóstol: por obra del cual tenemos la redención por su sangre, la remisión de
los pecados. Por el hecho de que nosotros somos sus miembros, y somos nutridos
por medio de la creación, creación que el mismo nos procura, haciendo surgir el
sol y que hace caer la lluvia según su voluntad, aquella copa, que es traída de su
creación, él la ha declarado su propia sangre, por medio de la cual se fortifica nues-
tra sangre; el pan que es traído de su creación, Él lo ha declarado su propio cuerpo,
por medio del cual es fortificado nuestro propio cuerpo. CH V, 2, 2
21 IRINEO DE LYON, Contro le eresie /2, trad. de Augusto Cosentito, Roma
2009, p. 203-ss.
19
Año Jubilar Eucarístico San Cipriano de Cartago enfrento una costumbre errónea,
algunos no mezclaban el vino y el agua, ofrecían solo agua,
eran conocidos como los acuíferos. Leamos con atención:
«En efecto, así como Cristo nos llevaba a todos y cargaba
con nuestros pecados, así vemos que en el agua está
figurado el pueblo y en el vino la sangre de Cristo. Cuando
en el cáliz el agua se mezcla con el vino, es el pueblo el que
se une a Cristo, es la multitud de los creyentes la que se
adhiere y une a aquel en el que creyó. Esta estrecha unión,
esta mezcla del agua y el vino en el cáliz del Señor, ya no se
puede deshacer. Por eso nada podrá separar a la Iglesia de
Cristo; nada podrá separar de Él al pueblo que está en la
Iglesia y que fiel y firmemente persevera en la fe, sino que
siempre estará unido a Él por el amor inseparable. Por ello
cuando se consagra el cáliz del Señor no se puede ofrecer
solo agua, como tampoco se puede ofrecer solo vino. En
efecto, si se ofrece solo vino, entonces la sangre de Cristo
está presente sin nosotros; si sólo se ofrece agua, es el
pueblo que está presente sin Cristo.
En cambio, cuando ambos se mezclan y se hacen una
sola cosa fusionándose, entonces se realiza el misterio
espiritual y celestial. Así el cáliz del Señor no es agua sola
o vino solo, sino una mezcla de ambos, como tampoco el
cuerpo del Señor puede ser harina sola o agua sola, sin la
mezcla de ambas y su unión, que es la que permite obten-
er el pan. La unidad del pueblo cristiano está figurada en
este misterio; así como muchos granos reunidos y moli-
dos juntos hacen un solo pan, así en Cristo, que es el pan
del cielo, sabemos que hay un solo cuerpo, en el que es-
tamos unidos y fundidos todos nosotros»22. Carta 63. 13
7.- San Cipriano habla de la mezcla del agua y el vino ¿explica que
representa el agua y que representa el vino?
Es el primer tratado eucarístico de la historia del cristianismo.
El asocia la Eucaristía a la pasión, muerte y resurrección de Cristo,
al cual se une el sacrificio de los fieles, en la Eucaristía se encuen-
22
El texto es obra de GIL J.A –TAMAYO, Obras completas de san Cipriano de Carta-
go, Madrid 2013, p. 763.
20
tra plena unidad23 en Cristo, como el agua que se mezcla con el
Rito de comunión
8.- ¿Quién debe repartir la comunión a los fieles?
«Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra acción de
gracias (Eucaristía), sino los bautizados en el nombre del
Señor, pues acerca de ello dijo el Señor24: No daréis lo santo a
los perros (Mt 7,5)».
«Una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado
todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman ministros
o diáconos dan a cada uno de los asistentes parte del pan y
del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo
llevan a los ausentes25».
«Ahora viene la distribución y participación, que se hace
a cada uno de los alimentos consagrados por la acción de
23
Cipriano en su teología subraya con fuerza la relación entre la Eucaristía y la
unidad de la Iglesia. A la ecclesia una, considerada en su unidad y unicidad, corre-
sponde el unum altare, es decir, la unicidad del mismo sacrificio de Cristo, perpet-
uado en su Iglesia a través de la Eucaristía. fuera no hay: ni altar ni Iglesia, ni se
realiza la Eucaristía (Ep. 70, 2, 2).
24
Didaché IX, 5.
25
Justino Mártir, Primera Apología 65.
21
Año Jubilar Eucarístico gracias y su envió por medio de los diáconos a los ausentes»26
«Al acercarte a comulgar no lo hagas con las palmas de
las manos extendidas o con los dedos separados; sino de la
mano izquierda has el trono para la derecha, como si ésta
hubiera de recibir a un rey, y en el seno de la mano recibe
el cuerpo de Cristo, diciendo: Amén. Con seguridad, pues,
ya que santificaste los ojos al tocarlo, toma el santo cuerpo
teniendo cuidado de no perder nada de él»27.
Oración postcomunión.
Después de saciaros, daréis gracias (eucaristesate) así: «Te damos
gracias (eucaristomen) Padre santo, por tu santo Nombre, que hi-
ciste morar en nuestros corazones y por el conocimiento y la fe y la
inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos»28.
Celebración dominical
La misa era celebrada en el día domingo. «Celebramos esta re-
unión general el día del sol, por ser el día primero29. El día en que
Jesucristo resucito de entre los muertos».
Después de hacer un recorrido patrístico y sabiendo que en
cada Eucaristía nos encontramos con el Cristo vivo: hemos re-
cordamos el sacrificio que hizo Jesucristo y el amor de Dios por
nosotros, ¡tenemos el compromiso de amar a Dios! Te pregunto
¿Cómo vives este amor de la Eucaristía en tu vida? El amor que
tenemos a Dios lo debemos de concretizar en las personas que nos
rodean, tenemos que cambiar nuestra realidad, amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos, así es como realmente vivimos
el amor que Dios, él nos alimenta con su cuerpo y en su sangre.
26
Ibid, 67.
27
Cirilo de Jerusalén, de la catequesis mistagógica V, 21.
28
Didaché X, 1-2.
29
El mártir Justino dice en la primera apología (65-67) de una celebración eucarísti-
ca que se tenía después del bautismo y de una celebración eucarística que venía
hecha en domingo. Se nota una distribución de ministerios, los laicos que ejercen su
sacerdocio bautismal, existe el servicio de lector, de diáconos y un celebrante prin-
cipal. La Iglesia celebra la Eucaristía como sacrificio memorial de la pasión y muerte
del Señor, y entiende que esta liturgia obedece al mandato de Cristo.
22
Año Jubilar Eucarístico
III. La Eucaristía
en la catequesis de la I glesia
Introducción
23
Año Jubilar Eucarístico 1.- Situación de la iniciación cristiana
26
La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con
Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue
utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabe-
za de familia (Cf. Mt. 14,19; 15,36), sobre todo en la Última Cena. En
este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección
(Cf. Lc. 24, 13-35) y con esta expresión los primeros cristianos des-
ignaron sus asambleas eucarísticas (Cf. Hech. 2,42). Con él se quiere
significar que todos los que comen de este único pan, partido, que
es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él.
27
Año Jubilar Eucarístico Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada
en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (Cf. 1 Cor.
11, 17-34).
Partes de la Misa
La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estruc-
tura fundamental que se ha conservado a través de los siglos has-
30
ta nuestros días. Comprende dos grandes momentos que forman
Ritos iniciales:
La IGMR 46 nos describe el ser y finalidad de estos ritos iniciales
que preceden a la liturgia de la Palabra: Todo lo que precede a la
liturgia de la Palabra, es decir, el Canto de entrada, el saludo, el
acto penitencial, el Kyrie, el gloria y la colecta, tienen el carácter
de exordio, introducción y preparación… La finalidad de estos ri-
tos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y
se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar
dignamente la Eucaristía.
a) Canto de entrada
El n. 47 de la IGMR nos dice: «Reunido el pueblo, mien-
tras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se da
comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es: Abrir
la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido,
elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio del
tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión de
sacerdotes y ministros»30.
b) Saludo al altar y al pueblo congregado
El altar se convierte en el punto focal de la asamblea cel-
ebrante y signo de esto es la reverencia que le dirigen los
ministros y el beso que le da el sacerdote que preside y los
demás ordenados que estuvieran presentes. El altar que es
besado, es la piedra fundamental del edificio. Besar el altar
significa besar a Cristo, piedra fundamental del edificio. El al-
tar se puede, también, incensar. « ¿Qué es, en efecto, el altar
30
El subrayado es mío. La misma IGMR nos dice la finalidad de este canto, que más
que ser de animación a la celebración, es un mismo factor que favorece la unidad
en la voz, en el sentimiento, en la oración. «La celebración no está hecha sólo de
escucha y voz (palabra-sonido): nosotros celebramos con todo el cuerpo, con la
vista, con los colores» I. Sciccolone, L’Eucaristia fa la Chiesa. Itinerario di catechesi
sulla Messa, Diocesi di Roma. Ufficio litúrgico, 2010, 48.
31
Año Jubilar Eucarístico de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?» San Ambrosio
de Milán.
Con el signo de la cruz y el saludo del sacerdote a la asam-
blea comienza, propiamente, el intercambio, la conexión en-
tre ellos. Con el signo de la cruz, hecho por toda la asamblea,
nos recuerda que podemos celebrar la Eucaristía en cuanto
hemos sido bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Con el saludo del sacerdote se reclama,
en modo particular, a la presencia de Cristo, y con la respues-
ta del Pueblo, éste confirma saberse reunido en el nombre
de su fundador (cfr. IGMR 50). El saludo tiene una doble va-
lencia: un valor cristológico porque anuncia a la comunidad
reunida la presencia del Señor y una valencia eclesiológica,
es decir, de comunión.
c) Acto penitencial
Este acto penitencial hecho por el sacerdote y la asam-
blea juntos, posee un fundamento bíblico St 5,16: «Con-
fiesen, pues los pecados unos a los otros y oren unos por
otros, para que alcancen la salud». En este momento, toda la
asamblea reconoce que somos pecadores delante de Dios;
éste reconocer juntos nuestra tendencia al pecado, también
crea comunión.
La confesión del ser pecador viene hecha no sólo a Dios,
sino también a los hermanos, pero la petición de perdón va
dirigida sólo a Dios, no a los hermanos.
d) Señor, ten piedad (Kyrie eleison)
Al Kyrie eleison se le puede atribuir una doble valencia: de
alabanza y de súplica penitencial. En cuanto a la alabanza, el
Kyrie (Señor) era el apelativo imperial y triunfal, dado a Cris-
to ya en el NT (Flp 2,11; Hch 2,36). Sin embargo, por todo el
desarrollo de la celebración litúrgica y el acento que se ha
puesto a esta invocación como súplica de perdón, parece
más oportuno, según el Ordo actual, entender esta invo-
cación en sentido penitencial31.
31
Cfr. V. Raffa, Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia de dalla teologia
alla pastorale prattica (BELS 100), Edizioni Liturgiche CLV, Roma 2003, 280-289.
32
e) El himno Gloria in excelsis Deo
Liturgia de la Palabra
Terminados los ritos iniciales, da comienzo el primer gran banquete
de la Eucaristía: la liturgia de la Palabra. Ya habíamos visto que esta
parte de la Eucaristía es uno de los que han venido acompañando la
Eucaristía cristiana de todos los tiempos, desde los apóstoles.
32
«Se llama doxología –del griego “doxa”, gloria y “logos”, palabra– por tanto: pal-
abra de gloria, a la alabanza o bendición, normalmente trinitaria, con que se con-
cluye una oración o un himno» J. Aldazábal, «Doxología» en Vocabulario básico de
liturgia (Biblioteca Litúrgica 3), 126-127.
33
Año Jubilar Eucarístico La IGMR 55 nos dice: «las lecturas tomadas de la Sagrada Escritu-
ra, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal
de la liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración
universal o de los fieles, la desarrollan y concluyen.
a) Las lecturas
En las lecturas Dios habla a su pueblo, le descubre el Mis-
terio de Salvación, y le ofrece el alimento espiritual. El
mismo Cristo, por su Palabra se hace presente en medio
de los fieles (SC7)».
La liturgia de la Palabra no es un estudio sobre la Pal-
abra. «No estudiamos la Biblia delante de Dios mientras
lo estamos celebrando». La proclamación y la escucha de
la Palabra es un momento celebrativo, porque en ese mo-
mento Dios habla. La Palabra cobra vida en la celebración
litúrgica, y esta Palabra es necesario ESCUCHARLA. La
Palabra proclamada es Palabra viva. Si la tenemos en el
libro es para conservarla, pero en el momento de la cele-
bración, cuando el ministro autorizado la proclama, ésta
se convierte en Palabra viva = Dios nos habla.
Las lecturas hacen eco del Misterio Pascual. Esta Pal-
abra preparó este evento (Antiguo Testamento), lo explica
y aplica a la vida de los creyentes (lecturas apostólicas) y
permite que lo recordemos y veamos los acontecimientos
que lo fueron preparando y que lo realizaron (Evangelio).
Esto, como se ha dicho ya, no es un mero recuerdo sino un
memorial.
Aprendamos que la Iglesia ha dispuesto el banquete de
las lecturas, en cuanto a su número se refiere, de la siguiente
manera:
a) Tres lecturas (1ª, 2ª y Evangelio) los domingos, solemni-
dades y fiestas del Señor. La primera lectura se toma gen-
eralmente del AT, pero en tiempo de Pascua como no se lee
el AT, se toma del libro de los Hechos de los Apóstoles o, en
algunos casos, del Apocalipsis.
34
b) Dos lecturas (1ª y Evangelio) se toman para las ferias (De
35
Año Jubilar Eucarístico El lugar de donde debe hacerse la proclamación viva de
la Palabra de Dios es el ambón (IGMR 175) que, después
del altar, es el punto más venerable en una Iglesia-edificio.
El ambón está reservado a las lecturas o las partes a ella
conectadas: salmo responsorial, la homilía y la oración de
los fieles. El ambón debe ser hecho de forma y materia dig-
na, de acuerdo a la dignidad misma que tiene la Palabra de
Dios. Debe estar dispuesto, en la Iglesia-edificio que permi-
ta que toda la Asamblea vea y escuche la proclamación de
la Palabra Divina.
Cuando se proclama el Evangelio, cima de la revel-
ación, Palabra misma de Cristo, se resalta a través de una
procesión con el Evangeliario hacia el ambón, acompaña-
do por incienso y cirios encendidos y proclamado por un
diácono o, en ausencia de éste, por un presbítero. Se re-
salta también a través del canto alegre del Aleluya (o del
Honor y Gloria a ti Señor, propio del tiempo de Cuares-
ma) y la asamblea se pone de pie para escuchar a Cristo
mismo que va a hablar, a comunicar su Buena Nueva a la
Asamblea que se ha congregado en su nombre y lo hace,
permaneciendo ella misma en pie, como signo de especial
respeto y disposición de escucha. El Evangeliario se sig-
na y se inciensa. Una vez terminada la proclamación del
Evangelio se besa y, si está presente el Obispo, bendice al
pueblo con él.
b) La homilía
La homilía es parte estructural de la Liturgia de la Pa-
labra (cfr. IGMR 65) y no sólo un elemento que se ha su-
mado a ésta como una especie de “relleno”. Es necesaria
para alimentar la vida cristiana. La función de la homilía es
hacer realidad lo que Cristo dijo en la sinagoga de Nazaret
al terminar de leer el rollo de Isaías que le tocó proclamar:
Hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír” (Lc
4,21). La homilía busca aplicar a nuestro hoy la Palabra
de Dios apenas escuchada. Es el puente entre lo que Dios
dijo hace miles de años y lo que Dios quiere decirnos, a la
luz de su misma Palabra, para nuestra vida actual.
36
La homilía es obligatoria los domingos y fiestas de pre-
Liturgia eucarística
Con la liturgia eucarística, entramos a la segunda parte de la
Eucaristía. Ahora, lo hasta aquí recorrido nos lleva al punto
culmen de la celebración, la gran Plegaria Eucarística.
La Plegaria Eucarística la podemos, a su vez, subdividir en
tres partes: los ritos de ofertorio, la Liturgia Eucarística, pro-
piamente dicha (la Plegaria Eucarística) y los ritos de comu-
nión. Estas tres partes corresponden a lo que Jesús hizo en la
última cena: Él tomó el pan y el vino, dio gracias con la plegaria
de bendición, partió el pan y lo dio a sus discípulos.
Al verbo tomó corresponden los ritos de ofertorio; al ver-
bo dio gracias corresponde la plegaria eucarística y lo partió y
lo dio corresponde a los ritos de comunión.
a) Preparación de los dones u ofertorio
«En la preparación de las ofrendas se presentan en el altar
el pan y el vino con agua: es decir, los mismos elementos que
Cristo tomó en sus manos» IGMR72 §1.
38
El ofertorio del pan y del vino no son sólo ofrendas materia-
39
Año Jubilar Eucarístico c) Plegaria eucarística
«La Plegaria Eucarística es el punto central y el momento
culminante de toda la celebración; es una plegaria de acción
de gracias y de santificación… el sentido de esta oración es
que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el
reconocimiento de las grandezas de Dios y en la oblación del
sacrificio. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen
con reverencia y en silencio» IGMR 78.
La estructura de la Plegaria Eucarística hunde sus raíces en
el AT. Por ejemplo en la oración de la Alianza y sucesiva-
mente en el estilo de orar tanto en la sinagoga como en la
casa, la oración doméstica. De estas fuentes, la plegaria eu-
carística cristiana ha heredado la fisonomía de un discurso
rigurosamente unitario, introducido por el diálogo invita-
torio y que concluye con el Amén final.
La misma IGMR 79 nos enseña cómo está compuesto el cu-
erpo de la Plegaria Eucarística:
a) Acción de gracias: (Se expresa sobre todo en el Prefacio)
en la que el Sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo,
glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de
salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según
las variantes del día, de la festividad o del tiempo.
b) Aclamación: Con la que toda la asamblea, uniéndose a
las potestades celestiales, canta o recita el Santo. Esta
aclamación la pronuncia todo el pueblo junto con el sacer-
dote.
c) Epíclesis: Con la que la Iglesia, por medio de determinadas
invocaciones implora el poder del Espíritu Santo para que
los dones que han ofrecido los hombres, sean consagra-
dos, es decir, ese conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la hostia inmaculada que se va a recibir
en la comunión sea para salvación de quienes la reciban.
40
d) Narración de la institución y consagración: Mediante las
43
Año Jubilar Eucarístico Se trata de un gesto muy antiguo, ya San Pablo recomien-
da a los cristianos de saludarse unos a los otros con el beso
santo (Rm 16, 16). Terminada la plegaria eucarística, del al-
tar nos viene donada la paz de Cristo que nosotros intercam-
biamos. El gesto de la paz puede evidenciar en primer lugar
la dimensión vertical descendente, es decir, la paz que de la
Cabeza, Cristo, baja a cada uno de sus miembros (Jn 14, 27);
o bien la dimensión horizontal en la relación recíproca de
fraternidad, caridad, acuerdo, reconciliación entre los miem-
bros (Mc 9, 49; Rm 14, 19; 2 Co 13, 11; Heb 12,14).
d) Fracción del pan
«El acto de la fracción del Pan, realizado por Cristo en la
última cena, fue el que en los tiempos apostólicos sirvió para
denominar a la íntegra acción eucarística (cfr. Lc 24,35; Hch
2,42.46; 20,7). Este rito no tiene solo una finalidad práctica,
sino que significa además que nosotros, que somos muchos,
en la comunión de un solo Pan de Vida, que es Cristo, nos
hacemos un solo cuerpo (1 Co 10, 17)» IGMR 83.
El gesto de partir el pan es signo de compartir. Es Cristo
mismo quien parte el pan para nosotros. Mientras se parte el
pan, se entona (canta) o dice el Cordero de Dios, el cual quiere
expresar la fe en Cristo que está vivo. Este texto no es un
texto presidencial, sino de toda la asamblea. Con éste los fie-
les se dirigen directamente a Cristo, considerándolo víctima
que se ha inmolado por la salvación de todo el mundo.
Después de partir el pan, el sacerdote hace la llamada in-
mixtio, es decir la mezcla de una partícula del Cuerpo de Cris-
to apenas fraccionado con el cáliz que contiene la Sangre del
Señor. A este pequeño pedazo de hostia versado dentro del
cáliz se le llama fermentum 33.
33
«Antiguamente el sacerdote no ponía dentro del cáliz un pequeño pedazo de
la hostia que él mismo había consagrado, sino un pedazo de hostia que le había
mandado el Obispo. El Obispo, en efecto, mandaba un pedazo de hostia por él
consagrada a los presbíteros de su Iglesia, los cuales lo metían en su cáliz, como
signo de la comunión con la Eucaristía del Obispo» I. Sciccolone, L’Eucaristia fa la
Chiesa. Itinerario di catechesi sulla Messa, 85.
44
El significado primario de este fermentum era el de expre-
46
Rito de conclusión
47
Año Jubilar Eucarístico Conclusión
Esta catequesis ha buscado a través de la descripción y expli-
cación de los ritos llevarnos del conocimiento a la experiencia y
esto con el fin de llevarnos de la celebración a la misión. De no
solo ser “cristianos de iglesia”, sino testigos en el mundo de lo que
celebramos. La meta es vivir lo que celebramos, pero no podre-
mos vivir sin entender, sin amar y, sobre todo, sin experimentar a
quien se hace presente en esta divino Misterio35 que es la Eucar-
istía.
La celebración eucarística no solo es un cúmulo de ritos que se
van sucediendo uno tras otro, se trata del mismo encuentro del
discípulo con su Señor.
35
«El término griego mystérion sirvió ya los apóstoles para explicar la voluntad
divina salvífica del Dios eterno y de las acciones salvíficas divinas en Cristo Jesús.
En la teología de los padres llegó a ser muy pronto un concepto central, que logró
abarcar todo el fenómeno de la realización de la salvación divina en Cristo y en la
Iglesia, especialmente en las acciones cultuales de ésta, y al mismo tiempo indicar
la grandeza de tales acciones salvíficas divinas y su inescrutabilidad (cf. Ef 3,8)…
el uso de este término ilustra la acción salvífica de Cristo y su proclamación y re-
alización en el culto de la Iglesia, en toda la actividad eclesial y en la vida diaria de
los cristianos, como gran realidad central y unitaria de la fe cristiana y de toda la
existencia cristiana» B. Neunheuser, «Misterio» en NDL, 1340.
48
Año Jubilar Eucarístico
V. Elementos normativos sobre el
Sacramento de la Eucaristía
1.- ¿Cuál fue el propósito del Concilio Vaticano II y por donde co-
menzó?
El Concilio Vaticano II se propuso, conforme al deseo de S. Juan
XXIII, una renovación en la Iglesia de Jesucristo y comenzó con
una Reforma Litúrgica,” para acrecentar de día en día entre los
fieles la vida Cristiana adaptar mejor a las necesidades de nues-
tro tiempo las Instituciones que están sujetas a cambio, promover
todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en
Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hom-
bres al Seno de la Iglesia” Introducción No. 1
2.- ¿Qué es lo que hace que la doctrina del C.V. II sea grandiosa y
maravillosa?
Grande y maravillosa obra es la que se propuso el Concilio y no
es solamente por calificar de grande y maravillosa sino por el con-
tenido de su doctrina y el aggiornamento, es decir, la actualización
y adaptación de su doctrina, de su culto y de su acción pastoral,
en sus tres dimensiones: profética, litúrgica y social, a los tiempos
actuales.
49
Año Jubilar Eucarístico 4.- ¿Qué importancia tiene para la vida de los fieles el Sacra-
mento de la Eucaristía?
En No. 2 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, leemos
(S.C. El Sacrosanto Concilio): “En efecto la Liturgia por cuyo medio
se ejerce la obra de nuestra redención sobre todo en el divino sa-
crificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles
expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo
y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia.
9.- ¿Cuál fue el signo de amor, dado por Jesucristo, a sus Apósteles,
en la noche de la institución de la Eucaristía?
El Señor habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sa-
biendo que había llegado la hora de partir de este mundo para re-
tornar al Padre, en el transcurso de una cena les lavó los pies y les
dio el mandamiento del amor (Jn. 13, 1-7) Para dejarles una prue-
ba de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerlos
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de
su muerte y su resurrección, y ordenó a sus Apóstoles celebrarlo
hasta su retorno (Catecismo de la Iglesia Católica No. 1337) cons-
tituyéndolos entonces como sacerdotes del Nuevo Testamento.
52
Las primeras Comunidades daban el nombre de “fracción del
53
Año Jubilar Eucarístico El Código de Derecho Canónico (C.D.C.) en el c. 897 dice: “El Sa-
cramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe
al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la
que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico,
memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se per-
petúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la Cruz, es el culmen y
la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se
significa y realiza la unidad del Pueblo de Dios y se lleva término la
edificación del cuerpo de Cristo. Así pues, los demás sacramentos
y todas las obras eclesiásticas del apostolado se unen estrecha-
mente a la Santísima Eucaristía y a ella se ordenan”.
Este canon nos manifiesta que no hay nada más grande, más
sublime y más excelso que la Sagrada Eucaristía, al menos para
quienes creemos en la Palabra de Dios y en su santa Iglesia. En
ella ofrecemos y recibimos al mismo Cristo Nuestro señor. Por
este augusto sacramento la Iglesia vive y crece porque se recibe el
pan de vida eterna. Es el memorial de la muerte y resurrección del
Señor. En ella perpetuamos el Sacrificio de Cristo en la Cruz, no
hay algún otro sacrificio por el que se puedan perdonar los peca-
dos, nos dice la carta a los Hebreos,
Cristo ofreció de una vez para siempre el único sacrificio que
quita el pecado del mundo. Es el culmen y fuente de todo culto y
de toda vida cristiana; no hay algo más grande y más digno con lo
que podamos adorar, venerar y complacer al Padre Celestial que
con la Eucaristía; es el culmen y la fuente de todo el culto de toda la
vida cristiana. Es el culmen de la vida cristiana, es decir, aquí en la
tierra es lo máximo a lo que podemos aspirar: vivir la íntima unión
con Cristo que viene a nosotros en la comunión y se hace uno con
nosotros y en nosotros, y permanece en los Sagrarios para acom-
pañarnos, fortalecernos, consolarnos y acompañarnos en nuestra
vida; fuente de todo el culto y de toda vida cristiana: ¿qué podem-
os ofrecerle al Padre celestial que sea más grande, más alto y más
digno que su hijo, como víctima de propiciación por nuestros peca-
dos?; ¿con qué podríamos agradecer al Padre nuestra redención,
que no fuera con la víctima sagrada que es su Hijo?; ¿Cuál sería el
acto máximo de adoración al Padre que el ofrecimiento del San-
to Sacrificio e la Cruz, actualizado en el Sacrificio Eucarístico?, en
fin la Sagrada Eucaristía es lo máximo que tenemos en nuestra fe
católica.
54
12.- ¿Qué ordena el C.D.C. como culto a la Sagrada Eucaristía?
55
Año Jubilar Eucarístico Canon 898: “La celebración eucarística es una acción del mismo
Cristo y de la Iglesia, en la cual Cristo nuestro Señor, por el minis-
terio del sacerdote, se ofrece a sí mismo a Dios Padre, substan-
cialmente presente bajo las especies de pan y vino y se da como
alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación”
De manera que lo primero que necesitamos es fe, fe verdadera y
profunda, para conocer, celebrar y vivir dignamente el misterio
eucarístico
Quedan muchas otras cosas que añadir a esta catequesis, como
los lugares propios de la celebración, preparación a quienes van
a recibir tan augusto sacramento, la edad apta para recibirlo, dis-
posición conveniente para poder recibirlo, cuándo se puede re-
cibir la Sagrada Comunión bajo las dos especies eucarísticas. Es
realmente imposible en una sola catequesis hablar de tema tan
amplio que ha merecido, de parte del Magisterio de la Iglesia, tan-
tos y tantos documentos
56
Año Jubilar Eucarístico
VI. Centralidad de la Eucaristía
en la pastoral de la I glesia
Objetivo:
Ofrecer elementos para una pastoral de la eucaristía como el cen-
tro sacramental de la vida cristiana, fuente de la que emana y en la
que culmina la vida de la Iglesia y de la comunidad de fe, para una
mejor participación plena, activa y fructuosa del pueblo de Dios
en este augusto sacramento.
57
Año Jubilar Eucarístico la eucaristía para todo, sino prepararla bien, celebrarla dignamente,
continuarla vitalmente.
La Eucaristía será de verdad el centro de la vida, cuando sea-
mos capaces de vivir su misterio, y de transformar nuestra vida
por este misterio. No basta creer que la eucaristía es el acto reli-
gioso único y más relevante de la semana. Es preciso articular la
fe y la vida en relación y a partir de este momento celebrativo, de
manera que la eucaristía sea el verdadero “culmen y fuente” de la
existencia cristiana (SC 10).
2.- ¿Qué mejorar en el lenguaje y en los signos?
En cuanto a mejorar el lenguaje y los signos, es otro objetivo
pastoral en el que no debemos desfallecer. Respecto al lengua-
je hemos de preguntarnos qué tan elocuente resulta en nuestra
celebración para quienes asisten, será claro o abstracto?, ¿lejano
o cercano a la realidad?, ¿es acorde al modo de cómo el hombre
hoy se comunica? Nuestro lenguaje en todo momento debe ser
directo, real, vital y comprensible, que incida en las nuevas sen-
sibilidades y temas de la cultura actual, sin dejar de ser portador
del misterio. Cómo podemos mejorar el lenguaje litúrgico actual
en nuestras celebraciones?: leyendo o proclamando bien, tenien-
do ministros lectores bien preparados y no improvisados, cuidar el
lenguaje en la homilía, de modo que explique y aplique la Palabra a
las situaciones y a la vida de la asamblea.
Y en cuanto a los gestos, con frecuencia son poco comunicati-
vos y sencillos, poco estéticos y elocuentes. Atención, a veces, por
una pretendida austeridad, se corre el riesgo de convertir la cele-
bración en “estatismo irrelevante”, que no “representa” el misterio
sino que parece alejarlo. Esos “gestos” o “signos” implican siem-
pre movimiento del cuerpo (manos, ojos, pies, procesión…), acción
viva. Pueden mejorarse haciéndolos con sencillez y espontanei-
dad, sin exageraciones teatrales; pero de modo que sean percepti-
bles y significantes para el pueblo santo de Dios.
En una palabra, el lenguaje y los símbolos deben ser cuidados y
mejorados siempre, de modo que realmente signifiquen y comuni-
quen, expresen y remitan al misterio que celebramos, renovando
la vida. Y ello no se logra ni con una “creatividad subjetivista”, ni
con un “automatismo ceremonialista”, ni con el “despojo signal” ni
58
con “la defensa inconsistente” de ritos del pasado, sino situando
60
no en su prestigio y reconocimiento personal y armonizar
62
Los equipos litúrgicos deben ser el lugar y el ámbito en que se
63
Año Jubilar Eucarístico para cuya consecusión instituyó Cristo Nuestro Señor el sacrificio
eucarístico” (OGMR, N. 2).
Se hace necesario y es de suma importancia tenerlo en cuenta
en la pastoral de la eucaristía, una adecuada y completa visión de
la “Ordenación General del Misal Romano”, para tener una correc-
ta interpretación del sentido de la estructura de la misa. Para con-
seguirlo, es preciso conocer y valorar bien cada una de las partes
de la misa, su función y su valor, de modo que a cada una se le dé la
importancia y relevancia que le corresponde.
b) Participación, servicios y ministerios litúrgicos
Es de todos conocida la importancia que el Concilio Vaticano II y
los documentos posteriores dan a la participación litúrgica, como
aspecto esencial constitutivo de la misma acción litúrgica (cf. SC
14, 26: OGMR, n. 3, 58). Esta participación que se pide, sea para
todos activa y consciente, de cuerpo y alma, externa e interna...
También se pide que sea una participación diferenciada, según el
carisma, la función, el servicio o ministerio que ejerce cada uno de
los participantes, de modo que cada uno haga todo y sólo aquello
que le pertenece o corresponde. Menciono al que preside, al mon-
itor, a los lectores, el salmista, organista, director de coro, encar-
gado de la acogida, responsable de la colecta, ministro extraordi-
nario de la comunión, entre otros.
La participación propia de los servicios y ministerios en la cele-
bración de la eucaristía, tiene una importancia pastoral y evangeli-
zadora de primer orden.
7.- ¿Cómo prever una pastoral en la continuación de la Eucaristía?
Un elemento importante de pastoral de este magnífico sacramen-
to es lo que tiene que ver con su dimensión social, continuación indis-
cutible de la Eucaristía.
Redescubrir la dimensión social de la Eucaristía. Es indudable que
la liturgia, y sobre todo la Eucaristía, tiene una dimensión social y
una fuerza socializadora. Con frecuencia este aspecto ha sido olvi-
dado, descuidado o marginado; o por el contrario, se ha exaltado
indebidamente. Es preciso recuperar esta dimensión de manera
equilibrada, porque además de ser esencial a la celebración, es
una de las formas privilegiadas por las que la eucaristía muestra
64
y realiza su carácter evangelizador y despliega su verdad pasto-
66
Año Jubilar Eucarístico
VII. La espiritualidad Eucarística
del discípulo misionero
en el mundo de hoy
Objetivo:
Exhortar a los fieles a vivir con fidelidad a la santidad recibida en
el bautismo alimentándose del Cuerpo y la Sangre del Señor, a fin
de asimilar su vida a la del Salvador, alcanzar los umbrales de la
bienaventuranza y las cumbres de la perfección cristiana.
1.- ¿Cuál es la importancia de la Eucaristía en la vida del cristiano?
Por la unción con el aceite de Cristo y por el Bautismo, Cristo
nos hace partícipes de su muerte y resurrección. Es la muerte
del pecado de Adán y la resurrección a una nueva vida en Cris-
to. Por medio de este misterio, Dios nos ha adoptado como hijos,
nos ha santificado, divinizado, elevado a un nivel superior al de
Adán y nos ha llamado a una unión intima con Él, a semejanza de
la unión que hay entre las tres Personas divinas, el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo. Los bautizados, hemos recibido bendición tras
bendición de parte de Dios, entre ellas las virtudes teologales: fe,
esperanza y caridad; los sacramentos: Bautismo, Confirmación,
Eucaristía, Penitencia, Unción de enfermos, Orden Sacerdotal y
Matrimonio; y los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligen-
cia, consejo, ciencia, poder, piedad y temor de Dios. Estas gracias
que Dios nos ha dado nos purifican, nos unen más íntimamente
a Él, incrementan nuestra santidad y perfeccionan nuestra im-
agen y semejanza con Dios. Sin embargo, el hombre redimido y
santificado por el sacrificio de Cristo, mientas peregrina en este
mundo, con la ayuda de Dios y con sus fuerzas debe de luchar
por mantenerse fiel a la santidad recibida en el bautismo y debe
de enfrentar a tres enemigos: el demonio, el mundo y la carne.
El demonio induce al hombre a desobedecer las leyes de Dios, el
67
Año Jubilar Eucarístico mundo a ambicionar las cosas que no son eternas y que no dan
la autentica felicidad, y la carne a satisfacer sus propios placeres
y deseos. El bautizado mientras está en el mundo se enfrenta en
una batalla campal y sin tregua; con la ayuda de Dios debe poner
su máximo esfuerzo para no ceder al mal y ser constante en la
práctica del bien. Ahora bien, Dios provee al hombre de los me-
dios para mantenerse fiel a la santidad recibida en el bautismo,
luchar contra sus enemigos, purificarse y acrecentar su santidad,
imagen y semejanza divinas. Los medios son: los sacramentos, la
oración por medio de la Sagrada Escritura y el santo rosario, la
activación de los dones del Espíritu Santo, las obras de misericor-
dia: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir
al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitas a
los presos, enterrar a los muertos, dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste,
perdonar las ofensas, tolerar con paciencia a quienes nos moles-
tan, rogar a Dios por los vivos y difuntos; las virtudes teologales y
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Los sacramentos son la principal fuente de santificación, todos
nos dan la gracia de Dios, pero hay uno que no solo nos da la gra-
cia de Dios, sino al mismo Dios, la eucaristía. Todos los demás sac-
ramentos están orientados a él como a su fin. El bautizado con la
eucaristía fortalece la fe, esperanza y caridad; el confirmado con
la eucaristía activa los dones del Espíritu; el arrepentido y perdo-
nado en la confesión está orientado a alimentarse de la eucaristía
y continuar luchando mientras llega la segunda venida de Nues-
tro Señor; el enfermo por la unción Cristo lo hace partícipe de su
pasión y le promete la resurrección; los sacerdotes y consagrados
al realizar el santo sacrificio del altar están llamados a ofrecerse
junto con Cristo para implorar misericordia para ellos y por su
pueblo; los esposos están llamados a vivir unidos en el amor y la
fuente de este amor es la eucaristía, de ahí que los esposos cristia-
nos jamás deben de abandonar la comunión pues eso significaría
la debilidad de su amor, y poco a poco su pérdida. Podemos ver
que la eucaristía es fuente y culmen de la santidad, esta es la razón
por la cual todos los hombres que han alcanzado los umbrales de
la perfección lo han hecho por medio de la Eucaristía. Todos esta-
mos llamados a la santidad, y quien lo ha logrado no lo ha hecho
68
por sus propios medios, sino Dios los ha santificado por medio de
71
Año Jubilar Eucarístico San Bernardo de Clarabal: “Se gana más participando en
una sola santa misa con devoción, que distribuyendo todos
los bienes a los pobres y marcando en peregrinación a todos
los santuarios venerados del mundo. ¡Oh riquezas inmensas
de la santa Misa!
Santa Hildegarda llama así a la Eucaristía: “Gracia que los
ha redimido, bienaventurada oblación, vid, el verdadero re-
medio para el cuerpo, bálsamo divino para las heridas, copa
de la salud, suave y sabroso manjar, bienaventurado manjar,
don de Cristo a la Iglesia, sacramento de su Cuerpo y de su
Sangre, Pan vivo y manantial de aguas vivas”.
Santo Tomás de Aquino: “No hay ningún sacramento más
saludable que este, pues por él se borran los pecados, se au-
mentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de
estos dones. La santa misa tiene tanto valor como la muerte
de Jesús en la cruz. Nadie es capaz de expresar la suavidad
de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiri-
tual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmen-
so y sublime amor que Cristo mostró en su pasión”.
San Francisco de Asís: “Todos aquellos que no reciben
el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, están
ciegos, porque no ven la verdadera luz, Nuestro Señor Jesu-
cristo. Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mun-
do entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las
manos del sacerdote está Cristo, el Hijo de Dios vivo”
Santa Clara: “Y como se mostró a los santos apóstoles en
carne verdadera, así también ahora se nos muestra a nosotros
en el Pan Sagrado. Y como ellos con la mirada de su carne solo
veían su carne de él, pero contemplándolo con ojos espiri-
tuales creían que él era Dios, así también nosotros, viendo el
pan y el vino con los ojos corporales, veamos y creamos firme-
mente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero”.
Santa Catalina: “Mi único, mi amado esposo. Tú sabes que
jamás he deseado a nadie más que a ti. Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.
72
Santa Teresa de Ávila: “Un día alguien dijo a santa Teresa:
73
Año Jubilar Eucarístico San Oscar Romero: Desde su primera comunión, amó a
la eucaristía, se ordenó sacerdote para poder consagrar el
pan y el vino; vivió eucarísticamente y murió como hostia en
oblación al Señor durante la celebración de la eucaristía.
San Juan Pablo II: “La eucaristía es el perfecto sacrificio de
alabanza, la glorificación más elevada que sube de la tierra al
cielo, la fuente y cima de toda la vida cristiana en la que los
hijos de Dios ofrecen al Padre la victima divina y así mismos
en ella”.
74
Año Jubilar Eucarístico
VIII. La Eucaristía en
la religiosidad popular
Objetivo:
Motivar a los fieles en amar a la sagrada eucaristía, para que sus
diversos símbolos y diversas expresiones de religiosidad popular
sean fortalecidas por la Palabra de Dios.
1.- ¿Cómo se expresa la religiosidad popular en la adoración a
la Eucaristía?
La religiosidad popular hace posible que toda la comunidad viva
y participe en la adoración a la sagrada eucaristía mediante con-
gresos eucarísticos, procesiones especialmente la de Corpus Chris-
ti, celebración de la primera comunión, liturgia de las cuarenta
horas que es el jubileo eucarístico, la adoración nocturna y la visi-
ta a Jesús sacramentado. Todas estas manifestaciones son vivir la
Eucaristía culmen y cúspide de la vida cristiana y litúrgica, y tam-
bién para desagraviar a Cristo por tantas irreverencias cometidas.
Algo que debe vitalizar la religiosidad popular es la devoción al
viernes primero de cada mes, ya que de una manera muy especí-
fica se motiva el culto a la Eucaristía para dar frutos maduros de
santidad cristiana. También la adoración a la Sagrada Eucaristía se
manifiesta en la hora santa que se lleva a cabo todos los jueves, y
se procura que el sagrario sea el centro de la vida cristiana y por lo
tanto que esté lo mas embellecido posible con hermosos adornos
de flores, con una digna cortina, que siempre haya una luz, signo
de que está Jesús en el sagrario.
Acerca de las procesiones la religiosidad popular expresa en el
caminar con alfombras de flores y de aserrín, con arreglos de her-
mosísimos altares y con una participación de cantos y oraciones
que manifiestan la presencia del Señor en una custodia artística
y dignamente diseñada, inclusive que sea de latón pero con ter-
minación de oro, y en algunas ocasiones de plata, y raramente de
oro, puesto que porta al Señor del universo. De una manera muy
75
Año Jubilar Eucarístico especial la religiosidad popular se perfila en la adoración comuni-
tariamente en la visita diaria a Jesús sacramentado.
A mi modo de pensar la manifestación más grande de fe en la
Sagrada Eucaristía es vivir la santa Misa y celebrar todavía mejor
que la fiesta patronal el jubileo de las cuarenta horas.
Antiguamente la Iglesia marcaba que las cuarenta horas fueran
ininterrumpidas, pero por circunstancias propias de la comunidad
se han fraccionado en diez horas cada día. El jubileo debe terminar
con una solemne procesión del Santísimo Sacramento, acompaña-
do de música, de cantores, de los adoradores nocturnos, del gru-
po de los que forman el apostolado de adoración y de la vele per-
petua, y de todo el pueblo que conforma toda la parroquia, de un
arreglo el más hermoso al paso de la procesión y al término de la
bendición solemne afuera del templo con un concierto de música
y de cantos y quema de fuegos artificiales y cohetes. De tal mane-
ra que sea la festividad más importante que haya en la parroquia.
Que esta procesión pase por diversas calles adornadas con sím-
bolos eucarísticos de color rojo y blanco, y como se ha dicho con
toda la solemnidad y belleza que requiere.
76
Año Jubilar Eucarístico
IX. Culto a la Eucaristía
fuera de la misa
78
4.- Las procesiones Eucarísticas
80
basílicas y en todas las iglesias para que “día y noche, en todos los lu-
82
Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia local, ya en
83
Año Jubilar Eucarístico c) Las celebraciones de la Palabra de Dios, las sesiones cate-
quísticas y otras conferencias públicas tiendan sobre todo
a que el tema propuesto se investigue con mayor profundi-
dad, y se propongan con mayor claridad los aspectos prác-
ticos a fin de llevarlos a efecto.
que saltásemos por tierra, todos de una vez, (...) y cerca de unos
montes breñosos comenzó a dar voces el cacique para que sa-
liesen a nosotros unos escuadrones de indios de guerra que tenía
en celada para matarnos; (...) Mas quiso Dios que luego les hicimos
huir (...) Y cuando estábamos batallando con los indios, el clérigo
González, que iba con nosotros, se cargó de las arquillas e ídolos
y oro, y lo llevó al navío.”
En los capítulos III a VI, narra Bernal las penalidades que pasa-
ron en Potonchán y Champotón (poblaciones en el actual Estado
45
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulos I y II. La Misa se celebró en Cuba.
Esta primera expedición concluyó el mismo año de 1517 y resultó desastrosa,
muriendo cincuenta y siete soldados –más de la mitad– y el mismo capitán, como
describe en los capítulos III a VI.
46
Actualmente Cabo Catoche, en el extremo noreste de la península de Yucatán,
y dentro del Estado de Quintana Roo. Cfr. CUEVAS S. J., MARIANO, o. c., tomo
I,cap. 1, p. 114.
87
Año Jubilar Eucarístico de Campeche) y finalmente su regreso a Cuba. Llama la atención
que ya no vuelve a mencionar al clérigo Alonso González, ni habla
tampoco de ninguna Misa. En cambio, como veremos más adelan-
te, sí habla con detalle de las primeras Misas celebradas en los
actuales Estado de Tabasco, Veracruz y Tlaxcala, así como en la
Gran Tenochtitlán. No es aventurado suponer que el Padre Alonso
González haya celebrado alguna Misa en Campeche, pero lamen-
tablemente, no conocemos ninguna fuente documental que dem-
uestre tal suposición.
88
buena copia de soldados. (...) Pusimos nombre a este pueblo Santa
aporta el valiosísimo dato de cómo él mismo celebra Misa que –parece quedar
claro- habrá sido la primera en tierras continentales de América (como ya dijimos,
antes se habían celebrado ya muchas Misas en Las Antillas).
52
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXVII.
53
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXVIII.
54
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXI.
91
Año Jubilar Eucarístico 4ª. En el mismo lugar, el 14 de Marzo, antes de la batalla de Zintla.
La celebró Fray Bartolomé de Olmedo.
“Y otro día muy de mañana, que fue día de Nuestra Señora de
Marzo ¿?, después de oída misa, que nos dijo fray Bartolomé de
Olmedo, puestos todos en ordenanza con nuestro alférez, (…)”55.
55
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXIII.
56
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXVI.
57
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., Id.
58
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXVIII.
92
8ª. Misa solemne, el Domingo de Pascua, ¿28 de Marzo?, en el
93
Año Jubilar Eucarístico comendándoles al Espíritu Santo que les guiase, y en veinte y seis
días del mes de julio de mil quinientos y diez y nueve años partieron
de San Juan de Ulúa y con buen tiempo llegaron a la Habana”61.
11ª. Sin fecha, en Cempoal (calculo que fue a principios de Agosto)
“Después de haber dado con los navíos al través a ojos vistas (…),
una mañana, después de haber oído misa, estando que estábamos
todos los capitanes y soldados juntos hablando con Cortés en cosas
de lo militar, dijo que nos pedía por merced que le oyésemos, y pro-
puso un razonamiento de esta manera: Que ya habíamos entendido
la jornada que íbamos y que, mediante Nuestro Señor Jesucristo,
habíamos de vencer todas las batallas y reencuentros; y que había-
mos de estar tan prestos para ello como convenía, (…) y que no tenía-
mos otro socorro ni ayuda sino el de Dios (…) salvo nuestro buen
pelear y corazones fuertes; y sobre ello dijo otras muchas compara-
ciones y hechos heroicos de los romanos. Y todos a una le respondi-
mos que haríamos lo que ordenase, que echada estaba la suerte de
la buena ventura, como dijo Julio César sobre el Rubicón, pues eran
todos nuestros servicios para servir a Dios y a Su Majestad”62.
Las Misas 12ª Y 13ª en la ciudad de Tlaxcala
En los capítulos LX y LXI narra Bernal cómo los españoles em-
prenden el viaje hacia la Gran Tenochtitlán y, aconsejados por el
cacique de Cempoal deciden hacerlo a través del territorio tlax-
calteca. Luego, dedica los capítulos LXII a LXVI a describir las fi-
eras batallas que les presentaron los tlaxcaltecas a los españoles
en cuanto pisaron su territorio. Finalmente, describe cómo los ca-
ciques tlaxcaltecas deliberan sobre aceptar la paz que Cortés les
venía ofreciendo desde que entro en sus tierras (capítulos LXVII
a LXX); y cómo al fin envían su embajada de paz (capítulos LXXI a
LXXIV) e invitan a los españoles a ir a su ciudad.
“(…) y también quiero decir que desde que entramos en tierra de
Tlaxcala hasta que fuimos a su ciudad se pasaron veinticuatro días;
y entramos en ella a veinte y tres de septiembre de mil quinientos
diez y nueve años”63.
6. Dos misas celebradas en la ciudad de tlaxcala.
61
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LIV.
62
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LIX.
63
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXIV.
94
12ª. El 24 de Septiembre, oficiada por el Padre Juan Díaz.
66
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXXVIII, al final.
67
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XCIII.
96
El Padre Juan Díaz Núñez, de la Diócesis de Sevilla (1480-1549)
72
Tomado de Alfonso Méndez Plancarte (Estudio, selección y notas). Poetas no-
vohispanos. Primer siglo (1521-1621). Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co. Biblioteca del Estudiante Universitario. Número 33. 1ª Reimpresión, México,
1991, pp. 92-93. A su vez, extraído de José Rojas Garciadueñas, El teatro en la
Nueva España en el siglo XVI, México, 1935.
99
Año Jubilar Eucarístico