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Año Jubilar Eucarístico


Año Jubilar Eucarístico

Diócesis de Tlaxcala
Comisión Diocesana para la Pastoral Litúrgica

Portada
La Salvación nos viene de Cristo
Óleo sobre tela
Parroquia de Santa Inés Mártir, Zacatelco.
Fotografía de Luis Enrique Moreno P.

Contraportada
Niños mártires de Tlaxcala , acrílico sobre tela
Fray Gabriel Chavéz de la Mora, osb
Arq. Jaime Domínguez Montes

Diseño
Comisión Diocesana
para la Pastoral de la Comunicación Social
Diócesis de Tlaxcala

Catequesis sobre el
Sacramento de la Eucaristía
Año Jubilar Eucarístico
I ntroducción
Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entrega-
do, instituyo el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para
perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y
confiar así a su esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte
y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de
amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se lle-
na de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura1.Con estas
palabras podemos afirmar que la eucaristía es un regalo hermoso
y sublime que Jesús nos dejó, es fuente y cima de toda la comuni-
dad cristiana2, y así lo entendió la comunidad desde sus orígenes.
Y así lo ha vivido la Iglesia a través de los siglos.
Según cuenta Bernal Díaz del Castillo que los españoles en-
traron a la ciudad de Tlaxcala en septiembre de 1519. Ahí fueron
recibidos por los cuatro Caciques tlaxcaltecas y por toda la po-
blación, y, ante ellos, el Padre Juan Díaz celebró la primera Euca-
ristía en Tlaxcala3.
Este acontecimiento es el motivo por el cual la Diócesis de
Tlaxcala está celebrando el “Año Jubilar Eucarístico”, pues en
septiembre de 2019 se cumplirán los 500 años de dicha cele-
bración, que marcaría el comienzo de una nueva etapa en la vida
de nuestros pueblos. En efecto, la predicación testimonial del
Evangelio, la celebración dignísima de los sacramentos y la vida
de caridad de los primeros evangelizadores, fueron los medios
por los cuales el Espíritu Santo convertiría a Tlaxcala en morada
del Hijo de Dios hecho Carne.
Los católicos tlaxcaltecas vemos el Año Jubilar como un momen-
to oportuno para procurarnos y procurar al pueblo de Dios una me-
jor comprensión y participación en el sacramento de la Eucaristía.

1
SC 47.
2
LG 11.
3
B. Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España
(México 2005) cap. LXXVI, p. 131.
5
Año Jubilar Eucarístico
I. Aspecto bíblico teológico
del S acramento de la E ucaristía

Objetivo:
Como fieles católicos, a la luz de la Sagrada Escritura, queremos
redescubrir la centralidad de la Eucaristía como el acontecimiento
- memorial de nuestra redención, para darle su lugar primordial en
la catequesis, en la liturgia y en la vida cristiana.
1.- ¿Qué es la Eucaristía?
Desde el punto de vista bíblico, la Eucaristía es, ante todo, la entrega
del don del Cuerpo y la Sangre de Jesús a sus discípulos, como me-
morial de su entrega por la humanidad (cf. Lc, 22,19; Mc 14,24), que
él mismo ordenó a sus Apóstoles celebrar hasta su retorno (cf. 1Co
11,26) y con el cual también los constituyó sacerdotes del Nuevo
Testamento diciéndoles: “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19).
Por lo tanto, la celebración de la Eucaristía es el banquete festi-
vo de los creyentes. Es la mesa donde Jesús Resucitado nos reúne
como sus amigos, nos escucha y nos instruye como nuestro Pastor,
nos sana de las heridas del pecado, se entrega como Pan de Vida
eterna y nos envía a buscar a la oveja perdida: Ite Missa est.
2.- ¿Qué relación existe entre la cena de Pascua y la Eucaristía?
La relación se da porque Jesús escogió la Cena de Pascua judía
(cf. Mc, 14, 12-21; Mt 26,17-25; Lc 22,7-23) como contexto para
entregar a sus discípulos el don de su Cuerpo y de su Sangre, de
acuerdo con lo anticipado en la Sinagoga de Cafarnaúm: “Y el pan
que yo daré es mi carne. Yo la doy para vida del mundo” (Jn 6,51).
Ciertamente, para los judíos la máxima experiencia de sal-
vación tuvo lugar en la cena de Pascua. Esta comida anticipó su
liberación de la esclavitud de Egipto y su conducción por el desi-
erto, donde sería alimentado con el maná del cielo (cf. Ex 16,14),

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Año Jubilar Eucarístico hasta la entrega de la tierra de promisión, que mana leche y miel,
y que sellará la Alianza de Dios con su pueblo: “Ahora… si guardáis
mi Alianza (berit), vosotros seréis mi propiedad personal… seréis
para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,5-6).
En tiempos posteriores, la narración de la salida de Egipto (hag-
gadá), junto con la manducación de los panes ázimos (mazzot) y
del cordero pascual (bekor), constituían el núcleo de la conmem-
oración pascual. Ahora bien, Jesús se sirvió de estos elementos al
instituir la Eucaristía, pero les dio un significado totalmente nue-
vo: el pan entregado será su Cuerpo y el vino será la Sangre de
la Alianza nueva y eterna, pues Cristo mismo es nuestro Cordero
Pascual (cf. 1Co 5,7).
3.- ¿Cómo se desarrollaba la cena de Pascua?
Para los judíos la fiesta de Pascua no es solo un recuerdo lejano de
su liberación de Egipto, sino que es un verdadero memorial. Los
comensales de la fiesta se convierten en coetáneos de la historia
salvífica conmemorada, pues “en cada época, todos están obliga-
dos a verse a sí mismos como si personalmente hubiesen salido de
Egipto” (Pes 10,5bc).
En tiempos de Jesús, ésta fiesta era preparada con cuidadosas
rúbricas. Entre sus momentos centrales destacamos los siguientes:
a) La fiesta tiene lugar el día 14 de Nisan (Jn 19,31).
b) Cada familia prepara un cordero pascual desde al
menos cuatro días antes (Ex 12,3).
c) El padre de familia, o su representante, sacrifica el
cordero pascual en el Templo, por degollación (para
desangrarlo), un día antes (hacía las 14:30 hrs.).
d) El banquete pascual es precedido por un breve ayuno
que comienza hacia las 15:00 hrs. Todos debían llegar
con un poco de hambre a la cena pascual.
e) La cena inicia cuando comenzaba el día, después de las
18:00 hrs.
f) La fiesta tiene lugar en una sala o en una tienda en las
afueras de Jerusalén
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g) Los comensales se recuestan en el piso

Año Jubilar Eucarístico


h) El mayordomo sirve a cada uno la primera copa de vino
(de kiddush = santificación). Luego tiene lugar la Berak-
káh, o bendición a Yahvé por la fiesta: “Bendito seas tú,
Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que has creado el
fruto de la vid”. Todos responden: Amén. Esta acción
posee una doble dimensión ascendente-descendente:
Dios bendice, el hombre agradece.
i) Se purifican las manos y se comen las lechugas am-
argas untadas en el karoseth (salsa roja que incluía
frutas, especies y vinagre). Aquí se pronunciaba la
oración: “Bendito seas tú, Yahveh, Dios nuestro, que
has creado el fruto de la tierra, que nos santificas con
tus mandamientos y que nos has mandado comer
hierbas amargas”.
j) Como el padre de familia a menudo distinguía a algún
comensal, mojando un trozo de pan en la ensalada y
entregándoselo, es muy plausible que en este momen-
to Jesús entregó el bocado a Judas (Jn 13,26)
k) No hay duda de que en este momento tuvo lugar el lav-
atorio de los pies (cf. Jn 13, 2-12)
l) El mayordomo sirve una segunda copa (de haggadáh =
narración), la cual circula para que todos beban, pero
todavía no se come.
m) En este momento tiene lugar la “haggadah pascual”, ó
memorial de los eventos salvíficos obrados por Dios.
Se trata de un recuerdo histórico-salvífico (zikkaron),
por el que se ponen delante de Dios las obras que Él ha
realizado, a fin de que Él se acuerde y las actualice en
el presente. Un niño, pregunta: “¿En qué se diferencia
esta tarde de las demás? En las demás tardes se come
a discreción pan ó ácimo, pero en esta sólo ácimo” (cf.
Ex 12,26). Entonces el más anciano responde leyen-
do en la Toráh la descripción de la salida de Egipto (Ex
13,8.14-16).
n) Se canta la primera parte del Hallel (Sal 113-114).

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Año Jubilar Eucarístico o) Como preparación al banquete-memorial simbólico se
lavan las manos recitando una alabanza a Dios.
p) El padre de familia toma el pan y lo bendice diciendo:
“Bendito seas tú, Señor, dios nuestro, Rey del mundo,
que haces brotar el pan de la tierra”. Los comensales
respondían “Amén”. Entonces el padre rompe el pan y
lo reparte a los presentes.
q) En este momento Jesús tomó el pan, lo repartió y dijo:
“Esto es mi Cuerpo” (cf. Mc 14,22; Mt 26, 26 ).
r) Aquí tuvo lugar el mandato: “Hagan esto en memoria
mía” (Lc 22,19)
s) Sigue la bendición sobre la carne del cordero pascual:
“Bendito seas tú, Señor, Dios nuestro, rey del mundo,
que nos santificas con tus mandamientos y nos man-
das comer la pascua”. Entonces se come el cordero
sacrificado (zebah) con el pan ázimo. De nuevo se la-
van las manos y no comen hasta el día siguiente.
t) La conclusión del banquete comienza con la invitación:
“Alabad a nuestro Dios, a él pertenece lo que hemos
disfrutado”. Luego el mayordomo llena una tercera
copa de vino (de berakáh = bendición) y la bendice dic-
iendo: “Bendito seas tú, Señor, Dios nuestro, Rey del
mundo, que mantienes a todo el mundo con tu bondad,
favor y misericordia”. Los comensales respondían con
un “Amén”, y enseguida todos bebían de ella. Esta copa
debía contener tres cuartas partes de agua y solo una
de vino.
u) Con la tercera copa Jesús pronunció las palabras: “Ésta
es mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna” (cf.
Mt 26,30; Mc 14,26; Lc 22,20).
v) Se recita la segunda parte del Hallel (Sal 115-116)
w) Se sirve una cuarta copa (de Hallel = alabanza) y se
bebe acompañada de un himno (cf. Mt 26,30).
Para los judíos la celebración de este memorial no solo

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hace presente el pasado y lo proyecta hacia el futuro, sino

Año Jubilar Eucarístico


que también establece la comunión.
4.- ¿Cómo instituyó el Señor Jesús la Eucaristía?
Durante su ministerio, con la multiplicación de los panes (cf. Mc
6,30-46; Mc 8,1-10) y la conversión del agua en vino (cf. Jn 2,1-13)
Jesús había prefigurado ya tanto la abundancia como la excelencia
del pan de su Cuerpo y el vino nuevo de su Sangre.
Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Eucaristía durante la Úl-
tima Cena, cuando entregó a sus discípulos el mandato del amor
(cf. Jn 13,1-17) y el don de su Cuerpo y de su Sangre y les mandó
perpetuar su memorial (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20
y 1Co 11,23-26). Para esto, el Señor utilizó signos (pan y vino) y
palabras (tomó, partió, dio gracias, y repartió) pronunciadas en dos
momentos paralelos, uno sobre el pan (Cuerpo entregado) y otro
sobre el vino (Sangre derramada).
a) El don de su Cuerpo. Después de la haggadáh pascual
Jesús tomó el pan y dijo: “Tomen, coman, esto es mi cu-
erpo” (Mc 14,22; Mt 26,26; Lc 22,19), identificando el
pan partido y entregado con su propia persona en su
integridad total.
b) El don de su Sangre. Jesús tomó la tercera copa de vino,
dio gracias y se la dio a sus discípulos diciendo: “Esta es
la sangre de la alianza derramada por muchos” (cf. Mc
14,24; Mt 26,28; Lc 22,20). Con esto puso en relación
la sangre del cáliz con su sangre derramada en la Cruz.
Recordemos que en la Alianza del Sinaí, aludida aquí por San
Marcos, el derramamiento de la Sangre era parte fundamental:
• Moisés tomó la mitad de la sangre de los novillos y
con ellos roció el altar (cf. Ex 24,6);
• leyó el libro de la Alianza a los israelitas quienes
respondieron “obedeceremos y haremos todo
cuanto ha dicho Yahvé” (Ex 24, 7);

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Año Jubilar Eucarístico • roció al pueblo con la otra mitad de la sangre, al ti-
empo que dijo: “Ésta es la sangre de la alianza, que
Yahvé ha concluido con vosotros” (Ex 24,8) y,
• tras el pacto, Moisés y los ancianos pudieron ver a
Dios en el monte “y comieron y bebieron” (Ex 24,11).
c) El mandato de perpetuar el memorial de su sacrificio
y la institución del sacerdocio. Después de entregar
el don de su Cuerpo Jesús ordenó a su discípulos:
“Hagan esto en conmemoración mía” (Lc 22,19). La
Iglesia así lo entendió, pues en las comunidades pau-
linas encontramos a los Apóstoles haciendo lo que el
Señor había les mandado (cf. 1Co 11,24-25).
5.- ¿Por qué Jesús se hizo comida para sus discípulos?
En la acción de comer y beber el hombre constata que la fuente
de su vida no está en sí mismo y que recibir el alimento es una
condición fundamental de su existencia. En el pueblo de Israel la
invitación y aceptación en la propia mesa supone una declaración
de amistad y de respeto, de paz y fraternidad, en definitiva, una
alianza de vida.
Por esta razón, los tratados de paz y las alianzas quedan sella-
dos con un banquete (cf. Gen 14,18; 26,30; 31,54; Ex 18,12). La
raíz del término alianza (berit) indica “ligar”, y entre los pueblos
semitas se hacía mediante un pacto de sangre y una comida (cf. Ex
24, 5-11).
De este modo, durante la Última Cena Jesús se entregó como
comida y bebida para sus discípulos con la finalidad de partici-
parles de su sobreabundante Vida Divina y de establecer con ellos
una alianza de vida. Consecuentemente, los comensales del Cuer-
po y la Sangre de Cristo en la Santa Misa no solo reciben la semilla
de la inmortalidad (cf. Jn 6,51) sino que también renuevan la Alian-
za nueva de su pertenencia al pueblo de Dios.

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6.- ¿La Biblia atestigua que los Apóstoles celebraban la Santa

Año Jubilar Eucarístico


Misa?
Desde luego que sí. Después de la Ascensión del Señor (cf. Hch
1,9.12) las primeras comunidades cristianas asumieron el manda-
to de Jesús celebrando la “Cena del Señor” (1Co 11,20ss), también
llamada “Fracción del Pan” (Hch 2,42.46; 20,7.11; Lc 24,30.35).
Es cierto que en las comunidades apostólicas el memorial de la
Última Cena estaba unido a un banquete fraterno llamado “Ágape”
(cf. 1Co 11,20-22). Sin embargo, a finales del siglo I. d.C. la “Frac-
ción del Pan” se separó de dicho banquete y quedó unida al servi-
cio divino de la Palabra.
De este modo, a principios del siglo II d. C. nació la celebración
de la Misa tal como hoy la conocemos: con liturgia de la Palabra y
liturgia de la Eucaristía4.
7.- ¿Por qué decimos que la Eucaristía es “signo profético” de la
entrega de Jesús en la cruz?
Para explicar la entrega del Cuerpo y de la Sangre Jesús durante
la Última Cena sin ser todavía crucificado, hoy en día se recurre al
concepto de “signo profético”. Con esto se quiere decir que Cristo
anticipó sobre el pan y el vino el sacrificio de su vida en la Cruz.
8.- ¿Por qué decimos que la Eucaristía es “memorial” de la crucifixión
de Jesús?
La celebración de la Misa no es un simple recuerdo o una repetición
del sacrificio de Cristo en la cruz, sino memorial (actualización).
Con este término queremos decir que la Misa hace presente un
acontecimiento salvífico pasado. Dicho en otras palabras, al cele-
brar la Misa participamos en el único sacrificio redentor de Cristo
y de su resurrección. De este modo, el signo profético y el memo-
rial son dos conceptos correlativos, ambos actualizan: uno antici-
pando y el otro actualizando el sacrificio de Jesús.

4
S. Justino, apol I, 65-67, txt. cit. en CatIC 1345.

13
Año Jubilar Eucarístico 9.- ¿En qué consiste la presencia de Cristo en la Eucaristía?
Quiero insistir que la presencia de Cristo en la Eucaristía no es un
mero “estar ahí” escondido, sino que es la disponibilidad de Cristo
para atender a su Iglesia y cuidar de ella, como lo expresa San Pab-
lo en Ef 5,29. Este concepto también incluye la aceptación de ese
cuidado por parte de la Iglesia. En fin, la presencia real de Cristo
en la Eucaristía posee tres dimensiones:
a) Es presencia espiritual y personal de Cristo glorifica-
do como agente principal de la realización del sacramento.
b) Es presencia memorial de su obra de salvación, y
c) Es presencia corporal sustancial de la persona de Cris-
to bajo las especies de pan y vino, que se da por la con-
versión de la sustancia del pan en Cuerpo de Cristo y
de la sustancia del vino en Sangre de Cristo, permane-
ciendo los accidentes o la apariencia. A esta explicación
la Iglesia le ha llamado transubstanciación.
Cuánta razón tiene el pueblo de Dios cuando celebra la
Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, entonando:

“Entre sus ovejas está el Buen Pastor,


en vela continua lo tiene el amor”.

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Año Jubilar Eucarístico
II. La Eucaristía:
pasajes eucarísticos
en los padres de la I glesia .
Objetivo:
Mostrar algunos pasajes patrísticos sobre el sacramento de la
Eucaristía, utilizando la metodología pregunta-respuesta con un
texto patrístico, siguiendo el esquema que ahora marca el misal
romano.
1.- ¿Qué dice la Didaché sobre el sacramento de la Eucaristía?
Acto penitencial: «Reunidos cada día del Señor, romped el pan y
dad gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de
que vuestro sacrificio sea puro. Todo aquel que tenga contienda
con su compañero, no se junte con vosotros hasta tanto no se
hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio»5.
2.- Según San Justino Mártir ¿Qué textos se leen en la liturgia de
la palabra?
Liturgia de la palabra: «El día que se llama del sol se celebra
una reunión de todos los que moran en las ciudades o en
los campos, y allí se leen, en cuanto el tiempo lo permite,
los recuerdos de los Apóstoles (evangelios) o los escritos
de los profetas»6.
Homilía: «Luego, cuando el lector termina, el presidente
de palabra hace una exhortación e invitación a que
imitemos estos bellos ejemplos»7.
Preces; San Justino Mártir8, nos dice:
5
Didaché 14.
6
Justino Mártir, Primera Apología 66.
7
Ibid.
8
Nacido en Flavia de Neápolis de Samaria a principios del siglo II, fue un gran re-
torico y maestro. Alrededor del 135 enseñaba filosofía en Asia menor cuando se
convirtió al cristianismo. En roma fundo la primera escuela catequética de la cual
fue nombrado maestro.
15
Año Jubilar Eucarístico «Nosotros, después de así lavado el que ha creído y se ha ad-
herido a nosotros, le llevamos a los que se llaman hermanos,
allí donde están reunidos, con el fin de elevar fervorosa-
mente oraciones en común»9.
«Seguidamente (después de la exhortación) nos
levantamos todos a una y elevamos nuestras preces»10
3.- ¿Por qué se ponía el rito de la paz antes de la presentación de
las ofrendas?
Parece indicar que el rito de la paz que ahora tenemos después de
rezar el Padrenuestro, en los orígenes se ubicaba momentos an-
tes de la presentación de los dones. El texto del evangelio de San
Mateo nos dice “deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve a rec-
onciliarte primero con tu hermano, y después ven y presenta tu
ofrenda” (Mt 5, 24). Es concorde tratar de poner las cosas en paz
con Dios y con los hermanos antes de iniciar la liturgia eucarística.
Además el testimonio de San Justino nos confirma:
«Terminadas las oraciones nos damos mutuamente ósculo de paz»11.
4.- ¿En qué documento patrístico encontramos el ejemplo de un
prefacio eucarístico?
San Hipólito de Roma aproximadamente en el año 215 reunió
normas de la Iglesia que se pasaban de viva voz, bajo el título de
Tradición Apostólica. Tal vez sea el primer testimonio de como ini-
cia el prefacio: son las mismas palabras que conservamos.
«En seguida los diáconos le presenten la oblación (al
Obispo) y él, imponiendo sobre ellas las manos, junto
con todo el presbiterio, diga en acción de gracias12; «El
Señor este con vosotros».
Y todos respondan: «Y con tu espíritu».
Diga el Obispo: «Arriba los corazones».
Responda el pueblo: «Los tenemos hacia el
Señor».
El celebrante diga: «Demos gracias al Señor
9
Justino Mártir, Primera Apología 65.
10
Ibid, 67.
11
Ibid, 65.
12
Hipólito de Roma, Tradición Apostólica
16 4.
Nuestro Dios».

Año Jubilar Eucarístico


Por último responda: «Es justo y necesario».

Y luego prosiga: «Te damos gracias, oh Dios, por tu


amado Hijo Jesucristo, a quien en los últimos tiempos
nos enviaste como salvador, redentor y mensajero de
tu voluntad, que es tu Verbo inseparable, por medio del
cual hiciste todas las cosas y que fue de tu agrado. Lo
enviaste del cielo al seno de la Virgen y, siendo conce-
bido, se encarnó, y se manifestó como tu Hijo nacido
del Espíritu Santo y de la Virgen».
5.- ¿Cuál es el verbo principal en la consagración de los dones
según la Didaché?
Consagración de los dones
En la Didaché13: «Respecto a la acción de gracias, daréis
gracias de esta manera: primero sobre el cáliz: «Te damos
gracias Padre nuestro, por la santa viña de David, tu sier-
vo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu sier-
vo. A ti sea la gloria por los siglos». Luego sobre el fragmen-
to (Pan): «Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el
conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús,
tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos». Como este frag-
mento14 estaba disperso sobre los montes y se hizo uno,
así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu
reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo
eternamente»15.
En el número IX, el documento testifica el uso del verbo: doy
gracias16, en el texto dependerá de la conjugación, es decir, el ti-
empo y el modo en que se ocupe el verbo. El uso del término siervo
13
La traducción es tomada de RUIZ BUENO D., Padres Apostólicos y apologistas
griegos (s. II), Madrid 2009, p. 87-88. 91
14
Fragmento o fracción (klásma), es decir el pan partido, la fracción del pan, nom-
bre de la Eucaristía en el NT.
15
Didaché IX, 1-4
16
Al pasivo la traducción correcta es ser grato, demostrar reconocimiento agra-
decer. El pasivo puede traducirse como: recibir agradecimiento, ser recibido con
ánimo grato. MONTARARI F., Vocabulario della lingua greca, Torino 2004, p. 1019.
17
Año Jubilar Eucarístico es propio de una cristología arcaica, en lugar de Hijo, llamar frag-
mento al pan es típico del NT, así como, pedir que solo reciban la
Eucaristía los bautizados en nombre de Jesús. En el número XIV,
Se subraya la unidad de los fieles en la celebración de la comida
comunitaria en el día domingo y la preparación mediante la recon-
ciliación con el hermano17.
Otro ejemplo es de San Justino Mártir:
«Luego el que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un
vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y
gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por
el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias18.
Cuando el presidente ha terminado las oraciones y la ac-
ción de gracias todo el pueblo presente aclama diciendo
Amén. En hebreo amén, quiere decir: Así sea».
6.- ¿Por qué San Irineo de Lyon habla sobre la carne dándole un
valor positivo?
Irineo de Lyon19 nos da un testimonio:

17 IGNACIO GONZALES C., Bendijo el pan y lo partió (Mc 6,41), México 1999, p.
141.
18 Un texto más completo es el número 66 de la misma apología: “Este alimento se
llama entre nosotros «eucaristía», de la que a nadie es lícito participar, sino al que
cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remis-
ión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.
Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a
la manera que Jesucristo, nuestro salvador, hecho carne por virtud del Verbo de
Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así se nos ha enseñado que por
virtud de la oración al Verbo que de Dios procede, el alimento sobre que fue dicha
la acción de gracias –alimento de que, por transformación, se nutre nuestra sangre
y nuestras carnes- es la carne y la sangre de Aquel mismo Jesús encarnado. Y es así
que los apóstoles en los recuerdos, por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos
transmitieron que así les fue a ellos mandado”.
19 Irineo nació en Esmirna aproximadamente en el 130/135. Emigró a Lyon
donde era presbítero por el año 177, fue enviado por el clero de su ciudad a Roma
para consultar al Papa Eleuterio, acerca de las falsas doctrinas, al regresar a Lyon
halló la comunidad muy dividida. Los textos que presento son de su obra contra
las herejías.
18
«Dando consejo a sus discípulos de ofrecer las primicias

Año Jubilar Eucarístico


de sus creaturas a Dios, no porque las necesitase, sino
para que ellos no fuesen infructuosos e ingratos, tomó el
pan creatural y dando gracias, dijo: esto es mi cuerpo. Y
del mismo modo el cáliz, tomado de entre las creaturas
como nosotros, confesó ser su sangre20, y enseñó que era
la oblación del Nuevo Testamento»21. CH IV, 17, 5.
«Así como el pan que brota de la tierra, una vez que se
pronuncia sobre él la invocación (epíklesin) de Dios, ya no
es pan común, sino que es la Eucaristía compuesta por dos
elementos, terreno y celestial, de modo semejante nues-
tros cuerpos, al participar de la Eucaristía, ya no son cor-
ruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar para
siempre». CH IV, 18, 5.
«La carne es en grado de recibir la vida eterna. Desde el
momento que la copa mezclada y el pan confeccionado
reciben el verbo de Dios y se convierten en Eucaristía, es
decir, sangre y cuerpo de Cristo, de donde viene fortificada
y confirmada la sustancia de nuestra carne, como pueden
estos (gnósticos) negar que la carne es capaz de recibir el
don de Dios, es decir, la vida eterna». CH V, 2, 3.

20 Debemos recordar que los gnósticos negaban que la carne fuera buena, apli-
caban a la sustancia material la corruptibilidad. Por lo tanto Irineo dice: Son en-
teramente vanos quienes desprecian toda la economía de Dios, cuando niegan la
salvación de la carne y menosprecian su regeneración, diciendo que no es capaz
de hacerse incorruptible. Si esta carne no es salvada, entonces el Señor no nos ha
redimido con su sangre, ni la copa de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni
el pan que partimos es comunión con su cuerpo .Porque la sangre no puede salir
si no de las venas, de la carne, de todo el resto de la sustancia humana, en todo
esto se convirtió el Verbo de Dios, que nos ha redimido con su sangre. Como dice
el apóstol: por obra del cual tenemos la redención por su sangre, la remisión de
los pecados. Por el hecho de que nosotros somos sus miembros, y somos nutridos
por medio de la creación, creación que el mismo nos procura, haciendo surgir el
sol y que hace caer la lluvia según su voluntad, aquella copa, que es traída de su
creación, él la ha declarado su propia sangre, por medio de la cual se fortifica nues-
tra sangre; el pan que es traído de su creación, Él lo ha declarado su propio cuerpo,
por medio del cual es fortificado nuestro propio cuerpo. CH V, 2, 2
21 IRINEO DE LYON, Contro le eresie /2, trad. de Augusto Cosentito, Roma
2009, p. 203-ss.
19
Año Jubilar Eucarístico San Cipriano de Cartago enfrento una costumbre errónea,
algunos no mezclaban el vino y el agua, ofrecían solo agua,
eran conocidos como los acuíferos. Leamos con atención:
«En efecto, así como Cristo nos llevaba a todos y cargaba
con nuestros pecados, así vemos que en el agua está
figurado el pueblo y en el vino la sangre de Cristo. Cuando
en el cáliz el agua se mezcla con el vino, es el pueblo el que
se une a Cristo, es la multitud de los creyentes la que se
adhiere y une a aquel en el que creyó. Esta estrecha unión,
esta mezcla del agua y el vino en el cáliz del Señor, ya no se
puede deshacer. Por eso nada podrá separar a la Iglesia de
Cristo; nada podrá separar de Él al pueblo que está en la
Iglesia y que fiel y firmemente persevera en la fe, sino que
siempre estará unido a Él por el amor inseparable. Por ello
cuando se consagra el cáliz del Señor no se puede ofrecer
solo agua, como tampoco se puede ofrecer solo vino. En
efecto, si se ofrece solo vino, entonces la sangre de Cristo
está presente sin nosotros; si sólo se ofrece agua, es el
pueblo que está presente sin Cristo.
En cambio, cuando ambos se mezclan y se hacen una
sola cosa fusionándose, entonces se realiza el misterio
espiritual y celestial. Así el cáliz del Señor no es agua sola
o vino solo, sino una mezcla de ambos, como tampoco el
cuerpo del Señor puede ser harina sola o agua sola, sin la
mezcla de ambas y su unión, que es la que permite obten-
er el pan. La unidad del pueblo cristiano está figurada en
este misterio; así como muchos granos reunidos y moli-
dos juntos hacen un solo pan, así en Cristo, que es el pan
del cielo, sabemos que hay un solo cuerpo, en el que es-
tamos unidos y fundidos todos nosotros»22. Carta 63. 13
7.- San Cipriano habla de la mezcla del agua y el vino ¿explica que
representa el agua y que representa el vino?
Es el primer tratado eucarístico de la historia del cristianismo.
El asocia la Eucaristía a la pasión, muerte y resurrección de Cristo,
al cual se une el sacrificio de los fieles, en la Eucaristía se encuen-
22
El texto es obra de GIL J.A –TAMAYO, Obras completas de san Cipriano de Carta-
go, Madrid 2013, p. 763.
20
tra plena unidad23 en Cristo, como el agua que se mezcla con el

Año Jubilar Eucarístico


vino en el cáliz. El texto es de la carta que se dirige a Cecilio, prob-
ablemente obispo de
Bilta. La intención era corregir el abuso que se había extendido en
algunas comunidades africanas durante la celebración de la Euca-
ristía: el uso de agua en lugar de vino. Cipriano expone sus argu-
mentos y enseña que en la celebración eucarística se ha de ofrecer
el vino mezclado con agua, tal como enseñó e hizo el Señor, con-
firma toda la verdad sobre la Eucaristía con símbolos y pasajes del
Antiguo y Nuevo Testamento, afirmando con claridad la presencia
real del Cuerpo y Sangre de Cristo en el pan y el cáliz del sacrifi-
cio. La carta 63, está toda dominada por la idea del sacrificio en
referencia a la Eucaristía. Enseña, como idea predominante, que
ha de ofrecerse el vino mezclado con agua, como lo enseñó e hizo
el Señor, es decir, debe realizarse el rito conforme al ejemplo de la
cena que celebró el Señor.

Rito de comunión
8.- ¿Quién debe repartir la comunión a los fieles?
«Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra acción de
gracias (Eucaristía), sino los bautizados en el nombre del
Señor, pues acerca de ello dijo el Señor24: No daréis lo santo a
los perros (Mt 7,5)».
«Una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado
todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman ministros
o diáconos dan a cada uno de los asistentes parte del pan y
del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo
llevan a los ausentes25».
«Ahora viene la distribución y participación, que se hace
a cada uno de los alimentos consagrados por la acción de
23
Cipriano en su teología subraya con fuerza la relación entre la Eucaristía y la
unidad de la Iglesia. A la ecclesia una, considerada en su unidad y unicidad, corre-
sponde el unum altare, es decir, la unicidad del mismo sacrificio de Cristo, perpet-
uado en su Iglesia a través de la Eucaristía. fuera no hay: ni altar ni Iglesia, ni se
realiza la Eucaristía (Ep. 70, 2, 2).
24
Didaché IX, 5.
25
Justino Mártir, Primera Apología 65.
21
Año Jubilar Eucarístico gracias y su envió por medio de los diáconos a los ausentes»26
«Al acercarte a comulgar no lo hagas con las palmas de
las manos extendidas o con los dedos separados; sino de la
mano izquierda has el trono para la derecha, como si ésta
hubiera de recibir a un rey, y en el seno de la mano recibe
el cuerpo de Cristo, diciendo: Amén. Con seguridad, pues,
ya que santificaste los ojos al tocarlo, toma el santo cuerpo
teniendo cuidado de no perder nada de él»27.
Oración postcomunión.
Después de saciaros, daréis gracias (eucaristesate) así: «Te damos
gracias (eucaristomen) Padre santo, por tu santo Nombre, que hi-
ciste morar en nuestros corazones y por el conocimiento y la fe y la
inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti sea la gloria por los siglos»28.
Celebración dominical
La misa era celebrada en el día domingo. «Celebramos esta re-
unión general el día del sol, por ser el día primero29. El día en que
Jesucristo resucito de entre los muertos».
Después de hacer un recorrido patrístico y sabiendo que en
cada Eucaristía nos encontramos con el Cristo vivo: hemos re-
cordamos el sacrificio que hizo Jesucristo y el amor de Dios por
nosotros, ¡tenemos el compromiso de amar a Dios! Te pregunto
¿Cómo vives este amor de la Eucaristía en tu vida? El amor que
tenemos a Dios lo debemos de concretizar en las personas que nos
rodean, tenemos que cambiar nuestra realidad, amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos, así es como realmente vivimos
el amor que Dios, él nos alimenta con su cuerpo y en su sangre.
26
Ibid, 67.
27
Cirilo de Jerusalén, de la catequesis mistagógica V, 21.
28
Didaché X, 1-2.
29
El mártir Justino dice en la primera apología (65-67) de una celebración eucarísti-
ca que se tenía después del bautismo y de una celebración eucarística que venía
hecha en domingo. Se nota una distribución de ministerios, los laicos que ejercen su
sacerdocio bautismal, existe el servicio de lector, de diáconos y un celebrante prin-
cipal. La Iglesia celebra la Eucaristía como sacrificio memorial de la pasión y muerte
del Señor, y entiende que esta liturgia obedece al mandato de Cristo.
22
Año Jubilar Eucarístico
III. La Eucaristía
en la catequesis de la I glesia

Introducción

Esta breve catequesis tiene como objetivo animar a los sacer-


dotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral a profundizar en
los sacramentos de la iniciación cristiana ya que hay una estrecha
relación con la pastoral catequética. En este Año de la Eucaristía,
es conveniente retomar algunos lineamientos para hacer mayor
conciencia sobre nuestra formación y participación puesto que,
después de quinientos años celebrando el “Banquete Sagrado”
se requiere mayor decoro, estar plenamente conscientes de que,
en las especies del Pan y Vino consagrados es al Señor a quien re-
cibimos y debemos disponer los espacios para la celebración de
manera digna.

Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sem-


brar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la
comieron. Otra parte cayó en pedregal, donde no tenía mucha tier-
ra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando
salió el sol se agostó, y por no tener raíz se secó. Otras partes cay-
eron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto;
unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento. (Mc 4,3-8).

Esta exposición introductoria desde el evangelio de San Mar-


cos, pretende estimular a los pastores y a los agentes a tomar con-
ciencia de la necesidad de mirar siempre el campo de la siembra
como lo hemos visto a lo largo de la historia de la Iglesia (en nues-
tra diócesis de Tlaxcala de manera muy especial la aceptación y
educación en la fe de nuestros Santos Niños Mártires Cristóbal,
Antonio y Juan valientes, creativos, audaces y generoso), para
hacerlo desde la fe y la misericordia (Directorio General para la
Catequesis14-20).

23
Año Jubilar Eucarístico 1.- Situación de la iniciación cristiana

El Documento de Aparecida, presenta de manera escueta cuál


es la situación de la Iniciación cristiana: en muchas partes “ha sido
pobre y fragmentada (DA 287). Esto ha traído como consecuen-
cias: que muchos creyentes no participen en la eucaristía domini-
cal, ni reciben con regularidad los Sacramentos, ni se insertan ac-
tivamente en la comunidad eclesial. Existe un alto porcentaje de
católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el
mundo. Muchos cristianos tienen una identidad cristiana débil y
vulnerable (DA 286).

Es evidente que la pastoral de la Iniciación cristiana (y de la Pas-


toral en general) está muy lejos de poder responder a la situación
actual de la sociedad y de los fieles. Nos encontramos ante unos
cambios circunstanciales y parciales, ante una época de cambio
que sacude la conciencia eclesial de los creyentes y que nos inter-
pela para dar un cambio muy profundo y decidido a nivel pastoral.

a) Solicitud de los sacramentos. Como consecuencia, sin


duda, de la primera evangelización, la mayoría del pueb-
lo católico es consciente de la necesidad de la práctica
sacramental y acude en gran número a solicitar los sacra-
mentos de Iniciación.

b) Sacramentos de iniciación y piedad popular. La fe de un


gran número de católicos está penetrada de una piedad
popular no suficientemente evangelizada. De hecho, la in-
eludible dimensión catequética de la iniciación cristiana
presenta innegables deficiencias. La catequesis es, en oc-
asiones, mínima y no integral, reducida a una débil y fugaz
información de la doctrina cristiana, que en muchas oca-
siones sigue siendo con el método del Catecismo, como
resumen de la doctrina católica, además poco bíblica.

c) Capacidad catecumenal del hombre actual. Es la dis-


ponibilidad del hombre de hoy a seguir procesos. Hoy nos
encontramos ante una nueva realidad: el fenómeno gi-
gantesco del mundo mediático, fugaz y virtual. En donde
24
se rechaza todo aquello que implica un proceso. Es aquí

Año Jubilar Eucarístico


donde se hace el llamado o invitación al catecumenado
(elemento indispensable en el proceso de la Iniciación
cristiana).

2.- El ejercicio del sacerdocio común en los sacramentos de ini-


ciación.

El carácter sagrado y orgánicamente estructurado de la comu-


nidad sacerdotal se actualiza por los sacramentos y por las vir-
tudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan
destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y, regen-
erados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de
los hombres la fe que recibieron de Dios mediante la Iglesia. Por
el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente
a la Iglesia, enriquecen con una fuerza especial del Espíritu San-
to, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y
defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra
juntamente con las obras (San Cirilo Jerusalén). Participando del
sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana,
ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntam-
ente con ella (Pío XII, Mediator Dei). Y así, sea por la oblación o sea
por la Sagrada comunión, todos tienen en la celebración litúrgica
una parte propia, no confusamente, sino cada uno de modo dis-
tinto. Más aún, confortados con el cuerpo de Cristo en la Sagrada
Liturgia eucarística, muestran de un modo concreto la unidad del
Pueblo de Dios, significada con propiedad y maravillosamente re-
alizada por este augustísimo sacramento.

Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado,


fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son
llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de
aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre.

a) Orden de los sacramentos de la iniciación. A este respec-


to es necesario prestar atención al tema del orden de los
Sacramentos de la iniciación. En la Iglesia hay tradiciones
diferentes. Esta diversidad se manifiesta claramente en
las costumbres eclesiales de Oriente (Cf. Código de los
25
Año Jubilar Eucarístico Cánones de las Iglesias Orientales, can. 710) y en la mis-
ma praxis Occidental por lo que se refiere a la iniciación
de los adultos (RICA) a diferencia de los niños (Rito del
Bautismo de los niños).

Sin embargo, no se trata propiamente de diferencias de


orden dogmático, sino de carácter pastoral. Concreta-
mente, es necesario verificar qué praxis puede efectiva-
mente ayudar mejor a los fieles a poner de relieve el sacra-
mento de la Eucaristía como aquello a lo que tiende toda
la iniciación. En estrecha relación con los competentes
Dicasterios de la Curia Romana, las Conferencias Episco-
pales han de verificar la eficacia de los actuales procesos
de iniciación, para ayudar cada vez más al cristiano a mad-
urar con la acción educadora de nuestras comunidades y
llegue a asumir en su vida una impronta auténticamente
eucarística, que la haga capaz de dar razón de la propia
esperanza de modo adecuado en nuestra época (Cf. Ben-
edicto XVII).

b) El sacramento de la Eucaristía. La Sagrada Eucaristía cul-


mina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el bautismo y configura-
dos más profundamente con Cristo por la Confirmación,
participan por medio de la Eucaristía con toda la comuni-
dad en el sacrificio mismo del Señor.

Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue


entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo
y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta,
el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Ig-
lesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramen-
to de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete
pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gra-
cia y se nos da una prenda de la gloria futura(S.C. 47).

c) La eucaristía, fuente y culmen de la vida eclesial. La Eu-


caristía es fuente y culmen de la vida cristiana (L.G.11).

26
La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con

Año Jubilar Eucarístico


Dios y la unidad del pueblo de Dios por las que la Iglesia
es ella misma. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la
acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del
culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y
por él al Padre (Cf. Sda. Congr. Para el culto divino, Instr.
Eucharisticum mysterium, 6).

Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya


a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando
Dios será todo en todos (1 Cor. 15, 18). La Eucaristía es el
compendio y la suma de nuestra fe: Nuestra manera de
pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía
confirma nuestra manera de pensar (S. Ireneo de Lyon).

3.- El nombre de este sacramento

La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los


distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca
alguno de sus aspectos. Se le llama:
Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras eu-
charistein (Lc. 22,19; 1 Cor. 11,24) y eulogein ( Mt. 26,26; Mc. 14,22)
recuerdan las bendiciones judías que proclaman –sobre todo du-
rante la comida- las obras de Dios: La creación, la redención y a
santificación.

Banquete del Señor (1 Cor. 11,20), porque se trata de la Cena


que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y
de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (Apoc. 19,9)
en la Jerusalén celestial.

Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue
utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabe-
za de familia (Cf. Mt. 14,19; 15,36), sobre todo en la Última Cena. En
este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección
(Cf. Lc. 24, 13-35) y con esta expresión los primeros cristianos des-
ignaron sus asambleas eucarísticas (Cf. Hech. 2,42). Con él se quiere
significar que todos los que comen de este único pan, partido, que
es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él.
27
Año Jubilar Eucarístico Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada
en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (Cf. 1 Cor.
11, 17-34).

Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo


Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también Santo Sacrifi-
cio de la Misa, sacrificio de alabanza, sacrificio espiritual, sacrificio
puro.

Santa y divina liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia en-


cuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de
este sacramento. Se habla también del Santísimo Sacramento
porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se
designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario.

Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo


que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar
un solo cuerpo. Se le llama las cosas santas, pan de los ángeles, pan
del cielo, medicina de inmortalidad, viático… Santa Misa porque la
liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con
el envío de los fieles (misio) a fin de que cumplan la voluntad de
Dios en su vida cotidiana.

a) Mensaje del papa Benedicto Algunas personas me dicen que


a los jóvenes de hoy no les interesa leer el catecismo. Yo no
estoy de acuerdo y estoy seguro de tener razón. Los jóvenes
de hoy no son tan superficiales como se dice de ellos. Quie-
ren saber qué es lo verdaderamente importante en la vida.
El Catecismo es fascinante porque habla de nuestro propio
destino y por ello nos afecta profundamente a cada uno.

Por eso los invito: ¡estudien el Catecismo! Es mi deseo más ar-


diente. Pues les exige una vida nueva. Les presenta el mensaje
del Evangelio como la perla de gran valor (Mt.13, 46), por la
que hay que dejarlo todo. Estudien el Catecismo con pasión y
constancia, estúdienlo en el silencio de su cuarto, léanlo con
un amigo, formen grupos de trabajo y redes, intercambien
opiniones en internet. De cualquier forma, mantengan conv-
ersaciones acerca de la fe.
28
b) La misa no ha terminado Sería injusto con nosotros mismos

Año Jubilar Eucarístico


procurar saciar el hambre de los demás y quedarnos no-
sotros en ayunas. Debemos tratarnos bien, y dar a nuestro
cuerpo, a nuestro corazón y a nuestro espíritu un alimento
sano y suficiente.
Aunque el rito eucarístico concluye con el “glorifiquemos al
Señor con nuestra vida”, allí no termina la celebración. Por
el contrario, allí empieza el compromiso de hacer de nuestra
vida una Misa continuada, de traducir en obrar lo que litúr-
gicamente hemos celebrado; de cumplir la promesa solemne
de amor a los hermanos, de compartir con los demás el pan
material, el pan de la fraternidad y el pan de Dios.

c) Criterios para una adecuada catequesis. La catequesis de


Iniciación Cristiana, entendida como formadora de discípu-
los busca ser un itinerario pedagógico que permita aprender
a vivir conforme a la fe cristiana. La “catequesis de proceso”
busca integrar todas las dimensiones de la persona, avan-
zando a través de sucesivas etapas del recorrido espiritual.

Nuestra diócesis nos exige “nuevas formas para evangelizar”,


utilizando métodos y subsidios catequísticos adecuados para re-
sponder a los desafíos actuales, entre otros:

Cuidar la formación humana, espiritual y psicológica del cateq-


uista y del catequizando; privilegiar el uso de la Sagrada Escritu-
ra; favorecer la conversión en un proceso por etapas; asumir una
clara dimensión vocacional, diaconal y misionera; cuidar el tiem-
po de formación para la recepción de los sacramentos; crear un
proyecto parroquial y diocesano para la atención a los adultos que
no han recibido los sacramentos; debemos fortalecer nuestra mis-
ión evangelizadora conociendo el grado de entrega generosa de
nuestros Santos Niños Mártires Cristóbal, Antonio y Juan.

Son muchos los retos y desafíos que enfrentamos y conscientes


de que somos instrumentos para anunciar el Reino de Dios, con-
cluimos con palabras del Papa Francisco: ¡El Espíritu de la miseri-
cordia impregne todas nuestras actividades para hacer respland-
ecer, desde la catequesis, el verdadero rostro de Dios!
29
Año Jubilar Eucarístico
IV. Catequesis mistagógica
sobre la E ucaristía

En nuestra diócesis de Tlaxcala estamos conmemorando los 500


años de la primera eucaristía en estas tierras, a pesar de que han
pasado muchos años, aún muchos fieles no comprenden el sacra-
mento de la Eucaristía. No se comprenden los gestos, los símbolos
y las palabras, nos ponemos de pie, nos sentamos, nos arrodillamos,
nos damos la mano y entramos en procesión solo por mecanismo. La
participación en la celebración eucarística se reduce a algo mera-
mente exterior, acudimos solo como espectadores.
Para poder valorar la Eucaristía, es indispensable conocerla.
El conocimiento no implica sólo el mundo de las ideas, del tener
datos acumulados en nuestro intelecto, este aspecto, sin lugar a
dudas, es necesario, pero no basta, es muy importante tener una
experiencia de Dios en ella, el abrir el corazón; es una experiencia
con profundas consecuencias. Es el conocimiento indispensable
no sólo para saber de la Eucaristía, sino, y sobre todo, tener experi-
encia de la Eucaristía. No se ama lo que no se conoce.
La mistagogía es el arte de conducir, de ayudar, de iniciar de ad-
entrar en el misterio de Dios al fiel cristiano. Podríamos definirla
también como el arte y la capacidad de ayudar a que se produzca
una experiencia de Dios genuina en la persona que busca a Dios,
provocando en ella la adhesión de la fe y la experiencia de esa ad-
hesión.
Esta catequesis mistagógica tiene como finalidad el conocer
cada una de las partes de la Eucaristía para descubrir la gran rique-
za de los ritos que nos deberán hacer percibir la presencia de Dios.

Partes de la Misa
La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estruc-
tura fundamental que se ha conservado a través de los siglos has-

30
ta nuestros días. Comprende dos grandes momentos que forman

Año Jubilar Eucarístico


una unidad básica: la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística.
La liturgia de la Palabra y liturgia eucarística constituyen juntas “un
solo acto de culto (SC 56).

Ritos iniciales:
La IGMR 46 nos describe el ser y finalidad de estos ritos iniciales
que preceden a la liturgia de la Palabra: Todo lo que precede a la
liturgia de la Palabra, es decir, el Canto de entrada, el saludo, el
acto penitencial, el Kyrie, el gloria y la colecta, tienen el carácter
de exordio, introducción y preparación… La finalidad de estos ri-
tos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad y
se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar
dignamente la Eucaristía.
a) Canto de entrada
El n. 47 de la IGMR nos dice: «Reunido el pueblo, mien-
tras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se da
comienzo al canto de entrada. El fin de este canto es: Abrir
la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido,
elevar sus pensamientos a la contemplación del misterio del
tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión de
sacerdotes y ministros»30.
b) Saludo al altar y al pueblo congregado
El altar se convierte en el punto focal de la asamblea cel-
ebrante y signo de esto es la reverencia que le dirigen los
ministros y el beso que le da el sacerdote que preside y los
demás ordenados que estuvieran presentes. El altar que es
besado, es la piedra fundamental del edificio. Besar el altar
significa besar a Cristo, piedra fundamental del edificio. El al-
tar se puede, también, incensar. « ¿Qué es, en efecto, el altar
30
El subrayado es mío. La misma IGMR nos dice la finalidad de este canto, que más
que ser de animación a la celebración, es un mismo factor que favorece la unidad
en la voz, en el sentimiento, en la oración. «La celebración no está hecha sólo de
escucha y voz (palabra-sonido): nosotros celebramos con todo el cuerpo, con la
vista, con los colores» I. Sciccolone, L’Eucaristia fa la Chiesa. Itinerario di catechesi
sulla Messa, Diocesi di Roma. Ufficio litúrgico, 2010, 48.
31
Año Jubilar Eucarístico de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?» San Ambrosio
de Milán.
Con el signo de la cruz y el saludo del sacerdote a la asam-
blea comienza, propiamente, el intercambio, la conexión en-
tre ellos. Con el signo de la cruz, hecho por toda la asamblea,
nos recuerda que podemos celebrar la Eucaristía en cuanto
hemos sido bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Con el saludo del sacerdote se reclama,
en modo particular, a la presencia de Cristo, y con la respues-
ta del Pueblo, éste confirma saberse reunido en el nombre
de su fundador (cfr. IGMR 50). El saludo tiene una doble va-
lencia: un valor cristológico porque anuncia a la comunidad
reunida la presencia del Señor y una valencia eclesiológica,
es decir, de comunión.
c) Acto penitencial
Este acto penitencial hecho por el sacerdote y la asam-
blea juntos, posee un fundamento bíblico St 5,16: «Con-
fiesen, pues los pecados unos a los otros y oren unos por
otros, para que alcancen la salud». En este momento, toda la
asamblea reconoce que somos pecadores delante de Dios;
éste reconocer juntos nuestra tendencia al pecado, también
crea comunión.
La confesión del ser pecador viene hecha no sólo a Dios,
sino también a los hermanos, pero la petición de perdón va
dirigida sólo a Dios, no a los hermanos.
d) Señor, ten piedad (Kyrie eleison)
Al Kyrie eleison se le puede atribuir una doble valencia: de
alabanza y de súplica penitencial. En cuanto a la alabanza, el
Kyrie (Señor) era el apelativo imperial y triunfal, dado a Cris-
to ya en el NT (Flp 2,11; Hch 2,36). Sin embargo, por todo el
desarrollo de la celebración litúrgica y el acento que se ha
puesto a esta invocación como súplica de perdón, parece
más oportuno, según el Ordo actual, entender esta invo-
cación en sentido penitencial31.
31
Cfr. V. Raffa, Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia de dalla teologia
alla pastorale prattica (BELS 100), Edizioni Liturgiche CLV, Roma 2003, 280-289.
32
e) El himno Gloria in excelsis Deo

Año Jubilar Eucarístico


El gloria es un antiquísimo y venerable himno con que la
Iglesia congregada en el Espíritu glorifica a Dios Padre y al
Cordero y le presenta sus súplicas… Se canta o se recita los
domingos, fuera del tiempo de Adviento y de Cuaresma, las
solemnidades y fiestas y en algunas celebraciones peculiares
IGMR 53.
Este himno es llamado también gran doxología 32. Este him-
no se remonta al s. IV y lo encontramos, por vez primera en
las Constituciones Apostólicas. Como himno, se debe cantar.
f) Oración colecta
«A continuación el sacerdote invita al pueblo a orar y
todos, a una con el sacerdote, permanecen un momento en
silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de
Dios y formular interiormente sus súplicas» IGMR 54. Se le
denomina oración colecta porque expresa el carácter de la
celebración. El término “colecta” indica que el sacerdote col-
ligit –recoge– la oración de cada uno de los fieles.
El sacerdote, en nombre de todos, hace la oración. La
oración colecta recuerda siempre el motivo o la circunstan-
cia de la reunión, la fiesta, el santo que se celebra. Al terminar
la oración, el pueblo responde: Amén. Este amén indica que
la asamblea ha hecho suya la oración hecha por el sacerdote.

Liturgia de la Palabra
Terminados los ritos iniciales, da comienzo el primer gran banquete
de la Eucaristía: la liturgia de la Palabra. Ya habíamos visto que esta
parte de la Eucaristía es uno de los que han venido acompañando la
Eucaristía cristiana de todos los tiempos, desde los apóstoles.

32
«Se llama doxología –del griego “doxa”, gloria y “logos”, palabra– por tanto: pal-
abra de gloria, a la alabanza o bendición, normalmente trinitaria, con que se con-
cluye una oración o un himno» J. Aldazábal, «Doxología» en Vocabulario básico de
liturgia (Biblioteca Litúrgica 3), 126-127.
33
Año Jubilar Eucarístico La IGMR 55 nos dice: «las lecturas tomadas de la Sagrada Escritu-
ra, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal
de la liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración
universal o de los fieles, la desarrollan y concluyen.
a) Las lecturas
En las lecturas Dios habla a su pueblo, le descubre el Mis-
terio de Salvación, y le ofrece el alimento espiritual. El
mismo Cristo, por su Palabra se hace presente en medio
de los fieles (SC7)».
La liturgia de la Palabra no es un estudio sobre la Pal-
abra. «No estudiamos la Biblia delante de Dios mientras
lo estamos celebrando». La proclamación y la escucha de
la Palabra es un momento celebrativo, porque en ese mo-
mento Dios habla. La Palabra cobra vida en la celebración
litúrgica, y esta Palabra es necesario ESCUCHARLA. La
Palabra proclamada es Palabra viva. Si la tenemos en el
libro es para conservarla, pero en el momento de la cele-
bración, cuando el ministro autorizado la proclama, ésta
se convierte en Palabra viva = Dios nos habla.
Las lecturas hacen eco del Misterio Pascual. Esta Pal-
abra preparó este evento (Antiguo Testamento), lo explica
y aplica a la vida de los creyentes (lecturas apostólicas) y
permite que lo recordemos y veamos los acontecimientos
que lo fueron preparando y que lo realizaron (Evangelio).
Esto, como se ha dicho ya, no es un mero recuerdo sino un
memorial.
Aprendamos que la Iglesia ha dispuesto el banquete de
las lecturas, en cuanto a su número se refiere, de la siguiente
manera:
a) Tres lecturas (1ª, 2ª y Evangelio) los domingos, solemni-
dades y fiestas del Señor. La primera lectura se toma gen-
eralmente del AT, pero en tiempo de Pascua como no se lee
el AT, se toma del libro de los Hechos de los Apóstoles o, en
algunos casos, del Apocalipsis.

34
b) Dos lecturas (1ª y Evangelio) se toman para las ferias (De

Año Jubilar Eucarístico


lunes a sábado). En el tiempo Pascual, la 1ª lectura se hace,
también, del libro de los Hechos de los Apóstoles.
c) El Salmo responsorial no se toma como una lectura en
sentido estricto, sino como un cántico interleccional, es
decir, un cántico que se hace entre lectura y lectura.
Todas las lecturas tienen como fin hacernos descubrir el plan de
Dios para cada uno de nosotros.
Para comprender el mensaje que Dios nos quiere transmitir, es-
pecialmente de domingo en domingo, es necesario notar que las
lecturas, en los tiempos fuertes (Adviento, Navidad, Cuaresma y
Pascua) las lecturas están conectadas en una temática unitaria, el
mensaje nos lo transmite, al unísono, las tres lecturas.
En el tiempo Ordinario, el leccionario por cada año litúrgico nos
propone la lectura de los tres evangelios sinópticos: Mateo (lla-
mado Ciclo A), Marcos (Ciclo B) y Lucas (Ciclo C). En este tiempo
Ordinario, la primera lectura y el Evangelio están unidas: la pro-
fecía anuncia lo que el Evangelio cumplirá en plenitud. La 2ª lectu-
ra apostólica se toma de alguna carta, generalmente de San Pablo,
y se va leyendo de forma semicontinua. Rara vez el contenido de
la 2ª lectura coincide con lo tratado en la 1ª lectura y el Evangelio.
Después de la primera lectura se tiene el salmo responsorial.
Se llama responsorial porque:
a) Se hace, habitualmente, de forma responsorial, es decir, con
un responsum, con la respuesta.
b) Porque este salmo constituye la respuesta de la Asam-
blea a la Palabra escuchada. Dios ha hablado, el Pueblo
responde y lo hace a través del Salmo.
El salmo es aconsejable que no lo haga el mismo lec-
tor que ha proclamado la primera lectura, no se puede
responder a sí mismo. El Salmo es un canto y debería bus-
carse la manera de ser cantado, sino en su totalidad, al
menos la respuesta.

35
Año Jubilar Eucarístico El lugar de donde debe hacerse la proclamación viva de
la Palabra de Dios es el ambón (IGMR 175) que, después
del altar, es el punto más venerable en una Iglesia-edificio.
El ambón está reservado a las lecturas o las partes a ella
conectadas: salmo responsorial, la homilía y la oración de
los fieles. El ambón debe ser hecho de forma y materia dig-
na, de acuerdo a la dignidad misma que tiene la Palabra de
Dios. Debe estar dispuesto, en la Iglesia-edificio que permi-
ta que toda la Asamblea vea y escuche la proclamación de
la Palabra Divina.
Cuando se proclama el Evangelio, cima de la revel-
ación, Palabra misma de Cristo, se resalta a través de una
procesión con el Evangeliario hacia el ambón, acompaña-
do por incienso y cirios encendidos y proclamado por un
diácono o, en ausencia de éste, por un presbítero. Se re-
salta también a través del canto alegre del Aleluya (o del
Honor y Gloria a ti Señor, propio del tiempo de Cuares-
ma) y la asamblea se pone de pie para escuchar a Cristo
mismo que va a hablar, a comunicar su Buena Nueva a la
Asamblea que se ha congregado en su nombre y lo hace,
permaneciendo ella misma en pie, como signo de especial
respeto y disposición de escucha. El Evangeliario se sig-
na y se inciensa. Una vez terminada la proclamación del
Evangelio se besa y, si está presente el Obispo, bendice al
pueblo con él.
b) La homilía
La homilía es parte estructural de la Liturgia de la Pa-
labra (cfr. IGMR 65) y no sólo un elemento que se ha su-
mado a ésta como una especie de “relleno”. Es necesaria
para alimentar la vida cristiana. La función de la homilía es
hacer realidad lo que Cristo dijo en la sinagoga de Nazaret
al terminar de leer el rollo de Isaías que le tocó proclamar:
Hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír” (Lc
4,21). La homilía busca aplicar a nuestro hoy la Palabra
de Dios apenas escuchada. Es el puente entre lo que Dios
dijo hace miles de años y lo que Dios quiere decirnos, a la
luz de su misma Palabra, para nuestra vida actual.
36
La homilía es obligatoria los domingos y fiestas de pre-

Año Jubilar Eucarístico


cepto y es aconsejada, también, en los demás días.
La homilía no debe ser una predicación moral, ni tam-
poco una catequesis. Debe ser el anuncio de las maravillas
que Dios realiza hoy en nosotros.
«Después de la homilía se guardará oportunamente
un breve momento de silencio» IGMR 66. Este silencio
es para interiorizar lo que hemos escuchado, para hacer
cumplir en nosotros lo que Dios ha cumplido frente a
nosotros, gracias a la proclamación viva de la Palabra
Divina. Dios sigue hablándonos; es también el momento
de nuestra respuesta a su Palabra dada.
c) Profesión de fe
«El símbolo o profesión de fe tiende a que todo el pueblo
reunido dé su respuesta a la Palabra de Dios proclamada
en las lecturas de la Sagrada Escritura y explicada en la
homilía y, pronunciando su regla de fe, con la fórmula
aprobada para el uso litúrgico, traiga a su memoria y
confiese los grandes misterios de la fe antes de empezar
su celebración en la Eucaristía» IGMR 67. Esta profesión
de fe es un elemento bautismal y proclamamos que la fe
sea para responder a la Palabra que hemos escuchado en
cuanto somos bautizados.
d) Oración de fieles
«En la oración universal y oración de los fieles, el
pueblo responde de alguna manera a la Palabra recibida
con fe y, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega a Dios por
la salvación de todos» IGMR 69.
Estamos ante la conclusión de la Liturgia de la Palabra. En
esta plegaria, la Asamblea reunida se sabe, se siente y actúa
como Iglesia de Dios, como pueblo sacerdotal, capaz de el-
evar a Dios oraciones para pedir por las necesidades de la
Iglesia, las del mundo entero y las personales. A lo que Dios
ha hablado, los fieles respondemos con nuestra plegaria.
37
Año Jubilar Eucarístico Este elemento de la eucaristía puede ser muy dinámico,
ya que en cada eucaristía podría componerse una oración de
fieles propia para cada celebración, de acuerdo a la mental-
idad y necesidad de cada comunidad. Sin embargo la Iglesia
no lo deja a una improvisación absoluta la posible creación
de estos formularios a utilizarse como oración de fieles, sino
que coloca el orden en el que deben hacerse las intenciones:
«El orden de las intenciones será generalmente:
a) Por las necesidades de la Iglesia.
b) Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del
mundo entero.
c) Por los oprimidos bajo determinadas dificultades.
d) Por la comunidad local» IGMR 70.

Liturgia eucarística
Con la liturgia eucarística, entramos a la segunda parte de la
Eucaristía. Ahora, lo hasta aquí recorrido nos lleva al punto
culmen de la celebración, la gran Plegaria Eucarística.
La Plegaria Eucarística la podemos, a su vez, subdividir en
tres partes: los ritos de ofertorio, la Liturgia Eucarística, pro-
piamente dicha (la Plegaria Eucarística) y los ritos de comu-
nión. Estas tres partes corresponden a lo que Jesús hizo en la
última cena: Él tomó el pan y el vino, dio gracias con la plegaria
de bendición, partió el pan y lo dio a sus discípulos.
Al verbo tomó corresponden los ritos de ofertorio; al ver-
bo dio gracias corresponde la plegaria eucarística y lo partió y
lo dio corresponde a los ritos de comunión.
a) Preparación de los dones u ofertorio
«En la preparación de las ofrendas se presentan en el altar
el pan y el vino con agua: es decir, los mismos elementos que
Cristo tomó en sus manos» IGMR72 §1.

38
El ofertorio del pan y del vino no son sólo ofrendas materia-

Año Jubilar Eucarístico


les sino también la asamblea se ofrece a Dios. El ofertorio es
también nuestra ofrenda, que después vendrá unida a la de
Cristo en la Plegaria Eucarística. Cristo ofrece al Padre no
solo el sacrificio de sí mismo como un sola persona, sino de
sí mismo como cuerpo total, es decir de Cristo con los suyos,
Cabeza y Cuerpo del organismo eclesial.
Las ofrendas del pan y del vino, y de otras cosas que pueden
ofrecerse, como despensas o dinero, sirven tanto para el Cu-
erpo de Cristo como para el Cuerpo místico, por ejemplo,
para la necesidad de los pobres.
El sacerdote recibe en el altar, o cerca a él, las ofrendas de
los fieles. Las recibe y las presenta a Dios con un gesto y
una plegaria de bendición (solo el pan y el vino) y las coloca
sobre el corporal.
Una vez dispuesto el altar, se pueden incensar las ofrendas.
El incienso se ofrece a Dios. En la Eucaristía Dios está pre-
sente en Cristo y se inciensa todo lo que es símbolo de Cris-
to: las ofrendas que se convertirán en su Cuerpo y su San-
gre, la cruz que es imagen de su sacrificio, el sacerdote que
lo representa, la asamblea que es su cuerpo. Se inciensan no
sólo las personas, sino la presencia misma de Cristo en to-
dos estos signos.
Después de la incensación, el sacerdote se lava las manos al
lado del altar. «Con este rito se expresa el deseo de purifi-
cación interior» IGMR 76.
b) Oración sobre las ofrendas
Con esta oración queda preparada la Oración Eucarística. En
ella se anticipa la ofrenda del sacrificio, es decir, al sacrificio
que después se realizará en la Plegaria Eucarística.

39
Año Jubilar Eucarístico c) Plegaria eucarística
«La Plegaria Eucarística es el punto central y el momento
culminante de toda la celebración; es una plegaria de acción
de gracias y de santificación… el sentido de esta oración es
que toda la congregación de los fieles se una con Cristo en el
reconocimiento de las grandezas de Dios y en la oblación del
sacrificio. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen
con reverencia y en silencio» IGMR 78.
La estructura de la Plegaria Eucarística hunde sus raíces en
el AT. Por ejemplo en la oración de la Alianza y sucesiva-
mente en el estilo de orar tanto en la sinagoga como en la
casa, la oración doméstica. De estas fuentes, la plegaria eu-
carística cristiana ha heredado la fisonomía de un discurso
rigurosamente unitario, introducido por el diálogo invita-
torio y que concluye con el Amén final.
La misma IGMR 79 nos enseña cómo está compuesto el cu-
erpo de la Plegaria Eucarística:
a) Acción de gracias: (Se expresa sobre todo en el Prefacio)
en la que el Sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo,
glorifica a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de
salvación o por alguno de sus aspectos particulares, según
las variantes del día, de la festividad o del tiempo.
b) Aclamación: Con la que toda la asamblea, uniéndose a
las potestades celestiales, canta o recita el Santo. Esta
aclamación la pronuncia todo el pueblo junto con el sacer-
dote.
c) Epíclesis: Con la que la Iglesia, por medio de determinadas
invocaciones implora el poder del Espíritu Santo para que
los dones que han ofrecido los hombres, sean consagra-
dos, es decir, ese conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la hostia inmaculada que se va a recibir
en la comunión sea para salvación de quienes la reciban.

40
d) Narración de la institución y consagración: Mediante las

Año Jubilar Eucarístico


palabras y acciones de Cristo, se lleva a cabo el sacrificio
que Cristo mismo instituyó en la última Cena, cuando of-
reció su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y vino,
los dio a los Apóstoles en forma de alimento y bebida, y les
dejó el mandato de perpetuar este mismo misterio.
e) Anámnesis: Con la que, al cumplir el encargo que a través
de los Apóstoles, la Iglesia recibió de Cristo Señor, realiza
el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente
su bienaventurada Pasión, su gloriosa Resurrección y la
Ascensión al cielo.
f) Oblación: Por la que, en este memorial, la Iglesia, sobre
todo aquí y ahora reunida, ofrece al Padre en el Espíritu
Santo, la hostia inmaculada. La Iglesia pretende que los
fieles no sólo ofrezcan la hostia, sino que aprendan a ofre-
cerse ellos mismos, y que de día en día perfeccionen con la
mediación de Cristo, la unidad con Dios y entre sí, de modo
que sea Dios todo en todos.
g) Intercesiones: Con ellas se da a entender que la Eucaristía
se celebra en comunión con toda la Iglesia celeste y terre-
na, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miem-
bros, vivos y difuntos, miembros que han sido todos llama-
dos a la participación de la salvación y redención adquirida
por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
h) Doxología final: en la que se expresa la glorificación de
Dios y que se concluye con la aclamación del pueblo.
La Plegaria Eucarística se articula, esencialmente, en
dos grandes bloques: de acción de gracias y súplica.
a) De acción de gracias, la Iglesia alaba y confiesa a Dios Pa-
dre (a quien se dirige toda la Plegaria Eucarística) sobre la
base de la Historia de la Salvación, reconociendo lo que él
ha hecho a lo largo de esa historia.
b) De la súplica la comunidad cultual grita, suplica a Dios para
que la transforme en un único cuerpo eclesial en virtud de
la comunión del único cuerpo sacramental.
41
Año Jubilar Eucarístico Ritos de comunión
Todo lo que la Iglesia hace durante la Eucaristía en los ritos
iniciales, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía
tiene como fin llevarnos a la comunión con el mismo Cristo que
se ha hecho presente, de manera sacramental, en las especies
del pan y del vino, ya consagrados. La Eucaristía es un sagrado
banquete y como tal, es un banquete que se prepara para ser
degustado por los que participamos en ella.
¿Para qué se prepara un banquete sino es para ser degustado
por quienes son invitados a éste? Es irrisorio ir a una fiesta y
que en el momento de la comida, no participáramos en ella. Lo
mismo sucede en la Eucaristía: cuando estamos en la eucaristía
y no comulgamos.
Para disponernos, nosotros los fieles, a recibir la comunión
en la Misa se tienen previstos varios ritos:
a) El Padrenuestro
¿Qué funciones cumple el Padre nuestro cuando lo
recitamos en la Misa?
- La petición del Pan eucarístico: El Padre nuestro pide el
“pan de cada día”, es decir el pan que nutre y alimenta el cu-
erpo. Pero también, desde muy antiguo y que se ha converti-
do en una tradición bastante difundida hace referencia, tam-
bién esta petición, a la petición del pan eucarístico. IGMR 81.
- Carácter penitencial: Especialmente por la petición: “per-
dona nuestros pecados”, esta oración era considerada tam-
bién como un medio para obtener el perdón de los pecados.
- Petición del Reino: Este tercer motivo resalta por la pet-
ición “Venga a nosotros tu reino”, donde se pide el recono-
cimiento universal de la infinita soberanía de Dios y de la
plena afirmación de su dominio también en beneficio de
cuantos actualmente no lo aceptan el triunfo pleno, univer-
sal y definitivo del reino de Dios será al fin de los tiempos.
Esta plegaria, por lo tanto, posee un tinte escatológico.
42
Es una oración que hace toda la asamblea a una sola voz o

Año Jubilar Eucarístico


cantado.
b) El Embolismo (junto con el Padrenuestro)
El embolismo (del griego embólismos = inserción) es un
apéndice del desarrollo del Padrenuestro y estrechamente
a él legado: «Líbranos de todos los malos Señor...». Con este
embolismo, nuevamente se regresa a la oración presidencial.
El celebrante, en nombre de todos hace en él más explícita y
desarrolla la petición ya contenida al fin del Padrenuestro:
«No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal».
Podemos descubrir tres planos en la línea que marca el embo-
lismo de la Misa:
* Plano negativo: la plegaria de preservación de todos los
males, del pecado, de cualquier cosa que pueda disturbarnos.
*Plano positivo: la paz, la misericordia divina, es decir, su gra-
cia, es fuente de seguridad.
* El plano escatológico: la espera de Dios que es la esperan-
za cristiana, puede decirse, la victoria del reino de Dios con
la venida gloriosa de Cristo. La aclamación escatológica que
pronuncia la asamblea: «Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la
gloria por siempre Señor» se conecta con la invocación “Ven-
ga tu Reino” del Padrenuestro y con la frase final del embo-
lismo «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro
Salvador Jesucristo». Se trata de una profesión de fe en la
soberanía absoluta de Dios.
c) El rito de la paz
Con el rito de la paz «la Iglesia implora la paz y la unidad
para sí misma y para toda la familia humana y los fieles se
expresan mutuamente la comunión y la caridad, antes de
comulgar en el sacramento» IGMR 82.

43
Año Jubilar Eucarístico Se trata de un gesto muy antiguo, ya San Pablo recomien-
da a los cristianos de saludarse unos a los otros con el beso
santo (Rm 16, 16). Terminada la plegaria eucarística, del al-
tar nos viene donada la paz de Cristo que nosotros intercam-
biamos. El gesto de la paz puede evidenciar en primer lugar
la dimensión vertical descendente, es decir, la paz que de la
Cabeza, Cristo, baja a cada uno de sus miembros (Jn 14, 27);
o bien la dimensión horizontal en la relación recíproca de
fraternidad, caridad, acuerdo, reconciliación entre los miem-
bros (Mc 9, 49; Rm 14, 19; 2 Co 13, 11; Heb 12,14).
d) Fracción del pan
«El acto de la fracción del Pan, realizado por Cristo en la
última cena, fue el que en los tiempos apostólicos sirvió para
denominar a la íntegra acción eucarística (cfr. Lc 24,35; Hch
2,42.46; 20,7). Este rito no tiene solo una finalidad práctica,
sino que significa además que nosotros, que somos muchos,
en la comunión de un solo Pan de Vida, que es Cristo, nos
hacemos un solo cuerpo (1 Co 10, 17)» IGMR 83.
El gesto de partir el pan es signo de compartir. Es Cristo
mismo quien parte el pan para nosotros. Mientras se parte el
pan, se entona (canta) o dice el Cordero de Dios, el cual quiere
expresar la fe en Cristo que está vivo. Este texto no es un
texto presidencial, sino de toda la asamblea. Con éste los fie-
les se dirigen directamente a Cristo, considerándolo víctima
que se ha inmolado por la salvación de todo el mundo.
Después de partir el pan, el sacerdote hace la llamada in-
mixtio, es decir la mezcla de una partícula del Cuerpo de Cris-
to apenas fraccionado con el cáliz que contiene la Sangre del
Señor. A este pequeño pedazo de hostia versado dentro del
cáliz se le llama fermentum 33.

33
«Antiguamente el sacerdote no ponía dentro del cáliz un pequeño pedazo de
la hostia que él mismo había consagrado, sino un pedazo de hostia que le había
mandado el Obispo. El Obispo, en efecto, mandaba un pedazo de hostia por él
consagrada a los presbíteros de su Iglesia, los cuales lo metían en su cáliz, como
signo de la comunión con la Eucaristía del Obispo» I. Sciccolone, L’Eucaristia fa la
Chiesa. Itinerario di catechesi sulla Messa, 85.
44
El significado primario de este fermentum era el de expre-

Año Jubilar Eucarístico


sar la unidad de la persona de Cristo presente tanto en la es-
pecie del pan como en la especie del vino gracias a la consa-
gración.
e) Invitación al banquete
El sacerdote invita a los fieles a acercarse al banquete del
Señor con estas palabras: «Este es el Cordero de Dios que qui-
ta el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del
Señor»34. Esta “paráfrasis” (porque no es la traducción literal,
pero sí corresponde al sentido de la frase bíblica) del texto del
Apocalipsis (19,9) nos muestra la vida eterna como un ban-
quete, el banquete escatológico. Este banquete escatológico
es anticipado, pregustado en el banquete eucarístico. Los fie-
les participan, pregustándola, a la liturgia que se celebra en la
Jerusalén celeste (SC 8). Es una anticipación de la vida eterna.
El sacerdote muestra el pan eucarístico. El fin de esta “osten-
sión” es doble:
*Evidenciar el estado de Cristo como víctima inmolada en
expiación por nuestros pecados y los de toda la humanidad.
*Invitar a asumir el Cuerpo de Cristo en alimento, defensa, se-
guridad y particularmente como medicina y liberación de todos
los males.
La última frase que dicen el sacerdote y la asamblea juntos:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra
tuya bastará para sanarme (Mt 8,8) es una profesión de fe en
la divinidad y poder de Cristo, profesión de fe que en el rito
de la comunión tiene por objeto a Cristo presente en la Eu-
caristía. Es también una profesión de humildad, donde aun
hay lugar para una petición de purificación: una palabra tuya
bastará para sanarme.
34
El texto latino, en esta parte de la Misa versa así: Ecce Agnus Dei qui tollit peccáta
mundi. Beáti qui ad cenam Agni vocati sunt. La traducción literal al final dice: dicho-
sos los que son llamados a la cena del Cordero. Es más clara esta versión, que nos
remonta literalmente al texto del Ap 19,9: Bienaventurados los que han sido invita-
dos al banquete de las Bodas del Cordero.
45
Año Jubilar Eucarístico f) La comunión
El momento de la comunión se convierte en la pregustación
del banquete escatológico. Cuando el sacerdote dice: El Cuerpo de
Cristo y el fiel responde: Amén, no se trata solo de un acto de fe,
sino que es un sí esponsal. Recibiendo el Cuerpo sacramental de
Cristo, el que comulga se convierte en uno con él. En la Eucaristía
no recibimos solo el cuerpo de Cristo, sino su cuerpo y su espíritu,
el Espíritu Santo al que se ha invocado en la Plegaria Eucarística,
en el momento de la comunión nos viene también donado.
El ir en procesión a recibir el Cuerpo de Cristo, indica que toda
la vida del cristiano es un ir al encuentro del Señor todos juntos,
encuentro que será definitivo en la vida eterna. Durante esta pro-
cesión hacia la comunión, el pueblo canta, como signo de ese en-
cuentro gozoso por recibirlo.
Terminada la comunión, está previsto un momento de silencio:
«Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote
y los fieles, si es oportuno, oran un rato recogidos. IGMR 88. El si-
lencio permite la apropiación, la asimilación, la acción de gracias.
En este momento cada uno puede reflexionar, hablar, encontrarse
con el Señor.
La comunión no se hace solo con Jesús, con el Padre, sino tam-
bién con los hermanos.
g) La oración después de la comunión
Con esta oración se agradece a Dios. Casi siempre las oraciones
después de la Misa piden que se pase de la celebración de esta eu-
caristía al banquete celestial, del cual la primera es pregustación
del segundo. También la oración puede suplicarle al Señor que se
pase de la celebración a la vida (a vivir lo que hemos celebrado). La
misión de la Iglesia nace de la experiencia vivida en la celebración.
La misión se convierte en testimonio, no simplemente en una
predicación de verdades teóricas.

46
Rito de conclusión

Año Jubilar Eucarístico


«El rito de Conclusión consta de:
a) Breves avisos, si son necesarios.
b) Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y oc-
asiones se enriquece y se amplía con la oración sobre el
pueblo o con otra fórmula más solemne.
c) Despedida del pueblo por parte del diácono o sacerdote,
para que cada uno vuelva a sus buenas obras, alabando y
bendiciendo a Dios.
d) Beso del altar por parte del sacerdote y diácono y la con-
siguiente inclinación profunda hacia el altar por parte del
sacerdote, del diácono y otros ministros» IGMR 90.
Cuando la asamblea es despedida, ésta no queda desecha por esta
fórmula de “adiós”, sino que ella misma sale como Iglesia a anunciar
las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo. La frase con
la que responde la asamblea a esta despedida es: demos gracias a
Dios es también una eucaristía (recordemos que Eucaristía signifi-
ca, precisamente, dar gracias, acción de gracias).
La fórmula con la que somos despedidos: vayamos hacer vida lo
que hemos celebrado… o con otras palabras, es una manera cristi-
ana de disolver una asamblea, justamente, cristiana. Esta fórmula
manifiesta también un deseo y el envío a la vida de todos los días
como una invitación a caminar según la orientación marcada por
la misma celebración.
Al abandonar el presbiterio, el sacerdote celebrante se despide
del altar, también haciendo una reverencia profunda y besándolo.
El altar, lo hemos dicho ya en su momento, es signo de Cristo y ha
sido el lugar hacia el que se ha dirigido y de donde se ha alimenta-
do a la asamblea apenas despedida. No puede el celebrante “salir
así nomás” sin despedirse, con la misma reverencia y respeto, de
lo que lo representa.

47
Año Jubilar Eucarístico Conclusión
Esta catequesis ha buscado a través de la descripción y expli-
cación de los ritos llevarnos del conocimiento a la experiencia y
esto con el fin de llevarnos de la celebración a la misión. De no
solo ser “cristianos de iglesia”, sino testigos en el mundo de lo que
celebramos. La meta es vivir lo que celebramos, pero no podre-
mos vivir sin entender, sin amar y, sobre todo, sin experimentar a
quien se hace presente en esta divino Misterio35 que es la Eucar-
istía.
La celebración eucarística no solo es un cúmulo de ritos que se
van sucediendo uno tras otro, se trata del mismo encuentro del
discípulo con su Señor.

35
«El término griego mystérion sirvió ya los apóstoles para explicar la voluntad
divina salvífica del Dios eterno y de las acciones salvíficas divinas en Cristo Jesús.
En la teología de los padres llegó a ser muy pronto un concepto central, que logró
abarcar todo el fenómeno de la realización de la salvación divina en Cristo y en la
Iglesia, especialmente en las acciones cultuales de ésta, y al mismo tiempo indicar
la grandeza de tales acciones salvíficas divinas y su inescrutabilidad (cf. Ef 3,8)…
el uso de este término ilustra la acción salvífica de Cristo y su proclamación y re-
alización en el culto de la Iglesia, en toda la actividad eclesial y en la vida diaria de
los cristianos, como gran realidad central y unitaria de la fe cristiana y de toda la
existencia cristiana» B. Neunheuser, «Misterio» en NDL, 1340.
48
Año Jubilar Eucarístico
V. Elementos normativos sobre el
Sacramento de la Eucaristía
1.- ¿Cuál fue el propósito del Concilio Vaticano II y por donde co-
menzó?
El Concilio Vaticano II se propuso, conforme al deseo de S. Juan
XXIII, una renovación en la Iglesia de Jesucristo y comenzó con
una Reforma Litúrgica,” para acrecentar de día en día entre los
fieles la vida Cristiana adaptar mejor a las necesidades de nues-
tro tiempo las Instituciones que están sujetas a cambio, promover
todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en
Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hom-
bres al Seno de la Iglesia” Introducción No. 1

2.- ¿Qué es lo que hace que la doctrina del C.V. II sea grandiosa y
maravillosa?
Grande y maravillosa obra es la que se propuso el Concilio y no
es solamente por calificar de grande y maravillosa sino por el con-
tenido de su doctrina y el aggiornamento, es decir, la actualización
y adaptación de su doctrina, de su culto y de su acción pastoral,
en sus tres dimensiones: profética, litúrgica y social, a los tiempos
actuales.

3.- ¿Qué se recomienda, conforme a lo que pide el C.V II y a quie-


nes se dirige esta recomendación?
Ojalá, tanto los ministros de la Iglesia, como los Fieles Cristia-
nos, pusiéramos más atención a crecer en la fe, a llevar, con nues-
tra vida el Evangelio a muchos hermanos nuestros, a contribuir,
de buen grado, a los cambios necesarios de las Instituciones que
deben cambiar y a promover la unión de todos los Cristianos y de
los que aún no lo son.

49
Año Jubilar Eucarístico 4.- ¿Qué importancia tiene para la vida de los fieles el Sacra-
mento de la Eucaristía?
En No. 2 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, leemos
(S.C. El Sacrosanto Concilio): “En efecto la Liturgia por cuyo medio
se ejerce la obra de nuestra redención sobre todo en el divino sa-
crificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles
expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo
y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia.

5.- ¿A qué ritos deben aplicarse los principios y normas sobre la


sagrada Liturgia, que el Concilio propone?

En el No. 3 de la S.C. (Constitución Dogmática sobre la Sagrada


Liturgia) leemos:” Por lo cual el Sacrosanto Concilio estima que han
de tenerse en cuenta los principios siguientes y que se deben esta-
blecer algunas normas prácticas en orden al fomento y reforma de
la Liturgia.

Entre estos principios y normas hay algunos que pueden y de-


ben aplicarse, lo mismo al Rito romano que a los demás Ritos. Sin
embargo, se ha de entender que las normas prácticas que siguen
se refieren sólo al Rito romano cuando no se trata de cosas que,
por su misma naturaleza, afectan también a los demás Ritos.

6.- ¿El Sacramento de la Eucaristía es de institución divina o humana,


cómo podemos demostrarlo?

La sagrada Eucaristía es de institución divina, como todos los


Sacramentos, por tanto no es de institución humana, no es una in-
vención de los hombres, como a muchos les hacen creer, no surgió
de la imaginación o fantasía del hombre, es una “realidad divina”,
fue Cristo, Dios y Hombre verdadero quien la instituyó, y la insti-
tuyó como sacramento de su cuerpo y de su sangre, y la instituyó
para que siempre, en su Iglesia, estuviera presente el sacrificio de
la cruz como memorial suyo, es el acto culminante de la redención
humana obrada por

Jesucristo, el cual, teniendo que volver a la gloria del Padre, qui-


so también quedarse de una manera misteriosa con nosotros.
50
7.- ¿Cómo constituyó Jesucristo a sus Apóstoles, como Sacerdotes?

Año Jubilar Eucarístico


El Señor habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sa-
biendo que había llegado la hora de partir de este mundo para re-
tornar al Padre, en el transcurso de una cena les lavó los pies y les
dio el mandamiento del amor (Jn. 13, 1-7) Para dejarles una prue-
ba de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerlos
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de
su muerte y su resurrección, y ordenó a sus Apóstoles celebrarlo
hasta su retorno (Catecismo de la Iglesia Católica No. 1337) cons-
tituyéndolos entonces como sacerdotes del Nuevo Testamento.

El mandamiento de Jesús de repetir los gestos y palabras de la


última cena “Hagan esto en memoria mía”, no se refieren a un sim-
ple recuerdo de lo que hizo Jesús, sino son un verdadero “memo-
rial”, es decir: hacer presente en la actualidad, la realidad llevada a
cabo en la última cena, de manera que nosotros, desde entonces,
recibimos lo mismo que los Apóstoles recibieron en aquella me-
morable cena: el cuerpo y la sangre del Señor. (Cfr. C.I.C 1341).

En el Cap. II, No. 47 que habla sobre el Misterio eucarístico se


dice: “Nuestro Salvador, en la última cena, la noche en que le trai-
cionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre,
con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrifi-
cio de la cruz, y a confiar así a su esposa, la Iglesia, el memorial de
su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad,
vínculo de caridad, banquete pascual en cual se recibe como ali-
mento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda
de la gloria venidera”.

8.- ¿Qué notas pone el Concilio a la Sagrada Eucaristía confiada a


la esposa de Cristo, la Iglesia?

Es sacramento de piedad, es decir, el sacramento que nos ase-


gura que Dios está con nosotros y por el cual nosotros nos pone-
mos en la presencia de Dios; es signo de unidad, porque es comu-
nión con Cristo y comunión con los hermanos, todos nos unimos
en una mismo pan y en un mismo vino, todos participamos del úni-
co y mismo cuerpo y sangre de Cristo que nos da a cada uno y a
51
Año Jubilar Eucarístico todos, realizando de esta manera, la unidad entre nosotros; es vín-
culo de caridad: la relación que se establece por este sacramento,
nos une en el amor que Cristo manifestó entregándose plenamen-
te por nosotros: “nadie tiene mayor amor que el da la vida por sus
amados” Jn. 15,13., y si Cristo dio su vida por nosotros, también
nosotros, en virtud del sacramento de la Eucaristía debemos estar
dispuesto a entregar nuestra vida por los demás, es decir, debe-
mos estar dispuestos a servir a nuestros prójimos hasta sacrificar
nuestros propios intereses, nuestro tiempo, nuestra comodidad,
nuestros bienes, por los demás, especialmente por los más nece-
sitados, como lo hacían en las primeras comunidades cristianas.

9.- ¿Cuál fue el signo de amor, dado por Jesucristo, a sus Apósteles,
en la noche de la institución de la Eucaristía?

El Señor habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sa-
biendo que había llegado la hora de partir de este mundo para re-
tornar al Padre, en el transcurso de una cena les lavó los pies y les
dio el mandamiento del amor (Jn. 13, 1-7) Para dejarles una prue-
ba de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerlos
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de
su muerte y su resurrección, y ordenó a sus Apóstoles celebrarlo
hasta su retorno (Catecismo de la Iglesia Católica No. 1337) cons-
tituyéndolos entonces como sacerdotes del Nuevo Testamento.

El mandamiento de Jesús de repetir los gestos y palabras de la


última cena “Hagan esto en memoria mía”, no se refieren a un sim-
ple recuerdo de lo que hizo Jesús, sino son un verdadero “memo-
rial”, es decir: hacer presente en la actualidad, la realidad llevada a
cabo en la última cena, de manera que nosotros, desde entonces,
recibimos lo mismo que los Apóstoles recibieron en aquella me-
morable cena: el cuerpo y la sangre del Señor. (Cfr. C.I.C 1341).

Desde el comienzo, la Iglesia fue fiel al mandato del Señor. De la


Iglesia de Jerusalén se dice: “Acudían asiduamente a las enseñan-
zas de los Apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del
pan y a las oraciones…Hch. 2, 42.

52
Las primeras Comunidades daban el nombre de “fracción del

Año Jubilar Eucarístico


pan” a la Eucaristía, por el gesto de Jesús de partir el pan para dár-
selo a sus Apóstoles, y lo mismo hizo con los Discípulos de Emaús,
“Lo reconocieron al partir el pan”.

Por eso hasta ahora se ha perpetuado la celebración de la Eu-


caristía, de tal manera que la celebramos por toda la Iglesia, con
la misma estructura fundamental: liturgia de la Palabra y liturgia
Eucarística. (Cfr Catecismo de la Iglesia Católica 1346)

10.- ¿Cuales son las partes fundamentales de la Celebración Eu-


carística?

La liturgia de la Palabra y la liturgia Eucarística hacen una sola


celebración. La Liturgia de la Palabra con la que Dios nos alimenta,
ilumina nuestro caminar por este mundo y nos dice cómo debe-
mos vivir; la Liturgia Eucarística con el ofrecimiento del pan y del
vino transformados en el Cuerpo y en la sangre de Cristo, son el
alimento de vida eterna.

Por tanto debemos considerar la sagrada Eucaristía como: ac-


ción de gracias y alabanza al Padre Celestial, como memorial del
sacrificio de Cristo y de consecuencia: como presencia de Cristo,
por el poder de su palabra y de su espíritu.

11.- ¿Qué formas de presencia de Cristo, se dan en la liturgia?

En el No. 7 de la S.C. se habla sobre la presencia de Cristo, en la


liturgia, en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro,
sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con
su virtud en los sacramentos, en su Palabra, pues cuando se lee en
la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla, por último, está
presente cuando se ora y se cantan los salmos.

Desde el comienzo, la Iglesia fue fiel al mandato del Señor. De la


Iglesia de Jerusalén se dice: “Acudían asiduamente a las enseñan-
zas de los Apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del
pan y a las oraciones…Hch. 2, 42.

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Año Jubilar Eucarístico El Código de Derecho Canónico (C.D.C.) en el c. 897 dice: “El Sa-
cramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe
al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la
que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico,
memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se per-
petúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la Cruz, es el culmen y
la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se
significa y realiza la unidad del Pueblo de Dios y se lleva término la
edificación del cuerpo de Cristo. Así pues, los demás sacramentos
y todas las obras eclesiásticas del apostolado se unen estrecha-
mente a la Santísima Eucaristía y a ella se ordenan”.
Este canon nos manifiesta que no hay nada más grande, más
sublime y más excelso que la Sagrada Eucaristía, al menos para
quienes creemos en la Palabra de Dios y en su santa Iglesia. En
ella ofrecemos y recibimos al mismo Cristo Nuestro señor. Por
este augusto sacramento la Iglesia vive y crece porque se recibe el
pan de vida eterna. Es el memorial de la muerte y resurrección del
Señor. En ella perpetuamos el Sacrificio de Cristo en la Cruz, no
hay algún otro sacrificio por el que se puedan perdonar los peca-
dos, nos dice la carta a los Hebreos,
Cristo ofreció de una vez para siempre el único sacrificio que
quita el pecado del mundo. Es el culmen y fuente de todo culto y
de toda vida cristiana; no hay algo más grande y más digno con lo
que podamos adorar, venerar y complacer al Padre Celestial que
con la Eucaristía; es el culmen y la fuente de todo el culto de toda la
vida cristiana. Es el culmen de la vida cristiana, es decir, aquí en la
tierra es lo máximo a lo que podemos aspirar: vivir la íntima unión
con Cristo que viene a nosotros en la comunión y se hace uno con
nosotros y en nosotros, y permanece en los Sagrarios para acom-
pañarnos, fortalecernos, consolarnos y acompañarnos en nuestra
vida; fuente de todo el culto y de toda vida cristiana: ¿qué podem-
os ofrecerle al Padre celestial que sea más grande, más alto y más
digno que su hijo, como víctima de propiciación por nuestros peca-
dos?; ¿con qué podríamos agradecer al Padre nuestra redención,
que no fuera con la víctima sagrada que es su Hijo?; ¿Cuál sería el
acto máximo de adoración al Padre que el ofrecimiento del San-
to Sacrificio e la Cruz, actualizado en el Sacrificio Eucarístico?, en
fin la Sagrada Eucaristía es lo máximo que tenemos en nuestra fe
católica.

54
12.- ¿Qué ordena el C.D.C. como culto a la Sagrada Eucaristía?

Año Jubilar Eucarístico


El c. 898 ordena: “Tributen los fieles la máxima veneración a la
Santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del
sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuente-
mente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración;
los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramen-
to, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación”.
Este canon ordena, primero: la suma veneración a la santísima
Eucaristía; en la actualidad sea por descuido de los pastores que
no enseñamos el respeto, la veneración y adoración que debemos
a este sacramento, sea porque ven en nosotros un trato trivial y
superficial a lo que tenemos entre manos, sea porque a los fieles
mismos, las preocupaciones diarias y sus ocupaciones les impiden
acercarse a la Iglesia, el caso es que se ha perdido mucho el respe-
to, la veneración y adoración que debemos a la Eucaristía.
Ordena el canon a los fieles tomar parte activa en la celebración
Eucarística, y recibirlo frecuentemente y con devoción, dándole
culto con suma adoración.
Necesitamos promover más la participación activa de los fie-
les, se ha avanzado mucho, pero todavía falta más, es necesario un
mayor conocimiento de lo que celebramos para que vivamos me-
jor este sacramento y le demos el debido culto que, poco a poco, se
ha ido perdiendo, por ejemplo, cada vez son más las personas que
ya no hincan la rodilla ante el Santísimo Sacramento, ya no saben
lo que es la bendición con el Santísimo Sacramento, hay quienes
ya no se hincan en la consagración, entran y salen del templo con
gorras en la cabeza y otras cosas más, por lo que se ve que es nece-
saria una mayor y mejor instrucción que llegue a la mayor parte
de fieles para que se conozca más profundamente el sacramento
y lleguemos a una verdadera experiencia de Cristo Eucaristía en
nosotros.
Los coros en los templos cantan como Dios les da a entender, con
desconocimiento total de la naturaleza del canto litúrgico, hacen
e inventan arreglos como les parece, con lo cual se confunde al
pueblo que ya no sabe como participar, no hay unidad, no hay ar-
monía, no hay cadencia y el culto y la celebración merecen sumo
respeto y veneración y sobre todo fe para participar digna y viva-
mente.

55
Año Jubilar Eucarístico Canon 898: “La celebración eucarística es una acción del mismo
Cristo y de la Iglesia, en la cual Cristo nuestro Señor, por el minis-
terio del sacerdote, se ofrece a sí mismo a Dios Padre, substan-
cialmente presente bajo las especies de pan y vino y se da como
alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación”
De manera que lo primero que necesitamos es fe, fe verdadera y
profunda, para conocer, celebrar y vivir dignamente el misterio
eucarístico
Quedan muchas otras cosas que añadir a esta catequesis, como
los lugares propios de la celebración, preparación a quienes van
a recibir tan augusto sacramento, la edad apta para recibirlo, dis-
posición conveniente para poder recibirlo, cuándo se puede re-
cibir la Sagrada Comunión bajo las dos especies eucarísticas. Es
realmente imposible en una sola catequesis hablar de tema tan
amplio que ha merecido, de parte del Magisterio de la Iglesia, tan-
tos y tantos documentos

56
Año Jubilar Eucarístico
VI. Centralidad de la Eucaristía
en la pastoral de la I glesia

Objetivo:
Ofrecer elementos para una pastoral de la eucaristía como el cen-
tro sacramental de la vida cristiana, fuente de la que emana y en la
que culmina la vida de la Iglesia y de la comunidad de fe, para una
mejor participación plena, activa y fructuosa del pueblo de Dios
en este augusto sacramento.

1.- ¿Cuáles son los objetivos de la pastoral eucarística?


En general, podemos decir que los objetivos de la pastoral eu-
carística no pueden ser otros que, una mejor comprensión desde
la catequesis, una adecuada preparación y digna participación en
la celebración, el mejoramiento de las actitudes y condiciones de
la misma celebración, la adaptación y aplicación en lenguaje y si-
gnos a distintas circunstancias, el equilibrio y armonía de elemen-
tos y dimensiones que manifiestan de modo adecuado toda su
riqueza y misterio. La tarea de “mejorar la celebración” es siempre
una tarea permanente, en eso radica principalmente la atención
pastoral desde este sacramento.
Una realidad pastoral no siempre atendida de la mejor manera
es valorar la dignidad e importancia de la eucaristía, y esto se debe
a que en nuestra realidad diocesana, ciertamente son muchas las
personas que siguen pidiendo que se les celebre la santa Misa por
diversas intenciones (difunto, acción de gracias, favores, sacra-
mentos, etc.), pero no siempre se da una verdadera y fructuosa
participación, hay quienes ven la celebración como un requisito y
por tanto ya no la viven con mucha fe, parece más bien parte de
un programa festivo, familiar o popular. Se acostumbra a celebrar
casi todos los sacramentos con Eucaristía, aunque las disposi-
ciones y situaciones subjetivas pedirían no celebrarla. Valorar la
dignidad y centralidad de la eucaristía no es precisamente ofrecer

57
Año Jubilar Eucarístico la eucaristía para todo, sino prepararla bien, celebrarla dignamente,
continuarla vitalmente.
La Eucaristía será de verdad el centro de la vida, cuando sea-
mos capaces de vivir su misterio, y de transformar nuestra vida
por este misterio. No basta creer que la eucaristía es el acto reli-
gioso único y más relevante de la semana. Es preciso articular la
fe y la vida en relación y a partir de este momento celebrativo, de
manera que la eucaristía sea el verdadero “culmen y fuente” de la
existencia cristiana (SC 10).
2.- ¿Qué mejorar en el lenguaje y en los signos?
En cuanto a mejorar el lenguaje y los signos, es otro objetivo
pastoral en el que no debemos desfallecer. Respecto al lengua-
je hemos de preguntarnos qué tan elocuente resulta en nuestra
celebración para quienes asisten, será claro o abstracto?, ¿lejano
o cercano a la realidad?, ¿es acorde al modo de cómo el hombre
hoy se comunica? Nuestro lenguaje en todo momento debe ser
directo, real, vital y comprensible, que incida en las nuevas sen-
sibilidades y temas de la cultura actual, sin dejar de ser portador
del misterio. Cómo podemos mejorar el lenguaje litúrgico actual
en nuestras celebraciones?: leyendo o proclamando bien, tenien-
do ministros lectores bien preparados y no improvisados, cuidar el
lenguaje en la homilía, de modo que explique y aplique la Palabra a
las situaciones y a la vida de la asamblea.
Y en cuanto a los gestos, con frecuencia son poco comunicati-
vos y sencillos, poco estéticos y elocuentes. Atención, a veces, por
una pretendida austeridad, se corre el riesgo de convertir la cele-
bración en “estatismo irrelevante”, que no “representa” el misterio
sino que parece alejarlo. Esos “gestos” o “signos” implican siem-
pre movimiento del cuerpo (manos, ojos, pies, procesión…), acción
viva. Pueden mejorarse haciéndolos con sencillez y espontanei-
dad, sin exageraciones teatrales; pero de modo que sean percepti-
bles y significantes para el pueblo santo de Dios.
En una palabra, el lenguaje y los símbolos deben ser cuidados y
mejorados siempre, de modo que realmente signifiquen y comuni-
quen, expresen y remitan al misterio que celebramos, renovando
la vida. Y ello no se logra ni con una “creatividad subjetivista”, ni
con un “automatismo ceremonialista”, ni con el “despojo signal” ni
58
con “la defensa inconsistente” de ritos del pasado, sino situando

Año Jubilar Eucarístico


cada signo dentro de sus sistema simbólico, destacando los signos
y gestos mayores, dando relevancia equilibrada al conjunto.
3.- ¿Cómo catequizar al pueblo sobre la Eucaristía?
El “antes” evangelizador de la Eucaristía es un momento que
precede a la celebración, por el que se capacita y ayuda a la asam-
blea entera a participar plenamente en el misterio y la acción eu-
carística, invito a revisar si este momento se aprovecha o se olvi-
da. Sin una adecuada catequesis se corre el riesgo de perder toda
virtud evangelizadora y toda su fuerza transformante. Por eso,
la educación eucarística del pueblo debe ser una preocupación y
una tarea constante que se realiza en diversas ocasiones: el mo-
mento inmediato a la primera comunión, celebración de otros sac-
ramentos, la Solemnidad de Corpus Christi, el Jueves Santo, los
Congresos que durante este año jubilar se estarán celebrando,
etc… Catequizar al pueblo sobre la eucaristía debe ser una de las
principales preocupaciones de los pastores, de modo que la fe del
pueblo se alimente, se eduque y crezca permanentemente.
4.- ¿Qué actitudes evangelizadoras debemos fomentar para la Eu-
caristía?
La pastoral de la Eucaristía supone unas actitudes determina-
das en todos los participantes, que permitan la realización de su
virtud evangelizadora.
a) Actitud evangelizadora del ministro que preside
El sacerdote que preside la asamblea es el principal responsable
de que la celebración tenga un estilo evangelizador, y despliegue
como debe toda su capacidad y calidad evangelizadora.
Que el sacerdote recuerde y revise estos principios:
• Debe estar convencido de que la celebración de la Eu-
caristía, sobre todo dominical, es el acto más solemne e
importante de la semana (cf. DA, discurso inaugural Ben-
edicto XVI, “la Eucaristía domincal, centro de la vida cris-
tiana”), donde con más hermanos se encuentra y se comu-
nica, donde más se escucha la Palabra, y más se expresa y
se percibe la imagen de la Iglesia. El santo pueblo de Dios
59
Año Jubilar Eucarístico tiene derecho a una “buena oferta” eucarística, está exigien-
do la dedicación de todo el tiempo y medios para que la cel-
ebración dominical sea lo mejor posible.
• El sacerdote que preside debe conocer y representar la
forma propia, mistagógica, de evangelizar que tiene la eu-
caristía. Como se ha dicho, debe valorar de modo adecuado
los gestos, signos y símbolos; debe mantener la armonía y
la proporcionalidad de las diversas partes, así como su in-
terna dinámica que las anima. Su función propia es la de
presidir en nombre de Cristo y en nombre de la Iglesia en-
tera, con actitud de servicio, fiel a la palabra y a su misión.
• Se debe esforzar por poner las condiciones para que “cada
uno haga” en la asamblea “todo y sólo lo que le pertenece
o corresponde”, respetando y promoviendo los servicios y
ministerios de los demás, armonizando y auntentificando.
El arte de hacer posible que cada participante, cada pal-
abra y cada signo cumplan la función que les corresponde
de modo elocuente y vivo, es el arte de celebrar la eucar-
istía evangelizadoramente.
b) Actitud evangelizadora de los servicios-ministerios:
La verdad evangelizadora y pastoral de la eucaristía debe man-
ifestarse y realizarse también por la actitud y actuación de los que
desempeñan diversos servicios y ministerios.
• La condición previa es que estén verdaderamente evangeliza-
dos, y que viviendo el evangelio en su vida, sientan el gozo
y la necesidad de transmitirlo por el servicio en la cele-
bración eucarística.
• Estos son algunos elementos que manifestarán esta ac-
titud evangelizadora: estar internamente convencido y
poseído del sentido de lo que hace; intentar transmitir vida
y experiencia; conocer bien el sentido y función del servicio
o ministerio que realiza; reconocer sus cualidades y tam-
bién sus limitaciones; preparar con todo esmero y por to-
dos los medios su participación; dejarse corregir y mejorar
permanentemente; considerar siempre que es servidor de
la asambleas, no protagonista; pensar en el bien de todos y

60
no en su prestigio y reconocimiento personal y armonizar

Año Jubilar Eucarístico


su intervención con la de los demás:
c) Actitud evangelizadora de los participantes
La Eucaristía es evangelizadora también por la actitud de todos
y cada uno de los participantes en la asamblea. Todos podemos y
debemos ser evangelizadores y evangelizados.
• Podemos decir que esta actitud se manisfestará y realizará
mejor si se cumplen estas condiciones: que se esté con-
vencido de la necesidad de avanzar y crecer en una vida
fiel al evangelio; que los participantes se dispongan y usen
algunos medios para la preparación de la celebración; que
particiena con actitud gozosa y libre, acogedora y caritati-
va; que se busque una participación plena, externa e inter-
na; que se esté dispuesto a aprender del ejemplo y partici-
pación de los demás.
• La celebración no preparada, funcionalista (cumplimien-
to, precepto), apresurada, clericalista, irrelevante, e inel-
ocuente, dificilmente fortalece la fe del pueblo, ni lleva a
vivir el evangelio en la vida. La celebración preparada, viva
y elocuente, participada y serena, gozosa, abierta a las in-
quietudes y esperanzas del pueblo, lleva más facilmente a
alimentar y robustecer la fe de los participantes.

5.- ¿Cómo realizar un pastoral para la preparación a la eucaristía?


Bien es sabido que la pastoral de la Eucaristía implica un mo-
mento antecedente de preparación de todos aquellos aspectos
que son necesarios para una adecuada acción celebrativa.
a) Tiempo y lugar
Somos conscientes de que el tiempo de la celebración eucarísti-
ca, sobre todo dominical, es muy diverso según el tipo de comu-
nidad, los lugares y las situaciones; no obstante, es muy bueno
concretar tiempo y hora, frecuencia y ritmo, para una mejor par-
ticipación. Hay que tener en cuenta esto sencillos criterios: mo-
mentos de mayor descanso y fiesta de la comunidad, número de
fieles, horario de la sociedad civil, situaciones climáticas y tiempos
de vacaciones o de trabajo.
61
Año Jubilar Eucarístico En cuanto a la preparación del lugar, elección y ordenación. No
se bebe olvidar que por la dignidad del sacramento de la eucar-
istía, no cualquier espacio o lugar es adecuado para celebrar, al
respecto, la diócesis cuenta con un decreto emitido por Mons. Ja-
cinto Guerrero y que después Mons. Francisco Moreno ratificó, y
por lo tanto tiene vigencia; no es lugar para celebrar de modo ordi-
nario, el domicilio particular, los ranchos o haciendas, los salones
de fiestas o jardines; todo por la grandeza del misterio. El lugar no
lo establece el gusto del fiel que solicita la celebración.
Otro aspecto a tener muy en cuenta es la colocación, orde-
nación y dignidad de los elementos externos, el que sea adecuado
no es algo secundario sino principal. Es lo que viene exigido del
altar, de la sede, del ambón, etc.
b) Preparación del sacerdote que preside
El sacerdote no es todo en la celebración de la eucaristía, pero
sin él no hay eucaristía, y sin el cumplimiento fiel de su tarea, tam-
poco habrá eucaristía viva. Su ministerio es importante, por el
ritmo y armonía que imprime a la celebración, por la vida que se
manifiesta, por la participación y comunicación que establece.
Dos aspectos que tocan la preparación directa del que preside:
la preparación espiritual y “psicológica”. El sacerdote preside en
nombre de Cristo Cabez y Pastor, y está al servicio de la Iglesia,
esa debe ser siempre su conciencia para este momento de máxima
importancia; la preparación “técnica” y seria de la celebración y de
todos los elementos que más directamente le competen, que lea
y estudie con antelación los textos y elementos de la celebración
del día, que estudie y prepare con diligencia la homilía, que cuide y
vigile para que todo esté debidamente dispuesto.
c) Preparación de los que desempeñan servicios y ministerios
Nos referimos ahora a los agentes y animadores de la celebración.
Se requiere una esmerada y seria preparación, no sólo de cada uno
en particular, sino de todos en su conjunto. Que cada parroquia
pueda promover y preparar debidamente al “animador litúrgico”
(con formación teológica y preparación litúrgica, capaz de animar y
dirigir la celebración y a los que participan. Se trata de un laico, por
lo regular, anime, prepare y coordine, bajo la guía del sacerdote.

62
Los equipos litúrgicos deben ser el lugar y el ámbito en que se

Año Jubilar Eucarístico


prepara, en coordinación con el sacerdote, la eucaristía dominical
y los diversos servicios y ministerios que intervienen. Deben ten-
er reuniones periódicas, al menos semanal, de preparación y estu-
dio. No se trata solo de una función sino del modo concreto cómo
viven la eucaristía, viven su fe y ayudan a vivir la fe de la asamblea.
d) Preparación de la asamblea
También la asamblea puede ser preparada a la celebración eu-
carística, esto dependerá de las circunstancias y festividades. Al-
gunos medios o actividades:
La hoja parroquial. Donde ya se disponga de ella, se pueden in-
cluir citas de las lecturas del domingo siguiente, la indicación del
tema central del domingo, introducir algún texto del magisterio de
la Iglesia o de algún santo, que esté relacionado con el tema central
del domingo, y según las circunstancias propias de cada lugar, de
pueden proponer temas concretos para la vida de la comunidad.
Preparación durante la semana. Momentos de oración, algún tipo
de periódico, conferencias, jornadas de estudio y profundización,
promover el rezo de la liturgia de las horas y aprovechar al máximo
los momentos especiales como el santo Jubileo parroquial o la fies-
ta patronal. Se trata de buscar caminos para involucrar a la comuni-
dad en su preparación a celebrar la eucaristía.
6.- ¿Qué elementos necesitamos para una pastoral en la cele-
bración de la Eucaristía?
La pastoral en la celebración de la Eucaristía consiste en la re-
alización adecuada de los diversos elementos de la acción cele-
brativa, y en la participación armónica de todos los que celebran,
realizando cada uno aquello que le pertenece según su servicio o
ministerio.
a) Realización adecuada de las diversas partes de la cele-
bración
El sacramento de la Eucaristía tiene una estructura, que se com-
pone de diversos elementos y partes, y tiene como objetivo fun-
damental el que todos, “ministros y fieles, participando cada uno
según su condición, saquen de ella con más plenitud los frutos

63
Año Jubilar Eucarístico para cuya consecusión instituyó Cristo Nuestro Señor el sacrificio
eucarístico” (OGMR, N. 2).
Se hace necesario y es de suma importancia tenerlo en cuenta
en la pastoral de la eucaristía, una adecuada y completa visión de
la “Ordenación General del Misal Romano”, para tener una correc-
ta interpretación del sentido de la estructura de la misa. Para con-
seguirlo, es preciso conocer y valorar bien cada una de las partes
de la misa, su función y su valor, de modo que a cada una se le dé la
importancia y relevancia que le corresponde.
b) Participación, servicios y ministerios litúrgicos
Es de todos conocida la importancia que el Concilio Vaticano II y
los documentos posteriores dan a la participación litúrgica, como
aspecto esencial constitutivo de la misma acción litúrgica (cf. SC
14, 26: OGMR, n. 3, 58). Esta participación que se pide, sea para
todos activa y consciente, de cuerpo y alma, externa e interna...
También se pide que sea una participación diferenciada, según el
carisma, la función, el servicio o ministerio que ejerce cada uno de
los participantes, de modo que cada uno haga todo y sólo aquello
que le pertenece o corresponde. Menciono al que preside, al mon-
itor, a los lectores, el salmista, organista, director de coro, encar-
gado de la acogida, responsable de la colecta, ministro extraordi-
nario de la comunión, entre otros.
La participación propia de los servicios y ministerios en la cele-
bración de la eucaristía, tiene una importancia pastoral y evangeli-
zadora de primer orden.
7.- ¿Cómo prever una pastoral en la continuación de la Eucaristía?
Un elemento importante de pastoral de este magnífico sacramen-
to es lo que tiene que ver con su dimensión social, continuación indis-
cutible de la Eucaristía.
Redescubrir la dimensión social de la Eucaristía. Es indudable que
la liturgia, y sobre todo la Eucaristía, tiene una dimensión social y
una fuerza socializadora. Con frecuencia este aspecto ha sido olvi-
dado, descuidado o marginado; o por el contrario, se ha exaltado
indebidamente. Es preciso recuperar esta dimensión de manera
equilibrada, porque además de ser esencial a la celebración, es
una de las formas privilegiadas por las que la eucaristía muestra
64
y realiza su carácter evangelizador y despliega su verdad pasto-

Año Jubilar Eucarístico


ral. Esta dimensión social fue expresada muy bien por nuestro
Señor Jesucristo en su actitud respecto al lugar sagrado (Temp-
lo), respecto al tiempo sagrado (Sabbat), respecto a las personas
sagradas (sacerdotes), y respecto a las prácticas sagradas o actos
religiosos (ayuno, limosna, oración); (cf. Mt 12, 5-7, 46-50; 21,10-
13; Mc 3, 2-4; 2,13-28). En todos los casos, Jesús pone como cen-
tro del culto el amor y la entrega, la ayuda y servicio, la verdad y
la justicia al prójimo, y en el prójimo a Dios. Las primeras comuni-
dades o Iglesia primitiva, nunca separó la eucaristía de la justicia
y la solidaridad, de la unidad y la fraternidad (cf. Hech 2,42-47; 1
Cor 11,1ss.; Sant 2,1ss.).
Los momentos de la Eucaristía que más nos recuerdan, y en los
que mejor puede manifestarse tal dimensión social son: la acogida
a los más débiles; la colecta y comunicación de bienes (ayudas en
despensa); la atención a las situaciones especiales de la comuni-
dad: desgracias personales o colectivas… Una buena celebración
de la eucaristía, preparada y participada con sinceridad y verdad,
es una auténtica “escuela de socialización” (San Pablo VI). Tal vez
sea ésta hoy una de las formas más elocuentes de hacer de nues-
tra eucaristía un lugar de evangelización en el tiempo presente.
Ordenar la ayuda y caridad con los necesitados. Nadie puede pre-
tender que en y con la eucaristía se solucionen los problemas y
necesidades que se viven en las diversas comunidades y situa-
ciones. En principio, toda comunidad cristiana, al menos en alguno
o incluso algunas (cuando hay diversos horarios de misa) asam-
bleas eucarísticas dominicales, deberán tener previstas algunas
acciones o gestos para expresar este aspecto. Por ejemplo real-
izando una acogida especial a los enfermos, a los ancianos más
débiles, a los inválidos… que, en su caso, serían ayudados a venir
a la iglesia, para poder participar de la Santa Misa. Se puede in-
tensificar la atención a jornadas dedicadas a la caridad y a la sol-
idaridad, los domingos primeros de cada mes para la colecta de
despensa en especie, la jornada mundial del enfermo y las diversas
celebraciones que en las parroquias ya se realizan con los enfer-
mos y ancianos, algunas colectas especiales que se organicen con
motivos de catástrofes devastadoras y de urgentes necesidades;
organizando adecuadamente la visita y comunión a los enfermos
después de la misa dominical, etc.
65
Año Jubilar Eucarístico La Eucaristía y su sentido profético. Toda verdadera evangeli-
zación lleva consigo una importante carga profética, en cuanto
implica anuncio de la Buena Nueva y denuncia de la injusticia,
lectura dinámica de la realidad e interpretación de los signos de
los tiempos, compromiso valiente y riesgo ante situaciones diver-
sas, apoyados en la fuerza de aquél que es la Verdad y nos hace
libres en su Verdad. La eucaristía por su mismo significado y por la
carga evangelizadora que implica, destaca también este aspecto
profético.
Posibilitar y promover la participación plena. Es evidente que
una buena participación en la eucaristía, en diversos ministerios
de modo activo, es la mejor forma de celebrar, a la vez que una
verdadera lección social y un auténtico acto de evangelización. Es
“lección social”, porque por ella se asume una responsabilidad, se
atiende el bien común de la asamblea, se procura el respeto y co-
ordinación con otros servicios y ministerios, se pone uno mismo al
servicio de los demás… Es “acto de evangelización”, porque quien
así participando puede por menos de dejarse evangelizar por lo
que hace, viviendo sinceramente su ministerio; y porque al de-
sempeñar así tal ministerio, está ya sirviendo a la evangelización
de la asamblea, y a través de ella a la evangelización de la Iglesia y
del mundo.

66
Año Jubilar Eucarístico
VII. La espiritualidad Eucarística
del discípulo misionero
en el mundo de hoy

Objetivo:
Exhortar a los fieles a vivir con fidelidad a la santidad recibida en
el bautismo alimentándose del Cuerpo y la Sangre del Señor, a fin
de asimilar su vida a la del Salvador, alcanzar los umbrales de la
bienaventuranza y las cumbres de la perfección cristiana.
1.- ¿Cuál es la importancia de la Eucaristía en la vida del cristiano?
Por la unción con el aceite de Cristo y por el Bautismo, Cristo
nos hace partícipes de su muerte y resurrección. Es la muerte
del pecado de Adán y la resurrección a una nueva vida en Cris-
to. Por medio de este misterio, Dios nos ha adoptado como hijos,
nos ha santificado, divinizado, elevado a un nivel superior al de
Adán y nos ha llamado a una unión intima con Él, a semejanza de
la unión que hay entre las tres Personas divinas, el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo. Los bautizados, hemos recibido bendición tras
bendición de parte de Dios, entre ellas las virtudes teologales: fe,
esperanza y caridad; los sacramentos: Bautismo, Confirmación,
Eucaristía, Penitencia, Unción de enfermos, Orden Sacerdotal y
Matrimonio; y los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligen-
cia, consejo, ciencia, poder, piedad y temor de Dios. Estas gracias
que Dios nos ha dado nos purifican, nos unen más íntimamente
a Él, incrementan nuestra santidad y perfeccionan nuestra im-
agen y semejanza con Dios. Sin embargo, el hombre redimido y
santificado por el sacrificio de Cristo, mientas peregrina en este
mundo, con la ayuda de Dios y con sus fuerzas debe de luchar
por mantenerse fiel a la santidad recibida en el bautismo y debe
de enfrentar a tres enemigos: el demonio, el mundo y la carne.
El demonio induce al hombre a desobedecer las leyes de Dios, el
67
Año Jubilar Eucarístico mundo a ambicionar las cosas que no son eternas y que no dan
la autentica felicidad, y la carne a satisfacer sus propios placeres
y deseos. El bautizado mientras está en el mundo se enfrenta en
una batalla campal y sin tregua; con la ayuda de Dios debe poner
su máximo esfuerzo para no ceder al mal y ser constante en la
práctica del bien. Ahora bien, Dios provee al hombre de los me-
dios para mantenerse fiel a la santidad recibida en el bautismo,
luchar contra sus enemigos, purificarse y acrecentar su santidad,
imagen y semejanza divinas. Los medios son: los sacramentos, la
oración por medio de la Sagrada Escritura y el santo rosario, la
activación de los dones del Espíritu Santo, las obras de misericor-
dia: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir
al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitas a
los presos, enterrar a los muertos, dar consejo al que lo necesita,
enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste,
perdonar las ofensas, tolerar con paciencia a quienes nos moles-
tan, rogar a Dios por los vivos y difuntos; las virtudes teologales y
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Los sacramentos son la principal fuente de santificación, todos
nos dan la gracia de Dios, pero hay uno que no solo nos da la gra-
cia de Dios, sino al mismo Dios, la eucaristía. Todos los demás sac-
ramentos están orientados a él como a su fin. El bautizado con la
eucaristía fortalece la fe, esperanza y caridad; el confirmado con
la eucaristía activa los dones del Espíritu; el arrepentido y perdo-
nado en la confesión está orientado a alimentarse de la eucaristía
y continuar luchando mientras llega la segunda venida de Nues-
tro Señor; el enfermo por la unción Cristo lo hace partícipe de su
pasión y le promete la resurrección; los sacerdotes y consagrados
al realizar el santo sacrificio del altar están llamados a ofrecerse
junto con Cristo para implorar misericordia para ellos y por su
pueblo; los esposos están llamados a vivir unidos en el amor y la
fuente de este amor es la eucaristía, de ahí que los esposos cristia-
nos jamás deben de abandonar la comunión pues eso significaría
la debilidad de su amor, y poco a poco su pérdida. Podemos ver
que la eucaristía es fuente y culmen de la santidad, esta es la razón
por la cual todos los hombres que han alcanzado los umbrales de
la perfección lo han hecho por medio de la Eucaristía. Todos esta-
mos llamados a la santidad, y quien lo ha logrado no lo ha hecho

68
por sus propios medios, sino Dios los ha santificado por medio de

Año Jubilar Eucarístico


su Hijo Jesucristo en la recepción de la Eucaristía. El alimento por
excelencia de aquellos que buscan perfeccionar su imagen y se-
mejanza con Dios es la eucaristía. Mediante la Eucaristía el santo
recobra sus fuerzas para continuar con fidelidad en la lucha contra
sus enemigos y en la práctica del bien.
Recordemos que la Iglesia es santa porque el Señor la ha insti-
tuido, es santa porque en ella habita el Espíritu Santo y es guiada
por Él, es santa también porque algunos de sus miembros se han
mantenido fieles a la santidad recibida en el Bautismo alimentán-
dose del Cuerpo y la Sangre del Señor. A lo largo de nuestra his-
toria, la Iglesia ha sido luz para todos los pueblos de la tierra por
algunos de sus hijos que han dado testimonio de su vida unida ín-
timamente a la de Cristo. He aquí algunos de los testimonios de
nuestros hermanos que han unido su espíritu al Creador por me-
dio de su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo:
2.- ¿Cuál es la experiencia de los santos en torno a la Eucaristía?
San Lucas en el libro de los Hechos de los apóstoles nos dice que
los apóstoles con los primeros cristianos celebraban la Eucaristía,
“eran asiduos en la enseñanza, a la convivencia fraterna, a la frac-
ción del pan y a las oraciones. Toda la gente sentía un santo te-
mor, ya que los prodigios y señales milagrosas se multiplicaban.
Vivian unidos, compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes
y repartían después el dinero entre todos según sus necesidades.
Todos los días se reunían en el templo con entusiasmo, partían el
pan, lo compartían con alegría y con gran sencillez de corazón.
Alababan a Dios y se ganaban la simpatía de todo el pueblo, y el
Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se iban salvan-
do”. (Cfr. Hch 2,42-47).
San Pablo en su primera carta a los corintios escribe: “Cada vez
que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando
la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto el que come el pan
o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la
sangre del Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego
podrá comer el pan beber de la copa. El que come y bebe indigna-
mente, come y bebe su propia condenación por no reconocer el
cuerpo”. (Cfr. 1 Corintios 11,17-34).
69
Año Jubilar Eucarístico En la Didaché, un documento del primer siglo se exhorta
a que únicamente los bautizados coman el cuerpo y beban
la sangre del Señor. Los invita a reunirse cada día del Señor,
partir el Pan y dar gracias después de haber confesado sus
pecados a fin de que el sacrificio sea puro.
San Ignacio de Antioquia, en vísperas de su martirio es-
cribe: “Estoy pronto a morir de buena gana por Dios, con tal
que ustedes no me lo impidan. Yo les suplico, no muestren
para conmigo una benevolencia inoportuna, permítanme ser
alimento para las fieras, por las que me es dado alcanzar a
Dios. Trigo soy de Dios y he de ser molido por los dientes de
las fieras a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo”.
San Justino escribió: “A este alimento lo llamamos eucar-
istía, y nadie puede participar en ella, a menos que crea que
nuestra enseñanza es verdadera, no lo recibimos como pan
o bebida comunes, es la Carne y la Sangre del mismo Jesús
encarnado”.
San Policarpo: “Jesús ha declarado que el cáliz, parte de la
creación, es su propia Sangre, desde la cual hace que fluya
nuestra sangre; y el pan, parte de la creación, ha establecido
como su propio cuerpo, desde la cual hace crecer nuestros
cuerpos”.
San Atanasio: “Ahora inmolamos no un cordero material,
sino aquel verdadero cordero que fue inmolado, Nuestro
Señor Jesucristo, que fue conducido al matadero como una
oveja, y que estaba sin decir palabra como cordero delan-
te del carnicero purificándonos con su preciosa sangre que
habla mucho más que la de Abel”.
San Jerónimo: “Por cada santa Misa que se celebra, mu-
chas almas salen del purgatorio y vuelan al cielo”.
San Ambrosio nos enseña: “El mismo Señor afirmó, esto es
mi cuerpo. Antes de la palabra de bendición, otra es la reali-
dad que se nombra; después de la consagración, es significa-
do el Cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de la san-
gre. Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe;
70
después de la consagración es Sangre. Y tu dices “amén” que

Año Jubilar Eucarístico


equivale a decir “así es”. Que nuestra mente reconozca como
verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior
asienta a lo que profesamos interiormente.
San Agustín escribe: “Lo que buscan los hombres en la co-
mida y en la bebida es apagar su hambre y su sed, pero esto
lo consigue únicamente este alimento y esta bebida, que a
los que lo toman hace inmortales e incorruptibles, que es
la comunión misma de loas santos donde existe una paz y
unidad plenas y perfectas. Por eso nos dejó nuestro Señor
Jesucristo su cuerpo y su sangre bajo realidades que, par-
tiendo de muchos elementos, se hacen una solo cosa. Una de
esas realidades se hace muchos granos de trigo y la otra de
muchos granos de uva”.
San Juan Crisóstomo: “El sacerdote es el que invoca al Es-
píritu Santo, el que celebra aquel sacrificio tan tremendo, el
que continuamente toca a Dios con sus manos y el que tiene
las llaves del cielo, dime, ¿dónde podremos colocar a este
hombre? Reflexiona, cómo deben ser aquellas manos que
tocan cosas tan sagradas, como debe ser aquella lengua que
pronuncia tales palabras y qué alma puede haber ni más pura
ni más santa que aquella que ha de recibir a tal espíritu”.
San Isidoro de Sevilla: “Dicen algunos que si no lo impide
algún pecado, la eucaristía ha de recibirse diariamente, pues
por medio del Señor pedimos que se nos de este pan cada
día cuando decimos: “Danos hoy el pan de cada día”. Lo cual
en verdad justamente afirman si lo reciben con reverencia,
devoción y humildad, y no lo hacen confiando en su santidad
con presunción de soberbia”.
San Gregorio Magno nos dice: “Si Jesucristo dijo que hay
faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el
otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el
otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las fal-
tas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su
muerte, para eso ofrecemos Santas Misas, oraciones y limos-
nas por su eterno descanso”.

71
Año Jubilar Eucarístico San Bernardo de Clarabal: “Se gana más participando en
una sola santa misa con devoción, que distribuyendo todos
los bienes a los pobres y marcando en peregrinación a todos
los santuarios venerados del mundo. ¡Oh riquezas inmensas
de la santa Misa!
Santa Hildegarda llama así a la Eucaristía: “Gracia que los
ha redimido, bienaventurada oblación, vid, el verdadero re-
medio para el cuerpo, bálsamo divino para las heridas, copa
de la salud, suave y sabroso manjar, bienaventurado manjar,
don de Cristo a la Iglesia, sacramento de su Cuerpo y de su
Sangre, Pan vivo y manantial de aguas vivas”.
Santo Tomás de Aquino: “No hay ningún sacramento más
saludable que este, pues por él se borran los pecados, se au-
mentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de
estos dones. La santa misa tiene tanto valor como la muerte
de Jesús en la cruz. Nadie es capaz de expresar la suavidad
de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiri-
tual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmen-
so y sublime amor que Cristo mostró en su pasión”.
San Francisco de Asís: “Todos aquellos que no reciben
el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, están
ciegos, porque no ven la verdadera luz, Nuestro Señor Jesu-
cristo. Tiemble el hombre entero, que se estremezca el mun-
do entero, y que el cielo exulte, cuando sobre el altar, en las
manos del sacerdote está Cristo, el Hijo de Dios vivo”
Santa Clara: “Y como se mostró a los santos apóstoles en
carne verdadera, así también ahora se nos muestra a nosotros
en el Pan Sagrado. Y como ellos con la mirada de su carne solo
veían su carne de él, pero contemplándolo con ojos espiri-
tuales creían que él era Dios, así también nosotros, viendo el
pan y el vino con los ojos corporales, veamos y creamos firme-
mente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero”.
Santa Catalina: “Mi único, mi amado esposo. Tú sabes que
jamás he deseado a nadie más que a ti. Ven en mi ayuda, mi
amado Salvador”.

72
Santa Teresa de Ávila: “Un día alguien dijo a santa Teresa:

Año Jubilar Eucarístico


si tan solo hubiese vivido en el tiempo de Jesús, si tan solo
le hubiese visto, y le hubiese hablado. Santa Teresa le re-
spondió: pero acaso ¿no tenemos ante nosotros a Jesús vivo,
verdadero y realmente presente en la Eucaristía? Cuando
el diablo no puede entrar con el pecado a un alma, él desea
que ese santuario permanezca cuando menos desocupado,
sin dueño, y bien separado de la sagrada comunión.”
San Juan de la Cruz: “En la Eucaristía míos son los cielos y
mía es la tierra, míos son los hombres; los justos son míos y
los pecadores son míos. Los ángeles son míos, y también la
Madre de Dios; todas las cosas son mías. El mismo Dios es
mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí”.
San Juan María Vianey: “La santa Misa alegra toda la corte
celestial, alivia a las pobres almas del purgatorio, atrae so-
bre la tierra toda suerte de bendiciones y da más gloria a
Dios que todos los sufrimientos de los mártires juntos, que
las penitencias de todos los solitarios, que todas las lágrimas
por ellos derramadas desde el principio del mundo y que
todo lo que hagan hasta el fin de los siglos.”
Santo padre Pio: “Se nos da el Cuerpo de Cristo, entrega-
do de nuevo ahora. Es místicamente la crucifixión del Señor”.
Por eso el padre Pio sufría atrozmente en el momento de la
consagración.
Santa Teresa de Lisieux: “Cristo no baja del cielo un día y
otro día para quedarse en un copón dorado, sino para en-
contrar otro cielo que le es infinitamente más querido que el
primero: el cielo de nuestra alma, creada a su imagen y tem-
plo vivo de la adorable Trinidad”.
San Juan XXIII: “La Eucaristía, infundiendo en el corazón del
hombre una nueva energía, el amor sobrenatural refuerza,
encauza y purifica el afecto humano, haciéndolo más sólido y
más auténtico. Cuando tiene a Dios en su pecho, todo el hom-
bre queda armonizado en sí mismo. En el sacramento divino,
el Señor está sumido en el silencio para escucharnos”.

73
Año Jubilar Eucarístico San Oscar Romero: Desde su primera comunión, amó a
la eucaristía, se ordenó sacerdote para poder consagrar el
pan y el vino; vivió eucarísticamente y murió como hostia en
oblación al Señor durante la celebración de la eucaristía.
San Juan Pablo II: “La eucaristía es el perfecto sacrificio de
alabanza, la glorificación más elevada que sube de la tierra al
cielo, la fuente y cima de toda la vida cristiana en la que los
hijos de Dios ofrecen al Padre la victima divina y así mismos
en ella”.

74
Año Jubilar Eucarístico
VIII. La Eucaristía en
la religiosidad popular
Objetivo:
Motivar a los fieles en amar a la sagrada eucaristía, para que sus
diversos símbolos y diversas expresiones de religiosidad popular
sean fortalecidas por la Palabra de Dios.
1.- ¿Cómo se expresa la religiosidad popular en la adoración a
la Eucaristía?
La religiosidad popular hace posible que toda la comunidad viva
y participe en la adoración a la sagrada eucaristía mediante con-
gresos eucarísticos, procesiones especialmente la de Corpus Chris-
ti, celebración de la primera comunión, liturgia de las cuarenta
horas que es el jubileo eucarístico, la adoración nocturna y la visi-
ta a Jesús sacramentado. Todas estas manifestaciones son vivir la
Eucaristía culmen y cúspide de la vida cristiana y litúrgica, y tam-
bién para desagraviar a Cristo por tantas irreverencias cometidas.
Algo que debe vitalizar la religiosidad popular es la devoción al
viernes primero de cada mes, ya que de una manera muy especí-
fica se motiva el culto a la Eucaristía para dar frutos maduros de
santidad cristiana. También la adoración a la Sagrada Eucaristía se
manifiesta en la hora santa que se lleva a cabo todos los jueves, y
se procura que el sagrario sea el centro de la vida cristiana y por lo
tanto que esté lo mas embellecido posible con hermosos adornos
de flores, con una digna cortina, que siempre haya una luz, signo
de que está Jesús en el sagrario.
Acerca de las procesiones la religiosidad popular expresa en el
caminar con alfombras de flores y de aserrín, con arreglos de her-
mosísimos altares y con una participación de cantos y oraciones
que manifiestan la presencia del Señor en una custodia artística
y dignamente diseñada, inclusive que sea de latón pero con ter-
minación de oro, y en algunas ocasiones de plata, y raramente de
oro, puesto que porta al Señor del universo. De una manera muy

75
Año Jubilar Eucarístico especial la religiosidad popular se perfila en la adoración comuni-
tariamente en la visita diaria a Jesús sacramentado.
A mi modo de pensar la manifestación más grande de fe en la
Sagrada Eucaristía es vivir la santa Misa y celebrar todavía mejor
que la fiesta patronal el jubileo de las cuarenta horas.
Antiguamente la Iglesia marcaba que las cuarenta horas fueran
ininterrumpidas, pero por circunstancias propias de la comunidad
se han fraccionado en diez horas cada día. El jubileo debe terminar
con una solemne procesión del Santísimo Sacramento, acompaña-
do de música, de cantores, de los adoradores nocturnos, del gru-
po de los que forman el apostolado de adoración y de la vele per-
petua, y de todo el pueblo que conforma toda la parroquia, de un
arreglo el más hermoso al paso de la procesión y al término de la
bendición solemne afuera del templo con un concierto de música
y de cantos y quema de fuegos artificiales y cohetes. De tal mane-
ra que sea la festividad más importante que haya en la parroquia.
Que esta procesión pase por diversas calles adornadas con sím-
bolos eucarísticos de color rojo y blanco, y como se ha dicho con
toda la solemnidad y belleza que requiere.

76
Año Jubilar Eucarístico
IX. Culto a la Eucaristía
fuera de la misa

1.- Origen y fin del culto a la Eucaristía fuera de la misa


La reserva de las especies sagradas para los enfermos ha introducido
la laudable costumbre de adorar este manjar del cielo conservado en
las iglesias. Este culto de adoración se basa en una razón muy sólida y
firme, sobre todo porque a la fe en la presencia real del Señor le es con-
natural su manifestación externa y pública.
“La celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la Misa es
realmente el origen y el fin del culto que se le tributa fuera de la
Misa”. El Origen porque Cristo, el Señor, “una vez ofrecido el sacri-
ficio, mientras la Eucaristía se conserva en las iglesias y oratorios,
es verdaderamente el Emmanuel, es decir, Dios -con -nosotros.
Pues día y noche esta en medio de nosotros, habita con nosotros
lleno de gracia y de verdad”.
Y el fin porque, cuando los fieles veneran a Cristo presente en
el Sacramento, han de tener en cuenta que esta presencia provi-
ene del sacrificio y se ordena al mismo tiempo a la comunión sac-
ramental y espiritual, “prolongando así la gracia del sacrificio”. En
efecto, por medio de la oración ante Cristo el Señor presente en
el Sacramento los fieles prolongan la unión con él conseguida en
la Comunión y renuevan la alianza que los impulsa a mantener en
sus costumbres y en su vida lo que han recibido en la celebración
eucarística por la fe y el Sacramento”. Así como el volver a meditar
la Palabra de Dios proclamada en la Misa nos permite asimilarla
más vitalmente, el orar ante el Santísimo nos ayuda a penetrar
toda la riqueza de su Misterio.
2.- La oración ante el Santísimo Sacramento
La piedad que impulsa a los fieles a adorar la santa Eucaristía los
lleva a participar más plenamente en el Misterio Pascual y a re-
sponder con agradecimiento al don de aquel que, por medio de
77
Año Jubilar Eucarístico su humanidad, infunde continuamente la vida en los miembros
de su Cuerpo. Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de
su trato íntimo, le abren su corazón por sí mismos y por todos los
suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo
con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo sacan de este
trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad.
Así fomentan las disposiciones debidas que les permitan celebrar,
con la devoción conveniente, el memorial del Señor y recibir fre-
cuentemente el pan que nos ha dado el Padre. Una oración de ala-
banza y adoración ante el Señor eucarístico fomenta en nosotros,
precisamente, los sentimientos de fe y de cercanía afectiva hacia
ese Cristo que se nos da.
Y eso es lo que persigue el culto a la Eucaristía fuera de la Misa.
Por otra parte, el culto como prolongación de la celebración eu-
carística, contribuye esencialmente a profundizar esa unión espir-
itual con Cristo, a la que se ordena el mismo sacramento.
En la Misa, Cristo se nos da como “Cuerpo entregado por” y
“Sangre derramada por”; actitud a la que se ha incorporado la co-
munidad, ofreciéndose a sí misma al Padre por Cristo con él y en él.
El Cristo que adoramos y alabamos en el culto a la Eucaristía
sigue siendo, como en la Misa, “presencia ofrecida”, sacramento de
su “entrega pascual”, Pan disponible “entregado” para ser comido
por la comunidad. El culto eucarístico nos ayuda, así, a prolongar
nuestra actitud “eucarística” tanto en su dimensión de alabanza
como de entrega a lo largo de nuestra vida.
3.- La exposición de la Santísima Eucaristía
La exposición de la Eucaristía sea en el copón, sea en la custodia,
lleva comunitariamente a los fieles a reconocer en ella la maravil-
losa presencia de Cristo y los invita a la unión de corazón con él,
que culmina en la comunión sacramental. Así promueve adecua-
damente el culto en espíritu y en verdad que le es debido. Hay que
procurar que en tales exposiciones el culto del Santísimo Sacra-
mento manifieste en signos su relación con la Misa”.

78
4.- Las procesiones Eucarísticas

Año Jubilar Eucarístico


El pueblo cristiano da testimonio público de fe y piedad hacia el
Santísimo Sacramento con las procesiones en que se lleva la Euca-
ristía por las calles con solemnidad y con cantos.

Corresponde al Obispo diocesano juzgar sobre la oportunidad,


en las circunstancias actuales, acerca del tiempo, lugar y organi-
zación de tales procesiones, para que se lleven a cabo con digni-
dad y sin detrimento de la reverencia debida a este Santísimo Sac-
ramento36.

Entre las procesiones eucarísticas tiene especial importancia y


significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad la
que suele celebrarse todos los años en la solemnidad del Cuerpo y
de la Sangre de Cristo, o en algún otro día más oportuno, cercano
a esta solemnidad. Conviene, pues, donde las circunstancias ac-
tuales lo permitan y verdaderamente pueda ser signo colectivo de
fe y de adoración, que se conserve esta procesión, de acuerdo con
las normas del derecho.

Pero si se trata de grandes ciudades, y la necesidad pastoral


así lo aconseja, se puede, a juicio del Obispo diocesano, organizar
otras procesiones en los barrios o colonias principales de la ciu-
dad. Pero donde no se pueda celebrar la procesión en la solem-
nidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, conviene que se tenga
otra celebración pública para toda la ciudad o para sus barriadas
principales en la iglesia catedral o en otros lugares oportunos.

Conviene que la procesión con el santísimo Sacramento se ce-


lebre a continuación de la Misa, en la que se consagre la hostia que
se ha de llevar en la procesión. Sin embargo, nada impide que la
procesión se haga después de la adoración pública y prolongada
que siga a la Misa.

Las procesiones eucarísticas se organizarán según los usos de


la región, ya en lo que respecta al ornato de plazas y calles, ya en lo
que toca a la regulación de los participantes. Durante el recorrido,
según lo aconseje la costumbre y el bien pastoral, pueden hacerse
algunas estaciones o paradas, aun con la bendición eucarística.
Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n.
36

59: AAS 59 (1967), p. 570.


79
Año Jubilar Eucarístico Los cantos y oraciones que se tengan se ordenarán a que todos
manifiesten su fe en Cristo y se dediquen solamente al Señor.

El sacerdote que lleva el Sacramento, si la procesión sigue inme-


diatamente a la Misa, puede conservar los ornamentos utilizados
en la celebración de la Misa, o bien ponerse la capa pluvial de col-
or blanco; pero si la procesión no sigue inmediatamente a la Misa,
tome la capa pluvial.

Utilícense, según los usos de la región, cirios, incienso y palio,


bajo el cual irá el sacerdote que lleva el Sacramento.

Conviene que la procesión vaya de una iglesia a otra; sin embar-


go, si las circunstancias del lugar lo aconsejan, se puede volver a la
misma iglesia de la que salió.

Al final se da la bendición con el Santísimo Sacramento en la


iglesia en que acaba la procesión, o en otro lugar oportuno; y se
reserva el Santísimo Sacramento.

5.- ¿Qué es el jubileo circular de las cuarenta horas?


El origen del Jubileo nace como una forma de celebrar la Pascua del
Señor. Una de las costumbres de los cristianos de los primeros siglos
consistía en juntarse para ayunar, hacer penitencia, orar y cantar sal-
mos durante cuarenta horas, en memoria del tiempo que el Salvador
del mundo permaneció en el sepulcro. De esta manera, durante este
tiempo sagrado, estos cristianos, asociándose con profundidad a la
muerte redentora del Señor, hacían más perfecta su participación
en la celebración de su resurrección en la liturgia pascual. Este tiem-
po lo computaban, desde el viernes, a la hora de nona (tres de la tar-
de), en que murió Cristo (Lc 23,44), hasta el amanecer del domingo,
hacia las siete horas, en el que resucitó (Mt 28,1). Tres días no com-
pletos permaneció muerto el Señor en el sepulcro. La idea del Jubi-
leo es pues tener expuesto cuarenta horas seguidas al Santísimo.
En Roma lo comenzó el papa Clemente VIII institucionalizando en
1592 su práctica para todas las diócesis. Esa devoción había comen-
zado en Milán en 1527. En 1592, el Papa Clemente VIII, mediante
la Encíclica Graves et diuturnae, ordenó establecer públicamente
en Roma “la piadosa y saludable oración de las cuarenta horas” en las

80
basílicas y en todas las iglesias para que “día y noche, en todos los lu-

Año Jubilar Eucarístico


gares y a lo largo de todo el año se alce al Señor, sin interrupción alguna,
el incienso de la oración”.
Esta manera de interpretar el tiempo de permanencia de Jesús
en el sepulcro, tiene una significación propia en la Sagrada Escrit-
ura. El número cuarenta puede significar sin más un largo período
de tiempo, como cuando se dice que Saúl reinó cuarenta años (Hch
13,21), David cuarenta (1Cro 29,27) y Salomón cuarenta (2 Cro
9,30). Pero en otras ocasiones “cuarenta” señala un tiempo largo
de purificación o de abatimiento, previo a una gracia muy alta o
una especial exaltación. Son cuarenta, por ejemplo, los días que
dura la purificación enorme del Diluvio (Gén 7,12; 7,17), cuarenta
años duró para el pueblo de Israel la travesía del desierto, antes de
entrar en la Tierra prometida (Dt 8, 2; Núm 14, 33-34; Hch 13, 18)
y cuarenta pasó Moisés en el Sinaí, en oración y ayuno, antes de
recibir las Tablas de la Ley (Ex 24,18; 34,28). También Elías camina
cuarenta días y noches con la fuerza del alimento misterioso que
le da un ángel.
Jesús permanece asimismo cuarenta días y noches a solas en el
desierto, antes de iniciar su misión pública en medio de Israel (Mc
1,13). Cuarenta horas permanece muerto. Y una vez resucitado, an-
tes de ascender al cielo, se aparece a sus discípulos durante cuaren-
ta días (Hch 1,3).
En el siglo XVI, esta devoción comenzó a adquirir mucha im-
portancia en las iglesias de Milán y de Roma. Eran muy graves
las situaciones que atentaban contra la Iglesia (Reforma Protes-
tante e invasiones de los turcos). Además eran también tiempos
de relajación de costumbres, producto de la época renacentista.
Fueron muchos los santos sacerdotes que contribuyeron en el
afianzamiento y extensión de esta devoción, especialmente San
Carlos Borromeo, que fue quien le dio su actual configuración:
Jubileo de Cuarenta Horas, en el que se expone solemnemente al
Santísimo Sacramento para que los fieles, en el curso de tres días,
puedan adorar al Señor sacramentado, con la oración y la peniten-
cia. Posteriormente, en el siglo XIX, esta devoción se fortaleció
nuevamente, cuando la Sede de Pedro estaba sufriendo las hu-
millaciones de la época napoleónica. La Iglesia rogó mucho ante el
81
Año Jubilar Eucarístico Santísimo Sacramento por el feliz regreso del Papa a Roma. A par-
tir de este momento la devoción se afianzó en Roma y comenzó a
extenderse por el mundo católico.
En consonancia con este deseo de la Iglesia, la piedad eucarísti-
ca del Jubileo de las 40 Horas, por su carácter expiatorio, suplican-
te y eucarístico, ayuda a muchos fieles a configurarse con Cristo y
de estar en sintonía con su obra redentora, a través de la oración,
que “es el medio privilegiado para relacionarnos con Cristo, para
contemplar su rostro y aprender a servir a los hermanos.
En este sentido, el Jubileo de la 40 Horas, desde sus orígenes,
ha enseñado a los fieles a unirse a Cristo resucitado, presente en
el Santísimo Sacramento del Altar, recordando el momento de su
Pasión: su permanencia en el sepulcro muerto por tres días. Esto
es posible porque la institución del Sacrificio Eucarístico, desde su
nacimiento, tiene inscrito de forma indeleble el acontecimiento
de la pasión y muerte del Señor, que no sólo la evoca sino que la
hace presente sacramentalmente
En Sevilla fue Jaime de Palafox y Cardona, arzobispo de Sevilla,
quien lo solicitó al Papa el veinticinco de octubre de 1698.
Terminamos aclarando que se denomina “circular” porque va cele-
brándose en distintos templos que lo tienen concedido, cubriendo
los 365 días del año.
6.- Los congresos Eucarísticos
Los congresos eucarísticos, que en los tiempos modernos se han
introducido en la vida de la Iglesia como peculiar manifestación
del culto eucarístico, se han de mirar como una “statio”, a la cual
alguna comunidad invita a toda la Iglesia local, o una Iglesia local
invita a otras Iglesias de la región o de la nación, o aun de todo el
mundo, para profundizar juntamente el misterio de la Eucaristía
bajo algún aspecto particular y venerarlo públicamente con el vín-
culo de la caridad y de la unidad.

Conviene que tales congresos sean verdadero signo de fe y


caridad por la plena participación de la Iglesia local y por la signif-
icativa aportación de las otras Iglesias.

82
Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia local, ya en

Año Jubilar Eucarístico


las otras Iglesias, sobre el lugar, temario y el programa de actos
del congreso que se va a celebrar, para que se consideren las ver-
daderas necesidades y se favorezca el progreso de los estudios
teológicos y el bien de la Iglesia local. Para este trabajo de inves-
tigación búsquese el asesoramiento de los teólogos, escrituristas,
liturgistas y pastoralistas, sin olvidar a los versados en las ciencias
humanas.

Para preparar un congreso se ha de hacer sobre todo:

a) Una catequesis más profunda y acomodada a la cultura de


los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía, prin-
cipalmente en cuanto constituye el misterio de Cristo vivi-
ente y operante en la Iglesia.

b) Una participación más activa en la sagrada Liturgia, que fo-


mente al mismo tiempo la escucha religiosa de la palabra
de Dios y el sentido fraterno de la comunidad37.

c) Una investigación de los recursos y la puesta en marcha de


obras sociales para la promoción humana y para la debida
comunicación de bienes, incluso temporales, a ejemplo de
la primitiva comunidad cristiana38, para que el fermento
evangélico se difunda desde la mesa eucarística por todo
el orbe como fuerza de edificación de la sociedad actual y
prenda de la futura39.

Criterios para organizar la celebración de un congreso eucarístico40 :

a) La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el cen-


tro y la culminación
b) a la que se dirijan todos los proyectos y los diversos ejercicios
de piedad.
37
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada
liturgia, nn. 41-52; Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, n. 26.
38
Cf. Hch 4, 32.
39
Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada
liturgia, n. 47; Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, n. 15.
40
Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n.
67: AAS 59 (1967), pp. 572-573.

83
Año Jubilar Eucarístico c) Las celebraciones de la Palabra de Dios, las sesiones cate-
quísticas y otras conferencias públicas tiendan sobre todo
a que el tema propuesto se investigue con mayor profundi-
dad, y se propongan con mayor claridad los aspectos prác-
ticos a fin de llevarlos a efecto.

d) Concédase la oportunidad de tener oraciones comunes


y la adoración prolongada ante el santísimo Sacramento
expuesto, en determinadas iglesias que se juzguen más a
propósito para este ejercicio de piedad.

e) En cuanto a organizar una procesión en que se traslade el


santísimo Sacramento con himnos y preces públicas por las
calles de la ciudad, guárdense las normas para las proce-
siones eucarísticas41, mirando a las condiciones sociales y
religiosas del lugar.

41 Cf. supra, nn. 101-108.


84
Año Jubilar Eucarístico
X. Las primeras quince misas
en territorio
de lo que ahora es México
(6 de mayo de 1518 a diciembre de 1519)
Semblanza histórica
Primera parte:
las primeras once misas en cozumel, tabasco y veracruz
La santa misa, fuente y cúlmen de toda la vida cristiana42
La Santa Misa no es sólo un ritual, ni un recuerdo de algo que ocur-
rió hace mucho tiempo, ni mucho menos algo aburrido. Cada uno
de los católicos sí corremos el peligro de hacernos ritualistas, o de
sentir que la Fe de Cristo es algo anticuado, o de aburrirnos. Pero
la Santa Misa es una realidad sublime y siempre actual: la RENO-
VACIÓN DEL SACRIFICIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO,
EN LA CRUZ. Un sacrificio en el que Jesús, Dios encarnado, se
entregó y se vuelve a entregar hasta la muerte, para redimirnos,
para salvarnos de nuestros pecados, del poder del demonio y de la
muerte eterna. Por esto es tan importante conocer bien la SANTA
MISA y vivirla intensamente.
La Primera Misa la celebró Él mismo, Jesucristo Nuestro Señor,
en el monte Calvario, en la ciudad de Jerusalén, el Viernes Santo
del año 33, al morir en la Cruz. Y es el mismo Jesús quien sigue y
seguirá celebrando todas las Misas, a través de sus ministros, los
sacerdotes de la Iglesia Católica.
Casi quince siglos después de esa Primera Misa, Dios quiso
concedernos el regalo de que comenzaran a celebrarse Misas
en nuestro país. Es lógico que como pueblo y nación, los mexica-
nos queramos conservar la memoria de cuándo, dónde, cómo y
quiénes celebraron esas primeras Misas.
42 Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática LUMEN GENTIUM, n. 11
85
Año Jubilar Eucarístico Recordar la Historia de la Misa en nuestro México en el siglo
XVI, nos ayudará a amar más este divino regalo y a celebrar con
más conocimiento y con más fe el AÑO JUBILAR EUCARÍSTICO
proclamado por nuestro Señor Obispo Monseñor Julio César Sal-
cedo Aquino y a hacer partícipes de nuestra alegría a todos los
mexicanos.
1.- La primera misa en américa:
en 1494, en la actual república Dominicana.

La primera Misa en el Continente Americano, se celebró el 6 de


enero de 1494 en el Caribe, en la isla Isabel, Puerto Plata, actual-
mente República Dominicana. El celebrante fue el Padre Bernardo
Boyl, quien vino a América en el segundo viaje de Cristóbal Colón.
Al poco tiempo, teniendo noticia los españoles de las grandes
culturas que existían en tierra firme, intentaron ir a conocerlas y
conquistarlas, pero no consiguieron hacerlo sino hasta 25 años
después, en 1517. Gracias a Dios, conservamos numerosos re-
latos de esas gestas. Uno de los más vivos es el que nos hace el
soldado historiador Bernal Díaz del Castillo. Es reconocido uni-
versalmente como el mejor historiador de la conquista de México,
por lo que tomaré su obra como base principal para este estudio:
considero que los datos que aporta al tema que nos ocupa, mere-
cen el mismo crédito y autoridad que el resto de su escrito43, pues
como afirma desde el comienzo de su relato: “yo soy el que vine
desde la isla de Cuba de los primeros, en compañía de un capitán
que se decía Francisco Hernández de Córdoba (...). Después de es-
tas guerras volví segunda vez, desde la misma isla de Cuba, con
otro capitán que se decía Juan de Grijalva (...). Y volviendo a mi
cuento vine la tercera vez con el venturoso y esforzado capitán
don Hernando Cortés (...). Digo que ningún capitán ni soldado pasó
a esta Nueva España tres veces arreo, una tras otra, como yo (...)44.
2.- La primera misa en territorio del actual México,
¿la habrá celebrado el padre Alonso González en Campeche?
43
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España. He consultado esta obra en la edición hecha por Ed. Porrúa (Colección
Sepan Cuantos n. 5), México 1972
44
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo I.
86
Año Jubilar Eucarístico
Describiendo Bernal la expedición de Hernández de Córdoba,
dice: “(…) Y para que con buen fundamento fuese encaminada
nuestra armada, hubimos de haber un clérigo que estaba en la
misma villa de San Cristóbal (La Habana) que se decía Alonso
González, el cual se fue con nosotros (…) después de todo esto
concertado y oído Misa, encomendándonos a Dios Nuestro Señor
ya la Virgen Santa María Nuestra Señora, su bendita Madre,
comenzamos nuestro viaje (…) En ocho días del mes de febrero del
año de mil quinientos diez y siete salimos de la Habana, del puerto
de Axaruco…”45.

Y en el segundo capítulo nos describe cómo ése clérigo pisó


tierras mexicanas el 5 de marzo de 1517: “En ocho días del mes de
febrero del año de mil quinientos diez y siete salimos de la Habana,
del puerto de Axaruco, (...) y una mañana, que fueron cuatro de
marzo, vimos venir diez canoas muy grandes, que dicen piraguas,
llenas de indios de aquella poblazón, y venían a remo y vela. (...)
Otro día por la mañana volvió el mismo cacique a nuestros navíos
(...) y estaba diciendo en su lengua: Cones cotoche, cones cotoche,
que quiere decir: Anda acá, a mis casas, y por esta causa pusimos
por nombre aquella tierra Punta de Cotoche,46 (...) fue acordado

que saltásemos por tierra, todos de una vez, (...) y cerca de unos
montes breñosos comenzó a dar voces el cacique para que sa-
liesen a nosotros unos escuadrones de indios de guerra que tenía
en celada para matarnos; (...) Mas quiso Dios que luego les hicimos
huir (...) Y cuando estábamos batallando con los indios, el clérigo
González, que iba con nosotros, se cargó de las arquillas e ídolos
y oro, y lo llevó al navío.”

En los capítulos III a VI, narra Bernal las penalidades que pasa-
ron en Potonchán y Champotón (poblaciones en el actual Estado
45
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulos I y II. La Misa se celebró en Cuba.
Esta primera expedición concluyó el mismo año de 1517 y resultó desastrosa,
muriendo cincuenta y siete soldados –más de la mitad– y el mismo capitán, como
describe en los capítulos III a VI.
46
Actualmente Cabo Catoche, en el extremo noreste de la península de Yucatán,
y dentro del Estado de Quintana Roo. Cfr. CUEVAS S. J., MARIANO, o. c., tomo
I,cap. 1, p. 114.
87
Año Jubilar Eucarístico de Campeche) y finalmente su regreso a Cuba. Llama la atención
que ya no vuelve a mencionar al clérigo Alonso González, ni habla
tampoco de ninguna Misa. En cambio, como veremos más adelan-
te, sí habla con detalle de las primeras Misas celebradas en los
actuales Estado de Tabasco, Veracruz y Tlaxcala, así como en la
Gran Tenochtitlán. No es aventurado suponer que el Padre Alonso
González haya celebrado alguna Misa en Campeche, pero lamen-
tablemente, no conocemos ninguna fuente documental que dem-
uestre tal suposición.

3.- Las dos primeras misas en territorio de lo que ahora es el es-


tado de Quintana Roo: ambas celebradas por el padre Juan Díaz
en la isla de Cozumel.
1ª. Jueves 6 de mayo de 1518. Celebra el Padre Juan Díaz.
“En el año de mil quinientos diez y ocho, viendo el gobernador
de Cuba la buena relación de las
tierras que descubrimos, que se
dice Yucatán, acordó de envi-
ar una armada, (...) Concertóse
que Juan de Grijalva viniese por
capitán general (…) y trajimos un
clérigo que se decía Juan Díaz, nat-
ural de Sevilla; (...) y después de
haber oído misa, en ocho días del
mes de abril del año de quinien-
tos diez y ocho años dimos vela, y
en diez días doblamos la punta de
Guaniguanico, que por otro nom-
bre se llama de San Antón, y den-
tro de diez días que navegamos
vimos la isla de Cozumel, que en-
tonces la descubrimos, (...). Yendo
que íbamos bojando la isla por la
banda del sur, vimos un pueblo
de pocas casas, y allí cerca, buen
surgidero y limpio de arrecifes,
saltamos en tierra con el capitán

88
buena copia de soldados. (...) Pusimos nombre a este pueblo Santa

Año Jubilar Eucarístico


Cruz, porque fue día de Santa Cruz cuando en él entramos”47. En
los capítulos IX a XVI continúa la descripción del viaje por toda
la costa del golfo de México (por los actuales estados de Yucatán,
Campeche, Tabasco y Veracruz, hasta llegar a Tampico) y su re-
greso a Cuba. Pero ya no vuelve a nombrar a nuestro clérigo Juan
Díaz ni menciona nada referente a la celebración de una Misa.
Ahora bien, el mismo Juan Díaz escribió un diario de la expedición
de Grijalva que, traducido al italiano, se encuentra en la biblioteca
Colombina de Sevilla48. Don Joaquín García Icazbalceta lo publicó
en 185849, dando detalladas noticias de las diversas copias que
conoció de dicho documento. Editorial Porrúa lo volvió a
publicar después de más de un siglo50. En esta nueva edición se lee
lo siguiente: “Sábado, primer día del mes de Mayo del dicho año
(1518), el dicho capitán de la armada salió de la isla Fernandina
(Cuba), de donde emprendió la marcha para seguir su viaje; y el
lunes siguiente, que se contaron tres días de este mes de Mayo,
vimos tierra, y llegando cerca de ella vimos en una punta una casa
blanca y algunas otras cubiertas de paja, y una lagunilla que el mar
formaba adentro de la tierra; y por ser el día de la Santa Cruz, lla-
mamos así a aquella tierra; y vimos que por aquella parte estaba
toda llena de bancos de arena y escollos, por lo cual nos arrima-
mos a la otra costa de donde vimos la dicha casa más claramente.
Era una torrecilla que parecía ser del largo de una casa de ocho
palmos y de la altura de un hombre, y allí surgió la armada a casi
seis millas de tierra. (...).
47
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo VIII.
48
Itinerario de la Armada del Rey Católico a la isla de Yucatán en la India. 1518. M.S. de
la Biblioteca Colombina de Sevilla. Viajes de Ludovico Varthema. Nueva signatura:
12-3-34.Citado en CUEVAS S. J., MARIANO, o. c., tomo I, cap. 1, p. 116.
49
GARCÍA ICAZBALCETA, JOAQUÍN, Colección de documentos para la historia de
México, 2 vols., Librería de J. M. Andrade, Portal de Agustinos N. 3, México 1858,
tomo 1, p. 287.
50
GARCÍA ICAZBALCETA, JOAQUÍN, Colección de documentos para la historia de
México, 2 vols., Editorial Porrúa, S. A., México 1971, tomo 1. En las pp. XIII-XVI se
refieren las eruditas noticias de García Icazbalceta sobre el documento; y en las
pp. 281-308 aparece el texto íntegro del Itinerario de la armada del Rey Católico a la
isla de Yucatán, en la India, el año de 1518, en la que fue comandante y capitán general
Juan de Grijalva. Escrito para su Alteza por el capellán mayor de la dicha armada.
89
Año Jubilar Eucarístico “Nos hicimos a la vela y seguimos la costa (...). La tierra parecía
muy deleitosa; contamos desde la dicha punta catorce torres de
la forma ya dicha; y casi al ponerse el sol vimos una torre blanca
que parecía ser muy grande, a la cual nos llegamos, y vimos cerca
de ella muchos Indios de ambos sexos que nos estaban mirando,
y permanecieron allí hasta que la armada se detuvo a un tiro de
ballesta de la dicha torre, la que nos pareció ser muy grande; y se
oía entre los indios un grandísimo estrépito de tambores, causado
de la mucha gente que habita la dicha isla.
“Jueves, a 6 dias del dicho mes de Mayo, el dicho capitán mandó
que se armasen y apercibiesen cien hombres, los que entraron en las
chalupas y saltaron en tierra llevando consigo un clérigo: creyeron es-
tos que saldrían en su contra muchos Indios, y así apercibidos y en
buen orden llegaron a la torre, donde no encontraron gente algu-
na, ni vieron a nadie por aquellos alrededores. El capitán subió a la
dicha torre juntamente con el alférez que llevaba la bandera en la
mano, la cual puso en lugar que convenía al servicio del rey católi-
co; allí tomó posesión en nombre de su alteza y pidiólo por testi-
monio; y en fe y señal de la dicha posesión, quedó fijado un escrito
del dicho capitán en uno de los frentes de la dicha torre; la cual
tenía diez y ocho escalones de alto, con la base maciza, y en derre-
dor tenia ciento ochenta pies. Encima de ella había una torrecilla
de la altura de dos hombres, uno sobre otro, y dentro tenía ciertas
figuras y huesos y cenís, que son los ídolos que ellos adoraban, y
segun su manera se presume que son idólatras. Estando el capitán
con muchos de los nuestros encima de la dicha torre, entró un In-
dio acompañado de otros tres, los cuales quedaron guardando la
puerta, y puso dentro un tiesto con algunos perfumes muy oloro-
sos, que parecían estoraque. Este Indio era hombre anciano; traia
cortados los dedos de los pies, e incensaba mucho a aquellos ído-
los que estaban dentro de la torre, diciendo en voz alta un canto
casi de un tenor; y a lo que pudimos entender creimos que llamaba
a aquellos sus ídolos. Dieron al capitán y a otros de los nuestros
unas cañas largas de un palmo, que quemándolas despedían muy
suave olor. Luego al punto, se puso orden en la torre y se dijo Misa”51.
51
GARCÍA ICAZBALCETA, JOAQUÍN, o. c., tomo I, pp. 281-285. Como suele
suceder, los relatos de Bernal Díaz del Castillo y del propio Juan Díaz, difieren
en algunos puntos; sin embargo, coinciden en lo esencial: el descubrimiento, el
día 3 de mayo, de una tierra a la que llaman Santa Cruz. Por su parte, Juan Díaz
90
Con este vivo relato autobiográfico –aun cuando lo narra en

Año Jubilar Eucarístico


tercera persona-, el Padre Juan Díaz testimonia cómo fue el primero
en celebrar Misa en tierras mexicanas, el jueves 6 de mayo de 1518.
2ª. Marzo de 1519. También la celebró el Padre Juan Díaz.
En los capítulos XIX a XXIV, Bernal describe la preparación de la
tercera expedición, comandada ahora por Hernán Cortés. Éste, ya
en la isla de Cozumel, “(…) mandó traer mucha cal, que había harto
en aquel pueblo, e indios albañiles; y se hizo un altar muy limpio
donde pusimos la imagen de Nuestra Señora; y mandó a dos de
nuestros carpinteros de lo blanco que se decían Alonso Yáñez y
Álvaro López que hiciesen una cruz de unos maderos nuevos que
allí estaban, la cual se puso en uno como humilladero que estaba
hecho cerca del altar: y dijo misa el Padre que se decía Juan Díaz, y
el papa y cacique y todos los indios estaban mirando con atención.
(…)”52. Bernal, además de precisar el lugar en que se celebra la
Misa, nos da también la fecha con bastante aproximación, al ini-
cio del siguiente capítulo: “en ciertos días del mes de marzo de mil
quinientos diez y nueve años (…)”53.

4.- Cuatro misas más, en el actual estado de Tabasco.


3ª. Junto al Río Grijalva, antes de entrar en batalla, el 13 de Mar-
zo de 1519.
“En doce días del mes de marzo de mil quinientos diez y nueve años,
llegamos con toda la armada al río de Grijalva, que se dice Tabasco
(…) y otro día por la mañana, después de haber oído misa y todas
nuestras armas muy a punto, mandó Cortés a Alonso de Ávila que
era capitán, que con cien soldados, y entre ellos diez ballesteros,
fuese (…)”54. No dice qué sacerdote la celebró.

aporta el valiosísimo dato de cómo él mismo celebra Misa que –parece quedar
claro- habrá sido la primera en tierras continentales de América (como ya dijimos,
antes se habían celebrado ya muchas Misas en Las Antillas).
52
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXVII.
53
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXVIII.
54
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXI.
91
Año Jubilar Eucarístico 4ª. En el mismo lugar, el 14 de Marzo, antes de la batalla de Zintla.
La celebró Fray Bartolomé de Olmedo.
“Y otro día muy de mañana, que fue día de Nuestra Señora de
Marzo ¿?, después de oída misa, que nos dijo fray Bartolomé de
Olmedo, puestos todos en ordenanza con nuestro alférez, (…)”55.

5ª. También en Zintla, el 15 de marzo, después de hacer las pac-


es con los caciques. Celebra nuevamente Fray Bartolomé de
Olmedo.
“Otro día de mañana, que fueron a quince de marzo de mil qui-
nientos y diez y nueve años, vinieron muchos caciques y princi-
pales (…) Y en esto cesó la plática hasta otro día, que se puso en
el altar la santa imagen de Nuestra Señora y la cruz, la cual todos
adoramos, y dijo misa el padre fray Bartolomé de Olmedo; y esta-
ban todos los caciques y principales delante, y púsose nombre a
aquel pueblo Santa María de la Victoria, y así se llama ahora a la
villa de Tabasco”56.

6ª. ¿El 21 de Marzo?, Domingo de Ramos, en Zintla. Intervi-


enen ambos sacerdotes: Fray Bartolomé de Olmedo y el Padre
Juan Díaz.
“En aquel pueblo estuvimos cinco días, (…) Y luego Cortés les
mandó que para otro día, que era Domingo de Ramos, muy de
mañana viniesen al altar con sus hijos y mujeres (…) Y desde que los
caciques vimos juntos, así Cortés y capitanes y todos a una con gran
devoción anduvimos una muy devota procesión, y el padre de la
Merced y Juan Díaz, el clérigo, revestidos, y se dijo misa, y adoramos
y besamos la santa cruz, y los caciques e indios mirándonos (…)”57.

5.- Y otras cinco misas, en el actual estado de Veracruz.


7ª. El Viernes Santo ¿?, ¿26 de Marzo?, en San Juan de Ulúa.
“Y otro día, que fue Viernes Santo de la Cruz, desembarcamos
(…), e hicimos un altar adonde se dijo luego misa ¿en viernes
santo?; (…)”58.

55
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXIII.
56
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXVI.
57
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., Id.
58
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XXXVIII.
92
8ª. Misa solemne, el Domingo de Pascua, ¿28 de Marzo?, en el

Año Jubilar Eucarístico


mismo lugar. Intervienen los dos sacerdotes: Olmedo y Díaz.
“Y otro día, Pascua Santa de Resurrección, vino el gobernador
que habían dicho, que se decía Tendile hombre de negocios, y trajo
con él a Pitalpitoque, que también era entre ellos persona prin-
cipal, (…) Cortés (…) mandó hacer un altar, lo mejor que en aquel
tiempo se pudo hacer, y dijo misa cantada fray Bartolomé de Ol-
medo, que era gran cantor, y le beneficiaba el padre Juan Díaz, y
estuvieron a la misa los dos gobernadores y otros principales de
los que traían en su compañía, (…)”59.
9ª. En Cempoal. No da la fecha. (Calculo que sería en Mayo o Ju-
nio. Celebra Fray Bartolomé de Olmedo.
Después de la entrada en Cingapacinga vuelven a Cempoal.
Derrocan sus ídolos a los totonacos (Capítulo LI). “Y luego otro día
se encaló y se hizo un altar con buenas mantas; y mandó traer mu-
chas rosas, de las naturales que había en la tierra, que eran bien
olorosas, y muchos ramos, (…) apercibió a cuatro papas (…) que
sirviesen aquella santa imagen de Nuestra Señora, (…) Y mandó a
nuestros carpinteros, que hiciesen una cruz (…) y otro día de maña-
na se dijo misa en el altar, la cual dijo el padre fray Bartolomé de
Olmedo, y entonces a la misa se dio orden cómo con el incienso de
la tierra se incensasen la santa imagen la santa imagen de Nuestra
Señora y a la santa cruz, y también se les mostró a hacer candelas
de la cera de la tierra, y se les mandó que con aquellas candelas
siempre tuviesen ardiendo delante del altar, porque hasta entonc-
es no sabían aprovecharse de la cera. (…) Y a la misa estuvieron
los más principales caciques de aquel pueblo y de otros (…)”60.
10ª. El 26 de Julio de 1519, en la Villa Rica de la Vera Cruz. Cele-
bra Fray Bartolomé.
El Cabildo de la Villa Rica de la Vera Cruz envía a Su Majestad una
relación de lo acaecido en esta tercera expedición, y a Alonso Hernán-
dez Puerto Carrero y a Francisco Montejo como Procuradores
para pedirle que dé la gobernación a Cortés. “Pues ya puesto todo
a punto para irse a embarcar, dijo misa el padre de la Merced, y en-
59
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., Id.
60
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LII.

93
Año Jubilar Eucarístico comendándoles al Espíritu Santo que les guiase, y en veinte y seis
días del mes de julio de mil quinientos y diez y nueve años partieron
de San Juan de Ulúa y con buen tiempo llegaron a la Habana”61.
11ª. Sin fecha, en Cempoal (calculo que fue a principios de Agosto)
“Después de haber dado con los navíos al través a ojos vistas (…),
una mañana, después de haber oído misa, estando que estábamos
todos los capitanes y soldados juntos hablando con Cortés en cosas
de lo militar, dijo que nos pedía por merced que le oyésemos, y pro-
puso un razonamiento de esta manera: Que ya habíamos entendido
la jornada que íbamos y que, mediante Nuestro Señor Jesucristo,
habíamos de vencer todas las batallas y reencuentros; y que había-
mos de estar tan prestos para ello como convenía, (…) y que no tenía-
mos otro socorro ni ayuda sino el de Dios (…) salvo nuestro buen
pelear y corazones fuertes; y sobre ello dijo otras muchas compara-
ciones y hechos heroicos de los romanos. Y todos a una le respondi-
mos que haríamos lo que ordenase, que echada estaba la suerte de
la buena ventura, como dijo Julio César sobre el Rubicón, pues eran
todos nuestros servicios para servir a Dios y a Su Majestad”62.
Las Misas 12ª Y 13ª en la ciudad de Tlaxcala
En los capítulos LX y LXI narra Bernal cómo los españoles em-
prenden el viaje hacia la Gran Tenochtitlán y, aconsejados por el
cacique de Cempoal deciden hacerlo a través del territorio tlax-
calteca. Luego, dedica los capítulos LXII a LXVI a describir las fi-
eras batallas que les presentaron los tlaxcaltecas a los españoles
en cuanto pisaron su territorio. Finalmente, describe cómo los ca-
ciques tlaxcaltecas deliberan sobre aceptar la paz que Cortés les
venía ofreciendo desde que entro en sus tierras (capítulos LXVII
a LXX); y cómo al fin envían su embajada de paz (capítulos LXXI a
LXXIV) e invitan a los españoles a ir a su ciudad.
“(…) y también quiero decir que desde que entramos en tierra de
Tlaxcala hasta que fuimos a su ciudad se pasaron veinticuatro días;
y entramos en ella a veinte y tres de septiembre de mil quinientos
diez y nueve años”63.
6. Dos misas celebradas en la ciudad de tlaxcala.
61
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LIV.
62
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LIX.
63
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXIV.
94
12ª. El 24 de Septiembre, oficiada por el Padre Juan Díaz.

Año Jubilar Eucarístico


“Otro día de mañana mandó Cortés que se pusiese un altar para
que se dijese misa, porque ya teníamos vino y hostias, la cual misa
dijo el clérigo Juan Díaz, porque el Padre de la Merced estaba con
calenturas y muy flaco, y estando presente Maseescaci y el viejo
Xicotenga y otros caciques; (…)”64.
13ª. El 25 de Septiembre. Es de suponer que la celebró el mismo Pa-
dre Juan Díaz.
“Otro día vinieron los mismos caciques viejos y trajeron cin-
co indias, hermosas doncellas y mozas (…) les mandamos con
ruegos que luego desembarazasen un cu que estaba allí cerca,
y era nuevamente hecho, y quitasen unos ídolos, y lo encalasen
y limpiasen, para poner en ellos una cruz y la imagen de Nuestra
Señora; lo cual luego hicieron, y en él se dijo misa, se bautizaron
aquellas cacicas (…)”65.
Estas dos Misas en Tlaxcala tienen tres características que las
hacen distintas a las once anteriores:
- Las primeras se celebraron en medio de campañas béli-
cas con las etnias de Tabasco y Veracruz. Estas dos en cam-
bio se celebran para conmemorar la alianza de paz entre
tlaxcaltecas y españoles, que al paso del tiempo llevaría a
Tlaxcala a convertirse en la Cuna de la Evangelización en
nuestro país;
- Las celebra el Padre Juan Díaz, quien, como hemos visto
antes, había celebrado las dos primeras Misas en territo-
rio mexicano, en la Isla de Cozumel, el 6 de mayo de 1518
y en marzo de 1519. Seguramente la celebración de estas
Misas habrá influido en su alma de tal manera que cada
vez más fue dedicándose a la atención pastoral de los indí-
genas, hasta que –según algunos de sus biógrafos– murió
mártir en Quecholac, Puebla;
- Consta que a la primera de estas Misas asistió Xicotén-
catl, abuelo del futuro Niño Mártir San Antonio. Es prob-
able que también hayan estado presentes los padres del
64
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXVI.
65
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXVII.
95
Año Jubilar Eucarístico futuro San Juan, paje de Antonio y compañero de mar-
tirio. Y no es aventurado suponer que entre los “otros ca-
ciques” se hallaría Axotécatl, padre del futuro Niño Már-
tir Cristóbal.
En los siguientes once capítulos relata Bernal los primeros pre-
parativos para ir a México (LXXVIII a LXXX); su paso por Cholula
(LXXXI a LXXXIV) y el viaje (LXXXV a LXXXVIII). Como era de es-
perarse, en medio de las batallas y peripecias que tuvieron que
enfrentar, no hubo oportunidad de celebrar más Misas; en todo
caso, no habla de ninguna. “Y fue esta nuestra venturosa y atrev-
ida entrada en la gran ciudad de Tenustitlán México, a ocho días
del mes de noviembre, año de Nuestro Salvador Jesucristo de mil
quinientos diecinueve años. Gracias a Nuestro Señor Jesucristo
por todo, (…)”66.
7.- Más misas en la ciudad de México, en noviembre, sin precisar
número ni celebrante: las últimas que celebraron aquel año.

“Como nuestro capitán Cortés y el fraile de la Merced vieron


que Montezuma no tenía voluntad que en el cu de su Uichilobos
pusiésemos la cruz ni hiciésemos iglesia, y porque desde que en-
tramos en aquella ciudad de México, cuando se decía misa hacía-
mos un altar sobre mesas y le tornaban a quitar, acordóse que
demandásemos a los mayordomos del gran Montesuma albañiles
para que en nuestro aposento hiciésemos una iglesia, (…)
Y en dos días teníamos nuestra iglesia hecha y la santa cruz puesta
delante de los aposentos, y allí se decía misa cada día hasta que se
acabó el vino, (…)”67.
8.- Los sacerdotes celebrantes.

Como hemos estudiado, fueron dos los celebrantes de estas


primeras Misas: el Padre Juan Díaz, capellán en la expedición de
Juan de Grijalva en 1518 y luego en la de Hernán Cortés en 1519;
y el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, también capellán del ejér-
cito de Cortés.

66
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo LXXXVIII, al final.
67
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c., capítulo XCIII.
96
El Padre Juan Díaz Núñez, de la Diócesis de Sevilla (1480-1549)

Año Jubilar Eucarístico


Existen abundantes datos sobre éste clérigo secular, pues todas
las fuentes principales de la conquista de México lo mencionan. El
Padre Ciro Zempoaltécatl, al concluir sus estudios de Historia de la
Iglesia en la Universidad de la Santa Cruz en Roma, hizo su Tesis de
Licenciatura sobre este importante personaje68. Bien podrá escrib-
irse un libro sobre él, pero por ahora me limitaré a referir tres cosas:
1.- Bernal Díaz del Castillo lo vuelve a mencionar frecuente-
mente dentro de la expedición de Cortés: catorce veces habla
de él a lo largo de los 214 capítulos que componen su ex-
tensa obra69.
2.- El célebre Obispo de Puebla, Beato Juan de Palafox, o
en su nombre el Provisor don Juan Merlo, se pone muy de
propósito a demostrar que la predicación en Nueva España
se debe a los clérigos que acompañaron a Cortés, principal-
mente a Juan Díaz, ya que Fray Bartolomé de Olmedo se
dedicaba a los españoles70.
3.- Díaz permaneció en México hasta la década de los 153071,
ya bajo el gobierno de Zumárraga.
Fray Bartolomé de Olmedo Ochaita (+ 1524)
De la Orden de la Merced. Consejero de Cortés en cuanto a
los momentos y modos más oportunos para ir iniciando a los
indígenas en la fe cristiana, 8 de noviembre de 1519: encuentro del
rey de Tenochtitlán Motecuhzoma Xocoyotzin y Hernán Cortés.
68
ZEMPOALTÉCATL PÉREZ, CIRO, El clérigo Juan Díaz y su obra evangelizado-
ra en la Nueva España, Tesis de Licenciatura dirigida por el Profesor Doctor Luis
Martínez Ferrer, en la Pontifica Universitá della Santa Croce, 92 pp.
69
DIAZ DEL CASTILLO, BERNAL, o. c. Ocho veces lo llama clérigo (capítulos VIII,
XXXVI, LVII, LXIV, LXXVI, CV, CVII y CXV); otras cinco el Padre (capítulos XXVII,
XXXVIII, LVII, CL y CLXVI); y por último clérigo presbítero (en el capítulo CCV).
70
Concilios Provinciales primero y segundo celebrados en la muy noble y muy leal ciu-
dad de México, presidiendo el Ilmo. Y Rvdmo. Señor don Fray Alonso de Montúfar,
en los años de 1555 y 1565. Dalos a luz el Ilmo. Sr. D. Francisco Antonio Lorenza-
na, Arzobispo de esta Santa Metropolitana Iglesia I, 11. México, 1769. Citado en
BAYLE, CONSTANTINO, o. c., p. 35.
71
Cfr. SCHWALLER, JOHN FREDERICK, The Church and Clergy in Sixteenth-Cen-
tury Mexico, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1987, p. 74.
97
Año Jubilar Eucarístico Al extremo derecho aparecen los dos sacerdotes que celebraron
las primeras Misas en México: el secular Juan Díaz (con sotana
negra) y el mercedario Fray Bartolomé de Olmedo (con su hábito
blanco de religioso de la Orden de Nuestra Señora de la Merced)
9.- “Villancico” eucarístico, atribuido al padre Juan Díaz
Este poema es una muestra de la fe eucarística, sencilla y firme a la
vez, de aquel sacerdote que celebró las primeras Misas en nuestra
Ciudad de Tlaxcala. Poema que puede también ayudar a encender
nuestra fe en este año jubilar eucarístico:

Pedid alma y daros han


mucho más que pidáis vos,
que si pedís pan por Dios
os darán a Dios por pan.

Hoy recibe nueva vida


el hombre en un solo bocado,
pues siendo hombre el convidado
come a Dios en la comida.

Unos vienen y otros van;


al convite venid vos,
que si pedís pan por Dios
os darán a Dios por pan.

Mirad qué barato pasa:


si el que quisiere comello
no puede venir por ello,
se lo llevan a su casa.
98
Año Jubilar Eucarístico
Mil pobres ricos están
de este Pan, comello vos,
que si pedís pan por Dios
os darán a Dios por pan72.

72
Tomado de Alfonso Méndez Plancarte (Estudio, selección y notas). Poetas no-
vohispanos. Primer siglo (1521-1621). Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co. Biblioteca del Estudiante Universitario. Número 33. 1ª Reimpresión, México,
1991, pp. 92-93. A su vez, extraído de José Rojas Garciadueñas, El teatro en la
Nueva España en el siglo XVI, México, 1935.
99
Año Jubilar Eucarístico

Santos Niños Mártires


de Tlaxcala.
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