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CAPITULO 3: EL PRIMER PROBLEMA DEL CONCILIO: ¿REFORMA DE LA DISCIPLINA O

CONFROTACION DOCTRINAL?

En la ceremonia de apertura del concilio se hizo evidente la continuidad de antiguas


contradicciones y la aparición de nuevas contradicciones a partir de la misma apertura. Sin
embargo, lo mas destacado de esta ceremonia es la mayoritaria presencia de gente del lugar, el
escaso numero de padres conciliares y la escasa representatividad de la asamblea.
Así podemos decir que en la asamblea estuvieron presentes: obispos, regulados por los poderes
estatales, y en los estados italianos menores, fuertemente influida por el papa; la delegación
francesa escogida por el soberano, una ausenta iglesia inglesa y alemana, cinco obispos españoles
y una delegación de observadores de los cuerpos eclesiásticos.

El ordenamiento del concilio se definió únicamente en la congregación general del 29 de


diciembre de 1545. Uno de los asuntos a decidir era la manera de regular el derecho del voto cuya
solución fue autorizar a ejercerlo a los obispos presentes y la concesión a algunos procuradores de
un voto consultivo. Obviamente hubo problemática en este aspecto por parte de los procuradores
del obispo de Maguncia y por ello se tomo esa decisión acerca de los mismos. Además, tenían
derecho al voto, los generales de las cinco ordenes mendicantes, los tres abades benedictinos. Se
hablo de voto por naciones, pero ante la mayoría numérica de los italianos en la asamblea no se
llego a nada en este asunto.

Es relevante decir que el concilio de Trento no posee ninguna semejanza con los concilios del siglo
anterior.

Sin embargo, el mayor problema era ¿que hacer? Antes de Lutero se había reclamado el concilio
para la reforma de la curia, para el reforzamiento de la autoridad episcopal contra los privilegios
de los regulares, para la renovación de la vida y de las costumbres, para la paz entre los príncipes
cristianos y la cruzada entre los mahometanos y muchas mas cosas. Tras Lutero, los príncipes
alemanes proponían una reforma de la iglesia que pusiese fin a las controversias religiosas, el papa
pablo iii quería la identificación y eliminación de los errores doctrinales (herejías), reforma de las
costumbres y de la vida cristiana, restauración de la paz entre los príncipes europeos y cruzada
contra los infieles. En realidad, no estaba muy claro cual debía ser el propósito del concilio, por
ello podemos hablar de tres “partidos” (los fieles al papa, filoimperial y luterano). Cada partido
tenia un punto de vista distinto, los primeros decían que había que limitarse a restaurar las leyes
del derecho canónico para garantizar el saneamiento de la vida del clero, reticentes al concilio. Por
el nuncio en Alemania Giovanni morone manifestaba que no se podía tratar la religión “por via de
guerra”, sin embargo, no eran muchos los que pensaban así como Alejandro farnesio.

Una vez abierto el concilio, había que abordar las cuestiones doctrinales y disciplinarias mas
cadentes de común acuerdo. A causa del fracaso de la política de los coloquios de la religión por el
cardenal Gaspare Contarini y la formulación de la doble justificación la conciliación se encontraba
muy lejos. Sin embargo, la posterior actuación del misma en un viaje a Alemania permitió la
esperanza de que se llegaría en roma a la liberación de la obligación del celibato para los
eclesiásticos. Otros personajes como el arzobispo de colonia Hermann von Wied o Carlos V
realizaron actuaciones por su cuenta.

Se distinguen así distintas posturas sobre el concilio o la reforma de la iglesia: Morone habla de
una severa reforma de las costumbres eclesiásticas y de la corte romana. En Alemania, Johann
Gropper dio por primera vez paso al termino de reforma católica (reformatio pia et catholica)
hablaba de la necesidad de esta. Mientras roma, afirmaba que no bastaba la renovación de las
antiguas normas del derecho canónico e ir contra los herejes, sino que había que preceder a
iniciativas positivas y contada la solemnidad de la asamblea a eliminar las discordias religiosas y a
la reforma del pueblo cristiano. Estos objetivos quedaron reflejados en la bula papal laetare
Jerusalem. Aun así no quedaban claro cual era el modo de proceder para conseguir estos
objetivos, de este modo, los primeros debates conciliares y todo el inicio del concilio estivo
dominado por este problema.

Carlos veía el concilio como el instrumento para una maniobra global que preveía primero la
derrota militar de los príncipes protestantes y luego las propuestas reformadoras de la asamblea
tridentina.

En la congregación general del 18 de enero de 1546, el cardenal Maduzzo (portavoz del partido
imperial) propuso que se dedicaran exclusivamente a la cuestión del saneamiento moral y
disciplinar al principio. El partido leal al papa propuso empezar con las doctrinas o como máximo
discutir de las dos cuestiones. Tras este polémico inicio se llego a la solución de abordar ambos
problemas.

La idea del concilio como momento de renovación de la vida cristiana y de la iglesia se alimentaba
en el hecho de la representación de diferentes figuras representativas entre si.

Surgió para roma una situación tensa debido a la propuesta de Martelli de declarar el concilio
representante de la iglesia universal (universalem ecclesiam repraesentans) debido a las
consecuencias que esto suponía. Sin embargo, roma se encargo de asegurar dicha situación
mediante el control de cada uno de los obispos a través de condicionamientos económicos. Por el
contrario, resulto insuficiente para anular los temores sobre los efectos no deseados de aquella
asamblea. En febrero de 1546, Pablo III, para demostrar que no estaba sometido al concilio decidió
conceder las muy criticadas expectativas en materia beneficiaria. A continuación, se bajaron
planes mas drásticos, como el de imponer que se tratase únicamente de cuestiones doctrinales,
pero sin éxito ante la oposición de los legados y Cervini, que llevo a la aceptación por parte de la
curia de la solución de compromiso de la discusión simultanea de dogma y reforma. Fue en este
caso un trance difícil en la vida del concilio:; la oposición romana a los legados a aplazar sine die
toda aprobación formal en el concilio del decreto propuesto el 22 de enero e el que se aceptaba
combinar dogma y reforma.

Algo común entre papa y emperador era que lo único que realmente les importaba era que se
hubiera abierto el concilio, solo tenia que seguir existiendo sin tomar una decisión importante. Así,
para el emperador las decisiones decisivas debían producirse en el enfrentamiento militar con los
príncipes protestantes; mientras para el papa todo acto autónomo de la asamblea constituía un
peligro. Para demostrar lo crucial que era la cuestión, una vez se inicio las cuestiones de la doctrina
de la justificación y de la residencia (en el plano de la reforma) el cambio en la situación político
-militar en Alemania dio nueva actualidad al conflicto entre el planteamiento del emperador y del
papa. El objetivo de la guerra contra la liga de Smalkada fue visto por los legados papales como la
oportunidad un traslado del concilio a una ciudad mas próxima a roma y conseguir así un control
mayor del mismo por el papa. Ante esto, Carlos V insistió en la demanda de aplazar la discusión de
las principales divergencias doctrinales e impuso que ni siquiera se hablara de un traslado de la
sede. Sin embargo, sus deseos no fueron satisfechos.
De hecho, justo cuando Carlos V consiguió la victoria sobre la liga de Smalkalda, los legados
hicieron que se decidiera la trasferencia del concilio a Bolonia (10 de marzo de 1547). Finalmente,
triunfo el proyecto romano de un concilio totalmente subordinado al papa y determinado a
levantar una barrera doctrinal contra los protestantes alemanes. Al emperador no le que quedo
mas remedio que regular directamente con el Interim de Augsburgo, las cuestiones doctrinales en
tierra alemana y cuanto al concilio sus enérgicas protestas consiguieron que el traslado a Bolonia
fuera algo provisional e ineficaz.

CAPITULO IV: LA GRAN POLITICA EUROPEA A TRAVES DEL SIMOGRAFO DEL CONCILIO.

La accidentada historia del concilio es una prueba de una cuestión externa aun no resuelta: la del
poder en Europa y en Italia.
El concilio estuvo sometido en todo momento a los resultados del conflicto entre el Imperio y
Francia. El papado ya no era el objeto de estas rivalidades ya que contaba. On una estructura
papal propia, sin embargo, esto no simplifico el probema, si no que lo complico puesto que el
papado echaba siempre su peso a un lado u otro de la balanza en función de sus consideraciones
personales, y como consecuencia, la asamblea conciliar, se abrió, se traslado, se suspendió y se
reabrió en cada ocasión según las exigencias de un conflicto político-militar que se mantuvo hasta
el final incierto y complejo.

Otra de las complicaciones de relevación fue el nepotismo papal. La primera fase del concilio se
inscribe no solo bajo el plan imperial de pacificicacion religiosa de Alemania sino también bajo el
plan de Pablo III Farnesio de crear un estado para su familia.

La concesión de una serie de ducados al hijo del papa y la creación de un estado nuevo provoco
una nueva ruptura en la relación papa- imperio- Francia.
El 11 de septiembre de 1547 Pierluigi Farnese fue asesinado por sicarios mandados por el
emperador. Esto marco la suerte del concilio, pues, Pablo III rechazo definitivamente tomar en
consideración el retorno a Trento de los padres conciliares transferidos a Bolonia. Además, el
papado no se presto a solucionar las tensiones político – religiosas de Alemania.

La muerte de Enrique VIII y Francisco II puso en movimiento todo el panorama europeo. El papado
perseguía su política basada en la consideración de la perdida de la Alemania perdida. El rechazo
de hacer volver el concilio a Trento supuso grandes consecuencias como la tentativa de una
alianza política con Francia, la liquidación del concilio de Bolonia y el sabotaje de la aplicación del
Interium en Alemania.

A la muerte del papa, el concilio era disuelto y no parecía haber posibilidad de reapertura. El
emperador regulaba por su cuenta las cuestiones de fe con la tibia colaboración papal. En cuanto a
la reforma de tipo moral y disciplinar, el papado había vuelto a los medios tradiciones.

La segunda convocación del concilio se produce en buena parte por motivaciones políticas. El
nuevo papa Julio III convoco, sin alternativa, de nuevo el concilio el 1 de mayo de 1551, bajo la
voluntad del emperador. Sin embargo, el objetivo de las hostilidades llevo a la suspensión del
concilio, no debio desagradar a Julio III quien había recorrido hasta el final la via del acuerdo con el
emperador.
Desde ese momento los proyectos de reforma se recluyeron en la curia romana y la cirisis de la
unidad religiosa pareció irremediable. El tratado de Passau entre Fernando de Augsburgo y los
príncipes territoriales puso fin al sueño carolino de unidad religiosa en el imperio y aun a los
sueños de reforma general de la Iglesia por medio del concilio.

Pero cuando el concilio parecía lejano y olvidado, la nueva situación político – religiosa impuso su
reanudación. Pio IV resucitaría finalmente el Concilio de Trento. Pero, el comienzo de este supuso
una nueva disputa a cerca de comenzar o no de cero el concilio. Fernando de España era partidario
de la continuidad mientras el emperador francés era partidario de empezar de cero y ambos
justificaban su postura por los mismos motivos. Esto explica la gran diferencia de tiempo entre la
bula de convocatoria y la apertura del concilio, casi dos años.

Giovanni Morone jugo un papel fundamental puesto que evito mediante un acuerdo directo con el
emperador el choque sobre varias cuestiones espinosas y, asi, el encalle del concilio. Algo
destacado de este concilio es la gran preponderancia de las príncipes cortes europeas y por la
habilidad política de hombres como el Cardenal Morone y el jovencísimo cardenal nepote de Pio
IV, Carlos Borromeno. Asi, el proyecto de reforma de los príncipes no tuvo mejor suerte que el de
la reforma de la Curia. Una serie de sesiones y de deliberaciones, se procedió a una conclusión
sumaria que dejo abiertas muchas cuestiones de gran importancia. Pero justo esto era lo que se
deseaba en Roma: clausurado el concilio, se abria la fase de la interpretación y de la ejecución en
la que el papado u la curia se reservaban la amplia libertad de acción.

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