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Material Psicologia II
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PSICOLOGÍA DE LA ADOLESCENCIA II
En la persona mentalmente sana estos tres sistemas forman una función unificada y armónica,
al funcionar juntos y en cooperación le permiten al individuo relacionarse de manera eficiente
y satisfactoria con su ambiente.
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CONCEPTOS DEL PSICOANÁLISIS EN LA TEORÍA DE LA PERSONALIDAD
María Cristina Romero Saint Bonnet
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Dinámica
El organismo humano es un complicado sistema de energía, la cual proviene de los alimentos
que ingerimos y se invierten en la circulación, respiración, digestión, conducción nerviosa,
actividad muscular, percepción, memoria y pensamiento. La personalidad, entonces es un
complejo sistema de energía y su dinámica consiste en los intercambios de energía entre los
tres sistemas: YO, ELLO y SUPER YO. 2- Identidad. El ser humano es una entidad autónoma e
independiente del medio y de los otros seres humanos con los cuales van entrando en
relaciones paulatina y progresivamente. Así la identidad es una especie de decantación
interiorizada de las múltiples relaciones interpersonales o experiencias del sujeto. Este es el fin
del largo camino YO ELLO SUPER YO
Freud cree que la personalidad posee una estructura con tres partes no totalmente
delimitadas: el ‘ello’, el ‘yo’ y el ‘superyó’. La primera puede considerarse como un depósito de
motivos biológicamente fundamentados y reacciones ‘instintivas’ para satisfacer tales motivos.
Los principales motivos, esto es, impulsos instintivos, son el sexual y el de destrucción. La
energía de estos motivos la denomina ‘libido’, la cual, si se dejase actuar satisfaría los motivos
fundamentales en el momento en que surgiesen, sin tener en cuenta regla, realidad o
consecuencia alguna. Sin embargo, el ‘ello’ es detenido por el ‘yo’ a través de formas
elaboradas de comportamiento y pensamiento aprendidas con el fin de desenvolverse en el
mundo, de una forma eficaz. El ‘yo’ deja a la espera la satisfacción de los motivos y los canaliza
por conductos socialmente aceptables: el ‘yo’ como algo que funciona al servicio del principio
de realidad; esa ‘libido’ desplazable labora al servicio del principio de placer para evitar los
estancamientos y facilitar las descargas.”, principio de economía y descarga (economía hacia la
descarga). El ‘superyó’ viene a ser más o menos lo que llamamos como conciencia moral. Está
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Se consideran las tres instancias que conforman el aparato psíquico y en torno a las cuales bien
puede estructurarse la vida de todos los sujetos. Estas instancias son: el ello, el yo y el superyó,
y lejos de que una sustituya a la otra, cada una complementa a la anterior. Decimos que el
niño al nacer es puro ello, lo que equivale a decir puro principio del placer. Desea la
satisfacción que le produce ingerir la leche del pecho materno, defecar en donde quiera que
sea y dar sus excrementos como obsequio a la madre y dirigir sus tocamientos a ésta. Ahora
bien, como el individuo no es tal sin el otro, los padres deben insertar al niño en la cultura y
mostrarle que todas las prácticas que le devienen contento y que engrandecen su narcisismo,
exaltando, quizás, sus malos comportamientos, no son bien vistas entre los habitantes de su
comunidad. Lo que desemboca en una inclusión del infante en una cultura, entendiendo por
ésta la serie de costumbres y tradiciones que conforman una sociedad. Surge con esto el
superyó, que señalará al individuo cuáles son aquellas actividades que debe seguir y cuales las
que no debe llevar a la práctica, pues se caería en la perversión. Sobra decir que el superyó se
rija también por el principio del placer, sólo que mientras el ello busca una satisfacción fugaz,
el primero persigue un gozo pleno que incluso se multiplique con la repetición de tal o cual
acción. El yo es comparado por el superyó con un yo ideal de perfección. Lo que puede
provocar que, tras la mala ejecución de una tarea, el superyó vuelque sus injurias contra el yo,
provocando que el individuo se sienta deprimido y triste. Lo que es más, del conocimiento
derivado de la experiencia, surge la corriente filosófica conocida como empirismo. Según
Locke, todas las ideas derivan de la experiencia, tanto las ideas teóricas (Principio, de
identidad, de no contradicción, etc.) como las prácticas (normas y códigos morales) y las
religiosas (Dios, y alma). Es decir, todas son aprendidas, nadie nace con ellas con ellas. Así
como el yo tiene un papel fundamental en la conformación del individuo, lo tiene también en
2
SIGMUND FREUD: HISTORIA Y DESENVOLVIMIENTO DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
Por Carlos Alberto Vargas Prado
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la adquisición de los saberes necesarios que los individuos requerimos. Con esto, se da la
conformación del sujeto que conoce al objeto y que busca encontrar la mejor manera de sacar
provecho de éste.3
FUNCIONES DEL YO
Las relaciones entre las instancias (Yo-Ello-Superyo) influyen a su vez sobre las relaciones en
otras instancias. Por ejemplo, los conflictos entre el yo y el ello o entre el yo y el superyó,
obligan al yo a cambiar su conducta con los objetos externos (Fenichel). Examinaremos
ejemplos de cada tipo de conflicto: 1. YO-ELLO: Es el conflicto central de la neurosis, donde el
superyó puede aliarse con el ello o bien con el yo, según el tipo de trastorno neurótico. 2. YO-
REALIDAD ESTERNA: Es el conflicto central en la psicosis. El yo del psicótico se aparta del
mundo externo, que pone límites a su libertad instintiva. Fenichel indica que está formada
simplista en rigor se aplica a una minoría de casos de psicosis alucinatorios. En realidad casi
siempre ocurre como en la esquizofrenia, que apartarse de la realidad no sirve al propósito de
lograr mayor placer instintivo, si no al de combatir las tendencias instintivas hacia los objetos.
La realidad es repudiada más por las tentaciones que encierra que por sus efectos de
frustración 3. YO-SUPERYO: Hemos visto como yo y superyó pueden entrar en conflicto en el
contexto de la neurosis, pero aquí indicaremos el conflicto yo, superyó como característico de
la melancolía (ubicada por Freud en la neurosis narcisista). Indica Laplanche que fue la
consideración de los delirios de auto observación, de la melancolía y el duelo patológico lo que
llevó a Freud a plantearse la oposición entre yo y superyó. En la melancolía, el objeto perdido
es introyectado, formando parte del yo, es decir una parte del yo se identifica con el objeto
perdido.( Freud, “Duelo y Melancolía”). SENTIDO YO • Tópico: Instancia que Freud distingue
del ello y del superyó en su segunda tópica. En una noción constantemente presente en Freud
desde los orígenes de su pensamiento, concepción que culmina en la segunda tópica. Desde
esta perspectiva el yo está en una relación de dependencia, tanto respecto a las
reivindicaciones de ello como de los imperativos del superyó y las exigencias de la realidad. •
Económico: El yo aparece como un factor de ligazón de los procesos psíquicos; pero, en las
operaciones defensivas, las tentativas de ligar la energía pulsional se contaminan de los
caracteres que definen el proceso primario: adquieren un matiz compulsivo, repetitivo.
(Laplanche). • Dinámico: El yo representa en el conflicto neurótico, el polo defensivo de la
personalidad; pone en marcha una serie de mecanismos de defensa motivados por la
percepción de un efecto displacentero (señal de angustia) (Laplanche). • Genético: El yo
resulta de la modificación de ello por el impacto del exterior. Las presiones de la realidad
externa permiten al yo apropiarse de las energías del ello para realizar su función. En su
función el yo intenta aportar influencias del mundo externo para tolerar el ello, para sustituir
el principio de placer por el de realidad; de este modo contribuye a su propio desarrollo
posterior. Freud subrayo la importancia de los instintos en el desarrollo del yo sobre todo el
papel del conflicto.
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FREUD, Sigmund. “La moral sexual “cultural” y la nerviosidad moderna” en Obras completas.
Amorrotu, México, 2001, pp. 168.
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Actualmente es común ver que los términos “género” y “sexo” se utilicen de manera indistinta,
sin embargo, lo que muchas personas no saben es que estos dos conceptos se refieren a cosas
diferentes.
Si lo que acabas de leer te ha causado sorpresa, continúa leyendo; porque en esta ocasión nos
enfocamos en establecer cuál es la diferencia entre sexo y género, algo que es muy importante
que sepas.
Sexo: aquello que está determinado por la naturaleza y designa las características biológicas de
un ser humano al nacer. Este término se usa para referirse a lo que es anatómica y
biológicamente una persona. Cómo esta persona nació (con qué características sexuales, tanto
internas como externas).
El sexo tiene que ver con las características biológicas y fisiológicas que definen a hombres y
mujeres. Con la tecnología actual, se puede determinar el sexo de una criatura cuando es
concebida. Los términos “macho” y “hembra” a veces se emplean para distinguir el sexo de los
niños. Pero también existe otra categoría y es la intersexualidad; lo cual no es otra cosa que
una persona que nace con una anatomía sexual o reproductiva que no parece caber en las dos
categorías particulares previamente mencionadas.
El término ‘sexo’ se compone de todos los factores que diferencian científicamente a hombres
y mujeres, como por ejemplo; ser capaz de quedar embarazada, tener senos, útero,
cromosomas XX o XY, tener los huesos más grandes (como en es el caso de los hombres)…
Todos estos factores se toman en cuenta para diferenciar a un hombre de una mujer o dicho
de otra manera, para determinar el sexo de una persona.
El género se define como una construcción social e histórica de los contenidos simbólicos de lo
femenino y lo masculino en articulación con la clase social, etnia, raza, grupos de edad, etc., a
partir de las diferencias bilógicas de los sexos .Es una forma primaria de relaciones de poder
condicionada por elementos fundamentales de división sexual del trabajo. Sus contenidos
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simbólicos incluyen los estereotipo, valores, y creencias sobre que significa ser mujer y ser
hombre y se transmite de generación en generación, a través de procesos formales e
informales de la socialización, con cambios más menos significativos entre padres e hijos.
El término ‘género’ hace referencia a esas costumbres aprendidas culturalmente por las
personas de cada sexo y que no son algo con lo que nacen. Incluye todas las normas que
establece una sociedad con el fin de separar lo que es macho de lo que es hembra. Por
ejemplo, de las mujeres se espera que aprendan a cocinar y criar a los hijos, mientras que de
los hombres se espera que trabajen.
Hay ciertas cosas que socialmente las mujeres no pueden hacer, tales como beber, decir
groserías, escupir en la calle…Del mismo modo, hay cosas que en un hombre son mal vistas
socialmente; como por ejemplo: vestirse de rosado, cruzar las piernas, usar maquillaje, decorar
ciertas cosas…
El género es el papel, rol o diferenciación creada por la sociedad. Los roles son construcciones
sociales que establecen los comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad
considera que debe de tener una persona dependiendo de su sexo.
Afecta las identidades y condiciones de vida de las mujeres y hombres, sus expectativas y
oportunidades, las complejas y diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros,
así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben encarar y las múltiples maneras
en que lo hacen.
Desde este punto de vista, se puede hablar entonces de comportamientos, valores, actitudes,
roles, sentimientos, que la sociedad considera propios de los varones o de las mujeres.
Es importante tomar la perspectiva de género como aquella que se centra en en las relaciones
entre los sujetos determinadas por la construcción de sus identidades de género, las que van
armando acerca de ser hombre y su ser mujer a través de patrones culturales.
En una relación de pareja y en una relación sexual entre dos personas se pone en juego todo
aquello que el imaginario social, la cultura y los estereotipos imprimen a esa relación.
Las actitudes de auto cuidado o de descuido están relacionados con las maneras en que cada
sociedad piensa que deberían comportarse y relacionarse entre sí los varones y mujeres.
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El sexo tiene que ver con las características biológicas que distinguen a los machos de las
hembras, mientras que el género tiene que ver con los roles y comportamientos que cada
sociedad inculca a las personas dependiendo de su sexo.
El sexo no se puede cambiar completamente, mientras que los roles sociales sí.
El género es una construcción social, mientras que el sexo viene dado por la naturaleza.
En los viejos tiempos, a una mujer no se le permitía salir a trabajar y era muy mal visto que un
hombre usara aretes o piercings; pero actualmente estos roles están cambiando en muchos
países.
La depresión
En el siglo IV a.C. Hipócrates comenzó a analizar este "estado de ánimo pasajero" y concluyó
que era una enfermedad que provenía de uno de los cuatro humores corporales (bilis negra) y
fue a partir de entonces que se le comenzó a dar más importancia a este trastorno.
Un siglo después Caelius Aurelianos (siglo V) apoya la descripción de Hipócrates afirmando que
la bilis negra era la causa de la melancolía y que la depresión su efecto.
Otros pensadores como Galeno de Pérgamo (131-201) describen a la melancolía como una
alteración crónica que no se acompaña de fiebre y que presenta síntomas como temerosidad,
suspicacia, misantropía y cansancio de la vida entre otros.
Santo Tomas sostenía que la melancolía era producida por demonios e influencias astrales e
incluso que era a causa del pecado de pereza.
Todas las descripciones que se hicieron fueron un gran principio para tomar a la depresión
como una enfermedad que atacaba a cualquier persona, por lo cual debía de ser tratada.
En 1621 Robert Burton publica un tratado llamado "Anatomía de la melancolía" en el cual era
fácil identificar los estados depresivos, y después Bonetus en 1679 escribe sobre la "Manía de
la melancolía" y en otra publicación de 1686 habla acerca de la relación y significación
etiopatogénica existente entre la melancolía y la manía.
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A su vez y en relación con las causas de la depresión, Philippe Pinel a principios del siglo XIX,
señaló como causas posibles de la melancolía en primer lugar las psicológicas y en segundo las
físicas.
Conforme fue avanzando el tiempo los conceptos y términos utilizados para referirse a la
melancolía o depresión eran más acertados y específicos. Así finalmente melancolía es
aceptada como concepto de depresión que lleva a otros más que especifican las diferentes
ramas o clasificaciones de ésta; como se demuestra en la primera cuarta parte del siglo XX en
donde los conceptos se desglosaban en ansiedad, depresión, histeria, hipocondría, obsesión,
fobia y trastorno psicosomático entre otros.
¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?
La depresión es un sentimiento de tristeza intenso, puede producirse tras una pérdida reciente
u otro hecho triste pero es desproporcionado con respecto a la magnitud del hecho y persiste
más allá de un periodo justificado.
Depresión viene del latín "depressio": hundimiento. El paciente se siente hundido con un peso
sobre su existencia.
La depresión es la sensación de sentirse triste, decaído emocionalmente, y perder interés en
las cosas que antes disfrutaba hacer, ver, tocar y entre otras actividades que el hombre realiza
para satisfacer una inquietud o necesidad. Se debe saber que la depresión es una enfermedad
como puede ser la diabetes o la artritis, y no es solo una sensación de tristeza o de desánimo.
Esta enfermedad progresa cada día afectando sus pensamientos, sentimientos-
emociones, salud física, su forma de comportarse, y su relación para con los familiares, amigo,
y todas las personas en general.
La depresión no es culpa de la persona que la padece, como tampoco es una debilidad de la
personalidad. Es una enfermedad médica que es muy frecuente y puede afectar a cualquier
persona. Aproximadamente 1 de cada 20 personas, el doble de mujeres que de hombres.
Después de la ansiedad, la depresión es el trastorno psiquiátrico más frecuente. Se estima que
un 10 por ciento de la gente que consulta a un médico pensando que tiene un problema físico
tiene en realidad una depresión. La depresión comienza habitualmente entre los 20 y los 50
años, lo nacidos en las últimas décadas del siglo XX parecen tener una incidencia mayor de
depresión que las generaciones anteriores.
Un suceso de depresión dura comúnmente de 6 a 9 meses, pero el 15 al 20 por ciento de los
pacientes dura 2 años o más. Los episodios generalmente tienden a recurrir varias veces a lo
largo de la vida.
Según el Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH siglas en inglés), cada año, el 9.5 por
ciento de la población estadounidense (aproximadamente 18.8 millones de adultos
americanos) padece de enfermedades depresivas. Desgraciadamente, muchas personas no
saben que la depresión es una enfermedad tratable. Muchos creen erróneamente que la
depresión es normal en personas mayores, adolescentes, mujeres menopáusicas, madres
primerizas o en personas que padecen enfermedades crónicas.
Pero éste es un concepto equivocado, no importa la edad, el sexo o la situación de la vida, la
depresión nunca es algo normal.
NIMH dice que el trastorno depresivo es una enfermedad que afecta el organismo (cerebro), el
ánimo, y la manera de pensar. Afecta la forma en que una persona come y duerme. Afecta
cómo uno se valora a sí mismo (autoestima) y la forma en que uno piensa y/o actúa. Un
trastorno depresivo no es lo mismo que un estado pasajero de tristeza. No indica
debilidad personal. No es una condición de la cual uno puede liberarse voluntariamente, pues
es una enfermedad médica que se cura con un tratamiento respectivo como cualquier otra
enfermedad que uno sufre.
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SUICIDIO:
Autores como Van Egmond y Diesktra (1989), hablan de parasuicidio, para referirse a un tipo
de conducta que se diferencia del intento suicida, ya que supone un comportamiento
autolesivo para el sujeto, pero conscientemente no mortal, en tanto el intento de suicidio es
entendido como un suicidio fallido. Porkorny (1986, citado en:Villardón,1993),propone el
término “suicidio consumado ”para la muerte por suicidio y “conductas suicidas“ para una
serie de términos relacionados. Menciona tres grandes categorías de conductas suicidas: el
suicidio consumado, el intento de suicidio y las ideas de suicidio.
La ideación suicida también ha sido documentada como factor asociado con el intento de
suicidio. En una investigación llevada a cabo por Terroba, Saltijeral y Gómez (1987), intentaron
detectar el riesgo y la prevalencia de la ideación suicida y de los intentos de suicidio en la
población que recibe atención médica en los servicios de consulta externa (n=392),
hospitalización (n=349) y urgencias (n=353) de un hospital general. De los 1094 pacientes que
se estudiaron, 3% habían tenido ideas suicidas severas durante el último año, que ameritaban
tratamiento debido al alto riesgo que corrían de intentar suicidarse en el futuro. También
encontraron que el año anterior al estudio, el 4% lo había intentado por lo menos una vez, el
2%, dos veces y el 1%, tres veces o más. Los pacientes manifestaron que su deseo de quitarse
la vida obedecía a su necesidad de escapar y resolver sus problemas, principalmente los de
índole familiar y los afectivos. En otra investigación, González-Forteza, Berenzon, Tello, Facio y
Medina-Mora (1998), se abordó la ideación suicida y las características asociadas en
adolescentes mexicanas. Compararon dos muestras: una estudiantil (n=1717) y una clínica
(n=30), las mujeres de ésta muestra estaban internadas por haber intentado suicidarse. Los
principales resultados indicaron que el 11.8% de la muestra estudiantil y el 56.7% de la
muestra clínica presentaron todos los síntomas de ideación suicida de 1 a 7 días, mientras que
el 1.3% y 33.3%, respectivamente, presentaron todos los 49 síntomas de ideación suicida de
manera persistente (5-7 días). Además, las autoras identificaron ciertas características de
riesgo que pueden aumentar el riesgo de ideación suicida en estudiantes, como son: cursar el
nivel secundario, interrumpir los estudios por más de 6 meses y percibir como malo su
desempeño escolar. También encontraron que el 56.7% de la población clínica había intentado
quitarse la vida por primera vez, en el 27.7% de los casos era su segundo intento, y el 18.7%
tenían antecedentes de tres ó más intentos suicidas en su vida. Otro hallazgo interesante de
esta investigación fue identificar que las mujeres que habían intentado suicidarse por primera
vez, pensaron que su muerte era improbable, mientras que quienes ya lo habían intentado
más veces, en su mayoría pensaron que su muerte sería posible o certera en ese último
intento. Estas adolescentes, presentaron variables asociadas que incrementaban el riesgo del
intento, tales como: no vivir con ambos padres, ser hijas únicas o primogénitas y pensar que su
muerte sería posible y certera. González-Forteza, Jiménez y Gómez (1995), hicieron una
investigación acerca de los indicadores asociados con la ideación suicida en adolescentes
mexicanos (n=423), el 55.6% eran hombres y 44.4% eran mujeres. Lo más destacado de dicha
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investigación son las diferencias por género, ya que los hombres con pensamientos suicidas se
encontraron más afectados por el estrés familiar, derivado principalmente de la violencia
familiar. Por otra parte, las mujeres con ideas suicidas resultaron más vulnerables al estrés
social, ocasionado por las relaciones conflictivas con sus mejores amigas, y a las características
de personalidad (como gustar de hacer las cosas impulsivamente y percibirse sin
características positivas de autoestima).4
Psicopatología del adolescente: una predisposición al acto suicida La adolescencia es una etapa
entre la niñez y la edad adulta, se inicia por los cambios puberales y se caracteriza por las
transformaciones biológicas, psicológicas y sociales; en ocasiones generadoras de crisis,
conflictos y contradicciones. Así también es una fase de determinaciones hacia una mayor
independencia psicológica y social. Dentro de los factores de riesgo asociados al acto suicida se
encuentran: El género y la edad: los suicidios completados son más comunes entre los
hombres, las mujeres tienen un mayor riesgo en las otras conductas suicidas. El riesgo de
suicidio aumenta con la edad. El suicidio antes de los 15 años es inusual; los trastornos
psiquiátricos más frecuentemente asociados son; trastorno del ánimo, principalmente la
depresión, abuso de sustancias y conductas antisociales. Los hombres utilizan medios violentos
y por lo tanto el suicidio consumado es más exitoso en ellos que en las mujeres; en cambio, en
las mujeres es más prevalente el intento, ya que en ellas predomina la depresión. Los
conflictos familiares: dentro de los que destacan la ausencia de calidez familiar, falta de
comunicación con las figuras paternas, falta de comunicación familiar, los cuales son
considerados los factores de mayor frecuencia asociados con la conducta suicida; estas
circunstancias ocasionan que se desarrollen oportunidades limitadas para el aprendizaje de
resolución de problemas creando un ambiente donde el adolescente manifiesta la ausencia de
soportes para contrarrestar los efectos de situaciones vitales o estresantes. El desarrollarse en
una familia disfuncional se torna como un factor que influye en el desencadenamiento del acto
suicida, puesto que resaltan la presencia de una insatisfactoria relación comunicativa entre sus
miembros; además los conflictos entre los padres provocan la alienación del adolescente con
respecto de su familia, manifestando con esto un amor, afecto y apoyo inadecuado. Así pues
para algunos autores en la sociedad actual las personas presentan un mayor riesgo de
desarrollar trastornos del ánimo a temprana edad, el cual es un factor de riesgo con frecuencia
asociado con la conducta suicida.
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caracterizado por una dinámica crucial donde su fuerza radica en un enojo que es dirigido
hacia adentro, es decir al interior del propio ser. LA persona deprimida se ve frenada a atacar
al objeto de su enojo, llevándolo al desencadenamiento de una expresión masoquista del
mismo, debido a que la persona enojada cree no poseer ningún valor. En el adolescente con
fases depresivas se puede encontrar a un individuo con procesos de autovaloración y auto-
concepto negativos; conduciéndolo con mayor facilidad a la acción de intentar o consumar un
acto suicida puesto que es susceptible de recibir el impacto de los conflictos de inestabilidad
identificatoria, familiares, escuela, amigos, así como cambios socioeconómicos y
socioculturales.5
La familia multiproblemática es un sistema vulnerable de alto riesgo, tanto por la acción de sus
mecanismos internos, como de fuerzas sociales que potencian su disfuncionalidad. Tras una
extensa revisión bibliográfica, los autores proponen como sus características centrales
la polisintomatología y crisis recurrentes, la desorganización, el abandono de las funciones
parentales y el aislamiento, focalizando específicamente en aquellas familias en situación de
riesgo social. En una segunda parte, se desarrolla un esquema de intervención profesional, que
incorpora la función de los servicios sociales y su relación potencialmente nociva con estas
familias, el trasfondo epistemológico y los contextos en que se despliega la intervención, y las
principales estrategias sugeridas para implementar buenas prácticas en el trabajo profesional.
Estas familias no cuentan con herramientas suficientes para afrontar las demandas de éxito
ligadas a una cultura hedonista y de consumo (Ditzel & Maldonado, 2004), que exige asumir la
responsabilidad por las propias historias de vida (Ehrenberg, 1999), y que mide la valía
personal según criterios difícilmente alcanzables. Así, al encontrarse mayoritariamente en
contextos caracterizados por factores de riesgo psicosocial y deprivación sociocultural crónica,
se refuerza el ciclo de marginación, disfuncionalidad, crisis y desesperanza que es común
observar en ellas.
5
(LA FENOMENOLOGÍA DEL SUICIDIO EN EL ADOLESCENTE Y EL ABORDAJE
TANATOLÓGICO QUE PARA OBTENER EL DIPLOMADO EN TANATOLOGIA PRESENTA:
LORIE ARACELI MARTÍNEZ CERVANTES Asociación Mexicana de Educación Continua y a
Distancia, A.C.)
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Durante las décadas pasadas se han implementado numerosas iniciativas para ayudar a estas
familias, implicando inicialmente a voluntarios y organizaciones no profesionales, y más
recientemente, a la comunidad profesional y académica. En su mayoría, estos esfuerzos no
han tenido un impacto duradero, pero han arrojado valiosa información desde la cual es
imperativo seguir construyendo conocimiento y propuestas de intervención. 6
Características
Dentro de los aspectos más difíciles del trabajo con familias multiproblemáticas (en adelante,
FMP), está el comprender su funcionamiento y anticipar los escenarios posibles de
intervención. Estas familias sorprenden a los equipos con modulaciones sistémicas que no
encajan en los modelos y metodologías tradicionales. Por ello, es indispensable desarrollar
marcos orientadores específicos, que permitan al profesional distinguir rasgos comunes en la
variedad, proyectando su abordaje técnico en conocimiento del impacto de cada una de estas
variables.
Como esquema organizador de la literatura respecto a las FMP, los autores del presente
artículo proponen cuatro ejes descriptivos, que si bien se manifiestan entrelazados en la
práctica, son útiles de distinguir conceptualmente: (1) Polisintomatología y crisis recurrentes;
(2) Desorganización; (3) Abandono de las Funciones Parentales; y (4) Aislamiento.
Polisintomatología y Crisis Recurrentes
Estas familias no presentan un síntoma particular, sino que una cadena de problemas y
factores de estrés (Matos & Sousa, 2004), entre los que pueden mencionarse negligencia,
alcoholismo, violencia intrafamiliar, abuso de sustancias y depresión. Sharlin y Shamai (1995)
señalan que este patrón es de tal importancia, que las FMP debiesen reconceptualizarse
como "familias en extremo de estrés " o familias multi-estresadas.
En esta línea, Walsh (2004) ha definido tres características centrales en las FMP, todas
asociadas al eje de polisintomatología: (a) presencia de problemas múltiples, de gran
complejidad y gravedad; (b) más de un portador de sintomatología; y (c) episodios recurrentes
de crisis individuales y familiares. Según Casas (1998 citado en Navarro, 2002), estas crisis
recurrentes, que marcan la dinámica de las FMP, pueden aparecer como reacción a:
(a) Dificultades de carácter material o físico, como cesantía, enfermedades crónicas, etc.;
(b) Relaciones conflictuadas con el entorno circundante, expresadas como marginación social
o demandas de adaptación a contextos violentos o estresantes, y;
(c) Relaciones conflictuadas al interior del sistema familiar, y que adoptan la forma de violencia
intrafamiliar, abuso sexual, negligencia, etc.
Cuando estas condiciones no reciben un apoyo e intervención adecuados, se cronifica y
refuerza de forma poderosa la polisintomatología característica de estas familias, en un ciclo
deteriorante de condiciones adversas- falta de apoyo y de recursos- crisis- y síntomas
múltiples. Ahora bien, no basta solamente con dar apoyo, sino que éste debe calzar con la
necesidad particular que ha desencadenado la crisis para ser efectivo (Juby & Rycraft, 2004).
Desorganización
6
María Magdalena Muñoz & Ana María Haz
Pontificia Universidad Católica de Chile
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consideración y el respeto a la sociedad por parte del niño y sitúa a éste en posición de
conflicto con su entorno" (Linares, 1997, p. 32).
El debilitamiento de la función nutriente en la FMP, principalmente de tipo emocional,
obstaculiza el desarrollo de un apego seguro (Cyrulnik, 2002) y lleva a un riesgo
significativamente aumentado de padecer diversos trastornos biopsicosociales (Glaser, 2002).
Numerosos estudios han mostrado en niños físicamente maltratados la predominancia de
apego evitativo, mientras que niños que han sufrido negligencia física muestran
predominancia de un apego ansioso/ambivalente (Finzi, Ram, Har-Even, Shnit & Weizman,
2001); finalmente, los niños y niñas que han recibido una combinación de diversas formas de
maltrato, abuso y negligencia muestran predominantemente un estilo de apego desorganizado
o ansioso/evitativo (Hughes, 2004). Asimismo, la investigación en niños que han sufrido
negligencia y/o maltrato emocional, ha mostrado la presencia de diversas dificultades
posteriores en la infancia, adolescencia y vida adulta, observándose trastornos emocionales
(como baja autoestima, ansiedad o estrés), desórdenes conductuales (como irresponsabilidad,
oposicionismo y comportamientos antisociales), bajo desempeño y ausentismo escolar,
agresividad y/o aislamiento social, en la mayoría de estos niños (Glaser, 2002).
Este abandono de las funciones parentales aparece vinculado en muchos casos a dinámicas de
entrega y/o abandono de los hijos (Vega, 1997), por cuanto el subsistema parental delega
sistemáticamente el cuidado de sus hijos en terceros (vecinos, familiares, profesionales).
La intervención sobre las condiciones de vulneración que demandan la salida del niño de su
hogar, se dificulta muchísimo cuando se traspasa la línea del abandono de las funciones
parentales, con bajas tasas de éxito (25%-70%) en la mayoría de los diversos programas que
intervienen después de este punto (de Paúl, Múgica & Alday, 1997). Es por ello que
comprender esta variable en la intervención, resulta crucial si los profesionales hemos de
ayudar a estas familias a permanecer unidas sin vulnerar el desarrollo sano de sus niños y
niñas.
Aislamiento
Por último, el cuarto eje tiene que ver con el aislamiento. Para aludir a esta característica, se
les ha denominado "familias aisladas" (Powell & Monahan, 1969 citado en Cancrini et al.,
1997), o "familias excluidas" (Thierny, 1976 citado en Cancrini et al., 1997), destacando su
distanciamiento, físico y emocional, de la familia extensa y la red de apoyo social e
institucional, encontrándose así carentes de soporte frente a las crisis que atraviesan. Cabe
destacar que la variable "aislamiento social" o "falta de apoyo social" ha sido identificada en
numerosas investigaciones como un factor gravitante en la etiología del maltrato infantil
(Gracia & Musita, 1993; Moncher, 1995). Asimismo, la red de apoyo ha sido asociada a
numerosos factores protectores de crucial importancia (Sluzki, 1996); de ahí que su
precariedad y escasa disponibilidad en las FMP influya en la gravedad y multiplicidad de los
síntomas.
Incluso cuando la familia tiene una red social disponible, existe una tendencia a la inestabilidad
y fragilidad en estos vínculos, al desarrollarse sobre un trasfondo de carencias en las
habilidades sociales necesarias para mantener sus relaciones interpersonales en el tiempo
(Juby & Rycraft, 2004; Sousa, 2005). Asimismo, se ha visto que el apoyo de la familia extensa,
cuando está presente, se caracteriza por anular sus efectos potencialmente positivos por
acompañarse de críticas y descalificaciones frecuentes (Moncher, 1995).
Estas redes suelen ser precarias y constituidas por parientes y conocidos que no proveen el
tipo de ayuda que requieren los padres en su parentalidad (Moncher, 1995). En contraposición
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a una dinámica resiliente, los miembros de esta red generalmente comparten y refuerzan las
normas y conductas de parentalidad negligente (Juby & Rycraft, 2004; Sousa, 2005). Esto
explicaría en parte hallazgos recientes que controvierten el análisis de que la negligencia
parental ocurre principalmente en condiciones de aislamiento social; la negligencia puede
ocurrir tanto en condiciones de aislamiento, como en presencia de redes informales que
contemplan indiferentemente o hasta estimulan en esa dirección (Roditti, 2005).
Familias Multiproblemáticas y Pobreza
De acuerdo a un estudio de Aldaz-Carroll y Moran (2001), sobre la transmisión transgenera-
cional de la pobreza en 16 países de Latinoamérica, los "factores familiares" (como baja
escolaridad, estructura familiar disfuncional o presencia de violencia doméstica) son centrales
en la comprensión y abordaje de la pobreza. Así, fortalecer la familia es una condición sine qua
non de superación de la pobreza.
Las FMP no son exclusivas de un entorno de pobreza y de privación, ya que pueden
encontrarse en cualquier contexto social, cultural y económico (Matos & Sousa, 2004; Sousa &
Eusébio, 2005). Sin embargo, si a la calidad de "multiproblemática" se le suma el de "pobreza
dura" (Rozas, 1999), los efectos perjudiciales para sus miembros se tornan estructurales y de
difícil modificación.
La familia en pobreza dura se encuentra atrapada en una especie de laberinto social, donde a
cada movimiento pareciera hundirse más y más. Los distintos actores que van conformando la
familia, padre, madre, hijos, abuelos, amigos, presentan inhabilidades sociales que en distintos
momentos les impiden salvar obstáculos fundamentales para su integración social (...)
impactando a los niños. Estos últimos, sin herramientas intelectuales, culturales, sociales, ven
fragmentado su proyecto vital, reconstituyendo el ciclo de la pobreza. (Rozas, 1999, p. 86) La
pobreza emerge como una variable de particular influencia en la cronificación de conductas
parentales negligentes (si bien no debe igualarse pobreza a negligencia, ni a las otras
características señaladas previamente). Los efectos indirectos de la pobreza que potencian el
desarrollo de dinámicas negligentes y/o maltratadoras, incluyen historias de traumatismo y de
privación, condiciones de adversidad crónicas, mayor cantidad de variables de estrés parental,
aislamiento social, monoparentalidad, embarazos adolescentes, y vivir en comunidades que
son peligrosas, violentas y que carecen del capital social necesario para apoyar la crianza de los
hijos (Woodward & Fergusson, 2002).
Producto de esta dinámica, que entrelaza un funcionamiento inadecuado, carencia de recursos
y condiciones de vida adversas, las FMP en riesgo social terminan por involucrarse casi
ineludiblemente con agentes de control externos. Con esto, terminarían por disminuirse aún
más sus competencias y habilidades de enfrentamiento (Matos & Sousa, 2004; Minuchin,
Colapinto & Minuchin, 2000), delegando sus cuidados parentales en diversos servicios de la
comunidad (Vega, 1997).
Intervención
Familias Multiproblemáticas y Servicios Sociales
La mayor parte de los programas sociales trabaja con familias multiproblemáticas en situación
de pobreza y riesgo social (Juby & Rycraft, 2004; Walsh, 2004). A pesar de los esfuerzos
realizados durante décadas, y de algunas experiencias aisladas de intervención exitosa, la
mayoría de estas iniciativas no ha decantado hacia resultados positivos duraderos con estas
familias.
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Las razones de esta dificultad son diversas; Walsh critica que estos servicios tienden a "basarse
en las deficiencias, concentrarse en el individuo y ser fragmentarios, reactivos a las crisis,
inaccesibles y definidos por los profesionales para los clientes" (Walsh, 2004, p. 329).
Colapinto (1995), por otro lado, ha puesto de relieve la disolución de los procesos
familiares, entendida como la transferencia de las funciones parentales y familiares hacia los
servicios sociales, y que ocurre producto de la multi-asistencia sostenida en el tiempo y la
invasión progresiva en todas las áreas de la vida familiar por parte de los profesionales. Estas
intervenciones "son a veces necesarias, pero siempre desarticulan las estructuras familiares. Se
llevan a cabo sin tomar en cuenta los vínculos emocionales positivos, y anulan recursos
potenciales" (Minuchin et al., 2000, p. 36).
Además, se ha mostrado que mientras estas familias presentan una amplia gama de problemas
complejos y graves, las agencias sociales se encuentran organizadas casi invariablemente por
áreas de intervención (Matos & Sousa, 2004; Sousa, 2005). En consecuencia, la compleja
matriz de conflictos familiares involucra y afecta diferentes sistemas simultáneamente: al
sistema escolar en situaciones de ausentismo, desórdenes conductuales y problemas de
integración escolar; al sistema de salud en casos de adicción a drogas y alcohol, psicosis,
depresiones, etc.; al sistema judicial en situaciones de violencia intrafamiliar, abandono,
vulneración de derechos, y así sucesivamente.
De esta forma, en corto tiempo acumulan interacciones con gran cantidad de profesionales e
instituciones, reforzando su dependencia y desarticulando la eficiencia de las intervenciones
(Matos & Sousa, 2004; Minuchin et al., 2000). Además, es frecuente que estas familias tornen
difícil la colaboración coordinada de los profesionales de un mismo equipo y aun más
infructuoso el trabajo sincrónico de equipos de diferentes servicios (Vega, 1997).
Finalmente, se ha remarcado que la petición de ayuda rara vez proviene de la propia familia,
siendo usualmente otro sistema de la red (policía, escuela, vecinos) quien da la alerta y/o
deriva a diversas organizaciones de ayuda (Matos & Sousa, 2004), lo que implica que la
motivation al cambio rara vez se encuentra garantizada al inicio de la intervención profesional.
Trasfondo Epistemológico de la Intervención
Siguiendo la propuesta de Vega (1997) respecto al trasfondo epistemológico óptimo para
enmarcar la intervención con FMP, proponemos una síntesis en torno a tres enfoques
interrelacionados: (1) una perspectiva constructivista de la realidad humana; (2) una visión
ecosistémica de los procesos familiares; y (3) una comprensión del cambio como proceso
discontinuo.
En primer lugar, la intervención con FMP se ve fortalecida cuando se desarrolla desde
una mirada constructivista de la realidad humana, que no es igual a decir "todo vale", pero que
sí se distingue de un enfoque objetivista, al aceptar como válidas las construcciones sociales
propias de la comunidad en que se desenvuelven las familias. Dichos constructos son el marco
en el cual las pautas de la familia cobran un sentido específico; si el profesional es capaz de
desarrollar una actitud de interés y respeto por este marco, gana en apertura y empatia,
facilitándose el manejo de las disonancias ineludibles al trasfondo sociocultural del
profesional. La noción de la realidad humana como construcción social tiene como
consecuencia que el profesional debe "flexibilizar sus propias nociones de familia y hogar para
poder intervenir" (Vega, 1997, p. 169).
Sin embargo, esto no implica eliminar las consideraciones sobre el respeto por una ética de
mínimos, "sobre cuestiones de justicia, exigibles moralmente a todos los ciudadanos (...) por
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debajo de las cuales no puede caer una sociedad sin caer a la vez "bajo mínimos" de
moralidad" (Cortina, 1998, p. 117).
En segundo lugar, una visión global multidimensional o ecosistémica, sustentada en los
conceptos de causalidad circular, complejidad y emergencia de fenómenos con cualidad de
novedosos permite, al trabajar con sistemas humanos, buscar conexiones y relaciones más allá
de las comprensiones reduccionistas de un problema. Esta visión ecosistémica incluye
vislumbrar la necesaria interdependencia entre los diversos actores implicados en el proceso
de ayuda y el lugar que ocupa el profesional o equipo, para desbloquear cadenas inoperantes
de intervenciones incongruentes entre sí y de carácter crónico (Vega, 1997).
En tercer lugar, una concepción del cambio como un proceso discontinuo (contrapuesto a una
noción de cambio lineal, gradual, progresivo y acumulativo) es fundamental, ya que, al trabajar
con familias multiproblemáticas,
El profesional necesita tener una guía clara de las posibilidades de cambio en estas familias. Sin
ello, no es posible desencadenar, conducir y usar el cambio. Pero, sobre todo, necesita
aprender a reconocer y valorizar los procesos de cambio mínimo o de mejoría ligera, dado que,
por las características de estas familias, éstos pueden llegar a ser imperceptibles. (Vega, 1997,
p. 169)
Contextos Profesionales de Cambio
Existen diversos contextos profesionales de cambio en la intervención con FMP. Los diversos
contextos de intervención (de evaluación, asistencial, de consulta, informativo, terapéutico y
de control) que aquí se muestran, iluminan el hallazgo empírico de que los profesionales no
siempre se relacionan con la FMP en un mismo ámbito de interacciones o momento del
proceso.
A cada contexto se le asocia un campo de significados posibles, que encuadran los
intercambios profesionales (y no profesionales) entre los diversos involucrados en el proceso
de intervención. Asimismo, cada contexto tiene objetivos, modalidades, metodologías y
técnicas que le son propias.
Esto no es idéntico a decir que sólo se actúa en un nivel, o que un servicio debe acotarse a un
único contexto de intervención. Es evidente que en la práctica coexisten en paralelo o incluso
entrelazadamente diversos campos de práctica profesional (por ejemplo, asistencial y
terapéutico son dos contextos relativamente frecuentes).
Más bien se trata de que el profesional cuente con un esquema conceptual clarificador de las
características, posibilidades y limitaciones de cada contexto, y así pueda esforzarse por evitar
confundir los problemas que enfrenta, los recursos que necesita, y las competencias que
requiere para poder intervenir adecuadamente en cada caso.
legislación vigente en nuestro país, tanto en materia de protección integral de los derechos de
la niñez y adolescencia como desde el campo de la salud mental.
Es cierto que, en menor escala, esta lamentable circunstancia ocurre también en escuelas de
gestión pública, de acuerdo con lo que vengo recogiendo de mi experiencia en capacitación de
docentes. Al cruzar datos de juzgados de la provincia de Buenos Aires de casos de niños que
son objeto de violencia familiar y que llegan a ser judicializados, puede observarse que no son
pocos los casos que las escuelas a las que asistían no habían hecho las denuncias
correspondientes argumentando no haber advertido señales previas.
Entre la complejidad de factores que intervienen en esta tendencia de parte de las escuelas a
la negación del problema de la niñez vulnerada por sus propias familias aparece el backlash,
un término en inglés cuya traducción es “contra golpe” y refiere a las reacciones adversas de
las que terminan siendo objeto los profesionales de la educación, lo social y la salud, que
intentan develar este tipo de situaciones. Desde despidos, rumores de que se trata de
exageraciones del docente o psicólogo escolar, trabas burocráticas de todo tipo a la hora de
decidirse a hacer la denuncia, amenazas y descalificaciones de los padres a los que se les
solicita consulta y falta de apoyo de los directivos.
Este contra movimiento surgido ante aquellos que luchan contra la violencia familiar sobre la
niñez y adolescencia aparece claramente ligado a un paradigma conservador (que ve a los hijos
como propiedad privada de la familia) que aún insiste en nuestra sociedad tornándola
excesivamente tolerante ante este grave problema que deja huellas indelebles en la
subjetividad de las víctimas, en pleno proceso de constitución, de profundo dolor psíquico
asociado a sensaciones de impotencia y gran vulnerabilidad.
Hay que revisar las prácticas escolares de docentes, directivos y representantes legales de
modo de adecuarse a la normativa vigente que reclama anteponer ante cualquier otro tipo de
razones el interés superior del niño.7
El incremento de la escolarización entre los adolescentes acompañado por la disminución de
su participación en el mercado laboral es una tendencia que sigue consolidándose en la región
en menor o mayor medida desde los inicios de los ’90. Aun así existe una importante
proporción de adolescentes que se encuentran fuera de la escuela y el mundo del trabajo. El
objetivo de este dato destacado es presentar los últimos datos disponibles 1 para 15 países de
América Latina con el fin de dimensionar al grupo de adolescentes de entre 15 y 17 años
excluidos de ambos espacios de interacción social Con el fin de facilitar el análisis se dividió a
los países en dos grandes grupos según se encuentren por encima o debajo de la media
regional que gira en torno al 12%. En el primer grupo se encuentran –ordenados en forma
ascendente según el indicador considerado- Bolivia, Chile, Ecuador, Brasil, Argentina,
Paraguay, Colombia, Panamá y Costa Rica. En este primer grupo se puede destacar que los
cuatro países 1 Los países y años seleccionados son: Argentina áreas urbanas 2006, Bolivia
2005, Brasil 2006, Chile 2006, Colombia 2006, Costa Rica 2005, Ecuador 2006, El Salvador
2006, Guatemala 2006, Honduras 2006, México 2004, Nicaragua 2005, Panamá 2006, Paraguay
2004, Uruguay 2006 con tasas de escolarización más altas son también aquellos en donde la
proporción de adolescentes fuera de la escuela y el mercado laboral es menor. En este sentido,
Bolivia y Chile son los dos países con menor porcentaje de adolescentes excluidos
simultáneamente de la escuela y el mercado laboral. Ahora bien, aunque comparten esta
7
Gabriela Dueñas. Doctora en Psicología, licenciada en Educación y Psicopedagoga en diversas escuelas
de zona norte del Gran Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires.
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condicionado por la respuesta de su medio familiar y social. Y para lograr este objetivo era
necesario operar sin restricciones, aceptando los valores del joven y viviendo su universo.
Aichhorn demostró cómo era posible, incluso con niños y adolescentes agresivos, una
maniobra transferencial que pacificara conductas trasgresoras y permitiera el cuidado de la
existencia de los jóvenes. Partiendo de la hipótesis de una carencia afectiva originaria, pero
lejos de actuar por sentimentalismo e idealización, Aichhorn incluía maniobras creativas como
dramatizaciones e imitaciones. Jacques Lacan valoró su ingeniosidad y paciencia.
El tratamiento psicoanalítico de jóvenes delincuentes –que él no consideraba anormales,
desviados ni enfermos– se basaba en la técnica freudiana clásica pero requería una fase inicial
o preparatoria donde sus intervenciones y maniobras creativas tenían lugar. Gran parte de los
efectos terapéuticos de tales maniobras en la primera fase de tratamiento pueden concebirse,
siguiendo la enseñanza de Lacan, como resultado de la operación de alojamiento de lo que el
paciente es, como objeto, en el deseo del Otro. La práctica de Aichhorn supo operar por fuera
del encuadre analítico estándar y dio cuenta de los efectos del psicoanálisis en el marco de la
urgencia y de las denominadas patologías del acto. Su experiencia clínica e institucional
siempre intentó captar la singularidad del joven delincuente a partir de una orientación por el
inconsciente y de la relación transferencial.
Del tratamiento al castigo
Si bien el legado de Aichhorn fue retomado por analistas como Kurt Eissler, Peter Blos, Eric
Erikson, Kate Friedlander, Anna Freud y otros, los trabajos psicoanalíticos sobre la delincuencia
comenzaron a perder interés y vigencia. Varios discípulos de Aichhorn partieron a Estados
Unidos durante la Segunda Guerra, y el contexto ideológico norteamericano no convenía a los
estudios sobre jóvenes desamparados y a la concepción de la delincuencia como síntoma. En
muy poco tiempo los síntomas delictivos comenzaron a diseminarse en el campo de las
“patologías narcisísticas”. Aichhorn –que se había negado a emigrar para intentar la liberación
de su hijo, preso político en un campo de concentración nazi– murió en 1949.
De todos modos, en la segunda posguerra los dispositivos penales para jóvenes delincuentes
se organizaban, en el marco del Estado de Bienestar, alrededor del ideal de rehabilitación, que
brindaba el marco ideológico para mantener unido a todo campo penal, más allá de los
resultados que se obtenían. La privación social y la pobreza generadoras del delito debían ser
erradicadas, en base a la expansión de la prosperidad y la provisión del bienestar común. En el
marco de una racionalidad esencialmente solidaria y social, el delincuente era percibido como
un sujeto necesitado de contención familiar, que merecía un tratamiento psicológico y social.
El contexto económico del Welfare State se correspondía con la experiencia consolidada del
pleno empleo, logrado por la gestión keynesiana de la demanda. Las propuestas asistenciales
más frecuentes buscaban el mejoramiento de servicios de reinserción social, reducción de
controles opresivos, minimización del encierro, humanización de la prisión y el seguimiento del
delincuente dentro de la comunidad; incluso, en los países escandinavos emergió la
perspectiva abolicionista del sistema penitenciario.
Sin embargo, desde fines de la década de 1960 en Estados Unidos y algunos países de Europa y
una década después en Latinoamérica, la prisión se generalizó como dispositivo de seguridad
pública contra los individuos previamente estereotipados como peligrosos; como una
respuesta de orden penal frente a la exclusión y segregación social. La “guerra contra las
drogas” iniciada por el presidente Nixon en 1971, anunciaba la posterior “guerra contra el
delito”. La figura del delincuente juvenil como alguien necesitado de asistencia se esfumó, y el
discurso amarillista de la criminología mediática pasó a reivindicar a un público desbordado,
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que reclama castigos sin límites para los delincuentes, percibidos como enemigos de la
sociedad.
Paralelamente, un nuevo sujeto político, constantemente idealizado, aparece en la escena
pública de la mano de los legisladores: la víctima del delito. La promoción mediática de la
identificación con la víctima de un robo traerá aparejadas numerosas acciones legislativas,
como respuesta sistemática de venganza y furia ritualizada, por encima de la prevención del
delito y la reducción del miedo. La figura santificada de la víctima de clase media se convertirá
en un producto apreciado en los circuitos de intercambio político y mediático. El público será
redefinido como un conjunto de individuos víctimas del delito, dominado por la indignación,
donde cualquier demostración de compasión hacia el delincuente o mención de sus derechos
pasa a ser un agravio hacia la víctima y su familia. El impacto de este movimiento punitivo
supone, no sólo la inexistencia del delincuente como sujeto de tratamiento, sino nuevas
formas de “policía científica” en la psiquiatría y la psicología; la tarea básica de los operadores
del control será identificar a los individuos peligrosos, que atentan contra la seguridad, para
retirarlos de la comunidad.
Michel Foucault introdujo la noción de gubernamentalidad. Se gobierna a través del delito
cuando los saberes asociados al delito (el derecho penal, los relatos de la subcultura delictiva,
la criminología, la psicología forense, etcétera) pasan a estar disponibles fuera de sus dominios
originales y se convierten en herramientas para interpretar y presentar problemas de
gobierno. Con el argumento de la seguridad, la sociedad entera queda bajo control, y cada
individuo es en cierto modo considerado un delincuente potencial, que debe ser observado
por ejemplo mediante una videocámara. La lógica que rige el delito y las prácticas defensivas,
estrategias y racionalidades se trasladan a todos los espacios sociales de la vida cotidiana, y
esto sucede paradójicamente en la época de las libertades. Desde luego, este “complejo del
delito” es mediado e intervenido por el oportunismo de los políticos y los medios de
comunicación, que fomentan la experiencia del delito en un vínculo social paranoico, propio de
la subjetividad de la época.
Así, la ideología social de tratamiento cedió en favor de una tendencia punitiva y de control,
cada vez más marcada y generalizada a escala mundial. Los episodios y fenómenos delictivos
en adolescentes dejaron de ser considerados como síntomas susceptibles de desciframiento y
tratamiento, y el énfasis quedó puesto en las nociones de personalidad y “patologías
narcisísticas”, a su vez influidas por una psiquiatría inmiscuida en la cuestión criminal. En poco
tiempo, el giro punitivo basado en el encarcelamiento masivo, sin condena, reemplazó por
completo al ideal de rehabilitación. Se multiplicaron los agentes de control y evaluación de
riesgos, perdida la intención de rehabilitar o mejorar al delincuente, preconcebido como
enemigo de la sociedad.
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