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SINTESIS

LECTURA: LAS FUENTES DEL YO-CHARLES TAYLOR

El objetivo de la lectura es comprender el papel de los marcos referenciales en la construcción o determinación


de la identidad del hombre. Para el autor, los marcos referenciales son aquellas distinciones de la vida en
sociedad, de nuestra vida moral, que proporcionan la razón de nuestros juicios, intuiciones, reacciones morales.
El marco referencial es lo que da sentido a nuestras respuestas morales, es decir, el juicio de considerar si una
forma de vida es digna. La percepción de que los seres humanos están capacitados para una mejor vida hace
parte de nuestra creencia, por ello se habla de que el hombre es objeto de respeto, que su vida es sagrada, y por
lo tanto, no debe atacarse. Para buscar ese respeto a la integridad del hombre se debe proteger su libertad de
expresión, definir sus propios conceptos del respeto a la vida, y trazar sus propios planes de vida, en general se
trata de cuidar la dignidad humana.

La teoría reduccionista natural pretende hacer caso omiso a los marcos referenciales, y cuestiona sobre la
posibilidad de vivir sin marcos referenciales. Este supuesto se sustenta porque la cultura moderna ha mostrado
la decepción de los hombres, por varios de esos marcos referenciales, haciéndolos ver como problemáticos. Sin
embargo, a pesar del tiempo, estos marcos siguen vigentes, porque algunos aun se aferran a ellos para emitir sus
juicios y para guiar su vida en general, por ello es imposible deshacerse de los marcos referenciales, porque son
algo constitutivo del hombre, que determinan la integridad que compone la personalidad humana. Por lo tanto, el
autor se centra en la importancia de describir la identidad, es decir lo que es importante para nosotros, o dicho
de otra forma los compromisos y tipificaciones que proporcionan el marco dentro del cual se intenta determinar
lo que es bueno y valioso, y para ello se hace la pregunta ¿Quién soy yo?, manifestando que este es el panorama
dentro del cual se puede adoptar una postura.

Las personas pueden percibir que su identidad está definida por algunos compromisos morales o espirituales, o
por la tradición a la que pertenecen, que constituye el marco dentro del cual determinan su postura sobre el bien
y el mal, por ello piensan que si pierden esa identidad quedarían a la deriva, no sabrían el significado de las
cosas. Esta situación de incertidumbre se conoce como crisis de identidad, producida por la falta de orientación
sobre el lugar en el que está el hombre, sobre la distinción entre el bien y el mal. Por lo tanto la identidad va
unida a una orientación, un espacio moral, que es necesario para poder comprendernos a nosotros mismos, para
poder responder la pregunta ¿quién soy yo?, por esto el hombre debe saber donde se encuentra, de allí que la
orientación sea fundamental, en tanto que define la identidad. Por lo tanto, es importante la orientación moral
porque constituye el espacio que define los marcos referenciales.

La identidad es algo a lo que se debe ser fiel, su papel es orientarnos, darle sentido a las cosas, nos permite
distinguir y valorar, por lo tanto no es posible como lo dicen los naturalistas, deshacernos de los marcos
referenciales. El supuesto naturalista estaría equivocado, porque se basa en la acción humana, desde donde se
responde la pregunta ¿quién soy yo?, sobre la base de los deseos, los gustos, las aversiones, siendo entonces los
marcos referenciales cosas que inventamos pero que no dan respuesta a nuestros interrogantes. Sin embargo,
según el autor, la identidad indica que la cuestión del marco referencial a adoptar es parte de la acción humana
de existir en un espacio donde se valora antes de elegir aleatoriamente, y en el caso de los naturalistas, la no
presencia de marcos referenciales implica que se trata de una persona dominada por una crisis de identidad, que
no tendría sitio en el espacio en el que nos encontramos, se trataría de un caso patológico. El autor se opone a la
tesis naturalista porque la base para aceptar cualquier teoría, es que ellas tienen sentido para nosotros,
aprobando la existencia de marcos.

El autor también trata el tema de la conexión entre la identidad y el bien. Se habla del ser humano como un yo,
refiriéndose a seres con identidad o que por lo menos luchan por conseguirla; tener un yo significa no solo poder
dirigir sus acciones de forma estratégica y conforme a ciertos factores, eso hace parte de lo que significa tener
un ego, dicha capacidad estratégica requiere de conciencia reflexiva; para el ego no es esencial orientarse en un
espacio de interrogantes sobre el bien que se encuentra en algún lugar en el espacio de esos interrogantes, por el
contrario el ego freudiano es más libre y más capacitado para ejercer el control. El ego o el yo es la imagen que
la persona tiene de sí misma, y que busca que se vea como una imagen favorable ante los demás, sin embargo,
esta importancia de la imagen no se relaciona con la identidad, porque no se toma como algo esencial de la
personalidad humana, por el contrario se considera la debilidad del ego.

La noción del yo que se relaciona con nuestra necesidad de identidad refleja la imposibilidad de mantenernos sin
ninguna orientación al bien, la identidad está definida por la forma en que las cosas son significativas para el
hombre, la identidad se elabora en un lenguaje de interpretación aceptado como valido; el yo esta constituido en
parte por sus auto-interpretaciones que no son siempre explicitas, y el lenguaje aceptado articula las cuestiones
del bien pero no articula lo que damos por sentado al utilizar dicho lenguaje. Es en el caso del yo que el lenguaje
que nunca se puede hacer totalmente explicito, es parte del objeto estudiado, por ello el lenguaje solo existe y
permanece en una comunidad lingüística, y por eso el yo "es yo" si existe en un medio de personas que lo
rodeen.

Entonces para responder ¿quién soy yo? debo saber que hago de mi mismo, encontrando el sentido original en el
intercambio entre hablantes, es decir que se define el yo definiendo el sitio desde donde hablo, y el espacio de la
orientación moral y espiritual dentro del cual existen este intercambio. Por lo tanto, el autor concluye que no
habría forma de ser introducidos a la personalidad si no fuera por la iniciación del lenguaje.

El impulso hacia una visión original debe situarse en relación con el lenguaje y la visión que tienen de mí los
demás. Históricamente, existe una diferencia entre una situación en la que decido mi postura con la
conversación, o en el caso en que confió en una comunidad de almas gemelas que avalan las opiniones, dado
que el pensamiento y el lenguaje indican que se está en contacto con la misma realidad que percibimos
claramente. El autor afirma que esta conversación ya no será solamente con los vivos sino también con los
muertos (antecesores) o los dioses. Por lo tanto, somos iniciados en el lenguaje y se nos traslada a ver las cosas
como las ven nuestros antepasados, pero es posible que nos desviemos de esta visión, por la relación con
aquellos interlocutores ausentes, por los interrogantes sobre el recuerdo de alguno de ellos.

El desarrollo del individualismo extremo, ha traído ciertas visiones de la identidad personal y del lenguaje que lo
han perdido completamente de vista, de allí que se hable de un lenguaje privado. Una imagen habitual del yo se
fundamenta en querer ignorar que hacemos parte de la interlocución, es una postura independiente que busca
demostrar que estamos fuera de la condición de interlocución y que por lo tanto tenemos una independencia
ontológica, sin embargo esto no cambia la dependencia que tenemos a la interlocución, solo cambia la naturaleza
de dicha dependencia. Cada hombre puede adoptar su propia postura pero esa posibilidad de hacerlo se enmarca
en la tradición, la independencia entonces se halla en el intento de las personas por expresar su individualidad.

El autor defiende que la orientación no es un asunto opcional, porque los bienes por los cuales se define la
orientación espiritual son los mismos por los que mediremos el valor de nuestras vidas, ambas cuestiones van
unidas, parten del mismo eje y por eso se habla del valor de la vida como la cuestión de nuestra ubicación en
relación al bien. Esta aspiración al significado de la vida está conforme a las aspiraciones a ser mejor, y esa
búsqueda del mejor ser es la inmortalidad, inmortalidad que ha adoptado otras formas (fama, riqueza, etc.). Se
aspira a que seamos capaces de ordenar nuestras vidas, lo cual se percibe como anhelos de la vida humana en
relación al bien, se trata de la lucha entre el bien y el mal. No podemos dejar de tener una orientación al bien, si
lo que queremos es darle sentido a nuestras vidas, para tener una identidad y entender la vida como una historia,
donde si queremos saber quienes somos, debemos saber cómo hemos llegado a ser y hacia dónde vamos, por eso
es importante el papel de la narrativa , a través de ella determinamos lo que somos, y porque hemos llegado a
ser; la narración de cómo llegamos al lugar donde estamos conduce a concluir que la orientación al espacio
moral se asemeja a la orientación al espacio físico. Para saber mi lugar en relación al bien, primero debo tener
una compresión narrativa de mi vida y según eso proyectar una vida futura.

El autor se refiere a la definición del yo neutro propuesta por Locke, que se encuentra fuera del alcance de
cualquier marco referencial y nos devuelve a la teoría naturalista, dado que en este caso, la única propiedad
constitutiva del yo sería la autoconciencia, por lo tanto la elección que hacemos de objetos depende de los
intereses e inquietudes que les atribuimos; sin embargo, el autor afirma que no podemos pensar de esta manera,
porque el sentido que tenemos de sí mismos es el de un ser que "crece y deviene", y por lo tanto solo podemos
conocernos a través de nuestra historia, vinculando la narrativa. En conclusión, el autor señala "las distinciones
cualitativas que definen nuestra identidad proporcionan razones para nuestras creencias éticas y morales".
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Taylor presenta la relación entre identidad y moral, a través de la afirmación de la existencia de unos marcos
referenciales, que considero estan ligados a la tradición de nuestros antepasados que ha marcado el camino del
bien sobre el cual el hombre debe construir su propia identidad. Pero este sentido de moral, se encuentra más
relacionado con el objetivo del hombre de hacer las cosas bien, de lograr una superioridad, de tener una vida
buena, del ser mejor, y para ello aparta nuestros deseos, limitándolos a una serie de "marcos" ya establecidos que
guían nuestras vidas, y por lo tanto nuestra identidad debemos construirla en torno a dicho marco establecido,
porque la tradición le da sentido y explicación a la distinción entre lo bueno y lo malo, aun cuando queramos ser
independientes y buscar las repuestas por nuestros propios medios. Esto se da específicamente, porque vivimos
en comunidad, lo que implica la existencia de normas que han sido forjadas a lo largo de la historia, y que ha
sido la construcción de nuestra propia historia, porque nos ha brindado las herramientas para entender quienes
somos.

Con esta lectura de nuevo se atrae la atención sobre el lenguaje, pero ahora su importancia radica en la definición
de la identidad del hombre, porque para conocernos a sí mismos necesitamos saber lo que piensan los demás de
nosotros, y para ello debemos comunicarnos a través del lenguaje, de la conversación, y esto nos permite definir
dicha individualidad y guiar el camino hacia lo bueno. Para Taylor no es posible construir la propia identidad por
sí mismo, sino que por el contrario, es el resultado de un proceso de interacción social que se ha desarrollado a lo
largo de la historia, y es por esto que debemos explorar la interlocución, por lo tanto, para responder a la
pregunta ¿quién soy yo?, no se trata solo de que nosotros nos interroguemos a si mismos, a través del recorrido
de nuestra propia historia, sino que también necesitamos que otros nos hagan esa pregunta, por eso el yo no
existe sin ellos, necesitamos identificarnos como hombres pertenecientes a una sociedad y para ello necesitamos
de otros que nos describan e incluso que nos contribuyan a la formación del bien a través de sus
cuestionamientos, de allí la importancia del vinculo con los demás, y del regreso a nuestros antepasados para
responder a ciertas preguntas que puedan definir nuestra identidad.

No obstante, la inquietud surge en cuanto a comprender si la identidad es algo propio, único, parte de la
individualidad del hombre, ¿por qué recurrir a otros para que nos ayuden a conocernos a sí mismos?, ¿esto no
debería ser un proceso de auto identificación?; la verdad son dudas que surgen en el transcurso de la lectura pero
que apuntan hacia la importancia de que vivimos en sociedad, y por lo tanto, nuestras vidas no pueden ser
independientes a lo que pasa en ella, nuestra identidad es nuestra imagen, y por ello necesitamos saber lo que
piensan los demás, necesitamos que otros nos describan para definir nuestra personalidad.

Después de realizar la lectura de Taylor, queda por concluir que la identidad del ser humano se define como un
posicionamiento dentro de un horizonte moral, que constituye la conciencia de saber en dónde estamos situados,
y desde dicho conocimiento debemos ubicar el punto al que queremos llegar para ser mejores, pero esa
construcción del futuro solo se da, si conocemos nuestra posición actual, porque es esto lo que nos permite
decidir, o emprender acciones; si estamos a la deriva, difícilmente podremos mirar hacia el futuro con claridad.
Además, Taylor nos muestra que la vida del hombre gira en torno a la búsqueda del bien y de esa posición
superior que nos permita ser mejores, por ello cada individuo tiene su propia identidad, porque cada uno define
lo que quiere para si mismo, define sus prioridades, por lo tanto, podría decirse que la identidad del hombre se
define con respecto a sus metas, la realización hace parte de la identidad del hombre.

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