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LA FLOR DE OLIVO

TEXTO DE SOLAPA (texto final)

Luis Espinoza Medina, Quevedo diciembre doce de 1961, activista


cultural, su vida transcurre entre el periodismo alternativo y la poesía
liberada. Poeta testimonial y juglar libertario, su poesía ha sido
considerada como poesía liberada, su obra es difícil definir con exactitud,
a no ser que la encuadremos dentro de las dotes más actualizadas de la
vanguardia social.

Autor del libro Canto Al Pueblo (poesía 1998)

Autor del libro Plegaria desde el Vientre (poesía 2002)

Autor del libro más allá del Silencio (poesía 2008)

Autor del libro Más Allá del Silencio (segunda edición (poesía 2012)

Autor del libro Chico Grande (testimonio de un viejo sicario 2016)

Coordinador general de la revista Avance Internacional

Director general de la revista Fogata

Director general de la revista Identidad

Director general de la revista Destinos Turísticos del Ecuador

Conductor de la Hora del Comandante (entrevistas por radio y televisión)

Afiliado a UNP y a la Federación de Periodistas del Ecuador

Miembro de la Federación de Artistas Profesionales del Ecuador FENARPE

Mimbro de la Sociedad de Periodistas y Escritores Turísticos del Ecuador


SPETE

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Ha escrito crónicas y reportajes en los principales diarios y revistas del
país, guionista y realizador de documentales para la televisión
Ecuatoriana.

Corrector de estilo y editor de un medio centenar de libros de autores


contemporáneos.

En definitiva estamos frente a la obra de un escritor que desde muy joven


se tomó por asalto la palabra escrita, para rendirle un homenaje de amor
a la vida a pesar de la muerte.

LA FLOR DE OLIVO
Autor: Luis Espinoza Medina.

COMENTARIO
En éste libro Luis Espinoza Medina, nos muestra su
capacidad expresiva, ágil dominio de la palabra. Su
extraordinaria imaginación le permite manejar al
personaje con pasión, solvencia literaria y prosa
La Flor de Olivo es una obra inquietante, grandiosa y
conmovedora, un libro para ser leído letra por letra, con

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ansiedad de saber qué sucedió en las líneas siguientes y al
mismo tiempo con el temor de no saber, para que no se
rompa el encanto.
Leyendo éste libro también se aprende para no olvidar
jamás, que sólo deberían leerse los libros que nos obligan
a releerlos.
Ojalá podamos leer este libro al revés y al derecho para
recitar de memoria la aventura de vivir y recrear la
nostalgia humana.

Jorge Elías Cifuentes


ESCRITOR CUBANO

INTRODUCCIÓN
Carlos Francisco Olivo Castillo es un hombre de un metro
setenta y ocho centímetros de estatura, piel bronceada,
cabello corto, ojos diáfanos y pómulos duros con pinta de
boxeador. De alma noble y con la suerte de haber leído
todos los libros que debía leer.

Puede perder la paciencia, pero jamás su temperamento,


ni el buen sentido del humor, conversador infinito de

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inteligencia deslumbrante, locura bendita y alegría
sagrada.

Olivo, a veces para no aburrirse ni perder el derecho a la


alegría, nos lleva con su diálogo por el territorio del
humor, imagina realidades inverosímiles que termina
creyéndose y haciéndome creer.

Las conversaciones profundas con el maestro sobre todo


lo habido y debido, fluyen durante horas, días y semanas
enteras sin beber nada más que un buen café caliente de
aroma penetrante que inunda la casa, comiendo a cada
rato y con miedo a que la vida no nos alcance para todo
lo que todavía nos falta por hablar, con el corazón
alborotado por los muertos en pandemia, pero felices de
estar vivos.

Jesús tú que llevas el trigo en la alforja de los días, hazte


pan en la mesa de todos y cuéntame de esa otra vida que
el poeta no entiende.

EL AUTOR

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UNO

Los cantones Valencia y La Maná están circundados por


el río San Pablo, en cuyas aguas ha caído un fragmento
del corazón de Dios, que nos habla en oleajes de
eternidad bajo este cielo inmenso que a veces nos
desampara.

“Soy Francisco Carlos Olivo Castillo, nací en Valencia el


30 de mayo de 1951, el hijo mayor de Carlos Olivo, mi
padre era de Macuchi, la tierra de oro, mi madre Santa
Castillo es de La Ría, un pintoresco sector de Cojimíes,
colonizado por pescadores de langostino, orgullosa de ser
manaba de raza negra. Dicen que mi abuelo materno era
colombiano y mi abuela cubana, de mis abuelos paternos
se muy poco, según cuentan mi progenitor, mis tíos
Efraín, Carlota y Rubén Olivo, no fueron reconocidos por
su padre. Mi abuela se llamaba Isabel Martina Olivo, una
mujer guapísima, sana y fuerte, posiblemente la mataron
por envidia, la encontraron sin vida en el arroyo”.

El padre de don Francisco Olivo fue minero en Macuchi


donde trabajó como ayudante de geología, rompía las
rocas a punta de cincel y combazos. El trabajo era duro
en las minas, había que rasguñar la tierra tras el embrujo

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del oro, platino, cobre y plata que la Cotopaxi
Exploración Company se llevó por toneladas. Aún persiste
la contaminación de arsénico y cianuro, las aguas del río
Pilaló desembocan al San Pablo, heridas de muerte por el
dolor de una tragedia ambiental.

Mucho de Carlos Olivo se quedó en Macuchi, en Valencia


y La Maná, donde no solo dejó la huella, sino la piel, los
huesos, su alma y su propio corazón.

“Mi padre era como un poso repleto de sabiduría, me


iluminó con sus concejos, me contagió de su adicción por
los libros y enciclopedias, fue un lector empedernido,
leíamos sin tomar aliento, hasta cuando nos alcanzaba la
luz, cantaba muy bien los tangos de Carlos Gardel.
Fuimos tres hermanos Olivo, Fanny Azucena, Juan Fulton
y yo. Mi hermana era una niña preciosa, blanca igual a
mi padre, murió de una rara enfermedad a los cuatro
años de nacida, nos dejó una inmenso vacío que aún
perdura hasta hoy que estoy viejo. Me destaqué como

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buen estudiante y atleta: declamé, bailé, canté valses,
boleros, pasacalles, sanjuanitos, pasillos y albazos sin la
necesidad de los aplausos”.

La poesía es un rayo de luz, un amoroso temblor, un


ritmo íntimo. “En la biblioteca de mi padre leí poemas de
Neruda, Juan Montalvo, Leonardo Fabre y otros poetas,
aprendí algunos poemas que recité de memoria en la
escuela, escribí algunas cartas de amor.

Papá fue un hombre bueno y estricto, a veces me


castigaba con pijamas de café, un látigo de vegetal fibroso
y flexible, conocido como canilla de venado. Nunca le
faltaba un buen fuete de cuero con dos patas, cuando me
castigaba por culpa de mi hermano Juan, de pura rabia
ante la injusticia, afilaba bien mi machete y me iba a la
montaña en busca del tigre para pelear, tres veces lo tuve
bien cerca, pero se iba por mi adrenalina.
Paradójicamente cuando no lo buscaba el tigre se
asomaba, un día detectó mi presencia y se fue despacio
río arriba. Otra vez el tigre se encontraba en posición de
cacería, al detectar mi presencia salió en precipitada
carrera. Otra ocasión, mientras me encontraba a orillas
del río llenando unos globos para jugar carnaval, por
instinto de supervivencia me escapé de una serpiente
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bien grande, cuando la culebra sacó la cabeza del agua
salí pisado, mi curiosidad fue tan grande y después de un
rato salí a mirarla, pero ya no estaba”.

Aunque parezca increíble, muchos longevos coinciden en


afirmar que en aquellos tiempos, había serpientes hasta
de dos cabezas.

“Papá y mi tío fueron sembradores de banano, yuca, maíz,


y cítricos en el recinto La Experiencia, los cultivos de ciclo
corto eran para ellos y las plantaciones perennes para el
dueño de la tierra. Cuando mi padre salía de compras, se
transportaba en su burrita llamada Flores Negras, en
ocasiones le cogía la anoche; entonces, con mi tío Efraín
salíamos a su encuentro, primero llenábamos una botella
blanca con luciérnagas para alumbrarnos en la oscuridad
del camino. Para capturar las luciérnagas hacíamos un
sonido bucal y aplaudíamos, llegaban en abundancia. A
veces un retazo de luna nos permitía observar con
claridad meridiana el sendero que muchas veces
recorrimos y que llegamos a conocer de memoria. El
camino se confundía con los matorrales y el pantano, por
todo lado había vertientes de agua y esteros que impedían
el paso, especialmente en las noches.

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Nuestra primera casa en la montaña fue un pequeño
rancho rústico, construido sobre las bambas de un árbol
enorme, con paredes de madera y pambil, piso de tierra
limpia y techo de bijao para guarecernos de las
torrenciales lluvias”. Llovía como si estuvieran lavando
el cielo, como si una mano gigante exprimiera las nubes.
Llovía hasta por encima del sol, hasta el arcoíris salía en
blanco y negro. El viento doblaba los arboles sin
lastimarlos.

“La tempestad eléctrica durante la noche era


impresionante, como si el cielo se partía en mil pedazos,
vi caer un rayo en el estero donde un cardumen de damas
grandes había llegado a desovar, era una descarga
eléctrica de gran intensidad con miles de voltios. Con
solo mirar el cielo pude darme cuenta que la lluvia no
tardaría en llegar, observé también una zeta grande que
se desprendía del firmamento. Confieso que ese día tuve
miedo.

Solo con tirar un atarrayaso teníamos boca chicos hasta


para regalar. Mi padre y mi tío Efraín se encargaban de la
cocina, bastaba con tirar el anzuelo para llevar un buen
pescado a la mesa, jamás nos faltó comida, había carne de

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monte en abundancia, nadie se acostaba a dormir con el
estómago vacío”.

DOS

“La separación de mis padres, según tengo entendido fue


por problemas raciales, pero en mi mente y en mi
corazón no hay rencor, jamás olvidaré que un familiar
muy querido, decía - en mi familia no hay negros, para
colmo yo era uno de ellos, el más prieto de la familia. Yo
soy el negro Olivo”.

Frente aquello, es menester recordar a Nelson Mandela,


abogado y político activista sudafricano que luchó toda su
vida, contra el Apartheid para lograr la igualdad.

El Apartheid, fue un conjunto de leyes discriminatorias


contra los negros de Sudáfrica que otorgó privilegios a la
minoría de la población blanca durante más de medio
siglo.

Nelson Mandela, vivió encarcelado durante 27 años,


múltiples jornadas de protesta en todo el mundo abogaron
por su liberación hasta que fue excarcelado en 1.990. Por
su lucha a favor de los derechos humanos. En 1993
Mandela recibió el Premio Nobel de la Paz, un año
después se convertiría en el primer presidente negro de

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Sudáfrica. Mandela murió en el año 2013, el mundo
entero lo recuerda con reverencia y admiración por su
lucha frontal contra el racismo, la máquina del miedo.

“Aunque me dijeran negro yo no me enojo por eso,


porque negro tengo el cuero, pero blanco tengo el hueso”.

No es posible voltear la página sin antes hablar también


de Martin Luther King, el pastor evangélico
estadunidense que luchó por alcanzar la plenitud de
derechos civiles para la gente de raza negra.

Su acción no violenta, inspirada en el ejemplo de Gandhi,


movilizó a la comunidad en la histórica marcha
denominada Tengo Un Sueño que congregó a 250.000
manifestantes. Allí, al pie del Lincoln Memorial, Martin
Luther King pronunció el más célebre y conmovedor de
sus discursos, por un mundo justo.

Pese a las detenciones y agresiones policiales o racistas, el


movimiento por la igualdad fue arrancando sentencias
judiciales y decisiones legislativas contra la segregación
racial, y obtuvo el aval del premio Nobel de la Paz
concedido a King en 1964. Lamentablemente, un destino
funesto parece arrastrar a los apóstoles de la no violencia.
Al igual que su maestro Gandhi, Martin Luther King cayó
asesinado cuatro años después.

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“Fuimos tres hermanos Olivo, Fanny Azucena, Juan Fulton
y yo. Mi hermana era una niña preciosa y blanca igual a
mi padre, murió de una rara enfermedad a los cuatro
años de nacida, nos dejó una inmenso vacío que no se
llena con las lágrimas y perdura hasta hoy que estoy
viejo. Hay recuerdos relacionados con las fiestas
patronales de Valencia, las bandas de pueblo me aturdían
con el ruido, me asustaba, como todo muchacho travieso
sacaba fuerzas de dónde no había, me desquitaba
metiéndoles pequeñas piedras y basuras en la bocina de
las trompetas, de los saxos y trombones. Cuando la banda
sonaba mal, los músicos se daban cuenta de mis
travesuras y gritaban - fuera de aquí negro mocoso -
todos los de la banda eran serranos, nunca me pudieron
alcanzar, les dejaba el polvo.

TRES

“A los tres años de trabajo como sembradores, mi padre


entregó el cultivo de La Experiencia y nos fuimos a Santa
Cruz, hicimos una casa de pambil con techo de bijao. Ahí
fue donde mi padre ganó dinero, compró veinte cuadras
de terreno y empezamos a sembrar para nosotros. Crecí y
trabajé junto a mi padre hasta el fin de sus días.

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Por costumbre, cada fin de año matábamos cuatro
gallinas criollas, las cocinábamos enteras, bien aliñadas y
las asábamos al carbón, con las patas y vísceras, hacíamos
un buen caldo de menudencia para degustar con la
exquisita gallina amarillada.

Siempre hemos comido bien, cuando era gallina


usábamos una bajilla grande y ovalada, pero cuando se
trataba algo normal nos servíamos en bajilla pequeña.
Nunca faltaba un buen jarro de chocolate con leche,
colada o jugos de frutas. Incluso mi vaca, daba hasta seis
litros todos los días, calmaba la sed tomando leche en vez
de agua.

Tuvimos un buen lote de unas trescientas gallinas


criollas, comíamos aves de corral pasando un día, la dieta
la complementábamos con pescado de río y carne de
monte. No me olvido que mi hermano Juan Fulton
andaba tras las aves, huevo que ponían, huevo que se
comía crudo en ese mismo instante, tenía los cachetes
colorados como serrano, por eso es un hombre fuerte.
Actualmente trabaja de minero, sabe hasta cuándo las
rocas se van a desprender de la tierra y también donde
hay oro, sin embargo, no ha tenido suerte como buscador
del preciado metal.
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A los doce años tuve la misma fuerza que un adulto,
trabajaba abriendo surcos, deshierbando el desmonte,
tirando machete, sembrando y cosechando, no
cobrábamos nada, el esfuerzo valía la pena, trabajábamos
para el futuro de la familia, así era antes. Un día a punta
de hacha y machete, hice mi propio desmonte, la tierra
generosa me dio unas inmensas mazorcas de maíz, con la
cosecha tuve plata para comprar mi primera bicicleta
Peugeot de procedencia francesa con tensores y cambio
de velocidad, un verdadero lujo en aquel tiempo cuando
los niños jugábamos al chofer, corríamos pata al suelo
tras una llanta vieja que hacíamos rodar a toda madre.

Al tío Efraín lo sigo queriendo y recordando igual que a


mi padre, de estatura pequeña, blanco, cabello negro
ligeramente crespo y guapo, el corazón se me hace
chiquito cada vez que lo recuerdo, No olvido que me
visitaba en el taller para ver como estoy - metía su mano
al bolsillo - sacaba dinero y me decía - toma Francisco,
mis argumentos de ya soy grande y trabajador no tenían
importancia para el tío - no te estoy preguntando nada -
recibe por favor, no era un hombre rico pero le sobraba
voluntad y cariño.

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Cuando estuvo locamente enamorado de una muchacha
en La Colonia, escribió una carta y me pidió que se la
entregue a mi compañera de aulas, hermana de la chica
que lo había flechado.

Me es imposible dejar de reírme cuando se me viene a la


memoria esa noche que simpáticamente vestido como
para un concierto sinfónico de Mozart: camisa blanca,
pantalón negro de lana, marca casimir, salió de serenata
con dos músicos contratados para la ocasión, al término
de la primera canción se dieron cuenta que dos grupos
más de artistas entonaron las guitarras para darle
serenata a la misma chica. El padre de la muchacha soltó
su manada de perros bravos y todos los pretendientes
salieron en precitada carrera. El tío, llegó a casa con el
clavijero de la guitarra en sus manos, el resto del
instrumento quedó destrozado entre los matorrales
difusos. Lo peor fue que el pantalón negro de lino, en vez
de negro se puso verde por los cadillos que nos tocó
sacar uno por uno durante todo el día siguiente.

El tío se casó con Clara Noemí Nieto, fue padre de cinco


hijos: Fanny, Efraín, Isabel, Samuel y Antonio, sus huesos
ya forman parte de la tierra.

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Siempre trabajé junto a mi padre hasta cuando se
enfermó de Parkinson, alzhéimer y otros males que poco
a poco le fueron quitando la vida. Fue terrible cunado mi
padre falleció, me quedé solo en la finca durante unos
cinco años, mi hermano se había ido de la casa antes de
que mi padre muera”.

Olivo, lloró en una esquina de la casa hasta quedarse sin


lágrimas, las luciérnagas y los pájaros lloraron. Las aves
detuvieron sus piruetas y aún sigue llorando el cielo, con
una lluvia entre húmeda y reseca que dejó fundida en la
montaña, la mancha roja de su raza blanca y negra. “La
vida si él no fue igual, los mejores momentos los viví
junto a mi padre. Ya se había hecho la desmembración
del terreno que le correspondía a mi hermano y a mi tío,
me quedé con los animales y con ocho cuadras que por
un error vendí en trescientos mil sucres. Había buena
madera: moral fino, guayacán, Fernán Sánchez y laureles.
No sabía lo que estaba haciendo en ese momento de dolor
y desesperación, era una tierra hermosa y fértil,
prácticamente la regalé, el comprador solo con la venta
de la madera recuperó la inversión. Con decirles que esa
finca, a estas alturas del tiempo ya debió pasar por unos
seis dueños. Toda mi plata de la herencia que me dejó

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papá la invertí en herramientas para el taller, las guardé
y me fui al oriente a trabajar, necesitaba salir y
capacitarme un poco más.”.

Las lágrimas son como la semilla que producen una


genuina cosecha de alegría.

Mi hermano era un poco farrero, con la parte de su


herencia se compró casa y carro pero después de un
tiempo se quedó sin nada. Un día le propuse que
trabajemos juntos pero no quiso, tal vez pensó que yo
quería controlarlo y administrar su vida. Pero lo más
importante de todo es que tenemos una excelente
relación de hermanos.

Antes de vender la finca trabajé como ayudante de los


hermanos Julio César y Nelson Mena, con ellos aprendí
un poco de mecánica industrial.

CUATRO

El primer instructor de Francisco Olivo fue don Rafael


Segovia, popularmente conocido por todos como el
adivino, primer mecánico automotriz del pueblo. El
maestro vino desde Pujilí y se radicó hasta el fin de sus
días en la tierra de encantos que le ofreció trabajo y
futuro. Bebía como si no fuera con él.
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“Recuerdo cuando como si fuera ayer cuando el adivino
dejó a un lado el motor que estaba reparando y me
enseñó el arte de soldar con autógena. Era un buen
maestro, con solo encender el motor de un carro
detectaba el daño, a veces usaba una manguera para
escuchar de mejor manera el sonido. Por eso fue que le
apodaron el adivino, en realidad el hombre sabía su oficio
- Olivo no estarás copiando mis términos – decía en
broma. Soy un hombre agradecido por sus sabias
enseñanzas, pero nunca me gustó la mecánica
automotriz, conozco los motores, pero me especialicé en
lo industrial. Durante un año estuve en el taller del
adivino a cargo de la sección soldadura”.

La mayoría de los mecánicos comentan que el adivino


tuvo varios accidentes de tránsito, el más espectacular fue
a la altura de La Unión, perdió el control del vehículo y
dio tres vueltas de campana. “Era difícil saber cuándo el
maestro estaba entonado, nos dábamos cuenta de su
plutera por su modo de acelerar el motor. Un día salimos
rumbo a Quevedo en un Jeep a toda madre, el adivino
aceleró desde el taller hasta la curva del Triunfo, de ahí
en adelante nos fuimos despacito. Muerto de risa me dijo
- los tontos de La Maná han creer que el adivino se

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mató - el adivino nunca muere” comenta olivo y celebra
las anécdotas con su característica carcajada. “En
Quevedo, Segovia habló con varios mecánicos y de
regreso otra vez aceleró desde la gasolinera hasta el patio
de su taller”. El maestro adivino, no murió por causa de
los accidentes de tránsito, cuentan que un día se tiró
sobre un montón de lastre desde el segundo piso de su
casa gritando – el adivino nunca muere. No murió por el
golpe de la caída, se le explotó la úlcera que tenía
inflamada por exceso de alcohol. Dejó de existir en la
puerta de entrada a un consultorio médico en Valencia.

“Hasta el día de hoy agradezco sus sabias enseñanzas,


nunca me gustó la mecánica automotriz, conozco los
motores, pero me especialicé en lo industrial”

Lo cierto es que el Adivino salía en su carro a velocidad


de locos, con el riesgo que la funeraria Mullo, coloque
una valla grande a la salida del pueblo con el anuncio
inspirado por el humor de la muerte – no corras que
nosotros te esperamos.

CINCO

“Don Segundo Ulloa, tenía una pequeña fábrica de


bloques y tubos ornamentales, con él trabajé algún

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tiempo, recuerdo que al saludar con el hombre había que
sobarse los dedos, tenía una de la mano de hierro y era
miembro de la junta parroquial de La Maná. Un día le
pedí que me permita trabajar para el pueblo.

Gracias al señor Ulloa me dieron el cargo de panteonero


con el sueldo de veinte sucres mensuales, el trabajo
consistía en cuidar el panteón y hacer las fosas para
enterrar los muertos. Al abrir la primera tumba me sentí
con los nervios alterados, hasta más arriba del cerro se
escuchaban los latidos de mi corazón, me fui
acostumbrando poco a poco y perdí el miedo, me
quedaba dormido sobre alguna bóveda, a la hora que
despertaba me iba a la casa dejando bien limpio el
cementerio, contento porque los dolientes me pagaban
diez sucres por enterrar adultos y cinco por cada menor
de edad, más los veinte sucres por el mes de trabajo, no
era malo”.

Por esa cantidad de plata mucha gente es capaz de


enterrar a los muertos que no se han convertido en
cadáveres todavía.

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Para Olivo la muerte es un fin natural que le sucede a la
humanidad. Las delicias del cielo y los tormentos del
infierno son lecciones que aprendió en la biblia.

El dolor de vivir y la tragedia de morir esconden una


magia poderosa, un luminoso misterio que redime la
aventura humana.

¿Qué significa para usted el cementerio?

El lugar donde reposan los muertos con su cuerpo inerte”

¿Cuántos muerto enterró?

“No tengo ni idea, pero fueron muchos, cuando la gente


no se moría me sentía un poco triste, en el mejor sentido
de la palabra. Si moría un amigo, con mucha tristeza
hacía mi trabajo y cobraba. Lamento que haya muerto
tanta gente por el Covid, es la hora de construir un nuevo
cementerio, ya no hay dónde enterrar a nuestros muertos.
Sin gobierno y sin vacunas estamos desprotegidos, no hay
sala de velaciones, ni servicio de cremación. El estado
incapaz no pudo ni siquiera enterrar dignamente a
nuestros muertos. El problema de la pandemia no se
resuelve con estados de excepción. El coronavirus, la
corrupción y la pandemia política nos están matando”.
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¿Qué piensa sobre la profanación de tumbas?

“Donde está enterrado un verdadero cristiano nadie


puede profanar su tumba, sus huesos están protegidos
por el todo poderoso hasta el día de la resurrección”.

¿Los muertos penan o no?

“Eso no lo puedo confirmar, pero lo que sí puedo decir es


que los espíritus inmundos o los ángeles caídos se hacen
pasar por muertos”.

¿Qué significa el luto para usted?

“El luto se guarda en el corazón, no es lo mismo que


vestirse de negro”.

“Después de haber trabajado un largo tiempo en el


cementerio, los dirigentes de la junta parroquial, a pedido
del señor Ulloa, resolvieron contratarme como cobrador
del pontazgo para recaudar dinero y reparar las bases del
puente sobre el río San Pablo, tuve que pararme fuerte, se
cobraba tres sucres por cada camión y dos por los
vehículos pequeños. Cuando un señor no quiso pagarme
tuve que ponerle una llave en el cuello, con intención de
tirarlo al río, asustado sacó la plata y me la dio. Para no

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hacerme problemas yo entregaba el recibo con la firma
del tesorero y del presidente, nunca me faltó ni sobró la
plata. A las personas que no aceptaban el recibo, les
anotaba el nombre y el número de placas, me supe ganar
el aprecio, la confianza de la autoridad y el respeto de la
gente del pueblo”.

SEIS

El trasnochado ex presidente Galo Plaza Lasso, un día


tuvo la desfachatez de decir el oriente es un mito. Sin
embargo, para Olivo, la Amazonia fue todo lo contrario,
porque las empresas petroleras donde trabajó, le
permitieron desarrollar su capacidad y destrezas en todo
lo relacionado con la soldadura y la mecánica industrial.

“Mi primer trabajo en el oriente fue de llantero para una


empresa subsidiaria de la Corporación Estatal Petrolera
Ecuatoriana, jamás había parchado ni la llanta de la
bicicleta, tuve suerte porque el ingeniero de planta me
preguntó - cuantos años había trabajado - mi respuesta
fue que toda la vida. Mi padre me enseñó a decir la
verdad, no mentí, jamás he mentido el ingeniero pensó

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que yo había trabajado toda la vida de llantero y eso no
era cierto. La verdad es que eso me ayudó a firmar
contrato con la empresa Condex, me mandaron desde El
Coca a Lago Agrio”. El viaje era por una carretera
resbalosa y estrecha, pintada con el petróleo negro que
sale de las entrañas de la tierra y fluye por una tubería
también negra como una boa gruesa y caliente, hasta la
refinería Esmeraldas. “Después de pasar la gabarra en el
rio Aguarico, como a las diez de la noche llegué al
campamento de la compañía, donde recibí herramientas,
ropa, zapatos de trabajo y útiles de aseo. “Esa noche no
puede dormir ni un segundo ya que al día siguiente me
bautizaba de llantero, la verdad es que de llantas sabía
menos que de Taekwondo. A las dos de la mañana me fui
al taller para practicar parchando unos tubos viejos. El
quinto parche me quedó bien pegado, eso me sirvió para
pasar la prueba y quedarme trabajando. A las seis de la
mañana me vinieron a ver para que arregle las llantas de
una motoniveladora, un ayudante que resultó ser medio
lento, pero sabía hacer muy bien su trabajo, fue mi
instructor en ese oficio. Tuvimos dificultad para despegar
una llanta del aro, a mi asistente le hacía falta la fuerza
que me sobraba, de todos modos le pedí jabón y un poco

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de agua para aflojar el neumático, los combazos a veces
pegaba en el disco, hasta que saqué el tubo.

El día que me tocó soldar el guardachoque de una


volqueta me cogió el arco eléctrico, cuando llegaron los
soldadores que ya eran mis amigos se dieron cuenta que
faltaba el acabado, sin embargo, la obra no quedó mal.
Así fui metiéndome poco a poco en el mundo de la
soldadura.

Después me enrolé como soldador en la compañía


Técnica de Construcciones, donde soldé de todo. Como la
paga no era buena, me pasé al Cuerpo de Ingenieros del
Ejército donde humildemente me convertí en jefe de los
soldadores. No miento si les dijo que un trabajo que
normalmente se hacía en una semana, me demoraba dos
días, Había obreros vagos que se ganaban la plata sin
hacer nada. El jefe de planta calificó a mi grupo como -
los seis de la fama. Ayudábamos a embarcar y
desembarcar tubería, con Guincha o manualmente. Todo
lo hacía rápido y bien, me sobraba fuerza.

Un día le dije al ingeniero que por justicia yo debía


ganar un poco más, revisaron la nómina, subieron el
sueldo a los viejos trabajadores pero a nosotros los nuevos

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nada, el ingeniero se comprometió a revisar mi caso. Me
porté como un estúpido engreído y me fui, los otros
compañeros que se quedaron están súper bien, con casas
y mansiones en Quito. En las empresas petroleras la
burocracia es parte del festín del petróleo, cobra sin hacer
nada.

Después de un tiempo fui contratado por la compañía


CEPA en la provincia del Oro, a los pocos meses de
trabajo hubo huelga de obreros en la cual no participe
por ser empleado nuevo. Durante el paro no hice
absolutamente nada, sin embargo, la empresa me pagaba
puntualmente. Me retiré sin decir nada, en honor a la
verdad me gusta ganarme la plata trabajando.

Posteriormente, fui contratado como soldador en la


empresa Jambeli donde hice los trabajos más difíciles, ahí
me quedé un año.

En Impezca, hice una prueba en soldadura vertical


ascendente con un ingeniero español, ya tenía los
conocimientos técnicos que aprendí en una enciclopedia
de mecánica industrial. Sabía de memoria la posición del
electrodo y estaba consiente que la fusión de la teoría y la
practica son tan necesarias, fui aprobado por el técnico

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español, pero me tuve que ir porque el sueldo no me
alcanzaba para nada.

SIETE

“Regresé para trabajar como obrero de la agricultura,


había crecido en el campo y la fuerza de la naturaleza me
permitía hacer diariamente el trabajo de dos,
cosechando naranjas, de un solo árbol bien cargado
arrancaba hasta diez mil naranjas grandes y dulces.

Un buen día su amigo Celin Vargas le dijo - tú sabes de


mecánica y tienes las herramientas - si quieres hablo con
el Gato Jiménez para que te arriende un local y pongas tu
taller- y, así fue. Algunos sufridores dijeron que yo no
sabía nada de mecánica, eso no era cierto, incluso me
capacité ante de comprar las herramientas: Maquina de
soldar, dobladora de tubo, comprensor, pulidora, equipo
de oxiacetilénica o autógena, juegos de dados, de llaves y
taladros.

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Cuando me dediqué a fabricar cocinas industriales, hacer
los quemadores fue lo más rentable, las ollas hervían más
rápido. La gente que compraba cualquier clase de cocinas
en los almacenes, iba a mi taller por los quemadores. Se
reían pensando que hacíamos platillos voladores.
También fabriqué cocinas a gas para uso doméstico con
paneles de madera y quedaron muy bien, algunas
personas pensaron que se les iba a incendiar. Hice ocho
cocinas, tres vendí, una se la regalé a mi esposa y le duró
diez años.

“Tomé muy en serio el proceso de capacitación teórica y


la práctica en los talleres. Todo lo relacionado con las
medidas y calibraciones aprendí con el ingeniero
Guillermo Tierra de la Universidad Politécnica. Fui dos
veces presidente de la Sociedad General de Artesanos
Profesionales, como era obvio, entre las prioridades de mi
directorio, estaba la capacitación de los compañeros.
Tuvimos la brillante oportunidad de contar con un
colegio técnico, que no trascendió por falta de respaldo
de varios compañeros que únicamente se interesaron por
saber el sueldo del director y de los profesores.

De todos modos logramos beneficiarnos con varios cursos


en Aga del Ecuador y Pinturas Cóndor, nos capacitamos
28
en electricidad industrial y metrología básica en el Secap,
hicimos varios cursos para sastres y ebanistas. Incluso
muchos compañeros se graduaron de artesanos
profesionales por sus propios derechos.

Por algo debió ser que en el Secap nos dijeron - los


artesanos de La Maná - están capacitados para ser
instructores a nivel nacional -, lo cual me llena de
orgullo.

OCHO

La palabra Taekwondo según el diccionario se traduce


como el camino del puño y pie, lo cual hace referencia de
un arte marcial que utiliza únicamente los pies y las
manos, bajo un reglamento olímpico con un derroche de
estilos ataques, defensas y finteos, no se puede golpear al
adversario sino desde la cintura para arriba, con la
respectiva protección.

Don Francisco Carlos Olivo Castillo, es vice campeón


nacional de Taekwondo y de King Bóxer con pinta de
boxeador sin desbravar “de alguna manera me ha tocado
guantear, aunque lo mío no sea el box. Soy cinturón
negro desde hace varias décadas, ascendí con
instructores coreanos, fui bueno para las fintas y

29
defensas, pero me fue difícil lograr la perfección en el
estilo de las patadas. Mi vocación por el Taekwondo,
nació por la necesidad de ejercitar mi cuerpo cuando
tuve un accidente de trabajo mientras estibaba una
camionada de yuca, un saco pesado calló sobre mi región
colombo lumbar”. Según los especialistas el maestro tenía
pegada una vértebra y desviada la columna, por lo que
debía pasar el resto de su vía en silla de ruedas, como el
expresidente de triste recordación.

La gente siempre quiere llorar, lo único que yo hago es


darles el pretexto.

“Me fue imposible aceptar el diagnostico médico, confieso


haber orado con insistencia y mucha fe para que Dios
restaure mi salud. Apenas podía doblar las rodillas y
moverme como un robot, una noche cuando un profundo
dolor parecía acabar con mi vida, le dije a mi esposa que
debíamos aceptar la realidad, que llame a la familia, que
vendan el taller para poner un pequeño negocio que nos
permita vivir sin tener que pedir caridad. Me quedé
profundamente dormido, soñé que estaba llegando al
cielo donde la gente caminaba de un lugar a otro, sana y
robusta. Cuando dije desde mis adentros dónde están los
ángeles, pude observar en mis sueños que Jesús paseaba
30
con su brazo al hombro de María, vi al todo poderoso
sentado en su trono y le dije - Señor, como usted sabe soy
un hombre pecador - te pido me sanes para poder crear a
los hijos tú me has regalado - En mis oraciones y en mis
sueños, Jesús me dijo -milagro concedido. Fui sanado con
la bendición del todo poderoso, en ese instante dos
ángeles me agarraron de los brazos y me pusieron de pie
sobre la tierra, donde encontré a todos mis seres queridos
alrededor de la cama llorando. Empecé a mover mi
cuerpo y dejé de hacerle caso al médico que me había
mandado reposo absoluto. Desde entonen nunca he
dejado de orar, ni de hacer los ejercicios”.

A pesar del accidente de trabajo que estuvo a punto de


arrebatarle la vida nunca ha sido un hombre frustrado.
Gracias a su característico sentido del humor y
perseverancia, Olivo, se consagró como deportista y
maestro de taekwondo, con incontables medallas
acorazadas en su pecho.

“Un día mientras caminaba a tranco largo, encontré un


gran rótulo que decía - Taekwondo Academia de Artes
Marciales - en ese mismo instante me inscribí porque
estaba consciente que los ejercicios y el deporte me
ayudarían en el proceso de recuperación, porque el
31
deporte es vida”. Sin pensarlo, don Carlos Olivo, había
llegado a la escuela del profesor Jackson Proaño, un
quiteño de contextura delgada, con pinta de karateka
chino en la mirada. “Jamás me olvido de un rótulo que
decía - no se aceptan lisiados ni operados, me quedé
pero jamás le hice saber al profesor sobre mi problema de
salud. No se los dije nunca. Recuerdo que en otra pared
había un letrero que decía - solo venciéndote vencerás. -,
No miento si les digo que leí tantas veces esa frase que se
me metió entre ceja y ceja, entonces me dije yo tengo que
vencer. A los tres meses de entrenamiento estaba listo
para las competencias. Bastante recuperado, pero aún no
bien del todo, el profe me llevó a Quito a participar en el
campeonato nacional de taekwondo como seleccionado
de Cotopaxi en la categoría Heyvi o súper pesados.

Con tres peleas clasifiqué a la final, ya tenía en el bolsillo


la medalla de plata para Cotopaxi. Motivado y decidido a
ganar la medalla de oro enfrenté a un deportista muy
bueno, de actitud tranquila. Jamás imaginé su reacción, la
técnica ni su estilo, el hombre levantó sus pies hasta el
techo del coliseo y con un patazo en la oreja me hizo
girar como trompo, decidido a ganar la pelea, saqué
fuerzas de dónde no tuve y le pegué una patada a medio

32
cuerpo con toda la energía que me quedaba, lo saqué del
área de combate. Todo el mundo se asustó pensando
había lo noqueado, pero el noqueado era yo. Para mi
mala suerte me remató con otra patada que me hizo
girar como un torbellino, completamente mareado le
hice señas al árbitro para que dé por terminada la pelea.
Cuando nos estaban premiando, todavía seguía mareado,
parecía que la medalla bailaba frente a mis ojos, todo se
movía, seguía noqueado, pero de pie. Si hubiese conocido
mi rival posiblemente no peleaba, le hacía una
reverencia y me retiraba. Después supe que se trataba de
un seleccionado para los Juegos Olímpicos
Sudamericanos, no era ningún pintado en la pared.

Con el profesor Proaño participamos en varias


competencias, ganamos algunas medallas de oro para
orgullo de los Lamanenses, gracias a él soy vice campeón
nacional de Taekwondo y de King Bóxer. Por el número
de medallas obtenidas para La Maná, siempre nos hemos
merecido el primer lugar, desgraciadamente la dirigencia
no aceptaba no quiere aceptar la realidad”.

NUEVE

33
Francisco Olivo es un hombre que sabe desatar la alegría
y liberar las pasiones. “Había leído la historia del arte
marcial coreano donde los jóvenes expertos en
Taekwondo fueron llamados GuaranDo, para conformar
la Guardia Imperial.

Cuando el profesor Proaño se fue adopté el nombre


GuaranDo para mi escuela de Taekwondo fundada hace
tres décadas. Me quedé liderando el proceso de
enseñanza aprendizaje con la colaboración de los
compañeros: Byron Herrera, Abel Yupanqui, Ángel Pino y
Gerardo TOaquiza. Con mucho esfuerzo y sin ayuda
institucional hemos logrado formar excelentes
deportistas que han puesto en alto el nombre de La
Maná, de Cotopaxi de le patria”.

Nadie puede negar que La Maná es un semillero de


campeones en taekwondo, box y lucha libre, en las otras
disciplinas del deporte formativo no se ha trascendido
por la incapacidad de los dirigentes, de las autoridades y
por la falta de infraestructura. La Federación de Ligas
Barriales cuenta con presupuesto municipal para jugar
fulbito y nada más. La Federación Deportiva de Cotopaxi
y el Ministerio del Deporte miran pero no ven. Los clubes

34
deportivos se activan solo para designar al presidente de
Liga Cantonal.

Efraín Olivo Cevallos

Ahora que su hijo Efraín, está pasando por los años que
su padre anduvo en su larga vida, cuando se mira en el
espejo es mucho más aparecido al maestro que a él
mismo.

“Mi hijo Efraín, es cinturón negro, se destacó como líder


absoluto en varios competencias interprovinciales y
nacionales. Con apenas diez años de nacido tuvo que
enfrentarse a un niño ocho veces campeón nacional. La
competencia fue un derroche de estilo y destreza que
mantuvo a la gente de pie y gritando en el coliseo. La
pelea terminó empate, para definir el primer lugar, los
jueces dieron un minuto adicional pero
desgraciadamente le dieron el segundo lugar a mi hijo a
pesar de sus méritos. No estuvimos de acuerdo con el
veredicto, nos robaron la pelea”

Efraín Olivo, es un vencedor, ha ganado campeonatos


locales, provinciales y nacionales en Taekwondo,

35
boxeador, atleta y mecánico industrial exitoso. Considera
que su padre es demasiado generoso.

“Mi hija Mercedes Noemí, es una excelente deportista,


cinturón negro en Taekwondo, inicio como la mayoría de
mis alumnos en la escuela GuaranDo, bajo mi dirección,
su primera competencia fue con una niña de Quito.
Antes de la pelea su instructor dijo textualmente - no
expongan a la chica porque la nuestra es la mejor del
país - puede salir estropeada – con ella es que queremos
pelear – la nuestra es mejor, le respondimos. Finalmente
el profesor expresó - yo no respondo. Esa fue una pelea
inolvidable, se dieron duro, de igual a igual.

Jamás esperaban nuestra respuesta técnica y de combate,


la pelea fue tan buena que los jueces la declararon
empatada.

Como anécdota le cuento que un día mientras mí hija


Mercedes se encontraba como a las siete de la noche con
sus amigos en el sector de la universidad, uno de sus
compañeros algo gritó a la policía y salió corriendo,
como respuesta un oficial detuvo a mi hija, incluso hay
testigos que el policía la quiso manosear, entonces la

36
chica reaccionó con un patazo en la cabeza del agente
que dio vuelta de campana”

Debido al abuso de autoridad por parte de un agente del


desorden que se diferencia de los animales solo porque
camina sobre piernas, la hija del maestro fue recluida en
la cárcel de Latacunga, por defender su honor y dignidad
de mujer, en tiempos donde los derechos humanos son:
ver, oír y callar. “Para colmo el policía pedía cinco años
de prisión amparándose en un certificado médico que
reportaba algunos hematomas en su cabeza. Gracias a
una abogada de la Federación Deportiva de Cotopaxi,
nuestra campeona pudo recobrar su libertad después de
dos semanas de prisión. No somos peleadores callejeros,
somos deportistas disciplinados de acuerdo a los
reglamentos olímpicos”.

En sus buenos tiempos la escuela de Artes Marciales


GuaranDo, tuvo más de un centenar de alumnos, el
maestro nunca cobró un dólar a nadie. “Entrenábamos
en la calle, en el terminal, en el parque, una temporada
en los patios de la Liga Cantonal y del coliseo que ahora
sirve solo para guardar la vieja maquinaria del
municipio. En el patio de mi casa entrenamos hasta que

37
vino la pandemia, la gente se amontonaba para vernos
en acción”. Esa es la gran satisfacción del maestro Olivo.

“Mi hija Karina, ganó varios campeonatos provinciales,


nacionales e internacionales fue integrante de la
selección ecuatoriana de Taekwondo. Para mi orgullo, de
la familia y de la ciudadanía, ganó medalla de oro en una
competencia internacional, lamento que no le hayan
cumplido con los premios y ofrecimientos. De todos
modos, como mi hija fue líder del deporte provincial y
nacional, la federación le ayudó con algo”.

Karina Elizabeth Olivo Cevallos, nació en La Maná el 23


de mayo de 1990. “Mis primeros recuerdos están
relacionados con mi padre y con el deporte,
reglamentariamente salíamos de entrenamiento todos los
días a la seis de la tarde, trabajábamos en la casa
campesina, en el terminal o en el taller de la casa, éramos
casi cien deportistas, la gente se amontonaba para vernos
entrenar, especialmente los días viernes que hacíamos
prácticas de combate.

Terminé la instrucción primaria en la escuela Luis


Andino, recuerdo a todas mis compañeras por igual y

38
jamás me olvido de un profesor que nos castigaba fuerte
sino hacíamos las tareas.

Desde niña el sueño fue formar parte de la Marina, “por


eso fue que ingresé a la Academia Naval Guayaquil,
desafortunadamente tuve problemas, una compañera se
me cargó desde el primer día, la chica era una negra bien
alta y robusta, me quitaba en pupitre donde me sentaba,
posiblemente estaba picada porque por mis
demostraciones de artes marciales en el colegio y en los
desfiles por el aniversario de Quevedo donde hacía mis
catas y ruptura de bloques, cuando me dio una cachetada
perdí la paciencia, la agarré del pelo y la rematé, me
decía - la karateca come bueno con manteca. No tolero
las injusticias y nunca me he dejado de nadie, recuerdo
que teníamos un compañero con síndrome de Down y la
morena le tiró una inmensa bola de papel en la cara, lo
cual me hizo perder la paciencia y se armó la pelea, por
último, el inspector del colegio nos hizo pelear en el patio,
para colmo esa chica tiró mis útiles escolares a un lago
que había en el límite del plantel, esa fue la gota que
derramó el vaso, pidieron la presencia de nuestros
representantes. Mi padre trabajaba en el oriente, asistí
sola a recibir la noticia de que había sido expulsada de la

39
Academia Naval Guayaquil. Gracias a la ayuda de mi
hermano Efraín fui matriculada en el colegio nacional La
Maná donde estudie solo dos años, Fui becada por la
Federación deportiva de Cotopaxi para estudiar en el
instituto Vicente León de Latacunga.

Mi padre Carlos Olivo, es uno de los mejores


entrenadores del taekwondo a nivel nacional, gracias a él
participé en Atletismo, lanzamiento de jabalina, bala,
ciclismo, gimnasia olímpica, king bóxer y taekwondo”.

En las competencias provinciales Karina Olivo ganó todo,


en cuenca ganó medalla de oro y el título de campeona
nacional de taekwondo, fue seleccionada de Ecuador
para los juego internacionales OPEM con sede en
Colombia, en un solo día peleo y ganó los combates
contra Cuba, Chile, Perú, México. Brasil y Uruguay.
Después vino el campeonato Panamericano con sede en
Machala, donde ganó medalla de oro.

“El señor Walter Cevallos, presidente de La Federación


Deportiva de Cotopaxi, puso en el congelador mi
convocatoria de la Federación Ecuatoriana de Taekwondo
para disputar contra una deportista de Esmeraldas, el
pasaporte a las olimpiadas mundiales de Beijín - China,

40
del 8 al 24 de agosto 2008, por este motivo mi profesor
Enrique Suarez le calló a golpes a Cevallos y se ganó la
expulsión de la Federación”, comenta Karina Olivo y
agrega que se encontraba preparada darle otra medalla
de oro para Ecuador en esas olimpiadas.

“Después, como tratando de reivindicarse conmigo,


Walter Cevallos presidente de la Federación Deportiva de
Cotopaxi, Jorge Villarreal presidente de Liga Cantonal,
me dieron una bonificación económica de cien dólares
durante seis meses para que trabaje en Pangua, buscando
talentos deportivos, ofrecieron una casa que nunca me
la dieron y me retiré del deporte para predicar el
evangelio”

Karina, está casada con el pastor David Analuisa, es


madre de tres hijos; Miley Esther, María José y Gadiel
Abisaí Analuisa Olivo, junto a su esposo están a cargo de
la iglesia evangélica Aliento de Vida, extensión La Maná.
“La iglesia está creciendo, trabajamos en lo espiritual y
material, la ayuda a los niños es a través de los padrinos
que conseguimos en el exterior, mientras que mi esposo
trabaja con jóvenes y adultos que cayeron en el flagelo de
las drogas, en esta actividad es importante la

41
participación de las autoridades y las personas solidarias
del pueblo, pero más importante es la ayuda de Dios.

Mi padre y mi madre han sido fundamental en mi vida,


gracias a ellos he llegado a ser lo que soy. Cuando niña
pensaba que mi padre era un hombre estricto, ahora me
doy cuenta de su firmeza a la hora de enseñarme el
respeto a Dios y el valor del trabajo. A mi padre nunca le
gustó la mentira, a mí tampoco me gusta. Una de mis
principales actividades es que la gente conozca a Dios,
porque es eterno, más allá de esta vida pasajera Dios es
paz y amor. Como la iglesia evangélica no excluye a la
mujer, me estoy preparando para pastora, mientras tanto,
trabajo silenciosamente para hacer realidad mis sueños
de impulsar el deporte en todas sus disciplinas, porque el
deporte es vida. En el templo está nuestro trabajo, pero
vamos donde la gente nos necesita.

Si volviera a nacer, me gustaría que fuera en la misma


ciudad, con los mismos padres y otra vez sería deportista”.

“Génesis Olivo es mi hija menor, es campeona y vice


campeona nacional de Taekwondo. Durante dos
ocasiones fue becada con cien dólares mensuales por

42
parte de la federación nacional. Siempre se mantuvo
entre las tres deportistas mejores del país. Está por
graduarse de ingeniera en sistema en la Universidad
Técnica de Cotopaxi”.

Génesis es el comienzo y principio, el título del primer


libro del antiguo testamento. Génesis Carla Olivo
Cevallos, es la hija menor del maestro Olivo, nació en La
Maná, el 22 de abril de 1996.

A pocos días de su graduación como ingeniera en


sistemas, Génesis rompe el silencio. “Creo que nací
pateando, con mi padre practiqué el taekwondo desde
que tengo uso de razón, con él tuve una exitosa
temporada, después me vinculé a la Federación de
Cotopaxi y en los juegos nacionales. Recordar que fui una
de las mejores deportistas del país me llena de orgullo,
Cuando fui convocada a la selección ecuatoriana,
teníamos que entrenar en cuba, Cotopaxi

JONATAN OLIVO

“Nací el 3 de junio del 2004, soy hijo y nieto de Francisco


Olivo, dos madre tengo yo, Mercedes Olivo y Celinda de
Olivo, los primeros recuerdos están relacionados con mi
abuelo que me supo cuidar desde el vientre de mi madre,

43
me enseño desde muy niño el valor del trabajo y del
deporte. Es un hombre amable, cariñoso juguetón, alegre
y generoso, pero también estricto y disciplinado.

Con mi padre abuelo me inicie en el taekwondo, nací en


la escuela de artes marciales GuaranDo, los
entrenamientos son duros todo el tiempo, como padre y
maestro fue más exigente conmigo, gracias a él soy
cinturón negro. Mi primera competencia fue entre
compañeros de la escuela GuaranDo, mi padre me hizo
batallar contra dos y hasta tres de sus alumnos, pero una
noche me hizo pelear contra todos sus alumnos.

Mi padre es un hombre popular y sobre todo útil a la


sociedad, exigente consigo mismo, gracias a él aprendí a
manejarme en un deporte que exige disciplina y esfuerzo.

Un día nos fuimos entre diez para hacer un tope en


Latacunga, a pesar que no teníamos mucha experiencia
los vencimos. De a La Maná me dediqué a entrenar lucha
libre y Taekwondo.

Lamentablemente hace falta respaldo institucional, hemos


subsistido solo con el aporte de mi padre y nada más.

Ahora realizo los entrenamientos en la Liga Cantonal con


un ex alumno de mi padre conocido por todos como
44
Jorge Paredes y con el profesor Armando González de
nacionalidad cubana, He logrado con disciplina,
esfuerzo y con la ayuda de Dios en el equipo fuerte.

En el 2016 participé en competencia Talentos Olímpicos


en Ambato me ubiqué en tercer lugar con la medalla de
bronce”

Jonathan Olivo Cevallos desde el inicio del año 2021 fue


preseleccionado para los Juegos Olímpicos
Panamericanos, a desarrollarse en México que
lamentablemente se suspendieron por la pandemia. “Lo
buenos es qué en la Federación Ecuatoriana de
Taekwondo aprendí muchas técnicas”, por ahora la
prioridad de Jonatán es graduarse de bachiller para
ingresar a la escuela de oficiales del ejército.

Cuando pasamos revista a las competencias deportivas


del maestro Olivo y de sus hijos, pudimos comprobar que
son múltiples los triunfos y las medallas ganadas con
mucho esfuerzo.

“Jamás he recibido reconocimiento alguno como


instructor, me queda una profunda satisfacción porque
muchos niños salen de mi casa muy contentos con su
medalla al cuello.

45
De vez en cuando algún padre de familia aportaba para
el pasaje o la comida de su hijo cuando salíamos de
combate.

No hemos cobrado ni un centavo a los alumnos, todo ha


sido financiado con mis escasos recursos de artesano.

Recuerdo que la única ayuda recibida fue de veinte


sucres mensuales durante medio año de parte del
profesor Pancho Ochoa ex presidente de Liga Cantonal.

La escuela GuaranDo, sin lugar a dudas es el semillero


de campeones en Taekwondo. Prueba de aquello es que
un buen día la Federación Deportiva de Cotopaxi, decidió
que La Maná sea la sede del campeonato provincial, el
evento se realizó en los patios de la escuela Luis Andino
Gallegos y La Maná se levantó con el ochenta por ciento
de las medallas. Latacunga ganó una medalla de oro y
Salcedo la otra.

Latacunga con sus instructores cubanos se consideraban


favoritos para ganar el campeonato, pero nosotros
habíamos formado a nuestros deportistas en esta
disciplina, a tal punto que antes de cada pelea los
cubanos se daban por vencidos - entreguen nomás los
premios a esos huevones de La Maná - (ja ja ja)

46
En la capital provincial nunca nos han querido dar el
sitial que nos corresponde, por ser montubios según ellos,
eso sucede hasta en el aspecto político.

La Escuela GuaranDo, creció desde abajo hacia arriba, un


día fuimos llamados a participar en las competencias
provinciales con miras a formar la selección infantil de
taekwondo, me fui con veinticinco niños y niñas de mi
escuela, toda la selección infantil de Cotopaxi salió de La
Maná, pero al final nunca nos tomaron en cuenta, jamás
participamos en los eventos provinciales y nacionales
con esa categoría. Hay regionalismo y racismo evidente.

La formación de los niños es integral con disciplina y


orden. Jamás mis alumnos estuvieron metidos en relajos
callejeros”.

El maestro, a pesar de la pandemia continúa como


instructor y director de la escuela GuaranDo, realizando
los entrenamientos de rutina en el patio de su casa –
taller.

Así Olivo ve con acierto en sus hijos y nietos, la


prolongación de su existencia.

En el Taller del maestro Olivo está ubicado en el barrio El


Triunfo. Hay todo tipo de herramientas, lo único que
47
hace falta sin duda, son los instrumentos para hacer la
nave espacial y poder llegar a marte, Jonathan lo sabe
muy bien por ser su asistente. Gracias a la enseñanza de
su abuelo está aprendiendo todo lo relacionado con las
soldaduras especiales y torno. Incluso está por cumplir su
mayoría de edad.

El Maestro Olivo reconoce que se está haciendo un buen


trabajo y que la Maná en el deporte del Taekwondo es
primero en Cotopaxi, gracias a los diferentes procesos de
enseñanza y aprendizaje.

CAMINATA CON EL CAMPEON MUNIAL

Olivo pasa a la historia como el único instructor de


taekwondo que sacó la escuela a la calle, en aquel tiempo
no había donde entrenar, incluso realizó largas caminatas
montaña arriba con sus alumnos para fortalecerlos
físicamente, generar en ellos conciencia ecológica y amor
por la naturaleza. Esa fue la clave para llegar primero en
la caminata organizada por el japonés Atom y Noé,
campeón mundial de caminatas y médico solidario que
supo ayudar a la gente con enfermedades terminales. La
salida en esa larga caminata tuvo lugar desde la Casa
Campesina por la vía principal hasta la Libertad y

48
retornar por las faldas de la loma de la virgen y la
Montaña Sagrada hasta el lugar de partida.

Dios quiso que incursione en el deporte para recuperar


mi salud y la vida. Sin Dios jamás será posible la
existencia.

Talleres

“No creo en la competencia porque Dios da para todos,


hay personas preparadas, nunca he puesto un rótulo en el
taller, la gente conoce que estoy dedicado a los trabajos
especiales y llegan recomendados por otros clientes desde
todas partes, se van contentos con mi trabajo y se
encargan de hacerme la publicidad. Saben que no soy
carero, aquí se cobra racionalmente, hay mecánicos y
artesanos que también me recomiendan - Vayan dónde
el maestro Olivo le dicen a los clientes – otros les dicen -
Vayan dónde el negro.

¿Qué opina sobre los artesanos que entregan los


puntualmente sus trabajo?

“El problema es qué cuando llegan los trabajos más caros


se olvidan de las pequeñas obras o las dejan para el
último. Yo no tengo ese problema, obra terminada y
entregada con puntualidad, a pesar que en mecánica el
49
tiempo es impredecible, no soy vago ni mentiroso, a veces
nos quedamos trabajando hasta la media noche, mi labor
es diferente.

¿Cómo hace usted para enfrentar la competencia?

“La competencia es buena pero a veces abarata los costos


en forma desmedida y descomedida. También hay
compañeros que no cobran lo justo, que se regalan en vez
de hacer valer su trabajo. Los gringos valoran lo que
hacen, nosotros no”.

El negro Olivo, es un maestro mayor, aprendió a diseñar,


construir y recomponer con materiales y soldaduras
especiales, piezas, partes y cosas raras sin repuestos, que
los pobres del mundo jamás podrán comprar. Incluso lo
he visto al maestro reparar piernas ortopédicas, armas de
fuego de los policías, CPU de computadoras y otros
accesorios.

MI PRIMER TORNO

El primer torno lo compré financiado a dos años plazo


cuando trabajaba en el local del gato Jiménez, necesitaba
un crédito de cinco millones de sucres y me fui al Banco
de Fomento, se demoraron un siglo haciéndome el estudio
socioeconómico para más de decirme que no era sujeto
50
de crédito, que para prestarme esa plata debía depositar
un millón y medio de encaje, también me pude dar
cuenta que a los campesinos que solicitaban crédito para
la siembra de yuca lo recibían como al año de trámites y
gestiones.

Por todo esas dificultades, les dije que se queden con su


plata y me fui donde un prestamista particular, pero
antes resolví respaldar la idea de crear la Cooperativa de
Ahorro y Crédito Futuro Lamanense, de la cual fui socio
fundador, y dos veces presidente.

El chulquero preguntó para qué quería tanto dinero, mi


respuesta fue que necesitaba comprar una herramienta
de trabajo, su respuesta fue favorable porque el hombre
ya sabía que no soy vago ni mentiroso – Te doy la plata
pero quiero ver el torno en tu taller ya – me dijo con
firmeza. Me fui donde el ingeniero Ling de la
importadora Pekín, un comerciante chino radicado en
Guayaquil. El torno costaba cinco millones de sucres,
pero no había en stop. Saqué varios paquetes de papel
moneda de una funda y le dije al chino - cuente la plata -
cuando llegue el torno me lo entrega.

51
El ingeniero me quedó mirando a los ojos fijamente,
pensé que le dolía la cabeza o la barriga, créanme que el
chinito se quejaba, cuando reaccionó me dijo – tú confial
el dinelo en mí - Sí ingeniero tenga la plata, lo único que
me interesa es el torno. Si tú confíal en mí, voy a confial
en ti – pala ayudalte te traigo la máquina con un plazo
más largo y letras más bajas.

Cuando regresé a La Maná, el hombre que me prestó el


dinero llegó al taller para ver si había comprado el torno.

Mi respuesta fue que llegaría en tres meses – yo te presté


el dinero y tú me lo pagas. No se debe confiar la plata a
cualquiera – te pueden salir con algún cuento chino -
usted razón, pero que el negocio es con una persona de
confianza, con transparencia, devoción y fe en Dios.

A los tres meses me llamaron para que vaya a retirar la


máquina, era un tornito chino de un metro entre puntos,
económico con relación a las máquinas europeas que
costaban hasta ochenta millones de sucres valen hasta
para fabricar piezas de aviones. El mío era un torno
convencional, comprado nada más ni nada menos que en
cinco millones a plazo con medio millón de entrada. No
todo lo chino es malo. Había, full trabajo hasta la media

52
noche. En dos años de trabajo pagué el torno, más el
capital y los intereses del chulco en dos años.

Trabajé unos cinco años con el torno del chino, pero lo


vendí a un mecánico del oriente, ya necesitaba un torno
más avanzado y finalmente terminé comprando un
coreano de caja Norton cerrada que gracias a Dos me
acompaña unos quince años de trabajo.

El Taller Olivo cuenta con todas las herramientas


convencionales, suelda eléctrica AC - DC, para diferentes
técnicas de soldadura, oxiacetilénica, taladros de pedestal
y manuales, rectificadoras eléctricas y todas las
herramientas. Lo único que hace falta en el taller del
maestro son las herramientas para construir la nave
espacial para llegar a Marte.

Para el maestro Olivo no hay trabajo difícil, “hay obras


que toman tiempo, por ejemplo reconstruir los piñones de
una retro excavadora, el estriado del árbol de transmisión
de las volquetas, no es cosa fácil, es complejo, pero me
quedan súper bien, porque cuento con las herramientas
adecuadas”. En estos tiempos difíciles, no es fácil creer
que en un mismo taller, se realicen diversas obras con
perfección.

53
El único taller industrial del mundo que mantiene sus
puertas abiertas las veinticuatro horas del día y algunas
horas extras es del maestro Francisco Olivo.

“Soldamos todo tipo de piezas: aluminio, antimonio,


hierro fundido y acero, bronces, magnesio y cobre. Un
día reconstruí el eje de trasmisión de un tractor, a pesar
que muchos maestros dijeron que había que comprar
nuevo repuesto. A los dos años regresaron con la misma
pieza con una rotura ocasionada por abuso extremo de
peso y tracción. Me pidieron que la reconstruya de
nuevo, después de cuatro años la pieza seguía
funcionando perfectamente, porque además el
propietario de la máquina aprendió a trabajar con el
límite de resistencia mecánica. Lo difícil hacemos al
instante y en lo imposible nos demoramos un poquito”.

INSTRUCCIÓN PRIMARIA

“Inicié los estudios primarios en la escuela municipal


Carlos Lozada Quintana, después en la escuela fiscal Luis
Andino, que funcionó inicialmente en las calles 19 de
Mayo y San Pablo, (actualmente allí funciona la Unidad
Educativa La Maná).

54
Papá me compró una yegua colorada bien grande para
que vaya a las clases, ese animal parecía un castillo
humano con más de diez muchacho encima desde las
orejas hasta el rabo. Los niños del pueblo eran
acostumbrados a pegarle a los del campo, entonces me
hice jefe de los chicos rurales y muchas veces tuve que
fajarme a puñete limpio para defendernos, pegaba duro,
corría y me refundía en el monte, por eso fue que me
apodaron el conejo.

En vista que se inauguró la escuela en Santa Cruz, regresé


para estudiar tercereo y cuarto grado en mi recinto,
terminé la primaria en la escuela Néstor Mogollón del
Moral, recuerdo que teníamos un compañero adulto en
primer grado, era todo un arrumador de guineo, un
montubio recio y bravo que le decíamos tío tigre. Un día
que los muchachos quisieron pegarme, el tío tigre me
defendió, pero cuando llegaron los profesores con sus
látigos, el tigre salió a toda carrera, nunca más regresó a
la escuela. De tanto no verlo hasta pienso que pudiera
estar muerto, posiblemente tío tigre se queda analfabeto
hasta el final de su existencia, no era buen estudiante.
Cuando nos juntábamos el tigre y el conejo, los
muchachos temblaban de miedo.

55
Los compañero más recordados de la escuela Luis Andino,
son Ricardo Sojos, Hugo Carrera el padre del alcalde, Tío
Gil, Galo Lasso, Wilfrido Miranda Santiago Cabezas,- y
Guillermo Pérez, un chico inteligente, sus exposiciones de
matemática frente al pizarrón, eran como una magistral
conferencia, nos dejaba asombrado y locos. Pérez era un
muchacho divertido, jodedor y el mejor de todos”

Posorja y Puná

“En La Maná, no todo lo que brilla es oro, también hemos


vivido momentos difíciles, más que todo por los malos
gobiernos que nos han tenido al borde de la miseria. En
varias ocasiones he salido en busca de trabajo para la
subsistencia”, dice don Olivo.

“Un día que la situación se puso kafkiana en La Maná, el


maestro empacó un par de camisa en su maleta repleta
de ilusiones y salió rumbo a Posorja, para trabajar como
pescador de larvas de langostinos. “Como mi hermana
María y su esposo Byron vivían en la isla, me fui; el
trabajo consistía en arrastrar mallas sobre las olas
cuando subía la marea, el peligro era inminente
especialmente en las resacas, la raya y las diferentes
especies de peces brujos que echan veneno como culebra,

56
de los tiburones ni qué hablar. Cogíamos cualquier
cantidad de larvas, el resto del tiempo era vagar y vagar,
la Isla Puna parecía chicago chiquito, la mayoría de
pescadores en su tiempo libre se dedicaba a toda clase de
vicios. Dos largos años trabajé en Puná, incluso una
temporada llevé a mi esposa con mis hijos Efraín y
Mercedes, pequeñitos.

Había un negro grandote, con pinta de maloso en la


mirada, dormía con un garrote en sus manos con delirio
de persecución y no hablaba con nadie.

Una vez cansado de comer pescado, dejé a mi esposa en


casa de mi hermana y me fui tierra adentro por la orilla
del mar en busca de los manglares para coger conchas y
cangrejos, caminé como nueve horas. Era incontable la
cantidad de cangrejos que se metían a los hoyos entre las
raíces del manglar. Cuando metí la mano un cangrejo
grande con sus tenazas me cortó los dedos. En ese
instante un niño me preguntó si había cangrejos – la
clave era meter la mano y agarrar de una, en minutos el
chico había cogido más de diez crustáceos – Ese niño me
enseño a coger cangrejos sin darme cuenta. Ese día cogí
más de cien cangrejos, de regreso encontré una mata de

57
plátanos y me llevé un buen racimo. Gracias a Dios llegué
con plátanos y un saco de cangrejos a la carpa

Lo primero que hice fue regalar cangrejos a todos los


vecinos, a mi esposa le dije que teníamos que darle de
comer al negro con pinta de matón. Cuando lo invitamos
para que traiga su vajilla y coma, el negro dijo favor que
ustedes hacen: vea hombre. De ahí en adelante el negro
parecía que le habíamos dado agua vendita, no se
despegaba de mí ni un solo instante, hicimos una buena
amistad, incluso en confianza me contó que era dueño de
dos fincas, pero no podía cosechar lo que había sembrado
debido a las cuentas pendientes con la justicia y por
temor a morir en algún ajuste de cuenta.

Me defendía con los anzuelos, nunca nos faltaba algún


bagre negro ni una buena corvina, nunca faltaba algún
cangrejo para comer.

No fue rentable el trabajo como pescador de larvas, lo


bueno es que aprendí algunos secretos del mar y que la
naturaleza tiene vida propia. Aprendí que hay tenerle
respeto al mar y que el miedo mata.

“Una vez pude observar un hombre parado en la orilla


del mar con el agua en las rodillas, su compañera estaba

58
en lo seco y el chico le decía – venga – venga - de pronto
un chicotazo de agua se la llevó tan rápido, solo pude
observar su mano por encima de la ola como
despidiéndose de la vida. Se la llevó el mar como se ha
llevado tantas cosas y muchas vidas.. El hombre se quedó
de pie llorando. Como buen nadador me tiré al mar sin
pensarlo, se trataba de salvar una vida, buceamos y
nadamos a pulmón limpio, pero jamás la encontramos.
Finalmente, como a las tres horas el mar la trajo de
regreso sin vida.

“Por la blanda arena que lame el mar,

su pequeña huella no vuelve más,

un sendero solo de pena y silencio

llegó hasta el agua profunda,


un sendero solo de penas mudas

llegó hasta la espuma.

Sabe Dios qué angustia te acompañó,


qué dolores viejos calló tu voz
para recostarte arrullada en el canto

59
de las caracolas marinas
Te vas Alfonsina con tu caminar

¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?,

una voz antigua de viento y de sal,

le requiebra el alma y la está llevando

y te vas hacia allá como en sueños


dormida vestida de mar”.
“Hay algo en mí que no encuentro, pero no es mi delirio
buscar, el mar nos pasa la factura cuando en la tierra
hemos cometido algún error.

En ocasiones el mar está tranquilo y otras veces picado,


Una vez que regresamos en vote con mi esposa desde
Puná hasta Posorja, el mar estaba tranquilo, recuerdo que
en otra ocasión el océano estaba reventando,
especialmente en punta brava, que hacía honor a su
nombre. No me olvido que una vez las grandes olas
colocaron el barco en forma vertical con el peso de los
equipajes y 30 pasajeros a bordo, ese día el mar se
encontraba enfurecido y la gente empezó a gritar
desesperadamente, entonces le dije al piloto que no
busque la orilla porque las olas y las rocas podían romper
60
el vote. La gente gritaba desesperadamente al capitán.-
Si usted sortea las olas nos salvamos todos – le dije y el
hombre respondió - tienes razón negro. De todos modos
yo tenía listo un bote de plástico para salvarme.

Por curiosidad otro día me fui nadando unos doscientos


metros mar adentro, en busca de un cajón de madera que
flotaba en el agua, al parecer se trataba de la bodega de
un barco pesquero. Cuando llegué a la orilla me trataron
de tonto porque había estado nadando en un área
profunda y peligrosa donde había animales bravos. La
claridad de agua me había permitido observar los
pedazos de bagres que según me informaron era la
sobra de los tiburones que no se comen la cabeza por
las aletas ponzoñosas, pero yo no lo sabía.

En el mar también viví la experiencia de un pequeño


tsunami mientras pescábamos larvas, yo iba adelante
arrastrando la malla con el agua al pecho, los pescadores
de menor estatura empujaban desde la orilla, de pronto
hubo una especie de resaca violenta y furibunda, la gente
corría con las mallas para ponerse a salvo, la persona que
se encontraba a mi lado fue arrastrada por la corriente,
del susto y desesperación corrí tras él para salvarlo,
cuando lo tomé de la mano para arrastrarlo con malla y
61
todo hasta la orilla, una ola como de ocho metros silbaba
encima de nosotros, le dije que se clave al piso, antes que
la ola reviente, desde el fondo despegué y nos fuimos
con la ola hasta la orilla, repletos de arena y de espuma.
Las acciones tienen que ser rápidas, con decisión y sin
miedo. Fui avezado en el mar, la gente lo sabía cuándo
me dijeron grandote, pensamos que nunca ibas a salir de
este apuro. Dio ha sido misericordioso conmigo.

Como a las diez de la noche me encontraba pescando y


recibí una carta urgente, se trataba que mi hijo Efraín
estaba enfermo de gravedad, cuando leí la carta entré en
desesperación y armé viaje de inmediato corriendo por
la orilla del mar con la marea alta, pasando matorrales y
varios esteros crecidos que desembocaban en el océano
con lagartos y peces bravos. No pude reprimir el
sentimiento de haber vuelto a nacer cuando dejó atrás el
inmenso estropicio del mar en los acantilados que borró
la huella de mis trancos largos, mientras corría con los
zapatos en la lluvia, con la luna y las estrellas de frente
hasta llegar a Posorja, tuve que luchar con todas mis
fuerzas para llegar vivo a mi destino, alimentado por mi
propia tristeza, con el valor de enfrentarme a lo
irremediable, esa noche parecía sin mañana. Corría sin

62
tregua, a veces hacía una pequeña pausa para rezar y
rogarle a Dios que me permita llegar con vida a mi
destino y encontrarme con mi hijo vivo”. Cuando Olivo
habla de sus travesías en la montaña, los ríos y el mar, su
voz me suena como una queja, cada vez que dice yo, está
diciendo Dios es. Este hombre pertenece a la generación
de personas que hacen de la conversación un arte. “A las
tres de la mañana llegué frente a Posorja, fue como un
viaje alrededor del mundo. Me conformé con mirar las
luces hasta las cinco de la mañana que llegó el bote de un
pescador y me cruzó al otro lado.

Después de una ligera parada en Posorja para cambiarme


de ropa en casa de mi hermana María, con el corazón
encendido salí rumbo a La Maná”

Cuando pregunto por el niño, el maestro responde con lo


que le queda de voz: “Efraín con apenas tres añitos de
nacido, jugaba bolichas con otros niños de su edad,
encontraron una caja con pastillas, se las chuparon
pensando que eran caramelos. Alucinando tuve que
llevar a mi hijo a una clínica de Quevedo. Tres horas pasó
colgado en mi Cuello, era pura pestaña, pelo afro al
natural y bien flaco, yo le daba de comer poco a poco
porque no quería servirse de mano de nadie.
63
Como a los ocho días el niño se recuperó y regresé a
Puná, renuncié como larvero por el riesgo, por no ser
rentable y por la distancia. Me quedé un año trabajando
como soldador de la compañía Impezca, pero tampoco
tuve estabilidad por los conflictos laborales.

El ENCANTO

A dos horas echándole pisadas al camino, entre los


cantones Olmedo y Santa Ana, se encuentra el recinto El
Encanto, un caserío disperso típico del pueblo manabita,
con cultivos variados, árboles y pastizales resecos en una
geografía caprichosa y enmarañada. Ahí nació hace
sesenta y cinco años doña Celinda Genarita Cevallos
Zambrano, desde niña fue llamada por su padre Julio
Cevallos como - La Flor del Encanto-, Ella, honra las
páginas de este libro con el título Flor de Olivo.

Doña Celinda Genarita Cevallos, esposa del maestro


Carlos Olivo, es la cuarta hija del matrimonio de Julio
Cevallos y de Genara Esmeralda Zambrano, nació en el
Encanto, se crio y vivió hasta los veinticuatro años, su
casa de caña con techo de kade ya no existe, el sector es
seco y polvoriento en verano, en invierno llueve el día y
la noche entera. Con una sonrisa a flor de piel, el maestro

64
dice que doña Celinda, es la más guapa de todas las
hermanas, no en vano su padre la llamó La Flor del
Encanto, por algo es La Flor de Olivo.

Los tres amores de don Carlos Francisco son: Dios, La flor


de Olivo y su padre Carlos. El maestro es un hombre
forjado a fuego vivo con un corazón a prueba de todo, es
más sentimental que compasivo.

Hay una sola raza, la humanidad, hay un solo Dios y está


en todas partes. Cuando don Olivo y su esposa cuentan su
historia, pienso qué ningún género periodístico, está
mejor hecho que el reportaje para expresar la
cotidianidad de la gente.

Doña Celinda Genarita Cevallos, sabe que la mentira le


hace más daño a quien la dice que al que la escucha,
conoce la verdad como si en la palma de la mano la
llevara esculpida. Tiene un carácter fuerte, a veces
risueño, gracioso, pasivo, pero también rebelde contra lo
injusto, por eso ha soportado las dificultades, las
circunstancias agradables y a veces desagradables. Vive
convencida de haber encontrado el hombre de sus
sueños, su esposo sin dudas, piensa igual, la vida lo puso
frente a la mujer de su eternamente, con la seguridad de

65
poder sostener el hogar y prolongar su existencia en los
hijos.

La Flor de Olivo

“Los catorce hermanos nacimos con la ayuda de la


misma partera que responde a los nombres de Luciola
Tuárez, mi madrina de pila y de bautizo, la dieta de una
mujer parida era de cuarenta días cuando se trataba de
un varón y treinta si era mujercita. Las madres en dieta se
levantaban de cama para hacer las necesidades biológicas
y para bañarse con agua caliente. El caldo de gallina
criolla con fideíto bien fino, cilantros y cebolla de rama se
aliñaba con un poquito de ajo y poca sal. La comida de
una mujer recién parida era especial. Incluso, mi madre
también fue partera, me asistió en compañía de otra
señora durante el parto de mi hijo Efraín”.

Doña Celinda, denota en sus ojos una profunda tristeza,


cuando habla de los sufrimientos imposibles de olvidar.
Recordar es volver a vivir. Con una sonrisa triste La Flor
de Olivo comenta: “En el Encanto cocinábamos con leña,
no se conocía el gas, ni la energía eléctrica, nos
66
alumbrábamos con candil, un recipiente de lata con una
mecha de algodón empapada de kerosene, no
conocíamos el televisor en blanco y negro, ni a color. Eso
del internet y los teléfonos celulares eran cosas de otro
mundo.

Mi hermano Digno Cevallos es una gran persona, hace


honor a su nombre, tenía un pequeño radio a pilas,
recuerdo que la gente se amontonaba a su alrededor para
escuchar las noticias, el futbol o la serie preferida de la
radionovela. Tenía una pequeña tienda donde vendía
colas cervezas, puro y los víveres indispensables que
necesitaba la gente del sector para la supervivencia. La
venta de bebidas estaba asegurada con la gente que
masivamente se daba cita en las tardes para jugar indor
futbol, voleibol y echarnos una mirada a las muchachas
solteras, éramos como veinte jóvenes entre hermanas,
primas y vecinas.

Mi hermano Digno, hizo realidad los sueños de ponerse


una sastrería para confeccionar y arreglar la ropa de la
gente, se compró un tocadiscos a pila; tocaba la guitarra
y también cantaba, era como si la alegría hubiese llegado
a nuestra casa, bailábamos hasta el amanecer con
tocadiscos, victrolas y guitarras. De Santa Ana llegaban
67
en caballo las perras de puro, colas y cervezas. Cuando
había alguna riña mi madre duro, por las dudas mi
hermano Digno tenía una cuchilla y su revólver para
asustar a los malcriados. A veces por la euforia se armaba
el tiroteo, un día de triste recordación, le pegaron dos
disparos de revolver a don Efraín el cuñado de mi tío
Amado, ni siquiera recuerdo el nombre del hechor, lo que
sí puedo dar fe es que la gente con los tragos encima se
vuelve bochinchosa”. Con ésta noticia olvidada en El
Encanto y en el tiempo, le ponemos fin al desmadre de la
tragedia.

Celia de Olivo, con nostalgia comenta que no había


carretera para llegar al El Encanto, que tomaban el
líquido vital de un pequeño manantial que brotaba entre
las piedras de una quebrada seca, en medio de la tierra
más seca todavía.

Los ríos El Pescado, Bellavista y El Empalme eran bastante


correntosos en invierno y apacibles en verano, no
quedaban demasiado lejos de la casa, pescábamos
algunas especies de agua dulce, camarones, bocachico,
barbudos, guanchiches y pangoras; lavábamos la ropa y
nos bañábamos. A cualquier lugar iba con mis padres o
con mis hermanos, nunca salí sola a ninguna parte”
68
Fuimos bien pobres pero nunca nos hizo falta comida
gracias a Dios, los chanchos nos daban carne y manteca
para el sustento de la familia. Sembrábamos frijol de palo,
habichuelas, habas, ajonjolí, maní para la sal prieta,
verduras, arroz y maíz; con la higuerilla y el piñón
hacíamos jabones para bañarnos y lavar la ropa, lo que
sobraba vendíamos.

Tostábamos el café nacional a punta de leña en olla de


barro, la molienda era en una piedra grande y
machacábamos los granos con otra piedra más pequeña,
nunca faltaba el café de la finca.

Un día que no quisiera recordar mi madre me


ordenó que tostara el café, pero no le hice caso y
preferí dejarlo para el día siguiente por la mañana;
cuando la leña ardía a todo fuego, puse el comal con
los granos del café seco al sol y empecé a moverlo
con un cuchararon de madera, permanecí más o
menos una hora al calor, cometí el error de salir a la
brisa humedecida por el aguacero, ahí fue cuando
me quedé invalida y perdí la voz, cuando necesitaba
ir al baño hacía señas para que alguien me ayude. Se
me pasmó el cuerpo, pensábamos en muchas
enfermedades, incluso los médicos me trataron de
poliomielitis, recuerdo que mis primos con la ayuda
de los vecinos me cargaban en hamaca subiendo y
bajando cerros en pleno invierno. Fui tratada por
69
algunos curanderos y brujos que nos cobraron
mucha plata. Mi hermano tuvo que vender un toro
grande, vendimos el arroz y los animalitos,
vendimos todo, nos gastamos la plata,
lamentablemente nadie pudo curar mi enfermedad.
Varios médicos dijeron que no tenía remedio,
incluso que jamás llegaría a ser madre. Dios me
regaló cuatro bellos hijos que los he sabido criar,
cuidar y educar con ternura y mucho amor. He
recuperado progresivamente la voz, pero sigo
patojeando un poquito al caminar, tengo el brazo
derecho lisiado, pero de todos modos le doy gracias
a Dios y a la vida”.
“Gracias a la vida que me ha dado tanto

me dio dos luceros que cuando los abro


perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo”.
Dos de mis hijas nacieron en las clínica Dolorosa y la otra
en el hospital de Quevedo, por decisión de mi negro”

Con frecuencia visitaba a mi hermana María, que vivía


muy cerca de la escuela Narciso Cerda, para mi suerte un
día que fui con la intención de saludarla y de paso
pegarme un chapuzón en el río, mi hermana me dijo que

70
suba para presentarme a su suegra y su cuñada, ellas se
encontraban en un cuarto y me pareció imprudente
quedarme, saludé con las ilustres visitantes amablemente
y me retiré sin verlas bien, ellas tampoco me vieron.
Regresé como a los ocho días al rio para pescar, bañarme
y retirar la ropa que me lavaba mi hermana. Estaba
parado en la puerta mirando a la calle y me impresioné
al ver una mujer caminando con rumbo a la casa.
Cuando le pregunté a mi hermana si la conocía, se rio y
me dijo, es mi cuñada la que te presenté hace unos días,
me fui a su encuentro, se puso nerviosa cuando le dije
que era hermano de María. De una me le declaré

Fue algo precioso, desbordante y sensacional. Había


enamorado a otras muchachas pero esa vez diferente,
único, me lancé a la conquista de la mujer soñada, la
respuesta de ella fue que si yo la quería de verdad tenía
que ir a verla al Encanto – Manabí, su tierra natal. Para
entonces yo trabajaba en Ambato con el señor Mario
Mayorga, haciendo complejos mecánicos para la empresa
eléctrica, mi jefe era buena gente, incluso me daba
permiso cada quince días para irme a Manabí.

Su hermano Byron Cevallos me había hecho cuñado con


mi hermana María, entonces dije - ahora me desquito,
71
fui a verla. Digno su hermano mayor y su madre, me
preguntaron qué hacía por ahí - Soy hermano de María,
el cuñado de Byron, el motivo es que conocí a su
hermana Celinda, he llegado a pedir permiso para poder
visitarla. La llamaron para preguntarle si era verdad, ella
contestó que sí, pero bastante nerviosa, temblando – Si mi
hija le ha dado la palabra sea bienvenido a esta su casa –
respondieron amablemente.

Me hicieron conocer a toda la familia, a los tres días


regresé a mi trabajo, pero hice varios viajes al Encanto,
una vez me quedé ocho días cosechando café, visité a un
tío de Celinda, en un sector conocido como El Bejuco,
cuatro horas a pie - Aquisto nomás es - en la vira vuelta
decían -. Hicimos cuatro horas de camino y varias horas
en carro; los manabas salían a toda carrera en sus
caballos y mulares, casi todos armados con cuchillos,
machetes y revólveres – Y ese negro quién es – es el novio
de la miquita - respondía algún familiar – los manabas
decían – allá - muy bien y seguíamos la marcha.

Confieso que jamás sentí miedo porque practico la


verdad, también pude ver en las ventanas de las casas de
madera y caña, unas muchachas de telenovelas que
parecían renacer de nuevo cada vez que las miraba con
72
sus rostros despeinados por el viento veraniego. Al fin
llegamos a la casa de Clotario Zambrano, tío de mi
enamorada, tuve la impresión que estaba viendo la
novela ojo de vidrio de Porfirio Cadena, me presentaron
la familia, mataron gallinas, comimos y de noche hubo
una gran farra, tomé dos traguitos por compromiso, soy
evangélico desde los catorce años. De todos modos para
no perder el derecho a la alegría, bailé una piecita con
Celinda y otro con su prima Solanda.

Celinda me presentó a su tío Palemón, un hombre grande


como un árbol sin hojas, tenía que doblarse para entrar
en la puerta de casa, llegaba con leche, quesos y pollos
decía - tome sobrina pa que coma con su negro.

Al año de noviazgo, pensé que si no pasaba nada con


Celinda, no regresaba jamás a El Encanto, entonces hablé
seriamente con la novia y su familia, como en La Maná
vivían su dos hermanos Colón y Byron que trabajaban
sacando yuca con su padre, decidieron venirse conmigo
en busca de otra suerte. Les traje a todos.

Cuando tuvimos nuestros hijos nos casamos en el


registro civil, después en una ceremonia sencilla y
emotiva desarrollada en la iglesia evangélica Bautista, nos

73
casamos de acuerdo al mandato del todo poderoso. La
unión de nuestras vidas se realizó sin complicaciones,
cuando Celia tenía veinticinco y yo treinta años”.

Los matrimonios o las uniones libres en esos tiempos no


tenían mucha exigencia, sencillamente, la decisión del
hombre interesado en la novia pesaba mucho, si había
pensado en algo serio solo debía pedir la mano de la
muchacha y el compromiso quedaba establecido. Los
hijos llegaban rápido, uno tras otro, nadie pensaba en la
planificación familiar, los anticonceptivos eran total
mente desconocidos en aquellos tiempos.

“Cuando me enamoré de Celinda, un miembro de su


familia me dijo - no se meta con ella que es enfermita y
más bien necesita una persona que le ayude -, le
respondí que podía ayudarla, la he ayudado y nos
ayudamos mutuamente”, expresa don Olivo, con la
satisfacción del deber cumplido.

Celinda es una mujer orgullosa de su pasado y de su


vida, inconmensurablemente rica en ese mundo de paz y

74
silencio, dónde la cosecha nunca tarda en llegar,
especialmente en invierno cuando florecen los campos y
los ceibos del Encanto, con sus ramas cubiertas por
abundantes hojas grandes y flores color rojo púrpura con
pétalos blancos que se tiñen de rosado, su fruto es una
cápsula de color café oscuro, de donde brota la semilla,
que dispersa el viento. Lo que no se lleva la brisa es una
especie de lana que nace entre las rama que suele ser
recolectada para rellenar almohadas y hacer varios
tejidos. En mayo el viento que dispersó la semilla se lleva
también sus hojas, los ceibos se desnudan para ahorrar
energía, es una de las pocas especies que realiza su
proceso de fotosíntesis y convierte la energía luminosa en
química.

La escuela no quedaba tan lejos de la casa, a veces nos


íbamos a pie o a caballo, no asistí a clases por mi
problema de salud, después que me recuperé no me dio la
gana de estudiar, mi esposo insistía, me acompañaba a
un centro de alfabetización nocturno donde asistí dos
meses y no regresé jamás. No prendí ni siquiera una
letra”.

Jamás se subiría en un avión, cuando me fui a Puná en


bote, durante las tres horas de viaje me fui con los ojos
75
cerrados para no marearme. Me gusta el mar pero de
lejitos.

No le tengo miedo a la muerte. Si volviera a nacer me


gustaría que fuera en El Encanto, aunque ahora todo debe
ser diferente. Si mi negro se muere yo también me muero.
Tanta gente que se muere, parece que uno se muere con
los muertos”.

76
OTRO FILANTROPO

Los vinceños tienen como identidad la réplica de la Torre


Eiffel, por eso Vinces es París Chiquito, tierra de la pepa
de oro y de mujeres bellas. Allí nació el 5 de noviembre
de 1986 don Segundo Zacarías Pérez España, quien en su
juventud formó parte activa del grupo los Chapulos en
respaldo a Nicolás Infante Díaz, a las ideas libertarias de
Bolívar y Alfaro. En 1949 Pérez dejó la huerta, la palanca,
el chalo y las mazorcas para trasladarse a la tierra
prometida, tras el embrujo del oro, trabajó en las minas
de Macuchi, California El Moral y Estero Hondo, se
dedicó a la agricultura, fue integrante del comité de
padres de familia que fundó la primera escuela en La
Maná, donó tres hectáreas de terreno para que se
construya el colegio La Maná y la escuela Luis Andino,
dejó de existir el 4 de abril de 1981.

RAISES

El doctor Guillermo Pérez es un hombre alto, de


contextura delgada, con pinta de entrenador de fútbol
argentino, retirado del rey de los deportes, amable,

77
respetuoso, inteligente, autor de dos libros y ante todo
amigo.

Ese viernes 21 de mayo, cuando el maestro Olivo me


invitó a La Libertad para una reunión con su compañero
de aulas en la escuela Luis Andino y amigo desde siempre,
ya sabía de ese gran personaje que es toda una leyenda en
el mundo de la medicina.

El maestro Carlos Olivo y el doctor Guillermo Pérez,


fueron vecinos y compañeros de escuela; compatriotas y
contemporáneos, nacidos el mismo día, mes y año,
posiblemente también a la misma hora, pero aunque en
pueblosciudades distintos, Olivo en Valencia y Pérez en
La Maná,

El mismo día que Carlo Olivo nació en el recinto La


Independencia, Guillermo Pérez vino al mundo aupado
por la comadrona Marianita Quintana, ex posa de don
Carlos Lozada, patriarca y colonizador del pueblo.

pero unidas con igSubirnos a la moto con el detector de


metales al hombro fue sencillo como llegar a la quinta
Agua Limpia en un parpadeo, por una carretera recién
asfaltada que conduce a la planta de agua Splendor.
78
Fue imposible llegar a la cima de la Montaña Sagrada en
el cuadrón todo terreno que debido a la geografía
caprichosa se quedó enterrado en el pantano. El ascenso
a pie es rápido, por un sendero peatonal hasta la cima de
la montaña sagrada. El paisaje se pinta de verde por el
bosque de Melina, la plantación de orito y cacao, huele a
tierra húmeda, a cafecito temprano impregnado con la
flor de las canangas lamanenses.

Cuando el doctor Pérez cavó unos cincuenta centímetros


para sembrar su árbol de ceibo que trajo en macetero
desde el manso Guayas y que hoy intenta escaparse de la
sombra, abriéndose paso a las alturas, jamás pensó
encontrarse con una pieza de cerámica que reactivó su
pasión por la arqueología.

Con su detector de metales el compañero Olivo hizo una


prospección del suelo, la maquina puede descubrir oro,
cobre, aluminio y plata, hasta cien metros de profundidad
y dos mil metros a la redonda. - En la quebrada el oro se
encuentra a unos cincuenta metros de profundidad – En
cuanto a la arqueología- aquí no se trata de tumbas, tolas
o montículos, posiblemente el lugar fue un sitio de
observación y adoración de la cultura Chorrera, Valdivia
o Milagro Quevedo, que poblaron la zona muy
79
tardíamente, desde hace unos cinco mil años antes de
cristo, según los estudios arqueológicos del proyecto
Quevedo, La Cadena La Maná, dirigido por el Suizo
Nicolae Guilliam Gentil y la guayaquileña Katherine
Ramírez.

“Soy orgullosamente campesino, hijo de Sacarías Pérez


España y de Luzmila Matamoros Vera, mis padres ya
forman parte de la memoria colectiva. Recuerdo que
antes de salir a la escuela debía subir el agua en baldes
desde el río a la casa, pastorear las vacas desde el potrero
al corral y ordeñar, el cacao quedaba listo en espera del
sol, por la tarde regresaba a tendalear. Jamás olvido que
mi padre un día me dijo – si pierdes el año en la escuela
- te me quedas trabajando en el campo para siempre -
respondí en silencio en el campo ni loco.

En esa época no había ni corta uñas, mamá no tenía


tiempo para ayudarme, debía atender sus ocho hijos, dar
de comer a los trabajadores de la finca y su esposo
exigente, como podía me cortaba las uñas con machete o
gillette, tenía las maños encallecidas como todo
campesino trabajador. El profesor Walter Tobar, fue un
maloso, no me olvido jamás que un día lunes tuvo el
atrevimiento de pegarme, cosa que ni mi padre hizo
80
jamás. - Enséñame las manos – dijo el licenciado y me dio
un fuerte latigazo que hasta hoy me duele. A tobar no le
guardo rencor, antes era así, incluso se decía que la letra
entra con sangre. Como anécdota le cuento Luis que
incluso en un pos grado dijeron que tengo manos de
campesino, lo cual me llena de orgullo.

Guillermo Pérez recuerda como si fuera ayer al profesor


a un profesor de apellido Tapia, que llegó a la escuela
desertándose del primer año de la Universidad Central
del Ecuador, con un plus extraordinario, “para nosotros
era como estar con Maradona, era un joven pacífico y
simpático, un día se me ocurrió preguntarle si me podía
enseñar inglés, para mi suerte dijo que sí, pero que le
lleve tres hojas de papel ministro, me las llenó de palabras
en inglés con la respuestas en español y viceversa”. El
doctor Pérez en presencia de su compañero Carlos Olivo
dijo que aún guarda esas tres hojas como un tesoro,
porque durante los estudios del bachillerato en el colegio
Vicente León de Latacunga donde estudiaban los
aniñados hijos de la elite social y política de Cotopaxi,
pudo ser respetado y reconocido como el mejor
estudiante, gracias a sus conocimiento de inglés,

81
matemáticas y cultura general. Pérez puso en práctica el
método de la comprensión.

La quinta Agua Limpia de la familia Pérez, ubicada a


cinco minutos del centro urbano de La Maná, en un
sector paradisiaco reforestado con Teca y Melina, donde
se levanta imponente la plantación de Orito orgánico
conocido también como Laddy Finger o Baby Banana. La
casa es una galería de arte, circundada por esteros y
vertientes y ojos de agua pura que brota de la tierra y
que según Guillermo Sotomayor, “es agua de vida, la
mejor agua del mundo con oro orgánico y altísimos
poderes curativos”.

Mientras estudiaba el bachillerato en Latacunga, Pérez


vivió en casa del telegrafista Rodríguez Vascones,
familiar del general Guillermo Rodríguez Lara, aprendió
a recibir y enviar mensajes, “ahí fue donde me contaron
que el maestro Gonzalo Endara Crown realizó varios
talleres que permitieron mejorar la técnica y la textura de
los pintores de Tigua y Zumbagua. Guillermo siente
pasión por el arte pictórico. En 1979 se graduó de
médico cirujano en la Universidad Estatal de Guayaquil,
realizó pos grados en cirugía laparoscópica y
coloproctóloga.
82
“Opté por estudiar medicina porque tenía capacidad,
hice la rural en Pucayacu. Pensaba que se trataba de
Pucayacu Chico y dije me voy trotando desde La Mana,
pero se trataba de la parroquia rural Pucayacu donde
hice salud comunitaria a caballo en todos los recintos.
Donde llegaba la gente me esperaba con un exquisito
caldo de gallina y más derivados de caña dulce para el
frío. Como anécdota le cuento que en la desesperación de
ayudar a la gente doné un buen lote de remedios del
Ministerio de Salud, pero después me los descontaron de
mi sueldo. Tuve varios amigos y no me olvido de Walter
de la Guerra, de las familias Castillo y Esquivel.

Cuando terminé la medicina rural, desde 1982 pasé a


formar parte del equipo médico del Hospital Teodoro
Maldonado. Siempre hubo y sigue habiendo pillerías,
recuerdo que siendo muy joven trabajé como ayudante de
cátedra, mi primer sueldo fue de 500 sucres mensuales,
me los gasté en perfumes.

Recuerdo que mi padre decía - a mí no me gustan el que


trabaja como empleado - me gustan las personas que
tienen sus propias cosas y son sus propio jefes.

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Pérez es fundador propietario de la clínica Santa Gema,
hemos crecido, por eso ya le quité el pie al acelerador y
delegué funciones, tomó la posta mi hijo Guillermo como
cirujano, mi hija Bethzabe es ingeniera comercial, Lenín
es auditor en medicina se encarga del control y mi esposa
Bethzabe Chagrbem está a cargo de la administración
general. Ahora miro nomas esa es la felicidad que busca
el hombre. Mi gente no es materialista, laboreamos fuerte,
con perfil bajo, con el ímpetu del trabajo que heredamos
de nuestros padre y abuelos”.

¿Si volviera a nacer Guillermo Pérez sería médico o no?


“Sí pero no cirujano, porque nadie perdona un error
cuando la muerte llama a la puerta del quirófano”.

El doctor Guillermo Pérez, es fundador de ocho clínicas


en Guayaquil, durante treinta años ininterrumpidos se
dedicó a la cátedra de anatomía.

Carlos Olivo es uno de mis primeros amigos y


compañeros, incluso estuvimos enamorados de la misma
chica que debió haber tenido unos doce años. Un día le
escribimos una carta, tuvimos que enfrentarla y pedirle
que se decida por cualquiera de los muchachos del
grado”
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Olivo y Pérez, adolescentes aún, tuvieron el buen gusto de
enamorarse a muerte. Tío Gil, con buena ortografía o sin
ella, era quien escribía las cartas. Era una chica bella y
sin prejuicios, con la buena o mala suerte de no haberse
casado con ninguno, porque tal vez estaba muerta de
amor por otro. Posiblemente Isabela no fue el amor de
nadie. De ella nos habla a continuación don Hugo
Carrera Pérez……….

A MIS AMIGOS
Alberto Cortez
A mis amigos les adeudo la ternura
y las palabras de aliento y el abrazo;
el compartir con todos ellos la factura
que nos presenta la vida, paso a paso.
A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme las espinas más agudas;
los arrebatos de humor, la negligencia,
las vanidades, los temores y las dudas.
Un barco frágil de papel,
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel,
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel:
un corazón.
A mis amigos les adeudo algún enfado
que perturbara sin querer nuestra armonía;
sabemos todos que no puede ser pecado
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el discutir, alguna vez, por tonterías.
A mis amigos legaré cuando me muera
mi devoción en un acorde de guitarra
y entre los versos olvidados de un poema,
mi pobre alma incorregible de cigarra.
Un barco frágil de papel,
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel,
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel:
un corazón.
Amigo mío si esta copla como el viento,
adonde quieras escucharla te reclama,
serás plural, porque lo exige el sentimiento
cuando se lleva a los amigos en el alma.

FL TIO GIL
De gil no tiene ni un pelo, con apenas cuatro años de
nacido, sus padres vendieron la finca y el ganado en el
recinto La Carmela – Pucayacu y me trajeron a vivir en
La Maná,

Gil Alfredo Molina Acosta, Soy hijo de Maximino Molina


Martínez y de Delia María Acosta. El La Maná mi padre
trabajó durante seis años con don Gonzalo Albarracín
sembrando banano, café y cacao, Con el dinero de
liquidación por la siembra, papá compró diez hectáreas
de don Buena Ventura Neto, todo era montaña. Fuimos
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los primeros en hacer un pozo de agua revestido de
cemento, en verano toda la gente se abastecía de agua en
el pozo de la casa, recuerdo que dentro del pozo había
campeches, barbudos y viejitas ralladas. Mi padre era
medio neurópata, curandero de enfermedades tropicales,
curaba las mordeduras de culebras, teníamos una cancha
de vóley se vendía refrigerios y trago de pura caña, mi
padre era experto en arreglar sobaduras y quebraduras
de huesos y luxaciones, tenía un huerto con plantas
curativas.

Desde niño anduve con mi padre en las tareas agrícolas,


en la pesca y la cacería que hasta ahora practico por
deporte.

A los seis años ingresé a la escuela Carlos Lozada


Quintana, quedaba en la casa parroquial donde ahora
funcionan los baños públicos, ahí estudie hasta tercer
grado.

Fue en la escuela donde conocí a Carlos Olivo, Hugo


Carrera, Guillermo Pérez Carlos, Marmy Sojos, Fanny
Lasso, Cecilia Cascones, Enrique Tovar, Enrique Tovar,
Marlene Chamorro, Encarnación Lozada, Bolivar Lozada,
Gonzalo Iza, Alonso Ortega, Elvira Lozada entre otros.

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Recuerdo a varios profesores de la época: Violeta
Bazantes, Tomas Peñaherrera, Hugo Medina, entre otros.

Yo vivía a la entrada de la Playita Mía, después fue que


mi padre compró un terreno que lindaba con el de
Sacarías Pérez, junto al colegio La Maná, Somos parte de
los estudiantes que fundamos la escuela Luis Andino.

Carlos Olivo era un muchacho alto, inteligente, fuerte y


buen peleador. En el regreso jugábamos al pepo y cuarta
con las monedas de un sucre, jugábamos al churo y a las
cogidas con las compañeras mujeres, éramos chicos
sanos, sinceros y sin malas intenciones, nos llevábamos
como hermanos. Olivo era un excelente compañero,
hasta la actualidad es una excelente persona y amigo. Era
muy bueno para jugar volibol. Entre Olivo, Hugo
Carrera, Guillermo Pérez y yo compartíamos la tonga
envuelta en hojas de bijao que normalmente era de arroz,
maduros, fritada, gallina carne de monte o pescado, así
nos dábamos el lujo de probar cinco sabores diferentes.

Teníamos dos horas para ingresar a la segunda jornadas


de clases, aprovechábamos ese tiempo para comer y
jugar, era lejos para regresar a comer en casa y otra vez
volver a la escuela. En las horas sociales nuestros artistas

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Hugo Carrera y Carlos Olivo se robaban los aplausos de
todos. Luis Sambonino era el director de la escuela.,
recuerdo también al profesor Hugo Medina. Walter
Tobar es un profesor que me duele recordar, me maltrató
físicamente, emocional y psicológicamente, era maloso
con todos. Un día me caí mientras caminaba rumbo al
río y me fracturé el brazo izquierdo, asistía a clases con el
brazo entablillado y vendado, tocaba clases de natación,
no me ahogue gracias a la ayuda de los compañeros que
me arrastraron hasta la orilla del río. Por el estado de mi
brazo me negué a tirarme y el profesor Walter Tovar me
empujó sin pena ni gloria, la poza era bien honda, había
residuos de hierro, cemento y cualquier cantidad de
pescado. El profesor Tovar incluso le había pegado a
Guillermo Pérez y a muchos compañeros.

Un buen día que estábamos formados en el patio, Walter


Tovar me ordenó, que dé la voz del Himno Nacional,
después de cantarle a la patria se le ocurrió revisar el
aseo personal, justo ese día me había olvidado del
pañuelo, me hizo salir al grupo de los que serían
castigados, en mi mochila jamás faltaba la catapulga de
casería, saqué la flecha, una piedrita, le pegué en la
cabeza y me fui corriendo, llegué a mi casa, guardé los

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libros y metí dos paradas de ropa en la misma mochila,
Salí en busca de mi amigo Juan Almache y nos fuimos a
Minuape, ahí trabajé como adulto cargando unos
inmensos chalos repletos de cacao, me hice hombre a
pesar de mis once años.

Al mes tuve que regresar a casa debido a que una


podadera se salió de la palanca y me hice un corte en la
mano izquierda, pero antes un boticario de nombre
Victoriano Acuña, me cogió varios puntos, no me quedó
bien un dedo, accidentado retorné a casa.

Mi padre era un hombre estricto y justo, se había


reunido con algunos padres de familia y exigieron ante
las autoridades el pase del profesor y asistí a clases pero
tuve que igualarme en varias materias, terminé la
primaria con sobresaliente.

El Instituto Belisario Quevedo estudié seis meses y me


regresé con un sobre en la mano dirigido por el rector a
mi padre, con la noticia de que depositar una garantía
para que yo pueda seguir estudiando. Siento pena por eso
per nunca supe si mi adre no quiso que estudiara o no
tenía plata para la garantía. Hubiese sido profesor

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Algunos compañero están muertos, otros son buenos
profesionales. Carlos Olivo ganó el vice campeonato
nacional de Taekwondo y Quimboxer, es un técnico
industrial exitoso.

fin

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