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Control vs confianza durante la adolescencia

POR PATRICIA LARGO BARAJA

Control vs confianza es una pelea habitual que se manifiesta en la labor educativa en la etapa de la
pubertad. Durante la niñez y adolescencia tu hija/o no necesita una amiga, sino una madre.
El trabajo de una buena madre es establecer control conductual para que se respeten unas normas
básicas. Pero el control conductual no implica controlar la vida de tu hija.

El control como herramienta educativa.


Desde Padres en la Nube te ofrecemos sencillas guías para que ejerzas un control eficaz sobre la conducta
de tu hija. Pero ejercer este control y poner en práctica tus derechos como madre puede resultar un cóctel
explosivo si no se definen bien algunos criterios.
En primer lugar es bueno conocer cuáles son los comportamientos típicos de un control desproporcionado.
Una buena forma de aprender a distinguirlos es observar la conducta de otras madres ya que te hará más
fácil afrontarlos.
Pero para empezar te proponemos una lista de estas conductas de control para que seas capaz de
identificarlas. Una madre controladora de su hija:

1. Tiene una lista de todos los números de teléfono de sus amistades.

2. Le pregunta a cada rato lo que comió o dónde estuvo y con quién.


3. Delante de la gente, le pone en ridículo.

4. Le recrimina incesantemente con el fin de lograr objetivos personales.


5. Se coloca tras la puerta de la habitación para escuchar la conversación de su hija cuando habla por teléfono.

6. Impide que vaya sola  a  comprar ropa, trata de influir en la decisión personal de qué ropa comprar.
7. La espía por la calle para saber dónde va.

Malas compañías con amistades regulares.

Desear que tu hija desarrolle una vida plena es un anhelo lógico. Pero la cosa se complica cuando esta
pretensión lleva a entrometerse en su esfera vital. Hay aspectos de la vida de una adolescente que solo le
conciernen a ella.
Por ejemplo, uno de los quebraderos de cabeza más habituales es la elección de amistades. En la
adolescencia tu hija no necesita amigas sino una madre. O sea a ti, que eres la única madre que tiene.
Y si tu hija tiene una amiga que  te da mala espina es mejor no inmiscuirse y respetar a la persona con quien
mantiene amistad, salvo que estes segura que es una persona peligrosa. Si resulta que se equivoca en los
criterios que tiene en cuenta, es buena idea que lo haga por sí misma. Equivocarse no es una terrible
catástrofe a evitar sea como sea, fallar y acertar son la base del aprendizaje en la vida.

Confía para que confíe.

Un lado muy patológico del control, aunque más difícil de detectar, es vivir pensando dónde puede andar o si
estará bien, cuando sale de casa. Aún sin transmitirle el desasosiego que te causa la incertidumbre acaba
reflejándose de alguna manera en vuestra relación. Así es fácil que piense que no tienes confianza en ella
y, por ende, le va a costar más establecer ese aspecto de su personalidad.
No intervenir en la elección de sus amistades es un buen signo que va a facilitar la percepción en ella de que
confías en su criterio y le das una oportunidad. Una patente falta de confianza en la relación de tu hija por tu
parte es verdaderamente corrosiva en el desarrollo de su personalidad y sus capacidades.

Adquirir criterio propio.

Seguro que habitualmente esbozas tu opinión sobre aspectos que ignoras o te responsabilizas para tomar
una decisión en nombre de otras personas.
Puede que para ti ser responsable de lo que haces o decidir por otras es fácil. Pero tienes que dejar de
hacerlo de forma progresiva y proporcionada.
Así llegará el día en el que ella haya conformado del todo su propio criterio y ya no tengas que decidir qué
es lo mejor en cada momento.

Bibliografía consultada para escribir «Control vs confianza durante la


adolescencia»

 Aronson, E. (1999). El animal social. Madrid: Alianza Editorial

 Fierro, A. (1996). Manual de psicología de la personalidad. Barcelona: Paidós


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ADOLESCENCIACAMBIOSCOMPORTAMIENTO CONDUCTACONFIANZACONTROL

Patricia Largo Baraja


Licenciada en Psicología por la Universidad de Salamanca y con dos Máster centrados en la Psicología
Clínica. He elegido de forma deliberada utilizar los plurales femeninos no porque me dirija en exclusiva a las
madres con hijas adolescentes. Me dirijo a madres y a padres con hijas y con hijos. Pero si queremos
conseguir la equidad, los chicos adolescentes han de acostumbrarse a ser tratados dentro del grupo de
LAS adolescentes, al igual que hasta ahora las chicas adolescentes han sido consideradas dentro del grupo
de LOS adolescentes.

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