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CIRO ALEGRÍA
Profesor de Filosofía de la PUCP. Especialista en políticas de seguridad y
defensa.
Veamos la mala idea que engendró al SIN. Fue el dogma
montesinista: la única forma de estabilizar al gobernante elegido
es usar irrestrictamente, más allá de todo control legal, los poderes
excepcionales del Estado. La democracia, según este dogma, es
una ilusión de las masas que debe ser alimentada para que sea
posible el Estado. Esta ilusión se nutre de prensa amarilla,
televisión manipulada, amedrentamiento de opositores y de
militares disidentes, soborno de autoridades, jueces y políticos.
Las masas quieren creer que ellas han elevado al poder a un
hombre fuerte y que él les será fiel y permanecerá en el poder
hasta satisfacerlas. Este dogma se impuso en los primeros días
del gobierno de Fujimori y desde la cúpula militar y empresarial
que sacó adelante su régimen. Por ello, en vez de continuar con
planes de golpe militar tradicionales, adoptaron al nuevo líder
surgido de las urnas, pero no con el respeto que merece un
gobierno elegido, sino como el producto estrella de un mercado de
ilusiones.
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estuvo completo bajo el poder de Montesinos, a fines de 1994.1 La
contrasubversión no se convirtió directamente en legitimación
política; eso habría sido el plan de un golpe militar tradicional. El
objetivo fujimontesinista fue siempre comprar o extorsionar los
medios de una legitimación democrática aparente, para lo cual
usaron el dinero negro, producto secundario de la
contrasubversión.
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Véase el detallado estudio que elaboró el autor sobre la estructura y
funciones del SIN en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación del Perú, tomo II, 3.4.3. «Las operaciones especiales del
Servicio de Inteligencia Nacional», pp. 351-358, y sobre el SIN y el narcotráfico
3.4.4. «El empleo de las Fuerzas Armadas contra el narcotráfico y la batalla por
el control del alto Huallaga», pp. 358-365.
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medievales de paganismo y dio paso a la adoración interior y la
contemplación mística de las imágenes sagradas, cuyo
equivalente en el Perú fue el triunfo del culto criollo de los santos
en el siglo XVII. Quiero decir con todo esto que no debemos
confundir el rechazo al régimen fujimontesinista ocasionado por la
difusión del «vladivideo» con una ola de indignación moral, pro
derechos humanos, ni nada por el estilo. La tentación de recurrir
otra vez a servicios especiales como los que brindaba el SIN sigue
siendo, pues, grande, tanto para el actual gobierno como para
cualquier otro que venga en los próximos años.
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controlar las operaciones, el Presidente del CNI se vio tentado a
veces de usar para ello las capacidades de contrainteligencia y
terminó jugando al gato y al ratón con ciertos equipos operativos.
Ese fue el menos malo de los casos, el que ocasionó la salida del
almirante Alfonso Panizo. Las caídas de Mora y de Almeyda,
hombres del partido de gobierno y de confianza del Presidente,
fueron mucho peores porque sus fiascos fueron protagonizados
por ellos mismos. Almeyda anduvo por los caminos de la tentación
que he mencionado más arriba, la de relanzar los servicios
especialísimos de obtención de recursos de imagen.
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regularmente a un estrecho círculo de autoridades del Estado
información oportuna, confiable y relevante sobre asuntos de
seguridad nacional. En el Perú estos son el Presidente de la
República, el Presidente del Consejo de Ministros y los Ministros
del Interior, Defensa, y Relaciones Exteriores. Todas las políticas
del Estado tienen que llevarse a cabo de forma que contribuyan a
la seguridad y no generen riesgos innecesarios. Con este fin, los
receptores de inteligencia se reúnen en un consejo para
establecer las políticas correspondientes. Ellos tienen la
responsabilidad de instruir y orientar a todos los demás agentes
del Estado según las líneas maestras de esta política. No
corresponde al Presidente del Congreso de la República ser
receptor de inteligencia estratégica si el Legislativo no asume
responsabilidades directas en la generación de políticas de
seguridad. El Congreso peruano está lejos de tener las
atribuciones constitucionales y las capacidades de análisis para
ello. No se le rinde cuentas de la ejecución del presupuesto militar
anterior antes de aprobar el nuevo, no establece el número de
efectivos ni el nivel de fuerza, no establece los riesgos y
amenazas, todo esto es responsabilidad del Ejecutivo. Si sigue
siendo así, pues solo le corresponde al Ejecutivo la
responsabilidad más alta en materia de seguridad.
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cálculo de riesgos, la inteligencia no puede recurrir a fuentes no
públicas. (Por ejemplo, evaluación de expediente de candidato a
cargo oficial.) Sí, en cambio, cuando se trata de prevenir o
enfrentar amenazas. En estos casos la alta dirección debe recabar
la autorización de un juez especializado u otra autoridad estatal
independiente del Poder Ejecutivo, presentando los elementos de
juicio que indican la peligrosidad del caso. Las operaciones
especiales deben guardar proporcionalidad con el grado de la
amenaza. Los criterios de proporcionalidad deben ser establecidos
en estrecha coordinación con el Consejo de Seguridad Nacional.
Las leyes y reglamentos que delimitan las actividades de
inteligencia deben ser públicos y haber surgido de una amplia y
profunda discusión pública.
2
Véase por ejemplo Heymann, Philip B. «Controlling Intelligence
Agencies» en www.ksg.harvard.edu/justiceproject/
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servicios es estrictamente administrativo. Tiene acceso a toda la
información de inteligencia disponible y a todas las actividades u
operaciones que realizan los servicios. Establece los presupuestos
de los servicios; supervisa la ejecución del gasto; aprueba los
ascensos, puestos y destinos de los agentes; define los criterios
de evaluación y calificación del personal, el reclutamiento, los
códigos de ética, el entrenamiento y las remuneraciones.