Está en la página 1de 25

Universidad Nacional Abierta

Dirección de Investigaciones y Postgrado


Maestría en Educación Abierta y a Distancia
Unidad Curricular: Filosofía de las Ciencias

CAPÍTULO 1

EL CONCEPTO DE
RACIONALIDAD

Ortiz, J. (1997) La Constelación Racional.


Universidad Nacional Abierta. Caracas

(Compilación con fines Instruccionales)


La Constelación Racional

Nuestra discusión será adecuada, si tiene


tanta claridad como la materia lo permita,
porque la exactitud no debe perseguirse
en todas las discusiones, como no se
persigue en todos los productos de las
artes
Aristóteles
Capítulo 1
El Concepto de Racionalidad
1.0 Racionalidad: Facultad o Método, Sistema o Comunidad 
La racionalidad es uno de esos términos imposibles de definir sin dejar fuera
de la definición un mundo de significados, la racionalidad es una especie de
"factum" sobre el cual la mitología, la ideología, la ciencia y la conciencia, han
tratado de justificar y legitimar su fundamentación particular. La noción de
racionalidad envuelve tal multitud de usos y acepciones que sufre lo que
podríamos llamar una saturación polisémica, lo cual hace que cualquier concepto
de racionalidad, tarde o temprano, se encuentre frente al espejo paradójico de la
autorreferencia: porque siempre tendremos que dar razones para justificar la
racionalidad, o se diluya en el caldo de la complejidad, debido a una tradición
fecunda en mitos y valores.
Algunos filósofos consideran la racionalidad, desde un punto de vista
platónico, como la característica fundamental que distingue al ser humano del
resto de los seres vivos, y suponen como axioma antropológico de su discurso que
el ser humano posee una facultad especial que lo distingue del resto de los
animales y seres vivos; y llaman a esa facultad "racionalidad", pero con una
salvedad: que esta facultad es parcial, en el sentido de que el ser humano no es
un ser racional acabado, sino más bien un ser que trata de ser racional y bajo el
umbral de esta hipótesis protohumana lanzan un hilo de Ariadna a través de este
laberinto de espejos, ya que todos vivimos en este mundo de reflejos (¿reflexivo?),
como seres potencialmente racionales que somos, al querer justificar como
racional tanto la creencia que expresamos, como la acción que ejecutamos. Toda
comunicación con nuestros congéneres depende de que cada interlocutor
suponga como premisa fundamental la racionalidad de los otros.
La caracterización antropológica es un primitivo punto de partida para
empezar a delimitar el concepto de racionalidad. El próximo movimiento será
empezar a desentrañar en qué consiste esta capacidad

5
José R. Ortiz

del ser humano, y si en realidad tiene sentido definir la racionalidad como una
facultad del ser humano.
Para Jon Elster, la racionalidad específicamente humana se caracteriza por la
capacidad de relacionarse con el futuro, en comparación con el miope y gradual
ascenso de la selección natural (Elster, 1989: 7).
Una respuesta dada por los antropólogos es que la racionalidad es la
capacidad de aplicar la razón a la realización de tareas o de aprender a partir de la
experiencia: Según esta concepción la racionalidad consiste en la idea de que el
hombre es el animal que aprende de la experiencia, y aprende como aprender de
la experiencia, y hace ambas cosas en un grado mucho mayor que cualquiera de
sus vecinos en el árbol de la evolución (Jarvie, 1980: 21).
Como vemos, existe cierta circularidad en este tipo de definición, entre
racionalidad y aplicación de la razón, aprender a aprender, pero de cualquier
forma el concepto de racionalidad siempre estará estrechamente ligado al
concepto de orden, al ordenamiento de nuestro mundo interior a partir del punto
de acumulación de nuestra conciencia, y al ordenamiento del mundo exterior junto
a las demás conciencias, al tratar de construir entre todos un mundo consistente
con nuestros deseos y creencias. 
La racionalidad, al igual que el lenguaje, es un fenómeno colectivo, social, del
dominio público, ya que sería imposible una racionalidad privada, como una
racionalidad reflexiva de un ser aislado, por las mismas consideraciones que
esgrime Wittgenstein (1968) en su argumentación contra la posibilidad de un
lenguaje privado. Un Robinson Crusoe sería capaz de hacer juicios pero jamás
alcanzaría la racionalidad, de la misma forma que nuestro amigo Robinson podría
patear muy bien una pelota y correr tras ella, pero jamás podríamos decir que
juega al fútbol. De aquí se desprende que la racionalidad es un predicado
aplicable en el contexto social, pues sólo es posible ante el contraste ajeno. 
Otros filósofos prefieren definir la racionalidad como un método, y critican la
carencia de significado de una concepción facultativa de la racionalidad como
premisa antropológica. Así, Mosterín (1978) nos señala: La racionalidad
&emdash;en el significado que aquí la entendemos&emdash; no es una facultad
sino un método. Pero ninguna facultad garantiza que se aplique el método
racional. Y si bien sólo tiene sentido calificar de racional o irracional la conducta
de seres inteligentes, según que utilicen su inteligencia conforme a las normas del
método racional, es preciso reconocer que la más aguda de las inteligencias es
perfectamente compatible con una crasa irracionalidad (p. 17).
El racionalismo crítico de Popper considera la racionalidad, en un sentido amplio,
como una actitud que procura resolver la mayor cantidad posible de problemas
recurriendo a la razón, es decir, al

6
La Constelación Racional

pensar claro y a la experiencia, mas que a las emociones y pasiones....una actitud


en la que predomina la disposición a escuchar los argumentos críticos y a
aprender de la experiencia. (1984: 392). Para Popper la racionalidad no se puede
justificar a sí misma, la racionalidad no puede ser omnicomprensiva. El ser
racional, el actuar racionalmente, requiere en última instancia de un acto de fe en
la razón. Quien adopta una posición racional también adopta, consciente o
inconscientemente, un propósito, una decisión, una creencia o un comporatmiento.
Para Peter Winch: La racionalidad no es solamente un concepto en un lenguaje,
es ésto y más, porque como cualquier concepto debe estar circunscrito por un uso
establecido: un uso que es establecido en el lenguaje. Pero pienso que la
racionalidad no es un concepto que un lenguaje, en concreto, pueda o no pueda
tener, como por ejemplo el concepto de "amabilidad". Este es un concepto
necesario para la existencia de cualquier lenguaje: decir que una sociedad posee
un lenguaje es decir también, que posee un concepto de racionalidad. (1970: 99-
100)
Para Habermas y Apel, la razón conlleva una disposición hacia la
racionalidad que es inherente al uso del lenguaje, la racionalidad tiene menos que
ver con el conocimiento o con la adquisición de conocimiento que con la forma en
que los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen uso del conocimiento
(Habermas, 1989: 24). La racionalidad comunicativa o discursiva traslada la
comunicación desde el nivel de la acción al del discurso, donde las pretensiones
de validez (veracidad, verdad y rectitud o corrección) de nuestras expresiones
pueden ser problematizadas y sometidas a argumentación, para,
consecuentemente, desembocar en un consenso alcanzado argumentativamente,
siempre que el discurso satisfaga las condiciones de una hipotética «situación
ideal de habla», para Habermas, o de una «comunidad ideal de comunicación»
para Apel.
Toulmin considera que la racionalidad no es un sistema formal o empírico,
sino una empresa humana. Debemos comenzar por reconocer, pues, que la
racionalidad no es un atributo de los sistemas conceptuales en cuanto tales, sino
de las actividades o empresas humanas de las cuales son cortes temporarios los
conjuntos particulares de conceptos: específicamente, de los procedimientos por
los cuales se critican y cambian los conceptos, juicios y sistemas formales
corrientemente aceptados en esas empresas (1977: 144).
Después de este rápido sondeo por algunas de las concepciones más
comunes sobre la racionalidad, e independientemente de que consideremos a la
racionalidad como una facultad humana o un método, un sistema, una comunidad
o una empresa, creemos oportuno recordar junto con Nagel que: El fracaso de los
hombres para vivir razonablemente es, en gran medida, una consecuencia del
hecho que, aunque el hombre

7
José R. Ortiz

es un animal racional por naturaleza, el ejercicio eficiente de los poderes


racionales no es una bendición natural, sino algo que se logra muy difícilmente
(1966: 293).
1.1 Racionalidad Teórica y Racionalidad Práctica 
A pesar de que los conceptos no son palabras, una forma de empezar a
explorar un concepto es observar como se usa la palabra asociada a ese
concepto, en este caso tenemos la palabra racionalidad, o, para ser más exactos,
tenemos una familia de palabras como razón, racional, razonamiento, razonable y
racionalidad. Esta familia de palabras esta relacionada generalmente con otras
palabras y conceptos como: memoria, organización, inteligencia, planificación,
cálculo, comunicación, solución de problemas, lógica, lenguaje, etc. También
usamos los adjetivos racional y razonable para calificar sustantivos como acción,
creencia, conducta, actitud, persona, preferencia, decisión, y obtenemos acción
racional, creencia racional, persona racional, conducta razonable, y así
sucesivamente.
En el lenguaje cotidiano decimos que creemos algo racionalmente, o que
nuestra creencia es racional, cuando podemos esgrimir razones para sustentar
dicha creencia. Por lo general, estas razones están basadas en la evidencia que
es relevante para nuestra creencia. Por ejemplo, para sustentar la creencia de
que "el sol gira alrededor de la Tierra" podríamos basarnos en la evidencia dada
por nuestros sentidos: al verlo salir todas las mañanas por el horizonte, pero esta
evidencia podría cambiar ante la recolección de nueva información, lo cual podría
llevarnos a cambiar nuestra creencia. De esta forma, la salida del sol por las
mañanas podría ser reinterpretado como causa de la rotación del planeta, hecho
éste registrado por un satélite artificial, y esta nueva evidencia de la rotación del
planeta nos podría llevar a aceptar la creencia de que "el sol no gira alrededor de
la Tierra".
Muchas veces la creencia racional de la persona esta supeditada al
seguimiento de unas reglas específicas, pero también se espera que una persona
racional pueda sustentar racionalmente una opinión, juicio o evaluación, para
conseguir un fin determinado. En este caso tenemos que dar una opinión o juicio
de una situación de acuerdo a la información que poseemos. Por ejemplo el juicio
o la opinión profesional dada por una abogado sobre determinado caso jurídico o
la sentencia de una jugada de béisbol dada por el "umpire", donde, además de
leyes y reglas, se depende en definitiva de apreciaciones e interpretaciones
basadas en la competencia (juicio experto) y la experiencia del evaluador.
Pero como señalamos anteriormente, no sólo usamos el término racional
para hechos cognitivos o del pensamiento, sino también para referirnos a la acción
y la conducta humana, así decimos que una persona es racional o actúa
racionalmente cuando esta persona al enfrentar una situación con varias
alternativas, selecciona los mejores medios a su disposición para lograr un fin
determinado. De esta forma vemos que

8
La Constelación Racional

el uso del término racionalidad en el lenguaje cotidiano establece aparentemente


dos dominios principales de aplicación del término racionalidad, por un lado
tenemos creencias y juicios de carácter cognoscitivo y evaluativo,
respectivamente, y por otro lado tenemos acciones y conductas. En el primer
caso decimos que se trata de racionalidad Teórica o Teorética y en el segundo
caso de racionalidad Práctica o Pragmática. Es decir, en el primer caso tenemos
el dominio teórico del mundo mental e intelectual y en el segundo caso el dominio
práctico de la acción donde interviene la voluntad. Esta diferencia entre razón
teórica y razón práctica se remonta a Kant con su distinción de la razón pura, que
aunque es una sola, tiene dos usos diferenciados: Un uso teórico donde las ideas
de la razón sirven para «regular» el conocimiento sensible. Y un uso práctico
donde se «constituye» la facultad específica a la que se refieren: la voluntad
(Bilbeny, 1991: 92).
Un ejemplo de como se aplica esta distinción en nuestros días nos lo ofrece
Mosterín: La racionalidad se predica de nuestras creencias y opiniones, por un
lado, y de nuestras decisiones, acciones y conducta, por otro. Llamemos
racionalidad creencial (teórica) a la que se predica de creencias y opiniones, y
racionalidad práctica, a la que se predica de decisiones, acciones y conducta
(Mosterín, 1978: 18).
La racionalidad teórica se enfrenta a la pregunta: ¿cuál es el caso? ¿cuándo
una creencia es racional? Cuándo debemos aceptar una creencia como racional
en base a la evidencia e información que poseemos y, por lo tanto, cómo podemos
justificar racionalmente dicha creencia . La razón teórica ha sido históricamente la
encargada de desentrañar las conexiones entre los diferentes hechos y creencias,
está muy relacionada con el concepto de verdad y los tipos de razonamiento que
validan nuestras creencias. Hume expresa en el Tratado del Entendimiento
Humano (Libro III, Parte I, Sección I): La razón es el descubrimiento de la verdad y
la falsedad. Si una inferencia válida demuestra una conclusión, entonces las
premisas de ésta inferencia son razones para justificar la conclusión. Por ejemplo,
en el razonamiento deductivo, si suponemos que las premisas son verdaderas y la
inferencia válida, entonces podemos garantizar deductivamente que las premisas
implican la conclusión. También podemos considerar otros tipos de razonamiento
como la inducción, por ejemplo. Tanto en la deducción como la inducción las
premisas y la conclusión son proposiciones, es decir, respuestas a la pregunta
¿cuál es el caso?. En general la racionalidad teórica tiene mucho que ver con lo
que podríamos llamar el modelo lógico-matemático o axiomático de razonamiento,
el cual tiene su origen el Los Elementos de Euclides y cuyo desarrollo ha sido
fundamental para la racionalidad científica.
Por su parte la racionalidad práctica responde a la pregunta ¿qué debo
hacer? ¿Cuándo una acción, o conducta, es racional? A diferencia

9
José R. Ortiz

de Hume, quien sustentaba la idea de que las acciones no estaban


relacionadas lógicamente, o que era imposible la construcción de una lógica de
acciones, ya que ninguna acción podría ser la conclusión de un argumento
deductivo o inductivo, condensado en la popular doctrina del "deber" no puede ser
deducido del "ser", conocida como la falacia naturalista; muchos filósofos han
tratado de construir una lógica práctica de la acción a la manera de la lógica
proposicional. Por ejemplo, Aristóteles considera que pueden existir silogismos
prácticos cuyas conclusiones son acciones (Ética a Nicomaco, 1147a), y San
Agustín construye una lógica ética, donde a partir de unos cuantos axiomas
acerca de la existencia humana infiere toda una teoría de la conducta
humana. También Kant y Wittgenstein consideraron la posibilidad de inferencias
prácticas (Edgley, 1969: 28) y más recientemente muchos filósofos aceptan esta
posibilidad: Esta más allá de cualquier duda que además del razonamiento teórico
existe el razonamiento práctico. Usamos la lógica no solo para establecer cual es
el caso sino también para establecer qué debemos hacer. En el razonamiento
teórico como en el práctico pasamos de las premisas a la conclusión...las
conclusiones son acciones o planes de acción (Kenny, en Raz, 1978: 63). 
Pero la pregunta: ¿Pueden las acciones y no simplemente las cosas que
pueden ser dichas acerca de las acciones, ser inferidas como conclusiones a partir
de las premisas de un razonamiento deductivo o inductivo? también tiene
respuestas negativas: Cualesquiera que sean las implicaciones lógicas del juicio
"Debes cerrar la puerta" o la orden "Cierra la puerta", la acción de cerrar la puerta
no puede ser una de ellas; ésta no puede ser consecuencia o ser inferida o
deducida a partir de estas premisas o cualesquiera otras inferidas a partir de ellas
(Edgley, 1969: 29). Y esto parece un argumento incuestionable. 
De cualquier forma es bueno señalar que ha habido esfuerzos, tanto en
reducir la razón práctica a la teórica, y de esta forma salvar la lógica, como de
reducir la razón teórica a la práctica, buscando una solución más sustantiva, por
medio de una teoría de la argumentación o una pragmática universal, en este caso
la razón teórica se considera el límite de la razón práctica. Suppes (1984) señala
que la diferencia entre el razonamiento teórico y el práctico es una cuestión de
grado, cuantitativo y no cualitativo: En casi todos los casos de razonamiento
práctico es difícil proceder axiomáticamente, pero en general también este es el
caso en ciencia (p. 201). Otros filósofos consideran que la diferencia sigue
estando en la diferenciación de significados entre creencia y acción. Lo
importante es remarcar que no existe una clara diferenciación entre el contexto
teórico y práctico de la racionalidad.
Quizás sea importante señalar que el método deductivo-axiomático no fue el
único método de razonamiento utilizado por los griegos. El razonamiento que
podríamos llamar dialéctico y que se basaba en el

10
La Constelación Racional

método socrático, también gozó de popularidad y relevancia epistemológica entre


los filósofos griegos. Este método de razonamiento, creado por Sócrates y
desarrollado por Platón, se basa en el dialogo entre dos participantes que buscan
el entendimiento, y consiste en una serie de preguntas y respuestas. El punto de
partida es el cuerpo de opiniones del participante cuestionado, pero estas
opiniones a diferencia del método axiomático no son consideradas como
verdaderas, como axiomas o premisas, sino más bien como los objetos de estudio
a ser examinados, los cuales pueden ser rebatidos. El punto clave del método
socrático o dialéctico, y que lo diferencia del deductivo, consiste en que el diálogo
obliga a la interacción con otra persona, y es necesario el acuerdo entre los
participantes con respecto a determinado punto para que el diálogo pueda seguir
adelante.
Otra diferenciación estriba en que el estilo deductivo es lineal, es decir, una
vez que establecemos que las creencias que forman nuestras premisas son
ciertas, entonces las conclusiones que inferimos a partir de éstas son también
ciertas y, además, son consistentes entre ellas y con la totalidad de las premisas
iniciales. De esta forma podemos decir que nuestro razonamiento va progresando
de una forma acumulativa y lineal, mientras que el razonamiento dialéctico es más
bien circular o cíclico, en el sentido de que una vez que alcanzamos un nuevo
punto de vista o interpretación en nuestro objeto de estudio, debemos dar marcha
atrás y reconsiderar los puntos anteriores, la idea general de este proceso es
incorporar el mayor número de vistas e interpretaciones en nuestra discusión, de
tal forma que podamos reconsiderar las diferentes interpretaciones y las diferentes
etapas de interpretación a medida que vamos logrando la mejor versión del
problema en discusión.
Este tipo de razonamiento, que hemos llamado dialéctico, se presta más al
razonamiento práctico en el sentido que envuelve un elemento social como la
conversación que transforma el pensamiento en una actividad social y a su vez en
un elemento moral, Platon expresa en la Séptima Epístola (344 b) que sólo
cuando los participantes preguntan y responden con espíritu benevolente y sin
envidia se llega al descubrimiento filosófico (Seeskin, 1987: 23-24).
Esta diferenciación entre racionalidad teórica y práctica se puede establecer
más formalmente, como hace, por ejemplo, Jesús Mosterín al definir la
racionalidad que se predica de nuestras creencias y opiniones, la racionalidad
teórica o creencial, en los siguientes términos: x cree racionalmente que j (donde j
es una idea cualquiera ) si y sólo si (1) x cree que j y (2) x está justificado en creer
que j , es decir, j es analítico, o x puede comprobar directamente que j , o j es
deducible a partir de otras ideas b1.b2.....bn y x está justificado en creer que
b1.b2.....bn (esta cláusula convierte a esta definición en recursiva) y, además (3) x
no es consciente de que j esté en contradicción con ninguna otra de sus creencias
(Mosterín, 1978: 23)

11
José R. Ortiz

Mosterín llama racionalidad, sin más calificativo, a lo que nosotros hemos


llamado racionalidad práctica, ya que Mosterín considera que la racionalidad
práctica presupone la racionalidad teórica, en el sentido de que no podemos
actuar racionalmente dentro de un campo determinado si no somos racionales en
nuestras creencias referentes a dicho campo: Quien no pretenda ser racional en
sus creencias no puede ser sincero al pretender ser racional en algún dominio de
la praxis (1978: 31). Por lo tanto Mosterín define la racionalidad (práctica) de la
acción y la conducta humana de la siguiente manera: 
Diremos que un individuo x es racional en su conducta si (1) x tiene clara
conciencia de sus fines, (2) x conoce (en la medida de lo posible) los medios
necesarios para conseguir esos fines, (3) en la medida en que puede, x pone en
obra los medios adecuados para conseguir los fines perseguidos, (4) en caso de
conflicto entre fines de la misma linea y de diverso grado de proximidad, X da
preferencia a los fines posteriores y (5) los fines últimos de son compatibles entre
sí (1978: 30).
Cuando nos limitamos a la concepción dada al término de racionalidad por
una disciplina en particular, observamos que ésta esta parcializada por los mismos
intereses cognoscitivos particulares que caracterizan a dicha disciplina, así
observamos que para la lógica y la matemática la racionalidad se reduce casi
exclusivamente a la consistencia, o mejor, a la erradicación de la inconsistencia,
para el economista representa la eficiencia y la optimización de una función de
utilidad, para algunos sociólogos la racionalidad es un proceso de integración
social, para algunos filósofos y científicos la realidad es racional, para otros, la
racionalidad es un problema probabilístico. En general podríamos decir que la
racionalidad teórica está más relacionada con la lógica, la matemática, la
epistemología, la filosofía de la ciencia, y las ciencias naturales; mientras que la
racionalidad práctica ha sido más estudiada por la filosofía política y moral, la
ética, la economía, la teoría de decisiones, la historia y las ciencias
sociales. También podríamos decir que tanto la racionalidad práctica como la
teórica son estudiadas, en general, por disciplinas como la psicología, la filosofía y
la inteligencia artificial.
1.2 Racionalidad Instrumental y Racionalidad Sustantiva
Como hemos visto, la racionalidad es un concepto complejo, muy difícil de
reducir a la teoría particular de una disciplina. Ya Weber señalaba que: Existe, por
ejemplo, una racionalización de la contemplación mística...tanto como existe una
racionalización de la vida económica, de la técnica, de la investigación científica,
de la instrucción militar, de la ley y la administración. Más aún, cada uno de estos
campos podrían ser racionalizados desde muy diferentes puntos de vista y
dirigidos hacia muy diferentes fines últimos, y lo que es racional desde un punto de
vista podría muy bien ser irracional desde otro.

12
La Constelación Racional

De aquí que han existido racionalizaciones de los tipos más variados en los
diferentes departamentos de la vida en todas las civilizaciones (Weber, 1958 ).
A pesar de que Weber llegó a presentar más de 16 diferentes significados de
racionalidad, (e.g. sistemática, calculable, impersonal, gobernada por reglas,
eficiente, instrumental, exacta, cuantitativa, cualitativa, escrupulosa, etc.), nosotros
nos conformaremos con discutir las dos connotaciones más significativas del
concepto de racionalidad, ya que sin agotar las posibles clasificaciones, la mayoría
de los análisis de este término se reducen a uno de estos dos conceptos, que
aunque diferentes, están de alguna forma relacionados: por un lado tenemos el
concepto de racionalidad que llamaremos Instrumental y por el otro el concepto de
racionalidad Sustantiva. Max Weber introduce las expresiones Zweckrationalität
racionalidad de los fines, fines que son medios para otros fines y Wertrationälitat
racionalidad del valor. Ferrater Mora (1985) llama a la primera racionalidad
relativa y a la segunda racionalidad absoluta. Por su parte Javier Muguerza
(1977) llama a la primera racionalidad técnica y a la segunda praxis: la técnica
atiende únicamente a fines que son medios para la consecución de otros fines, en
tanto que la praxis ha de habérselas con fines últimos.(p. 166)
No existe unanimidad en torno a un modelo único de razón. La sociología
alemana ha advertido la disputa principal que se suscita, en el terreno de la praxis,
entre el clásico tipo universalista, sustantivo e integrador de la Razón Ilustrada y
los nuevos tipos de racionalidad de los «medios» (Simmel), de los «fines»
(Weber), «instrumental» (Horkheimer), «funcional» (Mannheim) y «estratégica»
(Habermas y Apel) que ha ido incorporando el llamado racionalismo occidental
(Bilbeny, 1991: 93)
Bertrand Russell expresa en su libro "Human Society in Ethics and Politics":
La "razón" tiene un preciso y completamente claro significado. Significa la
elección del medio correcto para realizar un fin deseado. La razón no tiene nada
que ver con la elección de los fines.... Deseos, emociones, pasiones,... son las
únicas causas posibles de la acción. La razón no es una causa de la acción, es
tan solo un regulador (p. 8-9). Esta sería la concepción formal o instrumental de
racionalidad.
Por su parte, el filósofo Nicholas Rescher en su obra "Rationality" (1988),
trata de englobar en su concepción tanto el aspecto formal e instrumental como el
substantivo de la racionalidad al expresar: La racionalidad consiste en la búsqueda
inteligente de los fines apropiados. Se basa en el uso de la razón, el instrumento
crucial de la raza humana, para el mejor manejo de nuestros asuntos. Los tres
principales contextos de la racionalidad son el cognitivo, el práctico, y el
evaluativo. Estos tres se unen en la tarea común de implementar las 'mejores
razones', razones para creencias, acciones y evaluaciones,

13
José R. Ortiz

respectivamente. En cada caso, la racionalidad requiere del uso de la inteligencia


para optimizar, es decir para pensar la mejor solución de acuerdo a las
circunstancias. Las buenas razones deben ser tanto convincentes en ellas
mismas como, comparativamente, las mejores a nuestra disposición, refiriéndose
a los intereses reales del agente más bien que a simples deseos (p. 1).
La racionalidad Formal o Instrumental, caracterizada en la cita de Russell, se
refiere a la optimización de los fines buscados, cualesquiera que sean estos fines,
es decir, bajo este punto de vista, la racionalidad no requiere de objetivos o fines
sustantivos propios, simplemente se refiere a que la toma de decisión o elección
que realiza un agente racional debe escoger siempre el resultado que maximice la
utilidad esperada. Esta concepción está muy relacionada con los enfoques
utilitarista y bayesiano de racionalidad.
Por su lado Rescher trata de expresar, sin olvidar el carácter instrumental,
una concepción más sustantiva de racionalidad; la concepción de racionalidad
sustantiva se remonta a la tradición griega y a Aristóteles en particular, quien es el
responsable de su formulación original. Este punto de vista alternativo nos dice
que ciertos fines, valores o creencias, son esenciales o substantivos para la
racionalidad. Según este enfoque, un agente es racional si actúa de acuerdo a
'buenas razones', y son estas buenas razones por si mismas las que determinan
los fines, siempre que el agente proceda de una manera sensible e inteligente. Y
la cuestión de motivación es un aspecto crucial de la racionalidad; como en el
caso de la moralidad, es una cuestión de hacer las cosas correctas por las
razones correctas (Rescher, 1984: 4). 
Jon Elster (1988) diferencia estas dos connotaciones de racionalidad a través
de lo que él denomina, siguiendo los pasos de Rawls (1971), teoría estricta de la
racionalidad, para referirse a la racionalidad formal, estricta (thin), en el sentido
que deja sin examinar las creencias y los deseos que forman las razones para la
acción cuya racionalidad estamos examinando, con la excepción de que estipula
que no son lógicamente inconsistentes. En realidad, la consistencia es aquello de
lo que trata específicamnete la racionalidad cuando se la considera en un sentido
estricto (formal) (p. 9-10). Por otro lado define la teoría de la racionalidad
sustantiva como la teoría amplia de la racionalidad, la cual va más allá de estas
exigencias formales. La racionalidad implica aquí algo más que actuar
consistentemente según creencias y deseos también consistentes: también
requerimos que las creencias y los deseos sean racionales en un sentido más
substantivo... Creencias sustantivamente racionales son aquellas que están
fundadas en pruebas disponibles: están estrechamente vinculadas a la noción de
juicio. Más difícil resulta definir la noción correspondiente de deseo
substancialmente racional. Una manera de atacatr el problema es afirmando que
la 'autonomía' es para los deseos lo que el

14
La Constelación Racional

juicio es para la creencia (p. 10).


La noción de racionalidad también puede ser extendida desde el individuo al
caso colectivo. En el nivel de la racionalidad estricta o instrumental, la
racionalidad puede referirse a una toma de decisiones colectiva (como en la teoría
de la elección social) o a la suma o agregado que forman las decisiones
individuales. En ambos casos los deseos y preferencias individuales son
considerados como si fueran dados, y la racionaldiad definida principalmente
como una relación entre las preferencias y el resultado social. Una teoría más
amplia y sustantiva acerca de la racionalidad colectiva también habrá de observar
la capacidad del sistema social o del mecanismo de decisión colectiva para alinear
las preferencias individuales junto con la noción amplia de racionalidad
individual. En este sentido, un dispositivo racional colectivo es aquel que
promueve o fomenta apetencias autónomas, o bien aquel dispositivo capaz de
discriminar y filtrar las apetencias que no son autónomas (1988: 9-10).
Pero en ambos casos, según Elster, se siguen manteniendo las dos
categorías connotativas, la formal o estricta y la sustantiva o amplia. La distinción
entre racionalidad individual y racionalidad colectiva no se debe a razones
biológicas o sociales, sino más bien a consideraciones funcionales. Cualquier
persona o un grupo de personas, como una organización, que tenga intereses y
motivaciones comunes, que puedan ser considerados en forma unitaria para la
toma de decisiones, constituye un individuo en la teoría de decisiones, mientras
que una colección de tales individuos que posean intereses conflictivos los cuales
deban ser resueltos a la hora de una decisión constituyen un grupo o colectivo.
Desde el punto de vista de la racionalidad práctica, uno de los modelos más
frecuentes que utilizamos al evaluar una conducta racional se basa en lo que
podríamos llamar el modelo teleológico o modelo medios-fines, es decir, en elegir
el mejor medio para lograr un fin determinado. Este modelo conlleva, además del
concepto normativo de racionalidad, ya que siempre pensamos en qué
deberíamos hacer para lograr un fin determinado, un uso positivo, no normativo,
para predecir, explicar y aún describir la conducta racional, en el sentido de que si
suponemos que una persona actúa racionalmente, entonces podemos explicar o
predecir un vasto número de hechos bastante complicados acerca de sus
acciones en términos de un pequeño número de simples hipótesis acerca de sus
creencias y objetivos finales. (Harsanyi, en Moser, 1990: 272) 
Por ejemplo si un historiador escribe que Simón Bolívar actuó racionalmente
en determinada campaña de la guerra de Independencia, generalmente quiere
decir que, en cierta forma, podemos explicar muchas de las acciones de Bolívar
en función de sus creencias y objetivos políticos y militares, por supuesto que

15
José R. Ortiz

siempre se pueden incluir algunos argumentos psicológicos, pero en general


observamos la búsqueda de una explicación racional por parte del
historiador. Aún más, podríamos decir que a nivel descriptivo una narración
histórica estaría incompleta si no se incluye una discusión de las razones
(racionalidad) o la falta de razones (irracionalidad) que influyeron en la toma de
determinada decisión política o militar.
La teoría de la elección racional representa uno de los campos de estudio
más prolíficos de la conducta racional. La teoría de la elección racional considera
la acción racional (individual) como la elección óptima bajo ciertas condiciones
específicas. Estas condiciones son : 
 Un conjunto de acciones alternativas posibles para el agente que va a hacer la
elección. 
 El grado de certidumbre que posee el agente sobre el resultado de cada una
de las acciones del conjunto (1). 
 Una medida de escala ordinal asignada por el agente a cada uno de los
miembros de (1) de acuerdo a (2). 
Estas condiciones son esenciales para la elección racional y definen la
situación de la elección. De acuerdo con esto, una elección racional consiste en la
elección del mejor miembro del conjunto de acciones posibles. La medida de
escala ordinal que asigna el agente a las acciones posibles depende en última
instancia de las preferencias y deseos del agente. Un conocido resultado de la
teoría económica nos dice que si las preferencias del agente satisfacen ciertas
condiciones de consistencia y completitud, entonces estas preferencias pueden
ser caracterizadas por una función (bien definida y continua) de utilidad. Por lo
tanto, la conducta racional de tal agente estará determinada por la maximización
de la función de utilidad. Llamaremos a este modelo instrumental de conducta
racional modelo de maximización de la utilidad.
Este modelo de maximización de la utilidad tiene su origen en la teoría
económica de finales del siglo XIX, debido a la necesidad de ampliar el modelo de
medios-fines, ya que este modelo restringía la conducta racional a la elección de
un medio entre varios posibles para el logro de un determinado fin y excluía la
posibilidad de elegir racionalmente entre diferentes fines. De esta forma se
desarrolla el modelo económico que define la conducta racional en base a un
conjunto dado de preferencias y a un conjunto dado de oportunidades. Si voy a
elegir un fin determinado tengo que dar varios fines alternativos, de tal forma que
haya elección, el acto de eliminar de mi elección estos fines alternativos constituye
el costo de la oportunidad (opportunity cost) de perseguir ese fin
determinado. Bajo este modelo, la conducta racional consiste en elegir un fin
específico después de estudiar cuidadosamente los costos de esta elección. Este
modelo nos explica por qué un individuo cambia sus fines sin haber cambiado sus
preferencias básicas, la explicación se debe al cambio de los costos de

16
La Constelación Racional

oportunidad de los fines posibles, o al cambio de información que sobre éstos


tiene el individuo. (Harsanyi, en Moser, 1990: 275).
El modelo de maximización de la utilidad nos ofrece una buena
caracterización de la conducta racional en el caso de certidumbre, es decir, en el
caso en que cada acción nos conduce invariablemente a un resultado específico,
en este caso el agente tiene certeza sobre el resultado específico de sus acciones,
con lo cual el agente sólo tiene que elegir la acción que dentro de sus preferencias
sea la de mayor utilidad. Hasta hace poco la mayoría de las teorías formales de
disciplinas como la economía, la psicología y las ciencias de la administración,
estudiaban este tipo de problemas de decisión, donde las principales herramientas
matemáticas utilizadas eran el cálculo de máximos y mínimos de funciones, el
cálculo de variaciones, y teorías de optimización y programación matemática. En
general, se trata de resolver el siguiente problema : Sea x la acción genérica de un
conjunto X de acciones factibles y sea f (x) la función de utilidad (función objetivo)
asociada con x, entonces debemos encontrar x* en X, tal que f (x*) es el valor
máximo (o mínimo) de los valores f (x) para todo x en X.
Pero muchos de los problemas que atañen a la conducta racional ocurren
bajo condiciones de riesgo e incertidumbre, es decir, en situaciones en que no
podemos establecer univocamente los resultados de la acción. En el caso de
riesgo se conocen las probabilidades objetivas asociadas a cada uno de los
resultados de las posibles acciones, es decir, tenemos un conocimiento
probabilístico de la situación de decisión a diferencia del caso determinístico de
certidumbre y del caso de incertidumbre donde desconocemos (o son indefinidas)
las probabilidades de los resultados de las posibles acciones. Podemos suponer
entonces, y de aquí la importancia práctica de este tipo de problemas, que
generalmente nos encontramos en situaciones de decisión bajo riesgo e
incertidumbre, ya que el futuro carece de certidumbre.
Los problemas de elección bajo condiciones de riesgo e incertidumbre fueron
estudiados principalmente por la teoría de juegos. Para atacar estos problemas se
desarrolló el modelo de maximización de la utilidad esperada, según el cual, en el
caso de riesgo, maximizamos (o minimizamos) el valor esperado de la función de
utilidad, definido de acuerdo a las probabilidades objetivas asignadas y conocidas
por el agente; y en el caso de incertidumbre, la utilidad esperada debe ser definida
de acuerdo a las probabilidades subjetivas asignadas por el agente de acuerdo a
sus creencias en los casos en que se desconozcan las probabilidades
objetivas. Este modelo nos conduce a la concepción bayesiana de conducta
racional, la cual propone definir la conducta racional, en todos los casos, como
maximización de la utilidad esperada. En el caso de riesgo, la teoría bayesiana es
ampliamente aceptada, pero en el caso de incertidumbre la situación es más
polémica.(Harsanyi, en Moses, 1990: 277).
Independientemente del éxito de los diferentes modelos de la

17
José R. Ortiz

teoría de la elección racional, todavía el concepto de conducta racional, esgrimido


por estos modelos, es inadecuado para lidiar con el caso mas general de conducta
racional, tal y como se presenta en las situaciones de juego, en situaciones donde
el resultado depende de la conducta de dos o más individuos (jugadores)
racionales, quienes por lo general tienen intereses parcial o totalmente
divergentes. Las situaciones de juego se pueden considerar como casos de
incertidumbre, ya que por lo general los jugadores no puede predecir los
resultados del juego, así como tampoco las posibles probabilidades asignadas a
dichos resultados. Esto se debe principalmente a la incertidumbre generada por la
impredictibilidad de las estrategias de juego de los jugadores. 
Como la teoría de juegos discrimina entre diferentes conceptos de conducta
racional de acuerdo a las diferentes clases de juegos, la mejor forma de
aproximarnos a este concepto de racionalidad es jugando un juego. Este juego,
en particular, que nos va a ayudar a polemizar sobre el concepto de racionalidad
se llama "El dilema del prisionero" y fue planteado por primera vez alrededor de
1950 por Merrill M. Flood y Melvin Dresher, y más tarde fue formalizado por Albert
W. Tucker, uno de los más importantes investigadores de la Teoría de
Juegos. Uno de los aspectos más interesantes de utilizar el ejemplo del "dilema
del prisionero" como paradigma de la conducta racional en la teoría de juegos es
que nos va a permitir adentrarnos de una forma bastante pragmática en ciertos
problemas de carácter paradójico que conlleva el concepto de racionalidad.
A continuación veamos en que consiste el dilema del prisionero:
Supongamos que A y B son prisioneros, acusados de haber cometido un
delito. Están recluidos en celdas incomunicadas entre si mientras esperan el
juicio. El abogado acusador necesita más evidencia en contra de A y B para
poder culparlos del delito, así que ofrece a cada uno de los prisioneros el siguiente
pacto:"Si confiesas haber cometido el delito y me ayudas a culpar a tu compañero,
recibirás solo un año de prisión mientras que tu compañero será sentenciado a
cinco años. Si ninguno confiesa cada uno será sentenciado por un delito menor a
dos años de prisión. Y si ambos confiesan entonces cada un recibirá una
sentencia de tres años. Además debes saber que esta misma oferta se la voy a
hacer a tu compañero."
Esta situación puede resumirse en la siguiente matriz, donde C representa
confesar y N no confesar:
Prisionero B
C N
C (3,3) (1,5)
Prisionero A
N (5,1) (2,2)
El par ordenado (x,y) significa que el prisionero A obtiene

18
La Constelación Racional

una sentencia de x años y el Prisionero B y años.


El principal objetivo de ambos prisioneros es pasar el menor tiempo posible
en la cárcel, por lo tanto si consideramos el destino de ambos prisioneros, es
decir, la suma de los años que ambos pasarán en la cárcel, la mejor estrategia
conjunta sería que ninguno confesara, ya que de esta forma entre ambos sólo
obtendrían en total cuatro (4) años contra los seis (6) años que supone cualquiera
de las otras alternativas. Pero si suponemos que a ninguno de los prisioneros le
importa lo que le sucede al otro, y debido a que están en celdas separadas e
incomunicados, no pueden llegar a ningún acuerdo cooperativo. Por lo tanto
podemos suponer que cada uno de los prisioneros va a tratar de reducir su pena
lo más que pueda sin importarle el destino del otro prisionero. Además cada
prisionero sabe que el otro esta exactamente en la misma situación, lo cual le
agrega un grado de incertidumbre a la toma de decisión que debe realizar cada
uno de los prisioneros con el objetivo de minimizar su condena.
Una vez planteado el problema, o mejor dicho, el dilema del prisionero, cabe
preguntarnos si existe alguna solución racional que pueda orientar la decisión de
cada uno de los prisioneros. Para tratar de resolver este dilema vamos a analizar
un poco más la situación planteada. Si el prisionero A confiesa no hay nada que
él pueda hacer para prevenir que el prisionero B también confiese, y viceversa, por
lo tanto ninguno de los prisioneros puede garantizar la mejor estrategia individual,
es decir, la resultante de que uno sólo de los prisioneros confiese. La siguiente
mejor solución individual , es la mejor solución colectiva para ambos que ya
discutimos anteriormente, pero para ello se requiere cierta cooperación para
garantizar que ninguno de los prisioneros confiese. Y esta opción es mejor que la
opción restante, la cual es no cooperativa y el resultado de que ambos prisioneros
confiesen, dos años contra tres años de condena en favor de la solución
cooperativa. Sin embargo, la estrategia no cooperativa también puede ser
defendida racionalmente si consideramos que cada uno de los prisioneros tiene
dos alternativas, confesar o no confesar; si A confiesa, la mejor opción para B será
también confesar, ya que si A confiesa y B no confiesa, B recibe una condena de
cinco (5) años mientras que si B también confiesa sólo recibe una condena de tres
(3) años. Por otra parte, si A no confiesa entonces la mejor opción para B es
nuevamente confesar, ya que si A no confiesa y B confiesa entonces B recibe una
condena de un (1) año contra la alternativa de dos (2) años si decide no
confesar. Y como la situación es simétrica para ambos prisioneros, esto parece
sugerir que la mejor opción individual para cada uno de los prisioneros es
confesar. Pero si ambos prisioneros siguen esta opción, la cual ha sido
aparentemente argumentada racionalmente, cada uno de ellos obtendrá una
condena de tres (3) años y este resultado es peor que si ambos no confesaran, en
cuyo caso cada uno obtendría una condena de dos años, por lo

19
José R. Ortiz

tanto pareciera ser más racional la estrategia de cooperar y no confesar. He aquí


el dilema del prisionero: ¿Confesar o no confesar? ¿Cooperar o no cooperar?
¿Cuál es la opción racional, confesar o no confesar? O se puede decir que la
racionalidad es una cuestión de grado, es decir: ¿Cuál es la opción más racional,
confesar o no confesar? 
Además del carácter de duda hamletiana a la que es sometido el personaje
del prisionero, este dilema nos permite observar que ningún curso de acción es
racional o irracional per se, ya que siempre puede resultar, como en el caso del
dilema del prisionero, una situación donde una acción "no racional ", en el sentido
de no ser la aconsejada racionalmente, es la "menos mala", la que representa en
el caso de los prisioneros la condena más corta.
El dilema del prisionero reviste una gran importancia ya que encierra el
problema central de la cooperación en la interacción estratégica, es decir: ¿Bajo
qué condiciones los habitantes de un mundo de egoistas, sin autoridad central,
estarían dispuestos a cooperar? Este problema ha sido debatido en diferentes
areas del conocimiento: En filosofía política, Hobbes consideraba el estado natural
equivalente a lo que hoy en día llamamos el dilema del prisionero para dos
personas, lo cual llevó a Hobbes a concluir sobre la imposibilidad de la
cooperación en esta situación. En política internacional, las naciones interactúan
sin una autoridad central, y problemas como el de seguridad, alianzas, desarme,
etc., pueden ser modelados como el dilema del prisionero. En economía y
sociología son numerosos los intercambios e interacciones que se realizan sin ser
impuestas por una autoridad central. Y sólo el conocimiento de futuros
intercambios parece promover la cooperación y una ética de los
negocios. También en economía internacional, debido a los diferentes impuestos
de los países, se puede considerar que el país importador y el país exportador
están sometidos a un juego muy similar al dilema del prisionero para dos
personas.
Todas estas disciplinas coinciden en considerar que, en primer lugar el
dilema del prisionero sirve de modelo al problema de la interacción
estratégica. En segundo lugar, están de acuerdo en que la emergencia de la
cooperación surge cuando existe la posibilidad de la continuidad de la
interacción. Y en tercer lugar, las herramientas utilizadas para analizar el
problema han sido similares, constituyendo la teoría de juegos la principal de estas
herramientas.
1.3 Racionalidad Estratégica y Racionalidad Comunicativa 
Según Karl-Otto Apel, la dominación del hombre por el hombre ha sido
legitimada en Occidente por el discurso empírico-técnico, donde el discurso
humanista no tendría punto de comparación con el citado. Apel desarrolla, en
Estudios Éticos, una teoría sobre los tipos de racionalidad a partir de la pregunta:
¿Existe una racionalidad especial de la interacción social que no puede ser
reducida a la racionalidad medio-fin del actuar de los sujetos particulares? (1986:
27). 

20
La Constelación Racional

Apel considera que el discurso tiene una función «estratégica» o una función
«pragmático-transcendental», si se conduce por los ideales de comunicación
presupuestos en el habla cotidiana. La función estratégica sirve al equilibrio de
intereses en conflicto para su mejor supervivencia. La función pragmático-
transcendental se orienta, mediante el mismo discurso, a la obtención de un
consenso entre los hablantes. No cabe sino añadir, pues, que una abre una
racionalidad estratégica y otra una racionalidad ética (1986: 27). Esta distinción se
parece a la división weberiana entre una racionalidad de «fines» y otra de
«valores». Para Apel el discurso ético es imparcial ante los intereses y el discurso
estratégico es neutral ante los valores. 
Apel se pregunta: ¿En qué consiste la racionalidad estratégica de la
interacción? &emdash;y contesta&emdash; Dicho simplificadamente, ella consiste
en que los actores, en tanto sujetos de la racionalidad teleológica aplican su
pensamiento medio-fin a objetos acerca de los cuales ellos saben que, en tanto
sujetos de la racionalidad teleológica, hacen lo mismo con respecto a ellos
mismos. En esta reciprocidad reflexionada de la instrumentalización consiste
manifiestamente la peculiar estructura de la interacción estratégica. En el juego
estratégico, los sujetos del cálculo de beneficios en el sentido de la teoría de la
decisión tiene también que tomar en cuenta los cálculos de beneficios de otros
jugadores como condiciones y como medios de los propios cálculos de beneficios
(1986: 34-35).
La ética tiene su anclaje en la racionalidad discursiva, es decir, en y por el
lenguaje: pero en aquel tipo de discurso en el que se imponen sus supuestos de
consenso por encima de su mera utilización al servicio de intereses, siempre
ajenos al discurso mismo. De suceder lo contrario, la interacción o cooperación
humanas serían simplemente estratégicas. De ellas no se podría esperar un valor
ético, ni menos un fundamento para la cooperación comunitaria . (Bilbeny, 1991:
94)
Para Apel la racionalidad discursiva se basa en la pragmática del lenguaje y
en el presupuesto, a priori, de una comunidad de comunicación ideal (idealen
Kommunikationsgemeinschaft) entre los hablantes. La norma fundamental de la
ética es el respeto de una comunidad de comunicación ideal como valor regulador
de la acción (1986: 78). La norma está implícita en el lenguaje, no en el sujeto o
en alguna de sus facultades categoriales, como suponían Aristóteles y Kant. 
Siguiendo un desarrollo parecido al de Apel, Habermas opone al concepto de
racionalidad teleológica (instrumental o estratégica) orientada al éxito, el concepto
de racionalidad comunicativa orientada al entendimiento un concepto de
racionalidad más amplio que enlaza con la vieja idea de logos (1989:
27). Habermas considera la racionalidad estratégica y la racionalidad
comunicativa como dos tipos de racionalidad que, desde la perspectiva del propio
actor, representan una alternativa; los participantes en la interacción deben

21
José R. Ortiz

elegir, aunque intuitivamente, entre una racionalidad orientada al éxito y una


racionalidad orientada a la comprensión o entendimiento.
La racionalidad teleológica, (acción racional con arreglo a fines), parte de que
el actor se orienta exclusivamente por la consecución de un objetivo global
suficientemente precisado confrome a fines concretos y somete a cálculo todas las
demás consecuencias de la acción como condiciones secundarias del éxito a que
aspira. El éxito viene definido por la ocurrencia de un estado en el mundo, que en
una situación dada puede ser causalmente producido mediante acción u omisión
intencionadas. Una acción orientada al éxito la llamamos instrumental cuando la
consideramos bajo el aspecto de observancia de reglas técnicas de acción y
evaluamos el grado de eficacia de la intervención en un estado físico (Habermas,
1989b: 384-5).
Esta racionalidad instrumental la extiende Habermas a racionalidad
estratégica cuando al calcular el actor su éxito, puede incluir por lo menos a otro
actor racional, también orientado hacia un fin. Esta racionalidad es interpretada
generalmente de forma utilitaria, es decir, se da por supuesto que el actor elige y
calcula los medios y fines en función de la máxima utilidad (modelo maximizador)
o por la máxima utilidad esperada, como discutimos anteriormente. 
En la racionalidad comunicativa, las acciones de los actores participantes no
quedan coordinadas a través de cálculos egocéntricos de intereses sino a través
del entendimiento (Verständigung). En la acción comunicativa los agentes no se
orientan primariamente por o a su propio éxito, sino por o al entendimiento
(Habermas. 1989b: 385).
Habermas parte del hecho de que tanto a nivel de las acciones
extralingüísticas y sus referencias al mundo, como a nivel de los actos lingüísticos,
hay que suponer tres dimensiones de la racionalidad y de la posible
racionalización que pueden ser distinguidas ideal-típicamente:
 a dimensión de la racionalidad medio-fin del actuar orientado hacia el éxito,
cuya posible eficiencia técnica, en última instancia, se basa en la verdad del
conocimiento de las ciencias naturales, en el sentido de la referencia al mundo de
la relación sujeto-objeto;
 la dimensión de la corrección normativa del actuar social, en el sentido de la
referencia, al mundo, por así decirlo, de la relación sujeto-cosujeto, cuya
legitimación racional, en última instancia, se basa en la moral;
 la dimensión de la adecuada autopresentación en el llamado actuar
dramatúrgico cuyo criterio de racionalidad reside, por una parte, en la veracidad y,
por otra, en la estéticamente relevante autenticidad de la autoexpresión.
Para Habermas, las acciones comunicativas deben cumplir las pretensiones
de validez entabladas en la crítica discursiva. El lenguaje contiene las
especificaciones por medio de las cuales podemos señalar

22
La Constelación Racional

el mundo particular al que se refieren dichas pretensiones de validez y en forma


correspondiente el tipo de discurso que amerita la disputa de dicha
pretensión. Esto nos determina las dimensiones de la racionalidad.
La teoría de la acción comunicativa de Habermas escoge una racionalidad
comunicativa de la intersubjetividad sobre una racionalidad subjetiva centrada en
una conciencia individual. Las pretensiones de validez de la racionalidad
comunicativa de Habermas están relacionadas nnnnnnn con el logro de un
acuerdo razonado, donde las pretensiones de validez pueden ser rechazadas,
criticadas y defendidas. El método argumentativo, de dar razones en pro y en
contra, es fundamental para cualquier concepción de racionalidad y la experiencia
de alcanzar el entendimiento mutuo en una discusión libre de coacción es la idea
central de la razón comunicativa de Habermas.
Habermas y Apel consideran que la racionaldiad práctica no puede reducirse
a una racionalidad medio-fin o teleológica (en general vamos a llamarla
estratégica). Tanto para Apel como para Habermas la razón debe pasar, pues, de
su inicial definición monológica a una formulación finalmente dialógica,
considerando el discurso de los hablantes.
La Constelación Racional
Este recorrido por las diferentes concepciones de racionalidad ha tenido la
finalidad, además de darnos una panorámica general de sus variados sentidos,
remarcar la dificultad de circunscribir la noción de racionalidad a una horma única
y dogmática, con pretensiones absolutistas, sin destruir en el intento la posibilidad
de un concepto de racionalidad más amplio y complejo, capaz de intentar una
aproximación más modesta y por lo tanto más realista y fructífera a la estructura
compleja que conforma la racionalidad humana.
¿Cómo podemos estructurar o complementar todas estas concepciones de
racionalidad? ¿En qué forma todos estos conceptos de racionalidad, o todas estas
racionalidades, interactuan y se relacionan entre sí?
Por ejemplo, Mario Bunge considera siete conceptos de racionalidad:
sistémicamente relacionadas por medio de una relación de presuposición que
ordena parcialmente (²) los siete tipos de racionalidad
 conceptual: minimizar la borrosidad (vaguedad o imprecisión);
 lógica: bregar por la coherencia (evitar la contradicción);
 metodológica: cuestionar (dudar y criticar) y justificar (exigir demostración
o datos, favorables o desfavorables); 
 gnoseológica: valorar el apoyo empírico y evitar conjeturas incompatibles
con el grueso del conocimiento científico y tecnológico;
 ontológica: adoptar una concepción del mundo coherente y compatible con
el grueso de la ciencia y de la tecnología del día;
 evaluativa: bregar por metas que, además de ser alcanzables, vale la pena
alcanzar; 

23
José R. Ortiz

 práctica: adoptar medios que puedan ayudar a alcanzar las metas


propuestas.(Bunge, 1985, p. 14)
Estos siete tipos de racionalidad no son independientes entre sí, sino que
están sistémicamente relacionadas por medio de una relación de presuposición
que ordena parcialmente ( ² ) estos siete conceptos de racionalidad en el orden
que están enumerados, es decir:
1) ² 2) ² 3) ² 4) ² 5) ² 6) ² 7)
La racionalidad lógica presupone la conceptual, la metodológica presupone la
lógica, la gnoseólogica la metodológica y así sucesivamente hasta llegar a la
racionalidad práctica que presupone a todas las demás.
En general, podemos considerar que los cinco primeros tipos de racionalidad
constituyen el concepto más general de racionalidad teórica, y los dos últimos el
de racionalidad práctica. Esta conclusión tiene importancia práctica, por
enseñarnos que la racionalidad práctica (compuesta por los dos últimos miembros
de nuestra lista) presupone la racionalidad teórica (constituida por las cinco
primeras) (Bunge, 1985: 17). El modelo que nos presenta Bunge corresponde,
estructuralmente, a un conjunto parcialmente ordenado, con un primer elemento:
la racionalidad conceptual, y un último elemento que contiene a todos los demás:
la racionalidad práctica. Este es uno de los sistemas conceptuales más simples.y
por lo cual podríamos llamarlo modelo unidimensional de la racionalidad.
Para Habermas, por su parte, la racionalidad comunicativa es un plexo de
pretensiones de validez: Voy a defender la tesis de que hay a lo menos cuatro
clases de pretensiones de validez, que son cooriginarias, y que esas cuatro
clases, a saber: inteligibilidad, verdad, rectitud y veracidad, constituyen un plexo al
que podemos llamar racionalidad (Habermas, 1989b: 121).
Habermas parte del hecho de que tanto a nivel de las acciones
extralingüísticas y sus referencias al mundo, como a nivel de los actos lingüísticos,
hay que suponer tres dimensiones de la racionalidad y de la posible
racionalización que pueden ser distinguidas ideal-típicamente:
 la dimensión de la racionalidad medio-fin, del actuar orientado hacia el éxito,
cuya posible eficiencia técnica, en última instancia, se basa en la verdad del
conocimiento de las ciencias naturales, en el sentido de la referencia al mundo de
la relación sujeto-objeto;
 la dimensión de la racionalidad normativa, la corrección normativa del actuar
social, en el sentido de la referencia, al mundo, por así decirlo, de la relación
sujeto-cosujeto, cuya legitimación racional, en última instancia, se basa en la
moral;
3. la dimensión la racionalidad dramatúrgica, de la adecuada autopresentación
en el llamado actuar dramatúrgico cuyo criterio de racionalidad reside, por una
parte,

24
La Constelación Racional

en la veracidad y, por otra, en la estéticamente relevante autenticidad de la


autoexpresión. 
Todas estas racionalidades son coordinadas y relacionadas, en cierta forma,
por la racionalidad comunicativa: Por eso pienso que el concepto de racionalidad
comunicativa, que hace referencia a una conexión sistémica, hasta hoy todavía no
aclarada, de pretensiones universales de validez, tiene que ser adecuadamente
desarrollado por medio de una teoría de la argumentación" (Habermas, 1989: 36)
Para Rescher (1988) la racionalidad es el tejido resultante de una trama
formada por tres hilos: la creencia racional, la evaluación, y la acción. Rescher se
basa para el hilado de estos parámetros en la tradición kantiana, ya que estos tres
hilos representan los tres contextos de la elección como dominios de la
deliberación racional (p. 3):
 Racionalidad Cognitiva: Responde a la pregunta ¿Qué creer o aceptar? y
está constituido por las creencias.
 Racionalidad Práctica: Responde a la pregunta ¿Qué hacer o realizar? y está
constituido por las acciones.
 Racionalidad Evaluativa: Responde a la pregunta ¿Qué preferir o valorar? y
está constituido por las evaluaciones y preferencias.
Todas las aplicaciones o usos de la palabra "racional", en general pueden
reducirse a estas tres categorías, considerando los demás usos como derivativos
de estos.
Para Rescher, la razón es una unidad orgánica, un todo indivisible. El
tramado de la racionalidad no tiene costuras, los hilos racionales: el cognitivo, el
práctico y el evaluativo, están fina e inseparablemente entretejidos. La
racionalidad consiste en la búsqueda inteligente de fines apropiados. Aquí,
'inteligencia' indica conocimiento, 'búsqueda' indica acción, y 'fines apropiados'
presupone una evaluación. Todos los sectores de la razón deben ser invocados y
coordinados en cualquier fórmula que trate de caracterizar adecuadamente la
naturaleza global de la racionalidad (p. 126).
 La racionalidad práctica requiere tanto de la racionalidad cognitiva como de la
racionalidad evaluativa. El razonamiento práctico acerca de acciones particulares
requiere tanto de consideraciones cognitivas así como evaluativas. La
racionalidad práctica requiere de la racionalidad cognitiva, ya que la acción
racional es un asunto de hacer aquello para lo cual creemos tener buenas
razones, efectivas en base a la información disponible. Si no tenemos idea de
cómo funcionan las cosas en el mundo, somos impotentes para actuar
inteligentemente en la búsqueda efectiva de nuestros fines (p. 121). Lo mismo
sucede en el contexto de los valores. Si nuestras decisiones prácticas están
dirigidas a fines inapropiados, entonces no estamos manejando apropiadamente
nuestro razonamiento práctico.
 La razón cognitiva posee tanto dimensiones prácticas como evaluativas. La
racionalidad cognitiva requiere de la racionalidad práctica: porque la creencia

25
José R. Ortiz

racional acerca de este mundo sólo puede emerger a partir de una metodología
efectiva de investigación -desde un proceso apropiado para recoger la
información. También la investigación es una actividad, que propiamente
conducida, debe ser gobernada por las reglas básicas de la racionalidad práctica
(p. 121-2).
También la razón cognitiva requiere de la razón práctica en otro aspecto
crucial: si la experiencia no puede validar nuestra información factual acerca del
mundo, entonces nada puede (p. 122).
Aceptar una tesis es hacer algo - aun la acción mental es en sí misma una
clase de acción, y la formación de creencias una clase de praxis (p. 124).
La razón cognitiva también requiere del contexto evaluativo: cuando
poseemos ciertos hechos a nuestra disposición se puede, desde luego, proceder a
derivar otros a partir de ellos por medio de la inferencia lógica (p. 125) 
La aceptación de los hechos debe ser guiada por un proceso evaluativo.
 La razón evaluativa posee dimensiones prácticas y cognitivas.
Sólo sobre la base de hechos podemos implementar nuestros valores. En la
ausencia de información factual, la generalización de nuestros valores no es más
que una abstracción sin contenido (p. 126).
Además la racionalidad evaluativa requiere de la racionalidad práctica, ya
que toda evaluación requiere superar prácticamente la diferencia entre la
evidencia subjetiva y las conclusiones objetivas.
El modelo de interacción de las diferentes racionalidades presentado por
Rescher, asemeja un tramado, una mezcla, donde cada una de las diferentes
racionalidades presupone a las otras dos. A este modelo podríamos llamarlo
modelo multidimensional de la racionalidad, ya que toda creencia o acción racional
participa de las tres dimensiones de racionalidad: cognitiva, práctica y
evaluativa. Rescher llama a esta concepción la "Unidad Sistémica de la Razón". 
No ganamos nada con buscar una completa y absoluta unidad racional, ideal
y nunca alcanzable; debemos hacer lo mejor posible con lo mejor que tengamos a
nuestro alcance, esta modestia epistemológica de ninguna forma nos transforma
en seres no racionales, todo lo contrario, esto nos sugiere que el riesgo, la
pluralidad y la incompletitud siempre serán parte fundamental de toda empresa
humana.
Hemos observado en el desarrollo de este capítulo ciertas características
comunes relacionadas de diversas formas con la noción de
racionalidad. Hablamos principalmente de creencias, opiniones, juicios,
evaluaciones, acciones y preferencias que se calificaban como racionales cuando
estaban sustentadas por razones, además hablamos de individuos y colectivos
que se comportaban como agentes racionales cuando sustentaban sus creencias,
acciones, evaluaciones, etc., en razones. Al hablar de estos términos observamos
ciertas formas más o menos

26
La Constelación Racional

parecidas de diferenciar y clasificar los dominios de aplicación del término


racionalidad, un domino teórico que se refería a creencias, opiniones, juicios y
valores y otro práctico, de acciones y conductas. Dos usos principales, uno
normativo, como guía de nuestras acciones y valores y otro positivo o cognitivo,
como descripción, explicación y predicción de nuestras creencias y
acciones. Además de dos connotaciones básicas del concepto de racionalidad,
una formal o instrumental y otra sustantiva. Estas clasificaciones y categorías nos
sugieren una primera forma de agrupar los diferentes dimensiones o sistemas de
nuestra constelación o modelo multidimensional. Como primer paso podemos
recurrir a la tradición filosófica y hacer uso de los tres contextos básicos de la
epistemología kantiana, como dominios o esferas iniciales de aplicación de este
modelo de racionalidad. Así tenemos el contexto cognitivo, que trata de responder
la pregunta ¿Qué puedo creer o aceptar?, el cual esta representado por nuestras
creencias; el práctico que trata de responder la pregunta ¿Qué debo hacer? y que
está formado por las acciones; y el evaluativo que responde a la pregunta ¿Qué
debo valorar o preferir? formado por valores y preferencias. De esta forma,
obtenemos tres coordenadas sobre las cuales podemos dimensionar el concepto
de racionalidad, tres hilos que traman el tejido de la racionalidad El dominio cuyos
objetos de deliberación son las creencias, lo llamaremos racionalidad cognitiva, al
dominio de las acciones, lo llamaremos racionalidad práctica, y por último, el
dominio de los fines y valores que conforman la racionalidad evaluativa.
Podemos llamar a este modelo de racionalidad, modelo multidimensional de
racionalidad, aunque también podríamos llamarlo modelo sistémico de
racionalidad, y de esta forma hacer más explícita la vaguedad o concepción
abierta de nuestro modelo, ya que, siempre existe un punto de vista desde el cual
cualquier cosa puede ser considerada un sistema. Pero lo que en realidad
queremos destacar con este modelo es el hecho de considerar la racionalidad
como el tramado o la constelación de diferentes sistemas, dimensiones o
teorías. En este sentido vamos a concebir la racionalidad como la siempre
inacabada resultante de la interacción de diferentes nociones de racionalidad o de
múltiples racionalidades. Así enfatizamos la idea principal que hemos querido
destacar con la discusión de este capítulo, es decir, que la racionalidad no puede
ser completamente descrita, entendida o explicada, por medio de un solo modelo,
teoría o metáfora.
En vez de una unidad sistémica vamos a optar por una mezcla o
constelación. A pesar de que consideramos el enfoque sistémico quizás como el
mejor intento para estudiar nociones tan complejas como la racionalidad, siempre
corremos el peligro de ser atrapados en su misma complejidad, es decir, el
sistema se va haciendo tan complejo, sistemas de sistemas, metasistemas, que
perdemos el rumbo original de nuestro discurso dentro del laberinto sistémico de
la complejidad. Por otro lado,

27
José R. Ortiz

aún más peligroso, es el tipo de infalibilidad que adquieren las teorías que se
escudan en la complejidad. La complejidad crea tal confusión teórica que la hace
impenetrable a la crítica. También una pretensión de unidad sistémica nos hace
caer en la tentación de crear jerarquías y bases fundacionales con el fin de reducir
y unificar bajo un mismo común denominador una multiplicidad de teorías. Por lo
tanto vamos a optar por un modelo amplio y con el menor número de restricciones
que podamos mantener sin perder un sentido mínimo de racionalidad. Este
modelo pretendido quizás sea mejor definido por el término de "constelación", tal
como ha sido usada por Benjamin-Adorno-Bernstein, como una yuxtaposición más
bien que un conglomerado integrado de elementos cambiantes que resisten la
reducción a un común denominador, corazón esencial, o primer principio
generativo. (Bernstein, 1991: 201)

28

También podría gustarte