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A mi madre, a mi tía
índice
Introducción I
Bibliografía 226
índice d e n o m b r e s 229
C r é d i t o s fotográficos 232
Introducción
El texto arrancaba con una sentencia: "La sociedad industrial es urbana. La ciudad
es su horizonte". 2
En este sentido, este trabajo comienza donde Choay lo dejó. Jane Jacobs, Kevin
Lynch y otros teóricos de la ciudad de la década de 1960 servirán de preámbulo
al período histórico que nos interesa: el que comienza a mediados de la década
CHOAY, Francoise, L'urbanisme.
de 1970 con la denominada Crisis del Petróleo y culmina en la actualidad, es decir,
Utopies et realités, Éditions du el que comprende la irrupción y posterior evolución de lo que se ha dado en
Seuil, París, 1965; (versión llamar "tardocapitalismo" y del modelo sociocultural a él asociado: la "posmo-
castellana: £/ urbanismo- Utopias
dernidad". El objetivo, portante, es analizar cómo afronta la cultura urbanística el
y realidades, Lumen, Barcelona,
1983"')- nuevo siglo, cuáles son sus instrumentos y sus carencias, sus certezas y sus preo-
Ibid., pág. 9. cupaciones.
Pero no sólo consiste en una prolongación temporal del discurso de Choay. En
paralelo a esta tarea, y en aras de una mayor coherencia intelectual, ha sido nece-
sario asumir otra: adaptarlo a las pautas de pensamiento contemporáneas. Los
modelos y categorías que planteó Choay podrían identificarse actualmente como
"metarrelatos", término que utilizó el filósofo francés Jean-Francois Lyotard3 para
denunciar las construcciones históricas lineales y coherentes que la modernidad
elaboró para conseguir legitimarse social, política y culturalmente. Por ello, en nues-
tro caso hemos sustituido el concepto de "modelo" por el de "visión". Las "visiones
urbanas" nos remiten a formas de mirar, es decir; no tanto a "cómo es" la ciudad,
sino a "qué" nos interesa de ella, cómo la filtramos, cómo la proyectamos y cómo
nos proyectamos sobre la misma.
Sin embargo, aquí no acaba la apuesta por los pequeños relatos como forma de
aproximación a la ciudad. Si las cuatro visiones urbanas descritas nos remiten a las
distintas sensibilidades que reglan su estudio, dentro de cada una de ellas se des-
pliegan diferentes intereses que nos conducen a ideologías y afectos aún más espe-
cíficos. Éstos también han sido agrupados —en este caso en los capítulos que com-
ponen cada una de las cuatro partes del libro— y aluden, ahora sí, a "modelos" de
ciudad...; pero a modelos que no son universales ni generalizares, sino pequeños
relatos limitados en el espacio y en el tiempo, circunscritos a territorios determi-
nados por intereses concretos. El resultado de esta confluencia de sensibilidades e
intereses son las doce "ciudades" que componen el texto: la ciudad de la disciplina,
LYOTARD, Jean-Francois, Lo
la ciudad planificada, la ciudad poshistórica, la ciudad global, la ciudad dual, la ciudad
Condition postmoderne. Rapport
del espectáculo, la ciudad sostenible, la ciudad como naturaleza, la ciudad de los sur le savoir, Editions de Minuit,
cuerpos, la ciudad vivida, la ciberciudad y la ciudad chip. París, 1979; (versión castellana:
La condición posmodema.
Informe sobre el saber. Ediciones
Finalmente, para concretar físicamente este bagaje teórico, cada una de las cuatro Cátedra, Madrid, 1994,
partes del libro se complementa con un apéndice dedicado a una ciudad específica. págs.9-12).
El apéndice I, asociado a la visión culturalista, se ocupa de Berlín; el II, vinculado a la
sociológica, de Los Ángeles; el III, ligado a la organicista, de Tokio; y el IV, comple-
mento de la tecnológica, de Houston.
Doce ciudades, doce realidades urbanas que confluyen, como si de una sucesión de
capas se tratara, en una misma: en la ciudad del siglo xxi..., en la ciudad hojaldre.
I. La visión culturalista de la ciudad
El sentido original del término "culturalismo" aplicado a la ciudad fue propagado
por Francoise Choay,1 un sentido que, aunque con matices, permanece en nues-
t r o texto. Según Choay los orígenes de la visión culturalista se remontan a la
segunda mitad del siglo xix, cuando se conformó un hilo intelectual que enlazaba
a AugustW. N. Pugin con John Ruskin y William Morris, y a éstos con Camillo Sitte
y Raymond Unwin, ya en el siglo xx.Todos estos autores coincidieron en una mis-
ma interpretación: la ciudad era, ante todo, un hecho cultural.
A finales del siglo xix, apostar por la cultura suponía posicionarse contra otro con-
cepto ligado a la emergente sociedad industrial de aquellos años: "civilización".
A partir de 1860, los defensores de una y otra manera de entender el mundo se
enzarzaron en una agria polémica que duraría casi cien años. Lo que caracterizaba
a los "culturalistas", y les diferenciaba de los "progresistas", era su predilección por
los valores espirituales de la persona, frente a sus necesidades materiales; por un
ciudadano entendido como componente de un grupo humano con identidad y
tradiciones, frente a un ciudadano entendido como un ser cuantificable según sus
requisitos fisiológicos; por el sentido estético y artístico de la ciudad frente a su
lógica funcional.
Como ponen de manifiesto los autores que determinaron su propio origen, tras la
visión culturalista de la ciudad siempre hubo una palpitante vena nostálgica subya-
cente, En su encarnizada cruzada contra los sectores más positivistas de la socie-
dad, demostraron un cierto desprecio, cuando no un abierto rechazo, hacia los
nacientes valores de la civilización industrial. Desde el principio, la visión culturalis-
ta adquirió cpmpromisos con el pasado, del que rescataba ciertas cualidades que
entendía esenciales: la comunidad, la artesanía, la agricultura, la religión, etc. Al ser
traducido a coordenadas urbanas, todo ello desembocó en la mitificación de la ciu-
dad tradicional, que fue identificada como una unidad orgánica, expresión espacial
de una comunidad formada por individuos que compartían los mismos valores,
costumbres e identidades. Es decir la ciudad tradicional era, ante todo, cultura.
La ciudad de la disciplina
Ello suponía una tarea ingente: elaborar una teoría coherente y articulada que se
basara sobre principios exclusivamente disciplinares. La opción que planteó Aldo
Rossi fue definir una ciencia urbana construida sobre parámetros únicamente
arquitectónicos, es decir un urbanismo donde la ciudad fuera considerada desde el
estricto punto de vista de la construcción, de su esencia racional. La identidad ciu-
dad-arquitectura quedaba así consagrada como clave de la ciudad de la disciplina.
La única área de conocimiento ajena al urbanismo que parecía, no sólo no contra-
decir sino ser esencial para reafirmar su autonomía, era la historia, ya que, al ser la
ciudad un conjunto de edificios construidos en el tiempo, era un ente indeslindable
de su evolución. La ciudad tradicional quedaba, así, deificada, no tanto por sus valo-
res sociológicos, sino por ser la fuente de la que manaban los modelos formales y
espaciales.
La experiencia de Bolonia
Fue Pier Luigi Cervellati,7 alcalde comunista de Bolonia, quien ofreció a laTenden-
za la posibilidad de hacer confluir análisis y proyecto urbano. En 1971 se aprobó el
Plan Regulador del Centro Histórico de Bolonia, cuyo fin era la restauración inte-
gral de 450 ha de ciudad donde habitaban 89.000 personas. Dos años más tarde, CERVELLATI, Pier Luigi;
el Plan Operativo para el Restablecimiento y la Restauración de la Edificación Eco- SCANNAVINI, Roberto,
nómica y Popular vino a aportar un objetivo más: sanear y consolidar el sector resi- Bolonia: política y metodología de
la restauración de centros
dencial en las zonas más degradadas. Ambos planes surgían de aquella cultura de históricos, Editorial Gustavo Gili,
izquierdas con la que estaba comprometida laTendenza, que reclamaba que el cen- Barcelona. 1976.
tro histórico fuera considerado, no sólo como un patrimonio cultural, sino también
como un patrimonio socioeconómico que debía recuperarse para la residencia
social, para las clases populares que tradicionalmente lo ocuparon y garantizaron su
vitalidad. Materializar esta máxima, enunciada por la Carta de Amsterdam, sólo era
posible si su transformación era sustraída de los intereses del mercado inmobilia-
rio y se ponía en manos del sector público.
Para alcanzar sus propósitos ideológicos, estos planes siguieron al pie de la letra los
postulados de la ciudad de la disciplina. En primer lugar; se investigó Bolonia desde
presupuestos estructuralistas. El análisis urbano comenzó con un profundo estudio
histórico que abarcaba la edad del bronce, la ciudad romana, las expansiones medie-
vales, las transformaciones renacentistas y barrocas, el desarrollo decimonónico y el
vertiginoso crecimiento del siglo XX. Finalizada la investigación histórica, el protago-
nismo pasó a la tipología. El desmenuzamiento tipológico de la ciudad tuvo como
objeto la definición de cada forma urbana total a partir de las formas particulares de
cada edificio, es decir, confirmar la relación entre morfología urbana y tipología arqui-
tectónica. Finalmente, Bolonia fue proclamada como el resultado de un proceso his-
tórico unitario y articulado que había desembocado en una estructura que tras-
cendía la variación de usos que se habían producido a lo largo del tiempo.
En la década de 1980 se planteó la cuestión más espinosa que tendría que afron-
tar el discurso de la ciudad de la disciplina: la confrontación con los hechos urba-
nos contemporáneos. Hasta ese momento, el urbanismo científico de Aldo Rossi
tan sólo había sido puesto a prueba a gran escala en la culta y próspera Bolonia, un
caso excepcional por la perfecta sintonía que la problemática de esta ciudad tenía
con los presupuestos de laTendenza. Pero, ¿qué ocurriría cuando, en vez de un cas-
co histórico, se abordara un trozo de ciudad contemporánea? ¿Cuando, en vez de
una ciudad mediana, se tratara de una gran ciudad? ¿Cuando, en vez de monaste-
rios, plazoletas y viviendas, se analizaran complejos industriales, autopistas y centros
comerciales? En definitiva, ¿qué posibilidades tenía la ciudad de la disciplina de tras-
pasar los constreñidos límites de los cascos históricos italianos para convertirse en
un método general de análisis y proyectación de la ciudad?
Cario Aymonino 8 ya había adelantado los posibles problemas a los que tendría
que enfrentarse el urbanismo científico cuando su campo de aplicación no fuera la
ciudad histórica, sino la ciudad contemporánea. Muchas eran las diferencias que
separaban una y otra realidad: la primera se había desarrollado siguiendo patrones
orgánicos, la segunda a partir de una implantación viaria racional que estaba pre-
determinada por los poderes económicos; en la primera, los tipos respondían a
tradiciones formales y constructivas; en la segunda, a la función del edificio, etc. En
estas circunstancias, la relación tipología edilicia/morfología urbana dejaba de ser
válida. La forma de la ciudad contemporánea no respondía a fenómenos arquitec-
tónicos, sino a otros de origen económico, político y técnico, por lo que no consis-
tía en una unidad reconocible sólo desde el punto de vista de la arquitectura, sino
en un inmenso aglomerado de edificios donde el casco histórico era una pieza exi-
gua y desnaturalizada.
La ciudad planificada
Durante más de setenta años, el Plan General de Ordenación Urbana fue consi-
derado como la columna vertebral del urbanismo, la figura legal encargada de tras-
ladar a,la realidad las teorías urbanas del movimiento moderno. La crisis del dis-
curso de laTendenza afectó a este consenso. Posicionarse a favor de "la ciudad por
partes" suponía cuestionar la contingencia del plan en la situación contemporánea
y proponer estrategias de intervención menos ambiciosas, más cercanas a la espe-
cificidad de las distintas zonas de la ciudad. Como la visión culturalista entiende
que, para salvaguardar los valores que patrocina, el espacio urbano debe ser un
ente perfectamente regulado, no es de extrañar que la defensa de la ciudad plani-
ficada, la segunda capa de la ciudad hojaldre, se convirtiera en una de sus principa-
les preocupaciones.
Sir Peter Hall,9 profesor del University College de Londres, se ha interesado por la
evolución que ha seguido el plan general desde finales de la década de 1960, cuan-
do estaba totalmente institucionalizado y se había convertido en una ciencia seudo-
exacta, regida por métodos analíticos procedentes de la ingeniería. La Crisis del Petró-
leo truncó este prístino modelo urbanístico: las ciudades se inundaron de pobreza y
obsolescencia funcional, y el poder político, abrumado por agudas problemáticas
sociales, comenzó a apoyar todo lo que significara creación de puestos de trabajo.
El crecimiento urbano, uno de los factores que podía dinamizar la economía, dejó
de ser algo a controlar para pasar a ser algo que había que fomentar a toda costa.
Tras seis años de obras, conflictos y disquisiciones, la primera fase del flamante com-
plejo financiero de CanaryWharf fue inaugurada en 1991. Londres había conseguido
reactivar una de sus áreas urbanas más degradadas y dotarse de uno de los centros
financieros más importantes del mundo, lo cual le permitió consolidar su privilegiada
posición en el vértice de la pirámide de las ciudades globales, Actualmente trabajan
en este complejo 42.000 personas, una cifra que se espera se duplique en 2020. Pero,
claro está, esto no es Bolonia: los antiguos obreros portuarios (blue collars) han sido
sustituidos por flamantes empresarios y profesionales (white collars).
En Europa, sin embargo, nadie parecía desear la desaparición del plan general. Los
errores que se cometieron en Canary W h a r f — p o r la inexistencia de una planifi-
cación urbanística adecuada, como el ferrocarril ligero que quedó obsoleto antes
de inaugurarse—, pusieron sobre el tapete los peligros que subyacían tras ^ " c i u -
dad de los promotores". La experiencia de los Docklands demostró que la con-
cepción y la financiación de ciertos aspectos de la ciudad, como las infraestructu-
ras del transporte, no podían quedar en manos privadas. En 1991, los propios
impulsores de esta operación reclamaron reglas urbanísticas más estrictas, un mar-
co legal que garantizara el futuro de sus inversiones.
Por todo ello, la visión culturalista de la ciudad sigue defendiendo la vigencia del
plan general y sus métodos de regulación, eso sí, postulando al mismo tiempo una
refundación del mismo que lo haga operativo en la sociedad y la economía con-
temporáneas. Lo que se persigue es no dar la espalda a las dinámicas que están
transformando las ciudades, donde ya no son viables ni el rigor, ni las prospeccio-
nes de futuro, ni la fijación de objetivos precisos a largo plazo que caracterizaban al
plan general heredado del urbanismo moderno. Una vez más, Italia se convertiría
en el epicentro de este nuevo debate que ocuparía a la visión culturalista durante
las décadas de 1980 y 1990.
Esta cuestión tenía que ver con el estancamiento, y en muchos casos descenso, de
la población que estaban experimentando la mayoría de ciudades europeas, una
tendencia que venía arrastrándose desde mediados de la década de 1960. Londres
llevaba años perdiendo habitantes, al igual que Liverpool, Manchester, París, Lyon,
Marsella o Milán. Esta circunstancia determinaba su futuro: "La ciudad y el territo-
rio donde viviremos en los próximos años ya está construido".12
Abordar esta cuestión exigía definir un nuevo tipo de análisis urbano. El dictamen
era claro: la metodología elaborada por laTendenza no era operativa en la lógica
tardocapitalista, es decir, el plan general no podía seguir negando las leyes del mer-
cado. Los obstáculos a superar eran varios. En primer lugar, la enconada defensa de
la identidad, tras la que subyacía una solapada resistencia a la globalización, se había
convertido en un obstáculo a la hora de analizar las anónimas y cosmopolitas ciu-
dades contemporáneas. En segundo lugar; tampoco era posible explicar su frag-
mentación desde el rigor de la concepción estructuralista. Las características socia-
les de cada una de sus partes no se correspondían ya con las funcionales (como
demostraban los yuppies del Soho neoyorquino, residentes en antiguos almacenes
reconvertidos en lofts) y las características funcionales no lo hacían con las morfo-
lógicas (como ponían de manifiesto los palacios aristocráticos del Marais parisino,
recuperados como centros culturales).
Con estos argumentos, Secchi proclamó la necesidad de fundar una nueva meto-
dología de análisis. El reto era abandonar la visión totalizante de la ciudad de la
disciplina y utilizar la historia no para fijar lazos estructurantes y globallzadores,
sino para buscar huellas, indicios y trazados que, sin negar la diversidad, ayudaran
a reestablecer conexiones interrumpidas, a encontrar significados a los distintos
fragmentos urbanos. Secchi proponía la estrategia de las "reglas" y las "excepcio-
nes". En la ciudad heredada era posible reconocer reglas, maneras de actuar
repetidas —modos de asentamiento, subdivisiones del suelo, conexiones interior-
exterior tipos arquitectónicos, técnicas constructivas, etc.—, que provienen de
códigos sociales y culturales compartidos, es decir que tienen su origen en la
identidad y la tradición de las ciudades. En clara oposición a los términos utiliza-
dos por laTendenza en su análisis urbano —"estructura", "tipo", "monumento",
etc.—."regla" es un vocablo débil que acepta la transgresión y puede articularse
de muy diversas maneras. Complementaria de la "regla" era la "excepción", un
concepto que alude a enclaves urbanos específicos, lugares irrepetibles e imposi-
bles de explicar desde los códigos que determinan las reglas. Entre ambos,
"reglas" y "excepciones", es posible abarcar la ciudad contemporánea en toda su
complejidad.
Perfilada la metodología de análisis, la siguiente tarea que debía acometer era la
reformulación del plan general. En primer lugar, era preciso redactar planes que
no aspiraran a trascender la situación para la que habían sido concebidos, sino
que seleccionaran los temas de proyecto a partir de la especificidad del lugar.
En segundo lugar, y para evitar la dilapidación del entorno natural, era necesario
que redujeran al mínimo la expansión del suelo urbanizable sobre el territorio
circundante y pasaran a concentrar el crecimiento en el interior de la ciudad
existente, muy especialmente en sus periferias, zonas urbanas incompletas, mar-
ginadas y degradadas a las que las nuevas intervenciones podrían dotar de signi-
ficado. En este caso, la propuesta consistía en "coser y ligar" las diferentes partes,
establecer relaciones entre los alienantes barrios especulativos y aquéllos que
tenían una identidad propia; y la manera de hacerlo era actuar en las zonas
"maleables", áreas obsoletas o marginales cuyas propiedades y funciones se pue-
den modificar fácilmente.
Uno de los primeros planes de tercera generación calificable como tal fue el Plan
de Milán de 1980. Como criterio general proponía contener el crecimiento hacia
la periferia y concentrarlo en el tejido urbano preexistente. Con este objetivo
declaró como "área de recuperación" una serie de enclaves obsoletos, degradados
o semiconsolidados. Sobre estas zonas "maleables" dimensionó superficie residen-
cial para albergar 80.000 personas, un número ciertamente escaso, pero aparente-
mente razonable, en una ciudad que, en los veinte años previos, había perdido
400.000 habitantes. El plan ponía igual énfasis en potenciar el espacio público, cuya
superficie pretendía duplicar El gran demonizado, por el contrario, era el tráfico
rodado, al que culpaba de muchos de los males de la ciudad. Para contenerlo, se
confiaba, casi exclusivamente, en la mejora del transporte público, especialmente
de la red de metro, renunciando a la construcción de todo tipo de macroinfraes-
tructuras viarias, especialmente de autopistas.
En 1990, con la ciudad de Milán inmersa en una feroz competencia con otras ciuda-
des europeas por atraer empresas y capitales internacionales, se planteó una segun-
da revisión, en este caso con fines claramente macroeconómicos. El mensaje de Sec-
chi volvió a prevalecer y la atención se centró en las 800 ha de suelo urbano
funclonalmente obsoleto que estaban dispersas por toda la ciudad. Intervenir en
estas áreas ofrecía la posibilidad de reequilibrar Milán, transformar su Ineficiente
monocentrismo en un pollcentrismo donde una serie de zonas de la periferia con-
trapesaran el abrumador protagonismo del congestionado casco histórico. Con
este fin se prescribieron nueve "proyectos de zona" orientados a redefinir sendas
áreas industriales obsoletas. Estos proyectos compartían una táctica común: aglutinar
las Intervenciones en torno a un parque. Nacía así el proyecto Nueve Parques para
Milán, dirigido por Pierlulgi Nicolln, Raffaello Cecchi,Vincenza Lima y Pippo Traversl.
Las áreas seleccionadas fueron, entre otras, ios antiguos terrenos de la fábrica de
Alfa Romeo en Portello, donde se pretendía construir un parque ferial y un centro
de negocios; la vieja fábrica de gas de Bovisa, donde se ubicaría el nuevo politécni-
co; las áreas colindantes con la estación Garibaldi, donde se crearía un centro direc-
clonal; y la fábrica de Montecatini, donde se edificaría un centro terciario. Pero la
estrella de la operación era el programa Blcocca: la creación de un parque científi-
Nueve Parques para Milán. Pierluigi
co y tecnológico de 32 ha de superficie sobre las ruinas del complejo fabril de Pire- Nicolin, Raffaello Cecchi.VIncenza
Lima y Pippio Traversi.
11j, al norte de la ciudad. Para no contradecir el espíritu del plan, que había consa-
grado la mezcla funcional, dicho uso fue complementado con 5,5 ha dedicadas a
viviendas y comercios. El proyecto se puso en marcha en 1985 con un concurso
internacional, que ganóVittono Gregotti gracias a un esquema que respondía a su
ya mencionada estrategia de intervenir en la ciudad con proyectos de arquitectu-
ra de escala urbana (un sistema continuo de edificios que articulaban una amplia
red de espacios públicos).
El caso de Milán demuestra las dificultades que encontraron los planes de tercera
generación en su apuesta por alcanzar uno de sus principales objetivos: conectar con
FERNANDEZGÜELL.José
la realidad socioeconómica contemporánea. En la década de 1990, nuevas dinámicas
Miguel, Planificación estratégica
vinieron a ampliar el creciente vacío existente entre planes generales y realidades de ciudades, Editorial Gustavo
urbanas. El urbanista madrileño José Miguel Fernández Güell13 las resume en: des- Gilí, Barcelona, 1997.
centralización de las competencias, creciente peso de los movimientos sociales, com-
petencia entre ciudades y nuevas tecnologías, Muchas de estas dinámicas incidían en
una tendencia que los "planes de tercera generación" no quisieron asumir hasta sus
últimas consecuencias: que los poderes públicos por sí solos no podían controlar el
desarrollo urbanístico de una ciudad y que era necesario reorientar su papel hacia
tareas menos imperativas, llámese "seguimiento", "asistencia" o "regulación".
La ciudad poshistórica
La ciudad de la disciplina y la ciudad planificada son los dos polos de reflexión teó-
rica que han garantizado a la visión culturalista el prestigio del que goza en el ámbi-
to internacional. Pero existe otra cara. A pesar de su enconada defensa de valores
trascendentes que remiten a la identidad, la cultura y la ética social, la visión cultu-
ralista no ha podido evitar que se viera Implicada en los aspectos más controverti-
dos de la realidad posmoderna.
Sin embargo, con su expansión el mensaje se fue tergiversando. Más que una refun-
dación científica del urbanismo, lo que parecía atraer a estos autores externos al
panorama italiano era un acercamiento a la ciudad desde el punto de vista de la
historia. En Gran Bretaña surgió un movimiento que reclamaba esta interpreta-
ción. Su principal guía era Léon Krier que, como Rossi, representaba a la izquierda
posterior a mayo de 1968. Paradójicamente, si tenemos en cuenta el uso que más
adelante se haría de ellas, sus ideas podían encuadrarse en los territorios más radi-
cales de la visión culturalista de la ciudad.
Para reconduclr los salvajes entornos urbanos contemporáneos hacia este idilio
pastoral era necesario densificar los suburbios, hacerlos madurar hasta transfor-
KRIER, Léon, Archítectnre. Choix
marlos en barrios tradicionales repletos de "civilización urbana".También en el cen- ou fatalité, Instituí Francals
tro histórico la premisa de la densidad era fundamental, especialmente en sus d'Archltecture, París, 1996.
zonas obsoletas, indefinidas o degradadas, que habrían de rematarse con tramas
urbanas y tipologías arquitectónicas locales.
El modelo así definido por Léon Kríerfue magníficamente acogido en Gran Bretaña.
A ello contribuyó el inesperado mentor con que contó en este país: el mismísimo
príncipe de Gales, enemigo acérrimo de la modernidad arquitectónica, de la que lle-
gó a afirmar que había causado más daño en ¡as ciudades británicas que las bombas
de la Luftwaffe. Compartiendo esta opinión, prestigiosos arquitectos se adhirieron ai
"proyecto ecológico" de Krier, que se promocionó como neotraditional town planning
(urbanismo neotradicional). De manera semejante a sus antecesores del siglo XIX,
estos profesionales pregonaban un mensaje esencial como baluarte contra las nue-
vas tecnologías y la sociedad de masas.
Quintan Terry fue uno de ellos. Su tarjeta de presentación fue Richmond Rlversi-
de, un lujoso conjunto urbano a orillas delTámesis donde aplicó el catecismo de
Krier: profusión de espacios públicos, alineación a vial, variedad formal, etc., y una
colección de fachadas renacentistas, neopalladianas y victorianas. El interés por la
historia no traspasaba este catálogo de alzados: en ios interiores no existían ni
muros, ni patios, ni distribución alguna que permitiera identificarlos tipológicamen-
te;tan sólo modernos espacios de oficinas, diáfanos e isótropos, dispuestos para ser
-ondres: Richmond Riverside. alquilados (probablemente a alguna de las multinacionales que Krier aborrecía).
Qulnlan Terry, 1988.
La artificialidad y la falta de prejuicios que demostraban estos reviváis urbanos, y su
profusión por Europa y Estados Unidos a lo largo de la década de 1980, venían a
constatar la Importante mutación que el concepto de historia había experimenta-
do en la cultura posmoderna. Fue Jean-Francois Lyotard15 quien relacionó el fin de
la modernidad con el "fin de la historia" o, al menos, con el fin de la Historia Uni-
versal de la Humanidad organizada como un metarrelato unitario donde los acon-
tecimientos eran enlazados de un modo coherente a lo largo del tiempo. Frente a
este impecable modelo histórico, los intelectuales posmodernos apelaban a una
comprensión más problemática del pasado, a un discurso fragmentado en "peque-
ños relatos" no concatenables de un modo lineal. Se ponían así en crisis secuencias
históricas que rara vez habían sido discutidas: más que de la sucesión causa-efecto
"ilustración/revolución industrial/Revolución Francesa", los nuevos historiadores
preferían hablar de fenómenos diferentes que convergían en aspectos parciales.
Página anterior:
Nueva York:Times Square de noche.
Arriba:
Nueva York: el World Financial
Center en Battery Park. Cesar Pelli, •
Izquierda:
Nueva York: propuesta para la
reconstrucción del World Trade
Center Daniel Libeskind, 2003.
suroeste de Manhattan, la esencia más popular de la silueta urbana de Nueva York:
el.edificio Chrisler, el Emplre State, el Waldorf Astorla, etc.
El corolario fina! de esta cadena de proyectos que conforman el Nueva York pos-
histórico está aún en grado de definición. Nos referimos al futuro World Trade
Centén que habrá de ubicarse sobre lo que se ha convertido en el lugar más
sagrado de la ciudad: la Zona Cero. La alargadísima sombra que proyectan las an-
tiguasTorres Gemelas ha obligado a que la reconstrucción de este enclave haya
tenido que compatlbilizar planteamientos casi elegiacos con los intereses del capi-
tal Inmobiliario. Todo un desafío urbanístico y arquitectónico: honrar a las miles
de víctimas, honrar a los cientos de héroes y recuperar la edlficabilidad de la zona,
el valor del suelo, el prestigio de Nueva York. „.:
De entre las siete propuestas presentadas por los grupos de arquitectos invitados
al concurso de ¡deas, fue seleccionada la de Daniel Libeskind, la que había realizado
un mayor esfuerzo para sublimar "el lugar". El proyecto plantea construir un con-
junto de torres de oficinas en torno a un espacio de meditación donde eclosionan
multitud de motivos simbólicos: los muros de contención de los sótanos de las
Torres Gemelas, símbolo de "la resistencia de la democracia"; el Parque de los
Héroes, símbolo del renacimiento de la existencia; una cuadrícula de.líneas, símbolo
de las vidas de los caídos; una aguja de jardines de 1776 pies (541 m) de altura, sím-
bolo de la declaración, ese mismo año, de la independencia de Estados Unidos; y
una gran X excavada cuyas aspas serán iluminadas por los rayos de sol a las 8:46 h
(cuando impactó el primer avión) y a las 10:28 h (cuando se derrumbó la segunda
torre) de cada I 1 de septiembre. Muy probablemente esta hiperinflación de símbo-
los en alusión al primer gran acontecimiento histórico del siglo xxi acabe consoli-
dando lo que el morbo popular ya ha conseguido: que la Zona Cero se convierta en
el primer destino turístico de Nueva York. De esta manera, ni siquiera la tragedia del
I I de septiembre escaparía a la trampa de la manipulación de la historia, lo que no
parece preocupar al otrora trascendente Daniel Libeskind: "Naturalmente que hay
mucha escenografía en el proyecto. No olvide que vivimos en el gran teatro del
mundo y dentro de una formidable escena donde todos somos actores".20
Para luchar contra todo ello pone sobre la mesa un programa ultraconservador
que apela a la recuperación de las tradicionales comunidades del Estados Unidos
preurbano: integradas, éticas, felices y en sintonía con la naturaleza, comunidades
con las que acabó la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno, impor-
tados de la lejana Europa. El rancio trasfondo de esta retórica queda puesta de
manifiesto en un folleto promocional de Montgomery Village, una propuesta del
new urbanism para las afueras de Princeton: "Érase una vez una familia holandesa
que se asentó en lo que hoy es el condado de Somerset, Nueva Jersey. Construye-
ron una granja próspera y, al tiempo que la familia fue creciendo, también lo hizo la
zona. Otras familias se mudaron cerca y los negocios florecieron. En los dos siglos
siguientes, el área creció hasta convertirse en lo que hoy es Montgomery Village".21
Su éxito arrasador puso a rodar la bola de nieve del new urbanism; eso sí, ayudada
por una impresionante infraestructura de apoyo: decisión makers, publicaciones co-
mo The Atlantic o Travel & Leisure, grupos de presión ante las administraciones loca-
les, etc. Las propias intervenciones públicas de Calthorpe y Duany eran todo un
espectáculo de simulación informática. Finalmente consiguieron que cientos de
seasides florecieran por todo el territorio norteamericano, y no sólo en las perife-
rias: muchas ciudades, entre las que destaca Seattle, se sumaron a la bola de nieve
a la hora de reestructurar sus degradados centros urbanos.
Pocos son los temas que han escapado al avasallador impulso de! new urbanism,
por el que se ha interesado incluso la industria cinematográfica. En Seaside se gra-
bó El show de Truman, una película dirigida por Peter Weir en 1998, cuyo protago-
nista vivía y trabajaba desde su nacimiento, y sin ser consciente de ello, en un idíli-
co escenario urbano creado por una cadena de televisión para una serie de larga
duración. El show de Truman mostró algunos de los peligros que se ocultan tras los
felices paraísos diseñados por el new urbanism: fomento de la artificialidad, imperio
de la estética, restricción de las libertades personales...
la Harvard University A todo ello hay que añadir un rosario de edificios públicos
diseñados por los que Disney considera los mejores arquitectos del mundo: Philip
Johnson, Robert Venturi, Míchael Graves, Charles Moore y... Aldo Rossí.
La calidad del diseño ambiental de este suburbio no sólo está garantizada por la
arquitectura o por la muy cuidada integración entre zonas verdes y 'edificios. En
Celebration todo está codificado. Los letreros, el pavimento, los maceteros, las faro-
las, las papeleras y los husillos; todo es formalmente armonioso en sí mismo y
coherente con lo que le rodea: el color del buzón remite al seto de al lado, éste al
banco de enfrente, el cual concuerda con la verja contigua. Se genera así una espe-
cie de unicum, un modelo puro y sin contaminaciones estilísticas donde diseño y
modo de vida están estrechamente enlazados.
A esta lógica, por supuesto, no podían escapar las casas. Al comprar una parcela en
Celebration el futuro residente asume una serle de cláusulas en las que se com-
promete a construir alguna variación de uno de los cinco modelos de viviendas
que han sido aceptados en este paraíso terrenal, todos ellos fieles reproducciones
de arquitecturas de shingle style . Este compromiso incluye, además del control de
ios colores, los materiales, las texturas, etc., y la obligación de residir en la casa al
menos nueve meses al año.
Tras la reunificación alemana y la designación como capital del país, Berlín ha sido
objeto de la más ambiciosa operación de transformación urbana que se ha produ-
cido en Europa desde la segunda posguerra, transformación que ha seguido, pun-
tualmente, los dictados de la visión culturalista: las cuestiones de la disciplina, la pla-
nificación y la historia han marcado la pauta. Como resultado, Berlín abandera
actualmente un modelo de ciudad que ejemplifica las diferencias que separan la
sensibilidad urbana europea de la del resto del planeta. Ello la hace ineludible en el
debate sobre la ciudad contemporánea.
Pero había más.Tal como reclamaba la ciudad de la disciplina, la IBA era también un
intento de superar el urbanismo de la modernidad y retornar a las leyes de la ciu-
dad histórica, Siguiendo el paradigma de "la ciudad por partes", su estrategia consis-
tió en seleccionar una serie de zonas que habrían de convertirse en prototipos de
un nuevo modelo de desarrollo urbano. La mayoría estaban en el centro del Berlín
Occidental. Algunas, aunque degradadas, conservaban la fisonomía anterior a la
II Guerra Mundial, mientras que, en otras, las destrucciones bélicas y posbélicas ha-
bían acabado con cualquier vestigio anterior Por este motivo, la IBA se dividió en
dos: la Altbau-IBA (IBA vieja), dirigida por Hardt-Waltherr Hamer, y la Neubau-IBA
(IBA nueva), dirigida por Josef Paul Klelhues.
Con estas premisas, y tras pasar el filtro de los concursos internacionales, más de
cien arquitectos fueron invitados a "reconstruir" Berlín. En Tlergarten Sun Aldo
Rossi y Rob Kríer recuperaron la volumetría de la villa suburbana con vocabularios
arquitectónicos altamente discutibles; James Stirllng construyó un centro científico
que redujo un conjunto de tipologías históricas a meros contenedores; y Vittorio
Gregotti inventó "edificios-puerta" que ocultaban "inadecuados" bloques moder-
nos empeñados en no alinearse a vial. En Friedrichstadt Sun Oswald Mathias
Ungers presentó dos imponentes moles cúbicas como ejemplo de la traducción
de la tradición arquitectónica berlinesa a claves contemporáneas; en Prager Platz,
Cario Aymonino rescató la antigua forma elíptica de la plaza con todo un mani-
fiesto de rigidez geométrica; y en Tegel, Charles Moore logró transformar lo que
una vez fue un puerto Industrial en un parque de atracdones.Tan sólo las escasísi-
mas excepciones de obras firmadas por Peter Eisenman o Alvaro Slza lograron sal-
var a la IBA de la debacle. El "racionalismo poético" demostró bordear lo peor de
ambos mundos: la depreciación de la arquitectura a mera geometría y el rescate
de todo un conjunto de tics historicistas. Esto mostraba que la suposición de que
el proyecto urbano garantizaba la calidad de la ciudad de la disciplina era falsa: tam-
bién desde la arquitectura se podían hacer malas ciudades.
Todo cambió en Berlín el nueve de noviembre de 1989. A las 23:30 la televisión ger-
mano oriental hizo pública la decisión del gobierno dimisionario de la República De-
mocrática Alemana de abrir las fronteras del país. El anuncio desató el delirio: a la í :00
de la madrugada, miles de personas bajaban por Unter den Linden en dirección a la
Puerta de Brandemburgo, donde saltaron las barreras que cerraban el paso hada
Berlín Occidental sin que la policía opusiera resistencia alguna. El Muro de la Ver-
güenza, que durante 28 años había estado dividiendo física y psicológicamente la ciu-
dad, acababa de caer Dos años después, el Bundestag decidió trasladar a Berlín la ca-
pital del país, hecho que debía producirse entre 1998 y 2000. Esto suponía desplazar
al gobierno, el parlamento y once ministerios desde Bonn; en definitiva, miles de fun-
cionarios que serían seguidos por un séquito de embajadas, representaciones de los
Estados Federales, oficinas de prensa, partidos políticos, asociaciones, lobbies, etc.
Por último, como ya había ocurrido en el caso de Milán, también las macroinfraes-
tructuras viarias debían ser limitadas. En el caso berlinés esta condición contaba
con un plus de legitimidad: el mal recuerdo que la ciudad guardaba del programa
de construcción de autopistas que acabó de destrozar su tejido urbano en la déca-
da de 1960.Tan sólo la reestructuración de las redes de ferrocarril y metro ocupa-
ría un primer plano, lo que significaba fomentar el transporte público como alter-
nativa al automóvil privado. La intención era construir un túnel subterráneo en
dirección norte-sur que conectara cuatro nuevas estaciones de ferrocarril y alber-
gara dos líneas de metro y una vía rápida para automóviles. En el cruce de este
corredor con el ya existente este-oeste, sobre ¡os terrenos de la antigua Lehrter
Bahnhof y frente al futuro barrio gubernamental, se construiría la Zentralbahnhof,
la estación central.
Todas estas premisas demuestran que el mensaje de Bernardo Secchi estuvo acti-
vo en el proceso de reflexión de Berlín ciudad planificada. Sin embargo, lo que final-
mente marcó su tono fue la experiencia de la IBA, menos proclive a tomar en con-
sideración la lógica socioeconómica contemporánea. Muchos de los arquitectos
que llegaron a Berlín para trabajar en la exposición decidieron permanecer en la
ciudad, lo que permitió a Kleihues, padre intelectual de todos ellos, consolidar
amplias cuotas de poder en el panorama urbanístico y arquitectónico berlinés. Uno
de sus seguidores era Hans Stimmann, director de Obras Públicas del Senado
entre 1991 y 1996, y secretario de Estado para el Desarrollo Urbano a partir de
entonces. Desde su privilegiada posición de poder defendió la vigencia de los pre-
supuestos de la ciudad de la disciplina: rechazo de la modernidad y defensa de la
identidad berlinesa, de sus especificidades arquitectónicas, de una historia urbana
que podía ser recuperada y proyectada hacia el futuro. Stimmann23 justificaba esta
opción basándose en su supuesto progresismo: intervenciones estatales, limitación
de densidades, defensa de! espacio público, etc., planteamientos que eran difícil-
mente encajables en el panorama tardocapitalista, pero que no fueron óbice para
trasladar el programa de la IBA al proyecto Berlín-2000.
Sin embargo, también en Berlín "las condiciones habían cambiado", y mucho, des-
de la IBA. Bernardo SecchP1 ya había mostrado sus reservas respecto a ésta por
entender que había magnificado los criterios proyectuales, históricos y morfológi-
cos a costa de obviar las nuevas condiciones sociales, políticas y económicas. El Ber-
lín reunificado, que se aprestaba a dar el salto hacia la globalización, había cam-
biado radicalmente respecto a la ciudad de 1987, todavía dividida, subsidiada y
adormecida en la ensoñación del Estado del Bienestar En la nueva realidad berli-
nesa era necesario contar, en primer lugar con la Treuhand-Anstalt, la empresa
pública creada para privatizar las propiedades de la antigua República Democráti-
ca Alemana y, en segundo lugar con los promotores internacionales.
La primera, propietaria de los bienes inmobiliarios del antiguo Berlín Oriental, deci-
dió poner en venta el suelo urbano del que disponía por bloques de manzana,
enormes superficies que tan sólo eran asequibles a grandes empresas. Con este
enfoque, la estrategia de la IBA, que consistía en ir reconstruyendo la ciudad de
manera quirúrgica, parcela a parcela, dejó de ser operativa. Más conflictivo aún fue
el encuentro entre el nostálgico modelo público de la IBA y el descarnado mode-
lo privado de Berlín-2000. Los promotores que compraron estos solares, los deno-
minados project deve/opers, construían para compañías desconocidas a las que, pos-
teriormente, alquilarían o venderían los edificios. Su trabajo consistía en adquirir el
terreno, gestionar los trámites administrativos, buscar inversores y ejecutar la obra,
por lo que no les interesaba ni la arquitectura ni la reconstrucción de la identidad
de la ciudad, sino tan sólo amortizar sus inversiones.
Por último, existía un abismo entre el procedimiento que existía entre la IBA, diri-
gida y financiada por la Administración, y un Berlín-2000 absolutamente depen-
diente de las Inversiones privadas. El máximo exponente de este desencuentro se
produjo en la operación de Potsdamer Platz, cuyo método de intervención mos-
tró, bien a las claras, quiénes mandaban en la "ciudad de los promotores". Los
terrenos, que micialmente pertenecían al Ayuntamiento, fueron vendidos a tres
grandes multinacionales —Daimler-Benz, Sony y A + T — , en algunos casos a la
mitad del precio estimado por la comisión de peritos del Estado Federal de Berlín.
Así, los poderes públicos se desentendían de la tarea de configurar la ciudad y la
dejaban en manos de las multinacionales. Oficialmente, la excusa fue la operativi-
dad: se intentaban evitar las Interminables sesiones de debates públicos que se
produjeron en la IBA y que dilataron su ejecución. Sin embargo, tras este pretexto
se ocultaba la enorme debilidad de la Administración, que llegó a eximir a Daimler-
Benz del pago de sus cargas fiscales y a permitir que la densidad máxima de su
zona pasara de 4 m2/m2 a 5,5 mVm2.
Tras la caída del Muro esta identidad fue despreciada por casi todos. Embargada
por un profundo sentimiento de trascendencia histórica, la flamante capital de la
Alemania reunificada decidió romper con su pasado más reciente para relnventar-
se como lo que no era: una solemne y monumental capital europea. En una ciudad
que conservaba tan pocas referencias históricas, el deseo de recuperar un contex-
to urbano unitario y con carácter suponía tener que elegir un momento de su
pasado que funcionase como emblema. Berlín optó por el urbanismo y la arqui-
tectura de comienzos del siglo XIX, es decir; por la tradición prusiana, por la Escue-
la de Berlín, por Kar! Friedrich Schinkel... modelos urbanos, estilos y arquitectos que
habían determinado su impronta anterior a la II Guerra Mundial, el primer eslabón
de su cadena de desastres.
Esta fue la dirección que se marcó desde las instituciones para la transformación de
Berlín. Para materializarla se establecieron tres modelos asociados a diferentes áre-
as urbanas, lo que confirmaba la apuesta por "la ciudad por partes" como base del
planeamiento. El primero, aplicado a la Friedrichstadt y la Dorotheenstadt, fue el de
la "reconstrucción crítica" heredada de la IBA. Las calles y plazas de estas zonas his-
tóricas desfiguradas por las destrucciones bélicas y las actuaciones de posguerra
habrían de ser recompuestas recuperando las alineaciones de la antigua trama
barroca y la volumetría decimonónica. La concreción arquitectónica volvió a con-
fiarse a los dictados de la "arquitectura crítica", que habría de traducir las tipologí-
as tradicionales berlinesas a claves contemporáneas. El segundo modelo, asociado
a ¡os grandes vacíos existentes en el tejido urbano del siglo XÍX —el Muro, Potsda-
mer Platz, Lehrter Bahnhof, etc.—, fue el de la "ciudad europea", que se oponía a
la dispersión de los suburbios, la especulación de los rascacielos y la banalidad de
los centros comerciales, es decir a las esencias de la ciudad norteamericana. Fren-
te a todo ello se erigía el paradigma de una urbe formalmente densa y compacta,
estructurada por calles corredor plazas y alamedas que constataran el dominio del
espacio público sobre el privado, de la civilidad sobre el individualismo; una ciudad
múltiple y compleja gracias a una mezcla de actividades que garantizara vida urba-
na permanente. El tercer modelo, a aplicar a las nuevas zonas residenciales de la
periferia, fue el de la Vorstadt. En este caso, el prototipo elegido fueron las áreas
suburbanas berlinesas dé finales del siglo xix, barrios residenciales burgueses de
densidad media repletos de plazas, parques e interiores de manzanas profusamen-
te ajardinados. Se pretendía con ello evitar la dispersión suburbial y controlar el
crecimiento dentro de unos límites territoriales.
Aún más comprometido por su significación histórica, fue el caso de Parlser Platz,
una de las tres plazas que, junto con Potsdamer Platz y Belle Alliance Platz, confor-
man el límite occidental de la Friedrichstadt Como cuna de la Puerta de Brandem-
burgo y punto de arranque de Unter den Linden, siempre fue uno de los lugares
más emblemáticos de Berlín, hasta que fue destruida en 1945. Su poderosa identi-
dad, indeslindable de la de la ciudad, le aseguró una posición preeminente en el pro-
yecto Berlín-2000: servir de sede a embajadas, bancos transnacionales, hoteles de
lujo y centros culturales. Ante la relevancia del lugar; los criterios de la "reconstruc-
ción crítica" fueron aquí especialmente restrictivos. Desde el comienzo estuvo cla-
ro que era preciso recuperar la volumetría original de la plaza sobre su planta cua-
drada, pero, con el objeto de evitar los excesos que se cometieron en la
Frledrichstrasse, se promulgó un reglamento específico que estipulaba la obligato-
riedad de aplacar con piedra al menos el 50 % de las fachadas y respetar ciertas
particiones compositivas que habrían de materializarse con superficies mates y
colores orientados hacia el de la Puerta de Brandemburgo, Este reglamento volvió
a sacar a a uz
Bottv Haus Sommery Haus ' ' l ° s perfiles más espinosos de la "reconstrucción crítica", en este caso
_eoermann enmarcando la Puerta por abocar a la arquitectura a un descarado restituclonismo ante la excesiva reduc-
oe Brandemburgo.josefRKleihues, c ¡ónde los márgenes de maniobra. Ejemplo de ello fue la reconstrucción del
996.
desaparecido Hotel Adlon, un mediocre edificio neobarroco, siguiendo criterios no
ya "críticos" sino literales. Algo similar ocurrió con ías Haus Sommery Haus Lieber-
mann, los dos bloques gemelos que enmarcan la Puerta de Brandemburgo, y que
Kleihues también se limitó a reconstruir a partir de documentos fotográficos.
Por lo que respecta a la "ciudad europea", los mejores exponentes son dos de las
operaciones más emblemáticas de Berlín-2000; el Spreebogen, asociado al proyecto
Berlín-capital, y la Potsdamer Platz asociada a Berlín ciudad global.Tradicionalmente,
el Spreebogen, el "arco" formado por el río Spree sobre el que se asienta el Reichs-
tag, se concibió, sin que nunca llegara a materializarse, como sede de las más altas ins-
tituciones del Estado.Tras la caída del Muro, esta idea fue retomada y la zona fue ele-
gida para albergar la cancillería y el parlamento. Las actuaciones que se llevaron a
cabo se han orientado en dos direcciones: la reforma del Reichstag, llevada a cabo
por Norman Foster, y la construcción del barrio gubernamental, cuya ordenación fue
el resultado de un concurso de ¡deas ganado por Axel Schultes y Charlotte Frank.
Su propuesta planteaba una franja edificada de 100 m de anchura y I km de longi- Berlín: propuesta para la Cancillería
y el barrio gubernamental del
tud que atravesaba el Spreebogen en dirección oeste-este, cruzando dos veces el río
Spreebogen. Axel Schultes y
Spree y enlazando el distrito de Moabit con la Luisenstadt. Lo que sedujo al jurado Charlotte Frank, 1993.
fue su sobredosis de simbolismo: los autores la defendieron, en primer lugar, como el
grapado de las dos mitades de ciudad anteriormente separadas por el Muro; y en
segundo lugar; como la negación del trazado norte-sur propuesto en 1940 para este
mismo lugar por Abert Speer, arquitecto de Hitler. En la zona oeste de dicha franja,
Schultes y Frank han construido la cancillería, un prisma ceñido por dos bloques li-
neales de menor altura. La zona este, parte en el Spreebogen y parte en la Luisens-
tadt, se ha dedicado a funciones parlamentarias y fue desarrollada por Stephan
Braunfels como un peine que cruza el río mediante un puente peatonal. Entre ambas
un espacio abierto hace las veces de "foro" popular El resultado final no parece haber
convencido a casi nadie: la convencionalidad de la solución y el recurso a un simbo-
lismo tan ingenuo han conducido al crítico británico Charles Jencks25 a denunciar la
Incapacidad de Berlín para generar, incluso en un terreno libre de preexistencias
urbanas, una ¡dea de nuestra época, un símbolo de la nueva Alemania.
Izquierda:
Berlín: ordenación del barrio
Havelspitze en la nueva Vorstadt de
Wasserstadt Oberhavel. Kees
Christiaanse/Astoc Planners, 1995.
Por lo que respecta a la periferia, la versión europea de la ciudad poshistórica se
desvía de los modelos del new urbanism para optar por soluciones más matizadas.
En Berlín, la premisa fue evitar los defectos de los suburbios de las décadas de 1950
y 1960: ausencia de urbanidad, desconexión del entorno, falta de carácter, mono-
tonía, homogeneidad, etc., sensatos argumentos que también derivaron hacia la
manipulación de la historia de la ciudad. En este caso fue la Vorstadt, la periferia bur-
guesa de finales del siglo XIX, el tema elegido para recrear en los nuevos suburbios.
Las intervenciones que se pueden englobar dentro de este concepto son cinco:
Wasserstadt Oberhavel en el noroeste, Rudower Feld en el sureste, y Karow-
Nord, Franzósich Buchholz y Rummelsburger Bucht en el noreste. La Wasserstadt
Oberhavel, situada en torno a un lago en cuyo centro se encuentra el islote de Eis-
weder, es la mayor de las nuevas Vorstádte berlinesas. En esta zona, tradicional-
mente ocupada por instalaciones industriales que cayeron en desuso, se planteó la
construcción de nueve barrios destinados a albergar 34.000 habitantes y 22.000
puestos de trabajo. La herencia de la IBA, que había actuado en el vecino puerto
deTegel, era aquí tan poderosa como en el centro de la ciudad. El diseño de los
tres barrios que han terminado de construirse, Pulvermühle, Schulthelss y Havels-
pitze, reproduce sus directrices: tramas ortogonales, manzanas en U de cinco a sie-
te plantas de altura, espacios interiores ajardinados, códigos de colores y materia-
les (con especial preferencia por el ladrillo rojo azulado), ventanas verticales y un
cuidado pintoresquismo.
la población y de los políticos berlineses, sin embargo, era muy diferente: el Muro
representaba un pasado traumático ajeno a la "evolución natural" de la ciudad. Ni
la "reconstrucción crítica", ni la "ciudad europea", ni la Vorstadt entendían de lace-
raciones, por lo que se decidió reincorporarlo a la estructura productiva de la ciu-
dad poshistórica.Tan sólo unos cuantos tramos fueron calificados como "lugares
del recuerdo" y preservados de la piqueta. Sobre el más singular de ellos, dos hec-
táreas de terreno situadas al norte de Potsdamer Platz, se pretende construir el
Memorial del Holocausto, una emotiva propuesta diseñada por Peter Eisenman
que contempla la construcción de 1.500 túmulos de diversas alturas, además de
una serie de estancias subterráneas dedicadas a los principales grupos sociales víc-
timas del exterminio nazi (judíos, gitanos y homosexuales).
=
Desde sus inicios, la sociología encaminó esfuerzos a intentar comprender los
caracteres originarios de la modernidad; pronto descubriría que estaban escritos
sobre las ciudades. Nacía así la visión sociológica, la identificación de la ciudad con
la sociedad que la habita.
Sus orígenes se remontan a mediados del siglo xix, cuando aparecieron los prime-
ros escritos de Karl Marx y Friedrich Engels. Si bien en un principio la teoría mar-
xista se centró en el conflicto campo-ciudad, pronto se reorientó hacia las conse-
cuencias que el proceso productivo capitalista tenía en la vida cotidiana del
proletariado urbano. La ciudad se convirtió en el escenario de la lucha de clases,
y el pensamiento marxista recondujo los hechos urbanos hacia los motivos que le
interesaban: la relación con el mundo del trabajo y la producción, y la actividad
social como enmascaramiento de la lógica político-económica del sistema. En este
encuadre, la ciudad fue denunciada como una "superestructura", es decir como
una interpretación Ideológica del mundo que tendía a justificar el orden social capi-
talista y ocultar la realidad que imponían por sus condiciones de producción. Como
respuesta a esta supuesta tergiversación, el marxismo postuló que era necesario
ejercer sobre ella una crítica social para revelar su verdadera Identidad.
En las últimas décadas del siglo pasado, esta visión ha experimentado un resurgi-
miento espectacular; propulsado por el estallido de la Crisis del Petróleo y la consi-
guiente reestructuración del sistema. El nuevo objetivo que ha asumido la visión
sociológica de la ciudad ha sido repensar las estrategias de producción y difusión
tardocapitallstas, y hacerlo a una doble escala: la internacional y la específicamente
urbana. Manuel Castells, catedrático de Planificación Regional en la University of
Callfornia-Berkeley y el sociólogo marxista más influyente de esta última etapa,
ha liderado y reorientado el debate hacia la globallzación y el consumo de masas.
En esta parte del libro desarrollaremos los discursos que la visión sociológica ha ido
construyendo en torno a estos temas. En el capítulo dedicado a la ciudad global,
nos centraremos en la lógica productiva urbana; en el de ¡a ciudad dual, atendere-
mos a las Implicaciones que dicha lógica tiene para el tejido social; en el denomina-
do la ciudad del espectáculo, a los espacios para el ocio, la cultura y el consumo;
y en el de la ciudad sostenlble, desarrollaremos las posturas que se postulan como
alternativas a los tres modelos anteriores.
La ciudad global
Este aspecto explica también que los triunfadores de la nueva geografía generada
por el espacio de los flujos sean lugares bendecidos por climas benignos, paisajes
atractivos, entornos históricos, etc., cualidades que no pueden ser transmitidas por
los cables de fibra óptica. Esta lógica apunta en múltiples direcciones, y una de ellas
lo hace hacia las áreas rurales. A finales de la década de 1990, las zonas de más rápi-
do crecimiento tecnológico de Estados Unidos estaban situadas en Estados tan
poco urbanos como Colorado, que ahora cuenta con una concentración de pro-
fesionales de la alta tecnología más elevada que Massachusetts (cuna de este tipo
de industrias). Esta eclosión económica ha ¡do acompañada de una explosión
demográfica: entre 1990 y 1994, un 75 % de las áreas rurales norteamericanas
aumentó su población.Tal como indica Kotkin, este fenómeno refleja la singularidad
geográfica que caracteriza al espacio de los flujos: por primera vez en la historia se
produce una emigración ciudad-campo cuyos protagonistas son los muy urbanitas
white collars.
Pero, mientras que la riqueza económica y social se expande por las zonas rurales,
¿qué ocurre en las ciudades? ¿Qué lugar ocupan en el espacio de los flujos? ¿Es cier-
to, como muchos auguraban, que éste amenaza con disolverlas? Algunos datos
demográficos parecen apuntar en esa dirección. Desde mediados de ¡a década de
1960, las 25 ciudades más pobladas de Estados Unidos perdieron cuatro millones
de habitantes, mientras que el país creció sesenta.
Este factor ha reactualizado el sistema urbano heredado del siglo xix como red
de ciudades globales. Manuel Castells5 reduce su número a tres: Londres, Nueva
York yTokio. Londres por ser el primer mercado financiero del mundo; Nueva York
por ser el principal receptor de flujos de capital y exportador de servicios; yTokio
por ser el mayor prestamista de capital y sede de los bancos más Importantes.
Para otros autores, sin embargo, esta selección es demasiado reductiva e indican un
mayor número de ciudades globales. Lo que es evidente, al menos, es que existen
muchas que pretenden alcanzar dicho status. Son capitales ubicadas en los grandes
ejes de desarrollo tardocapltalista. En Europa serían dos: la tradicional "banana",
que nace en Londres, cruza al Randstad holandés, pasa por Bruselas, baja por
Francfort del Meno y las ciudades de la cuenca del Rin, alcanza Zúrich y concluye
en Milán; y el de la zona sur; en parte emergente, que atraviesa Barcelona, Milán,
Munich y Viena. París, Berlín y Madrid quedan fuera de estos ejes, pero las multimi-
llonarias inversiones que sus respectivos gobiernos están realizando en comunica-
ciones van encaminadas a superar dicha adversidad. En Estados Unidos los tradi-
cionales centros productivos de la época fordlsta (Nueva York, Chicago, Detroit,
etc.) se han puesto en jaque por el denominado sunbelt el agresivo "clnturón del
sol" que enlaza San Diego, Las Vegas, Phoenix, Dallas, Houston, Atlanta y Mlaml. Por
último se encuentran ambas orillas del Pacífico, el Pacific Rim, una de las grandes
novedades de la geografía tardocapitalista. Sus estrellas más luminosas son Tokio,
Seúl, Pekín, Shanghai, Hong Kong, Bangkok y Singapur, en la orilla asiática; Los Ánge-
les y San Francisco en la orilla norteamericana; y Sidney en Oceanía.
• Lógica productiva y espacial de la ciudad global
Los argumentos de Alien j, Scott se ven confirmados por la presencia en las ciuda-
des globales de industrias tan dinámicas como las del sector de la alta tecnología,
estrechamente vinculadas con centros de investigación y desarrollo. Estas "fábricas"
se concentran en los denominados "parques tecnológicos", impecables centros de
producción e Investigación que en nada recuerdan a los enormes y contaminantes
complejos fabriles de la ciudad moderna. Junto a estas industrias modélicas, avan-
zadas, limpias y en las que trabaja un persona! altamente especializado, convive el
polo opuesto: actividades industriales de menor rango que dan respuesta a las
demandas más cotidianas de la sociedad posmoderna, actividades que han conso-
SCCXn", Alien J„ Metrópolis: From lidado en la ciudad global un sector productivo degradado.
División ofLabourto Urban Form,
University of California Press,
Berkeley/Los Ángeles, 1988. Pero poslndustrial o no, es evidente que los servicios han sustituido a la Industria
SOJA, Edward W, como primer sector económico de la ciudad global, un ente cuya principal función,
Postmetropolis. Critica! Studies of
controlar y dirigir la organización económica mundial, es eminentemente terciaria
Cities and Regions, Blackwel!
Publishers, Oxford, 2000, y se ejecuta desde las sedes centrales de las corporaciones y bancos transnaciona-
págs. 148-153. les. Una segunda actividad, Igualmente terciaria, que se desarrolla en la ciudad glo-
bal, la más importante en términos de generación de empleo, es la que se deriva
de los servicios avanzados a la producción: asesoramiento legal y financiero, inno-
vación, desarrollo, diseño, marketíng estudios de mercado, etc., servicios que pres-
tan bancos, entidades financieras, oficinas de asesoría jurídica, firmas de publicidad,
gabinetes de auditorías, management consultings, etc. En tercer y último lugar cabe
mencionar a las empresas que satisfacen los nuevos hábitos de consumo de la
sociedad contemporánea; empresas que hacen especial hincapié en la moda, el
ocio y la cultura.
Esta lógica productiva ha inducido una profunda reorganización del espacio urba-
no. El binomio centralización-descentralización que caracteriza al espacio de los
flujos vuelve a reproducirse aquí, en este caso con el fenómeno del coprotagonis-
mo del centro y la periferia. Ambos son esenciales para la ciudad global. Desde el
primero se ejercen las actividades de control y dirección. Al Igual que ocurría con
las zonas rurales, los gestores de estas funciones han sido enormemente selectivos
a la hora de elegir la ubicación de sus sedes y han optado por lo que se ha dado
en llamar "espacios de sobrecentralidad". En ellos se concentran, por un lado, las
oficinas centrales de las grandes corporaciones financieras e industriales; por otro,
empresas de servicios dirigidas al productor y que requieren un contacto directo
con los centros de poder Con estas dos actividades conviven multitud de servi-
cios de menor rango que garantizan el funcionamiento cotidiano de estas áreas:
limpieza, mantenimiento, mensajería, almacenamiento, etc.
Los fenómenos que se están produciendo en el delta del río Perla escapan a las
teorías y metodologías urbanísticas que defiende la visión culturalista de la ciudad.
No sólo se trata de la escala, sino también de los tiempos inducidos por un desa-
rrollo urbano imparable. Para alojar a los 24 millones de personas que se espera
que lleguen a la zona en las próximas dos décadas, cada año se construyen 700.000
km2 de ciudad. Los productos resultantes de esta dinámica revelan concepciones
urbanas y arquitectónicas totalmente novedosas, concepciones que Koolhaas ha
denominado "arquitectura Photoshop": la reproducción mecánica de un número
limitado de opciones combinables entre sí.
Ello ha puesto en crisis ¡a estructura social heredada del Estado del Bienestar, que
se caracterizaba por el imperio de una inmensa clase media con leves variaciones
hacia arriba o hacia abajo. Actualmente, la clase alta ha aumentado espectacular-
mente por la aparición de "nuevos ricos", personas que han llegado a la cumbre
gracias a actividades económicas muy diversas, Entre ellos y la clase media se si- Página anterior:
túan los profesionales anteriormente mencionados que, en ciudades como Nueva Chengdu: "arquitectura Photoshop"
York, llegan a suponer hasta el 30 % de la población. Sigue la clase media, que sufre
un drástico adelgazamiento, y la clase baja, que experimenta el proceso inverso. E
último peldaño de la achatada pirámide social de la ciudad dual lo conforma ¡a
"nueva pobreza", antiguos obreros expulsados del mercado laboral por la desm-
dustrialización y recluidos en guetos urbanos de los que no pueden escapar debi-
do a las dificultades que encuentran para acceder a la educación y las nuevas tec-
nologías.
Uno de los lugares donde ¡a ciudad dual muestra más radicalmente su condición
bipolar es en los centros urbanos norteamericanos. Un prolongado proceso de
decadencia que comenzó cuando la clase media los abandonó en la posguerra dio
lugar a que, a finales de la década de 1960, tan sólo estuvieran habitados por sec-
tores sociales de bajo poder adquisitivo, fundamentalmente proletarios, inmigran-
tes y marginados. El libro Muerte y vida de las grandes ciudades,'2 escrito en 1961
por Jane Jacobs, periodista y editora de la revista Architectural Forum, tuvo mucho
que ver en que esta situación revirtiese. El espectacular impacto social y mediáti-
co que causó su enfervorizada defensa de los valores de la ciudad tradicional, pro-
vocó que algunas capitales comenzaran a impiementar fórmulas para rehabilitar
barriadas declaradas históricas. La primera en hacerlo fue Filadelfia, que logró, no
sólo recuperar sino convertir en una de sus zonas más atractivas, el deprimido dis-
trito de Oíd City, junto al río Delaware. Otras ciudades se aprestaron a seguir el
ejemplo: Pittsburgh, Cincinnati, Baltimore, Atlanta, etc. Esta cadena de actuaciones
convirtió la rehabilitación de los cascos históricos en un negocio potencial que
desató las expectativas de la iniciativa privada. En la década de I 980 ya eran nume-
JACOBS, Jane, The death and rosos los locales de ocio, cultura y consumo que se habían instalado.en estas zonas.
Life of Great American Gties, Los centros urbanos empezaron entonces a renacer a percibirse como áreas reno-
Vlntage Books, Nueva York, vadas y atractivas que, en muchos aspectos, ofrecían una calidad de vida superior a
961; (versión castellana: Muerte
la de los lejanos suburbios. La clase media comenzó entonces a contemplar la posi-
y vida de las grandes ciudades,
Península, Madrid, 1973-). bilidad de retornar a ellos.
En Estados Unidos, la reivindicación del patrimonio social como elemento indeslin-
dable del patrimonio urbano no se produjo, por lo que la rehabilitación fue acom-
pañada de masivos desplazamientos de población. Los pioneros en volver a residir
en los cascos históricos fueron los yuppies, jóvenes profesionales que trabajaban en
distritos financieros cercanos. Estos personajes típicamente posmodernos, seres
sofisticados, cosmopolitas y con pretensiones culturales, encontraron en sus viejos
edificios originales residencias que les diferenciaban del resto de los mortales. Su
llegada desató una imparable espiral de crecimiento del precio de las viviendas
que, paradójicamente, acabó convirtiendo al centro urbano en un espacio residen-
cial de lujo, inaccesible para las clases obreras, las únicas que habían permanecido
en él tras la diáspora de las décadas de 1950 y 1960. Los antiguos residentes,
pobres y de edad avanzada, así como los comercios tradicionales fueron sustitui-
dos por jóvenes adinerados y tiendas de estilo. Este proceso de expulsión de la
población originaria y posterior suplantación por otra de un poder adquisitivo
mayor ha sido denominado como "gentrificación". Los lujosísimos lofts construidos
en los anteriormente abandonados distritos históricos de Nueva York, San Francis-
co, Baltimore o Washington son una muestra ejemplar de la magnitud que este
fenómeno ha alcanzado en las ciudades contemporáneas.
Este hecho trae a colación otro de los grandes temas de la visión sociológica de la
ciudad en la contemporaneidad: la seguridad y el control. La lucha por el territorio
está convenciendo a los más afortunados de la necesidad de proteger sus enclaves
con muros, barreras, guardas de seguridad y sofisticados sistemas de detección
electrónica. La iniciativa partió de las Home Owners Associations de Estados Uni-
dos, asociaciones de propietarios que querían defender la paz (y la alta rentabili-
dad) de sus exclusivas zonas residenciales frente a los "peligros" que les rodeaban.
Su principal reivindicación era conseguir que las declararan community, un estatuto
que según la legislación norteamericana les permite autogestionarse. Dado que,
como denuncia Mike Davis,14 profesor de Teoría Urbana en el Southern California
Instlfute of Architecture, en Estados Unidos community significa homogeneidad de
clase y raza, en clave de clase media alta y blanca, es evidente que su Intención no
declarada era segregarse del resto de la ciudad. Surgieron así las "comunidades
cerradas", enclaves cuyos servicios y espacios públicos están consagrados a! uso
exclusivo de sus acomodados residentes. Estas comunidades son las protagonistas
de lo que Davis ha denominado "el archipiélago carcelario", es decir; la transforma-
ción del espacio urbano en una sucesión de islas fortificadas, en un territorio frag-
mentado en infinidad de enclaves amurallados.
La lógica social de las comunidades cerradas ha sido descrita por Joel Garreau,15
profesor en la School of Public Policy de la George Masón Unlversity. Las commun- DAVIS, Mike: "Fortress Los
Angeles:The Müitarization of
ities son entidades jurídicas privadas que cuentan con todos los servicios de una
UrbanSpace", en SOB.KIN,
ciudad convencional: policía, bomberos, recogida de basuras, etc. A falta de Ayun- Michael (ed), op. cít,
tamiento, ¿quién regula todo esto?: las Home Owners Associations, a las que págs. 154-180.
Garreau no ha dudado en calificar como "aberrantes gobiernos en ¡a sombra".16 GARREAU, Joel, Edge City. Life
on the New Frontier, Doubleday,
Dichas asociaciones acumulan poderes casi ilimitados: Imponen tasas, dirimen dis- Nueva York, 1991.
putas, ofrecen protección policial, dispensan servicios de salud, construyen carrete- Ibid, págs. 179-208.
ras, organizan el transporte público, editan periódicos, recogen la basura. a3as_e-
cen de agua y electricidad, determinan reglas estéticas y... ofrecen los mejores ser-
vicios sociales de Estados Unidos. Su poder conoce pocos límites y los abusos e
invasiones de los ámbitos de decisión personal no son nada extraños. Las asocia-
ciones de propietarios pueden, por ejemplo, prohibir la construcción de una sina-
goga o determinar qué tipo de personas tienen derecho a residir en la community.
En este sentido, la cantera de anécdotas es inagotable: algunas han prescrito qué
clase de coche está permitido aparcar en la calle, qué vegetación hay que plantar
en el jardín, cuántos animales domésticos y de qué tamaño se pueden tener, si se
admiten niños, o la edad mínima de los residentes (como ocurre en Leisure World,
Phoenix, donde no se aceptan personas de edad Inferiora 45 años). La inmoralidad
que subyace bajo este tipo de imposiciones aumenta cuando se examina la más que
discutible legitimidad sobre la que se sustentan las asociaciones de propietarios. Sus
miembros rara vez son elegidos democráticamente y cuando lo son no prima la
regla "un hombre, un voto", sino una relación de proporcionalidad que depende
del tamaño de la propiedad que cada ciudadano representa. Es el precio que hay
que pagar por el privilegio de habitar en alguna de las islas paradisíacas del archi-
piélago carcelario.
BODDY,Trevon "Underground Pero los sistemas de control no se limitaron a invadir los túneles y pasarelas de esta
and Overhead: Building the
"ciudad análoga",También los centros comerciales supieron explotar la contempo-
Analogous City", en SORKIN,
Mlchael (ed), op. cit, ránea obsesión por la seguridad con un fin bien claro: canalizar hacia su interior la
págs. 123-153. vida urbana que anteriormente se desarrollaba en el espacio público. Un ejemplo
paradigmático es lo que ha o c u r r i d o en la muy culturalista Berlín, más concreta-
m e n t e en su buque insignia: la Potsdamer Platz, Los verdaderos protagonistas ce
su tan alardeado espacio público no son ni las alamedas, ni las plazas, ni las ca ¡es •
callejones que se multiplican p o r doquier; sino A r k a d e n y el Foro Sony. El primero
es un pasaje comercial que atraviesa la zona en dirección norte-sur una calle p a g i -
da de tiendas, cafeterías, terrazas, jardineras, puentecillos y escaleras mecánicas.
Una cubierta de vidrio protege este "espacio público" del d u r o clima berlinés, y una
legión de cámaras, sensores y alarmas de otras amenazas que acechan fuera. El Foro
Sony, p o r su parte, es un e n o r m e "espacio público" peatonal e interior de 4.00C FT¥
Su diseño, del que es responsable H e l m u t jahn, t a m b i é n incide en las c a r á c t e r . -
cas más intrínsecas de los hechos urbanos: pintoresquismo, densidad, multiplicidad,
"espontaneidad", etc., para c o n f o r m a r un escenario sugerentemente iluminado y re-
pleto de árboles, bancos, veladores, cabinas de teléfono y demás mobiliario urbano.
Las desigualdades económicas no son las únicas que alimentan la ciudad dual.Tan
importantes c o m o aquéllas son las diferencias de raza y nacionalidad. Esta realidad
está íntimamente vinculada al f e n ó m e n o de la inmigración, que cada año afecta a
KOOLHAAS, Rem,et al, op.cit, entre dos y tres millones de personas en t o d o el mundo. 18 Esta corriente migrato-
pág. 82. ria obedece a la demanda de mano de o b r a no cualificada p o r p a r t e de los secto-
res industriales p o c o tecnificados y los escalafones inferiores del sector servicios.
Los emigrantes, p o r t a n t e , son necesarios para la lógica productiva tardocapitalista.
La bípolaridad socioeconómica que caracteriza a la ciudad dual encuentra así una
evidente correspondencia con la cuestión racial.
En 1970, tras los violentos levantamientos raciales que acababan de sacudir las ciu-
dades norteamericanas, Richard Sennet,20 profesor de Sociología y Humanidades
en la Unlversity of New York, comenzó a investigar la cuestión de la segregación
urbana, y aportó luz a un discurso enormemente novedoso para el momento: el
del reclamo de la conflictividad y el desorden. Partió de un convencimiento políti-
camente incorrecto: la multicuíturalldad es, en sí misma, una cuestión problemática
desde el punto de vista social. Las diferencias son extrañas, difíciles de entender por
loque crean hostilidades. Intrínsecamente, portante, una comunidad multicultural es
una comunidad confllctiva. Según Sennet, para que las ciudades volvieran a ser lo
que siempre fueron, es decir, y como defiende la visión culturalista, un tejido social,
histórica y funcionalmente continuo, era necesario perder el miedo al conflicto, con-
seguir que los ciudadanos olvidaran su obsesión por las experiencias controladas y
purificadas, y se vieran obligados a tolerar ¡as ambigüedades, las mcertidumbres...
Ello requería del apoyo de una muy determinada espacialldad urbana. Sennet
entendía que el planeamiento debía olvidar su tradicional fijación por el orden fun-
cional y la coherencia formal e interesarse por espacios multifuncionales, desorde-
nados, descontrolados y densos. En un entorno urbano semejante, donde la cerca-
nía física era obligada, el ciudadano se transformaba en un ser activo que debía lidiar
con las diferencias para sobrevivir, en miembro de una "comunidad de superviven-
cia", comunidades múltiples pero no coherentes, conflictivas pero no violentas, es
decir el antónimo de las comunidades cerradas.
Es lo que ocurre en ¡os escasos enclaves multirraciales que aún permanecen en ¡os
centros urbanos de la ciudad dual, lugares problemáticos pero Infinitamente más
SENNET, Richard, The Uses of
Disorder Personal ¡dentity and
tolerantes que las purificadas urbanizaciones de ¡a periferia. En el Raval barcelonés,
City Life, W. W. Norton, Nueva el Kreuzberg berlinés o el Marais parisino, los diferentes se han visto obligados a
York/Londres, 1970; (versión establecer una tregua. A diferencia de lo que ocurre en los guetos de los segrega-
castellana: Vida urbana e
dos suburbios norteamericanos, la violencia rara vez ha aflorado en ellos porque sus
identidad personal. Los usos del
desorden, Península, Barcelona, habitantes han aprendido que la conflictlvidad que, día a día, respiran en sus calles es
2001). algo consustancial a la vida urbana contemporánea.
La ciudad del espectáculo
Fue la izquierda intelectual francesa la que descubrió el gran filón que represen-
taba la semiotización de la ciudad, un filón que la visión sociológica ha explotado
para denunciar las mistificaciones que se ocultan tras el deslumbrante espacio
urbano contemporáneo. Pionero en este sentido fue el filósofo Jean Baudrillard,21
quien se interesó por la tendencia a la simulación que caracteriza a la sociedad de
masas. Según él, las esencias de los hechos humanos han desaparecido de las ciu-
dades. La vida en ellas está cada vez más exenta de experiencias auténticas y cada
vez más plagada de hábitos precodificados. Esta creciente artificialidad ha provo-
cado en sus habitantes una inmensa nostalgia por lo real. Ante la ausencia de natu-
raleza, el ciudadano posmoderno anhela bosques y cataratas; ante la ausencia de
contacto social, añora pasiones y emociones. Ello explica que busque sensaciones
fuertes, experiencias en vivo y en directo, ya sean deportes de riesgo o reality
shows.
Jameson entiende que la euforia posmoderna ha generado una nueva forma espa-
cial: el "hlperespacio". Los edificios de la ciudad dei espectáculo funcionan como
mónadas, envolturas que encierran un interior protegiéndolo del exterior En su
ensimismamiento, el edificio-mónada demuestra una gran indiferencia por la ciudad
que le rodea, a la que no pretende transformar En el Interior; sin embargo, se
cargan las tintas. Un envolvente despliegue de simulacros se dispone a conseguir
que el visitante experimente la incapacidad de representarse en el espacio que le
rodea, que flote en un estado de debilidad psicológica que le hace altamente
vulnerable a los Intereses comerciales que promueven el hiperespacio. La radical
separación Interior-exterior que representa la mónada, y el énfasis en la interiori-
dad como ambiente fantástico y alucinatorio que representa el hlperespacio,
confluyen en los edificios relacionados con la nueva industria dei ocio, la cultura y
el consumo. En el presente apartado nos ocuparemos de ellos.
Por último, dentro de las actividades de ocio cabría destacar el papel que el turis-
mo está desempeñando en la disneylandización de la ciudad del espectáculo. Has-
ta ahora, con objeto de promover esta práctica que la sociedad posmoderna ha
convertido en una necesidad vital, las ciudades se habían conformado con explo-
tar sus áreas históricas, las cuales, como vimos en la parte dedicada a la visión cul-
turalista, no han dudado en tematizar para realzar su atractivo. Muchos son los
ejemplos de operaciones donde las ciudades recrean sus mitos más conocidos
como si de un parque temático se tratara: la Times Square en Nueva York, ei
Covent Garden en Londres, el French Quarter en Nueva Orleans, etc. Sin embar-
go, en los últimos años, las estrategias para atraer ei maná del turismo han sobre-
pasado los límites de los ultracongelados-ultraartificiales cascos históricos, para
extenderse por zonas urbanas auténticas y vivas donde se desarrollan determina-
dos estilos de vida. Es lo que ha ocurrido en San Francisco con Castro y en Man-
chester con el Gay Village, distritos donde se concentra la población homosexual;
o en Nueva York con Harlem, donde los domingos afluyen autobuses repletos de
turistas para asistir; como si de un espectáculo de Broadway se tratara, a los oficios
religiosos de la población negra. En todos estos lugares, lo que una vez fue verda-
dero y cotidiano está dando paso a lo simulado y lo superficial, es decir; la realidad
está dando paso a la hiperrealidad.
Para el editor y crítico inglés Deyan Sudjic,75 los museos mediáticos se han conver-
tido en los hitos urbanos de la posmodernldad. De hecho, es uno de los pocos edi-
ficios de carácter simbólico que la ciudad del espectáculo ha respetado: ¿qué
metrópolis puede aspirar a ocupar un lugar entre las estrellas de la globallzación sí
no cuenta con museos de categoría internacional? Londres y París compiten por
erigirse en centro cultural de Europa: Londres utilizando parte de los Ingresos de
la lotería nacional para ampliar y mejorar su red de espacios culturales —laTate
Modern, ampliación del Victoria and Albert Museum, ampliación de la National
Gallery, remodelación del British Museum, etc.—; París convirtlendo este tipo
de edificios en el eje de sus operaciones de transformación urbana —reforma del
Museo del Louvre, Ópera de la Bastilla, la Cité des Ciences de LaVillette, transfor-
mación del Musée d'Orsay, etc. — . A la vista de los pingües beneficios comerciales
y turísticos que la cultura ha reportado a estas dos ciudades, la epidemia de muse-
os, salas de conciertos, óperas y demás se ha extendido por Europa y Estados Uni-
dos. Berlín potencia su denominada "Isla de los Museos" y abre espacios culturales
tan sorprendentes como el Jüdisches Museum; Francfort, que no se resiste a langui-
decer a la sombra de la nueva capital alemana, promueve todo un distrito museísti-
co en el barrio de Schumankai, junto al río Meno; Dallas, en su enconada compe-
tencia con Houston, construye el Meyerson Centén una sala de conciertos situada
en una zona reservada para espacios culturales; Los Angeles, en su contienda con
Nueva York, hace lo propio con el MoCA, rival del MoMA;y el Museo Guggenhelm
ha puesto en los escaparates de las agencias de viaje el nombre de Bilbao. Pero el
programa cultural más ambicioso emprendido por una ciudad en los últimos años
BAUDRILLARDJean, L'Effet
Beaubourg, Éditions Galilée,
ha sido el deViena con su MuseumsQuartier La capital austríaca pretende rentabi-
París, I 978. lizar las sinergias generadas por sus tradicionales, y hasta ahora dispersos, centros
SUDJIC, Deyan. The lOOMile culturales, compilándolos en un distrito museístico de más de 60.000 m2, el mayor
City, Harcourt Brace &
complejo cultural de Europa. Entre sus espacios destaca el ArchitekturZentrum, el
Company, Orlando, I 992,
págs. 125-142. A r t Cult Centre, el Museum Moderner Kunst, el Leopold Museum y la Kunsthalle.
La tercera actividad económica protagonista en la ciudad del espectáculo es el
consumo. En los nuevos espacios comerciales, ¡a estrategia de generación de siner-
gias es clave. Los enormes centros comerciales de las urbes contemporáneas se
han convertido en macroespacios arquitectónicos donde confluyen tiendas, res-
taurantes, lugares de entretenimiento, centros culturales, etc., evidencia física de
cómo la sociedad posmoderna ha desdibujado las fronteras que antes separaban
ocio, consumo y cultura. Es lo que John Hannigan ha denominado shopentertain-
ment
En otra época, esta aspiración hubiera resultado mera ilusión para ciudades que no
contaran con un tejido productivo extenso y consolidado, con acceso a las redes
de transporte, con un mercado laboral y de consumidores avanzado, etc. En la con-
temporaneidad, sin embargo, gracias a la relativa libertad que las nuevas tecnologí-
as ofrecen a las grandes empresas para elegir su lugar de ubicación, son muchas las
ciudades que podrían alcanzarla. Como ya hemos comentado, los motivos que
impulsan a las multinacionales a establecerse en uno u otro sitio son cada vez más
accesibles: calidad de vida, buenos restaurantes, precio de la vivienda, etc., lo que ha
generado enormes expectativas en ciudades sin tradición histórica en los circuitos
económicos internacionales; ciudades que han comenzado a competir por atraer
empresas e industrias transnacionales que les garanticen un lugar preferente en el
espacio de los flujos.
Una de las estrategias más habituales en la competencia entre ciudades es la espe-
cializaclón, es decir, la explotación de elementos y circunstancias que las diferencian
de las demás. Rem Koolhaas26 habla de "ciudades de diferencia exacerbada", ciuda-
des donde lo que cuenta es la oportunista explotación de las carencias de sus
competidoras: centros de convenciones, hoteles, parques temáticos, distritos finan-
cieros, museos, etc. También se pueden aprovechar déficits menos concretos.
Zhuhai, por ejemplo, una de las ciudades del delta del río Perla, ha optado por la
explotación de sus abundantes zonas verdes para competir con la vecina y ultra-
congestionada Hong Kong. En cualquier caso, son dinámicas que obligan a las
ciudades a estar en permanente estado de adaptación según los cambios que se
produzcan en sus competidoras, lo que convierte a la "ciudad de diferencia exa-
cerbada" en un modelo urbano altamente Inestable.
Como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta las fuentes ideológicas que
la alimentan, la visión sociológica siempre ha mostrado una actitud crítica hacia la
ciudad del espectáculo. En las últimas décadas, sin embargo, se ha fraguado un dis-
curso paralelo que pone en valor ciertos aspectos de aquélla. Sus artífices han sido
arquitectos interesados en responder a la lógica sociocultural posmoderna; a las
exigencias monádicas de los nuevos espacios para el ocio, la cultura y el consumo;
al deseo de hlperrealldad y simulación de la "generación X"; profesionales intere-
sados en afrontar desde la arquitectura y el urbanismo los requisitos comerciales y
mundanos de la ciudad del espectáculo, y hacerlo de una manera digna.
Fueron Robert Venturi, Steven Izenoury Denise Scott Brown quienes, con el libro
Aprendiendo de Las Vegas,2i inauguraron una nueva y revolucionaria mirada hacia VENTURI, Robert; IZENOUR
los "elementos de mala reputación" que pueblan la ciudad del espectáculo. Su Steven; SCOTT BROWN.
punto de partida fue una crítica a la postura que la modernidad mantuvo ante Denise, Learning from Las Vegas.
The Forgotten Symbolism of
estos hechos urbanos cotidianos, que rechazó por entenderlos como expresión Archltectural Form.The MIT
de los valores más degradados de la sociedad de consumo. Frente a esta actitud, Press, Cambridge (Mass.), 1977;
Venturi, Izenoury Scott Brown reivindicaron una puesta en valor de dichos elemen- (versión castellana: Aprendiendo
de Las Vegas. El simbolismo
tos, realidades urbanas probablemente "Incorrectas" según los puristas cánones
olvidado de la forma
estéticos de la modernidad, pero tras las que se ocultaba un gran filón. Aplicando arquitectónica, Editorial Gustavo
las técnicas del estructuralismo lingüístico, Venturi supo descubrir en el "arte Gili, Barcelona, 1998').
¡ncíendo de Las Vegas (Robert
e~:_r;, Steven Izenoury Denise
Scott Brown). Elementos de mala
;: / L; 5n.
<OOLHAAS, Rem, Delirious El siguiente paso para la puesta en valor de la ciudad del espectáculo lo dio Rem
New York. A Retroactive Manifestó
for Manhattan, Oxford Koolhaas con Delirio de Nueva York30 Este libro analizaba el Manhattan de entre
Universrty Press, Nueva York, 1910 y 1940, al que definía como un producto de la "cultura de la congestión", es
i 978: (versión castellana: Delirio decir; de la hiperinflación de signos, mensajes y fantasías. Según Koolhaas, la metró-
de Nueva York. Un manifiesto
'etroactivo para Manhattan, poli provoca ansiedad por experimentar realidades que, si no existen, es necesario
Editorial Gustavo Gilí. Barcelona, fabricar Es lo que hacen las ciudades del espectáculo al crear artificiales paraísos
2004). hiperreales: parques temáticos, cines IMAX, centros comerciales, etc., lugares don-
de se producen experiencias de ficción ajenas a la dura cotidianidad metropolita-
na, lugares donde el ciudadano colma el vacío que siente ante la escasez de expe-
riencias intensas. El paralelismo que existe entre la reflexión de Koolhaas y el dis-
curso de Baudríllard es evidente, pero hay una discrepancia que los separa y que
acerca al primero a Venturi: mientras que Baudríllard entendía que la ciudad del
espectáculo era perniciosa, la "cultura de la congestión" de Koolhaas la celebra y la
reconoce como base de la sociedad contemporánea.
En la década de 1990, esta puesta en valor fue contestada por la visión sociológica
de la ciudad. Los presupuestos de Venturi, Koolhaas y Tschumi, según los cuales
la "cultura de la congestión" desencadenaba nuevos significados urbanos y arquitec-
tónicos, fue contundentemente rechazada con un contra-argumento: a más infor-
mación, menos significado. En su iibro La an-estéüco de la arquitectura,32 Neil Leach,
profesor de la University of Nottingham, postuló que el énfasis en la imagen estaba
anestesiando a los ciudadanos contemporáneos. Retomando una línea de pensa-
miento que fue inaugurada por Charles Baudelaire y que posteriormente desarro- TSCHUMI, Bernard: "Algunos
conceptos urbanos", en SOLA-
llaron Georg Simme! y Walter Benjamin, Leach recuperó el argumento de que el
MORALES, Ignasi de; COSTA,
bombardeo de imágenes que se produce en la ciudad del espectáculo acababa Xavier (eds.), Presente y futuros.
narcotizando a las personas, mentalmente embotadas por exceso de información. Arquitectura en los grandes
ciudades, CoHegi Oficial
Se cumplía así el principio "a más información, menos significado".
d'Arquitectes de
Catalunya/Centre de Cultura
Esta cuestión entraña peligros de gran envergadura. Cuando la ciudad se reduce a Contemporánia de Barcelona,
Barcelona, 1996. págs. 40-43.
un reino estético, todo, incluso sus aspectos más crueles, se convierte en aceptable.
LEACH, Neil, The Anaesthetics of
Es lo que ocurre con las fotografías urbanas de última generación: nos fascinan las Architecture, The MIT Press,
destartaladas fachadas del Kowloon de Hong Kong, y esto nos hace olvidar a Cambridge (Mass.), 1999;
(versión castellana:
las miles de personas que viven tras ellas en condiciones deplorables. De esta mane-
La an-estéüco de la arquitectura,
ra, el efecto anestésico se extiende al sufrimiento humano. En otros casos, Leach lle- Editorial Gustavo Gili, Barcelona.
ga a hablar de "arquitectura fascista". En su libro War and Architecture33 Lebbeus 2001).
Woods no tuvo reparo en estetizar, en clave futurista, la catástrofe de Sarajevo, argu- WOODS, Lebbeus, War and
mentando que el caos originado por las destrucciones bélicas abría la puerta a una Architecture/ Rat i arhitektura
(Pamphlet architecture, 15),
nueva forma de pensar y entender el espacio. La martirizada capital bosnia se con- Prínceton University Press,
vertía así en el último y más cruel punto de referencia de la ciudad del espectáculo. Princeton (Nueva Jersey), 1994.
« e j s W o o d s : estudio para
: i i e.c
Este ejemplo pone de manifiesto en qué medida los contenidos políticos y socia-
les pueden llegar a ser absorbidos y negados por el imperio de la estética. Una
sociedad inundada de imágenes reduce su sensibilidad social, se hace compla-
ciente con las injusticias y elude los compromisos con el prójimo. Como decía-
mos al comienzo de este capítulo, la fastuosidad de la ciudad del espectáculo
enmascara las miserias de la ciudad dual. Pero no debemos olvidar que, a pesar
de su luminosa fachada, Las Vegas sigue siendo la capital mundial de! crimen y la
corrupción.
La ciudad sostenible
Numerosos son los casos citados por Hough como ejemplos de diseño urbano
sostenible e integrado. Algunas ciudades se han centrado en la explotación de la
horticultura y la silvicultura (la traslación de las formas de gestión de los bosques
naturales a las zonas verdes de la ciudad), procesos autosostenibles y de bajo coste.
Pionera en este sentido fue la ciudad holandesa de Delft que, ya en la década de
1970, puso en marcha una alternativa ecológica a los tradicionales mecanismos
de urbanización. La actuación se centró en el barrio de Gilíes Estáte y consistió en
rodear las edificaciones con un desestructurado paisaje natura! que recordaba la
informalidad del campo. Otras ciudades utilizaron el diseño urbano sostenible e
integrado para recuperar áreas abandonadas u obsoletas. Es el caso de la cuenca
del Rhur, el antiguo pulmón industrial de Alemania convertido, tras la dramática cri-
HOUGH, Michael, Cities and
sis de la década de 1970, en un desolado paisaje plagado de fábricas arruinadas Natural Process, Routledge,
y terrenos contaminados. En 1988, con objeto de regenerar económica y ambien- Londres, 1995; (versión
talmente la zona del río Emschen el gobierno de Westfalia decidió organizar una castellana: Naturaleza y ciudac
Planificación urbana y procesos
Exposición Internacional de Arquitectura, la IBA-Emscher Park. Aplicando criterios ecológicos, Editorial Gustavo G
de sostenibilidad, se logró renaturalizar los ríos y los arroyos, restablecer la biodiver- Barcelona, 1998).
ce México: capa de smog.
Z i ¡z~z:
•ce- Park (Alemania): práctica de
:: en la antigua acería
sldad, construir nuevas áreas residenciales y zonas de ocio, y recuperar; reconvir-
tiéndolo para otros usos, el inmenso patrimonio arquitectónico industrial de la zona.
Por sí sola, la fusión entre urbanismo y medio ambiente no ofrece pautas con-
ceptuales que justifiquen su inclusión dentro del ámbito de la visión sociológica.
Pero el discurso de la ciudad sostenible también se nutre de otras fuentes. En sus
orígenes compartió los temas que habían alimentado la sensibilidad poscolonlal
de las décadas de 1960 y 1970: el Interés por las culturas nativas, el rechazo del
uso de las nuevas tecnologías y la crítica al sistema económico. Hoy en día, al pos-
colonialismo se han sumado la epistemología posestructuralista, el feminismo
posmoderno, los grupos antirracistas, los movimientos antlgloballzación, etc. El
medio ambiente se ha visto así complementado por la propensión hacia las cul-
turas del Tercer Mundo, por la crítica a la sociedad de consumo, por la defensa de
las minorías, por el rechazo del poder tecnológico, etc. De esta manera, la ciudad
sostenible sobrepasa el ámbito del urbanismo para reclamar un nuevo marco
donde ciudad, sociedad, economía y medio ambiente estén integrados en un
todo. Por ello, la ciudad sostenible se ha convertido en uno de los escasísimos
estandartes contemporáneos de la ética urbana, lo que justifica su inclusión en la
visión sociológica de la ciudad,
El compromiso con la pobreza urbana y el interés por las culturas nativas ha orien-
tado el discurso de la ciudad sostenlble hacia las urbes del Tercer Mundo. La cues-
tión de la gran escala, a la que hicimos referencia en el capítulo dedicado a la ciu-
dad global, afecta muy especialmente a estas ciudades. Actualmente, de las diez
más pobladas —Tokio, Sao Paulo, Nueva York, Ciudad de México, Shanghai, Bombay,
Los Angeles, Buenos Aires, Seúl y Pekín— tan sólo tres pertenecen al Primer Mun-
do, y en 2015, de las 33 más pobladas tan sólo seis pertenecerán a él.37 Estos datos
demuestran que el futuro medioambiental del planeta se está jugando en las mega-
lópolls del Tercer Mundo.
Teniendo en cuenta los abismos socioeconómicos que separan estas áreas urbanas
de las europeas y estadounidenses, no es de extrañar que los argumentos y las
estrategias que se plantean difieran radicalmente. En las primeras, donde el 50 %
de la población vive en chabolas que carecen de las infraestructuras más básicas,
los defensores de la ciudad sostenible dan prioridad a cuestiones como la econo-
mía de medios, la agricultura urbana, la vivienda social, la autogestión comunitaria,
el reciclaje de basuras, etc. Como ha demostrado la ciudad indonesia de Bandung,
esta última actividad puede dar sustento a numerosas familias, además de generar
beneficios medioambientales y de ahorro energético. Otras urbes asiáticas han
puesto el acento en la agricultura y la acuicultura urbanas, que les permiten pro-
ducir alimentos sin recurrir a la Importación. En China las pequeñas parcelas agrí-
colas de Pekín o Shanghai abastecen a sus poblaciones del 85 % de los vegetales
que consumen. Por su parte, los estanques urbanos, donde se crían peces y se cul-
tiva arroz, satisfacen el 20 % de las necesidades de pescado de todo el país.
Los Á n g e l e s
"Desplegada ante mí, una de las metrópolis industriales más grandes que el mundo
ha visto jamás, un expresivo punto álgido de la tercera revolución urbana".38
El relato de Los Angeles ciudad global no puede eludir una de sus particularidades
más sorprendentes: la escala.Tanto desde el punto de vista territorial como demo-
gráfico, todo lo referente a ella está tintado de connotaciones épicas: su superficie
es similar a la de Irlanda, su crecimiento poblacional el más rápido del Primer Mun-
do, su Producto Interior Bruto mayor que el de la India, su consumo de electrici-
dad el más elevado del planeta, etc. Para comprender esta desmesurada criatura
urbana es necesario comenzar por abordar lo siguiente:
Desde que, en 1791, fuera fundada como Nuestra Señora de Los Angeles, la
ciudad no ha parado de crecer Con un 1,5 millones de nuevos habitantes por
década, ninguna otra región del planeta ha acogido más Inmigrantes durante el
siglo xx. Destacan dos períodos especialmente eclosivos, de 1900 a 1920 (cuando
pasó de 240.000 habitantes a 2,6 millones habitantes) y de 1940 a 1970 (de 3,3 a
10 millones). Actualmente, la región metropolitana de Los Ángeles cuenta con más
de I 6 millones de habitantes y se estima que sobrepasará a la de Nueva York a fina-
les de la década de 2000.
Ésta es la "materia prima", la base física y humana sobre la que, en las dos últimas
décadas, se ha erigido una de las ciudades globales más pujantes del planeta. Alcan-
zar semejante estatuto supuso superar un enorme reto, ya que, a comienzos de la
década de 1980, Los Angeles no era más que un centro económico regional-secun-
dario, a años luz de Nueva York y menos Importante que Chicago o San Francisco.
Sobre ella pesaba, además, una severa crisis industrial que había arrasado el otrora
imponente paisaje fabril de la autopista de Long Beach, el segundo más extenso del
mundo tras el de la cuenca del Ruhr, en Alemania.
Ante tan desolador panorama,Thomas Bradley, elegido alcalde en 1973 (el primero
de raza negra de una gran ciudad norteamericana), decidió reorientar Los Angeles
hacia la economía global. Su estrategia fue apostar por el Pacific Rim, una maniobra
aderezada con un discurso altamente simbólico, pues se postuló como la reparación
de la histórica segregación de Estados Unidos respecto a Asia. Adjunto, se lanzó un
mensaje subliminal: si el Atlántico fue el océano del siglo XX, el Pacífico lo sería del
xxi; es decir; si Nueva York fue la capital del siglo xx, Los Angeles lo sería del xxi.
Con este argumento comenzó a "venderse" la ciudad. Los Angeles fue publlcitada
en Asia, Europa y África, abrió oficinas comerciales en Japón y China (sus mercados
preferentes), recibió a multitud de dignatarios extranjeros y consiguió que, en ella,
abrieran sede 61 consulados. Para reforzar esta operación, acogió los juegos olím-
picos de 1984, que la dieron a conocer en el ámbito internacional. Finalmente,
logró dar la vuelta a su obsoleta estructura productiva. La apuesta por el Pacific Rim
funcionó: en pocos años, casi la mitad del tráfico comercial entre ambas orillas del
Pacífico pasaba por Los Angeles, entre otras cosas gracias a su estratégica ubicación
y a los competitivos precios de su puerto y su aeropuerto, que habían sido amplia-
dos. El renacimiento económico que todo ello comportó supuso la creación de
1,3 millones de empleos, lo que convirtió al sur de California en la nueva locomo-
tora de Estados Unidos.
La estrella productiva del ascenso de Los Angeles a ciudad global fueron los ser-
vicios, especialmente el sector denominado FIRE (Finance, Insurance, Real Estáte:
Finanzas, Seguros y Propiedad Inmobiliaria), liderado por bancos y multinacionales
japonesas. Asociados a él, eclosionaron los gabinetes jurídicos, de Ingeniería, de
arquitectura, de publicidad, etc. A finales de la década de I 980, Los Ángeles supe-
ró a San Francisco como principal centro financiero de la costa oeste y se convir-
tió en el segundo del Pacific Rim.tan sólo por detrás de Tokio.
Los Angeles manifestó su proverbial capacidad para encajar este tipo de procesos
que en las densas ciudades europeas suelen saldarse de manera traumática.Todo
ello gracias a lo que es la pesadilla de los culturalistas: un tejido urbano extremada-
mente escuálido, plagado de solares, aparcamientos, nudos de autopista, etc., una
superficie porosa e inestable que demostró su habilidad para adaptarse a cualquier
cambio.También ayudó-la peculiar, y no menos flexible, "cultura urbanística" de Los "J KEIL, Rogen Los Angeles.
Globalization, Urbanizaron and
Angeles, otra de las pesadillas para los culturalistas. El crítico e historiador inglés Social Struggks, John Wiley &
Reyner Banham llegó a sentenciar que la idiosincrasia de la ciudad era tan ajena al Sons, Chichesten 1998, pág. 149.
Los Ángeles: el nuevo downtown
planeamiento que, de existir destruiría su peculiar fisonomía. Sea por idiosincrasia
o por estrategia, la verdad es que Los Angeles no cuenta con planes urbanísticos
de ámbito regional, aunque sí con una miríada de planes locales que han funciona-
do como factor de competencia entre ciudades, condados y distritos en el proce-
so de reterritorialización inducido por la globalización. Manejándolos a su antojo, los
gobiernos municipales han intentado atraer inversiones privadas y garantizar a sus
comunidades estatus preferentes de empleo y funcionalidad económica. El resulta-
do ha sido, como comentábamos, una ciudad de "ganadores" y "perdedores".
Entre los primeros destaca el downtown. En la década de 1970, Los Angeles no con-
taba con distritos financieros, una carencia que ninguna que aspire a ser ciudad glo-
bal puede permitirse. Ei downtown de la década de 1930, el corredor Broadway-
Sprmg, se había convertido en una zona altamente degradada, y tan ¡rrelevante
desde el punto de vista funcional y simbólico que Banham afirmó:"En términos de
vida cotidiana, los 181 km2 del centro actual, la mayor parte de lo que contiene el
quebrado paralelogramo encerrado por las autopistas de Santa Mónica, Harbor,
Santa Ana y San Bernardino, podría desaparecer de la noche a la mañana sin que
la mayor parte de los ciudadanos se diera cuenta".41
El nuevo distrito financiero de Los Angeles se creó gracias a una operación lidera-
da por capitales japoneses y canadienses, que contó con la Inestimable colabora-
ción del sector público, canalizada a través de la Community Redevelopment
Agency Se localizó al oeste del centro tradicional, sobre la antigua zona residencial
de Bunker I—lili, y supuso el desalojo de miles de personas humildes, la destrucción
del tejido urbano preexistente y su sustitución por un conglomerado de macro-
rrascacielos que ocupan manzanas enteras. Desde el punto de vista simbólico, Bun-
ker I—lili y el Central Business District, hoy en día el segundo distrito financiero más
importante del Pacific Rim, han conseguido dotar a Los Angeles de dos cosas de
las que siempre careció: un centro y un ¡cono que explote el mito de la ciudad
americana, tan del gusto de los inversores japoneses.
Los perdedores de la periferia fueron ciudades que, como estrategia para sobrevi-
vir a la globalización, apostaron por modelos de desarrollo urbano-económico que
fracasaron. Un ejemplo es Moreno Valley, I 00 km al este del centro. Su táctica para
seducir empresas consistió en agilizar los trámites burocráticos y suprimir los
impuestos municipales. Ello atrajo a miles de residentes convencidos de que la zona
se convertiría en una mina de empleo. Pero el capital es caprichoso y las expecta-
tivas no se cumplieron. Actualmente, los habitantes de Moreno Valley deben pasar
horas al volante para llegar a sus puestos de trabajo. Cuando retornan a casa
encuentran una ciudad exenta de impuestos, pero con nefastos servicios públicos.
• Los Angeles ciudad dual
La configuración de Los Ángeles como ciudad dual arranca de una radical reforma
del mercado laboral que disparó exponencialmente sus dos polos. Por un lado, los
profesionales altamente cualificados, alrededor de un 10 %, que trabajan en los sec-
tores económicos que han hecho posible el sueño de la ciudad global: el FIRE, los
servicios al productor y las industrias de alta tecnología. Actualmente, la región de
Los Ángeles congrega a la mayor colonia mundial de ingenieros, científicos, mate-
máticos, diseñadores e informáticos. Por otro lado, los trabajadores poco cualifica-
dos, que se concentran en el sector servicios de categoría más baja —hoteles, res-
taurantes, limpieza, etc.—, las "industrias basura" —sobre todo del vestido y el
textil—, las tareas no cualificadas de las industrias de alta tecnología —ensamblaje
de piezas— y la economía informal —especialmente venta callejera—. En todos
estos casos los empleos están mal pagados, son precarios y se realizan en nefastas
condiciones laborales y sanitarias. Los ocupan trabajadores procedentes de las más
recientes olas migratorias, trabajadores que conforman la casta inferior del merca-
do laboral tardocapitalista: los working poors.
Los Angeles es una de las ciudades más diversas del mundo en términos raciales:
en su región habita el 20 % de los inmigrantes de Estados Unidos y más del 40 %
de los residentes del condado ha nacido en el extranjero, la inmensa mayoría en el
Tercer Mundo. Mercado laboral y estructura racial son indeslindables. En líneas
generales, se puede aseverar que blancos y asiáticos compiten por la cima del mer-
cado laboral, e hispanos y negros por la base, con desventaja para estos últimos,
que han sido excluidos de ias "industrias basura" y los servicios poco cualificados.
Como consecuencia de ello, a finales de la década de 1980 el índice de paro entre
la población negra rondaba e! 40 %, lo cual determinó su estancamiento demográ-
fico. A este hecho hay que sumar la huida de los blancos hacia los suburbios más
alejados y la incesante llegada de hispanos y asiáticos.Todo ello ha inducido una drás-
tica transformación de la estructura racial: en 1970 el condado de Los Angeles con-
taba con un 75 % de población blanca, un ! 4 % hispana, un 8 % negra y un 3 % asiá-
Los hispanos, por su parte, han sido los grandes conquistadores. El centro de su
imperio es el Eastside, el cuadrante sureste del condado, una zona que no deja de
expandirse hacia el sur a costa del gueto negro y donde, en poco más de una déca-
da, muchas ciudades han pasado de tener un 75 % de población blanca (normal-
mente obrera) a un 95 % de población hispana.También es hispano el antiguo cen-
tro urbano y zonas colindantes con el actual downtown como Westlake y Pico-
Union, donde se registran las mayores densidades de población de la ciudad (25
veces por encima de las de Bel Air). Con miles de personas viviendo en garajes o
cobertizos construidos en patios traseros, estas áreas se han ganado el apelativo
de "el Tercer Mundo de Los Angeles".
Los asiáticos, por último, han sumado a sus asentamientos tradicionales (Littie Tokyo,
Chlnatown, etc.) una serie de enclaves que demuestran un no menos vigoroso empu-
je demográfico. Al oeste del centro de la ciudad ha surgido Koreatown (poblada por
coreanos de clase media y media alta) y en la periferia Monterey Park (la Chinatown
del San Gabriel Valley), Westminster (la Littie Saigon del condado de Orange) y
amplias zonas de Long Beach (habitadas por colonias vietnamitas y camboyanas que
trabajan en los más bajos escalafones de las cercanas Industrias de alta tecnología).
La estricta segregación racial de Los Ángeles encuentra en el crimen y la violencia
una de sus más contundentes formas de expresión. Ante el abandono por parte
de la sociedad (es estadísticamente cierto que un adolescente negro de South
Central tiene tres veces más posibilidades de acabar en la cárcel que en la univer-
sidad), muchos jóvenes han nutrido el fenómeno de las bandas callejeras, preám-
bulo del proceso de fragmentación del espacio urbano de Los Ángeles en com-
partimentos estancos y hostiles entre sí. Se han Identificado 300 bandas, la mayoría
de ellas de raza negra. Los Crips, que se disputan con los Bloods el dominio de
South Central, dirigen el negocio del crack y han convertido a la ciudad en el
mayor centro de distribución de cocaína de Estados Unidos. Su "ejemplo" ha cun-
dido entre los jóvenes hispanos del entorno de Mac Arthur Park, donde la cultura
de las bandas se propaga como la pólvora.
Éstas tienen mucho que ver con las revueltas que, periódicamente, sacuden ía ciu-
dad, poniendo en evidencia sus graves patologías sociales. La mayor rebelión urba-
na del siglo xx en Estados Unidos se produjo en Los Ángeles en 1992, y se conoce
como lajusü'ce Riot porque su lema fue "no justice, no peace" ("si no hay justicia, no
hay paz"). Como respuesta a la absolución judicial de los policías que apalearon bru-
talmente a Rodney Klng, un ciudadano negro detenido por conducir en estado
ebrio, entre 50.000 y 200.000 personas se lanzaron a la calle para saquear e incen-
diar cientos de establecimientos comerciales, todo ello según un movimiento cen-
trífugo que fue desde el centro hacia los suburbios.
La obsesión por el control refleja lo que Davis ha denominado la "ecología del mie-
do", un fenómeno que está influyendo en el diseño urbano y arqultectónico:"La re-
Vuelta de 1992 popularizó la previsión de los diseñadores de la "fortaleza down-
town". Mientras las ventanas eran destrozadas a lo largo de todo el viejo distrito
financiero, Bunker I—I¡I hacía honor a su nombre. Pulsando unos pocos interrupto-
res en sus consolas de control, los cuerpos de seguridad de las grandes torres ban-
En las últimas décadas, las estrategias del parque temático han trascendido la arqui-
tectura para infiltrarse en el diseño urbano. Para constatarlo, nada mejor que acer-
carse al condado de Orange, el paraíso del conservadurismo norteamericano, de
los parques tecnológicos y del new urbanism. La guía The Californias lo describía así:
"Esto es un parque temático —un parque temático de 2.035 km 2 — y el tema es
'puedes tener todo lo que quieras'. Es lo más parecido a California de todas las
Californias: lo más parecido a las películas, a los cuentos, a los sueños. El condado
de Orange es la tierra del futuro y la de la frontera, fundidas e inseparables. Una
misión del siglo xvm, una colonia artística de la década de 1930, sedes financieras
de la década de 1980. Hay historia por todas partes: navegantes, conquistadores,
padres fundadores, rancheros, buscadores, excavadores, etc. Pero hay tanto Ahora,
que el Entonces es difícil de encontrar Las casas son nuevas. Los coches son nue-
De un anuncio en la guía
vos. Las tiendas, las calles, las escuelas, los ayuntamientos; incluso la tierra y el océa-
The Caüformas publicada por
no parecen nuevos. La temperatura hoy permanecerá por debajo de los 27° C. la Coliformo Office ofTourism,
Una suave brisa sopla desde la costa. Otro día en el paraíso exactamente igual que en SORKIN, Michael (ed),
ayer. ¡Venga al condado de Orange! No hay nada como el hogar".43 Voriotions on o Tbeme Park Tbe
New American City and trie End
of Public Space, Hill and Wang,
Tal como ha puesto de manifiesto Michael Sorkin,44 profesor de la Columbia Uni- Nueva York, 1992, pág. 94;
(versión castellana: Variaciones
versity, las protagonistas de este fenómeno vuelven a ser las comunidades cerradas,
sobre un parque temático,
que han colonizado la mitad sur del condado de Orange con "variaciones sobre el Editorial Gustavo Gili, Barcelona,
parque temático". Edward W. Soja45 ha estudiado estas urbanizaciones exclusivas que 2004).
combinan cuidadísimos entornos naturales con espacios residenciales tematizados SORKIN, Michael (ed.), op. cit.
donde se recrean estilos de vida del pasado. Destaca el caso de Irvine, una ciudad SOJA, Edward, "Inside Exopolis:
Scenes from Orange County",
construida por la Irvine Company (propietaria de una sexta parte del territorio del en SORKIN, Michael (ed.),
condado), donde el precio de una casa triplica su coste medio en Estados Unidos. op. cit
Una de sus áreas residenciales, Westpark, tematiza un pueblo mediterráneo: tejas de
arcilla roja, fachadas estucadas en tonos tierra, etc., Mission Viejo, ai sur de Irvine, es la
capital mundial de la natación, lugar de entrenamiento de nadadores y buceadores
olímpicos patrocinados por los promotores de esta community, donde todo gira en
torno al mundo del deporte. Un código del new urbanism prescribe cómo armoni-
zar con los temas elegidos ("Isla Griega","Villa de Capri","Auténticamente América",
etc.), determinando desde el color de la fachada al tipo de tejas o la exhibición de
banderas. Hacia el interior está "Coto de Caza", el paraíso de los monteros, y un
poco más allá Rancho Santa Margarita, "donde comienza el Oeste; de nuevo"...
Todos estos ejemplos desvelan la perfecta sintonía del new urbanism con la que-
rencia por los simulacros que caracteriza a la sociedad contemporánea.Tai como
denuncia Soja, estas urbanizaciones son enclaves mágicos que funcionan como co-
pias hlperreales de mundos perfectos que nunca han existido; enlatados estilos de
vida cuidadosamente diseñados que compiten por ser'el lugar más feliz del plane-
ta". La culturalista ciudad poshistórica encuentra así su complemento sociológico
en la ciudad del espectáculo.
• Los Angeles ciudad sostenible
Medio ambiente y ecología son cuestiones ineludibles en Los Ángeles, una ciudad
cuya historia está firmemente arraigada en la geografía y la geología. Así lo enten-
dió Reyner Banham en su libro Los Angeles. The Architecture of Four £co/og/es,16
publicado en 1971. Convencido de que conceptos como "barrio" o "red viaria"
eran insuficientes para analizarla, acudió a factores geográficos, climáticos y de loca-
lizaclón para definir Los Angeles como la confluencia de cuatro "ecologías": las pla-
yas; las estribaciones; la llanura; y "autopia", la ecología artificial de las autopistas.
La referencia ecológica persiste hoy en día en autores como Mike Davis que, con
su libro Eco/ogy ofFear,n ha introducido una novedosa componente: la catástrofe.
No se trata de una extravagancia. Los cataclismos se han convertido en una rutina
para los habitantes de Los Angeles, una ciudad que, en menos de tres años, sufrió
tres de los diez desastres más costosos de la historia de Estados Unidos: las tor-
mentas de 1992, los Incendios de 1993 y el terremoto de 1994. ¿Ha sido mala
suerte? Más bien parece lo contrario. Recientes Investigaciones demuestran que el
sur de California está viviendo un período de estabilidad sísmica y climática abso-
lutamente anómalo. Por lo que respecta a los terremotos, la frecuencia es ahora
infinitamente menor de lo que lo fue en milenios precedentes. Ello significa energía
acumulada bajo la placa del Pacífico, energía que, antes o después (existen un 85 %
de posibilidades de que ello ocurra antes de 2024), tendrá que salir provocando el
Big One, un terremoto de tal magnitud que la región de Los Angeles nunca llegará
a recuperarse. Los meteorólogos, por su parte, advierten que también el clima ha
sido excepcionalmente benigno en los últimos l 50 años, ya que han descubierto
que California sufrió catastróficas sequías de siglos de duración durante la edad
media. En definitiva, la historiografía de las catástrofes parece indicar que la urbani-
zación de Los Ángeles se ha producido en una de las etapas sísmica y climatológi-
ca más apacibles de su hlstoria.Tal como comenta Davis, ello convierte la cuestión
de "¿por qué tantos desastres recientes?" en "¿por qué tan pocos?".
El convencimiento de que lo peor está por llegar está pasando una dolorosa factu-
ra a Los Ángeles. Las catástrofes naturales se han convertido en uno de sus princi-
pales enemigos en la enconada competencia que mantiene con el resto de ciuda-
des del sunbelt y el noroeste del país por atraer inversiones. La aprensión y la BANHAM, Reynen Los Angeles.
The Architecture ofFour
ansiedad popular; alimentada por los continuos reportajes televisivos informando
Ecologies, Alien Lañe, Londres,
sobre qué hacer en caso de terremoto, han provocado que miles de residentes y I97I.
cientos de empresas la hayan abandonado en busca de territorios menos convulsos. DAVIS, Mike, op. A
Si a la estrechísima relación que Los Angeles mantiene con su indomable naturale-
za le unimos su imparable crecimiento, entenderemos que el discurso de la ciudad
sostenible haya acabado infiltrándose en sus ultraliberales políticas urbanas. Los
frentes abiertos son varios. En primer lugar; el crecimiento sobre el paisaje circun-
dante. Los Angeles es una gran devoradora de territorio: entre 1970 y 1990, mien-
tras que la población creció un 45 %, la superficie lo hizo un 300 %. Desde siem-
pre, la ciudad ha trasgredido la naturaleza que le rodea: las estribaciones de las
montañas fueron invadidas por una marea de residencias de lujo que arrasó bos-
ques completos; la misma causa acabó con los naranjales del condado de Orange,
el San Fernando Valley y el San Gabriel Valley (donde las 121.500 ha de 1939 se
convirtieron en las 4.000 de 1970). Es lo que Mike Davis ha denominado "la eco-
logía del demonio". Ahora parece tocarle el turno al desierto del Alto Mojave. Su
antesala, el Antelope Valley, está siendo engullida por urbanizaciones residenciales
que, paradójicamente, están repletas de prados verdes, árboles escandinavos, lagos
artificiales, etc., un milagro que puede achacarse al maná que transporta el costo-
sísimo acueducto de California. Mientras tanto, el árbol autóctono de la zona, el
árbol de Joshua, se extingue.
En segundo lugar; están los problemas infraestructurales que dicho crecimiento aca-
rrea. En 1987, millones de litros de aguas residuales fueron vertidos a la bahía de
Santa Mónica desde la planta depuradora de Hyperion, que fue incapaz de absorber
el espectacular crecimiento de las zonas urbanas a las que servía. A ello se une la cues-
tión del abastecimiento de agua,que ha comenzado a enfrentara las áreas metropo-
litanas de California y Arizona. Por si fuera poco, Los Ángeles es una de las ciudades
más contaminadas del Primer Mundo debido a su altísima dependencia del automóvil.
Muchos son los términos que encuentran cobijo bajo el paraguas del concepto
"organismo" y, por tanto, muchos son los intereses que dirigen la visión organi-
cista de la ciudad. El primero y más obvio nos remite al propio ser humano. La Iden-
tificación forma urbana-forma humana es casi ancestral; uno de sus momentos
más álgidos se produjo durante el renacimiento. Pero el ser humano no se reduce
a su cuerpo: la mente, los sentimientos y las singularidades personales le son cir-
cunstancias inherentes que también alimentan las fuentes de las que bebe la visión
organicista de la ciudad.
Los orígenes históricos de la visión organicista son tan complejos como ella mis-
ma. Francoise Choay denominó "visión naturalista de la ciudad" a la tradición esta-
dounidense que enlazaba aThomas Jefferson con Ralph W. Emerson, Henry Tho-
reau y Louls H. SuHivan. Estos autores del siglo xix rechazaron la ciudad por
entenderla como un fenómeno extraño y adverso al ser humano, apostando
como alternativa por una nueva ruralldad compatible con el desarrollo económi-
co capitalista. Se Inauguraba así una romántica tendencia antiurbana que, con dife-
rentes intensidades, atravesaría las teorías de ciudad del siglo xx: desde el expre-
sionismo alemán previo a la I Guerra Mundial, a las propuestas de Frank Lloyd
Wright en el período de entreguerras y el existencialismo de Hans Scharoun tras
la II Guerra Mundial.
Hoy en día, los discursos que dominan en la visión organicista no son antiurbanos,
y se caracterizan no tanto por una componente ideológica, sino por el deseo de
explicar la enorme complejidad de la ciudad contemporánea desde hechos y pau-
tas de comportamiento de origen orgánico. Con el fin de aclarar los numerosos
intereses que confluyen en la actual visión organicista hemos subdlvidldo esta par-
te del libro en tres capítulos. La ciudad como naturaleza aborda la cuestión de la
complejidad urbana contemporánea y su catallzación a través de presupuestos ins-
pirados en fenómenos naturales; la ciudad de los cuerpos hace referencia a las ver-
siones más recientes de la identificación forma urbana/cuerpo, ya sean humanos o
animales; y por último, la ciudad vivida alude al ciudadano como ente pensante y
sentimental.
La genealogía de las ciencias del caos nos remite a Edward Lorenz, un científico del
Massachusetts Institute ofTechnology (MIT), quien postuló que todas estas com-
ponentes habían sido olvidadas por la ciencia clásica debido a su obsesión por la
linealidad, obsesión que condujo a descartar las pequeñas Irregularidades. Sin
embargo, si éstas eran tenidas en cuenta, la naturaleza demostraba ser no lineal
desde el punto de vista matemático, es decir no newtoniana.
plina abstracta y universal del ideal euclldiano, sino en relación con la naturaleza. La
cuestión consistía en que si, como apunta james Gleick,6 las nubes no son esferas y
las montañas no son conos, ¿cuál es la geometría que define a la naturaleza en toda
su complejidad? Mandelbrot la denominó "fractal".
Un fractal es una forma geométrica simple que se repite a niveles cada vez más
pequeños. Mandelbrot entendía que para algunos elementos naturales la escala no
importaba, ya que sus formas eran fruto de ramificaciones que generaban más
ramificaciones y que continuamente iban de ¡o grande a lo pequeño. La irregulari-
dad infinita de ¡a montaña, imposible de describir desde el punto de vista de la geo-
metría euclldiana, era reducida por el fractal a un solo triángulo que, combinándo-
se con figuras similares de distinto tamaño, era capaz de definirla en su totalidad.
Esto convertía al fractal en un dispositivo capaz de medir la naturaleza a diferentes
escalas: desde la montaña, a la roca y el grano de arena.También suponía entender
que la naturaleza se componía de formas autoslmllares, lo cual significaba que las
cosas no sólo remitían las unas a las otras, sino también al todo. En la ¡dea del frac-
tal radicaba el primer gran mensaje de las ciencias del caos: existe una forma
común que unifica la naturaleza. ibid, pág.94.
A partir de 1975, los fractales comenzaron a usarse como unidad de medida en las
distintas disciplinas científicas. Los sismólogos los utilizaron para describir la superfi-
cie de la tierra, pues les permitía simular los planos de contacto entre placas terres-
tres como si fueran superficies granuladas con oquedades por las que se liberaba
energía; los meteorólogos empezaron a estudiar los huracanes desde la misma
perspectiva que los remolinos callejeros (el principio de la autosimilitud se lo per-
mitía); los fisiólogos aplicaron la lógica fractal al análisis de las ramificaciones sanguí-
neas, de los pliegues del aparato digestivo, de los alveolos del respiratorio, etc.
Finalmente, Mandelbrot fue proclamado como uno de los 1 6 científicos que habí-
an revolucionado la historia de la ciencia.
Si Mandelbrot había descrito el caos, los físicos ¡o explicarían. En este caso, el pun-
to de partida fue la termodinámica, más concretamente el concepto de "entropía",
que mide el grado de desorganización de un sistema cerrado. Después de la
II Guerra Mundial, el ingeniero y matemático Norbert Wiener llegó a la conclusión
de que a medida que la entropía aumentaba, y ello era una tendencia general en la
naturaleza, los sistemas Iban pasando de un estado de organización y diferenciación
a otro de caos y similitud. Años más tarde, la nueva física se interesaría por esta
Segunda Ley de la Termodinámica. El reto que afrontó consistía en medir el nivel
de entropía de un sistema, es decir; su grado de desorganización. La respuesta vino
de la mano del físico David Ruelle y el matemático Floris Takens quienes propusie-
ron el concepto de "extraño atractor". Este fue definido como una parte de un sis-
tema caótico que se mueve y cambia pero que tiende a retornar a un punto fijo o
a un ciclo que se repite, es decir; una parte que tiene la cualidad de la estabilidad.
A ellos se deben los máximos y los mínimos en torno a los cuales fluctúan muchos
fenómenos naturales, como la temperatura o los índices pluviométricos de una
ciudad determinada.
En su libro The Architecture of the Jumping Universe,8 Jencks hacía un alegato en este
sentido: ¿era posible, gracias a los fractales, fundar un nuevo principio generativo de la
forma arquitectónica? ¿Era posible, gracias a ios extraños atractores, calibrar el grado
de organización de un edificio? Cuestiones similares flotaban en el aire: ¿existía una
forma común que unificaba la ciudad, un fractal urbano? ¿Existía orden tras el aparen-
te caos de las capitales contemporáneas? SI, como se intuía, la respuesta a estas pre-
guntas era afirmativa, también la arquitectura y el urbanismo podrían comenzar a for-
mar parte de la recién descubierta lógica difusa de la naturaleza. Los autores de la
visión organicista se interesaron vivamente por esta ¡dea. La ciudad tardocapitalista,
la ciudad compleja por excelencia, era un campo de pruebas ideal para ensayar las en-
señanzas transmitidas por las ciencias del caos. Nacía así la ciudad como naturaleza.
EISENMAN, Peter"Mov¡ng
Las superficies y geometrías capaces de deformarse ante la presión de fuerzas Arrows, Eros and Other
externas captaron la atención de Lynn." Las razones de este interés radicaban en Errors", en Arquitectura, 270,
una importante componente que caracteriza a la sociedad, la cultura y la ciudad Madrid, 1988, págs. 67-81.
LYNN, Greg, Folds, Sodies &
contemporáneas: su condición de permanente movilidad. En su libro Todo lo sólido
Blobs. Collected Essays, La Lettre
se desvanece en el aire, Marshall Berman,12 profesor de Teoría Política y Urbanismo Volee, Bruselas, 1998,
en la University of New York, recordaba que la experiencia vital de la modernidad págs. 33-62.
siempre estuvo asociada a una sensación de desintegración, de inseguridad, de BERMAN, Marshall, NI thatls
Solid Melts into Air. The
cambio continuo, una intuición que Karl Marx describió con una frase magistral:
Experíence ofModernity, Penguin
"todo lo sólido se desvanece en el aire". Books, Nueva York, 1982;
(versión castellana: Todo lo
sólido se desvanece en el aire.
La inestabilidad de la economía tardocapitalista, la velocidad de los cambios sociales,
La experiencia de la modernidad,
la crispaclón de la cultura posmoderna, hacen que esta sentencia tenga hoy más Siglo XXI Editores, Madrid,
vigencia que nunca. La mcertidumbre forma parte de las condiciones de vida con- I99I 4 )-
temporáneas y también se proyecta sobre la ciudad. Muy a menudo ésta ha sico
descrita como un continuo fluir; un entorno físico evanescente donde edificios, espa-
cios públicos, barrios, etc., todo lo físico, es devorado por una dinámica arrolladura.
En un intento de buscar una metáfora para esta ciudad, los autores de la visión
organicista se interesaron por los flujos. Tal como apuntaba Zygmunt Bauman, ;
profesor de Sociología en la Unlversity of Leeds y en la de Varsovia, la fluidez era
una acertada alegoría para describir la esencia de la presente fase histórica de la
ciudad. Ignasi de Solá-Morales,14 catedrático de Composición Arquitectónica en
la Universitat Politécnica de Catalunya, incorporó los flujos como una de las cinco
"mesetas" que definían la metrópolis actual. Con ello contraponía a la ¡dea moder-
na de "movimiento", entendido como una función más a ser localizada físicamente
por los urbanistas, la ¡dea contemporánea de "moción", que postulaba asimilar la
ciudad a una fluctuación permanente, la yuxtaposición de infinidad de flujos mate-
riales e inmateriales. Bauman y Solá-Morales coincidían en apuntar hacia la ciudad
como naturaleza, en este caso apelando a sus estados líquidos, como la mejor des-
cripción de la condición evanescente de la ciudad tardocapltallsta.
De ahí el interés de Lynn por trasladar al ámbito urbano la movilidad de los fluidos.
Con esa intención comenzó a estudiar formas naturales que no eran ni exactas ni
estáticas, sino vagas y deformables. Su deseo era introducir una componente racio-
nal en un discurso, el de los flujos, normalmente plagado de incursiones literarias
que difícilmente eran trasladables a la arquitectura y la ciudad. La respuesta a su
búsqueda la encontró en la geometría anexacta y la topología, una rama de las
matemáticas que, al contrario que el rígido sistema cartesiano, es capaz de repre-
sentar la complejidad, la deformación y, lo más Importante, el cambio mediante sis-
temas flexibles de organización de los elementos en el espacio. Lynn trasplantó los
flujos al diseño urbano utilizando formas anexactas sobre las que aplicaba fuerzas
exteriores simuladas por programas de software. En su proyecto para el acceso a
la terminal de autobuses de Port Authority, en Nueva York, modeló el espacio con
tensiones que representaban el movimiento de los peatones, los coches y los auto-
BAUMAN, Zygmunt, Liquid buses, cada una de ellas con velocidades e intensidades propias. Estas fuerzas gene-
modernity, Polity Press,
raban un campo de atracción cuya forma fue definida mediante partículas geomé-
Cambridge, 2000.
SOLA-MOPvALES, Ignasi de, tricas que, animadas por ordenador cambiaban de posición. El resultado final fue
"Presente y futuros. plasmado en una serie de fases de movimiento que habrían de ser materializadas
Arquitectura en la ciudad" con superficies tenslles apoyadas sobre estructuras tubulares, un trozo de "ciudad
[1996], en Territorios, Editorial
Gustavo Gili, Barcelona, 2002,
líquida" que había sido conformado por "fuerzas urbanas", más que por formas
págs.77-105. arquitectónicas.
Greg Lynn, 1995.
Como ocurrió en el caso de las ciencias del caos, el interés del pensamiento con-
temporáneo por lo informe tiene mucho que ver con el estudio de la naturaleza
pero, en este caso, las miradas se han dirigido hacia los cuerpos de unos animales
muy específicos, más concretamente hacia agrupaciones de organismos que se
difunden en superficies sin contornos ni estructura interna. Los hongos, las esponjas,
los corales, las colonias de bacterias, las colmenas, etc., son algunas de estas asocia-
ciones indeterminadas y provisionales de entidades vivas. Más que sus cuerpos indi-
viduales, lo fascinante de ellas es su comportamiento grupal. Estas agrupaciones se
caracterizan por la ausencia de una estructura esencial, de una jerarquía de órganos
con funcionamientos diferenciados. Al contrario que los animales vertebrados, con-
sisten en multiplicidades de elementos que se fusionan y autorregulan reglamenta-
dos por un orden flexible y provisional. Gilíes Deleuze y Félix Guattarí, vanguardia
francesa del pensamiento posestructuralista, se han referido a ellas con el término
"cuerpo sin órganos".15
A los autores de la visión organicista les han interesado como posible metáfora de
la ciudad actual. Ambos comparten numerosas características: indefinición, orden
flexible, movilidad permanente, interacción con fuerzas externas, etc. La ciudad
contemporánea podría asimilarse a un cuerpo sin órganos que realizara sus fun-
ciones, no mediante la coordinación de elementos especializados, como defendía
la Carta de Atenas, sino gracias a procesos de inspiración, evaporación y transmi-
sión de fluidos, procesos que están en permanente actividad y evolución. La ten-
dencia funcional de la ciudad tardocapitalista apunta en esta dirección, hacia la mez-
cla de formas y funciones en una amalgama urbana indiferenciada. Como ejemplo
podemos tomar cualquier edificio de un centro urbano del sureste asiático: la plan-
ta baja, comercial; las dos siguientes, residenciales; tercera y cuarta, oficinas; y quinta
y sexta ocupadas por talleres industriales clandestinos. Puerta con puerta, una nave
donde se ensamblan componentes electrónicos y, dos manzanas más allá, un blo-
que de siete plantas que sirve de cementerio.
Ninguna totalidad es perceptible en este cuerpo sin órganos, no hay claras centrali-
dades ni estables superestructuras, pero ello no significa el caos. Como en las agru-
paciones de organismos que acabamos de citar; también aquí existen estructuras
débiles, parciales e inestables que permiten un funcionamiento complejo. La ciudad
de los cuerpos sin órganos está articulada por un frágil armazón cuyos nudos son
los "puntos singulares": aeropuertos, centros comerciales, centros culturales, etc.
Deleuze y Guattarí utilizan el ejemplo de la cristalografía para explicar su proceder:
cuando un germen de cristal es introducido en una materia amorfa e inestable
comunica su estructura a una molécula vecina y ésta a su vez a otra, y así sucesiva-
mente hasta que la sustancia cristaliza en una forma estable. Algo similar ocurre en
la ciudad contemporánea: cuando en un dominio aparece un punto singular; el espa-
cio que le rodea cristaliza y se convierte en destino de multitud de flujos que lo
conectan con otros puntos singulares de la ciudad. Por ejemplo, la construcción de
un intercamblador de transportes en una zona vacante, introduce un elemento
dlnamizador que incita una concentración de usos en los alrededores, provocando
DELEUZE, Gilíes, Pourparles. la paulatina urbanización del entorno con hoteles, centros comerciales, espacios
1972-1990, Éditlons de Minuit, recreativos, etc. La zona, anteriormente amorfa, cristaliza y se transforma en lugar de
París, I 990; (versión castellana:
Conversaciones. 1972-1990, Pre-
confluencia de flujos provenientes de otros puntos singulares de la ciudad, en una
textos, Valencia, 19993, pág. 37). de las articulaciones del andamio de la ciudad de los cuerpos sin órganos.
Estos procesos se repiten sin cesar en la ciudad contemporánea, donde continua-
mente aparecen nuevos puntos singulares que modifican las líneas que tejen la red
por la que circulan los flujos urbanos. El mapa resultante se asemeja a un rizoma,
una especie de madriguera, un entramado de senderos complejo y aleatorio cuyo
destino es indefinido. Esta figura es radicalmente diferente a las estructuras arbo-
rescentes que se utilizaron en la modernidad para representar sus modelos urba-
nos; estructuras jerárquicas de límites bien perfilados y con "órganos" funcional-
mente autónomos conectados entre sí. Frente a ello, el rizoma propone una ciudad
ajerárqulca formada por multiplicidades irreducibles a una figura unificada.
En definitiva, la ciudad de los cuerpos sin órganos plantea un modelo que se basa en
la estructura urbana, pero que se asienta sobre bases radicalmente diferentes a las que
utilizan los autores de la ciudad de la disciplina. Consiste en un análisis alternativo
que ha demostrado su capacidad para aproximarse a lo que la visión culturalista nun-
ca estuvo en condiciones de abordar: la cuestión de la complejidad.
La segunda versión de ¡a ciudad de los cuerpos no alude a los animales, sino a los
seres humanos. Sus orígenes nos remontan a Vitruvio que, mediante los órdenes,
describió un método de composición arquitectónica basado en relaciones antro-
pomórficas. Su traslación a la ciudad partió de fundamentos similares, con la espe-
ranza de que un sistema de conexiones geométricas inspirado en las proporciones
del cuerpo humano le garantizara orden, equilibrio y armonía. Asociada a esta ¡dea
estaba la retórica trascendentalísta heredada del pensamiento simbólico medieval.
En la cultura clásica, el cuerpo humano representaba la imagen de Dios, lo que
denotaba la voluntad de trascender su materialidad para conectarlo con un
supuesto orden cósmico universal. De este deseo derivó la identificación del ser
humano con un cuerpo no real sino ideal, un cuerpo cuya traducción geométrica
eran formas puras. La secuencia ciudad/cuerpo/geometría se transformó así en ciu-
dad universal/cuerpo ideal/geometría exacta, una convención que la modernidad
asumiría sin mayores cuestionamientos.
La idea del cuerpo enfermo como ente consciente de sí mismo traslada a la ciudad
un mensaje ético altamente atractivo por lo Inusitado de este tipo de requerimien-
tos en la cultura contemporánea. Si las entendemos como cuerpos enfermos, como
organismos infelices y sufrientes, tomaremos consciencia de los conflictos que han
invadido las ciudades, lo cual es un primer paso para combatirlos. La ciudad enferma
como una ciudad en lucha consigo misma, contra sus desigualdades, contra sus injus-
ticias, etc. A pesar de las semejanzas que este argumento comparte con los razona-
mientos que guiaron a los arquitectos modernos, existen profundas discrepancias
entre ambos. Mientras que la ciudad enferma de la modernidad aspiraba a atajar sus
males para convertirse en una ciudad "sana"; la ciudad enferma de la contempora-
neidad no pretende curar sus dolencias, ya que es consciente de que son crónicas.
Otras dos enfermedades típicamente contemporáneas que han sido propuestas por
Isozaki como metáforas de la ciudad actual son fa anorexla y la bullmia. El arquitecto
japonés habla de líghtness y bigness, dos cualidades que, como la anorexla y la bullmia,
se producen simultáneamente en las ciudades contemporáneas, con especial inci-
dencia en las norteamericanas. Las dispersas periferias de Houston, Las Vegas o Los
Angeles tan sólo son representabas como cuerpos bulímico-anoréxicos que sufren
a la vez de bigness (la tendencia hacia escalas descomunales que derivan en un cuer-
po inmenso) y lightness (la tendencia hacia una suma delgadez que deriva en un teji-
do urbano sin densidad).
po, sino una variación que estaba latente en su interior y surge como respuesta a
una perturbación ambiental o genética. La ciudad contemporánea funciona de
manera similar, su amorfismo, sus "monstruosidades", responden a los agresivos
agentes externos que la gobiernan y conforman: dinámicas económicas extrema-
damente complejas, dinámicas sociales extremadamente conflictlvas y dinámicas
culturales extremadamente inestables. ¿Cómo podría el cuerpo de Los Angeles
tener un centro si su lógica económica es absolutamente difusa? ¿Cómo podría el
cuerpo de Los Angeles ser continuo si su lógica social se basa en la segregación?
¿Cómo podría el cuerpo de Los Angeles estar equilibrado si su lógica cultural se
basa en el espectáculo? La simetría, el orden, la jerarquía se desintegran víctimas de
la fuerza arrolladura de estos fenómenos, dejando paso a las hipertrofias y subde-
sarrollos de la ciudad deforme.
La ciudad vivida
En el capítulo anterior nos hemos ocupado de las formas corporales que sirven de
referencia a la ciudad. Esta no es la única correspondencia que se puede establecer
entre cuerpo humano y ciudad contemporánea. Como parte Inseparable de aquél
está la mente, y la conjunción de ambos nos habla, no ya de formas, sino de sensa-
ciones, de deseos, de memorias, etc. Es el "cuerpo vivido", un ente personal e intrans-
ferible del que la visión organicista se ha ocupado para alumbrar lo que hemos deno-
minado la ciudad vivida, décima capa de la ciudad hojaldre. LYNN, Greg, op. cit, pág. 12.
• Fenomenología y psicoanálisis:
"ciudad de los sentidos" y "ciudad interior"
Este interés se trasladó a la teoría urbana. Al ser percibida por los ojos, la nariz, los
oídos, la boca y las manos, y al responder a ella con esos mismos órganos, la ciudad
que intuía la fenomenología estaba íntimamente ligada a la experiencia vivida por el
cuerpo. La "ciudad de los sentidos" ponía en crisis el espacio urbano abstracto que
intentaron construir los arquitectos del movimiento moderno, herederos del pen-
samiento platónico-cartesiano y convencidos de habitar en un entorno mental
donde las sensaciones físicas no contaban, convencimiento que se plasmó en for-
mas urbanas sensorialmente neutras.
Este reto ha preocupado principalmente a los arquitectos japoneses, que han ten-
dido a asociar fenomenología con nuevas tecnologías. Arata IsozakP4 declara haber
descubierto su interés por la primera un atardecer en Park Avenue, cuando se sin-
tió fascinado por los reflejos que manaban de los muros cortina de los rascacielos
neoyorquinos, por los destellos fluorescentes de su interior por la radiación bri-
llante que Inundaba el espacio urbano... En ese instante, los objetos materiales per-
dieron peso, la ciudad se convirtió en ingrávida y el mundo se hizo traslúcido.
Isozaki reconoce haber disfrutado de una Intensa experiencia urbana cuyo prota-
gonista había sido su propio cuerpo, a través del cual se había filtrado la ciudad.
A partir de ese momento comenzó a investigar cómo reproducir artificialmente la
magia de ese espacio tan particular, lo que le condujo hacia las nuevas tecnologías
y el uso casi aluclnatono que el comercialismo hace de ellas.
En la década de 1990 se han llevado a cabo novedosos estudios sobre el papel que
el género, la raza o la sexualidad desempeñan en la ciudad. En ellos suele existir una
fuerte componente de denuncia social: el feminismo ha acusado a la ciudad de ser
una "ciudad machista"; las comunidades étnicas de ser "la ciudad de los blancos"; y
los homosexuales de ser "la ciudad de los 'heteros'". Muy probablemente, denun-
cias similares podrían proyectarse desde otros grupos minoritarios, que la culpa-
rían de ser "la ciudad de los cristianos", "la ciudad de los europeos" o, Incluso, "la
ciudad de los jóvenes".
Durante casi todo el siglo xx, la crítica, la teoría y la historia de la ciudad Ignoraron
el tema del género. La ciudad moderna se postulaba como una realidad neutra y
asexuada que lo obviaba por tratarse de una condición dada, natural, biológica. Hoy
en día, sin embargo.se impone la idea de que, tal como avanzó Ivan lllich,30 líder del
movimiento radical ecologista, "un espacio sin género es un espacio sexista", es
decir, un espacio al servicio del hombre. Seguir eludiendo la cuestión del género, LLICH, Ivan, Energy and Equity
Calder & Boyars, Londres, 1974;
seguir negando que éste se refleja sobre la ciudad, sobre cómo la percibimos, sobre
(versión castellana: Energía y
cómo la usamos y sobre cómo la proyectamos, es seguir negando la ciudad de los equidad, Barral, Barcelona,
"diferentes". 974).
La supresión del género femenino en el discurso de la ciudad tiene hondas raf-
ees culturales. Históricamente, la mujer ha sido identificada con lo emocional y lo
irracional. El hombre, en cambio, lo fue con la mente. El prestigio del que esta
última siempre ha gozado en la cultura occidental, permite entender que dicha
identificación fuera encaminada a legitimar estructuras de dominio masculino:
"Como la mente es superior y debe guiar al cuerpo, el hombre debe guiar a la
mujer".3
A partir de esta máxima, la mujer fue identificada con la casa, en la que fue reclui-
da, mientras que el hombre lo fue con la ciudad. La asociación de enfermedades
típicamente urbanas, como la agorafobia, con la condición femenina es un buen
ejemplo del Interés por disociar mujer y ciudad. Para Freud, la ansiedad que sen-
tían las señoras de condición burguesa de comienzos del siglo xx ante las grandes
plazas y bulevares recién abiertos en capitales como París oViena obedecía a que
eran espacios de libertad ajenos a la vida protegida y reprimida del hogar
Una tercera prefiguración apunta hacia la naturaleza que, al igual que la sensualidad,
también fue históricamente asociada con la mujer por su condición de generado-
ra de estados caóticos que debían ser controlados por el hombre. Frente a la ciu-
dad masculina obsesionada por el orden, la ciudad de las mujeres señala hacia la
esencia de los fenómenos naturales, es decir; hacia la complejidad. La mente feme-
nina no trabaja tanto con las formas sólidas que sirvieron al hombre para estruc-
turar su ciudad racional, como con los espacios vacíos que quedan entre ellas. En
consonancia con ello, el espacio urbano de la ciudad de las mujeres se conforma-
ría como un entorno envolvente y continuo, como una selva donde interior y exte-
rior casa y espacio público serían entes contiguos no excluyentes.
Tokio
Tokio conforma, junto con Londres y Nueva York, el triunvirato de ciudades globa-
les que domina la red de flujos tardocapitalista. Como corazón del Pacific Rim, su
futuro es tremendamente prometedor, y se espera que acabe por desplazar a sus
dos grandes competidoras como primer centro financiero del planeta. Sin embar-
go, no son sus espectaculares datos macroeconómicos los que la han convertido en
el centro de las reflexiones de la visión organicista, sino su peculíarísima forma. Iden-
tificada como paradigma del caos urbano contemporáneo, esta megalópoli se ha
erigido en una fuente de aprendizaje e inspiración para los estudiosos de la ciudad.
En esta inmensa jungla, las grandes arterias son escasas y, en ningún caso, estructu-
ran un sistema coherente. Las autopistas, por ejemplo, conforman una especie de
Tokio: red viaria.
nido de serpientes que zigzaguean esquivando edificios, saltando calles y sobrevo-
lando canales. Como apunta el arquitecto Fumlhlko Maki,37 ante la ausencia de una !i
POPHAM, Peten Tokyo. The City
planificación general, en Tokio se han ido superponiendo diferentes y contradicto- at the End ofthe World,
rios principios morfológicos: el de la malla, el radial, el de los bulevares, etc. Pero bajo Kodansha International,
Tokio/NuevaYonk/San Fnancisco,
esta enmarañada realidad hay un principio que la rige: los derechos de propiedad
I985,pág. 37.
son Inalienables, es decir; solares, fincas y edificios tienen prioridad. A las calles no (es " MAKI, Fumihiko, en POPHAM,
queda más opción que serpentear por los filamentos que éstos dejan libres. Peten op. c/t, pág. I 19
Por lo que se refiere a sus barrios, Tokio tan sólo es definible como cuerpo des-
membrado. En cuanto a actividades, forma urbana y tipologías arquitectónicas, caca
zona es una realidad autónoma y desligada del resto. El espacio urbano es imposible
de concretar desde la globalidad, ya que está continuamente densificándose y des-
densificándose, expandiéndose y contrayéndose, subiendo y bajando. El único miem-
bro que funciona como referente general es el Palacio Imperial, la pieza que fija el
centro simbólico de la ciudad. Como todo en esta urbe, también éste es un lugar
muy peculiar: una isla verde de más de cien hectáreas de superficie rodeada por un
muro, un foso y una amplia extensión de grava. Nada queda del castillo original, fun-
dado en 1457, ni de sus posteriores reconstrucciones, arrasadas en 1945. El actual
palacio data de 1964 y es bastante discreto, por lo que la mayor parte del recinto,
está ocupada por bosques y prados de los que tan sólo son visitables una mínima
parte. Esta circunstancia da pie a que se identifique frecuentemente a Tokio como el
paradigma de la ciudad posmoderna: un organismo cuyo centro es un vacío.
Izquierda:
Tokio: superposición de funciones.
En este complejo entorno han arraigado una serie de patologías de difícil curación:
Tokio cuerpo sin órganos,Tokio cuerpo enfermo. Dos de ellas llaman especialmen-
te la atención. La primera es de carácter psicológico: su amnesia. A pesar de que
fue fundada en 1457 con el nombre de Edo y de que, a comienzos del siglo xvm,
era la ciudad más poblada del mundo (con 1,3 millones de habitantes), casi nada
rezuma historia en el Tokio contemporáneo. Mucho tiene que ver en ello la cade-
na de desastres y reconstrucciones que ha sufrido. A los innumerables incendios
y terremotos de los siglos XVII, xvm y xix (entre I 603 y 1867 se produjeron 1.800
incendios), hay que añadir la radical modernización que emprendió a partir de
I 868 la dinastía Meiji, que fue la que acabó con el shogunado y el régimen feudal.
Edo se convirtió entonces en Tokio; y sus casas de madera, templos y canales deja-
ron paso a los grandes almacenes, bancos y avenidas de corte occidental. Pero
lo peor estaba por llegar El uno de septiembre de 1923 se produjo el terremoto
de Kanto, que fue seguido por un descomunal incendio que acabó con el 63 % de
los edificios de la ciudad y con la vida de 143.000 personas. Por si ello fuera poco,
dos décadas después llegaron los bombardeos estadunidenses, que generaron un
grado de devastación aún mayor: 167.000 muertos, 3 millones de personas sin
hogar y una reducción de la población a los valores de la década de 1920 (2,8
millones de habitantes).
Tokio, portante, ha sido borrada del mapa varias veces, a ello se debe su amnesia.
La ciudad no cuenta con nada que se le parezca a un casco histórico. Los edificios
antiguos son muy escasos: la muralla y el foso del Palacio Imperial, varios templos
de la época de Edo (la mayoría reconstruidos tras la II Guerra Mundial) y algunos
edificios comerciales e Institucionales de la era Meíji, El resto ha sido edificado en
la última generación. Esta ausencia de historia, de identidad, es percibida por el visi-
tante europeo con desasosiego, A los toklotas, sin embargo, no parece preocupar-
les demasiado. Aun es más, el respeto a los escasos restos del pasado que perma-
necen en pie no es, ni mucho menos, exhaustivo. El viejo puente de madera de
Nihonbashi, erigido en 1603 y sustituido en 1910 por uno de piedra no menos
emblemático, es hoy en día prácticamente imperceptible bajo la autopista cons-
truida sobre éi en la década de 1960. Algo similar ocurre con Shlba Koen, la que
fuera una cludadela budista poblada por centenares de templos y mausoleos, con-
vertida actualmente en un destartalado parque donde conviven campos de golf,
boleras y barracas.
tida, y escucha por altavoz el anuncio de la llegada del próximo nobori densha, ape-
nas tres minutos después de que tu tren haya partido. En ese momento uno de
estos convoyes llega al intercambiador de Shinjuku, va repleto con casi el triple
de su capacidad, unos 4.000 o 5.000 pasajeros",39
157
3
A pesar de la degradación de la calidad de vida que supone, la bulimia deTokio no
parece tener cura. La prioridad que otorga a su papel como ciudad global provo-
ca que la capital japonesa siga creciendo en altura y en todas direcciones: entre
1991 y 2000 se construyeron 1,75 millones de nuevas viviendas, se edificaron
macrocomplejos comoYebisu Garden Place o Ark !—lilis y se planteó erigir 60 ras-
cacielos de entre 40 y 50 plantas en Marunouchi. ¿Dónde está la frontera del
cuerpo bulímico de Tokio? Varios son los frentes abiertos: hacia el cielo, con pro-
puestas como la Millenium Tower de Norman Foster (la más alta del mundo, con
850 m); hacia el mar; con propuestas como laTokyo Bay City de Kenzo Tange (una
cadena de islas ganadas a la bahía que albergarían a dos millones de personas);
y, el más espectacular de todos, hacia el subsuelo.
En efecto, Tokio también crece hacia abajo. Casi todos los centros comerciales y
estaciones de ferrocarril cuentan con dos o tres plantas subterráneas dedicadas a
comercios y restaurantes.Y el futuro anuncia nuevos usos para esta última fronte-
CYBRIWSKY. Román, Tokyo.Tbe
ra: ríos subterráneos de abastecimiento de agua y recogida de residuos, almacenes
Shogun's City at the Twenty-prst
Century, John Wlley & Sons, a prueba de terremotos, trenes de alta velocidad y rascacielos invertidos como
Chichester, 1998, pág, 188, Geotrapolis. Para facilitar la explotación del último residuo espacial aún no coloni-
zado por el cuerpo bulímico de Tokio, el Parlamento de japón aprobó una ley que
limitaba la propiedad del suelo a 50 m bajo la cota cero. Esta medida permitirá
construir grandes infraestructuras sin necesidad de indemnizar a los propietarios.
Otros fenómenos inciden en apuntar haciaTokio como una ciudad líquida en per-
manente movimiento. El 25 % de los edificios de sus zonas centrales tiene una
media de vida de 35 años; y uno de cada cinco transformaron la fachada en la
década de 1980 (la mayoría de las veces sin que se hubieran producido cambios
funcionales en el interior). La exacerbada orientación consumista de la arquitectu-
ra tokiota explica, en gran parte, este fenómeno: los carteles comerciales convier-
ten las fachadas en pieles altamente flexibles que relegan a un segundo plano a! res-
to del edificio.
También las formas urbanas comparten con los tokiotas y la arquitectura la obse-
sión por fluirTokio nunca ha durado demasiado. En primer lugar porque ninguna
otra ciudad ha sido destruida tantas veces y con tanto ahínco. En segundo lugar
porque, cada vez que la coyuntura económica lo ha requerido, ha emprendido un
profundo proceso de reestructuración urbana, Román Cybriwsky ha denominado
"la tercera reconstrucción de Tokio en el siglo XX" (tras las de 1923 y 1945) a la
emprendida en los últimos veinte años para acoplarse a las premisas tardocapita-
listas.Y en tercer lugar; porque el tejido residencial está en permanente transfor-
mación, un hecho que obedece a la política impositiva japonesa, que grava con
tasas desorbitadas los bienes inmobiliarios heredados, lo que provoca que los lega-
tarios se vean obligados a vender a los promotores las casas de sus mayores, casas
que son inmediatamente reemplazadas por edificios de apartamentos. Este fenó-
meno está modificando radical y continuamente el aspecto de los barrios deTokio,
además de seguir agravando su gran enfermedad: la bulimia.
La Importancia que la red de metro y ferrocarril deTokio (la mayor del mundo) ha
tenido en la conformación de la ciudad es enorme.Tras la ¡I Guerra Mundial, y a
diferencia de la apuesta norteamericana por las autopistas, Japón optó por con-
centrar las inversiones en los transportes públicos, lo que evitó la disolución de los
centros urbanos y una eclosión suburbial que no hubiera tenido precedentes. En
ese momento, las compañías de ferrocarril (la mayoría de ellas privadas) comenza-
ron a condicionar la forma de Tokio. Su estrategia consistía en comprar terrenos
agrícolas, Implantar líneas férreas y edificar conjuntos residenciales junto a las esta-
ciones. En una sociedad en movimiento, donde vivir cerca de un apeadero es cru-
MATSUSHITA, Kiwa, "Depato.
cial, esta táctica tan sólo podía estar abocada al éxito. El fractal estación de ferro-
The Japanese Department carril se convirtió así en extraño atractor; una pieza arquitectónica que haría
Store", en CHUNG, Chuihua cristalizar en torno a ella un denso y activo tejido urbano.
Judy, et ai, Project on the City 2.
Guide to Shopping, Taschen,
Colonia,2001, págs.242-263. La actividad comercial vino a potenciar su fuerza magnética muy pronto. Los tem-
HOSOYA, Hiromi; SCHAEFER, plos del exacerbado consumismo tokiota son los depatos, algo más que meros
Markus, "Tokyo Metabolism.The
grandes almacenes, ya que han traspasado las funciones comerciales para infiltrar-
Japanese Convenience Store",
en CHUNG, Chuihua Judy, et ai, se en el mundo del ocio, la cultura y la restauración. Los extraños atractores que
op. cít, págs. 749-762. conforman Tokio surgen de la estratégica coalición ferrocarril-depatos, una pode-
rosa alianza capaz de Impulsar enormes espacios urbanos en mínimos espacios
temporales. Sus promotores son los keiretsus, conglomerados de empresas que
compran tramos de vías férreas para construir sobre ellos depatos a los que aso-
clan zonas de ocio, residencias y oficinas.Tokio es incomprensible sin estos grumos,
22 centros urbanos que, en apenas tres décadas, han configurado una red multi-
nodal altamente flexible. Como las estaciones de ferrocarril son su germen, no es
de extrañar que lo que los vertebre sea una línea férrea: laYamanote, referencia
ineludible para ubicar cualquier cosa en la ciudad. Operada por la compañía priva-
da Ferrocarriles de Japón, cuenta con 29 estaciones distribuidas en un amplio
círculo en torno al Palacio Imperial. Los más poderosos extraños atractores de
Tokio se emplazan donde laYamanote ¡ntersecta con líneas radiales procedentes
de los suburbios. Shinjuku, Shibuya, Ikebukuro, Ueno-Akasaka, Kinshicho-Kameido,
el Telepuerto, Osaki, etc. Algunos de estos distritos se han convertido en centros
financieros de ámbito global que compiten con Marunouchi, la estrella del deno-
minado "distrito central de negocios".
Arriba:
Tokio: la conjunción estación de
ferrocarríl-depato en Shibuya.
Abajo:
Tokio: la líneaYamanote.
Página siguiente:
Tokio: Shinjuku.
de teléfono a la inglesa, promodonó espectáculos callejeros y recondujo el tráfico
hacia la denominada "Párk Avenue" de Shlbuya. La apuesta funcionó: el distrito se
convirtió en una zona de marca especializada en la créme de la creme de la juventud
tokiota. Los artífices de su transformación fueron, una vez más, los keiretsus, limitán-
dose el planeamiento a sancionar las tendencias por ellos marcadas. Eso es lo que
hizo el plan de 1994, que acabó reconociendo la lógica fractal de los extraños atrac-
tores al promover una ciudad multinodal compuesta por centros urbanos de dife-
rente carácter exactamente lo que ya habían hecho realidad los verdaderos "regula-
dores" del crecimiento deTokio ciudad como naturaleza: ¡os keiretsus.
Sobre esta percepción ha ¡do tomando cuerpo una lectura alternativa del "texto"
deTokio, una lectura basada en la ciudad vivida. Sin embargo, una importante diver-
gencia separa esta propuesta de intentos similares postulados desde Occidente:
la ausencia de alusiones a los "diferentes". En el discurso de Tokio ciudad vivida, el
papel de las minorías ha sido suplantado por el pensamiento oriental. En su libro
The Hieden Orde/;44 Yoshinobu Ashihara intentó desmontar la identificación Tokio-
caos reivindicando un acercamiento a la ciudad desde dichas pautas. El punto de
partida de la denuncia de este cliché era irrefutable: Tokio puede ser compleja,
múltiple, retorcida, etc., pero funciona como un reloj, es un nodo económico del
planeta donde viven millones de personas en perfecta armonía. Alguna lógica, por
tanto, debe esconderse tras su aparente amorfismo, algún "orden oculto" debe
subyacertras su aparente caos.
Numerosas son las cuestiones que separan el pensamiento japonés del occidental.
La primera alude al relativismo del primero, heredero del budismo, frente al
dualismo del segundo, heredero del cartesianismo. Tal como defiende Ashihara,
este último prima lo concreto sobre lo débil, lo racional sobre lo intuitivo, la cien-
cia sobre la religión, etc. La ciudad tradicional europea, con su radical diferenciación
entre urbe y campo, espacio público y espacio privado, demuestra cómo la per-
cepción dualista del mundo opera sobre ella. El budismo, en cambio, rechaza las
polaridades: a diferencia del dualismo cristiano del nacer-monr, se basa en un ciclo
continuo nacer-morir-renacer; a diferencia del monoteísmo cristiano es capaz de
convivir con otras religiones con las que se complementa (como ocurre con el sin-
toísmo); a diferencia del individualismo occidental apuesta por la fusión sujeto-
sociedad. A este relativismo de origen religioso se suman factores climáticos.
Frente a los poderosos claroscuros del Mediterráneo, en los que se fraguó el
pensamiento occidental, el clima japonés es brumoso y suave.
Este hecho se refleja en la forma de concebir las ciudades. Las europeas son un úni-
co cosmos, mientras que en las japonesas cada parte es un cosmos en sí mismo. La
explicación de este fenómeno vuelve a remitirnos a la historia. El espacio urbano
de Edo se fue generando por adición de partes, de barrios que eran cuidadosa y
sistemáticamente definidos, ajustados a la topografía y orientados hacia hitos natu-
rales como el Monte Fuji. Posteriormente se conectaban con las zonas adyacentes,
aplicando entonces planteamientos altamente flexibles. En Edo, por tanto, las par-
tes fueron pensadas cuidadosamente pero sin preocuparse del todo resultante.
Por último, la tercera diferencia entre las ciudades vividas occidental y japonesa
radica en el carácter permanente de la primera frente a la esencia evanescente de
la segunda. La cristiana consagración de lo eterno se tradujo en la arquitectura
occidental en una apuesta por la permanencia, por lo tectónico, por lo masivo. La
noción contemporánea de patrimonio, el magnetismo de la edad, ha convertido
los monumentos del pasado en Inviolables objetos de culto que dominan las ciu-
dades europeas. El budismo, en cambio, nunca apostó por lo permanente, conven-
cido de que la vida no es más que una sucesión de existencias temporales, una
continua transmigración donde todo es transitorio.
Sus orígenes nos remontan, una vez más, al último tercio del siglo xix, cuando la
Identidad ciudad-tecnología fue trasladada a los discursos artísticos, filosóficos y
arquitectónicos. Como comentamos en la parte dedicada a la visión culturalista, en
ese momento el término "cultura" fue enfrentado al término "civilización". La ciu-
dad civilizada era "lo otro" de la ciudad tradicional: un entorno nuevo, artificial y
productivo, creado por la naciente sociedad industrial con su poderosa tecnología.
En el siglo xx, la visión tecnológica alcanzó su máximo apogeo y sus más nítidas
conceptualizaclones. En la década de 1920, cuando el capitalismo monopolista se
había implantado en todos los ámbitos y la sociedad Industrial urbana era un
hecho, la modernidad Intuyó el comienzo de una nueva etapa que quiso postular
como ruptura histórica. La radicalidad de este quiebro con el pasado se trasladó a
la ciudad identificando forma tecnológica con forma urbana. Concretada por algu-
nos de los más destacados arquitectos de la modernidad, principalmente por Le
Corbusier y Ludwig Hilberseimer, la "ciudad máquina" pasaría a la historia como
uno de los ¡conos más reconocidos de dicha pretensión.
Tras el paréntesis de la década de I 970, inducido por la Crisis del Petróleo y la con-
siguiente propagación del movimiento ecologista, la visión tecnológica volvió a
conocer la perspectiva que se domina desde la cresta de la ola. Pero para enton-
ces muchas cosas habían cambiado. Los proyectos de Archigram no habían sabido
trasladar a la ciudad la esencia y las formas de la nueva revolución tecnológica que
estaba en marcha. De hecho, tan sólo una propuesta de esa época supo intuirla:
la Computer City (1964) del arquitecto y editor Dennis Crompton.
Esta miopía histórica ha sido ya ampliamente superada. Hoy en día, se podría hablar
de una auténtica ruptura del hilo argumental que la visión tecnológica estuvo
tejiendo desde finales del XIX, ruptura que ha sido provocada por la aparición de
las denominadas "tecnologías de la información". La actual visión tecnológica de la
ciudad está, por tanto, si no naciendo, sí comenzando a madurar. Sus primeras for-
mulaciones no tienen más de quince años. A ellas vamos a dedicar esta cuarta y
última parte del libro. En el capítulo sobre la ciberciudad nos adentraremos en los
discursos más conceptuales y futuristas; el siguiente, dedicado a la ciudad chip,
constituye un Intento de reconstruir una ciudad máquina cuyas referencias provie-
nen de las tecnologías de la Información.
L a ciberciudad
La aparición del cibemauta, por tanto, tan sólo será posible si algún día la bio-
tecnología, con ayuda de las nanotecnologías, consigue suplementar el cuerpo
humano con microaparatos electrónicos. Bien es cierto que, por el momento, lo
más cercano que la ciencia médica ha producido son las prótesis que muchas per-
sonas llevan en su cuerpo: marcapasos, aparatos para sordos, etc., pero ya existen
redes de cableado de prótesis neuronales y se espera que, en un futuro, aparezcan
implantes controlados por el cerebro. Cuando estas técnicas de Intervención en el
sistema nervioso estén desarrolladas será posible aumentar las capacidades del ser
humano. La tecnología comenzará entonces a colonizar su cuerpo.
Solventada la cuestión del cibemauta como condición sine qua non para acceder al
ciberespacio, la visión tecnológica se centró en este espacio virtual: ¿cómo se cons-
truye? ¿A qué leyes obedece? El ciberespacio tiende a ser considerado como un
universo paralelo al real pero regido por otras pautas. Algunos autores, como el
arquitecto y escritor neoyorquino John Beckmann,3 entienden que su dimensión
virtual desencadenará una ruptura con la noción cartesiana de espacio, algo simi-
lar a lo que ocurrió con la invención de la perspectiva durante el renacimiento. Si
BECKMANN,John:"Merge
ésta fijaba al observador en un punto concreto, el ciberespacio dará paso a una
invisible layers", en
especie de visión cubista donde todo se producirá a la vez, múltiplemente y desde BECKMANN, John (ed), The
diferentes ángulos. Otros, sin embargo, como el investigador Michael Benedikt, cre- Virtual Dimensión. Architecture,
Representation and Crash
en que la lógica física y metafísica del espacio real seguirá siendo válida. Ello permi-
Culture, Princeton Architectural
tiría aplicar al ciberespacio las cualidades del entorno urbano rea!, describirlo como Press, Nueva York, 1998,
una ciudad cuyos habitantes son los cibemautas. págs. 1-17.
Radiografía del cuerpo de un
cibernauta. Amplified Body Events, El ciberespacio metaforizado como ciudad, es decir la clberciudad, ha generado un
Stelarc, 1970-1994. amplio debate entre dos tendencias opuestas y coexistentes dentro de la visión
tecnológica. Por un lado los tecnófilos, que la describen como un entorno igualita-
rio y liberador donde se han superado los problemas de la ciudad industrial; por
otro los tecnófobos, que sospechan que tras la ciberciudad se ocultan infinidad de
mecanismos de control y explotación social. Dedicaremos los siguientes apartados
a desarrollar estas dos versiones. Adoptando un término acuñado porWilüam J.
MITCHELL, William J, E-topia, Mltchell,4 decano de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo del MIT denominare-
The MIT Press, Cambridge mos a la tecnófila'e-topía", porque entiende que la ciberciudad es un nuevo lugar
(Mass.), 1999; (versión
de carácter electrónico; y a la tecnófoba"dlstopía", porque defiende que supone la
castellana: E-topía, Editorial
Gustavo Gili, Barcelona, 2001). destrucción de la noción de lugar
• E-topía
En su libro City ofbits,5 Mitchell se puso manos a la obra. La ciudad de bits era un
ente construido virtualmente, no arraigado en ningún lugar geográfico y habitado
por incorpóreos cibemautas. Sus edificios no encajaban en las tipologías arquitec-
tónicas convencionales, no ejercían papeles representativos o simbólicos y no res-
pondían a estructura social alguna. La parte digital había desplazado a la física, que
había sido sustituida por programas de software que almacenaban los bits de infor-
mación necesarios para ejercer sus funciones. Los accesos y recorridos interiores
habían sido reemplazados por conexiones electrónicas, y las fachadas por gráficos
de pantalla donde se exponían y vendían productos. Si algo físico quedaba en esta
ciberciudad era la parte de atrás de esa fachada electrónica: las oficinas y los alma-
cenes donde se desarrollan ias actividades que el ciberespacio no puede acometer
Para los defensores de e-topía, estos fenómenos son positivos. Ajenos a todo tipo
de nostalgias, los tecnófilos encuentran en la desmateriallzación de la ciudad nume-
rosas ventajas: es económica, ya que es más barato construir un porta! electrónico
que un edificio; es ecológica, ya que no emite residuos; y elimina intermediarlos en
las transacciones comerciales.También la desmovilización es conveniente. En pri-
mer lugar porque, al permitir la asincronía en las actividades urbanas (en la clber-
ciudad cualquier cosa podrá ser realizada en cualquier momento y sin necesidad de
desplazamiento) desaparecerán las congestiones de las horas punta. En segundo
lugar, porque reducirá el consumo de combustible, la contaminación, las pérdidas
de tiempo, las infraestructuras de transporte, etc. Por último, el hecho de que la
casa asuma funciones laborales, comerciales, de ocio y de relación social, augura un
retorno al hogar que activará la vida comunitaria. Como dijimos al principio, por
tanto, e-topía promete un milagroso antídoto contra muchas de las patologías que
aquejan a la ciudad de los cuerpos enfermos.
• Distopía
Para entender estas ciudades son necesarios nuevos instrumentos de análisis, nue-
vos conceptos. Un autor tan ajeno a la visión tecnológica como Bernardo Secchi
ya ha apuntado en este sentido. La dispersión, la flexibilidad, la ausencia de reglas y
la falta de identidad que las tecnologías de la información están induciendo en las
ciudades contemporáneas plantean enormes dificultades a ¡os sistemas de análisis
urbano tradicionales, que se basan en la codificación de la materialidad de la ciudad
(tipologías arquitectónicas, formas de agregación, espacios públicos, etc.). Estos sis-
temas se colapsan ante los etéreos y ahistóricos espacios ¿urbanos? contemporá-
neos. Para analizarlos es necesario recurrir a nuevos esquemas mentales que, sin
incidir tanto en la regla y en lo físico, sean capaces de enfrentarse a lo móvil, lo dis-
perso y lo desarraigado.
Stephen Graham apunta como una posibilidad el hecho de examinan con inten-
ciones y actitudes realistas, los paralelismos que existen entre los espacios urbanos
y los espacios electrónicos. Rescata así una tradición típicamente moderna: asimilar
la ciudad a la máquina, en este caso a la lógica que rige los aparatos electrónicos.
La ciudad máquina de la modernidad sería así reemplazada por la ciudad chip con-
temporánea, la capa que cierra la ciudad hojaldre. Como estrategia para definirla
trasladaremos al espacio urbano tres fenómenos característicos de los espacios
electrónicos: la descentralización, la desregulación y la desidentificación. De cada
uno de ellos nos ocuparemos por separado.
En efecto, la ciudad chip es "lo otro" de la ciudad planificada.Tal como defiende Rem
MARSHALL, Alex, How Gties
Koolhaas,20 aquélla es una entidad eminentemente pragmática: su prioridad es res-
Work Suburbs, Sprawl, and the
ponder a las necesidades del presente y hacerlo con todas sus habilidades. En este Roads notTaken, University of
sentido, ha descubierto que el planeamiento es indiferente, que el hecho de que la Texas Press, Austin, 2000,
págs. 65-83,
forma urbana esté bien o mal resuelta no tiene trascendencia. Como si de un pro-
KOOLHAAS, Rem; MAU, Bruce,
ducto bursátil se tratara, la ciudad chip florece o muere de manera repentina, su S,M,L,XL, 010 Publishers,
población aumenta o disminuye en breves espacios de tiempo, obedeciendo a pro- Rotterdam, 1995, pág. 1.255.
cesos de ajuste económico donde las expectativas cambian continuamente. En
estas circunstancias, la lógica causa-efecto sobre la que se asienta la ciudad planifi-
cada no es operativa. Lo que la ha sustituido es la intuición de los promotores, que
responden con altas dosis de pragmatismo a una tropa de requisitos tardocapita-
listas y posmodernos.
Como los "no lugares", también la ciudad chip se define por la ausencia de histo-
ria. Aunque para los autores de la visión culturalista ello resulte inconcebible, una
buena parte de los ciudadanos del mundo vive actualmente sin tradiciones; y sin
inmutarse por ello. Este desarraigo ha vuelto a poner de actualidad uno de ¡os
paradigmas del urbanismo moderno: la tabula rasa. La ciudad chip se erige sobre
la nada o, en el mejor de los casos, sobre la erradicación de toda preexistencia.
Paradigma de este fenómeno es el caso de Singapur, también estudiado por Kool-
haas.22 Esta isla-ciudad-estado no tiene historia, su territorio es absolutamente
superficial y su tejido cambia día a día.Tras su descolonización en 1959 optó por
un programa de occidentalización de la cultura y la sociedad que también impli-
AUGE, Marc, Non-Heux:
caba a la forma urbana. Para llevarlo a cabo se creó el Housing Development
introduction a une anthropologle Bureau, un macroministerio encargado de construir viviendas para la inmensa
de la surmodernité, Édltlons du mayoría de la población de Singapur, que carecía de ellas. Con este objetivo fue-
Seuil, Evreux, 1992; (versión
ron arrasados bosques y poblados, desmontadas montañas y lagos, y arrebatada
castellana: Los "no lugares".
Espado del anonimato. al mar un 25 % de superficie suplementaria. Sobre esta auténtica tabula rasa don-
Una antropología de la de había sido aniquilado todo resto del pasado, surgieron new towns inspiradas en
sobremodernldad, Gedlsa,
la Carta de Atenas.Tal como la ha definido Rem Koolhaas, Singapur no es una ciu-
Barcelona, I 994 ! ).
KOOLHAAS, Rem; MAU, Bruce,
dad, sino lacoexistencia de un cierto número de edificios tan sólo relacionados
op.cit, págs. 1.008-1.090. por la solución de continuidad.
La expansión planetaria del proceso de desldentificación está induciendo un fenó-
meno paralelo: la uniformidad de las ciudades.También aquí existe una correspon-
dencia espacio urbano-espacio electrónico que remite, en este caso, al espacio de
los flujos. Una de sus principales características es la superación de la idea tradicio-
nal de "lugar": los flujos son indiferentes a las connotaciones propias de una locali-
zación geográfica concreta, se organizan en torno a unidades generadoras de infor-
mación y se conectan según parámetros que tan sólo obedecen a la lógica del
máximo beneficio. No es de extrañar; por tanto, que una de las más poderosas
transformaciones que la infiltración de las nuevas tecnologías está operando sobre
las ciudades sea la tendencia hacia la homogeneización: los mismos bloques de ofi-
cinas, los mismos bloques de apartamentos, los mismos espacios para el ocio, etc.
Las afinidades que comparten capitales tan lejanas como Phoenlx, Smgapur o
johannesburgo son tan sorprendentes que parecen haber sido construidas siguien-
do un código urbanístico-arquitectónico de ámbito global. En su libro 5, A/1, L, XL,13
1¡
Rem Koolhaas y Bruce Mau bautizaron como "ciudad genérica" a la nueva realidad ibid, págs. 1.248-1.264.
urbana que emerge de dicho código, cuya clave es el borrado de las diferencias y
la generalización de una misma urbe fruto de la estandarización de la arquitectura,
del urbanismo, de las infraestructuras, etc. Como hija predilecta de la desidentifica-
ción, la ciudad genérica unifica el mundo bajo una única regla.
Las edge cities son la última generación de suburbios norteamericanos, si bien sus
Ibid, pág. 1.248.
SUDJIC, Deyanjhe lOOMile
características formales y funcionales difieren tanto de las de los suburbios tradi-
City, Harcourt Brace & cionales que los expertos tienden a contemplarlas como un fenómeno diferente.
Company, Orlando, 1992. La deuda que mantienen con las nuevas tecnologías es grande: existen porque
pág. I I 6.
éstas han hecho posible la descentralización de las actividades económicas. En rea-
GARREAU, Joel, Edge City. Life
on the New Frontler, Doubleday, ldad, son un típico producto tardocapltalista: desde el punto de vista funcional sir-
Nueva York, 1991. ven de sede a empresas punteras y de residencia a los profesionales altamente
cualificados que trabajan en ellas.Tal como apuntábamos en el capítulo dedicado a
la ciudad global, la mayor parte de las corporaciones que abandonaron los centros
de las ciudades norteamericanas en las décadas de 1970 y 1980 no se trasladaron
a áreas rurales, sino a edge cities: Sears se reubicó en Schaumburg, una edge city de
Chicago donde también está Motorola; y AT&T abandonó Manhattan para esta-
blecerse en la conjunción de las carreteras 287 y 78, donde se desarrolla una de
as más prósperas edge cities de Nueva Jersey.
La edge city, portante, es un modelo urbano muy seductor para las élites del mer-
cado laboral, las únicas que les interesan a sus promotores. Para atraerlas, favore-
cen la instalación de corporaciones de alto nivel tecnológico (que aportan profe-
sionales cualificados), mientras que desaniman a empresas más convencionales
(que aportarían clase media tradicional) y prohiben industrias (que aportarían
obreros). Las edge citíes ofrecen a los científicos e ingenieros de sus sofisticadas
corporaciones espectaculares centros comerciales, fantásticas instalaciones depor-
tivas, selectos clubs de golf, magníficos colegios e, incluso, universidades elitistas,
todo ello en un entorno tipo campus, plagado de lagos, bosques, sendas peatona-
les y carriles para bicicletas. En definitiva, a diferencia del monofuncional y depen-
diente suburbio tradicional, la edge city es un ente urbano autónomo que cuenta
con residencias, oficinas, espacios comerciales y complejos de ocio.
Según los datos de joel Garreau, la mayor parte de las veinte edge cities del área
de Nueva York están ubicadas en Nueva Jersey, por donde pasan las autopistas
que enlazan Boston con Washington. A la salida de cada una de lastres conexio-
nes de Nueva Jersey con Manhattan hay una edge city (Fort Lee, Medowiands y la
que rodea al aeropuerto de Newark). A esta zona, enlazada con el antiguo World
Trade Center por trenes y taxis acuáticos, se la conoce como la gold coast. Otras
edge citíes que rodean Nueva York están vinculadas a universidades, como ocurre
en Princeton y Morristown.También en Washington las edge cities se distribuyen
siguiendo la circunvalación, una vía construida con fines militares a más de cien
kilómetros del centro de ¡a ciudad, y que hoy se conoce como la Washington's
Main Street. Aquí se encuentraTyson's Comer; situada a media hora del aeropuerto
de Dulles y que alberga (as sedes deTaco Bell, Bloomingdale, Holiday Inn, etc. Otras
edge cities, como Fair Lakes, han surgido al amparo de los 400.000 m2 de oficinas
y los 23.000 empleados del Pentágono.
Estas son, a grandes rasgos, las lógicas funcionales y espaciales que determinan las
edge cities, el paradigma de la ciudad chip. En ellas se consuman los tres paralelismos
que existen entre los espacios urbanos y los espacios electrónicos. En primer lugar
la descentralización: son nodos urbanos autónomos y desagregados, aunque per-
fectamente conectados a las infraestructuras viarias. En segundo lugar la desregula-
ción: son tan impermeables a las legislaciones urbanística como el espacio de los flu-
jos lo es a las normativas locales. En tercer lugar la desidentificación: son "no lugares"
donde impera lo genérico, la manipulación de los elementos naturales, la negación
de la geografía, etc. La total ausencia de referentes históricos y culturales encuentra
su epítome en edge cities como "287 y 78", denominada así por las dos carreteras
en cuyo cruce se ubica, o Metropark, nacida a partir de un aparcamiento.
A estos tres órdenes de paralelismo con la ciudad chip, las edge cities suman otros
tres que remiten a fa Ciberciudad, El primero es la codificación. Paradójicamente,
y a pesar de la desregulación, no hay fenómeno urbano más reglamentado que una
edge city. La morfología viaria, la parcelación de solares, el color de las viviendas, etc.,
han sido preestablecidos por manuales de diseño y cartas de compromiso anexas a
las escrituras de compraventa. Al igual que el código digital que rige el funcionamien-
to de la ciberciudad, las edge cities están reguladas por códigos dictados por los
promotores e impuestos a los habitantes.
Houston
Houston es uno de los entornos urbanos más privilegiados del planeta para analizar
el impacto que la difusión de las nuevas tecnologías está ejerciendo sobre las ciuda-
des.Y ello por dos razones. En primer lugar; porque se encuentra en el país donde
dichas tecnologías han alcanzado un mayor grado de implantación, testimonio de lo
cual es el altísimo nivel tecnológico del que disfrutan sus empresas, sus infraestruc-
turas y sus habitantes. En segundo lugar; porque estos últimos (con su afición al tele-
trabajo, las comunidades virtuales, los chats y las videoconferencias) parecen estar
bastante dispuestos a asumir las consecuencias socioculturales que se derivan de
permitir que dichas tecnologías determinen amplias facetas de sus vidas cotidianas.
Sobre Houston se proyectan con diáfana claridad los tres órdenes de paralelismos
que existen entre espacios urbanos y espacios electrónicos: desregulación, descen-
tralización y desidentificación, paralelismos que hemos determinado como propios
de la ciudad chip. Atendiendo a ellos nos disponemos a estudiarla.
Es evidente, portante, que en Houston no caben los discursos de contención del cre-
cimiento que priman en Europa. Aparte de las fluctuaciones del mercado del petró-
leo, nada parece cohartar su desbocado desarrollo. Ni la voluntad política, pues
sus gobernantes siempre han fomentado el crecimiento, tanto el territorial, (ejer-
citando el derecho de anexión sobre los condados limítrofes), como el pobla-
cional, (abriendo la ciudad a los recién llegados). Ni los condicionantes territo-
riales, ya que está situada en una pradera inmensa, plana y uniforme que permite
que la ciudad pueda extenderse en cualquier dirección, con el único límite del
Golfo de México. Ni la regulación urbanística, no hay plan general que frene este
crecimiento; simplemente, porque en Houston los planes generales nunca han
existido.
Pero ser la ciudad desregulada por excelencia tiene un precio. Según una encuesta
realizada por el periódico Chicago Tribune entre las mayores metrópolis norteame-
ricanas, Houston contaba con los peores transportes públicos, las peores dotacio-
nes de parques, las peores redes de agua y alcantarillado, el peor sistema de man-
tenimiento de calles, etc.También era la ciudad donde menos viviendas sociales se
construían (I 8 veces menos que la, ya de por sí exigua, media nacional) y la que
peor trataba a los peatones. Además, la desregulación impide que Houston se
beneficie de los fondos federales para renovación urbana, que controle su deliran-
te crecimiento urbano, que proteja su patrimonio arquitectónico y natural, etc. Por
si ello fuera poco, promueve una estructura funcional complejísima, una endémica
escasez de espacios públicos y unos niveles de polución escandalosos.
Sus dos principales distritos financieros, el centro de la ciudad y PostOak, así como sus
cuatro edge aties son fruto del "planeamiento en la sombra". La elevada coherencia
formal de estos enclaves se debe a las prescripciones urbanísticas que las corpo-
raciones privadas que los promovieron introdujeron en las escrituras de compra-
GREANIAS, Georges,"Shadow venta de solares.También los suburbios de West University y los antiguos pueblos
planning. It's the way Houston del Memorial Drive, cuentan con regulaciones y zonings propios. En todos estos
works, for good-and for bad",
lugares se respira la rancia ostentación que caracteriza a la alta burguesía deTexas,
en Cite. The Architecture and
Design Review of Houston, 42, un aroma especialmente perceptible en el elegante distrito de River Oaks, donde
la River Oaks Corporation impuso unas ordenanzas que establecían la obli-
gación de construir residencias unifamiliares, aisladas y sólo para blancos, orde-
nanzas que estuvieron en vigor desde 1926 hasta 1955. En definitiva, segregación,
fragmentación y privatización, un precio que Houston parece estar dispuesta a
pagar en aras de su adoración al dios mercado.
La estructura urbana que generaron estas autopistas no es, en ningún caso, esta-
ble: todas ellas están en permanente proceso de ampliación y, cada lustro, alguna
nueva viene a sumarse a la red. La realidad es que Houston gasta el 60 % de su
presupuesto en construir Infraestructuras de transporte, especialmente autopis-
tas. Ello pone en evidencia cuál es su prioridad (el movimiento) y cuáles los valo-
res y vivencias de sus ciudadanos (el 87 % de los cuales utiliza el automóvil a
diario).
Pero si las autopistas son el sine qua non de la descentralización, las edge cities son
las que la han materializado. En una ciudad como Houston, abandonada a los pre-
ceptos de las nuevas tecnologías, su proliferación ha sido espectacular Converti-
das en el paraíso de los PLus ("People Like us", es decir los blancos de clases media
y alta), su éxito lo demuestra un dato: más del 60 % de las nuevas viviendas cons-
truidas en la ciudad a finales de la década de 1980 estaba situada en el interior de
alguna de ellas. El mensaje de la dispersión fue, así, diseminado por doquier Auto-
pistas y edge cities comparten la misma lógica: la del automóvil. En Houston, su eje
"articulador" es el Grand Parkway, ya que las cuatro principales se sitúan en la con-
fluencia de alguna autopista radial con este último cinturón urbano. La distancia
media al centro de la ciudad es descomunal: unos 40 km. Para Richard Ingersoll,25
profesor de Historia de la Arquitectura en Rice Universlty este hecho no es casual:
la oscura y diabólica razón última de las edge cities de Houston es la demanda de
gasolina, como lo demuestra el hecho de que todas ellas fueran promovidas por
multinacionales del petróleo (The Woodlands por Mltchell Energy; First Colony
por Shell; y Kingwood y Clear Lake por Exxon).
INGERSOLL, Richard, Utopia Las edge cities nos remiten a la tercera característica de la ciudad chip: la desiden-
Umited: Houston's ring around the
tificación.También en Houston estas ciudades genéricas ofrecen lo que todas: segu-
beltway, en Cite. The Architecture
and Design Revtew of Houston, ridad, limpieza, buenos servicios, precios competitivos, zonas recreativas privadas,
31, 1994. etc.Y lo hacen activando los mismos resortes formales: calidad ambiental, un urba-
nlsmo paisajístico y una arquitectura de corte neohistoricista altamente comercial.
Pero incluso en el mar de lo genérico son perceptibíes variaciones sobre el mismo
tema.
The Woodlands, situada 48 km al norte del centro urbano, es la estrella de las edge
cities de Houston. Es la mayor en superficie (10.000 ha que contrastan con las 800
del downtown) y en número de habitantes (I 50.000, casi la mitad procedentes de
fuera deTexas y el 33 % empleado en sus propios edificios corporativos y centros
de investigación). Pero no es la escala lo que la hace destacable,The Woodlands
brilla con luz propia por su vocación social y ecologista, dos parámetros que la con-
vierten en un rara avis dentro del universo abrumadoramente asocial y depreda-
dor de las edge cities norteamericanas. Como contrapartida a los fondos que la
administración federal otorgó para su construcción, los promotores aceptaron
que, al menos el 15 % de las viviendas, fueran destinadas a familias con bajos ingre-
sos. Esto se materializó en un conjunto de bloques de apartamentos intercalados
entre las casas unifamiiiares de rentas media y alta. La pesadilla del movimiento slow
growth (crecimiento lento), lo nunca visto en una edge city.
El resto de edge cities de Houston responde de manera más ortodoxa a los pre-
ceptos de la ciudad genérica. Un buen ejemplo de ello es First Colony. Ubicada en
el suroeste del Grand Parkway cuenta con 4.000 ha de superficie donde habitan
50.000 personas. En esta edge city, que sigue devorando, los antaño fértiles terre-
nos agrícolas del Sugarland, la naturaleza juega un papel bien diferente al de The
Woodlands. Situada en un territorio plano y desarbolado, los arbustos recién plan-
tados fueron codificados según eí poder adquisitivo de los distintos villages: los
robles para los de poder adquisitivo alto, los pinos para los de renta media. Es la
lógica de la ciudad chip, es la lógica de Houston.
• Houston ciberciudad
En Houston florece uno de los fenómenos que tanto los defensores de e-topía
como los enemigos de distopía coinciden en apuntar como una de las principales
características de la ciberciudad: la desmatenalización, Al igual que ocurría con la
descentralización, también en esta cuestión tecnología y movimiento van de
la mano. La construcción del Loop 610 hizo accesibles zonas periféricas hasta
entonces mal comunicadas. Con una inmediatez tan sólo comprensible en el reino
de la desregulacíón, sus Intersecciones con las autopistas 59, 290, 1-45 e LIO se
transformaron en importantes nodulos urbanos plagados de comercios y oficinas.
Se planteó así el jaque mate al centro de la ciudad. La construcción de los otros
dos clnturones, el Beltway 8 y el Grand Parkway, no hicieron más que ejecutarlo.
Resultado de ¡a jugada es un modelo urbano tremendamente peculiar: ¡a "ciudad
donut". Surge cuando la actividad se concentra en la última autopista de circunva-
lación (donde se ubica la más avanzada generación de urbanizaciones residenciales
y parques de oficinas), mientras desaparece, por desmaterialización, todo lo que
queda dentro (afectado por un inmediato y acelerado proceso de obsolescencia).
Contemplada desde Europa, la ciudad donut es un fenómeno contra natura. Si en
las capitales del viejo continente la cercanía al centro es un importante valor aña-
dido, en Houston ocurre todo lo contrario: las zonas urbanas más cualificadas se
encuentran en la última periferia.
Las víctimas de! "efecto donut" son numerosas. La primera de ellas el centro de la
ciudad, abandonado en la década de 1960 por un éxodo de comercios, grandes
almacenes y oficinas que pusieron rumbo hacia Post Oak y Sharpstown, dos nue-
vos desarrollos surgidos al amparo del Loop 610. Pocos años después le seguirían
los suburbios de la década de 1960, de los que desertó la clase media blanca para
encaminarse hacia las nuevas urbanizaciones promovidas junto a la siguiente cir-
cunvalación, el Beltway 8. Las viviendas desechadas por los blancos en zonas como
Bellair o Sharpstown fueron ocupadas por emigrantes de origen hispano y asiático,
lo que no evitó que fueran objeto de un severo proceso de degradación. Actual-
mente, la historia se repite, espoleada en este caso por la construcción del Grand
Parkway, el nuevo eje de la masa de un donut cuya materia prima más reciente son
las edge cities.
Dentro ha quedado un enorme agujero. Son las zonas centrales, que sirvieron de
alimento a un monstruo devorador A finales de la década de 1980, el 38 % del cen-
tro de Houston se había desmaterializado: sus edificios habían sido arrasados y los
solares resultantes transformados en aparcamientos. En las zonas colindantes la
situación era similar: en 1970 se demolieron 32 manzanas de Mam St. para construir
el Houston CenterTambíén amplias zonas de Montrose, Westheimer y Riverside
fueron víctimas de la piqueta, en este caso para no ser sustituidas por nada. Pero el
caso más llamativo fue el de Founders Park, un proyecto puesto en marcha en la
década de I 990 por un grupo de promotores que pretendía "regenerar" 2.400 ha
de zona urbana situadas al oeste del downtown. Dentro estaba uno de los pocos dis-
tritos de Houston que podía presumir de "histórico": Freedmen's Town, el primer
barrio negro de Estados Unidos, lugar de asentamiento de los esclavos sureños tras
la Guerra Civil. El proyecto Founders Park proponía demoler la zona, desplazar a las
5.000 personas que vivían en ella y reemplazar los viejos edificios de madera por
anodinas viviendas para ejecutivos. Bastaron I 5 semanas para llevarlo a cabo.
Houston: vista aérea.
Página anterior:
Houston: el centro de
la "ciudad donut".
Vista desde el aire, la lógica de la desmateriallzación se proyecta sobre Houston
como si de una hecatombe se tratara: vacíos interminables, solares abandonados,
barrios mutilados, degradación, discontinuidad. Estas imágenes bien podrían valer
para ilustrar los cantos apocalípticos que anunciaban el fin de la ciudad tradicio-
nal tras su batalla contra las nuevas tecnologías. En cualquier caso, lo que
demuestran es la tremenda singularidad que caracteriza a Houston, una realidad
urbana intelectualmente huidiza, prácticamente Inabordable desde los sistemas
de análisis estructuralistas, que fracasan ante la escasez de materialidad arquitec-
tónica.Y es que, la concordancia ciudad-arquitectura, defendida por los autores
de la ciudad de la disciplina, no funciona aquí. Houston no es su arquitectura: su
miríada de casas unifamillares, sus bloques de oficinas, sus centros comerciales no
generan forma urbana, tan sólo son introvertidas mónadas funcionales sin refe-
rencias urbanas, que "danzan" en un espacio inconmensurable. ¿Cómo analizar
Houston, entonces? Nosotros vamos a intentarlo aplicando a su evolución urba-
na la secuencia propia de los procesos de digitalízación: descomposición de la
ciudad real en fragmentos, procesamiento a través del código y recomposición
como realidad virtual.
Lo que rodea estos grumos es siempre lo mismo: vacíos urbanos, paisajes inter-
medios, campos de indeterminación entre enclaves perfectamente definidos. Pue-
de tratarse tanto de entornos no construidos como de barrios pobres, degrada-
dos, abandonados, lugares sin futuro, en cualquier caso. Como acabamos de decir,
vista desde el cielo Houston parece una idílica conjunción de naturaleza y materia
edificada donde la primera es abrumadoramente dominante sobre la segunda. Una
vez en tierra, la impresión sigue siendo extraña, pero deja de ser idílica. Ada Louise
Huxtable, comentarista de The Wall Street Journal, la comparaba con un estar siem-
pre en camino, siempre llegando, aunque "uno nunca consigue llegar".Ji Si tomamos
como referencia la ciudad tradicional, que se definía como oposición al espacio
abierto de la naturaleza circundante, el abrumador vacío espacial que inunda
Houston es un fenómeno urbano absolutamente novedoso, el anuncio, como
defiende Pope, de que las ciudades contemporáneas están dejando de ser objetos
construidos para convertirse en inmensos espacios sobre los que aquéllas resultan
anecdóticas.
Todo ello está afectando a las formas de percepción urbana de sus habitantes, for-
mas que remiten cada vez más a lo virtual. Lars Larup ha definido Houston como
"un plano moteado para navegar",33 una superficie de dimensiones oceánicas sobre
la que la gente se desplaza en automóvil saltanto de enclave en enclave. Esa sensa-
ción de flotar en un espacio siempre en evolución, visitando fragmentos separados
por vacíos, acerca la percepción que el ciudadano tiene de Houston a la que el
cibernauta tiene de la ciberciudad. HUXTABLE, Ada Louise, Kicked
a Buildtng Lately?,
Quadrangle/The New York
Pero la desmaterialización y el proceso de digitalización que parece haber experi-
Times Book Co, Nueva York,
mentado no son las únicas particularidades de Houston que apuntan hacia la 1976.
ciberciudad. Existen otras, como la condición de distopía. Los recién llegados, que LARUP; Lars, op. cit, pág. 50.
permanentemente fluyen hacia la ciudad atraídos por su esplendor económico, no
encuentran al llegar ningún discurso identitario que asimilar; ninguna conciencia
colectiva a la que adherirse.Y es que a Houston no le interesan ni la historia, ni la
memoria. Stephen Fox, profesor en la Escuela de Arquitectura de Rice University,
lo interpreta así: "Houston se olvida a sí misma: la amnesia es un atributo esencial
de la cultura local".34
Al igual que enTokio, pero por razones muy distintas, también en Houston preva-
lece la superficialidad que emana de lo nuevo. Difícilmente su centro urbano, una
entidad amorfa sin atributos ni jerarquías espaciales, sería asimilable al concepto de
"casco histórico". Las edge cities intentan suplir este vacío representativo aportan-
do diseños arquitectónicos cargados de "historia": curvas palladianas, detalles geor-
gianos, cornisas dóricas, etc. El resultado, sin embargo, es igualmente dlstópico. Las
viviendas unifamillares no son más que builder houses vendidas por catálogo; los
villages, repetitivas parcelaciones urbanísticas de varias decenas de casas agrupadas
en torno a una calle sin salida; las Iglesias, escuelas y estaciones de bomberos,
remedos de montajes de Lego. Los exageradamente evocadores nombres de las
calles (Meadow Mist, Lyric Arbor, Summer Cloud, Hidden Lake, etc.) no consiguen
disipar el anonimato y la falta de orientación que se respira por doquier; y la hier-
ba recién cortada, los árboles perfectamente podados y los estanques absoluta-
mente cristalinos no hacen más que acentuar la condición de puro artificio. Como
afirma Richard Ingersoll,31 las edge cities de Houston son "no lugares" que, en el
intento de sustituir al centro urbano, han invertido la semántica y los valores del
espacio urbano tradicional. La falta de vida y espontaneidad que se respira en sus
calles es la cruel constatación de cómo ningún significado logra adherirse a su
ampuloso vocabulario.
Otra de las características de Houston que remite a la ciberciudad son sus hiperes-
pacios semivirtuales. La ciudad padece un endiablado clima que combina altas tem-
peraturas e insoportables niveles de humedad. Si a ello añadimos un entorno natu-
ral monótono y desagradable, y a ambos una ciudad dura y anónima, alcanzaremos
a entender que los houstonianos hayan decidido inventar una ciudad alternativa, una
"ciudad análoga" que les evite entrar en contacto con la ciudad verdadera. Surge así
el Houston virtual, donde el espacio público real ha sido suplantado por espacios no * FOX, stephen, Houston
tan públicos-no tan reales, pero más atractivos, acogedores y climatizados. Architeaural Guide, The
American Institute of
. , Architects/Houston Chapter
Uno de ellos es el centro comercial, que ha sustituido a la plaza tradicional como Houston 1990 pá? xix
lugar de encuentro y paseo. La mítica Gallería de Post Oak, con su pista de patina- INGERSOLL, Richard,op. cit.
Houston: "buiíder houses" de una
edge city.
224
4
Izquierda:
je, es el gran referente, la "plaza mayor de Houston", Con sus 390,000 m2 de superfi- Houston: red de túneles del
cie, sus más de I 1.000 plazas de aparcamiento, sus hoteles, sus helipuertos y sus downtown.
bloques de oficinas, puede presumir de ser un centro urbano tan grande como el
Derecha:
de Amsterdam. Es aquí, y no en el centro de la ciudad, donde están los mejores res-
Houston: pista de patinaje en el
taurantes, los mejores centros de ocio y las mejores tiendas. Joel Garreau la ha cali- centro comercial Gallería.
ficado como la "ciudad de las 24 horas": "Patinadores con ojos adormilados llegan
a las cinco y media de la mañana para tomar su lección antes del trabajo. A medio-
día, mientras los jóvenes giran y se deslizan sobre el hielo embutidos en estrechas
mallas, la gente se para a mirar desde las tres plantas [...]. Por la noche, desde el bar
de la cubierta donde toca una banda de jazz-rock que atrae a una trajeada multi-
tud de la cual el 70 % es negra, se puede observar un gigantesco reflector que gira
en la cubierta de la torreTransco [...]. ¿Cuántas áreas urbanas hay en el mundo que
puedan presumir de todo esto?"36 GARREAU. bel. of) rít nao 1 I S
El segundo espacio público de carácter virtual en Houston ciberciudad es la red de
túneles, que ha venido a relevar a las calles. Se trata de 10 km de galerías subterrá-
neas que atraviesan el subsuelo del centro urbano conectando más de 2.700.000 m
de sótanos bajo los rascacielos. Ni que decir tiene que los profesionales que tra-
bajan en ellos prefieren desplazarse por los túneles climatizados de la "ciudad aná-
loga" a salir a la sofocante atmósfera de la ciudad real. No es de extrañan por tan-
to, que su impacto sobre la red viaria superficial haya sido demoledor En plena
hora punta, el centro de Houston está tan desolado como durante la madrugada:
nadie camina por sus aceras, nadie cruza por sus calles. La animación, en cambio,
bulle en los espacios públicos alternativos de los túneies, donde se concentran ios
restaurantes, las cafeterías, los comercios, etc. De esta manera, las funciones que
activan la vida urbana de la ciudad tradicional se reproducen a cota -5 m en la
ciberciudad.
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ÍNDICE DE NOMBRES:
Amsterdam, 10, I 1, 40, 45, Fíladelfia, 69, 156, 207 104-1 I I, 113, I 14, 116- 56, 157, 158, 175, 180,
224 First Colony, 211,213 18, 135, 136, 155, 194, 209
Anaheim, 80, I 13 Florencia, 26 218 Rotterdam, 14
Atlanta, 60, 69, 76, 85 Fort Lee, 201
FortWorth, 136 Macao, 65 San Diego, 60
Bagdad, 138 Francfort del Meno, 60 Madrid, 60, 137 San Francisco, 60,70,76, 82,
Baltimore, 69,70, I 34, 207 Francfort del Oder 44 Manchester, 18,82 101, 102, 145, 194
Bandung, 95 Medowlands, 201 San José, 194
Bangkok, 60 Galveston, 210 Metropark, 204 San Luis, 1 88
Barcelona, 60, 85,9 I Glasgow, 84 Miamí, 33, 60 Santa Mónica, 100, 104, 105,
Berlín, 3, 39, 40-50, 53, 54, Guangzhou, 65 Milán, 14, 18,20-23,44,60 108, I 17
60,71,75,83,99, 139 Mmneápolis, 73 Sao Paulo, 95
Bilbao, 83 Hannover, 86 Montreal, 73 Schaumburg, 200
Bolonia, 10, I I , 13, 15, 16, Harvard, 37, 65 Moreno Valley, 105 Seaside, 34-36
8,39 Hong Kong, 60, 65, 80, 85, Morristown, 201 Seattle, 36
Bombay, 95 88 Munich, 60 Seúl, 60, 95
Boston, 28, 136,201 Houston, 3, 17, 60, 76, 83, Sevilla, 86, 138
Brandemburgo, 42,44,49,50 126, 135, 207-214, 217- Newark, 20 Shanghai, 60, 95
Bruselas, 60 220, 222, 224, 225 Nueva Orleáns, 82, 84 Shenzhen, 65'
Buenos Aires, 27, 95 Huntington Park, 105 Nueva York, I 6, 29, 32, 43, Sidney, 60, I 63
60,62,63,68,70,71,76, Silicon Valley, 105, 194
Calgary, 73 Irvme, I 14, I 15,205 82-84, 87, 95, 99, 101, Singapur, 60, 197, 198
Celebratlon, 36, 37 122, 129, 133, 149, 155,
Chicago, 56, 60, 63, 68, 101, Johannesburgo, 198 188, 191, 194,201 TheWoodlands,2l 1-213
I 38, 200, 207, 208 Tokio, 3, I 6, 43, 60, 62, 80,
Cincmnati, 69 Kingwood, 21 I Orlando, 36, 80 95,102,149-160,163,165,
Ciudad de México, 95 Kioto, I 83 Ottawa, 73 166, I 68, 169,209,222
Cleveland, 188 Toronto, 81
Columbus, I 39 La Habana, I 38 París, I 8, 46, 60, 68, 71, 80,
Cuntiba, 95-97 Lagos, 95, 117, 197, 201, 82,83, 139, 143, 183, 197 Venecia, 10, I I, I 8, 34, 82
204, 21 3 Park City 58, 59 Vena, 46, 60, 83, 140, 143
Dallas, 60, 83, 136 Las Vegas, 60,82, 86, 87,90, Pekín, 60, 95
Delft, 92 135 Phoenix, 60, 73, 136, 196, Washington, 70, 200, 201
Detroit, 60, I 88, 207 Leisure World, 73 198,205 West Hollywood, 104
Dongguan, 65 Lisboa, 86 Pittsburgh, 69 Wolfsburg, 59
Dublín, I 38 Londres, 15, 16, 18,43,60, Potsdam, 44, 46, 48, 49-5 I,
62, 63, 71, 82, 83, 149, 53,54,75 Yakarta, 95
Edmonton, 84 155 Princeton, 26, 33,201 Yokohama, 155
Long Beach, 101, 108
Fair Lakes, 202 Los Ángeles, 3, 17, 60, 61, Río de Janeiro, 90 Zhuhai, 65, 85
Fez, 138 76, 80, 83, 95, 99-102, Roma, I 1, 46, 87, 90, 138, Zúrich, 60