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Ciudad hojaldre

Visiones urbanas del siglo xxi

Carlos García Vázquez

GG
A mi madre, a mi tía
índice

Introducción I

1. La visión culturalista de la ciudad 5


La ciudad de la disciplina 7
La ciudad planificada 14
La ciudad poshistórica 23
Apéndice I: Berlín 39

2. La visión sociológica de la ciudad 55


La ciudad global 57
La ciudad dual 68
La ciudad del espectáculo 78
La ciudad sostenible 90
Apéndice II: Los Angeles 99

3. La visión organicista de la ciudad I 19


La ciudad como naturaleza 121
La ciudad de los cuerpos 130
La ciudad vivida 136
Apéndice ULTokio 149

4. La visión t e c n o l ó g i c a de la ciudad 171


La ciberciudad 173
La ciudad chip 189
Apéndice IV: Houston 207

Bibliografía 226

índice d e n o m b r e s 229

índice de ciudades 231

C r é d i t o s fotográficos 232
Introducción

En 1965, Francoise Choay, actualmente profesora emérita de la Université Paris VIII


y, en su momento, pionera en el estudio de la historia del pensamiento urbanístico,
escribió El urbanismo. Utopías y realidades,' un libro que determinó el devenir de
dicha materia durante las décadas posteriores. Esta arquitecta belga indicó dos
períodos en la historia del urbanismo: el "preurbanismo" (siglo xix) y el "urbanis-
m o " (siglo XX); a la vez que estableció dos modelos que hacían la función de cate-
gorías historiográficas: el "progresista" y el "culturalista". Supuestamente, ambos
modelos nacieron en el siglo XIX como respuesta a los requisitos de la incipiente
ciudad industrial y siguieron incidiendo en el urbanismo durante más de cien años.
Con esta clasificación, Choay consiguió agrupar a la miríada de pensadores que,
desde las más diversas atalayas intelectuales, se habían ocupado de la cuestión de
la ciudad en el espacio de tiempo comprendido entre la segunda mitad del siglo
xix y la década de 1960, es decir desde Robert Owen, Charles Fourier y John
Ruskin, hasta Lewis Mumford, Jane Jacobs y Kevin Lynch.

El texto arrancaba con una sentencia: "La sociedad industrial es urbana. La ciudad
es su horizonte". 2

El de la sociedad posindustrial también... La intención del presente libro es retomar


la tarea iniciada por Francoise Choay en su deseo de explicar los discursos teóri-
cos que subyacían detrás de la práctica urbanística y la arquitectura de las ciudades.
Lo que se pretende, en este caso, es extender su análisis a las tres últimas décadas,
es decir; estudiar las teorías urbanas más recientes, encuadrarlas en marcos con-
ceptuales más amplios, y recomponerlas en un mapa intelectual que resulte com-
prensible.

En este sentido, este trabajo comienza donde Choay lo dejó. Jane Jacobs, Kevin
Lynch y otros teóricos de la ciudad de la década de 1960 servirán de preámbulo
al período histórico que nos interesa: el que comienza a mediados de la década
CHOAY, Francoise, L'urbanisme.
de 1970 con la denominada Crisis del Petróleo y culmina en la actualidad, es decir,
Utopies et realités, Éditions du el que comprende la irrupción y posterior evolución de lo que se ha dado en
Seuil, París, 1965; (versión llamar "tardocapitalismo" y del modelo sociocultural a él asociado: la "posmo-
castellana: £/ urbanismo- Utopias
dernidad". El objetivo, portante, es analizar cómo afronta la cultura urbanística el
y realidades, Lumen, Barcelona,
1983"')- nuevo siglo, cuáles son sus instrumentos y sus carencias, sus certezas y sus preo-
Ibid., pág. 9. cupaciones.
Pero no sólo consiste en una prolongación temporal del discurso de Choay. En
paralelo a esta tarea, y en aras de una mayor coherencia intelectual, ha sido nece-
sario asumir otra: adaptarlo a las pautas de pensamiento contemporáneas. Los
modelos y categorías que planteó Choay podrían identificarse actualmente como
"metarrelatos", término que utilizó el filósofo francés Jean-Francois Lyotard3 para
denunciar las construcciones históricas lineales y coherentes que la modernidad
elaboró para conseguir legitimarse social, política y culturalmente. Por ello, en nues-
tro caso hemos sustituido el concepto de "modelo" por el de "visión". Las "visiones
urbanas" nos remiten a formas de mirar, es decir; no tanto a "cómo es" la ciudad,
sino a "qué" nos interesa de ella, cómo la filtramos, cómo la proyectamos y cómo
nos proyectamos sobre la misma.

Esta multiplicidad de miradas no se traduce en un único metarrelato, sino en multi-


tud de pequeños relatos separados y unidos por sensibilidades diversas. Así, los rela-
tos han sido agrupados en cuatro visiones, en función de las diversas sensibilidades.
Cada visión está guiada por una disciplina que define sus preferencias: la historia
marca el tono de la visión culturalista de la ciudad; la sociología y la economía el de
la visión sociológica; la ciencia y la filosofía el de la visión organicista; y la técnica el
de la visión tecnológica. Su entrecruzamiento con la arquitectura y el urbanismo nos
informa del impacto que las múltiples realidades contemporáneas —cultura, políti-
ca, sociedad, economía, filosofía, etc.— están ejerciendo sobre el espacio urbano.

Sin embargo, aquí no acaba la apuesta por los pequeños relatos como forma de
aproximación a la ciudad. Si las cuatro visiones urbanas descritas nos remiten a las
distintas sensibilidades que reglan su estudio, dentro de cada una de ellas se des-
pliegan diferentes intereses que nos conducen a ideologías y afectos aún más espe-
cíficos. Éstos también han sido agrupados —en este caso en los capítulos que com-
ponen cada una de las cuatro partes del libro— y aluden, ahora sí, a "modelos" de
ciudad...; pero a modelos que no son universales ni generalizares, sino pequeños
relatos limitados en el espacio y en el tiempo, circunscritos a territorios determi-
nados por intereses concretos. El resultado de esta confluencia de sensibilidades e
intereses son las doce "ciudades" que componen el texto: la ciudad de la disciplina,
LYOTARD, Jean-Francois, Lo
la ciudad planificada, la ciudad poshistórica, la ciudad global, la ciudad dual, la ciudad
Condition postmoderne. Rapport
del espectáculo, la ciudad sostenible, la ciudad como naturaleza, la ciudad de los sur le savoir, Editions de Minuit,
cuerpos, la ciudad vivida, la ciberciudad y la ciudad chip. París, 1979; (versión castellana:
La condición posmodema.
Informe sobre el saber. Ediciones
Finalmente, para concretar físicamente este bagaje teórico, cada una de las cuatro Cátedra, Madrid, 1994,
partes del libro se complementa con un apéndice dedicado a una ciudad específica. págs.9-12).
El apéndice I, asociado a la visión culturalista, se ocupa de Berlín; el II, vinculado a la
sociológica, de Los Ángeles; el III, ligado a la organicista, de Tokio; y el IV, comple-
mento de la tecnológica, de Houston.

Doce ciudades, doce realidades urbanas que confluyen, como si de una sucesión de
capas se tratara, en una misma: en la ciudad del siglo xxi..., en la ciudad hojaldre.
I. La visión culturalista de la ciudad
El sentido original del término "culturalismo" aplicado a la ciudad fue propagado
por Francoise Choay,1 un sentido que, aunque con matices, permanece en nues-
t r o texto. Según Choay los orígenes de la visión culturalista se remontan a la
segunda mitad del siglo xix, cuando se conformó un hilo intelectual que enlazaba
a AugustW. N. Pugin con John Ruskin y William Morris, y a éstos con Camillo Sitte
y Raymond Unwin, ya en el siglo xx.Todos estos autores coincidieron en una mis-
ma interpretación: la ciudad era, ante todo, un hecho cultural.

A finales del siglo xix, apostar por la cultura suponía posicionarse contra otro con-
cepto ligado a la emergente sociedad industrial de aquellos años: "civilización".
A partir de 1860, los defensores de una y otra manera de entender el mundo se
enzarzaron en una agria polémica que duraría casi cien años. Lo que caracterizaba
a los "culturalistas", y les diferenciaba de los "progresistas", era su predilección por
los valores espirituales de la persona, frente a sus necesidades materiales; por un
ciudadano entendido como componente de un grupo humano con identidad y
tradiciones, frente a un ciudadano entendido como un ser cuantificable según sus
requisitos fisiológicos; por el sentido estético y artístico de la ciudad frente a su
lógica funcional.

Como ponen de manifiesto los autores que determinaron su propio origen, tras la
visión culturalista de la ciudad siempre hubo una palpitante vena nostálgica subya-
cente, En su encarnizada cruzada contra los sectores más positivistas de la socie-
dad, demostraron un cierto desprecio, cuando no un abierto rechazo, hacia los
nacientes valores de la civilización industrial. Desde el principio, la visión culturalis-
ta adquirió cpmpromisos con el pasado, del que rescataba ciertas cualidades que
entendía esenciales: la comunidad, la artesanía, la agricultura, la religión, etc. Al ser
traducido a coordenadas urbanas, todo ello desembocó en la mitificación de la ciu-
dad tradicional, que fue identificada como una unidad orgánica, expresión espacial
de una comunidad formada por individuos que compartían los mismos valores,
costumbres e identidades. Es decir la ciudad tradicional era, ante todo, cultura.

Esta poderosa vocación nostálgica determinó el devenir histórico de la visión cul-


turalista: sus momentos de depresión fueron asociados a períodos marcados por
la efervescencia tecnológica y economicista; sus momentos álgidos coincidieron CHOAY, Francoise, L'urbanisme.
con las crisis de los modelos progresistas. El más reciente de estos últimos se pro- Utopies et realités. Editions du
Seuil, París, 1965; (versión
dujo en la década de 1970 cuando, espoleada por la Crisis del Petróleo de 1973, la
castellana: El urbanismo. Utopías
visión culturalista resurgió del ostracismo al que se había visto abocada durante y realidades. Lumen, Barcelona,
la optimista década de 1960. No es de extrañar que el privilegiado campo de expan-
sión de este renacimiento fuera la ciudad europea, el entorno urbano contempo-
ráneo donde la presencia del pasado es más evidente, pero también el entorno
social, donde la crisis económica de la década de 1970 generó más incertidumbres.

La actual visión culturalista ha heredado de sus ancestros la reivindicación de la tra-


dición y la identidad locales. Sus demonios ya no son ni la civilización ni la sociedad
industriales, sino la globalización y la cultura de masas. La defensa de la ciudad tra-
dicional (un concepto que, paradójicamente, hoy también incluye a la ciudad del
siglo xix, tan denostada por sus predecesores) sigue siendo el principal estandarte
de los culturalistas, A partir de esta base han ido enriqueciendo su discurso hasta
conformar un corpus teórico actualizado y novedoso cuyos términos han variado
según épocas y entornos geográficos. En el sur de- Europa se ha centrado en la
defensa de la disciplina arquitectónica; en los países anglosajones han interesado
más acercamientos de tipo historicista. Otra serie de cuestiones, como las del plan
urbanístico, y alguna que otra preocupación, como la de la manipulación de la his-
toria, se sumaron, ya en la década de 1980, a los debates de la visión culturalista.
De todo ello nos ocuparemos en los tres capítulos que componen esta primera
parte del libro, dedicados a la ciudad de la disciplina, la ciudad planificada y la ciu-
dad poshistórica.

La ciudad de la disciplina

• La refundación "científica" del urbanismo: Aldo Rossi y la Tendenza

En la década de 1960, Europa redescubrió los valores de la ciudad tradicional. A


comienzos de dicha década, un grupo de arquitectos milaneses, autodenominado
t la Tendenza y tácitamente dirigido por Aldo Rossi, comenzó a cimentar las bases
sobre las que se tendría que erigir el pensamiento urbano más influyente del últi-
mo tercio del siglo xx en Europa.' Plenamente encuadrable dentro de la visión cul-
turalista de la ciudad, nació como parte de un proyecto cultural mucho más amplio:
el revisionismo marxista del político italiano Antonio Gramsci y su intento de cons-
trucción una nueva cultura de izquierdas. La Tendenza aspiraba a incorporar la
arquitectura y el urbanismo en este proyecto, para lo que se plantearon la necesi-
dad de redefinir ambas disciplinas.
SAINZ GUTIÉRREZ,Victoriano,
La cu/tura urbana de la
D e
posmodernidadAJdo Rossi y su hecho, por aquellos años, se abatían sobre ambas disciplinas grandes incerti-
contexto. AifanSevilla, 1999. dumbres. La crisis del movimiento moderno las había dejado huérfanas del sopor-
te de legitimidad social, política y cultural que el gran metarrelato moderno, para-
fraseando aJean-Fran^ois Lyotard,3 les había garantizado durante décadas. La irrup-
ción del pensamiento posmoderno las desvinculó de otros campos del saber con
los que tradicionalmente estuvieron conectadas, como la sociología, la filosofía, el
arte, la economía, etc. Por tanto, la única manera de integrarlas en los objetivos de
la izquierda política era refundarlas como disciplinas autónomas. Nacía así el pro-
yecto de repensar la ciudad desde términos estrictamente disciplinares, es decir
nacía la ciudad de la disciplina, la primera capa de la ciudad hojaldre.

Ello suponía una tarea ingente: elaborar una teoría coherente y articulada que se
basara sobre principios exclusivamente disciplinares. La opción que planteó Aldo
Rossi fue definir una ciencia urbana construida sobre parámetros únicamente
arquitectónicos, es decir un urbanismo donde la ciudad fuera considerada desde el
estricto punto de vista de la construcción, de su esencia racional. La identidad ciu-
dad-arquitectura quedaba así consagrada como clave de la ciudad de la disciplina.
La única área de conocimiento ajena al urbanismo que parecía, no sólo no contra-
decir sino ser esencial para reafirmar su autonomía, era la historia, ya que, al ser la
ciudad un conjunto de edificios construidos en el tiempo, era un ente indeslindable
de su evolución. La ciudad tradicional quedaba, así, deificada, no tanto por sus valo-
res sociológicos, sino por ser la fuente de la que manaban los modelos formales y
espaciales.

LaTendenza aspiraba a articular una teoría rigurosamente racional que otorgase un


estatuto científico al urbanismo, al que calificaron como "ciencia urbana". De esta
manera, el valor de la razón pura era relanzado en un momento en que su vigen-
cia comenzaba a cuestionarse desde numerosos ámbitos del saber En su libro La
construcción lógica de la arquitectura,'1 Giorgio Grassi propuso recuperar técnicas de
sistematización e investigación racionalistas que habían sido aplicadas a la arquitec- LYOTARD, Jean-Francois, La
tura a lo largo de la historia. Buscaba en ellas generalidades, elementos constantes, Condition postmoderne. Ropporl
sur le savoir, Editions de Minuit
normas, etc. Contemplado desde las actuales incertidumbres intelectuales, el "ansia París, 1979; (versión castellana:
de certeza" al que apelaba Grassi puede causar perplejidad. Las llamadas a la obser- La condición posmoderna.
vación, la comparación, la descripción, la clasificación, etc., como actividades necesa- Informe sobre ei saber, Ediciones
Cátedra, Madrid, 1994,
rias para construir un sistema de normas; la cultura de los tratados y manuales que
págs.9-12).
laTendenza intentaba resucitar remitían al añejo positivismo decimonónico. GRASSI, Giorgio, La costruzione
lógica delta architettura, Marsilio
Editori, Padua, 1967; (versión
Establecida la base racional de la refundación del urbanismo, el siguiente paso con-
castellana: La construcción lógica
sistió en definir una metodología de análisis que permitiese un conocimiento cier- de la arquitectura, La Gaya
to, constante y general de la ciudad. Ésta nunca se hubiera materializado si la cultu- Ciencia, Barcelona, 1973).
ra urbanística italiana no hubiera confluido con la corriente de pensamiento domi-
nante en la década de 1960: el estructuralismo. Concebido por Ferdinand de Saus-
sure en la primera década del siglo xx como un método de análisis lingüístico, y
aplicado por Claude Lévi-Strauss a la antropología en la década de 1940, el estruc-
turalismo acabó convirtiéndose en un amplio movimiento cultural que se infiltró en
campos tan dispares como la psicología, la crítica literaria o el psicoanálisis. El reto
que asumía laTendenza era trasladarlo al estudio de la ciudad y la arquitectura.

El análisis urbano estructuralista se desarrolló como un examen formal basado en


la historia. Dando por hecho que la ciudad tenía una estructura, su objetivo era
comprender las leyes que la regulaban. Previamente era necesario conocer las
letras, y morfemas que componían el texto urbano, sus elementos primarios. Para
llevar a cabo esta labor; los autores de laTendenza recuperaron el concepto de
"tipo", inaugurado por Quatremére de Quincy a mediados del siglo xix y recien-
temente redescubierto por Giulio Cario Argan. El tipo había sido definido como
un elemento urbano irreducible y permanente en una determinada continuidad
histórica, es decir; una especie de "letras" del texto urbano.

Aislados, definidos y clasificados los tipos, el siguiente paso en el camino de la reve-


lación de la estructura de la ciudad exigía indagar en las relaciones entre tipología
arquitectónica, las "letras", y morfología urbana, las "palabras" y las "frases". Este
estudio lo asumió Cario Aymonino en una investigación sobre Padua publicada en
1970/' donde concluyó que la tipología residencial era el factor que garantizaba la
permanencia formal de la estructura urbana, dado su carácter estable, y a la vez
amoldable a las cambiantes circunstancias históricas y morfológicas. Por tanto, la
relación entre tipología edilicia y morfología urbana era operativa, si bien consistía
en un vínculo variable en el tiempo, y que dependía de los parámetros que la socie-
dad adoptara para organizarse y expresarse, es decir; de su evolución cultural.

Junto con la reivindicación de la disciplina y la apelación al estructuralismo como


método de análisis, el tercero de los pilares sobre los que se asentó el pensamien-
AYMONINO, Cario, Lo studio to urbano de Aldo Rossi fue el argumento de la identidad. Para la Tendenza, la
dé fenomeni urbani, Officina
tipología no era simplemente una cuestión formal, sino, también, la manifestación
Edizioni. Roma, 1977.
ROSSI, Aldo, Architettura della de una manera de vivir En La arquitectura de la ciudad,6 el libro más emblemático de
dtía, Marsilio Editori, Pádua, este movimiento, Rossi se refería a la ciudad como una expresión social, un pro-
1966; (versión castellana: ducto de la colectividad, lo cual le llevó a hablar del "alma de las ciudades" al refe-
La arquitectura de la ciudad,
Editorial Gustavo Gili,
rirse a la esencia y el modo de ser que las particulariza. La ciudad de la disciplina
Barcelona, 1999'°). cuadraba así su compromiso con la visión culturalista.
Estas eran las premisas intelectuales que sustentaban la ciudad de la disciplina a
comienzos de la década de 1970, década en que recibió un fuerte espaldarazo ava-
lado por argumentos de carácter económico. La devastación desatada por la Cri-
sis del Petróleo propició la proliferación de los discursos conservacionistas y la des-
calificación de los desarrollistas. La fe ciega en el progreso, el convencimiento de
que la renovación de la ciudad era algo implícitamente positivo, se vino abajo. La
convulsa sociedad posindustrial, que en aquellos años comenzaba a tomar cuerpo
aprestándose a despedirse de tres décadas doradas de Estado del Bienestar; recla-
maba estabilidad y sensatez. A todo ello se sumó la irrupción de los movimientos
ecologistas, que entendían la demolición de edificios para construir otros en su
lugar como un despilfarro inaceptable. La alternativa pasaba por reutilizar la ciudad
tradicional.

Varías Cartas internacionales habían ido definiendo criterios y recomendaciones


legales que insistían en esta idea. En 1964 se había firmado la Carta de Venecia, que
consagraba la extensión del concepto de patrimonio de los edificios al ambiente
urbano e introducía la noción de "reutilización", en el convencimiento de que la
conservación de la ciudad tradicional, por sí sola, no garantizaba su futuro. En 1975,
la Carta de Amsterdam propuso que esta conservación-reutilización estuviera
guiada por un espíritu social, defendiendo que los habitantes originarios permane-
cieran en los cascos históricos renovados. Finalmente, estos argumentos acabaron
por concienciar a las administraciones públicas europeas, que se aprestaron a faci-
litar los recursos económicos, legales y técnicos necesarios para proteger la ciudad
tradicional. La ciudad de la disciplina, que llevaba casi veinte años defendiéndola y
se había dotado de un sólido bagaje teórico, se consolidó así como uno de los dis-
cursos urbanos predominantes en el amanecer del tardocapitalismo.

La experiencia de Bolonia

Fue Pier Luigi Cervellati,7 alcalde comunista de Bolonia, quien ofreció a laTenden-
za la posibilidad de hacer confluir análisis y proyecto urbano. En 1971 se aprobó el
Plan Regulador del Centro Histórico de Bolonia, cuyo fin era la restauración inte-
gral de 450 ha de ciudad donde habitaban 89.000 personas. Dos años más tarde, CERVELLATI, Pier Luigi;
el Plan Operativo para el Restablecimiento y la Restauración de la Edificación Eco- SCANNAVINI, Roberto,
nómica y Popular vino a aportar un objetivo más: sanear y consolidar el sector resi- Bolonia: política y metodología de
la restauración de centros
dencial en las zonas más degradadas. Ambos planes surgían de aquella cultura de históricos, Editorial Gustavo Gili,
izquierdas con la que estaba comprometida laTendenza, que reclamaba que el cen- Barcelona. 1976.
tro histórico fuera considerado, no sólo como un patrimonio cultural, sino también
como un patrimonio socioeconómico que debía recuperarse para la residencia
social, para las clases populares que tradicionalmente lo ocuparon y garantizaron su
vitalidad. Materializar esta máxima, enunciada por la Carta de Amsterdam, sólo era
posible si su transformación era sustraída de los intereses del mercado inmobilia-
rio y se ponía en manos del sector público.

Para alcanzar sus propósitos ideológicos, estos planes siguieron al pie de la letra los
postulados de la ciudad de la disciplina. En primer lugar; se investigó Bolonia desde
presupuestos estructuralistas. El análisis urbano comenzó con un profundo estudio
histórico que abarcaba la edad del bronce, la ciudad romana, las expansiones medie-
vales, las transformaciones renacentistas y barrocas, el desarrollo decimonónico y el
vertiginoso crecimiento del siglo XX. Finalizada la investigación histórica, el protago-
nismo pasó a la tipología. El desmenuzamiento tipológico de la ciudad tuvo como
objeto la definición de cada forma urbana total a partir de las formas particulares de
cada edificio, es decir, confirmar la relación entre morfología urbana y tipología arqui-
tectónica. Finalmente, Bolonia fue proclamada como el resultado de un proceso his-
tórico unitario y articulado que había desembocado en una estructura que tras-
cendía la variación de usos que se habían producido a lo largo del tiempo.

Culminada la fase de análisis se acometió la de proyecto. La mediación entre inves-


tigación e intervención se confió al concepto de "restauración integral". Se trataba
de recuperar el casco histórico originario de la ciudad tal como había sido antes de
haberse "contaminado" por las intervenciones contemporáneas, lo que suponía la
demolición previa de todo lo que comprometiera su supuesta unidad morfológica
y figurativa. A continuación, y dado que uno de los objetivos del plan era revitalizar
funcionalmente el centro histórico, se planteó la cuestión de la relación existente
entre forma arquitectónica y usos compatibles tal como reclamaba la Carta de
Venecia. Esta cuestión se resolvió individualizando cuatro categorías tipológicas a
las que se asociaron usos permitidos: centros de investigación y cultura en los gran-
des monumentos, funciones representativas en los palacios señoriales, residencias
sociales en las casas convencionales y otras residencias en tipos arquitectónicos no
tradicionales. Con estas medidas se pretendía evitar la construcción de macro-
complejos terciarios y potenciar las funciones universitarias, culturales, turísticas,
representativas, artesanales y, sobre todo, residenciales.

Finalmente, los planes para Bolonia no olvidaron la apelación a la identidad y la


memoria colectiva que Aldo Rossi lanzó en La arquitectura de la ciudad. Para agru-
par funciones coherentes y compatibles con el carácter de cada zona, la ciudad fue
dividida en diez "unidades ambientales", áreas urbanas con formas de vida e iden-
tidades homogéneas. A estos barrios, en el sentido tradicional de la palabra, se les
adjudicaron servicios urbanos concebidos para que funcionaran como centros de
identificación de la colectividad.

La ejecución de estos planes a lo largo de la década de 1970, convirtió a Bolonia en


el paradigma de la ciudad de la disciplina. La metodología de análisis y planificación
urbana que se utilizó fue i econocida intemacionalmente como una contribución
esencial a la conservación de la ciudad tradicional, tanto en el orden teórico como
en el práctico. A partir de entonces no habría ciudad en Europa que no volviera sus
ojos hacia la experiencia boloñesa cuando emprendía la tarea de conservar su
patrimonio histórico urbano.

• Las reconsideraciones de la década de 1980 "la ciudad por partes"

En la década de 1980 se planteó la cuestión más espinosa que tendría que afron-
tar el discurso de la ciudad de la disciplina: la confrontación con los hechos urba-
nos contemporáneos. Hasta ese momento, el urbanismo científico de Aldo Rossi
tan sólo había sido puesto a prueba a gran escala en la culta y próspera Bolonia, un
caso excepcional por la perfecta sintonía que la problemática de esta ciudad tenía
con los presupuestos de laTendenza. Pero, ¿qué ocurriría cuando, en vez de un cas-
co histórico, se abordara un trozo de ciudad contemporánea? ¿Cuando, en vez de
una ciudad mediana, se tratara de una gran ciudad? ¿Cuando, en vez de monaste-
rios, plazoletas y viviendas, se analizaran complejos industriales, autopistas y centros
comerciales? En definitiva, ¿qué posibilidades tenía la ciudad de la disciplina de tras-
pasar los constreñidos límites de los cascos históricos italianos para convertirse en
un método general de análisis y proyectación de la ciudad?

Cario Aymonino 8 ya había adelantado los posibles problemas a los que tendría
que enfrentarse el urbanismo científico cuando su campo de aplicación no fuera la
ciudad histórica, sino la ciudad contemporánea. Muchas eran las diferencias que
separaban una y otra realidad: la primera se había desarrollado siguiendo patrones
orgánicos, la segunda a partir de una implantación viaria racional que estaba pre-
determinada por los poderes económicos; en la primera, los tipos respondían a
tradiciones formales y constructivas; en la segunda, a la función del edificio, etc. En
estas circunstancias, la relación tipología edilicia/morfología urbana dejaba de ser
válida. La forma de la ciudad contemporánea no respondía a fenómenos arquitec-
tónicos, sino a otros de origen económico, político y técnico, por lo que no consis-
tía en una unidad reconocible sólo desde el punto de vista de la arquitectura, sino
en un inmenso aglomerado de edificios donde el casco histórico era una pieza exi-
gua y desnaturalizada.

La constatación de la esencia dispar que separaba la urbe tradicional de la con-


temporánea ponía en crisis el discurso de la ciudad adoptado por la disciplina, al
menos tal como había sido avanzado a comienzos de la década de 1970, ya que
suponía que el camino trazado por laTendenza nunca desembocaría en una teo-
ría general de la proyectación urbana; pero ello no lo convertía en una calle sin
salida. Cuando la aspiración a definir la ciudad contemporánea como una estruc-
tura unitaria se desvanecía, Aldo Rossi respondió con un nuevo presupuesto: "la
ciudad por partes". No más premisas universalistas, no más apelaciones a estruc-
turas generales..., cualquier acercamiento a la compleja realidad urbana actual tan
sólo podía aspirar a abarcar ciertas partes de la misma.

Este cambio de dirección se tradujo en una estrategia: abordar la definición de la


ciudad con tácticas arquitectónicas, es decir; suplantar el plan urbanístico, un docu-
mento de carácter general, por el proyecto urbano. Los trabajos que tanto Aldo
Rossi comoVittorio Gregottí llevaron a cabo en la década de 1980 pondrían de
manifiesto esta toma de postura. En su propuesta para la zona portuaria de Rot-
terdam Kop van Zuid (1982), Rossi planteó una serie de bandas edificadas que
cosían el deteriorado tejido preexistente; en el proyecto Cardona (Milán, 1984),
Gregotti optó por un macroedificio lineal que funcionaba como una gran articu-
lación urbana donde confluían episodios tan dispares como gigantescos: un par-
que, una plaza, etc. Ambas propuestas compartían la misma táctica: definir la ciu-
dad desde la arquitectura; ambas propuestas ponían de manifiesto la misma
constatación: la profunda crisis en que estaba sumida la figura del plan urbanístico.
De ello nos ocuparemos en el siguiente capítulo.

La ciudad planificada

Durante más de setenta años, el Plan General de Ordenación Urbana fue consi-
derado como la columna vertebral del urbanismo, la figura legal encargada de tras-
ladar a,la realidad las teorías urbanas del movimiento moderno. La crisis del dis-
curso de laTendenza afectó a este consenso. Posicionarse a favor de "la ciudad por
partes" suponía cuestionar la contingencia del plan en la situación contemporánea
y proponer estrategias de intervención menos ambiciosas, más cercanas a la espe-
cificidad de las distintas zonas de la ciudad. Como la visión culturalista entiende
que, para salvaguardar los valores que patrocina, el espacio urbano debe ser un
ente perfectamente regulado, no es de extrañar que la defensa de la ciudad plani-
ficada, la segunda capa de la ciudad hojaldre, se convirtiera en una de sus principa-
les preocupaciones.

• La crisis del plan y la "ciudad de los promotores"

Sir Peter Hall,9 profesor del University College de Londres, se ha interesado por la
evolución que ha seguido el plan general desde finales de la década de 1960, cuan-
do estaba totalmente institucionalizado y se había convertido en una ciencia seudo-
exacta, regida por métodos analíticos procedentes de la ingeniería. La Crisis del Petró-
leo truncó este prístino modelo urbanístico: las ciudades se inundaron de pobreza y
obsolescencia funcional, y el poder político, abrumado por agudas problemáticas
sociales, comenzó a apoyar todo lo que significara creación de puestos de trabajo.
El crecimiento urbano, uno de los factores que podía dinamizar la economía, dejó
de ser algo a controlar para pasar a ser algo que había que fomentar a toda costa.

Aparecieron, así, los primeros reclamos en favor de que la planificación se adapta-


se a la nueva realidad urbana, una realidad cambiante y conflictiva que no se podía
abordar desde los objetivos a largo plazo de los planes generales tradicionales. La
reivindicación de que era preciso redefinir los instrumentos urbanísticos heredados
del movimiento moderno fue tomando cuerpo. Como acabamos de ver; laTen-
denza ya había acometido esta tarea, llegando a proponer toda una nueva teoría
urbana.,., eso sí, de origen marxista. Su marcada orientación ideológica hizo que, sal-
vo casos tan excepcionales como el de Bolonia, el discurso de la ciudad de la dis-
HALL, Peten Tomomw Gties.
ciplina se viera obligado a atrincherarse en los círculos académicos europeos.
An Intellectual History ofUrban
Planning and Destgn in trie Los técnicos encargados de hacer frente a la nueva realidad urbana, por tanto,
Twentietb Century, Blackwell
Publishers, Oxford, 1988;
seguían sin disponer de un corpas teórico eficaz desde el que actuar Ello dio lugar
(versión castellana: Ciudades del a que, al reactivarse el crecimiento económico en la década de 1980, decidieran
mañana. Historia del urbanismo arrinconar los planes generales y las normas urbanísticas para lanzarse en brazos
en el siglo xx, Ediciones del
de los inversores privados. A partir de entonces, la ciudad empezó a proyectarse
Serbal, Barcelona, 1996,
págs. 332-351). caso a caso, de manera parcial, flexible y a corto plazo. La figura del plan fue suplan-
Ibid., págs. 353-372. tada por lo que Hall denominó la "ciudad de los promotores".' 0 Comenzaba así el
desmantelamiento del sistema de planificación heredado del movimiento moder-
no. La desregulación tardocapitalista había llegado al urbanismo.

El escándalo que provocó la experiencia de los Docklands londinenses abrió esta


nueva etapa. A principios de la década de 1980, el antiguo puerto de Londres era
un enorme desierto industrial. En 1981 había cerrado el último de sus muelles, des-
pués de que 25.000 empleos directos y 65.000 indirectos hubieran desaparecido
en el transcurso de una década. Ante una situación tan dramática, tan sólo cabían
soluciones drásticas. Un informe redactado por Hall declaraba que la única forma
de reconvertir estas zonas urbanas degradadas por obsolescencia funcional era
abrirlas a la iniciativa privada y limitar el papel de la administración a establecer un
mínimo control legislativo y burocrático.

Así se hizo en la zona de CanaryWharf. El gobierno británico creó la London Doc-


klands Development Corporation, un organismo que suspendió las regulaciones
legales previstas para este sector y las sustituyó por incentivos fiscales orientados a
alentar su desarrollo. La idea de crear un nuevo y gigantesco distrito financiero en
un área situada a una distancia razonable de la City y en una ciudad global que ado-
lecía de una escasez crónica de suelo de oficinas — 16.000 ha, frente a las 30.000 ha
de Nueva York y las 40.000 de Tokio— atrajo a los inversores internacionales. La
firma canadiense Olympia &York se hizo cargo de la operación, eso sí, después de
que se le permitiera fijar las alturas, las densidades, los usos, etc., y se le asegurara
una inversión pública de 900 millones de libras esterlinas en la extensión de la red
de metro hasta la zona, requisito indispensable para garantizar la rentabilidad de la
intervención.

Tras seis años de obras, conflictos y disquisiciones, la primera fase del flamante com-
plejo financiero de CanaryWharf fue inaugurada en 1991. Londres había conseguido
reactivar una de sus áreas urbanas más degradadas y dotarse de uno de los centros
financieros más importantes del mundo, lo cual le permitió consolidar su privilegiada
posición en el vértice de la pirámide de las ciudades globales, Actualmente trabajan
en este complejo 42.000 personas, una cifra que se espera se duplique en 2020. Pero,
claro está, esto no es Bolonia: los antiguos obreros portuarios (blue collars) han sido
sustituidos por flamantes empresarios y profesionales (white collars).

A partir de 1981, tras desmantelar el poderoso sistema de planificación urbanísti-


ca británico y acabar con la Comisión para el Gran Londres (una especie de ayun- Londres: torre One Canadá Square
tamiento metropolitano), la lógica de la "ciudad de los promotores" comenzó a en CanaryWharf. Cesar Peiii, 1991.
extenderse por la Gran Bretaña de Margaret Thatcher. La consigna era market
leacls planning, es decir; el mercado decide y la administración gestiona. Poco des-
pués, esta estrategia se trasladaría al resto del continente europeo. La vertiginosa
velocidad de propagación de la "ciudad de los promotores" ponía de manifiesto la
gravísima crisis estructural que padecía el plan general, cuyo futuro, sin instrumen-
tos adecuados para salir al ruedo de la lógica económica tardocapitalista, no podía
ser más incierto. Algunos predecían su definitiva desaparición, que es lo que pare-
cía estar ocurriendo en ciertas ciudades norteamericanas. Los Angeles, por ejem-
plo, se rige por la Community Redevelopment Authority una comisión que pro-
mueve y gestiona el desarrollo de áreas específicas de la ciudad. Aún más radical es
el caso de Houston, una de las capitales menos planificadas del planeta, de la que
nos ocuparemos en el apéndice IV.

En Europa, sin embargo, nadie parecía desear la desaparición del plan general. Los
errores que se cometieron en Canary W h a r f — p o r la inexistencia de una planifi-
cación urbanística adecuada, como el ferrocarril ligero que quedó obsoleto antes
de inaugurarse—, pusieron sobre el tapete los peligros que subyacían tras ^ " c i u -
dad de los promotores". La experiencia de los Docklands demostró que la con-
cepción y la financiación de ciertos aspectos de la ciudad, como las infraestructu-
ras del transporte, no podían quedar en manos privadas. En 1991, los propios
impulsores de esta operación reclamaron reglas urbanísticas más estrictas, un mar-
co legal que garantizara el futuro de sus inversiones.

Por todo ello, la visión culturalista de la ciudad sigue defendiendo la vigencia del
plan general y sus métodos de regulación, eso sí, postulando al mismo tiempo una
refundación del mismo que lo haga operativo en la sociedad y la economía con-
temporáneas. Lo que se persigue es no dar la espalda a las dinámicas que están
transformando las ciudades, donde ya no son viables ni el rigor, ni las prospeccio-
nes de futuro, ni la fijación de objetivos precisos a largo plazo que caracterizaban al
plan general heredado del urbanismo moderno. Una vez más, Italia se convertiría
en el epicentro de este nuevo debate que ocuparía a la visión culturalista durante
las décadas de 1980 y 1990.

• "Las condiciones han cambiado": el mensaje de Bernardo Secchi

En la Italia de comienzos de la década de 1980, la cuestión de la crisis del urbanis-


mo moderno estaba planteada en dos frentes claramente diferenciados: por un
lado los que defendían la vigencia del plan, con el urbanista y consultor del Ayun-
tamiento de Bolonia Giuseppe Campos Venuti a la cabeza; y, por otro, los que pro-
ponían intervenir en la ciudad desde el proyecto arquitectónico de escala urbana,
liderados por Aldo Rossi yVittorio Gregotti. El posicionamiento de Bernardo Sec-
chi, profesor del Istituto Universitario di Architettura de Venecia y director de la
revista Urbanística, intermediaba entre ambas posturas. A él se debe uno de los
esfuerzos más relevantes por adaptar la figura del plan general a las circunstancias
socioeconómicas contemporáneas.

En 1984 Secchi escribió en Casabella" un artículo titulado "Le condizioni sonó


cambíate" (Las condiciones han cambiado), donde hacía referencia a una serie de
novedosos fenómenos que habían irrumpido en las ciudades europeas —fin del
crecimiento urbano, descenso de la población, desmantelamiento industrial, tercia-
rización—.fenómenos bajo los cuales yacía la radical mutación que estaban sufrien-
do la sociedad y ¡a economía en su tránsito hacia el tardocapitalismo. Para Secchi,
había un tema que era crucial en esta nueva encrucijada: la reutilización de la ciu-
dad existente.

Esta cuestión tenía que ver con el estancamiento, y en muchos casos descenso, de
la población que estaban experimentando la mayoría de ciudades europeas, una
tendencia que venía arrastrándose desde mediados de la década de 1960. Londres
llevaba años perdiendo habitantes, al igual que Liverpool, Manchester, París, Lyon,
Marsella o Milán. Esta circunstancia determinaba su futuro: "La ciudad y el territo-
rio donde viviremos en los próximos años ya está construido".12

Efectivamente, se estimaba que el 80 % de la superficie que necesitarían las ciuda-


des europeas para el año 2020 estaba ya edificado, aunque esto no significaba que
no fueran a cambiar Sin afectar significativamente a la volumetría urbana, se pre-
veía que en las siguientes décadas se produjera una gran demanda de reformas
orientadas a elevar la calidad de vida de los ciudadanos: mejores viviendas, equipa-
mientos educativos, culturales, deportivos, comerciales, etc. La ciudad europea, por
tanto, cambiaría, pero su principal preocupación no sería el crecimiento físico y
poblacional, sino que la calidad de vida de sus habitantes fuera mayor
SECCHI, Bernardo,
"Le condizioni sonó cambíate",
El reconocimiento de esta realidad abría un abismo entre las necesidades del pre- en Casabella, 498-499, enero-
febrero de 1984.
sente y la lógica del planeamiento urbanístico heredado del movimiento moderno,
SECCHI, Bernardo, Un progetto
cuyo objetivo consistía en ordenar la expansión territorial de las ciudades para per ¡'urbanística, Giulio Einaudi,
acoger nuevos habitantes. En contraposición a esta práctica, Secchi postulaba que Turín, I989,pág. 47.
la mejora de la calidad de vida debía acometerse sin dilapidar el territorio agrícola
y natural. La única manera de hacerlo, por tanto, era reutilizar la ciudad existente.
El problema era que, como se demostró en el caso de los Docklands, el plan gene-
ral tradicional no contaba con instrumentos apropiados para efectuar este giro,
para dar un nuevo sentido a la ciudad consolidada.

Abordar esta cuestión exigía definir un nuevo tipo de análisis urbano. El dictamen
era claro: la metodología elaborada por laTendenza no era operativa en la lógica
tardocapitalista, es decir, el plan general no podía seguir negando las leyes del mer-
cado. Los obstáculos a superar eran varios. En primer lugar, la enconada defensa de
la identidad, tras la que subyacía una solapada resistencia a la globalización, se había
convertido en un obstáculo a la hora de analizar las anónimas y cosmopolitas ciu-
dades contemporáneas. En segundo lugar; tampoco era posible explicar su frag-
mentación desde el rigor de la concepción estructuralista. Las características socia-
les de cada una de sus partes no se correspondían ya con las funcionales (como
demostraban los yuppies del Soho neoyorquino, residentes en antiguos almacenes
reconvertidos en lofts) y las características funcionales no lo hacían con las morfo-
lógicas (como ponían de manifiesto los palacios aristocráticos del Marais parisino,
recuperados como centros culturales).

Con estos argumentos, Secchi proclamó la necesidad de fundar una nueva meto-
dología de análisis. El reto era abandonar la visión totalizante de la ciudad de la
disciplina y utilizar la historia no para fijar lazos estructurantes y globallzadores,
sino para buscar huellas, indicios y trazados que, sin negar la diversidad, ayudaran
a reestablecer conexiones interrumpidas, a encontrar significados a los distintos
fragmentos urbanos. Secchi proponía la estrategia de las "reglas" y las "excepcio-
nes". En la ciudad heredada era posible reconocer reglas, maneras de actuar
repetidas —modos de asentamiento, subdivisiones del suelo, conexiones interior-
exterior tipos arquitectónicos, técnicas constructivas, etc.—, que provienen de
códigos sociales y culturales compartidos, es decir que tienen su origen en la
identidad y la tradición de las ciudades. En clara oposición a los términos utiliza-
dos por laTendenza en su análisis urbano —"estructura", "tipo", "monumento",
etc.—."regla" es un vocablo débil que acepta la transgresión y puede articularse
de muy diversas maneras. Complementaria de la "regla" era la "excepción", un
concepto que alude a enclaves urbanos específicos, lugares irrepetibles e imposi-
bles de explicar desde los códigos que determinan las reglas. Entre ambos,
"reglas" y "excepciones", es posible abarcar la ciudad contemporánea en toda su
complejidad.
Perfilada la metodología de análisis, la siguiente tarea que debía acometer era la
reformulación del plan general. En primer lugar, era preciso redactar planes que
no aspiraran a trascender la situación para la que habían sido concebidos, sino
que seleccionaran los temas de proyecto a partir de la especificidad del lugar.
En segundo lugar, y para evitar la dilapidación del entorno natural, era necesario
que redujeran al mínimo la expansión del suelo urbanizable sobre el territorio
circundante y pasaran a concentrar el crecimiento en el interior de la ciudad
existente, muy especialmente en sus periferias, zonas urbanas incompletas, mar-
ginadas y degradadas a las que las nuevas intervenciones podrían dotar de signi-
ficado. En este caso, la propuesta consistía en "coser y ligar" las diferentes partes,
establecer relaciones entre los alienantes barrios especulativos y aquéllos que
tenían una identidad propia; y la manera de hacerlo era actuar en las zonas
"maleables", áreas obsoletas o marginales cuyas propiedades y funciones se pue-
den modificar fácilmente.

• Planes de tercera generación y planes estratégicos

Bernardo Secchi denominó "planes de tercera generación" a los que comenzaron


a afrontar el reto de reformulación que propuso en la década de 1980. Los dife-
renciaba, así, de los "planes de primera generación" (década de 1950), cuyo princi-
pal objetivo era la expansión urbana; y de los "planes de segunda generación"
(década de 1970), influidos por laTendenza y empeñados en dotar a la ciudad de
servicios sociales adecuados. Los planes de tercera generación, en cambio, se
caracterizaban por limitarse a modificar la ciudad existente, y porque aspiraban a
adecuar su espacio a las necesidades de la sociedad contemporánea.

Uno de los primeros planes de tercera generación calificable como tal fue el Plan
de Milán de 1980. Como criterio general proponía contener el crecimiento hacia
la periferia y concentrarlo en el tejido urbano preexistente. Con este objetivo
declaró como "área de recuperación" una serie de enclaves obsoletos, degradados
o semiconsolidados. Sobre estas zonas "maleables" dimensionó superficie residen-
cial para albergar 80.000 personas, un número ciertamente escaso, pero aparente-
mente razonable, en una ciudad que, en los veinte años previos, había perdido
400.000 habitantes. El plan ponía igual énfasis en potenciar el espacio público, cuya
superficie pretendía duplicar El gran demonizado, por el contrario, era el tráfico
rodado, al que culpaba de muchos de los males de la ciudad. Para contenerlo, se
confiaba, casi exclusivamente, en la mejora del transporte público, especialmente
de la red de metro, renunciando a la construcción de todo tipo de macroinfraes-
tructuras viarias, especialmente de autopistas.

La evolución económica y social de Milán en la década de 1980 puso de manifies-


to que también los "planes de tercera generación" deberían afrontar enormes difi-
cultades en su confrontación con la lógica tardocapitalista. Las severas restricciones
que impuso al crecimiento del suelo urbano provocó que, en los cinco años poste-
riores a su aprobación, el precio del suelo se disparara, con la consiguiente reper-
cusión en el coste de la vivienda, que se volvió cada vez más inaccesible a los sec-
tores populares. En segundo lugar, el transporte público se demostró incapaz de
absorber, por sí solo, el imparable aumento de la movilidad urbana, por lo que, en
una ciudad cuyas infraestructuras viarias estaban claramente obsoletas, el problema
del tráfico no hizo más que agravarse. Por todo ello, y apenas tres años después de
su aprobación, el Plan de Milán tuvo que revisarse. La modificación de 1983 tuvo
como principal objetivo la construcción de 40.000 nuevas viviendas, además de las
80.000 previstas iniclalmente.También Incluyó una gran obra de infraestructura: la
passante ferroviaria, una línea circular subterránea que rodearía la ciudad desde el
noroeste al sureste y conectaría entre sí las distintas líneas radiales de metro.

En 1990, con la ciudad de Milán inmersa en una feroz competencia con otras ciuda-
des europeas por atraer empresas y capitales internacionales, se planteó una segun-
da revisión, en este caso con fines claramente macroeconómicos. El mensaje de Sec-
chi volvió a prevalecer y la atención se centró en las 800 ha de suelo urbano
funclonalmente obsoleto que estaban dispersas por toda la ciudad. Intervenir en
estas áreas ofrecía la posibilidad de reequilibrar Milán, transformar su Ineficiente
monocentrismo en un pollcentrismo donde una serie de zonas de la periferia con-
trapesaran el abrumador protagonismo del congestionado casco histórico. Con
este fin se prescribieron nueve "proyectos de zona" orientados a redefinir sendas
áreas industriales obsoletas. Estos proyectos compartían una táctica común: aglutinar
las Intervenciones en torno a un parque. Nacía así el proyecto Nueve Parques para
Milán, dirigido por Pierlulgi Nicolln, Raffaello Cecchi,Vincenza Lima y Pippo Traversl.

Las áreas seleccionadas fueron, entre otras, ios antiguos terrenos de la fábrica de
Alfa Romeo en Portello, donde se pretendía construir un parque ferial y un centro
de negocios; la vieja fábrica de gas de Bovisa, donde se ubicaría el nuevo politécni-
co; las áreas colindantes con la estación Garibaldi, donde se crearía un centro direc-
clonal; y la fábrica de Montecatini, donde se edificaría un centro terciario. Pero la
estrella de la operación era el programa Blcocca: la creación de un parque científi-
Nueve Parques para Milán. Pierluigi
co y tecnológico de 32 ha de superficie sobre las ruinas del complejo fabril de Pire- Nicolin, Raffaello Cecchi.VIncenza
Lima y Pippio Traversi.
11j, al norte de la ciudad. Para no contradecir el espíritu del plan, que había consa-
grado la mezcla funcional, dicho uso fue complementado con 5,5 ha dedicadas a
viviendas y comercios. El proyecto se puso en marcha en 1985 con un concurso
internacional, que ganóVittono Gregotti gracias a un esquema que respondía a su
ya mencionada estrategia de intervenir en la ciudad con proyectos de arquitectu-
ra de escala urbana (un sistema continuo de edificios que articulaban una amplia
red de espacios públicos).

El caso de Milán demuestra las dificultades que encontraron los planes de tercera
generación en su apuesta por alcanzar uno de sus principales objetivos: conectar con
FERNANDEZGÜELL.José
la realidad socioeconómica contemporánea. En la década de 1990, nuevas dinámicas
Miguel, Planificación estratégica
vinieron a ampliar el creciente vacío existente entre planes generales y realidades de ciudades, Editorial Gustavo
urbanas. El urbanista madrileño José Miguel Fernández Güell13 las resume en: des- Gilí, Barcelona, 1997.
centralización de las competencias, creciente peso de los movimientos sociales, com-
petencia entre ciudades y nuevas tecnologías, Muchas de estas dinámicas incidían en
una tendencia que los "planes de tercera generación" no quisieron asumir hasta sus
últimas consecuencias: que los poderes públicos por sí solos no podían controlar el
desarrollo urbanístico de una ciudad y que era necesario reorientar su papel hacia
tareas menos imperativas, llámese "seguimiento", "asistencia" o "regulación".

En la pasada década nuevas figuras de planeamiento intentaron integrar estos fenó-


menos: en Gran Bretaña aparecieron los Planes de Desarrollo Unitario, más rápidos
en su supervisión que los tradicionales Structure Plans o Local Plans; en Italia el Pro-
getto Prelimlnare, que mediaba entre el plan urbanístico y el proyecto arquitectóni-
co. Pero quizás la figura que mayor interés ha suscitado haya sido la del Plan Estra-
tégico. Para evitar las Imprevisiones y la falta de orientación constatadas en Milán,
plantea esbozar el modelo global hacia el que la ciudad desea encaminarse. Muchas
son las diferencias que le separan del plan general: mientras que éste es un produc-
to cerrado en el tiempo y el espacio, aquél es un documento "en proceso" que evo-
luciona según las circunstancias; si el plan general establece medidas normativas y
tecnocrátlcas, el plan estratégico aprovecha estrategias; mientras que el primero
atiende a la oferta de suelo e infraestructuras, el segundo lo hace a la demanda de
ciudadanos y empresas; si uno se ciñe al ámbito administrativo municipal, el otro lo
supera, etc. Como explica Fernández Güell, muchos de estos conceptos proceden
de métodos de programación empresariales. Finalmente, la "ciudad de los promo-
tores" y la ciudad planificada parecen haber llegado a un punto de encuentro.

La ciudad poshistórica

La ciudad de la disciplina y la ciudad planificada son los dos polos de reflexión teó-
rica que han garantizado a la visión culturalista el prestigio del que goza en el ámbi-
to internacional. Pero existe otra cara. A pesar de su enconada defensa de valores
trascendentes que remiten a la identidad, la cultura y la ética social, la visión cultu-
ralista no ha podido evitar que se viera Implicada en los aspectos más controverti-
dos de la realidad posmoderna.

• El "fin de la historia" en la ciudad contemporánea

En la década de 1970 el discurso urbano de Aldo Rossi y laTendenza comenzó a


extenderse por todo el mundo. Los proyectos que, por esa época, firmaban arqui-
tectos como Rob Krier, Oswald Mathias Ungers o Josef Paul Kleihues demuestran
hasta qué punto la ciudad de la disciplina vino a saciar la sed de certezas, metodo-
logías y criterios que la inestabilidad intelectual posmoderna había generado en la
crítica urbana y arquitectónica.

Sin embargo, con su expansión el mensaje se fue tergiversando. Más que una refun-
dación científica del urbanismo, lo que parecía atraer a estos autores externos al
panorama italiano era un acercamiento a la ciudad desde el punto de vista de la
historia. En Gran Bretaña surgió un movimiento que reclamaba esta interpreta-
ción. Su principal guía era Léon Krier que, como Rossi, representaba a la izquierda
posterior a mayo de 1968. Paradójicamente, si tenemos en cuenta el uso que más
adelante se haría de ellas, sus ideas podían encuadrarse en los territorios más radi-
cales de la visión culturalista de la ciudad.

Léon Krier14 apelaba a la necesidad de redactar un documento que sustituyera a la s£¿-, -


Carta de Atenas, un "proyecto ecológico", de carácter internacional y ajeno a los
Intereses del capital, que plasmara una visión ética y artística del mundo. La urbe
que debía definir este proyecto se miraba en el espejo de la ciudad histórica. Krier
la describió como un entorno urbano perfectamente delimitado que no invadiera
:*•«'':
el territorio circundante. Sus componentes básicos serían los barrios: conjuntos
densamente edificados que contarían con un alto grado de autonomía formal y
funcional, y cuya dimensión estaría en función de la distancia que una persona pue- Echternach (Luxemburgo): proyecto
de recorrer a pie. En cualquier caso, deberían tener menos de I 0.000 habitantes y de ampliación del Liceo Clásico.
Léon Krier, 1970.
estar claramente articulados según una jerarquía de espacios públicos. Cada barrio
contaría con una plaza y una calle principal, así como con un potente hito urbano
que delimitara su perímetro: un bulevar, un parque, un lago, etc. Por lo que respec-
ta a la arquitectura, las construcciones, de entre dos y cinco plantas, tendrían que
alinearse a los viales y evitar que un único bloque ocupara por entero una manza-
na; los edificios públicos deberían ocupar lugares privilegiados e identificarse como
tales por su especial impronta arquitectónica. Por último, los usos deberían mez-
clarse por parcelas y por plantas. Los artesanos y las pequeñas industrias tendrían
un lugar en la trama urbana; esta estrategia estaba orientada a hacer frente a las
políticas de las multinacionales.

Para reconduclr los salvajes entornos urbanos contemporáneos hacia este idilio
pastoral era necesario densificar los suburbios, hacerlos madurar hasta transfor-
KRIER, Léon, Archítectnre. Choix
marlos en barrios tradicionales repletos de "civilización urbana".También en el cen- ou fatalité, Instituí Francals
tro histórico la premisa de la densidad era fundamental, especialmente en sus d'Archltecture, París, 1996.
zonas obsoletas, indefinidas o degradadas, que habrían de rematarse con tramas
urbanas y tipologías arquitectónicas locales.

El modelo así definido por Léon Kríerfue magníficamente acogido en Gran Bretaña.
A ello contribuyó el inesperado mentor con que contó en este país: el mismísimo
príncipe de Gales, enemigo acérrimo de la modernidad arquitectónica, de la que lle-
gó a afirmar que había causado más daño en ¡as ciudades británicas que las bombas
de la Luftwaffe. Compartiendo esta opinión, prestigiosos arquitectos se adhirieron ai
"proyecto ecológico" de Krier, que se promocionó como neotraditional town planning
(urbanismo neotradicional). De manera semejante a sus antecesores del siglo XIX,
estos profesionales pregonaban un mensaje esencial como baluarte contra las nue-
vas tecnologías y la sociedad de masas.

Quintan Terry fue uno de ellos. Su tarjeta de presentación fue Richmond Rlversi-
de, un lujoso conjunto urbano a orillas delTámesis donde aplicó el catecismo de
Krier: profusión de espacios públicos, alineación a vial, variedad formal, etc., y una
colección de fachadas renacentistas, neopalladianas y victorianas. El interés por la
historia no traspasaba este catálogo de alzados: en ios interiores no existían ni
muros, ni patios, ni distribución alguna que permitiera identificarlos tipológicamen-
te;tan sólo modernos espacios de oficinas, diáfanos e isótropos, dispuestos para ser
-ondres: Richmond Riverside. alquilados (probablemente a alguna de las multinacionales que Krier aborrecía).
Qulnlan Terry, 1988.
La artificialidad y la falta de prejuicios que demostraban estos reviváis urbanos, y su
profusión por Europa y Estados Unidos a lo largo de la década de 1980, venían a
constatar la Importante mutación que el concepto de historia había experimenta-
do en la cultura posmoderna. Fue Jean-Francois Lyotard15 quien relacionó el fin de
la modernidad con el "fin de la historia" o, al menos, con el fin de la Historia Uni-
versal de la Humanidad organizada como un metarrelato unitario donde los acon-
tecimientos eran enlazados de un modo coherente a lo largo del tiempo. Frente a
este impecable modelo histórico, los intelectuales posmodernos apelaban a una
comprensión más problemática del pasado, a un discurso fragmentado en "peque-
ños relatos" no concatenables de un modo lineal. Se ponían así en crisis secuencias
históricas que rara vez habían sido discutidas: más que de la sucesión causa-efecto
"ilustración/revolución industrial/Revolución Francesa", los nuevos historiadores
preferían hablar de fenómenos diferentes que convergían en aspectos parciales.

Según el filósofo norteamericano Fredricjameson,16 el fin de la historia supuso que


el individuo perdiera su capacidad para organizar pasado y futuro en una expe-
riencia congruente, lo que derivó en una especie de esquizofrenia colectiva, en la
quiebra de los vínculos de la cadena de significantes que generaban sentido en los
discursos. Para la ciudad histórica ello significó la deriva hacia un espacio donde
miles de fragmentos heterogéneos y aleatorios flotaban sin arraigar, como signifi-
cantes sin significado ni vinculación entre sí. La catedral de Florencia no representa
ya el poder de la Iglesia, el Palazzo Vecchlo no representa ya el poder de la bur-
guesía, y laVIa dei Calzaloll que los conecta no representa ya el equilibrio de pode-
LYOTARD, Jean-Franfois,
res en la ciudad medieval. Catedral, ayuntamiento y calle no son más que tres frag- La Postmodernité expliqué aux
mentos urbanos tan sólo unidos por la línea roja que los enlaza en los planos enfants, Calillé, París, 1986;
(versión castellana: Lo
turísticos.
postmodernidad. (Explicada a los
niños), Gedisa, Barcelona, 200!,
En su libro The City ofCollective Memory" Marie Christine Boyer, profesora en la pág. 35).
JAMESON. Fredric,
Escuela de Arquitectura de Prlnceton Unlversity, alude a Maurlce Hallbwachs, el
Postmodernism, or, the Cultural
sociólogo francés que, en la década de 1920, definió la memoria colectiva como Logic ofLote Capitalism, Verso,
algo que seguía operando en el presente, formando parte de ¡as actividades de los Londres, 1991; (versión
grupos humanos. Sin embargo, según Boyer, si su continuidad con el pasado se castellana: Teoría de la
postmodernidad, Editorial Trotta,
rompe, como ha ocurrido hoy en día, aquélla se transforma en "historia", en un
Madrid, 20013, pág. 298).
estereotipo ajeno a la cotidianidad de la gente. Ello convierte "historia" y "memo- BOYER, Marie Christine,
ria" en términos contrapuestos. The City ofCollective Memory.
It's Histórico! Imaginery and
Archltectural E/ements.The MIT
La revaluación de la historia en la ciudad contemporánea obedece a esta lógica. Press, Cambridge (Mass.), 1994,
El urbanismo neotradlcional proyecta escenarios teatrales codificados arquitectó- págs. 367-420.
nicamente que anulan, reformulan y homogenelzan las identidades y las tradiciones
locales. El resultado no es el entorno urbano formalmente unitario y éticamente
íntegro que anunciaba Léon Krier; sino un conjunto de piezas dispersas e incon-
gruentes. Boyer encuentra claras intenciones políticas en este fenómeno: cada uno
de estos escenarios históricamente recreados actúa como un velo que aparta la
atención del ciudadano de espacios urbanos menos paradisíacos, pero mucho más
reales —guetos, tugurios, zonas obsoletas, etc.—, inhibiendo su deseo de explora-
ción para luchar por una sociedad más justa. Difícilmente una persona que pasea
por el tradicional y pintoresco barrio de La Boca, reconvertido en el más reciente
reclamo turístico de Buenos Aires, podrá interesarse por la miseria que inunda los
hacinados corrales de vecinos que lo circundan. Contrariamente a lo que Krier
pensaba, el recurso a la historia en la ciudad contemporánea está siendo utilizado
por los poderes económicos, sus principales promotores, para eludir totalidades,
proyectos colectivos, éticas públicas... Irrumpe así la vertiente más controvertida de
la actual visión culturalista, la de la ciudad poshlstórica, tercera capa de la ciudad
hojaldre.
• La manipulación de la historia en los centros urbanos:
la "rousificación" de Estados Unidos

La ciudad poshistórica encuentra en Estados Unidos su escenario más privilegiado.


En este país la manipulación de la historia se ha expandido por igual por centros
urbanos y suburbios. En los primeros cuenta con el respaldo de las administracio-
nes públicas, que la utilizan como antídoto contra la degradación física y social del
entorno, conscientes de que, en una sociedad ansiosa por conjurar su posmoder-
no desarraigo, el éxito de este tipo de estrategias está garantizado. En el proceso,
administraciones y ciudadanos son engañados, ya que la realidad es que estos pa-
raísos artificiales reconducen el ansia de historia no hacia el rescate de la Identidad,
sino hacia el consumo. De hecho, el principal factor que ha inducido la rehabilita-
ción de los cascos urbanos norteamericanos ha sido el turismo, que ha Impulsado
fenómenos como la "rousificación de Estados Unidos", término acuñado por Peter
Hall18 en alusión ajames Rouse, el promotor que, a finales de la década de 1970,
transformó el Quincy Market, un antiguo mercado situado en una deteriorada
zona del casco histórico de Boston, en un colorista y pintoresco centro comercial
repleto de tiendas y restaurantes de lujo. Actualmente es un destino ineludible en
los circuitos turísticos por la ciudad, un éxito sin precedentes que extendió las
prácticas de Rouse por todo Estados Unidos.
Uno de los ejemplos que hace más visible la manipulación de la historia en las ciu-
dades es ¡a mítica Times Square de Nueva York. Tras ser explotada por el mundo
del cine en las décadas de 1940 y I 950 como uno de los centros urbanos de esté-
tica más rabiosamente metropolitana de! mundo, el destello de sus imponentes
carteles luminosos se apagó en la década de 1960. Cines, teatros y salas de con-
cierto fueron cerrando para dejar paso a destartaladas tiendas de souvenirs y sór-
didos sex shops permanentemente merodeados por prostitutas y drogadictos.
Consciente del potencial turístico de un lugar tan consagrado por la industria del
celuloide, el Ayuntamiento decidió crear un BID (Business Improvement District),
una sociedad financiada por el sector privado pero coordinada por la Administra-
ción. Con los ingresos que se obtuvieron gracias a un sistema de impuestos pro-
pio, pero reconocido por el Estado, debían acometerse tareas de mantenimien-
to, limpieza y seguridad, y la creación de un nuevo centro dotado de oficinas,
hoteles y locales de ocio. Una vez más, la estrategia que se utilizó para revitalizar
la zona fue la explotación de su historia, es decir, recrear la estética furiosamen-
te comercial que la hizo famosa en sus años de esplendor Con este fin, todos los
edificios comprendidos entre Broadway y la Octava Avenida fueron forrados con
espectaculares pantallas luminosas que obedecían a códigos de colores, escalas,
materiales y estilos predeterminados por un gabinete de diseño. De ello resultó
una Times Square más Times Square que la original, una perfecta ciudad poshis-
tónca, empaquetada y puesta a la venta como un producto turístico más de
Nueva York."

Pero cuando las referencias históricas no existen, ni son mínimamente insinuadas


por el pasado de la zona, se pueden inventar, algo que ha ocurrido en Battery Parle
A pesar de tratarse de un conjunto de nueva construcción, también puede ser
considerado como ejemplo de manipulación de la historia de la ciudad. Situado
junto al río Hudson, al oeste del desaparecido World Trade Centén este centro
financiero sirvió de inspiración a Canary Wharfi con el que compartía promotor y
precedentes históricos.Y es que, también en este caso, fue el declive del puerto la
que convirtió esta franja de terreno en un área degradada que se interponía entre
el downtown y el río. En 1979 se decidió ubicar en ella el World Financial Center, un
denso conjunto urbano formado por seis torres, un jardín de invierno y una plaza
adyacente a un puerto deportivo, todo ello proyectado por Cesar Pelli. Marie Chris-
tine Boyer denuncia la imposible concentración de hitos urbanos neoyorquinos1
que se produce en el lugar Ante la inexistencia de referencias históricas previas,
BOYER Marie Christine op cit ^ e '" Y su e c l u i p 0 optaron por seleccionar imágenes estereotipadas que remitían a
págs.421-476. los rascacielos art déco de la década de 1930, intentando reunir, en la esquina
i

Página anterior:
Nueva York:Times Square de noche.

Arriba:
Nueva York: el World Financial
Center en Battery Park. Cesar Pelli, •

Izquierda:
Nueva York: propuesta para la
reconstrucción del World Trade
Center Daniel Libeskind, 2003.
suroeste de Manhattan, la esencia más popular de la silueta urbana de Nueva York:
el.edificio Chrisler, el Emplre State, el Waldorf Astorla, etc.

El corolario fina! de esta cadena de proyectos que conforman el Nueva York pos-
histórico está aún en grado de definición. Nos referimos al futuro World Trade
Centén que habrá de ubicarse sobre lo que se ha convertido en el lugar más
sagrado de la ciudad: la Zona Cero. La alargadísima sombra que proyectan las an-
tiguasTorres Gemelas ha obligado a que la reconstrucción de este enclave haya
tenido que compatlbilizar planteamientos casi elegiacos con los intereses del capi-
tal Inmobiliario. Todo un desafío urbanístico y arquitectónico: honrar a las miles
de víctimas, honrar a los cientos de héroes y recuperar la edlficabilidad de la zona,
el valor del suelo, el prestigio de Nueva York. „.:

De entre las siete propuestas presentadas por los grupos de arquitectos invitados
al concurso de ¡deas, fue seleccionada la de Daniel Libeskind, la que había realizado
un mayor esfuerzo para sublimar "el lugar". El proyecto plantea construir un con-
junto de torres de oficinas en torno a un espacio de meditación donde eclosionan
multitud de motivos simbólicos: los muros de contención de los sótanos de las
Torres Gemelas, símbolo de "la resistencia de la democracia"; el Parque de los
Héroes, símbolo del renacimiento de la existencia; una cuadrícula de.líneas, símbolo
de las vidas de los caídos; una aguja de jardines de 1776 pies (541 m) de altura, sím-
bolo de la declaración, ese mismo año, de la independencia de Estados Unidos; y
una gran X excavada cuyas aspas serán iluminadas por los rayos de sol a las 8:46 h
(cuando impactó el primer avión) y a las 10:28 h (cuando se derrumbó la segunda
torre) de cada I 1 de septiembre. Muy probablemente esta hiperinflación de símbo-
los en alusión al primer gran acontecimiento histórico del siglo xxi acabe consoli-
dando lo que el morbo popular ya ha conseguido: que la Zona Cero se convierta en
el primer destino turístico de Nueva York. De esta manera, ni siquiera la tragedia del
I I de septiembre escaparía a la trampa de la manipulación de la historia, lo que no
parece preocupar al otrora trascendente Daniel Libeskind: "Naturalmente que hay
mucha escenografía en el proyecto. No olvide que vivimos en el gran teatro del
mundo y dentro de una formidable escena donde todos somos actores".20

• La manipulación de la historia en los suburbios: el new urbanism LIBESKIND, Daniel,"EI inventor


de la 'Zona Cero', Entrevista a
Daniel Libeskind", en El País
La manipulación del pasado en las ciudades no se ha circunscrito a los centros his- Semanal, Madrid, 25 de mayo
tóricos, también los suburbios han sido objeto de un fenómeno similar que ha de 2003, pág. 76.
inundado de "historia" las anteriormente desarraigadas periferias norteamerica-
nas. La magnitud que este hecho ha alcanzado en las últimas dos décadas se debe,
en gran parte, al compacto corpus teórico que le ha dado soporte: eí del new ur-
banism, colofón de una línea de pensamiento que va de Jane Jacobs a Léon Krier
y Vincent Scully, sus grandes mentores,

Al Igual que su hermano gemelo británico, el urbanismo neotradicional, el new


urbanism defiende la traslación del paradigma de la ciudad tradicional a los subur-
bios, la bestia negra a la que culpa de todos los males que aquejan a la ciudad nor-
teamericana: degradación medioambiental, abandono de los centros históricos,
patrones de crecimiento insostenibles, aumento de la criminalidad, estancamiento
económico, etc. Incluso de algo tan complejo como la segregación social tienen la
culpa los suburbios, ya que el new urbanism está convencido de que los asenta-
mientos físicos determinan a la sociedad que los habita.

Para luchar contra todo ello pone sobre la mesa un programa ultraconservador
que apela a la recuperación de las tradicionales comunidades del Estados Unidos
preurbano: integradas, éticas, felices y en sintonía con la naturaleza, comunidades
con las que acabó la arquitectura y el urbanismo del movimiento moderno, impor-
tados de la lejana Europa. El rancio trasfondo de esta retórica queda puesta de
manifiesto en un folleto promocional de Montgomery Village, una propuesta del
new urbanism para las afueras de Princeton: "Érase una vez una familia holandesa
que se asentó en lo que hoy es el condado de Somerset, Nueva Jersey. Construye-
ron una granja próspera y, al tiempo que la familia fue creciendo, también lo hizo la
zona. Otras familias se mudaron cerca y los negocios florecieron. En los dos siglos
siguientes, el área creció hasta convertirse en lo que hoy es Montgomery Village".21

El matrimonio formado por Andrés Duany y Elizabeth Plater-Zyberk, profesores de


Mlami Universlty, aporta, junto con Peter Calthorpe, arquitecto y urbanista callfor-
niano, la materia gris del new urbanism.22 Su discurso es enormemente parecido al
de Léon Krier, tanto que parece que las alusiones a los "padres fundadores" y al "sue-
Citado en SOJA, Edward W, ño americano" no son más que un maquillaje previo a su puesta de largo ante la
Postmetropolis. Critical Studies of
Gties and Regions, Bíackwell
sociedad norteamericana.Tan sólo un matiz separa al new urbanism de las prácticas
Publishers, Oxford, 2000, pág. europeas: aunque su programa de redención abarca todos los ámbitos del panora-
249. ma urbano estadounidense, nadie duda que su gran mercado son los suburbios.
KATZ, Peten et al., The New
Urbanism. Toward an Architecture
ofCommunity, McGraw-Hill, Sus enclaves se caracterizan por una cuidadísima definición arquitectónica que ex-
Nueva York, 1994. plota la predilección popular por la arquitectura tradicional, recuperando momen-
tos históricos y referencias geográficas archiconocidas. Así, mientras que los porches Seaside (Florida): Andrés Duany y
Elizabeth Plater-Zyberk, 1981
y acabados en madera de Seaside (Florida) recuerdan a un poblado norteamerica-
no de principios del siglo xx; las tejas de barro y los estucos pastel de Laguna West
(California) remiten a una aldea mediterránea; los muros de ladrillo y las tejas de
pizarra de Kentlands (Maryland) a un suburbio londinense georgiano; las contra-
ventanas de lamas y las cubiertas voladas de Windsor (Florida) a un asentamiento
costero del Caribe; y la profusión de canales de Wellington (Florida) a la mítica
Venecia. Con la excusa de aplicar métodos de diseño que se corresponden con
las condiciones climáticas, culturales y técnicas de las zonas donde actúan, pero
con la intención de seducir a las clases media y alta estadounidenses, el new urban-
ism explota Imágenes ampliamente sancionadas por los medios de comunicación.

¿Cómo garantizan la aplicación de sus estrictas y pormenorizadas pautas de dise-


ño? Por una doble vía: las que aluden a la definición urbanística mediante ordenan-
zas propias que ofrecen a ayuntamientos y promotores para que las adopten; las
que afectan a la arquitectura privada mediante códigos de diseño escritos e ilus-
trados que los propietarios se comprometen a cumplir cuando firman la escritura
de compra del solar

Windsor (Florida): código new


urbanism. Andrés Duany y Elizabeth
Plater-Zyberk, 1989.
A pesar de la expedltlvidad de estos métodos, el new urbanista ha cosechado un enor-
me éxito en los suburbios norteamericanos. Su carta de presentación fue Seaside, una
colonia turística construida por Duany y Plater-Zyberk en Florida que no ha deja-
do de atraer la atención de los medios de comunicación desde que se inauguró en
981: la revista Time la declaró "mejor diseño de 1990" y el príncipe de Gales la
puso como ejemplo en su programa de la BBC. A pesar de tratarse de un centro
turístico, el objetivo del proyecto urbano y arquitectónico de Seaside fue suscitar
un fuerte sentido de comunidad entre sus 2.000 habitantes. Los autores tomaron
como modelo las pequeñas ciudades norteamericanas de las décadas de 1920 y
1930, y primaron lo público frente a lo privado. Parques, plazas, calles peatonales...
y una batería de edificios de equipamiento —escuela, ayuntamiento, mercado al
aire libre, etc.—, ocuparon los lugares más privilegiados de una planta que irradia-
ba de medio octógono. Sus inmaculadas calles, delineadas por porches de casas de
época, conducían a unas no menos inmaculadas playas de arenas blancas. Aunque
Duany y Plater-Zyberk no diseñaron los edificios, el estricto código de control ads-
crito a las escrituras garantizó una coherencia visual y espacial inimaginable en cual-
quier zona urbana mínimamente real. Seaside es la representación del cielo en la
tierra posmoderna.

Su éxito arrasador puso a rodar la bola de nieve del new urbanism; eso sí, ayudada
por una impresionante infraestructura de apoyo: decisión makers, publicaciones co-
mo The Atlantic o Travel & Leisure, grupos de presión ante las administraciones loca-
les, etc. Las propias intervenciones públicas de Calthorpe y Duany eran todo un
espectáculo de simulación informática. Finalmente consiguieron que cientos de
seasides florecieran por todo el territorio norteamericano, y no sólo en las perife-
rias: muchas ciudades, entre las que destaca Seattle, se sumaron a la bola de nieve
a la hora de reestructurar sus degradados centros urbanos.

Pocos son los temas que han escapado al avasallador impulso de! new urbanism,
por el que se ha interesado incluso la industria cinematográfica. En Seaside se gra-
bó El show de Truman, una película dirigida por Peter Weir en 1998, cuyo protago-
nista vivía y trabajaba desde su nacimiento, y sin ser consciente de ello, en un idíli-
co escenario urbano creado por una cadena de televisión para una serie de larga
duración. El show de Truman mostró algunos de los peligros que se ocultan tras los
felices paraísos diseñados por el new urbanism: fomento de la artificialidad, imperio
de la estética, restricción de las libertades personales...

Celebration, una pequeña pero bucólica ciudad situada a pocos kilómetros de


Orlando y promovida por Disney Corporation y AT&T es una especie de epítome
de todo ello. Alguien la ha definido como "el parque humano de Disney", un parque
temático residencial donde, gracias a un estricto control estético, se ha logrado
recrear un virginal pueblo norteamericano estilo "conquista de la frontera". Para
conseguirlo, ambas multinacionales del ocio pusieron en marcha todos los resortes
a su alcance, especialmente la maquinaria para producir simulaciones. Sobre 2.000 ha
de terreno construyeron 8.000 viviendas unifamiliares para un máximo de 20.000
habitantes, el tamaño considerado óptimo para que este último sueño americano
funcionara. Frente a la habitual desolación de los aburridos suburbios estadouniden-
ses, en Celebration abundan los paseos, las plazoletas, los cines y los bancos; hay una
calle principal repleta de tiendas y restaurantes, un templo presbiteriano, una sinago-
ga, dos campos de golf y una escuela infantil con planes de estudio elaborados por
Celebration (Florida).

la Harvard University A todo ello hay que añadir un rosario de edificios públicos
diseñados por los que Disney considera los mejores arquitectos del mundo: Philip
Johnson, Robert Venturi, Míchael Graves, Charles Moore y... Aldo Rossí.

La calidad del diseño ambiental de este suburbio no sólo está garantizada por la
arquitectura o por la muy cuidada integración entre zonas verdes y 'edificios. En
Celebration todo está codificado. Los letreros, el pavimento, los maceteros, las faro-
las, las papeleras y los husillos; todo es formalmente armonioso en sí mismo y
coherente con lo que le rodea: el color del buzón remite al seto de al lado, éste al
banco de enfrente, el cual concuerda con la verja contigua. Se genera así una espe-
cie de unicum, un modelo puro y sin contaminaciones estilísticas donde diseño y
modo de vida están estrechamente enlazados.

A esta lógica, por supuesto, no podían escapar las casas. Al comprar una parcela en
Celebration el futuro residente asume una serle de cláusulas en las que se com-
promete a construir alguna variación de uno de los cinco modelos de viviendas
que han sido aceptados en este paraíso terrenal, todos ellos fieles reproducciones
de arquitecturas de shingle style . Este compromiso incluye, además del control de
ios colores, los materiales, las texturas, etc., y la obligación de residir en la casa al
menos nueve meses al año.

Celebration es un ejemplo químicamente puro de ciudad poshlstórica, un entorno


urbano cerrado en sí mismo donde la arquitectura, la forma urbana y el estilo de vida
han sido diseñados y controlados para recrear un mundo de ensueño. Comparte
objetivo con la visión culturalista: combatir el desarraigo posmoderno, generar sen-
sación de historia, de identidad, de cultura; de habitar universos estables y seguros.
Apéndice I. Berlín

Tras la reunificación alemana y la designación como capital del país, Berlín ha sido
objeto de la más ambiciosa operación de transformación urbana que se ha produ-
cido en Europa desde la segunda posguerra, transformación que ha seguido, pun-
tualmente, los dictados de la visión culturalista: las cuestiones de la disciplina, la pla-
nificación y la historia han marcado la pauta. Como resultado, Berlín abandera
actualmente un modelo de ciudad que ejemplifica las diferencias que separan la
sensibilidad urbana europea de la del resto del planeta. Ello la hace ineludible en el
debate sobre la ciudad contemporánea.

• Berlín ciudad de la disciplina

El redescubrimiento de la ciudad tradicional llegó tardíamente a Berlín, un retraso


explicable por una historia reciente jalonada más por la destrucción que por la tra-
dición. Muy al contrario que Bolonia, el Berlín contemporáneo no era un organis-
mo urbano coherente donde se hiciera legible una secuencia histórica lineal, sino
el hiperfragmentado resultado de una cadena de cataclismos y reconstrucciones.
El primer eslabón de la misma lo labraron los bombardeos aliados de la II Guerra
mundial; el segundo el Muro de la Vergüenza, una franja de devastación de entre
40 y 100 m de anchura y casi 2 km de longitud que rodeaba Berlín Occidental;"
y del tercero fue responsable el urbanismo moderno, que optó por no reconstruir
la trama urbana previa a la guerra para reorientar Berlín hacia los preceptos de la
Carta de Atenas. Esta cadena de destrucciones se quebró en la década de 1970
cuando, alentada por el discurso de laTendenza, irrumpió la sensibilidad hacia la
ciudad tradicional. Berlín comenzó entonces a añorar la ciudad que una vez fue.

Para recrear esta ciudad se organizó la IBA (Internationale Bauaustellung), una


exposición internacional de arquitectura celebrada en el todavía Berlín Occidental
en 1987. Este evento asumió conceptualmente y al pie de la letra los preceptos de
la ciudad de la disciplina en su encrucijada de la década de 1980. La iniciativa par-
tió del SPD, el partido soclaldemócrata alemán, que gobernaba en 1979, cuando la
IBA se fundó como una sociedad de planeamiento financiada por el Senado berli-
nés. Si bien fue redefinida cuando los conservadores de la CDU llegaron al poder
en 1982, siempre se caracterizó por un sesgo progresista. Bajo el lema "wohnen in
der Innenstadt" ("vivir en el centro de la ciudad"), se planteó como un programa de
reforma urbana orientado hacia la construcción de viviendas sociales financiadas
por la Administración. El objetivo se adscribía a la Carta de Amsterdam: preservar
el sector residencial en ¡as zonas más degradadas del centro urbano sin desmante-
lar por ello el tejido social preexistente.

Pero había más.Tal como reclamaba la ciudad de la disciplina, la IBA era también un
intento de superar el urbanismo de la modernidad y retornar a las leyes de la ciu-
dad histórica, Siguiendo el paradigma de "la ciudad por partes", su estrategia consis-
tió en seleccionar una serie de zonas que habrían de convertirse en prototipos de
un nuevo modelo de desarrollo urbano. La mayoría estaban en el centro del Berlín
Occidental. Algunas, aunque degradadas, conservaban la fisonomía anterior a la
II Guerra Mundial, mientras que, en otras, las destrucciones bélicas y posbélicas ha-
bían acabado con cualquier vestigio anterior Por este motivo, la IBA se dividió en
dos: la Altbau-IBA (IBA vieja), dirigida por Hardt-Waltherr Hamer, y la Neubau-IBA
(IBA nueva), dirigida por Josef Paul Klelhues.

La Altbau-IBA se ocupó de Kreuzberg, un barrio cuyos edificios decimonónicos no


habían sido afectados por la guerra, pero al que su situación colindante con el
Muro había abocado a una gran degradación física. A finales de la década de 1970,
el 50 % de su población era inmigrante, en su mayoría de origen turco. El resto lo
componían colectivos sociales, muchos de ellos de cultura alternativa, que habían
ocupado las viviendas vacías. El lema de la Altbau-IBA fue "behutsame Stadterneu-
rung" ("renovación urbana respetuosa"), es decir consideración a la identidad de
Kreuzberg, respeto a la red de patios y la vegetación preexistente, mínima trans-
formación física, mejora de los espacios públicos, empleo de técnicas y materiales
ecológicos, dotación de infraestructuras sociales, etc. Además, para evitar que la
población existente fuera suplantada, Hamer asumió el compromiso de consen-
suar las actuaciones con los habitantes en debates públicos. La Influencia del mode-
lo bolones era evidente.

La Neubau-IBA, por su parte, se centró en dos zonas que, a diferencia de Kreuz-


berg, habían sido prácticamente arrasadas durante la guerra:Tiergarten Sur; un anti-
guo barrio diplomático situado al sur del parque delTiergarten;y Friedrichstadt Sun
una expansión barroca de 1732. A ellas se sumaron dos entornos de menor
dimensión: el distrito industrial deTegel, donde se planteaba la remodelación del
puerto y la construcción de una planta de eliminación de fosfatos; y Prager Platz,
una representativa plaza burguesa de principios del siglo xx destruida en la guerra
y salpicada de anónimos bloques de apartamentos en la década de I 960.
La primera fase en la recuperación de estas zonas se dedicó al análisis urbano, que
otorgó especial atención a la definición planimétrica y estereométrica de los,ele-
mentos constitutivos de la trama: estructura urbana, tipologías arquitectónicas y.
relación entre ambas, Superada esta fase, y como estrategia de proyecto, Kleihues
propuso el concepto de "reconstrucción crítica": recuperar el anterior tejido histó-
rico, su forma, sus tipologías y su escala, pero con arquitecturas contemporáneas.
La "reconstrucción crítica" confiaba al proyecto urbano de base arquitectónica, no
al plan general, la materialización de la ciudad de la disciplina. Por ello Kleihues insis-
tió en definir los términos arquitectónicos. Convencido de que la esencia de la
arquitectura berlinesa manaba del racionalismo ¡lustrado de comienzos del siglo
XIX, reclamó sensatez, sencillez, coherencia constructiva, económica y distributiva, y
la vuelta a un lenguaje simbólico que todos entendieran. Esta síntesis, que Kleihues
denominó "racionalismo poético", significaba, enTiergarten Sur, adaptar la suntuo-
sa tipología de la villa suburbana a las viviendas sociales, y en Friedrichstadt Sur
rehacer la trama barroca, recuperar las manzanas cerradas con interiores ajardi-
nados y rescatar las ordenanzas decimonónicas que limitaban la altura a 22 m (la
máxima alcanzada por las escaleras de bomberos de la época). En ambos casos la
monofuncionalldad era tabú: también la mezcla de actividades de la ciudad del siglo
xix, donde predominaba la residencia pero complementada con funciones labora-
les y comerciales, debía ser rescatada.

Con estas premisas, y tras pasar el filtro de los concursos internacionales, más de
cien arquitectos fueron invitados a "reconstruir" Berlín. En Tlergarten Sun Aldo
Rossi y Rob Kríer recuperaron la volumetría de la villa suburbana con vocabularios
arquitectónicos altamente discutibles; James Stirllng construyó un centro científico
que redujo un conjunto de tipologías históricas a meros contenedores; y Vittorio
Gregotti inventó "edificios-puerta" que ocultaban "inadecuados" bloques moder-
nos empeñados en no alinearse a vial. En Friedrichstadt Sun Oswald Mathias
Ungers presentó dos imponentes moles cúbicas como ejemplo de la traducción
de la tradición arquitectónica berlinesa a claves contemporáneas; en Prager Platz,
Cario Aymonino rescató la antigua forma elíptica de la plaza con todo un mani-
fiesto de rigidez geométrica; y en Tegel, Charles Moore logró transformar lo que
una vez fue un puerto Industrial en un parque de atracdones.Tan sólo las escasísi-
mas excepciones de obras firmadas por Peter Eisenman o Alvaro Slza lograron sal-
var a la IBA de la debacle. El "racionalismo poético" demostró bordear lo peor de
ambos mundos: la depreciación de la arquitectura a mera geometría y el rescate
de todo un conjunto de tics historicistas. Esto mostraba que la suposición de que
el proyecto urbano garantizaba la calidad de la ciudad de la disciplina era falsa: tam-
bién desde la arquitectura se podían hacer malas ciudades.

La refundación del urbanismo, planteada en Italia veinticinco años antes, comenza-


ba la década de I 990, herida de muerte. La puntilla, sin embargo, estaba por llegar
También se clavaría en Berlín, en este caso en un Berlín reunificado que se apres-
taba a convertirse en la nueva capital de Alemania.

• Berlín ciudad planificada

Todo cambió en Berlín el nueve de noviembre de 1989. A las 23:30 la televisión ger-
mano oriental hizo pública la decisión del gobierno dimisionario de la República De-
mocrática Alemana de abrir las fronteras del país. El anuncio desató el delirio: a la í :00
de la madrugada, miles de personas bajaban por Unter den Linden en dirección a la
Puerta de Brandemburgo, donde saltaron las barreras que cerraban el paso hada
Berlín Occidental sin que la policía opusiera resistencia alguna. El Muro de la Ver-
güenza, que durante 28 años había estado dividiendo física y psicológicamente la ciu-
dad, acababa de caer Dos años después, el Bundestag decidió trasladar a Berlín la ca-
pital del país, hecho que debía producirse entre 1998 y 2000. Esto suponía desplazar
al gobierno, el parlamento y once ministerios desde Bonn; en definitiva, miles de fun-
cionarios que serían seguidos por un séquito de embajadas, representaciones de los
Estados Federales, oficinas de prensa, partidos políticos, asociaciones, lobbies, etc.

El proyecto Berlín-2000, portante, se originó, y así se presentó ante la opinión públi-


ca, como Beriln-Hauptstadt, es decir Berlín-capital. Pero las previsiones de los planes
estratégicos berlineses iban más allá. Las potencialidades de la ciudad eran enormes:
capital de un Estado con más de ochenta millones de habitantes, situada en el cora-
zón de Europa y natural punto de encuentro de los países del este, recién incorpo-
rados a la economía de mercado, con el resto del mundo. A nadie se le pasaba por
alto que adscrito al proyecto político Berlín-capital iba otro de naturaleza mercantil:
Berlín ciudad global.es decir, la apuesta por convertir a la capital de la tercera poten-
cia económica del mundo en uno de los nodos del tardocapitalismo.

A comienzos de la década de 1990 esta decisión suponía todo un reto. A diferen-


cia de Nueva York, Tokio o Londres, la metrópolis berlinesa llevaba más de cuatro
décadas aislada, con media ciudad inserta en un sistema socialista y la otra subsis-
tiendo gracias a las subvenciones del gobierno federal. En tales circunstancias, había
sido ajena a la evolución hacia la globallzación. A pesar de ello, los pronósticos de
crecimiento que se proyectaban eran asombrosos: se esperaba que, en los próxi-
mos veinte años, su población (4,3 millones de habitantes) aumentara en un 1,4
millones, el parque automovilístico en un 1,8 millones vehículos y que se genera-
ran 600.000 puestos de trabajo, muchos de ellos altamente cualificados. Para aco-
ger tal desarrollo sería necesario construir 800.000 apartamentos y cerca de 22
millones de metros cuadrados de zonas industriales y comerciales, además de las
nuevas sedes del poden centros financieros, infraestructuras de transportes, equi-
pamientos culturales, etc.

La administración berlinesa afrontó estas expectativas con un convencimiento: el


crecimiento debía ser regulado por una estricta planificación urbanística. La apuesta
por la ciudad planificada reforzaba la opción por la visión culturalista que, a comien-
zos de la década de 1990, se mostraba más proclive a afrontar con realismo las par-
ticularidades socioeconómicas contemporáneas. Muchos de los planteamientos de
Bernardo Secchi fueron asumidos por los planificadores berlineses como condicio-
nes de partida. A pesar de que las espectaculares previsiones de crecimiento pobla-
cional y territorial convertían a Berlín en un caso excepcional en el estático pano-
rama urbano europeo, la premisa de la contención se postuló como Incuestionable.
La ciudad, 44 años aislada y enjaulada, contaba con una amplia experiencia en "cre-
cimientos interiores". Debido a las restricciones territoriales que sufría, el sector
occidental tuvo que crecer dentro de su núcleo urbano; en el oriental, la adminis-
tración socialista optó por construir macrobloques de viviendas en las numerosas
manzanas arrasadas por la guerra. Gracias a ello, el centro de Berlín no sufrió los
fenómenos de despoblación característicos de la posguerra; también gracias a ello
pudo conservar; prácticamente intacto, un magnífico entorno natural y agrícola.
Para limitar la expansión del suelo urbanizable.gran parte del crecimiento demo-
gráfico de Berlín tendría que ser asumido por poblaciones vecinas como Potsdam,
Brandemburgo o Francfort del Oder El resto se tendría que encajar en la ciudad
preexistente. En este sentido, Berlín contaba con otra ventaja: los Innumerables
vacíos urbanos que su violenta historia le había legado, entre los que destacaba la
tan enorme como infame franja del Muro. El crecimiento interior a costa de estas
zonas pretendía "coser y ligar" el desgarrado tejido urbano berlinés, especialmen-
te sus dos centros: el casco histórico, situado en la mitad oriental; y la Kurfürsten-
damm, en la occidental.Tras más de cuatro décadas de separación, esta estructu-
ra bipolar había degenerado en una absoluta bicefalia donde convivían dos polos
autónomos y con caracteres muy diversos: el primero solemne y monumental, el
segundo animado y cosmopolita.

Por último, como ya había ocurrido en el caso de Milán, también las macroinfraes-
tructuras viarias debían ser limitadas. En el caso berlinés esta condición contaba
con un plus de legitimidad: el mal recuerdo que la ciudad guardaba del programa
de construcción de autopistas que acabó de destrozar su tejido urbano en la déca-
da de 1960.Tan sólo la reestructuración de las redes de ferrocarril y metro ocupa-
ría un primer plano, lo que significaba fomentar el transporte público como alter-
nativa al automóvil privado. La intención era construir un túnel subterráneo en
dirección norte-sur que conectara cuatro nuevas estaciones de ferrocarril y alber-
gara dos líneas de metro y una vía rápida para automóviles. En el cruce de este
corredor con el ya existente este-oeste, sobre ¡os terrenos de la antigua Lehrter
Bahnhof y frente al futuro barrio gubernamental, se construiría la Zentralbahnhof,
la estación central.

Todas estas premisas demuestran que el mensaje de Bernardo Secchi estuvo acti-
vo en el proceso de reflexión de Berlín ciudad planificada. Sin embargo, lo que final-
mente marcó su tono fue la experiencia de la IBA, menos proclive a tomar en con-
sideración la lógica socioeconómica contemporánea. Muchos de los arquitectos
que llegaron a Berlín para trabajar en la exposición decidieron permanecer en la
ciudad, lo que permitió a Kleihues, padre intelectual de todos ellos, consolidar
amplias cuotas de poder en el panorama urbanístico y arquitectónico berlinés. Uno
de sus seguidores era Hans Stimmann, director de Obras Públicas del Senado
entre 1991 y 1996, y secretario de Estado para el Desarrollo Urbano a partir de
entonces. Desde su privilegiada posición de poder defendió la vigencia de los pre-
supuestos de la ciudad de la disciplina: rechazo de la modernidad y defensa de la
identidad berlinesa, de sus especificidades arquitectónicas, de una historia urbana
que podía ser recuperada y proyectada hacia el futuro. Stimmann23 justificaba esta
opción basándose en su supuesto progresismo: intervenciones estatales, limitación
de densidades, defensa de! espacio público, etc., planteamientos que eran difícil-
mente encajables en el panorama tardocapitalista, pero que no fueron óbice para
trasladar el programa de la IBA al proyecto Berlín-2000.

Sin embargo, también en Berlín "las condiciones habían cambiado", y mucho, des-
de la IBA. Bernardo SecchP1 ya había mostrado sus reservas respecto a ésta por
entender que había magnificado los criterios proyectuales, históricos y morfológi-
cos a costa de obviar las nuevas condiciones sociales, políticas y económicas. El Ber-
lín reunificado, que se aprestaba a dar el salto hacia la globalización, había cam-
biado radicalmente respecto a la ciudad de 1987, todavía dividida, subsidiada y
adormecida en la ensoñación del Estado del Bienestar En la nueva realidad berli-
nesa era necesario contar, en primer lugar con la Treuhand-Anstalt, la empresa
pública creada para privatizar las propiedades de la antigua República Democráti-
ca Alemana y, en segundo lugar con los promotores internacionales.

La primera, propietaria de los bienes inmobiliarios del antiguo Berlín Oriental, deci-
dió poner en venta el suelo urbano del que disponía por bloques de manzana,
enormes superficies que tan sólo eran asequibles a grandes empresas. Con este
enfoque, la estrategia de la IBA, que consistía en ir reconstruyendo la ciudad de
manera quirúrgica, parcela a parcela, dejó de ser operativa. Más conflictivo aún fue
el encuentro entre el nostálgico modelo público de la IBA y el descarnado mode-
lo privado de Berlín-2000. Los promotores que compraron estos solares, los deno-
minados project deve/opers, construían para compañías desconocidas a las que, pos-
teriormente, alquilarían o venderían los edificios. Su trabajo consistía en adquirir el
terreno, gestionar los trámites administrativos, buscar inversores y ejecutar la obra,
por lo que no les interesaba ni la arquitectura ni la reconstrucción de la identidad
de la ciudad, sino tan sólo amortizar sus inversiones.

La tercera diferencia radicaba en la predilección de los project developers por los


usos comerciales y de oficinas, y su absoluto desinterés por los residenciales. La
administración, empeñada en mantener la mezcla de actividades, tuvo que imponer
STIMMANN, Hans, en M VY una cuota mínima obligatoria del 20 % de viviendas, cantidad claramente insuficien-
Berlín. Visíonen werden Realitat, te para garantizar vida urbana a todas las horas del día. Posteriormente se compro-
Jovis, Berlín, 1996, págs. 6-8.
baría que también se quebraba la máxima de la Carta de Amsterdam, el respeto a
SECCHI, Bernardo, Un progetto
per l urbanística, op. cit, la estructura social preexistente, ya que los nuevos apartamentos tan sólo serían
págs. 120-124. accesibles a los más afortunados económicamente.
En cuarto lugar el modelo de la IBA, que respondía a un momento en que el precio
del suelo era bajo, difícilmente podía encajar en el nuevo mercado inmobiliario ber-
linés, que se caracterizaba por precios astronómicos. Ante la presión de los promo-
tores, a los 22 m de altura máxima exigidos por las ordenanzas de la IBA hubo que
sumar retranqueos que alcanzaban los 30 m, es decir las seis plantas del Berlín tradi-
cional se convirtieron en I 3: 4 subterráneas, 8 sobre el nivel del suelo y una adicio-
nal para instalaciones. La alta densidad demostró que no respondía a un "compro-
miso cultural" con la identidad de la ciudad, sino que era el precio que Berlín ciudad
planificada tuvo que pagar para conciliar los presupuestos de la IBA con los de lá"ciu-
dad de los promotores".

Por último, existía un abismo entre el procedimiento que existía entre la IBA, diri-
gida y financiada por la Administración, y un Berlín-2000 absolutamente depen-
diente de las Inversiones privadas. El máximo exponente de este desencuentro se
produjo en la operación de Potsdamer Platz, cuyo método de intervención mos-
tró, bien a las claras, quiénes mandaban en la "ciudad de los promotores". Los
terrenos, que micialmente pertenecían al Ayuntamiento, fueron vendidos a tres
grandes multinacionales —Daimler-Benz, Sony y A + T — , en algunos casos a la
mitad del precio estimado por la comisión de peritos del Estado Federal de Berlín.
Así, los poderes públicos se desentendían de la tarea de configurar la ciudad y la
dejaban en manos de las multinacionales. Oficialmente, la excusa fue la operativi-
dad: se intentaban evitar las Interminables sesiones de debates públicos que se
produjeron en la IBA y que dilataron su ejecución. Sin embargo, tras este pretexto
se ocultaba la enorme debilidad de la Administración, que llegó a eximir a Daimler-
Benz del pago de sus cargas fiscales y a permitir que la densidad máxima de su
zona pasara de 4 m2/m2 a 5,5 mVm2.

• Berlín ciudad poshistórica.

La materialización de! proyecto Berlín-2000 ha demostrado que la cuestión de la


manipulación de la historia también campa por los territorios europeos. Este
hecho no está exento de paradojas, si tenemos en cuenta que, a diferencia de París,
Viena o Roma, en el Berlín previo a la caída del Muro no existía continuidad ni físi-
ca ni histórica, tan sólo fragmentos que remitían de una época a otra. Esa realidad
imperfecta fue magistralmente reflejada p o r W l m Wenders en su película El cielo
sobre Berlín (1987), donde captó una ciudad plagada de entornos semisalvajes pero
Impregnada de identidad, de una identidad que no emanaba de sus escasos mo-
numentos, sino de las medianeras, de los solares, de la maleza, de las ruinas, etc. Los
numerosos artistas e intelectuales que en las décadas de 1970 y 1980 decidieron
asentarse aquí huyendo de la inerte armonía de las capitales europeas, demostra-
ron que también la identidad dispersa e inestable del Berlín de posguerra irradia-
ba magnetismo.

Tras la caída del Muro esta identidad fue despreciada por casi todos. Embargada
por un profundo sentimiento de trascendencia histórica, la flamante capital de la
Alemania reunificada decidió romper con su pasado más reciente para relnventar-
se como lo que no era: una solemne y monumental capital europea. En una ciudad
que conservaba tan pocas referencias históricas, el deseo de recuperar un contex-
to urbano unitario y con carácter suponía tener que elegir un momento de su
pasado que funcionase como emblema. Berlín optó por el urbanismo y la arqui-
tectura de comienzos del siglo XIX, es decir; por la tradición prusiana, por la Escue-
la de Berlín, por Kar! Friedrich Schinkel... modelos urbanos, estilos y arquitectos que
habían determinado su impronta anterior a la II Guerra Mundial, el primer eslabón
de su cadena de desastres.

Esta fue la dirección que se marcó desde las instituciones para la transformación de
Berlín. Para materializarla se establecieron tres modelos asociados a diferentes áre-
as urbanas, lo que confirmaba la apuesta por "la ciudad por partes" como base del
planeamiento. El primero, aplicado a la Friedrichstadt y la Dorotheenstadt, fue el de
la "reconstrucción crítica" heredada de la IBA. Las calles y plazas de estas zonas his-
tóricas desfiguradas por las destrucciones bélicas y las actuaciones de posguerra
habrían de ser recompuestas recuperando las alineaciones de la antigua trama
barroca y la volumetría decimonónica. La concreción arquitectónica volvió a con-
fiarse a los dictados de la "arquitectura crítica", que habría de traducir las tipologí-
as tradicionales berlinesas a claves contemporáneas. El segundo modelo, asociado
a ¡os grandes vacíos existentes en el tejido urbano del siglo XÍX —el Muro, Potsda-
mer Platz, Lehrter Bahnhof, etc.—, fue el de la "ciudad europea", que se oponía a
la dispersión de los suburbios, la especulación de los rascacielos y la banalidad de
los centros comerciales, es decir a las esencias de la ciudad norteamericana. Fren-
te a todo ello se erigía el paradigma de una urbe formalmente densa y compacta,
estructurada por calles corredor plazas y alamedas que constataran el dominio del
espacio público sobre el privado, de la civilidad sobre el individualismo; una ciudad
múltiple y compleja gracias a una mezcla de actividades que garantizara vida urba-
na permanente. El tercer modelo, a aplicar a las nuevas zonas residenciales de la
periferia, fue el de la Vorstadt. En este caso, el prototipo elegido fueron las áreas
suburbanas berlinesas dé finales del siglo xix, barrios residenciales burgueses de
densidad media repletos de plazas, parques e interiores de manzanas profusamen-
te ajardinados. Se pretendía con ello evitar la dispersión suburbial y controlar el
crecimiento dentro de unos límites territoriales.

"Reconstrucción crítica", "ciudad europea" y Vorstadt, tres modelos orientados a


devolver a Berlín al redil de las grandes capitales europeas. Los dos primeros refe-
ridos al centro urbano y el tercero a la periferia. Hacemos a continuación un bre-
ve repaso por las actuaciones más emblemáticas asociadas a ellos.

En el caso de la "reconstrucción crítica" destacan Frledrichstrasse y Panser Platz. La


primera fue, hasta la II Guerra Mundial, la principal arteria comercial de Berlín.
La estela de destrucción dejada por las bombas aliadas fue prolongada por un pro-
grama de "reconstrucción" socialista que la pobló de anónimos bloques exentos en
mitad de las manzanas. Por su condición de eje de la trama barroca de la Frie-
drichstadt, los criterios de la "reconstrucción crítica" se cebaron sobre la Friedrich-
strasse: 22 m de altura máxima, alineación a vial, mezcla funcional, altas densidades,
etc.; pero faltaba algo: la antigua división parcelaria de la zona, desaparecida tras las
expropiaciones socialistas y no restituida por laTreuhand-Anstalt cuando privatizó
los terrenos. Por ello, a las reglas anteriores se le sumó una nueva: los edificios, aho-
ra en manos de un solo propietario, deberían reproducir en fachada el antiguo par-
celario. De esta exigencia resultaron experiencias como la de la Kontorhaus, cuyo
alzado fue dividido por Kleihues en cinco partes diseñadas por cuatro arquitectos
diferentes. E! producto es verdaderamente poshístórico: un mosaico de planos de
terracota, piedra arenisca, mármol verde, etc., que encierra un mismo edificio, con
una misma estructura portante y organizado en torno a un mismo patio.

Aún más comprometido por su significación histórica, fue el caso de Parlser Platz,
una de las tres plazas que, junto con Potsdamer Platz y Belle Alliance Platz, confor-
man el límite occidental de la Friedrichstadt Como cuna de la Puerta de Brandem-
burgo y punto de arranque de Unter den Linden, siempre fue uno de los lugares
más emblemáticos de Berlín, hasta que fue destruida en 1945. Su poderosa identi-
dad, indeslindable de la de la ciudad, le aseguró una posición preeminente en el pro-
yecto Berlín-2000: servir de sede a embajadas, bancos transnacionales, hoteles de
lujo y centros culturales. Ante la relevancia del lugar; los criterios de la "reconstruc-
ción crítica" fueron aquí especialmente restrictivos. Desde el comienzo estuvo cla-
ro que era preciso recuperar la volumetría original de la plaza sobre su planta cua-
drada, pero, con el objeto de evitar los excesos que se cometieron en la
Frledrichstrasse, se promulgó un reglamento específico que estipulaba la obligato-
riedad de aplacar con piedra al menos el 50 % de las fachadas y respetar ciertas
particiones compositivas que habrían de materializarse con superficies mates y
colores orientados hacia el de la Puerta de Brandemburgo, Este reglamento volvió
a sacar a a uz
Bottv Haus Sommery Haus ' ' l ° s perfiles más espinosos de la "reconstrucción crítica", en este caso
_eoermann enmarcando la Puerta por abocar a la arquitectura a un descarado restituclonismo ante la excesiva reduc-
oe Brandemburgo.josefRKleihues, c ¡ónde los márgenes de maniobra. Ejemplo de ello fue la reconstrucción del
996.
desaparecido Hotel Adlon, un mediocre edificio neobarroco, siguiendo criterios no
ya "críticos" sino literales. Algo similar ocurrió con ías Haus Sommery Haus Lieber-
mann, los dos bloques gemelos que enmarcan la Puerta de Brandemburgo, y que
Kleihues también se limitó a reconstruir a partir de documentos fotográficos.

Por lo que respecta a la "ciudad europea", los mejores exponentes son dos de las
operaciones más emblemáticas de Berlín-2000; el Spreebogen, asociado al proyecto
Berlín-capital, y la Potsdamer Platz asociada a Berlín ciudad global.Tradicionalmente,
el Spreebogen, el "arco" formado por el río Spree sobre el que se asienta el Reichs-
tag, se concibió, sin que nunca llegara a materializarse, como sede de las más altas ins-
tituciones del Estado.Tras la caída del Muro, esta idea fue retomada y la zona fue ele-
gida para albergar la cancillería y el parlamento. Las actuaciones que se llevaron a
cabo se han orientado en dos direcciones: la reforma del Reichstag, llevada a cabo
por Norman Foster, y la construcción del barrio gubernamental, cuya ordenación fue
el resultado de un concurso de ¡deas ganado por Axel Schultes y Charlotte Frank.
Su propuesta planteaba una franja edificada de 100 m de anchura y I km de longi- Berlín: propuesta para la Cancillería
y el barrio gubernamental del
tud que atravesaba el Spreebogen en dirección oeste-este, cruzando dos veces el río
Spreebogen. Axel Schultes y
Spree y enlazando el distrito de Moabit con la Luisenstadt. Lo que sedujo al jurado Charlotte Frank, 1993.
fue su sobredosis de simbolismo: los autores la defendieron, en primer lugar, como el
grapado de las dos mitades de ciudad anteriormente separadas por el Muro; y en
segundo lugar; como la negación del trazado norte-sur propuesto en 1940 para este
mismo lugar por Abert Speer, arquitecto de Hitler. En la zona oeste de dicha franja,
Schultes y Frank han construido la cancillería, un prisma ceñido por dos bloques li-
neales de menor altura. La zona este, parte en el Spreebogen y parte en la Luisens-
tadt, se ha dedicado a funciones parlamentarias y fue desarrollada por Stephan
Braunfels como un peine que cruza el río mediante un puente peatonal. Entre ambas
un espacio abierto hace las veces de "foro" popular El resultado final no parece haber
convencido a casi nadie: la convencionalidad de la solución y el recurso a un simbo-
lismo tan ingenuo han conducido al crítico británico Charles Jencks25 a denunciar la
Incapacidad de Berlín para generar, incluso en un terreno libre de preexistencias
urbanas, una ¡dea de nuestra época, un símbolo de la nueva Alemania.

En la década de 1920, Potsdamer Platz fue el nudo de tráfico más congestionado


JENCKS, Charles, The
de Europa, un sinónimo de modernidad que sirvió de inspiración a Martin Wagner, Architecture of a Jumping
Marcel Breuer y Erlch Mendelsohn. En 1945 fue arrasada por las bombas aliadas y Universe.A Polemic How
Comphxity Science is Changing
en 196 I definitivamente aniquilada por el Muro.Tras su caída, el mítico pasado de
Architecture and Culture,
la zona alentó la ¡dea de convertirla en sede del primer centro financiero de Ber- Academy Editions, Londres,
lín ciudad global. En 199 I se convocó el concurso de ordenación, cuyo primer pre- 1995, págs. 18-21
mió recayó en el proyecto de Heinz Hílmery Chnstoph Sattler. Su propuesta reco-
gía tan fielmente los ultraconservadores dictados de la "ciudad europea" que,
emplazados en un lugar tan emblemático, resultaba sosa y provinciana. Estalló la
polémica y la empresa Dalmler-Benz, uno de los propietarios del terreno, decidió
convocar un nuevo concurso cuyo punto de partida era la propuesta de Hilmer y
Sattler. En esta ocasión, los ganadores fueron Renzo Piano y Chnstoph Kohlbecker,
a los que se les encargó el plan urbanístico. Nuevamente primó el espíritu de la
"ciudad europea", materializado esta vez con una densa trama urbana donde el
espacio público era protagonista: calles corredor; plazas, alamedas, bulevares, lámi-
nas de agua, etc. El único momento de cierta intensidad metropolitana se concen-
traba en los solares angulares que desembocaban en Potsdamer Platz, donde dos
discretos rascacielos superaban las ocho plantas de altura media del conjunto.
Finalmente, para lograr sensación de "variedad" y "espontaneidad", los edificios fue-
ron proyectados por arquitectos diferentes. El proyecto Dalmler-Benz se comple-
mentó con la hilera de bloques que conforman la franja de A+Tj desarrollada por
Vittono Gregotti; y la zona triangular de Sony, proyectada por Helmut Jahn y arti-
culada en torno a una plaza cubierta (el Foro Sony) que en su vértice estaba rema-
tada por un tercer rascacielos.
Arriba:
Berlín: el "Muro de la Vergüenza" en
la década de l(

Izquierda:
Berlín: ordenación del barrio
Havelspitze en la nueva Vorstadt de
Wasserstadt Oberhavel. Kees
Christiaanse/Astoc Planners, 1995.
Por lo que respecta a la periferia, la versión europea de la ciudad poshistórica se
desvía de los modelos del new urbanism para optar por soluciones más matizadas.
En Berlín, la premisa fue evitar los defectos de los suburbios de las décadas de 1950
y 1960: ausencia de urbanidad, desconexión del entorno, falta de carácter, mono-
tonía, homogeneidad, etc., sensatos argumentos que también derivaron hacia la
manipulación de la historia de la ciudad. En este caso fue la Vorstadt, la periferia bur-
guesa de finales del siglo XIX, el tema elegido para recrear en los nuevos suburbios.
Las intervenciones que se pueden englobar dentro de este concepto son cinco:
Wasserstadt Oberhavel en el noroeste, Rudower Feld en el sureste, y Karow-
Nord, Franzósich Buchholz y Rummelsburger Bucht en el noreste. La Wasserstadt
Oberhavel, situada en torno a un lago en cuyo centro se encuentra el islote de Eis-
weder, es la mayor de las nuevas Vorstádte berlinesas. En esta zona, tradicional-
mente ocupada por instalaciones industriales que cayeron en desuso, se planteó la
construcción de nueve barrios destinados a albergar 34.000 habitantes y 22.000
puestos de trabajo. La herencia de la IBA, que había actuado en el vecino puerto
deTegel, era aquí tan poderosa como en el centro de la ciudad. El diseño de los
tres barrios que han terminado de construirse, Pulvermühle, Schulthelss y Havels-
pitze, reproduce sus directrices: tramas ortogonales, manzanas en U de cinco a sie-
te plantas de altura, espacios interiores ajardinados, códigos de colores y materia-
les (con especial preferencia por el ladrillo rojo azulado), ventanas verticales y un
cuidado pintoresquismo.

Frledrichstrasse, Pariser Platz, Spreebogen, Potsdamer Platz, Wasserstadt Oberha-


vel, etc., son Intervenciones que han convertido a Berlín en una perfecta ciudad
poshistórica, en una colección de escenarios que recrean un pasado filtrado, homo-
géneo y coherente, el pasado deseado del que la historia privó a la ciudad. El más
descarnado ejemplo de cómo la ciudad poshistórica selecciona sus contenidos
apostando por ciertos momentos históricos y descartando otros es el del Muro de
laVergüenza. La opción de Berlín por los modelos decimonónicos supuso la fulmi-
nante desaparición de sus "heridas de guerra", de las innumerables entrezonas que
W i m Wenders llevó a la pantalla en B cielo sobre Berlín. La más emblemática de
ellas, el antiguo Muro, era, Incluso, algo más, un verdadero "lugar" en el sentido exis-
tenciallsta de la palabra.

Su historia de muerte y división estaba grabada en la conciencia colectiva no sólo


de los berlineses, sino de todos los europeos. Numerosos intelectuales propusie-
ron que buena parte del mismo se conservara como un lugar para el recuerdo
donde se relatara la memoria más reciente de Europa. La opinión de la mayoría de
Berlín: propuesta para el Memorial
del Holocausto. Peter Eisenman.
2002.

la población y de los políticos berlineses, sin embargo, era muy diferente: el Muro
representaba un pasado traumático ajeno a la "evolución natural" de la ciudad. Ni
la "reconstrucción crítica", ni la "ciudad europea", ni la Vorstadt entendían de lace-
raciones, por lo que se decidió reincorporarlo a la estructura productiva de la ciu-
dad poshistórica.Tan sólo unos cuantos tramos fueron calificados como "lugares
del recuerdo" y preservados de la piqueta. Sobre el más singular de ellos, dos hec-
táreas de terreno situadas al norte de Potsdamer Platz, se pretende construir el
Memorial del Holocausto, una emotiva propuesta diseñada por Peter Eisenman
que contempla la construcción de 1.500 túmulos de diversas alturas, además de
una serie de estancias subterráneas dedicadas a los principales grupos sociales víc-
timas del exterminio nazi (judíos, gitanos y homosexuales).

Berlín, de ciudad de la disciplina a ciudad poshistórica pasando por el fracaso de


la ciudad planificada. Finalmente, el laboratorio berlinés, donde se experimentó
con la posibilidad de dar forma a un modelo de desarrollo urbano social, culto y con-
trolado desde la administración, no consiguió elaborar ninguna receta verdadera-
mente convincente. Eso sí, ha puesto en evidencia las dificultades de la visión cultu-
ralista de la ciudad para lidiar en los ruedos urbanos contemporáneos. No es poco.
2. La visión sociológica de la ciudad

=
Desde sus inicios, la sociología encaminó esfuerzos a intentar comprender los
caracteres originarios de la modernidad; pronto descubriría que estaban escritos
sobre las ciudades. Nacía así la visión sociológica, la identificación de la ciudad con
la sociedad que la habita.

Sus orígenes se remontan a mediados del siglo xix, cuando aparecieron los prime-
ros escritos de Karl Marx y Friedrich Engels. Si bien en un principio la teoría mar-
xista se centró en el conflicto campo-ciudad, pronto se reorientó hacia las conse-
cuencias que el proceso productivo capitalista tenía en la vida cotidiana del
proletariado urbano. La ciudad se convirtió en el escenario de la lucha de clases,
y el pensamiento marxista recondujo los hechos urbanos hacia los motivos que le
interesaban: la relación con el mundo del trabajo y la producción, y la actividad
social como enmascaramiento de la lógica político-económica del sistema. En este
encuadre, la ciudad fue denunciada como una "superestructura", es decir como
una interpretación Ideológica del mundo que tendía a justificar el orden social capi-
talista y ocultar la realidad que imponían por sus condiciones de producción. Como
respuesta a esta supuesta tergiversación, el marxismo postuló que era necesario
ejercer sobre ella una crítica social para revelar su verdadera Identidad.

A partir de esta máxima se desarrolló la visión sociológica de la ciudad. En el siglo


XX las aproximaciones de Georg Simmel, Max Weber, Werner Sombart, Walter
Benjamín y la Escuela Ecológica de Chicago la enriquecieron con componentes no
estrictamente productivos —política, personalidad, psicoanálisis, etc.—, en tanto
que datos culturales Igualmente importantes para entenderla. Estos discursos com-
partían el reclamo marxista de desenmascar la superestructura, lo cual impregnó la
crítica social urbana.de una forma de pensamiento negativo que no cejó en acusar
a la ciudad de connivencia con el sistema capitalista. La identificación cludad/caplta-
lismo/lnjusticla social quedó así consagrada como eje de la visión sociológica para
el resto del siglo xx.

En las últimas décadas del siglo pasado, esta visión ha experimentado un resurgi-
miento espectacular; propulsado por el estallido de la Crisis del Petróleo y la consi-
guiente reestructuración del sistema. El nuevo objetivo que ha asumido la visión
sociológica de la ciudad ha sido repensar las estrategias de producción y difusión
tardocapitallstas, y hacerlo a una doble escala: la internacional y la específicamente
urbana. Manuel Castells, catedrático de Planificación Regional en la University of
Callfornia-Berkeley y el sociólogo marxista más influyente de esta última etapa,
ha liderado y reorientado el debate hacia la globallzación y el consumo de masas.
En esta parte del libro desarrollaremos los discursos que la visión sociológica ha ido
construyendo en torno a estos temas. En el capítulo dedicado a la ciudad global,
nos centraremos en la lógica productiva urbana; en el de ¡a ciudad dual, atendere-
mos a las Implicaciones que dicha lógica tiene para el tejido social; en el denomina-
do la ciudad del espectáculo, a los espacios para el ocio, la cultura y el consumo;
y en el de la ciudad sostenlble, desarrollaremos las posturas que se postulan como
alternativas a los tres modelos anteriores.

La ciudad global

• Reestructuración económica y modo de desarrollo informacional:


el espacio de los flujos

Tras la Crisis del Petróleo de I 973 se puso en marcha un proceso de reestruc-


turación económica que fue emprendido a la vez por empresas y gobiernos y
que puso fin a tres décadas de Estado del Bienestar. De este período, Manuel Cas-
tells1 ha destacado dos características: la retirada del Estado de la economía y la
expansión geográfica del sistema hacía una globallzación que abarca al capital,
la fuerza de trabajo y la producción. Esta reestructuración no hubiera sido viable
si, en aquellos mismos años, no hubiese confluido con un modo de desarrollo
denominado "informacional", cuya base eran las nuevas tecnologías: la informáti-
ca, que revolucionó el procesamiento de información; y las telecomunicaciones,
que permitieron la interconexión entre ordenadores y la creación de sistemas de
información. Lo que denominamos "tardocapitalismo" es fruto de la confluencia
e interacción del proceso de reestructuración económica y el modo de desarro-
llo Informacional.

De esta síntesis histórica ha surgido una nueva espacialldad que se ha dado en


llamar "el espacio de los flujos".2 Es decir un sistema integrado de producción y
consumo, fuerza de trabajo y capital, cuya base son las redes de Información. La
reorganización espacial de las actividades económicas que de él se ha derivado ha
afectado especialmente a tres sectores: la Industria, donde la producción se
CASTELLS, Manuel, La ciudad
informacional. Tecnologías de ia ha transferido de los países avanzados a zonas menos desarrolladas, pero con
información, reestructuración salarlos más bajos; el trabajo de oficina, que ha permitido la relocalizaclón de las
económica y e¡ proceso urbano-
empresas en cualquier lugar del mundo; y el sector financiero, en el cual, gracias
regional [1989], Alianza Edltprial,
Madrid, 1995. a un proceso previo de desreguíaclones legales, también ha propulsado una
Ibld., págs. 190 y ss. expansión global.
Esta reorganización ha transformado la geografía productiva del planeta. Las dife-
rencias que antes separaban los distintos lugares en privilegiados o perjudicados,
según contaran con puertos, carreteras, ferrocarriles, etc., cada vez tienen menos
importancia, ya que el acceso al espacio de los flujos no depende tanto de esas
nfraestructuras como de las mucho más asequibles nuevas tecnologías. Esto no
quiere decir sin embargo, que el lugar geográfico no cuente. En su libro The New
Geogmphy,3 Joel Kotkin, profesor de la Pepperdine University, defiende que hoy en
día el emplazamiento es más importante que nunca, es decir, que la decisión acer-
ca de dónde instalar una empresa depende cada vez más de las características
específicas de un determinado lugar La clave para entender esta paradoja radica en
la importancia que han adquirido los profesionales altamente cualificados para
unas actividades económicas cuya base son la inteligencia y la Información. Sus pre-
ferencias respecto al lugar de residencia son determinantes a la hora de decidir
dónde ubicar una empresa, lo cual ha generado que la calidad de vida se convier-
ta en el parámetro más sustancial, por delante de los sistemas impositivos, las regu-
laciones urbanísticas o el coste del suelo. No es de extrañar; portante, que los pla-
nes estratégicos de las ciudades de todo el mundo insistan en esta cuestión.

Este aspecto explica también que los triunfadores de la nueva geografía generada
por el espacio de los flujos sean lugares bendecidos por climas benignos, paisajes
atractivos, entornos históricos, etc., cualidades que no pueden ser transmitidas por
los cables de fibra óptica. Esta lógica apunta en múltiples direcciones, y una de ellas
lo hace hacia las áreas rurales. A finales de la década de 1990, las zonas de más rápi-
do crecimiento tecnológico de Estados Unidos estaban situadas en Estados tan
poco urbanos como Colorado, que ahora cuenta con una concentración de pro-
fesionales de la alta tecnología más elevada que Massachusetts (cuna de este tipo
de industrias). Esta eclosión económica ha ¡do acompañada de una explosión
demográfica: entre 1990 y 1994, un 75 % de las áreas rurales norteamericanas
aumentó su población.Tal como indica Kotkin, este fenómeno refleja la singularidad
geográfica que caracteriza al espacio de los flujos: por primera vez en la historia se
produce una emigración ciudad-campo cuyos protagonistas son los muy urbanitas
white collars.

Como acabamos de decir.su destino preferente son lugares privilegiados desde el


punto de vista paisajístico: las zonas rurales de Nueva Inglaterra, las estribaciones KOTKIN.Joel, The New
Geogrophy. How the Digital
de los Apalaches, y las colmas y valles de las cordilleras montañosas del oeste. Este
Revolution is Reshaping the
fenómeno está convlrtiendo lo que otrora fueran somnollentas aldeas en impor- American Landscape, Random
tantes centros financieros, de tecnología y de saiud. En 1950, Park City era un pue- House, Nueva York, 2000.
blo fantasma de 500 habitantes. Hoy supera los 12.000, la mayoría de ellos con
altos niveles de renta, y constituye el paradigma de la nueva elegancia rural: sofis-
ticadas residencias, exóticos restaurantes, cosmopolitas galerías de arte, etc. El
presidente del Banco Mundial y el ex presidente de Pepsico, además de Harríson
Ford y Oliver Stone, tienen casa allí. Park City se encuentra en Utah, un estado
donde el 90 % de la población es de origen anglosajón. Quizás no sea casualidad.
El hecho de que las nuevas mecas de este éxodo posurbano sean zonas predo-
minantemente blancas, ha hecho sospechar a más de un autor de la visión socio-
lógica de la ciudad que tras esta "vuelta al campo" se oculta una nueva forma de
segregación racial.

Pero, mientras que la riqueza económica y social se expande por las zonas rurales,
¿qué ocurre en las ciudades? ¿Qué lugar ocupan en el espacio de los flujos? ¿Es cier-
to, como muchos auguraban, que éste amenaza con disolverlas? Algunos datos
demográficos parecen apuntar en esa dirección. Desde mediados de ¡a década de
1960, las 25 ciudades más pobladas de Estados Unidos perdieron cuatro millones
de habitantes, mientras que el país creció sesenta.

Sin embargo, la profecía de la desaparición de las ciudades, tan popular en la déca-


da de I 970, ha demostrado ser un boutade. La poderosa tendencia descentral iza-
dora que caracteriza al espacio de los flujos es muy paradójica, ya que aparece en
sintonía con agudas vocaciones que apuntan en sentido contrario. Para Saskia Sas-
sen,4 profesora de Urbanismo en la University of California-Berkeley esta dicoto-
mía centralización-descentralización obedece a una lógica interna del tardocapita-
lismo que es perfectamente explicable. La clave está, en primer lugar; en que la
descentralización de las actividades económicas no ha ido acompañada de una
descentralización paralela en la propiedad del capital. Así, la mayoría de las peque-
ñas empresas locales desparramadas por el globo ejecutan servicios subcontrata-
dos por firmas multinacionales, que son las propietarias del capital. En segundo
lugar la dispersión territorial que caracteriza a la "cadena de montaje global" exige
un control y una dirección altamente centralizados desde el punto de vista espa-
cial. La coordinación de las plantas de producción que Volkswagen mantiene en
México, Brasil, Nigeria y República Checa sería mviable si las decisiones no partie-
SASSEN, Saskia, The Global City.
New York, London, Tokyo, ran de un mismo lugar: Wolfsburg, Alemania. Ambas razones explican que la pre-
Princeton Unlversity Press, dicción según la cual las telecomunicaciones provocarían una radical dispersión de
Princeton (Nueva Jersey), 1991; los recursos económicos no se haya cumplido,y que algunas ciudades sigan desem-
(versión castellana: Lo ciudad
global: Nueva York, Tokio, Londres,
peñando un importantísimo papel en el espacio de los flujos. Son las ciudades glo-
Eueba, Buenos Aires, 1999). bales, la cuarta capa de la ciudad hojaldre.
En efecto, cuanto más se globaliza la economía, más se concentran las funciones
centrales en unas cuantas áreas metropolitanas. Tal como ocurría en el caso de
las zonas rurales, también aquí el lugar geográfico cuenta. Uno de los principales
factores en la selección de las ciudades globales es la red de telecomunicaciones,
una red que no es isótropa. Para rentabilizar las enormes inversiones que requiere
su construcción es necesario garantizar que circulen por ella una gran cantidad de
flujos. Ésta es la razón por la cual la implantación de las redes de cables de fibra
óptica han seguido la misma lógica que la construcción de líneas de ferrocarril en
el siglo xix: conectar las metrópolis donde se encuentran los centros de poder
En estos lugares se genera una Información privilegiada que no circula por la red y
que es vital para la toma de decisiones de alto nivel. Numerosas empresas se ins-
talan a su sombra, lo que convierte a las urbes que los albergan en grandes emi-
soras y receptoras de datos, es decir, en ciudades altamente rentables como nodos
del espacio de los flujos.

Este factor ha reactualizado el sistema urbano heredado del siglo xix como red
de ciudades globales. Manuel Castells5 reduce su número a tres: Londres, Nueva
York yTokio. Londres por ser el primer mercado financiero del mundo; Nueva York
por ser el principal receptor de flujos de capital y exportador de servicios; yTokio
por ser el mayor prestamista de capital y sede de los bancos más Importantes.
Para otros autores, sin embargo, esta selección es demasiado reductiva e indican un
mayor número de ciudades globales. Lo que es evidente, al menos, es que existen
muchas que pretenden alcanzar dicho status. Son capitales ubicadas en los grandes
ejes de desarrollo tardocapltalista. En Europa serían dos: la tradicional "banana",
que nace en Londres, cruza al Randstad holandés, pasa por Bruselas, baja por
Francfort del Meno y las ciudades de la cuenca del Rin, alcanza Zúrich y concluye
en Milán; y el de la zona sur; en parte emergente, que atraviesa Barcelona, Milán,
Munich y Viena. París, Berlín y Madrid quedan fuera de estos ejes, pero las multimi-
llonarias inversiones que sus respectivos gobiernos están realizando en comunica-
ciones van encaminadas a superar dicha adversidad. En Estados Unidos los tradi-
cionales centros productivos de la época fordlsta (Nueva York, Chicago, Detroit,
etc.) se han puesto en jaque por el denominado sunbelt el agresivo "clnturón del
sol" que enlaza San Diego, Las Vegas, Phoenix, Dallas, Houston, Atlanta y Mlaml. Por
último se encuentran ambas orillas del Pacífico, el Pacific Rim, una de las grandes
novedades de la geografía tardocapitalista. Sus estrellas más luminosas son Tokio,
Seúl, Pekín, Shanghai, Hong Kong, Bangkok y Singapur, en la orilla asiática; Los Ánge-
les y San Francisco en la orilla norteamericana; y Sidney en Oceanía.
• Lógica productiva y espacial de la ciudad global

¿Qué funciones del sistema económico globalizado se desempeñan en estas ciu-


dades? El adjetivo posindustrial con que suele calificarse a la sociedad contempo-
ránea nos ofrece una inicial pista sobre el tema, si bien es necesario matizarla. Es
cierto que el primer sector productivo en abandonar la ciudad global fue la indus-
tria, a la que el espacio de los flujos asignó nueva ubicación en los países en vías de
desarrollo.También lo es que su marcha dejó atrás multitud de áreas urbanas aban-
donadas. Sin embargo, Alien J. Scott,6 profesor de Geografía en la School of Public
Policy and Social Research de la University of Califomia-Los Angeles (UCLA), se
opone a que se aplique el término "posindustrial" a la ciudad global, pues está con-
vencido de que la Industria sigue siendo el motor de desarrollo de! tardocapitalis-
mo. Dos hechos lo demuestran: que los servicios al productor sean, en gran parte,
servicios industriales; y que lo que controla el sector terciarlo en el ámbito global
sea la Industria. Por ello, Scott prefiere hablar de procesos de "deslndustrialización"
(desmantelamlento de industrias obsoletas) y "relndustrialización" (Implantación de
otras nuevas). Edward W Soja,7 profesor de Urbanismo en la University of Callfor-
nia-Los Angeles y uno de los más afamados representantes de la denominada LA
School de crítica urbana y estudios territoriales, ha calificado estas dinámicas, con-
trarias pero complementarias, como "desterrltorialización" y "reterrltoriaílzación",
es decir; desmonte de una realidad dada y sustitución por otra nueva.

Los argumentos de Alien j, Scott se ven confirmados por la presencia en las ciuda-
des globales de industrias tan dinámicas como las del sector de la alta tecnología,
estrechamente vinculadas con centros de investigación y desarrollo. Estas "fábricas"
se concentran en los denominados "parques tecnológicos", impecables centros de
producción e Investigación que en nada recuerdan a los enormes y contaminantes
complejos fabriles de la ciudad moderna. Junto a estas industrias modélicas, avan-
zadas, limpias y en las que trabaja un persona! altamente especializado, convive el
polo opuesto: actividades industriales de menor rango que dan respuesta a las
demandas más cotidianas de la sociedad posmoderna, actividades que han conso-
SCCXn", Alien J„ Metrópolis: From lidado en la ciudad global un sector productivo degradado.
División ofLabourto Urban Form,
University of California Press,
Berkeley/Los Ángeles, 1988. Pero poslndustrial o no, es evidente que los servicios han sustituido a la Industria
SOJA, Edward W, como primer sector económico de la ciudad global, un ente cuya principal función,
Postmetropolis. Critica! Studies of
controlar y dirigir la organización económica mundial, es eminentemente terciaria
Cities and Regions, Blackwel!
Publishers, Oxford, 2000, y se ejecuta desde las sedes centrales de las corporaciones y bancos transnaciona-
págs. 148-153. les. Una segunda actividad, Igualmente terciaria, que se desarrolla en la ciudad glo-
bal, la más importante en términos de generación de empleo, es la que se deriva
de los servicios avanzados a la producción: asesoramiento legal y financiero, inno-
vación, desarrollo, diseño, marketíng estudios de mercado, etc., servicios que pres-
tan bancos, entidades financieras, oficinas de asesoría jurídica, firmas de publicidad,
gabinetes de auditorías, management consultings, etc. En tercer y último lugar cabe
mencionar a las empresas que satisfacen los nuevos hábitos de consumo de la
sociedad contemporánea; empresas que hacen especial hincapié en la moda, el
ocio y la cultura.

Esta lógica productiva ha inducido una profunda reorganización del espacio urba-
no. El binomio centralización-descentralización que caracteriza al espacio de los
flujos vuelve a reproducirse aquí, en este caso con el fenómeno del coprotagonis-
mo del centro y la periferia. Ambos son esenciales para la ciudad global. Desde el
primero se ejercen las actividades de control y dirección. Al Igual que ocurría con
las zonas rurales, los gestores de estas funciones han sido enormemente selectivos
a la hora de elegir la ubicación de sus sedes y han optado por lo que se ha dado
en llamar "espacios de sobrecentralidad". En ellos se concentran, por un lado, las
oficinas centrales de las grandes corporaciones financieras e industriales; por otro,
empresas de servicios dirigidas al productor y que requieren un contacto directo
con los centros de poder Con estas dos actividades conviven multitud de servi-
cios de menor rango que garantizan el funcionamiento cotidiano de estas áreas:
limpieza, mantenimiento, mensajería, almacenamiento, etc.

Otro de los factores que determina la localización de ¡os espacios de sobrecen-


tralidad también es afín al que fija las ciudades globales en el espacio de los flujos:
contar con una infraestructura tecnológica adecuada. A éste se suma un tercero
no menos importante: poder presumir de un bagaje histórico apropiado, de un
ambiente social, comercial y cultural de calidad que responda adecuadamente a los
requisitos de representación, prestigio y apariencia que exigen las corporaciones
transnacionales que dirigen el espacio de los flujos. Ambas condiciones apuntan
hacia los centros históricos, lugares que suelen contar con la red de infraestructu-
ras más desarrollada de la ciudad, además de con un marcado carácter simbólico.
Manhattan en Nueva York, la City en Londres, Marunouchi enTokio, etc.: sólo encla-
ves tan selectos como éstos pueden aspirar a desempeñar funciones de sobre-
centralidad en el ámbito global.

La componente de descentralización, por su parte, se pone de manifiesto en el


esplendor de las periferias de las ciudades globales. Los altísimos precios del suelo,
unidos a los problemas de deterioro ambiental y social que se viven en los centros
urbanos, han empujado a muchas multinacionales a descentralizar parte de sus
actividades, las menos decisivas y representativas, hacia subsedes ubicadas en zonas
suburbanas. En 1974, Sears, Roebuck & Co. construyó en el Loop de Chicago la
Torre Sears, un impresionante rascacielos que ostentaba el título de ser el edificio
más alto del mundo. Dieciocho años después, abandonaba 37 de las 40 plantas que
ocupaba en él y desplazaba a 5.000 de sus trabajadores a Hoffmann States, uno
de los más pujantes y lejanos suburbios del noroeste de la ciudad. La misma histo-
ria se repetía en Nueva York: la Union Carbide trasladó a 3.200 empleados desde
su rascacielos en la elegante Park Avenue hacia anodinos edificios situados en el
extrarradio. Y esto no sólo se producía en Estados Unidos, sino que fenómenos
similares ocurrían en ios encantadores centros históricos europeos. En Londres, la
BBC amenazaba con abandonar su muy representativa sede de Regent's Street
para mudarse a un anónimo edificio de aluminio en la periferia.A las multinaciona-
les le siguieron infinidad de compañías de menor rango que no podían hacer fren-
te a los altísimos costes de localizaclón de las áreas de sobrecentralidad. Como
resultado de esta dinámica, el 90 % de! espacio de oficinas que actualmente se
construye en Estados Unidos se ubica fuera de ios centros urbanos.

• Gran escala y macroinfraestructuras:"metápol¡s"

El exponencial crecimiento periférico de las ciudades globales ha situado las cues-


tiones de la escala y las infraestructuras en el centro del debate de la visión socio-
lógica.Tal como argumenta Edward W. Soja,8 vocablos tan expansivos como "mega-
lópoiis" o "megaciudad" se han quedado cortos para definir estos inmensos
territorios urbanos, fragmentados y policéntricos, donde se ha perdido todo foco
y todo límite. Por ello, Francois Ascher,9 profesor del Instituí Francais d'Urbanisme,
ha propuesto un nuevo término:"metápolis".

Su reflexión partió de la constatación de que las grandes ciudades contemporá-


neas no crecían ya por dilataciones, sino por la integración en su funcionamiento
de zonas alejadas, no contiguas y no metropolitanas. Este fenómeno está induda-
blemente vinculado al uso del automóvil, pero también, y muy especialmente, a la
aparición de los transportes colectivos de alta velocidad —como el TGV— que
' " p*& , han permitido que miles de personas trabajen a centenares de kilómetros de su
r J
ASCHER, Francois, Métapofe. , , ^
Ou /avenirdes viiies, Éditions lugar de residencia. Ello ha favorecido la discontinuidad de la urbanización y la
Odiie Jacob, París, 1995. irrupción del denominado "efecto túnel", es decir; de enormes vacíos metropolita-
Delta del rio Perla:
nos (los lugares donde el tren no efectúa paradas) que separan densos núcleos de Shenzen-Hong-Kong
actividad urbana. El resultado es la metápolis, un espacio geográfico cuyos habitan-
tes y actividades económicas están integrados en el funcionamiento cotidiano de
una gran ciudad, pero, a la vez, profundamente heterogéneo y discontinuo, cuyos
principios organizativos derivan de los sistemas de transporte de alta velocidad.
Estos sistemas determinan jerarquías territoriales donde las estaciones del TGV y
los aeropuertos, más que las autopistas, asumen el protagonismo.

La metápolis pone de manifiesto la importancia'que las infraestructuras territoria-


les tienen en la articulación de la ciudad global. Líneas de metro, trenes de alta velo-
cidad, aeropuertos, autopistas, conducciones de abastecimiento, cableado de tele-
KOOLHAAS, Rem, et ai,
comunicaciones, antenas, satélites, etc., son su sme qua non. En pocas zonas del
Mutaciones, Actar, Barcelona,
planeta este hecho se hace más patente que en el delta del río Perla. Rem Koolha- 2000, págs. 309-335. •
as10 y su taller de proyectos de Harvard University, el "Harvard Project on the City",
han estudiado esta región del sur de China donde coexisten seis metrópolis:
Guangzhou, la antigua Cantón; Shenzhen y Zhuhai, dos ciudades nuevas pertene-
cientes a Zonas Económicas Especiales; las ex colonias de Hong Kong y Macao;
y Dongguan, Entre todas suman 12 millones de habitantes, pero se espera que en
el año 2020 este territorio se haya convertido en una inmensa metápolis de 36
millones cuyo funcionamiento tan sólo podrá ser garantizado por macroinfraes-
tructuras. El proceso ya está en marcha: en 1996 la zona contaba con 350 km de
autopistas, actualmente están en construcción 1.500, además de varios puentes
que unen ambas orillas del delta (uno de ellos, entre Zhuhai y Hong Kong, de 90 km
de longitud). En el área existen, además, cinco aeropuertos, el más grande de los
cuales, el de Chek Lap Kok en Hong Kong, mueve 38 millones de pasajeros al año.

Los fenómenos que se están produciendo en el delta del río Perla escapan a las
teorías y metodologías urbanísticas que defiende la visión culturalista de la ciudad.
No sólo se trata de la escala, sino también de los tiempos inducidos por un desa-
rrollo urbano imparable. Para alojar a los 24 millones de personas que se espera
que lleguen a la zona en las próximas dos décadas, cada año se construyen 700.000
km2 de ciudad. Los productos resultantes de esta dinámica revelan concepciones
urbanas y arquitectónicas totalmente novedosas, concepciones que Koolhaas ha
denominado "arquitectura Photoshop": la reproducción mecánica de un número
limitado de opciones combinables entre sí.

Esta radical simplificación de la arquitectura y el urbanismo es consecuencia de la


ausencia de un adecuado marco teórico desde el cual abordar realidades urbanas
como las del delta del río Perla. Responsables de ello son, en cierta medida, ¡os
teóricos de la visión culturalista, que tradlcionalmente han despreciado este tipo de
fenómenos.

En los últimos años, sin embargo, se ha extendido el convencimiento de que es


esencial que los arquitectos y urbanistas encajen ¡ntelectualmente estos "engen-
dros" si no quieren quedar fuera del modo operativo contemporáneo y ser confi-
nados en las torres de marfil de la teoría disciplinar Es preciso que asimilen las leyes
propias del sistema, establezcan criterios de organización del proceso de transfor-
mación urbana en tos tiempos reales en que se plantea. Esto se ha traducido en
una puesta en valor de las respuestas técnicas frente a las culturalistas, respuestas
que rigen los proyectos urbanos de profesionales tan reconocidos como Rem
SASSEN, Saskia,op.üt pág. lo. Koolhaas, Ben van Berkel o MVRDV.
La ciudad dual

Fiel a sus fuentes ideológicas, la visión sociológica de la ciudad no ha olvidado su


vocación de crítica social, orientada hacia el desenmascaramiento de la superes-
tructura capitalista y la denuncia de las injusticias. Este papel ha adquirido un cre-
ciente protagonismo tras varias décadas de globalización que han propagado desi-
gualdades sociales desconocidas en Occidente desde el final de la II Guerra
Mundial. Como apunta Saskia Sassen," la realidad ha demostrado que la polariza-
ción social es intrínseca al orden tardocapitalista, donde los trabajos a cambio de
bajos salarlos son claves para el crecimiento económico. ¿Qué sería de Chicago
sin los miles de mexicanos que se ocupan de la limpieza, la seguridad o las tareas
domésticas? ¿Qué sería de París sin los miles de magrebíes que se ocupan de los
jardines, las lavanderías o los supermercados? A pesar de la pujanza de sus res-
pectivas ciudades y de que su trabajo es fundamental para garantizar su funciona-
miento, la mayoría de ellos viven hacinados en cochambrosos apartamentos de
barrios ultradegradados. El declive social, portante, ha dejado de ser un Indicati-
vo de decadencia para convertirse en un complemento del desarrollo. La ciudad
global nos descubre, así, su segunda naturaleza: la de ciudad dual, quinta capa de la
ciudad hojaldre,

La radical transformación que ha experimentado el mercado laboral es lo que


ha instalado la lógica de la desigualdad en la ciudad contemporánea. Para algunos ha
supuesto la desaparición de la estabilidad en el empleo y el consiguiente aumento
de las subcontratas, el trabajo informal, el trabajo a tiempo parcial y la pobreza. Para
otros, ha supuesto la oportunidad de acceder a empleos excepcionalmente bien
remunerados. Los trabajadores de poca cuallficación se aglutinan en tres sectores:
la industria poco tecnificada, las labores rutinarias de oficina y los servicios no espe-
cializados. Los profesionales altamente cualificados se concentran en el sector de las
finanzas, La conjunción de unos y otros ha disparado la polarización social: si, entre
1945 y 1975, nueve de cada diez salarios norteamericanos alcanzaban un nivel
medio, hoy lo son cinco de cada diez,

Ello ha puesto en crisis ¡a estructura social heredada del Estado del Bienestar, que
se caracterizaba por el imperio de una inmensa clase media con leves variaciones
hacia arriba o hacia abajo. Actualmente, la clase alta ha aumentado espectacular-
mente por la aparición de "nuevos ricos", personas que han llegado a la cumbre
gracias a actividades económicas muy diversas, Entre ellos y la clase media se si- Página anterior:
túan los profesionales anteriormente mencionados que, en ciudades como Nueva Chengdu: "arquitectura Photoshop"
York, llegan a suponer hasta el 30 % de la población. Sigue la clase media, que sufre
un drástico adelgazamiento, y la clase baja, que experimenta el proceso inverso. E
último peldaño de la achatada pirámide social de la ciudad dual lo conforma ¡a
"nueva pobreza", antiguos obreros expulsados del mercado laboral por la desm-
dustrialización y recluidos en guetos urbanos de los que no pueden escapar debi-
do a las dificultades que encuentran para acceder a la educación y las nuevas tec-
nologías.

La esencia bipolar de la ciudad dual se refleja en el espacio urbano, al que la visión


sociológica señala como parte activa de la segregación. Clase social, raza y nacio-
nalidad son los argumentos que alimentan su espacialidad, De ellos nos ocupare-
mos en los siguientes apartados.

Lucha por el territorio y fortificación de la ciudad:


comunidades cerradas y espacio público

Uno de los lugares donde ¡a ciudad dual muestra más radicalmente su condición
bipolar es en los centros urbanos norteamericanos. Un prolongado proceso de
decadencia que comenzó cuando la clase media los abandonó en la posguerra dio
lugar a que, a finales de la década de 1960, tan sólo estuvieran habitados por sec-
tores sociales de bajo poder adquisitivo, fundamentalmente proletarios, inmigran-
tes y marginados. El libro Muerte y vida de las grandes ciudades,'2 escrito en 1961
por Jane Jacobs, periodista y editora de la revista Architectural Forum, tuvo mucho
que ver en que esta situación revirtiese. El espectacular impacto social y mediáti-
co que causó su enfervorizada defensa de los valores de la ciudad tradicional, pro-
vocó que algunas capitales comenzaran a impiementar fórmulas para rehabilitar
barriadas declaradas históricas. La primera en hacerlo fue Filadelfia, que logró, no
sólo recuperar sino convertir en una de sus zonas más atractivas, el deprimido dis-
trito de Oíd City, junto al río Delaware. Otras ciudades se aprestaron a seguir el
ejemplo: Pittsburgh, Cincinnati, Baltimore, Atlanta, etc. Esta cadena de actuaciones
convirtió la rehabilitación de los cascos históricos en un negocio potencial que
desató las expectativas de la iniciativa privada. En la década de I 980 ya eran nume-
JACOBS, Jane, The death and rosos los locales de ocio, cultura y consumo que se habían instalado.en estas zonas.
Life of Great American Gties, Los centros urbanos empezaron entonces a renacer a percibirse como áreas reno-
Vlntage Books, Nueva York, vadas y atractivas que, en muchos aspectos, ofrecían una calidad de vida superior a
961; (versión castellana: Muerte
la de los lejanos suburbios. La clase media comenzó entonces a contemplar la posi-
y vida de las grandes ciudades,
Península, Madrid, 1973-). bilidad de retornar a ellos.
En Estados Unidos, la reivindicación del patrimonio social como elemento indeslin-
dable del patrimonio urbano no se produjo, por lo que la rehabilitación fue acom-
pañada de masivos desplazamientos de población. Los pioneros en volver a residir
en los cascos históricos fueron los yuppies, jóvenes profesionales que trabajaban en
distritos financieros cercanos. Estos personajes típicamente posmodernos, seres
sofisticados, cosmopolitas y con pretensiones culturales, encontraron en sus viejos
edificios originales residencias que les diferenciaban del resto de los mortales. Su
llegada desató una imparable espiral de crecimiento del precio de las viviendas
que, paradójicamente, acabó convirtiendo al centro urbano en un espacio residen-
cial de lujo, inaccesible para las clases obreras, las únicas que habían permanecido
en él tras la diáspora de las décadas de 1950 y 1960. Los antiguos residentes,
pobres y de edad avanzada, así como los comercios tradicionales fueron sustitui-
dos por jóvenes adinerados y tiendas de estilo. Este proceso de expulsión de la
población originaria y posterior suplantación por otra de un poder adquisitivo
mayor ha sido denominado como "gentrificación". Los lujosísimos lofts construidos
en los anteriormente abandonados distritos históricos de Nueva York, San Francis-
co, Baltimore o Washington son una muestra ejemplar de la magnitud que este
fenómeno ha alcanzado en las ciudades contemporáneas.

Nueva York: barrio del SoHo.


epítome del proceso de
"gentrificación".
La visión sociológica de la ciudad lo ha convertido en uno de sus temas favoritos,
paradigma de la lucha por el territorio en la ciudad dual. La gentrlficación ha sido
denunciada tanto por la injusticia social que supone como por las nefastas conse-
cuencias espaciales que acarrea. Para más inri, en su promoción trabajan, mano a
mano, los sectores público y privado. La Administración se encarga de adecentar las
calles y reparar las infraestructuras, así como de ofrecer ayudas para la rehabilitación
de inmuebles. Los promotores acometen la restauración de los edificios, que sor
reconvertidos en lofts o apartamentos de lujo. Al transplante de población le suele
preceder la ocupación de la zona por tiendas "de estilo", galerías de arte, estudios
de danza, restaurantes exóticos, etc., parafernalla necesaria para revestirla con el
glamoury distinción que los yuppies reclaman.

Ejemplos emblemáticos del proceso de gentnficaclón de los cascos históricos son


os del Marais en París, Kreuzberg en Berlín o Nottlng —I I i íI en Londres, este último
espoleado por el éxito de la película de Roger Mltchell, una demostración de cómo
cultura mediática y tendencias urbanas son indeslindables en la ciudad contemporá-
nea. Igualmente singular es el caso descrito por Neil Smlth,13 profesor de la Rutgers
University en su artículo "New City, New Frontler": el Lower East Side de Nueva
York. En la década de 1970 esta zona, situada en la orilla sureste de Manhattan, no
era más que un enclave empobrecido, plagado de desahuciados edificios decimo-
nónicos. La administración, en vez de ofrecer subsidios que ayudaran a su pobla-
ción a salir del pozo de miseria en que se encontraba, optó por subvencionar la
rehabilitación privada de edificios. Al mismo tiempo, emprendió una campaña de
acoso al mundo de la droga, la prostitución y la delincuencia, campaña que fue
ampliamente contestada por ¡os antiguos habitantes y que llegó a poner en jaque
a la policía de Nueva York. Cuando, finalmente, drogadictos y prostitutas fueron
desplazados, la misma Administración comenzó a adecentar los espacios públicos.
Tras una milagrosa transformación arquitectónica y urbanística, ofreció locales gra-
tuitos en edificios recién rehabilitados a artistas que ganasen menos de 24.000
dólares anuales. Ellos fueron la avanzadilla de lo que Smlth denomina "la conquista
SMITH, Neií,"New City, New
Frontier:The Lower East Side as de la nueva frontera". A lo largo de la década de 1980, la vanguardia artística de
W¡ld,Wild,West",en SORKIN, Nueva York se trasladó a la zona, arrastrando tras ella galerías de arte, clubes
Mlchael (ed.), Varíatíons on a
deportivos, restaurantes internacionales y tiendas chic. Actualmente, el otrora tétri-
Theme Park.The New American
City and the End of Public Space, co y peligroso Lower East Side es un lugar sofisticado que hace las delicias de los
P—Ii 11 andWang, Nueva York, yuppies, empleados en los cercanos distritos financieros del centro de Manhattan.
1992, págs. 61-93; (versión
castellana: Variaciones sobre un
parque temático, Editorial Pero no todo es glamour en los centros urbanos. La gentrlficación ha provocado
Gustavo Gilí, Barcelona, 2004). que en su relativamente reducido entorno espacial se vean obligados a convivir los
dos extremos del amplio arco social contemporáneo: los profesionales más cualifi-
cados, que se concentran en las áreas renovadas; y las minorías marginadas, que se
atrincheran en los ultradegradados barrios todavía no afectados por el proceso de
aburguesamiento. Esta cercanía espacial explica que los cascos históricos nortea-
mericanos sean, no sólo las zonas más fragmentadas desde el punto de vista social
y étnico, sino también las más confllctivas. En la ciudad dual se ha desatado una
lucha por el territorio, donde al avance de los conquistadores —clases media y
alta—, se enfrentan sectores marginales que se resisten a abandonar los enclaves
en los que, en su día, fueron confinados. Ejemplos como el del Lower East Síde
demuestran la violencia con que dicha lucha se desarrolla.

Este hecho trae a colación otro de los grandes temas de la visión sociológica de la
ciudad en la contemporaneidad: la seguridad y el control. La lucha por el territorio
está convenciendo a los más afortunados de la necesidad de proteger sus enclaves
con muros, barreras, guardas de seguridad y sofisticados sistemas de detección
electrónica. La iniciativa partió de las Home Owners Associations de Estados Uni-
dos, asociaciones de propietarios que querían defender la paz (y la alta rentabili-
dad) de sus exclusivas zonas residenciales frente a los "peligros" que les rodeaban.
Su principal reivindicación era conseguir que las declararan community, un estatuto
que según la legislación norteamericana les permite autogestionarse. Dado que,
como denuncia Mike Davis,14 profesor de Teoría Urbana en el Southern California
Instlfute of Architecture, en Estados Unidos community significa homogeneidad de
clase y raza, en clave de clase media alta y blanca, es evidente que su Intención no
declarada era segregarse del resto de la ciudad. Surgieron así las "comunidades
cerradas", enclaves cuyos servicios y espacios públicos están consagrados a! uso
exclusivo de sus acomodados residentes. Estas comunidades son las protagonistas
de lo que Davis ha denominado "el archipiélago carcelario", es decir; la transforma-
ción del espacio urbano en una sucesión de islas fortificadas, en un territorio frag-
mentado en infinidad de enclaves amurallados.

La lógica social de las comunidades cerradas ha sido descrita por Joel Garreau,15
profesor en la School of Public Policy de la George Masón Unlversity. Las commun- DAVIS, Mike: "Fortress Los
Angeles:The Müitarization of
ities son entidades jurídicas privadas que cuentan con todos los servicios de una
UrbanSpace", en SOB.KIN,
ciudad convencional: policía, bomberos, recogida de basuras, etc. A falta de Ayun- Michael (ed), op. cít,
tamiento, ¿quién regula todo esto?: las Home Owners Associations, a las que págs. 154-180.

Garreau no ha dudado en calificar como "aberrantes gobiernos en ¡a sombra".16 GARREAU, Joel, Edge City. Life
on the New Frontier, Doubleday,
Dichas asociaciones acumulan poderes casi ilimitados: Imponen tasas, dirimen dis- Nueva York, 1991.
putas, ofrecen protección policial, dispensan servicios de salud, construyen carrete- Ibid, págs. 179-208.
ras, organizan el transporte público, editan periódicos, recogen la basura. a3as_e-
cen de agua y electricidad, determinan reglas estéticas y... ofrecen los mejores ser-
vicios sociales de Estados Unidos. Su poder conoce pocos límites y los abusos e
invasiones de los ámbitos de decisión personal no son nada extraños. Las asocia-
ciones de propietarios pueden, por ejemplo, prohibir la construcción de una sina-
goga o determinar qué tipo de personas tienen derecho a residir en la community.
En este sentido, la cantera de anécdotas es inagotable: algunas han prescrito qué
clase de coche está permitido aparcar en la calle, qué vegetación hay que plantar
en el jardín, cuántos animales domésticos y de qué tamaño se pueden tener, si se
admiten niños, o la edad mínima de los residentes (como ocurre en Leisure World,
Phoenix, donde no se aceptan personas de edad Inferiora 45 años). La inmoralidad
que subyace bajo este tipo de imposiciones aumenta cuando se examina la más que
discutible legitimidad sobre la que se sustentan las asociaciones de propietarios. Sus
miembros rara vez son elegidos democráticamente y cuando lo son no prima la
regla "un hombre, un voto", sino una relación de proporcionalidad que depende
del tamaño de la propiedad que cada ciudadano representa. Es el precio que hay
que pagar por el privilegio de habitar en alguna de las islas paradisíacas del archi-
piélago carcelario.

Otra de las víctimas de la obsesión por la seguridad y el control es el espacio públi-


co. Trevor Boddy,17 profesor de Historia de la Arquitectura en la Carleton Univer-
sity de Ottawa, ha analizado el fenómeno de las conexiones peatonales aéreas y
subterráneas que, en la década de 1980, Invadieron los centros de las ciudades nor-
teamericanas. Inicialmente, este entramado de pasarelas y túneles que conectaban
hoteles con estaciones de ferrocarril, torres de oficinas con centros comerciales,
paradas de metro con establecimientos de ocio, etc., fue justificado como respues-
ta a las inclemencias climáticas de ciudades como Minneápolis, Cafgary o Montre-
al. El tiempo, sin embargo, vendría a demostrar que su proliferación respondía a la
psicosis de la sociedad contemporánea por la seguridad. Estos artefactos extendí-
an al espacio público los sistemas de control que utilizaban en el privado, lo cual
permitía a los "ciudadanos de bien" de la ciudad dual moverse por los centros
urbanos sin necesidad de pisar sus calles y plazas, es decir; sin necesidad de entrar
en contacto con la pobreza, la delincuencia, la marginalidad, etc.

BODDY,Trevon "Underground Pero los sistemas de control no se limitaron a invadir los túneles y pasarelas de esta
and Overhead: Building the
"ciudad análoga",También los centros comerciales supieron explotar la contempo-
Analogous City", en SORKIN,
Mlchael (ed), op. cit, ránea obsesión por la seguridad con un fin bien claro: canalizar hacia su interior la
págs. 123-153. vida urbana que anteriormente se desarrollaba en el espacio público. Un ejemplo
paradigmático es lo que ha o c u r r i d o en la muy culturalista Berlín, más concreta-
m e n t e en su buque insignia: la Potsdamer Platz, Los verdaderos protagonistas ce
su tan alardeado espacio público no son ni las alamedas, ni las plazas, ni las ca ¡es •
callejones que se multiplican p o r doquier; sino A r k a d e n y el Foro Sony. El primero
es un pasaje comercial que atraviesa la zona en dirección norte-sur una calle p a g i -
da de tiendas, cafeterías, terrazas, jardineras, puentecillos y escaleras mecánicas.
Una cubierta de vidrio protege este "espacio público" del d u r o clima berlinés, y una
legión de cámaras, sensores y alarmas de otras amenazas que acechan fuera. El Foro
Sony, p o r su parte, es un e n o r m e "espacio público" peatonal e interior de 4.00C FT¥
Su diseño, del que es responsable H e l m u t jahn, t a m b i é n incide en las c a r á c t e r . -
cas más intrínsecas de los hechos urbanos: pintoresquismo, densidad, multiplicidad,
"espontaneidad", etc., para c o n f o r m a r un escenario sugerentemente iluminado y re-
pleto de árboles, bancos, veladores, cabinas de teléfono y demás mobiliario urbano.

Tanto A r k a d e n c o m o el Foro Sony muestran c ó m o c o n t r o l y comercialismo v a r ce


la mano en la colonización del espacio público de la ciudad dual. La visión socioló-
gica insiste en denunciar la perniciosa artificialldad que se oculta tras lo que Paul
G o l d e r b e r g , crítico de arquitectura del NewYorkTimes, ha calificado c o m o " e n t o r -
nos urbanoldes", es decir, e n t o r n o s que ofrecen una experiencia urbana filtrada:
r e p r o d u c e n la ciudad real pero evitan sus aspectos más desagradables. En estos
lugares no llueve, no hace frío, no cruzan coches, no hay contaminación, no ha>
suciedad, no hay ruidos, etc., pero t a m p o c o mendigos, ni carteristas, ni drogadlctos,
ni prostitutas. A h í está la clave de su éxito, consiste en una ciudad seleccionada que
acaba con la mezcla social y racial para homogeneizan en clave de clase media, a la
población que se encuentra en ellos. Para muchos grupos sociales, especialmente
los más jóvenes, estos espacios comerciales están sustituyendo a las plazas y par-
ques públicos c o m o lugares de encuentro. Es lo que Boddy ha calificado c o m o "la
suburbanlzación del c e n t r o " , la r e p r o d u c c i ó n de los uniformes, m o n ó t o n o s y her-
méticos centros comerciales de las periferias, en los cascos históricos.

• Razas y nacionalidades: conflictos en la ciudad dual

Las desigualdades económicas no son las únicas que alimentan la ciudad dual.Tan
importantes c o m o aquéllas son las diferencias de raza y nacionalidad. Esta realidad
está íntimamente vinculada al f e n ó m e n o de la inmigración, que cada año afecta a
KOOLHAAS, Rem,et al, op.cit, entre dos y tres millones de personas en t o d o el mundo. 18 Esta corriente migrato-
pág. 82. ria obedece a la demanda de mano de o b r a no cualificada p o r p a r t e de los secto-
res industriales p o c o tecnificados y los escalafones inferiores del sector servicios.
Los emigrantes, p o r t a n t e , son necesarios para la lógica productiva tardocapitalista.
La bípolaridad socioeconómica que caracteriza a la ciudad dual encuentra así una
evidente correspondencia con la cuestión racial.

Las grandes metrópolis son el destino prioritario de los inmigrantes. En Esta-


dos Unidos, más del 30 % llegados desde 1965 t u v i e r o n c o m o m e t a dos ciudades:
Los Angeles y N u e v a York. El f e n ó m e n o es de tal envergadura que, en algunas
urbes, los habitantes de raza blanca se han c o n v e r t i d o en minoría, c o m o está a
p u n t o de o c u r r i r en el valle de San Francisco, una zona d o n d e en la década de
1960 el 90 % de la población era blanca mientras que actualmente el 41 % p e r t e -
nece a alguna minoría étnica.

El atrincheramiento de los inmigrantes en guetos raciales, un f e n ó m e n o que ya


aquejó a las grandes ciudades norteamericanas, se ha r e p r o d u c i d o en las pasadas
décadas. Sin embargo, una nueva c o m p o n e n t e diferencia a la última generación
c o n respecto a las anteriores. Mientras que los irlandeses, italianos, chinos y rusos
que llegaron a finales del siglo x i x y comienzos del siglo xx buscaron cobijo en
barrios étnicos situados en ¡os centros urbanos ( C h i n a t o w n , Little Italy, LittleTokyo,
etc.), el f e n ó m e n o de la gentrificación ha obligado a los nuevos inmigrantes a asen-
tarse en las periferias más degradadas de las ciudades. Son enclaves de las décadas
de 1950 y 1960 que entraron en decadencia p o r congestión, polución, malos ser-
vicios, etc., y que, tras ser abandonados p o r la clase media, f u e r o n ocupados p o r los
recién llegados. Es el caso de los suburbios del n o r t e de H o u s t o n (hoy barrios
mejicanos) o del cinturón periférico de Atlanta, ejemplos ambos del nuevo me/t/ng
pot n o r t e a m e r i c a n o . "

La invasión de la periferia p o r las últimas oleadas de inmigrantes viene a sumarse al


desalojo de la clase o b r e r a de los centros urbanos y su t o m a p o r las clases media
y alta. Estos hechos muestran los procesos de desterrltoriaüzación y reterntoriall-
zaclón que están reconstruyendo la espaclalidad de la ciudad dual. En el apartado
anterior vimos que, en el caso de los centros urbanos, esta dinámica no estaba
exenta de violencia. En unas ciudades cuyo funcionamiento está basado en la c o e -
xistencia de grupos sociales muy distintos pero unidos entre sí p o r débilísimos lazos
comunes, la irrupción del conflicto es Inevitable. Lo m i s m o o c u r r e con los guetos
raciales, que f r e c u e n t e m e n t e se transforman en zonas salvajes en p e r m a n e n t e e b u -
llición. Sucesos c o m o el del distrito londinense d e T o t t e n h a m (un barrio de pobla- „ KOJKIN loei
ción negra, escenario en 1985 de un repentino estallido racial que plagó la zona de págs. 80-109.
motines y saqueos) alimentan los miedos, fobias e inseguridades que la llegaca
masiva de Inmigrantes provoca en la población nativa. La traducción de este temor
a forma urbana es la segregación étnica, el Intento de controlar la amenaza a lo des-
conocido eliminando cualquiertipo de contacto con él. El resultado es, una vez más,
la proliferación de las comunidades cerradas, recintos clausurados y autodefendldos
que están alterando brutalmente el espacio urbano contemporáneo.

En 1970, tras los violentos levantamientos raciales que acababan de sacudir las ciu-
dades norteamericanas, Richard Sennet,20 profesor de Sociología y Humanidades
en la Unlversity of New York, comenzó a investigar la cuestión de la segregación
urbana, y aportó luz a un discurso enormemente novedoso para el momento: el
del reclamo de la conflictividad y el desorden. Partió de un convencimiento políti-
camente incorrecto: la multicuíturalldad es, en sí misma, una cuestión problemática
desde el punto de vista social. Las diferencias son extrañas, difíciles de entender por
loque crean hostilidades. Intrínsecamente, portante, una comunidad multicultural es
una comunidad confllctiva. Según Sennet, para que las ciudades volvieran a ser lo
que siempre fueron, es decir, y como defiende la visión culturalista, un tejido social,
histórica y funcionalmente continuo, era necesario perder el miedo al conflicto, con-
seguir que los ciudadanos olvidaran su obsesión por las experiencias controladas y
purificadas, y se vieran obligados a tolerar ¡as ambigüedades, las mcertidumbres...

Ello requería del apoyo de una muy determinada espacialldad urbana. Sennet
entendía que el planeamiento debía olvidar su tradicional fijación por el orden fun-
cional y la coherencia formal e interesarse por espacios multifuncionales, desorde-
nados, descontrolados y densos. En un entorno urbano semejante, donde la cerca-
nía física era obligada, el ciudadano se transformaba en un ser activo que debía lidiar
con las diferencias para sobrevivir, en miembro de una "comunidad de superviven-
cia", comunidades múltiples pero no coherentes, conflictivas pero no violentas, es
decir el antónimo de las comunidades cerradas.

Es lo que ocurre en ¡os escasos enclaves multirraciales que aún permanecen en ¡os
centros urbanos de la ciudad dual, lugares problemáticos pero Infinitamente más
SENNET, Richard, The Uses of
Disorder Personal ¡dentity and
tolerantes que las purificadas urbanizaciones de ¡a periferia. En el Raval barcelonés,
City Life, W. W. Norton, Nueva el Kreuzberg berlinés o el Marais parisino, los diferentes se han visto obligados a
York/Londres, 1970; (versión establecer una tregua. A diferencia de lo que ocurre en los guetos de los segrega-
castellana: Vida urbana e
dos suburbios norteamericanos, la violencia rara vez ha aflorado en ellos porque sus
identidad personal. Los usos del
desorden, Península, Barcelona, habitantes han aprendido que la conflictlvidad que, día a día, respiran en sus calles es
2001). algo consustancial a la vida urbana contemporánea.
La ciudad del espectáculo

La ciudad dual ha sido definida como un espacio para la desigualdad, la segregación


y el conflicto. Sin embargo, la apariencia externa de las ciudades contemporáneas
no tiene nada que ver con realidades tan penosas.Todo lo contrario, se nos pre-
sentan como un deslumbrante universo de luces y colores tras el que difícilmente
se intuyen los escenarios descritos en el capítulo anterior Es la ciudad del espec-
táculo, la sexta capa de la ciudad hojaldre, creada y dirigida por la moderna indus-
tria del ocio, la cultura y el consumo.

• Ocio, cultura y consumo:


la disneylandización de la ciudad contemporánea

Fue la izquierda intelectual francesa la que descubrió el gran filón que represen-
taba la semiotización de la ciudad, un filón que la visión sociológica ha explotado
para denunciar las mistificaciones que se ocultan tras el deslumbrante espacio
urbano contemporáneo. Pionero en este sentido fue el filósofo Jean Baudrillard,21
quien se interesó por la tendencia a la simulación que caracteriza a la sociedad de
masas. Según él, las esencias de los hechos humanos han desaparecido de las ciu-
dades. La vida en ellas está cada vez más exenta de experiencias auténticas y cada
vez más plagada de hábitos precodificados. Esta creciente artificialidad ha provo-
cado en sus habitantes una inmensa nostalgia por lo real. Ante la ausencia de natu-
raleza, el ciudadano posmoderno anhela bosques y cataratas; ante la ausencia de
contacto social, añora pasiones y emociones. Ello explica que busque sensaciones
fuertes, experiencias en vivo y en directo, ya sean deportes de riesgo o reality
shows.

En la ciudad esta exigencia ha inducido una enloquecida dinámica de simulaciones


que ha desembocado en ¡o que Baudrillard denomina "el tercer orden de simula-
cros", el que irrumpe en el momento en que, tras ser duplicado una y otra vez por
los medios de comunicación de masas, lo real desaparece y lo que queda es una
copia exacta del original, una imagen hiperreal. Es lo que ocurre cuando la verda-
dera Little Italy, con sus inmigrantes, sus penurias y sus carencias, es reemplazada
por la imagen que la gente tiene de Little Italy, con sus terrazas, sus cameríeri y sus
spaghettl alia siciliana, una imagen hiperreal que duplica la original y enfatiza hasta el
y 6
• 6 K M K 5 / ¡, BAUDRILLARD, jean, LEchange
artificio sus más pulcras esencias materiales. symbolique et h mon, Éditions
Gallimard, París, 1976.
Cuando este fenómeno se expande por el espacio urbano nace la ciudad del espec-
táculo, donde lo real ha dejado paso a lo hiperreal, a la pura materialidad, a la fría
superficialidad. De ahí su vivacidad cromática y luminosa, un esplendor radiante e
intenso que puede llegar a ser alucinatorio y desembocar en lo que Fredric Jame-
son22 ha denominado "euforia posmoderna".Y es que en la ciudad del espectáculo
todo es táctil y visible, pero ha sido vaciado de cualquier significado profundo (lo
que le interesa de Little Italy son sus formas, no sus contenidos). Se desactivan así
los grandes temas que acompañan al pensamiento negativo característico de la
visión sociológica: la segregación, la injusticia, la rebellón, etc. El habitante de ¡a ciudad
del espectáculo tan sólo está interesado en absorber por los sentidos, sin cuestio-
narse críticamente su situación en el mundo.

Jameson entiende que la euforia posmoderna ha generado una nueva forma espa-
cial: el "hlperespacio". Los edificios de la ciudad dei espectáculo funcionan como
mónadas, envolturas que encierran un interior protegiéndolo del exterior En su
ensimismamiento, el edificio-mónada demuestra una gran indiferencia por la ciudad
que le rodea, a la que no pretende transformar En el Interior; sin embargo, se
cargan las tintas. Un envolvente despliegue de simulacros se dispone a conseguir
que el visitante experimente la incapacidad de representarse en el espacio que le
rodea, que flote en un estado de debilidad psicológica que le hace altamente
vulnerable a los Intereses comerciales que promueven el hiperespacio. La radical
separación Interior-exterior que representa la mónada, y el énfasis en la interiori-
dad como ambiente fantástico y alucinatorio que representa el hlperespacio,
confluyen en los edificios relacionados con la nueva industria dei ocio, la cultura y
el consumo. En el presente apartado nos ocuparemos de ellos.

En la década de 1980 se puso de manifiesto el Imparable crecimiento que la indus-


tria del ocio estaba experimentando en las ciudades. Los sociólogos lo achacaron
a la llegada a la madurez de la denominada "generación X", los niños de clase
media nacidos durante el baby boom de la década de 1960. Esta generación, que
había crecido ajena a las dificultades de la posguerra, había incluido el ocio entre
sus actividades cotidianas, junto al trabajo, la cultura y el consumo. Exigía por ello
formas de entretenimiento urbanas, accesibles en el día a día.También exigía una
.AMESON, Fredric,
°ostmodernism, ort the Cultural creciente sofisticación tecnológica que colmara sus expectativas de sensaciones
-Oglc ofLate Capltallsm, Verso, fuertes, hiperreales.
-ondres, 1991; (versión
castellana: Teoría de la
Xstmodernidod, Editorial Trotta, En la década de 1990 pocos fenómenos atrajeron tanto la atención de los autores
Madrid, 2001 5 , págs. 53-92). de la visión sociológica de la ciudad como los parques temáticos, una de las expre-
siones más espectaculares del ocio actual. Dichos autores demonizaron Disneylan-
dia, a la que presentaron como paradigma del imperio de simulación que domina
la cultura posmoderna. Sin embargo, su impacto sobre la ciudad del espectáculo
ha sido enorme. Walt Disney siempre mostró gran interés por la ciudad del pasa-
do, donde persistían los viejos valores de la sociedad estadounidense. No es de
extrañar, portante, que decidiera reproducirlas como copias hiperreales. En 1954
abrió en Anaheim (Los Ángeles) Disneyland, su primer parque temático. Desde su
inauguración, la principal atracción fue Main Street, una reproducción a escala 5/8
de la típica calle principal de una pequeña ciudad estadounidense. Su éxito consa-
gró la táctica de simular los hechos urbanos de manera hiperreal, táctica que
Disney comenzó a expandir por el planeta con creciente escala y sofisticación. En
su segundo parque temático, Disney World (Orlando), la Main Street fue reempla-
zada por un Hollywood Boulevard que remedaba la floreciente arteria de Los
Ángeles de la década de 1930, no la decrépita y peligrosa avenida en que se con-
virtió posteriormente. Seguirían París.Tokio, Hong Kong, etc. El enorme éxito de la
fórmula que se utilizó en estos parques (tematizar un recinto poniendo las más
avanzadas tecnologías al servicio de la simulación), hizo que se extrapolara a los
espacios para la cultura, el consumo e, incluso, a la forma urbana. Para todos ellos,
Disneylandia se convirtió en una referencia ineludible, todos comenzaron un pro-
ceso de disneylandización.
La propia Disney Corporation se encargó de extender dicha fórmula a cines y
- I A N N I G A N , John, Pontos/ City: teatros IMAX. Posteriormente se infiltraría en el ámbito de la comida, John Han-
p
/eosure and Pro/it in the
'ostmodern Metrópolis.
nigan,23 profesor de Sociología en laToronto University, denomina eatertainment a
Routledge, Londres, 1998, la actividad que se realiza en los restaurantes temáticos —Hard Rock Café, Planet
oágs. 81-100. Hollywood, Fashion Café, etc.—, donde comer es algo secundario con respecto al
entretenimiento. También el juego se apuntaría a esta dinámica. Los casinos de
Las Vegas se disneylandizaron a pasos agigantados, como lo demuestra la última
generación de edificios construidos para tal fin: New York, New York (que repro-
duce los rascacielos más emblemáticos de Manhattan), París (que reproduce la
Torre Eiffel y el edificio de la ópera) o Bellagio (donde se puede pasear en góndo-
la por los canales de "Venecia"). La disneylandización afecta igualmente al espacio
público de esta ciudad, que ha comenzado a ser invadido por sofisticados espec-
táculos promovidos por los casinos. Las erupciones volcánicas o las batallas navales
a las que se puede asistir paseando por su famoso Str/'p evidencian cómo Las
Vegas, la ciudad de más rápido crecimiento de Estados Unidos, tiende a convertir-
se, toda ella, en un gran parque temático, en el paradigma mundial de la ciudad del
espectáculo.

Por último, dentro de las actividades de ocio cabría destacar el papel que el turis-
mo está desempeñando en la disneylandización de la ciudad del espectáculo. Has-
ta ahora, con objeto de promover esta práctica que la sociedad posmoderna ha
convertido en una necesidad vital, las ciudades se habían conformado con explo-
tar sus áreas históricas, las cuales, como vimos en la parte dedicada a la visión cul-
turalista, no han dudado en tematizar para realzar su atractivo. Muchos son los
ejemplos de operaciones donde las ciudades recrean sus mitos más conocidos
como si de un parque temático se tratara: la Times Square en Nueva York, ei
Covent Garden en Londres, el French Quarter en Nueva Orleans, etc. Sin embar-
go, en los últimos años, las estrategias para atraer ei maná del turismo han sobre-
pasado los límites de los ultracongelados-ultraartificiales cascos históricos, para
extenderse por zonas urbanas auténticas y vivas donde se desarrollan determina-
dos estilos de vida. Es lo que ha ocurrido en San Francisco con Castro y en Man-
chester con el Gay Village, distritos donde se concentra la población homosexual;
o en Nueva York con Harlem, donde los domingos afluyen autobuses repletos de
turistas para asistir; como si de un espectáculo de Broadway se tratara, a los oficios
religiosos de la población negra. En todos estos lugares, lo que una vez fue verda-
dero y cotidiano está dando paso a lo simulado y lo superficial, es decir; la realidad
está dando paso a la hiperrealidad.

La segunda actividad económica disneylandizada en la ciudad del espectáculo es la


cultura. La metamorfosis sufrida por los museos en las últimas tres décadas es un
buen ejemplo de ello. Fue el Centre Pompidou de París, construido en 1977 por
Richard Rogers y Renzo Piano, el que marcó la pauta de una nueva generación de
museos denominados "mediáticos". El popularmente conocido como Beaubourg,
tue calificado por Baudrillard71 como "hipermercado del arte", un espacio social
donde la cultura contemporánea era triturada, recortada, comprimida y puesta a ía
venta en forma de pósters, postales y catálogos. En los museos mediáticos la cul-
tura ha convergido con el entretenimiento y el consumo, de los que ha asimilado
sus estrategias comerciales. Las salas para exposiciones se alternan con cafeterías,
librerías, tiendas de souvenirs, etc. Quienes deambulan por ellas no son eruditos
solitarios, sino masas de personas dispuestas a embotellarse en colas interminables
para ver la exposición de moda de la temporada, personas que encuentran en el
museo un lugar divertido para pasar la mañana del domingo.

Para el editor y crítico inglés Deyan Sudjic,75 los museos mediáticos se han conver-
tido en los hitos urbanos de la posmodernldad. De hecho, es uno de los pocos edi-
ficios de carácter simbólico que la ciudad del espectáculo ha respetado: ¿qué
metrópolis puede aspirar a ocupar un lugar entre las estrellas de la globallzación sí
no cuenta con museos de categoría internacional? Londres y París compiten por
erigirse en centro cultural de Europa: Londres utilizando parte de los Ingresos de
la lotería nacional para ampliar y mejorar su red de espacios culturales —laTate
Modern, ampliación del Victoria and Albert Museum, ampliación de la National
Gallery, remodelación del British Museum, etc.—; París convirtlendo este tipo
de edificios en el eje de sus operaciones de transformación urbana —reforma del
Museo del Louvre, Ópera de la Bastilla, la Cité des Ciences de LaVillette, transfor-
mación del Musée d'Orsay, etc. — . A la vista de los pingües beneficios comerciales
y turísticos que la cultura ha reportado a estas dos ciudades, la epidemia de muse-
os, salas de conciertos, óperas y demás se ha extendido por Europa y Estados Uni-
dos. Berlín potencia su denominada "Isla de los Museos" y abre espacios culturales
tan sorprendentes como el Jüdisches Museum; Francfort, que no se resiste a langui-
decer a la sombra de la nueva capital alemana, promueve todo un distrito museísti-
co en el barrio de Schumankai, junto al río Meno; Dallas, en su enconada compe-
tencia con Houston, construye el Meyerson Centén una sala de conciertos situada
en una zona reservada para espacios culturales; Los Angeles, en su contienda con
Nueva York, hace lo propio con el MoCA, rival del MoMA;y el Museo Guggenhelm
ha puesto en los escaparates de las agencias de viaje el nombre de Bilbao. Pero el
programa cultural más ambicioso emprendido por una ciudad en los últimos años
BAUDRILLARDJean, L'Effet
Beaubourg, Éditions Galilée,
ha sido el deViena con su MuseumsQuartier La capital austríaca pretende rentabi-
París, I 978. lizar las sinergias generadas por sus tradicionales, y hasta ahora dispersos, centros
SUDJIC, Deyan. The lOOMile culturales, compilándolos en un distrito museístico de más de 60.000 m2, el mayor
City, Harcourt Brace &
complejo cultural de Europa. Entre sus espacios destaca el ArchitekturZentrum, el
Company, Orlando, I 992,
págs. 125-142. A r t Cult Centre, el Museum Moderner Kunst, el Leopold Museum y la Kunsthalle.
La tercera actividad económica protagonista en la ciudad del espectáculo es el
consumo. En los nuevos espacios comerciales, ¡a estrategia de generación de siner-
gias es clave. Los enormes centros comerciales de las urbes contemporáneas se
han convertido en macroespacios arquitectónicos donde confluyen tiendas, res-
taurantes, lugares de entretenimiento, centros culturales, etc., evidencia física de
cómo la sociedad posmoderna ha desdibujado las fronteras que antes separaban
ocio, consumo y cultura. Es lo que John Hannigan ha denominado shopentertain-
ment

El West Edmonton Malí, situado en Edmonton (Canadá), es el mayor centro comer-


cial del mundo. Con una superficie que duplica la del casco urbano de Glasgow, tan
sólo puede recorrerse en varios días. En su interior, consumo y entretenimiento son
absolutamente mdeslindables, entre otras cosas porque el 40 % de su superficie está
destinada a esta última actividad. La fórmula Disney rige este Inmenso hlperespacio:
réplicas de la Quinta Avenida de Nueva York, deTimes Square, de calles de Nueva
Oríeans, de la carabela Santa María, etc., además de pistas de hielo, parques acuáti-
cos, campos de golf, escenarios para actuaciones, etc.

SL • Competencia entre ciudades, ciudades en venta

Otro de los fenómenos típicamente tardocapitalistas estimulados por la ciudad del


espectáculo es la competencia entre ciudades. La razón que la alienta es el deseo de
acceder al exclusivo club de las ciudades globales, deseo que les ha abocado a lan-
zarse al mercado como si de un producto más se tratase.

En otra época, esta aspiración hubiera resultado mera ilusión para ciudades que no
contaran con un tejido productivo extenso y consolidado, con acceso a las redes
de transporte, con un mercado laboral y de consumidores avanzado, etc. En la con-
temporaneidad, sin embargo, gracias a la relativa libertad que las nuevas tecnologí-
as ofrecen a las grandes empresas para elegir su lugar de ubicación, son muchas las
ciudades que podrían alcanzarla. Como ya hemos comentado, los motivos que
impulsan a las multinacionales a establecerse en uno u otro sitio son cada vez más
accesibles: calidad de vida, buenos restaurantes, precio de la vivienda, etc., lo que ha
generado enormes expectativas en ciudades sin tradición histórica en los circuitos
económicos internacionales; ciudades que han comenzado a competir por atraer
empresas e industrias transnacionales que les garanticen un lugar preferente en el
espacio de los flujos.
Una de las estrategias más habituales en la competencia entre ciudades es la espe-
cializaclón, es decir, la explotación de elementos y circunstancias que las diferencian
de las demás. Rem Koolhaas26 habla de "ciudades de diferencia exacerbada", ciuda-
des donde lo que cuenta es la oportunista explotación de las carencias de sus
competidoras: centros de convenciones, hoteles, parques temáticos, distritos finan-
cieros, museos, etc. También se pueden aprovechar déficits menos concretos.
Zhuhai, por ejemplo, una de las ciudades del delta del río Perla, ha optado por la
explotación de sus abundantes zonas verdes para competir con la vecina y ultra-
congestionada Hong Kong. En cualquier caso, son dinámicas que obligan a las
ciudades a estar en permanente estado de adaptación según los cambios que se
produzcan en sus competidoras, lo que convierte a la "ciudad de diferencia exa-
cerbada" en un modelo urbano altamente Inestable.

La segunda estrategia de concurrencia que nos Interesa incide en la espectacula-


rización: la publicidad. La competencia entre ciudades se transforma entonces en
"venta de ciudades". Costosísimas campañas publicitarias de ámbito planetario
difundiendo eslóganes como el archlconocido I ¡ove NY, van encaminadas a pro-
mocionar las capitales en el mercado global. Uno de los casos más extremos de
venta de ciudades, aunque en este caso más cabría hablar de "compra de ciuda-
des", es el de Atlanta, sede de Coca-Cola y C N N . En 1993 el Ayuntamiento con-
trató al publicista Joel Babblt como director de marketing y publicidad. Entre sus
agresivas propuestas despuntaron las de adjudicar nombres de calles a corpora-
ciones multinacionales (Broad Street hubiera pasado a denominarse Coca-Cola
Boulevard), adherir logotipos de multinacionales a los camiones de basura, vender
la exclusiva de los taxis oficiales a una marca de automóviles, o esponsonzar un
globo espacial de 1,6 km de diámetro que daría vueltas a la tierra emitiendo logo-
tipos de empresas, una especie de "luna publicitaria" que sería visible para el 60 %
de los habitantes del planeta. Pocos de los proyectos de Babblt pudieron llevarse
a cabo. Entre los que sí lo hicieron, destaca la nominación de Visa como "tarjeta de
crédito oficial de Atlanta", una operación que reportó a la ciudad tres millones
de dólares."
KOOLHAAS, Rem.TRD Pearl
River Delta", en KOOLHAAS,
Rem, et al., op. cit, pág. 334.
Atlanta ha utilizado, además, una tercera táctica muy común en la promoción de
30YER, Marie Christine, ciudades: la celebración de un gran evento. Es lo que hizo en 1996 con la organi-
The City ofCollective Memory. zación de los juegos Olímpicos. El objetivo era vender la ciudad como símbolo de
Its Histórica! Imaginery and
la prosperidad del sunbelt y desterrar las connotaciones racistas y de atraso socio-
Archltectural Entertainments,
ne MÍT Press, Cambridge económico con las que antaño se asociaba al sureste norteamericano. Cuatro
Mass.), 1994, págs. 146-150. años antes, Barcelona había utilizado el mismo método, en este caso para difundir
nternacionalmente la imagen de una España democrática, moderna y económica-
mente avanzada, y acabar con ei tópico del subdesarrollo franquista. Las exposi-
ciones universales celebradas en Sevilla, Lisboa o Hannover tuvieron un objetivo
similar

Pero la fama no es gratis. La caza de los beneficios de la globallzación tiene un pre-


cio que han de pagar los habitantes de la ciudad del espectáculo. Las ingentes
sumas de dinero que requiere la ejecución de estos proyectos, normalmente con-
centrados en lugares emblemáticos, se deducen de los presupuestos para vivienda
social, transporte público, fomento del empleo, etc. Las prioridades de la ciudad del
espectáculo son la calidad visual y la estética. Cien años después, la lógica del embe-
llessiment, patrocinada por el movimiento City Beautiful, vuelve a campar por los
territorios urbanos de todo el mundo.

• La puesta en valor de la ciudad del espectáculo:


de las lecciones de Las Vegas a la estetización de Sarajevo

Como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta las fuentes ideológicas que
la alimentan, la visión sociológica siempre ha mostrado una actitud crítica hacia la
ciudad del espectáculo. En las últimas décadas, sin embargo, se ha fraguado un dis-
curso paralelo que pone en valor ciertos aspectos de aquélla. Sus artífices han sido
arquitectos interesados en responder a la lógica sociocultural posmoderna; a las
exigencias monádicas de los nuevos espacios para el ocio, la cultura y el consumo;
al deseo de hlperrealldad y simulación de la "generación X"; profesionales intere-
sados en afrontar desde la arquitectura y el urbanismo los requisitos comerciales y
mundanos de la ciudad del espectáculo, y hacerlo de una manera digna.

Fueron Robert Venturi, Steven Izenoury Denise Scott Brown quienes, con el libro
Aprendiendo de Las Vegas,2i inauguraron una nueva y revolucionaria mirada hacia VENTURI, Robert; IZENOUR
los "elementos de mala reputación" que pueblan la ciudad del espectáculo. Su Steven; SCOTT BROWN.
punto de partida fue una crítica a la postura que la modernidad mantuvo ante Denise, Learning from Las Vegas.
The Forgotten Symbolism of
estos hechos urbanos cotidianos, que rechazó por entenderlos como expresión Archltectural Form.The MIT
de los valores más degradados de la sociedad de consumo. Frente a esta actitud, Press, Cambridge (Mass.), 1977;
Venturi, Izenoury Scott Brown reivindicaron una puesta en valor de dichos elemen- (versión castellana: Aprendiendo
de Las Vegas. El simbolismo
tos, realidades urbanas probablemente "Incorrectas" según los puristas cánones
olvidado de la forma
estéticos de la modernidad, pero tras las que se ocultaba un gran filón. Aplicando arquitectónica, Editorial Gustavo
las técnicas del estructuralismo lingüístico, Venturi supo descubrir en el "arte Gili, Barcelona, 1998').
¡ncíendo de Las Vegas (Robert
e~:_r;, Steven Izenoury Denise
Scott Brown). Elementos de mala
;: / L; 5n.

comercial popular", en "lo feo y lo ordinario", ¡conos cargados de simbolismo, una


arquitectura-cartel cuyos valores comunicativos eran mucho más importantes que
losespaciales. Los modelos estaban por doquier en la ciudad del espectáculo. No
es de extrañar que se fijara en Las Vegas, de la que llegó a afirmar: "La carretera 91
atraviesa Las Vegas y es el arquetipo de la vía comercial, fenómeno que se da aquí
en su forma más pura e intensa. Creemos que la documentación y el análisis cui-
dadoso de su forma física es tan importante para los arquitectos y urbanistas de
hoy como lo fueron los estudios de la Europa medieval y la Grecia y Roma anti-
guas para las generaciones precedentes".29

<OOLHAAS, Rem, Delirious El siguiente paso para la puesta en valor de la ciudad del espectáculo lo dio Rem
New York. A Retroactive Manifestó
for Manhattan, Oxford Koolhaas con Delirio de Nueva York30 Este libro analizaba el Manhattan de entre
Universrty Press, Nueva York, 1910 y 1940, al que definía como un producto de la "cultura de la congestión", es
i 978: (versión castellana: Delirio decir; de la hiperinflación de signos, mensajes y fantasías. Según Koolhaas, la metró-
de Nueva York. Un manifiesto
'etroactivo para Manhattan, poli provoca ansiedad por experimentar realidades que, si no existen, es necesario
Editorial Gustavo Gilí. Barcelona, fabricar Es lo que hacen las ciudades del espectáculo al crear artificiales paraísos
2004). hiperreales: parques temáticos, cines IMAX, centros comerciales, etc., lugares don-
de se producen experiencias de ficción ajenas a la dura cotidianidad metropolita-
na, lugares donde el ciudadano colma el vacío que siente ante la escasez de expe-
riencias intensas. El paralelismo que existe entre la reflexión de Koolhaas y el dis-
curso de Baudríllard es evidente, pero hay una discrepancia que los separa y que
acerca al primero a Venturi: mientras que Baudríllard entendía que la ciudad del
espectáculo era perniciosa, la "cultura de la congestión" de Koolhaas la celebra y la
reconoce como base de la sociedad contemporánea.

Finalmente, Bernard Tschumí31 ultimó la puesta en valor de la ciudad del espec-


táculo introduciendo una novedosa componente ideológica: su esencia superficial
y cambiante, la debilidad de sus formas, era expresión de la renuncia a cualquier
deseo de dominación sobre los habitantes. La ciudad del espectáculo se convertía,
así, en una expresión democrática de la sociedad contemporánea.

En la década de 1990, esta puesta en valor fue contestada por la visión sociológica
de la ciudad. Los presupuestos de Venturi, Koolhaas y Tschumi, según los cuales
la "cultura de la congestión" desencadenaba nuevos significados urbanos y arquitec-
tónicos, fue contundentemente rechazada con un contra-argumento: a más infor-
mación, menos significado. En su iibro La an-estéüco de la arquitectura,32 Neil Leach,
profesor de la University of Nottingham, postuló que el énfasis en la imagen estaba
anestesiando a los ciudadanos contemporáneos. Retomando una línea de pensa-
miento que fue inaugurada por Charles Baudelaire y que posteriormente desarro- TSCHUMI, Bernard: "Algunos
conceptos urbanos", en SOLA-
llaron Georg Simme! y Walter Benjamin, Leach recuperó el argumento de que el
MORALES, Ignasi de; COSTA,
bombardeo de imágenes que se produce en la ciudad del espectáculo acababa Xavier (eds.), Presente y futuros.
narcotizando a las personas, mentalmente embotadas por exceso de información. Arquitectura en los grandes
ciudades, CoHegi Oficial
Se cumplía así el principio "a más información, menos significado".
d'Arquitectes de
Catalunya/Centre de Cultura
Esta cuestión entraña peligros de gran envergadura. Cuando la ciudad se reduce a Contemporánia de Barcelona,
Barcelona, 1996. págs. 40-43.
un reino estético, todo, incluso sus aspectos más crueles, se convierte en aceptable.
LEACH, Neil, The Anaesthetics of
Es lo que ocurre con las fotografías urbanas de última generación: nos fascinan las Architecture, The MIT Press,
destartaladas fachadas del Kowloon de Hong Kong, y esto nos hace olvidar a Cambridge (Mass.), 1999;
(versión castellana:
las miles de personas que viven tras ellas en condiciones deplorables. De esta mane-
La an-estéüco de la arquitectura,
ra, el efecto anestésico se extiende al sufrimiento humano. En otros casos, Leach lle- Editorial Gustavo Gili, Barcelona.
ga a hablar de "arquitectura fascista". En su libro War and Architecture33 Lebbeus 2001).
Woods no tuvo reparo en estetizar, en clave futurista, la catástrofe de Sarajevo, argu- WOODS, Lebbeus, War and
mentando que el caos originado por las destrucciones bélicas abría la puerta a una Architecture/ Rat i arhitektura
(Pamphlet architecture, 15),
nueva forma de pensar y entender el espacio. La martirizada capital bosnia se con- Prínceton University Press,
vertía así en el último y más cruel punto de referencia de la ciudad del espectáculo. Princeton (Nueva Jersey), 1994.
« e j s W o o d s : estudio para
: i i e.c
Este ejemplo pone de manifiesto en qué medida los contenidos políticos y socia-
les pueden llegar a ser absorbidos y negados por el imperio de la estética. Una
sociedad inundada de imágenes reduce su sensibilidad social, se hace compla-
ciente con las injusticias y elude los compromisos con el prójimo. Como decía-
mos al comienzo de este capítulo, la fastuosidad de la ciudad del espectáculo
enmascara las miserias de la ciudad dual. Pero no debemos olvidar que, a pesar
de su luminosa fachada, Las Vegas sigue siendo la capital mundial de! crimen y la
corrupción.

La ciudad sostenible

En 1974 se hizo público el Informe del Club de Roma, un documento donde se


anunciaba que el modelo de desarrollo económico vigente en Occidente condu-
cía al agotamiento de los recursos naturales del planeta. Casi veinte años después,
la amenaza no sólo persistía, sino que había comenzado a materializarse. La
Conferencia de la O N U sobre el Medioambiente y el Desarrollo, denominada
"Cumbre de Río" y celebrada en Río de Janeiro en 1992, divulgó datos que confir-
maban que la lluvia acida estaba devorando los bosques; que el agujero de la capa
de ozono estaba induciendo un cambio climático; que la polución estaba disparan-
do el "efecto invernadero"; que los residuos estaban saturando bahías y ríos; que a
mediados del siglo xxi escasearían los alimentos en numerosos puntos del
planeta; que lo mismo ocurriría con el agua, cuya demanda se duplicaba cada vein-
te años; y que seguía presente la amenaza de una nueva crisis energética. ¿Quién
había forjado esta espada de Damocles que pendía sobre el planeta? La ciudad,
entre otras cosas.

En efecto, estas catástrofes se debían, en buena parte, a que el modelo de desarro-


llo urbano occidental, basado en un exacerbado consumo de recursos y energía
(tres cuartas partes de la energía mundial), en la emisión masiva de residuos (tres
cuartas partes de la contaminación mundial), en la movilidad privada y en el consu-
mo territorial, se había trasladado a las áreas geográficas con mayor crecimiento
poblacional de la tierra: China y el sureste asiático. Ante semejante constatación, la
sociedad contemporánea empezó a tomar conciencia de que las ciudades se esta-
ban convirtlendo en máquinas depredadoras del medio ambiente, lo cual legitimó y
propagó el mensaje de la ciudad sostenible, séptima capa de la ciudad hojaldre y el
más reciente de los discursos de la visión sociológica.
• Desarrollo urbano sostenible e integrado

El discurso de la sostenibilidad entiende a la ciudad como un ecosistema que con-


sume recursos y genera residuos, un organismo vivo estrechamente interrelacio-
nado con el territorio que lo rodea tanto a escala regional como global. Varios
conceptos se encargan de calibrar la magnitud de esta imbricación. La denomina-
da "huella ecológica" mide la superficie natural necesaria para producir los recursos
que demanda una ciudad determinada. Los datos derivados de este concepto
demuestran que, hoy en día, ninguna ciudad es sostenible en sí misma. Por ejemplo,
la absorción del dióxido de carbono que emite Barcelona requiere una superficie
forestal equivalente a 65 veces su término municipal; y el abastecimiento de agua,
un lago de hasta ocho veces esa dimensión.Teniendo en cuenta que, según todas
las previsiones, en 2025 la población urbana del planeta alcanzará los 5.000 millo-
nes de habitantes, no es difícil predecir lo que esto supondrá para el medio
ambiente si no se toman medidas correctoras.

El informe de la O N U "Nuestro futuro en común" propuso el término "desarrollo


sostenido" como un concepto a aplicar a la economía. Su definición tenía raíces cla-
ramente antropológicas: "enfrentarse a las necesidades del presente sin compro-
meter la posibilidad de las futuras generaciones de enfrentarse a las suyas". Para los
defensores de la ciudad sostenible, la sostenibilidad debe convertirse, también, en
el principio rector del urbanismo. Tal como lo define el arquitecto e historiador
catalán Albert García Espuche,31 un desarrollo urbano sostenible es el que estable-
ce un acuerdo entre ciudad y medio ambiente según el cual algunos de los privile-
gios de los que goza la población urbana son sacrificados en favor de opciones que
puedan ser sustentadas indefinidamente por los sistemas naturales. En otras pala-
bras, consistiría en alcanzar un equilibrio ciudad-entorno natura!, donde la presión
de la primera sobre el segundo no sobrepase determinados límites.
E-ARCIA ESPUCHE, Albert:
Model de ciutat, model de
: ccjccicV'.en GARCÍA Parajaume Terradas,35 profesor de la Universitat Autónoma de Barcelona, un urba-
ESCUCHE, Albert; RUEDA, nismo regido por el principio de la sostenibilidad ha de partir de un análisis que
::- .ador (eds.) La ciutat
contemple aspectos como el medio físico de la ciudad (geología, hidrología, clima,
•zszenible, Centre de Cultura
Contemporánia de Barcelona, etc.); las poblaciones biológicas (animales, plantas y seres humanos); el metabolis-
Sa-ceíona, 1999, págs. 5-12. mo material y energético (energía entrante y residuos salientes); la evolución his-
"FERRADAS, Jaume, tórica del ecosistema urbano, etc. En segundo lugar, y dependiendo de los resulta-
-ecosistema urbá", en
E-ARCÍA ESPUCHE, Albert;
dos, debe plantearse como objetivo reducir la huella ecológica, para lo cual es
r
_ EDA, Salvador (eds.), op. cít. imprescindible restringir el gasto energético, reciclar materiales, disminuir la polu-
:ags. 75-84. ción, usar energías renovables, etc.
El arquitecto paisajista Mlchael Hough,36 profesor en la Facultad de Estudios
Medioambientales de la York University (Canadá), va más allá y plantea que un
desarrollo urbano sostenible también debe contribuir a la mejora del medio
ambiente. Ello es posible porque las actividades humanas y el habitat construido
alientan la aparición de numerosas formas de vida en la naturaleza. Si se estable-
ce un sistema Integrado ciudad-naturaleza, los desechos del desarrollo urbano
pueden contribuir positivamente al medio ambiente. Surge así un segundo con-
cepto que suele ir asociado al de sostenibilidad: la "integración".

Para conseguir que un desarrollo urbano sea sostenible e integrado es preciso


conectar urbanismo y ecología. Según Hough, el diseño que resulta de esta fusión
debe valorar las zonas no cuidadas de la ciudad: zonas donde existe una fauna y
vegetación naturalizadas (las "malas hierbas") altamente resistentes a las dinámicas
urbanas; debe hacer visibles una serie de procesos (abastecimiento de agua y de
electricidad, desagües, lluvias, etc.) que, aunque suelen pasar desapercibidos, conec-
tan ía ciudad con su contexto natural; debe apostar por la economía de medios, es
decir; por obtener un máximo beneficio con un mínimo de energía, lo que supone
optar por alternativas baratas y efectivas, en vez de por infraestructuras de enver-
gadura y costosas. A este respecto habría que aludir a la conveniencia de recupe-
rar tradiciones arquitectónicas y de diseño urbano locales, tradiciones que son fru-
to de siglos de adaptación a las condiciones climáticas y culturales del entorno.

Numerosos son los casos citados por Hough como ejemplos de diseño urbano
sostenible e integrado. Algunas ciudades se han centrado en la explotación de la
horticultura y la silvicultura (la traslación de las formas de gestión de los bosques
naturales a las zonas verdes de la ciudad), procesos autosostenibles y de bajo coste.
Pionera en este sentido fue la ciudad holandesa de Delft que, ya en la década de
1970, puso en marcha una alternativa ecológica a los tradicionales mecanismos
de urbanización. La actuación se centró en el barrio de Gilíes Estáte y consistió en
rodear las edificaciones con un desestructurado paisaje natura! que recordaba la
informalidad del campo. Otras ciudades utilizaron el diseño urbano sostenible e
integrado para recuperar áreas abandonadas u obsoletas. Es el caso de la cuenca
del Rhur, el antiguo pulmón industrial de Alemania convertido, tras la dramática cri-
HOUGH, Michael, Cities and
sis de la década de 1970, en un desolado paisaje plagado de fábricas arruinadas Natural Process, Routledge,
y terrenos contaminados. En 1988, con objeto de regenerar económica y ambien- Londres, 1995; (versión
talmente la zona del río Emschen el gobierno de Westfalia decidió organizar una castellana: Naturaleza y ciudac
Planificación urbana y procesos
Exposición Internacional de Arquitectura, la IBA-Emscher Park. Aplicando criterios ecológicos, Editorial Gustavo G
de sostenibilidad, se logró renaturalizar los ríos y los arroyos, restablecer la biodiver- Barcelona, 1998).
ce México: capa de smog.

Z i ¡z~z:
•ce- Park (Alemania): práctica de
:: en la antigua acería
sldad, construir nuevas áreas residenciales y zonas de ocio, y recuperar; reconvir-
tiéndolo para otros usos, el inmenso patrimonio arquitectónico industrial de la zona.

• Sostenibilidad y ética social en el Tercer Mundo

Por sí sola, la fusión entre urbanismo y medio ambiente no ofrece pautas con-
ceptuales que justifiquen su inclusión dentro del ámbito de la visión sociológica.
Pero el discurso de la ciudad sostenible también se nutre de otras fuentes. En sus
orígenes compartió los temas que habían alimentado la sensibilidad poscolonlal
de las décadas de 1960 y 1970: el Interés por las culturas nativas, el rechazo del
uso de las nuevas tecnologías y la crítica al sistema económico. Hoy en día, al pos-
colonialismo se han sumado la epistemología posestructuralista, el feminismo
posmoderno, los grupos antirracistas, los movimientos antlgloballzación, etc. El
medio ambiente se ha visto así complementado por la propensión hacia las cul-
turas del Tercer Mundo, por la crítica a la sociedad de consumo, por la defensa de
las minorías, por el rechazo del poder tecnológico, etc. De esta manera, la ciudad
sostenible sobrepasa el ámbito del urbanismo para reclamar un nuevo marco
donde ciudad, sociedad, economía y medio ambiente estén integrados en un
todo. Por ello, la ciudad sostenible se ha convertido en uno de los escasísimos
estandartes contemporáneos de la ética urbana, lo que justifica su inclusión en la
visión sociológica de la ciudad,

El posicionamlento pro-social de la ciudad sostenible responde al fracaso de las


políticas de igualdad sobre las que se edificó la ciudad moderna, políticas que han
demostrado su ineficacia en las condiciones socioeconómicas contemporáneas.
La decadencia que arrastran los partidos políticos y los sindicatos obreros es una
prueba del galopante descrédito que sufre el decimonónico argumento de la lucha
de clases. En este sentido, el discurso de la sostenibilidad intenta perfilar nuevas
estrategias en pro de la justicia, estrategias que ya no apelan al enfrentamlento de
capas sociales, sino a la solidaridad y la conciencia colectiva hacia los grupos menos
favorecidos. Contra la globalizaclón: políticas culturales locales, democracia particl-
patlva, derechos civiles, etc. Dentro de la visión sociológica, portante, la ciudad sos-
tenible se opone a la ciudad global (paradigma del tardocapitalismo) y a la ciudad
del espectáculo (paradigma de la sociedad de consumo), al tiempo que aspira a
convertirse en alternativa a la ciudad dual (paradigma de la Injusticia social). Esta
última, es decir; los problemas urbanos que se derivan de la pobreza, la marginall-
dad, la confluencia de razas y nacionalidades, centra las preocupaciones de los
defensores de la ciudad sostenible, convencidos de que el desempleo, la conflictivi-
dad social y las deficiencias educativas y sanitarias acentúan la degradación de:
medio ambiente. Para quien lo dude, ahí están las enormes crisis ecológicas de
metrópolis como Ciudad de México,Yakarta o Lagos.

El compromiso con la pobreza urbana y el interés por las culturas nativas ha orien-
tado el discurso de la ciudad sostenlble hacia las urbes del Tercer Mundo. La cues-
tión de la gran escala, a la que hicimos referencia en el capítulo dedicado a la ciu-
dad global, afecta muy especialmente a estas ciudades. Actualmente, de las diez
más pobladas —Tokio, Sao Paulo, Nueva York, Ciudad de México, Shanghai, Bombay,
Los Angeles, Buenos Aires, Seúl y Pekín— tan sólo tres pertenecen al Primer Mun-
do, y en 2015, de las 33 más pobladas tan sólo seis pertenecerán a él.37 Estos datos
demuestran que el futuro medioambiental del planeta se está jugando en las mega-
lópolls del Tercer Mundo.

Teniendo en cuenta los abismos socioeconómicos que separan estas áreas urbanas
de las europeas y estadounidenses, no es de extrañar que los argumentos y las
estrategias que se plantean difieran radicalmente. En las primeras, donde el 50 %
de la población vive en chabolas que carecen de las infraestructuras más básicas,
los defensores de la ciudad sostenible dan prioridad a cuestiones como la econo-
mía de medios, la agricultura urbana, la vivienda social, la autogestión comunitaria,
el reciclaje de basuras, etc. Como ha demostrado la ciudad indonesia de Bandung,
esta última actividad puede dar sustento a numerosas familias, además de generar
beneficios medioambientales y de ahorro energético. Otras urbes asiáticas han
puesto el acento en la agricultura y la acuicultura urbanas, que les permiten pro-
ducir alimentos sin recurrir a la Importación. En China las pequeñas parcelas agrí-
colas de Pekín o Shanghai abastecen a sus poblaciones del 85 % de los vegetales
que consumen. Por su parte, los estanques urbanos, donde se crían peces y se cul-
tiva arroz, satisfacen el 20 % de las necesidades de pescado de todo el país.

Pero la región del mundo donde el discurso de la ciudad sostenible ha suscitado un


consenso más generalizado es Latinoamérica. Su buque insignia es Curltlba, una
ciudad brasileña de dos millones de habitantes que ha sabido articular ejemplar-
mente compromiso social y desarrollo urbano sostenible e Integrado. El artífice del
denominado "milagro suramericano" es Jaime Lerner, arquitecto y alcalde de la ciu-
dad de manera discontinua desde 1971 hasta I 992. Las estrategias de desarrollo
: C_HAAS, Rem, et ai., urbano sobre las que cimentó su fama internacional reflejan de manera diáfana los
'.'-rociones, op.c/t, pág. 6. ' dictados de la ciudad sostenible. Las antiguas canteras fueron transformadas en
ajardinados centros culturales: una de ellas alberga la Universidade do Meio
•Ambiente, otra un teatro de ópera suspendido sobre un lago y la tercera un audi-
torio al aire libre. Las zonas inundables, anteriormente ocupadas por chabolas, se
utilizaron para construir parques y estanques. El problema del chabolismo fue
afrontado con soluciones imaginativas, pero siempre consecuentes con el princi-
pio de la economía de medios: reparto gratuito de pequeños solares y huertos,
ofrecimiento de asesoramiento técnico, financiación de materiales y regalo de dos
árboles (uno frutal y otro ornamental) por cada casa autoconstruida terminada.
Además se construyeron 14.000 viviendas sociales, 30 bibliotecas de barrio
(modestos edificios prefabricados denominados "faros del saber"), 20 teatros, 74
centros culturales, escuelas y centros de salud. Para los habitantes de los barrios
de favelas, la mayoría de ellos desempleados, Lerner diseñó originales políticas de
promoción de empleo. Por ejemplo, la basura que anteriormente se abandonaba
en los márgenes de los arroyos, fue objeto de un programa de recogida e inter-
cambio por bonos de autobús, paquetes de comida y cuadernos escolares. Actual-
mente, el 96 % de los residuos de Curitiba se reciclan; esto ha permitido ahorrar
grandes sumas que, de otro modo, se hubieran tenido que destinar a .a : C T . ' . : -
ción de vertederos.

Pero, sin lugar a dudas, la cuestión estrella en la regeneración medioambiental de


Curitiba ha sido la del transporte, más concretamente la apuesta por un transpor-
te público de calidad y el acecho al automóvil privado. Una de las primeras medidas
que tomó Lerner fue la peatonallzación de una Importante zona del centro de la
ciudad. Acción que posteriormente fue respaldada con la construcción de I 60 km
de carriles para bicicletas. Desde el planeamiento, el crecimiento de Curitiba fue
canalizado hacia cinco grandes ejes viarios donde se concentraron los bloques resi-
denciales y de oficinas. Dichos ejes constaban de tres vías de tráfico paralelas: las
dos laterales para automóviles privados y la central para autobuses, los protago-
nistas de una red de transportes en cuyo diseño la economía de medios había sido
parámetro obligado. Los autobuses de Curitiba se componen de tres vagones y tie-
nen capacidad para 260 pasajeros. Las paradas tienen forma de cápsula vidriada,
son gestionadas por el conductor y están a la misma altura que la plataforma Inte-
rior del vehículo, con el que además se comunica a través de numerosas puertas.
Estas características han permitido que el proceso de entrada y salida de los vehí-
culos sea especialmente ágil. La implantación de esta red, que funciona como un
auténtico metro a cielo abierto, ha resultado ser cuatrocientas veces más barata
que construir un ferrocarril subterráneo convencional.

Los beneficios que el desarrollo urbano sostenible e Integrado ha aportado a Curi-


tiba están a la vista. Hace veinte años la ciudad disponía de 0,5 m2 de zona verde
por habitante, hoy cuenta con cien veces más; las tres cuartas partes de los traba-
jadores usan el transporte público; un 30 % de los ciudadanos ha renunciado al
automóvil; y la contaminación está entre las más bajas de Brasil (un 25 % menos
que la media). Pero no sólo ha consistido en ventajas ecológicas, pues Curitiba
demuestra que la conexión entre mejora medioambiental y mejora social, con tan-
to ahínco defendida por los teóricos de la ciudad sostenible, es cierta. Tras tres
décadas de sostenibilldad, el índice de criminalidad ha descendido, el 96 % de la
población está alfabetizada, hay un tercio menos de pobres que la media nacional
y la esperanza de vida ha alcanzado los 62 años.
Apéndice II

Los Á n g e l e s

Si Berlín pretende cobijarse del diluvio de la globalización en el cálido refugio de la


"ciudad europea", Los Angeles se postula como paradigma de la ciudad tardocapi-
talista. En las dos últimas décadas el consenso en torno a esta idea parece haber
cuajado entre los más prestigiosos autores de la visión sociológica de la ciudad, un
grupo de investigadores neomarxistas de los departamentos de Urbanismo y Geo-
grafía de la University of California-Los Angeles que conforman la LA School. En el
presente apéndice nos ocuparemos de los temas que centran sus reflexiones.

• Los Ángeles ciudad global

"Desplegada ante mí, una de las metrópolis industriales más grandes que el mundo
ha visto jamás, un expresivo punto álgido de la tercera revolución urbana".38

El relato de Los Angeles ciudad global no puede eludir una de sus particularidades
más sorprendentes: la escala.Tanto desde el punto de vista territorial como demo-
gráfico, todo lo referente a ella está tintado de connotaciones épicas: su superficie
es similar a la de Irlanda, su crecimiento poblacional el más rápido del Primer Mun-
do, su Producto Interior Bruto mayor que el de la India, su consumo de electrici-
dad el más elevado del planeta, etc. Para comprender esta desmesurada criatura
urbana es necesario comenzar por abordar lo siguiente:

Desde que, en 1791, fuera fundada como Nuestra Señora de Los Angeles, la
ciudad no ha parado de crecer Con un 1,5 millones de nuevos habitantes por
década, ninguna otra región del planeta ha acogido más Inmigrantes durante el
siglo xx. Destacan dos períodos especialmente eclosivos, de 1900 a 1920 (cuando
pasó de 240.000 habitantes a 2,6 millones habitantes) y de 1940 a 1970 (de 3,3 a
10 millones). Actualmente, la región metropolitana de Los Ángeles cuenta con más
de I 6 millones de habitantes y se estima que sobrepasará a la de Nueva York a fina-
les de la década de 2000.

Los datos territoriales no son menos espectaculares. Debido a su bajísíma densi-


dad (2,500 habitantes/km2), Los Ángeles se extiende casi 160 km en las direcciones
este-oeste y norte-sur, colmando la cuenca que, encajada entre la costa y la sierra
de Santa Ana, arranca en las montañas de Santa Mónica y termina en el condado de
Orange. Más al norte la ciudad continúa, atraviesa el totalmente urbanizado San
Fernando Valley y comienza a devorar el desierto, el Alto Mojave, por el Antelope
Valley. Ésta es, de momento, la última frontera de Los Angeles.
I
Los Angeles es un organismo urbano tremendamente singular Su inmenso territo-
rio no conforma, ni mucho menos, una unidad administrativa, sino que comprende
I 63 ciudades y 6 condados. Esto es fruto de una particular forma de crecimiento
donde muchos centros secundarios comenzaron a desarrollarse antes, y más rápi-
damente, que el pueblo de Nuestra Señora de Los Angeles. Varias veces recons-
truida y desplazada de sitio debido a catástrofes naturales, la antigua población espa-
¡ ñola nunca logró convertirse en un claro referente territorial. La consolidación de
este fenómeno y su prolongación en el tiempo derivó en la megalópoli actual: sin
centro, sin límites, sin comienzo, sin final, un territorio urbanizado abierto, centrífu-
go, discontinuo, hiperfragmentado y sin jerarquía. El arquitecto y crítico estadouni-
dense Richard S. Weinstein ha calificado a Los Ángeles como "la primera ciudad
americana",39 la pionera en separarse de los modelos urbanos europeos para res-
ponder a las singularidades socioculturales (el requisito del contacto con la natura-
leza) y económicas (los requisitos del liberalismo) de Estados Unidos.
100
Quien se empeñe en encontrar alguna "estructura" que arroje luz sobre este mag-
ma urbano tendría que acudir indefectiblemente, a la red de autopistas. Su trazado

SOJA, Edward, op cit, pág. 120.


WEINSTEIN, Richards.: "The
First American City", en
reproduce el de las líneas de ferrocarril de finales del siglo xix, posteriormente
transmitido a la red de tranvías. Actualmente atraviesan la ciudad 15 autopistas:
4 de norte a sur, 4 de noroeste a sureste y 7 de oeste a este. Esta inmensa rec.
permanentemente ampliada y siempre colapsada, ha convertido a Los Angeles en
la capital mundial del automóvil, un hecho que ha impregnado la cultura y la forma
de vida de sus habitantes. Sin ellos, la vida no sería posible, como tampoco lo sería
sin otra serie de macroinfraestructuras, como los tres acueductos que traen agua
desde la Sierra y las Montañas Rocosas, y han evitado que la ciudad se convierta
en un desierto; o el sistema de colectores de hormigón que ha reformulado su
hidrología natura! para evitar que, de vez en cuando, se convierta en una laguna.

Ésta es la "materia prima", la base física y humana sobre la que, en las dos últimas
décadas, se ha erigido una de las ciudades globales más pujantes del planeta. Alcan-
zar semejante estatuto supuso superar un enorme reto, ya que, a comienzos de la
década de 1980, Los Angeles no era más que un centro económico regional-secun-
dario, a años luz de Nueva York y menos Importante que Chicago o San Francisco.
Sobre ella pesaba, además, una severa crisis industrial que había arrasado el otrora
imponente paisaje fabril de la autopista de Long Beach, el segundo más extenso del
mundo tras el de la cuenca del Ruhr, en Alemania.

Ante tan desolador panorama,Thomas Bradley, elegido alcalde en 1973 (el primero
de raza negra de una gran ciudad norteamericana), decidió reorientar Los Angeles
hacia la economía global. Su estrategia fue apostar por el Pacific Rim, una maniobra
aderezada con un discurso altamente simbólico, pues se postuló como la reparación
de la histórica segregación de Estados Unidos respecto a Asia. Adjunto, se lanzó un
mensaje subliminal: si el Atlántico fue el océano del siglo XX, el Pacífico lo sería del
xxi; es decir; si Nueva York fue la capital del siglo xx, Los Angeles lo sería del xxi.

Con este argumento comenzó a "venderse" la ciudad. Los Angeles fue publlcitada
en Asia, Europa y África, abrió oficinas comerciales en Japón y China (sus mercados
preferentes), recibió a multitud de dignatarios extranjeros y consiguió que, en ella,
abrieran sede 61 consulados. Para reforzar esta operación, acogió los juegos olím-
picos de 1984, que la dieron a conocer en el ámbito internacional. Finalmente,
logró dar la vuelta a su obsoleta estructura productiva. La apuesta por el Pacific Rim
funcionó: en pocos años, casi la mitad del tráfico comercial entre ambas orillas del
Pacífico pasaba por Los Angeles, entre otras cosas gracias a su estratégica ubicación
y a los competitivos precios de su puerto y su aeropuerto, que habían sido amplia-
dos. El renacimiento económico que todo ello comportó supuso la creación de
1,3 millones de empleos, lo que convirtió al sur de California en la nueva locomo-
tora de Estados Unidos.

La estrella productiva del ascenso de Los Angeles a ciudad global fueron los ser-
vicios, especialmente el sector denominado FIRE (Finance, Insurance, Real Estáte:
Finanzas, Seguros y Propiedad Inmobiliaria), liderado por bancos y multinacionales
japonesas. Asociados a él, eclosionaron los gabinetes jurídicos, de Ingeniería, de
arquitectura, de publicidad, etc. A finales de la década de I 980, Los Ángeles supe-
ró a San Francisco como principal centro financiero de la costa oeste y se convir-
tió en el segundo del Pacific Rim.tan sólo por detrás de Tokio.

Pero la eclosión de los servicios no significó la puntilla de la industria, que experi-


mentó un inusitado auge que confirma que el apelativo "posindustnal" es inade-
cuado para calificar la lógica productiva tardocapitalista. En este caso, la protagonis-
ta fue la alta tecnología que se desarrolló en torno al sector aeroespacial. Esto
no significaba, sin embargo, que todo fueran pulcros parques tecnológicos poblados
de ingenieros y científicos altamente cualificados. En el polo opuesto del espectro
industrial florecieron sectores como el de la confección, el textil y las industrias
auxiliares de la alta tecnología, "industrias basura" enclavadas en arcaicos centros
fabriles y con prácticas laborales que rayaban la explotación. Con ellas, el Tercer
Mundo se infiltró en Los Angeles.

Esta radical reconversión productiva puso en marcha un no menos drástico pro-


ceso de reterritorialización funcional que se caracterizaba por el abandono de
determinadas zonas, las "perdedoras", y la recanalización de las inversiones hacia
otras, las "ganadoras". La relativa homogeneidad de la ciudad fordista dejó paso,
así, a un espacio urbano diferenciado y flexible donde, como afirma Roger Keil,
profesor de la Facultad de Estudios Medioambientales de la York University:"Todo
es potencialmente utilizable de todas las maneras".40

Los Angeles manifestó su proverbial capacidad para encajar este tipo de procesos
que en las densas ciudades europeas suelen saldarse de manera traumática.Todo
ello gracias a lo que es la pesadilla de los culturalistas: un tejido urbano extremada-
mente escuálido, plagado de solares, aparcamientos, nudos de autopista, etc., una
superficie porosa e inestable que demostró su habilidad para adaptarse a cualquier
cambio.También ayudó-la peculiar, y no menos flexible, "cultura urbanística" de Los "J KEIL, Rogen Los Angeles.
Globalization, Urbanizaron and
Angeles, otra de las pesadillas para los culturalistas. El crítico e historiador inglés Social Struggks, John Wiley &
Reyner Banham llegó a sentenciar que la idiosincrasia de la ciudad era tan ajena al Sons, Chichesten 1998, pág. 149.
Los Ángeles: el nuevo downtown
planeamiento que, de existir destruiría su peculiar fisonomía. Sea por idiosincrasia
o por estrategia, la verdad es que Los Angeles no cuenta con planes urbanísticos
de ámbito regional, aunque sí con una miríada de planes locales que han funciona-
do como factor de competencia entre ciudades, condados y distritos en el proce-
so de reterritorialización inducido por la globalización. Manejándolos a su antojo, los
gobiernos municipales han intentado atraer inversiones privadas y garantizar a sus
comunidades estatus preferentes de empleo y funcionalidad económica. El resulta-
do ha sido, como comentábamos, una ciudad de "ganadores" y "perdedores".

Entre los primeros destaca el downtown. En la década de 1970, Los Angeles no con-
taba con distritos financieros, una carencia que ninguna que aspire a ser ciudad glo-
bal puede permitirse. Ei downtown de la década de 1930, el corredor Broadway-
Sprmg, se había convertido en una zona altamente degradada, y tan ¡rrelevante
desde el punto de vista funcional y simbólico que Banham afirmó:"En términos de
vida cotidiana, los 181 km2 del centro actual, la mayor parte de lo que contiene el
quebrado paralelogramo encerrado por las autopistas de Santa Mónica, Harbor,
Santa Ana y San Bernardino, podría desaparecer de la noche a la mañana sin que
la mayor parte de los ciudadanos se diera cuenta".41

El nuevo distrito financiero de Los Angeles se creó gracias a una operación lidera-
da por capitales japoneses y canadienses, que contó con la Inestimable colabora-
ción del sector público, canalizada a través de la Community Redevelopment
Agency Se localizó al oeste del centro tradicional, sobre la antigua zona residencial
de Bunker I—lili, y supuso el desalojo de miles de personas humildes, la destrucción
del tejido urbano preexistente y su sustitución por un conglomerado de macro-
rrascacielos que ocupan manzanas enteras. Desde el punto de vista simbólico, Bun-
ker I—lili y el Central Business District, hoy en día el segundo distrito financiero más
importante del Pacific Rim, han conseguido dotar a Los Angeles de dos cosas de
las que siempre careció: un centro y un ¡cono que explote el mito de la ciudad
americana, tan del gusto de los inversores japoneses.

En el entorno del downtown, la tradición y la historia determinaron el proceso de


reterritorialización. Little Tokyo y Chlnatown se vieron inundadas de inversiones
japonesas y chinas respectivamente. Otras ciudades del área supieron explotar su
base sociocultural para adaptarse a las necesidades de la globalización. West Holly- ' BANHAM, Reyner, Los Angeles.
wood, donde reside una activista y acomodada población homosexual, consiguió TheAnzhitectureofFourEcoiogies
, , . ,. _ , , , [1971 ],Un¡versityof California
atraer prestigiosas firmas del mundo de la moda y el diseño a costa de vender el PressBerkeiey/Los Ángeles/
mito de la creatividad y el vanguardismo (habitualmente asociado a la comunidad Londres, 2001, pág. 190.
gay), y aprobar unas estrictas ordenanzas urbanas que lo recreaban. Un segundo
grupo de "ganadores" se encontraba más allá, en el elegante Westside, tradicional
competidor del antiguo centro urbano. El corredor Wilshlre-Santa Mónica se con-
virtió en sede de infinidad de empresas de servicios al productor; y la zona de.
aeropuerto captó numerosas corporaciones aeroespaciales, así como a la flore-
ciente industria multimedia, lo que le ha valido el seudónimo de "costa digital". Por
último, el tercer grupo de "ganadores" se encontraba en los suburbios más aparta-
dos, muestra de que centro y periferia comparten estréllate en la ciudad global.
Protagonistas de su éxito fueron los parques tecnológicos, que buscaban territo-
rios alejados de los antiguos paisajes industriales y cercanos a zonas residenciales
exclusivas. Destaca el condado de Orange, que jugó magistralmente sus cartas
urbanísticas para conformar una red de tecnópolls flexible pero perfectamente
articulada, un paradigma de la difusa territorialidad urbana tardocapitalista que le
habla de tú a tú a Silicon Valley.

El papel de "perdedores" le tocó a antiguos distritos obreros, actualmente pobla-


dos por Inmigrantes, que no contaban con los recursos sociales, económicos, his-
tóricos o paisajísticos que atraen al capital global. También en este caso hay que
distinguir entre áreas centrales y periferia. Entre las primeras destacaban las
denominadas hub cities, una franja de ciudades distribuidas a lo largo de la autopis-
ta de Santa Ana, a! este de Los Ángeles. A finales de la década de 1980, tres de ellas,
Cudahy Belle Gardens y Huntington Park, se encontraban entre las más pobres de
Estados Unidos. El único espacio que ei universo funcional de la ciudad global les
permitió ocupar fue bastante sórdido: el de los casinos, clubes y demás estableci-
mientos relacionados con el juego; actividades que la cíase media blanca asocia con
la corrupción y el crimen y que están prohibidas en sus barrios.Y no se equivocan
demasiado: los Ingresos que el juego aportó a las hub cities llegaron acompañados
de una legión de bandas criminales.

Los perdedores de la periferia fueron ciudades que, como estrategia para sobrevi-
vir a la globalización, apostaron por modelos de desarrollo urbano-económico que
fracasaron. Un ejemplo es Moreno Valley, I 00 km al este del centro. Su táctica para
seducir empresas consistió en agilizar los trámites burocráticos y suprimir los
impuestos municipales. Ello atrajo a miles de residentes convencidos de que la zona
se convertiría en una mina de empleo. Pero el capital es caprichoso y las expecta-
tivas no se cumplieron. Actualmente, los habitantes de Moreno Valley deben pasar
horas al volante para llegar a sus puestos de trabajo. Cuando retornan a casa
encuentran una ciudad exenta de impuestos, pero con nefastos servicios públicos.
• Los Angeles ciudad dual

La configuración de Los Ángeles como ciudad dual arranca de una radical reforma
del mercado laboral que disparó exponencialmente sus dos polos. Por un lado, los
profesionales altamente cualificados, alrededor de un 10 %, que trabajan en los sec-
tores económicos que han hecho posible el sueño de la ciudad global: el FIRE, los
servicios al productor y las industrias de alta tecnología. Actualmente, la región de
Los Ángeles congrega a la mayor colonia mundial de ingenieros, científicos, mate-
máticos, diseñadores e informáticos. Por otro lado, los trabajadores poco cualifica-
dos, que se concentran en el sector servicios de categoría más baja —hoteles, res-
taurantes, limpieza, etc.—, las "industrias basura" —sobre todo del vestido y el
textil—, las tareas no cualificadas de las industrias de alta tecnología —ensamblaje
de piezas— y la economía informal —especialmente venta callejera—. En todos
estos casos los empleos están mal pagados, son precarios y se realizan en nefastas
condiciones laborales y sanitarias. Los ocupan trabajadores procedentes de las más
recientes olas migratorias, trabajadores que conforman la casta inferior del merca-
do laboral tardocapitalista: los working poors.

Esta polarización se refleja especularmente en la estratificación social de Los Ánge-


les ciudad dual. En la década de 1980 se triplicó el número de ricos (pasando del
9 % al 26 % de la población); los pobres crecieron un tercio (del 30 % al 40 %); y
la clase media sufrió un anoréxico adelgazamiento (del 61 % al 26 %). Actualmen-
te, la ciudad lidera la clasificación de desigualdad del Primer Mundo. Para más inri,
este fenómeno ha confluido con el desmantelamiento de los programas públicos
de vivienda, sanidad, educación, fomento del empleo, etc., lo cual ha extendido la
miseria a magnitudes desconocidas desde la Gran Depresión de la década de
1930. Hoy en día, el 41 % de los habitantes del condado de Los Ángeles vive por
debajo del umbral de la pobreza, se han contabilizado más de 100.000 sm-hogar, la
cuarta parte de los menores están desnutridos y la mortalidad infantil se acerca a
la delTercer Mundo.También lo hacen las apocalípticas escenas que se pueden con-
templar en numerosas zonas de la ciudad: colas de miles de personas ante centros
de caridad; mendigos arrastrando sus pertenencias por las aceras; drogadictos y
prostitutas deambulando por los parques; inmigrantes durmiendo, cocinando
y "aseándose" en las pestilentes márgenes del río Los Ángeles...

La generalización de la pobreza en el antiguo centro urbano ha producido un efec-


to paradójico: la minimización del fenómeno de la gentrificación. Su explicación, sin
embargo, obedece a una lógica aplastante: la zona ha sufrido tal grado de degrada-
ción física y social que se ha convertido en estéril para ser reconvertida en clave
yuppie. Ello no exime a Los Angeles de conflictos. Las luchas por el territorio pro-
liferan por doquier si bien obedeciendo a otra clave: la de la segregación racial.

Los Angeles es una de las ciudades más diversas del mundo en términos raciales:
en su región habita el 20 % de los inmigrantes de Estados Unidos y más del 40 %
de los residentes del condado ha nacido en el extranjero, la inmensa mayoría en el
Tercer Mundo. Mercado laboral y estructura racial son indeslindables. En líneas
generales, se puede aseverar que blancos y asiáticos compiten por la cima del mer-
cado laboral, e hispanos y negros por la base, con desventaja para estos últimos,
que han sido excluidos de ias "industrias basura" y los servicios poco cualificados.
Como consecuencia de ello, a finales de la década de 1980 el índice de paro entre
la población negra rondaba e! 40 %, lo cual determinó su estancamiento demográ-
fico. A este hecho hay que sumar la huida de los blancos hacia los suburbios más
alejados y la incesante llegada de hispanos y asiáticos.Todo ello ha inducido una drás-
tica transformación de la estructura racial: en 1970 el condado de Los Angeles con-
taba con un 75 % de población blanca, un ! 4 % hispana, un 8 % negra y un 3 % asiá-

¡ Ángeles: distribución del


"torio según razas.
tica; en 1990 el 50 % era blanca, el 33 % hispana, el 8 % negra y el 9 % asiática; en
2010 el 36,1 % será blanca, el 44,3 % hispana, el 8,1 % negra y el I 1,5 % asiática.

Esta revolución demográfica ha desencadenado una lucha territorial que se carac-


teriza por la conquista o cesión de posiciones según etnias. Los blancos, tradicio-
nalmente asentados en el Westside (Santa Mónica, Palos Verdes, etc.) y las estriba-
ciones de las montañas de Santa Mónica (Beverly Hllls, Bel Air, etc.) han expandido
su territorio gracias al white flight, la huida hacia áreas suburbanas de última gene-
ración situadas en los márgenes del condado de Los Angeles y en los condados
vecinos de Ventura, San Bemardino y, muy especialmente, Orange. En estas zonas
se encuentran algunas de las ciudades con el crecimiento demográfico y económi-
co más acelerado de Estados Unidos.

EJ-eñclave tradicional de los negros, South Central, situado en el corredor industrial


que enlazaba el downtown con el puerto, ha perdido densidad y ha comenzado a
menguar por el este ante la imparable presión hispana. En el resto de la ciudad, los
negros han sido totalmente segregados: 53 de las 88 ciudades del condado de
Los Angeles cuentan con menos de un \% de población negra,y en e! de Orange
no alcanzan el 0,6 %.

Los hispanos, por su parte, han sido los grandes conquistadores. El centro de su
imperio es el Eastside, el cuadrante sureste del condado, una zona que no deja de
expandirse hacia el sur a costa del gueto negro y donde, en poco más de una déca-
da, muchas ciudades han pasado de tener un 75 % de población blanca (normal-
mente obrera) a un 95 % de población hispana.También es hispano el antiguo cen-
tro urbano y zonas colindantes con el actual downtown como Westlake y Pico-
Union, donde se registran las mayores densidades de población de la ciudad (25
veces por encima de las de Bel Air). Con miles de personas viviendo en garajes o
cobertizos construidos en patios traseros, estas áreas se han ganado el apelativo
de "el Tercer Mundo de Los Angeles".

Los asiáticos, por último, han sumado a sus asentamientos tradicionales (Littie Tokyo,
Chlnatown, etc.) una serie de enclaves que demuestran un no menos vigoroso empu-
je demográfico. Al oeste del centro de la ciudad ha surgido Koreatown (poblada por
coreanos de clase media y media alta) y en la periferia Monterey Park (la Chinatown
del San Gabriel Valley), Westminster (la Littie Saigon del condado de Orange) y
amplias zonas de Long Beach (habitadas por colonias vietnamitas y camboyanas que
trabajan en los más bajos escalafones de las cercanas Industrias de alta tecnología).
La estricta segregación racial de Los Ángeles encuentra en el crimen y la violencia
una de sus más contundentes formas de expresión. Ante el abandono por parte
de la sociedad (es estadísticamente cierto que un adolescente negro de South
Central tiene tres veces más posibilidades de acabar en la cárcel que en la univer-
sidad), muchos jóvenes han nutrido el fenómeno de las bandas callejeras, preám-

bulo del proceso de fragmentación del espacio urbano de Los Ángeles en com-
partimentos estancos y hostiles entre sí. Se han Identificado 300 bandas, la mayoría
de ellas de raza negra. Los Crips, que se disputan con los Bloods el dominio de
South Central, dirigen el negocio del crack y han convertido a la ciudad en el
mayor centro de distribución de cocaína de Estados Unidos. Su "ejemplo" ha cun-
dido entre los jóvenes hispanos del entorno de Mac Arthur Park, donde la cultura
de las bandas se propaga como la pólvora.

Éstas tienen mucho que ver con las revueltas que, periódicamente, sacuden ía ciu-
dad, poniendo en evidencia sus graves patologías sociales. La mayor rebelión urba-
na del siglo xx en Estados Unidos se produjo en Los Ángeles en 1992, y se conoce
como lajusü'ce Riot porque su lema fue "no justice, no peace" ("si no hay justicia, no
hay paz"). Como respuesta a la absolución judicial de los policías que apalearon bru-
talmente a Rodney Klng, un ciudadano negro detenido por conducir en estado
ebrio, entre 50.000 y 200.000 personas se lanzaron a la calle para saquear e incen-
diar cientos de establecimientos comerciales, todo ello según un movimiento cen-
trífugo que fue desde el centro hacia los suburbios.

Ante semejante escenario no es de extrañar que control y seguridad se hayan con-


vertido en las prioridades de Los Angeles ciudad dual. Mlke Davis ha transformado
esta cuestión en el eje de su discurso. Por capilaridad y de múitiples maneras, el
control se ejerce sobre cada centímetro cuadrado de Los Angeles: redadas policia-
les, toques de queda, helicópteros dotados de rayos infrarrojos, vldeocámaras que
vigilan el espacio público, cierre nocturno de playas, cancelación de festivales calle-
jeros, matones contratados como guardas de seguridad, patrullas de vecinos arma-
dos, detectores de metales en las entradas de los colegios, armas personales en las
casas o programas como "Neighborhood Watch" (vigilancia vecinal), una densa red
de vecinos, encabezados por "capitanes de manzana" que se comprometen a vigi-
lar las propiedades de los demás residentes e informar a la policía acerca de cual-
quier persona o movimiento sospechoso. El último eslabón de la cadena de con-
troles que atenaza Los Angeles son las prisiones de alta seguridad que la rodean y
que han convertido al sistema penitenciario de California en el tercero de! mundo.

La obsesión por el control refleja lo que Davis ha denominado la "ecología del mie-
do", un fenómeno que está influyendo en el diseño urbano y arqultectónico:"La re-
Vuelta de 1992 popularizó la previsión de los diseñadores de la "fortaleza down-
town". Mientras las ventanas eran destrozadas a lo largo de todo el viejo distrito
financiero, Bunker I—I¡I hacía honor a su nombre. Pulsando unos pocos interrupto-
res en sus consolas de control, los cuerpos de seguridad de las grandes torres ban-

Los Ángeles: banco de autobús en el


downtown.
carias pudieron impedir cualquier acceso a sus costosos inmuebles. Puertas de ace-
ro a prueba de balas se deslizaron sobre las entradas situadas a nivel de calle, las
escaleras automáticas se pararon instantáneamente y las cerraduras electrónicas
bloquearon los pasajes peatonales. Como apuntó el Los Angeles Business Journal, la
comprobada eficacia de las defensas del downtown durante la revuelta estimuló
la demanda de nuevos y más elevados grados de seguridad física".42

Efectivamente, la rebelión de 1992 convenció a muchos de que las fuerzas de


orden, por sisólas, no eran capaces de defenderles. Urbanistas, arquitectos y por-
cias comenzaron entonces a entablar estrechas relaciones que eran constatables
en infinidad de ejemplos: bancos de autobús semicilíndricos sobre los que no se
puede dormir; parques con aspersores nocturnos para ahuyentar a los sm-hogar;
centros comerciales, bibliotecas y escuelas con aspecto de fortalezas, etc.

La obsesión por la seguridad también ha afectado al espacio urbano. Las protago-


nistas, en este caso, son las comunidades cerradas, de las que el sur de California
acoge la mayor concentración del mundo. Abundan, especialmente, en las zonas'
costeras, en el sur del condado de Orange, en el oeste del San Fernando Valley, en
el condado de Ventura, etc.También en la península de Palos Verdes, un perfecto
archipiélago carcelario compuesto por communities como Rolling — i I ¡lis, la ciudad
más rica de Estados Unidos, con un ingreso medio por vivienda de 300.000 dóla-
res anuales. Rolling Hills es inabordable sin invitación.

En el interior de la ciudad el fenómeno se reproduce, si bien con tácticas diferentes


ante la ausencia de murallas. Una de ellas consiste en utilizar las ordenanzas urbanísti-
cas: San Marino cierra sus parques los fines de semana y restringe el aparcamiento a los
no residentes para evitar atraer a los hispanos y asiáticos de las comunidades veci-nas;
Malibú ha privatizado ¡a playa con un patrón de desarrollo urbano que la hace inacce-
sible durante kilómetros, etc. En otros casos, las estrategias de ia segregación se sirven
del diseño urbano y arquitectónico. Es lo que ha ocurrido en ia más poderosa de las
ciudadelas que componen el archipiélago carcelario del Interior de Los Angeles, el nue-
vo downtown, separado del empobrecido entorno urbano que le rodea por una espe-
cie de glacis que consta de elementos tan heterogéneos como el muro del California
Plaza, el foso de la autopista Harbor o la sucesión de aparcamientos hípervigilados.
DAVIS, Mike, Ecology of Fear.
ios Angeles and the Imoginatíon
El archipiélago carcelario no sólo se compone de islas de bienestar también los
ofDisoster, Metropolitan Books
Henry Holt and Co., Nueva pobres, potencialmente peligrosos, han sido recluidos en islas urbanas, en este caso
York, 1998, pág. 366. en contra de su voluntad. El alejamiento de la miseria en Los Ángeles ha incluido
Los Ángeles: Skid Row, distrito de
prácticas tan brutales como las deportaciones en masa a granjas del desierto, a las contención de los sin-hogar.
montañas o, incluso, a un buque abandonado en el puerto. Ante lo políticamente
incorrecto de estas "soluciones finales", el Ayuntamiento optó por la creación de lo
que Davls denomina "distritos de control social", zonas donde la policía maneja el
código penal y el planeamiento urbano según Intensidades: en los "moderados" se
prohiben las tiendas de licores y las salas de baile; en los "de Intensificación" se aumen-
tan las penas por tráfico de drogas y prostitución en el entorno de edificios públicos;
en los "de contención", previstos para concentrar marginales, se declaran las aceras
como "zonas para dormir"; y en los "de exclusión" se impide la presencia de los sin-
hogar mediante ordenanzas antlacampada y toques de queda. Skid Row, situado en la
mitad oriental del centro de la ciudad, es un "distrito de contención".También es el
paradigma del Infierno en la tierra, una de las zonas urbanas más peligrosas del mun-
do. En sus 50 manzanas, decenas de personas duermen en parques y vestíbulos de
edificios públicos. La policía las devuelve irremisiblemente a ellas cuando Intentan
abandonarlas en dirección al downtown, declarado "distrito de exclusión".
• Los Ángeles ciudad del espectáculo

Hace ya algunas décadas que intelectuales de la talla de Umberto Ecojean Baudri-


llard o Fredric Jameson convirtieron a Los Angeles en el arquetipo de la ciudad
posmodema. No es de extrañar: hiperrealidad y simulacro son dos conceptos que
tienen aquí hondas raíces históricas. Desde la década de 1930 se fueron instalando
en la ciudad parques temáticos inspirados en los mundos más diversos: la jungla de
Tarzán (Selg Zoo), el lejano oeste (Knott's Berry Farms), etc. En 1954, Walt Disney
consagró esta tradición al emplazar en Anaheim, en el condado de Orange, su pri-
mer parque. Hoy en día, con Disneylandia, Universal City, Knott's Berry Farm y Six
Flags Magic, el sur de California cuenta con la segunda mayor concentración de
parques temáticos del mundo, tan sólo superada por Florida.

Su influencia en la definición de Los Angeles como ciudad del espectáculo ha sido


enorme. Muy tempranamente, la arquitectura comercial se interesó por las estra-
tegias del parque temático. Aparecieron restaurantes con forma de sombrero, hela-
derías con forma de caja de helados, hamburgueserías con forma de buho, etc.,
extravagancias que eran posibles gracias a los productores de fantasías cinemato-
gráficas, que trasladaron sus habilidades técnicas desde los escenarios y los parques
temáticos a los edificios. Actualmente, los principales herederos de dicha tradición
son los centros comerciales. En 1993, la MCA construyó CityWalk, un complejo
comercial proyectado por Jon Jerde que reproduce los más afamados iconos urba-
nos de Los Angeles: Hollywood Boulevard, Olvera Street.Wilshire Boulevard, Mel-
rose Avenue, Sunset Boulevard, el campus de la UCLA, etc.Tampoco faltan repro-
ducciones de misiones, edificios art déco, un King Kong que cuelga de un poste de
20 m de altura y unaVenice Beach con arena y olas simuladas. Para amortiguar la
sensación de artificialidad que se desprende de esta sobredosis de cartón-piedra,
Jerde pensó en incrustar chicles y envolturas de caramelos en el pavimento, una
especie de "pátina de uso". CityWalk es una copia hiperreal de Los Angeles, un
simulacro que resume las esencias urbanas más difundidas por el cine y la televisión,
un hiperespacio que permite a los turistas visitar la ciudad sin llegar a pisarla.

En las últimas décadas, las estrategias del parque temático han trascendido la arqui-
tectura para infiltrarse en el diseño urbano. Para constatarlo, nada mejor que acer-
carse al condado de Orange, el paraíso del conservadurismo norteamericano, de
los parques tecnológicos y del new urbanism. La guía The Californias lo describía así:
"Esto es un parque temático —un parque temático de 2.035 km 2 — y el tema es
'puedes tener todo lo que quieras'. Es lo más parecido a California de todas las
Californias: lo más parecido a las películas, a los cuentos, a los sueños. El condado
de Orange es la tierra del futuro y la de la frontera, fundidas e inseparables. Una
misión del siglo xvm, una colonia artística de la década de 1930, sedes financieras
de la década de 1980. Hay historia por todas partes: navegantes, conquistadores,
padres fundadores, rancheros, buscadores, excavadores, etc. Pero hay tanto Ahora,
que el Entonces es difícil de encontrar Las casas son nuevas. Los coches son nue-
De un anuncio en la guía
vos. Las tiendas, las calles, las escuelas, los ayuntamientos; incluso la tierra y el océa-
The Caüformas publicada por
no parecen nuevos. La temperatura hoy permanecerá por debajo de los 27° C. la Coliformo Office ofTourism,
Una suave brisa sopla desde la costa. Otro día en el paraíso exactamente igual que en SORKIN, Michael (ed),
ayer. ¡Venga al condado de Orange! No hay nada como el hogar".43 Voriotions on o Tbeme Park Tbe
New American City and trie End
of Public Space, Hill and Wang,
Tal como ha puesto de manifiesto Michael Sorkin,44 profesor de la Columbia Uni- Nueva York, 1992, pág. 94;
(versión castellana: Variaciones
versity, las protagonistas de este fenómeno vuelven a ser las comunidades cerradas,
sobre un parque temático,
que han colonizado la mitad sur del condado de Orange con "variaciones sobre el Editorial Gustavo Gili, Barcelona,
parque temático". Edward W. Soja45 ha estudiado estas urbanizaciones exclusivas que 2004).
combinan cuidadísimos entornos naturales con espacios residenciales tematizados SORKIN, Michael (ed.), op. cit.
donde se recrean estilos de vida del pasado. Destaca el caso de Irvine, una ciudad SOJA, Edward, "Inside Exopolis:
Scenes from Orange County",
construida por la Irvine Company (propietaria de una sexta parte del territorio del en SORKIN, Michael (ed.),
condado), donde el precio de una casa triplica su coste medio en Estados Unidos. op. cit
Una de sus áreas residenciales, Westpark, tematiza un pueblo mediterráneo: tejas de
arcilla roja, fachadas estucadas en tonos tierra, etc., Mission Viejo, ai sur de Irvine, es la
capital mundial de la natación, lugar de entrenamiento de nadadores y buceadores
olímpicos patrocinados por los promotores de esta community, donde todo gira en
torno al mundo del deporte. Un código del new urbanism prescribe cómo armoni-
zar con los temas elegidos ("Isla Griega","Villa de Capri","Auténticamente América",
etc.), determinando desde el color de la fachada al tipo de tejas o la exhibición de
banderas. Hacia el interior está "Coto de Caza", el paraíso de los monteros, y un
poco más allá Rancho Santa Margarita, "donde comienza el Oeste; de nuevo"...

Todos estos ejemplos desvelan la perfecta sintonía del new urbanism con la que-
rencia por los simulacros que caracteriza a la sociedad contemporánea.Tai como
denuncia Soja, estas urbanizaciones son enclaves mágicos que funcionan como co-
pias hlperreales de mundos perfectos que nunca han existido; enlatados estilos de
vida cuidadosamente diseñados que compiten por ser'el lugar más feliz del plane-
ta". La culturalista ciudad poshistórica encuentra así su complemento sociológico
en la ciudad del espectáculo.
• Los Angeles ciudad sostenible

Medio ambiente y ecología son cuestiones ineludibles en Los Ángeles, una ciudad
cuya historia está firmemente arraigada en la geografía y la geología. Así lo enten-
dió Reyner Banham en su libro Los Angeles. The Architecture of Four £co/og/es,16
publicado en 1971. Convencido de que conceptos como "barrio" o "red viaria"
eran insuficientes para analizarla, acudió a factores geográficos, climáticos y de loca-
lizaclón para definir Los Angeles como la confluencia de cuatro "ecologías": las pla-
yas; las estribaciones; la llanura; y "autopia", la ecología artificial de las autopistas.

La referencia ecológica persiste hoy en día en autores como Mike Davis que, con
su libro Eco/ogy ofFear,n ha introducido una novedosa componente: la catástrofe.
No se trata de una extravagancia. Los cataclismos se han convertido en una rutina
para los habitantes de Los Angeles, una ciudad que, en menos de tres años, sufrió
tres de los diez desastres más costosos de la historia de Estados Unidos: las tor-
mentas de 1992, los Incendios de 1993 y el terremoto de 1994. ¿Ha sido mala
suerte? Más bien parece lo contrario. Recientes Investigaciones demuestran que el
sur de California está viviendo un período de estabilidad sísmica y climática abso-
lutamente anómalo. Por lo que respecta a los terremotos, la frecuencia es ahora
infinitamente menor de lo que lo fue en milenios precedentes. Ello significa energía
acumulada bajo la placa del Pacífico, energía que, antes o después (existen un 85 %
de posibilidades de que ello ocurra antes de 2024), tendrá que salir provocando el
Big One, un terremoto de tal magnitud que la región de Los Angeles nunca llegará
a recuperarse. Los meteorólogos, por su parte, advierten que también el clima ha
sido excepcionalmente benigno en los últimos l 50 años, ya que han descubierto
que California sufrió catastróficas sequías de siglos de duración durante la edad
media. En definitiva, la historiografía de las catástrofes parece indicar que la urbani-
zación de Los Ángeles se ha producido en una de las etapas sísmica y climatológi-
ca más apacibles de su hlstoria.Tal como comenta Davis, ello convierte la cuestión
de "¿por qué tantos desastres recientes?" en "¿por qué tan pocos?".

El convencimiento de que lo peor está por llegar está pasando una dolorosa factu-
ra a Los Ángeles. Las catástrofes naturales se han convertido en uno de sus princi-
pales enemigos en la enconada competencia que mantiene con el resto de ciuda-
des del sunbelt y el noroeste del país por atraer inversiones. La aprensión y la BANHAM, Reynen Los Angeles.
The Architecture ofFour
ansiedad popular; alimentada por los continuos reportajes televisivos informando
Ecologies, Alien Lañe, Londres,
sobre qué hacer en caso de terremoto, han provocado que miles de residentes y I97I.
cientos de empresas la hayan abandonado en busca de territorios menos convulsos. DAVIS, Mike, op. A
Si a la estrechísima relación que Los Angeles mantiene con su indomable naturale-
za le unimos su imparable crecimiento, entenderemos que el discurso de la ciudad
sostenible haya acabado infiltrándose en sus ultraliberales políticas urbanas. Los
frentes abiertos son varios. En primer lugar; el crecimiento sobre el paisaje circun-
dante. Los Angeles es una gran devoradora de territorio: entre 1970 y 1990, mien-
tras que la población creció un 45 %, la superficie lo hizo un 300 %. Desde siem-
pre, la ciudad ha trasgredido la naturaleza que le rodea: las estribaciones de las
montañas fueron invadidas por una marea de residencias de lujo que arrasó bos-
ques completos; la misma causa acabó con los naranjales del condado de Orange,
el San Fernando Valley y el San Gabriel Valley (donde las 121.500 ha de 1939 se
convirtieron en las 4.000 de 1970). Es lo que Mike Davis ha denominado "la eco-
logía del demonio". Ahora parece tocarle el turno al desierto del Alto Mojave. Su
antesala, el Antelope Valley, está siendo engullida por urbanizaciones residenciales
que, paradójicamente, están repletas de prados verdes, árboles escandinavos, lagos
artificiales, etc., un milagro que puede achacarse al maná que transporta el costo-
sísimo acueducto de California. Mientras tanto, el árbol autóctono de la zona, el
árbol de Joshua, se extingue.

En segundo lugar; están los problemas infraestructurales que dicho crecimiento aca-
rrea. En 1987, millones de litros de aguas residuales fueron vertidos a la bahía de
Santa Mónica desde la planta depuradora de Hyperion, que fue incapaz de absorber
el espectacular crecimiento de las zonas urbanas a las que servía. A ello se une la cues-
tión del abastecimiento de agua,que ha comenzado a enfrentara las áreas metropo-
litanas de California y Arizona. Por si fuera poco, Los Ángeles es una de las ciudades
más contaminadas del Primer Mundo debido a su altísima dependencia del automóvil.

Este cúmulo de circunstancias avivó el discurso de la ciudad sostenible. En 1987 el


alcalde Bradley pactó con los movimientos que defendían la necesidad de regular
el crecimiento urbano para evitar catástrofes ecológicas. Cuatro asuntos medioam-
bientales se filtraron en el ámbito urbanístico: la lucha contra la contaminación del
aire, el control de las inundaciones, el establecimiento de moratorias de crecimiento
en zonas con la red de alcantarillado saturada y la regeneración del río Los Ángeles,.

Sin embargo, no siempre el discurso de la ciudad sostenible ha tenido como meta


fines tan loables. A menudo ha sido objeto de manipulación, como en el caso del
movimiento slow growth (crecimiento lento), promovido por residentes de áreas
exclusivas que, con la excusa de preservar el medio ambiente, demandan morato-
rias en la construcción de nuevos edificios. Su verdadero propósito, sin embargo, es
conservar su status social y el valor de sus mansiones para evitar tener que com-
partir su privilegiado espacio urbano con bloques de apartamentos, que atraigan
residentes de más bajo poder adquisitivo, o edificios de oficinas, que distorsio-
nen su estilo de vida. La principal base de este movimiento está en el condado de
Orange, donde muchas ciudades han limitado la construcción de bloques con la
excusa de rebajar a la mitad la densidad de urbanización.También en el San Gabriel
Valley ha Irrumpido con fuerza, en este caso abanderando causas descaradamente
racistas. Aquí, luchar contra los bloques de apartamentos significa luchar contra
aquellos que no son anglosajones, es decir contra la llegada de hispanos y, muy
especialmente, de chinos. Con estas prácticas, el movimiento slow growth demues-
tra que, en Los Angeles, todo es susceptible de ser pervertido, incluso el discurso
medioambiental.

Pero también es posible el polo opuesto, la coalición de la conciencia ecológica con


la ética social para hacer frente a la ciudad dual. La rebellón de 1992 puso sobre el
tapete los dramas que la globalización había traído consigo. A raíz de entonces,
y ante el convencimiento de que las políticas medioambientales son un factor de
Igualdad social, el discurso de la ciudad sostenible se alió con un activismo comuni-
tario localista y no gubernamental que luchaba por la justicia social, racial, de géne-
ro y de clase. En él se encuadraban movimientos como Concerned Citizens of
South Central (Ciudadanos Concienciados de South Central), que litigaba contra
la implantación de una incineradora de residuos sólidos; Mothers of East Los Ange-
les (Madres de East Los Angeles), contra la edificación de nuevas prisiones; Bus
Riders Union (Unión de Usuarios de Autobús), contra la construcción de un ferro-
carril ligero; Los Angeles Alliance for a New Economy (LAANE: Alianza de Los
Ángeles para una Nueva Economía), contra el diabólico mercado laboral angelino;
o The Power of Place (El Poder del Lugar), llderado por la arquitecta feminista
Dolores Hayden y que reivindicaba la historia urbana de las mujeres y los grupos
étnicos minoritarios. La cuestión medioambiental estaba en la agenda de todos
estos movimientos, la vanguardia de una novedosa civilidad alternativa y eficaz. El
hecho de que la LAANE consiguiera imponer ordenanzas que garantizaban míni-
mos salariales y sanitarios a los obreros del Ayuntamiento, que la Unión de Usua-
rios de Autobús detuviera el proyecto del ferrocarril ligero y la Ciudadanos Con-
cienciados de South Central, el de la incineradora, demuestra que aún cabe la
esperanza en la ciudad dual, y viene de la mano de la ciudad sostenible.
3. La visión organicista de la ciudad
El concepto de visión organicista de la ciudad es difícilmente definible. Por un lado
es complejo, por otro tremendamente amplio, Una primera aproximación nos remi-
te al establecimiento de conexiones entre la lógica formal y funcional de la ciudad,
y la lógica formal y funcional de los seres vivos, entendidos éstos en todas sus posi-
bles acepciones. Esta definición puede servir como punto de partida, si bien la nece-
sidad de matizarla se convierte, en este caso, en ineludible.

Muchos son los términos que encuentran cobijo bajo el paraguas del concepto
"organismo" y, por tanto, muchos son los intereses que dirigen la visión organi-
cista de la ciudad. El primero y más obvio nos remite al propio ser humano. La Iden-
tificación forma urbana-forma humana es casi ancestral; uno de sus momentos
más álgidos se produjo durante el renacimiento. Pero el ser humano no se reduce
a su cuerpo: la mente, los sentimientos y las singularidades personales le son cir-
cunstancias inherentes que también alimentan las fuentes de las que bebe la visión
organicista de la ciudad.

Junto al ser humano, la condición de organismo es común a muchos otros seres,


animales y plantas que pueblan el planeta. Además, en los últimos tiempos ha
hecho fortuna el concepto de "cuerpo inorgánico", al referirnos a entidades no
vivas pero con características formales y lógicas funcionales que, de alguna mane-
ra, son comparables a las de los seres vivos. Es el caso de las topografías territoria-
les, las mareas, los vientos, etc., elementos y fenómenos que también forman parte
de la compleja miríada de intereses que conducen la visión organicista de la ciudad.
Ellos nos remiten al concepto general de naturaleza como otro de sus nodos de
reflexión.

Los orígenes históricos de la visión organicista son tan complejos como ella mis-
ma. Francoise Choay denominó "visión naturalista de la ciudad" a la tradición esta-
dounidense que enlazaba aThomas Jefferson con Ralph W. Emerson, Henry Tho-
reau y Louls H. SuHivan. Estos autores del siglo xix rechazaron la ciudad por
entenderla como un fenómeno extraño y adverso al ser humano, apostando
como alternativa por una nueva ruralldad compatible con el desarrollo económi-
co capitalista. Se Inauguraba así una romántica tendencia antiurbana que, con dife-
rentes intensidades, atravesaría las teorías de ciudad del siglo xx: desde el expre-
sionismo alemán previo a la I Guerra Mundial, a las propuestas de Frank Lloyd
Wright en el período de entreguerras y el existencialismo de Hans Scharoun tras
la II Guerra Mundial.
Hoy en día, los discursos que dominan en la visión organicista no son antiurbanos,
y se caracterizan no tanto por una componente ideológica, sino por el deseo de
explicar la enorme complejidad de la ciudad contemporánea desde hechos y pau-
tas de comportamiento de origen orgánico. Con el fin de aclarar los numerosos
intereses que confluyen en la actual visión organicista hemos subdlvidldo esta par-
te del libro en tres capítulos. La ciudad como naturaleza aborda la cuestión de la
complejidad urbana contemporánea y su catallzación a través de presupuestos ins-
pirados en fenómenos naturales; la ciudad de los cuerpos hace referencia a las ver-
siones más recientes de la identificación forma urbana/cuerpo, ya sean humanos o
animales; y por último, la ciudad vivida alude al ciudadano como ente pensante y
sentimental.

La ciudad como naturaleza

• La cuestión de la complejidad en la ciudad contemporánea

Desde Vltruvio, la naturaleza ha sido un poderoso referente para la arquitectura


y la ciudad. Los arquitectos renacentistas se interesaron por ella en busca de una
legitimación de orden superior: la naturaleza representaba lo divino, todo lo posi-
tivo que debía ser imitado por la ciudad. También buscaban garantías de belleza,
ya que la naturaleza había sido consensuada como un ideal de armonía y equili-
brio. La modernidad heredaría este convencimiento, si bien prescindiendo de la
apelación a los valores simbólicos más trascendentes y trasladándola a la ciudad,
no ya como un modelo formal, sino directamente, es decir; insertándola masiva-
mente en la misma.

En las últimas décadas, nuestra comprensión de la naturaleza ha experimentado


una drástica transformación, Inducida por el giro de I 80 grados que ha efectua-
do el estudio de los fenómenos naturales. Lo que ahora los alienta es el deseo
de teorizar la complejidad, es decir, el interés contemporáneo por la naturaleza
es mucho más afín a conceptos como caos y multiplicidad que a los de equilibrio
y armonía. Ello ha provocado que, tras décadas de ausencia, la vinculación ciudad-
naturaleza haya vuelto con fuerza a la primera página de la agenda de las teorías
urbanas, eso sí, después de realizar un viraje con respecto a sus precedentes clá-
sico y moderno: si éstos buscaban en la naturaleza órdenes y jerarquías, los arqui-
tectos contemporáneos escrutan metáforas e instrumentos que le permitan des-
cribir la ciudad como un sistema semicaótico.
Muchas razones explican este interés. Ciudad y complejidad son actualmente sus-
tantivos complementarios, y en ello vienen coincidiendo numerosos teóricos des-
de hace varias décadas, al Igual que en señalar que la lógica tardocapltaiista es la
razón última que espolea dicho fenómeno.Ta! como vimos en el capítulo dedicado
a la ciudad global, los procesos económicos contemporáneos, caracterizados por la
fragmentariedad y la flexibilidad, han proyectado sobre la ciudad formas y funcio-
namientos extremadamente complejos. Este hecho ha provocado que la realidad
urbana contemporánea sea cada vez menos accesible desde los sistemas de inves-
tigación racionales, ya sean los análisis funcionales de la modernidad o los análisis
tipológicos de laTendenza. La alternativa ¡a ofrecen formas de pensamiento basa-
das en la complejidad, formas de pensamiento cuya genealogía nos remonta a
autores como Robert Venturi con su Complejidad y contradicción en arquitectura
(1966), o Colín Rowe y Fred Koetter con su Ciudad coilage (1979),2

A finales de la década de 1980, la aparición de la denominada "deconstrucción


arquitectónica" supuso un importante salto cualitativo en la propagación del dis-
curso de la complejidad. En i 988, Philip Johnson y Mark Wigley Institucionalizaron
esta arquitectura, en aquellos años experimental y de corte radical, con una expo-
sición en el MoMA de Nueva York.3 La deconstrucción fue presentada como un
definitivo jaque mate a los que, durante siglos, fueron valores indiscutibles: la
armonía, la unidad, la estabilidad y el orden. Lo que proponía para reemplazarlos
era un universo de formas fracturadas, rotas, dislocadas, formas que trasponían
VENTURI, Robert, Complexity
a la arquitectura la exacerbada y creciente conflictividad que se percibía en las and Contradiction in Architecture,
ciudades. El discurso de la complejidad alcanzaba, así, un delicado y controvertido Museum of Modern Art, Nueva
final de trayecto al que Robert Venturi y Colín Rowe nunca pretendieron llegar: York, 1966; (versión castellana:
Complejidad y contradicción en
el caos.
arquitectura, Editorial Gustavo
Gilí, Barcelona, 1999').
Este desenlace no encajaba con los Intereses del análisis urbano. La reivindicación ROWE, Colín; KOETTER, Fred,
Coiiage city, The Massachusetts
de la anarquía formal introducía una componente nihilista que era poco operativa
Institute ofTechnology,
para éste. Se imponía, además, otra realidad que hacía sospechar que la propuesta Cambridge (Mass.), 1979;
deconstructivista, seguramente guiada por Intereses formalistas, había exagerado (versión castellana: Ciudad
coiiage, Editorial Gustavo Gilí,
de un modo exponencial la componente compleja de las ciudades contemporá-
Barcelona, I 998 : ).
neas.Y es que, a pesar de ser dispersas, desagregadas, amorfas y conflictlvas, esta- JOHNSON, Philip; WIGLEY,
ban demostrando una alta capacidad de organización y funcionamiento, como Mark, Deconstructivist
constataba el hecho de que también para el tardocapitalismo siguieran siendo un architecture, The Museum of
Modern Art, Nueva York, 1988;
efectivo instrumento productivo. Ante esta evidencia, la afirmación de que la dislo- (versión castellana: Arquitectura
cación formal de las ciudades contemporáneas hubiera desembocado (o estuviera deconstructivista, Editorial
a punto de hacerlo) en el caos, comenzó a ponerse en cuestión. Gustavo Gili, Barcelona, 1988).
Esta intuición se fue confirmando a medida que avanzaba la década de 1990, lo cual
fue apaciguando el interés por el desorden total y empezó a dar cuerpo a un reto:
fundar una teoría urbana en la que, como ocurría en las ciudades contemporáneas,
orden y caos no fueran términos contradictorios. Acorde con esta premisa, los teó-
ricos de la visión organicista reorientaron sus investigaciones hacia las estructuras
de orden relativo que subyacen tras situaciones de caos aparente, estructuras débi-
les, flexibles y cambiantes que, probablemente, también están ocultas tras el magma
urbano y garantizan su funcionamiento. Se trataba de un territorio de investigación
que las denominadas "ciencias del caos" venían explorando desde hacía décadas, y
lo hacían centrándose en el estudio de la naturaleza:"En la era posmodema, la cien-
cia está redescubriendo los significados estéticos y espirituales de la naturaleza, y el
sueño de John Ruskin, una teología natural sin Dios, se está haciendo realidad".4

El análisis urbano basado en el discurso de la complejidad, portante, parecía decan-


tarse del lado de la visión organicista de la ciudad y su propuesta de ciudad como
naturaleza. Es la octava capa de la ciudad hojaldre.

Las ciencias del caos: fractales y extraños atractores

Tradicionalmente la ciencia ha sido el espejo donde la naturaleza desvelaba sus


misterios. Sin embargo, las disciplinas científicas no han escapado al influjo de las
Ideologías, que a menudo han conducido sus investigaciones y predeterminado sus
conclusiones. La denominada "ciencia clásica" (la de Gallleo Galllel, Rene Descartes,
Isaac Newton y Charles Darwin, inspiradora de la ciudad moderna) ha sido acusa-
da de haberse empeñado en demostrar la existencia de un supuesto orden eucli-
diano y universal oculto tras el desorden aparente de la naturaleza. La obsesión de
FULLER, Peten citado en la modernidad por la razón habría inducido a la ciencia a mirar hacia otro lado
.ENCKS, Charles, The
cuando la realidad se obstinaba en no ser coherente: "Donde comienza el caos
Architecture ofthe Jumping
Universe.A Polemic: How
acaba la ciencia clásica. Durante todo el tiempo en que el mundo ha tenido a físi-
Cornpiexity Science is Changing cos cuestionándose sobre las leyes de la naturaleza, ha habido una especial Igno-
Architecture and Culture, rancia hacia el desorden de la atmósfera, de las turbulencias marinas, de fas fluc-
Academy Editions, Londres,
tuaciones de las poblaciones de animales salvajes, de las oscilaciones del corazón y
995, pág. 22.
GLEICK, James, Chaos. Making a el cerebro. La parte irregular de la naturaleza, la parte discontinua y errática, siem-
New Science, Penguin Books, pre ha sido un misterio para la ciencia o, aún peor; una monstruo-sidad".5
Nueva York, 1987, pág. 3;
(versión castellana: Caos. La
creación de una ciencia, Seix De esta manera definía el escritor neoyorquino James Glelck el vacío que las
Barrai. Barcelona, I9983). denominadas "ciencias del caos" vinieron a llenar con su estudio de la naturale-
za. Al optar por investigar cualquier comportamiento natural donde la compo-
nente compleja fuera elevada —¡as formas de las nubes, las sendas de la luz, los
conjuntos de estrellas, etc.—, descubrieron fenómenos que se caracterizaban
por ser a la vez difusos y concretos, impredecibles y estructurados, fenómenos
que nunca interesaron a la ciencia clásica por ser Irreducibles a su prístino orden
euclidlano.

La genealogía de las ciencias del caos nos remite a Edward Lorenz, un científico del
Massachusetts Institute ofTechnology (MIT), quien postuló que todas estas com-
ponentes habían sido olvidadas por la ciencia clásica debido a su obsesión por la
linealidad, obsesión que condujo a descartar las pequeñas Irregularidades. Sin
embargo, si éstas eran tenidas en cuenta, la naturaleza demostraba ser no lineal
desde el punto de vista matemático, es decir no newtoniana.

En la década de ¡970 esta presunción empezó a imponerse. El discurso del caos


traspasó los límites de la matemática para expandirse por el resto de disciplinas
científicas relacionadas con entes naturales: biología, medicina, astronomía, etc. En el
terreno que nos interesa, la ciudad y la arquitectura, es de especial importancia la
Influencia que el nuevo paradigma tuvo sobre la geometría. En este campo, el pro-
tagonista fue Benóit Mandelbrot, un matemático que la concibió, no como la disci- Fractales: la curva de Koch.

plina abstracta y universal del ideal euclldiano, sino en relación con la naturaleza. La
cuestión consistía en que si, como apunta james Gleick,6 las nubes no son esferas y
las montañas no son conos, ¿cuál es la geometría que define a la naturaleza en toda
su complejidad? Mandelbrot la denominó "fractal".

Un fractal es una forma geométrica simple que se repite a niveles cada vez más
pequeños. Mandelbrot entendía que para algunos elementos naturales la escala no
importaba, ya que sus formas eran fruto de ramificaciones que generaban más
ramificaciones y que continuamente iban de ¡o grande a lo pequeño. La irregulari-
dad infinita de ¡a montaña, imposible de describir desde el punto de vista de la geo-
metría euclldiana, era reducida por el fractal a un solo triángulo que, combinándo-
se con figuras similares de distinto tamaño, era capaz de definirla en su totalidad.
Esto convertía al fractal en un dispositivo capaz de medir la naturaleza a diferentes
escalas: desde la montaña, a la roca y el grano de arena.También suponía entender
que la naturaleza se componía de formas autoslmllares, lo cual significaba que las
cosas no sólo remitían las unas a las otras, sino también al todo. En la ¡dea del frac-
tal radicaba el primer gran mensaje de las ciencias del caos: existe una forma
común que unifica la naturaleza. ibid, pág.94.
A partir de 1975, los fractales comenzaron a usarse como unidad de medida en las
distintas disciplinas científicas. Los sismólogos los utilizaron para describir la superfi-
cie de la tierra, pues les permitía simular los planos de contacto entre placas terres-
tres como si fueran superficies granuladas con oquedades por las que se liberaba
energía; los meteorólogos empezaron a estudiar los huracanes desde la misma
perspectiva que los remolinos callejeros (el principio de la autosimilitud se lo per-
mitía); los fisiólogos aplicaron la lógica fractal al análisis de las ramificaciones sanguí-
neas, de los pliegues del aparato digestivo, de los alveolos del respiratorio, etc.
Finalmente, Mandelbrot fue proclamado como uno de los 1 6 científicos que habí-
an revolucionado la historia de la ciencia.

Si Mandelbrot había descrito el caos, los físicos ¡o explicarían. En este caso, el pun-
to de partida fue la termodinámica, más concretamente el concepto de "entropía",
que mide el grado de desorganización de un sistema cerrado. Después de la
II Guerra Mundial, el ingeniero y matemático Norbert Wiener llegó a la conclusión
de que a medida que la entropía aumentaba, y ello era una tendencia general en la
naturaleza, los sistemas Iban pasando de un estado de organización y diferenciación
a otro de caos y similitud. Años más tarde, la nueva física se interesaría por esta
Segunda Ley de la Termodinámica. El reto que afrontó consistía en medir el nivel
de entropía de un sistema, es decir; su grado de desorganización. La respuesta vino
de la mano del físico David Ruelle y el matemático Floris Takens quienes propusie-
ron el concepto de "extraño atractor". Este fue definido como una parte de un sis-
tema caótico que se mueve y cambia pero que tiende a retornar a un punto fijo o
a un ciclo que se repite, es decir; una parte que tiene la cualidad de la estabilidad.
A ellos se deben los máximos y los mínimos en torno a los cuales fluctúan muchos
fenómenos naturales, como la temperatura o los índices pluviométricos de una
ciudad determinada.

Los extraños atractores demostraron su operatividad a la hora de medir mani-


festaciones como las turbulencias, expresiones naturales hasta entonces inabor-
dables por su altísimo grado de desorganización e inestabilidad. Cuando los orde-
nadores permitieron representar los cambios de fase de un sistema, los extraños
atractores empezaron a aparecer por doquier: en ¡os flujos de los fluidos, en los
remolinos, en las llamas, etc., lo que significaba que, al Igual que su forma, también
el funcionamiento de los fenómenos naturales de apariencia caótica se podría
reducir a patrones abstractos, matemáticos y universales, Se abría paso, así, la
segunda gran conclusión aportada por las ciencias del caos; existe orden en el
caos.
De esta manera se cerraba un ciclo de Investigaciones que revolucionó la
comprensión que la humanidad tenía de la naturaleza. Las ciencias del caos habían
conseguido reducir su complejidad formal a modelos sencillos y universales (los
fractales) y su complejidad funcional a un sistema autoorganizado según niveles
superiores (los extraños atractores).Tal como explicaba Charles Jencks,7 la conclu-
sión final era que la naturaleza se parecía más a una nube que a un reloj.

• De las ciencias del caos a la teoría urbana: los flujos

Recién entrada la década de 1990, un cúmulo de conceptos de origen netamente


científico que habían formado parte del discurso del caos ("solltón", "espacio de
Riemann","diagramas de la catástrofe", etc.) irrumpieron en el vocabulario de arqui-
tectos y urbanistas. Estos términos demostraban que el desafío estaba planteado:
aplicar a la arquitectura lo que las ciencias del caos habían transmitido a otras tan-
tas disciplinas.

En su libro The Architecture of the Jumping Universe,8 Jencks hacía un alegato en este
sentido: ¿era posible, gracias a los fractales, fundar un nuevo principio generativo de la
forma arquitectónica? ¿Era posible, gracias a ios extraños atractores, calibrar el grado
de organización de un edificio? Cuestiones similares flotaban en el aire: ¿existía una
forma común que unificaba la ciudad, un fractal urbano? ¿Existía orden tras el aparen-
te caos de las capitales contemporáneas? SI, como se intuía, la respuesta a estas pre-
guntas era afirmativa, también la arquitectura y el urbanismo podrían comenzar a for-
mar parte de la recién descubierta lógica difusa de la naturaleza. Los autores de la
visión organicista se interesaron vivamente por esta ¡dea. La ciudad tardocapitalista,
la ciudad compleja por excelencia, era un campo de pruebas ideal para ensayar las en-
señanzas transmitidas por las ciencias del caos. Nacía así la ciudad como naturaleza.

Albert Pope,9 profesor de la Rice Universlty de Houston, aludió al concepto


de entropía para explicar la confusa y desagregada ciudad norteamericana. Según
él, la transformación que ésta sufrió tras la II Guerra Mundial podía calificarse como
un proceso entrópico, es decir caracterizado por ef progresivo aumento de ¡a
JENCKS, Charles, op. ót, pág. 30,
desorganización y la progresiva disminución de la Identidad. Las antiguas dicotomas Ibid., pág. 43.
centro/periferia, ciudad histórica/ciudad nueva, incluso ciudad/naturaleza, habían POPE, Albert, Ladders,
Architecture at Rice/Princeton
desaparecido devoradas por un creciente e ¡ndiferenciado continuum, donde los ele-
Architectural Press,
mentos urbanos estaban cada vez más mezclados. Resultado: una desorganización Houston/Nueva York, 1996,
espacial sin precedentes, una entropía casi total. págs, 148-225.
Para comprender este aparente caos, Pope proponía transplantar a la ciudad el
concepto de extraño atractor identificaba su existencia en las comunidades cerra-
das donde se refugiaba la clase media norteamericana, así como en lo que enten-
día que eran su complemento indisociable, los vacíos urbanos que las rodeaban y
aislaban del resto de la ciudad. Ambos actuaban como extraños atractores porque
eran las únicas lógicas de organización perceptibles en la espaclalidad Informe que
caracteriza a la ciudad norteamericana. Sin embargo, el carácter de uno y otro era
totalmente distinto: mientras que las primeras tendían hacia la total clausura (la
máxima organización y la mínima entropía), los segundos lo hacían hacia la total
apertura (la mínima organización y la máxima entropía). Debido a los efectos noci-
vos que, desde el punto social, se derivan de las comunidades cerradas, Pope abo-
gaba por luchar contra ellas potenciando el grado de entropía de la ciudad, es decir,
su desorden. Un alto grado de anarquía, un estado "posurbano" totalmente entró-
pico, donde naturaleza y ciudad llegaran a fundirse en un todo ¡ndiferencíado,
como alternativa a la ciudad de las mónadas residenciales.

Por la propia esencia de la ciudad, la disciplina que mayor influencia ha ejercido


sobre la visión organicista ha sido la nueva geometría. Desde un principio se intu-
yó que los fractales podrían ser operativos en el análisis de muchos fenómenos
urbanos típicamente contemporáneos: el dífuminado de los bordes, la porosidad
del tejido, la capilaridad del viario, etc. El concepto de scaling, propuesto por Peter
Eisenman,10 se basaba en la suposición de que todas las escalas de la arquitectura
(desde la puerta, a la habitación, el apartamento y el edificio) y todas las escalas de
la ciudad (desde el edificio, a la calle, el barrio y la autopista) son la misma, pues son
múltiplos de las dimensiones del cuerpo humano. Si se usa como generador de las
formas urbanas y arquitectónicas, el scaling se convierte en una unidad de medida
universal que es aplicable a todas las componentes de la ciudad. Es este modo, el
principio de la autosimilitud se extiende a la ciudad. Verana: aplicación del scaling al
proyecto "Moving Arrows, Eros and
Other Errars: Romeo and Juliet".
La geometría fractal es ¡ndeslindable de la cuestión de la no linealidad, que también Peter Eisenman, I 985.
afectó al discurso arquitectónico en la década de 1990. Los proyectos urbanos de
esos años se vieron inundados de formas alabeadas, retorcidas, mtersectadas, etc.,
formas muy complejas pero que compartían la condición de continuidad. En ellas
se traslucía una Importante decisión: superar el cartesianismo y apostar por la no
linealidad. Por su condición de matemático, además de arquitecto, nadie mejor que
Greg Lynn para explicar las razones y posibilidades que planteaba este cambio de
paradigma.

EISENMAN, Peter"Mov¡ng
Las superficies y geometrías capaces de deformarse ante la presión de fuerzas Arrows, Eros and Other
externas captaron la atención de Lynn." Las razones de este interés radicaban en Errors", en Arquitectura, 270,
una importante componente que caracteriza a la sociedad, la cultura y la ciudad Madrid, 1988, págs. 67-81.
LYNN, Greg, Folds, Sodies &
contemporáneas: su condición de permanente movilidad. En su libro Todo lo sólido
Blobs. Collected Essays, La Lettre
se desvanece en el aire, Marshall Berman,12 profesor de Teoría Política y Urbanismo Volee, Bruselas, 1998,
en la University of New York, recordaba que la experiencia vital de la modernidad págs. 33-62.

siempre estuvo asociada a una sensación de desintegración, de inseguridad, de BERMAN, Marshall, NI thatls
Solid Melts into Air. The
cambio continuo, una intuición que Karl Marx describió con una frase magistral:
Experíence ofModernity, Penguin
"todo lo sólido se desvanece en el aire". Books, Nueva York, 1982;
(versión castellana: Todo lo
sólido se desvanece en el aire.
La inestabilidad de la economía tardocapitalista, la velocidad de los cambios sociales,
La experiencia de la modernidad,
la crispaclón de la cultura posmoderna, hacen que esta sentencia tenga hoy más Siglo XXI Editores, Madrid,
vigencia que nunca. La mcertidumbre forma parte de las condiciones de vida con- I99I 4 )-
temporáneas y también se proyecta sobre la ciudad. Muy a menudo ésta ha sico
descrita como un continuo fluir; un entorno físico evanescente donde edificios, espa-
cios públicos, barrios, etc., todo lo físico, es devorado por una dinámica arrolladura.

En un intento de buscar una metáfora para esta ciudad, los autores de la visión
organicista se interesaron por los flujos. Tal como apuntaba Zygmunt Bauman, ;
profesor de Sociología en la Unlversity of Leeds y en la de Varsovia, la fluidez era
una acertada alegoría para describir la esencia de la presente fase histórica de la
ciudad. Ignasi de Solá-Morales,14 catedrático de Composición Arquitectónica en
la Universitat Politécnica de Catalunya, incorporó los flujos como una de las cinco
"mesetas" que definían la metrópolis actual. Con ello contraponía a la ¡dea moder-
na de "movimiento", entendido como una función más a ser localizada físicamente
por los urbanistas, la ¡dea contemporánea de "moción", que postulaba asimilar la
ciudad a una fluctuación permanente, la yuxtaposición de infinidad de flujos mate-
riales e inmateriales. Bauman y Solá-Morales coincidían en apuntar hacia la ciudad
como naturaleza, en este caso apelando a sus estados líquidos, como la mejor des-
cripción de la condición evanescente de la ciudad tardocapltallsta.

De ahí el interés de Lynn por trasladar al ámbito urbano la movilidad de los fluidos.
Con esa intención comenzó a estudiar formas naturales que no eran ni exactas ni
estáticas, sino vagas y deformables. Su deseo era introducir una componente racio-
nal en un discurso, el de los flujos, normalmente plagado de incursiones literarias
que difícilmente eran trasladables a la arquitectura y la ciudad. La respuesta a su
búsqueda la encontró en la geometría anexacta y la topología, una rama de las
matemáticas que, al contrario que el rígido sistema cartesiano, es capaz de repre-
sentar la complejidad, la deformación y, lo más Importante, el cambio mediante sis-
temas flexibles de organización de los elementos en el espacio. Lynn trasplantó los
flujos al diseño urbano utilizando formas anexactas sobre las que aplicaba fuerzas
exteriores simuladas por programas de software. En su proyecto para el acceso a
la terminal de autobuses de Port Authority, en Nueva York, modeló el espacio con
tensiones que representaban el movimiento de los peatones, los coches y los auto-
BAUMAN, Zygmunt, Liquid buses, cada una de ellas con velocidades e intensidades propias. Estas fuerzas gene-
modernity, Polity Press,
raban un campo de atracción cuya forma fue definida mediante partículas geomé-
Cambridge, 2000.
SOLA-MOPvALES, Ignasi de, tricas que, animadas por ordenador cambiaban de posición. El resultado final fue
"Presente y futuros. plasmado en una serie de fases de movimiento que habrían de ser materializadas
Arquitectura en la ciudad" con superficies tenslles apoyadas sobre estructuras tubulares, un trozo de "ciudad
[1996], en Territorios, Editorial
Gustavo Gili, Barcelona, 2002,
líquida" que había sido conformado por "fuerzas urbanas", más que por formas
págs.77-105. arquitectónicas.
Greg Lynn, 1995.

La ciudad de los cuerpos

Además de la naturaleza, el segundo modelo referencial que actualmente enarbo-


la la visión organicista en la teorización, análisis y proyección de la ciudad contem-
poránea es el cuerpo. En este capítulo nos ocuparemos del estudio de lo que
hemos denominado la ciudad de los cuerpos, un concepto que abarca tanto a ani-
males como a seres humanos, Nos adentramos, así, en la novena capa de la ciudad
hojaldre,
130
3

• Cuerpos sin órganos, ciudades informes

El interés contemporáneo por la relación naturaleza-desorden no sólo proviene


del campo de la ciencia, también la filosofía lleva años ocupándose de ella. Aquí la
palabra clave no es tanto "caos" como "informe".

Como ocurrió en el caso de las ciencias del caos, el interés del pensamiento con-
temporáneo por lo informe tiene mucho que ver con el estudio de la naturaleza
pero, en este caso, las miradas se han dirigido hacia los cuerpos de unos animales
muy específicos, más concretamente hacia agrupaciones de organismos que se
difunden en superficies sin contornos ni estructura interna. Los hongos, las esponjas,
los corales, las colonias de bacterias, las colmenas, etc., son algunas de estas asocia-
ciones indeterminadas y provisionales de entidades vivas. Más que sus cuerpos indi-
viduales, lo fascinante de ellas es su comportamiento grupal. Estas agrupaciones se
caracterizan por la ausencia de una estructura esencial, de una jerarquía de órganos
con funcionamientos diferenciados. Al contrario que los animales vertebrados, con-
sisten en multiplicidades de elementos que se fusionan y autorregulan reglamenta-
dos por un orden flexible y provisional. Gilíes Deleuze y Félix Guattarí, vanguardia
francesa del pensamiento posestructuralista, se han referido a ellas con el término
"cuerpo sin órganos".15

A los autores de la visión organicista les han interesado como posible metáfora de
la ciudad actual. Ambos comparten numerosas características: indefinición, orden
flexible, movilidad permanente, interacción con fuerzas externas, etc. La ciudad
contemporánea podría asimilarse a un cuerpo sin órganos que realizara sus fun-
ciones, no mediante la coordinación de elementos especializados, como defendía
la Carta de Atenas, sino gracias a procesos de inspiración, evaporación y transmi-
sión de fluidos, procesos que están en permanente actividad y evolución. La ten-
dencia funcional de la ciudad tardocapitalista apunta en esta dirección, hacia la mez-
cla de formas y funciones en una amalgama urbana indiferenciada. Como ejemplo
podemos tomar cualquier edificio de un centro urbano del sureste asiático: la plan-
ta baja, comercial; las dos siguientes, residenciales; tercera y cuarta, oficinas; y quinta
y sexta ocupadas por talleres industriales clandestinos. Puerta con puerta, una nave
donde se ensamblan componentes electrónicos y, dos manzanas más allá, un blo-
que de siete plantas que sirve de cementerio.

Ninguna totalidad es perceptible en este cuerpo sin órganos, no hay claras centrali-
dades ni estables superestructuras, pero ello no significa el caos. Como en las agru-
paciones de organismos que acabamos de citar; también aquí existen estructuras
débiles, parciales e inestables que permiten un funcionamiento complejo. La ciudad
de los cuerpos sin órganos está articulada por un frágil armazón cuyos nudos son
los "puntos singulares": aeropuertos, centros comerciales, centros culturales, etc.
Deleuze y Guattarí utilizan el ejemplo de la cristalografía para explicar su proceder:
cuando un germen de cristal es introducido en una materia amorfa e inestable
comunica su estructura a una molécula vecina y ésta a su vez a otra, y así sucesiva-
mente hasta que la sustancia cristaliza en una forma estable. Algo similar ocurre en
la ciudad contemporánea: cuando en un dominio aparece un punto singular; el espa-
cio que le rodea cristaliza y se convierte en destino de multitud de flujos que lo
conectan con otros puntos singulares de la ciudad. Por ejemplo, la construcción de
un intercamblador de transportes en una zona vacante, introduce un elemento
dlnamizador que incita una concentración de usos en los alrededores, provocando
DELEUZE, Gilíes, Pourparles. la paulatina urbanización del entorno con hoteles, centros comerciales, espacios
1972-1990, Éditlons de Minuit, recreativos, etc. La zona, anteriormente amorfa, cristaliza y se transforma en lugar de
París, I 990; (versión castellana:
Conversaciones. 1972-1990, Pre-
confluencia de flujos provenientes de otros puntos singulares de la ciudad, en una
textos, Valencia, 19993, pág. 37). de las articulaciones del andamio de la ciudad de los cuerpos sin órganos.
Estos procesos se repiten sin cesar en la ciudad contemporánea, donde continua-
mente aparecen nuevos puntos singulares que modifican las líneas que tejen la red
por la que circulan los flujos urbanos. El mapa resultante se asemeja a un rizoma,
una especie de madriguera, un entramado de senderos complejo y aleatorio cuyo
destino es indefinido. Esta figura es radicalmente diferente a las estructuras arbo-
rescentes que se utilizaron en la modernidad para representar sus modelos urba-
nos; estructuras jerárquicas de límites bien perfilados y con "órganos" funcional-
mente autónomos conectados entre sí. Frente a ello, el rizoma propone una ciudad
ajerárqulca formada por multiplicidades irreducibles a una figura unificada.

En definitiva, la ciudad de los cuerpos sin órganos plantea un modelo que se basa en
la estructura urbana, pero que se asienta sobre bases radicalmente diferentes a las que
utilizan los autores de la ciudad de la disciplina. Consiste en un análisis alternativo
que ha demostrado su capacidad para aproximarse a lo que la visión culturalista nun-
ca estuvo en condiciones de abordar: la cuestión de la complejidad.

• Cuerpos humanos, ciudades enfermas

La segunda versión de ¡a ciudad de los cuerpos no alude a los animales, sino a los
seres humanos. Sus orígenes nos remontan a Vitruvio que, mediante los órdenes,
describió un método de composición arquitectónica basado en relaciones antro-
pomórficas. Su traslación a la ciudad partió de fundamentos similares, con la espe-
ranza de que un sistema de conexiones geométricas inspirado en las proporciones
del cuerpo humano le garantizara orden, equilibrio y armonía. Asociada a esta ¡dea
estaba la retórica trascendentalísta heredada del pensamiento simbólico medieval.
En la cultura clásica, el cuerpo humano representaba la imagen de Dios, lo que
denotaba la voluntad de trascender su materialidad para conectarlo con un
supuesto orden cósmico universal. De este deseo derivó la identificación del ser
humano con un cuerpo no real sino ideal, un cuerpo cuya traducción geométrica
eran formas puras. La secuencia ciudad/cuerpo/geometría se transformó así en ciu-
dad universal/cuerpo ideal/geometría exacta, una convención que la modernidad
asumiría sin mayores cuestionamientos.

El saber contemporáneo, sin embargo, rechaza la existencia de conceptos univer-


sales. Por ello, ha erradicado del discurso sobre el cuerpo cualquier alusión a Dios
o realidad superior alguna. Aun es más, tal como en su momento hiciera el filóso-
fo francés George Bataille, la plenitud, unidad y coherencia del cuerpo ideal ha sido
acusada de imponer los dictados del poder sobre los ciudadanos. No obstante,
esto no quiere decir que el cuerpo humano haya dejado de interesar como fuen-
te de inspiración. Anthony Vidler,16 director de la Cooper Union de Nueva York, ha
advertido acerca del retorno de la cultura contemporánea al cuerpo como ele-
mento de reflexión; eso sí, a un cuerpo diferente, poshumanista y posmoderno.
Trasladado a la ciudad, significa que la secuencia ciudad universal-cuerpo ideal-geo-
metría exacta ha sido definitivamente desmantelada.Tal como ocurría con la ciudad
como naturaleza y la ciudad de los cuerpos sin órganos, es la cuestión de la com-
plejidad la que, hoy en día, centra el interés de la ciudad de los cuerpos humanos.
El idealizado cuerpo masculino ha dejado paso a un cuerpo ambiguo, contradicto-
rio y singular, el único que puede servir de referencia a la embrollada condición
urbana contemporánea. Este cambio de planteamiento ha obligado a la visión
organicista a reorientar su búsqueda en una dirección hasta ahora insospechada:
hacia los cuerpos enfermos.

El interés de la cultura occidental por el cuerpo siempre afirmó los valores de


la salud, el deporte y la belleza como propios, rechazando el dolor, la enfermedad
o la fealdad como si de algo ajeno y excepcional se tratara, De ahí que el cuerpo
Correspondencia entre un cuerpo
deal y la planta de una iglesia.
humano que sirvió de inspiración a la arquitectura y la ciudad desde el renaci-
"rancesco di Giorgio Martmi.c. 1482. miento fuera un cuerpo sano. Tal como señala Beatriz Colomina,17 profesora de
la Escuela de Arquitectura de Columbia University, en el siglo xx la medicina se
convirtió en argumento de una ideología política que identificaba salud corporal e
higiene social, metaforizando la degradación del orden social como una enferme-
dad. La mayor parte de los arquitectos modernos, Incitados por las penosas condi-
ciones de vida de las ciudades a comienzos de siglo, compartieron esta idea, lo cual
explica su obsesión por luchar contra la enfermedad desde la arquitectura y el
urbanismo. Le Corbusier, por ejemplo, culpaba a la casa tradicional de provocar
tuberculosis y diagnosticaba a la ciudad histórica como enferma de un cáncer que
debía ser extirpado quirúrgicamente.
VIDLER, Anthony, "The Building
¡n Pain:the Body and
Architecture in Post-Modern En la actualidad, la identificación cuerpo-salud no sólo ha entrado en crisis, sino que
Culture", en AA Files, I 9, también ha sido denunciada como una más de las simplificaciones que utilizó la
Londres, 1990, págs. 3-10.
COLOMINA, Beatriz,"The
modernidad para imponer su discurso ideológico.Y ha inducido un auténtico gol-
medical body in modern pe de péndulo en la comprensión cultural del cuerpo humano, un viraje que ha
architecture", en DAVISON, puesto de manifiesto los valores del cuerpo'enfermo, postulado ahora como un
Cynthía D. (ed.), Anybody,
instrumento operativo para afrontar la que se ha convertido en la gran obsesión
Anyone Corporation, Nueva
York^he MIT Press, Cambridge intelectual de la más reciente contemporaneidad: la cuestión de la complejidad. Por
(Mass.), 1997, págs. 228-239. su condición de ente descompuesto, disfuncional, amputado, el cuerpo enfermo es
una expresión idónea de la problematicidad, la precariedad y la vulnerabilidad de
las ciudades. Se propone, además, como un dispositivo capaz de trasladar a las teo-
rías urbanas un mensaje ético y de esperanza. Drew Leder,18 profesor de Filosofía
en el Loyola College de Baltimore, defiende que son precisamente el dolor y la
enfermedad los que nos hacen conscientes de nuestros cuerpos. En condiciones
de salud éstos tienden a "desaparecer", a ausentarse de las experiencias cotidianas.
El dolor; en cambio, nos abstrae del entorno y nos obliga a centrar ¡a atención en
el cuerpo, en sus músculos, en sus visceras, en sus flujos, en un mundo de órganos
y procesos internos que no percibimos, pero cuyas funciones son cruciales para la
vida. La enfermedad prolonga esta situación en el tiempo.

La idea del cuerpo enfermo como ente consciente de sí mismo traslada a la ciudad
un mensaje ético altamente atractivo por lo Inusitado de este tipo de requerimien-
tos en la cultura contemporánea. Si las entendemos como cuerpos enfermos, como
organismos infelices y sufrientes, tomaremos consciencia de los conflictos que han
invadido las ciudades, lo cual es un primer paso para combatirlos. La ciudad enferma
como una ciudad en lucha consigo misma, contra sus desigualdades, contra sus injus-
ticias, etc. A pesar de las semejanzas que este argumento comparte con los razona-
mientos que guiaron a los arquitectos modernos, existen profundas discrepancias
entre ambos. Mientras que la ciudad enferma de la modernidad aspiraba a atajar sus
males para convertirse en una ciudad "sana"; la ciudad enferma de la contempora-
neidad no pretende curar sus dolencias, ya que es consciente de que son crónicas.

Efectivamente, la mayoría de los estudios sobre geografía urbana contemporánea


comparten la intuición de que la Intensificación de las desigualdades económicas
es algo inherente a los procesos de urbanización. Según el informe de la Cumbre
de Río, la pobreza urbana será el problema más significativo y políticamente más
explosivo del siglo xxi, pues supondrá la generalización de la criminalidad, las
tensiones raciales, los levantamientos populares y las revueltas callejeras. Dado
que, como vimos en el capítulo dedicado a la ciudad dual, las causas de la pobre-
za urbana responden a inputs propulsados por la lógica tardocapitalista (precan-
zación del empleo, reducción de los servicios sociales, etc.), en los círculos inte-
lectuales se está imponiendo una especie de "normalización de la desigualdad
social" que supone aceptar; como ya anunciara Richard Sennet, que el conflicto es
algo inherente a la ciudad contemporánea, es decir, que sus males son crónicos.
Estar ahí para afrontarlos supone Implicarse con los desheredados de la ciudad
a
, , , . , , - . , . , LEDER, Drew, TfieAbsent 81
dual. La ciudad enferma se convierte, asi, en la ciudad de los resistentes, de los The Universityof Chicase.
comprometidos. Press, Chicago, 1990.
Complejidad y ética, dos argumentos que han puesto en valor las cualidades de!
cuerpo enfermo como metáfora de la ciudad contemporánea. La visión organicis-
ta ha sido consciente de los caminos que esta nueva fuente de reflexión abría en
el campo de la teoría urbana. De entre ellos destacan dos: uno alude a la enfer-
medad en sí misma; el otro a los cuerpos deformes.

La integridad funcional y la cohesión formal que caracterizaban ai saludable cuer-


po de la ciudad moderna parecen haberse disuelto víctimas de un virus indestruc-
tible que lo corroe y desgasta. Ninguna otra enfermedad contemporánea resume
mejor esta percepción que el SIDA, ya utilizado por Arata Isozaki19 para informar
sobre la arquitectura contemporánea, Aplicada a la ciudad, esta alegoría aludiría a
un retrovirus que se inserta en su A D N , es decir en su fundamento biológico,
hasta convertirlo en una fuente de desestabllización. En su intento de responderá
estas agresiones internas, el sistema ¡nmunológico desata constantes transforma-
ciones, funcionando como un ente autoorganlzado altamente flexible. Mucho
saben de esto las "ciudades de diferencia exacerbada" que mencionaba Rem Kool-
haas, urbes a las que la competencia obliga a emprender continuas reestructura-
ciones que garanticen su supervivencia en el espacio de los flujos.

Otras dos enfermedades típicamente contemporáneas que han sido propuestas por
Isozaki como metáforas de la ciudad actual son fa anorexla y la bullmia. El arquitecto
japonés habla de líghtness y bigness, dos cualidades que, como la anorexla y la bullmia,
se producen simultáneamente en las ciudades contemporáneas, con especial inci-
dencia en las norteamericanas. Las dispersas periferias de Houston, Las Vegas o Los
Angeles tan sólo son representabas como cuerpos bulímico-anoréxicos que sufren
a la vez de bigness (la tendencia hacia escalas descomunales que derivan en un cuer-
po inmenso) y lightness (la tendencia hacia una suma delgadez que deriva en un teji-
do urbano sin densidad).

La cuarta enfermedad identificada como propia del cuerpo urbano contemporá-


neo es de carácter psicológico. Nos referimos a la psicoastenia, una patología que
ISOZAKI, Arata; ASADA, Akira. afecta a la percepción que el Individuo tiene de sus límites corporales. La profeso-
"The Demiurgomorphic
ra venezolana Celeste Olaiqulaga20 ha recurrido a ella para referirse a los difusos
Contour", en DAVISON,
Cynthia D. (ed), op. át, bordes de la ciudad actual, donde es cada vez más difícil separar el centro de los
págs. 38-45. suburbios y los suburbios del campo. Una persona afectada de pslcoastenia con-
OLAtQUIAGA, Celeste,
funde las coordenadas espaciales de su cuerpo con el territorio exterior; lo que le
Megalopolis, Umversity of
Minnesota Press, Minneápolis,
lleva a expandir su identidad hacia el medio que le rodea. Aplicada a la ciudad, la
1992. psicoastenia significa que sus márgenes se funden con ¡os del entorno circundante
hasta imposibilitar el deslinde de ambos. ¿Dónde acaba el centro de Phoeníx y
empiezan los suburbios, dónde acaban los suburbios de Boston y empieza el cam-
po de Massachusetts, dónde acaba Dallas y empieza FortWorth?

Como hemos comentado anteriormente, el segundo camino abierto por el para-


digma del cuerpo enfermo en la visión organicista de la ciudad hace referencia a las
deformidades. Los autores que se han interesado por ellas contraponen al atlétlco y
bien proporcionado cuerpo renacentista y moderno, cuerpos ancianos, cuerpos
paralíticos, cuerpos amputados, cuerpos desproporcionados.Tan sólo ellos pueden
servir de metáfora de la amorfa ciudad contemporánea.

Greg Lynn,21 aludiendo al biólogo William Bateson, ha apelado a las deformaciones


corporales como elemento de reflexión arquitectónica. Una mutación, que puede "Niño doble". Regnault,
ser malentendida como una monstruosidad, no es en realidad algo extraño al cuer- The Deviations ofNature (1775)

po, sino una variación que estaba latente en su interior y surge como respuesta a
una perturbación ambiental o genética. La ciudad contemporánea funciona de
manera similar, su amorfismo, sus "monstruosidades", responden a los agresivos
agentes externos que la gobiernan y conforman: dinámicas económicas extrema-
damente complejas, dinámicas sociales extremadamente conflictlvas y dinámicas
culturales extremadamente inestables. ¿Cómo podría el cuerpo de Los Angeles
tener un centro si su lógica económica es absolutamente difusa? ¿Cómo podría el
cuerpo de Los Angeles ser continuo si su lógica social se basa en la segregación?
¿Cómo podría el cuerpo de Los Angeles estar equilibrado si su lógica cultural se
basa en el espectáculo? La simetría, el orden, la jerarquía se desintegran víctimas de
la fuerza arrolladura de estos fenómenos, dejando paso a las hipertrofias y subde-
sarrollos de la ciudad deforme.

La ciudad vivida

En el capítulo anterior nos hemos ocupado de las formas corporales que sirven de
referencia a la ciudad. Esta no es la única correspondencia que se puede establecer
entre cuerpo humano y ciudad contemporánea. Como parte Inseparable de aquél
está la mente, y la conjunción de ambos nos habla, no ya de formas, sino de sensa-
ciones, de deseos, de memorias, etc. Es el "cuerpo vivido", un ente personal e intrans-
ferible del que la visión organicista se ha ocupado para alumbrar lo que hemos deno-
minado la ciudad vivida, décima capa de la ciudad hojaldre. LYNN, Greg, op. cit, pág. 12.
• Fenomenología y psicoanálisis:
"ciudad de los sentidos" y "ciudad interior"

El camino que llega hasta el cuerpo vivido arranca en la Escuela Fenomenológica,


un grupo de pensadores agrupados en torno a la figura de Edmund Husserl que, a
principios del siglo xx, comenzó a reivindicar el papel que desempeñaban los sen-
tidos corporales en la comprensión del entorno. La fenomenología entendía que
las fuentes del conocimiento personal estaban en el cuerpo ("yo soy mi cuerpo",
afirmaría Maurice Merleau-Ponty), por lo que se interesó por la recepción del
medio exterior a través de los sentidos.

Este interés se trasladó a la teoría urbana. Al ser percibida por los ojos, la nariz, los
oídos, la boca y las manos, y al responder a ella con esos mismos órganos, la ciudad
que intuía la fenomenología estaba íntimamente ligada a la experiencia vivida por el
cuerpo. La "ciudad de los sentidos" ponía en crisis el espacio urbano abstracto que
intentaron construir los arquitectos del movimiento moderno, herederos del pen-
samiento platónico-cartesiano y convencidos de habitar en un entorno mental
donde las sensaciones físicas no contaban, convencimiento que se plasmó en for-
mas urbanas sensorialmente neutras.

Consciente del empobrecimiento de la experiencia personal que ello suponía, la


fenomenología optó por construir un discurso urbano alternativo. Fue Kevin Lynch
quien, en 1960, marcó todo un hito en dicho empeño gracias a La imagen de la ciu-
dad,77 un libro que trataba sobre el aspecto de las ciudades, es decir, sobre cómo
eran percibidas por los habitantes a través de sus sentidos, con especial incidencia
en la vista. Pero La imagen de la ciudad también era un libro sobre la representa-
ción intelectual que los ciudadanos elaboraban a partir de sus vivencias cotidianas,
lo que traspasaba la mera visualidad para enlazar con la memoria colectiva, es decir;
traspasaba el cuerpo para conectar con la mente. Paradógicamente, el interés
LYNCH, Kevin, The Image ofthe
Gí/.The M1T Press, Cambridge
fenomenológico condujo a Lynch a concepciones de claro enfoque culturalista que
(Mass.), 1960; (versión postulaban a la ciudad histórica como paradigma del "buen" espacio urbano.
castellana: La imagen de la
ciudad, Editorial Gustavo Gili,
Barcelona, I998J). Actualmente, la fenomenología parece haber retornado a la esencia de su discurso.
DURAN, María Ángeles, Lo A diferencia de lo que planteó Lynch, trata de poner en valor los sentidos que tradi-
ciudad compartida. Conocimiento, cionalmente fueron segregados por la cultura occidental, es decir todos menos la vis-
afecto y uso, Consejo Superior
de los Colegios de Arquitectos
ta. María Angeles Duran,23 catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de
de España, Madrid, 1998, Madrid, ha puesto de manifiesto cómo éstos pueden dotar de nuevos significados a la
págs. 129-158. ciudad. Existen percepciones sensoriales que son indeslindables de la identidad de
algunas de ellas, como la sonora (la lluvia en Dublín o el viento en Chicago), la olfati-
va (el azahar en Sevilla o las especias en Fez), o la táctil (el calor en Bagdad o la hume-
dad en La Habana). El paradigma histórico de la ciudad de los sentidos es la ciudad
islámica, donde las corrientes de aire, los flujos de agua, el color del territorio, el aro-
ma de las plantas, etc., formaban parte del diseño urbano. Como todo ello se tradu-
ce en calidad de vida, Duran se cuestiona: ¿por qué no rescatarlo para la ciudad con-
temporánea?

Este reto ha preocupado principalmente a los arquitectos japoneses, que han ten-
dido a asociar fenomenología con nuevas tecnologías. Arata IsozakP4 declara haber
descubierto su interés por la primera un atardecer en Park Avenue, cuando se sin-
tió fascinado por los reflejos que manaban de los muros cortina de los rascacielos
neoyorquinos, por los destellos fluorescentes de su interior por la radiación bri-
llante que Inundaba el espacio urbano... En ese instante, los objetos materiales per-
dieron peso, la ciudad se convirtió en ingrávida y el mundo se hizo traslúcido.
Isozaki reconoce haber disfrutado de una Intensa experiencia urbana cuyo prota-
gonista había sido su propio cuerpo, a través del cual se había filtrado la ciudad.
A partir de ese momento comenzó a investigar cómo reproducir artificialmente la
magia de ese espacio tan particular, lo que le condujo hacia las nuevas tecnologías
y el uso casi aluclnatono que el comercialismo hace de ellas.

La fenomenología no ha sido la única que ha construido un modelo de compren-


sión de la ciudad a partir del cuerpo vivido.También el psicoanálisis se ocupó de
ello, si bien desde presupuestos diferentes: no apeló a los sentidos corporales sino
al subconsciente mental. En este sentido, se ha acusado a la fenomenología de cen-
trarse en cuerpos anónimos y órganos sensomotores, y olvidarse de los cuerpos
individuales y el pensamiento. Estos últimos alimentaron el discurso de la "ciudad
interior", una apuesta alternativa cuya base se asienta sobre la evidencia de que la
percepción de la ciudad está condicionada por nuestros deseos, nuestras emocio-
nes, nuestros sentimientos, lo cual supone un giro radical con respecto a la tradi-
ción urbanística, que siempre entendió que la materia prima de su disciplina eran
los objetos arquitectónicos y las formas geométricas.

Los orígenes de la narración urbana psicoanalítlca se remontan a las últimas déca-


das del siglo XIX, cuando algunos especialistas se preocuparon por la naturaleza ISOZAKI, Arata, "Corporal-real
and hyper 1999", en GA
del espacio urbano como proyección de las neurosis y las foblas del ciudadano.
Architect (Arata Isozaki 1991-
De esta manera, forma urbana y psicología fueron puestas en contacto como si 2000), 15, vol. 3, ADA Edita,
de realidades íntimamente entrelazadas se tratara, lo que significaba entender Tokio, 2000.
que la ciudad no era un espacio neutro, sino una proyección subjetiva. Entrado el
siglo xx, Sigmund Freud transformó la conexión psicología-espacio en una teoría
general de la experiencia humana: el psicoanálisis. Pero, tal como explica Anthony
Vidler25 en su repaso por la intersección del pensamiento espacial con el pen-
samiento psicoanalítico, serían otros autores los que explorarían la conexión
psicología-ciudad. Ningún proyecto fue más explícito en este sentido que el que
Walter Benjamín planteó, aun dejándolo inacabado: hacer una reconstrucción
psicológica de París.

Recientemente nuevos conocimientos sobre el mundo del deseo, la memoria y


lo subjetivo han venido a incidir en la conexión ciudad-psicología. En esta nueva
etapa de la ciudad vivida como ciudad Interior se detecta un retorno a temas
como la represión del deseo o la ciudad como espacio de ansiedad y placer Todo
ello nos remite, una vez más, a Gilíes Deleuze y Félix Guattarl, quienes coinciden
con Walter Benjamín en calificar a la ciudad como un instrumento de dominio er
manos del sistema capitalista. En ella, la autoridad se ejerce mediante "máquinas
sociales", configuraciones artificiales que descodifican sus flujos naturales para
reconducirlos según los intereses del poder Los monumentos, Instantes supremos
de la estructura urbana de la ciudad de la disciplina, son algunas de esas máquinas
sociales, en su momento denunciadas por George Bataille por su autoritarismo
implícito:"Los grandes monumentos son erigidos como diques, oponen la lógica y
la majestad de la autoridad a los elementos molestos; es en la forma de la cátedra!
o el palacio donde la Iglesia o el Estado habla a las multitudes e impone silencio
sobre ellas".26

Deleuze y Guattari27 plantean estrategias de rebelión contra la inclinación totalita-


ria y fascista demostrada por las máquinas sociales en su intento de reterritoriali-
zar los flujos urbanos. Una de ellas son las "máquinas deseantes", construcciones
encargadas de crear líneas de fuga que desaten el deseo y arrasen los códigos que
VIDLER, Anthony, Warped
Space.Ai%Architecture and
intentan cortarle el paso. A esta idea corresponde la noción de "acontecimiento
Anxiety ¡n Modern Culture, The urbano", piezas arquitectónicas cuya función no es consagrar gloriosas memorias
MIT Press, Cambridge (Mass.), colectivas,sino desmantelarla ideológicamente interesada construcción social de ¡a
2000.
ciudad de los monumentos. Una arquitectura como acontecimiento es una arqui-
BATAILLE, George, citado en
LARUR Lars, After the City, The tectura que inventa espacios y tiempos ajenos al poder Es lo que hace el Jüdische
MIT Press, Cambridge (Mass.), Museum de Berlín o el Centro de Convenciones de Columbus al irrumpir de
2000, pág. 35. manera extraña y brutal en los indiferenciados espacios urbanos que los rodean.
BOGUE, Ronald, De/euze ond
Guattan, Routledge, Nueva York,
Estos edificios no son "monumentos-máquinas sociales", sino "acontecimientos-
1990. máquinas deseantes" que incitan al ciudadano a la reflexión.
N u m e r o s o s autores de la visión organicista se han sentido atraídos p o r ia p r o -
puesta de rebellón de Deleuze y Guattari, pues en ella han Intuido un discurso
urbano alternativo al impuesto p o r la globalización. Siguiendo el ejemplo de Benja-
mín, para materializar el c o n c e p t o de máquina deseante han r e c u r r i d o a ¡a m e m o -
ria de la ciudad, una f o r m a de reconstruir, en el presente, los deseos ocultos en la
m e n t e urbana. La noción de m e m o r i a que reclaman los acontecimientos es radi-
calmente diferente a la M e m o r i a (con mayúsculas) que alimenta a los m o n u m e n -
tos. C o m o la ha definido María Angeles Duran, 2 3 aquéllos reivindican una m e m o r i a
imperfecta, ya que no alude a un pasado "real", sino a reconstrucciones personales
del mismo; una m e m o r i a inestable, ya que está sometida a continuos procesos de
b o r r a d o y ampliación; una m e m o r i a incompleta, ya que elige unos recuerdos y olvi-
da otros; y una m e m o r i a no linea!, ya que está plagada de rupturas y conflictos.
Toda apelación a la m e m o r i a c o m o f o r m a de desatar el deseo en la ciudad inte-
rior; p o r t a n t e , ha de contar c o n su condición de imperfecta, inestable, incompleta
y no lineal.

Nadie c o m o Peter Eisenman 25 ha recurrido de manera tan explícita a la secuencia


d e s e o / m e m o r i a / m á q u i n a deseante c o m o estrategia proyectual. Sus "ciudades de
excavación artificial" se c o m p o n e n de una acumulación de capas en las que está
depositada la m e m o r i a de la ciudad. Lo que a Eisenman le interesan son los frag-
mentos y las yuxtaposiciones que c o n f o r m a n este m u n d o imperfecto e incomple-
to para, mediante superposiciones y conexiones extrañas entre los diferentes
estratos temporales, redefinir los lugares urbanos c o m o acontecimientos. Su pro-,
puesta para el M o n u m e n t o a las Víctimas del Holocausto judío (1996) pretendía
Inscribir en l a j u d e n p l a t z d e V i e n a una serie de planos históricos relacionados con
el t e m a . En un p r i m e r estrato, a tres m e t r o s bajo el nivel del suelo y o c u p a n d o t o d a
¡a plaza, una r e p r o d u c c i ó n de las plantas de los guetos judíos vieneses destruidos
en 1421 y 1678. En un segundo estrato, definido p o r planchas de acero verticales
a tres m e t r o s sobre el nivel del suelo, un mapa de Alemania y Austria unificadas p o r
el Anschluss de I 938.Y en un t e r c e r estrato, esbozado mediante luces, la hlperor-
denada retícula del campo de concentración de Auschwitz. Estos tres trazados
superpuestos estaban conectados entre sí p o r o t r a serie de referencias históricas DURAN, María Angeles, op. cít,
págs. 39-88.
hasta c o m p l e t a r un acontecimiento que, más que generar significados, surgía del
EISENMAN, Peten "Eleven
análisis de las causas que c o n d u j e r o n al holocausto judío. El resultado era una Points on Knowledge and
máquina deseante que intentaba desarticular las patrañas tejidas p o r el p o d e r aus- Wisdom", en DAVISON.
tríaco para eludir su responsabilidad en el mismo, una máquina deseante que se Cynthia D. (ed.), Anywise,
Anyone Corporation, Nueva
postula c o m o alternativa al rígido d e t e r m m i s m o histórico que caracteriza la utiliza-
York/The MIT Press, Cambridge
ción de la m e m o r i a p o r p a r t e de la visión culturalista de la ciudad. (Mass.), 1996, págs. 49-53.
• La ciudad de los "diferentes": la ciudad de las mujeres Página anterior:
Viena: propuesta para el Monumento
a las Víctimas del Holocausto Judío.
La superación de la noción de cuerpo físico con ía de cuerpo vivido y la aplica- Peter Eisenman, I 996.
ción de técnicas psicoanalíticas que incidían en su carácter íntimo, fue el primer
paso que condujo a la comprensión del ciudadano como un ser diferenciado. En
ias últimas dos décadas se ha avanzado en esta concepción. Como vimos en la
parte dedicada a la visión sociológica, las ciudades contemporáneas no están
compuestas por la homogénea masa humana que inspiró a la modernidad, sino
por un conglomerado de razas, religiones, culturas y nacionalidades tremenda-
mente diverso. El concepto de ciudad de los "diferentes" pretende superar el
ámbito meramente personal de! psicoanálisis, para interesarse por la ciudad vivida
por las minorías.

En la década de 1990 se han llevado a cabo novedosos estudios sobre el papel que
el género, la raza o la sexualidad desempeñan en la ciudad. En ellos suele existir una
fuerte componente de denuncia social: el feminismo ha acusado a la ciudad de ser
una "ciudad machista"; las comunidades étnicas de ser "la ciudad de los blancos"; y
los homosexuales de ser "la ciudad de los 'heteros'". Muy probablemente, denun-
cias similares podrían proyectarse desde otros grupos minoritarios, que la culpa-
rían de ser "la ciudad de los cristianos", "la ciudad de los europeos" o, Incluso, "la
ciudad de los jóvenes".

Sin embargo, a pesar de que la nacionalidad, la sexualidad y probablemente tam-


bién la religión o la edad, generan poderosos argumentos desde los que construir
la ciudad de los "diferentes", ninguno de ellos puede alegar el nivel de legitimidad
con que cuenta la cuestión del género, la categoría que, al afectar al 50 % de la
población, más incide en la segregación urbana. Es por ello que nos vamos a cen-
trar en la ciudad vivida por las mujeres.

Durante casi todo el siglo xx, la crítica, la teoría y la historia de la ciudad Ignoraron
el tema del género. La ciudad moderna se postulaba como una realidad neutra y
asexuada que lo obviaba por tratarse de una condición dada, natural, biológica. Hoy
en día, sin embargo.se impone la idea de que, tal como avanzó Ivan lllich,30 líder del
movimiento radical ecologista, "un espacio sin género es un espacio sexista", es
decir, un espacio al servicio del hombre. Seguir eludiendo la cuestión del género, LLICH, Ivan, Energy and Equity
Calder & Boyars, Londres, 1974;
seguir negando que éste se refleja sobre la ciudad, sobre cómo la percibimos, sobre
(versión castellana: Energía y
cómo la usamos y sobre cómo la proyectamos, es seguir negando la ciudad de los equidad, Barral, Barcelona,
"diferentes". 974).
La supresión del género femenino en el discurso de la ciudad tiene hondas raf-
ees culturales. Históricamente, la mujer ha sido identificada con lo emocional y lo
irracional. El hombre, en cambio, lo fue con la mente. El prestigio del que esta
última siempre ha gozado en la cultura occidental, permite entender que dicha
identificación fuera encaminada a legitimar estructuras de dominio masculino:
"Como la mente es superior y debe guiar al cuerpo, el hombre debe guiar a la
mujer".3

A partir de esta máxima, la mujer fue identificada con la casa, en la que fue reclui-
da, mientras que el hombre lo fue con la ciudad. La asociación de enfermedades
típicamente urbanas, como la agorafobia, con la condición femenina es un buen
ejemplo del Interés por disociar mujer y ciudad. Para Freud, la ansiedad que sen-
tían las señoras de condición burguesa de comienzos del siglo xx ante las grandes
plazas y bulevares recién abiertos en capitales como París oViena obedecía a que
eran espacios de libertad ajenos a la vida protegida y reprimida del hogar

Hoy en día, la agorafobia sigue siendo una enfermedad típicamente femenina,


como lo demuestra el hecho de que, en Estados Unidos, el 85 % de los casos dia-
gnosticados se hayan producido en mujeres. Sin embargo, el motivo que se aduce
como justificación no es ya su supuesto miedo "natural" al espacio urbano, sino ¡a
amenaza que supone. Datos como la frecuencia de violaciones que se produce en
Norteamérica (una mujer cada diez minutos) explican sobradamente el rebrote
de la agorafobia. En la ciudad contemporánea, el espacio público se ha conver-
tido en una amenaza para la Integridad física de las mujeres que ha condicionado
el uso diferente que ambos géneros hacen del mismo según las franjas horarias.
La ausencia casi total de mujeres en las calles y plazas a determinadas horas del
día pone de manifiesto la esencia segregadora que subyace tras el trazado de las
ciudades.

Pero no sólo es cuestión de seguridad.También la zonlficación funcional Implantada


por el urbanismo moderno impone a los ciudadanos modelos productivos clara-
mente desfavorables para las mujeres. Carlos Hernández Pezzi,32 presidente del
Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, ha denunciado que éstas
LEDER, Drew, op. c/t, pág. 154.
HERNÁNDEZ PEZZI, Carlos, se ven obligadas a asumir pautas horarias, de desplazamiento y de trabajo que son
La ciudad compartida. El género difícilmente conciliables con las responsabilidades cotidianas que, por otro lado, se
de la arquitectura, Consejo
les reclama. De hecho, la tradicional estructura funcional consiste en periferia resi-
Superior de los Colegios de
Arquitectos de España, Madrid, dencial y centro productivo, ha demostrado que colabora en segregar del mercado
laboral a las madres con niños pequeños a su cargo.
Ante estas realidades, numerosos autores, que pueden encajar tanto en el ámbito
de la visión organicista como en el de la visión sociológica, han comenzado a inte-
resarse por la cuestión género-ciudad.Tras explorar en la historia temas como el
uso del espacio público, la domestlcidad, los símbolos, las metáforas, etc., han reve-
lado la existencia de un modelo urbano masculino que privilegia el papel del hom-
bre como elemento activo y arrincona a la mujer a un papel pasivo. Los déficits de
seguridad y de oportunidades laborales anteriormente mencionados tienen que
ver con este modelo.

En estos momentos, la reivindicación de la cuestión del género está traspasando


los límites del análisis urbano para introducirse en el campo del diseño. El objeti-
vo es construir la "ciudad de las mujeres", un proyecto cuyo punto de partida es
la psicología contemporánea que, liberada de la componente misógina que
Impregnaba el discurso freudiano, está sacando a la luz un modo de conocimien-
to femenino muy diferente al masculino. Frente a la tendencia de este último a un
pensamiento racional que funciona reduciendo la realidad a dualidades, separan-
do y estableciendo jerarquías, la mujer opta por un pensamiento emocional que
se basa en la multiplicidad, la conectividad y la continuidad, un pensamiento
mucho más complejo y ambiguo que pone en pie de igualdad a razón y senti-
mientos.

Esta constatación plantea el desafío de trasladar esta manera de pensar al diseño


urbano: ¿qué forma tiene la ciudad de las mujeres, la que no las agrede, la que no
las segrega? Una primera prefiguración apunta hacia modelos urbanos altamente
sexuados. La modernidad Identificó a la mujer con un desatado deseo sexual que
era el desencadenante de innumerables desgracias.Tal como apunta Marie Chris-
tine Boyer,33 este convencimiento se reflejó de manera diáfana en el cine negro de
la década de I 940 y sus "mujeres fatales", seres insensatos y sexuales que sedu-
cían al hombre, lo engañaban, lo desestabilizaban y lo empujaban al crimen.
La mujer fatal resumía la fantasmagoría que la modernidad asoció con lo femeni-
no: represión, desequilibrio, ansiedad, etc. A ella, y al cúmulo de irracionalidades
que representaba, se enfrentaba el detective, representante del orden y la razón
masculina.
BOYER, Mane Christine,
Apoyándose en la vinculación sensualidad-mujer y haciendo frente a la ciudad Gbercities. Visual Perceptíon m the
Age of Electronic Communicatton,
artificialmente asexuada del hombre, surge la propuesta de un espacio urbano ero-
Princeton Architectural Press,
tlzado como identificativo de la ciudad de las mujeres. Ésta se plantea como un Nueva York, 1996,
entorno de sexualidad incontenlda donde se desatan los flujos que la racionalidad págs. 183-240.
masculina había intentado contener. Uno de los caminos que conducen hacia la
erotización del espacio urbano es la apuesta por el exceso simbólico, por lo volup-
tuoso. En este sentido, algunos autores interpretan la parafernalia consumista que
inunda las ciudades contemporáneas como una máquina deseante capaz de activar
la feminización del espacio urbano. Para Deleuze y Guattari,34 una forma de rebe-
lión contra cualquier intento de unificación en clave masculina es incidir en el deseo
incontrolado de artificio propio de la sociedad de consumo.

Otra línea de investigación que aborda la forma de la ciudad de las mujeres


atiende a la puesta en valor de lo subjetivo y ¡o particular frente a lo objetivo y
lo universal. Esta propuesta busca justificación en las diferencias que separan las
necesidades simbólicas del hombre y la mujer Mientras que aquél tiende a la
permanencia, a lo estructural (lo que se traduce en el recurso a las formas
monumentales, expresión de valores universales), la mujer tiende hacia el signifi-
cado subjetivo (lo que debe traducirse en el recurso a los acontecimientos urba-
nos). Surge así la reivindicación de una ciudad de significados elásticos, débiles y
mutables.

Una tercera prefiguración apunta hacia la naturaleza que, al igual que la sensualidad,
también fue históricamente asociada con la mujer por su condición de generado-
ra de estados caóticos que debían ser controlados por el hombre. Frente a la ciu-
dad masculina obsesionada por el orden, la ciudad de las mujeres señala hacia la
esencia de los fenómenos naturales, es decir; hacia la complejidad. La mente feme-
nina no trabaja tanto con las formas sólidas que sirvieron al hombre para estruc-
turar su ciudad racional, como con los espacios vacíos que quedan entre ellas. En
consonancia con ello, el espacio urbano de la ciudad de las mujeres se conforma-
ría como un entorno envolvente y continuo, como una selva donde interior y exte-
rior casa y espacio público serían entes contiguos no excluyentes.

Diana Agrest,35 profesora en la Cooper Union, ha calificado el proyecto China Basin


(San Francisco, 1989-1991), realizado conjuntamente con Mario Gandelsonas,
como una ficción que reconstruye la realidad urbana transgrediendo las fronteras
preestablecidas por el hombre. Un flujo de actividades circula bajo el tejido de esta
DELEUZE, Gilíes, op. cit, pág. 35. ciudad donde los límites de los programas funcionales son indeterminados, donde
AGRES! Diana, "The Return of las barreras Institucionales se han disuelto, donde los espacios públicos se han con-
the Repressed: Nature", en W
vertido en zonas de superposición e ¡nterrelación. En China Basln, el deseo y las
AA, The Sex ofArchitecture,
Harry N.Abrams, Nueva York, emociones humanas se convierten en líneas de fuga que atraviesan la tierra y los
996, págs. 49-68. cuerpos de sus habitantes a través de sus orificios corporales. La ciudad de las
San Francisco: proyecto China Basin.
Diana Agrest / Mario Gandelsonas,
mujeres se propone, así, como una nueva naturaleza regida por máquinas desean-
tes. Su objetivo final es alcanzar el placer urbano.

Puesto que la complejidad se ha convertido en uno de los estandartes de la cultu-


ra contemporánea, cabe concluir con una Intuición que se extiende inexorable-
mente portados los ámbitos del saber: que el siglo xxi es el siglo de las mujeres,
que la ciudad del futuro es la ciudad de las mujeres.
Apéndice III.

Tokio

Tokio conforma, junto con Londres y Nueva York, el triunvirato de ciudades globa-
les que domina la red de flujos tardocapitalista. Como corazón del Pacific Rim, su
futuro es tremendamente prometedor, y se espera que acabe por desplazar a sus
dos grandes competidoras como primer centro financiero del planeta. Sin embar-
go, no son sus espectaculares datos macroeconómicos los que la han convertido en
el centro de las reflexiones de la visión organicista, sino su peculíarísima forma. Iden-
tificada como paradigma del caos urbano contemporáneo, esta megalópoli se ha
erigido en una fuente de aprendizaje e inspiración para los estudiosos de la ciudad.

• Tokio ciudad de los cuerpos

Tokio es sinónimo de caos urbano, una metrópoli desagregada, inarmónica, estri-


dente, incomprensible, inabarcable. El escritor británico Peter Popham describía así
su primera impresión de la ciudad: "Por razones obvias, pocos grandes aeropuer-
tos están ubicados en hermosos escenarios, pero el revoltijo desagradable que
flanquea la ruta de Haneda al centro de la ciudad me conmovió de manera espe-
cial. VI bloques de pisos, fábricas, una pista de caballos de carreras, una planta de
aguas residuales, un templo aplacado de azulejos negros y rodeado de lápidas, una
chatarrería oxidada, almacenes con carteles de empresas —Sanyo, Sony, Nec—
altos bloques de oficinas de hormigón visto aprisionados contra una zona de casas
viejas de madera apretujadas entre sí tan estrechamente como podían. Era una
confusión de elementos altamente asertivos y ampliamente incongruentes, colin-
dantes pero sin ningún síntoma de compromiso o deferencia, y sin trazo alguno de
organización".36

Al recién llegado.Tokio se le presenta como un cuerpo deforme sumamente com-


plejo y contradictorio. Su red viaria se asemeja a una intrincada madeja donde las
calles carecen de orientación, las autopistas se superponen a los canales y las vías
de ferrocarril sobrevuelan los edificios.

En esta inmensa jungla, las grandes arterias son escasas y, en ningún caso, estructu-
ran un sistema coherente. Las autopistas, por ejemplo, conforman una especie de
Tokio: red viaria.
nido de serpientes que zigzaguean esquivando edificios, saltando calles y sobrevo-
lando canales. Como apunta el arquitecto Fumlhlko Maki,37 ante la ausencia de una !i
POPHAM, Peten Tokyo. The City
planificación general, en Tokio se han ido superponiendo diferentes y contradicto- at the End ofthe World,
rios principios morfológicos: el de la malla, el radial, el de los bulevares, etc. Pero bajo Kodansha International,
Tokio/NuevaYonk/San Fnancisco,
esta enmarañada realidad hay un principio que la rige: los derechos de propiedad
I985,pág. 37.
son Inalienables, es decir; solares, fincas y edificios tienen prioridad. A las calles no (es " MAKI, Fumihiko, en POPHAM,
queda más opción que serpentear por los filamentos que éstos dejan libres. Peten op. c/t, pág. I 19
Por lo que se refiere a sus barrios, Tokio tan sólo es definible como cuerpo des-
membrado. En cuanto a actividades, forma urbana y tipologías arquitectónicas, caca
zona es una realidad autónoma y desligada del resto. El espacio urbano es imposible
de concretar desde la globalidad, ya que está continuamente densificándose y des-
densificándose, expandiéndose y contrayéndose, subiendo y bajando. El único miem-
bro que funciona como referente general es el Palacio Imperial, la pieza que fija el
centro simbólico de la ciudad. Como todo en esta urbe, también éste es un lugar
muy peculiar: una isla verde de más de cien hectáreas de superficie rodeada por un
muro, un foso y una amplia extensión de grava. Nada queda del castillo original, fun-
dado en 1457, ni de sus posteriores reconstrucciones, arrasadas en 1945. El actual
palacio data de 1964 y es bastante discreto, por lo que la mayor parte del recinto,
está ocupada por bosques y prados de los que tan sólo son visitables una mínima
parte. Esta circunstancia da pie a que se identifique frecuentemente a Tokio como el
paradigma de la ciudad posmoderna: un organismo cuyo centro es un vacío.

La desconexión entre los miembros de este cuerpo deforme no debe incitarnos


a pensar en un gran grupo de imágenes alternativas. Todo lo contrario,Tokio es
una ciudad bastante homogénea. La histórica tendencia de la sociedad japonesa
hacia el conformismo, que se hace patente en las impersonales masas humanas
que deambulan por sus calles, Impregna el entorno: las ciudades dormitorios, pla-
gadas de monótonos dancbis que responden a similares patrones de diseño; las
viviendas unlfamiliares, fruto de los ultraestandarizados catálogos de los construc-
tores japoneses; los edificios de oficina, anónimos bloques funcionales práctica-
Tokio: cuerpo sin órganos.
mente idénticos entre sí. Muchos otros elementos urbanos comparten esta con-
dición de ¡sotropía: las autopistas, las calles, los pasajes subterráneos, los viaductos
de ferrocarril, etc. Así,Tokio traslada a la ciudad la Segunda Ley de laTermodiná-
mica: a medida que la entropía aumenta, tendencia general en la ciudad tardoca-
pitalista, los sistemas urbanos van pasando de un estado de organización y dife-
renciación a otro de caos y similitud.

La homogeneidad de Tokio remite a las colonias de microorganismos que tanto


atraen a los autores de la visión organicista, es decir, a los cuerpos sin órganos.
A esto colabora también su zonificación funcional, que es más vertical que hori-
zontal. Lo habitual es que las distintas actividades se superpongan por plantas
KAIJIMA, Momoyo; KURODA, dentro de un mismo edificio, o que en una estructura comercial se interpolen
Junzo;TSUKAMOTO,Yoshiharu, diferentes locales (en Ichibankan, un bloque de ocho plantas construido en I 968
/Vlode ín Tokyo, Kajima Institute
Pub!ishing,Tokio,200l.
por Minoru Takeyama, se apilan 49 bares). La intercalación de funciones se acos-
tumbra a producir de manera más compleja. En el libro Made in Tokyo,31 los arqui-
tectos Momoyo Kaijima.Junzo Kuroda yYoshiharu Tsukamoto investigaron casos
híbridos donde infraestructuras del transporte, cubiertas, paredes y demás res-
quicios urbanos habían acabado por albergar múltiples y pintorescas funciones:
montañas rusas sobre centros comerciales, templos budistas sobre edificios de
oficinas, cementerios sobre carreteras, guarderías Infantiles bajo viaductos
de autopistas, etc.; todo vale en la lógica de superposición que regula el cuerpo
sin órganos de Tokio.

Izquierda:
Tokio: superposición de funciones.
En este complejo entorno han arraigado una serie de patologías de difícil curación:
Tokio cuerpo sin órganos,Tokio cuerpo enfermo. Dos de ellas llaman especialmen-
te la atención. La primera es de carácter psicológico: su amnesia. A pesar de que
fue fundada en 1457 con el nombre de Edo y de que, a comienzos del siglo xvm,
era la ciudad más poblada del mundo (con 1,3 millones de habitantes), casi nada
rezuma historia en el Tokio contemporáneo. Mucho tiene que ver en ello la cade-
na de desastres y reconstrucciones que ha sufrido. A los innumerables incendios
y terremotos de los siglos XVII, xvm y xix (entre I 603 y 1867 se produjeron 1.800
incendios), hay que añadir la radical modernización que emprendió a partir de
I 868 la dinastía Meiji, que fue la que acabó con el shogunado y el régimen feudal.
Edo se convirtió entonces en Tokio; y sus casas de madera, templos y canales deja-
ron paso a los grandes almacenes, bancos y avenidas de corte occidental. Pero
lo peor estaba por llegar El uno de septiembre de 1923 se produjo el terremoto
de Kanto, que fue seguido por un descomunal incendio que acabó con el 63 % de
los edificios de la ciudad y con la vida de 143.000 personas. Por si ello fuera poco,
dos décadas después llegaron los bombardeos estadunidenses, que generaron un
grado de devastación aún mayor: 167.000 muertos, 3 millones de personas sin
hogar y una reducción de la población a los valores de la década de 1920 (2,8
millones de habitantes).
Tokio, portante, ha sido borrada del mapa varias veces, a ello se debe su amnesia.
La ciudad no cuenta con nada que se le parezca a un casco histórico. Los edificios
antiguos son muy escasos: la muralla y el foso del Palacio Imperial, varios templos
de la época de Edo (la mayoría reconstruidos tras la II Guerra Mundial) y algunos
edificios comerciales e Institucionales de la era Meíji, El resto ha sido edificado en
la última generación. Esta ausencia de historia, de identidad, es percibida por el visi-
tante europeo con desasosiego, A los toklotas, sin embargo, no parece preocupar-
les demasiado. Aun es más, el respeto a los escasos restos del pasado que perma-
necen en pie no es, ni mucho menos, exhaustivo. El viejo puente de madera de
Nihonbashi, erigido en 1603 y sustituido en 1910 por uno de piedra no menos
emblemático, es hoy en día prácticamente imperceptible bajo la autopista cons-
truida sobre éi en la década de 1960. Algo similar ocurre con Shlba Koen, la que
fuera una cludadela budista poblada por centenares de templos y mausoleos, con-
vertida actualmente en un destartalado parque donde conviven campos de golf,
boleras y barracas.

La segunda patología deTokio combina bulimia y psicoastenia. El área metropolita-


na, lo que se denominaTokyo-to, es un cuerpo claramente bulímico que se extien-
de desde la bahía, en el extremo oriental, hasta las zonas montañosas de Kanto,
a 65 km. Los bordes de la reglón urbana, ei Gran Tokio, son imposibles de definir;
pues sobrepasan estos límites administrativos para adentrarse en las prefecturas
vecinas de Kanagawa, Saitama y Chiba. La psicoastenia es especialmente evidente
en el eje Tokio-Yokohama, dos ciudades que han acabado por fundirse. Los datos
de población insisten en el diagnóstico bulímico: el Gran Tokio cuenta con 32,5
millones de habitantes, y lo que se conoce como Reglón de la Capital Nacional
(Tokyo-to y las siete prefecturas que lo circundan) con más de 42 millones. Según el
World Almanac de la O N U , estos valores la convierten en la mayor aglomeración
urbana del mundo.

Como en casi todo, también la macroescala de Tokio difiere de la de otras mega-


lópolls. Su bulimia no va acompañada del fenómeno habitualmente complementa-
rlo de la anorexia. Aquí no se dan los finísimos tejidos urbanos de ciudades como
Los Angeles, todo lo contrario, con sus 13.400 habitantes/km2 (frente a los 9.100
de Nueva York o los 4.300 de Londres), es una de las ciudades más densas del
mundo. Y es que, aunque no cuenta con grandes rascacielos debido al riesgo sís-
mico que suponen, mantiene una altura media de entre seis y quince plantas, en
edificios densamente encajonados entre sí. Los desorbitados precios del suelo, que
han incitado una intensa sobreexplotación de las parcelas, explican este fenómeno.
En Tokio se construye en altura sobre solares minúsculos, casi siempre de una
superficie inferior a 100 m2 y, en ocasiones, de poco más de 20 m2. En ellos se inten-
ta alcanzar el máximo de ocupación permitido, que ronda el 1,000 %. En los últi-
mos diez años, las casas unifamiliares han sido sustituidas por edificios de cinco
o seis plantas, de modo que la altura media se ha elevado dos plantas y media.
Fruto de ello es una más que peculiar tipología arquitectónica: los denominados
"edificios lápiz", construcciones de menos de tres metros de anchura (lo justo para
encajar la escalera y el ascensor) y más de 20 de altura (7-8 plantas). Esta sobre-
explotación va acompañada por un auténtico "horror al vacío", el convencimiento
de que cualquier espacio sin construir es un "desperdicio". La obsesión por relle-
nar los más pequeños intersticios urbanos es manifiesta en la proliferación de
máquinas expendedoras, que se emplazan en cada rendija no edificada.También
en la ausencia de zonas verdes, que ha motivado que el Ayuntamiento estudie
propuestas tan rocambolescas como la de plantar árboles en las azoteas.

La hiperdensidad agrava la baja calidad de vida de este cuerpo enfermo. En pocas


ciudades del mundo se producen los fenómenos de congestión humana que se
dan en Tokio. Ello es especialmente visible en los transportes públicos. Román
Cybriwsky, profesor de Geografía y Estudios Urbanos en la Temple Universlty de
Filadelfia, describe de este modo una escena habitual en las estaciones de ferroca-
rril de Tokio entre las siete y las nueve de la mañana: "Un tren llega al andén tan
atestado que las caras se ven presionadas contra el vidrio Interior de las puertas
correderas, y los extremos de abrigos y mochilas que no cupieron sobresalen por
las rendijas.Vanos cientos, o más, de tus vecinos están esperando para abordarlo.
Se amontonan en el andén, muy largo para ajustarse a la longitud de un tren de
nueve o diez vagones, y se han arremolinado en grupos de veinte o más cada
pocos metros donde una puerta se va a abrir El tren se detiene, las puertas se des-
lizan, y ¡prácticamente nadie se baja! Casi todos van al mismo lugar que tú, al cen-
tro de Tokio. En los pocos segundos durante los que el tren para, tú y otra veinte-
na de nuevos viajeros empujan hacia dentro, por la espalda para no darse de cara
con nadie directamente, forzando a los que están de pie junto a ¡a puerta un poco
hacia dentro. Al hacer esto, te apalancas con los brazos dentro del tren, justo sobre
la puerta, y las piernas sobre el borde de! andén. Encargados de andén con guan-
tes blancos, empujan a los últimos pasajeros justo cuando las puertas se cierran.
Dos o tres minutos más tarde, la escena se repite en la próxima estación y, en este
caso, eres tú el que es empujado por una veintena o más de nuevos viajeros apa-
lancados en la entrada y por un nuevo grupo de encargados de andén, Al mismo
tiempo, una nueva multitud de viajeros ya se ha concentrado en tu estación de par
Tokio: el metro en hora punta.

tida, y escucha por altavoz el anuncio de la llegada del próximo nobori densha, ape-
nas tres minutos después de que tu tren haya partido. En ese momento uno de
estos convoyes llega al intercambiador de Shinjuku, va repleto con casi el triple
de su capacidad, unos 4.000 o 5.000 pasajeros",39
157
3
A pesar de la degradación de la calidad de vida que supone, la bulimia deTokio no
parece tener cura. La prioridad que otorga a su papel como ciudad global provo-
ca que la capital japonesa siga creciendo en altura y en todas direcciones: entre
1991 y 2000 se construyeron 1,75 millones de nuevas viviendas, se edificaron
macrocomplejos comoYebisu Garden Place o Ark !—lilis y se planteó erigir 60 ras-
cacielos de entre 40 y 50 plantas en Marunouchi. ¿Dónde está la frontera del
cuerpo bulímico de Tokio? Varios son los frentes abiertos: hacia el cielo, con pro-
puestas como la Millenium Tower de Norman Foster (la más alta del mundo, con
850 m); hacia el mar; con propuestas como laTokyo Bay City de Kenzo Tange (una
cadena de islas ganadas a la bahía que albergarían a dos millones de personas);
y, el más espectacular de todos, hacia el subsuelo.

En efecto, Tokio también crece hacia abajo. Casi todos los centros comerciales y
estaciones de ferrocarril cuentan con dos o tres plantas subterráneas dedicadas a
comercios y restaurantes.Y el futuro anuncia nuevos usos para esta última fronte-
CYBRIWSKY. Román, Tokyo.Tbe
ra: ríos subterráneos de abastecimiento de agua y recogida de residuos, almacenes
Shogun's City at the Twenty-prst
Century, John Wlley & Sons, a prueba de terremotos, trenes de alta velocidad y rascacielos invertidos como
Chichester, 1998, pág, 188, Geotrapolis. Para facilitar la explotación del último residuo espacial aún no coloni-
zado por el cuerpo bulímico de Tokio, el Parlamento de japón aprobó una ley que
limitaba la propiedad del suelo a 50 m bajo la cota cero. Esta medida permitirá
construir grandes infraestructuras sin necesidad de indemnizar a los propietarios.

• Tokio ciudad como naturaleza

En la última década, algunos autores han vuelto su mirada hacia el discurso de la


ciudad como naturaleza para aplicar aTokio métodos de análisis que fueron alter-
nativos tanto a los de base funcionaüsta-racionalista, como a los de base tipológica.
Una de sus obsesiones es el movimiento. El carácter transitorio de esta ciudad nun-
ca acabada, nunca estabilizada, la convierte, más que en forma, en proceso, en flu-
jo. A menudo, sus habitantes han sido comparados con "nómadas urbanos" cuya
condición existencial, más que estar es viajarY es que los tokiotas no viven en un
lugar específico, sino a una determinada distancia de otro. Evidencia de ello son los
anuncios inmobiliarios, que siempre incluyen un mapa de metro y ferrocarril, así
como los trayectos en minutos desde el edificio que promocionan hasta la estación
más cercana y de ésta a alguno de los intercambiadores centrales de la ciudad. No
es de extrañan por tanto, que el esquema mental que un tokiota tiene de su ciu-
dad sea muy similar al de la red de metro y ferrocarril.

Otros fenómenos inciden en apuntar haciaTokio como una ciudad líquida en per-
manente movimiento. El 25 % de los edificios de sus zonas centrales tiene una
media de vida de 35 años; y uno de cada cinco transformaron la fachada en la
década de 1980 (la mayoría de las veces sin que se hubieran producido cambios
funcionales en el interior). La exacerbada orientación consumista de la arquitectu-
ra tokiota explica, en gran parte, este fenómeno: los carteles comerciales convier-
ten las fachadas en pieles altamente flexibles que relegan a un segundo plano a! res-
to del edificio.

También las formas urbanas comparten con los tokiotas y la arquitectura la obse-
sión por fluirTokio nunca ha durado demasiado. En primer lugar porque ninguna
otra ciudad ha sido destruida tantas veces y con tanto ahínco. En segundo lugar
porque, cada vez que la coyuntura económica lo ha requerido, ha emprendido un
profundo proceso de reestructuración urbana, Román Cybriwsky ha denominado
"la tercera reconstrucción de Tokio en el siglo XX" (tras las de 1923 y 1945) a la
emprendida en los últimos veinte años para acoplarse a las premisas tardocapita-
listas.Y en tercer lugar; porque el tejido residencial está en permanente transfor-
mación, un hecho que obedece a la política impositiva japonesa, que grava con
tasas desorbitadas los bienes inmobiliarios heredados, lo que provoca que los lega-
tarios se vean obligados a vender a los promotores las casas de sus mayores, casas
que son inmediatamente reemplazadas por edificios de apartamentos. Este fenó-
meno está modificando radical y continuamente el aspecto de los barrios deTokio,
además de seguir agravando su gran enfermedad: la bulimia.

La condición fluida no es la única que alimenta el discurso de Tokio ciudad como


naturaleza, también los preceptos derivados de las ciencias del caos se han infiltra-
do en él. La marcada ¡sotropía que caracteriza a la ciudad permite interpretar sus
barrios, manzanas, solares y edificios como elementos urbanos autosimilares aun-
que de distinta escala, es decir, como fractales. Así,Tokio sería descomponible en
realidades menores que comparten lógicas similares.

Por su importancia cuantitativa, el análisis fractal de esta ciudad polinuclear debe


apuntar hacia las decenas de centros urbanos que se han desarrollado en torno a
las estaciones de ferrocarril y sus adyacentes centros comerciales. Los arquitectos
Kiwa Matsushlta,10 Hiroml Hosoya y Markus Schaefer41 han llevado a cabo una
investigación al respecto.

La Importancia que la red de metro y ferrocarril deTokio (la mayor del mundo) ha
tenido en la conformación de la ciudad es enorme.Tras la ¡I Guerra Mundial, y a
diferencia de la apuesta norteamericana por las autopistas, Japón optó por con-
centrar las inversiones en los transportes públicos, lo que evitó la disolución de los
centros urbanos y una eclosión suburbial que no hubiera tenido precedentes. En
ese momento, las compañías de ferrocarril (la mayoría de ellas privadas) comenza-
ron a condicionar la forma de Tokio. Su estrategia consistía en comprar terrenos
agrícolas, Implantar líneas férreas y edificar conjuntos residenciales junto a las esta-
ciones. En una sociedad en movimiento, donde vivir cerca de un apeadero es cru-
MATSUSHITA, Kiwa, "Depato.
cial, esta táctica tan sólo podía estar abocada al éxito. El fractal estación de ferro-
The Japanese Department carril se convirtió así en extraño atractor; una pieza arquitectónica que haría
Store", en CHUNG, Chuihua cristalizar en torno a ella un denso y activo tejido urbano.
Judy, et ai, Project on the City 2.
Guide to Shopping, Taschen,
Colonia,2001, págs.242-263. La actividad comercial vino a potenciar su fuerza magnética muy pronto. Los tem-
HOSOYA, Hiromi; SCHAEFER, plos del exacerbado consumismo tokiota son los depatos, algo más que meros
Markus, "Tokyo Metabolism.The
grandes almacenes, ya que han traspasado las funciones comerciales para infiltrar-
Japanese Convenience Store",
en CHUNG, Chuihua Judy, et ai, se en el mundo del ocio, la cultura y la restauración. Los extraños atractores que
op. cít, págs. 749-762. conforman Tokio surgen de la estratégica coalición ferrocarril-depatos, una pode-
rosa alianza capaz de Impulsar enormes espacios urbanos en mínimos espacios
temporales. Sus promotores son los keiretsus, conglomerados de empresas que
compran tramos de vías férreas para construir sobre ellos depatos a los que aso-
clan zonas de ocio, residencias y oficinas.Tokio es incomprensible sin estos grumos,
22 centros urbanos que, en apenas tres décadas, han configurado una red multi-
nodal altamente flexible. Como las estaciones de ferrocarril son su germen, no es
de extrañar que lo que los vertebre sea una línea férrea: laYamanote, referencia
ineludible para ubicar cualquier cosa en la ciudad. Operada por la compañía priva-
da Ferrocarriles de Japón, cuenta con 29 estaciones distribuidas en un amplio
círculo en torno al Palacio Imperial. Los más poderosos extraños atractores de
Tokio se emplazan donde laYamanote ¡ntersecta con líneas radiales procedentes
de los suburbios. Shinjuku, Shibuya, Ikebukuro, Ueno-Akasaka, Kinshicho-Kameido,
el Telepuerto, Osaki, etc. Algunos de estos distritos se han convertido en centros
financieros de ámbito global que compiten con Marunouchi, la estrella del deno-
minado "distrito central de negocios".

Shinjuku es un ejemplo de ello. Se creó y se organiza en torno a su estación, una


inmensa megaestructura plagada de puentes, pasadizos y plazas subterráneas. En
ella confluyen nueve compañías de ferrocarril que aportan a la zona 1,3 millones
de pasajeros diarios, lo que la convierte en la estación más concurrida deTokio. En
su entorno se concentran cinco depatos, dos de ellos con edificios construidos
directamente sobre sus respectivas vías de ferrocarril. Más allá, el fractal Shinjuku se
subdlvide en fractales menores igualmente diferenciados, autónomos y singulares.
Entre ellos destaca Nishi Shinjuku, conocido como "el Manhattan de Tokio"; y
Kabukicho, la mayor zona de ocio de la ciudad, plagada de bares, locales de sexo
y "hoteles del amor".

El resto de los extraños atractores asociados a la líneaYamanote son casos similares:


gigantescos centros comerciales nacidos hace dos décadas a la sombra de una esta-
ción. Entre ellos existe una abierta competencia basada en la especlallzación. Las
"ciudades de diferencia exacerbada" se convierten aquí en "distritos de diferencia
exacerbada". Shinjuku ha apostado por las funciones financieras y de ocio, Ueno-
Akasaka por la cultura, Kinshicho-Kameido por la industria y Osaki por las nuevas
tecnologías. El caso de Shibuya muestra claramente cómo funciona la táctica de la
diferenciación. Los keiretsus que engendraron este fractal estaban interesados en
atraer gente joven y de alto poder adquisitivo. Para conseguirlo, Selbu construyó
Parco, una cadena de tiendas dirigidas a chicas pijas de entre 28 y 29 años. Poste-
riormente extendió la estrategia al espacio urbano: amplió las aceras, instaló cabinas
161
3

Arriba:
Tokio: la conjunción estación de
ferrocarríl-depato en Shibuya.

Abajo:
Tokio: la líneaYamanote.

Página siguiente:
Tokio: Shinjuku.
de teléfono a la inglesa, promodonó espectáculos callejeros y recondujo el tráfico
hacia la denominada "Párk Avenue" de Shlbuya. La apuesta funcionó: el distrito se
convirtió en una zona de marca especializada en la créme de la creme de la juventud
tokiota. Los artífices de su transformación fueron, una vez más, los keiretsus, limitán-
dose el planeamiento a sancionar las tendencias por ellos marcadas. Eso es lo que
hizo el plan de 1994, que acabó reconociendo la lógica fractal de los extraños atrac-
tores al promover una ciudad multinodal compuesta por centros urbanos de dife-
rente carácter exactamente lo que ya habían hecho realidad los verdaderos "regula-
dores" del crecimiento deTokio ciudad como naturaleza: ¡os keiretsus.

• Tokio ciudad vivida

Tal como acabamos de ver el discurso de la ciudad como naturaleza ha provisto a


la visión organicista de valiosos instrumentos de análisis capaces de escrutar las
complejas trazas de Tokio. El concepto de ciudad vivida traspasa la cuestión de la
forma para adentrarse en el "alma" de la ciudad. Ello nos permitirá entender el por-
qué de la primera.

A finales de la década de 1960, los semiólogos descubrieron Tokio. Roland Bart-


hes42 propuso interpretarla como un texto cuyos lectores eran los propios ciuda-
danos. Su Intención era descifrar su "dimensión erótica", una dimensión cuya esen-
cia intuía en los hábitos de consumo, la actividad más sensual de la sociedad
contemporánea. Con su incidencia en el comercialismo, Barthes puso las bases de
Tokio ciudad vivida.

A comienzos de la década de 1980, el testigo pasó a la fenomenología, que se inte-


resó por la proyección del consumismo sobre el espacio urbano. En su estudio
sobre Glnza Yoshinobu Ashlhara, arquitecto y profesor de la Universidad Hosel,
constató que había 84 dm 2 de carteles por metro de calle y dos grandes anuncios
verticales cada nueve metros. Esta proliferación provocaba que a tres metros de
distancia las fachadas fueran imperceptibles y a seis metros tan sóío lo fuera el 50 %.
Para Barrie Shelton,43 profesor en la Facultad de Arquitectura de la Sidney Uni-
versity las calles de Tokio son un torrente de información donde el contenido
triunfa sobre la forma. La ciudad, más que objetos es actividad, gente que se mue-
ve, carteles que parpadean, banderolas que ondean, etc. Todo ello convierte a
Tokio en un hecho a percibir es decir, en el paraíso de la fenomenología.
Como ya hemos comentado, no es de extrañar que muchos arquitectos japone-
ses se hayan interesado por ella como instrumento proyectual: Hiroshi Hará tras-
ladó a la fachada de su Yamato International (1987) la transición de la luz debida a
los cambios de cielo; Itsuko Hasegawa proyectó sobre su centro cultural Shonan-
dai (I 99 I) el viento, el sonido y la luminosidad; yToyo Ito propuso para la exposi-
ciónTokyo Frontier (1996) un anillo flotante rodeado por un auditorio sobre cuyas
paredes se proyectarían imágenes superpuestas a juegos de luces y sonidos.
Su intención era resumir sobre la bahía el universo de sensaciones que confor-
man Tokio.

Más allá de la fenomenología, el discurso de la ciudad vivida abandona el universo


de las percepciones para adentrarse en cuestiones culturales, psicológicas y antro-
pológicas. Con el recurso a estas disciplinas, algunos autores de la visión organicis-
ta, especialmente de origen japonés, han pretendido revisar eí cliché del caos, insti-
tuido por intelectuales occidentales. Parten de la intuición de que la compleja
forma urbana de Tokio encuentra explicación en maneras de pensar; de ver y de
vivir ajenas a la lógica occidental; la intuición de que, a pesar de su imagen cosmo-
polita,Tokio es, ante todo, Japón.

Sobre esta percepción ha ¡do tomando cuerpo una lectura alternativa del "texto"
deTokio, una lectura basada en la ciudad vivida. Sin embargo, una importante diver-
gencia separa esta propuesta de intentos similares postulados desde Occidente:
la ausencia de alusiones a los "diferentes". En el discurso de Tokio ciudad vivida, el
papel de las minorías ha sido suplantado por el pensamiento oriental. En su libro
The Hieden Orde/;44 Yoshinobu Ashihara intentó desmontar la identificación Tokio-
caos reivindicando un acercamiento a la ciudad desde dichas pautas. El punto de
partida de la denuncia de este cliché era irrefutable: Tokio puede ser compleja,
múltiple, retorcida, etc., pero funciona como un reloj, es un nodo económico del
planeta donde viven millones de personas en perfecta armonía. Alguna lógica, por
tanto, debe esconderse tras su aparente amorfismo, algún "orden oculto" debe
subyacertras su aparente caos.

Numerosas son las cuestiones que separan el pensamiento japonés del occidental.
La primera alude al relativismo del primero, heredero del budismo, frente al
dualismo del segundo, heredero del cartesianismo. Tal como defiende Ashihara,
este último prima lo concreto sobre lo débil, lo racional sobre lo intuitivo, la cien-
cia sobre la religión, etc. La ciudad tradicional europea, con su radical diferenciación
entre urbe y campo, espacio público y espacio privado, demuestra cómo la per-
cepción dualista del mundo opera sobre ella. El budismo, en cambio, rechaza las
polaridades: a diferencia del dualismo cristiano del nacer-monr, se basa en un ciclo
continuo nacer-morir-renacer; a diferencia del monoteísmo cristiano es capaz de
convivir con otras religiones con las que se complementa (como ocurre con el sin-
toísmo); a diferencia del individualismo occidental apuesta por la fusión sujeto-
sociedad. A este relativismo de origen religioso se suman factores climáticos.
Frente a los poderosos claroscuros del Mediterráneo, en los que se fraguó el
pensamiento occidental, el clima japonés es brumoso y suave.

Ashihara defiende que esta forma de ver el mundo se tradujo a la arquitectura


tradicional. La simetría y la perfección formal que obsesionó a los arquitectos
europeos, jamás preocupó a los nipones. Acostumbrados a un ambiente de som-
bras donde nada era obvio, donde los objetos eran difusos, aprendieron a apre-
ciar bellezas sutiles que escapaban al pensamiento dualista occidental. Sus casas
tendían a fundirse con el exterior y las estancias Interiores a ser indefinidas y
ambiguas. Lo mismo ocurría con las ciudades: no estaban delimitadas por murallas,
por lo que se fusionaban con el campo en contornos inestables.También en el
Interior la naturaleza seguía estando presente gracias a las zonas agrícolas y los ris-
cos que permanecían inalterados, mientras que edificios y entorno se mezclaban
hasta hacer indeslindables el espacio privado y el espacio público.

Este medio urbano es incomprensible para un occidental. Su percepción dual del


mundo le inclina por los espacios en blanco y negro perfectamente estructurados
y jerarquizados, inclinación que se traduce a la ciudad en la preferencia por los ali-
neamientos de fachadas rígidos y armoniosos, por las vías rectilíneas que enlazan
monumentos, por las plazas que enfatizan articulaciones urbanas...; nada de ello
BARTHES, Roland, "Semiology
existe en Tokio. Las fachadas no aspiran a conformar poderosas visuales, ya que la and the Urban" [1967], en
armonía no interesa; las grandes arterias no engarzan hitos, ya que la claridad de LEACH, Neil (ed.): Rethinking
Architecture.A Readerin Cultural
conexión no es una prioridad; y las plazas nunca fueron un elemento urbano
Theory, Routledge
propio, ya que las funciones que los occidentales asociaban con ellas —, centro de Londres/Nueva York, 1997,
barrio, festividades, etc.— se desarrollaban en las calles. En definitiva, sin calles págs. 166-172.
corredor sin grandes avenidas, sin plazas representativas.Tokio carece de belleza SHELTON, Barrie, Learning from
thejapanese City. West Meets
para un occidental.Y es que la armonía clásica nunca ha formado parte de la agen-
East ¡n Urban Design, E & FN
da de los cuerpos deformes. Spon, Londres, 1999.
ASHIHARA,Yoshinobu, The
Hldden Order. Tokyo Through the
La segunda diferencia que separa el pensamiento occidental del pensamiento japo-
Twentieth Century [ 1986],
nés alude a la obsesión del primero por el todo y la Incidencia del segundo en la Kodansha International, Nueva
parte. En pocos ámbitos se manifiesta más claramente este aspecto que en el len- York, 1989.
guaje. Y éste, como es sabido, determina la manera de pensar El alfabeto latino
compone palabras mediante sucesiones de letras lineales y unidireccionales; la
escritura japonesa, en cambio, consta de signos con significado propio que pueden
leerse de arriba-abajo o de izquierda-derecha. Es decir; la lógica secuencial lineal
caracteriza a los occidentales, mientras que los japoneses optan por establecer
relaciones entre puntos dispersos.

Este hecho se refleja en la forma de concebir las ciudades. Las europeas son un úni-
co cosmos, mientras que en las japonesas cada parte es un cosmos en sí mismo. La
explicación de este fenómeno vuelve a remitirnos a la historia. El espacio urbano
de Edo se fue generando por adición de partes, de barrios que eran cuidadosa y
sistemáticamente definidos, ajustados a la topografía y orientados hacia hitos natu-
rales como el Monte Fuji. Posteriormente se conectaban con las zonas adyacentes,
aplicando entonces planteamientos altamente flexibles. En Edo, por tanto, las par-
tes fueron pensadas cuidadosamente pero sin preocuparse del todo resultante.

Tokio: lógica generativa de la ciudad.


En consecuencia, nadie debe buscar en Tokio una estructura linealmente legible.
A diferencia de la urbe occidental, basada en el predominio de la linealidad, de la
calle como espacio colectivo al que han de plegarse solares y edificios, la japonesa
incide en las áreas —parcelas, manzanas, barrios, etc.—. Los toklotas entienden la
ciudad como un conjunto de solares relativamente autónomos y las calles como
espacios residuales a su servicio. El sistema de direcciones japonés es una eviden-
cia de esta percepción. Excluyendo raras excepciones, las calles deTokio no tienen
nombre. Una dirección postal consta de la denominación del barrio, seguido del
machi (el distrito), el chome (una subdivisión del machí), el banchi (la manzana) y el
go (el número del edificio), todos ellos unidades de área. Ante esta realidad, ¿qué
opción le queda a la laberíntica red viaria de Tokio, si no es serpentear sorteando
edificios, manzanas y solares?

Por último, la tercera diferencia entre las ciudades vividas occidental y japonesa
radica en el carácter permanente de la primera frente a la esencia evanescente de
la segunda. La cristiana consagración de lo eterno se tradujo en la arquitectura
occidental en una apuesta por la permanencia, por lo tectónico, por lo masivo. La
noción contemporánea de patrimonio, el magnetismo de la edad, ha convertido
los monumentos del pasado en Inviolables objetos de culto que dominan las ciu-
dades europeas. El budismo, en cambio, nunca apostó por lo permanente, conven-
cido de que la vida no es más que una sucesión de existencias temporales, una
continua transmigración donde todo es transitorio.

Esta forma de entender el mundo trascendió a la arquitectura. En Japón la deca-


dencia de un edificio era observada como algo normal. Contemplada como una
morada provisional, cada generación asumía con naturalidad la tarea de reconstruir
las vulnerables casas de madera heredadas de sus ancestros.También los templos,
participaban de este convencimiento, por lo que nunca fueron proyectados como
monumentos destinados a perduranTal como defiende jinnai Hidenobu,45 profesor
en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Hosel, en Edo los edificios religio-
sos no jugaban el papel simbólico que desempeñaban en las ciudades occidentales.
Las torres de las catedrales europeas nunca existieron en Japón, donde los templos
eran estructuras horizontales situadas en las afueras de la ciudad, que iban despla-
zándose hacia el exterior a medida que ésta crecía.
HIDENOBU, Jinnai, Tokyo. A
Spatial Anthropology [ 1985],
En definitiva, la noción de patrimonio en clave europea no existe en Japón: los edi-
University of California Press,
ficios son reemplazados cada pocas décadas, un hecho del que no se libran ni las Berkeley/Los Ángeles/Londres,
obras de los grandes maestros, como el caso del Hotel Imperial de Frank Lloyd 1999, págs. 188-198.
Wright, que fue construido en 1923 y demolido en 1967. Ello convierte aTo<c en
una ciudad mucho más proclive a los acontecimientos urbanos que a los monu-
mentos.Y si nada permanece y todo se transmuta, ¿a qué puede aspirarTokio si no
es a ser puro flujo?

El pensamiento relativo frente al pensamiento dual, la parte frente al todo, lo eva-


nescente frente a lo permanente...Tokio es el resultado de una manera de ver el
mundo distinta a la occidental. La ciudad vivida por sus habitantes difiere enorme-
mente de la que experimentan los neoyorquinos, los parisinos o los bonaerenses.
Pero esto no quiere decir que sean realidades ajenas. En los últimos años, el coque-
to Occidente ha vuelto la mirada hacia el destartalado Oriente. ¿En busca de qué?
De una poética de la complejidad: "A medida que se acerca el siglo xxi, entramos
en una época democrática, donde las planificaciones totalitarias basadas en con-
ceptualizaciones que se orientan hacia el todo serán cada vez más inapropiadas
para las necesidades del desarrollo urbano. Aunque pueda parecer problemática,
la aproximación parcial, orientada hacia los gustos individuales y los propósitos par-
ticulares, debe tener su lugar Entramos en una etapa donde demandan prioridad
la satisfacción individual y los gustos personales. La gente ya no desea someterse
dócilmente a los intereses predominantes del todo, sino que reafirman su deman-
da de atención a ¡as partes. Este cambio de valores está ya afectando a la vida eco-
nómica y política, y en breve también afectará al desarrollo de las ciudades. Las cua-
lidades de una ciudad comoTokio [...] serán finalmente apreciadas en esta época".16

El tardocapitalismo ha convertido la flexibilidad en un valor universal. Las últimas


décadas han demostrado que su dinámica daña los delicados entornos urbanos
europeos, sus patrones compositivos, su cohesión visual, etc. La "maleabilidad" de
Tokio, sin embargo, le ha permitido encajar sin traumas los cambios inducidos por
las sucesivas reestructuraciones económicas. Como si de un organismo se tratara,
sus numerosos centros rebosan vida urbana gracias a que no dejan de renovarse,
de auto regenerarse. La ciudad parece haber firmado un pacto de eterna sintonía
con la contemporaneidad. El "orden oculto" inscrito en el código genético de su
"cuerpo deforme/cuerpo enfermo/cuerpo sin órganos" le permite tolerar amplios
grados de reformulación. Los edificios emblemáticos desaparecen, la memoria de la
ciudad se desvanece, pero no se produce abandono ni obsolescencia. Tal como
la ha definido Fumihiko Maki,47Tokio es una nube en equilibrio inestable, una nube
ASHIHARA.Yoshinobu, op c/t,
cargada de contemporaneidad.
págs. 148-149.
MAKl, Fumihiko, en SHELTON,
Barrie, op. cit
La visión tecnológica concibe la ciudad como un ente primordialmente productivo
cuyo funcionamiento viene garantizado por las tecnologías. Partiendo de este
supuesto, defiende que estas tecnologías deben encontrar una expresión adecua-
da y consecuente, por lo que su empeño consiste en traducir a las coordenadas
urbanas referencias tecnológicas.

Sus orígenes nos remontan, una vez más, al último tercio del siglo xix, cuando la
Identidad ciudad-tecnología fue trasladada a los discursos artísticos, filosóficos y
arquitectónicos. Como comentamos en la parte dedicada a la visión culturalista, en
ese momento el término "cultura" fue enfrentado al término "civilización". La ciu-
dad civilizada era "lo otro" de la ciudad tradicional: un entorno nuevo, artificial y
productivo, creado por la naciente sociedad industrial con su poderosa tecnología.

En el siglo xx, la visión tecnológica alcanzó su máximo apogeo y sus más nítidas
conceptualizaclones. En la década de 1920, cuando el capitalismo monopolista se
había implantado en todos los ámbitos y la sociedad Industrial urbana era un
hecho, la modernidad Intuyó el comienzo de una nueva etapa que quiso postular
como ruptura histórica. La radicalidad de este quiebro con el pasado se trasladó a
la ciudad identificando forma tecnológica con forma urbana. Concretada por algu-
nos de los más destacados arquitectos de la modernidad, principalmente por Le
Corbusier y Ludwig Hilberseimer, la "ciudad máquina" pasaría a la historia como
uno de los ¡conos más reconocidos de dicha pretensión.

A partir de ese momento, esta expresión químicamente pura de la visión tecnoló-


gica navegaría con desigual fortuna.Tras los desastres de la 11 Guerra Mundial, don-
de las tecnologías bélicas tuvieron tanto que ven comenzó a observarse con rece-
lo, pero con la euforia económica de la década de 1960 retornaron los vientos
favorables. La visión tecnológica que floreció entonces era heredera de la ciudad-
máquina de la modernidad, si bien su referencia no era ya la tecnología industrial,
sino la tecnología espacial, cuyo espectacular desarrollo durante esa década culmi-
nó con la llegada del hombre a la Luna en I 969. Protagonista de esta nueva ver-
sión fue el grupo Archlgram, constituido en 1960, cuyo discurso se sustentaba en
la suposición de que las nuevas tecnologías modificarían la esencia misma de la ciu-
dad, y reemplazarían sus formas estables y tectónicas por conglomerados de
módulos intercambiables, desechables y reproducibles, como si de artículos
de consumo se tratara. Siguiendo esta premisa, Archigram proyectaba las ciudades
como agregados de viviendas-cápsula enchufables a megaestructuras centrales,
ensamblajes tecnológicos cuyas referencias provenían de las naves espaciales ¡ma-
ginadas por la literatura de ciencia ficción. La P!ug-in City de Peter Cook (1964) •
lasWalking Cities de Ron Herrón (1964) nos han quedado como delicioso testi-
monio de estas fantasías futuristas.

Tras el paréntesis de la década de I 970, inducido por la Crisis del Petróleo y la con-
siguiente propagación del movimiento ecologista, la visión tecnológica volvió a
conocer la perspectiva que se domina desde la cresta de la ola. Pero para enton-
ces muchas cosas habían cambiado. Los proyectos de Archigram no habían sabido
trasladar a la ciudad la esencia y las formas de la nueva revolución tecnológica que
estaba en marcha. De hecho, tan sólo una propuesta de esa época supo intuirla:
la Computer City (1964) del arquitecto y editor Dennis Crompton.

Esta miopía histórica ha sido ya ampliamente superada. Hoy en día, se podría hablar
de una auténtica ruptura del hilo argumental que la visión tecnológica estuvo
tejiendo desde finales del XIX, ruptura que ha sido provocada por la aparición de
las denominadas "tecnologías de la información". La actual visión tecnológica de la
ciudad está, por tanto, si no naciendo, sí comenzando a madurar. Sus primeras for-
mulaciones no tienen más de quince años. A ellas vamos a dedicar esta cuarta y
última parte del libro. En el capítulo sobre la ciberciudad nos adentraremos en los
discursos más conceptuales y futuristas; el siguiente, dedicado a la ciudad chip,
constituye un Intento de reconstruir una ciudad máquina cuyas referencias provie-
nen de las tecnologías de la Información.

L a ciberciudad

• Tecnologías de la información y ciberespacio

Los sueños futuristas de la década de 1960 se desvanecieron en 1986, cuando el


trasbordador espacial Challenger se evaporó en el aire. La decepción que provocó
el fracaso de la Conquista del Espacio, unida a cambios geoestratégicos relaciona-
dos con el fin de la Guerra Fría, reorientó los Intereses de la visión tecnológica de
la ciudad hacia las nacientes tecnologías de la información: la Informática y las tele-
comunicaciones. La convergencia de ambas, cuya silenciosa trayectoria había
comenzado unas décadas antes, cambió el rumbo de la historia.

Por lo que se refiere a la informática, el viaje se inició en 1971, cuando apareció el


Intel 4004, el primer mlcroprocesador Su alma era un chip, una serie de transiste-
res conectados por minúsculos cables de aluminio procesados sobre una oblea de
silicio. Comprender su funcionamiento es básico para asimilar los perfiles más com-
plejos de la actual visión tecnológica de la ciudad, funcionamiento que depende del
lenguaje que utilizan los programas informáticos. Para comunicarse con los transis-
tores, que actúan como interruptores, se creó un lenguaje binario (sí/no, +/-, 1/0,
etc.) que decidía el paso o no de los electrones por los distintos cables del circuito.
Es decir asociado al ordenador (hardware) apareció un lenguaje (software) que era
asimilable a un código matricial compuesto por elementos binarios, un código digi-
tal. Esto quiere decir que para que cualquier información pueda ser asimilada por un
ordenador debe ser previamente dlgitallzada. Un procesador de textos, por ejem-
plo, digitaliza las palabras traduciendo las combinaciones de letras y silabas a los "0"
y" I" del código ASCII. Lo que el ordenador procesa, por tanto, no son las palabras,
sino el código. Lo mismo ocurre con el sonido o la imagen real cuando se traducen
en sonido o imagen digital: se transforman en serles numéricas para que puedan ser
secuenciadas por el programa; lo cual implica una especie de cambio químico en su
naturaleza: la realidad (sonido, texto, imagen, etc.) desaparece en su estado Inicial
para ser reorganizada como código, ser procesada por el ordenador y ser recons-
truida de manera similar a la original. Como veremos más adelante, esta momentá-
nea desaparición de lo real y su conversión en código da pie a uno de los principa-
les nodos de reflexión de la visión tecnológica de la ciudad.

A finales de la década de 1960, las telecomunicaciones, segunda rama de las tecno-


logías de la Información, se encontraron con la Informática para desencadenar una
gran revolución. En 1969 apareció ARPAN El) la primera red de datos que conec-
taba ordenadores situados en distintos lugares, una creación del Departamento de
Defensa de Estados Unidos para evitar que un hipotético ataque nuclear inutilizara
su sistema de información, hasta entonces accesible desde un único punto geográ-
fico. Siguiendo su ejemplo, a lo largo de la década de 1970 afloraron otras redes de
ordenadores que comenzaron a conectarse entre sí. En 1988 NSFnet enlazó trece
redes regionales de Estados Unidos, a las que se fueron sumando otras de todo el
mundo, hasta conformar la RDSI (Red Digital de Servicios Integrados), una red glo-
bal donde todos los terminales compartían un mismo hardware y un mismo soft-
ware. A partir de 1990, cualquier ordenador personal podía conectarse a ella: había
nacido Internet.

En los últimos años, las tecnologías de la información han continuado ampliando


horizontes, abriendo campos de investigación que profundizan en revolucionarias
maneras de utilizarlas. Dos de ellos, el de la Inteligencia artificial y el de la realidad
virtual, han atraído especialmente la atención de los autores de la visión tecnológi-
ca. Sobre ambos han cimentado su reflexión más radical: la del "ciberespacio".

Su nacimiento suele datarse en 1984, cuando el escritor norteamericano William


Gibson publicó Neuromante.' Esta novela de ficción inauguró un discurso sobre las
nuevas tecnoíogías y sus efectos que influiría en sectores tan dispares como el dise-
ño de ordenadores, la teoría social o la literatura. Su principal argumento era que
los límites existentes entre los cuerpos humanos y el exterior se estaban disol-
viendo debido al vertiginoso desarrollo de la biotecnología, la biogenética y las
nanotecnologías. Gibson daba por supuesto que la transformación tecnológica del
cuerpo que estas disciplinas estaban posibilitando acabaría permitiendo trascen-
derlo hacia el ciberespacio. Salía así a la luz este término, que fue definido como:
"Una alucinación consensuada experimentada a diario por miles de millones de
operadores legítimos, en todas las naciones... Una gráfica representación de datos
abstraídos del banco de cada ordenador hacia el sistema humano".2

Gibson identificaba el ciberespacio con una metrópolis compuesta por datos


tridimensionales codificados en formas arquitectónicas, una red global de infor-
mación por la que se podía navegar Esta prefiguración del ciberespacio como
algo Intermedio entre la realidad virtual e Internet sirvió como punto de parti-
da al discurso de la clberciudad, otra capa más de la ciudad hojaldre.

Efectivamente, promovido por ios sectores más radicales de la visión tecnológica,


la clberciudad era un intento de imaginar el intangible ciberespacio como sí de una
ciudad se tratase. Si esto se propone como un futurible (la suposición de que, en
el mañana, el espacio urbano será así), o como un instrumento de análisis de las
consecuencias de la interacción ciudad/tecnologías de la información, depende de
los autores, pero en ambos casos, y por el momento, la clberciudad no ha dejado
de ser una ciudad de ficción. Para llegar a entenderla es necesario que conozcamos
previamente a sus habitantes, los clbernautas, y su medio "físico", el ciberespacio.
GIBSON, William, Neuromancer, La visión tecnológica se refiere a los primeros como un nuevo tipo de ser humano
Ace Books, Nueva York, 1984; y al segundo como un nuevo modo de estar Analicémoslos por separado.
(versión castellana: Neuromante,
Mmotauro, Barcelona, 2002).
GIBSON, William, citado en La pulsión que subyace tras el concepto de clbemauta es el deseo de traspasar las
WESTWOOD, Sallie; actuales barreras que separan a ordenador y usuario, obligando a que la experien-
WILLIAMS,John (eds.),
cia que éste tiene de! ciberespacio sólo se produzca a través de la pantalla. Para
Imagining Cides. Scripts, Stgns,
Memory, Routledge, Londres, que el clbernauta pueda sumergirse en el ciberespacio y llegue a vivirlo como una
1997, pág. 241. experiencia personal directa, previamente debe transformarse en un ser mitad
digital-mitad orgánico, un ser conectado al ordenador de manera multisensorial,
¿Cómo?, injertando aparatos electrónicos en sus ojos, manos, brazos, piernas, cabe-
za, etc., hasta que todos los nodos de intercambio entre cuerpo y exterior se con-
viertan en puntos enchufables.

La aparición del cibemauta, por tanto, tan sólo será posible si algún día la bio-
tecnología, con ayuda de las nanotecnologías, consigue suplementar el cuerpo
humano con microaparatos electrónicos. Bien es cierto que, por el momento, lo
más cercano que la ciencia médica ha producido son las prótesis que muchas per-
sonas llevan en su cuerpo: marcapasos, aparatos para sordos, etc., pero ya existen
redes de cableado de prótesis neuronales y se espera que, en un futuro, aparezcan
implantes controlados por el cerebro. Cuando estas técnicas de Intervención en el
sistema nervioso estén desarrolladas será posible aumentar las capacidades del ser
humano. La tecnología comenzará entonces a colonizar su cuerpo.

El resultado será el cibemauta, un ser reforzado con implantes de biochips y próte-


sis cableadas al ordenador que traspasará las barreras físicas que le separan de
éste. La visión tecnológica tiende a describir esta transformación como una libera-
ción de la materia orgánica que posibilitará transcender el cuerpo. El término utili-
zado para describirla es disembodiment (incorporeidad): al transferir parte de su
memoria a la memoria del disco duro y sustituir algunos de sus órganos fisiológi-
cos por instrumentos electrónicos, el cuerpo sufre un proceso de desintegración
física que le lleva a fundirse con la pantalla del ordenador, a disolverse con el clbe-
respacio en un mismo flujo.

Solventada la cuestión del cibemauta como condición sine qua non para acceder al
ciberespacio, la visión tecnológica se centró en este espacio virtual: ¿cómo se cons-
truye? ¿A qué leyes obedece? El ciberespacio tiende a ser considerado como un
universo paralelo al real pero regido por otras pautas. Algunos autores, como el
arquitecto y escritor neoyorquino John Beckmann,3 entienden que su dimensión
virtual desencadenará una ruptura con la noción cartesiana de espacio, algo simi-
lar a lo que ocurrió con la invención de la perspectiva durante el renacimiento. Si
BECKMANN,John:"Merge
ésta fijaba al observador en un punto concreto, el ciberespacio dará paso a una
invisible layers", en
especie de visión cubista donde todo se producirá a la vez, múltiplemente y desde BECKMANN, John (ed), The
diferentes ángulos. Otros, sin embargo, como el investigador Michael Benedikt, cre- Virtual Dimensión. Architecture,
Representation and Crash
en que la lógica física y metafísica del espacio real seguirá siendo válida. Ello permi-
Culture, Princeton Architectural
tiría aplicar al ciberespacio las cualidades del entorno urbano rea!, describirlo como Press, Nueva York, 1998,
una ciudad cuyos habitantes son los cibemautas. págs. 1-17.
Radiografía del cuerpo de un
cibernauta. Amplified Body Events, El ciberespacio metaforizado como ciudad, es decir la clberciudad, ha generado un
Stelarc, 1970-1994. amplio debate entre dos tendencias opuestas y coexistentes dentro de la visión
tecnológica. Por un lado los tecnófilos, que la describen como un entorno igualita-
rio y liberador donde se han superado los problemas de la ciudad industrial; por
otro los tecnófobos, que sospechan que tras la ciberciudad se ocultan infinidad de
mecanismos de control y explotación social. Dedicaremos los siguientes apartados
a desarrollar estas dos versiones. Adoptando un término acuñado porWilüam J.
MITCHELL, William J, E-topia, Mltchell,4 decano de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo del MIT denominare-
The MIT Press, Cambridge mos a la tecnófila'e-topía", porque entiende que la ciberciudad es un nuevo lugar
(Mass.), 1999; (versión
de carácter electrónico; y a la tecnófoba"dlstopía", porque defiende que supone la
castellana: E-topía, Editorial
Gustavo Gili, Barcelona, 2001). destrucción de la noción de lugar
• E-topía

Los promotores de e-topía están convencidos de que con la entrada en el cibe-


respacio sanarán muchas de las patologías que afectan a la ciudad de los cuerpos
enfermos. De sus visiones emerge un nuevo orden social caracterizado por la
democracia, el retorno a la comunidad y la sostenibilídad: democracia en tanto que
el ciberespacio se presupone como un medio donde la información estará dispo-
nible para todos (más allá de razas, género, nacionalidades, etc.) y donde todos
podrán expresarse libremente; retorno a la comunidad porque, a pesar de que
estas tecnologías promueven el individualismo, el enlace electrónico creará nuevas
comunidades basadas no ya en la cercanía geográfica o el afecto humano, sino en
intereses comunes; y sostenible porque potenciará las ciudades pequeñas y la vida
rural, posibilitando que la gente trabaje lejos de ¡as grandes metrópolis. Estas últi-
mas no suelen ser del agrado de los defensores de e-topía, pues las perciben como
entornos densificados y congestionados, dominados por el crimen y la pobreza. La
interrelaclón individuo/edificio inteligente/red de flujos permitirá la desurbanización
del planeta, al liberar al poder político, el capital, la cultura y el conocimiento de su
tradicional atadura a la ciudad.Todo ello se traducirá en un renacimiento humanis-
ta y cultural de trascendencia histórica.

Tras este aliento a la descentralización e incluso la disolución de las ciudades, se


respira un subyacente antiurbanismo que arraiga en profundas tradiciones nortea-
mericanas. No es de extrañar que fuera en California donde estas ¡deas se tradu-
jeron a ideología política. En 1994, el entorno del político ultraconservador Newt
Gringrlch editó un documento titulado Cyberspace and the American Dream:
A Magna Carta for the Knowledge Age. Apelando a ¡as tecnologías de la información
como fundamento para crear una nueva democracia basada en el espíritu deTho-
mas jefferson, sus autores auguraban que la desregulación de los dominios que aún
estaban en manos del Estado pondría el poder de las tecnologías de la información
en manos del pueblo. Con su entrada en el ciberespacio, se erradicarían los con-
flictos sociales y étnicos, y se potenciaría el individualismo y la competltividad. Sin
embargo, a pesar del tono bucólico, el documento no dejaba lugar a dudas res-
pecto a sus Intenciones últimas: la colonización del ciberespacio era un reto aso-
ciado al designio estadounidense de controlar el mundo.

Aunque ajeno a esta ideología ultraconservadora, quien mejor ha sabido trasladar


las esperanzas clberespaciales de los tecnófilos a la ciudad contemporánea es
William J. Mitchell. Su discurso parte de una propuesta: como muchas de las activl-
dades económicas, sociales y culturales que antes tenían lugar en la ciudad se desa-
rrollan ahora en el ciberespacio, es necesario reformular el urbanismo. Su nueva
tarea no es ya dar forma a espacios y edificios, sino desarrollar software que creen
entornos virtuales y los interconecte electrónicamente.

En su libro City ofbits,5 Mitchell se puso manos a la obra. La ciudad de bits era un
ente construido virtualmente, no arraigado en ningún lugar geográfico y habitado
por incorpóreos cibemautas. Sus edificios no encajaban en las tipologías arquitec-
tónicas convencionales, no ejercían papeles representativos o simbólicos y no res-
pondían a estructura social alguna. La parte digital había desplazado a la física, que
había sido sustituida por programas de software que almacenaban los bits de infor-
mación necesarios para ejercer sus funciones. Los accesos y recorridos interiores
habían sido reemplazados por conexiones electrónicas, y las fachadas por gráficos
de pantalla donde se exponían y vendían productos. Si algo físico quedaba en esta
ciberciudad era la parte de atrás de esa fachada electrónica: las oficinas y los alma-
cenes donde se desarrollan ias actividades que el ciberespacio no puede acometer

En la ciberciudad de Mitchell el espacio público era identificado con los entornos


de la red abiertos y gratuitos, y ias barreras que limitan la entrada a las propieda-
79
des particulares con ias claves secretas que el software requiere para permitir el
4
ingreso a dominios electrónicos de uso privado. Los barrios eran los MUDs
(Dominios Multi Usuario), juegos de rol interactivos, accesibles desde Internet, que
invitan ai cibernauta a crear su propia identidad, y le permiten ¡nteractuar con otros
personajes. Físicamente, consisten en barrios simulados donde pueden existir
viviendas, bares, parques, calles y demás elementos urbanos por entre los que es
posible desplazarse. Se construyen en torno a intereses compartidos: unos optan
por espacios legendarios, otros por la aventura y otros por idílicos espíritus comu-
nales. La realidad es que, hoy en día, millones de personas entablan lazos sociales
mediante estas comunidades virtuales.

En su siguiente libro,6 Mitchell se centró en los principios de diseño de la ciberciu-


dad o, como él la denominó, de e-topía: desmaterialización, desmovilización, fun-
cionamiento inteligente, personalización en masa y transformación suave. Nos
MITCHELL,Wiiliamj, City of ceñiremos a los tres primeros para seguir desarrollando la versión tecnófila de la
B/ts. Space, Place and the ciberciudad.
Infobahn, The MIT Press,
Cambridge (Mass.), 1995.
MITCHELL,William J, E-topia, En primer lugar; la "desmaterialización , La desaparición física de la ciudad está jus-
op. dt tificada porque muchas de sus actividades están siendo reemplazadas por sus equi-
valentes virtuales, lo que supondrá la desaparición de las estructuras físicas que las
albergan. En la ciberciudad, las bibliotecas serán bases de datos desde donde se
podrán descargar libros; los museos, despliegues digitales flexibles y comprimidos
donde se podrán seleccionar las obras; las escuelas y universidades, campus virtua-
les donde las lecciones se Impartirán mediante vldeoconferencias o conexiones
cara a cara; los hospitales serán sustituidos por la telemedicina, que permitirá dis-
pensar servicios sanitarios a distancia; los grandes almacenes, por centros comer-
ciales electrónicos donde el consumidor contactará con el vendedor a través de un
portal; las prisiones, por sistemas de detención en el propio domicilio y servidos
por emisores electrónicos conectados ai reo; la bolsa, por mercados tipo Nasdaq;
los bancos, por la banca on-l¡ne; las tiendas de discos, por catálogos electrónicos, al
Igual que las de alquiler de vídeos, las librerías o las agencias de viaje.

La "desmovilización" surge de la suplantación electrónica de actividades que, en la


ciudad tradicional, Implicaban desplazamientos. En la ciberciudad, el ordenador per-
mitirá realizar tareas muy diferentes sin cambiar de sitio. En sus edificios habrá
zonas funclonalmente ambiguas que, dependiendo del momento, podrán albergar
labores de producción, ocio o consumo, ío cual acabará con la vinculación de los
espacios arquitectónicos a la especificidad de las actividades que se realizan en
ellos. La mayor promiscuidad funcional se producirá en la vivienda, ya que las nue-
vas tecnologías permitirán que gran parte del trabajo de oficina se desarrolle des-
de cualquier lugar que cuente con un terminal de ordenador Consecuentemente,
como ocurría en la era premdustrial, casa y trabajo volverán a confluir La desmovi-
lización también afectará a la vida social. En la ciberciudad muchas de las activida-
des que anteriormente se consideraban "sociales" no requerirán desplazamiento.
Los nuevos lugares de encuentro serán virtuales: cbats, grupos de noticias, servicios
de búsqueda de amigos o pareja, etc., incluso los contactos sexuales podrán tener
lugar en el clberespacio. Como ocurrirá con el trabajo, por tanto, tampoco será
necesario salir de casa para realizar estas actividades.Todo ello potenciará expo-
nenclalmente el protagonismo de la vivienda.

El tercero de los principios de la ciberciudad es el "funcionamiento inteligente".


Cuando, excepclonalmente, se construyan edificios físicos en e-topía, consistirán en
espacios Inteligentes que ¡nteractuarán con sus habitantes mediante pantallas,
cámaras, micrófonos, transistores, receptores y sensores de todo tipo (ópticos,
acústicos, electromagnéticos, de humedad, de temperatura, etc.). Estos componen-
tes conectados en red conformarán una especie de sistema nervioso del edificio
que estará regido por un ordenador Se complementará con la ropa y los acceso-
rios del cibernauta, repletos de dispositivos electrónicos conectados entre sí y a ¡a
red sin necesidad de cables.También su cuerpo, como sabemos, estará suplemer-
tado por biochips Implantados quirúrgicamente. De esta manera, en los espacios
arquitectónicos los actos corporales serán transformados en información digital y
ésta en auditiva, visual, etc. Si tengo frío, sube la calefacción; si necesito luz, sube la
persiana, etc. Los límites tradicionales entre habitante y edificio desaparecerán: éste
sabrá en cada momento cómo responder a sus requerimientos, cómo adaptar el
entorno construido a sus necesidades. El cibernauta transcenderá así su cuerpo
para fundirse con la arquitectura.

Para los defensores de e-topía, estos fenómenos son positivos. Ajenos a todo tipo
de nostalgias, los tecnófilos encuentran en la desmateriallzación de la ciudad nume-
rosas ventajas: es económica, ya que es más barato construir un porta! electrónico
que un edificio; es ecológica, ya que no emite residuos; y elimina intermediarlos en
las transacciones comerciales.También la desmovilización es conveniente. En pri-
mer lugar porque, al permitir la asincronía en las actividades urbanas (en la clber-
ciudad cualquier cosa podrá ser realizada en cualquier momento y sin necesidad de
desplazamiento) desaparecerán las congestiones de las horas punta. En segundo
lugar, porque reducirá el consumo de combustible, la contaminación, las pérdidas
de tiempo, las infraestructuras de transporte, etc. Por último, el hecho de que la
casa asuma funciones laborales, comerciales, de ocio y de relación social, augura un
retorno al hogar que activará la vida comunitaria. Como dijimos al principio, por
tanto, e-topía promete un milagroso antídoto contra muchas de las patologías que
aquejan a la ciudad de los cuerpos enfermos.

• Distopía

Pero no todos Intuyen ventajas en la clberciudad. Como ya hemos avanzado, existe un


grupo de autores que comparte posiciones absolutamente diferentes a las que aca-
bamos de desarrollar Frente al positivismo tecnófilo de e-topía, emerge el nihilismo
tecnófobo de distopía. Si para los primeros la clberciudad es un espacio de libertad,
democracia, conexión, igualdad e individualismo que puede acabar con los males de la
ciudad tradicional; para los segundos es un espacio de control, segregación, fragmen-
tación, polarización y aislamiento que puede acabar con la propia ciudad tradicional.

Los filósofos, urbanistas y sociólogos que comparten este razonamiento suelen


proceder de la crítica social marxista, si bien, han desarrollado sus discursos de
maneras m u y diferentes. Pionero en a b o r d a r la cuestión de la distopía ciberurbana
fue Jean Baudnllard, referente de W l l l l a m Gibson. En la década de 1970, antes de
que saliera a la luz el c o n c e p t o de clberespacio, el pensador francés perfiló los t r a -
zos que todavía hoy caracterizan la versión distópica de la ciberciudad. Baudrlllard 7
la definió c o m o un espacio h o m o g é n e o e ¡ndiferenciado d o n d e flotan infinidad de
signos ¡nterconectados f o r m a n d o una matriz que responde a un único código.
Expliquémoslo más detenidamente. Los objetos que configuran la ciberciudad y
han Invadido todas sus actividades (trabajo, cultura, ocio, residencia) son signos que
no hacen referencia a nada, que no crean una red simbólica de hitos o m o n u m e n -
tos. Comparables c o n las ya míticas Torres Gemelas (dos opacos m o d e l o s ideales
que no reflejaban nada), Baudrillard 8 los calificaba c o m o "signos digitales", e l e m e n -
t o s cuya función es emitir y recibir las señales que transmite el código, i m p o n i é n -
doles un m o d e l o de c o m p o r t a m i e n t o . El código es fijo, lo que unifica el espacio de
la ciberciudad bajo un m i s m o principio d o n d e realidad y significados han sido anu-
lados, d o n d e t o d o y t o d o s están modelizados y programados digitalmente. En este
encuadre no hay posibilidad de resistencia, los ciudadanos se convierten en meros
lectores y selectores del sistema.

C o n este discurso radicalmente nihilista, Baudrillard Inauguraba uno de los temas a


182 ¡os que, a p a r t i r de entonces y de manera recurrente, acudiría la versión dlstópica
4
de la ciberciudad: el de la ciudad controlada, c o m o si de un programa de software
se tratara, p o r un Invisible código digital. Marle Chrlstine Boyer 9 coincide con esta
apreciación. Según ella, tras la lógica del o r d e n a d o r se ocultan infinidad de efectos
inmateriales que no existían en la lógica mecánica y transparente de la máquina
industrial, efectos que remiten al código. El p r o c e d i m i e n t o que da origen a la ciber-
ciudad es de naturaleza digital y funciona c o m o tal. En p r i m e r lugar d e s c o m p o n e la
realidad urbana en fragmentos digitales; p o s t e r i o r m e n t e , los procesa a través del
código del programa; y, finalmente, los r e c o m p o n e c o m o ciberciudad. Se consuma
así una secuencia fragmentación-codificación-recomposición que es necesario ana-
BAUDRILLARD, Jean, L'Echange
lizar para descubrir la esencia oculta de aquélla, la que los autores de la versión dis-
symbolique et la mort, Éditions
t ó p i c a quieren denunciar Gallimard, París, 1976 (versión
castellana: El intercambio
simbólico y ¡a muerte, Monte
El p r i m e r paso es la fragmentación. La descomposición de la ciudad real en ele- Ávila, Caracas, I9932).
m e n t o s digitales t i e n e m u c h o que v e r c o n los nuevos m o d o s de percepción que Ibid, págs. 67-83.
las tecnologías de la Información han transferido al ciudadano, reformulando su t r a - BOYER, Mane Chrlstine,
Cibercities. Visual Perception in tbe
dicional c o m p r e n s i ó n del espacio y el t i e m p o . Las principales responsables de ello
Age of Electronic Communicatjon,
son las formas televisivas e informáticas. Las primeras han instaurado una c o m - Princeton Archltectural Press,
prensión del m u n d o que suplanta la secuencia analógica de lo real p o r una cadena Nueva York, 1996, pág. 10.
Página 184-185: de fotogramas fragmentados. Esta percepción transforma la ciudad en un fluido de
Tokio: "ciudad sobreexpuesta".
imágenes sin relación espacial o temporal entre ellas, ya que se emiten todas a ia
vez. Los límites desaparecen y los espacios urbanos se sumergen en un continuum,
mientras que el tiempo se reduce a repeticiones compulsivas. Por lo que se refie-
re a las formas informáticas, la modificación de los modos de percepción viene
ejemplificada por el procesador de textos, que enseña al ciudadano a recortan
separar y pegar los escritos hasta convertirlos en artificios. Lo mismo hacemos con
la ciudad real: la percibimos plagada de rupturas y discontinuidades.

Estos nuevos modos de percepción ponen en marcha un proceso de desmateria-


lización que conduce a la desaparición de la ciudad. La realidad urbana es captada
de una manera cada vez más inestable, cada vez menos definida por la arquitectu-
ra y más por lo efímero de las Imágenes a las que reducimos los hechos urbanos.
ParaVIadlmir Krstic,10 profesor de la Universidad de Kioto, esto es especialmente
evidente en las ciudades japonesas. Krstic asocia la irrupción de las pantallas elec-
trónicas en el espacio urbano nipón con la disolución de ía ciudad tradicional. Estas
pantallas producen interrupciones en su aspecto físico, agujeros electrónicos don-
de una infinita transparencia sustituye a la materia arquitectónica, Las simulaciones
que generan se Intercalan con el espacio urbano y erosionan sus límites hasta con-
vertirlos en algo permeable que tiende a desaparecer De esta manera, ía forma de
la ciudad deja de estar generada por la arquitectura y pasa a serlo por un flujo
de Imágenes en permanente evolución, por "procesos sobre formas físicas". Paul
Virilio," director de ía Ecole Spécial d'Archltecture de París y uno de los más
brillantes pensadores de la distopía, ha denominado a esta ciudad sin peso ni con-
sistencia "la ciudad sobreexpuesta", un entorno urbano radicalmente intenso y
dinámico cuyo aspecto es continuamente reconstruido.

Como resultado, los espacios geométricos que caracterizaban a la ciudad real


(calles, plazas, edificios, etc.) acaban por evaporarse. Lo que los sustituye es una dis-
KRSTIC, Vlad¡mir,"Liquid topía donde no existen centros ni coordenadas espaciales que enlacen unos luga-
constructions-Tokyo and the res con otros. De este modo, la experiencia de la ciberciudad se convierte en algo
endofspace", en BOGNAR semejante a un viaje por una red de información sin límites, sin continuidad espa-
Botond, Tokyo, Academy
Editions, Londres, 1997.
cial o temporal, sin órdenes de preferencia, etc., una multitud de opciones que
VIRILIO, Paul,"The overexposed genera una sensación de inmensa libertad.
city". en LEACH, Neil (ed.):
Rethtnking Architecture.A Reader
ín Cultural Theory, Routledge,
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Tai como acabamos de comentan el
Londres/Nueva York, 1997, segundo paso en la transformación de la ciudad real en ciberciudad es la codifica-
págs. 381 -390. ción. En el proceso de recomposición del fragmentado espacio urbano tradicional
media el código al que aludía Baudrlllard, ya que es ejecutado por un programa de
software. A diferencia de la navegación por el ciberespacio, que es accesible a casi
todos, los códigos tan sólo lo son a unos pocos, ya que están basados en lenguajes
altamente especializados. Son los operadores de sistema o sysops (system opera-
tors) los que seleccionan qué información es procesada y cuál es censurada en el
diseño final de la ciberciudad. Esta, portante, no ofrece la infinita libertad de opcio-
nes que prometían los tecnófilos, sino una preconfigurada visión del mundo que le
ha sido inoculada a través del código, lo que lo convierte en un diabólico instru-
mento de poder diseñado para controlar la ciudad. ¿Con qué intención?

Si tenemos en cuenta el origen marxlsta de la mayoría de los autores de dlstopía,


no es de extrañar que el principal imputado de manejar el código según sus inte-
reses haya sido el poder económico. En este sentido, habría que referirse a Telépo-
lis,'1 la obra del filósofo y matemático Javier Echeverría.Telépolis se define como
una ciberciudad global en la que los barrios son países y las manzanas regiones. Una
de sus instituciones más características es el agora, donde poder y medios de
comunicación entran en contacto. Su control supone el dominio de las calles, los
flujos por los que circula la Información. El segundo espacio vital es el mercado, que
está más relacionado con lo social que con el poder La población de Telépolis es
analizada estadísticamente y clasificada en grupos homogéneos mediante estudios,
cuestionarios y encuestas que traducen los habitantes a datos que, a su vez, son
traspasados al ordenador central por medio de tarjetas electrónicas. Al compartir
la misma información, poden control y mercado entran en contacto.

Pero la rentabilización económica no es el único objetivo que rige el tercer paso


del proceso de digitalizaclón que da origen a la ciberciudad: la recomposición de
los fragmentos a los que fue reducida la ciudad real. Marie Chnstlne Boyer está
convencida de que también existe una intencionalidad política: desconcienclar y
desestructurar a la sociedad contemporánea. La estrategia utilizada para conse-
guirlo es no recomponer el todo urbano que una vez fue la ciudad, sino tan sólo
sus zonas más privilegiadas (normalmente enclaves de alto interés histórico o vi-
sual). Los entornos degradados, donde se produce la exclusión social, son censura-
dos y, posteriormente, erradicados por el código. La consecuencia es una gran
paradoja: mientras que la ciudad moderna intentaba reconstruir la fragmentada
experiencia de la ciudad real como un todo orgánico, la ciberciudad pretende lo
contrario, luchar contra las totalidades. De esta manera, recoge la máxima posmo-
derna según la cual la ausencia de centro y jerarquía supone libertad y alterldad.
ECHEVERRIA, Javier Telépolis,
Con esta excusa, el ciudadano renuncia a plantear cualquier reclamo político, cual- Destino, Barcelona, 2000:.
Arriba:
Detroit, ciudad en proceso de
desmaterialización.
quier lazo social, cualquier objetivo comunitario, y aceptan vivir en una superficial e
intrascendente heterogeneidad urbana bajo la que prevalecen las injusticias.

Paul Virílio ha juzgado este fenómeno de la siguiente manera: "Pero nosotros


hemos creado, a través de la mteractlvidad, las redes y [a globalización que provoca
la revolución de las transmisiones, la posibilidad de un accidente, no ya particular;
sino general. ¡Se prepara así un accidente que tendría lugar por doquier a la vez! [...].
La interactividad [...] puede provocar la unión de la sociedad, pero encierra, en
potencia, la posibilidad de disolverla y desintegrarla, a escala mundial".13

El discurso de Paul Vinlio es especialmente interesante porque introduce la com-


ponente temporal en la versión distópica de la ciberciudad, y esta componente
temporal es otra de ias percepciones que las nuevas tecnologías han alterado en
el ser humano. En este caso, el tiempo cronológico e histórico ha dado paso al
"tiempo real" de la pantalla del ordenador y el televisor; donde todo está disponi-
ble de manera instantánea. El tiempo real anula la noción de distancia física, ya que
cuanto más rápido nos desplazamos por el mundo menos tenemos conciencia de
su vastedad. Además, es ajeno a la Identidad y a la memoria colectiva de los luga-
res, que siempre han existido en tiempos locales. El resultado es una distopía de
donde han sido erradicas ciudades y espacios geográficos.

Virilio encuentra en la realidad urbana contemporánea numerosos ejemplos que


insinúan que la desaparición de la ciudad no es tan sólo una metáfora, sino un
hecho real inducido por el tardocapitalismo. En la última década, Nueva York ha
perdido el 10 % de su población, Cleveland el 23 % y San Luis el 27 %. Estos decli-
ves demográficos han encontrado trasposición física en la demolición de barrios
enteros que no han sido sustituidos por nada. Paradigmático es el caso de Detroit,
la ciudad de la Ford, antiguo emporio mundial de la industria automovilística.Tras la
crisis de la década de 1970, los datos sobre su situación urbana comenzaron a ser
devastadores: entre 1950 y 2000 la población pasó de más de 1,8 millones de habi- VIRILIO, Paul, Cybermonde,
tantes a 950.000; en 1988 no se expidió ninguna licencia de construcción; entre lo poütique du pire (entrevista
1978 y 1998 se concedieron 9.000, pero acompañadas de 108.000 permisos de con Philippe Petit), Les Éditions
Textuel, París, 1997; (versión
demolición, etc.!1 Y esto no sólo ocurre en Estados Unidos, el paraíso del liberalis-
castellana: El ábermundo.
mo económico, sino que, como consecuencia del desprestigio en el que ha caído La político de lo peor, Cátedra,
la vivienda social, fenómenos similares se estaban produciendo en las periferias Madrid, 1999', pág. 89).
DASKALAKiS, Georgia;
francesas, donde existían proyectos para demoler 300.000 viviendas en un perío-
WALDHEIM, Charles;YOUNG,
do de cinco años. ¿Son los primeros indicios de la desurbanización del planeta? Jason (eds.), Stalking Detroit,
¿Serán sustituidas las ciudades tradicionales por ciberciudades? Actar Barcelona, 2001
La ciudad chip

En el marco de la visión tecnológica, se encuentran autores que muestran un alto


grado de escepticismo con respecto a los discursos de la ciberciudad. Rechazan
por igual e-topía y distopía por entender que han asumido una serie de presun-
ciones que son altamente cuestionables: ¿es aceptable describir la pantalla del
ordenador como un espacio habitable y no como una abstracción de la realidad?
¿Es aceptable deslindarían radicalmente lo real (el cuerpo) de lo virtual (la men-
te)? ¿No será la ciberciudad un relato de ciencia ficción tras el que se oculta la inca-
pacidad de fundar una investigación seria y profunda sobre los verdaderos efectos
que ias nuevas tecnologías están ejerciendo sobre las ciudades? Dichos autores
consideran que sí.

Para Stephen Graham,15 profesor de la University of Durham, los discursos de la


ciberciudad no logran responder convincentemente a Infinidad de cuestiones:
¿cómo podemos imaginar la ciudad en tiempo real? ¿Qué implica la creciente
mediación de las telecomunicaciones en la vida urbana? ¿Qué significa el despliegue
de unas tecnologías que hacen innecesaria la proximidad física? ¿Es cierto que la
ciudad desaparece y avanzamos hacia una sociedad posurbana? En los siguientes
apartados intentaremos contestar estas preguntas.

De la ficción a la realidad: espacios urbanos y espacios electrónicos

Las nuevas tecnologías han irrumpido en el orden espacial de la ciudad tradicional,


y amenazan con alterarlo seriamente. ¿Hasta qué punto? Graham16 nos recuerda
que su impacto no será el mismo en todas las regiones del planeta. Dependerá de
cómo sean social, cultural y políticamente recibidas, y está claro que existen enor-
mes diferencias entre las sociedades europeas (muy poco interesadas en ser
mediadas por las tecnologías de la Información), y las sociedades asiáticas y norte-
americanas (más proclives a ello). En este último caso, lo que los fenómenos antiur-
banos están anunciando no es tanto el fin de la ciudad, en el sentido que procla-
GRAHAM, Stephen,"lmagining
maban los autores de la ciberciudad, como el fin de la ciudad tal como la hemos
the real-time city.
Telecommunícations, urban conocido hasta ahora.
paradigms and the future of the
city", en W E S W / O O D , Sallie;
En este capítulo pretendemos analizar el espacio urbano que se ha generado con
WIU_IAMS,John(eds.),op.dt,
3 I -49, posterioridad a la introducción de las nuevas tecnologías en la ciudad tradicional.
Ibid., pág. 44. No consiste, por tanto, en plantear una visión futurible ni una historia de ficción, sino
Fotografía de un microchit
un intento de indagar en los fenómenos que las tecnologías de la información están
nduclendo en el entorno urbano contemporáneo. Para estudiarlos nos servirán de
guía las ciudades norteamericanas y asiáticas, las que más permeabilidad han demos-
trado a su influjo por razones de disponibilidad tecnológica y predisposición social.

Para entender estas ciudades son necesarios nuevos instrumentos de análisis, nue-
vos conceptos. Un autor tan ajeno a la visión tecnológica como Bernardo Secchi
ya ha apuntado en este sentido. La dispersión, la flexibilidad, la ausencia de reglas y
la falta de identidad que las tecnologías de la información están induciendo en las
ciudades contemporáneas plantean enormes dificultades a ¡os sistemas de análisis
urbano tradicionales, que se basan en la codificación de la materialidad de la ciudad
(tipologías arquitectónicas, formas de agregación, espacios públicos, etc.). Estos sis-
temas se colapsan ante los etéreos y ahistóricos espacios ¿urbanos? contemporá-
neos. Para analizarlos es necesario recurrir a nuevos esquemas mentales que, sin
incidir tanto en la regla y en lo físico, sean capaces de enfrentarse a lo móvil, lo dis-
perso y lo desarraigado.

Stephen Graham apunta como una posibilidad el hecho de examinan con inten-
ciones y actitudes realistas, los paralelismos que existen entre los espacios urbanos
y los espacios electrónicos. Rescata así una tradición típicamente moderna: asimilar
la ciudad a la máquina, en este caso a la lógica que rige los aparatos electrónicos.
La ciudad máquina de la modernidad sería así reemplazada por la ciudad chip con-
temporánea, la capa que cierra la ciudad hojaldre. Como estrategia para definirla
trasladaremos al espacio urbano tres fenómenos característicos de los espacios
electrónicos: la descentralización, la desregulación y la desidentificación. De cada
uno de ellos nos ocuparemos por separado.

La descentralización, la primera correspondencia existente entre espacios urbanos


y espacios electrónicos, es la única que alude a la forma física. Los primeros inten-
tos de confrontar forma artística y forma electrónica se remontan a la década de
1980 y vinieron de la mano del denominado information art, cuya muestra más
representativa, la exposición Information Art. Diagramming Microchips,'''0 se celebró
en el Museum of Modern A r t (MoMA) de Nueva York en I 990. Con la intención
SECCHI, Bernardo, Un progetto
per ¡'urbanística, Giulio Elnaudi, de hacer visible el alma que regula las tecnologías de la información, dicha muestra
Tunh, 1989, págs. 57-60. reproducía una sene de microchips, aumentados de escala varios cientos de veces,
McCAFCrr, Cara, Information Art
que ofrecían imágenes que, de otra manera, serían imperceptibles al ojo humano.
Diagramming Microchips,
The Museum of Modern A r t Muy diferentes a las trazas geométricas que caracterizaban a las máquinas de ¡a
Nueva York, 1990. modernidad, los microchips mostraban formas enormemente intrincadas aunque,
SiliconValley: vista aérea de los
alrededores de San José.
de alguna manera, estructuradas de un modo rígido; formas tabulares donde las
celdas se repetían miles de veces en densas y ordenadas serles, donde el espacio
estaba organizado jerárquicamente y cada línea (circuito) tenía una función especí-
fica en ¡a interconexión entre transistores.

En un proceso análogo al del ¡nformation art, los autores de la visión tecnológica


también han especulado con la posibilidad de comparar las formas del chip con las
formas urbanas. Es una trasposición que no resulta muy compleja. William Gibson
proclamó que el ciberespacio parecía Los Angeles visto desde el aire, haciendo con
ello alusión a que la ciberciudad era una Inmensa jungla dispersa y sin centro. La
textura multícapa del chip, sus complejas características espaciales, su carácter
repetitivo, el hecho de que por sus circuitos transite un flujo continuo de bits, etc.,
todo ello evoca el plano de una ciudad contemporánea. El oberespacio, por su par-
te, es una dimensión que está dominada por las conexiones y donde todo coexiste
a la vez, de forma múltiple y ajerárquica. La principal característica que comparte
con el chip es que en ninguno de los dos casos existe nada que pueda ser asimila-
do a un centro.

Lo mismo ocurre en la ciudad chip. El tradicional esquema centro-periferia ha sido


suplantado por formas de agregación resultantes de una dinámica similar a la que
opera en los espacios electrónicos: ausencia de centro, ausencia de límites; ausencia
de forma. Y es que la prioridad de la ciudad chip no es esta última, sino el movi-
miento. En un chip lo que cuenta es el paso de los impulsos eléctricos que trasladan
la información de un transistor a otro. Lo mismo ocurre en la ciudad chip: el movi-
miento, tanto de personas como de información, prevalece sobre la forma urbana.
Sirva como muestra los devastadores efectos que supuso para la ciudad de Nueva
York el corte de suministro eléctrico que se produjo el 14 de agosto de 2003, cuan-
do quedó de manifiesto que, más que de sus imponentes rascacielos y edificios
comerciales, el funcionamiento de la ciudad dependía de la red de metro, del sis-
tema de semáforos, de las líneas telefónicas, de los cables de fibra óptica, etc.

El imperio de la descentralización y la movilidad es perfectamente perceptible en


lugares como Silicon Val ley, seudónimo del antiguo Santa Clara Valley. En una sola
generación, este valle, situado entre las ciudades de San Francisco y San José, pasó de
ser un territorio de producción de cerezas y albaricoques al epicentro mundial de la
ndustria electrónica. Silicon Valley no tiene ni forma ni centro físico, es una pura
periferia plagada de autopistas, centros comerciales, parques industriales, etc.Tam-
poco cuenta con un centro económico, político o social: se expande a lo largo de
12 jurisdicciones sin que ninguna de ellas domine sobre las demás. Como apunta
el periodista neoyorquino Alex Marshall,19 el levísimo andamiaje sobre el que se
articula es el heterogéneo, desordenado y descontrolado Camino Real, la vía que
conectaba las misiones españolas. En torno a éi se despliega una inmensa sábana
residencial, tamizada por redes de autopistas y punteada por moteles, restaurantes
de comida rápida, anodinos edificios de oficina, y lo que son las máquinas econó-
micas del valle, las sedes de empresas como Netscape, Intel o Adobe, que se dise-
minan sin agruparse alrededor de ningún eje o municipalidad. A esta lógica disper-
sa, impregnada de monotonía y falta de carácter, se suman los antiguos pueblos,
convertidos en desnaturalizados conglomerados de restaurantes de lujo.

Otro paradigma norteamericano de la lógica descentralizada de la ciudad chip es


Phoenix, una de las estrellas más brillantes del sunbelt. Esta ciudad, que en el plazo
de cinquenta años pasó de 200.000 habitantes a los más de dos millones actuales,
ha sido el primer municipio del país en reconocer formalmente y a efectos urba-
nísticos que se compone de una constelación de suburbios. En Phoenix no existe
nada que pueda ser calificado como centro urbano, tan sólo tres focos de actividad
que cuentan con gobiernos propios y compiten entre sí por atraer empresas y
profesionales. Nada recuerda a los elementos que conforman la ciudad tradicional:
no hay centro, no hay periferia; ni siquiera hay límites,ya que, día a día, Phoenix pro-
sigue su imparable marcha sobre el desierto que la circunda.

La desregulación, el segundo paralelismo existente entre espacios urbanos y electró-


nicos, alude a la "manera de hacer" que rige en la ciudad chip. La globalización de la
economía fue posible gracias a un proceso previo de desregulaciones legales que
afectó a gran cantidad de países. La referencia a las nuevas tecnologías remite aquí,
por tanto, al desmontaje de las normativas jurídicas nacionales que permitió la expan-
sión planetaria del espacio de ios flujos. No es de extrañar que la clave desregulado-
ra se haya trasladado a la ciudad chip: leyes, ordenanzas y reglamentos son sus gran-
des enemigos; el urbanismo, su bestia negra.

En efecto, la ciudad chip es "lo otro" de la ciudad planificada.Tal como defiende Rem
MARSHALL, Alex, How Gties
Koolhaas,20 aquélla es una entidad eminentemente pragmática: su prioridad es res-
Work Suburbs, Sprawl, and the
ponder a las necesidades del presente y hacerlo con todas sus habilidades. En este Roads notTaken, University of
sentido, ha descubierto que el planeamiento es indiferente, que el hecho de que la Texas Press, Austin, 2000,
págs. 65-83,
forma urbana esté bien o mal resuelta no tiene trascendencia. Como si de un pro-
KOOLHAAS, Rem; MAU, Bruce,
ducto bursátil se tratara, la ciudad chip florece o muere de manera repentina, su S,M,L,XL, 010 Publishers,
población aumenta o disminuye en breves espacios de tiempo, obedeciendo a pro- Rotterdam, 1995, pág. 1.255.
cesos de ajuste económico donde las expectativas cambian continuamente. En
estas circunstancias, la lógica causa-efecto sobre la que se asienta la ciudad planifi-
cada no es operativa. Lo que la ha sustituido es la intuición de los promotores, que
responden con altas dosis de pragmatismo a una tropa de requisitos tardocapita-
listas y posmodernos.

La desidentificación, el tercer orden de paralelismos entre espacios urbanos y espa-


cios electrónicos, apunta al carácter distópico de ambos, a la ausencia de historia,
de arraigo y de Identidad. La transformación que las tecnologías de la información
han operado en el estatuto espacio-tiempo se proyecta sobre una serie de entor-
nos arquitectónicos típicamente contemporáneos, donde la identidad ha sido ani-
quilada, entornos sin tiempo que Marc Auge,21 antropólogo y profesor en la Ecole
des Hautes Etudes de París, ha denominado "no lugares". El "no lugar" es un espa-
cio sin carácter, sin relación y sin historia, es la negación del lugar antropológico tra-
dicional. Los hospitales, los aeropuertos, las autopistas, los hoteles, los medios de
transporte, etc., en todos estos espacios característicos de la ciudad contemporá-
nea prima el anonimato, la soledad, lo efímero, en todos ellos el relato histórico es
inviable,ya que su esencia es el desarraigo.

Como los "no lugares", también la ciudad chip se define por la ausencia de histo-
ria. Aunque para los autores de la visión culturalista ello resulte inconcebible, una
buena parte de los ciudadanos del mundo vive actualmente sin tradiciones; y sin
inmutarse por ello. Este desarraigo ha vuelto a poner de actualidad uno de ¡os
paradigmas del urbanismo moderno: la tabula rasa. La ciudad chip se erige sobre
la nada o, en el mejor de los casos, sobre la erradicación de toda preexistencia.
Paradigma de este fenómeno es el caso de Singapur, también estudiado por Kool-
haas.22 Esta isla-ciudad-estado no tiene historia, su territorio es absolutamente
superficial y su tejido cambia día a día.Tras su descolonización en 1959 optó por
un programa de occidentalización de la cultura y la sociedad que también impli-
AUGE, Marc, Non-Heux:
caba a la forma urbana. Para llevarlo a cabo se creó el Housing Development
introduction a une anthropologle Bureau, un macroministerio encargado de construir viviendas para la inmensa
de la surmodernité, Édltlons du mayoría de la población de Singapur, que carecía de ellas. Con este objetivo fue-
Seuil, Evreux, 1992; (versión
ron arrasados bosques y poblados, desmontadas montañas y lagos, y arrebatada
castellana: Los "no lugares".
Espado del anonimato. al mar un 25 % de superficie suplementaria. Sobre esta auténtica tabula rasa don-
Una antropología de la de había sido aniquilado todo resto del pasado, surgieron new towns inspiradas en
sobremodernldad, Gedlsa,
la Carta de Atenas.Tal como la ha definido Rem Koolhaas, Singapur no es una ciu-
Barcelona, I 994 ! ).
KOOLHAAS, Rem; MAU, Bruce,
dad, sino lacoexistencia de un cierto número de edificios tan sólo relacionados
op.cit, págs. 1.008-1.090. por la solución de continuidad.
La expansión planetaria del proceso de desldentificación está induciendo un fenó-
meno paralelo: la uniformidad de las ciudades.También aquí existe una correspon-
dencia espacio urbano-espacio electrónico que remite, en este caso, al espacio de
los flujos. Una de sus principales características es la superación de la idea tradicio-
nal de "lugar": los flujos son indiferentes a las connotaciones propias de una locali-
zación geográfica concreta, se organizan en torno a unidades generadoras de infor-
mación y se conectan según parámetros que tan sólo obedecen a la lógica del
máximo beneficio. No es de extrañar; por tanto, que una de las más poderosas
transformaciones que la infiltración de las nuevas tecnologías está operando sobre
las ciudades sea la tendencia hacia la homogeneización: los mismos bloques de ofi-
cinas, los mismos bloques de apartamentos, los mismos espacios para el ocio, etc.

Las afinidades que comparten capitales tan lejanas como Phoenlx, Smgapur o
johannesburgo son tan sorprendentes que parecen haber sido construidas siguien-
do un código urbanístico-arquitectónico de ámbito global. En su libro 5, A/1, L, XL,13

Rem Koolhaas y Bruce Mau bautizaron como "ciudad genérica" a la nueva realidad ibid, págs. 1.248-1.264.
urbana que emerge de dicho código, cuya clave es el borrado de las diferencias y
la generalización de una misma urbe fruto de la estandarización de la arquitectura,
del urbanismo, de las infraestructuras, etc. Como hija predilecta de la desidentifica-
ción, la ciudad genérica unifica el mundo bajo una única regla.

La reflexión de ambos autores comenzaba planteando una serie de cuestiones:"¿Es


la ciudad contemporánea como el aeropuerto contemporáneo,'todo lo mismo?
¿Es posible teorizar esta convergencia? X si lo es, ¿a qué configuración última aspi-
ra? La convergencia tan sólo es posible al precio de desprenderse de la Identidad.
Ello se entiende habitualmente como una pérdida, pero a la escala a la que está
ocurriendo, debe significar algo. ¿Cuáles son las desventajas de la Identidad y, al
contrario, cuáles son las ventajas del espacio en blanco? ¿Qué ocurriría si esta
homogeneización en apariencia accidental y normalmente lamentable, fuera un
proceso intencionado, un movimiento continuo que se aparta de la diferencia y se
dirige hacia la similitud? ¿Qué ocurriría si estuviéramos asistiendo a un movimiento
de liberación global:'¡abajo con el carácter!'? ¿Qué queda después de que la identi-
dad haya sido laminada? ¿Lo Genérico?"21

• Edge cities: la esencia de lo genérico

La esencia de lo genérico se encuentra en la última periferia de las capitales con-


temporáneas. Para conocer la sustancia de la ciudad chip, por tanto, hay que visitar
sus bordes, el lugar donde florecen las edge cities.

Alguien las ha definido como el mayor descubrimiento del urbanismo norteameri-


cano desde I 980.25 Otros creen que se trata de la principal transformación en ¡a
forma de hacer ciudades que se ha producido en Estados Unidos desde hace siglos.
Quien así opina es Joel Garreau, autor del libro Edge City, Life on the New Frontier16
e inventor de este término que se puede traducir como "ciudad de borde".

Las edge cities son la última generación de suburbios norteamericanos, si bien sus
Ibid, pág. 1.248.
SUDJIC, Deyanjhe lOOMile
características formales y funcionales difieren tanto de las de los suburbios tradi-
City, Harcourt Brace & cionales que los expertos tienden a contemplarlas como un fenómeno diferente.
Company, Orlando, 1992. La deuda que mantienen con las nuevas tecnologías es grande: existen porque
pág. I I 6.
éstas han hecho posible la descentralización de las actividades económicas. En rea-
GARREAU, Joel, Edge City. Life
on the New Frontler, Doubleday, ldad, son un típico producto tardocapltalista: desde el punto de vista funcional sir-
Nueva York, 1991. ven de sede a empresas punteras y de residencia a los profesionales altamente
cualificados que trabajan en ellas.Tal como apuntábamos en el capítulo dedicado a
la ciudad global, la mayor parte de las corporaciones que abandonaron los centros
de las ciudades norteamericanas en las décadas de 1970 y 1980 no se trasladaron
a áreas rurales, sino a edge cities: Sears se reubicó en Schaumburg, una edge city de
Chicago donde también está Motorola; y AT&T abandonó Manhattan para esta-
blecerse en la conjunción de las carreteras 287 y 78, donde se desarrolla una de
as más prósperas edge cities de Nueva Jersey.

Este fenómeno tiene su justificación. En comparación con los sofisticados distritos


financieros del centro de la ciudad, las edge cities ofrecen numerosas ventajas a las Izquierda:
Área de Nueva York: distribución de
multinacionales: suelo más barato, segundad, comunicaciones terrestres eficientes,
las edge cities.
equipamientos tecnológicos avanzados y, lo principal, una elevada calidad de vida.
Empleados y directivos encuentran en ellas entornos de alto valor ambiental don- Derecha:
de no sólo pueden trabajar sino también residir En una edge city nadie vive a Área de Washington: distribución de
las edge cities.
más de 30 km (45 minutos de coche) de su empleo, al que, además, accede por
carreteras que no están congestionadas. Se acaba así con ¡a pesadilla de los atascos
de tráfico diarios, consecuencia de la penduíarídad que rige el patrón centro urba-
no-suburbio.

La edge city, portante, es un modelo urbano muy seductor para las élites del mer-
cado laboral, las únicas que les interesan a sus promotores. Para atraerlas, favore-
cen la instalación de corporaciones de alto nivel tecnológico (que aportan profe-
sionales cualificados), mientras que desaniman a empresas más convencionales
(que aportarían clase media tradicional) y prohiben industrias (que aportarían
obreros). Las edge citíes ofrecen a los científicos e ingenieros de sus sofisticadas
corporaciones espectaculares centros comerciales, fantásticas instalaciones depor-
tivas, selectos clubs de golf, magníficos colegios e, incluso, universidades elitistas,
todo ello en un entorno tipo campus, plagado de lagos, bosques, sendas peatona-
les y carriles para bicicletas. En definitiva, a diferencia del monofuncional y depen-
diente suburbio tradicional, la edge city es un ente urbano autónomo que cuenta
con residencias, oficinas, espacios comerciales y complejos de ocio.

También su ubicación la distingue del suburbio convencional. Las edge citíes se


emplazan muy lejos de los centros de las ciudades, en áreas fronterizas donde
se escuchan los últimos ecos de la ciudad y se perciben los primeros cantos de lo
rural. No cualquier lugar es apropiado, la cercanía a una gran arteria de comunica-
ción es imprescindible, preferentemente en la intersección con una ronda de cir-
cunvalación. Igualmente necesario es estar cerca de un aeropuerto de primer nivel.
Las edge citíes se convierten, así, en una de las principales dinamizadoras del fenó-
meno de la descentralización en la ciudad chip.

Según los datos de joel Garreau, la mayor parte de las veinte edge cities del área
de Nueva York están ubicadas en Nueva Jersey, por donde pasan las autopistas
que enlazan Boston con Washington. A la salida de cada una de lastres conexio-
nes de Nueva Jersey con Manhattan hay una edge city (Fort Lee, Medowiands y la
que rodea al aeropuerto de Newark). A esta zona, enlazada con el antiguo World
Trade Center por trenes y taxis acuáticos, se la conoce como la gold coast. Otras
edge citíes que rodean Nueva York están vinculadas a universidades, como ocurre
en Princeton y Morristown.También en Washington las edge cities se distribuyen
siguiendo la circunvalación, una vía construida con fines militares a más de cien
kilómetros del centro de ¡a ciudad, y que hoy se conoce como la Washington's
Main Street. Aquí se encuentraTyson's Comer; situada a media hora del aeropuerto
de Dulles y que alberga (as sedes deTaco Bell, Bloomingdale, Holiday Inn, etc. Otras
edge cities, como Fair Lakes, han surgido al amparo de los 400.000 m2 de oficinas
y los 23.000 empleados del Pentágono.

La homogeneidad de las pautas arquitectónicas y de planeamiento que rigen las


edge cities apunta hacia ia esencia de ¡a ciudad genérica. La principal preocupación
es el atractivo físico. Prollferan edificios bajos y alargados que puntean el territorio,
separados por amplísimas zonas verdes y de aparcamiento. La fobia hacia los ras-
cacielos que se desató después de la tragedia de lasTorres Gemelas no ha hecho
más que reforzar este modelo Inspirado en los campus universitarios norteameri-
canos. A pesar de las enormes distancias que separan los edificios, en las edge cities
no existen aceras, lo que denota que, como buenas ciudades chip, su espíritu es el
del movimiento, más concretamente el del automóvil.Y esto tiene su lógica. Como
aclara el afamado promotor deTexas Gerald D. Hiñes, cuantas más áreas de apar-
camiento, más distancia entre ios edificios; cuanta más distancia entre edificios,
menos camina la gente; y cuanto menos camina la gente, menos vida urbana. Obje-
tivo conseguido: la ausencia de urbanidad que se respira en las edge cities, así como
la escasez de espacios públicos, es algo absolutamente intencionado, responde al
deseo de no atraer a extraños.

Como si fueran clones, la red viaria de estas ciudades genéricas se estructura en


torno a un serpenteante eje principal del que parten calles secundarias que, Igual-
mente, zigzaguean por el interior de los diferentes barrios, habitualmente denomi-
nados villages. El centro espacial suelen ocuparlo uno o varios centros comerciales
de última generación, es decir; hlperespacios de inspiración urbana abarrotados de
cafeterías, kioskos, juegos para niños, fuentes, además de árboles y plantas perma-
nentemente floridos. Bordeando todo ello, Infinidad de tiendas de minoristas que
ofrecen las primeras marcas internacionales. No hay espacio para la Identidad, no
hay espacio para la memoria. Ante la inexistencia de "lugares" en ei sentido antro-
pológico de la palabra, los centros comerciales se convierten en el único espacio
de encuentro comunitario de las edge cities.

¿A qué preceptos urbanísticos obedecen? ¿Quién las planifica? Como es habitual en


las ciudades chip, se sospecha que nadie o, al menos, que ningún arquitecto. El
imperio de la desregulación ha dejado en manos de los promotores su definición
urbana y arquitectónica. Ellos son los "padres" de las edge cities, ios que adquieren
el terreno, revisan el proyecto, buscan el dinero, designan al constructor y dirigen la
obra. La única ideología que subyace tras las formas urbanas y arquitectónicas de
las edge ates es la lógica de los negocios. La regulación espacial comienza con una Página anterior:
lnundac,on de n;
máxima: al menos una plaza de aparcamiento por puesto de trabajo, lo que signifi-
ca una vez y media más de superficie de aparcamiento que de oficinas. Si esta ecua-
ción se resuelve con edificios de una sola planta rodeados de asfalto, edificios de
pocas plantas combinados con bloques de aparcamientos o edificios en altura
(jamás rascacielos) dotados de aparcamientos subterráneos, depende de la delica-
da operación de cálculo que determina la rentabilidad, es decir la que relaciona lo
atractivo con lo económico. En esta secuencia, el papel de arquitectos y urbanistas
es prácticamente nulo. Se calcula que tan sólo intervienen en el 30 % de las ope-
raciones. Constructores e ingenieros se encargan del resto.

Estas son, a grandes rasgos, las lógicas funcionales y espaciales que determinan las
edge cities, el paradigma de la ciudad chip. En ellas se consuman los tres paralelismos
que existen entre los espacios urbanos y los espacios electrónicos. En primer lugar
la descentralización: son nodos urbanos autónomos y desagregados, aunque per-
fectamente conectados a las infraestructuras viarias. En segundo lugar la desregula-
ción: son tan impermeables a las legislaciones urbanística como el espacio de los flu-
jos lo es a las normativas locales. En tercer lugar la desidentificación: son "no lugares"
donde impera lo genérico, la manipulación de los elementos naturales, la negación
de la geografía, etc. La total ausencia de referentes históricos y culturales encuentra
su epítome en edge cities como "287 y 78", denominada así por las dos carreteras
en cuyo cruce se ubica, o Metropark, nacida a partir de un aparcamiento.

A estos tres órdenes de paralelismo con la ciudad chip, las edge cities suman otros
tres que remiten a fa Ciberciudad, El primero es la codificación. Paradójicamente,
y a pesar de la desregulación, no hay fenómeno urbano más reglamentado que una
edge city. La morfología viaria, la parcelación de solares, el color de las viviendas, etc.,
han sido preestablecidos por manuales de diseño y cartas de compromiso anexas a
las escrituras de compraventa. Al igual que el código digital que rige el funcionamien-
to de la ciberciudad, las edge cities están reguladas por códigos dictados por los
promotores e impuestos a los habitantes.

El segundo es la desmaterialización, otro de los iconos del discurso de la ciberciu-


dad, que cuenta en las edge cities con una versión muy particular: ia obsesión por
disolver la arquitectura en la naturaleza hasta hacerla desaparecer En efecto, todo
lo material se ve continuamente acechado por una marea verde que inunda el
espacio "urbano" de árboles, plantas, colinas, lagos, arroyos, etc. Las que Garreau
denomina "edge cities de última generación" parecen auténticos parques naturales
donde corretean ardillas, conejos, ciervos e, incluso, osos y coyotes. Para Garreau,
son countrified cities (ciudades ruralizadas), modelos de una nueva ecología urbana,
pero se parecen bastante a una nueva versión de la desaparición de la ciudad
anunciada por los teóricos del ciberespacio.

El tercer paralelismo con la ciberciudad alude a la manipulación de lo social. Alguien


podría pensar que ¡a uniformidad racial y social que prima en las edge cities como
consecuencia del proceso de selección de habitantes efectuado por sus promoto-
res, alienta el sentido de comunidad. Si lo hace es de una manera extraordinaria-
mente peculiar Garreau defiende que en un país como Estados Unidos, donde la
gente se traslada de residencia una vez cada seis años de media (una de cada tres
en ciudades como Phoenix), el sentimiento grupal no está vinculado al lugar geo-
gráfico. Lo que funciona es el concepto de "asociación voluntaría", es decir, el esta-
blecimiento de lazos sociales por motivos de amistad, laborales, religiosos, aficiones,
etc. En las edge cities abundan Instituciones privadas cuyo objetivo es poner en con-
tacto a sus habitantes, la inmensa mayoría de ellos recién [legados o a punto de
irse. A los tradicionales Boy Scouts o Rotary Clubs, se han sumado empresas tan
peculiares como Great Expectations, ubicada en Irvine. Esta compañia busca ami-
gos a jóvenes profesionales que trabajan entre 50 y 60 horas semanales. Igualmen-
te prollferan organizaciones religiosas tipo la South Coast Communlty Church,
también en Irvine, una iglesia-empresa fundada por un avezado promotor cons-
ciente del negocio potencial que representan las miles de almas que deambulan
por las edge cities, desesperadas por sentirse arropadas por algún tipo de colecti-
vidad. Antes de llegar a Irvine, el 60 % de sus más de 10.000 fieles jamás había pisa-
do una iglesia. Este tipo de comunidades recuerda a los MUDs: la gente entra en
contacto, no por afectos personales, sino por intereses compartidos. En ambos
casos, lo que se pretende es favorecer el establecimiento de lazos circunstanciales
y temporales y, en ambos casos, segregar al que no comparte raza, credo y estatus
social.

Edge cities, portante, esencia de lo genérico, esencia de la ciudad chip, esencia de


la ciberciudad.
Apéndice IV

Houston

Houston es uno de los entornos urbanos más privilegiados del planeta para analizar
el impacto que la difusión de las nuevas tecnologías está ejerciendo sobre las ciuda-
des.Y ello por dos razones. En primer lugar; porque se encuentra en el país donde
dichas tecnologías han alcanzado un mayor grado de implantación, testimonio de lo
cual es el altísimo nivel tecnológico del que disfrutan sus empresas, sus infraestruc-
turas y sus habitantes. En segundo lugar; porque estos últimos (con su afición al tele-
trabajo, las comunidades virtuales, los chats y las videoconferencias) parecen estar
bastante dispuestos a asumir las consecuencias socioculturales que se derivan de
permitir que dichas tecnologías determinen amplias facetas de sus vidas cotidianas.

• Houston ciudad chip

Sobre Houston se proyectan con diáfana claridad los tres órdenes de paralelismos
que existen entre espacios urbanos y espacios electrónicos: desregulación, descen-
tralización y desidentificación, paralelismos que hemos determinado como propios
de la ciudad chip. Atendiendo a ellos nos disponemos a estudiarla.

La desregulación ha sido reconocida como un fenómeno consustancial a Houston.


El espectacular desarrollo económico que ha experimentado en las últimas déca-
das se ha traducido sobre el territorio y la población en coordenadas escalares que
resultarían escandalosas para los dictados de la visión culturalista. En 1930 su tér-
mino municipal tenía 300.000 habitantes y una superficie de 180 km2; en 2000 con-
taba con 4,5 millones de habitantes y 1.670 km2 (superficie suficiente para alber-
gar las ciudades de Chicago, Filadelfia, Baltimore y Detroit).

Es evidente, portante, que en Houston no caben los discursos de contención del cre-
cimiento que priman en Europa. Aparte de las fluctuaciones del mercado del petró-
leo, nada parece cohartar su desbocado desarrollo. Ni la voluntad política, pues
sus gobernantes siempre han fomentado el crecimiento, tanto el territorial, (ejer-
citando el derecho de anexión sobre los condados limítrofes), como el pobla-
cional, (abriendo la ciudad a los recién llegados). Ni los condicionantes territo-
riales, ya que está situada en una pradera inmensa, plana y uniforme que permite
que la ciudad pueda extenderse en cualquier dirección, con el único límite del
Golfo de México. Ni la regulación urbanística, no hay plan general que frene este
crecimiento; simplemente, porque en Houston los planes generales nunca han
existido.

Efectivamente, Houston es la ciudad desregulada por excelencia, tanto desde el


punto de vista económico como urbanístico. Y lo es por voluntad popular En
el período comprendido entre 1929 y 1962, sus habitantes rechazaron en cuatro
ocasiones la posibilidad de establecer algún tipo de zoning (zonificación, la figura de
planeamiento más habitual en Estados Unidos) que ordenara el crecimiento de la
ciudad. Con ello, los muy conservadores ciudadanos de Houston manifestaban su
confianza en la capacidad del mercado para regular "de manera natural" el desa-
rrollo urbano: la iniciativa individual es libre y sagrada, la iniciativa pública es coher-
citiva y artificial. Como han apuntado Daniela Fabricius y Sanford Kwinter, profesor
en la Escuela de Arquitectura de la Rice Universlty Houston proclamaba así su
propio ideario: las ciudades chip son macroinfraestructuras económicas. "[Hous-
ton] no es una ciudad real, sino más bien una confederación libre de empresas e
industrias que, juntas, forman una red etérea de infraestructura compartida y alian-
zas económicas".27

Pero ser la ciudad desregulada por excelencia tiene un precio. Según una encuesta
realizada por el periódico Chicago Tribune entre las mayores metrópolis norteame-
ricanas, Houston contaba con los peores transportes públicos, las peores dotacio-
nes de parques, las peores redes de agua y alcantarillado, el peor sistema de man-
tenimiento de calles, etc.También era la ciudad donde menos viviendas sociales se
construían (I 8 veces menos que la, ya de por sí exigua, media nacional) y la que
peor trataba a los peatones. Además, la desregulación impide que Houston se
beneficie de los fondos federales para renovación urbana, que controle su deliran-
te crecimiento urbano, que proteja su patrimonio arquitectónico y natural, etc. Por
si ello fuera poco, promueve una estructura funcional complejísima, una endémica
escasez de espacios públicos y unos niveles de polución escandalosos.

¿Y todo en aras de qué? De seguir creciendo. La desregulación urbanística ha sido


frecuentemente defendida como uno de los factores del éxito económico de
Houston. La ausencia de burocracia y la inmediatez con que un proyecto puede KWINTER. Sanford; FABRICIUS,
Daniela. "La ciudad americana",
materializarse, a lo que hay que sumar la casi total exención de Impuestos locales
en KOOLHAAS, Rem, et a/.,
y estatales, ha atraído hacia la ciudad inversiones ingentes que se han traducido en Mutaciones, Actar Barcelona,
prosperidad económica, la única prioridad de Houston ciudad chip. 2000, pág. 547.
Llegados a este punto cabe preguntarse: si no lo hace la administración, que ha
quedado reducida a un escueto Departamento de Desarrollo Urbano que se
imita a controlar ¡os nuevos viales y parcelaciones, ¿quién gobierna el desarrollo
urbano de Houston? La cuestión no es baladí, ya que, a pesar de la desregulación,
la imagen que ofrece la ciudad no es, ni mucho menos, la de una metrópoli caóti-
ca. Houston no es Tokio: los centros comerciales no se amontonan junto a las
estaciones de ferrocarril, los rascacielos no se interponen entre las mansiones
neovictorianas y las guarderías infantiles no se cobijan bajo los nudos de autopis-
ta. Es más, en muchos sentidos Houston es una ciudad atractiva: cuenta con uno
de los centros urbanos más hermosos de Estados Unidos y con exquisitas áreas
residenciales. Es evidente que ciertas reglas del juego están operando sobre ella.

El control urbanístico de Houston está en manos de los propietarios de suelo,


que regulan su uso por medio de más de I 0.000 convenios privados y 630 clubs
cívicos con potestad sobre ellos. La clave está en lo que Georges Greanias,73
miembro del Partido Demócrata, ha denominado "planeamiento en la sombra".
Cuando un grupo financiero se interesa por una zona de la ciudad crea una Rede-
velopment Corporation, una entidad privada que se encarga de regularla urbanís-
ticamente. ¿Con qué intención? La de garantizar un futuro estable, es decir, evitar
los "efectos colaterales" de la desregulación: usos mdeseados, descontrol estético,
colisiones sociales, etc. Esta corporación empresarial determina las densidades de
suelo, los índices de ocupación, los usos permitidos, las alturas, etc., todo lo que a
la administración pública no le está permitido determinar Finalmente, exigen
a esta última una reducción de impuestos por la labor realizada. Esto quiere decir
que los instrumentos urbanísticos tradicionales (derecho de expropiación, zonifi-
cación funcional, establecimiento de ordenanzas, etc.), siguen existiendo, pero han
pasado a las manos de los inversores. Houston ciudad chip, Houston "ciudad de
los promotores".

Sus dos principales distritos financieros, el centro de la ciudad y PostOak, así como sus
cuatro edge aties son fruto del "planeamiento en la sombra". La elevada coherencia
formal de estos enclaves se debe a las prescripciones urbanísticas que las corpo-
raciones privadas que los promovieron introdujeron en las escrituras de compra-
GREANIAS, Georges,"Shadow venta de solares.También los suburbios de West University y los antiguos pueblos
planning. It's the way Houston del Memorial Drive, cuentan con regulaciones y zonings propios. En todos estos
works, for good-and for bad",
lugares se respira la rancia ostentación que caracteriza a la alta burguesía deTexas,
en Cite. The Architecture and
Design Review of Houston, 42, un aroma especialmente perceptible en el elegante distrito de River Oaks, donde
la River Oaks Corporation impuso unas ordenanzas que establecían la obli-
gación de construir residencias unifamiliares, aisladas y sólo para blancos, orde-
nanzas que estuvieron en vigor desde 1926 hasta 1955. En definitiva, segregación,
fragmentación y privatización, un precio que Houston parece estar dispuesta a
pagar en aras de su adoración al dios mercado.

La segunda máxima de la ciudad chip, la descentralización, también impregna Hous-


ton, y el protagonismo del movimiento vuelve a ser la clave que lo explica. Si exis-
te alguna estructura perceptible en esta ciudad en continuo cambio es la red de
autopistas, alma mater de su espectacular desarrollo suburbano.Todo comenzó en
1952, cuando se inauguró la Autopista del Golfo, que conectaba con la localidad
costera de Galveston. Su construcción provocó subidas del valor del suelo circun-
dante de entre el 200 y el 300 %. Semejante negocio no les pasó por alto a los pro-
motores de la desreguíada Houston, que en 1957 "donaron" al Estado el terreno
necesario para levantar la Autopista del Suroeste, eso sí, tras adquirir a precio de
saldo los territorios agrícolas colindantes. Actualmente, esta zona, conocida como
el "Corredor de la energía" por servir de sede a las empresas más importantes del
sector energético (Conoco, Shell, British Petroleum, Amoco, etc.), forma parte
del Sugarland, uno de los condados más ricos y de más rápido crecimiento de
Houston. A finales de la década de I 950 se construyó el Loop 6 I 0, la primera cir-
cunvalación de la ciudad, actualmente considerada como el límite del "centro urba-
no"; y en las últimas décadas el Beltway 8 (a I 6 km del anterior) y el Grand Park-
way, otros dos clnturones.

La estructura urbana que generaron estas autopistas no es, en ningún caso, esta-
ble: todas ellas están en permanente proceso de ampliación y, cada lustro, alguna
nueva viene a sumarse a la red. La realidad es que Houston gasta el 60 % de su
presupuesto en construir Infraestructuras de transporte, especialmente autopis-
tas. Ello pone en evidencia cuál es su prioridad (el movimiento) y cuáles los valo-
res y vivencias de sus ciudadanos (el 87 % de los cuales utiliza el automóvil a
diario).

Pero si las autopistas son el sine qua non de la descentralización, las edge cities son
las que la han materializado. En una ciudad como Houston, abandonada a los pre-
ceptos de las nuevas tecnologías, su proliferación ha sido espectacular Converti-
das en el paraíso de los PLus ("People Like us", es decir los blancos de clases media
y alta), su éxito lo demuestra un dato: más del 60 % de las nuevas viviendas cons-
truidas en la ciudad a finales de la década de 1980 estaba situada en el interior de
alguna de ellas. El mensaje de la dispersión fue, así, diseminado por doquier Auto-
pistas y edge cities comparten la misma lógica: la del automóvil. En Houston, su eje
"articulador" es el Grand Parkway, ya que las cuatro principales se sitúan en la con-
fluencia de alguna autopista radial con este último cinturón urbano. La distancia
media al centro de la ciudad es descomunal: unos 40 km. Para Richard Ingersoll,25
profesor de Historia de la Arquitectura en Rice Universlty este hecho no es casual:
la oscura y diabólica razón última de las edge cities de Houston es la demanda de
gasolina, como lo demuestra el hecho de que todas ellas fueran promovidas por
multinacionales del petróleo (The Woodlands por Mltchell Energy; First Colony
por Shell; y Kingwood y Clear Lake por Exxon).

INGERSOLL, Richard, Utopia Las edge cities nos remiten a la tercera característica de la ciudad chip: la desiden-
Umited: Houston's ring around the
tificación.También en Houston estas ciudades genéricas ofrecen lo que todas: segu-
beltway, en Cite. The Architecture
and Design Revtew of Houston, ridad, limpieza, buenos servicios, precios competitivos, zonas recreativas privadas,
31, 1994. etc.Y lo hacen activando los mismos resortes formales: calidad ambiental, un urba-
nlsmo paisajístico y una arquitectura de corte neohistoricista altamente comercial.
Pero incluso en el mar de lo genérico son perceptibíes variaciones sobre el mismo
tema.

The Woodlands, situada 48 km al norte del centro urbano, es la estrella de las edge
cities de Houston. Es la mayor en superficie (10.000 ha que contrastan con las 800
del downtown) y en número de habitantes (I 50.000, casi la mitad procedentes de
fuera deTexas y el 33 % empleado en sus propios edificios corporativos y centros
de investigación). Pero no es la escala lo que la hace destacable,The Woodlands
brilla con luz propia por su vocación social y ecologista, dos parámetros que la con-
vierten en un rara avis dentro del universo abrumadoramente asocial y depreda-
dor de las edge cities norteamericanas. Como contrapartida a los fondos que la
administración federal otorgó para su construcción, los promotores aceptaron
que, al menos el 15 % de las viviendas, fueran destinadas a familias con bajos ingre-
sos. Esto se materializó en un conjunto de bloques de apartamentos intercalados
entre las casas unifamiiiares de rentas media y alta. La pesadilla del movimiento slow
growth (crecimiento lento), lo nunca visto en una edge city.

El glamour progresista de The Woodlands, que Michael Hough ha puesto como


ejemplo de ciudad sostenible, también se alimenta de conciencia ecológica. Implan-
tada sobre un magnífico bosque, esta edge city presume de estar en perfecta comu-
nión con la naturaleza. Sus villages, "pueblos" recién inaugurados, particularizados
con nombres altamente evocadores (Panther Creek, Cochran's Crossing, etc.),
están conectados por sinuosas vías de tráfico que serpentean por el "paisaje

The Woodlands: Inundación de


naturaleza en el espacio urbano de
las edge cities.
natural", es decir; por los prados, colmas y lagos artificiales de sus 40 parques y sus
4 campos de golf, espacios también estriados por infinidad de sendas peatonales,
para bicicletas, para caballos, etc. En definitiva, el estereotipado modelo del campus
universitario, pero legitimado por una naturaleza hermosa y real.

Para no destruir este paraíso, la arquitectura de The Woodlands se ha visto obli-


gada a pagar un elevado peaje. Las pintorescas casas de los villages están perma-
nentemente salpimentadas por una batería de árboles, setos y flores que abarcan
todas las especies; y los edificios de oficinas del centro de la población (que nun-
ca alcanzan las cinco plantas de altura) desaparecen, literalmente, tras espesos
mantos vegetales.Tan sólo los 142.000 m2 del gigantesco centro comercial don-
de se concentra la vida social de The Woodlands han escapado a esta sumisión
a la naturaleza, conscientes, probablemente, de su papel de alma de la "comu-
nidad".

El resto de edge cities de Houston responde de manera más ortodoxa a los pre-
ceptos de la ciudad genérica. Un buen ejemplo de ello es First Colony. Ubicada en
el suroeste del Grand Parkway cuenta con 4.000 ha de superficie donde habitan
50.000 personas. En esta edge city, que sigue devorando, los antaño fértiles terre-
nos agrícolas del Sugarland, la naturaleza juega un papel bien diferente al de The
Woodlands. Situada en un territorio plano y desarbolado, los arbustos recién plan-
tados fueron codificados según eí poder adquisitivo de los distintos villages: los
robles para los de poder adquisitivo alto, los pinos para los de renta media. Es la
lógica de la ciudad chip, es la lógica de Houston.

• Houston ciberciudad

En Houston florece uno de los fenómenos que tanto los defensores de e-topía
como los enemigos de distopía coinciden en apuntar como una de las principales
características de la ciberciudad: la desmatenalización, Al igual que ocurría con la
descentralización, también en esta cuestión tecnología y movimiento van de
la mano. La construcción del Loop 610 hizo accesibles zonas periféricas hasta
entonces mal comunicadas. Con una inmediatez tan sólo comprensible en el reino
de la desregulacíón, sus Intersecciones con las autopistas 59, 290, 1-45 e LIO se
transformaron en importantes nodulos urbanos plagados de comercios y oficinas.
Se planteó así el jaque mate al centro de la ciudad. La construcción de los otros
dos clnturones, el Beltway 8 y el Grand Parkway, no hicieron más que ejecutarlo.
Resultado de ¡a jugada es un modelo urbano tremendamente peculiar: ¡a "ciudad
donut". Surge cuando la actividad se concentra en la última autopista de circunva-
lación (donde se ubica la más avanzada generación de urbanizaciones residenciales
y parques de oficinas), mientras desaparece, por desmaterialización, todo lo que
queda dentro (afectado por un inmediato y acelerado proceso de obsolescencia).
Contemplada desde Europa, la ciudad donut es un fenómeno contra natura. Si en
las capitales del viejo continente la cercanía al centro es un importante valor aña-
dido, en Houston ocurre todo lo contrario: las zonas urbanas más cualificadas se
encuentran en la última periferia.

Las víctimas de! "efecto donut" son numerosas. La primera de ellas el centro de la
ciudad, abandonado en la década de 1960 por un éxodo de comercios, grandes
almacenes y oficinas que pusieron rumbo hacia Post Oak y Sharpstown, dos nue-
vos desarrollos surgidos al amparo del Loop 610. Pocos años después le seguirían
los suburbios de la década de 1960, de los que desertó la clase media blanca para
encaminarse hacia las nuevas urbanizaciones promovidas junto a la siguiente cir-
cunvalación, el Beltway 8. Las viviendas desechadas por los blancos en zonas como
Bellair o Sharpstown fueron ocupadas por emigrantes de origen hispano y asiático,
lo que no evitó que fueran objeto de un severo proceso de degradación. Actual-
mente, la historia se repite, espoleada en este caso por la construcción del Grand
Parkway, el nuevo eje de la masa de un donut cuya materia prima más reciente son
las edge cities.

Dentro ha quedado un enorme agujero. Son las zonas centrales, que sirvieron de
alimento a un monstruo devorador A finales de la década de 1980, el 38 % del cen-
tro de Houston se había desmaterializado: sus edificios habían sido arrasados y los
solares resultantes transformados en aparcamientos. En las zonas colindantes la
situación era similar: en 1970 se demolieron 32 manzanas de Mam St. para construir
el Houston CenterTambíén amplias zonas de Montrose, Westheimer y Riverside
fueron víctimas de la piqueta, en este caso para no ser sustituidas por nada. Pero el
caso más llamativo fue el de Founders Park, un proyecto puesto en marcha en la
década de I 990 por un grupo de promotores que pretendía "regenerar" 2.400 ha
de zona urbana situadas al oeste del downtown. Dentro estaba uno de los pocos dis-
tritos de Houston que podía presumir de "histórico": Freedmen's Town, el primer
barrio negro de Estados Unidos, lugar de asentamiento de los esclavos sureños tras
la Guerra Civil. El proyecto Founders Park proponía demoler la zona, desplazar a las
5.000 personas que vivían en ella y reemplazar los viejos edificios de madera por
anodinas viviendas para ejecutivos. Bastaron I 5 semanas para llevarlo a cabo.
Houston: vista aérea.

Página anterior:
Houston: el centro de
la "ciudad donut".
Vista desde el aire, la lógica de la desmateriallzación se proyecta sobre Houston
como si de una hecatombe se tratara: vacíos interminables, solares abandonados,
barrios mutilados, degradación, discontinuidad. Estas imágenes bien podrían valer
para ilustrar los cantos apocalípticos que anunciaban el fin de la ciudad tradicio-
nal tras su batalla contra las nuevas tecnologías. En cualquier caso, lo que
demuestran es la tremenda singularidad que caracteriza a Houston, una realidad
urbana intelectualmente huidiza, prácticamente Inabordable desde los sistemas
de análisis estructuralistas, que fracasan ante la escasez de materialidad arquitec-
tónica.Y es que, la concordancia ciudad-arquitectura, defendida por los autores
de la ciudad de la disciplina, no funciona aquí. Houston no es su arquitectura: su
miríada de casas unifamillares, sus bloques de oficinas, sus centros comerciales no
generan forma urbana, tan sólo son introvertidas mónadas funcionales sin refe-
rencias urbanas, que "danzan" en un espacio inconmensurable. ¿Cómo analizar
Houston, entonces? Nosotros vamos a intentarlo aplicando a su evolución urba-
na la secuencia propia de los procesos de digitalízación: descomposición de la
ciudad real en fragmentos, procesamiento a través del código y recomposición
como realidad virtual.

La fragmentación de la forma urbana de Houston, primer estadio del proceso de


digitalización, resultó de la erosión del tejido original. Numerosas zonas de lo que
antes era una cuadrícula de calles interconectadas fueron borradas siguiendo una
estrategia en la que, una vez más, el movimiento fue protagonista. La superposición
de autopistas sobre el tejido urbano ofreció la posibilidad de ir de un enclave a
otro haciendo bypasses que saltaban sobre los espacios intermedios, zonas conflic-
tivas del viejo Houston que fueron privadas de un acceso a la autopista. Muchos
barrios quedaron así condenados a la degradación y posterior desaparición física.
De esta manera, la ciudad fue reorganizada y su antigua malla suplantada por una
colección de retales débilmente enlazados entre sí.

De esta reorganización resultó un entorno urbano extraño, un espacio donde flo-


taban los restos de la vieja cuadrícula evocando el antiguo Houston pero sin llegar
a reconstruirlo. La enrarecida Impresión psicológica que de ello se desprende es
perceptible en muchas áreas de la ciudad y es en gran parte responsable de la per-
manente sensación de inseguridad que embarga a sus habitantes. Especialmente
turbadores son los espacios in between, las entrezonas, los vacíos que dejaron atrás
las áreas borradas, lugares donde parecen concentrarse las amenazas. En una ciu-
dad como ésta, dominada por el pragmatismo económico, ¿qué sentido tuvo la
fragmentación? ¿Es acaso el miedo un sentimiento productivo?
Pá ira
town, un empequeñecido espacio urbano incapaz de inducir autoridad alguna, de s siguiente:
Los g m m o s
servir como referencia o elemento de identificación; un enclave más en abierta de Houston: en primer
, término, el Texas Medical Center; al
competencia con las espinas de Post Oak, el Corredor de la energía y las edge fondo el downtown
cities por preservar sus funciones financieras. En ausencia de un centro al que refe-
rirse simbólicamente y con el que complementarse en lo funcional, también la zona
exterior al Loop 610 se ha organizado según grumos que funcionan como siste-
mas cerrados y privatizados. El ejemplo más palpable de ello son las edge cities,
pero existen otros, como el centro espacial de la NASA (que cuenta con su pro-
pia organización urbanística e infraestructura!) o el mencionado "Corredor de la
energía" (una especie de ciudad lineal prácticamente autónoma).

Lo que rodea estos grumos es siempre lo mismo: vacíos urbanos, paisajes inter-
medios, campos de indeterminación entre enclaves perfectamente definidos. Pue-
de tratarse tanto de entornos no construidos como de barrios pobres, degrada-
dos, abandonados, lugares sin futuro, en cualquier caso. Como acabamos de decir,
vista desde el cielo Houston parece una idílica conjunción de naturaleza y materia
edificada donde la primera es abrumadoramente dominante sobre la segunda. Una
vez en tierra, la impresión sigue siendo extraña, pero deja de ser idílica. Ada Louise
Huxtable, comentarista de The Wall Street Journal, la comparaba con un estar siem-
pre en camino, siempre llegando, aunque "uno nunca consigue llegar".Ji Si tomamos
como referencia la ciudad tradicional, que se definía como oposición al espacio
abierto de la naturaleza circundante, el abrumador vacío espacial que inunda
Houston es un fenómeno urbano absolutamente novedoso, el anuncio, como
defiende Pope, de que las ciudades contemporáneas están dejando de ser objetos
construidos para convertirse en inmensos espacios sobre los que aquéllas resultan
anecdóticas.

Todo ello está afectando a las formas de percepción urbana de sus habitantes, for-
mas que remiten cada vez más a lo virtual. Lars Larup ha definido Houston como
"un plano moteado para navegar",33 una superficie de dimensiones oceánicas sobre
la que la gente se desplaza en automóvil saltanto de enclave en enclave. Esa sensa-
ción de flotar en un espacio siempre en evolución, visitando fragmentos separados
por vacíos, acerca la percepción que el ciudadano tiene de Houston a la que el
cibernauta tiene de la ciberciudad. HUXTABLE, Ada Louise, Kicked
a Buildtng Lately?,
Quadrangle/The New York
Pero la desmaterialización y el proceso de digitalización que parece haber experi-
Times Book Co, Nueva York,
mentado no son las únicas particularidades de Houston que apuntan hacia la 1976.
ciberciudad. Existen otras, como la condición de distopía. Los recién llegados, que LARUP; Lars, op. cit, pág. 50.
permanentemente fluyen hacia la ciudad atraídos por su esplendor económico, no
encuentran al llegar ningún discurso identitario que asimilar; ninguna conciencia
colectiva a la que adherirse.Y es que a Houston no le interesan ni la historia, ni la
memoria. Stephen Fox, profesor en la Escuela de Arquitectura de Rice University,
lo interpreta así: "Houston se olvida a sí misma: la amnesia es un atributo esencial
de la cultura local".34

Al igual que enTokio, pero por razones muy distintas, también en Houston preva-
lece la superficialidad que emana de lo nuevo. Difícilmente su centro urbano, una
entidad amorfa sin atributos ni jerarquías espaciales, sería asimilable al concepto de
"casco histórico". Las edge cities intentan suplir este vacío representativo aportan-
do diseños arquitectónicos cargados de "historia": curvas palladianas, detalles geor-
gianos, cornisas dóricas, etc. El resultado, sin embargo, es igualmente dlstópico. Las
viviendas unifamillares no son más que builder houses vendidas por catálogo; los
villages, repetitivas parcelaciones urbanísticas de varias decenas de casas agrupadas
en torno a una calle sin salida; las Iglesias, escuelas y estaciones de bomberos,
remedos de montajes de Lego. Los exageradamente evocadores nombres de las
calles (Meadow Mist, Lyric Arbor, Summer Cloud, Hidden Lake, etc.) no consiguen
disipar el anonimato y la falta de orientación que se respira por doquier; y la hier-
ba recién cortada, los árboles perfectamente podados y los estanques absoluta-
mente cristalinos no hacen más que acentuar la condición de puro artificio. Como
afirma Richard Ingersoll,31 las edge cities de Houston son "no lugares" que, en el
intento de sustituir al centro urbano, han invertido la semántica y los valores del
espacio urbano tradicional. La falta de vida y espontaneidad que se respira en sus
calles es la cruel constatación de cómo ningún significado logra adherirse a su
ampuloso vocabulario.

Otra de las características de Houston que remite a la ciberciudad son sus hiperes-
pacios semivirtuales. La ciudad padece un endiablado clima que combina altas tem-
peraturas e insoportables niveles de humedad. Si a ello añadimos un entorno natu-
ral monótono y desagradable, y a ambos una ciudad dura y anónima, alcanzaremos
a entender que los houstonianos hayan decidido inventar una ciudad alternativa, una
"ciudad análoga" que les evite entrar en contacto con la ciudad verdadera. Surge así
el Houston virtual, donde el espacio público real ha sido suplantado por espacios no * FOX, stephen, Houston
tan públicos-no tan reales, pero más atractivos, acogedores y climatizados. Architeaural Guide, The
American Institute of
. , Architects/Houston Chapter
Uno de ellos es el centro comercial, que ha sustituido a la plaza tradicional como Houston 1990 pá? xix
lugar de encuentro y paseo. La mítica Gallería de Post Oak, con su pista de patina- INGERSOLL, Richard,op. cit.
Houston: "buiíder houses" de una
edge city.
224
4

Izquierda:
je, es el gran referente, la "plaza mayor de Houston", Con sus 390,000 m2 de superfi- Houston: red de túneles del
cie, sus más de I 1.000 plazas de aparcamiento, sus hoteles, sus helipuertos y sus downtown.
bloques de oficinas, puede presumir de ser un centro urbano tan grande como el
Derecha:
de Amsterdam. Es aquí, y no en el centro de la ciudad, donde están los mejores res-
Houston: pista de patinaje en el
taurantes, los mejores centros de ocio y las mejores tiendas. Joel Garreau la ha cali- centro comercial Gallería.
ficado como la "ciudad de las 24 horas": "Patinadores con ojos adormilados llegan
a las cinco y media de la mañana para tomar su lección antes del trabajo. A medio-
día, mientras los jóvenes giran y se deslizan sobre el hielo embutidos en estrechas
mallas, la gente se para a mirar desde las tres plantas [...]. Por la noche, desde el bar
de la cubierta donde toca una banda de jazz-rock que atrae a una trajeada multi-
tud de la cual el 70 % es negra, se puede observar un gigantesco reflector que gira
en la cubierta de la torreTransco [...]. ¿Cuántas áreas urbanas hay en el mundo que
puedan presumir de todo esto?"36 GARREAU. bel. of) rít nao 1 I S
El segundo espacio público de carácter virtual en Houston ciberciudad es la red de
túneles, que ha venido a relevar a las calles. Se trata de 10 km de galerías subterrá-
neas que atraviesan el subsuelo del centro urbano conectando más de 2.700.000 m
de sótanos bajo los rascacielos. Ni que decir tiene que los profesionales que tra-
bajan en ellos prefieren desplazarse por los túneles climatizados de la "ciudad aná-
loga" a salir a la sofocante atmósfera de la ciudad real. No es de extrañan por tan-
to, que su impacto sobre la red viaria superficial haya sido demoledor En plena
hora punta, el centro de Houston está tan desolado como durante la madrugada:
nadie camina por sus aceras, nadie cruza por sus calles. La animación, en cambio,
bulle en los espacios públicos alternativos de los túneies, donde se concentran ios
restaurantes, las cafeterías, los comercios, etc. De esta manera, las funciones que
activan la vida urbana de la ciudad tradicional se reproducen a cota -5 m en la
ciberciudad.

Centros comerciales, túneles, autopistas la peculiar red de conexiones por la que


se desplaza el habitante de Houston. Del interior climatizado de la casa, al interior
climatizado del automóvil, al Interior climatizado del garaje, al Interior climatizado
del túnel, al interior climatizado de la oficina. Houston ciberciudad cumple así su
promesa: evitar que el ciudadano entre en contacto con la durísima ciudad real, la
ciudad de los vacíos, la ciudad de las distopías, la ciudad del miedo.
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WESTWOOD, Sallie;WILLIAMS,John (eds,), Imagming Cities. Scripts, Signs, Memory, Routledge, Londres, 1997.
ÍNDICE DE NOMBRES:

Agrest, Diana, 145, 146 Descartes, Rene, 123 Fiara, Hiroshi, I 65


Archigram, 172, 173 Disney, Walt, 36, 37,78, 80, 8 1, 84, I I 3 Hasegawa, Itsuko, 165
Argan, Giulio C., 9 Duany, Andrés, 33-36 Hayden, Dolores, I I 8
Ascher, Francois, 63 Duran, María-Ángeles, 137, 138, 140 Hernández Pezzl, Carlos, 143
Ashihara, Yoshinobu, I 63, I 65, I 66, Herrón, Ron, 173
69 Echeverría, Javier 186 Hidenobu.Jinnal, 1 68
Auge, Marc, 197 Eco, Umberto, I I 3 Hllberseimer, Ludwig, 172
Aymonmo, Cario, 9, I 3,42 Eisenman, Peten 42, 54, 128, 140, Hllmer, Heinz, 5
142 Hiñes, Gerald Q, 202
Babbitjoel, 85 Emerson, Ralph W, 120 Hitler.Adolf, 50
Banham, Reyner, 102, 104, I 16 Engels, Friedrich, 56 Hough, Michael, 92,212
Barthes, Roland, 163, I 66 Husserl, Edmund, I 37
Bataille, George, I 32, I 39 Fabrlclus, Daniela, 208 Huxtable,AdaL,220
Bateson.William, 136 Fernández Güell.José M., 22, 23
Baudrillard, jean, 83, 78, 88, I 13, 182, Ford, Harrison, 59 lllich, Ivan, 142
86 Foster, Norman, 50, 127 Ingersoll, Richard, 211, 222
Bauman, Zygmunt, I 29 Fourler, Charles, I Isozaki, Arata, I 35, I 38
Beckmannjohn, 176 Fox, Stephen, 222 Ito.Toyo, I 65
Benedikt, Michael, 176 Frank, Charlotte, 50, 120, 1 68
Benjamin,Walten56,88, 139, 140 Freud, Sigmund, 139, 143 Jacobs, Jane, 1,33,69
Berman, Marshall, 128 Jahn, Helmut, 51,75
Boddy.Trevor 73, 75 Galileo Galilei, 123 Jameson, Frednc, 26, 79, I 1 3
Boyer, Mane Christine, 26, 27, 29, 85, Gandelsonas, Mano, 145, 146 jefferson,Thomas, 120, 178
144, 182, 186 García Espuche, Albert, 9 Jencks, Charles, 50, 126
Bradley.Thomas, 101, I 17 Garreau, Joel, 72, 199, 201, 204, Jerde, Jon, I I 3, I 14
Braunfels, Stefan, 50 224 Johnson, Philip, 37, I 22
Breuer, Marcel, 50 Gibson,William, 175, 182, 194
Gleick, James, 123, 124 Kaijima, Momoyo, 153
Calthorpe, Peter 33, 36 Golderberg, Paul, 75 Keil, Rogers, 102
Campos Venuti, Gluseppe, 18 Graham, Stephen, 189, 191 King, Rodney 109
Castells, Manuel, 56, 57, 60 Gramsci, Antonio, 7 Kleihues, Josef R, 24, 40, 41, 44, 49,
Cecchi, Rafael I o, 21, 22 Grassi, Giorgio, 8 50
Cervellati, Pler L, 10 Graves, Michael, 37 Kohlbecker, Christoph, 5 I
Choay, Francoise, 1, 2, 6, 120 Greanias, George, 209 Koolhaas, Rem, 64, 65, 85, 87, 88, I 35,
Colomina, Beatriz, I 33 Grlngnch, Newt, 178 196-198
Cook, Peten 173 Guattari, Félix, I 3 I, I 39, 140, 145 Kotkin,Joel,58
Crompton, Dennis, 173 Krier, Léon, 24, 25, 27, 33
Cybriwsky, Román, I 56-158 Hall, Peter 15, 16,28 Krier, Rob, 24, 41
Darwin, Charles, I 23 Hallbwachs, Maunce, 26 Krstic.Vladlmir I 83
Davis, Mike, 72, I 10-1 12, I I 6, I 17 Hámer, HardtW, 40 Kurodajunzo, 153
Deleuze, Gilíes, I 3 I, I 39, 140, 145 Hannigan.John, 81, 84 Kwinter, Sanford, 208
Larup, Lars, 21 8, 220 Plater-Zyberk, Elisabeth, 33-36 Sorkin, Michael, I 14
Le Corbusier, I 33, 172 Pope,Albert, 126, 127,218,220 Speer,Albert,50
Leder, Drew, 134 Popham, Peten 149 Stímman, Hans, 44,45
Lerner, Jaime, 95-97 Príncipe de Gales, 25, 35 Stirling, James, 41
Lévi-Strauss, Claude, 9 Pugm,AugustW. N., 6 Stone, Oliven 59
Libeskind, Daniel, 3 1, 32 Sudjic, Deyan, 83
L¡ma,Vincenza, 21, 22 Quincy, Quatremére de, 9 Sullivan, Louis, 120
Lorenz, Edward, 124
Lynch, Kevin, 1,137 Rogers, Richard, 82 Takens, Floris, I 25
Lynn, Greg, 128-1 30, 136 Rossi, Aldo, 7-9, I I , 13, 14, 18,23,24, Takeyama, Minoru, 153
Lyotard, jean-Francois, 2, 8, 26 37,41 Tange, Kenzo, 157
Rouse, James, 28 Terradasjaume, 9 I
Maki, Fumihikp, 150, 169 Rowe, Colín, 122 Terry, Quinlan, 25
Mandelbrot, Benóit, 124, 125 Ruelle, David, 125 Thatcher, Margaret, 17
Marshall.Alex, 128, 196 Ruskin.John, 1,6, 123 Thoreau, Henry 120
Marx, Karl, 56, 128 Traversi, Pippo, 21, 22
Matsushita, Kiwa, 159 Sassen, Saskia, 59, 65, 68 Tsukamoto.Yoshiharu, 153
Mau, Bruce, 198 Sattler, Chnstoph, 5 I
Mendelsohn, Erlch, 50 Saussure, Ferdinand de, 9 Ungers, Oswald M.,24,42
Merleau-Ponty, Maurlce, I 37 Schaefer, Markus, 159 Unwin, Raymond, 6
Mitchell, Roger 71 Scharoun, Hans, 120
230 Mitchell.WilliamJ., 177-179 Schlnkel, Karl F„ 47 Van Berkel, Ben, 65
Moore, Charles, 37,42 Schultes,Axel,50 Ventun, Robert, 37, 56-88, 122
Morris, William, 6 Scott, Alien, 61,86, 100 Vidler, Anthony, 133, 139
Mumford, Lewis, I Scully.Vincent 33 Virilio, Paul, 183, 188
MVRDV, 65 Secchi, Bernardo, 17-20, 43-45, 19 Vitruvio, 121,132
Sennet, Richard, 77, 134
Newton, Isaac, 123 Shelton, Barne, 163, 166, 169 Wagner, Martin, 50
Nlcolin, Pierluigi, 21, 22 Simmel, Georg, 56, 88 Weber, Max, 56
Siza, Alvaro, 42 Weinstein, Richard S„ 100
Olalquiaga, Celeste, I 35 Smith, Neil, 71 Weir, Peter 36
Owen, Robert, I Soja, Edward W, 33, 61,63, 100, I 14, Wenders, Wim, 46, 53
I 15 Wiener, Norbert, 125
Pelli, Cesar, 26, 29, 31 Solá-Morales Rubio, Ignasi, 88, 129 Wígley, Mark, I 22
Piano, Renzo, 5 1, 82 Sombart.Werner, 56 Wnght, Frank L, I 20, 169
ÍNDICE DE CIUDADES:

Amsterdam, 10, I 1, 40, 45, Fíladelfia, 69, 156, 207 104-1 I I, 113, I 14, 116- 56, 157, 158, 175, 180,
224 First Colony, 211,213 18, 135, 136, 155, 194, 209
Anaheim, 80, I 13 Florencia, 26 218 Rotterdam, 14
Atlanta, 60, 69, 76, 85 Fort Lee, 201
FortWorth, 136 Macao, 65 San Diego, 60
Bagdad, 138 Francfort del Meno, 60 Madrid, 60, 137 San Francisco, 60,70,76, 82,
Baltimore, 69,70, I 34, 207 Francfort del Oder 44 Manchester, 18,82 101, 102, 145, 194
Bandung, 95 Medowlands, 201 San José, 194
Bangkok, 60 Galveston, 210 Metropark, 204 San Luis, 1 88
Barcelona, 60, 85,9 I Glasgow, 84 Miamí, 33, 60 Santa Mónica, 100, 104, 105,
Berlín, 3, 39, 40-50, 53, 54, Guangzhou, 65 Milán, 14, 18,20-23,44,60 108, I 17
60,71,75,83,99, 139 Mmneápolis, 73 Sao Paulo, 95
Bilbao, 83 Hannover, 86 Montreal, 73 Schaumburg, 200
Bolonia, 10, I I , 13, 15, 16, Harvard, 37, 65 Moreno Valley, 105 Seaside, 34-36
8,39 Hong Kong, 60, 65, 80, 85, Morristown, 201 Seattle, 36
Bombay, 95 88 Munich, 60 Seúl, 60, 95
Boston, 28, 136,201 Houston, 3, 17, 60, 76, 83, Sevilla, 86, 138
Brandemburgo, 42,44,49,50 126, 135, 207-214, 217- Newark, 20 Shanghai, 60, 95
Bruselas, 60 220, 222, 224, 225 Nueva Orleáns, 82, 84 Shenzhen, 65'
Buenos Aires, 27, 95 Huntington Park, 105 Nueva York, I 6, 29, 32, 43, Sidney, 60, I 63
60,62,63,68,70,71,76, Silicon Valley, 105, 194
Calgary, 73 Irvme, I 14, I 15,205 82-84, 87, 95, 99, 101, Singapur, 60, 197, 198
Celebratlon, 36, 37 122, 129, 133, 149, 155,
Chicago, 56, 60, 63, 68, 101, Johannesburgo, 198 188, 191, 194,201 TheWoodlands,2l 1-213
I 38, 200, 207, 208 Tokio, 3, I 6, 43, 60, 62, 80,
Cincmnati, 69 Kingwood, 21 I Orlando, 36, 80 95,102,149-160,163,165,
Ciudad de México, 95 Kioto, I 83 Ottawa, 73 166, I 68, 169,209,222
Cleveland, 188 Toronto, 81
Columbus, I 39 La Habana, I 38 París, I 8, 46, 60, 68, 71, 80,
Cuntiba, 95-97 Lagos, 95, 117, 197, 201, 82,83, 139, 143, 183, 197 Venecia, 10, I I, I 8, 34, 82
204, 21 3 Park City 58, 59 Vena, 46, 60, 83, 140, 143
Dallas, 60, 83, 136 Las Vegas, 60,82, 86, 87,90, Pekín, 60, 95
Delft, 92 135 Phoenix, 60, 73, 136, 196, Washington, 70, 200, 201
Detroit, 60, I 88, 207 Leisure World, 73 198,205 West Hollywood, 104
Dongguan, 65 Lisboa, 86 Pittsburgh, 69 Wolfsburg, 59
Dublín, I 38 Londres, 15, 16, 18,43,60, Potsdam, 44, 46, 48, 49-5 I,
62, 63, 71, 82, 83, 149, 53,54,75 Yakarta, 95
Edmonton, 84 155 Princeton, 26, 33,201 Yokohama, 155
Long Beach, 101, 108
Fair Lakes, 202 Los Ángeles, 3, 17, 60, 61, Río de Janeiro, 90 Zhuhai, 65, 85
Fez, 138 76, 80, 83, 95, 99-102, Roma, I 1, 46, 87, 90, 138, Zúrich, 60

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