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EL LIBERALISMO ECONÓMICO y EL LIBERALISMO POLÍTICO

La impopularidad de reducir a veces la protección de los más desfavorecidos


lleva a los liberales a alegar que resulta perjudicial también para ellos, porque entorpece
el crecimiento y reduce las oportunidades de ascenso y el estímulo a los emprendedores.
Los críticos, por el contrario, consideran que el Estado puede intervenir precisamente
fomentando estos ámbitos en el seno de los grupos más desfavorecidos.

El liberalismo económico tiende a ser identificado con el capitalismo, aunque


este no tiene por qué ser necesariamente liberal, ni el liberalismo tiene por qué llevar a un
sistema capitalista. Por ello muchas críticas al capitalismo son trasladadas falazmente al
liberalismo.

En la discusión filosófica teórica actual, se suele dar el caso de que un


pensador coincida a la vez con las posturas del liberalismo social y el liberalismo
económico. En la práctica política, es raro que coincidan.

En general, el intervencionismo económico y el liberalismo social son


característicos de la socialdemocracia y el eurocomunismo mientras que el liberalismo
económico y el control social son más característicos del llamado neoliberalismo
económico, pero la práctica real de la política obliga a atender a muchas circunstancias,
aparte de la propia ideología.

Otras políticas, como el comunismo leninista (especialmente en la época de


Stalin) y la autarquía franquista combinaban el intervencionismo económico con un rígido
control social. También se dan casos en que un mismo grupo de presión pida unas
medidas económicas liberales y otras intervencionistas. Por ejemplo, un sector industrial
puede reclamar libre circulación de bienes y servicios dentro de un mercado, pero una
fuerte protección frente a productores de fuera del país.

El liberalismo político inspiró la organización del Estado durante el siglo XIX.


Pero para conseguir cambiar y consolidar un nuevo sistema de gobierno era precisa una
profunda crítica y transformación social y económica, de modo que todos los individuos
tuvieran los mismos privilegios y una mayor libertad de actuación.

Contexto histórico

El conjunto de las transformaciones ideológicas y políticas que se habían


desarrollado en Europa y América entre finales del siglo XVII y el fin del Imperio
napoleónico (1815) conformaron una corriente ideológica y una doctrina política que
conocemos como liberalismo.

Aunque la palabra «liberal» ( amigo de la libertad ), parece ser que fue acuñada
en España, en las Cortes de Cádiz (1812), en sentido amplio el término «liberal» sirve
desde el siglo XIX para denominar un conjunto de ideas que fueron la base y el sustento
de los sistemas políticos creados por las revoluciones liberal-burguesas.

Además de su contenido político o económico, las ideas liberales se plasmaron


también en un modo de entender la sociedad y en una actitud hacia las personas y las
relaciones sociales. Así, en nombre de la razón y del derecho de todo hombre a vivir libre,
los liberales concibieron el universo como una inmensa mecánica cuyos engranajes
obedecían a leyes naturales.

Por ejemplo, cuando Newton descubre las leyes elementales de la física, o


Galileo afirma que la tierra gira en torno del sol, no ponen en tela de juicio ningún dogma
de la Iglesia, sino algo mucho más radical: la presencia de Dios en cada acontecimiento.

Cuando los científicos a partir del Renacimiento van descubriendo las leyes de
la naturaleza por medio de la ciencia, no niegan la existencia de Dios, al contrario
atribuyen al Creador haber dictado esas mismas leyes que ellos simplemente descubren,
pero este cambio produce una alteración profunda en la tarea de la búsqueda de la
verdad. Hasta entonces, era Dios el que hacía salir el sol todas las mañanas por el este, y
nada obstaba a que un día, a su Divino arbitrio, lo hiciera salir por el oeste.

Al descubrir leyes inmutables de la naturaleza, el «rol» del Creador quedaba


limitado al momento de la creación, con lo que estaban afirmando (por cierto de manera
muy poco explícita) que el camino hacia la verdad lo brindaban la ciencia y no la teología.

Consideraban que la sociedad estaba compuesta por individuos y no por


órdenes, clases o estamentos, y erigieron en doctrina la defensa de la libertad individual.
La libertad, que ellos definían como la ausencia de sometimiento a otros, era un bien en sí
mismo en todos los campos: civil, religioso, político y económico. La nueva ideología
defendía la libertad de comprar, vender, contratar o establecerse, sin otros límites que el
propio deseo y el respeto a la libertad de los otros.

La libertad no podía ser limitada por ningún tipo de autoridad, fuera política o
espiritual. Defendían la libertad de pensamiento y denunciaban todo intento de limitar la
libertad de conciencia y de creencias. Reclamaban el derecho a la libre reunión, a la
asociación, a la expresión de las ideas, a la manifestación y a la libertad de prensa.
Asimismo, consideraban que la religión debía ser una convicción personal y no un asunto
de la vida pública. Se podía creer o no en Dios y ser igualmente un buen ciudadano.
Disociaban, por tanto, lo temporal de lo espiritual y defendían un Estado laico, no
confesional.

Haciendo un poco de historia, se observa que en Francia existía lo que luego se


denominó el «antiguo régimen». Un rey absoluto y una serie de nobles cortesanos que
gozaban de toda clase de prerrogativas. El lujo del palacio de Versalles se lograba a costa
de impuestos que sometían a la miseria a la mayoría de la población. El alto clero
(obispos y cardenales) y la nobleza eran una pequeña minoría, pero monopolizaban el
poder económico y político del reino. Por eso, el liberalismo en Francia se destaca por su
carácter político. Buscan llegar a una forma de gobierno democrática y consagrar los
derechos individuales.

Por lo tanto, los liberales rechazaban todo poder absoluto y desconfiaban de los
poderes constituidos. Eran partidarios de un régimen parlamentario con garantía de
derechos y separación de poderes. Cada uno de los tres poderes (ejecutivo, legislativo y
judicial) equilibraba a los otros dos. El poder no podía manifestarse bajo la forma de
decisiones arbitrarias que provinieran de una autoridad que se reclamaba de derecho
divino. Los liberales no eran hostiles a la monarquía, siempre que fuera constitucional y
que los monarcas reinaran, pero no gobernaran.

Toda decisión debía emanar de una Asamblea elegida por sufragio, que
representaba la voluntad general de la nación y para la que defendían una gran cantidad
de prerrogativas. La voluntad de la nación debía expresarse mediante la elaboración de
leyes y debía ser la ley la que rigiera la vida pública. La Constitución era la gran ley, el
marco que regulaba las relaciones entre los ciudadanos de un Estado y garantizaba sus
derechos.

Pero además, para el liberalismo, las leyes debían garantizar el ejercicio


individual de las libertades individuales frente al poder del Estado y se definía la libertad
política como el conjunto de garantías del ciudadano ante los poderes públicos. Los
liberales deseaban un Estado que respetara las libertades y que hiciera aplicar una ley
igual para todos

En Inglaterra la aristocracia inglesa venía arrancando concesiones a los reyes


desde la Edad Media. La célebre Carta Magna de 1215 limitaba seriamente el poder real
a favor del Parlamento. En 1679 el rey se había visto forzado a firmar el " bill de habeas
corpus" , y diez años después debieron firmar la « declaración de derechos » que reducía
aún más el poder real y reconocía algunos derechos de los ciudadanos.

En el siglo XVIII el parlamento tenía cada vez más poder y surgieron dos
partidos políticos que disputaban las bancas mediante el voto de los ciudadanos.
Inglaterra era vista en toda Europa como un modelo de libertad y tolerancia, a pesar de
que había tenido persecuciones religiosas y otras atrocidades. Ya en el siglo XVIII la
preocupación de los ingleses no era el poder real, sino la riqueza, los inventos y el
comercio monopólico con sus colonias que condujo a la revolución industrial.

EL LIBERALISMO POLÍTICO

El liberalismo es una filosofía política orientada hacia la salvaguardia de la


libertad del individuo, justificación última de la sociedad política. Esta libertad individual no
puede depender de la decisión exclusiva del rey, que tendría la facultad de revocarla; el
titular último del poder es el pueblo. El poder popular, o la soberanía nacional, que es la
expresión utilizada, implica la limitación de las facultades de los reyes, mediante
constituciones, en las cuales se consignan las garantías de los ciudadanos y la división de
los poderes, que nunca deben estar concentrados.

En 1830 Thiers, en un artículo famoso, formula el principio de que el rey reina,


pero no gobierna. El derecho a legislar corresponde únicamente a los parlamentos y los
ciudadanos no están obligados a cumplir más que lo que las leyes disponen, conforme a
la interpretación que de ellas hacen jueces independientes.

Como doctrina, el liberalismo nació en Inglaterra, en la revolución de 1688, y


no dejó de evolucionar y enriquecerse en contenido teórico hasta el Acta de Reforma de
1867, que amplió decisivamente la base electoral. La ilustración es todo un símbolo,
porque no se deciden ya las grandes cuestiones políticas en los salones de los palacios o
en las cámaras reales sino que se debaten en los parlamentos. Y quienes se sientan en
ellos deben su poder a una decisión libre de los votantes. Por otra parte los debates
parlamentarios exigen a los oradores que previamente estudien las cuestiones, reúnan
datos estadísticos, lean la correspondencia que les remiten los ciudadanos. Con toda
justicia puede afirmarse que en el Parlamento de Londres nació la democracia
contemporánea.

Los ciudadanos no constituyen un conjunto homogéneo sino que se agrupan en


partidos, cuyos líderes pueden acceder, tras el resultado de las elecciones, a los
parlamentos. Los pueblos continentales poseían escasa experiencia del funcionamiento
de los partidos, para los que en principio sólo encontraban un antecedente en el
funcionamiento de los clubes de la Revolución Francesa , pero pronto se forjaron estos
grupos de orientaciones divergentes —reaccionarios, moderados, independientes,
revolucionarios— que convierten la vida política en un juego de tensiones, propaganda y
sucesión de programas y gestiones de gobierno.

Con el mismo propósito de impedir concentraciones de poder el liberalismo


postula las autonomías provinciales y municipales, en merma de la jurisdicción de los
poderes centrales

Finalmente la libertad del individuo está garantizada, frente a cualquier abuso,


por una serie de derechos que regulan todos los códigos; integridad personal y familiar,
libertad religiosa y de industria, protección de la propiedad. Y un derecho imprescindible
de tipo social, libertad de prensa, proclama de todas las revoluciones, porque sólo
mediante la concurrencia de una prensa libre se pueden expresar los partidos y decidir en
elecciones los ciudadanos entre las varias opciones que se les ofrece.

Un texto de Benjamín Constant, de su obra De la libertad de los antiguos


comparada a la de los modernos, ofrece uno de los resúmenes más claros de lo que es
el liberalismo político: “La libertad es el derecho que cada uno tiene a estar sometido sólo
a las leyes, de no ser detenido, encarcelado ni condenado a muerte o molestado, en
cualquier forma que sea, por el capricho de uno o más individuos. Es el derecho que
todos tienen a expresar su opinión, a seguir sus inclinaciones, a trasladarse de un lugar a
otro, a asociarse. Es, finalmente, el derecho a influir sobre la marcha del Estado, bien sea
nombrando todos o parte de los funcionarios, bien aconsejando o preguntando, o
mediante las peticiones que la autoridad esté más o menos en la obligación de tomar en
consideración”.

Otra manera de restringir el poder estriba en limitar su actuación al campo


estricto de la política, postulando su no intervención en las actividades económicas y
sociales; es la doctrina del laissez faire, laissez passer. Nos encontramos aquí con una de
las insuficiencias del liberalismo, cuya concepción del Estado-gendarme, que sólo
interviene en los casos de flagrante delito, centra sus funciones en el mantenimiento de la
libertad individual y descuida el ámbito de la justicia social.

El liberalismo aparecerá así como un movimiento inoperante para enfrentarse a


las contradicciones y problemas de la Revolución Industrial —otras ideologías más
revolucionarias surgen como banderas ante los problemas sociales— y por otra parte, por
su negación de la soberanía real y su exigencia de consignar en textos escritos los
derechos ciudadanos, es considerado como ideología subversiva por los monarcas de la
Restauración.

El liberalismo comporta la destrucción del antiguo orden político, en este sentido


es revolucionario; despreocupado de las estructuras sociales se convierte en ideología de
una clase, la burguesía, en este sentido es conservador. René Remond ha reflejado esta
ambivalencia:

“Una vez y otra, revolucionario y conservador, subversivo y conformista. Los


mismos hombres pasarán de la oposición al poder, los mismos partidos del combate
contra el régimen a la defensa de las instituciones."

El temor a la revolución social inclina a los liberales a interpretar en sentido


restrictivo la soberanía nacional, con la negación del sufragio universal; sólo poseen
derecho de voto los grupos con un determinado nivel de riqueza o de cultura, la burguesía
del dinero y del talento. Constitución escrita, monarquía limitada, elecciones y partidos
políticos, sufragio censatario, descentralización, igualdad jurídica y desigualdad social son
rasgos que perfilan las sociedades políticas del liberalismo europeo.

IDEAS DEL LIBERALISMO:

Interpreta la naturaleza humana y supone que con mayores cuotas de


libertades se alcanzan mayores niveles de prosperidad.

El hombre obtiene más beneficio haciendo lo que se le plaza, que sometiéndolo


para que haga lo que a otros les place.

El ejercicio de la libertad individual es el camino ideal para el bienestar del


individuo.

Las relaciones entre los individuos deben ser controladas y regidas por una
norma nacional, la Constitución, que garantizará los derechos toda la sociedad.

Cada individuo es responsable de sus actos y deberá respetar los derechos de


sus semejantes.

Todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley.

La tolerancia y la razón son los pilares fundamentales de la ideología liberal.

El individuo buscando su progreso individual (usando su libertad, talento y


conocimiento) ira formando una sociedad mejor.

La religión es una convicción personal y nada tiene que ver con el estado, se
puede creer o no en Dios, pero igualmente se es un buen ciudadano.
Se deben liberar todas las fuerzas creativas de la sociedad, la cual se ira
construyendo de manera positiva, mejorando día a día.

En lo político defienden la separación de los poderes, la soberanía nacional y  el


sufragio universal.

Liberalismo económico

El inicio del liberalismo económico está en su lucha contra el sistema


económico político absolutista. Con su habitual agudeza Voltaire reivindica la virtud del
empresario contra la nobleza ociosa en estos términos: «el negociante oye hablar tan a
menudo con desprecio de su profesión que es lo suficientemente tonto como para
enrojecer de ella. No sé, empero, quién es más útil a un Estado, un señor bien empolvado
que sabe precisamente a qué hora el rey se levanta, a qué hora se acuesta, y que se da
aire de grandeza haciendo el papel de esclavo en la antecámara de un ministro, o un
negociante que enriquece a su país, desde su despacho dando órdenes a Surate y al
Cairo contribuye a la felicidad del mundo.»

También tuvieron que luchar contra las teorías mercantilistas que defendían la
regulación de la economía por el Estado. La libertad económica tiene su base en el
conocimiento de la realidad que sólo los empresarios y comerciantes tienen.

Durante la primera fase de la Revolución Industrial el liberalismo político define


un modelo de Estado; una teoría similar trata de definir un modelo de economía. Se
considera a Adam Smith, con su obra La riqueza de las naciones (1776), como el
fundador del liberalismo económico y el iniciador del período de los llamados economistas
clásicos. El propósito de Smith, como el de los fisiócratas y los mercantilistas, era
descubrir el procedimiento de enriquecer al Estado, como demuestra su título, pero llega
al convencimiento de que es condición previa el enriquecimiento de los individuos, y éste
es el meollo de su obra: “Cuando uno trabaja para sí mismo sirve a la sociedad con más
eficacia que si trabaja para el interés social”, es su axioma de la armonía entre el interés
particular y el general.

Adam Smith es el gran panegirista de la libertad económica; para él es inútil la


intervención del Estado, que habían predicado los mercantilistas; el orden se establece
por sí mismo, por el juego de la oferta y la demanda. Si un producto es solicitado sube el
precio y se favorece su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la
importancia de los servicios que presta; la actividad concurrente garantiza el orden, la
justicia y el progreso de la sociedad.

La llamada doctrina del laissez faire llena una etapa del pensamiento y de la
actividad económica. En su base se esconde una glorificación de la libertad: el mercado
se regula por libre concurrencia, el trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra
se desplaza libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y
obreros.

El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica


autónoma de cualquier regulación política. Los críticos de la escuela clásica distinguieron,
como Sismondi, entre la libertad teórica y la real, que suponía igualdad.
Una característica del liberalismo económico es la que indica al Estado que
debe «dejar hacer, dejar pasar» es decir no intervenir. El mayor abanderado de esta idea
es Bentharn: «el gobierno no puede hacer nada más que lo que podría hacer para
aumentar el deseo de comer y de beber. Su intervención es perfectamente inútil.» y
agrega: «Los impuestos no deben tener otro objetivo que su objetivo directo: el de
producir una renta disminuyendo el gravamen tanto cuanto sea posible. Cuando se quiere
hacerlos servir como medios indirectos del estímulo o de restricción para tal o cual
especie de industria, el gobierno, como lo hemos visto ya, no consigue más que desviar el
curso natural del comercio y dar la dirección menos ventajosa a los negocios.»

¿Cómo es que esta libertad económica absoluta puede regular la economía de


una Nación? Mediante la ley de la oferta y la demanda que los liberales clásicos
consideran una ley natural, como la que regula el ciclo de las estaciones o la ley de la
gravedad. Cuando un producto es demandado por la gente en cantidades superiores a las
existentes el precio sube. Al subir, algunos compradores se retraen y destinan su dinero a
otros productos. Al ver esos precios más altos, los poseedores del capital invierten en
producir esa mercadería que ahora se ha vuelto muy rentable y por su competencia hacen
que el precio baje. De esa manera la ley de la oferta y la demanda no sólo regula el precio
de las mercaderías sino que reasigna el uso de los capitales y la mano de obra a aquellos
que más demandan los consumidores. Cuando el Estado interviene fijando el precio de un
producto, o colocando impuestos diferenciales a determinadas mercadería, destruye ese
equilibrio natural y determinados productos sobrarán y otros escasearán. Cada vez que se
fijan precios máximos, se produce desabastecimiento.

Las leyes del mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la


mano invisible que rige el mundo económico y a la larga equilibran la producción y el
consumo de los diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso entre las naciones, que
dificulte las leyes de mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio
internacional, principio que calza perfectamente con las necesidades de las potencias
industriales.

Para decirlo en términos más modernos, el Estado se debería limitar a


mantener el orden y hacer cumplir los contratos que las partes firmen libremente. Todo lo
demás debería quedar librado a las leyes de la economía. Cada individuo deberá trabajar
y ahorrar  para educar a sus hijos, para enfrentar enfermedades y accidentes, y para
mantenerse en la vejez y la invalidez.

Se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital, al


que se exalta como rector y benefactor de la sociedad. Adam Smith escribe: “ La
industriosidad de la sociedad sólo puede aumentar en proporción al aumento de su
capital ”. De esta forma la doctrina del beneficio ilimitado queda canonizada.

El pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro,


capital. El interés individual y el social coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos
llega Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por ser perjudicial para la
sociedad; la felicidad general no sería posible “si el principio motor de la conducta fuera la
benevolencia”.

La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización,


la creación de mercados mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de
empresas gigantescas, dimensiones todas que se reflejan en la segunda fase de la
Revolución Industrial; pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los
problemas sociales de la industrialización.

Individualismo Económico: Cada individuo en particular pone todo su cuidado


en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede
disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en
común: pero estos mismos esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin
premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal (...).

Todo sistema de preferencia extraordinaria o de restricción, se debe mirar como


proscrito, para que de su propio movimiento se establezca el simple y obvio de la libertad
laboral, mercantil e industrial.

Todo hombre, con tal de que no viole las leyes de la justicia, debe quedar
perfectamente libre para abrazar el medio que mejor le parezca para buscar su modo de
vivir y sus intereses; y que puedan salir sus producciones a competir con las de cualquier
otro individuo de la naturaleza humana.

Adam Smith: “La riqueza de las naciones” (1776).

Adam Smith: El gran economista nació en una pequeña ciudad pesquera


próxima a Edimburgo. Estudió en las Universidades de Glasgow y Oxford y fue
catedrático de Glasgow y tutor, en Francia, del duque de Buccleuch. En 1776 se publicó
su obra más importante: “La riqueza de las naciones”.

De esta obra magna se han destacado tres cosas: la abundancia de sus datos
económicos, reunidos a lo largo de muchos años de lecturas; el esfuerzo por interpretar
esos datos, presentando la naturaleza del proceso económico en términos de
competitividad y mercado; la severa crítica del gobierno y la sociedad, abogando por
cambios que permitieran el progreso de las naciones. Su influencia sobre el pensamiento
económico posterior ha sido gigantesca.

Ideas básicas del liberalismo económico

Para los fisiócratas el origen de la riqueza de un estado es la tierra y su


explotación, para los mercantilistas el origen de la riqueza en la exportación (venta) de su
producción y la acumulación de capital y para los liberales el origen de la riqueza es el
trabajo.

Afirma que el hombre busca el reconocimiento social, y que además es un ser


ambicioso y egoísta, que desea crecer y progresar para lograr un bienestar. Pero no
puede lograrlo individualmente por lo que se relaciona socialmente tratando de obtener
mercancías que algunos de sus semejantes ya poseen. Para ello agudiza su ingenio y
usa su talento y conocimiento para producir otras mercancías que a otros les puede
interesar y así poder intercambiarlas o venderlas. Nace de esta manera el mercado
comercial.
Para producir esas mercancías debe trabajar, por lo tanto el origen del progreso
económico es el trabajo.

Debe fabricar gran cantidad de esos productos para obtener mayores


ganancias y de esta manera deber organizar el trabajo, lo que obliga a la eficiencia y
productividad.

El salario es lo que paga a un obrero por su trabajo y la ganancia es lo que


obtiene de la venta de los productos fabricados.

La cantidad de trabajo que se emplea para producir un producto es el precio


natural o el precio mismo. La ley de oferta y demanda determina el precio efectivo de ese
producto. El mercado se auto-regula de  forma transparente, es "como una mano
invisible" que va acomodando los precios de las mercancías en venta.

La acumulación de esa ganancia es el motor del capitalismo que lleva al


progreso de la sociedad. Buscando el propio bienestar va construyendo una sociedad
mejor.

Para que el sistema funcione es fundamental  que la sociedad esté ordenada y


en armonía y el Estado debe garantizar ese orden mediante una Constitución.

El Estado no debe intervenir en la economía, "dejar hacer, dejar pasar",


producir y exportar sin barreras y regulaciones

LIBERTAD DE MERCADO

El mercado libre es un sistema en el que el precio de los bienes o servicios


es acordado por consentimiento entre los vendedores y los compradores mediante las
leyes de la oferta y la demanda. El mercado libre necesita para su implementación
de la existencia de la libre competencia, donde el gobierno controla las fuentes de
suministros, los precios a la producción. Si en lugar el gobierno son una o varias
empresas las que controlan alguna de estas tres cosas se hablará de monopolio, es
una concepción legal de una empresa que le permite a la fabricación o control
comercial de un producto o servicio en exclusiva u oligopolio que se refiere al
mercado en el cual un número de vendedores ejerce control sobre el precio y
acapara la venta de un producto.

Esto se refiere a los participantes de una transacción comercial que no haya


represión ni sujeción, ni fraude que por lo general todas las transacciones sean
voluntarias, aunque en la situación de libre mercado el gobierno no fija o regula los
precios, la implementación efectiva de libre mercado que requiere entre los
participantes de la transacción que es un acuerdo comercial entre personas o
empresas no haya coerción, ni fraude de modo que todas las transacciones sean
moralmente voluntarias y también que exista información perfecta y otras
condiciones que garanticen la competencia perfecta.

En la economía libre de mercado existe una diversidad de trabajo y la


propiedad privada de control de los medios de producción que depende de un
mercado para el intercambio de bienes y servicios. El funcionamiento del mercado
no es inválido por factores institucionales, porque el gobierno es el aparato social de la
compulsión, represión o sujeción que intenta o se interesa en la preservación de la
operación del sistema en el mercado, esto se abstiene de obstaculizar su
funcionamiento y lo protege contra infracciones por terceros.

En el mercado libre no existe interferencia, de factores ajenos al mercado,


con los precios, tasas de salarios y la tasa de interés. La economía trata de aclarar y
explicar el funcionamiento de una economía de mercado puro.

 Mercantilismo, se basa en el mercado. (Mariano Moreno, mercantilista).

LIBERALISMO: Parcial.

 Concepto, historia y manifestación política.


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