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Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo contiene cosas nuevas y cosas viejas (Cf. Mt 13,52), pues la fe es siempre la misma y la
fuente siempre de luces nuevas. Pág 11

La liturgia es, por sí misma, oración; la confesión de la fe tiene su justo lugar en la celebración del
culto. La gracia, fruto de los sacramentos, es la condición insustituible del obrar cristiano, igual que
en la Liturgia de la Iglesia requiere fe. Si la fe no se concreta en obras, permanece muerta (Cf. St 2,
14-26) y no puede dar frutos a la vida eterna. Pág 11

Primera Parte:

La profesión de la fe

26 La Fe es la respuesta a Dios que se revela y se entrega a él .

286 La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí misma una respuesta a la cuestión de
los orígenes. En efecto, la existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras
gracias a la luz de la razón humana (cf. Concilio Vaticano I: DS, 3026), aunque este conocimiento es
con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la
razón para la justa inteligencia de esta verdad: "Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la
palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece" (Hb 11,3).

292 Creación como obra cooperativa

296 Creación de la nada

299 La inteligencia puede entender lo que Dios nos dice por su creación (Salmo 19, 2-5)

312 Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un
bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros,
dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios [...] aunque vosotros pensasteis
hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir [...] un pueblo numeroso" (Gn 45, 8;50,
20; cf. Tb 2, 12-18 vulg.). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte
del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su
gracia (cf. Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin
embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.

337. Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La
Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo"
divino que terminan en el "reposo" del día séptimo (Gn 1, 1-2,4). El texto sagrado enseña, a propósito
de la creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación (cf. DV 11) que permiten "conocer
la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina" (LG 36).

339 Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras de los "seis
días" se dice: "Y vio Dios que era bueno". "Por la condición misma de la creación, todas las cosas
están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias" (GS 36, 2). Las
distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y
de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura
para evitar un uso desordenado de las cosas, que desprecie al Creador y acarree consecuencias
nefastas para los hombres y para su ambiente.

375 Adán y Eva en santidad y justicia original

387 El pecado es un abuso de la libertad que Dios le da a hombre

388 Es preciso conocer a Cristo como fuente de gracia para conocer a Adán como fuente de pecado.

404 ¿Por qué el pecado de Adan se transmite a toda la humanidad? Esto es porque Adan había
recibido la santidad y justicia originales no solo para el mismo, sino para toda la naturaleza humana.
Es por esto que ese pecado personal corrompe la naturaleza humana.

477 Él ha hecho suyos los rasgos de su propio cuerpo humano hasta el punto de que, pintados en una
imagen sagrada, pueden ser venerados porque el creyente que venera su imagen, "venera a la persona
representada en ella" (Concilio de Nicea II: DS, 601).

500 A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (cf. Mc 3,
31-55; 6, 3; 1 Co 9, 5; Ga 1, 19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a
otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José "hermanos de Jesús" (Mt 13, 55) son los
hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27, 56) que se designa de manera significativa como "la
otra María" (Mt 28, 1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del
Antiguo Testamento (cf. Gn 13, 8; 14, 16; 29, 15; etc.).

510 María "fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen
después del parto, Virgen siempre" (San Agustín, Sermo 186, 1): ella, con todo su ser, es "la esclava
del Señor" (Lc 1, 38).

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Manual de Teología Dogmática

La exposición científica de las verdades acerca de Dios, en cuanto éstas son conocibles por la luz de la
razón natural. En cambio, la teología sobrenatural es la exposición científica de las verdades acerca de
Dios, en cuanto éstas son conocibles por la luz de la revelación divina. La teología natural y la
sobrenatural se distinguen entre sí: por el principio cognoscitivo (la razón natural—la razón iluminada
por la fe), por el medio de conocimiento (las cosas creadas—la revelación divina) y por el objeto
formal (Dios uno—Dios uno y trino).

No obstante, la teología es una ciencia subordinada (scientia subaltérnala), porque sus principios no
son intrínsecamente evidentes para nosotros, sino que los recibe de una ciencia superior, del saber de
Dios comunicado por revelación.

Podemos, pues, definir la teología dogmática con las siguientes palabras de SCHEEBEN (Dogmatik,
Einleitung, n. 2) «Es la exposición científica, basada en el dogma católico, de todas las enseñanzas
teóricas que por revelación divma se nos han comunicado acerca de Dios y de sus operaciones.

Por dogma en sentido estricto entendemos una verdad directa mente (formalmente) revelada por Dios
y propuesta como tal por la Iglesia para ser creída por los fieles.

Cuando un bautizado niega o pone en duda deliberadamente un verdadero dogma, cae en pecado de
herejía, e incurre ipso facto en excomunión.

Los dogmas se dividen por:

Contenido: en generales y especiales. Los generales comprenen las verdades fundamentales del
cristianismo. Las especiales las verdades particulares del cristianismo

Su relación con la razón: en puros y mixtos. Los puros los conocemos solo mediante la Revelación
Divina, como la Trinidad (estos son llamados misterios). Los mixtos los podemos conocerlos también
por la razón natural (como la existencia de Dios)

Proclamación de la Iglesia: en dogmas formales y materiales. Los formales han sido propuestos por el
Magisterio de la Iglesia, por lo que es obligación creelos. Los materiales no cuentan con
pronunciación de la Iglesia, por lo que no son dogmas como tales.

Su necesidad para salvarse: en dogmas necesarios y no necesarios.

A propósito de las declaraciones del magisterio eclesiástico, hay que tener en cuenta que no todas las
manifestaciones de dicho magisterio en materia de fe y costumbres son infalibles y, por tanto,
irrevocables. Son infalibles únicamente las declaraciones del concilio ecuménico que representa al
episcopado en pleno y las declaraciones del Romano Pontífice cuando habla ex cathedra; cf. Dz 1839.
El magisterio del Romano Pontífice en su forma ordinaria y habitual no es infalible. Tampoco las
decisiones de las congregaciones romanas (Santo Oficio, Comisión Bíblica) son infalibles. No
obstante, hay que acatarlas con interno asentimiento (assensus religiosus) motivado por la obediencia
ante la autoridad del magisterio eclesiástico. No es suficiente como norma general el llamado
respetuoso silencio. Excepcionalmente puede cesar la obligación de prestar el asenso interno cuando
un apreciador competente, después de examinar reiterada y concienzudamente todas las razones, llega
a la convicción de que la declaración radica en un error;-Dz 1684, 2008, 2123.

Creo en la Iglesia

I. La Iglesia y la intención de Cristo

II. La concesión del primado

Así pues, Pablo bajó dos veces a Jerusalén a consultar a Pedro. Ello supone que sabía que Cristo lo
había puesto al frente de su Iglesia. Y le llamaba siempre con el nombre que Cristo le dio: Kefas.
(Sayés, José Antonio. Creo en la Iglesia. Editorial san Pablo España)

Jesús le había dicho a Simón: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos
como al trigo; pero yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, luego que te hayas
vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22, 31). Esta es la función de Pedro: sostener la fe de los
hermanos. Ante los peligros y ataques que amenazan, Jesús ruega por sus discípulos y lo hace orando
por Pedro a fin de que su fe no desfallezca. (Sayés, José Antonio. Creo en la Iglesia. Editorial san
Pablo España)

«Llaves del reino» (la expresión «cielos» en Mateo es sustitutoria de «Dios») es una expresión
semítica que significa la investidura del jefe de palacio, el que administraba la corte en nombre del
rey. El texto da a entender que la intención de Cristo es dejar a Pedro como vicario suyo en la tierra.

III. La Eucaristía y la Iglesia

Hay otra consideración que debemos tener en cuenta y es que Cristo predijo que destruiría el templo y
en tres días volvería a reconstruirlo (Jn 2,21). Y anota san Juan: «se refería al santuario de su cuerpo».

«Él hablaba del santuario de su cuerpo». Efectivamente, el nuevo templo está allí donde se encuentra
su cuerpo resucitado, junto con su alma y su divinidad, dirá más tarde santo Tomás. Pero dejemos a
san Pablo que diga que el cuerpo de Cristo que es la Iglesia nace de que se alimenta de su cuerpo
eucarístico: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo?
Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque, aun siendo muchos, un solo
pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1Cor 10, 16-17). Es la
Eucaristía la que crea la Iglesia.
El nuevo templo es el cuerpo resucitado del Señor, del que brotará, como un torrente, la Iglesia del
Espíritu que vivifica a los creyentes en Cristo. Así el nuevo templo estará formado por personas vivas,
en las que habita el Espíritu de Cristo, y fundamentadas sobre el cuerpo resucitado de Cristo, que
perdura en la Eucaristía.

IV. La Iglesia y la cruz de Cristo

V. La Tradición y las Escrituras

Los apóstoles eligen colaboradores, llamados presbíteros u obispos. Estos en un principio tenían una
función de guía de la comunidad.. Tiene especial importancia el hecho de He 20,28, conocido como el
testamento de Pablo. Pablo manda llamar a Mileto a los ancianos de Éfeso y describe su cometido con
estas palabras: «Mirad por vosotros mismos por vuestra grey, en la cual el Espíritu Santo os ha
constituido vigilantes episcopoi para pastorear la Iglesia de Dios que él se adquirió con su propia
sangre». Pero todavía no estaba bien definida su función de sucesores episcopales. Esto se debe a que,
por ejemplo, san Pablo creía que la venida ultima del Señor le encontraría en vida. Pero como esto no
sucedió, se comenzó a establecer la sucesión apostólica.

San Ireneo, sobre todo, nos ofrece un dato de suma importancia. Según el obispo de Lión, para tener
garantía de que una doctrina es verdaderamente apostólica, habría que hacer una investigación de la
doctrina conservada en las Iglesias de origen apostólico. Pero ese sería un método arduo y difícil. Hay
otro más sencillo y eficaz que es recurrir a la doctrina de la Iglesia romana. «Con esta Iglesia, en
virtud de su autoridad superior (potiorem principalitatem), es preciso que concuerde toda la Iglesia, es
decir, todos los fieles del mundo, pues en ella se ha conservado la tradición que viene de los apóstoles
por los fieles de todas partes».

VI. ¿Cuál es la Iglesia que Cristo fundó?

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