Está en la página 1de 5

Carta a un editor del norte 1

William Faulkner

Mi familia ha vivido por generaciones en la misma región del norte de Misisipi. Mi


bisabuelo tenía esclavos y acudió a Virginia al mando del regimiento de infantería de
Misisipi en 18612. Declaro esto simplemente como credenciales de la sinceridad y de la
fidelidad con los hechos de lo que intentaré decir.
Desde el principio del estadio actual del conflicto racial en el Sur, dejé constancia de mi
oposición a las fuerzas provenientes de mi tierra natal que intentaban continuar con las
mismas condiciones en las que creció el mal y el problema que hoy nos aqueja. Ahora
dejo constancia de mi oposición a las fuerzas ajenas al Sur que usarán sus recursos
legales o policiales para erradicar ese mal de un día para el otro. Estaba en contra de la
segregación obligatoria. Tanto como ahora estoy en contra de la integración
obligatoria3. Primero, a causa de mis principios. En segundo lugar, porque no creo que
vaya a funcionar.
Hay más sureños que piensan de igual manera y que se han posicionado a la par mío, al
precio de agravios e insultos y amenazas por parte de otros sureños, precio que

1 “Letter to a Northern Editor”, publicada en revista Life el 5 de marzo de 1956. Traducción y notas de
Luciana Colombo para la Cátedra de Literatura Norteamericana (UBA), 2021.
2
William C. Falkner era abogado y hombre de negocios. Popularmente, ha sido asociado con la figura
que da origen al Coronel Sartoris (Banderas en el polvo, 1929). Mucho menos mítico y sin la plantación
poblada de esclavos, el bisabuelo de Faulkner combatió en la Guerra Civil hasta 1963. Si bien los
registros de su paso por la guerra no lo consolidan como una figura especialmente defensora de la causa
racial, Falkner ha sabido mostrarse íntimamente preocupado por el pueblo sureño blanco y lo que para
ellos significaba, en términos económicos, la pérdida de los esclavos. Durante su vida tuvo varios
esclavos, principalmente como medio de pago de sus clientes. Entre ellos Emeline, con quien se supone
tuvo una hija, Fannie Forrest Falkner, a quien le dio su apellido y un segundo nombre en honor a Nathan
Bedford Forrest, general de la confederación. El bisabuelo de Faulkner fue uno de aquellos coroneles y
capitanes que han encontrado a sus hogares y tierras incendiadas al regresar de la guerra, evidencia del
paso de los Yankees y del fin de una era, paisaje iconográfico del fin de la esclavitud. Sin embargo, gran
parte del patrimonio de la familia se cosecha gracias a la Guerra de Secesión y durante el periodo de
reconstrucción. Hombre profundamente involucrado en el mundo del Condado de Tippah, Misisipi,
Falkner participó en política, estuvo envuelto en algunas causas en relación a su participación en duelos y
fue popular por sus contribuciones con el desarrollo de Repley, ayudando económicamente a sus escuelas
e, incluso, realizando préstamos sin intereses ni garantías a negros en situaciones de necesidad después de
la guerra.
3
Faulkner se refiere a los hechos ocurridos en torno a la expulsión de la estudiante afroamericana
Autherine Juanita Lucy de la Universidad de Alabama poco después de su aceptación en 1956, como
resultado de protestas por parte de la población y la acción de diversos organismos gubernamentales
locales. En 1954, la Corte Suprema norteamericana prohíbe la segregación en las escuelas. Hasta 1956, en
Alabama todavía se mantenía firmemente la segregación y se esperaba la legislación para la
conformación de un sistema tripartito: escuelas para blancos, escuelas para negros y escuelas mixtas,
donde cada familia podría decidir a cuál enviar a sus hijos. Gracias a la puja legal de los movimientos
antisegregacionistas, Autherine Juanita Lucy fue aceptada en la Universidad de Alabama para el periodo
lectivo del 56-57. Su matrícula duró sólo tres días, ya que en Alabama, uno de los estados donde las
barreras raciales eran más fuertes, se desató una virulenta respuesta de la población que apoyaba la
segregación. A partir de allí se abrió el debate público en la prensa local y nacional, desde el interior de
las instituciones de Alabama hasta las instituciones nacionales. Con la posterior exclusión de Lucy se
demostró, no solo lo difícil que sería implementar medidas antisegregacionistas en los estados más
“duros”, sino también el poder con el que contaban las manifestaciones populares para cambiar el rumbo
de las decisiones institucionales.
preveíamos y que estábamos dispuestos a aceptar porque creíamos que estábamos
ayudando a nuestra amada tierra natal a aceptar las nuevas condiciones que tiene que
aceptar así lo quiera o no. Así es como al seguir siendo parte del pueblo sureño, pero no
compartir la visión de la mayoría de sureños; al estar presentes y a la vez distanciados,
al no estar comprometidos ni involucrados con el Consejo de Ciudadanos4 ni con la
NAACP5; al encontrarnos en el medio, estamos en la posición justa para declarar ante
cualquier incipiente determinación: “Esperen, ahora esperen, paren y primero
considérenlo”.
Pero, ¿adónde iremos si ese punto intermedio se hace insostenible?, ¿si tenemos que
marcharnos para no ser aplastados? Además de los aspectos legales, además incluso de
la innegable inmoralidad de la discriminación racial, hay otra cualidad humana que nos
colocó del lado del Negro: el simple instinto humano de defender al más débil6. Pero si
nosotros, el puñado de sureños (comparativamente) que he intentado identificar,
estamos obligados, bajo la simple amenaza de ser aplastados si no nos corremos del
camino, a disolver esa posición media desde la cual podríamos haber ayudado al Negro
a mejorar su condición —obligados a movernos por la única razón de que no existe ya
ningún punto medio—, tendremos que elegir nuevamente. Y esta vez el oprimido no
será ya el negro puesto que el Negro será una parte del opresor, y entonces el oprimido
será esa minoría blanca asediada que es nuestra misma sangre y familia. Estas fuerzas
no-sureñas, dirán ahora, “Vete entonces. No te queremos porque no te necesitaremos
más.” Mi respuesta es “¿Están seguros de eso?”.
Entonces, lo que yo les diría a la NAACP y a todas las organizaciones que exigen la
integración inmediata e incondicional: “Ahora vayan despacio.7 Paren por un tiempo,
4
El Citizen Council (Montgomery, Alabama) fue una organización que reunía diferentes movimientos
supremacistas blancos surgidos en oposición a las decisiones de la Corte Suprema norteamericana en
1954.
5
Siglas en inglés para la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (National
Association for the Advancement of Colored People). La NAACP es una asociación que tuvo especial
participación en la acción legal antisegregacionista durante el periodo en cuestión.
6
El término acuñado en el original, “underdog”, fue popularizado durante el siglo XIX para nombrar al
perdedor en una pelea de perros, en oposición al “top dog”. Durante el siglo XX, comienza a designar al
contrincante a perdedor, o al menos favorito para el público, en una pelea o competición generalmente
deportiva. Es usada además, hoy en día, fuera del ámbito del deporte, para referirse a sectores sociales de
bajos recursos, vulnerables u oprimidos.
7
La frase original de Faulkner “Go slow now” despertó las respuestas de la prensa. A raíz de la carta fue
invitado a una entrevista con Russell Warren Howe para ser publicada en el London Sunday Times; allí
las declaraciones de Faulkner fueron menos controversiales, pero definitivamente más racistas. Howe citó
a Faulkner de la siguiente forma: “si tuviera que pelear, lo haría por Misisipi contra los Estados Unidos
así eso significara salir a la calle y dispararle a Negros”. Por supuesto, Faulkner salió a defenderse,
primero con una declaración pública y luego con una carta. En la primera declaró que la cita fue más que
un malentendido y, que se trató de una “construcción maliciosa”, que la nota era tan tonta como peligrosa
y repudió la idea de una resistencia armada por parte del Sur. En la carta además agregó que se trataba de
declaraciones que “ningún hombre sobrio haría”, o más bien “ningún hombre en su sano juicio”. La
respuesta de la crítica literaria a las declaraciones de Faulkner fueron también lapidarias, entre ellas, la de
James Baldwin, escritor y activista afroamericano, que le dedicó un ensayo: Faulkner and desegregation
(1956), donde declara que Faulkner “Admite la locura y el equívoco moral del Sur al mismo tiempo que
lo eleva a un estado mítico” (567). Como las reflexiones de Baldwin anticipan, parte de la crítica
faulkneriana se volcó hacia una lectura “mítica” de sus novelas, considerando la violencia y la sangre
como parte de ese folklore del que el Sur no puede escapar y que el mismo Faulkner intenta desmentir en
esta carta. Entre los trabajos críticos actuales afroamericanos que retomaron esta cuestión se destaca el de
Édouard Glissant, novelista y crítico martiniqués, que en su libro, Faulkner: Mississippi (1996), rescata el
estilo de Faulkner y lo emparenta con el creole: un habla que no se presta a rápidos y transparentes
entendimientos, que muestra con crudeza los conflictos de incomprensión entre clases y razas. Para él las
declaraciones de Faulkner lo muestran como parte del entramado social que su literatura expone sin
mediaciones.
por un momento. Tienen el poder, pueden permitirse retenerlo un momento en lugar de
utilizarlo como fuerza. Hicieron un gran trabajo, han sacudido al oponente dejándolo
desequilibrado y ahora está vulnerable. Pero esperen allí un momento, no le den la
ventaja de enturbiar el asunto con la automática apelación sentimental al mismo
instinto universal humano de simpatía por el más débil simplemente porque él está
debajo”.
Y diría esto también. El resto de los Estados Unidos no sabe casi nada acerca del Sur.
La presente idea e imagen que tienen de un pueblo decadente e incluso obsoleto a causa
de la endogamia y el analfabetismo —la endogamia como resultado del analfabetismo y
el aislamiento porque entonces no hay nada más que hacer a la noche—, como una
suerte de especie de jóvenes delincuentes con un folklore de sangre y violencia, quienes
aun así, como jóvenes delincuentes, pueden ser controlados con firmeza una vez que les
han hecho creer que la policía va en serio, es tan infundada y ilusoria como la de la
generación anterior (ah sí, nosotros también la hemos creído) de pórticos con columnas
y magnolias. El resto de los Estados Unidos asume que la situación en el Sur es tan
simple y poco compleja que se puede cambiar de un día para el otro con la simple
voluntad de la mayoría nacional respaldada por un edicto legal. De hecho, el Norte ni
siquiera reconoce lo que ha visto en sus propios diarios. Tengo en mi mano un editorial
del New York Times del 10 de Febrero sobre la protesta frente a la Universidad de
Alabama por la admisión como estudiante de Miss Lucy, una Negra. La editorial decía:
“Esta es la primera vez que la fuerza y la violencia forman parte de la cuestión”. Esto no
es correcto. Para los sureños, no importa qué lado de la cuestión de la igualdad racial se
apoye, la primera insinuación, y —para el sureño— incluso promesa, de fuerza y
violencia fue la decisión de la Corte Suprema en sí misma. Después de eso, como una
consecuencia tan inevitable como el día y la noche bajo cualquier punto de vista,
ocurrió el caso de los tres adolescentes blancos, miembros de un grupo de viaje de
estudios de la escuela secundaria de Misisipi (y, como adolescentes, probablemente
vistiendo blazers de colores brillantes o camperas con en nombre de la escuela
estampado en toda la parte trasera) que fueron apuñalados caminando en la calle
Washington por Negros que, aparentemente, nunca habían visto en su vida; y lo del
chico Till8 y los dos jurados de Misisipi que liberaron a los acusados de ambos casos; y
lo del encargado de la estación de servicio de Misisipi asesinado por un hombre blanco
porque, según lo que el hombre blanco dijo, el Negro le había llenado el tanque
completo de nafta cuando lo que el hombre quería era lo que alcanzara con dos dólares.
Este problema es mucho más que un simple problema legal. Está incluso más allá del
problema moral, lo está y también lo estaba cien años atrás en 1860, cuando muchos

8
Se refiere al asesinato de Emmett Till en 1955, uno de los episodios de violencia racial más conocidos
en la historia de Misisipi. Emmett o, “Till” como lo menciona Faulkner, con el nombre que se ha
popularizado su caso, fue un niño de 14 años mutilado y asesinado por presuntamente intentar conquistar
a una mujer blanca. Los autores del hecho, J. W. Milam y Roy Bryant, hermano y marido de la mujer,
fueron absueltos y la historia de Till (en conjunto con el posterior asesinato de Andrew Goodman,
Michael Schwerner y James Chaney en 1963) se transformó en un punto de inflexión para la historia del
movimiento de derechos civiles afroamericano. La imagen del rostro desfigurado del niño de Chicago,
publicada por la revista Jet, sumada a la resolución del jurado, conmocionaron a la sociedad
norteamericana. Más de 70 diarios transmitieron el día a día de los juicios y diferentes noticias y
testimonios sobre la violencia e injusticia racial en Misisipi, las organizaciones liberales y la prensa
blanca del norte llamaron a la población nacional a protestar y a organizar boicots. La NAACP, en alianza
con la madre de Till, llevaron a cabo una de las mayores campañas de recaudación y afiliación de la
historia de la organización como respuesta al juicio. La brutalidad racial de este hecho está representada
en el poema “Misisipi – 1955” de Langston Hughes, y fue el objeto de numerosos libros y documentales
entre los que se encuentran A Death in the Delta: The Story of Emmett Till (1970) libro de Stephen J.
Whitfield y The Untold Story of Emmett Louis Till (2005) dirigida por Keith Beauchamp.
sureños, incluido Robert Lee, lo reconocieron como un problema moral en el mismo
instante en que desde su lugar decidieron premiar al débil porque ese débil era sangre y
familia y hogar9. El norteño ni siquiera es consciente todavía de lo que esa guerra
demostró realmente. Asume que solo le demostró al sureño que estaba equivocado. No
fue así, porque el sureño ya sabía que estaba equivocado y aceptó ese gambito
ajedrecístico aun cuando sabía que sería fatal. Lo que la guerra debería haber hecho,
pero falló, es probarle al Norte que el Sur estaba dispuesto a llegar hasta las últimas
instancias, incluso cuando eso fuera fatal y estuviera destinado al fracaso, antes de
aceptar la alteración de la condición racial como una mera imposición de la ley o
amenaza económica.
Desde que me declaré públicamente opositor a la desigualdad racial obligatoria, recibí
muchas cartas. Algunas eran aprobatorias. Pero la mayoría mostraba desaprobación.
Alguna de estas eran de Negros sureños, la única diferencia era que eran educadas y
corteses en lugar de ser amenazas e insultos, diciendo en efecto: “Por favor, Señor
Faulkner, deje de hablar y quédese callado. Usted es un buen hombre y cree que nos
está ayudando. Pero no nos está ayudando. Nos está causando daño. Usted es un juguete
en las manos de la NAACP, ya que lo están usando para causarle problemas que no
queremos a nuestra raza. Por favor calle, resuélvales los problemas a su gente blanca y
déjenos a nosotros resolver los nuestros”. Esta era una carta particularmente larga, de
una mujer que estaba escribiendo para y en el nombre de un pastor y toda la
congregación de su iglesia. Continuaba diciendo que el muchacho Till consiguió
exactamente lo que estaba buscando, trayendo sus ideas de Chicago, y que todo lo que
su madre quería era hacer plata con el duelo. Lo cual suena exactamente igual a los
blancos en el Sur que justificaron e incluso defendieron el crimen negándose a admitir
que lo fue.
Nosotros hemos tenido muchos violentos e inexcusables crímenes personales de raza
contra raza en el Sur, pero desde 1919 los mayores ejemplos de tensión racial
comunitaria han prevalecido en el norte, como la familia de Negros que no fue admitida
en un distrito residencial de Chicago, y los coreano-americanos que sufrieron lo mismo
en Anaheim, California. Tal vez sea porque la solidaridad no es racial, sino que la
mayoría de los blancos segregacionistas sumados a una minoría Negra, como mi
corresponsal mencionada arriba, prefieren la paz frente a la igualdad. Pero supongamos
que la línea de demarcación fuera una racial: ¿la minoría blanca como yo obligada a
unirse a la mayoría blanca segregacionista no importa qué tanto nos opongamos a los
principios de desigualdad; la minoría negra que desea la paz obligada a unirse a la
mayoría Negra abocada a la fuerza, no importa qué tanto esa minoría desea solo paz?
Así que el norteño, el liberal, no conoce el Sur. No puede conocerlo desde la distancia.
Él asume que está tratando con simple teoría legal y simples ideas morales. Pero no lo
está. Está tratando con una realidad: una condición emocional de tal feroz unanimidad
como para despreciar el hecho de que se trata de una minoría, y que en este punto
seguirá hasta las últimas instancias y contra cualquier adversidad para justificar y, si es
necesario, defender esa condición y sus derechos a ella.

9
Faulkner se refiere a la decisión de Robert Edward Lee, quien hasta entonces era teniente coronel del
segundo regimiento de caballería, de desertar del Ejército de Estados Unidos para unirse a las tropas de la
confederación en Virginia. “El más débil” (underdog en el original), entonces, se trata de un eufemismo
para nombrar al estado de Virginia que, en 1860, corría peligro de ser invadido por el Norte. Lee, como
militar experimentado, sabía que el Sur no contaba con las herramientas suficientes para mantener su
independencia, y aun así ante al llamado de su tierra natal decidió abandonar su carrera marcial en el
Ejército de Estados Unidos para organizar las tropas en Virginia.
Entonces les diría a todas las organizaciones y grupos capaces de forzar la integración
en el Sur mediante procesos legales: “Paren por un momento. Le han mostrado al
sureño lo que pueden hacer y lo que harán si es necesario; denle espacio para que
recupere el aliento y asimile ese conocimiento; para mirar alrededor y ver (1) que nadie
va a forzarlo a la integración desde el exterior; (2) que él mismo está enfrentándose con
la obsolescencia de su propia tierra que solamente él puede curar; no solo una condición
moral que debe ser curada sino una condición física que tiene que ser curada si él, el
sureño blanco, ha de tener algo de paz, sino habrá de afrontar otro proceso legal u otra
maniobra cada año, año tras año, por el resto de su vida.

Bibliografía

Baldwin, James. “Faulkner and desegregation”. En The Partisan Review 23, no. 4,
(1956): 578-573.
Brown, Maud Morrow. “William C. Falkner, Man of Legends”. En The Georgia Review
10, no. 4 (1956): 421-39.
Jones, Lewis W. “Two Years of Desegregation in Alabama”. En The Journal of Negro
Education 25, no. 3 (1956): 205-11.
Metress, Christopher. “Langston Hughes's ‘Mississippi-1955’”: A Note on Revisions
and an Appeal for Reconsideration”. En African American Review 37, no. 1
(2003): 139-48.
Davis, Jefferson. “Robert E. Lee”. The North American Review 150, no. 398 (1890): 55-
66.
Blotner, Joseph. Faulkner, A Biography. Jackson: The University Press of Mississippi,
2005 [1974].
Rollynson, Carl. The Life of William Faulkner: The Past Is Never Dead, 1897-1934.
Charlottesville; London, University of Virginia Press, 2020.
Glissant, Édouard. Faulkner. Mississippi. París: Stock, 1996.
Wiedorn, Michael. “Go Slow Now: Saying the Unsayable in Édouard Glissant’s
Reading of Faulkner”. En Munro Martin and Britton Celia (eds.), American
Creoles: The Francophone Caribbean and the American South. Liverpool:
Liverpool University Press, 2012, p. 183-96.

También podría gustarte