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El metro de Bogotá

El metro, bien ejecutado, ofrece una excelente oportunidad para que


esta ciudad se transforme.
Por: Carlos Angulo Galvis, 21 de enero 2018 , 12:40 a.m

Los colombianos, y seguramente con mayor interés los bogotanos,


hemos estado esperando muchos años la iniciación de la construcción
del metro de Bogotá. Una ciudad de su tamaño, que alberga más de 8
millones de habitantes, distribuidos en un área muy extendida,
ciertamente necesita un metro como parte integral de un sistema de
transporte, que fortalezca el desarrollo urbano, mejore las condiciones
de movilidad y favorezca el desarrollo de diversas áreas de la ciudad.
La clasificación de Bogotá en una escala de habitabilidad de la Unidad
de Inteligencia de ‘The Economist’, dentro de la cual se considera la
infraestructura, es bastante deficiente, pues se encuentra en el puesto
109 entre 140 ciudades del mundo.

Un reciente artículo de ‘The New York Times’ indicaba que Nueva


York se había transformado con la construcción de su metro, iniciada
hace más de 100 años. Dos claros ejemplos ilustran esta
transformación: un área de muy bajo desarrollo se transformó en lo
que hoy se conoce como Times Square; y una zona desocupada,
localizada entre Manhattan y Queens, donde operaba un hospital para
el tratamiento de la viruela, se ha transformado gradualmente en un
centro de alta tecnología. Evidentemente, esta transformación se logra
con un esfuerzo continuo, que se inicia con la construcción de la
primera línea y se mantiene con ampliaciones y un eficiente
mantenimiento de sus componentes.

El efecto positivo del metro de Medellín es innegable, y no hay duda


alguna de que el sistema le dará un señalado impulso a Bogotá,
ciudad que presenta serios problemas de movilidad que afectan su
desarrollo. Es clara la urgencia de iniciar este importante proyecto,
pero sin cometer errores ni incurrir en sobrecostos, como los que han
afectado a muchos proyectos similares en Colombia y otros países.

En Nueva York se terminó recientemente una línea, a un costo de 5,6


millones de dólares por kilómetro. En París se está construyendo otra,
en condiciones comparables, dentro de los plazos previstos, a un
costo de 0,72 millones de dólares, es decir, el 13 por ciento del costo
de la de Nueva York. El contraste es evidente y sugiere la necesidad
de ser particularmente cuidadosos para no repetir los errores que
seguramente se cometieron en la Gran Manzana.

En el caso del metro de Bogotá existen diversos estudios, adelantados


por firmas consultoras. Los más recientes, desarrollados por empresas
colombianas y extranjeras calificadas, recomiendan la selección de la
opción del metro elevado, para el tramo portal Avenida de las
Américas-Calle 72, en vez de la opción de metro subterráneo. Uno de
los aspectos más críticos, el problema de adquisición de zonas, ha
sido analizado, y se han identificado los predios que deben ser
adquiridos para la construcción de la línea y del patio taller de
prefabricación. Estos estudios no han sido socializados
adecuadamente. Es fundamental hacerlo, para que la opinión pública
conozca el proyecto, formule inquietudes razonadas y lo apoye.

Las próximas etapas requieren la preparación de pliegos y planos de


licitación, suficientemente elaborados para disminuir los imprevistos
que se presentan en la ejecución de obras de este tipo y que permitan
la participación de un número razonable de firmas o consorcios
calificados. Así mismo, se debe avanzar en la adquisición de zonas
para la construcción de las obras, aspecto que ha entorpecido
considerablemente el desarrollo de la infraestructura en Colombia.

El metro de Bogotá, bien ejecutado, ofrece una excelente oportunidad


para que esta ciudad se transforme y siga el camino exitoso de las
urbes del mundo que cuentan con sistemas de transporte masivo
integrados, que proporcionan condiciones de vida atractivas para
todos los ciudadanos. Es una magnífica oportunidad que los
colombianos, y particularmente los bogotanos, no debemos
desaprovechar.

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