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Universidad Nacional Abierta

Vicerrectorado Académico
Área Estudios Generales
Carrera TSU en Mantenimiento de Sistemas Informático

Objetivo IV.3: Analizar, críticamente, los contenidos de las tres instancias que fundamentan
la ética de la vida profesional.

Asignatura: Temas de Ética Código: 119

Nombre del Estudiante: Juan José Rebolledo Pérez

Cédula de Identidad: 22.737.335

Centro Local / Unidad de Apoyo: Carabobo (07)

Correo Electrónico: juanjoserebolledo18@gmail.com Teléfono celular: 04128439699

Carrera: TSU en Mantenimiento de Sistemas Informático

Lapso: 2021-1
La ética es un saber teórico-práctico, sin embargo, existen áreas de nuestras vidas donde se encuentra
de forma muy concreta. Áreas como nuestra vida cotidiana o nuestro campo de trabajo y es
precisamente este último aspecto en el que se pretende hacer incapié en el presente ensayo. La ética
profesional es uno de los aspectos más fundamentales para formar profesionales que no solo esten
capacitados en sus áreas de trabajo con conocimientos técnicos, sino que también aporten a la sociedad
a la que pertenecen. Por lo que, el actuar de forma ética se convierte en una necesidad social de todos.
Es necesario entender que la ética profesional trata sobre los fines a los que tiende el ejercicio de cada
profesión, ya que ese fin es el que permite justificar o juzgar si una actuación profesional merece
aprobación o desaprobación ética. Por otro lado, también ofrece consideraciones éticas derivadas del
respeto a los derechos, legítimos intereses y puntos de vista de los usuarios de los servicios
profesionales, al igual que las obligaciones que cada profesional tiene con el colectivo profesional del
cual forma parte. El primer aspecto tiene un carácter ético, dictando que es bueno hacer o quien es un
buen profesional, mientras que el segundo tiene un carácter deontológico, ocupandose de deberes y
obligaciones, formulando un conjunto de normas exigibles a todos los que ejercen una misma
profesión.
Para hablar de la ética profesional, conviene establecer primero definiciones de los conceptos de
trabajo y profesión, para posteriormente establecer su relación con la ética, o lo que es lo mismo, la
ética profesional. Empezando por la definición de trabajo, entendemos que el trabajo es aquel conjunto
de actividades humanas, retribuidas o no, de carácter productivo o creativo, que mediante el uso de
técnicas, instrumentos, materias o informaciones disponibles, permite obtener, producir o prestar
bienes, productos o servicios. El término “empleo” hace referencia al trabajo realizado bajo
condiciones contractuales por el que se recibe remuneración y la “ocupación” es un aspecto del trabajo
que proporciona el rol o puesto que se ocupa. La función del trabajo es la de un medio o instrumento
por el cual adquirir remuneración. El concepto de profesión se entiende por una actividad aprendida, lo
que implica una preparación formal, dentro de un amplio contexto intelectual. Al integrarse dentro de
una profesión significa estar reconocido, formal e informalmente, por los colegas o por algún
organismo establecido dentro de la profesión. La idea de una profesión implica las de competencia y
autoridad, técnica y moral, y ocupación por el profesional de un puesto consagrado dentro de la
sociedad. De tal forma que podemos decir que un profesional será aquella persona que posea un
amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas vitales, recurrentes pero no
estadarizables y que se sienta en la obligación de realizar su trabajo al máximo de sus competencias.

Precisando el concepto de profesión y por ende, lo que significa ser un profesional, podemos
sistematizar los rasgos y características asociadas con el profesional y su actividad de trabajo. Esos
rasgos son conocidos como el paradigma profesional.

Primero, es importante establecer que una profesión es, ante todo, un servicio a la sociedad único,
definitivo y esencial. Único debido a que los profesionales de una profesión reclaman para sí mismos el
derecho de realizar las tareas propias de su profesión. Definitivo debido a que el público debe saber a
que atenerse sobre las funciones de cada grupo profesional. Esencial porque se trata de un servicio que
ninguna sociedad puede permitirse que quede sin atender.

En segundo lugar, a la profesión se le considera una vocación, es decir, se espera que el profesional se
dedique a su profesión por el resto de su vida. De igual manera que se identifique con las pautas ideales
de su profesión y se sienta en hermandad con los demás profesionales de su rama.

En tercer lugar, toda profesión se basa, predominantemente, en conocimientos y técnicas intelectuales,


debido a que estas son esenciales para la realización del servicio que se presta o la tarea que se realiza.
La clave del éxito profesional se encuentra en saber definir el problema, buscar los datos, formular y
aplicar conclusiones posibles y recomendadas. La sociedad exige que el profesional piense de corta
crítica e inquisitiva.

En cuarto lugar, toda profesión necesita un período de preparación especializada y formal, ya que el
prfoesional debe dominar técnicas intelectuales, debe ser sometido a un período de preparación
especializada, generalmente en instituciones educativas. A consecuencia de está larga y costosa
preparación, los profesionales exigen recompensas económicas y sociales superiores a las que se
obtienen en la mayoría de las ocupaciones.

En quinto lugar, el profesional reclama un amplio campo de autonomía, se trata de una autonomía para
desempeñar sus tareas profesionales con fidelidad solo a su propio juicio y experiencia. Solo sus
colegas pueden ser jueces de su errores. Esta autonomía es tanto personal como grupal con respecto al
grupo profesional.
En sexto lugar, la contrapartidad de la autonomía es la responsabilidad personal sobre los juicios
emitidos, los actos realizados y las técnicas empleadas en el ejercicio de la profesión. Esta
responsabilidad personal depende de factores como la seriedad del acto cometido u omitido, el
conocimiento que tuvo la persona acerca de su deber moral en el momento de actuar, la intención de la
persona cuando realizó el acto, por último el grado de libertad con el que la persona actuó.

En séptimo lugar, el énfasis está puesto en el servicio prestado más que en las ganancias obtenidas, el
profesional auténtico no puede quitarse ciertas obligaciones y ciertos servicios independientemente de
sus sentimientos e intereses personales. Además de que las ganancias no deben convertirse en el criterio
para juzgar la valía y triunfo de un profesional. El sentido correcto de entender las profesiones, por su
carácter moral, es el de un servicio altruista a la sociedad. El predominio del ánimo de lucro y la
obtención de beneficios suelen conllevar la desvirtuación de la profesión. Esto se relaciona con la
profesión como vocación.

En octavo lugar, la existencia de una organización de profesionales, este tipo de organización se da en


muchas ramas. A este tipo de organizaciones corresponden los colegios profesionales. Estos colegios
establecen códigos deontológicos con los que se expresa una visión moral que tienen de sus
profesiones, la toma de conciencia del grado de responsabilidad que asumen, y su vinculación a la
defensa de ciertos derechos humanos.

¿Qué valor ético tiene el trabajo y la profesión?, teniendo en cuenta que el trabajo y la profesión son
medios, eso abre la posibilidad de hablar de una ética profesional. Por lo que juzgaremos al trabajo
profesional en función de sus consecuencias, como la promoción de la persona y la cohesión con la
sociedad. Sin embargo, antes de fundamentar la vida profesional y su dimensión ética es necesario
aclarar la diferencia entre ética y deontológia. La ética profesional se centra, ante todo, en el tema del
bien: qué es bueno hacer, al servicio de que bienes está una profesión, cuál es el tipo de bien que busca
como finalidad esa profesión en particular. Por otro lado, la deontología se ocupa ante todo de deberes
y obligaciones, busca formular un conjunto de normas exigibles a todos los que ejercen una misma
profesión. Sin la perspectiva ética, la deontología se queda sin horizonte de refencia y no queda claro el
sentido o el por qué de las normas deontológicas. La deontología exige acciones mientras que la ética
propone y pide motivaciones. Sin normas no hay universalidad ni igualdad en las exigencias y sin
igualdad ni universalidad en las cuestiones necesarias, la cooperación social consagra desigualdad y
arbitrariedades. La deontología habla de lo que es vinculante para todos. De los espacios abiertos y
plurales que quedan para el bien es de lo que se ocupa la ética.

La ética tiene como instancia la conciencia individual. Mientras que la deontología se mueve más en el
campo de lo que es aprobado colectivamente. Cuando se habla de deontología profesional se entiende
por esto, los criterios compartidos por el colectivo profesional y normalmente convertido en un texto
normativo por el correspondiente colegio profesional. Los colegios profesionales representan a los
profesionales, por lo que no resulta extraño que en sus normas incluyan intereses propios del grupo
profesional. Los códigos deontológicos enuncian deberes para con la profesión y también hablan de la
competencia profesional y de la correspondiente responsabilidad de los profesionales. El profesional
compentente, tiene que ser responsable. Responde a su nivel de capacitación profesional y tiene la
obligación de hacer bien aquello que le compete. Esa competencia ha sido adquirida en un proceso de
estudio y socialización dentro del correspondiente grupo profesional. Se es profesional por pertener a
un grupo de profesionales y para pertener a ese grupo hay que haber pasado por una preparación.

Uno de los ámbitos que regulan los códigos deontológicos es el de la competencia de la profesión, es
decir, qué es lo que cae dentro y qué es lo que queda por fuera de su ejercicio. Al igual que cuando
alguien tiene licencia de ejercer una profesión. Un tercer núcleo de los códigos se ocupa de regular las
relaciones entre los profesionales: la necesidad de pertenecer al colegio profesional para poder ejercer
la profesión dentro de un determinado territorio, como se adquiere la condición de colegiado para
ejercer la profesión y cuales son las acciones que conllevarían a perderla de forma temporal o
permanente y los deberes de solidaridad para con los colegas y los familiares de estos. Por último, los
códigos deontológicos abordan los deberes y obligaciones para con los clientes o usuarios de los
servicios profesionales.

En el planteamiento de una ética profesional, conviene destacar que las actuaciones relacionadas con la
vida profesional se fundamentan en tres instancias:

La primera instancia corresponde al principio de beneficiencia, por lo que planteamos la pregunta, ¿a


quien y para qué sirve el ejercicio de una determinada profesión?, en orden de responder está pregunta
debemos empezar por la finalidad a cuyo servicio se supone que está la actividad profesional en
cuestión, qué bienes se supone que produce o intenta producir y que servicios presta o intenta prestar.
Los rasgos éticos que ha de valorar todo profesional, si quiere llegar a prestar un auténtico servicio a la
sociedad, son la competencia y la honestidad. La competencia se refiere a la preparación técnica y a la
actuación eficaz del profesional. Con respecto a la honestidad, por mas hábil que sea un profesional,
siempre debe actuar de forma transparente para cumplir con su responsabilidad profesional. El
principio fundamental que rige estas relaciones es el principio de beneficencia o actuación en beneficio
del cliente. Las profesiones son prácticas, pretenden hacer una aportación funcional específica.

La segunda instancia pertenece al usuario o cliente y corresponde al principio de autonomía. Cuando


los profesionales se encuentran en la posición de poseer conocimientos y habilidades que son
necesarias para sus clientes, se produce una falta de simetría. A modo de evitar el sentimiento de
superioridad que recae sobre los profesionales viene el principio de autonomía de la ética profesional.
El cliente de los servicios profesionales no es un simple objeto o un inmaduro que requiere ser
conducido. Es alguien que tiene opinión y derechos, que debe ser respetado, tomado en consideración e
informado. El profesional debe mantenerse en diálogo con el cliente para comprender sus puntos de
vista y llegar a acuerdos puntuales o globales con vistas al fin al que se desea llegar. Hay que saber
llevar los conocimientos y habilidades del profesional con los derechos y expectativas del cliente.

La tercera instancia pertenece a la sociedad y corresponde al principio de justicia, ya que el profesional


y su cliente se encuentran en el marco de organizaciones, instituciones o empresas. Frecuentemente, el
ejercicio profesional tiene lugar en un espacio social con recursos escasos, con necesidad de
compatibilizar o jerarquizar demandas múltiples, ya que no es posible ofrecer a todos lo que desean o
les conviene. El principio de justicia se encarga de arbitrar una distribución racional y justa de los
recursos en orden a obtener fines múltiples, jerarquizados, para ser atendidos conforme a su
importancia, urgencia, posibilidades, entre otros. Es en este principio donde la ética profesional se
encuentra con la ética social, al intervenir criterios de justicia para marcar prioridades y dristibuir
recursos. Sin estos criterios la ética profesional carece de un método para hacer frente a las demanda de
los profesionales por más recursos o mejores salarios y a las reclamaciones de los usuarios que quieren
más y mejores prestaciones. Hay que tener en cuenta el marco social, las necesidades de todos y los
recursos disponibles a la hora de establecer prioridades con los criterios de justicia.

Por otro lado, resulta necesario establecer que quien ingresa a una profesión, por el motivo que sea, ya
sea costear su supervivencia, enriquecerse, o cobrar una identidad social. Debe asumir la meta que le da
sentido a su profesión. No se pueden justificar las fallas simplemente alegando que solo se entro en la
profesión para hacer dinero. Los motivos individuales no son razones ni argumentos, si no tienen base
en las exigencias de la meta profesional. Si los motivos desplazan a las razones, se corrompe una
profesión y esta deja de ofrecer los bienes que solo ella puede ofrecer. Con lo que pierde su sentido y su
legitimidad social. Por esa razón, importa el hecho de revitalizar las profesiones, teniendo en cuenta sus
fines legítimos y qué hábitos se deben desarrollar para alcanzarlos. A esos hábitos se les puede
considerar virtudes de excelencia.

Uno de los aspectos más importantes que debe tomarse en cuenta a la hora de la realización de la ética
en el ejercicio de la profesión es la tensión entre convicciones y mandatos que parecen imponerse de
modo absoluto y exigencias de las circunstancias. Existen campos en los que las exigencias se viven de
un modo particularmente intenso, al igual que los riesgos del ajustamiento de los principios éticos a la
realidad y de los medios a los fines.

El autor Max Weber, nos habla de la existencia de tanto la ética de la convicción como la de la ética de
la responsabilidad. La primera nos revela la excelencia de lo preferible y la radicalidad con que se
asume. La segunda tiene en cuenta lo realizable en un contexto histórico y sopesa las consecuencias.
No se trata de dos modelos de ética que se excluyan mutuamente, en el fondo todos debemos participar
de la ética de la convicción y de la ética de la responsabilidad. Lo realmente preligrosos sería quedarse
tan solo en la primera, es decir, quedarse en una ética de la afirmación de los grandes valores y de los
grandes principios, sin que nunca lleguemos a preguntarnos responsablemente cuáles son las
consecuencias que se pueden seguir de la afirmación de esas ideas que, al menos en teoría, merecen ser
anexadas. Aunque los modelos teóricos de ambas son diferentes, lo ideal es no contraponerlos de una
forma excluyende, sino en hacer que ambos se complementen, porque lo que podría ser genuinamente
perjudicial es quedarse ingenuamente en una ética de la convicción.

Esta distinción de dos modelos de ética tiene importantes consecuencias en el campo de la acción en
los más diversos campos de la acción humana, como por ejemplo, la ética económica, de los negocios,
entre otras. La ética es una opción por valores y dicha opción por valores podría concretarse todavia en
dos aspectos. En primer lugar, no se opta por valores de una forma desordenada, sino jerarquizándolos
de alguna manera; es decir, se trata de una opción por una determinada sistematización de valores, si se
quiere, por una determinada visión o concepción del hombre y de la sociedad. En segundo lugar,
cuando esa opción entre en juego en situaciones concretas, lo que aparece en primer término es la
conflictividad real de los valores. Y, en consecuencia, el comportamiento ético se juega, no en la pura
opción por valores, sino en la forma concreta de optar por unos determinados valores cuando estamos
dentro de una situación particular. El conflicto consiste en el hecho de que la realización de algunos
valores pueden perjudicar a otros valores, que, al menos en principio, también merecen ser anexados.
¿De que forma se puede orientar la decisión entonces?, Evidentemente aquí entran de lleno las
consideraciones propias de la ética de la responsabilidad.

La aplicación de estos enfoques de la ética a situaciones concretas no obliga a estar continuamente


haciendo un análisis de la realidad para estudiar la previsibilidad de la realización de determinados
valores y la conflictividad que se da entre ellos. Por tanto, el problema central de la ética no radica en el
enunciado de valores o en la anexión a ellos de principio, sino en optar, en cada situación concreta, por
aquellos valores por los que creo que debo optar, sabiendo el coste que eso tiene en términos de otros
valores, como consecuencia de la complejidad de la realidad social en la que tenemos que actuar e
intervenir.

Es necesario mencionar que ese planteamiento puede derivar en cierto pragmatismo que reduce la ética
a una ética de lo posible. Pero si no se entra en el análisis de la conflictividad de los valores, la
reflexión ética se queda en un nivel que es puramente abstracto y teórico. Ese Enfoque contrasta
enormemente con el pragmatismo con el que muchas veces tenemos que actuar cuando se trata ya de
tomar decisiones técnicas o de tratar cuestiones muy condicionadas por la técnica. Y termina por
desacreditar a la ética frente al mundo científico, restandole contenido. Es por eso que no se debe dejar
de reconocer que una ética de la responsabilidad es también, en cierto modo, una ética de lo posible.
En este ensayo, antes de adentrarnos en el terreno de la ética profesional, establecimos los conceptos de
el trabajo, la profesión y por ende, los profesionales. Hablamos de los ragos del paradigma profesional,
y entramos en detalle sobre el valor ético del trabajo profesional. Establecimos las diferencias entre la
ética y la deontología, siendo esta última la encargada de proporcionar normas que rigan a los
profesionales y la primera encargada del bien o el mal de las acciones. Luego, entramos en el
planteamiento de la ética profesional, destacando las tres instancias que fundamentan la vida
profesional: el principio de beneficiencia, el principio de automía y el principio de justicia. Una vez
establecida esta base de conocimientos llegamos a conlcuir que en toda decisión compleja realizada en
un ámbito profesional hay que tener en cuenta una gama de compatibilidades entre el punto de vista de
los profesionales, los afectados y los responsables. Los profesionales son competentes en su profesión,
Sin embargo, sus decisiones afectan a otros y por tanto, deben intervenir también los afectados. El
punto de vista de los afectados debe tener un peso específico, ya que al fin y al cado la actuación de los
profesionales tiene como objetivo el beneficio de los clientes. Sin embargo, tampoco es conveniente
absolutizar esta perspectiva. Se necesita una perspectiva que articule las necesidades e intereses, con las
posibilidades y recursos disponibles, todo ello conforme a criterios de justicia. Y he aquí donde surge la
complejidad de la ética profesional, ya que es díficil humanizar las relaciones entre las personas y dar
coherencia interna a lo que se hace.

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