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Qué Es El Estilo Literario
Qué Es El Estilo Literario
el estilo literario?
Apuntes y reflexiones
de un traductor
Nina Melero
Este concepto del texto artístico o poético como “misterio inaccesible por medios
racionales” tuvo una profunda influencia en los pensadores de la Escuela Estilística
Española, con los hermanos Alonso a la cabeza.
“Se esfuerzan por convencernos de que los métodos estrictos y rigurosos que el
lingüista trata de introducir en la poética jamás podrán dar cuenta del sutil no se
qué del que se pretende que la poesía está hecha. Pero ese no sé qué permanece
igualmente inasible en el estudio lingüístico del lenguaje o de la sociedad o de la
vida o de los misterios de la materia. Resulta inútil oponer el no sé qué a la
aproximación ineluctable de las ciencias” [Jakobson, R., 1973].
Una vez definido el texto literario como objeto artístico-estético, buscaron en él las
principales funciones que caracterizan cualquier obra de intenciones estéticas, esto
es, que es —o pretende ser— artística. Esas funciones se resumen en la relación
dialéctica que ya planteaba Horacio: “dulce et utile”, es decir, que deleita e instruye,
que es fuente de placer a la vez que enriquece. En resumen, que tiene valor y
utilidad además de proporcionar goce estético.
Wellek y Warren afirman que son múltiples las funciones de la literatura, pero que
la primera y principal es la de “ser fiel a su propia naturaleza”. El texto poético ha
de buscar la belleza como fin último, una idea relacionada con las afirmaciones que
en este sentido formularon Emerson o A. C. Bradley, quienes hablan del “arte por el
arte” y la belleza como “pretexto de ser” de la literatura.
Este enfoque afecta directamente a los presupuestos del criterio estético: ahora es
el receptor/lector quién decide si el texto posee o no esas cualidades, no el
emisor/autor; y este concepto tendría validez más allá de cuestiones sociales. Se
trata éste de un concepto que apunta ya hacia las incipientes corrientes post-
estructuralistas que hablan de la muerte del autor (Roland Barthes, 1968) y
conciben al lector como dueño absoluto del texto.
Halliday, por su parte, subrayaba que las funciones del lenguaje están integradas
en la estructura, en la gramática. Sus planteamientos representan por tanto la
síntesis entre la función y la forma. Su esquema, que se apoya en el de Jakobson, se
basa en tres funciones: la interpersonal, que sintetiza las dos primeras funciones
del lingüista ruso, la conativa y la emotiva; la ideacional o representacional y la
textual. Por otro lado, esta última no sería estrictamente una función, sino una
dimensión o procedimiento, ya que las dos primeras se establecen sólo mediante la
tercera, que recibiría, por este motivo, el nombre de “función capacitadora”.
Por otro lado, para estos autores el estudio del estilo debe partir de la lingüística,
pero no apoyarse exclusivamente en ella: el crítico literario ha de intentar
identificar los rasgos lingüísticos mediante los cuales un texto produce una
reacción en el lector; ahora bien, tendrá también que considerar ciertos factores
extralingüísticos si pretende valorar esos rasgos de la manera adecuada.
Se trata ésta de una cuestión fundamental para el traductor, qué tendrá que
enfrentarse a la tarea de identificar esos rasgos y trasladarlos de manera apropiada.
Para ello habrá que tener en cuenta “el contraste entre el sistema de la lengua de
una obra de arte literaria y el uso general de la época” del que ya hablaban Wellek
y Warren [Wellek, R. y Warren, A., 1974 (1954), p. 210].
Las preguntas esenciales serían: ¿Por qué esos elementos y no otros? (desde el
punto de vista de la elección semántica), ¿por qué ordenados de ese modo? (la
motivación de las elecciones sintácticas) y, sobre todo, ¿existían otras opciones? (la
distinción entre las elecciones condicionadas y las libres). Y es en la respuesta a
esas preguntas que se encuentra la clave para identificar el estilo original y poder
incorporarlo al texto traducido.
Este autor aplica el modelo de Halliday al estudio del texto literario: para él el
plano interpersonal o discursivo describiría el tipo de transacción entre el autor y
su lector; el ideacional estaría relacionado con la interpretación del texto como
representación de una realidad ficticia y, por último, el plano textual se centraría en
el texto como objeto lingüístico.
Por otro lado, y en lo que respecta a los rasgos específicos del texto literario, Leech
coincide con Widdowson en resaltar su característica “autotélica”; esto es, la
peculiaridad de que los textos artísticos se encuentran fuera de la realidad de la
comunicación social, y funcionan de manera autónoma porque contienen en sí
mismos las tres funciones de Halliday.
En lo referente al estilo, Leech afirma que la estilística debe encargarse del estudio
del estilo; esto es, la relación entre la forma del texto y su potencial para la
interpretación. Al proponer esta definición, Leech se refiere a los textos literarios.
Ahora bien, no hay que olvidar que, al igual que C. Bally, no todos los teóricos de la
estilística consideran los textos artísticos como objeto de estudio exclusivo. Para
muchos de ellos, el concepto de estilo tiene poco que ver con la literatura.
Los investigadores más recientes abordan la cuestión del estilo desde las más
variadas posiciones. Por ejemplo, en opinión de L. Nuñez Ladevéze, catedrático de
periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, la elección estilística más
significativa se encuentra en la oposición entre estilo nominal y estilo verbal, que se
manifiesta en el nivel más abstracto de la selección y la combinación lingüística.
Según sus estudios, las características más relevantes de ambos estilos serían las
siguientes: el estilo nominal se caracteriza por la presencia dominante de
sustantivos y enlaces preposicionales; es principalmente impersonal, pasivo y
coordinativo; los verbos predominantes son los copulativos y los verbos son
complejos. En el estilo verbal, por el contrario, se suelen utilizar los enlaces
conjuntivos (subordinativos) y los verbos finitos.
Es esencial que el traductor sepa reconocer cuál de los dos predomina en el texto de
origen, si bien establecer las diferencias entre ambos tipos de estilo no resulta
sencillo cuando se trabaja con textos de otras lenguas, tal y como señala R. Wells
[Wells, R., 1974], ya que la manera de identificarlos puede variar de un idioma a
otro, como es el caso del sánscrito o el griego, que menciona en su artículo.
El traductor debe, por tanto, conocer perfectamente cuáles son los patrones
lingüísticos habituales en sus idiomas de trabajo, porque de otra manera no podrá
distinguir el uso normativo de la lengua y las desviaciones del mismo que se
producen en el texto, tengan éstos una intención estética o no. En el caso del
alemán, por ejemplo, habría que tener en cuenta que se trata de una lengua con
tendencia al estilo nominal y con una densidad sintáctica mucho mayor que el
castellano. A la hora de traducir de esta lengua, deberán distinguirse estos rasgos
lingüísticos (junto con otros tales como una mayor permisividad estilística respecto
a las reiteraciones semánticas, la profusión de elementos que indican posiciones o
direcciones en el espacio, las oraciones de gran longitud y tendencia a la
subordinación en varios niveles; etc.) de los que son relevantes desde el punto de
vista literario. Hay veces en las que la obsesión por trasladar con exactitud todos
los matices del original lleva a los traductores a redactar textos con aparatosas
repeticiones y sobredescripciones redundantes semánticamente que repercuten
negativamente en la calidad estilística del texto final. Es por eso que resulta de
primordial importancia que el traductor conozca en profundidad las peculiaridades
estilísticas de la lengua de partida.
Para este autor, que procede del ámbito periodístico, la calidad del estilo está
estrechamente relacionada con la eficacia y la capacidad de síntesis: la utilización
de un mínimo de recursos para trasmitir un máximo de información. Sin embargo,
este concepto de estilo no es válido para la literatura, ya que el objetivo prioritario
del texto literario no es comunicar una información, sino producir un efecto
estético y transmitir una emoción.
En general, podríamos decir que estilo y registro son dos conceptos distintos. Los
parámetros para describir el registro son el canal y las diferencias entre formal e
informal; mientras que el estilo, si lo entendemos como sociolecto, viene
determinado por la situación comunicativa, esto es, por la esfera de actividad
humana a la que pertenece el texto en cuestión. Así, un texto de un determinado
estilo puede producirse en distintos registros diferentes.
Como conclusión, se podría decir que el estilo es un concepto que puede definirse
desde distintas perspectivas, pero que en general se caracteriza por una serie de
elecciones condicionadas por la intención y la situación. En el caso de los textos
literarios, la intención es artística, y la función, producir placer estético en el lector
al tiempo que se le estimula intelectualmente.
Bibliografía
Jakobson, R.: Main Trends in the Science of Language. London, Allen &
Unwin, 1973.
Wellek, R., y Warren, A.: Teoría literaria, Madrid, Gredos, 1974 (1954).
Wells, R.: “Estilo nominal y estilo verbal”, en Sebeok, T. A., Estilo del
lenguaje, Madrid, Cátedra, 1974.