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Mataron a Juana por soñar

Ella sabía que ocultaban lo que pasó y sigue pasando en Buenaventura, un puerto
construido sobre el desplazamiento, que hoy sigue dominado por las bandas, la miseria, la
pobreza y en donde el desarrollo que prometieron terminó en las casas de pique.
10/31/2020

Por: María Jimena Duzán

El presidente Duque le debería decir al país por qué está de acuerdo con la
construcción del cuestionado puerto de Tribugá, en el municipio de Nuquí. Y lo
debería hacer rápido, antes de que las playas de este paraíso terminen
convirtiéndose en el muladar donde los violentos arrojan los cuerpos sin vida de
los líderes de la comunidad que ellos matan porque se les vuelven incómodos.

Eso le sucedió a Juana Perea, la líder ambiental cuyo cuerpo fue arrojado en la
playa frente a la estación de Policía de Nuquí. Lo dejaron allí para intimidar a los
pobladores y para llenarlos de miedo. Ese ha sido siempre el propósito de los
usurpadores: desplazar a la fuerza a la población para que los expoliadores puedan
disponer de unas tierras que de pronto han cobrado un inusitado valor ante la
posibilidad de que allí se vaya a construir el puerto de Tribugá. Esas tierras no les
pertenecen a los expoliadores porque sus dueños son los consejos comunitarios y
los resguardos indígenas. Pero como lo prueba la historia del conflicto en
Colombia, a estos despojadores eso nunca les ha importado. “Vamos a por ellas”,
como dirían los mosqueteros.

Este proyecto, que fue suprimido del plan de desarrollo por la bancada
parlamentaria que reconoció la importancia de los temas ambientales, ha sido
cuestionado por todas las organizaciones medioambientales debido al devastador
impacto que tendría sobre uno de los lugares más ricos en biodiversidad del
planeta. Además, en esas aguas es donde las ballenas llevan a parir sus ballenatos,
una maravilla que ha impulsado una infraestructura ecoturística que les da sustento
a muchas familias y un tejido social que se ha ido construyendo alrededor de la
sostenibilidad y de la preservación del ecosistema. En Nuquí existe la cooperativa
de pesca artesanal más grande del país y sus pobladores son defensores de un
modelo de desarrollo verde que quedaría arrasado si se termina construyendo el
puerto.  El asesinato de Juana Perea hace parte de una cadena de hechos violentos
que se han intensificado desde que el presidente Duque llegó al poder con la idea
de construir el puerto de Tribugá.
Antes de la pandemia fue asesinado un líder indígena al que se le señalaba de ser
colaborador del ELN, crimen que forzó a la comunidad a desplazarse hacia
Tribugá. Durante la pandemia, el poder de las autodefensas gaitanistas –los
pobladores creen que detrás de esta fachada está el Clan del Golfo– se ha
incrementado de manera exponencial. Quince días antes del asesinato de Juana se
había producido otro homicidio en las mismas circunstancias, además de que el
primero de octubre, en una acción coordinada en varios municipios del Pacífico,
las Autodefensas Gaitanistas empapelaron y pintaron las paredes de Nuquí.

El Gobierno Duque, en lugar de tomar correctivos y de reforzar la Policía, la


disminuyó. Hoy, Nuquí tiene solo nueve policías de los 14 que tenía antes de la
pandemia. Así lo reveló el alcalde de Nuquí, el pasado mes de junio, en una
inquietante carta al comandante de Policía del Chocó. En ella además dice que los
múltiples crímenes que se suceden en su municipio “no tienen quién los investigue
y absolutamente todos quedan impunes”.

Mientras que Nuquí caía bajo el manto de la impunidad y en manos del Clan del
Golfo, casi que simultáneamente el gobernador del Chocó –el mismo que fue
destituido por la Procuraduría y que luego volvió a su puesto– convocaba a la
asamblea departamental para que declarara de utilidad pública el puerto de
Tribugá. Esa movida, que contaba con la anuencia de Duque, facilitaría el
desarrollo del proyecto pese a que carga desde su inicio serios problemas de
estructuración. La Anla no le dio la licencia ambiental de alternativas porque no
cumplía los requisitos; la ANI, la agencia encargada de entregar las concesiones, le
negó la póliza de seriedad y cumplimiento a Arquímedes, que es la sociedad
promotora. Y por si esto fuera poco, Codechocó dictaminó en junio de este año que
este proyecto no era viable por sus impactos ambientales.

Duque se autoproclamó como el presidente defensor del medioambiente ante las


Naciones Unidas, pero sigue impulsando la construcción de un puerto como el de
Tribugá, considerado no viable hasta por sus propias agencias y que puede acabar
con uno de los lugares más biodiversos del planeta.

En este ambiente tan caldeado y tan lleno de espejismos a Juana Perea la


asesinaron. Ella había llegado cuatro años antes a Nuquí y se había convertido en
una voz muy importante dentro del tejido social de esta comunidad tan particular.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar desde que escuchó por primera vez
que en el municipio de Nuquí se iba a construir el puerto de Tribugá. “Desarrollo
sí, pero no así”, decía ella para acallar los espejismos con que los promotores del
proyecto emocionaban falsamente a muchos de los pobladores para que apoyaran
esta iniciativa en una eventual consulta previa.
Su pecado fue promover un modelo alternativo distinto, basado en el desarrollo
comunitario, en la pesca artesanal, en los bonos de carbono y en la protección del
medioambiente. A pesar de que no fue la líder que organizó la resistencia al puerto,
sí empezó a construir alternativas distintas a las que pintan los promotores del
puerto. Ella sabía que ocultaban lo que pasó y sigue pasando en Buenaventura, un
puerto construido sobre el desplazamiento, que hoy sigue dominado por las bandas,
la miseria, la pobreza y en donde el desarrollo que prometieron terminó en las
casas de pique. Por eso mataron a Juana; por soñar. Habría sido un honor haberla
conocido.

Nuquí es un municipio que pertenece al departamento del Chocó, reconocido por sus
actividades ecoturísticas y su diversidad gastronómica y donde desde hace años se ha venido
estudiando la posibilidad de construir el Puerto de Tribugá, un proyecto que según la Junta
Directiva del ente cameral brindaría alternativas económicas adicionales para la población,
potencializaría los sectores turístico, pesquero y agrícola, además de la cantidad de puestos de
trabajo que este proyecto supondría, pero este proyecto afectaría gravemente al medio
ambiente y a las comunidades indígenas de esta zona, por otro lado la situación de
“bonanza” planteada por este ente ha traído consigo que personas se quieran adueñar de
terrenos ajenos por la valorización que estos tendrían con la construcción de este puerto, una
situación desafortunada teniendo en cuenta que la realización de este proyecto aún no es
seguro y ya está generando problemas.

Se debe tener en cuenta que este departamento es un territorio olvidado por el gobierno
nacional, marcado por la pobreza y el desplazamiento, que en Buenaventura las mismas
promesas respecto al Puerto solo han traído pobreza, desplazamiento y narcotráfico, un lugar
donde desde que la actividad económica no se vea afectada, las problemáticas a las que se
tenga que enfrentar la población pasan a segundo plano. A pesar de que este puerto aporta
una gran cantidad al Producto Interno Bruto del país, estas cifras no se ven retribuidas de
ninguna manera al progreso de sus habitantes.

Sin ser ajeno a lo anteriormente mencionado está el tema de las masacres a líderes en nuestro
país, que en este año han sido 251, hasta el momento van 64 líderes ambientales asesinados
en Colombia, personas que lucharon por el bienestar de sus conciudadanos, batallaron por
mantener la riqueza natural de sus territorios, que decidieron alzar la voz aun sabiendo los
riesgos que corría su vida, que definitivamente prefirieron morir de pie a vivir de rodilla,
personas que no debemos dejar morir en nuestra memoria, mantener un agradecimiento
eterno por sus luchas y hacerlas nuestras, hacer que sus muertes valgan la pena ya que para el
gobierno ellos no existen.

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