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Elementos para reflexionar acerca del trabajo psicoanalítico con familias que

"salen del armario"

Patricia Porchat 1

Nuevas configuraciones familiares ocupan la escena de quienes trabajan con parejas, niños
y adolescentes en el mundo occidental contemporáneo. La familia recompuesta a partir de
la separación de cada uno de los miembros de la nueva pareja, con los hijos del primer
matrimonio de cada uno, tal vez fue la primera de una serie. Tenemos la familia
homoparental, familias que apelan a diferentes formas de procreación, proporcionando al
niño una madre genética, una madre "de vientre", un padre "donante" de esperma. Entre
tantas otras, podemos ahora introducir una más: la familia en la que uno de los miembros
de la pareja es transexual.De hecho, aparentemente, la estructura familiar tradicional no se
altera tanto. Tenemos dos adultos y niños. Si los adultos son del mismo género, tendríamos
una semejanza con la familia en la que la pareja es homosexual. La diferencia entre esta
última y la familia con personas transexuales es que el cambio de género en uno de los
miembros genera situaciones inusitadas: por ejemplo, un padre puede quedar embarazado,
la madre puede ser un hombre, el padre que antes era hombre ahora se convirtió en mujer.
En fin, cambios de género que arrojan nuevos desafíos a nuestra comprensión ya nuestra
práctica.

Es posible argumentar que estas diferentes modalidades de familia ya existían. Las familias
recompuestas, incluso antes de la Ley del Divorcio (1977, en Brasil2), siempre existieron.
Las madres que criaron a sus hijos solas, familias con niños adoptivos, niños criados por
dos madres en una relación homosexual: siempre se supo de esas familias, aunque, en cierta
medida, tal vez no se hablara de ellas - alguna especie de tabú sobre el asunto llevaba al
silenciamiento. Incluso las familias con un padre o una madre transexual, eventualmente, se
oía hablar al respecto. Lo que todas estas familias ganan actualmente es visibilidad. Las
familias homoparentales tal vez hayan sido las responsables de traer esa discusión al
público.
La lucha por los derechos de la población LGBT y, más específicamente, por el derecho a
su unión legal, al matrimonio y a la adopción de hijos por parte de los y las homosexuales,
todo ello trajo al primer plano la necesidad de repensar lo que es una familia. Más aún:
cuestionar nuestros criterios acerca de las condiciones necesarias para criar niños sanos,
afectivos, espontáneos, que se vuelvan jóvenes con capacidad de establecer vínculos
consistentes, de ser críticos y constructivos en relación a la sociedad, en fin, con
condiciones de manejar el sufrimiento y de buscar su bienestar.

Actualmente, tenemos a estas familias bajo la mira de los medios, del derecho, de la
educación, de la psicología y del psicoanálisis. ¿Se trataría de una mirada voyeur? Una
curiosidad para saber "si ‘eso’ va a resultar"? Para saber el "resultado" de esas

1
Texto publicado em laRevista Brasileira de Psicanálise v. 51, n2, 2017 -
Familias
2
1987 en Argentina
"experiencias familiares", digamos así, nuestra intuición podría llevarnos a observar a los
niños. Pero observar, en la condición de psicoanalista, significa también tratar. Y no sólo
tratar porque la demanda se presentó. Es verdad que los niños de familias abyectas
(consideradas al margen de la sociedad, víctimas de prejuicio social, excluidas de un cierto
campo de inteligibilidad) son comúnmente encaminadas al análisis por la escuela, por el
médico, por la asistencia social o por los propios padres y madres que identifican su
sufrimiento. El otro motivo para tratar, y allí me refiero a los adultos que eligieron formar
esas familias, es porque podemos efectivamente ayudarles a sostener la resistencia a las
normas dominantes. Para ello, el analista debe estar culturalmente preparado.

Para trabajar con las cuestiones que se refieren a la homoparentalidad y a la transexualidad,


es importante estar al corriente de las discusiones acerca de la distinción entre sexo y
género y acerca de la constitución de las diferentes identidades de género. También se hace
necesario conocer mínimamente la terminología en torno a la transexualidad
(transidentidad, transgeneridad, cisgeneridad, travestilidad, género no binario, etc.). Los
estudios de género, los estudios de la mujer, la teoría queer y los feminismos forman el
campo que circunda culturalmente esas cuestiones. Para ello, remito al lector a la
bibliografía existente (Arán, 2006; Ayouch, 2015; Bento, 2006; Porchat, 2013; Lanz, 2015;
Muszkat, 2014; Tajer, 2013).

Nuestra intención ahora es presentar algunos elementos especialmente importantes para el


trabajo con niños y con adultos que forman parte de esas familias. Dos de estos elementos
vienen directamente del psicoanálisis: la novela familiar y la escena primaria. Los otros dos
atravesan la teoría psicoanalítica y son condiciones para sus constructos: la concepción de
parentesco y la de parentalidad.

La novela familiar

Freud presenta la novela familiar del neurótico como una construcción que revela la falla de
algunos individuos en liberarse de la autoridad de los padres al crecer. Esta liberación,
considerada fundamental en el desarrollo individual y en la propia organización de la
sociedad, depende de la oposición que se establece entre las generaciones. Para ello, la
relación del niño con sus padres recorre un determinado camino. Los padres, que
inicialmente eran la única fuente de autoridad, objeto de deseo y modelo a seguir, al ser
puestos en la categoría padres, por el descubrimiento del niño de que, al final, existen otros
padres, sufren innumerables comparaciones por parte de los hijos. Las cualidades
incuestionables que presentaban caen por tierra. Se convierten en objeto fácil de críticas de
todo tipo. Freud añade a ese recorrido los impulsos de rivalidad edípica. Aún temprano,
comienzan las fantasías, que posteriormente podrán ser conscientemente recordadas o
reveladas por el análisis, de ser un niño adoptado, o de que el padre o la madre serían de
hecho su padrastro o madrastra. El alejamiento de los padres, que comenzó en esa actividad
imaginativa, será descrito por Freud como la novela familiar del neurótico. Es por esta
estrategia que el niño relativiza la autoridad de los padres, se libera de la idealización que
tenia hacía de ellos y finalmente se libera. Los padres descienden en su estima, y él los
reemplaza por otros, normalmente "de mejor linaje" (Freud, 1909 / 2006b, p 220).
Los analistas que se inclinan sobre situaciones de procreación / filiación no tradicionales
están particularmente a las vueltas con la novela familiar de sus pacientes. Tomemos el
ejemplo de una familia homoparental. Ken Corbett (2009), analista estadounidense,
propone la construcción de una novela familiar no tradicional. Andy, su paciente de 7 años,
es hijo de dos madres. Se trata, en el trabajo de Corbett, de actuar en dos planos distintos,
pero que se intercomunican. Andy debe forjar su propia historia y, para ello, Corbett
propone ayudar a la familia a forjar su historia de minoría. "Hace una apuesta política de
que la función del analista aquí no es la de ver cómo el paciente va a ser afectado en su
relación con la“diferencia de los sexos", sino percibir el efecto en ese paciente, en
particular, de tener dos madres. Considerando que vivimos en una sociedad
heteronormativa y considerando que nadie se desarrolla fuera de un sistema de normas,
"cada niño y cada familia se desarrolla a través de su lucha con y contra la lógica de las
estructuras sociales normativas" (p.56). La familia de Andy, así como otras en esa
condición, por su propia existencia defiende la marginalidad en confrontación con las
normas dominantes. Cabe al analista dar soporte a la familia, ayudar a sostener esa
confrontación.

Corbett actúa con el propósito de ayudar a Andy a traer a la luz su novela familiar
no tradicional. Para ello, recibe regularmente a las madres de Andy y trabaja para que ellas
puedan estar abiertas a las identificaciones proyectivas del hijo. Freud ya decía que el
desarrollo de las fantasías dependía no sólo de la inventiva del niño, sino también del
material disponible para ello. Cuando se enfrenta a la diferencia de los papeles
desempeñados por el padre y la madre en sus relaciones sexuales, "comprende que ‘pater
semper incitus est', mientras que la madre es certísima” (Freud, 1909 / 2006b, 220).

Andy le dice al analista que no tiene un padre, sino un donante. El trabajo de


Corbett sobre el modo como Andy maneja la idea de padre es comentado por Michel Tort:

No se trata de denunciar los efectos funestos de la ausencia del padre, invocando la carencia de su
famosa función de separación, sino de saber cómo construir, en el análisis, una idea de padre con
los recursos que cada uno tiene a mano en el dispositivo de procreación dado, permitiendo que se
desarrolle la imaginación familiar, con los fantasmas de las madres sobre el donante y aquellos que
el niño se autorizará a enunciar en su relación transferencial con el analista. (2016, p. 124)

Una vez en posesión del material que funda su procreación - no sólo a través de la
información dada por sus madres, sino también a partir de la imaginación familiar activada
por el analista, que permite la circulación de los diversos fantasmas en escena -, Andy
puede construir su novela familiar no tradicional y dar inicio al recorrido que le llevará
posteriormente a poder confrontar a la generación de sus madres y a separarse de ellas.

La escena primaria

La escena primaria o escena originaria es así denominada por Freud en el artículo


del Hombre de los Lobos (1918 / 2006a) y se refiere a la observación por el niño del coito
parental. Sin embargo, permanecerá en el psicoanálisis la idea de que ella puede haber sido
sólo supuesta y disfrazada a partir de índices como ruidos o incluso por la observación del
coito animal (Laplanche & Pontalis, 1998).
El punto que se discute en relación a las nuevas configuraciones familiares es que la
escena primaria no es sólo la relación heterosexual como núcleo de la sexualidad. No debe
existir en el psicoanálisis una escena primaria estándar. De nuevo, la estrategia no sería la
de denunciar los efectos nocivos de una falta de padre o de madre de acuerdo con la norma
heteronormativa, sino, por el contrario, preguntarnos, como psicoanalistas, por el "efecto
del dispositivo procreativo inédito sobre la estructuración psíquica "(Tort, 2016, p. 125). La
respuesta no es única. Debemos pensar, en cada caso, cómo se vieron los sujetos, como se
arreglan subjetivamente a partir de los procedimientos específicos que marcaron su
concepción. Estamos en un tiempo de investigación, se puede decir, pero también en un
tiempo de apertura social, ya que familias que tuvieron arreglos diferentes de aquellos
propuestos por las familias nucleares burguesas ahora pueden "salir del armario" y ser
finalmente escuchadas por el psicoanálisis.
Corbett insiste en que el punto de partida de la fantasía de la escena primaria debe
ser, por un lado, el conocimiento por el niño de la procreación y de los procedimientos
particulares de su concepción y, por otro lado, las construcciones fantasmáticas sobre el
sexo, nombre de los misterios excitantes de los adultos, de los cuales sabemos que las
parejas poco o nada hablan, pero que son percibidas a través de risas y rubor (citado por
Tort, 2016, p. 125). Según Tort, debemos interesarnos por la capacidad del niño de
fantasear sobre relaciones sexuales múltiples, superando las categorías que se han dado, y
pensar sobre lo que ellos saben acerca de sus familias y de los deseos que las modelan,
poniendo en escena a sus padres (incluso donadores o múltiples) y sus fantasmas.
Tanto la novela familiar como la escena primaria fueron traídos en contextos
diferentes de la cuestión de la transexualidad. En el caso del primero, el ejemplo era el de
una familia homoparental. El segundo caso se centraba en la cuestión de la concepción sin
la figura de un padre, pero sólo la de un donante. Sin embargo, me parece que ambas ideas
freudianas son extremadamente útiles para pensar los fantasmas familiares
contemporáneos, los efectos de los nuevos arreglos sobre la estructuración psíquica de los
sujetos, así como algunos norteadores para la escucha analítica hoy.

El parentesco

¿Qué es una familia? Esta pregunta debe ser hecha por cada uno que trabaje con nuevas
configuraciones familiares. Hay una enorme diferencia entre considerar a la familia como
una unidad natural, arraigada en procesos biológicos, o considerarla un producto ideológico
históricamente producido. Tenemos ahí la familia nuclear burguesa, que encontramos en
Freud. Algunos psicoanalistas la ven como natural, otros como producto ideológico, pero
casi cristalizado. De acuerdo con Segalen: "Finalmente, la familia hoy tiene una geometría
variable [...]. Sus contornos son múltiples y eventualmente se mueven por alianzas
electivas. Lo que permanece es la fuerza de las relaciones de parentesco en la sociedad
moderna "(citado por Pederzoli, 2017, p.7). El parentesco "legisla" sobre la relación entre
individuos que pertenecen a un mismo grupo. La discusión se desplaza entonces hacia el
establecimiento de lo que son relaciones de parentesco. Al final, a partir de esas relaciones
entramos en el campo de lo simbólico y a través de él atribuimos valor a las personas en la
medida en que ellas ocupan determinados lugares, unas en relación a las otras, reconocidas
por las normas sociales, entre ellas la del tabú del incesto. Pero, ¿qué sucede cuando la
sociedad no reconoce ciertas relaciones? ¿Ellas dejan de ser relaciones de parentesco? De
acuerdo con Marilyn Strathern, el parentesco euroamericano reconoce sólo dos lados
biológicos de parentalidad, determinado por una relación asimétrica de género: el padre y la
madre (citada por Pederzoli, 2017, p.67). La diferencia biológica, como criterio máximo de
la clasificación de los seres humanos, nos condena a pensar lo femenino en oposición a lo
masculino, sin mezclas o dificultando el atravesamiento de las fronteras (Badinter, citado
por Pederzoli, 2017, p.67). Si la familia se asienta sobre esa relación dicotómica y
complementaria entre los géneros, "sugerir cualquier alteración en ese orden implica
amenazar la estructura sobre la cual la sociedad está consolidada" (Pederzoli, 2017, p.67).
Sin embargo, esta concepción de parentesco actualmente no da cuenta de las nuevas
configuraciones familiares. En ese sentido, o hacemos el ejercicio de redefinir el
parentesco, hacerlo elástico, maleable, para incluir las relaciones que de hecho existen en
determinados grupos de individuos que se reconocen como familias, o seguiremos
patologizando niños, adolescentes y adultos en función de lo que no consiguieron, de sus
supuestas fallas y carencias, en fin, de todo lo que ellos tienen de diferente en relación a un
determinado modelo supuestamente ideal de familia. ¿Dónde nos lleva este tipo de
patologización? Actualmente, lleva a la incomprensión de las transformaciones sociales y a
la exclusión del campo de lo humano de sujetos y de sus familias que están en la condición
de abyección desde hace muchos años.
Es en un famoso texto de Judith Butler que encontramos una concepción de
parentesco orientada hacia la inclusión en el campo de la inteligibilidad de las familias
abyectas, que ya existen, y de cualquier familia que venga a existir. En "¿El parentesco es
siempre de antemano como heterosexual?", Butler dice:

Si entendemos parentesco como un conjunto de prácticas que establecen relaciones de


varios tipos que negocian la reproducción de la vida y las demandas de la muerte,
entonces las prácticas de parentesco son aquellas que emergen para dirigir las formas
fundamentales de la dependencia humana, que pueden incluir el nacimiento, la creación de
los niños, las relaciones de dependencia y apoyo emocional, los vínculos de generaciones,
la enfermedad, el fallecimiento y la muerte (por citar algunas). (2003, p. 221)

En este texto, Butler aborda el parentesco pensando en las diferentes formas por las
cuales una sociedad se organiza. El texto discute las ideas de Lévi-Strauss, pero Butler, en
cierto modo, parece tener en cuenta la experiencia que vivió en sus años de doctorado
(Porchat, 2015). Se trata de la observación de la escena gay de Nueva York en la década de
1980 (de la cual Butler participó), retratada en el documental Paris is burning, de Jennie
Livingston (1990). Butler comentará eso en 1993, en Cuerpos que importan. La película
retrata los salones de baile en el Harlem. Muestra una comunidad gay y trans de personas
pobres, negras y latinas, performando drags y bailando. Ellas se organizaban en familias
llamadas houses. La cultura ball describe una subcultura LGBT underground en los Estados
Unidos, donde las personas compiten por premios en eventos conocidos como balls.
Algunos de los que desfilan también bailan; otros compiten en el género drag, intentando
pasar por otro género y clase social. Las familias son encabezadas por alguien, no siempre
más viejo, que adopta, cuida y vela por los demás. Viven en comunidades o no, pero cargan
el apellido del jefe de la familia. Para pertenecer a la familia, es necesario un ritual de
entrada: participar del baile, desfilar, bailar, performar. Una vez dentro, el parentesco está
constituido. Los vínculos se establecen, las dependencias afectivas empiezan a nacer, la
protección y los cuidados están garantizados.
Lo que Butler nos hace pensar es en cómo el establecimiento de vínculos entre los
seres humanos puede darse por diferentes rituales. Son éstos y la comunidad alrededor de
un grupo, o de algunos individuos, que reconocen y validan los vínculos a partir de un
campo de inteligibilidad previamente establecido. Este campo codificó los tipos de
vínculos, así como codificó los rituales. Sin ser necesario allí el género, las parentalidades
biológicas, ni tampoco los binarismos.

La parentalidad

Queremos por último problematizar las concepciones de padre y madre a partir de la


idea de Pederzoli (2017) de que éstas pueden ser prácticas performativas. Decir que las
parentalidades son prácticas performativas es decir, siguiendo el raciocinio de la teoría del
acto performativo de Butler, que no existe esencia de padre y ni esencia de madre. Son los
gestos, las palabras, los actos que crean la ilusión de una sustancia madre o de una sustancia
padre. Así como el género es un organizador social, el padre y la madre también lo serían.
De igual modo que hombre y mujer pueden ser desempeñados por cualquier individuo,
independientemente del sexo biológico (Butler, 2003), eso también se daría, según
Pederzoli (2017), con la parentalidad del padre y la parentalidad de la madre. Y todavía
podríamos rechazar el binarismo parental y pensar en una forma de parentalidad no binaria.
En cuanto a las parentalidades trans, serían prácticas de parentesco que cuestionan
y rearticulan el sistema normativo, en vez de adecuarse a él. Ellas "reconfiguran las
representaciones del pensamiento occidental en el momento en que performatizan la
parentalidad en su relación con el género" (Pederzoli, 2017, 61).
¿Qué es un padre? ¿Qué es una madre? Creo que no es igual pensar que la función
paterna o la función materna seán ejercidas por personas transexuales, transgénero o
travestis, en vez de por personas cisgenero. ¿Pero cuál sería exactamente la diferencia? Hay
poca literatura sobre niños hijos de padres transexuales. Chilland (1999) se refiere a
algunos estudios (Ebaugh, 1988; Green, 1978; Misès, Noël y Castagnet, 1980) en el que
surgen cuestiones como la preocupación por la opinión de la sociedad, la adopción y, en el
estudio de Green con niños de personas transexuales, la comprobación de que estos niños,
por ocasión de la investigación, están conformes con su género de asignación al nacimiento
y son heterosexuales. En resumen, poco se sabe aún sobre los efectos de las parentalidades
trans. Pero también poco se sabía, en tiempos lejanos, sobre los efectos de las personas
divorciadas, de la mujeres que trabajaban fuera de su casa, etc.
En una entrevista realizada por Pederzoli, con un hombre trans de 39 años,
encontramos la siguiente respuesta: "Lo que es ser padre es como yo me identifico, me
identifico como hombre y socialmente esa expresión es usada aquí dentro de casa, una vez
que yo "soy padre" (2017, p 108).

Chilland (1999) sugiere que existe una contradicción en nuestra cultura: al mismo
tiempo que se valoran los vínculos biológicos - por ejemplo, cuando se determina que todo
niño tiene el derecho de conocer sus raíces biológicas, a pesar del enraizamiento cultural y
psicológico que ello estableció -, "se lanza un desafío a la biología al considerar en cierta
medida conveniente [...] dar dos padres sin una madre a los niños o dos madres sin un
padre, o llamar papá a una mujer o mamá a un señor "(p. 214). Chilland denuncia una
situación que permite problematizar la idea de parentalidad como práctica performativa. El
status atribuido por la sociedad a la filiación determinada por los orígenes biológicos de un
individuo legitima la problematización de parentalidades en la que no hay vínculos
biológicos. En este sentido, problematiza también las parentalidades trans, ya perjudicadas
previamente por la discusión acerca de la patologización de las transiciones entre géneros
(con o sin intervenciones sobre el cuerpo).3 Para los segmentos que aún patologizan las
identidades trans, si el individuo es considerado "enfermo de género ", no sería deseable
que él fuera padre o madre, ni biológico, ni adoptivo. O, si tuviera hijos anteriores a la
transición, su maternidad, su paternidad o simplemente su parentalidad sería a priori un
problema grave.
Entender el lugar de lo biológico en nuestra cultura, saber de sus efectos sobre los
individuos y posicionarse ante esta cuestión parece ser necesario para escuchar y actuar en
relación a las parentalidades trans.
Hagamos algunas consideraciones a partir de una situación clínica.

Juan tiene casi 30 años. Su compañera es cinco años mayor y juntos tienen tres hijos
(un niño y dos niñas). Una de las hijas es de su compañera, con quien vive desde hace seis
años. Las otras dos hijas son suyas, frutos de relaciones con dos hombres diferentes. Juan
habla poco de su infancia. No le gustaba la ropa femenina, prefería jugar a la pelota con los
niños, no aceptaba el hecho de ser niña. Con 10 años ya percibía que sentía atracción por
las niñas. Guardaba esos sentimientos para sí y trataba de olvidarlos. Relata habere aislado
en su casa por causa de eso y jugaba solo. A los 15 años le contó a la abuela, con quien
vivía, que le gustaban lãs mujeres, pero ésta no lo aceptó. Se acercó a su madre biológica,
que tampoco aceptó la homosexualidad de su hija. Por este rechazo familiar, intentó
ajustarse a las expectativas de la familia y acabó teniendo las dos hijos, un niño y una niña.
La relación con los hombres no funcionó y Juan volvió a tener relaciones con mujeres. Por
fin, encontró a la actual compañera y se quedó con ella, componiendo una familia. El
escenario familiar contribuye a que Juan imagine un modo de vida que desea tener como
hombre. Le gustaría ser policía y ocupar un lugar destacado dentro de su familia. Siendo
hombre en la relación, "voy a ser la persona que toma el frente". Para Juan, parece que ser
hombre es la posibilidad de ocupar el lugar de persona estabilizadora de una família,
familia en la cual él sería la figura central.
Lo que aquí relatamos de Juan se refiere a algunas entrevistas para apoyar el
encaminar una terapia hormonal y, cerca de un año y medio después, a algunas sesiones
iniciales de psicoterapia de base psicoanalítica. Juan decidió comenzar la terapia para
acompañar su proceso de transición de género. Hace el tratamiento hormonal y aguarda en
la lista de espera para realizarse cirugías de retirada de senos, útero y ovarios.
Después del nacimiento de su primer hijo, relata haber tenido un episodio de
depresión. El amamantar era algo muy difícil, pues los senos "recuerdan que soy mujer".
No le gusta su cuerpo. No habló a nadie sobre su tristeza y dificultad para lidiar con la
lactancia. Al ser preguntado sobre el motivo del segundo embarazo, Juan relata que
también buscó la aprobación de la madre biológica al acercarse al hombre que ella le había
presentado. Pero afirma que estaba alcoholizado al relacionarse con él y que
posteriormente, al descubrirse embarazada, consideró la posibilidad de un aborto.
3
Chilland se encuentra entre los autores que hacen esta discusión, habiendo ralentizado su posición de 1997
(año de la publicación original de su libro sobre transexuales),cuando era abiertamente contra la cirugía y el
tratamiento hormonal. En 2011, sugirió que hay una cuestión social, y no solamente médica, en la demanda de
tratamiento hormonal-quirúrgico por adolescentes. Sin embargo, es considerada una autora que participa de la
visión patologizante de las personas trans.
El tema de la familia atraviesa muy temprano la historia de Juan. Sólo conoció a la
madre biológica a los 11 años. Su madre tuvo primero dos hijos, siendo Juan el tercero.
Cuando nació, la familia consideró que no podía criar otro hijo. Juan fue adoptado por una
familia en la que más de una mujer quisieron asumir la maternidad (las tías adoptivas). Se
acabó quedando con una madre adoptiva que falleció un año después. Su abuela adoptiva
asumió los cuidados y se convirtió en la principal figura materna. Varias personas
circulaban en la casa (tías-abuelos, tíos, primos). Con frecuencia lo llamaban bastardo. A
los 18 años, por peleas con parientes que vivían en la casa de la abuela, decide vivir con su
madre biológica. Su abuela adoptiva se enferma y Juan se siente culpable, creyendo que
ella se sintió abandonada por él. En esa ocasión, conoció al padre también (que se había
separado de su madre). Sobre el padre, dice que es un hombre bueno, pues aceptó su
homosexualidad y dijo: "Las mujeres son buenas, usted está en el camino correcto”. Era
policía.

Juan tiene una historia familiar compleja (la adopción, el reencuentro con la madre
biológica y su sumisión a ella, la enfermedad de la abuela adoptiva), y la cuestión de la
aceptación por parte de sus dos familias parece haber sido fundamental en su vida.
Actualmente, Juan es un hombre trans. Un padre trans. Su madre biológica no
acepta la transexualidad y lo llama por el nombre femenino de bautismo. La abuela
desarrolló serios problemas de memoria y no lo reconoce más. Le duele aún que su madre
lo haya colocado en adopción, pero haya mantenido los otros dos hermanos consigo. Dice
que reconoce sólo a la abuela como madre de verdad.
Sus hijos tienen 7 y 5 años. Llaman padre a los padres biológicos, con quienes
tienen contacto. Ambos tienen 50 años, o sea, eran cerca de 30 años mayores que Juan en
ocasión de la relación. Los hijos de Juan lo llaman madre-y-padre y llaman a su compañera,
mamá.
Juan no está trabajando y se queda en casa cuidando a los niños. Quien sostiene la
casa es su compañera. Él busca trabajo, pero relata dificultades en encontrar o en
mantenerse en un empleo. Quería un trabajo pesado, de albañil, de cargador, pero no lo
aceptaban por cuenta de su condición femenina (nombre de registro y cuerpo físico). Se
queja de que las personas suelen criticarlo por diversos motivos muy frecuentemente.
Juan habla muy poco de sus hijos. No hay una sesión en la que no mencione a su
abuela, la falta que siente de ella, la culpa por su enfermedad, la imposibilidad de estar con
ella por motivos financieros (transporte hasta su casa, que no está cerca de donde Juan
vive). En las sesiones, básicamente trata de su proceso de transición y de la culpa hacia la
abuela. Lamenta no poder cuidar de ella, pero no puede ni cuidar de sí. No tiene tiempo.
Necesita cuidar a los niños y llevarlos a la escuela.
De su familia adoptiva, que tenía tantas tías, hoy sólo queda la abuela como
persona que realmente cuenta afectivamente para él. Ella es "su piso/base", junto con los
niños, que también son, actualmente, "su suelo". Es curioso cómo, incluso para hablar de
ese lugar que los niños ocupan emocionalmente para él, es necesario afirmar primero el
papel que su abuela ocupa en su vida.
Pide que la analista anote el nombre de sus familiares, pues son muchos tíos y tías, y
no quiere quedarse explicando cada vez quién es quién en la familia. Se molesta si la
analista se olvida. Una sola vez que Juan mencione el nombre de alguien de la familia ya es
motivo para molestarse la próxima vez, si la analista olvida el nombre de esa persona.
Los hijos de Juan, un niño y una niña, ya tienen padre. Pueden encontrar para Juan
un lugar en la familia: madre-y-padre. Este lugar es diferente del lugar de madre o de padre.
Pero y Juan, ¿qué siente que es para sus hijos?

¿Donde parte la analista para entender, escuchar e intervenir en el habla de Juan? Él parece
venir a pedir ayuda para entender cómo es y quién es su familia. En ese sentido, sus hijos le
ayudan por haberle dado a él un lugar. Madre-y-padre tal vez sea el nombre que le permita
circular por las generaciones- mientras hij@ y mientras alguien que ejerce la función
parental. Madre-y- padre también puede ayudarle a encontrarse en relación con su origen.
Abandonado por su madre, vive capturado por la culpa de haber abandonado a su abuela.
¿Se hace madre por el abandono? No se identifica con la idea de ser madre de sus hijos,
pero todavía está lejos de ser el padre que le gustaría ser. Curiosamente, al no conseguir
empleo, cuida a los niños y hace las funciones domésticas de la casa, lugar marcado
tradicionalmente por el papel femenino en nuestra sociedad. Juan no se ve como madre,
pero tampoco llega a ser el padre - policía que estabiliza a la familia y es el centro de ella.
Por otra parte, los hombres en las familias de origen de Juan ocupaban papeles secundarios.
Su padre sólo aparece en su narrativa como alguien que refuerza su orientación sexual –
“mujer es buena!”
Siendo Juan, por un lado, rechazado en la familia de origen y, por otro lado, llamado
bastardo y cuidado por la abuela en la familia de crianza (la madre falleció después de un
año de la adopción), ¿quienes son la madre y el padre de Juan, después de todo? ¿Puede
haber outro parentescos? ¿Quién ejerce la parentalidad? ¿Cuál es el lugar de lo biológico en
su historia? ¿Quién concibió a sus propios hijos? Además de los padres (hombres mayores,
con edad para ser su propio padre), él mismo, como madre - que rechazaba la lactancia,
símbolo de la maternidad?
Trabajar con Juan le ayudará a forjar una historia familiar en diversos niveles: una
historia al margen, que resiste a las normas dominantes y a las expectativas sociales
basadas en el modelo heteronormativo y binario de género. Entender, fantasear y construir
para sí una novela familiar, una escena primaria es lo que le dará acceso de modo más
efectivo a su parentalidad y a la comprensión de sus relaciones de parentesco.

Resumen

Familias en las que uno de los miembros de la pareja es una persona trans (transexual,
travesti o transgénero) lanzan nuevos desafíos a la teoría y a la práctica del psicoanálisis.
Reflejos sobre algunas cuestiones que esta diferente configuración familiar trae como la de
la definición de lo que es una familia para el psicoanálisis y para sus practicantes, o sobre la
existencia de un compromiso ético y político de ayudar a la familia a sostener la resistencia
a las normas dominantes. También sugerimos que el analista debe estar culturalmente
preparado para encarar estos desafíos, conociendo los campos adyacentes al psicoanálisis
que pueden apoyarlo en esa tarea. Presentamos conceptos y perspectivas de trabajo que
pueden auxiliar en el abordaje de esas familias, sea con los niños, sea con los adultos: los
conceptos de novela familiar y de escena primaria y el cuestionamiento de lo que es
parentesco y parentalidad. Por último, abordamos una situación clínica que permite
reflexionar sobre nuestras propuestas.
Palabras clave la familia; homoparentalidad; transexualidad; parentalidad trans. Nuevas
configuraciones familiares ocupan la escena de quienes trabajan con parejas, niños y
adolescentes en el mundo occidental contemporáneo. La familia recompuesta a partir de la
separación de cada uno de los miembros de la nueva pareja, de la que los hijos del primer
matrimonio de cada uno vienen a formar parte, tal vez fue la primera de una serie. A partir
de ahí tenemos la familia monoparental, la familia homoparental, familias que apelan a
diferentes formas de procreación, proporcionando al niño una madre genética, una madre
"de vientre", una madre social, un padre "donante" de esperma. Entre tantas otras, podemos
ahora introducir una más: la familia en la que uno de los miembros de la pareja es
transexual.

Referencias

Arán, M. (2006). A transexualidade e a gramática normativa do sistema sexo-gênero. Ágora, 9(1),


49-63.
Ayouch, T. (2015). Psychanalyse et transidentités: hétérotopies. L’Évolution Psychiatrique, 80(2),
303-316.
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Patricia Porchat es docente en el Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias


de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), campus Bauru.

Patrícia Porchat
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