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POLÍTICA Y ELECCIONES.

Por Celestino Aponte.

Las fuerzas políticas y los sectores sociales contrarios al nefasto y corrupto régimen de Nicolás
Maduro colocadas ante la coyuntura electoral de noviembre del presente año están,
lamentablemente fracturadas. Aunque en honor a la verdad la división es anterior al hecho
electoral.

Dos bloques conforman la fractura del la oposición (uno de ellos, a su vez, subdividido en cinco
versiones distintas). Una primera posición que afirma trabajar para una salida del régimen no
política ni electoral ni negociada y otra que centra su estrategia en lo electoral, apegada a la
constitución nacional, política y pacífica.

La primera de ellas tiene casi dos décadas pregonando su tesis y, supuestamente, trabajando en ello
y aunque no logra avanzar ni un milímetro y ha fracasado reiteradamente desde el carmonazo hasta
la presente fecha ni rectifica ni reconoce los abultados errores cometidos ni admite la inviabilidad
de su propuesta. Sigue acariciado la idea de una sublevación militar y la del “realismo mágico” del
que habló un alto funcionario del gobierno de Donald Trump.

La propuesta estratégica político electoral, por otra parte, se desenvuelve en un contexto


caracterizado por la ausencia de democracia y estado de derecho, muy marcado por el fraude
electoral como signo del gobierno de facto, autoritarismo y un enfermizo militarismo. De lo anterior
se desprende que la lucha electoral tiene un componente primario y esencial: luchar por condiciones
competitivas y el respeto a la voluntad soberana del pueblo. Eso por ahora porque elecciones libres,
justas y transparentes habrán post madurismo.

El objetivo estratégico es elecciones presidenciales y parlamentarias dado que el jefe del gobierno
de facto no es un presidente legítimo ni tampoco lo es la Asamblea Nacional elegida el 2020. Algunos
en la oposición han interpretado erróneamente que la lucha electoral será válida una vez que
Maduro sea desalojado del poder y hayan condiciones “pulcras y angelicales” para una elección
presidencial como si existiera una alternativa no electoral y distinta para expulsar al usurpador.

La estrategia política, constitucional y pacífica plantea superar la actual situación a través de la via
electoral lo que le ha ganado el epíteto de colaboracionista que le endilga cierta élite radicaloide a
través de las redes sociales. Esta política tiene varias líneas de acción a saber: la diplomática que
procura que los países democráticos apliquen sanciones al régimen que lo obliguen a negociar una
solución pacífica enmarcada en el concepto de ganar ganar. No se negocia una rendición del
régimen, se negocia un acuerdo de transición con garantías plenas para los actores en pugna; en
segundo lugar, contempla un ejercicio ciudadano de presión cívica que eleven el costo político del
gobierno de no negociar y de reprimir; tercero, lucha electoral a nivel local y estadal con el objetivo
de conquistar espacios de poder que aproximen a los actores políticos democráticos al objetivo
estratégico (como en una guerra de posiciones). Esta línea de acción se desarrolla a sabiendas que
el madurismo hará trampa, peculado de uso para favorecer a sus candidatos y tratará de burlar los
resultados. Pero ésta línea de acción permite a las fuerzas de cambio movilizar a la ciudadanía y
articular la lucha política con las justas protestas populares en reclamo de resolución a sus
problemas y atención a sus necesidades. Y, más aún, puede ganar importantes posiciones de poder
si recordamos que más del 80 por ciento de los venezolanos rechazan al gobierno de facto de Nicolás
Maduro.

En consecuencia es políticamente correcto la participación electoral el 21N sobremanera ahora


cuando pesa la amenaza del régimen de dar un zarpazo aún mayor a la institucionalidad
democrática. No otra cosa sería el establecimiento del Estado Comunal que liquidaría la institución
del voto universal, directo y secreto y convierte a los estados y municipios en verdaderos ceros a la
izquierda. En este contexto gobernadores y alcaldes legitimados por el voto popular serían los
líderes de sus comunidades en defensa de las mismas y sus instituciones democráticas.

Ahora bien, para que ese propósito se haga realidad es necesario que la oposición política y
democrática cumpla con dos requisitos fundamentales a saber: 1. La unión de todos los demócratas
que adversamos al régimen. Participar en la contienda contra un adversario tramposo divididos,
con una multiplicidad de candidatos y con importantes líderes y sectores llamando a la abstención
es propinarse un “autogol”. La unión es fundamental, de allí el reclamo que expresa la sentencia “si
no hay unidad no voto”. Lamentablemente los actores políticos de oposición han demostrado una
colosal ceguera política, una torpeza e incompetencia insospechada tres meses atrás. La división es
en todo el país, especialmente en los estados Bolívar y Miranda, en los cuales las agresiones verbales
y las descalificaciones marcan la pauta. Circunstancia que ha profundizado el desencanto popular y
alejado a la ciudadanía de los partidos políticos, principales responsables de esta catástrofe.

2. Postular candidatos idóneos para el ejercicio de unos gobiernos estadales y municipales que
arrastran déficits fiscales abismales, cuyos presupuestos se los tragó la hiperinflación y las
consecutivas devaluaciones en un país con una recesión de tal magnitud que ha hecho retroceder
al PIB a los años 50 del siglo pasado y, además, colocados frente a un gobierno central inescrupuloso
que impondrá gobiernos paralelos (padrinos) para monopolizar los recursos en desmedro de las
entidades federales y sus legítimos gobernantes. En este contexto un candidato idóneo no es aquel
tradicional “tira besitos", que abraza viejitas, carga niños en sus caminatas y ofrece villas y castillos
en pomposos y aéreos programas de gobierno. El candidato idóneo es aquel que por su formación
política, por su carácter y firmeza haya enfrentado al régimen con vigor y esté dispuesto a hacerlo
desde la gobernación y la alcaldía.

Se requiere de candidatos altamente representativos de la sociedad regional y local y no sólo de los


viejos y oxidados aparatos partidistas. Amén de que los mismos, al igual que la “mujer del César no
sólo debe ser honesto sino, además, parecerlo”. Al parecer la clase política no cuidó este “detalle”
ocupada como está en el reparto burocrático de cargos.

Las conclusiones son categóricas. La participación electoral es el camino correcto y válido; los
partidos políticos no fueron capaces de construir la unión que garantice el triunfo; el dogmático
abstencionismo favorece los intereses del régimen usurpador; la oposición está a las puertas de una
derrota política vía autogol; y la ciudadanía dado el vacío de liderazgo y la discapacidad de los
partidos políticos tiene que tomar decisiones y no equivocarse.

Los ciudadanos tenemos a mano un recurso de gran valía: la economía del voto. Pronunciarse y
volcarse masivamente a votar por el candidato opositor con más posibilidades de triunfo y más
idóneo para el cargo. De lo contrario el 21N Maduro y su banda “comerán dulce de lechoza”

Ciudad Bolívar 06 de octubre de 2021.

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