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Proceso Contencioso Administrativo Federal. Tomo 1. Carlos Balbin
Proceso Contencioso Administrativo Federal. Tomo 1. Carlos Balbin
BALBÍN DIRECTOR
Proceso Contencioso
Administrativo Federal
Tomo I
© Balbín, Carlos F.
© de esta edición, AbeledoPerrot S.A., 2014
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
Argentina
Balbín, Carlos F.
Proceso contencioso administrativo federal/ Carlos F. Balbín ; dirigido por Carlos F. Balbín. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Abeledo
Perrot, 2014.
v. 1, 704 p.; 24x17 cm.
ISBN 978-950-20-2645-9
1. Derecho Contencioso Administrativo. I. Balbín, Carlos F., dir. II. Título
CDD 342
CONTRIBUCIONES DOCTRINARIAS
BALBÍN, Carlos F., "El alcance del control judicial sobre las decisiones estatales".
LAVIÉ PICO, Enrique, "El plazo de caducidad en la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos".
CANDA, Fabián O., "Excepciones del proceso contencioso administrativo federal: la habilitación de la
instancia judicial y otras defensas".
TREACY, Guillermo, "Las medidas cautelares y la Administración Pública: la difícil conciliación del interés
público con el interés privado".
VALLEFÍN, Carlos, "La acción de amparo. Notas sobre el artículo 43 de la Constitución Nacional y la ley
16.986".
BIOTTI, María Alejandra y GILARDI MADARIAGA DE NEGRE, Cecilia, "Amparo por mora de la Administración. La
mora judicial".
El presente trabajo tiene por objeto —por un lado— recopilar las normas jurídicas aplicables en el
Proceso Contencioso Administrativo Federal. Es sabido que no existe un Código Procesal y, por tanto, es
necesario recurrir a distintas reglas jurídicas. Cierto es que el tronco —como todos sabemos— está
constituido por el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, pero con el paso del tiempo se han
incorporado otras tantas reglas que nos exigen armar un verdadero rompecabezas jurídico e intentar
encastrar las piezas entre sí de modo coherente y sistemático.
Así, las reglas procesales —además del Código Procesal Civil y Comercial— están dispersas en la ley
de Demandas contra la Nación, la ley de Procedimientos Administrativo, la ley sobre medidas cautelares
en los procesos en que el Estado sea parte, las leyes de ejecución de sentencias cuando se condene al
Estado a pagar sumas de dinero y las leyes sobre recursos directos, entre otras. Esta obra intenta
justamente compilar de modo ordenado ese conjunto de reglas dispersas.
Asimismo somos conscientes que el Derecho Administrativo ha cambiado y sigue haciéndolo en los
últimos tiempos y es razonable que así sea con el propósito de reconstruirse bajo el molde del Estado Social
y Democrático de Derecho. Y también creemos importante advertir que en los años más recientes se han
modificado leyes de fondo y procesales sobre Derecho Administrativo. Por caso, el régimen de las medidas
cautelares, los procesos colectivos, las regulaciones estatales, las contrataciones estatales, la
responsabilidad estatal y las nuevas sociedades del Estado. Pues bien, estas reformas nos exigen releer
las normas procesales —muchas veces dispersas y desordenadas— y adaptarlas al nuevo esquema
jurídico.
Por el otro, nos hemos propuesto darle cuerpo a las normas escritas y aquí transcritas a través de su
interpretación por las sentencias judiciales, de modo que tras las reglas procesales hemos incorporado la
doctrina judicial de los últimos años que consideramos más relevante y que ha contribuido de modo decisivo
en la conformación de nuestro Derecho Administrativo federal y, más aún, en el marco de orfandad
legislativa procesal.
De todos modos creemos que el mayor mérito de este trabajo es la participación de los propios actores
judiciales a través de sus opiniones doctrinarias. Por eso, hemos convocado a integrantes del Poder Judicial
a escribir sobre temas procesales centrales, a saber: competencia; legitimación; habilitación de la instancia;
plazo de caducidad; excepciones; prueba; medidas cautelares; ejecución de sentencias; amparo; acción
meramente declarativa; amparo por mora; acción de lesividad y recursos directos, entre otros.
Así, los artículos de doctrina con un sentido práctico y útil permiten darle al texto un matiz más profundo
y enriquecedor, en particular, por parte de quienes interpretan y construyen el derecho desde la resolución
de los casos judiciales concretos. Quisiera destacar especialmente el trabajo, esfuerzo y compromiso de
los autores que son hacedores de esta obra: BIOTTI, María Alejandra; CANDA, Fabián; DUFFY, Marcelo;
FACIO, Rodolfo; FERNÁNDEZ, Sergio; FURNARI, Esteban; GALLEGOS FEDRIANI, Pablo;
GILARDIMADARIAGA DE NEGRE, Cecilia; HEILAND, Liliana; LAVIÉ PICO, Enrique; LÓPEZ CASTIÑEIRA, José Luis;
SARMIENTO, María José; TREACY, Guillermo y VALLEFÍN, Carlos.
Por último, agradezco a los colaboradores que trabajaron sobre la recopilación y análisis de la
jurisprudencia. Una tarea trabajosa y artesanal. ALONSO REGUEIRA, Enrique; PARDO, Rodrigo Matías; RUBIO,
Santiago y VOCOS CONESA, Juan Martín. También participaron desinteresadamente Andrés A SCARATE,
Ignacio DI CESARE y María Gimena OLMOS SONNTAG. A su vez, Pablo LISTE, Gala RAMOS y Federico
TABOADA trabajaron en el armado, compilación y correcciones.
CAPÍTULO I - ACCESO A LA JURISDICCIÓN: CAUSA JUDICIAL Y
LEGITIMACIÓN
I.1. NORMATIVA
CONSTITUCIÓN NACIONAL
Artículo 1º
Artículo 41
Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el
desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades
presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo.
El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca
la ley.
Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de
protección, y a las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquéllas alteren
las jurisdicciones locales.
Artículo 42
Artículo 43
Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no
exista otro medio judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de
particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución,
un tratado o una ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en
que se funde el acto u omisión lesiva.
Toda persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella
referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de datos públicos, o los privados
destinados a proveer informes, y en caso de falsedad o discriminación, para exigir la
supresión, rectificación, confidencialidad o actualización de aquéllos. No podrá afectarse el
secreto de las fuentes de información periodística.
Artículo 86
Artículo 108
El Poder Judicial de la Nación será ejercido por una Corte Suprema de Justicia, y por los
demás tribunales inferiores que el Congreso estableciere en el territorio de la Nación.
Artículo 116
Artículo 117
En estos casos la Corte Suprema ejercerá su jurisdicción por apelación según las reglas
y excepciones que prescriba el Congreso; pero en todos los asuntos concernientes a
embajadores, ministros y cónsules extranjeros, y en los que alguna provincia fuese parte, la
ejercerá originaria y exclusivamente.
LEY 27
Artículo 1
Artículo 2
Nunca procede de oficio y sólo ejerce jurisdicción en los casos contenciosos en que es
requerida a instancia de parte.
Artículo 3
Artículo 4
Conoce y decide en todos los asuntos regidos por la Constitución y Leyes Nacionales, y
en todas las causas expresadas en los artículos 100 [116] y 101 [117] de la Constitución pero
cuando fuere llamada, de conformidad con el artículo 100 [116], a juzgar entre vecinos de
diferentes Provincias, lo hará con arreglo a las respectivas leyes provinciales.
Artículo 5
Capítulo III
Artículo 20
Los Juzgados de Sección conocen en primera instancia, de todas las causas que se
expresan en el artículo 100 de la Constitución, sin incluir en ellas las exceptuadas en el artículo
101 de la misma Constitución, de las contenciosas administrativas y demás que interesen al
Fisco Nacional, mas en las de contrabando, lo harán, por ahora, tanto en el territorio de la
Provincia de Buenos Aires, cuanto en el resto de la República, ajustándose a las respectivas
leyes y disposiciones dictadas y vigente en ellas.
LEY 48
Artículo 2
Inciso 5º. Toda acción fiscal contra particulares o corporaciones, sea por cobro de
cantidades debidas o por cumplimiento de contratos, o por defraudación de rentas nacionales,
o por violación de reglamentos administrativos.
Inciso 6º. En general todas aquellas causas en que la Nación o un recaudador de sus
rentas sea parte.
Artículo 21
I.2. JURISPRUDENCIA
— Una participación menor e irrelevante que se reserva a los jueces (en el caso, art. 92
de la ley 11.683) en los procesos de ejecución no sólo violenta el principio constitucional de la
división de poderes sino que además desconoce los más elementales fundamentos del
principio de la tutela judicial efectiva y de la defensa en juicio consagrados tanto en el art. 18
de la Constitución Nacional como en los Pactos internacionales incorporados con tal jerarquía
en el inc. 22 de su art. 75 (confr. el art. 8º del Pacto de San José de Costa Rica, el art. XVIII
de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre; art. 11 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos; art. 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos). Corte Sup., 15/06/2010, "Administración Federal de Ingresos Públicos v. Intercorp
SRL", Fallos 333:935.
— No existe obstáculo para que los tribunales federales, de oficio y en cualquier etapa del
proceso, resuelvan acerca de la justiciabilidad de las cuestiones sometidas ante ellos;
máxime, cuando dicho recaudo no puede ser suplido por la conformidad de las partes ni por
su consentimiento de la sentencia que decide el punto afirmativamente. Corte Sup.,
11/08/2009, "PROCURAR v. Estado Nacional y otros", Fallos 332:1883.
El planteo efectuado por el peticionario debe ser rechazado in limine, dado que los
términos de la presentación de fs. 3/4 impiden tener por configurado en autos el presupuesto
necesario y fundamental para instar el ejercicio de la jurisdicción de esta Corte. En efecto, la
jurisdicción atribuida al Poder Judicial de la Nación en los artículos 108, 116 y 117 de la
Constitución Nacional se ejerce en las causas de carácter contencioso a las que se refiere el
artículo 2º de la ley 27, esto es, en casos en los que pretende, de modo efectivo, la
determinación del derecho debatido entre partes adversas, el que debe estar fundado en
un interés específico, concreto y atribuible al litigante. Corte Sup., 21/10/2008, "Iannuzzi,
Mario v. Provincia Entre Ríos y otro (Estado Nacional)", Fallos 331:2287.
— La existencia de "caso", "causa" o "asunto" presupone —como surge del propio artículo
116 de la Ley Fundamental y ha sido recordado precedentemente— la de "parte", esto es, la
de quien reclama o se defiende y, por ende, la de quien se beneficia o perjudica con la
resolución adoptada al cabo del proceso. En ese orden de ideas, al decidir sobre legitimación
resulta necesario determinar si hay un nexo lógico entre el status afirmado por el litigante y el
reclamo que se procura satisfacer, el cual resulta esencial para garantizar que aquél sea una
parte propia y apropiada que puede invocar el poder judicial federal o que los agravios
alegados la afecten de forma "suficientemente directa", o "sustancial", esto es, que posean
"suficiente concreción e inmediatez" para poder procurar dicho proceso. Corte
Sup., 21/10/2008, "Iannuzzi, Mario v. Provincia Entre Ríos y otro (Estado Nacional)", Fallos
331:2287.
— No se configura un "caso" o "causa" en los términos de la doctrina del Alto Tribunal, por
falta de un perjuicio concreto debidamente demostrado. En efecto, en lo atinente a la
pretensión de reconocimiento de daños y perjuicios por el obrar ilícito del Estado, a la cual se
hizo lugar, es necesario tener en cuenta que únicamente la pérdida o el sacrificio de derechos
e intereses incorporados al patrimonio son susceptibles de generar un derecho a tal
resarcimiento. En ese orden de ideas, no puede entenderse que exista en cabeza del actor
un derecho o interés con esas características, basado en el supuesto deber del Estado de
mantener una determinada cantidad y calidad de especies de peces en el Río Paraná. De otro
modo, se extendería de manera irrazonable la responsabilidad del Estado al punto de
constituirlo en garante de ventajas económicas del demandante sin que exista deber legal de
hacerlo. Corte Sup., 05/06/2007, "Ramírez, Juan C. v. Entidad Binacional Yacyretá", Fallos
330:2548.
— Que no obstan a tal conclusión las características especiales que presenta un "proceso
complejo" como el que se persigue substanciar en el sub lite, el interés público comprometido,
la naturaleza del daño ambiental, la dificultad probatoria del nexo adecuado de causalidad
entre el hecho o conjunto de hechos contaminantes y el eventual daño, ni el criterio que deberá
adoptar este Tribunal para evaluar la prueba, circunstancias señaladas por la actora y
receptadas unánimemente por la doctrina, y que evaluará el juzgador en la etapa procesal
oportuna. Tampoco se opone a ello el carácter solidario de la responsabilidad frente a la
sociedad que establece el art. 31 de la ley 25.675, pues ese principio no puede obstaculizar
ni restringir el legítimo derecho que tienen los demandados de identificar al verdadero autor
del eventual daño o acreditar su no pertenencia al grupo causante de aquél, mediante las
medidas probatorias que estimen adecuadas. Para todo ello
resulta inequívocamente indispensable que los sindicados como responsables por el
demandante conozcan con exactitud los hechos y circunstancias cuya omisión han
denunciado con la defensa en estudio. Corte Sup., 29/08/2006, "Asociación de Superficiarios
de la Patagonia v. Yacimientos Petrolíferos Fiscales SA y otros", Fallos 329-3493.
— Si bien el art. 86 de la Carta Magna prescribe que ese organismo tiene legitimación
procesal, ello no significa que los jueces no deban examinar, en cada caso, si corresponde
asignar a aquél el carácter de titular de la relación jurídica sustancial en que se sustenta la
pretensión, como es exigible en todo proceso judicial. Sostuvo V.E. que la ley
24.284excluye expresamente, del ámbito de competencia del órgano en cuestión, al Poder
Judicial (art. 16, párr. segundo) y establece que si iniciada su actuación "se interpusiese por
persona interesada recurso administrativo o acción judicial, el defensor del pueblo debe
suspender su intervención" (art. 21). Corte Sup., 18/12/2003, "Asociación de Esclerosis
Múltiple de Salta v. Ministerio de Salud", Fallos 326:4931.
— En el caso "sub examine", varias asociaciones locales de esclerosis múltiple se han
presentado en autos y es la Asociación de Esclerosis Múltiple de Salta quien ha iniciado la
presente acción judicial, a la que el Defensor del Pueblo adhirió. De esta forma, con lo
establecido por las normas que regulan la actuación del organismo y lo recién mencionado,
basta para rechazar su legitimación procesal en la presente causa, tornándose inoficioso
considerar los agravios por él vertidos en su recurso. Respecto del agravio atinente a la
viabilidad de la vía elegida en el "sub lite", resulta oportuno mencionar que el amparo es el
procedimiento judicial más simple y breve para tutelar real y verdaderamente los derechos
consagrados por la Ley Fundamental. En este sentido, la Corte ha dicho reiteradamente que
tiene por objeto una efectiva protección de derechos y ha explicitado "la imprescindible
necesidad de ejercer esa vía excepcional para la salvaguarda del derecho fundamental de la
vida y de la salud" (Fallos 325:292 y sus citas). Corte Sup., 18/12/2003, "Asociación de
Esclerosis Múltiple de Salta v. Ministerio de Salud", Fallos 326:4931.
— Que resultan aplicables al sub examine las consideraciones vertidas por el Tribunal en
la sentencia dictada en la fecha en los autos C.1592.XXXVI "Cámara de Comercio, Ind. y Prod.
de Rcia. v. AFIP s/ amparo" —a la que corresponde remitirse, en lo pertinente, por razones de
brevedad— toda vez que en las presentes actuaciones, al igual que en dicho precedente, la
acción de amparo ha sido deducida respecto de derechos de carácter patrimonial,
puramente individuales, cuyo ejercicio y tutela corresponde exclusivamente a cada uno de los
potenciales afectados, por encontrarse la protección de esa clase de derechos al margen de
la ampliación del universo de legitimados establecida por el art. 43 de la Constitución Nacional.
Tales consideraciones conducen a negar legitimación procesal a la entidad actora para
promover el presente amparo en procura de una decisión judicial que declare
la inconstitucionalidad de normas tributarias y su consiguiente inaplicabilidad al conjunto de
sus asociados. Corte Sup., 26/08/2003, "Colegio de Fonoaudiólogos de Entre Ríos v. Estado
Nacional", Fallos 326:2998.
— Debe encuadrarse como hábeas corpus —art. 43, párr. 4º, Constitución Nacional— y
no como amparo —párr. 1º— la demanda entablada contra el Estado nacional para que
garantice el derecho a votar de los detenidos sin condena dentro de sus establecimientos
carcelarios en igualdad de condiciones que el resto de los ciudadanos, pues la lesión al
derecho que se pretende tutelar se integra con la restricción provisoria de la libertad. Corte
Sup., 09/04/2002, "Mignone, Emilio F.", Fallos 325:524.
— Por otra parte, el nuevo texto del art. 43 autoriza a interponer la acción de amparo "...en
lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al
consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, al afectado, al
defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la
ley, la que determinará los requisitos y formas de su organización". Corte Sup., 07/05/1998,
"Consumidores Libres Coop. Ltda. de Provisión de Servicios de Acción Comunitaria", Fallos
321:1352.
— Falta la definición del perjuicio invocado por los demandantes, que se limitan a
caracterizar la intervención dispuesta por el Poder Ejecutivo como un acto lesivo, sin concretar
de qué modo ésta incide en el derecho de los usuarios, en cuyo interés se declara haber
dictado —precisamente— dicho acto. Corte Sup., 07/05/1998, "Consumidores Libres Coop.
Ltda. de Provisión de Servicios de Acción Comunitaria", Fallos 321:1352.
— Respecto de cuándo debe considerarse que existe una "causa" o "caso" judicial en los
términos de los artículos 116 y 117 de la Constitución Nacional (correspondientes a los artícu-
los 100 y 101 del texto anterior a la reforma de 1994), en principio existe consenso en requerir
la configuración de un litigio concreto, entre partes adversarias, en el que por la afirmación del
derecho de una se contradiga la procedencia del derecho de la otra, y en tanto los derechos
en juego sean de índole personal, propia, concreta e inmediata, con respecto a la pretensión
ejercida en la demanda o en la contestación, y se caractericen por ser sustanciales —es decir,
no meramente accesorios—, y actuales, por oposición a los simplemente eventuales (una
formulación en este sentido, puede encontrarse en la causa de Fallos 313:863, en especial el
considerando nº 12). En líneas generales, puede afirmarse que en la jurisprudencia se ha
desarrollado una óptica que vincula los conceptos de legitimación y de causa, de manera que
a falta del interés suficiente, no sólo faltará la legitimación, sino que, directamente, no se
configurará una causa en los términos constitucionales. Así, se ha interpretado que la
legitimación procesal constituye un presupuesto necesario para que exista un caso, causa o
controversia que deba ser resuelto por el Poder Judicial, como resolvió la Corte Suprema en
Fallos 325:2395; 326:3007 y 333:1212, entre muchos otros. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II,
15/05/2014, "Asociación de Hoteles Restaurantes Confiterías v. Estado Nac. Ministerio de
Economía y otro", Causa 32.865/2010.
— En efecto, los arts. 116 y 117 de la Constitución Nacional encomiendan a los tribunales
de la República el conocimiento y decisión de todas las "causas" y "casos" o "asuntos" que
versen —entre otras cuestiones— sobre puntos regidos por la Constitución y, por otra parte,
el art. 2º de la ley 27, establece que la justicia nacional "...sólo ejerce su jurisdicción en los
casos contenciosos en que es requerida a instancia de parte". En estos términos, las "causas"
que habilitan la actuación judicial, son aquellas "en las que se persigue en concreto la
determinación del derecho debatido entre partes adversas". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III,
08/04/11, "Defensor del Pueblo de la Nación v. EN-Ley 25.790-Dtos 1460/05 1462/05", Causa
39.721/2007.
— Es deber de los tribunales fallar con arreglo a la situación fáctica y jurídica existente a
la fecha de la sentencia (Corte Sup., Fallos 292:140; 300:844; 304:1020; 313:344 y 1375;
entre otros), aunque éstas sean sobrevinientes al recurso de apelación. Sobre dicha base, es
necesario desentrañar la subsistencia de un interés actual del actor que, eventualmente,
permita el tratamiento de la apelación, dado que está vedado a los jueces dictar
pronunciamientos inoficiosos por referirse a planteos que se han tornado abstractos al no
decidir un conflicto actual (Fallos 315:2093; 320:2603; 322:1436; 329:1898; y sus citas), en
tanto la desaparición de este presupuesto procesal —caso o controversia— implica la del
poder de juzgar (Fallos 315:123, consid. 4). En efecto, el objeto del proceso es la reclamación
que una parte dirige frente a la otra y ante el juez. En torno a esta reclamación giran todas y
cada una de las vicisitudes procesales. No es el bien de la vida concreto a que el proceso
afecta —también denominado objeto de la pretensión u objeto litigioso—, pues la
consideración que de tal objeto material se hace en el proceso viene envuelta en la
determinación jurídica con que el objeto mismo es contemplado; y tal determinación particular
es decisiva a los efectos de la fijación objetiva del proceso, como lo demuestra el observar
que un mismo objeto material puede ser objeto de un sinnúmero de procesos distintos, según
el punto de vista con que se contemple en cada supuesto. En el caso, el objeto del proceso
se configuró con la petición efectuada por la parte actora para que el juez declare
la inconstitucionalidad del régimen instaurado por la demandada que le impedía adquirir las
divisas necesarias para realizar un viaje al exterior, cuya efectiva realización hace
desaparecer tanto la pretensión como la controversia misma. De modo que no cabe confundir
el objeto del proceso, concluido por haberse realizado el viaje en que se fundó la pretensión,
con los elementos de la pretensión (sujetos, bien de la vida u objeto litigioso, y la mutación de
la realidad implicada), que pueden mantener eventualmente virtualidad, y en tal caso ser
fundamento de otra pretensión para su alegada devolución a terceros. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 06/09/2012, "Ginni Cynthia Roxana v. En-PEN-AFIP", Causa 23. 141/2012.
2. Legitimaciones colectivas
— Existe un hecho único susceptible de ocasionar una lesión a los derechos de una
pluralidad de sujetos: la imposición por parte de Telefónica Comunicaciones Personales SA
de la "Tasa de Control, Fiscalización y Verificación" y del "Aporte al Fondo Fiduciario del
Servicio Universal" a sus usuarios. Además, la pretensión de la actora está concentrada en
los "efectos comunes" para toda la clase de los sujetos afectados, en tanto la conducta
cuestionada afectaría por igual a todos los usuarios del servicio de telefonía móvil prestado
por la demandada. Corte Sup., 06/03/2014, "Unión de Usuarios y Consumidores el Telefónica
Comunicaciones Personales SA - ley 24.240 y otro".
— Por otra parte, el reclamo deducido en autos se en marca dentro del objeto estatutario
de la asociación actora, en tanto ésta declara entre sus propósitos "difundir y defender los
derechos de los usuarios y consumidores que resultan del artículo 42 de la Constitución
Nacional, promoviendo la protección de su salud, seguridad e intereses económicos de los
mismos y a una información adecuada y veraz..." (cfr. Art. 2º del estatuto, obrante a fs.
31). Corte Sup., 06/03/2014, "Unión de Usuarios y Consumidores v. Telefónica
Comunicaciones Personales SA - ley 24.240 y otro".
— Constituye un presupuesto necesario que exista un caso o controversia que deba ser
resuelto por el Tribunal, pues la justicia nacional no procede de oficio y sólo ejerce jurisdicción
en los casos contenciosos en que es requerida a instancia de parte (artículo 2º de la ley 27).
En el tradicional precedente de Fallos 156: 318, ha definido a esas causas como los asuntos
en que se pretende de modo efectivo la determinación del derecho debatido entre partes
adversas que debe estar fundado en un interés específico, concreto y atribuible en forma
determinada al litigante. Asimismo, la existencia de "causa" presupone la de "parte", esto es
la de quien reclama o se defiende y, por ende, la de quien se beneficia o perjudica con la
resolución adoptada al cabo del proceso. La "parte" debe demostrar la existencia de un interés
jurídico suficiente o que los agravios expresados la afecten de manera suficientemente directa
o sustancial, que posean suficiente concreción e inmediatez para poder procurar dicho
proceso a la luz de las pautas establecidas en los artículos 41 a 43 de la Constitución Nacional.
De dichas previsiones constitucionales no se sigue la automática aptitud para demandar, sin
el examen de la existencia de cuestión susceptible de instar el ejercicio de la jurisdicción, en
atención a que no ha sido objeto de reforma la exigencia de que el Poder Judicial intervenga
en el conocimiento y decisión de "causas" (arts. 108, 116 y 117 de la Constitución
Nacional). Corte Sup., 10/12/2013, "Roquel, Héctor Alberto v. Santa Cruz, Provincia de
(Estado Nacional) s/ acción de amparo".
— La parte actora interpuso demanda contra Swiss Medical SA con el objeto de que se
declarara la ineficacia de las cláusulas contenidas en el contrato tipo que vincula a la empresa
con sus afiliados, en cuanto contemplan el derecho de aquélla a modificar unilateralmente las
cuotas mensuales y los beneficios de los planes que ofrece, la exime de responsabilidad por
daños y perjuicios derivados de la impericia, culpa, dolo, imprudencia o negligencia de sus
prestadores, así como de responsabilidad por la suspensión de servicios (cláusulas 3.1, 3.2,
3.3 y 3.4.2). Asimismo, solicitó que se condenara a Swiss Medical SA a dejar sin efecto
los aumentos del valor de las cuotas mensuales que habían sido dispuestos. La actora fundó
su legitimación en los artículos 52 y 53 de la ley 24.240 y en los artículos 42 y 43 de la
Constitución Nacional, sobre la base de que estaba en juego un derecho de incidencia
colectiva, más allá de los intereses individuales de los consumidores del servicio de medicina
prepaga prestado por la demandada. La cuestión debatida se reduce exclusivamente a
determinar si, de acuerdo con las disposiciones de los artículos 42 y 43 de la Constitución
Nacional, PADEC se encuentra legitimada para demandar a Swiss Medical SA a fin de obtener
la declaración de ineficacia de la clausula contractual que autoriza a esa sociedad a modificar
unilateralmente el valor de las cuotas mensuales de sus afiliados y la consecuente supresión
de los aumentos ya dispuestos. Corte Sup., 21/08/2013, "PADEC v. Swiss Medical SA".
— En el caso se cuestiona el contrato tipo que suscriben quienes se afilian a Swiss Medical
SA para acceder al servicio de medicina prepaga en cuanto contempla el derecho de esta
última a modificar unilateralmente las cuotas mensuales. De manera que existiría un hecho
único que sería susceptible de ocasionar una lesión al derecho de una pluralidad de sujetos.
La pretensión está concentrada en los "efectos comunes" para toda la clase de sujetos
afectados, lo que permite tener por configurado el segundo requisito expuesto en el
considerando 10. Al respecto debe repararse en que el contrato impugnado contiene cláusulas
que alcanzan por igual a todo el colectivo de afiliados de la demandada. Finalmente, de no
reconocer legitimación procesal a la actora, se produciría una clara vulneración del acceso a
la justicia. En efecto, en el caso se impugna una cláusula con sustento en la cual, según señala
la actora, se habrían dispuesto, entre los años 2002 y 2004, tres aumentos de la cuota
mensual en el orden del 11% y del 12%, por lo que no aparece justificado que cada uno de
los posibles afectados del colectivo involucrado promueva su propia demanda. Ello es así,
puesto que la escasa significación económica individual de las sumas involucradas permite
suponer que el costo que insumiría a cada usuario accionar en forma particular resultaría muy
superior a los beneficios que derivarían de un eventual pronunciamiento favorable. Corte
Sup., 21/08/2013, "PADEC v. Swiss Medical SA".
— La asociación actora tiene entre sus propósitos "la defensa de los derechos de los
consumidores y usuarios tutelados por el artículo 42 de la Constitución Nacional y los tratados
con jerarquía constitucional..." y "...la defensa de los derechos de los consumidores cuando
sus intereses resulten afectados y/o amenazados, mediante la interposición de acciones
administrativas y judiciales y la petición a las autoridades ya sea en representación grupal,
colectiva o general" (confr. artículo 2º, ap. 1 y 2 de su estatuto, obrante a fs. 10/14). En
consecuencial no se advierten óbices para que deduzca, en los términos del párrafo segundo
del Artículo 43 de la Constitución Nacional, una acción colectiva de las características de
la intentada en autos. Corte Sup., 21/08/2013, "PADEC v. Swiss Medical SA".
— Se discute si la asociación co-actora goza de legitimación para ser parte en estos autos,
en los que se pretende la provisión, por parte de la empresa de medicina prepaga demandada,
del equipo de ventilación mecánica y los accesorios pertinentes para el tratamiento del
síndrome de apnea obstructiva para todos los afiliados de Swiss Medical que padezcan de
esa enfermedad. No concurre el primero de los presupuestos mencionados en "Halabi" toda
vez que la asociación no ha logrado identificar la existencia de ese hecho —único o
complejo— que cause una lesión a una pluralidad relevante de sujetos. De las constancias de
la causa y de los dichos de los actores surge que el señor Cavalieri solicitó la provisión del
equipamiento ya aludido, necesario para el tratamiento de la afección que padece, y que la
demandada Swiss Medical no dio respuesta a su reclamo. En tales condiciones, no se advierte
que la situación planteada en el sub lite lesione intereses individuales homogéneos que la
asociación pueda válidamente defender, al no extraerse siquiera de manera indiciaría
la intención de la prepaga de negarse sistemáticamente a atender planteos de sus afiliados
semejantes a los del señor Cavalieri. Corte Sup., 26/06/2012, "Cavalieri, Jorge y otro v. Swiss
Medical S.A", Fallos 335:1080.
— Los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos (art. 43 de
la Constitución Nacional) son ejercidos por el Defensor del Pueblo de la Nación, las
asociaciones que concentran el interés colectivo y el afectado. En estos supuestos existen
dos elementos de calificación que resultan prevalentes. En primer lugar, la petición debe tener
por objeto la tutela de un bien colectivo, lo que ocurre cuando éste pertenece a toda la
comunidad, siendo indivisible y no admitiendo exclusión alguna. Por esta razón sólo se
concede una legitimación extraordinaria para reforzar su protección, pero en ningún
caso existe un derecho de apropiación individual sobre el bien ya que no se hallan en juego
derechos subjetivos. No se trata solamente de la existencia de pluralidad de sujetos, sino de
un bien que, como el ambiente, es de naturaleza colectiva. Es necesario precisar que estos
bienes no tienen por titulares a una pluralidad indeterminada de personas, ya que ello
implicaría que si se determinara el sujeto en el proceso éste sería el titular, lo cual no es
admisible. Tampoco hay una comunidad en sentido técnico, ya que ello importaría la
posibilidad de peticionar la extinción del régimen de cotitularidad. Estos bienes no pertenecen
a la esfera individual sino social y no son divisibles en modo alguno. En segundo lugar, la
pretensión debe ser focalizada en la incidencia colectiva del derecho. Ello es así porque la
lesión a este tipo de bienes puede tener una repercusión sobre el patrimonio individual, como
sucede en el caso del daño ambiental, pero esta última acción corresponde a su titular y
resulta concurrente con la primera. Corte Sup., 24/02/2009, "Halabi, Ernesto v. PEN Ley
25.873 Dto. 1563/04". Fallos 332:111.
— La Constitución Nacional admite en el segundo párrafo del art. 43 una tercera categoría
conformada por derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales
homogéneos. Tal sería el caso de los derechos personales o patrimoniales derivados de
afectaciones al ambiente y a la competencia, de los derechos de los usuarios y consumidores
como de los derechos de sujetos discriminados. En estos casos no hay un bien colectivo, ya
que se afectan derechos individuales enteramente divisibles. Sin embargo, hay un hecho,
único o continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es identificable una causa
fáctica homogénea. Ese dato tiene relevancia jurídica porque en tales casos la demostración
de los presupuestos de la pretensión es común a todos esos intereses, excepto en lo que
concierne al daño que individualmente se sufre. Hay una homogeneidad fáctica y normativa
que lleva a considerar razonable la realización de un solo juicio con efectos expansivos de la
cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a la prueba del daño. Corte Sup.,
24/02/2009, "Halabi, Ernesto v. PEN Ley 25.873 Dto. 1563/04". Fallos 332:111.
— No hay en nuestro derecho una ley que reglamente el ejercicio efectivo de las
denominadas acciones de clase en el ámbito específico que es objeto de esta litis. Este
aspecto resulta de gran importancia porque debe existir una ley que determine cuándo se da
una pluralidad relevante de individuos que permita ejercer dichas acciones, cómo se define la
clase homogénea, si la legitimación corresponde exclusivamente a un integrante de la clase
o también a organismos públicos o asociaciones, cómo tramitan estos procesos, cuáles son
los efectos expansivos de la sentencia a dictar y cómo se hacen efectivos. Frente a esa falta
de regulación —la que, por lo demás, constituye una mora que el legislador debe solucionar
cuanto antes sea posible, para facilitar el acceso a la justicia que la Ley Suprema
ha instituido—, cabe señalar que la referida disposición constitucional es claramente operativa
y es obligación de los jueces darle eficacia, cuando se aporta nítida evidencia sobre la
afectación de un derecho fundamental y del acceso a la justicia de su titular. Esta Corte ha
dicho que donde hay un derecho hay un remedio legal para hacerlo valer toda vez que sea
desconocido; principio del que ha nacido la acción de amparo, pues las garantías
constitucionales existen y protegen a los individuos por el solo hecho de estar en la
Constitución e independientemente de sus leyes reglamentarias, cuyas limitaciones no
pueden constituir obstáculo para la vigencia efectiva de dichas garantías. La eficacia de las
garantías sustantivas y procesales debe ser armonizada con el ejercicio individual de los
derechos que la Constitución también protege como derivación de la tutela de la propiedad,
del contrato, de la libertad de comercio, del derecho de trabajar, y la esfera privada, todos
derechos de ejercicio privado. Por otro lado, también debe existir una interpretación armónica
con el derecho a la defensa en juicio, de modo de evitar que alguien sea perjudicado por una
sentencia dictada en un proceso en el que no ha participado. En la búsqueda de la efectividad
no cabe recurrir a criterios excesivamente indeterminados alejados de la prudencia que dicho
balance exige. Corte Sup., 24/02/2009, "Halabi, Ernesto v. PEN Ley 25.873 Dto. 1563/04".
Fallos 332:111.
— Un vacío legal no es óbice para que los jueces arbitren las medidas apropiadas y
oportunas para una tutela efectiva de los derechos constitucionales que se aducen
vulnerados. Basta la comprobación inmediata de un gravamen para que una garantía
constitucional deba ser restablecida por los jueces en su integridad, sin que pueda alegarse
en contrario la inexistencia de una ley que la reglamente: las garantías individuales existen y
protegen a los individuos por el solo hecho de estar consagradas por la Constitución
e independientemente de las leyes reglamentarias. En apoyo de tal afirmación, esta Corte
sostuvo que ya a fines del siglo XIX señalaba Joaquín V. González: "No son, como puede
creerse, las &'declaraciones, derechos y garantías&', simples fórmulas teóricas: cada uno de
los artículos y cláusulas que las contienen poseen fuerza obligatoria para los individuos, para
las autoridades y para toda la Nación. Los jueces deben aplicarla en la plenitud de su sentido,
sin alterar o debilitar con vagas interpretaciones o ambigüedades la expresa significación de
su texto. Porque son la defensa personal, el patrimonio inalterable que hace de cada hombre,
ciudadano o no, un ser libre e independiente dentro de la Nación Argentina" ("Manual de la
Constitución argentina", en Obras completas, vol. 3, Buenos Aires, 1935, núm. 82; confr.,
además, núms. 89 y 90). Los preceptos constitucionales tanto como
la experiencia institucional del país reclaman de consuno el goce y ejercicio pleno de las
garantías individuales para la efectiva vigencia del Estado de derecho e imponen a los jueces
el deber de asegurarlas. Corte Sup., 24/02/2009, "Halabi, Ernesto v. PEN Ley 25.873 Dto.
1563/04". Fallos 332:111.
— Es posible distinguir tres tipos de acciones: la primera diseñada para los supuestos en
que el ejercicio individual de las pretensiones mediante procesos individuales resulte
perjudicial para el enjuiciado o para los miembros del colectivo por crear el riesgo de
sentencias contradictorias o disímiles respecto de los sujetos individuales, que impongan
comportamientos incompatibles a la parte opuesta del grupo o que, en la práctica, sean
dispositivas de los intereses de otros miembros no partes, o que sustancialmente menoscaben
o eliminen la posibilidad de proteger sus intereses. El segundo tipo es aquel concerniente a
los supuestos en que la contraparte del grupo ha evidenciado una conducta positiva u omisiva
por motivos vinculados a aquél, lo que torna apropiado una resolución condenatoria o
declarativa que involucre a todo el conjunto. El tipo restante se presenta cuando el juez otorga
primacía a los puntos fácticos o jurídicos comunes a los integrantes del grupo por sobre
cualquier cuestión que afecte sólo a sus miembros individuales, de manera tal que la acción
del colectivo es siempre superior a la acción individual. Corte Sup., 24/02/2009, "Halabi,
Ernesto v. PEN Ley 25.873 Dto. 1563/04". Fallos 332:111.
— Ahora bien: bajo tal parámetro, si bien las actoras —las sociedades Albizia y Nava—
no se encuentran habilitadas para la tutela de los derechos propios y personales de sus
respectivos clientes, sí al menos se les debe reconocer legitimación procesal activa para
objetar una actuación administrativa (intimación) que las tiene como claras destinatarias, y
que puede incidir en la situación jurídica y esfera de derechos que hace a su desenvolvimiento
comercial, de cara a la autoridad de aplicación de la ley 25.326. En otras palabras, no se
conciben, prima facie, obstáculos para reconocerles aptitud a los efectos de instar una acción
en la cual se ventile la regularidad del obrar administrativo que ha sido puntual y
concretamente dirigido contra ellas. En tales condiciones, es con el preciso alcance y
limitaciones que se derivan de las consideraciones precedentes que cabe admitir la
legitimación activa de las accionantes, y concluir que media —a este solo efecto— un "caso"
o "causa" judicial, dicho ello más allá de lo que corresponda resolver sobre el mérito y
procedencia de los planteos sustanciales traídos a esta instancia Por cierto que la así
denominada "legitimación asociacional" no merecería mayores objeciones, en tanto la
organización pluriindividual aludida tienda a tutelar los derechos de sus asociados. En todo
caso, la cobertura por representación sólo abarcaría a éstos, es decir: a los establecimientos
hoteleros u otros afiliados que concurren a conformarla, sin poder extenderse a la
reivindicación de los derechos de los clientes de dichos establecimientos comerciales. De este
modo, el reconocimiento de la legitimación de la Asociación no implica otra cosa que la
traslación al plano supraindividual de la legitimación reconocida a los hoteles de pasajeros,
quienes titularizan de modo inmediato y directo la relación jurídica sustancial sobre la que
queda abierta la controversia. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 15/05/2014, "Asociación de
Hoteles Restaurantes Confiterías v. Estado Nac. Ministerio de Economía y otro", Causa
32.865/2010.
— La actora es una asociación civil cuyo objeto social consiste, en cuanto aquí importa,
en la defensa de los derechos de los consumidores y usuarios de bienes y servicios, en
especial los enunciados en los artículo 42 de la Constitución Nacional y en la ley
24.240, velando por el fiel cumplimiento de las leyes, decretos y resoluciones de carácter
nacional, provincial o municipal que hayan sido dictadas para proteger al consumidor (ver
literales a) y g) del artículo 2º del Estatuto; ver fs. 51/51 vta.). En este contexto se encuadra la
pretensión actoral tendiente a que judicialmente se ordene al Estado Nacional - Secretaría de
Comunicaciones a que reglamente el régimen de portabilidad numérica en materia de
telefonía fija dentro del plazo de sesenta días corridos y consecuentemente, ponga en marcha
y se encuentre disponible para todos los usuarios de toda la Nación Argentina en el término
de sesenta días contados a partir de la finalización del lapso otorgado para su reglamentación.
Sentado ello, resulta necesario recordar que la Constitución Nacional—con su reforma del año
1994— amplió la legitimación para estos derechos de tercera generación que consagró el
legislador. Al respecto, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, efectuó precisiones al dictar
sentencia en la causa "Halabi". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 16/08/2012, "Proconsumer v.
EN - Secretaría de Comunicaciones Resol. 8/09 s/proceso de conocimiento", Causa
34.059/2009.
3. Acceso a la información
— Aun cuando por hipótesis pudiera sostenerse la aplicación al caso del art. 11 de la ley
25.326 en los términos que pretende la recurrente, lo cierto es que al representar el derecho
de acceso a la información, de por sí, un interés legítimo en cabeza de cada uno de
los integrantes del cuerpo social, la presentación efectuada por la actora no podría
desestimarse por aplicación del citado precepto. Lo hasta aquí expuesto en materia de
legitimación no obsta, como se verá a continuación, a la recta interpretación que corresponde
efectuar del art. 16 del decreto 1172/2003. Esto es, si la información, en el caso, debe ser
provista o si, por el contrario, se configura alguno de los supuestos de excepción que el
ordenamiento contempla para negar el acceso. Corte Sup., 26/03/2014, "CIPPEC v. Estado
Nacional - Ministerio de Desarrollo Social".
— La Corte Interamericana en el caso Claude Reyes y otros señaló que "...la Corte estima
que el artículo 13 de la Convención, al estipular expresamente los derechos a "buscar" y a
"recibir" "informaciones", protege el derecho que tiene toda persona a solicitar el acceso a
la información bajo el control del Estado, con las salvedades permitidas bajo el régimen de
restricciones de la Convención. Consecuentemente, dicho artículo ampara el derecho de las
personas a recibir dicha información y la obligación positiva del Estado de suministrarla, de
forma tal que la persona pueda tener acceso a conocer esa información o reciba una
respuesta fundamentada cuando por algún motivo permitido por la Convención el Estado
pueda limitar el acceso a la misma para el caso concreto. Dicha información debe ser
entregada sin necesidad de acreditar un interés directo para su obtención o una afectación
personal, salvo en los casos en que se aplique una legítima restricción. Su entrega a una
persona puede permitir a su vez que ésta circule en la sociedad de manera que pueda
conocerla, acceder a ella y valorarla. De esta forma, el derecho a la libertad de pensamiento
y de expresión contempla la protección del derecho de acceso a la información bajo el control
del Estado, el cual también contiene de manera clara las dos dimensiones, individual y social,
del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, las cuales deben ser garantizadas
por el Estado de forma simultánea". Corte Sup., 04/12/2012, "Asociación Derechos Civiles v.
EN-PAMI (dto. 1172/03)", Fallos 335:2393.
— La importancia de esta decisión internacional consiste en que se reconoce el carácter
fundamental de dicho derecho en su doble vertiente, como derecho individual de toda persona
descrito en la palabra "buscar" y como obligación positiva del Estado para garantizar el
derecho a "recibir" la información solicitada. La sentencia de la Corte fortalece como
estándar internacional la idea de que este derecho corresponde a toda persona; es decir que
la legitimidad activa es amplia y se la otorga a la persona como titular del derecho, salvo los
casos de restricción. El fundamento central del acceso a la información en poder del Estado
consiste en el derecho que tiene toda persona de conocer la manera en que sus gobernantes
y funcionarios públicos se desempeñan, mediante el acceso a la información. El Estado y
las instituciones públicas están comprometidos a respetar y garantizar el acceso a
la información a todas las personas. El Estado debe adoptar las disposiciones legislativas o
de otro carácter que fueren necesarias para promover el respeto a ese derecho y asegurar su
reconocimiento y aplicación efectivos. El Estado está en la obligación de promover una cultura
de transparencia en la sociedad y en el sector público, de actuar con la debida diligencia en
la promoción del acceso a la información, de identificar a quienes deben proveer
la información, y de prevenir los actos que lo nieguen y sancionar a sus infractores. Corte
Sup., 04/12/2012, "Asociación Derechos Civiles v. EN-PAMI (dto. 1172/03)", Fallos 335:2393.
— En cuanto a la legitimación pasiva cabe señalar que para que los Estados cumplan con
su obligación general de adecuar su ordenamiento interno con la Convención Americana en
este sentido, no solo deben garantizar este derecho en el ámbito puramente administrativo o
de instituciones ligadas al Poder Ejecutivo, sino a todos los órganos del poder público. En este
sentido, la jurisprudencia de la Corte permitiría afirmar que, al regular y fiscalizar
las instituciones que ejercen funciones públicas, los Estados deben tener en cuenta tanto a
las entidades públicas corno privadas que ejercen dichas funciones. Lo importante es que se
centre en el servicio que dichos sujetos proveen o las funciones que ejercen. Dicha amplitud
supone incluir corno sujetos obligados no solamente a los órganos públicos estatales, en
todas sus ramas y niveles, locales o nacionales, sino también a empresas del Estado,
hospitales, las instituciones privadas o de otra índole que actúan con capacidad estatal o
ejercen funciones públicas. Corte Sup., 04/12/2012, "Asociación Derechos Civiles v. EN-PAMI
(dto. 1172/03)", Fallos 335:2393.
5. Carácter de legislador
— El juez Maqueda, en disidencia, sostuvo que las resoluciones que declaran desierto un
recurso no son, en razón de su naturaleza fáctica y procesal, impugnables por la vía del art.
14 de la ley 48, salvo que lo decidido revele un exceso ritual susceptible de frustrar la garantía
de la defensa en juicio, circunstancia que a su entender se verifica en el caso, por lo que
declara procedente el recurso y deja sin efecto la sentencia recurrida. Advirtió que la sentencia
recurrida no atendió a los términos de la apelación del Defensor del Pueblo de la Nación, ya
que en él se identificó de manera concreta, la afectación que el plexo normativo impugnado,
produciría sobre los intereses de los usuarios y consumidores y también que tal perjuicio sería
consecuencia de la aplicación de una norma (art. 4º de la Ley 25.790) cuya validez se puso
en tela de juicio por contradecir expresamente las previsiones del art. 82 de la Constitución
Nacional. Agregó que la decisión de la Cámara, al declarar inadmisible el recurso de
apelación, se ha visto revestida de un injustificado rigorismo formal en la manera de apreciar
la insuficiencia técnica del recurso y resulta, por lo tanto, incompatible con el derecho de
defensa en juicio, máxime si se encuentran involucrados derechos de los usuarios y
consumidores cuya tutela garantiza el art. 42 de la CN. Corte Sup., 26/03/2014, "Defensor del
Pueblo de la Nación v. Estado Nacional" (disidencia del juez Maqueda).
— Resulta claro que la acción de amparo que ha dado origen a estos autos —que tiene
por objeto la declaración de inconstitucionalidad del art. 2º, inc. a, del decreto
1570/01(abarcando a toda otra norma de igual o inferior jerarquía que complementen a
aquéllas), y de los arts. 1º, 2º y 3º del decreto 1316/02— no ha sido promovida en defensa de
algún derecho de los aludidos en los considerandos precedentes. Se trata de un reclamo que
tiene por finalidad la defensa del derecho que cada depositante tiene sobre sus depósitos y
no de un derecho de incidencia colectiva en los términos del art. 43 de la Ley Fundamental.
Esta solución no se modifica por el hecho de que, como en el sub lite, sean cientos de miles
los supuestos afectados por las normas cuestionadas. Corte Sup., 26/06/2007, "Defensor del
Pueblo de la Nación v. Estado Nacional". Fallos 330:2800.
— Cabe revocar la sentencia que hizo lugar a la acción de amparo incoada por el Defensor
del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que se deje sin efecto la resolución
de la Secretaría de Comunicaciones de la Nación, por la cual se autorizó el cobro del servicio
de informaciones a los usuarios del servicio telefónico —resolución 2926/99 (Adla, LIX-E,
5430)—, pues dicho órgano de control de la administración local carece de legitimación para
cuestionar en juicio la validez de los actos emanados de las autoridades nacionales en tanto
no tiene la personería legal de los particulares afectados ni representa a la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires. Corte Sup., 31/10/2006, "Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos
Aires v. Secretaría de Comunicaciones - resolución 2926/99", Fallos 329:4542.
— Si bien el art. 13 inc. h de la ley 3 de la Ciudad de Buenos Aires (Adla, LIX-A, 909)
establece que el Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires está facultado
para promover acciones incluso en el fuero federal, dicha potestad está limitada a la actuación
en juicio en defensa de los derechos individuales o colectivos ante los tribunales de la justicia
ordinaria de la Capital, o cuando las leyes nacionales o federales hayan sido aplicadas en el
ámbito local por órganos de esta última naturaleza. Corte Sup., 31/10/2006, "Defensoría del
Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires v. Secretaría de Comunicaciones - resolución 2926/99",
Fallos 329:4542.
— Así como el Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires carece de
legitimación para cuestionar en juicio los actos de las autoridades nacionales, el Defensor del
Pueblo de la Nación no está facultado para objetar los actos de los órganos de gobierno local
dictados en virtud de lo dispuesto por sus propias leyes, toda vez que su competencia está
limitada a la protección de los derechos e intereses de los individuos y de la comunidad frente
a los actos, hechos u omisiones de las autoridades nacionales. Corte Sup., 31/10/2006,
"Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires v. Secretaría de Comunicaciones
- resolución 2926/99", Fallos 329:4542.
— Si bien el art. 86 de la Constitución Nacional prescribe que el Defensor del Pueblo "tiene
legitimación procesal", ello no significa que los jueces no deban examinar, en cada caso, si
corresponde asignar a aquél el carácter de titular de la relación jurídica sustancial en que se
sustenta la pretensión, como es exigible en todo proceso judicial. No debe perderse de vista
que dilucidar la cuestión relativa a la legitimación procesal del actor "constituye un presupuesto
necesario para que exista un caso o controversia que deba ser resuelto por el tribunal", pues
la justicia nacional "nunca procede de oficio y sólo ejerce jurisdicción en los casos
contenciosos en que es requerida a instancia de parte" (art. 2º de la ley 27). Una constante
jurisprudencia de la Corte —elaborada sobre la base de lo establecido por los arts. 116 y 117
(100 y 101 antes de la reforma de 1994) de la Constitución Nacional— ha expresado que
dichos casos "son [aquellos] en [los] que se persigue en concreto la determinación del derecho
debatido entre partes adversas", motivo por el cual no hay causa "cuando se procura la
declaración general y directa de inconstitucionalidad de las normas o actos de los otros
poderes"; ni, por ende, existe facultad alguna en cabeza del Poder Judicial de la Nación que
lo autorice, en tales circunstancias, a formular dichas declaraciones. Corte Sup., 21/12/2000,
"Defensor del Pueblo de la Nación v. Poder Ejecutivo Nacional", Fallos 323:4098.
— Que el art. 16 de la ley 24.284, dispone que el Poder Judicial queda exceptuado del
ámbito de competencia de la Defensoría del Pueblo y concretamente el art. 20 del mismo
ordenamiento establece que si la queja del afectado se formula contra personas, actos hechos
u omisiones que no están bajo la competencia del Defensor del Pueblo, o si se formula fuera
del término previsto legalmente, el Defensor del Pueblo estará facultado para derivar la queja
a la autoridad competente. Corte Sup., 12/09/1996, "Frías Molina, Nélida N. v. Caja Nac. de
Prev. para el Personal del Estado y Servicios Públicos", Fallos 319:1828.
— El juez de primera instancia rechazó la demanda interpuesta por el Defensor del Pueblo
de la Nación, con costas en el orden causado. Para así decidir, consideró que la demanda no
trataba la afectación de un derecho de incidencia colectiva —en cuyo caso la legitimación del
Defensor del Pueblo no ofrecía dudas—, sino de la pretendida vulneración de los derechos de
los usuarios de los servicios de energía eléctrica que prestan las empresas concesionarias
citadas al proceso, como corolario de los aumentos de tarifas que supuestamente
sobrevendrían a consecuencia de los incrementos en sus respectivas remuneraciones —
como así también, de la posibilidad que se otorga al ENRE de efectuar una revisión de los
cuadros tarifarios— establecidas en el marco de la renegociación contractual aprobada
mediante los decretos impugnados. Destacó que, en definitiva, en la medida que el Defensor
del Pueblo para fundar la legitimación invocada, aludía a los daños que sufrirían los usuarios
por el aumento de las tarifas, quedaba claro que la pretensión esgrimida no se encontraba
focalizada en la incidencia colectiva del derecho, sino, en rigor, en derechos de carácter
patrimonial y puramente individuales, cuyo ejercicio y tutela corresponde exclusivamente a
cada uno de los potenciales afectados. Asimismo, señaló que no cambiaba la solución en
razón de que el objeto de la demanda consistiera en la declaración de inconstitucionalidad
del art. 4ºde la ley 25.790, en razón de que no era esta circunstancia lo que calificaba a la
acción colectiva sino la afectación de un derecho de esa naturaleza; lo que no tenía lugar
cuando el daño quedaba limitado al pretendido aumento de las tarifas que abonan los
usuarios, desde que el derecho de incidencia colectiva no se configura por la sumatoria de
derechos individuales. Apeló el Defensor del Pueblo de la Nación y la Cámara desestimó sus
agravios. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 08/04/11, "Defensor del Pueblo de la Nación v.
EN-Ley 25.790-Dtos 1460/05 1462/05", Causa 39.721/2007.
— En los términos en los que ha sido articulada la pretensión, no aparece acreditada la
legitimación del Defensor del Pueblo de la Nación para demandar en virtud de una lesión
a intereses colectivos. Por el contrario, el planteo aparece sustentado en el interés genérico a
la legalidad, que no es apto ni suficiente a tal fin, pues para poder reclamar judicialmente es
necesario que exista un perjuicio y, por ende un "caso", dado que no resulta suficiente
cuestionar la legalidad por la legalidad misma. En efecto, el Defensor del Pueblo de la Nación,
en el escrito de inicio, sostuvo que iniciaba la presente acción en tutela de los derechos
de incidencia colectiva del conjunto de usuarios de los servicios públicos involucrados, por
cuanto "...dichos aumentos repercutirán, sin dudas, en las tarifas de los servicios de
electricidad que deben abonar los usuarios". En estos términos, se advierte que la pretensión
ha sido estructurada en torno a un perjuicio patrimonial eventual e incierto, en orden a
un incremento de la remuneración de los demandados que podría implicar una suba en las
tarifas de los servicios, cuando —por ende— el actor sólo detentaba, en rigor, un mero interés
en perseguir el control de la legalidad de las disposiciones cuestionadas, dado que no
resultaba posible determinar —en ese estado— representación alguna. Y, siendo ello así, más
allá de la calificación que pudiese merecer el derecho invocado, lo cierto es que ni siquiera ha
quedado probada la existencia de una lesión, para conferir a la presente el necesario carácter
de "causa" o "caso", cuya comprobación se impone en todo supuesto, aún para la categoría
de incidencia colectiva. En tales condiciones, no resulta posible considerar que —en la
especie— se encuentre configurada la existencia de un "caso" que permita ejercer la
jurisdicción con el alcance que ha sido atribuida (conf. art. 116CN). C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala III, 08/04/11, "Defensor del Pueblo de la Nación v. EN-Ley 25.790-Dtos 1460/05
1462/05", Causa 39.721/2007.
I.3. DOCTRINA
SUMARIO: I. Introducción.- II. El concepto de caso judicial. La legitimación; los derechos colectivos y los efectos
absolutos de las sentencias.- III. Las cuestiones polí-ticas.- IV. La discrecionalidad. Los principios generales del
Derecho. Los concep-tos jurídicos indeterminados. La discrecionalidad técnica. La teoría de la deferencia. Los
hechos y su interpretación.- V. El control objetivo de legalidad por los jueces.- VI. La potestad judicial de
reemplazar las decisiones del Poder Ejecutivo.- VII. Conclusiones.
I. INTRODUCCIÓN
A partir de este cuadro normativo, la Corte delineó —desde sus orígenes— el concepto
de caso judicial como presupuesto de habilitación del poder jurisdiccional de los
magistrados. Los jueces, entonces, según su propia jurisprudencia —reiterada y
concordante—, entienden que sólo existe caso judicial y, consecuentemente, proceso e
intervención de los jueces —en ejercicio de su poder jurisdiccional— cuando estén
presentes los siguientes elementos de orden público, a saber: 1) un derecho subjetivo,
entendido éste como un interés exclusivo, concreto, inmediato y sustancial; 2) el acto u
omisión lesiva estatal, 3) el daño o perjuicio diferenciado sobre el derecho y, por último, 4)
el nexo causal entre las conductas lesivas y el daño diferenciado. Además, el caso judicial
debe llevar a una solución concreta y no simplemente a declaraciones judiciales abstractas.
A su vez, otro criterio delineado por los jueces y que marca nítidamente el alcance del
control sobre la Administración Pública es que las decisiones judiciales solo tienen efectos
entre las partes. Es decir, el alcance relativo de las sentencias.
Es claro, entonces, que los jueces controlan pero solo casos concretos y con efectos
limitados, pues el decisorio judicial no comprende a otros sujetos ni tampoco otros casos.
En conclusión, solo si se constatasen tales extremos el juez controla pero —aún así—
surgen otros límites en el ejercicio del poder jurisdiccional como veremos más adelante.
El primer límite al control judicial fue históricamente la idea de que ciertas decisiones
estatales tienen un contenido o proyección de carácter político y, por este motivo y por
aplicación del principio de división de poderes, los jueces no deben controlarlas. Por
ejemplo, las declaraciones sobre los estados excepcionales o el trámite sobre formación y
aprobación de las leyes.
Algunos intérpretes y corrientes judiciales distinguieron así entre los actos políticos,
institucionales y administrativos. ¿Cuál es el sentido de esta clasificación? Es simple, el acto
político o institucional no está sujeto al control del juez. Creemos que estas teorías deben
ser abandonadas porque, entre otras razones, la Constitución dice claramente que
"corresponde a la Corte Suprema y a los tribunales inferiores de la Nación, el conocimiento
y decisión de todas las causas" y, a su vez, garantiza el acceso a la justicia.
Cabe recordar que la Corte en un principio aceptó este criterio restrictivo llamándole
"cuestiones políticas no justiciables". En el caso "Cullen" del año 1893 el Tribunal dijo que
"el Dr. Cullen... no produce un verdadero caso judicial, en la acepción propia de este
concepto jurídico; pretende expresamente el restablecimiento del Gobierno provisorio que
representa el poder político de la Provincia y que mande suspender la intervención que se
realiza en ella por el Poder Ejecutivo en cumplimiento de una ley... [el actor pretende] una
sentencia de naturaleza política y de efecto puramente político, controlando y revocando
disposiciones y actos del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo de la Nación, en materia
de la exclusiva competencia de dichos poderes; lo que se encuentra fuera de las
atribuciones de esta Corte, como ha sido también declarado por los tribunales de los Estados
Unidos"2.
Luego, la Corte avanzó y aceptó el control sobre estos actos en tanto lesionasen o
pudiesen lesionar derechos subjetivos y sólo en este aspecto3.
En este derrotero cabe transcribir en sus partes pertinentes el fallo de Corte del año 2003
en los autos "Moliné O'Connor" donde los jueces sostuvieron que "respecto a las decisiones
judiciales, se advierte una trascendente evolución, que muestra una tendencia, cada vez
mayor, si no a la eliminación total de una categoría de actos exentos de control judicial, sí a
circunscribirlos a límites precisos. Así sucede, por ejemplo, con la jurisprudencia que...
consagró la injusticiabilidad de las aludidas cuestiones... [que] viene delineando los
contornos de esta categoría de cuestiones, hasta llegar a nuestros días, en donde
prácticamente no existen bloques temáticos de la actividad de los poderes del Estado que
carezcan de control judicial... esa evolución de la jurisprudencia de la Corte en materia de
cuestiones políticas no justiciables nos alerta sobre un definido avance en la consolidación
del Estado de Derecho"4.
b) "en segundo lugar, se ha dicho que no hay otro poder por encima del de esta Corte
para resolver acerca de la existencia y los límites de las atribuciones constitucionales
otorgadas a los departamentos Legislativo, Judicial y Ejecutivo, y del deslinde de
atribuciones de éstos entre sí...";
c) "por lo expuesto, surge un campo de tensión en la satisfacción de ambos principios
de modo simultáneo, lo que obliga a ponderar un razonable equilibrio. De dicho balance
surge que los jueces no pueden opinar sobre el modo en que se ejercitan las facultades de
otros poderes, pero deben establecer sus límites".
Sin embargo, existen ciertos retrocesos entre los pareceres del Tribunal, tal como ocurrió
en los casos "Rodríguez"6sobre la privatización de los servicios aeroportuarios
complementarios y "Prodelco"7acerca de la modificación de las tarifas del servicio básico
telefónico. En ambos precedentes irrumpieron nuevamente con fuerza las teorías sobre las
cuestiones políticas y, consecuentemente, el retroceso del control judicial sobre los actos
estatales.
Adelantemos que, según nuestro criterio, todas estas teorías deben reconducirse hacia
el concepto de la discrecionalidad estatal. El criterio es simple y por demás claro, todos los
actos estatales deben sujetarse al control de los jueces y éstos pueden invalidar o no el acto
estatal, según su conformidad con el modelo jurídico.
Así, por ejemplo, el Poder Legislativo legisla y ejerce este poder exclusivamente según
las reglas prefijadas por el bloque normativo (Constitución y tratados) o, en su caso, suma
en tal contexto el estándar de oportunidad o mérito (libertad). Por su parte, el Poder Ejecutivo
puede ejercer el poder de administrar —cumplir y hacer cumplir la ley— de conformidad con
las reglas predeterminadas o siguiendo, además, su propio criterio de oportunidad o mérito.
Por último, el Poder Judicial debe juzgar según las reglas preestablecidas (reglas,
principios y criterios hermenéuticos) y de conformidad con ciertos valores, pero en ningún
caso por estándares de oportunidad o mérito (es decir, libertad o discrecionalidad).
Pues bien, en los primeros dos casos, esto es, potestades de legislar y administrar, el
aspecto discrecional puede estar o no presente; en tanto en el tercero, esto es, potestades
de juzgar, no existe discrecionalidad porque el acto de juzgamiento es simplemente justo o
injusto y no oportuno o inoportuno.
Por un lado, el juez es quien —en principio— resuelve el contenido, contorno y perfiles
del Estado de Derecho con carácter definitivo e irrefutable, o sea que el juez es quien dice
qué es el derecho. Sin embargo, el modelo reconoce ciertas decisiones de carácter definitivo
en el ámbito de los otros poderes, sin perjuicio de su sujeción al ordenamiento y su
consecuente control judicial. Esas decisiones son potestades discrecionales de los poderes
políticos, que tienen legitimidad de orden democrático porque sus miembros son elegidos
por el Pueblo.
Esta perspectiva nos ayudará quizás a estudiar el concepto de facultades estatales
discrecionales o regladas en un marco más amplio, para luego avanzar en su estudio
particular y más profundo.
Cabe aclarar que el ordenamiento jurídico, es decir el marco en el que el Estado ejerce
sus funciones según el principio de legalidad, es básicamente un conjunto de reglas y
principios, de modo que el ejercicio del poder estatal no es, en ningún caso, absolutamente
libre. La discrecionalidad es simplemente el plus de libertad que está presente en ciertos
casos y sin perjuicio del cumplimiento de las reglas y principios preexistentes.
Entonces aquí convergen dos encrucijadas. Por un lado, cuál es el contenido de ese
arbitrio o liberalidad, es decir, en qué consiste y, por el otro, cuáles son sus límites.
Sin embargo, el nexo entre el legislador y el Ejecutivo tiene dos aristas que es necesario
distinguir, según cuáles sean las potestades que éste ejerce, y con el propósito de aplicar la
ley y ejecutar así las políticas públicas:
En este contexto, estudiaremos ese vínculo en uno de sus aspectos, esto es, el modo
de relacionarse la ley y la decisión particular del Ejecutivo. Es decir, las reglas o —en su
caso— las reglas y el marco de libertad que el Ejecutivo debe seguir cuando ejerce sus
potestades y consecuentemente decide con alcance particular (en especial, los actos
administrativos)9.
Sin embargo, cabe precisar que en términos históricos y con el objeto de recortar las
potestades discrecionales y así extender el campo sobre el cual recae el control judicial, se
crearon varios conceptos dogmáticos cuyo alcance sí es revisable por los jueces sin
limitaciones. En efecto, el intérprete incorporó las ideas de: a) conceptos jurídicos
indeterminados, y b) discrecionalidades técnicas. A su vez, se advirtió que los principios
generales del Derecho constituyen reglas —ciertamente más laxas— que permiten controlar
el ejercicio de los poderes libres o discrecionales. El juez debe subsumir los hechos reales
en el marco jurídico (reglas) y cuando no existen reglas, entonces, debe recurrir a los
principios generales (reglas más imprecisas).
A su vez, las potestades del Ejecutivo son claramente regladas cuando su ejercicio
depende de criterios casi automáticos, es decir cuando aquél debe, ante un supuesto de
hecho determinado, aplicar las consecuencias prefijadas claramente por el orden jurídico.
En tal caso el operador (Poder Ejecutivo) no puede optar entre dos o más consecuencias
legalmente plausibles e igualmente válidas en términos de derecho, sino que debe limitarse
a aplicar el consecuente —preciso y predeterminado—.
La ley debe, entonces, decir necesariamente si el Ejecutivo puede actuar; de modo tal
que el Poder Ejecutivo no puede intervenir según su propio criterio o arbitrio sino que sólo
puede hacerlo cuando el legislador le dé autorización en ese sentido. Este concepto es
básicamente el postulado de las competencias estatales.
Debemos preguntarnos aquí qué otros aspectos prevé o, en su caso, debe prever la ley
porque éste es el meollo de la discrecionalidad. Veamos: (a) ¿qué puede hacer el
Ejecutivo?, (b) ¿cuándo puede hacerlo? y, por último, (c) ¿cómo puede hacerlo?
El cuándo es el tiempo en el que el Ejecutivo decide actuar, pudiendo elegir entre dos o
más momentos plausibles (aspecto temporal). Por su parte, el cómo comprende la
posibilidad del operador jurídico de optar, en el marco de un mismo hecho, entre dos o más
consecuencias posibles. Así, el operador debe elegir entre varios caminos y, luego,
justificarlo (motivarlo).
Cierto es que las normas que regulan las actuaciones del Poder Ejecutivo pueden
incorporar —además del qué— los otros aspectos sobre su ejercicio (esto es: el cómo y
el cuándo). Si el legislador así lo hace, esas potestades son regladas ya que el ordenamiento
prevé reglas específicas respecto de su ejercicio. En caso contrario, estamos ubicados ante
potestades libres o discrecionales del Ejecutivo ya que no existen reglas preestablecidas y
de alcance preciso. El ejercicio supuestamente libre por el Ejecutivo, es decir el cuándo y
el cómo (ya excluimos el qué) nace del reconocimiento de ese ámbito de arbitrio por el
propio legislador.
Tal como expusimos en los párrafos anteriores, no existen potestades íntegramente
libres porque, como mínimo, el qué debe estar reglado por el legislador. Es decir, el acto
particular a dictar por el Ejecutivo no es íntegramente discrecional —en ningún caso—
, porque al menos el Legislador debe regular el qué.
Obvio es también que si el órgano competente reguló todos los otros aspectos, es decir
el cuándo y el cómo y —además— con densidad y profundidad, entonces, el asunto está
reglado y, consecuentemente, el acto que dicte el Ejecutivo sigue igual suerte. El Ejecutivo
sólo debe comprobar el hecho real (su materialidad) y subsumirlo en el supuesto de hecho
previsto en la norma y, tras ello, aplicar la regla (el consecuente), ya que no puede actuar
de otro modo. En efecto, cuando el Estado constata el hecho y subsume el hecho real en el
hecho normado, debe aplicar el único consecuente posible (reglado).
Si el órgano competente sólo regló algunos de esos aspectos, entonces, las potestades
son en parte discrecionales y el acto dictado en su consecuencia también reviste, al menos
parcialmente, ese carácter.
Por ejemplo: la ley dispone que "quedarán sujetas a sanción por el Banco Central ...las
infracciones a la presente ley (ley 21.526), sus normas reglamentarias y resoluciones que
dicte el Banco Central... en ejercicio de sus facultades". En particular, entre las prohibiciones
que prevé la ley, cabe señalar las siguientes: explotar por cuenta propia empresas
comerciales, industriales, agropecuarias o de otra clase, salvo con expresa autorización del
Banco Central; constituir gravámenes sobre sus bienes sin previa autorización del Banco
Central; aceptar en garantía sus propias acciones; operar con sus directores y
administradores y con empresas o personas vinculadas con ellos, en condiciones más
favorables que las acordadas de ordinario a su clientela y emitir giros o efectuar
transferencias de plaza a plaza, con excepción de los bancos comerciales" (art. 28).
A su vez, el legislador añade que "las sanciones serán aplicadas por el presidente...o la
autoridad competente, a las personas o entidades o ambas a la vez, que sean responsables
de las infracciones enunciadas precedentemente, previo sumario...en forma aislada o
acumulativa: 1. Llamado de atención; 2. Apercibimiento; 3. Multas; 4. Inhabilitación
temporaria o permanente para el uso de la cuenta corriente bancaria. 5. Inhabilitación
temporaria o permanente para desempeñarse como promotores, fundadores, directores,
administradores, miembros de los consejos de vigilancia, síndicos, liquidadores, gerentes,
auditores, socios o accionistas de las entidades comprendidas en la presente ley; 6.
Revocación de la autorización para funcionar".
Por su parte, el Banco Central estableció por vía reglamentaria los elementos a ponderar
dentro de cada factor de graduación de las multas (Comunicación A 5520). En particular,
respecto del factor "magnitud de la infracción" dispuso que: "cuando la infracción se
configure por hechos susceptibles de apreciación pecuniaria se tendrá en cuenta el monto
total a que arriben las operaciones en infracción durante todo el lapso en que ella se
verifique". A su vez, "cuando las transgresiones, por sus características, no sean
mensurables en dinero, para determinar su magnitud se evaluarán las siguientes pautas: 1)
Relevancia de la norma incumplida dentro del sistema de normas que regulan la actividad
financiera, 2) extensión del período en que se verificó, 3) si existió continuidad o casos
aislados de incumplimiento dentro del período verificado, 4) cantidad de casos particulares
que configuran el incumplimiento normativo".
Pues bien, el legislador en el presente caso reguló el qué y el cuándo, pero solo
parcialmente el cómo. Por caso, si cualquier entidad constituyese gravámenes sobre sus
bienes sin previa autorización del Banco Central (conductas prohibidas), éste debe aplicar
las sanciones tipificadas (el qué), previo sumario administrativo (el cuándo). Estos aspectos
son evidentemente reglados. Luego, el Banco Central debe elegir qué sanción aplicar (esto
es: llamado de atención; apercibimiento; multas; inhabilitación temporaria o permanente
para el uso de la cuenta corriente bancaria; inhabilitación temporaria o permanente para
desempeñarse como directores; o revocación de la autorización para funcionar). En este
punto el ejercicio es libre o discrecional (esto es: elegir la sanción a aplicar). A su vez, si el
Banco Central aplicase la sanción de multa, entonces, la decisión sobre el monto es
reglada/discrecional. En efecto, el legislador estableció ciertas reglas a seguir sobre el monto
de las multas (magnitud de la infracción; perjuicio ocasionado a terceros; beneficio generado
para el infractor; volumen operativo del infractor y responsabilidad patrimonial de la entidad),
pero —a su vez— es libre porque no previó montos fijos ni tampoco límite mínimo o máximo.
Asimismo, el Banco Central reguló qué debe entenderse por "magnitud de la infracción"
dándole así mayor precisión a la regla a aplicar (esto es, mayor densidad sin llegar
al extremo del campo reglado. Por caso, si la ley dijese que debe aplicarse una multa de
pesos mil a cualquier entidad que constituyese gravámenes sobre sus bienes sin previa
autorización del Banco Central; aquí, evidentemente el ejercicio del poder y su acto
consecuente son claramente reglados).
Este ejemplo nos permite concluir, entonces, que es posible que el legislador regule
todos los aspectos del caso (qué, cómo y cuándo), y sin embargo, el acto sea igualmente
discrecional porque el grado de densidad o desarrollo de las reglas es mínimo.
En efecto, si el Legislador dice que el Poder Ejecutivo debe aplicar multas, pero no
establece el monto o los límites de éste, el acto que dicte el Ejecutivo (en el ejemplo anterior,
el Banco Central) es parcialmente discrecional en tanto puede optar entre: pesos mil, diez
mil, cien mil o así sucesivamente, y cumplir el mandato legislativo.
En este estado del razonamiento es posible inferir otra conclusión, a saber: así como
no existen potestades enteramente discrecionales es sumamente difícil hallar en el
ordenamiento jurídico potestades íntegramente regladas. Por tanto, las potestades estatales
son más o menos regladas y más o menos discrecionales. Es decir, los actos son casi
siempre reglados y a su vez discrecionales.
Veamos otro ejemplo. La ley de Empleo Público (ley 25.164) establece que "el personal
vinculado por una relación de empleo público regulada por la presente ley, y que revista en
la planta permanente, no podrá ser privado de su empleo ni ser objeto de medidas
disciplinarias, sino por las causas y en las condiciones que expresamente se establecen".
Pues bien, ¿cuáles son las faltas? Por caso, el incumplimiento reiterado del horario
establecido; las inasistencias injustificadas que no exceden de diez (10) días discontinuos
en el lapso de doce meses inmediatos anteriores y siempre que no configuren abandono de
tareas, y el incumplimiento de los deberes; entre otros.
A su vez, el legislador dice que la sanción a aplicar se debe graduar "en base a la
gravedad de la falta cometida, y los antecedentes del agente". Finalmente, las sanciones
son las siguientes: a) apercibimiento; b) suspensión de hasta treinta (30) días en un año,
contados a partir de la primera suspensión; c) cesantía y d) exoneración.
En cualquier caso el juez controla los aspectos reglados del acto discrecional; de ahí que
sea relevante discernir tales elementos.
El concepto de regla es, según nuestro criterio, el pivote central de distinción entre los
aspectos reglados y discrecionales de las decisiones estatales. Sin embargo, la diferencia
entre potestades regladas y discrecionales no es la existencia de reglas sino el contenido
de éstas. En verdad en el ordenamiento jurídico siempre existen reglas, pero las reglas
específicas describen poderes reglados y, a su vez, las reglas generales e inespecíficas se
corresponden con poderes discrecionales porque permiten al Poder Ejecutivo optar entre
dos o más soluciones jurídicamente posibles.
Así, cabe distinguir entre diversas situaciones, según las reglas preexistentes y su
densidad: (a) la existencia de una regla clara y detallada sobre el ejercicio del Poder
Ejecutivo, en cuyo caso la potestad es claramente reglada; (b) la inexistencia de reglas
específicas, de modo que la potestad es discrecional; (c) la existencia de reglas, pero
imprecisas o incompletas, en cuyo caso el poder estatal es parcialmente discrecional.
En definitiva es una cuestión de grado, es decir, cuánto de libertades o arbitrio dejó el
orden jurídico librado al Poder Ejecutivo cuando éste deba aplicar las reglas al caso
concreto.
Hemos dicho que la competencia, entre los elementos del acto, es siempre reglada.
Pero, ¿qué ocurre con los otros elementos? Es obvio que ciertos elementos del acto son
habitualmente discrecionales porque, en caso contrario, el acto estatal siempre sería
reglado. En principio, los elementos procedimiento y finalidad son reglados y los otros, en
particular el objeto, a veces es reglado y en otros casos discrecional.
La Corte en el precedente "APDH"10 consideró que los elementos reglados del acto son
la competencia, la forma, la causa y la finalidad. Por su parte, en el caso "Solá"11 y en igual
sentido, el Tribunal sostuvo que el control judicial de los actos discrecionales encuentra en
parte su ámbito de actuación en los elementos reglados de la decisión (así: forma, causa,
finalidad y competencia). Por último, en el antecedente "González, Alejandro"12 los jueces
dijeron que "no cabe duda de que el control judicial de los actos denominados
tradicionalmente discrecionales o de pura administración encuentran su ámbito de actuación
en los elementos reglados de la decisión; entre los que cabe encuadrar, esencialmente, a la
competencia, la forma, la causa y la finalidad del acto".
En verdad y tal como expusimos en el apartado anterior, creemos que todo elemento del
acto estatal es más o menos reglado o, dicho en otros términos, más o menos discrecional.
En síntesis, los actos son en parte reglados y en parte discrecionales, y con sus elementos
ocurre otro tanto. Entonces, es necesario abandonar estos criterios de actos
reglados/discrecionales y elementos reglados/discrecionales como conceptos
contrapuestos, reemplazándolos por la idea de aspectos reglados o discrecionales que —
casi siempre— entrecruzan el acto y sus elementos.
Por ejemplo, ¿el fin es un elemento reglado? Comúnmente se dice que sí, pero esto es
relativo. Por un lado, el fin debe estar previsto en las leyes o el ordenamiento en general
pero, por el otro, es posible que el Ejecutivo, partiendo de ese fin general, deba integrar este
elemento en el caso puntual, definiendo así el fin del acto en términos más específicos y en
un marco de libertad. Por tanto es plausible afirmar que el fin es en parte reglado y en parte
discrecional.
En conclusión, ciertos aspectos de los elementos del acto estatal son reglados, y otros
discrecionales.
Ahora bien, descripto el concepto cabe preguntarnos ¿cuál es el criterio que debe seguir
el Ejecutivo para ejercer sus facultades discrecionales? Ante todo, ya sabemos que no es el
criterio normativo específico y preciso porque justamente el ordenamiento jurídico dejó en
manos de éste la elección entre diferentes soluciones plausibles. Creemos que la respuesta
es relativamente sencilla, a saber, la oportunidad, el mérito y la conveniencia.
La ley debe decir si el Poder Ejecutivo puede actuar y, a su vez, reconocerle el grado de
libertad. Así, el carácter discrecional nace de modo expreso o implícito del marco jurídico y,
a su vez, reconoce ciertos límites. ¿Cuáles son los límites en el ejercicio de las facultades
discrecionales? Las reglas inespecíficas, es decir, los límites normativos que surgen del
propio ordenamiento jurídico. Así, el Legislador establece cuál es el campo de discreción
por silencio o por mandato expreso y, además, cuáles son los límites de éste.
De modo que los límites en el ejercicio de las potestades discrecionales nacen de las
mismas normas de reconocimiento, o lisa y llanamente del ordenamiento jurídico en
general —bloque normativo—. En efecto, por un lado, la propia ley que reconoce el ejercicio
de las potestades discrecionales constituye el límite. Por el otro, el bloque jurídico; así,
cualquier regla de mayor o menor densidad que esté en el ordenamiento jurídico y que
resulte aplicable al caso —es decir, las reglas en sentido estricto (normas jurídicas) y los
tópicos (principios generales del derecho)—.
Analicemos este último aspecto porque es el más sinuoso y escurridizo entre los límites.
En particular, entre los principios, el más paradigmático es quizás el carácter razonable y no
arbitrario de las decisiones estatales. ¿En qué caso el acto estatal discrecional es razonable
y, por tanto, cumple con este mandato general? Las decisiones estatales discrecionales son
razonables cuando: a) el acto y sus consecuencias son adecuadas respecto del fin que
persigue el legislador, b) los medios son proporcionados y conducentes a ese fin, c) las
medidas son las menos gravosas en términos de derechos y, finalmente, d) las ventajas son
mayores que las desventajas respecto de los derechos controvertidos13.
No se trata simplemente de contar cuáles son los hechos del caso o el derecho aplicable
sino de explicar las razones que, a partir de los hechos y según el derecho, el Ejecutivo
consideró relevantes al momento de decidir del modo en que lo hizo. Es decir, el Poder
Ejecutivo debe explicar por qué optó, entre dos o más soluciones posibles, por una y no por
otra, y tal relato debe estar debidamente justificado y razonado.
Por un lado, el concepto jurídico indeterminado es aquél que arroja una única solución
justa, de modo que es diferente del concepto discrecional que, como ya hemos dicho,
permite al intérprete optar entre dos o más soluciones (alternativas)15. Sin embargo, creemos
que el proceso de integrar el concepto (esto es, determinar el concepto jurídico) debe
hacerse por medio de criterios discrecionales. Por eso, el llamado concepto indeterminado
debe ser subsumido —según nuestro criterio— entre las potestades discrecionales.
Desde otro ángulo, ciertamente diverso y tal como surgió históricamente, se ha sostenido
que son categorías jurídicas distintas. Así, la discrecionalidad se asienta en el consecuente
jurídico (por ejemplo, las sanciones a aplicar, trátese de apercibimiento o multas) mientras
que el concepto indeterminado recae sobre el supuesto de hecho (por ejemplo, las
conductas indecorosas). El intérprete debe, entonces, determinar el supuesto de hecho
normativo (rellenar el concepto no determinado, por caso las conductas indecorosas),
subsumir el hecho real en él y, finalmente, decidir qué consecuente jurídico va a aplicar —
apercibimiento o multas— (discrecionalidad).
Pensemos en el ejemplo típico del concepto jurídico indeterminado (la oferta más
conveniente en los procesos de selección del contratista), aquí el Poder Ejecutivo debe: a)
interpretar el supuesto de hecho (el concepto de oferta más conveniente); b) verificar e
interpretar los hechos reales (ofertas); c) subsumir los hechos reales en el supuesto de
hecho (este trabajo consiste en ubicar las ofertas en el concepto de oferta más conveniente;
es decir, un trabajo de adecuación entre hechos y normas). Pues bien, el Poder Ejecutivo
debe recurrir no sólo a las reglas hermenéuticas sino también al concepto de interés público
y éste debe integrarse con valoraciones libres o discrecionales de aquél. Así, el concepto de
interés público debe conformarse con discrecionalidad o subjetividad, de modo que no es
meramente interpretativo sino configurativo.
Por otro lado, los conceptos técnicos han sido considerados como aquellos que el
conocimiento técnico o científico define de un modo unívoco y, por tanto, existe una única
solución posible ante el caso concreto. En general, se cree que en el presente marco el
ámbito de discrecionalidad está dado únicamente por la elección de un criterio técnico por
sobre otros para aplicarlo luego a las actividades estatales, pero una vez elegido el método
científico específico, la posibilidad de optar por una u otra solución desaparece. Sin
embargo, no siempre es así. Es cierto que a veces el conocimiento científico ofrece un solo
método o, en el marco del método aceptado, un único resultado, pero en otros casos no; por
eso, la discrecionalidad técnica sólo debe excluirse del concepto de discrecionalidad estatal
cuando el conocimiento científico ofrece un procedimiento, método y resultado unívoco, de
modo tal que —en verdad— no se trata de un criterio libre sino reglado por el ámbito
científico. Por el contrario, en aquellos casos en que la ciencia propone dos o más técnicas,
procedimientos o soluciones igualmente válidas o plausibles entonces estamos ante un caso
discrecional.
Las reflexiones precedentes nos permiten concluir que las ideas antes desarrolladas,
esto es, el concepto indeterminado y la discrecionalidad técnica, tienen un valor relativo en
el proceso de reducción del campo discrecional. En definitiva, creemos que estos conceptos
deben reconducirse nuevamente al ámbito clásico reglado/discrecional.
La zona de discrecionalidad estatal está dentro del marco jurídico y, por tanto, del control
del juez, con el límite de que éste no puede sustituir al Poder Ejecutivo cuando elige una de
las soluciones normativamente posibles en términos justificados y razonados. Así, la
decisión del Ejecutivo es válida e irremplazable, salvo los supuestos de violación de los
principios o las reglas del ordenamiento jurídico, en cuyo caso el juez debe declarar la
nulidad de las decisiones.
Entonces, ante el ejercicio de una potestad discrecional: ¿hasta dónde debe llegar el
control judicial? ¿Qué debe controlar el juez? El juez debe controlar, primero, si el legislador
previó el ejercicio de la potestad bajo estudio (competencia). Segundo, si es o no potestad
discrecional y cuál es su alcance. Tercero, el control de los aspectos reglados. Cuarto,
cuáles son las reglas a aplicar (por ejemplo, los principios de razonabilidad, proporcionalidad
e igualdad). Quinto, darle contenido —en su caso— a los conceptos indeterminados. Sexto,
luego de circunscripto el ámbito de discrecionalidad propiamente dicha (elección entre dos
o más soluciones posibles) y sus límites, entonces, analizar si su ejercicio cumplió con las
reglas generales. Séptimo, superado el paso anterior, el juez debe declarar su validez
aunque no comparta el criterio de oportunidad o mérito seguido por el Ejecutivo.
De todos modos, el juez debe respetar el núcleo propio discrecional (mérito, oportunidad)
por el principio de división de poderes y la legitimidad democrática del Ejecutivo; tratase
entonces de un núcleo de apreciación propio del Poder Ejecutivo (valoración y decisión por
éste). Otro criterio de justificación de ese núcleo propio es que —en verdad— el legislador
es quien habilitó al Ejecutivo a ejercer ese poder discrecional.
También en otros casos, es plausible explicar ese núcleo irreductible e irremplazable por
razones materiales y no simplemente jurídicas (por ejemplo, cuando no sea posible repetir
los hechos como ocurre en los exámenes de mérito).
Entre los precedentes más relevantes de la Corte, cabe citar los siguientes.
El caso "Almirón" (1983). Aquí el Tribunal sostuvo que "...la exigencia de la visión en los
dos ojos no guarda relación de proporción con el objetivo de estudiar el profesorado de
geografía, por el contrario, significa un atentado, en el caso, al pleno ejercicio de los
derechos de aprender y enseñar consagrados en el artículo 14 de la Constitución Nacional".
Remarcó que las facultades discrecionales deben ser ejercidas en términos razonables y
que "...la circunstancia de que la Administración obrase en ejercicio de facultades
discrecionales en manera alguna puede constituir un justificativo de su conducta arbitraria,
pues es precisamente la razonabilidad con que se ejercen tales facultades el principio que
otorga validez a los actos de los órganos del Estado y que permite a los jueces, ante planteos
concretos de la parte interesada, verificar el cumplimiento de dicho presupuesto".
En el caso "Alitt" (2006)17, el Tribunal expuso que "resulta prácticamente imposible negar
propósitos de bien común a una asociación que procura rescatar de la marginalidad social
a un grupo de personas y fomentar la elevación de su calidad de vida, de sus niveles de
salud física y mental, evitar la difusión de dolencias infecciosas, prolongarles la vida, abrir
proyectos para que la única opción de vida deje de hallarse en los bordes de la legalidad o
en el campo de arbitrariedad controladora y, en definitiva, evitar muertes, violencia y
enfermedad". Respecto de las potestades discrecionales, sostuvo que el Estado no puede
arbitrariamente negar la personería jurídica a una asociación sino sólo sobre la base de
pautas claras y objetivas que muestren conformidad con el texto constitucional. Finalmente,
el Tribunal afirmó que "el arbitrio de la administración no implica arbitrariedad y, por ende,
debe ser controlado judicialmente. Actividad discrecional no es igual a facultad de decir que
sí o que no, según le plazca a la administración, y mucho menos cuando se trata de conceder
la personalidad jurídica, porque están comprometidos derechos de base constitucional".
Por último, en el caso "Rodríguez, Nelson" (2012), la Corte sostuvo que "la calificación
que recibió el actor como prescindible para el servicio efectivo, como el posterior acto
administrativo que dispuso su pase a retiro obligatorio, no cumplen con las exigencias que
establecen [las leyes]..... En efecto, al tratar el caso del demandante, la Junta de
Calificaciones N 1 —año 2004— se limitó a citar, como único fundamento para discernir la
mentada calificación, lo dispuesto por la resolución 670/04 del Ministerio del Interior". Y
concluyó que "se puede advertir, de esta manera, que en ningún momento existió una
verdadera valoración, por parte de los órganos legalmente habilitados para hacerla, de las
aptitudes morales, profesionales, físicas e intelectuales, conducta, concepto y todo otro
antecedente del actor....."23.
1- En primer lugar, el Tribunal aceptó el control sobre las conductas discrecionales del
Poder Ejecutivo en términos de legitimidad, es decir, legalidad y razonabilidad.
3- En tercer lugar, el Tribunal utilizó las reglas de: (a) control de los elementos reglados,
(b) carácter razonable del acto y (c) criterio de proporcionalidad.
4- En cuarto y último lugar, los jueces han comenzado a exigir, al menos en ciertos
casos, que el Estado motive de modo suficiente —motivación razonable— sus actos
discrecionales (casos "Schnaiderman" —2008—, "Silva Tamayo" —2011— y "Rodríguez"
—2012—, entre otros).
Pues bien, dicho esto, cabe preguntarse cuál es el alcance del control judicial, es decir,
más puntualmente qué aspectos —en el análisis de los casos concretos— los jueces
deciden revisar y, en su caso, anular o sustituir.
Veamos, entonces, los distintos aspectos y luego cuáles son objeto de control o no, en
el contexto de los casos judiciales. Los aspectos plausibles de control son los siguientes: a)
los elementos reglados básicos; b) los antecedentes fácticos (descripción y materialidad); c)
el trabajo de interpretación (hechos, reglas y subsunción de los hechos en las reglas) y d) la
discrecionalidad (motivación, legitimidad y razonabilidad30).
d) La discrecionalidad: la motivación del acto estatal (es decir, las razones y su relación
con el objeto y el fin del acto), y el cumplimiento de los principios generales del Derecho (en
especial, su razonabilidad31).
(1) Así, por ejemplo, cabe analizar el control sobre el ejercicio del poder disciplinario y
su discrecionalidad.
Respecto del poder disciplinario del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal,
los jueces sostienen que "las sanciones impuestas por el Tribunal de Disciplina remiten a la
definición de faltas supuestamente deontológicas, esto es, de infracciones éticas más que
jurídicas propiamente dichas, en cuyo diseño juegan enunciados generales o inespecíficos,
que si bien no resultarían asimilables en un sistema punitivo abstracto fundado en una
situación de supremacía general, caben perfectamente bajo un régimen de supremacía
especial, como expresión tanto de la disciplina interna de la organización como por la
cercanía moral de los títulos del órgano sancionador, pares del inculpado, interpretando un
sistema ético que les envuelve a ambos" (interpretación de los supuestos de hecho). "Por
consiguiente, la subsunción del supuesto fáctico concreto dentro de la fórmula de la
infracción deontológico profesional, es, como principio, resorte primario de quien está
llamado —porque así lo ha querido la ley— a valorar comportamientos que, precisamente,
pueden dar lugar a la configuración de infracciones, limitándose la revisión judicial a las
hipótesis en las que ha mediado indefensión o la decisión resulte manifiestamente arbitraria"
(subsunción del hecho real en el supuesto de hecho)32.
A su vez, en otros casos y en sentido concordante con los anteriores, los jueces revisaron
los hechos (antecedentes fácticos), al señalar que aquí "no se discute la existencia de los
hechos" y agregaron que "el letrado, en concreto, nada dice". Por último, respecto de las
sanciones (potestades discrecionales) dijeron que "la intensidad de la sanción aplicada... su
determinación y graduación es resorte primario de la autoridad administrativa, principio que
sólo cede ante una manifiesta arbitrariedad.... el importe de la multa fijado no aparece como
manifiestamente arbitrario si se tiene en cuenta la entidad de la infracción cometida, ni
resulta desproporcionado teniendo en cuenta la falta que se imputa y las circunstancias de
hecho" (discrecionalidad)34. En igual sentido se sostuvo que "por lo demás, se impuso al
profesional la sanción de llamado de atención, es decir, la más leve ...circunstancia que
impide desvirtuar la decisión que se impugna como excesiva o irrazonable"
(discrecionalidad)35.
En los casos en que se debatió sobre las decisiones del Banco Central y su
razonabilidad, se fijó claramente el límite en el control de la discrecionalidad. Pues bien, "la
cámara del fuero tiene dicho que no procede la revisión judicial de la oportunidad o acierto
del ejercicio de la policía bancaria sino sólo su control de legalidad y razonabilidad, a fin de
que no se violen los límites infranqueables de la Constitución Nacional" (discrecionalidad).
Una vez más, los jueces revisaron los hechos (materialidad de los hechos): "no se encuentra
controvertido en autos el hecho mismo del faltante de caja". Así, el actor "sostiene que los
hechos...deberían ser interpretados a la luz de quien actúa como un buen hombre de
negocios" y, por su parte, el tribunal concluyó que "corresponde estar a los hechos
verificados oportunamente... los cuales configuraron la conducta objetivamente infraccional
imputable al actor" (interpretación del supuesto de hecho y subsunción de los hechos
reales). Finalmente, "no se han aportado elementos de juicio que permitan demostrar que la
multa impuesta haya sido fijada por fuera de los límites legales o sin arreglo a las
circunstancias del caso" (discrecionalidad)37. Asimismo, en otros precedentes, los jueces
volvieron sobre los hechos; así, "se advierte que la materialidad de los hechos denunciados
se encuentra adecuadamente acreditada y, con ello, el incumplimiento a lo establecido en
la Comunicación A 4770" (materialidad de los hechos y subsunción de los hechos en las
normas). Y recordaron que "el Banco Central como titular del poder de policía en materia
financiera y cambiaria, debe velar por el normal funcionamiento del sistema en su conjunto,
y en tal sentido, tiene facultades suficientes para valorar por sí la situación en que se
encuentran las entidades sujetas a su control" (interpretación de los hechos). Y, luego,
añadieron que "tratando de encarrilar aquellas que se encuentren frente a determinadas
dificultades, conforme a pautas que están sujetas a su discreción, salvo que en su ejercicio
se haya incurrido en arbitrariedad o ilegalidad..." (interpretación de los supuestos de hecho).
Por último, en cuanto a la graduación de las multas (discrecionalidad) los jueces sostuvieron
que "la apreciación de la gravedad de las faltas es, en principio, materia reservada a la
autoridad de control, a menos que el ejercicio de tal facultad trasunte ilegitimidad o
arbitrariedad manifiestas... En este sentido, la discrecionalidad ejercida por el Banco Central
constituye un supuesto de discrecionalidad técnica en la medida en que su tarea es
específica como ente rector del sistema" (discrecionalidad técnica entendida simplemente
como discrecionalidad)38.
Más recientemente, los jueces afirmaron que "el magistrado interviniente realiza una
verdadera reconstrucción histórica con el objeto de determinar si los hechos propuestos por
las partes son ciertos o no" (materialidad de los hechos). Y, a su vez, con el objeto de
interpretar las reglas jurídicas (supuestos de hecho) y subsumir allí los hechos reales
(subsunción del hecho en el supuesto de hecho), resaltaron que "las facultades
procedimentales y sancionatorias atribuidas por la ley al BCRA, no se hallan dirigidas a
individuos cualesquiera, sino a cierta clase de personas que desarrollan una actividad
específica... quienes se someten a él con motivo de su libre decisión de emprender esa
actividad". Y argumentaron que "el estudio de las constancias de autos" (materialidad de los
hechos) "permite colegir con claridad que las fases ilícitas de las conductas reprochadas a
los recurrentes se encuentran debidamente acreditadas" (interpretación de los hechos y las
reglas). Es más, "para la ponderación del obrar de aquellos a quienes la ley les ha asignado
una específica responsabilidad... corresponde estar, en principio, al juicio técnico elaborado
por la autoridad que tiene a su cargo la supervisión de esa actividad; ello, claro está, dentro
del alcance del control de legitimidad y razonabilidad... el Tribunal está obligado a seguir
cuando revisa actos dictados por un órgano estatal altamente especializado en la
complejidad técnica de la competencia que se le ha asignado y de cuyo pronunciamiento
sólo cabría apartarse ante supuesto de palmaria y manifiesta arbitrariedad".
¿Por qué el control es —en principio— limitado? Los jueces ensayaron aquí dos
argumentos: a) el BCRA es un "órgano estatal altamente especializado en la complejidad
técnica de la competencia que se le asignó" y b) los particulares "conocían y aceptaron" el
marco jurídico aplicable.
Asimismo, en el precedente "Romero Díaz v. BCRA" el tribunal reiteró que "la revisión
judicial que se realiza en el marco de recursos directos contra sanciones impuestas por el
BCRA no alcanza a la oportunidad o acierto del ejercicio de la policía bancaria sino sólo su
control de legalidad y razonabilidad, a fin de que no se violen los límites infranqueables de
la Constitución Nacional—conf. Sala II, 'Banco Cabildo SA', el 31/08/93; y esta Sala, 'Ruiz
Antonio y otros', el 5/8/10; 'Banco Municipal de Rosario y otros', 15/11/11; entre muchos
otros—" (discrecionalidad). A su vez, recordó que, según la Corte, "las diferentes medidas
adoptadas por el órgano de control, sea para el mantenimiento de la actividad bancaria como
en su definitivo cierre, son cuestiones eminentemente técnicas cuya evaluación excede la
competencia del órgano judicial toda vez que su decisión no escapa a motivos de política
financiera y económica y corresponde al BCRA —por delegación expresa de la ley— como
titular del poder de policía financiero velar por el sistema en su conjunto con facultades
suficientes para valorar los procedimientos y medidas que cada caso requiere y el momento
de su dictado. Sobre el particular, el Tribunal expresó que la conveniencia o no de la
instrumentación de los criterios políticos en materia financiera o de su aplicación es uno de
los temas tradicionalmente considerados ajenos a la competencia de los jueces (Fallos
300:700; 303:1776)". Luego, la Cámara sostuvo que "la resolución 252/00 resulta legítima
por reunir los requisitos de validez de los actos administrativos exigidos en los arts. 7 y 8 de
la ley 19.549" (elementos reglados). Luego analizó los hechos reales y los supuestos de
hecho así como su subsunción. En efecto, "la conducta de los directivos y el síndico de la
entidad —en los cuales debe suponerse una especial versación técnica (financiera y
contable) y jurídica vinculada a la actividad— distó de ajustarse a la que era exigible en
razón de esas circunstancias (confr. Fallos 323:1146 y cctes.), e implicó la violación del
deber de obrar con la lealtad y la diligencia de un buen hombre de negocios, previsto en el
artículo 59 de la ley de sociedades. Finalmente, se refirió al ejercicio del poder discrecional.
Así, "las multas aplicadas a los sancionados aquí actores no se advierten, en modo alguno,
ilegítimas o desproporcionadas". En síntesis, "la revisión judicial de la resolución impugnada
se verificó '...por un lado, en los elementos reglados de la decisión —entre los que cabe
encuadrar, esencialmente, a la competencia, a la forma, a la causa y a la finalidad del acto
(Fallos 315:1361)— y por otro, en el examen de su razonabilidad...' (conf. Fallos 331:735;
asimismo, conf. Fallos 334:1909)"40.
Sin perjuicio de los casos expuestos en los párrafos anteriores, cierto es que el poder
discrecional del Poder Ejecutivo no se circunscribe al ejercicio de poderes sancionatorios.
Veamos, pues, otros casos.
(2) Otro precedente interesante es el caso "Di Cione" en el que se discutió sobre el
ejercicio de potestades claramente discrecionales del Poder Ejecutivo en el otorgamiento de
licencias.
Los jueces afirmaron que "la circunstancia que la Administración obre en ejercicio de
facultades enmarcadas en un plano de discrecionalidad técnica, en modo alguno puede
constituir un justificativo de su proceder arbitrario, puesto que es precisamente la
razonabilidad con que se ejercen tales facultades el principio que otorga validez a los actos...
de donde la ausencia de todo argumento debidamente sustentado en orden a los extremos
ya mencionados que precisamente conciernen a la valoración de circunstancias
determinantes para la emisión o no del acto administrativo, permite advertir 'prima facie' una
notoria deficiencia en el plano de la fundamentación de la resolución impugnada"
(antecedentes de hecho). Así, "los hechos que constituyen los aspectos relevantes de la
realidad material sobre la que se apoya la decisión administrativa, debe reconocerse que
comportan a su vez los límites y parámetros objetivos al ejercicio de las facultares ya
referidas (conf. Gamero Casado y Fernández Ramos...)."43
(4) El ejercicio del poder de ordenar el cese, traslado o ascenso del personal estatal.
En el precedente "Irusta" se sostuvo que "respecto del acto administrativo por el cual se
dispuso el pase a retiro de un miembro de las fuerzas armadas o de seguridad... se ha dicho
que constituye un acto que hace a la organización de las mismas... y se vincula íntimamente
con la particular relación de jerarquía que necesariamente debe imperar en el orden
castrense. Ello así, una disposición de tal naturaleza no puede —en principio— ser
cuestionada en su discrecionalidad técnica ante los tribunales, so pena de desplazar en los
jueces el comando de las fuerzas militares... sin que ello importara la adopción de una
medida de naturaleza sancionatoria o bien, descalificatoria, tanto del personal, como de su
desempeño en la fuerza"44. A su vez, en el antecedente "Silva Tamayo" la Cámara dijo que
las razones de servicio invocadas para reemplazar al actor por otro agente eran suficientes
para motivar esa medida porque formaba parte del ámbito de decisiones atinentes a la
política administrativa ejercidas con una razonable amplitud de criterio y no se había
afectado la estabilidad del actor45. Finalmente, en el precedente "Rodríguez, Nelson", la
Cámara sostuvo que la autonomía funcional y las facultades discrecionales de orden técnico
de las juntas de calificaciones de la Policía Federal no colocan a la actividad administrativa
al margen del ordenamiento jurídico, ya que ella puede ser sometida al control de legalidad
de su actuación46.
Cabe preguntarse aquí si el Poder Judicial puede controlar las transgresiones del Poder
Ejecutivo al ordenamiento jurídico en el marco de un caso judicial impulsado simplemente
en miras al cumplimiento del principio de legalidad (control objetivo), y no en razón de las
lesiones sobre los derechos subjetivos (control subjetivo).
Es innegable que ante una acción promovida en virtud de la lesión sobre un derecho, el
juez debe controlar y, en su caso, hacer cesar la violación sobre ese derecho; es decir,
desde el interés particular del recurrente. Así, finalmente, el proceso judicial es un modo de
control indirecto sobre el Poder Ejecutivo, esto es, el juez en principio sólo debe intervenir
en caso de que la Administración haya obrado en perjuicio de los derechos de las personas
causándoles daños concretos.
Dijo la Corte en el antecedente "Polino", entre otros, que "la atribución de declarar la
invalidez constitucional de los otros poderes reconocida a los tribunales federales ha sido
equilibrada poniendo como límite infranqueable la necesidad de un caso concreto —en el
sentido antes definido— para que aquélla sea puesta en juego. Por sus modalidades y
consecuencias, el sistema de control constitucional en la esfera federal excluye, pues, el
control genérico o abstracto, o la acción popular". Y agregó luego que "la condición de
ciudadano que hace valer el recurrente, no es apta —en el orden federal— para autorizar la
intervención de los jueces a fin de ejercer su jurisdicción. Ello por cuanto dicho carácter es
de una generalidad tal que no permite, en el caso, tener por configurado el interés concreto,
inmediato y sustancial que lleve a considerar la presente como una causa, caso o
controversia, único supuesto en que la mentada función puede ser ejercida"48.
Más recientemente, la Corte señaló —en sentido coincidente con los precedentes antes
citados— que "la asociación no logra desvirtuar la conclusión de la cámara en cuanto a que
su demanda persigue la declaración general y directa de inconstitucionalidad de normas o
actos de otros poderes, lo que obsta a la intervención del Poder Judicial..."50. Así, "admitir la
legitimación en un grado que la identifique con el generalizado interés de todos los
ciudadanos en ejercicio de los poderes de gobierno... deformaría las atribuciones del Poder
Judicial en sus relaciones con el Ejecutivo y con la legislatura y lo expondría a la imputación
de ejercer el gobierno por medio de medidas cautelares"51.
Aquí cabe analizar si el juez puede modificar o sustituir las decisiones estatales en caso
de anulación de éstas. Por nuestro lado, creemos que el juez puede, a veces, modificar el
acto, pero en ningún caso sustituirlo por otro, salvo que el nuevo acto esté impuesto de
modo claro y reglado por el ordenamiento jurídico. Por su parte, la Corte aceptó que el
juez —ante la declaración de nulidad— modifique el acto sancionador, reduciendo el monto.
A su vez, en el campo de los derechos sociales el juez no sólo debe anular las conductas
estatales (omisiones) sino básicamente exigir prestaciones positivas al Estado. Así, es
común que cuando el juez resuelve el reconocimiento cierto de derechos sociales, y más
aún en procesos colectivos, defina —a su vez— los lineamientos básicos de las políticas
públicas. El problema nace, entonces, cuando el Estado no planificó políticas públicas e
incumplió consecuentemente con el deber de reconocer derechos sociales y nuevos
derechos. Si bien el juez puede limitarse simplemente a condenar y no decir más, ese
mandato por sí solo en el contexto de estos derechos supone introducirse en el terreno
propio de las políticas públicas, entre otras razones, por su impacto sobre el presupuesto
estatal y los recursos públicos. Existen casos paradigmáticos resueltos por la Corte, entre
ellos: "Verbitsky" (2005)52 sobre el estado de las cárceles, "Mendoza" (2006)53 respecto de
la contaminación y recuperación del Riachuelo y "Badaro" (2006)54 sobre el reajuste de los
haberes jubilatorios. Por ejemplo, en el primero de los precedentes citados, el Tribunal dijo
que "a diferencia de la evaluación de políticas, cuestión claramente no judiciable,
corresponde sin duda alguna al Poder Judicial de la Nación garantizar la eficacia de los
derechos, y evitar que éstos sean vulnerados, como objetivo fundamental y rector a la hora
de administrar justicia y decidir las controversias. Ambas materias se superponen
parcialmente cuando una política es lesiva de derechos, por lo cual siempre se argumenta
en contra de la jurisdicción, alegando que en tales supuestos media una injerencia indebida
del Poder Judicial en la política, cuando en realidad, lo único que hace el Poder Judicial, en
su respectivo ámbito de competencia y con la prudencia debida en cada caso, es tutelar los
derechos e invalidar esa política sólo en la medida en que los lesiona". El Tribunal también
aclaró que "no se trata de evaluar qué política sería más conveniente para la mejor
realización de ciertos derechos, sino evitar las consecuencias de las que clara y
decididamente ponen en peligro o lesionan bienes jurídicos fundamentales tutelados por la
Constitución".
Otro aspecto es si el juez, luego de anular el acto estatal, puede o no reemplazarlo por
otro —tal como planteamos al inicio de este apartado—. En principio, se sostuvo con énfasis
que ello no es posible porque si bien el juez puede invalidarlo no se le permite en ningún
caso sustituir a los poderes Ejecutivo o Legislativo por aplicación del principio de separación
de los poderes.
Sin embargo, existe actualmente una grieta en este bloque expositivo y ocurre cuando
el acto deba dictarse en ejercicio de potestades claramente regladas. En efecto, el juez
puede invalidar el acto dictado por el Poder Ejecutivo y dictar otro en su reemplazo porque
simplemente interviene como ejecutor de la ley sin discrecionalidad de su parte.
Puntualmente, la Corte reconoció el poder de los jueces de anular y modificar en parte los
actos sancionadores y no sólo en razón del argumento antes expuesto, es decir el ejercicio
de facultades regladas, sino también en los casos específicos de reducción del monto de las
multas dictadas en ejercicio de poderes discrecionales. Así, el Tribunal no sólo declaró la
invalidez del acto por exceso de punición sino que luego lo modificó parcialmente,
imponiendo al infractor multas inferiores55.
VII. CONCLUSIONES
Por otro lado, las cuestiones políticas han sido limitadas y controladas indirectamente
por los jueces a través de los derechos lesionados por éstas.
Quizás, el aspecto más controvertido —tal como hemos desarrollado en los apartados
anteriores— es el de la discrecionalidad estatal y su control. El criterio judicial es trabajar
básicamente sobre el concepto de discrecionalidad, sin distinguirlo de los conceptos
jurídicos indeterminados y de otras manifestaciones discrecionales (técnicas). Asimismo, los
jueces reconocen al Poder Ejecutivo el conocimiento de tales cuestiones en principio ajenas
al Poder Judicial (en particular, en el marco de las llamadas relaciones especiales de
sujeción) y el control limitado al cumplimiento de los principios generales del Derecho (en
especial, la legitimidad y razonabilidad, entre otros).
Por último, los jueces —en general— reconocen el ejercicio de ese poder discrecional
en otros campos, tal es el caso, de los supuestos de hecho y su interpretación (conceptos
indeterminados).
SUMARIO: I. Introducción.- II. El caso o causa judicial. Conceptos generales.- III. Partes adversas. Partes
e interés.- IV. Aspectos procesales de la legitimación.- V. Legitimación individual.- VI. Legitimación colectiva.-
VII. Legitimación de órganos y entes estatales.- VIII. Conclusiones.
I. INTRODUCCIÓN
A su vez, el art. 2º de la ley 27 prescribe que la justicia federal nunca procede de oficio
y que ejerce su jurisdicción solamente en los casos contenciosos en que es requerida a
instancia de parte.
De tal forma que el caso judicial constituye un requisito indispensable para el ejercicio
de la función jurisdiccional56.
En el orden nacional, que es el que ahora nos interesa y al que circunscribiremos este
análisis57, la configuración de un "caso" o "controversia" judicial supone la concurrencia de
varios elementos. La existencia de partes adversas que persigan la determinación del
derecho o prerrogativa entre ellas, que se trate de un efectivo conflicto y no la búsqueda de
una respuesta a una consulta o situación hipotética, que mantenga actualidad al momento
del pronunciamiento judicial, es decir que no se trasforme en abstracta porque ello haría
inoficiosa la decisión, entre otros que también se ha encargado de sistematizar la doctrina58.
Por otro lado, es necesario tener presente que la legitimación es un concepto que ha
sufrido cambios en los últimos tiempos por la aparición de nuevos sujetos habilitados para
demandar con sustento en la reforma constitucional de 1994, por ejemplo en materia de
amparo colectivo, o incluso en los nuevos procesos de incidencia colectiva o procesos de
clase, con reconocimiento expreso por parte de la Corte Suprema en el precedente
"Halabi"61.
En las líneas que siguen nos detendremos en los distintos aspectos que presenta el
requisito de legitimación activa para demandar u obtener un pronunciamiento judicial, con
base en la jurisprudencia de los tribunales, en especial de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, que ha ido delineado y precisando el concepto, así como con la ayuda siempre
valiosa de la doctrina de los autores.
En orden a justificar esta exigencia, el Alto Tribunal indicó que si no existiese la limitación
derivada de la necesidad de un juicio, de una contienda entre partes, entendida ésta como
un pleito o demanda en derecho instituida con arreglo a un curso regular de procedimiento,
los tribunales dispondrían de una autoridad sin control sobre el gobierno de la República y
podría llegar el caso de que los demás poderes del Estado le quedaran supeditados con
mengua de la letra y del espíritu de la Constitución Nacional65.
Con ello se busca asegurar el principio de división de poderes, pues de acuerdo con la
jurisprudencia del Tribunal, "las consecuencias del control encomendado a la justicia sobre
las actividades ejecutiva y legislativa requieren que el requisito de la existencia de un 'caso'
o 'controversia judicial' sea observado rigurosamente para la preservación del principio de
división de poderes"66.
Con relación a las características que debe reunir la controversia que se somete a
conocimiento de los tribunales, en cuanto ahora resulta de interés, cabe señalar que debe
ser un caso contencioso, entendiendo por tal al que enfrenta a dos o más partes con
posiciones o posturas encontradas. No puede ser un caso abstracto o una cuestión
meramente académica, como podría ser requerir una opinión sobre cómo debe interpretarse
una norma en un caso pero sin referencia a una situación particular que involucre a las
partes. Tampoco existe un caso cuando el planteo constituye una hipótesis abstracta o
meramente conjetural sin consecuencias jurídicas, porque los jueces no tienen por misión
esclarecer algún punto oscuro de derecho sino resolver o decidir casos reales y efectivas
colisiones de derecho.
Por otra parte, cabe recordar que, si bien la reforma constitucional de 1994 amplió la
legitimación para deducir amparos, en la medida en que el actual texto del art. 43 de la
Constitución Nacional incluye a nuevos sujetos además del afectado (defensor del pueblo,
asociaciones), de ello no se puede extraer como conclusión que se haya suprimido el
requisito del caso o causa. En efecto, en términos ilustrativos, el Alto Tribunal ha señalado
que "de la ampliación constitucional de los sujetos a quienes se reconoce legitimación
procesal para requerir el amparo no se sigue la automática aptitud para demandar,
sin examen de la existencia de cuestión susceptible de instar el ejercicio de la
jurisdicción"68 y, en particular, que en estos casos quien alegue padecer una afectación de
sus derechos, demuestre un interés concreto, inmediato y sustancial a fin de viabilizar la
acción de amparo69.
En síntesis, conviene retener que la controversia debe ser definida, concreta, real y
sustancial, debe admitir un remedio específico por medio de una decisión de carácter
definitivo, entendida como diferente de una opinión que advierta cuál sería la norma en un
estado de hecho hipotético.
De todo lo dicho se desprende que, para que los órganos judiciales puedan resolver una
controversia, se requiere la existencia de "parte", es decir de quien reclama o se defiende y,
por ende, de alguien que se beneficia o perjudica con la resolución que se adopte al cabo
del proceso.
Pero además esta parte debe estar legitimada y con ello se introduce otro concepto, el
de la legitimación.
En efecto, junto a la capacidad genérica para ser parte en cualquier proceso —llamada
también legitimatio ad processum—, la legitimación, o legitimatio ad causam, implica la
aptitud para ser parte en un proceso concreto. Esta aptitud viene determinada por la posición
en que se encuentra el peticionario respecto de la pretensión procesal, que tiene por
finalidad activar la tutela jurisdiccional del Estado y permitir que el órgano judicial tramite y
resuelva las pretensiones que le son sometidas a su decisión70.
La exigencia de parte legitimada impide un proceso contencioso con una sola parte,
situación que se puede presentar cuando el Estado, latu sensu, se enfrenta a sí mismo en
un litigio, circunstancia que conduce al rechazo de la intervención judicial por la falta de caso,
salvo supuestos excepcionales que examinaremos más adelante.
Por otro lado, la legitimación requiere la efectiva demostración de un nexo lógico entre
el estatus afirmado por el litigante y el reclamo cuya satisfacción procura por medio del pleito
que intenta someter a conocimiento del tribunal, y ello es esencial para garantizar que aquél
sea una parte propia y apropiada que pueda invocar el poder judicial71.
Aquel nexo lógico se da si la parte demuestra que tiene un interés jurídico suficiente en
la resolución de la controversia, porque la posibilidad de obtener tutela judicial se relaciona
con la existencia de un interés que pueda darle apoyo. En tal sentido, ese interés se da
cuando la situación de hecho es tal que el actor sufrirá un daño sin la declaración legal
requerida, de modo que la intervención de los magistrados se presenta como un medio
necesario para evitarlo. Por ello, cuando no existe ese interés concreto y sustancial en
cabeza del accionante, no hay caso o controversia que determine la intervención de la
jurisdicción de los tribunales federales.
Pero junto a estos supuestos de legitimación de la parte afectada, cabe reconocer que
el ordenamiento jurídico contempla otros casos, que se pueden calificar como legitimación
anómala o extraordinaria, que se caracterizan por la circunstancia de que resultan
habilitadas para intervenir en el proceso, como partes legítimas, personas ajenas a la
relación jurídica sustancial en el que aquél se controvierte. Se produce, así, una disociación
entre los sujetos legitimados para demandar y los sujetos titulares de la respectiva relación
sustancial.
Esto también demuestra la necesidad de resolver esta cuestión al inicio del pleito para
evitar que al cabo de su trámite la decisión judicial concluya en que el actor carecía de
legitimación para demandar. Sin embargo, se debe reconocer que no siempre es fácil ni
posible hacerlo en las etapas iniciales del proceso.
V. LEGITIMACIÓN INDIVIDUAL
Hemos vistos que para ser parte legitimada en un proceso contencioso administrativo se
debe acreditar un interés especial, que exista una afectación suficientemente directa o
sustancial a los derechos cuyo reconocimiento se pretende en el juicio. También que ello
normalmente se traduce en la titularidad de la relación jurídica sustancial que vincula a las
partes en conflicto.
La Corte Suprema ha destacado como regla general en materia de legitimación, que los
derechos sobre bienes jurídicos individuales son ejercidos por su titular y que ello no cambia
por la circunstancia de que existan numerosas personas involucradas, toda vez que se trata
de obligaciones con pluralidad de sujetos activos o pasivos, o supuestos en los que aparece
un litisconsorcio activo o pasivo derivado de la pluralidad de sujetos acreedores o deudores,
o bien una representación plural. En estos casos, no hay variación en cuanto a la existencia
de un derecho subjetivo sobre un bien individualmente disponible por su titular, quien debe,
indispensablemente, probar una lesión a ese derecho para que se configure una cuestión
justiciable77.
V.1. El ciudadano
Desde antiguo los tribunales han resuelto que la condición de ciudadano y el simple
interés de éste por el respeto de la legalidad en forma genérica no otorgan legitimación
suficiente para ocurrir a la jurisdicción, cuando no se acredita la existencia de una
determinada relación con la cuestión que se debate. Es que la inexistencia del derecho
subjetivo a la legalidad determina que, salvo hipótesis excepcionales, la reacción
impugnatoria no pueda ser promovida por quien no se encuentra personal y directamente
perjudicado, pues no basta cualquier interés sino uno calificado. De modo tal que la sola
invocación del carácter de ciudadano no es suficiente para accionar judicialmente79.
También concluyó que no había caso contencioso cuando la cuestión había sido
propuesta por quien —invocando el derecho de defender las instituciones y la integridad de
la Nación y lo establecido en los arts. 21 y 33 de la Constitución— demandaba al Poder
Ejecutivo Nacional por inconstitucionalidad de la ley 23.172, de aprobación del Tratado de
Paz y Amistad firmado con la República de Chile y por nulidad de los decretos-leyes
21.178/56 y 2191/57, porque, a su entender, destruían la base territorial de la Provincia de
Santa Cruz. En esa oportunidad la Corte Suprema recordó que tampoco se da una causa o
caso contencioso que permita el ejercicio del Poder Judicial conferido a los tribunales
nacionales cuando se procura la declaración general y directa de inconstitucionalidad de las
normas o actos de los otros poderes, porque no está entre sus funciones expedirse en forma
general sobre la constitucionalidad de las normas emitidas por los otros poderes83.
En otro precedente similar recordó que "los jueces no pueden tomar por sí una ley o una
cláusula constitucional y estudiarla en teoría, sino sólo aplicarla a las cuestiones que se
suscitan o se traen ante ellos por las partes a fin de asegurar el ejercicio de derechos o el
cumplimiento de obligaciones, no resultando apto a esos fines el interés personal 'de
ciudadano'"84.
Por los mismos argumentos resolvió que no existía un "caso" o "causa" que justificara la
intervención jurisdiccional cuando un vecino de una provincia solicitaba que se ordenase el
inmediato desbloqueo de una ruta para permitirle el libre tránsito88.
En general, cuando ciudadanos invocando esa condición o la de electores, sin otra
circunstancia que los diferencie del resto de los ciudadanos, cuestionan la
inconstitucionalidad de normas o actos tanto del Poder Legislativo como del Ejecutivo, no
se configura un caso contencioso por ausencia de legitimación y ello es así, porque aquéllos
no pueden demostrar un perjuicio concreto distinto al de los demás y porque no pueden
fundarla en el interés general en que se cumplan la Constitución y las leyes. Así se resolvió
cuando ciudadanos de Santa Cruz, con sustento en esa condición y en la de integrantes del
cuerpo electoral de aquella provincia, impugnaban un decreto del Poder Ejecutivo Nacional
reglamentario de la ley 26.741 y cualquier otra norma dictada en su consecuencia89, cuando
una ciudadana y un profesor de derecho cuestionaban una ley de Congreso90, o cuando un
abogado reclamaba que se declarara inconstitucional la ley que había modificado la
composición y el funcionamiento del Consejo de la Magistratura de la Nación91.
Del mismo modo, se resolvió que un ciudadano invocando esa condición y la de abogado
en causa propia no estaba legitimado para demandar que se ordenara judicialmente al Poder
Ejecutivo que cesara en cualquier conducta que amenazara su salud o la de la población
del país, con motivo de ciertas normas que, en opinión del actor, restringían la importación
de insumos médicos. En esa oportunidad, al confirmar la sentencia de primera instancia que
había rechazado el amparo por falta de caso o causa, la cámara de apelaciones entendió
que el actor no había acreditado encontrarse en una situación de enfermedad u otra
cualquiera que requiriera de la importación de productos médicos, de modo que las
supuestas restricciones al ingreso de esos insumos no le ocasionaba un perjuicio real,
concreto, actual y especial que justificara el despliegue de la excepcional vía del amparo,
máxime cuando aquél había dicho que contaba con un sistema de salud prepago y había
calificado de "potencial" el riesgo para su salud, que igualmente estaría cubierto por su
servicio de medicina privada92.
V.2. El legislador
No son pocas las veces que los legisladores inician procesos para cuestionar actos del
Poder Ejecutivo o incluso leyes sancionadas por el Congreso.
Al respecto, existe una doctrina judicial consolidada por numerosos precedentes que
indica que en estos casos aquéllos carecen de legitimación para demandar judicialmente.
El fundamento es claro, el carácter de diputados nacionales o senadores sólo habilita para
actuar como tales en el ámbito del órgano que integran y con el alcance que otorga a tales
funciones la Constitución Nacional. Por lo demás, los legisladores tampoco cuentan con
legitimación para actuar en "resguardo de la división de poderes", ante un eventual conflicto
entre normas dictadas por el Poder Ejecutivo y leyes sancionadas por el Congreso, porque
aquéllos no lo representan en juicio, con prescindencia de que este último cuerpo posea o
no aquel atributo procesal94.
Con ello se busca evitar que los legisladores que han obtenido un resultado adverso en
la discusión y votación de un proyecto legislativo adoptado por alguna de las cámaras del
Congreso vuelvan a reeditar la cuestión por vía judicial. Así expresó claramente la Corte
Suprema al resolver la causa "Gómez Diez", citada, criterio que reiteró en otras similares en
las que legisladores invocaban haber sufrido un menoscabo a sus funciones de participar
en la deliberación de los proyectos de ley o cuestionaban actos del Poder Ejecutivo por
considerar que afectaban sus funciones de control político95.
Con relación al primer tema, esto es la negativa de una cámara legislativa de aceptar el
título de un legislador electo y de tomarle juramento para incorporarlo al cuerpo, en los
últimos años se han registrado varios precedentes. En general se discutía si ello era o no
una cuestión política no justiciable —otro aspecto controversial del caso judicial— y la Corte
Suprema, por aplicación de la doctrina de su par norteamericana en el caso "Powell v. Mc.
Cormack", sustancialmente similar, consideró que había caso judicial porque el actor
accionaba en defensa de un derecho propio.
Sin embargo, como se dijo, la cámara de apelaciones desestimó estos planteos porque
en el pleito se debía resolver si la senadora tenía o no un derecho adquirido a integrar una
comisión bicameral permanente para la cual había sido designada y si, por ende, al dictarse
el decreto que la excluía de la comisión, se había incurrido en una violación de los límites
normativos impuesto al y por el Congreso con afectación de derechos individuales99.
Esta situación se planteó cuando el Poder Ejecutivo Nacional dictó el decreto 2010/09
(B.O. 15/12/2009) y un grupo de legisladores lo impugnó judicialmente y obtuvo una medida
cautelar en primera instancia que dispuso suspender sus efectos. Al tratar el recurso de
apelación que dedujo el Estado Nacional, la cámara de apelaciones, por su sala de feria,
tuvo que examinar el planteo de falta de legitimación de los diputados para actuar en sede
judicial.
Como es bien sabido, ante la ausencia de una ley específica en el orden nacional, esta
materia está regulada por el Reglamento de Acceso a la Información Pública, aprobado por
el decreto 1172/03, cuyo art. 6º prevé que "toda persona física o jurídica, pública o privada,
tiene derecho a solicitar, acceder y recibir información, no siendo necesario acreditar
derecho subjetivo, interés legítimo ni contar con patrocinio letrado".
A ello se suman las decisiones judiciales, en particular los de la Corte Suprema que han
ido delineando los perfiles de esta clase de legitimación.
Lo propio hace la Ley General del Ambiente que otorga legitimación para procurar la
recomposición del ambiente al afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones no
gubernamentales de defensa ambiental (art. 30 de la ley 25.675).
A ello se agregan los precedentes jurisprudenciales que examinaron este tema —a los
que nos referiremos más adelante—, que permiten tener una idea aproximada de la
importancia de esta cuestión e incluso de las controversias que todavía suscita.
Para abordar este tema es preciso tener presente dos premisas. Por un lado, que si bien
la reforma constitucional de 1994 amplió el espectro de sujetos legitimados para accionar
por la vía del amparo, que tradicionalmente estaba limitada a aquellos que fueran titulares
de un derecho subjetivo individual, ello no exime de la obligación de verificar si concurren
los presupuestos del caso judicial, así como que esta amplitud no se ha dado para la defensa
de cualquier derecho, sino sólo con relación a los mecanismos tendientes a proteger ciertos
derechos de incidencia colectiva.
Por el otro, en tanto, como lo expuso la Corte Suprema en el caso "Halabi", hay que
delimitar con precisión tres categorías de derechos: individuales, de incidencia colectiva que
tienen por objeto bienes colectivos, y de incidencia colectiva referentes a intereses
individuales homogéneos, porque si bien en todos los casos se debe comprobar
la existencia de un "caso" —desde que no se admite una acción que persiga el control de la
mera legalidad de una disposición—, se da una configuración típica diferente en cada uno
de ellos.
En el caso de los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos
(segunda categoría), los legitimados para accionar son el defensor del pueblo de la Nación,
las asociaciones que concentran el interés colectivo y el afectado.
Para que se configure esta categoría deben concurrir dos elementos: en primer término,
la petición debe tener por objeto la tutela de un bien colectivo. Ello sucede cuando éste
pertenece a toda la comunidad, es indivisible y no admite exclusión alguna. No hay en estos
casos, dice la Corte Suprema, un derecho de apropiación individual sobre el bien ya que no
se hallan en juego derechos subjetivos. Tampoco se trata solamente de la existencia de
pluralidad de sujetos, sino de un bien que, como el ambiente, es de naturaleza colectiva.
Es necesario precisar que estos bienes no tienen por titulares a una pluralidad
indeterminada de personas, ya que ello implicaría que si se determinara el sujeto en el
proceso éste sería el titular, lo cual no es admisible. Tampoco hay una comunidad en sentido
técnico, ya que ello importaría la posibilidad de peticionar la extinción del régimen de
cotitularidad. Estos bienes no pertenecen a la esfera individual sino social y no son divisibles
en modo alguno104.
El segundo elemento que se debe considerar es que la pretensión debe ser focalizada
en la incidencia colectiva del derecho. Ello es así porque la lesión a este tipo de bienes
puede tener una repercusión sobre el patrimonio individual, como sucede en el caso del
daño ambiental, pero esta última acción corresponde a su titular y resulta concurrente con
la primera.
Puede afirmarse, pues, que la tutela de los derechos de incidencia colectiva sobre bienes
colectivos corresponde al defensor del pueblo, a las asociaciones y a los afectados, y que
ella debe ser diferenciada de la protección de los bienes individuales, sean patrimoniales o
no, para los cuales hay una esfera de disponibilidad en cabeza de su titular.
El Alto Tribunal se encarga de aclarar que en esta situación no hay un bien colectivo, ya
que se afectan derechos individuales enteramente divisibles, pero, sin embargo, hay un
hecho, único o continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es identificable
una causa fáctica homogénea. Ese dato tiene relevancia jurídica porque en tales casos la
demostración de los presupuestos de la pretensión es común a todos esos
intereses, excepto en lo que concierne al daño que individualmente se sufre. Hay una
homogeneidad fáctica y normativa que lleva a considerar razonable la realización de un solo
juicio con efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a
la prueba del daño105.
VI.1. El afectado
En materia de servicios públicos, se resolvió que no tramite como acción de clase, sino
como amparo individual, la acción que promovió un usuario del servicio de electricidad para
cuestionar la creación de un "coeficiente estacional" incorporado a las facturas sin que exista
un acto administrativo general o particular que así lo hubiera creado109.
El tribunal confirmó la sentencia de primera instancia que había entendido que el actor
carecía de legitimación para representar a todos los usuarios porque se trataba de derechos
patrimoniales individuales, enteramente divisibles, en la medida en que podría y debían ser
articulados por los afectados directos. Y ello porque la opción conferida a los usuarios del
servicio público de distribución de electricidad para la supresión del cálculo del "factor de
estabilización", la concreta existencia de coeficientes positivos o negativos —según los
promedios y rango del consumo— y el carácter y efecto fluctuante de dicho coeficiente sobre
la facturación de cada usuario, descartaba de manera ostensible la presencia de intereses
individuales homogéneos en los distintos individuos participantes del universo cuya
agrupación y representación pretendía el actor.
Del mismo modo se consideró que un profesor de derecho no contaba con legitimación
para actuar en defensa de derechos de incidencia colectiva referentes a derechos
individuales homogéneos no patrimoniales, a fin de obtener la declaración de
inconstitucionalidad de varias disposiciones de la ley 26.854 de medidas cautelares contra
el Estado, porque el actor no había indicado concretamente qué obstáculo existiría para que
las personas afectadas en sus derechos constitucionales pudieran formular el mismo planteo
en cada caso individual110.
Es extensa la doctrina sobre la legitimación del Defensor del Pueblo de la Nación, casi
tanta como casos jurisprudenciales han tratado la cuestión. Ello nos exime de abundar en la
materia, pero no es obstáculo para formular algunas breves reflexiones sobre el punto.
En este sentido, cabe recordar que la ampliación del universo de los sujetos legitimados
para accionar tras la reforma constitucional de 1994 —entre los que se encuentra el
Defensor del Pueblo de la Nación— no se ha dado para la defensa de todo derecho, sino
como medio para proteger derechos de incidencia colectiva111 y, por aplicación de este
criterio, se han resuelto los diferentes casos en los que aquel órgano pretendía acceder a la
sede judicial.
Por otra parte, además del supuesto del art. 43, segundo párrafo, la Constitución
Nacional otorga expresamente legitimación procesal al defensor del pueblo para cumplir
también en ese ámbito sus funciones (art. 86)112.
El estudio pormenorizado de este punto también excede los límites de este trabajo114,
pero ello no impide recordar algunos precedentes que trataron la legitimación procesal de
las asociaciones.
Acá mantiene actualidad el criterio por el cual si bien la ampliación del universo de los
sujetos legitimados para accionar tras la reforma constitucional de 1994 —entre los que se
encuentran las asociaciones— no se ha dado para la defensa de todo derecho, sino como
medio para proteger derechos de incidencia colectiva. Junto a esta premisa también se
debe examinar si entre los objetivos de la asociación se contempla que pueda demandar en
defensa de los intereses de sus asociados. Este es el parámetro más usual para resolver en
torno a la legitimación de las asociaciones.
Para decidir de este modo, examinó y resolvió varias cuestiones. En primer término, que
la asociación tenía entre sus fines la defensa de los derechos de los consumidores y
usuarios tutelados por el art. 42 de la Constitución Nacional y, por lo tanto, legitimación para
la defensa de los derechos de incidencia colectiva, referentes a intereses individuales
homogéneos de aquéllos, pues de otra manera se produciría una clara vulneración del
acceso a la justicia porque que no se justificaba que cada uno de los posibles afectados del
conjunto involucrado promoviera su propia demanda.
También señaló que no es obstáculo para aplicar los criterios del precedente "Halabi"
que la causa tramite por la vía del proceso ordinario y no por amparo, porque el texto
constitucional autoriza el ejercicio de acciones apropiadas para la defensa de intereses
colectivos, con prescindencia de las figuras expresamente diseñadas en él o en las normas
procesales vigentes.
Sobre la base de estas premisas, entendió que en la causa se daban los requisitos para
un proceso colectivo121.
Por el contrario, en otro caso consideró que una asociación no estaba legitimada para
defender intereses individuales homogéneos, dado que no concurría el primero de los
requisitos que había establecido en "Halabi", porque la asociación no había probado un
hecho único o complejo generador de una lesión a una generalidad relevante de
sujetos, sino que surgía de las constancias de la causa que la empresa de medicina prepaga
no había dado respuesta al requerimiento de uno de sus afiliados. Por ello no se daba una
lesión a aquella clase de intereses, que son los que válidamente la asociación puede
defender122.
Además del caso del defensor del pueblo, al que la Constitución Nacional otorga
legitimación, se han planteado otros en los que se discutió si órganos y entes estatales
también tienen aquella aptitud para instar la actuación de los tribunales en defensa de
intereses colectivos.
VIII. CONCLUSIONES
El poder jurisdiccional se debe ejercer en una causa o caso contencioso, por expreso
mandato constitucional y legal, y la existencia de caso presupone la de parte legitimada para
accionar.
El ordenamiento procesal prevé que su dilucidación se realice en las etapas iniciales del
proceso cuando el juez resuelva la excepción de falta de legitimación si es manifiesta, pero
también se puede articular este planteo como defensa de fondo y, en este caso, el órgano
judicial deberá hacerlo en la sentencia en forma previa, pues si concluye que no hay parte
legitimada, entonces, no podrá expedirse sobre el fondo del asunto sometido a su decisión.
Sin embargo, hay que tener presente que la legitimación de la parte que insta la
actuación judicial no significa que el juez hará lugar a la pretensión, pues bien puede suceder
que en la sentencia de fondo se la rechace por falta de derecho. Por ello se dice que la
legitimación es un nexo lógico entre el estatus afirmado por el litigante y el reclamo cuya
satisfacción procura por medio del pleito que intenta someter a conocimiento del tribunal.
Hemos visto por medio de distintos precedentes que no siempre resulta fácil
establecer ab initio o en la sentencia de fondo si la parte requirente está legitimada, en
especial cuando se trata de legitimaciones colectivas.
Con todo, la legitimación sigue siendo uno de los puntos centrales para el desarrollo del
proceso contencioso administrativo, que requiere seguir profundizando su estudio en casos
singulares y concretos para contribuir al control judicial de la actividad administrativa y, al
mismo tiempo, dotar de mayores certezas al proceso.
II.1. NORMATIVA
Artículo 1
Los tribunales federales conocerán de las acciones civiles que deduzcan contra la Nación
sea en su carácter de persona jurídica o de persona de derecho público, sin necesidad de
autorización previa legislativa; pero no podrán darles curso sin que se acredite haber
producido la reclamación del derecho controvertido ante el Poder Ejecutivo y su denegación
por parte de éste.
Artículo 2
Artículo 23
Artículo 24
a) cuando un interesado a quien el acto afecte o pueda afectar en forma cierta e inminente
en sus derechos subjetivos, haya formulado reclamo ante la autoridad que lo dictó y el
resultado fuere adverso o se diere alguno de los supuestos previstos en el artículo 10.
b) cuando la autoridad de ejecución del acto de alcance general le haya dado aplicación
mediante actos definitivos y contra tales actos se hubieren agotado sin éxito las instancias
administrativas.
Artículo 25
La acción contra el Estado o sus entes autárquicos deberá deducirse dentro del plazo
perentorio de noventa (90) días hábiles judiciales, computados de la siguiente manera:
b) Si se tratare de actos de contenido general contra los que se hubiere formulado reclamo
resuelto negativamente por resolución expresa, desde que se notifique al interesado la
denegatoria;
Cuando en virtud de norma expresa la impugnación del acto administrativo deba hacerse
por vía de recurso, el plazo para deducirlo será de treinta (30) días desde la notificación de la
resolución definitiva que agote las instancias administrativas.
Artículo 26
Artículo 30
El Estado nacional o sus entidades autárquicas no podrán ser demandados judicialmente
sin previo reclamo administrativo dirigido al Ministerio o Secretaría de la Presidencia o
autoridad superior de la entidad autárquica, salvo cuando se trate de los supuestos de los
artículos 23 y 24.
El reclamo versará sobre los mismos hechos y derechos que se invocarán en la eventual
demanda judicial y será resuelto por las autoridades citadas.
Artículo 31
El pronunciamiento acerca del reclamo deberá efectuarse dentro de los noventa (90) días
de formulado. Vencido ese plazo, el interesado requerirá pronto despacho y si transcurrieren
otros cuarenta y cinco (45) días, podrá aquél iniciar la demanda, la que deberá ser interpuesta
en los plazos perentorios y bajos los efectos previstos en el artículo 25, sin perjuicio de lo que
fuere pertinente en materia de prescripción. El Poder Ejecutivo, a requerimiento del organismo
interviniente, por razones de complejidad o emergencia pública, podrá ampliar fundadamente
los plazos indicados, se encuentren o no en curso, hasta un máximo de ciento veinte (120) y
sesenta (60) días respectivamente.
Los jueces no podrán dar curso a las demandas mencionadas en los artículos 23, 24 y 30
sin comprobar de oficio en forma previa el cumplimiento de los recaudos establecidos en esos
artículos y los plazos previstos en el artículo 25 y en el presente.
Artículo 32
Artículo 90
El recurso jerárquico deberá interponerse ante la autoridad que dictó el acto impugnado
dentro de los quince (15) días de notificado y será elevado dentro del término de cinco (5) días
y de oficio al Ministerio o Secretaría de la Presidencia en cuya jurisdicción actúe el órgano
emisor del acto.
— La finalidad del reclamo administrativo previo consiste en sustraer a los entes estatales
de la instancia judicial en una medida compatible con la integridad de los derechos, facultad
de la que cabe prescindir en supuestos justificados, como, por ejemplo, cuando se advierte
la ineficacia cierta de este procedimiento, pues son inadmisibles las conclusiones que
conducen a un injustificado rigor formal y que importan asimismo un ilógico dispendio
administrativo y jurisdiccional". Corte Sup., 11/10/2001, "The First National Bank of Boston v.
Fisco Nacional —DGI— s/Dirección General Impositiva", Fallos 324:3335.
— "Con respecto (...) a la aplicación al caso del fallo de esta Cámara, en pleno, in re
"Petracca", cabe destacar que la mencionada doctrina plenaria fue elaborada sobre la base
de las disposiciones de la ley 19.549, y la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el
precedente "Daus", del 18/07/2006 declaró que los requisitos de admisibilidad de la acción
previstos en dicha ley no son aplicables en el ámbito de las fuerzas armadas y de seguridad —
criterio que no varía aun cuando el decreto 9101/72 haya sido derogado por el decreto
722/96— puesto que la aplicación supletoria de la ley 19.549 a los procedimientos especiales
no puede ser extendida a disposiciones restrictivas de derechos (conf. esta Cámara, Sala III,
in re, "Capdevilla, Raúl Víctor", del 16/03/2009)". C. Nac. Cont. Adm. Fed., en pleno,
25/08/2010, "Fernández, Viviana Beatriz v. Mº de Salud y Acción Social y Secretaría de la
Función Pública s/empleo público", Causa 16.679/96.
— El actor interpuso demanda contra el Estado Nacional - Ministerio del Interior - Policía
Federal Argentina, con el fin de impugnar los actos administrativos que dispusieron su pase a
disponibilidad y su posterior pase a retiro, y por el otro la pretensión de resarcimiento del daño
moral. Que en lo que respecta a la aplicación de la Ley 19.549, más allá de la discusión sobre
el alcance que se debe otorgar a la doctrina que exceptúa la aplicación de la Ley Nacional de
Procedimientos Administrativos a los organismos militares y de defensa y seguridad (Corte
Sup., "Bagnat", Fallos 311:255; "Tajes", Fallos 322:551; "Sire", Fallos 312:1250; y C. Nac.
Apel. Cont. Adm. Fed., en pleno, "Marroquín Urquiola", del 14/09/2000), lo cierto es que el
Máximo Tribunal ha declarado expresamente que "los requisitos de admisibilidad de la acción
contencioso administrativa previstos en la Ley 19.549, no son aplicables en el ámbito de las
fuerzas armadas y de Seguridad" (Corte Sup., "Daus, Oscar Normando v. Mº del Interior y
otros s/daños y perjuicios", expte. D. 478. XXXIX, del 18/07/06). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
II, 14/08/2012, "Brugna, Rosana Marina y otros v. EN -Mº Economía (Ley 25053)
y otro s/empleo público".
— Miguel Ángel Calbo entabló demanda contra el Estado Nacional - Ministerio de Justicia,
Seguridad y Derechos Humanos - Secretaría de Seguridad - Gendarmería Nacional, con el
propósito de que se declare la nulidad e ilegitimidad del artículo tercero de la resolución Nº
933/97 dictada por el Secretario de Seguridad Interior y del artículo segundo de la disposición
Nº 215/00 del Director Nacional de Gendarmería, disponiéndose la aplicación de lo dispuesto
en los apartados A y B del inciso cuarto del artículo 2.430 de la Reglamentación del Título II,
Capítulo IV de la ley 19.101 y, en consecuencia se le abonen las retribuciones denominadas
"viático en el exterior" y "gastos de instalación y traslado". Que en el caso, conforme surge de
los términos del escrito de inicio, la actora planteó una acción declarativa
de inconstitucionalidad de la Resolución de Ministerio de Economía y Producción 47/07 por
arbitraria e ilegítima en tanto dispuso que el importador debe solicitar, con carácter previo a
oficializar el despacho de importación, un certificado de importación de manufacturas diversas.
El "ritualismo inútil" es un principio jurídico que subsiste como tal, no obstante haber sido
normativamente suprimido por la reforma que la ley 25.344 (art. 12) introdujo al art. 32 de la
Ley Nacional de Procedimiento Administrativo, correspondiendo su aplicación en los casos en
que exista una conducta previsible de la demandada que así lo determine (esta Sala en su
anterior integración in re: "Castillo, Carlos Abraham y otros v. Dirección General de
Fabricaciones Militares s/empleo público", 23/10/2001). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II,
12/05/2011, "Calbo, Miguel Ángel v. EN - M Justicia —SSI— GN - Resol. 933/97 s/personal
militar y civil de las FF.AA. y de Seg.".
— Los actores interpusieron ante esta cámara recurso directo en los términos del arto 39
de la ley 25.164 y solicitaron la: declaración de nulidad de la resolución 805/11 del Ministerio
de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, así como de la resolución 1548/11 del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Para encauzar y
hacer efectiva la revisión judicial del acto administrativo cuestionado, mediante
una interpretación que resguarde la garantía constitucional deI acceso a la justicia (art. 18 de
la Constitución Nacional) y el principio in dubio pro actione, rector en materia de habilitación
de instancia (Corte Sup., Fallos 313:83, entre muchos otros), debe considerarse que los
accionantes habrían iniciado un recurso directo ante esta cámara, porque pudieron
razonablemente considerar que esa vía resultaba apta para defensa de sus derechos (arg.
Corte Sup., Fallos 329:6053, que hace suyo el dictamen de la Procuradora Fiscal). Tal
temperamento no se contrapone con la jurisprudencia que surge del precedente "Wendler,
Héctor Eladio v. Administración Nacional de Aduanas s/art. 40ley 22.140", fallado por la Corte
Suprema el 24 de agosto de 1993, porque el máximo Tribunal nada dijo sobre la conversión
del recurso directo en demanda ordinaria (dictamen Procuración Fiscal en sentido
concordante con lo decidido por la Corte Sup. Fallos 323:1919 y fundamentalmente porque
las modificaciones normativas sobre el tema justifican esta decisión. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala II, 5/05/2011, "Multiscope SA v. EN -Mº Economía -resol 47/07 -AFIP -
D.G.A. s/proceso de conocimiento".
— Los actores se desempeñan, y otros se han desempeñado como docentes, o bien con
funciones docentes en establecimientos educativos incorporados a la enseñanza oficial
dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, en tal
condición, iniciaron demanda contra el Estado Nacional -Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología (Secretaría General del Consejo Federal de Cultura y Educación), como así
también contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En tal contexto, el objeto
demandado consiste en requerir el pago del beneficio instrumentado por medio del "fondo
de incentivo docente" establecido por la ley 25.053, las diferencias por pago fuera de término
de dicho ítem, y los aportes y contribuciones destinados a la seguridad social
correspondientes, por los períodos no prescriptos. En materia de agotamiento de la vía
administrativa, existe consenso generalizado en interpretar que ésta sólo es exigible en
aquéllos casos que tratan sobre la impugnación de actos administrativos de alcance particular
o general, definitivos o equiparables a tales. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 11/10/2012,
"Mango, Liliana Beatriz y otros v. EN -S.I.D.E. -Resol 17/00 s/empleo público".
— La no revisabilidad judicial del acto administrativo que rechaza, en cuanto al fondo, una
denuncia de ilegitimidad, se deriva de su condición de remedio extraordinario toda vez que
está previsto para asegurar el control de legalidad y eficacia de la actividad administrativa, y
a través de él, el respeto de los derechos e intereses de los administrados. Ello no causa
lesión al derecho de defensa de quien omite articular dentro del término perentorio fijado en
el dec. 1759/72 el recurso administrativo pertinente, pues sería irrazonable otorgar el mismo
efecto a la denuncia de ilegitimidad que a un recurso deducido en término" Corte Sup.,
04/02/1999, "Gorordo Allaria de Kralj, Haydée M. v. Ministerio de Cultura y Educación", La Ley
1999-E, 186.
— Los actos administrativos no impugnados judicialmente en el plazo que dispone el art.
25 de la ley 19.549, devienen firmes e irrevisables a pedido del interesado debido a la
caducidad operada. En consecuencia, si el acto administrativo que se ataca no fue
oportunamente impugnado por vía judicial, no es admisible la acción por cobro de pesos o
reclamo de daños y perjuicios basados en el accionar ilegítimo de la administración. Corte
Sup., 20/08/1996, "Alcántara Díaz Colodrero, Pedro v. Banco de la Nación Argentina", La Ley
1997-A, 71.
— En virtud de lo dispuesto por el art. 12 de la ley 19.549 se presume que toda la actividad
de la Administración guarda conformidad con el ordenamiento jurídico. Dicha presunción
subsiste hasta tanto no se declare lo contrario por el órgano competente. Corte Sup.,
20/08/1996, "Alcántara Díaz Colodrero, Pedro v. Banco de la Nación Argentina", La Ley 1997-
A, 71.
— Corresponde habilitar la instancia extraordinaria, toda vez que los agravios planteados,
consistentes en la inaplicabilidad del plazo para demandar previsto en el art. 25 de la ley
19.549, por no consistir el objeto de la pretensión en la anulación de actos administrativos sino
en la devolución de sumas de dinero y el pago de daños y perjuicios, suscitan cuestión federal,
pues se halla en tela de juicio la interpretación y aplicación de la norma federal y la decisión
de la Alzada ha sido contraria al derecho que en ella se fundó. Para decidir las cuestiones
planteadas, el tribunal no se encuentra limitado por los argumentos de las partes o del a
quo. Corte Sup., 20/08/1996, "Alcántara Díaz Colodrero, Pedro v. Banco de la Nación
Argentina", La Ley 1997-A, 71.
— La referencia a las leyes especiales que el art. 7º "in fine" de la ley 19.549 efectúa indica
que el legislador no descartó la aplicación de un ordenamiento general, que en materia de
procedimiento y de impugnación judicial, no puede ser otro que la ley 19.549, tal como lo
ratifica el art. 1º inc. 6º del decreto 9101/72 al establecer la aplicación supletoria del citado
cuerpo normativo a los procedimientos atinentes al régimen de contrataciones del Estado. En
consecuencia, es indudable la aplicación del art. 25 de la ley nacional de procedimientos
administrativos a los pleitos relativos a relaciones jurídicas originadas en contratos celebrados
por la administración. Corte Sup., 05/04/1995, "Gypobras SA v. Estado Nacional —Ministerio
de Educación y Justicia—", La Ley 1995-E, 478.
— La impugnación de los actos administrativos prevista en los incs. a), y b), del art. 23 de
la ley 19.549, dictados durante la ejecución de un contrato de la administración, está sujeto al
plazo instituido por su art. 25". C. Nac. Cont. Adm. Fed., en pleno, 24/04/1986, "Petracca e
Hijos, S. A. y otros v. Gobierno Nacional -Ente Autárquico Mundial 78", La Ley 1986-D, 10 -
DJ 1986-2, 633.
— La presente causa fue iniciada a fin de reclamar por daños y perjuicios derivados de la
disposición que ordenó el cese de la actora en la prestación de servicios en la ANSES.
Reclamó por el lucro cesante y por el daño moral y psicológico que aquella medida le generó.
Los actos administrativos que no se impugnaron judicialmente dentro del plazo establecido
por el art. 25 de la ley 19.549 devienen firmes e irrevisables a pedido del interesado debido a
la caducidad operada (Fallos 179:240) razón por la cual no es admisible el reclamo de daños
y perjuicios basados en el accionar ilícito de la administración, consecuencia lógica de la
naturaleza accesoria —en el ámbito del derecho administrativo— de las pretensiones en virtud
de la presunción de legitimidad que ostentan los actos administrativos (art. 12, ley 19.549),
por cuanto se presume que toda la actividad de la administración guarda conformidad con el
ordenamiento jurídico, subsistiendo en tanto no se declare lo contrario por el órgano
competente. Al no mediar declaración de ilegitimidad no puede haber resarcimiento o pago de
suma de dinero alguna pues falta la causa de tales obligaciones. Corte Sup., 20/08/1996,
"Alcántara Díaz Colodrero, Pedro v. Banco de la Nación Argentina"; C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 11/02/2010, "Jensen, Cristián Alcides y otro v. Comfer y Otro -Resols 1/97 y
6/97 s/daños y perjuicios".
— La Dra. Patricia Natalia Arce inició demanda por los daños y perjuicios que sufrió con
motivo del dictado de la resolución nº 3850/04 por parte del Consejo Superior de la
Universidad de Buenos Aires. La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
sostiene que los actos administrativos no impugnados judicialmente, devienen firmes e
irrevisables, razón por la cual, en tal caso, no es admisible la acción por cobro de pesos o el
reclamo de daños y perjuicios basados en el accionar ilícito de la administración (Fallos
319:1476; 327:2818; 333:2001 y causa S. 762.XLVI "Sánchez Granel, Eduardo Alberto y otros
v. BCRA s/ daños y perjuicios", pronunciamiento del 22 de mayo de 2012, entre otros). C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala II, 14/08/2012, "Brugna, Rosana Marina y otros v. EN -Mº Economía
(Ley 25053) y otro s/empleo público".
— Los actores se desempeñan, y otros se han desempeñado como docentes, o bien con
funciones docentes en establecimientos educativos incorporados a la enseñanza oficial
dependientes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, en tal
condición, iniciaron demanda contra el Estado Nacional -Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología (Secretaría General del Consejo Federal de Cultura y Educación), como así
también contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En tal contexto, el objeto
demandado consiste en requerir el pago del beneficio instrumentado por medio del "fondo
de incentivo docente" establecido por la ley 25.053, las diferencias por pago fuera de término
de dicho ítem, y los aportes y contribuciones destinados a la seguridad social
correspondientes, por los períodos no prescriptos. En materia de agotamiento de la vía
administrativa, existe consenso generalizado en interpretar que ésta sólo es exigible en
aquéllos casos que tratan sobre la impugnación de actos administrativos de alcance particular
o general, definitivos o equiparables a tales. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 4/08/2011,
"Compañía Naviera Horamar SA v. AFIP -DGI s/dirección general impositiva".
— Nuestro sistema se asienta sobre la base de una amplia revisión por parte del Poder
Judicial de los actos emanados de la Administración Pública, aunque sometida a ciertas
condiciones de procedencia de la acción —habilitación de la competencia judicial por el
agotamiento de la instancia administrativa, integrada con el plazo de caducidad de la acción
o recurso de que se trate— que pretenden asegurar que sea la misma administración —
también positivamente sometida al ordenamiento jurídico, como consecuencia del principio de
legalidad administrativa— quien resuelva sus conflictos jurídicos, cumpliendo así con un
aspecto necesario de su competencia constitucional de administrar conforme con el mismo
ordenamiento, y que el cuestionamiento judicial de los actos administrativos no lleve —por la
natural extensión de los plazos de prescripción— a la inseguridad de la efectiva ejecución de
los cometidos administrativos. Corte Sup., 26/10/1993, "Serra, Fernando H. y otro v.
Municipalidad de Buenos Aires", La Ley 1995-A, 401 - DJ 1995-2, 1280.
— Resulta arbitraria la sentencia que adopta de oficio una defensa que había sido
renunciada tácitamente por quien tenía la posibilidad de alegarla. Corte Sup., 13/03/1990,
"Cohen, Rafael v. Instituto Nacional de Cinematografía", La Ley 1990-C, 317 - DJ 1990-2, 449.
— Los plazos establecidos en el art. 25 de la ley 19.549, al igual que los demás requisitos
de admisibilidad formal, deben ser examinados previo a correr traslado de la demanda
contencioso-administrativa. C. Nac. Cont. Adm. Fed., en pleno, 15/04/1999, "Romero,
Gerardo v. Estado Mayor General del Ejército", La Ley 1999-E, 140.
II.3. DOCTRINA
PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO FEDERAL. HABILITACIÓN DE LA
INSTANCIA JUDICIAL. POR MARCELO D. DUFFY Y RODOLFO E. FACIO
I. INTRODUCCIÓN
La incorporación en la ley de una sección como el título IV fue justificada por uno de sus
autores en la ausencia de un código en lo contencioso administrativo en el orden federal 9 así
como en la imperiosa necesidad de cubrir semejante vacío 10 , "pues debe quedar bien en
claro cuándo y en qué plazos un acto administrativo —de alcance particular o de alcance
general— puede ser impugnado judicialmente" 11 . Justamente por esas circunstancias, el
régimen que establece ese título resulta bien disímil del contenido en los títulos I, II y III y
está revestido de una especialidad propia, de neto corte procesal administrativo, que
comprende aspectos esenciales en la materia —más allá de sus falencias y/o lagunas—
como son los requisitos y presupuestos de admisibilidad que deben cumplirse para que las
pretensiones de los particulares basadas en el derecho administrativo puedan ser atendidas
por los tribunales federales.
El tema presenta una insoslayable relación con el ejercicio del derecho constitucional de
acceso a la jurisdicción —concretamente, la jurisdicción contencioso administrativa— y con
el principio constitucional de tutela judicial efectiva. Ello es así porque el incumplimiento de
los extremos que constituyen la habilitación de la instancia puede provocar la pérdida del
derecho a la revisión judicial de la actividad de la administración 12 .
Si bien en la primera fase del ciclo constitucional de nuestro país, comprendido entre los
años 1853 y 1860, el sistema forjado consagraba: la interdicción al Poder Ejecutivo Nacional
para ejercer funciones judiciales (artículo 95 de la Ley Suprema); la garantía de la
inviolabilidad de la defensa en juicio de la persona y de sus derechos (artículo 18 de la Ley
Fundamental); y la competencia de la Corte Suprema y los "tribunales inferiores" para decidir
todas las causas en que la Nación fuera parte (artículo 100 de la Constitución Nacional), "a
la hora de enjuiciar al Estado, la historia no fue tan sencilla ni lineal. Que el Poder Judicial
conociera en los asuntos en que el Estado nacional fuera parte, se interpretó, en un primer
momento, con el alcance restringido de 'parte actora' en un proceso judicial" 13 . En este
orden de ideas, la Corte Suprema sostuvo que era un atributo inherente a su soberanía que
el Estado no fuera arrastrado ante los tribunales sin su exp reso consentimiento y que, por
consiguiente, el sentido del artículo 100 de la Ley Fundamental —por aplicación de la
jurisprudencia norteamericana— era el de habilitar la intervención en juicio de la Nación en
tanto fuera parte demandante 14 . ¿Cómo habría, entonces, de prestarse ese
consentimiento?: ocurriendo al Congreso, pues éste es quien se halla investido del poder de
"arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación" 15 (actual artículo 75, inciso 7º,
de la Constitución Nacional) 16 .
Las dificultades prácticas que trajo aparejado este sistema —que se proyectaron, incluso,
sobre el funcionamiento mismo del Poder Legislativo— dio lugar a la aparición de otra
institución, que reemplazó "parcialmente" a la llamada "venia legislativa": la reclamación
administrativa previa que concibió la ley 3952, de "Demandas contra la Nación", de 1900
(artículo 1º) 17 . Al respecto, cabe destacar que la progresiva superación de las limitaciones
iniciales que tuvo esta figura —por los encuadres propios de la época basados,
fundamentalmente, en unas exégesis literal de la noción "causa civil" 18 citada por la ley 19 y
en la influencia de la doctrina sobre la "doble personalidad del Estado"—, así como la
posterior sanción de la ley 11.634 (de 1932), fueron dando mayor envergadura al "reclamo",
a expensas de la referida "venia".
De ese modo, aun ante la imposibilidad formal de interponer el recurso jerárquico (que
apareció reglado en 1933 20 ), sólo resultaba exigible para acceder a la instancia judicial la
promoción previa de una reclamación administrativa en los términos previstos por las citadas
leyes 3952 y 11.634, la cual no estaba sujeta a ningún plazo al efecto (salvo los que pudieran
ocurrir en virtud del instituto de la prescripción).
Ya veremos que en algunos casos las pretensiones que los particulares quieran formular
deben transitar primero un camino ante la propia administración y sólo después resulta
posible acudir a la instancia judicial, mientras que en otros casos las pretensiones pueden
ser presentadas ante los jueces directamente sin haber transitado previamente aquel
camino.
Tales recaudos, que rigen, como regla —según veremos—, cada vez que pretenda
demandarse a la administración, centralizada o descentralizada, se hallan contemplados de
un modo general —y primordial— en la LNPA, que puede ser considerada como la columna
vertebral del proceso contencioso administrativo, en sus artículos 23, 24, 25, 30, 31 y 32. En
esa construcción, la ley combinó dos técnicas procesales basadas en principios diversos, lo
cual suscitó no pocos interrogantes en la materia en cuanto a su compatibilidad y
funcionamiento 23 .
De esos dos recaudos aquí nos ocuparemos únicamente del primero: el agotamiento de
la vía administrativa.
Con antecedente en el sistema español de "justicia retenida" de mediados del siglo XIX,
trasladado luego a los regímenes contencioso administrativos de Iberoamérica 24, la figura
importa, en una primera aproximación, la obtención de un pronunciamiento no susceptible
de ser impugnado por algún otro medio en sede administrativa, por haber alcanzado la
máxima instancia en el marco de un procedimiento o provenir del funcionario superior
competente para decidir la cuestión planteada, de modo que ésta última pueda ser
válidamente sometida, en caso de estimarse ilegítima la solución, a un posterior control
judicial 25.
En el marco de la clasificación que tradicionalmente se formula en la materia 26,
constituye entonces un presupuesto de admisibilidad de la pretensión procesal
administrativa, no de su procedencia; en otros términos, hace a su formulación pero no a la
viabilidad y razón de la "cuestión de fondo" involucrada.
Resulta de sumo interés indagar sobre los fines que inspiraron y se tuvieron en cuenta
para validar el sistema del agotamiento de la vía administrativa, ya que no hay en el texto
de nuestra Ley Fundamental norma alguna que, de manera expresa y como presupuesto
procesal 27 , lo exija o lo justifique 28 . Además, algunas apreciaciones formuladas
recientemente por la Corte Suprema parecerían dejar abierta la posibilidad de un reexamen
de esta cuestión, lo que no es extraño si se atiende a la trascendencia de la materia y de
sus consecuencias 29 .
En esa indagac ión , no cabe soslayar que tanto la Constitución Nacional de 1853, en su
artículo 97, como la que emergió al cierre del denominado "ciclo de ejercicio del Poder
Constituyente originario" en 1860, en su artículo 100 30, y la que se halla vigente con la
reforma del año 1994, en su artículo 116, previeron, con claridad, que el conocimiento y
decisión de "todas" las causas que versen sobre puntos regidos por ella o por las leyes
federales eran de indiscutible conocimiento de la Corte Suprema y de los tribunales
"inferiores" de la Nación.
Aun cuando en ese caso estaba involucrado un esquema legal distinto al esquema de la
LNPA, lo importante es que en la fundamentación del fallo hay, por un lado, una alusión a la
esencia o naturaleza del agotamiento de la vía administrativa, por otro lado, una explícita
vinculación entre el agotamiento de la vía y el principio de separación de poderes, y, además,
una cita expresa del artículo 23, inciso 'a', de la LNPA.
Advertimos que entre esos fundamentos hay una doble línea argumental. Los
considerandos 7, 8, 9, 10 y 11 del fallo, que resumimos en los puntos (i) a (v) inclusive,
fundan la habilitación de la instancia directamente en las disposiciones y principios de la
Constitución Nacional, concretamente en el artículo 116 y en la división de poderes. En los
considerandos 12 a 17, que resumidos en los puntos (vi) a (xi) inclusive, se realiza
un examen de compatibilidad entre la Constitución Nacional y el esquema legal de la
habilitación de la instancia.
No perdemos de vista, claro está, que el propio sistema vigente cuenta con
algunas excepciones que lo hacen más flexible. Además, nuestro punto de vista pondera,
ciertamente, el deber que los jueces tenemos de determinar en cada caso concreto, y según
las circunstancias comprobadas, si existe algún impedimento para gozar de los referidos
derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela judicial efectiva 39 .
Un ejemplo de lo que dijimos recién está dado por la supresión, por la ley 25.344, de la
figura del "ritualismo inútil" que, como excepción a la exigencia del reclamo administrativo
previo, originariamente contemplaba la LNPA en los artículos 30 y 32 de la LNPA. La Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, en pleno, mantuvo la
vigencia de la excepción a pesar de su derogación formal, en tanto el ritualismo inútil traduce
un principio jurídico que subsiste como tal 40 . Y lo hizo recordando que "en el reconocimiento
normativo de la citada excepción se había plasmado una centenaria jurisprudencia
desarrollada con sustento en principios y garantías constitucionales". La alusión apunta a la
jurisprudencia que ha elaborado la Corte Suprema desde mucho tiempo atrás 41 .
Con ello ingresamos en otro campo y en otra perspectiva, que apuntan a la finalidad, a
la utilidad y a la conveniencia del esquema que prevé el agotamiento de la vía administrativa.
En la doctrina puede hallarse un completo enunciado de los diversos argumentos que se
han expuesto para justificar la existencia del agotamiento de la vía administrativa, como los
siguientes: 1) permitir una etapa conciliatoria anterior al litigio; 2) dar a la Administración
Pública ocasión de corregir errores en mérito a los argumentos del administrado; 3) impedir
que ella sea llevada a juicio sin aviso previo; 4) posibilitar al superior jerárquico el control de
la legitimidad y conveniencia de actos emitidos por los subordinados, para respetar
cabalmente la autonomía administrativa y evitar prematuras interferencias en los procesos
decisorios; 5) ahorrar el escándalo de presentar al Estado como demandado judicialmente
en causas indefendibles; 6) facilitar la función judicial al plantear en su sede una contienda
ya delimitada y con la economía que significa haberse producido las pruebas principales; 7)
asegurar una mejor tutela del interés público mediante la investigación y evaluación de los
hechos por organismos técnicos especializados 42 .
Consideramos que al listado de razones que se han exp uesto para justificar
la exi gencia de agotar la vía administrativa debe añadirse el principio de colaboración en
tanto juega aquí un rol especialmente relevante 45. En el ámbito doctrinario nacional hoy se
considera, pacíficamente, que el particular no es un litigante, que no lo es ni siquiera en los
procedimientos administrativos recursivos o de reclamación, y que en su relación con él la
administración no es un tercero convocado a decidir, como juez, acerca de sus derechos o
intereses. Por esa razón, aquél debe ser considerado como un colaborador suyo 46. Sin
embargo, ello no siempre fue aceptado, según el tiempo y el lugar que se exa mine 47.
Esa condición es comprensible desde que la relación de inmediatez que existe entre la
actividad de la administración y la satisfacción del interés público comporta el factor decisivo
de la función administrativa y del procedimiento administrativo 57 . Creemos que desde la
perspectiva de la jurisprudencia de la Corte Suprema 58 puede afirmarse que también la
administración desempeña un papel de colaboración con el particular. Si no debe incurrir
"en prácticas que impliquen comprometer los intereses superiores que ella está obligada a
preservar", parece indiscutible que, en el cumplimiento de su función típica, la administración
debe poner a disposición del particular su infraestructura, sus recursos humanos y
materiales, según cada esquema organizativo, para facilitar, a su vez, el rol de colaborador
de aquél. Se construye, de ese modo, una relación de colaboración mutua. Después de todo,
como se ha dicho, a la administración le importa reparar sus yerros para actuar con eficacia
y mantener su prestigio, y el particular que reclama contribuye a satisfacer un interés
público 59 .
Y podría añadirse, con todo, que el agotamiento de la vía administrativa puede contribuir,
como se decía hace poco más de cien años, al buen desempeño de la administración, el
que forma parte, junto con las buenas costumbres, de la moralidad administrativa 60 .
La LNPA diseñó, pues, un doble sistema: por un lado, se estructuró sobre la base de una
serie de recursos administrativos, sujetos a plazos breves para demandar, y al denominado
"reclamo impropio", en los artículos 23, 24 y 25; y, por otro, se contempló el reclamo
administrativo previo —originariamente no sujeto a plazos, aunque sí lo está en el texto
vigente 61 —para acceder a la justicia, en los artículos 30, 31 y 32.
La Corte Suprema ha señalado una distinción expresa entre las dos "vías", afirmando
que la primera persigue la declaración de ilegitimidad del acto administrativo impugnado y
que la segunda tiende a la reclamación de un derecho, aun originado en una relación jurídica
preexistente 62.
Con posterioridad a las modificaciones introducidas por la ley 25.344 a la LNPA, la Corte
Suprema reiteró 63 esa distinción entre las dos vías referidas 64 .
El artículo 23 prevé que "Podrá ser impugnado por vía judicial un acto de alcance
particular: a) c uando revista calidad de definitivo y se hubieren agotado a su respecto las
instancias administrativas". b) c uando pese a no decidir sobre el fondo de la cuestión,
impida totalmente la tramitación del reclamo interpuesto. c) c uando se diere el caso de
silencio o de ambigüedad a que se alude en el artícu lo 10. d ) c uando la Administración
violare lo dispuesto en el artículo 9".
Sin embargo, ello no impide que esa sujeción alcance también al supuesto enunciado
en el inciso 'b'. Ello es así en tanto en el primero se prevé una ampliación del concepto de
acto definitivo, esto es, los asimilables 67.
Más dudoso es lo que ocurre con el inciso 'c', es decir, cuando el silencio o la ambigüedad
que equivalen a una denegación provienen de un órgano de jerarquía inferior, ya que según
alguna jurisprudencia y un sector de la doctrina debe procurarse un
pronunciamiento, exp reso o tácito (silencio), del órgano de jerarquía superior antes de
acudir a la instancia judicial 68 y de acuerdo con otro sector de la doctrina el agotamiento no
es necesario 69 .
El artículo 24 establece que "El acto de alcance general será impugnable por vía
judicial: a) cuando un interesado a quien el acto afecte o pueda afectar en forma cierta e
inminente en sus derechos subjetivos, haya formulado reclamo ante la autoridad que lo dictó
y el resultado fuere adverso o se diere alguno de los supuestos previstos en el artículo 10. b)
cuando la autoridad de ejecución del acto de alcance general le haya dado aplicación
mediante actos definitivos y contra tales actos se hubieren agotado sin éxito las instancias
administrativas". Esta disposición es más clara aún, ya que el paso previo por la
administración —en alguna de esas dos maneras—para cuestionar judicialmente un acto de
alcance general es explícito 72 .
Y el artículo 30 dice que "El Estado nacional o sus entidades autárquicas no podrán ser
demandados judicialmente sin previo reclamo administrativo dirigido al Ministerio o
Secretaría de la Presidencia o autoridad superior de la entidad autárquica, salvo cuando se
trate de los supuestos de los artículos 23 y 24". También esta norma es clara cuando exige
un tránsito previo por la administración antes de demandarla ante el Poder Judicial.
A partir del juego de esas normas, puede afirmarse que el principio general, o criterio
básico, es el agotamiento de la vía administrativa 73 . Es claro, también, que como todo
principio general, reconoce excepciones 74 .
Los actos administrativos de alcance particular 75 deben ser impugnados mediante los
recursos administrativos que prevé el decreto reglamentario 1759/72. Ello es así a partir del
juego del artículo 23 de la LNPA y del artículo 73 de su reglamento que, ubicado en su Título
VIII, establece: "Los actos administrativos de alcance individual, así como también los de
alcance general, a los que la autoridad hubiere dado o comenzado a dar aplicación, podrán
ser impugnados por medio de recursos administrativos en los casos y con el alcance que se
prevé en el presente título [...] Los recursos podrán fundarse tanto en razones vinculadas a
la legitimidad, como a la oportunidad, mérito o conveniencia del acto impugnado o al interés
público".
En ese mismo título, el RLNPA establece, en los artículos 74 y 75, las siguientes
premisas relativas a la legitimación para interponer los recursos y a la competencia del
órgano que deberá resolver:
—"Los recursos administrativos podrá ser deducidos por quienes aleguen un derecho
subjetivo o un interés legítimo"; y
—"Serán competentes para resolver los recursos administrativos contra actos de alcance
individual los organismos que se indican al regularse en particular cada uno de aquéllos. Si
se tratare de actos dictados en cumplimiento de otros de alcance general, será competente
el organismo que dictó la norma general sin perjuicio de la presentación del recurso ante la
autoridad de aplicación, quien se lo deberá remitir en el término de cinco (5) días".
Vemos que los actos administrativos de alcance particular con calidad de definitivos son
impugnables por medio de la interposición de los recursos administrativos previstos en el
RLNPA. La definición de acto administrativo definitivo surge del texto de la ley. En efecto,
de la lectura del artículo 23, inciso 'b', de la LNPA puede advertirse que los actos
administrativos son definitivos cuando deciden sobre el "fondo de la cuestión" 76.
Normalmente, esos actos ponen fin a la tramitación en sede administrativa. Asimismo, la
propia ley acepta la equiparación, como definitivos, de los actos que sin decidir el "fondo de
la cuestión" impidan totalmente la tramitación del reclamo interpuesto.
Los incisos 'a y 'b' del artículo 23 de la ley forman parte —c omo dijimos— de la regla
general del agotamiento de la vía administrativa. No compartimos —p or las razones que ya
indicamos más arriba—el punto de vista de la doctrina que sostiene que los actos asimilables
a definitivos pueden ser impugnados judicialmente sin necesidad de agotar la vía con
fundamento en que el inciso 'b' no lo prevé de modo expreso 77 .
(I) Actos administrativos dictados por órganos de jerarquía inferior al rango de ministro o secretario
de la Presidencia de la Nación
Pueden ser impugnados de dos maneras.
b. Se hace una explícita referencia a "todo acto administrativo definitivo o que impida
totalmente la tramitación de reclamo o pretensión". A la luz de la LNPA, se trata de los actos
que resuelven el "fondo de la cuestión" o de los que aun cuando no deciden ese punto
impiden totalmente la tramitación de la pretensión.
La otra manera posible es la deducción del recurso jerárquico, regulado en los artículos
89 a 92 del RLNPA. Su interposición es obligatoria. Así surge del artículo 89 cuando indica
que "El recurso jerárquico procederá contra todo acto administrativo definitivo o que impida
totalmente la tramitación del reclamo o pretensión del administrado. No será necesario haber
deducido previamente recurso de reconsideración; si se lo hubiere hecho, no será
indispensable fundar nuevamente el jerárquico, sin perjuicio de lo exp resado en la última
parte del artículo anterior", esto es —c omo se vio en el párrafo que antecede —, mejorar o
ampliar los fundamentos del recurso dentro de los cinco días contados desde la recepción
del trámite por el órgano superior.
Además, dentro del esquema del agotamiento de la vía administrativa es lógico que éste
sea el recurso obligatorio ya que la revisión del criterio que afecta al particular será realizada
por una autoridad superior de la administración.
El plazo para deducirlo es quince días contado desde la notificación del acto que se
impugna; debe ser presentado ante el órgano que lo dictó y éste debe remitirlo —d e
oficio —, en el plazo de cinco días, a la autoridad superior 80, es decir, al ministerio o
secretaría de la Presidencia de la Nación en cuya jurisdicción actúe el órgano emisor del
acto (artículo 90, primera parte). El ministerio o secretaría de la Presidencia tiene un plazo
de treinta días para resolver el recurso, que se cuenta desde la recepción o en su caso, de
la presentación del alegato —o del vencimiento del plazo para hacerlo— si se hubiera
recibido prueba (artículos 90, segunda parte, y 91). Aquí tampoco es necesario solicitar
pronto despacho para que se produzca la denegación por silencio (artículo 91).
Para tratar este supuesto, es necesario recordar, preliminarmente, que el artículo 100
del RLNPA dice: "Las decisiones definitivas o con fuerza de tales 81que el Poder Ejecutivo,
los ministros o los secretarios de la Presidencia de la Nación dictaren en recursos
administrativos y que agoten las instancias de esos recursos sólo serán susceptibles de la
reconsideración prevista en el artículo 84 de esta reglamentación y de la revisión prevista
en el artículo 22 de la ley".
Sin embargo, el artículo no contempla otra situación: el acto que no es dictado para
resolver un recurso jerárquico sino que es dictado originariamente. Compartimos la opinión
de la doctrina que sostiene la carga de interponer el recurso jerárquico 83 , ya que esa
solución es coherente con las razones que —según recordamos antes— sustentan el
principio general del agotamiento de la vía administrativa 84 .
Ahora bien, una vez interpuesto el recurso jerárquico, debemos preguntarnos: ¿qué
autoridad debe resolverlo? 85 De acuerdo con el artículo 90 del RLNPA, segundo párrafo,
"cuando el acto impugnado emanare de un Ministro o Secretario de la Presidencia de la
Nación, el recurso será resuelto por el Poder Ejecutivo Nacional, agotándose en ambos
casos la instancia administrativa". La norma es clara y no genera, en sí misma, ninguna
duda.
Empero, el interrogante que nos formulamos aparece, más allá de la claridad del texto
reglamentario, con la reforma constitucional de 1994. Esto es así en la medida en que dicha
reforma incorporó la figura del jefe de gabinete de ministros con las atribuciones que le
concede el artículo 100 de la Ley Fundamental. Para responder aquel interrogante
previamente debe contestarse otro interrogante: ¿en qué posición, desde la perspectiva del
principio de jerarquía propio del derecho administrativo, se ubica el jefe de gabinete con
respecto al Poder Ejecutivo Nacional y a los ministros y secretarios de la Presidencia de la
Nación?
Un sector de la doctrina lo ubica en una posición de jerarquía superior respecto de los
ministros 86 . Otro sector de la doctrina, además de esa posición de superioridad, le otorga
una posición de coordinación con el Poder Ejecutivo Nacional 87 .
Las mismas consideraciones que expusimos en el punto precedente son aplicables aquí.
No encontramos razones para que en la solución de los diversos supuestos aquéllas no
puedan ser aplicadas.
En este supuesto surgen las siguientes preguntas: ¿El acto dictado por el Poder
Ejecutivo Nacional agota por sí mismo la vía administrativa o es necesario recurrirlo para
tener por agotada la vía?
Por razones obvias, los actos emanados del Poder Ejecutivo Nacional no pueden ser
impugnados mediante un recurso jerárquico. No hay un órgano de mayor jerarquía en el
ámbito de la administración. Menos sentido aun tendría la impugnación, con arreglo al artícu-
lo 100 del RLNPA, si se trata de un acto dictado por el Poder Ejecutivo Nacional en la
decisión de un recurso jerárquico.
Por tanto, la pregunta inicial cobra relevancia sólo tratándose de un acto originariamente
dictado por el Poder Ejecutivo Nacional. Dicho acto puede ser impugnado mediante el
recurso de reconsideración.
¿Es obligatorio ese camino? Un sector de la doctrina opina que es obligatorio interponer
el recurso de reconsideración, por cuanto según el artículo 100 del RLNPA sólo agotan la
vía administrativa las decisiones que el Poder Ejecutivo Nacional dicte "en recursos
administrativos", por lo que, en sentido contrario, las decisiones dictadas de oficio no tienen
tal efecto 90 . Otro sector de la doctrina sostiene que el recurso de reconsideración
únicamente es obligatorio si el acto fue dictado sin audiencia del interesado 91 . Creemos
que por la jerarquía del Poder Ejecutivo Nacional, como la máxima autoridad de la
administración, no tiene sentido exigir como regla el agotamiento de la vía administrativa.
Precisamente en función de esa jerarquía consideramos que la administración ya se
ha expedido. Sólo podría tener sentido agotar la vía, como opción, no como exigencia, si el
interesado no tuvo oportunidad de ser oído, para que pueda ejercer sus derechos
constitucionales, y, al mismo tiempo, para dar oportunidad a la administración que pondere
los planteos y argumentos que el particular tenga para exponer.
El Alto Tribunal descalificó la decisión, con fundamento en que "la alzada omitió ponderar
que de la mera confrontación de las constancias del expediente surgía que el decreto que
dispuso la cesantía del actor fue impugnado judicialmente en término, pues desde la fecha
en que se entendió que había quedado notificado (10 de diciembre de 1996) hasta el día de
presentación de la demanda (9 de mayo de 1997 [...]), no habían transcurrido los 90 días
hábiles judiciales requeridos por aquella norma". Como puede apreciarse, para comprobar
si se habían cumplido los recaudos de admisibilidad examinó el cómputo del plazo de
caducidad y soslayó explícitamente el examen del agotamiento de la vía administrativa. Con
ello, es razonable concluir en que el Tribunal tomó posición en el sentido de que no es
obligatorio agotar la vía frente al dictado de actos administrativos por el Poder Ejecutivo
Nacional; con mayor razón aun si se repara en que no surge del fallo de la Corte, ni de la
sentencia de la cámara ni del decreto 1388/1996 que el interesado haya tenido participación
en su dictado.
El artículo 94 del RLNPA prevé que "Contra los actos administrativos definitivos o que
impiden totalmente la tramitación del reclamo o pretensión del recurrente —emanadas del
órgano superior de un ente autárquico, incluidas las universidades nacionales— procederá,
a opción del interesado, el recurso administrativo de alzada o la acción judicial pertinente".
Y el artículo 95 del mismo reglamento contempla que "La elección de la vía judicial hará
perder la administrativa; pero la interposición del recurso de alzada no impedirá desistirlo en
cualquier estado a fin de promover la acción judicial, ni obstará a que se articule ésta una
vez resuelto el recurso administrativo".
En primer lugar, involucran la relación de tutela que existe entre las entidades
descentralizadas autárquicas y la administración central, noción que, como bien se sabe,
difiere del concepto de jerarquía. La relación de esta naturaleza es importante hacia adentro
del esquema de la entidad autárquica. Por ello, si un órgano grado inferior emite un acto
administrativo, el interesado deberá agotar la vía administrativa por medio del recurso
jerárquico hasta lograr la decisión de la máxima autoridad.
El artículo 97 del RLNPA dice: "El recurso de alzada podrá deducirse en base a los
fundamentos previstos por el artículo 73, in fine. Si el ente descentralizado autárquicamente
fuere de los creados por el Congreso en ejercicio de sus facultades constitucionales, el
recurso de alzada sólo será procedente por razones vinculadas a la legitimidad del acto;
salvo que la ley autorice el control amplio.
Vimos en el punto VII que, en términos del artículo 73 del RLNPA, "Los recursos podrán
fundarse tanto en razones vinculadas a la legitimidad, como a la oportunidad, mérito o
conveniencia del acto impugnado o al interés público". Aquí, con relación al recurso de
alzada, el reglamento hace una excepción: si el ente autárquico fue creado por el Congreso
Nacional 95 , el fundamento del recurso únicamente puede girar en torno de razones de
ilegitimidad de la decisión impugnada, a excepción de que la ley autorice un control amplio,
es decir, que abarque también razones de oportunidad, mérito y conveniencia.
Resulta necesario hacer una salvedad sobre este capítulo del RLNPA, en especial sobre
el texto del artículo 94. Dicha salvedad apunta al status de las universidades nacionales en
virtud de la reforma constitucional de 1994, en tanto se les reconoce, en el artículo 75 inciso
19 de la Ley Fundamental, una clara autonomía. Ciertamente, una vez vigente esa reforma
constitucional se sancionó la ley 24.521, de educación superior, que prevé, entre otros
aspectos de relevancia en este sentido, en su artículo 30, que las universidades nacionales
sólo pueden ser intervenidas por el Congreso Nacional, o durante su receso y ad
referéndum de ese cuerpo legislativo, por el Poder Ejecutivo Nacional, que debe
establecerse un plazo determinado —que no puede ser superior a los seis meses—, que
únicamente es viable en algunos supuestos (conflicto insoluble del o de la institución que
haga imposible su normal funcionamiento; grave alteración del orden público; y manifiesto
incumplimiento de la presente ley) y que la intervención nunca podrá menoscabar la
autonomía académica.
Desde esa perspectiva, es posible afirmar que a partir del juego del concepto
constitucional de autonomía universitaria y de la sanción de la ley 24.521, se ha suprimido
una nota de la descentralización autárquica como es el control tutelar de legitimidad ejercido
por la administración central, concretamente el control que admite el artículo 97 del
RLNPA 96 . Así parece haberlo reconocido la Corte Suprema 97 .
En primer lugar, el silencio implica una falta de respuesta, una falta de actividad o de
acción. Según la Real Academia Española, el silencio, en su segunda acepción significa
"falta u omisión de algo por escrito" y en su tercera acepción significa "pasividad de la
administración ante una petición o recurso [a la que la ley da un significado estimatorio o
desestimatorio]" 100 .
Con arreglo al artículo 31 de la LNPA, aparece una primera pasividad si, una vez
transcurrido el plazo de noventa días, la administración no ofrece una respuesta al reclamo
formulado; el interesado debe disipar esa situación por medio de un pedido de pronto
despacho; si no surge la respuesta en el plazo de cuarenta y cinco días, queda configurado
otro supuesto de silencio. El artículo permite que el Poder Ejecutivo Nacional, a
requerimiento del organismo interviniente, por razones de complejidad o emergencia
pública, pueda ampliar fundadamente los plazos indicados hasta un máximo de ciento veinte
días y sesenta días respectivamente.
Una respuesta doctrinaria ofrece un criterio interesante. Dicha mirada parte de la base
de que el objeto del reclamo previo del artículo 30 de la LNPA está conformado por las
omisiones. Para trazar la diferencia entre esas omisiones y el silencio del artículo 10 de la
ley, apunta que el silencio es conceptualmente formal en algunos casos y material en otros
casos, se subraya que el silencio en los términos del artículo 10 de la LNPA debe configurar
un aspecto material. Sobre esas premisas, se afirma que las omisiones estatales suponen
un deber estatal preexistente, el derecho correlativo del particular y el incumplimiento del
Estado. Paralelamente, si no existe un derecho preexistente, el particular debe peticionar
con arreglo al artículo 10 de la ley para configurar la decisión estatal 103 .
Cuando el acto de alcance general haya sido aplicado concretamente mediante un acto
administrativo de alcance particular, la impugnación debe ser realizada de la manera en que
vimos en el punto VII, es decir, mediante los recursos administrativos pertinentes 109 .
En efecto, si bien exi ste consenso en cuanto a que el reglamento constituye la especie
más importante de la categoría "actos de alcance general", la doctrina ha señalado que no
es la única, pues también exi sten otro tipo de actos, de carácter no normativo 112—esto es,
que no integran el ordenamiento y se agotan con su cumplimiento— cuya crítica podría
resultar alcanzada, como principio, por la previsión en comentario 113. Es lo que ocurriría, se
dice, con un llamado licitación o con un concurso de precios. En este orden de ideas, Aguilar
Valdez ha señalado que la amplitud de la norma "permite incluir la impugnación de actos de
alcance general dictados por la Administración en ejercicio de facultades 'organizativas' (por
ejemplo, el que establece un asueto administrativo, un cambio en el horario de atención al
público, etc.) así como los dictados en función de facultades denominadas 'internas', como,
por ejemplo, las llamadas 'circulares' e 'instrucciones' que, no por ser ejercidas al amparo
de competencias de tal índole, se encuentran exe ntas de la posibilidad de afectar los
derechos e intereses de los particulares" 114. Y ello, se ha argüido, es así porque lo que en
definitiva resulta objeto de fiscalización judicial en la crítica a este tipo de actos no es tanto
la materia como la potestad ejercida por la administración o por los órganos que lleven a
cabo una actuación semejante, cuyos límites sustanciales y formales están siempre regidos
por el derecho administrativo 115. No obstante, la exi stencia y demostración concreta y
fehaciente de esa afectación a derechos y/o intereses particulares será la que en verdad
permita, a nuestro juicio, la realización válida de tal actuación crítica.
Es justamente en este aspecto en que el "reclamo impropio" guarda semejanza con los
recursos administrativos, pues ambos traducen el ejercicio de una pretensión de carácter
impugnatorio. Sin embargo, si en el examen del fenómeno del "agotamiento de la instancia
administrativa previa" 117 se hace hincapié en el efecto cancelatorio del acceso a la instancia
judicial que tiene su incumplimiento (artículo 23, inciso 'a', y 24, inciso 'b', LNPA), se advierte
una diferencia sustancial entre el "reclamo" y los "recursos" pues, en el primer caso, la
ausencia de su interposición sólo tendría carácter "dilatorio" de la pretensión judicial. En
otras palabras, de promoverse la demanda omitiendo su planteo previo, ello conduciría
únicamente a que la primera fuese declarada prematura y rechazado su tratamiento por tal
motivo. De tal modo, el reclamo estaría principalmente destinado a cumplir una función "pre-
contenciosa", de control (artículo 83 del RLNPA), como recaudo anterior a la habilitación de
la vía judicial.
En esta línea expositiva, otra diferencia que surge entre el "reclamo impropio" y los
"recursos administrativos" —se ha dicho— es que la deducción del primero es "facultativa"
para el particular. En efecto, en razón de lo se desprende del texto del artículo 24 LNPA,
aquél puede elegir entre formular tal planteo o esperar a que se haga aplicación del acto
general mediante otro de alcance individual, y cuestionar éste último siguiendo la vía
recursiva pertinente. Sin embargo, no existe un criterio único sobre el punto 118 .
Así, lo que fue una novedad a comienzos de la década del '70 del siglo pasado no ha
perdido virtualidad alguna con el paso del tiempo, si se considera el progresivo incremento
de la actividad reglamentaria que se ha suscitado en el país, no sólo como consecuencia
directa de una decisión de naturaleza eminentemente política sino, en particular y de modo
complementario, a raíz de la reforma constitucional que se produjo en el año 1994. Ésta
sumó al reconocimiento que ya tenían los llamados "decretos de ejecución" (artículo 99,
inciso 2º, de la Constitución Nacional; ex artículo 86, inciso 2º), el de los "delegados" (artículo
76 CN) y, en especial, el de sus pares de "necesidad y urgencia" (artículo 99, inciso 3º, CN),
cuyo permanente empleo por parte del Poder Ejecutivo Nacional al momento de su
"aparición" puso en tela de juicio —al menos teóricamente—el carácter excepcional con que
fueron concebidos (cfr. artículo 99, inciso 3º, primera parte, CN).
Por tales motivos, la regulación del control judicial de la actividad reglamentaria que lleva
a cabo la administración —y también los poderes Legislativo y Judicial 119 — se vuelve una
materia de fundamental importancia; máxime, si se tiene en cuenta no sólo que aquélla
resulta, en definitiva, una potestad "condicionada" por el ordenamiento jurídico de base en
tanto requiere, como regla, una habilitación legal (artículo 99, inciso 2º, CN); sino porque
frente a ella aparecen, cual murallas incólumes, los derechos fundamentales de las personas
así como, en particular, el principio de legalidad constitucional (artículo 19 CN) y el de "tutela
judicial efectiva", que ha reconocido expresamente nuestra Carta Magna al incorporar a su
texto las previsiones de la Convención Americana sobre Derechos Humanos 120 , entre
otros.
Sobre esa base, corresponde examinar los recaudos que la ley exige para poder llevar
adelante la "impugnación directa" de un acto administrativo de alcance general, así como
las consecuencias de tal obrar.
La primera cuestión que aparece en el análisis se relaciona con los motivos que pueden
dar lugar a la impugnación. ¿Se circunscriben sólo a cuestiones de "legitimidad", vinculadas
a defectos en los elementos que lo componen, o se extiende también a la oportunidad,
mérito o conveniencia que dan lugar al dictado del acto?
En la medida en que no existe obstáculo para que los presupuestos y elementos del acto
administrativo se proyecten a los reglamentos así como a los demás actos de alcance
general (artículo 7º, LNPA), fácil es admitir la viabilidad de la crítica fundada en razones de
"ilegitimidad". Y ello es así, porque los vicios que aquéllos pueden padecer ponen en juego
las categorías de invalidez que contempla la LNPA, que definen el régimen y las causas
concretas de impugnación a su respecto (artículos 14 y 15 LNPA).
Sobre el punto, no puede dejar de señalarse la especial importancia que tiene que el
reglamento resulte acorde a lo que estatuyen la Constitución Nacional, las leyes que en su
consecuencia se dictan y los tratados con las potencias extranjeras, pues lo contrario
importaría el máximo grado de transgresión al ordenamiento jurídico, que no sólo encuadra
en la noción genérica de "violación de la ley" que refiere el inciso 'b' del artículo 14 de la
LNPA, sino que altera el principio de supremacía constitucional que enuncia el artículo 31
de la Constitución Nacional.
Una cuestión distinta —aunque conexa—es la atinente al carácter manifiesto que puede
ostentar el vicio que padece el acto de alcance general, cuyo efecto primordial es que hace
caer la presunción de legitimidad que ostenta (artículo 12 LNPA) y, consecuentemente,
impide a la administración que comience a aplicarlo, ya sea motu proprio, mediante el
planteo de una medida cautelar o de una acción de amparo, o por excepción, al oponerse el
afectado a su ejecución 121 .
Así las cosas, el precepto en comentario exige —en lo que constituye uno de los aspectos
más controvertidos de la materia— la afectación cierta e inminente de derechos subjetivos,
esto es, la existencia de una lesión o de una amenaza próxima en las prerrogativas del
particular.
En tal sentido, es indiscutible —al menos, en nuestra República—que la reforma del año
1994 introdujo sustanciales cambios en materia de legitimación procesal (en particular, en
los artículos 42 y 43 CN), que no pueden soslayarse en el procedimiento administrativo
previo so pena de afectar el postulado de la tutela judicial efectiva que, como ya he indicado,
cuenta con expresa recepción constitucional a través de los distintos tratados que se han
incorporado a su texto (artículo 75, inc. 22, CN). No se desconoce que estas nuevas
situaciones han generado una importante gama de dificultades y complicaciones en su
aplicación práctica a los casos concretos —la jurisprudencia tanto de la Corte federal como
de los tribunales especializados han dado muestras acabadas de tal circunstancia 126—, mas
lo cierto es que ellas han sido reconocidas por el constituyente y el legislador, de lo que
resulta que la limitación que surge del texto del artículo 24, inciso 'a', si no ha perdido razón
de ser, ha abandonado el alcance ceñido que inicialmente tuvo.
Más allá de la semejanza terminológica que puede observarse, lo cierto es que este
recaudo resulta bien distinto de la reclamación administrativa previa que contemplaron,
sucesivamente, la ley 3952 y el artículo 30 de la LNPA. Ello es así, como ya se indicó, en
tanto en el primer caso se persigue la invalidación de un acto, finalidad que no se tiene en
cuenta en el segundo.
La característica más significativa que tiene este tipo de "reclamo" es que no requiere el
agotamiento de la instancia administrativa previa, esto es, no exige que contra el acto que
eventualmente lo deniegue se deduzca recurso alguno. Debe considerarse, también, que no
hay un lapso establecido para su resolución, lo que no impide la configuración del silencio
administrativo, de conformidad con lo estatuido en el artículo 10 de la LNPA.
No obstante, cabe advertir que, en la medida en que configura un presupuesto para una
eventual demanda judicial contra el ente emisor del respectivo acto de alcance general (vgr.,
el Estado Nacional o un ente descentralizado), la falta de cumplimiento a su respecto sólo
puede ser opuesta por él, de exhibir la condición de legitimado pasivo en el juicio respectivo.
Quedan al margen, entonces, los pleitos en que el acto de alcance general está destinado
a regular relaciones entre privados, como ocurre en ocasiones 129 .
Al respecto, dice Aguilar Valdez, "Un importante sector de la doctrina ha entendido que
cuando se trata de la impugnación de reglamentos de naturaleza legislativa —ya sea que se
trate de un reglamento de necesidad y urgencia o de uno delegado—, el recurso a las vías
contempladas en el art. 24 de la LPA no resulta obligatorio sino optativo para el particular.
De acuerdo con otro criterio, cuando se intenta cuestionar reglamentos delegados y de
necesidad y urgencia la previa deducción de las vías administrativas no sólo es innecesaria
sino que, en rigor, resulta inadmisible. Para ello se ha sostenido que el sistema de recursos
y de reclamos previstos en la LPA no puede ser utilizado para atacar actos de naturaleza
legislativa como son los reglamentos de necesidad y urgencia y los reglamentos delegados;
antes bien, los seguidores de este criterio entienden que, por tratarse del ejercicio de una
competencia de naturaleza legislativa, el control de dicho reglamentos le corresponde por
principio al Congreso Nacional. Este ha sido el criterio seguido por la Procuración del Tesoro
de la Nación (...) así como también por cierta jurisprudencia de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal" 130 .
Más allá de lo antedicho, el carácter necesario que exhibe el planteo del "reclamo
impropio" se vuelve más evidente, frente a la vigencia de la doctrina del "sometimiento
voluntario a un régimen jurídico", admitida hace tiempo por el máximo Tribunal de la
Nación 131 .
Ello es así, sin perjuicio de haberse objetado por la doctrina el trasvasamiento a este
ámbito de la técnica del "acto consentido"; y de las limitaciones estatuidas —incluso por la
Corte Suprema— en la materia; vgr., la restricción de la doctrina a los casos en que sólo
están en juego derechos de naturaleza renunciable; la necesidad de que el particular haya
contado con la alternativa real de someterse o no al régimen en cuestión, para que la
sujeción sea producto de una conducta deliberada en los términos del artículo 897 del
Código Civil; que no haya hecho reservas; etc. (Fallos 331:901 y 2316; 333:311; entre otros).
Por otro lado, el órgano competente para resolver la crítica parecería ser, de acuerdo a
lo que se deduce de los términos del artículo 24, inciso 'a', de la LNPA, "la autoridad que lo
dictó". En rigor de verdad, la ley sólo prevé de manera expresa la "interposición" del reclamo
ante ella, mas no su decisión, ni tampoco que ésta goce de calidad de "irrecurrible". Ello
surge, en realidad, de la norma reglamentaria (artículo 73 del RLNPA), lo que ha sido
considerado como el ejercicio de una "autolimitación" —aun en su poder jerárquico— por
parte de la administración.
En virtud de lo dispuesto en el artículo 73, primer párrafo, in fine, del RLNPA, cabe tener
en cuenta que la decisión que resuelve el "reclamo impropio" es irrecurrible. Por ende,
procede sin más la demanda judicial de nulidad 139 .
Ahora bien, una vez que el reclamo de marras ha sido intentado, para alcanzar la
instancia jurisdiccional es necesario prestar atención a dos situaciones:
a) Si se da el rechazo formal de la pretensión mediante un acto administrativo expreso,
el período para deducir válidamente la demanda contenciosa es de 90 días hábiles
judiciales, computados desde la notificación de aquél (artículo 25, inciso 'b', LNPA);
Sin embargo, la reforma de la ley 25.344 al texto del artículo 31 de la LNPA ha suscitado
serios interrogantes al permitir una exégesis distinta en relación con este último supuesto,
que se contrapondría al principio general recién referido.
En efecto, dicho precepto, en su tercer párrafo, prevé que "Los jueces no podrán dar
curso a las demandas mencionadas en los artículos 23, 24 y 30 sin comprobar de oficio en
forma previa el cumplimiento de los recaudos establecidos en esos artículos y los plazos
previstos en el artículo 25 y en el presente" (énfasis añadido).
Como puede advertirse sin mayor esfuerzo, la norma no alteró la solución originalmente
prevista por la LNPA para el caso de que mediara un rechazo formal de la pretensión
intentada, pues, en el mejor de los casos, reiteró la obligación de respetar el plazo de
caducidad del citado artículo 25, que ya contemplaba este precepto en su inci so 'b '.
ii. En atención a la naturaleza jurídica que ostenta la actuación que lleva a cabo y se
impone a la administración —que tiene la obligación legal y constitucional de expedirse
acerca de las pretensiones que se someten a su conocimiento como correlato directo del
derecho que tienen los particulares al denominado "debido proceso adjetivo" (artículo 1º,
inciso 'f', de la LNPA 142 y el artículo 18 CN) y a "peticionar a las autoridades" (que
comprende su respuesta; artículo 14 CN)—, y a la consecuente imposibilidad material de
asimilar el "silencio" a un "acto", la previsión del tercer párrafo del artículo 31 de la LNPA no
puede entenderse comprensiva del ámbito en examen, resultando ajena a él. Sólo tiene
sentido frente a la presencia de una decisión explícita del órgano involucrado (artículo 25,
inciso 'b', LNPA). La razón de ser de semejante exégesis halla sustento, además, en que el
referido "silencio" no constituiría sino una situación "anómala" en el obrar natural que se
espera y exige de la administrador.
Sentado lo que antecede, corresponde ahora tratar el que resulta uno de los temas más
trascendentes —y espinosos, por cierto—de la impugnación "directa" de un reglamento: qué
alcance tiene o corresponde asignar a la sentencia que lo deja sin efecto 143 .
Al respecto, se han ensayado dos grandes posiciones antagónicas sobre el punto, cada
una con poderosos argumentos y renombrados sostenedores, que discurren —en esencia—
sobre la viabilidad de la condición erga omnes que puede atribuirse a dicha actividad.
Así, una primera postura 146 , que reniega de esta posibilidad, ha hecho hincapié en los
siguientes motivos fundamentales, partiendo de la transposición de la solución dada por la
jurisprudencia y la doctrina constitucional vernácula en materia de inconstitucionalidad de
las leyes, a la invalidación de reglamentos ilegítimos. En tal sentido, ha sostenido que:
b. Por otro lado, se estaría dando un efecto "extra partes" a la sentencia que invalidara
el acto de alcance general, cuando el artículo 116 de la Constitución Nacional sólo faculta al
Poder Judicial a intervenir en "casos" o "causas", entendidas como controversias entre
partes definidas y contrapuestas 147 . Finalmente,
Por su parte, el criterio opuesto ha intentado dar respuesta a estas objeciones, del
siguiente modo:
a. Con relación a la vulneración del principio de división de poderes, se ha indicado que
en nuestro sistema constitucional el Poder Judicial es el "auténtico y fiel intérprete" de la Ley
Fundamental, por lo que es propia —y no de otro órgano—la declaración que formula en una
causa en tal sentido. Constituiría, dice Cassagne parafraseando a Bosch, "un modo de
control constitucional ciertamente más intenso &'e incluso más lógico&' al reconocerse al
Poder Judicial la posibilidad de frenar el abuso normativo en que pudieran incurrir tanto el
Legislativo como el Ejecutivo, asegurando la uniformidad interpretativa, pues la ley o el
reglamento resultan privados de su eficacia general, con lo que se consolida el principio de
igualdad ante la ley (art. 16, CN)" 148 .
c. La dificultad "funcional" que se entiende emerge del carácter difuso del control
constitucional argentino se resolvería si la declaración correspondiente se
reconociera, exclusivamente y con efectos generales, en cabeza del más Alto Tribunal de la
República. "En efecto, si como la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
señalado, ella es el intérprete final de la Constitución, resulta mucho más lógico y compatible
con el principio de igualdad que los efectos de la anulación de un acto de alcance general
se extiendan por igual a todos los destinatarios de las normas que resulten invalidadas por
el fallo" 151 .
Por lo demás, sea que la admisión del "reclamo impropio" importe la derogación total o
parcial o el reemplazo del acto de alcance general por otro de igual naturaleza, no cabe
olvidar que ello es "sin perjuicio de los derechos adquiridos al amparo de las normas
anteriores y con indemnización de los daños efectivamente sufridos por los administrados"
(artículo 83 del decreto 1759/72, reglamentario de la LPA).
Finalmente, ¿es necesaria en todos los casos la interposición de este tan especial tipo
de "reclamo"?
En un primer momento, y con sustento en lo que establecía el artículo 32, inciso 'e', de
la LNPA 157 antes de ser reformado por la ley 25.344, la doctrina primero y la jurisprudencia
después descartaron la obligatoriedad de deducir el reclamo "impropio" cuando, por mediar
una "clara conducta del Estado", podía presumirse válidamente que su promoción constituía
un "ritualismo inútil".
Si bien este estado de cosas cambió radicalmente con la sanción del referido cuerpo
legal, que sesgó severamente el contenido del artículo 32 eliminando, en lo que interesa,
la excepción de marras 158 , la jurisprudencia siguió entendiendo que, más allá de la
supresión en cuestión, la situación —de extrema obviedad— que ella contemplaba no había
quedado descartada por completo 159 ; motivo por el cual estimó que la hipótesis, de
presentarse, se mantenía vigente.
Ya vimos que para transitar de una etapa a la otra e instar así la revisión judicial del obrar
estatal, la LNPA contempló dos mecanismos distintos, de singular finalidad: la vía
"reparatoria" o "resarcitoria" 161, por medio del denominado " reclamo administrativo previo "
establecido en sus artículos 30 a 32, y la vía "impugnatoria de acto", regulada en los artículos
23 para los actos de alcance individual y 24 para los de alcance general.
Sin embargo, según el autor citado, el derecho norteamericano también sirvió de modelo
"para incorporar en nuestro país una teoría limitativa del control judicial sobre la
Administración: la inmunidad soberana. Esta teoría, al proponer la indemandabilidad del
Estado, desembocó en nuestro país en la exi gencia de la venia legislativa como requisito
previo para demandar a la Nación" 164.
Así, como también vimos, nuestra Corte Suprema consideró, en un primer momento, que
la Nación sólo podía participar en un pleito en la medida en que revistiera la condición de
parte actora, por ser un atributo inherente a su soberanía la necesidad de que manifestara
su expreso consentimiento en caso contrario (cf. Fallos 1:317) 165 166 . En tal hipótesis, el
y
modo en que se pensó que esa expresión se llevara a cabo fue —como se adelantó— a
través de la actuación del Congreso Nacional, por ser él quien se halla investido del poder
para "arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la Nación" (actual artículo 75, inciso
7º, CN).
Sin embargo, las dificultades prácticas que trajo aparejadas este sistema —incluso para
el desenvolvimiento mismo del Poder Legislativo—dio lugar, como vimos, a que haya surgido
otra institución, que fue reemplazando progresivamente a la referida "venia legislativa": la
reclamación administrativa previa que concibió la ley 3952, de "Demandas contra la Nación",
de 1900.
Al respecto, apunta Gordillo que "Esta ley fue interpretada en forma restrictiva,
entendiéndose poco después que ella no era aplicable cuando el Estado actuaba como
'poder público' por lo que fue necesario dictar otra ley, la 11.634, para aclarar definitivamente
que toda vez que se demandara al Estado, por cualquier causa que fuera, no haría falta la
venia legislativa sino únicamente "la previa reclamación administrativa. Una copiosa
jurisprudencia y algunas normas expresas, fueron progresivamente limitando a través del
tiempo la exigibilidad de la reclamación administrativa como requisito previo a la
interposición de una demanda judicial, hasta el punto de cuestionarse al presente tanto su
conveniencia o necesidad como su misma existencia" 167 .
De tal modo, para acceder a la instancia judicial sólo resultaba exigible la formulación
previa de una reclamación en los términos de la ley mencionada, la cual no estaba sujeta a
ningún plazo salvo los que pudieran ocurrir en virtud de la aplicación del instituto de la
prescripción 168 .
Hemos visto que este cuadro de situación se modificó sustancialmente con la aparición
de la ley 19.549 (LPA) al introducir, mediante su artículo 23, la noción del "agotamiento de
las instancias administrativas" como requisito de admisibilidad de las pretensiones
tendientes a impugnar actos de esa índole.
Como es de suponer, una de las cuestiones que se planteó en la doctrina nacional fue
establecer si se estaba frente a una vía exc luyente o complementaria de la recursiva. Las
opiniones, es ampliamente sabido, no fueron unánimes y dieron lugar a un extenso y rico
debate 172 . No obstante, tanto la Corte Suprema en destacado precedente ("Mackentor" 173 )
como los tribunales especializados 174 se terminaron inclinando por la primera posición, sin
que importase desconocer las dificultades —esencialmente, de encuadre— que en algunos
supuestos ello suscita. Así, no es posible articular el reclamo previo cuando han vencido los
plazos para impugnar un acto por la vía recursiva o por la acción judicial 175 .
Sin perjuicio de lo apuntado, tanto la práctica que se fue acuñando a lo largo de los
años 183 como los posteriores cambios legislativos que se sucedieron —en particular, la
reforma constitucional del año 1994— hicieron perder actualidad a la LPA y generaron
nuevos dilemas, que escaparon a sus previsiones expresas; en especial, en lo relativo a los
denominados "derechos de tercera generación", y a la "ampliación" de los casos de
legitimación activa, que importó el reconocimiento e incorporación de nuevos actores a la
relación jurídica sustancial (arg. arts. 42 y 43 CN).
Sobre tal base, una exégesis acorde con las pautas constitucionales actualmente
vigentes parece imponer, sin hesitación, una visión amplia en materia de legitimación para
intentar el reclamo administrativo previo.
En cuanto al órgano ante quien debe deducirse este reclamo, la ley 25.344 introdujo dos
modificaciones al texto original del artículo 30 LPA 186 , al indicar que es "el Ministerio o
Secretaría de la Presidencia o autoridad superior de la entidad autárquica".
La segunda tuvo que ver con incluir entre los receptores del reclamo a las secretarías de
la Presidencia así como a las "autoridades superiores de los entes autárquicos", coherente
este último agregado con la supresión de la excepción que, a su respecto, establecía el
anterior artículo 32, en su inciso f, de la LNPA. Por ende, dichos entes quedan ahora
comprendidos entre los organismos ante los cuales es necesario plantear el reclamo como
recaudo previo para el acceso a la instancia judicial, sin perjuicio del retroceso que ello ha
importado, para un sector de la doctrina 187 . Para otro, en cambio, la expansión no parece
criticable, "toda vez que se trata de personas públicas estatales que llevan a cabo cometidos
típicamente administrativos y se someten a un régimen de Derecho público. Por ende, si el
reclamo administrativo previo rige para la Administración central, en virtud de la naturaleza,
fines y régimen jurídico aplicable, no nos parece cuestionable que también se lo aplique para
los entes autárquicos" 188 .
En lo que concierne al alcance del control de la administración pública central sobre las
entidades autárquicas, se ha dicho —siguiendo a Marienhoff— que él depende de que tales
personas jurídicas hayan sido creadas por el Poder Ejecutivo o por el Legislativo. En el
primer caso, por implicar ello una autolimitación de sus propias facultades, el control es
amplio; no sólo comprende la legitimidad de la actuación, sino su oportunidad, mérito y
conveniencia. En cambio, en el segundo el control es restringido, limitado sólo a la
legitimidad del acto, porque no se trata de un superior jerárquico; la existencia del ente
responde al ejercicio de atribuciones constitucionales por parte del Congreso. Sin embargo,
el control siempre existe, pues autarquía no significa independencia.
En cuanto al trámite del "reclamo administrativo previo", precisa Gordillo que
"corresponde que sea hecho en la Secretaría de Estado, como norma. Sobre esto nada
dicen los decretos-leyes y aunque las normas reglamentarias en los recursos jerárquico y
de alzada parecen indicar que el trámite se hace en el Ministerio respectivo, de todos modos
entendemos que la necesidad y la organización administrativas llevarán ineluctablemente a
tramitarlo en las secretarías de Estado, para su posterior elevación al ministro del ramo, o
autoridad superior del ente descentralizado, a fin de que emita la resolución" (art. 30,
segundo párrafo, in fine, LPA). Ello, sin perjuicio de alguna situación excepcional 190.
El artículo 30 LNPA también refiere que el reclamo previo debe versar "sobre los mismos
hechos y derechos que se invocarán en la eventual demanda judicial"; exigencia que ha sido
criticada por considerársela un resabio del dogma revisor del proceso contencioso
administrativo 191 .
Así, sobre la base fundamentalmente de lo estatuido en el artículo 1º, inciso 'e', apartado
9º, in fine, de la ley 19.549 192 , un sector (en el que sobresale Cassagne) propone —dando
énfasis al verbo "reiniciar"—, que la promoción del reclamo previo interrumpe el plazo de
prescripción. En aval de esta postura se cita también, como es de suponer, el principio "in
dubio pro actione" y sus consecuencias.
No está de más recordar que la interrupción importa la eliminación del lapso extintivo
que pudiera haber transcurrido hasta ese momento, debiendo computarse uno nuevo a partir
de que aquélla cese. En esta línea, dice el art. 3998 del Código Civil, "Interrumpida la
prescripción, queda como no sucedida la posesión que le ha precedido; y la prescripción no
puede adquirirse sino en virtud de una nueva posesión" (énfasis añadido).
La opinión opuesta —que hizo propia Comadira—sostiene, por el contrario, que mientras
tramita el reclamo el término de prescripción queda suspendido. Se argumenta, al efecto,
que en los apartados 7º y 9º, del inc. e, del art. 1º de la LPA se reguló la "interrupción" de
los plazos necesarios para plantear recursos administrativos; y la "suspensión" como regla
general en materia de paralización de actuaciones administrativas practicadas ante órganos
competentes, que incluye los períodos de prescripción.
Al respecto, vale la pena rememorar que el art. 3983 del Código Civil señala que "El
efecto de la suspensión es inutilizar para la prescripción, el tiempo por el cual ella ha
durado; pero aprovecha para la prescripción no sólo el tiempo posterior a la cesación de la
suspensión, sino también el tiempo anterior en que ella se produjo" (lo resaltado no aparece
en el texto original).
A continuación, el artículo 31, LPA establece los pasos a seguir para el acceso a la
instancia judicial. Así, dispone que, "El pronunciamiento acerca del reclamo deberá
efectuarse dentro de los noventa (90) días de formulado. Vencido ese plazo, el interesado
requerirá pronto despacho y si transcurrieren otros cuarenta y cinco (45) días, podrá aquél
iniciar la demanda, la que deberá ser interpuesta en los plazos perentorios y bajos los
efectos previstos en el artículo 25, sin perjuicio de lo que fuere pertinente en materia de
prescripción. El Poder Ejecutivo, a requerimiento del organismo interviniente, por razones
de complejidad o emergencia pública, podrá ampliar fundadamente los plazos indicados, se
encuentren o no en curso, hasta un máximo de ciento veinte (120) y sesenta (60) días
respectivamente.
Los jueces no podrán dar curso a las demandas mencionadas en los artículos 23, 24 y
30 sin comprobar de oficio en forma previa el cumplimiento de los recaudos establecidos en
esos artículos y los plazos previstos en el artículo 25 y en el presente".
En primer lugar, es importante insistir y poner de relieve que no existe plazo para deducir
el reclamo previo en sede administrativa, salvo el de prescripción de la acción. La ley 25.344
no innovó en la materia, y la doctrina está conteste en que el principio ya consagrado en
la ley 3952 se mantiene vigente.
Por otro lado y como surge de su simple lectura, la norma es bastante clara en cuanto
al tiempo de que dispone la Administración para exp edirse respecto de la presentación
en examen una vez intentada (90 días hábiles administrativos 194 ); el modo en que debe
proceder el particular en caso de que, cumplido ese lapso, la autoridad no se expida
(requerimiento de un "pronto despacho"); y el tiempo que, a su vez, debe aguardar para
poder promover válidamente la demanda judicial (45 días hábiles), la que deberá ser
deducida "en los plazos perentorios y bajo los efectos previstos en el art. 25, sin perjuicio de
lo que fuere pertinente en materia de prescripción".
Sentado lo expuesto y sin que importe restar trascendencia a los aspectos tratados en
los párrafos que anteceden, el verdadero dilema que encierra el precepto en comentario de
acuerdo a la redacción que le dio la ley 25.344, que ha acaparado la atención de la doctrina
y suscitado un intenso debate, es la aplicación del plazo de caducidad previsto en el ar t. 2 5
de la LPA —tradicionalmente concebido para la impugnación de actos— al reclamo
administrativo previo. En especial, frente al paradojal supuesto de (eventual) "silencio" de la
Administración, porque es por todos sabido que ella tiene la obligación legal y constitucional
de expedirse (arg. artículo 1º, inciso 'f', apartado 3, LPA 198 , y artículo 18 CN). Ello es así, a
pesar de no ser parte del "procedimiento" esta discusión.
En este marco, cabe recordar que un sector de la doctrina nacional ha sostenido sin
ambages que las modificaciones que la ley 25.344 introdujo a su par 19.549 parecen haber
estado enderezadas a obstaculizar el acceso a la jurisdicción.
Por lo pronto, esta aseveración cobra especial relevancia si se compara el régimen que
resulta aplicable a la actuación del particular (que contempla para sí términos breves,
severos y perentorios), respecto del concebido para el Estado Nacional, sujeto sólo a plazos
de prescripción (artículo 27 LPA) 199 . Ello, obviamente, atendiendo al postulado general de
igualdad que resguarda el artículo 16 CN 200.
Con miras a examinar este último punto (pues los restantes ya los he tratado),
descartamos en forma liminar los estudios y consideraciones que se han realizado en torno
a la posibilidad de articular el reclamo previo en la "vía impugnatoria" una vez superado el
lapso del artículo 25, LPA; o a la de deducir uno nuevo frente a la (falta de) definición del
inicial 202 . Ello es así, en un caso, por oponerse a la diferencia "ontológica" que existiría
entre las vías de actuación administrativa (impugnatoria y resarcitoria, excluyentes entre
sí 203 204 ), reconocida expresamente por la Corte federal en jurisprudencia vigente 205 ; en el
y
A pesar de ello, en función de los términos que consagró la reforma legislativa del año
2000, se entendió que el Congreso había adoptado el criterio opuesto (que sostenía, entre
otros, Marienhoff 208 ) estableciendo que, denegado en forma explícita el reclamo —ante la
imposibilidad de recurrir esta decisión (arg. Artículo 31 LNPA)—, debía promoverse la
demanda contencioso administrativa dentro del lapso perentorio contemplado en el artículo
25 de la ley 19.549, a efectos de habilitar la instancia judicial (artículo 31, LNPA).
En este orden de ideas, Balbín adujo que la ley 19.549, en su texto previo a la reforma,
no contenía norma alguna que estableciese la aplicación del plazo de caducidad de su
artículo 25 a la vía "reclamatoria" en general 210 . Sin embargo, las opiniones no se
mantuvieron uniformes frente al rechazo del reclamo por acto expreso 211 .
El criterio, por lo pronto, sufrió un duro embate con la sanción de la ley 25.344, pues
justificó distintas interpretaciones en función de la redacción que imprimió al artículo 31,
LNPA. Cabe destacar que ellas transitaron todo el arco de posibilidades exegéticas 212 ,
desde su inconstitucionalidad hasta su vigencia plena.
En este sentido, se sostuvo que una lectura lineal del artículo 31 de la LNPA —en
especial, de su primer párrafo— podía conducir a la conclusión (irrazonable por cierto) de
que el plazo de caducidad del artículo 25 de ese ordenamiento sólo se aplica cuando se
verifica el estado de silencio mas no cuando hay denegación expresa. Ello es así, en la
medida en que la disposición prevé que, vencido el plazo de noventa días para resolver el
reclamo, el interesado sólo tiene la obligación de "requerir" pronto despacho (no de esperar
su respuesta), con lo que el mero transcurso de cuarenta y cinco días más lo habilitaría a
"iniciar la demanda, la que deberá ser interpuesta en los plazos perentorios y bajos los
efectos previstos en el artículo 25".
Esta tesis constituiría, a según nuestro entender, una clara inconsecuencia dikelógica en
materia de principios y finalidades (lo que, como regla, no se presume en el obrar del
legislador 213 ), pues indirectamente se estaría "premiando" el incumplimiento del deber de
pronunciarse que pesa sobre la administración, en tanto persona ética por excelencia, y de
manera simultánea se estaría "castigando" al particular que actuó en debido tiempo y forma,
instando los mecanismos legales previstos, justamente, para la obtención de una respuesta
de su contraparte 214 .
Desde una perspectiva distinta, un sector de la doctrina ha sostenido que la intención del
Legislativo parece haber sido, más allá de la defectuosa redacción de la norma 215 , imponer
la aplicación del plazo de caducidad en ambos supuestos pues, de lo contrario, "se trataría
de una solución claramente incongruente, ya que no existen razones que justifiquen un
tratamiento diferencial en ambas situaciones".
En este orden de ideas, se ha propuesto una exégesis diversa que, según apunta,
privilegia el principio de tutela judicial efectiva y la garantía de debido proceso. Así, que el
plazo del citado artículo 25 "sólo se aplique ante el supuesto de rechazo por acto exp reso
del reclamo previo y no cuando se verifica el silencio negativo" (énfasis añadido) 217 .
En aval de esta postura se ha brindado una extensa nómina de argumentos que van
desde el alcance de los términos y locuciones empleados en el art. 31 ("caducidad" vs.
"prescripción"), pasando por la interrelación coherente de las soluciones contempladas para
el "silencio" en las dos vías previstas (reparatoria y resarcitoria), hasta la finalidad del
instituto y razones de estricta justicia 218 .
En definitiva, el "silencio negativo" no debería ser visto como una sanción para la
administración con causa en su morosidad, sino como un derecho que asiste al particular
(en la medida en que éste se comporte diligentemente) y, como tal, nunca ser utilizado en
su contra 219 .
En efecto, de admitirse que en este supuesto se aplique el plazo de caducidad del artícu-
lo 25, LNPA, una de las respuestas intentadas para minimizar su efecto es la no
presentación del "pronto despacho", pues sólo a partir de tal actuación comenzaría a correr
el término que, una vez agotado, dispararía el de caducidad. Se consagraría de tal modo,
con este comportamiento omisivo, el derecho del particular a "seguir esperando" la decisión
obligatoria que compete a la Administración.
Otro proceder en la misma dirección, esta vez para activar el dictado del acto
administrativo pertinente, podría ser la promoción de la acción de amparo por mora que
contempla el artículo 28 LNPA, siempre, obviamente, una vez superado el lapso de noventa
días y antes de la interposición del pronto despacho. Finalmente, otra alternativa podría
consistir en interponer la queja ante el superior, de conformidad con lo que prevén los artícu-
los 71 y 72 del RLNPA.
La problemática a que hecho alusión en los párrafos precedentes trajo consigo, casi
ineluctablemente, el debate sobre la constitucionalidad del art. 31 LPA.
No obstante, al menos en su faz "práctica", la duda se volatilizó hacia comienzos del año
en curso por obra de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Ello, aclaramos —aunque
resulte de Perogrullo—, sin que a la solución adoptada pueda otorgársele carácter absoluto
o perenne, que no existe en Derecho 224 .
En efecto, el 11 de febrero del 2014 el Tribunal supremo dictó sentencia en los autos
B.674.XLVII. "Biosystems SA v. EN — Mº Salud — Hospital Posadas s/ contrato
administrativo", mediante la que definió el conflicto de marras 225—valga adelantar— en pos
de la viabilidad constitucional de la norma en comentario, con el matiz que le dio.
Teniendo en cuenta la data del "pronto despacho" (15/03/2007), el Estado Nacional alegó
que los 45 días del art. 25 LPA habían vencido el 26/06/2007; y los 90 días hábiles judiciales
también contemplados en dicha norma, el 02/11/2007. Por ende, concluyó que, al momento
de plantear demanda, los referidos plazos se hallaban largamente vencidos, lo que
imposibilitaba tener por habilitada esa instancia.
b. Que la reforma no guardaba coherencia con la finalidad del plazo de caducidad, que
es dar certeza a las relaciones jurídicas fijando un límite temporal para que el acto
administrativo quede firme; pues, en casos como el examinado, no existía acto alguno cuya
estabilidad estuviese en juego. Ello, atento a que lo que perseguía la actora era el
reconocimiento de una situación jurídica preexistente mediante una resolución
administrativa o, en su ausencia, por una declaración judicial. Añadieron que el art. 25 LPA
establece que el punto de partida para el cómputo del plazo perentorio es la notificación al
interesado del pronunciamiento expreso que agota la vía administrativa; y que, en caso de
silencio, no se había presentado dicha circunstancia (arg. arts. 10 y 26 LPA; y art. 44 del
decreto 1759/72); finalmente,
Sobre tal base, examinó si correspondía declarar la inconstitucionalidad del artículo 31,
LNPA, con la reforma de la ley 25.344, como había hecho la cámara.
Tras advertir sobre la importancia del control a ejercer y la gravedad que conlleva una
declaración de aquel tenor, la Corte aseveró que en el caso no era necesario un
pronunciamiento en tal sentido, en la medida en que podía ser resuelto adecuadamente con
otros argumentos.
Así las cosas, estimó que la previsión del citado artículo 31 de que la demanda "deberá
ser interpuesta en los plazos perentorios y bajos los efectos previstos en el art. 25" debía
interpretarse como que sólo regía "cuando el reclamo sea resuelto expresamente en contra
del interesado, es decir, cuando haya una resolución denegatoria, mas no cuando se hubiera
producido el silencio de la Administración y no exi stiera acto exp reso".
En esta línea, puntualizó que "la imposición de un plazo de caducidad para demandar
frente al silencio administrativo, además de no ser congruente con la finalidad de la opción
procesal de dicho instituto consagrada en el art. 26 de la LNPA, tampoco lo es con el modo
de contar el plazo de caducidad previsto en el art. 25 de la LNPA para deducir la demanda,
pues en los supuestos contemplados en este artículo dicho término se computa a partir de
la notificación del acto que agota la vía administrativa (con los efectos del art. 44 del decreto
1759/72 si se hiciere en contravención a sus normas) y, en el supuesto del silencio, no podría
dar comienzo por la inexistencia de acto administrativo que notificar".
En este contexto, adujo que una "atenta lectura" del art. 31 daba la pauta de que sólo
operaba la caducidad de la acción cuando se impugnaba el acto administrativo que
denegaba el reclamo. Y aclaró que la referencia simultánea que aquél hacía al art. 25 y a
"lo que fuere pertinente en materia de prescripción", no podía ser entendida "como una
redacción descuidada o desafortunada del legislador, sino que la sucesión entre ambos
indica que ante la opción del interesado de entablar demanda, 'la que deberá ser interpuesta
en los plazos perentorios' ha sido establecido para el supuesto de que el reclamo sea
resuelto expresamente en contra del particular y para el caso de silencio administrativo
regirá 'lo que fuere pertinente en materia de prescripción'". Ello permite sostener "que no se
aplica el término de caducidad del art. 25 de la LNPA cuando se configura el silencio; de lo
contrario, la remisión a los plazos de prescripción sería innecesaria".
Añadió que esta última referencia conjugaba con lo previsto en el art. 26 de la LPA. "No
es dable suponer que la ley haya querido dar a dos conceptos análogos efectos jurídicos
diferentes".
Por último, aseveró que el criterio expuesto resultaba congruente con lo que ya había
resuelto, en instancia extraordinaria, en diversos precedentes que citó 228 .
Sobre tal base, concluyó en que correspondía entender habilitada la instancia judicial en
el caso, por no haber acto administrativo que hubiere denegado el reclamo de la parte
actora (arg. artículos 31, 26 y 10 LNPA).
Es cierto que la conclusión que postula la Corte, que surgiría —según sus dichos— de
una "atenta lectura" del art. 31 de la LPA vigente, no parecería tan "nítida" si se la enfrenta
a: la redacción anterior que tenía ese precepto y sus diferencias con la actual; al notorio
debate que ya existía en la doctrina y la jurisprudencia a su respecto; y a la especialidad del
tribunal a quo, que, obviamente, no desconocía la polémica.
Sin embargo, estimamos —si se quiere desde una perspectiva "finalista"— que estas
peculiaridades no ensombrecen las virtudes de la decisión adoptada, que importó, en
esencia, negar la asimilación del "silencio" a un "acto ficto".
Prueba de tal circunstancia es la especial atención que le brindó tanto la doctrina como
la jurisprudencia.
A modo de ejemplo, me permito citar las resoluciones que, junto a mis colegas de Sala,
adoptamos en los autos Nº 17229/2012, caratulados "Zuetta, Eladio Delfor / EN — Mº.
Economía - Resol. 235, 166 y 334/11 y otros s/ proceso de conocimiento", el 22 de mayo de
2014; y en el Expte. Nº 17181/2012, "Vicentin, Edgardo Luis v. EN —Mº Economía - Resol.
235, 166 y 334/11 y otros s/ proceso de conocimiento", el 10 de junio de 2014 229 .
Otro punto que incorporó de modo expreso la ley 25.344 en su artículo 12 fue el exa men
de oficio por parte de los jueces de los requisitos de admisibilidad de la pretensión
contencioso administrativa.
En rigor de verdad, lo que el legislador hizo fue plasmar en la norma el criterio que adoptó
la Corte Suprema en la materia.
En este sentido, no está de más rememorar que el punto fue considerado en distintas
ocasiones por el máximo Tribunal de la República. Así, en Fallos 311:1174 ("Felipe Martínez
Pérez", del 28/06/1988), afirmó que si por el principio de eventualidad procesal, la actora
había tratado el tema vinculado a la habilitación de la instancia pero la demandada no había
opuesto defensa alguna sobre el asunto, su introducción de oficio por la Suprema Corte de
Buenos Aires fuera de la oportunidad prevista por los arts. 24 y 36 del Código Contencioso
Administrativo local excedió los términos en que quedó trabada la litis, con la consecuente
lesión a la garantía de la defensa en juicio. Y en Fallos 313:228 ("Rafael Cohen", del
13/03/1990), dejó sin efecto la sentencia que había rechazado de oficio la habilitación de la
instancia contencioso-administrativa, fundándose en que el actor dejó vencer los plazos para
impugnar en sede administrativa la resolución cuya nulidad perseguía, y en que la
interposición de una denuncia de ilegitimidad y el posterior recurso de alzada no resultaban
eficaces para reabrir plazos fenecidos y posibilitar su revisión judicial. Ello, en la medida en
que la actitud del tribunal había implicado suplir la actividad de las partes con grave
desmedro de la garantía de la defensa no sólo del actor sino también de la demandada. Por
lo demás, en Fallos 315:2217 ("Construcciones Taddía SA", del 06/10/1992), y en Fallos
316:239 ("José Luis Irazola", del 2/03/1993) reiteró estos conceptos.
Como puede advertirse, dos fueron los argumentos centrales en que se basaba esta
línea jurisprudencial: por un lado, la referida garantía de la defensa, que impone —entre otros
aspectos— un equilibrio de trato entre las partes; por el otro, el carácter "patrimonial" del
fondo involucrado en la defensa de falta de habilitación, por esencia, renunciable. En otros
términos, se entendió que no se estaba ante una exigencia de orden público.
Sin embargo, en Fallos 322:73 ("Gorordo Allaria de Kralj", del 4/02/1999) la Corte (por
mayoría ajustada) cambió de criterio. En lo que a este trabajo concierne —porque, como se
recordará, dos fueron los temas que la decisión involucró 230—, el Alto Tribunal señaló:
b. que si bien este Tribunal en los casos "Cohen" y "Construcciones Taddia SA" se había
pronunciado contra la posibilidad de que se revisara de oficio o a instancia de los fiscales el
cumplimiento de los recaudos de admisibilidad de la acción procesal administrativa con
anterioridad a la traba de la litis, un nuevo examen de esta delicada y trascendente cuestión
conducía a modificar dicho criterio y a concluir en sentido opuesto al antes referido.
c. que para que el órgano jurisdiccional pudiera analizar el fondo la pretensión que ante
él se deducía era preciso que concurriesen ciertas circunstancias establecidas por el
derecho procesal conocidas como requisitos o presupuestos procesales. Su estudio, que
condicionaba la admisibilidad de la pretensión, podía ser efectuado no sólo a requerimiento
de la demandada sino también, dada su naturaleza, en una etapa preliminar en la cual el
juez podía desestimar oficiosamente la demanda (art. 337 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación), sin que por ello se convirtiera en intérprete de la voluntad implícita
de una de las partes ni se alterase el equilibrio procesal de los litigantes, en desmedro de la
parte contraria.
e. que, la revisión de oficio in limine litis de los requisitos de admisibilidad antes de correr
traslado de la demanda también estaba establecida en diversas leyes federales que
regulaban procesos contencioso administrativos especiales (art. 3 de la ley 16.986; arts. 84
y 85 de la ley 11.683; arts. 1175 y 1176 de la ley 22.415; y arts. 1 y 2 del decreto-ley 14.715,
régimen de contestación de demandas del Banco Central) y en la mayoría de los códigos
procesales administrativos provinciales (de Buenos Aires; Catamarca; Córdoba; Corrientes;
Chaco; Entre Ríos, etc.).
"El reclamo administrativo previo a que se refiere los artículos anteriores no será
necesario si mediare una norma exp resa que así lo establezca y cuando:
a) Un acto dictado de oficio pudiere ser ejecutado antes de que transcurran los plazos
del artículo 31;
b) Antes de dictarse de oficio un acto por el Poder Ejecutivo, el administrado se hubiere
presentado expresando su pretensión en sentido contrario;
e) Mediare una clara conducta del Estado que haga presumir la ineficacia cierta del
procedimiento, transformando el reclamo previo en un ritualismo inútil;
Por su parte, la ley 25.344 dio a este precepto la siguiente redacción, actualmente
vigente:
"El reclamo administrativo previo a que se refieren los artículos anteriores no será
necesario si mediare una norma exp resa que así lo establezca y cuando:
Como puede advertirse, la amplitud que inicialmente tenía la norma era tal, que hizo
pensar a un sector de la doctrina nacional que la regla en la materia era, en realidad, la
inexigibilidad absoluta del reclamo previo 232 .
Sin embargo, aunque la severa reducción de exenciones que llevó adelante la reforma
fue, en general, cuestionada por los especialistas, cosechó algunas voces de
"entendimiento" o comprensión en relación con ciertos cambios. Así sucedió respecto de los
supuestos contenidos en los anteriores incisos a, y b. Se dijo, a tal fin, que la innovación era
acertada porque la experiencia había demostrado su nula utilización, además de producir
una distorsión en el ámbito propio de la vía reclamativa. "Ello es así, porque (...) su objeto
no es la revocación o modificación de actos administrativos —para lo cual ha sido prevista la
vía impugnatoria—sino obtener una conducta positiva o negativa de la Administración" 233 .
La exención eliminada más discutida fue la que el art. 32 contempló en su inciso e, que
desechaba la exigencia de interposición del reclamo en sede administrativa cuando, por
mediar una "clara conducta del Estado" que hiciera presumir la ineficacia cierta del
procedimiento, esa actividad resultase un "ritualismo inútil".
Otros autores sostenían que las vías administrativas eran alternativas y por ello los
particulares podían optar libremente por una o por otra, de un modo indistinto. Se buscaba,
así, eludir los plazos perentorios que la reglamentación 242 fijaba —y fija—para interponer los
recursos administrativos ya que la reglamentación no establece ningún plazo para la
presentación del reclamo administrativo previo 243 .
La modificación introducida por la ley 21.686 pareció haber dado una respuesta al
interrogante, en tanto el artículo 30 —en esa versión— prescribía que "Recurrido un acto en
todas las instancias administrativas correspondientes las cuestiones planteadas y
resueltas expresamente en esa vía por la última instancia no podrán reiterarse por vía de
reclamo; pero sí podrán reiterarse las no planteadas y resueltas y las planteadas y no
resueltas". Esa formulación textual no dejaba dudas en cuanto a que el cuestionamiento
recursivo de los actos administrativos producía el agotamiento de la vía administrativa y que
dicha vía no podía ser transitada nuevamente por conducto del reclamo. Y a partir de esa
premisa podía concluirse, implícitamente, en que no había alternativa posible entre ambas
vías administrativas: los actos administrativos debían ser impugnados por medio de los
recursos administrativos y así se agotaba la vía administrativa.
Empero, el párrafo aludido fue suprimido por la ley 25.344, de modo que no hay ninguna
posibilidad de que un acto administrativo impugnado por medio de todos los recursos
administrativos exigibles según el RLNPA pueda ser cuestionado por vía del reclamo. Al
mismo tiempo que suprimió ese párrafo, la ley 25.344 incorporó el siguiente pasaje al artícu-
lo 30: "La denegatoria expresa del reclamo no podrá ser recurrida en sede administrativa".
Puede verse que el texto legal vigente prevé, con claridad, que la manifestación expresa de
la voluntad de la administración en sentido negativo sobre la pretensión contenida en el
reclamo previo agota la vía administrativa —reclamatoria— y que no es obligatorio para el
particular formular una nueva impugnación en sede administrativa frente a dicha decisión.
Un criterio similar a ése ya había sido expuesto por la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo Federal, al señalar: "La circunstancia de que, en efecto,
medie un pronunciamiento administrativo no implica siempre, fatalmente, que el interesado
se encuentre obligado a cuestionarlo dentro de los límites temporales determinados por el
ordenamiento jurídico, siendo fundamental, en tal sentido, valorar no sólo la naturaleza y
condiciones bajo las cuales se suscita la intervención administrativa, sino primordialmente,
la naturaleza de la petición interpuesta. El carácter de una petición formulada por un
administrado no puede verse súbitamente transformado, ciertamente, por el hecho de que
la administración deba resolver una solicitud. Tal criterio resulta particularmente aplicable en
el caso en donde el órgano interviniente se limita a denegar una intimación del interesado
sin modificar en lo más mínimo la situación jurídica anterior del solicitante, sin imponerle
carga o restricción alguna y sin —en suma— disminuir la posición jurídica antecedente.
Designar la negativa del Instituto como "acto administrativo" no es erróneo (la actividad de
la Administración Pública se resuelve, al fin de cuentas, en una constelación de actos
administrativos); endosarle, en cambio, la preclusividad propia del sistema impugnatorio
resulta excesivo, máxime cuando la intimación (o solicitud) del interesado fue arbitrada como
petición autónoma y desvinculada de la vía recursiva [...] un sencillo ejemplo alcanzará para
ilustrar el punto. Basta imaginar qué hubiera sucedido —de seguir el criterio que informa la
decisión recurrida—si el actor, en lugar de serle vedado el pago de las diferencias salariales,
le hubiesen negado la percepción del sueldo [...] nada más es necesario añadir al respecto,
como no sea puntualizar que en función de la naturaleza del crédito reclamado el
demandante ni siquiera estaba constreñido a formular una intimación previa (necesaria a
otros efectos patrimoniales) al ente autárquico demandado. Resultaría, por ende, paradojal,
que la decisión administrativa provocada ante su petición tuviera por principal efecto mutilar
elípticamente el ámbito de protección de su derecho" 246 .
En otro juicio en que se demandó por el cobro de una suma de dinero que —según se
alegó—debía Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA) y/o el Ministerio
de Agricultura Ganadería y Pesca, el Estado Nacional opuso la excepción de falta de
agotamiento de la vía administrativa en tanto no se había presentado ningún reclamo ante
la Unidad de Coordinación y Evaluación de Subsidios al Consumo Interno (UCESCI). La
cámara desestimó el planteo con fundamento en que (i) disponer el reenvío a sede
administrativa con la finalidad de que se presentara un nuevo reclamo administrativo ante la
UCESCI habría comportado un ritualismo inútil por el excesivo rigor formal y un
desconocimiento del principio in dubio pro actione y (ii) a partir de la disolución de la ONCCA,
la UCESCI, creada por el decreto 193/2011, es la autoridad encargada de administrar e
implementar el mecanismo previsto en la resolución 9/2007 del ex Ministerio de Economía
y Producción, y de otorgar y pagar los subsidios involucrados 255 .
El artículo 322 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación prevé: "Podrá
deducirse la acción que tienda a obtener una sentencia meramente declarativa, para hacer
cesar un estado de incertidumbre sobre la existencia, alcance o modalidades de una relación
jurídica, siempre que esa falta de certeza pudiera producir un perjuicio o lesión actual al
actor y éste no dispusiera de otro medio legal para ponerle término inmediatamente. El Juez
resolverá de oficio y como primera providencia, si corresponde el trámite pretendido por el
actor, teniendo en cuenta la naturaleza de la cuestión y la prueba ofrecida".
En un caso en que se promovió una acción declarativa de certeza, en los términos del
referido artículo del código procesal, con el objeto de que (i) se pusiera fin al estado de
incertidumbre en torno al real cumplimiento de los términos y condiciones originales de la
emisión de unos títulos públicos y (ii) se declarase el derecho a exigir el cumplimiento de las
obligaciones con los alcances establecidos en las condiciones de emisión de los títulos
públicos, el Estado Nacional (Ministerio de Economía y Finanzas Públicas) planteó
la excepción de falta de agotamiento de la vía administrativa con sustento en la presencia
de un proceso contencioso administrativo asentado en la impugnación de un obrar
administrativo. La cámara desestimó la excepción con fundamento en que (i) no cuestionaba
la legitimidad y la legalidad de decretos, resoluciones, disposiciones y otros actos
administrativos relativos a las condiciones de emisión de títulos de la deuda pública nacional,
(ii) la opción procesal no era una acción de condena, (iii) la instancia judicial se hallaba
habilitada en atención a los términos en los que fue promovida la demanda, que no
presentaba una naturaleza reclamatoria ni impugnatoria 257 .
Es bien sabido que este principio, reconocido expresamente en el artículo 1º, inciso 'c',
de la LNPA, ha sido consagrado en favor de los particulares. Esto es indudable y parece
claro. Sobre esa premisa, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal ha remarcado, por un lado, que la administración tiene la obligación
de dar curso a las impugnaciones presentadas por los particulares aun cuando ellas
adolezcan de faltas formales 265 , y, asimismo, ha enfatizado que "el principio del
informalismo se concibe siempre a favor del particular, como un modo de no frustrar los
remedios procesales que la ley les acuerda, por lo que "carece de lógica invocar su
aplicación [por parte de la administración] para rechazar la vía reclamatoria intentada por la
actora para habilitar la instancia judicial" 266 .
La Corte Suprema expuso, durante unos años, un criterio claro en el sentido de que los
jueces no podían revisar de oficio, ni a instancia de los fiscales, si los recaudos de
admisibilidad se hallaban cumplidos. El fundamento central de ese criterio radicó en que las
decisiones judiciales que desconocen o acuerdan derechos no debatidos en la causa son
incompatibles con las garantías de los artículos 17 y 18 de la Constitución Nacional, pues el
juzgador no puede convertirse en intérprete de la voluntad implícita de una de las partes sin
alterar, de tal modo, el equilibrio procesal de los litigantes en desmedro de la parte
contraria 267 .
Después de unos años, el Tribunal cambió ese criterio, tras haber realizado un
nuevo examen de esa "delicada y trascendente" cuestión, y admitió la facultad de los jueces
para examinar de oficio el cumplimiento de los recaudos que condicionan la admisibilidad
de la pretensión contencioso administrativa, concretamente, allí, del plazo de caducidad
previsto en el artículo 25 de la LNPA 268 . Los fundamentos, indudablemente conocidos,
fueron los siguientes: (i) el artículo 337 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
que permite desestimar oficiosamente la demanda, sin que por ello el juez "se convierta en
el intérprete de la voluntad implícita de una de las partes ni se altere el equilibrio procesal
de los litigantes en desmedro de la parte contraria", (ii) además condiciones de admisibilidad
establecidas en el código procesal, debe cumplirse con los requisitos específicos de este
tipo de proceso previstos en el título IV de la LNPA, (iii) la revisión de oficio in limine litis de
los requisitos de admisibilidad antes de correr traslado de la demanda también está
establecida en diversas leyes federales que regulan procesos contencioso administrativos
especiales.
Ese criterio, favorable al control de oficio fue criticado severamente por un sector de la
doctrina 270 .
En un caso en el que se cuestionaba una declaración como "inepto para las funciones
de su grado" realizada por la Junta Superior de Calificaciones de Oficiales y Suboficiales del
Ejército, se interpuso un recurso y/o denuncia de ilegitimidad. El ejército comunicó al
interesado que el recurso no era procedente, puesto que la calificación no comportaba una
sanción sino un hecho objetivo, y advirtió que quedaba agotada la vía administrativa por lo
que las futuras presentaciones no serían tenidas en consideración. La demanda fue dirigida
a obtener la declaración de nulidad de la última parte de la comunicación recién referida.
En el fallo plenario dictado a raíz del recurso de inaplicabilidad de ley, la cámara fijó,
como doctrina legal 272 , que "la falta de habilitación de la instancia puede ser declarada
previo al traslado de la demanda en los supuestos de incumplimiento de los
requisitos exigidos para la admisibilidad de la acción, y los plazos establecidos en el art. 25
de la ley 19.549, al igual que los demás requisitos de admisibilidad formal, deben
ser examinados previo a correr traslado de la demanda contencioso-administrativa" 273 .
Contra esa decisión, la parte interesada dedujo recurso extraordinario federal.
La Corte Suprema dejó sin efecto el fallo plenario y devolvió la causa para que se dictara
un nuevo pronunciamiento. Para decidir de ese modo, el Tribunal expresó que "las
cuestiones planteadas en el recurso de inaplicabilidad de ley y las propuestas en el
recurso extraordinario federal no son las mismas [...] en el primero el actor [...] sostuvo que
el cumplimiento de los requisitos de admisibilidad de la acción contencioso administrativa,
en particular, la interposición de la demanda dentro de los plazos previstos en el art. 25 de
la ley 19.549, no podía ser examinado de oficio; cuestión que el plenario resolvió de manera
adversa a su parte [...] en el recurso extraordinario planteó una cuestión que en sentido
lógico es anterior y, por ello, resulta en sí diferente de la decidida en el plenario; como lo es
la relativa a que, de acuerdo con la doctrina de Fallos 311:255 y 312:1250 (vigente a la fecha
de interposición de la demanda), las previsiones del art. 25 de la ley 19.549 no resultaban
aplicables a los organismos militares y de seguridad, ni de oficio, ni a pedido de parte" y
añadió que "lo resuelto en la causa 'Tajes' (Fallos 322:551) a cuyos fundamentos cabe
remitirse por razón de brevedad, el art. 25 de la ley 19.549 no es aplicable a los
procedimientos tramitados ante los organismos milita res; por lo que corresponde
descalificar el pronunciamiento cuestionado".
Queda por examinar, todavía, los efectos que tiene el incumplimiento de este recaudo.
La relevancia de esos efectos está dada, como advertimos en el punto I, al comienzo del
capítulo, el incumplimiento de los extremos que constituyen la habilitación de la instancia
puede provocar la pérdida del derecho a la revisión judicial de la actividad de la
administración, y, con ello, que lo resuelto por la administración en el procedimiento instado
en su sede quede firme.
El tema, como también dijimos, presenta una insoslayable relación con el ejercicio del
derecho constitucional de acceso a la jurisdicción —concretamente, la jurisdicción
contencioso administrativa—y con el principio constitucional de tutela judicial efectiva.
En efecto, en un caso, con motivo de una ejecución fiscal en la que el tribunal de grado
hizo lugar a la excepción de "pago total documentado" en los términos del artículo 92 de
la ley 11.683, de procedimiento tributario, por entender que la administración había recibido
del demandado, sin reservas, el pago del capital adeudado en concepto de obligaciones con
el sistema de seguridad social correspondientes a un período determinado (razón por la cual
aquélla no podía reclamar luego reliquidación e intereses, en los términos del artículo 624
Código Civil, como lo hizo), la Corte Suprema revocó la decisión con sustento en que esa
cuestión había sido examinada y resuelta en la instancia administrativa previa, en sentido
contrario al que invocaba el demandado, por lo que no podía cuestionarse en esa instancia
judicial. Concretamente, puntualizó: "4º) Que el certificado de deuda que encabeza estas
actuaciones (...) ha sido emitido a raíz de que quedó firme el acta rectificatoria labrada por
el ente recaudador en la inteligencia de que el pago efectuado por José Justo Maulini el 31
de agosto de 1989 no produjo efectos cancelatorios de la deuda inicialmente liquidada
porque no fue realizado según el coeficiente de actualización aplicable en aquel momento.
En consecuencia, el organismo administrativo imputó la suma abonada por el contribuyente
como un ingreso a cuenta y procedió a recalcular la deuda, con su reajuste e intereses (...).
La impugnación planteada por José Justo Maulini fue rechazada mediante la resolución
007/96 del Departamento Impugnaciones de la Dirección General Impositiva. Respecto de
ella no se interpuso recurso para ante la Cámara Federal de la Seguridad Social. 5º) Que
de lo expresado resulta que la defensa opuesta por la parte demandada, y que ha sido
admitida por el a quo, no constituye en rigor la excepción de "pago total documentado",
prevista por el art. 92 de la ley 11.683 (t.o. en 1978), pues no consiste en sostener que ha
sido abonado el saldo resultante de la reliquidación a la que se hizo referencia —cuyo cobro
pretende obtener el Fisco mediante este juicio de apremio— sino que se funda en la
atribución de efectos cancelatorios al pago efectuado en agosto de 1989, cuestión que ya
ha sido debatida en las actuaciones administrativas y fue resuelta en forma adversa a la
posición sostenida por el contribuyente mediante una resolución que se encuentra
firme" 276 .
Es insoslayable la cita, sobre este punto, del criterio establecido por la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Contencioso administrativo Federal, en pleno 277 , en el sentido de
que —como criterio jurisprudencial de hermenéutica general, distinto incluso de algunas
concepciones delineadas en el ámbito del derecho común— no resulta admisible la acción
contencioso-administrativa posterior que procura obtener el reconocimiento de créditos
incompatibles con lo dispuesto por un acto administrativo cuya validez no pudo ser revisada
judicialmente por haber sido consentido por los afectados. Regla que en estos supuestos no
admite excepciones, puesto que se trata de derechos patrimoniales, por esencia
renunciables de modo expreso o tácito 278 .
En uno de ellos 279 , tras explicar cuál es la finalidad y razón de ser que tienen los plazos
de caducidad en el procedimiento administrativo, el Tribunal estimó que su aplicación no
procedía en el caso en razón de que "el reconocimiento del crédito que invoca la actora
nació de la relación instaurada entre las partes, que se plasmó en el contrato que celebraron,
y no del acto administrativo que rechazó su petición, en la medida en que éste en nada
afecta a los términos de la relación jurídica originalmente establecida entre los contratantes".
De ese modo, dejó abierta la posibilidad de que en un supuesto distinto 280fuera necesaria
la declaración de invalidez para hacer caer la presunción de legitimidad que ostenta todo
acto administrativo (ar t. 1 2, LPA) y proceder así la reparación de los daños originados.
En otro caso 281, después de recordar lo que el recurrente había señalado en su remedio
federal, esto es, que la nulidad del acto administrativo que dispuso su cesantía (dando origen
al reclamo de daños) había sido previamente desestimada en otro proceso por no haber
sido promovido dentro del plazo del artículo 25 de la LNPA, decisión que se encontraba
firme, el Tribunal concluyó en que esta circunstancia impedía volver a exa minar la alegada
ilegitimidad del acto separativo y, por obvia consecuencia suya, la viabilidad de la reparación
pretendida, en la medida en que aquélla era causa directa de ésta.
En la misma fecha, la Corte Suprema afirmó que los actos administrativos no
impugnados judicialmente en el plazo que establece el ar t. 2 5 de la ley 1 9.549, devienen
firmes e irrevisables a pedido del interesado debido a la caducidad operada (doctrina de
Fallos 179: 249, especialmente ps. 2 79/280), razón por la cual, en tal caso, no es admisible
la acción por cobro de pesos o el reclamo de los daños y perjuicios basados en el accionar
ilícito de la administración [...] dicha conclusión es una consecuencia lógica de la naturaleza
accesoria —en el ámbito del derecho administrativo— de pretensiones como las antes
indicadas respecto de la acción de nulidad, en virtud de la presunción de legitimidad que
ostentan los actos administrativos (art. 12 de la ley 19.549), por cuyo mérito se presume que
toda la actividad de la administración guarda conformidad con el ordenamiento jurídico,
presunción que subsiste en tanto no se declare lo contrario por el órgano competente [...] al
no mediar declaración de ilegitimidad no puede haber resarcimiento o pago de suma de
dinero alguna pues falta la causa de tales obligaciones" 282 .
SUMARIo: I. Cuestiones generales.- II. Aspectos generales del agotamiento de la vía administrativa.- III. Plazo
de caducidad en la LNPA.- IV. Impugnación judicial de los actos administrativos.- V. Conclusiones.
I. CUESTIONES GENERALES
El principio de legalidad —propio del Estado de Derecho— presupone que toda violación
formal o material a la legalidad sea rectificada por la propia estructura administrativa o resulte
al menos susceptible de ser impugnada ante quienes tienen a su cargo el ejercicio de la
función jurisdiccional285.
Por ello la actuación de los jueces es, en ese marco, de fundamental importancia en el
derecho administrativo, porque resuelven los conflictos entre los ciudadanos y la
Administración pública, definiendo el equilibrio entre los derechos de los particulares y las
prerrogativas de los poderes públicos286.
En efecto uno de los recaudos clave para catalogar a un Estado como de derecho es el
de la primacía de la ley, del que se desprende el principio de legalidad administrativa288.
Que además el principio de legalidad traduce la exigencia de encuadrarse dentro de las
normas y los valores del sistema jurídico, por lo cual también puede entenderse como una
forma de garantía de las funciones estatales que asegura plenamente su realización289.
Significa, entonces, en la dinámica de un Estado de derecho, el sometimiento de cualquier
órgano estatal a las disposiciones del ordenamiento jurídico290.
Sobre este punto Coviello señala que: "[E]l contenido actual de la vinculación de la
Administración a la ley u ordenamiento jurídico, traducida en el principio de legalidad
administrativa, muestra que la norma jurídica no es vista como un límite externo de actuación
de los poderes públicos, en el sentido de que frente a un poder de libre determinación inicial
sólo se oponen los límites impuestos por el ordenamiento —doctrina de la vinculación
negativa de la Administración por la ley—, sino, al contrario, como una condición o
habilitación previa del ordenamiento para la actuación administrativa —doctrina de la
vinculación positiva—. En definitiva, estos principios jurídicos fueron cristalizados
normativamente en la Ley Fundamental alemana de 1949, cuyo art. 20.3, establece que el
Poder Ejecutivo está "sometido" a la ley y al derecho"292.
Es justamente ante el obrar administrativo fuera de los límites legales impuestos que
cobra importancia el control de legalidad realizado a través del proceso establecido en el
ordenamiento jurídico pertinente.
También resulta importante señalar que para el reconocimiento pleno y efectivo del
derecho y con el fin de brindar seguridad jurídica a los ciudadanos, debería considerarse la
implementación de un Código Contencioso Administrativo Nacional, que como bien señala
Cassagne294 es una herramienta imprescindible para poder encauzar de una manera
orgánica y sistemática todos los mecanismos que tienden a la realización de una tutela
judicial efectiva.
La vía del reclamo tiene lugar cuando la Administración no se ha expedido aun a través
del dictado de un acto administrativo particular y se pretende el reconocimiento de un
derecho, un dar, un hacer o un no hacer de aquélla. A tales fines debe presentar un reclamo
administrativo previo previsto en el art. 30 de la LNPA299.
Por ello la demanda debe ser presentada dentro del plazo de caducidad establecido en
la LNPA. La razón o justificación de la caducidad es la seguridad jurídica, que aconseja
limitar en el tiempo la posibilidad de cuestionar la conducta de la Administración —por acción
y omisión— y que, luego de cierto plazo, dicha conducta se considere consentida y firme.
Por ello la caducidad, que por la razón expuesta tiene plazos breves, debe aplicarse a los
casos de pronunciamientos expresos que resuelvan las pretensiones formuladas por las
vías: recursiva y reclamativa, en las que la Administración tiene asumida su posición301.
En la vía recursiva o impugnativa de los arts. 23 y 24, cuando existe resolución expresa,
el plazo para interponer la demanda es de 90 días hábiles judiciales, a contar según se
indica en los incisos a) b) y c) del art. 25; plazo que se reduce a 30 días hábiles judiciales,
si por leyes especiales la impugnación debe efectuarse por un recurso directo, que habrá de
tramitar, en su caso, en la Cámara Contencioso Administrativa302.
En principio corresponde resaltar que uno de los grandes problemas de la doctrina radica
entre la coincidencia o discordancia que presentan las categorías de "acto administrativo de
alcance general" y de "reglamento".
Al respecto señala Hutchinson que: "Toda la doctrina nacional, o por lo menos su sector
más importante, entendía antes de la sanción de la ley 19.549/72 que los actos
administrativos de alcance general o con contenido general, no son otra cosa que los
vulgarmente llamados reglamentos administrativos". Afirma también que posteriormente al
dictarse el decreto ley 19.549/72, éste emplea esta terminología al mencionar en algunas de
sus disposiciones a los actos administrativos de alcance general305.
Cassagne, por su parte, sostiene que "... el rasgo que realmente tipifica al reglamento es
su pertenencia al ordenamiento jurídico externo aparte de las restantes notas inherentes a
su naturaleza materialmente legislativa (publicidad, obligatoriedad, generalidad, etc.) En ese
sentido, el reglamento viene a constituir una especie dentro del género de los actos de
alcance general que puede emitir la Administración Pública"309.
Agrega este prestigioso autor que aquello que caracteriza a un acto como reglamentario
es la repetibilidad, la reiterabilidad, de los supuestos de hecho, en la medida que no es lo
mismo un reglamento que establezca un régimen de licencia para el personal de un órgano
administrativo que el acto por el cual se llama a un concurso o licitación. Estos últimos agotan
su eficacia en la mera emisión, se consumen al ser dictados. En cambio los actos de alcance
general que no dan lugar a esa reiterabilidad de los supuestos fácticos, sencillamente son
actos de alcance general extranormativos, pero no son reglamentos311.
Esta última distinción realizada entre acto administrativo de alcance general y
reglamento, resulta la más apropiada o por lo menos, a mi juicio, describe mejor las
diferencias existentes entre ambas disposiciones.
Igualmente se coincida o no con esta distinción en modo alguno el criterio que se adopte
modifica el análisis pretendido en este trabajo con respecto al plazo de caducidad.
En síntesis la norma dispone que el acto impugnado sea definitivo o sea aquél que
resuelve la cuestión de fondo, porque ello persigue como objetivo que se centralice la
revisión jurisdiccional de la actividad administrativa una vez resuelta la cuestión de fondo,
con el fin de que no sean sometidos a juzgamiento actos procedimentales de trámite
dictados en forma previa a la resolución de fondo313 y el agotamiento de la instancia se
vincula con la exigencia que el acto cause estado, esto es, la circunstancia de que se hayan
agotado a su respecto las instancias de recurso en sede administrativa, o bien no sea
susceptible de recurso alguno en dicha sede314.
Con relación a la referencia efectuada en la norma del silencio administrativo éste puede
definirse como una ficción que la ley establece en beneficio del interesado y en virtud del
cual se considera estimada (silencio positivo) o desestimada (silencio negativo) la solicitud
de aquél cuando la administración incumple el deber que tiene de resolver y se dan los
demás requisitos exigidos por la ley. El silencio debe entenderse, siempre, como un
complemento de la obligación de resolver316.
a) La impugnación directa está prevista en el art. 24 inc. a) de la ley 19.549319, por vía
de la reclamación administrativa, y establece una serie de requisitos en cuanto a la
legitimación, condiciones de impugnación y agotamiento de la instancia administrativa.
En tales términos, como quedó expresado en los párrafos anteriores, el art. 24 de la ley
19.549 establece el medio procesal a través del cual debe agotarse la vía administrativa
para luego estar habilitado para realizar la impugnación judicial de los reglamentos
provenientes de la Administración Pública; sin embargo, esta norma no determina qué
efectos posee la declaración de nulidad324.
Además agrega que los reglamentos pueden ser pasibles de impugnación tanto por
causas inherentes a su objeto o contenido como también respecto de los presupuestos
concernientes a la voluntad del órgano y a los elementos que integran el acto administrativo
(forma, sujeto o subjetivo, causa y finalidad).
Grecco comparte dicho criterio, y señala que "...aquello que resulta fiscalizable en la
impugnación de las disposiciones normativas de la Administración, es, sustancialmente, el
correcto ejercicio de la potestad atribuida; y puesto que los extremos que disciplinan tal
ejercicio son precisados en el derecho Administrativo, concurre una especie de postulado
de la universalidad del recurso contra reglamentos según el cual no existen
materias exentas..." y, a su vez, destaca como excepción al principio que medie una
atribución jurisdiccional en sentido adverso326.
b) Otro requisito común es la aplicación del plazo del artículo 25 de la LNPA respecto de
los actos pasibles de nulidad absoluta: El problema que señalan los autores es con respecto
a si al vencimiento del plazo que estipula el art. 25 de la ley opera la extinción definitiva de
la acción de nulidad absoluta, teniendo en cuenta que esta acción es imprescriptible327.
En ese sentido Bianchi señala que el art. 24 de la ley 19.549 establece el medio procesal
a través del cual debe agotarse la vía administrativa para luego estar habilitado para realizar
la impugnación judicial de los reglamentos provenientes de la Administración Pública; sin
embargo, esta norma no determina qué efectos posee la declaración de nulidad329.
La ley 19.549, con las modificaciones introducidas por su similar 21.686 y por la ley
25.344, estableció en los arts. 23 y 24 una vía para la impugnación judicial de los actos
administrativos de alcance particular y general. A la vez, en lo que aquí interesa, el art. 25
de la LNPA subordinó la promoción de demandas impugnativas al plazo de noventa (90)
días hábiles judiciales, cuando la pretensión deba articularse por vía de acción y, en ese
caso, el plazo debe computarse desde la notificación del acto que agote la instancia
administrativa, según se trate de actos de alcance particular o bien de la impugnación directa
o indirecta de actos de alcance general (art. 25, inciso a, b y c)330. Por tales circunstancias
ante el silencio de la Administración el plazo no empieza a computarse.
En cambio en el caso de que una norma expresa establezca la impugnación del acto
administrativo por vía de recurso, el plazo para deducirlo será de treinta (30) días desde la
notificación de la resolución definitiva que agote la instancia administrativa (art. 25, último
párrafo).
La jurisprudencia ha establecido que el plazo para acceder a la revisión judicial del acto
administrativo es un plazo de caducidad, caracterizado por lo perentorio, automático y fatal
de sus efectos, desde que acarrea la imposibilidad de impugnar de manera judicial el acto
por no ejercer la acción en el tiempo establecido y ello produce, en consecuencia, la firmeza
o su convalidación y lo convierte en un acto válido, inatacable y eficaz331.
En cuanto a la validez constitucional de los plazos a los que se encuentra sujeta el inicio
de las demandas contra el Estado y más allá de las posturas a favor y en contra, lo cierto es
que como afirma Diez, en el estado actual de nuestra jurisprudencia, la sujeción de las
acciones contencioso administrativas a plazos de caducidad como el contemplado por el
artículo 25 de la LNPA no resulta pasible de descalificación desde el punto de vista
constitucional332.
Fue la solución ideada frente a la inactividad administrativa, para evitar que se impidiera
el acceso a la instancia judicial frente a la exigencia del agotamiento de la vía administrativa.
Fue instaurado como un instrumento complementario de la exigencia de la reclamación
administrativa previa, para que cuando no fuera resuelta, ello no fuera un obstáculo que
impidiera ejercer la acción judicial335.
En la vía reclamo del artículo 30, la LNPA en el art. 31 seguía el mismo criterio, señala
Pozo Gowland y explica que: ante la resolución expresa del reclamo que lo desestima, total
o parcialmente, la demanda debía interponerse dentro del plazo perentorio de 90 días
hábiles judiciales, por aplicación del art. 25 inc. a), ya que el art. 31 no estableció un plazo
especial; en cambio, ante el silencio de la Administración por falta de pronunciamiento dentro
de los 90 días de formulado, el interesado podía requerir pronto despacho y si transcurrían
otros 45 días, podía iniciar la demanda en cualquier momento, con el límite que resultase
del plazo de prescripción aplicable.
Destaca que algunos autores, con una interpretación estricta del texto del artículo 31 y
limitada a lo allí dispuesto, consideraron el inicio del plazo de caducidad vencido el plazo de
45 días de interpuesto el pronto despacho. Otros se expresaron en sentido contrario,
limitando el inicio del plazo de caducidad sólo frente a la resolución expresa del reclamo.
Por último, otro sector se inclinó de manera directa por la inconstitucionalidad de la norma.
También allí se destacó que "con tal comprensión de la norma, ella no es descalificable
por lesiva a principio de constitucionalidad alguno, en tanto éstos no se hallan directamente
afectados si se atiende a que el art. 26 de la LNPA admite la posibilidad de que ante el
silencio de la Administración la demanda pueda iniciarse en cualquier momento, y sin
perjuicio de lo que corresponda en materia de prescripción (conf. arts. 31 y 26 de la LNPA)".
Además con una destacada claridad se señaló que "la imposición de un plazo de
caducidad para demandar frente al silencio administrativo, además de no ser congruente
con la finalidad de la opción procesal de dicho instituto consagrada en el art. 26 de la LNPA,
tampoco lo es con el modo de contar el plazo de caducidad previsto en el art. 25 de la LNPA
para deducir la demanda, pues en los supuestos contemplados en este artículo dicho
término se computa a partir de la notificación del acto que agota la vía administrativa (con
los efectos del art. 44 del decreto 1759/72 si se hiciere en contravención a sus normas) y,
en el supuesto del silencio, no podría dar comienzo por la inexistencia de acto administrativo
para notificar".
Y se destaca que de "...una atenta lectura del art. 31 da la pauta de que sólo operará la
caducidad de la acción cuando se impugna el acto administrativo que deniega el reclamo
administrativo". A su vez se afirma que la opción del interesado de entablar la demanda en
los plazos perentorios previstos en el art. 25 de la LNPA ha sido establecido para el supuesto
de que el reclamo sea resuelto de manera expresa en contra del particular y para el caso
del silencio administrativo regirá "lo que fuere pertinente en materia de prescripción".
Además ello permite sostener que no se aplica el término de caducidad del art. 25 de la
LNPA cuando se configura el silencio porque, de lo contrario, la remisión a los plazos de
prescripción sería innecesaria338.
V. CONCLUSIONES
Por ello para el adecuado funcionamiento del sistema republicano y para que
efectivamente se posibilite un adecuado control de la cosa pública y la defensa de los
intereses particulares en sus relaciones con la administración, se necesita de un sistema de
tutela administrativa y judicial sencillo, claro, que pueda ser conocido en todo sus alcances
y requerimientos con carácter previo a que se susciten eventuales conflictos340.
Al respecto Bianchi con una claridad impecable señaló que "mientras al administrado se
le impone una fuerte celeridad impugnatoria para acceder a la instancia judicial, una vez que
ésta ha sido alcanzada, se le oponen todas las trabas y controles posibles para demorar el
curso del proceso" y agrega que "la LPA no está diseñada para proteger los derechos de los
administrados, sino para preservar a la Administración de las demandas que éstos
plantean".
Conforme a ello resulta que en la Declaración Americana de los Derechos del Hombre,
en el artículo XVIII, se establece que: "Toda persona puede concurrir a los tribunales para
hacer valer sus derechos. Asimismo debe disponer de un procedimiento sencillo y breve por
el cual la justicia lo ampare contra actos de la autoridad que violen en perjuicio suyo, algunos
de los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente".
Además la Convención Americana sobre los Derechos Humanos (llamada Pacto de San
José de Costa Rica), establece en el art. 8º inc. 1º, que: "Toda persona tiene derecho a ser
oída públicamente con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o
tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la
ley,...para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o
de cualquier otro carácter", y a su vez el art. 25 prescribe que: "Toda persona tiene derecho
a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención...".
Por último, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Adla, XLVI-B, 1107),
dispone en el art. 14, que: "Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de
justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías
por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la
substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil".
En los textos analizados, se advierte, de manera concreta, que los tratados propugnan
por el derecho a un libre acceso a la función jurisdiccional y que una interpretación o
consideración contraria o restrictiva implicaría vulnerar la Constitución en sí misma, en la
medida que las normas antes citadas no sólo integran la carta magna sino que además
cuentan con una jerarquía superior a las leyes341.
Por otra parte no debemos olvidar que el fin del Estado consiste en la realización de la
justicia, cuyo sentido se encuentra universalmente admitido en todos los pueblos y ha sido
definida como "el hábito según el cual uno, con constante perpetua voluntad da a cada cual
su derecho"342.
Por último resulta importante señalar que para el reconocimiento pleno y efectivo de la
protección integral de los derechos y con el fin de brindar seguridad jurídica a los
ciudadanos, deberían regularse, a través de un Código Contencioso Administrativo
Nacional, las instituciones del derecho administrativo que garanticen, en la actualidad, la
obtención de tales fines, porque como bien señala Cassagne344 es una herramienta
imprescindible para poder encauzar de una manera orgánica y sistemática todos los
mecanismos que tienden a la realización de una tutela judicial efectiva.
Se trata de un presupuesto procesal348en razón del cual quien demanda al Estado debe
probar que éste reviste la calidad de sujeto enjuiciable; esto es, que con anterioridad al inicio
del proceso se ha agotado la instancia administrativa (o que su situación encuadra en alguno
de los supuestos que eximen tal agotamiento) y que la acción ha sido interpuesta dentro del
breve plazo de caducidad que preceptúa la normativa349. En el proceso nacional, la
necesidad del agotamiento de la vía y cumplimiento del plazo de caducidad surgen del Título
IV de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos (LNPA) 19549350.
La razón de ser de este instituto radica, en palabras de la Corte, en que sea la propia
Administración —sometida al ordenamiento jurídico como consecuencia del principio de
legalidad— quien resuelva sus conflictos jurídicos, cumpliendo así con un aspecto necesario
de su competencia constitucional de administrar (finalidad que se logra sometiendo la
cuestión primeramente —como regla— a la vía administrativa) y, por otro lado, "que el
cuestionamiento judicial de los actos administrativos no lleve —por la natural extensión de
los plazos de prescripción— a la inseguridad de la efectiva ejecución de los cometidos
administrativos" (extremo que se asegura mediante la imposición de plazos breves de
caducidad para el inicio de la acción contenciosa)351.
Es por ello que la Corte ha sostenido que la resolución que declara no habilitada la
instancia judicial puede asimilarse a una sentencia definitiva, puesto que de quedar firme
clausuraría totalmente el acceso del actor a la jurisdicción357.
En tal afán, es uniforme la jurisprudencia del máximo tribunal, en cuanto a que el principio
que debe primar es el de "in dubio pro actione", de modo tal que ante la duda sobre la
admisibilidad o no de la acción basada en la acreditación de la habilitación de la instancia,
se debe tener a ésta por configurada359, pues no debe perderse de vista que la cuestión que
se decide en la habilitación es el acceso a la justicia y no el resultado del pleito ni los posibles
fundamentos de la sentencia a dictarse360.
Tal como fue puesto de relieve por Galeano en su estudio sobre la cuestión, los
pronunciamientos del fuero habían sido disímiles, a la fecha en la cual el planteo
constitucional llegó a conocimiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación364.
En una primera etapa, tal control fue admitido con base en las razones expuestas en la
Exposición de motivos de la LNPA, tendientes a evitar que el juez adopte una decisión
respecto de la admisión del proceso que luego deba modificar en atención a los nuevos
elementos incorporados por el accionado al oponer la excepción de falta de habilitación.
Este criterio fue luego abandonado por la Corte en el caso "Gorordo", en el que calificó
al requisito de la habilitación como un presupuesto procesal que condiciona la admisibilidad
de la acción y que, consecuentemente, puede ser evaluado por el juez de oficio "sin que por
ello se convierta en el intérprete de la voluntad implícita de una de las partes ni se altere el
equilibrio procesal de los litigantes..."367.
Más allá del interesante debate jurisprudencial y doctrinario que la cuestión suscitó368,
en la actualidad el deber del juez de controlar de oficio la habilitación de la instancia se
encuentra expresamente previsto en la LNPA, art. 31, modificado por Ley Nro. 25344.
Sentado lo anterior, corresponde que nos ocupemos del trámite de dicha habilitación.
La práctica tribunalicia indica que presentada la demanda y recibidas las actuaciones por
el juzgado sorteado, es usual que si el juez abriga dudas en punto a la competencia del
tribunal, remita la causa al fiscal sólo en lo atinente a esta cuestión. Si el dictamen fiscal es
favorable a la intervención del juzgado y el magistrado comparte el criterio, girará
nuevamente las actuaciones al ministerio público para que se expida —siguiendo la
terminología de la ley 25.344— sobre "la procedencia de la acción"370.
En sentido estricto, el fiscal y el juez valoran —en esta etapa liminar del proceso—
la admisibilidad de la acción, pues la procedencia hace al fondo de la cuestión y debe ser
objeto de tratamiento en oportunidad de la sentencia definitiva.
Por eso, creemos que es más apropiado el vocabulario elegido por el legislador de la
misma ley 25.344 cuando en otro pasaje determina que "Admitido el curso de la acción" se
dará traslado a la accionada (art. 9, énfasis agregado) pues consideramos que al ser un
presupuesto de la pretensión, la habilitación de la instancia constituye un requisito
de admisibilidad y no de procedencia del proceso371.
En este caso, el fiscal solicitará al juez que requiera el expediente labrado en sede
administrativa con motivo de la pretensión del actor y una vez obtenido aquél se expedirá
sobre la habilitación, haciendo lo propio luego el tribunal.
Admitido el curso de la acción, el juez correrá traslado de la demanda para que dentro
del plazo de contestación se opongan las defensas y excepciones que el accionado estime,
entre las cuales se encuentra la de "falta de habilitación de la instancia"379.
Una cuestión de interés es la relativa al sujeto legitimado para oponer la excepción que
nos ocupa. Sobre el punto, la jurisprudencia ha sostenido que en tanto prerrogativa de
derecho público, la falta de habilitación no puede ser invocada por un particular, razón por
la cual ha sido desestimada liminarmente cuando el Estado demandado no la opone y sí lo
hace una persona física o jurídica de derecho privado que pretende valerse de aquélla384.
Quien opone la excepción —desde otro ángulo— debe haber actuado diligentemente,
pues si en sede administrativa se le indicó al particular que contra determinado acto procedía
un recurso administrativo que aquél artículo, no se puede luego en sede tribunalicia sostener
la inhabilitación de la instancia con fundamento en que, conforme a la normativa, debió
seguir un iter procedimental distinto387.
Pensemos el caso de quien concurre a solicitar una autorización para construir, una
licencia para conducir, un beneficio de la promoción industrial, etc. Ciertamente, considera
que tiene derecho a lo que pide, pero no puede imputar a la Administración —al menos hasta
ese momento— ninguna conducta reprochable.
En tal caso, la solicitud del particular encuadra como una simple pretensión del art. 10
LNPA y tiene por objeto un pronunciamiento concreto que el órgano o ente requerido deberá
producir en el plazo de sesenta días, transcurrido el cual habrá de interponerse pronto
despacho y, si persiste el silencio, el particular podrá interpretar que se le ha denegado lo
pedido, pudiendo interponer la acción judicial en cualquier momento389, conforme lo prevé
el art. 26 de la LNPA390.
Si lo solicitado se deniega expresamente a través de un acto administrativo, estamos
ante una nueva situación, que trataremos seguidamente.
Cuando se notifica un acto de alcance individual que agota la vía administrativa, debe
advertirse tal circunstancia al particular notificado pues de lo contrario el plazo para accionar
se alarga en sesenta días hábiles judiciales (es decir, pasa a ser de 150 días hábiles
judiciales: 90 días —plazo ordinario, art. 25 LNPA— más 60 días de "gracia" por el error en
la notificación —cfr. art. 40 RLNPA—)391.
En el primer caso, corresponde articular el reclamo que prevé el art. 24 inc. a) de la ley,
al que la doctrina denomina —a fin de distinguirlo del reclamo administrativo previo—
"reclamo impropio".
Se trata de una especie de reclamo que tiene en común con su género (y a diferencia
de los recursos) la ausencia de plazo breve de caducidad para su articulación393, pero —de
otro lado— comparte con el "recurso" su condición de mecanismo impugnatorio de un acto
administrativo (de alcance general).
En relación con el plazo de caducidad del art. 25 LNPA, se ha entendido que no juega
cuando lo que se impugna judicialmente es un acto administrativo de alcance general397.
La existencia de dos vías para cuestionar el obrar administrativo fue puesta de relieve
por la jurisprudencia de la Corte Suprema al diferenciar entre la vía impugnatoria, que
presupone el agotamiento de las vías administrativas en los términos del art. 23 y ss. de la
LNPA y la reclamatoria de reconocimiento de un derecho, basada en lo dispuesto por los
arts. 30 y ss. de la misma ley401.
El régimen del reclamo administrativo previo ha sido modificado por la Ley Nro. 25.344,
generando tal modificación controversias en cuanto al alcance y constitucionalidad de la
nueva redacción, especialmente en lo relativo a la aplicación del plazo de caducidad ante la
hipótesis de silencio administrativo.
El texto actual del art. 31 prevé que la Administración debe expedirse dentro de los
noventa días de formulado el reclamo y que, vencido ese plazo, el interesado interpondrá
pronto despacho. De transcurrir cuarenta y cinco días más, "podrá aquél iniciar la demanda,
la que deberá ser interpuesta en los plazos perentorios y bajo los efectos previstos en el art.
25".
En lo que a la reforma del art. 31 atañe, la doctrina se mostró dividida en sus opiniones403,
pues mientras algunos autores sostuvieron la inconstitucionalidad de la carga de impugnar
en el plazo del art. 25 el "acto presunto" derivado del silencio, otros entendieron que para
salvar la constitucionalidad de la nueva redacción había que interpretar que no sólo ante el
silencio, sino también ante el acto que resuelve expresamente el reclamo, corresponde
aplicar el plazo de caducidad; mientras que un tercer sector propició que el plazo se aplique
cuando hay acto denegatorio expreso y no cuando media silencio404.
En el ámbito jurisprudencial, una de las salas de la Cámara argumentó que en los casos
en que se fijan plazos en el art. 25 de la ley, el dies a quo está dado por la notificación al
interesado del pronunciamiento expreso405, por lo cual la referencia que en el art. 31 se hace
al art. 25 no podría comprender a los supuestos de silencio, por la falta de notificación de
dicha circunstancia al particular.
Sostuvo, también, que el art. 26 de la ley dispone que la demanda podrá iniciarse en
cualquier momento cuando el acto fuera definitivo por haber transcurrido los plazos previstos
en el art. 10, por lo que debía concluirse que el plazo de caducidad rige si hubo acto expreso.
Cuando hay silencio —afirma la Cámara— el particular puede iniciar demanda, pero no
opera en su contra plazo de caducidad alguno.
Finaliza señalando que todo órgano al que se le formula una petición debe dar una
respuesta (cita, al respecto, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, art. XXIV) y que resulta evidente que una inteligencia del art. 31 que obligue a
demandar en un plazo perentorio y fatal frente al silencio de la Administración y sin ser
notificado de decisión expresa alguna, "resulta abiertamente contrario a la letra y al espíritu
del mentado derecho constitucional y violatorio al debido proceso y a la tutela judicial
efectiva", por lo cual entiende no aplicable el plazo de caducidad al supuesto del reclamo
administrativo previo ante el cual la Administración guarda silencio406.
Por mi parte, considero que asiste siempre al particular el derecho de exigir una
respuesta fundada y expresa y, a tal efecto, cuenta con remedios procesales tales como el
amparo por mora (art. 28 LNPA).
Recuérdese que la vía de hecho reconoce dos especies: la típica (antes descripta) y la
atípica que se configura ante el acto que se ejecuta estando pendiente un recurso
administrativo que suspende o que se ejecuta pese a no haber sido notificado el acto (art.
9 incs. a) y b).
Esta acción procederá siempre que no exista una vía judicial más idónea, de modo que,
en situación de amparo, el actor no debe recorrer las vías administrativas sino que debe
iniciar, directamente, la aludida acción.
Ello es coherente, pues el amparo es un proceso urgente diseñado para dar respuesta
judicial célere en aquellos casos en que la conducta es ostensiblemente contraria a un
derecho de raigambre constitucional, derivado de un tratado o de una ley.
En estos casos, la acción procede de modo directo, sin que corresponda efectuar
reclamo o recurso alguno previo en sede administrativa, aunque sí se encuentra
condicionada por el plazo de caducidad de 15 días hábiles judiciales que establece la
vigente Ley 16.986.
La cuestión podría ser planteada en los siguientes términos: siendo la cautelar accesoria
de un cauce principal, si para la procedencia de ese cauce principal es menester,
previamente, haberle dado a la administración la oportunidad de revisar sus actos en sede
propia a través de los recursos administrativos410 ¿no será indispensable permitirle
asimismo analizar y decidir la suspensión —accesoria de aquel principal— antes de llevar
la pretensión ante los jueces?
Este criterio es de recibo por varias de las salas de la cámara del fuero federal de la
Capital Federal, habiéndose sostenido que la suspensión no puede disponerse en vía
judicial sin previamente acreditar su petición y denegación en sede administrativa412.
Sin embargo, otra de las Salas del fuero federal de la Capital advierte que la exigencia
de que en toda medida cautelar se requiera previamente la suspensión del acto en sede
administrativa, constituye una cuestión a ponderar prudentemente en cada caso y que
cuando se deduce un similar pedido en ambas sedes, es en principio una intempestiva
interferencia al Poder Judicial pronunciarse anticipadamente en un asunto sometido a su
consideración, sin haberse acreditado que en el caso se haya producido un rechazo o la
oportuna decisión414.
En suma, tres salas exigen la petición previa en sede administrativa y una cuarta señala
que se trata de una cuestión a ponderar en cada caso pero, de encontrarse la pretensión
cautelar sometida a ambas sedes, corresponde aguardar la decisión de la administración.
Prevista como excepción de previo y especial pronunciamiento en el art. 347 inc. 1 del
CPCCN, procede cuando la demanda se interpone ante un órgano judicial distinto al que le
corresponde intervenir en el proceso de acuerdo con las reglas atributivas de competencia,
salvo que ésta sea prorrogable416.
Desde un punto de vista jurídico, pero genérico, la competencia implica la aptitud legal
para obrar.
Si nos referimos a la competencia de los poderes estatales, podremos decir que se trata
de la aptitud dada por el ordenamiento jurídico a tales poderes, para el ejercicio de sus
respectivas funciones.
Y si, por fin, buscáramos definir la competencia del fuero contencioso administrativo
federal, diríamos que es aquella aptitud dada por el ordenamiento jurídico a los jueces de
dicho fuero, para resolver conflictos con fuerza de verdad legal bajo las normas procesales
que rigen al derecho administrativo nacional.
d) Formal o procesal: la competencia se ejerce en un proceso que se rige por las reglas
propias de la materia administrativa.
En el año 1950, se dictó la ley de organización de la justicia nacional 13.998, aún vigente,
que dispuso en su art. 45, inc. a), que los juzgados contencioso administrativo federales
serán competentes en "las causas... Contencioso administrativas".
Luego del inope aporte la norma nada agrega, con lo cual y como veremos, serán los
jueces, a través de sus precedentes, los que acabarán delineando dicha competencia.
Una de las razones de ser de un fuero, es el manejo y aplicación de una norma procesal
específica que permita aplicar a la materia de fondo reglas procesales afines.
A resultas de ello, las reglas del proceso contencioso son las de dicho código, pero
claramente moduladas por la materia publicística, es decir, por las notas propias del derecho
administrativo con sus prerrogativas y garantías.
Ello incidirá sobre la jurisdicción y sobre la competencia, pues, por ej. de no encontrarse
habilitada la instancia (prerrogativa procesal de la Administración), el juez carece de
jurisdicción y de competencia para intervenir417.
Ahora bien, ¿qué elementos debe tener en cuenta un litigante a la hora de definir si inicia
una causa en el fuero contencioso administrativo federal?
En ciertos casos, la Corte tuvo en cuenta para asignar competencia al fuero contencioso
el tipo de acto cuestionado en el proceso y la naturaleza de las partes.
Más cerca en el tiempo, la Corte mantuvo como criterio la valoración del elemento
subjetivo (que el Estado sea parte en el pleito) pero agregó como estándar la naturaleza de
la norma de preponderante aplicación para determinar la competencia contenciosa.
Es decir, no es tan relevante el acto o norma que se cuestiona en el juicio como sí lo es
la norma de fondo que servirá para dirimir la controversia.
Dijo el tribunal que correspondía atribuir competencia al fuero contencioso cuando era
parte en el conflicto un órgano de la Administración Pública y, fundamentalmente, cuando
las normas aplicables para resolver el pleito tenían naturaleza administrativa. En el caso, la
acción tenía por objeto que las prestadoras del servicio telefónico se abstuvieran de cobrar
el denominado CER (coeficiente de estabilización de referencia) por la utilización de redes
de telecomunicaciones y la medida cautelar autónoma se había dirigido no sólo contra
dichas prestadoras sino también contra el órgano competente en materia de regulación, esto
es, la Secretaría de Comunicaciones419.
Se trató, pues, de un caso en el cual fue demandado el Estado por lesiones sufridas por
el actor mientras era policía, es decir, mientras se encontraba en ejercicio de la función, sin
que obste a ello que puedan también regir, subsidiariamente, normativas o institutos
derivados del derecho común421.
Un estudio de los principales precedentes del fuero sobre esta controvertida cuestión no
puede obviar el célebre plenario de la por entonces Cámara Civil, Comercial y Contencioso
administrativo federal en la causa "Boccardo" (30 de mayo de 1978), en el que se sostuvo
que son las normas de fondo de preponderante aplicación las que determinarán la
competencia contencioso administrativa.
Era un caso en el que se cuestionaba la normativa estatal que impone condiciones para
la compra de moneda extranjera, se sostuvo que ese tema versaba sobre el poder de policía
que le compete al Banco Central de la República Argentina en materia cambiaria y a la AFIP
en materia de fiscalización en materia tributaria, por lo que se declaró la competencia del
fuero por ser necesario aplicar normas y principios del derecho público vinculadas con las
facultades y deberes propios de la administración para resolver la controversia, con
independencia del destino que los actores pretendan asignar a las divisas.
Durante el curso del proceso el juez tiene dos oportunidades para definir su competencia:
al serle presentada la demanda (art. 4 y 337 2ª parte del CPCCN) o al serle opuesta
una excepción sobre el punto (art. 347, inc. 1 y 352 del citado código).
En tal sentido, debe destacarse que desde la sanción de la Ley 17.454, modificada por
la Ley 22.434, la legislación procesal ha excluido el art. 87 del Código anterior (que
autorizaba un nuevo análisis de la cuestión en oportunidad de recibirse la causa a prueba
en las cuestiones de hecho o de correrse el segundo traslado en las de derecho) por
considerar suficientes las dos oportunidades anteriormente mencionadas432.
La norma establece que una vez firme la cuestión de competencia, las partes no podrán
argüir la incompetencia ni podrá ésta ser declarada de oficio. No obstante ello, la
incompetencia federal podrá ser declarada en cualquier momento por la Corte y por los
tribunales federales con asiento en las provincias en cualquier estado del proceso (art.
352CPCCN).
En relación con esta excepción, cabe señalar que la Ley 26.854 amplió la vía de la
inhibitoria a casos en los cuales intervienen jueces de la misma circunscripción, en la medida
en que el Estado Nacional o alguno de sus entes fueren parte en el proceso 434. De este
modo, en el proceso contencioso se reconoce un alcance mayor a la inhibitoria,
posibilitándose que el planteo de la cuestión de competencia proceda por cualquiera de las
dos vías: declinatoria (formulada ante el juez que entiende en la causa para que decline la
competencia) o inhibitoria (formulada ante el juez que no interviene en la causa pero que
el excepcionante considera que debe intervenir).
En los procesos no alcanzados por la ley 26.854 rige la regla general del art. 7 del
CPCCN que reserva la inhibitoria para los planteos entre jueces de distinta jurisdicción, lo
que ha permitido a la doctrina y jurisprudencia sostener que esta vía es la idónea para
planteos de incompetencia territorial435.
III.4.1) La falta de legitimación para cuestionar actos de otros órganos o entes estatales. El caso de
las sanciones de naturaleza penal
En tal orden de ideas, y efectuando una interpretación literal del art. 1º de la ley
19.983 que dispone que no proceden las reclamaciones pecuniarias de cualquier naturaleza
o causa entre organismos administrativos del Estado nacional, la CNCAF sostuvo en un fallo
plenario (cuya doctrina ha rehusado recientemente a revisar) que "Lo dispuesto por el art.
1º de la Ley 19.983 es óbice para que el Poder Judicial revise la legitimidad de una multa
administrativa impuesta a una persona estatal"449.
Esta doctrina de la CNCAF no tuvo eco en jurisprudencia posterior del máximo tribunal
federal, pues luego del plenario "YPF v. ANA" la Corte Suprema revocó un fallo del fuero
contencioso que había aplicado la doctrina aludida y sostuvo que "el art. 1º de la ley
19.983 no es óbice para que el Poder Judicial revise la legitimidad de una multa
administrativa impuesta a una persona estatal", fundándose en que no se podía vedar la
revisión judicial cuando se tratase de "la imposición de sanciones penales"450. Estableció así
la Corte una excepción al principio de no revisión judicial de las controversias
interadministrativas, en aquellos casos en que se trate de conflictos de naturaleza
penal451 criterio que ha sido objeto de crítica por la doctrina452, pero que fuera mantenido por
el máximo tribunal en tiempos más cercanos453.
Lo que concierne a la ejecución de las multas, empero, puede presentar algún matiz,
pues la Procuración del Tesoro de la Nación tiene sentada doctrina en cuanto a que tal
ejecución puede y debe ser resuelta mediante la ley 19.983455, de modo que el ejecutado
estatal carecería, en razón de la persona, de legitimación pasiva para ser ejecutado en sede
judicial por una multa aplicada por otro órgano o ente del mismo Estado Nacional.
III.5. Litispendencia
La defensa suele ser opuesta en los procesos contenciosos con la finalidad de neutralizar
las ejecuciones fiscales que inicia la Administración. Al respecto, la jurisprudencia ha
sostenido que la excepción de litispendencia en los procesos de ejecución fiscal no es
admisible si se funda en la existencia de otro juicio ordinario, puesto que el objeto que se
persigue y los efectos de la sentencia a dictarse en cada uno de los pleitos difiere458.
III.9. Prescripción
El art. 346 CPCC contempla la posibilidad de interponer esta excepción como de previo
y especial pronunciamiento "si la cuestión fuere de puro derecho".
Capítulo I - Competencia1
Carácter
Sin perjuicio de lo dispuesto por los tratados internacionales y por el artículo 12, inciso 4,
de la Ley 48, exceptúase la competencia territorial en asuntos exclusivamente patrimoniales,
que podrá ser prorrogada de conformidad de partes. Si estos asuntos son de índole
internacional, la prórroga podrá admitirse aún a favor de jueces extranjeros o de árbitros que
actúen fuera de la República, salvo en los casos en que los tribunales argentinos tienen
jurisdicción exclusiva o cuando la prórroga está prohibida por Ley.
Indelegabilidad
Art. 3º - La competencia tampoco podrá ser delegada, pero está permitido encomendar a
los jueces de otras localidades la realización de diligencias determinadas.
Los jueces nacionales podrán cometer directamente dichas diligencias, si fuere el caso, a
los jueces de paz o alcaldes de provincias.
Declaración de incompetencia
Art. 4º - Toda demanda deberá interponerse ante juez competente, y siempre que de la
exposición de los hechos resultare no ser de la competencia del juez ante quien se deduce,
deberá dicho juez inhibirse de oficio.
Reglas generales
Con excepción de los casos de prórroga expresa o tácita, cuando procediere, y sin
perjuicio de las reglas especiales contenidas en este Código y en otras leyes, será juez
competente:
1) Cuando se ejerciten acciones reales sobre bienes inmuebles, el del lugar donde esté
situada la cosa litigiosa. Si éstas fuesen varias, o una sola pero situada en diferentes
jurisdicciones judiciales, será el del lugar de cualquiera de ellas o de alguna de sus partes,
siempre que allí tenga su domicilio el demandado. No concurriendo tal circunstancia, será el
del lugar en que esté situada cualquiera de ellas, a elección del actor.
La misma regla regirá respecto de las acciones posesorias, interdictos, restricción y límites
del dominio, medianería, declarativa de la prescripción adquisitiva, mensura y deslinde y
división de condominio.
2) Cuando se ejerciten acciones reales sobre bienes muebles, el del lugar en que se
encuentren o el del domicilio del demandado, a elección del actor. Si la acción versare sobre
bienes muebles e inmuebles conjuntamente, el del lugar donde estuvieran situados estos
últimos.
El que no tuviere domicilio fijo podrá ser demandado en el lugar en que se encuentre o en
el de su última residencia.
6) En las acciones sobre rendición de cuentas, el del lugar donde éstas deban
presentarse, y no estando determinado, a elección del actor, el del domicilio de la
administración o el del lugar en que se hubiere administrado el principal de los bienes. En la
demanda por aprobación de cuentas regirá la misma regla, pero si no estuviere especificado
el lugar donde éstas deban presentarse, podrá serlo también el del domicilio del acreedor de
las cuentas, a elección del actor.
7) En las acciones fiscales por cobro de impuestos, tasas o multas y salvo disposición en
contrario, el del lugar del bien o actividad gravados o sometidos a inspección, inscripción o
fiscalización, el del lugar en que deban pagarse o el del domicilio del deudor, a elección del
actor. La conexidad no modificará esta regla.
11) En las acciones que derivan de las relaciones societarias, el del lugar del domicilio
social inscripto. Si la sociedad no requiere inscripción, el del lugar del domicilio fijado en el
contrato; en su defecto o tratándose de sociedad irregular o de hecho, el del lugar de la sede
social.
13) Cuando se ejercite la acción por cobro de expensas comunes de inmuebles sujetos al
régimen de propiedad horizontal o cualquier otra acción derivada de la aplicación de ese
régimen, el del lugar de la unidad funcional de que se trate.
Reglas especiales
5) En el pedido de beneficio de litigar sin gastos, el que deba conocer en el juicio en que
aquél se hará valer.
6) En el juicio ordinario que se inicie como consecuencia del ejecutivo, el que entendió en
éste.
7) En el pedido de determinación de la responsabilidad establecida en el artículo 208, el
que decretó las medidas cautelares; en el supuesto del artículo 196, aquél cuya competencia
para intervenir hubiese sido en definitiva fijada.
Procedencia
Art. 7º - Las cuestiones de competencia sólo podrán promoverse por vía de declinatoria,
con excepción de las que se susciten entre jueces de distintas circunscripciones judiciales, en
las que también procederá la inhibitoria.
En uno y otro caso, la cuestión sólo podrá promoverse antes de haberse consentido la
competencia de que se reclama.
Declinatoria e inhibitoria
Sólo en el primer caso su resolución será apelable. Una vez consentida o ejecutoriada,
remitirá la causa al tribunal requirente, emplazando a las partes para que comparezcan ante
él a usar de su derecho.
Art. 11.— Dentro de los cinco (5) días de recibidas las actuaciones de ambos jueces, el
tribunal superior resolverá la contienda sin más sustanciación y las devolverá al que declare
competente, informando al otro por oficio o exhorto.
Sustanciación
Art. 13.— En caso de contienda negativa o cuando dos (2) o más jueces se encontraren
conociendo de un mismo proceso, cualquiera de ellos podrá plantear la cuestión de acuerdo
con el procedimiento establecido en los artículos 9 a 12.
III.2. JURISPRUDENCIA
1. Cuestiones generales
— Que el juez nacional, mediante oficio remitido a esta Corte, solicita la remisión de la
causa en virtud "de que la resolución de incompetencia allí dictada no habría alcanzado aún
grado de firmeza, en tanto se ha deducido recurso de apelación contra dicho decisorio, el cual
no ha merecido proveído y que prima facie resultaría temporánea". Que en tales condiciones,
resulta de aplicación la doctrina del Tribunal según la cual, cuando se encuentra pendiente de
resolución la apelación interpuesta, corresponde con carácter previo a determinar la
competencia, que se resuelva el recurso deducido (Fallos: 312:1624; 323:3341, y más
recientemente, Fallos: 327:3898 y 328:318, entre otros). Corte Sup., 26/05/2010, "Baldomero,
Santiago s/ quiebra", Causa C. 993. XLV.
— Conforme dispone el art. 5º, inc. 3º, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
en cuanto a las pretensiones personales fundadas en derechos creditorios de origen
contractual, el fuero principal está constituido por el lugar en que deba cumplirse la
obligación, expresa o implícitamente previsto conforme a los elementos aportados en el juicio
y, a falta de ese lugar, el actor puede deducir su pretensión ante el juez del lugar del domicilio
del demandado, o del lugar del contrato, siempre que éste se encuentre en él, aunque sea
accidentalmente, al momento de la notificación, situación que no se presenta en el caso en
que tanto el lugar de celebración, el del pago como la jurisdicción registral se encuentran en
una misma ciudad. Corte Sup., 28/10/2008, "General Motors Argentina SRL s/inhibitoria",
Causa C. 499. XLIV.
— La admisión del fórum conexitatis estatuido en el art. 6º del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación posibilita la sustanciación ante un mismo magistrado de causas
vinculadas entre sí y su aplicación constituye una causal de excepción a las reglas generales
que determinan la competencia contenidas en dicho código e importan admitir el
desplazamiento de la competencia natural en favor de otro juez, lo que obedece a la
conveniencia de concentrar ante un solo tribunal todas las acciones que se hallen vinculadas
a una misma relación jurídica (Fallos: 328:3903, entre otros). Corte Sup., 29/04/2008, "Lin Shu
Jan v. Sánchez, Yuliana y otros s/ desalojo: otras causales", Causa C. 1254. XLIII.
— Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que —al declarar la competencia del
juzgado federal de La Plata que previno en el juicio sobre daño ambiental para entender
respecto del abordaje— desconoció lo resuelto anteriormente por la Corte Suprema que, por
aplicación del fuero de atracción (art. 552 de la ley 20.094), dispuso que todas las causas que
se promovieran contra los buques y sus armadores derivadas del siniestro, debían
sustanciarse ante el tribunal federal de esta Ciudad de Buenos Aires donde tramita el juicio
de abordaje, destacando para así decidir lo dispuesto en los arts. 5º inc. 4º del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación y 111 inc. 7) de la ley 1893, decisión que
torna inconducente todo estudio sobre eventuales prórrogas de jurisdicción que pudieran
haber realizado las partes en el juicio de abordaje. Corte Sup., 03/05/2007, "Municipalidad de
Magdalena v. Shell CAPSA y otros", Fallos: 330: 2017.
— De acuerdo con lo dispuesto por el art. 6º, inc. 4º, del Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, en las medidas preliminares y precautorias, será juez competente el que deba
conocer en el proceso principal. Corte Sup., 17/04/2007, "Capparelli, Mario Augusto y otro v.
Asociación Civil del Hospital Alemán s/medidas preliminares y de prueba anticipada", Fallos:
330:1827.
— Quedan excluidos del concepto de "causa civil" los supuestos en los que, a pesar de
demandarse restituciones, compensaciones o indemnizaciones de carácter civil, se requiere
para su solución la aplicación de normas de derecho público provincial o el examen o revisión,
en sentido estricto, de actos administrativos, legislativos o judiciales de las provincias en los
que éstas procedieron dentro de las facultades propias reconocidas por los arts. 121 y ss. de
la Constitución Nacional. Corte Sup., 21/03/2006, "Barreto, Alberto Damián y otra v. Buenos
Aires, Provincia de y otro s/daños y perjuicios", Fallos: 329:759.
— Corresponde radicar ante el fuero de la Seguridad Social la acción que tiene por objeto
determinar si una deuda previsional ha sido bien ejecutada conforme a lo dispuesto en el art.
2º, inc. e) de la ley 24.655 o si por el contrario debe admitirse la repetición reclamada, ya que
en dicho fuero se ha ventilado la causa que genera la promoción de ésta (art. 6, inc. 6º, del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación). Corte Sup., 07/06/2005, "Compañía de
Acrílico SA v. AFIP s/ repetición de aportes y contribuciones", Fallos: 328:1979.
— La instancia originaria de la Corte Suprema puede ser prorrogada por las provincias en
favor de la justicia federal de grado de su jurisdicción, tanto expresa como tácitamente,
siempre que no se adviertan razones institucionales o federales que lo impidan. Corte
Sup., 04/07/2003, "Asociación de Maestros y Prof. (AMP) v. Minist. de Educ. de La
Rioja s/ ejecutivo", Fallos: 326:2126.
— Según el art. 6º, inc. 5º del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, que
determina las reglas especiales de la competencia, en los pedidos de beneficio de litigar sin
gastos será juez competente el que deba conocer en el juicio en que aquél se hará valer. Corte
Sup., 25/09/1997, "Lew, Benjamín Jorge y otro v. Estado Nacional - Ministerio del Interior -
Policía Federal s/ beneficio de litigar sin gastos", Fallos: 320:1999.
— Es competente para entender en una acción por división de condominio, el juez del
lugar donde está situada la cosa litigiosa de acuerdo a lo previsto en el art. 5º, inc. 1º, 2º ap.
del Código Procesal Civil y Comercial. Corte Sup., 23/02/1993, "La Patricia SCA. v.
Establecimiento El Recreo y otros s/ división de condominio", Fallos: 316:197.
— Sin perjuicio del resultado que finalmente se alcance en la sentencia de fondo acerca
de la naturaleza de las relaciones jurídicas sustanciales, lo cierto es que el modo en que ha
sido propuesta la demanda surte la jurisdicción federal en razón de las personas en tanto la
pretensión de los actores está dirigida a un sujeto aforado (art. 116 de la CN y arts. 2º inc. 6º
y 12 de la Ley 48); la competencia del Juez en lo Contencioso-Administrativo dada la materia
sobre la que se genera el reclamo formulado (art. 45 inc. a) de la Ley Nº 13.998) y en la medida
que la pretensión aparece regida preponderantemente por normas y principios de derecho
administrativo. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 22/02/2013, "Pugh, Jorge Hernán y otros v.
EN-M Educación - Ley 25053 y otros/ empleo público", Causa 28.741/2011.
— Las cuestiones de competencia entre jueces nacionales de primera instancia deben ser
resueltas por la cámara de que dependa el juez que primero hubiese conocido (art. 24, inc. 7º
del decreto Ley 1285/58), lo que determina el conocimiento de este tribunal a los fines de
dirimir la contienda. En dicha tarea se debe atender de modo principal a la exposición de los
hechos que el actor efectúa en la demanda (art. 4º del Código Procesal Civil y Comercial) y
después, sólo en la medida en que se adecue a ellos, al derecho que invoca como fundamento
de su pretensión (Fallos: 319:218, 323:470; 324:4495). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
IV, 29/03/2012, "Cohen Watkins Eduardo v. EN - RENAPA — ADA s/ amparo ley 16.986",
Causa 38.234/11.
— Si una resolución emitida por la AFIP dispone reasignar tareas, resulta necesario
analizar las normas del Convenio Colectivo de Trabajo aprobado por el Laudo nº 15/91 en
cuanto comprende a todos los agentes permanentes de la DGI, el contenido de la materia en
debate atañe a relaciones jurídicas que se rigen y resuelven exclusivamente por
la interpretación y aplicación de disposiciones del derecho laboral. Corresponde declarar
la incompetencia del fuero contencioso administrativo y remitir los autos a la justicia del trabajo
a fin de que el titular del Juzgado de este fuero reasuma la jurisdicción que declinó. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala II, 26/04/2011, "Portillo Mario Luciano v. EN-AFIP DGI (Legajo
Z024561/96)", causa 13.685/2010.
— Del escrito inicial no surge que —en la especie— vayan a aplicarse directa
e inmediatamente normas ni principios de derecho administrativo. Corresponde resolver el
conflicto negativo de competencia planteado en estas actuaciones, declarando que el
conocimiento de la presente corresponde al Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo
Comercial Nº 23, por lo que deberán remitirse las actuaciones para que reasuma la
competencia oportunamente declinada. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 9/03/2011, "DYAT
SA v. EN - Mº Producción - SAGP Y A - Resol. 536/08 (Expte. 602278/04) s/proceso de
conocimiento", Causa 35.655/09.
— Las causas en las que ha recaído un "acto típicamente jurisdiccional" definido por la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación como aquél "que importa la
decisión de un conflicto mediante la adecuación de las normas aplicables, como resulta
característico de la función jurisdiccional encomendada a los jueces" (Fallos: 318:1001, cons.
4º) —ya sea que se encuentre firme o no, por carecer de notificación (circunstancia que no
modifica la existencia de ese acto procesal), o que dé por terminado el proceso por alguna de
las formas de extinción previstas en la ley—, deben continuar su trámite por ante el juez que
lo dictó. Corresponde que en las causas —en las que se ha dictado sentencia que ordena
llevar adelante una ejecución—, sea remitida al Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo
Contencioso Administrativo Federal que previno (Sala IV: "AFIP-DGI v. Pipaso SA s/ ejecución
fiscal - AFIP", 28 de septiembre de 2010). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 8/02/2011,
"AFIP —DGI— v. Club Alemán de Equitación s/ ejecución fiscal-AFIP", Causa 26.941/05.
— Una cuestión que versa acerca de la competencia territorial para conocer en asuntos
de naturaleza patrimonial es por esencia prorrogable (art. 1, 2º párrafo del CPCCN), prórroga
que puede operar en forma expresa o tácita, configurándose este último supuesto en la forma
descripta en el art. 2, última parte del Cód. cit. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 3/12/2009,
"Centro de Carniceros y Mataderos de Azul SA v. SAGP y A - Resol. 1336 (Exp. S01:
229664/02)", Causa 8.741/05.
— La facultad que tienen las cámaras para resolver cuestiones de competencia, en los
términos del art. 24, inc. 7º del decreto-ley 1285/58, no incluye la atribución excepcional de
que goza la Corte Suprema para decidir las contiendas declarando la competencia de un tercer
magistrado que no intervino en el conflicto (Fallos: 289:56; 310:1555 y 322:589). C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala II, 09/09/2008, "Peco, Tomás v. PEN - ley 25.561 Dto. 1570/01
214/02 s/amparo ley 25.561", Causa 92.625/02.
— Toda vez que —salvo supuestos de prórroga expresa o tácita autorizada por la ley— la
competencia de los tribunales nacionales no puede quedar librada al arbitrio de la actora
(según la norma o normas que invocare en apoyo de su pretensión), es pertinente señalar que
en los conflictos planteados debe atenderse, de modo principal, a la exposición de los hechos
que se realizan en la demanda; tal como expresamente lo dispone el art. 4º del Cód. Procesal.
Frente a esa exposición, el juez deberá decidir —inclusive con abstracción del régimen
normativo alegado—, en primer término si el caso encuadra en el ámbito de su competencia
y, en caso afirmativo y en la oportunidad adecuada, cuales son las consecuencias jurídicas
derivadas de los hechos en la concreta situación a definir por medio de la sentencia. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., en pleno, 30/05/1978, "Boccardo e Hijos, Miguel y otros c. Banco Hipotecario
Nacional".
2. Cuestiones especiales
— Toda vez que la actividad jurisdiccional que se pretende se encuentra vinculada con
actos dictados por un órgano estatal en ejercicio de la función administrativa, y está en juego
la responsabilidad extracontractual del Estado, la causa es de la competencia de la justicia
nacional en lo contencioso administrativo federal. Corte Sup., 30/04/2013, "Unión de
Consumidores de Argentina v. Telefónica de Argentina SA y otros s/Sumarísimo", Causa C.
917.XLVII.
— El actor persigue que se le reconozca que las afecciones que padece han sido
causadas y/o agravadas por actos de servicios y que se condene al Estado Nacional-
Ministerio de Seguridad y Derechos Humanos- Gendarmería Nacional, a pagarle
una indemnización en concepto de daños y perjuicios, como así también que se fije un
resarcimiento por no haber ascendido (pérdida de chance) y que, en consecuencia, se
modifique su haber de retiro (a dos grados superiores), con más el pago de los retroactivos
devengados, intereses y costas. En estos términos, se advierte que la cuestión planteada en
la litis remite a materia propia que exige —preponderantemente— la aplicación de normas y
principios de derecho administrativo. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 20/09/12, "Dávalos
Alejandro v. EN- M Seguridad- GN s/ daños y perjuicios", Causa 14.784/2011.
— Si la actora cuestiona (en lo sustancial) que se le impida fijar libremente el precio al que
pretende ofrecer y comercializar sus servicios, determinándose un margen máximo de utilidad
y obligándole a reintegrar determinadas sumas de dinero percibidas por su prestación, cabe
descartar la competencia de la justicia en lo penal económico, toda vez que el art. 16de la ley
20.680, en cuanto atribuye a ese fuero el conocimiento de los recursos que se deduzcan
contra actos que impongan sanciones por infracciones a esa ley, contempla un supuesto
claramente distinto (en esta causa no se impugna una sanción que se haya aplicado con
fundamento en el citado precepto normativo sino que la actora procura obtener una medida
cautelar que suspenda los efectos de varios actos administrativos, a partir de cuestionar su
validez por entender que fueron dictados por autoridad incompetente, porque carecen de
vigencia las normas que le sirven de sustento así como por tener otros vicios que
los invalidarían en los términos de la ley 19.549). En igual sentido se expidió la sala A de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico, por remisión al dictamen del Fiscal
general que actúa en dicha sede, al resolver un conflicto de competencia suscitado entre aquel
fuero y el contencioso administrativo federal, oportunidad en la que se puso de resalto que no
se trataba de un recurso de apelación contra una resolución por la que se imponían sanciones,
sino de la impugnación de una norma de alcance general dictada por el Secretario de
Comercio Interior invocando las facultades conferidas por el inc. c) del art. 2º, de la ley
20.680 y concordantes. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 29/11/11, "Cablevisión SA. v. EN -
Mº Economía - SCI resol 50/10 y 36/11 s/medida cautelar (autónoma)", Causa 30.966/11.
2.6. Sanciones
— Si bien la ley 19.550 no prevé cuáles son los tribunales competentes para conocer en
las causas que se originan en virtud de las sanciones establecidas en el art. 302, la multa
impuesta por la Inspección General de Justicia debe reputarse de carácter administrativo, toda
vez que ha sido impuesta por un acto de esa naturaleza emanado de un organismo del Estado
Nacional, por lo cual si la sanción se encuentra firme, no correspondiendo recurso alguno
contra su imposición, el debate no requiere el examen de temas reglados por el derecho
societario y su cobro judicial debe perseguirse por el trámite de ejecución fiscal que tiene un
procedimiento especial (arts 604 y 605 del CPCCN), siendo competente la justicia en lo
contencioso administrativo federal. Corte Sup., 16/12/2008, "Estado Nacional - Inspección
General de Justicia - resol. 1554/04 v. Marino, José Alberto s/proceso de ejecución",
CausaC.375.XLIV.
2.7. Pesca
Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal
— Sin perjuicio del resultado que finalmente se alcance en la sentencia de fondo acerca
de la naturaleza de las relaciones jurídicas sustanciales, lo cierto es que el modo en que ha
sido propuesta la demanda surte la jurisdicción federal en razón de las personas en tanto la
pretensión de los actores está dirigida a un sujeto aforado (art. 116 de la CN y arts. 2 inc. 6º y
12 de la Ley 48); la competencia del Juez en lo Contencioso Administrativo dada la materia
sobre la que se genera el reclamo formulado (art. 45 inc. a) de la Ley 13.998) y en la medida
que la pretensión aparece regida preponderantemente por normas y principios de derecho
administrativo (conf. esta Sala, "Svarman, José Haroldo y otros v. EN- Mº Educación (ley
25.053) y otro s/ empleo público", del 31/10/11). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 22/02/13,
"Pugh Jorge Hernán y otros v. EN- M Educación-LEY 25053s/ empleo público", Causa
28.741/2011.
— Este Tribunal resulta competente para conocer del conflicto negativo suscitado entre
ambos magistrados, de conformidad con lo dispuesto en el art. 24 inc. 7º del decreto ley
1285/58. Para determinar la competencia corresponde atender de modo principal a
la exposición de los hechos y las pretensiones deducidas que la actora hace en la demanda
(confr. art. 5 deI CPCCN). Teniendo en cuenta que el reclamo de la accionante se fundamentó
en la impugnación de un acto emitido por la AFIP que desestimó su solicitud de indemnización
por fallecimiento de su hermano y que, para ello resulta: necesario analizar en principio, las
normas del Convenio Colectivo de Trabajo nº 56/92 "E" y del art. 256 de la Ley de Contrato
de Trabajo, resulta claro que el derecho de fondo es de naturaleza laboral. Corresponde
declarar la incompetencia del fuero contencioso administrativo federal y remitir los autos al
Juzgado Nacional de Trabajo. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 10/05/2011, "Nicolás María
Cristina v. EN-AFIP-Disp. 315/02 s/ Proceso de Conocimiento", Causa 179.148/02.
— El reclamo por el pago de cánones por una servidumbre administrativa constituida por
la autoridad nacional es de competencia del fuero Contencioso Administrativo Federal —y no
del Civil y Comercial Federal— debido a la índole de la materia y al carácter
preponderantemente público de la regulación jurídica invocada. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
I, 24/08/2004, "Roca Jalil Eduardo Héctor y otros v. ENARGAS s/ Daños y Perjuicios", Causa
108.310/2002.
III.3. DOCTRINA
LA COMPETENCIA EN LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO FEDERAL. POR LILIANA HEILAND2
SUMARIO: I. Introducción.- II. Oportunidades procesales para decidir la competencia.- III. Categorías que hoy
imperan. Dos importantes enfoques.- IV. Aplicación práctica de las categorías expuestas.- V. Conclusión.
I. INTRODUCCIÓN
Hace más de 20 años y desempeñándome por entonces como Fiscal Federal ante los
Juzgados contenciosos de esta Capital3, critiqué el excesivo protagonismo que el legislador
atribuyó al fuero para decidir la medida de su propia jurisdicción4. Hoy, pasados otros tantos
y ya con los lentes del Juez, observo con pena que aquella situación no cambió, lo que
obstaculiza el servicio de justicia5.
Finalmente, porque tras la búsqueda del Juez competente discurre una historia cargada
de sentidos e intenciones que fueron variando con el devenir del tiempo9, tras las cuales se
agitan nuevas y viejas polémicas no agotadas, singularmente coloreadas por poder,
servicios y sociedad, en constante movilización10.
Muy libremente visualizada la situación, se trata hoy de encontrar Juez competente para
determinados conflictos administrativos, deslindando el campo de aquello que ingresa en la
órbita de la justicia ordinaria y/o federal, no contenciosa. Búsqueda que se dificulta ante la
hermenéutica constitucional que no distingue, en nuestra ciudad Capital, entre Jueces
nacionales y federales11, y que anuncia una competencia rebelde a la definición. Sin que a
todo ello obste, que es la ley desde su sacralización y abstracción, la que debería articular
los límites de toda jurisdicción.
Es sabido, que no obstante el amplio arco temporal transcurrido desde la creación de los
tribunales en lo contencioso federal12 (y a diferencia de lo ocurrido en la inmensa mayoría
de los ámbitos provinciales, extranjeros y aún del autónomo de la Ciudad de Buenos Aires),
nunca llegó a dictarse norma específica para determinar su jurisdicción y tampoco sus
procedimientos13, los que continúan diagramados sobre las bases del civil y comercial
ordinario, incluso del ritual penal14.
Por el año 1950, hubo un símil de intento hegemónico que no fue complementado ni
modificado por norma posterior. Lo hizo la ley 13.998 (Organización de la Justicia Nacional)
que transformó los viejos juzgados creados por la ley 12.833 en "Juzgados Nacionales de
Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo de la Capital Federal", atribuyéndoles
conocimiento "en las causas contencioso-administrativas". No aclaró empero, qué debía
entenderse y/o qué comprendía dicho rótulo. Salvo la atribución que allí efectuó respecto a
los tributos nacionales, sus demás conceptos son casi tautológicos y poco aportaron a la
solución del problema. El fuero nació así, sin precisiones, sin proceso y sin contenido.
Paradójicamente, viene gestándose un proceso normativo inverso al ansiado. Se trata
de leyes puntuales que, lejos de contribuir a otorgar coherencia y unidad a la riquísima línea
jurisprudencial que los años sedimentaron, enlaza soluciones fragmentarias15.
Es más, en ocasiones, el legislador siguió una pauta que disolvió el tradicional proceso
ordinario, al instaurar recursos directos que borraron la intervención de la doble instancia16,
lo que es particularmente inquietante cuando se recurren medidas de naturaleza penal.
La falta de sistema normativo específico para el proceso que nos ocupa, también obligó
a tomar prestadas del ritual civil las oportunidades en que el Juez de origen puede,
válidamente, desprenderse del conocimiento de un asunto que considera ajeno a su
competencia. Lo que sólo sucede en dos oportunidades: al inicio de la acción o al tiempo de
resolver una incidencia de tal naturaleza por las partes planteada (arts. 4, 10 y 352 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación)20.
Tal como lo sostiene nuestro Máximo Tribunal "...la oportunidad para el planteo de
cuestiones de competencia, dada la idéntica naturaleza de la jurisdicción ejercida por los
tribunales nacionales, reconoce la limitación establecida por las correspondientes
disposiciones procesales, pues sin perjuicio del carácter de orden público de las normas que
la reglan, ...la misma condición tienen los preceptos legales que tienden a lograr la pronta
terminación de los procesos, en tanto no se opongan a ello principios fundamentales que
pudieran impedirlo"21.
Es más, muy recientemente la propia Corte Suprema dio un sano ejemplo. Volvió sobre
sus pasos y revocando su decisión anterior (tomada por vía originaria) mantuvo la
competencia que antes había declinado. Así lo hizo, al advertir que "al momento de emitir el
decisorio recurrido las actuaciones se encontraban en estado de disponer el llamado de
autos para sentencia..."24.
A las reglas expuestas excepcionan dos tipos de decisiones. Las de la Corte Suprema
cuando interviene en instancia originaria y las de los Jueces Federales con asiento en las
provincias. Estos últimos están habilitados para declararse incompetentes "en cualquier
estado del proceso"; salvo en conflictos suscitados entre jueces federales25.
Con arreglo a lo previsto por el art. 196 del Código ritual civil, el Juez incompetente debía
"abstenerse" de dictar medidas cautelares. Si lo hacía, la decisión no perdía validez aunque
no prorrogaba su competencia. Marco procesal que apuntaba pues a priorizar la tutela
judicial efectiva (urgente), razón de ser de la cautela, por sobre aspectos atinentes a la
competencia del Juez26.
Hoy, la finalidad del referido art. 2 parece ser la opuesta. Aun cuando el nuevo texto
mantiene el criterio de abstención para el Juez incompetente, lo obliga a expedirse sobre la
competencia en forma, al menos concomitante, a la resolución de la cautelar. Lo que de
entrada parece conspirar con la urgencia; máxime, de cara a situaciones no tan extrañas de
dudas en la atribución.
El problema se agrava cuando el mismo texto niega eficacia a la cautela dictada por Juez
o Tribunal incompetente. Eficacia, que restringe a los supuestos que taxativamente allí
indica27 y que queda supeditada a razones diferentes a las tradicionales.
También vislumbran otras. Lo hacen de cara a la segunda parte del art. 20 de la ley
26.854.
Ese texto legal prescribe que "...todo conflicto de competencia planteado entre un juez
del fuero contencioso administrativo y un juez de otro fuero, será resuelto por la Cámara
Contencioso Administrativo Federal; mientras que cuando el conflicto de competencia se
suscitare entre la Cámara Contencioso Administrativo y un Juez o Cámara de otro fuero, el
conflicto será resuelto por la Cámara Federal de Casación en lo Contencioso Administrativo
Federal".
La literalidad del nuevo texto, como norma posterior en el tiempo, modifica el sistema de
organización de la justicia Nacional. Sistema con arreglo al cual si el conflicto de
competencia se plantea entre jueces y tribunales que no tengan órgano superior jerárquico
común, es la Corte Suprema quien decide, salvo que dichas cuestiones o conflictos se
planteen entre jueces nacionales de primera instancia, supuesto en que resolvería la
Cámara del Juez que previno29.
La nueva norma, ¿se aplica sólo en el ámbito de las medidas cautelares? El predominio
que otorga el texto a la Cámara Contenciosa por sobre sus pares ¿arrastra también al juicio
principal? Si el conflicto negativo de competencia está trabado en el juicio principal ¿basta
que se requiera una medida cautelar para modificar el Tribunal de Alzada que decide? Si se
efectiviza la creación de la Cámara Federal de Casación en lo Contencioso30, ¿el tribunal
unificador ya no será la Corte Suprema de Justicia?
A partir de la creación del fuero contencioso federal y urgida por el vacío legal apuntado,
la Cámara Federal con asiento en la Capital Federal (integrada en sus inicios por tres
especialidades: Contencioso, Civil y Comercial y Penal) elaboró una rica jurisprudencia
cuyos lineamientos de base, hoy se mantienen.
Concordantemente, por el año 1978, emitió otro fallo plenario no menos importante, que
ratificó la línea. En "Miguel Boccardo e Hijos Emp. Const. S I y otros" afirmó que
correspondía "...determinar 'prima facie' si la situación jurídica se desenvuelve en la esfera
del derecho administrativo o si, ...se está frente a una relación ..., regida por los principios
propios del derecho común. Pero ello, obviamente, sólo en la medida necesaria para dirimir
el conflicto y sin que implique avanzar juicio definitivo sobre cuál ha de ser, en última
instancia, el régimen legal aplicable...". Asimismo, ya por aquél entonces indicó "...que el
ámbito del derecho administrativo no se desnaturaliza por la aplicación supletoria de
institutos del derecho común, llamados a integrar su regulación específica, conforme con el
principio general del art. 16 del Código Civil..."33.
Pasados casi 40 años de la formulación de esta doctrina, se sigue entendiendo hoy, que
la competencia especializada en lo contencioso no se define por el órgano productor del
acto ni porque intervenga en juicio el Estado latu sensu, sino por la subsunción del caso al
derecho administrativo. Esto es, por su contenido jurídico y por la rama del derecho de
preponderante aplicación.
Varios fallos aclaran además, que en nada incide a los efectos del Juez competente, que
se impugne un acto administrativo (de alcance particular o general), pues no son las normas
de procedimiento las que deciden la cuestión. La competencia, la voluntad y la forma de los
actos administrativos se rigen por el derecho administrativo: es a través de actos
administrativos como normalmente se expide la Administración Pública. Ese aspecto
adjetivo no puede desplazar la influencia de las reglas de fondo que rigen el caso, ya que
sólo a la luz de éstas podrán aplicarse rectamente las primeras34.
Mucho más acá en el tiempo (año 2002), la Cámara Federal se hizo oír en otro Plenario.
Lo hizo en etapa de singular zozobra y tortuosos conflictos en los que se interpusieron
decenas de miles de acciones que colapsaron los tribunales argentinos, en especial, el
federal contencioso. Fuero ante el cual llegaron a presentarse más de 200.000 acciones de
amparo38.
En ese particular momento de nuestra historia se reunió el Pleno para "unificar criterios"
y decidir sobre la atribución de competencia en una acción de amparo interpuesta por un
particular contra el Poder Ejecutivo Nacional. Se cuestionaba allí la constitucionalidad de
normas cambiarias que impedían al actor cumplir un contrato de mutuo, pactado
originalmente en dólares estadounidenses.
A casi un año de "Jaimovich", la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia, que no
obstante haberse tomado en tiempos de dura coyuntura, es a la fecha, la decisión más
receptiva y abarcadora de las reglas hasta ahora expuestas41.
El disparador de ese valioso fallo fue un conflicto puntual que vinculaba a dos particulares
que discutían el régimen cambiario (dec. 214/02 y dos Comunicaciones "A" del Banco
Central de la República Argentina) en tanto afectaban un contrato de mutuo pactado
originalmente en dólares estadounidenses que dio lugar a mutuas atribuciones de
competencia entre las Cámaras Federales en lo contencioso y en lo civil, respectivamente.
La Corte, trepando por encima de los límites que fijaba el caso, orientó el camino a seguir
en otros posibles, visualizados según se demandara exclusiva y/o concomitantemente, a
sujetos públicos.
Luego de recordar el carácter nacional de los Jueces de la Capital, indicó que el Estado
no es parte sustancial cuando se lo demanda por actividad legislativa42. Lo
determinante "...es la naturaleza de las relaciones jurídicas involucradas y las normas que
se utilizarán para resolver la controversia", a lo que debe estarse por sobre el ejercicio de
autoridad que el estado de emergencia traduce. La solución de cada conflicto corresponderá
a los distintos fueros "... de acuerdo con la materia que se debata y con los criterios
tradicionales de delimitación de competencia entre ellos".
La emergencia advirtió "...se proyecta por igual, sobre relaciones regidas tanto por el
derecho público como por el derecho privado y la existencia de un estado de esa
naturaleza..." no hace automáticamente al contenido público del pleito que otorgue
competencia a los jueces en lo contencioso administrativo federal.
Con sano espíritu distributivo agregó que una solución diferente conduciría a que todas
las causas que se vean afectadas por normas de emergencia deban ser resueltas por dicho
fuero, situación francamente inaceptable que colapsaría además el sistema de
administración de justicia43.
Si se demanda a una entidad financiera (que por ley 25.587, imponía el Fuero Federal)
y/o conjuntamente al Estado (como emisor de normas) en una relación entre particulares
regida por el derecho privado (contrato de mutuo), corresponde atribuir competencia al fuero
nacional en lo civil y comercial federal.
Situación que hace ya más de una década, con filosa inteligencia, describía el Juez
Muñoz: "...al comenzar el siglo se nos dijo que aunque no estamos en una situación de
emergencia económica podemos llegar a estarlo, que estamos en una potencial emergencia
fiscal, que es necesario prevenir, se trataría de una emergencia preventiva. Sobre tan
endebles bases se sancionó la ley 25.344 declarando una emergencia económica y
financiera que aparentemente no existía. Después y siempre sobre la base de esa
emergencia, se sancionó la ley 25.414 de delegación de atribuciones legislativas; luego
la ley 25.453 que instaura un régimen de equilibrio fiscal con equidad..." y de déficit cero47.
A los efectos de que la Nación pueda ser tenida como parte en el juicio, es necesario
que ella participe nominalmente —ya sea como actora, demandada o tercero— y
sustancialmente, es decir que tenga en el litigio un interés directo de tal manera que la
sentencia que se dicte le resulte obligatoria.
Se trata de aquellas situaciones en que se pretende incluir como parte en el juicio (y/o
como litisconsorte y/o como tercero) a una persona al efecto de integrar con ella la relación
jurídica sustancial fundamento de la pretensión. No es raro que ello ocurra; generalmente
tras el disfraz de una supuesta omisión en el cumplimiento de funciones estatales
específicas. Se pretende traer a juicio a la Nación, para provocar por vía subjetiva una
competencia que no es preponderante de derecho público.
Asimismo, esa calidad de parte debe surgir en forma manifiesta de la realidad jurídica y
más allá de la voluntad de los litigantes en sus expresiones formales; pues lo contrario,
importaría dejarles librada la determinación de la competencia del Tribunal, lo que
corresponde evitar51, imponiéndose también la pretensora el deber de individualizar y
concretar los hechos u omisiones gravosas, en que hubiera incurrido la autoridad de que se
trate52.
IV. APLICACIÓN PRÁCTICA DE LAS CATEGORÍAS EXPUESTAS
A. Conflictos más usuales con el Fuero Contencioso y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires
Al son del nuevo estatus jurídico reconocido a la Ciudad de Buenos Aires en la última
reforma constitucional (1994)53, se le asignó un régimen de gobierno autónomo, con
facultades propias de legislación y jurisdicción, insusceptible de ampliarse, restringirse o
modificarse por ley54.
Ejecuciones Fiscales iniciadas por el Gobierno de la Ciudad contra el EN y/o sus entes
Entre ellos, visualiza la demanda del Fisco local por cobro de tributos. El conflicto estalló
cuando las respectivas ejecuciones las promovió contra autoridades federales; cuando
pretendió traer a juicio como ejecutada, a la Nación.
¿Debía el Fisco local litigar ante el respectivo fuero local? La justicia local declinó su
competencia atribuyéndola al contencioso federal, invocando para ello el art. 116 de la
Constitución Nacional. Esta última hizo lo propio, pero atribuyéndola a la Corte Suprema
como único tribunal que satisfacía las prerrogativas del estado Nacional y del local (arts. 116
y 117CN). También, y apuntando ya a la materia, por no tener asignada competencia para
conocer en tributos locales sino en los nacionales (art. 45 inc. 6º, ley 13.998).
Como último tribunal, la Corte devolvió los autos a conocimiento del contencioso federal,
insistiendo, en esencia, en que la Ciudad de Buenos Aires no es provincia argentina 58, lo
que aleja ese decisivo privilegio59.
Tributario local
Es posible que una de las aplicaciones más potentes de la doctrina federal que atribuye
competencia en razón de la materia y/o del derecho de preponderante aplicación, se
proyecte en pleitos en que el Gobierno Nacional no es parte; en los que el demandado es el
Gobierno de la Ciudad. Pleitos en que no se discute un tributo nacional sino uno local62.
En este ámbito pues, la atribución de competencia la dará la materia y/o la rama del
derecho de preponderante aplicación. Criterio al que parece razonable anudar una equitativa
distribución de competencias fundada en división de trabajo68, lo que ayuda a suavizar
rispideces, contribuyendo a otorgar aspectos omnicomprensivos a encontrada
jurisprudencia.
La delgada línea que separa los contornos de los fueros federales contencioso y civil
viene ancestralmente enredada, con copioso aporte de soluciones no del todo predecibles
aunque igualmente válidas mutando a Fiscales y Jueces en adivinos de ocasión.
A lo que se agrega un hecho curioso. No obstante que el fuero Federal Civil y Comercial
nació con atribución de competencia legal genérica, en relación al contencioso (de atribución
especial)69, la evolución histórica de ese mandato no muestra paralela sintonía. Durante el
siglo pasado y gran parte del presente, aquel mandato sólo se cumplió espasmódicamente,
para recuperar cierta presencia recién en el último lustro.
Pienso, o más bien siento, que el desdoblamiento de estos dos fueros tal como hoy
discurre parece transpolar sus orígenes. El desplazamiento de competencias entre ellos
suscitado no justifica la tarea que insume y el tiempo que nos quita, lo que no disimula el
posterior desarrollo del ejercicio de la jurisdicción en cada uno de ellos.
Aquella línea divisoria que recién mencioné, caóticamente se desvanece al buscar juez
competente para demandas donde se reclaman daños y perjuicios contra el Estado Nacional
(y/o sus reparticiones).
La Corte descartó la atribución local apuntando al carácter federal del problema (por
razón de la persona) y entendió aplicables "...de manera sustancial, principios propios del
derecho público, atento a que debe examinarse la responsabilidad extracontractual del
Estado en el marco de su actuación por medio de sus órganos de seguridad y en su calidad
específica de tal".
Con igual orientación decidió en otra contienda negativa (trabada esta vez, entre ambos
fueros federales), donde no era demandada la Nación. Se trataba de un pleito que vinculaba
a dos particulares y en el cual la actora, como concesionaria de bienes inmuebles (ubicados
en la Terminal Retiro), solicitaba el desalojo de la demandada y/o de quien resulte poseedor
ilegítimo de un local en la referida estación.
A tal fin afirmó que se requería el estudio directo de normas vinculadas al contrato de
concesión (celebrado entre el Estado Nacional y la demandada) y de actos administrativos
base de la acción "... resultando clara, la prioritaria relevancia que los aspectos propios del
derecho administrativo ... para la solución del caso..."77.
Sistema de Salud
Otro nicho de conflictos con el fuero civil y comercial —a los que últimamente se agregó
el previsional y de la seguridad social— anuda a los concernientes al sistema de salud
implementado por el Estado Nacional. Sistema que involucra tanto a las obras sociales como
a las prestadoras privadas de servicios médicos asistenciales.
Más allá de las vacilaciones habidas, aún desde sus orígenes78, lo cierto es que hoy
puede afirmarse que el tema no sólo involucra a las "obras sociales" sino también a todas
aquellas prestadoras privadas del sistema de salud. Supuestos en los que se atribuyó
competencia al fuero federal en lo civil y comercial, atento involucrar una prestación que no
remite directa o inmediatamente a normas y/o principios del derecho administrativo79.
Se da aquí pues, otra situación en que, sin intervenir directamente la Nación (usualmente
el pleito sólo vincula a particulares), igualmente se atribuye competencia a la justicia federal;
en la especie civil y comercial, por la materia. Interviene el fuero federal, esta vez porque así
lo prescribe la ley (art. 38 de la ley 23.661, en coincidencia con el art. 15) ypor no haber
derecho público de preponderante aplicación.
Este enfoque irradia soluciones vinculadas a la prestación de servicios médicos
asistenciales de la Dirección Nacional de Prestaciones Médicas - Programa Federal de
Salud (PROFE). Usualmente, cuando se pretende obtener la entrega y/o la prestación de
diferentes servicios de esa índole80.
Es que, la ley 24.655 (que creó la Justicia Federal de la seguridad social) otorgó a dicho
fuero, el conocimiento de los procesos relativos a la ejecución de las obligaciones
contemplados en el art. 24 de la ley 23.660. Norma en relación a la cual la Corte Suprema
ha realizado una interpretación "razonablemente extensiva". Lo hizo otorgando a dichos
jueces el conocimiento de las obligaciones allí regladas y teniendo en cuenta "...la específica
versación que en la materia posee dicho fuero ...no obstante tratarse de un afiliado activo
de la obra social..."81.
Por el año 1996, la ley 24.655 creó los Juzgados Federales de Primera Instancia de la
Seguridad Social (art. 1º), atribuyéndoles específica competencia (art. 2º)82.
A partir de ese momento, la materia seguridad social tuvo nueva jurisdicción. También,
camino más largo, dado que el matiz federal abrió las puertas de la Corte Suprema de
Justicia.
Por su parte, y más allá de las rispideces interpretativas que anudan a la delimitación de
competencias en torno a las "obras sociales", los Tribunales Federales de la Seguridad
Social vienen insistiendo en un elemento atributivo no menor. Consiste en que la
competencia en causas relativas o reglamentarias del derecho de la Seguridad Social, se
fija en razón de la materia y no de las personas; extendiéndose la interpretación del art. 2º de
la ley 24.655, aún a supuestos específicamente no considerados por el legislador84.
Es que, la ley 24.655 no tuvo como fin delimitar "taxativamente" la competencia del fuero
federal de la seguridad social, sino reconocer su autonomía jurisdiccional85. Lo que aparece
robustecido si se tiene en cuenta que el principio de especialización en la materia también
conjuga con la no sustracción de las causas, del ámbito jurisdiccional propio de la Justicia
Federal.
Las últimas medidas cambiarias decididas por la Nación (y/o sus entes descentralizados)
también afectaron los haberes previsionales.
Algunos beneficiarios del sistema previsional argentino que sufren descuentos en sus
haberes por aplicación del impuesto a las ganancias, intentan su cese. A tal fin, plantean la
inconstitucionalidad de la aplicación del impuesto, argumentando en esencia, que las
jubilaciones y pensiones no constituyen una renta derivada de actividad productiva o
ganancia, sino un débito que la sociedad tiene con el jubilado, originado en aportes y
contribuciones que hoy percibe por medio de su respectiva caja previsional.
Así lo viene entendiendo, justamente, ese Fuero especializado, afirmando que la Justicia
Federal de Primera Instancia de la Seguridad Social es competente para entender en
acciones en que el titular de un beneficio, intenta la declaración de inconstitucionalidad de
la ley 20.628 (t.o. Dec. 649/97) en cuanto incorpora a jubilados y pensionados a las
obligaciones impositivas allí establecidas. Así lo es "...atento que la naturaleza de la materia
en discusión participa del derecho de la seguridad social, por lo que cabe inferir que se
encuentra comprendida dentro del ámbito de competencia adjudicada a la justicia federal a
partir del dictado de la ley 24.655 que, en su art. 1º, dispuso la creación de los referidos
juzgados, y que en el inc. b) de su art. 2º, estableció que serían competentes para entender
en las demandas que versen sobre la aplicación del SIJP establecido por la ley 24.241"90.
V. CONCLUSIÓN
Es imposible abarcar aquí el tema asignado, plagado de detalles que el tiempo acumula.
Resultado quizás, de verse el Juez contencioso compelido a resolver sin criterio atributivo
genérico, forzado a hacerlo no como intérprete de un orden normativo preexistente, sino
contribuyendo casuísticamente a crearlo. Tarea que sin duda, implicó e implica, asumir un
rol que naturalmente lo excede.
Por ello, y luego de algunas dudas en punto al enfoque de este trabajo que osadamente
acepté, me pareció de utilidad, actualizar aquel otro vetusto que sobre el mismo tema en
1989 escribí91. Fundamentalmente, porque cuando urgida por los tiempos lo desempolvé,
con asombro noté que los años no habían debilitado su esencia. Y hacerlo además, tratando
de sistematizar lo que hoy vive el fuero contencioso federal, aportando información práctica
que anude con la mayor coherencia posible, decisiones que aunque muchas veces
respondieron a problemas de coyuntura, siempre fueron producto de ardua tarea.
La enseñanza sigue valiendo por estos tiempos y por estas tierras. Más aún, al son de
los tambores que anuncian la próxima confección y/o sanción de un Código Contencioso-
Administrativo, para el fuero federal.
Ojalá sea esta vez y reúna a los mejores, a los más idóneos para que al margen de
presiones políticas y/o intereses menores diagramen un sistema inteligible y eficaz, que
recepte los aciertos de normas vigentes, proyectos anteriores y reposada jurisprudencia.
El tiempo es vasto para sembrar y cosechar, invita a seria reflexión y responsable debate
previo. Ojalá se haga, además, con criterio uniformador del ordenamiento jurídico; con
sustento en la razón jurídica, que no debe ser sustituida por la razón de estado. ¡La
oportunidad es magnífica!
Art. 14.— Los jueces de primera instancia podrán ser recusados sin expresión de causa.
También podrá ser recusado sin expresión de causa un juez de las cámaras de
apelaciones, al día siguiente de la notificación de la primera providencia que se dicte.
Límites
Art. 15.— La facultad de recusar sin expresión de causa podrá usarse una (1) vez en cada
caso. cuando sean varios los actores o los demandados, sólo uno (1) de ellos podrá ejercerla.
Consecuencias
Art. 16.— Deducida la recusación sin expresión de causa, el juez recusado se inhibirá
pasando las actuaciones, dentro del primer día hábil siguiente, al que le sigue en el orden del
turno, sin que por ello se suspendan el trámite, los plazos, ni el cumplimiento de las diligencias
ya ordenadas.
1) El parentesco por consanguinidad dentro del cuarto grado y segundo de afinidad con
alguna de las partes, sus mandatarios o letrados.
2) Tener el juez o sus consanguíneos o afines dentro del grado expresado en el inciso
anterior, interés en el pleito o en otro semejante, o sociedad o comunidad con alguno de los
litigantes, procuradores o abogados, salvo que la sociedad fuese anónima.
4) Ser el juez acreedor, deudor o fiador de alguna de las partes, con excepción de los
bancos oficiales.
5) Ser o haber sido el juez autor de denuncia o querella contra el recusante, o denunciado
o querellado por éste con anterioridad a la iniciación del pleito.
6) Ser o haber sido el juez denunciado por el recusante en los términos de la ley de
enjuiciamiento de magistrados, siempre que la Corte Suprema hubiere dispuesto dar curso a
la denuncia.
7) Haber sido el juez defensor de alguno de los litigantes o emitido opinión o dictamen o
dado recomendaciones acerca del pleito, antes o después de comenzado.
9) Tener el juez con alguno de los litigantes amistad que se manifieste por gran familiaridad
o frecuencia en el trato.
10) Tener contra el recusante enemistad, odio o resentimiento que se manifieste por
hechos conocidos. En ningún caso procederá la recusación por ataques u ofensa inferidas al
juez después que hubiere comenzado a conocer del asunto.
Oportunidad
Art. 18 - La recusación deberá ser deducida por cualquiera de las partes en las
oportunidades previstas en el artículo 14. Si la causal fuere sobreviniente, sólo podrá hacerse
valer dentro de quinto día de haber llegado a conocimiento del recusante y antes de quedar
el expediente en estado de sentencia.
Art. 19.— Cuando se recusare a uno (1) o más jueces de la Corte Suprema o de una
cámara de apelaciones, conocerán los que queden hábiles, integrándose el tribunal, si
procediere, en la forma prescripta por la ley orgánica y el Reglamento para la Justicia Nacional.
Forma de deducirla
Art. 20.— La recusación se deducirá ante el juez recusado y ante la Corte Suprema o
cámara de apelaciones, cuando lo fuese de uno (1) de sus miembros.
Art. 22.— Deducida la recusación en tiempo y con causa legal, si el recusado fuese un (1)
juez de la Corte Suprema o de Cámara se le comunicará aquélla, a fin de que informe sobre
las causas alegadas.
Art. 23.— Si el recusado reconociese los hechos, se le tendrá por separado de la causa.
Si los negase, con lo que exponga se formará incidente que tramitará por expediente
separado.
Apertura a prueba
Resolución
Art. 25.— Vencido el plazo de prueba y agregadas las producidas, se dará vista al juez
recusado y se resolverá el incidente dentro de cinco (5) días de contestada aquélla o vencido
el plazo para hacerlo.
Art. 26.— Cuando el recusado fuera un (1) juez de primera instancia, remitirá a la cámara
de apelaciones dentro de los cinco (5) días, el escrito de recusación con un informe sobre las
causas alegadas, y pasará el expediente al juez que sigue en el orden del turno o, donde no
lo hubiere, al subrogante legal para que continúe su sustanciación. Igual procedimiento se
observará en caso de nuevas recusaciones.
Efectos
Art. 28.— Si la recusación fuese desechada, se hará saber la resolución al juez subrogante
a fin de que devuelva los autos al juez recusado.
Si fuese admitida, el expediente quedará radicado ante el juez subrogante con noticia al
juez recusado, aun cuando con posterioridad desaparecieren las causas que la originaron.
Cuando el recusado fuese uno (1) de los jueces de la Corte Suprema o de las cámaras de
apelaciones, seguirán conociendo en la causa el o los integrantes o sustitutos legales que
hubiesen resuelto el incidente de recusación.
Recusación maliciosa
Art. 29.— Desestimada una recusación con causa, se aplicarán las costas y una multa de
hasta pesos novecientos mil ($ 900.000) por cada recusación, si ésta fuere calificada de
maliciosa por la resolución desestimatoria.
Excusación
Art. 30.— Todo juez que se hallare comprendido en alguna de las causas de recusación
mencionadas en el artículo 17 deberá excusarse. Asimismo podrá hacerlo cuando existan
otras causas que le impongan abstenerse de conocer en el juicio, fundadas en motivos graves
de decoro o delicadeza.
No será nunca motivo de excusación el parentesco con otros funcionarios que intervengan
en cumplimiento de sus deberes.
Oposición y efectos
Art. 31.— Las partes no podrán oponerse a la excusación ni dispensar las causales
invocadas. Si el juez que sigue en el orden del turno entendiese que la excusación no procede,
se formará incidente que será remitido sin más trámite al tribunal de alzada, sin que por ello
se paralice la sustanciación de la causa.
Falta de excusación
Ministerio Público
Art. 33.— Los funcionarios del ministerio público no podrán ser recusados. Si tuviesen
algún motivo legítimo de excusación, deberán manifestarlo al juez o tribunal y éstos podrán
separarlos de la causa, dando intervención a quien deba subrogarlos.
— El art. 17 del CPCCN, al que remite el art. 40 de la ley 23.187, establece que serán
causales legales de recusación con causa, en lo que aquí interesa, "...tener contra el
recusante enemistad, odio, resentimiento que se manifieste por hechos conocidos..." —inc.
10—. Si de autos no surge ningún elemento de prueba que evidencie que el Tribunal de
Disciplina hubiere patentizado una conducta que importe odio o resentimiento contra el actor,
no se dan los presupuestos del inc. 10 de la norma citada para que prosperen las recusaciones
con causa formuladas, las que fueron bien rechazadas por el Tribunal de Disciplina. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala II, 12/04/12, "R. J. C. v. CPACF (Expte. 25243/10)", Causa 43.035/11.
— Los motivos que determinan la excusación del juez de la causa en los términos del art.
30, 2da. parte CPCCN deben ser analizados con criterio amplio aunque no despojado de
prudencia. Nadie más indicado para apreciar si median o no motivos íntimos de decoro o
delicadeza que el propio juez, por lo que imponerle la continuación en el conocimiento de la
causa a pesar de su oposición, podría significar forzarlo en el fuero íntimo. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala II, 4/06/92, "Inc. de recusación con causa en los autos: CHACOFI SACIFI v.
DNV s/ ord.".
— La facultad de recusar sin expresión de causa puede usarse una vez en cada caso
(con. art. 15 C.P.C.C.) y, de ello, se deduce —en primer lugar— que si el actor se abstuvo de
recusar en la oportunidad fijada por la ley y el proceso pasa a conocimiento de otro juez, aquél
no puede recusar sin expresión de causa al nuevo magistrado interviniente. En efecto, el art.
15 del Código Procesal impide que la facultad renazca ante la intervención de un nuevo juez,
sea por haber sido designado en substitución del anterior, sea como consecuencia de
la excusación o de la recusación con causa de este último. De modo tal que, ni siquiera la
recusación articulada por el demandado da lugar a una nueva del actor. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala III, 12/10/12, "Tremoulet, Luis Alberto y otros v. EN - M. Seguridad - PNA - Dto.
1104/05 752/09 s/personal militar y civil de las FF.AA. y de Seg.", Causa 1.720/2012.
— Para que sea procedente la excusación ella debe resultar de efectivas circunstancias
que demuestren que la inhibición responde a causas avaladas en serios fundamentos, pues
la sola delicadeza personal, en modo alguno, justifica la excusación del magistrado. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala III, 18/11/08, "Domínguez Benavides Claudia Dina v. EN - PJN -
Consejo Magistratura- Resol. 83/07 s/ amparo ley 16.986".
— Si bien los motivos de excusación son más amplios que los de recusación y cubren
ciertos casos de violencia moral, en los que sólo el Magistrado conoce la medida en que pesan
sobre su conciencia; no por ello la interpretación de la causal deja de ser restrictiva, pues se
altera el funcionamiento judicial y se modifica la asignación de la causa. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala III, 17/08/2007, "Santa Marina Alberto Patricio y otro - Inc. Exc v. EN- CSJN -
Consejo de la Magistratura - Dto. 5046/51 s/ empleo público", Causa 23.824/07.
— No corresponde hacer lugar a la recusación con causa impetrada en los términos del
art. 17, inc. 10 del CPCCN cuando la competencia del ejecutante a la segunda audiencia
se instrumentó a través de la fuerza pública pues la arbitrariedad aducida en el ejercicio de la
actividad jurisdiccional no es causal de recusación ni expresiva de por sí de enemistad, odio
o resentimiento (conf. Fassi, CPCC, t. I, p. 10). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 11/08/92,
"FN (DGI v. Iorcansky, M. J. s/ ejecución".
— Habiéndose configurado la causal prevista por el art. 17, inc. 7 del CPCCN corresponde
hacer lugar a la recusación con causa toda vez que si bien en principio el prejuzgamiento —
como causal de recusación con causa— es de interpretación restrictiva, a fortiori respecto de
lo expresado al dictarse medidas precautorias (conf. C. Nac. Civ., Sala A, LL 114-852; Sala B,
LL 116-822; C. Com., Sala A, LL Rep. XX, p. 1.257, Fallo N 2308-5). Ello es así en tanto al
pronunciarse sobre ésta el juez hubiera apreciado prima facie, la situación jurídica y
verosimilitud del derecho de las partes (C. Nac. Civ., Sala E, J.A. Rep. 1978 fs. 562 N 10; C.
Nac. Civ., Sala C, Rep. 1984, p. 741, N 16, ídem. J.A. 1986-I, síntesis), sin llegar a anticipar
su criterio mediante afirmaciones precisas, que excedan el alcance de una conclusión
provisoria (conf. esta Sala in re, 3-11-86, "E. F. A. v. David Pustelnik SA" y sus citas). C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala III, 07/07/92, "Locati, Enrique y otros v. UBA s/ Incidente de recusación
con causa".
— Los motivos expresados por la jueza excusante, si bien son plausibles y demuestran
delicadeza con quien tiene que resolver un concurso en el que ella participa, no son suficientes
para un apartamiento de la causa. No se trata de una relación personal que conlleve una
violencia para resolver una cuestión que le atañe directamente, y, por otro lado, la decisión
que se dicte en la ocasión es parte de la actividad jurisdiccional que debe desarrollar. C. Nac.
Ap. Cont. Adm. Fed., sala IV, 25/10/2012, "Christelo Fernando Pablo - INC. EXC. y otros v.
EN - CSJN - Consejo Magistratura - Dto. 5046/51 (AC11/02 H03)".
— A tenor de lo dispuesto por el art. 15 del Código Procesal la facultad de recusar sin
causa podrá usarse una vez en cada caso. De ello se deduce, en primer lugar, que si el
proceso ha pasado a conocimiento de otros jueces con motivo de una recusación deducida
por la demandada, la parte actora ya no puede ejercer la facultad que le confiere el art. 14,
cuarto párrafo, del Código Procesal, respecto de los nuevos magistrados intervinientes. En
segundo lugar, la norma mencionada impide que dicha facultad renazca ante la intervención
de otros jueces, sea por haber sido designados en substitución de los anteriores, sea como
consecuencia de la excusación o de la recusación con causa de alguno de estos últimos
(confr. Sala III in re: "Presedo Juan José v. Estado Nacional (Mº de Defensa) s/ Retiro Militar",
"Fisco Nacional (DGI) v. Capocotta Julián s/ Ejecución fiscal", "Incidente de Recusación
en autos: Sol Petróleo SA v. Estado Nacional s/ medida cautelar", del 26/9/91, 5/11/91 y
14/6/94, respectivamente). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 28/04/98, "Coll Bernardo Abel v.
Obras Sanitarias de la Nación (E.L.) y otro s/ Contrato obra pública", Causa nº 27.862/94.
1. Asistir a la audiencia preliminar y realizar personalmente las demás diligencias que este
Código u otras leyes ponen a su cargo, con excepción de aquéllas en las que la delegación
estuviere autorizada.
2. Decidir las causas, en lo posible, de acuerdo con el orden en que hayan quedado en
estado, salvo las preferencias establecidas en el Reglamento para la Justicia Nacional.
a) Las providencias simples, dentro de los tres (3) días de presentadas las peticiones por
las partes o del vencimiento del plazo conforme a lo prescripto en el artículo 36, inciso 1)
einmediatamente, si debieran ser dictadas en una audiencia o revistieran carácter urgente;
d) Las sentencias definitivas en el juicio sumarísimo, dentro de los veinte (20) o treinta
(30) días de quedar el expediente a despacho, según se trate de juez unipersonal o tribunal
colegiado. Cuando se tratare de procesos de amparo el plazo será de diez (10) y quince (15)
días, respectivamente.
En todos los supuestos, si se ordenase prueba de oficio, no se computarán los días que
requiera su cumplimiento.
I. Concentrar en lo posible, en un mismo acto o audiencia, todas las diligencias que sea
menester realizar.
II. Señalar, antes de dar trámite a cualquier petición, los defectos u omisiones de que
adolezca, ordenando que se subsanen dentro del plazo que fije, y disponer de oficio toda
diligencia que fuere necesaria para evitar o sanear nulidades.
IV. Prevenir y sancionar todo acto contrario al deber de lealtad, probidad y buena fe.
— Corresponde admitir la denuncia por retardo de justicia si el plazo del art. 34, inc. 3º,
ap. c, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación no fue debidamente observado ya
que el llamamiento de autos para sentencia estuvo en condiciones de decretarse con mucha
anterioridad a la fecha en que efectivamente se lo dispuso (art. 268 del Código citado). Corte
Sup., 20/12/2005,"R., M. A. s/ retardo de justicia en autos: "R., M. A. v. OSECAC y
otros s/ responsabilidad médica", Fallos: 328: 4615.
— La Corte ha destacado que los magistrados tienen el deber de examinar los litigios y
dirimirlos según el derecho vigente, calificando de modo autónomo la realidad fáctica y
subsumiéndola en las normas jurídicas que la rigen, con prescindencia de los fundamentos
que enuncien las partes Fallos: 311:290; 313:924; 314:420 y 535, entre muchos otros; art.
34del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup., 29/09/1998, "Niesi, Oscar
Ángel v. Instituto de Servicios Sociales Bancarios", Causa N. 104. XXXIII.
— La sala omitió hacerse cargo del principio iura novit curia con base en afirmaciones
dogmáticas que no reflejan un tratamiento adecuado de la controversia (Fallos: 310:927, 1589,
2114, Y 311:1171, entre otros), toda vez que resulta notorio, por lo expresado en el párrafo
anterior, que la aplicación de la LCT no hubiera modificado en manera alguna la causa
petendi ni, por ende, menoscabado el derecho de defensa y los principios procesales que
resguardan la bilateralidad, la igualdad de las partes y el equilibrio procesal. Es evidente, al
respecto, que los jueces acudieron a la directriz contenida en el art. 163, inc. 6, del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación para calificar jurídicamente la conducta de las partes
según la ley aplicable, pero resignaron su proyección a la horade establecer la cuantía de la
reparación de un daño que, conforme la lectura de la sala, la misma ley (LCT) presume. En
tales condiciones, corresponde dejar sin efecto lo resuelto con arreglo a conocida doctrina del
Tribunal sobre arbitrariedad de sentencias, y recordar una vez más que los jueces "en el
cumplimiento de su misión constitucional de discurrir los conflictos litigiosos, tienen el deber
de examinar autónomamente la realidad fáctica subsumiéndola en las normas jurídicas que
las rigen. Atribución que por ser propia y privativa de la función jurisdiccional lleva a prescindir
de los fundamentos y calificaciones normativas que postulen las partes, aun cuando
concordaren en ellos; y que encuentra su único límite en el respeto al principio de
congruencia". Corte Sup., 16/04/2013, "Cómoli, Daniel Alberto y otros v. Banco de la Nación
Argentina", Causa C.585.XLI.
— En primer término se debe señalar que, más allá del nomen iuris que la ejecutada le ha
asignado a su planteo, lo cierto es que pretende cuestionar la representación invocada por el
letrado, y no la carencia de legitimación para demandar a la Sociedad Italiana de Beneficencia.
A tal conclusión se llega sin esfuerzo alguno, si se tiene en cuenta que el fundamento del
planteo radica en que el letrado peticionario manifestó que "actúa en su carácter de apoderado
de la Sociedad Italiana de Beneficencia - Hospital Italiano, sin acreditar suficientemente que
se encuentra habilitado para ello". De tal manera, y teniendo en cuenta que frente a una
denominación errónea el juzgador debe, en ejercicio de su potestad iura novit curia, calificarla
como corresponde, se debe examinar si el incidente debe ser admitido sobre la base de la
previsión contenida en el inc. 2º del art. 347 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación. Corte Sup., 30/10/2007, "Sociedad Italiana de Beneficencia en Bs. As. (Htal. Italiano)
v. Chaco, Provincia del", Causa S.228.XL.
— El principio iuria curia novit, por el que se concede a los jueces la potestad de suplir el
derecho que las partes no invocan o que lo hacen erróneamente, no puede ser entendido con
un alcance tal que no sólo sustituya instrumentalmente la vía procesal elegida por el
demandante mediante la calificación jurídica apropiada, sino que incluso altere la naturaleza
y alcances de la pretensión que se promueve, supliendo una actuación que, en el ámbito del
principio dispositivo vigente en el proceso civil, es personal de todo sujeto que peticiona ante
el Poder Judicial (Voto de la mayoría, al que no adhirieron los Dres. Carlos S. Fayt y Juan
Carlos Maqueda). Corte Sup., 19/09/2006, "Estado Nacional (Secretaría de Cultura de la
Presidencia de la Nación) v. Chaco, Provincia del (Tribunal Superior de la Provincia del
Chaco) s/interdicto de obra nueva", Fallos: 329: 3879.
— Las facultades de una sala de cámara para imponer medidas disciplinarias han sido
reconocidas por la Corte cuando se han ejercido en una causa judicial, en decisiones
jurisdiccionales de la sala que intervino a raíz de recursos de apelación y fueron fundadas en
razones que hacen a la actuación jurisdiccional del juez, como las que se refieren al criterio o
forma con que el magistrado ha resuelto cuestiones jurídicas planteadas. Corte
Sup., 24/10/1997, "Santa Marina, Alberto Patricio s/ res. 95/95 Cámara Federal de La Plata",
Fallos: 320: 2262.
— El hecho de que la señora jueza haya dado encuadramiento a la situación del actor en
una solución jurídica distinta de la que fue objeto en el escrito de inicio no provoca ninguna
lesión al derecho de defensa de la parte demandada, toda vez que en la calificación de los
hechos y determinación de la norma aplicable ella actuó con independencia de los
argumentos expuestos por las partes, en virtud del principio iura novit curia, que sólo
encuentra límite en la invocación de un hecho que no haya sido propuesto en la demanda
pero no en la calificación de ese hecho a la luz de las normas jurídicas ya que comporta una
facultad que deriva de los principios esenciales que organizan la función judicial. C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala I, 18/05/12, "Rodríguez Manuel Lizardo v. EN Gendarmería
Nacional s/ personal militar y civil de las FF.AA. y de Seg.", Causa 49.210/94.
— Cabe resaltar que si bien la resolución ME y P 603/2003 fue introducida al juicio con
posterioridad a la sentencia, aquella fue dictada antes del cobro del arancel. Por tanto, si bien
no fue alegada por las partes ni contemplada por la jueza de grado, corresponde examinar
dicha resolución por aplicación del principio iura novit curia C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I,
22/11/11, "Eastman Chemical Argentina SA v. EN - DGA Resol. 998/07 (DE ASAT) (Expte.
15.389/05) s/ Dirección General de Aduanas", Causa 29.536/2007.
— Por el principio de "iuria novit curia", el juez puede calificar autónomamente los hechos
del caso y subsumirlos en las normas jurídicas cualesquiera sean las invocadas, en tanto no
se alteren los supuestos fácticos (Corte Sup. Fallos: 288:279, 296:633, 297:42). C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala I, 19/05/11, "Bunge Argentina SA (TF 24622-A) v. DGA", Causa 14.604/10.
— Calificar la realidad del caso y subsumirla en los principios y normas que se consideran
pertinentes para una recta solución de la litis, traduce no sólo una facultad, sino además, un
deber de los magistrados (Corte Sup., Fallos: 310:2733 y 314:420 —entre otros—, y Sala III
de esta Cámara: "El Brujo SRL v. EN - Mº Economía- Resol. 485/05 s/DGA", 26/11/09, en esp.
el Consº VI; y esta Sala con su anterior integración, in re: "Gómez, Eduardo Ramón v. EN -
Mº Interior - SIDE Dto. 628/92 502/03 s/personal militar y civil de las FF.AA. y de Seg. - expte.
19.426/05", 21/12/10). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 28/02/12, "Inc SA (TF 28845-A) v.
DGA.", Causa 35.242/11.
— La inconducta a la que alude el art. 45 del CPCCN es aquella contraria a los deberes
de lealtad, probidad y buena fe (art. 34, inc. 5.d.) manifestada en forma persistente a través
de las distintas etapas del proceso y que castiga las actitudes evidentemente obstrucionistas
y dilatorias, que constituyan un abuso deliberado de las garantías que la ley ha establecido
para la defensa de los derechos litigiosos (Fassi, Santiago C. y Yáñez, César D.,Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación-Comentado Anotado y Concordado, t. I, Astrea, Bs.
As., 1988, p. 322 y Sala I, "Fisco nacional (DGI) v. Bozzi Hermanos SA", 13/07/99) (Cons.
7). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 23/09/08, "Dolder, Guillermo Andrés v. PEN - ley 25.561-
Dtos. 1570/01 214/02 s/ proceso de conocimiento-ley 25.561", Causa 8.618/04.
— Los jueces tienen la facultad y el deber de discurrir los conflictos litigiosos según el
derecho vigente, calificando autónomamente la realidad fáctica y subsumiéndola en la norma
jurídica que la rige, con prescindencia de los fundamentos que enuncian las partes ("El Brujo
SRL v. EN —Mº Economía— Resol. 485/05 s/DGA", sentencia del 26/11/2009, voto del juez
Fernández, consid. VI; cfr. también Fallos 310:2733 y 314:420). Ello, siempre sin lesionar
garantías constitucionales y sin apartarse de lo que tácitamente resulta de los términos de la
litis (Fallos 300:1015). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 28/09/12, "Family Park SA (TF 18895-
I) y acum. v. DGI", Causa 175/2012.
— La Corte federal ha hecho especial hincapié en que toda sentencia debe ser congruente
con lo solicitado en la demanda (Fallos: 308:1087 y 312:2004, entre otros); y que, aunque los
jueces pueden reparar los errores referentes al derecho en que se fundan las pretensiones de
las partes —en razón del principio iura novit curia—, no están habilitados para hacerlo
respecto de los hechos en que ellas se apoyan, alterando la base fáctica del litigio o la causa
petendi (cfr. Fallos: 182:398; 313:915; 322:2525; 324:1234; 325:3045; 326:1027; 327:5837,
entre muchos otros). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 14/08/12, "Editorial Perfil SA y otro v.
EN-Jefatura de Gabinete de Ministros-SMC s/amparo ley 16.986", Causa 18.639/06.
Potestades disciplinarias
Art. 35.— Para mantener el buen orden y decoro en los juicios, los jueces y tribunales
deberán:
3) Aplicar las correcciones disciplinarias autorizadas por este Código, la ley orgánica, el
Reglamento para la Justicia Nacional, o las normas que dicte el Consejo de la Magistratura.
El importe de las multas que no tuviesen destino especial establecido en este Código, se
aplicará al que le fije la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Hasta tanto dicho tribunal
determine quiénes serán los funcionarios que deberán promover la ejecución de multas, esa
atribución corresponde a los representantes del Ministerio Público Fiscal ante las respectivas
jurisdicciones. La falta de ejecución dentro de los treinta días de quedar firme la resolución
que las impuso, el retardo en el trámite o el abandono injustificado de éste, será considerado
falta grave.
— Las facultades disciplinarias reconocidas a los jueces por los arts. 35 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación y 18 del decreto-ley 1285/58, para mantener el buen
orden y decoro de los juicios, no se superponen ni se confunden con las atribuciones de
idéntica naturaleza conferidas al tribunal de disciplina del Colegio Público de Abogados por
la ley 23.187,en tanto estas últimas persiguen el objetivo más amplio de asegurar el correcto
ejercicio la abogacía en los ámbitos de la actuación profesional. Corte Sup., 04/12/2012,
"Iturbe, Osear Isaac v. Municipalidad de General Pueyrredón".
— Las facultades disciplinarias reconocidas a los jueces por los arts. 35 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación y 18 del decreto-ley 1285/58, para mantener el buen
orden y decoro de los juicios, no se superponen ni se confunden con las atribuciones de
idéntica naturaleza conferidas al tribunal de disciplina del Colegio Público de Abogados por
la ley 23.187,en tanto estas últimas persiguen el objetivo más amplio de asegurar el correcto
ejercicio de la abogacía en todos los ámbitos de la actuación profesional. Corte
Sup., 16/11/2004, "Lagomarsino, Marcos Ricardo y otro", Fallos: 327:5039.
— Las facultades disciplinarias reconocidas a los jueces por el artículo 35 del CPCCN y
el artículo 18 del decreto ley 1.285/58, modificado por ley 24.289 de Organización de la
Justicia Nacional, son consecuencia del deber de dirección del proceso que es inherente —
por esencia— a quien ejerce el poder jurisdiccional, pues su inmediación respecto de las
partes le permite conducir el trámite de la causa con el necesario orden y respeto que toda
contienda judicial debe exhibir. No se confunden con las atribuciones conferidas al Tribunal
de Disciplina del Colegio Público de Abogados por la ley 23.187, en tanto estas últimas
persiguen el objetivo más amplio de asegurar el correcto ejercicio de la abogacía en el ámbito
profesional. Ello se justifica por cuanto los bienes y valores en juego resultan distintos (Sala
III "B. E. T. v. CPACF", 12/6/03). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 3/03/05, "AFIP DGI -
Incidente v. IMAR Sociedad Anónima", Causa 15.310/04.
Art. 36.— Aún sin requerimiento de parte, los jueces y tribunales deberán:
1) Tomar medidas tendientes a evitar la paralización del proceso. A tal efecto, vencido un
plazo, se haya ejercido o no la facultad que corresponda, se pasará a la etapa siguiente en el
desarrollo procesal, disponiendo de oficio las medidas necesarias.
2) Intentar una conciliación total o parcial del conflicto o incidente procesal, pudiendo
proponer y promover que las partes deriven el litigio a otros medios alternativos de resolución
de conflictos.
3) Proponer a las partes fórmulas para simplificar y disminuir las cuestiones litigiosas
surgidas en el proceso o respecto de la actividad probatoria. En todos los casos la mera
proposición de fórmulas conciliatorias no importará prejuzgamiento.
c) Mandar, con las formalidades prescriptas en este Código, que se agreguen documentos
existentes en poder de las partes o de terceros, en los términos de los artículos 387 a 389.
— El proceso judicial no es un óbice "para que las partes deriven el litigio a otros medios
alternativos de resolución" (art. 36, inc. 2 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación),
a lo que cabe agregar que la causa se encuentra en condiciones de que se lleve a cabo
la audiencia prevista en el art. 360 del citado código, oportunidad en la cual corresponderá
que aquéllas sean invitadas "a una conciliación o a encontrar otra forma de solución" (artículo
citado, inc. 1). Corte Sup., 06/12/2011, "San Luis, Provincia de v. Estado
Nacional s/ cumplimiento de contrato", Causa S. 501. XLV.
— Que con arreglo a las atribuciones reconocidas en el art. 36 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación, a fs. 607 el Tribunal convoca a las partes a una audiencia, acto que
concluye el 5 de octubre pasado y en el cual, con la única asistencia de la parte actora, la
Provincia de Entre Ríos se somete a la jurisdicción de los tribunales nacionales inferiores con
asiento en la Capital Federal. Corte Sup., 26/06/2007, "Silberman, Jorge Oscar v. Entre Ríos,
Provincia de y otros (Estado Nacional entre otros) s/ daños y perjuicios", Causa S. 805. XL.
— En atención a lo expuesto, a fin de poder dilucidar lo que mejor responda a los delicados
derechos en juego, solicito a V.E., que ordene con carácter de urgente, en el uso de las
facultades que le confiere el art. 36 inc. 4º del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación. Corte Sup., 20/06/2007, "Recurso de Hecho: Guarino, Humberto José y Duarte de
Guarino, María Eva s/ guarda preadoptiva", Causa G, 1551, XLII.
— Que con el mismo fundamento e igual objeto en que hicieron pie los pronunciamientos
adoptados el 20 de junio de 2006, el 7 de febrero y el 23 de febrero, ambos de 2007,
corresponde poner nuevamente en ejercicio las atribuciones re conocidas al Tribunal en el art.
32 de la ley 25.675 y en el art. 36 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y, en
consecuencia, disponer la realización de una audiencia de carácter público que se celebrará
en la sede de este Tribunal, a la que se convocará a las partes y a los terceros intervinientes
a fin de que expresen oralmente las observaciones que estimen conducentes con respecto al
Plan Integrado para el Saneamiento de la Cuenca Matanza Riachuelo presentado, en materia
de prevención y recomposición, por el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires y la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, así como con relación al informe formulado por la
Universidad de Buenos Aires sobre la factibilidad de aquel plan, con arreglo a lo ordenado a
dicha entidad a fs. 1047. Corte Sup., 12/06/2007, "Mendoza, Beatriz Silvia y otros v. Estado
Nacional y otros s/ daños y perjuicios (daños derivados de la contaminación ambiental del Río
Matanza - Riachuelo)", Causa M. 1569. XL.
— Que por ello, debe descalificarse el fallo que, en ausencia de elementos probatorios
cuya producción correspondía a la demandada, fijó un importe de condena basado sólo en el
reconocimiento de ésta, sin siquiera acudir para su determinación a las facultades
ordenatorias e instructorias que confiere a los jueces el art. 36 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación a fin de descubrir la verdad real sobre la formal; ello, con menoscabo
de las garantías de la defensa en juicio y el debido proceso (Fallos: 317:1413). Corte Sup.,
27/02/2001, "Expreso Cafayate Sociedad Anónima, Comercial, Industrial, Financiera,
Inmobiliaria, de Mandatos y Agropecuaria v. Ingenio y Refinería San Martín del Tabacal SA".
— Que la tacha de arbitrariedad que el apelante aduce constituye causa bastante para
decidir la apertura y acogimiento del recurso deducido. En efecto, la descalificación por el a
quo del tope indemnizatorio legal no satisface las exigencias que esta Corte ha especificado
en conocidos pronunciamientos (Fallos: 236:27 y muchos otros), pues atribuyó irrazonabilidad
al salario mínimo vital vigente a la fecha del despido a partir de su cotejo con el salario
denunciado por el actor, sin advertir que éste fue negado por la demandada y no fue objeto
de prueba en la causa. Además, comparó la indemnización por despido sobre la base de esa
remuneración denunciada, sin siquiera acudir para su determinación —en ausencia de
elementos probatorios— a las facultades ordenatorias e instructorias que confiere a los jueces
el art. 36 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup., 27/10/1994, "Paz,
Domingo Gualterio c. Compañía General de Comercio e Industria SA", Fallos: 317: 1413.
— Las medidas adoptadas con fundamento en las facultades ordenatorias otorgadas por
el código procesal, como evidentemente lo es la dispuesta en el auto impugnado, son —por
principio— inapelables (esta sala, causas "Espuña SRL - RQU II" y "Soto Pastor Juan y otros
v. EN-Mº Seguridad-GN-Dto. 2769/93 927/11 s/ personal militar y civil de las FF.AA. y de
Seg.", pronunciamientos del 12 de julio de 2012 y del 11 de marzo de 2014. C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala I, 08/05/2014, "Ramírez Federico y otros v. EN-M. Seguridad —GN— dto.
2769/93 927/11 s/Personal militar y civil de las FF.AA. y de Seg.", Causa 23295/2012.
Sanciones conminatorias
Art. 37.— Los jueces y tribunales podrán imponer sanciones pecuniarias compulsivas y
progresivas tendientes a que las partes cumplan sus mandatos, cuyo importe será a favor del
litigante perjudicado por el incumplimiento.
— Corresponde dejar sin efecto las resoluciones que persisten en la aplicación de las
astreintes omitiendo considerar las serias alegaciones del demandado acerca de que no
pretendió sustraerse al cumplimiento de las obligaciones a su cargo —lo que
tornaría injustificadas las sanciones impuestas cualquiera sea su importe— y de que la
desproporción que existe entre los importes estimados administrativamente y el monto de la
condena fijado en sede judicial provocaría un enriquecimiento sin causa. Corte Sup.,
13/03/2012, "Mercado, Florentino v. ENTEL Residual", Fallos: 335: 246.
— Cabe dejar sin efecto la aplicación retroactiva de astreintes a que dio lugar el a quo,
pues omite considerar que dichas sanciones tienen como finalidad compeler el cumplimiento
de un mandato judicial y que alcanzan a quienes, después de dictadas, persisten en
desentenderse injustificadamente de aquél. Corte Sup., 02/03/2010, "Caraballo, Jorge Oscar
y otros v. Policía Federal Argentina y otro", Fallos: 333: 138.
Corresponde dejar sin efecto la sentencia que redujo la suma fijada en concepto de
astreintes ya que omitió considerar las serias alegaciones de la demandada acerca de que no
ha pretendido sustraerse al cumplimiento de las obligaciones a su cargo —lo que
tornaría injustificadas las sanciones impuestas cualquiera sea su importe — y de que la
evidente desproporción que existe entre los importes fijados y el monto de la condena
provocaría un enriquecimiento sin causa, además de afectar el desarrollo de actividades
esenciales del Estado por las cuantiosas sumas que debe afrontar. Corte Sup., 14/04/2009,
"Noroña, Nicolás v. Ferrocarriles Argentinos", Fallos: 332:846.
— Las sanciones conminatorias, como las previstas en el art. 37 del CPCCN, deben ser
fijadas como una sanción por el incumplimiento de un mandato judicial, en donde se haya
demostrado por parte del deudor la contumacia o alzamiento contra la orden judicial, y que se
encuentra dirigido a salvaguardar el principio de autoridad y de justicia (confr. esta Sala —en
su anterior integración— in re: "Benítez Suares, Dora v. UBA s/empleo público", 09/06/11).
Asimismo, el art. 666 bis in fine del Código Civil establece que "...podrán ser dejadas sin efecto
o reajustadas si aquél desiste de su resistencia y justifica total o parcialmente su proceder".
Por ello, como presupuestos indispensables para su procedencia se requieren, entre otros,
una resolución firme y una conducta renuente, con ánimo doloso o al menos gravemente
negligente del incumplidor (conf. esta Sala —en otra composición— in re: "González, Cristian
Gonzalo y otros v. EN-Mº de Defensa-Ejército Argentino dto. 2000/91 s/Personal Militar y Civil
de las Fuerzas Armadas y de Seg.", 11/09/08). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 04/10/12,
"Vaira y Del Grosso SRL v. ANA s/Dirección General de Aduanas", Causa 4.749/90.
— La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha considerado que ajustar el requerimiento
de pago al trámite y plazos previstos en los artículos 31 y 32 del decreto 1116/2000, cuya
aplicación deviene inexcusable en atención al carácter de orden público que revisten las
normas de la ley de consolidación, trae aparejado la irrenunciabilidad e imperatividad de esas
disposiciones (C. 1919.XLI - RHE "Caraballo, Jorge Oscar y otros v. Policía Federal Argentina
y otro", 02/03/10, Fallos 333:138), lo que conduce de manera inexcusable a la necesidad de
valorar con prudencia y adecuada ponderación las circunstancias particulares configuradas
en el caso, para establecer si ha existido una demora injustificada y susceptible de reproche
por parte del Estado en el cumplimiento de sus deberes de modo sustente la imposición de
una sanción. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 4/10/12, "Vaira y Del Grosso SRL v.
ANA s/Dirección General de Aduanas", Causa 4.749/90.
— Si la sentencia que hizo lugar al amparo por mora interpuesto —consentida por la
demandada— resulta cuestionada por el propio actor, quien pretende la aplicación de
sanciones conminatorias y disciplinarias, por el incumplimiento de la accionada, aún no se
verifica la situación descripta en el art. 37 del C.P.C.C.N toda vez que el a quo —luego de
verificar la mora administrativa requerida a los fines de la procedencia de la acción incoada
(conf. art. 28 de la ley 19.549)—, ordenó a la demandada que dictara el acto administrativo
que resolviera la petición del amparista y le concedió al efecto un plazo de diez días hábiles
de quedar firme o consentida la sentencia, el que no se encuentra cumplido a instancias del
propio actor. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 05/07/12, "Ceballos Sergio Daniel v. AFSCA
(Exp 2988/11-COMFER 1225/96) s/amparo por mora", Causa 1.928/12.
— Las astreintes deben ser fijadas como una sanción por incumplimiento de un mandato
judicial, en donde se haya demostrado por parte del deudor contumacia o alzamiento contra
una orden judicial, y que se encuentra dirigida a salvaguardar el principio de autoridad y de la
justicia. En el caso se han desoído los planteos formulados por la accionada en punto a que
se encontraba materialmente imposibilitada de dar cumplimiento a la emisión de los
certificados de aportes y contribuciones, situación que debió ser resuelta oportunamente por
el juez de Primera Instancia y como requisito previo a aplicar las sanciones que aquí se
cuestionan. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II 9/06/11, "Benítez Suárez, Dora - sanción v.
UBA s/empleo público", Causa 16.086/11.
Deberes
Art. 38.— Los secretarios tendrán las siguientes funciones además de los deberes que en
otras disposiciones de este Código y en las leyes de organización judicial se les impone:
1) Comunicar a las partes y a los terceros las decisiones judiciales, mediante la firma de
oficios, mandamientos, cédulas y edictos, sin perjuicio de las facultades que se acuerdan a
los letrados respecto de las cédulas y oficios, y de lo que establezcan los convenios sobre
comunicaciones entre magistrados de distintas jurisdicciones.
b) Remitir las causas a los ministerios públicos, representantes del fisco y demás
funcionarios que intervengan como parte.
Art. 38 ter.— Dentro del plazo de tres días, las partes podrán requerir al juez que deje sin
efecto lo dispuesto por el secretario, el prosecretario administrativo o el jefe de despacho. Este
pedido se resolverá sin substanciación. La resolución será inapelable.
Recusación
Art. 39.— Los secretarios de primera instancia únicamente podrán ser recusados por las
causas previstas en el artículo 17.
En todos los casos serán aplicables, en lo pertinente, las reglas establecidas por la
recusación y excusación de los jueces.
— El secretario del juzgado carece de facultades para suscribir una resolución que admite
o deniega una medida cautelar correspondiendo declarar su nulidad y, en consecuencia,
remitir las actuaciones a los efectos de que la magistrado interviniente se pronuncie conforme
a derecho. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I 25/06/02, "Rodríguez Nélida Inc. Med. v. PEN Ley
25.561 Dtos. 1570/01 214/02 s/amparo ley 16.986", Causa 133.841/02.
— El art. 120 deja a salvo la posibilidad de que el interesado peticione ante el juez de
acuerdo con lo autorizado en el art. 38CPCCN a fin de despejar cualquier duda que
eventualmente pudiera suscitarse a raíz de que el mismo texto establece que la resolución
que tuviera por no presentado el escrito o documento no admite "más trámite ni recurso".
Parece claro que al conocer del remedio que prevé el art. 38, el magistrado debe examinar si
el proveído del secretario se ajusta o no a las disposiciones del art. 120, pero no se halla
facultado a apartarse de ellas. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 17/07/92, "Deutsche Bank
Aktien-Gesells v. BCRA s/ nulidad de resol.".
— Según se establece en el art. 38, inc. 3 del Código Procesal, es deber de los secretarios
"conferir vistas y traslados". Ello así, el traslado del recurso extraordinario se encuentra dentro
de los deberes que el código de rito impone al citado funcionario. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 28/02/95, "Guerrero, José - 10185-I v. DGI", Causa nº 2.549/94.
Título II - Partes
Domicilio
Art. 40.— Toda persona que litigue por su propio derecho o en representación de tercero
deberá constituir domicilio legal dentro del perímetro de la ciudad que sea asiento del
respectivo juzgado o tribunal.
Ese requisito se cumplirá en el primer escrito que presente, o audiencia a que concurra,
si es ésta la primera diligencia en que interviene. En las mismas oportunidades deberá
denunciarse el domicilio real de la persona representada.
Se diligenciarán en el domicilio legal todas las notificaciones por cédula, que no deban
serlo en el real.
Art. 41.— Si no se cumpliere con lo establecido en la primera parte del artículo anterior,
las sucesivas resoluciones se tendrán por notificadas en la forma y oportunidad fijadas por el
artículo 133, salvo la notificación de la audiencia para absolver posiciones y la sentencia.
Art. 42.— Los domicilios a que se refieren los artículos anteriores subsistirán para los
efectos legales hasta la terminación del juicio o su archivo, mientras no se constituyan o
denuncien otros.
Todo cambio de domicilio deberá notificarse por cédula a la otra parte. Mientras esta
diligencia no se hubiese cumplido, se tendrá por subsistente el anterior.
— De conformidad con lo establecido por el art. 3de la ley 11.683 (T.O. 1998), el domicilio
fiscal produce los efectos del domicilio constituido siéndole de aplicación las disposiciones de
los arts. 41, 42 y 133 del CPCCN (Esta Sala "Fisco v. Bellcar, 18/8/84, "Queja en autos:
"Fisco Nacional- DGI v. Tiempo Hábil SRA s/ Ej. fiscal, 8/8/95, Sala II "Fisco Nacional - DGI
RQU v. Zapatería Sarli SRL, 3/10/96). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 15/06/05, "AFIP-DGI
v. Constru S. A. s/ ejecución fiscal", Causa 35.001/04.
— La providencia mediante la cual se tenían por recibidas las actuaciones del archivo no
fue notificada a la actora conforme lo previsto en el artículo 135, inciso 8º, del CPCCN en su
domicilio real por haber dejado de subsistir el domicilio constituido en virtud de haber sido
archivadas las actuaciones, de conformidad con lo dispuesto en el art. 42 del CPCCN razón
por la cual no pudo enterarse de la prosecución del juicio y ejercer debidamente su derecho
de defensa. Esta circunstancia resulta suficiente para declarar nulo todo lo actuado en su
consecuencia, incluso las regulaciones de honorarios efectuadas en la instancia anterior y en
esta instancia y las actuaciones posteriores. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 09/10/07, "Boldt
SA v. Banco de la Nación Argentina", Causa 1.970/03.
— Como regla general no es admisible sostener que el domicilio fiscal, una vez
denunciado, subsiste indefinidamente y que por tanto son válidas todas las notificaciones
realizadas en él, con prescindencia del hecho de que el contribuyente o responsable
permanezca o no en ese lugar, tal como si el domicilio constituido al que se refieren los artícu-
los 40 y 41 del CPCCN pudiera fijarse antes del juicio y persistir después de él,
haciéndolo extensivo a todos los deberes y obligaciones impositivos que vinculan al
contribuyente o responsable con el Fisco a lo largo de toda su existencia. La obligación de
denunciar el domicilio fiscal y mantenerlo actualizado, establecida en el art. 3 de la ley 11.683
y en la resolución general 301 de 1998 y sus modificatorias, no relevan al Fisco del deber de
verificar si el domicilio denunciado es aquél en que el contribuyente o responsable tienen su
residencia o actividad y en el que pueden ser útilmente notificados; a cuyo efecto en el art.
3 de esa resolución se le atribuyen amplios poderes, inclusive el de solicitar su rectificación,
impugnarlo, y fijarlo de oficio. Máxime, si se tiene en cuenta que el procedimiento de
determinación de oficio tiene forma de juicio contradictorio y la vista del art. 17 de la ley 11.683
constituye un acto de fuerza equivalente al que en el proceso judicial tiene la citación del
demandado, de trascendental importancia por su vinculación directa con la garantía
constitucional de la defensa en juicio (Fallos: 316:247; 321:1596; 323:52 y 327:5965). En
consecuencia, la cédula de notificación debe ser dirigida al lugar en que efectivamente reside
y no a un domicilio ficticio, a tal efecto los arts. 153 y 154 del Reglamento de la Oficina de
Notificaciones aprobado por la acordada 19/80, y sus modificatorias (inclusive la resolución
188 del 26 de abril de 2007 del Consejo de la Magistratura que aún no se encontraba vigente
pero cuyo texto tiene alcance aclaratorio) disponen que la notificación de conformidad con
el art. 141 del CPCCN se practicará cuando se informe que la persona a notificar vive allí y no
se la encontrare en la segunda oportunidad después de haber dejado el aviso de ley. Estos
requisitos deben ser cumplidos al realizar la notificación personal a la que se refiere el art.
100, incs. b) y e) de la ley 11.683, por cuanto éste último remite al régimen del Código
Procesal en la materia. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 31/03/09, "Boidi, Patricia Edith (TF
26.611) v. DGI", Causa 18.357/07.
Muerte o incapacidad
Art. 43.— Cuando la parte que actuare personalmente falleciere o se tornare incapaz,
comprobando el hecho, el juez o tribunal suspenderá la tramitación y citará a los herederos o
al representante legal en la forma y bajo el apercibimiento dispuestos en el artículo 53, inciso
5.
Sustitución de parte
Art. 44.— Si durante la tramitación del proceso una de las partes enajenare el bien objeto
del litigio o cediere el derecho reclamando, el adquirente no podrá intervenir en él como parte
principal sin la conformidad expresa del adversario. Podrá hacerlo en la calidad prevista por
los artículos 90, inciso 1 y 91, primer párrafo.
Temeridad o malicia
Art. 45.— Cuando se declarase maliciosa o temeraria la conducta asumida en el pleito por
alguna de las partes, el juez le impondrá a ella o a su letrado o a ambos conjuntamente, una
multa valuada entre el diez y el cincuenta por ciento del monto del objeto de la sentencia. En
los casos en que el objeto de la pretensión no fuera susceptible de apreciación pecuniaria, el
importe no podrá superar la suma de $ 50.000. El importe de la multa será a favor de la otra
parte. Si el pedido de sanción fuera promovido por una de las partes, se decidirá previo
traslado a la contraria.
Sin perjuicio de considerar otras circunstancias que estime corresponder, el juez deberá
ponderar la deducción de pretensiones, defensas, excepciones o interposición de recursos
que resulten inadmisibles, o cuya falta de fundamento no se pueda ignorar de acuerdo con
una mínima pauta de razonabilidad o encuentre sustento en hechos ficticios o irreales o que
manifiestamente conduzcan a dilatar el proceso.
— El criterio que preside la aplicación de la sanción del art. 45 del CPCCN es de carácter
restrictivo, toda vez que debe ser confrontado con el adecuado ejercicio del derecho de
defensa que atañe a las partes y ostenta raigambre constitucional (Sala II "Dolder, Guillermo
Andrés v. PEN - Ley 25.561s/proceso de conocimiento", 23/09/2008). Y se
requiere, inexorablemente, para su configuración la presencia del elemento subjetivo (Sala II
"De All José Antonio - Incidente v. Entel s/Varios", 13/03/97). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I,
23/09/10, "Panorama TV SRL (E.F.) v. Comisión Nacional de Telecomunicaciones y
otros s/proceso de conocimiento", Causa 4.619/92.
— Para que pueda atribuírsele a una parte conducta maliciosa o temeraria, es necesario
que ésta actúe sin razón valedera y que tenga, además, conciencia de la propia sinrazón.
Sobre estos conceptos, arroja luz lo expresado por Enrique M. Falcón en su Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación, Anotado, Concordado, Comentado (t. I, p. 342): "[l]a actuación
en el proceso según el deber de lealtad, probidad y buena fe, tiene como contrapartida la
temeridad y malicia, esto es la actuación sin medir las consecuencias con el objeto de causar
un perjuicio. Temeridad y malicia suponen una conducta mañosa, la maniobra desleal, las
articulaciones de mala fe y sin apoyo jurídico o fáctico alguno, máxime cuando son reiteradas
y nadie puede tener ninguna duda de que no obedecen a un simple error o a distintas
posibilidades que brinda una jurisprudencia divergente sobre el punto, o a nuevos enfoques
susceptibles de hacerla variar, sino que trasuntan claramente dolo procesal. Se configura (la
temeridad) por lo tanto, frente a la conciencia de la propia sinrazón. De allí que no sea
suficiente, para calificar una conducta como temeraria, el elemento objetivo representado por
la falta de fundamento o por la injusticia de la pretensión o de la oposición. Es además
necesario el factor subjetivo que se manifiesta a través de la conciencia de que tales
circunstancias concurren en el caso concreto. La malicia es la conducta procesal que se
manifiesta mediante la formulación de peticiones exclusivamente destinadas a obstruir el
normal desenvolvimiento del proceso o retardar su decisión" (confr. esta Sala en
otra integración "Fisco Nacional —DGI— v. Polero y Fleire SA s/ ejecución fiscal —DGI—"
causa Nº 15.866/94, 20/06/96). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 13/09/12, "Moyano de
Llambías Julia Rosa y otros v. Estado Nacional (Mº de Justicia) s/empleo público", Causa
17.173/93.
Justificación de la personería
Art. 46.— La persona que se presente en juicio por un derecho que no sea propio, aunque
le competa ejercerlo en virtud de una representación legal, deberá acompañar con su primer
escrito los documentos que acrediten el carácter que inviste.
— Que al tiempo de ser sancionado el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación por
la ley 17.454, se encontraba en vigor el art. 3º, inc. 2º, ap. c, de la ley 11.357 que establecía
a favor del marido la presunción de contar con un mandato para administrar los bienes de su
mujer. En tales condiciones, el art. 46 del citado código de rito, al determinar que el marido
que comparecía a juicio en nombre de la mujer no tenía obligación de presentar las partidas
correspondientes salvo que el juez dispusiera lo contrario, no hacía otra cosa que fijar una
regla que se refería a la comprobación del vínculo conyugal en miras a la actuación de un
mandato que, por entonces, era presumido por la ley. Ahora bien, la ley 17.711 derogó el
citado art. 3º, inc. 2º, ap. c, de la ley 11.357 y, por consecuencia de ello, perdió virtualidad lo
dispuesto por el art. 46 del Código Procesal aprobado por la ley 17.454, ya que esta última
norma no podía entenderse como vinculada a la actuación de un mandato legal que había
sido suprimido del ordenamiento jurídico. En su caso, quedó en claro a partir de ese momento,
que el marido no podía actuar en juicio en nombre de su esposa sin mandato, criterio que
confirmó el art. 1276, tercer párrafo, del Código Civil, también reformado por la ley 17.711.
Cabe observar, por último, que si bien la referencia del citado art. 46 a la representación de la
mujer ejercida por el marido fue innecesariamente conservada por las reformas
procesales instrumentadas por las leyes 22.434 y 25.488, finalmente desapareció con la
sanción de la ley 25.624. Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que
declaró extemporánea la apelación interpuesta por la demandada, con fundamento en que la
notificación efectuada al cónyuge —codemandado— por la representación que había ejercido
en otra actuación judicial, era suficiente para notificar a la recurrente, pues la ley
17.711 derogó al art. 3º, inc. 2º, ap. c, de la ley 11.357, por lo que perdió virtualidad lo
dispuesto por el art. 46 del Código Procesal aprobado por ley 17.454, ya que no podía
entenderse vinculado a la actuación de un mandato legal suprimido del ordenamiento
jurídico. Corte Sup., 26/09/2006, "Estancia y Cabaña Orión SRL v. Victorio Américo Gualtieri
y otro s/ordinario", Fallos: 329:4020.
— Constituye un presupuesto procesal que las partes que actúen en el proceso tengan
capacidad civil para obrar en juicio. En caso de que lo hagan a través de un representante,
éste debe poseer un poder válido y suficiente, presupuesto que debe ser controlado, aún de
oficio por el juez (arg. art. 34, inc. 5 b del CPCCN). Incluso, la mera aceptación de la
personería por la contraparte no puede suplir dicho recaudo ritual (conf. art. 46 del Cód. cit.),
como pretende el apelante, al sostener que la accionada no cuestionó su representación en
sede administrativa, ya que nadie está obligado a seguir litigando contra quien no es su
adversario, así lo haya admitido en algún momento, por error o por cualquier otro motivo (conf.
Fassi-Yañez,CPCCN, Com. Anot. y Conc., t. I, Astrea, Bs. As. 1988, p. 346). C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala I, 31/03/1997, "Fabrini Juan Carlos v. Superintendencia de Seguros de la
Nación y otro s/ juicios de conocimiento", Causa 8.669/93.
Sin embargo, cuando se invoque un poder general o especial para varios actos, se lo
acreditará con la agregación de una copia íntegra firmada por el letrado patrocinante o por el
apoderado. De oficio o a petición de parte, podrá intimarse la presentación del testimonio
original.
— Constituye un presupuesto procesal que las partes que actúen en el proceso a través
de un representante, acompañen poder válido y suficiente. La ausencia o insuficiencia de este
presupuesto debe ser controlado de oficio por el juez (conf. Sala V in re "Robledo, Héctor
Pedro v. EN", 22/11/95). Si de las constancias de la causa surge que se hallan agregadas
al expediente copias del poder general judicial y administrativo a favor del letrado patrocinante
de la actora, quien ha sido tenido por presentado, por parte, tanto en sede administrativa como
en sede judicial, en ésta última mediante control de oficio realizado al momento de dictarse la
primera providencia, no se encuentra configurado el supuesto del art. 347, inc 2º del CPCCN,
atento que no existe falta, defecto o insuficiencia de la representación invocada. C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala II, 14/08/12, "Pocitos del Valle SA v. DNCI-Disp. 385/11 (Exp
S01:330946/09)", Causa 46.272/11.
Gestor
Art. 48.— Cuando deban realizarse actos procesales urgentes y existan hechos o
circunstancias que impidan la actuación de la parte que ha de cumplirlos, podrá ser admitida
la comparecencia en juicio de quien no tuviere representación conferida. Si dentro de los
cuarenta (40) días hábiles, contados desde la primera presentación del gestor, no fueren
acompañados los instrumentos que acrediten la personalidad o la parte no ratificase la
gestión, será nulo todo lo actuado por el gestor y éste deberá satisfacer el importe de las
costas, sin perjuicio de su responsabilidad por el daño que hubiere producido.
En su presentación, el gestor, además de indicar la parte en cuyo beneficio pretende
actuar, deberá expresar las razones que justifiquen la seriedad del pedido. La nulidad, en su
caso, se producirá por el solo vencimiento del plazo sin que se requiera intimación previa.
La facultad acordada por este artículo sólo podrá ejercerse una (1) vez en el curso del
proceso.
— En razón de que su apoderada solo efectuó la ratificación del escrito una vez vencido
el plazo legal para hacerlo, corresponde declarar la nulidad de la presentación (art. 48 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación) efectuada por el letrado patrocinante de la
actora que dedujo, en calidad de gestor, recurso de aclaratoria respecto del fallo de la Corte
Suprema. Corte Sup., 29/11/2005, "Ascensores Ibel SRL v. Administración Federal de
Ingresos Públicos - DGI", Fallos: 328. 4237.
— El vencimiento del plazo fijado en el art. 48 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación acarrea la nulidad de todo lo actuado por el mero transcurso del término perentorio y
fatal de cuarenta días hábiles contados desde la primera presentación del gestor. Corte
Sup., 03/05/2005, "Sterin Teramo, Rafael Gregorio José v. Jerez, Enrique y otro", Fallos: 328:
1144.
— La facultad acordada por el art 48 del CPCCN sólo puede ejercerse una vez en el curso
del proceso. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I, 27/11/07, "Bonnahon María Zulma v. EN-PEN-
Dto 1.570/01 s/ amparo sobre ley 25.561", Causa 8.393/02.
— Si las razones invocadas oportunamente para peticionar la prórroga del plazo para
apelar no impedían la presentación del recurso, el cual pudo ser interpuesto en los términos
del art. 48 del CPCCN, aplicable de conformidad con las previsiones del art. 116 de la ley
11.683, no se verifica la afectación al derecho de defensa de la parte actora, en la medida en
que, contando con representación letrada bien pudo valerse de los instrumentos legales del
pedido de vista o la presentación por gestor para ejercer adecuadamente los
derechos invocados. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 18/10/12, "Bao Rodríguez Maximino
(TF 33750-I) v. DGI", Causa 17.254/12.
Art. 49.— Presentado el poder y admitida su personería, el apoderado asume todas las
responsabilidades que las leyes le imponen y sus actos obligan al poderdante como si él
personalmente los practicare.
Art. 50.— El apoderado estará obligado a seguir el juicio mientras no haya cesado
legalmente en el cargo. Hasta entonces las citaciones y notificaciones que se hagan, incluso
las de las sentencias definitivas, tendrán la misma fuerza que si se hicieren al poderdante, sin
que le sea permitido pedir que se entiendan con éste. Exceptúanse los actos que por
disposición de la ley deban ser notificados personalmente a la parte.
— Configura falta de ética en los términos del Tribunal de Disciplina del CPACF la renuncia
del profesional planteada en la proximidad de la realización de actos tan trascendentes como
la celebración del debate oral en el proceso penal, tal el caso, la cual
produce indefectiblemente la alteración del tiempo y curso del proceso (Cons. 6º). C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala II, 15/02/05, "Saruubinsky Grafin Norberto Carlos v. CPACF", Causa
38.627/03.
— Lo esencial es que al formular el letrado su renuncia, ésta no debe perjudicar la defensa
en juicio y por ello no puede ser intempestiva, debiendo el abogado realizar los actos
profesionales que sean indispensables para el interés del cliente (por ejemplo, apelar); es
decir, el letrado no está compelido a aceptar el cargo pero luego de hacerlo no puede
apartarse caprichosamente. Tales recaudos están debidamente respetados cuando se asiste
en debida forma a su cliente y le otorga un amplio plazo de 30 días hábiles para que designe
un nuevo defensor y que recién luego de haber transcurrido ampliamente dicho término
renunciar en el expediente penal. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 14/02/02, "Casalotti,
Marcelo P. v. CPACF", Causa 25.862/00.
Art. 51.— El poder conferido para un pleito determinado, cualesquiera sean sus términos,
comprende la facultad de interponer los recursos legales y seguir todas las instancias del
pleito.
También comprende la facultad de intervenir en los incidentes y de ejercitar todos los actos
que ocurran durante la secuela de la litis, excepto aquellos para los cuales la ley requiera
facultad especial, o se hubiesen reservado expresamente en el poder.
— Habida cuenta de que de la lectura del poder acompañado a no surge que el actor haya
conferido facultades para desistir de la acción a sus letrados apoderados, y en función de lo
dispuesto en los arts. 51 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y 1.881 y 1.884
del Código Civil, debe ser rechazado su pedido. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I, 11/03/2014
"Vergara Ignacio y otros v. EN-M§ Seguridad-GN Dto 1246/05 752/09 s/personal militar y civil
de las FFAA y de Seg", Causa 3509/2012.
Art. 52.— Sin perjuicio de la responsabilidad civil o criminal por el ejercicio del mandato,
el mandatario deberá abonar a su poderdante las costas causadas por su exclusiva culpa o
negligencia, cuando éstas fueran declaradas judicialmente.
— El art. 52 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación impone una obligación de
reembolso de las costas ya afrontadas por el poderdante, cuando medie una declaración
judicial de culpa o negligencia. Corte Sup., 10/12/1997, "Flores, Aurelio s/ concurso civil v.
Competrol SA y otros s/ incidente", Causa F. 1174. XXXII.
— La responsabilidad por las costas requiere de una actuación impropia del letrado
apoderado, que refleje falta de idoneidad, impericia profesional, y actúa como una sanción por
su culpa o negligencia en el ejercicio del mandato, la que debe ser expresamente declarada
por el juez —art. 52 del CPCC—. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 20/03/97, "Leiro Jorge v.
EN (IOSE) s/ personal militar y civil de las FFAA. y de Seg.", Causa 3.435/96.
Cesación de la representación
2) Por renuncia, en cuyo caso el apoderado deberá, bajo pena de daños y perjuicios,
continuar las gestiones hasta que haya vencido el plazo que el juez fije al poderdante para
reemplazarlo o comparecer por sí. La fijación del plazo se hará bajo apercibimiento de
continuarse el juicio en rebeldía. La resolución que así lo disponga deberá notificarse por
cédula en el domicilio real del mandante.
Unificación de la personería
Art. 54.— Cuando actuaren en el proceso diversos litigantes con un interés común, el juez
de oficio o a petición de parte y después de contestada la demanda, les intimará a que
unifiquen la representación siempre que haya compatibilidad en ella, que el derecho o el
fundamento de la demanda sea el mismo o iguales las defensas. A ese efecto, fijará una
audiencia dentro de los diez (10) días y si los interesados no concurriesen o no se aviniesen
en el nombramiento de representante único, el juez lo designará eligiendo entre los que
intervienen en el proceso.
— La circunstancia de que el letrado apoderado del actor invoque haber intentado durante
ese período la citación de su mandante para notificarle su renuncia resulta irrelevante a los
fines de la declaración de la caducidad de la instancia en virtud de lo dispuesto por el art.
53, inc. 2º, del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup., 20/06/1996,
"Miedzylewki, Zelek v. Buenos Aires, Provincia de y otro s/ ordinario", Fallos: 319:1024.
— Corresponde dejar sin efecto la sentencia que, para rechazar la recusación fundada en
el vínculo pariental entre el juez y un apoderado de la actora, sostuvo que el profesional no
había ejercido el mandato en el juicio, si existía la posibilidad latente de comparecer en tanto
no hubiera cesado la representación por revocación o renuncia (Voto de los Dres. Rodolfo C.
Barra y Carlos S. Fayt). Corte Sup., 04/05/1993, "Don Pedro de Albariño SA y otro v.
Inchauspe de Ferrari, María Isabel", Fallos: 316:826.
— Los apoderados tienen la obligación de proseguir el juicio hasta la cesación legal del
mandato. En consecuencia, la deserción del recurso de apelación declarada por la Cámara
en el juicio seguido contra el Instituto Nacional de Acción Social, por no haberse expresado
agravios dentro del término legal, no puede ser referida a la revocación del poder por parte de
la demandada al dictarse el decreto 14.829/57. Corte Sup., "Giarrizo, Carlos v. Instituto
Nacional de Acción Social", Fallos: 245:198.
Revocación
Art. 55.— Una vez efectuado el nombramiento común, podrá revocarse por acuerdo
unánime de las mismas partes o por el juez a petición de alguna de ellas, siempre que en este
último caso hubiese motivo que lo justifique. La revocación no producirá efectos mientras no
tome intervención el nuevo mandatario.
— El art. 54CPCCN debe ser interpretado con criterio restrictivo, en razón del derecho
constitucional de defensa en juicio (conf. C. Civ., Sala B, 29-4-80, ED, 88/609) debiendo
recurrirse a la unificación cuando quede evidenciada la inconveniencia de la representación
separada (Idem, Sala A, 27-2-70, LL, T. 140, p. 794). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II,
10/07/92, "Paillas, Mario Ramón y otros v. EN (Min. de Defensa) s/ retiro militar.
— No se encuentran reunidos los requisitos del art. 54 del Código Procesal cuando las
codemandadas no actúan con un interés común y el fundamento de la pretensión deducida
en la demanda contra cada una de ellas es diverso. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 09/09/99,
"Centro Empresarial Cataratas del Iguazú SRL y Asoc. U.T.E. v. EN —Administración de
Parques Nacionales— Resol. 661/96 y otro s/contrato administrativo", Causa 34.805/96.
Patrocinio obligatorio
Art. 56.— Los jueces no proveerán ningún escrito de demanda o excepciones y sus
contestaciones, a legados o expresiones de agravios, ni aquéllos en que se promuevan
incidentes o se pida nulidad de actuaciones y, en general, los que sustenten o controviertan
derechos, ya sea en procesos de jurisdicción voluntaria o contenciosa, si no llevan firma de
letrado.
Art. 57.— Se tendrá por no presentado y se devolverá al firmante, sin más trámite ni
recursos, todo escrito que debiendo llevar firma de letrado no la tuviese, si dentro del segundo
día de notificada por ministerio de la ley la providencia que exige el cumplimiento de ese
requisito no fuese suplida la omisión.
Ello tendrá lugar suscribiendo un abogado el mismo escrito ante el secretario o el oficial
primero, quien certificará en el expediente esa circunstancia, o por la ratificación que por
separado se hiciere con firma de letrado.
Dignidad
Art. 58.— En el desempeño de su profesión, el abogado será asimilado a los magistrados
en cuanto al respecto y consideración que debe guardársele.
— Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que con excesivo rigor rechazó la
apelación y su respectivo memorial por un error material cometido por el letrado al no
presentar los respectivos escritos con la firma de su parte, ni haber acreditado mandato
suficiente para hacerlo en su representación, sin haberlo intimado previamente a cumplir con
dicho requisito, a sabiendas de que con su resolutorio se dejaba firme una sentencia, la cual
no tuvo en consideración los hechos y el derecho en que se fundó la defensa. Corte
Sup., 29/11/2005, "Juárez, Marta Lucrecia v. Tula, Hugo César s/ filiación", Fallos: 328: 4107.
— Aquellas decisiones emanadas de los órganos del Poder Judicial que importen un
cuestionamiento a la labor profesional del abogado deben ponderar que, como principio, ese
ejercicio constituye un servicio necesario e indispensable para la realización en plenitud de la
justicia. Nuestro ordenamiento así lo ha entendido y reconocido explícitamente al exigir para
los abogados un trato similar al de los magistrados (art. 58 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación). Corte Sup., 25/11/2003, "Guille, Edgardo Mario v. Guillochón, Carlos
Eduardo y otro", Causa G.20.XXXV.
— El art. 56 del Código Procesal establece que los jueces no proveerán ningún escrito en
el que se sustenten o controviertan derechos si no llevan firma de letrado. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala I, 19/05/98, "Roldán Héctor Omar y otro v. Prefectura Naval Argentina - Disp. DPSJ
JS1 63A/97", Causa 6.751/98.
— El deber de los profesionales no consiste sólo en preparar escritos que necesariamente
deben llevar su firma, sino en el ejercicio pleno de la dirección del proceso y en el cabal
cumplimiento de las obligaciones que ello importa ("Finocchietto Arazi "Código Procesal Civil
y Comercial", T.I, p. 227). En el caso el letrado debió impulsar el procedimiento para finalizar
la sucesión que le había sido confiada (Cons. IV). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 08/11/05,
"Damboriana, Roberto Eduardo v. CPACF", Causa 25.657/04.
— El letrado patrocinante no está facultado para constituir un nuevo domicilio que tenga
efectos sobre su patrocinado, sin la conformidad del apoderado, a menos que lo haga al solo
efecto de la notificación de la regulación de sus honorarios. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
09/11/00, "Metrogas SA v. Resolución Regulatoria 6/10/95 (Enargas) Expte. Nº 1242/95",
Causa 13.350/97.
Capítulo IV - Rebeldía
Art. 59.— La parte con domicilio conocido, debidamente citada, que no compareciere
durante el plazo de la citación o abandonare el juicio después de haber comparecido, será
declarada en rebeldía a pedido de la otra.
Esta resolución se notificará por cédula o, en su caso, por edictos durante dos (2) días.
Las sucesivas resoluciones se tendrán por notificadas por ministerio de la Ley.
Efectos
Prueba
Art. 61.— A pedido de parte, el juez abrirá la causa a prueba, o dispondrá su producción
según correspondiere conforme al tipo de proceso; en su caso, podrá mandar practicar las
medidas tendientes al esclarecimiento de la verdad de los hechos autorizadas por este
Código.
Notificación de la sentencia
Art. 62.— La sentencia se hará saber al rebelde en la forma prescripta para la notificación
de la providencia que declara la rebeldía.
Medidas precautorias
Art. 63.— Desde el momento en que un litigante haya sido declarado en rebeldía podrán
decretarse, si la otra parte lo pidiere, las medidas precautorias necesarias para asegurar el
objeto del juicio, o el pago de la suma que se estime en concepto de eventuales costas si el
rebelde fuere el actor.
Art. 64.— Si el rebelde compareciere en cualquier estado del juicio, será admitido como
parte y, cesando el procedimiento en rebeldía, se entenderá con él la sustanciación, sin que
ésta pueda en ningún caso retrogradar.
Art. 65.— Las medidas precautorias decretadas de conformidad con el artículo 63,
continuarán hasta la terminación del juicio, a menos que el interesado justificare haber
incurrido en rebeldía por causas que no haya estado a su alcance vencer.
Serán aplicables las normas sobre ampliación, sustitución o reducción de las medidas
precautorias.
Las peticiones sobre procedencia o alcance de las medidas precautorias tramitarán por
incidente, sin detener el curso del proceso principal.
Inimpugnabilidad de la sentencia
— Entre las resoluciones que causa gravamen irreparable se encuentra la que declara la
rebeldía de cualquiera de las partes (cfr. Palacio, Derecho Procesal Civil, t. V, Abeledo-Perrot,
1993, ps. 14 y, en igual sentido Fenochietto-Arazi,CPCCN, com. y conc., t. I, Astrea, 1983, p.
530). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 05/06/01, "Masi, Rosa v. Mº de Cultura y Educación -
Secretaría de la Función Pública", Causa 35.213/2000.
— La declaración de rebeldía del demandado crea, en caso de duda (art. 60 del CPCCN),
una presunción de verdad a favor de la contraparte, pero no resulta suficiente para producir la
convicción en el juez acerca de la verdad de los hechos en que se funda la demanda, por lo
que debe ser reforzada mediante otros medios de prueba. Aún en los supuestos de rebeldía,
corresponde siempre determinar si mediante la prueba producida y la presunción legal se han
acreditado los hechos en que se apoya el derecho pretendido (Sala I, "Casa de Moneda
Sociedad del Estado v. Municipalidad de Alta Gracia", 6/8/98). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
IV, 29/09/09, "Cruz Carlos Enrique y otros v. Dir. Gral. de Fabricaciones Militares s/ Empleo
público", Causa 5.329/02.
— Del texto mismo del artículo 70 del CPCCN resulta que el allanamiento es un acto
propio del demandado que se somete a la pretensión de su contraria, reconociéndole el
derecho que ésta invoca. En el mismo artículo se expresan los requisitos que ha de reunir esa
presentación para que el allanado pueda verse eximido de la carga de las costas. No puede
pensarse que nuestro ordenamiento procesal en la existencia de un allanamiento presunto.
Más aún, la rebeldía —esto es la incomparecencia o abandono del juicio por parte del
demandado— si bien "constituirá presunción de verdad de los hechos ilícitos afirmados por
quien obtuvo la declaración", de ningún modo le impone al tribunal acoger sin más las
pretensiones de la actora sino que habrá de resolver "según el mérito de la causa" (art. 60,
CPCC). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 10/03/05, "Alta Plástica SA (TF 15389-A) v. DGA",
Causa 49/04.
Capítulo V - Costas
Principio general
Art. 68.— La parte vencida en el juicio deberá pagar todos los gastos de la contraria, aún
cuando ésta no lo hubiese solicitado.
Sin embargo, el juez podrá eximir total o parcialmente de esta responsabilidad al litigante
vencido, siempre que encontrare mérito para ello, expresándolo en su pronunciamiento, bajo
pena de nulidad.
— Las costas del proceso deben ser distribuidas por su orden dada la ausencia de
jurisprudencia y complejidad que entraña la cuestión en sí. Corte Sup.,11/12/2007, "Neuquén,
Provincia del v. Capex SA s/cobro de regalías", Fallos: 330: 5144.
Conforme al art. 68 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, el principio general
es la imposición de costas al vencido, y sólo puede eximirse de esa responsabilidad —si hay
mérito para ello— mediante el pronunciamiento expreso acerca de dicho mérito, bajo pena de
nulidad. Corte Sup.,13/03/2007, "Provincia del Neuquén v. YPF SA s/acción de amparo",
Fallos: 330:702.
— Las costas de ambas instancias deberán ser distribuidas en el orden causado (art. 68,
segunda parte, delCódigo Procesal Civil y Comercial de la Nación), en atención a la
complejidad de la cuestión debatida, tal como lo ha decidido la Corte Suprema en casos
análogos (Fallos: 332:1571; 333:631, "Bertoto Buera y Cía SACyF"; causas S.260.XLIII"Sol
de Mayo SA v. AFIP - DGI s/ordinario", 19/05/10, y C.1013.XLVI "Compañía Protel SA v.
Estado Nacional s/acción meramente declarativa", 02/03/11). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I,
10/04/2012, "BBVA Consolidar Seguros SA v. EN - AFIP DGI-Resol. 70/05 (GC) s/Dirección
General Impositiva", Causa 14.527/05.
— El principio general que rige en la materia dispone que: "[l]a parte vencida en el juicio
deberá pagar todos los gastos de la contraria, aún cuando ésta no lo hubiese solicitado" (ver
primer párrafo del artículo 68 del CPCCN). Su fundamento y principio esencial radica en el
hecho objetivo de la derrota, a través del cual se busca una reparación de los gastos
necesarios efectuados por la parte que ha resultado vencedora en el pleito tendientes al
reconocimiento de su derecho (conf. esta Sala,in re "September SA v. Edesur SA - Resol.
997/06 s/expropiación - servidumbre administrativa", del 29/12/2010, en autos: "Pistorio,
Adrián Alejandro v. Mº Interior - P.F.A. s/personal militar y civil de las FF.AA. y de Seg.", del
2/10/2012 y en autos: "Carranza Zavalía, José María v. EN - Mº Defensa - EMGE s/personal
militar y civil de las FF.AA. y de Seg.", del 20/12/2012; entre otros). C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala II, 14/02/2013, "Cámara Argentina de Máquinas de Oficina Com y afines y otros SA
v. PENley 25.561- Dtos. 1570/01 214/02 s/proceso de conocimiento -ley 25.561", Causa
185.144/2002.
Incidentes
— Si bien el beneficio de litigar sin gastos constituye un incidente autónomo, no por ello
escapa a las previsiones que imponen losarts. 68y69delCódigo Procesal Civil y Comercial de
la Nación, en cuanto disponen que las costas deben imponerse al vencido, ante la oposición
opuesta por el recurrente al pedido de declaración de pobreza, respecto del cual salió
perdidoso. Corte Sup.,10/10/2002, "Carna, Carlos Alberto v. Televisión Federal SA y otro",
Fallos: 325:2623.
Allanamiento
2) Cuando se allanare dentro del quinto día de tener conocimiento de los títulos e
instrumentos tardíamente presentados.
Para que proceda la exención de costas, el allanamiento debe ser real, incondicionado,
oportuno, total y efectivo.
Si de los antecedentes del proceso resultare que el demandado no hubiere dado motivo
a la promoción del juicio y se allanare dentro del plazo para contestar la demanda, cumpliendo
su obligación, las costas se impondrán al actor.
— Las costas del juicio deben ser impuestas a la Administración Federal de Ingresos
Públicos, pues al no verificarse los extremos contemplados en elart. 70delCódigo Procesal
Civil y Comercial de la Nación, no existe mérito para apartarse del principio general que
impone tal condenación a la vencida, según lo establece el art. 68 de ese cuerpo legal, toda
vez que la conducta asumida por la demandada dio lugar a la impugnación deducida, y a la
cual ulteriormente se sometió. Corte Sup.,23/08/2005, "Río Negro, Provincia de v.
Administración Federal de Ingresos Públicos s/ impugnación de deuda", Fallos: 328:3175.
— Corresponde imponer las costas por su orden toda vez que el allanamiento efectuado
por la recurrente al agravio planteado en la apelación fue realizado en la oportunidad procesal
correspondiente (art. 70delCódigo Procesal Civil y Comercial de la Nación). Corte Sup.,
11/12/2001, "Trevisiol Hnos. SA v. Provincia de Buenos Aires (OSBA) s/ demanda
contencioso administrativa", Fallos: 324:4300.
Art. 71.— Si el resultado del pleito o incidente fuere parcialmente favorable a ambos
litigantes, las costas se compensarán o se distribuirán prudencialmente por el juez en
proporción al éxito obtenido por cada uno de ellos.
Pluspetición inexcusable
Art. 72.— El litigante que incurriere en pluspetición inexcusable será condenado en costas,
si la otra parte hubiese admitido el monto hasta el límite establecido en la sentencia.
No se entenderá que hay pluspetición, a los efectos determinados en este artículo, cuando
el valor de la condena dependiese legalmente del arbitrio judicial, de juicio pericial o de
rendición de cuentas o cuando las pretensiones de la parte no fuesen reducidas por la
condena en más de un veinte por ciento (20%).
— La sola aserción según la cual la ley de fondo contiene "una técnica para resguardar
el interés patrimonial del trabajador" no asume las críticas formuladas por el recurrente a la
sentencia de primera instancia mediante las cuales se había argumentado que la
"pluspetición inexcusable" contemplada en el art. 20 de la Ley de Contrato de Trabajo no
confería fundamento alguno a la condena en costas en forma solidaria (Disidencia del Dr.
Carlos S. Fayt). Corte Sup.,25/11/2003, "Gille, Edgardo Mario v. Guillochon, Carlos Eduardo
y otro", Fallos: 326:4705.
Si el proceso se extinguiere por desistimiento, las costas serán a cargo de quien desiste,
salvo cuando se debiere exclusivamente a cambios de legislación o jurisprudencia y se llevare
a cabo sin demora injustificada.
Exceptúase, en todos los casos, lo que pudieren acordar las partes en contrario.
Declarada la caducidad de la primera instancia, las costas del juicio deberán ser impuestas
al actor.
— Las costas de esta instancia, como consecuencia de la caducidad declarada (...), deben
ser impuestas a la recurrente, en virtud de lo normado por el art. 73 del CPCC, último párrafo.
Tal decisión, por lo demás, es la que mejor se ajusta a la jurisprudencia sentada por el Máximo
Tribunal en su precedente "Las Varillas Gas SA", la cual asienta que sólo corresponde
la eximición de la responsabilidad que impone el principio objetivo de la derrota, si se
evidenciara mérito para apartarse del mismo, lo que únicamente podría efectuarse mediante
pronunciamiento expreso, bajo pena de nulidad (Fallos: 328:4504). Cabe recordar que la
solución impuesta por el art. 73, último párrafo del CC se ha justificado en el principio objetivo
de la derrota, que no sólo prevé el caso de quien es declarado vencido mediante una sentencia
judicial, sino también el de aquél que no llega a obtener el reconocimiento del derecho
que invoca por haber dejado inerte las tramitación del proceso. Pues, no ha de soslayarse que
el actor ha resultado vencido, en definitiva, por su inactividad procesal, siendo que con su
actitud compelió a la contraria a acudir al proceso, con las erogaciones que ello implica, de
las que debe hacerse cargo. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 20/11/12, "Ordoñez Luis (TF
23752-I) v. DGI", Causa 34.367/2009.
— Esta Sala tiene reiteradamente dicho que, mediando desistimiento, los intereses
no integran al monto del juicio a los fines regulatorios (conf."Ripamonti", del 8/8/1989 y
"Méndez, Ovidio", del 15/8/78). Ello es así dado el carácter accesorio del capital que revisten
tanto los intereses en cuestión como los que integran la obligación de compensar al Fisco
acreedor de los perjuicios que le ocasionaría el no ingreso oportuno del tributo que se ejecuta,
circunstancias éstas que —más allá de la diferente naturaleza de los accesorios— impiden
considerarlos a unos u otros como integrativos del valor de la demanda en los supuestos en
que la accionante desista de su pretensión. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 24/11/92, "FN
(DGI) v. SGS Arg. SA s/ ejecución fiscal".
Nulidad
Art. 74.— Si el procedimiento se anulare por causa imputable a una de las partes, serán
a su cargo las costas producidas desde el acto o la omisión que dio origen a la nulidad.
— El art. 74 del CC establece que "si el procedimiento se anulare por causa imputable a
una de las partes, serán a su cargo las costas producidas desde el acto o la omisión que dio
origen a la nulidad". Dicho artículo es aplicable con prescindencia de que la nulidad procesal
se haya declarado a petición de parte o de oficio (conf. Fassi-Yañez, Código Procesal Civil y
Comercial, Com., anot. y conc., t. 1, p. 451 y cita nro. 30). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I,
21/05/98, "Mancilla, Oscar Eduardo v. Estado Nacional (EMGE) s/ Beneficio de litigar sin
gastos", Causa 43.318/94.
Litisconsorcio
Art. 75.— En los casos de litisconsorcio, las costas se distribuirán entre los litisconsortes,
salvo que por la naturaleza de la obligación correspondiere la condena solidaria.
Cuando el interés que cada uno de ellos representase en el juicio ofreciere considerables
diferencias, podrá el juez distribuir las costas en proporción a ese interés.
— La regla plasmada por el art. 75 del CPCCN consiste en que, para el supuesto de
pluralidad de condenados, el juez debe tener en cuenta la naturaleza de la obligación principal
en que se basa la condena. Sólo en el supuesto de que ésta fuese de carácter solidario, las
costas se deberán también solidariamente por todos los litisconsortes (Palacio, Lino
E., Derecho Procesal Civil, t. III, Abeledo Perrot, 1987, nº 317, p. 389; Fenochietto, Carlos -
Arazi, Roland, Código Procesal Civil y Comercial. Comentado y Concordado, Astrea, 1993, p.
320 y Sala V, "Centro Gallego de Buenos Aires v. Ministerio de Economía y Obras y Servicios
Públicos y Otros s/ Contrato Administrativo", 19/05/04). No se trata de una obligación solidaria
pues ello no surge ni de la sentencia que condenó en costas a las demandadas vencidas, ni
de la norma y menos aun de la relación sustancial sobre la que sustenta el pleito (diversos
contratos de depósito entre entidades financieras y un particular). Por ende, las costas habrán
de distribuirse según el resultado obtenido, debiendo considerarse la obligación simplemente
mancomunada (arts. 674, 691 y 700 del Código Civil), toda vez que cada uno de los
accionados goza de autonomía de gestión en el proceso (Sala V, "Porto Jorge Eduardo v.
PEN - Dto. 1570 s/ Amparo Ley 16.986", 15/11/04). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 9/02/06,
"Martínez López, Carlos Arturo y otro v. PEN -Ley 25.561,Dto. 1570/01, 214/02 s/ Amparoley
16.986", Causa 27.393/02.
Prescripción
Art. 77.— La condena en costas comprenderá todos los gastos causados u ocasionados
por la sustanciación del proceso y los que se hubiesen realizado para evitar el pleito, mediante
el cumplimiento de la obligación, incluyendo los del procedimiento de mediación prejudicial
obligatoria.
Los correspondientes a pedidos desestimados serán a cargo de la parte que los efectuó
u originó, aunque la sentencia le fuere favorable en lo principal.
— El perito puede cobrar sus honorario contra cualquiera de las partes, incluso la
vencedora en costas, sin perjuicio del derecho de repetir la contraparte la suma que en virtud
de la forma en que se hubieran impuesto las costas resultare haberse abonado en exceso, sin
que para ejercer dicha opción —en virtud del principio de solidaridad de las partes en el pago
de los honorarios de los peritos— se requiera demostración alguna respecto de la
imposibilidad de cobrar a quien fue condenado en costas (Plenario "Agua y Energía v. Oliver",
16/9/76 y Sala IV, "Ratto de Tropiano Haydée Esther y otros v. BCRA s/ proceso de
conocimiento", 10/12/98). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I, 11/08/09, "Gas del Estado Sociedad
del Estado v. Giménez Delvaux SRL s/ contrato administrativo", Causa 16.704/98.
— Luego de la reforma introducida por la ley 24.432, en supuestos en que —como ocurre
en autos— las costas fueron impuestas en el orden causado, pesa sobre cada parte, además
de la responsabilidad solidaria por 50 % del monto del honorario emergente de la condena, la
responsabilidad solidaria por el 50% —conforme al límite impuesto por el nuevo texto del art.
77 del CPCCN— del otro 50% del monto del honorario que corresponde a la contraparte. C.
Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I, 5/03/09, "Ferrocarriles Argentinos v. Centro de Educación de
Enfermedades de la Mama s/ Contrato Administrativo", Causa 4.501/92.
— Los gastos correspondientes a pedidos desestimados serán a cargo de la parte que los
efectuó u originó, aunque la sentencia le fuere favorable en lo principal (art. 77 segundo
párrafo del CPCCN). Siendo ello así, nada obsta —ni siquiera el resultado favorable respecto
del fondo de la cuestión— a que los gastos derivados de la defensa opuesta por
el excepcionante que finalmente prosperó, corran a cargo de la parte demandada, quien
evidentemente trajo a juicio a un tercero que resultó ajeno a la litis. C. Nac. Cont. Adm.
Fed.,sala II, 9/02/95, "Enrietto, Dante y otros v. Conicet s/ contrato administrativo".
— La inclusión del bono por derecho fijo, no procede, porque como lo establece el art.
51 inc. d) de laley 23.187,se trata de una contribución personal a cargo del letrado para el
mantenimiento de su Colegio profesional. Si bien las cartas documentos y diligenciamientos
de oficios son rubros integrativos de las costas para que sean exigibles, deben ser acreditados
en las planillas en que se practique la liquidación, dándole así al vencido la oportunidad de
tomar conocimiento de la pretensión de cobrarlas y de formular oposición (conf.
Fassi,CPCCNComentado, Anotado y Concordado, p. 287, art. 77). C. Nac. Cont. Adm.
Fed.,sala III, 16/09/99, "Barricarte Osvaldo D. y otros v. BCRA", Causa 839/92.
Capítulo VI - Beneficio de litigar sin gastos
Procedencia
Art. 78.— Los que carecieren de recursos podrán solicitar antes de presentar la demanda
o en cualquier estado del proceso, la concesión del beneficio de litigar sin gastos, con arreglo
a las disposiciones contenidas en este capítulo.
— Al haber logrado generar convicción suficiente en los términos del art. 78 y siguientes
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, corresponde admitir el pedido del beneficio
de litigar sin gastos efectuado por una entidad civil sin fines de lucro —Defensores de Usuarios
y Consumidores— pues no tiene registrados bienes inmuebles a su nombre, el importe de las
cuotas abonadas por los asociados sólo le permite afrontar los gastos de funcionamiento de
la sede central y tres filiales y las actividades que desarrolla la asociación, y las declaraciones
testificales indican la existencia de dificultades económicas. Corte Sup., 20/03/2007,
"De.U.Co. (Defensor de Usuarios y Consumidores Asociación Civil) v. Neuquén, Provincia del
y otros s/acción de amparo", Fallos: 330:1110.
— El beneficio de litigar sin gastos persigue amparar a quien no dispone de recursos para
solventar los gastos del juicio, pero no a quien carece de liquidez, pues éste es un problema
financiero que encuentra remedio por caminos ajenos a las normas del art. 78 y siguientes del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup., 11/07/2006, "Coihue SRL v. Santa
Cruz, Provincia de s/ beneficio de litigar sin gastos", Fallos: 329:2719.
— La ratio legis que otorga fundamento a las previsiones legales de los arts. 78 y ss. del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación se encuentra en la necesidad de conceder la
posibilidad de acudir a la justicia a quien carece de los bienes suficientes para afrontar los
gastos que dicha situación demanda. Corte Sup., 17/03/1998, "Lardel Sociedad en Comandita
por Acciones v. Buenos Aires, Provincia de s/daños y perjuicios - incidente sobre beneficio de
litigar sin gastos", Fallos: 321:571.
— El hecho de que el art. 78 del CPCCN disponga que el beneficio de litigar sin gastos
pueda solicitarse en cualquier estado del proceso no significa que pueda ser invocado hacia
el pasado por quien ha tenido la debida defensa y resultó vencido; de lo contrario, se le
otorgaría al beneficio provisional efectos retroactivos que la ley no contempla (Gozaíni,
Osvaldo Alfredo,Código Procesal Civil y Comercial de la Nación Comentado y Anotado, t. I, 2ª
ed. actualizada y ampliada, La Ley, Buenos Aires, 2006, p. 273). C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala I, 22/09/09, "Torra, Alberto Hugo y otro v. PEN - Ley 25.561 Dtos. 1570/01,
214/02 s/ Proceso de Conocimiento - Ley 25.561", Causa 137.487/02.
— El beneficio de litigar sin gastos previsto en el art. 78 y ss. del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación se sustenta en las garantías constitucionales de defensa en juicio e
igual ante la ley y tiene por finalidad garantizar el acceso a la jurisdicción. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala II, 17/04/07, "Termi-Rame SCA v. EN - AFIP v. Beneficio e Litigar sin gastos", Causa
26.503/01.
Requisitos de la solicitud
Prueba
Art. 80.— El juez ordenará sin más trámite las diligencias necesarias para que la prueba
ofrecida se produzca a la mayor brevedad y citará al litigante contrario o a quien haya de serlo,
y al organismo de determinación y recaudación de la tasa de justicia, quienes podrán
fiscalizarla y ofrecer otras pruebas.
Traslado y resolución
Art. 81.— Producida la prueba se dará traslado por cinco días comunes al peticionario, a
la otra parte, y al organismo de determinación y recaudación de la tasa de justicia.
Contestadodicho traslado o vencido el plazo para hacerlo, el juez resolverá acordando el
beneficio total o parcialmente, o denegándolo. En el primer caso la resolución será apelable
al solo efecto devolutivo.
Carácter de la resolución
Si fuere denegatoria, el interesado podrá ofrecer otras pruebas y solicitar una nueva
resolución.
La que lo concediere, podrá ser dejada sin efecto a requerimiento de parte interesada,
cuando se demostrare que la persona a cuyo favor se dictó no tiene ya derecho al beneficio.
Estos serán satisfechos, así como las costas, en caso de denegación. El trámite para
obtener el beneficio no suspenderá el procedimiento, salvo que así se solicite al momento de
su interposición.
Alcance. Cesación
Art. 84.— El que obtuviere el beneficio estará exento, total o parcialmente, del pago de las
costas o gastos judiciales hasta que mejore de fortuna; si venciere en el pleito, deberá pagar
las causadas en su defensa hasta la concurrencia máxima de la tercera parte de los valores
que reciba.
Los profesionales podrán exigir el pago de sus honorarios a la parte condenada en costas,
y a su cliente, en el caso y con la limitación señalada en este artículo.
En todos los casos la concesión del beneficio tendrá efectos retroactivos a la fecha de
promoción de la demanda, respecto de las costas o gastos judiciales no satisfechos.
Art. 85.— La representación y defensa del beneficiario será asumida por el defensor
oficial, salvo si aquél deseare hacerse patrocinar o representar por abogado o procurador de
la matrícula; en este último caso, cualquiera sea el monto del asunto, el mandato que confiera
podrá hacerse por acta labrada ante el oficial primero.
Art. 86.— A pedido del interesado, el beneficio podrá hacerse extensivo para litigar contra
otra persona en el mismo juicio, si correspondiere, con citación de ésta.
— La concesión del beneficio de litigar sin gastos queda librada a la prudente apreciación
judicial, en tanto los medios probatorios incorporados al incidente reúnan los requisitos
suficientes para llevar al ánimo del juzgador la verosimilitud de las condiciones de pobreza
alegada (Fallos: 311:1372, considerando 11, 324:2972; 326, 818, entre muchos otros). Corte
Sup., 12/08/2008, "Franco Carlos Orfilio v. Santa Cruz", Causa F.732.XXXVI.
— Teniendo en cuenta la conformidad dada a fs. 79 vta. y reiterada a fs. 116 vta. por el
representante del Fisco, respecto a que se le conceda al peticionario el beneficio pedido,
considerando la falta de oposición de las restantes codemandadas, y valoradas las pruebas
producidas en el marco de la previsión contenida en el art. 386 de la ley adjetiva, se debe
concluir que la pretensión esgrimida debe ser admitida, pues el interesado ha logrado generar
convicción suficiente al respecto para concederle la franquicia en los términos de los arts. 78
y ss. del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup., 12/08/2008, "Franco
Carlos Orfilio v. Santa Cruz", Causa F.732.XXXVI.
— Corresponde conceder el beneficio de litigar sin gastos previsto en los arts. 78 y concs.
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación si las pruebas producidas en el incidente
con el propósito de acreditar la carencia de recursos constituyen elementos de convicción
suficientes. Corte Sup., 14/06/2005, "Campo Luján SA v. Santiago del Estero, Provincia de y
otra s/ daños y perjuicios - beneficio de litigar sin gastos", Fallos: 328:2426.
— Corresponde dejar sin efecto la resolución que decidió que el beneficio de litigar sin
gastos no era extensivo al hijo de los demandantes por el hecho de haber alcanzado la
mayoría de edad durante la sustanciación del juicio, pues la circunstancia de haber cesado la
representación legal bajo la cual sus representantes habían solicitado dicho beneficio no altera
los efectos resultantes de la resolución que les concedió esa franquicia, en la medida en que
no estuvo fundado en la condición de incapaz de hecho sino en la consideración de que se
encontraba comprendido en las previsiones contempladas en el art. 78 del ordenamiento
procesal de la Provincia de Buenos Aires. Corte Sup., 20/03/2003 "Longo, Antonio Lucas y
otros v. Acuña, Juan Eudes y otro", Fallos: 326:764.
— El objeto del incidente previsto en el art. 79 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación es demostrar la carencia de recursos - que no pueden presumirse sobrevinientes a la
demanda - para solventar en forma adelantada los gastos causídicos. Corte Sup., 15/07/1997,
"Carrera, Octavio Alberto y otro v. Seijas, Ricardo Mario (su sucesión) y otros", Fallos:
320:1519.
— La concesión del 100% del beneficio de litigar sin gastos procede en tanto las
pruebas —que deberán ser examinadas a la luz del criterio según el cual: "es sobre quien
reclama el beneficio de litigar sin gastos que pesa la carga de la prueba de encontrarse en la
situación de pobreza que le permite acceder a él y su contraria o el Fisco sólo tendrían el
deber de probar las circunstancias que pudieran obstar a su concesión en caso de que la
peticionaria hubiera arrimado probanzas a su favor"— incorporados al incidente reúnan los
requisitos suficientes para llevar al ánimo del juzgador la verosimilitud de las condiciones de
empobrecimiento alegadas, para lo cual se deviene menester, en cada caso particular, que se
efectúe un examen pormenorizado a fin de determinar la carencia de recursos y la
imposibilidad de obtenerlos de quien invoca el privilegio de considerarse dispensado de
afrontar las erogaciones que demande el proceso. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I,
12/07/2012, "Weissberg Estela Gloria — BLSG v. Mº J. y DDHH— art. 3ley 24.043 (expte.
454264/98)", Causa 2603/2007.
— Del artículo 84 del CPCCN se infiere que, cumplidos los requisitos para el otorgamiento
del beneficio, éste perdurará hasta tanto el peticionario cuente con recursos suficientes como
para afrontar los gastos causídicos y costas, excepto si resultara vencedor, en cuyo caso
deberá pagar a su abogado hasta un tercio de lo recibido. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
26/02/08, "Geneiro, Rolando Bernabé v. EN —Mº E y OSP— DN Vías Navegables", Causa
40.844/99.
— Cuando es una sociedad la peticionaria del beneficio de litigar sin gastos para tener por
acreditada su supuesta condición de carente de recursos debe tomarse suficiente
conocimiento de su situación económica, para lo cual es menester contar con elementos de
juicio obrantes en su contabilidad o al menos opinión fundada vertida por un profesional
competente en la materia (C. Nac. Com., Sala A "Newcom Celular SA v. Compañía de
Radiocomunicaciones Móviles SA, 27/3/2007, E.D. 3/8/2007). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
IV, 5/03/09, "SIAD CT SA- BLSG v. DGI", Causa 21.467/07.
— La concesión del beneficio de litigar sin gastos queda librada a la prudente aplicación
judicial en tanto los medios probatorios incorporados al incidente reúnan los requisitos
suficientes para llevar al ánimo del juzgador la verosimilitud de las condiciones de pobreza
alegada (Fallos: 311:1372 y 315:276 y 1025). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 20/10/09,
"Meller SA - Meller Comunicaciones SA - UTE v. PEN - Ley 25.561 Dto. 11.570/01 214/02
(Caja de Valores) s/ Beneficio de Litigar sin gastos", Causa 19.444/03.
— La resolución que otorga el beneficio de litigar sin gastos aunque lo fuera parcialmente,
no causa estado. Con lo cual las parte cuentan con la posibilidad de requerir una nueva
decisión arrimando las pruebas que estimen convenientes (artículo 82 del CPCCN). C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala V, 22/05/06, "Piccione Thomas Mario Ernesto y otro v. PEM-Ley
25.561Dtos 1.570/01, 214/02 s/ Beneficio de Litigar sin gastos", Causa 156.631/02.
— Del art. 83 del CPCCN (ley 25.488) surge que mientras se sustancie el beneficio,
ninguna de las partes podrá ser intimada al pago de la tasa de justicia o vinculadas con el
proceso donde se tramitan. Esta disposición unida al párrafo final del art. 84 del rito que
establece la retroactividad al tiempo de promover la demanda de los beneficios que se
obtengan de litigar sin gastos, deroga reiterada jurisprudencia que ha señalado que los efectos
previstos en el art. 83 no comprenden los gastos devengados con anterioridad al beneficio. C.
Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 23/11/05, "Orsini Olga v. EN-PEN- Mº Economía Dto
214/02 s/ proceso de Conocimiento", Causa 115.620/02.
— El alcance del beneficio de litigar sin gastos con relación al pago de la tasa de justicia,
ha sido modificado por el nuevo texto ordenado del art. 84 del CPCCN (según ley 25.488, que
comenzó a regir a partir del 22/5/02) que en cuanto interesa, dice: "[e]n todos los casos la
concesión del beneficio tendrá efectos retroactivos a la fecha de promoción de demanda,
respecto de las costas o gastos judiciales no satisfechos". Por lo tanto, hasta tanto se dicte
resolución la parte se encuentra exenta al pago de la tasa de justicia, que será satisfecha en
caso de denegatoria (art. 83 del CPCCN). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala V, 11/11/04, "Mallea
Enrique Pedro Narciso - Inc. Tasa de Justicia v. BCRA - Resol. 45/01 (Expte. 101319/83 Sum
FIN 682)", Causa 15.490/01.
Art. 87.— Antes de la notificación de la demanda el actor podrá acumular todas las
acciones que tuviere contra una misma parte, siempre que:
1. No sean contrarias entre sí, de modo que por la elección de una quede excluida la otra.
Litisconsorcio facultativo
Art. 88.— Podrán varias partes demandar o ser demandadas en un mismo proceso
cuando las acciones sean conexas por el título, o por el objeto, o por ambos elementos a la
vez.
Litisconsorcio necesario
Art. 89.— Cuando la sentencia no pudiere pronunciarse útilmente más que con relación a
varias partes, éstas habrán de demandar o ser demandadas en un mismo proceso.
— No basta que en ambas causas se cuestiones idénticas normas para encuadrar el caso
en el supuesto de conexidad de acciones previsto por el art. 88 del CPCCN al que remite el
art. 188 del mismo cuerpo legal, si la situación jurídica planteada en una de ella no opera sobre
la que se ventila en la otra; por lo que no corresponde admitir que pueda extenderse entre
ellas los efectos de la cosa juzgada. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I, 5/02/02, "Guerra,
Gustavo A. v. PEN - Dto. 1570/01 s/amparo ley 16.986"; C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III,
14/05/02, "Susman, Adriana María del Luján v. EN —Mº de Salud y Acción Social de la
Nación— Dto. 1759/92 s/empleo público".
— Aparece prudente y razonable concentrar en un único tribunal todas las causas que
son conexas y que tienen su origen en un mismo hecho y que se hallan en una relación
de interdependencia, subordinación o accesoriedad entre sí, a fin de asegurar el principio de
seguridad jurídica. Tal es el caso en que el peticionario junto a su familia integrada por padre,
madre y cinco hermanos solicitaron al ministerio demandado el beneficio previsto por la ley
24.043 que les fue denegado en expedientes individuales dado el carácter personal del
beneficio y que solicitaron la acumulación de las acciones judiciales por darse los
presupuestos de los arts. 87 y 88 del CPCCN.C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 14/08/07, "Inza,
Pablo y otros v. M.J: y DDHH art. 3ley 24.043 resol. 978/06".
Intervención voluntaria
Art. 90.— Podrá intervenir en un juicio pendiente en calidad de parte, cualquiera fuere la
etapa o la instancia en que éste se encontrare, quien:
2) Según las normas del derecho sustancial, hubiese estado legitimado para demandar o
ser demandado en el juicio.
Art. 91.— En el caso del inciso 1 del artículo anterior, la actuación del interviniente será
accesoria y subordinada a la de la parte a quien apoyare, no pudiendo alegar ni probar lo que
estuviese prohibido a ésta.
En el caso del inciso 2 del mismo artículo, el interviniente actuará como litisconsorte de la
parte principal y tendrá sus mismas facultades procesales.
Procedimiento previo
Art. 92.— El pedido de intervención se formulará por escrito, con los requisitos de la
demanda, en lo pertinente. Con aquél se presentarán los documentos y se ofrecerán las
demás pruebas de los hechos en que se fundare la solicitud. Se conferirá traslado a las partes
y, si hubiese oposición, se la sustanciará en una sola audiencia. La resolución se dictará
dentro de los diez (10) días.
Efectos
Art. 93.— En ningún caso la intervención del tercero retrogradará el juicio ni suspenderá
su curso.
— Que una vez corrido el traslado de la demanda, aquel municipio solicitó que se citara
al Estado provincial en los términos del artículo 94 del código procesal. Si bien esa petición
fue acogida en la instancia inferior, el Fiscal de Estado de la Provincia de Buenos Aires
opuso excepción de incompetencia contra aquella decisión. Es indudable que la pretensión
contenida en una demanda promovida por una persona —cuyo domicilio real se encontraba
en la Provincia de Buenos Aires— con la finalidad de que se condene al Estado Nacional y al
Municipio de Morón al pago de una indemnización por los daños y perjuicios alegados con
motivo de los hechos ocurridos en Partido de Morón, Provincia de Buenos Aires, no tiene
encuadramiento dentro del contorno de "causa civil" que precisó la Corte Suprema en el
aludido precedente "Barreto". En este contexto, se halla en juego el principio de raigambre
constitucional referente a que los estados provinciales no están sometidos a la jurisdicción de
los tribunales inferiores de la Nación. La Corte Suprema ha dicho que para no violentar ese
principio los jueces de la causa deben tomar las medidas apropiadas, por lo que, en casos
como el que aquí se presenta, deberán, como lo hizo la jueza en la resolución apelada,
reconsiderar la admisibilidad de la aplicación del instituto procesal en cuestión frente a la
Provincia de Buenos Aires. En consecuencia, la intervención procesal de la Provincia en estas
actuaciones no puede mantenerse. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I, 08/04/2014, "Cortese
Candela - INC. citación terceros y otro v. EN - Mº Economía - Secretaría de Transporte y
otros s/daños y perjuicios", Causa 22780/2012.
— Las consecuencias que se derivan para quienes intervienen en una u otra de las
categorías de tercero en juicio previstas en el art. 90 del CPCCN difieren, en orden a la aptitud
procesal que les acuerda el ordenamiento jurídico. En el art. 91 se establece que en el caso
del inciso 1º del artículo anterior, la actuación del interviniente será accesoria y subordinada a
la de la parte a quien apoyare, no pudiendo alegar ni probar lo que estuviese prohibido a ésta.
En cambio, en el caso del inciso 2º del artículo mencionado, el interviniente actuará como
litisconsorte de la parte principal y tendrá sus mismas facultades procesales. C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala II, 28/06/2011, "Gas del Estado v. ETPM y ECOFISA (Empresa Constructora
SA) s/ varios", Causa 32.713/98.
— Por la naturaleza propia de la acción planteada por los demandantes, y frente a
la existencia de una causa penal que involucra a algunos de los terceros cuya intervención se
requiere y en la que media condena —si bien no firme aún— que responsabiliza a varios de
ellos como autores o coautores de los daños cuyo resarcimiento se reclama en este juicio, el
planteo de la demandada también debe tener acogida favorable y citar como
terceros interesados a V y C. Sin embargo, no corresponde admitir la citación de los entonces
funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires toda vez que los actores no eligieron traerlos a
juicio en calidad de demandados principales y, además, la Ciudad —en tanto persona jurídica
de la que los terceros eran órganos y en cuyo nombre ejercían las funciones que se les imputa
haber cumplido de manera irregular— es co-demandada en el pleito, y la responsabilidad y la
medida en que cada demandado deberá contribuir en la reparación del daño causado por la
supuesta actuación irregular será determinada por la sentencia. Huelga aclarar que los
funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires no son dependientes del Estado Nacional y por lo
tanto éste carece respecto de ellos de la acción de repetición prevista en el artículo 1123
del Código Civil. Asimismo, en lo relativo al funcionario de la Policía Federal, el agravio debe
ser acogido. En efecto, el supuesto tradicional de intervención de terceros tiene lugar cuando
es solicitada por quien —eventualmente— podrá ejercer una acción regresiva a efectos de
que —en el trámite de ese proceso— no le pueda ser opuesta la excepción de negligente
defensa. Por lo tanto, en razón de tratarse de órganos de la persona jurídica Estado Nacional,
corresponde acceder a su citación en las presentes actuaciones. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 06/02/2014, "Pedernera, Marta Carolina v. GCBA y otros s/ Daños y Perjuicios",
Causa 17101/2007.
Intervención obligada
Art. 94.— El actor en el escrito de demanda, y el demandado dentro del plazo para oponer
excepciones previas o para contestar la demanda, según la naturaleza del juicio, podrán
solicitar la citación de aquél a cuyo respecto consideraren que la controversia es común. La
citación se hará en la forma dispuesta por los artículos 339 y siguientes.
Efecto de la citación
Art. 96.— Será inapelable la resolución que admita la intervención de terceros. La que la
deniegue será apelable en efecto devolutivo.
— Cabe desestimar el pedido de intervención obligada como tercero del Estado Nacional,
requerido en el marco de la acción deducida contra la Provincia de Entre Ríos a fin de que se
declare la inconstitucionalidad de la ley local 8293- que exige el pago del impuesto a la
"capacidad prestable" generada con recursos locales y no utilizada en el territorio provincial-,
pues tal citación no puede basarse en que la demanda involucraría la política fiscal
federal, extremo que no justifica una comunidad de controversia que suscite la intervención
prevista en el art. 94 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Corte Sup.,
08/07/2008, "Banco Credicoop Cooperativo Limitado v. Entre Ríos, Provincia de y otro (Estado
Nacional) s/incidente de medida cautelar", Fallos: 331:1611.
— Corresponde a quien solicita la citación como tercero acreditar que se trata de alguno
de los supuestos que autorizan a disponerla, y debe desestimarse el pedido si no se invoca
concretamente la existencia de una comunidad de controversia (art. 94 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación), toda vez que dicho instituto es de carácter excepcional y su
admisión debe ser interpretada con criterio restrictivo. Corte Sup., 18/10/2006, "Intercargo
SAC. v. Líneas Aéreas de Entre Ríos SE (Entre Ríos citada como 3ª) s/cobro de pesos",
Fallos: 329:4390.
— El artículo 94 del código procesal resulta aplicable cuando la parte, en caso de resultar
vencida, quiera intentar una pretensión de regreso contra el tercero, o cuando la relación o
situación jurídica sobre la cual versa el proceso guarde relación con otra relación
jurídica existente entre el tercero y cualquiera de los litigantes originarios, de manera tal que
el tercero podría haber asumido, inicialmente, la posición de litisconsorte del actor o del
demandado. En este mismo sentido, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha establecido
que corresponde dejar sin efecto la sentencia apelada por quien no había sido parte en el
proceso, pues al carecer de legitimación pasiva, no podía obligarse a dicha parte a afrontar el
pago de la condena, máxime al verificarse la falta de aplicación de normas de carácter federal
y de orden público (Fallos: 330:5010). Asimismo, en otro precedente sostuvo que la citación
prevista por el artículo 94 del código de rito tiene como fundamento la conveniencia de evitar
que en el proceso posterior que tenga por objeto la pretensión regresiva, el accionado pueda
argüir la excepción de negligente defensa. En el criterio del Alto Tribunal, esta intervención
resulta admisible cuando quien la solicita está legitimado, en la hipótesis de resultar vencido,
para accionar contra quien permanece ajeno al pleito, regresivamente, por el monto por el que
resulte condenado (Fallos: 313:1053). En la misma línea, esta Sala —en
anterior integración— sostuvo que la intervención obligada o coactiva sólo tiende a evitar que
en un futuro proceso, que podría promover el demandado condenado, el tercero pueda argüir
la exceptio mali processus (cfr. "Bravo, Domingo y otros v. EN-ENRE y otros s/ daños y
perjuicios", sentencia del 10/03/2011). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 07/08/2012, "Dirección
de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires v. DNV s/proceso de conocimiento", Causa
6.300/02.
— El tercero debe contar con todas las facultades para plantear en el proceso
las excepciones y defensas que hagan a sus derechos o que estime pertinentes, ello así, al
margen de la procedencia de las mismas, en un pie de igualdad con el demandado. Y si la
eventual responsabilidad que éste último pretende endilgarle o coparticipar con él le es por
completo ajena, parece incuestionable que le asiste aptitud para oponer cualquier excepción
o defensa que pudiera enervar la viabilidad de las pretensiones articuladas en la litis a él
referidas (conf. Fallos: 328:2488). En suma: no pueden proyectarse las consecuencias de un
juicio adverso sobre quien no ha sido citado al mismo; por ende, la Dirección de Vialidad de
la Provincia de Buenos Aires no puede ejercer la acción regresiva contra la Dirección Nacional
de Vialidad. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 07/08/2012, "Dirección de Vialidad de la
Provincia de Buenos Aires v. DNV s/proceso de conocimiento", Causa 6.300/02.
— Si la entidad bancaria fue citada como tercero (en los términos del art. 94 y ss.
del CPCCN) y no es depositaria de los fondos cuya restitución se solicita, ni tiene vínculo
contractual alguno con el depositante original (y/o sus herederos), a efectos de resguardar el
principio de congruencia, así como procurar que la condena se dirija estrictamente al sujeto
pasivo de la obligación, no corresponde su condena pues es la demandada quien debe
hacer frente al reintegro en los términos fijados en la decisión apelada, sin perjuicio de lo
dispuesto en el artículo 96 del código de rito. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 28/02/2012,
"Obregón Lapedra, Fulgencio v. PEN - Ley 25.561 - Dtos. 1570/01 214/02 s/proceso de
conocimiento", Causa 161.607/02.
— La citación coactiva prevista en el artículo 94 del código procesal, tiene como finalidad
la intervención de terceros en el pleito, para que la sentencia a pronunciarse los alcance como
a los litigantes principales; o para el caso en que frente a una eventual acción regresiva contra
ello no puedan alegar una negligente defensa. C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala IV,
01/02/2011, "Piñeiro Orlando Juan y otro v. BCRA y otro s/ proceso de conocimiento".
Capítulo IX - Tercerías
Fundamento y oportunidad
Art. 97.— Las tercerías deberán fundarse en el dominio de los bienes embargados o en el
derecho que el tercero tuviere a ser pagado con preferencia al embargante.
Si el tercerista dedujere la demanda después de diez (10) días desde que tuvo o debió
tener conocimiento del embargo o desde que se rechazó el levantamiento sin tercería,
abonará las costas que originare su presentación extemporánea, aunque correspondiere
imponer las del proceso a la otra parte por declararse procedente la tercería.
Art. 98.— No se dará curso a la tercería si quien la deduce no probare, con instrumentos
fehacientes o en forma sumaría, la verosimilitud del derecho en que se funda. No obstante,
aún no cumplido dicho requisito, la tercería será admisible si quien la promueve diere fianza
para responder de los perjuicios que pudiere producir la suspensión del proceso principal.
Desestimada la tercería, no será admisible su reiteración si se fundare en título que
hubiese poseído y conocido el tercerista al tiempo de entablar la primera. No se aplicará esta
regla si la tercería no hubiese sido admitida sólo por falta de ofrecimiento o constitución de la
fianza.
Art. 100.— Si la tercería fuese de mejor derecho, previa citación del tercerista, el juez
podrá disponer la venta de los bienes, suspendiéndose el pago hasta que se decida sobre la
preferencia, salvo si se otorgare fianza para responder a las resultas de la tercería.
Art. 101.— La demanda por tercería deberá deducirse contra las partes del proceso
principal y se substanciará por el trámite del juicio ordinario, sumario, o incidente, según lo
determine el juez atendiendo a las circunstancias.
Art. 102.— Deducida la tercería, el embargante podrá pedir que se amplíe o mejore el
embargo, o que se adopten otras medidas precautorias necesarias.
Art. 103.— Cuando resultare probada la connivencia del tercerista con el embargado, el
juez ordenará, sin más trámite, la remisión de los antecedentes a la justicia penal e impondrá
al tercerista, al embargado o a los profesionales que los hayan representado o patrocinado, o
a todos ellos, las sanciones disciplinarias que correspondan. Asimismo podrá disponer la
detención del tercerista y del embargado hasta el momento en que comience a actuar el juez
en lo penal.
Art. 104.— El tercero perjudicado por un embargo podrá pedir su levantamiento sin
promover tercería, acompañando el título de dominio u ofreciendo sumaria información sobre
su posesión, según la naturaleza de los bienes.
— Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento que sustentó su decisión en que el art.
21 de la ley 24.463 ordenaba cargar las costas por su orden en los procesos de impugnación
judicial de los actos administrativos de la ANSeS, si se trataba de una tercería de dominio
planteada por personas ajenas a la litis principal —ejecución por deudas fiscales— que
pretenden salvaguardar su derecho de propiedad frente al embargo trabado por el ente
previsional. Corte Sup., 28/10/2003, "Administración Nacional de la Seguridad Social v. Rafael
Sanmartino SA", Fallos: 326:4393.
— El art. 104 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación establece una
vía excepcional pues para que proceda el levantamiento de embargo sin tercería requiere que
el dominio —derivado del título o de la posesión—, según la naturaleza de los bienes sea
acreditado de un modo inequívoco en su primera presentación. Es decir, que la prueba
acompañada no deje dudas sobre el derecho de propiedad invocado. La documentación
agregada es insuficiente a tal fin, pues se trata de instrumentos privados cuya autenticidad
fue cuestionada por el embargante, máxime cuando el domicilio de la empresa ejecutada
coincide con el de los incidentistas —según las manifestaciones del presidente de la sociedad
ejecutada— (ver fs. 20 vta.), lo que deja en duda quién es el poseedor de los objetos
embargados. Corte Sup., 14/06/2001, "Fiscalía de Estado de la Provincia del Chaco v.
Alimentos y Alimentación SA s/ ejecutivo", Causa F.21. XXXVI.
— Que el art. 104 del CPCC dispone que el tercero perjudicado por un embargo podrá
pedir su levantamiento sin promover tercería, acompañando el título de dominio u ofreciendo
sumaria información sobre su posesión, según la naturaleza de los bienes. Agrega la norma
que del pedido se dará traslado al embargante y que la resolución será recurrible cuando haga
lugar al desembargo. Si lo denegara, el interesado podrá deducir directamente la tercería,
cumpliendo los requisitos exigidos por el art. 98. C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala II,
10/11/2011, "BCRA - Resol. 99/02 v. D'Amore Héctor Fernando s/ejecución fiscal".
— Las "Tercerías" legisladas en el capítulo IX del CPCCN, pueden ser de dos tipos, de
dominio y de mejor derecho (art. 97, párrafo primero) y en ambas su admisibilidad está
condicionada a la existencia de un embargo trabado, un interés jurídico que debe ser tutelado
y la acreditación, mediante instrumentos fehacientes o en forma sumaria, de la verosimilitud
del derecho en que se funde o la prestación de fianza (art. 98, párrafo primero). Asimismo, en
los procesos de tercería el ejecutante y el ejecutado asumen el carácter de demandados
comunes frente al tercerista (art. 101, párrafo primero del CPCCN), lo cual
encuentra explicación —en la tercería de dominio—, que al primero se le niega el derecho de
ejecutar los bienes embargados y al segundo la propiedad de los bienes (Fassi-Yáñez, Código
Procesal Civil y Comercial. Comentado, Anotado y Concordado, t. 1, ps. 541/544). A su vez,
el allanamiento del deudor a la tercería no puede ser invocado en perjuicio del derecho del
embargante (art. 101, párrafo segundo) (Cons. IV). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
11/02/2010, "EN —M. Economía— v. Taipesar SA s/ejecución fiscal", Causa 17.817/03.
Oportunidad
Art. 105.— Tanto el actor como el demandado podrán pedir la citación de evicción; el
primero, al deducir la demanda; el segundo, dentro del plazo para oponer excepciones previas
en el juicio ordinario, o dentro del fijado para la contestación de la demanda, en los demás
procesos.
La resolución se dictará sin sustanciación previa. Sólo se hará lugar a la citación si fuere
manifiestamente procedente.
Notificación
Art. 106.— El citado será notificado en la misma forma y plazo establecidos para el
demandado. No podrá invocar la improcedencia de la citación, debiendo limitarse a asumir o
no la defensa. Si no la ejerciere, su responsabilidad se establecerá en el juicio que
corresponda.
Efectos
Art. 107.— La citación solicitada oportunamente suspenderá el curso del proceso durante
el plazo que el juez fijare. Será carga del citante activar las diligencias necesarias para el
conocimiento del citado. El plazo para oponer excepciones previas y la sustanciación de éstas
no quedarán suspendidos.
Abstención y tardanza del citado
Durante la sustanciación del juicio, las dos (2) partes podrán proseguir las diligencias para
obtener la comparecencia del citado. Si éste se presentare, tomará la causa en el estado en
que se encuentre. En la contestación podrá invocar las excepciones que no hubiesen sido
opuestas como previas.
Art. 109.— Si el citado asumiere la defensa podrá obrar conjunta o separadamente con la
parte que solicitó la citación, en el carácter de litisconsorte.
Art. 110.— Si el citado pretendiese, a su vez, citar a su causante, podrá hacerlo en los
primeros CINCO (5) días de haber sido notificado, sin perjuicio de la carga de proseguir el
proceso por sí. En las mismas condiciones, cada uno de los causantes podrá requerir la
citación de su respectivo antecesor.
Será ineficaz la citación que se hiciere sin la antelación necesaria para que el citado pueda
comparecer antes de la sentencia de primera instancia.
— Cuando el legislador entendió que el tercero citado podía, a su vez, citar a otro tercero,
lo previó expresamente, siendo tal el caso de la citación de evicción). C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 25/09/01, "Gas 2000 SA —Incidente— v. Kalvanco Arg. SA y otro s/daños y
perjuicios", Causa 16.614/2001.
Art. 111.— El ejercicio de la acción subrogatoria que prevé el artículo 1196 del Código
Civil no requerirá autorización judicial previa y se ajustará al trámite que prescriben los
artículos siguientes.
Art. 112.— Antes de conferirse traslado al demandado, se citará al deudor por el plazo de
diez (10) días, durante el cual éste podrá:
En este último supuesto, así como cuando el deudor hubiese ejercido la acción con
anterioridad, el acreedor podrá intervenir en el proceso en la calidad prescripta por el primer
apartado del artículo 91.
Art. 113.— Aunque el deudor al ser citado no ejerciere ninguno de los derechos acordados
en el artículo anterior, podrá intervenir en el proceso en la calidad prescripta por el segundo
apartado del artículo 91.
En todos los casos, el deudor podrá ser llamado a absolver posiciones y reconocer
documentos.
Efectos de la sentencia
Art. 114.— La sentencia hará cosa juzgada en favor o en contra del deudor citado, haya
o no comparecido.
Art. 115.— En todos los actos del proceso se utilizará el idioma nacional. Cuando éste no
fuere conocido por la persona que deba prestar declaración, el juez o tribunal designará por
sorteo UN (1) traductor público. Se nombrará intérprete cuando deba interrogarse a sordos,
mudos o sordomudos que sólo puedan darse a entender por lenguaje especializado.
Art. 116.— Cuando para dictar resolución se requiriese informe o certificado previo del
secretario, el juez los ordenará verbalmente.
Anotación de peticiones
Capítulo II - Escritos
Redacción
Art. 118.— Para la redacción y presentación de los escritos regirán las normas del
Reglamento para la Justicia Nacional.
Art. 119.— Cuando un escrito o diligencia fuere firmado a ruego del interesado, el
secretario o el oficial primero deberán certificar que el firmante, cuyo nombre expresarán, ha
sido autorizado para ello en su presencia o que la autorización ha sido ratificada ante él.
Copias
Art. 120.— De todo escrito de que deba darse traslado y de sus contestaciones, de los
que tengan por objeto ofrecer prueba, promover incidentes o constituir nuevo domicilio y de
los documentos con ellos agregados, deberán acompañarse tantas copias firmadas como
partes intervengan, salvo que hayan unificado la representación.
Las copias podrán ser firmadas, indistintamente, por las partes, sus apoderados o letrados
que intervengan en el juicio. Deberán glosarse al expediente, salvo que por su volumen,
formato u otras características resultare dificultoso o inconveniente, en cuyo caso se
conservarán ordenadamente en la secretaría. Sólo serán entregadas a la parte interesada, su
apoderado o letrado que intervengan en el juicio, con nota de recibo.
Cuando deban agregarse a cédulas, oficios o exhortos, las copias se desglosarán dejando
constancia de esa circunstancia.
La reglamentación de superintendencia establecerá los plazos durante los cuales deben
conservarse las copias glosadas al expediente o reservadas en la secretaría.
Cuando con una cuenta se acompañaren libros, recibos o comprobantes, bastará que
éstos se presenten numerados y se depositen en la secretaría para que la parte o partes
interesadas puedan consultarlos.
Expedientes administrativos
Cargo
Art. 124.— El cargo puesto al pie de los escritos será autorizado por el oficial primero.
Si la Corte Suprema o las cámaras hubieren dispuesto que la fecha y hora de presentación
de los escritos se registre con fechador mecánico, el cargo quedará integrado con la firma del
oficial primero, a continuación de la constancia del fechador.
El escrito no presentado dentro del horario judicial del día en que venciere un plazo, sólo
podrá ser entregado válidamente en la secretaría que corresponda, el día hábil inmediato y
dentro de las DOS (2) primeras horas del despacho.
— Procede la presentación del escrito recursivo dentro de las dos primeras horas hábiles
del día siguiente a aquél en que se produjo el vencimiento del plazo de 48 horas que establece
el art. 15 de la ley 16.986 (art. 124CPCCN, de aplicación supletoria) en tanto éste operó en
hora inhábil y teniendo en cuenta la imposibilidad del recurrente de interponer la apelación
después del horario judicial (7.30 a 13.30 horas) dada la inexistencia de Tribunales de
"guardia" en este fuero. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 15/04/93, "Paradela, Máximo y otros
v. Ferrocarriles ARG. s/ Queja".
— La expresión "según el plazo", empleada en el 2do párr. del art. 120CPCCN a
continuación de la frase "se tendrá por no presentado el escrito o documento", no puede tener
otro sentido que precisar las consecuencias previstas en la norma serán aplicables respecto
de la pieza cuya copia fuera omitida —el escrito o la documentación—, no resultando
pertinente vincularla con otros aspectos de la decisión que le cabe tomar al tribunal. El art.
120 deja a salvo la posibilidad de que el interesado peticione ante el juez de acuerdo con
lo autorizado en el art. 38CPCCN a fin de despejar cualquier duda que eventualmente pudiera
suscitarse a raíz de que el mismo texto establece que la resolución que tuviera por no
presentado el escrito o documento no admite "más trámite ni recurso". Parece claro que al
conocer del remedio que prevé el art. 38, el magistrado debe examinar si el proveído del
secretario se ajusta o no a las disposiciones del art. 120, pero no se halla facultado a apartarse
de ellas. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 17/07/92, "Deutsche Bank Akten-Gesells v.
BCRA s/ nulidad de resol.".
— El cargo puesto al pie del escrito en tanto cumple los recaudos que lo hacen legítimo,
reúne las características propias de un instrumento público, y por consiguiente hace plena fe
hasta que sea argüido de falsedad (conf. arts. 979, 992 y 993 CC y 124 CPCCN). C. Nac.
Cont. Adm. Fed.,sala III, 15/12/92, "Risso, Carlos Alberto v. Prefectura Naval
Argentina s/ amparo por mora".
— El art. 120 dispone "de todo escrito de que deba darse vista o traslado (...) deberán
acompañarse tantas copias como partes intervengan...". Esta norma preceptúa una
carga insoslayable a cargo del actor, cuya finalidad busca proteger el derecho de defensa en
juicio de la demanda, posibilitándole a este la posibilidad de efectuar su descargo y exponer
lo que a su juicio crea conveniente para facilitar la resolución del proceso. Las copias exigidas
persiguen el mejor ejercicio del derecho aludido y buscan la celeridad en los trámites
procesales. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 17/05/12, "Lobos Rafael Eleodoro y otros v.
BCRA-resol. 55/11 (expte. 100322/97 SUM FIN 896)", Causa 37184/2011.
Reglas generales
Art. 125.— Las audiencias, salvo disposición en contrario, se ajustarán a las siguientes
reglas:
1) Serán públicas, bajo pena de nulidad, pero el tribunal resolver, aun de oficio, que total
o parcialmente, se realicen a puertas cerradas cuando la publicidad, afecte la moral, el orden
público, la seguridad o el derecho a la intimidad. La resolución, que será fundada, se hará
constar en el acta. Desaparecida la causa de la clausura, se deberá permitir el acceso al
público.
2) Serán señaladas con anticipación no menor de tres días, salvo por razones especiales
que exigieren mayor brevedad, lo que deberá expresarse en la resolución.
Toda vez que proceda la suspensión de una audiencia se fijará, en el acto, la fecha de su
reanudación.
4) Empezarán a la hora designada. Los citados sólo tendrán obligación de esperar treinta
minutos, transcurridos los cuales podrán retirarse dejando constancia en el libro de asistencia.
El acta será firmada por el secretario y las partes, salvo, cuando alguna de ellas no hubiera
querido o podido firmar; en este caso, deberá consignarse esa circunstancia.
6) Las audiencias de prueba serán documentadas por el Tribunal. Si éste así lo decidiere,
la documentación se efectuará por medio de fonograbación. Esta se realizará en doble
ejemplar, uno de los cuales se certificará y conservará adecuadamente hasta que la sentencia
quede firme; el otro ejemplar quedará a disposición de las partes para su consulta. Las partes
que aporten su propio material tendrán derecho a constancias similares en la forma y
condiciones de seguridad que establezca el tribunal de superintendencia. Estas constancias
carecerán de fuerza probatoria. Los tribunales de alzada, en los casos de considerarlo
necesario para la resolución de los recursos sometidos a su decisión podrán requerir la
transcripción y presentación de la fonograbación, dentro del plazo que fijen al efecto a la parte
que propuso el medio de prueba de que se trate o a la que el propio tribunal decida, si la
prueba fuere común.
Art. 125 bis.— (Artículo derogado por art. 3º de la Ley 25.488 B.O. 22/11/2001)
Capítulo IV - Expedientes
Préstamo
Art. 127.— Los expedientes únicamente podrán ser retirados de la secretaría, bajo la
responsabilidad de los abogados, apoderados, peritos o escribanos, en los casos siguientes:
En los casos previstos en los dos (2) últimos incisos, el juez fijará el plazo dentro del cual
deberán ser devueltos.
Devolución
Art. 128.— Si vencido el plazo no se devolviese el expediente, quien lo retiró será pasible
de una multa de pesos ocho mil ($ 8000) a pesos trescientos mil ($ 300.000) por cada día de
retardo, salvo que manifestase haberlo perdido, en cuyo caso además se aplicará lo dispuesto
en el artículo 130, si correspondiere. El secretario deberá intimar su inmediata devolución a
quien lo retenga, y si ésta no se cumpliere, el juez mandará secuestrar el expediente con el
auxilio de la fuerza pública, sin perjuicio de remitir los antecedentes a la justicia penal.
Procedimiento de reconstrucción
2) El juez intimará a la parte actora, o iniciadora de las actuaciones, en su caso, para que
dentro del plazo de cinco (5) días presente las copias de los escritos, documentos y diligencias
que se encontraren en su poder y correspondieren a actuaciones cumplidas en el expediente
perdido. De ellas se dará traslado a la otra u otras partes, por el mismo plazo, a fin de que se
expidan acerca de su autenticidad y presenten, a su vez, las que tuvieren en su poder. En
este último supuesto también se dará traslado a las demás partes por igual plazo.
5) El juez podrá ordenar, sin sustanciación ni recurso alguno, las medidas que considerare
necesarias. Cumplidos los trámites enunciados dictará resolución teniendo por reconstruido
el expediente.
Sanciones
Art. 130.— Si se comprobase que la pérdida del expediente fuere imputable a alguna de
las partes o a un profesional, éstos serán pasibles de una multa entre pesos ochenta mil ($
80.000) y pesos ocho millones ($ 8.000.000) sin perjuicio de su responsabilidad civil o penal.
Art. 131.— Toda comunicación dirigida a jueces nacionales por otros del mismo carácter,
se hará mediante oficio. Las dirigidas a jueces provinciales, por exhorto, salvo lo que
establecieren los convenios sobre comunicaciones entre magistrados.
Capítulo VI - Notificaciones
Principio general
Art. 133.— Salvo los casos en que procede la notificación por cédula y sin perjuicio de lo
dispuesto en el artículo siguiente, las resoluciones judiciales quedarán notificadas en todas
las instancias los días martes y viernes. Si uno de ellos fuere feriado, la notificación tendrá
lugar el siguiente día de nota.
Notificación tácita
Art. 134.— El retiro del expediente, conforme al artículo 127, importará la notificación de
todas las resoluciones.
Art. 135.— Sólo serán notificadas personalmente o por cédula las siguientes resoluciones:
4) La que declare la cuestión de puro derecho, salvo que ello ocurra en la audiencia
preliminar.
7) La providencia que hace saber la devolución del expediente, cuando no haya habido
notificación de la resolución de alzada o cuando tenga por objeto reanudar plazos suspendidos
por tiempo indeterminado.
8) La primera providencia que se dicte después que un expediente haya vuelto del archivo
de los tribunales, o haya estado paralizado o fuera de secretaría más de tres meses.
10) La que ordena el traslado del pedido de levantamiento de embargo sin tercería.
12) Las que se dicten como consecuencia de un acto procesal realizado antes de la
oportunidad que la ley señala para su cumplimiento.
13) Las sentencias definitivas y las interlocutorias con fuerza de tales y sus aclaratorias
con excepción de las que resuelvan caducidad de la prueba por negligencia.
14) La providencia que deniega los recursos extraordinarios.
15) La providencia que hace saber el juez o tribunal que va a conocer en caso de
recusación, excusación o admisión de la excepción de incompetencia.
17) La que dispone el traslado de la prescripción en los supuestos del artículo 346,
párrafos segundo y tercero.
18) Las demás resoluciones de que se haga mención expresa en la ley o determine el
Tribunal excepcionalmente, por resolución fundada.
Medios de notificación
Art. 136.— En los casos en que este Código u otras leyes establezcan la notificación por
cédula, ella también podrá realizarse por los siguientes medios:
1) Acta notarial.
La elección del medio de notificación se realizará por los letrados, sin necesidad de
manifestación alguna en las actuaciones.
Art. 137.— La cédula y los demás medios previstos en el artículo precedente contendrán:
La presentación del documento a que se refiere esta norma en la Secretaría del Tribunal,
oficina de Correos o el requerimiento al notario, importará la notificación de la parte
patrocinada o representada.
Deberán estar firmados por el secretario o prosecretario los instrumentos que notifiquen
medidas cautelares o entrega de bienes y aquellos en que no intervenga letrado, síndico, tutor
o curador ad litem, salvo notificación notarial.
El juez puede ordenar que el secretario suscriba los instrumentos de notificación cuando
fuere conveniente por razones de urgencia o por el objeto de la providencia.
Diligenciamiento
Cuando la diligencia deba cumplirse fuera de la ciudad asiento del tribunal, una vez
selladas, se devolverán en el acto y previa constancia en el expediente, al letrado o
apoderado.
Art. 139.— En los juicios relativos al estado y capacidad de las personas, cuando deba
practicarse la notificación por cédula, las copias de los escritos de demanda, reconvención y
contestación de ambas, así como las de otros escritos cuyo contenido pudiere afectar el
decoro de quien ha de recibirlas, serán entregadas bajo sobre cerrado. Igual requisito se
observará respecto de las copias de los documentos agregados a dichos escritos.
El sobre será cerrado por personal de la oficina, con constancia de su contenido, el que
deberá ajustarse, en cuanto al detalle preciso de copias, de escritos o documentos
acompañados, a lo dispuesto en el artículo 137.
Art. 140.— Si la notificación se hiciere por cédula o acta notarial, el funcionario o empleado
encargado de practicarla dejará al interesado copia del instrumento haciendo constar, con su
firma, el día y la hora de la entrega. El original se agregará al expediente con nota de lo
actuado, lugar, día y hora de la diligencia, suscripta por el notificador y el interesado, salvo
que éste se negare o no pudiere firmar, de lo cual se dejará constancia.
Entrega del instrumento a personas distintas
Art. 144.— Cuando se notifique mediante telegrama o carta documento certificada con
aviso de recepción, la fecha de notificación será la de la constancia de la entrega al
destinatario.
Quien suscriba la notificación deberá agregar a las actuaciones copia de la pieza impuesta
y la constancia de entrega.
Art. 145.— Además de los casos determinados por este Código, procederá la notificación
por edictos cuando se tratare de personas inciertas o cuyo domicilio se ignore. En este último
caso, la parte deberá manifestar bajo juramento que ha realizado sin éxito las gestiones
tendientes a conocer el domicilio de la persona a quien se deba notificar.
Si resultare falsa la afirmación de la parte que dijo ignorar el domicilio, o que pudo
conocerlo empleando la debida diligencia, se anulará a su costa todo lo actuado con
posterioridad, y será condenada a pagar una multa de pesos cincuenta ($ 50) a pesos quince
mil ($ 15.000).
Art. 146.— En los supuestos previstos por el artículo anterior la publicación de los edictos
se hará en el Boletín Oficial y en un diario de los de mayor circulación del lugar del último
domicilio del citado, si fuera conocido o, en su defecto, del lugar del juicio, y se acreditará
mediante la agregación al expediente de un ejemplar de aquéllos. A falta de diario en los
lugares precedentemente mencionados, la publicación se hará en la localidad más próxima
que los tuviera, y el edicto se fijará, además, en la tablilla del juzgado y en los sitios que
aseguraren su mayor difusión.
Salvo en el proceso sucesorio, cuando los gastos que demandare la publicación fueren
desproporcionados con la cuantía del juicio, se prescindirá de los edictos; la notificación se
practicará en la tablilla del juzgado.
El Poder Ejecutivo podrá establecer que, en el Boletín Oficial, los edictos a los que
corresponda un mismo texto se publiquen en extracto, agrupados por juzgados y secretarías,
encabezados por una fórmula común.
Art. 148.— En todos los casos en que este Código autoriza la publicación de edictos, a
pedido del interesado, el juez podrá ordenar que aquéllos se anuncien por radiodifusión o
televisión.
Respecto de los gastos que irrogare esta forma de notificación, regirá lo dispuesto en el
anteúltimo párrafo del artículo 136.
Nulidad de la notificación
Art. 149.— Será nula la notificación que se hiciere en contravención a lo dispuesto en los
artículos anteriores siempre que la irregularidad fuere grave e impidiere al interesado cumplir
oportunamente los actos procesales vinculados a la resolución que se notifica. Cuando del
expediente resultare que la parte ha tenido conocimiento de la resolución, la notificación surtirá
sus efectos desde entonces.
El pedido de nulidad tramitará por incidente, aplicándose la norma de los artículos 172 y
173. El funcionario o empleado que hubiese practicado la notificación declarada nula, incurrirá
en falta grave cuando la irregularidad le sea imputable.
— Procede hacer lugar a la nulidad de la notificación por cédula cuando el nombre del
apoderado de la parte actora es incorrecto y el domicilio consignado es correcto
pero incompleto. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 22/02/94, "Gendarmería Nac. v. Nelson
Coletto s/ contrato de obra pública".
— Procede hacer lugar a la nulidad de la notificación por cédula cuando el nombre del
apoderado de la parte actora es incorrecto y el domicilio consignado es correcto
pero incompleto. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 22/02/94, "Gendarmería Nac. v. Nelson
Coletto s/ Contrato de obra pública".
— En el art. 133 del código procesal se prevé que la notificación ministerio legis no se
considerará cumplida si el expediente no fuera exhibido a quien lo solicita dejándose
constancia de ello en el libro de asistencia (ap. 2º), y- resultando evidente que la causa no se
hallaba a disposición de las partes atento a la nota dejada por una de ellas- irrazonable sería
tener por notificado en esa fecha el auto respectivo aun cuando uno de los destinatarios no
hubiera efectuado la anotación pertinente. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 14/08/12,
"Farmacity SA - Inc. Med. (20-V-11) v. EN - Mº Salud de la Nación - Resol. 485/11 s/proceso
de conocimiento", Causa 42.950/11.
— Si el Código autoriza la notificación por edictos con el solo juramento de las partes, es
con la convicción de que se ha de actuar con la buena fe que debe presidir las relaciones
jurídicas, sobre todo cuando es el derecho de defensa el que está en juego. La exigencia
establecida en el art. 145 del Código Procesal ha de entenderse referida al momento en que
pretende efectuarse la notificación, pues lo contrario implicaría violar el derecho de defensa
en juicio garantizado por nuestra CN. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 24/06/97, "Fisco
Nacional (DGI) v. Maghacca Jorge A. s/ ejecución fiscal", Causa 532/91.
— Según lo dispuesto en el art. 133 del Código Procesal, salvo los casos en que procede
la notificación por cédula, las resoluciones judiciales quedarán notificadas en todas
las instancias los días martes y viernes o el día siguiente hábil, si alguno de ellos fuere
feriado. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 28/02/95, "Guerrero, José - 10185-I v. DGI".
Plazo y carácter
Art. 150.— El plazo para contestar vistas y traslados, salvo disposición en contrario de la
ley, será de cinco días. Todo traslado se considerará decretado en calidad de autos, debiendo
el juez o tribunal dictar resolución sin más trámite.
Art. 151.— En los juicios de divorcio y de nulidad de matrimonio sólo se dará vista a los
representantes del ministerio público en los siguientes casos:
Art. 152.— Las actuaciones y diligencias judiciales se practicarán en días y horas hábiles,
bajo pena de nulidad.
Son días hábiles todos los del año, con excepción de los que determine el Reglamento
para la Justicia Nacional.
Son horas hábiles las comprendidas dentro del horario establecido por la Corte Suprema
para el funcionamiento de los tribunales; pero respecto de las diligencias que los jueces,
funcionarios o empleados deben practicar fuera de la oficina, son horas hábiles las que median
entre las siete (7) y las veinte (20).
Habilitación expresa
Art. 153.— A petición de parte o de oficio, los jueces y tribunales deberán habilitar días y
horas, cuando no fuere posible señalar las audiencias dentro del plazo establecido por este
Código, o se tratase de diligencias urgentes cuya demora pudiera tornarlas ineficaces u
originar perjuicios evidentes a las partes. De la resolución sólo podrá recurrirse por reposición,
siempre que aquélla fuera denegatoria.
Incurrirá en falta grave el juez que, reiteradamente, no adoptara las medidas necesarias
para señalar las audiencias dentro del plazo legal.
Habilitación tácita
Art. 154.— La diligencia iniciada en día y hora hábil, podrá llevarse hasta su fin en tiempo
inhábil sin necesidad de que se decrete la habilitación. Si no pudiere terminarse en el día,
continuará en el siguiente hábil, a la hora que en el mismo acto establezca el juez o tribunal.
Sección 2º - Plazos
Carácter
Art. 155.— Los plazos legales o judiciales son perentorios; podrán ser prorrogados por
acuerdo de partes manifestado con relación a actos procesales determinados.
Cuando este Código no fijare expresamente el plazo que corresponda para la realización
de un acto, lo señalará el juez de conformidad con la naturaleza del proceso y la importancia
de la diligencia.
Comienzo
Art. 156.— Los plazos empezarán a correr desde la notificación y si fuesen comunes,
desde la última.
Las partes podrán acordar la abreviación de un plazo mediante una manifestación expresa
por escrito.
Los jueces y tribunales deberán declarar la interrupción o suspensión de los plazos cuando
circunstancias de fuerza mayor o causas graves hicieren imposible la realización del acto
pendiente.
Ampliación
Art. 158.— Para toda diligencia que deba practicarse dentro de la República y fuera del
lugar del asiento del juzgado o tribunal, quedarán ampliados los plazos fijados por este Código
a razón de un (1) día por cada doscientos (200) kilómetros o fracción que no baje de cien
(100).
Art. 159.— El ministerio público y los funcionarios que a cualquier título intervinieren en el
proceso estarán sometidos a las reglas precedentes, debiendo expedirse o ejercer sus
derechos dentro de los plazos fijados.
— El art. 152 del CPCCN, establece que "son días hábiles todos los del año,
con excepción de los que determine el Reglamento para la Justicia Nacional"; dicho
reglamento en sus arts. 2 y 6 dice que no se computarán a tal efecto las ferias de enero y julio.
(consid. 7). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I, 11/09/97, "Lamota Alberto Miguel y otro v.
Administración de Parques Nacionales s/ Amparo", Causa 16029/97.
— De acuerdo a lo dispuesto por el Código Procesal, las actuaciones judiciales deben ser
cumplidas en tiempo hábil, salvo que medie una específica autorización para llevarlas a cabo
fuera del lapso reglamentario (arts. 152 y ss.). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 13/06/96,
"Ballatore Juan Alberto v. EN —Mº de Justicia— s/ empleo público", Causa 15.026/93.
— De acuerdo con lo dispuesto en el art. 155 del CPCCN, "los plazos legales o judiciales
son perentorios; podrán ser prorrogados por acuerdo de partes manifestado con relación a
actos procesales determinados". En consecuencia, su vencimiento
determina, automáticamente, la caducidad de la facultad procesal para cuyo ejercicio se
concedieron, sin que para lograr tal resultado se requiera la petición de la otra parte o una
declaración judicial. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 19/08/99, "Longo Argentino v. Mº de
Economía - Ferrocarriles Argentinos s/ contrato Administrativo", Causa 28827/95.
— Los arts. 27 y 28 del código de fondo disponen que "todos los plazos serán continuos"
y, en el caso particular de los plazos que "señalasen los... tribunales se comprenderán los
días feriados..." salvo aclaración en contrario. De lo expuesto cabe concluir en que —como
principio— los plazos se computan teniendo en cuanto tanto los días hábiles como los
feriados, pudiendo inclusive terminar en uno de ellos, a diferencia de los plazos procesales
que —conforme al art. 156 del CPCCN— no son continuos pues sólo se computan los días
hábiles. Bien distingue el art. 28 del CC, que no debe confundirse los plazos procesales con
los judiciales —aquellos que fijan los tribunales— pues mientras los primeros están dispuestos
por leyes de forma, los segundos son los plazos fijados —como en el caso de las astreintes—
por resol. de los jueces, que se consideran plazos civiles y a los que se aplica, en
consecuencia, la regla del mencionado art. 27, con la salvedad —que en la res. el a quo no
efectuó— de que el plazo se computaría teniendo en cuenta solamente los días útiles si así
se expresara (confr. art. 28 del CC). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 13/03/97, "Guiral Vda.
de Gómez Elma v. EN (EMGE) s/ amparo por mora", Causa 19205/93.
— La perentoriedad de los plazos procesales que se consagra en el art. 155 del Código
Procesal no excluye la posibilidad de suspenderlos cuando mediare acuerdo de las partes
(art. 157 del mismo código). En ese art. 157 se establece como único requisito que, cuando el
plazo por el cual se solicita la suspensión supere los veinte días, debe acreditarse la
conformidad de las partes. El sistema dispositivo que se consagra en el ordenamiento
procesal no es absoluto, y no puede servir de fundamento para negarle a las partes el derecho
de solicitar de común acuerdo la suspensión del procedimiento, que puede ser ocasión
para intentar una conciliación o transacción que evite la prosecución innecesaria del
juicio, aun cuando pueda entenderse que el tiempo transcurrido que insume las
negociaciones que dicen estar realizando supera las pautas razonables para alcanzar ese
objetivo. Pese a ello, ninguna medida puede adoptar el magistrado para remediar el posible
ejercicio indebido de esa facultad de las partes. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 25/02/97,
"Sideco Americana SACIIF v. Dir.Nac. de Vialidad (Ex. 3358/88) s/ contrato de obra pública",
Causa 53.032/94.
— Según lo dispuesto por el art. 157 párrafo tercero del CPCCN, los jueces y tribunales
tienen facultad de declarar la suspensión o interrupción de un plazo procesal, como es en la
especie el establecido para contestar demanda. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 10/05/11,
"Sandoni Nadia y otros v. EN - Mº Justicia - PFA y otro s/ daños y perjuicios", Causa 9.401/08.
— Dado que el fisco no controvierte que la delegación más cercana al domicilio del
contribuyente se encuentra a 103 km., corresponde ampliar el plazo del art. 148, ley 11.683,
en un día de acuerdo a lo normado por el art. 158 del C. P. Civil, aplicable supletoriamente
(confr. 179, ley 11.683). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 31/10/96, "Oeste Automotores SA v.
DGI (T.F. 14.478-I)", Causa 10.163/96.
— La previsión del art. 2 del reglamento de Procedimiento del Tribunal Fiscal de la Nación,
que autoriza la presentación del recurso pertinente en la delegación distrito o agencia de la
Dirección General Impositiva que corresponda al domicilio del contribuyente no suprime,
precisamente por su carácter optativo, la vigencia de la ampliación de plazo consignada en el
art. 158 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Aun siendo dudosa la cuestión,
corresponde, propender a una solución que contribuya al ejercicio pleno de los dispositivos
impugnatorios establecidos, criterio que se impone por la interpretación restrictiva que, desde
una perspectiva general, cabe asignar a los mecanismos aniquiladores de derechos. C. Nac.
Cont. Adm. Fed.,sala V, 21/08/04, "Servicios Portuarios Santa Fe SA (T.F. 18.837-I) v. DGI",
Causa 147.255/02.
Providencias simples
Art. 160.— Las providencias simples sólo tienden, sin sustanciación, al desarrollo del
proceso u ordenan actos de mera ejecución. No requieren otras formalidades que su
expresión escrito, indicación de fecha y lugar, y la firma del juez o presidente del tribunal, o
del secretario, en su caso.
Sentencias interlocutorias
1) Los fundamentos.
Sentencias homologatorias
Art. 162.— Las sentencias que recayesen en los supuestos de los artículos 305, 308, y
309, se dictarán en la forma establecida en los artículos 160 o 161, según que,
respectivamente, homologuen o no el desistimiento, la transacción o la conciliación.
Las presunciones no establecidas por ley constituirán prueba cuando se funden en hechos
reales y probados y cuando por su número, precisión, gravedad y concordancia, produjeren
convicción según la naturaleza del juicio, de conformidad con las reglas de la sana crítica.
La conducta observada por las partes durante la sustanciación del proceso podrá constituir
un elemento de convicción corroborante de las pruebas, para juzgar la procedencia de las
respectivas pretensiones.
Las sentencias de cualquier instancia podrán ser dadas a publicidad salvo que, por la
naturaleza del juicio, razones de decoro aconsejaren su reserva, en cuyo caso así se
declarará. Si afectare la intimidad de las partes o de terceros, los nombres de éstos serán
eliminados de las copias para la publicidad.
Art. 165.— Cuando la sentencia contenga condena al pago de frutos, intereses, daños y
perjuicios, fijará su importe en cantidad líquida o establecerá por lo menos las bases sobre
que haya de hacerse la liquidación.
Si por no haber hecho las partes estimación de los frutos o intereses, no fuese posible lo
uno ni lo otro, se los determinará en proceso sumarísimo.
La sentencia fijará el importe del crédito o de los perjuicios reclamados, siempre que su
existencia esté legalmente comprobada, aunque no resultare justificado su monto.
Art. 166.— Pronunciada la sentencia, concluirá la competencia del juez respecto del objeto
del juicio y no podrá sustituirla o modificarla.
2) Corregir, a pedido de parte, formulado dentro de los tres días de la notificación y sin
substanciación, cualquier error material; aclarar algún concepto oscuro sin alterar lo sustancial
de la decisión y suplir cualquier omisión en que hubiese incurrido sobre algunas de las
pretensiones deducidas y discutidas en el litigio.
Responsabilidad
— "El planteo de nulidad tendiente a que la Corte Suprema deje sin efecto la
sentencia interlocutoria que dio por perdido el derecho a producir las medidas de prueba que
la recurrente habría solicitado, debe ser rechazado, puesto que las sentencias de la Corte no
son susceptibles de recursos o incidentes de nulidad con excepción de situaciones serias
e inequívocas que demuestren el error". Corte Sup.,21/02/2013, "Porta, Pedro Juan c.
Provincia de Buenos Aires s/acción declarativa de certeza".
— El art. 166 del CPCCN sienta como regla general que, pronunciada la sentencia,
concluye la competencia del juez respecto del objeto del juicio y no podrá sustituirla o
modificarla. Esto tiene relación con la autoridad y eficacia de la sentencia, que se traduce en
la cosa juzgada, en el sentido de que el fallo como norma jurídica individual está destinado a
reglar la conducta de los litigantes. Dicha regla es obligatoria e inmutable, no sólo para las
partes, sino también para el juez. En suma, agotada la función jurisdiccional, le está vedado
al magistrado modificar el objeto del juicio, el cual ha pasado a constituir el objeto del litigio.
Sin embargo, a renglón seguido, se establece una serie de excepciones al principio general
Si esta Sala confirmó el rechazo de la acción de amparo planteada y está pendiente la
sustanciación del recurso extraordinario interpuesto por el actor contra el fallo de este tribunal,
el hecho nuevo denunciado y el pedido para que se devuelva la causa a la instancia de grado
para que dicte una nueva resolución, excede notoriamente cualquiera de las excepciones
contempladas en el art. 166 del CPCCN por lo que, habiendo concluido la competencia del
juez de primera instancia como así también la de esta Cámara, la pretensión formulada no
puede prosperar, sin perjuicio del derecho del actor de encauzarla por la vía que
corresponda. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 23/10/12, "De Blas, Gustavo Martín v. EN - Mº
Seguridad - PSA s/amparoley 16.986".
— El recurso de aclaratoria procede para corregir cualquier error material, aclarar algún
concepto oscuro o suplir cualquier omisión en que se hubiese incurrido sobre algunas de las
pretensiones deducidas y discutidas en el litigio (conf. art. 166 inc. 2º del CPCCN). Si lo
pretendido por la actora importa la modificación sustancial de los términos de la resolución
adoptada por el Tribunal, el recurso interpuesto excede el marco fijado por la ley adjetiva, para
el recurso de aclaratoria intentado. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 13/09/12, "Moyano de
Llambías, Julia Rosa y otros v. Estado Nacional (Mº de Justicia) s/empleo público".
— La valoración del daño moral, está sujeta a la apreciación prudencial de los jueces (art.
165 del CPCCN), toda vez que son obvias las dificultades que existen para mensurar en dinero
un detrimento de naturaleza no patrimonial, razón por la cual ha de tratarse que atienda
apropiadamente a la magnitud del menoscabo. De allí que la reparación debe ser determinada
ponderando especialmente la índole de los sufrimientos de quien los padece y no mediante
una proporción que la vincule con otros daños. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 14/04/11,
"Aguerrebere, José Horacio v. EN - M. Interior - PNA s/personal militar y civil de las FF.AA. y
de Seg."; C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I, 21/06/12, "Arce, Patricia Natalia v. UBA y
otro s/ daños y perjuicios".
— Debe señalarse que las resoluciones interlocutorias dictadas por la Cámara no son
susceptibles de revocación por contrario imperio en virtud del carácter definitivo que revisten,
remedio solo autorizado en esta instancia para las providencias simples. Su procedencia es
admitida, sin embargo, para el supuesto en que se hubiesen violado formas sustanciales del
juicio que pudieren afectar el derecho de defensa o se trata de enmendar algún error de
hecho. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 10/08/2010, "Cabrera, Ángel y otros v. EN (Mº de
Defensa) Ejército Argentino".
Trascendencia de la nulidad
Art. 169.— Ningún acto procesal será declarado nulo si la ley no prevé expresamente esa
sanción.
Sin embargo, la nulidad procederá cuando el acto carezca de los requisitos indispensables
para la obtención de su finalidad.
No se podrá declarar la nulidad, aún en los casos mencionados en los párrafos
precedentes, si el acto, no obstante su irregularidad, ha logrado la finalidad a que estaba
destinado.
Subsanación
Art. 170.— La nulidad no podrá ser declarada cuando el acto haya sido consentido,
aunque fuere tácitamente, por la parte interesada en la declaración.
Inadmisibilidad
Art. 171.— La parte que hubiere dado lugar a la nulidad, no podrá pedir la invalidez del
acto realizado.
Art. 172.— La nulidad podrá ser declarada a petición de parte o de oficio, siempre que el
acto viciado no estuviere consentido.
Quien promoviere el incidente deberá expresar el perjuicio sufrido del que derivare el
interés en obtener la declaración y mencionar, en su caso, las defensas que no ha podido
oponer.
Rechazo in limine
Efectos
La nulidad de una parte del acto no afectará a las demás partes que sean independientes
de aquélla.
— Si bien lo atinente a la nulidad de los actos procesales es cuestión propia de los jueces
de la causa y ajena a la vía del extraordinario, cabe admitirlo cuando media un claro
apartamiento de las constancias de la causa y la decisión evidencia un excesivo ritualismo
que causa un agravio de imposible reparación ulterior. Corte Sup.,29/08/2006, "La República
Compañía Argentina de Seguros Generales SA v. Administración General de Puertos", Fallos:
329:3478.
— Debe partirse del requisito de interés para que sea procedente la nulidad procesal y,
en consecuencia, este interés debe ser probado (conf. art. 172 CPCC) no bastando que quien
alega la supuesta nulidad procesal exprese que se ha encontrado imposibilitado de defender
convenientemente sus derechos en juicio, teniendo por tal el interés legítimo lesionado. C.
Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 7/09/95, "López Mesa Juan Carlos v. Min. de Ed. y Justicia
(CONET) s/ empleo público", Causa 15.407/92.
— La sanción prevista en los arts. 169 y concordantes del CPCCN procede cuando no se
han guardado las formas esenciales del proceso, vulnerándose el derecho de defensa en
juicio y es de interpretación restrictiva. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 23/06/98,
"Youssefian, Martín v. EN - Secr. de Comunicaciones s/amparoley 16.986", Causa 22.776/97.
— La sanción prevista en los arts. 169 y concordantes del CPCCN, procede cuando no se
han guardado las formas esenciales del proceso vulnerándose el derecho de defensa en
juicio. En las nulidades procesales se requiere —por aplicación del principio que establece
que no hay nulidad sin perjuicio— que el vicio en cuestión ocasione a quien peticiona la
aplicación de dicha sanción un perjuicio serio e irreparable que no puede ser subsanado sino
con su acogimiento. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 18/12/92, "Ford Motor ARG. SA
v. F.N. (DGI) s/ Repetición".
— La sanción prevista en los arts. 169 y ccs. CPCCN, procede cuando no se han guardado
las formas esenciales del proceso, vulnerándose el derecho de defensa en juicio. Asimismo
se requiere —por aplicación del principio que establece que no hay nulidad sin perjuicio— que
el vicio ocasione a quien peticiona la aplicación de dicha sanción un perjuicio serio e
irreparable que no pueda ser subsanado sino con su acogimiento, el que debe ser
mencionado expresamente por quien alega la nulidad, no siendo suficiente una invocación
genérica, o el uso de la imprecisa fórmula "se ha violado en derecho de defensa en juicio". C.
Nac. Cont. Adm. Fed.,sala IV, 26/03/92, "Anteurquiza, Hugo Ramón v. Caja de Retiros,
Jubilaciones y Pensiones de la Pol. Fed.".
— El art. 172 del Cód. Procesal establece como condición necesaria para la procedencia
del incidente de nulidad la manifestación expresa y concreta de las defensas que
el incidentista se ha visto privado de oponer. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala V, 22/11/95,
"Albarracín, Raúl Antonio v. Caja de Ret. Jub. y Pensiones de la Policía Federal y otros",
Causa 14.334/95.
— De la doctrina del art. 18 de la CN, surge que la finalidad de los actos procedimentales
está dada por la necesidad de asegurar la inviolabilidad de la defensa de la persona y de los
derechos. Que aun cuando la norma establezca la nulidad por la irregularidad de un acto que
no contenga los requisitos esenciales exigidos, no corresponde la declaración de nulidad si
hubiere cumplido con su finalidad, por cuanto donde no ha existido gravamen (indefensión en
el presente caso), no puede haber nulidad. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala V, 17/10/95,
"Giménez, Marta Estela (T.F. 7267-A) v. ANA".
Capítulo I - Incidentes
Principio general
Art. 175.— Toda cuestión que tuviere relación con el objeto principal del pleito y no se
hallare sometida a un procedimiento especial, tramitará en pieza separada, en la forma
prevista por las disposiciones de este Capítulo.
Art. 176.— Los incidentes no suspenderán la prosecución del proceso principal, a menos
que este Código disponga lo contrario o que así lo resolviere el juez cuando lo considere
indispensable por la naturaleza de la cuestión planteada. La resolución será irrecurrible.
Requisitos
Art. 178.— El escrito en que se planteare el incidente deberá ser fundado clara y
concretamente en los hechos y en el derecho, ofreciéndose en él toda la prueba.
Traslado y contestación
Art. 180.— Si el juez resolviere admitir el incidente, dará traslado por CINCO (5) días a la
otra parte, quien al contestarlo deberá ofrecer la prueba.
Recepción de la prueba
Art. 181.— Si hubiere de producirse prueba que requiriese audiencia, el juez la señalará
para una fecha que no podrá exceder de diez (10) días desde que se hubiere contestado el
traslado o vencido el plazo para hacerlo; citará los testigos que las partes no puedan hacer
comparecer por sí y adoptará las medidas necesarias para el diligenciamiento de la prueba
que no pueda recibirse en dicha audiencia. Si no resultare posible su agregación antes de la
audiencia, sólo será tenida en cuenta si se incorporase antes de resolver el incidente,
cualquiera sea la instancia en que éste se encontrare.
Art. 182.— La audiencia podrá postergarse o suspenderse una sola vez por un plazo no
mayor de diez (10) días, cuando hubiere imposibilidad material de producir la prueba que deba
recibirse en ella.
Art. 183.— La prueba pericial, cuando procediere, se llevará a cabo por un (1) solo perito
designado de oficio. No se admitirá la intervención de consultores técnicos.
No podrá proponerse más de cinco (5) testigos por cada parte y las declaraciones no
podrán recibirse fuera de la jurisdicción, cualquiera fuere el domicilio de aquéllos.
Cuestiones accesorias
Art. 184.— Las cuestiones que surgieren en el curso de los incidentes y que no tuvieren
entidad suficiente para constituir otro autónomo, se decidirán en la interlocutoria que los
resuelva.
Resolución
Art. 185.— Contestado el traslado o vencido el plazo, si ninguna de las partes hubiese
ofrecido prueba o no se ordenase de oficio, o recibida la prueba, en su caso, el juez, sin más
trámite, dictará resolución.
Tramitación conjunta
Art. 186.— Todos los incidentes que por su naturaleza pudieren paralizar el proceso,
cuyas causas existieren simultáneamente y fuesen conocidas por quien los promueve,
deberán ser articulados en un mismo escrito, siempre que sea posible su tramitación conjunta.
Se desestimarán sin más trámite los que se entablaren con posterioridad.
Art. 187.— En los procesos sumario y sumarísimo, regirán los plazos que fije el juez, quien
asimismo adoptará de oficio las medidas adecuadas para que el incidente no desnaturalice el
procedimiento principal.
— El art. 175 del CPCCN define a los incidentes como aquellas cuestiones que tuvieren
relación con el objeto principal del pleito y no se hallaren sometidas a un procedimiento
especial (Cons. 4º). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala II, 24/11/04, "UBA-Resol. 1093/01 v.
Amedea Service SRL s/ LanzamientoLey 17.091", Causa 7.251/02.
Por regla, salvo las providencias simples que la ley prevé que sean dictadas sin audiencia
de la otra parte (arg.arts. 160y198CPCCN), las resoluciones judiciales deben ser
pronunciadas con previa sustanciación (arg. arts. 34, inc. 5 c., 161, 175, 180CPCCN). C. Nac.
Cont. Adm. Fed.,sala III, 20/08/92, "R. Q.: Rivas, Adolfo Armando v. EN s/ ORD.".
— Incumbe a la accionada notificar el traslado del incidente que promovió (conf. art.
180, párr. 2 delCPCCN) y el incidente de nulidad suspende el curso del procedimiento. C.
Nac. Cont. Adm. Fed.,sala III, 14/07/92, "Ciuliani de Kisieluk, Concetta v. ENTEL y/o
Telefónica de Arg. s/amparo".
Procedencia
Se requerirá, además:
1) Que los procesos se encuentren en la misma instancia.
2) Que el juez a quien corresponda entender en los procesos acumulados sea competente
por razón de la materia. A los efectos de este inciso no se considerarán distintas las materias
civil y comercial.
3) Que puedan sustanciarse los mismos trámites. Sin embargo, podrán acumularse DOS
(2) o más procesos de conocimiento, o DOS (2) o más procesos de ejecución sujetos a
distintos trámites, cuando su acumulación resultare indispensable en razón de concurrir la
circunstancia prevista en la última parte del primer párrafo. En tal caso, el juez determinará el
procedimiento que corresponde imprimir al juicio acumulado.
4) Que el estado de las causas permita su sustanciación conjunta, sin producir demora
perjudicial e injustificada en el trámite del o de los que estuvieren más avanzados.
Principio de prevención
Art. 191.— El incidente podrá plantearse ante el juez que debe conocer en definitiva o
ante el que debe remitir el expediente.
En el primer caso, el juez conferirá traslado a los otros litigantes, y si considerare fundada
la petición solicitará el otro u otros expedientes, expresando los fundamentos de su pedido.
Recibidos, dictará sin más trámite resolución, contra la cual no habrá recurso y la hará conocer
a los juzgados donde tramitaban los procesos.
Conflicto de acumulación
Art. 192.— Sea que la acumulación se hubiese dispuesto a pedido de parte o de oficio, si
el juez requerido no accediere, deberá elevar el expediente a la cámara que constituya su
alzada; ésta, sin sustanciación alguna, resolverá en definitiva si la acumulación es procedente.
Suspensión de trámites
Art. 193.— El curso de todos los procesos se suspenderá, si tramitasen ante un mismo
juez, desde que se promoviere la cuestión. Si tramitasen ante jueces distintos, desde que se
comunicare el pedido de acumulación al juez respectivo. Exceptúanse las medidas o
diligencias de cuya omisión pudiere resultar perjuicio.
Sentencia única
— El art. 188 del CPCCN determina que procederá la acumulación de procesos cuando
hubiere sido admisible la acumulación subjetiva de acciones de conformidad con lo prescripto
por el art. 88, y en general, siempre que la sentencia que haya de dictarse en uno de ellos
pudiere producir efectos de cosa juzgada en otros u otros, requiriéndose además: 1) que los
procesos se encuentren en la misma instancia; 2) que el juez a quien corresponda entender
en los procesos acumulados sea competente en razón de la materia; 3) que puedan
sustanciarse por los mismos trámites; 4) que el estado de las causas permita sus
sustanciación conjunta, sin producir demora perjudicial e injustificada en el trámite del o de los
que estuviesen más avanzados (arts. 188 y 190 in fine). C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala I,
08/07/04, "YPF SA v. EN (Resol. Gral 135/98-AFIP) s/medida cautelar (autónoma)"; C. Nac.
Cont. Adm. Fed.,sala I, 28/09/10, "EN - JGM- Resol. 147/00 v. Luengo, Jorge Raúl José y
Otros s/Daños y Perjuicios".
— Los rubros reclamados en una causa que tramita ante un Juzgado del Trabajo guardan
una conexión inescindible con los aquí peticionados. Existe una fuerte vinculación que torna
necesaria la acumulación de procesos con la finalidad de evitar que se dicten sentencias
contradictorias, conforme prescribe el art. 188 del CPCCN, en razón de los elementos
comunes que poseen las causas y que tornan forzoso que la decisión final sea tomada por un
solo juez. C. Nac. Cont. Adm. Fed.,sala II, 26/04/11, "López del Monte, Adriana Marta y otros
v. EN-DNM s/ empleo público".
Oportunidad y presupuesto
Art. 195.— Las providencias cautelares podrán ser solicitadas antes o después de
deducida la demanda, a menos que de la ley resultare que ésta debe entablarse previamente.
El escrito deberá expresar el derecho que se pretende asegurar, la medida que se pide,
la disposición de la ley en que se funde y el cumplimiento de los requisitos que corresponden,
en particular, a la medida requerida.
Los jueces no podrán decretar ninguna medida cautelar que afecte, obstaculice,
comprometa, distraiga de su destino o de cualquier forma perturbe los recursos propios del
Estado, ni imponer a los funcionarios cargas personales pecuniarias.
Sin embargo, la medida ordenada por un juez incompetente será válida siempre que haya
sido dispuesta de conformidad con las prescripciones de este capítulo, pero no prorrogará su
competencia.
Trámites previos
Art. 197.— La información sumaria para obtener medidas precautorias podrá ofrecerse
acompañando con el escrito en que se solicitaren el interrogatorio de los testigos y la
declaración de éstos, ajustada a los artículos 440, primera parte, 441 y 443, y firmada por
ellos.
Los testigos deberán ratificarse en el acto de ser presentado dicho escrito o en primera
audiencia.
Cumplimiento y recursos
Art. 198.— Las medidas precautorias se decretarán y cumplirán sin audiencia de la otra
parte. Ningún incidente planteado por el destinatario de la medida podrá detener su
cumplimiento.
La providencia que admitiere o denegare una medida cautelar será recurrible por vía de
reposición; también será admisible la apelación, subsidiaria o directa.
Contracautela
En los casos de los artículos 210, incisos 2 y 3, 212, incisos 2 y 3, la caución juratoria se
entenderá prestada en el pedido de medida cautelar.
1) Fuere la Nación, una provincia, una de sus reparticiones, una municipalidad o persona
que justifique ser reconocidamente abonada.
Art. 201.— En cualquier estado del proceso, la parte contra quien se hubiere hecho
efectiva una medida cautelar podrá pedir que se mejore la caución probando sumariamente
que es insuficiente. El juez resolverá previo traslado a la otra parte.
Carácter provisional
Art. 202.— Las medidas cautelares subsistirán mientras duren las circunstancias que las
determinaron. En cualquier momento en que éstas cesaren se podrá requerir su
levantamiento.
Modificación
El deudor podrá requerir la sustitución de una medida cautelar por otra que le resulte
menos perjudicial, siempre que ésta garantice suficientemente el derecho del acreedor. Podrá,
asimismo, pedir la sustitución por otros bienes del mismo valor, o la reducción del monto por
el cual la medida precautoria ha sido trabada, si correspondiere.
La resolución se dictará previo traslado a la otra parte por el plazo de cinco (5) días, que
el juez podrá abreviar según las circunstancias.
Art. 204.— El juez, para evitar perjuicios o gravámenes innecesarios al titular de los
bienes, podrá disponer una medida precautoria distinta de la solicitada, o limitarla, teniendo
en cuenta la importancia del derecho que se intentare proteger.
Art. 206.— Cuando la medida se trabare sobre bienes muebles, mercaderías o materias
primas, pertenecientes a establecimientos comerciales, fabriles o afines, que los necesitaren
para su funcionamiento, el juez podrá autorizar la realización de los actos necesarios para no
comprometer el proceso de fabricación o comercialización.
Caducidad
Art. 207.— Se producirá la caducidad de pleno derecho de las medidas cautelares que se
hubieren ordenado y hecho efectivas antes del proceso, dentro de los diez (10) días siguientes
al de su traba, si tratándose de obligación exigible no se interpusiere la demanda o no se
iniciare el procedimiento de mediación prejudicial obligatoria, según el caso, aunque la otra
parte hubiese deducido recurso. Cuando se hubiera iniciado el procedimiento de la mediación,
el plazo se reiniciará una vez vencidos los veinte (20) días de la fecha en que el mediador
expida el acta con su firma certificada por el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos
Humanos, con la constancia de que no se llegó a acuerdo alguno o que la mediación no pudo
efectuarse por algunas de las causales autorizadas. Las costas y los daños y perjuicios
causados serán a cargo de quien hubiese obtenido la medida, y ésta no podrá proponerse
nuevamente por la misma causa y como previa a la promoción del proceso; una vez iniciado
éste, podrá ser nuevamente requerida si concurrieren los requisitos de su procedencia.
Las inhibiciones y embargos se extinguirán a los cinco (5) años de la fecha de su anotación
en el registro que corresponda, salvo que a petición de parte se reinscribieran antes del
vencimiento del plazo, por orden del juez que entendió en el proceso.
Responsabilidad
Art. 208.— Salvo en el caso de los artículos 209, inciso 1, y 212, cuando se dispusiere
levantar una medida cautelar por cualquier motivo que demuestre que el requirente abusó o
se excedió en el derecho que la ley otorga para obtenerla, la resolución la condenará a pagar
los daños y perjuicios si la otra parte la hubiere solicitado.
La determinación del monto se sustanciará por el trámite de los incidentes o por juicio
sumario, según que las circunstancias hicieren preferible uno u otro procedimiento a criterio
del juez, cuya decisión sobre este punto será irrecurrible.
Procedencia
Art. 209.— Podrá pedir embargo preventivo el acreedor de deuda en dinero o en especie
que se hallare en alguna de las condiciones siguientes:
2) Que la existencia del crédito esté demostrada con instrumento público o privado
atribuido al deudor, abonada la firma por información sumaria de dos (2) testigos.
4) Que la deuda esté justificada por libros de comercio llevados en debida forma por el
actor, o resulte de boleto de corredor de acuerdo con sus libros, en los casos en que éstos
puedan servir de prueba, o surja de la certificación realizada por contador público nacional en
el supuesto de factura conformada.
5) Que aún estando la deuda sujeta a condición o plazo, se acredite sumariamente que el
deudor trata de enajenar, ocultar o transportar sus bienes, comprometiendo la garantía, o
siempre que se justifique del mismo modo que por cualquier causa ha disminuido
apreciablemente la solvencia del deudor, después de contraída la obligación.
Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal
— Si bien la ejecución forzada de los honorarios —en los términos del art. 499 del
CPCCN— no puede admitirse en el estado actual de la causa, toda vez que es incierto el
plazo dentro del cual puede pronunciarse la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a fin de
resguardar el derecho del letrado, y con sustento en lo dispuesto por el art. 212 inc. 3 del
CPCCN—en cuanto establece que durante el proceso podrá decretarse el embargo preventivo
si quien lo solicita hubiese obtenido sentencia favorable, aunque estuviese recurrida sin que
se requiera demostrar el peligro en la demora— procede decretar el embargo preventivo por
la suma regulada el que corresponde se cumpla en la instancia de grado, resultando aplicable
al respecto todo lo expuesto en la causa "Filigura María Cristina - Inc. Ejecución Hon. y Otros
v. Banco Itaú Buen Ayre SA (en expte. 21.332/93) s/ejecución", del día de la fecha (Consid.
8º). C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala I, 4/09/2001, "Visceglie Marcelo Domingo - Inc. ejec.
hon. v. Banco Itaú Buen Ayre SA (en expte. 21.332/93) s/proceso de ejecución".
— El Código Procesal exige no sólo que el pedido de la cautelar esté acompañada por un
título hábil que de sustento a la tutela pretendida (art. 209 Cód. cit.), sino también la
verificación de otros extremos tales como el peligro en la demora (que ha de ser concreto
e inminente y no meramente conjetural o hipotético). Exigencias análogas deben requerirse al
fisco en oportunidad de peticionar una disposición cautelar en los términos del art. 111 de
la ley 11.683 "puesto que repugnaría a la más elemental idea de justicia admitir que el Estado,
apoyándose en la mera afirmación de que le asiste un derecho de crédito, pudiera obtener de
la magistratura judicial un procedimiento en virtud del cual queden inmovilizados, a su
disposición, a los efectos posteriores de ejecución forzosa, los bienes de los ciudadanos"
(Francisco Martínez, El título en el embargo preventivo fiscal, Rev. Impuestos, XXXIX-B, ps.
2190/2191). C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala II, 1/03/12, Afip - DGI 30002 y 30003/12
(AG 20) v. LS 4 Radio Continental SA s/medida cautelar AFIP".
— En los términos del art. 212, inc. 3 y del art. 204 del CPCCN debe confirmarse el
embargo preventivo y secuestro de la suma necesaria hasta cubrir el 50% de las sumas
reconocidas en la sentencia de amparo hasta que quede firme o se revoque la sentencia de
esta Sala. Damarco, Garzón de Conte Grand (en disidencia en punto a las costas), Herrera
(en disidencia en punto a la necesidad de reserva expresa). C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala
II, 17/06/04, "Aboud, Guillermo Miguel y Otro v. PEN Dto. 1.570/01, Ley 25.561. Dtos. 71, 141
y 214/02 y otros s/ amparo".
— A mayor verosimilitud del derecho, no cabe ser tan exigente respecto del daño y
viceversa, cuanto mayor es el peligro, menor es la exigencia en lo atinente al fumus (Sala II,
"Toma Roberto Jorge v. Comisión Nacional de Energía Atómica s/medida cautelar
[autónoma]", 21/12/2000). La magnitud de los importes percibidos por el actor en el marco de
la ejecución y el exiguo resultado del embargo de fondos bancarios, resultan suficientes para
tener por acreditado el peligro en la demora, sin que pueda prosperar el agravio vinculado con
la inhibición general de bienes, en tanto, "habiendo lugar a embargo", éste no puede hacerse
efectivo porque los bienes del deudor no cubren el importe del crédito reclamado (art. 228
CPCC). Ello, sin perjuicio de que la medida podrá dejarse sin efecto en caso de que se
presenten a embargo bienes suficientes o se diere caución bastante (art. 228 CPCC),
circunstancia que, por lo demás, permite desestimar los argumentos vinculados con los
perjuicios derivadas de la medida. C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala IV, 14/07/2011, "Lalo
Aaron - Incidente Med. v. YPF SA s/Contrato Administrativo".
Otros casos
Art. 212.— Además de los supuestos contemplados en los artículos anteriores, durante el
proceso podrá decretarse el embargo preventivo:
Forma de la traba
Art. 213.— En los casos en que deba efectuarse el embargo, se trabará en la forma
prescripta para el juicio ejecutivo. Se limitará a los bienes necesarios para cubrir el crédito que
se reclama y las costas.
Mandamiento
Suspensión
Art. 215.— Los funcionarios encargados de la ejecución del embargo sólo podrán
suspenderlo cuando el deudor entregue la suma expresada en el mandamiento.
Depósito
Art. 216.— Si los bienes embargados fuesen muebles, serán depositados a la orden
judicial; pero si se tratase de los de la casa en que vive el embargado y fuesen susceptibles
de embargo, aquél será constituido en depositario de ellos, salvo que, por circunstancias
especiales, no fuese posible.
2) Sobre los sepulcros, salvo que el crédito corresponda a su precio de venta, construcción
o suministro de materiales.
Art. 220.— El embargo indebidamente trabado sobre alguno de los bienes enumerados
en el artículo anterior podrá ser levantado, de oficio o a pedido del deudor o de su cónyuge o
hijos, aunque la resolución que lo decretó se hallare consentida.
Sección 3º - Secuestro
Procedencia
Art. 221.— Procederá el secuestro de los bienes muebles o semovientes objeto del juicio,
cuando el embargo no asegurare por el derecho invocado por el solicitante, siempre que se
presenten instrumentos que hagan verosímil el derecho cuya efectividad se quiere garantizar.
Procederá, asimismo, con igual condición, toda vez que sea indispensable proveer a la guarda
o conservación de cosas para asegurar el resultado de la sentencia definitiva.
El juez designará depositario a la institución oficial o persona que mejor convenga; fijará
su remuneración y ordenará el inventario, si fuese indispensable.
— Deben desestimarse las apelaciones deducidas por los bancos apelantes por ser de
carácter general y no referirse de modo particular al caso, respecto a una medida precautoria
concedida parcialmente y ejecutada en los términos de los arts. 212, inc. 3 y 221 del CPCCN,
ya que si bien en circunstancias normales procedería el depósito en el banco, ello no aparecía
como razonable cuando lo discutido es el acorralamiento del dinero en el actual sistema
bancario (Consid. VI y VII). C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala II, 29/04/2003, "Oppizzi Mónica
Lucrecia y otro v. PEN -Decretos 71/02 y 141/02 y otro s/amparo ley 16.986".
Ámbito
Art. 222.— Además de las medidas cautelares de intervención o administración judiciales
autorizadas por las leyes sustanciales, que quedan sujetas al régimen establecido por ellas,
podrán disponerse las que se regulan en los artículos siguientes.
Interventor recaudador
Art. 223.— A pedido de acreedor y a falta de otra medida cautelar eficaz o como
complemento de la dispuesta, podrá designarse a un (1) interventor recaudador, si aquélla
debiere recaer sobre bienes productores de rentas o frutos. Su función se limitará
exclusivamente a la recaudación de la parte embargada, sin injerencia alguna en la
administración.
El juez determinará el monto de la recaudación, que no podrá exceder del cincuenta por
ciento (50 %) de las entradas brutas; su importe deberá ser depositado a la orden del juzgado
dentro del plazo que éste determine.
Interventor informante
Art. 224.— De oficio o a petición de parte, el juez podrá designar un (1) interventor
informante para que dé noticia acerca del estado de los bienes objeto del juicio o de las
operaciones o actividades, con la periodicidad que se establezca en la providencia que lo
designe.
Art. 225.— Cualquiera sea la fuente legal de la intervención judicial y en cuanto fuere
compatible con la respectiva regulación:
5) Los gastos extraordinarios serán autorizados por el juez previo traslado a las partes,
salvo cuando la demora pudiere ocasionar perjuicios; en este caso, el interventor deberá
informar al juzgado dentro de tercero día de realizados.
1) Desempeñar personalmente el cargo con arreglo a las directivas que le imparta el juez.
2) Presentar los informes periódicos que disponga el juzgado y uno (1) final, al concluir su
cometido.
Honorarios
Art. 227.— El interventor sólo percibirá los honorarios a que tuviere derecho, una vez
aprobado judicialmente el informe final de su gestión. Si su actuación debiera prolongarse
durante un plazo que a criterio del juez justificara el pago de anticipos, previo traslado a las
partes, se fijarán éstos en adecuada proporción al eventual importe total de sus honorarios.
Carece de derecho a cobrar honorarios el interventor removido del cargo por ejercicio
abusivo; si la remoción se debiere a negligencia, aquel derecho a honorarios o la proporción
que corresponda será determinada por el juez.
El pacto de honorarios celebrado por el interventor será nulo e importará ejercicio abusivo
del cargo.
Art. 228.— En todos los casos en que habiendo lugar a embargo éste no pudiere hacerse
efectivo por no conocerse bienes del deudor, o por no cubrir éstos el importe del crédito
reclamado, podrá solicitarse contra aquél la inhibición general de vender o gravar sus bienes,
la que se deberá dejar sin efecto siempre que presentase a embargo bienes suficientes o diere
caución bastante.
El que solicitare la inhibición deberá expresar el nombre, apellido y domicilio del deudor,
así como todo otro dato que pueda individualizar al inhibido, sin perjuicio de los demás
requisitos que impongan las leyes.
La inhibición sólo surtirá efecto desde la fecha de su anotación salvo para los casos en
que el dominio se hubiere transmitido con anterioridad, de acuerdo con lo dispuesto en la
legislación general.
Anotación de litis
Art. 229.— Procederá la anotación de litis cuando se dedujere una pretensión que pudiere
tener como consecuencia la modificación de una inscripción en el Registro correspondiente y
el derecho fuere verosímil. Cuando la demanda hubiere sido desestimada, esta medida se
extinguirá con la terminación del juicio. Si la demanda hubiese sido admitida, se mantendrá
hasta que la sentencia haya sido cumplida.
Sección 6º - Prohibición de innovar. Prohibición de contratar
Prohibición de innovar
Art. 230.— Podrá decretarse la prohibición de innovar en toda clase de juicio siempre que:
Prohibición de contratar
Art. 231.— Cuando por ley o contrato o para asegurar, la ejecución forzada de los bienes
objeto del juicio, procediese la prohibición de contratar sobre determinados bienes, el juez
ordenará la medida. Individualizará lo que sea objeto de la prohibición, disponiendo se inscriba
en los registros correspondientes y se notifique a los interesados y a los terceros que
mencione el solicitante.
La medida quedará sin efecto si quien la obtuvo no dedujere la demanda dentro del plazo
de cinco (5) días de haber sido dispuesta, y en cualquier momento en que se demuestre su
improcedencia.
Art. 232.— Fuera de los casos previstos en los artículos precedentes, quien tuviere
fundado motivo para temer que durante el tiempo anterior al reconocimiento judicial de su
derecho, éste pudiere sufrir un perjuicio inminente o irreparable podrá solicitar las medidas
urgentes que, según las circunstancias, fueren más aptas para asegurar provisionalmente el
cumplimiento de la sentencia.
Normas subsidiarias
Art. 233.— Lo dispuesto en este capítulo respecto del embargo preventivo es aplicable al
embargo ejecutivo, al ejecutorio, y a las demás medidas cautelares, en lo pertinente.
— Este Tribunal ha señalado que el art. 111 de la ley 11.683 (t.o. 1998) consagra la
potestad del Fisco Nacional para solicitar "en cualquier momento", embargo preventivo o en
su defecto inhibición general de bienes por la cantidad que presumiblemente adeuden los
contribuyentes, aunque ello no excluye que la presentación deba ajustarse a las exigencias
procesales previstas en el art. 195 del Código Procesal. Tal requerimiento
resulta insoslayable, a fin de que el magistrado pueda analizar la pertinencia y alcance de la
medida pretendida. De modo tal que su procedencia, como toda medida cautelar, se halla
condicionada a que —en el caso concreto— se demuestren los recaudos previstos en el art.
230 del Código Procesal: verosimilitud del derecho invocado por quien la solicita y peligro en
la demora ("AFIP- DGI 30142/06 (AG51) v. Alonso Carlos A. s/ medida cautelar (autónoma)",
del 31/5/07; "AFIP DGI - 30004/07 v. Benegas Lynch Marcos José s/ medida cautelar
(autónoma)", del 23/10/07; "AFIP DGI - 30144/07 (AG 51) v. García Morillo Pablo
Ramiro s/ medida cautelar (autónoma)", del 5/12/07; en igual sentido, Sala II, "AFIP DGI - BD
30002/08 v. Aldazabal Benito José s/ medida cautelar AFIP", del 14/10/08; "AFIP DGI - 3004/0
(AG 7) v. Nussembaum Damián Alejandro s/ medida cautelar AFIP", del 26/9/11, entre
otros). C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala III, 28/06/12, "AFIP-DGI 30002/11 (AG 20) v. SA La
Nación s/ medida cautelar AFIP".
— El análisis que se efectúa en el contexto del art. 111 de la ley 11.683, debe acotarse a
un examen preliminar de la cuestión propio del trámite de las medidas cautelares, sin que la
circunstancia de fundarse en una norma de la ley de Procedimiento Fiscal, pueda alterar la
naturaleza de la medida trabada, habida cuenta que aquélla habilita su petición para las
circunstancias que prevé pero no por ello sustituye el resto de las normas que regulan
el instituto cautelar, especialmente las previstas en el CPCCN. Aun cuando la medida se
solicita en los términos de esa norma, corresponde que el juez analice la viabilidad de la
pretensión, verificando la configuración en cada caso de los requisitos propios de las medidas
cautelares, esto es, la verosimilitud del derecho alegado y el peligro en la demora, tal como lo
establece el art. 230 del CPCCN.C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala II, 24/04/12, "AFIP-DGI
30002/12 (AG 50) v. AODA SA s/medida cautelar AFIP".
— Aun cuando la medida se solicita en los términos del art. 111 de la ley
11.683, corresponde que el juez analice la viabilidad de la pretensión, verificando la
configuración en cada caso de los requisitos propios de las medidas cautelares, esto es, la
verosimilitud del derecho alegado y el peligro en la demora, tal como lo establece el art.
230 del CPCCN.C. Nac. Ap. Cont. Adm. Fed., sala II, 1/03/2012, "Afip - DGI 30002 y 30003/12
(AG 20) v. LS 4 Radio Continental SA s/medida cautelar AFIP".
— Existe una previsión que regula especialmente la suspensión del acto en sede
administrativa —el art. 12 de la 19.549— cuya correcta aplicación "puede ser controlada
judicialmente, permitiendo reservar la aplicación del Código Procesal para el pedido de
suspensión frente a un accionar o una inactividad resultante de una vía agotada". "La petición
cautelar autónoma implica un control judicial de la aplicación por parte de la administración
del art. 12 de la LPA, cuando la suspensión del acto fue denegada expresamente o por
silencio, antes del agotamiento de la vía administrativa" (cf. esta sala, "Sar Suela SRL v. EN
Mº Industria RSL 46/10 s/ medida cautelar autónoma", 9/12/10)". C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala IV, 24/02/11, "Papelería Francesa SA - inc med (14-X-10) v. EN - DGA Res.
1908/05 y 2226/07 s/medida cautelar (autónoma)", Causa 43.121/10.
— No puede soslayarse que los argumentos esgrimidos por la parte actora en sede
administrativa permiten considerar que se "alegó fundadamente una nulidad absoluta" (art. 12
LPA), sin que ello implique —en modo alguno— adelantar un pronunciamiento respecto de lo
que se decida en sede administrativa sobre el reclamo del interesado y mucho menos aún en
cuanto al fondo de la cuestión". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 24/02/11, "Papelería
Francesa SA - inc. med. (14-X-10) v. EN - DGA Res. 1908/05 y 2226/07 s/medida cautelar
(autónoma)", Causa 43.121/10.
— Para acceder a cualquier medida precautoria debe evidenciarse fehacientemente el
peligro en la demora que la justifique, "el que debe ser juzgado de acuerdo a un juicio objetivo
o derivar de hechos que puedan ser apreciados incluso por terceros (Fallos: 314:711; 317:978;
319:1325; 321:695 y 2278; 323:337 y 1849)"; ese presupuesto es aún más exigible cuando
"la petición cautelar coincide con la petición de fondo, en tanto su concesión implicaría
desnaturalizar la finalidad asegurativa que inspira el instituto cautelar, cuando no existan
circunstancias que justifiquen un adelanto de jurisdicción". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
22/02/11, "Suvia Patricio Aurelio y otro v. EN - Mº Defensa - EMGE - Dto. 628/92 s/ Personal
Militar y Civil de las FF.AA. y de Seg.", Causa 884/10.
— No puede soslayarse "que los perjuicios que se derivarían de la ejecución del acto
serían mayores que los beneficios obtenidos, en caso de que la sentencia definitiva finalmente
resulte estimatoria de la pretensión del actor". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV, 22/02/11,
"Golden Peanut Argentina SA - inc. med. (8-XI-10) v. EN AFIP DGI Resol. 84/10
(RDEX) s/ Dirección General Impositiva", Causa 38.158/10.
— El análisis exhaustivo de las relaciones que vinculan a las partes resulta por completo
ajeno e improcedente en el estado larval del proceso, ya que su naturaleza y extensión han
de ser dilucidadas con posterioridad. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 29/04/2008, "Bueres,
Juan Carlos", Causa 34324/06.
Procedencia
Inciso 2) De incapaces mayores de dieciocho (18) años de edad que están en pleito con
sus representantes legales, en el que se controvierta su curatela.
Juez competente
Art. 235.— La guarda será decretada por el juez del domicilio de la persona que haya de
ser amparada, con intervención del asesor de menores e incapaces.
Procedimiento
Art. 236.— En los casos previstos en el artículo 234, la petición podrá ser deducida por
cualquier persona, y formulada verbalmente ante el asesor de menores e incapaces, en cuyo
caso se labrará acta con las menciones pertinentes, la que será remitida al juzgado que
corresponda.
Medidas complementarias
Art. 237.— Al disponer la medida, el juez ordenará que se entreguen a la persona a favor
de quien ha sido ordenada, las ropas, útiles y muebles de su uso y profesión. Ordenará,
asimismo, que se le provea de alimentos por el plazo de treinta (30) días, a cuyo vencimiento
quedarán sin efecto si no se iniciare el juicio correspondiente. La suma será fijada
prudencialmente por el juez, previa vista a quien deba pagarlos y sin otro trámite.
Ley 26.8541 Medidas Cautelares en las causas en que el Estado es parte o interviene.
Procesos excluidos
Título I. De las medidas cautelares en las causas en las que es parte o interviene el Estado
nacional
Las pretensiones cautelares postuladas contra toda actuación u omisión del Estado
nacional o sus entes descentralizados, o solicitadas por éstos, se rigen por las disposiciones
de la presente ley.
En este caso, ordenada la medida, el juez deberá remitir inmediatamente las actuaciones
al juez que considere competente, quien, una vez aceptada la competencia atribuida, deberá
expedirse de oficio sobre el alcance y vigencia de la medida cautelar concedida, en un plazo
que no podrá exceder los cinco (5) días.
Con la presentación del informe, la parte demandada podrá expedirse acerca de las
condiciones de admisibilidad y procedencia de la medida solicitada y acompañará las
constancias documentales que considere pertinentes.
Según la índole de la pretensión el juez o tribunal podrá ordenar una vista previa al
Ministerio Público.
3. Las medidas cautelares que tengan por finalidad la tutela de los supuestos enumerados
en el artículo 2º, inciso 2, podrán tramitar y decidirse sin informe previo de la demandada.
Al otorgar una medida cautelar el juez deberá fijar, bajo pena de nulidad, un límite
razonable para su vigencia, que no podrá ser mayor a los seis (6) meses. En los procesos de
conocimiento que tramiten por el procedimiento sumarísimo y en los juicios de amparo, el
plazo razonable de vigencia no podrá exceder de los tres (3) meses.
No procederá el deber previsto en el párrafo anterior, cuando la medida tenga por finalidad
la tutela de los supuestos enumerados en el artículo 2º, inciso 2.
Al vencimiento del término fijado, a petición de parte, y previa valoración adecuada del
interés público comprometido en el proceso, el tribunal podrá, fundadamente, prorrogar la
medida por un plazo determinado no mayor de seis (6) meses, siempre que ello resultare
procesalmente indispensable.
3. La resolución se dictará previo traslado a la otra parte por el plazo de cinco (5) días en
el proceso ordinario y de tres (3) días en el proceso sumarísimo y en los juicios de amparo.
2. Las costas y los daños y perjuicios causados en el supuesto previsto en el primer párrafo
del inciso 1 del presente, serán a cargo de quien hubiese solicitado y obtenido la medida
caduca, y ésta no podrá proponerse nuevamente por la misma causa y como previa a la
promoción de la demanda; una vez iniciada la demanda, podrá requerirse nuevamente si
concurrieren los requisitos para su procedencia.
Los jueces no podrán dictar ninguna medida cautelar que afecte, obstaculice,
comprometa, distraiga de su destino o de cualquier forma perturbe los bienes o recursos
propios del Estado, ni imponer a los funcionarios cargas personales pecuniarias.
En cualquier estado del proceso, la parte contra quien se hubiere hecho efectiva una
medida cautelar podrá pedir que se mejore la caución probando sumariamente que la fijada
es insuficiente. El juez resolverá previo traslado a la otra parte.
3. La providencia que suspenda los efectos de un acto estatal será recurrible por vía de
reposición; también será admisible la apelación, subsidiaria o directa.
1. Las medidas cautelares cuyo objeto implique imponer la realización de una determinada
conducta a la entidad pública demandada, sólo podrán ser dictadas siempre que se acredite
la concurrencia conjunta de los siguientes requisitos:
b) Fuerte posibilidad de que el derecho del solicitante a una prestación o actuación positiva
de la autoridad pública, exista;
2. Las medidas de carácter conservatorio no previstas en esta ley, quedarán sujetas a los
requisitos de procedencia previstos en este artículo.
Artículo 17. Tutela urgente del interés público comprometido por la interrupción de los
servicios públicos
Artículo 18. Aplicación de las normas del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación
Serán de aplicación al trámite de las medidas cautelares contra el Estado nacional o sus
entes descentralizados, o a las solicitadas por éstos, en cuanto no sean incompatibles con las
prescripciones de la presente ley, las nomas previstas en el Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación.
Artículo 19. Procesos excluidos
La presente ley no será de aplicación a los procesos regidos por la ley 16.986, salvo
respecto de lo establecido en los artículos 4º inciso 2, 5º, 7º y 20 de la presente.
La vía de la inhibitoria además del supuesto previsto en el artículo 8º del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación, procederá también para la promoción de cuestiones de
competencia entre jueces de una misma circunscripción judicial, en todas las causas en que
el Estado nacional, o alguno de sus entes, sean parte.
— El art. 198 del CPCC fija que el efecto de la concesión del recurso de apelación contra
medidas cautelares concedidas será devolutivo, por lo que, de no haber una previsión legal
que permita el apartamiento de dicha regla, no corresponde la concesión en ambos efectos
de los recursos interpuestos contra ellas. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 10/09/2013, "EN-
DGA-RQU V (Autos 56672/12 'Wabro SA') s/ Queja", Causa 35954/2013.
— El examen del informe producido en los términos del art. 4de la ley 26.854 (v. fs.
212/226), tampoco revela que la medida solicitada pueda afectar el interés público ni tener
efectos jurídicos o materiales irreversibles, por cuanto su concesión no se proyecta más allá
del caso concreto, sin que se vea "afectado el normal funcionamiento del Estado". Ya que la
Dirección General de Aduanas no se verá impedida de hacerla efectiva, si oportunamente se
rechaza el presente recurso directo (art. 13, inc. 1, puntos "d" y "e", de la ley 26.854. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala III, 27/08/2013, "Acegame SA C/EN - Mº Economía - RS 803/12-DGA -
RS 211/11(ex 12212-496/05)", Causa 22620/2013; C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
30/07/2013, "DHL Express (Argentina) SA v. EN - Mº Economía - Resol. 205/13 (expte 12223-
5/06)", Causa 23116/2013.
— El art. 13, inc. 3º de la ley 26854, impone la concesión con efecto suspensivo del
recurso de apelación contra una medida cautelar que suspenda los efectos de una disposición
legal o de un reglamento del mismo rango jerárquico, carácter que liminarmente no
corresponde atribuir a las normas cuya suspensión precautoria fue solicitada en autos. Sobre
dicha base, de acuerdo con el art. 18 de la citada ley, corresponde aplicar el criterio que surge
del art. 198 del CPCC, el cual impone la concesión del recurso de apelación en efecto
devolutivo, en caso de admitirse la medida cautelar. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala IV,
04/07/13, "EN Mº Economía y FP - RQU (autos 54293/12 "Genti SRL") s/ queja", Causa
15.438/13; C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala I, 26/12/90, "Autocompensación SA v. ENCOTEL";
C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala III, 20/06/2013, "EN - Mº Economía y FP - RQU III (autos
56672/12 'Wabro')", Causa 17096/2013.
VII.2. DOCTRINA
SUMARIO: I. Tutela judicial efectiva y tutela anticipada de los derechos.- II. El marco legal de las medidas
cautelares.- III. Las pretensiones procesales contencioso administrativas y la tutela cautelar.- IV. Los
presupuestos generales de las medidas cautelares.- V. La regulación actual de las medidas cautelares.- VI. El
proceso cautelar.- VII. Vicisitudes de la tutela cautelar.- VIII. Consideración final.
I. TUTELA JUDICIAL EFECTIVA Y TUTELA ANTICIPADA DE LOS DERECHOS
El artículo 18 CN, en cuanto establece los derechos de las personas en conexión con la
administración de justicia, consagró el llamado "derecho a la jurisdicción" o "derecho a la
tutela judicial efectiva"2. Este derecho encuentra su correlato en disposiciones del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos —varias de las cuales tienen jerarquía
constitucional—, que se refieren a las garantías judiciales y a la protección judicial de los
derechos. De este modo, el contenido de este derecho constitucional se ha visto reforzado
por normas internacionales, cuyo cumplimiento resulta exigible en nuestro país.
En este trabajo veremos los perfiles que presenta la potestad cautelar de los jueces, y el
correlativo derecho a obtener tutela provisional a los derechos, en el marco del proceso
contencioso administrativo vigente en el orden federal. Para ello, sin perjuicio de las
necesarias referencias al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, se abordará el
proceso cautelar tal como aparece regulado en la ley 26.854 y las modalidades previstas en
dicho cuerpo legal, mediante el cual se regulan en la actualidad las medidas cautelares
contra el Estado.
Como es sabido, no existe a nivel federal una regulación orgánica del proceso
contencioso administrativo. Los aspectos particulares de éste se rigen por la Ley de
Demandas contra la Nación 3952, ciertas disposiciones de la Ley Nacional de
Procedimientos Administrativos 19.549 y, en general, por el Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación.
En rigor, dicho Código fue concebido para dar un cauce procesal a los litigios entre
particulares, esto es, entre partes que se relacionan de modo igualitario. Difícilmente el
Estado se presente frente a los particulares en un contexto de igualdad. Diversas razones,
históricas y jurídicas, explican (aunque no necesariamente justifican) las prerrogativas —
entre otras, de carácter procesal— con que cuenta el Estado y dan lugar al reconocimiento
de garantías especiales en favor de los particulares. En lo que aquí interesa, la aplicación
de las reglas de ese Código a los procesos contencioso administrativos sólo puede
tener lugar por vía analógica, salvo en aquellas disposiciones que claramente se refieren al
Estado como parte en los procesos7.
Ahora bien, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación regula las medidas
cautelares, algunas de las cuales también pueden referirse a la Administración Pública. Sin
embargo, cuando el Estado es parte en los procesos, aparecen una serie de matices a las
que dicho cuerpo de normas adjetivas no daba respuesta adecuada. Al respecto, el
fundamento habitualmente invocado es el artículo 230 de aquel Código, que no hace
particular referencia al Estado. Sin embargo, los tribunales no han tenido dificultad en
trasladar esa normativa a los procesos en los que el Estado era parte. Este aspecto del
proceso contencioso —relativo a medidas cautelares— cuenta ahora con una regulación
específica, por medio de la ley 26.854. Así y todo, la norma presenta ciertas lagunas, por
ejemplo en lo relativo al trámite recursivo, que deberán resolverse acudiendo al Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, que en esos aspectos marginales recupera su
aplicación analógica. Por lo tanto, aunque ahora se cuenta con una norma especial, de
aplicación directa al proceso contencioso administrativo, como lo es la ley antes
mencionada, el panorama en cuanto a la regulación de la tutela cautelar se presenta algo
disperso: para algunas hipótesis sigue siendo necesario acudir a las normas de aquel
Código adjetivo; otros casos se rigen por la Ley de Amparo 16.986, o por disposiciones de
la Ley de Procedimiento Tributario 11.683.
Las medidas cautelares contra el Estado, que constituyen un avance en la lucha por la
sumisión del poder público al Derecho, presentan algunos perfiles polémicos. En efecto,
aparece aquí planteada con intensidad el conflicto entre el interés público y el interés
privado. A ello se añade el hecho de que el juez debe decidir, como en toda pretensión
cautelar, en un contexto de incertidumbre en punto a la existencia del derecho invocado. En
la ley 26.854 el legislador ha ponderado los intereses en juego, con un cierto sesgo hacia la
protección de la postura de la Administración, en tanto se la considera gestora del interés
público.
El artículo 3.2 de la ley citada indica los recaudos genéricos que debe cumplir toda
pretensión cautelar. En ella debe indicarse: a) el perjuicio que se procura evitar; b) la
actuación u omisión estatal que lo produce; c) el derecho o interés jurídico que se pretende
garantizar; d) el tipo de medida que se pide; y e) el cumplimiento de los requisitos que
correspondan, en particular, a la medida requerida. Pueden reconocerse, entre estos
recaudos, los elementos típicos que deben valorarse como presupuestos de las medidas
cautelares. Así, la norma se refiere al perjuicio que se procura evitar, lo cual remite a la
consideración del peligro en la demora. La verosimilitud en el derecho surge, por un lado,
de la indicación de la conducta estatal lesiva (pues la mayor o menor evidencia de su
ilegitimidad, será un indicador de la existencia de un derecho verosímil) y, por otra parte, de
la necesidad de expresar cuál es el derecho o interés que se pretende garantizar.
La tutela cautelar presupone que existe un derecho en cabeza del que la solicita, derecho
que debe indicarse en oportunidad de formular la petición. Calamandrei señalaba que las
condiciones de la adopción de la medida cautelar son dos: la apariencia de un derecho y el
peligro de insatisfacción del derecho aparente. Por lo tanto, en el proceso cautelar el juez
realiza un juicio de probabilidad y de verosimilitud acerca del derecho del peticionario, a fin
de juzgar su apariencia, conforme lo ha sostenido reiteradamente la jurisprudencia y se verá
seguidamente. En otras palabras, se trata de determinar si resulta jurídicamente plausible la
posición material del actor.
En relación con este presupuesto, Chinchilla Marín señala que existen dos componentes
en el juicio de verosimilitud: por un lado, la aparente existencia de un derecho o interés del
recurrente que está corriendo un peligro de sufrir un daño irreparable y, por otro, la
probabilidad del que el acto administrativo sea ilegal9. Esta descripción es particularmente
acertada en cuanto la tutela cautelar se refiere a la suspensión de un acto administrativo,
como se tendrá ocasión de ver, aunque requiere alguna modulación cuando la tutela se
pretende en relación con otras formas de actuación administrativa, en las que no se impugna
un acto.
En relación con este recaudo, puede considerarse que es más relevante, en la medida
en que, aun si el derecho fuera verosímil, no se justifica la tutela cautelar si no media el
peligro de insatisfacción del derecho aparente. Calamandrei sostenía que en lo sustancial
las medidas cautelares consistían en la "anticipación provisional de ciertos efectos de la
decisión definitiva, dirigida a prevenir el daño que podría derivarse del retardo de la
misma"12.Así como el juez realiza una evaluación acerca de la existencia del derecho
alegado, también debe realizar un preventivo cálculo de probabilidad acerca del peligro en
la demora. Aquí el desafío argumental radica en establecer si es necesario un peligro grave
o si el peligro debe ser irreparable. Nuevamente resulta difícil dar directrices generales, pero
el marco normativo actual parece estar por una apreciación estricta del recaudo. La pauta
podría radicar en la irreversibilidad del perjuicio en caso de no otorgarse la tutela cautelar.
Genéricamente, frente a la posibilidad de un daño, lo ideal sería que el proceso permita
llegar a una reparación in natura, esto es, que el particular mantenga (o recupere) en su
integridad el derecho que es menoscabado (arg. art. 1083 del Código Civil). Por ello, ha de
evitarse la generación de situaciones de hecho que resulten irreversibles, a favor o en contra
de alguna de las partes. Esta directriz puede derivarse de la regla procesal según la cual los
jueces deben preservar la igualdad de las partes en el proceso (arg. art. 36 inc. 5) ap. III del
CPCCN), circunstancia que obsta a la consolidación de situaciones de hecho hasta que
no exista un pronunciamiento sobre la cuestión de fondo. Cabe advertir que el hecho de que
el daño se refiera a derechos patrimoniales, los cuales siempre pueden ser reparados a
través de una indemnización, no obsta al otorgamiento de la tutela cautelar. Así, la Corte ha
considerado los efectos que podía implicar la aplicación de disposiciones legales que eran
objeto de impugnación y, entre ellos, mencionó su "gravitación económica", aspecto que el
Tribunal consideraba que no debía ser dejado de lado (Fallos 331:108; 325:366, con cita de
Fallos 314:1312).
Queda entonces examinar en qué consiste el estándar del "interés público", cuya
relevancia en el sistema creado por la ley se ve reflejada en diversas disposiciones: así, el
informe previo debe explicar las razones de interés público que se opongan al otorgamiento
de la medida cautelar (art. 4.1); asimismo, en las distintas medidas cautelares se establece
que la no afectación de dicho interés es uno de los requisitos que deben cumplir (arts.
13.1.d); 14.1.d); 15.1.d); 16.1 y 17) y para el otorgamiento de la prórroga de la medida
cautelar (art. 5 tercer párrafo), debe considerarse este factor. La expresión no es novedosa
y tiene cierta tradición en el Derecho Público, toda vez que constituye uno de los
fundamentos de la actividad administrativa18.
Mairal ha señalado que el interés público no es necesariamente el interés de la
Administración, sino el de la sociedad en su conjunto. Por ello, sostiene que el juez debe
indagar si los motivos de interés público que invoca la Administración existen realmente y si
la significación que ésta les otorga es razonable y por lo tanto debe prevalecer sobre el
interés privado en juego19.Cuando se trata de la suspensión de un acto administrativo, será
menester tomar en cuenta la motivación de la medida, ya que la Administración
debe expresar las concretas razones de interés público que llevan a dictar el acto, lo cual
será relevante en la evaluación del interés público que la inspira.
Así y todo, precisamente porque —se presume— toda actividad estatal está guiada por
consideraciones de interés público, resulta clave la interpretación de este concepto, pues
toda medida cautelar podría afectarlo, frustrando la obtención de dicha tutela. A fin de
esclarecer este concepto, podrían sugerirse dos líneas argumentales.
Otra línea argumental para identificar un interés público sustancial puede hallarse en
aquellos precedentes de la Corte Suprema en los que el Tribunal ha considerado admisible
el recurso extraordinario contra una medida cautelar, pese a que tal tipo de decisiones no
constituyen una sentencia definitiva. Para decidir de ese modo, y equiparar la medida
cautelar a una sentencia definitiva, la Corte ha tenido en cuenta que "la cuestión
debatida excede el interés individual de las partes y afecta de manera directa al de la
comunidad, en razón de que incide en la percepción de la renta pública y puede postergarla
indefinidamente"22. En otro tramo de ese fallo se ha referido al "gravísimo perjuicio social
causado por la ilegítima afectación del régimen de los ingresos públicos que proviene de la
evasión o bien de la extensa demora en el cumplimiento de las obligaciones tributarias". Por
lo tanto, podría considerarse que si la medida cautelar afecta la oportuna percepción de la
renta pública, ello debe ser especialmente tenido en cuenta al valorar el interés público.
En suma, creemos que el criterio del "interés público", cuya afectación obstaría al dictado
de medidas cautelares contra el Estado, debe vincularse con aquellos supuestos en que la
Corte Suprema ha considerado que la resolución pertinente podía ser susceptible del
recurso extraordinario, pese a que éstas —como regla— no constituyen una sentencia
definitiva. Ello permitiría conectar la noción de "interés público" con la de "gravedad
institucional", noción que se extiende a los casos en que la resolución cautelar implique la
frustración de derechos de orden federal, unido a la perturbación de la normal prestación de
un servicio público o para la percepción de la renta pública23. A esta noción puede
conectarse también la de "fines sustanciales" del Estado, cuya afectación podría justificar la
denegatoria de la medida cautelar. En otras palabras, la alegación de cualquier interés
estatal no es suficiente para denegar dicha protección provisional; debe tratarse de un
fin sustancial, de modo tal que la concesión de la medida cautelar no genere un supuesto
de gravedad institucional, en los términos en que tal noción ha sido entendida en la
jurisprudencia de la Corte.
Por su parte, en oportunidad del informe del artículo 4 de la ley, la Administración debería
referirse a este extremo (esto es, el interés público comprometido mediante el eventual
dictado de la medida cautelar), más que en realizar una defensa de la postura que sostendrá
en cuanto al fondo de la pretensión del particular.
En esa línea, un caso extremo en las medidas innovativas se presenta cuando el objeto
de la medida cautelar coincide con la pretensión de fondo. La jurisprudencia de la Corte ha
rechazado esta posibilidad, de modo que, cualquiera fuera la verosimilitud en el derecho o
el peligro en la demora, los tribunales no podrían disponer una medida con tal alcance, sin
perjuicio de lo cual podrían dar una con un objeto distinto, pero que asegure los bienes
jurídicos objeto de protección. Así, ante el hecho de que el objeto de la demanda coincidía
con el de la medida cautelar, el Alto Tribunal ha señalado su improcedencia, "tanto más si
se aprecia que su admisión excedería el marco de lo hipotético, dentro del cual toda medida
cautelar agota su virtualidad (Fallos 325:388) y no se advierten las razones por las cuales el
mantenimiento de la situación existente podría tornar ineficaz la decisión a dictarse en la
cuestión de fondo (art. 230 inciso 2º del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación;
Fallos 315:96; ...)" (Fallos 335:144). En esa línea, el Tribunal ha recordado que eran
descalificables las medidas cautelares "que produce[n] los mismos efectos que si se hubiese
hecho lugar a la demanda, pues la finalidad de dichas decisiones es asegurar el
cumplimiento de una eventual sentencia favorable mas no lograr el fin perseguido
anticipadamente (art. 232, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación)" (Fallos
325:2672). Este criterio, en cuanto a la improcedencia del dictado de medidas cautelares
que coincidan con la cuestión de fondo ha sido seguido en la jurisprudencia del fuero
contencioso administrativo federal27y, finalmente, fue receptado en el artículo 3.4 de la ley
26.854.
Por último, un aspecto a evaluar al decidir el contenido de la medida cautelar es que ésta
debe guardar relación con el objeto del proceso principal, sin coincidir con éste, como se ha
visto. En suma, la cautelar debe ser idónea para asegurar el objeto del proceso, tal como lo
establece el artículo 3.1 de la ley citada. En este sentido, una importante observación surge
del precedente de Fallos 333:1023 (in re "Thomas"), donde se plantea la exigencia de
razonabilidad o proporcionalidad en la actuación de los jueces, en el sentido de "prohibición
de exceso" al otorgar una medida de estas características28.
La ley 26.854 caracteriza algunas de las medidas cautelares típicas del proceso
contencioso administrativo. El legislador ha tomado los recaudos tradicionalmente exigidos
para el otorgamiento de medidas cautelares, esto es, el peligro en la demora y la
verosimilitud en el derecho, tal vez con un sesgo más restrictivo. Ello no supone un escollo
insalvable, en la medida en que la apreciación final de los recaudos compete al juez o
tribunal, que deberá ajustar tales exigencias normativas a las características del caso que
corresponda resolver. Además, cabe referirse a las medidas cautelares previstas en otros
ordenamientos, como la ley 16.986, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y
la ley 11.683 y examinar las relaciones que éstas guardan entre sí.
V.1. Suspensión de los efectos de un acto estatal (art. 13.1 de la ley 26.854)
Los recaudos ahora previstos en el artículo 13.1 de la ley 26.854 no difieren de los ya
indicados por la jurisprudencia preexistente y son los siguientes:
El inciso a) se refiere al peligro en la demora, el cual según la norma, debe ser acreditado
sumariamente. Se podría considerar que la formulación del requisito es más restrictiva que
la forma en que venía siendo interpretado: no sólo exige que los perjuicios sean graves, sino
también que sean de imposible reparación ulterior. Una interpretación literal llevaría a que
difícilmente pueda prosperar la tutela cautelar cuando el acto estatal impugnado consista en
una afectación de derechos patrimoniales, ya que tales perjuicios siempre serían reparables
a través de una indemnización. El recaudo debe ser examinado a la luz de la finalidad del
instituto cautelar, que es mantener el objeto del litigio y con ello la posibilidad de ejecutar
una eventual sentencia favorable. Ello exige la evitación del daño a los derechos
constitucionales de los particulares. El equilibrio surgirá de una evaluación de conjunto de
los distintos recaudos contenidos en la norma.
Por último, la norma exige a los jueces una evaluación de los efectos de la medida
cautelar, la cual no puede tener efectos jurídicos o materiales irreversibles. Si bien los
recaudos anteriores estaban presentes en las argumentaciones judiciales acerca de la
procedencia (o no) de una solicitud cautelar, este recaudo es novedoso. En general, la
posibilidad de realizar esta evaluación dependerá del contenido del informe del artículo 4º
de la ley. Es la Administración la que deberá explicar, sumariamente, el perjuicio que
ocasione al interés público el dictado de una medida de carácter suspensivo.
Cabe aclarar que la hipótesis aquí regulada no agota el elenco de medidas cautelares
autónomas. En efecto, la norma se refiere a la petición cautelar formulada en el trámite de
agotamiento de la instancia administrativa, pero también son autónomas las medidas
solicitadas antes de promoverse la demanda, pero estando ya agotada la instancia
administrativa. Esta última posibilidad está prevista en el artículo 8.1 de la ley, que prevé un
plazo de caducidad para deducir la demanda en tales casos30.
Como puede verse, se consagra un requisito previo: que el particular haya solicitado la
suspensión de los efectos del acto en sede administrativa y que la decisión de la
Administración fue adversa a su petición o bien el silencio de la Administración, que en este
caso se configura a los cinco días.
La regulación legal parece estar en línea con la línea jurisprudencial que sostenía, ante
la existencia de un recurso administrativo, que la vía judicial del amparo no era admisible
(Fallos 303:419; 307:178)31. Sin embargo, hoy puede afirmarse que este criterio, al menos
en lo que respecta a la acción de amparo, ha perdido sustento constitucional ante los claros
términos del artículo 43 CN, donde sólo se exige la inexistencia de otro remedio judicial más
idóneo.
Desde otra perspectiva, debe advertirse que la norma establece un plazo especial (de
cinco días) para resolver la petición cautelar en sede administrativa, frente al plazo genérico
de diez días que establece el artículo 1º inciso e) apartado 4) de la ley 19.549.
Cierto sector doctrinal ha sostenido, ya con anterioridad a la ley en examen, que con
carácter previo a la pretensión cautelar autónoma era exigible que el particular formulara un
pedido en ese sentido en sede administrativa32. Este criterio ha sido receptado en el artículo
13.2 de la ley. Aunque es positiva la abreviación del plazo para resolver sobre la petición
cautelar en sede administrativa, suscita alguna duda constitucional el hecho de que la ley
haya establecido formalmente una suerte de "habilitación de la instancia cautelar", desde el
punto de vista de la tutela judicial efectiva. Ello, debido a que durante ese período de cinco
días con que cuenta la Administración para resolver, el acto podría ser ejecutado, pese a la
interposición de un recurso administrativo (arg. art. 12 primera parte de la ley 19.549).
con claridad que los requisitos a valorar son los mismos que los exigidos en el artículo 13.1.
Cabe observar que el artículo 12 de la ley 19.549 es menos exigente que el artículo 230
del CPCCN. El criterio seguido por el legislador, al exigir los mismos recaudos que para la
suspensión de efectos del acto, sigue la línea más restrictiva en cuanto al otorgamiento de
la tutela cautelar, aunque no está alejada de la orientación que, en general, seguían los
tribunales.
En lo que hace a los requisitos de estas medidas, el artículo 14.1 exige la concurrencia
conjunta de los siguientes:
A su vez, el inciso a) puede desdoblarse en los siguientes recaudos: a') que una norma
establezca un deber jurídico "concreto y específico" en cabeza de la persona pública
demandada; y a'') que el incumplimiento de ésta a dicha norma resulte de manera "clara e
incontestable" de las circunstancias de la causa. Claramente, la norma parece referirse a
que el otorgamiento de la prestación en forma cautelar debe resultar de una
actividad reglada de la Administración. Sin embargo, a menudo los tribunales
han inferido obligaciones concretas, de carácter positivo, en cabeza del Estado, de modo
que la interpretación del recaudo no está exenta de dificultades37.
En cuanto al inciso b), pone el acento en la ponderación del derecho del solicitante de la
tutela; este derecho debe existir con una "fuerte probabilidad". Aunque la verosimilitud en el
derecho no es cuantificable, no es difícil advertir que la voluntad legislativa ha sido exigir un
umbral alto en la acreditación de aquélla a los fines de obtener la tutela.
Si se tiene en cuenta que, conforme el artículo 3.4 de la ley, las medidas cautelares no
pueden coincidir con el objeto de la demanda principal, se advierte que resulta
especialmente compleja la obtención de este tipo de tutela.
Ahora bien, aun sin especificar los recaudos del modo en que lo hace el artículo 14.1 de
la ley, la Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha referido a las medidas cautelares
innovativas, y destacó que ellas exigen una mayor prudencia en la apreciación de los
recaudos para su procedencia. En tal sentido, recordó que "los recaudos de viabilidad de
las medidas precautorias deben ser ponderados con especial prudencia cuando la cautela
altera la situación de hecho o de derecho existente al tiempo de su dictado, habida cuenta
de que configura un anticipo de jurisdicción favorable respecto del fallo final de la causa"
(Fallos 323:3075, con cita de Fallos 316:1833; 320:1633). En general, los pronunciamientos
del Alto Tribunal han sido contrarios a conceder este tipo de tutela cuando estaba en juego
el ejercicio de potestades de órganos administrativos38 39.
y
De los precedentes de Fallos 316:1833 y 320:1633, entre otros, surge que los recaudos
en la apreciación de los supuestos deben ser examinados con mayor prudencia. En cuanto
al recaudo de verosimilitud, se puede considerar que el test exige que, al valorar la conducta
estatal, se examine si ésta se encuentra dentro de las atribuciones del ente, los fundamentos
que llevaron a adoptar la medida cuestionada y que ésta no sea manifiestamente
irrazonable. En cuanto al peligro en la demora exige apreciar los riesgos de mantener al
solicitante de la tutela en la situación en que se encuentra, esto es, comparar los perjuicios
al solicitante en caso de no otorgarse la medida cautelar y los perjuicios a la parte
demandada en caso de que la tutela sea concedida.
Por último, el artículo 14.2 de la ley prevé que los recaudos analizados sean de aplicación
a cualquier otra medida cautelar de naturaleza innovativa41.
En este caso no está en tela de juicio una omisión estatal, sino una conducta material de
la Administración. Debe tratarse de una conducta material sin respaldo en ley, reglamento o
acto administrativo alguno, lo cual conduce a la hipótesis de una vía de hecho administrativa.
Si dicha conducta material tuviera respaldo normativo, la medida cautelar idónea será la
suspensión de efectos del acto estatal, regulada en el artículo 13 de la ley. En rigor los
recaudos son los mismos que para solicitar la suspensión de efectos de un acto estatal:
V.5. Medida precautelar o interina (art. 4.1 tercer párrafo de la ley 26.854)
La ley prevé ahora la tutela precautelar, que había sido desarrollada en forma pretoriana.
A menudo, los jueces, en caso de requerir un informe a la autoridad administrativa
demandada, decretaban con carácter "precautelar" la suspensión de efectos de la medida
cuestionada, hasta tanto se remitieran los antecedentes necesarios para poder decidir
acerca de la procedencia de la tutela cautelar. Por lo tanto, la vigencia de esta medida
provisoria estaba acotado por la mayor o menor rapidez con que la Administración remitiera
al tribunal los antecedentes requeridos.
Los requisitos previstos cuando el Estado o sus entes descentralizados solicitan una
medida cautelar son los siguientes:
Esta norma debe vincularse con el artículo 12 de la ley 19.549, que consagra el principio
de ejecutoriedad de los actos administrativos. En ella se prevé que la Administración puede
poner en práctica el acto administrativo por sus propios medios "a menos que la ley o la
naturaleza del acto exigieren la intervención judicial". En tales hipótesis, en que no es factible
la autotutela ejecutoria, la Administración debe iniciar un proceso judicial. En caso de que
se solicite una medida cautelar, ésta deberá ajustarse a los requisitos enunciados
precedentemente.
En lo que respecta al peligro en la demora, la norma se refiere al riesgo43, que debe ser
cierto e inminente, sobre el interés público, el patrimonio estatal u otros derechos de
titularidad estatal.
Se trata de una medida cautelar que sólo puede ser promovida por el Estado o entes
reguladores (u otros organismos descentralizados de control) cuyos destinatarios pueden
ser los prestadores de servicios públicos o de otras actividades de interés público o quienes
perturben la integridad o destino de los bienes afectados a esos cometidos. El propósito de
esta medida es brindar una protección urgente contra actos, hechos u omisiones que
amenacen, interrumpan o entorpezcan la continuidad y regularidad de los servicios públicos
o la ejecución de actividades de interés público o la integridad o destino de los bienes de
que se trate. Para ello, las autoridades administrativas pueden requerir "todo tipo de medidas
cautelares", en forma previa, simultánea o posterior a la presentación de la demanda.
La norma aclara expresamente que si las actividades allí previstas son afectadas en
virtud de conflictos laborales, la cuestión se encuentra fuera del alcance de esta disposición,
sino que se regirá por las normas sobre la materia cuya aplicación compete al Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social.
Es decir, conforme al criterio transcripto, semejante al seguido por las distintas Salas 47,
la medida cautelar prevista en esa norma especial no permite prescindir de los recaudos
que, con carácter general, prevé la normativa procesal genérica, esto es, el Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación. En la actualidad, cabría plantearse si la remisión implícita
debe ser a dicho Código adjetivo o al artículo 16 de la ley 26.854, que regula
específicamente las medidas cautelares solicitadas por el Estado. Sin perjuicio de ello, lo
cierto es que la simple invocación del artículo 111 de la ley 11.683 no obliga al juez a
disponer, mecánicamente, la traba de un embargo o de una inhibición general de bienes
sobre los bienes del contribuyente, según lo solicite el ente recaudador; en cualquier caso
los jueces están obligados a verificar los presupuestos de las medidas cautelares que
correspondan.
Otra modalidad de "medida cautelar" está prevista en el artículo 92 de la ley 11.683, que
permite a la Administración Federal de Ingresos Públicos trabar embargos o inhibiciones
generales de bienes u otras medidas cautelares en el juicio de ejecución fiscal. La
particularidad de estas medidas, tendientes a recuperar la deuda objeto del juicio, radica en
que ellas son decretadas por el propio ente recaudador. Ahora bien, este procedimiento ha
sido declarado inconstitucional por la Corte Suprema, por considerar que constituía una
delegación en cabeza del Fisco Nacional de atribuciones que hacen a la esencia de la
función judicial, violentando de este modo el principio de división de poderes, el principio de
la tutela judicial efectiva y de la defensa en juicio y el derecho de propiedad. En tal sentido,
el Alto Tribunal puso de relieve que, con arreglo al procedimiento impugnado, era la propia
acreedora la que evaluaba la concurrencia de los requisitos específicos para el dictado de
medidas cautelares y la evaluación de su proporcionalidad de acuerdo a las circunstancias
fácticas, y no por un tercero imparcial. En virtud de ello, se estableció que el organismo fiscal
debía requerir al juez competente para conocer en el proceso ejecutivo, y que es el
magistrado quien debe adoptar la decisión que corresponda (Fallos 333:935, in
re "Administración Federal de Ingresos Públicos v. Intercorp SRL s/ ejecución fiscal").
La ley 16.986 se refiere a las medidas cautelares en forma escueta, al mencionar, entre
las resoluciones apelables, a "las que dispongan medidas de no innovar o la suspensión de
los efectos del acto". Por su parte, la ley 26.854 establece que ella no es aplicable al proceso
de amparo, excepto en cuanto a las normas que allí se indican expresamente (v. art. 1848).
Ello significaría que no son aplicables las disposiciones que establecen los requisitos para
cada una de las medidas cautelares "nominadas" que prevé la ley citada (es decir, los arts.
14, 15 y 16).
Ahora bien, ¿cuáles son los requisitos específicos aplicables para la obtención de
medidas cautelares en la acción de amparo? Aquí caben dos opciones interpretativas: o se
acude al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, como se ha hecho siempre, o bien
se acude supletoriamente a las disposiciones de la ley 26.854. A favor de la primera
alternativa, puede sostenerse que el legislador excluyó expresamente la aplicación de esta
última ley al proceso de amparo, con excepción de las disposiciones
indicadas expresamente (art. 19), lo cual habilitaría a acudir al Código adjetivo. Por otro lado,
en respaldo de la segunda solución, cabe recordar que el artículo 17 de la ley
16.986 establece que las "disposiciones procesales en vigor" son de aplicación supletoria,
lo que habilitaría a acudir a la ley 26.854. Creemos que el dilema debe resolverse a la luz
del principio pro homine, dando prevalencia a la norma procesal que resulte más favorable
a la obtención de la tutela cautelar, aun cuando a largo plazo los criterios de aplicación del
instituto cautelar basados en uno u otro cuerpo legal al proceso contencioso administrativo
tenderán a ser convergentes.
En principio, la ley 26.854 regula las medidas cautelares "típicas" del proceso
contencioso administrativo, de modo que, en estos aspectos, desplaza la aplicación del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Este último sólo sería de aplicación respecto
del trámite de las medidas cautelares contra el Estado Nacional en todo aquello que sea
compatible con aquella ley.
En primer lugar, debe señalarse que algunos autores discuten si este tipo de medidas
revisten carácter cautelar, toda vez que no acceden a un proceso principal, sino que implican
dar una respuesta definitiva a un conflicto judicial, sin audiencia de la contraria49.
La implementación de este tipo de tutela, que agotan la pretensión del interesado con su
dictado, puede constituir un remedio plausible en situaciones extremas de riesgo para los
derechos y son de valoración restrictiva. La medida autosatisfactiva constituye un
requerimiento "urgente" formulado al tribunal por un justiciable, que se agota con su
despacho favorable, no siendo, entonces, necesaria la iniciación de una ulterior acción
principal para evitar su caducidad o decaimiento50.
En el fuero contencioso administrativo federal los tribunales han sido reticentes a otorgar
este tipo de tutela. Tal tesitura es consistente con el criterio jurisprudencial de que las
medidas cautelares no podían coincidir con la pretensión de fondo, y que encuentra
recepción legislativa (art. 3.4 de la ley). En algunos casos, se ha señalado que el peticionario
podía hallar suficiente tutela a través de una medida innovativa, toda vez que el proceso de
conocimiento era necesario a fin de elucidar adecuadamente la controversia51. En algún
precedente, se observó que la medida autosatisfactiva podía ser admisible en supuestos
de excepción, y que debían examinarse con rigor los presupuestos que la hacían
procedente. En cuanto aquí interesa, se señaló que "la verosimilitud del derecho invocada
por el actor se presentara con una intensidad tal que revelara un indiscutido grado de
certeza, y además cuando el peligro en la demora no pudiese ser conjurado sino mediante
el dictado de la cautela pedida y de ninguna otra manera"52.
Antes de ingresar al análisis de esas reglas, es oportuno observar que existe un proceso
cautelar general y otro específico, relativo a ciertos supuestos que, según el legislador, son
merecedores de especial protección (derechos de sectores socialmente vulnerables,
hipótesis de afectación de la "vida digna", el derecho a la salud, derechos de naturaleza
alimentaria o ambiental). En estos supuestos, las reglas del proceso cautelar general
presentan una cierta flexibilidad.
La consecuencia del dictado de una medida cautelar por un juez incompetente difieren
en el proceso civil y comercial y en el contencioso administrativo. En este último, la
consecuencia es la ineficacia de la medida, excepto que haya sido dictada en favor de
algunos de los sujetos merecedores de una especial protección (art. 2.2 de la ley57, a
contrario sensu). Para este último supuesto, se prevé que dictada la medida, el juez debe
remitir las actuaciones al juez competente, quien, aceptada la competencia atribuida,
debe expedirse de oficio sobre el alcance y vigencia de la medida cautelar concedida, en un
plazo no mayor a cinco días.
Cabe advertir que la regla en cuestión tiene por objeto evitar que, por acción del
demandado, la eventual sentencia se torne de cumplimiento imposible (v.gr. enajenando o
disponiendo de cualquier otro modo de bienes que pueden ser objeto de secuestro o
embargo), lo cual bien puede suceder si el demandado es prevenido de la existencia de una
pretensión cautelar aun no resuelta. Ello no acontece cuando la parte demandada es una
autoridad pública. Si, no obstante ello, la parte fundadamente alegara el peligro irreparable
para su derecho que podría producirse en caso de requerirse el informe —esto es, que dentro
de los cinco días para su producción, su derecho sufrirá un daño irreparable—, el tribunal
puede decretar una medida cautelar interina.
Ahora bien, la ley se refiere a un informe, término que lleva a considerar que se mantiene
la regla de la unilateralidad del proceso. Formalmente un informe no sería un acto de
defensa, el cual tendrá lugar después de que el juez se haya expedido sobre la procedencia
de la tutela cautelar. Más bien, resulta asimilable a las medidas para mejor proveer, más allá
de que estas últimas son dispuestas por iniciativa del juez o tribunal, mientras que el informe
de que se trata es de requerimiento obligatorio. Cabe añadir que, con base en el artículo 36
inciso 4) del CPCCN es factible que los tribunales requieran informes o aclaraciones a las
partes a fin de resolver las cuestiones sometidas a su decisión. Dentro de este marco, ha
sido frecuente que en el proceso contencioso administrativo los jueces requirieran
antecedentes de un acto estatal cuestionado (a menudo decretando en el mismo acto una
medida precautelar), temperamento que resulta plausible, en la medida en que no se causen
perjuicios a la parte que solicita la tutela provisional de sus derechos. En suma, la ley ha
recogido cierta práctica jurisprudencial, aunque ahora establece con carácter obligatorio una
diligencia cuya producción estaba anteriormente al arbitrio de los jueces.
En nuestra opinión, el proceso cautelar sigue siendo unilateral y el contenido del informe
consiste en ilustrar al tribunal que lo solicita acerca de las repercusiones de la medida
cautelar sobre el interés público, o los demás recaudos que prevé la ley para el otorgamiento
de la medida, pero sería un error que la autoridad administrativa efectuara en esa
oportunidad consideraciones que hicieran al fondo de la cuestión. Si se acepta que el
proceso es unilateral, tampoco correspondería tener a la demandada por parte por el hecho
de presentar el informe previo60.
El artículo 4.1 se refiere a "un informe que dé cuenta del interés público comprometido
por la solicitud [de medida cautelar]". Para ello, la autoridad requerida "podrá expedirse
acerca de las condiciones de admisibilidad y procedencia de la medida solicitada y
acompañará las constancias documentales que considere pertinentes" (art. 4.1.). Respecto
de las condiciones de admisibilidad y procedencia, la autoridad requerida deberá argumentar
acerca de la configuración de los requisitos de admisibilidad de cada una de las medidas
cautelares "nominadas" que contiene la ley. Si bien en los hechos ello equivale a permitir un
acto de defensa a la autoridad administrativa, antes de que se dicte la medida cautelar, es
menester aclarar que el informe sólo se refiere a la procedencia de la tutela cautelar,
debiendo evitarse las consideraciones acerca de la cuestión de fondo. De todos modos, y
dicho esto en forma genérica, en tanto el informe previo se debe producir dentro de un plazo
legal breve y, creemos, improrrogable. Como ya se observó, la constitucionalidad de este
trámite previo se ve salvada debido a que existe la posibilidad de obtener una medida
interina, con lo cual el derecho del particular no experimenta una sustancial afectación61.
En los procesos cautelares, el principio dispositivo cede, al permitirse a los jueces otorgar
una medida cautelar distinta de la solicitada, pero que sea adecuada para la protección del
derecho. Tal criterio está contenido en el artículo 204 del CPCCN. Por su parte, la ley
26.854 establece que "[e]l juez o tribunal, para evitar perjuicios innecesarios al interés
público podrá disponer una medida precautoria distinta de la solicitada, o limitarla, teniendo
en cuenta la naturaleza del derecho que se intentare proteger y el perjuicio que se procura
evitar" (art. 3.3.). De la comparación de las dos normas mencionadas, surge que esta última
obliga a tomar en cuenta específicamente la variable del interés público, el cual está ausente
en los litigios entre particulares, regidos por el Código mencionado.
Por otra parte, dada la obligación de motivar adecuadamente las resoluciones judiciales,
en el caso de las decisiones en materia cautelar se presenta el riesgo de anticipar una
opinión acerca del fondo del pleito. Ello justifica una cierta limitación a la hora de exponer
los fundamentos que avalan la concesión de la medida. Es que si el juzgador estuviese
obligado a extenderse en consideraciones acerca de las circunstancias que rodean a la
relación jurídica, peligraría la carga que pesa sobre él de no prejuzgar, es decir, de no emitir
una opinión o decisión anticipada —a favor de cualquiera de las partes— sobre la cuestión
sometida a su jurisdicción (Fallos 332:2139; 326:1248; 314:711).
También cabe mencionar aquí el hecho de que, con arreglo al artículo 9 de la ley, los
jueces no pueden imponer sanciones conminatorias de carácter pecuniario a los
funcionarios públicos. Tal disposición legal reproduce lo que establece el artículo 195 último
párrafo del CPCCN y traduce el propósito de que brindar una suerte de inmunidad a los
funcionarios reticentes en cumplir las medidas cautelares. En todo caso, los perjuicios
derivados del incumplimiento serán imputables al Estado Nacional o la entidad
descentralizada de la cual los funcionarios son órganos. La norma no impide, sin embargo,
la aplicación de astreintes a la dependencia administrativa responsable, de conformidad con
el artículo 37 del CPCCN.
El artículo 4.1, último párrafo de la ley prevé, como facultad del juez o tribunal, disponer
una vista al Ministerio Público antes de expedirse acerca de la procedencia de la tutela
cautelar. No se fija criterio alguno respecto de los casos en que corresponda dar dicha
intervención: la norma dice que ello será "según la índole de la pretensión". Por un lado,
teniendo en cuenta la relevancia de que la medida cautelar sea dictada por un juez
competente, no cabe duda de que se justificaría dar participación al Ministerio Público Fiscal
a fin de expedirse sobre dicho extremo (art. 41 inc. c) y 37 inc. c) de la Ley Orgánica del
Ministerio Público 24.946).
Esta vista previa podría ser necesaria si el tribunal pretende una opinión respecto del
interés público comprometido por el dictado de la medida cautelar. En efecto, como se ha
visto, la valoración del interés público está genéricamente prevista en toda decisión cautelar
contra el Estado; también está prevista dicha evaluación en forma específica en las medidas
cautelares nominadas que contiene la ley 26.854. Sobre el particular, debe recordarse que
la ley 24.946 prevé que los fiscales de primera instancia tienen entre sus atribuciones la de
"[h]acerse parte en todas las causas o trámites judiciales en que el interés público lo requiera
de acuerdo con el artículo 120 de la Constitución Nacional, a fin de asegurar el respeto al
debido proceso, la defensa del interés público y el efectivo cumplimiento de la legislación
[...]" (lo destacado no es del original) y análoga atribución tienen los fiscales de segunda
instancia (art. 37 inc. b) de la ley 24.946).
De todos modos, el artículo 4.1 prevé que dicha vista podrá ordenarse, de modo que el
tribunal deberá valorar si la cuestión debe ser resuelta con urgencia, en cuyo caso podría
obviarse dicha intervención.
Por último, una interpretación sistemática permite sostener que si el juez o tribunal
decidiera dar intervención al Ministerio Público, necesariamente debería extenderse el plazo
de vigencia de la medida precautelar o interina previsto en el artículo 4.1 de la ley. Ello, en
la medida en que en tal caso el dictamen pertinente es considerado necesario —al igual que
el informe— para pronunciarse sobre la procedencia de la tutela cautelar. Por consiguiente,
aun cuando el informe de la autoridad administrativa hubiera sido presentado, el juez o
tribunal podría evaluar el mantenimiento de dicha cautelar provisoria hasta tanto se expida
en relación con la procedencia de la medida.
VI.7. La contracautela
A fin de poder trabar la medida cautelar, el peticionario debe constituir una contracautela.
La ley 26.854 modifica la regulación preexistente en esta materia, al establecer que la traba
de las medidas cautelares está supeditada a una caución real o personal por las costas y
los daños y perjuicios que la medida pudiera ocasionar. De este modo, desaparece, en
principio, la posibilidad de establecer una caución juratoria, que sólo será admisible en los
supuestos previstos en el artículo 2.2 de la ley, a los que se hizo referencia en el apartado
anterior.
En esta materia se advierten con mayor claridad algunos defectos de técnica legislativa
en la ley 26.854. Si bien dicha norma está destinada a regular las medidas cautelares
respecto del Estado Nacional o sus entes descentralizados, la regulación no es integral,
obligando a acudir a normas del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, pese a que
la intención del legislador fue sacar el instituto cautelar del proceso contencioso
administrativo federal de aquel Código de forma.
Por último, las medidas cautelares dispuestas en el contexto de la acción de amparo son
susceptibles del recurso de apelación previsto en el artículo 15 de la ley 16.986. Dicho
recurso es concedido "en ambos efectos", es decir, con efecto suspensivo. Sobre el
particular, una línea jurisprudencial ha sostenido que los recursos contra medidas cautelares
dictadas en tales procesos tiene efecto suspensivo65, lo cual se ajusta a la literalidad de la
norma. Sin embargo, otra línea jurisprudencial —más reciente— se ha inclinado por estar a
la concesión del recurso con efecto devolutivo, tesitura que resulta más acorde con el
derecho a la tutela judicial efectiva. Es que, de otro modo, bastaría la interposición de una
apelación —cualesquiera fueran sus fundamentos— para poner en crisis un medio de
protección de derechos, con lo que se desnaturaliza la finalidad del instituto cautelar y del
amparo mismo66.
Estas medidas pueden ser modificadas durante su vigencia en cuanto a sus alcances, a
instancia del peticionario de la tutela o del Estado.
Las disposiciones pertinentes de la ley 26.854 (art. 7º) son consistentes con el sistema
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (art. 203), con alguna modificación no
esencial en el lenguaje, pero sustancialmente equivalentes. Por un lado, el peticionario de
la medida puede requerir su ampliación, mejora o sustitución, "justificando que ésta no
cumple adecuadamente la finalidad para la que está destinada" (art. 7.1), mientras que quien
debe cumplir la medida puede pedir su sustitución por otra menos gravosa, "siempre que
ésta garantice suficientemente el derecho de quien la hubiere solicitado y obtenido" (art.
7.2). En cualquiera de los dos supuestos, se requiere un traslado a la contraria por el plazo
de cinco días, excepto en los procesos sumarísimo y de amparo, donde el plazo del traslado
es de tres días.
VII.2. Plazo de vigencia de las medidas cautelares
En rigor, la disposición de que se trata pone de relieve cierta práctica disvaliosa, por la
cual los particulares obtienen una medida cautelar que se prolonga en el tiempo sin que
avance sustancialmente el proceso principal, con lo cual en muchos casos obtienen cierto
grado de satisfacción a su demanda68. Sin embargo, el verdadero problema radica en la
duración de los procesos, más que en la duración de las medidas cautelares. La Corte
Suprema ha justificado la fijación de un plazo, a fin de evitar que la índole provisoria que
regularmente revisten las medidas cautelares se vea desnaturalizada por la
desmesurada extensión temporal y que ello resulte frustratorio del derecho federal invocado,
en detrimento sustancial de una de las partes y en beneficio de la otra (Fallos 333:1885).
Ahora bien, el sistema diseñado por el legislador consiste en que el juez debe fijar, bajo
pena de nulidad, un plazo de duración de la medida cautelar, que no puede exceder de los
seis meses. Este plazo de vigencia se acota en los procesos sumarísimo y de amparo a tres
meses como máximo. La excepción aparece en el caso de los derechos que el legislador ha
considerado merecedores de especial tutela (los derechos de grupos vulnerables, la vida
digna, la salud, el ambiente y los derechos de naturaleza alimentaria). También podría
verificarse una variante en materia de plazos de vigencia en el caso de las medidas
cautelares autónomas, ya que la duración de éstas se extiende hasta la notificación del acto
que agote la instancia administrativa.
Dejando de lado esta hipótesis, en principio habría que estar a favor de la prórroga de la
medida como una forma de afianzar el acceso a la justicia, dentro de lo cual el acceso a la
tutela cautelar posee un papel esencial. Dentro de estos lineamientos, creemos que la
previsión de un plazo legal de vigencia podría resistir un examen de constitucionalidad, en
la medida en que existe la posibilidad de prorrogar la vigencia de la medida cautelar. Es
decir, siempre que el plazo legalmente previsto no sea considerado como máximo, se podría
llegar a justificar la validez de esta disposición, más allá de su acierto o error70.
Además del transcurso del plazo de vigencia o el levantamiento de la medida por pedido
de la autoridad administrativa, las medidas cautelares pueden finalizar por caducidad. La
regulación legal prevé dos hipótesis.
b) El supuesto de las medidas cautelares autónomas: en este caso, las medidas caducan
a los diez días de notificado el solicitante del acto que agota la vía administrativa. También
aquí el solicitante dispone de noventa o de treinta días para deducir su impugnación. Pero
si, notificado del acto que agota la vía administrativa, el particular no interpone la demanda
dentro de diez días, la medida caduca, a menos que decida solicitar una nueva medida
cautelar, en forma previa a la promoción de la demanda de impugnación del acto. En tal
caso, ya no se tratará de una medida autónoma, sino de una pretensión accesoria al proceso
principal, que deberá ser promovido dentro de los diez días de obtención de la medida
cautelar.
Resta abordar dos aspectos previstos en la ley. Por un lado, situación de las medidas
cautelares dictadas por un juez incompetente. En rigor, el dictado de medidas cautelares por
un juez sin competencia no debería tener lugar, si bien existen ejemplos de ello, y no
necesariamente debido a circunstancias excepcionales. Más allá de las consecuencias
disciplinarias que tales decisiones deberían tener, lo cierto es que, en ocasiones, no son
claras las normas de deslinde de las competencias entre distintos fueros, de modo que un
magistrado, en la necesidad de resolver una situación que exige una respuesta urgente y
provisional, podría razonablemente considerar que la cuestión planteada se encuentra
dentro de su competencia. En este sentido, no mediando una situación impostergable, sería
factible correr una vista al Ministerio Público Fiscal, posibilidad expresamente prevista en el
artículo 4.1 último párrafo de la ley.
Otro aspecto que merece alguna consideración es la regla según la cual "[l]os jueces no
podrán dictar ninguna medida cautelar que afecte, obstaculice, comprometa, distraiga de su
destino o de cualquier forma perturbe los bienes o recursos propios del Estado, ni imponer
a los funcionarios cargas personales pecuniarias" (art. 9 de la ley), norma que reitera el
contenido del artículo 195 último párrafo del CPCCN. En principio, la disposición transcripta
es de tal amplitud que —interpretada literalmente— haría imposible el dictado de cualquier
medida cautelar contra el Estado, ya que de un modo u otro se pueden afectar recursos
públicos. En efecto, ni siquiera exceptúa los supuestos especiales a que hace referencia el
artículo 2.2 de la ley, donde podría argüirse que se justifica el dictado de medidas cautelares
de contenido positivo, que normalmente implican erogaciones para el Estado. Por otra parte,
la disposición resulta contradictoria con la regulación de las medidas cautelares, en tanto, si
se verifican los requisitos de procedencia, la alegación de que se afectan recursos públicos
no debería neutralizar su dictado. En rigor, esta variable debería ingresar en la consideración
del interés público, y deberá ser la Administración la que demuestre sumariamente —en
oportunidad del informe del artículo 4.1 de la ley— que se puede comprometer seriamente el
cumplimiento de fines públicos relevantes debido a la adopción de determinada medida
precautoria. De otro modo, corresponderá estar al principio pro homine y a la plena vigencia
del derecho a la tutela judicial efectiva, derecho que implica la obligación del Estado de
"garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se
haya estimado procedente" un recurso judicial (art. 25.2.c) de la Convención Americana de
Derechos Humanos)72.
En este marco, la ley ha puesto énfasis en la noción de interés público, al exigir que se
tenga en cuenta el efecto que podría tener el dictado de una medida cautelar sobre el
cumplimiento de fines relevantes para el Estado. Estos fines aparecen, en la etapa
precautelar, como factor relevante a considerar en el informe que debe producir la
Administración; asimismo, se incluye entre los recaudos que se prevén respecto de cada
una de las medidas cautelares, y en ocasión de decidir acerca de la modificación o
levantamiento y la prórroga de éstas. Debe advertirse, sin embargo, que el interés público
no es sólo el que invoca el Estado, sino que es susceptible de revisión por los jueces, que
en definitiva deberán resolver acerca de la validez de la conducta estatal cuestionada. Por
lo tanto, no cabe interpretar el interés público como un interés opuesto al interés de los
particulares, ya que la vigencia de los derechos constitucionales hace al interés público.
Por otra parte, la ley presenta aspectos problemáticos, e inclusive dudosos en punto a
su conveniencia legislativa (como el plazo de duración de las medidas), pero en líneas
generales las eventuales restricciones a la tutela judicial efectiva que pueda contener
pueden ser superadas mediante una interpretación razonable que ponga el acento en la
vigencia del principio pro homine como pauta orientadora. En definitiva, será una tarea
judicial asegurar que la inteligencia de las leyes se realice de conformidad con la
Constitución Nacional y los tratados de derechos humanos que integran el bloque de
constitucionalidad federal.
Capítulo IV - Recursos
Sección 1º - Reposición
Procedencia
Plazo y forma
Art. 239.— El recurso se interpondrá y fundará por escrito dentro de los tres (3) días
siguientes al de la notificación de la resolución; pero cuando ésta se dictare en una audiencia,
deberá interponerse verbalmente en el mismo acto.
Si el recurso fuese manifiestamente inadmisible, el juez o tribunal podrá rechazarlo sin
ningún otro trámite.
Trámite
Resolución
Procedencia
3. Las providencias simples que causen gravamen que no pueda ser reparado por la
sentencia definitiva.
Serán inapelables las sentencias definitivas y las demás resoluciones cualquiera fuere su
naturaleza, que se dicten en procesos en los que el monto cuestionado sea inferior a la suma
de pesos veinte mil ($ 20.000).
Esta disposición no será aplicable a los procesos de alimentos y en los que se pretenda
el desalojo de inmuebles o en aquellos donde se discuta la aplicación de sanciones
procesales.
Formas y efectos
Procederá siempre en efecto suspensivo, a menos que la ley disponga que lo sea en el
devolutivo.
Los recursos concedidos en relación lo serán, asimismo, en efecto diferido, cuando la ley
así lo disponga.
— La declaración de inconstitucionalidad de una norma [en el caso, el art. 242 del CPCC],
es la más delicada de las funciones susceptibles de encomendarse a un tribunal de justicia
configurando un acto de suma gravedad que debe ser considerado como última ratio del orden
jurídico (Fallos: 260:153; 286:76; 288:325; 300:241 y 1087; 301:1062; 302:457 y 1149;
303:1708 y 324:920); por lo que no cabe formularla sino cuando un acabado examen del
precepto conduce a la convicción cierta de que su aplicación conculca el derecho o la garantía
constitucional invocados (Fallos: 315:923 y 321:44). La segunda instancia —excepto en
materia penal—, no es exigencia constitucional (Fallos: 207:293; 232:664; 307:966;
310:1424). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª, 24/04/12, "Álvarez, Luis María Ricardo v. PEN
- Ley 25561 - Dto. 1570/01 214/02 s/amparo sobre ley 25.561".
— El art. 242 del Código Procesal establece que son inapelables las sentencias
definitivas, y las demás resoluciones cualesquiera fuera su naturaleza, que se dicten en
procesos en los que el monto cuestionado no exceda de la suma de veinte mil pesos
($20.000). Cabe aclarar que la actualización del monto señalado comenzó a regir, por
aplicación del artículo segundo del Código Civil, el día 5-12-2000, por lo que se aplica a las
apelaciones que fueron deducidas con posterioridad a la entrada en vigencia de la
reforma introducida al ordenamiento procesal por la ley 26.536C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
3ª, 02/09/11, "Neimark, Sebastián v. EN - Procuración del Tesoro de la Nación y otro s/proceso
de conocimiento".
— Como regla general son inapelables, por razón de su cuantía, las sentencias definitivas
y demás resoluciones cualquiera fuere su naturaleza cuando el monto cuestionado sea inferior
al importe de veinte mil pesos ($20.000), de conformidad con lo establecido en el art. 242 del
Código Procesal (texto según ley 26.536). De este modo, la apelabilidad requiere que dictada
la resolución, se ocasione a alguna de las partes un agravio que supere el aludido mínimo,
pues de lo contrario, la cuestión queda sometida a un régimen de instancia única,
precisamente por la escasa entidad del debate. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 3ª, 03/06/11,
"ENRE - resol. 394/10 v. EDENOR SA s/proceso de ejecución".
Plazo
Art. 244.— No habiendo disposiciones en contrario, el plazo para apelar será cinco (5)
días.
— De los términos del art. 244 del CPCCN surge nítidamente que quien apela una
regulación de honorarios —no obstante que la jurisdicción de la Cámara para revisar la
regulación se encuentra igualmente motivada por la mera interposición del recurso no
fundado— tiene la facultad de fundar su recurso en el mismo acto de interposición o
ulteriormente y por separado pero siempre dentro de los cinco días de haberse comunicado
el honorario objetado. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 1ª, 27/12/10, "Gardebled Hnos. SA v.
Dirección Nacional de Vialidad s/Contrato de Obra Pública"; C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª,
13/05/10, "López Podestá, Adolfo v. Defensor del Pueblo de la Nación- Resol. Nº
47/04 s/empleo público".
— El art. 244 del CPCCN declara apelable toda regulación de honorarios. C. Nac. Cont.
Adm. Fed., sala 3ª, 04/11/04, "Queja en autos: CPACF v. Spath, Susana Elena s/proceso de
ejecución"; C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 5ª, 03/10/05, "González, Rene - RQU y Otros v.
PEN - Ley 25.561 - Dtos. 1.570/01 214/02 s/Queja".
El apelante deberá limitarse a la mera interposición del recurso y si esta regla fuere
infringida se mandará devolver el escrito, previa anotación que el secretario o el oficial primero
pondrá en el expediente, con indicación de la fecha de interposición del recurso y del domicilio
que se hubiese constituido, en su caso.
Apelación en relación sin efecto diferido. Objeción sobre la forma de concesión del recurso
Art. 246.— Cuando procediere la apelación en relación sin efecto diferido, el apelante
deberá fundar el recurso dentro de los cinco (5) días de notificada la providencia que lo
acuerde. Del escrito que presente se dará traslado a la otra parte por el mismo plazo. Si el
apelante no presentare memorial, el juez de primera instancia declarará desierto el recurso.
Igual pedido podrán las partes formular si pretendiesen que el recurso concedido
libremente ha debido otorgarse en relación.
Efecto diferido
Art. 247.— La apelación en efecto diferido se fundará, en los juicios ordinario y sumario,
en la oportunidad del art. 260, y en los procesos de ejecución juntamente con la interposición
del recurso contra la sentencia.
Apelación subsidiaria
Constitución de domicilio
Art. 249.— Cuando el tribunal que haya de conocer del recurso tuviere su asiento en
distinta localidad, y aquél procediere libremente, en el escrito o diligencia a que se refiere el
art. 245 el apelante, y el apelado dentro de quinto día de concedido el recurso, deberán
constituir domicilio en dicha localidad.
Si el recurso procediere en relación, las partes deberán constituir domicilio en los escritos
mencionados en el art. 246.
En ambos casos, la parte que no hubiese cumplido el requisito impuesto por este artículo
quedará notificada por ministerio de la ley.
Efecto devolutivo
Art. 251.— En los casos de los arts. 245 y 250, el expediente o las actuaciones se remitirán
a la cámara dentro de quinto día de concedido el recurso o de formada la pieza separada, en
su caso, mediante constancia y bajo la responsabilidad del oficial primero. En el caso del art.
246 dicho plazo se contará desde la contestación del traslado, o desde que venció el plazo
para hacerlo.
Art. 252.— La falta de pago del impuesto o sellado de justicia no impedirá en ningún caso
la concesión o trámite del recurso.
— De conformidad con lo dispuesto por el art. 313 inc. 3º del CPCCN no procede la
caducidad de segunda instancia acusada en los términos del art. 310, inc. 2º del ritual, si luego
de concedidos los recursos de apelación el expediente no es elevado sin más trámite a la
Cámara por el Prosecretario Administrativo de la Secretaría Actuaria (art. 251 del CPCCN).
Ello así, no cabe a los interesados realizar actividad procesal alguna dado que la prosecución
del trámite dependía de una actuación que la ley adjetiva le impone al mencionado
funcionario. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª, 26/10/04, "Depaolini, José Francisco Eusebio
v. Estado Nacional EMGE s/Retiro Militar y Fuerzas de Seguridad"; C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala 2ª, 30/06/11, "Applica Americas Inc. v. EN - DGA - Resol. 123/09 (expte.
S01:72991/09) s/Dirección General de Aduanas".
Nulidad
Consulta
Art. 253 bis.— En el proceso de declaración de demencia, si la sentencia que la decreta
no fuera apelada se elevará en consulta. La cámara resolverá previa vista al asesor de
menores e incapaces y sin otra sustanciación.
— El a quo soslayó el objeto del litigio y el contenido de las pretensiones de la parte actora,
apartándose del principio de congruencia que impone el deber de fallar según las cuestiones
sometidas a su conocimiento (arts. 34 y 163 incs. 3, 4 y 6 del CPCC) en desmedro del derecho
de defensa (Fallos 317:1.333, 300:1018 entre otros). Así, corresponde revocar lo decidido en
ese aspecto en los términos del art. 253 del CPCCN". C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª,
19/04/11, "Casafuz, Hugo Oscar v. EN-DIE-DTOS 1104/05 1053/08 personal militar y civil de
las FF.AA. y de Seg.".
Forma y plazo
Art. 254.— El recurso ordinario de apelación ante la Corte Suprema, en causa civil, se
interpondrá ante la cámara de apelaciones respectiva dentro del plazo y en la forma dispuesta
por los arts. 244 y 245.
Art. 255.— Regirán respecto de este recurso, las prescripciones de los arts. 249, 251, 252
y 253.
— Cuando el monto disputado en último término supera el mínimo legal vigente (art.
24, inc. 6, ap. a), Dec.-Ley 1285/58,Ley 21.708 y Res. Corte Sup. 1360/91), corresponde
conceder el recurso ordinario interpuesto contra sentencia definitiva. Corte Sup., Fallos:
285:185; 286:93; 296:120; 299:273.
— Conforme lo dispuesto por el art. 24, inc. 6, apartado a) del Decreto Ley 1285/58,
modificado por la ley 21.708, y la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
la concesión del recurso ordinario de apelación debe apreciarse en forma restrictiva, de modo
que éste sólo resulta procedente respecto de las sentencias definitivas, debiendo entender
por tales, las que ponen fin a la controversia o impiden su continuación, privando al interesado
de los medios legales para la tutela de su derecho, regla a la que no hace excepción la
circunstancia de invocarse un gravamen irreparable. Corte Sup., 13/10/1988, "Rosario
Difusión SA v. Estado Nacional Argentino", Causa R.66 XXII.
Procedencia
Art. 256.— El recurso extraordinario de apelación ante la Corte Suprema procederá en los
supuestos previstos por el art. 14 de la ley 48.
Art. 257.— El recurso extraordinario deberá ser interpuesto por escrito, fundado con
arreglo a lo establecido en el art. 15 de la ley 48, ante el juez, tribunal u organismo
administrativo que dictó la resolución que lo motiva, dentro del plazo de diez (10) días
contados a partir de la notificación.
De la presentación en que se deduzca el recurso se dará traslado por diez (10) días a las
partes interesadas, notificándolas personalmente o por cédula. Contestado el traslado, o
vencido el plazo para hacerlo, el tribunal de la causa decidirá sobre la admisibilidad del
recurso. Si lo concediere, previa notificación personal o por cédula de su decisión, deberá
remitir las actuaciones a la Corte Suprema dentro de cinco (5) días contados desde la última
notificación. Si el tribunal superior de la causa tuviera su asiento fuera de la Capital Federal,
la remisión se efectuará por correo, a costa del recurrente.
Art. 257 bis.— Procederá el recurso extraordinario ante la Corte Suprema prescindiendo
del recaudo del tribunal superior, en aquellas causas de competencia federal en las que se
acredite que entrañen cuestiones de notoria gravedad institucional, cuya solución definitiva y
expedita sea necesaria, y que el recurso constituye el único remedio eficaz para la protección
del derecho federal comprometido, a los fines de evitar perjuicios de imposible o insuficiente
reparación ulterior.
Sólo serán susceptibles del recurso extraordinario por salto de instancia las sentencias
definitivas de primera instancia, las resoluciones equiparables a ellas en sus efectos y aquellas
dictadas a título de medidas cautelares.
Art. 257 ter.— El recurso extraordinario por salto de instancia deberá interponerse
directamente ante la Corte Suprema mediante escrito fundado y autónomo, dentro de los diez
(10) días de notificada la resolución impugnada.
La Corte Suprema podrá rechazar el recurso sin más trámite si no se observaren prima
facie los requisitos para su procedencia, en cuyo caso proseguirá la causa según su estado y
por el procedimiento que corresponda.
El auto por el cual el Alto Tribunal declare la admisibilidad del recurso tendrá efectos
suspensivos respecto de la resolución recurrida.
Del escrito presentado se dará traslado a las partes interesadas por el plazo de cinco (5)
días notificándolas personalmente o por cédula.
Contestado el traslado o vencido el plazo para hacerlo, la Corte Suprema decidirá sobre
la procedencia del recurso.
Si lo estimare necesario para mejor proveer, podrá requerir al Tribunal contra cuya
resolución se haya deducido el mismo, la remisión del expediente en forma urgente.
— Dada la urgencia que hace procedente la vía del per saltum, interpuesto contra la
sentencia que declaró la inconstitucionalidad de los arts. 2, 4, 18 y 30 de la ley 26.855, y del
decreto nacional 577/2013, dejando sin efecto la convocatoria electoral para la elección de
miembros del Consejo de la Magistratura, se justifica que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación abrevie el plazo previsto para dar cumplimiento al traslado legalmente contemplado, y
habilite días y horas para todas las actuaciones a que dé lugar la tramitación de los
recursos interpuestos. Corte Sup., 13/6/2013, "Estado Nacional s/ interpone
recurso extraordinario por salto de instancia en autos Rizzo, Jorge Gabriel s/ acción de
amparo v. Poder Ejecutivo Nacional, ley 26.855, medida cautelar (Expte. Nº 3039/13)".
— El recurso extraordinario por salto de instancia —art. 257 bis del Código Procesal—
deducido contra la prórroga de la medida cautelar dictada en la causa en la que se discute la
constitucionalidad de la cláusula de desinversión de la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual, es inadmisible, pues no fue interpuesto contra una decisión dictada por un juez
de primera instancia, no adecuándose así al recaudo exigido por el legislador para su
viabilidad. Corte Sup., 10/12/2012, "Grupo Clarín SA s/medidas cautelares expte. nº
8836/09 interpone recurso extraordinario por salto de instancia".
Ejecución de sentencia
Dicha fianza será calificada por la cámara o tribunal que hubiese concedido el recurso y
quedará cancelada si la Corte Suprema lo declarase improcedente o confirmase la sentencia
recurrida. El fisco nacional está exento de la fianza a que se refiere esta disposición.
— La fianza exigida por el art. 258 del CPCCN sigue los lineamientos previstos por los
arts. 199 a 201 de este ordenamiento legal. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 3ª, 03/05/07,
"Lorenzo, Raúl Armando v. PEN - Ley 25.561 - Dto. 1.570/01 214/02 s/amparo Ley 16.986".
Art. 260.— Dentro de quinto día de notificada la providencia a que se refiere el artículo
anterior y en un solo escrito, las partes deberán:
4). Exigir confesión judicial a la parte contraria sobre hechos que no hubiesen sido objeto
de esa prueba en la instancia anterior.
Traslado
Art. 261.— De las presentaciones y peticiones a que se refieren los incisos 1, 3 y 5 a), del
artículo anterior, se correrá traslado a la parte contraria, quien deberá contestarlo dentro de
quinto día.
Prueba y alegatos
Art. 262.— Las pruebas que deben producirse ante la cámara se regirán, en cuanto fuere
compatible, por las disposiciones establecidas para la primera instancia.
Para alegar sobre su mérito, las partes no podrán retirar el expediente. El plazo para
presentar el alegato será seis (6) días.
Producción de la prueba
Art. 263.— Los miembros del tribunal asistirán a todos los actos de prueba en los
supuestos que la ley establece o cuando así lo hubiese solicitado oportunamente alguna de
las partes en los términos del art. 34, inciso 1. En ellos llevará la palabra el presidente. Los
demás jueces, con su autorización, podrán preguntar lo que estimare oportuno.
Informe in voce
Art. 264.— Si se pretendiere producir prueba en segunda instancia, dentro de quinto día
de notificada la providencia a que se refiere el art. 259, las partes manifestarán si van a
informar in voce. Si no hicieren esa manifestación o no informaren, se resolverá sin dichos
informes.
Art. 266.— Si el apelante no expresare agravios dentro del plazo o no lo hiciere en la forma
prescripta en el artículo anterior, el tribunal declarará desierto el recurso, señalando, en su
caso, cuáles son las motivaciones esenciales del pronunciamiento recurrido que no han sido
eficazmente rebatidas.
— La crítica razonada que exige el 265 de la ley adjetiva no se sustituye con una mera
discrepancia, sino que implica el estudio de los razonamientos del juzgador, demostrando a
la Cámara las equivocadas deducciones, inducciones y conjeturas que haya planteado el a
quo sobre las distintas cuestiones que resolvió (esta Sala "Meridian Martime SA (TF 10186-
A)", 19/06/08 y sus citas). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 1ª, 28/11/11, "Kronen Internacional
SA y otros v. Mº de EyOSP s/proceso de conocimiento".
— La operación de criticar es muy distinta a la de disentir, toda vez que crítica debe
significar un ataque directo y pertinente a la fundamentación del fallo, con miras a demostrar
los errores jurídicos y fácticos que éste pudiere contener, mientras que disentir implica
meramente exponer que no se está de acuerdo con la sentencia, según ha tenido oportunidad
de reiterar esta Sala. Siguiendo una hermenéutica afín, la Corte Suprema de Justicia
ha interpretado que no alcanza para descalificar una sentencia el sostenimiento de una
opinión diversa o alternativa a la expresada por el juzgador, en tanto no se demuestre que ha
mediado un apartamiento palmario de la solución jurídica prevista para el caso, o se
haya incurrido en una decisiva carencia de fundamentación (Corte Sup., Fallos, 305:1058;
306:598; 324:2460; 327:2168; 329:3979, entre otros). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª,
18/10/12, "Sánchez Avalos, María del Carmen v. EN - MRREECIyC y otro s/empleo público".
— El art. 265 del CPCCN establece, en lo pertinente, que la expresión de agravios debe
consistir en una crítica concreta, razonada y autosuficiente del pronunciamiento apelado, que
no se sustituye con una mera discrepancia del criterio del juzgador, sino que implica el estudio
de los razonamientos de aquél, demostrando las equivocadas deducciones, inducciones y
conjeturas sobre las cuestiones resueltas. Se ha dicho que la expresión de agravios es un
acto de petición destinado específicamente a criticar la sentencia recurrida, con el fin de
obtener su revocación o modificación parcial por el tribunal y su forma le impone
claridad expositiva, para facilitar su estudio. Es que, "criticar" es muy distinto a "disentir". La
crítica debe significar un ataque directo y pertinente a la fundamentación, tratando de
demostrar los errores jurídicos y fácticos que éste pudiere contener. En cambio, disentir es
meramente exponer que no se está de acuerdo con la sentencia. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala 2ª, 15/12/11, "Trench, Eduardo Roberto v. EN - Mº Interior - RENAR - Disp.
197/06 s/proceso de conocimiento".
— La crítica de la sentencia debe ponderarse con un criterio amplio, que permita, en caso
de duda, estar por la admisibilidad formal del recurso (esta Sala, causa 35.160/10, "López,
Mario Rodolfo v. EN - AFIP-DGI - resol. 1814/05 s/amparo ley 16.986", 30/06/11; entre otras).
Así, la insuficiencia técnica del recurso no determinará la deserción de la apelación (art. 265
y 266 CPCC), en tanto los agravios que puedan extraerse de la presentación tengan entidad
suficiente para aceptar la admisibilidad de aquél y habilitar la jurisdicción de alzada. C. Nac.
Cont. Adm. Fed., sala 4ª, 27/11/12, "Delta Metalsur SA v. EN - AFIP-DGI s/amparo ley
16.986".
Art. 267.— Si el apelado no contestase el escrito de expresión de agravios dentro del plazo
fijado en el art. 265, no podrá hacerlo en adelante y la instancia seguirá su curso.
— La tesis que propugna tener por desistidos los planteos no mantenidos en el escrito de
contestación de agravios podría importar una afectación del derecho de defensa, en tanto en
el CPCCN sólo está previsto el contenido que debe poseer la expresión de agravios y las
consecuencias que el incumplimiento de tal pauta acarrea (cfr. arts. 265 y 266). Así, no
resultaría adecuado interpretar extensivamente una cláusula restrictiva de derechos, en tanto
en el art. 267 del código de rito sólo se prevé que la falta de contestación en término de los
agravios importará la imposibilidad de hacerlo en el futuro (no haciéndose mención alguna a
un supuesto desistimiento de los planteos atinentes a cuestiones en las que no se basó el
rechazo de la demanda). Tal interpretación, además, se condice con lo normado en los arts.
277 (en el que se dispone que el tribunal no podrá fallar sobre capítulos no propuestos a la
decisión de una cuestión omitida por el magistrado de primera instancia; contario sensu, sobre
los propuestos sí) y 278 (en el que sólo se hace referencia a la necesidad de que en
la expresión de agravios se solicite la decisión de una cuestión omitida por el magistrado de
primera instancia, no mencionándose el escrito de contestación de agravios) del mentado
código, y con la conducta adoptada por esta sala en numerosos precedentes de los cuales el
a quo había hecho lugar a una excepción opuesta por la demandada, y habiéndose revocado
tal decisión, el tribunal se expidió sobre el fondo de la cuestión. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala
4ª, 5/07/01, "Prudencia Cía. Arg. de Seguros de Retiro SA v. DGI s/DGI".
Libro de sorteos
Art. 269.— La secretaría llevará un (1) libro que podrá ser examinado por las partes, sus
mandatarios o abogados, en el cual se hará constar la fecha del sorteo de las causas, la de
remisión de los expedientes a los jueces y la de su devolución.
Art. 270.— Los miembros de la Cámara se instruirán cada uno personalmente de los
expedientes antes de celebrar los acuerdos para pronunciar sentencia.
Acuerdo
Art. 271.— El acuerdo se realizará con la presencia de todos los miembros del tribunal y
del secretario. La votación se hará en el orden en que los jueces hubiesen sido sorteados.
Cada miembro fundará su voto o adherirá al de otro. La sentencia se dictará por mayoría, y
en ella se examinarán las cuestiones de hecho y de derecho sometidas a la decisión del juez
de primera instancia que hubiesen sido materia de agravios.
Sentencia
Art. 272.— Concluido el acuerdo, será redactado en el libro correspondiente suscripto por
los jueces del tribunal y autorizado por el secretario.
— En mérito a lo establecido por el art. 271 del CPCCN , no corresponde que este Tribunal
se pronuncie sobre puntos no propuestos a decisión de la instancia anterior, pues la alzada
constituye un área de revisión que, por tal razón carece de poderes para decidir sobre temas
no sometidos al juez inferior, pues su función prístina no es la de fallar en primer grado sino
la de controlar la decisión de los magistrados de jerarquía inferior (esta Sala, Expte. Nº
40.728/99 "Ponchon, Jesús Antonio v. Mº del Interior - Policía s/Personal Militar y Civil de las
FF.AA. y de Seg.", 24/11/09). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª, 20/09/12, "Ramón Sánchez e
hijos SRL v. DGI".
Providencias de trámite
Art. 273.— Las providencias simples serán dictadas por el presidente. Si se pidiere
revocatoria, decidirá el tribunal sin lugar a recurso alguno.
Procesos sumarios
Apelación en relación
Art. 275.— Si el recurso se hubiese concedido en relación, recibido el expediente con sus
memoriales, la cámara, si el expediente tuviere radicación de sala, resolverá inmediatamente.
Art. 277.— El tribunal no podrá fallar sobre capítulos no propuestos a la decisión del juez
de primera instancia. No obstante, deberá resolver sobre los intereses y daños y perjuicios, u
otras cuestiones derivadas de hechos posteriores sentencia de primera instancia.
Art. 278.— El tribunal podrá decidir sobre los puntos omitidos en la sentencia de primera
instancia, aunque no se hubiese pedido aclaratoria, siempre que se solicitare el respectivo
pronunciamiento al expresar agravios.
Costas y honorarios
— El art. 277 del CPCCN establece como límite, el thema decidendum propuesto por las
partes. El principio de congruencia que limitó la actuación de la a quo en la sentencia de
primera instancia, habrá de limitar también al ad quem en la sentencia de segunda instancia.
La inadmisibilidad de las nuevas cuestiones no puede ser modificada ni siquiera por acuerdo
de partes, puesto que no se trata de una cuestión disponible (conf. esta Sala, in, re, "Ponchón,
Jesús Antonio v. Mº del Interior", del 24/11/09). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª, 14/04/11,
"Aguerrebere, José Horacio v. EN - M. Interior - P.N.A. s/personal militar y civil de las FFAA y
de Seg.".
— La Alzada constituye un área de revisión que, por tal razón, carece de poderes para
decidir sobre temas no sometidos al juez inferior, pues su función prístina no es la de fallar en
primer grado sino la de controlar la decisión de los magistrados de la instancia anterior, sin
perjuicio de lo dispuesto por el art. 278 respecto a las cuestiones omitidas en aquel grado
(conf. En tal sentido, Scolarici, Gabriela, en Highton-Areán,Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, concordado con los Códigos provinciales. Análisis doctrinal y jurisprudencial, t.
V, Buenos Aires, 1ª ed., Hammurabi, 2006, ps. 344 y ss.). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 2ª,
14/04/11, "Aguerrebere, José Horacio v. EN - M. Interior - PNA s/personal militar y civil de las
FF.AA. y de Seg.".
— Es postulado liminar del proceso judicial que la sentencia final que en él se adopte debe
ajustarse, como primera medida, a las "pretensiones deducidas" por las partes (arts. 163, inc.
5º; 164; 277 y 278CPCCN). Ello, a fin de preservar el denominado "principio de congruencia"
y evitar —en caso de que no se respete— la descalificación del pronunciamiento por nulidad
(art. 34, inc. 4º, Cód. cit.). La trascendencia de este principio es tal, al punto de habérsele
reconocido la más alta jerarquía. Ello obedece a que, en tanto manifestación de la defensa en
juicio y del derecho de propiedad, integra el sistema de garantías procesales constitucionales
orientadas a proteger los derechos y no a perjudicarlos (Fallos: 315:106. Ver, asimismo,
Fallos: 294:127; 306:2054; 310:1764, entre otros). C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 4ª, 28/06/12,
"Toer, Ariel Esteban v. EN y/o responsable s/daños y perjuicios".
— En lo relativo a las costas la sala entiende que las diferencias interpretativas a que este
tipo de proceso ha dado lugar habilitan un apartamiento del principio objetivo de la derrota que
se desprende del art. 14 de la ley 16.986" (cf. art. 68, segunda parte, CPCCN). Así, "las costas
de ambas instancias se imponen por su orden en atención a las particularidades de la cuestión
y a la forma en que fueran distribuidas en los precedentes de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación (conf. arts. 279 y 68, segundo párrafo, del Código Procesal). C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala 4ª, 15/02/11, "Sleigh Verity, Anna y otro v. PEN - ley 25561 - Dto. 1570/01
214/02 s/amparo sobre ley 25.561".
Si se tratare del recurso ordinario del art. 254, recibido el expediente será puesto en
secretaría, notificándose la providencia que así lo ordene personalmente o por cédula.
El apelante deberá presentar memorial dentro del término de diez (10) días, del que se
dará traslado a la otra parte por el mismo plazo. La falta de presentación del memorial o su
insuficiencia traerá aparejada la deserción del recurso.
Sentencia
Art. 281.— Las sentencias de la Corte Suprema se redactarán en forma impersonal, sin
perjuicio de que los jueces disidentes con la opinión de la mayoría emitan su voto por
separado.
Denegación de la apelación
Art. 282.— Si el juez denegare la apelación, la parte que se considere agraviada podrá
recurrir directamente en queja ante la cámara, pidiendo que se le otorgue el recurso denegado
y se ordene la remisión del expediente.
El plazo para interponer la queja será de cinco (5) días, con la ampliación que corresponda
por razón de la distancia, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 158.
Admisibilidad. Trámite
b) de la resolución recurrida;
b) se interpuso la apelación;
La cámara podrá requerir copia de otras piezas que considere necesarias y, si fuere
indispensable, la remisión del expediente.
Art. 284.— Las mismas reglas se observarán cuando se cuestionase el efecto con que se
hubiese concedido el recurso de apelación.
Art. 285.— Queja por denegación de recursos ante la Corte Suprema. Cuando se dedujere
queja por denegación de recursos ante la Corte Suprema, la presentación, debidamente
fundada, deberá efectuarse en el plazo que establece el segundo párrafo del art. 282.
La Corte podrá desestimar la queja sin más trámite, exigir la presentación de copias o, si
fuere necesaria, la remisión del expediente.
Si la queja fuere por denegación del recurso extraordinario, la Corte podrá rechazar este
recurso en los supuestos y forma previstos en el art. 280, párrafo segundo. Si la queja fuere
declarada procedente y se revocare la sentencia, será de aplicación el art. 16 de la Ley 48.
Depósito
Art. 286.— Cuando se interponga recurso de queja ante la Corte Suprema de Justicia, por
denegación del recurso extraordinario, deberá depositarse a la orden de dicho tribunal la suma
de pesos novecientos mil ($ 900.000). El depósito se hará en el Banco de depósitos judiciales.
No efectuarán este depósito los que estén exentos de pagar sellado o tasa judicial,
conforme a las disposiciones de las leyes nacionales respectivas.
Art. 287.— Si la queja fuese declarada admisible por la Corte, el depósito se devolverá al
interesado. Si fuere desestimada, o si se declarase la caducidad de la instancia, el depósito
se perderá.
La Corte dispondrá de las sumas que así se recauden para la dotación de las bibliotecas
de los tribunales nacionales de todo el país.
Recurso de casación
El recurso de casación será admisible contra las resoluciones que decidan la suspensión
de los efectos de actos estatales u otra medida cautelar frente a alguna autoridad pública y
contra las decisiones que declaren formalmente inadmisible a la pretensión contencioso-
administrativa2.
4. Arbitrariedad3.
Art. 290.— El recurso de casación se deberá interponer por escrito, fundado con arreglo
a las causales previstas en el artículo anterior, ante el tribunal que dictó la resolución que lo
motiva, dentro del plazo de diez (10) días contados a partir de la notificación de la misma. El
escrito indicará concretamente la causal en la que se funda el recurso. Se citarán las
previsiones normativas que se consideran violadas, inaplicadas o erróneamente interpretadas
y se expresará cuál es la aplicación o interpretación que se considera adecuada.
De la presentación en que se deduzca el recurso se dará traslado por diez (10) días a las
partes interesadas, notificándolas personalmente o por cédula. Contestado el traslado, o
vencido el plazo para hacerlo, el tribunal de la causa decidirá sobre la admisibilidad del
recurso.
Recurso de inconstitucionalidad
Recurso de revisión
Art. 297.— El recurso de revisión procederá contra las sentencias y resoluciones a las que
hace referencia el art. 288, cuando las mismas hubiesen quedado firmes, si la sentencia
hubiera sido pronunciada a consecuencia de prevaricato, cohecho, violencia u otra
maquinación fraudulenta cuya existencia se hubiere declarado en fallo posterior irrevocable 11.
Art. 298.— El recurso de revisión se deberá interponer por escrito, fundado con arreglo a
las causales previstas en el art. 297, ante la Cámara de Casación correspondiente, dentro del
plazo de treinta (30) días contados desde el momento en que se tuvo conocimiento del hecho
o desde que se conoció el fallo posterior irrevocable.
En ningún caso se admitirá el recurso pasados tres (3) años desde la fecha de la sentencia
definitiva.
Art. 299.— La admisión del recurso de revisión no tiene efecto suspensivo, no obstante
ello, a petición del recurrente, y en consideración a las circunstancias del caso, la Cámara de
Casación interviniente podrá ordenar la suspensión de la ejecución, previa caución, que a
juicio del tribunal sea suficiente para responder por las costas y por los daños y perjuicios que
pudieren causarse al ejecutante si el recurso fuere rechazado. Del ofrecimiento de caución se
correrá vista a la contraparte13.
Art. 301.— El recurso de revisión se sustanciará con arreglo a lo establecido por los arts.
290, 291 y 293, en todo aquello que no se contraponga con lo normado en los arts. 298, 299
y 30015.
Art. 302.— Artículo derogado por art. 12 de la Ley 26.853 B.O. 17/5/201316.
Art. 303.— (Artículo derogado por art. 12 de la Ley 26.853 B.O. 17/5/2013)17.
— El art. 288 del CPCCN dispone que el recurso de inaplicabilidad de la ley —cuyo objeto
consiste en la unificación de la jurisprudencia emanada de los tribunales nacionales, divididos
en Salas, sobre la interpretación de la doctrina legal que se considera aplicable (esta Sala
"Savino, Eduardo José v. PEN s/Empleo Público", 14/2/97) a fin de evitar el dicado de
sentencias contradictorias— sólo es admisible contra la sentencia definitiva que contradiga la
doctrina establecida por alguna de las salas de la Cámara en los diez años anteriores a la
fecha del fallo recurrido y siempre que el precedente se hubiera invocado con anterioridad al
pronunciamiento —carga que no ha sido cumplida— enfatizando el art. 289 del citado código
adjetivo que "...este recurso no será admisible cuando pudiere seguirse otro juicio por el
mismo objeto", tal el caso de autos. C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 1ª, 19/04/10, "Hugo
Rodríguez y Cía. SA (TF 20.556-I) v. DGI".
— Por los fundamentos y conclusiones que se desprenden del fallo de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación en la causa "Arrabal de Canals, Olga y otros", del 4 de julio de 2006,
y la doctrina plenaria de esta Cámara fijada en los autos Pinto Kramer y otros" y Fernández
de Fernández", del 7 de septiembre y 12 de septiembre de 2006, respectivamente —que
resultan de aplicación obligatoria (art. 303CPCCN)— corresponde hacer lugar a la demanda
por cuanto las sumas reconocidas a los jueces y funcionarios por el decreto 1770/91 y por
el decreto 2024/91 revisten naturaleza remuneratoria a los fines de la aplicación de la escala
salarial establecida por la ley 22.969 para magistrados, funcionarios y empleados del Poder
Judicial (fijada en porcentajes sobre el total de las asignaciones atribuidas a los jueces de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, excluidos los adicionales de carácter particular), sin
perjuicio de que en la etapa de ejecución de sentencia se corrobore la situación de revista de
cada uno de los actores y el eventual alcance de derecho reconocido de acuerdo con lo
precisado en el considerando 9º del fallo de la Corte Suprema citado. C. Nac. Cont. Adm.
Fed., sala 2ª, 27/08/09, "Pedraza, Patricia Nora y otros v. EN - Mº de Justicia - Dto.
1.770/91 s/empleo público".