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La Edad Media es fundamental para pensar la literatura en tanto que en ese periodo se forman las lenguas, que luego
serán las lenguas modernas tal como hoy las conocemos, en nuestro caso la lengua francesa. Durante la Edad Media esta
lengua vulgar ocupaba todo el territorio de lo que hoy es Francia, pero se manifestaba en tres dialectos distintos.
El hundimiento del Imperio romano provoca la ruina de las ciudades y de la cultura: solo la Iglesia mantiene la cultura,
pero en plena decadencia. A partir del siglo XI se produce un cambio: las ciudades renacen, la población crece, el
comercio es pujante, la economía se revitaliza y nace un espíritu de reconquista de los niveles sociales y culturales
antiguos. Se crean grandes ejes comerciales entre los Países Bajos, Inglaterra, Alemania y la cuenca mediterránea y
surgen grandes ferias en Champagne, Troyes y Provins, que serán también el futuro grandes centros literarios. Toledo es
la capital intelectual. Las peregrinaciones, el comercio y los negocios sobre metales preciosos abren distintas regiones a
nuevos influjos. El siglo XII verá el nacimiento de una burguesía relativamente influyente y próspera.
La sociedad de la Edad Media es una institución divina: cada una de las clases ocupa una jerarquía impuesta por
Dios, que ha de permanecer inmutable.
Hacia el siglo XI se distinguen tres clases o estados: los clérigos, los caballeros y los trabajadores.
Las dos primeras son las que tienen el poder y entre ellas se produce una lucha durante la Edad Media, en la que los
guerreros están en cierto modo al servicio de los religiosos. La cristianización del ideal caballeresco es una manifestación
del poder sacerdotal.
En el siglo XII aparece la Burguesía, sus valores son distintos a las otras clases y va a surgir una confrontación entre
burgueses y caballeros. Adquiere poder económico, va ingresando a la vida política y obteniendo poder en este campo.
Diferencias: el caballero lleva una vida contemplativa, la clase burguesa lleva una vida activa con el afán de enriquecerse.
Los tres estados Los trabajadores quedan afuera y accede la Burguesía, que no está dispuesta a ajustarse a las reglas
del clero.
Familia como institución Lugar primordial caballeresco, el linaje impone deberes y la moral compromiso de
fidelidad tanto en el campo de batalla como en el cuidado del honor. Personaje de Roldán: Fidelidad a su tío Carlomagno
en el campo de batalla. Personaje Ganelón, si bien también es tío de Roldán, es el traidor y es el que deshonra a la familia
el honor y el castigo se repercute en todo el linaje.
Los lazos más cuidados son los de los sobrinos, los de los hermanos y padres e hijos. Las mujeres y niños tienen un
lugar despreciado, los personajes adolescentes pueden volverse parte de la historia.
Iglesia A partir del siglo VIII Occidente se construye como sociedad cristiana. La palabra divina se vuelve ley del
Estado a través del Rey. La iglesia otorga a los reyes un “poder divino” da legitimidad a las cortes. La libertad de fe es
una ley no respetada. Lo cual legitima que se obligue a toda persona que no sea cristiana se convierta. De lo contrario son
degollados.
La figura de los ángeles lugar importante en la vida cristiana seres celestiales, su tarea principal la protección de
los hombres, sobre todo de los reyes. Gabriel y Miguel (aparecen en el Cantar de Roldán), intervienen para anunciar
hechos que van a suceder más adelante o están sucediendo.
La difusión oral
Se trata, en la primera parte del periodo, de una literatura de difusión oral, destinada a la recitación pública por un
juglar ante un auditorio popular, reunido con ocasión de las ferias, mercados o grandes celebraciones religiosas, o bien
ante oyentes algo más selectos, en una corte señorial.
Los juglares forman una comunidad compleja. Su subsistencia dependía de la generosidad popular, con las escasas
excepciones de quienes estaban al servicio de un señor, se encargaban de su distracción, e incluso le acompañaban en el
combate. Testimonios literarios paralelos afirman que antes de entrar en combate, los guerreros fueron enardecidos por un
juglar que cantaba las proezas de Roldán. Los menos favorecidos llevaban una vida errante y recababan de su público un
óbolo por su actuación. Los cantares de gesta contienen fórmulas en las que el juglar anticipa a su auditorio que quien
quiera oír lo que va a contar ha de pagarle.
Por otra parte, la inexistencia en la Edad Media del derecho de propiedad intelectual autoriza a los juglares a reducir,
ampliar y modificar el texto primitivo, y las variantes de un manuscrito a otro son numerosas y trascendentes. El
anonimato de la mayor parte de los autores permite a los recitadores, copistas y reformadores alteren los textos con total
impunidad, tanto más cuando la noción de plagio no existía entonces. Ya en el siglo XII aparecen autores como Chrétien,
que manifiesta por primera vez una voluntad de supervivencia de su obra, acercándose a la noción moderna de propiedad.
El cantar de gesta
En formula genérica podría definirse brevemente el cantar de gesta como poema narrativo cantado, construido en
versos decasílabos de cesura 4/6 en laisses o unidades estróficas de longitud variable y asonancia única siendo, por tanto,
el cambio de ésta el signo más perceptible del paso de una estrofa a otra. Los ejemplares suelen tener entre dos y cuatro
mil versos.
La temática es de predominante bélica y se manifiesta casi siempre en el enfrentamiento de cristianos y sarracenos;
ocasionalmente, en la lucha del vasallo contra su señor y en otro tipo de conflictos de carácter más o menos general o
familiar. En diferentes grados de intensidad y desarrollo, según los cantares, se defiende la fe cristiana, la integridad
territorial (reino, feudo) y la legitimidad monárquica, sólo discutida en el caso de cantares de vasallos rebeldes.
El héroe es el caballero, dotado física y anímicamente para el ejército de la guerra (fuerza y destreza, capacidad de
decisión, resistencia al cansancio y a las privaciones, disposición al sacrificio hasta la muerte), ligado tanto al señor por el
fuerte lazo de fidelidad jurada como a su propio linaje por la sangre, comprometido en la rigurosa ética del honor y
animado por la generosidad al servicio de valores colectivos (religiosos, nacionales) o de linaje. Los más antiguos cantares
afirman un mundo primordialmente masculino, en que la mujer, si no del todo ausente, no encuentra fácil acomodo o es
objeto de denigración, a menos que comparta el mismo ideal heroico. El recto empleo del entusiasmo y de la fuerza lleva
a la proeza, virtud emblemática del guerrero de la gesta, pero el orgulloso exceso puede convertirlos en cólera ciega,
desmesura, crueldad, que son, como lo era en el poema homérico, la principal tentación del héroe épico.
Historia y ficción
El origen y formación del cantar de gesta ha sido durante años objeto de innumerables investigaciones que han
desembocado en otras tantas teorías más o menos probables, ninguna plenamente satisfactoria, todas con algo de verdad o
verosimilitud. Es posible que el cantar sea en el fondo la expansión o desarrollo del breve núcleo de una antigua cantilena;
que tal otro se alimente de crónicas más o menos respetuosas de los hechos o se inspire en leyendas localizables aquí y
allá; que en este poema se advierten temas o procedimientos de la literatura épica romana o medialatina, incluso bíblica, o
de la tradición oral germánica.
Si dejamos de lado determinados episodios de carácter excesivamente maravilloso es innegable que el cantar de gesta
produce una marcada impresión de autenticidad histórica, la cual procede, en buena medida, de la propia forma narrativa
que por naturaleza tiende a ordenarse cronológicamente y a respetar el principio de causalidad. Estos hechos son:
asambleas del señor con sus vasallos, enfrentamiento público de las diversas opciones, desafíos, movimientos de tropas,
rutas seguidas, transmisión de mensajes, combates colectivos o singulares más o menos detallados, descripciones de
armas y caballos, agonía, etc. La impresión de veracidad queda realzada también por la presencia en los cantares de un
buen número de personajes y lugares con sus nombres propios y de acontecimientos que, aunque muy transformados a
menudo, tienen un trasfondo históricamente comparable.
La relación de los cantares con la historia del pasado es de otro orden. Un acontecimiento o personaje histórico o
subsisten intactos por largo tiempo en la memoria colectiva, porque ésta retiene con dificultad los contornos de las figuras
individuales, a las que tiende a clasificar por tipos y categorías; es decir, es una memoria ahistórica que afabula,
convirtiendo suceso y personaje en objeto de leyenda o mito. Carlomagno existió, libró una batalla en Roncesvalles, hizo
campañas en Italia, Alemania y otros lugares, pero los autores de los cantares no hacen historia de esos hechos y personas,
sino literatura, esto es, ficción, obra de imaginación, a partir de mínimos elementos históricos. A esta deformación
inconsciente de la realidad histórica hay que sumar ciertas manipulaciones intencionadas dictadas por la ideología política
(monárquica, feudal), o por el pensamiento eclesiástico, sin olvidar la transformación que la materia sufre en todo
tratamiento poético. El cantar de gesta tiene a menudo menos que ver con la historia de los hechos que pretende
rememorar que con la historia del momento en que el cantar se compone.
Oralidad
El cantar de gesta no es un producto de la escritura destinado a ser leído en privado o en público, sino que nace en el
mismo instante y cada vez que brota de la garganta del intérprete o juglar ante el público que escucha.
La palabra hablada posee un calor vital y un poder de seducción muy superiores a los de la escritura y es garantía de
veracidad. Sirviendo de soporte, la presencia corporal del juglar, cuyas miradas y gestos subrayan, completan o matizan el
mensaje de la voz y la palabra, y hasta lo sustituyen. De modo que el cantar de gesta, en el momento de emitirse, es
recitación y representación, palabra y mimo y, por tanto, arte dramático. También consta del elemento musical, que
envolvía, con apoyo de vihuela, la escansión de los versos, y del cual nada se sabe salvo que su línea melódica debía de
ser muy sencilla. La magia de la voz, mientras fluye el recitado de las hazañas, crea un presente atemporal en que por el
recuerdo de la tradición común se establece una comunión mística del público con sus heroicos antepasados –la epopeya
autobiográfica colectiva–, siendo el juglar no solo oficiante e intermediario, sino partícipe de la unión.
Aparte de estos, el cantar de gesta posee otros rasgos también relacionados con la oralidad y en radical contraste con la
escritura: uno es, como en otras formas de arte oral o de espectáculo, que el autor queda eclipsado, en la percepción del
auditorio, por el intérprete, con independencia de que ambos cometidos coincidan en la misma persona. Otro es el carácter
irrepetible, irreversible de la audición y la imposibilidad de enmendar un error: habrá audiciones posteriores, pero no
serán la misma. Lo normal es que ambiente y auditorio sean distintos. Acomodándose a cada circunstancia, el juglar hará
o no llamadas al público para retener su atención, acortará ciertos episodios o se detendrá en tal detalle, interpolará y
combinará a voluntad. El cantar de gesta es, en esencia, móvil e inestable, sus contornos difusos y cambiantes en cada
emisión, lo que exige, del juglar que se aprecie de su arte, soltura, elocuencia y capacidad de improvisación. Autor e
intérprete disponen, dentro de la fidelidad a la tradición, de amplio margen de maniobra para innovar. A esta incesante
cadena de retoques y variaciones un poeta de genio añade un día el eslabón perfecto.
Algunos de los reproches a muchos cantares (relajada estructura, falta de cohesión interna y de unidad temática)
derivan también de la oralidad y de la improvisación. Pero los diversos episodios de un poema declamarían en sesiones
distintas y el cantar no podría ser fácilmente apreciado en su totalidad, por lo que en la audición pasarían inadvertidas esas
rupturas de sentido y faltas de coherencia.
Buena parte de los procedimientos técnicos de la gesta se explicarían por la composición y difusión propias del género.
Unas veces el juglar vuelve brevemente sobre pasajes ya tratados bien sea para informar a los distraídos o recién llegados
a la audición, bien para retomar el hilo al comienzo de una nueva sesión; otras, anuncia y promete lo que está por venir
para estimular el interés del público y animarlo a permanecer o volver a la sesión siguiente. Ciertos procedimientos
cumplen más una función mnemotécnica, como el encadenamiento, cuya forma más corriente consiste en repetir el
último o últimos versos de una estrofa al principio de la siguiente introduciendo una ligera variación que cree una nueva
asonancia.
Más complejas son las llamadas laisses o tiradas paralelas y similares, caso extremo de paralelismo que afecta a dos o
más estrofas o grupos de ellas y consiste en aplicar el principio de que en momentos o episodios semejantes se narran en
moldes y expresiones semejantes, con el consiguiente ahorro de esfuerzo memorístico para el juglar. El uso de este
procedimiento tiene doble efecto de interrumpir o retardar el fluir del relato, pues lo repite total o parcialmente, y de
privilegiar canto y lirismo, que se fundan precisamente en la reiteración.
Ligados también a la oralidad del género épico, motivos y fórmulas son pequeños elementos muy manejables que
auxilian al juglar en la composición. Los primeros son unidades narrativas mínimas mediante las que se construyen los
diversos temas que forman el cantar. Cada tema suele tener un repertorio muy fijo de motivos tales como los combates
singulares, a lanza, a espada, o colectivos, combate general, arengas de los jefes a sus hombres, desafíos verbales al
enemigo, huidas, persecuciones, etc. Las fórmulas son las unidades mínimas de expresión (de cuatro o seis sílabas) en que
se tejen y desarrollan los motivos, y tienen por fuerza un carácter más fijo y estereotipado aún que estos.
Finalmente, la laisse es una forma perfectamente adecuada a estas condiciones de composición: frente a estrofas de
estricto número de versos y que combinan rimas y medidas complejas y variadas, la tirada épica destaca por su
simplicidad (número libre de versos, asonancia y ritmos únicos).
Renacimiento Va a expresar una voluntad de recuperar la antigüedad clásica, como modelos a seguir.
Humanismo Busca el enaltecimiento de la dignidad humana.
¿Que propició esto?
1. Carlos VIII, rey de Francia, a fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI, mediante sus sucesores, Luis XII y
Francisco I, cruzan los Alpes para hacer valer sus derechos sobre Nápoles y Milán, para conquistar. En el transcurso de
esas campañas los franceses quedan deslumbrados porque el renacimiento en Italia había llegado ya hacia un siglo y
eso es lo que hace que el Renacimiento llegue a Francia. Lo que ven los franceses en Italia es, el renacer de la
civilización pagana grecorromana, y ahí redescubren la antigüedad latina y griega.
2. El surgimiento de un espíritu nuevo, sobre todo de las figuras ilustradas, que buscaban nuevos métodos de adquisición
del conocimiento en rechazo a las formas que promulgaba y aplicaba la Sorbona (la Sorbona había sido creada en el
1200 y seguía aplicando las mismas formas de aprendizaje), y lo que hacen estos pensadores es rechazar esas formas
agotadas y buscar otras formas de adquisición del conocimiento.
3. La Reforma Protestantes impulsada por Erasmo de Róterdam (1467-1536) Su principal objetivo radicaba en
acercarse al conocimiento de otra forma.
Renacimiento Se refiere en primera instancia al despertar de un pasado antiguo y emblemático, pero también expresa la
afirmación de la grandeza del hombre, quien fue el hacedor de descubrimientos científicos y geográficos.
Humanismo Es la doctrina que tiene como principal objeto el desarrollo de las cualidades del hombre. El hombre ocupa
el centro del universo. La palabra umanista (sin hache), que nace en Italia, y en el siglo XVI cuando se hablaba de
umanista se hacía referencia al profesor de gramática y de retórica vinculados a la acción de enseñar, a la transmisión
del saber. Esto tenía que ver con las lenguas antiguas, con conocer las lenguas antiguas y estaban relacionadas con la
corrient6e filosófica que tomo el nombre de humanismo.
La palabra humanismo (ya con hache), toma como base el concepto de hombre, y expresa la voluntad de alcanzar un
modelo de perfección humana en todos los ámbitos, moral, político, artístico, etc. Ese proceso para alcanzar esa
perfección se va a lograr a través del uso de la razón. A partir de la cual se va a reflexionar sobre la sabiduría antigua, y
sobre el redescubrimiento del conjunto de la literatura grecolatina.
¿Cómo se propicia el desarrollo de esta doctrina? Por un lado, tenemos que tener en cuenta que en el Renacimiento se
propicia la resurrección de los textos antiguos, lo que favorece en Francia es la industria de la imprenta que nace en 1448.
Hacia el año 1500 cuarenta ciudades de Francia ya tenían librería. La librería implicaba no solo la venta de libros sino la
impresión y la edición del libro. De esta manera el desarrollo de la imprenta permite una reflexión filológica inicialmente
sobre el funcionamiento del latín, del griego y del hebreo. Durante este período se publican numerosos diccionarios y
gramáticas, se traducen, se comentan y se adaptan textos antiguos literarios, jurídicos y científicos.
Otra de las acciones que propició el desarrollo del humanismo, fue la reflexión pedagógica pensemos que si
queremos que el hombre alcance esa perfección tiene que haber alguien que le proporcione ese conocimiento. Adquirir el
saber para progresar era la mayor preocupación de los humanistas, ese progreso ellos lo entendían en relación a hacer
pasar al hombre de una infancia cultural hacia una maduración cultural.
Otro de los principios que está totalmente ligado a la doctrina humanista es que buscaban generar un equilibrio
disciplinar entre la dimensión física, la moral, la social y la intelectual.
Hay que tener en cuenta que el humanismo es considerado como una teología optimista y critica. Es optimista en
cuanto a que los humanistas creían en el hecho de que el hombre podía progresar a través de la adquisición del
conocimiento y del equilibrio de las distintas disciplinas que atañen al hombre. Sin embargo, los humanistas generan
cierto rechazo en la iglesia católica porque criticaban el hecho de que los humanistas se acercaban a los textos sagrados,
no con un fin religioso, sino con otro propósito que tenía que ver con esta idea de progreso y de perfección.
Humanismo Palabra clave que encierra el sentido profundo de la revelación intelectual del Renacimiento.
Difícil de precisar por su implicación histórica y cultural con los términos Renacimiento y Reforma, Humanismo
supone avidez de conocimiento universal, confianza ilimitada de la inteligencia del hombre y afán apasionado por
redescubrir los valores humanos que se hallan fundamentalmente en la civilización clásica. De ahí la enorme
importancia de los textos antiguos que toda una generación de eruditos y sabios, los humanistas, trata febrilmente
de recuperar. Vasta empresa que depende, en definitiva, del conocimiento filológico y de la exégesis rigurosa de
los manuscritos. Sobre su transmisión, sin fronteras, se vertebra la civilización del Renacimiento europeo: ninguna
otra época ha cifrado con tanta fe sus certezas e ilusiones en el análisis documental. El Humanismo ha incidido en
las ciencias y en las artes en la medida en que ha procurado recobrar e interpretar fielmente las creaciones
históricas, literarias, científicas, jurídicas y filosóficas, de la Antigüedad grecolatina.
A medida que el Humanismo se convierte en una filosofía centrada en la libertad, en la primacía de la razón, en la
moral natural de los grandes pensadores paganos, surge un problema de poder social y de rivalidad con la iglesia. Censora
del saber y de la enseñanza, a la autoridad eclesiástica no acepta la laicización del conocimiento, recurriendo incluso a la
condena y la persecución. La Facultad de Teología de París -la Sorbona-, famosa por su pasado esplendoroso, e influyente
ante el poder político y judicial, es un bastión reaccionario desde donde se controla la actividad intelectual. Los
humanistas acusan a la Universidad de rutinaria en sus métodos y doctrinas, de cultivar un latín bastardo en comentarios y
discusiones dialécticas sin interés, y de impedir la lectura directa de los textos.
Humanismo y pensamiento. La Edad Media había conocido la filosofía clásica, pero de manera fragmentaria y con
frecuencia desfigurada por lecturas sesgadas y versiones deficientes. Uno de los grandes logros del Humanismo es el
contacto inmediato con el pensamiento de Aristóteles, si la mediación espiritualista medieval, y con el de Platón.
El aristotelismo se revela, una vez despojado del lastre de toda una tradición de intérpretes, como una doctrina opuesta
las verdades esenciales de la religión cristiana, y como tal contestada oficialmente. El pretendido acuerdo entre fe y
materialismo filosófico sólo se explica por el principio de la "doble verdad", garantía del libre pensamiento.
El pensamiento del Renacimiento se inspira, sobre todo, en la filosofía de Platón, por razones obvias: la interpretación
mística de su concepción de la belleza y del amor, la incidencia de su teoría del furor divino o entusiasmo en el principio
de la inspiración poética, la lectura pragmática de su sistema político, el optimismo universal que se desprende de su
concepción antropocéntrica e idealista del universo y de la trascendencia del conocimiento. La reflexión filosófica se
justifica por sus implicaciones morales y cívicas. De ahí la atracción por los sistemas de pensamiento antiguo que inciden
más directamente en el comportamiento del hombre: estoicismo y epicureísmo, dos actitudes existenciales particularmente
vigorosas al finalizar el siglo.
La Reforma
La religión impregna la existencia del individuo, y como fenómeno colectivo desborda los límites del dogma para
incidir en el sistema social y político: la nación forma una comunidad de creencias y de ritos de cuya observancia de
realeza debe ser garante y modelo. Contravenir la norma es un atentado a la integridad poderes del Estado sancionan
como alta traición.
La sociedad del renacimiento está animada por una piedad ferviente y por un afán sincero de renovación ante la
situación crítica de la dejación moral y doctrinal de la iglesia. La exigencia del pueblo creyente toma cuerpo en el
movimiento evangélico. Humanistas como Erasmo o Rabelais proponen las lecturas de las Sagradas Escrituras, la
reducción del dogma, la revalorización de la caridad y la interiorización del sentimiento religioso. Este impulso renovador
se ve rápidamente desbordado por la Reforma protestante, y se impregna de una voluntad de revolución radical.
En 1517, Martín Lutero hace públicas sus tesis teológicas en contra de los principios oficiales de la iglesia. Declarando
en rebeldía y excomulgado, Lutero será el catalizador de la ruptura definitiva. Las ideas reformistas se propagan con gran
celeridad.
Si en un principio la actitud de la monarquía católica es de apoyo y tolerancia, la amplitud del movimiento protestante
y el cariz político de algunas de sus manifestaciones hacen de la Reforma un enemigo del orden constituido. La
conversión de una parte de la nobleza agrava la situación, pues la confrontación dialéctica pronto degenera el
enfrentamiento político y militar. Las Guerras de Religión que devastan el país durante la segunda mitad del siglo
quiebran el idealismo humanista. La fe radical en la bondad del hombre y en su capacidad de perfeccionamiento se apagan
el furor fratricida; el entusiasmo desbordante e incontrolado de Rabelais da paso al equilibrio escéptico de Montaigne,
para quien la verdadera grandeza consiste en saber resistir a las pasiones colectivas.
Humanismo y Renacimiento suponen la creación y asentamiento de los principios de una nueva estética de la escritura.
El espíritu artístico se mueve al ritmo de la amplificación del espacio, de la renovación del pensamiento y la sociedad. La
tentativa humanista de abarcar el universo en su inmensidad desemboca en una transformación sustancial del lenguaje y la
literatura. Todo el afán de los hombres del siglo XVI se identifica con la voluntad de búsqueda de un discurso universal
capaz de formular la belleza y la verdad. En la interpretación rítmica, musical y pictorica de la naturaleza, y en el ejemplo
de la literatura grecolatina debe el creador descubrir los modelos de su lenguaje. En el acto de la invención, el poeta es
investido de la gracia de los dioses que libera su alma sublime, mediadora entre lo sensible y lo inteligible.
Más original que en el dominio de las artes, la cultura francesa se desarrolla espectacularmente en todas las formas y
manifestaciones de la palabra impresa: retórica, poesía, creación de ficción, jurisprudencia, historiografía, polémica
religiosa y política. La literatura del renacimiento se asemeja, por la variedad y opulencia de sus voces, a una composición
polifónica cuyo elemento integrador es el valor mimético del lenguaje. Esta confianza profunda en el signo la lengua de
misterio creador solo analizable en términos de inspiración, interpretación analógica del mundo: el lenguaje autentifica las
cosas y configura el universo. Literatura simbólica y a veces críptica, pero también científica y enciclopédica, que procura
el placer de la lectura y la formación del lector: la belleza literaria se transforma en sabiduría.
El interés por la nueva literatura corre paralelo a la preocupación por la lengua francesa, que siente intensamente su
origen latino y que es objeto de una de las reflexiones lingüísticas más importantes de su historia.
• Los albores del Renacimiento
Los avatares de la poesía, en esta primera etapa, son una muestra de la conformación progresiva del discurso literario,
sin brusquedades ni rupturas violentas. Los artífices del impulso inicial tienen la convicción de representar un ideal
artístico y social común: defender la lengua francesa, codificar el discurso literario, transmitir el saber y ser mentores de la
humanidad. Al final de su aventura, el lenguaje poético posee todo el espesor para acoger en su crisol las inspiraciones
más diversas.
Retórica y poética
En la Retórica, entendida como elocuencia, cifran los humanistas la restauración de la mítica Edad de Oro y de las
bellas letras. Se establece una relación íntima entre la Retórica y su descripción formal y funcional, y la Poética, entendida
como el arte de rimar, de versificar la prosa. La reflexión teórica está fuertemente influida por Aristóteles, Cicerón y
Quintiliano. Su problemática esencial es la confrontación de la prosodia francesa, de la rima y extensión silábica del verso
con los valores métricos y la prosodia de las lenguas clásicas. Su finalidad programática, dotar lengua vernácula de los
medios retóricos, lingüísticos y temáticos.