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Joven nación campesina, ave malherida, soñando creíste tocar los límites del cielo, cultivar
en tus campos la semilla amorosa de la vida. Hoy tus hijos luchan, codo a codo, por
recuperar la gloria que te han robado, el oro y los ríos de tu alma soñadora; hoy te sufren
unidos bajo una sola llama, ondean tu bandera para secar tus lágrimas. Hoy tus paisajes
lloran, la cólera de tu tierra morena arrecia, y las personas honradas que te aman, sin
importar clase social, marchan clamorosas hacia el horizonte, entonando himnos y arengas
Por años, cuadrillas del mal han sembrado el temor y el pánico en tus tierras sagradas, pero
hoy, mientras hay aliento, los indignados, tus "águilas caudales", tus hijos, tus nietos
concentradas alrededor de la Bomba del Amparo, con sus pancartas llenas de ingenio y
originalidad. Algunos de ellos bailan como si nadie los estuviera viendo, otros van con la
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bandera de Colombia boca abajo (como símbolo de indignación y resistencia) sobre sus
espaldas amuralladas. Caminan por la avenida con una cadencia hermosa bajo el sol
ardiente del mediodía. -“Hace qué cule sol”, “qué hijueputa calor”, “qué hijueputa calor,
irradiando una energía incansable, pregonando un hálito de vida tan alegre, añorando el
ideal inalcanzable.
Su papel, a nivel de masas, ha sido importante en los movimientos históricos, porque con
través del arte como herramienta de trabajo. Por ejemplo, la revolución francesa no la
podemos concebir sin la Marsellesa, lo mismo ocurre con nuestra independencia, que se
hizo a punta de música y arengas. En revoluciones más recientes como la Guerra Civil
Española, los españoles cantaban enardecidos: Cara al sol /con la camisa nueva/ que tú
bordaste en rojo ayer. Quizás por esta razón, sin sospecharlo, algunos manifestantes llevan
sus instrumentos y tocan ritmos divinos que hacen de la movilización una danza que recorre
entonces comienza a retumbar una música ancestral por toda la calle, por todas partes, la
melodía transitaba a través del viento rumoroso que viene del mar, la energía de sus sones
provenía del sol. Parecía un ritual: sonaban las gaitas y los tambores, parecía que el destino
histórico del país estuviera siendo tejido por aquella melodía mística, por esa maravillosa
música atemporal.
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La mayoría de la protesta avanza pacífica por estos espacios donde la fronda sensual del
trópico invita al juego sensual de las palabras y las ideas. No obstante, una cuadrilla de
tombos, salvajes con autorización para delinquir, miraba la movilización con enojo y
despotismo. Esperaban la orden de los superiores para atacar con sus cañones de muerte. Y
con sus cañones apagar el fuego azul de la palabra sensible y sonora. Se quedaron con las
ganas. Aunque aquí la cosa marche sin mayores inconvenientes, en otras partes del
diecisiete años en un CAI, en Pereira asesinaron con sevicia a Lucas, un pelao´ alegre y
carismático, un ser bello que solo quería la construcción de un país íntegro a partir del
esperanza de que sus hijos regresen a casa (como rogando que esas desapariciones fueran
producto de un mal sueño y no de una realidad nefasta); hoy, muchas de esas mujeres
forman parte de la primera línea de resistencia, mujeres aguerridas que luchan por justicia,
por el bienestar y los derechos constitucionales de sus hijos vulnerados. Otras lo hacen
desde casa, desde sus trabajos, desde sus corazones, como pueden.
Al caer la noche, en algunas ciudades del país, el infierno se abre y enseña su temible
rostro: las calles y avenidas se vuelven un campo de batalla, árido, agreste, inclemente; los
trincheras contra las bombas aturdidoras y los gases lacrimógenos, contra las balas y los
chorros de agua lanzados a presión por macabras tanquetas que reciben las ordenes de un
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Estado narco-paramilitar. Es una guerra campal. Ni los grandes poetas épicos de la antigua
Grecia que narraron la guerra y la hazaña de los grandes guerreros, han sido testigos de una
lucha tan desigual y canalla. Aun así, sin importar lo desigual de la lucha, la población ha
democracia. En una de las pancartas que vi, y que resume lo que no he podido decir aquí,
decía lo siguiente: “el Estado está armado con fusiles, el pueblo está armado de valor”.
El gobierno del mal, patrocinado por el centro demoníaco, envés de proponer una mesa de
concertación nacional con los colombianos de a pie para buscar soluciones a los problemas
la población en contra de la población, hacerle creer a los más ingenuos que los estudiantes,
jóvenes, indígenas y todo el que apoye el paro y piense diferente son el mal que hoy turba
Hoy lloran tus paisajes bañados por las olas del mar Caribe, el verde de la tierra sangra, los
ríos y mares han enmudecido su canto primigenio, ya los pájaros no entonan baladas de
amor, sino el blues, la tristeza de los árboles solitarios. El Altiplano y el Trópico sufren a
sus caídos. Así premias, ¡oh Democracia!, a los mejores de tus hijos, con óleo de sangre los
unges, los vistes de escarnio y los paseas ceñidos con los cascabeles de los locos. A quien
solo tuvo para ti la palabra de miel, tú le contestas con la voz del agravio; a quien se
desveló sirviéndote, tú le galardonas con el frío medroso de los sepulcros. ¡Oh Democracia!
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Cuando llegué a la casa, eso fue en las horas de la noche (mientras militarizaban y atacaban
preocupación colectiva es algo notable ante tantas adversidades, como si se tratase de una
prueba del destino, de reconocer lo que sé es real. Por ello, resulta comprensible que la
gente quiera movilizarse por algo que consideran justo y necesario. En lo personal, no
mantendrán vivas como las ideas. Por otro lado, en Colombia hemos imitado todo, hemos
vivido adoptando esquemas foráneos, viviendo una especie de mimetismo cultural que
distorsiona toda nuestra identidad colectiva como pueblo aborigen. Como consecuencia de
ello, no existe una relación armónica entre educación y universidad, entre gobierno y
“Claro que es triste y doloroso”, pensé sin contestarle nada, sin saber qué responder, y
acción, que levantemos la mirada y continuemos con la lucha, porque la lucha continua.
Ayer hundimos la infame reforma a la salud, mañana recuperamos la gloria que te han