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Actividad: Informarse en diccionario o enciclopedias sobre Sigmund Freud.

Su aporte al
estudio de la personalidad.

Sigmud Freud (1836-1939)


Médico y neurólogo, fundador del psicoanálisis, autor
del Tótem y Tabú (1913), Más allá del principio del
placer (1920), Psicología de males (1920), El yo y el
ello (1923), El malestar en la cultura (1930), El
porvenir de una ilusión (1927), Introducción al
psicoanálisis (1933), y Moisés y el monoteísmo(1939)
entre otras.

Las fuerzas impulsoras de la personalidad.

Los instintos son elementos básicos de la personalidad, que constituyen a una fuerza de
impulso. Los instintos son una forma de energía que conecta las necesidades del cuerpo
con los deseos de la mente.

Los estímulos (hambre o sed) para los instintos son internos. Cuando se activa en el
cuerpo la necesidad de hambre genera una condición de energía. La mente transforma esta
energía corporal en un deseo, la representación mental de la necesidad hace que la persona
se comporte de tal manera que satisfaga su necesidad.

Hay dos tipos de instintos; los de la vida y los de la muerte. Los instintos de la vida se
visualizan en el crecimiento y desarrollo de una persona, en satisfacer sus necesidades
como la comida, agua, aire y sexo. Para Freud la forma de energía psíquica manifestada por
los instintos de la vida son los que llevan a una persona a conductas y pensamientos
placenteros.

Freud considera que el sexo es nuestra principal motivación, dice que las personas somos
seres que buscamos constantemente el placer y una buena parte de la teoría se basa en
suprimir nuestros impulsivos deseos sexuales.
Los instintos de la muerte nos lleva a la decadencia, la destrucción, un componente
principal de este instinto es la pulsión agresiva, deseo de morir que se dirige contra objetos
diferentes al” yo”, la pulsión agresiva nos impulsa a destruir, conquistar y matar.

Los niveles de personalidad.

Freud divide la personalidad en tres niveles; consciente, preconsciente e inconsciente. El


consciente es una parte ilimitada de nuestra personalidad sólo tenemos consciencia de una
parte de nuestros pensamientos, sensaciones y recuerdos. El inconsciente tiene una mayor
fuerza impulsora detrás de todas las conductas y es el refugio de fuerzas que no podemos
ver o controlar, entre estos dos niveles se encuentra el preconsciente donde se almacenan
las memorias y pensamientos de los que no tenemos conciencia en el momento pero que
podemos traer con facilidad a la conciencia.

El Ello, el Yo y El Superyó:

El sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales
llamadas pulsiones, Freud también los llamo deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es
lo que se ha dado a conocer como proceso primario.

El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede


entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades, el Ello no es
más que la representación psíquica de lo biológico.

Usted se habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una necesidad, como la de comer
por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más atención, hasta que llega un momento
en que no se puede pensar en otra cosa.

Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos referimos antes, el
consciente, que está agarrado a la realidad a través de los sentidos. Consciencia algo de lo
que era se va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la
realidad a través de su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello
ha creado para representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de
soluciones es llamada proceso secundario.

El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de la realidad, el cual
estipula que se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible´´. Representa
la realidad y hasta cierto punto, la razón.

No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello, se encuentra con
obstáculos en le mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a
conseguir las metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y
obstáculos, especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos
más importantes del mundo de un niño: la mamá y el papá. Este registro de cosas a evitar y
estrategias para conseguir es lo que se convertirá en Superyó. Esta instancia no se completa
hasta los siete años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.

Hay dos aspectos del Superyó: uno es la consciencia, constituida por la internalización de
los castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las
recompensas y modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo
comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la
culpa.

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