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Aunque actualmente las principales tesis de la teoría darwiniana sobre la evolución poco a

poco han sido redefinidas a medida que la ciencia y los descubrimientos en materia de
biología han progresado, hasta el momento el evolucionismo como tal sigue imperando en
la mayoría de los postulados que tratan de explicar aquel recorrido paulatino del primer
antepasado de lo que actualmente se conoce como ser humano hasta su forma aun
cambiante de la que formamos parte. Esto no quiere decir que los postulados sobre la
selección natural o mejor dicho sobre la presión selectiva hayan resultado ser falsos, sino
que a partir de las nuevas investigaciones, todas estas teorías consideradas desde sus
axiomas han sido refutadas, en algunos casos desechadas, mientras que en otros tantos los
planteamientos han sido comprobados desde el horizonte de lo experimental, sin embargo,
a pesar de que hoy en día se cuenta con elementos tecnológicos que detallan esos procesos
evolutivos, aún siguen existiendo algunas inconsistencias a nivel teórico, como por
ejemplo la explicación sobre cómo operan los factores que intervienen en la evolución de
una especie o qué sucede con el déficit en el registro fósil dentro de una línea evolutiva, en
ese sentido queda claro que aún falta mucho por descubrir, pero que precisamente son esas
interrogantes lo que da sentido a la búsqueda de aquellas respuestas.

Desde esta perspectiva no resulta tan extraño creer que todo ese conjunto de condiciones
geo-físicas que atravesaron la evolución del ser humano dieron como resultado su compleja
estructura cerebral de hoy en día, i.e., aquella lucha por la adaptación al entorno natural al
que fueron arrojados como especie contribuyó de manera importante al desarrollo de tan
glorioso sistema nervioso central y es que como características principales se encuentran:
Por un lado, que el cerebro humano posee alrededor de 100,000 millones de neuronas, así
como la capacidad de tener emociones complejamente elaboradas (neoemociones ) que
diferencian al SH del resto de los integrantes del reino animal, la corteza cerebral; la cual
ocupa la mayor parte del cerebro humano y supone cerca del 85% del peso total y en ultima
instancia la estructura fisiológica que da como resultado la capacidad de análisis en el
cerebro y que permite, en consecuencia, emitir juicios de valor que van más allá de las
motivaciones particulares ,i.e., normalmente los seres humanos nacemos dotados con las
capacidades de establecer relaciones de civilidad entre nuestros semejantes, pues
Los humanos empezamos siendo —si es que se puede distinguir un punto de partida—
seres interdependientes, unidos y desiguales. Procedemos de un largo linaje de animales
jerárquicos para los que la vida en grupo no es una opción, sino una estrategia de
supervivencia...1,

Lo cual da paso al establecimiento de niveles de organización política únicos en su género.

De modo que al paso del tiempo se deja de responder puramente aquellos instintos
primitivos, instintos animales, bestiales, fuerzas que tienen como único objetivo la
preservación de la especie, su persistencia en la tierra, que defienden su estar ante cualquier
adversidad natural, pulsiones que se encuentran más allá del bien y del mal, precisamente
porque en el campo de lo natural solo se hace patente la vida, su majestuosidad, su amorfa
belleza, su belleza antisocial, amoral, belleza que se baña de sangre en cada contienda y que
con esa misma sangre hace florecer la tierra misma.

El ser humano descubre su capacidad creadora, fabrica herramientas que le simplifican sus
tareas cotidianas, fabrica ropajes que le protegen de las temibles adversidades climáticas,
crea lenguajes cada vez más sofisticados, por lo que la comunicación entre iguales se hace
más rica en contenido, cada vez más precisa, captura su realidad en pinturas, se vuelve
creativo y con todo ello surge una necesidad por regular las relaciones con sus semejantes.

Es de entender que ahora a la comunidad humana no le es suficiente aquella organización


animal, pues comienzan a surgir roles, prohibiciones, se comienzan a establecer valores,
valores que a la par llevan consigo casi de manera lógica el nacimiento de una estructura
social que aunque, áspera, primitiva y torpe en razonamiento, establece los principios de
una moralidad.

Rememorando ahora el siglo el siglo XIX, un siglo lleno de primicias, se establece el


carácter científico de los estudios sobre la naturaleza humana, siglo en el que grandes
figuras como Darwin hacen su aparición de manera transcendente con teorías que buscan
dar respuesta a las grandes interrogantes sobre el origen de la especie humana, mientras
que Gregor Mendel realiza importantes estudios sobre el funcionamiento de las leyes
hereditarias, las grandes revoluciones industriales se desarrollan en Europa y la tecnología

1
De Waal Frans, Primates y filósofos: la evolución de la moral del simio al hombre,
Espa PDF,2006, pág. 57
es ahora una herramienta fundamental dentro de la idea de progreso que permea el devenir
de la humanidad, de modo que también se hacen patentes grandes corrientes filosóficas que
pretenden responden a las condiciones políticas de la época.

Es precisamente en este siglo donde se hace patente un texto, 1887 para ser más exactos, un
texto escrito por la pluma de uno de los grandes pensadores dentro de la tradicional
filosófica occidental; la genealogía de la moral (Zur Genealogie der Moral: Eine
Streitschrift) será el nombre que le dará a su obra Friedrich Nietzsche, pensador alemán
que pondrá en tela de juicio los valores que rigen la ideología de su época y que desatara las
más devastadoras críticas a la moral cristiana.

Como su nombre lo indica, la genealogía de la moral hace uso de la historia para sospechar
de la verdad, es precisamente a partir de este recurso indagatorio, el cual atraviesa la
estaticidad temporal de los conceptos, que se muestra cómo la presencia de la actualidad
queda determinada bajo la voluntad de los valores. La genealogía pone en entredicho el
estatus veritativo de la normatividad humana, la manera en la que se configura el cambio y
emergen esas consideraciones que rigen las ideas. Sin embargo no es la genealogía la única
que va a trazar el desentrañamiento de los valores morales que tanto le interesan a
Nietzsche, es también el uso de la interpretación la que dirigirá el camino de sus
investigaciones, pero tampoco se trata de una interpretación arbitraria, el arte de la
hermenéutica radica precisamente en establecer los paradigmas pertinentes para la
evaluación de la historia y determinar aquella parte oscura que esconde la palabra, haciendo
emerger su verdadero significado.

Armado con los recursos tanto históricos como filológicos que le otorga su razón,
Nietzsche pretende en este libro dar respuesta a uno de los grandes problemas de la
moralidad humana:

¿En qué condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y
malvado?, ¿y qué valor tienen ellos mismos? ¿Han formado o estimulado hasta ahora el desarrollo
histórico? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O, por el
contrario, en ellos se manifiesta la plenitud, la fuerza, la voluntad?2

2
La genealogía de la Moral: un escrito polémico. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Alianza editorial. Madrid. 1996, pág. 20
siendo así que el primer capítulo de la genealogía de la moral tendrá como objetivo rastrear
la aparición de las concepciones de bueno y malo en comparación con bueno y malvado,
dejando al descubierto el fenómeno de la transvaloración a favor de una nueva elite; el
cristianismo, elite que caracterizara como la clase del resentimiento y la venganza.

En primer lugar se puede apreciar que la mayoría de las investigaciones, tanto sobre la
moral como del comportamiento humano en general, se encuentran, de entrada, sosegadas
bajo el espectro de la psicología evolutiva inglesa, o al menos el circulo intelectual en el
que se desarrolla el pensamiento nietzscheano de esta época, ya que es a esta sociedad a la
que va dirigido el texto. Es a partir de la publicación de un libro: El origen de los
sentimientos morales de Paul Ree que Nietzsche comenzara a clarificar aquellas
inquietudes que ya se venían gestando desde su juventud, acusando los planteamientos
ingleses de carecer de espíritu histórico y encontrarse adoctrinados bajo los esquemas de la
teoría evolutiva, teoría que reduce la complejidad humana a simples categorías que
involucran el olvido, habito, la utilidad y el error.

La búsqueda del verdadero lugar nativo del concepto bueno, menciona Nietzsche, tiene
lugar en la antigua Grecia, aquella cuna de la ascendencia occidental, pues es en esta época
en la que el concepto bueno cobra sentido gracias a la elite de los aristócratas, caracterizada
a su vez por el conjunto de los hombres nobles, aquellos que sobresalían en casi todos los
aspectos de la cultura, deportistas de alto rendimiento que ponían en alto su estirpe, fuertes
guerreros que peleaban batallas con gallardía, hombres de posición superior y elevados de
sentimientos, son precisamente ellos quienes se adjudicaron el valor de lo bueno y se
valoraron así mismos como los buenos, como algo de primer rango y son los que
posteriormente defenderán el monopolio del saber y la lengua, nombrando las cosas bajo su
voluntad. Como antítesis de esta clase poderosa se encuentran los hombres vulgares:
débiles plebeyos que viven bajo la sobra de los mejores y que eran vistos como débiles de
espíritu debido a sus características físicas y su impotencia ante los fuertes, por lo que hasta
este punto se sitúa el nacimiento de la antítesis de bueno y malo desde su gene.

Las condiciones históricas en las que emerge la antítesis de bueno y malo no solo dejan ver
su paso a través del tiempo, sino que las pruebas para esclarecer su significado originario
son dadas en las palabras mismas también. Para ejemplificar mejor este punto de vista,
Nietzsche pregunta: “¿Qué es lo que las designaciones de lo “bueno” acuñadas por las
diversas lenguas pretende significar en el aspecto etimológico? 3” Y ante esta cuestión, lo
primero en decir es que el análisis filológico del que se sirve el autor para apoyar su tesis
supone demasiadas derivaciones lingüísticas por lo que la argumentación en términos
concretos es calificada de ineficiente o carente de bases, por ejemplo: partiendo del
vocablo alemán scheleicht (malo), Nietzsche deriva schlicht (simple) y a su vez
schlechtweg (simplemente) y lo mismo para el caso de Gut y otros términos como malus y
kakos.

Actualmente se sabe que las referencias que se recogieron en la genealogía de la moral


dentro del análisis filológico de los términos y la relación que guardan con el significado
que adquirieron a través del tiempo son absolutamente cuestionables y tal vez en ese
sentido el texto por sí mismo podría carecer de importancia o validez, sin embargo se sabe
que no es así y que de hecho el texto ha superado las barreas del tiempo llegando hasta
estos días con el valor que siempre ha tenido, pasando a pertenecer al conjunto de las obras
clásicas. Las razones que apoyan la vigencia del texto, pese a sus errores, no son otra cosa
que el planteamiento al que es sometida toda la prueba histórica y la manera en la que se
articulan los datos bajo una interpretación única, dando otro sentido a la versión canónica
de los hecho. Por otro lado, al respeto de las palabras aún quedan muchas cosas por decir,
ya que el primer problema que sale a la luz cuando se comienza a hacer un análisis
filológico es determinar las condiciones que llevan a una palabra a estar ligada a su
significado y como esta relación se va modificando en el trascurso del tiempo o el carácter
político que esconden los conceptos dentro de los discursos, cuestiones en las que
Nietzsche fue pionero y quien se atrevió a dar respuestas, respuestas que aunque no son
universales son valiosas por romper el esquema al que estaban condenadas.

Siguiendo con el tratamiento sobre la transvalorización de los valores de bueno y malo


pronto se llega a la parte medular. Se sabe que en principio el término bueno designaba a la
aristocracia y a los nobles de alma y que estos personajes con el tiempo trazaron el rumbo
del conocimiento y fueron ellos los que impusieron sus valores ante las culturas, no para
demostrar su grandeza sino para compartir con los otros aquella experiencia de ser los
mejores, es en ese sentido que la antítesis de los buenos era reflejada por el malo, aquel
hombre vulgar, débil, simple, que jamás fue objeto de burla ante los mejores y que hasta

3
La genealogía de la Moral: un escrito polémico. Trad. Andrés Sánchez Pascual. Alianza editorial. Madrid. 1996, pág. 33
cierto punto era indispensable dentro de la sociedad precisamente porque la falta de
voluntad en él permitía modelarlo y participar del movimiento de los guerreros.

Esta elite superior que en Nietzsche es representada como la bestia rubia, la raza de los
conquistadores, celtas y arios, es quien determinara todo el dominio de los valores
culturales, las artes darán muestra de que a aquellos hombres se les debe la grandeza de una
sociedad, pues las esculturas serán monumentos a su poderío ,los poetas narraran sus
historias en los que quedara marcada su valentía y destreza, la conquista epistemológica de
todo el saber reducirá a escombros los saberes vulgares para pasar a un adoctrinamiento de
las masas y así sucesivamente hasta que los buenos perezcan ante la fuerza de otra clase
guerrera, quien a su vez mejorara las condiciones de vida del ser humano, llevándolo
siempre a la cúspide de sus virtudes, sin embargo dentro del desarrollo de los hombres
dignos y los caballeros, surge a la par otra elite aristócrata pero de gustos muy extraños, un
tipo de sujetos en los que lo puro será la descripción perfecta, i.e., la casta sacerdotal, esta
será la otra dimensión de los hombres de valor, sin embargo esta elite se encuentra sujeta a
otros modelos de vida, tanto sus hábitos como los rituales de su condición en poco se
asemejan a las prácticas de los guerreros, sobre todo porque los sacerdotes no poseen las
facultades del poder, ni la fuerza física o el espíritu destructivo de lo material, en ellos
queda vetado cualquier uso extremo de su cuerpo, es más , su cuerpo es visto como la
corrupción de su existencia, algo decadente que solo resguarda al espíritu como morada, el
apetito sexual y el gusto por la sangre y la bebida son actitudes insanas para esta clase de
aristocracia, preferirán los estados de letargo, la meditación y la construcción de teorías
inteligentes, modelos que prometen salvar al hombre de su terrible sufrimiento. Es así como
estos dos lados de una misma moneda en muchas ocasiones se verán como antítesis debido
a sus diferencias y es precisamente en momentos de guerra en los que las diferencias se
harán más latentes y así el altercado de ambas dimensiones dejara ver la impotencia de la
clase sacerdotal, impotencia ante las capacidades fisiológicas superiores de su contraparte,
lo que condenara perpetuamente al sacerdote al cultivo de la venganza y los celos, pues en
palabras de Nietzsche:

Los sacerdotes son, como es sabido, los enemigos más malvados- ¿por qué? Porque son
los más impotentes. A causa de esa impotencia el odio crece en ellos hasta convertirse en
algo monstruoso y siniestro, en lo más espiritual y lo más venenoso .4
4
Gracias al estatus que posee la casta sacerdotal es como poco a poco estremecerán al
mundo con la introducción de una nueva lógica para el concepto de lo bueno, apoyados en
la idea de Dios, son los Judíos quienes esculpen el nuevo rumbo de la historia, pues si bien,
habían sido los guerreros la causa de tantas muertes y la destrucción de culturas enteras, en
estos padres de la educación, en estos los colonizadores de barbaros, en ellos por más viles
que han sido frente a la debilidad humana no cabe tanta maldad, ya que todas estas
atrocidades no son comparables en nada con lo que provoco el nuevo giro de valores
impuesto por los sacerdotes judíos. La terrible incapacidad de enfrentar la devastadora
fuerza de los poderosos se acumuló hasta coronar aquella sed de venganza en la fórmula de
Bueno =noble =poderoso =bello =feliz =amado de Dios y de esta manera emerge el nuevo
paradigma en donde el débil es ahora el bueno, aquel hombre vulgar es amado por Dios,
aquella imperfección humana es digna de respeto y ahora la violencia creadora es relegada
al espacio de lo malo, en su lugar aquellas virtudes que exaltaban la virilidad del hombre y
su vigor, su fuerza y ambición de poder se sobreponen la misericordia, la esperanza y el
dolor , llego el momento en que ahora los nobles son los malvados.

Los esclavos asumen las riendas en la construcción de una nueva visión del mundo,
trasformando aquel legado de los guerreros en un recuerdo invisible para la razón humana y
sobre todo estableciendo su ideología como la única verdad y para quienes estén en
desacuerdo el juicio final imputara su castigo.

Es así como Nietzsche expone el dominio de la doctrina cristiana ante los valores que se
gestaron durante la época griega y de este modo muestra algo que en apariencia parece
demasiado obvio, a saber, el hecho mismo de que los valores que se otorgan a las cosas son
valores que el ser humano le atribuye a su realidad y nada más, porque no existe una
entidad metafísica que regule las relaciones entre iguales y tampoco existe un valor
intrínseco en las cosas dignas de aprecio, sino que de acuerdo a cada cultura el enfoque con
el que se aproxima el sujeto a las vivencias se da en función del modo en el que el ser
humano se ha configurado como tal. En muchas ocasiones sucede que es difícil reconocer
esta estructura cultural como una invención social por lo que se tiene la idea de que las
cosas han sido así desde siempre, que la realidad siempre ha sido la misma desde su
aparición y que en ese sentido es imposible cambiar el rumbo de las cosas, sin embargo
Nietzsche apunta precisamente a ello, cuestiona los Dioses a los que debemos adorar, las
cosas dignas de amar y pone vital atención en los valores que rigen una cultura para evaluar
cuál ha sido el impacto desde su emergencia, ¿Acaso han ayudado al fortalecimiento de la
naturaleza humana? ¿Quién está detrás de estas invenciones? ¿Qué sentido tiene seguir
perpetuando el estatus quo?

Tomar conciencia de que el ser humano pertenece a un constructo social ayuda a generar
mecanismos para evaluar su condición en la realidad y en caso de encontrar un sinsentido
en la dirección de su existencia poder establecer un nuevo camino de acuerdo a sus
convicciones, un camino que reivindique su naturaleza humana y en el mejor de los casos
un camino en la que la alteridad sea valorada con la misma dimensión ética con la que se
aprecia el propio yo. Nadie ha dicho que el cambio o mejor dicho la transvaloración sea
fácil y que romper la regularidad de las cosas pueda darse en poco tiempo, si bien existen
fuerzas contrarias a la revolución que pretenden afanosamente la enajenación del sujeto,
precisamente por que se han servido de esa vitalidad para alimentar sus riquezas a costas
del sufrimiento y el engaño, también existen movimientos que van en contra de esas
ideologías retrogradas, a estas alturas de la humanidad la ambición por transformar su
entorno en un mundo nuevo parece muy distante e incluso imposible, estar vivo ya es algo
y recordar que en cada hombre siempre cabe la posibilidad de ser otro hombre puede ser un
comienzo.

Bibliografía

 Nietzsche Friedrich. La genealogía de la Moral: un escrito polémico. Trad. Andrés


Sánchez Pascual. Alianza editorial. Madrid. 1996

 De Waal Frans, Primates y filósofos: la evolución de la moral del simio al hombre,


Espa PDF, 2006.
 https://evolucionyneurociencias.blogspot.mx

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