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Las lecciones de las elecciones

“No hay tal cosa como un voto que no importe. Todos son importantes”,
Barack Obama

El dicho popular manifiesta: “que todo lo que nos pasa en la vida contiene una lección”, el filósofo
español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana acuñó la siguiente frase: “Aquellos que no
recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. Inicio el escrito de hoy con estas dos expresiones
para resaltar que aquellas naciones que no conocen su historia, pero sobre todo no aprenden de los
errores, están destinados a convivir con el fracaso.

La única solución para enfrentar esta triste realidad es contar con ciudadanos informados, críticos,
pensantes y reflexivos, que realicen un ejercicio conjunto para subsanar los errores del pasado y de
esta manera cambiar el devenir de la sociedad.

Cada cuatro años los comicios electorales para elegir a los dirigentes en el legislativo y en el
ejecutivo trae consigo los mismos atentados contra la democracia y no pasa absolutamente nada.
Las lecciones que nos deja cada contienda política no tienen repercusión alguna para el
mejoramiento de la siguiente. En teoría le correspondería corregir a quienes regentan el poder, pero
no podemos esperar que ellos lideren la transformación, porque son los beneficiarios de la anarquía
existente.

¿Por qué no aprendemos las lecciones? ¿por qué seguimos cometiendo los mismos errores cada
cuatrienio? ¿por qué nuestra democracia es tan frágil? ¿por qué los políticos corruptos tienen
sumido al país en la inopia? Siempre nos formulamos los mismos interrogantes, nos enfurecemos y
criticamos, pero de ahí no pasamos.

Las lecciones que de manera sistemática nos dejan las elecciones, las podemos resumir en tres:

Primero: Corrupción política y delitos electorales: La peor desgracia de una sociedad es acolitar el
abuso de sus mandatarios. Cuando permitimos que nuestro derecho a elegir sea comprado por un
candidato, estamos patrocinando la futura práctica de ilegalidad de nuestros dirigentes. Todas las
once modalidades delictivas en materia electoral se cometen sagradamente en todos los comicios,
pero la que más consigue adeptos es la compra de votos, en la última elección el precio oscilaba
entre 20 mil y 300 mil pesos.

Segundo: Democracia de estómago: Infortunadamente muchos electores al momento de votar lo


hacen con el estómago y no con la razón. La pobreza y la falta de educación conllevan a los
ciudadanos a tener este tipo de comportamientos y los políticos mezquinos se aprovechan de esta
situación para lograr su cometido manipulador. Los más humildes lo hacen por unas tejas, un
almuerzo y el respectivo dinero que le entregan por la decisión más importante que tienen los
ciudadanos en una democracia. Las personas de clase media se inclinan por los puestos de trabajo
que ofrecen en la subasta y, por último, quienes tienen suficientes recursos, aportan dinero a las
campañas, para que cuando su candidato salga elegido, les devuelva lo aportado a la enésima
potencia con el dinero del erario.

Tercero: Abstencionismo electoral: La media siempre se ha mantenido por encima del 50%, solo
hasta la última elección presidencial decreció al 47%. La población tiene poco interés en ejercer su
derecho al voto y elegir a sus gobernantes, ignorando las consecuencias de su decisión. En Colombia
se presentan las diferentes clases de abstencionismo: los apáticos; que son los que carecen de
conocimiento y participación en política, los alienados; ofrecen antipatía ante el sistema electoral,
porque consideran que nos les ofrece nada, los indiferentes; reacios a una elección en particular,
porque estiman que no se les brinda ninguna posibilidad de elegir y por último los instrumentales,
quienes evalúan que su voto no hará la diferencia.
En nuestro país las personas mayores de 40 años son la fuerza electoral que resuelve las elecciones,
de la misma manera los votantes con bajo nivel educativo son los que sobresalen. Por el contrario,
los jóvenes, que son casi ocho millones, entre los 18 y 25 años de edad, brillan por su ausencia, solo
participan de forma crítica y reflexiva en el debate de ideas, pero no más. Esta actitud remisa es fatal
para una democracia.

Son suficientes las lecciones, y es a la sociedad en general a la que le corresponde corregir. Las
maquinarias políticas ya están aceitadas como siempre para arremeter contra la voluntad del
pueblo. Apremia rescatar la democracia de la inercia en que se encuentra para empoderarla
axiológicamente. La transformación ética en la política inicia en casa, transciende a la escuela, luego
al colegio y termina en la universidad. Es hora de castigar a los políticos corruptos a través del voto
en blanco, Histórico sería el día en que los colombianos derrotemos a los politiqueros con esta
importante herramienta constitucional.

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