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UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE ARTES INTEGRADAS


ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
ESCRITURA II
DOCENTE: ALEJANDRO ULLOA SANMIGUEL
ESTUDIANTE: MANUEL FERNANDO ARIAS RODRIGUEZ
19 DE OCTUBRE DEL 2020

PARA LA GUERRA, VIOLENCIA.


Colombia ha vivido días intensos. Una serie de manifestaciones sociales ha inundado las
calles de sus principales ciudades. Convirtiendo a la violencia en parte de ellas. Incendios y
saqueos, piedras y balas, heridos y muertos. Enfrentamientos entre policías y manifestantes
protagonizaron las noticias de aquellos días. En cada esquina se encuentran comentarios,
similares entre sí. La gente se ubica en una orilla o en la otra de esta disputa, pues bien, a
todos nos afecta, de distintas maneras, pero nos afecta.
En un lado se encuentra la autoridad pública. Es deprimente que el servicio militar sea
obligatorio. Que los jóvenes trabajadores, porque no tiene ninguna oportunidad de una
educación superior, tengan que esconderse de los militares que se pasean por las calles
buscando reclutas. Los separan de sus familias, en una época de crecimiento crucial, donde
están aprendiendo a ser adultos. Por esto varios confunden la madurez con la disciplina y la
valentía. Muchachos, bastantes de ellos sin su formación bachiller son humillados,
“reeducados” y puestos al servicio de la patria. Les dan un arma y les enseñan a disparar sin
miedo, los adoctrinan con la creencia de que ellos siempre tienen la razón. Que son la ley.
Casi siempre, al frente de estos están los civiles manifestantes, que por lo regular son
opositores al gobierno de turno. Los que empiezan a salir a las calles, cuando sienten que
calló la gota que derramó el vaso. Muchos de ellos los consume la indignación. Entre sus
principales razones para protestar, suelen incluirse peticiones tan básicas como derechos
humanos, seguridad, salud y educación. Falencias típicas de un país violento. Entre sus
coloridas pancartas, no pueden faltar los provocamientos, los desprestigios y los insultos.
La creatividad aflora, y entre pullas, cantos y trovas, expresan su ira e inconformismo.
También bloquean las calles y cesan sus actividades laborales para oponerse ante las rutinas
que sostienen la situación del país.
Ahora bien, en la escuela me enseñaron que la violencia solo generaba más violencia. Creo
que la manera en que se educa también necesita una reforma, porque parece que la lección
no se ha aprendido. Cualquiera de los dos bandos puede originar los disturbios, el pueblo o
la autoridad. Cuando la población arremete contra negocios, establecimientos bancarios,
buses de transporte público, instituciones del estado y hasta autoridades, vigías del buen
comportamiento de los civiles, está haciendo uso de un mal comportamiento y se
convierten en la inseguridad. Aquello por lo que se están manifestando. Por el otro lado,
cuando el escuadrón móvil antidisturbios o en sus siglas ESMAD, irrumpe en una
concentración pacífica, con el argumento de dispersar a los manifestantes antes de que
inicien un tropel, pues claramente genera un tropel. Y así es como dan el ejemplo de lo que
no se debe hacer
Como lo hemos visto últimamente en el país, el abuso de autoridad, sumado a la cantidad
de vándalos y destrozos por parte de la población, dejaron 11 muertos y más de trescientos
heridos entre manifestantes y policías. A demás, fueron incendiados aproximadamente 45
CAIs. Estas cifras son solo de la capital, y abarcan el 9 y 10 de septiembre, los días de
mayor estrago. Las protestas han desencadenado una serie de hechos que muchos
calificaron como guerra civil. Solo los mas ardientes sentimientos de ira pueden generar
una pugna. Bien dijo García Lorca “El más terrible de todos los sentimientos es el
sentimiento de tener la esperanza muerta”. Bajo mi interpretación, cuando el hombre ya no
tiene esperanza, no tiene nada que perder. Arriesgarlo todo es su última opción y en la
sociedad en que vivimos esa es la única manera de ser escuchado.
También hay que entender que en esta “guerra”, como en cualquier otra, los daños más
grandes se los lleva la población. Y lo que sucede dentro de una marcha no es la excepción.
Principalmente, los más afectados son los comerciantes. Por un lado, resulta peligroso para
sus locales, ya que los vándalos, por razones de elección que aun no entiendo, se deleitan
rompiendo algunos escaparates y rayando ciertas paredes. Llegando, en el peor de los
casos, a saquearlos. Y por el otro, los mercaderes viven del día a día, aprovechando todas
las oportunidades que ofrece el año (fines de semana y festivos). Para ellos, no vender
significa perdida, y perdida puede significar no comer.
No podemos dejar de lado los daños que ocurren en el sistema de transporte público. La
quema de buses y el daño en las estaciones son sucesos de violencia. Y más que contra el
estado, son contra el mismo pueblo. Si quieren demostrar su inconformismo, en vez de
incendiar los buses, no monten en ellos. Sería mayor el impacto económico que se lograría
dejando de usar el transporte público que dañándolo. Claro que, del dicho al hecho, hay un
gran trecho.
Aunque, si bien es cierto que los daños se pagan con nuestros impuestos, creo que saldría
mucho más barato pagar cientos de establecimientos públicos siniestrados, que cientos de
años más de corrupción política. Esto en caso de que un buen paro, logre un golpe de
estado o por lo menos una concientización diplomática. Pues bien, una protesta no brota de
la tierra, ni llega cada año con la primavera. Está radicada en hechos explícitos,
fundamentales y confirmados. La mayoría de ellos con una característica en común:
beneficios para unos pocos ricos, a costa del trabajo de muchos pobres. Políticas sociales
desiguales, que causan el flujo de las leyes a su acomodo, porque, en un matrimonio de
conveniencia, es fácil decidir.
Y defendiendo esta oligarquía, se encuentran la autoridad pública. Su deber debería ser
proteger al ciudadano dentro de la protesta, pero en la mayoría de los casos, es visto que
antes lo ataca. Son sucesos muy puntuales los que se conocen, siempre, o casi siempre, por
redes sociales. Eso sí, nunca puede faltar la agresión física. Los golpes y las patadas, los
“bolillazos”, disparos con armas “no letales”, disparos con armas letales sin apuntar hacia
civiles y disparos con armas letales apuntando hacia civiles. ¿Cuántos policías han sufrido
consecuencias a la altura del crimen que cometieron? Ninguno que yo conozca, porque de
ser así los noticieros se apurarían a dar la noticia para calmar las masa indignadas.
Existe un proverbio chino que dice “El buen general sabe vencer, pero también sabe no
abusar de su victoria”. Si lo acoplamos a la cultura colombiana, esa victoria no sería más
que la ganancia de poder usar un arma. Y el uso de un artefacto para matar no hace de un
soldado un buen general. Sin embargo, algunos abusan de ese título, olvidándose que tiene
que usar con más frecuencia el cerebro que la pistola. Como ya lo dije, esto sucede en
algunos casos puntuales, no todos los integrantes de las fuerzas públicas son iguales. Pero
ellos portan un uniforme que representa una institución, y no cualquier institución. Son los
encargados de velar por la seguridad de todo un país. Es humillante y aterrador para una
nación que sus autoridades sean las que impongan la violencia.
Finalmente, pareciera que los estragos y los heridos se convirtieron en un debido proceso
de las manifestaciones. Así como las desapariciones dejaron de sorprendernos y las
masacres son pan de cada día. El pueblo ya no sabe cómo mas hacerse escuchar. Pero no
hay mucho que podamos esperar de un país que conmemora las guerras y es capaz de
almorzar mientras ve las noticias que hacen el recuento de los muertos del día. Al fin y al
cabo, tenemos la violencia normalizada.
Web grafía
- https://www.milenio.com/opinion/francisco-abundis/columna-francisco-abundis/el-
dia-que-los-ciudadanos-justificamos-las-marchas-con-violencia
- https://www.laopinion.com.co/columna-de-opinion/violencia-en-marchas-pacificas-
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