Está en la página 1de 14

SELLO Planeta NF

COLECCIÓN --
Un catedrático de Astrofísica afirma
Un viaje fascinante a los límites de la ciencia FORMATO 15 X 23

EXTRATERRESTRE
por primera vez haber hallado la TAPA DURA CON SOBRECUBIERTA
evidencia de vida extraterrestre y de la imaginación SERVICIO
inteligente.

Avi Loeb, uno de los astrofísicos más importantes de nuestro tiempo, CORRECCIÓN: PRIMERAS
En octubre de 2017, científicos del
no tiene ninguna duda: no estamos solos en el universo.
observatorio Haleakala, en Hawái,
Las características del objeto volador que fue avistado en Hawái DISEÑO
detectaron un objeto interestelar
en 2017 solo dan cabida a una explicación: Oumuamua, como
en movimiento próximo a la Tierra. REALIZACIÓN
lo llamaron, constituye la primera evidencia de vida y tecnología
Primero fue catalogado como cometa
extraterrestre. Las implicaciones de esta afirmación para el ser
y finalmente como asteroide, si EDICIÓN
humano son inconmensurables.
bien su forma y su comportamiento
diferían del resto de los cometas Avi Loeb es catedrático de Astrofísica CORRECCIÓN: SEGUNDAS

EXTRATERRESTRE
y asteroides de nuestro sistema de la Universidad de Harvard, donde
«Carl Sagan decía: “Algo increíble espera ahí fuera a ser DISEÑO
solar. Cuanto más lo observaban los dirige la Iniciativa Agujero Negro y el
descubierto”. La pregunta que el profesor Loeb nos plantea
científicos, más extraño les parecía. Instituto de Teoría y Computación. Es
en este valiente libro es: “¿Y si ya lo hemos hecho?”.» REALIZACIÓN
—JAVIER SANTAOLALLA, físico y autor de El bosón de Higgs miembro del Consejo de Asesores de
Cuando Avi Loeb, catedrático de la Presidencia de los Estados Unidos
no te va a hacer la cama CARACTERÍSTICAS
Astrofísica de la Universidad de en Ciencia y Tecnología, del comité
Harvard, sugirió que ese objeto, asesor de la Iniciativa Breakthrough
«Un relato apasionante sobre la búsqueda de vida extraterrestre IMPRESIÓN
al que llamaron Oumuamua, Starshot, de la Academia Nacional de
inteligente escrito por un astrónomo de primer nivel.»
era la primera evidencia de vida
—ALAN LIGHTMAN, astrofísico y autor de Los sueños de Einstein Física y Astronomía, de la Academia
y tecnología extraterrestre en
Estadounidense de las Artes y las Ciencias,
el espacio, se desató el que PAPEL
«En este libro visionario y apasionante, Avi Loeb nos insta de la Sociedad Estadounidense de Física
probablemente sea el debate
a abandonar la arrogante fantasía de que somos la única forma y de la Academia Internacional de
científico más relevante en décadas. PLASTIFÍCADO
de vida inteligente del universo.» Astronáutica.
—STEPHEN GREENBLATT, premio Pulitzer por El giro UVI
En este libro, Loeb presenta por
Ha publicado cinco libros y más de
primera vez su teoría al gran
«Es bueno ser escéptico, pero es más importante ser audaz. ochocientos artículos científicos sobre RELIEVE
público y describe las profundas
implicaciones que tiene para la Avi Loeb nos invita a pensar en la posibilidad de haber hallado vida el nacimiento de las estrellas, los
BAJORRELIEVE
ciencia, la religión y el futuro de extraterrestre inteligente.» agujeros negros, el futuro del universo
nuestra especie y nuestro planeta. —SEAN CARROLL, cosmólogo y autor de El gran cuadro y la búsqueda de vida extraterrestre. En STAMPING
Un viaje fascinante por el universo 2012 la revista Time lo seleccionó como
desde los orígenes del tiempo, del una de las personas más influyentes FORRO TAPA
espacio y de la vida que nos invita sobre el espacio.

AVI LOEB
a desafiar los límites de nuestra
imaginación y a esperar lo inesperado.
GUARDAS
PVP 20,90 € 10270924
Diseño de la cubierta: Planeta Arte & Diseño,
basado en la idea original de Martha Kennedy
INSTRUCCIONES ESPECIALES
Diagonal, 662, 08034 Barcelona Fotografía de la cubierta: © Mansi Rajput / EyeEm
Fotografía de la contracubierta: © NASA / ESA / STScI Author
www.editorial.planeta.es 9 788408 237785 Fotografía del autor: © Olivia Falcigno
www.planetadelibros.com

155 mm 20 mm 155 mm
EXTRATERRESTRE

AVI LOEB

T-Extraterrestre_256.indd 5 29/12/20 19:41


No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un
sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio,
sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y siguientes
del Código Penal)
Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la
web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

Título original: Extraterrestrial. The First Sign of Intelligent Life Beyond Earth
© Abraham Loeb, 2020

Esta edición ha sido publicada en acuerdo con Mary Evans Inc, a través de International
Editors Co.

© de la traducción, Àlex Guàrdia Berdiell, 2021


© Editorial Planeta, S. A., 2021
Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
www.editorial.planeta.es
www.planetadelibros.com

Primera edición: febrero de 2021


Depósito legal: B. 871-2021
ISBN: 978-84-08-23778-5
Preimpresión: Realización Planeta
Impresión: Black Print
Printed in Spain – Impreso en España

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado como papel ecológico
y procede de bosques gestionados de manera sostenible
Índice

Introducción 11

1. Explorador 21
2. La hacienda 31
3. Anomalías 47
4. StarChips 69
5. La hipótesis de la vela solar 85
6. Conchas y boyas 95
7. Aprendamos de los niños 111
8. La inmensidad 133
9. Filtros 143
10. Astroarqueología 157
11. La apuesta de Oumuamua 177
12. Semillas 189
13. Singularidades 203

Conclusión 221
Epílogo 227
Agradecimientos 229
Notas 231
Lecturas adicionales 235
Índice analítico 247

T-Extraterrestre_256.indd 9 29/12/20 8:09


1
Explorador

Mucho antes de que supiéramos de su existencia, el objeto estaba


viajando hacia nosotros desde la dirección de Vega, una estrella a
solo veinticinco años luz. El 6 de septiembre de 2017 cruzó el
plano orbital en el que todos los planetas de nuestro sistema solar
giran alrededor del Sol. Pero la trayectoria altamente hiperbólica
del objeto no dejaba margen para la especulación: solo estaba de
visita, no se iba a quedar.
El 9 de septiembre de 2017 el visitante llegó a su perihelio, el
punto de la trayectoria más cercano al Sol. Entonces emprendió
el camino de salida del sistema solar; su velocidad lejos de nuestra
estrella —se movía a unos 94.800 kilómetros por hora con res-
pecto a ella— no dejaba lugar a dudas de que iba a escapar de la
gravedad solar. Cruzó la órbita de Venus hacia el 29 de septiem-
bre y la de la Tierra, alrededor del 7 de octubre, avanzando rápi-
damente hacia la constelación Pegaso y la oscuridad ulterior.
El objeto se dirigió a gran velocidad hacia el espacio interes-
telar sin que la humanidad tuviera constancia de su visita. Ajenos
a su llegada, no le habíamos dado ningún nombre. Si alguien o
algo lo hizo, ignorábamos —y seguimos ignorando— cuál po-
dría ser.
Los astrónomos de la Tierra no vislumbraron a nuestro hués-
ped saliente hasta que nos hubo dejado atrás. Concedimos al ob-
jeto varias designaciones oficiales, hasta que al fin nos quedamos
con una: 1I/2017 U1. Sin embargo, la comunidad científica de
22 E X T R AT E R R E S T R E

nuestro planeta y el público acabarían conociéndolo simplemente


como Oumuamua, un nombre hawaiano que refleja la ubicación
del telescopio usado para descubrir el objeto.

...

Las islas de Hawái son joyas del océano Pacífico que atraen a
turistas de todo el mundo. Pero para los astrónomos encierran un
atractivo adicional: alojan algunos de los telescopios más sofistica-
dos del planeta, un testimonio de nuestras tecnologías más avan-
zadas.
Entre los modernos telescopios de Hawái se encuentran los
que forman el Telescopio de Sondeo Panorámico y Sistema de
Respuesta Rápida (Pan-STARRS), una red de telescopios y cáma-
ras de alta definición situada en un observatorio que hay en la cima
del Haleakala, el volcán inactivo que conforma la mayor parte de
la isla de Maui. Uno de los telescopios, el Pan-STARRS1, tiene la
cámara de mayor definición del planeta y, desde que se conectó,
el sistema ha descubierto la mayoría de los cometas y asteroides
próximos a la Tierra que se conocen en el sistema solar. Pero el
Pan-STARRS puede presumir de otra cosa: recabó los datos que
nos aportaron el primer indicio de la existencia de Oumuamua.
El 19 de octubre el astrónomo Robert Weryk del Observato-
rio Haleakala descubrió a Oumuamua en los datos recogidos por
el telescopio Pan-STARRS, unas imágenes que mostraban el obje-
to como un punto de luz que recorría velozmente el firmamento,
a una velocidad demasiado rápida para ser atrapado por la grave-
dad del Sol. Esta clave indujo rápidamente a la comunidad astro-
nómica a convenir que Weryk había encontrado el primer objeto
interestelar jamás detectado en nuestro sistema solar. Pero cuando
hubimos dado con un nombre para el objeto, estaba a más de
treinta y dos millones de kilómetros de la Tierra, lo que equivale
más o menos a ochenta y cinco veces la distancia que nos separa de
la Luna, y se estaba alejando de nosotros como una flecha.
EXPLORADOR 23

Llegó a nuestro vecindario como un extraño, pero se fue


siendo algo más. El objeto al que habíamos dado un nombre se
había marchado y nos había dejado una ristra de preguntas sin
respuesta que motivó un análisis meticuloso de los científicos y
despertó la imaginación de todo el mundo.
La palabra hawaiana oumuamua (que se pronuncia tal como
se escribe) se podría traducir por «explorador». Cuando anunció la
designación oficial del objeto, la Unión Astronómica Internacio-
nal definió oumuamua de forma un tanto diferente, como «primer
mensajero lejano en llegar».1 Sea como fuere, el nombre implica
claramente que el objeto fue el primero de otros que van a llegar.

...

Los medios acabaron tildando a Oumuamua de «raro», «mis-


terioso» y «extraño». Pero ¿en comparación con qué? En resumen,
la respuesta es que este explorador era raro, misterioso y extraño
si se lo comparaba con todos los demás cometas y asteroides des-
cubiertos hasta entonces.
En verdad, los científicos no podían ni siquiera afirmar con
certeza que este explorador fuera un cometa o un asteroide.
No es que no tuviéramos con qué compararlo. Cada año se
descubren miles de asteroides, rocas áridas que surcan el espacio,
y hay tantos cometas helados en nuestro sistema solar que nues-
tros instrumentos son incapaces de contarlos.
Los visitantes interestelares son mucho más raros que los as-
teroides o los cometas. De hecho, cuando se descubrió a Oumua-
mua, nunca habíamos avistado un objeto que proviniese de fuera
de nuestro sistema solar y que lo cruzara.
Esta distinción se desvaneció enseguida, porque poco des-
pués de identificarse a Oumuamua se descubrió un segundo ob-
jeto interestelar. Y en el futuro es probable que encontremos mu-
chos más, sobre todo gracias al próximo proyecto de sondeo LSST
del Observatorio Vera C. Rubin. En cierta medida, ya estábamos
24 E X T R AT E R R E S T R E

Imagen combinada de telescopio del primer objeto interestelar, Oumuamua.


Rodeado con un círculo, el objeto es la fuente puntual sin resolución
del centro. Está flanqueado por el rastro de estrellas tenues, cada una
de las cuales forma una serie de puntos debido al movimiento del telescopio
para capturar el avance de Oumuamua. ESO/K. Meech et al.

esperando a estos visitantes incluso antes de que pudiéramos ver-


los. Las estadísticas sugieren que, aunque la cantidad de objetos
interestelares que cruzan el plano orbital de la Tierra es minúscu-
la con respecto a la cantidad de objetos que se originan dentro del
sistema solar, tampoco es que sean poco corrientes. En resumen,
la idea de que nuestro sistema solar sea anfitrión ocasional de ob-
jetos interestelares es asombrosa, pero no encierra ningún miste-
rio. Y, al principio, los meros hechos de Oumuamua solo causa-
ron estupor. Poco después de que el Instituto de Astronomía de
la Universidad de Hawái anunciara el descubrimiento de Ou-
muamua, el 26 de octubre de 2017, científicos de todo el mundo
analizaron los datos esenciales recopilados y convinieron en la
mayor parte de los hechos básicos: la trayectoria, la velocidad y el
tamaño aproximado de Oumuamua (tenía un diámetro de menos
de cuatrocientos metros). Ninguno de estos detalles iniciales su-
EXPLORADOR 25

gería que Oumuamua fuera extraño por ninguna razón más allá
de su origen, fuera de nuestro sistema estelar.
Pero al cabo de poco, los científicos que examinaban la plé-
tora de datos empezaron a destacar las peculiaridades de Oumua-
mua, detalles que pronto nos hicieron poner en duda la suposi-
ción de que este objeto fuera un cometa o un asteroide normal y
corriente, pese a ser interestelar. Apenas unas semanas después de
su descubrimiento, a mediados de noviembre de 2017, la Unión
Astronómica Internacional —la organización que bautiza los ob-
jetos recién identificados en el espacio— cambió la denomina-
ción de Oumuamua por tercera y última vez. Al principio, la UAI
lo había llamado C/2017 U1, con ce de «cometa». Luego pasó a
llamarlo A/2017 U1, con la a de «asteroide». Y al final, la UAI lo
designó 1I/2017, con i de «interestelar». En ese momento, el he-
cho de que Oumuamua había venido del espacio interestelar era
una de las pocas cosas en las que coincidía todo el mundo.

...

Como reza el viejo dicho, un científico debe seguir la huella


de los datos. El hecho de seguirlos te llena de humildad y te libera
de las preconcepciones que pueden nublar las observaciones y las
ideas. Casi podemos decir lo mismo de la adultez, una buena de-
finición de la cual podría ser «el punto en el que has reunido
tanta experiencia que tus modelos pueden predecir la realidad con
un alto porcentaje de éxito». Tal vez no es como se la explicaríais
a vuestros hijos pequeños, pero, aun así, creo que la definición
ofrece sus ventajas.
En la práctica, esto solo significa que deberíamos permitir-
nos tropezar. Libraos de los prejuicios. Blandid la navaja de Oc-
kham y buscad la explicación más sencilla. Estad dispuestos a
abandonar modelos que no funcionan, pues algunos fracasan ine-
vitablemente cuando chocan con nuestra comprensión imperfec-
ta de los hechos y de las leyes naturales.
26 E X T R AT E R R E S T R E

Obviamente, hay vida en el universo; nosotros damos fe de


ello. Y esto implica que la humanidad ofrece un conjunto de da-
tos enorme, convincente, a veces inspirador y a veces preocupan-
te, que es necesario valorar a la hora de pensar en los actos e inten-
ciones de cualquier otro ser inteligente que pueda existir —o
haber existido— en el universo. En cuanto que único ejemplo de
vida inteligente que hemos estudiado a fondo, es probable que los
humanos encierren muchas claves para comprender el comporta-
miento de otras especies inteligentes pasadas, presentes o futuras
del universo.
Como físico, me fascina la omnipresencia de las leyes físicas
que regulan nuestra existencia en este pequeño planeta que nos
acoge. Cuando observo el cosmos, me asombra el orden, el hecho
de que las leyes naturales que encontramos en la Tierra parezcan
aplicarse hasta los mismos confines del universo. Y durante un
largo periodo de tiempo, desde mucho antes de la llegada de Ou-
muamua, he albergado una idea fundamental: la omnipresencia
de estas leyes naturales sugiere que, si hay vida inteligente en al-
gún otro lugar, casi seguro que estará formada por seres que reco-
nocen estas leyes omnipresentes y que están impacientes por ir
adonde les lleven los indicios, encantados de teorizar, recopilar
datos, probar teorías, pulirlas y volverlas a probar. Y en último
término, igual que ha hecho la humanidad, de explorar.
Nuestra civilización ha enviado cinco objetos fabricados por
el ser humano al espacio interestelar: los Voyager 1 y 2, los Pio-
neer 10 y 11 y el New Horizons. Este mero hecho denota nuestro
potencial ilimitado para aventurarnos a lo desconocido, como
también se deduce del comportamiento de nuestros ancestros
más alejados. Durante milenios, los humanos han viajado hasta
los lugares más recónditos del planeta buscando vidas diferentes o
mejores, o simplemente explorando, muchas veces con un nivel
de incertidumbre pasmoso respecto a lo que iban a encontrar o a
si iban a volver. Las certezas de nuestra especie aumentaron bas-
tante con el paso del tiempo —los astronautas viajaron a la Luna
EXPLORADOR 27

y regresaron en 1969—, pero estas misiones siguen siendo frági-


les. No fueron las paredes del módulo lunar las que protegieron a
los astronautas, pues tenían un grosor similar a una hoja de papel,
sino la ciencia y la ingeniería detrás de su construcción.
Y si hubieran aparecido otras civilizaciones entre las estre-
llas, ¿no habrían sentido el mismo impulso por explorar, por cru-
zar horizontes conocidos en busca de otros nuevos? A juzgar por
cómo nos comportamos los humanos, no sería nada sorprenden-
te. En realidad, tal vez estos seres se aclimataron tanto a la in-
mensidad ilimitada del espacio que viajaron por él casi igual que
aquí en la Tierra cruzamos el planeta. Nuestros antepasados usa-
ban términos como «viajar» y «explorar»; hoy, nos vamos de va-
caciones.
En julio de 2017 mi esposa, Ofrit, nuestras dos hijas, Klil y
Lotem, y yo visitamos un conjunto impresionante de telescopios
en Hawái. Como director del Departamento de Astronomía de la
Universidad de Harvard, me habían invitado a dar una charla en
la Isla Mayor de Hawái para transmitir el entusiasmo de la astro-
nomía al público, una parte del cual estaba protestando porque se
siguiera construyendo el nuevo gran telescopio en la cumbre del
volcán inactivo Mauna Kea. Acepté de buen grado y aproveché la
oportunidad para visitar algunas otras islas del archipiélago, in-
cluida Maui, que aloja telescopios de última generación.
El tema del que hablé fue la habitabilidad del universo y la
probabilidad de que en las siguientes décadas descubriéramos in-
dicios de vida extraterrestre. Dije que, cuando lo hiciéramos, ese
descubrimiento forzaría a la humanidad a convencerse de que no
somos tan especiales. El titular del periódico local sobre mi pre-
sentación plasmó bien la idea: «Humildad, terrícolas».
Di la charla poco menos de un mes antes de que Oumua-
mua —desconocido para los terrícolas— cruzara el plano orbital
de Marte. Y hablé a escasos kilómetros del Pan-STARRS1, uno
de los telescopios que visité durante el viaje y un prodigio tecno-
lógico de la ingeniería. Tres meses después, los datos recopilados
28 E X T R AT E R R E S T R E

por el Pan-STARRS desembocaron en el descubrimiento de Ou-


muamua.

...

El primer telescopio del Pan-STARRS, el PS1, entró en fun-


cionamiento en 2008. Cincuenta años antes, en 1958, se había
construido otro telescopio en la cima del Haleakala, pero no para
estudiar las estrellas; uno de los mayores temores por aquel enton-
ces eran los satélites soviéticos, y los Estados Unidos querían te-
nerlos controlados. El Pan-STARRS, el Telescopio de Sondeo
Panorámico y Sistema de Respuesta Rápida, tenía otro propósito:
detectar cometas y asteroides que amenazaran con impactar con
la Tierra. En consecuencia, desde 2008 se ha vuelto más y más
sofisticado. A lo largo de los años se han añadido otros telesco-
pios, el más destacado de los cuales es el Pan-STARRS2, plena-
mente operativo desde 2014. La telaraña de telescopios que deno-
minamos colectivamente Pan-STARRS sigue cartografiando los
cielos, detectando cometas, asteroides, supernovas, etcétera.
Resumiendo, el fin de la Guerra Fría ayudó a poner en mar-
cha un observatorio complejo y avanzado tecnológicamente.
Tanto fue así que, décadas más tarde, en la atmósfera fría y clara
de un volcán extinto, un sofisticado instrumento de la red fue
capaz de detectar a Oumuamua, que pasó por encima de nosotros
apenas unos años después de que ese preciso telescopio entrara en
funcionamiento.
Es fácil maravillarse ante el carácter caprichoso de las coinci-
dencias. Pero las coincidencias pueden ser engañosas. Durante
buena parte de nuestra historia, la gente ha recurrido a explicacio-
nes místicas o religiosas para dar sentido a los hechos que carecían
de causas evidentes. Me gusta pensar que, incluso durante la in-
fancia y la adolescencia temprana de nuestra civilización, la hu-
manidad estaba acumulando suficiente experiencia para diseñar
modelos cada vez más precisos con los que predecir la realidad. La
EXPLORADOR 29

humanidad, en cierto modo, ha ido llegando a la adultez poco a


poco a lo largo de la historia documentada.
En verdad, la mayoría de los sucesos de la vida son fruto de
una confluencia de múltiples factores. Esto sirve tanto para los
ejemplos más mundanos (como tomar la sopa del bol que tienes
delante) como para casos extraordinarios (los orígenes de..., en
fin, de todo). Estos pueden abarcar desde lo más personal (por
ejemplo, dos personas que son presentadas, hecho que conduce a
un matrimonio del que nacen dos hijas con ganas de ir de vaca-
ciones a Hawái) a lo más global (por ejemplo, la posibilidad muy
real de que, durante once días de octubre de ese año, nuestros
telescopios detectaran un objeto proveniente del exterior del sis-
tema solar).
Mi familia y yo volvimos de nuestras vacaciones a la casa
centenaria que tenemos en las afueras de Boston, Massachusetts.
En muchos aspectos, es muy distinta de la hacienda de Israel en
donde crecí. Pero a la hora de satisfacer mi amor por la naturaleza,
o mi necesidad de estar en medio de las cosas que crecen y viven,
ambas son iguales.
Una tarde, paseando cerca de mi casa, vi caer un árbol gigan-
tesco en el bosque que empieza al término de nuestro jardín. Pri-
mero oí unos crujidos y, luego, vi cómo cedía y se derrumbaba.
Tenía el tronco hueco. Buena parte de él llevaba años muerto y, en
esa fecha, en ese preciso instante, fue incapaz de seguir soportando
el azote del viento. Fue una casualidad que yo estuviera allí para
presenciar su muerte, parte de una cadena causal de la que fui
testigo, pero sobre la que no tuve ningún control.
Pero en circunstancias más favorables, nuestros actos sí pue-
den marcar la diferencia. Hará una década, cuando mi familia se
mudó a Lexington, descubrí que en el jardín había un árbol joven
con una rama partida. Un jardinero de la zona me aconsejó cortar
el tallo prácticamente cercenado, pero, al inspeccionarlo más de
cerca, vi que las fibras vivas aún estaban unidas al resto del árbol.
Opté por atar la rama con cinta aislante. Hoy, la rama se alza
30 E X T R AT E R R E S T R E

imponente hacia el cielo, pero la cinta aislante aún queda a la al-


tura de los ojos. El árbol está cerca de la casa y se ve desde nuestras
ventanas. Se lo señalo a mis hijas para recordarles que los actos
más triviales pueden tener extraordinarias consecuencias.
Algunas de las decisiones más trascendentales se toman con
la esperanza de lo que puede resultar de ellas. Cuando reparé esa
rama, para mí no fue solo un artículo de fe, sino una experiencia
repetida a menudo.

También podría gustarte