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9-19
Resumen
Abstract
The antecedents of the theme of analogy in Aristotle are studied in this paper,
deriving in the direction of the question as to whether things have names by nature.
The differences and similarities of these concepts of analogy with those found in
Saint Thomas and Duns Scotus are also mentioned.
Key words: Analogy, Aristotle, Saint Thomas, Duns Scotus.
* Nota de los editores: A pesar de su fragmentariedad, cada una de estas notas presenta el
núcleo de pensamiento de los dos autores estudiados, sobre la analogía. Las dos consti-
tuían, al parecer, parte de un mismo escrito más amplio sobre el tema (Mauricio Beuchot
y Angel Muñoz García) ..
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l. Aristóteles
l. "Se llaman equívocas -nos dice Aristóteles- las cosas cuyo solo nombre
es común, siendo su definición diferente en cada caso. Por ejemplo un
hombre y una pintura se denominan ~wwv. En éstas el nombre es co-
mún, mientras la definición denotada por el nombre es diferente en uno y
otro caso. Pues si se quiere explicar cuál es la naturaleza de ~wwv en
cada caso, habrá que dar la definición propia de cada uno".
En estas pocas frases está larvado el problema entero de lo que para Aristóte-
les sea la analogía metafísica. Pero bien sabido es que el tratado sobre las Catego-
r(as a que pertenece este pasaje no ha sido unánimemente aceptado total o parcial-
mente como una obra auténtica de Aristóteles. Ya en el siglo pasado, Gercke ende-
rezó serias objt:ciones contra la autenticidad del libro entero, seguido mílS tarde por
Gohlke, aunque dejando abierta la posibilidad de que la última parte sea una pre-
sentación temprana del pensamiento aristotélico de la madurez. Por su parte, J aeger
admite que la doctrina contenida en las Categorias es muy temprana, si bien su re-
dacción corresponde a una época tardía. En nuestros días, numerosas son las críti-
cas de detalle que se les ha hecho, especialmente por Nuyens, a tales opiniones. La
cuestión, no obstante, no ha encontrado una completa y exhaustiva solución históri-
ca y doctrinal. Sea como fuere, nos importa señalar que por lo menos ha dejado de
ser problemática la inclusión entre las obras que elaboró directamente Aristóteles.
Esto nos da una base lo suficientemente firme para principiar por ahí nuestro exa-
men de una de las principales fuentes de la doctrina de la analogía en Santo Tomás.
Es curioso comprobar cómo las palabras iniciales con que, gracias a los anti-
guos editores, se abre el Corpus Aristotelicum, remitan tan de inmediato a uno de
los más importantes temas de la gran metafísica clásica y tradicional. Lo que tiene
el mismo nombre que algo y definición distinta es equívoco. Inmediatamente des-
pués se nos dirá que lo unívoco es lo que, por el contrario, tiene el mismo nombre y
la misma definición que algo otro. Hombre y caballo son, cada uno en este sentido,
~wwv, tal corno en el otro lo eran el hombre y la pintura. Estas dos divisiones son
las únicas que nos interesan; pues la tercera, que introduce lo parónimo, se funda en
distinciones puramente gramaticales y tanto lo que es equívoco como lo unívoco
pueden serlo. Lo que es o puede ser parónimo son las palabras mismas, y nada más.
Pero muy diferente es lo que ocurre por lo que toca a lo equívoco y lo unívo-
co. Porque, en efecto, ¿qué es lo que puede ser lo uno o lo otro? ¿Son las palabras,
los conceptos, o qué? Si reparamos en las fórmulas mismas de Aristóteles, podre-
mos comprobar de inmediato que no son los nombres lo directamente aludido. Es-
tos remiten a cosas, a través de vor¡¡.wra. Equívocos son, en el ejemplo citado, el
hombre y la pintura, al igual que unívocos son el caballo y el hombre; pero no la
palabra ~wtov bajo su doble naturaleza de nombre y concepto; pues es común a to-
dos ellos, a pesar de que pueda designar cosas diferentes y no sólo iguales. ¿Qué es,
García Díaz, A., Revista de Filosofía, No 31, 1999-1, pp. 9-19 11
12 García Díaz, A., Revista de Filosofía, N" 31, 1999-1, pp. 9-19
premo, tal como lo entendió Platón, en el que participe todo. ¿Habrá que admitir,
consecuentemente, que el fundamento de esta aplicación universalísima no es sino
el lenguaje? Los juegos dialécticos de un Gorgias tendrían entonces cabida en el
pensamiento de Aristóteles. Incluso, en las afirmaciones de un escolástico como
Scayni, para quien (ly) ens est solum nomen, nullum proprium conceptum referens,
no debe entenderse que se base sobre la mera igualdad de un nombre su "universa-
lidad". El ente no es equívoco; pero tampoco unívoco. Limitándonos a las Ca-
tegorías, la cuestión queda sin respuesta. Menester será buscar si Aristóteles no
incluye otra posibilidad más, al lado de éstas.
En los Tópicos, Tratado presumiblemente coetáneo del anterior, encontramos
mayores y más precisos datos. El tema vuelve a aparecer, a la vez que se introduce
una nueva temtinología. La división ya conocida se establece ahora atendiendo a
que las cosas se expresan en muchas maneras o en una, de acuerdo con el Etóoc;.
El verbo AEYElV no se limita, importa destacarlo, al sentido de expresar algo oral-
mente o por escrito, sino que también tiene el de expresar algo mentalmente, en el
pensamiento. Pero, ¿cuáles son estas cosas que así se expresan? Tomando la fórmu-
la en general, sería erróneo creer que r:a .7lollaxwc; A.eyo¡,teva se identifican sin más
con las cosas equívocas. Ya Waitz hubo de señalar casos en que esto no es así. Su
connotación abarca casos que salen fuera de lo estrictamente equívoco. Sin embar-
go, en este texto, Aristóteles es bien explícito. Se trata, precisamente, de algo
.7lollaxwc; r:wt etÓEt. De algo que, en conformidad con una forma o especie, se ex-
presa de diversas maneras, esto es, que siendo igual en expresión, no responde, em-
pero, a una forma igual, como en el caso de lo ¡,tovaxwc; r:wt EtOet.
Esta precisión ayuda a confirmar que r:a .7lollaxwc; JWt r:a ¡,tovaxwc; AE -
yo¡,tEVa r:wt EtÓEt, se identifican perfectamente con las cosas equívocas y unívocas
de que trataban las Categorías. La misma conformidad con algo uno; pero este algo
uno se presenta en la segunda instancia con un sentido diferente y más amplio. En
las Categorías de lo que se trataba era del género lógico; pero en los Tópicos se le
substituye por Etdoc;, por algo que tanto puede ser una especie lógica, otro univer-
sal, cuanto a la forma de las cosas mismas. Lo último no se alude aquí todavía;
pero, dado que Etooc; designa tanto la una como la otra, hay que evitar confundir el
primer sentido con el segundo, dentro de este contexto.
La definición genérica incompleta deja su lugar a la específica y completa.
Todo concuerda exactamente. Pero, la posibilidad de una "clase" diferente de r:a
.7lollaxwc; A.eyo¡,tEva hace su aparición, al plantear Aristóteles el problema acerca
de cuál es el rasgo característico de lo bueno. A partir de la distinción de sentidos
que puede tener lo "bueno", queda abierta la posibilidad de que lo que se dice de
muchas maneras no se identifique meramente con lo equívoco, tal como sucedía
antes. En dicha sección de los Tópicos, Aristóteles expresamente considera estos
términos como equivalentes. Pero ahora lo "bueno" se toma como una unidad que
tanto puede contener cualidades, como cosas que producen un determinado resulta-
García Díaz, A., Revista de Filosofía, N° 31, 1999-1, pp. 9-19 13
do y son, por eso, "buenas". Sus definiciones, sus naturalezas, son conocidas; perte-
necen a categorías diferentes. Y, no obstante, son denominadas "buenas". No se
trata, por ende, de cosas unívocas; pero tampoco, como veremos, de cosas equívo-
cas. Este es justamente el punto que interesa destacar.
La postura aristotélica al respecto, se nos hace patente en un pasaje de singu-
lar importancia, perteneciente a la Etica Nicomaquea. No sólo rechaza ahí Aristóte-
les el que lo "bueno" sea algo equívoco al modo que eso ha sido explicado en las
Categorías y, en parte, en los Tópicos, sino que nos ofrece una exhaustiva clasifica-
ción de las cosas que, según él, se dicen de muchas maneras.
"Las definiciones del honor, la prudencia y el placer son diferentes y dis-
tintas bajo el aspecto de ser buenos. Sin embargo, lo bueno no es algo
común, como si se tratara de una idea. ¿Cómo es, entonces, que son lla-
mados buenos? Seguramente no de modo parecido al de las cosas equí-
vocas. ¿Son buenos porque parten de algo uno o porque en último resul-
tado están dirigidos hacia algo uno? ¿O más bien son buenos por analo-
gía? Pues al igual que la vista es buena para el cuerpo, así es la razón
para el alma y similarmente algo otro en otra cosa".
1 por casualidad
1
equívocos <JI por referencia
1
1 por analogía
accidentales. Pero no se suponga que sólo éstas pueden servir de puntos de referen-
cia. Eso sería limitar excesivamente el alcance de este tipo de equivocidad. Por el
contrario, todas las formas, entitativas o accidentales, pueden jugar este mismo papel.
"Cada uno de éstos (lo medicinal y lo sano) -nos dice Aristóteles- tam-
bién lo expresamos de muchas maneras. Cada uno es así expresado por
alguna clase de referencia, en un caso a la ciencia médica, en otro a la
salud ... pero cada grupo en referencia a una cosa distinta. Pues un tratado
y un cuchillo son llamados "medicinales" porque el primero procede de
la ciencia médica, mientras que el segundo es útil para ella. Y las cosas
son llamadas "sanas" de modo similar, una porque es un signo de la sa-
lud (a saber, el color), la otra porque la produce (a saber, la medicina). Y
lo mismo ocurre en otros casos".
Basta recordar los textos de Santo Tomás en que se emplean parecidos ejem-
plos para percatarse de la continuidad de doctrinas. Para Aristóteles, igual que para
Santo Tomás, la forma "medicinal" o la forma "sano" no son las formas del cuchi-
llo, ni del color o la medicina, sino de la primera instancia de ellas, de lo que muy
posteriormente se denominará el analogatum principale, es decir, de la ciencia mé-
dica como hábito o del animal; puesto que semejantes instancias posteriores tienen
cada una su forma propia. Pero, incluso, la ciencia médica y el animal mismo po-
drían ser considerados como otras tantas instancias secundarias. Según Aristóteles,
aun lo que es capaz de recibir la salud o lo que posee o ha la ciencia médica. Bajo
esta perspectiva, es la forma aislada, abstracta, la que cumple la función de analo-
gado principal. Tal es justamente el origen histórico de la división tomista entre
analogías unum ad alterum y plurius ad unum.
Obsérvese, además, que en el caso de los analogados secundarios, se trata
simplemente de que no poseen como propia una determinada forma; pero no de que
no posean en absoluto ninguna y, por ende, el problema que ahora surge es el de sa-
ber cómo es que pueden, a pesar de no poseer lo sano o lo medicinal, ser de alguna
manera "sanas" o "medicinales" y ser denominadas así. Si la equivocidad npoc; ev
radicara únicamente en los nombres, el problema no existiría; pero tampoco sería
posible distinguirla de la equivocidad por casualidad. Por ende, por lo que toca a
aquello a lo que se impone el nombre, "sano" significa lo que conserva la salud del
animal; pero, por lo que toca a para qué se imponga, debemos decir que se le impo-
ne para hacemos conocer sus nexos con el predicado sano del animal, con su salud;
en cuanto que sólo sabremos qué significa lo "sano" del alimento, si conocemos
cuál es y qué es el efecto de esa conservación, es decir, la salud del animal; efecto
que, sin embargo, no significa'.
Pese a que Santo Tomás nos diga que ''nomen... et verbum significant ex insti-
tutione humana"2, no se debe suponer que, a sus ojos, fuera adecuado, a fin de evitar
hasta la mínima "ambigüedad", dar otro nombre a lo que significa "sano" aplicado al
alimento. La afirmación anterior no tiene más objeto que mostrar que sería igualmen-
te adecuado llamar "cano" o "abralano", etc., a lo que denominamos sano; pero, si
así fuera el caso, entonces habría que seguir llamando "cano" o "abralano", etc. tam-
bién al alimento. La explicación de esto traerá, al par, como. resultado el que com-
prendamos cabalmente en qué se distingue la equivocidad pura de la analogía o, con
otros términos, la equivocidad a casu de la equivocidad a consilio.
Ahora bien, no vemos por qué no sea tan igualmente posible imponer otro
nombre a lo "sano" que se atribuye al alimento. Pues, lo único que hasta ahora se ha
tratado de mostrar es que no hay razón para hacerlo, en virtud de que para Santo To-
más los nombres que no significan algo preciso y determinado, significan todo y no
meramente un objeto determinado, aunque de modo indeterminado. Compárese éste
con el caso en que se pronuncia el nombre osa. Este nombre tiene un significado de-
terminado; pero que signifique los objetos que significa, no quiere decir que no signi-
fica otros objetos posibles. Lo que de equívoco tienen es que la palabra misma puede
significar dos objetos diferentes; pero, su ratio no es en modo alguno indeterminada:
en cada caso nuestras concepciones tienen intenciones distintas. Aquí sólo cabe defi-
nirlo nominalmente: explicitar cuál es la ratio de que es signo y de cuál no.
Hay que mostrar ahora, por ende, que si bien somos libres para imponer a los
significados signos al antojo, no lo somos para imponer nombres, esto es, signos
significativos a las cosas reales. En esto reside la diferencia. Pero la explicación
más profunda reside en que, acordado que un signo se imponga a tal significado, es
menester seguir las conexiones reales e imponer un nombre similar a otro significa-
do conexo (y conocido) con el primero, hasta formar un plexo de nombres. Esta es
la causa de por qué se impongan ciertos nombres (a quo ad significandum imponi-
tur). Y, en este sentido, puede decirse que los nombres significan por naturaleza.
"Ad aliud de analogia -nos dice Duns Scoto-, quod illud (scil. sanitas
quae est realiter in animali et in urina non nisi per attributionem) recipi-
tur tantum in uno realiter et in alüs per attributionem, dico quod hoc est
falsum; quia si ita est in uno exemplo, in centum est contrarium; nulla
enim est maior analogia quam sit creaturae ad Deum in ratione essendi,
et tamen sic esse primo et principaliter convenit Deo, quod tamen realiter
et univoce convenit creaturae".
que entre, del grado de potencialidad que lo limite. Y esto vale no sólo para el esse,
sino para cualquiera de los demás atributos divinos y criaturales.
Todo indica que Duns Scoto no comprendió nunca los requisitos de lo análo-
go según Santo Tomás; porque lo que él ponía en primer plano era la consideración
del concepto aislado, no de su papel dentro del juicio. Para Santo Tomás, por el
contrario, un concepto no puede ser análogo, a menos de ser un concepto-predica-
do. Esta es la condición sine qua non. Un cambio insignificante en el inicio ha ori-
ginado, pues, unas consecuencias extraordinarias. Pero de ahí en fuera, Santo To-
más estaría, por lo menos, de acuerdo con Duns Scoto, en que esse, como concepto
abstracto, es unívoco. Claro que esto tampoco significa que el Doctor Sutil no haya
tomado tales conceptos unívocos como predicados; pero precisamente esta es una
visión de segundo orden, condicionada ineludiblemente por la primera. Si esse,
como predicado de las criaturas y de Dios, es unívoco, no se piense que toma en
cuenta su carácter de predicado, sino de concepto tomado absolutamente.