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Ideas fundamentales
Una tragedia con buen final, El Cid fue un éxito
teatral del siglo XVII.
Contenido: El caballero Rodrigo y la noble Jimena se
aman, pero son obligados a enfrentarse en una batalla de
venganzas. Para salvar el honor de su padre, Rodrigo debe
matar al padre de Jimena, y a su vez Jimena está obligada
a exigir la muerte de Rodrigo. Cuando Rodrigo se
convierte en un héroe de guerra, el amor y el honor se
reconcilian.
El honor es el tema central: la obra sigue la dinámica
fatal de la necesidad de venganza.
El amor también se somete al sentimiento del honor.
El conflicto maravillosamente agravado y el lenguaje
refinado hacen de El Cid una obra emocionante y
conmovedora.
El Cid es un drama de conciencia. La tragedia se
desprende del interior de los personajes de la obra.
Mediante la figura del rey, Corneille apoya el
absolutismo que estaba surgiendo en la Francia de la
época.
El Cid se remonta a un drama español sobre el héroe
nacional castellano del mismo nombre, el Cid Campeador.
Su éxito provocó un acalorado debate sobre las
presuntas violaciones del autor a los preceptos
tradicionales del drama.
Cita: “Te hice daño… y tuve que hacerlo, porque solo
así / Podía borrar mi deshonra y ser digno de ti”.
Resumen
La preparación de una boda feliz
Jimena, la hija de don Gómez, recibe una estupenda
noticia durante una conversación con Elvira, su
confidente y amiga: don Gómez favorece como su novio
a don Rodrigo, el joven noble del que ella se ha
enamorado perdidamente. Jimena está tan feliz con la
noticia que Elvira tiene que volver a narrar con todo
detalle la entrevista con don Gómez. Además de Rodrigo,
el candidato preferido de Jimena, don Gómez también
consideró como novio a don Sancho, un joven
gentilhombre de España. Pero sobre todo habló de
Rodrigo como el yerno ideal. La alegría de Jimena es
enorme. Brevemente, se ve frenada por el temor a un
inesperado e insidioso golpe de suerte.
Planteamientos de interpretación
El concepto del honor y sus
abismos constituyen el tema central de la obra. La
infracción al honor pone en marcha la acción trágica y
diversos intentos de reparar el honor perdido tienen
consecuencias nefastas. Los personajes principales están
ampliamente de acuerdo respecto al hecho de que el
concepto del honor no se debe cuestionar ya que el honor
es considerado como el núcleo de la personalidad
humana. Sin embargo, el despiadado precepto de la
venganza por el honor herido provoca que el Cid exclame:
“¡Oh, cruel sentido del honor!”
Aparentemente, el amor se enfrenta al sentido del
honor como una fuerza alternativa del corazón, aunque en
realidad está claramente subordinado al honor. En varias
ocasiones Jimena y Rodrigo se aseguran mutuamente que
solo podrían ser compañeros el uno para el otro si su
honor fuera inmaculado. En consecuencia siempre
muestran una gran comprensión por el plan de venganza
de su amado, incluso si sufre su amante corazón.
Si bien el sentido individual del honor goza de la más
alta reputación, debe ceder ante la lógica del Estado en
caso de urgencia. Después de la victoria de Rodrigo contra
los moros el plan de venganza de Jimena parece de pronto
una ofensa contra el bien común. El país ya no puede
sacrificar a su héroe.
Hacia el final de la obra el rey modifica el derecho
vigente a su propia discreción y en el sentido de una
decisión personal más sabia. En la descripción positiva de
este dudoso comportamiento se nota la defensa que
hace Corneille del monarca absolutista. Aunque la
obra también muestra que con frecuencia el gobernante
debe su poder a las hazañas heroicas de sus súbditos, en
un griño a equilibrar la balanza. Sin embargo, de esta
ayuda no se deriva ningún derecho de intervención.
El Cid es un drama de conciencia. La dinámica
trágica no se debe a ningún estímulo externo, sino que
nace del interior de las personas que saben hacer que sus
actitudes hacia sí mismas y hacia los demás resulten
comprensibles. Si bien la obra trata de las pasiones, los
diferentes puntos de vista se justifican con los medios
propios de la razón.
Antecedentes históricos
El absolutismo incipiente
En los años 30 del siglo XVII Francia era gobernada
por Luis XIII. Más tarde, su hijo Luis XIV, el famoso
Rey Sol, pasó a la historia como un destacado
representante del absolutismo europeo. Pero ya el padre
trató de adoptar una posición de poder absoluto e
inalienable en el Estado. Desde sus años de juventud
mostró una enérgica toma del poder del Estado. Después
de que fue coronado cuando tenía nueve años, a los 16
envió al exilio a la regente interina María de Médici –su
propia madre– y asesinó a su consejero principal. Con el
regreso a la corte de María de Médici cuatro años después,
el cardenal Richelieu, promovido por ella, logró una
influencia cada vez mayor. Sin embargo, como primer
ministro de Luis XIII, pronto se puso en contra de la reina
madre y trabajó en muchos frentes para fortalecer al
monarca. Mediante el asedio a La Rochelle, Richelieu
logró tomar en 1628 el último bastión propio de los
insubordinados hugonotes. Dos años después deshizo el
poder de la nobleza que, en su mayoría, quería rebelarse
en contra del rey. Este envió de nuevo a su madre al exilio,
esta vez de por vida. Richelieu hizo retroceder la
influencia del clero católico en el Estado y también supo
posicionar mejor a Francia en el póker europeo de poder,
especialmente contra España. Como gran promotor de las
artes, Richelieu también dio vida a la famosa asociación
de eruditos, la Académie Française.
Visto históricamente, el rey Luis XIII casi desaparece a la
sombra de su tristemente célebre consejero. A pesar de su
poderío el propio regente era de un carácter más bien
tímido, profundamente religioso y de vez en cuando
luchaba contra las medidas brutales de Richelieu.
Finalmente, sin embargo, en nombre de su posición, se
impuso a todas las dificultades políticas.
Origen
El Cid surgió en el año de 1636. Corneille todavía vivía en
Ruan, su ciudad natal, pero hacía tiempo que se había
hecho de un nombre en París como autor de obras de
teatro. Un año antes incluso había sido llamado por el
cardenal Richelieu, la mano derecha del rey, para formar,
por el pago de una pensión mensual, un grupo de cinco
autores que, a sugerencia del cardenal, debían escribir
obras de alto rango y valor político. Sin embargo, después
de colaborar en dos obras, abandonó el grupo pues el
trabajo colectivo no fue de su agrado. Paralelamente,
Corneille había empezado a ahondar en la literatura
española. Decidió utilizar el drama histórico de Guillén
de Castro, Las mocedades del Cid, como base para su
propio trabajo. En su obra, De Castro había recurrido a un
ciclo de romances sobre el legendario héroe nacional
español. El Cid, un caballero castellano del siglo XI
llamado Rodrigo Díaz de Vivar, era un brillante líder
militar que servía a señores tanto cristianos como moros.
Mientras que De Castro montó en su obra varios
elementos de leyendas conocidas sobre el Cid, a Corneille
le preocupaba menos la figura del héroe histórico que la
estructura dramática de la presentación. Si bien es cierto
que adoptó el conflicto interno central de la obra
española, él optimizó la estructura de la obra y renunció a
una ubicación histórica clara del material. El Cid se
estrenó alrededor del cambio de año entre 1636 y 1637.
Sobre el autor
Pierre Corneille nació en Ruan el 6 de junio de 1606.
Después de la escuela jesuita aprobó inicialmente la
carrera de abogado para seguir en los pasos de su padre. A
los 22 años empezó a trabajar en el más alto tribunal de
Normandía. Al mismo tiempo intentaba ser autor de
poemas y obras de teatro. En 1629 Corneille le ofreció su
obra Melita al director de una compañía teatral que
visitaba Ruan. La obra se representó con éxito en París. A
partir de entonces Corneille escribió regularmente nuevas
obras para el grupo, en su mayoría comedias de la
sociedad parisina, en la que el autor se movía entonces
con mayor frecuencia. En 1635 Corneille, ya entonces un
aclamado dramaturgo, fue elegido para formar parte de
una comisión de cinco escritores que debían escribir
juntos obras de valor moral para el ministro supremo, el
cardenal Richelieu. Después de poco tiempo abandonó el
grupo de trabajo y poco después pudo celebrar su mayor
éxito teatral con El Cid. Las críticas, en parte violentas, de
colegas envidiosos y guardianes de las reglas académicas
provocaron la llamada Querelle du Cid. Corneille se retiró
a Ruan y solo en 1640 presentó una nueva obra, Horacio.
En los años siguientes publicó, por lo general, obras
estrictamente clásicas, a menudo con referencias veladas a
la política de aquel entonces. En 1647 fue admitido en la
Académie Française. Corneille, que escribió en total
alrededor de 35 obras, consiguió sucesivamente, a veces
más, a veces menos, el favor del público, así como el de los
dirigentes de París. A partir de la década de 1660 poco a
poco fue eclipsado por el nuevo autor estrella, Jean
Racine. Corneille, todavía muy respetado, murió el 1 de
octubre de 1684.