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El asbesto: una tímida regulación

en México
En los últimos años tribunales de diversos países europeos han condenado a
empresas a indemnizar millones de euros por su responsabilidad asociada a la
fabricación y uso del asbesto.

En uno de esos casos, 71 trabajadores demandaron por vía penal a la Unión


Naval de Levante en Valencia, España, luego de lo cual en 2009 la empresa
aceptó no haber respetado las medidas de seguridad, reconociendo además su
responsabilidad en las muertes y lesiones de empleados expuestos a ese
contaminante en la construcción y reparación de buques. La empresa indemnizó a
las víctimas pagando cerca de 11 millones de euros.

En Turín, Italia, en 2012 un tribunal condenó a la empresa Eternit por su


responsabilidad en el daño asociado a la fabricación de fibrocemento en varias de
sus instalaciones. Varios ex ejecutivos de la firma fueron condenados a penas de
prisión.

En 2010, un tribunal de Madrid condenó a la empresa Uralita a indemnizar con


3.9 millones de euros a 45 a vecinos de dos localidades cercanas a Barcelona por
su responsabilidad en las enfermedades respiratorias asociadas a las fibras de
asbesto diseminadas por el proceso de fabricación de fibrocemento en la fábrica
de Cerdanyola. Se trataba en este caso de establecer una responsabilidad por
daños no sólo a quienes estaban relacionados laboralmente con la empresa, sino
también a personas que habitaron en las inmediaciones de la fábrica y cuyas
lesiones fueron, en ciertos casos, mortales.

Tanto la Organización Mundial de la Salud como la Agencia de Protección


Ambiental americana han reconocido que el asbesto es carcinógeno para los
humanos, y de hecho tanto su comercialización como su uso han sido prohibidos
en numerosos países: en España desde 2001, en Francia desde 1997, y en Suiza
desde 1990, para mencionar algunos casos.

Éste no es el caso de México. Una reforma la Ley de Salud del Distrito


Federal publicada el 25 de mayo de 2011 introdujo dos breves referencias a este
material, sin embargo se trata de medidas tímidas. Se introdujeron dos
obligaciones para el gobierno local cuyos efectos concretos podrían ser remotos:
por un lado, se establece la obligación del gobierno de poner en marcha
“acciones de prevención de enfermedades generadas por la exposición al asbesto,
con especial atención en las zonas y poblaciones cercanas de los establecimientos
donde se procese con fibras de asbesto […]” y, por otro lado, de “proporcionar
atención y, en su caso, la referencia oportuna a la institución especializada, a las
personas que presenten efectos dañinos en su salud por la exposición al asbesto”.

El tamaño del problema hace pensar que la respuesta gubernamental en México a


este grave asunto es sospechosamente silenciosa y en consecuencia inaceptable.

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