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FILOSOFÍA 6to Eco A

A partir del texto que empezamos a trabajar la clase anterior, responde (Sección: Los actos Morales)

1.- ¿Qué vínculos se pueden establecer entre libertad y actuar moralmente?

Teniendo en cuenta lo anterior, resuelve:

2.- A partir de las siguientes acciones, señala cuales fueron elegidos con libertad de acción o con algún tipo
de limitación:

 Mariana y Jorge se casaron porque están enamorados y quieren armar un proyecto


de vida juntos.
 Mariana y Jorge se casaron porque uno de ellos lo necesita para poder residir en el
país.
 Ana es periodista y necesita trabajar para poder ganar dinero y pagar la medicación
de su hijo enfermo. Para eso escribe sobre temas que no le interesan.
 Ana es periodista y su jefe le pide que escriba un artículo sobre un tema con el que
ella no está de acuerdo. Ella decide no escribirlo aún a riesgo de perder su trabajo.
 Una persona decide anotarse en un bachillerato para adultos porque no lo pudo
terminar a los 18 años y quiere cerrar esa etapa de su vida.
 Una persona decide anotarse en un bachillerato para adultos porque en su trabajo le
dieron un plazo de seis meses para presentar su título o lo despiden

3.- Lee los siguientes texto y resuelve el Verdadero o Falso. Justifica los Falsos.

«Existe una profunda analogía entre el concepto de significado lingüístico y el concepto de significado
de la vida. El significado lingüístico admite la posibilidad de que toda la serie de usos que un término
haya tenido en el pasado no determine los usos del mismo en el futuro. Los usos lingüísticos no son
como las vías del tren, que se fijan con antelación, de manera que lo único que deba preocuparnos sea
la posibilidad de que el tren descarrile. Lo mismo se puede decir del significado de la vida: la suma de
todas las acciones pasadas no determina el curso de las acciones futuras, sino que incluso en
cualquier momento podemos reconsiderar nuestra interpretación de las propias acciones pasadas. El
tren de la vida puede cambiar de dirección a voluntad del maquinista, aun cando algunas direcciones
sean más fáciles de recorrer que otras».

(Margalit, Avishai: La sociedad decente, Barcelona, Paidós, 1997, pag. 67)

«El cobarde es responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o un cerebro


cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo es porque se ha construido como
hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay
sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tienen una sangre floja no por
eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; el cobarde está
definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente y le causa horror es que el cobarde es
culpable de ser cobarde (…). Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar: si se nace cobarde, se
está perfectamente tranquilo, se será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe,
también se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá como héroe, se
comerá como héroe. Lo que dice el existencialismo es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace
héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar
de ser héroe».

(Sartre, Jean Paul: El existencialismo es un humanismo, México, Ediciones Quinto Sol, pp. 51-52).
«Fíjate: uno puede lamentar haber obrado mal aunque esté razonablemente seguro de que nada ni
nadie va a tomar represalias contra él. Y es que, al actuar mal y darnos cuenta de ello, comprendemos
que ya estamos siendo castigados, que nos hemos estropeado a nosotros mismos –poco o mucho–
voluntariamente. (…)

¿Qué de dónde vienen los remordimientos? Para mí está muy claro: de nuestra libertad. Si no
fuésemos libres, no podríamos sentirnos culpables (ni orgullosos, claro) de nada y evitaríamos los
remordimientos. Por eso cuando sabemos que hemos hecho algo vergonzoso procuramos asegurar que
no tuvimos otro remedio que obrar así, que no pudimos elegir (…) Del mismo modo el niño pequeño,
cuando se cae al suelo y se rompe el tarro de mermelada que intentaba tomar de lo alto de la
estantería, grita lloroso: ¡Yo no he sido! Lo grita porque sabe que ha sido él (…) En cambio, si ha
dibujado algo muy bonito en seguida proclamará: ¡Lo he hecho yo solito, nadie me ha ayudado! Del
mismo modo, ya mayores, queremos siempre ser libres para atribuirnos el mérito de lo que logramos
pero preferimos confesarnos “esclavos de las circunstancias” cuando nuestros actos no son
precisamente gloriosos».

(Savater, Fernando: Ética para Amador, Barcelona, Ariel, 1991, pág. 112)

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