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¿Es esta una revolución histórica?

Creo que obviamente es una revuelta inédita que está logrando poner en una
esfera pública los reclamos como formas de evidenciamiento de cierta asimetría
con la que se vivió históricamente los vínculos identitarios. Creo que eso es lo que
más duele y esa es la eficiencia de la revuelta feminista. Al varón le cuesta soltar
muchas de las características con las que él se creía a sí mismo en posesión de
ciertas verdades y que apropiaciones con respecto a la mujer empiecen a
resquebrajarse. Pero que no tiene que ver con lo lineal o frontal, hay que pensarlo
en términos de la adscripción a la mujer de ciertos sentimientos y emociones que
la hacen como más pasional, mientras que el varón es más racional, más frío;
entonces el varón tiene más capacidad para dirigir una empresa o un país porque
la mujer siempre va a pensar antes con la emoción. Esas cuestiones filosóficas de
fondo son las que terminan legitimando las asimetrías.
¿Qué es lo que más molesta?
Lo que más molesta es el tema reproductivo, porque la clave de la asimetría es
pensar que vino a este mundo para ser madre y punto. Y así la viene concibiendo
nuestra cultura desde hace siglos. Entonces, la emancipación de la mujer de ese
lugar, hoy ayudada por la tecnología que cada vez está generando experiencias
nuevas, a partir de la cual la reproducción natural tiende a desaparecer, no me
cabe duda que en unos años se va a masificar la idea de la concepción en
términos de reproducción tecnológica. Estamos convencidos de que el amor tiene
un sentido en su relación con la reproducción. Ahí hay que deconstruir. Eso lo que
hace es llevar el amor por un lado, la sexualidad para otro y la reproducción, para
otro. Hasta ahora las vivimos como que tienen algo en común. La
deconstrucción genera formas de vivir más libres.
También son tiempos en los que las minorías tienen voz y nombre...
Los casos límites son siempre los que nos hacen repensar nuestro lugar de
supuestos seres normales, son los casos de frontera los que te hacen pensar qué
es lo que regla el ordenamiento de un colectivo.
El sentido común lo que hace es expeler, desterrar los casos supuestamente
anómalos. Cuando, en realidad, todas las anomalías son las que evidencian hasta
qué punto el que se cree normal no es también un anómalo.
¿Quién puede detentar el monopolio de la normalidad sino aquel que impone las
normas que quiere? Normal viene de norma, y la norma no viene del cielo, no
nace de la tierra. La norma alguien la puso, y lo hizo en función de un proyecto
político de poder, en el sentido de instalar su propio interés como si fuese lo
lógico, lo natural o del interés de todos. Foucault dice que tratás de sacarte de
encima esos casos “anormales” porque en algún punto hablan de vos mismo.

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