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Introducción
Hoy en día, hay dos tipos de gobiernos en las democracias liberales: los que optan, desde el modelo
neoliberal, por sostener estructura económica y la institucionalidad política que posibilita que
manden las élites empresariales y los defensores del capital; por otro, aquellos que pretenden al
menos desnivelar ese poder omnímodo, y trabajan en favor de ciertos espacios de redistribución
social de la riqueza y la recuperación de los bienes comunes, principalmente desde las regulaciones
estatales.
Estas dos opciones se han disputado la gobernanza de los países latinoamericanos las últimas
décadas, en lo que se ha llamados el giro progresista (a partir del triunfo del chavismo en Venezuela
en , seguido por el triunfo de Evo Morales en Bolivia, el de Nédtor Krichner ne Argentina, el de Rafael
Correa en Ecuador y el de Lula Da Silva en Brasil. Sin embargo, los procesos de cambio apuntalados
en cada uno de esos países jamás dejaron de estar condicionados por una relativamente frágil
correlación de fuerzas, donde las derechas y los grupos de poder a las que éstas representan
estuvieron siempre gestando procesos de oposición de distinta intensidad, lo que en todos los países
mencionados acabaron empujando la famosa “ley del péndulo” entre los gobiernos más o menos
“progresistas” de centro-izquierda y alternativas conservadoras y neoliberales.
1
“El relato del poder en América Latina: los medios de comunicación son la cancha donde se juega la
democracia, revista Nueva Sociedad” No. , 2013
En el caso del Ecuador, la historia reciente adquiere ribetes sui generis. No perdieron en las urnas
como le pasó al peronismo con Macri; tampoco el progresismo de la Revolución Ciudadana fue
removido del poder acusado de corrupción desde una estrategia de lawfare como pasó en Brasil,
permitiendo el posterior triunfo electoral de Bolsonaro; tampoco hubo un “golpe de estado
electoral”, avalado por la propia OEA, como le sucedió a Evo Morales en Bolivia. Nada parecido pasó
Ecuador, pues el progresismo no fue desplazado del gobierno por ninguna de esas vías
Mientras todo hacía prever que en Ecuador, la continuidad de la década de progresismo encabezado
por Correa (2007-2017) aparentemente se había garantizado con un apretado triunfo electoral de
Lenin Moreno, candidato de esa misma tendencia política; sin embargo, en cuestión de meses, el
nuevo gobierno dio un giro de ciento ochenta grados, y pactó con todos y cada uno de los mayores
contendores y enemigos políticos de su antecesor.
Muy pronto se vio en el Palacio de Gobierno a los dueños de los mayores bancos del país, los
directivos de las Cámaras empresariales, los propietarios de los mayores medios de comunicación
comerciales, quienes con el paso de los meses, volvieron a colocar ministros de Estado en sectores
clave, e incluso un transitorio vicepresidente de la República, una vez que se destituyó y encerró a
Jorge Glas. DE igual forma, cadáveres políticos que habían sido acusados de empobrecer y desfalcar
al Estado como Abdala Bucaram, Alberto Dahik y Jamil Mahuad, poco a poco no sólo fueron objeto
de atenciones y negociaciones por parte del gobierno de Moreno, sino que recuperaron incluso un
papel público protagónico, gracias ya sea la “amnesia” súbita acerca de sus acciones pasadas, ya sea
por el esmerado “lavado de imagen” que hicieron ciertos medios.
El ascenso y expansión del progresisismo en América Latina entre 2004 y 2015 implicó procesos de
creación o de reforma de la norma existente en los relativo al campo comunicacional , mediático y
cultural. Una serie de cambios legales e institucionales, de diverso calibre en cuanto a potencia y
profundidad fueron introducidos en Venezuela (2004), Argentina (2009), Bolivia (2011), Ecuador
(2013) y Uruguay (2014).
Según Ortiz (2019) el correísmo tuvo tres ciclos políticos claramente diferenciados. En el campo
mediático, el segundo de ellos implicó el que
desde el 2009 hasta las elecciones del 2013 se produjo un proceso de afirmación de la
imagen gubernamental, que tiene uno de los factores fundamentales en la estrategia y el
manejo de los medios de comunicación, al tiempo que las capacidades mediáticas de Correa
en las sabatinas le permiten, como se ha dicho, ser un factor donde se cataliza el apoyo
popular (Cervino y Ramos, 2016). Correa ha logrado mantener unos niveles de popularidad
desconocidos para un presidente de la República. (…) El discurso es, a la vez, polarizante y
antagonista, separa a los amigos de los adversarios; la combinación de estos factores
constituye un arma potentísima para consolidar la Revolución Ciudadana.
Por otro lado, el papel de los medios de comunicación ecuatorianos, privados en su enorme mayoría,
cambia totalmente. Como lo menciona Ibarra en el mismo texto de Ortiz, “hoy los medios, forzado
es reconocerlo, ya no son instrumentos de la política, son actores políticos (Ibarra en Ecuador
Debate N° 85, 2012: 11).
Se generan los dos polos que a la vez que resta pluralismo y matiz al proceso de generación de
opinión pública, presiona a los medios públicos, y en alguna medida los incautados, con la voz oficial
y levanta el mito del “monopolio estatal de la comunicación”, donde diversos análisis así la definen y
la señalan como la base material de la hegemonía de la Revolución Ciudadana (Andrade, 2012;
Fundamedios:
Aquí hay que considerar también el papel que tuvo la aplicación de la Ley Orgánica de
Comunicación, aprobada en 2013 luego de alrededor de cuatro años de una larga y muchas veces
boicoteada discusión en la Asamblea Nacional.
Otro frente abierto por el gobierno es con los medios de comunicación privados y
fundaciones, que reclamaban en defensa de la libertad de expresión y de prensa. En torno a
estas demandas, los medios de comunicación, las revistas digitales, sectores empresariales y
grupos de derecha van uniéndose contra el “autoritarismo” del Estado.
En ese marco, el discurso amigo-enemigo que había utilizado Correa contra los banqueros
“pelucones” y la partidocracia o el ataque a los “ecologistas infantiles” se fue agotando,
mientras encontraba audiencia un nuevo discurso contra hegemónico asentado en las
libertades y derechos de expresión, que aprovecha la sensibilidad democrática de la
población (…)
Aquí se explica el desgaste electoral de la Revolución Ciudadana -ya sin Correa como candidato- en
las elecciones de 2017 y uno de los elementos que puedan ayudare a entyender el “giro” adoptado
por Moreno durante 2017-2021 a favor de las “libertades”, entre las cuales la libertad de expresión y
la libertad de prensa serían las que sellen el pacto con los medios privados a días de posesionado.
La foto mostraba rostros sonrientes y poses complacientes, en fresca complicidad. El escenario era la
oficina presidencial de Carondelet, lugar al que los propietarios de las mayores empresas mediáticas
privadas del país no habían pisado por diez años. Corrían mediados de julio de 2017 y habían
transcurrido menos de dos meses de posesionado Lenin Moreno y las portadas de los diarios más
importantes mostraban al presidente Moreno dando sus primeros pasos para crear la narrativa que
iba a sustentar su feroz política de descorreización del país. En la foto aparecía Moreno rodeado del
director del diario El Universo, Carlos Pérez Barriga; el director de Expreso, Galo Martínez Leisker; el
director de El Comercio, Carlos Mantilla; los directivos de RTS, Xavier y Raúl Gómez Amador; el
director de Radio Democracia, Gonzalo Rosero, el director de Radio Visión, Diego Oquendo y del
Gerente General de Teleamazonas, Sebastián Corral.
Las señales del nuevo pacto no podían ser más claras. Los titulares de las noticias mencionaban que
los había invitado a palacio para “contarles sobre la crisis” que, a decir de Moreno, atravesaba la
economía del país, y el petitorio del presidente de “que la prensa sea la primera en denunciar la
corrupción”. La reunión supuestamente “privada” se hizo rápidamente conocida por todos. En la
misma saltaron dos hechos adicionales muy significativos. Aunque no se sabe si Moreno condimentó
la reunión con sus clásicos chistes, lo que sí trascendió es que en algún momento les habló de sui
gobierno como el de “las libertades”. Por su parte, los dueños y directivos de la prensa comercial
replicaron con su preocupación por la Ley de Comunicación.
Andrés Michelena, personaje que sería clave durante los cuatro años del gobierno de Moreno, junto
con el aún no caído en desgracia y todavía Secretario de la Presidencia Eduardo Mangas, asistieron
como “testigos de honor” de lo que sería el acuerdo clave sobre el que sostuvo la estrategia de
separación, primero, y de abierta y total confrontación, después, de Moreno con su predecesor y su
obra, así como la arremetida contra lo que llegaría a llamar “el gobierno más corrupto de la historia
del Ecuador”, que fue la pieza central del libreto que se aplicó en la derechización del gobierno
recién estrenándose. Al cierre de la reunión, Moreno sentenció: “Este será el primero de muchos
diálogos abiertos con ustedes”, según lo publicó Diario El Comercio.
Los puntos acordados fueron develándose luego. Primero fue la destitución del Superintendente de
Información y Comunicación, Calos Ochoa, por parte de una Asamblea Nacional ya sometida
servilmente a Moreno, y donde la minoría de Alianza País todavía leal a Correa estuvo siempre en
desventaja.
Otra de las aristas de la destrucción de los derechos de la comunicación gestada por Moreno, se
refiere a los medios públicos. Hacia mediados de 2020 decide extinguir la empresa de medios
públicos y advierte que se mantendrían sólo tres medios de este tipo, sin especificar cuáles
Con ese fin, en junio de 2020, se anuncia la decisión gubernamental de extinguir la Empresa de
Medios Públicos (EMP) como parte de una operación de reorganización general de empresas
públicas que incluye también correos, ferrocarriles, línea aérea, entre otras. Según Marco Ávila,
quien presidía el Directorio de la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) 2 y que sería la
empresa encargada de la liquidación de los medios públicos, el gobierno solo se iba a quedar tres
medios
2
La Empresa de Medios Públicos había sido creada en 2016 y tenía la administración de más de 20 medios
como El Telégrafo, El Tiempo, Ecuador TV, Pública FM, la imprenta Editoragram: posteriormente, en 2017 los 7
medios privados incautados que fueron incorporados al sistema público por Moreno, quien mediante el
Decreto 1051 dispuso que la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) será la encargada de dar
soporte técnico, administrativo y legal a las empresas que se encuentren en proceso de liquidación, entre ellas
la Empresa de Medios Públicos
El Decreto 1059 de 2020 dispone la liquidación de EMP, para lo cual se estableció un plazo de 60 días
para determinar cuáles son los “activos líquidos”. Luego se designará un liquidador y en un plazo
máximo de 180 días se llevará a cabo el proceso. Según El Universo, los activos de medios públicos
suman US$ 107 millones, de los cuales US$ 21 millones son en corriente y US$ 86 millones no
corrientes
El decreto prevé que si luego del proceso de extinción quedara algún medio, pasaría a manos del
Ministerio de Telecomunicaciones y Sociedad de la información.
“El Ejecutivo puede decidir por los medios de carácter público, que ya no estarán bajo la
administración de la empresa de Medios Públicos sino del Ministerio de Telecomunicaciones o la
Secretaría de Comunicación. Sobre los medios incautados pesa una orden constitucional que no
permite al Estado enajenarlos y, por lo tanto, debemos cumplir con esa disposición. En este
escenario, ninguno de estos medios estaría para la venta”, dijo el presidente de EMCO.
También planteó que con la liquidación de EMP se prevé reducción significativa de personal.
“En un momento Medios Públicos llegó a tener 1.061 personas. El año pasado logramos que
la nómina bajara a 621 personas y en este momento estamos trabajando en una nueva
Ley Calviño y
estructura de reducción, quedarían 200 personas”, aseguró.
FRANCISCO SIERRA 28/06/2021
Existe un tipo de funcionario público que invariablemente siempre trabaja, por acción u omisión,
más bien lo primero, en favor del capital y de los intereses creados. Y no solo por la decidida
voluntad de participar de las puertas giratorias y verse así reconocido por los valiosos servicios
prestados, sino más bien como resultado de una pobre o inexistente imaginación política o
voluntad de compromiso con la mayoría. Este es el caso de la nueva contrarreforma
audiovisual que pronto inicia su trámite parlamentario en el Congreso. El proyecto de ley de
transposición de la Directiva Comunitaria sobre Servicios de Comunicación Audiovisual
(2018/1808) de la UE a nuestro país, que puede ser recordada como la Ley Calviño, plantea un
reto preocupante en medio de la llamada guerra cultural: la construcción de una esfera pública
mediatizada cerrada a la diversidad de voces y corrientes de opinión por los intereses
hegemónicos claramente reforzados en la norma preparada por el Ejecutivo.
De la Ley UTECA a la Ley Audiovisual de Andalucía, pasando por las enmiendas y recortes
presupuestarios de los medios públicos, asistimos en fin a una ceremonia de la confusión que no
consiste en otra cosa que el cercamiento y desmontaje del servicio público radiotelevisivo como
hoja de ruta del poderoso lobby que dicta la norma en el sector. Pues el nuevo marco normativo
da luz verde a la privatización de los medios autonómicos con la explotación privada o
externalización, refuerza el rol de la CNMC frente a instancias no desarrolladas
reglamentariamente como el Consejo Audiovisual, en lugar de seguir el modelo francés, pese a
que informes de la propia CNMC reconocen su incompetencia y falta de recursos para cumplir
con su labor de tutela de derechos.
Se sigue, por otra parte, sin abordar la cuestión estratégica de la distribución, muy concentrada
en favor de las grandes compañías gringas, lo que terminará por imponer los intereses
dominantes precarizando las condiciones laborales de los productores y creadores locales. En
otras palabras, hubiera sido preciso, es necesario, un mayor compromiso de los distribuidores en
línea de plataformas como AMAZON en la financiación e inversión en el audiovisual europeo.
La ley no contempla además la regulación necesaria de los productores o usuarios que aportan
contenidos, en términos de protección como actores centrales del ecosistema audiovisual, ni
muchas otras lagunas observadas en las más de cien alegaciones presentadas por plataformas
como TELEDETODOS. Pues la adaptación al mercado que propone el borrador es la razón con la
que justificar la liquidación definitiva del dominio público. Y la flexibilidad, la seguridad
de los operadores que dominan el mercado. La autorregulación y corregulación que apunta la
norma es, en fin, más de lo mismo, el reforzamiento de una estructura antidemocrática y
concentrada de poder de difusión de las imágenes de unos pocos contra la voluntad de muchos.
El ejemplo más evidente es el de la desregulación publicitaria, un campo, como denuncia FACUA,
ampliamente minado de incumplimientos y vulneraciones a los derechos de los consumidores. El
caso más evidente de esta regresión es la desregulación publicitaria que afecta a la protección de
los menores. Pero podríamos añadir la falta de transparencia en la publicidad institucional que
hoy solo se conoce fruto de la labor del periodismo de investigación, como revela Público, sobre el
sostenimiento de medios de extrema derecha como OK DIARIO con cargo al presupuesto de la
CAM mientras los medios comunitarios pierden las garantías conseguidas por vez primera con la
Ley Zapatero.
Ciudadanos solo como consumidores
Más aún, podríamos afirmar, en general, que la nueva ley se distingue por su falta de consistencia
y viabilidad, pensando en sistema nacional de medios, pues no solo no contempla financiación de
los medios ciudadanos sino que además deja al albur del duopolio el futuro de RTVE y de
los medios públicos en general. Quizás por ello en la redacción del borrador la ciudadanía está
ausente, convertida, en sus enunciados, en mero consumidor. Para el legislador pareciera que el
ciudadano en España no tiene derecho a la comunicación, salvo como cliente y no como sujeto
político, en un nuevo giro de tuerca que ya imaginamos como concluirá. Por lo mismo no se
regulan los datos y perfiles de los usuarios ni se protege la invasión publicitaria que sufriremos
con la desregulación que se promueve.
Hace tiempo que la noción de servicio público ha sido difuminada, sin sostén reglamentario,
con déficits democráticos notorios en el caso de España, donde el derecho a la comunicación, por
más que se reconozca en la Constitución, ni se desarrolla (derecho de acceso) ni se garantiza
institucionalidad alguna para la participación y el control social.
FRANCISCO SIERRA 05/02/2021
Dejó escrito Marx que la seguridad es el supremo concepto de la sociedad burguesa, el concepto
de la policía, según el cual toda la sociedad existe solamente para garantizar a cada uno de sus
miembros la conservación de su persona, de sus derechos y de su propiedad. Un empeño
condenado al fracaso cuando la inseguridad de la existencia del precariado, el empobrecimiento
de los sectores populares que ven desintegrarse la Seguridad Social, marca, en nuestro tiempo,
todo avatar de la coyuntura política que los medios pretenden, por sistema, ocultar. Ya advertía
Simmel, en El secreto y las sociedades secretas, que una de las características de la
dialéctica moderna es el mito de la transparencia por la que se impone la
ocultación como norma y no como excepción, desplegando técnicas de
gubernamentalidad sofisticadas para evitar desviaciones: la indiscreción, las filtraciones o la
confesión.
Además del mito del progreso y la libertad, la era moderna de la comunicación se proyecta como
relato de la sociedad positiva en esta noción iluminista. El discurso de luz y taquígrafos es
la panoplia de la prensa liberal para justificar lo evidente: la opacidad constitutiva
del modelo de mediación que oculta el trabajo y la miseria del mundo en el modo de
producción capitalista. Por ello preocupa al Foro de Davos y a los adláteres de los paraísos
fiscales que se proponga vigilar a los vigilantes. De un tiempo a esta parte, tal aseveración se
torna tesis indiscutible para ilustrar la naturaleza de nuestra contemporaneidad. La minería de
datos, la vigilancia global del Pentágono y la NSA dan cuenta, como revelara Snowden, de una
sistemática política institucional de control biopolítico contra toda resistencia, como antaño la
Comisión Trilateral advertía de las amenazas de la migración, el narcotráfico y el crimen
organizado para justificar la política de represión contra los movimientos revolucionarios.
Hoy, como ayer analizara Mattelart, el complejo industrial-militar con anuencia de la
Casa Blanca y Silicon Valley despliegan esta lógica biopolítica de control que nos
amenaza pervirtiendo el futuro de la democracia por el control opaco del
algoritmo. Mientras los GAFAM (acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) y
las start-up anexas al universo Google obtienen ganancias de más de 20.000 millones de dólares
sin retribución a autores, periodistas, analistas, programadores y, en general, el cognitariado que
hace posible, con su proletarización, la multiplicación de la riqueza, asiste inconsciente a la era
del control y la pantalla total, mientras Google reconoce que escucha nuestras conversaciones
privadas y Alexa (Amazon), como la Smart TV de Samsung, realizan a diario la distopía de
Orwell.
Pero esto parece no conveniente decirlo en los medios mainstream, que defienden la libertad de
expresión solo donde sus intereses son afectados, proyectando como modelo países como
Colombia donde ni es posible el derecho de reunión y manifestación, salvo arriesgando la propia
vida. Assange, en fin, es la prueba del algodón que demuestra la limitada concepción liberal del
periodismo en nuestros días y Wikileaks, el ejemplo de que el núcleo de poder de nuestro tiempo
depende de la capacidad de hackeo del espacio público. Más aun cuando sabemos, desde el fallo
de la justicia europea, que Facebook, y en general los GAFAM, no garantizan la protección de los
datos personales ni, mucho más allá, la soberanía sobre los territorios en el flujo transatlántico de
datos tras la USA Patriot Act.
Desde los atentados de las Torres Gemelas, se viene impulsando una política de control en el que
la vigilancia clandestina se ha extendido al tiempo que se privatizan los dispositivos y procesos de
organización de la red telemática. Programas informáticos como mSpy, EasySpy, Flexispy o
Spyes y los acuerdos de Facebook, Twitter, Microsoft y Whatsapp con la NSA dejan en evidencia
un problema de libertades civiles y de soberanía ajeno al escrutinio público. Pues la opacidad
es la condición de la doctrina del shock. Como advierte Ignacio Ramonet (El imperio de la
vigilancia), en la era Internet, el control del Estado y las corporaciones privadas es extrema,
desnudan literalmente nuestro cuerpo, espíritu y prácticas privadas en una suerte de escáner o
radiografía compleja del cuerpo social.
Si Julian Assange es eliminado por la CIA y los lacayos del imperio, la ventana abierta por
Wikileaks para imponer la lógica de la confianza y la rendición de cuentas de los profesionales del
silencio, en la era de la diplomacia Facebook, asistiremos impávidos al reino de la censura previa
sin límites. Y a la criminalización de la pobreza, pues no es posible la acumulación por
desposesión sin asegurar el control total del proceso de reproducción, así sea con la necropolítica,
máxima expresión de la biopolítia contemporánea en la era de la fábrica social, o con la
videovigilancia total. Ya Morozov ha demostrado el control férreo de este sistema contra los
activistas de izquierda en las redes sociales. Pero algunos, como Yoani Sánchez, a sueldo del
capital, al tiempo que considera demócrata a Donald Trump, cargan contra Maduro, Cuba o el
gobierno plurinacional de Bolivia y niega la mayor y evidente lógica de captura e interceptación
de las redes sociales por Estados Unidos. Cuando está comprobado, en los propios documentos
del Pentágono, que la verdadera ciberguerra de nuestro tiempo no es solo un
problema de seguridad sino la lucha ideológica por el código para legitimar el
proceso de acumulación por desposesión y las instituciones que lo hacen posible. En
palabras de Terry Eagleton, si los soviets han desaparecido, siempre nos quedarán los
musulmanes, nacionalistas, indígenas o periodistas de investigación. La OTAN precisa conspirar
contra todo enemigo potencial o imaginario. Solo así es posible la reproducción del orden y del
progreso. El discurso securitario no tiene, en este sentido, otra función que legitimar la
aporafobia y el uso ideológico del miedo para la reproducción de los medios de representación
del orden reinante como legitimidad en el espacio público. Y ello, incluso, a condición de
planificar y producir masivamente programas de terror mediático y militar, como viene
exportando el poder sionista, para cubrir los objetivos imperiales, anulando todo resquicio de
crítica y pluralismo informativo en la comprensión de los problemas fundamentales de nuestra
sociedad.
Por ello, de acuerdo con Zizek, Assange representa una nueva práctica de comunismo
que democratiza la información. Lo público sólo se salvará por la épica de los
héroes de la civilización tecnológica. Y por ello muchos seguimos exigiendo su libertad: en
Quito, desde CIESPAL, en Sevilla con su abogada Renata Ávila, en ULEPICC, en CLACSO con la
Universidad y donde quiera que el lawfare siga criminalizando la verdad y la justicia social.
Somos conscientes de que con la libertad del fundador de Wikileaks nos jugamos el
futuro de la democracia y los derechos humanos. Ahí es nada
Bibliografía