Está en la página 1de 14

Destruir los derechos de comunicación e información:

la contrarreforma mediática del neoliberalismo de Lenin Moreno (2017-2021)

Hernán Reyes Aguinaga

La lucha de los medios como relatores del poder comienza en el discurso y


termina en las leyes: discurso para ganar el apoyo popular, leyes para tomar
las medidas pragmáticas. En Ecuador, por ejemplo, el presidente Rafael
Correa ha tildado a los medios de “asesinos con tinta” y de “prensa corrupta”
mientras sigue centrando el debate del país sobre la ley de medios que
ordenó la Asamblea Constituyente (…)
Hay otra esquina, una que luce más de derechas o liberal en las leyes, donde
los medios no son atacados sino integrados al modo de gobierno: esto
ocurre en México, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Brasil y los países
centroamericanos.
El caso más dramático es México. El poder de los grupos económicos ha
llevado a que los medios y los periodistas se hayan acostumbrado a negociar
con los partidos, los gobiernos y las empresas dejando de lado la
construcción de un periodismo independiente, profesional y en libre
competencia
Omar Rincón1

Introducción

Medios, política y democracia: reformas y contrarreformas comunicacionales en América Latina

Hoy en día, hay dos tipos de gobiernos en las democracias liberales: los que optan, desde el modelo
neoliberal, por sostener estructura económica y la institucionalidad política que posibilita que
manden las élites empresariales y los defensores del capital; por otro, aquellos que pretenden al
menos desnivelar ese poder omnímodo, y trabajan en favor de ciertos espacios de redistribución
social de la riqueza y la recuperación de los bienes comunes, principalmente desde las regulaciones
estatales.

Estas dos opciones se han disputado la gobernanza de los países latinoamericanos las últimas
décadas, en lo que se ha llamados el giro progresista (a partir del triunfo del chavismo en Venezuela
en , seguido por el triunfo de Evo Morales en Bolivia, el de Nédtor Krichner ne Argentina, el de Rafael
Correa en Ecuador y el de Lula Da Silva en Brasil. Sin embargo, los procesos de cambio apuntalados
en cada uno de esos países jamás dejaron de estar condicionados por una relativamente frágil
correlación de fuerzas, donde las derechas y los grupos de poder a las que éstas representan
estuvieron siempre gestando procesos de oposición de distinta intensidad, lo que en todos los países
mencionados acabaron empujando la famosa “ley del péndulo” entre los gobiernos más o menos
“progresistas” de centro-izquierda y alternativas conservadoras y neoliberales.

1
“El relato del poder en América Latina: los medios de comunicación son la cancha donde se juega la
democracia, revista Nueva Sociedad” No. , 2013
En el caso del Ecuador, la historia reciente adquiere ribetes sui generis. No perdieron en las urnas
como le pasó al peronismo con Macri; tampoco el progresismo de la Revolución Ciudadana fue
removido del poder acusado de corrupción desde una estrategia de lawfare como pasó en Brasil,
permitiendo el posterior triunfo electoral de Bolsonaro; tampoco hubo un “golpe de estado
electoral”, avalado por la propia OEA, como le sucedió a Evo Morales en Bolivia. Nada parecido pasó
Ecuador, pues el progresismo no fue desplazado del gobierno por ninguna de esas vías

Mientras todo hacía prever que en Ecuador, la continuidad de la década de progresismo encabezado
por Correa (2007-2017) aparentemente se había garantizado con un apretado triunfo electoral de
Lenin Moreno, candidato de esa misma tendencia política; sin embargo, en cuestión de meses, el
nuevo gobierno dio un giro de ciento ochenta grados, y pactó con todos y cada uno de los mayores
contendores y enemigos políticos de su antecesor.

Muy pronto se vio en el Palacio de Gobierno a los dueños de los mayores bancos del país, los
directivos de las Cámaras empresariales, los propietarios de los mayores medios de comunicación
comerciales, quienes con el paso de los meses, volvieron a colocar ministros de Estado en sectores
clave, e incluso un transitorio vicepresidente de la República, una vez que se destituyó y encerró a
Jorge Glas. DE igual forma, cadáveres políticos que habían sido acusados de empobrecer y desfalcar
al Estado como Abdala Bucaram, Alberto Dahik y Jamil Mahuad, poco a poco no sólo fueron objeto
de atenciones y negociaciones por parte del gobierno de Moreno, sino que recuperaron incluso un
papel público protagónico, gracias ya sea la “amnesia” súbita acerca de sus acciones pasadas, ya sea
por el esmerado “lavado de imagen” que hicieron ciertos medios.

Los pocos funcionarios que quedaban afines

El ascenso y expansión del progresisismo en América Latina entre 2004 y 2015 implicó procesos de
creación o de reforma de la norma existente en los relativo al campo comunicacional , mediático y
cultural. Una serie de cambios legales e institucionales, de diverso calibre en cuanto a potencia y
profundidad fueron introducidos en Venezuela (2004), Argentina (2009), Bolivia (2011), Ecuador
(2013) y Uruguay (2014).

Dada la diversidad de escenarios sociales y políticos, los procesos

Bolivia,  apoyadas por movimientos sociales alineados con la comunicación popular y


comunitaria con la democratización mediática y resistidas desde medios establecidos y
fuerzas opositoras como avances autoritarios sobre la libertad de prensa. Más allá de
controversias, dichos procesos significaron una ruptura con el patrón de captura elitista que
había dominado históricamente las políticas de medios en América Latina.
El giro a la izquierda ha llegado a su fin. En casi todos los casos hubo alternancia
gubernamental hacia la derecha. Salvo el Gobierno de Jeanine Añez en Bolivia, por carencia
de legitimidad y margen político, todos los casos de giro a la derecha
ensayaron contrarreformas orientadas a desmontar las innovaciones en materia de
medios.y
“Los medios de comunicación son entendidos como herramientas de
poder y como tales pueden o no ser utilizados democráticamente, lo
cual propicia o no la consolidación de la democracia en la sociedad.
Durante los últimos años, los medios de comunicación aparecen como
agentes que determinan gobernabilidad y como actores que militan en
una sociedad. Sin medios no existe gobernabilidad y las acciones y
estrategias de comunicación política empleadas en países de la región
así lo demuestran” (Bravo, .
El periodo del llamado giro a la izquierda fue prolífico en reformas regulatorias de los
medios de comunicación: Venezuela (2004), Argentina (2009), Bolivia (2011), Ecuador
(2013) and Uruguay (2014) realizaron importantes modificaciones de sus marcos
legales apoyadas por movimientos comprometidos con la democratización mediática y
resistidas desde medios establecidos y fuerzas opositoras como avances autoritarios sobre
la libertad de prensa. Más allá de controversias, dichos procesos significaron una ruptura con
el patrón de captura elitista que había dominado históricamente las políticas de medios en
América Latina.
El giro a la izquierda ha llegado a su fin. En casi todos los casos hubo alternancia
gubernamental hacia la derecha. Salvo el Gobierno de Jeanine Añez en Bolivia, por carencia
de legitimidad y margen político, todos los casos de giro a la derecha
ensayaron contrarreformas orientadas a desmontar las innovaciones en materia de
medios. En Argentina, Mauricio Macri eliminó mediante decretos, apenas asumió la
Presidencia, el núcleo de las restricciones a la concentración mediática contenidos en la Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual. En Ecuador, Lenin Moreno impulsó una reforma
legislativa de la Ley Orgánica de Comunicación. Pese a la aprobada en 2019, Guillermo
Lasso ha enviado un nuevo proyecto de reforma de la ley, apenas inaugurado su mandato,
alegando la pervivencia de elementos normativos correístas. En Uruguay, el Gobierno
encabezado por Luis Lacalle Pou ha conferido prioridad en su agenda a un nuevo proyecto de
ley de medios que parece encaminado a reemplazar la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual aprobada al final de la Presidencia de José Mujica.
Ante este escenario surgen interrogantes acerca del grado de restauración de lógicas
previamente imperantes en el ámbito de la regulación mediática e, inversamente, acerca de
los legados de las políticas y su capacidad para sobrevivir al contexto original.
América Latina se caracteriza por poseer sistemas de medios eminentemente privado-
comerciales y por ser la región con mayor concentración mediática a nivel
planetario. Históricamente, las políticas se han definido en despachos cerrados, a espaldas
del interés público, entre las élites mediáticas y políticas. Los procesos de liberalización y
concentración de los 90 reconfiguraron los equilibrios de poder en favor de grandes actores
comunicacionales, con una aumentada capacidad de incidencia regulatoria. Estas formas de
patrimonialismo o captura mediática se naturalizaron con la percepción, extendida entre
reguladores y legisladores, de los medios como poderosos árbitros de reputaciones
públicas y carreras políticas.
[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través
de nuestro canal de Telegram]
Dicha lógica en la formulación de las políticas se vio interrumpida en el contexto pos-
neoliberal. Las confrontaciones que dieron lugar a las llamadas ‘guerras mediáticas’ entre
grandes medios y gobiernos populistas de izquierda, como en los países andinos y en
Argentina, o la presencia de ejecutivos progresistas mayoritarios estructurados en torno a
partidos orgánicos de masas conectados con activismos de base, como en Uruguay,
constituyeron oportunidades políticas cruciales para movilizar demandas de reforma y
democratización mediática. Más allá del carácter instrumental que pueden haber revestido en
función de la realpolitik de las confrontaciones gobiernos-medios, o a las concomitantes
debilidades en su implementación, las reformas legales de estos gobiernos de izquierda
implicaron una ruptura respecto del patrón histórico de captura elitista. En primer
lugar, politizaron y visibilizaron un tema previamente relegado a los intersticios burocráticos;
segundo, incorporaron a actores previamente marginados en el proceso de formulación e
implementación de políticas sectoriales; por último, alteraron la orientación regulatoria
buscando limitar los intereses empresariales en favor de una mayor presencia estatal y de las
lógicas alternativas al mercado.
Las narrativas normativas que articularon las coaliciones reformistas, provistas de redes
preexistentes de activismos domésticos y transnacionales, desafiaron las concepciones
tradicionales restrictivas de la libertad de prensa al invocar el rol positivo del Estado como
garante de la libertad de expresión, el pluralismo y la diversidad. En línea con los estándares
desarrollados y promovidos desde organismos internacionales, estas reformas apelaron a un
encuadre del sector en términos de derechos tanto individuales como colectivos, a
instrumentos de política de carácter estructural como las restricciones a la concentración
mediática excesiva, cuotas de programación, subsidios, acciones afirmativas o reservas de
espectro para actores comunitarios, representación plural en agencias regulatorias y
promoción de mecanismos participativos en la gobernanza comunicacional.
Por supuesto, hubo gran variedad legislativa. Las leyes homónimas de Argentina y Uruguay
se mantuvieron apegadas a dicha agenda. Ello se explica en parte por los vínculos históricos
de la sociedad civil de dichos países con el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Por contraste, las reformas legales de los países andinos, si bien incorporaron parte de los
principios e instrumentos regulatorios mencionados, pusieron el foco en una serie de
regulaciones de contenido controvertidas en relación a estándares internacionales de
libertad de expresión. Estas disposiciones heterónomas, que habilitan sanciones
extrajudiciales potencialmente discrecionales, se explican por las divisiones de los
movimientos reformistas, por conflictos hemisféricos y por rasgos idiosincráticos de los
liderazgos emergentes en contextos de polarización extrema.
Excepto en Bolivia, a las reformas regulatorias descritas les siguieron intentos de reversión
allí donde hubo giro conservador.
En Argentina, a poco de asumir el Gobierno en 2015, Macri flexibilizó, por medio de
decretos, las restricciones a la concentración de la propiedad mediática que conformaban el
núcleo central de la ley de 2009. Además de reemplazar la agencia regulatoria por otra de
representación menos plural y más dependiente del Ejecutivo, aumentó el número de
licencias radiotelevisivas autorizadas a un mismo licenciatario, eliminó restricciones a la
propiedad cruzada de distintos tipos de servicios audiovisuales y encuadró los servicios de
televisión por cable como telecomunicaciones, eliminando así los límites para su
concentración y las obligaciones de must carry. La nueva normativa autorizó, además, la
compraventa de licencias, prorrogó todas las comerciales de forma automática y autorizó a
los prestadores de televisión por cable a que ofrecieran servicios de telecomunicaciones. En
consistencia con el sesgo pro-empresarial de estas políticas, el gobierno de Cambiemos
colocó en los organismos regulatorios a figuras cercanas al sector. Las medidas
favorecieron en particular al Grupo Clarín, el actor dominante que había estado en el
centro de la confrontación con el ‘kirchnerismo’. Las modificaciones de la ley no sólo
eliminaron las cláusulas que hubieran obligado al grupo a desinvertir, sino que despejaron el
camino para que adquiriera Telecom, en lo que constituiría el mayor proceso de fusión en la
historia de América Latina, extendiendo las posiciones dominantes del conglomerado a los
mercados de telefonía y provisión de internet.
Si bien los artículos modificados alteraron su núcleo anti-monopolístico, todos los demás
aspectos de la ley permanecieron vigentes. El malestar con las modificaciones suscitó,
además, ciertas reacciones defensivas. Por requerimiento de la Defensoría del Público y otras
organizaciones, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos citó al Gobierno a
que diera explicaciones, en una audiencia en la que aquél se vio obligado a
comprometerse con los estándares interamericanos de libertad de expresión y a reponer
administrativamente las obligaciones de must carry que había derogado.
En Ecuador, el sentido político de la contrarreforma debe ser comprendido en el marco de la
ruptura de Lenin Moreno con el correísmo. La reforma de la emblemática Ley Orgánica de
Comunicación de 2013 se constituiría en una de las claves de su estrategia pos-populista.
Moreno optó por una narrativa que presentaba el envío de un proyecto reformista centrado en
eliminar los dispositivos de control de contenido como un pasaje de restitución del Estado de
derecho.
Sin embargo, el prolongado proceso legislativo implicó que, más allá de la agenda
gubernamental inicial, se abriera un juego de cabildeo ofensivo y defensivo en el que los
sectores empresariales movilizaron su recuperada llegada al Estado. Dichas presiones
resultaron, entre otros aspectos, en una redistribución del espectro radioeléctrico en favor del
sector privado-comercial. En reacción a estas ofensivas, se produjo una movilización
defensiva por parte de grupos ligados a medios comunitarios, movimientos indígenas e
industrias audiovisuales protegidas. En diferentes acciones, incluidas interpelaciones a
organismos internacionales implicados en supervisión de nuevo texto legal, estos sectores
consiguieron contener el desmantelamiento de acciones afirmativas y políticas de protección
sectorial en un proceso que concluyó con la reversión de un veto presidencial por medio de
una supermayoría en la Asamblea Nacional.
A pocos días de asumir la Presidencia, alegando que incluso después de reformada persisten
en la ley vestigios de correísmo, Lasso envío un nuevo proyecto de Ley de Libre
Expresión y Comunicación, re-enfocada como primacía de la no-interferencia estatal, lo
que encendió las alarmas de los sectores incorporados gracias a la ley de 2013.
En Uruguay, pocos meses después de que el Frente Amplio dejara el Gobierno, entró en el
Congreso un proyecto de ley de medios elaborado por el Ejecutivo en sintonía con los
sectores empresariales que, en comparación con la ley de 2014, implicará un retroceso en
materia de concentración, pluralismo y mecanismos participativos. Superadas las diferencias
con el socio de derecha nacionalista en la coalición legislativa –que presenta reparos ante la
excesiva liberalización y temores por la extranjerización–, se aprobará un texto que, entre
otras cuestiones, relaja las restricciones al número de licencias radiotelevisivas adquiribles,
elimina los límites en televisión de pago, permite ofrecer internet a las empresas de televisión
por cable, reduce el rol estratégico de la empresa estatal de telecomunicaciones, elimina
mecanismos participativos y organismos colegiados con representación plural y los
referidos a la protección de derechos de la legislación.
El repaso a estos procesos de contrarreforma muestra la recuperación del acceso privilegiado
al Estado de sectores empresariales e intereses corporativos. Sin embargo, se trata de una
restauración incompleta, en tanto persisten algunas de las regulaciones que confieren
derechos y recursos a públicos y actores alternativos. Estos legados parecen explicarse en
los costes implícitos de una reversión vinculados a cierta capacidad de movilización
defensiva por parte de los actores incorporados por las reformas y a la legitimidad de los
principios normativos que las informaron, condensados en estándares regionales de
pluralismo, diversidad y libertad de expresión
De la construcción a la destrucción de la “máquina mediática de la Revolución Ciudadana”

Para poder entender lo acontecido en el periodo 2017-2021 en el campo de la política y en la disputa


simbólica alrededor de ésta asentada en el campo comunicacional, es necesario retrotraerse a los
orígenes de la lucha del correísmo con los medios privados y de la polarización que se fue gestando a
propósito de ésta, de la mano de la conversión de los grandes medios privados en decididos actores
políticos anticorreistas.

Según Ortiz (2019) el correísmo tuvo tres ciclos políticos claramente diferenciados. En el campo
mediático, el segundo de ellos implicó el que
desde el 2009 hasta las elecciones del 2013 se produjo un proceso de afirmación de la
imagen gubernamental, que tiene uno de los factores fundamentales en la estrategia y el
manejo de los medios de comunicación, al tiempo que las capacidades mediáticas de Correa
en las sabatinas le permiten, como se ha dicho, ser un factor donde se cataliza el apoyo
popular (Cervino y Ramos, 2016). Correa ha logrado mantener unos niveles de popularidad
desconocidos para un presidente de la República. (…) El discurso es, a la vez, polarizante y
antagonista, separa a los amigos de los adversarios; la combinación de estos factores
constituye un arma potentísima para consolidar la Revolución Ciudadana.

Por otro lado, el papel de los medios de comunicación ecuatorianos, privados en su enorme mayoría,
cambia totalmente. Como lo menciona Ibarra en el mismo texto de Ortiz, “hoy los medios, forzado
es reconocerlo, ya no son instrumentos de la política, son actores políticos (Ibarra en Ecuador
Debate N° 85, 2012: 11).

Se generan los dos polos que a la vez que resta pluralismo y matiz al proceso de generación de
opinión pública, presiona a los medios públicos, y en alguna medida los incautados, con la voz oficial
y levanta el mito del “monopolio estatal de la comunicación”, donde diversos análisis así la definen y
la señalan como la base material de la hegemonía de la Revolución Ciudadana (Andrade, 2012;
Fundamedios:

Aquí hay que considerar también el papel que tuvo la aplicación de la Ley Orgánica de
Comunicación, aprobada en 2013 luego de alrededor de cuatro años de una larga y muchas veces
boicoteada discusión en la Asamblea Nacional.

Para Machado ( ) la Ley como tal, tuvo un sentido progresista y popular:

Un análisis de la Ley Orgánica de Comunicación, aprobada el 14 de junio de 2013 por la


Asamblea Nacional, basado estrictamente en la lectura de! su texto legal no debería tener
como conclusión más que su consideración como un triunfo de las organizaciones sociales
que desde hace años han reivindicado mejores condiciones para ejercer el derecho humano
a la comunicación, la información fidedigna para el conjunto de la ciudadanía y el acceso
universal a las tecnologías y medios que la facilitan (..)

Más allá de estas observaciones, el problema fundamental de la Ley de Comunicación no es


otro que el que acompaña de forma habitual a la mayoría de las leyes instauradas por el
correísmo: el problema fundamental no radica en el análisis de sus textos sino en la
mecánica de aplicación de estas.
De igual forma, para (), tuvo

particular repercusión el debate en torno a la Ley de Comunicación dirigida a desarticular y


desconcentrar la estructura tradicional de los grandes emporios mediáticos y regular las
actividades mediáticas que hasta el momento de aprobación de la normativa habían
operado con lógicas mercantiles –exención de impuestos, descuentos en tarifas de diversos
rubros, privatización de medios–. Los empresarios mediáticos opusieron todo tipo de
resistencia ante la nueva ley que, según argumentaban, atentaba contra la libertad de
expresión y el libre flujo de la información (Ramos, 2010). Lo cierto es que dicha normativa
afectaba de forma directa los enclaves de los grandes medios privados en el campo
económico y financiero, y sus vínculos con los sectores de poder tradicionales (Ramos, 2013,
cit, en Ramírez & Stoessel, 2015).

El proceso es doble, pues el correísmo se va desgastando por causas económicas endógenas y


exógenas, y el proceso de polarización política y social en general se va profundizando de la mano
del acentuamiento de la disputa del gobierno con varias organizaciones de la sociedad civil y con los
medios privados:

Otro frente abierto por el gobierno es con los medios de comunicación privados y
fundaciones, que reclamaban en defensa de la libertad de expresión y de prensa. En torno a
estas demandas, los medios de comunicación, las revistas digitales, sectores empresariales y
grupos de derecha van uniéndose contra el “autoritarismo” del Estado.

En ese marco, el discurso amigo-enemigo que había utilizado Correa contra los banqueros
“pelucones” y la partidocracia o el ataque a los “ecologistas infantiles” se fue agotando,
mientras encontraba audiencia un nuevo discurso contra hegemónico asentado en las
libertades y derechos de expresión, que aprovecha la sensibilidad democrática de la
población (…)

En la última fase se nota un cansancio mediático en la población por el agotamiento del


discurso polarizador, mientras gana audiencia la propuesta de “libertades democráticas”,
contra la dictadura (Ortiz, 2019:251 y 257)

Aquí se explica el desgaste electoral de la Revolución Ciudadana -ya sin Correa como candidato- en
las elecciones de 2017 y uno de los elementos que puedan ayudare a entyender el “giro” adoptado
por Moreno durante 2017-2021 a favor de las “libertades”, entre las cuales la libertad de expresión y
la libertad de prensa serían las que sellen el pacto con los medios privados a días de posesionado.

El pacto de Moreno: prebendas mediáticas a cambio de apoyo a la descorreizacion neoliberal

La foto mostraba rostros sonrientes y poses complacientes, en fresca complicidad. El escenario era la
oficina presidencial de Carondelet, lugar al que los propietarios de las mayores empresas mediáticas
privadas del país no habían pisado por diez años. Corrían mediados de julio de 2017 y habían
transcurrido menos de dos meses de posesionado Lenin Moreno y las portadas de los diarios más
importantes mostraban al presidente Moreno dando sus primeros pasos para crear la narrativa que
iba a sustentar su feroz política de descorreización del país. En la foto aparecía Moreno rodeado del
director del diario El Universo, Carlos Pérez Barriga; el director de Expreso, Galo Martínez Leisker; el
director de El Comercio, Carlos Mantilla; los directivos de RTS, Xavier y Raúl Gómez Amador; el
director de Radio Democracia, Gonzalo Rosero, el director de Radio Visión, Diego Oquendo y del
Gerente General de Teleamazonas, Sebastián Corral.

Las señales del nuevo pacto no podían ser más claras. Los titulares de las noticias mencionaban que
los había invitado a palacio para “contarles sobre la crisis” que, a decir de Moreno, atravesaba la
economía del país, y el petitorio del presidente de “que la prensa sea la primera en denunciar la
corrupción”. La reunión supuestamente “privada” se hizo rápidamente conocida por todos. En la
misma saltaron dos hechos adicionales muy significativos. Aunque no se sabe si Moreno condimentó
la reunión con sus clásicos chistes, lo que sí trascendió es que en algún momento les habló de sui
gobierno como el de “las libertades”. Por su parte, los dueños y directivos de la prensa comercial
replicaron con su preocupación por la Ley de Comunicación.

Andrés Michelena, personaje que sería clave durante los cuatro años del gobierno de Moreno, junto
con el aún no caído en desgracia y todavía Secretario de la Presidencia Eduardo Mangas, asistieron
como “testigos de honor” de lo que sería el acuerdo clave sobre el que sostuvo la estrategia de
separación, primero, y de abierta y total confrontación, después, de Moreno con su predecesor y su
obra, así como la arremetida contra lo que llegaría a llamar “el gobierno más corrupto de la historia
del Ecuador”, que fue la pieza central del libreto que se aplicó en la derechización del gobierno
recién estrenándose. Al cierre de la reunión, Moreno sentenció: “Este será el primero de muchos
diálogos abiertos con ustedes”, según lo publicó Diario El Comercio.

Los puntos acordados fueron develándose luego. Primero fue la destitución del Superintendente de
Información y Comunicación, Calos Ochoa, por parte de una Asamblea Nacional ya sometida
servilmente a Moreno, y donde la minoría de Alianza País todavía leal a Correa estuvo siempre en
desventaja.

El cierre de los medios públicos y la abierta exclusión de los medios comunitarios

Otra de las aristas de la destrucción de los derechos de la comunicación gestada por Moreno, se
refiere a los medios públicos. Hacia mediados de 2020 decide extinguir la empresa de medios
públicos y advierte que se mantendrían sólo tres medios de este tipo, sin especificar cuáles

Con ese fin, en junio de 2020, se anuncia la decisión gubernamental de extinguir la Empresa de
Medios Públicos (EMP) como parte de una operación de reorganización general de empresas
públicas que incluye también correos, ferrocarriles, línea aérea, entre otras. Según Marco Ávila,
quien presidía el Directorio de la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) 2 y que sería la
empresa encargada de la liquidación de los medios públicos, el gobierno solo se iba a quedar tres
medios

2
La Empresa de Medios Públicos había sido creada en 2016 y tenía la administración de más de 20 medios
como El Telégrafo, El Tiempo, Ecuador TV, Pública FM, la imprenta Editoragram: posteriormente, en 2017 los  7
medios privados incautados que fueron incorporados al sistema público por Moreno, quien mediante el
Decreto 1051 dispuso que la Empresa Coordinadora de Empresas Públicas (EMCO) será la encargada de dar
soporte técnico, administrativo y legal a las empresas que se encuentren en proceso de liquidación, entre ellas
la Empresa de Medios Públicos
El Decreto 1059 de 2020 dispone la liquidación de EMP, para lo cual se estableció un plazo de 60 días
para determinar cuáles son los “activos líquidos”. Luego se designará un liquidador y en un plazo
máximo de 180 días se llevará a cabo el proceso. Según El Universo, los activos de medios públicos
suman US$ 107 millones, de los cuales US$ 21 millones son en corriente y US$ 86 millones no
corrientes
El decreto prevé que si luego del proceso de extinción quedara algún medio, pasaría a manos del
Ministerio de Telecomunicaciones y Sociedad de la información.

“El Ejecutivo puede decidir por los medios de carácter público, que ya no estarán bajo la
administración de la empresa de Medios Públicos sino del Ministerio de Telecomunicaciones o la
Secretaría de Comunicación. Sobre los medios incautados pesa una orden constitucional que no
permite al Estado enajenarlos y, por lo tanto, debemos cumplir con esa disposición. En este
escenario, ninguno de estos medios estaría para la venta”, dijo el presidente de EMCO.

También planteó que con la liquidación de EMP se prevé reducción significativa de personal.
“En un momento Medios Públicos llegó a tener 1.061 personas. El año pasado logramos que
la nómina bajara a 621 personas y en este momento estamos trabajando en una nueva

Ley Calviño y
estructura de reducción, quedarían 200 personas”, aseguró.

contrarreforma audiovisualEl derecho a la


comunicación ni se garantiza ni se desarrolla. No solo reforma en un sentido regresivo
la vigente Ley General del Audiovisual sino que fortalece la ofensiva contra el servicio
público

FRANCISCO SIERRA  28/06/2021
 
Existe un tipo de funcionario público que invariablemente siempre trabaja, por acción u omisión,
más bien lo primero, en favor del capital y de los intereses creados. Y no solo por la decidida
voluntad de participar de las puertas giratorias y verse así reconocido por los valiosos servicios
prestados, sino más bien como resultado de una pobre o inexistente imaginación política o
voluntad de compromiso con la mayoría. Este es el caso de la nueva contrarreforma
audiovisual que pronto inicia su trámite parlamentario en el Congreso. El proyecto de ley de
transposición de la Directiva Comunitaria sobre Servicios de Comunicación Audiovisual
(2018/1808) de la UE a nuestro país, que puede ser recordada como la Ley Calviño, plantea un
reto preocupante en medio de la llamada guerra cultural: la construcción de una esfera pública
mediatizada cerrada a la diversidad de voces y corrientes de opinión por los intereses
hegemónicos claramente reforzados en la norma preparada por el Ejecutivo.

En este sentido, y aun amparándose en el marco de la Estrategia Digital del Estado, el


anteproyecto no solo reforma en un sentido regresivo la vigente Ley General del Audiovisual
(7/2010) sino que refuerza además lo que algunos calificamos como modelo Monti (comisario
y hombre de confianza de Berlusconi) que iniciara en Bruselas la primera andanada contra los
medios públicos en beneficio de actores como FININVEST. Del marco general y el Consejo
Estatal de Medios Audiovisuales al plegamiento corporativo se constata un desplazamiento del
Estado central y el ordenamiento del sistema nacional de comunicación a los operadores tanto
foráneos como locales que incide sustancialmente en una pérdida de derechos a todos los
niveles, tal y como observamos hoy en Andalucía desde la Plataforma en Defensa de la RTVA,
mientras los reguladores vienen avanzando normas sin participación ni consenso del sector ni de
la ciudadanía y sus organizaciones.

No es casual por lo mismo que el anteproyecto de ley no establezca estrategias o políticas de


cooperación entre los sistemas audiovisuales autonómicos y del Estado en un ámbito de
competencia descentralizada que exigiría mayor imaginación del legislador si tanto se insiste en
la corregulación.

De la Ley UTECA a la Ley Audiovisual de Andalucía, pasando por las enmiendas y recortes
presupuestarios de los medios públicos, asistimos en fin a una ceremonia de la confusión que no
consiste en otra cosa que el cercamiento y desmontaje del servicio público radiotelevisivo como
hoja de ruta del poderoso lobby que dicta la norma en el sector. Pues el nuevo marco normativo
da luz verde a la privatización de los medios autonómicos con la explotación privada o
externalización, refuerza el rol de la CNMC frente a instancias no desarrolladas
reglamentariamente como el Consejo Audiovisual, en lugar de seguir el modelo francés, pese a
que informes de la propia CNMC reconocen su incompetencia y falta de recursos para cumplir
con su labor de tutela de derechos.

La centralización en el Ministerio de Economía de las tareas de inspección y sanción, so pretexto


de preparar el camino a la economía digital, se va a traducir en la máxima neoliberal de dejar el
pasado, con coste para el erario público en su sostenimiento, y facilitar el futuro de la producción
de contenidos simbólicos y el negocio audiovisual al sector privado que, dicho sea de paso, está
dominado no precisamente por empresas nacionales o europeas. Si pensamos en los GAFAM, en
plataformas como YOUTUBE, FACEBOOK o HBO, cabe concluir que el legislador ni se plantea
una alternativa propia que avance en la protección y producción propia de forma decidida acorde
con lo que nos jugamos en este ámbito.

El mercado contra el cine europeo

Capítulo aparte merece el problema de la igualdad de obligaciones mejorada para la financiación


del cine autóctono, en nuestro caso en todas las lenguas oficiales del Estado. La producción
independiente y el audiovisual europeo se verán favorecidos por el establecimiento de cuotas a
prestadores de servicios bajo demanda de plataformas como NETFLIX. El problema es que esta
regulación llega tarde y no altera la estructura del mercado, claramente contraria a los intereses
del cine europeo. El anteproyecto insiste por otra parte en la relajación de las exigencias en un
proceso o deriva desreguladora que ilustra el resultado: la inversión y mejora de la posición
dominante de la producción estadounidense en general. Desde este punto de vista, el porcentaje
mínimo de obra europea es insuficiente y refuerza las posiciones de la industria cultural
hegemónica, como llevamos una década observando en los informes anuales del Observatorio
Audiovisual Europeo.

Se sigue, por otra parte, sin abordar la cuestión estratégica de la distribución, muy concentrada
en favor de las grandes compañías gringas, lo que terminará por imponer los intereses
dominantes precarizando las condiciones laborales de los productores y creadores locales. En
otras palabras, hubiera sido preciso, es necesario, un mayor compromiso de los distribuidores en
línea de plataformas como AMAZON en la financiación e inversión en el audiovisual europeo.

La ley no contempla además la regulación necesaria de los productores o usuarios que aportan
contenidos, en términos de protección como actores centrales del ecosistema audiovisual, ni
muchas otras lagunas observadas en las más de cien alegaciones presentadas por plataformas
como TELEDETODOS. Pues la adaptación al mercado que propone el borrador es la razón con la
que justificar la liquidación definitiva del dominio público. Y la flexibilidad, la seguridad
de los operadores que dominan el mercado. La autorregulación y corregulación que apunta la
norma es, en fin, más de lo mismo, el reforzamiento de una estructura antidemocrática y
concentrada de poder de difusión de las imágenes de unos pocos contra la voluntad de muchos.
El ejemplo más evidente es el de la desregulación publicitaria, un campo, como denuncia FACUA,
ampliamente minado de incumplimientos y vulneraciones a los derechos de los consumidores. El
caso más evidente de esta regresión es la desregulación publicitaria que afecta a la protección de
los menores. Pero podríamos añadir la falta de transparencia en la publicidad institucional que
hoy solo se conoce fruto de la labor del periodismo de investigación, como revela Público, sobre el
sostenimiento de medios de extrema derecha como OK DIARIO con cargo al presupuesto de la
CAM mientras los medios comunitarios pierden las garantías conseguidas por vez primera con la
Ley Zapatero.
Ciudadanos solo como consumidores

Más aún, podríamos afirmar, en general, que la nueva ley se distingue por su falta de consistencia
y viabilidad, pensando en sistema nacional de medios, pues no solo no contempla financiación de
los medios ciudadanos sino que además deja al albur del duopolio el futuro de RTVE y de
los medios públicos en general. Quizás por ello en la redacción del borrador la ciudadanía está
ausente, convertida, en sus enunciados, en mero consumidor. Para el legislador pareciera que el
ciudadano en España no tiene derecho a la comunicación, salvo como cliente y no como sujeto
político, en un nuevo giro de tuerca que ya imaginamos como concluirá. Por lo mismo no se
regulan los datos y perfiles de los usuarios ni se protege la invasión publicitaria que sufriremos
con la desregulación que se promueve.

Hace tiempo que la noción de servicio público ha sido difuminada, sin sostén reglamentario,
con déficits democráticos notorios en el caso de España, donde el derecho a la comunicación, por
más que se reconozca en la Constitución, ni se desarrolla (derecho de acceso) ni se garantiza
institucionalidad alguna para la participación y el control social.

En definitiva, se impone el ventajismo, la consolidación del duopolio y las compañías foráneas y


los intereses dominantes de los operadores que han pasado de dictar la norma (Ley UTECA) a
observar con regocijo cómo la doctrina del Tío Tom se impone gracias a serviciales funcionarios
públicos. Visto lo visto, la norma puede llamarse Ley Calviño o Florentino Pérez que, para el caso,
fútbol mediante como interés general, tanto da

La vergonzosa entrega de Assange

La hipótesis AssangeLo público sólo se salvará por la épica de


los héroes de la civilización tecnológica. En la lucha por la libertad de Assange nos
jugamos el futuro de la democracia

FRANCISCO SIERRA  05/02/2021
 
Dejó escrito Marx que la seguridad es el supremo concepto de la sociedad burguesa, el concepto
de la policía, según el cual toda la sociedad existe solamente para garantizar a cada uno de sus
miembros la conservación de su persona, de sus derechos y de su propiedad. Un empeño
condenado al fracaso cuando la inseguridad de la existencia del precariado, el empobrecimiento
de los sectores populares que ven desintegrarse la Seguridad Social, marca, en nuestro tiempo,
todo avatar de la coyuntura política que los medios pretenden, por sistema, ocultar. Ya advertía
Simmel, en El secreto y las sociedades secretas, que una de las características de la
dialéctica moderna es el mito de la transparencia por la que se impone la
ocultación como norma y no como excepción, desplegando técnicas de
gubernamentalidad sofisticadas para evitar desviaciones: la indiscreción, las filtraciones o la
confesión.

Además del mito del progreso y la libertad, la era moderna de la comunicación se proyecta como
relato de la sociedad positiva en esta noción iluminista. El discurso de luz y taquígrafos es
la panoplia de la prensa liberal para justificar lo evidente: la opacidad constitutiva
del modelo de mediación que oculta el trabajo y la miseria del mundo en el modo de
producción capitalista. Por ello preocupa al Foro de Davos y a los adláteres de los paraísos
fiscales que se proponga vigilar a los vigilantes. De un tiempo a esta parte, tal aseveración se
torna tesis indiscutible para ilustrar la naturaleza de nuestra contemporaneidad. La minería de
datos, la vigilancia global del Pentágono y la NSA dan cuenta, como revelara Snowden, de una
sistemática política institucional de control biopolítico contra toda resistencia, como antaño la
Comisión Trilateral advertía de las amenazas de la migración, el narcotráfico y el crimen
organizado para justificar la política de represión contra los movimientos revolucionarios.
Hoy, como ayer analizara Mattelart, el complejo industrial-militar con anuencia de la
Casa Blanca y Silicon Valley despliegan esta lógica biopolítica de control que nos
amenaza pervirtiendo el futuro de la democracia por el control opaco del
algoritmo. Mientras los GAFAM (acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) y
las start-up anexas al universo Google obtienen ganancias de más de 20.000 millones de dólares
sin retribución a autores, periodistas, analistas, programadores y, en general, el cognitariado que
hace posible, con su proletarización, la multiplicación de la riqueza, asiste inconsciente a la era
del control y la pantalla total, mientras Google reconoce que escucha nuestras conversaciones
privadas y Alexa (Amazon), como la Smart TV de Samsung, realizan a diario la distopía de
Orwell.

CRIMINALIZAR LA DISIDENCIA E IMPONER LA MUERTE CIVIL

El problema es que, aquí la hipótesis Assange, Wikileaks violó la ley de secretos


oficiales. La sentencia que de momento impide la extradición a Estados Unidos no
aborda la cuestión esencial que nos ocupa: la estrategia de lawfare, la guerra
asimétrica, basada en la criminalización de la disidencia, las relaciones públicas y
el sometimiento por medio de la muerte civil de las fuerzas antagonistas,
actualizando así la estrategia de la ideopolítica y la doctrina de seguridad nacional que arranca
con la Guerra de Baja Intensidad (GBI) y la era Reagan en la guerra sucia contra la Nicaragua
sandinista y tiene ya un recorrido, merced a la noción y estrategia de golpes blandos, contra Lugo
(2012), Dilma (2016), Correa (2017), Kirchner (2018) y Petro (2019). Ello sin mencionar la
guerra sucia contra Cuba y Venezuela, o la variante catalana en España y el 135.

Pero esto parece no conveniente decirlo en los medios mainstream, que defienden la libertad de
expresión solo donde sus intereses son afectados, proyectando como modelo países como
Colombia donde ni es posible el derecho de reunión y manifestación, salvo arriesgando la propia
vida. Assange, en fin, es la prueba del algodón que demuestra la limitada concepción liberal del
periodismo en nuestros días y Wikileaks, el ejemplo de que el núcleo de poder de nuestro tiempo
depende de la capacidad de hackeo del espacio público. Más aun cuando sabemos, desde el fallo
de la justicia europea, que Facebook, y en general los GAFAM, no garantizan la protección de los
datos personales ni, mucho más allá, la soberanía sobre los territorios en el flujo transatlántico de
datos tras la USA Patriot Act.

Desde los atentados de las Torres Gemelas, se viene impulsando una política de control en el que
la vigilancia clandestina se ha extendido al tiempo que se privatizan los dispositivos y procesos de
organización de la red telemática. Programas informáticos como mSpy, EasySpy, Flexispy o
Spyes y los acuerdos de Facebook, Twitter, Microsoft y Whatsapp con la NSA dejan en evidencia
un problema de libertades civiles y de soberanía ajeno al escrutinio público. Pues la opacidad
es la condición de la doctrina del shock. Como advierte Ignacio Ramonet (El imperio de la
vigilancia), en la era Internet, el control del Estado y las corporaciones privadas es extrema,
desnudan literalmente nuestro cuerpo, espíritu y prácticas privadas en una suerte de escáner o
radiografía compleja del cuerpo social.

LO QUE ESTÁ EN JUEGO

Si Julian Assange es eliminado por la CIA y los lacayos del imperio, la ventana abierta por
Wikileaks para imponer la lógica de la confianza y la rendición de cuentas de los profesionales del
silencio, en la era de la diplomacia Facebook, asistiremos impávidos al reino de la censura previa
sin límites. Y a la criminalización de la pobreza, pues no es posible la acumulación por
desposesión sin asegurar el control total del proceso de reproducción, así sea con la necropolítica,
máxima expresión de la biopolítia contemporánea en la era de la fábrica social, o con la
videovigilancia total. Ya Morozov ha demostrado el control férreo de este sistema contra los
activistas de izquierda en las redes sociales. Pero algunos, como Yoani Sánchez, a sueldo del
capital, al tiempo que considera demócrata a Donald Trump, cargan contra Maduro, Cuba o el
gobierno plurinacional de Bolivia y niega la mayor y evidente lógica de captura e interceptación
de las redes sociales por Estados Unidos. Cuando está comprobado, en los propios documentos
del Pentágono, que la verdadera ciberguerra de nuestro tiempo no es solo un
problema de seguridad sino la lucha ideológica por el código para legitimar el
proceso de acumulación por desposesión y las instituciones que lo hacen posible. En
palabras de Terry Eagleton, si los soviets han desaparecido, siempre nos quedarán los
musulmanes, nacionalistas, indígenas o periodistas de investigación. La OTAN precisa conspirar
contra todo enemigo potencial o imaginario. Solo así es posible la reproducción del orden y del
progreso. El discurso securitario no tiene, en este sentido, otra función que legitimar la
aporafobia y el uso ideológico del miedo para la reproducción de los medios de representación
del orden reinante como legitimidad en el espacio público. Y ello, incluso, a condición de
planificar y producir masivamente programas de terror mediático y militar, como viene
exportando el poder sionista, para cubrir los objetivos imperiales, anulando todo resquicio de
crítica y pluralismo informativo en la comprensión de los problemas fundamentales de nuestra
sociedad.

Por ello, de acuerdo con Zizek, Assange representa una nueva práctica de comunismo
que democratiza la información. Lo público sólo se salvará por la épica de los
héroes de la civilización tecnológica. Y por ello muchos seguimos exigiendo su libertad: en
Quito, desde CIESPAL, en Sevilla con su abogada Renata Ávila, en ULEPICC, en CLACSO con la
Universidad y donde quiera que el lawfare siga criminalizando la verdad y la justicia social.
Somos conscientes de que con la libertad del fundador de Wikileaks nos jugamos el
futuro de la democracia y los derechos humanos. Ahí es nada

Bibliografía

Escudero, Lucrecia (2000), “Puente del alma: la emergencia de la subjetividad en el escenario


mediático”, CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, núm. 5, 2000, pp. 79-97 Universidad
Complutense de Madrid, España.

Ortiz, Santiago (2019), “Revolución ciudadana en Ecuador. De lo nacional popular a lo nacional


estatal”, en

Ramírez Franklin y Soledad Stoessel (2015), “Postneoliberalismo, cambio y conflicto político en el


Ecuador de la Revolución Ciudadana”, en Pulsión De Cambio Movimiento latinoamericano en la
construcción de proyectos contra-hegemónicos, Melisa Argento Ana y Laura Ciccone (Comp.), Ed

También podría gustarte