Está en la página 1de 3

Ezequiel Martínez Estrada y la totalidad martiana

Por Alejandro Gavilanes Pérez1

Toda vida es novela en tanto toda vida es creación única. Sin embargo, algunas
existencias están tan colmadas de peripecias inusuales y marcadas por tal
excepcionalidad, que reclaman mayor atención e incitan a la biografía. En el caso de
José Martí esto es tan patente, que ya la suma de los acercamientos biográficos más
significativos se acerca a la treintena2, número que de seguro aumentará con el tiempo.

Sin embargo, nadie puede afirmar –por más biografías que se escriban–que somos
capaces de entender y conocer a cabalidad tal existencia. Es por ello que cada nuevo
acercamiento arroja luz sobre aquella y nos puede revelar perspectivas y perfiles antes
inadvertidos.

Aun cuando los biógrafos del Maestro en su mayoría son cubanos, existen cuantiosos
estudios realizados por intelectuales extranjeros. Martí revolucionario (Casa de las
Américas, 1974)3, ensayo del argentino Ezequiel Martínez Estrada, se cuenta entre estos
últimos y constituye, a juicio de quien redacta estas líneas, una de las caracterizaciones
más completas y complejas del Héroe Nacional de Cuba.

Roberto Fernández Retamar dijo que este libro intenta abordar la totalidad y que
presenta a un Martí de tamaño natural. Solo estas palabras –teniendo en cuenta, además,
de quién provienen– bastan para colocar a Martí revolucionario entre la literatura pasiva
imprescindible para el estudio del Apóstol.

Y es que Martínez Estrada resalta la suprema condición revolucionaria martiana, que


desborda lo estrechamente político y deviene eje transversal de todo cuanto hizo y creó.
Para ello, el autor se aleja completamente de los lugares comunes –Cintio Vitier señaló
sus asaltos a lo indecible–. Lejos de interesarle el relato cronológico de acontecimientos
o fechas, don Ezequiel analiza la personalidad y el carácter de José Martí y pregunta a la
historia, la economía, al psicoanálisis, la antropología y hasta a la grafología. Y no deja
cabo suelto: tanto le ocupan las relaciones con la familia –reivindica el papel del padre,

1
Profesor de Periodismo en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Miembro del Consejo
Nacional del Movimiento Juvenil Martiano.
2
Según el investigador martiano Luis Toledo Sande, por lo demás autor de una biografía de Martí: Cesto
de Llamas.
3
Martí revolucionario es, en realidad, y como ha señalado Retamar, el nombre de la totalidad de la obra,
que debería constar de tres tomos. La edición cubana que aquí se comenta es, en realidad, el primer tomo,
cuyo título es Primera parte. La personalidad: el hombre.
Mariano Martí, a veces mal visto y criticado en exceso–, como sus trabajos de infancia,
la permanencia en la escuela de Mendive o sus primeras amistades.

Asimismo, el autor maneja conceptos imprescindibles para la comprensión de esta


compleja personalidad –muchos de ellos le sirven para titular los diferentes epígrafes,
los cuales, dicho sea de paso, son valiosísimas piezas ensayísticas–: «Deber», «Servir»,
«Sacrificios», «Dificultades», «Quebrantos». Otros de mayor complejidad, generadores
de polémicas actuales, lo constituyen: «Religión» (entiende que Martí fue cristiano «por
superabundancia de amor y bondad») y «Trabajos».

Mediante constantes referencias a héroes y mitos de la antigüedad clásica, o bien a


personajes bíblicos e históricos, Martínez Estrada muestra a un Martí que trasciende su
tiempo –tanto sincrónica como diacrónicamente–. En este intento de universalización,
las conexiones que halla el ensayista son reveladoras –elementos que nos recuerdan las
tesis defendidas en libros como Martí, místico del deber o Martí, el santo de América–:
sentido del deber y del sacrificio, renuncia a placeres de la vida, trabajos agotadores por
un bien mayor, férrea voluntad en medio de disímiles rupturas familiares y físicas.

No obstante, no pretende don Ezequiel divinizar al «grande hombre». Ello lo demuestra


al citar un fragmento de la obra Renacimiento de Edipo: el mito del héroe¸ de Mauricio
Abadi: «En cuanto al tender hacia lo divino [el héroe] no se despega de lo humano,
antes bien pretende integrar lo humano con lo divino» (p. 292).

Y esa fusión de lo humano con lo divino se expresa nítidamente en el Martí trabajador,


faceta poco abordada pero grandiosa –detalle que don Ezequiel entiende, explora y
explota–. Así, el argentino vincula las agotadoras jornadas laborales de Martí y sus
vicisitudes personales, espirituales –reproches de doña Leonor, de la esposa, la lejanía
del hijo, la preocupación por Cuba– y las físicas –constantes problemas de salud que lo
postraban durante semanas–. En este sentido, ninguno de los testimonios resulta tan
completo como el de Diego Vicente Tejera, por lo cual se cita in extenso:

(…) los asuntos de su consulado, la redacción y dirección del periódico propio,


que casi nunca le faltaba, sus correspondencias para diarios y revistas de todos los
países, su vasta correspondencia privada, las traducciones que las casas editoriales
le pedían… todo quedaba escrupulosamente despachado. Y había además tenido
tiempo para hacer visitas, para acompañar y guiar por la ciudad a amigos que de
todas partes llegaban, y para servir a todo el mundo, pues Martí era para
compatriotas y extraños todo complacencia y abnegación. Sin contar con que
todavía –parece increíble– había encontrado modo de leer lo importante de toda la
prensa americana y extranjera y de no dejar pasar libro nuevo sobre cualquier
materia sin estudiarlo y anotarlo. Y fuera, por último –ya esto es pasmoso–, de
que jamás dejó de tener entre las manos la composición de algún discurso, de una
poesía o de un concienzudo examen crítico de un drama (p. 416).

Valores agregados del texto lo constituyen el minucioso acercamiento grafológico al


Manifiesto de Montecristi, el epígrafe dedicado a las coincidencias en la vida de Martí o
al Presidio Político en Cuba, los análisis sobre la muerte del héroe –para hoy
desactualizados y algo especulativos–; así como las listas de los medios de prensa para
los que escribió, el estudio del diario de campaña y los testimonios que dan cuenta de la
sobriedad que caracterizó la existencia de Martí.

En suma, una idea queda clara tras esta riquísima lectura. No es idea nueva; pero sí lo es
la maestría con la que es trazada y defendida: «Martí fue sencillamente por naturaleza,
por temperamento y por inteligencia un revolucionario en la más cabal acepción del
término. Me atrevo a decir: de los más conscientes y perseverantes que conoce la
historia. Un revolucionario, y todo el resto es literatura» (p. 6). Ser excepcional, grande
hombre que participa de la historia de su pueblo, y de la Historia, y cuya biografía
supera los límites de su persona y adquiere dimensión universal.

También podría gustarte