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El camino rumbo al Oeste se hizo incesante y aumentó el deseo de obtener no sólo Texas,
sino Oregón, California y Canadá. Lo que originalmente había sido un movimiento
espontáneo se convirtió pronto, con las racionalizaciones de unos cuantos, en verdadera
doctrina que se bautizaría con la frase feliz de John O'Sullivan de "destino manifiesto".
“Los estadounidenses querían añadir más territorios a la república por una variedad de
razones: para muchos, el impulso por expandirse era una expresión de su confianza en la
superioridad de su civilización, su cultura y su modo de gobierno; veían su país como la
continuación del movimiento hacia adelante que había comenzado en Europa y estaba
asociado con la misión religiosa y el gobierno representativo... (Además) Estados Unidos
estaba urbanizándose e industrializándose aprisa y muchos creían que las caóticas
ciudades en las que muchos hombres blancos trabajaban para otros, en lugar de cultivar
su propia tierra, eran antiestadounidenses; creían que la expansión de las tierras
disponibles para la agricultura podía ayudar a protegerse de esa tendencia, anticipándose
a la posibilidad de un conflicto de clases; sin embargo, una gran parte de las tierras
estadounidenses eran cultivadas, no por granjeros blancos independientes, sino por
esclavos. El espectro del conflicto racial rondaba tras el expansionismo: algunos
expansionistas creían que la adquisición de más tierras de México evitaría la guerra
racial, ya fuese impidiendo que los negros dominaran esas tierras, ya sea permitiendo que
los negros emigraran a México… De hecho, muchos esclavos del sur de Estados Unidos
escaparon a México, y lo débil de los prejuicios raciales entre los mexicanos mestizos y
mulatos de las clases bajas les permitió incorporarse a la sociedad mexicana por medio
del trabajo y el matrimonio.”
James Knox Polk, presidente de Estados Unidos
4 de marzo de 1845-4 de marzo de 1849
“No todos los estadounidenses eran expansionistas y, sin duda alguna, no todos apoyaban
la invasión de México. Ciertamente, el Partido Whig, uno de los dos principales partidos
políticos de Estados Unidos, creía que su país tenía como destino religioso la propagación
de su influencia a todo el continente por medio del ejemplo, no de la conquista...
favorecían un Estados Unidos más compacto y centrado en la prosperidad mediante el
comercio y la industria; creían que el gobierno federal debía fomentar el desarrollo
económico por medio de mejoras internas, como los canales y los ferrocarriles… No es
accidental en absoluto que, cuando Estados Unidos entró en guerra con México, lo haya
hecho bajo el liderazgo de un presidente demócrata,]ames K. Polk, quien, aunque pudo
manipular a los whigs en el Congreso para que apoyaran la autorización oficial para
declarar la guerra, solamente pudo hacerlo iniciando primero la guerra y ocultando la
situación con numerosas declaraciones falsas sobre los actos de los
mexicanos.” (Guardino Peter. La marcha fúnebre).
Desde los tiempos de Thomas Jefferson, como secretario de Estado, fue informado en 1797
por Philip Nolan, aventurero y comerciante, de la riqueza del noroeste de Texas, donde
comerciaba con los indios y capturaba caballos salvajes. Jefferson, ya como presidente,
inició la remoción india (expulsión de los indígenas de sus tierras ancestrales o su
exterminio) y envió a Lewis y Clark a explorar el oeste hasta el Pacífico para una futura
expansión.
“Nuestra confederación ha de ser considerada como el nido del cual partirán los polluelos
destinados a poblar América, el peligro actual no radica en el hecho de que España sea la
dueña de extensas posesiones americanas, sino que en su debilidad permita que caigan en
otras manos, antes de que seamos lo suficientemente fuertes para arrebatárselos, parte por
parte.” Estas palabras de Jefferson también reflejaron dos ideas que desde el siglo XVI
habían estado en la mente de los ingleses, excluidos por el Papa del reparto de América
desde 1493: el odio a los españoles por ser una raza mezclada con todos los vicios y
pecados imaginables, y la convicción de que los anglosajones son preferidos por Dios y
están predestinados a redimir al mundo.
Estas creencias las trajeron consigo los puritanos ingleses que arribaron a América para
fundar las colonias que después se constituirían en los Estados Unidos, además de su
propósito de glorificar a Dios mediante el trabajo y una vida honesta y próspera, en la que
la riqueza no era pecado, la pobreza era la reprobable, en tanto que era evidencia de
ociosidad y vicio. Consideraban que el catolicismo era un peligro para su país, pues era una
religión practicada por personas ignorantes, supersticiosas, idólatras, inferiores, débiles,
ignorantes, perezosas y no aptas para la democracia por su lealtad al Papa y su iglesia
jerarquizada. Por lo tanto, Dios quería la agresión contra México.
Siglo y medio después, esta verdad religiosa se transformó en verdad política y los Estados
Unidos se convirtieron en el país elegido para llevar al mundo, por las buenas o las malas,
por el camino correcto, para lo cual se sentían obligados a hacer crecer su territorio, sobre
todo hacia donde imperaba la tiranía y la corrupción, como pensaban de Nueva España y
después de México.
Otro presidente norteamericano, Jackson, expresó que Dios había escogido a los
estadounidenses como guardianes de la libertad y era su deber intervenir en donde no la
hubiera. Sin embargo: “La democracia jacksoniana incluyó de forma deliberada todos los
hombres blancos, pero también excluyó de la misma forma a casi todos los demás
habitantes del país… Los negros libres perdieron su derecho al voto en los pocos estados
donde lo tenían y en algunos estados se les negó incluso el derecho a ser dueños de
propiedades. Los indios también perdieron terreno durante el periodo jacksoniano, porque
cada vez más personas afirmaban que eran razas inferiores y que no podían ser incluidos
en la civilización estadounidense… lo cual provocó que los habitantes originarios de
América perdieran el derecho legítimo a sus tierras…”
“Fue justo antes y durante la guerra que los estadounidenses blancos decidieron que el
mexicano no constituía sólo una nacionalidad, sino también una raza. Los estadounidenses
expansionistas la consideraron una raza inferior para justificar el despojo de sus
territorios y el racismo fue de capital importancia para el nacionalismo estadounidense
durante la guerra… Lo decisivo fue que los estadounidenses llegaron a creer que los
mexicanos no tenían más derecho a sus territorios que los indios. ¿Por qué no debería
Estados Unidos expandirse a expensas de ellos? Lo irónico es que, en ocasiones, incluso la
oposición a hacerse de territorios mexicanos y a la guerra misma fue impulsada por el
racismo; después de todo, esas tierras estaban habitadas y, ¿quién querría añadir gente de
una raza inferior a la población de Estados Unidos? Este racismo impedirá, que, pese a su
victoria aplastante, no se quedaran con todo México.
El tema del reconocimiento se había vuelto tabú para los políticos mexicanos, a pesar de
que la mayoría reconocía en privado la necesidad de hacerlo y confiaba en que la crisis
entre abolicionistas y esclavistas impidiera su confirmación en el Senado. En efecto, el
primer intento de anexión promovido por la administración Tyler en 1844 fracasó porque el
Senado se negó a ratificarlo a pesar del clamor popular despertado en favor de la anexión
en la campaña del candidato demócrata James K. Polk, quien defendía la reanexión de
Texas y ocupación del Oregón. Tyler no se dio por vencido y maquinó la forma de lograrlo.
En el primer intento se había presentado como materia de relaciones exteriores, razón por la
que el Senado debía aprobarlo, pero en la segunda instancia se promovió como problema
doméstico, de manera que requería de sólo una resolución en la Cámara de Representantes
aprobada por el Senado. La Resolución Conjunta se aprobó el 27 de febrero de 1845 y el 1°
de marzo Tyler firmó el decreto que permitía la anexión de Texas a Estados Unidos. El
ministro mexicano en Washington, Almonte, de acuerdo con las advertencias mexicanas de
que tal anexión sería considerada como acto de agresión, pidió sus pasaportes.
Mientras tanto, el gobierno moderado del general José Joaquín Herrera, quien había tomado
el poder en diciembre de 1844 al caer Santa Anna, había acogido tardía y lentamente la
sugerencia británica. A pesar de los deseos de dar fin a la cuestión texana para salvar a
California, el gabinete de Herrera se encontró con el obstáculo de que las Bases Orgánicas
prohibían que el Ejecutivo enajenara territorio, y ante el temor de que los radicales se
fortalecieran con el apoyo popular contra la medida, pidieron sólo autorización al Congreso
para entablar negociaciones con Texas.
El documento mexicano fue conducido por el representante británico en Texas, quien lo
presentó casi al mismo tiempo que la oferta norteamericana de anexión. La popularidad del
movimiento anexionista forzó al presidente Jones a convocar una convención especial para
decidir el destino texano. En un ambiente anexionista total, el Congreso texano rechazó la
oferta mexicana el 21 de junio de 1845 y los primeros días de julio se aprobaba la anexión a
Estados Unidos.
“La mayor ventaja que Estados Unidos tenía era su prosperidad; cuando se examina la
historia social y cultural de la guerra, queda muy claro que las diferencias económicas
entre los dos países contribuyeron mucho más a la victoria estadounidense que las
diferencias políticas. Los políticos de México fueron capaces de atraer a sus compatriotas
para que se integraran a las filas de sus ejércitos, pero esos ejércitos estaban mal
equipados y aprovisionados: con frecuencia, los soldados mexicanos carecían de
uniformes adecuados y casi siempre enfrentaron a los estadounidenses con armas gastadas
y frágiles. La falta de alimentos hizo que su experiencia fuera aún más dramática: los
soldados y las mujeres que los acompañaban solían marchar con hambre y luchar con
hambre…
La economía de México era mucho más pequeña que la de Estados Unidos incluso antes
de la guerra, su gobierno había tenido grandes dificultades para generar suficientes
ingresos con los cuales solventar las operaciones rutinarias. En las décadas anteriores a
la guerra, la falta de ingresos obligó repetidamente a los gobiernos en dificultades
económicas a cubrir insuficiencias con préstamos del extranjero y nacionales con unas
altas tasas de interés, por lo que un porcentaje creciente de los ingresos que lograban
recaudar lo dedicaban a pagar los intereses de esos préstamos. La dificultad se
exacerbaba debido a la indisposición de los mexicanos acaudalados a pagar impuestos
directos, lo cual llevó a un sistema fiscal que dependía de forma exagerada de los
impuestos al comercio exterior, que nunca satisficieron unas expectativas más que
optimistas…
También el balance militar ofrece grandes ventajas a los Estados Unidos, pues el ejército
mexicano era de leva reclutada de las familias más pobres, improvisado, siempre
hambriento, comandado por militares exrealistas enfrentados entre sí y con estrategias,
tácticas y armas muy anticuadas, cuya mayor experiencia bélica había sido la guerra
contrainsurgente un cuarto de siglo antes.
En estas circunstancias que aseguran la victoria, Polk idea una “guerra pequeña” con
México para apoderarse de California y Nuevo México, a fin de obligarlo por las armas a la
venta de estos territorios. Para justificar su guerra planeó la manera de presentar a México
como el agresor y a su gobierno comportándose siempre conforme a las “leyes de la
guerra”, que argumentará constantemente para justificar sus excesos.
“Sin duda alguna, a Polk no le interesaba una guerra tan prolongada y sangrienta como la
que hizo estallar. La guerra se desarrolló como lo hizo porque los mexicanos no
entendieron en un principio lo fuerte del impulso expansionista estadounidense y los
estadounidenses tampoco entendieron la profundidad de la identidad nacional mexicana ni
lo profundamente que los mexicanos de muchas clases sociales rechazaban la idea de que
eran inferiores a los estadounidenses. Para muchos mexicanos, la ambición de sus vecinos
del norte de apoderarse de parte de sus territorios era un impulso criminal, un impulso que
no esperaban de una república hermana con tantas cualidades admirables: seguramente,
la república estadounidense fundada por inmortales como George Washington debía estar
en proceso de degradación…. si la depravación de los estadounidenses sorprendió a los
mexicanos, a aquéllos los sorprendió que éstos resistieran su agresión tanto como lo
hicieron. La visión racista de un México cuya población débil e inferior tenía poca
identificación con la identidad nacional hizo que muchos estadounidenses creyeran que la
guerra sería breve y gloriosa…
Polk despreciaba a México: creía que tenía un sistema político en bancarrota,
antidemocrático, corrupto e inestable que no querría o no podría unificar a su población
para combatir en una gran guerra para defender unos territorios remotos donde vivían
pocos mexicanos; asimismo, Polk, que era un esclavista sureño, consideraba que los
mexicanos eran racialmente inferiores. Si México no cedía sin combatir, sin duda habría
de hacerlo después de una breve guerra de fronteras. Incluso mientras negociaba un
arreglo relativamente débil con el Reino Unido sobre la frontera entre Estados Unidos y
Canadá en el litoral noroeste del océano Pacífico, Polk provocó a propósito al gobierno
mexicano al apoyar las exageradas reivindicaciones de los ciudadanos estadounidenses,
que querían que se los compensara por las propiedades destruidas durante los conflictos
políticos mexicanos… estaba dispuesto a llevar a cabo una guerra corta, y sin duda
alguna, parecía que cualquier guerra entre dos enemigos tan desiguales parecía breve…
Creía que México no actuaría como tal, sino como una de las monarquías dinásticas cuyos
conflictos habían moldeado la historia territorial tanto de Europa como de América
durante siglos. Cuando un monarca perdía el dominio de un territorio y consideraba que
su recuperación era demasiado costosa, pronto lo cedía en la mesa de negociaciones.
México no actuó de esa manera ni podía hacerlo realmente, porque sus políticos, como sus
pares estadounidenses, se habían dedicado durante mucho tiempo a construir un Estado
nacional cuya legitimidad dependía de su función como instrumento de su
pueblo. (Guardino).
Además, muchos políticos mexicanos creían que Estados Unidos se hallaba debilitado por
sus conflictos políticos y confiaban en que Inglaterra no permitiría el despojo territorial sin
saber de los arreglos entre ingleses y norteamericanos por Oregón. El informe del general
Arista de que en el primer encuentro armado de ambos ejércitos hubo una notable deserción
de soldados estadounidenses, animó a los militares a resistir la invasión e incluso a pensar
que se lograría la victoria.
El motivo inmediato de la guerra, Polk lo encontró en los problemas de límites entre Texas
y México, pues en tanto los texanos decretaron que sus límites estaban en el río Bravo, con
lo cual Texas hacía crecer su territorio hasta poblados como Taos, Santa Fe y El Paso, los
mexicanos los reconocían en el río Nueces; por su parte, los norteamericanos habían
sostenido frente a España, décadas antes, absurdamente, que los límites de Luisiana
llegaban hasta el río Bravo. En apoyo a los texanos, el gobierno norteamericano ordenó al
general Zacarías Taylor que avanzara hasta el río Bravo y construyera el Fuerte Brown,
actualmente Brownsville, sobre territorio entonces mexicano.
El gobierno de los Estados Unidos envió a John Slidell con el carácter de ministro
plenipotenciario, lo que implicaba la reanudación de relaciones entre ambos países, que en
esas circunstancias no podía aceptarse. Herrera se negó a recibirlo. Además, Slidell traía
instrucciones de exigir que México reconociera el río Bravo, no el río Nueces, como límite
de Texas y de presionar para que vendiera el territorio de Alta California (que comprendía
los actuales estados de California, Arizona, Nevada, Utah y parte de Wyoming, Colorado y
Kansas) por veinticinco millones de pesos y Nuevo México por cinco.
Ante la negativa, Polk decidió seguir el camino de la provocación para conseguir sus
propósitos y en enero de 1846, ordenó al general Zachary Taylor el avance desde la bahía
de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo. Dos meses más tarde, Taylor se atrincheró
frente a Matamoros, donde los mexicanos preparaban la defensa. El general Arista conminó
a Taylor a retroceder hasta el río Nueces y ante su negativa, el ejército mexicano cruzó el
río Bravo para cortar la línea entre las fortificaciones en el Bravo y el Frontón de Santa
Isabel.
El mexicano José María Roa Bárcena sugerirá burlonamente varios años más tarde en sus
escritos que la base histórica de la reivindicación sobre el río Bravo como la frontera fue
tan ridícula que Estados Unidos bien podría haber afirmado igualmente que Texas se
extendía hasta el estrecho de Magallanes.
"De todos los crímenes conocidos, el más atroz es el que consiste en hacer que estalle una
guerra innecesaria; este crimen merece como ningún otro la ira de Dios y la execración de
la humanidad. Es triste y humillante el hecho de que el Congreso americano se limitó a
aprobar un decreto que bien supo que ocasionaría muchas quejas y lamentaciones, dolor y
muerte, con una indiferencia, con una precipitación, con un desdén tal para las pruebas
que debieron presentársele, como ningún tribunal de justicia de nuestro país se atrevería a
manifestar al condenar a simple arresto a un hombre acusado de una pequeña ratería.
Decir esto es muy desagradable, pero la verdad que contiene lo es más
todavía...” (William Jay. Revista de las causas y consecuencias de la guerra mexicana).
Cinco días más tarde, Taylor ocupará Matamoros. La estrategia general de los invasores
será ocupar de inmediato los territorios a despojar: en enero de 1847 Nuevo México y
California fueron anexados; avanzar desde el Río Bravo hacia el centro de México y
desembarcar en Veracruz para tomar rápidamente la capital siguiendo la misma ruta del
conquistador Cortés.
Por otra parte, se bloquearán los puertos de Tampico, Carmen, Guaymas, Mazatlán y San
Blas, entre otros. “Pronto, el bloqueo naval estadounidense de los puertos mexicanos
exacerbó de forma drástica la crisis fiscal, debido a que impidió que el gobierno mexicano
recaudara los aranceles a las importaciones, que eran la fuente más importante de sus
ingresos; asimismo la guerra provocó que la economía mexicana disminuyera su ritmo, lo
cual redujo aún más los ingresos del gobierno y empeoró las condiciones de vida de la
población civil… Lo que impidió que el Estado nacional montara una defensa exitosa en
contra de la agresión estadounidense fue, más que ninguna otra cosa, la falta de recursos
fiscales, la cual también fue lo que definió la experiencia que la mayoría de los soldados y
los civiles tuvo durante la guerra: las fuerzas mexicanas siempre tuvieron menos y peores
armas, menos animales para transportar esas armas o las provisiones, peores ropas y,
sobre todo, menos comida que las fuerzas estadounidenses a las que hicieron
frente”… (Guardino).
En contraste, los norteamericanos, bien financiados siempre, aumentaron más sus recursos
al tomar los principales puertos mexicanos y cobrar los aranceles aduaneros, bajo el
“principio de las leyes de la guerra” esgrimido por Polk, de que el invasor debe financiarse
con lo capturado al invadido.
Escribe Robert Ryal Miller (La guerra entre Estados Unidos y México) que ésta será la
primera guerra que Estados Unidos peleará en territorio extranjero. Se utilizarán múltiples
ejércitos comandados por profesionales egresados de West Point, modernas armas, extensas
líneas de abastecimientos de todo tipo, el desembarco a gran escala de tropas anfibias y será
su primera experiencia en ocupar una capital extranjera e instaurar un gobierno militar para
su población. Y hasta por primera vez desplegarán en México como su única bandera, la de
las barras y las estrellas. En suma, será el debut de Estados Unidos como potencia militar
imperialista.
Veinticinco años de anarquía política, de falta de cohesión en las clases dirigentes divididas
en centralistas, monarquistas, liberales puros y liberales moderados, que en varias ocasiones
antepusieron los intereses de partido a los de la Nación, permitirán que “un ejército
extranjero de diez a doce mil hombres haya penetrado desde Veracruz hasta la capital de
la república, y que, con excepción del bombardeo de aquel puerto, la acción de Cerro
Gordo y los pequeños encuentros que tuvo con las tropas mexicanas en las inmediaciones
de la misma capital, puede decirse que no ha hallado enemigos con quién combatir"...
como lo expresará Mariano Otero en 1847.
“México, una nación de ocho millones de gente, ya tenía un ejército permanente de 44 mil
hombres, pero con estrafalarias proporciones. Había un general por cada 220 hombres, y
un oficial por cada hombre enlistado, generalmente un indio o un trabajador pobre.
México había ganado recientemente su independencia de España y muchos de sus hombres
eran veteranos, pero la mayoría de su infantería portaba mosquetones de segunda mano
comprados al ejército británico. (Mosquetones Brown–Bessy rifles Baker ambos de
chispa). Los cañones de la artillería eran reliquias ineficientes proveídas por Francia, y la
mayoría de los doce regimientos de la caballería mexicana sólo portaban lanzas. (Hearn
Chester G. ARMY. An ilustrated History).
En contraste, después de la guerra de 1812, el ejército de los Estados Unidos abandonó los
mosquetones con sistema de chispa usados desde 1650, y adquirió armas con el nuevo
sistema de percusión, inventado en 1805, y para 1841 ya poseía el rifle estriado, antecesor
del famoso Springfield.
La diferencia entre ambos sistemas era notable. Los mosquetones de chispa eran armas
extremadamente ineficientes: se cargaban por el frente, tenían un alma lisa, balas de bolas
de plomo y un alcance teórico máximo de unos 275 metros. Por su escasa precisión, se
disparaba a bloques de tropa, no a individuos, de modo que los soldados en formaciones
cerradas tenían que marchar, cargar y disparar casi como autómatas, de ahí que la disciplina
resultaba de suma importancia, ya que si la formación se rompía, no había manera de
resistir el avance del enemigo. (Newark Tim. Historia de la Guerra).
Las armas de percusión eliminaron los problemas que implicaba el uso de pedernal, el
preparar nuevamente la pólvora en caso de que no se produjera la descarga, y las fallas por
demora de la descarga una vez jalado el gatillo. Asimismo, los mosquetes de repercusión
acortaron el tiempo empleado en la recarga. Las carabinas retrocargas calibre .54 también
fueron distribuidas como arma de mano a la caballería norteamericana. Además, la
artillería, mejoró su movilidad adoptando carruajes ligeros de inmenso valor durante la
Guerra Mexicana. (Hearn Chester G. ya citado).
En lo que respecta a los mandos, Estados Unidos contaba con un gran número de egresados
de su academia militar de West Point, entre ellos Ulysses S. Grant y Robert E. Lee. En
tanto que los mandos mexicanos eran militares ex realistas adheridos al Plan de Iguala,
como el mismo Santa Anna, Arista y Anaya, que sólo habían combatido a insurgentes
improvisados y peor armados.
Esta superioridad apabullante explica por qué de los más de 13,000 soldados
estadounidenses fallecidos durante la invasión, únicamente unos 1,700 fueron muertos por
patriotas mexicanos y los demás por enfermedades: malaria, cólera, fiebre amarilla, viruela,
diarrea y disentería en campamentos y hospitales lejos del frente de batalla; de los muertos
por enfermedad el 15% eran voluntarios y sólo el 8% soldados regulares. En contraste, se
estima que las bajas militares y civiles mexicanas ascendieron a no menos de 25,000
personas. (Guardino, ya citado).
Así, en su primera guerra en el extranjero, Estados Unidos prueba sus modernas armas con
una presa débil y con una victoria de antemano asegurada.